15 La periferia urbana: atención residencial Luis A. Suárez González Licenciado en Sociología e Historia Director de Residencias de Menores del Ayuntamiento de Getafe Silvia Perdomo Molina Diplomada en Trabajo Social. Licenciada en Sociología. Coordinadora del Programa Familia y Convivencia de los Servicios Sociales de Getafe Sumario 1. La idea.—2. El contexto de intervención.—3. Su concreción organizativa.—4. Atención residencial. Modelo educativo. 4.1. Modelo ecológico y participativo. 4.2. Principios de intervención. 4.3. Planificación de la intervención.—5. Límites de la atención residencial.—6. Bibliografía. RESUMEN El trabajo con adolescentes y sus familias en Getafe desde la atención residencial integra un trabajo profesional cualificado, una coordinación de los recursos profesionales y una interacción con la comunidad a la que pertenecen; contando con que allí se encuentran los contextos que les han desprotegido, pero también los agentes socializadores y los apoyos comunitarios que de forma natural pueden proporcionarles las oportunidades de compensar sus caren- Documentación Social 120 (2000) 375 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina cias y los apoyos que necesitan para poder dar respuestas adecuadas a sus necesidades. PALABRAS CLAVE Atención residencial, zonificación, enfoque ecológico-contextual, normalización, integración comunitaria, adolescentes de protección. ABSTRACT Social work with adolescents and their families in Getafe by residencial attention includes a qualified professional work, a coordination of the professional resources and an interaction with the community to which they belong, considering that the there are present the damaging contexts but also the agents of socialisation and the supports of the community that in a natural way can offer them opportunities to compensate their needs and the necessary supports that they require to be able to give the adequate answers to their needs. KEY WORDS Residential attention, zone definition, ecological and contextual perspective, normalisation, community integration, adolescents to be protected. 376 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 1 15 LA IDEA Getafe es un municipio del Sur de Madrid con una población de 143.153 habitantes. De este total, 34.819 habitantes tienen menos de 19 años, lo que representa el 24% del total. En este municipio existe una Residencia Juvenil que empezó a funcionar en diciembre de 1988. La Delegación de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Getafe tomó en cuenta «el gran número de niños y adolescentes [que] debían abandonar el municipio cuando las dificultades por las que atravesaba la familia hacían recomendable la separación de los hijos menores de edad del núcleo familiar. Esta separación no tenía porqué llevar parejo el desarraigo del medio habitual de convivencia del niño. Desarraigo que se producía inevitablemente, cuando se les trasladaba a centros alejados de Getafe» (Ayuntamiento de Getafe, 1996). Otra reflexión que acompañaba a la anterior era la necesidad de desarrollar un trabajo familiar que ayudara a las familias a superar sus dificultades de toda índole, sobre todo las de convivencia, que constituían el primer obstáculo para que los niños y adolescentes permanecieran en el medio familiar. Un embrión de esta idea lo constituyó el CAF (Centro de Atención a la Familia), que con el trabajo de dos educadoras, una trabajadora social, un psicólogo a medio tiempo y un abogado, tuvo como objetivo apoyar y ayudar a las familias en conflicto. En la actualidad, el Programa de Familia y Convivencia ha hecho suyas estas dos reflexiones y las ha desarrollado a lo largo de once años, materializándolas en dos Proyectos conDocumentación Social 120 (2000) 377 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina cretos: el Tratamiento a Familias con hijos menores de edad y las Alternativas a la Convivencia Familiar para menores (Residencia Infantil y Residencia Juvenil). En estos años la Residencia Juvenil ha atendido a 71 adolescentes, de los cuales 39 han sido ingresos voluntarios a través de guardas aceptadas por sus padres y 32 retiradas de tutela. 2 CONTEXTO DE INTERVENCIÓN Las diferentes normativas que desarrollan la protección de menores permiten dos tipos de acogimiento residencial: situaciones de guarda y situaciones de tutela. El proceso comienza cuando los trabajadores sociales del Equipo de Tratamiento Familiar, en su intervención desde los barrios donde viven las familias, van llevando a cabo la definición del problema con la familia (diagnóstico) y la elaboración de proyectos de intervención-participantes. En todo este proceso la familia es consciente de los pasos que va dando, los va marcando junto al profesional, por eso hablamos de proyectos participantes, y también es consciente de la responsabilidad del profesional de comunicar a la Comisión de Tutela aquellas situaciones que apunten a una necesaria separación de sus hijos del medio familiar. Así la separación del niño de la familia no se hace de forma traumática, son sus propios padres quienes le acompañan a la Residencia y dialogan con el educador sobre sus gustos, aficiones, problemas. En estos once años sólo se han realizado cuatro retiradas de tutela con intervención policial. La Comisión de Tutela del IMMF (1), a propuesta del Equipo de Tratamiento Familiar de los Servicios Sociales y a la vista (1) Instituto Madrileño del Menor y la Familia. Comunidad de Madrid. 