Desentrañando la acción humana darle al lector una perspectiva global de las ideas; desde una visión del hombre que deje atrás a los modelos precarios que pretenden condicionar la acción humana, hasta llegar a medios prácticos que logren un cambio sustentable a favor de la Libertad. Cada uno de los temas podrían ser objeto de un estudio mucho más profundo, mas para evitar extender el análisis, se incorporan un conjunto de referencias bibliográficas y digitales de diversos autores que han abordado dichas cuestiones más a fondo. Me escribió una vez Lamartine: "Vuestra doctrina no es más que la mitad de mi programa: os habéis detenido en la libertad, yo estoy ya en la fraternidad". Le contesté: "La segunda mitad de vuestro programa habrá de destruir la primera" FRÉDÉRIC BASTIAT Mucho se ha hablado ya sobre la importancia que representa plantear una alternativa profunda a los sistemas autoritarios que han surgido recientemente en América Latina. En el siglo XX, el panorama estuvo marcado por una serie de dictaduras militares, con restricciones y violaciones directas y evidentes a los valores democráticos y a los derechos humanos. En cambio, nuestra era parece estar marcada por una serie de regímenes que se visten con un ropaje democrático, pero que en el fondo esconden un conjunto de artimañas para aferrarse al poder y someter a sus detractores a través de las instituciones supuestamente apegadas al Estado de Derecho. Estas nuevas formas de totalitarismos, además, comparten un discurso de izquierda política que justifica sus acciones en la búsqueda del bien común, el cual suelen asociar al ideal igualitarista de justicia social redistributiva a través del Estado. En este sentido, resulta importante estudiar primero la naturaleza de la acción humana con unas breves definiciones, para luego analizar los distintos móviles de su acción. Finalmente, se tiene un basamento para discutir tanto la moralidad de los distintos marcos institucionales como su conveniencia (o no) en la práctica para la vida en sociedad. El siguiente texto representa un esfuerzo en esta dirección, sin por ello aspirar a convertirse en un manifiesto ideológico ni mucho menos en un programa político. Lo que se pretende es 1 La naturaleza de la acción humana dilucidar lo complejo que resulta dar con el valor que cada persona le asigna a cada fenómeno. En otras palabras, la escala valorativa es individual y única para cada ser humano, pudiendo mutar en el tiempo y ordenarse aun en contra de los instintos o deseos corporales. Para Mises, el hombre tras ordenar en escala valorativa sus deseos y anhelos, opta y prefiere; es decir, actúa. Lo que distingue al homo sapiens de las bestias es, precisamente, eso, el que procede de manera consciente. El hombre es el ser capaz de inhibirse; que puede vencer sus impulsos y deseos; que tiene poder para refrenar sus instintos3. Ludwig von Mises definió la acción humana como conducta consciente; movilizada voluntad transformada en acción, que pretende alcanzar precisos fines y objetivos1. Esta definición traza una línea entre la conducta consciente y los simples reflejos o reacciones animales, los cuales, al no disponerse de voluntad para controlarlos, se excluyen de la categoría entendida como acción humana. A partir de este punto, cabe preguntarse por qué actúa el ser humano. Resulta evidente que el hombre necesita actuar para sobrevivir; en cambio, los reflejos resultan insuficientes para este propósito y la pura inacción solo puede relacionarse con la muerte. A su vez, parece lógico pensar que el individuo actúa movido por el deseo de estar mejor. Según Mises, el hombre, al actuar, aspira a sustituir un estado menos satisfactorio por otro mejor. La mente preséntale al actor situaciones más gratas, que aquel que, mediante la acción, pretende alcanzar. Es siempre el malestar el incentivo que induce al individuo a actuar2. A pesar de ello, esta concepción de la acción humana se suele criticar como una reducción a favor del materialismo eliminativo4 , cuando se argumenta que al ser humano le resulta imposible actuar en contra de su propia noción del bien. Ello no solo ignora la frontal defensa presentada a favor de la voluntad humana y su libre albedrío, sino que requiere una aclaratoria fundamental sobre lo que se entiende como "bien", pues choca con el ideal altruista y con todas las confusiones que se derivan del mismo. Aquí tropezamos con el problema de cómo identificar una situación mejor que otra, pues las valoraciones suelen cambiar con cada persona. Por ejemplo, algunas personas prefieren el frío y otras el calor; y aun más