Escultura religiosa del Oratorio del Museo del Romanticismo

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Pieza del trimestre
ENERO – MARZO 2014
Escultura religiosa del Oratorio
(Sala XIII)
Raquel Sigüenza Martín
Doctora en Historia del Arte y especialista en iconografía cristiana
1
ÍNDICE
….
1. Introducción
2. Escultura de pequeño formato: expresión popular del sentimiento religioso
3. Niño Jesús dormido: ficha técnica y análisis
4. Escultura de barro: no sólo bocetos
5. Descanso en la huida a Egipto: ficha técnica y análisis
6. Oración en el huerto de los Olivos: ficha técnica y análisis
7. Flagelación: ficha técnica y análisis
8. Bibliografía
2
1. INTRODUCCIÓN
....
P
ara esta ocasión, no se ha elegido una única pieza como objeto de estudio, sino un conjunto
formado por cuatro pequeñas esculturas, todas de asunto religioso, que se localizan en el
Oratorio del museo. Esta sala fue el oratorio del palacio edificado en 1779 por el sobrino de
Ventura Rodríguez, Manuel Martín Rodríguez, para el marqués de Matallana, edificio que hoy
ocupa el Museo Nacional del Romanticismo. Tres de las cuatro esculturas, fechadas a finales del siglo
XVIII, están realizadas en barro mientras que la cuarta, creada una centuria antes, está tallada en
madera, por lo que se estudiarán de manera independiente pero todas desde el punto de vista de la
religiosidad popular, pues las cuatro están imbuidas de esa sensibilidad más cercana al pueblo que tiene
como resultado, en este caso, unas pequeñas piezas de aire entrañable y delicado.
2. ESCULTURA DE PEQUEÑO FORMATO: EXPRESIÓN
POPULAR DEL SENTIMIENTO RELIGIOSO
....
D
esde la más remota antigüedad, la realidad se ha recreado de manera plástica y a tamaño
reducido como ofrenda votiva a los dioses. Al llegar a la época medieval nos encontramos
que, por un lado, los tesoros catedralicios acapararon deliciosas miniaturas trabajadas en los
materiales más caros y exquisitos -recordemos El caballito de oro, realizado en este metal, esmalte y
piedras preciosas hacia 1400 y conservado en la iglesia parroquial de Altötting, en Baviera- y, al mismo
tiempo, se desarrolla la creación de unos pequeños retablos en marfil adornados con escenas de la
Pasión de Cristo o la vida de la Virgen, destinados a oratorios particulares o capillas militares. Desde
entonces, algunos espacios se han revelado especialmente aptos para la pequeña escultura, como las
clausuras y las capillas y oratorios, junto con el ámbito privado del hogar. Para dichos lugares, mientras
que las capas favorecidas de la sociedad optaban por piezas de materiales nobles, como el marfil, la
población menos afortunada encontraba una solución económica en la madera o el barro, pero
normalmente y con independencia del estatus social del comitente, se trata, como decimos, de obras
de dimensiones reducidas, que incitan al recogimiento y parecen reflejar una cierta cercanía con la
divinidad.
De este modo, los artistas gustaron de utilizar, junto con la tradicional madera o el plomo, la cera
policromada o el barro, más fáciles de modelar y que, al complementarse con elementos tomados de la
realidad cotidiana, como ramas, flores, telas o vidrio, ofrecían a la imagen una sensación de inmediatez
y proximidad difícil de lograr con otros materiales y a tamaños mayores. Los resultados van desde las
creaciones más modestas, con una única figura, a los grupos formados por escenas diversas.