378 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 del expediente que se ha tramitado, toma la decisión de retirar la tutela a los padres o da el visto bueno a la guarda y custodia que entregan éstos voluntariamente, y el Servicio de Centros de la Institución antes mencionada decide qué alternativa a la convivencia familiar debe ocuparse del menor. En el caso que la alternativa elegida sea la Residencia Juvenil de Getafe, a partir de este momento dos equipos han de establecer una estrecha colaboración: el Equipo Educativo de la Residencia y el Equipo de Tratamiento Familiar, para poder llevar a la práctica aquella primera reflexión de los Servicios Sociales de Getafe, antes de 1988: — educar y proteger al niño en un ambiente lo más cercano a su medio habitual de vida: su mismo colegio, sus amigos de siempre, su médico; — trabajar con la familia para que supere sus dificultades, buscando en todo momento su colaboración, al igual que la de los recursos especializados que puede ofrecer la Comunidad si el caso lo requiere. El enlace entre ambos Equipos lo constituye el director de las Residencias, que forma parte del Equipo de Tratamiento Familiar. Interviene en el proceso de valoración de la situación familiar, tomando junto al resto del Equipo la decisión de proponer la separación de los niños de su familia y su ingreso en la Residencia y mantiene el contacto con los diferentes Servicios de Comunidad de Madrid (Comisión de Tutela, Servicio de Coordinación de Centros, Menores en Conflicto), enviando la planificación educativa que la Residencia establece con cada menor y la información extraordinaria que proceda. Documentación Social 120 (2000) 379 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina Se trata de llevar a cabo con el niño y la familia un proyecto de intervención coordinado, que podemos llamar, junto a la Red de Residencias Territoriales de la Comunidad, Proyecto Único de Intervención: intentar que no haya mensajes contradictorios a la familia por parte de uno u otro equipo, que no hayan decisiones importantes sobre el niño o sobre la familia que no conozca el otro equipo, el propio niño y la propia familia… Orientados por el interés superior del menor, como señala la Ley, hay dos equipos de profesionales que focalizan todos sus esfuerzos en que la familia pueda volver a vivir con sus hijos. Esto no siempre es posible, sobre todo en el caso de hijos adolescentes: puede haber un conflicto relacional padres/hijos que haga muy difícil el entendimiento; puede tratarse de padres que han sufrido un grave deterioro durante mucho tiempo, habiendo llegado tarde la intervención de las instituciones protectoras. Pero aunque en estos casos hayamos de trabajar para proteger al adolescente y hacer posible que consiga un alto nivel de autonomía, los Equipos Educativos no olvidarán el papel que su familia juega en su vida, directamente o a través de la construcción mental que el adolescente ha elaborado sobre la misma. Se le ayudará a analizar y a interiorizar su realidad familiar, pero nunca se tratará de obviarla o de actuar como si los padres no existieran. Son sus padres y ocupan un lugar en su vida, lugar que han de respetar todos los profesionales. Incluso en los casos de padres muy deteriorados, el equipo mantendrá un trabajo con ellos para potenciar contactos con sus hijos en aquellas situaciones satisfactorias para ambos y sobre todo clarificadoras para el menor. 380 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 3 15 SU CONCRECIÓN ORGANIZATIVA La Residencia Juvenil cuenta con un director, cinco educadores y un auxiliar. Los educadores se contratan por concurso público, al que acceden empresas, que aceptan un pliego de condiciones establecidas al efecto. Trabajan por turnos, cubriendo la atención de los adolescentes durante 24 horas, los siete días de la semana. Una buena parte del éxito de la intervención va a depender del trabajo en equipo, que ha de ser rigurosamente planificado. Los menores que llegan a nosotros han sufrido situaciones de desprotección que pueden, con frecuencia, haber generado daños de consideración a distintos niveles: psicológicos, sociales y biológicos. Éstos se pueden agrupar en torno a los problemas que surgen en las relaciones sociales, la competencia social, la agresividad, los problemas emocionales y