34 TIEMPO DE OCIO Fernanda Montenegro, una sudamericana en ligas mayores La actriz brasileña, de 74 años de edad, estuvo en la pasada Muestra de cine mexicano e iberoamericano en Guadalajara, para promover su película Al otro lado de la calle, de Masco Bernstein. Juan Carrillo Armenta [email protected] A LA ALTURA DEL MUNDO Fernanda Montenegro estuvo en nuestra ciudad invitada por la XIX Muestra de cine mexicano e iberoamericano en Guadalajara, para promover su más reciente película, Al otro lado de la calle, de Marcos Bernstein. FRANCISCO QUIRARTE C uando dieron a conocer las nominaciones para el Óscar en 1999, las agencias de noticias comenzaron a difundir que una actriz brasileña estaba enlistada en el rubro de mejor actriz, hecho casi inédito para cualquier integrante de un elenco de un filme hablado en lengua no inglesa. Estación central, una película del director Walter Salles, tuvo dos nominaciones: mejor película extranjera (que perdió ante la sentimental La vida es bella) y mejor actriz, por Fernanda Montenegro (quien perdió ante la insufrible y fastidiosa Gwyneth Paltrow, en Shakespeare in love). Aunque Montenegro no ganó el Óscar, ya se había llevado las palmas y el Oso de plata a la mejor interpretación femenina en el mítico Festival de cine en Berlín, lo que demostró que los alemanes tienen mejor gusto en cuestiones actorales (y luego los norteamericanos se quejan de que los europeos ridiculizan las cintas hollywoodenses y sus premiaciones). También actuó en la película Estación central, del director Walter Salles Con un buen español, la considerada mejor actriz brasileña, de 74 años, 54 de ellos en la actuación, principalmente de teatro, señaló que de niña tuvo que leer mucho en español, porque “en mi generación no había libros sobre nada. Así que no había más opciones que leer en español o francés”. Aseguró que no le sorprende la calidad del cine brasileño, mexicano o argentino, ya que “estamos a la altura de cualquiera del mundo”. “Tenemos un lenguaje diferente, profundo, grande, fuerte. La principal diferencia es que nosotros somos más genuinos. No hay violencia de la clase dominadora, de poder, de colonización, sino que más bien refleja la posición de los dominados, de los aplastados”. —¿Cuál cree usted que sea la imagen que proyecta el cine brasileño? —La de un país violento. Un país sin ley. Pero las cosas en mi país son más complejas. Hay un nuevo gobierno, por lo tanto, una esperanza. Hay filmes brasileños que hablan del amor, de gente linda, pero estos no atraviesan la frontera. —El cine brasileño que nos llega es el de Ciudad de Dios, Carandiru, películas muy crudas. —Porque existe eso y debe hacerse ese tipo de películas, pero el cine es como un lente y debe abrirse a otro tipo de posibilidades. Al otro de la calle habla de otra clase de problemas. La paradoja que refleja es que la gente de clase alta, a pesar de no tener problemas económicos, padece serias crisis existenciales. “Se percibe que algo no va bien alrededor; algo no va bien internamente”. —El anciano que solo espera que llegue la muerte... —Así es. Con una pensión del gobierno que ya no le alcanza para vivir, sin comunicación, con una decadencia de la casa, la ropa. Y empieza un desaliento en la vida de esas personas que juegan a las cartas o como en el caso de la película, haciendo trabajos para la policía. Así que el filme habla de las necesidades materiales y existenciales de los adultos mayores. —¿Le sorprendió a usted la fama de Hollywood? —No debemos basar nuestras vidas en eso, porque la fama es un accidente. No me dejo picar por la mosca azul. —¿No le llegó tarde? —No, porque mi vida es bastante reconocida en Brasil. Yo podría contar mi vida no por la edad que tengo, sino por los 50 años que llevo en la actuación en teatro, televisión y cine.