Especialista Universitario Cooperación Internacional para el Desarrollo Titulo Propio 34 créditos. 340 horas -PROGRAMACIÓN Bloque Didáctico IV Jueves, 2 de Diciembre (Aula: Aulario 1 / 1-35P) De 16:00 a 20:00 h.: “Las políticas y las actuaciones de la cooperación descentralizada”. José Ramon González Parada – Sociólogo, Consultor, Asesor institucional y Director de la revista Esbozos [email protected] Primera parte: Fundamentos 1 Introducción La cooperación descentralizada es la que realizan las Comunidades Autónomas, Las Diputaciones, los Ayuntamientos, las agrupaciones de Ayuntamientos tales como mancomunidades y los Fondos Municipales de cooperación. Los organismos de cooperación la Unión Europea suelen incluir también en la cooperación descentralizada la que realizan las ONGs. La cooperación descentralizada española es relativamente temprana, y tiene sus orígenes en el proceso nicaragüense de los años 80, intensamente seguido desde la península. Los primeros Hermanamientos entre ciudades, y el inicio del Fons Catalá y el Fondo Vascos se dan en el contexto nicaragüense. 1 Hoy se puede afirmar que la extensión de la cooperación en Ayuntamientos y Diputaciones es fruto de la confluencia de una demanda ciudadana, y de la asunción de competencias como consecuencia de la descentralización del Estado. Debate teórico. Los pioneros. La burocratización posterior. En España, los municipios pioneros iniciaron las primeras actuaciones de ayuda a mediados de los años 80. Se trataba de acciones simbólicas promovidas por la sensibilidad de algún responsable de la Administración –como fue el caso del alcalde de Arbucies (Cataluña), que desarrolló las primeras actividades de que tenemos noticia y que están en el origen del Fons Catalá. Entre las iniciativas de colaboración institucional, cabe citar el impulso desde el Ayuntamiento de Madrid, en 1982, para la creación de la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI), o el nacimiento en Granada, bajo el impulso de varias diputaciones provinciales andaluzas, del Centro de Estudios Municipales y de Cooperación Interprovincial, en 1987. También debe recordarse la labor emblemática del Ayuntamiento de Vitoria, desde 1986, que abrió caminos luego muy transitados. Al principio la cuestión de la cooperación municipal se planteó fundamentalmente como una cuestión de solidaridad política, muy ligada a los movimientos sociales. Cosa distinta a lo que ocurría en la cooperación autonómica, muy influida inicialmente por planteamientos nacionalistas; importaba que la Comunidad Autónoma defendiera sus competencias también en el ámbito de la Ayuda al Desarrollo. A partir de 1994, tras la movilización ciudadana que reclamaba el 0,7% de los presupuestos públicos para cooperación al desarrollo, la participación de las entidades locales en la ayuda internacional se generaliza. El crecimiento del tejido y el fortalecimiento de las instituciones locales como consecuencia de la descentralización coinciden en el tiempo con la expansión económica del país y la reivindicación de la “solidaridad” como valor comunitario. En el punto de encuentro de estos factores madura la idea de la cooperación descentralizada y se consolida su procedimiento de gestión, a través, fundamentalmente, de subvenciones a ONG. Los debates sobre la asignación de proyectos, el costoso seguimiento, y la forma de justificación, que tanto tiempo ocuparon (y ocupan todavía) a los técnicos municipales y responsables de ONGs, han creado situaciones que han ido desgastando a las Corporaciones Locales. Las Corporaciones Locales y las Comunidades Autónomas no son ajenas a un procedimiento burocratizado y cada vez más ajeno a los problemas reales del desarrollo. Pero este método de trabajo, la delegación de todas las actividades en manos de las ONGs a partir de una convocatoria de subvenciones, no satisface plenamente ni las potencialidades ni las aspiraciones de los Gobiernos Locales, por lo que a través de los Hermanamientos, convenios y proyectos desde muy pronto se empieza a hablar de “cooperación directa”, como la forma de cooperación en la que la Administración Local se compromete y asume responsabilidades directamente en las acciones de cooperación al desarrollo. Esta línea de trabajo fue la dominante en la propuesta de los Fondos Municipales, cuya andadura se inicia en 1986. Para volver a situar la cooperación descentralizada en aquella posición en que mejor puede cumplir su prometedora función a favor de la solidaridad, parece necesario volver al debate, repensar de nuevo su propio discurso y establecer una relación transversal con las experiencias de desarrollo local en nuestra propia sociedad. 2 2. Panorama general 2.1 Evolución de la cooperación descentralizada La cooperación descentralizada española entra por primera vez en la contabilidad del Plan Anual de Cooperación Internacional (PACI) en 1992, por lo que se puede considerar ese año el de la consolidación, al adquirir carta de naturaleza las aportaciones todavía exiguas de s y Diputaciones que sumaron entonces 1.221 millones de pesetas (7,3 millones de euros). Y atendiendo al conjunto de la cooperación descentralizada (las llevadas a cabo por las Comunidades Autónomas y Corporaciones Locales) constituye la partida de la AOD que ha experimentado un mayor crecimiento en los últimos años, pasando de los poco más de 30 millones de euros gastados en 1994, a los aproximadamente 595 millones de euros previstos para el año 20071.” La cooperación descentralizada supone el 14% del total de la Ayuda Oficial al Desarrollo española2, contribuyendo sustancialmente a la recuperación de la AOD prometida por el Gobierno Zapatero. Pero atendiendo a la AOD bilateral neta, que es con la que se debe comparar, la cooperación descentralizada española explica nada menos que el 36% del total de esta Ayuda.3 De los comienzos tentativos y experimentales de los primeros años se ha pasado a una actividad extendida, implantada y normalizada en la actividad municipal. A ello contribuyeron poderosamente las ONGs, cuya labor creó el clima favorable para las iniciativas locales comprometidas con la solidaridad internacional. A partir de entonces serían los crecientes presupuestos de cooperación los que imprimirían un impulso a la expansión territorial y crecimiento de las ONGs. Evolución de la cooperación de Ayuntamientos y Diputaciones 1994- 2008 Millones de euros Sobre el año anterior 1994 1995 1996 1997 1998 1999 14,26 42,5 55,1 65,7 73,6 139% 297% 37% 19% 12% 2002 2003 2004 2005 80,2 92 Sin datos 117 9% 5% interanu al 2006 2007 2008 122 126,8 148,7 4,2% 4% 17% Fuente: FEMP y estimaciones propias para 2002 Sobre la cifra ofrecida para el año 2008 caben serias reservas por dos razones. La primera es por la forma de obtención de los datos, que una vez elaborados 1 467 millones corresponden a las Comunidades Autónomas, según las previsiones del PACI 2007. La DGPOLDE nos informa de que los datos de la cooperación local tendrán un crecimiento espectacular en el año 2007, sin que documente sus nuevas previsiones; más bien estas expectativas corresponden a los deseos, más que a la evolución estadísticamente previsible. Dado el sistema de recogida de datos, a año vencido, no se tendrán datos fiables hasta mediados del año 2008. No cabe descartar sin embargo que algunos s gobernados por el PSOE den un salto espectacular en breve. 