I N É S V I L L A FILIPINAS EN EL CAMINO DE LA CULTURA Prólogo de Severino Aznar Profesor de Sociología en la Universidad de Madrid ® I M P R E N T A DE LEONCIO RUBIO Calle de las Aguas, 11.—Teléfono 78401 Filipinas en el camino de la cultura POR INÉS VILLA SUICO Prólogo de S E V E R I N O AZNAR Profesor de Sociología en la Universidad de Madrid IMPRENTA DB LEONCIO RUBIO Calle de laa Aguas, 11. — Teléfono 79491 MADRID INDICE •••••••• Págs. Prólogo 5 CAPITULO I Introducción 11 A. Las herencias culturales de Filipinas La antigua civilización felipino-maJaya a. Creencias religiosas b. Influencias orientales c. Su alfabeto, sus escritos, su literatura d. Costumbres y tradiciones e. Educación primitiva B. Conclusión 12 12 14 21 25 28 31 33 CAPITULO II La cultura hispano-latina 35 A. Las primeras actividades de los conquistadores. 1. La cristianización de las islas 2. Organización de los pueblos 3. Españolización de Filipinas El pueblo ora 4. Sustitución de apellidos nativos por otros españoles 5. Clases sociales 6. La nobleza en Filipinas 7. El periodismo durante el régimen español.... B. Las causas fundamentales del lento progreso... C. Reformas internas. D. Conclusión 35 36 42 42 44 45 46 48 50 52 59 62 — iç8 — Paga. CAPITULO III El sistema de educación durante el régimen español 1. Iniciativa de los religiosos 2. La nueva educación regular 3. La alta instrucción para los varones«—a. El Colegio de San Ignacio b. La Universidad de Santo Tomás c. La influencia de las Universidades 4. La enseñanza para la mujer B. Reformas educacionales. 1. El estado de la instrucción elemental 2. La instrucción primaria 3. La característica religiosa de la educación.... 4. El lenguaje castellano C. Conclusión, CAPITULO IV La cultura Sajona-Americana A. Sus principios e ideales > 1. Introducción de la nueva cultura 2. Transición de la vida pública en Filipinas.... B. La americanización y la filipinización 1. El problema del lenguaje nacional. 2. La educación cívica-patriótica 3. La educación sin religión 4. La educación hacia la industrialización C. Conclusión 65 65 67 69 70 71 74 77 77 78 82 85 86 89 89 89 92 95 96 103 106 112 123 CAPITULO V El sistema de educación durante el régimen americano 125 A. La secularización de las escuelas públicas La centralización de la educación * B. Desarrollos modernos de la educación 1. Las actividades extra-curriculares 2. La práctica de la co-educación.. 126 129 132 133 136 — 199 — Pegs. 3. Las Bibliotecas. 4. La prueba de inteligencia y ejecución 5. La instrucción en ei «Kindergarten» C. Nuevas enseñanzas útiles. 1. La educación física 2. La educación sanitaria , D. Conclusión 137 139 140 145 145 148 151 CAPITULO VI El nuevo curriculum escolar 155 A. Consideraciones sobre el curriculum B. necesidad de reconstruir el curriculum 1. La racionalización 2. La socialización 3. La individualización C. Nueva actitud del curriculum D. Conclusión 155 158 158 159 161 162 166 CAPITULO Vil La conformación social u cultural de los filipinos 167 A. Tendencias modernas El éxito del individuo B. movilidad de la vida C. Educación comparativa D. Conclusión filipina 167 169 174 178 182 CAPITULO VIII Conclusión Bibliografía 183 191 PRÓLOGO El libro que tengo el honor de presentar es la t*~ sis con que la señorita Inés Villa se ha doctorado en la Universidad de Madrid. Es una contribución ai estudio de la evolución de la cultura y principalmente de la escuela en Filipinas, y contando el escaso conocimiento que yo tengo de la literatura de aquel pais, no es un excesivo elogio el decir que es de lo mejor y más serio que conozco acerca de esta materia, una aportación seria y valiosa a la cultura de su pueblo. Es un esbozo ambicioso y noble que ella puede continuar, depurando y compulsando sin más pasión que la de la verdad los documentos que le cuentan los hechos y estudiando la realidad social con los buenos métodos de observación científica que permiten distinguir la apariencia de la realidad, cuanr do las instituciones son índice de la psicología colectiva y cuando son ya meras supervivencias que han quedado atrás de las maneras de pensar, sentir y hacer de un pueblo, lo que es en fin efímera moda de lo que es hábito social con raices hondas y vivaces en una sociedad determinada. De ese esbozo puede salir uno de los libros más adoctrinadores y útiles para el pueblo filipino, de base real y sólida y de seguro vuelo hacia un porvenir mejor. Expone en él el estado primitivo de la civilización indígena y las influencias del Oriente sobre eüa antes de llegar los españoles; las huellas profundas dejadas por la cultura hispano-cristiana en aquel pueblo y la nueva integración de la cultura sajona- —6— americana en el alma filipina. Y no se limita a exponer, valora, pesa y mide. Influida por el pensamiento sociológico contemporáneo tan destacado en Norteamérica desde los días de Lester Ward, da un relieve extraordinario al valor de la instrucción y de la educación como factores del progreso. A lo largo de estas páginas se sigue morosamente la evolución, los cambios de la escuela y de los métodos educativos, como claves e indices de los avances civilizadores del pueblo filipino. Hay en él espléndida acumulación de hechos— yo no los juzgo—, pero vale más aún como siembra de sugestiones y de temas que hacen pensar, como difusión y valoración de teorías, de ideas y de ideales que dan a la vida una solemne y reposada seriedad. Entre los sentimientos e ideas que se destacan en estas páginas impresionan al lector el exaltado Patriotismo matizado de suave feminidad de la autora, su fuerte sentido democrático, su respeto a los valores religiosos y morales que hace compatibles con su entusiasmo por el progreso industrial y sobre todo su preocupación obsesionante por que la escuela y todos los agentes educativos de que la sociedad dispone tengan siempre presente que noeducan al niño y al joven y al hombre para vivir solitarios e independientes de los demás sino sumergidos como en un mar dentro de la sociedad, sin más cauces para su actividad que los que la sociedad les depara con sus hábitos sociales que debeconocer, y en necesidad fatal de armonizar, de coordinar y ajustar su vida con la vida del grupo humano a que pertenece. Las ideas de cooperación, de interdependencia, de ajuste, de solidaridad, de humanismo, de servicio social, de socialización vue- Ian por las páginas del libro y dejan su marca en él con la tenacidad del leii motive en una ópera ó en una sinfonía. Las numerosas y densas páginas que a esto dedica son como una glosa ingenua y entusiasta de estos hermosos párrafos de John Dewey y de Smaü que ella cita al discurrir sobre el ideal de la escuela. «El maestro—dice Dewey—está encargado no sólo de instruir individuos, sino de crear una vida social. Es un servidor de la sociedad designado para el mantenimiento del orden en ella y para su correcto desenvolvimiento. De esta manera el maestro es siempre un profeta del verdadero Dios y como el Portero en su Reino.» Y añade Small: «La sociología pide a los educadores finalmente que no se consideren como los líderes de los niños, sino como los formadores de la sociedad. El maestro que realice a conciencia su función social no se ha de satisfacer con pasar a los niños de un grado a otro, sino que ha de encaminar sus trabajos a instruirlos para un mejoramiento social futuro.» Asi quiere ella la escuela filipina. Al doctorarse, uno de sus jueces le dijo: —Siente usted intensa y bellamente su patria, y eso merece elogio. Pero ¿no teme usted que esa vibración patriótica asuste un poco a la Verdad histórica o científica que necesitan ambiente de más serenidad y sosiego, de ecuanimidad más equilibrada? Ella contestó con tanta cortesía como viveza pronta e impulsiva: —Me he fundido con el pueblo filipino y mi pueblo es así de patriota. Estudio fases de la evolución de mi pueblo, y ¿cómo podría progresar y volar - 8 — sin el estímulo del patriotismo, que es, aparte otras cosas, un deseo grande de trabajar para ser útil al bien colectivo y un ansia, ian humana, dé merecer el aplauso y la gratitud de la palriat El amor a la Patria puede cegar, pero no es necesario que ciegue y no ciega cuando el amor a la verdad no es memos intenso que el amor a la patria. Y sonriente añadió: —Piense, además, señor, que llevo muchos años fuera y muy lejos de mi patria y que esa dura ausencia ha dejado en mi como una morbosa nostalgia que me la hace ver sin las espinas que un día rozarán acaso mi vida y envuelta sólo en flores de recuerdos y de cariños, y por eso cada vez más adorable. Hace justicia a la huella civilizadora que España dejó en aquellas Islas, y ese reconocimiento agradecido tiene que emocionar a un español; pero en esto, como en otros muchos temas, la autora tiende al claro-obscuro, no lo ve todo blanco ni todo negro, persigue el matiz como camino para la justicia y para la captación de la realidad y junto a la luz de la civilización hispana destaca crudamente sus sombras. He ahí uno de los rasgos que más han impresión nado al tribunal. Formado de catedráticos españoles, tenían que leer aquellas páginas acusadoras si no con ira con tristeza. De ellos dependía el éxito o el fracaso. —La verdad—se dijo la autora—es antes que el éxito. Si lo que digo no es verdad, que me lo prueben y rectificaré. Pero si no me lo prueban, eso diré ahora y siempre y no cambio. —Duro es eso---pensó alguno—-., pero en su parte máxima es de exactitud justiciera. —9 y respetuosos con la personalidad de la autora y un poco encantados de su pequeño gesto de valor, el tribunal no le hizo sobre eso la más minima ob' servaciôn. La dureza de sus juicios no impidió el que le dieran la calificación más honrosa. Para quien escribe en una lengua que no es la puya natal ni la que habla en su vida de relación, la forma es de corrección inesperada y bien se le Pueden perdonar algunos filipinismos y anglicismos con que a veces sustituye a los términos y giros castellanos. En su estilo se advierte alguna desigualdad en armonía con los temas que toca. Es sencillo en los aspectos científicos, quizás un Poca descuidado y poco personal cuando está bajo la acción de lecturas recientes; pero cuando se siente Ubre o el tema no es excesivamente ceñudo, su estilo vuela, abundante, flexible, matizado de color de imdgen&s, caldeado de pasión y como ungido de una suave y blanda feminidad que encanta. Espero que la autora continuará depurando su trabajo, completando lo que sólo está ahora en esbozo, ahondando en los temas sin fondo que valerosamente se ha planteado, especializándose tercamente en esos estudios para los que tiene envidiables aptitudes. Con estas frases, impregnadas de simpatía y de sinceridad, he querido saludar a esta novel escritora filipina y estimularla a que con su estudio Perseverante continúe honrando a su patria, por la que todo buen español tiene que sentir hoy un cariño desinteresado y una simpatía infinita. Madrid, 24 de marzo de 1Q32. SEVERINO AZNAR Catedrático de Sociología de la Universidad de Madrid CAPITULO I Introducción Las naciones nacen con ciertos fines. La civiliaación y el progreso alcanzado en el siglo XX ha ensenado a la humanidad que las naciones, como los hombres, tienen primariamente un fin social y que no pueden aislarse de las demás, ni tostarse a sí mismas. Cada una tiene su fin y su misión de cooperar con las otras a mejorar el mundo. Filipinas ha nacido, tiene su misión, guarda las. enseñanzas de su pasado y aspira a laborar eficazmente por su porvenir. Es una nación pequeña y ha sido de poca importancia para el mundo, excepto para los países que la han gobernado en diferentes épocas. Pero a través del tiempo ha llegado ft ser de mucho interés para el mundo civilizado. ¿Qué es Filipinas hoy día y qué será de ella en k» futuro? Un análisis histórico-social de Filipinas nos indicará el camino que ha recorrido para llegar a su cultura moderna, sus características y virtudtes, patrimonio de la raza, sus aventuras y conflictos con. los demás países con los que ha tenido relaciones, sus sacrificios, esfuerzos y aspiraciones en su triste pero gloriosa historia. Todo esto forma parte de la evolución y progreso del pueblo filipino. H camino cultural recorrido por Filipinas es largo y penoso, porque los procedimientos utilizados para su desenvolvimiento han sido lentos aunque conti- 13 — míos y variados, y ha tenido por objeto satisfacer la expectación, deseos y aspiraciones del pueblo. Para crear una personalidad nacional se necesita que los habitantes despierten su sensibilidad patriótica y pasen por muchos conflictos psicológicos, sociales, económicos, etc., sujetándose además a la armonía necesaria para el establecimiento de una nacionalidad nueva. A. Las herencias culturales de Filipinas. La Antigua Civilización Filipino-Malayas—Xa naturaleza se ha mostrado pródiga con las Islas Filipinas que, situadas en el corazón del Oriente, por donde todos han de pasar o tener relaciones comerciales, las han hecho absorber las influencias de los contactos extranjeros, haciéndolas herederas de todas las civilizaciones, unas tras otras, a través -de los siglos. Filipinas atrajo como una piedra imán a otras naciones y a otras culturas y aun las más distantes se han mezclado con la suya, la antigua filipino-malaya. Filipinas llama la atención del mundo. Las naciones se interesan por ella, no por curiosidad solamente, sino porque guarda algo que acaso no encuentra en otros pueblos. Grupo de islas risueñas, con un cielo sin nubes, con sus playas sembradas de oro, perlas y corales, con sus pájaros de tan bella variedad que cantan en la floresta, con la vegetación abundante y espléndida de sus bosques y llanuras, con el aroma de sus jardines que asemejan el edén soñado, con sus ruidosas cascadas y fuentes, con sus claros arroyos y con la arráyente belleza de sus Hndas «dalagas» filipinas, ¿cómo no ejercer irresistible poder de atrae- — 13 — don? Favorecidas por los mejores dones de la Naturaleza y con sus gentes tan hospitalarias y atrayentes, ¿cómo no despertar simpatía e interés? Investigado el pasado y estudiado el presente, ¿a qué conclusión puede llegar el investigador sobre el futuro destino de estas islas? Faca comprender bien a tma nación es menester profundizar en su conocimiento, estudiar su pasado, sus tradiciones, costumbres, ideas religiöses y nacionales; en una palabra, bay que poder apreciar el conjunto de su personalidad nacional, su cultura, su civilización. La nación filipina existió desde muchos siglos antes de su descubrimiento por Magallanes en el año 1521. Los países más antiguos del mundo ya tuvieron noticias de las islas filipinas en tiempos de Salomón y de Alejandro Magno. Comentando este hecho el historiador fray Rodrigo de Aganduro Moriz, dice lo siguiente: «De donde se infiere que los pilotos de Hiram no navegaron al Poniente del mar Indico, porque la derrota era el Oriente, y seria, sin duda, desde el Cabo de Cbmorin y la isla de Zeilán hacia la Trapobana y demás islas de este gran archipiélago. En el tiempo de Salomón se descubrieron estas islas filipinas.» Otro alitor dice: «Las Filipinas fueron Uámadas maniólas y sus habitantes maniólos, los cuales, según fama, fabricaban navios con tarugos de madera, sin emplear clavos de hierro, como consignó Claudio Ptolomeo, que floreció 170 años después del Nad* miento de Cristo y que confeccionaba las tablas de su Geografía referente a estas islas. Por información de los persas y árabes, comerciantes vecinos de la India, y haciendo el catálogo de estos mares, pone en último lugar diez islas llamadas Manioks — 14 y sus habitantes maniólos, que, consideradas las <ârcnnstancias, no veo pueden ser otras que las Manilas» ( i ) . a. Creencias Religiosas.—Se dice que todas las religiones han nacido en el Oriente, y por consecuencia que los orientales son de una manera u otra más religiosos que los habitantes de Occidente. No quiere esto decir que sólo los orientales sean capaces de religiosidad, ya que pueden serlo los demás, como también son artistas, científicos, etc., sino que los orientales ostentan un pasado más* influido por la religión que les daba sus normas de conducta entre hombres y mujeres o entre grupos, castas, tribus o pueblos. En Filipinas la religión, desde el principio, comprendía y absorbía casi toda su vida, y su cultura dependía del grado de esa religión. Error ha sido de muchos historiadores el decir que los filipinos tenían diversas religiones. En verdad no profesaban más que una, y las pretendidas diferencias de nomenclatura consisten en la diversidad de los dialectos filipinos, pero todos se referían a las mismas personas e ideas, excepto los negritos de las montañas del Norte, que profesaban distinta religión. Como ha dicho Morga: «I/» filipinos son idólatras, adoraban el sol y la luna, dedicándoles culto, fiestas y borracheras.» Bso es indiscutible, y es un hecho que las naciones más cultas y progresivas han tenido en un tiempo la misma historia de adorar a varios dioses, como ocurrió en Egipto, Grecia, Roma, etc. Comentando esta coiocidencia el doctor José Rizal dijo: «Se reconoce al hombre (i) Labor Evangélica. P. Colin, parte I, lib. I., cap. I. — 15 — de razón y agradecido en el culto del sol y de la luna, ya sean divinidades, ya símbolos en aquellos tiempos. Es natural que adosaran lo que representaba lo bello, lo eterno, la luz, la vida y, por tanto, la misma divinidad. ¿Qué hay en la naturaleza, al alcance de los sentidos del hombre, mis grandioso, más útil, más hermoso y más aparentemente éterno que el sol? En la luna veían la mujer del sol, la diosa, y por esto k rendían también culto» En verdad no hay nada que pueda dar mejor idea de Dios que el sol, y adorarlo es menos ceguedad que adorar a un hombre por grande y extraordinario que hubiese sido.» Los filipinos adoraban el sol, la luna y el arco iris como dioses secundarios, o más bien como objetos sagrados. Según el autor filipino, Isabelo de los Reyes, en su «Historia de llocos, dice: ((Adoraban la luna no como tal deidad, sino como morada o una especie de DOMUS AUREA de Bathala (Dios Supremo)». El P. Villaverde, en su informe en 1879, dijo que los igorrotea (una tribu muy primitiva de las montañas de Luzon) del Kiangan, entienden por lugar de los dioses la luna, las estrellas y los planetas, especialmente el sol. Los filipinos de aquellos tiempos también creían que los que morían en las garras de un caimán o heridos por el rayo o por el cuchillo, subían al cielo por el arco iris.» Los filipinos antiguos tenían idea de Bios y de la Trinidad, pues creían en Bathala, que representa el alto y verdadero concepto de Dios; un ser supremo del que ninguna criatura puede dar idea, ni siquiera remota, y que, sin embargo, se nxaninifiesta en todas partes: vibra en el aire, palpita en la tierra, se descubre en el sol que Oumma y fe- — Jó — cundiza el suelo, en la grandiosidad del firmamento (i), cayo misterioso silencio es el más elocuente testimonio de la existencia de ese Ser sublime y omnipotente; en la inmensidad de los océanos y de los mares, y en una palabra, en los infinitos detalles de los tres reinos de la naturaleza y del mundo microscópico.» Y más dijo el escritor citado: «Los filipinos creían que Bathala no es el sol ni la luna, sino el que los colocó en el cielo; el creador de todo y el que lo llena y lo vivifica todo con su esencia maravillosa omnipotente, superior a todo lo imaginable, esto es, divina (2). Bathala tiene tres atributos también supremos: Amor Eterno, Creador Omnipotente y Providencia Omnisciente. He aquí la trilogía de los filipinos, por lo cual varios autores aseveran que aquéllos no hablan de personas, sino de atributos» (3). Toda religión eleva en general al ser humano, con la condición de ser sinceramente profesada. Dios no se fija en la mayor o menor ciencia con que se comprende un sistema religioso, sino en la pureza de los sentimientos, en el fervor, gratitud y confianza que le demuestren al dirigirse a El. Los antiguos filipinos, excepto las tribus que vivían en las selvas de Luzon, Mindoro y Mindanao, tenían una religión única y común, profesando la de Bathala que se asemeja mucho en sus creencias a la cristiana. Se conocieron en Filipinas las bases del cristianismo siglos antes de llegar los misioneros españoles. Los recientes datos de la etnología, filología y sociología, señalan el hecho de que en los primeros tiempos el budhismo dominó en las islas Juzónicas (Filipinas), y sus horizontes fueron am(!> 2, 3) «Katipunan>. I. de los Reyes, p. 7. — 17 — puados, destacándose el fulgor de los primeros rayos del cristianismo mucho antes de la época de la conquista española. Como dice P. A. Paterno: «Hada largo tiempo se adoraba al Dios del cristianismo en aquellas islas, si bien traducido al idioma del país con el nombre de Bathala. La diferencia entre una y otra religión, si es que existe, era en los ritos y ceremonias externas que obedecen al medio ambiente que carcunda la vida de cada pueblo» a semejanza de la Iglesia Católica Romana cuando la vemos conservar aun muchas ceremonias y ritos propios de los gentilicios, en medio de los que nació o se predicó por vez primera, aunque se les haya dado otros significados y explicaciones diversas». Los filipinos tenían idea de la vida futura después de la muerte. Creían que muerto el cuerpo, teñí* que pasar el alma un río o laguna donde había cierta barca con un tripulante anciano y, para pagar el pasaje, ataban un bolso con dinero o joyas al brazo del cadáver, pintando las manos de las mujeres para que se distinguieran de los hombres. El alma pasaba a unos campos muy floridos y amenos, donde había de disfrutar una vida muy placentera, comiendo, bebiendo y holgando hasta que le correspondiera volver otra vez a este mundo. Algo de la influencia china, con su religión budhista, llegó a Filipinas, pues los filipinos antiguos creían en la transmigración del alma de un cuerpo a otro. El P . Grijalba dice: «En la transmigración del alma, los filipinos de aquellos tiempos creían que los dioses solo premiaban o castigaban a las almas encarcelándolas en cuerpos hermosos o feos, pobres o ricos, buenos o malos». Aun hasta hoy creen algunos en loa buenos y malos espíritus que llaman ANITOS. 2 - i8 — Practicaban algo de la tradición egipcia, pues, cuando moría un rico, sacrificaban esclavos para que el muerto tuviese compañero y ayuda en la otra vida, y colocaban atalayas para que el muerto no volviera a llevarse a los sobrevivientes. Morga dice que los antiguos filipinos veneraban las calaveras como si fueran seres vivos que estuvieran presentes. Rizal tratando de ésto dijo: ((Encontramos mucho más piadoso venerar los restos de los padres a quienes se debe casi todo y que son segundos dioses en la tierra, que venerar y reverenciar la memoria, huesos, pelos, etc., de ciertos santos, muchos de los cuales fueron extraños maniáticos y de santidad dudosa, a los que se les puede aplicar lo que dice San Agustín: ((que son adorados donde no están, y donde están, quemados». La pureza de su religión se manifestaba en la forma cómo los antiguos filipinos imploraban a su Bathala una buena cosecha o protección contra las tempestades, pestes, terremotos y demás calamidades que a veces sufrían. Tenían su plegaría que era muy original, sencilla, breve y sobre todo muy individual porque no existía oración común como la tienen los católicos o los protestantes. Una mirada al cielo, o una exclamación «(Bathalai», era suficiente para elevar su súplica a su Dios en las necesidades que tenían. Aun siendo primitiva esa religión, tenía sus ritos y sacerdotes o sacerdotisas, éstas, generalmente mujeres viejas, que servían de ministros en los actos fúnebres o de casamiento. Antiguamente los filipinos se casaban en edad temprana, a veces a los diez años la mujer, y el varón a los quince. Generalmente el novio al presentarse a los padres de su novia tenía que poner no sólo su servicio personal a — 19 — la disposición de la familia durante un período de tiempo para probar su constancia y amor a la hija, sino que regalaba a su futura mujer una casa, un terreno, un número de reses vacunas o de carabaos y otras cosas màst según la riqueza de su novia. I<os padres de las mujeres estaban siempre orgullosos de sus hijas y las guardaban muy estrechamente. No podían matrimoniar sin el consentimiento de los padres, no habiendo entonces otro recurso para casarse. La ceremonia del casamiento se verificaba con sencillez. La parte principal era la siguiente: «Los novios se sacan sangre de sus brazos con una incisión practicada delante de los que reconocen por autoridad, y de los testigos, y con un poco de vino se bebía el uno la sangre del otro diciendo la mujer: ((Esta sangre, la que más aprecio en el mundo, sea para mí bendición de Bathala que me fecundice y me haga feüz. si soy fiel a mi marido; sí no, que me sirva de veneno mortal como justo castigo». El varón contestaba lo siguiente: «Esta, sangre, símbolo de mi futura felicidad, haced, Dios Mío, que sea mi amorosa Providencia que me fortifique y me ayude para sobrellevar bien la carga de mi familia, si soy solícito padre de ella; y si no, que me sirva de veneno mortal como justo castigo». Ambos se ponían de rodillas implorando fervorosamente la protección de Bathala, prometiendo que edificarían su futura casa sobre las leyes y que le ofrecerían a su santo servicio los hijos qoie tuvieran ( i ) . Ksa sencilla forma de casamiento, sin lujo y sin ceremonias, era índice de la alta moralidad de los antiguos filipinos mucho antes de llegar los espa(i) cLa Antigua Civilización Tagala». P. A. Paterno, p. 21. — 30 — ñoles. Practicaban la monogamia y castigaban a los esposos que por excepción eran infieles, ya que en su mayor parte preferían la muerte antes que deshonrar su hogar y familia. Esa moralidad y virtud de la gente del país se veía hasta en sus actos rudimentarios como el baño. El P. Chirino, hablando de los filipinos, dijo: «Báñanse encogido el cuerpo, i casi sentados por honestidad o con el agua hasta la garganta; con grandísimo cuidado de no poder ser vistos, aunque no aya nadie que les puede ver. Báñanse a todas horas, sin distinción, por regalo i limpieza.» A medida que se alejaban de las costas, centros de la civilización del país, los habitantes de las selvas variaban la práctica de la religión filipina. La distancia de los centros de civilización hizo que esa religión perdiese su pureza y se barbarizara con ideas supersticiosas o incultas. Así, entre los montañeses se convierte dicha religión en grosero paganismo. Los filipinos de las costas profesaban la religión de Bathala y los de las montañas eran supersticiosos. Distinción grande hay entre la religión y la superstición. El hombre religioso reconocía la existencia de un Dios Creador. Por consideraciones a El, practicaba el bien. El hombre supersticioso bascaba el auxilio de su Dios para conseguir la realización de sus pasiones por medio de talismán o amuleto que su misma pasión o ceguedad le hacía creer que tenía esta virtud. Según Moya, «ejercían las ciencias ocultas, entre los antiguos filipinos, el Magagabay y el Zangasalat: el primero era una especie de curandero y podía dar o quitar la vida con sus medicamentos o ensalmos; el segundo poseía la virtud de adivinar el futuro y componer filtros amatorios para conquistar voluntades.» — 21 — b. Influencias orientales.—Ninguna otra nación del Extremo Oriente posee una cultura tan internacional como Filipinas. Favorecida por la fortuna de tener constantes relaciones internacionales por medio del comercio y diel espíritu aventurero y amante de viajar por los mares del Oriente, las costas de Asia, Africa y Madagascar, los filipinos llegaron a asimilar parte de las costumbres, ideas, pensamientos y manera de vivir y hasta de la ciencia y civilización de las naciones más cultas. Tenían los malayos una cultura que en aquellos tiempos primitivos era bastante avanzada, y se comparaba en parte a la de la Persia y la India. Según fray R. Martínez Vigil, «los indios de Filipinas vienen, según se cree, de las costas de Malabar y de Malaca, y habían llegado a las islas en pequeñas embarcaciones llamadas «barangayan» o «barangay» (un grupo de barcos pequeños) a las órdenes y bajo la dirección de un jefe o cabeza que conservaba su jefatura después del desembarque, como base de una organización social». Los malayos en Filipinas vivían en grupos tribales. Construían zanjas, cañones, murallas y fuertes para su defensa o protección contra los invasores extranjeros, que frecuentemente quemaban sus casas y viviendas. Aprendieron a ser marineros, constructores de buques, comerciantes y notables trabajadores de madera y de metal. Tenían relaciones comerciales con los países vecinos, con el Japón, China, India, Java y Mialasia. Hablando del progreso de los filipinos cuando llegaron los españoles a Filipinas, el padre Murillo dijo: «Son habilísimos para construir cualquier artefacto, para imitar lo que ven, no para inventar. Son bellísimos escribientes, hay muchos sastres, bar- — 22 — beros, excelentes bordadores, pintores, plateros y lamineros, cuyo buril no tiene semejante en todas las Indias, como se ve patente en las muchas y buenas láminas que hacen todos los» días; son buenos escultores, doradores y carpinteros. Ellos hacen las embarcaciones de estas islas: galeras, pataches y navios de la carrera de Acapulco; son marineros, pues son los pilotillos de estos mares; buenos artilleros; eminentes de hacer bejuquillos que son unas cadenillas de oro de labor muy delicada y exquisita. Hacen de palma, bejuco y nito sombreros, petates o tapetes y esteras muy vistosas y labradas con varias flores y figuras. Hay insignes maromeros y titiriteros y hacen máquina, representando por medio de las figuras con propiedad y primor. Hay algunos relojeros. También ellos hacen pólvora, funden pedreros, piezas y campanas. Los he visto hacer fusiles con tanto primor como en Europa. Hay en Manila tres imprentas; todas tienen oficiales indios. Tienen notabilidad para la música. No hay pueblo, aunque sea corto, que no tenga una música decente para oficio en la iglesia. Casi todos saben arpa y hay muchos violinistas y rabelistas y flauteros; y lo más particular es que no sólo hacen estos instrumentos, sino que varios indios, por afición, con el bolo y machete, hacen guitarras, flautas, arpas, violines, y sólo con ver tocar estos instrumentos, casi sin enseñanza, los aprenden.» Se ve por estos datos que la cultura de los filipinos no era menor que la de los demás países en aquellos tiempos. Mucho antes de llegar los españoles a Filipinas, los habitantes de las islas tenían un sistema de gobierno regular organizado, escritura y legislación propias. Las islas eran gobernadas aisladamente por — 23 — los Datus, Rajas, Sultanes o Jefes de tribu. Estos gobernantes eran rivales entre sí, de modo que no consiguieron tener una jefatura consolidada ni un sistema organizado de educación. Pero como han sido siempre amantes del progreso, no dejaron de dar a sus hijos una educación que, aunque irregular y deficiente, servía para las necesidades de la época. Por medio de esa educación, dada en el hogar porque entonces no había escuelas, los ascendientes de los filipinos enseñaron a sus hijos las ocupaciones de aquellos tiempos y los trabajos prácticos para su vida primitiva. Parte de las culturas de la India y de la China se introdujeron así, mezclándose con la civilización primitiva de los habitantes. Para indicar la forma de penetrar la cultura india en Filipinas el profesor H. Otley Beyer, de la Universidad de Filipinas, dice: «Desde el siglo octavo hasta el duodécimo existió un gran imperio de cultura en la India, con su capital en Shri-Visaya, de la isla de Sumatra. Entonces había dos importantes pueblos en Borneo; Bruni en la costa del Norte y Banjarmasin en la costa del Sur. Expediciones de estos dos pueblos llegaron a visitar les ricos yacimientos de perlas de Sulu, punto muy al Sur de Filipinas, y probablemente también fueron más al Norte. Sulu se hizo muy importante, llegando a ser visitado por barcos de China, Cambodia, Sumatra, Java y hasta de la India y Sarabia. Inmigrantes de Bruñí fueron a las Visayas.» Rastros de imágenes indias, dioses, trabajos de arte y demás influencia india, se encuentran en deferentes partes de Filipinas. El padre Colin, en su «Labor Evangélica)), dice: «Los persas conquistaron la India septentrional antes de Alejandro Mag- — 24 no, y la llegada de \o& griegos ejerció grandes influencias sobre el tagalismo en las creencias a la sazón dominantes en Persia, que se mezclaron con las costumbres del Egipto, principalmente en sus sacrificios y ceremonias funerales.» Filipinas y la China sostenían desde el principio una relación amistosa y comercial. Son los vecinos más cercanos. Con esta relación, la cultura china empezó a ser introducida en Filipinas en el año 982, cuando los comerciantes chinos transportaban mercancías preciosas de Filipinas a Cantón y Macao. Entonces el comercio se verificaba a través del mar chino, y la contribución de China a la civilización filipina fué principalmente comercial. Como la influencia religiosa que los filipinos habían recibido de la China era superficial, se fué completamente borrando con la labor de los misioneros españoles. Los filipinos recibieron de China hierro, oro y plata, pues los otros metales, como el bronce, cobre y estaño, eran de origen indio. Se puede decir que la cultura india penetró en el corazón de la vida mental y social malaya; la de China tocó meramente la superficie, quedando ambas desplazadas por la influencia poderosa de España. Sin embargo, la continua inmigración china hacía que los grandes núcleos avecindados en Filipinas conservaran las tradiciones de su raza, ejerciendo alguna influencia en el ambiente general del país. A pesar de las excentricidades en el vestir y con excepción de las tribus de las montañas y los moros, que forman en conjunto una décima del total de los habitantes de Filipinas, todos los malayos han tenido siempre un grado bastante elevado de cultura. No eran salvajes ni siquiera bárbaros. Cuando los españoles llegaron a Filipinas encontraron — 25 — a los nativos viviendo en casas, con un sistema de gobierno local en cada isla y un medio de administrar justicia en pueblos y aldeas con orden, y sabían y practicaban las artes, familiares a los países más avanzados de su tiempo. c. Su alfabeto, sus escritos, su literatura.—La cultura de la nación no se puede difundir ni transmitir a los descendientes sin que haya enseñanza de ella, y por la ambición de transmitirla más fácilmente, los filipinos enseñaron a los suyos a escribir y a leer sus escritos antiguos. Tenían distinta manera de escribir los alfabetos, parecidos a los antiguos de los hebreos y árabes. Los primeros filipinos usaban varios, de los cuales catorce fueron de origen malayo, uno de origen árabe y otro hebreo. Los caracteres árabes fueron probablemente introducidos en Filipinas por la invasión india, hacia el año 700; cómo fué importado el alfabeto hebreo, nos es hasta ahora desconocido. No había una lengua común a todos; pero todos los dialectos, aunque muchos y muy diferentes, son tan parecidos, que en pocos días se entiende una tribu con otra y hablan con mucha facilidad. Sabiendo un dialecto se saben casi todos, porque tienen el mismo origen en la lengua mala57a, cuya cuna se encuentra en Java, Sumatra, Borneo y la Península de Malaca, que los malayos antiguos habían conquistado. La semejanza de los dialectos filipinos es como la del Toscano y Siciliano en Italia, y como en España, la del castellano, el valenciano o el gallego. Solamente la de los Negrillos es muy diversa, como lo es el vasco en España con relación al castellano. En los tiempos antiguos, los paganos de las islas — 26 — Mindoro y Negros escribían de izquierda a derecha, como los filipinos escriben hoy día; pero los paganos de Palawan escriben en columnas verticales, empezando por el lado derecho,, como hacen los chinos. Las razones por las que la literatura de los antiguos filipinos casi desaparead son las siguientes: primera, por la fragilidad de los materiales en que se escribía; segundo, porque, aun transcrita en gran parte en materiales fuertes y guardada en los templos paganos, la destruyeron y quemaron algunos celosos españoles por considerarles trabajos de los demonios; tercero, porque cuando los españoles implantaron, su método de educación en Filipinas, cambiaron el sistema de escribir y los antiguos alfabetos filipinos. Como era más difícil conocer los Varios alfabetos que las diferentes tribus usaban en aquellos tiempos, que aprender el nuevo alfabeto romano-hispano, éste se fué imponiendo entre los filipinos, perdiendo importancia sus propios alfabetos, que han llegado finalmente a desaparecer, excepto entre los moros, que usan el hebreo, y los igorrotes y los monteses paganos, que utilizan su alfabeto especial. Los alfabetos de los dialectos filipinos en relación con el español, tienen las siguientes variaciones: Se sustituye la a por la z, la c y q por la fe, la i por la n, la l y la // por la j , la m por la v, la n por la 11, la o por la c, y la u por la x ( i ) . Parte de esa literatura destruida forma la tradición verbal de las gentes. Como las historias griegas, aún se recitan hoy esas tradiciones en las reuniones campesinas. Antes de llegar los españoles a Filipinas grsn parte de dicha literatura estaba bien (i) €KatipuDan>. I. de los Reyes, p. 51. — 27 — distribuida aunque no habla bibliotecas. Cada pueblo tenía su templo y casi todos los templos tenían colecciones de libros, que quedaron bajo la custodiade los sacerdotes del país. Los libros trataban de algunas materias legendarias e historias, fábulas, cantos nativos románticos, estatutos, hechos de heroísmo y poesías. Hace poco un poema épico de considerable longitud fué hallado en la isla de Negros,, y el Profesor Beyer pudo traducir unas mil líneas que demuestran ritmos maravillosos, versificación o imaginación nativa. Los pocos libros que se han escapado del fuego, están escritos en los dialectos Tagalo, Visayo, Pampango, Ilocano y otros de menor importancia. Entre los muchos dialectos filipinos, el tagalo no sólo es el más extensamente hablado, sino también el más rico y hermoso. El primer Obispo de Filipinas mostró así su admiración por el dialecto tagalo: «Yo hallé en la lengua tagala cuatro importantes cualidades de los cuatro mejores lenguages del mundo: Hebreo, Griego, Latí» y Español. Del Hebreo, los misterios; del Griego,, los artículos y distinción, no sólo en los nombres apelativos, sino también en los propios, del Latín, la copia y elegancia; y del Español, la buena crianza, comedimiento y cortesía». Cuando el Mahometismo fué introducido en Mindanao y Sulo, aparecieron trabajos escritos en árabe que enseñaban los maestros titulados «Imanes». El numero de moros que escribían en caracteres arábigos era sorprendente. En aquellos tiempos los antiguos filipinos sabían leer y escribir sus propios lenguajes locales. Escribían en cañas, o en hojas de palma, usando por pluma una punta de hierro. Dice un autor: «Son tan dados todos estos isleños al escribir y leer que no hay casi hombre, y mucho me- — 28 — nos mujer que no lea, i escriba en letras propias de la Isla de Manila, diversísimas de las de la China, del Japón y de la India» ( i ) . d. Costumbres y tradiciones.