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EL RESPETO POR LA VIDA EN EL DERECHO HEBREO
Gabriel Minkowicz
Cuéntase que una vez, en un bote con pasajeros, una persona tomó un taladro y
comenzó a perforar bajo su asiento para hacer un agujero. Sus compañeros de viaje
le preguntaron: “¿Qué estas haciendo?” y el les dijo “¿Qué les importa?” “¿Acaso no
estoy taladrando bajo mi propio asiento?” Ellos repusieron: “Pero el agua que entra
por causa de tu decisión inundará todo el bote” (Midrash Levítico –Raba 4:6). Cada
persona es responsable por su semejante razón por la cual cabe preguntarnos “¿No
tenemos, todos el mismo padre (Adán)?” “¿ No nos ha creado el mismo Di-s?” “¿Por
qué obra traicioneramente cada hombre contra su hermano…?” (Malaquías 2:10).
De un tiempo a esta parte las relaciones humanas se han ido complejizando, los conflictos y
discusiones entre seres humanos van en aumento, y el respeto por la vida se ha fragilizado. Por ello
cabe preguntarnos ¿Qué opina el judaísmo al respecto? La tradición judía adopta un sentido éticoreligioso, y de la narrativa de la creación la ley judía extrae conclusiones básicas con respecto a la
santidad de la vida, y a la igualdad universal entre todos los miembros del género humano, como
está escrito: “Un solo individuo fue creado en el universo para enseñar que quien suprime un alma
del mundo, es considerado como si hubiera suprimido el universo entero: y quien salva un alma es
considerado como si hubiese salvado el universo”1, razón por la cual, el otro es también digno del
valor y honor como ser humano.
La singularidad o individualidad de cada ser humano es lo que nos hace únicos, y por ello cada
persona tiene una contribución que efectuar, una misión o aporte con la cual contribuir al
mejoramiento de su comunidad y del mundo, así pues Ben Azai2 solía decir: “No despreciéis a
ninguna persona y no consideréis nada como cosa imposible, por que no hay hombre que no llegue a
tener su momento propicio, ni cosa que no venga a suceder”3. Así pues, resulta que la existencia
misma de un individuo, según Ben Azai, indica que cada ser humano forma parte del plan Divino y no
debería ser menospreciado por nadie.
Para Rabí Akiva4 el versículo “Amarás a tu prójimo como a ti mismo…” (Levítico 19:18) es una regla
fundamental de la Torá. Según Rabí Akiva, es el amor por el hombre y la humanidad, el valor principal
en el que deben sustentarse las relaciones entre dos o más personas; mientras que para Ben Azai, el
valor que debería servir como agente motivacional en las relaciones humanas estaría dado por la
igualdad de todos hombres, por cuanto cada persona fue creada a “imagen y semejanza de Di-s”
(Génesis 1: 26 y 5:1) y esto es aún más importante5. Sendos valores, “igualdad entre los hombres” y
“amor por la humanidad”, forman parte integral de la ética y el derecho hebreo y juntos constituyen
la base más profunda del judaísmo en toda las generaciones y en todos los tiempos. El precepto
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo…” (Levítico 19:18) encierra más que un sentimiento positivo
1
Mishná Sanhedrín 4:5.
Sabio judío de Tiberíades del siglo II.
3
Tratado de Principios 4:3.
4
Sabio Tanaita, 50 –135 e.c.
5
Sifra, Kedoshim, 4:10.
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hacia otros; postula un estilo de vida en el cual tales sentimientos se traducen en acción. Decía Hilel6:
“No hagas a los demás lo que tú detestas”7 y de esta manera logró interpretar desde la abstención, la
“gran regla” de Rabí Akiva, con lo cual se hizo mucho más fácil su implementación.
Las diferencias entre seres humanos particulares hacen a las divergencias de opinión o de criterios,
pero aún así existe un límite bíblico claro y contundente para toda confrontación que pudiese
derivarse de esta causa, entendido como: “No mataras” (Levítico 19:18). La multiplicidad de
opiniones es un componente beneficioso y esencial de toda sociedad estable, así los Sabios judíos
establecieron una bendición referida a la diversidad humana; de tal modo que al ver una multitud
debe decirse: “Bendito sea el conocedor de secretos; pues así como sus rostros no se asemejan, sus
opiniones tampoco son similares”8. Frente a un grupo de personas y ante la posibilidad de compartir
con otros individuos, debemos sentirnos agraciados, entendiendo que cada individuo es un
microcosmos sagrado, un mundo en si mismo.