el autoconcepto, el desarrollo inadecuado de la empatía, los problemas de carácter sexual, las dificultades de aprendizaje, el escaso desarrollo moral... (DÍAZ-AGUADO, 1995, y LÓPEZ SÁNCHEZ, 1999). El carácter rehabilitador se puede ejercer desde un trabajo en equipo de modo planificado y coordinado, que establezca relaciones educativas basadas en la experiencia y en el buen hacer profesional, que sepa discutir y planificar por escrito, que dé mensajes coherentes y consistentes con respecto al Proyecto Educativo, que sea revisado y puesto al día de modo dinámico y eficaz. Los educadores tendrán que trabajar con otros profesionales, pues la complejidad de la rehabilitación exige ir mas allá de lo meramente educativo, facilitando ambientes residenciales en los que con el apoyo de otros servicios especializados comuni- Documentación Social 120 (2000) 381 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina tarios (Salud Mental, Servicio de Salud, Equipo Psicopedagógico, Servicio Escolar Comunitario…) se pueda trabajar terapéuticamente a distintos niveles complementarios, con intervenciones interdisciplinares, llegando a acuerdos sobre objetivos y actuaciones. Consolidar Equipos de educadores profesionales va a determinar el éxito a la hora de crear contextos de desarrollo para los menores y sus familias debido a que: — Cuando hay cambios permanentes de educadores, los menores temen vincularse afectivamente con personas que luego van a perder. Difícilmente podemos transmitirles que nos interesan, que queremos ser significativos para ellos, cuando en realidad el educador está de paso. — La estabilidad y la profesionalidad son necesarias para crear contextos de cambio en los menores y en sus familias, para ofrecer modelos de apego seguros que permitan superar los déficits y potenciar las capacidades que no han podido desarrollar. — Los educadores deben conocer estrategias de trabajo en equipo, de mejora permanente, de toma de decisiones de modo que haya unidad (no uniformidad) en la intervención, que sea coherente y consistente, que no deje lugar a fisuras que propicien el desajuste individual y grupal. Ante mensajes incoherentes, ambiguos, el adolescente no sabe a qué atenerse, no puede predecir consecuencias y por lo tanto se contribuye a potenciar sus comportamientos problemáticos. — Los educadores tienen que conocer estrategias de modificación de conducta, de trabajo tutorial individual y de gru- 382 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 po, para intervenir en aquellos déficits cognitivos, emocionales, de desarrollo moral…, sabiendo cuál es su límite y cuándo tienen que cooperar con profesionales más cualificados en el ámbito terapéutico o a otros niveles cuando sea preciso. El trabajo comunitario y el trabajo profesional nos lleva al trabajo en red. Formamos parte de la red de protección a la infancia de la Comunidad de Madrid, que pretende dar cobertura a los menores y familias que por encontrarse en situación de riesgo grave y en desamparo se valora que el mejor recurso es el residencial. Formamos parte de la red del Municipio de Getafe que ha de proteger a su infancia. Esta red, cercana al adolescente, no está configurada sólo por un conjunto de profesionales de Servicios Sociales, Escolares, Formación Laboral, Salud Mental, etc. (red profesional), sino por la propia comunidad de habitantes de Getafe, que, junto a las familias, pasan a ser el recurso de red natural más eficaz para la superación de dificultades (asociaciones de vecinos, amigos, centros cívicos, asociaciones juveniles, tendero del barrio, vecinos del bloque, etc.). El Equipo Educativo deberá abordar este trabajo en red, haciendo de puente, de mediador entre el adolescente y la red profesional o la red natural. La Residencia tiene concedidas doce plazas para adolescentes de catorce a dieciocho años, que proceden del Municipio de Getafe, es decir, sus familias residen en este Municipio. El pronóstico suele ser de largo internamiento, pues sus familias muestran dificultades para reestructurarse y para salir de los problemas que les afectan, entrando en el perfil de familias multiproblemáticas. Documentación Social 120 (2000) 383 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina 4 ATENCIÓN RESIDENCIAL. MODELO EDUCATIVO 4.1. Modelo ecológico y participativo Partimos de un modelo ecológico que enfatiza el carácter histórico del comportamiento, fruto de las relaciones e interacciones del sujeto en los distintos escenarios o contextos en los que se ha desarrollado hasta llegar a la Residencia. Por lo dicho ponemos el énfasis más que en los déficits o carencias que traen, en lo que potencialmente pueden aprender. Nuestros adolescentes nacen con capacidades que pueden transformar en habilidades si encuentran contextos adecuados y enriquecedores. Nosotros debemos crear ese contexto enriquecido de aprendizaje en la Residencia, pero la