—En la vida íntima del antiguo malayo-filipino se ve igualmente reflejada su propia cultura. Su vida en general era trabajosa y dura, aunque la Naturaleza ha sido muy pródiga con él. No fué nunca, al menos en el tiempo de que se tiene algún dato vida salvaje pues aun en los más primitivos tiempos tenían ya una cultura agrícola mucho más adelantada que sus vecinos. Aunque no tenían tantas necesidades como las que resultan de la civilización moderna, trabajaban para mejorar su vida aldeana. Sus necesidades se limitaban a poseer su hogar, hecho de bambú, ñipa y bejuco sin arte ni lujo, pero suficiente dulce hogar del pobre y honrado filipino. En aquellas épocas no podían aspirar a tener más muebles ni más vestidos que los que se hacían ellos pobres y sencillos, comparados con los de hoy día. Sus viviendas de materiales frágiles eran limpias y sanas, y muy apropiadas para un clima donde hace tanto calor, casas de esos materiales, siempre las hace frescas el viento que pasa v- sopla por todos lados. La vida aldeana de los antiguos filipinos era sencilla. Practicaba la división del trabajo entre hombres y mujeres. Los aldeanos se dedicaban a la agricultura, plantando el «palay», el arroz, que es el grano que se come en vez de pan, etc. Cultivaban diferentes clases de plantaciones como coco, añil, abacá, camotes (patata dulce), tabaco y muchas más. Los aldeanos de las playas se dedicaban ade(I) «Labor Evangélica». P. Colin, p. 14. — 29 — más a la pesca, aprovechando la abundancia de peces en sus mares. Por lo general cada aldeano de la playa tenía su propia banca o abaroto» que usaba para ir al mar a pescar. También cazaban en los montes venados, jabalíes, cerdos salvajes, etc., y criaban gallinas en sus campos y corrales. Fabricaoan vinos de los tallos de las palmas, de las que también cogían el fruto: destilaban un licor que antes de fermentar era fresco y agradable. Después de haber fermentado y avinagrado se destilaba en alambiques y se hacían aguardientes más o menos fuertes, a gusto del que lo fabricaba. El ((tuba» y el ((ñipa» que hacían ellos, son bebidas de gran consumo entre los aldeanos, y los toman con gusto, pero con moderación. Es, incluso hoy día, rarísimo ver un filipino que se emborrache escandalosamente. En esa civilización, más bien agrícola porque era entonces la profesión más importante de su vida, las mujeres tomaron parte para cooperar en la actividad social. Las mujeres filipinas eran y son muy trabajadoras y ayudan mucho a sus maridos en todas sus actividades sociales y comerciales, sin abandonar las labores propias de su sexo. En el hogar les gustaba estar ocupadas siempre. Trabajaban en telas, hacían encajes finos y hermosos, bordaban dibujos artísticos con hilo fino. Esto llegó a ser una industria muy importante y afamada, en la que pudo competir con cualquier nación. Las mujeres eran de mucha modestia y, naturalmente inclinadas a la devoción y piedad. En la familia filipina la mujer tenía mucha influencia y sin su consejo el marido no disponía de nada en sus casas, ni hacía negocio sin su cooperación. La antigua vida filipina no era completamente monótona y dedicada por entero al trabajo rutina- — 30 — rio, como el cultivo de los campos, la pesca o la caza, pues también tenían sus diversiones, fiestas y reuniones entre familias, parientes, amigos y vecinos. La fiesta más popular, de la que participaban animados grupos de familias en el pueblo, era con ocasión de la plantación y cosecha del «palay». Todos lo celebraban alegremente con cantos típicos y propios del momento, como el canto de «Pagani Nang Palay» y «Fagtanum Nang Palay», a cuyos sones los hombres y las mujeres, vestidos con sus mejores galas de colores atractivos y con «salukot» (sombrero de buri con anchas alas) bailaban alegres, y lo consideraban como una acción de gracias a su Bathala por la. feliz siembra o por la buena cosecha. Servían comida a todo el que asistía al acto referido. Hombres y mujeres trabajaban contentos. En otras ocasiones, cuando se celebraba un casamiento, un entierro o un convite, los hombres estaban separados de las mujeres, muy correctos, con mucha modestia y cortesía. Se servía la «tilad» (ceTjuano-visayo) o el «buyón» (tagalo), mascada del país que es una hoja verde muy blanda y fina y que se mastica con un poco de «apug» (cal) y «bunga» (una especie de nuez tropical). Hombres y mujeres, ricos y pobres, todos, en aquellos tiempos, masticaban dichas hojas, y eso ponía rojos sus dientes, pero en cambio los hacía más fuertes. También servían tabaco y bebidas locales. En reuniones alegres, en los primeros tiempos, siempre se bailaba el «Curadang» o el «Cumintang», y mucho más tarde, hacia la primera parte de la dominación española, tuvieron bailes más artísticos con música más variada y elegante, como el «Ang Malambing», popularmente llamado «La Cariñosa», «El Surtido», — 31 — un baile muy complicado que tiene diez diferentes figuras, «La casucha» y «La Jota». Las dos últimas importadas ya de España; las restantes, típicas del país. e. La Educación Primitiva.—La cultura de una nación se conserva, entre otros medios, por las enseñanzas que a los hijos dan los padres y la sociedad. Los filipinos son muy amantes de sus hijos, y hacen toda clase de sacrificios por el bien de éstos. En los primeros tiempos les dieron la enseñanza y educación en sus propios domicilios. No había escuelas y la instrucción en las casas era sencilla y primitiva. A los jóvenes se les enseñaba la profesión u oficio de sus mayores. Usualmente el hijo seguía la ocupación de su padre. Los mismos padres enseñaban a los jóvenes a adiestrarse en la manipulación de lanzas, arcos, flechas y espadas. Las jóvenes eran educadas en el hogar por sus madres en toda clase de arte doméstico, como la cocina, costura, bordados, tejidos y otros. Las jóvenes" aprendieron con gran habilidad las artes domésticas y eran buenas esposas y madres. La educación de los varones y hembras se limitó a las necesidades de aquellos tiempos. En el hogar aprendían las buenas costumbres y la buena conducta y a leer y escribir en sus propios dialectos, que, según el escritor Enrique Polo de Lata, sumaban treinta y cuatro en total, entre ellos el tagalo, visayo, ilocano, bicol, cebuano, pampango, igorrote, igorrote de Abra, igorrote de la Gran Cordillera, ibilao, chamorro, sufin, ifugao, apuyao, pangasinan, gaddan, aeta, itaves, chino, dadaya, tinguian, mandaya, panayano, agutamo, ibanag, calauriano, cayuro, malango, zambal, manóbo, élongote, ben- — 32 — gueteño y maro. También se les enseñaba allí algunos elementos de aritmética. Esa enseñanza era rudimentaria y la aprendían con facilidad las jóvenes, y eran caracteres de aquella primera educación su practicabilidad y su utilidad. Seguía a ésta la instrucción profesional y se enseñaban algunas industrias como la construcción de barcos, trabajo metálico, carpintería y otras. No existiendo la escuela regular, las casas y los talleres la sustituían, y a falta de maestros regulares, los padres y los artesanos tomaban la responsabilidad de educar a los jóvenes. La educación filipina durante los primeros años no era, por lo tanto, de mucha importancia; pero una mirada a su método y contenido ayuda a poner de manifiesto la base del desenvolvimiento de su cultura y civilización subsiguiente. Hablando de la alta consideración dada a la mujer filipina en su sociedad, que es una prueba del grado de cultura y educación de un país, el autor, F. Sawyer, hizo el siguiente comentario sobre los filipinos: «Si medimos la educación y cultura por ese standard, los filipinos, comparados con las otras naciones en este particular, quedan a gran altura porque entre ellos la mujer ejerce gran influencia en la familia y el marido raramente emprende ningún negocio importante sin el concurso de ella» (i). (i) cThe inhabitants of the Philippine Islands». F. H. Sawyer, p. 66. — 33 — B; Conclusión. La religión, Las escasas supersticiones, la alta moral, la ocupación de las tribus en el trabajo; las enseñanzas de lectura, escritura, educación doméstica y oficios diversos; el gobierno local por medio de Rajas, Sultanes y cabezas de «barangay», respectivamente; las viviendas; la vida de familia; las fiestas y diversiones honestas; la cooperación de las diferentes tribus para defenderse en caso de invasiones extranjeras, etc., demuestran que el grado de cultura y civilización de los antiguos filipinos no era tan bajo como es creencia general. Además de esa cultura, amaban su libertad e independencia, y há demostrado su historia que ese amor ha pasado de generación en generación a sus descendientes. Para dirimir sus cuestiones aplicaban, de acuerdo con su moral y religión, la fuerza del derecho y no el de' recho de la fuerza. Como la naturaleza era tan pródiga, la gente vivía sin tener que sostener «la lucha por la existencia», ni mucho menos pelear entre sí por la posesión de alimentos naturales que la Naturaleza les daba generosa. No teniendo apuros ni agitación individual o colectiva, ¿para qué matarse a trabajar cuando no había necesidad de ello en esa rudimentaria civilización agrícola? Acusaban a los filipinos de perezosos, sin tener en cuenta, además de lo anteriormente relatado, el clima, que aplana y obliga a largos descansos. Pero esa vida aldeana, tan tranquila y feliz, no conducía a los filipinos a su desenvolvimiento po3 — 34 — Htico-económico-social. La ley de la evolución cumplió su misión con ellos, y al fin, despertaron át su atrasada condición casi letárgica, ya que no acusaban progreso sensible. Providencialmente, al establecer contacto comercial con la India, China y Japón recibieron una mágica inyección de energía que cambió el lento ritmo de su vida por otro de mayor velocidad. Entonces se animaron, sintieron nuevas ambiciones y aspiraciones, no sólo individuales, sino colectivas, nacionales, siguiendo el camino del progreso porque las olas de las civilizaciones oriental y occidental los invadieron, demostrando así con hechos la falsedad de la acusación de que pertenecen a una raza apática e incapaz de alcanzar alta cultura. CAPITULO II La cultura hispano-latina A. Las primeras actividades de los conquistadores. La era dorada de Filipinas empezó en el año 1521, cuando el archipiélago filipino, titulado la «Perla del Oriente» por su hermosura y riqueza, fué descubierto por el famoso portugués Fernando de Magallanes, quien se apoderó de él en nombre de España. Pisó la isla de Mindanao y costeó hasta que llegó al río de Butuan en 7 de abril de 1521. De allí se dirigió a otra isla pequeña de Limasawa (que quiere decir cinco esposas). Fondeó en Cebú donde el Rey Hamabar le recibió y agasajó, después del acostumbrado Pacto de Sangre (o de amistad). La suerte del gran descubridor se eclipsó en la isla de Mactan (isla pequeña frente al puerto de Cebú), porque en vez de pactar amistad con el Rey Lapulapu, Magallanes, acompañado de cincuenta de sus soldados españoles, fué a conquistar la islita por la fuerza de las armas. Resultó muerto Magallanes y casi todos sus soldados, pues muy pocos escaparon de los bolos de los de Mactan, huyendo a su barco. Miguel López de Legazpá, el primer gobernador general español, les dio el nombre de Islas Filipinas en honor del entonces Rey de España, Felipe Segundo. Desde esa focha memorable, las Islas Filipinas ocuparon un lugar interesante en la historia. Por vez primera brilló en el extremo Orien- — 36 — te la luz de la civilización occidental. El esplendor de la civilización occidental de la edad media, las resonantes conquistas espirituales del Renacimiento,, y la influencia humanitaria del cristianismo amanecieron en el lejano Oriente y encontraron terreno fértil en los filipinos que los aceptaban con agrado. Gracias al régimen español, otra influencia civilizadora duradera vino a enriquecer la cultura filipina. En el camino de esa cultura fueron varios e innumerables los episodios, placenteros los unos, tristes los otros, pero toào contribuyó al desenvolvimiento del país en las múltiples facetas de la vida nacional. Los filipinos, amantes del progreso, no se cansaban de aprender las nuevas enseñanzas que los españoles les llevaban. La cultura hispano-latina crecía gradualmente mezclándose con la hasta entonces cultura nativa. El éxito de la cultura hispano-latina dependía de las actividades del gobierno en Filipinas y de los misioneros de diferentes órdenes religiosas que fueron a cristianizar a Iosfilipinos. i. La cristianización de las islas.—Era táctica de los primeros misioneros españoles para llevar a la práctica la noble misión del cristianismo, procurar la amistad y la cooperación de los filipinos, que éstos aceptaban gozosos por amor a su patria y al progreso. Comprendiendo la fuerza del derecho de los habitantes y los sentimientos nobles que manifestaban los misioneros al cristianizar, el primer acto en que la influencia de España empezó a lucirse y a tener eco, fué en Cebó, por la conversión de Tupas y su hijo. El episodio de la conversión es digno de ser relatado para que se comprenda cómo los filipinos aunque naturalmente bélico- — 37 — sos y patriotas, eran amistosos y hospitalarios para con los extranjeros correctos. Dice el P. Andrés Aguirre, acompañante del Padre Urdaneta, el gran misionero: «Tupas era tan rico y tan principal que, aunque no el señor de las Islas de Cebú, era tan poderoso, empero, que mandaba toda. Tenía muchas mujeres que restituir. Tupas cumplió en lo primero con el repudio de las mujeres y después se le administró el santo sacramento de Baptismo, en 156S, en medio de grandes fiestas. El gobernador fué padrino de Tupas y le dió el nombre de Don Phelipe, y de su hijo fué padrino Juan Salcedo, y se le dió el nombre de Don Carlos» (1). La importancia de la conversión de Tupas fué tal, que su ejemplo abrió la gran puerta a la conversión de los naturales de las Islas Filipinas. Los isleños comarcanos fueron a Cebú por centenares a pedir el santo bautismo. Los religiosos no cesaban en su gran labor cristiana. La política de colonización española tenía una noble primaria intención, que no supieron o no quisieron darle a la suya otras naciones colonizadoras. Era la propagación del cristianismo a sus colonias de ultramar y a la vez la introducción de su cultura. Junto a las censuras que nos ha de merecer, es justo reconocer sus aspectos dignos de elogio. Esa colonización no era el ideal, pero tampoco la peor de las colonizaciones. Comparándola con otras, con la inglesa, por ejemplo, se ve que España se propuso la noble intención de propagar el cristianismo y convertir a (1) «Bibliografía de la Historia de Filipinas». W. E. Retana, p. 98. — jO — los indígenas paganos a la religión católica a la vez que introducía La cultura hispano-latina. Demuestra eso un gran altruismo. En la colonización de Inglaterra, en cambio, ha predominado la intención de explotar la riqueza de sus colonias, dejando que los indígenas continuasen profesando su religión pagana y fanática. No es altruista. España envió conquistadores valientes y misioneros que sabían morir cumpliendo con sus deberes, entre los que se mezclaron aventureros de todas clases. Inglaterra mandó lo mejor de sus militares, comerciantes y colonizadores, no conquistadores ni misioneros ni aventureros. Mientras Inglaterra, abriendo comercio y negocio, construía ferrocarriles, carreteras, canales, etc., en su colonia, y ganaba cada año muchos millones de libras esterlinas, conseguidas por sus compañías mercantiles, los españoles ganaban millones de almas convertidas al catolicismo y dedicaban sus esfuerzos (los misioneros en particular) a la construcción de conventos e iglesias grandes, hermosas y fuertes. El inglés colonizador iba a la colonia con la espada en una mano y la ley en la otra, el corazón en Inglaterra y la cabeza en la colonia. El español colonizador iba con la cruz en la mano derecha y la espada en la izquierda, con la cabeza en España y el corazón en la colonia, sin plan definitivo de cómo llevar mejor la colonia y desarrollarla materialmente. Los ingleses dieron una educación popular y práctica a los habitantes de sus colonias, beneficiándose con el desarrollo económico de las mismas. Los españoles se interesaron primeramente en la alta instrucción, que era más teórica que práctica, resultando que la agricultura y la industria en Fili- — o9 — pinas estaban muy abandonadas. La instrucción primaría popular no se empezó hasta después de más de dos siglos de dominación. Los ingleses abusaron inhumanamente de los indígenas, exigiéndoles tributos exorbitantes y castigando o matando a las esposas e hijos para obligarles a que (pagaran por miedo. España no cometió nunca tales atropellos. También exigía tributos a los indígenas, pero nunca castigó, ni aun con pena de cárcel, por no poder satisfacer el tributo anual. Por los esfuerzos de los primeros misioneros, celosos de su sagrada misión, la noble intención de la madre España se realizó tan pronto se convirtieron a la nueva religión, la Católica Apostólica Romana, muchos filipinos en las ciudades y pueblos grandes. En un principio se resistieron. Su religión filipina, aunque indiscutiblemente menos elevada que la predicada por los misioneros, tenía su influencia en la vida religiosa y moral de las tribus. Los filipinos que vivían en las costas o alrededor de los centros de civilización fueron los que se convirtieron más rápidamente a la religión católica, porque eran más asequibles y de más amplios horizontes, y porque su religión de Bathala no estaba tan bien organizada como la católica. En cambio, los filipinos monteses eran más celosos de su fe, y la profesaban casi ciegamente, amándola sin admitir discusión sobre ella, porque era la religión de sus padres. Muchos de aquellos monteses dudaban, no sólo de la intención y de las acciones de los extranjeros, sino hasta de la religión que propagaban, que se diferenciaba tanto de la de los naturales del país. Dudaban de las enseñanzas predicadas por los misioneros de Cristo, y no aceptaban la religión de los extranjeros. Los igorrotes, sin vacilación, pen- — 40 — saban que aunque su religión no era tan poderosa como la cristiana, tenía que ser la verdadera. Se la habían enseñado sus padres, y éstos no eran capaces de engañarles, mientras los filósofos extranjeros podían burlarse de su ignorancia. Por estas consideraciones, los monteses de Filipinas que viven en las provincias de Abra y distritos de Lepanto, Bontoc, Tiangan, Benguet, Zambales, los de Mindoro y los manobos, súbanos, moros y otras tribus más de Mindanao y Palawan han sido los habitantes más abandonados por la dominación española. Este abandono forzado, porque ni la espada ni la cruz podían persuadir ni sujetar a sus poblaciones indígenas, hizo que no juraran lealtad al gobierno ni se hicieron cristianos. Por consecuencia, la influencia cultural de España no penetró en estas tribus primitivas, que hasta hoy día no han adelantado mucho. Hablando de la unidad de raza a la que estas tribus lógicamente pertenecen, el autor Manuel Scheidnagel dice: «Los autores alemanes, al escribir sobre estas tribus, daban suelta a su fantasía al obstinarse en la divisibilidad racial, sin fundamento para ello. Los moradores de esas montañas no demuestran alteración o diversidad física sensible entre unos y otros, y las alteraciones que se observan son lógicamente debidas, en primer lugar, a mayor o menor influencia climatológica y al major o menor arraigo de herencias religiosas. En cuanto a la raza característica a que pertenecen o de la que se derivan, no es posible dudar que ocupan en el árbol genealógico de las doce especies humanas, el intermedio o sexta de los malayos)) (i). (i) «Historia de Filipinas>. Manuel Scheidnagel, p. g. — 41 — Los soldados y gobernantes de la corona establecieron ciudades más grandes y fuertes que las anteriores, abrieron caminos y comunicaciones en las provincias, en casi todas las islas grandes del archipiélago. Por otro lado, los soldados de la cruz no cesaban de trabajar para introducir la fe en la religión católica, obteniéndose por estos medios la absorción gradual de la cultura hispano-latina por los habitantes. El resultado de todo esto fué transformarse el país en pueblos cristianos. Los misioneros se dedicaron más a los filipinos de las costas, ciudades y pueblos, entre los que difundieron no solamente la religión, sino también la civilización y la cultura europea. La labor para la conversión de los filipinos al cristianismo se hizo más extensa por medio de una educación encaminada a este fin, de lo que en otro capítulo se tratará. Pronto indicaron el mejor camino para el progreso del país implantando escuelas. La cultura no se puede adquirir sin la ayuda de la escuela. La tarea difícil de educar y transformar una raza acomodando su propia personalidad y progreso al de sus dominadores, se inició por las órdenes religiosas. Con una energía y entusiasmo no común, los misioneros extendieran el Evangelio y el nuevo idioma. Llevaron la cruz más allá que los soldados de España su espada y su bandera. La influencia de los misioneros se notó en todas las islas. Donde ellos fueron, el camino a la cultura europea se abrió por medio de la Iglesia y de la escuela. Ambas instituciones se interesaron en extender la nueva cultura cristiana occidental. De esta manera, el poder civil y los misioneros cooperaban para llevar al país la civilización y el progreso para gloria de España. _ 42 — 2. Organización de los pueblos.—La vida filipina venía cambiando gradualmente en su aspecto social y político. Filipinas presentaba entonces un aspecto verdaderamente típico: el «bayan» (tagalo) o «lungaud» (cebuano), que es una reunión de casas o pueblo, tenía en la plaza principal de un lado la iglesia y la casa parroquial <rue se titulaba siempre convento, a cuyo cura lo llamaban el Padre; de otro, el tribunal, la Presidencia o el edificio municipal, que también se llamaba casa consistorial o ayuntamiento, en donde ondeaba la bandera española, símbolo del poder soberano; y en otro término la escuela. El nuevo régimen creó nuevos cargos públicos en cada provincia o pueblo. Entonces se empezó a dar a los filipinos la instrucción práctica indispensable para intervenir en la ejecución y administración de cada gobierno local. En cada pueblo o municipio se creó una principalía, en la que estaba constituida la corporación municipal por el Gobernador cilio (alcalde), el Teniente, Cabezas de Barangay (recaudadores de la Hacienda), Jueces de Policía y de Sementera y antiguos Capitanes, que eran una especie de concejales que ya habían sido Gobernadorcilios. En cada provincia existía la casa del gobierno, que se llamaba Casa Real. Los alguaciles y cuadrilleros pertenecían al municipio. 3. Españolizacián de Filipinas.—En la vida nacional de los habitantes predominaba la cultura y civilización hispano-latina, pero armonizada con las diferentes fuentes culturales de la India, de la China y de la malaya propia. La cultura hispano-latina ha dado brillantez y personalidad a la presente cultura filipina malaya. Acogiéndose a la civiliza- - 43 — ción española com grandes entusiasmos, Filipinas vio que la influencia cultural española ofrecía y llevaba a los habitantes suficientes incentivos para aspirar a más alta intelectualidad y más altas esferas espirituales. La penetración de la civilización hispano-latdna ejerció una influencia potente en los siglos pasados, y la ejerce aún en el presente, dando como resultado el encaminar la mentalidad y el espíritu de los filipinos hacia aspiraciones más sublimes. Es ésta fase ilustre de la historia de España en el Extremo Oriente, la que merece ser aquí descrita, pues en verdad Filipinas no hubiera llegado a ser de mucho interés al mundo civilizado y no hubiera tenido sus sorprendentes progresos, sin la contribución cultural que recibió de España. Deseando constantemente el progreso, los filipinos han acumulado las experiencias del pasado, siendo algunas de ellas beneficiosas y otras desastrosas para sus virtudes nacionales. Su característica de asimilar pronto cualquier enseñanza se veía, en muchas ocasiones. Durante el régimen español, los filipinos aprendieron las virtudes tanto como los defectos de los españoles. Asimilaron las costumbres europeas y su modo de vivir, los cantos y poesías de España, su literatura, su heroísmo y su romanticismo. La evolución social había sido completa. Tan bien asimilaron lo español que los filipinos hacían revivir en su patria muchas veces el espíritu de «Don Quijote de la Mancha». Tomaron gusto a la cocina española y hasta se hicieron a la idea antigua de que «mancharse la mano no es honroso para un caballero». Les gustaron los juegos españoles, la lotería, las carreras de caballos, las corridas de toros, las riñas de gallos, los juegos de pelota, etc. — 44 — El Pueblo Ora.—Filipinas había cambiado mucho en su manera de pensar, en sus costumbres, prácticas, creencias y fe. A últimos del siglo XVI eïa Filipinas culta y cristiana y se hallaba en un estado floreciente al parecer. Desde entonces hasta hoy día, el pueblo filipino continúa siendo emocionantemente cristiano. En todo el Extremo Oriente no hay nada más hermoso que el crepúsculo vespertino en Filipinas. Cuando el sol esconde sus rayos tropicales que vivifican aquella espléndida naturaleza, cuando en el cielo teñido con varios colores se ve avanzar el anochecer, y los murciélagos como fantasmas del aire emprenden sus vuelos nocturnales, en ese momento se oye el toque del ANGELUS. Y el pueblo filipino ora y cumple sus deberes de cristiano. Al escuchar el primer sonido de la campana de la iglesia, las gentes, españoles o filipinos, si se encuentran en la plaza o en la calle, detienen su marcha quitándose los sombreros y comienzan el dulce rezo del ANGELUS. En las casas de los ricos, como en las de los pobres. En el momento que vibra la campana, los bailes y las músicas cesan y todos, en pie o arrodillados, rezan el ANGELUS, después del cual los criados dan a sus amos las «santas y buenas noches nos dé Dios y María Santísima». Después de la oración, los hijos besan las manos de sus padres y mayores que les bendicen, diciendo: «Que Dios te haga santa (santo)» o «Dios te bendiga». Es una costumbre típica de Filipinas. Si el ANGELUS suena cuando el indígena está en los montes o en las orillas de ríos o de playas, se quita el «sahikot» (sombrero) y cristianamente reza y pide al Creador su bendición. — 45 — Ese hermoso espectáculo, tan frecuente en Filipinas al anochecer, pinta bien la religiosidad de sus habitantes. Es huella bendita del misionero español en Filipinas. Demostraba el triunfo conseguido sobre los indígenas arrancándoles de la bárbara idolatría en que vivían en los tiempos pasados. 4. Sustitución de apellidos natives por otros españoles.—Llegó a tal punto la influencia de España en Filipinas, que hasta cambió los nombres y apellidos de los naturales. Los filipinos cristianos, como es natural, recibieron nombres cristianos y les apellidos de sus padres o de sus padrinos. Al organizarse el registro oficial de cada familia y de su linaje, el gobierno requirió a todos los padres de familia para que escogieran un nombre de identificación civil, y casi todos los filipinos adoptaronnombres españoles. Dicho requisito del gobierno fué prontamente atendido, resultando útil y necesario, no sólo para el individuo, sino para el gobierno, porque facilitaba la formación de estadísticas, censos para toda clase de arbitrios e impuestos, como cédulas personales, contribuciones, etc., que el gobierno imponía a los filipinos, como a otras colonias. Hay otras razones por las que se adoptaron másámpliamente los apellidos españoles. Entre los miles de españoles que estaban en Filipinas, la mayoría de ellos allí se casaron, legando sus propios apellidos a sus hijos. Otros españoles residentes fueron padrinos de filipinos, y al bautizarles les dieron sus apellidos como hacen hoy les filipinos cristianos cuando son padrinos de bautizo de chinos convertidos al catolicismo. Y surgió pronto la cíase «mestiza», compuesta de los hijos de la unión - 4 6 - de razas española y filipina, y estos mestizos también tomaron a paludos españoles. Los filipinos con apellidos originarios malayos son generalmente los de los pueblos pequeños o los que no quisieron cambiar sus apellidos por razones patrióticas o por su deseo de perpetuar en su posteridad sus linajes antiguos. Es interesante ver en la historia cómo en un tiempo se dio a razas las más varias y distintas el mismo nombre de «indios». ¿Quiénes son los verdaderos indios? Pues los habitantes de la India únicamente, aunque su nombre se escribe «hindú». Pero se dio también ese nombre a los naturales de América y a los filipinos. Para distinguirlos se los denominaba, a los unos, «indios de América» o American Indians; a los otros, ((indios de Filipinas», a los propiamente indios, ((indios de Oriente». El nombre llegó a ser tan común que hasta las leyes coloniales de España se les dio el nombre general de ((Leyes de Indios» (Leyes para los países de América, ¡Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Los americanos no llamaban indios a los naturales de América, sino a los que habitaban tierras que se descubrían en aquellos tiempos. Los españoles daban el nombre de indios a todos los habitantes de sus colonias remotas y a los que inmigraban de países lejanos, y por esto se llamó impropiamente indios a los americanos y a los habitantes de Sur América, las Antillas y Filipinas. Todas las historias antiguas hablan de los indios sin especificar de qué colonias venían. 5. Clases sociales.—El régimen español en Filipinas con su política colonial extendió su práctica <íe crear clases sociales. Era muy natural que los — 47 — españoles trajeran e introdujeran en Filipinas su espíritu y sus prácticas. Antes de llegar los españoles había dos clases sociales: la alta que formaban los ricos, los rajas, sultanes y jefes, y la otra clase, la baja, que la constituía la masa, los que ni eran ricos ni pobres porque cada uno de ellos poseía un pedazo de terreno y su propio hogar, aunque éste no fuera más que cuatro harigues, tabique (sawali) y techo de cogon. De pronto aparecieron gradas sociales nuevas, y era dificilísimo paira los que estaban abajo subir al nivel de los que les precedían en la escala social. Se destacaba de lo acostumbrado durante el tiempo en que los filipinos vivían libres y fueron dueños de su tierra, porque entonces no existían tantas clases sociales, y porque predominaba la clase a la que hoy corresponde la «media», la clase productiva, trabajadora, base de la sociedad. Pero al llegar los españoles, crearon tantas, tan separadas y distintas, que entre ellas sostenían relaciones poco gratas y hasta odiosas. La clase media quedó casi desplazada de su posición anterior social, mientras los pobres se fueron hundiendo más. Analizando la población en Filipinas durante la dominación española, se veían las siguientes clases sociales ostentando cada una su característica social: i. La alta clase.— Se componía de los elementos siguientes: (a) los gobernantes españoles o los filipinos en cargos municipales o locales. Era la gente de más alta categoría, de mucho lujo, de aire aristocrático, (b) La oficialidad militar (casi todos eran españoles). (c) El clero, fuese regular o secular (Tenían mucha influencia, no sólo en la socie- - 4 8 - dad, sino también en el gobierno), (d) Ricos hacendados, propietarios y caciques filipinos y españoles. Estos últimos fueron los más odiados por la masa, por sus abusos, corrupciones y fraudes. 2. La clase medid.—Esta clase se componía; (a) de los pequeños propietarios independientes, (b) De los profesionales: maestros de industrias, educadores, etc. (c) De la gente con educación elemental y medios propios de vida. 3. La clase baja.—La clase baja crecía en número alarmante y la constituían: (a) Los obreros, trabajadores y jornaleros, (b) Los pobres en general, (c) Servidumbres, esclavos. Esa división social no sólo estaba lejos de ser ideal, sino que, era refractaria al bien común de la sociedad. Suscitó discordia y descontento en la masa, pues ni facilitaba el camino de su progreso, ni recompensaba sus fatigas y sacrificios. La diferencia de riqueza y de trato social era más ostensible que la desigualdad entre el elefante soberbio y los gatos hambrientos, pues el primero arrogante y con esa pereza natural y menosprecio tradicional al trabajo, es completamente insensible o intencionalmente sordo a las quejas y los llantos de los últimos. 6. La Nobleza en Filipinas.—El historiador y archivero de Filipinas, W. E. Retana ha dicho: «Se ha dicho y repetido hasta la saciedad que España mandó a sus colonias lo peor de cada casa. Por lo que respecta a Filipinas (la última de las colonias españolas, por la distancia y por el rendimiento), ese dicho no deja de ser un tópico, desgraciadamente consagrado por el uso de gentes más o menos cul- — 49 — tas, pero de criterio no muy accesible a lo razonable». A pesar de esta declaración, hay que reconocer que España no envió a Filipinas gente muy escogida en general, y preguntamos: ¿Por qué no fueron a Las colonias los mejores españoles? Sigamos copiando de Retana: «La vida en Filipinas, sobre todo en los tiempos antiguos, significaba privaciones, sacrificios y continua exposición, no solo por las enfermedades propias de la zona tórrida, sino por los ataques de los enemigos, cuando holandeses, cuando chinos, ora malayos mahometanos, ora malayos gentiles, y hasta los mismos cristianos, rebelados con mayor frecuencia de lo que suponen los que no conocen puntualmente la historia de aquellas islas. A una colonia de tales condiciones, los que se arriesgan a ir tenían que ser, muchos de ellos, por ley ineluctible de la Fatalidad, hombres necesitados, y, desde luego, de temple aventurero.» España y el Virreinato de Nueva España mandaron a Filipinas buena parte de sus hijos, y eso dejó allí la herencia de su sangre, el idioma castellano, la religión católica, sus usos y costumbres, en virtud de lo cual el mundo virtuoso de los malayos se transformó en uno más cosmopolita, infinitamente superior en todo a los demás pueblos similares, sin excluir a los dependientes de naciones cultísimas de Europa. Comparando Filipinas hace cuarenta o cincuenta años con la India, Borneo y Java, por no citar más, en igual fecha, no se puede negar que las obras buenas de los españolea en Filipinas fueron mucho más allá que las de los colonizadores ingleses y holandeses. En los primeros años se avecindaron más de 800 españoles, pasando allí la mayoría de ellos gran 4 — So — parte de su vida, pues nacieron y murieron sin haber salido del país. En los años 1884 a 1887, según Retana, «entre los españoles que fueron a Filipinas había pocos que pertenecieran a las Ordenes Militares españolas de Santiago, Oalatrava, Alcántara y Montesa, a los Caballeros de la Orden de Carlos III, que ostentaran títulos de Castilla y del extranjero de uso autorizado en España, que fueran poseedores de Señoríos, que tuvieran carrera militar o marina habiendo empezado como cadetes, que fuesen hermanos de los que acreditaron jurídicamente su nobleza de sangre, y, por último, que estuvieran entre los individuos de los siglos XVI y XVII, a quienes en los documentos oficiales de su tiempo se les menciona anteponiéndoles DON, título de dignidad que por entonces sólo se daba a los nobles.» Ese tratamiento de DON también se adoptó por los filipinos de alta categoría social: los ricos, los sabios, los poderosos y patrones de negocios, comercios, etc., se pusieron el DON ante sus nombres. En el siglo XVIII se prescindió en absoluto del uso de DON como signo de nobleza. Esta clase social, la nobleza, colmo de vana ambición, aunque formada por pocos, dejó también su influencia en el país. 7. El periodismo durante el régimen español.