Filipinas en el camino de la cultura

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I N É S
V I L L A
FILIPINAS
EN EL CAMINO
DE LA CULTURA
Prólogo de Severino Aznar
Profesor de Sociología en la Universidad de Madrid
®
I M P R E N T A DE LEONCIO RUBIO
Calle de las Aguas, 11.—Teléfono 78401
Filipinas en el camino
de la cultura
POR
INÉS VILLA SUICO
Prólogo de S E V E R I N O
AZNAR
Profesor de Sociología en la Universidad de Madrid
IMPRENTA DB LEONCIO RUBIO
Calle de laa Aguas, 11. — Teléfono 79491
MADRID
INDICE
••••••••
Págs.
Prólogo
5
CAPITULO I
Introducción
11
A. Las herencias culturales de Filipinas
La antigua civilización felipino-maJaya
a. Creencias religiosas
b. Influencias orientales
c. Su alfabeto, sus escritos, su literatura
d. Costumbres y tradiciones
e. Educación primitiva
B. Conclusión
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31
33
CAPITULO II
La cultura hispano-latina
35
A. Las primeras actividades de los conquistadores.
1. La cristianización de las islas
2. Organización de los pueblos
3. Españolización de Filipinas
El pueblo ora
4. Sustitución de apellidos nativos por otros españoles
5. Clases sociales
6. La nobleza en Filipinas
7. El periodismo durante el régimen español....
B. Las causas fundamentales del lento progreso...
C. Reformas internas.
D. Conclusión
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62
— iç8 —
Paga.
CAPITULO III
El sistema de educación durante el régimen español
1. Iniciativa de los religiosos
2. La nueva educación regular
3. La alta instrucción para los varones«—a. El
Colegio de San Ignacio
b. La Universidad de Santo Tomás
c. La influencia de las Universidades
4. La enseñanza para la mujer
B. Reformas educacionales.
1. El estado de la instrucción elemental
2. La instrucción primaria
3. La característica religiosa de la educación....
4. El lenguaje castellano
C. Conclusión,
CAPITULO IV
La cultura Sajona-Americana
A. Sus principios e ideales
>
1. Introducción de la nueva cultura
2. Transición de la vida pública en Filipinas....
B. La americanización y la
filipinización
1. El problema del lenguaje nacional.
2. La educación cívica-patriótica
3. La educación sin religión
4. La educación hacia la industrialización
C. Conclusión
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CAPITULO V
El sistema de educación durante el régimen americano
125
A. La secularización de las escuelas públicas
La centralización de la educación
*
B. Desarrollos modernos de la educación
1. Las actividades extra-curriculares
2. La práctica de la co-educación..
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133
136
— 199 —
Pegs.
3. Las Bibliotecas.
4. La prueba de inteligencia y ejecución
5. La instrucción en ei «Kindergarten»
C. Nuevas enseñanzas útiles.
1. La educación física
2. La educación sanitaria
,
D. Conclusión
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145
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151
CAPITULO VI
El nuevo curriculum escolar
155
A. Consideraciones sobre el curriculum
B. necesidad de reconstruir el curriculum
1. La racionalización
2. La socialización
3. La individualización
C. Nueva actitud del curriculum
D. Conclusión
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158
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162
166
CAPITULO Vil
La conformación social u cultural de los filipinos 167
A. Tendencias modernas
El éxito del individuo
B. movilidad de la vida
C. Educación comparativa
D. Conclusión
filipina
167
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174
178
182
CAPITULO VIII
Conclusión
Bibliografía
183
191
PRÓLOGO
El libro que tengo el honor de presentar es la t*~
sis con que la señorita Inés Villa se ha doctorado
en la Universidad de Madrid. Es una contribución ai
estudio de la evolución de la cultura y principalmente de la escuela en Filipinas, y contando el escaso
conocimiento que yo tengo de la literatura de aquel
pais, no es un excesivo elogio el decir que es de lo
mejor y más serio que conozco acerca de esta materia, una aportación seria y valiosa a la cultura de su
pueblo.
Es un esbozo ambicioso y noble que ella puede continuar, depurando y compulsando sin más pasión
que la de la verdad los documentos que le cuentan
los hechos y estudiando la realidad social con los
buenos métodos de observación científica que permiten distinguir la apariencia de la realidad, cuanr
do las instituciones son índice de la psicología colectiva y cuando son ya meras supervivencias que
han quedado atrás de las maneras de pensar, sentir y hacer de un pueblo, lo que es en fin efímera
moda de lo que es hábito social con raices hondas
y vivaces en una sociedad determinada. De ese esbozo puede salir uno de los libros más adoctrinadores y útiles para el pueblo filipino, de base real y
sólida y de seguro vuelo hacia un porvenir mejor.
Expone en él el estado primitivo de la civilización indígena y las influencias del Oriente sobre eüa
antes de llegar los españoles; las huellas profundas
dejadas por la cultura hispano-cristiana en aquel
pueblo y la nueva integración de la cultura sajona-
—6—
americana en el alma filipina. Y no se limita a exponer, valora, pesa y mide. Influida por el pensamiento sociológico contemporáneo tan destacado en
Norteamérica desde los días de Lester Ward, da un
relieve extraordinario al valor de la instrucción y
de la educación como factores del progreso. A lo
largo de estas páginas se sigue morosamente la evolución, los cambios de la escuela y de los métodos
educativos, como claves e indices de los avances civilizadores del pueblo filipino.
Hay en él espléndida acumulación de hechos—
yo no los juzgo—, pero vale más aún como siembra de sugestiones y de temas que hacen pensar,
como difusión y valoración de teorías, de ideas y
de ideales que dan a la vida una solemne y reposada seriedad.
Entre los sentimientos e ideas que se destacan
en estas páginas impresionan al lector el exaltado
Patriotismo matizado de suave feminidad de la autora, su fuerte sentido democrático, su respeto a
los valores religiosos y morales que hace compatibles con su entusiasmo por el progreso industrial
y sobre todo su preocupación obsesionante por que
la escuela y todos los agentes educativos de que la
sociedad dispone tengan siempre presente que noeducan al niño y al joven y al hombre para vivir
solitarios e independientes de los demás sino sumergidos como en un mar dentro de la sociedad,
sin más cauces para su actividad que los que la sociedad les depara con sus hábitos sociales que debeconocer, y en necesidad fatal de armonizar, de coordinar y ajustar su vida con la vida del grupo humano a que pertenece. Las ideas de cooperación,
de interdependencia, de ajuste, de solidaridad, de
humanismo, de servicio social, de socialización vue-
Ian por las páginas del libro y dejan su marca en
él con la tenacidad del leii motive en una ópera ó
en una sinfonía.
Las numerosas y densas páginas que a esto dedica son como una glosa ingenua y entusiasta de
estos hermosos párrafos de John Dewey y de Smaü
que ella cita al discurrir sobre el ideal de la escuela.
«El maestro—dice Dewey—está encargado no sólo de instruir individuos, sino de crear una vida
social. Es un servidor de la sociedad designado para
el mantenimiento del orden en ella y para su correcto desenvolvimiento. De esta manera el maestro es
siempre un profeta del verdadero Dios y como el
Portero en su Reino.»
Y añade Small:
«La sociología pide a los educadores finalmente
que no se consideren como los líderes de los niños,
sino como los formadores de la sociedad. El maestro que realice a conciencia su función social no
se ha de satisfacer con pasar a los niños de un grado a otro, sino que ha de encaminar sus trabajos a
instruirlos para un mejoramiento social futuro.»
Asi quiere ella la escuela filipina.
Al doctorarse, uno de sus jueces le dijo:
—Siente usted intensa y bellamente su patria, y
eso merece elogio. Pero ¿no teme usted que esa vibración patriótica asuste un poco a la Verdad histórica o científica que necesitan ambiente de más
serenidad y sosiego, de ecuanimidad más equilibrada?
Ella contestó con tanta cortesía como viveza pronta e impulsiva:
—Me he fundido con el pueblo filipino y mi pueblo es así de patriota. Estudio fases de la evolución
de mi pueblo, y ¿cómo podría progresar y volar
- 8 —
sin el estímulo del patriotismo, que es, aparte otras
cosas, un deseo grande de trabajar para ser útil al
bien colectivo y un ansia, ian humana, dé merecer
el aplauso y la gratitud de la palriat El amor a la
Patria puede cegar, pero no es necesario que ciegue y no ciega cuando el amor a la verdad no es
memos intenso que el amor a la patria.
Y sonriente añadió:
—Piense, además, señor, que llevo muchos años
fuera y muy lejos de mi patria y que esa dura ausencia ha dejado en mi como una morbosa nostalgia
que me la hace ver sin las espinas que un día rozarán acaso mi vida y envuelta sólo en flores de
recuerdos y de cariños, y por eso cada vez más adorable.
Hace justicia a la huella civilizadora que España
dejó en aquellas Islas, y ese reconocimiento agradecido tiene que emocionar a un español; pero en
esto, como en otros muchos temas, la autora tiende al claro-obscuro, no lo ve todo blanco ni todo
negro, persigue el matiz como camino para la justicia y para la captación de la realidad y junto a
la luz de la civilización hispana destaca crudamente sus sombras.
He ahí uno de los rasgos que más han impresión
nado al tribunal. Formado de catedráticos españoles, tenían que leer aquellas páginas acusadoras si
no con ira con tristeza. De ellos dependía el éxito
o el fracaso.
—La verdad—se dijo la autora—es antes que el
éxito. Si lo que digo no es verdad, que me lo prueben y rectificaré. Pero si no me lo prueban, eso diré
ahora y siempre y no cambio.
—Duro es eso---pensó alguno—-., pero en su parte máxima es de exactitud justiciera.
—9
y respetuosos con la personalidad de la autora y
un poco encantados de su pequeño gesto de valor,
el tribunal no le hizo sobre eso la más minima ob'
servaciôn. La dureza de sus juicios no impidió el
que le dieran la calificación más honrosa.
Para quien escribe en una lengua que no es la
puya natal ni la que habla en su vida de relación,
la forma es de corrección inesperada y bien se le
Pueden perdonar algunos filipinismos y anglicismos con que a veces sustituye a los términos y
giros castellanos. En su estilo se advierte alguna
desigualdad en armonía con los temas que toca. Es
sencillo en los aspectos científicos, quizás un Poca
descuidado y poco personal cuando está bajo la acción de lecturas recientes; pero cuando se siente
Ubre o el tema no es excesivamente ceñudo, su estilo vuela, abundante, flexible, matizado de color
de imdgen&s, caldeado de pasión y como ungido
de una suave y blanda feminidad que encanta.
Espero que la autora continuará depurando su
trabajo, completando lo que sólo está ahora en esbozo, ahondando en los temas sin fondo que valerosamente se ha planteado, especializándose tercamente en esos estudios para los que tiene envidiables aptitudes.
Con estas frases, impregnadas de simpatía y de
sinceridad, he querido saludar a esta novel escritora filipina y estimularla a que con su estudio Perseverante continúe honrando a su patria, por la
que todo buen español tiene que sentir hoy un cariño desinteresado y una simpatía infinita.
Madrid, 24 de marzo de 1Q32.
SEVERINO AZNAR
Catedrático de Sociología de la Universidad de Madrid
CAPITULO I
Introducción
Las naciones nacen con ciertos fines. La civiliaación y el progreso alcanzado en el siglo XX ha
ensenado a la humanidad que las naciones, como
los hombres, tienen primariamente un fin social y
que no pueden aislarse de las demás, ni tostarse a
sí mismas. Cada una tiene su fin y su misión de
cooperar con las otras a mejorar el mundo.
Filipinas ha nacido, tiene su misión, guarda las.
enseñanzas de su pasado y aspira a laborar eficazmente por su porvenir. Es una nación pequeña y
ha sido de poca importancia para el mundo, excepto para los países que la han gobernado en diferentes épocas. Pero a través del tiempo ha llegado ft
ser de mucho interés para el mundo civilizado. ¿Qué
es Filipinas hoy día y qué será de ella en k» futuro?
Un análisis histórico-social de Filipinas nos indicará el camino que ha recorrido para llegar a su
cultura moderna, sus características y virtudtes, patrimonio de la raza, sus aventuras y conflictos con.
los demás países con los que ha tenido relaciones,
sus sacrificios, esfuerzos y aspiraciones en su triste pero gloriosa historia. Todo esto forma parte de
la evolución y progreso del pueblo filipino. H camino cultural recorrido por Filipinas es largo y
penoso, porque los procedimientos utilizados para
su desenvolvimiento han sido lentos aunque conti-
13 —
míos y variados, y ha tenido por objeto satisfacer
la expectación, deseos y aspiraciones del pueblo.
Para crear una personalidad nacional se necesita
que los habitantes despierten su sensibilidad patriótica y pasen por muchos conflictos psicológicos, sociales, económicos, etc., sujetándose además a la
armonía necesaria para el establecimiento de una
nacionalidad nueva.
A. Las herencias culturales de Filipinas.
La Antigua Civilización Filipino-Malayas—Xa
naturaleza se ha mostrado pródiga con las Islas Filipinas que, situadas en el corazón del Oriente, por
donde todos han de pasar o tener relaciones comerciales, las han hecho absorber las influencias de
los contactos extranjeros, haciéndolas herederas de
todas las civilizaciones, unas tras otras, a través
-de los siglos. Filipinas atrajo como una piedra imán
a otras naciones y a otras culturas y aun las más
distantes se han mezclado con la suya, la antigua
filipino-malaya. Filipinas llama la atención del mundo. Las naciones se interesan por ella, no por curiosidad solamente, sino porque guarda algo que
acaso no encuentra en otros pueblos. Grupo de islas risueñas, con un cielo sin nubes, con sus playas sembradas de oro, perlas y corales, con sus
pájaros de tan bella variedad que cantan en la
floresta, con la vegetación abundante y espléndida
de sus bosques y llanuras, con el aroma de sus jardines que asemejan el edén soñado, con sus ruidosas cascadas y fuentes, con sus claros arroyos y con
la arráyente belleza de sus Hndas «dalagas» filipinas, ¿cómo no ejercer irresistible poder de atrae-
— 13 —
don? Favorecidas por los mejores dones de la Naturaleza y con sus gentes tan hospitalarias y atrayentes, ¿cómo no despertar simpatía e interés?
Investigado el pasado y estudiado el presente,
¿a qué conclusión puede llegar el investigador sobre el futuro destino de estas islas?
Faca comprender bien a tma nación es menester
profundizar en su conocimiento, estudiar su pasado, sus tradiciones, costumbres, ideas religiöses y
nacionales; en una palabra, bay que poder apreciar
el conjunto de su personalidad nacional, su cultura, su civilización.
La nación filipina existió desde muchos siglos
antes de su descubrimiento por Magallanes en el
año 1521. Los países más antiguos del mundo ya
tuvieron noticias de las islas filipinas en tiempos
de Salomón y de Alejandro Magno. Comentando
este hecho el historiador fray Rodrigo de Aganduro Moriz, dice lo siguiente: «De donde se infiere
que los pilotos de Hiram no navegaron al Poniente del mar Indico, porque la derrota era el Oriente, y seria, sin duda, desde el Cabo de Cbmorin y
la isla de Zeilán hacia la Trapobana y demás islas
de este gran archipiélago. En el tiempo de Salomón se descubrieron estas islas filipinas.» Otro alitor dice: «Las Filipinas fueron Uámadas maniólas
y sus habitantes maniólos, los cuales, según fama,
fabricaban navios con tarugos de madera, sin emplear clavos de hierro, como consignó Claudio Ptolomeo, que floreció 170 años después del Nad*
miento de Cristo y que confeccionaba las tablas de
su Geografía referente a estas islas. Por información de los persas y árabes, comerciantes vecinos
de la India, y haciendo el catálogo de estos mares,
pone en último lugar diez islas llamadas Manioks
— 14
y sus habitantes maniólos, que, consideradas las
<ârcnnstancias, no veo pueden ser otras que las Manilas» ( i ) .
a. Creencias Religiosas.—Se dice que todas las
religiones han nacido en el Oriente, y por consecuencia que los orientales son de una manera u otra
más religiosos que los habitantes de Occidente. No
quiere esto decir que sólo los orientales sean capaces de religiosidad, ya que pueden serlo los demás, como también son artistas, científicos, etc.,
sino que los orientales ostentan un pasado más* influido por la religión que les daba sus normas de
conducta entre hombres y mujeres o entre grupos,
castas, tribus o pueblos.
En Filipinas la religión, desde el principio, comprendía y absorbía casi toda su vida, y su cultura
dependía del grado de esa religión. Error ha sido
de muchos historiadores el decir que los filipinos
tenían diversas religiones. En verdad no profesaban más que una, y las pretendidas diferencias de
nomenclatura consisten en la diversidad de los dialectos filipinos, pero todos se referían a las mismas personas e ideas, excepto los negritos de las
montañas del Norte, que profesaban distinta religión. Como ha dicho Morga: «I/» filipinos son idólatras, adoraban el sol y la luna, dedicándoles
culto, fiestas y borracheras.» Bso es indiscutible, y
es un hecho que las naciones más cultas y progresivas han tenido en un tiempo la misma historia
de adorar a varios dioses, como ocurrió en Egipto,
Grecia, Roma, etc. Comentando esta coiocidencia
el doctor José Rizal dijo: «Se reconoce al hombre
(i) Labor Evangélica. P. Colin, parte I, lib. I., cap. I.
— 15 —
de razón y agradecido en el culto del sol y de la
luna, ya sean divinidades, ya símbolos en aquellos
tiempos. Es natural que adosaran lo que representaba lo bello, lo eterno, la luz, la vida y, por tanto,
la misma divinidad. ¿Qué hay en la naturaleza, al
alcance de los sentidos del hombre, mis grandioso,
más útil, más hermoso y más aparentemente éterno que el sol? En la luna veían la mujer del sol,
la diosa, y por esto k rendían también culto» En
verdad no hay nada que pueda dar mejor idea de
Dios que el sol, y adorarlo es menos ceguedad que
adorar a un hombre por grande y extraordinario
que hubiese sido.»
Los filipinos adoraban el sol, la luna y el arco
iris como dioses secundarios, o más bien como objetos sagrados. Según el autor filipino, Isabelo de
los Reyes, en su «Historia de llocos, dice: ((Adoraban la luna no como tal deidad, sino como morada o una especie de DOMUS AUREA de Bathala
(Dios Supremo)». El P. Villaverde, en su informe
en 1879, dijo que los igorrotea (una tribu muy primitiva de las montañas de Luzon) del Kiangan, entienden por lugar de los dioses la luna, las estrellas y los planetas, especialmente el sol. Los filipinos de aquellos tiempos también creían que los
que morían en las garras de un caimán o heridos
por el rayo o por el cuchillo, subían al cielo por el
arco iris.»
Los filipinos antiguos tenían idea de Bios y de
la Trinidad, pues creían en Bathala, que representa el alto y verdadero concepto de Dios; un ser
supremo del que ninguna criatura puede dar idea,
ni siquiera remota, y que, sin embargo, se nxaninifiesta en todas partes: vibra en el aire, palpita en
la tierra, se descubre en el sol que Oumma y fe-
— Jó —
cundiza el suelo, en la grandiosidad del firmamento (i), cayo misterioso silencio es el más elocuente testimonio de la existencia de ese Ser sublime
y omnipotente; en la inmensidad de los océanos y
de los mares, y en una palabra, en los infinitos detalles de los tres reinos de la naturaleza y del mundo microscópico.» Y más dijo el escritor citado:
«Los filipinos creían que Bathala no es el sol ni la
luna, sino el que los colocó en el cielo; el creador
de todo y el que lo llena y lo vivifica todo con su
esencia maravillosa omnipotente, superior a todo
lo imaginable, esto es, divina (2). Bathala tiene tres
atributos también supremos: Amor Eterno, Creador
Omnipotente y Providencia Omnisciente. He aquí la
trilogía de los filipinos, por lo cual varios autores
aseveran que aquéllos no hablan de personas, sino
de atributos» (3).
Toda religión eleva en general al ser humano,
con la condición de ser sinceramente profesada.
Dios no se fija en la mayor o menor ciencia con que
se comprende un sistema religioso, sino en la pureza de los sentimientos, en el fervor, gratitud y
confianza que le demuestren al dirigirse a El.
Los antiguos filipinos, excepto las tribus que vivían en las selvas de Luzon, Mindoro y Mindanao,
tenían una religión única y común, profesando la
de Bathala que se asemeja mucho en sus creencias
a la cristiana. Se conocieron en Filipinas las bases
del cristianismo siglos antes de llegar los misioneros
españoles. Los recientes datos de la etnología, filología y sociología, señalan el hecho de que en los
primeros tiempos el budhismo dominó en las islas
Juzónicas (Filipinas), y sus horizontes fueron am(!> 2, 3) «Katipunan>. I. de los Reyes, p. 7.
— 17 —
puados, destacándose el fulgor de los primeros rayos del cristianismo mucho antes de la época de
la conquista española. Como dice P. A. Paterno:
«Hada largo tiempo se adoraba al Dios del cristianismo en aquellas islas, si bien traducido al idioma
del país con el nombre de Bathala. La diferencia
entre una y otra religión, si es que existe, era en
los ritos y ceremonias externas que obedecen al medio ambiente que carcunda la vida de cada pueblo»
a semejanza de la Iglesia Católica Romana cuando
la vemos conservar aun muchas ceremonias y ritos
propios de los gentilicios, en medio de los que
nació o se predicó por vez primera, aunque se les
haya dado otros significados y explicaciones diversas».
Los filipinos tenían idea de la vida futura después
de la muerte. Creían que muerto el cuerpo, teñí*
que pasar el alma un río o laguna donde había cierta barca con un tripulante anciano y, para pagar
el pasaje, ataban un bolso con dinero o joyas al
brazo del cadáver, pintando las manos de las mujeres para que se distinguieran de los hombres. El alma pasaba a unos campos muy floridos y amenos,
donde había de disfrutar una vida muy placentera,
comiendo, bebiendo y holgando hasta que le correspondiera volver otra vez a este mundo. Algo de la
influencia china, con su religión budhista, llegó a
Filipinas, pues los filipinos antiguos creían en la
transmigración del alma de un cuerpo a otro. El P .
Grijalba dice: «En la transmigración del alma, los
filipinos de aquellos tiempos creían que los dioses
solo premiaban o castigaban a las almas encarcelándolas en cuerpos hermosos o feos, pobres o ricos,
buenos o malos». Aun hasta hoy creen algunos en
loa buenos y malos espíritus que llaman ANITOS.
2
-
i8 —
Practicaban algo de la tradición egipcia, pues, cuando moría un rico, sacrificaban esclavos para que el
muerto tuviese compañero y ayuda en la otra vida,
y colocaban atalayas para que el muerto no volviera
a llevarse a los sobrevivientes. Morga dice que los
antiguos filipinos veneraban las calaveras como si
fueran seres vivos que estuvieran presentes. Rizal
tratando de ésto dijo: ((Encontramos mucho más
piadoso venerar los restos de los padres a quienes
se debe casi todo y que son segundos dioses en la
tierra, que venerar y reverenciar la memoria, huesos, pelos, etc., de ciertos santos, muchos de los
cuales fueron extraños maniáticos y de santidad dudosa, a los que se les puede aplicar lo que dice San
Agustín: ((que son adorados donde no están, y donde están, quemados».
La pureza de su religión se manifestaba en la
forma cómo los antiguos filipinos imploraban a su
Bathala una buena cosecha o protección contra las
tempestades, pestes, terremotos y demás calamidades
que a veces sufrían. Tenían su plegaría que era muy
original, sencilla, breve y sobre todo muy individual porque no existía oración común como la tienen los católicos o los protestantes. Una mirada al
cielo, o una exclamación «(Bathalai», era suficiente para elevar su súplica a su Dios en las necesidades que tenían.
Aun siendo primitiva esa religión, tenía sus ritos
y sacerdotes o sacerdotisas, éstas, generalmente mujeres viejas, que servían de ministros en los actos
fúnebres o de casamiento. Antiguamente los filipinos se casaban en edad temprana, a veces a los diez
años la mujer, y el varón a los quince. Generalmente el novio al presentarse a los padres de su novia tenía que poner no sólo su servicio personal a
— 19 —
la disposición de la familia durante un período de
tiempo para probar su constancia y amor a la hija, sino que regalaba a su futura mujer una casa, un terreno, un número de reses vacunas o de carabaos y otras
cosas màst según la riqueza de su novia. I<os padres
de las mujeres estaban siempre orgullosos de sus
hijas y las guardaban muy estrechamente. No podían matrimoniar sin el consentimiento de los padres, no habiendo entonces otro recurso para casarse. La ceremonia del casamiento se verificaba con
sencillez. La parte principal era la siguiente: «Los
novios se sacan sangre de sus brazos con una incisión practicada delante de los que reconocen por
autoridad, y de los testigos, y con un poco de vino
se bebía el uno la sangre del otro diciendo la
mujer: ((Esta sangre, la que más aprecio en el mundo, sea para mí bendición de Bathala que me fecundice y me haga feüz. si soy fiel a mi marido; sí
no, que me sirva de veneno mortal como justo castigo». El varón contestaba lo siguiente: «Esta, sangre, símbolo de mi futura felicidad, haced, Dios
Mío, que sea mi amorosa Providencia que me fortifique y me ayude para sobrellevar bien la carga de
mi familia, si soy solícito padre de ella; y si no, que
me sirva de veneno mortal como justo castigo». Ambos se ponían de rodillas implorando fervorosamente la protección de Bathala, prometiendo que edificarían su futura casa sobre las leyes y que le ofrecerían a su santo servicio los hijos qoie tuvieran ( i ) .
Ksa sencilla forma de casamiento, sin lujo y sin
ceremonias, era índice de la alta moralidad de los
antiguos filipinos mucho antes de llegar los espa(i) cLa Antigua Civilización Tagala». P. A. Paterno,
p. 21.
— 30 —
ñoles. Practicaban la monogamia y castigaban a los
esposos que por excepción eran infieles, ya que en
su mayor parte preferían la muerte antes que deshonrar su hogar y familia. Esa moralidad y virtud
de la gente del país se veía hasta en sus actos rudimentarios como el baño. El P. Chirino, hablando
de los filipinos, dijo: «Báñanse encogido el cuerpo, i casi sentados por honestidad o con el agua
hasta la garganta; con grandísimo cuidado de no
poder ser vistos, aunque no aya nadie que les puede ver. Báñanse a todas horas, sin distinción, por
regalo i limpieza.»
A medida que se alejaban de las costas, centros
de la civilización del país, los habitantes de las
selvas variaban la práctica de la religión filipina.
La distancia de los centros de civilización hizo que
esa religión perdiese su pureza y se barbarizara con
ideas supersticiosas o incultas. Así, entre los montañeses se convierte dicha religión en grosero paganismo. Los filipinos de las costas profesaban la
religión de Bathala y los de las montañas eran supersticiosos. Distinción grande hay entre la religión
y la superstición. El hombre religioso reconocía la
existencia de un Dios Creador. Por consideraciones
a El, practicaba el bien. El hombre supersticioso
bascaba el auxilio de su Dios para conseguir la realización de sus pasiones por medio de talismán o
amuleto que su misma pasión o ceguedad le hacía
creer que tenía esta virtud. Según Moya, «ejercían
las ciencias ocultas, entre los antiguos filipinos, el
Magagabay y el Zangasalat: el primero era una especie de curandero y podía dar o quitar la vida con
sus medicamentos o ensalmos; el segundo poseía la
virtud de adivinar el futuro y componer filtros amatorios para conquistar voluntades.»
— 21 —
b. Influencias orientales.—Ninguna otra nación
del Extremo Oriente posee una cultura tan internacional como Filipinas. Favorecida por la fortuna de tener constantes relaciones internacionales por
medio del comercio y diel espíritu aventurero y
amante de viajar por los mares del Oriente, las costas de Asia, Africa y Madagascar, los filipinos llegaron a asimilar parte de las costumbres, ideas, pensamientos y manera de vivir y hasta de la ciencia
y civilización de las naciones más cultas.
Tenían los malayos una cultura que en aquellos
tiempos primitivos era bastante avanzada, y se comparaba en parte a la de la Persia y la India. Según
fray R. Martínez Vigil, «los indios de Filipinas vienen, según se cree, de las costas de Malabar y de
Malaca, y habían llegado a las islas en pequeñas
embarcaciones llamadas «barangayan» o «barangay»
(un grupo de barcos pequeños) a las órdenes y bajo
la dirección de un jefe o cabeza que conservaba su
jefatura después del desembarque, como base de
una organización social». Los malayos en Filipinas vivían en grupos tribales. Construían zanjas,
cañones, murallas y fuertes para su defensa o protección contra los invasores extranjeros, que frecuentemente quemaban sus casas y viviendas. Aprendieron a ser marineros, constructores de buques,
comerciantes y notables trabajadores de madera y
de metal. Tenían relaciones comerciales con los países vecinos, con el Japón, China, India, Java y Mialasia.
Hablando del progreso de los filipinos cuando
llegaron los españoles a Filipinas, el padre Murillo
dijo: «Son habilísimos para construir cualquier artefacto, para imitar lo que ven, no para inventar.
Son bellísimos escribientes, hay muchos sastres, bar-
— 22 —
beros, excelentes bordadores, pintores, plateros y
lamineros, cuyo buril no tiene semejante en todas
las Indias, como se ve patente en las muchas y
buenas láminas que hacen todos los» días; son buenos escultores, doradores y carpinteros. Ellos hacen
las embarcaciones de estas islas: galeras, pataches
y navios de la carrera de Acapulco; son marineros, pues son los pilotillos de estos mares; buenos
artilleros; eminentes de hacer bejuquillos que son
unas cadenillas de oro de labor muy delicada y exquisita. Hacen de palma, bejuco y nito sombreros,
petates o tapetes y esteras muy vistosas y labradas
con varias flores y figuras. Hay insignes maromeros y titiriteros y hacen máquina, representando
por medio de las figuras con propiedad y primor.
Hay algunos relojeros. También ellos hacen pólvora, funden pedreros, piezas y campanas. Los he visto hacer fusiles con tanto primor como en Europa.
Hay en Manila tres imprentas; todas tienen oficiales indios. Tienen notabilidad para la música. No
hay pueblo, aunque sea corto, que no tenga una
música decente para oficio en la iglesia. Casi todos
saben arpa y hay muchos violinistas y rabelistas y
flauteros; y lo más particular es que no sólo hacen
estos instrumentos, sino que varios indios, por afición, con el bolo y machete, hacen guitarras, flautas, arpas, violines, y sólo con ver tocar estos instrumentos, casi sin enseñanza, los aprenden.» Se
ve por estos datos que la cultura de los filipinos no
era menor que la de los demás países en aquellos
tiempos.
Mucho antes de llegar los españoles a Filipinas,
los habitantes de las islas tenían un sistema de gobierno regular organizado, escritura y legislación
propias. Las islas eran gobernadas aisladamente por
— 23 —
los Datus, Rajas, Sultanes o Jefes de tribu. Estos
gobernantes eran rivales entre sí, de modo que no
consiguieron tener una jefatura consolidada ni un
sistema organizado de educación. Pero como han
sido siempre amantes del progreso, no dejaron de
dar a sus hijos una educación que, aunque irregular y deficiente, servía para las necesidades de la
época. Por medio de esa educación, dada en el hogar porque entonces no había escuelas, los ascendientes de los filipinos enseñaron a sus hijos las
ocupaciones de aquellos tiempos y los trabajos prácticos para su vida primitiva. Parte de las culturas
de la India y de la China se introdujeron así, mezclándose con la civilización primitiva de los habitantes.
Para indicar la forma de penetrar la cultura india en Filipinas el profesor H. Otley Beyer, de la
Universidad de Filipinas, dice: «Desde el siglo octavo hasta el duodécimo existió un gran imperio de
cultura en la India, con su capital en Shri-Visaya,
de la isla de Sumatra. Entonces había dos importantes pueblos en Borneo; Bruni en la costa del
Norte y Banjarmasin en la costa del Sur. Expediciones de estos dos pueblos llegaron a visitar les
ricos yacimientos de perlas de Sulu, punto muy
al Sur de Filipinas, y probablemente también fueron más al Norte. Sulu se hizo muy importante,
llegando a ser visitado por barcos de China, Cambodia, Sumatra, Java y hasta de la India y Sarabia.
Inmigrantes de Bruñí fueron a las Visayas.»
Rastros de imágenes indias, dioses, trabajos de
arte y demás influencia india, se encuentran en
deferentes partes de Filipinas. El padre Colin, en
su «Labor Evangélica)), dice: «Los persas conquistaron la India septentrional antes de Alejandro Mag-
— 24
no, y la llegada de \o& griegos ejerció grandes influencias sobre el tagalismo en las creencias a la
sazón dominantes en Persia, que se mezclaron con
las costumbres del Egipto, principalmente en sus
sacrificios y ceremonias funerales.»
Filipinas y la China sostenían desde el principio
una relación amistosa y comercial. Son los vecinos
más cercanos. Con esta relación, la cultura china
empezó a ser introducida en Filipinas en el año
982, cuando los comerciantes chinos transportaban
mercancías preciosas de Filipinas a Cantón y Macao. Entonces el comercio se verificaba a través del
mar chino, y la contribución de China a la civilización filipina fué principalmente comercial. Como
la influencia religiosa que los filipinos habían recibido de la China era superficial, se fué completamente borrando con la labor de los misioneros españoles. Los filipinos recibieron de China hierro,
oro y plata, pues los otros metales, como el bronce, cobre y estaño, eran de origen indio. Se puede
decir que la cultura india penetró en el corazón de
la vida mental y social malaya; la de China tocó
meramente la superficie, quedando ambas desplazadas por la influencia poderosa de España. Sin
embargo, la continua inmigración china hacía que
los grandes núcleos avecindados en Filipinas conservaran las tradiciones de su raza, ejerciendo alguna influencia en el ambiente general del país.
A pesar de las excentricidades en el vestir y con
excepción de las tribus de las montañas y los moros, que forman en conjunto una décima del total
de los habitantes de Filipinas, todos los malayos
han tenido siempre un grado bastante elevado de
cultura. No eran salvajes ni siquiera bárbaros. Cuando los españoles llegaron a Filipinas encontraron
— 25 —
a los nativos viviendo en casas, con un sistema de
gobierno local en cada isla y un medio de administrar justicia en pueblos y aldeas con orden, y
sabían y practicaban las artes, familiares a los países más avanzados de su tiempo.
c. Su alfabeto, sus escritos, su literatura.—La
cultura de la nación no se puede difundir ni transmitir a los descendientes sin que haya enseñanza
de ella, y por la ambición de transmitirla más fácilmente, los filipinos enseñaron a los suyos a escribir y a leer sus escritos antiguos. Tenían distinta manera de escribir los alfabetos, parecidos a
los antiguos de los hebreos y árabes. Los primeros
filipinos usaban varios, de los cuales catorce fueron
de origen malayo, uno de origen árabe y otro hebreo. Los caracteres árabes fueron probablemente
introducidos en Filipinas por la invasión india, hacia el año 700; cómo fué importado el alfabeto hebreo, nos es hasta ahora desconocido.
No había una lengua común a todos; pero todos
los dialectos, aunque muchos y muy diferentes, son
tan parecidos, que en pocos días se entiende una
tribu con otra y hablan con mucha facilidad. Sabiendo un dialecto se saben casi todos, porque tienen el mismo origen en la lengua mala57a, cuya
cuna se encuentra en Java, Sumatra, Borneo y la
Península de Malaca, que los malayos antiguos habían conquistado. La semejanza de los dialectos
filipinos es como la del Toscano y Siciliano en Italia, y como en España, la del castellano, el valenciano o el gallego. Solamente la de los Negrillos
es muy diversa, como lo es el vasco en España con
relación al castellano.
En los tiempos antiguos, los paganos de las islas
— 26 —
Mindoro y Negros escribían de izquierda a derecha,
como los filipinos escriben hoy día; pero los paganos de Palawan escriben en columnas verticales,
empezando por el lado derecho,, como hacen los
chinos. Las razones por las que la literatura de los
antiguos filipinos casi desaparead son las siguientes: primera, por la fragilidad de los materiales en
que se escribía; segundo, porque, aun transcrita en
gran parte en materiales fuertes y guardada en los
templos paganos, la destruyeron y quemaron algunos celosos españoles por considerarles trabajos de
los demonios; tercero, porque cuando los españoles
implantaron, su método de educación en Filipinas,
cambiaron el sistema de escribir y los antiguos alfabetos filipinos. Como era más difícil conocer los
Varios alfabetos que las diferentes tribus usaban en
aquellos tiempos, que aprender el nuevo alfabeto
romano-hispano, éste se fué imponiendo entre los
filipinos, perdiendo importancia sus propios alfabetos, que han llegado finalmente a desaparecer, excepto entre los moros, que usan el hebreo, y los
igorrotes y los monteses paganos, que utilizan su
alfabeto especial. Los alfabetos de los dialectos filipinos en relación con el español, tienen las siguientes variaciones:
Se sustituye la a por la z, la c y q por la fe, la
i por la n, la l y la // por la j , la m por la v, la n
por la 11, la o por la c, y la u por la x ( i ) .
