ACERCA DE “SOCIEDAD Y BARBARIE” de IGNACIO CASTRO: Querido Ignacio, cocinado el “bicho” a fuego lento y abrumado por la tarea…intenté trabajar el texto “sobre la letra”, tal como hemos hecho en otras ocasiones, anotando correcciones a erratas o breves comentarios críticos, a los que no tengo nada claro que seas receptivo. Antes de ojear mis notiñas te pediría un poco de paciencia y me gustaría hacerte algunas consideraciones previas, posiblemente tangenciales. Como ya sabes he derivado hacia un anticomunismo político, evidentemente no compartido contigo, que, a priori, podría hacer de mi un cómplice adecuado para no pocos de los ajustes de cuentas que ensayas con don Carlos. Cuando me remonto a los posos éticos e intelectuales que orientan mi propia analítica existenciaria, dejando a un lado toda forma de arte, siempre me encuentro con Montaigne, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Jünger, Canetti, Steiner,Unamuno, Ortega,Gómez Dávila, Jiménez Lozano o cierto Cioran; como te puedes imaginar, compañeros de viaje de muchos años de cuya lectura no es fácil salir indemne. No hago un catecismo de ninguno de ellos pero mi “tercer oído” me dice que allí hay cosas; curiosamente, en lo político, le doy la espalda a casi todos ya que he devenido en un tibio socialdemócrata, escéptico e interesado en los restos del magma neocristiano de Kant, en su innegociable postulación de una ética cimentada en la presuposición de la dignidad de toda persona singular, con todo lo que ello implica. Las reflexiones de Levinas acerca del Otro, los relatos de las experiencias concentracionarias, y el pensamiento antitotalitario de la Arendt tienen algo que ver con lo anterior. De todos modos, mi desencantamiento del mundo, mi falta de fe en el optimismo ilustrado, me impide ser un “mueslín” autocomplaciente de la democracia burguesa , pero nada más lejos de mi que su demonización en la línea de tus “Tesis”, es más, creo que la democracia liberal, profundamente comunitarista y no comunista, con su trágica historia de horrores y errores- a los que por cierto el marxismo no es ajeno- ha provocado una revolución radical de las conciencias para poder despedirse de la revolución (algo de esto estaría en el último M Moore, en su historia de amor con el capitalismo), nos ha enseñado que no existe el paraíso, ni en la tierra ni en el alma – conciencia trágica-, ni inocencia en la Historia y que el sistema de gobierno “preferible”-aquí no comparto tus bucles indiferienciadores de prácticamente cualquier forma de gobierno- es aquel que, como norma general , intenta mantener un equilibrio precario que evite la aparición de alternativas humanamente insoportables (nazismo, comunismo, teocratismos…), un consenso audaz, y no uniformizador, no puede ser un lastre político. La democracia es un estado de crisis permanente y debería estar libre de toda inmunidad moral, libre de todo maniqueísmo revolucionario; es en su precaria debilidad donde está su exigencia pactista y, si se me permite, su grandeza. Su falta de furia revolucionaria debería ser la primera condición para poder fraguar una sociedad decente que intentase dar expresión a lo mejor de la modernidad; desde luego no en su versión Termidor o en cualquiera de sus ramificaciones totalitarias. La democracia es un humanismo. Algo de esto lo entendió, de forma emocionada, el último Derrida en su propia kehre, en su recuperación, ante la inminencia de la muerte, de lo más potente del pensamiento humanista. ¿Y qué tiene que ver todo lo anterior con tus “Tesis”? Quizás poco, pero siento la necesidad de situarme mínimamente contigo antes de que te asomes a mi “asalto” al texto. No puedo dejar de simpatizar, inicialmente, con un proyecto filosófico crítico con Marx (aunque no tanto con sus epígonos; a algunos de los cuales les das constantemente un trato exquisito a pesar de que, en no pocas ocasiones, hacen afirmaciones que casi convierten a Marx en un niño que juega…por mucho que impregnen su materialismo dialéctico del aroma de los sentidos, y de su evidente capacidad de disección, frecuentemente están al borde de un pensamiento inquisitorial…). Parece difícil, no cuestionar el reduccionismo ontológico de Marx, su concepción del individuo como expresión de la totalidad estructural de los modos de producción, su historicismo economicista-recuerda el reduccionismo pansexualista freudiano- que no deja espacio alguno a una analítica existenciaria imposible de abordar desde su corpus teórico; es decir, desplaza, y me temo que no porque lo ignore, lo irreductible de toda existencia. El arranque de su filosofía, en su inversión hegeliana, no puede ser más ajena a tu pensamiento ya que para el toda actividad del sujeto no es pensamiento, no es espíritu, sino actividad material productiva, tendente a satisfacer las necesidades materiales del hombre-Marzoa dixit-; se produce cierta sintonía con el proyecto