allá, una misma persona puede valorar más el calor o el frío dependiendo de la circunstancia en la cual se encuentre. De este ejemplo tan sencillo se puede Altruismo, el verdadero y el falso Se suele entender como una persona altruista a aquella que actúa de forma "desinteresada", es decir, quien actúa por el 3 ídem. El materialismo eliminativo es una teoría que afirma que el fenómeno de la conciencia podría ser explicado solo a través de las leyes físicas, poniendo en duda el concepto del libre albedrío. Para más detalles, se recomienda consultar Patricia S. Churchland: Materialismo eliminativo (Neurofilosofía) (Subtitulado). Disponible aquí. 4 1 Mises, Ludwig von (2011). La Acción Humana: Tratado de Economía. Madrid: Unión Editorial. 2 ídem. 2 bien de otros aun a costa de su propio bien. Pero he aquí la raíz del problema. El término "desinteresado" se usa comúnmente para denotar que la persona no busca un fin material, como por ejemplo un beneficio económico. Tampoco estaría buscando reconocimiento ni alabanza alguna al hacerlo de forma anónima, desprendiéndose de la satisfacción de sentirse amado y valorado por los demás. Mas resulta imposible concebir que esta persona no buscase un bienestar espiritual, ya sea una alegría interna, paz de conciencia o, en el caso religioso, la esperanza de recibir una recompensa espiritual por haberse desprendido de un bien mundano. Es en esta recompensa, que podría definirse como un "bien del alma", en la cual radica el móvil de la acción de un mal llamado altruista, desmontando la concepción de una acción totalmente desinteresada y en contra del propio bien en cualquiera de sus formas. Incluso una madre daría la vida por su hijo al valorar menos su vida sin él, pues de no hacerlo le resultaría insoportable vivir5. con su maestro, declarando que todo arte y toda indagación, toda obra y toda elección, parecen apuntar a algún bien; por lo que el bien ha sido definido con acierto como aquello a lo que tienden todas las cosas6. En efecto, resulta lógico deducir que una persona no puede atentar contra sí misma de forma consciente, al menos en cuanto a su concepción personal del bien en ese momento. Incluso un suicida, por ejemplo, encontraría un bien en la acción de quitarse la vida, al considerar librarse de la inmensa carga que le resulta insoportable resistir. De allí que Nietzsche afirme, en su ferviente crítica hacia el ideal ascético, que antes quiere el hombre "la nada" que el no querer7. Ese querer la nada sería la verdadera consecución de la moral altruista: un ser humano que atenta contra sí mismo en su noción del bien. Esta concepción ni siquiera es compartida por la mayoría de las personas religiosas, pues todos los sacrificios y las negaciones a favor de los demás son vistos como un medio para agradar a Dios y lograr así el fin último esperado: el Cielo, la eterna Felicidad. Tampoco es compatible con el ejemplo de una madre que da la vida por su hijo, pues la mueve su amor y la esperanza de una vida para él. En cambio, un verdadero altruista se asemejaría a la segunda versión de Judas representada por Jorge Luis Borges8: el delator de su maestro que aceptaría conscientemente el eterno castigo infernal, a cambio de la salvación de la humanidad traída por Jesús, Profundizando todavía más en el asunto, estas ideas no son en absoluto novedosas y ya se discutían en la filosofía de la antigua Grecia. Incluso Platón, quien diferenciaba radicalmente el cuerpo y el alma en su teoría de las Ideas, expuso que el ser humano actúa siempre buscando lo que considera como un bien para sí. En el supuesto caso que lo hiciese buscando un mal, únicamente podría hacerlo sub specie boni, es decir, considerándolo en el momento de la acción como un bien. En esto, el mismo Aristóteles coincidía 6 Copleston, Frederick Charles (2000-2004). Historia de la filosofía. Volumen 1. Barcelona: Editorial Ariel. 7 Nietzsche, Friedrich (1996). La genealogía de la moral. Madrid: Alianza Editorial. 8 Borges, Jorge Luis (2011). Ficciones. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. 5 Entiéndase que con ello no se pretende desprestigiar cuán loable es entregar la vida por un ser amado, sino solo identificar la verdadera naturaleza de la acción. 