La prohibición de asesinar tiene sus bases legales en los libros de Génesis 9:6, Exodo 20:13 y Levítico
19:18. De esta manera el texto bíblico enfatiza en el valor que tiene la vida humana, sin distinción. En
este orden de ideas Ionatan Ben Uziel9 expresó “Pueblo mío, hijos de Israel, no seáis asesinos, ni
compañeros de los mismos, ni socios de asesinos, para que vuestros hijos en pos de vosotros no
aprendan de ellos, a estar con asesinos. Ya que el asesinato fomenta la guerra”10.
Al igual que en el Derecho Hebreo, en otros sistemas legales el bien jurídico “vida” fue y es objeto de
valoración y protección legal. Así pues, el Código Penal Argentino protege la vida humana de todo
ataque que lesione o ponga en peligro físico al individuo. De este modo, la vida, es tutelada desde el
punto de vista de su existencia integral, utilizando el tipo penal “el que matare…”. El homicidio es
clasificado y tipificado en doloso o culposo. Mientras que este último es el resultado de la propia
culpa, impericia, negligencia o imprudencia del agente activo (art. 84 C.P.), el homicidio doloso, que
manifiesta la intención o voluntad de cometer esta acción, podrá ser agravado “por el vínculo, por el
modo, por el número de personas, por el medio empleado, por la causa, por el impulso de
perversidad brutal, por el impulso estrictamente” (art. 80 C.P.) o bien atenuado “por emoción
violenta o por preterintención” (art. 81 C.P.) Por su parte la legislación penal de la República Oriental
del Uruguay, tiene previsto el homicidio simple (art. 310 C.P.) el homicidio por circunstancias
agravantes especiales (art. 311 C.P.) y el homicidio con circunstancias agravantes muy especiales (art.
312 C.P.).
Vivir en sociedad es una necesidad y un desafío para el ser humano. Pero cuando el hombre olvida
los más nobles ideales de la humanidad le Shem Shamaim y sólo se busca el exclusivo beneficio
personal o de un sector de la población, pueden olvidarse mandatos tales como “No albergaras
odio…” (Levítico 19:17), “No tomarás venganza ni guardarás rencor…” (Levítico 19:18), “…no seas
como Coré…” (quien instigó disputas innecesarias, Números 17:5). Sí uno se considera poseedor de la
única verdad, corre el peligro de no considerar a su interlocutor como una persona dotada de
6
Sabio judío, nacido en Babilonia, 70 a.e.c. y fallecido en Jerusalem, 10 e.c.
Shabat 30.
8
Berajot 58a
9
Discípulo del Sabio Hilel de la época del Segundo Templo.
10
Marcos Edery, comentario al libro de Exodo 20:13, ediciones “Dios es mi estandarte”, Buenos Aires, 1984.
7
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capacidades y conocimientos que nos puedan enriquecer. Es por ello que, el orden jurídico al tiempo
que protege la vida, también nos marca los límites de nuestro propio accionar, promoviendo de este
modo la convivencia social.
Ben Zoma11 decía: “¿Quién es sabio? Aquel que aprende de todos los hombres…”12. La sabiduría no
es un cuerpo fijo de conocimientos, algo definido que puede poseerse de una vez. No se trata de una
sustancia que en dosis suficiente nos capacita para ser llamados sabios. La sabiduría es más bien un
tipo de actividad, una concepción de la existencia, un modo o actitud de vida. Para ser sabio, es
preciso aprender a actuar con sabiduría, particularmente en las relaciones con los demás, respetando
su integridad física y psíquica. Es necesario desarrollar y mantener la capacidad de aprender de los
otros, de añadir algo a la propia personalidad como resultado de cada experiencia humana, de la
propia interacción social, puesto que la vida del otro es tan preciosa como la propia. En este sentido,
estudiar y aprender, forman parte de todo proceso de crecimiento personal, y ayudan al hombre a
perfeccionar su alma y refinar su conducta, y esto puede hacer la diferencia.
11
12
Sabio judío del siglo II e.c.
Tratado de Principios 4:1.
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