2 Total AOD neta, que incluye la cooperación multilateral y la bilateral con los instrumentos reeembolsables (créditos FAD y microcréditos) una vez descontados los reitegros 3 Calculado sobre las donaciones netas de la Ayuda Bilateral. Fuente PACI 2007. 3 por los municipios y recogidos por la FEMP son revisados por la DG-POLDE, normalmente al alza para conseguir cuadrar las metas de inversión propuestas; y en segundo lugar porque el inicio de la crisis hizo que ya se retrajeran algunos presupuestos aprobados, que no llegaron a ejecutarse en su totalidad. El gráfico que sigue muestra la serie del año 1994 al 2007. Evolución del volumen de fondos de la cooperación descentralizada local. Año 1994=100 Línea de tendencia Evolución de la cooperación de las CC.AA 2004 2005 2006 2007 2008 221,27 266,26 20,34 % 323,91 21,65% 389,75 20,33% 464,71 19,23% Sobre 12% el año anterior Fuente: PACI 2008 La suma del conjunto de la cooperación descentralizada española supone en el año 2008 el 16% del total de la A.O.D. Implantación, 1985-1995 Los primeros datos que recogen el esfuerzo de la cooperación descentralizada española datan de 1989, sin embargo actividades de cooperación de ayuntamientos y diputaciones de forma aislada se remontan algunos años, a mediados de la década de los 80. Al principio se trataba de un reducido aunque emblemático número de Ayuntamientos, entre ellos el de Vitoria, y otros como el ya citado municipio catalán de Arbucies, embrión del Fons Catalá. Volviendo a los datos del año 1989, en este ejercicio se contabilizan 410 millones de pesetas4 (2,46 millones de euros) para Ayuntamientos y Diputaciones, cifra que en el año 2000 se sitúa en torno a los 100 millones de euros, es decir, 44 veces más que once años antes. Respecto al número de Corporaciones Locales implicadas, el salto también es espectacular. Frente a las dos docenas de ayuntamientos indentificados que aportaron más de 1.000.000 pts en dicho ejercicio5, en la FEMP reporta 321 Diputaciones y Ayuntamientos de municipios mayores de 5.000 habitantes, que disponen de presupuestos de cooperación y ayuda al desarrollo. No se contabilizan aquí los municipios menores de 5000 habitantes asociados a los fondos, por lo que el número de Corporaciones Locales involucradas se acercaría en dicho año a 400 entidades. El incremento de pequeños municipios asociados a los Fondos Municipales existentes hacen prever que en el año 2005 las Corporaciones Locales cooperantes sobrepasarán las 400 entidades, siendo ya hora de que por los organismos competentes se actualicen los datos de la cooperación descentralizada española. Crecimiento cuantitativo 1992-2000 4 Poder Local y Solidaridad, FEMP, 1993. Idem. Un tercio del monto total es aportado en esa fecha por dos Ayuntamientos: Vitoria y Zaragoza, y casi la mitad del gasto total fue realizada por diputaciones. 5 4 La cooperación descentralizada española entre por primera vez en la contabilidad del Plan Anual de Cooperación Internacional (PACI) en 1992, por lo que se puede considerar ese año el de la consolidación, al adquirir carta de naturaleza las aportaciones todavía exiguas de Ayuntamientos y Diputaciones que sumaron entonces 1.221 millones de pesetas (7,3 millones de euros) Estancamiento y declive 2000-2004 Los debates sobre la asignación de proyectos, el costoso seguimiento, y la forma de justificación, que tanto tiempo ocuparon (y ocupan todavía) a los técnicos municipales y responsables de ONGs, han creado situaciones que han ido desgastando a las Corporaciones Locales. En este período, en el que se da un apagón informativo sobre los recursos de la cooperación descentralizada, se sabe no obstante que en algunas entidades la partida de cooperación sufre importantes recortes6. Recuperación 2005. La reactivación de la actividad de la FEMP, el papel de los Fondos, y las iniciativas de cooperación directa en algunos importantes ayuntamientos, son indicadores del resurgimiento del espíritu de la cooperación descentralizada. Se inicia el quinquenio con una iniciativa en la comunidad de Castilla León para poner en marcha un Fondo de las Corporaciones Locales, y con la firma del acuerdo entre la FEMP y la SECIPI para la creación de un banco de datos de la cooperación descentralizada y otras actividades de apoyo a la gestión, entre ellas la promoción de evaluaciones. Crisis global 2009-2010. Con la crisis la cooperación descentralizada se resentirá en el volumen de fondos. En efecto, ya existen noticias de fuertes recortes a lo largo del año 2009, que se intensificarán en el 2010. Si estos recortes no se trasladan a recortes del ya escaso personal destinado a la gestión de la ayuda, la crisis deberá ser el tiempo de la reflexión crítica, y de la renovación. El problema de fondo no es un problema de recursos, ni de gestión, sino de enfoque político. Todos los análisis hacen ver que una buena orientación del sentido de la cooperación conseguiría mejores resultados con los mismos o incluso con menos recursos económicos. 2.2. La cooperación descentralizada en el marco de la cooperación internacional al desarrollo. Durante las últimas décadas el escenario de la “cooperación internacional” se ha vuelto cada vez más participado y complejo. A ello han contribuido no sólo los flujos financieros y de otros recursos sino también la multiplicidad de actores así como sus diversas interrelaciones. 6 En Enero del 2005 la AECI renovaba con la FEMP el acuerdo para la recogida de datos de la cooperación de Ayuntamientos y Diputaciones. Los datos que se barajan para los años 2003 y 2004 son estimaciones no oficiales a partir de proyecciones. La hipótesis que se baraja en este informe es la del estancamiento de la cooperación descentralizada. A ello contribuye la suspensión cautelar del presupuesto de cooperación en el Ayuntamiento de Sevilla en el año 2002 y el importante recorte del presupuesto de cooperación del Ayuntamiento de Madrid en el año 2004. La Diputación y Ayuntamiento de Salamanca reducen su aportación a una cantidad simbólica. El Ayuntamiento de Valencia 5 Los beneficios que, en teoría, podrían derivarse de esa pluralidad de iniciativas y de la intensidad de las relaciones que se producen en ese escenario, se ven limitadas por las todavía poco congruentes formas de relación y coordinación entre los diversos actores y, desde luego, por la insuficiente o ambigua producción de los resultados de desarrollo que esos procesos se proponen alcanzar. Precisamente, la confusión y la ambigüedad en el logro de avances y resultados y, en particular, en el análisis y valoración de unos y otros en la perspectiva de resultados o avances efectivos de desarrollo, tienen su reflejo en y suelen autoalimentarse de la escasa definición o proyección sistemática de las políticas y estrategias de los países socios en el marco general de la cooperación para el desarrollo y en sus diversos ámbitos o sectores. Hay, en todo caso, una manifiesta y generalizada insatisfacción por esos magros resultados, sobre todo, vistos en relación con el incremento exponencial de recursos y de la acrecida participación de actores. La Declaración de Paris (2005), y su ejercicio de revisión evaluativa en Accra (2008), marcan una inflexión para la de toma de conciencia colectiva sobre esa situación y, sobre todo, para avanzar en nuevos enfoques y propuestas que sitúen esta