3 quien por sus méritos resucitaría al tercer día para hacerse acreedor de la gloria eterna. Y en el caso de una madre, en aquella que daría la vida por un desconocido a costa de la vida de su hijo amado. a quien se aprecia por sus valores y méritos: ¡Qué bien me hace amarte! - dirían los enamorados. Continuando en esta dirección, se sabe que el ser humano no es una isla; en cambio, tiende a vivir en sociedad y se encuentra en constante relación con otras personas, en gran parte desconocidas y sin vínculos afectivos. De allí se desprende la importancia de señalar las instituciones necesarias para preservar la paz y la convivencia, símbolos del respeto hacia la vida de cada uno de los individuos dentro de la sociedad. Finalmente, quien se opusiera a esta inclinación voluntaria hacia la Anti-vida, pero al mismo tiempo negara perseguir algún interés propio de cualquier naturaleza (material o espiritual), solo sacaría a la luz su incapacidad de reconocer su propia escala valorativa y la relación que guarda con sus acciones. Para decirlo con Nietzsche: "No buscar lo que me conviene" no es más que la hoja de parra moral con la que se tapa un hecho completamente distinto, un hecho fisiológico: "Ya no sé qué es lo que me conviene." ¡Disgregación de los instintos! El hombre que se vuelve altruista es un hombre que está acabado9. Política sin romance Como primera consideración vale la pena acotar que, si incluimos en la categoría de seres humanos a los políticos, no deberíamos confiar en ellos cuando dicen que lo que hagan será solo por el beneficio de los demás. Esta idealización de los políticos como seres angelicales buscadores del bien común ha traído como resultado las altas dosis de populismo y arbitrariedad de los gobiernos, gracias a las enormes cuotas de poder otorgadas por los ciudadanos que actúan con este nivel de ingenuidad. No por casualidad el altruismo es exaltado como una virtud por parte de ciertos políticos y demás personajes que anhelan el poder para imponer sus fines y someter a otros en el camino. Se concluye entonces lo indispensable que resulta para la vida del hombre disponer de un código moral que lo anime a buscar su realización personal, tomando en consideración su propia escala valorativa. El altruismo - el verdadero - no encaja en esta consideración, pues exalta la Anti-vida y la negación del propio ser. Resulta a su vez importante destacar que este altruismo nada tiene que ver con el amor y la amistad, pues si bien estas relaciones humanas demandan ciertos niveles de entrega hacia el otro, no por ello van dirigidas en contra del propio bien. Todo lo contrario, el amor y la amistad son formas genuinas que buscan alcanzar la plenitud del propio ser, al reconocer un bien en el encuentro con otro ser humano Sobre este tema, resaltan los aportes presentados por James Buchanan y la Teoría de la Elección Pública, al estudiar a 9 Nietzsche, Friedrich (2004). El crepúsculo de los ídolos. Madrid: Alianza Editorial. 4 profundidad una política sin romanticismos10. En principio, no debe negarse que el político ambiciona el poder, así como los beneficios y privilegios que se desprenden del mismo (no exclusivamente materiales); y en una democracia, el poder se consigue a través del voto, por lo cual el político tenderá a actuar buscando la mayor cantidad de votos posibles. A ello se le añade la peligrosa advertencia que formulase Lord Acton, quien, tomando en cuenta el carácter insaciable del hombre en este sentido, declarase que el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente. leyes, establecen las normas que rigen las relaciones humanas en la sociedad, y además, forman parte fundamental de la evolución de las instituciones sociales, cuya influencia repercute en las condiciones sobre las cuales el individuo actúa y se desenvuelve. Instituciones y vida en sociedad Por lo tanto, el único político en quien sería prudente confiar resultaría aquel capaz de desprenderse del poder en un corto período de tiempo y de legislar en función de tener menos control sobre la vida de los demás. Un político que así actuase lo haría por dos posibles razones: o por convicción, o porque se viese obligado a hacerlo dada la presión ciudadana. Mas si lo hiciese únicamente por convicción propia en su noción del bien, las personas podrían no valorar estas medidas y en cambio, reclamar por una "mano dura" con mayores poderes que imponga sus designios por vías autoritarias. Por ello, para que los políticos se orienten de forma permanente a no abusar del poder en una democracia, resulta fundamental que dichas medidas sean populares y se traduzcan en votos. Por instituciones se entienden a los diversos mecanismos que surgen a través de las relaciones sociales, que sirven como guías para canalizar las relaciones en un orden específico. El lenguaje, por ejemplo, es una institución que permite comunicarnos de forma efectiva, mientras que el dinero nos permite intercambiar bienes y servicios de forma práctica