UNIVERSIDAD DE COSTA RICA Facultad de Derecho “Crítica al garantismo penal desde los presupuestos de la democracia”. Tesis para optar por el grado de Licenciatura en Derecho Gabriel Ortega Monge A43865 San José, Costa Rica Ciudad Universitaria Rodrigo Facio 2011 “Los códigos, los procedimientos, y el mismo Poder Judicial, parece que se han puesto de acuerdo para proteger al criminal contra la sociedad, más bien que a la sociedad contra el criminal.” “Teóricamente y como tipo ideal de sistema de legitimación, el Estado de Derecho es aquel en que la decisión política fundamental es la expresión de la voluntad popular. Aún podríamos añadir que toda creación de derecho es producto de la voluntad popular, o mejor, debe ser producto de la voluntad popular (…)” “La creación del derecho no es una tarea científica sino de la voluntad, que posiblemente se sirve (a veces) de conocimientos científicos.” “La sociedad –escribía-debe protegerse de los irrecuperables, y como no podemos decapitar ni ahorcar, y como no nos es dado deportar, no nos queda otra cosa que la privación de libertad de por vida (en su caso, por tiempo indeterminado)”1 Índice General Contenido 1 Página Las citas que encabezan el estudio corresponden respetivamente a: -Garófalo, citado por Zaffaroni Eugenio (2006). El Enemigo en el Derecho Penal. Grupo Editorial Ibañez. Bogotá. p. 123. -Calsamiglia Albert prologando a Kelsen Hans (1979). Compendio de Teoría General del Estado. Editorial Blume. Tercera edición. Barcelona. p. 12. -Geiger citado por Haba Pedro (2004). Axiología Jurídica Fundamental (Axiología II) Bases de Valoración en el discurso jurídico. Editorial de la Universidad de Costa Rica. Primera edición. Costa Rica. -Von Liszt citado por Zaffaroni Eugenio (2006). El Enemigo en el Derecho Penal. Grupo Editorial Ibañez. Bogotá. p. 123 Epígrafes………………………………………………………………………………………………… i Ficha Bibliográfica…………………………………………………………………………………… ix Resumen…………………………………………………………………………………………………. x Introducción……………………………………………………………………….………….…… 1 Título I. Perfil del garantismo penal……………………………………………….…… 7 Capítulo 1. Aspectos generales del garantismo penal………………………………… 8 1.1. Cuestiones previas…………………………………………..………………………………… 8 1.2. ¿Qué es el garantismo penal?……………………………………………………………... 9 1.2.1. Sobre las definiciones políticas………………………………………….……….. 9 1.2.2. Sobre las cuestiones filosóficas …………………………………………….. 12 1.2.3. Sobre las definiciones jurídicas…………………………………………….. 16 1.2.3.1. Principio de estricta legalidad……………………………………….. 17 1.2.3.2. Principio de estricta jurisdiccionalidad……………………...…… 19 1.3. Fines que aspira cumplir el garantismo penal……………………………………. 23 1.3.1. Fin general…………………………………………………………………………………. 23 1.3.2. Fin especial…………………………………………………..…………………………… 25 1.4. Origen del garantismo penal……………………………………………………………… 26 Capítulo 2. Particularidades del garantismo penal……………………..……………… 31 2.1. Cuestiones previas…………………………………………………………………..………… 31 2.2. El garantismo como desacreditación del poder punitivo……………………... 31 2.2.1. El garantismo como cambio de paradigma del poder punitivo……… 31 2.2.2. Crítica al poder punitivo……………………………………………………………. 33 2.3. El garantismo como una forma moderna de iusnaturalismo……………….. 37 2.4. El garantismo como oposición al encierro…………………………………………... 39 2.4.1. La dignidad humana…………………………………………………………………… 44 2.4.2. Sobre la inutilidad de la pena……………………………………………………… 45 2.5. Dos beneficiarios del garantismo: a-Cualquier individuo. b-El condenado……………………………………………………………………………………………… 46 2.6. El papel del garantismo en la guerra entre el estado y el delincuente…... 51 2.6.1. Lucha contra la impunidad……………….………………………………………… 51 2.6.2. La venganza………………………………………………………..……………………… 54 2.7. Garantismo y ejecución de la pena……………………………………………………… 56 Capítulo 3. El garantismo penal en relación con el abolicionismo penal……… 62 3.1. Cuestiones previas……………………………………………..……………………………… 62 3.2. Aspectos relevantes del abolicionismo. ……………………………………………… 62 3.2.1 El problema del estado……………………………………………………………….. 62 3.2.2. La reivindicación del hombre…………………………………………………….. 64 3.2.3. La opinión pública……………………………………………………………………… 66 3.2.4. La relatividad y la cifra negra……………………………………………………… 66 3.2.5. La pena en el abolicionismo………………………………………………………… 67 3.3. La relación del abolicionismo con el garantismo penal………………………... 69 3.3.1. Cuestiones comunes………………………………………………………………...… 69 3.3.1.1. La defensa del delincuente…………………………………………………. 69 3.3.1.2. La despenalización……………………………………………………..……… 70 3.3.2. Aspectos controvertidos……………………………………………..……………… 70 Título II. La perspectiva no garantista………………………………………………… 76 Capítulo 1. El panorama actual………………………………………………….……………… 78 1.1. Aclaraciones previas………………………………………………………………………….. 78 1.2. La respuesta no garantista. Cinco opiniones……………………………………….. 78 1.3. Caracterización de la propuesta no garantista…………………………………… 84 1.4. Fundamento político del no garantismo…………………………………………… 87 Título III. Dos facetas problemáticas del garantismo penal………………… 90 1. Cuestiones previas……………………………………………………………………….,……… 91 Capítulo 1.El problema jurídico………………………………………………………………... 91 1.1.Base de la crítica……………………………………………………………………………….. 91 1.2. Un problema de enfoque……………………………………………………………………. 94 1.2.1. El enfoque social………………………………………………………………………… 94 1.3. La sinrazón de la lucha contra el poder punitivo…………………………………. 98 1.3.1. Lucha contra un hombre de paja…………………………………………… 99 1.3.2. El vaciamiento del poder estatal…………………………………………… 101 1.3.3. El inconveniente de la justicia protectiva………………………………. 103 1.4. El garantismo y la pena……………………………………………………………………… 104 1.4.1. Aclaraciones previas………………………………………………………….… 104 1.4.2. La dignidad humana…………………………………………………………….. 105 1.4.2.1. 1.4.2.2. El sentido discursivo de la dignidad humana…………...… Se habla de dignidad humana solamente para favorecer al reo………………………………………………………………………… 1.4.2.3. 106 106 El argumento de la dignidad humana no es exclusivo del garantismo…………………………………………………………………………. 108 1.5. Garantismo y venganza……………………………………………………………………… 108 1.5.1. E l problema del anti retribucionismo…………………………………. 109 1.5.2. El garantismo suprime el fundamento del castigo………………… 112 1.6. La solución alterna de conflictos como patrimonialización del derecho penal………………………………………………………………………………………………………. 114 1.6.1. La imposibilidad de la reparación en el derecho penal…………… 114 1.6.2.El proceso penal no es un escenario conciliador……………………... 115 1.7. La derrota del garantismo penal: A modo de conclusión……………………… 117 1.7.1. Dos ejemplos……………………………………………………………………….. 117 1.7.1.1. El caso de Puebla, México…………………………………………..… 118 1.7.1.2. El caso de El Salvador ……………………………………………….. 118 1.7.2. El garantismo penal no aplaca la violencia ni el deseo de venganza……………………………………………………………………………………… 119 Capítulo 2. El problema político……………………………………………………………….. 122 2.1. Base de la crítica ………………………………………………………………………………. 122 2.1.1. Los fines del derecho penal no se explican en términos jurídicos………………………………………………………………………………………………….. 122 2.2. Crítica principal………………………………………………………………………………… 126 2.2.1. ¿Qué dice el garantismo sobre la democracia?................................... 126 2.2.2. El sinsentido de la democracia constitucional………………………... 127 2.2.2.1. Hacia una idea sustancial de lo racional………………………… 129 2.3. Dos problemas adicionales………………………………………………………………… 133 2.3.1. El garantismo como forma compleja de iusnaturalismo……………………. 133 2.3.2. El garantismo propicia una nueva constitución de poder: la tecnocracia……..……………………………………………………………………………………… 136 Conclusiones……………………………………………………………………………………… 143 Bibliografía………………………………………………………………………………………… 150 Ficha Bibliográfica Ortega Monge, Gabriel. Crítica al garantismo desde los presupuestos de la democracia. Tesis de Licenciatura en Derecho. Facultad de Derecho. Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica. 2011 Director: Profesor Carlos Estrada Navas Palabras clave: Derecho penal, democracia plebiscitaria, democracia constitucional, poder punitivo, venganza, no garantismo, pena, violencia, rigidez constitucional, tecnocracia. Resumen Esta investigación comprende un análisis crítico de los elementos jurídicos y políticos que componen el garantismo penal. La indagación sobre las bases teóricas del garantismo, propiciaron una investigación, básicamente documental, a través del análisis de obras nacionales y extranjeras, que abarcan desde manuales de derecho penal, hasta artículos de opinión. Con respecto al estudio político, se reparó en los elementos cualitativos que propician que la sociedad y el estado vayan en una u otra dirección. Actualmente, los temas más relevantes del derecho penal –prohibición, juzgamiento y pena- se debaten entre dos posiciones: la posición garantista y la posición no garantista. La posición garantista propugna por los derechos del individuo, especialmente a favor del reo, en oposición al poder punitivo. La posición no garantista busca en el derecho penal la respuesta a los problemas que genera un crimen en quien lo sufre e, indirectamente, en la sociedad –inseguridad ciudadana-. Este trabajo aclara la discusión, presenta a los interlocutores, sus principales argumentos, sus perspectivas éticas y sus fundamentos políticos; sin embargo, en lo que a crítica se refiere, se ocupa, solamente, de la respuesta garantista. La hipótesis que sigue la investigación es que el garantismo penal pervierte la razón de ser -no retórica- del sistema represivo y hace incompatible al derecho penal con los presupuestos de un modelo de estado democrático. Estos dos problemas dan lugar a dos tipos de críticas al garantismo: 1. El problema jurídico. 2. El problema político: 1. El garantismo procura deslegitimar el poder punitivo del estado y las respuestas represivas –violentas- que de él emanan. Asimismo, le asigna fines al derecho penal -carácter alternativo- que van más allá de su razón de ser instrumental, por ejemplo, las salidas alternativas al proceso y a la condena de prisión. En términos generales, el inconveniente de esta postura es que desconoce que en interés del sostenimiento del estado, es vital la existencia del poder punitivo y sus formas violentas. También, ignora que el derecho penal no reduce la violencia social, como tampoco el proceso restaura la armonía entre las partes. De ahí el inconveniente de extirpar la venganza, como noción propia de las cuestiones penales. 2. En cuanto a lo político, el garantismo se asienta sobre un modelo que llaman democracia constitucional –en contraste con la democracia plebiscitaria, de pueblo o de mayoría-, cuyos fundamentos son la existencia de una constitución rígida, que controla la producción jurídica y la actividad política, y la consolidación en el poder creador de normas penales de un grupo de juristas que ostentan el conocimiento. Esto último se conoce como tecnocracia. Lo criticable del panorama político es que hace impenetrables e inexplicables los temas del derecho penal. En el momento en que se petrifica el saber penal, se excluye la discusión y el elemento político –pluralidad de opiniones- que necesariamente precede a la norma jurídica. En lo concerniente a la tecnocracia, quizá sin saberlo, los garantistas conducen a concentrar el poder en pocas manos. Lo más grave de esto, es que ignoran que no son la ciencia ni sus técnicas las que inspiran la creación de la ley, sino las pasiones, los valores y las necesidades, necesariamente humanos. En este sentido, nada distingue los valores de un jurista, de los que no lo son. Introducción. Justificación Existen dos tareas que, tradicionalmente, se han encomendado al derecho penal. La primera, lo contempla como un ordenamiento y un sistema que provee respuestas ante la comisión de un crimen; el fin, en este caso, se dice que es brindar orden y seguridad para la sociedad, en tanto se ocupa de los criminales. La segunda tarea –más reciente que la primera-, consiste en darle un papel privilegiado al individuo –incluido el reo-, a través de la protección ante los abusos del poder estatal, propiamente, del aparato punitivo. Esta última, ha sido la postura de la Escuela Clásica del derecho penal. La misión protectora del individuo, que se ha confiado al derecho penal, ha evolucionado en lo que, a partir de la década de los años setenta, se ha dado en llamar garantismo penal2. Progresivamente, la corriente garantista ha tomado fuerza dentro del pensamiento jurídico occidental, al punto que en la actualidad las grandes ideas son tildadas de garantistas, y se consideran como un gran aporte intelectual, social y jurídico. Pese a lo anterior, he hallado poca claridad en la teoría garantista que han promulgado autores como Luigi Ferrajoli y Eugenio Zaffaroni, cuyas obras no comprenden el análisis de temas vitales para el entendimiento de lo jurídico. Asimismo, en el medio local, los últimos años han presentado un desordenado debate entre garantistas y no garantistas 3. Ninguno de los interlocutores ha tomado la labor de presentar con claridad las ideas de cada uno de los bandos. No Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 807 3 La discusión se desencadenó a raíz de las afirmaciones del magistrado Carlos Chinchilla Sandí, para quien el sistema penal es permisivo y alcahueta. La nación. < http://www.nacion.com/1n_ee/2008/setiembre/09/opinión 1694209.html> [Consulta: 15. Diciembre. 2009]. 2 se discuten argumentos, sino más bien, se defienden posiciones morales que le otorgan a cada uno la legitimidad para desacreditar al otro. Ante este panorama, el pseudo debate aporta prácticamente nada al conocimiento jurídico. Por estas razones, la primera motivación que he encontrado para plantear la tesis que sigue, es esclarecer las ideas rescatables de quienes se perfilan como defensores y detractores del garantismo. Para ello, emprenderé un trabajo analítico y descriptivo sobre las tres facetas que atañen al garantismo –la filosófica, la política y la normativa-, así como sus pretensiones más relevantes. La otra motivación es la crítica, reservada, exclusivamente, a los garantistas. Mi intención no es limitarme a tomar algunas figuras jurídicas y denunciar sus inconsistencias; más bien, mi propuesta es hacer ver cómo los componentes dogmáticos de la corriente garantista –vista desde sus presupuestos- la alejan de la función ética, jurídica y política, que en la vida real cumple el derecho penal. Se cae en el error, por ejemplo, de creer que al invocar la dignidad humana como fundamento del derecho penal, desaparecerán los sufrimientos de quien padece una condena, o las frustraciones de quienes son víctimas de un crimen. Conviene subrayar acá la utilidad del realismo jurídico a efecto de sustentar la crítica. En este sentido, los errores del garantismo residen, no únicamente en lo que propone, sino también en lo que omite conocer. Hay temas tabú para el garantismo penal que son como barricadas que imposibilitan una discusión interesante y enriquecedora del acervo penal. Lo que ocurre es que los garantistas recurren a mecanismos de defensa que los colocan antes del problema; es decir, la pena de muerte, las bagatelas, la proporcionalidad de la pena y, entre otros, la venganza, son temas indiscutibles. Por ello, es mi interés sembrar inquietudes a través de cuestionamientos: ¿Por qué una sentencia no se puede basar en el deseo de venganza de la víctima? ¿Por qué en un proceso penal el imputado lleva las de ganar? ¿Por qué archivan el expediente de quien se ha robado dos sombrillas de la tienda? Son parte de las preguntas que me interesa dejar planteadas. Hipótesis Las normas, los valores y las ideas del modelo de derecho penal vigente, autoproclamado garantista, son incompatibles con los fines punitivos del sistema penal y desvirtúan los principios de un estado democrático. A partir del garantismo, el derecho penal, acá y en otras latitudes, aspira cumplir dos valores en torno a la figura del imputado, cuyos fines son incompatibles: Uno es la seguridad jurídica pro imputado, el otro es la seguridad ciudadana, a través de la mano dura contra el delincuente. Objetivo general Criticar las inconsistencias del garantismo penal, tanto como construcción jurídica, como fenómeno político antidemocrático. Para ello, se han de delinear los elementos jurídicos y políticos que componen la teoría garantista. Objetivos específicos Ensayar un perfil del garantismo penal que contenga sus argumentos más sólidos –filosóficos, políticos y jurídicos-, de modo que la críticas ataquen el “núcleo duro” y no aspectos marginales de tal noción. A partir de los principales autores del garantismo, extraer el origen y los fines más importantes que se ha fijado la doctrina garantista. Realizar un estudio comparativo del garantismo, con base en una doctrina que se le vincula: el abolicionismo. Estructurar la propuesta no garantista del derecho penal. Explicitar la relación: moral, política y derecho, en relación con el estado. Analizar y develar los errores jurídicos y políticos del garantismo penal. Metodología El trabajo se basa en dos tipos de investigación que siguen los dos objetivos más claros: primero describir, luego criticar. Con respecto a la investigación sobre las nociones, fines, origen y demás, del garantismo penal, la labor ha consistido en comprender, sintetizar y estructurar lo que los autores han dicho sobre el tema. Cabe aclarar en este punto que, en búsqueda de claridad, se han creado algunas nociones y clasificaciones que no necesariamente son contenidos expresos de las diferentes obras. Asimismo, es conveniente advertir que en lo concerniente al acápite que se denomina “La perspectiva no garantista”, la escasez de obras sobre el tema, ha forzado a recabar los argumentos a partir de artículos de opinión y entrevistas. 4 El estudio de lo político, se basa en elementos cualitativos que explican los fenómenos sociales. En cuanto a la crítica, ha sido vital contar con los elementos del realismo jurídico, cuyo aporte radica en contar con una base –realista- para valorar cuán potables son las ideas garantistas para el instrumento punitivo, dentro de un estado democrático. Este método permite divisar las inconsistencias teóricas del garantismo. Esta situación problemática me ha motivado a construir argumentos no garantistas con soporte académico. 4 Estructura El trabajo se estructura en tres títulos. El primer título se dedica a la conceptualización del garantismo penal. Se ha previsto para ello tres capítulos: El primero contiene los aspectos generales del garantismo –definiciones, fines y origen-. El segundo, abarca ciertas cuestiones particulares del garantismo, por ejemplo, su lucha contra el poder punitivo. Finalmente, el tercer capítulo está dedicado a cotejar la postura garantista con el abolicionismo. La perspectiva no garantista del derecho penal es el tema del título segundo, cuyo único capítulo está previsto para acreditar la existencia de una corriente de pensamiento no garantista, así como para explicar sus fundamentos políticos. Con base en el panorama que se construye de los dos primeros títulos, el tercero contiene el análisis y la crítica al garantismo penal desde dos perspectivas: la jurídica y la política. Para cada uno de estos apartados se ha elaborado un capítulo, divididos cada uno en parágrafos que desmenuzan la crítica. Título I. Perfil del garantismo penal Capítulo 1. Aspectos generales del garantismo penal 1.1. Cuestiones previas En esta sección, el objetivo es delinear las ideas que he considerado más relevantes del garantismo penal, para el desarrollo de la investigación. La fuente principal de las nociones que he extractado, ha sido algunos trabajos de Luigi Ferrajoli5, Raúl Zaffaroni y, secundariamente, otros autores a quienes haré referencia oportunamente. El contenido principal de esta primera parte del trabajo estriba en describir los fundamentos éticos, políticos y normativos de la teoría del garantismo penal de una manera meta teórica, es decir, no pretendo restringir el bosquejo del garantismo al marco de las definiciones explícitas y categóricas que ofrecen los autores; más bien, la intención es ensayar unas definiciones realistas, quizá no oficiales, sobre la construcción garantista del derecho penal. Básicamente, emplearé tres criterios para restringir la explicación de cada uno de los elementos que componen esta teoría: 1-criterios jurídicos, 2-criterios políticos y 3- criterios filosóficos. El primero tiene sentido dentro del quehacer propio del derecho, los otros dos se vinculan con las motivaciones y los fines que se pretende cumplir con el derecho. 1.2. ¿Qué es el garantismo penal? La obra sobre el nuevo garantismo penal de Luigi Ferrajoli es considerada una innovación en el derecho penal, principalmente Derecho y Razón. Al respecto, Camaño Viera Diego en <http://www.carlosparma.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=88:derechoy-razon&catid=39:parte-general&Itemid=27>. [Consulta: 26. enero. 2011]. 5 A continuación presentaré las que considero, son las definiciones más significativas que ofrecen los respectivos autores, sobre el garantismo penal. El hecho de trascribir lo que los autores consideran que es el garantismo, supone la dificultad de tratar con inconsistencias, falacias y mezcolanzas con fines y aspiraciones que no necesariamente tienen un sustento fáctico; sin embargo, es vital tratar de cerca los presupuestos teóricos del tema de la investigación: 1.2.1. Sobre las definiciones políticas Según se colige de la construcción de Ferrajoli, el sustento político del garantismo reposa en una ruptura con lo democrático, de modo que según esta teoría, el derecho penal debe bastarse a sí mismo para producirse y existir. Políticamente hablando, el garantismo se separa de los modelos de poder autoritarios por irracionales, y rechaza la legitimidad que provee el sistema democrático para castigar, por temor a que el poder punitivo caiga en las manos “tiránicas” de las mayorías6. Siguiendo con las ideas del profesor italiano, el garantismo supone un profundo cambio de paradigma del estado, de la mano del principio de la sujeción a la ley de todo poder, incluido, por tanto, el propio poder legislativo. Ello obliga al Señala el autor: “Esta legitimidad, como mostraré en los apartados 37 y 57, no es democrática, en el sentido de que no proviene del consentimiento de la mayoría. Es por el contrario «garantista», residiendo en los vínculos impuestos por la ley a la función punitiva para la tutela de los derechos de todos. Garantismo, en efecto, significa precisamente tutela de aquellos valores o derechos fundamentales cuya satisfacción, aun contra los intereses de la mayoría, es el fin justificador del derecho penal: la inmunidad de los ciudadanos contra la arbitrariedad de las prohibiciones y de los castigos, la defensa de los débiles mediante reglas del juego iguales para todos, la dignidad de la persona del imputado y por consiguiente la garantía de su libertad mediante el respeto también de su verdad. Es precisamente la garantía de estos derechos fundamentales la que hace aceptable para todos, incluida la minoría de los reos y los imputados, al derecho penal y al mismo principio mayoritario.” Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 335 y 336. 6 creador de las leyes a buscar criterios de validez para legislar más allá del consenso y de las decisiones de la mayoría; y al aplicador, lo obliga a escudriñar la validez de las leyes en su oportunidad y en su sujeción a la constitución, no solo en criterios formales7. De esta manera, los derechos fundamentales se yerguen como un conjunto de límites y vínculos que se imponen a todos los poderes, tanto políticos –de mayoría-, como privados –de mercado-, en el plano estatal e internacional8. El instrumento del que se vale el garantismo para hacer vinculantes sus propuestas es la rigidez constitucional. Como se discurre del extracto que sigue, esa sujeción de todo el quehacer político a la constitución, tiene una doble función. En primer lugar, ordena el sistema jurídico, de manera que empate con las normas constitucionales, en segundo término, le hace creer a las personas que pugnar por cambiar la constitución es conspirar contra el orden y la paz sociales: “Si todos y cada uno somos titulares de la constitución porque somos titulares de los derechos fundamentales adscritos a ella, la constitución es patrimonio de todos y de cada uno, razón por la cual ninguna mayoría puede meterle mano sino con un golpe de estado y una ruptura ilegítima del pacto de convivencia.”9 En el nivel político, pienso que el elemento más innovador de la teoría garantista es cambiar el orden del contenido y la forma del poder estatal. La visión tradicional ha puesto a la labor política, o sea, a la interacción de los poderes sociales, como la fuente de las decisiones, y al derecho, como la forma que siguen Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 66. “En este sentido, el garantismo es sinónimo de “Estado constitucional de derecho”, o sea, de un sistema que recoge el paradigma clásico del Estado liberal, extendiéndolo en dos direcciones: de un lado a todos los poderes, no solo al judicial sino también al legislativo y al ejecutivo, y no sólo a los poderes públicos sino también a los privados (…)”8 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 198. 7 8 9 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p.84. para hacerse valer. En este orden de ideas, el derecho es un instrumento de la política. 10 El garantismo, sin embargo, pone de cabeza esa relación y pretende que no existan decisiones políticas que no vengan del derecho, de la conformidad con la constitución, en última instancia. Ello tiene dos implicaciones muy serias: Una es que se garantiza la abrogación de cualquier forma de vida o expresión política que no sea oficial –constitucional-. La otra es que se abre paso a un nuevo paradigma de organización del poder: en el primer esquema –democrático- el derecho toma la forma que le quieran dar quienes deciden, con base en criterios de conveniencia; en el segundo modelo –garantista- la legalidad tiene más peso que la utilidad de una decisión, así, el poder jurídico es superior al poder político 11. 1.2.2. Sobre las cuestiones filosóficas En sentido filosófico, el garantismo se caracteriza por tomar tres posturas: 1. Luchar por una sociedad ilustrada, encaminada hacia lo racional. 2. Colocar al hombre en el centro de toda la actividad estatal. 3. Criticar las formas abusivas de ejercicio del poder. Al respecto se puede consultar Haba Pedro (2004). Axiología Jurídica Fundamental (Axiología II) Bases de Valoración en el discurso jurídico. Editorial de la Universidad de Costa Rica. Primera edición. Costa Rica. p. 16 11 “Por consiguiente, en el Estado constitucional de derecho el legislador no es omnipotente, en el sentido de que las leyes emanadas por él no son válidas por solo hecho de su entrada en vigor, o sea, por haber sino producidas de la forma establecida en las normas sobre su producción, sino cuando además resulten coherentes con los principios constitucionales. Y tampoco la política es ya omnipotente, al invertirse su relación con el derecho: también la política y la legislación, que es su producto, se subordinan al derecho. Así, ya no es posible concebir el derecho como instrumento de la política, sino que es esta la que debe ser asumida como instrumento para la actuación del derecho y precisamente de los principios y de los derechos fundamentales inscritos en ese proyecto, jurídico y político al mismo tiempo, que es la constitución.” Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 210. 10 a. Luchar por una sociedad ilustrada, encaminada hacia lo racional El garantismo penal comparte la línea de pensamiento de la Escuela Clásica del Derecho penal de Beccaria y Carrara, cuyo propósito consistía en hacer brotar el Derecho a partir de la razón. La teoría garantista –como reacción- representa algo más que el desprecio a las normas penales de emergencia y a los usos arbitrarios y abusivos del poder; plantea, además, una lucha contra la sinrazón de quienes acaparan la fuerza, cuales verdugos que conducen a las sombras de la ignorancia a través de prohibiciones y castigos retrógrados y anti liberales. Esto ha propiciado la construcción de una visión maniquea del mundo de lo penal en el que conviven “buenos-garantistas” y “malos-no garantistas” 12. “En este sentido, el garantismo se vincula a la tradición clásica del pensamiento penal liberal y expresa la exigencia, propia de la Ilustración jurídica, de minimización de ese “terrible poder” –como lo llamó Montesquieu- que es el poder punitivo, mediante su estricto sometimiento a la ley: en concreto, mediante el sometimiento a la ley penal del poder penal judicial y mediante el sometimiento a las normas constitucionales del poder penal legislativo.”13 b. Colocar al hombre en el centro de toda la actividad estatal Otro aporte del garantismo, basado en el iluminismo, consiste en darle al individuo un papel privilegiado en su relación con el estado. Según esta visión antropocéntrica, la razón de ser de las normas jurídico penales no es la 12 Esto queda evidenciado en el trato que se ha dado al tema en el ámbito local en la discusión tratada en artículos de periódico desde el año dos mil nueve, donde los “garantistas” critican a los “no garantistas” y viceversa. 