Parte de esa literatura destruida forma la tradición verbal de las gentes. Como las historias griegas, aún se recitan hoy esas tradiciones en las reuniones campesinas. Antes de llegar los españoles
a Filipinas grsn parte de dicha literatura estaba bien
(i) €KatipuDan>. I. de los Reyes, p. 51.
— 27 —
distribuida aunque no habla bibliotecas. Cada pueblo tenía su templo y casi todos los templos tenían
colecciones de libros, que quedaron bajo la custodiade los sacerdotes del país. Los libros trataban de
algunas materias legendarias e historias, fábulas,
cantos nativos románticos, estatutos, hechos de heroísmo y poesías. Hace poco un poema épico de considerable longitud fué hallado en la isla de Negros,,
y el Profesor Beyer pudo traducir unas mil líneas
que demuestran ritmos maravillosos, versificación o
imaginación nativa. Los pocos libros que se han escapado del fuego, están escritos en los dialectos
Tagalo, Visayo, Pampango, Ilocano y otros de menor importancia. Entre los muchos dialectos filipinos, el tagalo no sólo es el más extensamente hablado, sino también el más rico y hermoso. El primer
Obispo de Filipinas mostró así su admiración por
el dialecto tagalo: «Yo hallé en la lengua tagala
cuatro importantes cualidades de los cuatro mejores lenguages del mundo: Hebreo, Griego, Latí»
y Español. Del Hebreo, los misterios; del Griego,,
los artículos y distinción, no sólo en los nombres
apelativos, sino también en los propios, del Latín,
la copia y elegancia; y del Español, la buena crianza, comedimiento y cortesía».
Cuando el Mahometismo fué introducido en Mindanao y Sulo, aparecieron trabajos escritos en árabe que enseñaban los maestros titulados «Imanes».
El numero de moros que escribían en caracteres arábigos era sorprendente. En aquellos tiempos los antiguos filipinos sabían leer y escribir sus propios lenguajes locales. Escribían en cañas, o en hojas de
palma, usando por pluma una punta de hierro. Dice
un autor: «Son tan dados todos estos isleños al escribir y leer que no hay casi hombre, y mucho me-
— 28 —
nos mujer que no lea, i escriba en letras propias de
la Isla de Manila, diversísimas de las de la China,
del Japón y de la India» ( i ) .
d. Costumbres y tradiciones.—En la vida íntima
del antiguo malayo-filipino se ve igualmente reflejada su propia cultura. Su vida en general era trabajosa y dura, aunque la Naturaleza ha sido muy pródiga con él. No fué nunca, al menos en el tiempo
de que se tiene algún dato vida salvaje pues aun
en los más primitivos tiempos tenían ya una cultura agrícola mucho más adelantada que sus vecinos.
Aunque no tenían tantas necesidades como las que
resultan de la civilización moderna, trabajaban para mejorar su vida aldeana. Sus necesidades se limitaban a poseer su hogar, hecho de bambú, ñipa y
bejuco sin arte ni lujo, pero suficiente dulce hogar
del pobre y honrado filipino. En aquellas épocas no
podían aspirar a tener más muebles ni más vestidos
que los que se hacían ellos pobres y sencillos, comparados con los de hoy día. Sus viviendas de materiales frágiles eran limpias y sanas, y muy apropiadas para un clima donde hace tanto calor, casas
de esos materiales, siempre las hace frescas el viento que pasa v- sopla por todos lados.
La vida aldeana de los antiguos filipinos era sencilla. Practicaba la división del trabajo entre hombres y mujeres. Los aldeanos se dedicaban a la agricultura, plantando el «palay», el arroz, que es el
grano que se come en vez de pan, etc. Cultivaban
diferentes clases de plantaciones como coco, añil,
abacá, camotes (patata dulce), tabaco y muchas
más. Los aldeanos de las playas se dedicaban ade(I) «Labor Evangélica». P. Colin, p. 14.
— 29 —
más a la pesca, aprovechando la abundancia de peces en sus mares. Por lo general cada aldeano de
la playa tenía su propia banca o abaroto» que usaba para ir al mar a pescar. También cazaban en los
montes venados, jabalíes, cerdos salvajes, etc., y
criaban gallinas en sus campos y corrales. Fabricaoan vinos de los tallos de las palmas, de las que
también cogían el fruto: destilaban un licor que antes de fermentar era fresco y agradable. Después de
haber fermentado y avinagrado se destilaba en alambiques y se hacían aguardientes más o menos fuertes, a gusto del que lo fabricaba. El ((tuba» y el ((ñipa» que hacían ellos, son bebidas de gran consumo
entre los aldeanos, y los toman con gusto, pero con
moderación. Es, incluso hoy día, rarísimo ver un filipino que se emborrache escandalosamente.
En esa civilización, más bien agrícola porque era
entonces la profesión más importante de su vida, las
mujeres tomaron parte para cooperar en la actividad
social. Las mujeres filipinas eran y son muy trabajadoras y ayudan mucho a sus maridos en todas sus
actividades sociales y comerciales, sin abandonar las
labores propias de su sexo. En el hogar les gustaba
estar ocupadas siempre. Trabajaban en telas, hacían
encajes finos y hermosos, bordaban dibujos artísticos con hilo fino. Esto llegó a ser una industria
muy importante y afamada, en la que pudo competir con cualquier nación. Las mujeres eran de mucha modestia y, naturalmente inclinadas a la devoción y piedad. En la familia filipina la mujer tenía
mucha influencia y sin su consejo el marido no disponía de nada en sus casas, ni hacía negocio sin su
cooperación.
La antigua vida filipina no era completamente
monótona y dedicada por entero al trabajo rutina-
— 30 —
rio, como el cultivo de los campos, la pesca o la
caza, pues también tenían sus diversiones, fiestas y
reuniones entre familias, parientes, amigos y vecinos. La fiesta más popular, de la que participaban
animados grupos de familias en el pueblo, era con
ocasión de la plantación y cosecha del «palay». Todos lo celebraban alegremente con cantos típicos y
propios del momento, como el canto de «Pagani
Nang Palay» y «Fagtanum Nang Palay», a cuyos
sones los hombres y las mujeres, vestidos con sus
mejores galas de colores atractivos y con «salukot»
(sombrero de buri con anchas alas) bailaban alegres, y lo consideraban como una acción de gracias
a su Bathala por la. feliz siembra o por la buena
cosecha. Servían comida a todo el que asistía al
acto referido. Hombres y mujeres trabajaban contentos.
En otras ocasiones, cuando se celebraba un casamiento, un entierro o un convite, los hombres estaban separados de las mujeres, muy correctos, con
mucha modestia y cortesía. Se servía la «tilad» (ceTjuano-visayo) o el «buyón» (tagalo), mascada del
país que es una hoja verde muy blanda y fina y
que se mastica con un poco de «apug» (cal) y
«bunga» (una especie de nuez tropical). Hombres
y mujeres, ricos y pobres, todos, en aquellos tiempos, masticaban dichas hojas, y eso ponía rojos sus
dientes, pero en cambio los hacía más fuertes. También servían tabaco y bebidas locales. En reuniones
alegres, en los primeros tiempos, siempre se bailaba el «Curadang» o el «Cumintang», y mucho
más tarde, hacia la primera parte de la dominación
española, tuvieron bailes más artísticos con música
más variada y elegante, como el «Ang Malambing»,
popularmente llamado «La Cariñosa», «El Surtido»,
— 31 —
un baile muy complicado que tiene diez diferentes
figuras, «La casucha» y «La Jota». Las dos últimas importadas ya de España; las restantes, típicas del país.
e. La Educación Primitiva.—La cultura de una
nación se conserva, entre otros medios, por las enseñanzas que a los hijos dan los padres y la sociedad. Los filipinos son muy amantes de sus hijos, y hacen toda clase de sacrificios por el bien de
éstos. En los primeros tiempos les dieron la enseñanza y educación en sus propios domicilios. No había escuelas y la instrucción en las casas era sencilla y primitiva. A los jóvenes se les enseñaba la
profesión u oficio de sus mayores. Usualmente el
hijo seguía la ocupación de su padre. Los mismos
padres enseñaban a los jóvenes a adiestrarse en la
manipulación de lanzas, arcos, flechas y espadas.
Las jóvenes eran educadas en el hogar por sus madres en toda clase de arte doméstico, como la cocina, costura, bordados, tejidos y otros. Las jóvenes"
aprendieron con gran habilidad las artes domésticas y eran buenas esposas y madres.
La educación de los varones y hembras se limitó
a las necesidades de aquellos tiempos. En el hogar
aprendían las buenas costumbres y la buena conducta y a leer y escribir en sus propios dialectos,
que, según el escritor Enrique Polo de Lata, sumaban treinta y cuatro en total, entre ellos el tagalo,
visayo, ilocano, bicol, cebuano, pampango, igorrote, igorrote de Abra, igorrote de la Gran Cordillera, ibilao, chamorro, sufin, ifugao, apuyao, pangasinan, gaddan, aeta, itaves, chino, dadaya, tinguian,
mandaya, panayano, agutamo, ibanag, calauriano,
cayuro, malango, zambal, manóbo, élongote, ben-
— 32 —
gueteño y maro. También se les enseñaba allí algunos elementos de aritmética. Esa enseñanza era rudimentaria y la aprendían con facilidad las jóvenes, y eran caracteres de aquella primera educación
su practicabilidad y su utilidad. Seguía a ésta la
instrucción profesional y se enseñaban algunas industrias como la construcción de barcos, trabajo
metálico, carpintería y otras. No existiendo la escuela regular, las casas y los talleres la sustituían,
y a falta de maestros regulares, los padres y los artesanos tomaban la responsabilidad de educar a los
jóvenes.
La educación filipina durante los primeros años
no era, por lo tanto, de mucha importancia; pero
una mirada a su método y contenido ayuda a poner de manifiesto la base del desenvolvimiento de
su cultura y civilización subsiguiente. Hablando de
la alta consideración dada a la mujer filipina en su
sociedad, que es una prueba del grado de cultura
y educación de un país, el autor, F. Sawyer, hizo
el siguiente comentario sobre los filipinos:
«Si medimos la educación y cultura por ese standard, los filipinos, comparados con las otras naciones en este particular, quedan a gran altura porque
entre ellos la mujer ejerce gran influencia en la familia y el marido raramente emprende ningún negocio importante sin el concurso de ella» (i).
(i) cThe inhabitants of the Philippine Islands». F. H.
Sawyer, p. 66.
— 33 —
B; Conclusión.
La religión, Las escasas supersticiones, la alta
moral, la ocupación de las tribus en el trabajo; las
enseñanzas de lectura, escritura, educación doméstica y oficios diversos; el gobierno local por medio
de Rajas, Sultanes y cabezas de «barangay», respectivamente; las viviendas; la vida de familia; las
fiestas y diversiones honestas; la cooperación de las
diferentes tribus para defenderse en caso de invasiones extranjeras, etc., demuestran que el grado de
cultura y civilización de los antiguos filipinos no
era tan bajo como es creencia general. Además de
esa cultura, amaban su libertad e independencia, y
há demostrado su historia que ese amor ha pasado
de generación en generación a sus descendientes. Para dirimir sus cuestiones aplicaban, de acuerdo con su
moral y religión, la fuerza del derecho y no el de'
recho de la fuerza.
Como la naturaleza era tan pródiga, la gente vivía sin tener que sostener «la lucha por la existencia», ni mucho menos pelear entre sí por la posesión de alimentos naturales que la Naturaleza les
daba generosa. No teniendo apuros ni agitación individual o colectiva, ¿para qué matarse a trabajar
cuando no había necesidad de ello en esa rudimentaria civilización agrícola? Acusaban a los filipinos
de perezosos, sin tener en cuenta, además de lo anteriormente relatado, el clima, que aplana y obliga
a largos descansos.
Pero esa vida aldeana, tan tranquila y feliz, no
conducía a los filipinos a su desenvolvimiento po3
— 34 —
Htico-económico-social. La ley de la evolución cumplió su misión con ellos, y al fin, despertaron át
su atrasada condición casi letárgica, ya que no acusaban progreso sensible. Providencialmente, al establecer contacto comercial con la India, China y
Japón recibieron una mágica inyección de energía
que cambió el lento ritmo de su vida por otro de
mayor velocidad. Entonces se animaron, sintieron
nuevas ambiciones y aspiraciones, no sólo individuales, sino colectivas, nacionales, siguiendo el camino del progreso porque las olas de las civilizaciones oriental y occidental los invadieron, demostrando así con hechos la falsedad de la acusación
de que pertenecen a una raza apática e incapaz de
alcanzar alta cultura.
CAPITULO II
La cultura hispano-latina
A. Las primeras actividades de los conquistadores.
La era dorada de Filipinas empezó en el año
1521, cuando el archipiélago filipino, titulado la
«Perla del Oriente» por su hermosura y riqueza, fué
descubierto por el famoso portugués Fernando de
Magallanes, quien se apoderó de él en nombre de
España. Pisó la isla de Mindanao y costeó hasta que
llegó al río de Butuan en 7 de abril de 1521. De allí
se dirigió a otra isla pequeña de Limasawa (que
quiere decir cinco esposas). Fondeó en Cebú donde
el Rey Hamabar le recibió y agasajó, después
del acostumbrado Pacto de Sangre (o de amistad).
La suerte del gran descubridor se eclipsó en la isla de Mactan (isla pequeña frente al puerto de Cebú), porque en vez de pactar amistad con el Rey
Lapulapu, Magallanes, acompañado de cincuenta de
sus soldados españoles, fué a conquistar la islita por
la fuerza de las armas. Resultó muerto Magallanes
y casi todos sus soldados, pues muy pocos escaparon de los bolos de los de Mactan, huyendo a su
barco.
Miguel López de Legazpá, el primer gobernador
general español, les dio el nombre de Islas Filipinas
en honor del entonces Rey de España, Felipe Segundo. Desde esa focha memorable, las
Islas Filipinas ocuparon un lugar interesante en la
historia. Por vez primera brilló en el extremo Orien-
— 36 —
te la luz de la civilización occidental. El esplendor
de la civilización occidental de la edad media, las
resonantes conquistas espirituales del Renacimiento,,
y la influencia humanitaria del cristianismo amanecieron en el lejano Oriente y encontraron terreno
fértil en los filipinos que los aceptaban con agrado.
Gracias al régimen español, otra influencia civilizadora duradera vino a enriquecer la cultura filipina. En el camino de esa cultura fueron varios
e innumerables los episodios, placenteros los unos,
tristes los otros, pero toào contribuyó al desenvolvimiento del país en las múltiples facetas de la vida nacional. Los filipinos, amantes del progreso, no
se cansaban de aprender las nuevas enseñanzas que
los españoles les llevaban. La cultura hispano-latina
crecía gradualmente mezclándose con la hasta entonces cultura nativa. El éxito de la cultura hispano-latina dependía de las actividades del gobierno en Filipinas y de los misioneros de diferentes
órdenes religiosas que fueron a cristianizar a Iosfilipinos.
i. La cristianización de las islas.—Era táctica
de los primeros misioneros españoles para llevar a
la práctica la noble misión del cristianismo, procurar la amistad y la cooperación de los filipinos,
que éstos aceptaban gozosos por amor a su patria
y al progreso. Comprendiendo la fuerza del derecho de los habitantes y los sentimientos nobles que
manifestaban los misioneros al cristianizar, el primer acto en que la influencia de España empezó a
lucirse y a tener eco, fué en Cebó, por la conversión de Tupas y su hijo. El episodio de la conversión es digno de ser relatado para que se comprenda cómo los filipinos aunque naturalmente bélico-
— 37 —
sos y patriotas, eran amistosos y hospitalarios para
con los extranjeros correctos. Dice el P. Andrés
Aguirre, acompañante del Padre Urdaneta, el gran
misionero:
«Tupas era tan rico y tan principal que, aunque
no el señor de las Islas de Cebú, era tan poderoso,
empero, que mandaba toda. Tenía muchas mujeres
que restituir. Tupas cumplió en lo primero con el
repudio de las mujeres y después se le administró
el santo sacramento de Baptismo, en 156S, en medio de grandes fiestas. El gobernador fué padrino
de Tupas y le dió el nombre de Don Phelipe, y de
su hijo fué padrino Juan Salcedo, y se le dió el
nombre de Don Carlos» (1).
La importancia de la conversión de Tupas fué
tal, que su ejemplo abrió la gran puerta a la conversión de los naturales de las Islas Filipinas. Los
isleños comarcanos fueron a Cebú por centenares
a pedir el santo bautismo. Los religiosos no cesaban en su gran labor cristiana.
La política de colonización española tenía una
noble primaria intención, que no supieron o no
quisieron darle a la suya otras naciones colonizadoras. Era la propagación del cristianismo a sus colonias de ultramar y a la vez la introducción de su
cultura. Junto a las censuras que nos ha de merecer, es justo reconocer sus aspectos dignos de elogio. Esa colonización no era el ideal, pero tampoco
la peor de las colonizaciones.
Comparándola con otras, con la inglesa, por
ejemplo, se ve que España se propuso la noble intención de propagar el cristianismo y convertir a
(1) «Bibliografía de la Historia de Filipinas». W. E.
Retana, p. 98.
—
jO
—
los indígenas paganos a la religión católica a la vez
que introducía La cultura hispano-latina. Demuestra eso un gran altruismo. En la colonización de
Inglaterra, en cambio, ha predominado la intención
de explotar la riqueza de sus colonias, dejando que
los indígenas continuasen profesando su religión pagana y fanática. No es altruista.
España envió conquistadores valientes y misioneros que sabían morir cumpliendo con sus deberes,
entre los que se mezclaron aventureros de todas clases. Inglaterra mandó lo mejor de sus militares,
comerciantes y colonizadores, no conquistadores ni
misioneros ni aventureros. Mientras Inglaterra,
abriendo comercio y negocio, construía ferrocarriles, carreteras, canales, etc., en su colonia, y ganaba cada año muchos millones de libras esterlinas,
conseguidas por sus compañías mercantiles, los españoles ganaban millones de almas convertidas al
catolicismo y dedicaban sus esfuerzos (los misioneros en particular) a la construcción de conventos e
iglesias grandes, hermosas y fuertes.
El inglés colonizador iba a la colonia con la espada en una mano y la ley en la otra, el corazón
en Inglaterra y la cabeza en la colonia. El español
colonizador iba con la cruz en la mano derecha y
la espada en la izquierda, con la cabeza en España y el corazón en la colonia, sin plan definitivo de
cómo llevar mejor la colonia y desarrollarla materialmente.
Los ingleses dieron una educación popular y
práctica a los habitantes de sus colonias, beneficiándose con el desarrollo económico de las mismas.
Los españoles se interesaron primeramente en la
alta instrucción, que era más teórica que práctica,
resultando que la agricultura y la industria en Fili-
— o9 —
pinas estaban muy abandonadas. La instrucción primaría popular no se empezó hasta después de más
de dos siglos de dominación.
Los ingleses abusaron inhumanamente de los indígenas, exigiéndoles tributos exorbitantes y castigando o matando a las esposas e hijos para obligarles a que (pagaran por miedo. España no cometió
nunca tales atropellos. También exigía tributos a
los indígenas, pero nunca castigó, ni aun con pena
de cárcel, por no poder satisfacer el tributo anual.
Por los esfuerzos de los primeros misioneros, celosos de su sagrada misión, la noble intención de
la madre España se realizó tan pronto se convirtieron a la nueva religión, la Católica Apostólica Romana, muchos filipinos en las ciudades y pueblos
grandes. En un principio se resistieron. Su religión
filipina, aunque indiscutiblemente menos elevada
que la predicada por los misioneros, tenía su influencia en la vida religiosa y moral de las tribus.
Los filipinos que vivían en las costas o alrededor
de los centros de civilización fueron los que se convirtieron más rápidamente a la religión católica,
porque eran más asequibles y de más amplios horizontes, y porque su religión de Bathala no estaba
tan bien organizada como la católica. En cambio,
los filipinos monteses eran más celosos de su fe, y
la profesaban casi ciegamente, amándola sin admitir discusión sobre ella, porque era la religión de sus
padres. Muchos de aquellos monteses dudaban, no
sólo de la intención y de las acciones de los extranjeros, sino hasta de la religión que propagaban,
que se diferenciaba tanto de la de los naturales del
país. Dudaban de las enseñanzas predicadas por los
misioneros de Cristo, y no aceptaban la religión de
los extranjeros. Los igorrotes, sin vacilación, pen-
— 40 —
saban que aunque su religión no era tan poderosa
como la cristiana, tenía que ser la verdadera. Se
la habían enseñado sus padres, y éstos no eran
capaces de engañarles, mientras los filósofos extranjeros podían burlarse de su ignorancia.
Por estas consideraciones, los monteses de Filipinas que viven en las provincias de Abra y distritos
de Lepanto, Bontoc, Tiangan, Benguet, Zambales,
los de Mindoro y los manobos, súbanos, moros y
otras tribus más de Mindanao y Palawan han sido
los habitantes más abandonados por la dominación
española. Este abandono forzado, porque ni la espada ni la cruz podían persuadir ni sujetar a sus
poblaciones indígenas, hizo que no juraran lealtad
al gobierno ni se hicieron cristianos. Por consecuencia, la influencia cultural de España no penetró en
estas tribus primitivas, que hasta hoy día no han
adelantado mucho.
Hablando de la unidad de raza a la que estas tribus lógicamente pertenecen, el autor Manuel Scheidnagel dice: «Los autores alemanes, al escribir sobre estas tribus, daban suelta a su fantasía al obstinarse en la divisibilidad racial, sin fundamento
para ello. Los moradores de esas montañas no demuestran alteración o diversidad física sensible entre unos y otros, y las alteraciones que se observan son lógicamente debidas, en primer lugar, a
mayor o menor influencia climatológica y al major o menor arraigo de herencias religiosas. En
cuanto a la raza característica a que pertenecen o
de la que se derivan, no es posible dudar que ocupan en el árbol genealógico de las doce especies
humanas, el intermedio o sexta de los malayos)) (i).
(i) «Historia de Filipinas>. Manuel Scheidnagel, p. g.
— 41 —
Los soldados y gobernantes de la corona establecieron ciudades más grandes y fuertes que las anteriores, abrieron caminos y comunicaciones en las
provincias, en casi todas las islas grandes del archipiélago. Por otro lado, los soldados de la cruz
no cesaban de trabajar para introducir la fe en la
religión católica, obteniéndose por estos medios la
absorción gradual de la cultura hispano-latina por
los habitantes. El resultado de todo esto fué transformarse el país en pueblos cristianos. Los misioneros se dedicaron más a los filipinos de las costas,
ciudades y pueblos, entre los que difundieron no solamente la religión, sino también la civilización y
la cultura europea. La labor para la conversión de
los filipinos al cristianismo se hizo más extensa por
medio de una educación encaminada a este fin, de
lo que en otro capítulo se tratará. Pronto indicaron
el mejor camino para el progreso del país implantando escuelas. La cultura no se puede adquirir sin
la ayuda de la escuela. La tarea difícil de educar y
transformar una raza acomodando su propia personalidad y progreso al de sus dominadores, se inició por las órdenes religiosas. Con una energía y
entusiasmo no común, los misioneros extendieran
el Evangelio y el nuevo idioma. Llevaron la cruz
más allá que los soldados de España su espada y
su bandera. La influencia de los misioneros se notó
en todas las islas. Donde ellos fueron, el camino
a la cultura europea se abrió por medio de la Iglesia y de la escuela. Ambas instituciones se interesaron en extender la nueva cultura cristiana occidental. De esta manera, el poder civil y los misioneros cooperaban para llevar al país la civilización
y el progreso para gloria de España.
_
42 —
2. Organización de los pueblos.—La vida filipina venía cambiando gradualmente en su aspecto
social y político. Filipinas presentaba entonces un
aspecto verdaderamente típico: el «bayan» (tagalo)
o «lungaud» (cebuano), que es una reunión de casas o pueblo, tenía en la plaza principal de un lado
la iglesia y la casa parroquial <rue se titulaba siempre convento, a cuyo cura lo llamaban el Padre; de
otro, el tribunal, la Presidencia o el edificio municipal, que también se llamaba casa consistorial o
ayuntamiento, en donde ondeaba la bandera española, símbolo del poder soberano; y en otro término la escuela. El nuevo régimen creó nuevos cargos públicos en cada provincia o pueblo. Entonces
se empezó a dar a los filipinos la instrucción práctica indispensable para intervenir en la ejecución y
administración de cada gobierno local. En cada
pueblo o municipio se creó una principalía, en
la que estaba constituida la corporación municipal por el Gobernador cilio (alcalde), el Teniente, Cabezas de Barangay (recaudadores de
la Hacienda), Jueces de Policía y de Sementera y antiguos Capitanes, que eran una especie de concejales que ya habían sido Gobernadorcilios. En cada provincia existía la casa del gobierno, que se llamaba Casa Real. Los alguaciles y
cuadrilleros pertenecían al municipio.
3. Españolizacián de Filipinas.—En la vida nacional de los habitantes predominaba la cultura y
civilización hispano-latina, pero armonizada con las
diferentes fuentes culturales de la India, de la China y de la malaya propia. La cultura hispano-latina ha dado brillantez y personalidad a la presente
cultura filipina malaya. Acogiéndose a la civiliza-
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43 —
ción española com grandes entusiasmos, Filipinas
vio que la influencia cultural española ofrecía y
llevaba a los habitantes suficientes incentivos para
aspirar a más alta intelectualidad y más altas esferas espirituales. La penetración de la civilización
hispano-latdna ejerció una influencia potente en los
siglos pasados, y la ejerce aún en el presente, dando como resultado el encaminar la mentalidad y el
espíritu de los filipinos hacia aspiraciones más sublimes. Es ésta fase ilustre de la historia de España en el Extremo Oriente, la que merece ser aquí
descrita, pues en verdad Filipinas no hubiera llegado a ser de mucho interés al mundo civilizado y
no hubiera tenido sus sorprendentes progresos, sin
la contribución cultural que recibió de España.
Deseando constantemente el progreso, los filipinos han acumulado las experiencias del pasado,
siendo algunas de ellas beneficiosas y otras desastrosas para sus virtudes nacionales. Su característica de asimilar pronto cualquier enseñanza se veía,
en muchas ocasiones. Durante el régimen español,
los filipinos aprendieron las virtudes tanto como los
defectos de los españoles. Asimilaron las costumbres europeas y su modo de vivir, los cantos y poesías de España, su literatura, su heroísmo y su romanticismo. La evolución social había sido completa. Tan bien asimilaron lo español que los filipinos hacían revivir en su patria muchas veces el
espíritu de «Don Quijote de la Mancha». Tomaron
gusto a la cocina española y hasta se hicieron a la
idea antigua de que «mancharse la mano no es
honroso para un caballero». Les gustaron los juegos españoles, la lotería, las carreras de caballos,
las corridas de toros, las riñas de gallos, los juegos de pelota, etc.
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El Pueblo Ora.—Filipinas había cambiado mucho en su manera de pensar, en sus costumbres,
prácticas, creencias y fe. A últimos del siglo XVI
eïa Filipinas culta y cristiana y se hallaba en un
estado floreciente al parecer. Desde entonces hasta
hoy día, el pueblo filipino continúa siendo emocionantemente cristiano. En todo el Extremo Oriente
no hay nada más hermoso que el crepúsculo vespertino en Filipinas. Cuando el sol esconde sus
rayos tropicales que vivifican aquella espléndida naturaleza, cuando en el cielo teñido con varios colores se ve avanzar el anochecer, y los murciélagos
como fantasmas del aire emprenden sus vuelos nocturnales, en ese momento se oye el toque del ANGELUS. Y el pueblo filipino ora y cumple sus
deberes de cristiano.
Al escuchar el primer sonido de la campana de
la iglesia, las gentes, españoles o filipinos, si se
encuentran en la plaza o en la calle, detienen su
marcha quitándose los sombreros y comienzan el
dulce rezo del ANGELUS. En las casas de los ricos, como en las de los pobres.
En el momento que vibra la campana, los bailes y las músicas cesan y todos, en pie o arrodillados, rezan el ANGELUS, después del cual los criados dan a sus amos las «santas y buenas noches nos
dé Dios y María Santísima». Después de la oración,
los hijos besan las manos de sus padres y mayores
que les bendicen, diciendo: «Que Dios te haga santa (santo)» o «Dios te bendiga». Es una costumbre típica de Filipinas.
Si el ANGELUS suena cuando el indígena está
en los montes o en las orillas de ríos o de playas,
se quita el «sahikot» (sombrero) y cristianamente
reza y pide al Creador su bendición.
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Ese hermoso espectáculo, tan frecuente en Filipinas al anochecer, pinta bien la religiosidad de sus
habitantes. Es huella bendita del misionero español en Filipinas. Demostraba el triunfo conseguido
sobre los indígenas arrancándoles de la bárbara idolatría en que vivían en los tiempos pasados.
4. Sustitución de apellidos natives por otros españoles.—Llegó a tal punto la influencia de España en Filipinas, que hasta cambió los nombres y
apellidos de los naturales. Los filipinos cristianos,
como es natural, recibieron nombres cristianos y les
apellidos de sus padres o de sus padrinos. Al organizarse el registro oficial de cada familia y de su
linaje, el gobierno requirió a todos los padres de
familia para que escogieran un nombre de identificación civil, y casi todos los filipinos adoptaronnombres españoles. Dicho requisito del gobierno
fué prontamente atendido, resultando útil y necesario, no sólo para el individuo, sino para el gobierno, porque facilitaba la formación de estadísticas, censos para toda clase de arbitrios e impuestos,
como cédulas personales, contribuciones, etc., que
el gobierno imponía a los filipinos, como a otras
colonias.
Hay otras razones por las que se adoptaron másámpliamente los apellidos españoles. Entre los miles de españoles que estaban en Filipinas, la mayoría de ellos allí se casaron, legando sus propios apellidos a sus hijos. Otros españoles residentes fueron padrinos de filipinos, y al bautizarles les dieron sus apellidos como hacen hoy les filipinos cristianos cuando son padrinos de bautizo de chinos
convertidos al catolicismo. Y surgió pronto la cíase «mestiza», compuesta de los hijos de la unión
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de razas española y filipina, y estos mestizos también tomaron a paludos españoles. Los filipinos con
apellidos originarios malayos son generalmente los
de los pueblos pequeños o los que no quisieron cambiar sus apellidos por razones patrióticas o por su
deseo de perpetuar en su posteridad sus linajes antiguos.
Es interesante ver en la historia cómo en un
tiempo se dio a razas las más varias y distintas el
mismo nombre de «indios». ¿Quiénes son los verdaderos indios? Pues los habitantes de la India únicamente, aunque su nombre se escribe «hindú».
Pero se dio también ese nombre a los naturales de
América y a los filipinos. Para distinguirlos se los
denominaba, a los unos, «indios de América» o
American Indians; a los otros, ((indios de Filipinas»,
a los propiamente indios, ((indios de Oriente».
El nombre llegó a ser tan común que hasta las
leyes coloniales de España se les dio el nombre general de ((Leyes de Indios» (Leyes para los países
de América, ¡Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Los
americanos no llamaban indios a los naturales de
América, sino a los que habitaban tierras que se
descubrían en aquellos tiempos. Los españoles daban el nombre de indios a todos los habitantes de
sus colonias remotas y a los que inmigraban de países lejanos, y por esto se llamó impropiamente indios a los americanos y a los habitantes de Sur América, las Antillas y Filipinas. Todas las historias
antiguas hablan de los indios sin especificar de qué
colonias venían.
5. Clases sociales.—El régimen español en Filipinas con su política colonial extendió su práctica
<íe crear clases sociales. Era muy natural que los
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españoles trajeran e introdujeran en Filipinas su espíritu y sus prácticas. Antes de llegar los españoles
había dos clases sociales: la alta que formaban los
ricos, los rajas, sultanes y jefes, y la otra clase, la
baja, que la constituía la masa, los que ni eran ricos ni pobres porque cada uno de ellos poseía un
pedazo de terreno y su propio hogar, aunque éste
no fuera más que cuatro harigues, tabique (sawali)
y techo de cogon.
De pronto aparecieron gradas sociales nuevas, y
era dificilísimo paira los que estaban abajo subir al
nivel de los que les precedían en la escala social.
Se destacaba de lo acostumbrado durante el tiempo en que los filipinos vivían libres y fueron dueños
de su tierra, porque entonces no existían tantas clases sociales, y porque predominaba la clase a la
que hoy corresponde la «media», la clase productiva, trabajadora, base de la sociedad. Pero al llegar
los españoles, crearon tantas, tan separadas y distintas, que entre ellas sostenían relaciones poco gratas y hasta odiosas.
La clase media quedó casi desplazada de su posición anterior social, mientras los pobres se fueron
hundiendo más.
Analizando la población en Filipinas durante
la dominación española, se veían las siguientes clases sociales ostentando cada una su característica
social:
i. La alta clase.— Se componía de los elementos siguientes: (a) los gobernantes españoles o los
filipinos en cargos municipales o locales. Era la
gente de más alta categoría, de mucho lujo, de aire
aristocrático, (b) La oficialidad militar (casi todos
eran españoles). (c) El clero, fuese regular o secular (Tenían mucha influencia, no sólo en la socie-
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4
8 -
dad, sino también en el gobierno), (d) Ricos hacendados, propietarios y caciques filipinos y españoles. Estos últimos fueron los más odiados por la
masa, por sus abusos, corrupciones y fraudes.
2. La clase medid.—Esta clase se componía; (a)
de los pequeños propietarios independientes, (b) De
los profesionales: maestros de industrias, educadores, etc. (c) De la gente con educación elemental
y medios propios de vida.
3. La clase baja.—La clase baja crecía en número alarmante y la constituían: (a) Los obreros, trabajadores y jornaleros, (b) Los pobres en general,
(c) Servidumbres, esclavos.
Esa división social no sólo estaba lejos de ser
ideal, sino que, era refractaria al bien común de la
sociedad. Suscitó discordia y descontento en la
masa, pues ni facilitaba el camino de su progreso,
ni recompensaba sus fatigas y sacrificios. La diferencia de riqueza y de trato social era más ostensible que la desigualdad entre el elefante soberbio y
los gatos hambrientos, pues el primero arrogante y
con esa pereza natural y menosprecio tradicional al trabajo, es completamente insensible o intencionalmente sordo a las quejas y los llantos de los
últimos.
6. La Nobleza en Filipinas.—El historiador y archivero de Filipinas, W. E. Retana ha dicho: «Se ha
dicho y repetido hasta la saciedad que España mandó a sus colonias lo peor de cada casa. Por lo que
respecta a Filipinas (la última de las colonias españolas, por la distancia y por el rendimiento), ese
dicho no deja de ser un tópico, desgraciadamente
consagrado por el uso de gentes más o menos cul-
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tas, pero de criterio no muy accesible a lo razonable».
A pesar de esta declaración, hay que reconocer
que España no envió a Filipinas gente muy escogida en general, y preguntamos: ¿Por qué no fueron a Las colonias los mejores españoles? Sigamos
copiando de Retana: «La vida en Filipinas, sobre
todo en los tiempos antiguos, significaba privaciones, sacrificios y continua exposición, no solo por
las enfermedades propias de la zona tórrida, sino
por los ataques de los enemigos, cuando holandeses, cuando chinos, ora malayos mahometanos, ora
malayos gentiles, y hasta los mismos cristianos, rebelados con mayor frecuencia de lo que suponen
los que no conocen puntualmente la historia de
aquellas islas. A una colonia de tales condiciones,
los que se arriesgan a ir tenían que ser, muchos de
ellos, por ley ineluctible de la Fatalidad, hombres
necesitados, y, desde luego, de temple aventurero.»
España y el Virreinato de Nueva España mandaron a Filipinas buena parte de sus hijos, y eso
dejó allí la herencia de su sangre, el idioma castellano, la religión católica, sus usos y costumbres,
en virtud de lo cual el mundo virtuoso de los malayos se transformó en uno más cosmopolita, infinitamente superior en todo a los demás pueblos similares, sin excluir a los dependientes de naciones
cultísimas de Europa. Comparando Filipinas hace
cuarenta o cincuenta años con la India, Borneo y
Java, por no citar más, en igual fecha, no se puede negar que las obras buenas de los españolea en
Filipinas fueron mucho más allá que las de los
colonizadores ingleses y holandeses.
