CRISTIAN GÓMEZ –Fue un golpe de confianza –dicen recordando la hazaña. Por eso, hoy se sienten tan seguras. Reman de espaldas. Avanzan sin mirar la meta, pero confiadas –obstinadas– de que van a lograr una victoria. A 19.629 kilómetros de ahí, cuando el reloj marca las 11 y media de la noche en Concepción, Melita Schüssler, su madre, como cada vez que sus hijas compiten, prende el computador en el living. Las sigue a través de GPS: En un fondo azul que simula ser la laguna de nombre ininteligible, el bote de sus hijas está convertido en un cuadrado que reproduce, a tiempo real, el recorrido de la competencia. En la pantalla puede ver que Melita y Antonia avanzan hacia la meta. Faltan 200 metros y van en el segundo lugar, pero de pronto sus competidoras las alcanzan. En tres minutos y 39 segundos, las hermanas Abraham se convierten en la quinta mejor dupla de remo femenino del mundo entre doce finalistas. Todo un hito para el remo chileno, donde constituyen además la primera dupla juvenil femenina en quedar en una final de los Juegos Olímpicos de la Juventud. Solo dos semanas antes, habían logrado llegar quintas también en Hamburgo, Alemania, en el Mundial de esta disciplina. CRISTIAN GÓMEZ “PUEDE OCURRIRNOS LO QUE LES OCURRE A LOS GEMELOS, QUE HAY UNA COMUNICACIÓN. SI UNA HACE UNA PALADA, LA OTRA SABE PERFECTO CÓMO REACCIONAR A ESA PALADA”, DICEN. CRISTIAN GÓMEZ -S i somos iguales a las otras, ¿por qué no podríamos ganar? No tenemos nada que envidiarles –dice Melita a Antonia. Las hermanas Abraham Schüssler están sentadas en su bote doble, esperando la partida en el carril asignado para Chile en la final de los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Nankín, China. Quedan cinco minutos para que el pitazo amplificado por un megáfono dé la luz verde a un semáforo y ellas, la mejor dupla juvenil en la historia del remo chileno femenino, demuestre –eso quieren– cuán veloces son en el agua. –Sí, sí –responde Antonia y cambia de tema. –Preocúpate del timón, concéntrate en la dirección. ¡No quiero terminar chocando en las boyas! Melita asiente. Se dan la mano con más fuerza que otras veces. Esta es, en sus siete años de carrera, la regata más importante de su vida: Este miércoles 20 de agosto en Nankín, Melita y Antonia tienen de competidoras a duplas provenientes de países como Estados Unidos, Rumania, Canadá. Ya en el bote, las participantes parten precalentando la musculatura dando brazadas en el agua. Cuando toman vuelo, comienzan las paladas, la fuerza, el sonido imperioso del choque de los remos en el agua. Los botes, en una competencia de este tipo, pueden llegar a avanzar a 12 kilómetros por hora. Melita va adelante, sostiene el remo derecho; Antonia, atrás, lleva el izquierdo. En el lago Xuanwy hace un calor sofocante. La sensación térmica es de 38 grados. Ese día, las hermanas Abraham son las más pequeñas de las competidoras. Tienen 17 años y todas sus rivales 18. No es primera vez que les pasa. Hace unos meses, en el Festival Panamericano de México, compitieron con adultas (incluidas unas remadoras olímpicas) y a pesar de eso resultaron finalistas. “Solamente se subían al bote juntas una semana antes de las competencias. No se llevaban bien, había rivalidad”, dice su entrenador. 53