13 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p.193. conservación ni las manifestaciones de poder del estado, sino el individuo, susceptible a los abusos del poder punitivo. El modelo garantista prevé dos tipos de garantía en beneficio del individuo: las garantías liberales o negativas que procuran una mínima intromisión del estado en los asuntos del particular –de este tipo son las garantías penales-, y las garantías sociales o positivas, dirigidas a facilitarle el desarrollo económico y social al individuo, mediante prestaciones. Una forma de hacer valer ese afán racional e innovador a que aspira el garantismo, es a través de su carácter alternativo. Esto lleva a poner la atención en cuestiones que en un modelo autoritario serían irrelevantes, es una manera de mermar el poder punitivo al abrir un abanico de alternativas al castigo y a la prohibición. Los principios pro homine e indubio pro reo parten de la premisa de que en la relación individuo-estado, aquel es la parte débil y por ello, el derecho debe parcializarse y acudir en la defensa de sus intereses 14. Apoyo lo anterior con el siguiente extracto: “Frente a este utilitarismo demediado, el paradigma del derecho penal mínimo cifra la justificación del derecho penal en su papel de ley del más débil como alternativa a la ley del más fuerte que regiría en su ausencia: no, por tanto, en la defensa social, genéricamente, sino en la defensa del más débil, que en el momento del delito es la parte ofendida, en el momento del proceso es el imputado y en el de la ejecución penal es el reo.”15 Este desequilibrio a favor del imputado ha sido explicado con base en los principios de la justicia protectiva, cuya idea esencial es que todo poder de un hombre sobre otros tiene que ser limitado. En Haba Pedro, ob. cit., p. 33. 15 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 194. 14 Me interesa, finalmente, retomar el fundamento moral que sustenta toda la obra garantista, se trata de la máxima kantiana, según la cual, todo hombre debe ser tratado como fin y nunca como “mero medio” o como “objeto del objeto real”.16 c. Criticar toda forma abusiva de ejercicio del poder El mayor mérito filosófico de los maestros del garantismo consiste en asumir una posición crítica. Independientemente de que se esté conforme o disconforme con sus propuestas, lo cierto es que los garantistas han construido su teoría con el afán de criticar –destruir- un modelo de derecho penal racionalmente insostenible, desde su perspectiva. En el caso del profesor Zaffaroni, por ejemplo, ha dedicado gran parte de su obra a atacar expresiones abusivas del poder claramente ubicables en la historia humana, me refiero a los regímenes autoritarios de América Latina y a las modernas políticas anti terroristas que se propagan desde Estados Unidos hacia todo el mundo17. Otros autores, como Ferrajoli, se dedican a criticar los errores de la guerra –sobre todo de la Segunda Guerra Mundial- y los resabios militares que conservan algunos ordenamientos actuales. Ferrajoli se vale de la filosofía analítica para diseñar su programa garantista en búsqueda de la claridad de las construcciones lingüísticas, tanto en su producción –legislación-, como en su aplicación –jurisdiccional-. En este sentido, la labor crítica no se queda en el nivel teórico, sino que se transmite al legislador y al En el mismo sentido, se puede citar a Beccaria, para quien: “No hay libertad cuando algunas veces permiten las leyes que en ciertos acontecimientos el hombre deje de ser persona y se repute como cosa”. Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 302. 17 Zaffaroni Eugenio (2006). El Enemigo en el Derecho Penal. Grupo Editorial Ibañez. Bogotá. 16 juez, este último está, más que obligado a aplicar una ley vigente, a revisar su validez y a señalar las incoherencias y faltas de plenitud del orden jurídico 18. 1.2.3. Sobre las definiciones jurídicas19 En términos jurídicos, el garantismo es un sistema normativo que tutela los derechos fundamentales20. En aras de proteger el derecho a la vida y a la integridad, y las libertades personales frente al poder punitivo, el sistema garantista21 confecciona una técnica de definición legal –dirigida al legislador-y un método de comprobación judicial –dirigido al juez- del delito, que busca reducir al mínimo los momentos potestativos y los elementos de arbitrio en el derecho penal22. “Precisamente, consiste –el garantismo-, por una parte, en la negación de un valor intrínseco del derecho sólo por estar vigente y del poder sólo por ser efectivo y en la prioridad axiológica respecto a ambos del punto de vista ético-político o externo, virtualmente orientado a su crítica y transformación; por otra, en la concepción utilitarista e instrumentalista del estado, dirigido únicamente al fin de la satisfacción de expectativas o derechos fundamentales.” Ferrajoli Luigi, ob. cit., p.884 19 La noción de garantismo no es exclusiva de lo penal, incluso Ferrajoli lo propone como paradigma de la teoría general del derecho, extensible a todo el campo de los derechos subjetivos ya sean estos patrimoniales o fundamentales y a todo el conjunto de poderes, públicos o privados, estatales o internacionales. 20 “Garantía” es una expresión del léxico jurídico con la que se designa cualquier técnica normativa de tutela de un derecho subjetivo” Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 60. 21 Estos diez axiomas componen el sistema garantista. Por tratarse de la construcción de un sistema, se supone que los principios están conectados y que cada uno es presupuesto del otro: 1. Nulla poena sine crimine. 2. Nullum crimen sine lege.3. Nulla lex (poenalis) sine necessitate. 4. Nulla necesitas sine iniuria. 5. Nulla iniuria sine actione. 6. Nulla actio sine culpa. 7. Nulla culpa sine iudicio. 8. Nullum iudicium sine accusatione. 9. Nulla accusatio sine probatione. 10. Nulla probatio sine defensione. Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 93. 22 “La oposición hasta ahora ilustrada entre garantismo y autoritarismo en el derecho penal corresponde, pues, a una alternativa entre dos epistemologías judiciales distintas: entre cognoscitivismo y decisionismo, entre comprobación y valoración, entre prueba e inquisición, entre razón y voluntad, entre verdad y potestad corresponde, pues, a una alternativa entre dos epistemologías judiciales distintas: entre cognoscitivismo y decisionismo, entre comprobación y valoración, entre prueba e inquisición, entre razón y voluntad, entre verdad y potestad.” Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 45 18 En virtud de lo anterior, Ferrajoli formula un esquema epistemológico que cuenta con dos elementos constitutivos del garantismo: 1- acerca de cómo prohibir: principio de estricta legalidad. 2- acerca de cómo juzgar: principio de estricta jurisdiccionalidad. 1.2.3.1. Principio de estricta legalidad Conformado por los principios nulla poena et nullum crimen sine lege y nulla poena sine crimine et sine culpa, el principio de estricta legalidad supone la existencia formal de una ley como presupuesto necesario para la aplicación de una pena y que la definición legal de delito debe seguir formas de comportamiento empíricas y objetivas, es decir, actos 23. Al hablar del delito como acto, no se puede perder de vista la separación de la moral que logra el derecho a través de la legalidad. Sobre esto señala Ferrajoli que la separación entre derecho y moral es el presupuesto necesario de cualquier teoría garantista. Grosso modo, la separación del derecho de la moral radica en que la inmoralidad pueda ser considerada como condición necesaria, pero nunca como condición por sí sola suficiente para justificar políticamente la intervención coactiva del estado en la vida de los ciudadanos. 24 “Dos logros fundamentales de la teoría clásica del derecho penal y de la civilización jurídica liberal se traban con esta concepción –estricta legalidad-. El primero es la garantía para los ciudadanos de una esfera intangible de libertad, asegurada por el hecho de que al ser punible sólo lo que está prohibido por la ley, nada de lo que la ley no prohíbe es punible, sino que es libre o está permitido (…). El segundo es la igualdad jurídica de los ciudadanos ante la ley: las acciones o los hechos, cualquiera que los cometa, pueden realmente ser descritos por las normas como “tipos objetivos” de desviación y, en cuanto tales, ser previstos y probados como presupuestos de iguales tratamientos penales; mientras que toda prefiguración normativa de “tipos subjetivos” de desviados no puede dejar de referirse a diferencias personales, antropológicas, políticas o sociales y, por tanto, de concluir en discriminaciones apriorísticas” Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 34 y 35. 24 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 222 23 Propiamente en materia penal, el autor señala tres momentos –delito, proceso y pena- en los que se debe marcar la separación: “En primer lugar, referida al delito o a los problemas de justificación de la legislación, implica que el derecho penal no tiene la misión de imponer o de reforzar la (o una determinada) moral, sino sólo la de impedir la comisión de acciones dañosas para terceros. (…) El estado, en suma, no debe inmiscuirse coercitivamente en la vida moral de los ciudadanos ni tampoco promover coactivamente su moralidad, sino sólo tutelar su seguridad impidiendo que se dañen unos a otros. En segundo lugar, referido al proceso y por tanto a los problemas de justificación de la jurisdicción, el principio normativo de la separación exige que el juicio no verse acerca de la moralidad, o el carácter, u otros aspectos sustanciales de la personalidad del reo, sino sólo acerca de hechos penalmente prohibidos que le son imputados y que son, por otra parte, lo único que puede ser empíricamente probado por la acusación y refutado por la defensa. (…) Finalmente, referido a la justificación de la pena y de sus modos de ejecución, el principio implica que tampoco la sanción penal debe tener ni contenidos ni fines morales. (…) El estado, que no tiene derecho a forzar a los ciudadanos a no ser malvados, sino sólo a impedir que se dañen entre sí, tampoco tiene derecho a alterar reeducar, redimir, recuperar, resocializar u otras ideas semejantes- la personalidad de los reos. Y el ciudadano, si bien tiene el deber jurídico de no cometer hechos delictivos, tiene el derecho de ser interiormente malvado y de seguir siendo lo que es. Las penas, consiguientemente, no deben perseguir fines pedagógicos o correccionales, sino que deben consistir en sanciones taxativamente predeterminadas y no agravables con tratamientos diferenciados y personalizados de tipo ético o terapéutico.”25 1.2.3.2. Principio de estricta jurisdiccionalidad Con base en el presupuesto epistemológico de la estricta legalidad, determinar en un juicio cuándo se ha dado una desviación concreta requiere de motivaciones -razones de hecho y de derecho- para la determinación de lo punible. Para Ferrajoli, esta segunda parte de su construcción está asegurada por el principio de estricta jurisdiccionalidad, que exige dos condiciones: la verificabilidad o refutabilidad de las hipótesis acusatorias en virtud de su carácter asertivo y su prueba empírica en virtud de procedimientos que permitan tanto la verificación como la refutación. Con ello se cumple las máximas: nulla poena et nulla culpe sine iudicio y nullum iudicio sine probatione.26 El hecho de que la validez de las sentencias penales esté sujeta a la verdad, ha propiciado la construcción de lo que Ferrajoli denomina una epistemología acusatoria o falsacionista27 que no permite juicios potestativos, sino que requiere, como tutela de la presunción de inocencia, un procedimiento de investigación basado en el conflicto, aunque sea regulado y ritualizado, entre partes contrapuestas28. Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 222 y 223 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 36. 27 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. p. 603. 28 “Al propio tiempo, para que el juicio no sea apodíctico, sino que se base en el control empírico, es preciso también que las hipótesis acusatorias, como exige la segunda condición, sean concretamente sometidas a verificación y expuestas a refutación, de forma que resulten convalidadas sólo si resultan apoyadas por pruebas y contrapruebas según la máxima nullum iudicium sine probatione. (…) De ahí se deriva un modelo teórico y normativo del proceso penal como proceso de cognición o de 25 26 En cuanto al problema de la verdad, la noción más aproximada a un modelo racional –garantista- es aquella de una verdad probable y opinable; sujeta a controles previamente establecidos y al resultado del proceso 29. Esta propuesta propia del iuspositivismo, se opone a la verdad sustancial –del modelo iusnaturalista- que aspira a un resultado absoluto y omnicomprensivo que degenera en juicios de valor, ampliamente arbitrarios.30 A pesar de lo seguro que parece el sistema de averiguación de la verdad propuesto, Ferrajoli va más allá y problematiza la figura del indubio pro reo. Y es que, si tal principio fuese tomado al pie de la letra, los márgenes de duda siempre existentes y la dificultad de evacuar prueba en un juicio, suponen que cualquier sentencia condenatoria devendría ilegítima. O bien, a través de un debilitamiento de la noción de verdad, se abriría campo a modelos de derecho y de proceso penal abiertamente sustancialistas y decisionistas; lo cual, es repudiado por Ferrajoli. 31 El principio de estricta legalidad da pie a garantías sustanciales como los principios de lesividad, materialidad y culpabilidad. En lo concerniente al proceso figuran, entre otros, los principios de contradicción, de defensa, de presunción de comprobación, donde la determinación del hecho configurado por la ley como delito tiene el carácter de un procedimiento probatorio de tipo inductivo, que excluye las valoraciones en lo más posible y admite sólo, o predominantemente, aserciones o negaciones -de hecho o de derecho- de las que sean predicables la verdad o la falsedad procesal en el sentido que se elucidará más adelante.” Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 37 29 Ferrajoli Luigi, ob. cit. Según Ferrajoli, hay tres situaciones en las que la razón puede calzar en el derecho penal: a) racionalidad de las decisiones penales. El sistema liberal está dirigido a fundar sobre el conocimiento, antes que sólo sobre la autoridad, los procesos de imputación y de imposición de sanciones penales –habla de conocimiento referido al que se logra en el proceso-. b) se refiere a las justificaciones ético políticas –axiología- de la cantidad, calidad y necesidad de las penas. Y con la justificación externa o política del derecho penal. c) se refiere a la validez o coherencia lógica interna de cada sistema penal positivo entre sus principios normativos superiores y sus normas inferiores. 30 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 45 31 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 62 inocencia, de carga de la prueba para quien acusa, de oralidad, de publicidad del juicio y el principio de juez natural.32 El proyecto del sistema garantista no se queda en el ordenamiento jurídico penal, irrumpe, además, en el derecho constitucional. Allende las cuestiones políticas y filosóficas que abundan en las constituciones, el garantismo se vale de la norma constitucional para completar su sistema. Esto lo consigue a través de la subordinación de toda norma y todo poder al orden constitucional. Estas afirmaciones son respaldadas por los extractos que siguen: “Como teoría jurídica, el garantismo es, en cambio, una teoría empírica y al mismo tiempo normativa sobre el deber ser del derecho penal desde el punto de vista jurídico interno de los principios de justicia incorporados en nuestros ordenamientos, y en particular, en nuestras constituciones. Como tal, el garantismo se identifica en gran parte con el constitucionalismo, es decir, con esa extraordinaria innovación del derecho moderno, consistente en regular la creación del derecho, desde el propio derecho. Por “garantismo”, se entenderá, pues, un modelo de derecho fundado sobre la rígida subordinación a la ley de todos los poderes y sobre los vínculos impuestos a éstos para garantía de los derechos consagrados en las constituciones.” 33 “El garantismo penal no pretende jamás favorecer la impunidad y menos a quienes cometen hechos delictivos. El garantismo penal en un Estado de Derecho es aquel que defiende “a capa y espada” la tutela de las garantías que están contempladas en la Constitución Política y en los tratados internacionales de derechos humanos.”34 Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 67 y 68. Luigi, ob. cit., p. 198 y 199. 34 La Nación (2010). Federico Campos. El garantismo penal no es alcahuetería. < http://www.nacion.com/ln_ee/2009/diciembre/29/opinion2209454.html >. [Consulta: 12. Enero. 2010]. 32 33Ferrajoli 1.3. Fines que aspira cumplir el garantismo penal Pienso que, en términos generales, se pueden reconocer dos tipos de fines que busca cumplir el garantismo penal. El primero, general, corresponde al interés por mermar el poder del estado, especialmente, su poder para castigar. El segundo surge como una propuesta específica a los problemas del proceso penal y del castigo. El objetivo, en el primer caso es construir un sistema seguro de verificación de la verdad circunstancial; en el segundo caso el propósito es erradicar, paulatinamente, la pena de prisión. 1.3.1. Fin general En sentido general, este propósito garantista tiene por objeto a la totalidad de los integrantes de una sociedad, sus argumentos se dirigen a buscar la utilidad del derecho para el beneficio de cualquier ciudadano, incluso para aquel que está al margen del sistema penal35. Otro aspecto relevante de este fin que se traza el garantismo, es que pretende jugar un papel preventivo frente al problema. Se trata de sentar las bases constitucionales para que el poder no se desborde en violencia y arbitrariedades contra los individuos: Un indicio de este propósito garantista se encuentra en Alcalá-Zamora y Castillo Niceto (1947) Proceso, autocomposición y defensa. Textos universitarios UNAM. Segunda edición. México. El autor señala el hecho de que no se castigue al inocente, como fin primordial del proceso penal. Para ello, parte del riesgo que corre todo sujeto de ser procesado, ya sea por confusión de nombres o personas, denuncias malintencionadas, apariencias engañosas, etc. p. 228 y 229. 35 “Así como la función utilitaria y garantista del derecho penal es la minimización de la violencia, tanto privada como pública, la función garantista del derecho en general consiste en la minimización del poder, de otro modo absoluto: de los poderes privados, tal y como se manifiestan en el uso de la fuerza física, en la explotación y en las infinitas formas de opresión familiar, de dominio económico y de abuso interpersonal; de los poderes públicos, tal y como se expresan en las arbitrariedades políticas y en los abusos de poder policiales y administrativos. (…) La función garantista del derecho consiste, en suma, en la limitación de los poderes y en la correspondiente ampliación de las libertades.”36 “La función del derecho penal de todo estado de derecho (de la doctrina penal como programadora de un ejercicio racional del poder jurídico) debe ser la reducción y contención del poder punitivo dentro de los límites menos irracionales posibles (…)”37 Otro propósito del garantismo, inspirado por la idea de justicia protectiva, es mantener la balanza inclinada a favor del reo. Esta parcialización del derecho, que también ocurre en el laboral con la figura del indubio pro operario, supone la tarea de acudir en la defensa de los derechos de la parte débil en el proceso38. 1.3.2. Fin especial Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 931 37 Zaffaroni Eugenio (2006). El Enemigo en el Derecho Penal. Grupo Editorial Ibañez. Bogotá. p. 227 38 “Dada esta función política del derecho penal, este nunca puede ser neutro, sino que siempre debe ser parcial, en el sentido de que en cualquier circunstancia debe fortalecer la contención de las pulsiones absolutistas, o sea, debe estar siempre del lado del estado de derecho (…)” Zaffaroni Eugenio, ob. cit., p. 228 36 Acá la atención está puesta en el ciudadano que es imputado dentro de un proceso penal, o bien, para quien ha sido condenado por un delito. Estas medidas tienen una naturaleza paliativa, pues es una especie de reconocimiento de la derrota frente al “verdugo del poder”, como si el derecho tuviese una función correctora de los errores cometidos desde el poder 39. A la pregunta del si y el porqué castigar, responde Ferrajoli: “Personalmente, por ejemplo, sostendré en este libro la necesidad de rebajar y, como horizonte, de abolir las penas privativas de libertad en tanto que excesiva e inútilmente aflictivas y en muchos aspectos dañinas, así como de limitar las prohibiciones penales sólo a las exigencias de tutela que definen el esquema del derecho penal mínimo. Pero defenderé al mismo tiempo, en contra de las hipótesis abolicionistas propiamente dichas y de las sustitucionistas, la forma jurídica de la pena, como técnica institucional de minimización de la reacción violenta a la desviación socialmente no tolerada y de garantía del inculpado frente a las arbitrariedades, los excesos y los errores ligados a sistemas ajurídicos de control social.”40 A la luz de estas ideas, es bueno recalcar que en el tema de la justificación de la pena, partiendo de Ferrajoli, se puede hablar de un garantismo de doble filo. Me explico: Ferrajoli no aspira a preservar el derecho penal por los motivos que normalmente mueven a las teorías justificacionistas –prevención general, prevención especial, retribución, etc.-, él halla gracia en la existencia de la pena únicamente en la medida en que ella se constituya en una barrera para contener Al respecto dice Ferrajoli: “La tarea principal de la epistemología penal garantista es la de elucidar las condiciones que permiten restringir lo más posible estos márgenes- de discrecionalidad potestativa- y, por tanto, basar el juicio (en decisiones) sobre la verdad procesal en lugar de (en decisiones) sobre valores de otro tipo.” Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 63 40 Ferrajoli Luigi, ob. cit., p. 248. 39 las reacciones violentas, no oficiales, de los grupos sociales o de los individuos afectados. 1.4. Origen del garantismo penal En este apartado presentaré el escenario en el que se desarrolla el garantismo penal.41 Para que el garantismo jurídico –en cuenta el penal- haya incursionado con tanta fuerza en la historia, ha sido necesaria la vinculación de situaciones y circunstancias que se puede clasificar entre jurídicas y no jurídicas. a. En cuanto a las jurídicas Según Ferrajoli, existe una contradicción teórica en las ideas contractualistas que hacen convivir, dentro de un mismo ordenamiento, la proclamación de derechos humanos, como conquista liberal del poder de los hombres; con la soberanía del estado, en cuyo nombre se han ocasionado las guerras y las violaciones de derechos más dantescas que ha visto la humanidad. Esta aporía ha sido superada recientemente por uno de los presupuestos del garantismo, lo que Ferrajoli llama “la constitucionalización rígida de los derechos humanos y del principio de la paz como límites y vínculos normativos –una suerte de solemne “nunca más” a los horrores de la guerra y de los fascismos- impuestos a la política, es decir a los poderes supremos, internos e internacionales.” 42 Al garantismo que haré referencia es el desarrollado en Europa en la segunda mitad del siglo veinte. No obstante, cabe reconocer la existencia de un incipiente garantismo en la llamada “Ilustración reformadora” –Thomasius, Montesquieu, Beccaria, Voltaire, Verri, Filangieri y Paganoque denunciaba la inhumanidad de la tortura y el carácter despótico de la inquisición. Ferrajoli Luigi, ob. cit., p.566 42 Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 304. 41 Esto tiene dos implicaciones fundamentales: En primer lugar, gracias a la rigidez de las constituciones, el derecho positivo dejó de ser un simple regulador, ahora está reglado por vínculos jurídicos que condicionan su validez, no solo a requisitos formales en cuanto a su construcción, sino también a los contenidos que establece la constitución43. En segundo lugar, se da un cambio en la estructura de la democracia. El poder de la mayoría ya no puede sobrepasar los límites constitucionales. Otro componente jurídico que ha hecho fértil el desarrollo del garantismo, es la creación de un ordenamiento jurídico supra-estatal. En teoría, los Estados dejaron de ser ilimitadamente soberanos, sobre todo en el uso de la fuerza y en su capacidad para hacer la guerra. La Carta de las Naciones Unidas de 1945 es un pacto constitucional de convivencia que pone a los estados a caminar en una misma dirección. Esto último fue consolidado con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en 1948, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que entraron en vigor en 1976. b. En cuanto a las no jurídicas Estas circunstancias tienen relación con la coyuntura político criminal que se vive en la actualidad. La teoría garantista, tal y como se ha venido describiendo, surgió en Italia después de la segunda mitad de la década de los setentas, como una Según Ferrajoli, el resultado del proceso de positivación del derecho natural ha sido una aproximación entre legitimación interna o deber ser jurídico y legitimación externa o deber ser extrajurídico, es decir, una juridificación de éste mediante la interiorización en el derecho positivo de muchos de los viejos criterios y valores sustanciales de legitimación externa que habían sido expresados por las doctrinas ilustradas del derecho natural. 43 reacción a la que llamó Ferrajoli “crisis del derecho”, que se había visto agravada por el desarrollo de un derecho penal de emergencia, para tratar de hacer frente al terrorismo y a la mafia.44 Para el caso latinoamericano, Zaffaroni realiza una denuncia del mismo problema que percibe Ferrajoli en su contexto. En su obra sobre el derecho penal del enemigo, el profesor argentino censura la cultura del “autoritarismo cool”45 que rige actualmente en el área y que fue importado desde los Estados Unidos: "El discurso penal republicano -en EEUU- es simplista: los políticos prometen más penas para proveer más seguridad; se afirma que los delincuentes no merecen garantías; se alucina una guerra a la criminalidad que, por supuesto, también es sucia, porque los delincuentes no son caballeros; se afirma que los delincuentes violan derechos humanos, algunos gobernadores buscan su reelección rodeados de las fotografías de los ejecutados a quienes no les conmutaron la pena de muerte; un exitoso candidato a presidente cerró su campaña mostrando la placa de un policía muerto y prometiendo venganza(...)”46 Para Latinoamérica la vigencia de un derecho penal de peligrosidad, según el autor, trae consigo consecuencias nefastas como la inflación en la penalización de conductas y el uso de la prisión preventiva como principal medida cautelar. Otra situación que preocupa a los autores antes tratados y que confiere vigencia a la propuesta garantista es la “guerra” contra el terrorismo que desde hace una década libra los Estados Unidos en Asia.47 Lo más destacable de este acontecimiento es que desencadena un modelo de política criminal global que Derecho Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 10. 45 Lo llama “autoritarismo cool” porque lo difunden los medios, es superficial y está de moda. Zaffaroni Eugenio, ob. cit., p. 91. 46 Zaffaroni Eugenio, ob. cit., p. 84. 47 Situación similar es la actual guerra contra el narcotráfico. 44 atenta contra el orden y los principios constitucionales que inspiran el derecho penal. De esta manera, al cambiar la expresión delincuente por la de enemigo o terrorista, el contenido del juicio y del castigo a imponer, cambia sustancialmente. Asimismo, la guerra constituye la antítesis del paradigma democrático, por tanto, reconocer su existencia es reconocer la ruptura del orden estatal; no solamente del derecho penal48. Capítulo 2. Particularidades del garantismo penal “Esta crisis del derecho no se ve contradicha, sino, al contrario, agravada por la inflación legislativa que ha acompañado al crecimiento del estado social y por el desarrollo de un derecho penal de emergencia mediante el que se ha tratado de hacer frente primero al terrorismo y después a la mafia y demás formas de criminalidad organizada.” Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 10 “El derecho penal ha permitido la introducción del enemigo –con cualquier nombre- y, con ello, ha confundido el momento de la guerra con el de la política, a lo largo de casi toda su historia.” Zaffaroni Eugenio, ob. cit., p. 254 48 2.1. Cuestiones previas En este apartado trataré ciertos elementos del garantismo penal que constituyen un desarrollo del marco presentado arriba. Los aspectos que aquí destaco, no son necesariamente destacados por los autores tratados, su elección sigue el interés crítico de esta investigación, tal y como se verá más adelante. 2.2. El garantismo como desacreditación del poder punitivo 2.2.1. El garantismo como cambio de paradigma del poder punitivo. Antes de explicar por qué el garantismo penal ataca las manifestaciones y la existencia misma del poder punitivo, conviene aclarar su propuesta alrededor de la nueva constitución de la relación entre derecho, estado y poder punitivo. Según la visión tradicional49, el poder punitivo parte de la razón de ser del estado, es uno de sus elementos constitutivos; el derecho, es la forma de conducir y articular dicho poder, según las políticas de estado. Ahora bien, el garantismo desplaza al estado como base y fuente de toda expresión de poder y pone en su lugar al derecho, de tal suerte que el poder punitivo no debe seguir los designios del estado, sino los principios del derecho. Resulta interesante cuestionarse: ¿Por qué no prohibir y castigar con fundamento en los motivos del Estado, de los intereses políticos prevalecientes en “El orden estatal se diferencia, ante todo, de los demás órdenes sociales, en que es coactivo”. Kelsen Hans (1979). Compendio de Teoría General del Estado. Editorial Blume. Tercera edición. Barcelona. p. 118 49 una situación determinada? Ferrajoli responde a esta interrogante partiendo de la premisa –cual dogma- de que el poder del estado es un mal que carcome los principios jurídicos que hacen “justa” y “ordenada” la convivencia humana. “(…) entendiendo por “razón de estado” un principio normativo de la política que hace del “bien del estado”, identificado con la conservación y acrecentamiento de su potencia, el fin primario e incondicionado de la acción de gobierno.” 