En los primeros años se avecindaron más de 800
españoles, pasando allí la mayoría de ellos gran
4
— So —
parte de su vida, pues nacieron y murieron sin haber salido del país. En los años 1884 a 1887, según
Retana, «entre los españoles que fueron a Filipinas había pocos que pertenecieran a las Ordenes
Militares españolas de Santiago, Oalatrava, Alcántara y Montesa, a los Caballeros de la Orden de
Carlos III, que ostentaran títulos de Castilla y del
extranjero de uso autorizado en España, que fueran
poseedores de Señoríos, que tuvieran carrera militar o marina habiendo empezado como cadetes, que
fuesen hermanos de los que acreditaron jurídicamente su nobleza de sangre, y, por último, que estuvieran entre los individuos de los siglos XVI y XVII,
a quienes en los documentos oficiales de su tiempo se les menciona anteponiéndoles DON, título
de dignidad que por entonces sólo se daba a los
nobles.»
Ese tratamiento de DON también se adoptó por
los filipinos de alta categoría social: los ricos, los
sabios, los poderosos y patrones de negocios, comercios, etc., se pusieron el DON ante sus nombres. En el siglo XVIII se prescindió en absoluto
del uso de DON como signo de nobleza. Esta clase
social, la nobleza, colmo de vana ambición, aunque
formada por pocos, dejó también su influencia en
el país.
7. El periodismo durante el régimen español.—
I¿L cultura intelectual de Filipinas llegó al público
y a la masa, en el siglo XVII, cuando empezaron
a funcionar las imprentas de Manila, llocos, Cebú
e Iloilo, en donde se publicaron periódicos filipinos, algunos de ellos escritos solamente en castellano, otros en el dialecto y otros en ambos lenguajes. En el siglo XVIII aparecieron muchas más
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publicaciones diarias, semanales, revistas científicas, industriales, comerciales y religiosas y boletines de todas clases. He aquí algunos de los primeros periódicos: «La España Oriental», ((La Opinión» {todavía se publica), «La Lectura Popular»,
«El Comercio» (aún existe), «Manililla», «Ilustración Filipina», ((La Voz del Pueblo», «Gaceta de
Filipinas», «El Progreso», «Voz de España», «Eco
de Filipinas», «El Eco de Panay», «El Porvenir de
Bisayas», «El Heraldo de la Revolución», «La Democracia», «El Renacimiento», «El Mercantil» (sigue publicándose), y otros muchos en dialectos cebuano, visayo, ilongo, bicol, etc. Había al finalizar
el siglo XVIII unos 182 (1). Todas esas publicaciones sirvieron para demostrar el gran servicio que
al progreso y a la difusión de las ideas presta la
Prensa. A mayor número de publicaciones corresponde invariablemente mayor grado de cultura. La
extensa circulación de aquella prensa en Filipinas,
en donde se hicieron públicas las necesidades del
pueblo, las dolencias políticas y económicas, las mil
cosas que entonces eran de interés no sólo local, sino
nacional y hasta de la Península, fué un factor grande en pro del nacionalismo filipino y de su progreso
y cultura. La prensa filipina era un movimiento intelectual, y muchos españoles en Filipinas ayudaron, no sólo a extender su circulación, sino a crear
mayor vigor y espíritu de valentía, para emitir y
forjar justa y sana opinión pública. Fué índice de
la vida social y legal e influyó a su vez en la evolución que la patria necesitaba para educar al in(1) «Bibliografía de la Historia de Filipinas». W. E.
Retaaa, p. 1661.
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dividuo filipino en los acontecimientos de su puiß„
de España y del mundo culto.
La imprenta era un gran beneficio para España
y Filipinas. Facilitaba la libre emisión de ideas y
opiniones por escrito, que es la mejor forma de propaganda. Pero fué un error grave no conceder absoluta libertad a la prensa, el más fiel guardián de
todos los derechos y de todos los intereses. ¡ Cuántos beneficios si a las válvulas de la opinión se les
hubiera permitido funcionar libremente! Millones
de duros se hubiera ahorrado si no hubiera pasado
el lápiz rojo sobre artículos escritos en periódicos
filipinos, que tendían a evitar subastas ruinosas, negocios ilícitos y expedientes sucios. Todo escrito
pasaba primero por la censura eclesiástica y luego
la censura del gobierno. Así que el periodismo en
Filipinas no floreció tanto como en otros países donde había toda libertad de emitir ideas y opiniones»
personales o colectivas.
B. Las causas fundamentales del lento progreso.
En aquellos tiempos, los indígenas mostraron
en toda ocasión su aptitud para un continuo progreso y para grandes adelantos en su cultura y civilización y ansiando los más rápidos avances, no
cesaban de trabajar, observar, practicar, estudiar. Es
la gente descontenta la que más progresa. De esa
aptitud para el progreso dijo el escritor, Polo de
Lara: «Los filipinos son aptos y hábiles en toda
clase de estudio y enseñanza; están deseosos de instruirse».
Hubo varias causas por las que no se desarrolló
en Filipinas completamente la influencia de España
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eu las diversas fases: política, científica y económica. He aquí las fundamentales:
a) La distancia de la Metrópoli a Filipinas es
muy larga, 24.000 kilómetros por la antigua ruta,
Cabo de Buena Esperanza; o 15.000 kilómetros por
el Canal de Suez. Además de la distancia, el viaje
era penoso, y a veces peligroso, porque en aquellos
tiempos y en trayecto tan dilatado España no tenía
siquiera un faro para guiar sus embarcaciones, no cesando el riesgo ni aun al pasar por los puertos ingleses fortificados, como Gibraltar, el Canal de Suez,
Colombo, Singapore y el Estrecho de Malaca, ya que
los ingleses eran hostiles a los españoles, sus rivales colonizadores.
b) Los viajes y comunicaciones no eran frecuentes, así que no era posible para España conocer
oportunamente la verdadera situación de Filipinas
ni decidir lo que debía hacer en su colonia para el
bien mutuo. Las irregularidades, los abusos y las
corruptelas cometidas en la colonia por algunos gobernantes peninsulares, no recibieron ninguna atención por parte del gran imperio español, que no
se preocupó de corregir tales deficiencias hasta muy
tarde.
c) Los repetidos fracasos de las cuatro expediciones que España envió a Filipinas: la del descubrimiento por Magallanes en 1521; la. verificada en
septiembre 1522 bajo el mando de Elcano con la
nao «Victoria»; la expedición de r5 de junio de 1524
desde Coruña bajo el mando de Villalobos, en las
que perecieron todos y la de Loaiza, fueron causa
de la decadencia del espíritu público de España hacia Filipinas, además del hecho de que los peninsulares se distraían con los triunfos y riquezas conse-
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guidas en las Americas descubiertas veintinueve años
antes del Archipiélago. A no ser por la energía del
sabio cosmógrafo y gran misionero, Fray Andrés
de Urdaneta (Agustino), llegado al Archipiélago
en 1553 > y uno de los sobrevivientes de la expedición del «Loaiza», Filipinas hubiera sido abandonado y olvidado. Dice un escritor: ((Después de veinte años de tenaz perseverancia, Urdaneta encontró
otra naturaleza enérgica y patriota, la de Miguel López de Legazpi, rico residente escribano de México y
amante de la Patria y de su Rey. Fletó cinco barcos y cuatrocientos hombres para realizar una verdadera conquista de Filipinas, saliendo del Puerto
de Navidad el 21 de noviembre de 1564». (1) Así que
la verdadera dominación española en Filipinas se
debió en primer termino a Legazpi, Urdaneta y al
valiente «Hernán Cortés del Archipiélago», Juan
Salcedo, sobrino del primero.
La conquista completa de Filipinas no se realizó
en el siglo XVI, sino más tarde, en el siglo XVII.
Manila, la capital, no pudo ser conquistada hasta en
1672, porque sus valientes patriotas y Rajas, Soliman y Lacandola la defendieron bien y se resistieron por mucho tiempo a las intentadas conquistas
de los españoles. Según dice el P. Medina: «La conquista de Filipinas era difícil, porque los indios tenían fuertes cañones, flechas y lanzas, algunas piezas de artillería, con las que hacían mucho daño a
los nuestros, y porque la gente es diestra y belicosa».
d) La larga dominación española en Filipinas
no era tan fácil de sostener como creen muchos,
pues España tenía varios países que le envidiaban
su rica colonia del Oriente, y uno tras otro intenta(1) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara, p. 1.
55 —
ron, envidiosos, arrebatar Filipinas a España a fuerza de ataques con escuadras y desembarcos de tropas. Además, los moros filipinos de Mindanao suscitaron complicaciones al gobierno colonial de Filipinas. No era poco lo que los gobernantes españoles tenían que afrontar: He aquf cronológicamente
los incidentes que llamaron gran parte de la atención de España durante dos siglos y que entumecieron el desarrollo de la colonia.
El pirata Lima-Hong, chino, con 62 navios y un
numeroso ejército, fué derrotado por Guido de Lavesares, sucesor de Legaz,pi.
Francisco de Sande tomó posesión de Mindanao
y Jólo en 1577.
E. Gonzales Ronquillo destrozó la escuadra del
Corsario japonés Tarsifú, que dominaba en los mares de China y del Japón.
Francisco Tello de Guzmán derrotó en 1596 a los
holandeses que trataron de ser dueños de Manila.
Se sublevaron en la misma época 30.000 chinos
que fueron vencidos por 800 españoles y por los
frailes al frente de los hijos del país, que combatieron valientemente contra los chinos, matando 23.000
revoltosos y encerrando los restos en las galeras en
donde al poco tiempo fallecieron. Desde aquel incidente escarmentaron tanto Jos chinos que nunca
ya lo olvidaron.
Juan de Silva en 1609 derrotó la nueva escuadra holandesa en Manila y en la playa la destrozó
en 14 de abril de 1617.
Otra sublevación de Sangleys, vencida por el primer ejército filipino organizado por Sebastián Hurtado.
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Por tercera vez los holandeses fueron derrotados
en 1667 por Diego Fajardo (1).
Comentando el incidente dice Lara: «Se creyeron
en Filipinas que en 1672 la paz era completa. El
desarrollo del comercio y de la agricultura empezó.
Pero el 18 de septiembre del mismo año, llegaron
a la bahía de Manila 13 formidables navios ingleses
pidiendo la entrega de la Isla, sin previa declaración de guerra. Después de cinco días se presentaron tres navios más de refuerzo, y el General Draper sitió la ciudad de Manila. Después de lanzar
8.000 bombas y 29.000 balas rasas, intimaron la rendición que fué valientemente rechazada, y asumiendo el mando el anciano Simón Anda y Salazar, por
falta de carácter del gobernador, Marqués de TorreOampo, los españoles ganaron con la ayuda de los
leales habitantes, y echaron a los sitiadores que fueron a recojerse al amparo de sus escuadras bajo
el mando del Almirante Cornick» (2).
Los susodichos episodios, que sucedieron en los
siglos XVI y XVII, demostraron cuan difícil era
Ja tarea del régimen español en su posesión tan codiciada por chinos, japoneses, holandeses e ingleses.
Habiendo derrotado a todos ellos para gloria de España, Filipinas empezó, aunque tarde, las importantes reformas para su desarrollo intelectual, económico y gubernamental.
Otras causas de ese lento paso al progreso en Filipinas, fueron las siguientes:
e) España dio preferencia en su gobierno colo(1) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara,
p. 45(2) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara,
P- 51.
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nial a las Americas por ser más grandes, estar más
cerca y por tener más riqueza. En las «Leyes de
indias», hoy tan ensalzadas y de cuyas modificaciones y complementos acaba de publicar tres gruesos
volúmenes el Doctor Angel G. Palencia, insigne Catedrático de la Universidad Central de Madrid1, se
ve que Filipinas despertó poco interés y atención
por parte de España. Las Americas, Las Antillas,
estaban más cultivadas, intelectual, económica y políticamente que Filipinas. De la riqueza de estas islas no tenía España clara noticia. Dice Domingo
Sánchez: «Conviene advertir que nuestras Islas Filipinas, por su situación y por las circunstancias especiales en que se encuentran, constituyen una de
las comarcas más ricas de la Oceania, pudiendo competir con el Asia meridional y aun con las grandes
islas de la Zonda. Sus tribus, tan ricas y aptas que
enorgullecen el país en donde viven, y sus mezclas
diversas, sus usos, costumbres, su indumentaria,
etc., proporcionan un contingente de materiales sumamente rico y variado .para la Antropología y Etnología. España no conocía bien la constitución mineralógica del suelo filipino; las diferentes formaciones en él producidas por las acciones orgánicas que
suministraron materiales abundantes e interesantísimos a la Mineralogía, Minería, Geología y Panleontología».
f) Existió un error en la administración del gobierno en Filipinas, que España no conoció hasta
muy tarde. Era el conflicto entre las autoridades civil y religiosa. Ocurrieron discrepancias entre loa
gobernadores y capitanes generales de una parte,
y las autoridades eclesiásticas de otra, y frecuentemente entre los curas y los oficiales civiles en los
municipios. Por costumbre, si no por autorización
_ s ß -
legal, los curas párrocos intervinieron en todas las
funciones municipales. Esas discrepancias no sólo
convergieron hacia el desprestigio de la patria, sino que hicieron, muy lentos los pasos de los acontecimientos progresivos del país.
«Al César lo que es del César, y a Dios lo que es
de Dios», dijo el Divino Redentor. Fero en Filipinas, en aquellos tiempos, lo del César era también de Dios, porque en casi todas las funciones
políticas y administrativas, no sólo en el gobierno
de Manila, sino en los de los pueblos, intervinieron los religiosos. Como resultado desdichado de
que el Estado y la Iglesia fueran confundidos, se
ocasionaron grandes perjuicios y trastornos que vinieron a repercutir siempre en perjuicio de Filipinas.
g) Los filipinos eran, son y serán siempre buenos, sufridos, resignados; pero eran, son y serán
sobre todas esas cualidades verdaderas ardientes patriotas, por lo que no es de extrañar que hayan luchado siempre por su independencia. También son
buenos católicos, pero distinguen debidamente la
pura doctrina del Crucificado y los intereses legítimos de la Iglesia de los actos y extralimitaciones
del poder teocrático. Todo lo tristemente ocurrido
en sus insurrecciones, debidas a su amor patrio,
fué providencial y resultó provechoso para los filipinos, aunque tuvieron que sufrir persecuciones,
destierros y fusilamientos. La grandeza de espíritu,
de valor y de altruismo y las nobles aspiraciones de
una raza o pueblo, no pueden ser impunemente sometidas a prueba, y sólo la raza que posee fuertemente esas grandezas y reacciona virilmente contra
la opresión sobrevive a los cataclismos, renace su
espíritu en otro mayor, regenera con su idealismo
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al individuo y a la colectividad patria. Aquellos
acontecimientos eran ¿actores indispensables de la
evolución político-social de los filipinos, una manifestación lógica y racional. España no habría querido ni respetado más a su hija, la «Perla del Oriente», sá ésta hubiera permanecido tímida y apocada
en vez de manifestar, como hizo, su capacidad y
su valor, si se hubiera mostrado de índole apática
en vez de dar expresión a sus deseos de independencia, si se hubiera conformado indefinidamente
con su pasado oscuro y resignado.
C. Refonmas internas.
El gobierno es uno de los agentes sociales que
puede mejorar con su legislación la condición de un
país y ayudarle a alcanzar su progreso y alta cultura.
El Gobierno en Filipinas durante el régimen español estaba bajo el mando de un gobernador general o capitán general.
El territorio. Estaba dividido en provincias, mandadas, las más importantes y ricas, por gobernadores civiles, otras por gobernadores político-militares,
otras, tituladas distritos, por oficiales que tomaron
el nombre de Comandantes, y otras por Jefes de la
Armada. Había además Jueces de primera instancia, Administradores y Delegados de Hacienda. En
algunas, el gobernador era al mismo tiempo juez,
y en algunas era jefe de todos los ramos ( i ) .
España ofrecía a los indígenas algo de progreso
más espiritual, intelectual y moral que material y
practicista, pero bajo su gobierno Filipinas no en(I) «Un Pansitfilipino».Manuel Scheidnagel, p. 12.
_ ô> —
contraba muchas facilidades para seguir su camino soñado. No es de extrañar que en aquellos tiempos no fueran posibles avances rápidos. Y a través
de los siglos de dominación española no se podía
gobernar y administrar siempre a Filipinas en la
misma forma con idéntico espíritu con que se las
gobernaba en los días de Legazpi.
Gradualmente, Filipinas, de su parte, escalando
un. alto nivel de cultura, y España por la suya,
transformándose con tendencias democráticas, llegaron a más estrecha relación política cuando la última
reconoció a las Islas Filipinas como provincia legítima española de Ultramar, y así considerada, representación en las Cortes generales de España de 1810
a 1813, en las de 1813 a 1814, en las de 1820 a 1822,
en las de 1822 a 1823, en el Estamento de procuradores de 1834 a 1835 y de 1835 a 1836 y en las
Constituyentes de 1836 a 1837 (1). Cuando cesó su
representación en las Cortes, los filipinos, no teniendo medio posible para elevar su voz al Gobierno de Madrid, quedaron descontentos y le enviaron una petición avalada con millares de firmas de
ciudadanos filipinos demandando el restablecimiento de aquel derecho, pero en vano, porque no se
les concedió más.
Filipinas clamó constantemente por reformas internas. Había muchas cosas que reformar. Las anticuadas leyes de Indias, que no servían a las necesidades del país ni del tiempo, y que consideraba
a la colonia de un modo tan excesivamente paternal que hasta «ha estado prohibido prestar a un indígena más de cinco duros», necesitaban enmien(1) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara,
p. 128.
— oí-
das. Pero aquellas leyes eran eternas al parecer y
no sufrieron cambios.
Algunos gobernantes españoles, con desinterés que
les honra, trataron de corregir por medio de reformas las deficiencias de las anticuadas leyes coloniales. Así el ministro de Ultramar, Sr. Becerra,
que no sólo confirmó las importantísimas reformas
del Sr. Maura, sino que apoyó las aspiraciones y el
desenvolvimiento de Filipinas. Dichas reformas de
Maura, aprobadas en 1893, tocaron los siguientes
temas:
1. Fomentar la instrucción pública.
2. Crear Juzgados para la mejor y más fácil administración de justicia.
3. Hacer importantes aclaraciones sobre la contribución industrial.
4. Facilitar el pago y contabilidad de las cédulas personales, ramo importantísimo en aquel país.
5. Aumentar las rentas de Aduanas, los créditos de guerra, tanto para el personal, transportes,
adquisiciones de Maussers y fabricación de pólvora en Calamba, como todo lo preciso para empezar
a funcionar la Compañía de Mindanao.
6. Dar vida a la Casa de Moneda de Manila.
7. Crear el gobierno civil en Sorsogon y la Comandancia político-militar de Cataduanes.
8. Amplistr el ramo de comunicaciones.
9. Hacer reformas beneficiosas para el clero y
el pueblo, creando parroquias y haciendo que los
Aranceles, en castellano y en dialectos del pals, se
encontrarán expuestos siempre al público.
Hubo otras reformas anteriores a esta de Maura,
pero como ha sucedido muchas veces, España las
promulgó con alta y noble intención para con su
hija en Oriente, pero no fueron cumplidas cuando
— 02 —
debieron ser sagradas y ejecutadas por los representantes de la corona en Filipinas. Pocos Reales
decretos se han dado tan completos, tan justos, razonados y llenos de sabias prácticas como el decreto de 19 de mayo de 1893. El ministro, Sr. Maura,
en el párrafo tercero de su exposición, decía así:
«Las instituciones locales del Archipiélago filipino
han caído en tal estado de decadencia y desconcierto, que están atrofiados e inútiles aquellos de sus
miembros que no han llegado a corromperse; apenas
quedan los nombres de las dignidades, las categorías y los oficios en que secularmente consistió y se
asentó la organización administrativa de los pueblos, habiendo trocado en carga odiosa, cuando no
en instrumento de granjeria, lo que fueron honores
apetecidos y nobles ministerios de los principales.
Recapitular los diversos orígenes del daño importa
menos que acudir a remediarlo.»
D. Conclusión
Después de 377 años de relación íntima con la
madre patria, Filipinas se transformó casi completamente en una España en miniatura en el lejano
Oriente, una España tanto en lo externo como en
lo interno. Las costumbres españolas, el alma española, fueron infundiólas en las costumbres nativas y en el alma filipina por fuerzas conscientes e
inconscientes de la evolución de la vida nacional de
nuestro pueblo.
Desde los comienzos de la colonización española
en Filijpfnas se entabló el choque entre la cultura
malayo-filipina y la hispano-latina. ¿Quién de ellas
ha de ganar en la lucha cultural? Es fácil la res-
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puesta, pues es ley natural que en un encuentro de
dos fuerzas, sean físicas, humanas o culturales, el
más fuerte es el que vence; el frágil o débil muere.
Sin embargo, aunque la cultura malayo-filipina era
tan primitiva, desorganizada y débil, no fué completamente vencida: algunos de sus aspectos, como
reliquias sagradas, han sobrevivido a los siglos de
influencia española. Este hecho, favorable para la
formación de una alta personalidad cultural y nacional filipina, se destaca cada vez más brillantemente.
Analizando los hechos y los procedimientos que
se utilizaron para la creación de una nueva vida
social filipina, se hace patente que las fuerzas sociales de la imitación, la sugestión y la simpatía
intervinieron y siguieron sus cursos respectivos, a
veces alternativamente, otras conjuntamente. Estas
tres maneras de crear vida social, los filipinos, consciente o inconscientemente, las practicaron y sintieron todo el tiempo que estuvieron bajo la dominación e influencia híspana.
Si para educar, convertir y cambiar la personalidad del individuo, se precisa largo tiempo, mucho
más justificado es gastar en educar, convertir y
cambiar a un pueblo no años, sino generaciones y
siglos. Entre los primeros cambios sociales de Filipinas, verificados por imitación, se encuentran los
juegos, las diversiones y las modas. Pero es curioso advertir cómo el varón fué más fácil paja la imitación en el vestir. Los hombres se vestían de pies
a cabeza, según la última moda europea, mientras
que las mujeres conservaban sus hermosas vestiduras típicamente filipinas, que al ponérselas transformaban a las «dalagas» con vaporosas alas y las co-
- M las majestuosas de su traje, en unas lindas mariposas volantes, fascinadoras.
Más lentamente operaba la fuerza social de la sugestión, ejercida por el alma española sobre la indígena. Opera principalmente por la educación y
el proceso educativo es siempre lento. En esta manera de evolucionar, los fitípinos, al sufrir cambios
y modificaciones de su cultura en favor de la nueva, vacilaron en ciertos puntos, pero aceptaron otros
muchos inmediatamente, y por verdadera sugestión,
sin someter las nuevas ideas a largos análisis críticos, siguiendo la norma general de la continuidad
y similandad cultural. Únicamente se negaron los
filipinos a cambiar su actitud patriótica y nacional,
pues su psicología patriótica es innata y no se puede modificar.
Es admirable la rápida obra realizada por la fuerza social de la simpatía. Sentir como los otros o en
favor de los otros ha sido fácil en nuestro pueblo
siempre. Para eso basta una fuerte solidaridad que
se ha manifestado en nuestro patriotismo y un gran
caudal de abnegación y de bondad que se manifiesta en nuestras costumbres. Enorme influencia ejerció esta fuerza social en la irradiación del sentimiento religioso, en la aceptación rápida de la religión
católica, que con las virtudes cristianas a tan alto
nivel moral elevó su hogar y las relaciones familiares y sociales.
La evolución social y cultural de la vida nacional filipina era gradual, lenta y beneficiosa. Como
consecuencia, la nueva cultura no perdió lo esencial
de la vida y alma del pueblo filipino, enriqueciéndose su personalidad cultural y nacional, y preparándose para el porvenir.
CAPITULO m
El sistema de educación durante
el régimen español
La educación es el camino de la cultura. Como
las otras instituciones sociales, venía evolucionando*
en Filipinas y con ella la vida material y espiritual
del hombre y de la sociedad, en la que esa educación progresiva, ejercía sus influencias directas e indirectas. En Filipinas la educación había sufrido
una evolución interesante, en la que tres distintos
elementos educativos ejercieron su misión, ascendiendo Filipinas por las diferentes gradas de la cultura y la civilización.
i. Iniciativa de los religiosos.—Una nueva era
intelectual empezó en las islas cuando llegaron los
españoles. Entonces cambió la educación irregular
primitiva malaya, transformándose en otra regular
que los españoles implantaron en el suelo filipino
tan pronto como los beneméritos misioneros españoles empezaron la obra de cristianización de los indígenas.
Basado en los altos principios del ideal cristiano,
el sistema educacional hispano tomó pronto alteza
y matiz de universalidad. El espíritu de la nueva
filosofía cristiana traía un nuevo principio educacional de servicio al prójimo y a la humanidad, un
principio que los teóricos modernos de educación
nos presentan como producto del siglo XX, teniens
— 06 —
do en realidad dos mil años de vida. Fué iniciado
cuando el Hijo de Dios vino a redimir la liumanidad
y nos dejó el mandamiento de que nos amáramos
los unos a los otros. El Divino Maestro quiso que este
principio dominara nuestra vida, porque El sabía
que el bienestar del individuo y de la sociedad dependían de su aceptación general. Nuevas fuerzas
han venido al mundo trayendo nuevas ideas, nuevos
peligros, nuevas responsabilidades y nuevas relaciones. L,a. educación ha. de pasar por una serie de
experimentos y transiciones, algunos de ellos más
o menos drásticos y desastrosos. Pero un cambio
ventajoso de actitud en la educación del pasado es
la socialización de la persona para que sea útil no
sólo a sí misma, sino a los demás. El hombre no
vive únicamente para sí, y por consiguiente, cualquier sistema de educación debe procurar extender
su sociabilidad. Los educadores se han diferenciado
algunas veces grandemente, pero cada vez van aproximándose más a la idea de que la. educación debe
producir individuos de mentalidad social, y con tendencia a buscar no solo su bien, sino también el de
la colectividad en que vive, el de su prójimo. Y esa
idea es tan vieja como el cristianismo.
La socialización del individuo, como pertenecienT
te a una comunidad, es el primer paso de la educación para la felicidad del pueblo y para su progreso. El sistema de educación debe dirigirse a la integración de La personalidad. Es la labor más importante de la educación. Para realizar este objetivo,
ésta ha de ofrecer al individuo experiencias, contactos con el mundo en sus aspectos variados de pensamientos, trabajos y empresas, con hombres, mujeres y niños, porque es la pluralidad de contactos lo
que vitaliza al individuo. Sin esa experiencia éste
- 6 7 -
no es más que un ser visionario, un soñador enclaustrado, lejos de la realidad de la vida, una vida inútil.
2. La nueva educación regular.—La era dorada
de Filipinas se inauguró cuando las primeias escuelas regulares se establecieron en el país. Entonces
comenzaron los filipinos a interesarse grandemente
en la educación, problema palpitante que tanto afecta al progreso y al porvenir de sus con-ciudadanos.
Y desde entonces tienen en la educación tal fe, que
de ella esperan la salvación del pueblo. Vamos a ver
a qué objetivo educacional se dirigía entonces el sistema de educación hispana.
Fué primero una actividad privada de los humanitarios misioneros españoles, no un acto del gobierno español, pues en los primeros días, no había leyes ni acuerdo del gobierno para dar un sistema educacional a los filipinos. El gobierno se interesó en
la educación de los indígenas mucho más tarde,
cuando vio que los naturales de aquel país estaban
descontentos sin ella y la ambicionaban.
La verdadera enseñanza en las islas empezó como
una actividad religiosa, y es gloria del misionero.
En muy corto tiempo las diferentes asociaciones religiosas establecieron escuelas, colegios y universidades en Manila y en otras ciudades. Sin embargo, estas instituciones de alta instrucción fueron a las que
mayor atención prestaron en un principio las corporaciones religiosas, porque la educación primaria
o elemental no se hizo popular hasta el último período de la soberanía española. Por esta razón no es
de extrañar que el desenvolvimiento de la educación durante el régimen español fuera relativamente muy lento. El énfasis de la instrucción se concentró más en las instituciones de alta categoría
— 68 —
que en las escuelas primarias. Y eso rué uno de
ios defectos del sistema educacional hispano.
La llegada de varias órdenes religiosas a Filipinas,
dio más ímpetu al desenvolvimiento de la escuela
y a la fundación gradual de las instituciones de alta enseñanza. Los padres Jesuítas fueron los primeros en abrir el camino educacional en las Islas. Los
Agustinos llegaron con Legazpi en 1564. Los Franciscanos en 1577 y los Dominicos en 1587. Cada una
de esas órdenes religiosas fundó instituciones de
instrucción. Hasta los Recoletos, los padres de San
Vicente de Paúl y las otras ordene» religiosas que
vinieron más tarde fundaron también sus respectivas escuelas mientras propagaban la religión y el
Evangelio. Las congregaciones religiosas que no establecieron escuelas fundaron monasterios, asilos y
conventos en donde se daba alguna instrucción especial conforme a sus prácticas, y más tarde se convirtieron en escuelas regulares.
Contra la marcha ordinaria que parece debería seguir la educación, establecieron altas instituciones
de cultura antes que las de la instrucción primaria.
Esas instituciones fueron los medios más potentes
para extender a las gentes la cultura y civilización
hispano-latina.
El fin principal de aquellos maestros religiosos
era difundir a la masa los principios de la religión
católica por medio de las escuelas y las enseñanzas,
así que la educación en aquellos tiempos se caracterizaba j>or su religiosidad. No había enseñanza y
educación que no fuera intensamente religiosa, pues
todos los maestros eran religiosos, y los estudiantes,
como es natural, se convirtieron en ardientes católicos. En las islas, el saber y la religión andaban
de la mano por el camino de la cultura.
- 6 Q -
El éxito de esa educación religiosa hispana fué
demostrado en muchas ocasiones por las escuelas
o instituciones fundadas desde los primeros años del
régimen español. Estas instituciones docentes llegaron a ser el foco de la inteligencia, la cuna de los
sabios y patriotas filipinos. He aquí algunas de las
instituciones que han dado mucha fiama y reputación, no sólo a sus fundadores, sino también ai gobierno español que más tarde prestó su ayuda a las
mismas.
3. La alta instrucción para los varones, a. El Colegio de San Ignacio.—Fué fundado por los Jesuítas
poco después de haberse establecido en la ciudad de
Manila en 1571. El Colegio de San Ignacio era la
institución principal de que dependían otros colegios,
ocho en número, y la Universidad Real y Pontificia
de Letras. El Papa Julio II, el 22 de octubre de
*552, autorizó a la Compañía de Jesús para otorgar
títulos a sus estudiantes, y lo confirmó el Papa Gregorio XIII el 7 de mayo de 1578. A petición de los
Reyes Felipe III y Felipe IV de España, el Santo
Padre, Urbano VII decretó que «los títulos podían
ser conferidos en las Indias por los obispos a los
alumnos del colegio de la Sociedad de Jesús», utilizando en Manila dicha autorización el arzobispo
Serrano. Por ese privilegio real y pontifical, el colegio de San Ignacio expidió a sus alumnos títulos
de Bachiller en Artes, de Licenciado en Artes y Letras y del Doctorado. En mayo de 1653, otra real orden extendió ese privilegio de conceder títulos a los
estudiantes del Colegio de San José (1).
(1) The Develop ent and present status of Education
in P. I.; R. V. Catapang, p. 23.
— 70 —
El Colegio de San José fué la primera Universidad y tenía las enseñanzas de Teología, de Filosofía, de Retórica, I^atín, Griego, Leyes-Cánones y
Derecho Civil, y en 1740 creó la de Matemáticas.
En el estudio de la Filosofía y de la Retórica se dio
preferencia al método escolástico, y en Retórica a
los métodos practicados durante el período del Renacimiento. Más tarde el estudio de la Química, Física e Historia Natural fué incluido en el curriculum de los que cursaban el bachillerato. Como preparación para el colegiado, dichos colegios mantenían escuelas elementales y secundarias en Manila,
Cebú, Arévalo, Vigan v en Zamboanga más tarde (1).
Desde entonces la Compañía de Jesús estimuló
directa e indirectamente el progreso educacional
en Filipinas. Influían en la instrucción primaria mejorando los métodos y la extensión de los curricula de las altas instituciones. Bl Colegio de San Ignacio continuó funcionando hasta la expulsión de
los Jesuítas de todas las colonias hispanas en 1768,
y con este motivo pasaron a depender de la Universidad de Santo Tomás los colegios que estaban bajo
la dirección del insigne Colegio Ignaciano.
b. La Universidad de Santo Tomás.—Esta institución, que primeramente fué llamada Colegio de
Santo Tomás y que poco después se le dio oficialmente la denominación de Real Pontificia Universidad de Santo Tomás, fué fundada por los Dominicos en 1603. Es la única Universidad católica antigua que aún funciona, teniendo de existencia un
cuarto de siglo más que la Universidad de Harvarcí>
(1) Blair & Robertson, vol. 46, p. 178.
— 71 —
que es la más antigua de América. Contaba con las
Facultadas de Teología, Filosofía, Sagrada Escritura y Letras, Derecho civil y Cánones. Cuando lo»
Jesuítas fueron expulsados de Filipinas, La Universidad de Santo Tomás se incrementó con los colegios de Medicina, Farmacia e Ingeniería y con un
curso de enfermeras que se abrió para las mujeres-.
También se dieron a éstas en los últimos años las
enseñanzas de educación y periodismo. Confería títulos de Bachiller en Artes, Licenciado, Doctor y
otros que corresponden a los colegios recientemente establecidos. En esta Universidad se graduaron
muchos de los filipinos clérigos y seglares, que se
han destacado y que figuran en la historia de la
nación.
Más tarde hubo otros colegios fundados por Jesuítas, como el famoso Ateneo Municipal de Manila, también de alta categoría, en donde se enseñaba no sólo las clases elementales y la segunda enseñanza, sino también un curso de comercio o el
llamado Peritaje Mercantil, que hoy corresponde al
curso de contabilidad y comercio.
c. La influencia de las Universidades.—Hay que
hacer constar que no había otro factor más eficaz
para la rápida extensión de la cultura, que estas
instituciones educacionales, las Universidades, creadas en Filipinas para ese exclusivo fin. Poniendo a
contribución su inteligencia, los estudiantes filipinos aprendieron las ciencias y las artes necesarias
para enriquecer la vida de su país. Como dice un
autor: «El indio filipino fácilmente desarrolla su inteligencia y tiene vehemente deseo de instruirse y
de salir de la ignorancia, y si bien podemos juzgarlo como una raza inferior, no lo es tanto como se
— 72 —
supone, y en verdad que poco se ha hecho para mejorar síis condiciones, aprovechando sus aptitudes y
fomentando otras» ( i ) . Así, la religión católica se
extendió rápidamente a todas partes del país excepto a las regiones de los moros, que han sido
siempre entusiastas e intolerantes mahometanos, y
a las tribus primitivas de las montañas, hoy llamadas las Tribus No-Cristianas. Son las regiones donde tanto la influencia educacional y cultural como
la religiosa no se nota mucho.
Las Universidades preparaban a los estudiantes
filipinos en lo que el pueblo tenía derecho a saber,
y para probar la capacidad de las gentes. Extendía
su acción beneficiosa a los que tenían la posibilidad
y la oportunidad de ingresar en dichas instituciones docentes, y de allí salieron los primeros inspiradores y maestros bien preparados. Pero eran pocos los que podían estudiar allí. Sólo podían hacerlo los hijos de los ricos y los que vivían cerca de
la capital. Algo del sistema dual de la educación europea, una escuela para los hijos de los ricos y otras
muy diferente para los hijos de los «Burgueses», o
del <(tao» común, se practicaba en Filipinas.
Ambas Universidades antiguas, la de los Jesuítas y la de los Dominicos, usaban el método de enseñanza de explicaciones y preguntas. Las explicaciones o conferencias las daban los profesores, en
su mayor parte doctores, que al mismo tiempo interpretaban el texto, y los estudiantes tomaban en
apuntes las opiniones, conclusiones y comentarios
del profesor. Los doctores del curso eran los que
daban las lecciones ordinarias; los licenciados aten'I) «Estudio social de Filipinas». E. Polo de Lara,
p. 48.
— 73 —
díau a las clases extraordinarias, que solían ser cursos de repetición o reválida.