comunidad debe apostar por crear esos contextos a nivel preventivo para que se amortigüen en lo posible los riesgos y para dar nuevas oportunidades a los que no las han encontrado favorables desde el principio. Los adolescentes con los que trabajamos no tienen déficits debido a sus problemas congénitos o a su maldad, son fruto de relaciones y de contextos donde se han dado aquéllos, por lo que no podemos «inculpar a los que son víctimas». De aquí se desprende la importancia que hay que dar a las redes de apoyo, a dotar al adolescente de habilidades, a crear ambientes de vida y aprendizaje autónomos y a exigir recursos a quienes tienen encomendadas esas competencias. Este modelo es un modelo crítico, que apuesta por la planificación y por la prevención comunitaria. Los problemas que puedan dar los adolescentes y sus familias son problemas que hay que abordar desde la comunidad. Las instituciones políticas tienen también que diseñar recursos que faciliten la existencia de factores de protección y 384 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 disminuyan los factores de riesgo que conduzcan a contextos de desprotección. Los problemas de nuestros adolescentes y familias aparecen en un lugar concreto, vecindario, barrio, municipio de Getafe…, y no se pueden aislar de las relaciones y las consecuencias que tienen para esas comunidades. La prevención es uno de los caminos, creando recursos desde la sociedad civil y desde las instituciones políticas… La intervención no se debe enfocar desde una perspectiva de responsabilidad individual, etiquetando y estigmatizando a las familias y a los menores como problemáticos, buscando soluciones de exclusión y de alejamiento. No se puede situar «dentro» a los que participan y no se cuestionan a la comunidad, o «fuera» cuando sus comportamientos no se ajustan a lo establecido. Los comportamientos individuales o grupales que manifiestan problemas se dan dentro de la comunidad, y por lo tanto las respuestas deben ser desde dentro, desde un trabajo comunitario-contextual, en el que se debe asumir el problema potenciando los recursos naturales e institucionales que esta comunidad ha de desarrollar para su recuperación. Asimismo, es un modelo participativo, que pretende dar una dimensión social al aprendizaje durante la vida del adolescente en la Residencia. Esta última se comporta como una microsociedad, en la que tiene oportunidad de aprender habilidades sociales y de convivencia. El adolescente participa en la construcción de su proyecto individual, mediante la reflexión y el compromiso, con los educadores (portadores del mandato legal de protección y delegados comunitarios en la optimización del recurso) y con todos aquellos que participan en su educación. La participación se da también en la interacción que establece con el grupo con el que convive, del que no puede pres- Documentación Social 120 (2000) 385 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina cindir para satisfacer sus necesidades y con el que debe adquirir compromisos para que la convivencia no se altere de modo que genere un clima conflictivo para su desarrollo. Tiene también que participar asumiendo aquellas reglas, tareas y relaciones reguladoras de la convivencia que permitan la construcción de un espacio en el que la voluntariedad y el compromiso son fundamentales. Esta participación se lleva a cabo en un marco de coeducación, desterrando del lenguaje términos sexistas y repartiendo por igual las tareas para el mantenimiento de la casa: compras, comidas, planchar, poner la mesa, la lavadora… Crear órganos de participación, reuniones de tutoría, asambleas de la casa… en las que se le consulta, se le orienta, se le corrige, es imprescindible para no quedarse en una mera declaración de intenciones. Por último, la participación interna es un primer paso hacia la participación externa. El ir de lo más próximo e inmediato hacia el contexto comunitario va a suponer una visión del adolescente como sujeto activo en la creación de la comunidad. 4.2. Principios de intervención Estos principios están interrelacionados entre sí de modo estructural, si se altera uno, se altera el conjunto. 1. Normalización. Hasta los años setenta, a los problemas sociofamiliares o psicosociales de los menores se aplicaban dos tipos de respuestas: a) desde los recursos normales (familia, escuela, servicios comunitarios…); b) desde los servicios especializados (recursos de protección, recursos para menores infractores y para problemas de minusvalía). Existía un señala- 386 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 miento al ser separados de la dinámica cotidiana de normalidad, segregados, etiquetados, excluidos de cualquier visión comunitaria normalizadora. A esta dinámica la podemos describir con FERRÁN CASAS (1998), dentro de un paradigma de la especialización, en el que «los niños con problemas especiales necesitan