Apuntes de geografía y ciencias sociales

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GeoBAireS
Cuaderno de Geografía
Apuntes de geografía y ciencias sociales
Vicente Di Cione
El balserismo social, el multiculturalismo y las identidades múltiples.
(In)(Re)flexión a partir de los datos del PNUD sobre el (Sub)Desarrollo
Humano de 2004.
Ante el aparente (si, aparente) des-concierto mundial inducido por la globalización
neoliberal capitalista, emerge con inusitada difusión un tipo cultural que bien le cabe el
nombre de balserismo social.1[1] Se trata de procesos de búsqueda y construcción
de identidades embebidas con el mismo (“idéntico”) espíritu del tradicional “Antón
Pirulero”, en el cual cada individuo o grupo social cree y procura sortear la marejada
mundial “atendiendo su propio juego” en base a una siniestra lógica de la exclusión. En
la última década, tal como lo resalta Zygmunt Bauman,2[2] la legitimidad de la lógica,
curiosamente, descansa en la afirmación de cierta ideología multiculturalista que no
establece jerarquías y oculta el carácter antagónico de muchas construcciones..
La proliferación de identidades balseras de todo tipo a superado la noción originaria de
identidad concreta dando lugar a procesos de multiidentificación abstractos, mediante los
cuales las personas o grupos se incluyen en una diversidad de identidades colectivas
formal e institucionalmente abstractas que incluso, con frecuencia, se oponen entre sí y a
si mismos. En los sesenta y antes se hablaba de alienación o enajenación. Luego, en el
marco de la ideología multicultural, forzados por la irrefutable victoria del neoliberalismo,
simplemente hablamos de identidades culturales más o menos concretas o simples o de
multiidentidades o identidades múltiples más o menos abstractas.3[3] También, desde la
sicología centrada en los procesos de individuación personales se habla de
“esquizofrenia social”.
Reiterando la apelación a las metáforas, el balserismo, la esquizofrenia y
desjerarquización de la ideología multiculturalista fue expresada con popular simplicidad
por Enrique Santo Discépolo en su “Cambalache” en 1935, un lustro posterior a la
globalizada Gran Crisis Mundial de 1930 y más de medio siglo de anticipación a las
recientes reflexiones sobre la cuestión de la identidad, de las identidades múltiples, la
multiplicidad de identidades y el multiculturalismo de autores globalizados de la talla de
Antony Giddens o Zygmunt Bauman.
En las ciencias sociales la preocupación por describir, explicar y comprender la cuestión
de la construcción de identidades tiene su correlato en la enorme cantidad de trabajos en
los que se destacan los aspectos microsociales y territoriales.
En diferentes claves sociológicas e históricas, la mayoría de los estudios resaltan la pura
negatividad inmediata de los procesos de construcción de identidades, caracterizada por
la lógica del ensimismamiento cultural y la exclusión recíproca. Ante la turbulencia
globalizada, cada identidad coloca su energía en la construcción de balsas propias y son
escasos los vórtices preocupados por intentar timonear democráticamente la nave tierra
hacia destinos diferentes. En general predomina el balserismo social, sin advertir la
intensidad y violencia de la marejada y las escasas probabilidades de llegar a la tierra
(auto)prometida.
Los indicadores del PNUD, recientemente editados, a pesar de sus notorias limitaciones
y simplificaciones, son elocuentes al poner en evidencia los epifenómenos de la
persistente dialéctica (global) del desarrollo desigual, combinado, contradictorio y
complejo (DDDCCC) de la unidad de la diversidad de individualidades históricas y
geográficas. Los datos destacan que la naturaleza esencial de la posmodernidad radica
en la continuidad, extensión y profundización de la mano invisible de la modernidad y
que su superación (negación de la negación) es aún lejana.
A pesar de la globalización excluyente/inclusiva neoliberal, la “evolución” del mundo
continúa siendo un “collage” de balsas sociales, de múltiples historicidades (formas de
hacer la historia) y geograficidades (formas de hacer la geografía), más o menos
modernas o supermodernas, resultado de la combinación globalizadora de 9.268
lenguas/culturas distribuidas entre 5.890 millones de habitantes, distribuidos a su vez en
una geografía política de 177 países/estados/filas de los registros del PNUD. El
panorama es aún más complejo si consideramos la diversidad de dialectos
subculturales, los lenguajes de las tribus urbanas que habitan en la trama de las grandes
ciudades del mundo y, por último, aunque no en último lugar, la diversidad de clases y
procesos de clasificación social en términos de multiplicidad de situaciones
socioeconómicas, de lógicas, intereses e imaginarios reproductivos.