Las escuelas, colegios y Universidades de los Jesuítas y Dominicos siguieron los curricula y métodos de Europa, especialmente de España, como
era natural. Como las Universidades de la edad media, esas instituciones educacionales de Filipinas se
libraron de la política desastrosa de la época, y así
como los estudiantes de aquellos tiempos tuvieron
ciertos privilegios concedidos por el emperador o
por el papa, los de Filipinas gozaron de los que el
gobierno español les concedió. Podían enseñar en
cualquier sitio «jus ubique docendi». Se concedió a
dichas Universidades el derecho de perseguir a cualquier persona que se atreviese a usar la toga y la
gorra académica sin poseer ninguno de los títulos
de Licenciado en Artes o Doctor en Filosofía. Ese
castigo, según el Código penal español, era la prisión, multa o ambas penalidades a la vez (i). En
una palabra, los estudiantes universitarios formaban un grupo de aristocracia intelectual en el país.
Fueron los primeros portadores nativos de la cultura y civilización hispano-latina y de la religión católica.
La influencia de las Universidades era exclusiva,
y continuaba gradualmente hasta que se fundaron
escuelas técnicas, como la Academia Náutica, la
Academia Militar, la Escuela Comercial fundada
en 1840, los Seminarios creados por los obispos de
cada diócesis, según preveía el Concilio de Trento
la de Música, la Escuela Soprano de Niños, y el
famoso Ateneo Municipal de Manila (fundado
(1) «Código Penal de España». «Boletín de la Universidad de Santo Tomás». Manila, 1904 y 1922.
— 74 —
por los Jesuítas cuando después de su expulsión
volvieron a Filipinas en 1859), <IU^ basta hoy día
es una de las instituciones más populare? y de más
alta fama académica. Después de haber fundado el
Ateneo establecieron la importante Escuela Normal
en virtud de un Real decreto que fué promulgado
en 3 de noviembre de 1850, y que autorizaba el establecimiento de una escuela normal para los varones y otra para mujeres.
4. La enseñanza para la mujer.—La cultura no
puede existir en un pueblo sin la base de la educación. La educación enaltece y engrandece la cultura. Para elevar la cultura de un pueblo es preciso cuidar de su educación. En Filipinas se veía los
resultados beneficiosos del sistema educacional hispano, que tanto influyeron en la cultura. Se difundía en Filipinas, sino con rapidez, al menos con paso firme. No sólo las órdenes religiosas tenían interés en extender la educación ampliamente, sino también los filipinos, gran entusiasmo en asimilársela. Y se dieron cuenta entonces de que la educación no debía ser para los varones solamente, sino
también para las mujeres. En los años siguientes
establecieron para ellas Escuelas, Colegios e Instituciones de alta enseñanza, como Normales para
maestras. Así demostraron las órdenes religiosas su
interés por la educación de la mujer filipina. Este
hecho las enaltece, y por él nosotras, mujeres filipinas, les debemos gratitud.
La idea de que las mujeres deben estar solamente en la casa, venía desapareciendo desde la primera parte del siglo XVII. Antes de ese tiempo, las escuelas de refinamiento cultural eran para los varones exclusivamente; las mujeres se educaban «para
— 75 —
la casa o para las labores propias de su sexo», y
no se las instruía en las ya mencionadas ramas del
saber. Era antigua creencia que k mujer necesitaba conocer solamente los rudimentos de una educación elemental, hasta le bastaba con saber cocinar, cuidar niños y rezar. A pesar de esas ideas, el
deseo inextinguible de la mujer filipina de alcanzar una educación elevada captó la atención y logró el reconocimiento de ese derecho. Tanto la mujer como el hombre sentían ansia de saber y la patria y los educadores no lo ignoraban. Se dieron
cuenta de que la educación era complemento ineludible de la vida, una de las urgentes necesidades del hombre y de la mujer. La llegada de varias
congregaciones de religiosas precipitó el establecimiento de colegios y escuelas para niñas, atendiéndose en ellos a la educación de la mujer poco después de la fundación y funcionamiento regular de
los colegios y Universidades para los hombres. Setenta y tres años después de ser descubiertas las
Islas Filipinas (algunos años más tarde de la fundación de varios colegios y Universidades para varones) en 1632, las Hermanas de San Vicente de
Paúl establecían el Colegio de Santa Isabel, primer
Colegio de niñas que conoció el Archipiélago.
El camino cultural iba ensanchándose para la mujer filipina. Verdaderamente tiene que estar agrá«
decida a la religión católica y a las religiones y misioneras que con su educación cristiana abrieron rutas nuevas a su cultura y a su dicha. Las escuelas
de las monjas daban la instrucción primaria, intermedia y secundaria. Los que se llamaban colegios
de niñas antes no daban los cursos de los colegios
de hoy día. Posteriormente se fundaron varios, uno
tras otro, llegando a alcanzar algunos de ellos mu-
- 7 6 -
cha importancia. La Escuela Normal de Santa Catalina se fundó en 1696 después del Colegio de Santa Isabel, bajo la dirección de las Hermanas Dominicas. El deseo de dar más facilidades a la mujer filipina para ilustrarse se vio en el continuo establecimiento de colegios de niñas. Se fundaron
otros en el último cuarto del siglo» XVIII. Se fundó en 1730 el Beaterío de Santa Rita, en 1774 el
Colegio de Santa Rosa y otras escuelas normales
para maestras en Naga, Camarines y Nueva Cáceres. En 1880, las Hermanas de la Caridad funaaron
la Escuela Normal de la Inmaculada Concepción
en Cebú y otras en Iloilo. En 1892, un decreto oficial acordó fundar la Escuela Normal de Vigan y
otra en Manila. Varias de las escuelas y academias
establecidas por religiosas obtuvieron gran renombre. Son dignos de mencionar el Colegio de la Asunción, y el de la Concordia, éste uno de los de más
prestigio entre las instituciones docentes para mujeres. El primero tuvo un tiempo Escuela Normal
para maestras Filipinas.
Consecuencia del trabajo de las religiosas difundiendo las enseñanzas de la religión 3' la cultura
hispano-latina, fueron la alta devoción y la capacidad de las mujeres filipinas que se moldearon virtuosas e inteligentes. Las graduadas en estas escuelas lograron altos ideales cristianos y fuerte influencia moral en la sociedad. Han prestado gran servicio al pueblo en general.
— 77 —
C. Reformas educacionales.
x. El estado de la instrucción elemental.—La
Iglesia y el Estado, en relación amistosa, cooperaban en l a actividad educacional del país.
El poder civil no dejó siempre a los misioneros y las religiosas labor tan importante y
necesaria para extender la influencia hispana, cultural y religiosa. Cumpliendo con su deber se tomó con el tiempo más interés que en los primeros
años del régimen. l a s leyes que el gobierno español
dio se referían a la educación de los indios americanos, que extendió también a Filipinas, aunque
no resultaron aquí tan satisfactorios, porque las condiciones y la cultura <Le los habitantes de América
y los de Filipinas eran muy distintos. Los reyes de
España, los Papas y los Prelados de Filipinas, demostraron análogo interés en la educación de la
hija de España en el extremo Oriente.
El estado de la educación en los primeros siglos
del régimen español era el siguiente: Sólo los hijos
de los ricos podían recibirla en las instituciones fundadas por los religiosos en donde era necesario pagar la enseñanza, salvo alguna que otra excepción.
Los hijos del pueblo, no podían utilizarlas, y los
abandonados por la fortuna estaban desatendidos casi completamente en su desarrollo intelectual. Pero
las demandas de educación, clamadas por los hijos
<lel «tao» común y las exigencias del pueblo, fueron tan fuertes, que no se pudieron dejar de atender por más tiempo. El gobierno entonces, aunque
tarde, despertó y comenzó a dar enseñanza y
- 7 8 -
educación a la masa, que, como los ricos, también
estaba obligada a pagar tributos al gobierno. Antes
de 1804 no había escuelas públicas, y solo se daba
una educación muy elemental a los hijos de los pobres. Muchas de esas escuelas se establecieron en
los conventos. En las escuelas parroquiales o de caridad (escuelas pías) a los niños de los pobres se
les enseñaba la doctrina cristiana, a leer, escribir
y algo de aritmética. Para la lectura daban la «cartilla)) y el ((catón» y, como la doctrina, las aprendieron de memoria verbatitn. Los maestros de las escuelas gratuitas recibían poco salario, escasos pesos
al m«s, y no tenían títulos. No se les exigía suficientes conocimientos del idioma castellano, así que
en su mayoría no daban explicaciones en esta lengua en sus clases, redundando en perjuicio de la
difusión del español.
2. La Instrucción Primaria.—En el siglo XVII]
la capital, Manila, estaba a gran altura educaciona
teniendo universidades, el Observatorio Meteoroló
gico y las escuelas prácticas y profesionales de Ar
tes y Oficios, de Náutica, Dibujo, Pintura, Esculru
ra y Grabado, Escuela Normal Superior de Maes
tíos, Museo y Biblioteca nacionales que el gobiern«
español subvencionaba parcialmente. Pero las pro
vincias estaban muy abandonadas en su désarroi!«
educacional.
La gran necesidad de Filipinas en aquellos tiem
pos no era tener muchos centros de alta instrucciói
concentrados en uno o dos sitios, ni crear eminen
tes científicos y sabios que se distinguieran de la ma
yoría de la masa y formasen una clase superior, 1
aristocracia intelectual, sino conseguir que todo «
pueblo filipino recibiera una esmerada educación pí
— 79 —
ra alcanzar alta cultura, que sirvieran de potente
base para cimentar la paz y la concordia, engrandecer a su patria y beneficiarse a sí propios, beneficiando también a la humanidad. Carecían las escuelas de las provincias de Filipinas de las condiciones
higiénicas tan necesarias para estos centros, y en todas ellas faltaban el jardín o patio de recreo para solazarse los niños en las horas de descanso. Tampoco tenían campos de juego.
La práctica hispana, como la de otros países, en
aquellos tiempos fué empezar por el tejado. Así la
alta instrucción se instituyó casi en el comienzo del
siglo XVI y la instrucción pública primaria no ha
empezado hasta la mitad del siglo XIX. En verdad
el gobierno mostró gran interés en dar a los filipinos una educación primaria concediéndoles el rango
de nación civilizada. Infortunadamente, las buenas
intenciones del gobierno referente a la instrucción
elemental no fueron muy escrupulosamente llevadas
a la práctica.
Fué en 20 de diciembre de 1863 cuando el gobierno español, viendo la necesidad de popularizar la
educación en Filipinas y para corregir los errores
del pasado, promulgó en España la más importante
ley educacional que sirvió para cambiar el sistema
entero de la instrucción. La ley de 1863 tendía a
introducir cambios en los métodos antiguos y ampliar la instrucción primaria para hacer frente a
ks necesidades del pueblo. Entre otras cosas, la ley
proveía a los siguientes puntos:
a. Declarar obligatoria la asistencia a las escuelas a los niños y niñas desde la edad de seis años
a la de doce, ambas inclusive. El padre, madre o
tutor que no hiciera cumplir esta obligación a sus
hijos o pupilos, será amonestado por primera vez;
—
S o -
la segunda, castigado con multa, y la tercera y siguientes con arresto.
b. Será obdigación del maestro, cuyo incumplimiento se castigará con la pena de corrección o de
suspensión, ensenar a sus discípulos a leer y escribir el castellano correctamente en el término de
cuatro años.
c. Se nombrarán los necesarios inspectores cTe
instrucción primaria para que una vez al año, al
menos, visiten las escuelas y den parte de los adelantos de los niños y niñas.
d. Hn las escuelas se enseñará: lectura, escritura, catecismo, elementos de gramática y nociones
de aritmética, historia, geografía, higiene, gimnasia y agricultura.
e. Las escuelas se proveerán por oposición ( i ).
Esa legislación tan necesitada no apareció sino
a los 342 años de dominación española. Desde esa
fecha la instrucción primaria empezó a adelantar
en un sentido próspero por el camino de la cultura. En cada pueblo se establecieron escuelas para
niñas y niños, llegando a crearse 2.143 en Filipinas, iîsa ley tenía un extenso articulado formado
por 173 provisiones regularizando las escuelas públicas (2).
Un justo análisis de los factores que retrasaron el
adelanto de la escuela pública y los cambios en la
reconstrucción del curriculum y de la instrucción
acusa las siguientes causas: Bra una edad de acción
lenta, de conservadora defensa de irritantes privilegios, castas y autocracia. Los frailes que influyeron tan vitalmente en Filipinas, no se opusieron a
(1) Census de 1903, p. 588.
(2) Census de 1903, p. 594.
— 8i —
la extensión de la educación a la masa. Todo lo
contrario, fueron ellos los primeros que atendieron
a la educación, aunque en forma deficiente, y lo
hicieron lo mejor que pudieron para difundir la
educación liberal entre los que tenían facultades intelectuales, eran capaces de alto nivel cultural y
podían costearse dicha educación. Una de las causas más importantes del retraso de la educación en
Filipinas fué la falta de fondos adecuados para establecer y sostener las escuelas primarias requeridas
y la falta de jnaestros y su escasa preparación pedagógica; las malas condiciones de las escuelas, el
tener que compartir las órdenes religiosas su atención entre los trabajos de cristianización y los de
educación de los habitantes, y últimamente la enorme dificultad que a la instrucción ofrecía el que
el maestro español desconocía la lengua de los discípulos filipinos y éstos a su vez no dominaban el
español. Todos estos motivos fueron responsables
del lento adelanto de lá instrucción popular. Doble fin tenían los frailes en su trabajo educacional:
uno, asegurar la salvación espiritual, y otro, laborar por el progreso intelectual de los habitantes. Y
aun su preferente y casi única aspiración era esparcir el cristianismo por medio de la educación. Favorecieron la enseñanza del lenguaje español, lo que
no hicieron las leyes inútiles del gobierno. Establecieron escuelas, enseñaron, pagaron maestros e
hicieron libros. Otra manera de instruir a la gente en la cultura hispano-latina, fué difundir sus artes, sus profesiones y oficios. Se adelantaron a las
leyes del gobierno porque fueron los primeros en
proveer y establecer escuelas para niñas antes de la
la famosa ley de 1863.
— 82 —
3. La característica religiosa de la educación.—
De un estudio detenido del sistema educacional hispano, de su principio, de sus objetivos primordiales, de sus operaciones, métodos y resultados, se
llega a deducir que era primeramente religioso y secundariamente cultural. Y tuvo éxito notable su
misión de dar a los filipinos la F E cristiana y la
cultura occidental.
Los educadores españoles, en su mayor parte misioneros, y las leyes educacionales, tendieron desde el principio a dar una educación no solamente
del cuerpo y de la mente, sino también de la voluntad. Demostraron que para ellos la moral y la religión eran de un supremo valor humano. La verdadera educación se llevó a través de un prisma
cuyas facetas fueron: «cueripo, mente y espíritu)),
señalándose el efecto de la moral y de la religión
en cada una de eüas.
Los filipinos tuvieron una educación religiosa durante más de tres siglos, la misma que Magallanes,
Urdaneta, Legazpi, los sabios de aquellos tiempos,
y en general todo el reino cristiano se enorgullecía de poseer. Las relaciones de La Iglesia y de las
escuelas en Filipinas nos induce a preguntar dos
cosas: Primera. ¿Qué parte ha ejercido la Iglesia
en la vida institucional de aquellos tiempos? Segunda. ¿Oiál era su actitud respecto a las escuelas de la nación, las privadas y las públicas, dados
los fines que ella perseguía? La Iglesia y el Estado trabajaban juntamente como una unidad, había
una comunidad social con su «esprit de corps», en
la cual se practicaba la obediencia, una cooperación
y coparticipación tendente a la vez a alentar la
educación religiosa y la instrucción de los filipinos.
Se ha dicho que como la religión ocupaba la aten-
- 8
3
-
ción y la actividad de la gente en tan gran escala,
eia más que una preparación de la vida, la vida
misma en aquella época.
La religión ha sido instrumento eficaz de difusión, no sólo de sus principios religiosos y de la
educación liberal, sino también de la cultura. Ha
sido siempre la gran propagandista de ella en todas las épocas pasadas. Sin la religión, el hogar
filipino, la sociedad y el estado civil pagano no hubieran seguido su glorioso movimiento ascensional
hacia la perfección. Está claro que allí donde la
Iglesia de Cristo tuvo vía libre, como la tuvo en
Filipinas, las fuerzas culturales de la religión han
originado cambios en las cosas dejándolas en forma muy diferente a los tiempos paganos. Así, en
Filipinas las instituciones se reformaron tan rápidamente, que los filipinos fueron los primeros en
el Oriente que tuvieron un gobierno cristiano, leyes cristianas, hogar cristiano, literatura cristiana e
iglesia cristiana. Tanto en la práctica como en la
teoría, el sistema de educación hispana propendió
a enriquecer al individuo mental y espiritualmente.
En cuestiones educacionales, lo que es bueno para los individuos redunda en beneficio de las naciones a que pertenecen. La prosperidad y la felicidad
de un pueblo depende, no sólo de su riqueza material, sino también de sus principios morales y
religiosos, que llevan en sí la creación y justa distribución de la riqueza. El Japón, a causa de su
religión supersticiosa, posee una deficiente moralidad popular. El Conde Okuma, Ministro del Japón y fundador del partido liberal, dijo en una
ocasión: «El defecto fetal de la enseñanza de los
sabios del Japón y de China es que cuando tratan
de las virtudes y de la moral, no dan mucha impor-
- 8 4 -
tancia a la naturaleza espiritual. Aunque estén en
situación floreciente, decaerán al final. El origen de
la civilización moderna se encuentra en las enseñanzas del Sabio de Judea, por quien la moral dinámica
necesaria está reforzada». La necesidad del Japón,
se dice, es el desenvolvimiento económico; pero la
base de un desarrollo económico es la mutua confianza entre las masas sociales y esta confianza se acrecienta con la elevación no sólo del nivel cultural,
sino muy principalmente del nivel moral.
Los filipinos están orgullosos de España que les
dio desde un principio la misma educación que a
los españoles en la que ostentaba el predominio religioso de aquellos tiempos. Esa instrucción ha conservado el carácter cristiano y ha penetrado en las
instituciones, en la vida social, y hasta en los ideales de los filipinos. Aunque esas escuelas tenían métodos anticuados y un curriculum defectuoso, porque faltaba gran variedad de asignaturas de gran
interés, sin embargo han tenido en general, por parte del maestro cristiano, una atmósfera de escrupulosidad en el cumplimiento de sus obligaciones y
en el ejercicio gustoso de su deber. Sentían su sagrada misión de enseñar a pesar de los múltiples obstáculos que la Iglesia tenía que salvar. De la inspiración que venía de aquella escuela, de la práctica
de las virtudes sociales emanadas de centros docentes numerosos que conducían a los individuos a la
integración de su personalidad y haciéndolos a la
vez más vitales al bien social, es deudor el pueblo filipino a la soberanía española y por la misma
razón esa educación merece ser conservada y esculpida en letras de oro en la historia del dominio hispano en Filipinas.
- 8 5 4. El Lenguaje Castellano.—Un lenguaje común es un lazo fuerte de amistad y de unión entre
dos razas o dos naciones. Evidentemente Filipinas
con sus treinta y cuatro diferentes dialectos y España con su lengua cervantina completamente distinta a ellos, necesitaban de una lengua común. España no comprendió bien las condiciones de Filipinas, los deseos de sus habitantes y la psicología de
sus gobernados. Si España hubiera comprendido a
su hija predilecta del lejano Oriente, sin duda hubiera procedido de muy distinto modo, y se hubiera
preocupado más de extender su lengua, con objeto
de hacer el lazo colonial y la unión racial más fuerte, hermosa y dulce. La importancia de usar un lenguaje común paira entenderse y comprenderse clara y justamente, es innegable.
A través de más de tres siglos ni los españoles
hablaban los dialectos, excepto unas veintenas de
misioneros, m los filipinos hablaban el Castellano,
excepto los que habían estudiado en los centros educacionales de Manila, Cebú y otras ciudades. Dice
Polo de Lara que sólo un 1,56 por 100 de los filipinos hablaban el Castellano y los 98,44 por 100
restantes no sabían ni una jota del lenguaje del colonizador. Hablando sobre el atraso del país y entre
otras cosas, sobre la poca difusión de la lengua Castellana, el Ministro de Ultramar Sr. Becerra dijo:
«Hace más de trescientos años que tenemos Filipinas y no quedará muy halagada nuestra vanidad con
lo que voy a decir: apenas hay 300.000 (habitantes
que hablen el Castellano, y aún tenemos millón y
medio de hombres que no han sido cristianizados ni
sometidos al imperio de las leyes» (refiriéndose a los
moros y las tribus no-cristianas).
La enseñanza del Castellano no se hizo obligatoria
— «sobaste que se promulgó la ley de 1863 que estableció
las escuelas públicas e hizo obligatoria la asistencia
de los niños y la enseñanza del Castellano. Faltaban
maestras tituladas y maestros que hablaran este leugua. Así no se difundió como debía, aun después
de 377 años de dominación española. Como dice un
autor; «Era lamentable que el país estuviese atrasadísimo en la cuestión de la educación de la masa,
y en la enseñanza del Castellano, loa educadores limitaron sus esfuerzos a nacerles aprender de memoria el catecismo y a crearles una segunda naturaleza con las prácticas yritualidadesexteriores de
la Iglesia. Ese método era eceptable por un período
de uno o dos años, pero no para trescientos años».
España deseaba que sus colonizadores aprendieran los dialectos del país porque ella creía que cuando un país domina a otro, si no posee la lengua
del vencido, no posee tampoco al país. Como era
muy difícil para los españoles colonizadores hablar
los dialectos, se trató de difundir el Castellano entre los habitantes del país, sin lograrlo por la ineficaz actuación en este sentido, cosa que parece increíble después de tantos siglos de dominación. España no pudo cambiar la actitud patriótica de los
filipinos, pero no supo tampoco el arte elemental
de dominar a su colonia de Oriente.
C. Conclusión
Haciendo una breve crítica del sistema de educación española en Filipinas, hay que hacer resaltar
que faltó establecer escuelas en todos los pueblos,
reformar las entonces existentes, y variar el plan
de enseñanza y curriculum de las mismas aunque
- 8 7 -
en sus asignaturas sobre lectura, escritura, contabilidad y moral cristiana estaba perfectamente establecido. Con aquel sistema deficiente y rutinario,
la juventud no podía avanzar mucho por el camino del progreso, ya que carecía de los conocimientos preliminares que forman la base de toda instrucción. La enseñanza limitada y monótona de las escuelas primarias necesitaba extenderse para que los
jóvenes que por su escasa posición social no pudieran pasar a Manila a frecuentar las aulas de la Universidad y a recibir en ella la instrucción y las sabias doctrinas que proporcionaban gratuitamente
ilustres sacerdotes y catedráticos, pudieran instruirse en escuelas populares en otros conocimientos prácticos y altamente útiles y necesarios a esa clase, los
que hicieran de ellos buenos agricultores, industriales* ganaderos, artistas, comerciantes, honrados hijos del trabajo e intachables ciudadanos.
Tal era la educación durante el régimen español,
de cuyas deficiencias no hay que culpar a España,
pues siguió en aquella época, poco más o menos, el
mismo ritmo y procedimiento educacional que las
demás naciones colonizadoras. Tuvo sus verdaderos
méritos palpables qne hubieran podido llevar al
pueblo al colmo de sus aspiraciones nacionales. En
cambio, fué lenta en su marcha por los obstáculos que
encontró y que ya subrayé; la falta de fondos suficientes para establecer un sistema más adecuado: la
falta de maestros y profesores bien preparados en pedagogía elemental, intermedia y secundaria; la falta
hasta última hora, de escuelas públicas primarias
para la masa; la carencia de procedimientos y métodos científicos educacionales y de un plan sistemático en las clases; la pobre disciplina, impropia,
que muchas veces pecaba de cruenta; la represión
— 58 —
de la individualidad del estudiante, que mataba toda iniciativa; los pesados, defectuosos y amontona,
dos curricula en las clases elementales y secundarias, tanto en los colegios como en las universidades que no respondían siempre a las necesidades de
los alumnos, ni de la sociedad, ni del tiempo. No
obstante, a pesar de todos los defectos y deficiencias del sistema de la pasada educación, queda un
hecho indiscutible: el inmenso beneficio que reportó por la extensión general de su carácter social,
por haber agrandado la capacidad del filipino y su
perspectiva individual y colectiva hacia la solidaridad nacional, por haber dirigido, en fin, y acelerado su evolución política, alcanzando un nivel que
les situó culturalmente por encima de la India.
Ya había muchos filipinos de ambos sexos educados en las instituciones españolas del Archipiélago, en la Península Ibérica y en las Universidades europeas que demostraban su capacidad para
guías y conductores de su pueblo, no solo en la política, sino también en las ciencias, en la literatura, derecho, filosofía y artes. Formaban un grupo
brillante de abogados, médicos, oradores, poetas,
autores, farmacéuticos, eclesiásticos y estudiantes.
Están agradecidos a la madre España por la educación que les facilitó, base de su desenvolvimiento
cultural y de su progreso. Aunque los filipinos reciban en lo futuro otras influencias, la ya formada
y crecida cultura hispano-filipina habrá dejado entre nosotros huellas benditas y perdurables.
CAPITULO IV
La cultura Sajona-Americana
A. Sus principios e ideales.
i. Introducción de la nueva cultura. — El destino juega enigmáticamente con la vida del hombre como con la de un pueblo, y no se puede determinar qué porvenir le espera hasta que
llega el momento decisivo. Filipinas luchó valientemente por su libertad, poniendo en ello valentía, constancia y entusiasmo, prefiriendo la
muerte a tener la honra, la libertad y la hacienda a merced de una autoridad distanciada del país.
Fero cuando a los filipinos les faltaba poco para
obtener el completo éxito, el destino intervino para
que 110 lograsen su ansiada emancipación y ¡libertad.
Tremendo desengaño recibieron los filipinos cuando terminó la guerra hispano-americana, pues en
virtud del Tratado de Paz de París de diciembre
del año 1898, Filipinas pasó a la soberanía de los
Estados Unidos.
Por primera vez en el Extremo Oriente amaneció
un gobierno democrático. América empezó su régimen en Filipinas por la iniciación de reformas internas tan necesarias y sentidas durante el pasado
régimen y mezcló en el suelo filipino con la civilización malayo-hispana cristiana que nuestro pueblo
poseía, la nueva y moderna cultura sajona-americana.
— 90 —
Kl «Tío Sam» (Uncle Sam) con sus gobernantes
prácticos y democráticos procuraban pacificar las
turbulentas condiciones de las Islas, descorazonadas
por el fracaso de su movimiento nacional libertador, m Presidente Mckinley, en el manifiesto dirigido al pueblo filipino, dijo que el Gobierno de
América iba «no para explotarlos, sino para desarrollar, civilizar, educar y adiestrar a los nativos en la
ciencia de gobernarse». Los filipinos en vista de
estas manifestaciones cesaron en las «guerrillas» que
duraron desde 1898 a 1901 y con las que combatían
contra el nuevo poder porque no querían quedar
otra vez sujetos a una nación extraña. Entonces,
decidieron cooperar con el nuevo gobierno en el programa norteamericano que prometía conducir al
pueblo filipino al pináculo de la cultura, y realizar
su más sublime aspiración nacional, su independencia.
Los Estados Unidos empezaron haciendo públicos
sus principios políticos e ideales nacionales, que encontraron eco d'e agrado y simpatía por parte de los
filipinos, amantes también de la democracia y de
la libertad. Se dedicó luego a convencer a los habitantes de que el éxito y el poder de esas ideas estaban en las obras y no en las palabras. Y empezó
a lucir brillante la cultura sajona-amerícana en hechos concretos, hechos que en esta época tienen el
máximo valor.
La tarea de fundar poco a poco un estado de derecho digno de un pueblo culto, como el que ofrecen
a Filipinas los americanos, es un tema de reflexión
para las naciones colonizadoras que perdieron sus
colonias por su culpa. América comprendió las aspiraciones nobles, los derechos y los hechos de Filipinas: estudió la psicología del pueblo filipino y
— 91 —
al gobernarlos con su cooperación, promulgaron leyes justas adaptándolas al mayor bien del país y
del pueblo.
Analizando las condiciones y las necesidades de
su nueva colonia en el Oriente, «Tío Sam» buscó
solucionar primeramente los problemas más impar»
tantes, e hizo las reformas internas, tan necesitadas
para el mejoramiento y el desarrollo del país. Por
medio de esas significadas reformas internas, Amé»
rica abrió ampliamente al país el camino de una
nueva cultura.
La reconstrucción social superó a las necesidadesurgentes. Con la paz en una mano y la cooperación
de losfilipinosen otra, ¿cómo no tener gran éxito?
Pero no/«e olvide que los triunfos conseguidos por
los lyankis en Filipinas tienen por base la historia
del pasado de los habitantes. El suelofilipinoestaba ya preparado, limpio, fértil y próspero desde hace tres siglos; abundantes semillas culturales habían
brotado en todas las provincias cristianas; los habitantes, riqueza la más potente del país, ya hace muchos siglos que eran cultos, educados, diestros en
diversos trabajos, aptos y ambiciosos. Sobre esta base, ¿cómo extrañar los grandes éxitos de los esfuerzos americanos? De no haberlos tenido se deduciría que fué nulo el trabajo centenario de los españoles o que los habitantes eran incapaces de educación y de progreso. Lo bueno, dichoso y hermoso que América obtenga en su dominación en Filipinas sería inexplicable sin la labor anterior de Iff
madre España y la capacidad reconocida de los indígenas.
Restablecidas la paz y el orden, el gobierno americano en Filipinas realizó trabajos concretos, unificando la moneda, poniendo, el comercio interinsular
— 92 —
y exterior sobre bases firmes, abriendo carreteras,
estimulando la producción, mejorando la sanidad y
la limpieza de la ciudades, avivando y mejorando
la vida general, y por último, introduciendo el presente sistema de educación popular y libre, copiado
en parte de la educación americana. Con estos acontecimientos se transformó el país completamente en
otro más vigoroso, sano, rico y encantador.
2. Transición de la vida pública en Filipinas.—
Es evidente que la evolución nacional de Filipinas
durante los últimos treinta y cuatro años de dominación americana, ha conseguido significados triunfos en pro de la causa de la independencia filipina.
Esos triunfos consisten en là formación gradual de
un gobierno propio con el que los naturales del país
están adiestrándose en la ciencia de gobernarse bien.
Etn la evolución gradual de su gobierno, los filipinos aprecian tanto sus deberes como sus derechoà
políticos. Describiendo cronológica e históricamente los importantes episodios de la evolución del gobierno actual de Filipinas, vemos que en los primeros tres años, desde 1898 hasta 1901, Filipinas estaba bajo un gobierno militar (eu peor gobierno que
un país puede tener, aunque para mérito de gobernantes y gobernados no dio ocasión a las atrocidades
que suelen cometerse en otros países bajo tales gobiernos, lo que indica también el espíritu pacífico
de los habitantes). Cuando la paz reinaba en todas
partes, porque los filipinos se convencieron de las
nobles intenciones del Gobierno de América, se estableció un gobierno civil en Filipinas, que empezó
en 1901. Es en este gobierno donde los indígenas
pueden estudiar y adiestrarse por tener participación
gradual en diferentes ramos y departamentos. Ese
— 93 —
gobierno civil estaba en monos de un gobernador
civil, en vez del gobernador militar que le precedió,.
y para ejercer funciones de cuerpo legislativo del
país se creó la Comisión Filipina, compuesta de
americanos y filipinos. Esta Comisión ha dado importantes leyes para beneficio del pueblo. Los filipinos demostraron su capacidad con sus políticos nacionales, y reconociéndolo así el Congreso de los Estados Unidos les concedió la Asamblea Filipina que
corresponde a la Cámara Baja, mientras como Cámara Alta funcionaba la Comisión Filipina cu}-os
miembros son nombrados por el Congreso de los Estados Unidos con la aprobación del Presidente.
En 1907 se creó la primera Asamblea Filipina y
se nombró por elección nacional de los electores ciudadanos filipinos. Cada provincia tenía su representación en proporción a su. número de habitantes. Ese
cuerpo legislativo ha aprobado importantes leyes
tendentes al mejoramiento del país y al progreso del
pueblo. Las industrias, comercios, obras públicas, la
educación pública, la agricultura, las comunicaciones y reformas internas suscitaron estudios concienzudos y acabados por parte de los legisladores filipinos. Y fué tal la admiración y la confianza sentidas por el Gobierno americano, que en 1916 el Congreso americano promulgó la Ley de Autonomía,
que se llama popularmente la Ley Jones, la presente ley orgánica de Filipinas. Con ella daba a los filipinos amplia autonomía en su gobierno insular,
creando otro cuerpo legislativo que reemplazo a la
Comisión Filipina, que es el «Senado de Filipinas»
cuyos miembros son filipinos también, elegidos por
el pueblo, dos por cada provincia. En consecuencia en el gobierno del país tienen hoy los filipinos
voz y voto y son los que mandan y gobiernan por
— 94 —
medio de sus representantes y senadores. El Gabinete del Gobernador General está compuesto por los
secretarios de cada departamento, que son nombrados por el Senado de Filipinas con aprobación del
Jefe Ejecutivo. En el gobierno filipino todos los oficiales son indígenas, menos el gobernador general
y el vicegobernador que son americanos y que representan al Gobierno de los Estados Unidos. En el
Departamento de Justicia de Filipinas, desempeñado casi en su totalidad por filipinos, queda demostrada la capacidad de los indígenas para desempeñar
los cargos de Magistrados en la Corte Suprema, de
Jueces en los tribunales de Primera Instancia y en
los tribunales municipales.
Otro triunfo nacional de los filipinos fué la restauración de la Bandera Filipina en 1919, abatida
•desde 1898. El emblema nacional filipino, tan inspirador de patriotismo, otra vez ondea en todos los
edificios públicos juntamente con la Bandera americana. Esos acontecimientos prueban, que los Estados Unidos están dispuestos a cumplir su solemne promesa escrita en la Ley Jones de «dar a los
filipinos su libertad y emancipación tan pronto como tengan un gobierno estable», y los filipinos tienen fe en América, en sus tradiciones e ideales y en
la sinceridad y buena intención de sus actos.
Admiran los extranjeros el rápido paso de los filipinos hacia su meta política, la independencia absoluta y completa. El vehemente deseo de Filipinas
es la independencia absoluta, inmediata y completa.
En otra forma no quieren, pues para ellos una independencia política, como tiene Cuba, por ejemplo, es otra forma de subordinación y no conduce a
la perfección de la individualidad nacional y cultural del pueblo. La evolución política y gubernamen-
— 95 —
tal del país ha demostrado no sólo la capacidad de
los indígenas para gobernarse, sino también para
ser gobernados. Desde que se posesionaron los americanos de Filipinas, hasta en ios días de la República Filipina que duró cerca de nueve meses bajo
la presidencia de Aguinaldo, el gran general, los
filipinos han mostrado su capacidad para gobernarse y para el cumplimiento de sus deberes políticogubernamentales.
B. La americanización y la filipinización.
Hay en Filipinas dos distintos movimientos de socialización cultural, la americanización y la filipinización. El primero es el objeto y política del gobierno soberano y el segundo es el de las gentes del
país. No es de extrañar que existan estas dos tendencias >y es tarea de la educación armonizarlas para
no perder lo bueno de cada uno en interés del pueblo en general. El mundo moderno ha traído cambios en la civilización y cultura en casa todos los
países civilizados. Filipinas se ha incorporado a la
marcha del progreso, siendo el movimiento de americanización un factor importante que ha dado a los
filipinos nuevas ideas prácticas y métodos en todos
los aspectos de las actividades humanas.
Mientras los americanos luchan fuertemente para
enseñar todo lo suyo, su cultura, sus ideas, sus principios y demás cosas que creen son esenciales para
su grandeza nacional y progreso, los filipinos por
otra parte guardan lo suyo, aunque no rehusan lo
que tiende al bien y progreso de su país. Tienen mucho interés en no perder sus propias tradiciones y
costumbres, sus virtudes y temperamento, sus aspi-
- c u -
raciones nacionales, su carácter filipino. Tal vez perderían su personalidad filipina si tomaran la dosis
del americanismo sin moderación. Filipinas no quiere cambiar o perder lo bueno que aprendió durante los siglos pasados de la influencia oriental y de
España, y solamente quiere adoptar de la América
del Norte aquellas cosas que han adquirido buena
fama, los principios de la democracia. Es muy natutal que exista algún conflicto psicológico entre ambos movimientos; el gobernante soberano quiere dominar por métodos pacíficos o drásticos, como sea
posible; el pueblo gobernado que aspira a su completa emancipación, no puede aceptar el americanismo cuando redunde en contra de sus ideales y aspiraciones.