3
En consecuencia, además de otros ejemplos de este tipo de escultura, hasta nosotros han llegado
belenes napolitanos, con su proliferación de personajes y objetos, o escaparates con escenas religiosas
en cera, como la pareja de José Calleja en el monasterio de la Encarnación, que representa a san
Antonio de Padua y a santa Teresa de Jesús escribiendo en su celda, respectivamente; el atribuido a fray
Eugenio Gutiérrez de Torices, en el Museo Nacional de Artes Decorativas, con escenas de la vida de la
Virgen o el que, con la representación de la casa de Nazaret, se localiza en el Museo Nacional de
Escultura de Valladolid.
Anónimo
La casa de Nazaret
Cera modelada y policromada, tela encolada, madera, ca. 1655
Inv. 2843
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
El Concilio de Trento supuso una renovación en el modo de entender el arte, que se enfocó, a partir
de aquel momento, en conmover al fiel. Los asuntos hagiográficos gozaron de un nuevo impulso y las
representaciones de la Inmaculada Concepción se multiplicaron hasta convertirse, probablemente, en
la advocación mariana más repetida en España.
Así, junto a las representaciones más dramáticas -famosas son las tallas del Ecce Homo o la
Dolorosa creadas por Pedro de Mena-, algunos artistas, entre los que destacan José Risueño o Luisa
Roldán, La Roldana, buscan esa conexión con el espectador a través de pequeñas piezas de carácter
amable (con san José o la Virgen con el Niño, la Natividad de Jesús y otros episodios anteriores a la
Pasión) realizadas en barro policromado y destinadas a la devoción privada en hogares y conventos.
Lo pequeño, independientemente del material en el que esté realizado, provoca una sensación de
íntima cercanía y mueve a devoción, y si a eso se le une la elección de asuntos de carácter infantil, por
un lado, o pasionales, por otro, se alcanza un estado de perfecta comunión con el fiel en unas piezas
apreciadas por la mayoría de la población, tanto entonces como ahora.
4
3. NIÑO JESÚS DORMIDO: FICHA TÉCNICA Y ANÁLISIS
....
E
Anónimo, probablemente granadino
Niño Jesús dormido
Madera tallada, dorada y policromada, siglo XVII
Inv. 195
Sala XIII (Oratorio)
Museo del Romanticismo
s la única de las cuatro esculturas aquí estudiadas que ingresó en la colección del museo como
parte del legado testamentatario de Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer (1858-1942), II
marqués de la Vega-Inclán, noble dedicado a la carrera de las armas -de larga tradición en su
familia-, y gran promotor de las artes, que además de donar en vida un importante número
de pinturas destinadas a la creación de un Museo Romántico, en su testamento dejó al Estado español
como heredero absoluto de sus colecciones artísticas, que tendrían el mismo destino.
Tras su ingreso en la institución en 1943, en mayo de 1994 se acometió una limpieza de este Niño y
aunque en la actualidad se encuentra clavado a una arqueta de madera que posee el número de
inventario CE1032, en origen no tiene relación alguna con dicha pieza.
En cuanto al asunto iconográfico representado, hay que indicar que las imágenes aisladas del Niño
Jesús empiezan a desarrollarse a partir del Concilio de Trento y con especial intensidad desde
principios del XVII; y aunque, en estampa o tallados en bulto redondo, se hicieron para todos los
ámbitos y clases sociales, fue en los conventos femeninos donde encontraron el lugar perfecto para
multiplicarse y diversificar sus actitudes y vestimentas, pues frecuentemente las monjas les aderezaban
con los más diversos trajes, llegando a portar, incluso, amuletos tradicionales de protección infantil,
como las higas1.
1
VEGA, Jesusa, “Irracionalidad popular en el arte figurativo español del siglo XVIII”, Anales de literatura española, nº 10, 1994, pp.
237-273.
5
La candidez infantil conmueve al fiel y hace que su fe se afiance, por lo que muy pronto su figura se
plasma en diferentes posturas, dándose una especial inclinación a unir en ella los momentos más duros
de su vida de adulto, aún por venir, con la ternura e inocencia de los primeros años de su existencia.