— I¿L cultura intelectual de Filipinas llegó al público y a la masa, en el siglo XVII, cuando empezaron a funcionar las imprentas de Manila, llocos, Cebú e Iloilo, en donde se publicaron periódicos filipinos, algunos de ellos escritos solamente en castellano, otros en el dialecto y otros en ambos lenguajes. En el siglo XVIII aparecieron muchas más — 51 — publicaciones diarias, semanales, revistas científicas, industriales, comerciales y religiosas y boletines de todas clases. He aquí algunos de los primeros periódicos: «La España Oriental», ((La Opinión» {todavía se publica), «La Lectura Popular», «El Comercio» (aún existe), «Manililla», «Ilustración Filipina», ((La Voz del Pueblo», «Gaceta de Filipinas», «El Progreso», «Voz de España», «Eco de Filipinas», «El Eco de Panay», «El Porvenir de Bisayas», «El Heraldo de la Revolución», «La Democracia», «El Renacimiento», «El Mercantil» (sigue publicándose), y otros muchos en dialectos cebuano, visayo, ilongo, bicol, etc. Había al finalizar el siglo XVIII unos 182 (1). Todas esas publicaciones sirvieron para demostrar el gran servicio que al progreso y a la difusión de las ideas presta la Prensa. A mayor número de publicaciones corresponde invariablemente mayor grado de cultura. La extensa circulación de aquella prensa en Filipinas, en donde se hicieron públicas las necesidades del pueblo, las dolencias políticas y económicas, las mil cosas que entonces eran de interés no sólo local, sino nacional y hasta de la Península, fué un factor grande en pro del nacionalismo filipino y de su progreso y cultura. La prensa filipina era un movimiento intelectual, y muchos españoles en Filipinas ayudaron, no sólo a extender su circulación, sino a crear mayor vigor y espíritu de valentía, para emitir y forjar justa y sana opinión pública. Fué índice de la vida social y legal e influyó a su vez en la evolución que la patria necesitaba para educar al in(1) «Bibliografía de la Historia de Filipinas». W. E. Retaaa, p. 1661. — 52 — dividuo filipino en los acontecimientos de su puiß„ de España y del mundo culto. La imprenta era un gran beneficio para España y Filipinas. Facilitaba la libre emisión de ideas y opiniones por escrito, que es la mejor forma de propaganda. Pero fué un error grave no conceder absoluta libertad a la prensa, el más fiel guardián de todos los derechos y de todos los intereses. ¡ Cuántos beneficios si a las válvulas de la opinión se les hubiera permitido funcionar libremente! Millones de duros se hubiera ahorrado si no hubiera pasado el lápiz rojo sobre artículos escritos en periódicos filipinos, que tendían a evitar subastas ruinosas, negocios ilícitos y expedientes sucios. Todo escrito pasaba primero por la censura eclesiástica y luego la censura del gobierno. Así que el periodismo en Filipinas no floreció tanto como en otros países donde había toda libertad de emitir ideas y opiniones» personales o colectivas. B. Las causas fundamentales del lento progreso. En aquellos tiempos, los indígenas mostraron en toda ocasión su aptitud para un continuo progreso y para grandes adelantos en su cultura y civilización y ansiando los más rápidos avances, no cesaban de trabajar, observar, practicar, estudiar. Es la gente descontenta la que más progresa. De esa aptitud para el progreso dijo el escritor, Polo de Lara: «Los filipinos son aptos y hábiles en toda clase de estudio y enseñanza; están deseosos de instruirse». Hubo varias causas por las que no se desarrolló en Filipinas completamente la influencia de España — 53 — eu las diversas fases: política, científica y económica. He aquí las fundamentales: a) La distancia de la Metrópoli a Filipinas es muy larga, 24.000 kilómetros por la antigua ruta, Cabo de Buena Esperanza; o 15.000 kilómetros por el Canal de Suez. Además de la distancia, el viaje era penoso, y a veces peligroso, porque en aquellos tiempos y en trayecto tan dilatado España no tenía siquiera un faro para guiar sus embarcaciones, no cesando el riesgo ni aun al pasar por los puertos ingleses fortificados, como Gibraltar, el Canal de Suez, Colombo, Singapore y el Estrecho de Malaca, ya que los ingleses eran hostiles a los españoles, sus rivales colonizadores. b) Los viajes y comunicaciones no eran frecuentes, así que no era posible para España conocer oportunamente la verdadera situación de Filipinas ni decidir lo que debía hacer en su colonia para el bien mutuo. Las irregularidades, los abusos y las corruptelas cometidas en la colonia por algunos gobernantes peninsulares, no recibieron ninguna atención por parte del gran imperio español, que no se preocupó de corregir tales deficiencias hasta muy tarde. c) Los repetidos fracasos de las cuatro expediciones que España envió a Filipinas: la del descubrimiento por Magallanes en 1521; la. verificada en septiembre 1522 bajo el mando de Elcano con la nao «Victoria»; la expedición de r5 de junio de 1524 desde Coruña bajo el mando de Villalobos, en las que perecieron todos y la de Loaiza, fueron causa de la decadencia del espíritu público de España hacia Filipinas, además del hecho de que los peninsulares se distraían con los triunfos y riquezas conse- — 54 — guidas en las Americas descubiertas veintinueve años antes del Archipiélago. A no ser por la energía del sabio cosmógrafo y gran misionero, Fray Andrés de Urdaneta (Agustino), llegado al Archipiélago en 1553 > y uno de los sobrevivientes de la expedición del «Loaiza», Filipinas hubiera sido abandonado y olvidado. Dice un escritor: ((Después de veinte años de tenaz perseverancia, Urdaneta encontró otra naturaleza enérgica y patriota, la de Miguel López de Legazpi, rico residente escribano de México y amante de la Patria y de su Rey. Fletó cinco barcos y cuatrocientos hombres para realizar una verdadera conquista de Filipinas, saliendo del Puerto de Navidad el 21 de noviembre de 1564». (1) Así que la verdadera dominación española en Filipinas se debió en primer termino a Legazpi, Urdaneta y al valiente «Hernán Cortés del Archipiélago», Juan Salcedo, sobrino del primero. La conquista completa de Filipinas no se realizó en el siglo XVI, sino más tarde, en el siglo XVII. Manila, la capital, no pudo ser conquistada hasta en 1672, porque sus valientes patriotas y Rajas, Soliman y Lacandola la defendieron bien y se resistieron por mucho tiempo a las intentadas conquistas de los españoles. Según dice el P. Medina: «La conquista de Filipinas era difícil, porque los indios tenían fuertes cañones, flechas y lanzas, algunas piezas de artillería, con las que hacían mucho daño a los nuestros, y porque la gente es diestra y belicosa». d) La larga dominación española en Filipinas no era tan fácil de sostener como creen muchos, pues España tenía varios países que le envidiaban su rica colonia del Oriente, y uno tras otro intenta(1) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara, p. 1. 55 — ron, envidiosos, arrebatar Filipinas a España a fuerza de ataques con escuadras y desembarcos de tropas. Además, los moros filipinos de Mindanao suscitaron complicaciones al gobierno colonial de Filipinas. No era poco lo que los gobernantes españoles tenían que afrontar: He aquf cronológicamente los incidentes que llamaron gran parte de la atención de España durante dos siglos y que entumecieron el desarrollo de la colonia. El pirata Lima-Hong, chino, con 62 navios y un numeroso ejército, fué derrotado por Guido de Lavesares, sucesor de Legaz,pi. Francisco de Sande tomó posesión de Mindanao y Jólo en 1577. E. Gonzales Ronquillo destrozó la escuadra del Corsario japonés Tarsifú, que dominaba en los mares de China y del Japón. Francisco Tello de Guzmán derrotó en 1596 a los holandeses que trataron de ser dueños de Manila. Se sublevaron en la misma época 30.000 chinos que fueron vencidos por 800 españoles y por los frailes al frente de los hijos del país, que combatieron valientemente contra los chinos, matando 23.000 revoltosos y encerrando los restos en las galeras en donde al poco tiempo fallecieron. Desde aquel incidente escarmentaron tanto Jos chinos que nunca ya lo olvidaron. Juan de Silva en 1609 derrotó la nueva escuadra holandesa en Manila y en la playa la destrozó en 14 de abril de 1617. Otra sublevación de Sangleys, vencida por el primer ejército filipino organizado por Sebastián Hurtado. - 5 6 - Por tercera vez los holandeses fueron derrotados en 1667 por Diego Fajardo (1). Comentando el incidente dice Lara: «Se creyeron en Filipinas que en 1672 la paz era completa. El desarrollo del comercio y de la agricultura empezó. Pero el 18 de septiembre del mismo año, llegaron a la bahía de Manila 13 formidables navios ingleses pidiendo la entrega de la Isla, sin previa declaración de guerra. Después de cinco días se presentaron tres navios más de refuerzo, y el General Draper sitió la ciudad de Manila. Después de lanzar 8.000 bombas y 29.000 balas rasas, intimaron la rendición que fué valientemente rechazada, y asumiendo el mando el anciano Simón Anda y Salazar, por falta de carácter del gobernador, Marqués de TorreOampo, los españoles ganaron con la ayuda de los leales habitantes, y echaron a los sitiadores que fueron a recojerse al amparo de sus escuadras bajo el mando del Almirante Cornick» (2). Los susodichos episodios, que sucedieron en los siglos XVI y XVII, demostraron cuan difícil era Ja tarea del régimen español en su posesión tan codiciada por chinos, japoneses, holandeses e ingleses. Habiendo derrotado a todos ellos para gloria de España, Filipinas empezó, aunque tarde, las importantes reformas para su desarrollo intelectual, económico y gubernamental. Otras causas de ese lento paso al progreso en Filipinas, fueron las siguientes: e) España dio preferencia en su gobierno colo(1) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara, p. 45(2) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara, P- 51. — 57 — nial a las Americas por ser más grandes, estar más cerca y por tener más riqueza. En las «Leyes de indias», hoy tan ensalzadas y de cuyas modificaciones y complementos acaba de publicar tres gruesos volúmenes el Doctor Angel G. Palencia, insigne Catedrático de la Universidad Central de Madrid1, se ve que Filipinas despertó poco interés y atención por parte de España. Las Americas, Las Antillas, estaban más cultivadas, intelectual, económica y políticamente que Filipinas. De la riqueza de estas islas no tenía España clara noticia. Dice Domingo Sánchez: «Conviene advertir que nuestras Islas Filipinas, por su situación y por las circunstancias especiales en que se encuentran, constituyen una de las comarcas más ricas de la Oceania, pudiendo competir con el Asia meridional y aun con las grandes islas de la Zonda. Sus tribus, tan ricas y aptas que enorgullecen el país en donde viven, y sus mezclas diversas, sus usos, costumbres, su indumentaria, etc., proporcionan un contingente de materiales sumamente rico y variado .para la Antropología y Etnología. España no conocía bien la constitución mineralógica del suelo filipino; las diferentes formaciones en él producidas por las acciones orgánicas que suministraron materiales abundantes e interesantísimos a la Mineralogía, Minería, Geología y Panleontología». f) Existió un error en la administración del gobierno en Filipinas, que España no conoció hasta muy tarde. Era el conflicto entre las autoridades civil y religiosa. Ocurrieron discrepancias entre loa gobernadores y capitanes generales de una parte, y las autoridades eclesiásticas de otra, y frecuentemente entre los curas y los oficiales civiles en los municipios. Por costumbre, si no por autorización _ s ß - legal, los curas párrocos intervinieron en todas las funciones municipales. Esas discrepancias no sólo convergieron hacia el desprestigio de la patria, sino que hicieron, muy lentos los pasos de los acontecimientos progresivos del país. «Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», dijo el Divino Redentor. Fero en Filipinas, en aquellos tiempos, lo del César era también de Dios, porque en casi todas las funciones políticas y administrativas, no sólo en el gobierno de Manila, sino en los de los pueblos, intervinieron los religiosos. Como resultado desdichado de que el Estado y la Iglesia fueran confundidos, se ocasionaron grandes perjuicios y trastornos que vinieron a repercutir siempre en perjuicio de Filipinas. g) Los filipinos eran, son y serán siempre buenos, sufridos, resignados; pero eran, son y serán sobre todas esas cualidades verdaderas ardientes patriotas, por lo que no es de extrañar que hayan luchado siempre por su independencia. También son buenos católicos, pero distinguen debidamente la pura doctrina del Crucificado y los intereses legítimos de la Iglesia de los actos y extralimitaciones del poder teocrático. Todo lo tristemente ocurrido en sus insurrecciones, debidas a su amor patrio, fué providencial y resultó provechoso para los filipinos, aunque tuvieron que sufrir persecuciones, destierros y fusilamientos. La grandeza de espíritu, de valor y de altruismo y las nobles aspiraciones de una raza o pueblo, no pueden ser impunemente sometidas a prueba, y sólo la raza que posee fuertemente esas grandezas y reacciona virilmente contra la opresión sobrevive a los cataclismos, renace su espíritu en otro mayor, regenera con su idealismo — 59 — al individuo y a la colectividad patria. Aquellos acontecimientos eran ¿actores indispensables de la evolución político-social de los filipinos, una manifestación lógica y racional. España no habría querido ni respetado más a su hija, la «Perla del Oriente», sá ésta hubiera permanecido tímida y apocada en vez de manifestar, como hizo, su capacidad y su valor, si se hubiera mostrado de índole apática en vez de dar expresión a sus deseos de independencia, si se hubiera conformado indefinidamente con su pasado oscuro y resignado. C. Refonmas internas. El gobierno es uno de los agentes sociales que puede mejorar con su legislación la condición de un país y ayudarle a alcanzar su progreso y alta cultura. El Gobierno en Filipinas durante el régimen español estaba bajo el mando de un gobernador general o capitán general. El territorio. Estaba dividido en provincias, mandadas, las más importantes y ricas, por gobernadores civiles, otras por gobernadores político-militares, otras, tituladas distritos, por oficiales que tomaron el nombre de Comandantes, y otras por Jefes de la Armada. Había además Jueces de primera instancia, Administradores y Delegados de Hacienda. En algunas, el gobernador era al mismo tiempo juez, y en algunas era jefe de todos los ramos ( i ) . España ofrecía a los indígenas algo de progreso más espiritual, intelectual y moral que material y practicista, pero bajo su gobierno Filipinas no en(I) «Un Pansitfilipino».Manuel Scheidnagel, p. 12. _ ô> — contraba muchas facilidades para seguir su camino soñado. No es de extrañar que en aquellos tiempos no fueran posibles avances rápidos. Y a través de los siglos de dominación española no se podía gobernar y administrar siempre a Filipinas en la misma forma con idéntico espíritu con que se las gobernaba en los días de Legazpi. Gradualmente, Filipinas, de su parte, escalando un. alto nivel de cultura, y España por la suya, transformándose con tendencias democráticas, llegaron a más estrecha relación política cuando la última reconoció a las Islas Filipinas como provincia legítima española de Ultramar, y así considerada, representación en las Cortes generales de España de 1810 a 1813, en las de 1813 a 1814, en las de 1820 a 1822, en las de 1822 a 1823, en el Estamento de procuradores de 1834 a 1835 y de 1835 a 1836 y en las Constituyentes de 1836 a 1837 (1). Cuando cesó su representación en las Cortes, los filipinos, no teniendo medio posible para elevar su voz al Gobierno de Madrid, quedaron descontentos y le enviaron una petición avalada con millares de firmas de ciudadanos filipinos demandando el restablecimiento de aquel derecho, pero en vano, porque no se les concedió más. Filipinas clamó constantemente por reformas internas. Había muchas cosas que reformar. Las anticuadas leyes de Indias, que no servían a las necesidades del país ni del tiempo, y que consideraba a la colonia de un modo tan excesivamente paternal que hasta «ha estado prohibido prestar a un indígena más de cinco duros», necesitaban enmien(1) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara, p. 128. — oí- das. Pero aquellas leyes eran eternas al parecer y no sufrieron cambios. Algunos gobernantes españoles, con desinterés que les honra, trataron de corregir por medio de reformas las deficiencias de las anticuadas leyes coloniales. Así el ministro de Ultramar, Sr. Becerra, que no sólo confirmó las importantísimas reformas del Sr. Maura, sino que apoyó las aspiraciones y el desenvolvimiento de Filipinas. Dichas reformas de Maura, aprobadas en 1893, tocaron los siguientes temas: 1. Fomentar la instrucción pública. 2. Crear Juzgados para la mejor y más fácil administración de justicia. 3. Hacer importantes aclaraciones sobre la contribución industrial. 4. Facilitar el pago y contabilidad de las cédulas personales, ramo importantísimo en aquel país. 5. Aumentar las rentas de Aduanas, los créditos de guerra, tanto para el personal, transportes, adquisiciones de Maussers y fabricación de pólvora en Calamba, como todo lo preciso para empezar a funcionar la Compañía de Mindanao. 6. Dar vida a la Casa de Moneda de Manila. 7. Crear el gobierno civil en Sorsogon y la Comandancia político-militar de Cataduanes. 8. Amplistr el ramo de comunicaciones. 9. Hacer reformas beneficiosas para el clero y el pueblo, creando parroquias y haciendo que los Aranceles, en castellano y en dialectos del pals, se encontrarán expuestos siempre al público. Hubo otras reformas anteriores a esta de Maura, pero como ha sucedido muchas veces, España las promulgó con alta y noble intención para con su hija en Oriente, pero no fueron cumplidas cuando — 02 — debieron ser sagradas y ejecutadas por los representantes de la corona en Filipinas. Pocos Reales decretos se han dado tan completos, tan justos, razonados y llenos de sabias prácticas como el decreto de 19 de mayo de 1893. El ministro, Sr. Maura, en el párrafo tercero de su exposición, decía así: «Las instituciones locales del Archipiélago filipino han caído en tal estado de decadencia y desconcierto, que están atrofiados e inútiles aquellos de sus miembros que no han llegado a corromperse; apenas quedan los nombres de las dignidades, las categorías y los oficios en que secularmente consistió y se asentó la organización administrativa de los pueblos, habiendo trocado en carga odiosa, cuando no en instrumento de granjeria, lo que fueron honores apetecidos y nobles ministerios de los principales. Recapitular los diversos orígenes del daño importa menos que acudir a remediarlo.» D. Conclusión Después de 377 años de relación íntima con la madre patria, Filipinas se transformó casi completamente en una España en miniatura en el lejano Oriente, una España tanto en lo externo como en lo interno. Las costumbres españolas, el alma española, fueron infundiólas en las costumbres nativas y en el alma filipina por fuerzas conscientes e inconscientes de la evolución de la vida nacional de nuestro pueblo. Desde los comienzos de la colonización española en Filijpfnas se entabló el choque entre la cultura malayo-filipina y la hispano-latina. ¿Quién de ellas ha de ganar en la lucha cultural? Es fácil la res- - 6 3 - puesta, pues es ley natural que en un encuentro de dos fuerzas, sean físicas, humanas o culturales, el más fuerte es el que vence; el frágil o débil muere. Sin embargo, aunque la cultura malayo-filipina era tan primitiva, desorganizada y débil, no fué completamente vencida: algunos de sus aspectos, como reliquias sagradas, han sobrevivido a los siglos de influencia española. Este hecho, favorable para la formación de una alta personalidad cultural y nacional filipina, se destaca cada vez más brillantemente. Analizando los hechos y los procedimientos que se utilizaron para la creación de una nueva vida social filipina, se hace patente que las fuerzas sociales de la imitación, la sugestión y la simpatía intervinieron y siguieron sus cursos respectivos, a veces alternativamente, otras conjuntamente. Estas tres maneras de crear vida social, los filipinos, consciente o inconscientemente, las practicaron y sintieron todo el tiempo que estuvieron bajo la dominación e influencia híspana. Si para educar, convertir y cambiar la personalidad del individuo, se precisa largo tiempo, mucho más justificado es gastar en educar, convertir y cambiar a un pueblo no años, sino generaciones y siglos. Entre los primeros cambios sociales de Filipinas, verificados por imitación, se encuentran los juegos, las diversiones y las modas. Pero es curioso advertir cómo el varón fué más fácil paja la imitación en el vestir. Los hombres se vestían de pies a cabeza, según la última moda europea, mientras que las mujeres conservaban sus hermosas vestiduras típicamente filipinas, que al ponérselas transformaban a las «dalagas» con vaporosas alas y las co- - M las majestuosas de su traje, en unas lindas mariposas volantes, fascinadoras. Más lentamente operaba la fuerza social de la sugestión, ejercida por el alma española sobre la indígena. Opera principalmente por la educación y el proceso educativo es siempre lento. En esta manera de evolucionar, los fitípinos, al sufrir cambios y modificaciones de su cultura en favor de la nueva, vacilaron en ciertos puntos, pero aceptaron otros muchos inmediatamente, y por verdadera sugestión, sin someter las nuevas ideas a largos análisis críticos, siguiendo la norma general de la continuidad y similandad cultural. Únicamente se negaron los filipinos a cambiar su actitud patriótica y nacional, pues su psicología patriótica es innata y no se puede modificar. Es admirable la rápida obra realizada por la fuerza social de la simpatía. Sentir como los otros o en favor de los otros ha sido fácil en nuestro pueblo siempre. Para eso basta una fuerte solidaridad que se ha manifestado en nuestro patriotismo y un gran caudal de abnegación y de bondad que se manifiesta en nuestras costumbres. Enorme influencia ejerció esta fuerza social en la irradiación del sentimiento religioso, en la aceptación rápida de la religión católica, que con las virtudes cristianas a tan alto nivel moral elevó su hogar y las relaciones familiares y sociales. La evolución social y cultural de la vida nacional filipina era gradual, lenta y beneficiosa. Como consecuencia, la nueva cultura no perdió lo esencial de la vida y alma del pueblo filipino, enriqueciéndose su personalidad cultural y nacional, y preparándose para el porvenir. CAPITULO m El sistema de educación durante el régimen español La educación es el camino de la cultura. Como las otras instituciones sociales, venía evolucionando* en Filipinas y con ella la vida material y espiritual del hombre y de la sociedad, en la que esa educación progresiva, ejercía sus influencias directas e indirectas. En Filipinas la educación había sufrido una evolución interesante, en la que tres distintos elementos educativos ejercieron su misión, ascendiendo Filipinas por las diferentes gradas de la cultura y la civilización. i. Iniciativa de los religiosos.—Una nueva era intelectual empezó en las islas cuando llegaron los españoles. Entonces cambió la educación irregular primitiva malaya, transformándose en otra regular que los españoles implantaron en el suelo filipino tan pronto como los beneméritos misioneros españoles empezaron la obra de cristianización de los indígenas. Basado en los altos principios del ideal cristiano, el sistema educacional hispano tomó pronto alteza y matiz de universalidad. El espíritu de la nueva filosofía cristiana traía un nuevo principio educacional de servicio al prójimo y a la humanidad, un principio que los teóricos modernos de educación nos presentan como producto del siglo XX, teniens — 06 — do en realidad dos mil años de vida. Fué iniciado cuando el Hijo de Dios vino a redimir la liumanidad y nos dejó el mandamiento de que nos amáramos los unos a los otros. El Divino Maestro quiso que este principio dominara nuestra vida, porque El sabía que el bienestar del individuo y de la sociedad dependían de su aceptación general. Nuevas fuerzas han venido al mundo trayendo nuevas ideas, nuevos peligros, nuevas responsabilidades y nuevas relaciones. L,a. educación ha. de pasar por una serie de experimentos y transiciones, algunos de ellos más o menos drásticos y desastrosos. Pero un cambio ventajoso de actitud en la educación del pasado es la socialización de la persona para que sea útil no sólo a sí misma, sino a los demás. El hombre no vive únicamente para sí, y por consiguiente, cualquier sistema de educación debe procurar extender su sociabilidad. Los educadores se han diferenciado algunas veces grandemente, pero cada vez van aproximándose más a la idea de que la. educación debe producir individuos de mentalidad social, y con tendencia a buscar no solo su bien, sino también el de la colectividad en que vive, el de su prójimo. Y esa idea es tan vieja como el cristianismo. La socialización del individuo, como pertenecienT te a una comunidad, es el primer paso de la educación para la felicidad del pueblo y para su progreso. El sistema de educación debe dirigirse a la integración de La personalidad. Es la labor más importante de la educación. Para realizar este objetivo, ésta ha de ofrecer al individuo experiencias, contactos con el mundo en sus aspectos variados de pensamientos, trabajos y empresas, con hombres, mujeres y niños, porque es la pluralidad de contactos lo que vitaliza al individuo. Sin esa experiencia éste - 6 7 - no es más que un ser visionario, un soñador enclaustrado, lejos de la realidad de la vida, una vida inútil. 2. La nueva educación regular.—La era dorada de Filipinas se inauguró cuando las primeias escuelas regulares se establecieron en el país. Entonces comenzaron los filipinos a interesarse grandemente en la educación, problema palpitante que tanto afecta al progreso y al porvenir de sus con-ciudadanos. Y desde entonces tienen en la educación tal fe, que de ella esperan la salvación del pueblo. Vamos a ver a qué objetivo educacional se dirigía entonces el sistema de educación hispana. Fué primero una actividad privada de los humanitarios misioneros españoles, no un acto del gobierno español, pues en los primeros días, no había leyes ni acuerdo del gobierno para dar un sistema educacional a los filipinos. El gobierno se interesó en la educación de los indígenas mucho más tarde, cuando vio que los naturales de aquel país estaban descontentos sin ella y la ambicionaban. La verdadera enseñanza en las islas empezó como una actividad religiosa, y es gloria del misionero. En muy corto tiempo las diferentes asociaciones religiosas establecieron escuelas, colegios y universidades en Manila y en otras ciudades. Sin embargo, estas instituciones de alta instrucción fueron a las que mayor atención prestaron en un principio las corporaciones religiosas, porque la educación primaria o elemental no se hizo popular hasta el último período de la soberanía española. Por esta razón no es de extrañar que el desenvolvimiento de la educación durante el régimen español fuera relativamente muy lento. El énfasis de la instrucción se concentró más en las instituciones de alta categoría — 68 — que en las escuelas primarias. Y eso rué uno de ios defectos del sistema educacional hispano. La llegada de varias órdenes religiosas a Filipinas, dio más ímpetu al desenvolvimiento de la escuela y a la fundación gradual de las instituciones de alta enseñanza. Los padres Jesuítas fueron los primeros en abrir el camino educacional en las Islas. Los Agustinos llegaron con Legazpi en 1564. Los Franciscanos en 1577 y los Dominicos en 1587. Cada una de esas órdenes religiosas fundó instituciones de instrucción. Hasta los Recoletos, los padres de San Vicente de Paúl y las otras ordene» religiosas que vinieron más tarde fundaron también sus respectivas escuelas mientras propagaban la religión y el Evangelio. Las congregaciones religiosas que no establecieron escuelas fundaron monasterios, asilos y conventos en donde se daba alguna instrucción especial conforme a sus prácticas, y más tarde se convirtieron en escuelas regulares. Contra la marcha ordinaria que parece debería seguir la educación, establecieron altas instituciones de cultura antes que las de la instrucción primaria. Esas instituciones fueron los medios más potentes para extender a las gentes la cultura y civilización hispano-latina. El fin principal de aquellos maestros religiosos era difundir a la masa los principios de la religión católica por medio de las escuelas y las enseñanzas, así que la educación en aquellos tiempos se caracterizaba j>or su religiosidad. No había enseñanza y educación que no fuera intensamente religiosa, pues todos los maestros eran religiosos, y los estudiantes, como es natural, se convirtieron en ardientes católicos. En las islas, el saber y la religión andaban de la mano por el camino de la cultura. - 6 Q - El éxito de esa educación religiosa hispana fué demostrado en muchas ocasiones por las escuelas o instituciones fundadas desde los primeros años del régimen español. Estas instituciones docentes llegaron a ser el foco de la inteligencia, la cuna de los sabios y patriotas filipinos. He aquí algunas de las instituciones que han dado mucha fiama y reputación, no sólo a sus fundadores, sino también ai gobierno español que más tarde prestó su ayuda a las mismas. 3. La alta instrucción para los varones, a. El Colegio de San Ignacio.—Fué fundado por los Jesuítas poco después de haberse establecido en la ciudad de Manila en 1571. El Colegio de San Ignacio era la institución principal de que dependían otros colegios, ocho en número, y la Universidad Real y Pontificia de Letras. El Papa Julio II, el 22 de octubre de *552, autorizó a la Compañía de Jesús para otorgar títulos a sus estudiantes, y lo confirmó el Papa Gregorio XIII el 7 de mayo de 1578. A petición de los Reyes Felipe III y Felipe IV de España, el Santo Padre, Urbano VII decretó que «los títulos podían ser conferidos en las Indias por los obispos a los alumnos del colegio de la Sociedad de Jesús», utilizando en Manila dicha autorización el arzobispo Serrano. Por ese privilegio real y pontifical, el colegio de San Ignacio expidió a sus alumnos títulos de Bachiller en Artes, de Licenciado en Artes y Letras y del Doctorado. En mayo de 1653, otra real orden extendió ese privilegio de conceder títulos a los estudiantes del Colegio de San José (1). (1) The Develop ent and present status of Education in P. I.; R. V. Catapang, p. 23. — 70 — El Colegio de San José fué la primera Universidad y tenía las enseñanzas de Teología, de Filosofía, de Retórica, I^atín, Griego, Leyes-Cánones y Derecho Civil, y en 1740 creó la de Matemáticas. En el estudio de la Filosofía y de la Retórica se dio preferencia al método escolástico, y en Retórica a los métodos practicados durante el período del Renacimiento. Más tarde el estudio de la Química, Física e Historia Natural fué incluido en el curriculum de los que cursaban el bachillerato. Como preparación para el colegiado, dichos colegios mantenían escuelas elementales y secundarias en Manila, Cebú, Arévalo, Vigan v en Zamboanga más tarde (1). Desde entonces la Compañía de Jesús estimuló directa e indirectamente el progreso educacional en Filipinas. Influían en la instrucción primaria mejorando los métodos y la extensión de los curricula de las altas instituciones. Bl Colegio de San Ignacio continuó funcionando hasta la expulsión de los Jesuítas de todas las colonias hispanas en 1768, y con este motivo pasaron a depender de la Universidad de Santo Tomás los colegios que estaban bajo la dirección del insigne Colegio Ignaciano. b. La Universidad de Santo Tomás.—Esta institución, que primeramente fué llamada Colegio de Santo Tomás y que poco después se le dio oficialmente la denominación de Real Pontificia Universidad de Santo Tomás, fué fundada por los Dominicos en 1603. Es la única Universidad católica antigua que aún funciona, teniendo de existencia un cuarto de siglo más que la Universidad de Harvarcí> (1) Blair & Robertson, vol. 46, p. 178. — 71 — que es la más antigua de América. Contaba con las Facultadas de Teología, Filosofía, Sagrada Escritura y Letras, Derecho civil y Cánones. Cuando lo» Jesuítas fueron expulsados de Filipinas, La Universidad de Santo Tomás se incrementó con los colegios de Medicina, Farmacia e Ingeniería y con un curso de enfermeras que se abrió para las mujeres-. También se dieron a éstas en los últimos años las enseñanzas de educación y periodismo. Confería títulos de Bachiller en Artes, Licenciado, Doctor y otros que corresponden a los colegios recientemente establecidos. En esta Universidad se graduaron muchos de los filipinos clérigos y seglares, que se han destacado y que figuran en la historia de la nación. Más tarde hubo otros colegios fundados por Jesuítas, como el famoso Ateneo Municipal de Manila, también de alta categoría, en donde se enseñaba no sólo las clases elementales y la segunda enseñanza, sino también un curso de comercio o el llamado Peritaje Mercantil, que hoy corresponde al curso de contabilidad y comercio. c. La influencia de las Universidades.—Hay que hacer constar que no había otro factor más eficaz para la rápida extensión de la cultura, que estas instituciones educacionales, las Universidades, creadas en Filipinas para ese exclusivo fin. Poniendo a contribución su inteligencia, los estudiantes filipinos aprendieron las ciencias y las artes necesarias para enriquecer la vida de su país. Como dice un autor: «El indio filipino fácilmente desarrolla su inteligencia y tiene vehemente deseo de instruirse y de salir de la ignorancia, y si bien podemos juzgarlo como una raza inferior, no lo es tanto como se — 72 — supone, y en verdad que poco se ha hecho para mejorar síis condiciones, aprovechando sus aptitudes y fomentando otras» ( i ) . Así, la religión católica se extendió rápidamente a todas partes del país excepto a las regiones de los moros, que han sido siempre entusiastas e intolerantes mahometanos, y a las tribus primitivas de las montañas, hoy llamadas las Tribus No-Cristianas. Son las regiones donde tanto la influencia educacional y cultural como la religiosa no se nota mucho. Las Universidades preparaban a los estudiantes filipinos en lo que el pueblo tenía derecho a saber, y para probar la capacidad de las gentes. Extendía su acción beneficiosa a los que tenían la posibilidad y la oportunidad de ingresar en dichas instituciones docentes, y de allí salieron los primeros inspiradores y maestros bien preparados. Pero eran pocos los que podían estudiar allí. Sólo podían hacerlo los hijos de los ricos y los que vivían cerca de la capital. Algo del sistema dual de la educación europea, una escuela para los hijos de los ricos y otras muy diferente para los hijos de los «Burgueses», o del <(tao» común, se practicaba en Filipinas. Ambas Universidades antiguas, la de los Jesuítas y la de los Dominicos, usaban el método de enseñanza de explicaciones y preguntas. Las explicaciones o conferencias las daban los profesores, en su mayor parte doctores, que al mismo tiempo interpretaban el texto, y los estudiantes tomaban en apuntes las opiniones, conclusiones y comentarios del profesor. Los doctores del curso eran los que daban las lecciones ordinarias; los licenciados aten'I) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara, p. 48. — 73 — díau a las clases extraordinarias, que solían ser cursos de repetición o reválida. Las escuelas, colegios y Universidades de los Jesuítas y Dominicos siguieron los curricula y métodos de Europa, especialmente de España, como era natural. Como las Universidades de la edad media, esas instituciones educacionales de Filipinas se libraron de la política desastrosa de la época, y así como los estudiantes de aquellos tiempos tuvieron ciertos privilegios concedidos por el emperador o por el papa, los de Filipinas gozaron de los que el gobierno español les concedió. Podían enseñar en cualquier sitio «jus ubique docendi». Se concedió a dichas Universidades el derecho de perseguir a cualquier persona que se atreviese a usar la toga y la gorra académica sin poseer ninguno de los títulos de Licenciado en Artes o Doctor en Filosofía. Ese castigo, según el Código penal español, era la prisión, multa o ambas penalidades a la vez (i). En una palabra, los estudiantes universitarios formaban un grupo de aristocracia intelectual en el país. Fueron los primeros portadores nativos de la cultura y civilización hispano-latina y de la religión católica. La influencia de las Universidades era exclusiva, y continuaba gradualmente hasta que se fundaron escuelas técnicas, como la Academia Náutica, la Academia Militar, la Escuela Comercial fundada en 1840, los Seminarios creados por los obispos de cada diócesis, según preveía el Concilio de Trento la de Música, la Escuela Soprano de Niños, y el famoso Ateneo Municipal de Manila (fundado (1) «Código Penal de España». «Boletín de la Universidad de Santo Tomás». Manila, 1904 y 1922. — 74 — por los Jesuítas cuando después de su expulsión volvieron a Filipinas en 1859), <IU^ basta hoy día es una de las instituciones más populare? y de más alta fama académica. Después de haber fundado el Ateneo establecieron la importante Escuela Normal en virtud de un Real decreto que fué promulgado en 3 de noviembre de 1850, y que autorizaba el establecimiento de una escuela normal para los varones y otra para mujeres. 4. La enseñanza para la mujer.