práctica de la cooperación internacional para el desarrollo en una nueva perspectiva. Diversos pueden ser los efectos o consecuencias que se derivarían de esos cambios en la práctica y en los enfoques. Cabría esperar que, al menos, alguno de ellos se oriente a abordar como mayor rigor la delimitación o separación adecuada de la “cooperación para el desarrollo” respecto de otras prácticas o estrategias fronterizas con las que no tienen que ser co-fundidas, como por ejemplo con las diversas formas de ayuda o socorro internacional para enfrentar los efectos (no la prevención) de catástrofes socio-naturales o los efectos y secuelas (no daños colaterales) de las guerras y conflictos políticos diversos. En todo caso tendría que aprovecharse como una oportunidad para delimitar la “cooperación para el desarrollo” respecto de otras formas y prácticas no tan coyunturales, como son el asistencialismo o la mayoría de las acciones dirigidas a aliviar los problemas de la miseria, la pobreza y la marginalidad, pero que, parece probado, no han aportado los elementos necesarios para producir una modificación estructural de esas situaciones, integrando a actores (beneficiarios) en la corriente del desarrollo general y afianzando las condiciones para la sostenibilidad de los procesos. No se trata de negar o invalidar la relevancia que en sí mismas tienen estas prácticas, sólo se trataría de situarlas adecuadamente en la complejidad de las relaciones internacionales en sentido más amplio. Es decir, si la práctica no nos lo desmiente, este último tipo de prácticas suelen quedarse como periféricas a (o al margen de) las políticas armonizadas (ables) para un desarrollo efectivo, con equidad, sostenible, humano, tal como es consagrado en las grandes declaraciones o pronunciamientos en la materia. La Cooperación Descentralizada. En ese contexto, los procesos, de la cooperación y la solidaridad, con sus actores y prácticas plurales, sociales e institucionales, bilaterales y multilaterales, han ido decantando un segmento definido (y asumido) como cooperación descentralizada y, más propiamente, como “cooperación pública (oficial) descentralizada”. Cabría definir, en principio, esta cooperación como lo que no es: la cooperación no centralizada; aquella que no es la que diseñan y / o ejecutan los actores tradicionalmente competentes en el marco de la cooperación y de las relaciones políticas internacionales, los Estados y más propiamente los gobiernos centrales. Y que, como tal, como acción (política) de cooperación de relaciones internacionales se 6 establecerían y acordarían con los Estados (Gobiernos nacionales (intergubernamentales) de los países en vías de desarrollo, y en tanto que se plantearía como cooperación intergubernamental para el desarrollo. La experiencia muestra que, en general, esta relación básica, de acuerdos marcos, de comisiones mixtas entre los gobiernos nacionales de los países socios sirve de soporte y marco de referencia para la incorporación de los diferentes actores, centralizados y descentralizados. Aunque la experiencia también permite observar el establecimiento de vínculos de colaboración, ¿cooperación para el desarrollo?, asimétricas, entre actores descentralizados de los países “donantes” con actores centrales (menos) y descentralizados de los países socios, al margen de aquellos acuerdos marco. Lo anterior nos llevaría a delimitar esta cooperación (descentralizada) por la naturaleza de los participantes (actores), no tanto por lo que hacen y cómo lo hacen, el objeto y método o enfoque de su cooperación que, en general, sería básicamente asimilable a la práctica de los actores clásicos de la AOD. Sin embargo, definir la cooperación descentralizada por lo que no es, no ayuda a mostrar con claridad las señas de identidad diferenciada de esta cooperación, entre otras cosas porque deja abierto un mundo ambiguo de actores muy diversos, de enfoques y de prácticas heterogéneas; además de no explicitar, por ejemplo, si estos actores de la cooperación no centralizada son (o deben ser) simples ejecutores u operadores de la política de cooperación del Estado, que puede ser eventualmente construida con el concurso de los diversos actores, o si, por el contrario, debieran contar con su propia política, planes, etc. Por ello, cabe expresar aquí una primera definición en sentido positivo sobre la cooperación descentralizada como cooperación pública que emana de políticas públicas y que se asienta y proyecta, en consecuencia, desde los gobiernos y administraciones locales o descentralizadas, es decir en el caso español, además de las EELL, las CCAA. Y que, por ello, deberían tender a establecer (dirigir) sus relaciones de cooperación con aquellos gobiernos locales y descentralizados de los países en desarrollo. Sin entrar ahora si esto es posible y tiene sentido en los diferentes escenarios donde se pretende incidir en cambios políticos e institucionales no sólo en el territorio sino que implican muchas veces procesos más complejos en el conjunto del Estado o del sistema político. En todo caso, parece de consenso que la cooperación descentralizada es aquella que contiene en sus prácticas, procesos y relaciones a los actores públicos (Gobiernos y administraciones públicas) “no centralizados” o descentralizados, como son, en el caso español, las EELL y las CCAA y que establecen acuerdos y compromisos de cooperación con sus homólogos (gobiernos y administraciones públicas no centralizadas o descentralizadas) de los países en desarrollo. Cómo concreten o encaucen esos acuerdos o compromisos, directa o indirectamente, a través de la intermediación de agentes no gubernamentales, o recurriendo a la intermediación de organismos multilaterales, sería para esta definición, una cuestión secundaria. Sin embargo, la realidad es más compleja: ni está definición ni las delimitaciones derivadas de la misma son de consenso. Tampoco, por otra parte, la interacción entre actores de diversa naturaleza tiende a dibujar la transparencia de las relaciones entre actores y, a su vez, las exigencias del derecho internacional y de los convenios internacionales así como la política exterior de los Estados acaban por situar esta 7 configuración de la cooperación descentralizada en una constelación de actores y de acciones que no es fácil esclarecer y, menos, sistematizar. Las relaciones. Los actores de la cooperación descentralizada de los países “donantes” pueden establecer (de hecho lo hacen) relaciones con los gobiernos centrales y sus instituciones y, aunque no necesariamente en la práctica esto sea así, para apoyar políticas públicas de desarrollo en sectores determinados (educación, salud, ambiente) o para llevar a cabo actividades de formación o capacitación en una pluralidad de tópicos. Pero también pueden concretar esos acuerdos con organizaciones no gubernamentales para llevar a cabo acciones de carácter productivo, para formar y capacitar a diversos agentes de la sociedad civil, etc. Incluso, pueden llegar a establecer acuerdos y compromisos con organismos y programas multilaterales para integrarse en prácticas de ayuda humanitaria (refugiados, catástrofes socionaturales) o en programas asistencialistas e, incluso, en algunos casos en iniciativas de desarrollo local. Las acciones. El balance acumulado de la participación de la cooperación descentralizada