El primer acto de americanización en Filipinas
fué la adopción del lenguaje inglés como idioma oficial en las escuelas, así como también en el gobierno, en donde se usa el español y el inglés. Todos
los esfuerzos se concentraron en hacer que el inglés
fuera usado lo más extensamente posible por los
habitantes, y se logró, como consecuencia lógica de
la enseñanza dada en las escuelas públicas, establecidas en todas partes. En la prosecución de este
objetivo hubo y hay conflictos, ventajas y desventajas. Los filipinos, que guardan el sentimiento de
su nacionalidad, no quieren hablar el inglés, pero
no se oponen a que se enseñe en las escuelas.
i. El problema del lenguaje nacional.—Y vino
el problema del lenguaje nacional en Filipinas, de
tan gran importancia nacional para nuestra emancipación. Hasta ahora no está resuelto cuál debe ser su
lenguaje nacional. Cuando las Islas fueron colonizadas por los primeros malayos, inmigrantes que de-
-97 —
cidieron establecer su bogar y hacer de las Islas Filipinas su país, fué el malayo el lenguaje usado.
Pero vinieron sucesivamente otras inmigraciones malayas, y resultó que los primeros que llegaron se
vieron obligados a dejar las costas y llanuras de
una isla para buscar dónde establecerse, libres de
las molestias de los otros inmigrantes sucesivos. Asi
los malayos, aunque hablaban al principio un lenguaje que era puro malayo, fueron cambiándolo en
varias formas, hasta que llegaron a formar dialectos distintos del original. Hoy se hablan muénos,,
siendo los más importantes el tagalo, el visayo-eebuano, que es el más extensamente hablado en varias islas visayas; el ilocano (en el Norte), el bicol,
el pampango, el pangasinan, el Hongo, el samariño, el boholano (muy parecido al cebuano) y los
dialectos moro y de otras tribus. La existencia de
tanto dialecto impone la necesidad de un medio común de expresión.
Cuando empezaron a funcionar las escuelas públicas en Filipinas hubo que salvar la gran dificultad de implantar el español, y al propio tiempo de
entenderse con los habitantes, tanto en la escuela
como en la vida de relación. A pesar de los esfuerzos de las autoridades y maestros, sólo hablan el
español una minoría de la gente y los filipinos que
se han educado en las escuelas y Universidades estañólas de las Islas. Así, pues, el español no pudo
ser adoptado como idioma nacional ni como medio
de instrucción popular.
Se trabajó por que prevaleciera uno de los dialectos, pero la diversidad de ellos y la falta de libros escritos hicieron imposible vencer en las escuelas las dificultades y obstáculos que se presentaban. Por eso el ingles tiene muchas probabilida7
- 9 8 -
des de ser el futuro idioma de Filipinas, como muchos creen. De hecho ya está extensamente esparcido y los filipinos tienen deseos de aprender a hablarlo. En el presente es el medio de expresión entre los filipinos del Norte, del Sur y de la parte central. La inmensa ola de la evolución que está pasando al Oriente y el comercio, que está dando
allí grandes pasos cada año, aseguran el predominio
del inglés en Filipinas.
La cultura americana va extendiéndose por medio de las escuelas públicas, principales causantes
de la gran difusión del inglés. El sistema educacional en las Islas ha triunfado en su objeto de que
la lengua sea extensamente hablada, habiendo conseguido mucha mayor difusión el inglés que el español. En la actualidad, por cada filipino que habla
español, hay aproximadamente diez que hablan inglés. En tres décadas ha logrado en eso más la dominación americana, que en cerca de cuatro siglo la dominación española. Mientras el inglés es
el lenguaje oficial en las escuelas, en la Legislatura y Gobierno, en los Tribunales y oficinas departamentales, en la vida comercial, privada, etc., el
español apenas se usa.
Aunque muchos creen que el inglés será el lenguaje nacional de los filipinos, simplemente porque
es hoy hablado más extensamente que ninguno de
los dialectos, y dada la necesidad de un lenguaje
común para el destino común, la mayoría de los
filipinos estiman que su cultura y nacionalidad y la
hermosura de sus pensamientos y expresiones nativos no pueden ser expresadas en otro idioma mejor que en el suyo. Al impulso de esta idea, el movimiento de filipinización empezó a tomar acción
definitiva. Los filipinos en general quieren adoptar
— 99 —
uno de sus dialectos para lenguaje nacional, bien
el tagalo, bien el visayo. Los educadores, líderes y
sabios del país, han puesto en ello una gran ilusión.
Hay un hecho evidente, y es que en Filipinas
existe una marcada tendencia a adoptar y aceptar
todo lo que sea extranjero. Los filipinos han estado influenciados durante siglos por las maneras y
costumbres exteriores de las gentes con las que
han tenido relación y contacto íntimos. Los gobernantes han enseñado a los habitantes a amar todo
lo nuevo y extranjero en costumbres, maneras o
pensamientos, llegando hasta a la tendencia a despreciar sus propias costumbres y el uso de su lengua natal. Aun en la actualidad hay filipinos que
prefieren hablar el inglés o el español a hablar su
propio dialecto. Es un error muy grave. Los estudiantes filipinos en las escuelas de la Misión Americana <ie Protestantes hablan muy bien el inglés,
y llegan al lamentable extremo de no querer usar
su propio dialecto y costumbres tan característicamente expresivas de su propia cultura, tradiciones
y nacionalidad. Es poco cauto el preferir hablar un
idioma extranjero como medio de comunicación y
poco patriótico negar su nacionalidad y desconocer
el valor de sus dialectos. Son como los habitantes
de Bretaña, que, sujetos al imperio romano, imita«
ban a los romanos en todo. Los británicos casi perdieron su propia identidad, porque todo lo que hicieron, cada palabra que hablaban y cada idea que
tenían, eran de los romanos. Hablando de ellos,
decía Tácito:
«Idque apud imperitas humanUas vocabatur, cum
pars servitutis esset.» Los británicos llamaban a
aquello—costumbres, trajes, ideas y lenguaje ro-
— I0O —
mano—, civilización, cuando era solamente parte
de sai esclavitud. Todos los países conquistadores
han querido siempre imponer su lengua para que
la mentalidad y las acciones de los gobernados estuvieran más completamente dominadas. Desde el
punto de vista ééí ideal nacionalista y del sentimiento patriótico, ni con el español ni con el inglés
puede sustituirse la lengua nativa en su misión de
idioma nacional de los habitantes. Cualquiera de los
dos tiende a desnacionalizar a los filipinos y a hacerles extranjeros en su propia patria.
Para establecer una nación o un estado, es el lenguaje una cuestión importante. Por consecuencia,,
la enseñanza de uno de los dialectos nativos se presenta como un deber y como una necesidad. Uno
de los defectos de nuestro presente sistema escolar
es que no enseñan los dialectos y hasta se prohibe
su uso en la escuela, en los campos de juego y en
todo lo que tiene relación con la escuela. El curriculum de la® escuelas públicas y privadas necesita
revisar este punto para incluir en él la instrucción
del dialecto nativo. Todavía no se ha determinado
cuál de los dialectos será el nacional. En la selección de un dialecto filipino lo esencial es enriquecerlo, añadiendo a su vocabulario términos y frases
sacadas de los restantes dialectos, o mejor de la
lengua malaya, que es el tronco de que se derivaron todos.
Los filipinos partidarios del inglés presentan varias razones para su enseñanza en las escuelas públicas y privadas. Es verdad que es más ventajosa
para una nación hablar otros lenguajes además del
suyo, y los filipinos quieren hablar el español y el
inglés y otros si pueden estudiarlos. Esa buena tendencia de los filipinos les ayuda a tener el espíritu
IOX —
internacional. Pero necesariamente un sistema escolar debe adoptar un lenguaje de instrucción. La
ley del i.° de enero de 1901 estipula que «el inglés, tan pronto como sea practicable, será la base de
la instrucción en todas las escuelas públicas». El capitán Peter W. Springer ha dicho sobre là practir
cabilidad del lenguaje inglés para la instrucción en
las escuelas:
«Sería imposible tener unas cuarenta colecciones
de textos en otros tantos diferentes lenguajes filipinos. Así que como base de instrucción el dialecto
filipino necesariamente tiene que ser abandonado.
Sólo una porción pequeña de los habitantes comprenden el español, y no hay razón para que ese
lenguaje sea la base de la instrucción, haciéndolo
destacarse cuando después de cuatro siglos no ha
sabido lograr para sí esa preferencia)) (1).
Los educadores americanos de las Islas se han
opuesto a la enseñanza del español. Quieren que el
inglés sea el lenguaje del país, y han hecho todo lo
posible para intensificar la enseñanza del mismo.
Sin embargo, el idioma español quedará por mucho
tiempo como uno de los más importantes en Filipinas, aunque no se le domine en toda su extensión, tal como es necesario para servir a todos los
fines. El Brigadier General J. F . Bell ha dicho:
((La clase más selecta de filipinos educados que
iiablan el español quieren que à sus hijos se les enseñe tanto el español como el inglés. La masa de
k población no tiene tanto afán. Si hay padres que
deseen que se enseñe a sus hijos el español, como
materia de civilización, tienen que buscar profesores por su propia cuente y gasto. Se debía enseñar
(1) The New Era of the Philippines. Brown, p. 273.
— 102 —
el español en las escuelas secundarias, como se hace en América.»
Actualmente es el español una asignatura opcional en las escuelas secundarias, y con esta facilidad
para aprenderlo, el número de filipinos que lo habla y escribe está aumentando cada año. Es seguro
que el español llegará a ser uno de los idiomas oficiales no sólo en el gobierno, en loa tribunales, en
la Legislatura Filipina, sino también en las escuelas. El filipino bien educado tiene que poseer un
conocimiento extenso y gran práctica de ambas lenEl lenguaje nativo no debe ser borrado del curriculum escolar. Es absurdo suponer que el vernaoular será extinto o que la lealtad a los fines del
gobierno obliga a los gobernados a olvidarlo. Aunque deben aprender el inglés y el español, hay que
conocer que también los dialectos nativos tienen
el derecho de existir. Como un día puede ser escogido cualquier dialecto para lengua nacional, el curriculum de la escuelas públicas debe atender a
los hijos de la gente que las mantiene. Además, están todos de acuerdo en que su afección y amor es
el lenguaje de su tierra. El galo que vive en Inglaterra comprende y habla el inglés tan bien como lo hablan los americanos o los filipinos, pero
hasta hoy día el camino directo a su corazón es el
galo. Lo mismo pasa con el irlandés, que prefiere
su «Gaelic». No pueden ser los filipinos excepción
de esta regla.
La civilización, para ser fecunda, fructífera y adecuada, debe expresar en la escuela el alma de la
gente, y la gente debe tener una dirección en el
desarrollo de su alma. El profesor William Kilpatrick, de la Universidad de Columbia, Nueva York,
— 103 —
decía: «El alma del pueblo colonizado no puede
crecer como debía crecer normalmente, porque la
imposición del lenguaje influye en acallar sus sentimientos.» El alma de los filipinos no puede crecer como debía, porque el presente sistema del curriculum de las escuelas no da el medio de expresión de su alma, y por consiguiente, sufren esa
pérdida de inspiración nativa. Indudablemente, el
lenguaje natal es el único que promete llevar la nación al camino de su cultura.
2. La educación cívica-patriótica.—Ambas tentencias de americanización y filipinización influyen
en el desarrollo de la cultura filipina. Las úos tienden a facilitar ciertas características culturales para
enriquecer el actual grado de la cultura filipina,
así que son factores que tarde o temprano contribuirán al más alto desenvolvimiento del pueblo en
todas las actividades sociales, económicas, religiosas, educacionales y políticas. Tanto la una como
la otra interesan a la educación en Filipinas. El
desarrollo de métodos y filosofías educacionales tienden a que la escuela y la sociedad civil den a nuestro pueblo un espíritu más fino y un mejor orden
social. Cada una necesita la ayuda, cooperación y
servicio de la otra. La sociedaú debe interesarse por
el éxito de sus escuelas dándoles toda la ayuda necesaria y atendiendo a su sostenimiento, para realizar los objetivos de la educación. Las escuelas, por
su parte, deben desenvolver y servir al interés común.
Hasta ahora se ha tratado a la escuela como si
se bastara a sí misma y como si fuera independiente de otros factores sociales. Conviene que se preste más atención a la utilización de las fuerzas y au-
— 104 —
xilios de fuera de la escuela, a fin de que la vida
y el esfuerzo común sean más ricos, mejor dirigidos»
más económicamente empleados y que las escuelas
ganen la posición importante que correctamente les
pertenece. En forma acabada y hábil se ha llevado
la dirección escolar, pero hasta que el (pueblo no se
de cuenta del valor de lo hecho, mucha parte de
la labor será en vano. Hay alguna indiferencia o
apatía, aunque sería injusto decir que hay abandono
del sentimiento público.
Es un hecho que se ha consumido mucha energía en perfeccionar el sistema de las escuelas públicas, mientras los filipinos estaban ignorantes de los
motivos y fines que animaron a sus directores por
lo que no podían dar su aprobación a los métodos
empleados y menos aún cooperar con ellos, y aun
en la actualidad hay muchos sitios en Filipinas donde no se tiene conciencia clara del espíritu de la moderna educación. No es de extrañar por eso que los
buenos resultados de las escuelas públicas no hayan
sido bien conocidos y que los filipinos de mejor posición financiera no teniendo entusiasmo por ellas
ni conociendo sus excelencias y ventajas envíen a
sus hijos a las escuelas privadas, que muchas veces
son de carácter inferior. Hay otros muchos sitios
en que las condiciones son correctas para el desarrollo de un espíritu educacional en la sociedad, pero
los directivos no hacen esfuerzos para darles la publicidad necesaria para el fin deseado.
La cultura se conserva y se transmite mejor por
medio de la educación y la instrucción en las escuelas. Y la instrucción y educación cívica dan la
oportunidad de asimilar no sólo las enseñanzas de
la escuela, sino también la de los hogares, iglesias,
y Gobierno, y les hace sentirse como parte vital de
— 105 —
una misma estructura social. Los jóvenes con estas
enseñanzas comprenden sus deberes y derechos como ciudadanos de su comunidad. La educación cívica en Filipinas aspira a la instrucción de carácter
civil de los jóvenes, considerada hoy tan esencial
en todas partes. No es, sin embargo, cosa nueva
este programa, particular de enseñanza cívica. Pero
el Buró de Educación respondiendo a la inquietud
general y a la queja de que en Filipinas la población penal cstá. aumentando hoy día en una proporción alarmante ha redoblado, sus esfuerzos en la
divulgación de la educación cívica y moral.
La educación cívica es muy útil y necesaria, porque los jóvenes pueden con ella conocer la sociedad
(comunidad) y darse cuenta de las fuerzas en ella
actuantes. También les ayuda a tener información,
no sólo de las funciones del Gobierno y del comportamiento de los ciudadanos para con el Estado, sino
también de los movimientos de valor nacional e internacional que tienden al bienestar y a la felicidad
de la humanidad. Es de mucho valor disfrutar alegremente de las ventajas escolares, pero se necesita
algo más que el interés pasivo. Y aún más alcance y
transcendencia tienen estas dos consideraciones:
Los agentes educacionales de la sociedad deben
tener la coordinación más perfecta posible; entre
sus esfuerzos debe haber cooperación y correlación
completa y mutua.
La escuela, mejor que otro factor, puede ser el
centro de esta correlación. Está al alcance de todo el
pueblo, no es o no debe ser sectaria y ha de encaminarse al logro de las más altas aspiraciones del
alma humana.
Este particular aspecto de la moderna educación
en Filipinas, muestra lo que pueden hacer la escue-
— loó —
la y la sociedad cooperando mutuamente en la tarea de mejorar el bien público. La educación cívica y la instrucción de los jóvenes filipinos suministran un conocimiento práctico y una experiencia
de actividades cívicas, de alto valor para el bien
de la patria.
3. La Educación sin Religión.—Los dos movimientos, la americanización y la filipinizacián han
prestado atención a la cuestión de la educación religiosa en las escuelas públicas. Los americanos
adoptaron la práctica de excluir la enseñanza, de la
religión en todas las escuelas públicas. La americanización y la filipinización, dos importantes fuerzas
sociales en la presente época, trabajan casi en competencia para la supremacía de una cultura moderna
y conceden la libertad en todo y para todos, pero
niegan la instrucción oficial religiosa a los niños y
adolescentes del país. Bajo la presente administración esa instruoción está prohibida en las escuelas
públicas y aunque Filipinas es un país cristiano, el
más cristiano del extremo Oriente, tiene que someterse a las nuevas disposiciones del Gobierno.
La separación del Estado y de la Iglesia, decretada
por la ocupación americana es un cambio algo radical en las Islas y tiene sus ventajas e inconvenientes. Los católicos dicen que siendo Filipinas una
nación cristiana, se ha cometido el grande y funesto error de excluir la enseñanza religiosa de la vida
pública y activa de la nación, de las leyes, de la
educación de la juventud, de la misma sociedad doméstica, con perjuicio y menosprecio de sus derechos sagrados y de la conciencia cristiana del filipino, así como un dañó manifiesto a la elevación espiritual de las costumbres y de las instituciones pú-
— io7 —
blicas. Desde que se promulgó la ley Jones, la enseñanza oficial de la religión, de cualquier religión,
en las escuelas públicas, está definitivamente prohibida, y el curriculum escolar no comprende dicha asignatura. La disposición de la ley orgánica
que prohibe a los maestros de las escuelas públicas
ocuparse en las clases de cuestiones religiosas, es la
siguiente:
«Ningún maestro u otra persona empleada en las
escuelas públicas, sea pagado por los fondos insulares, sea por los fondos provinciales o municipales, podrá enseñar o criticar la doctrina de ninguna
iglesia o secta religiosa. Si algún maestro violara
intencionadamente esta provisión, después de una
investigación, será destituido del servicio público.»
Sin embargo, hay en la ley una provisión que
permite la enseñanza particular de la religión en
las escuelas públicas por religiosos, sacerdotes o
maestros especiales bajo ciertas condiciones. Dice
esta provisión:
((Será legal, para un sacerdote o ministro de cualquier iglesia establecida en un pueblo donde haya
una escuela, enseñar religión, bien en persona, bien
mediante un maestro especial, durante media hora
tres veces a la semana, en el edificio escolar, a los
discípulos cuyos padres o tutores lo deseen y soliciten por escrito del maestro principal de la escuela, cursándose la petición al superintendente de la
división, quien fijará las horas y locales de la escuela para dicha enseñanza. Pero ningún maestro
de las escuelas públicas podrá dirigir ejercicios religiosos, enseñar religión o actuar como maestro especial religioso en el edificio escolar, y ningún discípulo será obligado por maestro público a asistir y
recibir la instruccióin religiosa que se dé en la es-
— io8 —
cuela. Si el permiso dado para enseñar religión es
usado por sacerdote, ministro o maestro religioso
con el objeto de propagar deslealtad a las escuelas,
crear conflictos al orden público o intervenir en
la disciplina de la escuela, el superintendente de la
división, previa la aprobación del director de Edu<3ación, puede, después de una debida investigación
y audiencia, prohibir al sacerdote, ministro o maestro religioso culpable entrar en lo sucesivo en el
edificio escolar.»
El objetivo de dicha política es prevenir el antagonismo religioso y las discordias entre los maestros escolares, o sea no dar preferencia a ninguna
religión. En verdad el presente sistema de educación es justo por dar lo que puede posiblemente dar
sin peligro para ningún partido o tendencia religiosa de la sociedad.
Semejante separación tan violenta, tan absoluto
laicismo del Estado, práctica de la mayoría de los
gobiernos democráticos de hoy día, levantan de la
Iglesia lamentaciones y protestas, en defensa de
su criterio, de que las sociedades humanas no pueden conducirse, sin lesión de sus deberes fundamentales, como si la religión fuere un cuerpo extraño
a ellas o cosa inútil y nociva. Arguye que sin educación religiosa es punto menos que imposible dar
a los hombres educación moral, que eso influiría en
la vida física, que la paz interior y la internacional
no será posible, y que no podrá existir un gobierno fuerte. En verdad los filipinos son casi todos
«reyentes, y la religión cristiana les ha dado, en
más o en menos altruismo, civilización y cultura,
conciencia religiosa, la caridad social, su inspiración, su vida y felicidad. ¿Es legítimo que un gobierno o sistema de educación quite repentinamen-
— 109 —
te del pueblo lo que constituye sa inspiración y
guía en sus más grandes y nobles esfuerzos?
La educación popular, cuyo principal fin es su
función correccional, pierde inevitablemente muchas de sus influencias moralizadoras cuando cesa
el freno religioso, cuando desaparece el temor a
Dios. Los educadores reconocen que la dirección
motal y religiosa está indicada y requerida especial»
mente durante la juventud, el período de mayor
plasticidad, cuando se reciben más fácilmente y se
conservan las impresiones más profundas y (perennes. El período crítico de la vida está en la niñez
y en la adolescencia. Esta es una de las razones por
la que las funciones de la escuela deben engrandecerse y enriquecerse. Cuando los padres se inhiben,,
cuando el hogar de los niños está en las gradas bajas de la sociedad, la escuela, que debe estar clasificada entre las fuerzas salvadoras del genero humano en la época moderna, toma a los niños de la
nación bajo su cuidado protector y hace por ellos
muchas cosas que el hogar debe hacer pero que no
hace. £os niños crecen rápidamente durante esosaños de vida, más sugestionables y más susceptibles de toda impresión e influencia, y pasan la .mayor parte de sus horas en la escuela recibiendo instrucción de los maestros. Su vida entera, física, intelectual, moral y espiritual,.recibe allí una impresión que va a determinar en el futuro su utilidad
para la sociedad en donde viven, y su felicidad
propia.
En respuesta a la necesidad de instrucción moral y a la demanda de los padres por la misma, la»
escuelas públicas en Filipinas están dando, aunque
en pequeña dosis, una instrucción moral directa e
indirecta. El curriculum escolar público está am-
— no —
pliándose gradualmente en el sentido de permitir
métodos indirectos que instruyan al niño a vivir
efectivamente y a prepararle para resolver beneficiosamente las nuevas situaciones que se le presenten. A la instrucción moral indirecta dan preferencia en las clases primarias las autoridades escolares
porque las investigaciones sobre la materia apuntan que es así como se obtienen los resultados más
efectivos, mientras el método directo parece ser más
eficaz en las clases altas, intermedias y secundarias. Es notable, sin embargo, que a pesar de la
ausencia de una instrucción formal en religión y en
moral, las escuelas públicas de Filipinas han sostenido una continua atmósfera disciplinaria opta para
desarrollar el carácter en su formación. Los hábitos, las acciones, el habla, los ejemplos en pensamientos, ideas, lecturas y publicaciones están dirigiéndose a la formación del carácter.
El método de enseñar tal disciplina es muy diferente del antiguo, en el que se requería al niño
a aprender de memoria ciertos reglamentos de conducta sin comprenderlos. Los niños aprenden mejor el precepto moral practicándolo como actualmente, viviéndolo, que teniéndolo en teoría en la
mente. La manera mecánica de la antigua enseñanza cívica y de las lecciones morales tenía un gran
defecto. La moderna educación practica la idea de
que «mejor es no enseñar o predicar que causar
cansancio». Así el nuevo método de enseñar estas
asignaturas fascina al niño porque se le presentan
las cosas de tal manera que aviva su imaginación,
y su conducta ordinaria en la vida es dirigida por
lo que aprendió haciendo en la escuela. El nuevo
método directo e indirecto de enseñar la educación
moral no es hacer su estudio fatigoso, sino agrá-
— Ill
—
dable e interesante a los discípulos. Pero además de
esta instrucción moral por métodos directos e indirectos, casi todos convienen en que se necesita una
instrucción efectiva en religión y enseñanzas cristianas.
Otra obligación positiva de la escuela hacia el
niño es entregarse a él de lleno, generosamente.
Hay que instruir un organismo en desarrollo, e instruirle no sólo en las maneras de buena conducta
y en hábitos morales, sino dándole también orientación e inspiración para que pueda realizar sus
más altas posibilidades, para que la visión de todo
se engrandezca ante su mirada, para que los verdaderos ideales se establezcan y consoliden en él enriqueciendo su vida, para que el discípulo se llene
de celo, de interés y expectación, así como de satisfacción y agrado. «Habéis recibido libremente la
verdad, dadla libremente, maestros.»
La transición de Filipinas en estas tres décadas se
hace bajo una fuerte influencia americana. Los filipinos tratan sin embargo de destacar su propia personalidad, en la sociedad y en el gobierno, en las
escuelas y centros intelectuales y en las empresas
económicas e industriales, en el periodismo y en las
publicaciones, en una palabra, en el total de sus
actos, pensamientos y aspiraciones. Es verdad que
la americanización ha contribuido mucho al presente nivel de progreso en las Islas, pero no puede
tener un completo éxito porque no es favorable a
los deseos nacionales y a las tradiciones de los filipinos. Para conservarlas, los filipinos se han lanzado a un movimiento contrario al espíritu del gobierno americano, que es la filipinización, dando en las
enseñanzas de educación cívica gran importancia al
desarrollo del culto al patriotismo, y estimulando la
— 112 —
solidaridad nacional de los filipinos que es sentida en todas las Islas. La nueva infiltración cultural
sajona-americana no ha podido, a pesar de todo, producir una escisión en el sentimiento patriótico filipino, y aunque llegara a conseguir algo de sus pretensiones en ese sentido, nunca existirá la divetsidad social actual que en los Estados Unidos de América y a pesar de eso todos tienen intervención y
representación en el organismo político-social.
Para que consiguieran los americanos una verdadera conformidad de los filipinos, base fundamental para la difusión de la cultura que quieren imponer, es indispensable negar a los jóvenes y educandos de las escuelas de propaganda de la fe político-social-patriótica del pueblo y la extensión de
la educación a la masa. Múltiples fuerzas sociales
se han organizado y coordinan sus trabajos para el
bien del pueblo y el avance de la cultura filipina.
4. La Educación hacia la Industrialización.—La
influencia de esta edad de máquinas y de avance industrial, que viene del Occidente, está rápidamente
extendiéndose por las cuatro direcciones del mundo. Filipinas es uno de tantos puntos del globo que
ha experimentado un cambio repentino en su vida
nacional a causa de las conmociones de esta época
moderna.
Xas demandas de esta educación social invitan a
no tener miedo de métodos educacionales que son
prácticos y que tienden a hacer al hombre y a la
mujer industriosos y útiles. En la actual preponderancia de la máquina, la utilidad no tiene conflicto con la educación. Hubo un tiempo en Filipinas
en que la gente estuvo reacia para aceptar como
educacional lo que era de utilidad práctica. Esa era
— 113 —
también la antigua idea española de la educación;
lanzar sabios, de poca utilidad en general para la
sociedad. Fero esa idea ya va desapareciendo y en
su lugar se aceptan las ideas americanas de una educación práctica.
Esta influencia americana, de practicabüidad en
todo lo que nace una persona como individuo y como miembro de una gran sociedad, se aplicó inmediatamente a las escuelas públicas, instrumentos
prácticos para asegurar la nueva socialización y la
extensión de la cultura sajona-americana. En 1902
la Comisión Filipina aprobó una ley educacional
que provee el establecimiento de escuelas interme*
días y secundarias y también de las «Trade Schools»,
escuelas de ocupaciones prácticas. El Buró de Educación, en vista del escaso desarrollo económicoindustrial de las Islas, consideró la instrucción manual de los jóvenes filipinos como de primera importancia y se dedicó a crear estas enseñanzas y a
darlas impulso. Entonces se abrieron las escuelas
industriales y agrícolas con objeto de ayudar al país
en el desenvolvimiento de su riqueza industrial y
agrícola. Este fué un paso señalado de la educación
en Filipinas. Puso entusiasmo en la instrucción industrial y agrícola y al mismo tiempo dio una nueva interpretación y tomó una nueva actitud hacia
el trabajo manual y sus aplicaciones.
Hoy día nuestra tendencia en la educación es, no
sólo estudiar y tener un buen grado de cultura, sino
también la idea de utilidad. Es el mayor elogio de
dichas escuelas la mezcla de los elementos de utilidad y de cultura. Las escuelas de artes y oficios
(trade schools) que se han establecido en conexión
con las escuelas secundarias provinciales en las islas,
son un avance importante para la instrucción ma8
— 114 - -
nual, e iniciará a los niños y niñas en el conocimiento de los principios y procesos de la producción.
Esta ampliación del sistema escolar en Filipinas
ha obtenido la aprobación popular. Se da en cursos
como la historia, como la literatura, las ciencias y las
artes y conseguirá elevar y refinar el trabajo, dignificarlo y lanzar una extensa gama de artistas artesanos. Este movimiento de educación industrial
debe ser favorecido en Filipinas. La teoría educacional y las prácticas del Occidente están esparciéndose por todas las partes del mundo llegando a China, al Japón, India y Filipinas. Estos países necesitan un reajustamiento de su vida nacional, de sus
prácticas, ante las demandas de la civilización industrial. El objeto más importante de esta edad industrial es extender el empleo de la máquina para
que todos disfruten de las ventajas y comodidades
que proporcionan al obrero. Bl profesor William Kilpatrick ha apuntado que el problema de la civilización industrial es doble: «Primero es, cómo dominar la máquina completamente, y segundo, cómo resolver con ella el problema de la vida y hacerla verdaderamente apta para senaria». No se puede dudar
die que en los años venideros la civilización industrial producirá cambios en Filipinas, como ha ocurrido en la mayoría de los países más conservadores
en el Oeste, y en el Japón en el Este. ¿Qué harán
los filipinos en el futuro? Están tan acostumbrados
al ritmo lentísimo y al duro trabajo de la labor
manual, que quizás muestren alguna resistencia en
aceptar la invasión de la máquina, pero al fin lo
harán dominándola y obligándola a servir sus deseos y su poder. Este es un problema hoy muy importante y el sistema educacional filipino que as-
— 115 —
pira a ganar la felicidad y el futuro dichoso de
la gente, lo está atendiendo con toda amplitud.
La máquina, con todas sus ventajas y desventajas,
no puede dejar de adoptarse y extenderse en Filipinas. Es en vano tratar de oponerse. La introducción nunca se puede impedir. Es inevitable. La India, la China, Filipinas y otros países deben aprender la lección de los Estados Unidos:... usar la máquina y usarla para bien de todos, de los obreros
y consumidores, como de los patronos, sin pensar
que sea un mal que amenaza oprimir fatalmente la
vida y a la misma civilización. Nuestro deseo en la
educación y en las empresas actuales es producir
una civilización que esté libre de los antiguos defectos, incluso de los que tiene en Occidente y que
atienda a una vida más provechosa y fácil.
La educación industrial se está incluyendo en el
curriculum escolar en Filipinas. Es un acuerdo feliz realzar la importancia de ese tipo de trabajo, y
estimular a la juventud hacia él. El sistema americano de educación ahora practicado, está inculcando
gradualmente en las mentes de la juventud el amor
al trabajo, instrucción y aplicación. Lentamente, pero de una manera firme, la antigua idea de menos
precio al trabajo, de que se deshonra la persona educada que trabaja en labor manual, está desapareciendo, aun entre la gente adinerada y la clase ociosa, porque los filipinos ven hoy día su disparate y su resultado que es el estancamiento de la
economía del país. La educación divorciada de la
realidad no puede mejorar, ayudar al progreso, sino por el contrario, contribuye a su decaimiento y
destrozo.
Gracias a los esfuerzos de los filipinos y a la dirección del buró de educación, en Filipinas las es-
—
JI6 —
cuelas de artes y oficios están establecidas en todas
las provincias. Muchas provincias tienen también escuelas agrícolas. Las antiguas escuelas de ocupaciones que procuraban hacer a todos los jóvenes de las
islas zapateros, albañiles o carpinteros, en forma
rutinaria, sin tecnicismo, es cosa ya del pasado. Las
nuevas escuelas de ocupaciones en Filipinas tienen
amplios laboratorios industriales, y llenan el vacío
que existía de técnicos manuales. Nuestra escuelas
agrícolas e industriales han aumentado rápidamente
en la última década. En las escuelas secundarias
se dan también cursos industriales especiales a los
estudiantes que no quieren seguir los cursos generales. Dichos cursos son muy útiles para guiar a los estudiantes a descubrir su vocación cierta, en la que
pueden ser más útiles y colocarse en el sitio más
adecuado para su persona y para la sociedad.
Las escuelas vocacionales de las islas en las que
se da la instrucción rural, primaria, intermedia y
secundaria se han aumentado y mejorado gracias a
la ley de Educación Vocacional n°. 3.377 que publica una disposición para mejorar su eficiencia, aumentando el personal, construyendo edificios y suministrando los equipos de los mismos. Esa ley estimuló el progreso positivo de dichas escuelas, pues
la estadística de alumnos en los años 1927 y 1929
mostró un aumento alentador. Divididos en grupos
de cursos, el registro de alumnos ha sido el siguiente:
1927 1929
Agricultura
2.499
Escuelas Industriales y de Comercio. 2.544
Economía doméstica. •••
3-095
Aunque todas las escuelas de ocupaciones
4«<>50
5.231
4.848
están
— 117 —
equipadas y algunas tienen cursos de trabajo de hierro y reparación de automóviles, todavía se necesitan equipos adicionales para extender a todas los
cursos de trabajo de hierro, talleres de máquinas,
maquinaria en general, electricidad y reparación de
automóviles, etc., además de los presentes cursos
de muebles y de construcciones. Esta enseñanza es
más cara que la académica, porque necesita equipos
de aparatos y materiales de mucho valor y maestros
expertos como instructores, además de locales más
amplios para enseñar. Sin embargo, el gobierno de
Filipinas ha de considerar la importancia de dichos
cursos para el desarrollo económico e industrial del
país.
Para mejorar la educación vocacional en Filipinas, el director del Buró de Educación trazó para el
futuro un plan que contenía, los siguientes puntos:
i. Determinaba las líneas del trabajo que había
que desarrollar en cada escuela (trade, rural-high
school, agrícola), dado el aumento de alumnos en
las enseñanzas industriales y agrícolas, y tendía a
extender entre el pueblo el deseo de acudir a estas
escuelas. Este movimiento haría de la escuela un
instrumento importante para conductr a la región
en su dirección correcta y económica.
2. Hay que usar de cuantos medios tengamos para fortalecer las escuelas mencionadas y las que se
establezcan.
3. Hay que mejorar el programa de los cursos
de estudio, los métodos de enseñanza industrial y
las asignaturas agrícolas.
4. Aumentar la eficiencia de la enseñanza del
inglés y de otras asignaturas académicas en las escuelas vocacionaks por medio de una mejor direc-
— ii8 —
o á n de las clases y nombrando maestros académicamente instruidos e inspectores de estos cursos.
5. Eliminar en las escuelas secundarias rurales
y agrícolas el estudio de las variedades de plantas
y crianza de animales poco útiles o no existentes en
la región y sustituyéndolos con variedades vegetales y ganados de mayor importancia económica. De
esta manera, las escuelas ya mencionadas pueden
llegar a la standardización de variedades de plantas
y ganados criados en sus regiones respectivas.
6. Hacer los curricula muy elásticos para que
sean adaptados a las necesidades de los estudiantes,
según su grado de inteligencia, inclinación, condición social y financiera. Se espera que en el futuro
se ofrecerán curricula vocacionales cortos a los que
no quieren estudiar mucho tiempo en las escuelas
regulares o que están preparados mental o financieramente para tomar los curricula más técnicos y
extensos.
La instrucción vocational se hizo más popular en
el ano 1911, cuando muchas escuelas introdujeron
campos de experimentación (jardines) como parte
de su equipo e instruyeron discípulos en trabajos caseros y agrícolas. Las actividades de todas estas
escuelas, tanto agrícolas como industriales, recibieron gran impulso cuando la Legislación filipina aprobó para ellas CIENTO TREINTA MILLONES DE
PESOS. Desde el año 1913 se celebró la fiesta anual
del Día del Jardín en Filipinas, y los resultados han
sido muy satisfactorios. En 1914 los jardines escolares llegaron a 3.226. Se introdujeron nuevas variedades en la organización de los mismos, dedicándose a criar cerdos, gallinas, cocinar y otras actividades más o menos importantes para el desarrollo
industrial y agrícola de los pueblos rurales.
— up —
Los filipinos comprobaron que cuanto más variados sus intereses, más rica queda la vida, y que
cuanto más se eduquen muchas más cosas habrá que
les interesen. Habiendo manifestado su interés por
las enseñanzas especiales, se establecieron gradualmente algunas escuelas que se las dieran. Así la
Escuela de Artes y Oficios, la Escuela de Comercio,,
la Escuela Náutica y la Escuela de Industrias caseras o domésticas.
