SECCIÓN RELACIONES 97, G ENERAL INVIERNO 2004, VOL. XXV Este artículo analiza los festejos que se llevaron a cabo en la ciudad de Puebla de los Ángeles por la celebración del nacimiento, en 1708, del príncipe heredero al trono, Luis I. Se estudia con particular énfasis la procesión organizada por los comerciantes más importantes de la ciudad, y el carro triunfal que fue la pieza central de la fiesta. En este análisis es posible observar que la elite poblana incorporó a la festividad una serie de aspectos simbólicos polivalentes, que le permitieron manejar una multiplicidad de mensajes para afirmar su identidad como europeos, y comentar la crisis desatada por la Guerra de Sucesión, la legitimidad del gobierno borbónico, y la autoridad del representante del rey en la localidad. (Puebla de los Ángeles, Luis I, Borbones) A RTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO, Y LA REAFIRMACIÓN DE LA AUTORIDAD REAL EN PUEBLA DURANTE EL SIGLO XVIII: LA CELEBRACIÓN EN HONOR DEL HÉRCULES BORBÓNICO Frances L. Ramos* UNIVERSIDAD DE TEXAS EN AUSTIN En julio de 1708, la ciudad de Puebla de los Ángeles, México, celebró el nacimiento del Luis I, hijo de Felipe V y primer heredero de la dinastía borbónica al trono de España. La celebración tuvo lugar durante la Guerra de Sucesión por el trono español (1702-1713), y forzó a las elites de la segunda ciudad novohispana en importancia a enfrentarse con el problema de la legitimidad del gobierno Borbón. Ocho años antes, Carlos II había muerto sin heredero directo, con lo que transmitió la corona al * [email protected] [email protected] Quiero agradecer al programa Fullbright-Hays para la investigación de tesis doctoral en el extranjero, así como al programa de becas para doctorandos del Consejo Internacional para la Investigación en Ciencias Sociales por el apoyo que hizo posible la realización de este artículo. Asimismo, agradezco a Patricia Díaz Cayeros, Sandra Laudardale Graham y Russel Lohse por sus comentarios y sus ánimos. 1 7 9 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO nieto de su media hermana y del hombre que había sido, hasta épocas recientes, el peor enemigo de España: Luis XIV, rey de Francia. Austria, Inglaterra y las Provincias Unidas se coaligaron para impugnar esta sucesión, y abismaron a Europa en una guerra. Las elites políticas y sociales poblanas, interesadas indudablemente en la continuidad del sistema, vieron en el nacimiento de Luis I una fuente de legitimidad de Felipe V y, por lo tanto, una causa gloriosa que celebrar. Pero si bien tomaron una posición en la lucha para legitimar la transición del gobierno de los Habsburgo al de la casa de Borbón, los poblanos encaraban otros problemas que les resultaban más inmediatos. En los albores del siglo XVIII, Puebla había experimentado el final de su edad de oro para entrar en un periodo de declive económico e inestabilidad política. Hacia 1708, el cabildo de la ciudad enfrentaba una significativa disminución en el número de sus miembros, una deuda impagable y, lo que era peor, se encontraba bajo la mira de la corona que intentaba reformar las prácticas corruptas de la elite gobernante. Además, mientras se recuperaba de la desestabilización causada por el hambre y las epidemias de la década de 1690, la elite poblana vivía continuamente bajo la amenaza de un estallido social. Es en este clima de incertidumbre que el cabildo de la ciudad organizó las fiestas para celebrar el nacimiento del príncipe heredero, y los cuatro capitanes de los batallones de comerciantes comisionaron la hechura de un carro triunfal como parte de una procesión festiva muy elaborada. La celebración se realizó durante cuatro días, a mediados de julio, y durante todo ese tiempo hubo misas en honor del nacimiento real en el convento franciscano, en el convento dominico, y en la catedral.1 El cabildo realzó la conmemoración con juegos pirotécnicos, y solicitó a los estudiantes universitarios de la ciudad, comunidades indígenas, gremios, y a los comerciantes y propietarios de las tiendas de cacao de la ciudad, que organizaran mojigangas.2 Por invitación del cabildo, los cuatro capitanes del batallón cabalgaron por las calles en compañía de 400 jinetes uniformados. Al centro de la multitud que desfiló se colocó el impresionante carro triunfal con una fortaleza completa de dos cuerpos con torres, pendones, emblemas y ocho lienzos dedicados a la infancia de la mitológica figura de Hércules.3 A través de la ceremonia en honor del nacimiento real, los diseñadores y los patronos de la procesión correspondiente al regimiento, expresaron una variedad de mensajes sobre la identidad de la elite, la disputa por la sucesión dinástica y, particularmente, la crisis local de Puebla. A principios del siglo XVIII, Hércules representaba la Virtud y la Fuerza, pero también funcionaba como un símbolo polisémico pues representaba tanto a la Monarquía hispánica, como a la defensa del status quo, la defensa de la fe católica, la sujeción y la Clemencia.4 Pascual Pérez, el 2 1 Jacinto Bernardez de Rivera, Sermon que en accion de gracias ofrecio â Dios, y à su Purissima Madre el Convento de las Llagas de Nuestro Seraphico Padre S. Francisco de la ciudad de la Puebla de los Angeles [...], México, Viuda de Miguel de Ribera Calderon, 1708; Alonso Gil, Oración panegyrica que en la celebridad que en acción de gracias por el felis nacimiento de nuestro señor, y Principe hizo el convento de N.P.S. Domingo de la Puebla [...], Puebla, , Imprenta de Diego Fernández de León,1708; José Gómez de la Parra, Famosos Triumphos y victoriosos tropheos [. . .] en honor de la Immaculada Concepción de Maria SS. N. S. su titular, para dar gracias a Dios N.S. por el feliz Nacimiento de su Alteza [. . .], Puebla, Oficina de D. José Pérez, N.d. “Propuesta del Señor General para las fiestas que se han de hacer para el nacimiento del príncipe Don Luis I, 3 de enero de 1708”, Archivo Municipal de Puebla, microfilm de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (en adelante BNAH-AMP), Actas de Cabildo (en adelante AC) 36, ff. 14v.-19v. La BNAH microfilmó las minutas del cabildo poblano en la década de 1970, y desde entonces el archivo municipal cambió la paginación, de tal manera que los números de folio de los documentos originales actualmente no se corresponden con los del microfilm. 3 Antonio de Heredia, Elogio genethliaco, festivo Peán, que en un carro triumphal en las fiestas, con que esta Muy Noble, y Cesárea Ciudad de la Puebla de los Angeles, celebró el feliz nacimiento de nuestro príncipe... Puebla, Imprenta de D. José Pérez, 1709. Francisco de la Maza extractó parte de la descripción impresa en La mitología clásica en el arte colonial de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1968, 142-146. Víctor Mínguez comentó brevemente acerca del carro en Los reyes distantes: imágenes del poder en el México virreinal, Castelló de la Plana, Publicacions de la Universitat Jaume I, 1995, 54. Antonio de Heredia hace referencia a los patronos que comisionaron el carro triunfal simplemente como los “capitanes del batallón.” No obstante, queda claro que estos capitanes pertenecían a la elite poblana y servían en el Regimiento del Comercio de Puebla. Véase Lyle N. McAlister, The “Fuero Militar” in New Spain: 1764-1800, Gainesville, University of Florida Press, 1957, 93. 4 Véase Gothard Karl Galinsky, The Heracles Theme: The Adaptations of the Hero in Literature from Homer to the Twentieth Century, Totowa, New Jersey, Rowan and Littlefield, 1972. 1 8 0 1 8 1 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO nieto de su media hermana y del hombre que había sido, hasta épocas recientes, el peor enemigo de España: Luis XIV, rey de Francia. Austria, Inglaterra y las Provincias Unidas se coaligaron para impugnar esta sucesión, y abismaron a Europa en una guerra. Las elites políticas y sociales poblanas, interesadas indudablemente en la continuidad del sistema, vieron en el nacimiento de Luis I una fuente de legitimidad de Felipe V y, por lo tanto, una causa gloriosa que celebrar. Pero si bien tomaron una posición en la lucha para legitimar la transición del gobierno de los Habsburgo al de la casa de Borbón, los poblanos encaraban otros problemas que les resultaban más inmediatos. En los albores del siglo XVIII, Puebla había experimentado el final de su edad de oro para entrar en un periodo de declive económico e inestabilidad política. Hacia 1708, el cabildo de la ciudad enfrentaba una significativa disminución en el número de sus miembros, una deuda impagable y, lo que era peor, se encontraba bajo la mira de la corona que intentaba reformar las prácticas corruptas de la elite gobernante. Además, mientras se recuperaba de la desestabilización causada por el hambre y las epidemias de la década de 1690, la elite poblana vivía continuamente bajo la amenaza de un estallido social. Es en este clima de incertidumbre que el cabildo de la ciudad organizó las fiestas para celebrar el nacimiento del príncipe heredero, y los cuatro capitanes de los batallones de comerciantes comisionaron la hechura de un carro triunfal como parte de una procesión festiva muy elaborada. La celebración se realizó durante cuatro días, a mediados de julio, y durante todo ese tiempo hubo misas en honor del nacimiento real en el convento franciscano, en el convento dominico, y en la catedral.1 El cabildo realzó la conmemoración con juegos pirotécnicos, y solicitó a los estudiantes universitarios de la ciudad, comunidades indígenas, gremios, y a los comerciantes y propietarios de las tiendas de cacao de la ciudad, que organizaran mojigangas.2 Por invitación del cabildo, los cuatro capitanes del batallón cabalgaron por las calles en compañía de 400 jinetes uniformados. Al centro de la multitud que desfiló se colocó el impresionante carro triunfal con una fortaleza completa de dos cuerpos con torres, pendones, emblemas y ocho lienzos dedicados a la infancia de la mitológica figura de Hércules.3 A través de la ceremonia en honor del nacimiento real, los diseñadores y los patronos de la procesión correspondiente al regimiento, expresaron una variedad de mensajes sobre la identidad de la elite, la disputa por la sucesión dinástica y, particularmente, la crisis local de Puebla. A principios del siglo XVIII, Hércules representaba la Virtud y la Fuerza, pero también funcionaba como un símbolo polisémico pues representaba tanto a la Monarquía hispánica, como a la defensa del status quo, la defensa de la fe católica, la sujeción y la Clemencia.4 Pascual Pérez, el 2 1 Jacinto Bernardez de Rivera, Sermon que en accion de gracias ofrecio â Dios, y à su Purissima Madre el Convento de las Llagas de Nuestro Seraphico Padre S. Francisco de la ciudad de la Puebla de los Angeles [...], México, Viuda de Miguel de Ribera Calderon, 1708; Alonso Gil, Oración panegyrica que en la celebridad que en acción de gracias por el felis nacimiento de nuestro señor, y Principe hizo el convento de N.P.S. Domingo de la Puebla [...], Puebla, , Imprenta de Diego Fernández de León,1708; José Gómez de la Parra, Famosos Triumphos y victoriosos tropheos [. . .] en honor de la Immaculada Concepción de Maria SS. N. S. su titular, para dar gracias a Dios N.S. por el feliz Nacimiento de su Alteza [. . .], Puebla, Oficina de D. José Pérez, N.d. “Propuesta del Señor General para las fiestas que se han de hacer para el nacimiento del príncipe Don Luis I, 3 de enero de 1708”, Archivo Municipal de Puebla, microfilm de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (en adelante BNAH-AMP), Actas de Cabildo (en adelante AC) 36, ff. 14v.-19v. La BNAH microfilmó las minutas del cabildo poblano en la década de 1970, y desde entonces el archivo municipal cambió la paginación, de tal manera que los números de folio de los documentos originales actualmente no se corresponden con los del microfilm. 3 Antonio de Heredia, Elogio genethliaco, festivo Peán, que en un carro triumphal en las fiestas, con que esta Muy Noble, y Cesárea Ciudad de la Puebla de los Angeles, celebró el feliz nacimiento de nuestro príncipe... Puebla, Imprenta de D. José Pérez, 1709. Francisco de la Maza extractó parte de la descripción impresa en La mitología clásica en el arte colonial de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1968, 142-146. Víctor Mínguez comentó brevemente acerca del carro en Los reyes distantes: imágenes del poder en el México virreinal, Castelló de la Plana, Publicacions de la Universitat Jaume I, 1995, 54. Antonio de Heredia hace referencia a los patronos que comisionaron el carro triunfal simplemente como los “capitanes del batallón.” No obstante, queda claro que estos capitanes pertenecían a la elite poblana y servían en el Regimiento del Comercio de Puebla. Véase Lyle N. McAlister, The “Fuero Militar” in New Spain: 1764-1800, Gainesville, University of Florida Press, 1957, 93. 4 Véase Gothard Karl Galinsky, The Heracles Theme: The Adaptations of the Hero in Literature from Homer to the Twentieth Century, Totowa, New Jersey, Rowan and Littlefield, 1972. 1 8 0 1 8 1 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO pintor de los ocho lienzos del carro, hizo la crónica de las aventuras de infancia del héroe, y proporcionó una alegoría de la guerra. El primer lienzo encerraba un poema de celebración por el nacimiento del héroe mientras que los otros siete contenían imágenes: el segundo representaba a Hércules estrangulando a la serpiente enviada por Juno –la esposa de Júpiter– para asesinarlo. En el tercero Juno intentaba destruir a Hércules con hechizos y cantos, en el siguiente se representó a Juno dormida sobre una nube mientras que Mercurio colocaba al niño para beber de su pecho. El quinto lienzo mostraba a Quirón, maestro guerrero, ungiendo al infante con aceite. El sexto representaba a la ninfa Galatis convertida en una comadreja por desobedecer las órdenes dadas por Juno de asesinar al niño. En el séptimo, Amaltea, la nodriza de Júpiter, era representada lanzando flores al cielo en celebración del nacimiento de Hércules. En el lienzo final, Alcmene, la madre de Hércules, sacrificaba una res en honor a Júpiter. En la parte de arriba de cada una de las pinturas había un mote en latín, y debajo de ella un poema, ambos concebidos por el intelectual local, Antonio de Heredia, autor también de una descripción de la fiesta que fue dada a la imprenta. Llena de celos porque Júpiter concibió a Hércules con una mujer mortal, la diosa Juno hizo suya la misión de acabar con el niño. Según la versión de Heredia sobre el mito, Mercurio –el numen– o el diplomático, protegió a Hércules de todos los atentados de la diosa humillada. Varios actores permanecieron alrededor del carro para representar las aventuras pueriles del héroe. Como todos los espectadores estaban informados para comprenderlo, Hércules simbolizaba a Luis I, Juno a la Alianza Austriaca, y Mercurio a Luis XIV. Sin embargo, el carro hacía más que proveer una definición de enemigos o aliados. La festividad sirvió como un espacio en el que los organizadores intentaron condensar y, en palabras de un académico moderno, “unificar una rica diversidad de significados”.5 Mediante la celebración del nacimiento de Luis I con construcciones efímeras típicas de las ceremonias públicas europeas, y habiendo seleccionado el tema del amadísimo héroe romano Hércules, los capitanes del batallón afirmaron su civilidad a la vez que manifestaron la afinidad de la elite poblana con la alta cultura europea. Cuando eran usados en la procesión del Corpus Christi, los carros triunfales simbolizaban la victoria de Cristo sobre la herejía. Pero en este caso, el carro simbolizaba también la victoria de España sobre la infertilidad, la victoria de Felipe V sobre aquellos que dudaban de su legitimidad, la derrota de los rebeldes dentro de la península, así como la victoria de la Iglesia católica sobre los protestantes infieles aliados con los Austria. En su búsqueda por legitimar la dinastía borbónica, los diseñadores del carro dieron una importancia particular al papel jugado por Francia en la guerra, y se esforzaron en comunicar que el nacimiento de Luis I anunciaba una nueva era de paz para Europa. Lo que es más, el carro combinaba las referencias a los enemigos europeos de la Corona con una advertencia a los potenciales rebeldes poblanos. Los capitanes del batallón del comercio querían verse congraciados con el alcalde mayor, cuyas recientes reformas los habían afectado adversamente, y así le dedicaron el carro. Los organizadores de la festividad utilizaron el nacimiento de Luis I para comunicar una serie de mensajes que unían el contexto europeo con el contexto local, tendiendo un puente entre el Viejo y el Nuevo Mundo. ESPAÑA Y PUEBLA EN 1708 David Kertzer, Ritual, Politics, and Power, New Haven, Yale University Press, 1988, 11. “unify a rich diversity of meanings”. La Guerra de Sucesión de España comenzó formalmente en mayo de 1702, cuando la Alianza Austriaca declaró la guerra a España. Leopoldo I de Austria nutrió la esperanza romántica de reintegrar los dominios hispánicos al Sacro Imperio Romano, una unidad que no se había visto desde el reinado de Carlos V en el siglo XVI. Inglaterra y las Provincias Unidas temían la creciente influencia de Francia como resultado de la sucesión, y se aliaron a Austria por esta razón fundamentalmente. En 1705, Valencia y Cataluña se rebelaron contra la Corona, y la Alianza Austriaca adquirió el control de amplios espacios territoriales en estas provincias. Durante la primera fase de la guerra, Luis XIV dirigió la defensa a través de embajadores y generales franceses en el frente. Esto añadió leña al fuego, y levantó las sospechas por parte del enemigo de que, a pesar que en el codicilo de Carlos II se prohibía la anexión de Es- 1 8 2 1 8 3 5 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO pintor de los ocho lienzos del carro, hizo la crónica de las aventuras de infancia del héroe, y proporcionó una alegoría de la guerra. El primer lienzo encerraba un poema de celebración por el nacimiento del héroe mientras que los otros siete contenían imágenes: el segundo representaba a Hércules estrangulando a la serpiente enviada por Juno –la esposa de Júpiter– para asesinarlo. En el tercero Juno intentaba destruir a Hércules con hechizos y cantos, en el siguiente se representó a Juno dormida sobre una nube mientras que Mercurio colocaba al niño para beber de su pecho. El quinto lienzo mostraba a Quirón, maestro guerrero, ungiendo al infante con aceite. El sexto representaba a la ninfa Galatis convertida en una comadreja por desobedecer las órdenes dadas por Juno de asesinar al niño. En el séptimo, Amaltea, la nodriza de Júpiter, era representada lanzando flores al cielo en celebración del nacimiento de Hércules. En el lienzo final, Alcmene, la madre de Hércules, sacrificaba una res en honor a Júpiter. En la parte de arriba de cada una de las pinturas había un mote en latín, y debajo de ella un poema, ambos concebidos por el intelectual local, Antonio de Heredia, autor también de una descripción de la fiesta que fue dada a la imprenta. Llena de celos porque Júpiter concibió a Hércules con una mujer mortal, la diosa Juno hizo suya la misión de acabar con el niño. Según la versión de Heredia sobre el mito, Mercurio –el numen– o el diplomático, protegió a Hércules de todos los atentados de la diosa humillada. Varios actores permanecieron alrededor del carro para representar las aventuras pueriles del héroe. Como todos los espectadores estaban informados para comprenderlo, Hércules simbolizaba a Luis I, Juno a la Alianza Austriaca, y Mercurio a Luis XIV. Sin embargo, el carro hacía más que proveer una definición de enemigos o aliados. La festividad sirvió como un espacio en el que los organizadores intentaron condensar y, en palabras de un académico moderno, “unificar una rica diversidad de significados”.5 Mediante la celebración del nacimiento de Luis I con construcciones efímeras típicas de las ceremonias públicas europeas, y habiendo seleccionado el tema del amadísimo héroe romano Hércules, los capitanes del batallón afirmaron su civilidad a la vez que manifestaron la afinidad de la elite poblana con la alta cultura europea. Cuando eran usados en la procesión del Corpus Christi, los carros triunfales simbolizaban la victoria de Cristo sobre la herejía. Pero en este caso, el carro simbolizaba también la victoria de España sobre la infertilidad, la victoria de Felipe V sobre aquellos que dudaban de su legitimidad, la derrota de los rebeldes dentro de la península, así como la victoria de la Iglesia católica sobre los protestantes infieles aliados con los Austria. En su búsqueda por legitimar la dinastía borbónica, los diseñadores del carro dieron una importancia particular al papel jugado por Francia en la guerra, y se esforzaron en comunicar que el nacimiento de Luis I anunciaba una nueva era de paz para Europa. Lo que es más, el carro combinaba las referencias a los enemigos europeos de la Corona con una advertencia a los potenciales rebeldes poblanos. Los capitanes del batallón del comercio querían verse congraciados con el alcalde mayor, cuyas recientes reformas los habían afectado adversamente, y así le dedicaron el carro. Los organizadores de la festividad utilizaron el nacimiento de Luis I para comunicar una serie de mensajes que unían el contexto