LAS PAUTAS, LAS NORMAS Y LOS LÍMITES EN LA ESCUELA INFANTIL Rosa Mª Blanch Artículo en: Aula Infantil nº 9, Septiembre-Octubre 2002, pp. 15-18 En este artículo hablaremos sobre por qué y cómo contribuimos desde la escuela a la educación de las pautas, las normas y los límites en los niños y las niñas. El niño o la niña, desde que nace, para desarrollarse y llegar a ser una persona autónoma y sociable, necesita que las personas adultas que lo cuidan y lo educan le proporcionen unos marcos de referencia y orientación que le ayuden a regular sus comportamientos. La familia y la escuela infantil de primer ciclo son (cada vez con más frecuencia), dos contextos sociales diferentes y complementarios, entre los que hay que establecer un diálogo para dar coherencia a la educación del niño o la niña. Nexos comunes de las pautas. las normas y los límites En las conversaciones cotidianas entre profesionales de la educación es frecuente que nos refiramos a las “pautas, las normas y los límites” como a un continuum indisociable. A menudo mencionamos los tres conceptos seguidos, uno detrás del otro, tal vez porque sabemos que todos ellos y sus correspondientes contenidos educativos tienen nexos comunes y, en conjunto, inciden en el desarrollo del niño o la niña por lo que se refiere a los aspectos siguientes: Le ayudan a regular sus ritmos de actividad, de descanso, de alimentación y de sueño. Así como la expresión de sus sentimientos y de sus emociones. Le ayudan a organizar su pensamiento y sus aprendizajes. Le ayudan a aprender, los comportamientos; a) que no pongan en peligro su integridad física, b) que le den suficiente seguridad para desarrollar y proteger saludablemente su vida psíquica y para llegar a ser una persona autónoma, c) que le faciliten una convivencia agradable y satisfactoria, a la vez que respetuosa y mutuamente enriquecedora, con las personas con las que se relaciona, d) que tiendan a hacer un uso adecuado de los objetos, de los materiales, de los espacios, con los que interactúa. En definitiva, porque sabemos que las pautas, las normas y los límites ayudan al niño a aprender y a regular su vida, en el sentido más amplio de su realidad tridimensional. Tal vez, también, porque - muy especialmente en la escuela infantil 0-3 - la dinámica de la acción y la interacción relacional y educativa se da en contextos muy globales, y las propuestas y las respuestas de los adultos educadores están adaptadas a esta globalidad. Los matices diferenciales Es conveniente, sin embargo, que sepamos diferenciar los matices que caracterizan cada uno de los conceptos (pautas, normas, límites) y sus correspondientes contenidos educativos. Esta diferenciación nos permitirá: Observar que cada uno de ellos incide de modo diferente en el niño o la niña y en el grupo (por ejemplo, incidirá de modo diferente que la educadora o el educador baje el tono de voz para conseguir la modulación de las voces ambientales de los niños y las niñas, que les diga: «¡no gritéis!)) o que les proponga hacer un tren para salir al patio y cambiar, así, de situación). Ajustar y adecuar nuestras intervenciones educativas (personales, organizativas, de distribución de los espacios...) a cada situación, según la dinámica individual y grupal con la que nos encontremos. 1 Analizar, con el equipo, el planteamiento de estos contenidos educativos en nuestra escuela en general o en cada grupo clase para poder valorar hacia dónde se inclina nuestra práctica habitual (por ejemplo: ¿tendemos a poner demasiadas normas?; ¿orientamos pero clarificamos poco los límites?; ¿favorece el ambiente la calma o la inquietud en los niños y las niñas?; ¿favorece o interfiere la organización de los espacios, la acción y la investigación del niño o de la niña?). ¿Qué son las normas? Son un conjunto de ordenaciones que regulan la vida cotidiana y el comportamiento que hay que seguir en un grupo social determinado. En las escuelas infantiles de primer ciclo hay normas de funcionamiento en el aula, en la escuela en general (espacios diferenciados, espacios comunes...), en cuanto a equipo, con las familias y con respecto a las relaciones con otras instituciones, servicios o instancias superiores. Las normas sirven para que las relaciones se desarrollen con más agilidad y funcionalidad y no haya que negociarlas o repensarlas. ¿Qué son las pautas? Las pautas son guías o ayudas que orientan o regulan el comportamiento, aunque de manera no normativa, sin presiones ni coacciones. En la escuela infantil de primer ciclo la educadora o el educador acompaña, conduce, orienta y guía los ritmos, las actuaciones y los comportamientos de cada niño individualmente, así como los que se derivan de las interacciones dentro del grupo. El modelo de comportamiento que le ofrece la educadora o el educador se convierte, también, en una pauta de comportamiento para el niño o la niña. ¿Qué son los límites? Los límites son los extremos o puntos que ponemos en la acción o el comportamiento del niño, consigo mismo, con los demás, con los espacios, con los objetos o con los distintos materiales con los que interactúa, para dejar claro que no puede rebasarlos. A estas edades el niño necesita saber hasta dónde acepta el adulto que lleguen sus acciones y sus comportamientos para sentirse protegido, tranquilo y seguro. Si no encuentra los límites, se angustia. El educador o la educadora pone límites a cada niño individualmente y también al conjunto del grupo cuando de sus interacciones se derivan situaciones demasiado desorganizadas. A pesar de tener matices diferenciados, a la hora de la práctica los tres contenidos (pautas, normas y límites) se solapan a menudo en diversas situaciones de la dinámica cotidiana. Cómo se adquieren Las pautas las va adquiriendo, básicamente, a partir de la experiencia diaria compartida con los adultos de la escuela y muy especialmente con la educadora o el educador, que es su principal punto de referencia. El niño o la niña aprende a partir de las acciones, los comportamientos