española en los últimos años muestra que la orientación de sus esfuerzos ha sido escasamente dirigida al fortalecimiento institucional y de las capacidades de gestión de los municipios o de otras instancias más o menos descentralizadas o a entablar acuerdos y compromisos con esos socios de los países. Por el contrario, la mayor parte de las acciones de los “donantes” d ela cooperación descentralizada se han concentrado en la ayuda humanitaria y en otras formas de una suerte de asistencialismo discrecional sin que se perciba con la claridad del caso el apoyo institucional o el respaldo a las políticas y programas públicos. Es decir, pareciera que así hubieran querido “actuar” como administración más cercana, olvidando que esa administración existe en los países socios y que suele mostrar notables precariedades e insuficiencias, propias y del conjunto del sistema, para atender con solvencia esos y otros problemas de la cotidianidad de sus ciudadanos y territorios. Cooperación descentralizada y multiplicidad de actores. Hablar de la cooperación descentralizada es hacerlo sin más de una multiplicidad de actores. A ello habría que añadir que el ámbito de la cooperación internacional (no sólo de la cooperación para el desarrollo como AOD) ha conocido una multiplicación de actores y de iniciativas (bilaterales, multi y multibilaterales) durante las últimas décadas y que ha propiciado a su vez un conjunto diverso de interrelaciones –redes – que, en principio, supone el aumento de su potencialidad y capacidades de incidencia, sin que en la práctica se pueda constatar esa relación en términos de eficacia y calidad de la cooperación, aunque en lo que sí se ha traducido es en la dispersión y volatilidad de muchas de sus acciones. Es decir, la pregunta es si este nuevo escenario de actores e iniciativas de cooperación ha repercutido en avances en la calidad o, en todo caso, en el diseño de contribuciones que favorezcan el logro de resultados de desarrollo. 8 Independientemente de formular tal cuestión con unos u otros matices, el balance general de resultados de cambio para el desarrollo de los países socios y de sus sociedades no es positivo y, situándolo en la perspectiva de la multiplicación de actores e iniciativas, tampoco ha habido una multiplicación de resultados de cambios en la lógica del desarrollo predicado: sostenible, con equidad, superador de la pobreza y de las condiciones de pobreza y exclusión de numerosos sectores sociales. Lo anterior, porque los problemas y desafíos de las sociedades de los países socios se han acentuado en el período. Agravamiento, debido principalmente a que, en esos contextos, las políticas de desarrollo (ligado a objetivos y metas del milenio) y de cooperación para el desarrollo sufrieron un retroceso o se congelaron mientras se dictaban y ejecutaban las políticas neoliberales, políticas públicas que paradójicamente favorecían el dictat del mercado en detrimento del peso de las instituciones públicas del Estado y de la rectoría de las políticas de desarrollo. Y, en ese sentido, es muy probable que esa larga coyuntura neoliberal haya propiciado o en todo caso haya acentuado esa relativa anarquía de actores y la proliferación de iniciativas aisladas, desarticuladas y que, en consecuencia, Paris 2005 y otros foros han terminado por hacerse eco de esa tendencia de la AOD. De ahí también que el período inmediatamente anterior haya conocido también una proliferación de redes de colaboración (¿cooperación para el desarrollo?) entre agentes descentralizados, de países “donantes y receptores”. Muchas de estas redes de corte “clientelar”, amparadas por la “cooperación” directa o indirecta de las EELL u otras entidades descentralizadas, a veces como cooperación “tercerizada” a través de las ONGs principalmente. Con este panorama, un número elevado de éstas acciones, configuradas sobre todo bajo la modalidad de proyectos, se han dirigido hacia actividades de tipo socioproductivo, a economías de subsistencia, o hacia modalidades de capacitación técnica o de intercambio, pasantías, etc.; en definitiva, situadas más en aquella perspectiva asistencialista que en la de cooperación para el desarrollo, tal como refleja el Informe 2007 de la FEMP sobre “La cooperación al desarrollo de las Entidades Locales”. No obstante, habría que destacar también que, en los últimos años ha emergido una suerte de planteamiento sobre la cuestión si no más riguroso al menos un poco más orientado por la necesidad ordenar, racionalizar el esfuerzo y, en todo caso, establecer o promover mecanismos más efectivos de coordinación de esta práctica de la cooperación para el desarrollo. En todo caso, esta tendencia viene a ser también coincidente con el cuestionamiento social y político y, posteriormente (primeros síntomas y agudización de la crisis económica global), también con el fracaso del neoliberalismo. Con ello, surgen los primeros indicios de una revisión al alza del papel de las instituciones y las políticas públicas y, en consecuencia, del papel de unas y otras en la promoción y dirección del desarrollo. Una de las primeras consecuencias para la cooperación en general y para la cooperación descentralizada en particular es que esta revisión al alza del protagonismo de las instituciones y las políticas públicas choca con las inercias de la cooperación internacional y, sobre todo, con sus prácticas clientelares. 9 COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA Universidad de Alicante SEGUNDA PARTE. DESARROLLOS TEMÁTICOS: 2 HORAS 3. Modalidades de cooperación 3.1 Subvenciones a ONGs. Las subvenciones a ONGs canalizan más del 80% de la cooperación municipal, y el 55% de la de las CC.AA7. Las subvenciones a ONGs se rigen por la Ley General de Subvenciones, 38/2003, que establece el principio de concurrencia competitiva, lo que significa que todas las ONGs que cumplan con los requisitos administrativos están en igualdad de condiciones para acceder a los fondos. Además de cumplir los requisitos administrativos, la concurrencia competitiva supone la exigencia de que los proyectos respondan a los objetivos de la ayuda de la institución financiadora, junto con contenidos mínimos y de calidad. La opción tomada ha sido la de exigir que los proyectos presentados respondan a la metodología del Enfoque del Marco Lógico. (Apartado 4.1) Las subvenciones están sometidas a un procedimiento de examen de las propuestas, de manera que se establecen unos baremos (puntuaciones) para calificar los proyectos. La validez de los baremos para seleccionar los proyectos se examina en el apartado 4.2. 