europeo con el contexto local, tendiendo un puente entre el Viejo y el Nuevo Mundo. ESPAÑA Y PUEBLA EN 1708 David Kertzer, Ritual, Politics, and Power, New Haven, Yale University Press, 1988, 11. “unify a rich diversity of meanings”. La Guerra de Sucesión de España comenzó formalmente en mayo de 1702, cuando la Alianza Austriaca declaró la guerra a España. Leopoldo I de Austria nutrió la esperanza romántica de reintegrar los dominios hispánicos al Sacro Imperio Romano, una unidad que no se había visto desde el reinado de Carlos V en el siglo XVI. Inglaterra y las Provincias Unidas temían la creciente influencia de Francia como resultado de la sucesión, y se aliaron a Austria por esta razón fundamentalmente. En 1705, Valencia y Cataluña se rebelaron contra la Corona, y la Alianza Austriaca adquirió el control de amplios espacios territoriales en estas provincias. Durante la primera fase de la guerra, Luis XIV dirigió la defensa a través de embajadores y generales franceses en el frente. Esto añadió leña al fuego, y levantó las sospechas por parte del enemigo de que, a pesar que en el codicilo de Carlos II se prohibía la anexión de Es- 1 8 2 1 8 3 5 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO paña a Francia, las dos potencias intentarían la unión para buscar el dominio de Europa.6 Los poblanos no pudieron evitar encontrarse de lleno frente a la crisis. En 1705, la Corona ordenó a los gobiernos municipales a lo largo del imperio que hicieran una contribución monetaria para la guerra contra el “infiel”, y Puebla no fue la excepción.7 En marzo de 1707, el duque de Albuquerque, virrey de la Nueva España, pasó por Puebla rumbo a Veracruz a la inspección del puerto para la defensa de la colonia.8 El 10 de marzo de 1707, el alcalde mayor anunció que, de entonces en adelante, Puebla poseería una sala de armas. Pero si bien hacía tiempo que los regidores habían deseado establecer una armería en la ciudad, la decisión había derivado de las exigencias de la guerra. Como Puebla se encontraba en el cruce de caminos entre el puerto de Veracruz y la capital virreinal, era necesario que contase con un arsenal y reserva de armas para defender el interior de la colonia en caso de invasión.9 La posición geográfica particular de Puebla no sólo la hacía un punto estratégico para la defensa militar, sino que también la había convertido en la tradicional puerta de entrada para los bienes venidos de España, para la gente y las noticias que arribaban del Viejo al Nuevo Mundo.10 Al ser Puebla un eje tan importante, seguramente el grueso de la población española se mantendría enterado de los más recientes acontecimientos. Las redes de relaciones de las elites a lo largo del impe- rio contribuían en mantener informados a los poblanos. El 3 de enero de 1708, más de dos meses antes de que arribara la real cédula que lo anunciaba, el cabildo recibió noticias del exitoso nacimiento del príncipe heredero. En una carta fechada el 25 de agosto de 1707, el marqués de Mejorada le comunicó la noticia al gobernador y capitán general de las Islas Canarias, quien inmediatamente le escribió al alcalde mayor de Veracruz, el que a su vez informó al de Puebla.11 A pesar de encontrarse en la periferia del imperio, las condiciones sirvieron para acortar la distancia entre Puebla y España, y para mantener informados a los poblanos. Poco tiempo después de la muerte del último monarca Habsburgo, los vecinos principales de Puebla expresaron su consternación ante el inminente conflicto por venir. Para la ceremonia de jura del rey preparada para Felipe V en 1701, el cabildo de Puebla montó un esmerado espectáculo que incluyó un tablado sobre el cual el alférez real de la ciudad dirigió el juramento de lealtad al nuevo rey Borbón de España. El tablado dejó al descubierto la intranquilidad de los notables poblanos respecto a la crisis de sucesión y su preocupación sobre la legitimidad del nuevo rey: sus motivos grecorromanos equiparaban al rey ascendente con Marte, el dios romano de la guerra, sugiriendo así que Felipe 12 V tendría que pelear para defender el imperio español. En su oración fúnebre en honor a Carlos II, el canónigo de la catedral, José Gómez de la Parra, intentó mitigar las posibles dudas respecto a dónde se encontrarían las lealtades de Felipe V: el sermón comparaba al rey con Cristo quien, como hacía notar el canónigo, no era conocido como Jesús de Belén por su lugar de nacimiento, sino como Jesús de Nazaret, por el lugar donde fue criado y educado.13 Las inquietudes de la elite poblana res- 6 Henry Kamen, La Guerra de la Sucesión en España (1700-1715), traducción de Enrique Obregón, Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1974 (1969). 7 Mandamiento para el donativo de Su Magestad, 13 de julio de 1706, AMP, AC 35, f. 437r-437v. 8 Carta de Su Excelentísima en que avisa estará en esta ciudad el día doce del corriente, 7 de marzo de 1707, AMP, AC 35, ff. 505v-506v. 9 Para la sala de armas, 10 de junio de 1707, AMP, AC 35, ff. 516r-517r. 10 Para un estudio detallado de la migración a Puebla desde una ciudad española durante el siglo XVI y los albores del XVII, véase Ida Altman, Transatlantic Ties in the Spanish Empire: Brihuega, Spain and Puebla, Mexico, 1560-1620, Stanford, Stanford University Press, 2000. Para referencias respecto a que la migración española fue constante a lo largo del siglo XVIII, véase Miguel Ángel Cuenya Mateos, “Migración y movilidad espacial en el siglo XVIII. El caso de la ciudad de Puebla. Una visión a través de los registros matrimoniales”, en Francisco Javier Cervantes, (ed.), Las dimensiones sociales del espacio en la historia de Puebla (XVII-XIX), Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2001, 9-66. 1 8 4 11 Propuesta del Señor General para las fiestas que se han de hacer para el nacimiento del Príncipe Don Luis I, 3 de enero de 1708, AMP-BNAH, AC 35, ff. 14v-15v. 12 Ambrosio Montoya y Cárdenas Ponce de León, Diseño festivo del amor. Obstentiva muestra de la lealtad, acclamacion alegre con que la muy noble, augusta imperial ciudad de la Puebla de los Angeles en el dia diez de Abril del año de 1701 juro por su Rey, y señor natural al Invinctissimo Señor D. Phelipe V..., México, Imprenta de los Herederos del Capitán Juan de Villa Real, 1702, pp. 7r-7v. 13 José Gómez de la Parra, Grano de trigo fecundo de virtudes en la vida, fecundissimo por la succession en la muerte..., Puebla, Herederos del Capitan Juan de Villa-Real, 1701, 37. 1 8 5 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO paña a Francia, las dos potencias intentarían la unión para buscar el dominio de Europa.6 Los poblanos no pudieron evitar encontrarse de lleno frente a la crisis. En 1705, la Corona ordenó a los gobiernos municipales a lo largo del imperio que hicieran una contribución monetaria para la guerra contra el “infiel”, y Puebla no fue la excepción.7 En marzo de 1707, el duque de Albuquerque, virrey de la Nueva España, pasó por Puebla rumbo a Veracruz a la inspección del puerto para la defensa de la colonia.8 El 10 de marzo de 1707, el alcalde mayor anunció que, de entonces en adelante, Puebla poseería una sala de armas. Pero si bien hacía tiempo que los regidores habían deseado establecer una armería en la ciudad, la decisión había derivado de las exigencias de la guerra. Como Puebla se encontraba en el cruce de caminos entre el puerto de Veracruz y la capital virreinal, era necesario que contase con un arsenal y reserva de armas para defender el interior de la colonia en caso de invasión.9 La posición geográfica particular de Puebla no sólo la hacía un punto estratégico para la defensa militar, sino que también la había convertido en la tradicional puerta de entrada para los bienes venidos de España, para la gente y las noticias que arribaban del Viejo al Nuevo Mundo.10 Al ser Puebla un eje tan importante, seguramente el grueso de la población española se mantendría enterado de los más recientes acontecimientos. Las redes de relaciones de las elites a lo largo del impe- rio contribuían en mantener informados a los poblanos. El 3 de enero de 1708, más de dos meses antes de que arribara la real cédula que lo anunciaba, el cabildo recibió noticias del exitoso nacimiento del príncipe heredero. En una carta fechada el 25 de agosto de 1707, el marqués de Mejorada le comunicó la noticia al gobernador y capitán general de las Islas Canarias, quien inmediatamente le escribió al alcalde mayor de Veracruz, el que a su vez informó al de Puebla.11 A pesar de encontrarse en la periferia del imperio, las condiciones sirvieron para acortar la distancia entre Puebla y España, y para mantener informados a los poblanos. Poco tiempo después de la muerte del último monarca Habsburgo, los vecinos principales de Puebla expresaron su consternación ante el inminente conflicto por venir. Para la ceremonia de jura del rey preparada para Felipe V en 1701, el cabildo de Puebla montó un esmerado espectáculo que incluyó un tablado sobre el cual el alférez real de la ciudad dirigió el juramento de lealtad al nuevo rey Borbón de España. El tablado dejó al descubierto la intranquilidad de los notables poblanos respecto a la crisis de sucesión y su preocupación sobre la legitimidad del nuevo rey: sus motivos grecorromanos equiparaban al rey ascendente con Marte, el dios romano de la guerra, sugiriendo así que Felipe 12 V tendría que pelear para defender el imperio español. En su oración fúnebre en honor a Carlos II, el canónigo de la catedral, José Gómez de la Parra, intentó mitigar las posibles dudas respecto a dónde se encontrarían las lealtades de Felipe V: el sermón comparaba al rey con Cristo quien, como hacía notar el canónigo, no era conocido como Jesús de Belén por su lugar de nacimiento, sino como Jesús de Nazaret, por el lugar donde fue criado y educado.13 Las inquietudes de la elite poblana res- 6 Henry Kamen, La Guerra de la Sucesión en España (1700-1715), traducción de Enrique Obregón, Barcelona, Ediciones Grijalbo, 1974 (1969). 7 Mandamiento para el donativo de Su Magestad, 13 de julio de 1706, AMP, AC 35, f. 437r-437v. 8 Carta de Su Excelentísima en que avisa estará en esta ciudad el día doce del corriente, 7 de marzo de 1707, AMP, AC 35, ff. 505v-506v. 9 Para la sala de armas, 10 de junio de 1707, AMP, AC 35, ff. 516r-517r. 10 Para un estudio detallado de la migración a Puebla desde una ciudad española durante el siglo XVI y los albores del XVII, véase Ida Altman, Transatlantic Ties in the Spanish Empire: Brihuega, Spain and Puebla, Mexico, 1560-1620, Stanford, Stanford University Press, 2000. Para referencias respecto a que la migración española fue constante a lo largo del siglo XVIII, véase Miguel Ángel Cuenya Mateos, “Migración y movilidad espacial en el siglo XVIII. El caso de la ciudad de Puebla. Una visión a través de los registros matrimoniales”, en Francisco Javier Cervantes, (ed.), Las dimensiones sociales del espacio en la historia de Puebla (XVII-XIX), Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2001, 9-66. 1 8 4 11 Propuesta del Señor General para las fiestas que se han de hacer para el nacimiento del Príncipe Don Luis I, 3 de enero de 1708, AMP-BNAH, AC 35, ff. 14v-15v. 12 Ambrosio Montoya y Cárdenas Ponce de León, Diseño festivo del amor. Obstentiva muestra de la lealtad, acclamacion alegre con que la muy noble, augusta imperial ciudad de la Puebla de los Angeles en el dia diez de Abril del año de 1701 juro por su Rey, y señor natural al Invinctissimo Señor D. Phelipe V..., México, Imprenta de los Herederos del Capitán Juan de Villa Real, 1702, pp. 7r-7v. 13 José Gómez de la Parra, Grano de trigo fecundo de virtudes en la vida, fecundissimo por la succession en la muerte..., Puebla, Herederos del Capitan Juan de Villa-Real, 1701, 37. 1 8 5 FRANCES L. RAMOS pecto al recibimiento del que sería objeto Felipe V reflejaban las de los burócratas novohispanos de alto nivel, quienes tomaron medidas para contener influencias desleales y contagiosas al interior de la colonia. En 1706, el duque de Albuquerque, virrey de la Nueva España, mandó encarcelar a varias personas acusadas de ser desafectos, o indiferentes, a Felipe V.14 En enero de 1707, el alcalde mayor de Puebla anunció que a cualquiera que pronunciara comentarios peyorativos sobre el rey se le cortaría la oreja derecha.15 Dado que la monarquía hispánica había sido maldecida con dureza por décadas, la Corona interpretó las noticias del embarazo de la reina María Luisa como un signo del favor de Dios y de la inevitable victoria de Felipe V.16 Las elites seculares y eclesiásticas de Puebla también relacionaron el nacimiento del príncipe con la problemática guerra. En julio de 1707, la ciudad exaltó la gravidez de la reina con una novena marcada por letanías, rogativas u oraciones pidiéndole protección a Dios, y una procesión diaria. En la procesión principal de la decimocuarta conmemoración que salió desde la catedral, los regidores de la ciudad y caballeros principales llevaron bajo palio una imagen de la virgen de la Defensa.17 Dada la apremiante situación de la monarquía los poblanos no perdieron la esperanza de que, además de guardar por la madre y el hijo, la Virgen de la Defensa protegería a los súbditos españoles durante el curso de la guerra. 14 Véase, por ejemplo, “El fiscal con Alberto de Rada y Oreña, alcalde mayor de Tepeaca y Tecali, sobre ser desafecto al rey Felipe V”, 1708, Archivo General de Indias (en adelante AGI), Escribanía 190A. 15 El duque de Albuquerque al Cabildo de Puebla, con una nota de Juan José de Veytia y Linaje, México, 28 de enero de 1707, AMP, Reales Cédulas 10, f. 191r-191v. 16 En una real Provisión, el duque de Albuquerque instruyó que no se debería “dilatar un punto este consuelo universal a los vasallos que tan fielmente lo son del rey nuestro señor por estas ciertas premisas de próxima sucesión [...] como para que en continuas rogativas pedimos a su Divina Magestad el felíz [y] dichoso alumbramiento de la reina”. Razón de lo que se hizo con la noticia de estar en cinta la reina, 23 de julio de 1707, AMP, AC 35, f. 527r. 17 Razón de lo que se hizo con la noticia de estar en cinta la reina, 23 de julio de 1707, AMP, AC 35, f. 527r. 1 8 6 ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO A la vez que asimilaban la crisis sobre el ascenso al trono de Felipe V, los poblanos encararon otros problemas de origen local. En la década de los años de 1690, los habitantes de Puebla experimentaron una devastadora hambruna, inflación, y dos epidemias que llevaron a la muerte a miles de personas.18 La década de 1700 no trajo consigo la liberación de los problemas de la década anterior. En agosto de 1707, lluvias torrenciales golpearon la ciudad y destruyeron el puente sobre el río Atoyac. Como si no fuera suficiente, durante los meses inmediatamente anteriores a la fiesta, varios temblores sacudieron la ciudad repetidamente, y se propagó el tifus.19 Varias pugnas por el control político y jurisdiccional sirvieron de telón de fondo para las celebraciones reales. En 1697, el gobierno municipal perdió el privilegio para la colecta de la alcabala, o real impuesto por ventas. Durante la mayor parte del siglo XVII, quienes controlaban el municipio se habían beneficiado del privilegio del manejo de los impuestos para excluirse a sí mismos y a sus allegados del pago de la alcabala. Cuando, endeudado, el cabildo no pudo afrontar más el pago de la alcabala, la Corona colocó a Juan José de Veytia y Linaje como superintendente de la Alcabala.20 En 1699, Veytia y Linaje se convirtió en alcalde mayor de Puebla y con este puesto obtuvo el título de teniente de Capitán General, dándosele así autoridad directa sobre las milicias de la ciudad. Pronto llegó a tener una variedad de empleos, incluyendo el de supervisor del monopolio de azogue de la Corona, y supervisor del comercio con el Pacífico, y sus esfuerzos concienzudos por promulgar reformas golpearon al status quo. En su primer año como superintendente de la Alcabala, Veytia incrementó los ingresos en 350%, y asestó un certero golpe al poder de los regidores de la ciudad, a quienes obligó él personalmente a redimir un préstamo de 10 mil pesos para la entrada del virrey conde de Montezuma, que ellos se habían comprometido a 18 Juan de Villa Sánchez y Francisco Javier de la Peña, Puebla sagrada y profana: Informe dado a su muy ilustre ayuntamiento el año de 1746 (facsímile), Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1997, 39. 19 Propuesta del Alcalde Mayor, 13 de agosto de 1707, AMP, AC 35, f. 528r. 20 Gustavo Rafael Alfaro Ramírez, “La lucha por el control del gobierno urbano en la época colonial. El Cabildo de la Puebla de los Ángeles, 1670-1723”, tesis de maestría inédita, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, 169. 1 8 7 FRANCES L. RAMOS pecto al recibimiento del que sería objeto Felipe V reflejaban las de los burócratas novohispanos de alto nivel, quienes tomaron medidas para contener influencias desleales y contagiosas al interior de la colonia. En 1706, el duque de Albuquerque, virrey de la Nueva España, mandó encarcelar a varias personas acusadas de ser desafectos, o indiferentes, a Felipe V.14 En enero de 1707, el alcalde mayor de Puebla anunció que a cualquiera que pronunciara comentarios peyorativos sobre el rey se le cortaría la oreja derecha.15 Dado que la monarquía hispánica había sido maldecida con dureza por décadas, la Corona interpretó las noticias del embarazo de la reina María Luisa como un signo del favor de Dios y de la inevitable victoria de Felipe V.16 Las elites seculares y eclesiásticas de Puebla también relacionaron el nacimiento del príncipe con la problemática guerra. En julio de 1707, la ciudad exaltó la gravidez de la reina con una novena marcada por letanías, rogativas u oraciones pidiéndole protección a Dios, y una procesión diaria. En la procesión principal de la decimocuarta conmemoración que salió desde la catedral, los regidores de la ciudad y caballeros principales llevaron bajo palio una imagen de la virgen de la Defensa.17 Dada la apremiante situación de la monarquía los poblanos no perdieron la esperanza de que, además de guardar por la madre y el hijo, la Virgen de la Defensa protegería a los súbditos españoles durante el curso de la guerra. 14 Véase, por ejemplo, “El fiscal con Alberto de Rada y Oreña, alcalde mayor de Tepeaca y Tecali, sobre ser desafecto al rey Felipe V”, 1708, Archivo General de Indias (en adelante AGI), Escribanía 190A. 15 El duque de Albuquerque al Cabildo de Puebla, con una nota de Juan José de Veytia y Linaje, México, 28 de enero de 1707, AMP, Reales Cédulas 10, f. 191r-191v. 16 En una real Provisión, el duque de Albuquerque instruyó que no se debería “dilatar un punto este consuelo universal a los vasallos que tan fielmente lo son del rey nuestro señor por estas ciertas premisas de próxima sucesión [...] como para que en continuas rogativas pedimos a su Divina Magestad el felíz [y] dichoso alumbramiento de la reina”. Razón de lo que se hizo con la noticia de estar en cinta la reina, 23 de julio de 1707, AMP, AC 35, f. 527r. 17 Razón de lo que se hizo con la noticia de estar en cinta la reina, 23 de julio de 1707, AMP, AC 35, f. 527r. 1 8 6 ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO A la vez que asimilaban la crisis sobre el ascenso al trono de Felipe V, los poblanos encararon otros problemas de origen local. En la década de los años de 1690, los habitantes de Puebla experimentaron una devastadora hambruna, inflación, y dos epidemias que llevaron a la muerte a miles de personas.18 La década de 1700 no trajo consigo la liberación de los problemas de la década anterior. En agosto de 1707, lluvias torrenciales golpearon la ciudad y destruyeron el puente sobre el río Atoyac. Como si no fuera suficiente, durante los meses inmediatamente anteriores a la fiesta, varios temblores sacudieron la ciudad repetidamente, y se propagó el tifus.19 Varias pugnas por el control político y jurisdiccional sirvieron de telón de fondo para las celebraciones reales. En 1697, el gobierno municipal perdió el privilegio para la colecta de la alcabala, o real impuesto por ventas. Durante la mayor parte del siglo XVII, quienes controlaban el municipio se habían beneficiado del privilegio del manejo de los impuestos para excluirse a sí mismos y a sus allegados del pago de la alcabala. Cuando, endeudado, el cabildo no pudo afrontar más el pago de la alcabala, la Corona colocó a Juan José de Veytia y Linaje como superintendente de la Alcabala.20 En 1699, Veytia y Linaje se convirtió en alcalde mayor de Puebla y con este puesto obtuvo el título de teniente de Capitán General, dándosele así autoridad directa sobre las milicias de la ciudad. Pronto llegó a tener una variedad de empleos, incluyendo el de supervisor del monopolio de azogue de la Corona, y supervisor del comercio con el Pacífico, y sus esfuerzos concienzudos por promulgar reformas golpearon al status quo. En su primer año como superintendente de la Alcabala, Veytia incrementó los ingresos en 350%, y asestó un certero golpe al poder de los regidores de la ciudad, a quienes obligó él personalmente a redimir un préstamo de 10 mil pesos para la entrada del virrey conde de Montezuma, que ellos se habían comprometido a 18 Juan de Villa Sánchez y Francisco Javier de la Peña, Puebla sagrada y profana: Informe dado a su muy ilustre ayuntamiento el año de 1746 (facsímile), Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1997, 39. 