—La cultura no puede existir en un pueblo sin la base de la educación. La educación enaltece y engrandece la cultura. Para elevar la cultura de un pueblo es preciso cuidar de su educación. En Filipinas se veía los resultados beneficiosos del sistema educacional hispano, que tanto influyeron en la cultura. Se difundía en Filipinas, sino con rapidez, al menos con paso firme. No sólo las órdenes religiosas tenían interés en extender la educación ampliamente, sino también los filipinos, gran entusiasmo en asimilársela. Y se dieron cuenta entonces de que la educación no debía ser para los varones solamente, sino también para las mujeres. En los años siguientes establecieron para ellas Escuelas, Colegios e Instituciones de alta enseñanza, como Normales para maestras. Así demostraron las órdenes religiosas su interés por la educación de la mujer filipina. Este hecho las enaltece, y por él nosotras, mujeres filipinas, les debemos gratitud. La idea de que las mujeres deben estar solamente en la casa, venía desapareciendo desde la primera parte del siglo XVII. Antes de ese tiempo, las escuelas de refinamiento cultural eran para los varones exclusivamente; las mujeres se educaban «para — 75 — la casa o para las labores propias de su sexo», y no se las instruía en las ya mencionadas ramas del saber. Era antigua creencia que k mujer necesitaba conocer solamente los rudimentos de una educación elemental, hasta le bastaba con saber cocinar, cuidar niños y rezar. A pesar de esas ideas, el deseo inextinguible de la mujer filipina de alcanzar una educación elevada captó la atención y logró el reconocimiento de ese derecho. Tanto la mujer como el hombre sentían ansia de saber y la patria y los educadores no lo ignoraban. Se dieron cuenta de que la educación era complemento ineludible de la vida, una de las urgentes necesidades del hombre y de la mujer. La llegada de varias congregaciones de religiosas precipitó el establecimiento de colegios y escuelas para niñas, atendiéndose en ellos a la educación de la mujer poco después de la fundación y funcionamiento regular de los colegios y Universidades para los hombres. Setenta y tres años después de ser descubiertas las Islas Filipinas (algunos años más tarde de la fundación de varios colegios y Universidades para varones) en 1632, las Hermanas de San Vicente de Paúl establecían el Colegio de Santa Isabel, primer Colegio de niñas que conoció el Archipiélago. El camino cultural iba ensanchándose para la mujer filipina. Verdaderamente tiene que estar agrá« decida a la religión católica y a las religiones y misioneras que con su educación cristiana abrieron rutas nuevas a su cultura y a su dicha. Las escuelas de las monjas daban la instrucción primaria, intermedia y secundaria. Los que se llamaban colegios de niñas antes no daban los cursos de los colegios de hoy día. Posteriormente se fundaron varios, uno tras otro, llegando a alcanzar algunos de ellos mu- - 7 6 - cha importancia. La Escuela Normal de Santa Catalina se fundó en 1696 después del Colegio de Santa Isabel, bajo la dirección de las Hermanas Dominicas. El deseo de dar más facilidades a la mujer filipina para ilustrarse se vio en el continuo establecimiento de colegios de niñas. Se fundaron otros en el último cuarto del siglo» XVIII. Se fundó en 1730 el Beaterío de Santa Rita, en 1774 el Colegio de Santa Rosa y otras escuelas normales para maestras en Naga, Camarines y Nueva Cáceres. En 1880, las Hermanas de la Caridad funaaron la Escuela Normal de la Inmaculada Concepción en Cebú y otras en Iloilo. En 1892, un decreto oficial acordó fundar la Escuela Normal de Vigan y otra en Manila. Varias de las escuelas y academias establecidas por religiosas obtuvieron gran renombre. Son dignos de mencionar el Colegio de la Asunción, y el de la Concordia, éste uno de los de más prestigio entre las instituciones docentes para mujeres. El primero tuvo un tiempo Escuela Normal para maestras Filipinas. Consecuencia del trabajo de las religiosas difundiendo las enseñanzas de la religión 3' la cultura hispano-latina, fueron la alta devoción y la capacidad de las mujeres filipinas que se moldearon virtuosas e inteligentes. Las graduadas en estas escuelas lograron altos ideales cristianos y fuerte influencia moral en la sociedad. Han prestado gran servicio al pueblo en general. — 77 — C. Reformas educacionales. x. El estado de la instrucción elemental.—La Iglesia y el Estado, en relación amistosa, cooperaban en l a actividad educacional del país. El poder civil no dejó siempre a los misioneros y las religiosas labor tan importante y necesaria para extender la influencia hispana, cultural y religiosa. Cumpliendo con su deber se tomó con el tiempo más interés que en los primeros años del régimen. l a s leyes que el gobierno español dio se referían a la educación de los indios americanos, que extendió también a Filipinas, aunque no resultaron aquí tan satisfactorios, porque las condiciones y la cultura <Le los habitantes de América y los de Filipinas eran muy distintos. Los reyes de España, los Papas y los Prelados de Filipinas, demostraron análogo interés en la educación de la hija de España en el extremo Oriente. El estado de la educación en los primeros siglos del régimen español era el siguiente: Sólo los hijos de los ricos podían recibirla en las instituciones fundadas por los religiosos en donde era necesario pagar la enseñanza, salvo alguna que otra excepción. Los hijos del pueblo, no podían utilizarlas, y los abandonados por la fortuna estaban desatendidos casi completamente en su desarrollo intelectual. Pero las demandas de educación, clamadas por los hijos <lel «tao» común y las exigencias del pueblo, fueron tan fuertes, que no se pudieron dejar de atender por más tiempo. El gobierno entonces, aunque tarde, despertó y comenzó a dar enseñanza y - 7 8 - educación a la masa, que, como los ricos, también estaba obligada a pagar tributos al gobierno. Antes de 1804 no había escuelas públicas, y solo se daba una educación muy elemental a los hijos de los pobres. Muchas de esas escuelas se establecieron en los conventos. En las escuelas parroquiales o de caridad (escuelas pías) a los niños de los pobres se les enseñaba la doctrina cristiana, a leer, escribir y algo de aritmética. Para la lectura daban la «cartilla)) y el ((catón» y, como la doctrina, las aprendieron de memoria verbatitn. Los maestros de las escuelas gratuitas recibían poco salario, escasos pesos al m«s, y no tenían títulos. No se les exigía suficientes conocimientos del idioma castellano, así que en su mayoría no daban explicaciones en esta lengua en sus clases, redundando en perjuicio de la difusión del español. 2. La Instrucción Primaria.—En el siglo XVII] la capital, Manila, estaba a gran altura educaciona teniendo universidades, el Observatorio Meteoroló gico y las escuelas prácticas y profesionales de Ar tes y Oficios, de Náutica, Dibujo, Pintura, Esculru ra y Grabado, Escuela Normal Superior de Maes tíos, Museo y Biblioteca nacionales que el gobiern« español subvencionaba parcialmente. Pero las pro vincias estaban muy abandonadas en su désarroi!« educacional. La gran necesidad de Filipinas en aquellos tiem pos no era tener muchos centros de alta instrucciói concentrados en uno o dos sitios, ni crear eminen tes científicos y sabios que se distinguieran de la ma yoría de la masa y formasen una clase superior, 1 aristocracia intelectual, sino conseguir que todo « pueblo filipino recibiera una esmerada educación pí — 79 — ra alcanzar alta cultura, que sirvieran de potente base para cimentar la paz y la concordia, engrandecer a su patria y beneficiarse a sí propios, beneficiando también a la humanidad. Carecían las escuelas de las provincias de Filipinas de las condiciones higiénicas tan necesarias para estos centros, y en todas ellas faltaban el jardín o patio de recreo para solazarse los niños en las horas de descanso. Tampoco tenían campos de juego. La práctica hispana, como la de otros países, en aquellos tiempos fué empezar por el tejado. Así la alta instrucción se instituyó casi en el comienzo del siglo XVI y la instrucción pública primaria no ha empezado hasta la mitad del siglo XIX. En verdad el gobierno mostró gran interés en dar a los filipinos una educación primaria concediéndoles el rango de nación civilizada. Infortunadamente, las buenas intenciones del gobierno referente a la instrucción elemental no fueron muy escrupulosamente llevadas a la práctica. Fué en 20 de diciembre de 1863 cuando el gobierno español, viendo la necesidad de popularizar la educación en Filipinas y para corregir los errores del pasado, promulgó en España la más importante ley educacional que sirvió para cambiar el sistema entero de la instrucción. La ley de 1863 tendía a introducir cambios en los métodos antiguos y ampliar la instrucción primaria para hacer frente a ks necesidades del pueblo. Entre otras cosas, la ley proveía a los siguientes puntos: a. Declarar obligatoria la asistencia a las escuelas a los niños y niñas desde la edad de seis años a la de doce, ambas inclusive. El padre, madre o tutor que no hiciera cumplir esta obligación a sus hijos o pupilos, será amonestado por primera vez; — S o - la segunda, castigado con multa, y la tercera y siguientes con arresto. b. Será obdigación del maestro, cuyo incumplimiento se castigará con la pena de corrección o de suspensión, ensenar a sus discípulos a leer y escribir el castellano correctamente en el término de cuatro años. c. Se nombrarán los necesarios inspectores cTe instrucción primaria para que una vez al año, al menos, visiten las escuelas y den parte de los adelantos de los niños y niñas. d. Hn las escuelas se enseñará: lectura, escritura, catecismo, elementos de gramática y nociones de aritmética, historia, geografía, higiene, gimnasia y agricultura. e. Las escuelas se proveerán por oposición ( i ). Esa legislación tan necesitada no apareció sino a los 342 años de dominación española. Desde esa fecha la instrucción primaria empezó a adelantar en un sentido próspero por el camino de la cultura. En cada pueblo se establecieron escuelas para niñas y niños, llegando a crearse 2.143 en Filipinas, iîsa ley tenía un extenso articulado formado por 173 provisiones regularizando las escuelas públicas (2). Un justo análisis de los factores que retrasaron el adelanto de la escuela pública y los cambios en la reconstrucción del curriculum y de la instrucción acusa las siguientes causas: Bra una edad de acción lenta, de conservadora defensa de irritantes privilegios, castas y autocracia. Los frailes que influyeron tan vitalmente en Filipinas, no se opusieron a (1) Census de 1903, p. 588. (2) Census de 1903, p. 594. — 8i — la extensión de la educación a la masa. Todo lo contrario, fueron ellos los primeros que atendieron a la educación, aunque en forma deficiente, y lo hicieron lo mejor que pudieron para difundir la educación liberal entre los que tenían facultades intelectuales, eran capaces de alto nivel cultural y podían costearse dicha educación. Una de las causas más importantes del retraso de la educación en Filipinas fué la falta de fondos adecuados para establecer y sostener las escuelas primarias requeridas y la falta de jnaestros y su escasa preparación pedagógica; las malas condiciones de las escuelas, el tener que compartir las órdenes religiosas su atención entre los trabajos de cristianización y los de educación de los habitantes, y últimamente la enorme dificultad que a la instrucción ofrecía el que el maestro español desconocía la lengua de los discípulos filipinos y éstos a su vez no dominaban el español. Todos estos motivos fueron responsables del lento adelanto de lá instrucción popular. Doble fin tenían los frailes en su trabajo educacional: uno, asegurar la salvación espiritual, y otro, laborar por el progreso intelectual de los habitantes. Y aun su preferente y casi única aspiración era esparcir el cristianismo por medio de la educación. Favorecieron la enseñanza del lenguaje español, lo que no hicieron las leyes inútiles del gobierno. Establecieron escuelas, enseñaron, pagaron maestros e hicieron libros. Otra manera de instruir a la gente en la cultura hispano-latina, fué difundir sus artes, sus profesiones y oficios. Se adelantaron a las leyes del gobierno porque fueron los primeros en proveer y establecer escuelas para niñas antes de la la famosa ley de 1863. — 82 — 3. La característica religiosa de la educación.— De un estudio detenido del sistema educacional hispano, de su principio, de sus objetivos primordiales, de sus operaciones, métodos y resultados, se llega a deducir que era primeramente religioso y secundariamente cultural. Y tuvo éxito notable su misión de dar a los filipinos la F E cristiana y la cultura occidental. Los educadores españoles, en su mayor parte misioneros, y las leyes educacionales, tendieron desde el principio a dar una educación no solamente del cuerpo y de la mente, sino también de la voluntad. Demostraron que para ellos la moral y la religión eran de un supremo valor humano. La verdadera educación se llevó a través de un prisma cuyas facetas fueron: «cueripo, mente y espíritu)), señalándose el efecto de la moral y de la religión en cada una de eüas. Los filipinos tuvieron una educación religiosa durante más de tres siglos, la misma que Magallanes, Urdaneta, Legazpi, los sabios de aquellos tiempos, y en general todo el reino cristiano se enorgullecía de poseer. Las relaciones de La Iglesia y de las escuelas en Filipinas nos induce a preguntar dos cosas: Primera. ¿Qué parte ha ejercido la Iglesia en la vida institucional de aquellos tiempos? Segunda. ¿Oiál era su actitud respecto a las escuelas de la nación, las privadas y las públicas, dados los fines que ella perseguía? La Iglesia y el Estado trabajaban juntamente como una unidad, había una comunidad social con su «esprit de corps», en la cual se practicaba la obediencia, una cooperación y coparticipación tendente a la vez a alentar la educación religiosa y la instrucción de los filipinos. Se ha dicho que como la religión ocupaba la aten- - 8 3 - ción y la actividad de la gente en tan gran escala, eia más que una preparación de la vida, la vida misma en aquella época. La religión ha sido instrumento eficaz de difusión, no sólo de sus principios religiosos y de la educación liberal, sino también de la cultura. Ha sido siempre la gran propagandista de ella en todas las épocas pasadas. Sin la religión, el hogar filipino, la sociedad y el estado civil pagano no hubieran seguido su glorioso movimiento ascensional hacia la perfección. Está claro que allí donde la Iglesia de Cristo tuvo vía libre, como la tuvo en Filipinas, las fuerzas culturales de la religión han originado cambios en las cosas dejándolas en forma muy diferente a los tiempos paganos. Así, en Filipinas las instituciones se reformaron tan rápidamente, que los filipinos fueron los primeros en el Oriente que tuvieron un gobierno cristiano, leyes cristianas, hogar cristiano, literatura cristiana e iglesia cristiana. Tanto en la práctica como en la teoría, el sistema de educación hispana propendió a enriquecer al individuo mental y espiritualmente. En cuestiones educacionales, lo que es bueno para los individuos redunda en beneficio de las naciones a que pertenecen. La prosperidad y la felicidad de un pueblo depende, no sólo de su riqueza material, sino también de sus principios morales y religiosos, que llevan en sí la creación y justa distribución de la riqueza. El Japón, a causa de su religión supersticiosa, posee una deficiente moralidad popular. El Conde Okuma, Ministro del Japón y fundador del partido liberal, dijo en una ocasión: «El defecto fetal de la enseñanza de los sabios del Japón y de China es que cuando tratan de las virtudes y de la moral, no dan mucha impor- - 8 4 - tancia a la naturaleza espiritual. Aunque estén en situación floreciente, decaerán al final. El origen de la civilización moderna se encuentra en las enseñanzas del Sabio de Judea, por quien la moral dinámica necesaria está reforzada». La necesidad del Japón, se dice, es el desenvolvimiento económico; pero la base de un desarrollo económico es la mutua confianza entre las masas sociales y esta confianza se acrecienta con la elevación no sólo del nivel cultural, sino muy principalmente del nivel moral. Los filipinos están orgullosos de España que les dio desde un principio la misma educación que a los españoles en la que ostentaba el predominio religioso de aquellos tiempos. Esa instrucción ha conservado el carácter cristiano y ha penetrado en las instituciones, en la vida social, y hasta en los ideales de los filipinos. Aunque esas escuelas tenían métodos anticuados y un curriculum defectuoso, porque faltaba gran variedad de asignaturas de gran interés, sin embargo han tenido en general, por parte del maestro cristiano, una atmósfera de escrupulosidad en el cumplimiento de sus obligaciones y en el ejercicio gustoso de su deber. Sentían su sagrada misión de enseñar a pesar de los múltiples obstáculos que la Iglesia tenía que salvar. De la inspiración que venía de aquella escuela, de la práctica de las virtudes sociales emanadas de centros docentes numerosos que conducían a los individuos a la integración de su personalidad y haciéndolos a la vez más vitales al bien social, es deudor el pueblo filipino a la soberanía española y por la misma razón esa educación merece ser conservada y esculpida en letras de oro en la historia del dominio hispano en Filipinas. - 8 5 4. El Lenguaje Castellano.—Un lenguaje común es un lazo fuerte de amistad y de unión entre dos razas o dos naciones. Evidentemente Filipinas con sus treinta y cuatro diferentes dialectos y España con su lengua cervantina completamente distinta a ellos, necesitaban de una lengua común. España no comprendió bien las condiciones de Filipinas, los deseos de sus habitantes y la psicología de sus gobernados. Si España hubiera comprendido a su hija predilecta del lejano Oriente, sin duda hubiera procedido de muy distinto modo, y se hubiera preocupado más de extender su lengua, con objeto de hacer el lazo colonial y la unión racial más fuerte, hermosa y dulce. La importancia de usar un lenguaje común paira entenderse y comprenderse clara y justamente, es innegable. A través de más de tres siglos ni los españoles hablaban los dialectos, excepto unas veintenas de misioneros, m los filipinos hablaban el Castellano, excepto los que habían estudiado en los centros educacionales de Manila, Cebú y otras ciudades. Dice Polo de Lara que sólo un 1,56 por 100 de los filipinos hablaban el Castellano y los 98,44 por 100 restantes no sabían ni una jota del lenguaje del colonizador. Hablando sobre el atraso del país y entre otras cosas, sobre la poca difusión de la lengua Castellana, el Ministro de Ultramar Sr. Becerra dijo: «Hace más de trescientos años que tenemos Filipinas y no quedará muy halagada nuestra vanidad con lo que voy a decir: apenas hay 300.000 (habitantes que hablen el Castellano, y aún tenemos millón y medio de hombres que no han sido cristianizados ni sometidos al imperio de las leyes» (refiriéndose a los moros y las tribus no-cristianas). La enseñanza del Castellano no se hizo obligatoria — «sobaste que se promulgó la ley de 1863 que estableció las escuelas públicas e hizo obligatoria la asistencia de los niños y la enseñanza del Castellano. Faltaban maestras tituladas y maestros que hablaran este leugua. Así no se difundió como debía, aun después de 377 años de dominación española. Como dice un autor; «Era lamentable que el país estuviese atrasadísimo en la cuestión de la educación de la masa, y en la enseñanza del Castellano, loa educadores limitaron sus esfuerzos a nacerles aprender de memoria el catecismo y a crearles una segunda naturaleza con las prácticas yritualidadesexteriores de la Iglesia. Ese método era eceptable por un período de uno o dos años, pero no para trescientos años». España deseaba que sus colonizadores aprendieran los dialectos del país porque ella creía que cuando un país domina a otro, si no posee la lengua del vencido, no posee tampoco al país. Como era muy difícil para los españoles colonizadores hablar los dialectos, se trató de difundir el Castellano entre los habitantes del país, sin lograrlo por la ineficaz actuación en este sentido, cosa que parece increíble después de tantos siglos de dominación. España no pudo cambiar la actitud patriótica de los filipinos, pero no supo tampoco el arte elemental de dominar a su colonia de Oriente. C. Conclusión Haciendo una breve crítica del sistema de educación española en Filipinas, hay que hacer resaltar que faltó establecer escuelas en todos los pueblos, reformar las entonces existentes, y variar el plan de enseñanza y curriculum de las mismas aunque - 8 7 - en sus asignaturas sobre lectura, escritura, contabilidad y moral cristiana estaba perfectamente establecido. Con aquel sistema deficiente y rutinario, la juventud no podía avanzar mucho por el camino del progreso, ya que carecía de los conocimientos preliminares que forman la base de toda instrucción. La enseñanza limitada y monótona de las escuelas primarias necesitaba extenderse para que los jóvenes que por su escasa posición social no pudieran pasar a Manila a frecuentar las aulas de la Universidad y a recibir en ella la instrucción y las sabias doctrinas que proporcionaban gratuitamente ilustres sacerdotes y catedráticos, pudieran instruirse en escuelas populares en otros conocimientos prácticos y altamente útiles y necesarios a esa clase, los que hicieran de ellos buenos agricultores, industriales* ganaderos, artistas, comerciantes, honrados hijos del trabajo e intachables ciudadanos. Tal era la educación durante el régimen español, de cuyas deficiencias no hay que culpar a España, pues siguió en aquella época, poco más o menos, el mismo ritmo y procedimiento educacional que las demás naciones colonizadoras. Tuvo sus verdaderos méritos palpables qne hubieran podido llevar al pueblo al colmo de sus aspiraciones nacionales. En cambio, fué lenta en su marcha por los obstáculos que encontró y que ya subrayé; la falta de fondos suficientes para establecer un sistema más adecuado: la falta de maestros y profesores bien preparados en pedagogía elemental, intermedia y secundaria; la falta hasta última hora, de escuelas públicas primarias para la masa; la carencia de procedimientos y métodos científicos educacionales y de un plan sistemático en las clases; la pobre disciplina, impropia, que muchas veces pecaba de cruenta; la represión — 58 — de la individualidad del estudiante, que mataba toda iniciativa; los pesados, defectuosos y amontona, dos curricula en las clases elementales y secundarias, tanto en los colegios como en las universidades que no respondían siempre a las necesidades de los alumnos, ni de la sociedad, ni del tiempo. No obstante, a pesar de todos los defectos y deficiencias del sistema de la pasada educación, queda un hecho indiscutible: el inmenso beneficio que reportó por la extensión general de su carácter social, por haber agrandado la capacidad del filipino y su perspectiva individual y colectiva hacia la solidaridad nacional, por haber dirigido, en fin, y acelerado su evolución política, alcanzando un nivel que les situó culturalmente por encima de la India. Ya había muchos filipinos de ambos sexos educados en las instituciones españolas del Archipiélago, en la Península Ibérica y en las Universidades europeas que demostraban su capacidad para guías y conductores de su pueblo, no solo en la política, sino también en las ciencias, en la literatura, derecho, filosofía y artes. Formaban un grupo brillante de abogados, médicos, oradores, poetas, autores, farmacéuticos, eclesiásticos y estudiantes. Están agradecidos a la madre España por la educación que les facilitó, base de su desenvolvimiento cultural y de su progreso. Aunque los filipinos reciban en lo futuro otras influencias, la ya formada y crecida cultura hispano-filipina habrá dejado entre nosotros huellas benditas y perdurables. CAPITULO IV La cultura Sajona-Americana A. Sus principios e ideales. i. Introducción de la nueva cultura. — El destino juega enigmáticamente con la vida del hombre como con la de un pueblo, y no se puede determinar qué porvenir le espera hasta que llega el momento decisivo. Filipinas luchó valientemente por su libertad, poniendo en ello valentía, constancia y entusiasmo, prefiriendo la muerte a tener la honra, la libertad y la hacienda a merced de una autoridad distanciada del país. Fero cuando a los filipinos les faltaba poco para obtener el completo éxito, el destino intervino para que 110 lograsen su ansiada emancipación y ¡libertad. Tremendo desengaño recibieron los filipinos cuando terminó la guerra hispano-americana, pues en virtud del Tratado de Paz de París de diciembre del año 1898, Filipinas pasó a la soberanía de los Estados Unidos. Por primera vez en el Extremo Oriente amaneció un gobierno democrático. América empezó su régimen en Filipinas por la iniciación de reformas internas tan necesarias y sentidas durante el pasado régimen y mezcló en el suelo filipino con la civilización malayo-hispana cristiana que nuestro pueblo poseía, la nueva y moderna cultura sajona-americana. — 90 — Kl «Tío Sam» (Uncle Sam) con sus gobernantes prácticos y democráticos procuraban pacificar las turbulentas condiciones de las Islas, descorazonadas por el fracaso de su movimiento nacional libertador, m Presidente Mckinley, en el manifiesto dirigido al pueblo filipino, dijo que el Gobierno de América iba «no para explotarlos, sino para desarrollar, civilizar, educar y adiestrar a los nativos en la ciencia de gobernarse». Los filipinos en vista de estas manifestaciones cesaron en las «guerrillas» que duraron desde 1898 a 1901 y con las que combatían contra el nuevo poder porque no querían quedar otra vez sujetos a una nación extraña. Entonces, decidieron cooperar con el nuevo gobierno en el programa norteamericano que prometía conducir al pueblo filipino al pináculo de la cultura, y realizar su más sublime aspiración nacional, su independencia. Los Estados Unidos empezaron haciendo públicos sus principios políticos e ideales nacionales, que encontraron eco d'e agrado y simpatía por parte de los filipinos, amantes también de la democracia y de la libertad. Se dedicó luego a convencer a los habitantes de que el éxito y el poder de esas ideas estaban en las obras y no en las palabras. Y empezó a lucir brillante la cultura sajona-amerícana en hechos concretos, hechos que en esta época tienen el máximo valor. La tarea de fundar poco a poco un estado de derecho digno de un pueblo culto, como el que ofrecen a Filipinas los americanos, es un tema de reflexión para las naciones colonizadoras que perdieron sus colonias por su culpa. América comprendió las aspiraciones nobles, los derechos y los hechos de Filipinas: estudió la psicología del pueblo filipino y — 91 — al gobernarlos con su cooperación, promulgaron leyes justas adaptándolas al mayor bien del país y del pueblo. Analizando las condiciones y las necesidades de su nueva colonia en el Oriente, «Tío Sam» buscó solucionar primeramente los problemas más impar» tantes, e hizo las reformas internas, tan necesitadas para el mejoramiento y el desarrollo del país. Por medio de esas significadas reformas internas, Amé» rica abrió ampliamente al país el camino de una nueva cultura. La reconstrucción social superó a las necesidadesurgentes. Con la paz en una mano y la cooperación de losfilipinosen otra, ¿cómo no tener gran éxito? Pero no/«e olvide que los triunfos conseguidos por los lyankis en Filipinas tienen por base la historia del pasado de los habitantes. El suelofilipinoestaba ya preparado, limpio, fértil y próspero desde hace tres siglos; abundantes semillas culturales habían brotado en todas las provincias cristianas; los habitantes, riqueza la más potente del país, ya hace muchos siglos que eran cultos, educados, diestros en diversos trabajos, aptos y ambiciosos. Sobre esta base, ¿cómo extrañar los grandes éxitos de los esfuerzos americanos? De no haberlos tenido se deduciría que fué nulo el trabajo centenario de los españoles o que los habitantes eran incapaces de educación y de progreso. Lo bueno, dichoso y hermoso que América obtenga en su dominación en Filipinas sería inexplicable sin la labor anterior de Iff madre España y la capacidad reconocida de los indígenas. Restablecidas la paz y el orden, el gobierno americano en Filipinas realizó trabajos concretos, unificando la moneda, poniendo, el comercio interinsular — 92 — y exterior sobre bases firmes, abriendo carreteras, estimulando la producción, mejorando la sanidad y la limpieza de la ciudades, avivando y mejorando la vida general, y por último, introduciendo el presente sistema de educación popular y libre, copiado en parte de la educación americana. Con estos acontecimientos se transformó el país completamente en otro más vigoroso, sano, rico y encantador. 2. Transición de la vida pública en Filipinas.— Es evidente que la evolución nacional de Filipinas durante los últimos treinta y cuatro años de dominación americana, ha conseguido significados triunfos en pro de la causa de la independencia filipina. Esos triunfos consisten en là formación gradual de un gobierno propio con el que los naturales del país están adiestrándose en la ciencia de gobernarse bien. Etn la evolución gradual de su gobierno, los filipinos aprecian tanto sus deberes como sus derechoà políticos. Describiendo cronológica e históricamente los importantes episodios de la evolución del gobierno actual de Filipinas, vemos que en los primeros tres años, desde 1898 hasta 1901, Filipinas estaba bajo un gobierno militar (eu peor gobierno que un país puede tener, aunque para mérito de gobernantes y gobernados no dio ocasión a las atrocidades que suelen cometerse en otros países bajo tales gobiernos, lo que indica también el espíritu pacífico de los habitantes). Cuando la paz reinaba en todas partes, porque los filipinos se convencieron de las nobles intenciones del Gobierno de América, se estableció un gobierno civil en Filipinas, que empezó en 1901. Es en este gobierno donde los indígenas pueden estudiar y adiestrarse por tener participación gradual en diferentes ramos y departamentos. Ese — 93 — gobierno civil estaba en monos de un gobernador civil, en vez del gobernador militar que le precedió,. y para ejercer funciones de cuerpo legislativo del país se creó la Comisión Filipina, compuesta de americanos y filipinos. Esta Comisión ha dado importantes leyes para beneficio del pueblo. Los filipinos demostraron su capacidad con sus políticos nacionales, y reconociéndolo así el Congreso de los Estados Unidos les concedió la Asamblea Filipina que corresponde a la Cámara Baja, mientras como Cámara Alta funcionaba la Comisión Filipina cu}-os miembros son nombrados por el Congreso de los Estados Unidos con la aprobación del Presidente. En 1907 se creó la primera Asamblea Filipina y se nombró por elección nacional de los electores ciudadanos filipinos. Cada provincia tenía su representación en proporción a su. número de habitantes. Ese cuerpo legislativo ha aprobado importantes leyes tendentes al mejoramiento del país y al progreso del pueblo. Las industrias, comercios, obras públicas, la educación pública, la agricultura, las comunicaciones y reformas internas suscitaron estudios concienzudos y acabados por parte de los legisladores filipinos. Y fué tal la admiración y la confianza sentidas por el Gobierno americano, que en 1916 el Congreso americano promulgó la Ley de Autonomía, que se llama popularmente la Ley Jones, la presente ley orgánica de Filipinas. Con ella daba a los filipinos amplia autonomía en su gobierno insular, creando otro cuerpo legislativo que reemplazo a la Comisión Filipina, que es el «Senado de Filipinas» cuyos miembros son filipinos también, elegidos por el pueblo, dos por cada provincia. En consecuencia en el gobierno del país tienen hoy los filipinos voz y voto y son los que mandan y gobiernan por — 94 — medio de sus representantes y senadores. El Gabinete del Gobernador General está compuesto por los secretarios de cada departamento, que son nombrados por el Senado de Filipinas con aprobación del Jefe Ejecutivo. En el gobierno filipino todos los oficiales son indígenas, menos el gobernador general y el vicegobernador que son americanos y que representan al Gobierno de los Estados Unidos. En el Departamento de Justicia de Filipinas, desempeñado casi en su totalidad por filipinos, queda demostrada la capacidad de los indígenas para desempeñar los cargos de Magistrados en la Corte Suprema, de Jueces en los tribunales de Primera Instancia y en los tribunales municipales. Otro triunfo nacional de los filipinos fué la restauración de la Bandera Filipina en 1919, abatida •desde 1898. El emblema nacional filipino, tan inspirador de patriotismo, otra vez ondea en todos los edificios públicos juntamente con la Bandera americana. Esos acontecimientos prueban, que los Estados Unidos están dispuestos a cumplir su solemne promesa escrita en la Ley Jones de «dar a los filipinos su libertad y emancipación tan pronto como tengan un gobierno estable», y los filipinos tienen fe en América, en sus tradiciones e ideales y en la sinceridad y buena intención de sus actos. Admiran los extranjeros el rápido paso de los filipinos hacia su meta política, la independencia absoluta y completa. El vehemente deseo de Filipinas es la independencia absoluta, inmediata y completa. En otra forma no quieren, pues para ellos una independencia política, como tiene Cuba, por ejemplo, es otra forma de subordinación y no conduce a la perfección de la individualidad nacional y cultural del pueblo. La evolución política y gubernamen- — 95 — tal del país ha demostrado no sólo la capacidad de los indígenas para gobernarse, sino también para ser gobernados. Desde que se posesionaron los americanos de Filipinas, hasta en ios días de la República Filipina que duró cerca de nueve meses bajo la presidencia de Aguinaldo, el gran general, los filipinos han mostrado su capacidad para gobernarse y para el cumplimiento de sus deberes políticogubernamentales. B. La americanización y la filipinización. Hay en Filipinas dos distintos movimientos de socialización cultural, la americanización y la filipinización. El primero es el objeto y política del gobierno soberano y el segundo es el de las gentes del país. No es de extrañar que existan estas dos tendencias >y es tarea de la educación armonizarlas para no perder lo bueno de cada uno en interés del pueblo en general. El mundo moderno ha traído cambios en la civilización y cultura en casa todos los países civilizados. Filipinas se ha incorporado a la marcha del progreso, siendo el movimiento de americanización un factor importante que ha dado a los filipinos nuevas ideas prácticas y métodos en todos los aspectos de las actividades humanas. Mientras los americanos luchan fuertemente para enseñar todo lo suyo, su cultura, sus ideas, sus principios y demás cosas que creen son esenciales para su grandeza nacional y progreso, los filipinos por otra parte guardan lo suyo, aunque no rehusan lo que tiende al bien y progreso de su país. Tienen mucho interés en no perder sus propias tradiciones y costumbres, sus virtudes y temperamento, sus aspi- - c u - raciones nacionales, su carácter filipino. Tal vez perderían su personalidad filipina si tomaran la dosis del americanismo sin moderación. Filipinas no quiere cambiar o perder lo bueno que aprendió durante los siglos pasados de la influencia oriental y de España, y solamente quiere adoptar de la América del Norte aquellas cosas que han adquirido buena fama, los principios de la democracia. Es muy natutal que exista algún conflicto psicológico entre ambos movimientos; el gobernante soberano quiere dominar por métodos pacíficos o drásticos, como sea posible; el pueblo gobernado que aspira a su completa emancipación, no puede aceptar el americanismo cuando redunde en contra de sus ideales y aspiraciones. El primer acto de americanización en Filipinas fué la adopción del lenguaje inglés como idioma oficial en las escuelas, así como también en el gobierno, en donde se usa el español y el inglés. Todos los esfuerzos se concentraron en hacer que el inglés fuera usado lo más extensamente posible por los habitantes, y se logró, como consecuencia lógica de la enseñanza dada en las escuelas públicas, establecidas en todas partes. En la prosecución de este objetivo hubo y hay conflictos, ventajas y desventajas. Los filipinos, que guardan el sentimiento de su nacionalidad, no quieren hablar el inglés, pero no se oponen a que se enseñe en las escuelas. i. El problema del lenguaje nacional.