y conveniente. Estas instituciones evolucionan de forma compleja y a partir de ellas se establece un determinado orden social. Mediante la acción política, se suele buscar el predominio de ciertas instituciones que rijan la vida en sociedad, de forma tal de conseguir un marco institucional acorde con la visión de justicia que se tenga. Este acercamiento a la acción de los políticos resulta muy importante al considerarlos como líderes y legisladores en materia del orden público. Son ellos quienes aprueban las 10 Buchanan, James M. Política sin romanticismos. Publicado por el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico, CEDICE Libertad. Disponible aquí. 5 En este sentido, vale la pena señalar la inviabilidad de un orden social basado en la planificación central. Sobre este punto, Friedrich Hayek acierta al enfrentar las limitaciones del saber individual para reconocer el bien para cada persona en cada circunstancia11. Aun teniendo las mejores intenciones posibles, una sola persona o un reducido grupo de burócratas no estarán nunca en la capacidad de manejar la gran cantidad de información que se deriva de los deseos de cada persona. En cambio, tenderán inevitablemente a la arbitrariedad y buscarán imponer sus ideas y proyectos al resto de la sociedad a partir de la coacción ejercida por el monopolio de fuerza: el Estado. De allí la importancia de reconocer la diversidad de los seres humanos y el derecho de cada uno a buscar sus propios fines. Así, Mises declaró que puesto que nadie puede reemplazar los juicios de valoración del sujeto en acción por los propios, vano resulta enjuiciar los anhelos y las voliciones de los demás. Nadie está calificado para decidir qué hará a otro más o menos feliz12. valorativa de cada quien, por lo que no es posible amar a todo el mundo de forma indiscriminada, igualitaria y sin razón alguna. Sobre este tema, Ayn Rand expone el caso extremo y absurdo de decirle a las personas amadas: Te amo solo por tu propio bien13. En cambio, un orden social apropiado sería aquel basado en el respeto y el reconocimiento del otro, aun cuando las más radicales diferencias los dividan como rivales. Resaltan la virtud de la tolerancia y el respeto hacia las diferencias individuales, sostenidas en el principio de no agresión como institución moral a favor de la libertad y la dignidad humana en su naturaleza. En cambio, obligar a las personas a amarse unas a otras - por ley - y ser solidarias entre ellas no solo atenta contra los derechos individuales, sino que tiende a pervertir el verdadero sentido de la moral. Así lo entendía Aristóteles al argumentar que el hombre solo será bueno si su acción procede de una decisión moral y hace aquello precisamente porque es el bien14. En otras palabras, la búsqueda del bien común no debería imponerse a través de la fuerza, pues destruiría su propio sentido. Me es por completo imposible concebir la fraternidad forzada legalmente, sin que resulte la libertad legalmente destruida y la justicia legalmente pisoteada15, declaró Frédéric Bastiat. Por otra parte, tampoco resulta satisfactorio un orden social basado en el amor al prójimo, el cual parece figurar como un lugar común entre las más diversas visiones. Con ello no se pretende afirmar que el amor no juegue un papel fundamental en las relaciones humanas, sino recalcar el hecho imprescindible de diferenciar las relaciones entre seres amados y el resto de la sociedad. Pues el amor conlleva valorar las virtudes de la otra persona, de acuerdo a la escala En la política, estas consideraciones desembocan en la necesidad de reconocer la libertad y los derechos individuales como las garantías que permiten al hombre desarrollarse plenamente dentro de la sociedad. Cuando estas condiciones 11 13 Hayek, Friedrich A. (2009). Individualismo: el verdadero y el falso. Madrid: Unión Editorial. 12 Mises, Ludwig von (2011). La Acción Humana: Tratado de Economía. Madrid: Unión Editorial. Ayn Rand sobre Amar al prójimo. Disponible aquí. Copleston, Frederick Charles (2000-2004). Historia de la filosofía. Volumen 1. Barcelona: Editorial Ariel. 