Mi hij - Iskalti

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boletín
Número
“Mi hij@...
05
Ni víctima ni
víctimario”
Por: Mtro. Miguel Ángel de León Miranda
¿Recuerda aquella época alrededor de los años setenta, cuando el
Bullying o acoso entre iguales era conocido como el “agarrarse a
alguien de puerquito”?
En ese entonces, bromear y reírse de los compañeros o amigos era
una actividad hasta recreativa que tendía a ejercitar estrategias de
ataque y defensa que focalizaba los núcleos agresivos sobre alguien
que tenía la oportunidad de defenderse durante el día escolar, pero
que al salir del colegio, dejaba estas agresiones en la escuela.
Hoy día, este acoso puede continuar
en la casa, en el transcurso del
transporte al hogar, en el bolsillo del
niño o muchacho que lleva un celular.
Las redes sociales, el maravilloso
invento del Facebook y el chat, son
herramientas que muchos jóvenes están
usando para extender esa sensación
de poder sobre otros, que les ofrece
ventajas y hasta prestigio social, en
un marco muy teñido de un sadismo y
satisfacción de impulsos
agresivos narcisistas que
lleva a los muchachos a
vincularse como víctimas o
como victimarios.
En aquella época, no se contaba con la
sensación de poder que nuestros hijos
experimentan hoy día cuando en dos
segundos pueden estar comunicados al otro
lado del mundo a través del correo electrónico
o a través de los juegos de video, en los
que pueden jugar invariablemente con un
niño irlandés, japonés o argentino. En aquél
entonces, cuando una persona hacía un
trabajo en máquina de escribir, si había un
error al final de la hoja, se tenía que borrar con
corrector y dejar evidencia del mismo, o de
plano romper la hoja y volver a empezar.
Los medios de comunicación, no tenían la
tendencia amarillista a mostrar la crueldad que
hoy escuchamos y observamos niños y adultos;
y la gente en la calle procuraba el cuidado y
protección de los niños e hijos de otros sin
temor a que esto representara una represalia
por “meterte en lo que no le importa.”
Cuando se reflexiona al respecto, muchos se
preguntan, “¿qué está pasando… en dónde se
perdió el rumbo… qué de diferente tienen los
niños y jóvenes de hoy?”…
La respuesta es relativamente sencilla, aunque
en sus elementos muy complejos y va ligada
a los grandes avances de la humanidad y al
gran desconocimiento que se tiene sobre
los efectos psíquicos y emocionales que
estos cambios y avances tecnológicos están
teniendo en los mas jóvenes e inmaduros.
John Emerich Edward historiador y pensador
liberal católico británico, acuñó una famosa
frase que dicta: “Power tends to corrupt, and
absolute power corrupts absolutely”; frase
que significa:
“El poder tiende a corromper, pero el poder
absoluto corrompe absolutamente”.
[boletín]
Para muchos padres no es claro, pero es uno
de los errores más importantes en la formación
de nuestros jóvenes, está ligado a una
inhabilidad de parte de los adultos para saber
en qué momento y bajo qué circunstancias
puedo empezar a delegar el poder a un hijo.
Lo que está sucediendo en muchos hogares
mexicanos, es que estamos poniendo en las
manos de nuestra juventud sin supervisión
adecuada, herramientas de poder que
requieren de cierta madurez emocional, misma
que nuestros hijos aún no han alcanzado.
Metafóricamente hablando es como si le
dieras a tu hijo de 8 años, la llave de un
Ferrari para que lo conduzca a donde quiera,
cuando el niño o joven aún no ha alcanzado
la estatura mínima necesaria para que pueda
hacer funcionar oportuna y adecuadamente los
pedales de freno o aceleración.
El sistema económico, político y social bajo
el que nos regimos, nos empuja a priorizar
el tiempo para el trabajo y la obtención de
dinero para comprar bienes materiales, lo que
ha ido en detrimento de la calidad y cantidad
de tiempo que le dedicamos a la formación de
nuestros hijos.
“El poder tiende a
corromper, pero el poder
absoluto corrompe
absolutamente”
Muchos padres se excusan bajo la ridícula
premisa de: “yo le doy calidad de tiempo a
mis hijos más que cantidad”, y eso… ¡es una
payasada! La verdad es que la gente que
es exitosa en algo, es aquella que le dedica
calidad y cantidad de tiempo a su proyecto, y
desde el punto de vista de muchos humanos,
los hijos deberían ser el proyecto más
importante en la vida de una persona, por lo
tanto, deberíamos dedicarles calidad y cantidad
de tiempo para revertir esta tendencia violenta
y narcisista que observamos en ellos.
Pero este no es sólo un problema de los
padres, también lo es de las instituciones
educativas y de sus profesores, quienes en
muchos casos (no en todos), tampoco han
alcanzado la madurez emocional necesaria y
la comprensión de los fenómenos psíquicos
que se juegan en el ejercicio de su profesión e
idealmente de su vocación.
Si somos muy objetivos, en primera instancia
los padres, pero en segunda la escuela y el
maestro son las personas más privilegiadas
en la vida de otros, ya que se encuentran
en un lugar en el que pueden tener una
valiosa influencia sobre la vida de estos. Y si
somos más profundos aún, son las personas
que podrían motivar a niños y familias con
largas historias de sufrimiento y enfermedad
emocional a generar un cambio radical. El
problema, es que eso requiere de vocación,
amor a los semejantes, fortaleza interna,
manejo sano del poder, trabajo en equipo,
tolerancia a reconocer los errores propios,
capacidad de reparar oportunamente
y competencia emocional entre otras
cualidades que no se pueden construir en
poco tiempo. No obstante, cuando hay
interés y disposición estas competencias
son completamente adquiribles, el punto es
empezar ahora.
Eso, es lo que sucede si te comprometes a influir
un poco en ese niño o en ese joven que está
cerca de ti y que puede ser tu hij@, tu alumn@ o
tu vecin@.
Pensemos que los niños son patrimonio
de la humanidad, por lo tanto actuemos
congruentemente y empecemos a enseñarles a
no tolerar el maltrato, ni la victimización.
Dicen que el mejor momento para sembrar un
árbol fue hace 40 años, pero el segundo mejor
momento es hoy. No dejemos pasar un día
más, empecemos ¡hoy, hoy, hoy!, como dijo un
curioso y célebre personaje de nuestra cómica
clase política. El reto lo tenemos muy a la mano,
los materiales los tenemos dentro de nosotros y
pensémoslo de esta manera… si hoy tiráramos
2 líneas paralelas y las dejáramos correr a lo
largo del tiempo, que pasaría si en este día tú
o yo podemos mover una de esas dos líneas
un milímetro a la izquierda o a la derecha… Ese
milímetro hoy movamos, en 15 años haría una
diferencia de muchos metros.
Enseñémosle que ese cambio debe partir de
ellos, demos la herramienta para que sepan
frenar la violencia y que en 40 años nos miren
con respeto y agradecimiento.
Seamos adultos, seamos más maduros que
los jóvenes, hagamos el cambio con amor y
respeto y estoy seguro que eso nos llevará a
ser mejores personas y formar una juventud
mexicana mucho mejor.
* Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.
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