3.2 Cooperación directa. La cooperación directa consiste en las acciones de desarrollo realizadas por la propia institución pública sin intervención de terceros en la toma de decisiones. Suele referirse a proyectos, formación, pasantías, etc. cuya responsabilidad y gestión es asumida por la propia entidad financiadora. Este modelo es posible cuando la institución cuenta con el equipo profesional adecuado y ha identificado acciones o proyectos de su interés: es decir, sabe qué hacer (proyecto, actividad), sabe con quién hacerlo (institución u organismo con quien establece el acuerdo de cooperación) y tiene cómo hacerlo (recursos económicos, recursos humanos, apoyo institucional). La cooperación directa representa la oportunidad de que las entidades locales compartan su experiencia, conocimientos y recursos con interlocutores afines del Sur: municipios, comunidades, etc. Esta potencialidad de lo local choca, sin embargo, con un requisito de la cooperación directa: supone un compromiso a largo plazo con las 7 Año 2007: 65%. Año 2008: 55% 10 acciones; requiere una auténtica identificación con los problemas y objetivos de la comunidad receptora. Requisitos de la cooperación directa. No todas las instituciones pueden asumir un programa de cooperación directa, dado que este planteamiento requiere, al menos, de tres premisas: - Recursos económicos suficientes Equipo técnico cualificado Existencia de un programa marco Hermanamientos Los hermanamientos son un vehículo de este acercamiento entre los pueblos. Los objetivos de los hermanamientos con ciudades del Tercer Mundo se han orientado a la promoción de relaciones de amistad y solidaridad entre sus respectivas comunidades, a los intercambios culturales, al apoyo de proyectos de desarrollo y, en menor medida, a la promoción de mutuos intereses económicos. Pero en pocas ocasiones estos hermanamientos han superado la fase de declaración de intenciones. Por ello es necesario releer el significado de los mismos a la luz de la cooperación al desarrollo. Para que los hermanamientos alcancen los objetivos que los justifican, es necesario que se sustenten en relaciones reales y eficaces entre ambas comunidades, pero también que ambas instituciones municipales actuantes queden comprometidas en la consecución de programas factibles. El exceso de voluntarismo no ha favorecido el desarrollo ni la eficacia de los hermanamientos. Convenios Los convenios intermunicipales suelen perseguir la capacitación de la administración municipal y la mejora de algunos servicios. El convenio se presenta así como otra eficaz fórmula de ayuda, con un claro horizonte temporal, que también puede extenderse a los compromisos que las municipalidades del Tercer Mundo pueden contraer en la ejecución, gestión y supervisión de cualquier proyecto de desarrollo dentro de su ámbito territorial, financiado con la ayuda internacional. 3.3 Ayuda Humanitaria de emergencia La ayuda humanitaria presenta problemas de gestión apenas abordados por la cooperación descentralizada, aunque últimamente se asiste a un intento de ordenación, desglosando las cantidades que se reservan para estas emergencias. Una incongruencia habitual consiste en incluir la ayuda de emergencia en las convocatorias, lo que invalida uno de los objetivos de la ayuda: la inmediatez y rapidez de la respuesta. Por otra parte las pequeñas donaciones para este tipo de intervenciones suponen también una dificultad de gestión, por cuanto la ayuda puede fragmentarse en múltiples actores, concentrarse en solo algunas zonas más 11 accesibles y perder todo control sobre su eficacia. Es por esto por lo que se proponen fondos provinciales o autonómicos para canalizar las provisiones de fondos realizadas por Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades Autónomas 4. La cooperación descentralizada y las ONG 4.1 Visiones contrapuestas Más allá de los tópicos, la tendencia general señala que las visiones de las ONGs y las instituciones públicas no han sido convergentes. Por un lado las ONGs han abusado de su posición para reclamar una participación en la gestión de los fondos más allá de lo deseable; podemos hablar de nichos de financiación cautivos gracias a la gran repercusión mediática de las ONGs, y a menudo también por su control de facto de los Consejos de Cooperación. Sin embargo las ONGs han adolecido de falta de visión de los poderes locales, tanto aquí como en los países empobrecidos, de tal manera que hay muchas quejas en relación a la competencia de las ONGs con los mal dotados Ayuntamientos de los países del Sur. Por su parte –faltos de estrategia- los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas han extremado en ocasiones su rigor burocrático, haciendo de las convocatorias una carrera de requisitos administrativos; requisitos que poco aportan a los objetivos de la cooperación. Así pues hemos asistido a una competición en que la estrategia de captación de fondos se había de enfrentar a la táctica de hacerlo difícil. El éxito de unos estaba en mantener o ampliar su bolsa de financiación, el de los otros en contar con voluminosas justificaciones. En este contexto, los resultados reales acabaron siendo una incógnita. 4.2 Consejos de cooperación El Consejo de Cooperación es un procedimiento de participación ciudadana contemplado en la Ley Reguladora de Bases de Régimen Local. ¿Deben tener todos los ayuntamientos un Consejo de Cooperación? Este Consejo de Cooperación ¿que papel tiene en la asignación de los fondos? Evidentemente tener un Consejo de Cooperación no es un requisito imprescindible para desarrollar un programa de cooperación descentralizada. Y en algunos casos puede incluso resultar inconveniente impulsarlo. Y en el caso de que lo haya, nunca sus funciones serán sustituir las obligaciones y las competencias de la Corporación, implicándose en la distribución de los fondos. Cuando esto ha ocurrido, y no han sido pocas veces, se han conseguido sistemáticamente dos resultados convergentes; de 12 un lado el Consejo pierde sus funciones de canal de participación ciudadana, pasando a convertirse en una lonja de proyectos, y de otro se resiente la calidad de la cooperación y de los proyectos de ayuda al desarrollo. Hecha esta salvedad, resulta muy conveniente que en el municipio exista un espacio ciudadano, tanto si es constituido formalmente como si es de funcionamiento informal, que se interese por la solidaridad, conozca lo que hace el Ayuntamiento y pueda opinar, presentar iniciativas o solicitar una subvención para un determinado proyecto. A su vez este espacio social facilita esa tarea de comunicación social8 imprescindible para una fecunda participación ciudadana. 4.3 La colaboración con las ONGs La comunicación social necesita organizaciones arraigadas en la localidad que a la vez tengan un buen conocimiento de la problemática de la pobreza y el desarrollo en los países del Sur. Las ONGs pueden aportar a la cooperación descentralizada la experiencia y el saber hacer de organizaciones especializadas que trabajen en la acción de desarrollo en el Sur y su impacto en el propio municipio. Cuando la ONG cuenta con presencia en el municipio, entonces está en condiciones de ofrecer un excelente apoyo a los programas municipales de cooperación para el desarrollo.9 A menudo puede haber grupos locales que no son ONG, pero que tienen una dimensión de solidaridad internacional. También es conveniente contar con ellos. Pero puede ocurrir que no exista ningún grupo organizado. En ese caso conviene huir de la tentación de crear nuestra propia ONG local. Y cuando existen esos grupos organizados se debe explicar que la política del municipio se basa en la colaboración con las ONG, sin que de ahí se derive que se ha hecho un presupuesto para ellas. El ayuntamiento puede facilitar medios para que no se queden en un localismo sin perspectivas o en un voluntarismo ineficaz. 