—Y vino el problema del lenguaje nacional en Filipinas, de tan gran importancia nacional para nuestra emancipación. Hasta ahora no está resuelto cuál debe ser su lenguaje nacional. Cuando las Islas fueron colonizadas por los primeros malayos, inmigrantes que de- -97 — cidieron establecer su bogar y hacer de las Islas Filipinas su país, fué el malayo el lenguaje usado. Pero vinieron sucesivamente otras inmigraciones malayas, y resultó que los primeros que llegaron se vieron obligados a dejar las costas y llanuras de una isla para buscar dónde establecerse, libres de las molestias de los otros inmigrantes sucesivos. Asi los malayos, aunque hablaban al principio un lenguaje que era puro malayo, fueron cambiándolo en varias formas, hasta que llegaron a formar dialectos distintos del original. Hoy se hablan muénos,, siendo los más importantes el tagalo, el visayo-eebuano, que es el más extensamente hablado en varias islas visayas; el ilocano (en el Norte), el bicol, el pampango, el pangasinan, el Hongo, el samariño, el boholano (muy parecido al cebuano) y los dialectos moro y de otras tribus. La existencia de tanto dialecto impone la necesidad de un medio común de expresión. Cuando empezaron a funcionar las escuelas públicas en Filipinas hubo que salvar la gran dificultad de implantar el español, y al propio tiempo de entenderse con los habitantes, tanto en la escuela como en la vida de relación. A pesar de los esfuerzos de las autoridades y maestros, sólo hablan el español una minoría de la gente y los filipinos que se han educado en las escuelas y Universidades estañólas de las Islas. Así, pues, el español no pudo ser adoptado como idioma nacional ni como medio de instrucción popular. Se trabajó por que prevaleciera uno de los dialectos, pero la diversidad de ellos y la falta de libros escritos hicieron imposible vencer en las escuelas las dificultades y obstáculos que se presentaban. Por eso el ingles tiene muchas probabilida7 - 9 8 - des de ser el futuro idioma de Filipinas, como muchos creen. De hecho ya está extensamente esparcido y los filipinos tienen deseos de aprender a hablarlo. En el presente es el medio de expresión entre los filipinos del Norte, del Sur y de la parte central. La inmensa ola de la evolución que está pasando al Oriente y el comercio, que está dando allí grandes pasos cada año, aseguran el predominio del inglés en Filipinas. La cultura americana va extendiéndose por medio de las escuelas públicas, principales causantes de la gran difusión del inglés. El sistema educacional en las Islas ha triunfado en su objeto de que la lengua sea extensamente hablada, habiendo conseguido mucha mayor difusión el inglés que el español. En la actualidad, por cada filipino que habla español, hay aproximadamente diez que hablan inglés. En tres décadas ha logrado en eso más la dominación americana, que en cerca de cuatro siglo la dominación española. Mientras el inglés es el lenguaje oficial en las escuelas, en la Legislatura y Gobierno, en los Tribunales y oficinas departamentales, en la vida comercial, privada, etc., el español apenas se usa. Aunque muchos creen que el inglés será el lenguaje nacional de los filipinos, simplemente porque es hoy hablado más extensamente que ninguno de los dialectos, y dada la necesidad de un lenguaje común para el destino común, la mayoría de los filipinos estiman que su cultura y nacionalidad y la hermosura de sus pensamientos y expresiones nativos no pueden ser expresadas en otro idioma mejor que en el suyo. Al impulso de esta idea, el movimiento de filipinización empezó a tomar acción definitiva. Los filipinos en general quieren adoptar — 99 — uno de sus dialectos para lenguaje nacional, bien el tagalo, bien el visayo. Los educadores, líderes y sabios del país, han puesto en ello una gran ilusión. Hay un hecho evidente, y es que en Filipinas existe una marcada tendencia a adoptar y aceptar todo lo que sea extranjero. Los filipinos han estado influenciados durante siglos por las maneras y costumbres exteriores de las gentes con las que han tenido relación y contacto íntimos. Los gobernantes han enseñado a los habitantes a amar todo lo nuevo y extranjero en costumbres, maneras o pensamientos, llegando hasta a la tendencia a despreciar sus propias costumbres y el uso de su lengua natal. Aun en la actualidad hay filipinos que prefieren hablar el inglés o el español a hablar su propio dialecto. Es un error muy grave. Los estudiantes filipinos en las escuelas de la Misión Americana <ie Protestantes hablan muy bien el inglés, y llegan al lamentable extremo de no querer usar su propio dialecto y costumbres tan característicamente expresivas de su propia cultura, tradiciones y nacionalidad. Es poco cauto el preferir hablar un idioma extranjero como medio de comunicación y poco patriótico negar su nacionalidad y desconocer el valor de sus dialectos. Son como los habitantes de Bretaña, que, sujetos al imperio romano, imita« ban a los romanos en todo. Los británicos casi perdieron su propia identidad, porque todo lo que hicieron, cada palabra que hablaban y cada idea que tenían, eran de los romanos. Hablando de ellos, decía Tácito: «Idque apud imperitas humanUas vocabatur, cum pars servitutis esset.» Los británicos llamaban a aquello—costumbres, trajes, ideas y lenguaje ro- — I0O — mano—, civilización, cuando era solamente parte de sai esclavitud. Todos los países conquistadores han querido siempre imponer su lengua para que la mentalidad y las acciones de los gobernados estuvieran más completamente dominadas. Desde el punto de vista ééí ideal nacionalista y del sentimiento patriótico, ni con el español ni con el inglés puede sustituirse la lengua nativa en su misión de idioma nacional de los habitantes. Cualquiera de los dos tiende a desnacionalizar a los filipinos y a hacerles extranjeros en su propia patria. Para establecer una nación o un estado, es el lenguaje una cuestión importante. Por consecuencia,, la enseñanza de uno de los dialectos nativos se presenta como un deber y como una necesidad. Uno de los defectos de nuestro presente sistema escolar es que no enseñan los dialectos y hasta se prohibe su uso en la escuela, en los campos de juego y en todo lo que tiene relación con la escuela. El curriculum de la® escuelas públicas y privadas necesita revisar este punto para incluir en él la instrucción del dialecto nativo. Todavía no se ha determinado cuál de los dialectos será el nacional. En la selección de un dialecto filipino lo esencial es enriquecerlo, añadiendo a su vocabulario términos y frases sacadas de los restantes dialectos, o mejor de la lengua malaya, que es el tronco de que se derivaron todos. Los filipinos partidarios del inglés presentan varias razones para su enseñanza en las escuelas públicas y privadas. Es verdad que es más ventajosa para una nación hablar otros lenguajes además del suyo, y los filipinos quieren hablar el español y el inglés y otros si pueden estudiarlos. Esa buena tendencia de los filipinos les ayuda a tener el espíritu IOX — internacional. Pero necesariamente un sistema escolar debe adoptar un lenguaje de instrucción. La ley del i.° de enero de 1901 estipula que «el inglés, tan pronto como sea practicable, será la base de la instrucción en todas las escuelas públicas». El capitán Peter W. Springer ha dicho sobre là practir cabilidad del lenguaje inglés para la instrucción en las escuelas: «Sería imposible tener unas cuarenta colecciones de textos en otros tantos diferentes lenguajes filipinos. Así que como base de instrucción el dialecto filipino necesariamente tiene que ser abandonado. Sólo una porción pequeña de los habitantes comprenden el español, y no hay razón para que ese lenguaje sea la base de la instrucción, haciéndolo destacarse cuando después de cuatro siglos no ha sabido lograr para sí esa preferencia)) (1). Los educadores americanos de las Islas se han opuesto a la enseñanza del español. Quieren que el inglés sea el lenguaje del país, y han hecho todo lo posible para intensificar la enseñanza del mismo. Sin embargo, el idioma español quedará por mucho tiempo como uno de los más importantes en Filipinas, aunque no se le domine en toda su extensión, tal como es necesario para servir a todos los fines. El Brigadier General J. F . Bell ha dicho: ((La clase más selecta de filipinos educados que iiablan el español quieren que à sus hijos se les enseñe tanto el español como el inglés. La masa de k población no tiene tanto afán. Si hay padres que deseen que se enseñe a sus hijos el español, como materia de civilización, tienen que buscar profesores por su propia cuente y gasto. Se debía enseñar (1) The New Era of the Philippines. Brown, p. 273. — 102 — el español en las escuelas secundarias, como se hace en América.» Actualmente es el español una asignatura opcional en las escuelas secundarias, y con esta facilidad para aprenderlo, el número de filipinos que lo habla y escribe está aumentando cada año. Es seguro que el español llegará a ser uno de los idiomas oficiales no sólo en el gobierno, en loa tribunales, en la Legislatura Filipina, sino también en las escuelas. El filipino bien educado tiene que poseer un conocimiento extenso y gran práctica de ambas lenEl lenguaje nativo no debe ser borrado del curriculum escolar. Es absurdo suponer que el vernaoular será extinto o que la lealtad a los fines del gobierno obliga a los gobernados a olvidarlo. Aunque deben aprender el inglés y el español, hay que conocer que también los dialectos nativos tienen el derecho de existir. Como un día puede ser escogido cualquier dialecto para lengua nacional, el curriculum de la escuelas públicas debe atender a los hijos de la gente que las mantiene. Además, están todos de acuerdo en que su afección y amor es el lenguaje de su tierra. El galo que vive en Inglaterra comprende y habla el inglés tan bien como lo hablan los americanos o los filipinos, pero hasta hoy día el camino directo a su corazón es el galo. Lo mismo pasa con el irlandés, que prefiere su «Gaelic». No pueden ser los filipinos excepción de esta regla. La civilización, para ser fecunda, fructífera y adecuada, debe expresar en la escuela el alma de la gente, y la gente debe tener una dirección en el desarrollo de su alma. El profesor William Kilpatrick, de la Universidad de Columbia, Nueva York, — 103 — decía: «El alma del pueblo colonizado no puede crecer como debía crecer normalmente, porque la imposición del lenguaje influye en acallar sus sentimientos.» El alma de los filipinos no puede crecer como debía, porque el presente sistema del curriculum de las escuelas no da el medio de expresión de su alma, y por consiguiente, sufren esa pérdida de inspiración nativa. Indudablemente, el lenguaje natal es el único que promete llevar la nación al camino de su cultura. 2. La educación cívica-patriótica.—Ambas tentencias de americanización y filipinización influyen en el desarrollo de la cultura filipina. Las úos tienden a facilitar ciertas características culturales para enriquecer el actual grado de la cultura filipina, así que son factores que tarde o temprano contribuirán al más alto desenvolvimiento del pueblo en todas las actividades sociales, económicas, religiosas, educacionales y políticas. Tanto la una como la otra interesan a la educación en Filipinas. El desarrollo de métodos y filosofías educacionales tienden a que la escuela y la sociedad civil den a nuestro pueblo un espíritu más fino y un mejor orden social. Cada una necesita la ayuda, cooperación y servicio de la otra. La sociedaú debe interesarse por el éxito de sus escuelas dándoles toda la ayuda necesaria y atendiendo a su sostenimiento, para realizar los objetivos de la educación. Las escuelas, por su parte, deben desenvolver y servir al interés común. Hasta ahora se ha tratado a la escuela como si se bastara a sí misma y como si fuera independiente de otros factores sociales. Conviene que se preste más atención a la utilización de las fuerzas y au- — 104 — xilios de fuera de la escuela, a fin de que la vida y el esfuerzo común sean más ricos, mejor dirigidos» más económicamente empleados y que las escuelas ganen la posición importante que correctamente les pertenece. En forma acabada y hábil se ha llevado la dirección escolar, pero hasta que el (pueblo no se de cuenta del valor de lo hecho, mucha parte de la labor será en vano. Hay alguna indiferencia o apatía, aunque sería injusto decir que hay abandono del sentimiento público. Es un hecho que se ha consumido mucha energía en perfeccionar el sistema de las escuelas públicas, mientras los filipinos estaban ignorantes de los motivos y fines que animaron a sus directores por lo que no podían dar su aprobación a los métodos empleados y menos aún cooperar con ellos, y aun en la actualidad hay muchos sitios en Filipinas donde no se tiene conciencia clara del espíritu de la moderna educación. No es de extrañar por eso que los buenos resultados de las escuelas públicas no hayan sido bien conocidos y que los filipinos de mejor posición financiera no teniendo entusiasmo por ellas ni conociendo sus excelencias y ventajas envíen a sus hijos a las escuelas privadas, que muchas veces son de carácter inferior. Hay otros muchos sitios en que las condiciones son correctas para el desarrollo de un espíritu educacional en la sociedad, pero los directivos no hacen esfuerzos para darles la publicidad necesaria para el fin deseado. La cultura se conserva y se transmite mejor por medio de la educación y la instrucción en las escuelas. Y la instrucción y educación cívica dan la oportunidad de asimilar no sólo las enseñanzas de la escuela, sino también la de los hogares, iglesias, y Gobierno, y les hace sentirse como parte vital de — 105 — una misma estructura social. Los jóvenes con estas enseñanzas comprenden sus deberes y derechos como ciudadanos de su comunidad. La educación cívica en Filipinas aspira a la instrucción de carácter civil de los jóvenes, considerada hoy tan esencial en todas partes. No es, sin embargo, cosa nueva este programa, particular de enseñanza cívica. Pero el Buró de Educación respondiendo a la inquietud general y a la queja de que en Filipinas la población penal cstá. aumentando hoy día en una proporción alarmante ha redoblado, sus esfuerzos en la divulgación de la educación cívica y moral. La educación cívica es muy útil y necesaria, porque los jóvenes pueden con ella conocer la sociedad (comunidad) y darse cuenta de las fuerzas en ella actuantes. También les ayuda a tener información, no sólo de las funciones del Gobierno y del comportamiento de los ciudadanos para con el Estado, sino también de los movimientos de valor nacional e internacional que tienden al bienestar y a la felicidad de la humanidad. Es de mucho valor disfrutar alegremente de las ventajas escolares, pero se necesita algo más que el interés pasivo. Y aún más alcance y transcendencia tienen estas dos consideraciones: Los agentes educacionales de la sociedad deben tener la coordinación más perfecta posible; entre sus esfuerzos debe haber cooperación y correlación completa y mutua. La escuela, mejor que otro factor, puede ser el centro de esta correlación. Está al alcance de todo el pueblo, no es o no debe ser sectaria y ha de encaminarse al logro de las más altas aspiraciones del alma humana. Este particular aspecto de la moderna educación en Filipinas, muestra lo que pueden hacer la escue- — loó — la y la sociedad cooperando mutuamente en la tarea de mejorar el bien público. La educación cívica y la instrucción de los jóvenes filipinos suministran un conocimiento práctico y una experiencia de actividades cívicas, de alto valor para el bien de la patria. 3. La Educación sin Religión.—Los dos movimientos, la americanización y la filipinizacián han prestado atención a la cuestión de la educación religiosa en las escuelas públicas. Los americanos adoptaron la práctica de excluir la enseñanza, de la religión en todas las escuelas públicas. La americanización y la filipinización, dos importantes fuerzas sociales en la presente época, trabajan casi en competencia para la supremacía de una cultura moderna y conceden la libertad en todo y para todos, pero niegan la instrucción oficial religiosa a los niños y adolescentes del país. Bajo la presente administración esa instruoción está prohibida en las escuelas públicas y aunque Filipinas es un país cristiano, el más cristiano del extremo Oriente, tiene que someterse a las nuevas disposiciones del Gobierno. La separación del Estado y de la Iglesia, decretada por la ocupación americana es un cambio algo radical en las Islas y tiene sus ventajas e inconvenientes. Los católicos dicen que siendo Filipinas una nación cristiana, se ha cometido el grande y funesto error de excluir la enseñanza religiosa de la vida pública y activa de la nación, de las leyes, de la educación de la juventud, de la misma sociedad doméstica, con perjuicio y menosprecio de sus derechos sagrados y de la conciencia cristiana del filipino, así como un dañó manifiesto a la elevación espiritual de las costumbres y de las instituciones pú- — io7 — blicas. Desde que se promulgó la ley Jones, la enseñanza oficial de la religión, de cualquier religión, en las escuelas públicas, está definitivamente prohibida, y el curriculum escolar no comprende dicha asignatura. La disposición de la ley orgánica que prohibe a los maestros de las escuelas públicas ocuparse en las clases de cuestiones religiosas, es la siguiente: «Ningún maestro u otra persona empleada en las escuelas públicas, sea pagado por los fondos insulares, sea por los fondos provinciales o municipales, podrá enseñar o criticar la doctrina de ninguna iglesia o secta religiosa. Si algún maestro violara intencionadamente esta provisión, después de una investigación, será destituido del servicio público.» Sin embargo, hay en la ley una provisión que permite la enseñanza particular de la religión en las escuelas públicas por religiosos, sacerdotes o maestros especiales bajo ciertas condiciones. Dice esta provisión: ((Será legal, para un sacerdote o ministro de cualquier iglesia establecida en un pueblo donde haya una escuela, enseñar religión, bien en persona, bien mediante un maestro especial, durante media hora tres veces a la semana, en el edificio escolar, a los discípulos cuyos padres o tutores lo deseen y soliciten por escrito del maestro principal de la escuela, cursándose la petición al superintendente de la división, quien fijará las horas y locales de la escuela para dicha enseñanza. Pero ningún maestro de las escuelas públicas podrá dirigir ejercicios religiosos, enseñar religión o actuar como maestro especial religioso en el edificio escolar, y ningún discípulo será obligado por maestro público a asistir y recibir la instruccióin religiosa que se dé en la es- — io8 — cuela. Si el permiso dado para enseñar religión es usado por sacerdote, ministro o maestro religioso con el objeto de propagar deslealtad a las escuelas, crear conflictos al orden público o intervenir en la disciplina de la escuela, el superintendente de la división, previa la aprobación del director de Edu<3ación, puede, después de una debida investigación y audiencia, prohibir al sacerdote, ministro o maestro religioso culpable entrar en lo sucesivo en el edificio escolar.» El objetivo de dicha política es prevenir el antagonismo religioso y las discordias entre los maestros escolares, o sea no dar preferencia a ninguna religión. En verdad el presente sistema de educación es justo por dar lo que puede posiblemente dar sin peligro para ningún partido o tendencia religiosa de la sociedad. Semejante separación tan violenta, tan absoluto laicismo del Estado, práctica de la mayoría de los gobiernos democráticos de hoy día, levantan de la Iglesia lamentaciones y protestas, en defensa de su criterio, de que las sociedades humanas no pueden conducirse, sin lesión de sus deberes fundamentales, como si la religión fuere un cuerpo extraño a ellas o cosa inútil y nociva. Arguye que sin educación religiosa es punto menos que imposible dar a los hombres educación moral, que eso influiría en la vida física, que la paz interior y la internacional no será posible, y que no podrá existir un gobierno fuerte. En verdad los filipinos son casi todos «reyentes, y la religión cristiana les ha dado, en más o en menos altruismo, civilización y cultura, conciencia religiosa, la caridad social, su inspiración, su vida y felicidad. ¿Es legítimo que un gobierno o sistema de educación quite repentinamen- — 109 — te del pueblo lo que constituye sa inspiración y guía en sus más grandes y nobles esfuerzos? La educación popular, cuyo principal fin es su función correccional, pierde inevitablemente muchas de sus influencias moralizadoras cuando cesa el freno religioso, cuando desaparece el temor a Dios. Los educadores reconocen que la dirección motal y religiosa está indicada y requerida especial» mente durante la juventud, el período de mayor plasticidad, cuando se reciben más fácilmente y se conservan las impresiones más profundas y (perennes. El período crítico de la vida está en la niñez y en la adolescencia. Esta es una de las razones por la que las funciones de la escuela deben engrandecerse y enriquecerse. Cuando los padres se inhiben,, cuando el hogar de los niños está en las gradas bajas de la sociedad, la escuela, que debe estar clasificada entre las fuerzas salvadoras del genero humano en la época moderna, toma a los niños de la nación bajo su cuidado protector y hace por ellos muchas cosas que el hogar debe hacer pero que no hace. £os niños crecen rápidamente durante esosaños de vida, más sugestionables y más susceptibles de toda impresión e influencia, y pasan la .mayor parte de sus horas en la escuela recibiendo instrucción de los maestros. Su vida entera, física, intelectual, moral y espiritual,.recibe allí una impresión que va a determinar en el futuro su utilidad para la sociedad en donde viven, y su felicidad propia. En respuesta a la necesidad de instrucción moral y a la demanda de los padres por la misma, la» escuelas públicas en Filipinas están dando, aunque en pequeña dosis, una instrucción moral directa e indirecta. El curriculum escolar público está am- — no — pliándose gradualmente en el sentido de permitir métodos indirectos que instruyan al niño a vivir efectivamente y a prepararle para resolver beneficiosamente las nuevas situaciones que se le presenten. A la instrucción moral indirecta dan preferencia en las clases primarias las autoridades escolares porque las investigaciones sobre la materia apuntan que es así como se obtienen los resultados más efectivos, mientras el método directo parece ser más eficaz en las clases altas, intermedias y secundarias. Es notable, sin embargo, que a pesar de la ausencia de una instrucción formal en religión y en moral, las escuelas públicas de Filipinas han sostenido una continua atmósfera disciplinaria opta para desarrollar el carácter en su formación. Los hábitos, las acciones, el habla, los ejemplos en pensamientos, ideas, lecturas y publicaciones están dirigiéndose a la formación del carácter. El método de enseñar tal disciplina es muy diferente del antiguo, en el que se requería al niño a aprender de memoria ciertos reglamentos de conducta sin comprenderlos. Los niños aprenden mejor el precepto moral practicándolo como actualmente, viviéndolo, que teniéndolo en teoría en la mente. La manera mecánica de la antigua enseñanza cívica y de las lecciones morales tenía un gran defecto. La moderna educación practica la idea de que «mejor es no enseñar o predicar que causar cansancio». Así el nuevo método de enseñar estas asignaturas fascina al niño porque se le presentan las cosas de tal manera que aviva su imaginación, y su conducta ordinaria en la vida es dirigida por lo que aprendió haciendo en la escuela. El nuevo método directo e indirecto de enseñar la educación moral no es hacer su estudio fatigoso, sino agrá- — Ill — dable e interesante a los discípulos. Pero además de esta instrucción moral por métodos directos e indirectos, casi todos convienen en que se necesita una instrucción efectiva en religión y enseñanzas cristianas. Otra obligación positiva de la escuela hacia el niño es entregarse a él de lleno, generosamente. Hay que instruir un organismo en desarrollo, e instruirle no sólo en las maneras de buena conducta y en hábitos morales, sino dándole también orientación e inspiración para que pueda realizar sus más altas posibilidades, para que la visión de todo se engrandezca ante su mirada, para que los verdaderos ideales se establezcan y consoliden en él enriqueciendo su vida, para que el discípulo se llene de celo, de interés y expectación, así como de satisfacción y agrado. «Habéis recibido libremente la verdad, dadla libremente, maestros.» La transición de Filipinas en estas tres décadas se hace bajo una fuerte influencia americana. Los filipinos tratan sin embargo de destacar su propia personalidad, en la sociedad y en el gobierno, en las escuelas y centros intelectuales y en las empresas económicas e industriales, en el periodismo y en las publicaciones, en una palabra, en el total de sus actos, pensamientos y aspiraciones. Es verdad que la americanización ha contribuido mucho al presente nivel de progreso en las Islas, pero no puede tener un completo éxito porque no es favorable a los deseos nacionales y a las tradiciones de los filipinos. Para conservarlas, los filipinos se han lanzado a un movimiento contrario al espíritu del gobierno americano, que es la filipinización, dando en las enseñanzas de educación cívica gran importancia al desarrollo del culto al patriotismo, y estimulando la — 112 — solidaridad nacional de los filipinos que es sentida en todas las Islas. La nueva infiltración cultural sajona-americana no ha podido, a pesar de todo, producir una escisión en el sentimiento patriótico filipino, y aunque llegara a conseguir algo de sus pretensiones en ese sentido, nunca existirá la divetsidad social actual que en los Estados Unidos de América y a pesar de eso todos tienen intervención y representación en el organismo político-social. Para que consiguieran los americanos una verdadera conformidad de los filipinos, base fundamental para la difusión de la cultura que quieren imponer, es indispensable negar a los jóvenes y educandos de las escuelas de propaganda de la fe político-social-patriótica del pueblo y la extensión de la educación a la masa. Múltiples fuerzas sociales se han organizado y coordinan sus trabajos para el bien del pueblo y el avance de la cultura filipina. 4. La Educación hacia la Industrialización.—La influencia de esta edad de máquinas y de avance industrial, que viene del Occidente, está rápidamente extendiéndose por las cuatro direcciones del mundo. Filipinas es uno de tantos puntos del globo que ha experimentado un cambio repentino en su vida nacional a causa de las conmociones de esta época moderna. Xas demandas de esta educación social invitan a no tener miedo de métodos educacionales que son prácticos y que tienden a hacer al hombre y a la mujer industriosos y útiles. En la actual preponderancia de la máquina, la utilidad no tiene conflicto con la educación. Hubo un tiempo en Filipinas en que la gente estuvo reacia para aceptar como educacional lo que era de utilidad práctica. Esa era — 113 — también la antigua idea española de la educación; lanzar sabios, de poca utilidad en general para la sociedad. Fero esa idea ya va desapareciendo y en su lugar se aceptan las ideas americanas de una educación práctica. Esta influencia americana, de practicabüidad en todo lo que nace una persona como individuo y como miembro de una gran sociedad, se aplicó inmediatamente a las escuelas públicas, instrumentos prácticos para asegurar la nueva socialización y la extensión de la cultura sajona-americana. En 1902 la Comisión Filipina aprobó una ley educacional que provee el establecimiento de escuelas interme* días y secundarias y también de las «Trade Schools», escuelas de ocupaciones prácticas. El Buró de Educación, en vista del escaso desarrollo económicoindustrial de las Islas, consideró la instrucción manual de los jóvenes filipinos como de primera importancia y se dedicó a crear estas enseñanzas y a darlas impulso. Entonces se abrieron las escuelas industriales y agrícolas con objeto de ayudar al país en el desenvolvimiento de su riqueza industrial y agrícola. Este fué un paso señalado de la educación en Filipinas. Puso entusiasmo en la instrucción industrial y agrícola y al mismo tiempo dio una nueva interpretación y tomó una nueva actitud hacia el trabajo manual y sus aplicaciones. Hoy día nuestra tendencia en la educación es, no sólo estudiar y tener un buen grado de cultura, sino también la idea de utilidad. Es el mayor elogio de dichas escuelas la mezcla de los elementos de utilidad y de cultura. Las escuelas de artes y oficios (trade schools) que se han establecido en conexión con las escuelas secundarias provinciales en las islas, son un avance importante para la instrucción ma8 — 114 - - nual, e iniciará a los niños y niñas en el conocimiento de los principios y procesos de la producción. Esta ampliación del sistema escolar en Filipinas ha obtenido la aprobación popular. Se da en cursos como la historia, como la literatura, las ciencias y las artes y conseguirá elevar y refinar el trabajo, dignificarlo y lanzar una extensa gama de artistas artesanos. Este movimiento de educación industrial debe ser favorecido en Filipinas. La teoría educacional y las prácticas del Occidente están esparciéndose por todas las partes del mundo llegando a China, al Japón, India y Filipinas. Estos países necesitan un reajustamiento de su vida nacional, de sus prácticas, ante las demandas de la civilización industrial. El objeto más importante de esta edad industrial es extender el empleo de la máquina para que todos disfruten de las ventajas y comodidades que proporcionan al obrero. Bl profesor William Kilpatrick ha apuntado que el problema de la civilización industrial es doble: «Primero es, cómo dominar la máquina completamente, y segundo, cómo resolver con ella el problema de la vida y hacerla verdaderamente apta para senaria». No se puede dudar die que en los años venideros la civilización industrial producirá cambios en Filipinas, como ha ocurrido en la mayoría de los países más conservadores en el Oeste, y en el Japón en el Este. ¿Qué harán los filipinos en el futuro? Están tan acostumbrados al ritmo lentísimo y al duro trabajo de la labor manual, que quizás muestren alguna resistencia en aceptar la invasión de la máquina, pero al fin lo harán dominándola y obligándola a servir sus deseos y su poder. Este es un problema hoy muy importante y el sistema educacional filipino que as- — 115 — pira a ganar la felicidad y el futuro dichoso de la gente, lo está atendiendo con toda amplitud. La máquina, con todas sus ventajas y desventajas, no puede dejar de adoptarse y extenderse en Filipinas. Es en vano tratar de oponerse. La introducción nunca se puede impedir. Es inevitable. La India, la China, Filipinas y otros países deben aprender la lección de los Estados Unidos:... usar la máquina y usarla para bien de todos, de los obreros y consumidores, como de los patronos, sin pensar que sea un mal que amenaza oprimir fatalmente la vida y a la misma civilización. Nuestro deseo en la educación y en las empresas actuales es producir una civilización que esté libre de los antiguos defectos, incluso de los que tiene en Occidente y que atienda a una vida más provechosa y fácil. La educación industrial se está incluyendo en el curriculum escolar en Filipinas. Es un acuerdo feliz realzar la importancia de ese tipo de trabajo, y estimular a la juventud hacia él. El sistema americano de educación ahora practicado, está inculcando gradualmente en las mentes de la juventud el amor al trabajo, instrucción y aplicación. Lentamente, pero de una manera firme, la antigua idea de menos precio al trabajo, de que se deshonra la persona educada que trabaja en labor manual, está desapareciendo, aun entre la gente adinerada y la clase ociosa, porque los filipinos ven hoy día su disparate y su resultado que es el estancamiento de la economía del país. La educación divorciada de la realidad no puede mejorar, ayudar al progreso, sino por el contrario, contribuye a su decaimiento y destrozo. Gracias a los esfuerzos de los filipinos y a la dirección del buró de educación, en Filipinas las es- — JI6 — cuelas de artes y oficios están establecidas en todas las provincias. Muchas provincias tienen también escuelas agrícolas. Las antiguas escuelas de ocupaciones que procuraban hacer a todos los jóvenes de las islas zapateros, albañiles o carpinteros, en forma rutinaria, sin tecnicismo, es cosa ya del pasado. Las nuevas escuelas de ocupaciones en Filipinas tienen amplios laboratorios industriales, y llenan el vacío que existía de técnicos manuales. Nuestra escuelas agrícolas e industriales han aumentado rápidamente en la última década. En las escuelas secundarias se dan también cursos industriales especiales a los estudiantes que no quieren seguir los cursos generales. Dichos cursos son muy útiles para guiar a los estudiantes a descubrir su vocación cierta, en la que pueden ser más útiles y colocarse en el sitio más adecuado para su persona y para la sociedad. Las escuelas vocacionales de las islas en las que se da la instrucción rural, primaria, intermedia y secundaria se han aumentado y mejorado gracias a la ley de Educación Vocacional n°. 3.377 que publica una disposición para mejorar su eficiencia, aumentando el personal, construyendo edificios y suministrando los equipos de los mismos. Esa ley estimuló el progreso positivo de dichas escuelas, pues la estadística de alumnos en los años 1927 y 1929 mostró un aumento alentador. Divididos en grupos de cursos, el registro de alumnos ha sido el siguiente: 1927 1929 Agricultura 2.499 Escuelas Industriales y de Comercio. 2.544 Economía doméstica. ••• 3-095 Aunque todas las escuelas de ocupaciones 4«<>50 5.231 4.848 están — 117 — equipadas y algunas tienen cursos de trabajo de hierro y reparación de automóviles, todavía se necesitan equipos adicionales para extender a todas los cursos de trabajo de hierro, talleres de máquinas, maquinaria en general, electricidad y reparación de automóviles, etc., además de los presentes cursos de muebles y de construcciones. Esta enseñanza es más cara que la académica, porque necesita equipos de aparatos y materiales de mucho valor y maestros expertos como instructores, además de locales más amplios para enseñar. Sin embargo, el gobierno de Filipinas ha de considerar la importancia de dichos cursos para el desarrollo económico e industrial del país. Para mejorar la educación vocacional en Filipinas, el director del Buró de Educación trazó para el futuro un plan que contenía, los siguientes puntos: i. Determinaba las líneas del trabajo que había que desarrollar en cada escuela (trade, rural-high school, agrícola), dado el aumento de alumnos en las enseñanzas industriales y agrícolas, y tendía a extender entre el pueblo el deseo de acudir a estas escuelas. Este movimiento haría de la escuela un instrumento importante para conductr a la región en su dirección correcta y económica. 2. Hay que usar de cuantos medios tengamos para fortalecer las escuelas mencionadas y las que se establezcan. 3. Hay que mejorar el programa de los cursos de estudio, los métodos de enseñanza industrial y las asignaturas agrícolas. 4. Aumentar la eficiencia de la enseñanza del inglés y de otras asignaturas académicas en las escuelas vocacionaks por medio de una mejor direc- — ii8 — o á n de las clases y nombrando maestros académicamente instruidos e inspectores de estos cursos. 5. Eliminar en las escuelas secundarias rurales y agrícolas el estudio de las variedades de plantas y crianza de animales poco útiles o no existentes en la región y sustituyéndolos con variedades vegetales y ganados de mayor importancia económica. De esta manera, las escuelas ya mencionadas pueden llegar a la standardización de variedades de plantas y ganados criados en sus regiones respectivas. 