y las actitudes del educador o la educadora en los diferentes momentos de la vida en la escuela (según su estilo y su tipo de contacto corporal, su tono de voz, la coherencia entre lo que hace y lo que pide que hagan los niños, etc.). Y también aprende y se regula a partir de las propuestas, las indicaciones y las orientaciones que éste o ésta le hace de manera más individualizada. A estas edades, que es cuando se inicia el proceso de imitación, los niños y las niñas están muy receptivos al modelo que ofrece la educadora o el educador para imitar y reproducir. El niño o la niña va tomando conciencia de las normas y los límites en la escuela infantil de primer ciclo básicamente a partir del modo en que organizamos los diferentes espacios que forman parte de su vida diaria (el aula, el dormitorio, el cambiador, los lavabos y el váter, etc.); a partir del modo en que organizamos el tiempo y la secuencia de las actividades diarias (las «rutinas»); a partir del modo en que disponemos los materiales, los objetos y los juguetes en un espacio determinado; a partir del modo en que se organiza su grupo cuando se dispone a realizar determinadas actividades (se sientan en el suelo en círculo 2 para despertar al títere de la clase; hacen un tren para salir al patio; se sientan en las sillas para hacer un dibujo; etc.); a partir de las pautas que se siguen para realizar cada una de las actividades más cotidianas (lavarse, comer, ir a dormir...); a partir de las características concretas de algunos objetos y utensilios; a partir de las señales visuales (por ejemplo, un círculo de cartulina que indica que un rincón de juego está cerrado durante un rato determinado), y a partir de los mensajes verbales que recibe de la educadora o el educador para poner límite a algún comportamiento. Todas estas condiciones organizativas se las facilita el educador o la educadora, que las adapta a las características de cada grupo (edad, tamaño del grupo, tipo de dinámica interactiva, necesidades específicas, etc.). El tipo de estructura de la escuela y la distribución, la organización y el funcionamiento de los espacios comunes que frecuentan los niños y las niñas (patios, salas polivalentes, pasillos, cocina, etc.) también influyen en su educación de las normas y los límites. La educadora o el educador, además de poner los límites verbalmente y en cuanto a la organización para regular los comportamientos del niño, pone límite a sus situaciones críticas y de desorganización emocional ofreciéndole contacto corporal (abrazándolo, dándole un beso, acariciándolo, cogiéndolo en brazos, etc.) o poniéndolo en algún lugar muy familiar para él donde se sienta seguro (por ejemplo, en la tumbona, el cochecito, la cuna - los más pequeños -) para que se calme y recupere el equilibrio emocional. Algunas consideraciones Durante los tres primeros años de vida, el niño o la niña tiene los primeros contactos con el mundo que le rodea. Es el momento de descubrir y explorar las características de las personas, de los objetos, de los espacios y de los materiales que tiene a su alcance. Hay que facilitarle estos comportamientos de curiosidad y experimentación y de expresión (relacional y afectiva, motriz, lingüística, en los juegos...). Hay que potenciar las iniciativas. Es una etapa de la vida del niño en la que hay que procurar que el tipo de normas, su cantidad y su nivel de exigencia no limiten estas capacidades tan necesarias para su crecimiento y su evolución. A estas edades - como, de hecho, en todas -, los niños y las niñas son muy sensibles a las muestras de afecto y de respeto que reciben de las personas adultas. Cuanto más querido y respetado se siente un niño, más capaz es de valorar, entender, aceptar y responder a los límites y a las normas que le pone la persona adulta, siempre que no sean excesivos ni arbitrarios. El afecto y la estimación es la base que le permite reconocer y aceptar su autoridad moral. Reconoce que dicha persona le proporciona seguridad y confianza y va incorporando gradualmente las pautas, las normas y los límites que le propone. Los criterios educativos compartidos en cuanto a equipo nos ayudan a mantener una actitud de firmeza y constancia en lo que todos consideramos que es importante. La educación de las pautas, las normas y los límites en el niño requiere una actitud paciente, firme y constante por parte del educador o la educadora. Hay que saber esperar durante el tiempo que necesite cada niño hasta conseguir que tolere y respete los límites que le ponemos. No debemos confundir la firmeza con manifestaciones de desagrado y enfado o reprimendas. Siempre que un determinado comportamiento no suponga un riesgo para el niño o para los demás, no es conveniente que anticipemos el límite antes de que el niño desarrolle un comportamiento determinado, ya que, si lo hacemos, le impedimos la posibilidad de experimentar directamente las consecuencias que se derivan de sus actos. Es preferible hacer la reflexión oportuna a partir de la propia experiencia y ayudarle a rectificar su comportamiento. Los límites verbales que ponemos a lo largo de la jornada escolar tienen que ser pocos pero claros y concretos, siempre los mismos en las mismas situaciones. Deben ir acompañados de las explicaciones que los motivan, por pequeño que sea el niño, utilizando el lenguaje adecuado a las características evolutivas de éste. Los tenemos que justificar por el mismo motivo que las causas, cuidando de no mezclar nuestros 3 sentimientos (por ejemplo, deberíamos decir: «no pises este juguete porque se puede romper» en lugar de: «si pisas este juguete me enfadaré... o me pondré triste...»). Debemos poner los límites y las normas de manera que estimulen al niño o a la niña a querer superar las dificultades sin culpabilizarse. HEMOS HABLADO DE... Identidad y autonomía personal. Límites, pautas y normas. Relación entre la familia y la escuela. Rosa Mª Blanch Psicóloga infantil. Asesora de escuelas de educación infantil (0-3) Tel.: 933 715025 España 4