atención en centros especiales diferenciados». Dentro de este paradigma se encuentran aún las macrorresidencias, bien señaladas externamente, distantes del lugar de procedencia de los menores y con características de «institución total» (GOFFMAN, 1981). La Residencia Juvenil rompe con el modelo anterior y es diseñada siguiendo el paradigma de la normalización, remitiendo tal principio a dos aspectos complementarios: ● El primero pone el énfasis en lo socioambiental, así WOLFENSBERGER (1972) sostiene que «la normalización no puede ser completa sin una integración física y social en comunidades». La integración física incluye alojamiento en un típico vecindario de clase obrera, con entorno y mobiliario típico de un hogar, posibilidades de intimidad, dormitorios personalizados, atmósfera de apoyo y administración y gerencia competentes. La integración social, por su parte, hace referencia a la cantidad y a la calidad de la implicación del adolescente en los recursos de la comunidad. Estos servicios incluyen la disponibilidad y adecuación de la educación y servicios sociales, de ocio, vacacionales y de transporte. 䡲 La integración social se da cuando interactuamos con la comunidad por caminos normales: residiendo en alojamientos normales, comprando en las tiendas del barrio, viajando en los transportes públicos, visitando a los vecinos, participando en manifestaciones culturales y deportivas y trabajando Documentación Social 120 (2000) 387 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina en un trabajo con significado. En suma, la integración se hace posible cuando «las personas son física y socialmente miembros de la comunidad» (MUÑOZ-ORTIZ, 1987). ● El segundo aspecto se refiere a dinámicas de la vida cotidiana (FERRÁN CASAS, 1998), con sistemas de relaciones interpersonales, pautas culturales, prácticas educativas, expectativas sociales, etc., propios de los adolescentes de su edad, según pautas de clase media. En esta dinámica estarían incluidas las relaciones con el vecindario, las relaciones entre los miembros del grupo, las relaciones con los educadores, las relaciones con los padres, la convivencia según reglas, la participación en tareas, la relación con los comerciantes del entorno, el respeto a los recursos sociales, la administración del dinero, el ahorro, la disponibilidad de dinero de bolsillo… 2. Coordinación con recursos comunitarios del entorno. En nuestra Residencia cobran una importancia clave las relaciones de sus miembros con el entorno. Intentamos implicar a la comunidad municipal, mediante una sensibilización que irradie desde la Residencia, pero también desde las demás instituciones. Los menores acogidos pertenecen al Municipio, sus familias residen en él, y volverán, si es posible, a su domicilio familiar. La Residencia es un recurso de la comunidad municipal que, desde el «Principio de Ayuda Social», tiene la obligación de compensar el «estado de necesidad» al que se ven sometidas ciertas familias (MERINO, 1996). La atención por parte de la comunidad municipal a los adolescentes y a sus familias viene además legitimada por la exigencia de una justicia distributiva. No se puede culpabilizar de lo ocurrido a la familia; la culpabilidad ha dejado en el estado moderno de ser la base del juicio moral. El principio de la «respon- 388 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 sabilidad sin culpa o de responsabilidad objetiva» obliga a las instituciones municipales a dar respuestas, que de otro modo no serían atendidas. Tenemos presente desde tales principios que las familias y sus hijos no son culpables, son víctimas (CAMPS, 1990). El Equipo Educativo de modo aislado no puede educar a los menores a su cargo, su responsabilidad es compartida. El aislamiento estigmatiza y tanto el recurso como los menores entrarían en una dinámica de exclusión. La etiqueta de menores de Residencia, si no es bien entendida por la comunidad, puede condicionar en negativo todas las relaciones del menor con los contextos en los que se mueve. Por otra parte, los educadores tienen que contar con otros recursos socializadores, trabajar con redes, no sólo las redes de apoyo que en el mesosistema están actuando a través de los agentes socializadores primarios y secundarios, sino también con aquellos recursos especializados a los que compete una corresponsabilidad en la protección de los menores. Cuando el educador se aísla y actúa desde la omnipotencia, creyendo que con su buena voluntad es posible el cambio en las familias y los menores, la experiencia nos dice que, además de los probables errores en los que va a incurrir a la hora de dar una protección de calidad, va a ser un firme candidato al «queme profesional» (COLLETI, 1997). Los recursos zonificados ofrecen contextos naturales al menor y la familia, pero también son más frágiles si no tienen un apoyo comunitario: las redes marginales están en el entorno; la