6. Hacer los curricula muy elásticos para que sean adaptados a las necesidades de los estudiantes, según su grado de inteligencia, inclinación, condición social y financiera. Se espera que en el futuro se ofrecerán curricula vocacionales cortos a los que no quieren estudiar mucho tiempo en las escuelas regulares o que están preparados mental o financieramente para tomar los curricula más técnicos y extensos. La instrucción vocational se hizo más popular en el ano 1911, cuando muchas escuelas introdujeron campos de experimentación (jardines) como parte de su equipo e instruyeron discípulos en trabajos caseros y agrícolas. Las actividades de todas estas escuelas, tanto agrícolas como industriales, recibieron gran impulso cuando la Legislación filipina aprobó para ellas CIENTO TREINTA MILLONES DE PESOS. Desde el año 1913 se celebró la fiesta anual del Día del Jardín en Filipinas, y los resultados han sido muy satisfactorios. En 1914 los jardines escolares llegaron a 3.226. Se introdujeron nuevas variedades en la organización de los mismos, dedicándose a criar cerdos, gallinas, cocinar y otras actividades más o menos importantes para el desarrollo industrial y agrícola de los pueblos rurales. — up — Los filipinos comprobaron que cuanto más variados sus intereses, más rica queda la vida, y que cuanto más se eduquen muchas más cosas habrá que les interesen. Habiendo manifestado su interés por las enseñanzas especiales, se establecieron gradualmente algunas escuelas que se las dieran. Así la Escuela de Artes y Oficios, la Escuela de Comercio,, la Escuela Náutica y la Escuela de Industrias caseras o domésticas. Es en 1919 cuando el director de Educación organizó las industrias caseras, y las extendió a todas las escuelas públicas. La instrucción en el trabajo industrial empezó en todas las clases en las enseñanzas primaria e intermedia. Dicha instrucción es obligatoria para todos los alumnos, fueren hijos o hijas de ricos o de pobres, aprendiendo a hacer cestas, sombreros y otros trabajos industriales muy útiles. En cada escuela pública había maestros prácticos en trabajos industriales. Cada año las escuelas celebraban exposiciones de los trabajos industriales y agrícolas, que resultaban alentadoras, no sólo para los estudiantes que recibían el pago de sus trabajos vendidos, sino también para los padres y el público en general, que tomaron gran interés por el adelanto práctico de los educandos. En has exposiciones de Filipinas, que se celebran casi anualmente, las exhibiciones de las escuelas públicas son de gran valor económico y educacional. La tendencia industrial de la educación en Filipinas ha exigido de la ciencia y de la instrucción manual mus atención sobre la escuela, estableciéndose así un lazo de conexión vital entre la escuela y el mundo activo. Es un hecho significativo que en la adaptación de la instrucción manual a las necesidades de nuestras escuelas en Filipinas, las ense- — ISO fianzas suministradas son precisamente las que mejor responden a las necesidades fundamentales de la humanidad, a la comida, el vestido y la vivienda. La instrucción de los trabajos industriales y agrícolas es de un gran beneficio para el país, porque da a la juventud lecciones de orden, cuidado, ahorro, pulidez y economía, y el taller con su instrucción les proporcionan destreza de mano y la aplicación práctica de medios a los fines. Todo esto es verdaderamente social, no sólo porque atrae hacia las necesidades elementales de la humanidad, sino porque conecta la escuela y el hogar, crea una íntima simpatía entre padres, maestros y alumnos, y tiende a igualar grupos enteros sin distinciones depresivas para los menos afortunados. Esta tendencia industrial de la educación está produciendo gran beneficio directa e indirectamente al país. Por dicha razón, debe recibir gran apoyo del gobierno y del pueblo para que las escuelas industriales y agrícolas progresen cuanto más mejor. La sensación del bien físico y espiritual del hombre está mejor conservada por medio de una actividad útil. Así que la educación práctica mejora la vida común. Ningún padre o madre filipina hoy día piensa educar a un hijo o una hija para hacerle sencillamente inútil u ornamental, para que no tome parte en el trabajo del mundo. Los buenos padres deben descubrir la vocación de sus hijos y darles la enseñanza correspondiente. Gradualmente la psicología de los filipinos hacia el trabajo va cambiando de la actitud lenta de tiempos pasados a la avidez expresada en las palabras de Benjamín Franklin: «El que ejerce una ocupación tiene un estado, y el que posee un oficio obtiene provecho y honor.» — 121 El curriculum de las escuelas públicas ha comprendido definitivamente la instrucción de algunas actividades prácticas por las que se instruye a los alumnos para una vida futura independiente. «Del sudor de vuestras frentes comeréis», dijo el Divino Creador a Adán y a sus hijos. No era una maldición de Dios, sino una inspiración para que el hombre siguiera trabajando para su adelanto y felicidad. Ese espíritu llena la educación hoy de Filipinas, y trae consigo, no solamente la idea de laborar para poder comer, sino también laborar para el bien físico, moral y espiritual del hombre. Lo que más se necesita en el presente no son nuevas definiciones de educación, sino mejores y más amplios conceptos de ideales. El sistema de educación pública en Filipinas empezó bien su funcionamiento dedicándose con preferencia a La educación práctica, como, «preparación para una vocación» y una «cultura general». Estos ideales ya no son considerados como opuestos de ninguna manera. Es verdad que la vocación supone trabajo y lucha para atender a todas las necesidades del hogar y de la familia. Las corrientes de la humanidad, a través de los siglos desde los primeros tiempos del mundo hasta el presente momento, han sido siempre en eso iguales: la humanidad siempre trabajó. El trabajo no es una maldición, sino una bendición. Por consiguiente, la actual tendencia industrial de la educación en Filipinas es- una bendición. Los jóvenes se instruyen para ser útiles en alguna clase de vocación. Las poblaciones escolares se dirigen hacia variadas vocaciones, conforme la inclinación del individuo. Los expertos aseguran que la mejor parte de la educación que se puede tener es la dedicada al trabajo. Es de notar que la actividad ma- 122 nual está haciéndose un factor importante en las escuelas. Las palabras de Carlyle: «La labor, tan ancha como la tierra, tiene su cuna en el cielo», armonizan el fin vocacional y el fin cultural, e indican que la vocación en su infinita variedad de formas tiene su objetivo noble, atender al sostenimiento del hogar, y prestar servicio útil a la sociedad humana. Además, la educación industrial tiene el poder de ayudar a formar el carácter sobre una base sana. En los Estados Unidos, en la enseñanza de los negros e indios, la combinación de la instrucción manual e intelectual ha dado resultados satisfactorios. Aun en las tribus no-cristianas en Filipinas, las escuelas agrícolas que funcionan en dichas regiones, han conseguido despertar el interés de los alumnos no-cristianos y de sus padres, que los obligan a asistir a ellas. Para esa gente de las montañas en Filipinas, esas escuelas son un factor civilizador. La educación industrial enseña que el músculo sin usar es una enfermedad moral. Cada nervio mórbido es una invitación al crimen. Consiguientemente, la juventud filipina debe instruirse y trabajar en las industrias para no tener congestión, plétora de bilis, sino una circulación de sangre purificada con el sol y el aire de la naturaleza. Si cada célula nerviosa se llena de salud, los jóvenes tendrán salud y completo desarrollo normal físico. Es la mejor tendencia para el futuro, que conducirá a un balance de po<ier favorable al esfuerzo. — 133 — C. Conclusión I<a vida moderna filipina se precipitó en Las últimas tres décadas por los embates de las irresistibles olas de la moderna civilización que viene de todas direcciones, de América, de Europa, del Japón y de otros países extranjeros. Es ley natural que el universo o el cosmos muestre en sus movimientos la vida física o material. De la misma forma, el hombre moviéndose con inteligencia muestra la vida, el progreso de su país. La casi completa autonomía gubernamental en Filipinas estimula grandemente el progreso del país, dándole amplias oportunidades de moverse hacia arriba, intelectual, material, social y políticamente hablando. Se encuentra el país en medio de sorprendentes adelantos. El sistema de la presente educación americana, el espíritu de los filipinos de trabajar más, su amor al progreso y el gobierno actual del país que estimula toda clase de avance intelectual, moral y material, son los factores de la rápida evolución social filipina. Se da grandes ánimos al desarrollo económico del país, con lo que ha empezado intensa y extensamente la explotación de sus vastos recursos naturales como la agricultura, la minería (gran prometedora, porque el suelo filipino guarda en sus entrañas enormes riquezas), las pesquerías, las industrias de madera, domésticas, locales y las modernas fábricas de cemento, asfalto, aceite de coco, tejidos, etc. Este progreso material estimula mucho la vida social en particular y la vida del país en general, que — 124 — redunda en elevación del nivel de vida económicosocial tan beneficiosa para el pueblo que lucha por su progreso y emancipación política. Esa elevación del standard, de vida se ve en beneficiosos resultados. Los filipinos estudian y se ilustran con mayor deseo. Se visten bien y lujosamente. Se alimentan sanamente. Viven en casas con comodidades que antes no tenían. Aman el aseo y las diversiones. A los jóvenes les gustan las nuevas diversiones atléticas americanas, además de las suyas nativas, como el football, el baseball, el basket-ball, el tennis, el golf, el bowling, los bailes modernos, picnics (jiras a los campos, lagos o playas), teatros, cinematógrafos, boxeos, regatas, natación, etc., etc. Tienen altas aspiraciones individuales y colectivas. Aman el trabajo. Esto es lo más importante. Cuanto más necesidades e inclinaciones lujosas se creen, más habrá que trabajar para satisfacerlas y conseguir el bienestar del individuo y del público. La palabra «pereza india», que a los filipinos dieron los hombres con visible prejuicio racial es toda una farsa porque los filipinos se abandonan a la pereza como todos los hombres y como es natural. Pero dando las oportunidades y los estímulos necesarios, ¿quién quiere vivir o morir en la pereza? Nadie. Los filipinos han demostrado que trabajan y quieren trabajar porque su alma, su pensamiento y energía están latentes y vivos. Queriendo vivir cómoda, lujosa, sana y felizmente, la palabra «pereza» desaparece porque no tiene sentido. CAPITULO V El sistema de educación durante et régimen americano Los episodios de las (guerras hispano-filipinas desde los años 1895 a 1898, fueron causa directa del abandono y del poco cuidado en el f üncionamiento de muchas escuelas, así como de la paralización en la marcha del progreso. La «guerrilla» desde 1898 a 1901 fué también un factor que suspendió la rápida marcha de la educación en Filipinas. La educación es el camino directo de la cultura. Conociendo América la eficacia de la educación para el adelanto de un pueblo, la intensificó y la extendió por medio de las enseñanzas en las escuelas públicas. Tan pronto como estableció el gobierno civil en las Islas, implantó su nueva educación sajonaamericana. El mérito principal de la soberanía americana en Filipinas fué la atención prestada a la educación de los filipinos inmediatamente después de su fácil conquista. En ésto América ha superado a todas las naciones colonizadoras. Sus esfuerzos educacionales merecen un monumento. Los filipinos, amantes del progreso, cooperaron al programa educacional de los americanos en las Islas lo mismo que en la pasada dominación cooperaron en la medida que pudieron a que la educación española fuera lo más amplia y extendida posible a todas partes. Era — 126 — que comprendían, que la escuela es el factor más importante, así en la reconstrucción social como en la. regeneración individual. A. La secularización de las escuelas públicas. Una nueva era trae consigo nuevos desarrollos. Había que emprender una reorganización del antiguo sistema de educación española, y se hizo. Se inició un renacimiento de métodos educacionales, inspirado en una nueva filosofía, con un espíritu práctico democrático, popular y libre, y abierto quedó a todos sin miras sociales, políticas ni religiosas. La separación de la Iglesia y del Estado indicó ya el nuevo camino de educación y cultura en las Islas. Anteriormente y durante más de tres siglos, toda la educación fué dirigida, inspeccionada y administrada por las órdenes religiosas y los misioneros que se establecieron por toda Filipinas. «Desde el principio—escribía la Comisión Taft— las escuelas estuvieron completamente bajo la dirección de las órdenes religiosas, que dieron gran énfasis e importancia a la educación secundaria y a la alta instrucción que tenían pocos estudiantes, mientras no prestaban interés a la educación de las masas y a las clases elementales. El resultado de esta política fué que había unas pocas personas que sobresalían como filipinos educados, mientras que no se educaba a los más, o solamente se les daba los rudimentos del saber, como él proceso mecánico de leer, y escribir» (i). (i) cReport Taft Philippine Omission 56th, CongresSecond Sessions Documento núm. 112, pp. 24-27. — 127 — Para demostrar la necesidad de reorganizar el método de la antigua educación, aunque un poco también por su hostilidad a las órdenes religiosas, el Ministro de Ultramar (de las Colonias Españolas) en diciembre de 1870 decía lo siguiente: «Siendo más evidente cada día que el sistema de educación de los religiosos atiende casi exclusivamente a la difusión del catolicismo, es necesaria la secularización de la enseñanza». El nuevo gobierno la secularizó; suprimió en las escuelas públicas toda intervención de las autoridares religiosas. Dispuso que la educación pública fuese una actividad nacional y civil, y la puso bajo la dirección y vigilancia directa del gobierno por medio de un superintendente de instrucción pública. Su preocupación fué que todos los edificios escolares heredados de la dominación española funcionasen inmediatamente bajo el control civil. Y la extensión de la escuela dio por resultado el beneficiar a la masa, cuyo adelanto educacional estuvo casi abandonado en la pasada administración gubernamental hispana. El sistema de la educación americana tenía que ser un éxito. No hubo resistencia en acudir a Henar las escuelas, puesto que el entusiasmo de los filipinos para el estudio es incomparable. Los padres mostráronse ansiosos de dar a sus hijos una educación que les facilitase medios para situarse en la vida. Jóvenes y viejos manifestaban su avidez por la nueva educación, Al observar la aplicación y la vocación cultural de los filipinos y el progreso obtenido por los que disfrutaron del privilegio de la educación en el sistema antiguo, tanto el Gobierno Militar Americano en las Islas como la Comisión Filipina, dedicaron sus primeros esfuerzos a la im- — 128 — plantación de la cultura sajona-ame ricana mediante la educación popular. El número de las escuelas públicas aumentó rápidamente. Los 534 edificios escolares heredados de la pasada dominación, situados en Manila y otras partes, no bastaban para ei número de los estudiantes. En 1901 había 400 escuelas nocturnas para dar facilidades a la instrucción de los niños y adultos que trabajaban durante el día. El número total de las escuelas casi se duplicó. No sólo faltaban locales para las clases, sino maestros para enseñar el ingles, que el plan de estudios adoptó como lengua oficial en todas las escuelas públicas. En los primeros meses hasta los soldados americanos cooperaban al trabajo educacional enseñando inglés en algunas escuelas públicas. El problema de obtener maestros no fué resuelto hasta que llegaron a Manila los primeros 765 maestros americanos en octubre de 1901. Fueron destinados a enseñar, inaugurando nuevas escuelas. Fueron más grandes el heroísmo y el ánimo de los maestros en su trabajo que sus éxitos, porque encontraron dificultades y muchos sufrimientos en los primeros tiempos, y tuvieron que soportar meses de abnegación y de nostalgia de su alegre país. Su espíritu era admirable y sólo podía compararse al de los primeros misioneros españoles que fueron a enseñar la cultura hispano-latina y el Evangelio. Cada ano llegaban a Filipinas nuevos maestros americanos, pero ya en 1905 el número de los maestros filipinos excedió al de aquéllos en varios centenares. De las Escuelas Normales habían salido muchos maestros del país. Pero en las escuelas públicas sólo enseñaron los maestros americanos y los — 129 — filipinos laicos. Ningún religioso enseñó, y la secularización de la educación pública fué completa. i. La Centralización de la Educación.—Para llevar a cabo el programa del nuevo sistema de educación en Filipinas se necesitaba en primer lugar la centralización de su funcionamiento y administración. For la ley 74 de la Comisión Filipina, se creó un Buró de Educación, que asegurara a los habitantes un sistema de escuela pública y libre con un programa mínimum de enseñanza primaria. Se creó en 1901, bajo el Departamento de Instrucción pública, qtie dirige y administra directamente todas las escuelas públicas de Filipinas. La ley de 1901 aprobada por el Congreso de los Estados Unidos destinó una cantidad muy considerable al establecimiento del sistema de educación en Filipinas. Con ella se establecieron más escuelas, se empleó a un ¿ran número de buenos educadores, se suministiaron libros, papeles, lápices, tintas, etc., para el mejoramiento de las escuelas públicas. Se estableció en corto tiempo tina uniformidad del standard de educación. Así la escuela filipina alcanzó tan alta categoría como la de las naciones más avanzadas. La única diferencia que existe entre el sistema de educación en Filipinas y el de los Estados Unidos es esta uniformidad. En los últimos no existe la uniformidad de standard educacional, porque cada Estado tiene su ley distinta, que está de acuerdo con el sistema que más conviene a sus condiciones locales. El Buró de Educación ha pasado por diferentes etapas progresivas. Cuando en 1918 le concedieron TREINTA MILLONES DE PESOS obtuvo los máximos éxitos; los estudiantes de las escuelas públi9 — 13° — cas se elevaron a un millón, y cada barrio obtuvo una escuela pública. Para comprender cómo se ha podido centralizar bien la educación pública en Filipinas, es necesario saber cómo está organizado el Buró de Educación. Su Jefe es el Director, y hay un Subdirector. El personal de la oficina central y el del Campo consiste en superintendentes de divisiones de escuelas, inspectores de división, maestras inspectoras, directoras de las escuelas secundarias, directoras de las escuelas elementales y maestras de clases. En la Oficina General están el ayudante del Director, el Jefe de la División Académica, su auxiliar, el especialista de Reconstrucción de los Curricula, el especialista de Educación Elemental, el especialista de Higiene Escolar, el Superintendente de Especialidades, el Jefe de Medida de Capacidad del Alumno, el Jefe de la División de Educación Vocacional, el Jefe del Departamento de Economía del Hogar, el auxiliar Jefe de la División de Publicaciones, el Jefe de los Escribientes, el Jefe Contador y el escribiente de Propiedades. El personal del Campo del Buró tiene actualmente 54 superintendentes de divisiones, uno en cada provincia y varios en la ciudad de Manila y en las escuelas insulares, como la Escuela Normal,, la Escuela Náutica, la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela Central Agrícola, de Luzón, en Muñoz (Nueva Ecija). En los diferentes ramos del trabajo educacional hay personal de ambos sexos. En los últimos años el Buró ha tomado derroteros que aseguran un continuo adelanto del sistema. Una de las prácticas del Buró es la aplicación de la ley del servicio civil a los empleados del Buró de Educación. Esta ley exige que todos los que desean enseñar en las escuelas públicas tienen que su- — 13J — frir un examen oficial, no pudiéndose entrar de otra forma al servicio del Estado, quedándose excluidas todas las clases de influencias y recomendaciones. .Esta práctica, de obligatorio examen en Filipinas asegura un profesorado idóneo, lo que redunda en beneficio de la educación popular. La preparación para dicho examen obliga a los jóvenes a estudiar las diversas funciones del gobierno y los prepara para una educación apropiada al servicio público. Así queda al margen la influencia personal, política o religiosa, y los pobres están en las mismas condiciones que los ricos. Al mismo tiempo facilita un servicio bueno y eficaz y ofrece grandes ventajas a los filipinos, a quienes se da preferencia en los nombramientos cuando demuestren habilidad y condiciones para el cargo. Sólo quedan exceptuados del examen del servicio civil los maestros que se han graduado en Bachiller en Ciencias y en Educación. La Junta Examinadora del servicio civil efectúa las propuestas de personal con arreglo a los méritos de cada uno. Otra forma de centralizar el trabajo del Buró es la Asamblea anual de maestros y maestras para deliberar sobre cuestiones educacionales y resolver los problemas que se les presentan por medio de un intercambio de ideas. Con esta coordinación cooperativa e inteligente entre los educadores, la instrucción pública adelanta en muchos aspectos educacionales. Cada maestro adquiere la experiencia de sus colegas, y así sabe qué recursos generales se pueden utilizar para afrontar las demandas particulares de los estudiantes. Se planean políticas educacionales, se adoptan nuevos métodos para el futuro, se descubren los errores del pasado, se estudian los procesos del enriquecimiento del curricultun — 133 — j se introducen otros procedimientos educacionales para el debido estudio de todos los participantes de esas reuniones. Comentando el esfuerzo llevado a cabo por el Buró de Educación, el Gobernador General de Filipinas, su Excelencia, Honorable Dwight F . Davis decía: «El Buró de Educación ha hecho al país un gran servicio, dando a la gente un lenguaje común y sirviendo la demanda de personal diestro en puestos gubernamentales, profesionales y comerciales». B. Desarrollos modernos de la educación. La educación en Filipinas como institución progresiva ha de evolucionar en sus formas, métodos, programas, curricula, ideas y procedimientos para estar en armonía con el tiempo, y poder servir mejor al pueblo y a la humanidad. La instrucción pública en Filipinas durante la administracción americana ha tenido varios grados de desarrollo que merecen ser aquí descritos como factores que son importantísimos en el progreso de la cultura general. Atienden al desarrollo físico, mental y moral del individuo, pero también al mejoramiento del hogar y del medio social que le rodea, siendo el alumno a la vez instrumento y objetivo de la educación. El sistema de educación popular tiene que comprender las «huinanitas», lo que puede enriquecer y cultivar la mente y elevar la instrucción, la eficiencia y la vocación, pero ennobleciendo y hermoseando al mismo tiempo el hogar y permitiendo a cada niño ser en la escuela un factor en el desarrollo de las condiciones que determinan la felicidad humana. Este adelanto de la educación en Filipinas es una señal — 133 — saludable. No consiste solamente en elevar la inte» lectualidad del individuo, sino también en hacerle un valor grande para la sociedad en que vive. Entre los progresos de la educación en Filipinas merecen especial mención las actividades extra-curri-. culares, lo co-educación, las bibliotecas, los «Kindesgarten» (jardines de la infancia), la educación física, cívica, (política. Todas esas fases de la intrucción contribuyen a explicar el alto nivel alcanzado en el orden de nuestra cultura. i. Las Actividades Extra-Curriculares.—Tienen valores elevados morales, sociales y cívicos que influyen directamente en la vida de los jóvenes e indirectamente en la vida y el espíritu de la sociedad. Numerosas clases de actividades extra-curriculares han sido adoptadas en las escuelas y son tan populares entre los jóvenes filipinos que han dado ocasión a que se organice una gran variedad de asociaciones, como clubs musicales, dramáticos, agrícolas, literarios, científicos, de economía, arte o comercio, organizaciones para el estudio de la naturaleza, organizaciones estudiantiles, de ((Boy Scouts», de «Girls Scouts», de ««Camp Fire Girls», de «Big Brothers y Big Sisters», de Policías Jóvenes, de bailes modernos y clásicos y una veintena más, cuyas actividades variadas e interesantes enseñan a practicar virtudes morales o de sociabilidad y economía a sus jóvenes miembros. Esas actividades dan excelentes resultados para la conducta individual y colectiva de los educandos. Inculcan muchas virtudes y dan hermosas lecciones morales a sus afiliados, naciéndoles participar en actividades sanas y constructivas. Por medio de esas actividades extracurriculares se aprende una ¡multi- — 134 — tud de valores morales y sociales como la cooperación, la lealtad, la honestidad, la veracidad, caridad y amor al prójimo; el valor, pureza del pensamiento y del cuerpo, obediencia a la autoridad y a los mayores, perseverancia, sufrimiento, tenacidad, auto dirección, gentileza, cortesía, conformidad, comprensión, justicia, saber perder alegremente, igualdad, agilidad mental y física, dominio de sí mismo, ambición para el bien del grupo, puntualidad, limpieza, alegría, diversión, orden, paz, saber trabajar, simpatía, sagacidad, agudeza de los cinco sentidos, hermosura física y espiritual, honradez, sociabilidad, ser servicial al prójimo, sacrificio, destreza, audacia, respeto a las mujeres y ancianos, caballerosidad, entusiasmo, fidelidad, generosidad, e incontables virtudes y actitudes sociales que directa e indirectamente enriquecen la vida y fortalecen el carácter, la capacidad y las aptitudes del organismo social. En los Estados Unidos se han experimentado con gran éxito las «self-government schools» (las escuelas gobernadas por los estudiantes). Un fuerte espíritu social alienta en estas escuelas que despiertan la mutua simpatía, que muestran una gran fe en la posibilidad de mejorar las cosas, una ejemplar paciencia en la corrección de faltas y defectos, y una piadosa indulgencia que muchas veces toca al corazón del delincuente y logra los mejores resultados. Es interesante notar que en ciertas escuelas de los Estados Unidos la cuestión de gobierno de la institución está en manos de comités de estudiantes que llevan un orden admirable y una cooperación entre ellos sin la ayuda de los maestros. Cada estudiante está así activamente interesado no sólo en ser cortés, ordenado y útil a sí mismo, sino en hacer que sus coasociados coordinen con su actividad las su- — 135 — jas en este trabajo escolar social. Estas actividades dan grandes oportunidades para adiestrarse los jóvenes a conducirse en cualquier ocasión y en gobernarse a sí mismos. Debemos alentar las actividades extra-curriculares y aceptarlas como una práctica excelente y como un adiestramiento de los niños en esas virtudes y valores sociales, tan esenciales para un recto y honrado vivir. ¿Cómo podemos esperar que la sociedad se vea libre de que el que tiene talento sea orgulloso, egoísta el adinerado, etc., si las escuelas crean intereses egoístas? Dentro de la enseñanza, el principio inspirado debe ser la cooperación y no la competencia. La formación del carácter es el más alto objetivo de la educación. Y si deseamos educar bien y lograr una generación de hombres y mujeres que reconozcan los lazos de la fraternidad humana y que cooperen al bien común, industrial y social, debemos hacer de la escuela un factor para ese fin. 1^ sociología que tiene tan gran influencia en los avances de la educación moderna, nos enseña que nadie es tan ignorante o incapaz para ser verdaderamente social, como el que no sabe nada de las luchas que paso a -paso, la raza ha tenido que sostener en su camino hasta llegar a las presentes adquisiciones de la civilización. Sus simpatías, intereses y aspiraciones se han atrofiado por falta -de alimento y ejercicios debidos. Sabiendo poco de sus semejantes, él sabe poco de sí mismo y su utilidad social queda reducida al mínimum. Que los semejantes del niño, los elementos exteriores a la escuela se le revelen en ella cooperando al avance de las actividades extra-curriculares, ayudando a los gastos, a las campañas y a las diferentes actividades de los estudiantes que se interesen en esa empresa. - 136- Cada una de dichas actividades necesita una cooperación simpática. 2. La Práctica de la Co-Educación.—Un nuevo aspecto que ha aparecido en el desarrollo progresivo de la educación en Filipinas es la co-educación practicada en las escuelas públicas y también en algunas instituciones privadas. Durante el régimen español la co-educación era desconocida, y tampoco la practicaban los mejores educadores de aquella época. Esta fase moderna de co-educación fué introducida en Filipinas por el sistema de educación americana. Es importada de los Estados Unidos, la tierra clásica de la co-educación de los sexos, de la igualdad de hombres y mujeres en derechos sociales y políticos. La co-educación tiene hoy en Filipinas una gran importancia e influye en los avances del programa escolar y de la cultura. Con excepción de las escuelas religiosas que no favorecen la práctica de la co-educación, las restantes instituciones docentes la practican. La practican también desde hace poco la Universidad dominicana de Santo Tomás en algunos de sus colegios y departamentos, y algunas otras instituciones privadas. En estas ultimas y en. las escuelas públicas se practica la co-educación en el «Kindergarten», en las escuelas primarias, secundarias »colegios, escuelas vocacionales y profesionales y en la Universidad del Estado. Esta nueva práctica democrática en las escuelas modernas de Filipinas realízanla con gran interés sus partidarios, esperando sus contradictores los resultados para adoptarla o rechazarla definitivamente. La co-educación concede a los varones y a las mujeres estudiar en la misma escuela, sentarse en — 137 la misma clase, trabajar, cooperar y combatirse en combates intelectuales o en actividades de la vida escolar. Los niños y adolescentes hacen en la escuela la misma vida normal social que fuera de ella. Indudablemente los observadores imparciales ven que hay más de bueno que de malo en la agrupación de niños y niñas bajo una dirección inteligente y en un ambiente correcto y sano. Los educadores pesimistas del siglo pasado deploran la coeducación en nuestras escuelas modernas porque no se han convencido de la bondad de la nueva tendencia ni ven sus múltiples ventajas cuando está bien llevada y dirigida adecuadamente. Un horizonte más amplio para comprender las dificultades de cada grupo tiende a instruirlos en cómo han de conducirse el uno con el otro. Aprenden mejor a vivir y a efectuar las tareas usuales de la vida. La co-educación en Filipinas ha recibido la aprobación popular, y ha de continuar para favorecer la socialización educativa de los adolescentes. 3. Las Bibliotecas.—Las bibliotecas son los tesoros culturales guardados en libros, folletos y papeles escritos en cualquier lengua como medio de expresión y de transmitir a las generaciones futuras los pensamientos hechos y aspiraciones del pasado. En Filipinas las bibliotecas de antes eran muy diferentes de las que hoy día tienen los municipios para facilitar la cultura y el desarrollo mental de los ciudadanos. El establecimiento de bibliotecas en cada escuela es de mucha importancia no sólo para la escuela, sino para el pueblo, que gracias a ello puede seguir el paso de la presente elevada cultura y de la civilización moderna. Las autoridades educadoras han hecho resaltar la - 138- necesidad e importancia de dichas bibliotecas como equipos de una escuela moderna. Mejoran la educación literaria y la erudición de los educandos, así como el adiestramiento de los educadores en su trabajo en las clases. Gradualmente, cada escuela pública o privada tiene que poseer una biblioteca, importante requisito ahora para el reconocimiento de dicha escuela por el gobierno. El Buró de Educación de Filipinas prescribe ciertos libros, trabajos 31 autores que toda biblioteca escolar debe tener para el uso de los estudiantes y profesores. Los maestros informan sobre los libros para facilitar la labor de la biblioteca escolar, accesible en todo tiempo. Esta debe poseer periódicos, revistas y publicaciones en inglés, español y otros idiomas extranjeros para inducir a los estudiantes a leer y a informarse de los acontecimientos locales e internacionales. Aunque las bibliotecas escolares en Filipinas han vivido más de donaciones, suscripciones públicas, legados, etc., que de consignaciones del Estado, se advierte gran progreso en el crecimiento de las mismas y en el número de libros que contienen. Cuanto más aumentan en número y en tamaño las bibliotecas escolares, tanto más difícil es el problema de proveerlas de edificios adecuados. Se necesitan personas expertas para atender a este servicio. Son los profesores de las clases los que cuidan y administran las bibliotecas escolares, los que dan los libros a los estudiantes v los que les enseñan a usar de la biblioteca y a conducirse dentro del salón de lectura y estudio. Desde hace poco se da un cursillo en el año escolar a los estudiantes del primer curso de la segunda enseñanza sobre el uso de las bibliotecas. Tales lecciones los familiarizan con — 139 — ellas y les indican cómo cumplir los reglamentos, cómo conducirse para buscar y obtener libros, cómo se deben cuidar, cómo se usa el diccionario, la enciclopedia, el atlas, etc. La administración de las bibliotecas escolares es más eficaz porque ya se usa el método de catálogo. En 19.21, los hermanos Gaylord de Syracuse, New York, suministraron, previa demanda, una copia. de su catálogo de provisiones de bibliotecas y una copia del A B C de métodos de bibliotecas a cada una de las escolares provinciales de Filipinas. 4. La Prueba de Inteligencia y Ejecución.— Desde el año 1925, las escuelas de Filipinas han adoptado un procedimiento para probar la inteligencia y el aprovechamiento de los estudiantes, cuyo objeto es poder clasificarlos conforme a su habilidad, para que en su grupo les puedan dar una instrucción especial en beneficio suyo y también para librar a los estudiantes adelantados de perder el tiempo y desalentarse en sus estudios por causa de los atrasados en el caso de una clase mezclada. Los últimos retrasan la promoción de los estudiantes brillantes. Es una manera científica y justamente laudable para resolver los problemas de la retardación y la promoción. Por otra parte, es un factor que aumenta la eficiencia de la instrucción. Con la clasificación de los estudiantes conforme a su habilidad y aplicación, el trabajo del maestro queda disminuido mucho, la disciplina y la manera de enseñar al grupo serán más fáciles, economizándose tiempo y resolviéndose los problemas complicados que previenen ordinariamente de no hacer esta separación. Esas medidas y esas pruebas en la escuela cons- — i4o — tituye un gran acierto. Atiende a ciertos aspectos de tendencias hereditarias y adquiridas, que son consideradas como factores en la formación moral e intelectual del niño. La necesidad de atender y de instruir individualmente a cada niño especial, es el resultado de esa idea de herencia tan universalmente hoy aceptada. Este es el carácter más alto y lo que principalmente justifica la instrucción individual. Tal vez lo más práctico, lo más importante es la formación de buenos hábitos. La moderna pedagogía reconoce esta verdad, pero favorece la formación de una cadena de hábitos que en su más alta fase no sean individuales y egoístas, sino sociales. Sea cual fuere la mentalidad y el carácter que tenga un niño, debe ser socializado para que no sólo se venza a sí mismo y se sujete a dis-ciplina, sino que coopere prontamente al bienestar de los otros y preste su contribución a la sociedad. Esta práctica es uno de los aspectos progresivos de la educación en Filipinas que aumenta la eficacia del sistema escolar y de los nuevos métodos y prácticas educacionales. 