Siguiendo las indicaciones de la Iglesia, los sufrimientos futuros de Cristo debían aludirse también en
las representaciones de su niñez, del mismo modo que en las imágenes de la Virgen Niña había de
presentarse alguna referencia a la maternidad que tendría lugar años después. Esta dualidad refleja la
búsqueda de paradojas y contrastes tan habitual en el arte barroco aunque, como afirma Carrasco
Terrizo, no se trata de un invento de aquella época, sino que ya desde san Pablo “el nacimiento de
Cristo, el desvalimiento de su infancia, es entendido como parte de la kénosis, del abajamiento de
Cristo a la condición de siervo. El contraste se entabla entre dos polos: mientras los hombres nacemos
para vivir; el Hijo de Dios, que ya existía desde la eternidad, nace para morir. Si lo patético de la Pasión
y muerte en la cruz resalta la humanidad del Salvador, la vinculación de estos temas con los temas
propios de la niñez e infancia refuerzan al máximo este argumento”2.
De esta manera, si en la pintura destaca el tipo de Niño Jesús pasionario en sus múltiples variantes, la
escultura lo utilizará, como mínimo, con la misma frecuencia: desde el que lleva la cruz a sus espaldas,
al dormido sobre el madero en el que morirá, pasando por aquellos otros que portan un cestito con las
tenazas, los clavos y el martillo empleados en la Crucifixión, o los que llevan la corona de espinas sobre
su cabeza o se pinchan un dedo con una de éstas al trenzar la aludida corona. Considerando que estos
niños dormidos sobre la cruz -herederos del Eros clásico dormido sobre la calavera, elemento este
último que también puede aparecer en las imágenes del pequeño Jesús- reflejan la unión entre la
premonición de la Pasión y la idea de su triunfo ante la muerte, Valdivieso los incluye dentro del tipo
iconográfico del Niño Jesús triunfante sobre la muerte3. Existe en el Museo de la Fundación Lázaro
Galdiano un ejemplar sevillano, también del XVII, sobre un colchón en el que se dispone la cruz,
mientras que el del Museo Nacional de Esctultura de Valladolid, en peltre, se tumba directamente
sobre ella, que debía de apoyar a su vez en una calavera, hoy desaparecida.
Taller de Juan Martínez Montañés
Niño Jesús dormido sobre cruz
Peltre y madera, 1601-1625
Inv. 740
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
2
CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, “Pintura barroca de la casa cuna de Ayamonte”, V jornadas de Historia de Ayamonte, Ayamonte,
Patronato Municipal de Cultura, 2001, pp. 11-44
<http://www.carrasco-terriza.com/ayamonte_pinturas_casacuna.htm#N_75_> [16/05/2013].
3
VALDIVIESO, Enrique, Vanidades y desengaños en la pintura española del Siglo de Oro, Madrid, Fundación de Apoyo a la Historia del
Arte Hispánico, 2002, p. 76.
6
La propia figura infantil resulta perfecta para una representación de pequeño tamaño y minuciosa
ejecución, características típicas del arte granadino, que gusta más de estas creaciones que de las de
naturaleza grandiosa y monumental.
En el caso que nos ocupa, el cuerpo dormido de Jesús se cubre parcialmente por un paño de color
azul y reposa en un colchón con su brazo derecho dispuesto sobre la almohada en la que también
descansa la cabeza, que mira directamente al espectador, mientras que su mano izquierda se apoya en
una calavera, alusiva a la redención del hombre a través de su propia muerte. Recordemos que, según
la tradición, Jesucristo murió en el mismo lugar donde fueron enterrados los restos de Adán, y en una
cruz cuya madera había salido del árbol crecido sobre dicha tumba pues, según los teólogos, una
semilla del árbol de la Ciencia se introdujo en la boca de Adán al darle sepultura4. Se cerraba así el ciclo
abierto con la caída del primer hombre, redimido gracias a la muerte del Salvador.