Las tablas de PNUD son fotografías parciales del mundo: muestran algunas formas de
las diferencias, las más superficiales y evidentes y en una gama de distinciones
demasiado limitada por el álgebra de la estadística descriptiva, proclive a los valores
medios. No se visualiza, metafóricamente, la geo-logía que sustenta la diversidad y
mucho menos la geo-morfología y fisio-logía del desarrollo de cada país/estado/fila.
Sin embargo, la principal limitación radica en la ausencia de articulaciones entre las
1.947 celdas de las 177 “filas/países/estados/miembros”. Faltan los vasos comunicantes
y los motores que distribuyen los flujos globalizados y globalizadores mediante los cuales
es posible visualizar, analizar y comprender las fuerzas estructurales globales que
determinan la distribución y interconexión de los diferentes paisajes estadísticos 4[4], las
áreas “opacas y brillantes”, las “regiones ganadoras y perdedoras” y las
“horizontalidades y verticalidades” dentro del aparente caos universal. Apelando a un
neologismo que combina escalas geo-lógicas, geo-morfológicas y fisio-lógicas locales y
globales, no hay pistas en las tablas que revelan a los propietarios de las manos
invisibles de impulsan el fetichismo de los procesos de glocalización desigual y
combinada. Más lejos aún, no hay indicios sobre los agentes y las agencias del universo
de contradicciones que sobredeterminan las turbulencias estructurales específicas de
cada estado-país-fila.
Noruega y Niger tienen los valores extremos del índice de desarrollo humano. En la tabla
de descriptores figuran en los extremos de un segmento, el cual, por la naturaleza de los
procesos involucrados es una pésima metáfora para representar la circularidad de las
redes de los encadenamiento reproductivos mundiales, en particular las de las formas
locales y globales del poder sobre la mano invisible.
Los 4,5 millones de habitantes de Noruega constituyen una unidad cultural, económica y
política relativamente homogénea y compacta y los únicos grupos minoritarios
significativos son algunos miles de saami y un pueblo de origen finlandés que vive en
Nord Norge. Como consencuencia de los intercambios globalizadores, también hay
pequeños grupos de los vecinos suecos, daneses y británicos y de paquistaniés y
estadounidenses. En Niger, la población de 11,5 millones (2004) está constituida por seis
grandes grupos étnicos. El mayor es el hausa, con el 56% de la población. Son
agricultores de subsistencia que habitan en el sur. Le siguen los songay y djerma que
forman el 22%; luego los fulani (9%), los tuareg (8%), los kanouri (4%) y el resto lo
componen los pueblos del vecindadario geocultural árabe, toubou y gourmantche. Fulani
y tuareg son pastores que mantienen un estilo de vida nómada o seminómada, sin la
calidad de vida de los nómades que circulan estacionalmente por las urbanizaciones de
los países centrales.
Los noruegos no se sienten responsables de la suerte de Niger. Aunque son los
antípodas estadísticos de los pobladores de Niger, con seguridad no se sienten el
extremo contradictorio de Niger. Los habitantes de Niger no saben de la existencia del
mundo y mucho menos de Noruega, salvo los pocos que se relacionan con el exterior
por el intercambio comercial, las relaciones diplomáticas o la escasa ayuda filantrópica
de algunas ONGs, entre ellas las Noruegas.