5. La Instrucción en el «Kindergarten» (Jardín de la Infancia). Una de las más agradables iniciativas en la educación moderna en Filipinas es el «kindergarten», donde se educan los niños en edad preescolar. Esta idea concebida por el gran educador y filósofo alemán, Froebel, fué practicada por la educadora italiana, María Montesori, introduciéndola en América, y de allí se extendió a Filipinas como tina de las prácticas de la educación americana. La educación esipañola no la alcanzó o no la transmitió al menos a Filipinas. En Filipinas se verifica esta instrucción infantil en las escuelas públicas y privada». — 141 — Es de gran provecho para los pequeños que adquieren así una instrucción y se acostumbran a experiencias que los familiarizan con la disciplina escolar y con los estudios que han de hacer más tarde. Se dice que sd el Divino Maestro volviera hoy al mundo, no hay un sitio donde El se sintiera más contento y donde viera crecer más lozana su siembra que en los jardines de la infancia. El mandato, «dejad que los niños se acerquen a mí», ha sido cumplido con el «Kindergarten» que es la transición entre el hogar y la escuela y que da a la vida escolar un valor maternal. El espíritu del ((kindergarten» se está manifestando en todas las escuelas y colegios de nuestras Islas. En Filipinas forma ya parte integrante del sistema escolar en todas las ciudades, dándose esa instrucción especial aún a todos los niños abandonados y a aquellos que viven en ambiente propicio a los hábitos perjudiciales. Este es un punto digno de ser acentuado. Es vitalísima la cuestión del trabajo corrector y curativo que la escuela es capaz de hacer. Es indudable la influencia de la herencia y el principio de la persistencia del tipo. Pero es también verdad que ejerce tanta influencia el valor educacional en esta conexión, debido a la plasticidad excesiva del niño, que es capaz su naturaleza de sentirse modificada por medio del ambiente y de una instrución adecuada. Se ha visto que los niños nacidos en condiciones desventajosas y malísimas, cuando se les traslada a un hogar bueno en edad temprana, forman hábitos morales que constituyen ms salvaguardia en la vida. Los educadores en Filipinas han encontrado que el «kindergarten» posee esta ventaja mejor que los otras formas de instrucción infantil, puesto que averiguan qué niños a la edad — 14* — de tres años se crían en ambientes malos, los reclama en el «kindergarten» y los salvan. La naturaleza plástica del niño responde inmediatamente al amor y a la ternura. Dándole un nuevo hogar se le despiertan nuevos afectos e impulsos. El objetivo del «kindergarten» es completamente normal. El desarrollo sistemático del poder del niño, la manera de despertar su espíritu, la cultura de sus sentimientos, la inculcación de virtudes prácticas, el suscitar en ellos sentimientos hermosos, morales y sociales, todo ésto tiene frecuec te expansión en los jardines de la infancia. Se puede decir que esa instrucción es la mejor fundación posible para la escuela propia. Los niños filipinos reciben su beneficio y disfrutan de sus ventajas. Y esa solicitud por el bien de los niños es una de las demostraciones de una civivilización creciente. Para que la educación contribuya grandemente al desarrollo de, la cultura y del progreso del país, es menester que éste se tome interés por los pequeños, por los futuros ciudadanos. El Buró de Educación de Filipinas, conoce que si el Estado deja que los niños nacidos en los barrios bajos, se críen libremente durante los primeros años de vida hasta que toda forma de maldad y de vicio se quede impreso en sus pensamientos, sentimientos y costumbres, no se obtiene ya más que una cosecha de crímenes. Y ha querido librarlos de ese mal. La misión de salvar celosamente a estos niños infortunados de los peligros que les rodean y que les conducen a un destino desgraciado cae dentro de las obligaciones del Estado. Es mucho más barato aplicar algunos remedios sencillos en los primeros grados de la enfermedad, que luchar contra ella durante toda la vi-da y ser un inválido. Unos pesos gastados anual- — 143 — mente en dar a los niños la instrucción del «kindergarten» representa para el Estado una economía de miles de pesos en juicios de juzgados, encarcelamientos, etc., aparte de las ventajas económicas de hacer que cada ciudadano cumpla las leyes en vez de ser una fuente de contagio moral y que sea un productor de riqueza en vez de un destructor de la misma. ¿Qué es el ((kindergarten» de Filipinas? Primero, una tina, gentil y simpática maestra que vive y trabaja con sus niños, luego un JUEGO que atrae y hace gustosa a los niños la instrucción. El juego es una forma instintiva de actividad juvenil, La instrucción del ((kindergarten» da base a mucho ejercicio con el juego, haciendo que el niño se desarrolle perfectamente natural, consciente y feliz. El instinto de jugar debe tener su expresión durante toda la vida escolar. Hay educadores que son tan benévolos para con sus discípulos que al reprimirles sonríen y hasta ríen francamente no haciéndoles con ello sentir el aspecto fúnebre que otros dan a las clases. Los maestros que no encuentran agradable el trabajo con sus alumnos infantiles, que no tienen simpatía por la juventud, que no enseñen. Si el juego es una fase permanente en la vida colegial y universitaria, tiene aún sitio más importante en todos los grados de la instrucción que preceden a ese período. Una característica del ((kindergarten» en Filipinas es la enseñanza de canciones. Intimamente relacionados con las actividades del juego están los cantos. Los niños filipinos aman la música y los cantos. El valor demostrado por los cantos cuando se emplean para enseñar las varias formas de la verdad indica que son un inspirado aspecto del programa — 144 — escolar, ya sea en el «kindergarten», ya en los grados altos. Los cantos cuva letra y música son. refinadas y exaltadas, y que contienen algunas lecciones útiles, son un medio poderoso de cultura, y crean una atmósfera placentera en la escuela. El «kindergarten» utiliza la narración de historias y leyendas como un factor delicioso en la clase para los niños. Se interesan mucho por ellas y las oyen con gran atención y provecho cuando son bien concebidas y hábilmente narradas. La narración de historias es casi esencial para una buena enseñanza. El predicador que no da ilustraciones, que no pone ejemplos en su sermón, es generalmente, considerado soso, seco. Pasa lo mismo con la maestra. Hay materiales abundantes y grandes oportunidades para la enseñanza moral, y para forjar adecuadamente la mente del niño en esa edad, en que sin darse cuenta y jugando los discípulos se van tomando interés en el estudio de los hombres y de las instituciones. También se estimula 1a actividad manual constructiva de los niños en el «kindergarten». Es una ocupación de carpintería, de pintura, de dibujos, d!e costura, es una coleoción de vistas, de retratos de grandes hombres, de monedas o piedras, etc., etc. Esta actividad despierta la perspectiva y el poder ejecutivo del niño. Las escuelas públicas en Filipinas han practicado juiciosamente y con mesura la idea de Froebel en la educación del niño. Las demandas para el progreso de la educación no han venido usualmente de las escuelas, ni de los maestros, sino de los sabios observadores de los acontecinnentos humanos, que con mejor perspectiva y conocimiento filosófico van desechando lo inadecuado y estéril. Ha ejercido una — 145 — influencia muy potente el trabajo de Frederik Froebel y el ((kindergarten» del que fué el fundador. Lo que pretende hacer el «kindergarten)) para los niños es practicar toda reforma. Los varios elementos fundidos en el «kindergarten» se desarrollan en un grado mayor o menor durante toda la vida escolar. El mérito de iniciar un plan armónico de «kindergarten» en Filipinas pertenece al Buró de Educación. En casi todas las ciudades y barrios donde es posible se establece esa instrucción pre-escolar. Y lo que falta es que los maestros y los padres se convenzan de que se puede hacer algo más y que se animen a moverse valerosamente en nuevos camposde actividades. Este desarrollo progresivo de la educación en Filipinas trae consigo un tratamiento más. humano y más científico del niño, enseña a tratarlo como a un organismo que se forma según su modelo hereditario y al que hay que modificar con una instrucción especial y con un ambiente apropiado. El «kindergarten» desarrolla también un plan simpático que enlaza los esfuerzos del hogar bueno y los de la escuela para los niños de edad temprana. C. Nuevas Enseñanzas Utiles. i. La Educación Fisica,—L& educación física tiende a hacer al individuo bien desarrollado en su crecimiento normal, influyendo también en su desenvolvimiento mental y espiritual. Es la manera de tener salud y conservarla. Desde que se implantó el presente sistema de educación, está incluida en el curriculum de las escuelas públicas. Los filipinos reconocen que el fin de la misma es desarrollar las generaciones del futu10 — 146 — ro, obtener hombres y mujeres fuertes y sanos, mejorar la raza. Como nación que aspira a su independencia política, necesita tener ciudadanos fuertes y saludables para poder llevar el peso de una vida independiente, cuyo éxito depende de la capacidad para afrontar las responsabilidades y deberes por parte de gobernantes y gobernados. Y para preparar esa capacidad en las masas, la educación física en la vida escolar de Filipinas es el procedimiento más rápido y más seguro, porque en todas sus fases y en todas las escuelas públicas, es una asignatura obligatoria para todos los estudiantes de salud normal. Ha dado buenos resultados. Muchas organizaciones sociales en Filipinas extrañas a la escuela se interesan por el bienestar corporal de los futuros ciudadanos del país y cooperan con las escuelas en alentar esa actividad escolar. ¿Quién puede negar el gran valor de la educación física para los jóvenes estudiantes hoy? Es interesante ver cómo todos los días del año escolar los niños de las clases elementales practican la marcha ((calisthenics», los bailes (folk dances) nativos y de otros países, los juegos impromtus, los de grupos, los atléticos y las niñas de las clases secundarias, la marcha, los «calisthenics», los bailes y juegos impromtus y en grupos. Í5e obliga además a los estudiantes a someterse a un examen físico sanitario. Las autoridades sanitarias hacen anualmente una inspección sanitaria a todas las escuelas públicas y privadas. Y en sus clases se ejecutan ejercicios de recreo. Estas modernas actividades escolares están cambiando la cultura moderna. Atraen mucho a los niños filipinos y han tenido un verdadero éxito de popularidad. Hasta los adultos se interesan en dichos juegos. Ordinariamente el «tao» común nunca se — M7 — aparta de su gallo favorito los domingos y fiestas en los que se celebran riñas de gallos en el «buaagan» (gallera) del pueblo. Pero cuando se exhiben juegos atléticos en los campos de juego de las escuelas, al «tao» profesional gallinero le agrada más ver a los estudiantes mostrándose en un admirable expectáculo de habilidad y de fuerza física que presenciar una riña sangrienta de gallos. Gradualmente, la antigua generación que sólo se lia interesado en formas de juegos viciosos para su recreo y diversión, está cambiando de dirección hacia los campos de juegos modernos que ejercen enorme influencia constructiva en el progreso escolar y social. En las provincias y distritos se extienden mucho estas actividades. Anualmente celebran el día de juego de demostración que es de gran entusiasmo para los padres y los -hijos. El público, en general, se interesa más y más por los deportes atléticos, con el resultado de que las antiguas diversiones de la gente van desapareciendo poco a poco para dar lugar a los nuevos juegos atléticos americanos y a los deportes de grupos. Indudablemente, tienden al ejercicio y al desenvolvimiento moral, mental, corporal saludables. Todos los años se celebran entre escuelas y provincias luchas de baseball, juego nacional el más popular de América, y de football, sostenidas allí con gran interés nacional y entusiasmo escolar, entre equipos de diversas universidades. Actualmente el adiestramiento físico reporta mucha utilidad; da fuerza social a sus aficionados, aumenta la vida, retarda la decadencia física y mental, cura el estado mórbido, afianza la sanidad de la mente, pues el individuo que ejercita con frecuencia sus músculos tiene, en general, un temperamento dulce, y una cabeza despejada y tranquila. La edu- — 148 — cación corporal o física tiende a borrar las separaciones clásicas entre las diferentes clases sociales de las Islas. Su influencia democratizadora de la juventud alienta la cooperación de todas las clases sociales y el «esprit de corps», esenciales a la vida feliz y bienestar de una sociedad. La preocupación de las distinciones sociales desaparece en los juegos modernos, y ésto rompe los («diques» de niñas y los «gangs» de jóvenes y favorece el cultivo de un espíritu más democrático entre los jóvenes estudiantes. Esos juegos captan las altas virtudes sociales y aseguran una actividad alegre para todos los que participan de ellos. En las antiguas escuelas españolas se daba el espectáculo de reservar el deporte solamente para unos cuantos escogidos jugadores. Es necesario que de él participe el mayor número posible, para que sus beneficios se repartan más profusamente. Todos los estudios y ejercicios escolares son útiles para fines sociales, si de ellos se hace un uso correcto y son de gran rendimiento si el maestro es consciente de Jos objetivos sociales de la educación física. «El maestro—ha dicho el gran educador, Johm Dewey—está encargado no sólo de instruir a los individuos, sino de formar su vida social. Es un elemento de la sociedad, cuya obligación es mantener un adecuado orden social y contribuir a su adelanto.» Los educadores han de tener presente esos objetivos de la educación, y como apóstoles de una verdadera religión, deben esforzarse por realizarlos en la escuela. 2. La Educación Sanitaria.—Intimamente relacionado con la educación física está la educación sanitaria. Esta es diferente de aquella porque da una — 149 — instrucción directa sobre la salud. Las escuelas públicas en Filipinas han dedicado mucha atención a «sta rama de la educación. Se han establecido en las escuelas programas y planes para proteger la salud y crear hábitos saludables. Además del esfuerzo sanitario de la escuela, hay en Filipinas un Buró de Servicio Sanitario, la Comisión de Bienestar público, la Cruz Roja Americana, el Colegio de Agricultura y la Oficina del Gobernador General que en 1929-1930 celebró una convención importante. Todos coinciden en la preocupación de cuidar y mejorar la salud de los estudiantes, y de todos los habitantes del país. La educación progresiva impone la necesidad de procurar en todas las escuelas la integración ¡y correlación de la educación sanitaria con las otras asignaturas del plan de estudio. Además, las otras asociaciones ya mencionadas ayudan a la vigilancia y atención que la salud de los escolares requiere. Se verifica el examen médico y dental, así como el tratamiento de los escolares que padecen alguna enfermedad. Se hacen campañas contra las enfermedades contagiosas. Se adquieren edificios higiénicos desde el punto de vista de la construcción, de los equipos, ventilación y alumbrado, y se reparan y limpian otros a los que se proveen de «toilets» adecuadas sanitarias, de campos de juegos, etc. Recordamos a los antiguos griegos espartanos, motejados de bárbaros porque sus mujeres daban muerte a sus hijos débiles y defectuosos, salvándoles de una vida de sufrimiento y de infelicidad. Ciertamente vivimos hoy en un nivel de civilización más elevado que el de aquellos griegos. Pero ¿acaso nuestra sociedad civilizada hace hoy más que «Uos, cuando manda la juventud a combatir por la — i¿o — vida sin enseñanzas para el cuidado del cuerpo, o tal vez, con el cuerpo débil y enfermo por falta de cultura física? El Estado no debe dar una educación que prescinda de las leyes de la salud y deje sin desarrollar el vigor físico (stamina física). Por consiguiente, se debe dar preferencia a la higiene escolar, inclusive a las condiciones de salubridad de los edificios y a evitar los peligros que vienen de las tendencias nerviosas y constitución defectuosa de tantos niños. Un escritor contemporáneo dice: «I^as dolencias y deficiencias físicas, resultados del descuido en las reglas ordinarias del desenvolvimiento muscular y del perfeccionamiento corporal, tienen su reflejo en el carácter espiritual y moral de la víctima. La salud fuerte, activa, está raramente asociada a perversidades morales en el hombre o mujer correctamente educados.» Una muestra del progreso de las escuelas públicas en Filipinas es el prescribir la Higiene como asignatura regular. Hay médicos, enfermeras y dentistas de la Cruz Roja y del Servicio de la Sanidad Pública, destinados en muchas divisiones escolares a atender a la salud de los alumnos. Uno de los buenos resultados de esa educación sanitaria en las escuelas, es que se ha extendido esta enseñanza a la sociedad y a los hogares de los niños. Este aspecto particular del desenvolvimiento progresivo moderno de educación en las Islas es una bendición para el país. — 15* — Ü. Conclusión. El ideal de toda educación moderna es obtener de cada individuo el rendimiento intelectual, físico, y moral máximos, no sólo para su beneficio, sino más principalmente para el de la sociedad. Para llegar a este ideal hay que empezar por dar a cada niño una enseñanza elemental, por lo menos. A eso tienden de acuerdo el pueblo y el gobierno filipino, haciendo todo el esfuerzo cooperativo posible para educar gratuita y libremente a los jóvenes filipinos de edad escolar en las escuelas públicas difundidas por todo el Archipiélago, desde las grandes ciudades hasta los barrios, desde el norte al sur, desde éste al oeste, tanto a los niños cristianos como a los nocristianos. A pesar de ese esfuerzo, en el que el gobierno insuar gasta una porción grande de sus ingresos, no es posible alcanzar el ideal educacional en esta generación, ni en la próxima, aunque la tendencia del progreso educacional en Filipinas se dirige hacia esa meta. Pero, como dice muy bien el Dr. Paúl Monroe: «No debe sacrificarse la calidad de la educación a la cantidad, pues de hacer ésto, tanto los éxitos del pasado como la presente eficiencia del sistema de educación pública estarían seriamente perjudicados». Jamás en la historia del Oriente se ha visto una marcha tan rápida y progresiva de la escuela pública como la que ha podido verse en Filipinas en las últimas tres décadas. El sistema americano de educación popular encontró no sólo aprobación e interés, sino la verdadera cooperación de los filipi- — 152 — nos, cuyo deseo por el progreso sigue inmediatamente al amor de su patria. Así que la apertura de escuelas en todas las ciudades, barrios, distritos y rincones de Filipinas recibió la bienvenida de todos los habitantes. Indudablemente las escuelas primaria, secundaria, técnica y práctica y la alta instrucción en los colegios y universidades son los instrumentos causantes del desarrollo espiritual, intelectual y material del pueblo filipino que le han llevado al presente grado de cultura y civilización. Analizando los progresos educacionales, alcanzados en la época moderna en Filipinas, nos preguntamos. ¿Podrá el presente sistema de educación popular llevar al pueblo filipino al pináculo de sus altas aspiraciones culturales y nacionales? Si no existiera ningún apero» en dicho sistema, tal vez sí. Pero existe un defecto grande que consiste en que miles y miles de estudiantes salen graduados cada año de las altas escuelas y se manifiestan incapaces de afrontar las verdaderas necesidades del país. Salen de las escuelas con los diplomas que les conceden a la terminación de sus estudios, pero en el mundo de la realidad la mayoría de esos graduados caen en los vaivenes de la vida sin dirección y sin saber en qué trabajo se van a ocupar. La mayoría busca un empleo en el gobierno o en casas comerciales como escribientes, la ocupación que consideran como de menos trabajo, porque quieren y buscan el «white collar job)>, el trabajar poco, no quieren sudar ni discurrir, no tienen amor a la labor constrictiva. Con este fenómeno social desconsolador, esa juventud que incrementa su número en la graduación de cada año, crea una clase de parásitos sociales, incapaces de contribuir con un hecho práctico al bien común. Esta situación tan seria como amenaza- — 153 — dora, no sólo para la educación misma, sino para el bienestar del pueblo, debe ser remediada vigorosa v prontamente. Debería reformarse nuestro sistema educacional, a fin de remediar tendencia tan peligrosa. Están todos de acuerdo en que el presente curriculum de las escuelas secundarias no está bien adaptado al país que es esencialmente agrícola, pues el porvenir de Filipinas no sólo depende de la explotación de la riqueza de los indígenas, sino también de la de su suelo y de sus abundantes recursos naturales. Es de esperar que el Buró de Educación, siempre ansioso de que su sistema educacional obtenga el mayor éxito, disponga normas prácticas, aplicables, no sólo a las enseñanzas del curriculum, sino también a la «high schools» que no deben considerarse únicamente como preparatorias para la universidad, ni mucho menos para hacer de sus graduados hombres visionarios y teóricos, sano prácticos y útiles a sí mismos y a la sociedad. I<a presente educación ha de seguir un camino cultural progresivo no favorable al americanismo, sino al bien desarrollado, modelado y perfeccionado filipinismo para que el país disfrute del progreso y contribuya y comparta libremente el progreso general del mundo civilizado. CAPITULO VI El nuevo curriculum escolar A. Consideraciones sobre el curriculum. La misión más importante de las escuelas en Filipinas es la modernización y el mejoramiento de los antiguos métodos empleados, la correlación de las herencias físicas y políticas de las escuelas del país con el espíritu americano que trae consigo las ideas democráticas en sus teorías educacionales, y la determinación de la clase de educación y de sentido ciudadano que dichas escuelas deben dar a los jóvenes y a las generaciones venideras. Debe señalarse y tenerse en cuenta para el establecimiento del curriculum, la meta social, religiosa, cultural y hasta la política. La reorganización del curriculum es un estudio enteramente nuevo en Filipinas. Para el establecimiento del mismo, he tomado libremente de las enseñanzas de los educadores modernos, las teorías de la moderna pedagogía, correspondientes al nuevo aspecto. Tenemos a la vista dos fines en la construcción del curriculum, pero sobre ellos no hay acuerdo completo entre la mayoría de los educadores. Con referencia a ésto el profesor Briggs, ha dicho: «Es demasiado esperar tanto a que los que trabajan cooperativamente, propongan en que se diferencian sus puntos de vista o, lo que es más importan- - 1 5 6 - te, en qué están de acuerdo. Esta exposición debe ser clara, adaptable y pragmática (eficaz), clara primeramente para que sea comprendida, adaptable, en el sentido de que permita la modificación con arreglo a las necesidades temporales, individuales, o particulares de la localidad; y pragmática, para que ofrezca no sólo la dirección, sino también el camino para decidir las cuestiones menores tal como aparezcan». Deben fijarse claramente los fines de la educación. Todos los educadores estarían de acuerdo en este principio: la educación debe ser adaptada a las necesidades de los niños. Pero, ¿qué necesidades?, ¿las presentes o las futuras? Es mucho mejor para el curriculum filipino colocar la situación y disponer los incentivos de modo que los alumnos encuentren satisfechas las necesidades del presente y la luz para ver las necesidades futuras. El profesor Snedden llama a estos dos objetivos del curriculum «projective» o ALPHA y «developmental» o BETA, respectivamente. El primero incluye todas las formas específicas de enseñanza y de instrucción que se dan principalmente para las actividades que parecen tener importancia inmediata en el desarrollo físico, social, intelectual y estético del niño. Esta clasificación corresponde con la del Profesor Bobitt, la del «work level», medida de trabajo, y la del «play level», medida de juego. Así que hay dos factores fundamentales en la construcción del curriculum; uno es el niño, una individualidad creciente; el otro es el orden social en donde vive como niño y vivirá como adulto. Evidentemente la distinción entre los dos objetivos son casi en grado solamente. Por esta razón los educadores en Filipinas deben disponer condiciones saludables para el crecimiento y desarrollo — 157 — natural del niño, y al mismo tiempo deben dirigir adecuadamente el desarrollo del mismo a que se ajuste a la sociedad en donde está creciendo. El que construye el curriculum debe siempre ver la sociedad dynámica para orientarse en la dirección del desenvolvimiento del niño hacia la «telesis» social. El carácter dominante de la moderna educación en Filipinas es hacer frente a las condiciones sociales, así que la construcción del curriculum debe ser basada cada vez más en el estudio objetivo de las necesidades humanas. La tarea del curriculum en Flipinas no es meramente conceder o dar los conocimientos necesarios al niño, sino guiarlo atendiendo a sus necesidades presentes y moldear su futuro, a fin de que viva fiel y adecuadamente con los ideales intelectuales y espirituales de sus padres y de su nación. No es tarea sencilla; se necesita dinero, mentalidad y voluntad tenaz. Tenemos en Filipinas la materia prima, las posibilidades y capacidades, pero hay que saber dirigirlas para que resulte el mínimo de esfuerzos malgastados y el máximo de resultados satisfactorios. Nuestro trabajo escolar debe ajustarse a las condiciones sociales de las Islas. Mientras la juventud filipina se prepara adecuadamente para participar en las actividades de la vida nacional, debe prepararse también para mejorar la situación en que se encontrará cuando sea adulta. Fs imperativo, entonces, que este punto de vista necesite un conocimiento de la sociedad contemporánea filipina y de los deseos del pueblo de mejora amplia de su país en todos sus aspectos. Los curricula, existentes en las Islas, no proveen completamente el material y la oportunidad para que el niño haga frente a las necesidades vitalísimas de nuestra presente vida social. Por otra parte, es preciso estudiar cui- - i 5 8 - dadosamente la juventud misma en su crecimiento para seleccionar los materiales y cursos escolares. En Filipinas, como en otros países, el desenvolvimiento del curriculum, ha estado en el pasado basado en atenciones internas. Los educadores de experiencia que formaban comités después de una extensa preparación y estudio de escalas con arreglo a edades y grados, estudio, vocabulario, inspección vocacional, tabulaciones de ocupaciones de los graduados de varias escuelas, etc., hicieron bastantes variaciones en el curriculum, que ya está tomando una forma definitiva. B. Necesidad de reconstruir el curriculum. Después de las tres décadas de experiencia de modernización de Filipinas bajo el dominio y la influencia americana, se ven hoy ya importantes señales que indican la transición de la vida nacional filipina. Es necesario un estudio reflexivo intelectual del curriculum para encauzar el trabajo gigantesco de la instrucción pública en Filipinas. Pero en la presente transición, advierto tres causas fundamentales que están haciéndolo difícil y subconcientemente minando la vida nacional en general: falta de consideración racional; falta de conciencia social y falta de originalidad, de iniciativa individual. i. La Racionalización.—Han aparecido múltiples problemas nuevos en la vida nacional filipina a causa del rápido cambio social de los últimos tiempos. Estos problemas requieren una solución que en su base atiendan a lo racional más que a lo tradicional o histórico. Los educadores filipinos deben resolverlos después de pensarlo bien y sin dejarse llevar — 159 — de emociones o de hábitos. Ideas y métodos modernos han sido prontamente aceptados en Filipinas como una base de la filosofía económica, social y política. Un criterio justo y juicioso aconseja que para adoptar una solución y decidir sobre problemas económicos, políticos y sociales, tan importantes en la vida moderna del país, hay que considerarlos, valorarlos, racionalmente. Hay que hacer un estudio y análisis de la realidad actual del país para decidir y seleccionar las asignaturas y cursos de estudio. Esto caracteriza la racionalización. 2. La Socialización.—El poder de un amplio curriculum en una escuela moderna, está en el hecho de que los varios intereses que se crean con algunos estudios hagan la escuela cada vez más social, facilitándole conseguir sus más altos fines. El gran educador americano, John Dewey ha dicho: ((El maestro está encargado no solamente de instruir individuos, sino de formar una vida propiamente social. Es un servidor de la sociedad, designado para el mantenimiento del orden en ella, y para su correcto desenvolvimiento. De esta manera el maestro es siempre un profeta del verdadero Dios, y como el portero en su Reino.» IK> que tiene que hacer el pueblo filipino con sus problemas colectivos, con el problema educacional y político del país, por ejemplo, es tratar de solucionarlos inmediatamente. Para ello tiene que estimar urgente la tarea de reconstruir el curriculum, problema de vital importancia en la educación actual. Los sociólogos procuran conseguir la adaptación del individuo a las condiciones sociales, naturales y artificiales, en las que vive y muere dirigiéndole hacia su bienestar y hacia su porvenir. El Dr. — i6o — Albian W. Small presentando el papel de los educadores en la sociedad con respecto a los niños en particular, dice: «La sociología pide a los educadores finalmente que no se consideren como los líderes de los niños, sino como los formadores de la sociedad. El maestro que realice a conciencia su función social no se ha de satisfacer con pasar a los niños de un grado al otro, sino que ha de encaminar sus trabajos a instruirlos para un mejoramiento social futuro». Estas palabras son el alma de la idea de que una dependencia mutua y la necesidad de una coordinación y una cooperación social nos son impuestas toda la vida. Las relaciones humanas son intensas, los intereses de un individuo tienen muchos puntos de contacto con los demás, y hay que tener la habilidad de saber conducirse con todo el mundo. El carácter cambiante de la vida nacional de Filipinas con los peligros que ha de encontrar y que son inevitables, obliga a los curricuh de las escuelas públicas y privadas a que se armonicen y ajusten debidamente a la vida social y a que faciliten el conocimiento de la sociedad y una conciencia social. Se puede conseguir esto interviniendo inteligentemente en las situaciones presentes, con una visión larga, y aprovechando el despertar del pueblo entero. Los alumnos deben tener enseñanzas que les hagan sentir la obligación de prestar un servicio de cambio con los demás. Han de instruirse en el método de la cooperación con otros, no en teoría, sino practicándolo, cooperando con los vecinos en la solución de problemas sociales. Esa es la educación social, y el curriculum tiene la llave de la socialización del niño y la aplicación de los ideales humanitarios en la vida individual y colectiva. — I6I — 3. La Individualización.—Existe otra fase en el procedimiento educacional del individuo. El sistema educacional en Filipinas fué ajustado al modelo del sistema español o europeo de la edad media, y después al modelo del sistema norteamericano. Son dos tipos de sistemas de educación, y cada uno tiene sus méritos y sus defectos. Es necesario que al evolucionar y adaptar este último sistema al carácter filipino y a sus tradiciones, ideas y costumbres nacionales, se considere al alumno no como una criatura singular, dócil, pasiva, o como un montón de masa que se puede moldear y modi* hear en la forma que el sistema decida, sino como convenga al individuo, y darle su valor personal para que alcance su máximo crecimiento y desenvolvimiento individual, sin destrozar las antiguas instituciones y las hermosas tradiciones de la nación. Las escuelas públicas en Filipinas están adaptándose a las necesidades del país. Es indudable que en esa educación brilla la democracia del mundo moderno. Los alumnos se amoldan individual y libremente para adaptarse a su propia inclinación y aspiración sin ignorar las demandas de una educación moderna y de una civilización industrial progresiva. Las ideas americanas de democracia están infiltrándose no sólo en las escuelas, sino también en los filipinos extraños a las mismas; así es que existe hoy día una actitud sana de cooperación y de solidaridad. Las gentes mus conservadoras están cambiando su actitud y les domina, no la idea de «herd», agrupaciones aisladas, sino la del «team efficiency», eficiencia cooperativa con un «espíritu de cuerpo». Se ve que la presencia de una verdadera libertad personal en la condición actual de Filipinas es con11 — IÔ2 — secuencia natural de las ideas democráticas que están extendiéndose en todas partes del mundo. La educación según la idea de la individualización, no se puede alcanzar en masa o en promedio. Es personal, es un proceso individual. Por tanto, el curriculum reconstruido debe proveer a las diferencias individuales, a las capacidades nativas y las tendencias de los niños, ajustándoies su trabajo según las necesidades e intereses individuales. Este programa en la reconstrucción del curriculum caracteriza la individualización. C. Nueva actitud del curriculum. El mundo está luchando en condiciones nacionales e internacionales tan complicadas como difíciles, con problemas variados, embrollados y hasta amenazadores para el progreso y la civilización. Es inútil cerrar los ojos y creer lo contrario de la realidad; entre las personas como entre las naciones existen competencias, rivalidades y hasta combates o guerras. ¿Qué puede hacer la escuela para que esas calamidades sean eliminadas? La escuela, desde luego, está llamada a ejercer su influencia en beneficio no sólo de la persona educada dentro de sus aulas, sino también de las agrupaciones sociales de fuera, entidades políticas, naciones y hasta el de la humanidad entera. La escuela, como institución la más propia y adecuada para dar enseñanzas de toda clase para el desarrollo mental, moral y físico, debe dar nuevas enseñanzas sobre ciertos puntos para favorecer la paz, la felicidad y el avance de las naciones, la conservación de sus diversas culturas y civiliza- -liciones, y también la armonía de todas ellas como miembros de la confraternidad de las naciones. Es menester, entonces, que las escuelas ensenen a los jóvenes nuevas actividades sociales e internacionales, cambiando la filosofía y la creencia destructiva de los tiempos pasados, la de que una nación es rival de la otra, que tienen que sentir miedo y desconfianza de las demás para no caer en las redes de una traición extranjera, que la integridad de una nación independiente, su honra y su porvenir dependen de su defensa contra invasiones exteriores; que el proteccionismo es patriotismo (cuando en verdad es un egoísmo mal entendido que tiende al suicidio de una nación que no deja entrar productos de otras naciones, paralizando así su propio comercio; porque una nación no puede vivir sola, sin intercambio con otras naciones) ; que las cuestiones internacionales sólo pueden resolverse por medio de la guerra; deben enseñarles en fin a librarse de otras influencias y creencias antiguas que hoy día son contrarias a los altos ideales de la humanidad. La escuela tiene la tarea de cambiar dichas actitudes insensatas, amenazadoras y destructivas por las ideas sanas, fundadas en la moral internacional. A los jóvenes y adolescentes debe inculcar ideas y actitudes que tiendan a corregir los errores de la pasada educación, como exaltar el poderío, el orgullo de una nación, vanagloriándose de cosas inaplicables en esta edad de razonamientos y delicados sentimientos humanitarios. Nuevas enseñanzas han de darse para la nutrición de la mente plástica de los adolescentes; la hermandad de todas las naciones sin diferencias de raza, color, región, tradición, religión, etc., etc., la amistad y cooperación entre ellas para conservar la paz del mundo, para nó — 164 — destrozar los avances de la civilización moderna, el movimiento internacional de un desarme total de todas las naciones, la conversión de todas ellas al ideal de la Sociedad de Naciones, acatando sus prácticas para resolver problemas internacionales, proscribir la guerra y mantener la fuerza de la ley y los tratados internacionales, así como centenares de puntos totalmente favorables a la paz y al progreso continuo de toda la humanidad, j Qué contrastes hay entre estas nuevas actitudes y las que se enseñaban en el tiempo pasado ! Ya la mente ve más allá, más ampliamente las cosas y problemas que afectan al bienestar y al progreso no sólo de una persona, sino del mundo, y tanto en el presente como en el futuro. La esperanza de conseguir una vida feliz y útil para el bienestar de los individuos, de las naciones, ha de trocarse en realidad si las escuelas enseñan lo adecuado en vez de lo anticuado y primitivo que nos empujaba hacia la venganza, el odio, la guerra, la destrucción de todo. El curriculum de nuestras escuelas puede hacer mucho para que se logre el ideal del pacifismo, para prevenir y proscribir toda posibilidad de guerra entre las naciones. Puede construir un entendimiento nacional compatible con un punto de vista mundial. Los educadores pueden convertir los temas de las múltiples divisiones en una sola unidad, correlacionándolas desde un punto de vista más amplio con el internacionalismo, la tolerancia, la paz, etc., etc. La distribución en departamentos de las escuelas debe ser establecida sobre unidades de entendimiento, y hacer las divisiones dentro de una completa integración. El siglo XVII, ese siglo de experimentos increíbles que Voltaire llamó el «siglo del análisis», no ha enseñado a los hombres de una nación a interesarse - I Ó 5 - por las actividades y acontecimientos de las otras naciones. Podemos muy bien enlazar el curriculum con la vida de los educadores y los estudiantes y dar actualidad y construir un tema mundial, por ejemplo, la tolerancia, para que se cambie esa actitud egocéntrica. El curriculum escolar ha de ser construido sobre cuestiones que provean de pensamientos humanitarios. La diferencia que existe entre el curriculum antiguo y el nuevo es que el pri mero no hace posible o probable la comprensión internacional. El nuevo está integrado con materiales interrelacionados y aplicados a todos, desde los más jóvenes a los más antiguos alumnos. La actitud de la antigua escuela sobre el saber es una adquisición de gran significado, pero la nueva escuela considera el saber como habilidad de reaccionar sobre esa signicicación. Por medio del curriculum construímos conceptos de No-Superioridad de ninguna raza, y para alcanzarlo es necesario establecer la creencia general de que no debemos ser dogmáticos ni aun con los otros países. La escuela, con sus dos agentes, el maestro y el curriculum; el primero dedicándose a organizar una biblioteca que contenga libros sobre movimientos pacíficos entre naciones, sobre temas de inteligencia con otros países, sean más avanzados o más atrasados, y el curriculum facilitando la enseñanza de las virtudes que tienden a la cooperación inteligente entre las naciones de distinta cultura, pueden engrandecer en sentido pacífico ía actual civilización. La cultura de hoy día adelanta gracias a la cooperación mundial; cada nación contribuye con sus descubrimientos científicos o con sus avances industriales o intelectuales, a llegar con los otros países a un acuerdo mutuo de ayuda. Si hacemos de la escuela la ba- — loose principal de esa ayuda mutua, llegaremos a la reintegración de la personalidad de los individuos en general, y no tardaremos en realizar el máximo ideal de paz y de progreso humano. D. Conclusión. En la época pasada, las personas y las naciones adoptaron en general esta actitud: la de que paja engrandecer su cultura era necesario triunfar a expensas de otro. Hoy, para engrandecer la cultura de un país, la actitud debe ser esta otra: es necesario no triunfar aisladamente, sino cooperar con los demás para poseer los distintos aspectos del adelanto de la cultura universal. La escuela, instrumento lógico para extender la civilización, ha de enseñar cómo ésta ha crecido durante los últimos cincuenta años, y entre otras cosas cómo vino la nueva civilización, la industrial, que se caracteriza por su método científico de inmensas producciones por medio de la máquina, de la especialización en el trabajo de la máquina y del hombre. Para construir un curriculum adecuado y propio hay que tener en cuenta la civilización que representan estos dos tipos de vida: la agrícola y la industrial. Filipinas se beneficiará mucho si por medio del curriculum sus escuelas publicas y privadas enseñan estas dos civilizaciones, la de origen oriental y la de origen occidental, y sí las armoniza, porque el pueblo obtendrá así el mayor éxito y el mayor progreso cultural que haya alcanzado en el siglo XX. CAPITULO VII La conformación social y cultural de los filipinos Los cuatro vientos del universo traen a las playas filipinas encantos de la evolución social y del progreso, tan atrayentes y fascinadores, que ningún hombre o pueblo se decide a oponerse a ellos de momento. Como resultado de la introducción de esas innovaciones, Filipinas está experimentando una transformación profunda, en el interior y en el exterior del cuerpo y mentalidad social. Han entrado en las Islas las tendencias democráticas que prometen revolucionar no sólo los agentes sociales en el exterior, como el gobierno y su administración, las escuelas, las iglesias, etc., sino también la actitud del individuo y de las agrupaciones sociales, trocándose las ideas antiguas en otras modernas sin temor a radicalismos. A. Tendencias modernas. Los filipinos son una raza muy susceptible a cualquier cambio, y pronto asimilan tendencias nuevas que conduzcan a mayor progreso y bienestar. Pero no deben dejarse arrastrar por la fuerte corriente mundial del modernismo, radicalismo, materialismo, — i68 — comunismo y otros «ismos» que van ganando terreno. Deben tener mucho cuidado porque ciertos cam* bios pueden ser destructores en vez de constructores. La nación filipina no se ha hecho en un momento. En siglos, siglos y siglos, lenta y penosamente, los malayos filipinos construyeron sus hogares y viviendas, sus barangays, sus tribus, sus pueblos; se defendieron contra invasiones extranjeras, y durante el período pacífico en su país cultivaron sus campos, sus ideas, costumbres, dialectos, su religión, su moral; en una palabra, su verdadera personalidad nacional cultural, la malayo-filipina. Añadiendo a lo importante y vital de su cultura primitiva lo que aprendieron y cultivaron durante los trescientos setenta y siete años de dominación española y de asimilación de la cultura hispano-latina, los filipinos hoy día, en su afán ardiente de progresar, en su ilusión por construir, no deben olvidar que han atravesado períodos de tiempo en íntimas relaciones con la India, China, España, América y otros países, quedándose influidos en múltiples sentidos, y que le toca a esta generación estudiar y comparar lo del pasado y lo del presente, conservando lo bueno y formando con ello su personalidad y el porvenir de su patria querida. La juventud filipina no debe olvidar esto, pues en otro caso no tendrá más que sinsabores y perturbaciones, y le sucederá lo mismo que al que queriendo escapar de un peligro, corre y se atolondra y da vueltas sin poder huir de él. Filipinas no progresa sino conservando, ni se conserva si no progresa. La juventud filipina, si quisiera progresar sin conservar, dando alas a sus emociones y echándolas a volar buscando un límite imposible en la altura, no haría más que construir un «castillo en España», como dicen los franceses; edi- — 169 — ficaría sin cimientos, y en vez. de saltar a lo más alto, como es la tendencia de la juventud filipina, caería en un abismo de desilusión y destrucción. Todas las naciones civilizadas han saltado a los grandes progresos que tanto admiramos; el mundo entero evoluciona continuamente; pero, como es natural, pasará hoy o mañana lo que pasó ayer o en los siglos pasados, pues verdad es que «la historia se repite». Filipinas no debe perder su personalidad nacional y cultural, no ha de destruir lo que ha aprendido en su larga experiencia, no debe cambiar todo lo que era y es de ella todavía, por lo que no es suyo. Aun el mundo, que evoluciona continuamente, sigue las leyes de la continuidad, y la sociedad filipina, el pueblo entero de los malayos, ha de tener en cuenta dichas leyes. El presente grado de cultura y civilización filipina no se ha levantado de un golpe, ni por arte milagroso, sino día tras día, año tras año, asimilando todo lo que aprendía del pasado; así que la continuación de lo bueno del pasado se impone a la sociedad actual y a la del futuro. Las leyes sociales no son más que una consecuencia de aquellas leyes de continuidad. Por otra parte, la conservación, sin el progreso, es la muerte. Filipinas, por tanto, para no morir, tiene que progresar en los diversos aspectos de la vida. El éxito del individuo.