19 Propuesta del Alcalde Mayor, 13 de agosto de 1707, AMP, AC 35, f. 528r. 20 Gustavo Rafael Alfaro Ramírez, “La lucha por el control del gobierno urbano en la época colonial. El Cabildo de la Puebla de los Ángeles, 1670-1723”, tesis de maestría inédita, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, 169. 1 8 7 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO pagar. Al poco tiempo de haber asumido Veytia el cargo de alcalde mayor, varios de los regidores renunciaron, mientras que otros simplemente cesaron de asistir a las sesiones del cabildo.21 Otros miembros de la elite poblana pronto se volvieron contra Veytia. Poco después de asumir el puesto de supervisor de alcabala, se distanció del regidor Pedro de Jáuregui y Bárcena, quien esperaba hacerse cargo de la supervisión de la colecta. El regidor tenía dos hermanos que servían en el capítulo catedralicio, Juan de Jáuregui y Bárcena y Antonio de Jáuregui y Bárcena. Según algunos, al apropiarse Veytia de la posición de Pedro de Jáuregui llevó a toda la familia del regidor a ponerse en su contra. Pedro Nogales Dávila se convirtió en obispo de Puebla en octubre de 1708, pero Antonio de Jáuregui, como archidiácono de la Catedral de Puebla y obispo electo de Caracas, continuó disfrutando un considerable manejo de influencia sobre el cabildo catedralicio, y en 1710 incluso incitó un pleito contra Veytia, quien anteriormente había sido nombrado Consejero Honorario del Consejo de Indias.22 Considerando que hacia julio de 1708 Puebla no había tenido un obispo residente, es altamente probable que los hermanos Jáuregui dominasen las opiniones de los demás miembros de la catedral. Como pugnaban por darle sentido a la Guerra de Sucesión de España y a los desastres naturales que las desbordaban, las elites citadinas se sumergieron en la controversia política creándose divisiones entre ellas. Fue justo entre este contexto problemático e incierto que los poblanos celebraron el nacimiento del primer príncipe Borbón en España. miembros del cabildo, adquirían una mayor responsabilidad al momento de organizarlas. Si bien para 1708 el cabildo había experimentado una aguda disminución en el número de sus miembros, una deuda impagable, y conflictos con el alcalde mayor, los regidores intentaron cumplir con sus responsabilidades para con el monarca, manteniendo así el esperado nivel de decencia. En este contexto, decencia significaba el actuar de acuerdo con su posición social o, en de alguna forma, comportarse con civilidad. Centrando la discusión en Francia y Alemania, el sociólogo Norbert Elias ha argumentado que durante la primera época del periodo moderno, civilidad significaba actuar de acuerdo a los dictados de la etiqueta de la corte, una manera de proclamarse a sí mismo como miembro de los más altos peldaños de la sociedad.23 Al planear una ceremonia pública, la elite gobernante de Puebla se esmeraba en proveer el requerido nivel de ostentación ya que la decencia lo demandaba así.24 La elite gobernante de Puebla se esforzaba por expresar su decencia mediante el atractivo de las diversiones propias de las ceremonias públicas en España: mascaradas, simulacros de batallas, torneos y corridas de toros. Para organizar la mascarada de los indígenas de la ciudad en honor de Luis I, el cabildo español envió representantes para hablar con el gobernador indio, que representaba al cabildo indígena paralelo dentro de la ciudad. Bosquejaron planes para que los indios de Puebla se vistieran como chichimecas, y para soltar animales domesticados en la plaza principal para el regocijo de los espectadores.25 Tener a los indios de Puebla, hablantes de náhuatl que en su mayoría eran descendientes de los tlaxcaltecas y cholultecas, imitando a los indios salvajes del norte, debe haber tenido como intención lograr una diversión bufa, LA IDENTIDAD POBLANA Y LAS FIESTAS PARA EL PRÍNCIPE Las ceremonias reales en Puebla reflejaban de manera característica el prestigio de los hombres principales de la ciudad, los mismos que, como Ibid., 171, 176-180. Para la enemistad entre los hermanos Jáuregui y Veytia, véase: “Juan Joseph Fernández y Veytia al Consejo de Indias”, 27 de marzo de 1723, AGI, México, 835, f. 873-956v.; y AGI, México 846, Juan Joseph de Veytia y Linaje al Consejo de Indias, 10 de enero de 1711, sin foliar. 23 Véase Norbert Elias, The Civilizing Process: Sociogenetic and Psychogenetic Investigations, trans. Edmund Jephcott, Oxford, Blackwell Publishers, 2000 (1939). Versión en español: El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, traducción de Agustín García Cotarelo, Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 1987, 384 p., (Sección de Obras de Sociología). 24 Para referencias de cómo el cabildo planeaba sus ceremonias públicas de acuerdo a los dictados de la decencia véase “Libro que contiene los Patronatos de esta muy noble, muy fiel, y leal Ciudad de la Puebla de los Angeles [...]”, 1769, AMP, Libros Varios 20 25 Máscara de los Naturales, 3 de enero de 1708, BNAH-AMP, AC 36, f. 18r-18v. 1 8 8 1 8 9 21 22 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO pagar. Al poco tiempo de haber asumido Veytia el cargo de alcalde mayor, varios de los regidores renunciaron, mientras que otros simplemente cesaron de asistir a las sesiones del cabildo.21 Otros miembros de la elite poblana pronto se volvieron contra Veytia. Poco después de asumir el puesto de supervisor de alcabala, se distanció del regidor Pedro de Jáuregui y Bárcena, quien esperaba hacerse cargo de la supervisión de la colecta. El regidor tenía dos hermanos que servían en el capítulo catedralicio, Juan de Jáuregui y Bárcena y Antonio de Jáuregui y Bárcena. Según algunos, al apropiarse Veytia de la posición de Pedro de Jáuregui llevó a toda la familia del regidor a ponerse en su contra. Pedro Nogales Dávila se convirtió en obispo de Puebla en octubre de 1708, pero Antonio de Jáuregui, como archidiácono de la Catedral de Puebla y obispo electo de Caracas, continuó disfrutando un considerable manejo de influencia sobre el cabildo catedralicio, y en 1710 incluso incitó un pleito contra Veytia, quien anteriormente había sido nombrado Consejero Honorario del Consejo de Indias.22 Considerando que hacia julio de 1708 Puebla no había tenido un obispo residente, es altamente probable que los hermanos Jáuregui dominasen las opiniones de los demás miembros de la catedral. Como pugnaban por darle sentido a la Guerra de Sucesión de España y a los desastres naturales que las desbordaban, las elites citadinas se sumergieron en la controversia política creándose divisiones entre ellas. Fue justo entre este contexto problemático e incierto que los poblanos celebraron el nacimiento del primer príncipe Borbón en España. miembros del cabildo, adquirían una mayor responsabilidad al momento de organizarlas. Si bien para 1708 el cabildo había experimentado una aguda disminución en el número de sus miembros, una deuda impagable, y conflictos con el alcalde mayor, los regidores intentaron cumplir con sus responsabilidades para con el monarca, manteniendo así el esperado nivel de decencia. En este contexto, decencia significaba el actuar de acuerdo con su posición social o, en de alguna forma, comportarse con civilidad. Centrando la discusión en Francia y Alemania, el sociólogo Norbert Elias ha argumentado que durante la primera época del periodo moderno, civilidad significaba actuar de acuerdo a los dictados de la etiqueta de la corte, una manera de proclamarse a sí mismo como miembro de los más altos peldaños de la sociedad.23 Al planear una ceremonia pública, la elite gobernante de Puebla se esmeraba en proveer el requerido nivel de ostentación ya que la decencia lo demandaba así.24 La elite gobernante de Puebla se esforzaba por expresar su decencia mediante el atractivo de las diversiones propias de las ceremonias públicas en España: mascaradas, simulacros de batallas, torneos y corridas de toros. Para organizar la mascarada de los indígenas de la ciudad en honor de Luis I, el cabildo español envió representantes para hablar con el gobernador indio, que representaba al cabildo indígena paralelo dentro de la ciudad. Bosquejaron planes para que los indios de Puebla se vistieran como chichimecas, y para soltar animales domesticados en la plaza principal para el regocijo de los espectadores.25 Tener a los indios de Puebla, hablantes de náhuatl que en su mayoría eran descendientes de los tlaxcaltecas y cholultecas, imitando a los indios salvajes del norte, debe haber tenido como intención lograr una diversión bufa, LA IDENTIDAD POBLANA Y LAS FIESTAS PARA EL PRÍNCIPE Las ceremonias reales en Puebla reflejaban de manera característica el prestigio de los hombres principales de la ciudad, los mismos que, como Ibid., 171, 176-180. Para la enemistad entre los hermanos Jáuregui y Veytia, véase: “Juan Joseph Fernández y Veytia al Consejo de Indias”, 27 de marzo de 1723, AGI, México, 835, f. 873-956v.; y AGI, México 846, Juan Joseph de Veytia y Linaje al Consejo de Indias, 10 de enero de 1711, sin foliar. 23 Véase Norbert Elias, The Civilizing Process: Sociogenetic and Psychogenetic Investigations, trans. Edmund Jephcott, Oxford, Blackwell Publishers, 2000 (1939). Versión en español: El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, traducción de Agustín García Cotarelo, Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 1987, 384 p., (Sección de Obras de Sociología). 24 Para referencias de cómo el cabildo planeaba sus ceremonias públicas de acuerdo a los dictados de la decencia véase “Libro que contiene los Patronatos de esta muy noble, muy fiel, y leal Ciudad de la Puebla de los Angeles [...]”, 1769, AMP, Libros Varios 20 25 Máscara de los Naturales, 3 de enero de 1708, BNAH-AMP, AC 36, f. 18r-18v. 1 8 8 1 8 9 21 22 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO equiparando a los chichimecas con los propios animales que soltarían.26 Más todavía, los principales del ayuntamiento deben haber intentado que la procesión de chichimecas representase el triunfo de la monarquía hispánica sobre los elementos del desorden. En el siglo XVI, las tribus chichimecas resistieron tenazmente la civilización española, pero en el siglo XVIII todos habían sido absorbidos por otros grupos indígenas y habrían quedado totalmente “domesticados”.27 Incluso en esta celebración en apariencia criolla, el cabildo sin embargo declaró sus raíces europeas; en la España del siglo XVII, las procesiones del Corpus Christi solían incorporar gente vestida como “salvajes”, no sólo para el divertimento de los espectadores, sino como una referencia al triunfo de Cristo sobre los gentiles.28 A pesar del deseo de los regidores de expresar su civilidad, estos se toparon con varios impedimentos. En el siglo XVII el cabildo representaba a una fuerte oligarquía terrateniente y comercial, y controlaba las alcabalas de la ciudad. Por lo tanto, las ceremonias del cabildo reflejaban el poder municipal y el orgullo de sus regidores.29 Sin embargo, el cabildo de 1708 no guardaba ningún parecido con el del siglo XVII. Cuando el alcalde mayor anunció el nacimiento del príncipe, los regidores declararon su buena disposición para organizar la ceremonia, pero hicieron notar a la vez que sus recursos limitados representaban un obstáculo. Varios meses más tarde, la necesidad de organizar las festividades con poco dinero creó un clima de tensión al interior del cabildo. Cuando el portero del cabildo requirió dinero para luminarias, velas y nuevas ropas para las festividades, el regidor Francisco Torija Ortuño contestó que debería tomar todo el dinero que necesitase del cofre dentro de la sala de cabildo. Cuando los maceros expresaron que sus ropas eran viejas e indecentes y solicitaron dinero para nuevos vestidos, el regidor sugirió de nuevo que tomaran el dinero del cofre del cabildo. El escribano de cabildo, sin embargo, apuntó que como no había dinero en el cofre, las sugestiones de Torija constituían una sarcástica negativa a aprobar los gastos.30 Empero, el dinero no representaba el único obstáculo del cabildo. Desde el comienzo de la organización, los concejales pusieron mucho énfasis en la realización de un simulacro de batalla consistente en ocho cuadrillas, cada una mandada por uno de los más ilustres miembros de la ciudad. Varios evadieron el compromiso posiblemente porque el cabildo ya no reunía el respeto que antes solía tener, o porque los ocho caballeros carecían de una razón para complacer a los regidores ahora que el alcalde mayor controlaba las alcabalas. Además, los comandantes de cuadrilla debían asumir los costos del evento, y los planes pronto se deshicieron.31 Cuando Veytia, quien había pasado varias semanas en Acapulco, volvió a Puebla y le preguntó al cabildo acerca de la justa y la mascarada, los regidores le explicaron que los planes habían fracasado por razones financieras y porque una ola de tifus y repetidos temblores de tierra los habían dejado debilitados, temerosos y desalentados.32 El fracaso del cabildo por llevar a término sus propios planes reflejó la manera en que se había reducido su poder.33 Los capitanes de bata- 26 A la fecha, no existe un estudio detallado sobre las comunidades indígenas de Puebla de los Ángeles. De acuerdo con Fausto Marín Tamayo, los indios de Calpan, Huejotzingo y la Mixteca también se establecieron en los barrios indígenas de la ciudad. Véase La división racial en Puebla de los Ángeles bajo el régimen colonial, Puebla, Centro de Estudios Históricos, 1960. 27 Véase David Frye, Indians into Mexicans: History and Identity in a Mexican Town, Austin, University of Texas Press, 1996. 28 Carolyn Dean, Inka Bodies and the Body of Christ: Corpus Christi in Colonial Cuzco, Durham, Duke University Press, 2000, 12. 29 Rosalva Loreto López ha hecho también notar como las celebraciones públicas de la ciudad reflejaban el prestigio del poderoso cabildo de Puebla. Véase “La fiesta de la Concepción y las identidades colectivas, Puebla (1619-1636)”, en Clara García Ayluardo y Manuel Ramos Medina, (eds.), Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1997, 233-252. Petición de Joseph de Sumaya/Petición de Bacilio de Linares, 7 de julio de 1708, 36, 58v. 31 Representación del Señor Justicia Mayor/Representación que hacen los Republicanos acerca de la cuadrilla, 29 de febrero de 1708, BNAH-AMP, AC 36, ff. 32v-34v. 32 Propuesta del Señor Alcalde Mayor, 5 de mayo de 1708, AMP, AC 36, f. 43f-43v. Para ser precisos, el tifus causó que muchos poblanos sufrieran de intensos dolores entre las costillas. Mezclado con los temblores, resultó que los regidores estaban “tan temerosos como gastados y los ánimos con total descaecimiento [...] ” 33 Los documentos financieros de 1708 no reflejan que el cabildo haya gastado dinero en la organización de un torneo. Los registros detallados sin embargo hacen mención a los tablados y los vestidos para el portero y los maceros. Es entonces posible que el cabil- 1 9 0 1 9 1 30 AMP, AC FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO equiparando a los chichimecas con los propios animales que soltarían.26 Más todavía, los principales del ayuntamiento deben haber intentado que la procesión de chichimecas representase el triunfo de la monarquía hispánica sobre los elementos del desorden. En el siglo XVI, las tribus chichimecas resistieron tenazmente la civilización española, pero en el siglo XVIII todos habían sido absorbidos por otros grupos indígenas y habrían quedado totalmente “domesticados”.27 Incluso en esta celebración en apariencia criolla, el cabildo sin embargo declaró sus raíces europeas; en la España del siglo XVII, las procesiones del Corpus Christi solían incorporar gente vestida como “salvajes”, no sólo para el divertimento de los espectadores, sino como una referencia al triunfo de Cristo sobre los gentiles.28 A pesar del deseo de los regidores de expresar su civilidad, estos se toparon con varios impedimentos. En el siglo XVII el cabildo representaba a una fuerte oligarquía terrateniente y comercial, y controlaba las alcabalas de la ciudad. Por lo tanto, las ceremonias del cabildo reflejaban el poder municipal y el orgullo de sus regidores.29 Sin embargo, el cabildo de 1708 no guardaba ningún parecido con el del siglo XVII. Cuando el alcalde mayor anunció el nacimiento del príncipe, los regidores declararon su buena disposición para organizar la ceremonia, pero hicieron notar a la vez que sus recursos limitados representaban un obstáculo. Varios meses más tarde, la necesidad de organizar las festividades con poco dinero creó un clima de tensión al interior del cabildo. Cuando el portero del cabildo requirió dinero para luminarias, velas y nuevas ropas para las festividades, el regidor Francisco Torija Ortuño contestó que debería tomar todo el dinero que necesitase del cofre dentro de la sala de cabildo. Cuando los maceros expresaron que sus ropas eran viejas e indecentes y solicitaron dinero para nuevos vestidos, el regidor sugirió de nuevo que tomaran el dinero del cofre del cabildo. El escribano de cabildo, sin embargo, apuntó que como no había dinero en el cofre, las sugestiones de Torija constituían una sarcástica negativa a aprobar los gastos.30 Empero, el dinero no representaba el único obstáculo del cabildo. Desde el comienzo de la organización, los concejales pusieron mucho énfasis en la realización de un simulacro de batalla consistente en ocho cuadrillas, cada una mandada por uno de los más ilustres miembros de la ciudad. Varios evadieron el compromiso posiblemente porque el cabildo ya no reunía el respeto que antes solía tener, o porque los ocho caballeros carecían de una razón para complacer a los regidores ahora que el alcalde mayor controlaba las alcabalas. Además, los comandantes de cuadrilla debían asumir los costos del evento, y los planes pronto se deshicieron.31 Cuando Veytia, quien había pasado varias semanas en Acapulco, volvió a Puebla y le preguntó al cabildo acerca de la justa y la mascarada, los regidores le explicaron que los planes habían fracasado por razones financieras y porque una ola de tifus y repetidos temblores de tierra los habían dejado debilitados, temerosos y desalentados.32 El fracaso del cabildo por llevar a término sus propios planes reflejó la manera en que se había reducido su poder.33 Los capitanes de bata- 26 A la fecha, no existe un estudio detallado sobre las comunidades indígenas de Puebla de los Ángeles. De acuerdo con Fausto Marín Tamayo, los indios de Calpan, Huejotzingo y la Mixteca también se establecieron en los barrios indígenas de la ciudad. Véase La división racial en Puebla de los Ángeles bajo el régimen colonial, Puebla, Centro de Estudios Históricos, 1960. 27 Véase David Frye, Indians into Mexicans: History and Identity in a Mexican Town, Austin, University of Texas Press, 1996. 28 Carolyn Dean, Inka Bodies and the Body of Christ: Corpus Christi in Colonial Cuzco, Durham, Duke University Press, 2000, 12. 