Sabemos que las identidades estatales/nacionales se construyen con las socialización
educativa. El índice de educación de Niger es de 0.17 y el de Noruega del 0.99 (“un
pelito” para redondear 1.00). Es posible suponer que solo un puñado de habitantes de
Niger alguna vez visualizaron en un mapa la existencia y “shape” (silueta o forma
cartográfica) de Noruega, aunque es más probable que hayan conocido a algunos
noruegos sin saber de Noruega. Lo más dramático, no obstante, es que la mayoría de
sus habitantes, librados a una economía de supervivencia cuasi-natural ni siquiera saben
el significado de Niger, mucho menos cual es el “shape” de Niger en el mapamundi y
mucho menos aún el punto que ocupan en el shape de Niger. 5[5]
Los noruegos saben que Noruega es su lugar. Saben también que Noruega se extiende
más allá de las formalidades de su territorialidad soberana, mediante una intrincada red
de territorialidades en las cuales están. Los hausa, fulani, tuareg, kanouri, toubou y
goumantche, en cambio, sin saber el significado de Niger y ajenos al lenguaje de las
ciencias sociales de occidente que hablan de territorio, territorialización, Estado,
identidad e identidad múltiple, saben solamente que la tierra que habitan es suya,
aunque advierten por las nuevas geografías trazadas por el colonialismo y los enclaves
capitalistas que tiende a ser menos suya. 6[6]
El collage mundial no está enteramente librado a la mano invisible de una naturaleza
“ciega y sin sujeto”. La historia y geografía universal se está haciendo en la multiplicidad
de historias y geografías. En las rugosidades, penumbras y entramados de la
globalización, con mayor o menor presencia o disimulo, sin culpas, -las matemáticas no
saben de culpas-, se destaca un actor fundamental de entre las especificidades
culturales y naturales nacionales y mundiales: la unidad de ( y a pesar de) la
multiplicidad de formas sociales y sectoriales de capitales, más o menos concentrados y
centralizados, los que en un movimiento repetitivo y compulsivo de flujos y reflujos,
detentan una espesura, densidad, compactación y capilaridad que lo envuelve y
subordina todo (“como un éter” decía Marx), gracias a los dispositivos urbanos mundiales
de su socialización ampliada, desarrollados por las territorializaciones del comercio
mundial desde sus años fundacionales. Los Estados modernos y la ciudadanía moderna
son las formas más refinadas de territorialización de los dispositivos de disciplinamiento
y control del capital.
La interdependencia y urbanización mundial del capital in-forma, pre-forma y con-forma
un lenguaje sin lengua, mediante una objetividad y materialidad dirigida por “expertos”
que unifica contradictoriamente la multiplicidad de identidades, forzando el mestizaje
idiomático, la hibridación cultural y la paulatina transformación de las intensidades y
sentidos de los flujos y las interdicciones fronterizas. La fisio-logía mundial
sobredetermina la multiplicidad de geo-logías y geomorfo-logías locales, generando la
emergencia de patrones culturales con nuevas territorialidades y territorializaciones.
En Noruega y Niger, tras el relativo y aparente aislamiento de las estadísticas tabulares
del PNUD y muchos otros Sistemas de Información Geográficos, es posible rastrear una
intrincada trama de intercambios mediadas por las organizaciones internacionales que
operan “sobre” Niger y en la explotación y comercio de concentrados de uranio y estaño.
Dejamos de lado la industria del turismo aventura estimulado por las imágenes de la
irritante pobreza resignificada como realidades exóticas en el consumo de paisajes
culturales.
Algunas fuentes estiman en más de 5.000 toneladas anuales la exportación de
concentrado de Uranio. Se trata de un recurso que contribuye a alimentar el 5 % de la
producción de energía a nivel mundial, de la cual más del 80 % alimenta la industria y la
calidad de vida de los pocos países que integran la OCDE. Las exportaciones globales
en 2001 fueron estimadas en 156 millones de dólares, correspondiendo el 55 % al
concentrado de uranio con destino a Francia, EEUU y Japón, países con los cuales
Noruega tiene un activo comercio desde los albores del desarrollo del capitalismo
global.7[7] Ambos países además están íntimamente ligados por ser miembros del
Organismo Internacional de Energía Atómica y otros organismos internacionales.
Entre las redes urbanas de comunicación e in-formación mediante las cuales se
comandan las sucesivas metamorfosis del collage de la geopolítica mundial, se destacan
varios logros importantes en la construcción del lenguaje mundial, que preanuncia la
paulatina implantación de un esperanto diferente a la democracia implícita de quién lo
propuso en el siglo XIX con notoria ingenuidad lógica en base a combinación de lenguas.