—Las relaciones culturales comprenden la vida intelectual, científica, artística, estética, religiosa, económica y política. El conjunto social-cultural ha de ser un mosaico de dichas relaciones combinadas, integradas, aplicadas y coordinadas para hacer un Simposium armónico. Es un mtento, difícil de realizar en corto tiempo, porque hay múltiples factores que intervienen en las diver- — I70 — sas relaciones, entre los cuales se encuentra el de que los individuos nunca son iguales. Es necesario integrar primero al individuo y después a las agrupaciones, pues el pensamiento y la acción del individuo influyen y hacen a las agrupaciones moverse o dirigirse en una u otra dirección. El individuo es el factor más importante en el proceso de realizar una coordinación social y cultural. Otra consideración vitalísima es el reajustamiento de la antigua cultura y civilización con la nueva por medio del proceso educacional que se da en la escuela, gobernada en el fondo por su curriculum. I<a conformación social y cultural exige que el individuo ayude con su propia contribución al bien común. Pero esa contribución no se realiza hasta que obtiene éxito el individuo en el trabajo o actividad en que concentra sus energías. Y siendo la persona al mismo tiempo social y parte esencial de la colectividad humana, es preciso que las condiciones sociales en que vive le sean favorables, y si no son, tienen que ser modificadas o cambiadas según las necesidades del individuo y de la sociedad. Así que el éxito del individuo es un resultado de esfuerzos socializados que estimulan iniciativas tanto individuales como colectivas. Para engrandecer Filipinas y enaltecer su cultura, cada miembro vital de su cuerpo social ha de ofrecer su contribución necesaria a la sociedad, por medio del éxito que obtenga. Así que el filipino tiene que trabajar por el bien común, y para ello tiene que correlacionar sus actos y pensamientos, sus éxitos o sus derrotas con la colectividad presente. Recibe el individuo estímulos de las escuelas de toda clase que le facilitan la instrucción necesaria, que le despiertan ambiciones personales y colectivas, — 171 — que le ofrecen lo esencial para su desarrollo individual, para que su propia iniciativa busque el correcto camino de la cultura y del progreso. Hay muchas facilidades en la moderna vida filipina que ofrecen al hombre caminos para conseguir la meta de sus ambiciones. No sólo las escuelas académicas y especiales, el hogar y la iglesia, sino también los refuerzos sociales, las diferentes asociaciones, clubs, círculos de intelectuales o de trabajadores, conferencias públicas y debates; el periodismo y las publicaciones, las bibliotecas, museos y convenciones anuales de estudiantes y de maestros, comerciantes, agricultores, industriales, obreros, etc. El servicio civil que ofrece él gobierno al individuo como premio a sus méritos propios adquiridos con su estudio y aplicación, y tantas otras ocupaciones más, estimulan al individuo a buscar y obtener el éxito. También le brinda muchas oportunidades y facilidades para labrar su porvenir la nueva cultura agrícola-industrial extendida por la cooperación del gobierno y los agentes secundarios sociales. Se puede decir que existe una democracia en Filipinas, porque a todos, sin distinción de rango social, de filiación política, de raza y de religión, sea católico, protestante, aglipayano, budhista, etc., a todos se les da la misma oportunidad y facilidades para el éxito en la vida. No hay igualdad absoluta nunca en una sociedad, ni aun en una democracia; la igualdad posible es la igualdad en las oportunidades. Y esa la tenemos. Hay también verdadera democracia cuando se vela por la justicia y bienestar del individuo y de la colectividad, cuando según el gran sabio americano, reverendo doctor John A. Ryan, hay «el máximum de orden y el mínimum de coerción». Y a eso aspiramos siempre. — 172 — La educación social reúne las fuerzas culturales para crear, cultivar e integrar la personalidad del individuo. Es un procedimiento largo, y sólo la alcanza el individuo que persevera en medio de las dificultades donde vive. En Filipinas la educación social, por medio de las escuelas privadas y oficiales, está ganando cada vez más terreno y su influencia en la conducta de los jóvenes es satisfactoria. Pero la escuela sólo puede ofrecer esa educación por medio de publicidad en las clases y propaganda en las asambleas escolares. Hay tres métodos de preparar la educación social: el de adoctrinación, el de propaganda y el de publicidad. La adoctrinación (verdades que hay que aceptar) sólo se usa cuando hay gran necesidad, como por ejemplo, la aceptación de la vacuna. La segunda, o sea la propaganda, es un intento de convencer a la gente a aceptar un punto de vista particular. La publicidad es exponer los hechos sin el deseo de convencer. Las escuelas deben usar los dos últimos métodos. La publicidad en las clases y la propaganda en las asambleas que es donde la técnica de la propaganda se puede usar con mayor ventaja. Necesitamos dar un objetivo al grupo, suficientemente fuerte para combatir propagandas que son subversivas, como el militarismo y el patrioterismo. El hogar, la iglesia, el Estado, las asociaciones cívicas, industriales, etc., todas las demás fuerzas sociales, han de ayudar en eso a la escuela, para que esa socialización sea completa y sólida. Para comprender cómo el individuo llega a obtener un éxito favorable al bien común, indica el proceso de socialización que es indispensable conocer al individuo, su psicología, su carácter, que tal como lo define el Dr. William Kilpatrick, es la suma total de nuestras actitudes y valores. Las actitudes son — 173 — hábitos de la. inente, tendencias a moverse hacia o contra un valor. El valor es algo por lo que la gente hace esfuerzos, ya para evitarlo, ya para poseerlo. Una actitud social que trate al individuo según su valer evita muchas injusticias. La psicología del filipino hace que con dicha actitud se sienta más optimista, y el sistema de servicio civil adoptado por el gobierno es una práctica de esa actitud, que reconoce la capacidad y el valer del individuo sin atender a castas, posición, recomendaciones ni influencias personales. Este procedimiento utilizado por eL servicio civil, unido al presente sistema de educación, es la garantía más democrática y justa contra la existencia de una rígida clasificación social (castas y capas sociales, gentes con influencia y sin ella) en lo que la sociedad y la civilización antigua se caracterizaban. Estamos rompiendo las ideas rancias del pasado, las cadenas eternas del conservadurismo, de lo tradicional que se anquilosó, de lo convencional, para que el individuo luzca por su propia iniciativa y sea recompensado justamente. El éxito del individuo es el éxito de la sociedad porque la porción de una totalidad no puede existir aisladamente. Así que su éxito tiene por base fundamental su carácter social. Es un justo criterio el de que el valor del individuo no se mida por los conocimientos que ha adquirido, sino por los éxitos que con ellos logra. ¿Por qué no ha de alcanzar el ciudadano filipino el zenith de sus aspiraciones cuando reúne todas las condiciones y oportunidaddes necesarias para conseguir su éxito? — 174 — B. La movilidad de la vida filipina. La movilidad de la vida filipina, resultado de la irresistible atracción ejercida por la civilización moderna, es doblemente provechosa para el país; primeramente porque conduce a una solidaridad nacional completa—tan esencial para realizar sus aspiraciones nacionales—, y segundo porque esa movilidad de la vida tiende a buscar y reajustar los factores adquiridos en el pasado y en el presente para crear su propia personalidad cultural. Filipinas tiene que moverse, no puede parar si quiere seguir el camino que le conduzca a una cultura más elevada y obtener su desarrollo completo en todos los aspectos de la vida nacional. En las últimas tres décadas, el Archipiélago filipino ha progresado grandemente por eso en su desenvolvimiento económico, social, político e intelectual. Hay factores naturales, humanos y científicos que tienden a la movilidad de la vida Filipina, ademas del temperamento malayo y de la aspiración nacional. La naturaleza dio a Filipinas una favorable situación geográfica, con tantas islas con puertos de los mejores del mundo, y ríos navegables, y por eso los habitantes se trasladan fácilmente de una isla a otra, de una a otra provincia, de ciudades cultas a las poblaciones menos cultas, causando así una continua compenetración entre los habitantes. Los medios de comunicación y transporte, como en todos los sitios, se han perfeccionado. Los viajes interinsulares son fáciles y frecuentes, pues hay muchos barcos grandes de pasajeros y de carga que salen regular- — J75 — mente cada dos o tres días de un puerto a otro. Tan cerca estáa algunas islitas que los filipinos cruzan por muchos lugares sus mares patrios con sólo una barquilla o un baroto con vela, sin miedo a los riesgos de los mares impetuosos. Las provincias distantes están conectadas con los puertos y ciudades grandes con arterias formadas por hermosas carreteras provinciales por donde se transportan los productos de los campos y haciendas lejanas. Las nuevas carreteras, los puentes y los ferrocarriles dan gran estímulo a la agricultura, la riqueza más importante del país, pero la más abandonada. El progreso material y cultural en poblaciones rurales va más adelante cada día con la construcción de nuevas carreteras en todas las provincias. Los automóviles, autobuses, trucks, camiones de carga y de pasajeros atraen a la gente a correr por tierra ya que se hace más fácil y rápidamente que antes cuando se viajaba por medio de antiguos carros tirados por carabaos o «quileses», «tartaniUas», «carromatas» o «carruajes a la Victoria» arrastrados por caballos del país. Estas facilidades, naturalmente, invitan a la gente a moverse mucho, a tener vida de más relación y más productiva. La atracción de los centros educacionales, la ambición de la juventud filipina a adquirir grandes conocimientos liberales científicos y técnicos, es otro factor importante de la continua movilidad de la vida en el Archipiélago. La juventud no se contenta hoy día con una educación elemental que se da gratuita y libremente en las escuelas públicas que tiene cada barrio y distrito. Van los estudiantes a las capitales de las provincias a estudiar en la (high school) segunda enseñanza, y al terminar en dicha escuela, la población escolar emigra a las ciudades de Manila, — 176 — Cebú e Iloilo, para ingresar en los colegios y universidades donde cursan carreras académicas y profesionales. El amor al saber, es tan grande en los filipinos, sean viejos o jóvenes, que muchos de ellos después de sus estudios universitarios en Manila o Cebú, van al extranjero para ampliar sus conocimientos en otro ambiente. Como dijo el Dr. José Rizal, gran patriota y mártir filipino: «El saber es el patrimonio de la humanidad, y sólo lo heredan los que trabajan y estudian». En el siglo XVIII, en las grandes poblaciones de Filipinas, la cultura media no era más baja que en tantas y tantas localidades de España. A ello contribuye en parte la presencia e influencia de muchos filipinos investidos de títulos académicos ganados en las universidades más importantes o en las mejores academias de Europa, en Londres, Madrid, Barcelona, París, Berlín, o Viena. En aquellos tiempos los filipinos pudientes hicieron viajes por Europa, visitaron países avanzados en donde existía la libertad de cultos, la de emitir opiniones e ideas, la libertad política de la que carecían en su país 5; que no podían obtener ni aun derramando sangre: se entrevistaron con los hombres más ilustres del mundo y vieron los pueblos libres. Aquellos primeros filipinos, turistas y estudiantes, ávidos de vivir la vida moderna en un gobierno democrático, al volver a sus hogares no podían respirar en la pesada atmósfera constituida por los absurdos de un poder arbitrario. Hoy día la emigración estudiantil al extranjero va más con rumbo a los Estados Unidos que hacia Europa. El deseo de ver la gran república y conocer íntimamente sus nuevas prácticas educacionales, los métodos modernos de enseñanza, de las ciencias, de la cultura sajona-americana, de su gobierno republicano, de su civiliza- — *77 — ción industrial, de su vida social, atraen a los estudiantes filipinos hacia los Estados Unidos para ampliar sus estudios. Además de su propia voluntad de ir a estudiar a América, existe un intercambio de estudiantes con los Estados Unidos. El Gobierno filipino suele enviar cada año sus pensionados a las universidades de América y muy pocos de ellos van a las de Europa. Sin embargo, muchos jóvenes filipinos estudian en las universidades europeas y hacen bien. De modo que 2a población estudiantil filipina está constantemente en movimiento a todas las partes del mundo, escalando las gradas de la verdadera intelectualidad. La influencia cultural de esos estudiantes filipinos en el extranjero tiene doble valor. Primero, al estar en determinada universidad europea o americana demuestran su personalidad cultural, base del nivel de civilización de su país, y con las virtudes características de su gente, dan a los extranjeros la oportunidad de comprender a los filipinos, su capacidad, su laboriosidad, sus sentimientos y aspiraciones, su misma patria por cuya libertad trabajan sin cesar día y noche. Por otra parte, al volver los estudiantes a Filipinas, llevan consigo las ideas, costumbres, actitudes y prácticas de las culturas de las naciones en donde han vivido años y años como estudiantes. No hay nación en Europa y en los continentes del Nuevo Mundo donde no residan estudiantes filipinos cursando diversas carreras para, al volver a su país, ser más útiles a sus compatriotas y a su pueblo. Al llegar de diferentes países son como pedazos de variados mosaicos de culturas e ideas de todas clases, siendo portadores a sus patrios lares de todo lo bueno que han aprendido en el extranjero, propagándolo con entusiasmo y dando a las grandes ciudades de 12 - 1 7 8 - Pilipinas un ambiente cosmopolita hermoseado por las virtudes nativas filipinas de cortesía, hospitalidad, amistad y gratitud. Las ideas modernas y los movimientos actuales en pro del nacionalismo y del internacionalismo tienen por abogados a aquellos estudiantes filipinos, que constituyen el ramillete escogido de donde salen los líderes intelectuales y políticos de su país, los que lo han de conducir a su independencia. Ellos constituyen la parte directiva y brillante del gran porvenir del pueblo filipino. Que, para bien de nuestra patria, sean coronados por el éxito sus esfuerzos y sus nobles sacrificios. C. Educación comparativa. En Filipinas la educación ha sufrido un cambio lento y gradual, cuyo resultado fué establecer la conformación social y cultural que tiende hacia el nacionalismo filipino. La educación, como un factor importantísimo en el desarrollo nacional del pueblo filipino, viene evolucionando desde la antigua instrucción malaya primitiva que se daba en el hogar por los padres y que se caracterizaba por lo irregular y desorganizada. Esta fué sustituida por el sistema de educación europea que España introdujo y ejerció durante siglos, cambiándose en cierto grado los hábitos, las actitudes y el alma del pueblo como consecuencia de la adaptación a las nuevas normas, a la conducta de vida cristiana, a la civilización hispano-latina. Dicha evolución educacional en Filipinas, de la que se ha tratado en capítulos anteriores, demuestra que el sistema de educación española, que representa el sistema europeo, era dual, una para — 179 — los estudiantes ricos y otra para los pobres. La primera se daba en las instituciones privadas bajo la dirección de las órdenes religiosas, y la segunda funcionaba bajo la dirección del Gobierno. Ese sistema, no solamente no era de mucha utilidad por la escasa y deficiente instrucción de ambas escuelas, sino que sirvió de obstáculo para llegar a una unión social y nacional. Cuando se introdujo en Filipinas el presente sistema moderno de educación, copiado en varios de sus aspectos del sistema moderno de educación americana, experimentó una evolución rápida y grande la vida nacional. Dicho sistema es unitario porque el Estado tiene el control y dirección de todas las escuelas, sean privadas o públicas, y no concede privilegios a ninguna clase social. Teniendo la educa cián bajo ese sistema, uniformidad de métodos, enseñanzas, programas escolares y curricula para toda clase de escuelas y para todos, da facilidades al pueblo para obtener su unidad social, rompiendo esa antinatural clasificación de aristócratas de riquezas materiales y de desafortunados o pobres, y dando facilidades a todos para instruirse y para adquirir la cultura general. Así dejará de existir dicha clase social, la aristocracia, tan censurada por sus abusos e injusticias, y de tan poco valor y contribución espiritual * intelectual en el progreso de un pueblo. Xa única y legítima aristocracia que se puede crear bajo tal sistema de educación, es la aristocracia intelectual que tiene el derecho de existir por su valer en sí y por su contribución al desarrollo de la sociedad. Aunque el sistema de educación en Filipinas es copiado del americano, existen diferencias muy importantes entre los dos. El sistema americano es dual — i8o — como el europeo, y por doble motivo, porque no sólo provee escuelas para ricos, que generalmente van a las instituciones privadas, y para pobres que van a las escuelas públicas, sino que existe también otra distinción de escuelas; unas para la raza blanca y otras para la raza negra. Un país afamado por su democracia, que debía ser ejemplo de todo lo que significa igualdad, dados sus atrayentes principios y teorías hermosas, practica todo menos la verdadera democracia en asuntos educacionales. Algunos dicen que es para evitar la rivalidad y hasta los choques que pueden resultar si las dos razas distintas, una con su psicología de superioridad, y la otra de inferioridad, se educan juntas. Pero en cambio tiene la desventaja de que atacando a la democracia desde la escuela, estableciendo con ella diferencias entre las dos razas, tan separadas por su color racial, pero tan unidas por su color político, ahonda profundamente el odio, el antagonismo mutuo, en vez de hacer de la escuela el instrumento pacificador, utilizándola para obtener una mutua inteligencia, una amistad y cooperación que aviven la vida y fortalezcan el cuerpo político-sodal. El presente sistema de educación en América hace difícil la tarea de conseguir por medio de la escuela una compenetración social y cultural, tan complicada y difícil en ese país, donde hay tan inmensa diversidad de razas, culturas y nacionalidades. Así, a los Estados Unidos de Norteamérica, como nación, se les caracteriza y se les da el nombre de ((melting pot» (el caldero de mezcla). Por medio de su programa nacional de americanización, intenta la asimilación, una formación social y cultural de los habitantes con sus varias culturas, sentimientos y aspiraciones. Es aventurado profetizar el resultado de — I8I — ese programa de americanización; pero bien se ve que a pesar ú& los esfuerzos hechos no hay verdadera uniformidad cultural-rational; los de origen judío viven, piensan y trabajan a su modo y como antes, y lo mismo los de origen italiano, griego, checoeslovaco, polaco, austríaco, los negros, etc., etc.; todos viven y se educan a sus modos respectivos. Tardarán muchas generaciones en cambiar las costumbres, actitudes e ideas de esos ciudadanos naturalizados si es que alguna vez lo consiguen. Por tanto, no existe una cultura y civilización americana única, sino un revoltillo de varios colores y formas. A un juicioso entender, sólo la verdadera educación democrática puede llevar prontamente a feliz éxito el deseo de unir a todos, de lograr uniformidad nacional, de hacer a todos hermanos. En Filipinas hay gran fe en la educación y se la considera como el medio de borrar las desigualdades entre los individuos y de obtener muchos fines laudables. Y esa fe en la educación se convierte en fe en la escuela, considerada como el camino de la cultura. Esa Ée en las escuelas está demostrada: (a) por el afán de atender a la. base material de la educación, pues los Estados Unidos gastan dos billones de dólares anualmente y Filipinas un tercio de sus ingresos en el sostenimiento de todos los resorteo del sistema de educación pública; (b) por el rápido crecimiento de las escuelas no solamente elementales, sano en particular las de segunda enseñanza, las vocacionales, los colegios y las Universidades; (c) por los esfuerzos efectuados para el estudio acabado de los procesos de las escuelas, a fin de producir, al estilo americano, resultados en grande escala (mass production), producción enorme, vasta. El sistema de educación en Filipinas exige los — I82 — mismos cursos de estudio que el sistema americano.. El curso elemental requiere ocho años, el de la segunda enseñanza cuatro, 7 el colegiado para el grado superior otros cuatro. En total, el estudiante en Filipinas o en América necesita aproximadamente diez y seis años para colocarse entre la aristocracia intelectual. El proceso de la educación es largo y penoso y sólo los que tienen perseverancia llegan a alcanzar las altas gradas de la educación. En los Estados Unidos no existe un solo sistema de educación nacional, puesto que el Gobierno federal no tiene el derecho de legislar sobre educación pública, porque la Constitución no menciona nada sobre este particular. Así que cada Estado adopta el sistema que más le conviene según sus recursos y circunstancias. Es un sistema independiente, llamado a desaparecer bajo la unificación general de la enseñanza. D. Conclusión. En Filipinas, el sistema de educación mencionado obtiene la aprobación popular y continúa evolucionando, absorbiendo todo lo necesario para su mayor eficacia y utilidad dentro de las tendencias democráticas del tiempo, estimulando el éxito del individuo y de las agrupaciones y la movilidad de la vida hasta llegar a la cultura ideal que sostenga la» legítimas aspiraciones del pueblo filipino. CAPITULO VIII Conclusión Los largos y penosos procesos culturales para amoldar la vida filipina a los adelantos de diversas civilizaciones y a las necesidades de los tiempos, aún no han terminado. El pueblo filipino, continuando su curso ascendente natural, sigue experimentando la evolución nacional-cultural tan interesante como prometedora para el esplendoroso porvenir de una nación que está constantemente aspirando a cumplir su fin y su misión no sólo para consigo misma, sino para con los restantes países, para con la humanidad entera, a cuya felicidad, paz y adelanto, ella, como miembro de la gran sociedad humana, quiere contribuir. Mostrándose más hermosa cada día entre las perladas olas de los mares orientales donde nació en edad remota, Filipinas ha desarrollado su infancia de generaciones vivas y conscientes, ha pasado su juventud vigorosa en medio de glandes trabajos, de sacrificios tristes, pero gloriosos, de sufrimientos y anhelos ardientes como ttna nación que sabe luchar por su sagrada causa nacional, y últimamente ha llegado en el memorable siglo XX a su mayoría de edad, más convencida que nunca de que su porvenir y felicidad sólo se ha de conseguir por su propia iniciativa y cuidado, y de que con la realización de sus nobles aspiraciones nacionales-culturales, podrá cumplir su misión social en — i84 — el mundo, tanto en el orden de la acción como en el orden de pensamiento. Habiendo tenido la exjperiencia providencial de observar y estudiar en. su propio suelo las cuatro importantes culturas del mundo y de contrastarlas una con otra, Filipinas tiene gran ventaja sobre cualquier otro país para formar su personalidad nacional y cultural. Acaso por vez primera en la historia, las cuatro mayores fuentes de cultura y civilización del mundo se han encontrado y fundido en una nación. Una cultura tras otra vino a enriquecer la personalidad del filipino, quien tenía ya su propia cultura malaya, que en aquellos tiempos no era menor que la cultura de sus vecinos. A él llegó la cultura del Sur de Asia por la India y después la cultura del Norte de Asia por la China (ambas orientales) ; la cultura del Sur de Europa por España, y últimamente la del Norte de Europa por el camino indirecto de los Estados Unidos de Norteamérica. La presencia de dichas culturas en un país es un inconmensurable beneficio; pero por otra parte es una responsabilidad para el pueblo por tener que compaginar situaciones tan diversas en su naturaleza como complicadas. En diferentes partes del mundo estas cuatro culturas están luchando por la supremacía. Comparando a los filipinos con sus vecinos en Oriente, el escritor americano J. Lauback dice: ((Vemos que los filipinos conocen la India mejor que los chinos, y conocen la China mejor que los hindus. Los filipinos han observado el Japón, no con el prejuicio desconfiador de China y la indiferencia soñadora de la India, sino con un interés amistoso y juicioso. Los filipinos conocen todo el Oriente mejor que ningún occidental, porque la sangre oriental corre por sus venas y los pensamientos y emo- - i 8 5 - dones orientales no son extraños para ellos. No tienen prejuicio racial ni social hacia ninguna nación del Extremo Oriente.» Y añade el mismo escritor: «I/» filipinos conocen Europa y América mil veces mejor que ningún oriental. Las costumbres, el lenguaje, la religión, el arte de España, les fueron enseñados durante siglos. Bajo varios puntos de vista, los filipinos conocen a España mejor que ella se conoce a sí misma, porque no solamente apreciaron sus virtudes por el valor que en sí tienen, sino que comprendieron también la autocracia y la injusticia de las que España no se daba cuenta. Por último, también conocen a America mejor que ella misma, porque no solamente se dan cuenta de sus obras buenas, sino que ven con ojos no vendados por orgullo nacional sus debilidades. No hay otra nación en Asia que pueda conocer a América como los filipinos la conocen, puesto que han estado bajo su dirección más de tres décadas en íntimo contacto y compenetración)) (i). Aceptando dichas observaciones del escritor americano como verdaderas, ¿qué debe hacer el filipino teniendo tantos contactos culturales extranjeros para no apartarse del camino de su personalidad nacional y cultural? Con la mayor energía y entusiasmo tiene que afrontar la situación de ajustar y suavizar las divergencias, rozamientos y oposiciones de las cuatro culturas para no perder el valor de cada una, especialmente el de la suya propia, que tanto bueno posee. Necesita tener la mente libre de prejuicios y abierta para estudiarla aisladamente y es(i) *The Filipino People». J. Lauback, p. 18. — i86 — coger lo mejor de cada una y lo que más pueda contribuir a afianzar el carácter de la personalidad cultural filipina, y a obtener su verdadera vida nacional, premio merecido después de tantos siglos de esfuerzos, sacrificios y estudios. Al comparar las civilizaciones hispana y americana los filipinos ven que España tiene cualidades superiores a las de América, y que ésta posee en cambio condiciones que son de mucho aprecio en la época actual. Precisamente por falta de estas últimas, España perdió su alto rango como una de las naciones más poderosas del mundo. Pero como ha dicho el Comisionado Residente de Filipinas, Dr. Camilo Osias: «Filipinas es hoy día el agente armonizador de las culturas y civilizaciones del Este y del Oeste». Si los filipinos cumplen su destino, deben ser la gente más cosmopolita del globo. Hablando en general, la raza blanca puede ser cosmopolita en todo lo que concierne a los países y gentes de su color; I09 chinos pueden ser cosmopolitas en todo lo referente a lo oriental; pero el filipino, por sus herencias culturales, puede sentirse cosmopolita en cualquier sitio del mundo. Con más amplios horizontes, los filipinos, especialmente los que han estudiado y absorbido las dos últimas influencias, 2a hispano-latina y la sajona-americana, reúnen los factores esenciales de un verdadero cosmopolitismo de civilizaciones, culturas, religiones y principios morales, de tradiciones, prácticas de vivir, pensar y mirar por el porvenir sonriente de su patria querida cuando niña luchadora y cuando adulta emprendedora. Para realizar su fin y su misión, es menester que el filipino investigue su pasado, estudie su presente y mire con fe a lo lejos. Todavía no podemos vaticinar cuál de las dos más - i 8 7 - importantes culturas y civilizaciones, la hispano-Latina o la sajona-aimericana predominará en la vida nacional de los filipinos. Sin embargo, en los nuevo» acontecimientos de Filipinas se ve a la influencia cultural americana ganando terreno. Por otra parte es sabido él hecho de que la cultura que durante varios siglos España sembró en Filipinas ha influido grandemente en el fondo del pueblo, en el alma, sentimiento, y corazón de los filipinos, y esa es, naturalmente, más duradera y constante. Vemos que las dos culturas y civilizaciones tienen respectivamente sus buenas cualidades, como sus aspectos débiles, y ambas encuentran un suelo que ya se ha hecho casi cosmopolita. Pero, ¿qué fuerza será más potente para destacarse en una nación que ha bebido en mayor o menor grado de varias fuentes culturales del Oriente y del Occidente? ¿La fuerza espiritual o la fuerza material? Será un interesante experimento ver el resultado de la presente infiltración de la cultura sajona-americana en la vida filipina. Ya hemos visto que la fuerza de la cultura de España predominó eclipsando las culturas anteriores; era la fuerza espiritual de su civilización. ¿Continuará ésta predominando en la vida nacional de Filipinas, y la fuerza cultural sajona-americana sólo llenará los huecos culturales que España dejó vacíos en su trabajo de siglos? A la civilización sajona-americana tampoco le falta la fuerza espiritual, pero quizás sus métodos prácticos consigan solamente una influencia material en Ja nación filipina. Sea cual fuere la fuerza cultural poderosa que predomine en la vida nacional y cultural de Füipánas, sería un error muy lamentable considerar nula y vana la fuerza del patriotismo de sus habitantes. Es sa- — i88 — bido que los filipinos forman una nación apasionadamente consagrada a su emancipación nacional. Si durante la dominación española, cuando era un crimen para el indio emitir ideas democráticas y opiniones patrióticas y sufría por ello persecuciones, florecían a pesar de todo, sus sentimientos patrióticos, más vivos y más ardientes cuanto más perseguidos y condenados, hoy día, cuando la cultura sajona-americana extiende a los filipinos sus influencias materialistas y espirituales de democracia y libertad, esos sentimientos de nacionalismo y patriotismo vibran aún más abiertamente en los corazones y pensamientos de todo el pueblo filipino. Las enseñanzas democráticas de la cultura sajona-americana no sólo hallan eco en él sentimiento nacional de los filipinos, sino una aceptación y aplauso general. Si la presente tendencia democrática en Filipinas no sufre cambio, es muy natural que el pueblo quede descontento con la actual dominación que por buena intención o actuación que tenga, siempre tiene aspectos que atacan la dignidad y felicidad del pueblo filipino. Los Estados Unidos de Norte América quedarían honradísimos si un pueblo tan amante de su libertad, la consiguiera por su inspiración y su ayuda, y no sería más que el cumplimiento de su solemne promesa al pueblo filipino al ofrecerle su ansiada libertad e independencia para tan pronto como tuviera un gobierno estable. No sóío el pueblo filipino, sino el mundo entero rendirá su admiración a América cuando cumpla esa promesa. La única recompensa que los filipinos desean, después de su larga vida bajo tutelas y sacrificios, es su libertad, que para ellos es más sagrada y más preciosa que la vida misma. Que llegue pronto la codiciada emancipación absoluta y completa para - x 8 9 - después alcanzar la perfeoción de su propia personalidad nacional cultural, es el deseo ferviente que todo corazón filipino día tras día eleva a la justicia de la Divina Providencia. FIN BIBLIOGRAFÍA I. Obras españolas consultadas. ((Bibliografía de la Historia de Filipinas». W. E. 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Educación primitiva B. Conclusión 12 12 14 21 25 28 31 33 CAPITULO II La cultura hispano-latina 35 A. Las primeras actividades de los conquistadores. 1. La cristianización de las islas 2. Organización de los pueblos 3. Españolización de Filipinas El pueblo ora 4. Sustitución de apellidos nativos por otros españoles 5. Clases sociales 6. La nobleza en Filipinas 7. El periodismo durante el régimen español.... B. Las causas fundamentales del lento progreso... C. Reformas internas. D. Conclusión 35 36 42 42 44 45 46 48 50 52 59 62 — iç8 — Paga. CAPITULO III El sistema de educación durante el régimen español 1. Iniciativa de los religiosos 2. La nueva educación regular 3. La alta instrucción para los varones«—a. El Colegio de San Ignacio b. La Universidad de Santo Tomás c. La influencia de las Universidades 4. La enseñanza para la mujer B. Reformas educacionales. 1. El estado de la instrucción elemental 2. La instrucción primaria 3. La característica religiosa de la educación.... 4. El lenguaje castellano C. Conclusión, CAPITULO IV La cultura Sajona-Americana A. Sus principios e ideales > 1. Introducción de la nueva cultura 2. Transición de la vida pública en Filipinas.... B. La americanización y la filipinización 1. El problema del lenguaje nacional. 2. La educación cívica-patriótica 3. La educación sin religión 4. La educación hacia la industrialización C. Conclusión 65 65 67 69 70 71 74 77 77 78 82 85 86 89 89 89 92 95 96 103 106 112 123 CAPITULO V El sistema de educación durante el régimen americano 125 A. La secularización de las escuelas públicas La centralización de la educación * B. Desarrollos modernos de la educación 1. Las actividades extra-curriculares 2. La práctica de la co-educación.. 126 129 132 133 136 — 199 — Pegs. 3. Las Bibliotecas. 4. La prueba de inteligencia y ejecución 5. La instrucción en ei «Kindergarten» C. Nuevas enseñanzas útiles. 1. La educación física 2. La educación sanitaria , D. Conclusión 137 139 140 145 145 148 151 CAPITULO VI El nuevo curriculum escolar 155 A. Consideraciones sobre el curriculum B. necesidad de reconstruir el curriculum 1. La racionalización 2. La socialización 3. La individualización C. Nueva actitud del curriculum D. Conclusión 155 158 158 159 161 162 166 CAPITULO Vil La conformación social u cultural de los filipinos 167 A. Tendencias modernas El éxito del individuo B. movilidad de la vida C. Educación comparativa D. Conclusión filipina 167 169 174 178 182 CAPITULO VIII Conclusión Bibliografía 183 191