C.IIIII - DOLTO

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DOLTO, F “Pediatría y Psicoanálisis”
SIGLO VEINTIUNO EDITORES S. A. 1996 – Madrid – 16º Edición
Etapa genital
Así, pues, según que la evolución anterior ala fase de latencia haya sido sana o no o que los
sentimientos de inferioridad hayan obstaculizado el alba de la pubertad, la liquidación de un núcleo
conflictivo residual o hecho regresar a la libido del sujeto a estadios anteriores- a la etapa fálica, se
asistirá a la eclosión de una sexualidad normal o perversa o a una neurosis más o menos
pronunciada.
La masturbación (terciaria) se acompaña ahora de fantasías que se dirigirán ahora hacia objetos
escogidos' fuera de la familia, a menudo nimbados de un valor excepcional que los hace todavía
prudencialmente inaccesibles y suscita un progreso cultural en el trabajo.
Con la aparición de la eyaculación en el muchacho y la del flujo menstrual y el desarrollo de los
pechos en la niña, la pubertad aportará los elementos que faltan para la comprensión del papel
recíproco del hombre y de la mujer en la concepción.
Les queda todavía la tarea de aprender a centrar su ternura y sus emociones sexuales en un mismo
ser, como en los tiempos de su infancia olvidada, y después la de detener su elección después de
haber desmitificado sus elecciones sucesivas y la de fijada para la seguridad vital de los hijos que
nacerán eventualmente de un encuentro concertado, interhumano, corporal, emocional y
genitalmente logrado.
Y si el niño, objeto de la catexis libidinal de este período final del desarrollo, no llega a ello, su
sustituto afectivo será la obra social común, porque la fecundidad es la característica de la
realización en este estadio. (1)
1. Dejaremos fuera del marco de este estudio el caso del celibato por vocación, común a tantas reglas religiosas y que,
en sus modalidades humanamente logradas, puede expresarse en lenguaje psicoanalítico como un éxito del sujeto en
la simbolización de su persona y de su fecundidad libidinal
La inteligencia. Aun cuando a menudo haya estrechas relaciones y una correspondencia manifiesta
entre el desarrollo afectivo y el nivel mental, la experiencia nos enseña que no siempre es así, A
fortiori, la apreciación numérica de un "nivel mental" no permite en manera alguna deducir que
estemos ante un medio de aprehender o de juzgar "la inteligencia".
Nos parece que las predisposiciones a la posibilidad de sublimaciones intelectuales (que es en lo
que justamente consiste el trabajo escolar e intelectual en general) dependen de elementos
preformados, constitucionales, poniendo aparte todas las reacciones afectivas inhibidoras. Pero
estas posibilidades de sublimación intelectual para ser utilizadas deben implicar un máximum de
adaptación corporal y emocional que permita y respete la expansión del sujeto, individuo
relativamente autónomo, lugar de integración de las leyes de su propia cohesión libidinal y de las
que aseguran la cohesión de la sociedad.
Cuando una neurosis se acompaña de un nivel mental inferior a lo normal, este hecho puede
deberse sea a una debilidad intelectual verdadera, sea a una inhibición brutal del derecho a la
libido oral, anal, uretral o fálica, en la época en que el hedonismo de estas zonas era la meta electiva de la actividad.
El interés intelectual se despierta, en efecto, en estos estadios sucesivos, por adhesión afectiva a
sustitutos del objeto sexual a medida que se van presentando frustraciones (orales, anales,
uretrales) impuestas por el educador y el mundo exterior. El interés intelectual que deriva de la
pulsión libidinal demanda que el sujeto tolere esta pulsión por lo menos el tiempo necesario para la
formación de los intereses sustitutivos y hasta que estos intereses aporten por ellos mismos
satisfacciones afectivas, además de la estima de los adultos. Sólo entonces el interés sexual
correspondiente podrá acabar de extinguirse por sí mismo, mediante una represión sin peligro; se
ha adquirido con ello la posibilidad de sublimación.
La hipertrofia de la "inteligencia" en relación al resto de la actividad psicofisiológica de un sujeto
nos parece que merece el nombre de “síntoma neurótico", es decir, de reacción a la angustia, al
sufrimiento. La inteligencia, débil, normal o superior, puede existir tanto en el neurótico como en el
sujeto afectivamente sano; pero, dadas unas posibilidades originalmente iguales de sublimación, el
sujeto sano dispone, en relación con el neurótico, de facultades intelectuales mejor adaptadas a la
realidad y más fecundas. Sus intereses son más numerosos, sin ser incoherentes, y apuntan a
resultados de eficacia objetiva para su medio social, al mismo tiempo que a su propia satisfacción y
a su enriquecimiento personal.
En tales sujetos la etapa fálica y la fase de latencia, así como el comienzo de la fase genital en la
pubertad, se caracterizan por el interés afectivo, la adhesión espontánea y sucesiva a todas las
actividades de las que puedan (en su medio) tener noción.
Con la madurez de la sexualidad genital el individuo sacrificará entonces deliberadamente (y
no reprimirá) aquellos intereses netamente incompatibles con la línea de vida que ha preferido. Y
esto, por lo demás, sin amargura residual alguna frente a los objetos a los que ha renunciado y que
verá elegidos por otros sin angustia.