El lenguaje emergente es el de la acumulación, expresado en la matemática y el álgebra
numérico-decimal, en las equivalencias cuantitativas de la diversidad cualitativa de
monedas nacionales, en los patrones de medidas de las transacciones, en la disparidad
de los “términos de intercambio” y en la cuadriculación y geometrización de la tierra y la
consiguiente imposición de una única métrica a la historicidad mundial: el sistema único
de los usos horarios, de la hora mundial/universal de la vida en general y, por sobre todo,
de las tasas de interés calculadas por segundos, minutos, horas, días, semanas y años.
Son casi inexistentes las subculturas que no fueron penetradas por la métrica de las
tasas de interés, métrica que a su vez atraviesa a todos los intereses, incluso los de
quienes pretenden resistir y persistir atrincherados en la afirmación cualitativa y
conservadora de las diferencias o alteridades culturales y lingüísticas o de los grupos
que con mayor o menor pretensiones vanguardistas proclaman la guerra al sistema. Las
políticas culturales y lingüísticas del Estado Francés son un claro ejemplo de la relativa
impotencia para frenar (sic) el contundente avance sobre la microfísica de la
reproducción cotidiana (la sociedad civil) del lenguaje sin lengua de la globalización
capitalista.
La unidad de la diversidad y su superación, es decir, la negación de la diversidad
fragmentaria de identidades, marcha al ritmo vertiginoso de la acumulación capitalista a
partir de la profundización y extensión de los dispositivos urbanos de la socialización y la
imposición de determinados sistemas abstractos a la interacción basados en la
generalización y abstracción del equivalente de los equivalentes monetarios particulares
y la consiguiente subordinación o aniquilamiento de las limitadas escalas geográficas y
territoriales de cada uno de ellos.
No obstante, de no producirse cambios en la orientación capitalista de la urbanización
mundial y del desarrollo científico-tecnológico, se atisba cierta tendencia a la
segmentación de las lenguas y la emergencia del inglés como una especie de latín
contemporáneo.
El inglés es una lengua escasamente hablada por la población mundial en general. No
obstante, es la lengua de los nuevos ministros y ministerios globales, de los sistemas
expertos y abstractos que dominan la socialización mercantil mundial (Banco Mundial,
Fondo Monetario, OCDE, Naciones Unidas, Unesco, Corte Internacional, Sistema Global
de Ciencia y Técnica, etc.).
La multiplicidad de lenguas, las otredades lingüísticas, sobreviven en los intersticios
“locales” de la vida cotidiana de la socialización nacionales o subnacionales, sustentadas
en universos de “cosas” (objetos, sentimientos, procesos) cuyos sentidos son nominados
por las lenguas originarias. No obstante, los intersticios cotidianos son paulatinamente
poblados por universos de “cosas nuevas” nominadas con los signos lingüísticos de la
ecumenización capitalista. El proceso es potenciado por la notoria sustitución de las
palabras por la inusitada cantidad de íconos lingüísticos transnacionales, entre los que
se destacan los signos monetarios, la heráldica de las empresas mundializadas, la
heráldica de los clubes deportivos y de las tribus musicales y los ídolo-signos de las
grandes figuras del deporte y las artes, muchos de los cuales son construcciones
puramente virtuales.
Dejando de lado consideraciones sobre la justicia o injusticia, las defensas de las
identidades nacionales, como el ejemplo de Francia o, en términos genéricos, locales o
particulares, son derretidas, carbonizadas y evaporadas por la temperatura de los flujos
mercantiles in-pre-con-formativos internacionales. Los sistemas educativos nacionales,
ante el poderoso efecto educativo de los medios de comunicación masiva, son
equivalentes al arco y la flecha ante el arcabuz de la colonización moderna. La brecha
entre ambas radica en la relativa imposibilidad de encapsular fuera de los flujos
mundiales la socialización de los deseos, las políticas de los cuerpos y la aspiración de
la gente, en particular las generaciones de recambio, los niños, adolescentes y jóvenes
que carecen en sus biografías del peso de las tradiciones locales en la construcción de
sus identidades.