29 Rosalva Loreto López ha hecho también notar como las celebraciones públicas de la ciudad reflejaban el prestigio del poderoso cabildo de Puebla. Véase “La fiesta de la Concepción y las identidades colectivas, Puebla (1619-1636)”, en Clara García Ayluardo y Manuel Ramos Medina, (eds.), Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1997, 233-252. Petición de Joseph de Sumaya/Petición de Bacilio de Linares, 7 de julio de 1708, 36, 58v. 31 Representación del Señor Justicia Mayor/Representación que hacen los Republicanos acerca de la cuadrilla, 29 de febrero de 1708, BNAH-AMP, AC 36, ff. 32v-34v. 32 Propuesta del Señor Alcalde Mayor, 5 de mayo de 1708, AMP, AC 36, f. 43f-43v. Para ser precisos, el tifus causó que muchos poblanos sufrieran de intensos dolores entre las costillas. Mezclado con los temblores, resultó que los regidores estaban “tan temerosos como gastados y los ánimos con total descaecimiento [...] ” 33 Los documentos financieros de 1708 no reflejan que el cabildo haya gastado dinero en la organización de un torneo. Los registros detallados sin embargo hacen mención a los tablados y los vestidos para el portero y los maceros. Es entonces posible que el cabil- 1 9 0 1 9 1 30 AMP, AC FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO llones representaban a la elite comercial de la ciudad y, sin lugar a dudas, la eficiente exacción de impuestos de Veytia los debió afectar; pero al contrario que el cabildo, ellos no habían sufrido una crisis tan aguda. Sin tomar en cuenta la forma en la que los capitanes de milicia veían a Veytia por ello, cabe recordar que él había servido como lugarteniente del virrey y, en consecuencia, había supervisado los batallones en Puebla. Los capitanes comprendieron por supuesto que habían obtenido el respeto del alcalde mayor. Pero no dudaron en dedicarle el carro en su honor, con el objeto de acrecentar su favor y suavidad en el cobro de la alcabala. Cualesquiera que hayan sido los motivos subyacentes en la organización de la comparsa, en su celebración los capitanes de milicias subrayaron su propia importancia como grupo al interior de la ciudad. No obstante, su mascarada posiblemente no reflejaba exclusivamente el sentido que de sí mismos tenían, sino el de las elites de la ciudad en su conjunto. La elite poblana se consideraba a sí misma como la más europea de entre todas las ciudades del Nuevo Mundo. En el siglo XVI, la Audiencia de México fundó Puebla como una ciudad para conquistadores españoles, de quienes la Corona esperaba que trabajasen la tierra por sí mismos, permaneciendo separada de las comunidades indígenas de los alrededores. Si bien Puebla fue inmediatamente habitada por indígenas y trabajadores africanos, prevaleció el mito de Puebla como la “ciudad de españoles”. Para mediados del siglo XVIII, los vecinos de otras ciudades de la colonia reconocían la diferencia entre ellos y la gente de Puebla. En la década de 1770, circulaban ampliamente en la ciudad de México sátiras anónimas que se burlaban de los poblanos. En 1794, el comisario de la Inquisición en Querétaro descubrió una sátira que criticaba a los poblanos, entre otras cosas, por su carencia de una conciencia criolla.34 Posiblemente los poblanos buscaban manifestar una manera de ser distinta durante sus diversas actuaciones públicas. La historiadora del arte Nancy Fee ha argumentado que a través de los emblemas de los arcos triunfales en la Puebla del siglo XVII, las elites “elogiaban España como una fuente de autoridad cultural y política y promovían y abanderaban la ciudad de Puebla como la maravilla española privilegiada del Nuevo Mundo”.35 Para las celebraciones en honor de Luis I, la ciudad también subrayó con elocuencia su “europeidad”. En el sermón que dio en el convento franciscano de la ciudad, Jacinto Bernárdez de Rivera se refirió a Puebla como “la antigua y noble casa” de los “más fieles héroes” de la colonia.36 La comparsa también celebraba la conexión de la ciudad con Europa. Los capitanes de milicias donaron artículos tan lujosos como paños de Flandes y tisú, una apreciada tela francesa bordada con hilos de oro y plata, como testimonio de su inclusión entre el mundo atlántico de las elites.37 Los organizadores de las festividades intentaron contrarrestar una imagen de provincialismo comisionando a los principales artistas de la ciudad para diseñar el carro triunfal. Antonio de Heredia, autor de la poesía y la descripción impresa del carro, estudió medicina en la Universidad de México y era ampliamente respetado por sus habilidades literarias. Pascual Pérez, el creador de las imágenes de Hércules, pintó lienzos para la iglesia de San José en Puebla, el Colegio del Espíritu Santo, la iglesia del Carmen, el templo de la Concordia. Aunque los académicos juzgan en la actualidad sus obras como algo mediocre, Heredia se refería a él como el “Zeuxis de nuestro siglo”.38 Fee ha argumentado que durante las ceremonias de entradas de virreyes en Puebla en el siglo XVII, las elites trataron de hacer invisible la 35 do haya seguido adelante con su propia mascarada. Véase Cuenta de 1708, AMP, Cuentas de Propios, vol. 1, ff. 51-68v. 34 Expediente formado con motivo de haverse remitido el comisario de Querétaro un papel titulado Relación verídica que hace de la Procesión del Corpus, AGN, Inquisición 1321, Expediente 10, ff. 48r-74v; Expediente formado con motivo de un papel satírico contra los poblanos valiéndose en el sagrado texto de la Doctrina Cristiana y protesta de la fe, AGN, Inquisición 1156, Expediente 10, ff. 280r-297r. Nancy Fee, “La Entrada Angelopolitana: Ritual and Myth in the Viceregal Entry in Puebla de los Angeles,” en The Americas 52, núm. 3 (1995), 284. 36 Jacinto Bernardéz de Rivera, op. cit., p. A1r. “Antiguo noble solar de fidelissimos Heroès!” 37 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A2-A4. 38 Enrique Cordero y Torres, Diccionario Biográfico de Puebla, vols. 1-2, Puebla, Centro de Estudios Históricos, 1972, 322, 527-28; Manuel Toussaint, Pintura Colonial en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990, 123. 1 9 2 1 9 3 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO llones representaban a la elite comercial de la ciudad y, sin lugar a dudas, la eficiente exacción de impuestos de Veytia los debió afectar; pero al contrario que el cabildo, ellos no habían sufrido una crisis tan aguda. Sin tomar en cuenta la forma en la que los capitanes de milicia veían a Veytia por ello, cabe recordar que él había servido como lugarteniente del virrey y, en consecuencia, había supervisado los batallones en Puebla. Los capitanes comprendieron por supuesto que habían obtenido el respeto del alcalde mayor. Pero no dudaron en dedicarle el carro en su honor, con el objeto de acrecentar su favor y suavidad en el cobro de la alcabala. Cualesquiera que hayan sido los motivos subyacentes en la organización de la comparsa, en su celebración los capitanes de milicias subrayaron su propia importancia como grupo al interior de la ciudad. No obstante, su mascarada posiblemente no reflejaba exclusivamente el sentido que de sí mismos tenían, sino el de las elites de la ciudad en su conjunto. La elite poblana se consideraba a sí misma como la más europea de entre todas las ciudades del Nuevo Mundo. En el siglo XVI, la Audiencia de México fundó Puebla como una ciudad para conquistadores españoles, de quienes la Corona esperaba que trabajasen la tierra por sí mismos, permaneciendo separada de las comunidades indígenas de los alrededores. Si bien Puebla fue inmediatamente habitada por indígenas y trabajadores africanos, prevaleció el mito de Puebla como la “ciudad de españoles”. Para mediados del siglo XVIII, los vecinos de otras ciudades de la colonia reconocían la diferencia entre ellos y la gente de Puebla. En la década de 1770, circulaban ampliamente en la ciudad de México sátiras anónimas que se burlaban de los poblanos. En 1794, el comisario de la Inquisición en Querétaro descubrió una sátira que criticaba a los poblanos, entre otras cosas, por su carencia de una conciencia criolla.34 Posiblemente los poblanos buscaban manifestar una manera de ser distinta durante sus diversas actuaciones públicas. La historiadora del arte Nancy Fee ha argumentado que a través de los emblemas de los arcos triunfales en la Puebla del siglo XVII, las elites “elogiaban España como una fuente de autoridad cultural y política y promovían y abanderaban la ciudad de Puebla como la maravilla española privilegiada del Nuevo Mundo”.35 Para las celebraciones en honor de Luis I, la ciudad también subrayó con elocuencia su “europeidad”. En el sermón que dio en el convento franciscano de la ciudad, Jacinto Bernárdez de Rivera se refirió a Puebla como “la antigua y noble casa” de los “más fieles héroes” de la colonia.36 La comparsa también celebraba la conexión de la ciudad con Europa. Los capitanes de milicias donaron artículos tan lujosos como paños de Flandes y tisú, una apreciada tela francesa bordada con hilos de oro y plata, como testimonio de su inclusión entre el mundo atlántico de las elites.37 Los organizadores de las festividades intentaron contrarrestar una imagen de provincialismo comisionando a los principales artistas de la ciudad para diseñar el carro triunfal. Antonio de Heredia, autor de la poesía y la descripción impresa del carro, estudió medicina en la Universidad de México y era ampliamente respetado por sus habilidades literarias. Pascual Pérez, el creador de las imágenes de Hércules, pintó lienzos para la iglesia de San José en Puebla, el Colegio del Espíritu Santo, la iglesia del Carmen, el templo de la Concordia. Aunque los académicos juzgan en la actualidad sus obras como algo mediocre, Heredia se refería a él como el “Zeuxis de nuestro siglo”.38 Fee ha argumentado que durante las ceremonias de entradas de virreyes en Puebla en el siglo XVII, las elites trataron de hacer invisible la 35 do haya seguido adelante con su propia mascarada. Véase Cuenta de 1708, AMP, Cuentas de Propios, vol. 1, ff. 51-68v. 34 Expediente formado con motivo de haverse remitido el comisario de Querétaro un papel titulado Relación verídica que hace de la Procesión del Corpus, AGN, Inquisición 1321, Expediente 10, ff. 48r-74v; Expediente formado con motivo de un papel satírico contra los poblanos valiéndose en el sagrado texto de la Doctrina Cristiana y protesta de la fe, AGN, Inquisición 1156, Expediente 10, ff. 280r-297r. Nancy Fee, “La Entrada Angelopolitana: Ritual and Myth in the Viceregal Entry in Puebla de los Angeles,” en The Americas 52, núm. 3 (1995), 284. 36 Jacinto Bernardéz de Rivera, op. cit., p. A1r. “Antiguo noble solar de fidelissimos Heroès!” 37 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A2-A4. 38 Enrique Cordero y Torres, Diccionario Biográfico de Puebla, vols. 1-2, Puebla, Centro de Estudios Históricos, 1972, 322, 527-28; Manuel Toussaint, Pintura Colonial en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990, 123. 1 9 2 1 9 3 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO presencia de los indígenas, o al menos, de ignorarlos en las descripciones impresas que iban hacia España. La autora concluye que la elite poblana se apoyó mucho en el mito de Puebla como ciudad europea.39 Un fenómeno paralelo ocurrió en la capital virreinal de Perú, donde las elites enfatizaron su identidad europea a través del arte festivo típico de Andalucía, degradando la cultura indígena de la región.40 Al igual que Lima, Puebla fue fundada en un territorio que no había sido habitado previamente por comunidades indígenas, y constituía una especie de página en blanco en las mentes de las elites. De la misma manera que en las descripciones impresas sobre las entradas virreinales del siglo XVII, las escritas sobre festividades de 1708 no hicieron mención de la población indígena o las castas que habitaban la ciudad. Lo que es más, las actas de cabildo no reflejan el hecho de que los indios poblanos participaran abiertamente en las ceremonias públicas. Antes que eso, las actas describen fundamentalmente a los indígenas sirviendo con funciones auxiliares, como la limpieza de las calles, la construcción de los arcos floridos, o actuando como músicos callejeros. Esto contrasta con la ciudad de México donde, como han subrayado los investigadores, las relaciones sobre las entradas de virreyes, ceremonias de jura y Corpus Christi enfatizaron la participación de los indígenas nativos y la incorporación de su iconografía en los trabajos de arte efímero.41 Más todavía, la falta de reconocimiento de la participación indígena en las actas del cabildo poblano puede ser consecuencia más de la visión de las elites sobre su propia hispanidad, que un reflejo real de la participación de los indígenas. Para la jura del rey preparada para Luis I en 1724, por ejemplo, los concejales no describieron ningún plan para que los indígenas de la ciudad organizaran su propia celebración. No obstante, una solicitud de un maestro carpintero hace mención de la existencia de una celebración indígena organizada de manera paralela. El carpintero había adquirido el derecho para realizar corridas de toros en la plaza principal de la ciudad durante tres días, acordando que él se quedaría con los beneficios. El 13 de octubre pidió al cabildo la extensión del periodo por otros tres días, y declaró que comenzaría a realizar las corridas el jueves 17 y no el día anterior dado que había escuchado que era el día en que el gobernador indígena quería realizar su ceremonia de entrada en la ciudad.42 Lo anterior sugiere que, a pesar del euro centrismo de las elites poblanas, los indígenas principales de la ciudad organizaban sus propias ceremonias públicas de manera independiente. Toda vez que la elite comercial ignoraba la contribución cultural de las comunidades indígenas, su mascarada subrayaba su afinidad con la alta cultura europea. Los inmigrantes a la ciudad celebraban de la forma en la que estaban acostumbrados de manera natural: utilizando carros triunfales similares a los que habían conocido en España. Aunque es difícil determinar si los organizadores encontraron inspiración en grabados, libros festivos o pinturas, resulta claro que tomaron prestado ampliamente un corpus de símbolos europeos derivados del mito de Hércules que conocían bien. El entusiasmo por Hércules se había extendido por Europa durante los siglos XVI y XVII. La mitología grecorromana consideraba en realidad seis figuras diferentes de Hércules, aunque todas venían a acrisolarse en un único héroe que, durante sus viajes por Europa, había establecido una serie de linajes reales, incluyendo el borgoñés y el de los Habsburgo austriacos y españoles.43 Los Habsburgo españoles reclamaron para sí una propiedad especial del mito de Hércules, ya que uno de sus mayores trabajos –la captura de la res del rey Gerion– se supone que sucedió en el sur de la península. Los reyes hispanos y los nobles del siglo XVI se favorecieron con la idea de ser descendientes de Hércules, y muchas familias acomodadas poseían pinturas y tapices del héroe, e incorporaron su figura a la arquitectura palaciega. Los cronistas bajo medievales y de los inicios de la era moderna afirmaron que duran- 39 Nancy Fee, op. cit., pp. 300-320. Rafael Ramos Sosa, Arte festivo en Lima Virreinal (siglos XVI-XVII), Sevilla, Junta de Andalucía, 1992 41 Véase Solange Alberro, “Barroquismo y criollismo en los recibimientos hechos a don Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, virrey de Nueva España, 1640: un estudio preliminar,” en Colonial Latin American Historical Review 8, núm. 4, 1999, 443-460; y Linda Curcio, “Saints, Sovereignty and Spectacle in Colonial Mexico”, tesis doctoral inédita, Tulane University, 1993. 40 1 9 4 42 Petición de Antonio de Arteaga sobre que se concedan tres días más de toros, 13 de octubre de 1724, BNAH-AMP, AC 40, f. 310v. 43 Jonathan Brown y J. H. Elliot, A Palace for a King: The Buen Retiro and the Court of Philip IV, New Haven, Yale University Press, 1980, 157-160. 1 9 5 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO presencia de los indígenas, o al menos, de ignorarlos en las descripciones impresas que iban hacia España. La autora concluye que la elite poblana se apoyó mucho en el mito de Puebla como ciudad europea.39 Un fenómeno paralelo ocurrió en la capital virreinal de Perú, donde las elites enfatizaron su identidad europea a través del arte festivo típico de Andalucía, degradando la cultura indígena de la región.40 Al igual que Lima, Puebla fue fundada en un territorio que no había sido habitado previamente por comunidades indígenas, y constituía una especie de página en blanco en las mentes de las elites. De la misma manera que en las descripciones impresas sobre las entradas virreinales del siglo XVII, las escritas sobre festividades de 1708 no hicieron mención de la población indígena o las castas que habitaban la ciudad. Lo que es más, las actas de cabildo no reflejan el hecho de que los indios poblanos participaran abiertamente en las ceremonias públicas. Antes que eso, las actas describen fundamentalmente a los indígenas sirviendo con funciones auxiliares, como la limpieza de las calles, la construcción de los arcos floridos, o actuando como músicos callejeros. Esto contrasta con la ciudad de México donde, como han subrayado los investigadores, las relaciones sobre las entradas de virreyes, ceremonias de jura y Corpus Christi enfatizaron la participación de los indígenas nativos y la incorporación de su iconografía en los trabajos de arte efímero.41 Más todavía, la falta de reconocimiento de la participación indígena en las actas del cabildo poblano puede ser consecuencia más de la visión de las elites sobre su propia hispanidad, que un reflejo real de la participación de los indígenas. Para la jura del rey preparada para Luis I en 1724, por ejemplo, los concejales no describieron ningún plan para que los indígenas de la ciudad organizaran su propia celebración. No obstante, una solicitud de un maestro carpintero hace mención de la existencia de una celebración indígena organizada de manera paralela. El carpintero había adquirido el derecho para realizar corridas de toros en la plaza principal de la ciudad durante tres días, acordando que él se quedaría con los beneficios. El 13 de octubre pidió al cabildo la extensión del periodo por otros tres días, y declaró que comenzaría a realizar las corridas el jueves 17 y no el día anterior dado que había escuchado que era el día en que el gobernador indígena quería realizar su ceremonia de entrada en la ciudad.42 Lo anterior sugiere que, a pesar del euro centrismo de las elites poblanas, los indígenas principales de la ciudad organizaban sus propias ceremonias públicas de manera independiente. Toda vez que la elite comercial ignoraba la contribución cultural de las comunidades indígenas, su mascarada subrayaba su afinidad con la alta cultura europea. Los inmigrantes a la ciudad celebraban de la forma en la que estaban acostumbrados de manera natural: utilizando carros triunfales similares a los que habían conocido en España. Aunque es difícil determinar si los organizadores encontraron inspiración en grabados, libros festivos o pinturas, resulta claro que tomaron prestado ampliamente un corpus de símbolos europeos derivados del mito de Hércules que conocían bien. El entusiasmo por Hércules se había extendido por Europa durante los siglos XVI y XVII. La mitología grecorromana consideraba en realidad seis figuras diferentes de Hércules, aunque todas venían a acrisolarse en un único héroe que, durante sus viajes por Europa, había establecido una serie de linajes reales, incluyendo el borgoñés y el de los Habsburgo austriacos y españoles.43 Los Habsburgo españoles reclamaron para sí una propiedad especial del mito de Hércules, ya que uno de sus mayores trabajos –la captura de la res del rey Gerion– se supone que sucedió en el sur de la península. Los reyes hispanos y los nobles del siglo XVI se favorecieron con la idea de ser descendientes de Hércules, y muchas familias acomodadas poseían pinturas y tapices del héroe, e incorporaron su figura a la arquitectura palaciega. Los cronistas bajo medievales y de los inicios de la era moderna afirmaron que duran- 39 Nancy Fee, op. cit., pp. 300-320. Rafael Ramos Sosa, Arte festivo en Lima Virreinal (siglos XVI-XVII), Sevilla, Junta de Andalucía, 1992 41 Véase Solange Alberro, “Barroquismo y criollismo en los recibimientos hechos a don Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, virrey de Nueva España, 1640: un estudio preliminar,” en Colonial Latin American Historical Review 8, núm. 4, 1999, 443-460; y Linda Curcio, “Saints, Sovereignty and Spectacle in Colonial Mexico”, tesis doctoral inédita, Tulane University, 1993. 40 1 9 4 42 Petición de Antonio de Arteaga sobre que se concedan tres días más de toros, 13 de octubre de 1724, BNAH-AMP, AC 40, f. 310v. 43 Jonathan Brown y J. H. Elliot, A Palace for a King: The Buen Retiro and the Court of Philip IV, New Haven, Yale University Press, 1980, 157-160. 1 9 5 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO te sus viajes por Iberia, el héroe creó linajes, erigió las columnas en el estrecho de Gibraltar, y fundó ciudades como Cádiz y Sevilla en Andalucía.44 Hércules se volvió popular entre los autores y escritores emblemáticos de los siglos XV, XVI y XVII, e incluso inspiró un libro de emblemas dedicado completamente a sus aventuras.45 El héroe representaba la asimilación de la civilización española, una cultura que los poblanos nutrieron con cuidado en América. Así como la elite poblana vio a Hércules como un civilizador, también debió ver su propio papel en la periferia del imperio. Una pintura sobre el arco triunfal erigido en Puebla en el año de 1688, dedicado a Gaspar de la Cerda, describía al virrey en la forma de un león que emergía de una selva en búsqueda de un arco triunfal por el cual pudiese entrar en la ciudad. De acuerdo con Fee, esto “colocaba a Puebla como un sitio civilizado en medio del dominio de la selva”, y posiblemente funcionó como una “referencia sesgada a la ‘hispanidad’ de Puebla”.46 En el siglo XVIII, el mito de que nobles conquistadores fundaron Puebla se mantenía fuerte, y el historiador del arte Diego Angulo apuntó la existencia de una relación entre la imagen de Hércules y aquella del conquistador.47 Al dar por sentado que durante sus famosos “trabajos”, y precediendo el establecimiento de asentamientos, Hércules vencía a diferentes monstruos míticos, la comparación entre el héroe y el conquistador adquiere sentido. Hacia el siglo XVI la figura de monstruos como la Hidra, vencida por Hércules durante su segundo trabajo, se convirtió en una representación de la rebelión y la heterodoxia.48 Al escoger el tema de Hércules para el carro triunfal, los organizadores quizá pensaron en transmitir la manera en la que ellos habían trasladado Es- paña a Puebla, y establecido un bastión de civilización en una tierra heterodoxa y desordenada. 44 Diego Angulo Iñiguez, La mitología clásica y el arte español del renacimiento, Madrid, Imprenta y Editorial Maestre, 1952, 65-123; Florencia también reclamó a Hércules como su patrón y protector. Véase Jean Seznec, The Survival of the Pagan Gods: The Mythological Traditions and Its Place in Renaissance Humanism, trans. Barbara F. Sessions, Princeton, Princeton University Press, 1972, p. 20. 45 Juan Francisco Fernández de Heredia, Trabajos, y afanes de Hércules, floresta de sentencias, y exemplos, Madrid, Francisco Sanz, 1682. 46 Nancy Fee, op. cit., p. 313. 47 Ibid.., p. 77. 48 Jonathan Brown y J. H. Eliot, op. cit., 160-161. 