50 Dice Ferrajoli: “La tesis que sostendré es que el principio de la razón de estado es incompatible con la jurisdicción penal dentro del marco del moderno estado de derecho, de forma tal que cuando interviene -como en el derecho penal de la emergencia- para condicionar las formas de la justicia o, peor, para orientar un concreto proceso penal, entonces ya no existe jurisdicción sino otra cosa: arbitrio policial, represión política, regresión neoabsolutista del estado a formas premodernas.”51 2.2.2. Críticas al poder punitivo Líneas arriba presenté la limitación del poder del estado como un fin genérico que se propone cumplir el garantismo. Ahora, es momento de exponer los principales argumentos que se utiliza para echar abajo la tarea punitiva del poder. De seguido transcribiré una serie de extractos cuyo contenido se refiere al problema esbozado, para luego, delinear algunos aspectos comunes y problemáticos del tema. 50 51 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 807 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 812 Al respecto indica Zaffaroni: “La característica diferencial del poder punitivo es la confiscación del conflicto, o sea, la usurpación del puesto del damnificado o víctima por parte del señor (poder público), degradando a la persona lesionada o víctima a la condición de puro dato para la criminalización”52 “(…) desde su origen mismo, el poder punitivo mostró su formidable capacidad de perversión, montada –como siempre- sobre un prejuicio que impone miedo (…)”53 “El poder punitivo era el instrumento verticalizador de las sociedades colonialistas y neocolonialistas, en las colonizadas se lo empleó para convertirlo en inmensos campos de concentración.”54 “El derecho penal debe programar el ejercicio del poder jurídico como un dique que contenga al estado de policía, impidiendo que anegue el estado de derecho.” 55 Sobre el punto, señala Ferrajoli: “Debe añadirse que el derecho penal, aun cuando rodeado de límites y garantías, conserva siempre una intrínseca brutalidad que hace problemática e incierta su legitimidad moral y política. La pena, cualquiera que sea la forma en que se la justifique y circunscriba, es en efecto una segunda violencia que se añade al delito y que está programada y puesta en acto por una colectividad organizada Zaffaroni Eugenio, ob. cit., p. 45. Agrega que solo cuando el conflicto se saca de ese modelo y se resuelve con otro, se llega a una solución 53 Zaffaroni Eugenio, ob. cit., p. 48 54 Zaffaroni Eugenio, ob. cit., p. 63 55 Zaffaroni, Eugenio et al. (2009) Derecho Penal Parte General. Buenos Aires, Argentina: EDIAR. p. 78 52 contra un individuo. (…) la potestad de castigar y de juzgar es seguramente, como escribieron Montesquieu y Condorcet, el más “terrible” y “odioso” de los poderes: el que se ejerce de la manera más violenta sobre las personas y en el que se manifiesta de la forma más conflictiva la relación entre estado y ciudadano, entre autoridad y libertad, entre seguridad social y derechos individuales. Es por lo que el derecho penal ha estado siempre en el centro de la reflexión jurídico-filosófica.”56 Cabe acotar que la expresión del poder punitivo más criticada por los autores, es aquella que legitima la pena de prisión, la cual, dicen, es la peor sujeción al poder que puede sufrir una persona. “La función específica de las garantías en el derecho penal, como mostraré en la tercera parte, en realidad no es tanto permitir o legitimar como más bien condicionar o vincular y, por tanto, deslegitimar el ejercicio absoluto de la potestad punitiva..”57 “El presupuesto de todo totalitarismo, en efecto, es siempre una visión finalista y optimista del poder como bueno o, en todo caso, dotado de valor ético gracias a la fuente de legitimación de quien lo posee. Por el contrario, el presupuesto del garantismo es siempre una concepción pesimista del poder como malo, sea quien fuere el que lo posee, puesto que se halla expuesto en todo caso, a falta de límites y garantías, a degenerar en el despotismo. Añado que ambas concepciones del poder acompañan generalmente a dos representaciones opuestas y simétricas de la sociedad: la idea del “poder bueno” tiende a asociarse a la de la “sociedad mala”, mientras la idea del “poder malo” tiende a asociarse a la de la “sociedad buena”. 58 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 21 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 92 y 93 58 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 884 56 57 La principal oposición al poder punitivo que plantean los autores no proviene del hallazgo de inconsistencias ni vicios en la construcción teórica, tampoco proviene de la vida práctica del ejercicio del poder; se trata, más bien, de un criterio moral que hace a los juristas calificar de “malo” el poder punitivo. En tanto la discusión se desarrolle con base en esa demonización del poder punitivo es muy probable que el afán garantista siga imperando –al menos como juicio moral- en las modernas ideologías justificacionistas del derecho penal. A pesar de que no es el momento de desarrollar una crítica a esta propuesta, considero conveniente adelantar, el que considero, es el primer aspecto problemático de la doctrina de rechazo al poder punitivo: Ante este panorama previo al derecho penal en el que se cuestiona su existencia misma, es necesario poner los ojos sobre las dos respuestas más generales que se ha dado al problema de la razón de ser del derecho penal. Por un lado, las posiciones justificacionistas pugnan por la existencia del derecho penal con base en criterios de utilidad 59 del ejercicio del poder. Por otra parte, las doctrinas abolicionistas argumentan a favor de la supresión del derecho penal porque no reconocen la validez del poder del que emana. Se tiene así que toda postura que reconoce la necesidad de la ficción del ordenamiento penal, reconoce la existencia de su sustrato que es el poder punitivo. De tal suerte que es un error fundamental procurar la extinción del poder para castigar y pretender, a la vez, el régimen de un estado de derecho. En buena teoría, quien no reconoce el poder punitivo, tampoco reconoce la existencia de ningún orden estatal. 60 Por ejemplo, las doctrinas de los fines de la pena. Sobre la misma idea: “Todo Estado es despótico... ¿Qué remedio para eso? Uno solo: no reconocer ningún deber, es decir, no ligarme y no mirarme como ligado. Si no tengo deber, no conozco 59 60 El desprecio al poder represivo parece ser más consistente cuando proviene de los abolicionistas. Ello, sin embargo, será discutido más adelante. Siguiendo con la descripción de este problema, hay un elemento común en la oposición al poder punitivo que plantean los autores, me refiero a lo que se puede llamar la personificación del poder represivo. Me valgo de este recurso para calificar esa percepción del poder represivo como un monstruo hambriento, inteligente, y cuyo único propósito es aniquilar al delincuente. Esta visión da pie a construir un escenario en el que el estado tiene por vocación la punición de los delitos, y que dentro del proceso penal el estado y el imputado son contendientes. 2.3. El garantismo como una forma moderna de iusnaturalismo Como parte de la construcción del perfil del garantismo penal, es necesario presentar ahora la respuesta que esta teoría brinda a una de las preguntas cruciales del derecho penal: ¿Cuál es el fundamento de la obligatoriedad de las normas jurídico penales? Ferrajoli ensaya su respuesta de esta forma: “En la base de estas comunes políticas de la justicia se encuentra la confusión entre democracia y principio de mayoría, explícitamente profesada por muchos hombres de gobierno. Así, la democracia no sería más que el poder de la mayoría legitimado por el voto popular, de manera que todo le estaría consentido a la mayoría y nada que no fuera, directa o indirectamente, querido o mediado por esta sería democráticamente tampoco ley. “¡Pero se me ligará!' Nadie puede encadenar mi voluntad, y yo quedaré siempre libre de no querer.” “Pero todo estaría bien pronto sin pies ni cabeza si cada uno pudiera hacer lo que quiere!”¿Y quién os dice que cada uno podría hacerlo todo? ¡Defendeos, y no se os hará nada! El que quiere quebrar vuestra voluntad es vuestro enemigo: tratadlo como tal.” Stirner, M. En Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 281. legítimo. Semejante concepción politicista de la democracia ignora la que es la máxima adquisición y al mismo tiempo el fundamento del estado constitucional de derecho: la extensión del principio de legalidad también al poder de la mayoría y, por consiguiente, la rígida sujeción a la ley de todos los poderes públicos, incluido el legislativo, y su funcionalización a la tutela de los derechos fundamentales constitucionalmente garantizados.” 61 El contenido de este argumento, en apariencia, tributario con las ideas iuspositivistas62, trasluce una idea fuertemente iusnaturalista. A pesar de que el principio de legalidad –presente en el extracto anterior- es un pilar de las ideas del positivismo legal, hace implícita alusión a términos manidos e imprecisos como justicia y normas pétreas, propios del derecho natural. La construcción de Ferrajoli es iusnaturalista en la medida en que supedita la validez de una norma -bien hecha, formalmente hablando- a criterios no medibles, verificables ni cuantificables. Estos criterios constituyen lo que se ha dado en llamar “ley natural” que, a pesar de que se dice que tiene manifestaciones racionales, proviene de una fuente religiosa y moral63 que le permite discernir al hombre entre el bien y el mal. Esta tácita adscripción del garantismo a las ideas del derecho natural, le confiere fuerza a su línea argumentativa; y es que, es cómodo desde esa posición atacar el poder oficial y sus manifestaciones, si atentaran contra el orden natural de la vida humana. Jurídicamente hablando, estas ideas son peligrosas en tanto le Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 11. A lo largo de sus obras, Ferrajoli se autoproclama iuspositivista. 63 Según Lumia, existen cuatro fuentes de validez del derecho natural: a) Naturaleza como orden físico o biológico. b) Naturaleza proveniente del “creador del universo” –iusnaturalismo teológicoc) Naturaleza como principio racional. d) Naturaleza de las cosas. Lumia Giuseppe (1978). Principios de Teoría e Ideología del Derecho. Editorial Debate. Primera edición. Madrid. p. 499 y 500 61 62 dan un amplio margen al individuo para desobedecer las reglas jurídicas cuando no las considere “justas”. 2.4. El garantismo como oposición al encierro64 El desprecio por la cárcel de quienes defienden las ideas del garantismo penal, tiene un fundamento abiertamente moral. En el desarrollo de su teoría, los garantistas han proclamado el uso de elementos racionales en sus construcciones, incluso, sus ideas han sido acogidas como aportes para la ciencia del derecho. Ello queda claro en los trabajos acerca de la epistemología falsacionista de Ferrajoli. Sin embargo, cuando se trata de atacar la institución de la pena de prisión, los garantistas no ofrecen ideas que puedan enriquecer un debate en términos racionales. Su oposición es el equivalente a un gesto de repudio o a un grito de desesperación. A continuación transcribo algunos ejemplos: Sobre la pena de prisión, expresa Zaffaroni: “Es claro que ese no es ni puede ser el tratamiento que se depara a alguien a quien se le reconoce su autonomía moral en razón de que haciendo uso de esta cometió una infracción que lesionó derechos ajenos, sino el que se destina a un animal o a una cosa peligrosa” 65 Advertencia: En este apartado no trataré el problema de la razón de ser del castigo en el derecho penal, para ello, requeriría un largo recorrido por la teoría de los fines de la pena, además, Ferrajoli ha reconocido que su afán por suprimir la pena de prisión, no implica, necesariamente, la intención de eliminar el castigo en el derecho penal. Por estas razones, me limitaré a estudiar la posición garantista frente a la pena de prisión. 65 Zaffaroni Eugenio (2006). El Enemigo en el Derecho Penal. Grupo Editorial Ibañez. Bogotá. p. 24 64 La posición de Ferrajoli se puede ver desde cuatro perspectivas: a. Humanización de la pena. b. Minimización de la pena. c. Supresión de la pena. d. Justificación de la pena. A continuación las desmenuzo: a. La perspectiva humanitaria: “La historia de las penas es sin duda más horrenda e infamante para la humanidad que la propia historia de los delitos: porque más despiadadas, y quizá más numerosas, que las violencias producidas por los delitos han sido las producidas por las penas y porque mientras que el delito suele ser una violencia ocasional y a veces impulsiva y obligada, la violencia infligida con la pena es siempre programada, consciente, organizada por muchos contra uno. Frente a la fabulada función de defensa social, no es arriesgado afirmar que el conjunto de las penas conminadas en la historia ha producido al género humano un coste de sangre, de vidas y de padecimientos incomparablemente superior al producido por la suma de todos los delitos.”66 “Argumento decisivo contra la inhumanidad de las penas es por el contrario el principio moral del respeto a la persona humana, enunciado por Beccaria y por Kant con la máxima de que cada hombre, y por consiguiente también el condenado, no debe ser tratado nunca como un “medio” o “cosa”, sino siempre como “fin” o “persona”.67 “Es necesario sobre todo que las condiciones de vida dentro de la cárcel sean para todos lo más humanas posible y lo menos aflictivas que se pueda (…)” 68 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 385 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 395 y 396. 68 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 397 66 67 “Además, a la aflicción corporal la pena carcelaria añade la aflicción psicológica: la soledad, el aislamiento, la sujeción disciplinaria, la pérdida de sociabilidad y de afectividad y, por consiguiente, de identidad (…) La cárcel es, por tanto, una institución al mismo tiempo antiliberal, desigual, atípica, extra-legal y extra-judicial al menos en parte, lesiva para la dignidad de las personas, penosa e inútilmente aflictiva.”69 b. Minimización de la pena “Pienso que la duración máxima de la pena privativa de libertad, cualquiera que sea el delito cometido, podría muy bien reducirse, a corto plazo, a 10 años y acaso, a medio plazo, a un tiempo todavía menor; y que una norma constitucional debería sancionar un límite máximo, pongamos, de 10 años. Una reducción de este género supondría una atenuación no sólo cuantitativa sino también cualitativa de la pena, dado que la idea de retornar a la libertad después de un breve y no tras un largo o acaso interminable período haría sin duda más tolerable y menos alienante la reclusión. (…) Por otra parte, una vez reducidas legalmente las penas privativas de libertad a los límites citados, pierden todo su sentido los argumentos humanitarios con los que hoy se defiende la flexibilidad de las penas y la incertidumbre de su duración máxima: es decir, que después de quince o veinte años el condenado es una persona distinta de la que era en el momento de la condena, de manera que deja de estar justificada la ulterior privación de libertad. Que una persona a distancia de decenios cambia radicalmente es un hecho que puede ser asumido como cierto con carácter general, sin necesidad de una decisión específica en cada caso; y justifica por 69 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 412 consiguiente la reducción para todos de las penas legales más que su arbitraria flexibilidad.”70 c. Supresión de la pena “La pena privativa de libertad, que en la época moderna ha constituido la alternativa más importante a las penas feroces y el principal vehículo del proceso de mitigación y de racionalización de las penas, ya no parece a su vez idónea - en cuanto no pertinente o no necesaria- para satisfacer ninguna de las dos razones que justifican la sanción penal: ni la prevención de los delitos (…); ni la prevención de las venganzas privadas. Por tanto, si es verdad que el grado de dureza tolerable de las penas está ligado en cada ordenamiento al grado de desarrollo cultural alcanzado por él, resulta posible hoy plantear una estrategia de reforma del derecho penal que apunte a largo plazo a la supresión integral de las penas privativas de libertad y a corto y medio plazo a una drástica reducción de su tiempo de duración legal, comenzando por la abolición de esa moderna barbarie que es la cadena perpetua.”71 “Creo que los tiempos han madurado lo suficiente como para poner discusión la centralidad de la cárcel como pena principal en nuestro sistema penal. (…) Es posible, entonces, dar hoy, a una distancia de dos siglos, un nuevo salto de civilización: destronar la reclusión carcelaria de su papel de pena principal y paradigmática y, sino abolirla, al menos reducir drásticamente su duración y transformarla en sanción excepcional, limitada a las ofensas más graves contra los derechos fundamentales (como la vida, la integridad personal y similares), las únicas 70Ferrajoli 71 Luigi. ob. cit., p. 415 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 413 que justifican la privación de libertad personal que es también un derecho fundamental garantizado.”72 d. Justificación de la pena “Incluso admitiendo que algún día, en una hipotética e improbable sociedad perfecta, dejen de tener sentido los delitos y las venganzas, la pena deberá conservarse, como medida sancionadora mínima y exclusiva, para el único caso de que un delito provocase alguna reacción de carácter aflictivo.” 73 De las ideas extraídas arriba, no queda claro cuál es la posición de Ferrajoli frente a la prisión, según dice, debe suprimirse en forma progresiva, por otro lado, sostiene que debe mantenerse con un límite máximo de diez años; incluso, habla de penas alternativas para cierto tipo de delitos y cierto tipo de individuos. No obstante, se pueden extraer dos criterios en torno a los que gira su rechazo por el castigo de prisión: En primer lugar se encuentra la idea de la dignidad humana, en segundo lugar, la inutilidad de la cárcel para el derecho penal. 2.4.1. La dignidad humana En cuanto a la dignidad humana, las ideas expresadas por Ferrajoli tienen un contenido moral que, básicamente, lo impulsan a rechazar el hecho de que un hombre sufra las penurias de vivir encerrado porque otros hombres han decidido que así ocurra. Sentimientos de empatía inspiran en el hombre garantista una escala de valores –para el derecho penal- distinta a la oficial. Para ellos, nada, 72 73 Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 205, 206 y 207 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 413 absolutamente nada, justifica castigar con cárcel a un sujeto, en nombre de los intereses de las demás personas, porque ningún hombre puede ser un medio para que los demás alcancen algún fin determinado. 74 Otra construcción que refuerza la idea de la dignidad humana, es el reconocimiento de las “diversas identidades” de las personas. Este es el valor sobre el que se basa la tolerancia 75 y que justifica un trato igualitario para todas las personas, de modo que los sujetos y sus derechos se sitúan sobre el poder. No queda claro, sin embargo, cuál es el papel del condenado en este escenario, tampoco responde cuál debe ser la tarea de un derecho penal que considere digno a un hombre cuando se quebrante el orden, cuando se cometa un delito. En otras palabras, la propuesta del hombre digno que presenta el garantismo no resuelve los conflictos de la vida real. ¿Qué hacer entonces en el supuesto de que se enfrente dos dignidades humanas: la del delincuente y la del ofendido? 2.4.2. Sobre la inutilidad de la pena. A diferencia de los anteriores criterios morales, este planteamiento de Ferrajoli se posa sobre criterios racionales –en principio-: se trata de verificar si es útil mantener a un condenado en prisión. Sobre los resultados que se obtenga de tal juicio, se podrá determinar su veracidad o su falsedad, por tratarse de juicios sobre hechos. Una tarea de esta índole implica para el investigador, realizar un recorrido a Esto lo refuerza Ferrajoli citando a Kant, “El hombre no puede ser utilizado únicamente como medio por ningún hombre (ni siquiera por otros, ni siquiera por sí mismo), sino siempre a la vez como fin, y en esto consiste precisamente su dignidad (la personalidad)”. Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 366 75 Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 905 74 través de las teorías que justifican la pena de prisión –teoría de la expiación o retribución, teorías de la prevención especial, teorías de la prevención general, teorías de la defensa social, entre otras-, cotejarlas con la noción de utilidad de quien investiga, y posteriormente determinar si es útil o no la prisión. Con esta base, Ferrajoli elabora un trabajo incompleto del tema. Si bien es cierto analiza algunas posiciones justificacionistas de la pena, como la retribucionista y la de la prevención especial, se queda corto con las demás posiciones. Además, su noción de lo útil no es objetiva ni verificable, termina confundiendo lo inútil con lo inmoral. 2.5. Dos beneficiarios del garantismo: a-Cualquier individuo. b-El condenado Como se hizo ver arriba76, el garantismo penal se compromete, básicamente con dos objetivos. El primero es la propuesta de un modelo de estado en el que esté controlado el arbitrio punitivo a cambio de una creciente tutela de las libertades individuales. En segundo lugar, se compromete a reducir las respuestas violentas –oficiales y no oficiales- ante el delincuente. Como puede verse, estos propósitos se derivan de un presupuesto del garantismo: que el hombre está antes y por encima de cualquier forma de poder. En el primer caso, Ferrajoli tiene en mente el provecho de todos los individuos, enjuiciados o no. En el segundo caso el beneficiario del garantismo penal es el condenado. a. Cualquier individuo. 76 Sección 1.3. –Fines que aspira cumplir el garantismo penal-. Pienso que esta se puede llamar la faceta clásica del garantismo, consiste en ordenar toda la vida política en el marco del estado de derecho, inspirado por un pensamiento jurídico liberal. Algo como lo que plantearon Beccaria y Carrara con la llamada Escuela Clásica del Derecho Penal. 77 La parte más importante en este proceso de racionalización del derecho penal consiste en un cambio en la motivación del castigo. Si antes el simple deseo de venganza justificaba la imposición de una pena, ahora, la construcción racional del derecho penal exige el seguimiento de criterios objetivos de verificación en nombre de la búsqueda de la verdad. “Ninguna mayoría, por más aplastante que sea, puede hacer legítima la condena de un inocente o subsanar un error cometido en perjuicio de un solo ciudadano. Y ningún consenso político -del parlamento, la prensa, los partidos o la opinión pública- puede suplantar la falta de prueba de una hipótesis acusatoria. En un sistema penal garantista, el consenso mayoritario o la investidura representativa del juez no añaden nada a la legitimidad de la jurisdicción, dado que ni la voluntad o el interés general ni ningún otro principio de autoridad pueden hacer verdadero lo falso, o viceversa.”78 b. El condenado. Según Ferrajoli,79 el nacimiento de todo derecho fundamental –su reconocimiento constitucional- obedece a la lucha de lo que él llama las partes Camaño Viera Diego en <http://www.carlosparma.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=88:derechoy-razon&catid=39:parte-general&Itemid=27>. [Consulta: 26. enero. 2011]. 78 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 544 79 Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 51 77 débiles de una sociedad, en relación con el poder oficial. De tal suerte que proveer de derechos y garantías a los ciudadanos no es un acto de bondad del soberano para con sus súbditos, sino, el resultado de la lucha de un grupo o una clase social que se sacude y logra superar una situación insoportable, generalmente de opresión. Históricamente, esto queda ilustrado con las disputas de los proletarios para mejorar las condiciones de trabajo, y las correspondientes constitucionalización y codificación de los derechos laborales. En el caso del derecho penal, Ferrajoli reconoce dos tipos de parte débil: la primera es la víctima de un delito. La segunda es el condenado en un juicio penal. A favor de los derechos de las víctimas del delito Ferrajoli no dice mucho, 80 su interés –el mío también- está puesto en el sufrimiento y la vulnerabilidad del castigado; dicho a su modo, de la víctima de la pena. Visto el derecho penal como un instrumento de la política destinado a causar provecho para los miembros de una sociedad, Ferrajoli reconoce que el sistema penal sólo ha sido útil para la mayoría –parte fuerte-, no así para los condenados –parte débil-. Ello inspira su propuesta garantista para el condenado: “Para obviar estos defectos y fundamentar una doctrina adecuada de la justificación externa y al mismo tiempo de los límites del derecho penal es necesario por tanto recurrir a un segundo parámetro de utilidad: además del máximo Sin embargo, como reacción a esto algunas opiniones privilegian el papel de la víctima: “El imputado en estos momentos es el rey del proceso penal y se nos olvida la parte más débil, la más sufrida, la víctima. Los “garantistas” extremos repudian a la víctima, les estorba.” Chinchilla Carlos en <http://www.nacion.com/ln_ee/2009/diciembre/14/pais2181673.html>. [Consulta: 16. enero. 2010]. 80 bienestar posible de los no desviados, también el mínimo malestar necesario de los desviados.”81 “Más aún: sólo el segundo fin, esto es, la tutela del inocente y la minimización de la reacción al delito, sirve para distinguir el derecho penal de otros sistemas de control social -de tipo policial, disciplinario o incluso terrorista- que de un modo más expeditivo y probablemente más eficiente serían capaces de satisfacer el fin de la defensa social respecto al que el derecho penal, más que un medio, es por consiguiente un coste, o si se quiere un lujo propio de sociedades evolucionadas.”82 Ahora bien, en esa relación de poder en la que el condenado es parte débil, ¿cuál es la parte fuerte? ¿De qué se defiende al condenado? Se puede contemplar dos supuestos en los que Ferrajoli justifica la intervención del derecho a favor del reo. En el primer supuesto –informal- la parte fuerte es un grupo de personas quienes, a través de la violencia, pretenden cobrarle al reo el daño causado con la comisión del delito; este tipo de venganzas de grupo es frecuente en Latinoamérica. El segundo supuesto –oficial- tiene como parte fuerte al Estado y su institucionalidad, por ello, para Ferrajoli, el derecho penal debe ser autocrítico y limitarse, a fin de no causarle un mal “innecesario” al reo. En el primer supuesto no hay mayor discusión; en realidad, despojar el conflicto penal de los particulares para dárselo al estado, es el fin más primitivo del derecho penal.83 Sin embargo, en lo que toca a proteger al condenado del propio estado, el asunto se vuelve sumamente complejo. Y es que, cuestionar si el Estado Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 331 y 332. Con este argumento Ferrajoli basa la necesidad de la fijación de una pena mínima. 82 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 334 83 “En este sentido bien se puede decir que la historia del derecho penal y de la pena corresponde a la historia de una larga lucha contra la venganza.” Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 333 81 debe contenerse de castigar a un culpable o si lo debe hacer sufrir, es volver a la discusión más básica de todos los temas del derecho penal: ¿se debe castigar al delincuente?, y si se responde afirmativamente, ¿en qué medida debe hacerse? Esto remite nuevamente al análisis y a la argumentación sobre las teorías de los fines de pena. Me interesa hacer ver que ese afán protector de Ferrajoli para con el reo es más problemático de lo que parece. En realidad, con los planteamientos del profesor italiano no se tiene claro cuál es el fundamento de contraponer intereses entre el estado y el individuo castigable. Tampoco explica en qué consiste la debilidad del reo, es decir, se propone la protección del reo en razón de su vulnerabilidad, pero no se explica porqué es vulnerable. La línea moral de ser bondadoso con el reo que acompaña los argumentos de Ferrajoli choca inevitablemente con la naturaleza punitiva del sistema penal. En su construcción, se encuentra un problema insuperable: qué hacer con el castigo – cárcel- en un modelo de derecho penal que se jacta de poner al hombre y sus derechos en el centro de todo su quehacer. 2.6. El papel del garantismo en la guerra entre el estado y el delincuente El garantismo penal parte de un escenario de guerra que promueve el estado en contra del delincuente a través del derecho penal. A pesar de que no se tiene claro en qué términos está planteada la guerra, los garantistas desprecian, básicamente, dos actitudes del estado en su “estrategia” de ataque al enemigo. La primera, que llamaré lucha contra la impunidad, es la búsqueda del culpable a fin de asegurar que no haya delitos sin castigo, ni “malos” sueltos en la calle. La segunda es el odio y la venganza que se manifiesta en un castigo vehemente contra el culpable. 2.6.1. Lucha contra la impunidad. En guerra o no, lo cierto es que cada estado se ocupa de resolver los problemas que atañen a los miembros de su sociedad por medio de políticas. En el caso del derecho penal, las políticas de persecución del crimen oscilan entre la defensa del orden a través de la represión y la defensa de los individuos a través de reconocimiento de los derechos fundamentales. Para el primer caso se habla de un derecho penal máximo y para el segundo, de un derecho penal mínimo. 