Es en 1919 cuando el director de Educación organizó las industrias caseras, y las extendió a todas
las escuelas públicas. La instrucción en el trabajo
industrial empezó en todas las clases en las enseñanzas primaria e intermedia. Dicha instrucción es
obligatoria para todos los alumnos, fueren hijos o
hijas de ricos o de pobres, aprendiendo a hacer cestas, sombreros y otros trabajos industriales muy útiles. En cada escuela pública había maestros prácticos en trabajos industriales. Cada año las escuelas celebraban exposiciones de los trabajos industriales y agrícolas, que resultaban alentadoras, no
sólo para los estudiantes que recibían el pago de sus
trabajos vendidos, sino también para los padres y
el público en general, que tomaron gran interés por
el adelanto práctico de los educandos. En has exposiciones de Filipinas, que se celebran casi anualmente, las exhibiciones de las escuelas públicas son
de gran valor económico y educacional.
La tendencia industrial de la educación en Filipinas ha exigido de la ciencia y de la instrucción manual mus atención sobre la escuela, estableciéndose así un lazo de conexión vital entre la escuela y
el mundo activo. Es un hecho significativo que en
la adaptación de la instrucción manual a las necesidades de nuestras escuelas en Filipinas, las ense-
— ISO
fianzas suministradas son precisamente las que mejor responden a las necesidades fundamentales de
la humanidad, a la comida, el vestido y la vivienda. La instrucción de los trabajos industriales y
agrícolas es de un gran beneficio para el país, porque da a la juventud lecciones de orden, cuidado,
ahorro, pulidez y economía, y el taller con su instrucción les proporcionan destreza de mano y la
aplicación práctica de medios a los fines. Todo esto
es verdaderamente social, no sólo porque atrae hacia las necesidades elementales de la humanidad, sino porque conecta la escuela y el hogar, crea una
íntima simpatía entre padres, maestros y alumnos,
y tiende a igualar grupos enteros sin distinciones depresivas para los menos afortunados.
Esta tendencia industrial de la educación está
produciendo gran beneficio directa e indirectamente al país. Por dicha razón, debe recibir gran apoyo del gobierno y del pueblo para que las escuelas
industriales y agrícolas progresen cuanto más mejor. La sensación del bien físico y espiritual del
hombre está mejor conservada por medio de una actividad útil. Así que la educación práctica mejora
la vida común. Ningún padre o madre filipina hoy
día piensa educar a un hijo o una hija para hacerle sencillamente inútil u ornamental, para que no
tome parte en el trabajo del mundo. Los buenos padres deben descubrir la vocación de sus hijos y darles la enseñanza correspondiente.
Gradualmente la psicología de los filipinos hacia
el trabajo va cambiando de la actitud lenta de tiempos pasados a la avidez expresada en las palabras de
Benjamín Franklin: «El que ejerce una ocupación
tiene un estado, y el que posee un oficio obtiene
provecho y honor.»
— 121
El curriculum de las escuelas públicas ha comprendido definitivamente la instrucción de algunas
actividades prácticas por las que se instruye a los
alumnos para una vida futura independiente. «Del
sudor de vuestras frentes comeréis», dijo el Divino
Creador a Adán y a sus hijos. No era una maldición
de Dios, sino una inspiración para que el hombre
siguiera trabajando para su adelanto y felicidad.
Ese espíritu llena la educación hoy de Filipinas, y
trae consigo, no solamente la idea de laborar para
poder comer, sino también laborar para el bien físico, moral y espiritual del hombre. Lo que más se
necesita en el presente no son nuevas definiciones
de educación, sino mejores y más amplios conceptos de ideales. El sistema de educación pública en
Filipinas empezó bien su funcionamiento dedicándose con preferencia a La educación práctica, como,
«preparación para una vocación» y una «cultura general». Estos ideales ya no son considerados como
opuestos de ninguna manera. Es verdad que la vocación supone trabajo y lucha para atender a todas
las necesidades del hogar y de la familia. Las corrientes de la humanidad, a través de los siglos desde los primeros tiempos del mundo hasta el presente momento, han sido siempre en eso iguales: la
humanidad siempre trabajó. El trabajo no es una
maldición, sino una bendición.
Por consiguiente, la actual tendencia industrial
de la educación en Filipinas es- una bendición. Los
jóvenes se instruyen para ser útiles en alguna clase de vocación. Las poblaciones escolares se dirigen
hacia variadas vocaciones, conforme la inclinación
del individuo. Los expertos aseguran que la mejor
parte de la educación que se puede tener es la dedicada al trabajo. Es de notar que la actividad ma-
122
nual está haciéndose un factor importante en las
escuelas. Las palabras de Carlyle: «La labor, tan
ancha como la tierra, tiene su cuna en el cielo», armonizan el fin vocacional y el fin cultural, e indican que la vocación en su infinita variedad de formas tiene su objetivo noble, atender al sostenimiento del hogar, y prestar servicio útil a la sociedad
humana.
Además, la educación industrial tiene el poder de
ayudar a formar el carácter sobre una base sana.
En los Estados Unidos, en la enseñanza de los negros e indios, la combinación de la instrucción manual e intelectual ha dado resultados satisfactorios.
Aun en las tribus no-cristianas en Filipinas, las escuelas agrícolas que funcionan en dichas regiones,
han conseguido despertar el interés de los alumnos
no-cristianos y de sus padres, que los obligan a asistir a ellas. Para esa gente de las montañas en Filipinas, esas escuelas son un factor civilizador. La educación industrial enseña que el músculo sin usar es
una enfermedad moral. Cada nervio mórbido es una
invitación al crimen. Consiguientemente, la juventud filipina debe instruirse y trabajar en las industrias para no tener congestión, plétora de bilis, sino
una circulación de sangre purificada con el sol y
el aire de la naturaleza. Si cada célula nerviosa se
llena de salud, los jóvenes tendrán salud y completo desarrollo normal físico. Es la mejor tendencia
para el futuro, que conducirá a un balance de po<ier favorable al esfuerzo.
— 133 —
C. Conclusión
I<a vida moderna filipina se precipitó en Las últimas tres décadas por los embates de las irresistibles olas de la moderna civilización que viene de
todas direcciones, de América, de Europa, del Japón y de otros países extranjeros. Es ley natural que
el universo o el cosmos muestre en sus movimientos
la vida física o material. De la misma forma, el
hombre moviéndose con inteligencia muestra la vida, el progreso de su país. La casi completa autonomía gubernamental en Filipinas estimula grandemente el progreso del país, dándole amplias oportunidades de moverse hacia arriba, intelectual, material, social y políticamente hablando.
Se encuentra el país en medio de sorprendentes
adelantos. El sistema de la presente educación americana, el espíritu de los filipinos de trabajar más,
su amor al progreso y el gobierno actual del país
que estimula toda clase de avance intelectual, moral y material, son los factores de la rápida evolución social filipina. Se da grandes ánimos al desarrollo económico del país, con lo que ha empezado intensa y extensamente la explotación de sus vastos
recursos naturales como la agricultura, la minería
(gran prometedora, porque el suelo filipino guarda
en sus entrañas enormes riquezas), las pesquerías,
las industrias de madera, domésticas, locales y las
modernas fábricas de cemento, asfalto, aceite de
coco, tejidos, etc.
Este progreso material estimula mucho la vida social en particular y la vida del país en general, que
— 124 —
redunda en elevación del nivel de vida económicosocial tan beneficiosa para el pueblo que lucha por
su progreso y emancipación política. Esa elevación
del standard, de vida se ve en beneficiosos resultados.
Los filipinos estudian y se ilustran con mayor deseo. Se visten bien y lujosamente. Se alimentan sanamente. Viven en casas con comodidades que antes
no tenían. Aman el aseo y las diversiones. A los
jóvenes les gustan las nuevas diversiones atléticas
americanas, además de las suyas nativas, como el
football, el baseball, el basket-ball, el tennis, el golf,
el bowling, los bailes modernos, picnics (jiras a
los campos, lagos o playas), teatros, cinematógrafos, boxeos, regatas, natación, etc., etc. Tienen altas aspiraciones individuales y colectivas. Aman el
trabajo. Esto es lo más importante. Cuanto más necesidades e inclinaciones lujosas se creen, más habrá que trabajar para satisfacerlas y conseguir el
bienestar del individuo y del público. La palabra
«pereza india», que a los filipinos dieron los hombres con visible prejuicio racial es toda una farsa
porque los filipinos se abandonan a la pereza como
todos los hombres y como es natural. Pero dando
las oportunidades y los estímulos necesarios, ¿quién
quiere vivir o morir en la pereza? Nadie. Los filipinos han demostrado que trabajan y quieren trabajar
porque su alma, su pensamiento y energía están latentes y vivos. Queriendo vivir cómoda, lujosa, sana y felizmente, la palabra «pereza» desaparece porque no tiene sentido.
CAPITULO V
El sistema de educación durante
et régimen americano
Los episodios de las (guerras hispano-filipinas desde los años 1895 a 1898, fueron causa directa del
abandono y del poco cuidado en el f üncionamiento
de muchas escuelas, así como de la paralización en
la marcha del progreso. La «guerrilla» desde 1898
a 1901 fué también un factor que suspendió la rápida marcha de la educación en Filipinas.
La educación es el camino directo de la cultura.
Conociendo América la eficacia de la educación para
el adelanto de un pueblo, la intensificó y la extendió por medio de las enseñanzas en las escuelas públicas. Tan pronto como estableció el gobierno civil
en las Islas, implantó su nueva educación sajonaamericana. El mérito principal de la soberanía americana en Filipinas fué la atención prestada a la
educación de los filipinos inmediatamente después de
su fácil conquista. En ésto América ha superado a
todas las naciones colonizadoras. Sus esfuerzos educacionales merecen un monumento. Los filipinos,
amantes del progreso, cooperaron al programa educacional de los americanos en las Islas lo mismo que
en la pasada dominación cooperaron en la medida
que pudieron a que la educación española fuera lo
más amplia y extendida posible a todas partes. Era
— 126 —
que comprendían, que la escuela es el factor más importante, así en la reconstrucción social como en la.
regeneración individual.
A. La secularización de las escuelas públicas.
Una nueva era trae consigo nuevos desarrollos. Había que emprender una reorganización del antiguo
sistema de educación española, y se hizo. Se inició
un renacimiento de métodos educacionales, inspirado en una nueva filosofía, con un espíritu práctico
democrático, popular y libre, y abierto quedó a todos sin miras sociales, políticas ni religiosas. La separación de la Iglesia y del Estado indicó ya el nuevo camino de educación y cultura en las Islas. Anteriormente y durante más de tres siglos, toda la educación fué dirigida, inspeccionada y administrada
por las órdenes religiosas y los misioneros que se
establecieron por toda Filipinas.
«Desde el principio—escribía la Comisión Taft—
las escuelas estuvieron completamente bajo la dirección de las órdenes religiosas, que dieron gran énfasis e importancia a la educación secundaria y a
la alta instrucción que tenían pocos estudiantes,
mientras no prestaban interés a la educación de las
masas y a las clases elementales. El resultado de esta
política fué que había unas pocas personas que sobresalían como filipinos educados, mientras que no
se educaba a los más, o solamente se les daba los rudimentos del saber, como él proceso mecánico de
leer, y escribir» (i).
(i) cReport Taft Philippine Omission 56th, CongresSecond Sessions Documento núm. 112, pp. 24-27.
— 127 —
Para demostrar la necesidad de reorganizar el método de la antigua educación, aunque un poco también por su hostilidad a las órdenes religiosas, el
Ministro de Ultramar (de las Colonias Españolas)
en diciembre de 1870 decía lo siguiente: «Siendo
más evidente cada día que el sistema de educación
de los religiosos atiende casi exclusivamente a la
difusión del catolicismo, es necesaria la secularización de la enseñanza».
El nuevo gobierno la secularizó; suprimió en las
escuelas públicas toda intervención de las autoridares religiosas. Dispuso que la educación pública fuese una actividad nacional y civil, y la puso bajo la
dirección y vigilancia directa del gobierno por medio de un superintendente de instrucción pública.
Su preocupación fué que todos los edificios escolares heredados de la dominación española funcionasen inmediatamente bajo el control civil. Y la
extensión de la escuela dio por resultado el beneficiar a la masa, cuyo adelanto educacional estuvo
casi abandonado en la pasada administración gubernamental hispana.
El sistema de la educación americana tenía que
ser un éxito. No hubo resistencia en acudir a Henar las escuelas, puesto que el entusiasmo de los
filipinos para el estudio es incomparable. Los padres mostráronse ansiosos de dar a sus hijos una
educación que les facilitase medios para situarse en
la vida. Jóvenes y viejos manifestaban su avidez por
la nueva educación, Al observar la aplicación y la
vocación cultural de los filipinos y el progreso obtenido por los que disfrutaron del privilegio de la
educación en el sistema antiguo, tanto el Gobierno
Militar Americano en las Islas como la Comisión
Filipina, dedicaron sus primeros esfuerzos a la im-
— 128 —
plantación de la cultura sajona-ame ricana mediante
la educación popular. El número de las escuelas públicas aumentó rápidamente. Los 534 edificios escolares heredados de la pasada dominación, situados en Manila y otras partes, no bastaban para ei
número de los estudiantes. En 1901 había 400 escuelas nocturnas para dar facilidades a la instrucción de los niños y adultos que trabajaban durante
el día. El número total de las escuelas casi se duplicó.
No sólo faltaban locales para las clases, sino maestros para enseñar el ingles, que el plan de estudios
adoptó como lengua oficial en todas las escuelas
públicas. En los primeros meses hasta los soldados
americanos cooperaban al trabajo educacional enseñando inglés en algunas escuelas públicas. El problema de obtener maestros no fué resuelto hasta
que llegaron a Manila los primeros 765 maestros
americanos en octubre de 1901. Fueron destinados
a enseñar, inaugurando nuevas escuelas. Fueron
más grandes el heroísmo y el ánimo de los maestros en su trabajo que sus éxitos, porque encontraron dificultades y muchos sufrimientos en los
primeros tiempos, y tuvieron que soportar meses
de abnegación y de nostalgia de su alegre país. Su
espíritu era admirable y sólo podía compararse al de
los primeros misioneros españoles que fueron a enseñar la cultura hispano-latina y el Evangelio. Cada ano llegaban a Filipinas nuevos maestros americanos, pero ya en 1905 el número de los maestros
filipinos excedió al de aquéllos en varios centenares. De las Escuelas Normales habían salido muchos maestros del país. Pero en las escuelas públicas sólo enseñaron los maestros americanos y los
— 129 —
filipinos laicos. Ningún religioso enseñó, y la secularización de la educación pública fué completa.
i. La Centralización de la Educación.—Para llevar a cabo el programa del nuevo sistema de educación en Filipinas se necesitaba en primer lugar la
centralización de su funcionamiento y administración. For la ley 74 de la Comisión Filipina, se creó
un Buró de Educación, que asegurara a los habitantes un sistema de escuela pública y libre con un
programa mínimum de enseñanza primaria. Se creó
en 1901, bajo el Departamento de Instrucción pública, qtie dirige y administra directamente todas
las escuelas públicas de Filipinas. La ley de 1901
aprobada por el Congreso de los Estados Unidos
destinó una cantidad muy considerable al establecimiento del sistema de educación en Filipinas. Con
ella se establecieron más escuelas, se empleó a un
¿ran número de buenos educadores, se suministiaron libros, papeles, lápices, tintas, etc., para el mejoramiento de las escuelas públicas. Se estableció en
corto tiempo tina uniformidad del standard de educación. Así la escuela filipina alcanzó tan alta categoría como la de las naciones más avanzadas. La
única diferencia que existe entre el sistema de educación en Filipinas y el de los Estados Unidos es
esta uniformidad. En los últimos no existe la uniformidad de standard educacional, porque cada Estado tiene su ley distinta, que está de acuerdo con
el sistema que más conviene a sus condiciones locales.
El Buró de Educación ha pasado por diferentes
etapas progresivas. Cuando en 1918 le concedieron
TREINTA MILLONES DE PESOS obtuvo los máximos éxitos; los estudiantes de las escuelas públi9
— 13° —
cas se elevaron a un millón, y cada barrio obtuvo
una escuela pública. Para comprender cómo se ha
podido centralizar bien la educación pública en Filipinas, es necesario saber cómo está organizado el
Buró de Educación. Su Jefe es el Director, y hay
un Subdirector. El personal de la oficina central y
el del Campo consiste en superintendentes de divisiones de escuelas, inspectores de división, maestras
inspectoras, directoras de las escuelas secundarias,
directoras de las escuelas elementales y maestras de
clases. En la Oficina General están el ayudante del
Director, el Jefe de la División Académica, su auxiliar, el especialista de Reconstrucción de los Curricula, el especialista de Educación Elemental, el
especialista de Higiene Escolar, el Superintendente
de Especialidades, el Jefe de Medida de Capacidad
del Alumno, el Jefe de la División de Educación
Vocacional, el Jefe del Departamento de Economía
del Hogar, el auxiliar Jefe de la División de Publicaciones, el Jefe de los Escribientes, el Jefe Contador y el escribiente de Propiedades. El personal
del Campo del Buró tiene actualmente 54 superintendentes de divisiones, uno en cada provincia y
varios en la ciudad de Manila y en las escuelas insulares, como la Escuela Normal,, la Escuela Náutica, la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela Central Agrícola, de Luzón, en Muñoz (Nueva Ecija).
En los diferentes ramos del trabajo educacional hay
personal de ambos sexos. En los últimos años el
Buró ha tomado derroteros que aseguran un continuo adelanto del sistema.
Una de las prácticas del Buró es la aplicación de
la ley del servicio civil a los empleados del Buró
de Educación. Esta ley exige que todos los que desean enseñar en las escuelas públicas tienen que su-
— 13J —
frir un examen oficial, no pudiéndose entrar de otra
forma al servicio del Estado, quedándose excluidas todas las clases de influencias y recomendaciones. .Esta práctica, de obligatorio examen en Filipinas asegura un profesorado idóneo, lo que redunda en beneficio de la educación popular. La preparación para dicho examen obliga a los jóvenes a
estudiar las diversas funciones del gobierno y los
prepara para una educación apropiada al servicio
público. Así queda al margen la influencia personal, política o religiosa, y los pobres están en las
mismas condiciones que los ricos. Al mismo tiempo facilita un servicio bueno y eficaz y ofrece grandes ventajas a los filipinos, a quienes se da preferencia en los nombramientos cuando demuestren habilidad y condiciones para el cargo. Sólo quedan
exceptuados del examen del servicio civil los maestros que se han graduado en Bachiller en Ciencias
y en Educación. La Junta Examinadora del servicio civil efectúa las propuestas de personal con arreglo a los méritos de cada uno.
Otra forma de centralizar el trabajo del Buró es
la Asamblea anual de maestros y maestras para deliberar sobre cuestiones educacionales y resolver los
problemas que se les presentan por medio de un
intercambio de ideas. Con esta coordinación cooperativa e inteligente entre los educadores, la instrucción pública adelanta en muchos aspectos educacionales. Cada maestro adquiere la experiencia de
sus colegas, y así sabe qué recursos generales se
pueden utilizar para afrontar las demandas particulares de los estudiantes. Se planean políticas educacionales, se adoptan nuevos métodos para el futuro, se descubren los errores del pasado, se estudian
los procesos del enriquecimiento del curricultun
— 133 —
j se introducen otros procedimientos educacionales
para el debido estudio de todos los participantes de
esas reuniones. Comentando el esfuerzo llevado a
cabo por el Buró de Educación, el Gobernador General de Filipinas, su Excelencia, Honorable Dwight
F . Davis decía: «El Buró de Educación ha hecho
al país un gran servicio, dando a la gente un lenguaje común y sirviendo la demanda de personal
diestro en puestos gubernamentales, profesionales y
comerciales».
B. Desarrollos modernos de la educación.
La educación en Filipinas como institución progresiva ha de evolucionar en sus formas, métodos,
programas, curricula, ideas y procedimientos para
estar en armonía con el tiempo, y poder servir mejor al pueblo y a la humanidad. La instrucción pública en Filipinas durante la administracción americana ha tenido varios grados de desarrollo que merecen ser aquí descritos como factores que son
importantísimos en el progreso de la cultura general.
Atienden al desarrollo físico, mental y moral del
individuo, pero también al mejoramiento del hogar
y del medio social que le rodea, siendo el alumno a
la vez instrumento y objetivo de la educación. El
sistema de educación popular tiene que comprender
las «huinanitas», lo que puede enriquecer y cultivar
la mente y elevar la instrucción, la eficiencia y la
vocación, pero ennobleciendo y hermoseando al mismo tiempo el hogar y permitiendo a cada niño ser
en la escuela un factor en el desarrollo de las condiciones que determinan la felicidad humana. Este
adelanto de la educación en Filipinas es una señal
— 133 —
saludable. No consiste solamente en elevar la inte»
lectualidad del individuo, sino también en hacerle
un valor grande para la sociedad en que vive.
Entre los progresos de la educación en Filipinas
merecen especial mención las actividades extra-curri-.
culares, lo co-educación, las bibliotecas, los «Kindesgarten» (jardines de la infancia), la educación física, cívica, (política. Todas esas fases de la intrucción contribuyen a explicar el alto nivel alcanzado
en el orden de nuestra cultura.
i. Las Actividades Extra-Curriculares.—Tienen
valores elevados morales, sociales y cívicos que influyen directamente en la vida de los jóvenes e indirectamente en la vida y el espíritu de la sociedad.
Numerosas clases de actividades extra-curriculares
han sido adoptadas en las escuelas y son tan populares entre los jóvenes filipinos que han dado ocasión
a que se organice una gran variedad de asociaciones,
como clubs musicales, dramáticos, agrícolas, literarios, científicos, de economía, arte o comercio, organizaciones para el estudio de la naturaleza, organizaciones estudiantiles, de ((Boy Scouts», de «Girls
Scouts», de ««Camp Fire Girls», de «Big Brothers
y Big Sisters», de Policías Jóvenes, de bailes modernos y clásicos y una veintena más, cuyas actividades variadas e interesantes enseñan a practicar virtudes morales o de sociabilidad y economía a sus jóvenes miembros.
Esas actividades dan excelentes resultados para
la conducta individual y colectiva de los educandos.
Inculcan muchas virtudes y dan hermosas lecciones
morales a sus afiliados, naciéndoles participar en
actividades sanas y constructivas. Por medio de esas
actividades extracurriculares se aprende una ¡multi-
— 134 —
tud de valores morales y sociales como la cooperación, la lealtad, la honestidad, la veracidad, caridad
y amor al prójimo; el valor, pureza del pensamiento y del cuerpo, obediencia a la autoridad y a los
mayores, perseverancia, sufrimiento, tenacidad, auto
dirección, gentileza, cortesía, conformidad, comprensión, justicia, saber perder alegremente, igualdad,
agilidad mental y física, dominio de sí mismo, ambición para el bien del grupo, puntualidad, limpieza,
alegría, diversión, orden, paz, saber trabajar, simpatía, sagacidad, agudeza de los cinco sentidos, hermosura física y espiritual, honradez, sociabilidad,
ser servicial al prójimo, sacrificio, destreza, audacia,
respeto a las mujeres y ancianos, caballerosidad, entusiasmo, fidelidad, generosidad, e incontables virtudes y actitudes sociales que directa e indirectamente
enriquecen la vida y fortalecen el carácter, la capacidad y las aptitudes del organismo social.
En los Estados Unidos se han experimentado con
gran éxito las «self-government schools» (las escuelas gobernadas por los estudiantes). Un fuerte espíritu social alienta en estas escuelas que despiertan
la mutua simpatía, que muestran una gran fe en la
posibilidad de mejorar las cosas, una ejemplar paciencia en la corrección de faltas y defectos, y una
piadosa indulgencia que muchas veces toca al corazón del delincuente y logra los mejores resultados.
Es interesante notar que en ciertas escuelas de los
Estados Unidos la cuestión de gobierno de la institución está en manos de comités de estudiantes que
llevan un orden admirable y una cooperación entre
ellos sin la ayuda de los maestros. Cada estudiante
está así activamente interesado no sólo en ser cortés, ordenado y útil a sí mismo, sino en hacer que
sus coasociados coordinen con su actividad las su-
— 135 —
jas en este trabajo escolar social. Estas actividades
dan grandes oportunidades para adiestrarse los jóvenes a conducirse en cualquier ocasión y en gobernarse a sí mismos.
Debemos alentar las actividades extra-curriculares
y aceptarlas como una práctica excelente y como
un adiestramiento de los niños en esas virtudes y valores sociales, tan esenciales para un recto y honrado vivir. ¿Cómo podemos esperar que la sociedad
se vea libre de que el que tiene talento sea orgulloso, egoísta el adinerado, etc., si las escuelas crean
intereses egoístas? Dentro de la enseñanza, el principio inspirado debe ser la cooperación y no la competencia. La formación del carácter es el más alto
objetivo de la educación. Y si deseamos educar bien
y lograr una generación de hombres y mujeres que
reconozcan los lazos de la fraternidad humana y
que cooperen al bien común, industrial y social, debemos hacer de la escuela un factor para ese fin.
1^ sociología que tiene tan gran influencia en los
avances de la educación moderna, nos enseña que
nadie es tan ignorante o incapaz para ser verdaderamente social, como el que no sabe nada de las
luchas que paso a -paso, la raza ha tenido que sostener en su camino hasta llegar a las presentes adquisiciones de la civilización. Sus simpatías, intereses y aspiraciones se han atrofiado por falta -de alimento y ejercicios debidos. Sabiendo poco de sus
semejantes, él sabe poco de sí mismo y su utilidad
social queda reducida al mínimum. Que los semejantes del niño, los elementos exteriores a la escuela se le revelen en ella cooperando al avance de
las actividades extra-curriculares, ayudando a los
gastos, a las campañas y a las diferentes actividades
de los estudiantes que se interesen en esa empresa.
-
136-
Cada una de dichas actividades necesita una cooperación simpática.
2. La Práctica de la Co-Educación.—Un nuevo
aspecto que ha aparecido en el desarrollo progresivo de la educación en Filipinas es la co-educación
practicada en las escuelas públicas y también en algunas instituciones privadas. Durante el régimen
español la co-educación era desconocida, y tampoco la practicaban los mejores educadores de aquella época. Esta fase moderna de co-educación fué
introducida en Filipinas por el sistema de educación americana. Es importada de los Estados Unidos, la tierra clásica de la co-educación de los sexos, de la igualdad de hombres y mujeres en derechos sociales y políticos.
La co-educación tiene hoy en Filipinas una gran
importancia e influye en los avances del programa
escolar y de la cultura. Con excepción de las escuelas religiosas que no favorecen la práctica de la
co-educación, las restantes instituciones docentes la
practican. La practican también desde hace poco
la Universidad dominicana de Santo Tomás en algunos de sus colegios y departamentos, y algunas
otras instituciones privadas. En estas ultimas y en.
las escuelas públicas se practica la co-educación en
el «Kindergarten», en las escuelas primarias, secundarias »colegios, escuelas vocacionales y profesionales y en la Universidad del Estado. Esta nueva práctica democrática en las escuelas modernas
de Filipinas realízanla con gran interés sus partidarios, esperando sus contradictores los resultados para adoptarla o rechazarla definitivamente.
La co-educación concede a los varones y a las
mujeres estudiar en la misma escuela, sentarse en
— 137
la misma clase, trabajar, cooperar y combatirse en
combates intelectuales o en actividades de la vida
escolar. Los niños y adolescentes hacen en la escuela la misma vida normal social que fuera de
ella. Indudablemente los observadores imparciales
ven que hay más de bueno que de malo en la agrupación de niños y niñas bajo una dirección inteligente y en un ambiente correcto y sano. Los educadores pesimistas del siglo pasado deploran la coeducación en nuestras escuelas modernas porque no
se han convencido de la bondad de la nueva tendencia ni ven sus múltiples ventajas cuando está
bien llevada y dirigida adecuadamente. Un horizonte más amplio para comprender las dificultades
de cada grupo tiende a instruirlos en cómo han de
conducirse el uno con el otro. Aprenden mejor a
vivir y a efectuar las tareas usuales de la vida. La
co-educación en Filipinas ha recibido la aprobación
popular, y ha de continuar para favorecer la socialización educativa de los adolescentes.
3. Las Bibliotecas.—Las bibliotecas son los tesoros culturales guardados en libros, folletos y papeles escritos en cualquier lengua como medio de
expresión y de transmitir a las generaciones futuras los pensamientos hechos y aspiraciones del pasado. En Filipinas las bibliotecas de antes eran
muy diferentes de las que hoy día tienen los municipios para facilitar la cultura y el desarrollo mental de los ciudadanos. El establecimiento de bibliotecas en cada escuela es de mucha importancia no
sólo para la escuela, sino para el pueblo, que gracias a ello puede seguir el paso de la presente elevada cultura y de la civilización moderna.
Las autoridades educadoras han hecho resaltar la
-
138-
necesidad e importancia de dichas bibliotecas como
equipos de una escuela moderna. Mejoran la educación literaria y la erudición de los educandos, así
como el adiestramiento de los educadores en su trabajo en las clases. Gradualmente, cada escuela pública o privada tiene que poseer una biblioteca, importante requisito ahora para el reconocimiento de
dicha escuela por el gobierno. El Buró de Educación de Filipinas prescribe ciertos libros, trabajos
31 autores que toda biblioteca escolar debe tener para
el uso de los estudiantes y profesores.
Los maestros informan sobre los libros para facilitar la labor de la biblioteca escolar, accesible en
todo tiempo. Esta debe poseer periódicos, revistas
y publicaciones en inglés, español y otros idiomas
extranjeros para inducir a los estudiantes a leer y
a informarse de los acontecimientos locales e internacionales. Aunque las bibliotecas escolares en Filipinas han vivido más de donaciones, suscripciones públicas, legados, etc., que de consignaciones
del Estado, se advierte gran progreso en el crecimiento de las mismas y en el número de libros que
contienen.
Cuanto más aumentan en número y en tamaño las
bibliotecas escolares, tanto más difícil es el problema de proveerlas de edificios adecuados. Se necesitan personas expertas para atender a este servicio. Son los profesores de las clases los que cuidan y administran las bibliotecas escolares, los que
dan los libros a los estudiantes v los que les enseñan
a usar de la biblioteca y a conducirse dentro del salón de lectura y estudio. Desde hace poco se da un
cursillo en el año escolar a los estudiantes del primer curso de la segunda enseñanza sobre el uso de
las bibliotecas. Tales lecciones los familiarizan con
— 139 —
ellas y les indican cómo cumplir los reglamentos,
cómo conducirse para buscar y obtener libros, cómo se deben cuidar, cómo se usa el diccionario, la
enciclopedia, el atlas, etc.
La administración de las bibliotecas escolares es
más eficaz porque ya se usa el método de catálogo.
En 19.21, los hermanos Gaylord de Syracuse, New
York, suministraron, previa demanda, una copia.
de su catálogo de provisiones de bibliotecas y una
copia del A B C de métodos de bibliotecas a cada
una de las escolares provinciales de Filipinas.
4. La Prueba de Inteligencia y Ejecución.—
Desde el año 1925, las escuelas de Filipinas han
adoptado un procedimiento para probar la inteligencia y el aprovechamiento de los estudiantes, cuyo objeto es poder clasificarlos conforme a su habilidad, para que en su grupo les puedan dar una
instrucción especial en beneficio suyo y también para librar a los estudiantes adelantados de perder el
tiempo y desalentarse en sus estudios por causa de
los atrasados en el caso de una clase mezclada. Los
últimos retrasan la promoción de los estudiantes
brillantes. Es una manera científica y justamente
laudable para resolver los problemas de la retardación y la promoción. Por otra parte, es un factor
que aumenta la eficiencia de la instrucción. Con la
clasificación de los estudiantes conforme a su habilidad y aplicación, el trabajo del maestro queda
disminuido mucho, la disciplina y la manera de enseñar al grupo serán más fáciles, economizándose
tiempo y resolviéndose los problemas complicados
que previenen ordinariamente de no hacer esta separación.
Esas medidas y esas pruebas en la escuela cons-
— i4o —
tituye un gran acierto. Atiende a ciertos aspectos
de tendencias hereditarias y adquiridas, que son
consideradas como factores en la formación moral
e intelectual del niño. La necesidad de atender y
de instruir individualmente a cada niño especial, es
el resultado de esa idea de herencia tan universalmente hoy aceptada. Este es el carácter más alto
y lo que principalmente justifica la instrucción individual. Tal vez lo más práctico, lo más importante es la formación de buenos hábitos. La moderna pedagogía reconoce esta verdad, pero favorece la formación de una cadena de hábitos que en
su más alta fase no sean individuales y egoístas, sino
sociales. Sea cual fuere la mentalidad y el carácter que tenga un niño, debe ser socializado para
que no sólo se venza a sí mismo y se sujete a dis-ciplina, sino que coopere prontamente al bienestar
de los otros y preste su contribución a la sociedad.
Esta práctica es uno de los aspectos progresivos
de la educación en Filipinas que aumenta la eficacia del sistema escolar y de los nuevos métodos y
prácticas educacionales.
5. La Instrucción en el «Kindergarten» (Jardín
de la Infancia). Una de las más agradables iniciativas en la educación moderna en Filipinas es el «kindergarten», donde se educan los niños en edad preescolar. Esta idea concebida por el gran educador y
filósofo alemán, Froebel, fué practicada por la educadora italiana, María Montesori, introduciéndola
en América, y de allí se extendió a Filipinas como
tina de las prácticas de la educación americana. La
educación esipañola no la alcanzó o no la transmitió
al menos a Filipinas. En Filipinas se verifica esta instrucción infantil en las escuelas públicas y privada».
— 141 —
Es de gran provecho para los pequeños que adquieren
así una instrucción y se acostumbran a experiencias
que los familiarizan con la disciplina escolar y con los
estudios que han de hacer más tarde.
Se dice que sd el Divino Maestro volviera hoy al
mundo, no hay un sitio donde El se sintiera más
contento y donde viera crecer más lozana su siembra que en los jardines de la infancia. El mandato,
«dejad que los niños se acerquen a mí», ha sido
cumplido con el «Kindergarten» que es la transición
entre el hogar y la escuela y que da a la vida escolar un valor maternal. El espíritu del ((kindergarten» se está manifestando en todas las escuelas y colegios de nuestras Islas.
En Filipinas forma ya parte integrante del sistema escolar en todas las ciudades, dándose esa instrucción especial aún a todos los niños abandonados
y a aquellos que viven en ambiente propicio a los
hábitos perjudiciales. Este es un punto digno de
ser acentuado. Es vitalísima la cuestión del trabajo
corrector y curativo que la escuela es capaz de hacer.
Es indudable la influencia de la herencia y el principio de la persistencia del tipo. Pero es también
verdad que ejerce tanta influencia el valor educacional en esta conexión, debido a la plasticidad excesiva del niño, que es capaz su naturaleza de sentirse modificada por medio del ambiente y de una
instrución adecuada. Se ha visto que los niños nacidos en condiciones desventajosas y malísimas, cuando se les traslada a un hogar bueno en edad temprana, forman hábitos morales que constituyen ms
salvaguardia en la vida. Los educadores en Filipinas
han encontrado que el «kindergarten» posee esta
ventaja mejor que los otras formas de instrucción
infantil, puesto que averiguan qué niños a la edad
— 14* —
de tres años se crían en ambientes malos, los reclama en el «kindergarten» y los salvan. La naturaleza
plástica del niño responde inmediatamente al amor
y a la ternura. Dándole un nuevo hogar se le despiertan nuevos afectos e impulsos. El objetivo del
«kindergarten» es completamente normal. El desarrollo sistemático del poder del niño, la manera de
despertar su espíritu, la cultura de sus sentimientos, la inculcación de virtudes prácticas, el suscitar
en ellos sentimientos hermosos, morales y sociales,
todo ésto tiene frecuec te expansión en los jardines de
la infancia. Se puede decir que esa instrucción es la
mejor fundación posible para la escuela propia. Los
niños filipinos reciben su beneficio y disfrutan de
sus ventajas. Y esa solicitud por el bien de los niños es una de las demostraciones de una civivilización creciente.