1 9 6 HÉRCULES TRIUNFANTE: LUIS I Y LA GUERRA DE SUCESIÓN DE ESPAÑA Aunque la mascarada de Puebla en honor a Luis I reflejaba la manera en la que las elites se percibían a sí mismas y a su ciudad, sus organizadores no perdieron de vista el propósito fundamental de la celebración: la legitimación de la monarquía gobernante en España. En la década de 1710, los poblanos debían enfrentarse al reciente fin de casi dos siglos de gobierno de la casa Habsburgo y una guerra sobre la sucesión de la monarquía. En este periodo de incertidumbre política, los súbditos de España se regocijaron con el nacimiento de un heredero al trono. Durante la lectura del sermón en el convento franciscano de la ciudad, Jacinto Bernárdez de Rivera comparó a los poblanos con los “Ángeles de Bethlehem”, que dan gracias por el nacimiento de Jesús “Príncipe soberano del cielo cuyo nacimiento ha sido deseado por tanto tiempo”, y se preguntaba “cuantas eran las ruinas, que se esperaban si no naciera”.49 A pesar de la relación consanguínea con el último rey Habsburgo, Felipe V carecía de autoridad por haber nacido fuera de España, y por ser el nieto del monarca francés. Muchos tenían razones para temer la influencia de Luis XIV sobre el nuevo rey: España dependía completamente del apoyo militar de Francia, y antes de 1709 todas las decisiones eran tomadas en Versalles, no en Madrid.50 En el sermón leído en el convento dominico de Puebla, Alonso Gil reconoció la importancia de contar con un príncipe nacido en territorio español, pues aunque Felipe V había ascendido legítimamente al trono, así se erradicaba cualquier duda acerca de su “legítima pocesión” del título real.51 El canónigo José Gómez de la Parra hizo eco de esta opinión en el sermón de acción de gracias en la catedral de Puebla. Citando el Evangelio de San Lucas, utilizó las palabras de Cristo “El que conmigo no está, es mi contrario” para argumen49 Jacinto Bernardez de Rivera, op. cit., p. A6r. Henry Kamen, op. cit., 56. 51 Alonso Gil, op. cit., 6. 50 1 9 7 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO te sus viajes por Iberia, el héroe creó linajes, erigió las columnas en el estrecho de Gibraltar, y fundó ciudades como Cádiz y Sevilla en Andalucía.44 Hércules se volvió popular entre los autores y escritores emblemáticos de los siglos XV, XVI y XVII, e incluso inspiró un libro de emblemas dedicado completamente a sus aventuras.45 El héroe representaba la asimilación de la civilización española, una cultura que los poblanos nutrieron con cuidado en América. Así como la elite poblana vio a Hércules como un civilizador, también debió ver su propio papel en la periferia del imperio. Una pintura sobre el arco triunfal erigido en Puebla en el año de 1688, dedicado a Gaspar de la Cerda, describía al virrey en la forma de un león que emergía de una selva en búsqueda de un arco triunfal por el cual pudiese entrar en la ciudad. De acuerdo con Fee, esto “colocaba a Puebla como un sitio civilizado en medio del dominio de la selva”, y posiblemente funcionó como una “referencia sesgada a la ‘hispanidad’ de Puebla”.46 En el siglo XVIII, el mito de que nobles conquistadores fundaron Puebla se mantenía fuerte, y el historiador del arte Diego Angulo apuntó la existencia de una relación entre la imagen de Hércules y aquella del conquistador.47 Al dar por sentado que durante sus famosos “trabajos”, y precediendo el establecimiento de asentamientos, Hércules vencía a diferentes monstruos míticos, la comparación entre el héroe y el conquistador adquiere sentido. Hacia el siglo XVI la figura de monstruos como la Hidra, vencida por Hércules durante su segundo trabajo, se convirtió en una representación de la rebelión y la heterodoxia.48 Al escoger el tema de Hércules para el carro triunfal, los organizadores quizá pensaron en transmitir la manera en la que ellos habían trasladado Es- paña a Puebla, y establecido un bastión de civilización en una tierra heterodoxa y desordenada. 44 Diego Angulo Iñiguez, La mitología clásica y el arte español del renacimiento, Madrid, Imprenta y Editorial Maestre, 1952, 65-123; Florencia también reclamó a Hércules como su patrón y protector. Véase Jean Seznec, The Survival of the Pagan Gods: The Mythological Traditions and Its Place in Renaissance Humanism, trans. Barbara F. Sessions, Princeton, Princeton University Press, 1972, p. 20. 45 Juan Francisco Fernández de Heredia, Trabajos, y afanes de Hércules, floresta de sentencias, y exemplos, Madrid, Francisco Sanz, 1682. 46 Nancy Fee, op. cit., p. 313. 47 Ibid.., p. 77. 48 Jonathan Brown y J. H. Eliot, op. cit., 160-161. 1 9 6 HÉRCULES TRIUNFANTE: LUIS I Y LA GUERRA DE SUCESIÓN DE ESPAÑA Aunque la mascarada de Puebla en honor a Luis I reflejaba la manera en la que las elites se percibían a sí mismas y a su ciudad, sus organizadores no perdieron de vista el propósito fundamental de la celebración: la legitimación de la monarquía gobernante en España. En la década de 1710, los poblanos debían enfrentarse al reciente fin de casi dos siglos de gobierno de la casa Habsburgo y una guerra sobre la sucesión de la monarquía. En este periodo de incertidumbre política, los súbditos de España se regocijaron con el nacimiento de un heredero al trono. Durante la lectura del sermón en el convento franciscano de la ciudad, Jacinto Bernárdez de Rivera comparó a los poblanos con los “Ángeles de Bethlehem”, que dan gracias por el nacimiento de Jesús “Príncipe soberano del cielo cuyo nacimiento ha sido deseado por tanto tiempo”, y se preguntaba “cuantas eran las ruinas, que se esperaban si no naciera”.49 A pesar de la relación consanguínea con el último rey Habsburgo, Felipe V carecía de autoridad por haber nacido fuera de España, y por ser el nieto del monarca francés. Muchos tenían razones para temer la influencia de Luis XIV sobre el nuevo rey: España dependía completamente del apoyo militar de Francia, y antes de 1709 todas las decisiones eran tomadas en Versalles, no en Madrid.50 En el sermón leído en el convento dominico de Puebla, Alonso Gil reconoció la importancia de contar con un príncipe nacido en territorio español, pues aunque Felipe V había ascendido legítimamente al trono, así se erradicaba cualquier duda acerca de su “legítima pocesión” del título real.51 El canónigo José Gómez de la Parra hizo eco de esta opinión en el sermón de acción de gracias en la catedral de Puebla. Citando el Evangelio de San Lucas, utilizó las palabras de Cristo “El que conmigo no está, es mi contrario” para argumen49 Jacinto Bernardez de Rivera, op. cit., p. A6r. Henry Kamen, op. cit., 56. 51 Alonso Gil, op. cit., 6. 50 1 9 7 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO tar que el nacimiento del príncipe puso fin a la neutralidad de aquellos que dudaban de la legitimidad del acceso al trono de Felipe V.52 El nacimiento de Luis I, en efecto, invalidaba el reclamo de quienes afirmaban que un extranjero no podía gobernar España. El carro triunfal reflejó la interpretación de Gómez de la Parra y Gil referente al impacto de Luis I en la transición del gobierno de los Habsburgo al de los Borbones. En general, los carros triunfales simbolizaban el éxito, y eran utilizados comúnmente para conmemorar las victorias militares de España, a la vez que como rituales de paso de miembros de la familia real. En Puebla, el carro representó la victoria de Felipe V sobre aquellos que dudaban de su legitimidad, y Heredia resaltó este tema en su interpretación impresa: “¿Que esperan ya los fanáticos inquietos, y los enemigos rebeldes? Si ven ya nacido el Hércules Augusto, a quien le viene tan justo derecho para el dominio”. Heredia argumentó que con el nacimiento de un príncipe en territorio español, los enemigos de Felipe V no podían dudar por más tiempo de su derecho a gobernar.53 Las imágenes del carro proclamaban visualmente este tema central. En lo alto del carro triunfal descansaba un dosel, un palio de rico brocado utilizado usualmente para cubrir los tronos reales, debajo del cual se encontraba puesto un retrato de Luis I.54 La distancia que separaba México de España hacía necesaria la utilización de imágenes de la familia real para que la gente pudiese identificar, y sentirse más próxima a sus gobernantes. A través de la pintura de Luis I, Pascual Pérez presentó al príncipe heredero ante sus súbditos, y el convento dominico utilizó también la ocasión para volver a presentar a Felipe V: para el sermón de acción de gracias de Alfonso Gil, los frailes colocaron una pintura del monarca sentada sobre un trono en el lado derecho del presbiterio.55 Pero como la pintura de Luis I se encontraba sobre un carro triunfal, la gente debe haberle dado más que una profunda significación. Como los carros triunfales solían llevar al “victorioso”, la pintura anunciaba la “victoria” de Felipe V en haber dado un príncipe legítimo natural de España. El carro representaba una fortaleza y dos emblemas descansaban sobre su piso superior reforzando este mensaje de triunfo. Uno de los emblemas representaba al Hércules Borbón vestido con una túnica con un nudo atado a su falda. En su descripción, Heredia explicó cómo la firmeza del nudo representaba el reforzado amor que los súbditos españoles sentían por el monarca, ahora que había dado un príncipe español; el nacimiento, en cierto sentido, “ataba” a la gente con el rey, y al rey firmemente con España.56 El otro emblema representaba una mano alzada que protegía un lirio. Como los artistas utilizaban normalmente lirios para representar a la monarquía francesa, el emblema puede leerse como una indicación de la forma en la que los súbditos españoles defenderían la Casa de Borbón durante la guerra. Pero también, y como el poema debajo del emblema explicaba, lis o “lirio” en español, significaba “disputa” o “litigio” en latín. Heredia explicó que antes del nacimiento de Luis I, los enemigos de la Corona habían difundido el rumor de que los Borbones habían mentido acerca de la preñez de la reina con la intención de imponerle fraudulentamente a la gente un heredero ilegítimo. De acuerdo con Heredia, la mano representaba a los seis nobles caballeros franceses y españoles que fueron testigos del nacimiento, que desmintieron el rumor, y que esparcieron las jubilosas noticias a lo largo del imperio.57 Con objeto de legitimar el cambio de dinastía gobernante, los organizadores no sólo tuvieron que enaltecer el nacimiento del príncipe español, sino también, ilustrar cómo Luis I se parecía a sus antecesores Habsburgo. El antropólogo David Kertzer ha destacado la forma en que en los periodos de transición a lo largo de la historia, los gobiernos se han visto involucrados en una “expropiación simbólica” con objeto de tomar prestada la legitimidad del gobierno antecesor, y así asegurarle al pueblo la continuidad política.58 La utilización de Hércules para representar al príncipe Borbón español demostró ser especialmente oportu- 52 José Gómez de la Parra, op. cit., 66-72; cf. Lucas 11:23. “El que conmigo no está, es mi contrario: el que no se junta conmigo, de mi se aparta” 53 Antonio de Heredia, op. cit., p. A5 54 Ibid., p. A4. 55 Alonso Gil, op. cit., sin foliar 1 9 8 56 Antonio de Heredia, op. cit., p. A14. Ibid.., pp. A5-A16. 58 David Kertzer, op. cit., 42-44. 57 1 9 9 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO tar que el nacimiento del príncipe puso fin a la neutralidad de aquellos que dudaban de la legitimidad del acceso al trono de Felipe V.52 El nacimiento de Luis I, en efecto, invalidaba el reclamo de quienes afirmaban que un extranjero no podía gobernar España. El carro triunfal reflejó la interpretación de Gómez de la Parra y Gil referente al impacto de Luis I en la transición del gobierno de los Habsburgo al de los Borbones. En general, los carros triunfales simbolizaban el éxito, y eran utilizados comúnmente para conmemorar las victorias militares de España, a la vez que como rituales de paso de miembros de la familia real. En Puebla, el carro representó la victoria de Felipe V sobre aquellos que dudaban de su legitimidad, y Heredia resaltó este tema en su interpretación impresa: “¿Que esperan ya los fanáticos inquietos, y los enemigos rebeldes? Si ven ya nacido el Hércules Augusto, a quien le viene tan justo derecho para el dominio”. Heredia argumentó que con el nacimiento de un príncipe en territorio español, los enemigos de Felipe V no podían dudar por más tiempo de su derecho a gobernar.53 Las imágenes del carro proclamaban visualmente este tema central. En lo alto del carro triunfal descansaba un dosel, un palio de rico brocado utilizado usualmente para cubrir los tronos reales, debajo del cual se encontraba puesto un retrato de Luis I.54 La distancia que separaba México de España hacía necesaria la utilización de imágenes de la familia real para que la gente pudiese identificar, y sentirse más próxima a sus gobernantes. A través de la pintura de Luis I, Pascual Pérez presentó al príncipe heredero ante sus súbditos, y el convento dominico utilizó también la ocasión para volver a presentar a Felipe V: para el sermón de acción de gracias de Alfonso Gil, los frailes colocaron una pintura del monarca sentada sobre un trono en el lado derecho del presbiterio.55 Pero como la pintura de Luis I se encontraba sobre un carro triunfal, la gente debe haberle dado más que una profunda significación. Como los carros triunfales solían llevar al “victorioso”, la pintura anunciaba la “victoria” de Felipe V en haber dado un príncipe legítimo natural de España. El carro representaba una fortaleza y dos emblemas descansaban sobre su piso superior reforzando este mensaje de triunfo. Uno de los emblemas representaba al Hércules Borbón vestido con una túnica con un nudo atado a su falda. En su descripción, Heredia explicó cómo la firmeza del nudo representaba el reforzado amor que los súbditos españoles sentían por el monarca, ahora que había dado un príncipe español; el nacimiento, en cierto sentido, “ataba” a la gente con el rey, y al rey firmemente con España.56 El otro emblema representaba una mano alzada que protegía un lirio. Como los artistas utilizaban normalmente lirios para representar a la monarquía francesa, el emblema puede leerse como una indicación de la forma en la que los súbditos españoles defenderían la Casa de Borbón durante la guerra. Pero también, y como el poema debajo del emblema explicaba, lis o “lirio” en español, significaba “disputa” o “litigio” en latín. Heredia explicó que antes del nacimiento de Luis I, los enemigos de la Corona habían difundido el rumor de que los Borbones habían mentido acerca de la preñez de la reina con la intención de imponerle fraudulentamente a la gente un heredero ilegítimo. De acuerdo con Heredia, la mano representaba a los seis nobles caballeros franceses y españoles que fueron testigos del nacimiento, que desmintieron el rumor, y que esparcieron las jubilosas noticias a lo largo del imperio.57 Con objeto de legitimar el cambio de dinastía gobernante, los organizadores no sólo tuvieron que enaltecer el nacimiento del príncipe español, sino también, ilustrar cómo Luis I se parecía a sus antecesores Habsburgo. El antropólogo David Kertzer ha destacado la forma en que en los periodos de transición a lo largo de la historia, los gobiernos se han visto involucrados en una “expropiación simbólica” con objeto de tomar prestada la legitimidad del gobierno antecesor, y así asegurarle al pueblo la continuidad política.58 La utilización de Hércules para representar al príncipe Borbón español demostró ser especialmente oportu- 52 José Gómez de la Parra, op. cit., 66-72; cf. Lucas 11:23. “El que conmigo no está, es mi contrario: el que no se junta conmigo, de mi se aparta” 53 Antonio de Heredia, op. cit., p. A5 54 Ibid., p. A4. 55 Alonso Gil, op. cit., sin foliar 1 9 8 56 Antonio de Heredia, op. cit., p. A14. Ibid.., pp. A5-A16. 58 David Kertzer, op. cit., 42-44. 57 1 9 9 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO no; durante los inicios de la edad moderna el héroe vino a ser un símbolo adaptable de la virtud y la fuerza, y muchas casas reales atribuyeron al héroe la paternidad de sus linajes.59 Para el siglo XVI, sin embargo, Hércules vino a ser utilizado principalmente para representar a los monarcas españoles, y al comparar a Luis I con el héroe, los diseñadores del carro imbuyeron de legitimidad al heredero. En el siglo XVI, el sacro emperador romano Carlos V utilizó una imagen de las columnas colocadas por Hércules en el Estrecho de Gibraltar como su insignia personal. Los cronistas de los siglos XVI y XVII afirmaron que Carlos V utilizó el símbolo, con el mote en latín Plus Ultra, para representar su ampliación del imperio español en las Américas.60 Finalmente, Hércules mismo terminó por representar a los monarcas españoles. Para conmemorar el ascenso al trono de Felipe II, en 1555, Carlos V emitió medallas en las que aparecía la imagen de Felipe II de un lado, y de Hércules del otro, y en 1569, Hércules figuró de manera prominente en el arco triunfal diseñado por Juan Mal de Lara para la entrada del rey en Sevilla.61 Para el reinado de Felipe IV, comparar al héroe con los reyes españoles se había convertido en una práctica común; para el Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro, Francisco de Zurbarán pintó diez lienzos las labores del monarca con los Trabajos de Hércules. Dos pinturas en particular, Hércules separando las montañas de Cape y Abylla, y Hércules matando al rey Geryon, colocaban al héroe en Iberia, y según el historiador del arte Jonathan Brown y el historiador J. H. Elliot, reforzaban “la afirmación de descender del antiguo semidiós”.62 Al equiparar al héroe con el nuevo príncipe Borbón, los organizadores lo colocaron en un continuo con sus predecesores Habsburgo, e intentaron asegurar al pueblo la continuidad en el gobierno. En el semidivino Hércules la gente podía reconocer al príncipe Borbón español. La jerarquía religiosa de Puebla definió el nacimiento como un milagro. En el sermón de acción de gracias leído en el convento franciscano, Bernárdez de Rivera comparó a los súbditos españoles con los padres de Juan Bautista y María de Nazaret. Argumentó que así como Dios había respondido a las súplicas de estas parejas de terminar con su esterilidad, había recompensado las plegarias de los súbditos españoles con el nacimiento de Luis I.63 Para el sermón de la catedral de Puebla, Gómez de la Parra utilizo una estrategia discursiva similar. En un punto comparó a Felipe V con Juan Bautista, quien puso las bases de la Iglesia católica y prefiguró al Salvador, a quien entonces Gómez comparó con Luis I.64 Al remitirse a comparaciones bíblicas similares, la jerarquía religiosa poblana explicó el nacimiento como un regalo de Dios, y los diseñadores del carro triunfal de los capitanes de milicias hicieron eco de esta interpretación. Así como Dios engendró a Cristo a partir de una mujer mortal, Júpiter concibió a Hércules con la mortal Alcmene. Por la simple extensión de las comparaciones, los espectadores podían concluir que Dios había prohijado a Luis I, representado como Hércules. Al comparar a Luis I con Hércules, los diseñadores del carro triunfal equipararon, de manera indirecta, al príncipe con el Salvador. En obras de arte que datan del siglo XVI, Hércules fue asociado normalmente con Jesucristo, pues ambos habían destruido elementos del desorden: Hércules venció monstruos, como la Hidra de las múltiples cabezas, y Cristo destruyó al mal, representado alegóricamente por una serpiente o dragón.65 Al principio de la era moderna, las procesiones del Corpus Christi del imperio español incluían comúnmente una tarasca o dragón, a menudo con siete cabezas que representaban los siete pecados capitales. En el siglo XVII, los diseñadores de los carros para el Corpus Christi ataban con frecuencia efigies de dragones cerca de las ruedas, que muchas veces hacía referencia a hidras, ilustrando así la manera en la que Cristo había pisoteado al mal.66 59 63 Galinsky, op. cit., 185-198. Véase Earl Rosenthal, “Plus Ultra, Non Plus Ultra, and the Columnar Device of Emperor Charles V.”, en Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 34, 1971, 204-228. 61 Juan de Mal Lara, Recibimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla a la C.R.M. del rey D. Felipe N.S., Sevilla, Junta de Andalucía, 1992. 62 Jonathan Brown y J.H. Elliot, op. cit., 160-161. Jacinto Bernardez de Rivera, op. cit., pp. A3r-A3v, A2r. José Gómez de la Parra, op. cit., 2-3. 65 Diego Angulo, op. cit., 92-95. 66 Teresa Gisbert, “Calderón de la Barca y la pintura virreinal andina,” en Iconología y sociedad: arte colonial hispanoamericano, Congreso Internacional de Americanistas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 230-231. 