15 Bastiat, Frédéric. La Ley. Disponible aquí. 14 6 le son violadas, al verse comprometida su vida o su integridad, el hombre puede utilizar los medios a su alcance para preservar y defender su persona, haciendo uso de la legítima defensa. Es esta función la que asume el Estado al investirse como mediador de los conflictos entre los individuos y establecer las leyes que amparen y promuevan la paz y la libertad humana. Si por el contrario, usase la fuerza como instrumento de dominación, los ciudadanos legítimamente pueden reclamar sus derechos y defenderse de la agresión; pues el Estado está conformado por individuos, quienes deben regirse por los mismos códigos que aplican al resto de la sociedad. Estas normas implican también el reconocer la diversidad de creencias, razas y culturas presentes dentro de la sociedad; todas ellas con derecho a existir mientras se desarrollen de forma voluntaria y no atenten contra los derechos individuales. Citando a John Locke, la fuerza no debe oponerse más que al uso injusto e ilegal de la fuerza16. exponer que en medio de un mercado competitivo, el ser humano que tiende a perseguir su propio interés promoverá al mismo tiempo el interés general. Solo por mencionar un ejemplo, cabría preguntarnos si un gran emprendedor como Steve Jobs, con los increíbles aportes que realizó en el desarrollo tecnológico, hubiese podido surgir si el fruto de sus creaciones le hubiesen sido negados por un sistema comunista. Lo mismo aplicaría para los casos más sencillos y cotidianos, desde el panadero hasta el carnicero que nos ofrecen los alimentos que producen, de formas que serían imposibles de conseguir únicamente por nuestros propios medios. En fin, el hombre obtiene los bienes que anhela en una economía de mercado a través de satisfacer las necesidades de otros, quienes acceden voluntariamente al intercambio para mejorar su calidad de vida17. En el campo económico, estos principios se concretan en la institución de la propiedad privada y el desarrollo de una economía de mercado. A partir de estos principios, los individuos se organizan en sociedad a través de la división del trabajo, entramando un sistema de cooperación social fundamentado en la búsqueda del propio bien. Pero quizás lo más interesante de este sistema radica en que la persona, al actuar movida por mejorar su situación material y satisfacer sus deseos de superación y éxito, se ve en la necesidad de trabajar por el bienestar del resto de la sociedad. Ya lo había planteado Adam Smith en su metáfora de la mano invisible, al Este es tan solo un reflejo de una nueva visión que viene gestándose en el corazón de un grupo cada vez más amplio de jóvenes e intelectuales, quienes más allá de soñar con cambiar la triste realidad de sus países, se esfuerzan por vencer la decadencia y actúan acorde a sus convicciones y deseos. Pues además de respetar y reconocer el derecho de cada individuo a vivir su vida acorde a sus más diversos valores y creencias, al frente de este movimiento resalta la imagen del ser humano Esperanza 17 Existen mediciones serias que reflejan los resultados concretos que han producido el predominio de estas instituciones en la historia de las naciones del mundo. Entre ellos, se recomienda consultar el Índice de Libertad Económica elaborado por Heritage Foundation y el Wall Street Journal. Disponible aquí. 16 Locke, John (1994). Segundo tratado sobre el gobierno civil. Madrid: Alianza Editorial 7 capaz, digno y valiente que lucha por alcanzar la plenitud de su vida, que se valora y que no atenta contra sí mismo, cuyo éxito material es un reflejo de sus méritos espirituales y no de la bajeza moral. En otras palabras: un ser que conquista su Libertad. Mi esperanza es que estas ideas sean difundidas, debatidas y complementadas hasta construir un movimiento con la solidez y la amplitud necesarias para tener un impacto profundo en nuestra cultura. Es por ello que invitamos a todos, hombres y mujeres libres, jóvenes de la Generación de la Libertad, a contribuir en esta dirección desde sus respectivas trincheras. Desde los frentes del derecho, las ciencias económicas y sociales, pero también y de forma muy especial desde las artes: música, teatro, cine, literatura, artes plásticas; todas las ramas del intelecto humano son fundamentales para la consecución de este sueño de Libertad en una realidad para nuestras vidas y para nuestra descendencia. Que sea lo que nuestros méritos logren. Nelson Carreras Coordinador Local Estudiantes Por La Libertad Venezuela Hoy en día, estos valores se encuentran en resistencia, al ser atacados por multitud de fuerzas que pretenden pisotear la dignidad humana y someter su espíritu a la obediencia ciega y al conformismo. Mas por esta razón resulta imprescindible que este movimiento gane cada vez más espacios en la opinión pública, reconociendo a esta última como motor y sustento de la acción política18. tw:@ nhcarreras | w:www.eslibertad.org m: [email protected] Edición: Milica Pandzic 18 Este tema es abordado a profundidad por Friedrich A. Hayek en su obra Los intelectuales y el socialismo. Disponible aquí. 8