5. Un diagnóstico de coyuntura La cooperación descentralizada como problema La fragmentación y dispersión geográfica se traduce en incoherencia e ineficacia de la ayuda, cuyos resultados nunca acaban de ser bien conocidos. El crecimiento en volumen de fondos de la cooperación descentralizada tampoco dio lugar una Suele denominarse “sensibilización” connotando una determinada visión no dialógica. Aquí se emplea el concepto de comunicación social, tecnicismo más libre de contaminaciones ideológicas. 9 Poder Local y Solidaridad Internacional 8 13 preocupación por el seguimiento y la evaluación, lo que motivó una recomendación del CAD en el examen de la cooperación española del año 2002, para que se extendiera y generalizara la evaluación de la cooperación descentralizada. Esta recomendación sigue sin cumplirse, y lo seguirá mientras no se establezcan los mecanismos de coordinación, y las condiciones logísticas para que las evaluaciones de la cooperación descentralizada puedan llegar a los pequeños donantes. De manera que la gestión diaria se vuelve ajena a los resultados de la ayuda, en cambio dedica su mayor esfuerzo a una ingente tarea administrativa cada vez más burocratizada. La mayor parte de los proyectos de las ONGs que obtienen financiación tienen que ver con la salud y la educación. Centros de salud, escuelas, centros sociales y culturales son aprobados con bastante facilidad, a veces sin la mínima planificación de necesidades para que funcionen: personal sanitario, provisión de docentes, mantenimiento. La obra civil propia de las competencias municipales también ha destacado entre los proyectos con financiación local: mejora del medio ambiente urbano, red de distribución de aguas, canalizaciones, saneamiento; pero en la mayor parte de los casos sin tener en cuenta la situación ni la responsabilidad de las autoridades locales. Y en los casos más extremos como injerencia en la gestión de los municipios afectados. Al hilo de la cooperación bilateral, internacional, o de las ONG, han llegado a la cooperación descentralizada las modas de la cooperación: indigenismo, mujer, microcrédito, Objetivos del Milenio, y recientemente “codesarrollo” se han ido incorporando al ideario de los donantes sin la necesaria apropiación de contenido o “empoderamiento”, que tanto se exige a los beneficiarios. Ha sido y sigue siendo una incorporación burocrática, un afán de no dejar nada fuera, una pretensión de innovación, que se sustancia de un conjunto de recetas en creciente aumento para acopiar, calificar y finalmente seleccionar proyectos. “Los problemas de la cooperación descentralizada son bien conocidos: muchas actividades con pocos resultados, clientelismo, ineficacia, excesivo coste administrativo. Tradicionalmente la cooperación descentralizada ha tenido sus mayores críticos soto voce entre los responsables de la cooperación oficial española. Pero quienes teóricamente estaban llamados a mejorar los procedimientos, ni estaban en condiciones de tirar piedras contra el tejado ajeno, ni pusieron gran empeño en la necesaria mejora. Y así la idea de que “falta coordinación” es la disculpa para mantener el statu quo de la cooperación descentralizada”10. 10 Documento de la Red de Investigación y Observatorio de la Solidaridad –RIOS- 14 La sensación de cansancio que se apodera de los técnicos y funcionarios más experimentados se compensa políticamente convirtiendo la cooperación en una animada fórmula de relaciones públicas cuyo principal objetivo es tener presencia en el mundo y, en muchos casos, presentar un escaparate de solidaridad para consumo interno. La cooperación descentralizada en la corriente de la globalización La globalización capitalista ha banalizado la cooperación al desarrollo hasta reducirla a una simplista decisión moral por el bien de la humanidad, descontextualizada, despolitizada (lo cual no es en absoluto cierto, pero así es transmitido a la opinión pública), desprovista de toda función de cambio social. En palabras de Hinkelammert (2005)11 una simplificación que pretende “eliminar la complejidad del mundo para que el mismo mundo sea tan simplista como lo es la solución que se ofrece”. La cooperación al desarrollo es un ejemplo de simplismo social y político, y no se escapa de esta tela de araña la cooperación descentralizada española. La burocratización de la ayuda es consecuencia directa de este flujo de pensamiento conservador, y no se escapa a la contradicción general de la ayuda al desarrollo. La experiencia actual nos lleva a pensar que la cooperación descentralizada seguirá siendo un apéndice muy útil para la AOD, con muy pocos grados de libertad. La visión asistencialista, la perenne búsqueda de proyectos que se reproducen a sí mismos y se abandonan cuando cesa la ayuda, las intervenciones basadas en proyectos puntuales, y el desconocimiento de los liderazgos políticos de los nuevos movimientos sociales latinoamericanos, son comportamientos demasiado frecuentes de la cooperación descentralizada española, impermeable a la evolución política y a los problemas reales del desarrollo. La carencia de compromiso político con los resultados de su intervención ha facilitado la financiación de proyectos que, bajo la cobertura de la descentralización del Estado, producen impactos negativos para la emancipación de los pueblos y acaban facilitando la privatización de la esfera pública. “Los procesos de descentralización no son ajenos a fuertes tensiones y conflictos, pues a la vez que se defiende una profundización de la democracia a escala local y el papel de las instituciones locales como promotoras del desarrollo local, la descentralización también es un objetivo de las políticas neoliberales, que proponen el adelgazamiento del Estado central y la mera privatización de servicios…. Por ello se concluye que no es la descentralización de estados institucionalmente débiles y con escasa presencia territorial el objetivo de la cooperación, sino la reconstrucción de una institucionalidad estatal democrática a través del fortalecimiento de los niveles territoriales de la administración pública. Los municipios no han participado en el diálogo institucional sobre los procesos de descentralización desde su ámbito específico: la administración y el desarrollo local. Esta visión programática de la 11 Hinkelammert, Franz (2005) Solidaridad o suicidio colectivo. Universidad de Granada 15 cooperación en los procesos de institucionalización democrática obliga a revisar modelos y comportamientos, para conseguir una acción eficaz. Una posición de cautela resulta conveniente, sabiendo que siempre es posible hacer algo desde un diálogo leal y transparente, y que no hacer o evitar la acción precipitada también es una opción”12. La cooperación descentralizada también aporta su contribución a la creación de un cuerpo de gestores locales dependientes de la ayuda externa, y que tienden a hacerse independientes respecto a las comunidades y colectivos sociales que son los destinatarios finales de los proyectos. Finalmente su discurso teórico más reciente se alinea con las exigencias de legitimación del guión oficial. Así hay que entender su encantamiento acrítico con los Objetivos del Milenio, o la celebración del día del cooperante. Claro que muchas de sus donaciones han servido para paliar situaciones de pobreza, y también se ha dado apoyo a movimientos sociales, pero el balance global es –a nuestro juiciodesfavorable. La búsqueda de sentido En los inicios de la cooperación local se debatió intensamente sobre la legitimidad y legalidad de que los s y las Diputaciones dispusieran de fondos