Estamos inmersos desde hace años en un proceso de continuos

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EDITORIAL
Estamos inmersos desde hace años en un proceso de continuos cambios en las
políticas educativas que parten con diferentes motivaciones. La calidad, el fracaso
escolar, la violencia en las aulas, la confluencia hacia el modelo europeo de
enseñanza, la poca relación entre lo que se estudia y lo que las empresas demandan,
son algunas de las razones que han justificado estas reformas.
Nuestra preocupación no debería ser precisamente la de que el alumnado consiga “los
mayores conocimientos técnicos en las materias”, o “que consiga al salir de San
Valero un trabajo o unas prácticas que le sirvan para estar contento o recomendar
nuestro centro”.
Lo que debe preocuparnos es saber si estos jóvenes, sobre todo estos, podrán ser
capaces de resistir ante el bombardeo consumista que invade el día a día, de
rebelarse contra la explotación y la injusticia, de ser capaces de sentir angustia ante
las situaciones de explotación, si les facilitaremos el acceso a los saberes que
permiten comprender el mundo para transformarlo en el sentido de la justicia y el
bienestar para todas las personas. Lo que como cristianos y desde nuestra identidad
consideramos hacer “trocitos” de Reino de Dios.
Aprender para cambiar el mundo. Comprender el mundo para transformarlo. Esta es
sin duda la función social que desde hace más de 50 años intentamos llevar a cabo
desde Fundación San Valero. Esta es la razón por la que hay que exigir una
enseñanza del más alto nivel educativo para todos y todas, sin que nadie quede
excluido. Esta es la razón y no otra, como centro diocesano, que debe movernos a
trabajar por seguir ofreciendo y ampliando nuestra oferta educativa.
Hoy y siempre se hace necesario como dice Julio Rogero, Pensar, hacer y sentir.
Decidir pensar y decidirse a pensar juntos. Se puede desaprender a pensar. Casi
todo hoy va en ese sentido. No hay nada más movilizador que el pensamiento. No
existe actividad más subversiva ni temida. De ahí la lucha insidiosa, y por eso más
eficaz, y más intensa en nuestra época, contra el pensamiento. Pensar es vivir y
generar vida nueva.
Decidir hacer es la única manera de empezar a transformar la realidad. El
compromiso debe ser algo planificado y que parte de la realidad que queramos
transformar. A los jóvenes de hoy en día nos cuesta descubrir que es posible la
transformación de las cosas. Nuestro centro puede ser un buen lugar para poder
animar y despertar, a partir de experiencias concretas, la necesidad de transformar lo
que nos rodea junto a otros y otras jóvenes.
Decidir sentir; “La revolución de los sentimientos”. En una sociedad en la que los
débiles son los que muestran sus sentimientos, es necesario que aquellos que somos
referencia, en algún momento, de nuestros jóvenes mostremos la necesidad de
expresar nuestros sentimientos y emociones.... para realmente humanizar nuestra
tarea.
Es por todo esto, que no debemos dejar de pensar y repensar en todo momento cual
es la finalidad que nos mueve a realizar nuestra tarea, sin olvidar lo que movió en su
día a otros y otras para comenzar una obra que esté al servicio de las personas y en
especial a aquellos que más necesidad tienen.
David Berrueco
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