Para que la educación contribuya grandemente al
desarrollo de, la cultura y del progreso del país, es
menester que éste se tome interés por los pequeños,
por los futuros ciudadanos. El Buró de Educación
de Filipinas, conoce que si el Estado deja que los
niños nacidos en los barrios bajos, se críen libremente durante los primeros años de vida hasta que toda forma de maldad y de vicio se quede impreso en
sus pensamientos, sentimientos y costumbres, no se
obtiene ya más que una cosecha de crímenes. Y ha
querido librarlos de ese mal. La misión de salvar celosamente a estos niños infortunados de los peligros que les rodean y que les conducen a un destino desgraciado cae dentro de las obligaciones del
Estado. Es mucho más barato aplicar algunos remedios sencillos en los primeros grados de la enfermedad, que luchar contra ella durante toda la vi-da y ser un inválido. Unos pesos gastados anual-
— 143 —
mente en dar a los niños la instrucción del «kindergarten» representa para el Estado una economía de
miles de pesos en juicios de juzgados, encarcelamientos, etc., aparte de las ventajas económicas de
hacer que cada ciudadano cumpla las leyes en vez
de ser una fuente de contagio moral y que sea un
productor de riqueza en vez de un destructor de la
misma.
¿Qué es el ((kindergarten» de Filipinas? Primero,
una tina, gentil y simpática maestra que vive y trabaja con sus niños, luego un JUEGO que atrae y
hace gustosa a los niños la instrucción. El juego es
una forma instintiva de actividad juvenil, La instrucción del ((kindergarten» da base a mucho ejercicio con el juego, haciendo que el niño se desarrolle
perfectamente natural, consciente y feliz. El instinto de jugar debe tener su expresión durante toda la
vida escolar. Hay educadores que son tan benévolos para con sus discípulos que al reprimirles sonríen y hasta ríen francamente no haciéndoles con
ello sentir el aspecto fúnebre que otros dan a las
clases. Los maestros que no encuentran agradable
el trabajo con sus alumnos infantiles, que no tienen simpatía por la juventud, que no enseñen. Si
el juego es una fase permanente en la vida colegial y universitaria, tiene aún sitio más importante en todos los grados de la instrucción que preceden a ese período.
Una característica del ((kindergarten» en Filipinas
es la enseñanza de canciones. Intimamente relacionados con las actividades del juego están los cantos.
Los niños filipinos aman la música y los cantos.
El valor demostrado por los cantos cuando se emplean para enseñar las varias formas de la verdad
indica que son un inspirado aspecto del programa
— 144 —
escolar, ya sea en el «kindergarten», ya en los grados altos. Los cantos cuva letra y música son. refinadas y exaltadas, y que contienen algunas lecciones útiles, son un medio poderoso de cultura,
y crean una atmósfera placentera en la escuela.
El «kindergarten» utiliza la narración de historias y leyendas como un factor delicioso en la clase para los niños. Se interesan mucho por ellas y
las oyen con gran atención y provecho cuando son
bien concebidas y hábilmente narradas. La narración
de historias es casi esencial para una buena enseñanza. El predicador que no da ilustraciones, que no
pone ejemplos en su sermón, es generalmente, considerado soso, seco. Pasa lo mismo con la maestra.
Hay materiales abundantes y grandes oportunidades
para la enseñanza moral, y para forjar adecuadamente la mente del niño en esa edad, en que sin darse cuenta y jugando los discípulos se van tomando
interés en el estudio de los hombres y de las instituciones.
También se estimula 1a actividad manual constructiva de los niños en el «kindergarten». Es una
ocupación de carpintería, de pintura, de dibujos,
d!e costura, es una coleoción de vistas, de retratos
de grandes hombres, de monedas o piedras, etc., etc.
Esta actividad despierta la perspectiva y el poder
ejecutivo del niño.
Las escuelas públicas en Filipinas han practicado
juiciosamente y con mesura la idea de Froebel en la
educación del niño. Las demandas para el progreso
de la educación no han venido usualmente de las
escuelas, ni de los maestros, sino de los sabios observadores de los acontecinnentos humanos, que con
mejor perspectiva y conocimiento filosófico van desechando lo inadecuado y estéril. Ha ejercido una
— 145 —
influencia muy potente el trabajo de Frederik Froebel y el ((kindergarten» del que fué el fundador. Lo
que pretende hacer el «kindergarten)) para los niños
es practicar toda reforma. Los varios elementos fundidos en el «kindergarten» se desarrollan en un grado mayor o menor durante toda la vida escolar.
El mérito de iniciar un plan armónico de «kindergarten» en Filipinas pertenece al Buró de Educación. En casi todas las ciudades y barrios donde es
posible se establece esa instrucción pre-escolar. Y
lo que falta es que los maestros y los padres se convenzan de que se puede hacer algo más y que se
animen a moverse valerosamente en nuevos camposde actividades. Este desarrollo progresivo de la educación en Filipinas trae consigo un tratamiento más.
humano y más científico del niño, enseña a tratarlo como a un organismo que se forma según su modelo hereditario y al que hay que modificar con una
instrucción especial y con un ambiente apropiado.
El «kindergarten» desarrolla también un plan simpático que enlaza los esfuerzos del hogar bueno y
los de la escuela para los niños de edad temprana.
C. Nuevas Enseñanzas Utiles.
i. La Educación Fisica,—L& educación física
tiende a hacer al individuo bien desarrollado en su
crecimiento normal, influyendo también en su desenvolvimiento mental y espiritual. Es la manera de
tener salud y conservarla.
Desde que se implantó el presente sistema de
educación, está incluida en el curriculum de las
escuelas públicas. Los filipinos reconocen que el fin
de la misma es desarrollar las generaciones del futu10
— 146 —
ro, obtener hombres y mujeres fuertes y sanos, mejorar la raza. Como nación que aspira a su independencia política, necesita tener ciudadanos fuertes y
saludables para poder llevar el peso de una vida independiente, cuyo éxito depende de la capacidad para afrontar las responsabilidades y deberes por parte de gobernantes y gobernados. Y para preparar esa
capacidad en las masas, la educación física en la vida escolar de Filipinas es el procedimiento más rápido y más seguro, porque en todas sus fases y en
todas las escuelas públicas, es una asignatura obligatoria para todos los estudiantes de salud normal.
Ha dado buenos resultados. Muchas organizaciones
sociales en Filipinas extrañas a la escuela se interesan
por el bienestar corporal de los futuros ciudadanos
del país y cooperan con las escuelas en alentar esa
actividad escolar.
¿Quién puede negar el gran valor de la educación
física para los jóvenes estudiantes hoy? Es interesante ver cómo todos los días del año escolar los niños de
las clases elementales practican la marcha ((calisthenics», los bailes (folk dances) nativos y de otros países, los juegos impromtus, los de grupos, los atléticos
y las niñas de las clases secundarias, la marcha, los
«calisthenics», los bailes y juegos impromtus y en
grupos. Í5e obliga además a los estudiantes a someterse a un examen físico sanitario. Las autoridades sanitarias hacen anualmente una inspección sanitaria
a todas las escuelas públicas y privadas. Y en sus
clases se ejecutan ejercicios de recreo.
Estas modernas actividades escolares están cambiando la cultura moderna. Atraen mucho a los niños filipinos y han tenido un verdadero éxito de popularidad. Hasta los adultos se interesan en dichos
juegos. Ordinariamente el «tao» común nunca se
— M7 —
aparta de su gallo favorito los domingos y fiestas
en los que se celebran riñas de gallos en el «buaagan» (gallera) del pueblo. Pero cuando se exhiben
juegos atléticos en los campos de juego de las escuelas, al «tao» profesional gallinero le agrada más ver
a los estudiantes mostrándose en un admirable expectáculo de habilidad y de fuerza física que presenciar una riña sangrienta de gallos. Gradualmente,
la antigua generación que sólo se lia interesado en
formas de juegos viciosos para su recreo y diversión,
está cambiando de dirección hacia los campos de juegos modernos que ejercen enorme influencia constructiva en el progreso escolar y social.
En las provincias y distritos se extienden mucho estas actividades. Anualmente celebran el día de juego
de demostración que es de gran entusiasmo para los
padres y los -hijos. El público, en general, se interesa
más y más por los deportes atléticos, con el resultado
de que las antiguas diversiones de la gente van desapareciendo poco a poco para dar lugar a los nuevos juegos atléticos americanos y a los deportes de
grupos. Indudablemente, tienden al ejercicio y al
desenvolvimiento moral, mental, corporal saludables.
Todos los años se celebran entre escuelas y provincias luchas de baseball, juego nacional el más popular de América, y de football, sostenidas allí con
gran interés nacional y entusiasmo escolar, entre
equipos de diversas universidades.
Actualmente el adiestramiento físico reporta mucha utilidad; da fuerza social a sus aficionados, aumenta la vida, retarda la decadencia física y mental, cura el estado mórbido, afianza la sanidad de la
mente, pues el individuo que ejercita con frecuencia sus músculos tiene, en general, un temperamento dulce, y una cabeza despejada y tranquila. La edu-
— 148 —
cación corporal o física tiende a borrar las separaciones clásicas entre las diferentes clases sociales
de las Islas. Su influencia democratizadora de la juventud alienta la cooperación de todas las clases sociales y el «esprit de corps», esenciales a la vida feliz y bienestar de una sociedad. La preocupación
de las distinciones sociales desaparece en los juegos modernos, y ésto rompe los («diques» de niñas
y los «gangs» de jóvenes y favorece el cultivo de un
espíritu más democrático entre los jóvenes estudiantes. Esos juegos captan las altas virtudes sociales
y aseguran una actividad alegre para todos los que
participan de ellos. En las antiguas escuelas españolas se daba el espectáculo de reservar el deporte
solamente para unos cuantos escogidos jugadores.
Es necesario que de él participe el mayor número
posible, para que sus beneficios se repartan más profusamente. Todos los estudios y ejercicios escolares
son útiles para fines sociales, si de ellos se hace un
uso correcto y son de gran rendimiento si el maestro
es consciente de Jos objetivos sociales de la educación física.
«El maestro—ha dicho el gran educador, Johm Dewey—está encargado no sólo de instruir a los individuos, sino de formar su vida social. Es un elemento de la sociedad, cuya obligación es mantener
un adecuado orden social y contribuir a su adelanto.» Los educadores han de tener presente esos objetivos de la educación, y como apóstoles de una
verdadera religión, deben esforzarse por realizarlos
en la escuela.
2. La Educación Sanitaria.—Intimamente relacionado con la educación física está la educación sanitaria. Esta es diferente de aquella porque da una
— 149 —
instrucción directa sobre la salud. Las escuelas públicas en Filipinas han dedicado mucha atención a
«sta rama de la educación. Se han establecido en
las escuelas programas y planes para proteger la
salud y crear hábitos saludables. Además del esfuerzo sanitario de la escuela, hay en Filipinas un Buró
de Servicio Sanitario, la Comisión de Bienestar público, la Cruz Roja Americana, el Colegio de Agricultura y la Oficina del Gobernador General que en
1929-1930 celebró una convención importante. Todos coinciden en la preocupación de cuidar y mejorar la salud de los estudiantes, y de todos los habitantes del país.
La educación progresiva impone la necesidad de
procurar en todas las escuelas la integración ¡y correlación de la educación sanitaria con las otras asignaturas del plan de estudio. Además, las otras asociaciones ya mencionadas ayudan a la vigilancia y
atención que la salud de los escolares requiere. Se
verifica el examen médico y dental, así como el tratamiento de los escolares que padecen alguna enfermedad. Se hacen campañas contra las enfermedades
contagiosas. Se adquieren edificios higiénicos desde el punto de vista de la construcción, de los equipos, ventilación y alumbrado, y se reparan y limpian otros a los que se proveen de «toilets» adecuadas sanitarias, de campos de juegos, etc.
Recordamos a los antiguos griegos espartanos,
motejados de bárbaros porque sus mujeres daban
muerte a sus hijos débiles y defectuosos, salvándoles de una vida de sufrimiento y de infelicidad.
Ciertamente vivimos hoy en un nivel de civilización más elevado que el de aquellos griegos. Pero
¿acaso nuestra sociedad civilizada hace hoy más que
«Uos, cuando manda la juventud a combatir por la
— i¿o —
vida sin enseñanzas para el cuidado del cuerpo, o
tal vez, con el cuerpo débil y enfermo por falta de
cultura física? El Estado no debe dar una educación
que prescinda de las leyes de la salud y deje sin
desarrollar el vigor físico (stamina física). Por consiguiente, se debe dar preferencia a la higiene escolar, inclusive a las condiciones de salubridad de los
edificios y a evitar los peligros que vienen de las
tendencias nerviosas y constitución defectuosa de
tantos niños. Un escritor contemporáneo dice: «I^as
dolencias y deficiencias físicas, resultados del descuido en las reglas ordinarias del desenvolvimiento muscular y del perfeccionamiento corporal, tienen su reflejo en el carácter espiritual y moral de
la víctima. La salud fuerte, activa, está raramente
asociada a perversidades morales en el hombre o mujer correctamente educados.»
Una muestra del progreso de las escuelas públicas en Filipinas es el prescribir la Higiene como
asignatura regular. Hay médicos, enfermeras y dentistas de la Cruz Roja y del Servicio de la Sanidad
Pública, destinados en muchas divisiones escolares
a atender a la salud de los alumnos. Uno de los
buenos resultados de esa educación sanitaria en las
escuelas, es que se ha extendido esta enseñanza a
la sociedad y a los hogares de los niños. Este aspecto particular del desenvolvimiento progresivo moderno de educación en las Islas es una bendición
para el país.
— 15* —
Ü. Conclusión.
El ideal de toda educación moderna es obtener de
cada individuo el rendimiento intelectual, físico, y
moral máximos, no sólo para su beneficio, sino más
principalmente para el de la sociedad. Para llegar
a este ideal hay que empezar por dar a cada niño
una enseñanza elemental, por lo menos. A eso tienden de acuerdo el pueblo y el gobierno filipino, haciendo todo el esfuerzo cooperativo posible para educar gratuita y libremente a los jóvenes filipinos de
edad escolar en las escuelas públicas difundidas por
todo el Archipiélago, desde las grandes ciudades
hasta los barrios, desde el norte al sur, desde éste
al oeste, tanto a los niños cristianos como a los nocristianos. A pesar de ese esfuerzo, en el que el gobierno insuar gasta una porción grande de sus ingresos, no es posible alcanzar el ideal educacional
en esta generación, ni en la próxima, aunque la tendencia del progreso educacional en Filipinas se dirige hacia esa meta. Pero, como dice muy bien el
Dr. Paúl Monroe: «No debe sacrificarse la calidad de la educación a la cantidad, pues de hacer
ésto, tanto los éxitos del pasado como la presente
eficiencia del sistema de educación pública estarían
seriamente perjudicados».
Jamás en la historia del Oriente se ha visto una
marcha tan rápida y progresiva de la escuela pública como la que ha podido verse en Filipinas en
las últimas tres décadas. El sistema americano de
educación popular encontró no sólo aprobación e
interés, sino la verdadera cooperación de los filipi-
— 152 —
nos, cuyo deseo por el progreso sigue inmediatamente al amor de su patria. Así que la apertura de escuelas en todas las ciudades, barrios, distritos y rincones de Filipinas recibió la bienvenida de todos
los habitantes. Indudablemente las escuelas primaria,
secundaria, técnica y práctica y la alta instrucción
en los colegios y universidades son los instrumentos causantes del desarrollo espiritual, intelectual y
material del pueblo filipino que le han llevado al
presente grado de cultura y civilización.
Analizando los progresos educacionales, alcanzados
en la época moderna en Filipinas, nos preguntamos.
¿Podrá el presente sistema de educación popular
llevar al pueblo filipino al pináculo de sus altas aspiraciones culturales y nacionales? Si no existiera
ningún apero» en dicho sistema, tal vez sí. Pero
existe un defecto grande que consiste en que miles
y miles de estudiantes salen graduados cada año de
las altas escuelas y se manifiestan incapaces de afrontar las verdaderas necesidades del país. Salen de las
escuelas con los diplomas que les conceden a la terminación de sus estudios, pero en el mundo de la
realidad la mayoría de esos graduados caen en los
vaivenes de la vida sin dirección y sin saber en qué
trabajo se van a ocupar. La mayoría busca un empleo en el gobierno o en casas comerciales como escribientes, la ocupación que consideran como de
menos trabajo, porque quieren y buscan el «white
collar job)>, el trabajar poco, no quieren sudar ni
discurrir, no tienen amor a la labor constrictiva.
Con este fenómeno social desconsolador, esa juventud que incrementa su número en la graduación
de cada año, crea una clase de parásitos sociales,
incapaces de contribuir con un hecho práctico al
bien común. Esta situación tan seria como amenaza-
— 153 —
dora, no sólo para la educación misma, sino para
el bienestar del pueblo, debe ser remediada vigorosa
v prontamente.
Debería reformarse nuestro sistema educacional, a
fin de remediar tendencia tan peligrosa. Están todos
de acuerdo en que el presente curriculum de las
escuelas secundarias no está bien adaptado al país
que es esencialmente agrícola, pues el porvenir de
Filipinas no sólo depende de la explotación de la
riqueza de los indígenas, sino también de la de su
suelo y de sus abundantes recursos naturales. Es
de esperar que el Buró de Educación, siempre ansioso de que su sistema educacional obtenga el mayor éxito, disponga normas prácticas, aplicables, no
sólo a las enseñanzas del curriculum, sino también a la «high schools» que no deben considerarse únicamente como preparatorias para la universidad, ni mucho menos para hacer de sus graduados hombres visionarios y teóricos, sano prácticos
y útiles a sí mismos y a la sociedad.
I<a presente educación ha de seguir un camino cultural progresivo no favorable al americanismo, sino
al bien desarrollado, modelado y perfeccionado filipinismo para que el país disfrute del progreso y contribuya y comparta libremente el progreso general
del mundo civilizado.
CAPITULO VI
El nuevo curriculum escolar
A. Consideraciones sobre el curriculum.
La misión más importante de las escuelas en Filipinas es la modernización y el mejoramiento de los antiguos métodos empleados, la correlación de las herencias físicas y políticas de las escuelas del país
con el espíritu americano que trae consigo las ideas
democráticas en sus teorías educacionales, y la determinación de la clase de educación y de sentido
ciudadano que dichas escuelas deben dar a los jóvenes y a las generaciones venideras. Debe señalarse y tenerse en cuenta para el establecimiento del
curriculum, la meta social, religiosa, cultural y hasta la política.
La reorganización del curriculum es un estudio
enteramente nuevo en Filipinas. Para el establecimiento del mismo, he tomado libremente de las enseñanzas de los educadores modernos, las teorías de
la moderna pedagogía, correspondientes al nuevo aspecto. Tenemos a la vista dos fines en la construcción del curriculum, pero sobre ellos no hay acuerdo completo entre la mayoría de los educadores. Con
referencia a ésto el profesor Briggs, ha dicho:
«Es demasiado esperar tanto a que los que trabajan cooperativamente, propongan en que se diferencian sus puntos de vista o, lo que es más importan-
- 1 5 6 -
te, en qué están de acuerdo. Esta exposición debe
ser clara, adaptable y pragmática (eficaz), clara primeramente para que sea comprendida, adaptable, en
el sentido de que permita la modificación con arreglo a las necesidades temporales, individuales, o
particulares de la localidad; y pragmática, para que
ofrezca no sólo la dirección, sino también el camino
para decidir las cuestiones menores tal como aparezcan».
Deben fijarse claramente los fines de la educación.
Todos los educadores estarían de acuerdo en este
principio: la educación debe ser adaptada a las necesidades de los niños. Pero, ¿qué necesidades?, ¿las
presentes o las futuras? Es mucho mejor para el curriculum filipino colocar la situación y disponer los
incentivos de modo que los alumnos encuentren satisfechas las necesidades del presente y la luz para
ver las necesidades futuras. El profesor Snedden llama a estos dos objetivos del curriculum «projective» o ALPHA y «developmental» o BETA, respectivamente. El primero incluye todas las formas
específicas de enseñanza y de instrucción que se dan
principalmente para las actividades que parecen tener importancia inmediata en el desarrollo físico, social, intelectual y estético del niño. Esta clasificación corresponde con la del Profesor Bobitt, la del
«work level», medida de trabajo, y la del «play level», medida de juego. Así que hay dos factores fundamentales en la construcción del curriculum; uno
es el niño, una individualidad creciente; el otro es
el orden social en donde vive como niño y vivirá como adulto. Evidentemente la distinción entre los dos
objetivos son casi en grado solamente. Por esta razón los educadores en Filipinas deben disponer condiciones saludables para el crecimiento y desarrollo
— 157 —
natural del niño, y al mismo tiempo deben dirigir
adecuadamente el desarrollo del mismo a que se ajuste a la sociedad en donde está creciendo. El que
construye el curriculum debe siempre ver la sociedad dynámica para orientarse en la dirección del
desenvolvimiento del niño hacia la «telesis» social.
El carácter dominante de la moderna educación
en Filipinas es hacer frente a las condiciones sociales, así que la construcción del curriculum debe
ser basada cada vez más en el estudio objetivo de
las necesidades humanas. La tarea del curriculum
en Flipinas no es meramente conceder o dar los conocimientos necesarios al niño, sino guiarlo atendiendo a sus necesidades presentes y moldear su futuro,
a fin de que viva fiel y adecuadamente con los ideales intelectuales y espirituales de sus padres y de
su nación. No es tarea sencilla; se necesita dinero,
mentalidad y voluntad tenaz. Tenemos en Filipinas
la materia prima, las posibilidades y capacidades,
pero hay que saber dirigirlas para que resulte el mínimo de esfuerzos malgastados y el máximo de resultados satisfactorios. Nuestro trabajo escolar debe
ajustarse a las condiciones sociales de las Islas. Mientras la juventud filipina se prepara adecuadamente
para participar en las actividades de la vida nacional, debe prepararse también para mejorar la situación en que se encontrará cuando sea adulta. Fs
imperativo, entonces, que este punto de vista necesite un conocimiento de la sociedad contemporánea
filipina y de los deseos del pueblo de mejora amplia
de su país en todos sus aspectos. Los curricula, existentes en las Islas, no proveen completamente el material y la oportunidad para que el niño haga frente a las necesidades vitalísimas de nuestra presente
vida social. Por otra parte, es preciso estudiar cui-
-
i
5
8 -
dadosamente la juventud misma en su crecimiento
para seleccionar los materiales y cursos escolares.
En Filipinas, como en otros países, el desenvolvimiento del curriculum, ha estado en el pasado
basado en atenciones internas. Los educadores de experiencia que formaban comités después de una extensa preparación y estudio de escalas con arreglo a
edades y grados, estudio, vocabulario, inspección vocacional, tabulaciones de ocupaciones de los graduados de varias escuelas, etc., hicieron bastantes variaciones en el curriculum, que ya está tomando una
forma definitiva.
B. Necesidad de reconstruir el curriculum.
Después de las tres décadas de experiencia de modernización de Filipinas bajo el dominio y la influencia americana, se ven hoy ya importantes señales que indican la transición de la vida nacional filipina. Es necesario un estudio reflexivo intelectual
del curriculum para encauzar el trabajo gigantesco de la instrucción pública en Filipinas. Pero en la
presente transición, advierto tres causas fundamentales que están haciéndolo difícil y subconcientemente minando la vida nacional en general: falta
de consideración racional; falta de conciencia social
y falta de originalidad, de iniciativa individual.
i. La Racionalización.—Han aparecido múltiples
problemas nuevos en la vida nacional filipina a causa del rápido cambio social de los últimos tiempos.
Estos problemas requieren una solución que en su
base atiendan a lo racional más que a lo tradicional
o histórico. Los educadores filipinos deben resolverlos después de pensarlo bien y sin dejarse llevar
— 159 —
de emociones o de hábitos. Ideas y métodos modernos han sido prontamente aceptados en Filipinas
como una base de la filosofía económica, social y política. Un criterio justo y juicioso aconseja que para
adoptar una solución y decidir sobre problemas económicos, políticos y sociales, tan importantes en la
vida moderna del país, hay que considerarlos, valorarlos, racionalmente. Hay que hacer un estudio y
análisis de la realidad actual del país para decidir
y seleccionar las asignaturas y cursos de estudio. Esto caracteriza la racionalización.
2. La Socialización.—El poder de un amplio curriculum en una escuela moderna, está en el hecho
de que los varios intereses que se crean con algunos
estudios hagan la escuela cada vez más social, facilitándole conseguir sus más altos fines. El gran educador americano, John Dewey ha dicho:
((El maestro está encargado no solamente de instruir individuos, sino de formar una vida propiamente social. Es un servidor de la sociedad, designado
para el mantenimiento del orden en ella, y para su
correcto desenvolvimiento. De esta manera el maestro es siempre un profeta del verdadero Dios, y como el portero en su Reino.»
IK> que tiene que hacer el pueblo filipino con sus
problemas colectivos, con el problema educacional
y político del país, por ejemplo, es tratar de solucionarlos inmediatamente. Para ello tiene que estimar urgente la tarea de reconstruir el curriculum,
problema de vital importancia en la educación actual. Los sociólogos procuran conseguir la adaptación del individuo a las condiciones sociales, naturales y artificiales, en las que vive y muere dirigiéndole hacia su bienestar y hacia su porvenir. El Dr.
— i6o —
Albian W. Small presentando el papel de los educadores en la sociedad con respecto a los niños en particular, dice:
«La sociología pide a los educadores finalmente
que no se consideren como los líderes de los niños,
sino como los formadores de la sociedad. El maestro que realice a conciencia su función social no se
ha de satisfacer con pasar a los niños de un grado
al otro, sino que ha de encaminar sus trabajos a
instruirlos para un mejoramiento social futuro».
Estas palabras son el alma de la idea de que una
dependencia mutua y la necesidad de una coordinación y una cooperación social nos son impuestas toda la vida. Las relaciones humanas son intensas, los
intereses de un individuo tienen muchos puntos de
contacto con los demás, y hay que tener la habilidad de saber conducirse con todo el mundo. El carácter cambiante de la vida nacional de Filipinas con
los peligros que ha de encontrar y que son inevitables, obliga a los curricuh de las escuelas públicas
y privadas a que se armonicen y ajusten debidamente a la vida social y a que faciliten el conocimiento
de la sociedad y una conciencia social. Se puede conseguir esto interviniendo inteligentemente en las situaciones presentes, con una visión larga, y aprovechando el despertar del pueblo entero. Los alumnos
deben tener enseñanzas que les hagan sentir la obligación de prestar un servicio de cambio con los demás. Han de instruirse en el método de la cooperación con otros, no en teoría, sino practicándolo, cooperando con los vecinos en la solución de problemas
sociales. Esa es la educación social, y el curriculum
tiene la llave de la socialización del niño y la aplicación de los ideales humanitarios en la vida individual y colectiva.
— I6I —
3. La Individualización.—Existe otra fase en el
procedimiento educacional del individuo. El sistema educacional en Filipinas fué ajustado al modelo del sistema español o europeo de la edad
media, y después al modelo del sistema norteamericano. Son dos tipos de sistemas de educación, y cada uno tiene sus méritos y sus defectos.
Es necesario que al evolucionar y adaptar este último sistema al carácter filipino y a sus tradiciones,
ideas y costumbres nacionales, se considere al alumno no como una criatura singular, dócil, pasiva, o como un montón de masa que se puede moldear y modi*
hear en la forma que el sistema decida, sino como
convenga al individuo, y darle su valor personal para
que alcance su máximo crecimiento y desenvolvimiento individual, sin destrozar las antiguas instituciones y las hermosas tradiciones de la nación.
Las escuelas públicas en Filipinas están adaptándose a las necesidades del país. Es indudable que
en esa educación brilla la democracia del mundo
moderno. Los alumnos se amoldan individual y libremente para adaptarse a su propia inclinación y
aspiración sin ignorar las demandas de una educación moderna y de una civilización industrial progresiva. Las ideas americanas de democracia están
infiltrándose no sólo en las escuelas, sino también en
los filipinos extraños a las mismas; así es que existe
hoy día una actitud sana de cooperación y de solidaridad. Las gentes mus conservadoras están cambiando su actitud y les domina, no la idea de «herd»,
agrupaciones aisladas, sino la del «team efficiency»,
eficiencia cooperativa con un «espíritu de cuerpo».
Se ve que la presencia de una verdadera libertad
personal en la condición actual de Filipinas es con11
— IÔ2 —
secuencia natural de las ideas democráticas que están extendiéndose en todas partes del mundo.
La educación según la idea de la individualización, no se puede alcanzar en masa o en promedio.
Es personal, es un proceso individual. Por tanto, el
curriculum reconstruido debe proveer a las diferencias individuales, a las capacidades nativas y las
tendencias de los niños, ajustándoies su trabajo según las necesidades e intereses individuales. Este
programa en la reconstrucción del curriculum caracteriza la individualización.
C. Nueva actitud del curriculum.
El mundo está luchando en condiciones nacionales
e internacionales tan complicadas como difíciles, con
problemas variados, embrollados y hasta amenazadores para el progreso y la civilización. Es inútil cerrar los ojos y creer lo contrario de la realidad; entre las personas como entre las naciones existen competencias, rivalidades y hasta combates o guerras.
¿Qué puede hacer la escuela para que esas calamidades sean eliminadas? La escuela, desde luego, está llamada a ejercer su influencia en beneficio no
sólo de la persona educada dentro de sus aulas, sino también de las agrupaciones sociales de fuera, entidades políticas, naciones y hasta el de la humanidad entera. La escuela, como institución la más propia y adecuada para dar enseñanzas de toda clase
para el desarrollo mental, moral y físico, debe dar
nuevas enseñanzas sobre ciertos puntos para favorecer la paz, la felicidad y el avance de las naciones,
la conservación de sus diversas culturas y civiliza-
-liciones, y también la armonía de todas ellas como
miembros de la confraternidad de las naciones.
Es menester, entonces, que las escuelas ensenen
a los jóvenes nuevas actividades sociales e internacionales, cambiando la filosofía y la creencia destructiva de los tiempos pasados, la de que una nación es
rival de la otra, que tienen que sentir miedo y
desconfianza de las demás para no caer en las redes de una traición extranjera, que la integridad de
una nación independiente, su honra y su porvenir
dependen de su defensa contra invasiones exteriores; que el proteccionismo es patriotismo (cuando
en verdad es un egoísmo mal entendido que tiende
al suicidio de una nación que no deja entrar productos de otras naciones, paralizando así su propio
comercio; porque una nación no puede vivir sola, sin
intercambio con otras naciones) ; que las cuestiones
internacionales sólo pueden resolverse por medio
de la guerra; deben enseñarles en fin a librarse de
otras influencias y creencias antiguas que hoy día son
contrarias a los altos ideales de la humanidad.
La escuela tiene la tarea de cambiar dichas actitudes insensatas, amenazadoras y destructivas por
las ideas sanas, fundadas en la moral internacional.
A los jóvenes y adolescentes debe inculcar ideas y
actitudes que tiendan a corregir los errores de la
pasada educación, como exaltar el poderío, el orgullo de una nación, vanagloriándose de cosas inaplicables en esta edad de razonamientos y delicados
sentimientos humanitarios. Nuevas enseñanzas han
de darse para la nutrición de la mente plástica
de los adolescentes; la hermandad de todas las naciones sin diferencias de raza, color, región, tradición, religión, etc., etc., la amistad y cooperación entre ellas para conservar la paz del mundo, para nó
— 164 —
destrozar los avances de la civilización moderna, el
movimiento internacional de un desarme total de
todas las naciones, la conversión de todas ellas al
ideal de la Sociedad de Naciones, acatando sus prácticas para resolver problemas internacionales, proscribir la guerra y mantener la fuerza de la ley y los
tratados internacionales, así como centenares de puntos totalmente favorables a la paz y al progreso continuo de toda la humanidad, j Qué contrastes hay
entre estas nuevas actitudes y las que se enseñaban
en el tiempo pasado ! Ya la mente ve más allá, más
ampliamente las cosas y problemas que afectan al
bienestar y al progreso no sólo de una persona, sino
del mundo, y tanto en el presente como en el futuro.
La esperanza de conseguir una vida feliz y útil para el bienestar de los individuos, de las naciones, ha
de trocarse en realidad si las escuelas enseñan lo
adecuado en vez de lo anticuado y primitivo que
nos empujaba hacia la venganza, el odio, la guerra, la destrucción de todo. El curriculum de nuestras escuelas puede hacer mucho para que se logre
el ideal del pacifismo, para prevenir y proscribir toda posibilidad de guerra entre las naciones. Puede
construir un entendimiento nacional compatible con
un punto de vista mundial. Los educadores pueden
convertir los temas de las múltiples divisiones en una
sola unidad, correlacionándolas desde un punto de
vista más amplio con el internacionalismo, la tolerancia, la paz, etc., etc. La distribución en departamentos de las escuelas debe ser establecida sobre unidades de entendimiento, y hacer las divisiones dentro de una completa integración.
El siglo XVII, ese siglo de experimentos increíbles que Voltaire llamó el «siglo del análisis», no ha
enseñado a los hombres de una nación a interesarse
- I Ó 5 -
por las actividades y acontecimientos de las otras
naciones. Podemos muy bien enlazar el curriculum
con la vida de los educadores y los estudiantes y
dar actualidad y construir un tema mundial, por
ejemplo, la tolerancia, para que se cambie esa actitud egocéntrica. El curriculum escolar ha de ser
construido sobre cuestiones que provean de pensamientos humanitarios. La diferencia que existe entre el curriculum antiguo y el nuevo es que el pri
mero no hace posible o probable la comprensión internacional. El nuevo está integrado con materiales
interrelacionados y aplicados a todos, desde los más
jóvenes a los más antiguos alumnos. La actitud de la
antigua escuela sobre el saber es una adquisición de
gran significado, pero la nueva escuela considera el
saber como habilidad de reaccionar sobre esa signicicación. Por medio del curriculum construímos conceptos de No-Superioridad de ninguna raza, y para
alcanzarlo es necesario establecer la creencia general de que no debemos ser dogmáticos ni aun con los
otros países.
La escuela, con sus dos agentes, el maestro y el
curriculum; el primero dedicándose a organizar una
biblioteca que contenga libros sobre movimientos pacíficos entre naciones, sobre temas de inteligencia
con otros países, sean más avanzados o más atrasados, y el curriculum facilitando la enseñanza de las
virtudes que tienden a la cooperación inteligente entre las naciones de distinta cultura, pueden engrandecer en sentido pacífico ía actual civilización. La
cultura de hoy día adelanta gracias a la cooperación
mundial; cada nación contribuye con sus descubrimientos científicos o con sus avances industriales o
intelectuales, a llegar con los otros países a un acuerdo mutuo de ayuda. Si hacemos de la escuela la ba-
— loose principal de esa ayuda mutua, llegaremos a la
reintegración de la personalidad de los individuos en
general, y no tardaremos en realizar el máximo ideal
de paz y de progreso humano.
D. Conclusión.
En la época pasada, las personas y las naciones
adoptaron en general esta actitud: la de que paja
engrandecer su cultura era necesario triunfar a expensas de otro. Hoy, para engrandecer la cultura
de un país, la actitud debe ser esta otra: es necesario no triunfar aisladamente, sino cooperar con los
demás para poseer los distintos aspectos del adelanto de la cultura universal. La escuela, instrumento
lógico para extender la civilización, ha de enseñar
cómo ésta ha crecido durante los últimos cincuenta
años, y entre otras cosas cómo vino la nueva civilización, la industrial, que se caracteriza por su método científico de inmensas producciones por medio
de la máquina, de la especialización en el trabajo
de la máquina y del hombre. Para construir un curriculum adecuado y propio hay que tener en cuenta la civilización que representan estos dos tipos de
vida: la agrícola y la industrial. Filipinas se beneficiará mucho si por medio del curriculum sus escuelas publicas y privadas enseñan estas dos civilizaciones, la de origen oriental y la de origen occidental, y sí las armoniza, porque el pueblo obtendrá así el mayor éxito y el mayor progreso cultural
que haya alcanzado en el siglo XX.
CAPITULO VII
La conformación social y cultural
de los filipinos
Los cuatro vientos del universo traen a las playas filipinas encantos de la evolución social y del
progreso, tan atrayentes y fascinadores, que ningún hombre o pueblo se decide a oponerse a ellos de
momento. Como resultado de la introducción de esas
innovaciones, Filipinas está experimentando una
transformación profunda, en el interior y en el exterior del cuerpo y mentalidad social. Han entrado
en las Islas las tendencias democráticas que prometen revolucionar no sólo los agentes sociales en el
exterior, como el gobierno y su administración, las
escuelas, las iglesias, etc., sino también la actitud
del individuo y de las agrupaciones sociales, trocándose las ideas antiguas en otras modernas sin temor a
radicalismos.
A. Tendencias modernas.
Los filipinos son una raza muy susceptible a cualquier cambio, y pronto asimilan tendencias nuevas
que conduzcan a mayor progreso y bienestar. Pero
no deben dejarse arrastrar por la fuerte corriente
mundial del modernismo, radicalismo, materialismo,
— i68 —
comunismo y otros «ismos» que van ganando terreno. Deben tener mucho cuidado porque ciertos cam*
bios pueden ser destructores en vez de constructores.