familia, si no colabora con su presencia permanente, puede llegar a deteriorar la aceptación del adolescente del recurso; puede estar estigmatizado y señalado negativamente en el barrio, la escuela… Documentación Social 120 (2000) 389 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina 3. Activación-autonomía. Nuestro trabajo en la Residencia va más allá de lo meramente asistencial, procurando no sólo la satisfacción de las necesidades en cuanto alimentación, vestido, calzado… sino también enseñarles a que satisfagan activamente sus necesidades, en un ambiente que prepare en autonomía y que les ajuste para una convivencia normalizada, tanto dentro como fuera de la Residencia. Estos aprendizajes han de ser generalizables, tanto al contexto familiar como al resto de contextos. A lo anterior lo denominamos validez ecológica (COSTA, 1995). Se les educa para adaptarlos a una realidad, a contextos naturales. No puede ser un sujeto pasivo al que se le dé todo hecho. Si caemos en esa trampa paternalista, podemos estar potenciando el que aprendan a no valorar lo que tienen, a hacerse más exigentes, a no hacer esfuerzo alguno, llegando a considerarse un «huésped» sin ninguna responsabilidad dentro y fuera de la Residencia. Hay que poner al adolescente en disposición de no necesitar al adulto porque está madurando y porque el educador actúa como «mediador» que le orienta, le acompaña y potencia tareas y situaciones presentadas como un reto («zona de aprendizaje potencial», según VIGOSTKI). El educador en su intervención tiene en cuenta dos fases: una sumativa, en la que va ofreciendo ayudas o muletas en la realización de las tareas; otra segunda fase, sustractiva, va progresivamente retirando esas ayudas o muletas, propiciando que tenga experiencias de éxito, mejorando su autoestima. 4. Desarrollo integral y educacional. En la Residencia el Equipo Educativo atiende de modo integral los distintos niveles del individuo: fisiobiológico, cognitivo, emocional y social, procurando no desatender ninguno de ellos. Partimos como 390 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 axioma de que todos los adolescentes por el hecho de ser seres humanos nacen con unas capacidades, las cuales mediante procedimientos educativos pueden transformarse en distintas habilidades y destrezas. Cualquiera, por muy deficitarias que sean sus conductas, es capaz de aprender y compensar, si encuentra un medio y unas personas adecuadas, aquello que por proceder de un medio deprivado no ha podido desarrollar. 5. Personalización. El recurso debe respetar la individualidad y la diversidad, con lo que supone de aceptación de las diferencias individuales, de las diversas situaciones de procedencia que condicionan las diferencias, de los distintos ritmos de aprendizaje, de las características evolutivas… Esto significa que debe adaptarse a los adolescentes y no a los gustos y preferencias de los educadores o a una reglamentación rígida hecha en función de la docilidad y la ausencia del conflicto. El recurso debe adaptarse y ser transmisor de flexibilidad y respeto a las diferencias individuales, a partir de criterios profesionales, gestionados por el Equipo Educativo, y debe adaptarse también a la realidad cambiante de su entorno. Tampoco puede entenderse en clave de adaptación a los gustos y preferencias dictadas por los caprichos del adolescente, llegando por ese camino a que se desdibujen tanto sus límites, que no se tenga un proyecto desde el que orientarse. El recurso, por muy flexible que sea, no puede adaptarse a adolescentes con problemas tan graves o con niveles de conflicto, que generen una mera dinámica de contención o dinámicas de «matonismo» entre iguales, que socaven unas relaciones educativas mínimas. Documentación Social 120 (2000) 391 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina 6. Integración comunitaria. Este principio nos lleva a considerar la importancia de los contextos naturales donde desarrolla su vida, como generadores de recursos para solucionar las dificultades que aparecen. El carácter rehabilitador se acrecienta cuando el adolescente no es segregado de los entornos naturales, las relaciones se potencian por razones de proximidad y porque las redes de apoyo amortiguan los riesgos y dan oportunidades de encontrar respuestas a las dificultades por las que pasan. La ubicación no es neutra. El recurso se encuentra en un barrio normal de Getafe, acorde con el entorno en el que ha vivido el adolescente. La Residencia actual tiene en su entorno recursos culturales, de ocio, comerciales, de trabajo, comunicacionales… También consideramos la importancia de poder convivir en un piso dentro de una comunidad de vecinos, sin signos distintivos identificadores; de tamaño medio, con dimensiones apropiadas, sin hacinamiento, con la posibilidad de contar con espacios diferenciados e íntimos. Apreciamos tener un cierto entorno