84 El tema de fondo acá no es la determinación entre la duda y la certeza, ya de por si problemática en un proceso penal, sino, los motivos que, en caso de absolver o castigar, emplea el estado para fundamentar su decisión. El punto es responder: ¿Por qué razón la comisión de un delito le incumbe al estado? ¿Por qué un conflicto particular –un robo, una estafa-, se convierte en público y el estado se ocupa de tratar el problema? Como lo expuse arriba85, para el garantismo, la intervención estatal es un mal necesario para abordar los conflictos particulares. Esto ha dado pie a inventar una rivalidad entre los intereses estatales –punitivos- y los derechos “La certeza perseguida por el derecho penal máximo está en que ningún culpable resulte impune, a costa de la incertidumbre de que también algún inocente pueda ser castigado. La certeza perseguida por el derecho penal mínimo está, al contrario, en que ningún inocente sea castigado, a costa de la incertidumbre de que también algún culpable pueda resultar impune. Los dos tipos de certeza y los costes ligados a las incertidumbres correlativas reflejan intereses y opciones políticas contrapuestas: por un lado, la máxima tutela de la certeza pública respecto de las ofensas ocasionadas por los delitos; por otro lado, la máxima tutela de las libertades individuales respecto de las ofensas ocasionadas por las penas arbitrarias.” Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 106 85 La personificación del poder punitivo en: 2.2.. Críticas al poder punitivo 84 fundamentales –garantistas-. Según esta lógica la realización de un fin punitivo implica la derrota de las garantías del individuo y viceversa. Esa supuesta rivalidad de intereses, hace opinar a Ferrajoli que en el escenario de un proceso penal el acusador asume el rol de defensor de la seguridad social y su victoria es el castigo del delincuente, mientras que la defensa se preocupa por el individuo y por evitar penas arbitrarias. Según el profesor italiano, de los dos fines, el segundo es el más significativo y el que en mayor medida merece ser subrayado, por considerarlo presupuesto de su sistema garantista. 86 El autor citado reconoce que esos intereses en conflicto conviven ambos como fines del derecho penal, y batallan en el escenario de un proceso de la vida real. Me parece, sin embargo, que no es acertado presentar el choque de intereses en esos términos. Según la propuesta de Ferrajoli, al poder punitivo le interesa levantar todos los obstáculos que le presenta el garantismo para castigar a placer al delincuente, mientras que al garantismo, le ocupa aplacar las manifestaciones – arbitrarias- del poder represivo. El problema que presenta esta concepción consiste en suponer que el conflicto se da en una sola línea –garantismo versus poder punitivo, razón versus sinrazón, minoría versus mayoría, débil versus fuerte-, cuando en realidad lo que ocurre es que el garantismo es una reacción moderna que procura cambiar el curso a la corriente punitiva. El poder represivo no se explica originariamente en términos jurídico penales, si responde a intereses de mayorías no es porque esté consciente de que existen minorías. Además, el poder punitivo, como creación política, no se restringe a resolver las cuestiones propias del proceso penal ni de 86 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 334 las formas penales, pues su injerencia es en la vida real, allí donde se comete delitos y se quiebra el orden social. Sobre esto volveré más adelante. 2.6.2. La venganza. Para vengarse del mal ocasionado por el infractor es necesario haberlo individualizado y sometido a una sentencia condenatoria; es decir, en este momento de la “guerra” el poder ha vencido sobre el delincuente y ahora puede disponer de su suerte. Es prudente advertir que el garantismo penal no impugna los deseos de venganza que provienen del ofendido directo 87, ni la venganza vista como búsqueda de placer a través del sufrimiento del otro, sino, se refiere a una reacción institucionalizada, previsible y calculable pues está contenida en los textos penales. Además de evitar las venganzas privadas, Ferrajoli presenta como tarea del garantismo una creciente muralla que contenga la venganza penal contra el imputado. El autor emplea el término venganza como sinónimo de castigo. Como se verá en los extractos que sigue, Ferrajoli critica la posición vengativa, con base en los mismos criterios que se utiliza para desestimar el fin retributivo de la pena. Cabe recordar que Ferrajoli reconoce como razón de ser de las prohibiciones penales –no de la pena- la prevención general del delito. 88 El sufrimiento de las víctimas y sus deseos de vengarse no son tema del garantismo penal, siempre y cuando no se conviertan en reacciones violentas en búsqueda de justicia privada. 88 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 334 y Capítulo 6. El fin y los límites del Derecho Penal: Utilitarismo penal resformado. 87 “Históricamente, en efecto, el derecho penal nace no como desarrollo, sino como negación de la venganza; no en continuidad, sino en discontinuidad y conflicto con ella.”89 “Es bien cierto que en los orígenes del derecho penal la pena ha sustituido a la venganza privada. Pero esta sustitución no es ni explicable históricamente ni mucho menos justificable axiológicamente con el fin de satisfacer mejor el deseo de venganza, que es de por sí una “culpable y feroz pasión”, sino, al contrario, con el de ponerle remedio y prevenir sus manifestaciones.” 90 “El derecho penal nace precisamente en este momento: cuando la relación bilateral parte ofendida/ofensor es sustituida por una relación trilateral en la que se sitúa en una posición de tercero o imparcial una autoridad judicial. Por eso, cada vez que animan a un juez sentimientos de venganza, de parte o de defensa social, o que el estado deja sitio a la justicia sumaria de los particulares, el derecho penal retrocede a un estado salvaje, anterior a la formación de la civilización.” 91 Zaffaroni vincula más el problema de la venganza a la imagen del enemigo. Según él, existe una contradicción básica que se traduce en una incompatibilidad entre la concepción antropológica que funda los derechos humanos –moderna- y la inevitable idea de venganza –antigua-, porque sigue legitimando la jerarquización y la violencia, propias del Medioevo; y lo más grave, introduce la figura de “hostis” –enemigo- del poder punitivo.92 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 333 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 333 y 334 91 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 334 92 Zaffaroni Eugenio (2006). El Enemigo en el Derecho Penal. Grupo Editorial Ibañez. Bogotá. p. 59. La venganza para Zaffaroni, parte de la idea del tiempo lineal que extrae de Nietzsche: “la venganza es siempre venganza contra el tiempo, dado que no es posible, en una concepción lineal, hacer que lo que ha sido no haya sido. La venganza es contra lo que fue y no puede ser de otro modo no volver a ser. El humano está preso de su tiempo y de su “fue”. La venganza es una necesidad de la concepción lineal del tiempo.” 89 90 2.7. Garantismo y ejecución de la pena Para el garantismo penal, la ejecución de la pena se convierte en un problema en tanto la sentencia condenatoria no provee de certeza en cuanto al tiempo y a la forma en que se cumplirá una condena, sino, que en fase ejecutiva la suerte de un preso puede cambiar. Se puede decir que la ejecución penal es el último gran problema del que se ocupa el garantismo; antes hemos visto el problema legislativo de la norma penal y el jurisdiccional del proceso. Acá, la atención está puesta en la respuesta a estas dos interrogantes: 1-¿Es legítima la modificación de la duración de la pena en sede de ejecución? 2-¿Es lícito a la administración carcelaria, o incluso al juez de ejecución, reducir o aumentar la pena conforme a los resultados del tratamiento?93 Desde luego, estas cuestiones están íntimamente vinculadas con las teorías de justificación de la pena. Las repuestas a estas dos preguntas varían según la idea que se tenga de lo que la pena debe ser. Así, por ejemplo, en un supuesto retribucionista, si se ha considerado que lo proporcional a un robo es que el delincuente sufra tres años en prisión, no tiene sentido disminuir o aumentar esos tres años, por más que el imputado se arrepienta y tenga una buena conducta en su claustro. Ferrajoli apunta que la legitimidad de la modificación de la pena en fase de ejecución calza con aquellas teorías de la prevención especial positiva – resocialización, corrección, educación-. Dentro de esta lógica, “si un preso resulta arrepentido antes del fin o, por el contrario, no arrepentido en el momento del fin de la ejecución, deberá ser liberado en el primer caso anticipadamente y en el segundo 93 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 406 con posterioridad a la fecha de extinción de las penas infligidas.” 94 Es claro que Ferrajoli rechaza de plano lo contemplado en el segundo supuesto. En el caso en el que se beneficia al reo, la ley ha introducido alternativas de conmutación de la pena95 que se basan en el argumento de que no tiene sentido mantener recluida a una persona si se considera que luego de muchos años de distancia de la imposición de la pena por parte del juez, es una persona completamente distinta a la que fue condenada. Sin embargo, Ferrajoli es crítico de esta práctica; no porque considere que no está bien beneficiar al reo, sino por estas dos razones: a- considera que las variaciones de la pena en fase ejecución obedecen al cumplimiento de un fin resocializador de la pena, que choca con la visión garantista del derecho separado de la moral. b- porque esperar a la ejecución para corregir una sanción, es síntoma de un sistema defectuoso que se podría corregir en el momento de la determinación legal de una pena. a. A pesar de que actualmente se le emplea en provecho de los reclusos, Ferrajoli no está satisfecho con la faceta disciplinaria de la ejecución de la pena. Según dice, esos beneficios y reducciones de la pena están condicionados a la conducta del preso, a su arrepentimiento y a otros juicios de valor semejantes, relativos a su personalidad. Esto le da un carácter negocial a la vida carcelaria pues el preso que desee acogerse a los beneficios deberá ofrecer cotidianamente las pruebas de su sensibilidad y disponibilidad al tratamiento, hasta que su personalidad sea juzgada meritoria. 96 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 406 En Costa Rica también. 96 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 408 94 95 Con esto, el principal temor del defensor del garantismo es que las instituciones carcelarias en su labor de revisar y dar beneficios, abusen del poder, prácticamente ilimitado, que tienen sobre la personalidad del reo 97. Esto último conduce a plantear otro problema acerca del buen comportamiento del preso a cambio de beneficios, me refiero a la libertad de conciencia. Y es que, tanto proponer un fin reformador a la pena, como pretender que el reo suprima la “maldad” de su vida, choca con el ideal garantista de un derecho laico, es un retorno a la confusión del derecho con la moral. Desde una perspectiva liberal del derecho penal, es aceptable que se castigue a un sujeto por sus acciones, por lo que hizo; pero, nunca, por lo que piensa. Incluso, señala Ferrajoli –en relación con la idea de la primacía del hombre frente al estado- que el estado de derecho no exige de los ciudadanos ninguna obligación política, sino sólo la obligación jurídica de obedecer sus leyes. 98 En otras palabras, el modelo de estado que invoca el autor, le da a cualquier individuo el derecho a no estar de acuerdo con él; y al preso, le confiere la posibilidad de seguir siendo “malo”, si así lo desea. “Por otra parte, aunque se reconocen “los derechos inviolables del hombre”, no se contempla entre ellos el que debería ser el más importante: el derecho a ser uno “La justicia de vigilancia penitenciaria instituida en el actual sistema italiano es obvio que no merece, ni formal ni sustancialmente, el apelativo de “sanedrín de esbirros”. Pero esto no cambia la naturaleza arbitraria de su poder. Por más dotados de humanidad y de sabiduría que puedan estar los jueces de vigilancia penitenciaria, es el objeto y la naturaleza de sus decisiones lo que hace que su función no sea jurisdiccional sino administrativa. La autoridad que dispensa o que niega un beneficio penal, de cualquier modo que se la llame, no comprueba hechos en régimen de contradicción y publicidad, sino que valora y juzga directamente la interioridad de las personas; no decide sobre la comisión de un delito, es decir, sobre una hipótesis empírica verificable y refutable, como exige el carácter cognoscitivo propio de la jurisdicción, sino inmediatamente sobre la “ausencia de peligrosidad” de un hombre, su “buena conducta”, su “arrepentimiento sobrevenido” o sobre otras valoraciones análogas inverificables e irrefutables por su naturaleza. Es este poder ilimitado el que hace liberticida y total a la institución carcelaria: porque reduce la persona a cosa, poniéndola completamente en manos de otro hombre y lesionando con ello su dignidad, sea quien fuere, incluso el más sabio y honesto, el que debe decidir.” Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 409 98 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 931 97 mismo y a seguir siéndolo -esto es, el derecho a la libertad interior y a la propia identidad, malvada, inmoral o peligrosa-, que queda en entredicho ante la finalidad reeducativa que el art. 27 asigna a la pena.”99 “El derecho penal solo se justifica por su capacidad de prevenir daños a las personas sin ocasionar efectos aún más dañosos de los que sea capaz de impedir. Y degenera en despotismo siempre que se arroga funciones pedagógicas como instrumentos de simple estigmatización moral.”100 b. El otro gran problema que detecta Ferrajoli, acerca de la variación de la pena en fase de ejecución, es la inseguridad jurídica que ocasiona. Se puede decir que el reo es enjuiciado dos veces, la primera, con base en criterios legales, y la segunda consiste, básicamente, en un juicio moral101. Conviene poner en claro que Ferrajoli rechaza los beneficios carcelarios y las reducciones de pena, desde una perspectiva formal. No le satisface que una persona condenada ingrese al sistema penitenciario sin tener certeza de la duración de su castigo.102 Que una pena dure la mitad o menos de lo que se tenía previsto, está bien para Ferrajoli; ello, sin embargo, debe perder su naturaleza alternativa y convertirse en una disposición legal. Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 484 Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 162 101 “De ello se sigue una suerte de duplicación del trabajo judicial: la pena, después de haber sido determinada por los jueces en relación con el delito cometido, deberá re-determinarse por los órganos encargados de la ejecución en relación con la conducta vital en la cárcel. Se confiere así a estos órganos un poder inmenso e incontrolado: la pena cuantitativamente flexible y cualitativamente diferenciada en sede de ejecución no es menos despótica, en efecto, que las penas arbitrarias premodernas, de las que difiere solamente porque el arbitrio, en lugar de agotarse en el acto de su irrogación, se prorroga durante todo el curso de su aplicación.” Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 408 102 Para ello, se apoya en una acertada idea de Bentham: “Haced buenas leyes y no creéis una varita de virtudes que tenga el poder de anularlas. Si la pena es necesaria no se debe perdonar; si no es necesaria no debe pronunciarse” Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 409 99 100 “Es parte integrante y esencial de este programa de minimización la garantía de la certeza de la duración de la pena, que es en sí misma un factor de mitigación de la ejecución penal. Sobre todo porque de ella depende la libertad interior del condenado frente al arbitrio, que es un elemento esencial del bienestar, además de la dignidad personal del condenado. En segundo lugar, porque una pena cierta e infalible tiene sin duda más eficacia disuasoria que una pena incierta y, por tanto, puede ser bastante más benigna: “Uno de los más grades frenos de los delitos”, escribió Beccaria, “no es la crueldad de las penas, sino la infalibilidad de ellas... La certidumbre del castigo, aunque moderado, hará siempre mayor impresión que el temor de otro más terrible, unido con la esperanza de la impunidad”.103 103 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 410 Capítulo 3. El garantismo penal en relación con el abolicionismo penal 3.1. Cuestiones previas En la primera parte de este apartado describiré algunas de las ideas más importantes del abolicionismo penal, tomadas de Louk Hulsman. Posteriormente, relacionaré esas propuestas con las ideas minimalistas de Ferrajoli, a fin de problematizar el tema. 3.2. Aspectos relevantes del abolicionismo 3.2.1 El problema del estado. Según el autor holandés, el sistema penal opera en la irracionalidad, pues su lógica no tiene nada que hacer con la vida ni con los problemas de la gente. Opina que así como la astrología, la teología moral y la interpretación de las entrañas, el derecho penal hace depender las respuestas de signos que no tienen nada que ver con las verdaderas cuestiones planteadas. En otras palabras, Hulsman denuncia un desfase entre lo que el derecho pretende regular y lo que ocurre en realidad en las sociedades, ello, sin embargo, no es un problema que desestabilice al derecho, por el contrario, se afianza cada día más con la promulgación de leyes penales. 104 En su crítica al sistema penal, el elemento más atacado por Hulsman es el estado como tercero que interviene en el conflicto entre los individuos. Por ello, Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. Sistema Penal y Seguridad Cuidadana: Hacia una alternativa. Editorial Ariel. S. A., Barcelona, 1984. p. 15 y 16 104 afirma que la única manera de parar la cancerización institucional, para revalorizar otras prácticas de condicionamiento social, es la desinstitucionalización en la perspectiva abolicionista.105 “El Estado, dice, desde el punto de vista de la integración, se emparenta tal vez con un gusano, pero en ningún caso con una persona humana (…) Ahora bien, en nuestras sociedades industrializadas se personifican las instituciones y, especialmente, el Estado hasta tal punto que del gusano hacemos un dios”. 106 “En verdad, la mayor parte de los conflictos interpersonales se resuelven fuera del sistema penal, gracias a los acuerdos, mediaciones y decisiones privadas entre los interesados (…) Incontables conflictos se resuelven a diario de esta misma manera en el seno de las familias las empresas, los establecimientos de enseñanza, las organizaciones profesionales –sean éstas de ejecutivos o sindicatos-, de los clubes u otras asociaciones de interés privado, muchas de cuyas diferencias pudieron entrar en el sistema penal pero se prefirió eludirlo o no hacer caso de él.” 107 El abolicionismo rechaza la naturaleza pública del derecho penal, pues, según sus ideas, los conflictos interpersonales pueden y deben ser resueltos por las personas. “El sistema penal roba el conflicto a las personas directamente implicadas en él”.108 Insiste en que debe desparecer la persecución de delitos a instancia pública, pues, según dice, los conflictos deben ser resuelto por los implicados y no por el estado que restringe la participación de las víctimas y no comprende –ni le interesa- cuáles son los verdaderos intereses de los protagonistas. “En este sentido, se puede decir que el sistema penal se ocupa de problemas que no existen”. 109 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 28 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 29 107 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 63 108 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 71 109 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 72 105 106 3.2.2. La reivindicación del hombre A lo largo del texto recién citado, el autor deja claro que sus ideas jurídicas, políticas y sociales, parten de una íntima motivación espiritual que determina su visión de mundo; así, su cercanía al cristianismo lo conduce a formular una definición de solidaridad en estos términos: “Es un sentimiento de dependencia mutua, que, para mí en cierta forma, es la definición misma de la vida. Existimos juntos en una especie de comunión cósmica. Cuando se es consciente de ello, se desarrolla una especie de respeto, de delicadeza, de deseo de ayuda mutua. Esto significa un sentimiento de responsabilidad, una atención particular respecto de aquel que está en dificultades y en estado de debilidad.” 110 Es precisamente ese humanismo el que inspira a Hulsman a poner en el centro de sus teorías al hombre, de modo que abolir el poder punitivo es una manera de reivindicar al hombre como centro y fin de toda actividad. 111 En este escenario es inaceptable la idea de que exista “hombres malos” y por ello no tiene sentido su marginalización. Su rechazo por el dolor que ocasiona vivir en prisión lo pone al lado del preso, para él, nada justifica el suplicio de estar privado de aire, sol, luz y espacio. “El condenado a prisión penetra en un universo alienante en el cual toda relación está falseada, ya que la prisión es muchos más todavía que la privación de libertad y sus secuelas. No consiste solo en retirarse del mundo normal de la actividad y del afecto; es también, sobre todo, la entrada en un universo artificial Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 30 Por el mal que ocasiona en los individuos, Hulsman considera que el sistema penal es un mal social, por ello afirma: “la abolición del sistema penal significaría la reanimación de las comunidades, de las instituciones y de los hombres.” Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 81 110 111 donde todo es negativo. Tal es lo que hace de la prisión una mal social específico: es un sufrimiento estéril (…) Las reglas de vida en la prisión hacen prevalecer las relaciones de pasividad-agresividad y de dependencia dominación, no dejan prácticamente lugar alguno para la inicativa y el diálogo; dichas reglas alimentan el desprecio de la persona y son infantilizantes.”112 3.2.3. La opinión pública Más adelante, Hulsman retoma la idea de la irracionalidad del sistema penal, con una crítica a la opinión pública. Según dice, los discursos políticos, los medios de comunicación, e incluso algunos juristas, provocan en la opinión de la gente la creencia en que existen hombres malos, anormales, distintos a los demás: los delincuentes. Frente a ellos, se erigen el juez, el policía y el legislador como personas de bien, representantes del bien y del orden en la sociedad. Dentro de este esquema, la gente concibe el sistema de administración de justicia como el mayor bien en su lucha contra el mal, como si las instituciones penales fuesen capaces de conjurar sus temores.113 3.2.4. La relatividad y la cifra negra Según el autor, la relatividad del concepto de infracción, hace innecesaria cualquier pena que sufra un condenado. Considera que la variabilidad en el tiempo y en el espacio de lo que se llama criminal deja ver que no hay un denominador 112 113 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 50 y 51 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 43, 44 y 45 común natural de las acciones delictivas; se trata, más bien, de definiciones – construcciones- humanas que se toman desde el poder para decir: quien roba es criminal, el adúltero no es criminal, el estafador es criminal, el suicida no es criminal, y así por el estilo. “Es la ley, pues, la que dice dónde hay un crimen; es la ley, pues, la que crea al “criminal”.114 La cifra negra del derecho penal es otro elemento que presenta al abolicionismo como una necesidad lógica y una actitud realista. El problema, como en el caso de la relatividad, está en la noción misma de crimen o delito. Lo que quiere decir es que las ciencias sociales ha considerado desde siempre que la cifra oscura se compone de delitos que no han sido denunciados o crímenes que no han sido perseguidos; sin embargo, no se ha contemplado que sencillamente las víctimas no han considerado tales conductas como delitos, o no se han sentido agraviadas por ellas115. Con esto, Hulsman introduce una concepción más restringida de delito como aquella conducta que es nociva para alguien y que le motiva a instar la persecución penal. 3.2.5. La pena en el abolicionismo Este elemento del sistema penal lo entiende Hulsman en los mismos términos que explica su propuesta abolicionista: no reconoce la autoridad ni la imposición estatal en las relaciones conflictivas que tienen los particulares con ocasión de la comisión de un delito. Ahora bien, en procura de la restauración pacífica del tejido social, el autor reconoce como necesaria una especie de pena 114 115 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 52 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 54 diferente a la que rige en todo sistema penal, para él, sólo es legítima la pena que presupone el acuerdo de las dos partes implicadas. Con ello le confiere al imputado un papel activo en la fijación de su pena, de modo que no lo haga sufrir, como ocurre actualmente con las condenas a prisión.116 El autor propone una relación cara a cara como la forma de encontrar una solución realista entre las partes. Menciona dos ejemplos de sociedades distintas a las nuestras –una tribu africana y un grupo de esquimales de Quebec- para ilustrar las formas alternativas de resolver los conflictos. En el caso de los africanos, cuando una persona ocasiona la muerte de otra, no se le castiga, sino que debe reparar con trabajo a la familia de la víctima. Los esquimales, por su parte, dirimen sus conflictos –incluso los homicidios- a través de la organización de duelos de canto en los que intervienen las personas o las familias interesadas, en los que gana quien acaba con mayor puntuación y siempre finalizan con una reconciliación que se celebra con una comida común. 117 Con base en estas ideas, Hulsman propone tres formas de organización para la resolución de conflictos a través de contactos cara a cara. 118El mismo autor destaca de las tres la organización de “community boards” que consiste en que ante un conflicto se constituye un grupo de conciliadores que se designa ad hoc, según sea el problema en el que la gente requiera la intervención. La misión de estos conciliadores no es proponer soluciones, sino, ayudar a las partes a comprender el problema, a escuchar y así determinar qué quieren hacer con el Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 77 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 117 118 El primero es una confrontación organizada por la policía antes de que el asunto sea enviado a los tribunales. La segunda es el procedimiento de arbitraje. La tercera es la organización de “community boards” Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 123 116 117 problema. “A la larga, es la comunidad entera la que se vuelve más conciliadora, fuera de toda institucionalización”. 119 3.3. La relación del abolicionismo con el garantismo penal 3.3.1. Cuestiones comunes Pese a que, como se verá en los siguientes parágrafos, existen diferencias fundamentales entre estas dos teorías; hay algunos temas en los que coinciden el abolicionismo y el garantismo: 3.3.1.1. La defensa del delincuente Ambas propuestas se preocupan por la posición del imputado dentro de un conflicto penal. El sometimiento al proceso penal –ya de por si violento- y a las penas, hacen del imputado un sujeto vulnerable dentro de la sociedad, una minoría débil, como la llama Ferrajoli. Los criterios que ambas posiciones esgrimen para poner a salvo al individuo del poder punitivo son estrictamente morales, coinciden en que un ser humano no puede ser empleado como medio para satisfacer fines, supuestamente grupales. 3.3.1.2. La despenalización 119 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 124 Otro elemento común del garantismo y el abolicionismo es el desprecio por el papel inquisidor que juega la opinión pública en nuestras sociedades. Critican la figura de los medios de comunicación que fomentan en las personas sentimientos de temor e inseguridad ante el crimen, lo que degenera en una creciente legislación penal que no resuelve los conflictos sociales. Reconocen como un error la excesiva intromisión del estado en la tutela de las conductas de los individuos. Claro que en el caso del abolicionismo la propuesta de descriminalizar es absoluta, según Hulsman, es la manera de que la gente resuelva sus propios problemas.120 3.3.2. Aspectos controvertidos Pienso que la manera más acertada de explicar las divergencias entre estas dos teorías –una abolicionista y la otra justificacionista- sería planteando la siguiente pregunta a Luigi Ferrajoli: si apoya la defensa del imputado y desconfía del poder punitivo, ¿por qué no abolirlo del todo y buscar alternativas al sistema penal? En las propias ideas del garantismo, recopiladas arriba, está la respuesta. Dentro de la postura de Ferrajoli, el derecho penal no es –ni debe serlo- parte del poder punitivo, no es su forma de manifestarse; sino, la forma de controlarlo. Es decir, para el garantismo, el derecho no legitima los abusos del poder, pues su tarea es luchar contra las arbitrariedades que provienen de un poder irracional, que históricamente ha transgredido libertades individuales en detrimento del estado de derecho. 