La nación filipina no se ha hecho en un momento. En siglos, siglos y siglos, lenta y penosamente, los
malayos filipinos construyeron sus hogares y viviendas, sus barangays, sus tribus, sus pueblos; se defendieron contra invasiones extranjeras, y durante
el período pacífico en su país cultivaron sus campos,
sus ideas, costumbres, dialectos, su religión, su moral; en una palabra, su verdadera personalidad nacional cultural, la malayo-filipina. Añadiendo a lo
importante y vital de su cultura primitiva lo que
aprendieron y cultivaron durante los trescientos setenta y siete años de dominación española y de asimilación de la cultura hispano-latina, los filipinos
hoy día, en su afán ardiente de progresar, en su ilusión por construir, no deben olvidar que han atravesado períodos de tiempo en íntimas relaciones con
la India, China, España, América y otros países,
quedándose influidos en múltiples sentidos, y que le
toca a esta generación estudiar y comparar lo del
pasado y lo del presente, conservando lo bueno y
formando con ello su personalidad y el porvenir de
su patria querida. La juventud filipina no debe olvidar esto, pues en otro caso no tendrá más que sinsabores y perturbaciones, y le sucederá lo mismo
que al que queriendo escapar de un peligro, corre
y se atolondra y da vueltas sin poder huir de él.
Filipinas no progresa sino conservando, ni se conserva si no progresa. La juventud filipina, si quisiera progresar sin conservar, dando alas a sus emociones y echándolas a volar buscando un límite imposible en la altura, no haría más que construir un
«castillo en España», como dicen los franceses; edi-
— 169 —
ficaría sin cimientos, y en vez. de saltar a lo más
alto, como es la tendencia de la juventud filipina,
caería en un abismo de desilusión y destrucción.
Todas las naciones civilizadas han saltado a los grandes progresos que tanto admiramos; el mundo entero evoluciona continuamente; pero, como es natural, pasará hoy o mañana lo que pasó ayer o en los
siglos pasados, pues verdad es que «la historia se
repite». Filipinas no debe perder su personalidad
nacional y cultural, no ha de destruir lo que ha
aprendido en su larga experiencia, no debe cambiar
todo lo que era y es de ella todavía, por lo que no
es suyo. Aun el mundo, que evoluciona continuamente, sigue las leyes de la continuidad, y la sociedad filipina, el pueblo entero de los malayos, ha
de tener en cuenta dichas leyes. El presente grado
de cultura y civilización filipina no se ha levantado
de un golpe, ni por arte milagroso, sino día tras
día, año tras año, asimilando todo lo que aprendía
del pasado; así que la continuación de lo bueno del
pasado se impone a la sociedad actual y a la del futuro. Las leyes sociales no son más que una consecuencia de aquellas leyes de continuidad.
Por otra parte, la conservación, sin el progreso, es
la muerte. Filipinas, por tanto, para no morir, tiene que progresar en los diversos aspectos de la vida.
El éxito del individuo.—Las relaciones culturales
comprenden la vida intelectual, científica, artística,
estética, religiosa, económica y política. El conjunto social-cultural ha de ser un mosaico de dichas relaciones combinadas, integradas, aplicadas y coordinadas para hacer un Simposium armónico. Es un
mtento, difícil de realizar en corto tiempo, porque
hay múltiples factores que intervienen en las diver-
— I70 —
sas relaciones, entre los cuales se encuentra el de
que los individuos nunca son iguales. Es necesario
integrar primero al individuo y después a las agrupaciones, pues el pensamiento y la acción del individuo influyen y hacen a las agrupaciones moverse o dirigirse en una u otra dirección. El individuo
es el factor más importante en el proceso de realizar una coordinación social y cultural. Otra consideración vitalísima es el reajustamiento de la antigua cultura y civilización con la nueva por medio
del proceso educacional que se da en la escuela, gobernada en el fondo por su curriculum.
I<a conformación social y cultural exige que el
individuo ayude con su propia contribución al bien
común. Pero esa contribución no se realiza hasta
que obtiene éxito el individuo en el trabajo o actividad en que concentra sus energías. Y siendo la
persona al mismo tiempo social y parte esencial de
la colectividad humana, es preciso que las condiciones sociales en que vive le sean favorables, y si no
son, tienen que ser modificadas o cambiadas según
las necesidades del individuo y de la sociedad. Así
que el éxito del individuo es un resultado de esfuerzos socializados que estimulan iniciativas tanto individuales como colectivas. Para engrandecer Filipinas y enaltecer su cultura, cada miembro vital de su
cuerpo social ha de ofrecer su contribución necesaria a la sociedad, por medio del éxito que obtenga.
Así que el filipino tiene que trabajar por el bien común, y para ello tiene que correlacionar sus actos y
pensamientos, sus éxitos o sus derrotas con la colectividad presente.
Recibe el individuo estímulos de las escuelas de
toda clase que le facilitan la instrucción necesaria,
que le despiertan ambiciones personales y colectivas,
— 171 —
que le ofrecen lo esencial para su desarrollo individual, para que su propia iniciativa busque el correcto camino de la cultura y del progreso. Hay muchas facilidades en la moderna vida filipina que
ofrecen al hombre caminos para conseguir la meta
de sus ambiciones. No sólo las escuelas académicas
y especiales, el hogar y la iglesia, sino también los
refuerzos sociales, las diferentes asociaciones, clubs,
círculos de intelectuales o de trabajadores, conferencias públicas y debates; el periodismo y las publicaciones, las bibliotecas, museos y convenciones
anuales de estudiantes y de maestros, comerciantes,
agricultores, industriales, obreros, etc. El servicio
civil que ofrece él gobierno al individuo como premio a sus méritos propios adquiridos con su estudio
y aplicación, y tantas otras ocupaciones más, estimulan al individuo a buscar y obtener el éxito.
También le brinda muchas oportunidades y facilidades para labrar su porvenir la nueva cultura
agrícola-industrial extendida por la cooperación del
gobierno y los agentes secundarios sociales. Se puede decir que existe una democracia en Filipinas,
porque a todos, sin distinción de rango social, de
filiación política, de raza y de religión, sea católico,
protestante, aglipayano, budhista, etc., a todos se
les da la misma oportunidad y facilidades para el
éxito en la vida. No hay igualdad absoluta nunca
en una sociedad, ni aun en una democracia; la igualdad posible es la igualdad en las oportunidades.
Y esa la tenemos. Hay también verdadera democracia cuando se vela por la justicia y bienestar del individuo y de la colectividad, cuando según el gran
sabio americano, reverendo doctor John A. Ryan,
hay «el máximum de orden y el mínimum de coerción». Y a eso aspiramos siempre.
— 172 —
La educación social reúne las fuerzas culturales
para crear, cultivar e integrar la personalidad del
individuo. Es un procedimiento largo, y sólo la alcanza el individuo que persevera en medio de las dificultades donde vive. En Filipinas la educación social, por medio de las escuelas privadas y oficiales,
está ganando cada vez más terreno y su influencia
en la conducta de los jóvenes es satisfactoria. Pero
la escuela sólo puede ofrecer esa educación por medio
de publicidad en las clases y propaganda en las asambleas escolares. Hay tres métodos de preparar la educación social: el de adoctrinación, el de propaganda
y el de publicidad. La adoctrinación (verdades que
hay que aceptar) sólo se usa cuando hay gran necesidad, como por ejemplo, la aceptación de la vacuna. La segunda, o sea la propaganda, es un intento de convencer a la gente a aceptar un punto de vista particular. La publicidad es exponer los hechos
sin el deseo de convencer. Las escuelas deben usar
los dos últimos métodos. La publicidad en las clases
y la propaganda en las asambleas que es donde la
técnica de la propaganda se puede usar con mayor
ventaja. Necesitamos dar un objetivo al grupo, suficientemente fuerte para combatir propagandas que
son subversivas, como el militarismo y el patrioterismo. El hogar, la iglesia, el Estado, las asociaciones cívicas, industriales, etc., todas las demás fuerzas sociales, han de ayudar en eso a la escuela, para
que esa socialización sea completa y sólida.
Para comprender cómo el individuo llega a obtener un éxito favorable al bien común, indica el proceso de socialización que es indispensable conocer al
individuo, su psicología, su carácter, que tal como
lo define el Dr. William Kilpatrick, es la suma total
de nuestras actitudes y valores. Las actitudes son
— 173 —
hábitos de la. inente, tendencias a moverse hacia o
contra un valor. El valor es algo por lo que la gente
hace esfuerzos, ya para evitarlo, ya para poseerlo.
Una actitud social que trate al individuo según
su valer evita muchas injusticias. La psicología del
filipino hace que con dicha actitud se sienta más optimista, y el sistema de servicio civil adoptado por
el gobierno es una práctica de esa actitud, que reconoce la capacidad y el valer del individuo sin atender a castas, posición, recomendaciones ni influencias personales. Este procedimiento utilizado por eL
servicio civil, unido al presente sistema de educación, es la garantía más democrática y justa contra
la existencia de una rígida clasificación social (castas y capas sociales, gentes con influencia y sin
ella) en lo que la sociedad y la civilización antigua
se caracterizaban. Estamos rompiendo las ideas rancias del pasado, las cadenas eternas del conservadurismo, de lo tradicional que se anquilosó, de lo convencional, para que el individuo luzca por su propia iniciativa y sea recompensado justamente. El éxito del individuo es el éxito de la sociedad porque la
porción de una totalidad no puede existir aisladamente. Así que su éxito tiene por base fundamental
su carácter social. Es un justo criterio el de que el
valor del individuo no se mida por los conocimientos
que ha adquirido, sino por los éxitos que con ellos
logra. ¿Por qué no ha de alcanzar el ciudadano filipino el zenith de sus aspiraciones cuando reúne todas las condiciones y oportunidaddes necesarias para conseguir su éxito?
— 174 —
B. La movilidad de la vida filipina.
La movilidad de la vida filipina, resultado de la
irresistible atracción ejercida por la civilización moderna, es doblemente provechosa para el país; primeramente porque conduce a una solidaridad nacional
completa—tan esencial para realizar sus aspiraciones nacionales—, y segundo porque esa movilidad
de la vida tiende a buscar y reajustar los factores
adquiridos en el pasado y en el presente para crear
su propia personalidad cultural. Filipinas tiene que
moverse, no puede parar si quiere seguir el camino
que le conduzca a una cultura más elevada y obtener su desarrollo completo en todos los aspectos de
la vida nacional. En las últimas tres décadas, el Archipiélago filipino ha progresado grandemente por
eso en su desenvolvimiento económico, social, político e intelectual.
Hay factores naturales, humanos y científicos que
tienden a la movilidad de la vida Filipina, ademas
del temperamento malayo y de la aspiración nacional. La naturaleza dio a Filipinas una favorable situación geográfica, con tantas islas con puertos de
los mejores del mundo, y ríos navegables, y por eso
los habitantes se trasladan fácilmente de una isla a
otra, de una a otra provincia, de ciudades cultas a
las poblaciones menos cultas, causando así una continua compenetración entre los habitantes. Los medios de comunicación y transporte, como en todos los
sitios, se han perfeccionado. Los viajes interinsulares
son fáciles y frecuentes, pues hay muchos barcos
grandes de pasajeros y de carga que salen regular-
— J75 —
mente cada dos o tres días de un puerto a otro. Tan
cerca estáa algunas islitas que los filipinos cruzan
por muchos lugares sus mares patrios con sólo una
barquilla o un baroto con vela, sin miedo a los riesgos de los mares impetuosos. Las provincias distantes están conectadas con los puertos y ciudades grandes con arterias formadas por hermosas carreteras
provinciales por donde se transportan los productos
de los campos y haciendas lejanas. Las nuevas carreteras, los puentes y los ferrocarriles dan gran estímulo a la agricultura, la riqueza más importante del
país, pero la más abandonada. El progreso material
y cultural en poblaciones rurales va más adelante cada día con la construcción de nuevas carreteras en
todas las provincias. Los automóviles, autobuses,
trucks, camiones de carga y de pasajeros atraen a la
gente a correr por tierra ya que se hace más fácil y
rápidamente que antes cuando se viajaba por medio
de antiguos carros tirados por carabaos o «quileses»,
«tartaniUas», «carromatas» o «carruajes a la Victoria» arrastrados por caballos del país.
Estas facilidades, naturalmente, invitan a la gente
a moverse mucho, a tener vida de más relación y más
productiva.
La atracción de los centros educacionales, la ambición de la juventud filipina a adquirir grandes conocimientos liberales científicos y técnicos, es otro
factor importante de la continua movilidad de la vida en el Archipiélago. La juventud no se contenta
hoy día con una educación elemental que se da gratuita y libremente en las escuelas públicas que tiene
cada barrio y distrito. Van los estudiantes a las capitales de las provincias a estudiar en la (high school)
segunda enseñanza, y al terminar en dicha escuela, la
población escolar emigra a las ciudades de Manila,
— 176 —
Cebú e Iloilo, para ingresar en los colegios y universidades donde cursan carreras académicas y profesionales. El amor al saber, es tan grande en los filipinos,
sean viejos o jóvenes, que muchos de ellos después
de sus estudios universitarios en Manila o Cebú, van
al extranjero para ampliar sus conocimientos en otro
ambiente. Como dijo el Dr. José Rizal, gran patriota y mártir filipino: «El saber es el patrimonio de la
humanidad, y sólo lo heredan los que trabajan y estudian».
En el siglo XVIII, en las grandes poblaciones de
Filipinas, la cultura media no era más baja que en
tantas y tantas localidades de España. A ello contribuye en parte la presencia e influencia de muchos
filipinos investidos de títulos académicos ganados en
las universidades más importantes o en las mejores
academias de Europa, en Londres, Madrid, Barcelona, París, Berlín, o Viena. En aquellos tiempos los
filipinos pudientes hicieron viajes por Europa, visitaron países avanzados en donde existía la libertad
de cultos, la de emitir opiniones e ideas, la libertad
política de la que carecían en su país 5; que no podían
obtener ni aun derramando sangre: se entrevistaron
con los hombres más ilustres del mundo y vieron los
pueblos libres. Aquellos primeros filipinos, turistas y
estudiantes, ávidos de vivir la vida moderna en un
gobierno democrático, al volver a sus hogares no podían respirar en la pesada atmósfera constituida por
los absurdos de un poder arbitrario. Hoy día la emigración estudiantil al extranjero va más con rumbo a
los Estados Unidos que hacia Europa. El deseo de
ver la gran república y conocer íntimamente sus nuevas prácticas educacionales, los métodos modernos de
enseñanza, de las ciencias, de la cultura sajona-americana, de su gobierno republicano, de su civiliza-
— *77 —
ción industrial, de su vida social, atraen a los estudiantes filipinos hacia los Estados Unidos para ampliar sus estudios. Además de su propia voluntad de
ir a estudiar a América, existe un intercambio de
estudiantes con los Estados Unidos. El Gobierno filipino suele enviar cada año sus pensionados a las
universidades de América y muy pocos de ellos van
a las de Europa. Sin embargo, muchos jóvenes filipinos estudian en las universidades europeas y hacen
bien. De modo que 2a población estudiantil filipina
está constantemente en movimiento a todas las partes del mundo, escalando las gradas de la verdadera
intelectualidad.
La influencia cultural de esos estudiantes filipinos
en el extranjero tiene doble valor. Primero, al estar
en determinada universidad europea o americana demuestran su personalidad cultural, base del nivel de
civilización de su país, y con las virtudes características de su gente, dan a los extranjeros la oportunidad de comprender a los filipinos, su capacidad, su
laboriosidad, sus sentimientos y aspiraciones, su misma patria por cuya libertad trabajan sin cesar día
y noche. Por otra parte, al volver los estudiantes a
Filipinas, llevan consigo las ideas, costumbres, actitudes y prácticas de las culturas de las naciones en
donde han vivido años y años como estudiantes. No
hay nación en Europa y en los continentes del Nuevo Mundo donde no residan estudiantes filipinos cursando diversas carreras para, al volver a su país, ser
más útiles a sus compatriotas y a su pueblo. Al llegar
de diferentes países son como pedazos de variados
mosaicos de culturas e ideas de todas clases, siendo portadores a sus patrios lares de todo lo bueno
que han aprendido en el extranjero, propagándolo
con entusiasmo y dando a las grandes ciudades de
12
- 1 7 8 -
Pilipinas un ambiente cosmopolita hermoseado por
las virtudes nativas filipinas de cortesía, hospitalidad, amistad y gratitud.
Las ideas modernas y los movimientos actuales
en pro del nacionalismo y del internacionalismo tienen por abogados a aquellos estudiantes filipinos,
que constituyen el ramillete escogido de donde salen los líderes intelectuales y políticos de su país, los
que lo han de conducir a su independencia. Ellos
constituyen la parte directiva y brillante del gran
porvenir del pueblo filipino. Que, para bien de nuestra patria, sean coronados por el éxito sus esfuerzos
y sus nobles sacrificios.
C. Educación comparativa.
En Filipinas la educación ha sufrido un cambio
lento y gradual, cuyo resultado fué establecer la conformación social y cultural que tiende hacia el nacionalismo filipino. La educación, como un factor importantísimo en el desarrollo nacional del pueblo filipino, viene evolucionando desde la antigua instrucción malaya primitiva que se daba en el hogar por
los padres y que se caracterizaba por lo irregular y
desorganizada. Esta fué sustituida por el sistema de
educación europea que España introdujo y ejerció
durante siglos, cambiándose en cierto grado los hábitos, las actitudes y el alma del pueblo como consecuencia de la adaptación a las nuevas normas, a
la conducta de vida cristiana, a la civilización hispano-latina. Dicha evolución educacional en Filipinas, de la que se ha tratado en capítulos anteriores,
demuestra que el sistema de educación española, que
representa el sistema europeo, era dual, una para
— 179 —
los estudiantes ricos y otra para los pobres. La primera se daba en las instituciones privadas bajo la
dirección de las órdenes religiosas, y la segunda funcionaba bajo la dirección del Gobierno. Ese sistema,
no solamente no era de mucha utilidad por la escasa y deficiente instrucción de ambas escuelas, sino
que sirvió de obstáculo para llegar a una unión social y nacional.
Cuando se introdujo en Filipinas el presente sistema moderno de educación, copiado en varios de sus
aspectos del sistema moderno de educación americana, experimentó una evolución rápida y grande la
vida nacional. Dicho sistema es unitario porque el
Estado tiene el control y dirección de todas las escuelas, sean privadas o públicas, y no concede privilegios a ninguna clase social. Teniendo la educa
cián bajo ese sistema, uniformidad de métodos, enseñanzas, programas escolares y curricula para toda
clase de escuelas y para todos, da facilidades al pueblo para obtener su unidad social, rompiendo esa
antinatural clasificación de aristócratas de riquezas
materiales y de desafortunados o pobres, y dando facilidades a todos para instruirse y para adquirir
la cultura general. Así dejará de existir dicha clase social, la aristocracia, tan censurada por sus abusos e injusticias, y de tan poco valor y contribución
espiritual * intelectual en el progreso de un pueblo.
Xa única y legítima aristocracia que se puede crear
bajo tal sistema de educación, es la aristocracia intelectual que tiene el derecho de existir por su valer
en sí y por su contribución al desarrollo de la sociedad.
Aunque el sistema de educación en Filipinas es
copiado del americano, existen diferencias muy importantes entre los dos. El sistema americano es dual
— i8o —
como el europeo, y por doble motivo, porque no sólo
provee escuelas para ricos, que generalmente van
a las instituciones privadas, y para pobres que van
a las escuelas públicas, sino que existe también otra
distinción de escuelas; unas para la raza blanca y
otras para la raza negra. Un país afamado por su democracia, que debía ser ejemplo de todo lo que significa igualdad, dados sus atrayentes principios y teorías hermosas, practica todo menos la verdadera democracia en asuntos educacionales. Algunos dicen
que es para evitar la rivalidad y hasta los choques
que pueden resultar si las dos razas distintas, una
con su psicología de superioridad, y la otra de inferioridad, se educan juntas. Pero en cambio tiene
la desventaja de que atacando a la democracia desde la escuela, estableciendo con ella diferencias entre las dos razas, tan separadas por su color racial,
pero tan unidas por su color político, ahonda profundamente el odio, el antagonismo mutuo, en vez
de hacer de la escuela el instrumento pacificador,
utilizándola para obtener una mutua inteligencia,
una amistad y cooperación que aviven la vida y fortalezcan el cuerpo político-sodal.
El presente sistema de educación en América hace difícil la tarea de conseguir por medio de la escuela una compenetración social y cultural, tan complicada y difícil en ese país, donde hay tan inmensa diversidad de razas, culturas y nacionalidades.
Así, a los Estados Unidos de Norteamérica, como
nación, se les caracteriza y se les da el nombre de
((melting pot» (el caldero de mezcla). Por medio de
su programa nacional de americanización, intenta la
asimilación, una formación social y cultural de los
habitantes con sus varias culturas, sentimientos y
aspiraciones. Es aventurado profetizar el resultado de
— I8I —
ese programa de americanización; pero bien se ve
que a pesar ú& los esfuerzos hechos no hay verdadera uniformidad cultural-rational; los de origen judío viven, piensan y trabajan a su modo y como
antes, y lo mismo los de origen italiano, griego, checoeslovaco, polaco, austríaco, los negros, etc., etc.;
todos viven y se educan a sus modos respectivos.
Tardarán muchas generaciones en cambiar las costumbres, actitudes e ideas de esos ciudadanos naturalizados si es que alguna vez lo consiguen. Por tanto, no existe una cultura y civilización americana
única, sino un revoltillo de varios colores y formas.
A un juicioso entender, sólo la verdadera educación
democrática puede llevar prontamente a feliz éxito
el deseo de unir a todos, de lograr uniformidad nacional, de hacer a todos hermanos.
En Filipinas hay gran fe en la educación y se la
considera como el medio de borrar las desigualdades
entre los individuos y de obtener muchos fines laudables. Y esa fe en la educación se convierte en fe
en la escuela, considerada como el camino de la cultura. Esa Ée en las escuelas está demostrada: (a) por
el afán de atender a la. base material de la educación, pues los Estados Unidos gastan dos billones
de dólares anualmente y Filipinas un tercio de sus
ingresos en el sostenimiento de todos los resorteo del
sistema de educación pública; (b) por el rápido crecimiento de las escuelas no solamente elementales,
sano en particular las de segunda enseñanza, las vocacionales, los colegios y las Universidades; (c) por
los esfuerzos efectuados para el estudio acabado de
los procesos de las escuelas, a fin de producir, al
estilo americano, resultados en grande escala (mass
production), producción enorme, vasta.
El sistema de educación en Filipinas exige los
— I82 —
mismos cursos de estudio que el sistema americano..
El curso elemental requiere ocho años, el de la segunda enseñanza cuatro, 7 el colegiado para el grado superior otros cuatro. En total, el estudiante en
Filipinas o en América necesita aproximadamente
diez y seis años para colocarse entre la aristocracia
intelectual. El proceso de la educación es largo y
penoso y sólo los que tienen perseverancia llegan a
alcanzar las altas gradas de la educación.
En los Estados Unidos no existe un solo sistema
de educación nacional, puesto que el Gobierno federal no tiene el derecho de legislar sobre educación pública, porque la Constitución no menciona
nada sobre este particular. Así que cada Estado adopta el sistema que más le conviene según sus recursos y circunstancias. Es un sistema independiente,
llamado a desaparecer bajo la unificación general de
la enseñanza.
D. Conclusión.
En Filipinas, el sistema de educación mencionado obtiene la aprobación popular y continúa evolucionando, absorbiendo todo lo necesario para su mayor eficacia y utilidad dentro de las tendencias democráticas del tiempo, estimulando el éxito del individuo y de las agrupaciones y la movilidad de la
vida hasta llegar a la cultura ideal que sostenga la»
legítimas aspiraciones del pueblo filipino.
CAPITULO VIII
Conclusión
Los largos y penosos procesos culturales para amoldar la vida filipina a los adelantos de diversas civilizaciones y a las necesidades de los tiempos, aún
no han terminado. El pueblo filipino, continuando
su curso ascendente natural, sigue experimentando
la evolución nacional-cultural tan interesante como
prometedora para el esplendoroso porvenir de una
nación que está constantemente aspirando a cumplir su fin y su misión no sólo para consigo misma,
sino para con los restantes países, para con la humanidad entera, a cuya felicidad, paz y adelanto,
ella, como miembro de la gran sociedad humana,
quiere contribuir. Mostrándose más hermosa cada
día entre las perladas olas de los mares orientales
donde nació en edad remota, Filipinas ha desarrollado su infancia de generaciones vivas y conscientes, ha pasado su juventud vigorosa en medio de
glandes trabajos, de sacrificios tristes, pero gloriosos, de sufrimientos y anhelos ardientes como ttna
nación que sabe luchar por su sagrada causa nacional, y últimamente ha llegado en el memorable siglo XX a su mayoría de edad, más convencida que
nunca de que su porvenir y felicidad sólo se ha de
conseguir por su propia iniciativa y cuidado, y de
que con la realización de sus nobles aspiraciones nacionales-culturales, podrá cumplir su misión social en
— i84 —
el mundo, tanto en el orden de la acción como en
el orden de pensamiento.
Habiendo tenido la exjperiencia providencial de
observar y estudiar en. su propio suelo las cuatro importantes culturas del mundo y de contrastarlas una
con otra, Filipinas tiene gran ventaja sobre cualquier
otro país para formar su personalidad nacional y cultural. Acaso por vez primera en la historia, las cuatro mayores fuentes de cultura y civilización del
mundo se han encontrado y fundido en una nación.
Una cultura tras otra vino a enriquecer la personalidad del filipino, quien tenía ya su propia cultura
malaya, que en aquellos tiempos no era menor que
la cultura de sus vecinos. A él llegó la cultura del
Sur de Asia por la India y después la cultura del
Norte de Asia por la China (ambas orientales) ; la
cultura del Sur de Europa por España, y últimamente la del Norte de Europa por el camino indirecto de los Estados Unidos de Norteamérica. La presencia de dichas culturas en un país es un inconmensurable beneficio; pero por otra parte es una responsabilidad para el pueblo por tener que compaginar
situaciones tan diversas en su naturaleza como complicadas. En diferentes partes del mundo estas cuatro culturas están luchando por la supremacía.
Comparando a los filipinos con sus vecinos en
Oriente, el escritor americano J. Lauback dice:
((Vemos que los filipinos conocen la India mejor
que los chinos, y conocen la China mejor que los
hindus. Los filipinos han observado el Japón, no con
el prejuicio desconfiador de China y la indiferencia
soñadora de la India, sino con un interés amistoso
y juicioso. Los filipinos conocen todo el Oriente mejor que ningún occidental, porque la sangre oriental corre por sus venas y los pensamientos y emo-
- i 8 5 -
dones orientales no son extraños para ellos. No tienen prejuicio racial ni social hacia ninguna nación
del Extremo Oriente.»
Y añade el mismo escritor:
«I/» filipinos conocen Europa y América mil veces mejor que ningún oriental. Las costumbres, el
lenguaje, la religión, el arte de España, les fueron
enseñados durante siglos. Bajo varios puntos de vista, los filipinos conocen a España mejor que ella se
conoce a sí misma, porque no solamente apreciaron
sus virtudes por el valor que en sí tienen, sino que
comprendieron también la autocracia y la injusticia
de las que España no se daba cuenta. Por último,
también conocen a America mejor que ella misma,
porque no solamente se dan cuenta de sus obras
buenas, sino que ven con ojos no vendados por orgullo nacional sus debilidades. No hay otra nación
en Asia que pueda conocer a América como los filipinos la conocen, puesto que han estado bajo su dirección más de tres décadas en íntimo contacto y
compenetración)) (i).
Aceptando dichas observaciones del escritor americano como verdaderas, ¿qué debe hacer el filipino teniendo tantos contactos culturales extranjeros
para no apartarse del camino de su personalidad nacional y cultural? Con la mayor energía y entusiasmo tiene que afrontar la situación de ajustar y suavizar las divergencias, rozamientos y oposiciones de
las cuatro culturas para no perder el valor de cada
una, especialmente el de la suya propia, que tanto
bueno posee. Necesita tener la mente libre de prejuicios y abierta para estudiarla aisladamente y es(i) *The Filipino People». J. Lauback, p. 18.
— i86 —
coger lo mejor de cada una y lo que más pueda contribuir a afianzar el carácter de la personalidad cultural filipina, y a obtener su verdadera vida nacional, premio merecido después de tantos siglos de
esfuerzos, sacrificios y estudios.
Al comparar las civilizaciones hispana y americana los filipinos ven que España tiene cualidades superiores a las de América, y que ésta posee en cambio condiciones que son de mucho aprecio en la época actual. Precisamente por falta de estas últimas,
España perdió su alto rango como una de las naciones más poderosas del mundo. Pero como ha dicho
el Comisionado Residente de Filipinas, Dr. Camilo
Osias: «Filipinas es hoy día el agente armonizador de
las culturas y civilizaciones del Este y del Oeste».
Si los filipinos cumplen su destino, deben ser la gente más cosmopolita del globo. Hablando en general,
la raza blanca puede ser cosmopolita en todo lo que
concierne a los países y gentes de su color; I09 chinos pueden ser cosmopolitas en todo lo referente a
lo oriental; pero el filipino, por sus herencias culturales, puede sentirse cosmopolita en cualquier sitio
del mundo. Con más amplios horizontes, los filipinos, especialmente los que han estudiado y absorbido las dos últimas influencias, 2a hispano-latina y
la sajona-americana, reúnen los factores esenciales de
un verdadero cosmopolitismo de civilizaciones, culturas, religiones y principios morales, de tradiciones,
prácticas de vivir, pensar y mirar por el porvenir
sonriente de su patria querida cuando niña luchadora
y cuando adulta emprendedora. Para realizar su fin
y su misión, es menester que el filipino investigue
su pasado, estudie su presente y mire con fe a lo
lejos.
Todavía no podemos vaticinar cuál de las dos más
- i 8
7
-
importantes culturas y civilizaciones, la hispano-Latina o la sajona-aimericana predominará en la vida nacional de los filipinos. Sin embargo, en los nuevo»
acontecimientos de Filipinas se ve a la influencia
cultural americana ganando terreno. Por otra parte
es sabido él hecho de que la cultura que durante varios siglos España sembró en Filipinas ha influido
grandemente en el fondo del pueblo, en el alma, sentimiento, y corazón de los filipinos, y esa es, naturalmente, más duradera y constante.
Vemos que las dos culturas y civilizaciones tienen
respectivamente sus buenas cualidades, como sus aspectos débiles, y ambas encuentran un suelo que ya
se ha hecho casi cosmopolita. Pero, ¿qué fuerza será
más potente para destacarse en una nación que ha bebido en mayor o menor grado de varias fuentes culturales del Oriente y del Occidente? ¿La fuerza espiritual o la fuerza material? Será un interesante
experimento ver el resultado de la presente infiltración de la cultura sajona-americana en la vida filipina. Ya hemos visto que la fuerza de la cultura de
España predominó eclipsando las culturas anteriores; era la fuerza espiritual de su civilización. ¿Continuará ésta predominando en la vida nacional de
Filipinas, y la fuerza cultural sajona-americana sólo
llenará los huecos culturales que España dejó vacíos
en su trabajo de siglos? A la civilización sajona-americana tampoco le falta la fuerza espiritual, pero
quizás sus métodos prácticos consigan solamente una
influencia material en Ja nación filipina.
Sea cual fuere la fuerza cultural poderosa que predomine en la vida nacional y cultural de Füipánas, sería un error muy lamentable considerar nula y vana
la fuerza del patriotismo de sus habitantes. Es sa-
— i88 —
bido que los filipinos forman una nación apasionadamente consagrada a su emancipación nacional. Si
durante la dominación española, cuando era un crimen para el indio emitir ideas democráticas y opiniones patrióticas y sufría por ello persecuciones,
florecían a pesar de todo, sus sentimientos patrióticos, más vivos y más ardientes cuanto más perseguidos y condenados, hoy día, cuando la cultura
sajona-americana extiende a los filipinos sus influencias materialistas y espirituales de democracia y libertad, esos sentimientos de nacionalismo y patriotismo vibran aún más abiertamente en los corazones
y pensamientos de todo el pueblo filipino. Las enseñanzas democráticas de la cultura sajona-americana
no sólo hallan eco en él sentimiento nacional de los
filipinos, sino una aceptación y aplauso general. Si
la presente tendencia democrática en Filipinas no
sufre cambio, es muy natural que el pueblo quede
descontento con la actual dominación que por buena
intención o actuación que tenga, siempre tiene aspectos que atacan la dignidad y felicidad del pueblo filipino. Los Estados Unidos de Norte América quedarían honradísimos si un pueblo tan amante de su
libertad, la consiguiera por su inspiración y su ayuda, y no sería más que el cumplimiento de su solemne promesa al pueblo filipino al ofrecerle su ansiada libertad e independencia para tan pronto como tuviera un gobierno estable. No sóío el pueblo filipino,
sino el mundo entero rendirá su admiración a América cuando cumpla esa promesa.
La única recompensa que los filipinos desean, después de su larga vida bajo tutelas y sacrificios, es
su libertad, que para ellos es más sagrada y más
preciosa que la vida misma. Que llegue pronto la
codiciada emancipación absoluta y completa para
-
x 8 9 -
después alcanzar la perfeoción de su propia personalidad nacional cultural, es el deseo ferviente que
todo corazón filipino día tras día eleva a la justicia
de la Divina Providencia.
FIN
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1928, 1929.
IV. Escritos en dialecto cebuano consultados.
Lagda Sugbuanon. B. U. 10.958.
Mga Tulomanon. B. U. 10.158.
INDICE
••••••••
Págs.
Prólogo
5
CAPITULO I
Introducción
11
A. Las herencias culturales de Filipinas
La antigua civilización felipino-maJaya
a. Creencias religiosas
b. Influencias orientales
c. Su alfabeto, sus escritos, su literatura
d. Costumbres y tradiciones
e. Educación primitiva
B. Conclusión
12
12
14
21
25
28
31
33
CAPITULO II
La cultura hispano-latina
35
A. Las primeras actividades de los conquistadores.
1. La cristianización de las islas
2. Organización de los pueblos
3. Españolización de Filipinas
El pueblo ora
4. Sustitución de apellidos nativos por otros españoles
5. Clases sociales
6. La nobleza en Filipinas
7. El periodismo durante el régimen español....
B. Las causas fundamentales del lento progreso...
C. Reformas internas.
D. Conclusión
35
36
42
42
44
45
46
48
50
52
59
62
— iç8 —
Paga.
CAPITULO III
El sistema de educación durante el régimen español
1. Iniciativa de los religiosos
2. La nueva educación regular
3. La alta instrucción para los varones«—a. El
Colegio de San Ignacio
b. La Universidad de Santo Tomás
c. La influencia de las Universidades
4. La enseñanza para la mujer
B. Reformas educacionales.
1. El estado de la instrucción elemental
2. La instrucción primaria
3. La característica religiosa de la educación....
4. El lenguaje castellano
C. Conclusión,
CAPITULO IV
La cultura Sajona-Americana
A. Sus principios e ideales
>
1. Introducción de la nueva cultura
2. Transición de la vida pública en Filipinas....
B. La americanización y la
filipinización
1. El problema del lenguaje nacional.
2. La educación cívica-patriótica
3. La educación sin religión
4. La educación hacia la industrialización
C. Conclusión
65
65
67
69
70
71
74
77
77
78
82
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89
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89
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96
103
106
112
123
CAPITULO V
El sistema de educación durante el régimen americano
125
A. La secularización de las escuelas públicas
La centralización de la educación
*
B. Desarrollos modernos de la educación
1. Las actividades extra-curriculares
2. La práctica de la co-educación..
126
129
132
133
136
— 199 —
Pegs.
3. Las Bibliotecas.
4. La prueba de inteligencia y ejecución
5. La instrucción en ei «Kindergarten»
C. Nuevas enseñanzas útiles.
1. La educación física
2. La educación sanitaria
,
D. Conclusión
137
139
140
145
145
148
151
CAPITULO VI
El nuevo curriculum escolar
155
A. Consideraciones sobre el curriculum
B. necesidad de reconstruir el curriculum
1. La racionalización
2. La socialización
3. La individualización
C. Nueva actitud del curriculum
D. Conclusión
155
158
158
159
161
162
166
CAPITULO Vil
La conformación social u cultural de los filipinos 167
A. Tendencias modernas
El éxito del individuo
B. movilidad de la vida
C. Educación comparativa
D. Conclusión
filipina
167
169
174
178
182
CAPITULO VIII
Conclusión
Bibliografía
183
191
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