protector, entrar por un acceso propio, ser una planta baja, etc. 4.3. Planificación de la intervención Toda intervención dirigida por el educador es intencional, pretende conseguir algo del menor o de los que con él se relacionan. El trabajo en una Residencia, que tiene por objetivo educar creando contextos de aprendizaje, exige que se planifique a partir de objetivos, seleccionando las estrategias y los recursos más adecuados para conseguirlos. El Plan Anual, concreción del Proyecto Educativo, recoge las nuevas aportaciones de modo que la práctica profesional sea 392 Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 acumulativa, dando paso a innovaciones y mejoras permanentes. El Proyecto Educativo es dinámico, parte de unos principios que le dan una consistencia, pero debe crecer y adaptarse, recogiendo unos saberes acumulativos que la práctica profesional incorpora tras una metodología basada en la investigación en la acción. Los educadores no se pueden quedar en las buenas intenciones: planifican, ponen los medios para conseguir los objetivos y evalúan. Toda planificación es dinámica, no está acabada. Si trabajamos con procesos, continuamente hay que corregir lo planificado; la evaluación es permanente. Las planificaciones son guías para la acción. Cada proyecto de un adolescente es un corte sincrónico en un momento de su vida, por eso exige cambios continuos al igual que la propia vida. El proceso de trabajo comienza en el ingreso del adolescente, facilitando que se sitúe progresivamente con referencias en cuanto tutor, educadores, compañeros, horarios, reglas y normas, expectativas y situación legal. Durante el primer mes se observará al menor en cuanto a su desarrollo personal o grado de aprendizaje y autonomía alcanzado en los diferentes contextos. Una vez recogida la información se hará una valoración y se programarán las actuaciones que él tendrá que realizar para que, con apoyos, pueda conseguir unos objetivos. En el Proyecto Individual se recogen los compromisos de cambio y aprendizaje que se han construido con el adolescente. El Informe Inicial, después del mes de observación, registra estrategias operativas de trabajo con el adolescente. El Informe de Seguimiento, cada seis meses, concreta el Proyecto Individual del adolescente, en un proceso continuo de readaptación. Documentación Social 120 (2000) 393 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina 5 MEJORAS A INTRODUCIR EN LA ATENCIÓN RESIDENCIAL La función primordial de la Residencia es su carácter rehabilitador de unos adolescentes que han entrado en ella, al mismo tiempo que su familia se recupera con los recursos comunitarios y el tratamiento familiar que se le ofrece. Dentro del deterioro que presentan los menores que han sufrido maltrato, el nuevo reto es potenciar una Residencia que vaya más allá de lo simplemente educativo, creando niveles de trabajo rehabilitadores y terapéuticos complementados por otros recursos externos especializados. La primacía del interés del menor hace que se les dé prioridad a ellos, pero sin descuidar a la familia de la que proceden. Al hilo de esta referencia, haremos algunas reflexiones desde el mandato legal del que partimos como posibles líneas teóricoprácticas desde las que avanzar y que en la actualidad suponen límites en la atención residencial: 1. 394 Hay que partir de una concepción en la que la Residencia no se diseñe como un último recurso, una vía muerta en la que se deja a los adolescentes con los que no se han conseguido los objetivos propuestos desde una prevención especializada. Cuando así ocurre, se la presenta desde el conflicto que emerge, no teniendo en cuenta que la Residencia no crea adolescentes conflictivos, sino que recoge adolescentes que traen conflictos no resueltos durante años. Es en sí misma un recurso que puede ser bueno o malo, según el adolescente se integre o no en él, dependiendo de sus características personales y sus relaciones externas a ella. Tiene también sus funciones educativasrehabilitadoras, pero no puede mantener niveles altos de Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 conflicto en varios de sus usuarios, que hipotequen la convivencia y el trabajo con el resto. No es infrecuente que alguno de los adolescentes actúe como modelo negativo y arrastre a otros compañeros en conductas antisociales y que controlen, agredan o extorsionen a sus propios compañeros. Mal puede ejercer funciones de protección cuando no se puede proteger a los propios usuarios. 