120 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 87 Esto significa que el derecho penal –garantista- tiene una doble función en relación con el imputado: su castigo, cuando corresponde y la defensa de los abusos oficiales y de las venganzas privadas. “El derecho penal, podríamos decir, se justifica si y sólo si, además de prevenir los delitos –cosa que conseguirían hacer igualmente bien los sistemas policiales desregulados y los de justicia privada salvaje-, logra también minimizar la violencia de las reacciones frente a los delitos. Si y sólo si, en consecuencia, logra ser instrumento de defensa y garantía de todos: de la mayoría no desviada, pero también de la minoría desviada. Si, en suma, es capaz de realizar, como derecho penal mínimo, un doble objetivo: no solo la prevención y la minimización de los delitos, sino también la prevención de las reacciones informales frente a los delitos y la minimización de las penas.”121 El abolicionismo de Hulsman, por su parte, no contempla que el derecho pueda jugar un rol favorable al reo. Sobre esto mismo, Hulsman ni siquiera admite que el crimen o el delito existan en los términos en los que lo conocemos. Su propuesta es eliminar la palabra crimen como fórmula lingüística, pues es una manera de superar la existencia del sistema penal. Dice que hablar de “comportamientos no deseables”, “personas implicadas”, “situaciones-problemas” son fórmulas alternativas a la palabra “crimen” que permiten vaciar una visión estigmatizadora sobre las personas. 122 Esto es pensar que suprimir una palabra –signo- permite eliminar también el contenido al que se atribuía.123 Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 194 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 85 123 A esto se le conoce como naturalismo lingüístico. 121 122 Dentro de su construcción, Hulsman cuestiona uno de los puntos centrales del garantismo: “Algunos dicen que el sistema penal sustituye a la venganza privada y que esta volvería a surgir si aquél desapareciera. Pues bien, el renacimiento de las milicias y justicias privadas que actúan invocando la autodefensa punitiva se verifica precisamente en contextos en los cuales el sistema penal funciona en plenitud.” 124 Con este argumento, en oposición al garantismo, Hulsman pretende persuadir en cuanto a que en ausencia de derecho penal no es cierto que se formarán grupos de civiles que ajusticiarán a todos los criminales ni que se volverá a las épocas de las venganzas familiares. Además de trazar los que para él deben ser los fines del derecho penal – justificación del castigo-, Ferrajoli se coloca sobre el problema entre abolicionistas y justificacionistas, y evalúa epistemológicamente las respuestas de cada uno. Dentro de su análisis, para una mejor comprensión, el profesor italiano propone tres nociones que responden a la pregunta: ¿por qué castigar? Estas son: -Función: la utiliza en términos descriptivos para exponer por qué se castiga en términos históricos o sociológicos, pudiendo derivar de ello respuestas verificables – verdaderas o falsas. –Motivación: para responder por qué existe el deber jurídico de la pena y que también admite respuestas de orden descriptivo, en términos del derecho positivo. –Fin: a diferencia de las anteriores, la noción de fin alude a un problema filosófico, cuyas respuestas al porqué del castigo son de orden normativo, por tanto, ni verdaderas ni falas, sino, sólo aceptables o inaceptables, como justas o injustas. Ferrajoli propone dos estatutos epistemológicos para los tres tipos de respuesta que se puede brindar a la justificación del castigo. Para las dos primeras 124 Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit., p. 104 –descriptivas-, las llama teorías o explicaciones, ya sean jurídicas o sociológicas, mientras que a las respuestas a las cuestiones ético-filosóficas acerca del fin del derecho penal, las llama doctrinas axiológicas o de justificación. 125 Esta explicación le sirve al autor para exponer un error frecuente en muchas de las respuestas que justifican la existencia de la pena. Este error, llamado falacia naturalista126, consiste en una confusión de la función o la motivación con el fin: “En esta confusión incurren ante todo cuantos producen o sostienen doctrinas filosóficas de la justificación presentándolas como “teorías de la pena”. De este modo hablan, a propósito de los discursos acerca de los fines de la pena, de “teorías absolutas” o “relativas”, de “teorías retribucionistas” o “utilitaristas”, de “teorías de la prevención general”, o “de la prevención especial”, etc., sugiriendo la idea de que la pena tiene un efecto (en vez de un fin) retributivo o reparador, o de que previene (en vez de que debe prevenir) los delitos, o de que reeduca (en vez de que debe reeducar) a los reos, o de que disuade (en vez de que debe disuadir) a la generalidad de los asociados de cometer delitos, etc.”127 Estos vicios, sin embargo, no son exclusivos de las propuestas justificacionistas, como expresa Ferrajoli, “(…) muchas doctrinas abolicionistas, que discuten el fundamento axiológico de las primeras –justificacionistas- con el argumento asertivo de que la pena no satisface de hecho los fines que se le señalan: por ejemplo, no previene los delitos, no reeduca a los condenados o incluso tiene una Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 322 126 “Llamaré ideologías naturalistas o realistas a las ideologías que asumen las explicaciones empíricas (también) como justificaciones axiológicas, incurriendo así en la falacia naturalista de la derivación del deber ser a partir del ser; e ideologías normativistas o idealistas a las que asumen las justificaciones axiológicas (también) como explicaciones empíricas, incurriendo así en la falacia normativista de la derivación del ser a partir del deber ser” Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 323 127 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 323 125 función criminógena opuesta a los fines que se indican como su justificación. Críticas de este tipo están en línea de principio viciadas a su vez por la falacia naturalista, al ser imposible derivar de argumentos asertivos tanto el rechazo como la aceptación de proposiciones prescriptivas.”128 128 Ferrajoli Luigi. ob. cit., p. 326 Título II. La perspectiva no garantista “Es un principio biológico que el individuo desaparezca cuando sus imperfecciones le impidan soportar la acción del ambiente. La diferencia entre el orden biológico y el orden moral reside en que en el primero la selección tiene lugar espontáneamente con la muerte de los individuos inadaptados, mientras que en el segundo caso, al ser el individuo físicamente apto para la vida y no pudiendo vivir fuera del ambiente social al que sin embargo no está adaptado, la selección ha de tener lugar artificialmente, esto es, por obra del poder social que realice lo que en el orden biológico lleva a cabo la naturaleza. El fin de la eliminación es la conservación del organismo social, mediante la extirpación de los miembros inadaptados (ne peccetur)”129 Capítulo 1. El panorama actual 1.1. Aclaraciones previas El enfoque crítico del garantismo penal, que he procurado desde el propio título de la investigación, podría confundir al lector y hacerle suponer que mi postura es anti garantista; es decir, que pretendo echar por tierra todos los logros y las propuestas del garantismo penal. Más bien, el trabajo que sigue está estructurado desde el metalenguaje, no desde el garantismo ni desde el “anti garantismo”, sino por encima de ambos. Con esto, reconozco que existen dos Garófalo, citado por Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 308 129 maneras de abordar un mismo problema -el derecho penal-, y que criticar una –la garantista-, no implica aprobar la otra –no garantista-. 1.2. La respuesta no garantista. Cinco opiniones Ahora bien, hechas las aclaraciones, corresponde presentar la respuesta no garantista al problema del derecho penal actual. Esta, podría decirse, es la perspectiva del pueblo, no es oficial y, despectivamente, se le ha calificado de saber común. Su descrédito proviene, en parte, de su vinculación con la sensación de inseguridad social y una mal informada opinión pública; esto no obsta, sin embargo, para considerarla como un hecho real. Guste o no, la oposición al garantismo es constatable y como tal debe considerarse en la discusión jurídico penal. A continuación, presentaré algunas situaciones que en los últimos meses han suscitado reacciones no garantistas, a fin de elaborar una caracterización de esta postura: a. En una entrevista realizada por un diario nacional, el Magistrado de la Sala Tercera costarricense, Carlos Chinchilla Sandí, expresó: “En esto de la seguridad ciudadana los pueblos no se equivocan; ellos sufren la criminalidad. (…) El pueblo no quiere más impunidad en las conductas delictivas. (…) La sociedad ha sido desoída. La sociedad, que es la parte esencial de un Estado, ha sido oscurecida, invisibilizada. Me sorprendo cuando algunos dicen que para qué vamos a oír al pueblo, que no es especialista en estos temas. El pueblo es inteligente y sabe lo que necesita. (…)No está bien la utilización de ese ‘garantismo’ en forma extrema o radical. La consecuencia inmediata es la destrucción de la sociedad y el crecimiento de la impunidad. (…) El sistema es permisivo y alcahueta; lógicamente inmerso en lo que son las corrientes radicales de “garantismo”. Han tratado de decirnos que el que sufre en el proceso penal es el imputado. ¡Qué cosa más irreal! La que sufre es la víctima. La víctima no busca que la asesinen; no busca que le roben sus objetos. El delincuente es el que perjudica, lesiona y daña a la víctima. El imputado en estos momentos es el rey del proceso penal y se nos olvida la parte más débil, la más sufrida, la víctima. Los “garantistas” extremos repudian a la víctima, les estorba. (…)Todos estamos llamados; todos tenemos parte en la colaboración para el combate de la inseguridad ciudadana. ¿Cómo lo vamos a hacer? Primero, eliminar la impunidad. Debemos tener cero tolerancia ante conductas delictivas. (…)La conciliación es una alcahuetería espantosa donde el imputado iba a robar para pagarle a la víctima y la víctima muchas veces no está convencida de esa conciliación. Simplemente quiere salir de un problema que no generó, sino que se lo generaron. (…)La pena debe ser ejemplarizante y debe ser disuasiva y persuasiva. El mensaje que debemos decirle al hampa es: hay leyes y toda persona que cometa un delito va a estar en prisión.”130 b. En nuestro entorno, con frecuencia los medios de comunicación recurren al Organismo de Investigación Judicial para obtener respuestas con respecto al descontento ciudadano por la impunidad y la inseguridad social. No con poca frecuencia los directores del Organismo riñen con la forma de resolver de los Chinchilla Sandi, Carlos. La Nación. <http://www.nacion.com/1n_ee/2009/diciembre/14/pais2181673.html> [Consulta: 10. enero. 2010]. 130 tribunales de justicia, regidos por lineamientos que favorecen al imputado. Este es un fragmento que recoge algunas impresiones del director del Organismo de Investigación Judicial, Jorge Rojas Vargas: “La gente está exigiendo soluciones a nuestra Policía y a la preventiva. Pero vea que para resolver esto se debe mejorar el sistema penal. El proceso penal está ayudando a que las cosas se vean muy complicadas. Por ejemplo, en San José, roban una cadena, tachan un vehículo, jalan un bolso. Nosotros o la policía preventiva detenemos al sospechoso. En ocasiones la víctima lo que quiere es que le devuelvan la cadena y que todo termine ahí. El proceso nos les interesa. Esa gente la llevamos a los tribunales, pero es ahí donde viene la conciliación, que permite un arreglo en los delitos con un extremo menor cuando la pena sea menor a tres años de prisión (…)Para mí la conciliación debería de desaparecer. Es importante esa herramienta para descongestionar tribunales, pero no para resolver los problemas delincuenciales de un país. Los expertos dicen que al conciliar, un hombre ya no va a juicio. Pero qué gano con eso. Si el problema se lo trasladan a la sociedad, pues le dicen vaya a la calle robe de nuevo, venga y cuando vuelva a caer vuelva a conciliar.” 131 c. Sobre la misma línea, a comienzos de abril del año dos mil once, el juez penal juvenil Álvaro Burgos Mata, defendió públicamente las razones por las que ordenó la libertad de dos menores de edad, a quienes se había impuesto prisión Rojas Vargas, Jorge. PoderJudicial.<http://www.poderjudicial.go.cr/observatoriojudicial/vol34/noticiasprensa/notpre 02.htm> [Consulta: 28. Diciembre. 2009]. Advierto que para el momento de la entrevista no se había reformado el artículo 36 del Código Procesal Penal costarricense, mediante la ley Nº 8720 del cuatro de marzo de dos mil nueve, la cual impone como requisito para aplicar la conciliación, que en los cinco años anteriores el imputado no se haya beneficiado de esta figura, la suspensión de proceso a prueba o la reparación integral del daño. 131 preventiva. Acá presento un fragmento de las reacciones polémicas que despertó en la gente –el pueblo-, a quienes se refirió como la gradería de sol: “Al sentirse acorralado e intimidado el funcionario –se refiere al juez penal juvenil Álvaro Burgos- por las reiteradas consultas de la prensa, pues es evidente que la resolución del Juzgado Penal Juvenil es absurda y una completa burla para los afectados denunciantes, este FUNCIONARIO PÚBLICO, se dejó decir literalmente: “los tribunales no están para congraciarse con la gradería de sol”. (…) Pero tal vez, sin afán de quitarle tiempo, pues debe de estar demasiado ocupado, hay otras preguntas que debería cuestionarse –se dirige al juez Álvaro Burgos-. ¿A quiénes se deben ustedes los administradores del sistema penal?, ¿hay intereses creados en la forma en que imparten la justicia?, ¿por qué no hay derecho a vivir en paz?, ¿cómo explica que prevalecen las garantías del imputado y no de las víctimas? Si va a responder por favor deje los legalismos de lado, en la gradería de sol hay personas que no pudieron prepararse académicamente, pero hoy lloran a un hijo asesinado, una madre violada o bien viven atormentados por el recuerdo de un cañón en la cabeza, y todo para robarles el menudo.”132 d. El diez de agosto del año dos mil once, el Organismo de Investigación publicó que más de mil condenados se encontraban prófugos. Esta noticia fue vista con asombro por un sector considerable de la sociedad, tomando en cuenta que en la Editorial del Diario Extra. Martes 12 de abril del año dos mil once. <http://www2.diarioextra.com/2011/abril/12/opinion01.php> [Consulta: 12. abril. 2011]. A raíz de esta, y otras críticas, el juez Álvaro Burgos aclaró algunos puntos de la controversia. Al respecto se puede consultar: La Prensa Libre <http://www.prensalibre.cr/pl/comentarios/42909-ni-parala-graderia-de-sol-ni-para-ninguna-otra.html> [Consulta: 23. agosto. 2011] 132 misma noticia se informó que del total de casos que ingresan a la corriente judicial, solo el 4,9% recibe sentencia.133 “Al menos mil delincuentes sentenciados por delitos graves caminan como si nada por las calles de Costa Rica. Se trata de sentenciados por homicidios, asaltos y principalmente delitos sexuales.” 134 e. Finalmente, en un sentido más general, en los últimos años la inseguridad ciudadana ha sido visto como el principal problema social para los costarricenses, por encima de la economía y el desempleo. 135 Ello, pese a que en las últimas cinco campañas electorales el proyecto de un “país seguro” ha sido la prioridad de los postores presidenciables. En la última campaña electoral -2010-2014- la mayor atención de los partidos políticos con más presupuesto, fue puesta en los problemas de la delincuencia. “Mano dura” y “cero tolerancia” contra los delincuentes, fueron frases comunes entre los candidatos. Por ejemplo, el Partido Liberación Nacional llamó a su primer capítulo del plan de gobierno: “Seguridad Ciudadana”, cuyo segundo punto propone luchar contra la frustración de la ciudadanía que observa como la policía captura a quien ha cometido un delito y poco después constata que esa persona ha recuperado su libertad. 136 Independientemente de los errores y las críticas que siguen a este tipo de propuestas, lo cierto es que un plan de gobierno siempre pretende hallar gracia La Prensa Libre. Miércoles 10 de agosto del año dos mil once. <http://prensalibre.cr/pl/suceso/48318-mas-de-mil-hampones-sentenciados-siguen-enfuga.html> [Consulta: 28. agosto. 2011]. 134 Telenoticias. Lunes 05 de setiembre del año dos mil once. <http://www.teletica.com/noticiadetalle.php?id=109273&idp=1> [Consulta: 05. setiembre. 2011]. 135 Según el barómetro iberoamericano de gobernabilidad, en el año dos mil siete, los costarricenses definen la inseguridad como el principal problema que les aqueja (31%), por encima de la corrupción (29%), el desempleo (14%), la economía (12%) y educación (4%). 136 Plan de gobierno de Laura Chinchilla 2010-2014. 133 entre los votantes, en todos los que se pueda. O sea, si un candidato político ofrece seguridad y mano dura, es porque antes el pueblo lo ha demandado. 1.3. Caracterización de la propuesta no garantista He procurado, con esta compilación de datos y opiniones, bosquejar una tendencia de pensamiento “no garantista”. Para ello, he empleado una figura bastante criticada y problematizada por parte del garantismo, me refiero a la opinión pública137. De los pasajes citados, se desprende la intención de que el operador penal –sea legislador, juez o fiscal- tome en cuenta la opinión del pueblo al momento de cumplir su labor –prohibir, juzgar o castigar-.138 Esa opinión pública, que no es más que la repetición de opiniones, necesariamente individuales 139, está teñida de una fuerte carga emocional. La preocupación, la tristeza, la desesperación y, en general, todas las turbaciones que los hechos delictivos generan en las personas, tienen mayores implicaciones de lo que se cree. La trascendencia de una acción delictiva Además de las obras citadas en el Título I, sobre la crítica a la opinión pública y el papel de los medios de comunicación, se puede consultar: García Aguilar Rosaura. (2008) El fantasma de la "(in)seguridad ciudadana" y el espejismo de la estabilidad social a través de la prisión preventiva. Colecciones Derecho y Justicia Procesal Penal, Escuela Judicial, Poder Judicial de Costa Rica. Sartori Giovanni (1998). Homo videns: La sociedad teledirigida. Taurus. Madrid y Murillo Ruin Adriana. (1996). Seguridad ciudadana y control social: Entre la democracia y el autoritarismo. Tesis de Graduación para optar por el grado de Licenciatura en Derecho. Campus Rodrigo Facio: Universidad de Costa Rica. 138 Al respecto, en un chat con el público, Jorge Rojas Vargas apuntó: “Los jueces he dicho yo, no solo deben resolver el tema en derecho o apegados al derecho sino apegados a la conciencia social. No es posible apartarse de la reincidencia lanzando el delincuente a las calles a cometer nuevos delitos. Afectando directamente a la ciudadanía. Quizás hay eso, me parece que les está faltando un poquito más de esa conciencia social.” Llobet Rodríguez, Javier (2008), ¿Seguridad ciudadana a través de la prisión preventiva? Colecciones Derecho y Justicia Procesal Penal. Escuela Judicial. Poder Judicial de Costa Rica. 139 “La idea de que la comunidad es una entidad independiente, con necesidades en intereses propios, debe ser rechazada como ilusoria. Todas las necesidades humanas son experimentadas por el individuo y el bienestar de la comunidad es lo mismo que el de sus miembros” Ross Alf en Haba Pedro (2004). Axiología Jurídica Fundamental (Axiología II) Bases de Valoración en el discurso jurídico. Editorial de la Universidad de Costa Rica. Primera edición. Costa Rica. p. 87 137 hace del proceso penal una vivencia indeseable para cualquier persona. Es por ello que la noticia de la comisión de algún delito -especialmente de los llamados de sangre- despierta en la gente el temor de ser víctima de algún crimen. Con base en el temor se puede explicar cuál debe ser la relación sociedadestado, según la propuesta no garantista. A partir del imaginario colectivo, el estado debe compartir el repudio al crimen y debe tener un papel activo en la defensa de las mayorías, víctimas del crimen. Esas mayorías entienden que únicamente el estado está legitimado para contrarrestar con violencia la actividad delictual. Dentro de esta lógica, la gente espera del estado la protección de un hermano mayor, plenamente parcializado por su causa. Desde esta perspectiva no garantista, el derecho penal es un arma con la que cuenta el estado para ordenar la vida en sociedad, incluidos allí los mecanismos para sancionar al “desviado”. El fin primordial de este derecho penal – no garantista- no es salvaguardar la integridad del delincuente ni garantizar sus derechos, más bien se dirige a buscar el provecho de la colectividad. Se sigue de esto, cierta imagen de que son las gentes quienes sufren la delincuencia y por ello se han formado como parte débil en relación con el crimen 140. En esta misma línea, sería incomprensible que los funcionarios del estado no beneficien a la parte débil, o que el derecho proteja y premie con beneficios al causante del mal. Tenemos, entonces, dos grupos contendientes de cara a los problemas penales: los garantistas y los no garantistas. El primer bando lo personifican los doctos del derecho penal, se autodefinen como científicos y proclaman que sus argumentaciones son fruto del intelecto y fomentan un sistema penal racional. Por Ferrajoli, Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta, Madrid, España. p. 36. Según expone el autor, la construcción de la ley es la forma que utiliza el derecho para defender a la parte más débil dentro de una relación de poder. 140 su parte, el no garantismo lo encarna la ciudadanía lega 141. Sus opiniones se vinculan con las sensaciones y las emociones, no con el logos. Académicamente, esto repercute en el hecho de que las voces autorizadas – oficiales- son las que enseñan el garantismo, así, todo argumento jurídico correcto es, necesariamente, garantista. No es casualidad que haya tenido que perfilar el no garantismo a partir de entrevistas y artículos de opinión, ello obedece a que los académicos –cuya actividad no es plenamente objetiva 142- desechan los trabajos de aquellos autores que son “peligrosos” para sus pretensiones143. Tal es el caso de Carl Schmitt144, cuyas enseñanzas han sido censuradas y sus aportes se consideran obsoletos. Conviene dejar en claro, desde este momento, que independientemente de que los garantistas razonen y los legos opinen, en el fondo de todo esto no hay más que criterios morales. Cuáles valores prevalecen y en qué términos, es una cuestión política. 1.4. Fundamento político del no garantismo La propuesta de que el estado sea fuerte y emplee al derecho penal para asegurar el orden, es una idea básicamente contractualista. Si bien es cierto, un contrato social puede dar pie a la conformación de diversos tipos de órdenes estatales, es útil para comprender –como recurso alegórico- que solo a través de la Exceptuando a las autoridades judiciales citadas arriba. Al respecto, se puede revisar los trabajos de Max Weber. 143 Hasta Platón quemó libros de filósofos que no compartían sus ideas. Báez Fernando. (2004). Historia universal de la destrucción de libros. Destino. Madrid. p. 50 144 Considerado guardián de la Constitución y crítico del estado de derecho. Schmitt Carl. (1983). La Defensa de la Constitución. Editorial Tecnos, S. A. Segunda edición. Madrid, España 141 142 cesión de poder individual puede crear el hombre una figura más grande y más fuerte –el estado-, que le proteja de las agresiones de los otros. 145 Es innegable que el estado, como creación cultural, no brota de la necesidad de mejorar las relaciones diplomáticas con otras poblaciones, tampoco para ordenar el comercio exterior. No ha sido su razón de ser la distribución de la propiedad privada ni el reconocimiento de garantías sociales. No, se trata de algo más básico, más humano, si se quiere; me refiero a la protección de la integridad física, inspirada por el simple interés de existir sin sufrimiento. El contrato opera entre los particulares, son ellos quienes movidos por el miedo al estado de guerra y el deseo de supervivencia, ceden su derecho ilimitado –natural, como lo llamó Hobbes- a un ser superior. Este ente artificial no pacta con los individuos, pues él es el producto del contrato, de allí emana su poder superior. En Hobbes, esta figura política se conoce como Absolutismo. Pienso, sin embargo, que la explicación contractualista del surgimiento del estado, no es exclusiva del modelo absolutista. En un estado democrático, por ejemplo, el soberano es más fuerte que el individuo y cumple la misma misión de proveer seguridad; la diferencia, en este caso, pasa por el hecho de que el soberano no es un monarca, sino el pueblo. En este punto se puede establecer la conexión entre el contrato social y el estado democrático, como pilares del no garantismo. El crecimiento de grupos de indignados por la violencia y la inseguridad, mayoría en la sociedad costarricense, abre campo a formular algunas interrogantes: ¿Puede el pueblo hacer algo para "El mayor de los poderes humanos es el que se integra con los poderes de varios hombres unidos por el consentimiento en una persona natural o civil; tal es el poder de un Estado; o el de un gran número de personas (...)"Hobbes Thomas (1989) El Leviatán, o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil. Parte de la Antología del curso de Teoría del Estado I. Universidad de Costa Rica, I semestre, 2005. 145 suprimir los beneficios de libertad condicional al reo que concede el sistema penal? ¿Está legitimada la mayoría para hacer que el año penitenciario alcance los doce meses y que el límite máximo de la pena rebase los cincuenta años? Considero que desde la óptica no garantista, estas preguntas se responden afirmativamente. Un pueblo que se sabe soberano, se siente legitimado para tomar decisiones de mayoría mediante consensos, así se trate de instaurar penas de muerte, cadenas perpetuas o castigos corporales para el condenado. Siguiendo esta idea, puede decirse que dentro de este paradigma democrático, maltratar al preso no es ilegal, si así la mayoría soberana lo ha querido. A esta categoría de la democracia se le llama “democracia plebiscitaria” o de mayoría, y consiste esencialmente, en la omnipotencia de la mayoría, o bien de la soberanía popular146. De este modelo, destaco un aspecto que es mal visto por algunos147 en función del garantismo, y es la capacidad que tiene el consenso de la mayoría de legitimar cualquier abuso. Ferrajoli Luigi (2008), Democracia y garantismo. Editorial Trotta, Madrid, España, p. 25. El autor contrapone a este tipo de democracia lo que llama: democracia constitucional, como el nuevo paradigma sobre el que se asienta y debe asentarse la organización de los Estados. 147 Ferrajoli Luigi. ob. cit. p. 25. 146 Título III. Dos facetas problemáticas del garantismo penal 1. Cuestiones previas Las dos primeras partes de este trabajo han sido descriptivas. En la primera, expuse algunas de las ideas principales del garantismo; en la segunda, he afirmado la existencia de una opinión pública que rechaza el garantismo penal. Seguidamente, me ocuparé de problematizar lo expuesto arriba, con base en estas dos afirmaciones: a. El garantismo penal no es compatible con los fundamentos y la razón de ser tradicional del derecho penal. b. La propuesta garantista riñe con los presupuestos de un estado democrático. Al primero le llamaré problema jurídico, al segundo, problema político. Capítulo 1. El problema jurídico 1.1. Base de la crítica Como punto de partida para todas las ideas que expondré en este parágrafo, es conveniente aclarar a qué me refiero cuando hablo de la razón de ser tradicional del derecho penal, a fin de sustentar la crítica. Para explicarme, emplearé tres preguntas a las que, hipotéticamente, respondería un grupo humano que justifica la existencia del derecho penal: a. ¿Cómo evitar que en la convivencia social unas personas dañen a otras? b. ¿Debe alguien –quién- intervenir o reaccionar ante los actos dañosos en que incurren algunas personas? c. ¿Qué se debe hacer con los sujetos que afectan el bienestar de los otros? Sobre la primera pregunta, lo importante no es resolver si es posible erradicar la violencia de la sociedad, sino hacer ver que la violencia es un hecho social despreciable, que se traduce en el deseo de la gente de no ser agredida de ninguna forma148. En cuanto a quién debe intervenir –segunda pregunta-, “La mayoría de la gente necesita para su felicidad, además de las condiciones materiales de vida, un cierto grado de compañía amistosa, un mínimo de seguridad, y un sentido de integración en alguna comunidad. Todas estas necesidades son tan universales que la política puede ignorar a los pocos que pueden prescindir de ellas”. Russell Bertrand. (1984.) Sociedad Humana: ética y política. Traducción Beatriz Urquidi. Ediciones Cátedra S.A. Primera edición. Madrid. España. p. 137 148 cualquier comunidad con un mínimo de civilización comprende que el estado es el único legitimado para usar la fuerza y, toda agresión que no provenga del poder oficial, está al margen de las reglas de convivencia. Finalmente, a sabiendas de todas las objeciones que pueden venir desde la teoría de los fines de la pena, bien se puede afirmar que la respuesta que esa comunidad hipotética puede dar a la tercera pregunta es: castigar al contraventor. A modo de síntesis, desde la perspectiva tradicional, el derecho penal es una respuesta estatal a dos problemas que genera una sola agresión: 1. el daño para el ofendido del delito. 