solidarios que enviaban al exterior. Una discusión que al menos teóricamente quedó zanjada con la aportación de la FEMP en su texto sobre “Poder Local y Solidaridad Internacional” (1993)13 y posteriormente con la aprobación de la Ley de Cooperación (1998). Curiosamente ningún jurista, interventor del Estado o político puso nunca en duda la cooperación al desarrollo realizada desde las Comunidades Autónomas. El hecho de que hoy la cooperación al desarrollo de los Entidades Locales sea una actividad municipal asumida y asentada en el organigrama de más de 400 Entidades Locales no quita interés, si no al contrario, a la pregunta permanente sobre su sentido; ya no cabe preguntarse sobre su legitimidad, pero sí sobre su conveniencia. Las dudas sobre la conveniencia de la cooperación descentralizada en su versión municipal provienen de la crítica a su escasa eficacia; cuando ya existen procedimientos y estructuras capaces de movilizar y ejecutar crecientes fondos destinados a los pueblos empobrecidos ¿no sería mejor que la financiación local se sumara a estos proyectos, evitando así la gran dispersión, fragmentación, costosa gestión e ineficiencia que se viene sistemáticamente señalando? Esta posición aplaude que de los presupuestos municipales se detraigan partidas para la acción solidaria internacional, pero no ve conveniente que las ejecuten por su cuenta y 12 V Encuentro municipalista. Musol. Valencia, noviembre 2007. Legalidad y legitimidad de la participación de las Corporaciones Locales en la cooperación al desarrollo. Fundamentos jurídicos. Páginas 37 a 47. “Poder Local y Solidaridad Internacional”. 13 16 riesgo, a excepción de las grandes ciudades, para las cuales jugar en el terreno de la cooperación al desarrollo es a su vez jugar en el terreno de la competitividad a escala global. Esta crítica al funcionamiento de la cooperación descentralizada parte de la asunción acrítica de la bondad de la cooperación al desarrollo , supuestamente mejor ejecutada por el Estado y por las grandes organizaciones privadas. E indirectamente desautoriza el sentido político de la ayuda al desarrollo en manos de los Ayuntamientos y Diputaciones. Hay en cambio otras razones de fondo para dudar razonablemente de la conveniencia de la cooperación descentralizada. Razones que, como ya se ha señalado anteriormente, tienen que ver con la pérdida de sentido de la práctica actual en materia de ayuda a los países pobres, con su burocratización, con el fracaso general de la cooperación al desarrollo y su subordinación a los intereses del nuevo capitalismo global, en un escenario internacional en rápida transformación. La cooperación descentralizada, integrada en esa corriente general de la ayuda al Tercer Mundo, refleja la crisis y el fracaso de la misma. Por ello la salida no pasa por acumular su financiación a una política fracasada. De ese naufragio nunca consumado en que parece zozobrar permanentemente la cooperación de los Ayuntamientos españoles, siempre se salvan algunos pecios. La pregunta es si hay un espacio en la política local para emprender acciones en los países pobres con otros contenidos, con otros criterios y con otros resultados. La respuesta es que puede y debe haberlo, ya no con carácter general para un supuesto sistema de ayuda descentralizada, sino como alternativa alcanzable para aquellos Poderes Locales que asumen el sentido político de sus relaciones con los pueblos empobrecidos del Planeta. Para ello es muy conveniente abordar el sentido de la cooperación descentralizada a partir del análisis de sus propio discurso y de la realidad de su práctica cotidiana. Doble discurso En torno a la cooperación descentralizada española se ha elaborado un discurso petrificado, anclado en la realidad municipal de los años 80, repetido hasta la saciedad en seminarios, talleres, y publicaciones; las contribuciones académicas han venido a reforzarlo sin una elemental revisión conceptual . El discurso de referencia insiste en tópicos tales como la cercanía de la administración local a los intereses de los ciudadanos, la participación ciudadana en los proyectos de cooperación, la mayor libertad de las Corporaciones Locales respecto a las políticas de Estado, la sintonía con el municipalismo emergente en los países 17 empobrecidos, y pone el énfasis en la originalidad de la cooperación descentralizada española. Respecto a la teoría del desarrollo, incorpora en sus reglamentos de subvenciones toda la nomenclatura al uso (sostenibilidad, empoderamiento, género y pobreza, desarrollo endógeno, codesarrollo, por señalar algunos de los términos más habituales) Pero no aporta nada al debate sobre la ayuda al desarrollo, no saca conclusiones de la originalidad, no profundiza en los componentes políticos de la ayuda ni se sale del guión convencional. En consecuencia no repara en la dependencia de la ayuda ni reflexiona sobre cual es su papel (de forma contradictoria muchas publicaciones financiadas por la cooperación descentralizada abordan la denuncia de estas servidumbres como “productos de difusión” pero no se incorporan ni al pensamiento ni a la práctica cotidiana) Frente al discurso teórico la realidad de la gestión diaria sugiere otras interpretaciones. Ya no se trata tanto de contar con las ONGs como entidades colaboradoras, sino de traspasarles la responsabilidad de la gestión. A cambio la responsabilidad administrativa del donante se traduce en una visión asistencialista de la ayuda donde prima un rigorismo más teórico que real, pues en muchos casos es una escenificación incómoda pero compartida con las ONGs, sin controles eficaces, ni rendición de cuentas, ni asunción de la responsabilidad pública en los resultados. Esta situación empieza a resultar engorrosa para algunos gestores y políticos, que buscan desembarazarse del corsé tejido con el tiempo, de ahí surge la cada vez mayor inclinación hacia la cooperación directa, aunque con la indefinición de qué diseño tomar, qué hacer que sea diferente y mejor que la práctica actual Del intenso debate político con el que se inicia la cooperación en los Ayuntamientos y las Diputaciones, se pasa a posiciones pragmáticas y muy burocratizadas; cuya preocupación principal en el campo administrativo ya no son los resultados de la ayuda, sino el control aparente de las subvenciones, mientras que en la esfera política local la cooperación descentralizada también rinde réditos como instrumento de poder. Hemos señalado repetidamente que uno de los problemas ha sido que los recursos económicos han fluido por encima de la capacidad de gestión y de la comprensión política, con lo que se puso el carro delante de los bueyes. Solo recientemente hemos visto interés en algunas -pocas- Entidades Locales en planificar sus propias evaluaciones, con el fin de conocer la realidad de los resultados. Volver a la política 18 Para finalizar me parece oportuno recordar algunos de los planteamientos teóricos hechos a lo largo de estas dos décadas, no para renovar el vestuario, sino para discutir en qué términos se puede recuperar el sentido de la cooperación descentralizada. En “Poder local y solidaridad internacional”, texto especialmente interesante porque recoge el estado de opinión de alcaldes, concejales y primeros funcionarios de la administración municipal que se involucraron en la cooperación descentralizada española, se la