2 0 0 2 0 1 60 64 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO no; durante los inicios de la edad moderna el héroe vino a ser un símbolo adaptable de la virtud y la fuerza, y muchas casas reales atribuyeron al héroe la paternidad de sus linajes.59 Para el siglo XVI, sin embargo, Hércules vino a ser utilizado principalmente para representar a los monarcas españoles, y al comparar a Luis I con el héroe, los diseñadores del carro imbuyeron de legitimidad al heredero. En el siglo XVI, el sacro emperador romano Carlos V utilizó una imagen de las columnas colocadas por Hércules en el Estrecho de Gibraltar como su insignia personal. Los cronistas de los siglos XVI y XVII afirmaron que Carlos V utilizó el símbolo, con el mote en latín Plus Ultra, para representar su ampliación del imperio español en las Américas.60 Finalmente, Hércules mismo terminó por representar a los monarcas españoles. Para conmemorar el ascenso al trono de Felipe II, en 1555, Carlos V emitió medallas en las que aparecía la imagen de Felipe II de un lado, y de Hércules del otro, y en 1569, Hércules figuró de manera prominente en el arco triunfal diseñado por Juan Mal de Lara para la entrada del rey en Sevilla.61 Para el reinado de Felipe IV, comparar al héroe con los reyes españoles se había convertido en una práctica común; para el Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro, Francisco de Zurbarán pintó diez lienzos las labores del monarca con los Trabajos de Hércules. Dos pinturas en particular, Hércules separando las montañas de Cape y Abylla, y Hércules matando al rey Geryon, colocaban al héroe en Iberia, y según el historiador del arte Jonathan Brown y el historiador J. H. Elliot, reforzaban “la afirmación de descender del antiguo semidiós”.62 Al equiparar al héroe con el nuevo príncipe Borbón, los organizadores lo colocaron en un continuo con sus predecesores Habsburgo, e intentaron asegurar al pueblo la continuidad en el gobierno. En el semidivino Hércules la gente podía reconocer al príncipe Borbón español. La jerarquía religiosa de Puebla definió el nacimiento como un milagro. En el sermón de acción de gracias leído en el convento franciscano, Bernárdez de Rivera comparó a los súbditos españoles con los padres de Juan Bautista y María de Nazaret. Argumentó que así como Dios había respondido a las súplicas de estas parejas de terminar con su esterilidad, había recompensado las plegarias de los súbditos españoles con el nacimiento de Luis I.63 Para el sermón de la catedral de Puebla, Gómez de la Parra utilizo una estrategia discursiva similar. En un punto comparó a Felipe V con Juan Bautista, quien puso las bases de la Iglesia católica y prefiguró al Salvador, a quien entonces Gómez comparó con Luis I.64 Al remitirse a comparaciones bíblicas similares, la jerarquía religiosa poblana explicó el nacimiento como un regalo de Dios, y los diseñadores del carro triunfal de los capitanes de milicias hicieron eco de esta interpretación. Así como Dios engendró a Cristo a partir de una mujer mortal, Júpiter concibió a Hércules con la mortal Alcmene. Por la simple extensión de las comparaciones, los espectadores podían concluir que Dios había prohijado a Luis I, representado como Hércules. Al comparar a Luis I con Hércules, los diseñadores del carro triunfal equipararon, de manera indirecta, al príncipe con el Salvador. En obras de arte que datan del siglo XVI, Hércules fue asociado normalmente con Jesucristo, pues ambos habían destruido elementos del desorden: Hércules venció monstruos, como la Hidra de las múltiples cabezas, y Cristo destruyó al mal, representado alegóricamente por una serpiente o dragón.65 Al principio de la era moderna, las procesiones del Corpus Christi del imperio español incluían comúnmente una tarasca o dragón, a menudo con siete cabezas que representaban los siete pecados capitales. En el siglo XVII, los diseñadores de los carros para el Corpus Christi ataban con frecuencia efigies de dragones cerca de las ruedas, que muchas veces hacía referencia a hidras, ilustrando así la manera en la que Cristo había pisoteado al mal.66 59 63 Galinsky, op. cit., 185-198. Véase Earl Rosenthal, “Plus Ultra, Non Plus Ultra, and the Columnar Device of Emperor Charles V.”, en Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 34, 1971, 204-228. 61 Juan de Mal Lara, Recibimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla a la C.R.M. del rey D. Felipe N.S., Sevilla, Junta de Andalucía, 1992. 62 Jonathan Brown y J.H. Elliot, op. cit., 160-161. Jacinto Bernardez de Rivera, op. cit., pp. A3r-A3v, A2r. José Gómez de la Parra, op. cit., 2-3. 65 Diego Angulo, op. cit., 92-95. 66 Teresa Gisbert, “Calderón de la Barca y la pintura virreinal andina,” en Iconología y sociedad: arte colonial hispanoamericano, Congreso Internacional de Americanistas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 230-231. 2 0 0 2 0 1 60 64 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO Como Hércules y Cristo habían realizado actos milagrosos en beneficio de la humanidad, el carro triunfal contenía la promesa de que Luis I haría lo mismo por España. El carro, en primer lugar, auguraba que el príncipe realizaría el milagro de terminar la guerra a través de inspirar y unificar a los súbditos españoles. En la dedicatoria del sermón que fue leído en el convento dominico de Puebla, el prior Diego de la Vera definió el papel que le tocaba a Luis I de finalizar la guerra. Relató la manera en la que el duque de Bramante llevó al infante Luis I al campo de batalla para mostrarlo ante los soldados, quienes inmediatamente se encontraron tan conmovidos que hicieron la promesa de ganar la guerra. Según Vera, esto demostraba cómo el infante vendría a ser “el medio para que las armas Católicas triunfen de las enemigas”.67 Gómez de la Parra también vio en el infante una fuente de inspiración. Describió cómo el duque de Orleáns y capitán de los ejércitos Borbones en España, al oír acerca del nacimiento de su sobrino, se dio prisa en restituir la ciudad de Lérida al gobierno de la Corona española.68 Al caracterizar a Luis I como el heraldo de la victoria y fuente de motivación, Gómez de la Parra convirtió al infante en guerrero, nuevamente de manera similar a Hércules. El canónigo mencionó que, inmediatamente después de un nacimiento, los espartanos colocaban a los hijos varones sobre un escudo para indicar sus destinos y, sumándolo para su propósito, que Alcmene colocó a Hércules también sobre un escudo. Como servía como fuente de motivación y lealtad, el canónico comparó a Luis con los guerreros recién nacidos que perdieron la vida durante la matanza de infantes que el rey Herodes había instrumentado contra el Salvador. Para el canónico, Luis I debería seguir la tradición bíblica de los “guerreros infantes”.69 Como la jerarquía eclesiástica de Puebla venía representando al príncipe como una fuente de inspiración, los realizadores del carro también le atribuyeron al infante el poder de pelear activamente contra los enemigos de España. El quinto lienzo del carro representaba a Mercurio llevando a Hércules con Quirón, el maestro de la guerra, para que lo ungiese con un ungüento que lo prepararía “para sufrir las afanes de lucha”.70 Sin embargo, no sólo los lienzos de Hércules servían para transformar al infante en un guerrero, sino también lo hacía la pintura que descansaba en lo alto del fuerte. De pie sobre la cima del carro, Luis I parecía mantener la vigilancia sobre su territorio. Los 400 jinetes, por turnos, parecían guardar al príncipe. Como el carro mostraba pendones que representaban a cada uno de los reinos hispánicos, resulta claro que los diseñadores intentaron que el fuerte representase al imperio, dando a entender de esa manera que el príncipe y sus legiones leales lo protegerían de los ataques enemigos.71 El carro resaltó el papel del príncipe como vencedor del enemigo empleando el tema de los “monstruos”. En la alegoría de Hércules, los monstruos solían aparecer como elementos del desorden. En 1650, la catedral de México comisionó la hechura de un carro triunfal que equiparaba al virrey Luis Enrique de Guzmán con Hércules, afirmando que él terminaría con el periodo de inundaciones de la ciudad, simbólicamente representado por monstruos.72 Los monstruos, solían utilizarse para representar “enemigos”, o fuerzas del caos que atentaban contra el status quo. El séptimo lienzo del carro representaba a la nodriza de Júpiter lanzando flores al aire para celebrar el nacimiento del “domador de monstruos”.73 En un tono similar, uno de los cuatro emblemas que engalanaban la parte superior del carro, describía a Hércules jugando con la serpiente venenosa que había enviado Juno para asesinarlo. El mote en latín y el poema que rodeaba al emblema se referían a las serpientes como juguetes del príncipe.74 Más aún, los diseñadores del carro buscaron persuadir a la audiencia poblana que la casa de Borbón no sólo vencería a la Alianza Austriaca, sino también a las provincias rebeldes de Cataluña y Valencia. El carro advertía que si los rebeldes no cesaban su 67 70 68 71 Alonso Gil, op. cit., sin foliar. José Gómez de la Parra, op. cit., 33; Lérida, la principal ciudad en la ruta entre Barcelona y Zaragoza, había caído en manos de la Alianza Austriaca en 1705. Henry Kamen, op. cit., 285. 69 José Gómez de la Parra, op. cit., 59-65. 2 0 2 Antonio de Heredia, op. cit., p. A10. Ibid.., p. A4. 72 Francisco de la Maza, op. cit., 77. 73 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A12-13. 74 Ibid.., p. A15. 2 0 3 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO Como Hércules y Cristo habían realizado actos milagrosos en beneficio de la humanidad, el carro triunfal contenía la promesa de que Luis I haría lo mismo por España. El carro, en primer lugar, auguraba que el príncipe realizaría el milagro de terminar la guerra a través de inspirar y unificar a los súbditos españoles. En la dedicatoria del sermón que fue leído en el convento dominico de Puebla, el prior Diego de la Vera definió el papel que le tocaba a Luis I de finalizar la guerra. Relató la manera en la que el duque de Bramante llevó al infante Luis I al campo de batalla para mostrarlo ante los soldados, quienes inmediatamente se encontraron tan conmovidos que hicieron la promesa de ganar la guerra. Según Vera, esto demostraba cómo el infante vendría a ser “el medio para que las armas Católicas triunfen de las enemigas”.67 Gómez de la Parra también vio en el infante una fuente de inspiración. Describió cómo el duque de Orleáns y capitán de los ejércitos Borbones en España, al oír acerca del nacimiento de su sobrino, se dio prisa en restituir la ciudad de Lérida al gobierno de la Corona española.68 Al caracterizar a Luis I como el heraldo de la victoria y fuente de motivación, Gómez de la Parra convirtió al infante en guerrero, nuevamente de manera similar a Hércules. El canónigo mencionó que, inmediatamente después de un nacimiento, los espartanos colocaban a los hijos varones sobre un escudo para indicar sus destinos y, sumándolo para su propósito, que Alcmene colocó a Hércules también sobre un escudo. Como servía como fuente de motivación y lealtad, el canónico comparó a Luis con los guerreros recién nacidos que perdieron la vida durante la matanza de infantes que el rey Herodes había instrumentado contra el Salvador. Para el canónico, Luis I debería seguir la tradición bíblica de los “guerreros infantes”.69 Como la jerarquía eclesiástica de Puebla venía representando al príncipe como una fuente de inspiración, los realizadores del carro también le atribuyeron al infante el poder de pelear activamente contra los enemigos de España. El quinto lienzo del carro representaba a Mercurio llevando a Hércules con Quirón, el maestro de la guerra, para que lo ungiese con un ungüento que lo prepararía “para sufrir las afanes de lucha”.70 Sin embargo, no sólo los lienzos de Hércules servían para transformar al infante en un guerrero, sino también lo hacía la pintura que descansaba en lo alto del fuerte. De pie sobre la cima del carro, Luis I parecía mantener la vigilancia sobre su territorio. Los 400 jinetes, por turnos, parecían guardar al príncipe. Como el carro mostraba pendones que representaban a cada uno de los reinos hispánicos, resulta claro que los diseñadores intentaron que el fuerte representase al imperio, dando a entender de esa manera que el príncipe y sus legiones leales lo protegerían de los ataques enemigos.71 El carro resaltó el papel del príncipe como vencedor del enemigo empleando el tema de los “monstruos”. En la alegoría de Hércules, los monstruos solían aparecer como elementos del desorden. En 1650, la catedral de México comisionó la hechura de un carro triunfal que equiparaba al virrey Luis Enrique de Guzmán con Hércules, afirmando que él terminaría con el periodo de inundaciones de la ciudad, simbólicamente representado por monstruos.72 Los monstruos, solían utilizarse para representar “enemigos”, o fuerzas del caos que atentaban contra el status quo. El séptimo lienzo del carro representaba a la nodriza de Júpiter lanzando flores al aire para celebrar el nacimiento del “domador de monstruos”.73 En un tono similar, uno de los cuatro emblemas que engalanaban la parte superior del carro, describía a Hércules jugando con la serpiente venenosa que había enviado Juno para asesinarlo. El mote en latín y el poema que rodeaba al emblema se referían a las serpientes como juguetes del príncipe.74 Más aún, los diseñadores del carro buscaron persuadir a la audiencia poblana que la casa de Borbón no sólo vencería a la Alianza Austriaca, sino también a las provincias rebeldes de Cataluña y Valencia. El carro advertía que si los rebeldes no cesaban su 67 70 68 71 Alonso Gil, op. cit., sin foliar. José Gómez de la Parra, op. cit., 33; Lérida, la principal ciudad en la ruta entre Barcelona y Zaragoza, había caído en manos de la Alianza Austriaca en 1705. Henry Kamen, op. cit., 285. 69 José Gómez de la Parra, op. cit., 59-65. 2 0 2 Antonio de Heredia, op. cit., p. A10. Ibid.., p. A4. 72 Francisco de la Maza, op. cit., 77. 73 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A12-13. 74 Ibid.., p. A15. 2 0 3 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO guerra contra la Corona el Hércules Borbón los aplastaría. El segundo lienzo del carro duplicaba el emblema que describía a Hércules estrangulando a la enorme serpiente enviada por Juno. De acuerdo con Herrera, la serpiente representaba a los enemigos domésticos del príncipe.75 Al interpretar el significado alegórico de los monstruos, Pérez y Heredia dieron a entender la manera en la que el heroico príncipe destruiría los elementos del desorden que amenazaban a España. Los organizadores de la celebración del nacimiento real caracterizaron al conflicto por la sucesión como una guerra santa. Junto con los varios milagros que se esperaban de Luis I, el carro manifestaba cómo el príncipe y su familia Borbón dispersarían las fuerzas heréticas que amenazaban la fe católica. El carro triunfal personificaba la sensación de ansiedad en la que habían caído los poblanos durante esta guerra religiosa, y los diseñadores jugaron con la equiparación de Hércules con Cristo. El primer lienzo del carro, que simplemente contenía un poema, declaraba que Alcides (otro nombre de Hércules) pisotearía la “Hidra Anglicana”, vengando los insultos cometidos contra la Iglesia durante la guerra.76 El segundo lienzo, como se ha anotado, representaba a Hércules niño en su cuna estrangulando la serpiente enviada por Juno. La serpiente, sin embargo, no necesariamente debía representar exclusivamente el desorden causado por la deslealtad, sino que también podría ser interpretada como el mal y la herejía. Después de todo, los organizadores igualaron al príncipe con el Salvador cuyo nacimiento, como Gómez de la Parra afirmó, marcó el fin del reino de Satanás.77 La jerarquía eclesiástica y los diseñadores del carro utilizaron la metáfora de Cristo para comunicar que Luis I salvaría a España. En sus sermones, Gómez de la Parra y Alonso Gil compararon a los poblamos con la mujer que en el evangelio según San Lucas alzó su voz en agradecimiento por el nacimiento del Salvador.78 Dos pinturas en el carro parecen aludir a este pasaje bíblico, posiblemente con la intención de provocar el reconocimiento de la audiencia católica de Puebla. El séptimo lienzo del carro representaba a Amaltea lanzando flores al aire en honor del nacimiento real, y el octavo lienzo describía a Alcmene sacrificando una res a Júpiter en agradecimiento por el nacimiento de su hijo, porque todas las cosas buenas vienen del “cielo”.79 Los diseñadores del carro se esforzaron para igualar al príncipe con el Salvador y para caracterizarlo como campeón de la España católica. Sin embargo, el carro no pretendía que el heroico Luis I pudiese detener él solo la amenaza religiosa. Dentro del discurso del príncipe hercúleo, los diseñadores del carro aludieron a la importancia de la monarquía francesa para la España católica. El príncipe nació el 25 de agosto, día de la festividad de San Luis IX de Francia, quien en el siglo XIII había peleado tenazmente en pro de la fe católica, incluso dirigiendo dos cruzadas en Palestina.80 En su sermón en la catedral de Puebla, Gómez de la Parra argumentaba que los descendientes del santo, Luis XIV y Luis I de España, defenderían su legado durante la guerra.81 El carro reflejaba el papel atribuido por el canónigo catedralicio tanto al monarca francés como al príncipe heredero español. El ungimiento del príncipe por Quirón, el tema del quinto lienzo, podría haber sido interpretado por la audiencia católica de Puebla como un bautismo. Heredia especificó que Mercurio representaba al piadoso Luis XIV, y los espectadores podrían haber entendido que él fungía como el padrino de Luis I. El tercer lienzo representaba a Juno intentando matar a Hércules con hechizos y cantos, por lo cual Luis XIV, como Mercurio, defendía al niño del ataque de Juno.82 El canónigo caracterizaba la extrema piedad del “Cristianísimo Rey” como un baluarte contra los protestantes que amenazaban con dividir el imperio.83 En la introducción al sermón impreso, el canónigo apuntó que la imagen de un gallo constituía una de las insignias del monarca francés, y comparó a Luis XIV con el gallo que cantó la mañana de la crucifixión de Cristo. Así, comparó a la Iglesia Católica Romana con 79 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A12-13. David Farmer, Oxford Dictionary of Saints, Oxford, Oxford University Press, 1997, 309-310. 81 José Gómez de la Parra, op. cit., pp. 3-4 82 Antonio de Heredia, op. cit., p. A7. 83 José Gómez de la Parra, op. cit., 19-20. 80 75 Ibid., p. A7. Ibid., p. A6. 77 José Gómez de la Parra, op. cit., 61. 78 Ibid., 1; Alonso Gil, op. cit., 1. 76 2 0 4 2 0 5 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO guerra contra la Corona el Hércules Borbón los aplastaría. El segundo lienzo del carro duplicaba el emblema que describía a Hércules estrangulando a la enorme serpiente enviada por Juno. De acuerdo con Herrera, la serpiente representaba a los enemigos domésticos del príncipe.75 Al interpretar el significado alegórico de los monstruos, Pérez y Heredia dieron a entender la manera en la que el heroico príncipe destruiría los elementos del desorden que amenazaban a España. Los organizadores de la celebración del nacimiento real caracterizaron al conflicto por la sucesión como una guerra santa. Junto con los varios milagros que se esperaban de Luis I, el carro manifestaba cómo el príncipe y su familia Borbón dispersarían las fuerzas heréticas que amenazaban la fe católica. El carro triunfal personificaba la sensación de ansiedad en la que habían caído los poblanos durante esta guerra religiosa, y los diseñadores jugaron con la equiparación de Hércules con Cristo. El primer lienzo del carro, que simplemente contenía un poema, declaraba que Alcides (otro nombre de Hércules) pisotearía la “Hidra Anglicana”, vengando los insultos cometidos contra la Iglesia durante la guerra.76 El segundo lienzo, como se ha anotado, representaba a Hércules niño en su cuna estrangulando la serpiente enviada por Juno. La serpiente, sin embargo, no necesariamente debía representar exclusivamente el desorden causado por la deslealtad, sino que también podría ser interpretada como el mal y la herejía. Después de todo, los organizadores igualaron al príncipe con el Salvador cuyo nacimiento, como Gómez de la Parra afirmó, marcó el fin del reino de Satanás.77 La jerarquía eclesiástica y los diseñadores del carro utilizaron la metáfora de Cristo para comunicar que Luis I salvaría a España. En sus sermones, Gómez de la Parra y Alonso Gil compararon a los poblamos con la mujer que en el evangelio según San Lucas alzó su voz en agradecimiento por el nacimiento del Salvador.78 Dos pinturas en el carro parecen aludir a este pasaje bíblico, posiblemente con la intención de provocar el reconocimiento de la audiencia católica de Puebla. El séptimo lienzo del carro representaba a Amaltea lanzando flores al aire en honor del nacimiento real, y el octavo lienzo describía a Alcmene sacrificando una res a Júpiter en agradecimiento por el nacimiento de su hijo, porque todas las cosas buenas vienen del “cielo”.79 Los diseñadores del carro se esforzaron para igualar al príncipe con el Salvador y para caracterizarlo como campeón de la España católica. Sin embargo, el carro no pretendía que el heroico Luis I pudiese detener él solo la amenaza religiosa. Dentro del discurso del príncipe hercúleo, los diseñadores del carro aludieron a la importancia de la monarquía francesa para la España católica. El príncipe nació el 25 de agosto, día de la festividad de San Luis IX de Francia, quien en el siglo XIII había peleado tenazmente en pro de la fe católica, incluso dirigiendo dos cruzadas en Palestina.80 En su sermón en la catedral de Puebla, Gómez de la Parra argumentaba que los descendientes del santo, Luis XIV y Luis I de España, defenderían su legado durante la guerra.81 El carro reflejaba el papel atribuido por el canónigo catedralicio tanto al monarca francés como al príncipe heredero español. El ungimiento del príncipe por Quirón, el tema del quinto lienzo, podría haber sido interpretado por la audiencia católica de Puebla como un bautismo. Heredia especificó que Mercurio representaba al piadoso Luis XIV, y los espectadores podrían haber entendido que él fungía como el padrino de Luis I. El tercer lienzo representaba a Juno intentando matar a Hércules con hechizos y cantos, por lo cual Luis XIV, como Mercurio, defendía al niño del ataque de Juno.82 El canónigo caracterizaba la extrema piedad del “Cristianísimo Rey” como un baluarte contra los protestantes que amenazaban con dividir el imperio.83 En la introducción al sermón impreso, el canónigo apuntó que la imagen de un gallo constituía una de las insignias del monarca francés, y comparó a Luis XIV con el gallo que cantó la mañana de la crucifixión de Cristo. Así, comparó a la Iglesia Católica Romana con 79 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A12-13. David Farmer, Oxford Dictionary of Saints, Oxford, Oxford University Press, 1997, 309-310. 