2. el resquebrajamiento de la seguridad de la comunidad. Ambos conflictos se resuelven castigando al infractor. Otra cuestión que sirve como pilar para la crítica que procuro elaborar, consiste en comprender el papel que juega el derecho penal en la conservación del estado, del orden, del propio derecho y de la cultura. Por más que se intente suavizar, el derecho penal es el arma más potente con la que cuenta el estado para mantener su hegemonía sobre los particulares149. Ocurre, empero, que tal hegemonía no se ejerce solamente con pistolas, celdas ni policías, sino se trata de algo más complejo, me refiero al deseo de cada individuo de ser súbdito. Tengo, con esto, el primer argumento para refutar el garantismo penal: Según fue expuesto arriba, los garantistas han declarado una lucha abierta contra el poder punitivo del estado, esta postura, sin embargo, ha ignorado que ese poder Russell Bertrand. ob. cit. p. 176 “Nada tiene un efecto tan beneficioso sobre los seres humanos como la seguridad” “El sistema penal está específicamente concebido para hacer daño. Como el sistema militar, su característica esencial es la de ser enormemente peligroso” Hulsman. L., De Celis, J. B. (1984). Sistema Penal y Seguridad Cuidadana: Hacia una alternativa. Editorial Ariel. S. A. Barcelona. p. 77 149 proviene de la necesidad de la comunidad y de su aspiración de una vida segura 150. En este sentido, si el estado es más fuerte y más poderoso que un sujeto, es porque el propio sujeto así lo ha querido; de igual forma, si el estado se ha dado una forma de ordenamiento –el derecho- para subsistir y evitar que los poderes particulares se desborden y provoquen el caos, ello no tiene otro motivo más allá de los intereses de sus propios creadores, los individuos. 1.2. Un problema de enfoque El garantismo, según han dicho sus autores, se ocupa de todo el acervo jurídico penal –se pregunta si, cuándo, cómo y por qué procede prohibir, juzgar y castigar-, sin embargo, se puede detectar a lo largo de su construcción que pierden el rumbo de sus argumentaciones cuando incursiona en saberes extra jurídicos151. Me dedicaré, en este apartado, a explicar por qué el garantismo no ha enfocado correctamente su objeto de conocimiento y de discusión. 1.2.1. El enfoque social El garantismo trata los verdaderos problemas del derecho penal en forma tangencial. Esto se debe a que pierde de vista el escenario básico de toda discusión jurídico penal, cual es: Un proceso en el que se investiga la “Y conscientes de que, aunque libres y pequeños, muchos hombres son más fuertes que uno solo por más potente que sea, los creadores de la democracia ven necesario (casi fisiológico) unirse entre sí para asegurar su subsistencia; en eso creen de manera absoluta e indudable, es cuestión de seguridad, de vida o muerte. (…) Es así como al pie de la creación del estado está la moral que el ser humano se ha dado a sí mismo y que le manda vivir en sociedad” Ortega Monge Guillermo. (2008).Libertad de expresión: estudio acerca de sus orígenes en el concepto de Parresía de los filósofos cínicos de la Grecia Clásica. Tesis de Graduación para optar por el grado de Licenciatura en Derecho. Campus Rodrigo Facio: Universidad de Costa Rica 151 Zaffaroni desarrolla un capítulo que llama: Interdisciplinariedad constructiva del derecho penal. En Zaffaroni, Eugenio et al. (2009) Derecho Penal Parte General. EDIAR. Buenos Aires, Argentina. 150 consumación de un hecho dañoso, cuyo autor es sometido al poder castigador del estado. En cambio, los garantistas le han pasado por encima a esta idea y han hecho propios los objetos de conocimiento de otras ramas del saber, como la criminología y la sociología, para responder los problemas penales. Entiendo que a priori no se puede despreciar el apoyo de las ciencias sociales para dar luz sobre algún tema, al contrario, lo estimo admirable. Esto, sin embargo, no debe eximir –como ocurre- al jurista, de comprender y explicar los temas cruciales de la discusión penal. He observado, en primer lugar, cierta laxitud del garantista al referirse al hecho criminal, como si no se tratara del punto de partida que acciona la maquinaria represiva del estado, ya sea en la prohibición, en el juicio o en el castigo. Quizá inconscientemente, se confunde la noción legal de robo simple, con la de simple robo. Ese menosprecio por la acción delictiva conduce a olvidar dos cuestiones importantes. a. Primero, el crimen lleva en sí mismo el germen de su prohibición; es decir, los tipos penales no brotan de la imaginación ni de la previsión de una especie de legislador clarividente, sino, de la experiencia. Ejemplo de esto son los delitos informáticos. b. En segundo lugar, se olvida que el derecho penal vive del conflicto, la ley penal ha sido redactada bajo el supuesto de la comisión de un delito, su naturaleza no es preventiva sino reaccionaria. A diferencia de lo que ocurre con otras ramas del derecho, como el civil, que surte efectos allende el litigio, la norma penal depende de este para surtir sus efectos. Esta imprecisión, ha llevado a los garantistas a inmiscuirse en otros asuntos que son apenas afines al problema delictual. Es moda, por ejemplo, excluir de la palestra los problemas -penales- de la impunidad, las penas perpetuas y la inseguridad, para poner en su lugar temas –no penales- como la distribución equitativa de la riqueza y el papel des informador de los medios de comunicación. Dentro de esta lógica, el garantista no contempla la inseguridad como un dato real, sino como una sensación infundada. Un ejemplo de lo analizado se halla en el siguiente fragmento: "Por demás, esa percepción subjetiva –inseguridad- se orienta hacia lo más visible (violencia patrimonial o física), pero no hacia las graves y profundas contradicciones o falencias del modelo económico costarricense, es decir las amenazas cuya solución depende, en gran medida de las decisiones y acciones gubernamentales en tales esferas, y en que, a falta de señalización, no son evaluadas ni afrontadas en su verdadera magnitud"152 El tema jurídico principal del artículo al que pertenece el extracto supra citado, supuestamente es la prisión preventiva, no obstante, sobre ese particular no dice nada. La autora desautoriza la sensación de inseguridad ciudadana, que ya sabemos que se trata de una cuestión íntimamente vinculada con el temor de ser víctima del crimen, y en cambio ofrece un concepto de seguridad más extensivo, o sea, dirigido a la lucha contra la pobreza y al fortalecimiento de la democracia, como si estos dos temas no fueran, de por sí, lo suficientemente complejos. Ese argumento pertenece a una corriente que considera al delincuente como una víctima de las desigualdades y de la mala distribución de la riqueza en una sociedad, ello conduce a depositar todos los problemas penales en lo que han llamado problemas de justicia social153. Ahora bien, esta propuesta no hace más García Aguilar Rosaura. (2008). El fantasma de la "(in)seguridad ciudadana" y el espejismo de la estabilidad social a través de la prisión preventiva. Escuela Judicial. Poder Judicial de Costa Rica. p. 14 153 La postura abolicionista –producto de la criminología crítica- de Hulsman se centra en cuestiones verdaderamente irrelevantes: Le da, por ejemplo, un enfoque cristiano al tema de la 152 que enmarañar las cuestiones del derecho, del modelo económico, de la seguridad social y de todo el quehacer político, cuyo revoltijo no explica ni resuelve cosa alguna. Pensar que el “pleno desarrollo humano” es algo posible, y que ello sea un problema del derecho penal, no tiene sentido, más que el demagógico. Sobre esta misma línea, apuntaba el profesor Juan Bustos Ramírez: “… tampoco satisface las necesidades de los individuos –el sistema penal- que componen la sociedad en sus relaciones entre sí. El sistema penal resulta disfuncional teórica, política y socialmente. Solo recae casi siempre sobre una determinada capa de la población, sus mecanismos unilaterales, tanto en la generación de la norma como en su aplicación, no encuentran clara legitimación. Tampoco ofrece vías reales de solución a los problemas con que se enfrentan en la mayoría de los casos los miembros de una sociedad”.154 Estas afirmaciones reiteran el supuesto carácter problemático de un sistema penal que selecciona clientes, según se dice: pobres, indigentes y drogadictos que son vulnerables al “poder sin frenos” del estado. Asimismo, introduce una crítica que el garantismo comparte con el abolicionismo, se trata de la incapacidad del sistema penal para resolver los conflictos particulares y comunales. Considero, empero, que esta no es una crítica admisible. En realidad, es iluso pensar que el derecho penal ofrezca a través de un proceso, la satisfacción a los intervinientes y a la comunidad 155. Las molestias que reviste un proceso penal, esperanza del reo, se preocupa por la antipatía con que la gente mira al preso. Incluso, se interesa por los problemas de su mujer o compañera, quien, dice Hulsman, está expuesta a “fuerzas hostiles (tal vez vecinos mal intencionados…)” Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. Sistema Penal y Seguridad Cuidadana: Hacia una alternativa. Editorial Ariel. S. A., Barcelona, 1984. 154Bustos Ramírez Juan prologando a Hulsman Louk y Bernat De Celis Jaqueline. ob. cit. p. VIII 155 “No hay que ser un fanático de la criminología crítica, de la sociología o de la psicología criminal, para reconocer que los conflictos que dan pie a los procesos penales son, con mucha frecuencia, la antítesis misma de la fraternidad humana. Son muchas las pasiones, muchos los sufrimientos y los desengaños que allí están en juego como para que se pueda hablar, eufemísticamente y valiéndose de las letanías de un romanticismo trasnochado, de un restablecimiento de la “armonía social”. A lo más chocan de frente con la restauración de la armonía social que propone, como fin, el numeral siete del Código Procesal Penal costarricense. Además, el hecho de que el sistema penal no sirva para restablecer la armonía que quebranta el delito, no significa que sea inútil del todo y que por ello tenga que abolirse. Los efectos desagradables del proceso y del castigo pueden conducir a considerar los fines del sistema penal como algo negativo156. Así, quien comprenda la naturaleza vejatoria del aparato represivo, puede hallar la utilidad de su existencia, aunque sea simbólica. 1.3. La sinrazón de la lucha contra el poder punitivo Según expuse arriba, el garantismo penal considera que el poder punitivo es algo así como las bajas pasiones del estado, de tal forma que esa noción se relaciona inmediatamente con la maldad, la arbitrariedad y el apetito -cual impulso humano castigador- del aparato estatal. Antes he descrito el error más grave en el que incurren los garantistas al abordar la cuestión, me refiero a la inconsistencia que reside en aceptar y justificar la existencia del estado y su forma –el derecho-, pero no así su poder157. En términos ilustrativos, es como darle un arma descargada al estado, con lo que se consuma la más grande perversión del fin tradicional del derecho penal. que puede aspirar un proceso penal (¡y ello siendo optimista!) es a una disolución o sublimación, más o menos pacífica, de los conflictos.” Salas Minor E. (2007) ¿Para qué sirve el proceso penal? (Notas polémicas contra la ideología -¡mentirosa!- de los fines del proceso penal), Derecho Procesal Penal Costarricense. Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica. Primera Edición, San José Costa Rica . p, 249. 156 Se puede ver la teoría agnóstica de la pena de Zaffaroni en: Zaffaroni Eugenio et al. ob. cit. 157 El anarquismo y el abolicionismo si son consistentes, en lo que refiere a este particular. Estos no son los únicos inconvenientes de la propuesta, a continuación presentaré otras inconsistencias: 1.3.1. La lucha contra un hombre de paja Cada vez que un jurista pone sobre la mesa los infortunios de la existencia del poder punitivo, fortalece y hace grande la idea de que aquello existe y se debe combatir. En estos momentos, casi todo debate jurídico penal se asienta sobre un escenario de lucha contra el poder punitivo. Un ejemplo de esto es aquella metáfora de Zaffaroni que compara al poder con las aguas malas, represivas, que se infiltran en un derecho penal racional. Lo mismo ocurre con este argumento emanado de la Sala Constitucional costarricense: "En un Estado Democrático de Derecho (…) es trascendental que el sistema jurídico-penal se fundamente en principios generales que apunten al garantismo proteccionista del ciudadano frente al poder "prácticamente ilimitado" del Estado en su función de investigar los actos desviados que afectan la normal y armónica convivencia social (…)”.158 Estos argumentos venden muy bien la idea de que el estado tiene por vocación la punición de los delitos y, que al surgir un conflicto particular en el que un individuo es sujeto de un proceso, allí las fuerzas que batallan son las del estado "que quiere castigar" y las del imputado que aspira la libertad. 159 Resolución No. 2000-01759 de las quince horas con nueve minutos del veintitrés de febrero del año dos mil. Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. 159 “En este sentido el principio -de proporcionalidad- reclama también su vigencia en el Derecho procesal penal, aunque en este sector del ordenamiento, donde con tanta gravedad se presenta el conflicto entre intereses opuestos -son sin duda los más relevantes el interés estatal por ejercitar el ius puniendi y el del imputado por defender su ius libertatis- el principio de proporcionalidad parte de la jerarquía de valores constitucionalmente consagrada: rige ante todo el principio favor libertatis.” 158 Con base en esa personificación del estado -brindarle atributos humanos-, el garantismo crea un rival que no existe, una especie de hombre de paja160. Resulta cómodo para los garantistas teorizar contra una tesis que no existe y que no tiene derecho a responder. En esto radica el éxito del garantismo, va con la corriente y no encuentra argumentos que se le opongan. Además, provoca una mala interpretación de los problemas sociales con la invención dicotómica de que el estado es malo y la sociedad es buena. Este es el fundamento del entendimiento distorsionado de muchos problemas del derecho penal que parten de visiones polarizadas, como si entre el estado de derecho y el estado de policía no hubiese más alternativas, como si detrás de cada uno de estos conceptos existiera una realidad constatable y materialmente diferenciable de la otra. 161 1.3.2. El vaciamiento del poder estatal Todas aquellas prácticas que se dirigen a vaciar de contenido el aparato punitivo, cometen el error –quizá inconscientemente- de descargar al estado y al derecho de su componente esencial: el poder. Cuestionar el poder represivo, equivale a cuestionar la legitimidad del monopolio de la fuerza y de la violencia que ostenta el estado, pues la legitimidad política del estado y del derecho penal tienen la misma base. González Nicolás. (1990). Proporcionalidad y Derechos Fundamentales en el Derecho Penal. Editorial COLEX. Primera ediciçón. España. p. 17 160 Grosso modo, la falacia del hombre de paja consiste en discutir sobre argumentos que el interlocutor no ha dicho, y así dar la impresión de que la discusión se ha ganado. 161 A este problema se le conoce como falacia naturalista y consiste en asumir una identidad ontológica entre el lenguaje y el mundo. Sobre esto, el artículo titulado Magia Verbal: La manipulación del lenguaje en el discurso jurídico, político y social, del profesor Minor E. Salas, en: Nómadas. Revista crítica de ciencias sociales y jurídicas. Universidad Complutense de Madrid < http://www.ucm.es/info/nomadas/14/mesalas.pdf [Consulta: 10 de agosto. 2009]. Por supuesto que no me opongo a la crítica razonada, así sea contra el estado y sus poderes; no obstante, en los términos que la propone el garantismo, no es consistente. Caso distinto es el de la postura anarquista que del todo no reconoce la legitimidad del estado, por lo que no hay poder que brote de él; o bien, la perspectiva abolicionista, la cual, si admite la existencia del estado, pero no su reserva de poder. Weber, desde una visión sociológica, y Kelsen, con un enfoque estrictamente jurídico, recuerdan la inseparable combinación estado-poderderecho: “Para definir en sentido sociológico a este Estado moderno debemos vincularlo a un medio peculiar poseído por este Estado, en tanto es una agrupación política: la violencia física. (…) En la actualidad, en cambio, definiremos el Estado como la comunidad humana que en el ámbito de determinado territorio requiere exitosamente como propio el monopolio de la violencia física legítima.” 162 “El medio decisivo de la política es la violencia”.163 “No se puede entender la esencia del Estado, sino pensando en que del mismo emanan deberes que obligan a los hombres a una conducta recíproca determinada, en tanto que permanecen dentro de la sociedad política (…) Sólo lo podemos pensar como autoridad, en tanto que sea un sistema de normas reguladores de la conducta humana.”164 Weber Max. (1904). Ciencia y política. Editorial La Pléyade. Primera edición. Argentina. p. 8 y 9 Weber Max. ob. cit. p. 84 164 Kelsen Hans (1979). Compendio de Teoría General del Estado. Editorial Blume. Tercera edición. Barcelona. p. 118 162 163 “El orden estatal se diferencia, ante todo, de los demás órdenes sociales, en que es coactivo; y no sólo, en el sentido de que la pertenencia a él, es independiente en cierto grado del deseo y de la voluntad de los hombres que al mismo se encuentran sometidos, pues esto el Estado lo tiene de común con otros órdenes sociales (…) Existen dos actos típicos de coacción, a saber: la pena y la ejecución forzada.”165 Aunque los fragmentos son bastante elocuentes, cabe subrayar cuán inconveniente resulta esperar del derecho penal una respuesta no coercitiva para su función. 1.3.2. El inconveniente de la justicia protectiva La aversión al poder punitivo ha propiciado, también, la parcialización del derecho penal a favor de los intereses del individuo 166. Según dicen, la tutela de los intereses de la parte débil en las relaciones de poder, es la mayor conquista del garantismo. Pero, sería tautológico pensar –como ocurre- que el fin del garantismo es la tutela de los derechos particulares, pues cada uno de estos derechos representa una intención particular de su creador. Entonces, ¿de qué se protege al individuo en relación con las normas penales? Primero, del “insensible monstruo hambriento” que es el estado, en segundo lugar, de una ley penal mal hecha. El inconveniente de apoyar la doctrina garantista en los principios de justicia protectiva, obedece a que sigue una visión Kelsen Hans. ob. cit. p. 130 Vimos arriba que el garantismo protege al individuo en dos supuestos: al individuo cualquiera y al procesado. 165 166 naturalista que supone al estado como un fenómeno invariable en el tiempo y en el espacio, y por ello, olvida que la ley penal es también una creación cultural que se pliega a las circunstancias y al devenir humano. Ese desequilibrio del derecho pro imputado, tácitamente se adscribe a la compleja corriente iusnaturalista. Además, ese objetivo hace que el derecho pierda su interés por el público, por la mayoría. Ahora, incluso, creo que no es descabellado afirmar que el papel del más fuerte en el derecho penal actual lo tiene el imputado. Cuando corresponda hablar sobre democracia, ampliaré esta crítica. 1.4. El garantismo y la pena 1.4.1. Aclaraciones previas. A lo largo de la investigación, he recalcado ciertas cuestiones vitales en toda discusión jurídico penal, me refiero a la pena, a la venganza, al temor y, entre otras, a la violencia. Conviene ahora analizarlas a la luz de ciertas ideas garantistas. También, es momento de advertir que del complejo cúmulo de temas que aborda el garantismo, no todos han sido explicados ni problematizados en esta tesis. Por ejemplo, en lo que se refiere a los principios de estricta legalidad y estricta jurisdiccionalidad, considero que son un valioso aporte analítico a la teoría del derecho penal y refuerzan el principio de seguridad jurídica, que es un pilar en todo estado de derecho. Por estas razones, los contra argumentos que expondré seguidamente deben entenderse en el marco de una sentencia condenatoria, o sea, cuando a un sujeto se le reprocha la comisión de un daño. 1.4.2. La dignidad humana Con base en la figura de la dignidad humana, el garantismo se opone a todo aquello que ocasione sufrimiento para el condenado, por supuesto que lo que tienen en mente es la pena de prisión. No me interesa discutir con los garantistas si el hombre tiene alma o si su vida es digna per se. Estos son criterios morales que no tienen sustento fáctico, y por tanto, carece de sentido racional discutir si existen o no. Lo que si voy a discutir es el valor argumentativo que tienen para el garantismo en la medida en que se toman como un dato real –verificable- y no como un sentimiento humano. Es de esperar, entonces, que quien anteponga la dignidad del hombre a la pena de prisión, declare que lo hace movido por sus valores y sus pasiones, no porque la dignidad sea una categoría jurídica. 1.4.2.1. El sentido discursivo de la dignidad humana Contrario a lo que desean los garantistas, mientras el derecho penal siga condenando personas, y siempre que exista la pena de prisión, hablar de la dignidad del preso solo tendrá sentido discursivo. Es un error considerar que por el hecho de proclamar la dignidad humana y por plasmar su “espíritu” en los derechos fundamentales y en la ley penal, la prisión dejará de ser infamante y el preso va a sufrir menos. Este aspecto simbólico del garantismo lo critica Louk Hulsman, quien estima que las pretensiones de “humanizar” la prisión –consistentes, casi siempre en darle al reo una cama o un televisor-, no logran ningún avance.167 Pensar en una condena digna es como desvirtuar el fin de la pena –cual sea-, pues busca en el dolor del preso una situación que le resulte reconfortante, como si ello pudiera ocurrir. 1.4.2.2. Se habla de dignidad humana solamente para favorecer al reo La proyección individualista del garantismo, que busca el provecho del imputado a toda costa, se quiebra cuando se trata de prohibir conductas y juzgar actos delictivos. En este sentido, el imputado es un sujeto racional, titular de derechos y obligaciones cuando le favorece; al contrario, cuando se trata de reprocharle el mal causado, figuran otras circunstancias como la violencia social y las segundas oportunidades. O sea, desde la óptica garantista, para todo aquello que beneficie al reo se habla de derecho penal de acto, en cambio, si algo le perjudica, se habla de derecho penal de autor. Tengo claro cuán inoportuno –esto es un criterio propio- resulta que el derecho prohíba estilos de vida, posturas morales y personalidades. No se puede desconocer, sin embargo, que un hombre al ser castigado por delinquir, recibe el castigo en su moral y en su visión de mundo; aquello que propició en el hombre la comisión del delito es lo que se castiga 168. Los actos no se comenten por sí solos, por ello se castiga a quien los ejecuta. Hulsman. L., De Celis, J. B. (1984). ob. cit. p. 82. Recuérdese que la propuesta de Hulsman es suprimir el sistema penal. 168 No hay delito sino delincuente, proclama Enrico Ferri. En Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 312. En el mismo sentido: “El delito aparece en el mundo exterior como hecho cometido. Pero es siempre la obra de una persona, el autor, y, por ello un suceso que caracteriza más o menos su forma de ser”. Jescheck HansHeinrich. (1978). Tratado de Derecho Penal. BOSCH Casa Editorial. Primera edición. Barcelona. p. 75 167 Coincido plenamente con Liszt en esta idea: “No el acto, sino el autor es merecedor de pena; la finalidad del castigo no está constituida por el delito, sino por el delincuente; no el concepto, sino el individuo.”169 1.4.2.3. El argumento de la dignidad humana no es exclusivo del garantismo La carga persuasiva de la noción de dignidad humana es tan fuerte, que sirve para fundamentar cualquier cosa170. Basta que un sujeto invoque su “dignidad” y tendrá un argumento –o pseudo argumento- que lo respalde. Incluso, un anti garantista puede pugnar por las penas perpetuas y corporales con base en la dignidad humana de quienes han sido víctimas de un crimen. Ese elemento emotivo, provoca que la idea de la dignidad humana aporte nada a la teoría garantista. Esto, más bien, representa dificultades a la hora de crear normas y organizar la sociedad en general, pues, con intención o no, los defensores de la dignidad o libertad humana intentan disimular las desigualdades más evidentes que se dan en la vida real; lo cual, impide la construcción de órdenes normativos que reconozcan las diferencias reales entre las personas. 1.5. Garantismo y venganza Ferrajoli Luigi (1998). ob. cit. p. 312 La dignidad humana pertenece al grupo de definiciones que hacen tomar partido por algún argumento. Charles Stevenson las llama “definiciones persuasivas”. En Haba Pedro. (1982). Ciencia Jurídica: ¿Qué Ciencia? (El Derecho como ciencia: una cuestión de métodos). Universidad de Costa Rica, Facultad de Derecho. San José. . p. 29 (nota 3) 169 170 Dentro del perfil del garantismo penal que presenté en la primera parte de este trabajo, expuse la respuesta que esta corriente ofrece a la pregunta de: ¿Qué se debe hacer con el condenado?, específicamente, ¿qué se debe hacer con la pena de prisión? Tal y como advertí antes, la respuesta del garantismo no es unívoca. Incluso, se puede encontrar respuestas divergentes entre dos autores que se autoproclaman garantistas. Este es el caso del fin rehabilitador de la pena que, para algunos representa un aporte garantista en la medida que da al reo una segunda oportunidad para retomar su vida, para otros, es despreciable que el sistema penal se valga de mecanismos correctivos para imponerle estilos de vida al condenado171. Hay, sin embargo, una cuestión que el garantismo repulsa a una sola voz: el fin retribucionista de la pena. Antes de analizar este problema, es prudente advertir que no pretendo agotar un estudio sobre la teoría de los fines de la pena172, sino solamente de algunos puntos que se le puede criticar al garantismo. 1.5.1. El problema del anti retribucionismo Sabemos que uno de los grandes propósitos del derecho penal, en general, y que tiene especial interés para el garantismo, es la supresión de las venganzas privadas. El hecho de que un hombre no se cobre a tiros las rencillas con sus Ferrajoli respalda la oposición al fin rehabilitador de la pena, partiendo de la premisa básica de que el hombre, aun condenado, tiene derecho a ser malo. Asimismo, considera que la reinserción que se da al imputado mediante beneficios, debería convertirse en su derecho, a fin de proveer seguridad jurídica. 172 Para ahondar sobre esta teoría, se puede consultar Roxin, C., Artz, G., Tiedeman. K., (1989). Introducción al Derecho Penal y al Derecho Penal Procesal. Editorial Ariel. Primera edición. Barcelona. p. 24 a 32. Jescheck Hans-Heinrich. (1978). Tratado de Derecho Penal. BOSCH Casa Editorial. Barcelona. p. 89 a 102. Además, para un análisis crítico de estas cuestiones, se puede consultar: Salas Minor E. (2007). La teoría de los fines de la pena: Un intento por combatir sus vicios argumentativos. Manuscrito facilitado por el mismo autor 171 vecinos y que un transeúnte -víctima de asalto-, en lugar de correr tras el delincuente, se presente a denunciar lo ocurrido; consolidan la existencia de un sistema para resolver esos conflictos. En parte, esta es la razón por la que el ordenamiento penal pertenece a la rama del derecho público, pues hace intervenir al estado y a la comunidad en un conflicto particular. ¿Significa esta conversión del conflicto -de lo particular a lo público- que el deseo de venganza está fuera de escena? Me parece que no. En realidad, el hecho de que las personas encargadas de investigar y resolver el caso no sean parte del problema, no significa que el proceso se torne en un frío cálculo de pruebas y argumentos. Con esto quiero decir que aunque las prohibiciones penales, el proceso y la pena cumplan fines diversos, como convencer al reo de no volver a delinquir; lo cierto es que el fin vindicativo está presente en todo litigio penal. Debo aclarar que el fin retribucionista de la pena tiene un fundamento contractualista. Acá el hombre que rompe el pacto –el delincuente- retribuye con dolor y sufrimiento las molestias ocasionadas. La sociedad recibe con beneplácito la noticia de que un delincuente ha sido condenado o que fue asesinado mientras ejecutaba el ilícito. A propósito de esto, el profesor Minor E. Salas señala: “Quien ha sufrido un daño en su persona, en su patrimonio, en su honor o en sus seres queridos desea castigar al delincuente. El resto es pura palabrería. En no raras ocasiones, especialmente en el campo de los delitos pasionales o de “sangre” (lesiones, homicidios, violaciones) las víctimas exigen, incluso, que el autor del delito pague con su vida. Esto explica la pervivencia de la pena de muerte. Es decir, que más allá de todo discurso teórico o de todo postulado normativo-ideal sobre los fines que persigue el derecho penal, lo cierto del caso es que la sanción cumple (y no se ve cómo pueda ser de otra manera en nuestro mundo), un fin vindicativo”173 Me pregunto, entonces, si de todos los fines que se pretende atribuir a la pena –falaces-, únicamente se constata la venganza, ¿por qué no se puede fundamentar la existencia de la pena de prisión en el puro deseo de que el preso sufra? Es más, si se pudiese hablar abiertamente de venganza, tendríamos que cambiar los criterios de proporcionalidad al imponer una condena, en el sentido de que usualmente, quien es víctima se satisface cuando el castigo sufrido por el ofensor, es mayor que el mal causado. Aristóteles argumenta en esta misma línea: “Si uno ha sacado un ojo a otro, no es justo contentarse con sacar un ojo al ofensor; porque es preciso que su castigo sea mayor conforme a la regla de proporción, puesto que el ofensor fue el primero que atacó y cometió el delito. En estos dos conceptos se ha hecho culpable y, por consiguiente, la proporcionalidad exige que, siendo los delitos más graves, el culpable sufra también un mal mayor que el que ha hecho.” 