Lo que acabamos de decir de la expansión de la inteligencia no es, por otra parte, más que una
aplicación particular de la consumación feliz del desarrollo libidinal genital caracterizado por la
"vocación", por el compromiso, la opción deliberada que, cuando es entera hasta en el inconsciente, se acompaña de una expansión psicofisiológica y de fijación libidinal en el modo llamado
oblativo al objeto de amor, a la obra, al niño.
El pensamiento en la etapa genital. Hemos visto cómo, al comienzo de la situación edípica, el
pensamiento participaba todavía del modo anal captativo triunfante o expulsivo triunfante,
coloreado de ambición. Sólo con la liquidación del complejo de Edipo puede el pensamiento
ponerse al servicio de la sexualidad llamada oblativa) es decir, la que rebasa la búsqueda de
satisfacciones narcisistas, sin negadas por otra parte.
En el estadio genital el pensamiento se caracteriza por el buen sentido, la prudencia y la objetividad
de la observación. Es el pensamiento racional.
La objetividad hacia la cual tenderá el individuo será la de apreciar toda cosa, todo afecto, todo ser
y a sí mismo, en su justo valor, es decir, por su valor intrínseco, sin perder de vista el valor relativo
en relación con los otros seres. El sujeto no se aproximará al máximo de esta objetividad total a
menos que, por una parte, haya liquidado en sí los conflictos neuróticos y, por la otra, no haya
conservado en su inconsciente, núcleos de fijación arcaica.
El pensamiento objetivo total, consciente, patrimonio del estadio genital acabado, parece por lo
demás incompatible con la introspección, tanto, aunque por otras razones, como el pensamiento
narcisista del estadio oral, que era preconsciente e incapaz de objetivación. El estadio genital
oblativo se caracteriza por la fijación libidinal al objeto, heterosexual, para una vida en pareja,
fecunda, y para la protección del hijo (o de su sustituto).
Esta fijación sexual genital puede, en el adulto maduro, ir hasta el abandono total, sincero, es decir,
hasta el inconsciente, de los instintos de su propia conservación, para asegurar la protección, la
conservación y la libre expansión de la vida física y psíquica (afectiva e intelectual) del hijo, del
fruto. Es una fijación oblativa a un objeto exterior al sujeto mismo, cuya supervivencia y logro le
importan más que los suyos propios. (2)
Con un modo de pensar total y constantemente al servicio de la libido genital ya no puede uno
tratar de concebir "se”.
Para poder formular tal pensamiento, es preciso un mínimum de interés por sí mismo (autoerótico)
intricado al interés objetal oblativo; no es, por consiguiente, una motivación del estadio genital. Las
tentativas de reflexión sobre este pensamiento rayan con lo inefable y salen del dominio del
pensamiento racional humano. La introspección depende, pues, siempre, aun en el estadio genital,
de un modo de pensar de modalidad anal y nunca es racional ni objetiva.
El modo de pensar totalmente oblativo es incontrolable para el sujeto, y esto es quizá lo que
acompaña a la conmoción total psicofisiológica del orgasmo genital en el coito con una pareja
sexual "amada", en el adulto que ha llegado, en el doble plano, consciente e inconscientemente, al
estadio genital oblativo. Pero lo propio del orgasmo sexual es precisamente expresar lo
inexpresable y aportar consigo emociones impensables, no controlables e incomunicables.
El modo genital oblativo del pensamiento puede todavía sufrir regresiones, una vez que ha sido
alcanzado, y los fracasos o errores en la elección del otro o las pruebas que sobrevienen a un niño o
a la obra creadoramente concebidos pueden inducir, por la angustia de castración siempre
asociada desde la edad edípica al valor narcisista ético del individuo, una regresión neurótica.
Pueden reaparecer modos de pensar y de reaccionar de los estadios anteriores. Son los casos de
neurosis traumáticas, cuyos síntomas traducen la derelicción objetal, que implica la pérdida del
gusto por vivir, la recaída en la situación emocional edípica crítica, transferida a objetos a los que
siente homólogos.
Pero hasta la vejez, las pulsiones estructuradas por el Edipo encuentran su ordenamiento creador
en la lucha, experimentada una y otra vez conflictivamente, articulada al Edipo. Con arreglo al
mismo modelo existencial que esta crisis resolutoria humana, las pulsiones libidinales y las
pulsiones de muerte se confrontarán por medio de huellas, que siguen siendo estructurantes, del
complejo de castración. Así como el dormir y sus sueños de deseo satisfecho sostienen, por el
ritmo necesario del reposo, la vitalidad consciente de un tercio de la vida humana, del mismo
modo, en el caso de una prueba más severa en la vida genital, experimentada en la realidad, la
regresión a la enfermedad servirá de compensación narcisista. La libido genital, en cuyas
realizaciones creadoras el fracaso ha hecho menoscabo, encuentra ahí un sustituto castrador que
hace las veces de padre, el dolor que lo orienta hacia un nuevo lanzamiento dinámico de su
persona, re confirmada en su destino, sin amargura residual como en los tiempos del complejo de
Edipo.
La alegría creadora signa el redescubrimiento de la libido genital nuevamente creadora.
2. Oblativo no debe entenderse como ideal virtuoso, sino como una manera de amar al otro, el ser amado, la obra o el
hijo, con un amor instintivo, protector, igual y a menudo superior en intensidad libidinal al instinto de conservación de
sí. Es el desplazamiento adulto del narcisismo a la descendencia.
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