81 José Gómez de la Parra, op. cit., pp. 3-4 82 Antonio de Heredia, op. cit., p. A7. 83 José Gómez de la Parra, op. cit., 19-20. 80 75 Ibid., p. A7. Ibid., p. A6. 77 José Gómez de la Parra, op. cit., 61. 78 Ibid., 1; Alonso Gil, op. cit., 1. 76 2 0 4 2 0 5 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO un fuerte, afirmando que mientras el gallo cante “estará y permanecerá segura la fortaleza de sus murallas [...]”84 En el mismo tono, los espectadores podrían haber interpretado la construcción efímera que representaba una fortaleza con la Iglesia militante y con la Corona española. De tal forma, el carro daba a entender que el piadoso Luis XIV canalizaría la fuerza militar francesa para defender la fe católica. Mientras que la mascarada celebraba el triunfo de España sobre la infertilidad, los enemigos internos y externos, y la herejía, el polivalente carro también veía hacia el futuro y predecía una paz duradera. En sus luchas contra el caos y el mal, el Hércules virtuoso representaba la guerra justa. Como sea, el héroe también representaba la paz, la unidad y la misericordia. El arte en la edad moderna temprana frecuentemente describía a Hércules con una espada, simbolizando la victoria, y una rama de olivo, simbolizando la clemencia.85 Las festividades en honor del príncipe Borbón jugaron con este aspecto dual de Hércules para afirmar que la unidad reinaría después de la guerra, y los organizadores mostraron especial preocupación por mantener la paz con Francia. Si bien el monarca francés había sido un feroz enemigo de España, Francia aparecía ahora como el aliado incondicional de España. El canónigo Gómez de la Parra reconocía la importancia de exaltar al enemigo número uno de España, e incluso dedicó un sermón a Luis XIV. Argumentaba que, así como Cristo había actuado como “Príncipe de la paz”, uniendo judíos y gentiles, Luis I crearía una unión duradera entre España y Francia.86 El carro también sirvió para convertir en su más fiel aliado al que había sido el más feroz enemigo de España. Para el tercer lienzo del carro, Pérez y Heredia alabaron a Luis XIV por proteger a la Corona española. La pintura describía el intento de Juno de matar al niño con cantos y hechicerías, mientras que Mercurio, el “custodio vigilante del Patrimonio Español”, lo protegía.87 Pérez y Heredia hicieron eco de este mismo tema en el cuarto lienzo del carro, el cual representaba a Luis XIV/Mercurio colocando al infante para que bebiera del seno de Juno con objeto de ha- cerlo inmortal. Heredia y Pérez reconocieron, por lo tanto, que Luis XIV aseguraba la “inmortalidad” del Imperio español.88 Un emblema con el mote en latín Concordia felix o “feliz unión”, celebraba la unidad que ahora existía entre las dos monarquías. Dado que el lirio representaba a la monarquía francesa, las rosas representaban Castilla, y el emblema describía una flor de lis creciendo desde el centro de un capullo de rosa.89 En su enfoque sobre la paz, el carro triunfal también se dirigía a la reintegración de los rebeldes españoles al imperio. El tercer emblema del carro mostraba a Ganímedes, el copero de los dioses romanos, regando lirios con un vaso de leche, y el poema expresaba que si bien la leche proveía nutrientes a los súbditos españoles, dicho sustento no derivaba de “pechos”, una palabra que significaba tanto el “seno materno” como “contribuciones directas”. En su explicación, Heredia expresó que Cataluña y Valencia se lamentaban ahora de haberse rebelado contra el rey, pues las fuerzas de ocupación los obligaban a excesivas contribuciones para sostener la guerra.90 El emblema, por lo tanto, prometía un mejor futuro para las provincias rebeldes. El carro buscaba convencer que con el nacimiento de Luis I, las fuerzas rebeldes vendrían a entender la irracionalidad de sus actos. Hacía principios del siglo XVI, Hércules llegó a representar a la razón. En la Iconología de Cesare Ripa (1593), un emblema describe al héroe llevando una piel de león que representa la fuerza de la mente y la generosidad, y empuñando un garrote que representa la razón.91 El intelectual español del siglo XVI, Juan de Pérez de Moya, afirmó que Hércules había vencido a aquellos que habían sido “rebeldes a la razón” y que como “ferocísimos monstruos” molestan y fatigan a la humanidad.92 En el sexto lienzo del carro, el artista y el poeta buscaron expresar que con el nacimiento del príncipe, los reinos rebeldes españoles se darían cuenta del 84 Ibid., sin foliar. Jonathan Brown and J. H. Eliot, op. cit., 190. 86 José Gómez de la Parra, op. cit., 16-17. 87 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A7-A8. 85 2 0 6 88 Ibid., pp. A8-A9. Ibid., p. A15. 90 Ibid., p. A15. 91 Gothard Karl Galinsky, op. cit., 198. 92 Diego Angulo, op. cit., 69-70. “que la fortaleza de Hércules fué del ánimo y no del cuerpo, con la cual venció todos aquellos apetitos desordenados, los cuales, siendo rebeldes a la razón, como ferocísimos monstruos turban al hombre de continuo, y le molestan y fatigan”. 89 2 0 7 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO un fuerte, afirmando que mientras el gallo cante “estará y permanecerá segura la fortaleza de sus murallas [...]”84 En el mismo tono, los espectadores podrían haber interpretado la construcción efímera que representaba una fortaleza con la Iglesia militante y con la Corona española. De tal forma, el carro daba a entender que el piadoso Luis XIV canalizaría la fuerza militar francesa para defender la fe católica. Mientras que la mascarada celebraba el triunfo de España sobre la infertilidad, los enemigos internos y externos, y la herejía, el polivalente carro también veía hacia el futuro y predecía una paz duradera. En sus luchas contra el caos y el mal, el Hércules virtuoso representaba la guerra justa. Como sea, el héroe también representaba la paz, la unidad y la misericordia. El arte en la edad moderna temprana frecuentemente describía a Hércules con una espada, simbolizando la victoria, y una rama de olivo, simbolizando la clemencia.85 Las festividades en honor del príncipe Borbón jugaron con este aspecto dual de Hércules para afirmar que la unidad reinaría después de la guerra, y los organizadores mostraron especial preocupación por mantener la paz con Francia. Si bien el monarca francés había sido un feroz enemigo de España, Francia aparecía ahora como el aliado incondicional de España. El canónigo Gómez de la Parra reconocía la importancia de exaltar al enemigo número uno de España, e incluso dedicó un sermón a Luis XIV. Argumentaba que, así como Cristo había actuado como “Príncipe de la paz”, uniendo judíos y gentiles, Luis I crearía una unión duradera entre España y Francia.86 El carro también sirvió para convertir en su más fiel aliado al que había sido el más feroz enemigo de España. Para el tercer lienzo del carro, Pérez y Heredia alabaron a Luis XIV por proteger a la Corona española. La pintura describía el intento de Juno de matar al niño con cantos y hechicerías, mientras que Mercurio, el “custodio vigilante del Patrimonio Español”, lo protegía.87 Pérez y Heredia hicieron eco de este mismo tema en el cuarto lienzo del carro, el cual representaba a Luis XIV/Mercurio colocando al infante para que bebiera del seno de Juno con objeto de ha- cerlo inmortal. Heredia y Pérez reconocieron, por lo tanto, que Luis XIV aseguraba la “inmortalidad” del Imperio español.88 Un emblema con el mote en latín Concordia felix o “feliz unión”, celebraba la unidad que ahora existía entre las dos monarquías. Dado que el lirio representaba a la monarquía francesa, las rosas representaban Castilla, y el emblema describía una flor de lis creciendo desde el centro de un capullo de rosa.89 En su enfoque sobre la paz, el carro triunfal también se dirigía a la reintegración de los rebeldes españoles al imperio. El tercer emblema del carro mostraba a Ganímedes, el copero de los dioses romanos, regando lirios con un vaso de leche, y el poema expresaba que si bien la leche proveía nutrientes a los súbditos españoles, dicho sustento no derivaba de “pechos”, una palabra que significaba tanto el “seno materno” como “contribuciones directas”. En su explicación, Heredia expresó que Cataluña y Valencia se lamentaban ahora de haberse rebelado contra el rey, pues las fuerzas de ocupación los obligaban a excesivas contribuciones para sostener la guerra.90 El emblema, por lo tanto, prometía un mejor futuro para las provincias rebeldes. El carro buscaba convencer que con el nacimiento de Luis I, las fuerzas rebeldes vendrían a entender la irracionalidad de sus actos. Hacía principios del siglo XVI, Hércules llegó a representar a la razón. En la Iconología de Cesare Ripa (1593), un emblema describe al héroe llevando una piel de león que representa la fuerza de la mente y la generosidad, y empuñando un garrote que representa la razón.91 El intelectual español del siglo XVI, Juan de Pérez de Moya, afirmó que Hércules había vencido a aquellos que habían sido “rebeldes a la razón” y que como “ferocísimos monstruos” molestan y fatigan a la humanidad.92 En el sexto lienzo del carro, el artista y el poeta buscaron expresar que con el nacimiento del príncipe, los reinos rebeldes españoles se darían cuenta del 84 Ibid., sin foliar. Jonathan Brown and J. H. Eliot, op. cit., 190. 86 José Gómez de la Parra, op. cit., 16-17. 87 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A7-A8. 85 2 0 6 88 Ibid., pp. A8-A9. Ibid., p. A15. 90 Ibid., p. A15. 91 Gothard Karl Galinsky, op. cit., 198. 92 Diego Angulo, op. cit., 69-70. “que la fortaleza de Hércules fué del ánimo y no del cuerpo, con la cual venció todos aquellos apetitos desordenados, los cuales, siendo rebeldes a la razón, como ferocísimos monstruos turban al hombre de continuo, y le molestan y fatigan”. 89 2 0 7 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO error de sus actos. Describía a la ninfa Galatis enviada por Juno para asesinar a Hércules pero que, enamorada de su belleza, rehusó seguir adelante. Para castigar la traición, Juno la convirtió en una comadreja y la condenó a parir por la boca.93 Heredia explicó que Galatis representaba a los súbditos rebeldes, quienes a través del nacimiento regio aprenderían a “amar la razón”. El poema correspondiente al lienzo decía: ción a las alabanzas al Hércules Borbón, la descripción impresa por Heredia celebraba al Hércules poblano: el controvertido alcalde mayor Juan José de Veytia y Linaje. Heredia mantenía una relación con Veytia, y con aquellos que buscaban su favor; justo un año antes, el contador de la alcabala, Francisco Antonio de Mier, contrató a Heredia para escribir un poema que sería recitado por los oficiales de la aduana en el cumpleaños de Veytia.96 Si los capitanes de milicia buscaban utilizar las habilidades de Heredia para congraciarse con Veytia, el autor no los defraudó. En la dedicatoria de la descripción mostró a la distinguida familia del alcalde mayor como descendiente directa del héroe. Según Heredia, Veytia mismo merecía el título de Hércules pues, a la par que el héroe, se dedicaba a realizar buenas obras.97 Dados los esfuerzos de Veytia por reformar la recaudación de alcabalas, la decisión de los capitanes del batallón en encomiar sus “buenas obras” resulta inicialmente sorprendente. El riguroso cobro de la alcabala debe haber acortado los beneficios de estos comerciantes. El historiador Gustavo Alfaro ha sugerido que la reforma de la alcabala golpeó y casi desbarató inmediatamente la economía local, dado que muchos comerciantes cesaron sus actividades mercantiles en la ciudad.98 Aunque resulta difícil evaluar con precisión el impacto de la reforma de la alcabala sobre el comercio local, no cabe duda que para 1708 mucha gente estaba molesta con Veytia. En 1699, antes de recibir la cédula con el nombramiento de alcalde mayor, y mientras trabajaba exclusivamente como superintendente de la recaudación de alcabalas, se intensificó un pleito en el cual estaba involucrado uno de los guardias de Veytia hasta llegar a un levantamiento popular. Veytia creyó que el levantamiento había sido organizado por el cabildo para poder proseguir con sus fraudes.99 En 1705, el alcalde mayor fue objeto de un intento de asesinato cerca del pueblo de Coronango. A pesar de que el duque de Albuquerque envió un delegado a la ciudad para realizar investigaciones, A Galathis aconseja Juno, mate el tierno infante. Y ella a la razon amante Hace desayre a la queja: Convirtiola en Comadreja, Porque no dio cumplimiento Al ruego, O furor violento De una zelosa passion! Por quitarle la razon, Quitarle el entendimiento.94 Debido a la “celosa” pasión de los aliados de los Habsburgo, no podían escuchar la razón. Con este poema, Heredia hizo entender a su audiencia que sólo una monstruosidad, o un animal incapaz de razonar, se rebelarían contra el rey. El lienzo siguiente, sin embargo, representaba a la nodriza de Júpiter regocijándose por el nacimiento del que Heredia llamó “el domador de monstruos”, o aquellos que se podían tener por “irrazonables”. En el poema debajo de la pintura celebró “La Paz y la fertilidad”, derivadas del nacimiento.95 HÉRCULES EN PUEBLA Así como el carro sirvió para legitimar al heredero Borbón al trono español, y para asegurar a su audiencia la inminente victoria de España y Francia, también dirigió la atención hacia la crisis local poblana. En adi93 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A11 Ibíd., A12. 95 Ibid., p. A13. 94 2 0 8 96 Antonio de Heredia, Loa que se represento a la celebracion de años del muy Illustre Señor D. Juan José de Veitia Linaje, Puebla, s/f, 1708. 97 Antonio de Heredia, op. cit., sin foliar 98 Gustavo Alfaro, op. cit., 185. 99 Ibid., 175. 2 0 9 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO error de sus actos. Describía a la ninfa Galatis enviada por Juno para asesinar a Hércules pero que, enamorada de su belleza, rehusó seguir adelante. Para castigar la traición, Juno la convirtió en una comadreja y la condenó a parir por la boca.93 Heredia explicó que Galatis representaba a los súbditos rebeldes, quienes a través del nacimiento regio aprenderían a “amar la razón”. El poema correspondiente al lienzo decía: ción a las alabanzas al Hércules Borbón, la descripción impresa por Heredia celebraba al Hércules poblano: el controvertido alcalde mayor Juan José de Veytia y Linaje. Heredia mantenía una relación con Veytia, y con aquellos que buscaban su favor; justo un año antes, el contador de la alcabala, Francisco Antonio de Mier, contrató a Heredia para escribir un poema que sería recitado por los oficiales de la aduana en el cumpleaños de Veytia.96 Si los capitanes de milicia buscaban utilizar las habilidades de Heredia para congraciarse con Veytia, el autor no los defraudó. En la dedicatoria de la descripción mostró a la distinguida familia del alcalde mayor como descendiente directa del héroe. Según Heredia, Veytia mismo merecía el título de Hércules pues, a la par que el héroe, se dedicaba a realizar buenas obras.97 Dados los esfuerzos de Veytia por reformar la recaudación de alcabalas, la decisión de los capitanes del batallón en encomiar sus “buenas obras” resulta inicialmente sorprendente. El riguroso cobro de la alcabala debe haber acortado los beneficios de estos comerciantes. El historiador Gustavo Alfaro ha sugerido que la reforma de la alcabala golpeó y casi desbarató inmediatamente la economía local, dado que muchos comerciantes cesaron sus actividades mercantiles en la ciudad.98 Aunque resulta difícil evaluar con precisión el impacto de la reforma de la alcabala sobre el comercio local, no cabe duda que para 1708 mucha gente estaba molesta con Veytia. En 1699, antes de recibir la cédula con el nombramiento de alcalde mayor, y mientras trabajaba exclusivamente como superintendente de la recaudación de alcabalas, se intensificó un pleito en el cual estaba involucrado uno de los guardias de Veytia hasta llegar a un levantamiento popular. Veytia creyó que el levantamiento había sido organizado por el cabildo para poder proseguir con sus fraudes.99 En 1705, el alcalde mayor fue objeto de un intento de asesinato cerca del pueblo de Coronango. A pesar de que el duque de Albuquerque envió un delegado a la ciudad para realizar investigaciones, A Galathis aconseja Juno, mate el tierno infante. Y ella a la razon amante Hace desayre a la queja: Convirtiola en Comadreja, Porque no dio cumplimiento Al ruego, O furor violento De una zelosa passion! Por quitarle la razon, Quitarle el entendimiento.94 Debido a la “celosa” pasión de los aliados de los Habsburgo, no podían escuchar la razón. Con este poema, Heredia hizo entender a su audiencia que sólo una monstruosidad, o un animal incapaz de razonar, se rebelarían contra el rey. El lienzo siguiente, sin embargo, representaba a la nodriza de Júpiter regocijándose por el nacimiento del que Heredia llamó “el domador de monstruos”, o aquellos que se podían tener por “irrazonables”. En el poema debajo de la pintura celebró “La Paz y la fertilidad”, derivadas del nacimiento.95 HÉRCULES EN PUEBLA Así como el carro sirvió para legitimar al heredero Borbón al trono español, y para asegurar a su audiencia la inminente victoria de España y Francia, también dirigió la atención hacia la crisis local poblana. En adi93 Antonio de Heredia, op. cit., pp. A11 Ibíd., A12. 95 Ibid., p. A13. 94 2 0 8 96 Antonio de Heredia, Loa que se represento a la celebracion de años del muy Illustre Señor D. Juan José de Veitia Linaje, Puebla, s/f, 1708. 97 Antonio de Heredia, op. cit., sin foliar 98 Gustavo Alfaro, op. cit., 185. 99 Ibid., 175. 2 0 9 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO los responsables nunca fueron aprehendidos. El atentado le obligó a aumentar el número de guardias armados para protegerlo. De entonces en adelante, el alcalde mayor trabajaría bajo un justificable temor a un levantamiento popular.100 Sin embargo, Veytia, provocaba no sólo hostilidad sino también temor y respeto. Como Veytia gozaba el título de Teniente del Capitán General, sólo el virrey tenía más autoridad sobre las milicias de Puebla. Como alcalde mayor, Veytia también servía como el primer representante del rey al interior de la ciudad. Al dedicarle a Veytia la mascarada, los capitanes de milicia deben haber buscado ganar el favor de este poderoso burócrata. Si esta era su intención, el desfile de una fortaleza podría haberse referido al reciente intento de asesinato contra Veytia. Después del atentado, Veytia adquirió un gran número de pedreros, o armas que descargaban piedras. El carro triunfal, con sus troneras para cañones, también conocidos como pedreros, debe haber hecho eco en el alcalde mayor, quien ahora tenía un especial interés en su defensa. Como en adición a la representación del príncipe, Hércules también representaba al alcalde mayor, los capitanes de milicias cabalgando a los lados del carro enunciaban así que ellos no sólo defenderían al imperio, sino al mismo Veytia. Pero más probablemente, los capitanes del comercio esperaban distanciarse de esta forma de los enemigos del burócrata. Si bien el carro mostraba el apoyo a Veytia, una imagen del carro debe haber contenido un mensaje velado respecto a las consecuencias de una excesiva exacción. En el segundo emblema descrito por Heredia, Ganímedes regaba lirios con leche, “dejándolos satisfechos”, pero el carro afirmaba que esta leche no provenía de pechos, recordando a los espectadores que los monarcas Borbones españoles confiaban más en las contribuciones voluntarias que en las forzosas para sostener la guerra. Cuando en 1706 el rey solicitó el donativo, para el sostenimiento de la guerra, el cabildo recaudó la cifra de 850 pesos.101 Si bien era una canti- dad significativa, se antojaba corta en comparación con los 18 329 pesos erogados solamente doce años antes, para la ceremonia de la entrada del virrey conde de Montezuma, en 1696.102 Al recordar, en el poema debajo del emblema, que Cataluña y Valencia “sufrían” bajo el yugo de las contribuciones forzosas que demandaba la Alianza Austriaca, Heredia insinuó que sólo los enemigos imponían impuestos por la fuerza a la gente.103 Aunque la alcabala no tenía en ningún sentido un equivalente con el pecho directo, parece que la gente utilizaba los términos como sinónimos.104 Los patronos que comisionaron la hechura del carro podrían no haber aprobado la reforma a las alcabalas, y posiblemente esperaban advertir a Veytia que el gravamen injusto podía llevar a las comunidades a la rebelión. En los albores de la edad moderna, se elaboraron rituales para los “ceremoniales de constitución”, o manuales de “como debe constituirse el estado”.105 La elite mercantil debe haber incorporado esta advertencia al carro con la esperanza de obtener alivio de las cargas fiscales. En cualquier caso, por supuesto que el mensaje fue registrado por los regidores y sus aliados del cabildo catedralicio. Hayan tenido o no los capitanes de milicias la intención de comunicar una advertencia velada a Veytia a través de la descripción de cómo sufrían los catalanes y valencianos bajo las pesadas cargas fiscales, las ceremonias no contenían abiertos mensajes de subversión. Por el contrario, el nacimiento del príncipe proveyó de una ocasión a las elites secular y eclesiástica de la ciudad para reafirmar su autoridad sobre el populacho y los poblanos, para ganar control sobre el incontrolable, en apariencia, entorno natural. Como se ha dicho, Puebla entró al siglo XVIII con una seria crisis de hambrunas, inflación y epidemias. Mientras la población luchaba por restablecerse, las lluvias torrenciales causaron 100 Ibid., 186-187; Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, Historia de la fundación de la ciudad de la Puebla de los Ángeles en la Nueva España, su descripción y presente estado, Puebla, Ediciones Altiplano, 1962, 164-165. 