174 1.5.2. El garantismo suprime el fundamento del castigo Una vez que hemos reconocido que el fin no eufemístico de la pena está muy lejos de la racionalidad175 y la civilización, debe aceptarse que los únicos beneficiarios del castigo son los sujetos no delincuentes de la comunidad. Este beneficio proviene de la consumación del fin de la prevención especial negativa del castigo. Pienso que no genera mayor controversia afirmar que mientras un hombre Salas Minor E. (2007) ob. cit. p. 19 Aristóteles, citado por Ferrajoli Luigi. (1998). ob. cit. p.452 175 No pretendo enfocar lo racional desde la perspectiva epistemológica –empirismo versus racionalismo-, sino como sinónimo de pensado o meditado. 173 174 se encuentra recluido, la pena está evitando que delinca, al menos fuera de la prisión. He insistido en recordar el carácter público que tienen las cuestiones penales que, a diferencia de lo que ocurre con otras ramas del derecho como el comercial y el tributario, siempre capturan el interés de los diversos sectores sociales. Debo advertir en este punto que cuando abogo por acercar el derecho penal a las mayorías, no me refiero a que el pueblo se encargue de administrar justicia sin la sujeción a un proceso, sino en lo que respecta a la producción de normas penales, para lo que el pueblo si está legitimado en un sistema democrático.176 Ahora bien, si al derecho le importa el individuo en tanto es miembro de la comunidad, si la reclusión de un sujeto cualquiera reporta para la comunidad cierta utilidad177 –al menos de que por un tiempo ese individuo no podrá delinquir- ¿con qué autoridad el garantismo pone al derecho penal del lado del condenado? ¿Con base en qué se atreve a aseverar Ferrajoli que a los diez años de presidio un hombre debe salir porque ya es otra persona diferente a la que delinquió? Este es uno de los grandes vicios del garantismo: Pretende hacer creer que la respuesta del derecho penal puede satisfacer a todos los miembros de la comunidad, supone que en una sola acción, en una sola ley; se puede cubrir los intereses de las minorías y las mayorías. La invención garantista de que el derecho Sobre la legitimidad del pueblo en la producción de normas penales volveré más adelante. Joe Arpaio, conocido como el sheriff más resistente de los Estados Unidos, desde 1992 ha desarrollado en el condado de Maricopa, Arizona, una política penitenciaria de verdadera mano dura; se obliga a los presos a llevar ropa interior de color rosada, se les obliga a trabajar y a soportar las altas temperaturas del desierto dentro de tiendas de campaña. Lo más interesante de todo esto es que parte de la idea de que el reo está en deuda con la sociedad, y sus padecimientos son una forma de reivindicarse con ella. <http://www.barriozona.com/sheriff_joe_arpaio_entrevista.html>. [Consulta: 25. mayo. 2010]. 176 177 tenga una segunda utilidad -“además del máximo bienestar de los no desviados, el mínimo malestar necesario para los desviados” 178- es lo que propicia la contradictoria misión de evitar “castigos injustos”179. Este es el motivo por el que el derecho penal ha ido más allá del ejercicio del control social y la imposición de penas, y le ha buscado utilidades secundarias. La búsqueda de una función ética al derecho penal rebasa su razón de ser instrumental, y olvida que es un artilugio que responde a un hecho cometido en el pasado, cuya meta consiste, básicamente, en cambiar mal por mal. 1.6. La solución alterna de conflictos como patrimonialización del derecho penal Sobre la línea del parágrafo anterior, valga enunciar el carácter alternativo180 que el garantismo introduce para el derecho penal. Al romper con una concepción y unos fines tradicionales de la ley penal, ahora se conduce a resolver cuestiones que antes no le interesaban. Un ejemplo de esto es la moda de los principios de justicia restaurativa y solución alterna del conflicto, los cuales, como explico a continuación, provocan graves fisuras en la labor punitiva. 1.6.1. La imposibilidad de la reparación en el derecho penal Ferrajoli Luigi (1998). ob. cit. p. 332 pena sirve así para prevenir los injustos delitos y los castigos injustos; no tutela solo a la persona ofendida sino también al delincuente frente a las reacciones informales, públicas o privadas” Ferrajoli Luigi (1998). ob. cit. p. 332 180 Esas alternativas están dirigidas a beneficiar al imputado. 178 179“La El hecho de que en un conflicto penal haya una víctima identificable, y que dentro de un litigio esa víctima reciba alguna cosa o prestación de parte del agresor, por más que ello sea suficiente para resolver el proceso, no es razón suficiente para reparar el quebranto del orden social que ocasiona un evento delictual. Cuando el ladrón devuelve lo robado a su dueño, ¿cómo hace para remediar la inseguridad ciudadana que propició? Sencillamente no hay manera de que ello ocurra; la víctima resarcida no es representante del grupo social que ahora teme convertirse en víctima.181 Otro inconveniente de esta corriente restaurativa es que confunde los fines del derecho penal con los caracteres propios del derecho civil. Las diferencias entre uno y otro son sustanciales y, nuevamente, se basan en intereses y necesidades humanas. Dentro de estos criterios diferenciales, figuran la alarma social, la peligrosidad, la excesiva lesividad, entre otros. 1.6.2. El proceso penal no es un escenario conciliador En Costa Rica, la ley procesal ha previsto algunos mecanismos –reflejo del garantismo-que proveen salidas alternativas al trámite ordinario de una causa 182. Se trata de la reparación integral del daño, la Suspensión del Proceso a Prueba y la Conciliación, las cuales tienen como base el imperativo del numeral 7 del Código “Y es precisamente la irreparabilidad lo que distingue los ilícitos penales de los civiles; de manera que la pena, a diferencia del resarcimiento del daño, no es una retribución, ni una reparación, ni una reintegración, sino en el sentido mágico y metafísico anteriormente ilustrado. Carrara Francesco. Citado por Ferrajoli Luigi (1998). ob. cit. p. 254 182 En este momento no estoy hablando de la situación del condenado. El momento previsto para optar por estos beneficios –que no son aplicables en todos los casos- es en la etapa intermedia del proceso. 181 Procesal Penal costarricense, que en lo que interesa dispone: “los tribunales deberán resolver el conflicto (…) en procura de contribuir a la restauración de la armonía social entre sus protagonistas.” El problema de estas figuras, al margen del ya denunciado intento de recuperar la armonía social, consiste en suponer que en un proceso el ofendido y el imputado litigan en igualdad de condiciones, como si se tratase de un solo problema para ambas partes, como si la forma y la razón del disgusto fuese compartida.183 En realidad, me parece que como mínimo, ante un delito ocasionado contra una persona física, nos encontramos ante dos problemas bastante distintos. En primer lugar, el imputado no tiene ningún problema, salvo que su proceder sea investigado en la vía judicial. En este momento nace –quizás no- el inconveniente para esa persona de verse procesado, con la posibilidad de tener que padecer una condena, si es que acaso es condenado. Para el ofendido, el inconveniente es de otra naturaleza y, no voy a entrar a referirme a los que son de corte psicosocial184, me quedaré con la figura de aquel ofendido que de un momento a otro es turbado por otra persona que le ocasiona un malestar. Ahora bien, ¿será que en el momento en el que el ofendido denuncia, está ocasionándole una mal al imputado? ¿Será por eso que lo ven como un conflicto bilateral y un problema compartido? Si se le ve en su construcción más básica, una persona ha sido molestada de una forma no legítima. En caso de que se piense en la transacción de ambas personas: ¿será necesario que la persona molestada tenga Ferrajoli aboga por la igualdad entre las partes, solamente cuando se trata en beneficio del imputado. Esto lo trata cuando sujeta la validez del proceso a que el imputado cuente con las mismas armas –pruebas- que tiene quien lo acusa. Ferrajoli Luigi (1998). ob. cit. p. 583 184 No se puede obviar el hecho de que muchas personas acuden al proceso penal en búsqueda de respuestas violentas. 183 que molestar a quien inició el lío, para que se pueda hablar de que ambas están en condiciones de conciliar? Sobre el tema de la conciliación, dijo Alfonso Chaves: “También se ha señalado que consiste en el “acuerdo entre las partes que resuelven desistir de su actitud litigiosa, por renuncias recíprocas.” 185 Me parece que, procesalmente hablando, el único que tiene actitud litigiosa es el ofendido. El imputado es sujeto pasivo dentro del proceso porque, generalmente, si dependiese de él, el proceso ni siquiera hubiese iniciado. Asimismo, darle un papel tan relevante al ofendido, no hace más que restarle fuerza a la figura de la mayoría y le mina fuerza al poder punitivo del estado. 1.7. La derrota del garantismo penal: A modo de conclusión Si se toma con rigor aquella afirmación de Ferrajoli en la que condiciona la justificación del derecho penal a la minimización y prevención de la violencia y los sufrimientos ocasionados por los delitos186, debe decirse que su propuesta –el derecho penal garantista- ha fracasado. 1.7.1. Dos ejemplos Entre muchas otras, he seleccionado dos noticias que ilustran el desbordamiento de las fuerzas sociales que resuelven de forma anti garantista – Chaves Alfonso. (2007). La Conciliación, Derecho Procesal Penal Costarricense. Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, Primera Edición, San José C.R, p, 717 186 “El derecho penal se justifica si y solo si, previene y minimiza, a través de sus normas primarias o sustanciales, las ofensas y los sufrimientos infligidos por los delitos (...)” Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. p. 125 185 violencia contra violencia- los actos delictivos: 1.7.1.1. El caso de Puebla, México En febrero del año dos mil once, dos sujetos fueron sorprendidos por un grupo de vecinos in fraganti, mientras realizaban un robo en una casa de habitación. Aduciendo estar hartos de que las autoridades no hacen nada por resolver la infinidad de denuncias interpuestas, una turba decidió agredir –casi hasta la muerte- a los delincuentes, para luego llevarlos por las calles de Altepexi, en señal de triunfo sobre la impunidad.187 1.7.1.2. El caso de El Salvador En marzo del año dos mil once, en El Salvador, fueron hallados los cuerpos de dos jóvenes pandilleros con un mensaje anónimo escrito en un papel, el cual contenía una amenaza de muerte para aquellos pandilleros que sigan extorsionando a la población, ante la pobre respuesta de la policía para controlar ese tipo de criminalidad. Según se registró en las redes sociales, una aplastante mayoría recibió con agrado la noticia, máxime, cuando se anunció que el asesino no fue un pandillero, sino, un ciudadano indignado, a quien llamaron héroe. 188 Este hecho recordó la situación que vivió El Salvador con la llamada “Sombra Negra” que era un escuadrón de la muerte que, como ha ocurrido en otras partes del Policías salvan de linchamiento a 2 robacasas en Altepexi, Puebla. <http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=561351l>. [Consulta: 18. febrero. 2011]. 188 Amenazan a mareros. <http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_completa.asp?idCat=6329&idArt=5712025>. [Consulta: 31. marzo. 2011]. 187 mundo, se ocupaba de exterminar criminales. De ambos casos, lo más destacable es que la gente vence al derecho penal, se hace a un lado los códigos, los discursos sobre derechos humanos, las inconsistencias garantistas y se resuelve el problema de inmediato. De este último caso, incluso, se dijo en las noticias: “cuando el verdugo es la solución al problema”. 1.7.2. El garantismo penal no aplaca la violencia ni el deseo de venganza El garantismo penal hace un abordaje superficial de los temas penales. Su atención está puesta en las cuestiones formales del derecho, en la creación y compresión de figuras que, supuestamente, contribuyen a intelectualizar y humanizar el quehacer penal. A pesar de que parcialmente, el garantismo cumple estos objetivos, descuida el hecho de que las pasiones humanas –irreflexivas por definición- son el componente esencial de un ordenamiento que se legitima sobre la base de la prohibición de conductas y el castigo de personas, por medio de la violencia. Valiéndose de eufemismos, los garantistas pretenden hacernos creer que cambiándole de nombre al reo y a la cárcel –ahora se les dice privado de libertad y centro de atención institucional, respectivamente-, se puede desapasionar y desprejuiciar las impresiones negativas que la gente tiene sobre estos particulares. No solamente no es tarea del derecho enseñar a convivir sin violencia, sino que además, tal cosa es imposible. Cuando las personas se protegen del criminal, o simplemente desean cobrarle a golpes el delito cometido, no reparan en el fin rehabilitador de la pena ni en la epistemología falsacionista de Ferrajoli. Con garantismo o sin garantismo, con derecho o sin derecho; los crímenes seguirán conmoviendo a la gente y despertando, a la vez, un impulso de venganza. La situación de algunos estados latinoamericanos, como Colombia, México y Guatemala, que han sido calificados como “estados fallidos” 189, reflejan cuán incompatible es el modelo garantista -tal y como funciona en el primer mundo-, con las necesidades y las circunstancias de estas sociedades. La violencia primermundista no se parece a la violencia latinoamericana, como tampoco se parece el ejercicio del ius puniendi estatal para cada caso. La estructura garantista, en términos europeos, no fue prevista para soportar el peso de las maras, los cárteles de la droga y las “muertas de Juárez”. Por más que los autores –europeos- y traductores –latinoamericanos- del garantismo propugnen por hacer creer que los problemas criminales del subcontinente son mínimos, y que por ello es aplicable su minimalismo penal, lo cierto es que impera el “orden” de una cultura violenta. En este punto, estimo pertinente reconsiderar aquella afirmación de Ferrajoli que dice: “la violencia de las penas solo quedará legitimada en tanto en cuanto prevenga la mayor violencia que producirían los delitos que en su ausencia se cometerían”190. Tomando en cuenta los niveles actuales de violencia en Latinoamérica –ejemplificado en los casos de México y El Salvador-, con todo y los escuadrones de la muerte, ¿se justifica la existencia de penas verdaderamente agraviantes –satisfactorias para el pueblo-, a cambio de la reducción de violencia – Según el centro de estudio estadounidense “Fund for Peace”, se le llama estados fallidos a aquellos que, entre otras condiciones, han perdido el monopolio en el uso legítimo de la fuerza. Incluso el presidente guatemalteco Álvaro Colom, reconoció que su país está en manos del narcotráfico. En: < http://www.elpais.com/articulo/internacional/narcos/nos/estan/invadiendo/elpepiint/2011052 4elpepiint_7/Tes> [Consulta: 10 de octubre. 2011]. 190 Ferrajoli Luigi (1998). ob. cit. p. 175 189 linchamientos y ejecuciones públicas-? ¿Debería el estado complacer a la gente a cambio de menor violencia? Queda planteada la cuestión. Capítulo 2. El problema político 2.1. Base de la crítica 2.1.1. Los fines del derecho penal no se explican en términos jurídicos A fin de ofrecer una explicación clara sobre la dimensión política del derecho penal, es necesario detenerse a considerar los tres niveles discursivos dentro de los que se desarrolla el pensamiento jurídico penal. Valiéndome de tres preguntas, presentaré los tres problemas penales básicos: a-¿Qué es el derecho penal? b- ¿Cómo funciona el derecho penal? c-¿Cuál es el fin del derecho penal? a-Sobre la primera pregunta, las respuestas que se brindan son descriptivas. A este respecto, las discusiones gravitan sobre si es el derecho una norma, una sentencia, un valor, o bien, si es una mezcla de todo. También, se discute su carácter científico, entre otras cosas.191 Un ejemplo de una teoría que responde a este problema en un sentido global del derecho es la Teoría Tridimensional del Derecho de Miguel Reale, en Reale Miguel. (1970). Ciencia Jurídica (Aspectos de su problemática justifilosófica y científico positiva, actual). Editorial Universidad Nacional de la Plata Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. La Plata, Argentina. Estrictamente del derecho penal, se puede ver Zaffaroni, Eugenio et al. (2000). Derecho Penal. Parte General.: Editorial Ediar. Argentina. 191 b- En cuanto a cómo funciona el derecho penal, la argumentación atiende el problema de la forma de prohibir conductas, así como juzgar y castigar individuos.192 c- Ahora bien, a diferencia de los aspectos a) y b), que pueden ser planteados en términos jurídicos, las respuestas que se ofrecen sobre el fin que debe cumplir el derecho penal –problema axiológico-, se basan en cuestiones extrajurídicas. Los fines del derecho penal –y en general del derecho- no están en la ley, aunque allí se enuncien, sino en las valoraciones y en los intereses de algunas personas. Así, una propuesta sobre el fin que debe cumplir la ley penal, es válida siempre y cuando se exponga en términos morales. Las frecuentes construcciones –casi siempre dogmáticas- que justifican la existencia del derecho con base en el derecho mismo, tropiezan con la que se ha llamado falacia naturalista.193 Este vicio no es poco frecuente, se constata –a modo de ejemplo- en aquellos proyectos de ley que se apoyan en el derecho ya existente para justificarse; los impulsores suplantan su voluntad y sus valoraciones por lo que dicen las normas. La búsqueda de una respuesta seria y realista sobre las finalidades del derecho –parte de lo que me propongo en este trabajo- supone abandonar la arena de las cuestiones jurídicas para adentrarse, entre otros, en los mundos de las ciencias políticas, de la sociología y de la filosofía. Reconocer que el divorcio es algo más que lo que dispone el artículo 48 del Código de Familia nacional, y que el delito es algo más que una formulación lingüística194, conduce a posicionar al La respuesta clásica a este problema es la Teoría del Delito. Incurre en esta falacia quien pretende validar un juicio moral a partir de proposiciones fácticas. Consiste en pretender derivar el deber ser con base en el ser. 194 Suele hablarse, sobre todo en la práctica judicial, de delito, no solo como la conducta punible, sino como el tipo penal, o sea, como la construcción lingüística que describe el hecho punible. 192 193 derecho como un medio concebido para satisfacer las necesidades del hombre. El derecho es un producto racional que sucede a un posicionamiento moral, al dolor, a la esperanza, al temor, en suma, a los sentimientos y emociones que ostenta cada sujeto195. Todas las formas de gobierno, sus variaciones, sus críticas y sus reformas, son cuestiones primeramente humanas. La democracia, las penas y los derechos humanos no brotan como los frutos de un árbol, son todos ellos creaciones de un hombre inquieto, lo suficientemente poderoso para instituirlas y hacerlas efectivas dentro de su sociedad.196 Cabe preguntar ahora, ¿cómo se transforman las pasiones humanas en normas jurídicas? ¿Cómo un valor o un sentimiento –necesariamente individualtoma la fuerza suficiente para alterar el orden social? Finalmente, ¿quién está legitimado para permitir que ello ocurra? Estas interrogantes no hacen más que referencia a la denominada “actividad política”, ella comprende todos los actos de instauración, conservación, modificación y disolución del orden estatal y su poder. Según se trate del régimen imperante –autocracia, democracia, tecnocracia, etc.-, varían las formas para influir en la toma de decisiones y para pugnar por los intereses de algún grupo. Por ejemplo, bajo un orden autocrático toda la vida pública se organiza desde los “Los deseos, las emociones, las pasiones son las únicas causas posibles de la acción. La razón no es la causa de la acción, sino solo un regulador.” Russell Bertrand. (1984). Sociedad Humana: ética y política. Traducción Beatriz Urquidi. Ediciones Cátedra S.A. Madrid, España. p. 10. En este mismo sentido: “El derecho no es, jamás será, predominantemente un sistema racional de pensamiento, al menos mientras la genética no produzca inéditos milagros en los cerebros de la gente. No, no puede serlo, porque él consiste en decisiones sobre distintas posibilidades de ordenación político-social para las conductas humanas.” Haba, Pedro. (2006) “¿Puede un jurista discurrir como un científico social?”. Revista de Ciencias Sociales Universidad de Costa Rica. 305 (2):37-54. 2006. 196 “Así pues, en primer término, recordemos que las instituciones políticas (por más que a veces se pase por alto esto) son el resultado de la labor del hombre y deben su origen y toda su existencia a la voluntad humana”. Mill John Stuart. (1986). Consideraciones Sobre el Gobierno Representativo. Traducción Jorge Enrique Guier Esquivel. Universidad Autónoma de Centro América. Primera edición. San José, Costa Rica. p. 20 195 valores y la visión de mundo de un solo hombre; ni los intereses de los demás, ni las leyes, constituyen un límite para quien gobierna. Comprender el valor político que tiene el garantismo dentro de un modelo de estado -en nuestro caso, el democrático- es un objetivo vital para llevar esta tesis a buen puerto. En este parágrafo, me apartaré de los juegos de lenguaje propiamente jurídico penales para incursionar en los estadios previos al derecho. Recogiendo lo expuesto hasta ahora, se puede enunciar estas tres premisas: 1. La mayoría de la gente desprecia los actos delictivos y pretende que el sistema penal sea eficiente al castigar al delincuente 2. El derecho penal, respaldado por el garantismo, no satisface el afán vengativo del pueblo, al contrario, ha adoptado una línea pro imputado. 3. Dentro de un régimen democrático el poder pertenece al pueblo, así, por voluntad de las mayorías se orienta y se conserva el poder, a través de la creación de leyes. Estos postulados abren un abanico de temas y problemas que me corresponde tratar a continuación: 2.2. Crítica principal 2.2.1. ¿Qué dice el garantismo sobre la democracia? 197 En términos generales, este tema fue tratado en el punto 1.2.1. -Sobre las definiciones políticas-, correspondiente a la primera parte del trabajo. 197 Los autores garantistas dicen mucho sobre la democracia, mas no siempre la misma cosa. En ocasiones se habla de la democracia como el modelo de estado ideal -en oposición al autoritarismo-198, otras veces se ve como una manera de vivir social199, incluso, como Ferrajoli, se le mira como una noción que lleva en sí misma el germen del anti garantismo, por las potestades que le confiere al pueblo. Este último, el más problemático, es el que da pie a concebir dos tipos de democracia, la constitucional y la plebiscitaria. 200 De esta distinción que propone el profesor italiano, se puede colegir ciertas cuestiones relevantes: 1. La democracia plebiscitaria consiste en la omnipotencia de la mayoría, en este sentido, la idea del consenso legitima cualquier abuso. En cambio, la democracia constitucional, sinónimo de constitucionalismo y garantismo, consiste en el conjunto de límites impuestos por las constituciones a todo poder.201 2. En el modelo garantista, el derecho penal se basta a sí mismo para producirse y existir, o sea, prescinde del componente político. 202 3. La constitución política amarra toda producción jurídica a la compatibilidad con los derechos fundamentales. “El criterio de mano dura se sustenta en el discurso de la política de cero tolerancia, que al igual que el derecho penal del enemigo y el derecho penal del riesgo, son propias de otras latitudes muy lejanas por cierto, las que propugnan por la aniquilación total de quien delinque, filosofía muy ajena a un sistema democrático y respetuoso de los derechos humanos como el nuestro.” La Prensa Libre. Muñoz Cascante Marta Iris. < http://www2.prensalibre.cr/pl/comentarios/15825-acercadel-expansionismo-punitivo-y-la-renuncia-a-la-prevencion-del-delito.html> [Consulta: 08. diciembre. 2009]. 199 “La democracia no es un conjunto de fórmulas o el plano invariable de una organización, sino una forja de pensamiento y un modo de actuar dirigidos hacia el bien común, tal y como son interpretados y conducidos por la voluntad general.” Merriam Charles, citado por Rodee Calton et al. (1986). La filosofía de la Democracia. Parte de Democracia: Valores y Principios. Volio Jiménez Fernando. Compilador. Libro Libre. Primera edición. San José. Costa Rica. p.16 200 Ferrajoli Luigi (2008). Democracia y garantismo. Editorial Trotta. Madrid. Primera parte 201 Ferrajoli Luigi (2008)ob. cit. p. 25 y 27 202 En relación con la cita número 4, del primer capítulo. 198 4. Contrario a la visión tradicional, la política está sujeta al derecho. 203 2.2.2. El sinsentido de la democracia constitucional Hablar de democracia constitucional es paradójico, así como figurarse la democracia plebiscitaria es una tautología. No se trata de una confusión terminológica, o sea, en el uso de las palabras, sino en los contenidos que se le atribuye a cada signo. De esta manera, Ferrajoli desvirtúa los presupuestos democráticos, al mismo tiempo que le confiere atributos que únicamente tienen sentido dentro de su modelo garantista. A efecto de caracterizarla, con todas las dificultades que ello implica, la democracia204 es un modelo de estado donde el pueblo es el soberano 205 del poder y ejerce sobre sí mismo un autogobierno. Esto significa, al margen de cualquier romanticismo, que en la estructura democrática el hombre tiene la posibilidad – jurídicamente hablando- de decidir sobre su destino, sobre lo que le conviene o no le conviene, en relación consigo mismo y la vida en sociedad. Sobre esto, dice Carlton Rodee: “Los hombres prefieren vivir en un mundo que –en el lenguaje gubernamental- ellos mismos han creado; preferirían gobernarse que ser “mejor” gobernados por otros”206 Esta es la razón por la que la democracia despierta tanta admiración, sobre todo para quienes han sido pueblo en un estado totalitario, pues es afín con el “Esta relación entre política y derecho se invierte en el plano jurídico, en las actuales democracias constitucionales”203 Ferrajoli Luigi (2008)ob. cit. p.306 204 Hasta Ferrajoli concede esto al decir: “Esta legitimidad, como mostraré en los apartados 37 y 57, no es“democrática”, en el sentido de que no proviene del consentimiento de la mayoría.” 205 Esto está contenido en los dos primeros artículos de la Constitución Política costarricense. 206 Rodee Calton et al. (1986). ob. cit. p. 29 203 deseo humano de ser libre y tener poder 207. Ahora bien, ese reconocimiento jurídico del poder particular, solo puede ser efectivo mediante presupuestos que son medios y fines de la democracia al mismo tiempo. Figuran dentro de estos conceptos fundamentales208: a. La racionalidad de la labor política. b. La moralidad. c. La igualdad. d. La libertad. e. La conveniencia del autogobierno. Mi intención no es agotar un análisis sobre estos principios, sino, únicamente en aquellos puntos que riñen con la teoría garantista. Veamos el caso del papel de la razón humana en relación con la democracia. 2.2.2.1. Hacia una idea sustancial de lo racional Históricamente, la democracia se nutre de la idea ilustrada de que el hombre es un ser racional. Pese a que, expresamente, el garantismo no ha abrogado este postulado, ofrece mecanismos que tácitamente chocan con las capacidades críticas, creadoras y destructores, o sea racionales, del ser humano. El más importante de estos mecanismos es el que Ferrajoli llama “la esfera de lo indecidible”, esto quiere decir que en democracia existen una serie de principios que están sustraídos a la voluntad de las mayorías 209. Para ello, la figura de una constitución rígida210 hace impenetrable el ámbito de lo indiscutible. Agrega el garantista: “La política, gracias a ella, ha sido sometida al derecho y precisamente a “La plena libertad e independencia existen sólo cuando el individuo piensa, siente y decide por sí mismo” Fromm Erich. (1979). El Dogma de Cristo y otros ensayos sobre religión, psicología y cultura. Editorial Paidós. Primera edición. Argentina. p 145 208 Sobre esto, Rodee Calton et al. (1986). 209 “En general, la expresión se refiere a la idea de los límites a los poderes públicos, incluidos los de la mayoría.” En relación con “coto vedado” de Garzón Valdés y “territorio inviolable” de Bobbio. Ferrajoli Luigi (2008). ob. cit. p. 102 210 “Las constituciones rígidas han puesto fin a este residuo de absolutismo –omnipotencia de las mayorías”. Ferrajoli Luigi (2008). ob. cit. p. 108 207 la esfera de lo indecidible, imponiendo que esté rígida por funciones de garantía independientes.” 211 La razón humana tiene un valor muy restringido para los garantistas. Suponen que, necesariamente, una construcción racional debe tener un tinte garantista; el resto – lo irracional- es autoritarismo y arbitrariedad. ¿Por qué no puede un teórico de la autocracia emitir ideas y argumentos intelectualmente sostenibles? Pues bien, ese autoritarismo constitucional-garantista es tan peligroso para el intelecto humano como era el malleus maleficarum para las “brujas” en el siglo XVI. Una noción amplia –filosófica- de racionalidad humana, reconoce en la mente del hombre la capacidad de inmiscuirse en absolutamente todo aquello que es cognoscible, ya sea la química, el cuerpo humano, los astros, la economía, la política o el derecho. Esta noción sustancial de inteligencia, reconoce que ante una disyuntiva social los mejores instrumentos para enfrentarla son la discusión y el debate abierto, sin límites ni restricciones, así se les llame con los pomposos títulos de “constitucionales” o “esfera de lo indecidible”212. Según mi criterio, esta idea sustancial de racionalidad que, a fin de darle fuerza, podría llamar “omnipotencia intelectual”, debe ser el verdadero presupuesto racional de la democracia, compatible con este argumento de Rodee: “La esencia del proceso democrático es el gobierno por consentimiento, el consentimiento resultante de una discusión libre y ecuánime. Solamente hombres racionales pueden participar en una discusión de la cual algo surge que cada uno puede reconocer como la representación de la verdad que defendió y, no obstante, parecer servir a la causa de la sociedad mejor que lo ideado por cualquiera para sí 211 212 Ferrajoli Luigi (2008). ob. cit. p. 108 En términos de Unamuno, esto es un sacrificio intelectual. mismo. El sentido comunitario no significa lo mismo que la simple unanimidad emocional. A diferencia de la oclocracia, las decisiones de la democracia son reflexivas y responsables, tomadas por hombres racionales y reflexivos.” 