cartesiano-baconiano de dominio de la naturaleza; y este dominio no es otra cosa que a lo que Marx llama producción. Pero el sujeto, cuyo ser sería dicha actividad, no es el hombre cristiano, la persona singular kantiana, o el individuo nietzscheano, no es un ser con rostro, es un universal; pero no un universal abstracto, sino el reflejo de una actividad productiva concreta, la cual determinaría la relación del hombre con los demás hombres; esto es, un todo estructural, un sujeto, una sociedad, un estado y sólo ( más con Hobbes que con Aristóteles) dentro de esa realidad primaria considera Marx la posibilidad de un ser concreto, el cual, paradójicamente, nunca dejaría de ser una abstracción histórica; un oxímoron: una abstracción no abstracta. Un hombre nuevo a la luz de la figura del proletariado (Soy consciente del egitipticismo de lo anterior, se lo que quiero decir pero no logro darle forma, encuentro un límite conceptual, no se…apelo a tus dotes de hermeneuta…) Su materialismo, por otra parte epocal, resulta primario y castradoramente positivista..., frecuentemente resulta indigerible su déficit ético, a pesar de su firme voluntad emancipadora, además de su vocación instrumentalista en la caracterización de la sociedad de su tiempo. Para el la sociedad burguesa es aquella en la que todas las cosas son mercancía y por tanto cantidad, magnitud, “nada”; un mundo sin ninguna determinación cualitativa. No deja de recordar ciertas simplificaciones holísticas y laminadoras de la vida medieval, realizadas por la crítica más sectaria; crítica que intentó desmontar N Elias, entre otros: En la Edad Media, como en el proletariado o en el campesinado, también hay vida. Pero lo cierto es que en su obra no todo es jerga reduccionista, supo ver las profundas, y específicas, contradicciones políticas y morales de la sociedad de su época, en cierto modo como un Dickens deshumanizado, y por ello algunos lo consideramos un maestro pensador. Piensa por un segundo en una aproximación, como la que haces a Marx, dedicada a Nietzsche o a Freud, me temo que no dejarías piedra sobre piedra. Creo que Marx necesita un ejercicio de deconstrucción, que no pocas veces abordas, pero no una “demolición”, tal como tú propones. De hecho “Votos de riqueza” no fue pensado como un Lb antimarxista, por lo menos antes de estas “Tesis”, pues aunque tus conceptos biopolíticos provienen directamente de Nietzsche o Agamben, conceptos como alienación, mercancía, separación, etc, son deudores directos de Marx. En definitiva, no creo que sea necesario ser anti-Marx, o anti-Platón o anti-Kant, con ellos el debate se sitúa en otro lugar, y lo dice un antimarxista. A lo largo del s xix se produce una reacción anti-Marx, tanto en la derecha como en la izquierda hegeliana, y en el s xx se consolida toda una historiografía que denuncia el genocidio comunista; análisis donde se rastrean las conexiones entre Stalin, Trotsky, Lenin y Marx con los visionarios utopistas del Renacimiento, donde se desenmascara una voluntad de pureza que, sencillamente, ha desembocado, junto con el nazismo, en el crimen. Tú odiado Gluksmann, a pesar de tu nota 3, en 1977(y sin sobrepasar la portada de sus libros, o poco más) realiza una crítica despiadada de las revoluciones marxistas y la instauración de un nuevo orden, de un nuevo Estado atrozmente represivo, devorador de vidas humanas; la famosa cocinera de hombres. El “nuevo filósofo” le reprocha a Marx su culto a la revolución total y final, su reificación de un Estado terrorista, la dictadura del proletariado, en nombre del bien de la colectividad, su fe en una ciencia social que permitiría conducir a las masas a pesar de ellas; insiste en como en Marx existe, en tu lenguaje, un odio visceral hacia todo lo atrasado, un profundo desprecio hacia los marginados, campesinos, judíos, inmigrantes, hacia los parias de la tierra que deben ser excluidos(cuantas veces hemos repetido como monos la criminalización de esa quimera teórica que es el lumpemproletariado). Todo ello es el rebufo de la idea hegeliana que afirma que “pensar es dominar”, idea que expande la represión hasta todas las esquinas de la sociedad. En este sentido, Gluksmann, como tú, según Foucault, “hace surgir del más alto discurso filosófico a estos fugitivos, estas víctimas, estos rebeldes, estos disidentes siempre insurrectos, estas “cabezas ensangrentadas” que Hegel quería borrar de la noche del mundo”. C, voy a frenarme, pero espero que en todo el galimatías anterior haya insinuado algo de las perplejidades que me produce tu intempestiva acometida, la cual no deja de producirme una radical ambivalencia. Vayamos al texto, donde te señalo abundantes cuestiones, formales y de fondo, que me sería imposible articular en un ensayo coherente y cohesionado, pues darle cuerpo a todo ello exigiría un trabajo más allá del que tú me solicitaste. Falamos. Rafael Varela Nogueiras.