En el horizonte general, el PNUD es un gigantesco dispositivo de “destradicionalización”
de los lugares nacionales, a pesar de haber resaltado en la edición de 2004 la necesidad
de sostener el multiculturalismo para garantizar los procesos de democratización
planetaria. No es un registro menor que el informe central solamente está disponible en
Inglés, Francés, Español, Italiano, Portugués, Ruso y Árabe. El álgebra de las tablas del
PNUD es absolutamente universal y muchos informes solamente están disponibles en
inglés, la lengua de los expertos “orgánicos” de la elite mundial.
Sin embargo, el carácter más radicalmente destradicionalizador de PNUD es
solidariamente orgánico con los principales ministros y ministerios sostenedores, en
tanto el “show” estadístico de la diversidad mundial, al mismo tiempo que ratifica la
heterogeneidad cultural y la falta de la universalidad del desarrollo globalizador, justifica
la persistente construcción de las desigualdadades de la mano más o menos invisible
del capitalismo tras la ideología del multiculturalismo.
Zygmut Bauman, en una reciente entrevista afirma que “el multiculturalismo parece ser
una ideología de la élite global –sentirse en todas partes como en casa, no sentirse
como en casa en ninguna parte”. El centro de la ideología multiculturalista, considerada
como una instancia de sentido axiológico y programático, radica en asignar a todas las
expresiones culturales la misma jerarquía abstractamente, es decir, sin tener en cuenta
las formas de “ser y no ser” en los diferentes lugares y liberando absolutamente la
circulación y formas de territorialización de la élite mundial y, sobre todo, colocando fuera
de su específica dialéctica el carácter siniestro de la globalización. La guerrra contra los
fundamentalismos islámicos es ejemplarmente, en palabras de Descartes, “clara y
distinta”.
La revisión de muchos estudios sobre la individualización y alteridades mundiales, el
nosotros y los otros, lo local y lo global o las identidades y las otredades, al considerar la
geografía humana mundial real, dejan entrever que las ciencias sociales son,
parafraseando a Hegel, como el Búho de Minerva, que “levanta vuelo al anochecer y
regresa al alba silenciosamente sin anunciar el nuevo día”. El carácter noctámbulo es
común a las ciencias geográficas y en particular para las secciones de geografía humana
o social y los Sistemas de Información Geográficos, tan propensos a describir y explicar
los fenómenos de identidad y multiculturalidad mediante los datos tubulares y los
“shapes” espaciales. Ante la falta de una específica y clara instancia de sentido social y
teórico auténticamente humano, son impotentes para hacer frente a la historicidad y
geograficidad voraz visible e invisible de los dispositivos socializadores de la
urbanización jerarquizada, feudal e imperialista del capitalismo.8[8]
Ante tal evidencia, el fantasma de Marx reaparece para señalar que nada desaparece o
se crea si no se desarrollan las condiciones históricas y geográficas de su posibilidad. Es
necesario una historia y una geografía para hacer otras historicidades y otras
geografícidades. Paradójicamente, en relación al futuro, Marx coincidiendo con el
fantasma de Hegel, profetiza que el movimiento dialéctico del multiculturalismo, de las
identidades múltiples y de la multiplicidad de identidades, indica que la historia y
geografía desigual del capitalismo todavía tienen un vasto horizonte y un rol protagónico
en la construcción de las condiciones que pudieran inaugurar una inflexión hacia su
desaparición. Es capitalismo es aún la fuerza más poderosa de su propia superación sin
que pueda por si solo superarse. Ante tal evidencia, la cuestión de las cuestiones de la
multiplicación abstracta de nuestras identidades radica en como construir un sistema de
posicionamiento global alternativo (GPS) que resguarde la lógica de los procesos de
identificación sin caer en la lógica de la inclusión/exclusión neoliberal y en el
conservadurismo de la ideología multiculturalista. Creemos que a respuesta hay que
construirla “haciendo ciencia con la gente”.
[Vicente Di Cione, Apuntes dispersos de geografía y ciencias sociales, Un comentario
derivado de la ojeada del Informe Sobre (pre)Desarrollo (pre)Humano del PNUD de
2004, UBA – FFyL – Departamento de Geografía – Cátedra de Teoría Contemporánea
de la Geografía II, Buenos Aires, 13/09/2005].
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