213 El otro gran error garantista es la burda inversión en la relación de producción entre el derecho y la política, que pone a aquel como la causa de este. Cabe aclarar que la limitación del poder estatal a través del derecho –presupuesto del estado de derecho-, no es lo mismo que pretender sujetar todo poder social al derecho. En el primer caso, la idea de que la actuación estatal tenga respaldo en las normas jurídicas, tiene sentido jurídico y es materialmente verificable; sin embargo, es insostenible la idea de que el derecho pueda controlar los impulsos humanos que determinan que la sociedad vaya en una u otra dirección. Esa limitación apriorística del poder –rigidez constitucional- desconoce cuál es el proceso que sigue la producción de normas jurídicas: En términos muy generales, el impulso humano por vivir en comunidad obedece a la moral de cada sujeto y no a una cuestión natural. Para cuando este sujeto es parte de la sociedad, sus deseos, intereses y necesidades –como ser social-, se convierten en problemas políticos. En este nivel se visualiza al estado, como un ente compuesto por individuos, que para existir y actuar requiere al derecho como el cuerpo que lo contiene. A las relaciones en las que intervienen el estado y los particulares, se les llama política; y la forma en la que el estado participa de estas relaciones es el derecho.214 Rodee Calton et al. (1986). ob. cit. p. 21 Sobre la ética, la política y el derecho dentro de un sistema de pensamiento, se puede revisar: Ortega Monge Guillermo. (2008).Libertad de expresión: estudio acerca de sus orígenes en el concepto de Parresía de los filósofos cínicos de la Grecia Clásica. Tesis de Graduación para optar por el grado de Licenciatura en Derecho. Campus Rodrigo Facio: Universidad de Costa Rica 213 214 El estado –sea autocrático, democrático, plutocrático- se vale del derecho para conservarse, mejor dicho, para conservar los valores de quienes han instituido la organización; en el caso de la plutocracia, por ejemplo, los valores de quienes ostentan la riqueza y los medios de producción. En este mismo sentido: “En esta primera instancia del papel de los valores en cuanto al Derecho se ve a éste ser consecuencia de aquellos, pues una moral que tiende hacia la colectividad da a luz un orden social, siendo el derecho respuesta y no pregunta, consecuencia y no causa.”215 Refuerzo este argumento con un extracto de Kelsen: “Ahora bien, llamamos norma fundamental hipotética a ese supuesto o hipótesis, que fundamenta la unidad del orden estatal (y concede carácter jurídico a los actos que integran este Estado), y cuya fórmula sería aproximadamente la siguiente: se debe uno portar como ordena el órgano que establece la primera constitución. (…) Así, pues, el Estado en su unidad y con su soberanía aparece como orden supremo sobre el cual no existe otro alguno más alto.” 216 Existe otro descuido grave de los garantistas que se autoproclaman defensores de la rigidez constitucional, y es que no han advertido que la noción de constitución pétrea tiene un carácter reversible, es decir, que algo esté en la constitución política, no significa que sea necesariamente garantista. Piénsese en el caso de que un garantista se siente frente a una constitución autoritaria, lo más probable será que se levante en franca lucha contra la rigidez constitucional e invocará mil principios en su contra. Ortega Monge Guillermo. (2008). ob. cit. p. 97 Kelsen Hans (1979). Compendio de Teoría General del Estado. Editorial Blume. Tercera edición. Barcelona. p. 118. A pesar del fragmento, es pertinente hacer ver que Kelsen elimina el problema básico de la relación del estado con el derecho, al enunciar que el poder del estado no está sometido al derecho porque existe una identificación entre aquél y éste, entre la actividad estatal y la actividad jurídica. 215 216 Lo que denuncio acá, es que deberían Ferrajoli y los demás garantistas, admitir que no son la “esfera de lo indecidible” o el “territorio inviolable” el presupuesto del garantismo, sino sus valores. La constitución garantista no es la rígida, sino la que es consonante con la visión de mundo y los intereses de las personas garantistas. 2.3. Dos problemas adicionales: 1. El garantismo como forma compleja de iusnaturalismo. 2. El garantismo propicia una nueva constitución de poder: la tecnocracia. 2.3.1. El garantismo como forma compleja de iusnaturalismo A lo largo del trabajo, los análisis realizados han seguido una tendencia marcadamente iuspositivista; según se ha dicho 217, es esta también la línea que sigue el garantismo. No obstante, como explicaré en este apartado, tiene una fuerte inclinación hacia los postulados del derecho natural. Una manera concisa de presentar este problema se obtiene preguntándole a los garantistas: ¿Se debe aplicar una norma no garantista bien hecha –que cumpla los requisitos de la estricta legalidad-? ¿Son válidas aquellas normas constitucionales que otorgan la soberanía al pueblo –como en Costa Rica-y no a la propia constitución? Estas dos interrogantes ya han sido contestadas. Sobre la primera, los garantistas han enfatizado que el criterio de interpretación debe ser lo “justo”, Norberto Bobbio ubica el pensamiento de Ferrajoli dentro de las corrientes del derecho positivo. Ferrajoli Luigi (1998). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta. Tercera edición. Madrid. p. 18 217 antes que lo legal. Sobre la segunda, en los últimos párrafos ha quedado clara la preeminencia que da el garantismo al constitucionalismo, sobre la soberanía popular. El elemento común de estas respuestas es la idea de que existe derecho más allá de las normas jurídicas, es decir, que el derecho no se justifica a sí mismo y requiere de ideas trascendentales –dignidad humana, ley divina, justicia- para completar su sentido. Tomando en cuenta que no es el único, este es un principio del derecho natural. Pensar que algo puede ser legal y, a la vez, antijurídico o "injusto", constituye un retroceso en el desarrollo de cualquier teoría del derecho que pretenda ser esclarecedora, pues implica una renuncia a las explicaciones sobre las causas, estrictamente humanas, de las que emana el derecho. Para quien “explica” el fenómeno jurídico en esos términos, es cómodo ahorrarse el análisis y remitirse al carácter esencial que tienen esas nociones. Este es el elemento religioso –en tanto se basa en creencias- del garantismo, que hace que sus defensores olviden que el derecho es un invento como el arte y la cultura, y no un fenómeno natural. 218 Esta importante distinción, Kelsen la explica a partir de que el orden natural se rige por el principio de causalidad –casusa-efecto-; en cambio, en el orden social, prevalece el principio de imputación. Según este, si se ha cometido un delito, se debe aplicar una sanción; aquí, naturalmente, nada tiene que ver la comisión de un acto ilícito con la imposición de una sanción, pero la ficción jurídica los relaciona en tanto prevé una sanción para la comisión de aquel delito: En este sentido, nuevamente Kelsen: “Por ser el derecho un fenómeno social, la ciencia del derecho forma parte del grupo de ciencias que estudian la sociedad desde distintos puntos de vista. Estas ciencias difieren en su esencia de la naturaleza, dado que la sociedad totalmente distinta de la naturaleza.” Kelsen Hans. (1953). Teoría Pura del Derecho. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Decimotercera edición. Argentina. p. 18 218 “Un acto ilícito es seguido de una sanción porque una norma creada por un acto jurídico (en el sentido de acto creador de derecho) prescribe o autoriza la aplicación de una sanción cuando se ha cometido un acto ilícito.” 219 La paradoja del garantismo iusnaturalista es que en su afán de proveer seguridad con base en la dignidad humana y el reconocimiento de normas pétreas, olvida que en el mundo real del derecho las normas son redactadas por hombres, quienes también interpretan el derecho y dictan sentencias. Entonces, ¿quién es el hombre iluminado que puede distinguir una norma pétrea entre el montón? No existe tal cosa, lo que ocurre es que en forma peligrosa se le ha otorgado un enorme poder al legislador 220 y al jurista, esperando que no se equivoquen. Como si la ley se mostrase atemporalmente en sus cabezas. Con esta idea se desprecia el carácter cultural, sea, circunstancial del derecho. 2.3.2. El garantismo propicia una nueva constitución de poder: la tecnocracia Retomando las ideas sobre la democracia, dijimos que cualquier noción que la contenga, por simple que sea, entiende que el titular del poder para crear y proscribir normas –también penales- es la mayoría del pueblo, aunque sea representada; sabemos, a pesar de ello, que en la vida real esto ocurre así. Kelsen Hans. (1953). ob. cit. p. 15 y 16 Esto se conoce como Síndrome de Moisés al proceso de emisión de la ley dentro del que el legislador se retira del pueblo y entra en una fase de inspiración previa, que le permite entrar en contacto con la esencia misma de la ley, como Moisés en el Monte Sinaí, no puede ni debe ser perturbado por los comentarios y sugerencias de aquellos a los que precisamente les va a ser aplicada la ley. En Rivero Sánchez Juan Marcos. (2002). (¿Muchas?) nueces… ¡poco ruido! Reflexiones sobre el estado actual del discurso jurídico-penal costarricense. Editorial Jurídica Continental. Primera edición. Costa Rica. p. 62 219 220 Principalmente en materia penal, la posibilidad de que un ciudadano cualquiera tenga injerencia en el ordenamiento penal es prácticamente nula. Pero, ¿por qué en estos tiempos es impensable que un carnicero, un ingeniero y un peón de construcción se sienten a redactar un código penal? Esto obedece a la inconsistencia de la dinámica política de la sociedad democrática actual en la que el estado le dice a sus miembros: Ustedes son los soberanos del poder, pero no opinen ni injieran en los asuntos penales, pues no cuentan con la legitimación intelectual para hacerlo. Esa supuesta falta de legitimación del pueblo, sigue la idea de que para intervenir en las producción de normas –no me refiero a los requisitos formales, sino a los sustanciales- se requiere una formación en las ciencias del derecho 221, que excluye a los demás individuos –mayoría- del juego político. Esto no significa otra cosa que la implantación de un nuevo orden estatal: el gobierno tecnocrático. El cual, en términos políticos, consiste en expropiar la soberanía del pueblo y ponerla en manos de los expertos. Así, antes que la voluntad popular, ahora prevalecen los criterios técnicos. A manera de definición, Manuel García-Pelayo expresa: “Aquella sociedad –tecnocrática- en la cual quienes la gobiernan se justifican a sí mismos por apelación a los expertos técnicos, quienes, a su vez, se justifican a sí mismos por apelación a las formas científicas de conocimiento. Y contra la autoridad de la ciencia no hay apelación (…) La tecnocracia significa, así, la presencia de una nueva clase política, compuesta por tecnócratas, que comprende no solo a los técnicos del proceso productivo, sino también a los especialistas en management, planificación, organización, comunicación de masas, investigaciones operacionales, 221 No debe confundirse con la licencia para litigar del abogado análisis de sistemas, etc., en una palabra, los entendidos en teoría práctica y de sistemas.”222 En este gobierno, los abogados penalistas son los soberanos, investidos del poder que les da el conocimiento 223. De esta manera, en tanto único intérprete autorizado, el jurista ve más allá de lo que ven los legos. Allí donde un hombre cualquiera ve crímenes que le proporcionan inseguridad, los doctos del derecho penal ven problemas de una política social y económica excluyente 224 –basados en estudios sociales y económicos-. Cuando el pueblo ha deseado un aumento en la duración de las condenas para satisfacer el desequilibrio que con el delito propició el reo, los juristas responden que nunca un aumento en la condena, ha significado una disminución en la tasa de delincuencia –basados en estadísticas-. Esta concepción tecnocrática supone dos problemas, que planteo a través de estas preguntas: García-Pelayo Manuel. (1974). Burocracia y tecnocracia y otros escritos. Alianza Editorial. Primera edición. España. p. 32 y 33 223 Aclaro, desde ya, que la apología que un juez haga de las razones por las que resolvió en el caso concreto no es tecnocracia. En este supuesto, el juez está jugando el rol de autoridad judicial que administra el derecho, no el de la autoridad política que lo crea. 224 “El Estado debe ofrecer, paralelamente, una política social y económica más inclusiva, más y mejores oportunidades de estudio, recreación y trabajo; así como condiciones favorables para el desarrollo humano de la población más joven.” Luis Paulino Mora Mora, José Manuel Arroyo Gutiérrez, Francisco Dall'Anese Ruiz, Fernando Cruz Castro, Marta Iris Muñoz Cascante, Daniel González Alvarez, Alfonso Cháves Ramírez, Mario A. Houed V., Henning Jensen P., Javier Llobet Rodríguez, Douglas Durán Chavarría, José Carlos Chinchilla, Constantino Urcuyo Fournier, Carlos Tiffer, Nora Garita Bonilla, Jaime Ordóñez, Mónica Vul, Alberto Cortés Ramos, Ana Lucía Gutiérrez Espeleta, Edgar Gutiérrez Espeleta, Gustavo Gutiérrez Espeleta, Olga Marta Mena Pacheco, Rita Maxera, Estela Santamaría, Giselle Boza, Alfredo Chirino Sánchez, Martín Rodríguez Miranda, Alejandro Rojas A., Roy Murillo Rodríguez, David Fallas, Raymond Porter Aguilar, Celso Gamboa Sánchez, J. Federico Campos Calderón, Alexander Rodríguez Campos, Walter Antillón M., Cecilia Sánchez Romero, Agustín Páez Montalbán, Rosario Fernández Vindas, Rosaura Chinchilla Calderón, María Elena Villalobos Campos, Lucila Monge Pizarro, Carmen Aguilar, Christian Fernández Mora, Pablo Salazar, Norberto Garay, William Barquero Bogantes, Gonzalo Elizondo Breedy, Hans Leandro Carranza, Natalia Gamboa Sánchez, en: Seguridad y garantías se complementan. Diario Extra. <http://www.diarioextra.com/2010/marzo/02/opinion08.php>. [Consulta: 13. setiembre. 2010]. 222 1. ¿Será cierto que los criterios más importantes en el quehacer político son los racionales? 2. ¿Por qué vale más el criterio de un jurisperito que el de cualquier otro sujeto en la discusión de un tema de interés público? 1. Sobre la primera pregunta, estimo oportuno recordar que son los deseos, las emociones y las pasiones los elementos fundamentales la actividad política, la razón, es tan solo un regulador.225 Me explico con un ejemplo: En los últimos meses el país presenció un debate en torno al empleo del mecanismo de fertilización in vitro como método de reproducción humana. Al margen del contenido de la discusión, la influencia de los criterios técnicos y científicos ha sido mucha. Sin embargo, si el embrión humano es una masa de células, o si con el cultivo de embriones se puede ocasionar problemas congénitos al bebé, no son las cuestiones importantes. Lo verdaderamente significativo son las posiciones morales de quienes debaten a favor o en contra. No se puede negar la enorme influencia de la Iglesia Católica en la discusión, así como los sentimientos de empatía de quienes ansían que las mujeres cumplan el deseo de ser madres. Son estas posturas y no los términos científicos los que pesan en la creación jurídica.226 En palabras de Hobbes: “No es la sabiduría, sino la autoridad quien hace la ley.”227 En relación con Russell. ob. cit. p. 10 En este sentido: “Él es –el derecho-, por lo tanto, cambiante, inestable, vacilante. No puede dejar de serlo, pues si se convirtiera en otra cosa (en algo exacto, previsible, “científico”) entonces dejaría de satisfacer las necesidades (irracionales) de un mundo (también irracional)” Salas Minor E. presentando a Albert Hans. (2007). La ciencia del Derecho como ciencia real. Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, Distribuciones Fontamara. Primera edición. México. p, 25 227 Hobbes Thomas, citado por Ferrajoli Luigi (2008). ob. cit. p. 71 225 226 2. En cuanto a la segunda pregunta, debo decir que en el actual modelo tecnocrático, que opera solapadamente, es visible una cuota de arrogancia de aquellos juristas que piensan que pueden conocer y resolver todos los problemas que son objeto del derecho, mejor de lo que lo haría cualquier sujeto. ¿De dónde emana el poder científico-político del jurista? ¿Cuáles son esos criterios racionales que distinguen el saber del jurista de los demás? No existe una norma jurídica dentro del modelo democrático que fije la ciencia como norte político, como tampoco hay normas que designen al letrado como el portavoz de las ciencias. Lo que ocurre es que, como parte de las pretensiones omnicomprensivas del garantismo, sus mismos creadores se colocan como el primer poder creador de normas penales. No discuto que exista autonomía y especialidad del objeto de las ciencias del derecho228, lo que no se puede dejar pasar es que el garantismo –mediante la tecnocracia- llame científico a lo que no lo es y, peor aún, que se valga de ello para darle autoridad a sus ideas. Esto se puede encauzar en dos críticas muy puntuales: 1. Los valores del garantista no son especiales ni diferentes a los de cualquier otro sujeto. Los garantistas deben reconocer que están dentro de una discusión de valores, no se trata de una discusión científica. 2. En un estado democrático importa poco si el pueblo se equivoca, lo esencial es reconocer que él es el titular del poder. “La creación del Sobre este complicado tema, se puede revisar: Haba Pedro. (1982). Ciencia Jurídica: ¿Qué “ciencia”? (El Derecho como ciencia: una cuestión de métodos). Universidad de Costa Rica/Facultad de Derecho. San José 228 derecho no es una tarea científica sino de la voluntad, que posiblemente se sirve (a veces) de conocimientos científicos.”229 Ni siquiera hace falta decir, como lo hace el magistrado Chinchilla, que el pueblo es inteligente y sabe lo que necesita230, pues lo cierto es que basta decir que el pueblo es el soberano. Con acierto Ernesto Mayz apunta sobre este particular: “Efectivamente, si en algún momento queda cuestionada la libertad dentro del funcionamiento de un sistema tecnocrático, es en el proceso de la toma de decisiones. En éste, como es bien conocido, antes que la efectiva participación de la voluntad popular, y algunas veces, incluso, antes que las propias preferencias y motivaciones del político, prevalecen los criterios técnicos como elementos sustentadores y decisorios de los actos de un Estado. En tal sentido, como lo han afirmado varios autores, el juego o funcionamiento de las tecnoestructuras es, por naturaleza, antidemocrático.” 231 Geiger citado por Haba Pedro (2004). Axiología Jurídica Fundamental (Axiología II) Bases de Valoración en el discurso jurídico. Editorial de la Universidad de Costa Rica. Primera edición. Costa Rica. 230 Chinchilla Sandi, Carlos. La Nación. <http://www.nacion.com/1n_ee/2009/diciembre/14/pais2181673.html> [Consulta: 10. enero. 2010]. 231 Mayz Ernesto (1979). Democracia y Tecnocracia. Universidad Simón Bolívar. Primera edición. Venezuela 229 Conclusiones 1. El contrato social, en los términos que lo explica Hobbes, constituye el escenario más serio y más realista sobre el que se puede basar cualquier teoría del estado y, desde luego, también del derecho. Al margen del valor simbólico que puede tener la imagen de un contrato social, que da pie a contemplarlo como hecho histórico y como presupuesto especulativo del estado, lo cierto es que el fenómeno de la convivencia humana, hoy, al igual que cuatro siglos atrás, ratifica que única y exclusivamente de la cabeza humana brota la construcción del estado y del derecho. Por ello, el estudio de lo jurídico debe tener siempre a la vista el valor instrumental que tiene el derecho, que como la ciencia y el arte, son creaciones de la cultura humana. Este postulado ocupa un lugar especial en el pensamiento jurídico penal. Los problemas que diariamente enfrenta el jurista penal –inseguridad social, condena, venganza-, son los mismos que motivaron la agrupación de aquellos contratantes originarios. La idea básica del pacto social es que ante el temor compartido de perecer o ser agredido en el estado de guerra, los hombres ceden su fuerza a un ente más grande –el estado- con la autoridad suficiente para disolver el estado de guerra y la herramienta necesaria –el derecho- para evitar que algún individuo desobedezca, y en caso de hacerlo, para castigarlo en nombre de los demás. De lo anterior se colige que la razón de ser del derecho no se explica en términos jurídicos, sino a partir de los valores de quien ostenta el poder político. 2. El argumento recién expuesto obliga a quien intente comprender los problemas del derecho penal, a tomar en cuenta los elementos externos que justifican su existencia. Esta es la razón por la que he puesto el énfasis en el garantismo penal, visto como un programa valorativo de organización social que reproduce la cultura penal vigente232. Al garantismo, al no garantismo y a cualquier teoría del derecho, se le debe aplicar un análisis político, jurídico y filosófico. Políticamente, el garantismo plantea una enemistad inconciliable con el poder decisor que tienen las mayorías dentro de un régimen democrático. Por ello, a fin de que el pueblo no se inmiscuya en los temas penales, el garantismo prevé la consolidación de una constitución rígida a prueba de movimientos sociales y reformas normativas no garantistas. Este es el elemento esencial de lo que se llama democracia constitucional. La consecuencia más relevante de esta propuesta, es que rechaza aquella idea de que el derecho es un instrumento del estado, e invierte el orden, de tal suerte que propone que el derecho debe ser la fuente de la actividad política. 232 Es la postura oficial del poder, Jurídicamente, al garantismo lo mueve el interés por atenuar el poder punitivo del estado, tanto en la técnica de prohibición de conductas, como en la sujeción a un proceso penal y al castigo. Su objetivo, en el primer caso es delimitar la potestad legislativa con base en el principio de estricta legalidad y, en el segundo supuesto, diseñar un método de demostración judicial, que pretende erradicar las excesivas potestades –arbitrarias- del juez. Según sus propios defensores, la base filosófica del garantismo es el apego a la racionalidad y al humanismo, en este sentido, los garantistas desprecian las manifestaciones violentas del estado, y sus motivaciones en la simple venganza – cambiar mal por mal- o bien, en aquellas que usan al hombre como medio para alcanzar un fin determinado. 3. Existe una corriente de pensamiento, no oficial 233, que he llamado no garantismo. Se trata de un movimiento cuyos argumentos no están sistematizados, por lo que son objeto de crítica de parte del garantismo. Sus ideas más importantes parten de la premisa de que todo quehacer del sistema penal debe tomar el criterio de la opinión pública y procurar su satisfacción. Lo más significativo de la tendencia no garantista, es que acertadamente refresca dos ideas: Primero, que la figura del pacto social no deja de estar vigente en las discusiones políticas, en segundo lugar, recuerda que el derecho es un instrumento de la política. Aunque desordenado, el no garantismo tiene la virtud de reparar en la verdadera dinámica que sigue la producción de normas jurídicas. Pone en la base las preocupaciones, la inseguridad y los sufrimientos que provoca en la gente el No es oficial en tanto no comparte los valores de quienes ocupan el poder y pretenden conservarlo. 233 fenómeno delictivo, así, entiende que el estado es el autorizado para proceder contra el criminal y, que en un contexto democrático, la mayoría está legitimada para que su voluntad pese en la respuesta estatal. 4. En relación con el parágrafo anterior, a modo de hipótesis fue enunciado desde el inicio de la investigación que el garantismo pervierte la razón de ser tradicional del derecho penal y desvirtúa los presupuestos del estado democrático, lo cual fue demostrado a lo largo del título tercero del trabajo. Sobre la perversión del derecho penal, lo más cuestionable de la argumentación garantista es que sus críticas son autodestructivas. Su lucha contra el poder punitivo y sus respuestas violentas, vacía de sentido cualquier teoría del derecho penal, pues sus intenciones, tácitamente abolicionistas, únicamente le son de recibo a quien pretenda suprimir de tajo al derecho penal. Podría pensarse –a manera de crítica contra mis ideas- que la “maldad” que el garantismo le reprocha al poder represivo es, simplemente, un recurso alegórico234; sin embargo, debo decir que una alegoría tiene sentido al formular que “… hay unos hombres encadenados desde su infancia, de suerte que no puedan cambiar de lugar ni volver la cabeza…” y con ello construir una teoría del conocimiento –como genialmente lo hace Platón235-; pero, decir que el estado es como “aguas malas”, que siente impulsos destructivos contra el delincuente y, pretender con ello basar una teoría del derecho penal, es peligroso y propicia una visión distorsionada de la realidad social. “El derecho penal debe programar el ejercicio del poder jurídico como un dique que contenga al estado de policía, impidiendo que anegue el estado de derecho.” Zaffaroni, Eugenio et al. (2009) Derecho Penal Parte General. Buenos Aires, Argentina: EDIAR. p. 78 235 Platón. La República. Libro Séptimo. Editora Nacional. México. 1972. 234 En cuanto a las razones por las que el garantismo choca con los principios democráticos, siguiendo este orden de ideas que presentan al derecho como un instrumento del estado, debo recalcar cuán inoportuno resulta aquel argumento garantista que impone como criterio informador del derecho al propio derecho 236. Es insostenible cualquier argumento que pretenda superponer las razones de derecho a las razones de estado, por la simple razón de que las primeras no existen. El derecho no siente, no piensa, no se fija metas, no decide; es solo un medio del que se sirve la inventiva humana para cumplir fines, necesariamente humanos. Queda, de esta manera, abierto el panorama para afirmar que el estado y el derecho son violentos por antonomasia. La conservación de uno y otro, como tales, y en función de los fines que el soberano –la gente- le han endilgado, se basa en la intolerancia hacia todo aquello que le represente un peligro, así se trate de las propias personas. Otro invento garantista que ha sido objeto de crítica es la rigidez constitucional, no solo por invertir la relación moral-política-derecho, sino también porque constituye un serio obstáculo a la capacidad humana para satisfacer sus necesidades en la vida en comunidad. Por más que sean los “grandes tratadistas” los defensores de la constitución pétrea y de la esfera de lo indiscutible, es innegable que su actitud es antifilosófica y anti académica. Finalmente, la enemistad del garantista con lo democrático, ha dado lugar a la instalación de un nuevo orden político: la tecnocracia. El advenimiento al poder de juristas penales supone cierta iluminación del abogado penalista que está más cerca de las verdades que cualquier otro sujeto. Desde luego, este régimen, más 236 Estas proposiciones caen en el vicio argumentativo llamado petición de principio. autoritario que democrático, desconoce que no son la ciencia ni la técnica los reguladores de la actividad jurídica y política. Esa supuesta -y arrogante- cercanía del jurista con la ciencia y su utilidad pública, ha hecho tropezar dos veces más al garantismo: Primero, porque el derecho penal no debe procurar enseñarle a los destinatarios de la ley a vivir bien, su tarea no debe ser suprimir la violencia social, sino transformarla en violencia legítima –estatal-. En segundo lugar, desatiende las diferencias culturales e históricas que determinan a cada sociedad. En Latinoamérica 237, está de moda importar ideas y figuras jurídicas que nacen de realidades sustancialmente diferentes a las propias, que no se ajustan al contexto porque han surgido de necesidades no sentidas –el mejor ejemplo es el garantismo italiano-. Incluso, Luigi Ferrajoli, expresamente destaca como hechos que propiciaron su teoría garantista, el nazismo, el stalinismo, las guerras mundiales y las leyes antimafia italianas; todas ellas, son lejanas espacial y temporalmente, a la realidad propia. En el seno de esa imposición jurídica, que es también imposición cultural, ha nacido la derrota del garantismo penal que contempla de rodillas el crecimiento de grupos de indignados y escuadrones de la muerte que hacen las veces de autoridad punitiva. La importancia de analizar las realidades y los conflictos de cada grupo humano, puede hacer atractivo el tema del abolicionismo penal, siempre y cuando, consideremos que su principal impulsor escribió en el contexto de un país, que a la fecha, ha cerrado ocho cárceles por falta de delincuentes. 238 237 238 Claro que incluyo a Costa Rica Me refiero a Louk Hulsman y el caso de Holanda. Bibliografía Albert Hans. (2007). La ciencia del Derecho como ciencia real. Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política. Traducción Salas Minor E. Distribuciones Fontamara. Primera edición. México. Alcalá-Zamora y Castillo Niceto (1947) Proceso, autocomposición y defensa. Textos universitarios UNAM. Segunda edición. México. Báez Fernando. (2004). 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