101 Mandamiento para el donativo de Su Magestad, 13 de julio de 1706, AMP, AC 35, f. 437v. 102 Relación jurada presentada por Miguel Vásquez Mellado de los gastos hechos en el hospedaje del Excelentísimo Señor el Conde de Montezuma, 17 de febrero de 1698, BNAH-AMP, AC 20, ff. 268v-283v. 103 Antonio de Heredia, op. cit., p. A15. 104 Véase, por ejemplo, el uso de ambos términos en un ataque anónimo contra Veytia: La Violencia de un poder ejecutado con tiranía, y sentida con suspiros de Dolor, AGI, Audiencia de México 844. 105 Edward Muir, Ritual in Early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, 230. 2 1 0 2 1 1 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO los responsables nunca fueron aprehendidos. El atentado le obligó a aumentar el número de guardias armados para protegerlo. De entonces en adelante, el alcalde mayor trabajaría bajo un justificable temor a un levantamiento popular.100 Sin embargo, Veytia, provocaba no sólo hostilidad sino también temor y respeto. Como Veytia gozaba el título de Teniente del Capitán General, sólo el virrey tenía más autoridad sobre las milicias de Puebla. Como alcalde mayor, Veytia también servía como el primer representante del rey al interior de la ciudad. Al dedicarle a Veytia la mascarada, los capitanes de milicia deben haber buscado ganar el favor de este poderoso burócrata. Si esta era su intención, el desfile de una fortaleza podría haberse referido al reciente intento de asesinato contra Veytia. Después del atentado, Veytia adquirió un gran número de pedreros, o armas que descargaban piedras. El carro triunfal, con sus troneras para cañones, también conocidos como pedreros, debe haber hecho eco en el alcalde mayor, quien ahora tenía un especial interés en su defensa. Como en adición a la representación del príncipe, Hércules también representaba al alcalde mayor, los capitanes de milicias cabalgando a los lados del carro enunciaban así que ellos no sólo defenderían al imperio, sino al mismo Veytia. Pero más probablemente, los capitanes del comercio esperaban distanciarse de esta forma de los enemigos del burócrata. Si bien el carro mostraba el apoyo a Veytia, una imagen del carro debe haber contenido un mensaje velado respecto a las consecuencias de una excesiva exacción. En el segundo emblema descrito por Heredia, Ganímedes regaba lirios con leche, “dejándolos satisfechos”, pero el carro afirmaba que esta leche no provenía de pechos, recordando a los espectadores que los monarcas Borbones españoles confiaban más en las contribuciones voluntarias que en las forzosas para sostener la guerra. Cuando en 1706 el rey solicitó el donativo, para el sostenimiento de la guerra, el cabildo recaudó la cifra de 850 pesos.101 Si bien era una canti- dad significativa, se antojaba corta en comparación con los 18 329 pesos erogados solamente doce años antes, para la ceremonia de la entrada del virrey conde de Montezuma, en 1696.102 Al recordar, en el poema debajo del emblema, que Cataluña y Valencia “sufrían” bajo el yugo de las contribuciones forzosas que demandaba la Alianza Austriaca, Heredia insinuó que sólo los enemigos imponían impuestos por la fuerza a la gente.103 Aunque la alcabala no tenía en ningún sentido un equivalente con el pecho directo, parece que la gente utilizaba los términos como sinónimos.104 Los patronos que comisionaron la hechura del carro podrían no haber aprobado la reforma a las alcabalas, y posiblemente esperaban advertir a Veytia que el gravamen injusto podía llevar a las comunidades a la rebelión. En los albores de la edad moderna, se elaboraron rituales para los “ceremoniales de constitución”, o manuales de “como debe constituirse el estado”.105 La elite mercantil debe haber incorporado esta advertencia al carro con la esperanza de obtener alivio de las cargas fiscales. En cualquier caso, por supuesto que el mensaje fue registrado por los regidores y sus aliados del cabildo catedralicio. Hayan tenido o no los capitanes de milicias la intención de comunicar una advertencia velada a Veytia a través de la descripción de cómo sufrían los catalanes y valencianos bajo las pesadas cargas fiscales, las ceremonias no contenían abiertos mensajes de subversión. Por el contrario, el nacimiento del príncipe proveyó de una ocasión a las elites secular y eclesiástica de la ciudad para reafirmar su autoridad sobre el populacho y los poblanos, para ganar control sobre el incontrolable, en apariencia, entorno natural. Como se ha dicho, Puebla entró al siglo XVIII con una seria crisis de hambrunas, inflación y epidemias. Mientras la población luchaba por restablecerse, las lluvias torrenciales causaron 100 Ibid., 186-187; Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, Historia de la fundación de la ciudad de la Puebla de los Ángeles en la Nueva España, su descripción y presente estado, Puebla, Ediciones Altiplano, 1962, 164-165. 101 Mandamiento para el donativo de Su Magestad, 13 de julio de 1706, AMP, AC 35, f. 437v. 102 Relación jurada presentada por Miguel Vásquez Mellado de los gastos hechos en el hospedaje del Excelentísimo Señor el Conde de Montezuma, 17 de febrero de 1698, BNAH-AMP, AC 20, ff. 268v-283v. 103 Antonio de Heredia, op. cit., p. A15. 104 Véase, por ejemplo, el uso de ambos términos en un ataque anónimo contra Veytia: La Violencia de un poder ejecutado con tiranía, y sentida con suspiros de Dolor, AGI, Audiencia de México 844. 105 Edward Muir, Ritual in Early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, 230. 2 1 0 2 1 1 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO inundaciones masivas, fue golpeada por terremotos, y la propagación del tifus. Las fiestas por el príncipe deben haber suministrado un pequeño respiro ante los variados problemas por los que atravesaba la ciudad, y una vía para que la gente liberara sus tensiones. Por lo común, la elite colonial española utilizaba las ceremonias públicas como “válvulas de escape”: entreteniendo a las masas, los líderes locales distraían a la plebe y realzaban su legitimidad.106 Más todavía, las ceremonias de nacimientos regios no funcionaban sólo como pura diversión. Enfermedades, terremotos y lluvias torrenciales habían castigado a la ciudad, y parecen haber llevado a muchos a pensar que Dios se había disgustado con Puebla. Cuando los miembros del cabildo informaron a Veytia que no podrían hacer el montaje de la festividad de acuerdo a los planes originales, le explicaron que a causa de los desastres naturales que le habían sucedido a Puebla, la población debía concentrarse en sostener rogativas, plegarias públicas para lograr la intervención divina.107 En julio de 1707, los poblanos oraron colectivamente por el exitoso nacimiento del hijo de Felipe V. Un año después, rezaron a Dios para que conservara la salud del nuevo príncipe heredero. Las nueve procesiones en honor de la gravidez de la reina suministraron a la gente la oportunidad de pedirle a la Virgen de la Defensa éxito en el nacimiento de un heredero, mientras que simultáneamente pedían que los defendiera a ellos. Un año después, mientras Gómez de la Parra daba su sermón de acción de gracias en la catedral, las lluvias continuaban cayendo sobre la ciudad. Al día siguiente, el convento dominico tuvo su propia misa de acción de gracias seguida de una procesión de la milagrosa Virgen del Rosario. Mientras que la gente pedía a Dios preservar lo que era, en pa- labras de Alonso Gil, “una vida tan necesaria”, la gente podía pedirle a la virgen la protección de sus propias vidas, y la de sus familias.108 Pero si los componentes de las ceremonias religiosas no servían para calmar la inquietud de la gente, la mascarada prometía importantes repercusiones en el caso de un levantamiento. En las ceremonias reales a lo largo del imperio español, las milicias jugaron un papel predominante: escoltaban las efigies del rey durante la celebración de las ceremonias de jura, descargaban sus armas durante las honras fúnebres reales, y acompañaban a los virreyes en sus entradas triunfales. La mascarada en honor del nacimiento real pertenecía a la milicia del comercio de Puebla, cuyos capitanes jugaban papeles protagónicos. Considerando la facilidad con la que los regidores habían fomentado la rebelión de 1699, y el atentado contra la vida de Veytia en 1705, la ciudad parecía a punto del desorden. La mascarada organizada por los capitanes del batallón debe haber servido como advertencia a la población de que Veytia y los capitanes suprimirían la deslealtad. El poema de alabanza recitado alrededor del carro durante el desfile se dirigía repetidamente al tema del desorden refiriendo, por ejemplo, de qué manera Luis I “humillaría” al “Dragón” y vencería a los “monstruos”.109 Mientras que el dragón con figura de serpiente estrangulada por Hércules representaba a los infieles y a los enemigos “domésticos” de la Corona, muy fácilmente podía leerse que se incluía a todos aquellos inclinados a la deslealtad. En los capitanes de milicia rodeando el carro, los 400 jinetes uniformados, la fortaleza y los cañones, aquellos súbditos insatisfechos con la situación en Puebla podían reconocer lo inútil de una revuelta. 106 Varios académicos han manejado este argumento de “válvula de seguridad” para el estudio de las fiestas. José Maravall y Antonio Bonet Correa popularizaron su uso para la historia de las ceremonias públicas del imperio español. Maravall, Culture of the Baroque: Analysis of a Historical Structure, trans. Terry Cochran, Minneopolis, University of Minnesota Press, 1986; y Bonet Correa, “La fiesta barroca como práctica del poder,” en El arte efímero en el mundo hispánico, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983, 45-78. Para una visión de conjunto de la ceremonia pública en las colonias españolas en América, véase Ángel López Cantos, Juegos, fiestas y diversiones en la América Española, Madrid, MAPFRE, 1992. 107 Propuesta del Señor Alcalde Mayor, 5 de mayo de 1708, AMP, AC 36, f. 43f-43v 2 1 2 CONCLUSIÓN Los festejos en Puebla en honor del Hércules Borbón suministró a la jerarquía municipal y a los capitanes de milicia la ocasión de comunicar una variedad de mensajes acerca de la identidad de la elite, la legitimidad política, y el orden social. Los diseñadores de la mascarada presen108 109 Alonso Gil, op. cit., sin foliar. Antonio de Heredia, op. cit., 19, 26. 2 1 3 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO inundaciones masivas, fue golpeada por terremotos, y la propagación del tifus. Las fiestas por el príncipe deben haber suministrado un pequeño respiro ante los variados problemas por los que atravesaba la ciudad, y una vía para que la gente liberara sus tensiones. Por lo común, la elite colonial española utilizaba las ceremonias públicas como “válvulas de escape”: entreteniendo a las masas, los líderes locales distraían a la plebe y realzaban su legitimidad.106 Más todavía, las ceremonias de nacimientos regios no funcionaban sólo como pura diversión. Enfermedades, terremotos y lluvias torrenciales habían castigado a la ciudad, y parecen haber llevado a muchos a pensar que Dios se había disgustado con Puebla. Cuando los miembros del cabildo informaron a Veytia que no podrían hacer el montaje de la festividad de acuerdo a los planes originales, le explicaron que a causa de los desastres naturales que le habían sucedido a Puebla, la población debía concentrarse en sostener rogativas, plegarias públicas para lograr la intervención divina.107 En julio de 1707, los poblanos oraron colectivamente por el exitoso nacimiento del hijo de Felipe V. Un año después, rezaron a Dios para que conservara la salud del nuevo príncipe heredero. Las nueve procesiones en honor de la gravidez de la reina suministraron a la gente la oportunidad de pedirle a la Virgen de la Defensa éxito en el nacimiento de un heredero, mientras que simultáneamente pedían que los defendiera a ellos. Un año después, mientras Gómez de la Parra daba su sermón de acción de gracias en la catedral, las lluvias continuaban cayendo sobre la ciudad. Al día siguiente, el convento dominico tuvo su propia misa de acción de gracias seguida de una procesión de la milagrosa Virgen del Rosario. Mientras que la gente pedía a Dios preservar lo que era, en pa- labras de Alonso Gil, “una vida tan necesaria”, la gente podía pedirle a la virgen la protección de sus propias vidas, y la de sus familias.108 Pero si los componentes de las ceremonias religiosas no servían para calmar la inquietud de la gente, la mascarada prometía importantes repercusiones en el caso de un levantamiento. En las ceremonias reales a lo largo del imperio español, las milicias jugaron un papel predominante: escoltaban las efigies del rey durante la celebración de las ceremonias de jura, descargaban sus armas durante las honras fúnebres reales, y acompañaban a los virreyes en sus entradas triunfales. La mascarada en honor del nacimiento real pertenecía a la milicia del comercio de Puebla, cuyos capitanes jugaban papeles protagónicos. Considerando la facilidad con la que los regidores habían fomentado la rebelión de 1699, y el atentado contra la vida de Veytia en 1705, la ciudad parecía a punto del desorden. La mascarada organizada por los capitanes del batallón debe haber servido como advertencia a la población de que Veytia y los capitanes suprimirían la deslealtad. El poema de alabanza recitado alrededor del carro durante el desfile se dirigía repetidamente al tema del desorden refiriendo, por ejemplo, de qué manera Luis I “humillaría” al “Dragón” y vencería a los “monstruos”.109 Mientras que el dragón con figura de serpiente estrangulada por Hércules representaba a los infieles y a los enemigos “domésticos” de la Corona, muy fácilmente podía leerse que se incluía a todos aquellos inclinados a la deslealtad. En los capitanes de milicia rodeando el carro, los 400 jinetes uniformados, la fortaleza y los cañones, aquellos súbditos insatisfechos con la situación en Puebla podían reconocer lo inútil de una revuelta. 106 Varios académicos han manejado este argumento de “válvula de seguridad” para el estudio de las fiestas. José Maravall y Antonio Bonet Correa popularizaron su uso para la historia de las ceremonias públicas del imperio español. Maravall, Culture of the Baroque: Analysis of a Historical Structure, trans. Terry Cochran, Minneopolis, University of Minnesota Press, 1986; y Bonet Correa, “La fiesta barroca como práctica del poder,” en El arte efímero en el mundo hispánico, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983, 45-78. Para una visión de conjunto de la ceremonia pública en las colonias españolas en América, véase Ángel López Cantos, Juegos, fiestas y diversiones en la América Española, Madrid, MAPFRE, 1992. 107 Propuesta del Señor Alcalde Mayor, 5 de mayo de 1708, AMP, AC 36, f. 43f-43v 2 1 2 CONCLUSIÓN Los festejos en Puebla en honor del Hércules Borbón suministró a la jerarquía municipal y a los capitanes de milicia la ocasión de comunicar una variedad de mensajes acerca de la identidad de la elite, la legitimidad política, y el orden social. Los diseñadores de la mascarada presen108 109 Alonso Gil, op. cit., sin foliar. Antonio de Heredia, op. cit., 19, 26. 2 1 3 FRANCES L. RAMOS ARTE EFÍMERO, ESPECTÁCULO taron estos mensajes a través de una simbología multivalente –particularmente un carro triunfal con la figura de Hércules–. En el carro-fortaleza, los capitanes de milicias celebraban la recreación –en la existencia misma de la ciudad– de la victoria de España sobre América, el triunfo de España sobre la infertilidad, la victoria de Felipe V sobre aquellos que dudaban de su derecho a gobernar, el inminente triunfo de España sobre la Alianza Austriaca, y el triunfo de la fe católica sobre el protestante infiel. Al comparar al príncipe infante con Hércules (el fundador de ciudades, el “domador de monstruos”, “el Salvador”), la elite poblana expresó su afinidad con la alta cultura europea, y se caracterizó a sí misma a la vez como civilizados y civilizadores. Al concentrar la atención en el mito de Hércules, los organizadores también simplificaron la complejidad de la Guerra de Sucesión de España para los espectadores poblanos; y al concentrar la atención en las primeras aventuras del hé-roe, los organizadores comunicaron cómo España vencería a los enemigos internos y externos, y cómo Luis I y Luis XIV reunirían Europa y preservarían la fe católica. Al expresar el sentido de sí misma de la elite poblana, y al suministrar una detallada argumentación respecto a la legitimidad del gobierno borbónico y la Guerra de Sucesión de España, los organizadores también dirigían la atención a los problemas locales de Puebla. Al dedicar el carro al controvertido alcalde mayor de la ciudad, y compararlo con Hércules, los cuatro capitanes del batallón y Heredia hicieron visibles los problemas locales en medio de la celebración real. La comparación entre Hércules y Veytia articulaba simbólicamente la jerarquía del poder que idealmente debía existir al interior de la ciudad, y posiblemente permitió que los capitanes de milicia, los miembros del cabildo y la jerarquía eclesiástica hiciesen conocer sus deseos de una manera segura. Los componentes espirituales de la ceremonia deben haber suministrado confort a la población citadina al haber luchado bajo una serie de continuos desastres naturales. Dadas las condiciones inestables al interior de la ciudad, los componentes más obvios de la mascarada, como la fortaleza, los cañones, y la presencia de los capitanes a caballo, se presentaron como una advertencia a la potencial plebe subversiva. La festividad en honor del nacimiento de Luis I ilustra los caminos para conectar el Viejo Mundo con el Nuevo Mundo que brindaban las ceremonias públicas a gran escala. La mascarada no sólo permitió a la elite poblana retarse a sí mismo como europea, sino también sirvió como un vehículo a través del cual los vecinos principales intentaban educar a las clases bajas de la ciudad respecto a la guerra en Europa. El pueblo bajo probablemente no comprendió muchas de las intrincadas alegorías, pero seguramente se quedó con el mensaje de que la Corona ganaría la guerra contra la diabólica Alianza Austriaca. Dentro de este discurso sobre la guerra, los descontentos de la localidad probablemente comprendieron el poder de la casa de Borbón. Si el Hércules Borbón podría realizar milagros y vencer monstruos, fácilmente podría disipar el desorden al interior de las colonias americanas del imperio. 2 1 4 BIBLIOGRAFÍA ALBERRO, Solange, “Barroquismo y criollismo en los recibimientos hechos a don Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, virrey de Nueva España, 1640: un estudio preliminar”, Colonial Latin American Historical Review 8, núm. 4, otoño, 1999, 443-460. 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Al concentrar la atención en el mito de Hércules, los organizadores también simplificaron la complejidad de la Guerra de Sucesión de España para los espectadores poblanos; y al concentrar la atención en las primeras aventuras del hé-roe, los organizadores comunicaron cómo España vencería a los enemigos internos y externos, y cómo Luis I y Luis XIV reunirían Europa y preservarían la fe católica. Al expresar el sentido de sí misma de la elite poblana, y al suministrar una detallada argumentación respecto a la legitimidad del gobierno borbónico y la Guerra de Sucesión de España, los organizadores también dirigían la atención a los problemas locales de Puebla. Al dedicar el carro al controvertido alcalde mayor de la ciudad, y compararlo con Hércules, los cuatro capitanes del batallón y Heredia hicieron visibles los problemas locales en medio de la celebración real. 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