2. Es necesario diversificar la red de recursos destinados a los menores y en particular a los adolescentes. Sus situaciones son diversas y pueden precisar no sólo una atención residencial con las características descritas en este artículo, sino otro tipo de recursos más reducidos en número o más flexibles o más rígidos. Esto nos permitiría contar con más posibilidades a la hora de decidir qué recurso se adapta de forma más adecuada al adolescente concreto y a su vida. 3. La Residencia debe contar con recursos adecuados: Recursos personales en número y especialización adecuada. Con frecuencia hay turnos en los que está un solo educador con todos los adolescentes. No se encuentran profesionales adecuados por la dificultad del trabajo, por la escasa valoración social y por las condiciones laborales precarias que condicionan un proyecto adecuado de vida personal (matrimonio, hijos…). No siempre se le puede exigir una buena calidad porque entonces habría que dar contraprestaciones: aumento del número de profesionales, más tiempo libre, sueldo adecuado a su titulación… Cuando no hay una profesionalización los educadores acaban viendo en el trabajo una salida laboral transitoria, en espera de encontrar otro trabajo o un trabajo mejor pagado. La circulación de Educadores es alta, con el consiguiente perjuicio a la hora de consolidar un equipo. Documentación Social 120 (2000) 395 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina 396 4. Recursos materiales. La Administración tiene una gestión económica determinada y unas normas a las que la misma debe adaptarse. Muchas veces esto provoca situaciones poco normalizadoras y además poco educativas: hay que comprar en proveedores, con lo cual llegan los productos a la Residencia sin que los menores hayan participado en su compra y se haya podido realizar a precios más baratos; el mantenimiento lo hace personal de servicios, la ubicación viene dada por el local que esté libre y a disposición… Por otra parte los esquemas burocráticos se ajustan mal a dinámicas educativas: El papeleo, control, someterse a un horario de mañana… dificultan y a veces cuestionan la validez ecológica del recurso. La dinámica institucional, al tener un carácter artificial, puede tener en sí misma efectos secundarios si no se controlan de modo riguroso y profesional aspectos poco ecológicos que se desprenden de la gestión municipal, pudiendo conducir a comportamientos en los adolescentes propios del «síndrome institucional»: pasividad, desinterés, poca valoración del dinero, actitudes despóticas y exigentes.. 5. Cronificación de los casos. La Residencia puede ser entendida dentro de un proceso de trabajo y recuperación del adolescente que empieza en una detección precoz y en una serie de intervenciones de carácter preventivo. El trayecto recorrido, la calidad de la intervención y el papel asignado a la Residencia va a condicionar la estancia y la salida de ésta. Cuando se llega por una situación de desprotección cronificada en el ámbito familiar, el pronóstico sobre los resultados con el adolescente puede ser incierto. Desde la detección e intervención precoz, se debe buscar el introducir cambios positivos en los menores y las familias. Es un derecho y no una concesión de los servi- Documentación Social 120 (2000) La periferia urbana: atención residencial 15 cios encargados de la prevención especializada. Cuando se cronifican las situaciones por una intervención inadecuada, por intervenciones tardías o por la ansiedad que genera el tomar decisiones, se llega a la paradoja de propiciar la estancia del menor en la Residencia, sabiendo que factores de mantenimiento de sus conductas antisociales, como son las redes de iguales marginales, siguen en su entorno y con una familia con actitud negativa hacia la Residencia. 6. Transitoriedad del recurso. Las Residencias son recursos que estimulan la vuelta con la familia o la emancipación. Estos límites temporales tienen que estar muy presentes. Por ello es preciso poder trabajar desde una voluntariedad adquirida y desde una expectativa de la Residencia como oportunidad, tanto para el adolescente como para su familia. 7. Las Residencias son una alternativa. Son válidas cuando, por las características del adolescente y la familia, puede hacerse un pronóstico positivo sobre la intervención que puede realizarse desde ella. Tener un carácter subsidiario o secundario a otros servicios especializados puede condicionar su eficacia, puesto que entonces prima la relación de dependencia jerárquica con respecto a otros profesionales y servicios, no el interés del menor. El adolescente, desde la Residencia, es el eje vertebrador de todas las intervenciones, el que de modo integrado debe disponer de diversos contextos para poder compensar sus déficits. Se deben hacer con él planes integrales de actuación de modo que sea posible su desarrollo. La intervención no puede reducirse a una intervención con la familia, ya que abarca también los ámbitos residencial, escolar, familiar, y relacional. Documentación Social 120 (2000) 397 Luis Ángel Suárez González y Silvia Perdomo Molina 8 BIBLIOGRAFÍA AAVV.: Proyecto Único de Intervención: normalización y territorialización en la atención residencial a la infancia. Madrid: CAM. 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