caracteriza así: La cooperación descentralizada es un vehículo idóneo para el ejercicio de la cooperación solidaria, ya que ésta puede moverse con más libertad que la de sus respectivos gobiernos. Pero además porque está en condiciones de operar atendiendo a la pequeña escala de su tejido económico, proponiendo alternativas y soluciones con un nivel de concreción que, a menudo, pasan desapercibidas al trazo grueso de las decisiones macroeconómicas. La participación ciudadana no puede quedar limitada a los grupos más especializados o sensibilizados, como es el caso de las ONGs. Si se trata de llevar al gran público los problemas del Sur, ningún canal mejor que el propio movimiento asociativo del municipio. (FEMP, “Poder Local y Solidaridad Internacional”) El sentido de la cooperación descentralizada no reside en disponer y financiar múltiples proyectos en cualquier parte del mundo y con la mayor cantidad de ONGs. El sentido último de la ayuda es contribuir al proceso global por un mundo más justo y solidario, es el compromiso concreto con las necesidades materiales, culturales, políticas y sociales de las comunidades marginadas y empobrecidas, y con las organizaciones sociales e instituciones públicas que las representan. La cooperación descentralizada puede propiciar el acercamiento a los problemas del desarrollo a escala local en la era de la globalización, posibilitando la participación de iniciativas populares, y buscando la interrelación entre los agentes sociales y las instituciones locales del norte y del sur. Este enfoque político necesita un diálogo sincero entre los donantes, los movimientos sociales de los países destinatarios y las ONG que compartan esta posición. Los mejores proyectos que pueden presentar los s son aquellos en los que funcionó la alianza entre los gobiernos locales, las ONGs y las comunidades organizadas. 19 Por ello la cooperación descentralizada no puede quedar reducida al papel de entidad financiadora de las ONGs ni tampoco puede ser nunca una acción desgajada del conjunto de las políticas de la institución, pues necesita partir del primer y fundamental compromiso de la misma con su propia ciudadanía. Estos grandes objetivos siguen estando presentes. Aunque la tendencia dominante es la reproducción a pequeña escala de la cooperación oficial, el ámbito local, dada su mayor pluralidad política, es también la oportunidad del mantenimiento de un pensamiento solidario, hoy opacado por el languidecer del municipalismo y de la participación ciudadana. “La pregunta es si hay un espacio en la política local para emprender acciones en los países pobres con otros contenidos, con otros criterios y con otros resultados. La respuesta es que puede y debe haberlo, ya no con carácter general para un supuesto sistema de ayuda descentralizada, sino como alternativa alcanzable para aquellos Poderes Locales que asumen el sentido político de sus relaciones con los pueblos empobrecidos del Planeta” (Luz Romero , Esbozos, nº 2, 2009) “Hacer cooperación internacional para el desarrollo en el ámbito de la descentralización y el fortalecimiento de las instituciones democráticas locales, supone colocar estas cuestiones (consolidación democrática o de promoción del desarrollo local) en el “cuadro de mando”. Lo demás sería proseguir con formas y prácticas de corte meramente asistencialista o plantear la cuestión en otra perspectiva como son las hoy denominadas prácticas de la diplomacia municipal” ……”habrá tantas formas, contenidos, métodos y estilos de cooperación para el desarrollo como conceptos de éste se consignen en función de aquellos proyectos políticos, sociales o de los marcos axiológicos que los sustenten.” (Daniel García. RIOS 2009). 20 ANEXO Reglamentos A diferencia de las ordenanzas que regulan las convocatorias de subvenciones ONGs, los reglamentos son normas que orientan y regulan el conjunto de la acción de cooperación de los Entes Locales. Establecen la regulación general de la acción solidaria internacional y los organismos públicos dependientes del mismo, las modalidades de cooperación, la coordinación con otras instituciones, y los contenidos básicos de la ayuda. A pesar de la utilidad de estos reglamentos para consolidar y orientar el posicionamiento de cada institución en la gestión de la Ayuda, es una herramienta por ahora muy poco habitual en la cooperación descentralizada. Ejemplo: Extractos del reglamento del Ayuntamiento de León. 1. A los efectos de este Reglamento se entiende por acción solidaria internacional las contribuciones monetarias que contabilizan como parte integrante de la Ayuda Oficial al Desarrollo – AOD- española, la asistencia técnica en proyectos de cooperación al desarrollo, las actuaciones en materia de sensibilización y educación al desarrollo, la ayuda humanitaria y de emergencia, la denuncia de violaciones de los derechos humanos y civiles, la recepción con carácter temporal de poblaciones afectadas por situaciones de guerra o catástrofes, especialmente niños, y la investigación aplicada para llevar a efecto las tareas descritas. 2. La acción solidaria internacional se basa en los principios de autonomía presupuestaria y responsabilidad en su desarrollo y ejecución, y respetará las líneas generales y directrices básicas a que se refiere el artículo 15.1 de la Ley 23/1998 de Cooperación Internacional al Desarrollo, y el principio de colaboración entre Administraciones Públicas en cuanto al acceso y participación de la información y máximo aprovechamiento de los recursos públicos. 21 Justificación del gasto Desde el año 2003, existe un modelo de justificación del gasto para la cooperación elaborado por el grupo de trabajo de interventores de la FEMP. Se trata de un excelente instrumento para mejorar las prácticas en este terreno. A continuación presentamos su índice y una breve lectura a propósito de una tendencia en boga en la cooperación: “los fondos rotatorios” (el contenido íntegro de la propuesta de la FEMP puede visitarse en su página WEB): 1.- Explicación general del contenido de la ordenanza reguladora. 2.- Condiciones generales que definen la ordenanza 2.1.- Gastos subvencionables 2.2.- Contenidos mínimo de las facturas, recibos y justificaciones 2.3.- Conformidad de las entidades locales o instituciones de los países receptores 2.4.- Atribuciones de los directores de los proyectos 3.- Definición de proveedores y de mercados 3.1.- Definiciones 3.2.- Responsable de los cobros y pagos del proyecto 3.3.- Mercados informales. Requisitos generales 3.4.- Requisitos a exigir cuando los cobros sean efectuados por servicios prestados tanto por la ONG solicitante como por la ONG gestora local 4.-Justificaciones y certificaciones 4.1.- Arrendamientos o adquisiciones de bienes inmuebles 4.2.- Gastos en infraestructuras, construcción o reforma de bienes inmuebles 4.3.- Suministros 4.4.- Gastos en viajes, estancias y dietas 4.5.- Gastos de personal 4.6.- Justificación de la asistencia técnica 4.7.- Justificación e los gastos en formación y comunicación 4.8.- Justificación de los fondos rotatorios y otros sistemas de financiación 4.8.- Justificación de los gastos de las inversiones en I+D 4.9.- Otros tipos de justificaciones 4.10.- Otros tipos de justificaciones 4.11.- Justificación de los costes indirectos 5.- Criterios de excepcionalidad 6.- Formas de aprobación de los proyectos 22