Si bien no aparece ninguna alusión directa a la cruz, la calavera es suficiente para entender el
mensaje, a un tiempo triunfal y de Pasión, que enlaza, a su vez, con ciertas vanitates en las que un niño
pequeño duerme apoyando su cabeza sobre una calavera o reflexiona frente a ella5.Y es que, como dice
Ángel Aroca Lara, “desde un punto de vista simbólico y por inspiración clásico-pagana, el sueño se
asimila a la muerte, la cual, en el caso de Cristo, es sinónimo de salvación”6.
Las palabras del padre Interián de Ayala son, quizá, la mejor conclusión, pues expresan
perfectamente el sentido de representaciones como ésta: “Resta ahora hablar de otras imágenes de la
Infancia y puericia de Jesu-Christo, que no tanto pertenecen á la historia quanto son objeto de piadosas
meditaciones. Tales son: el que le pintan durmiendo sobre la Cruz, poniéndole por almohada el cranio,
o calavera de un hombre: Que abiertas las manos está recibiendo la Cruz que le traen y ofrecen los
Angeles: que está llevando en sus manos y hombros los instrumentos de la Pasión; y otras de esta clase.
Cuyas imágenes ningún hombre prudente las llevará a mal; pues todas ellas, aunque no tengan
fundamento en algún hecho determinado; lo tienen, y no ligero, en que Christo Señor nuestro desde el
primer instante de su concepcion, aceptó espontaneamente la muerte, y acerbísima Pasión que le
impuso su Eterno Padre, viviendo siempre aparejado para ella, y pensando en ella muchas veces:
sabiendo muy bien, que con su muerte vencería a la misma muerte y al demonio”7.
4
RODRÍGUEZ PEINADO, Laura, “La Crucifixión”, Revista digital de Iconografía Medieval, vol. II, 4, 2010, pp. 29-40,
<http://pendientedemigracion.ucm.es/centros/cont/descargas/documento37881.pdf> [16/05/2013].
5
VALDIVIESO, Enrique, op. cit., p. 133.
6
AROCA LARA, Ángel, “Iconografía de la imagen exenta del Niño Jesús en la escultura barroca andaluza”, Boletín de la Real Academia
de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, nº 114, 1988, 43-66.
7
INTERIAN DE AYALA, Juan, El pintor christiano y erudito, ó tratado de los errores que suelen cometerse freqüentemente en pintar y esculpir las
Imágenes Sagradas, t. I, Madrid, Joachin Ibarra, 1782, pp. 250-251.
7
4. ESCULTURA DE BARRO: NO SÓLO BOCETOS
….
L
as tres piezas restantes, cada una con su correspondiente urna de vidrio, están realizadas en
barro modelado y policromado. El trabajo con este material, especialmente en lo que se
refiere a las piezas de pequeño tamaño, suele identificarse con los bocetos o modelos, que
sirven de prueba y paso previo para que el escultor lleve a cabo la obra definitiva. Sin
embargo, en este caso –y en muchos otros- se elige el barro de manera consciente y se busca a
propósito la pequeñez de la pieza terminada. Además, el artista, gracias al modelado, tiene una mayor
libertad de expresión de la que puede lograr con la talla.
En el ámbito sevillano, la escultura en barro cocido se da, a escala monumental y con una
consideración artística diferente a la de las obras que aquí se estudian, desde el siglo XV, con
Mercadante de Bretaña, Pedró Millán, o Miguel Perrin, entre otros. Siglos después, en el XVII, los
pequeños grupos creados por La Roldana o José Risueño, exaltan los aspectos femeninos o infantiles e
intensifican los matices narrativos, en imágenes sencillas pero de gran detallismo, cuyo influjo se
expandió por toda Andalucía y Levante durante el XVIII manteniéndose incluso en época
decimonónica. Los asuntos representados, además de los marianos o aquellos relativos a la infancia de
Cristo, tomarán también como motivo su Pasión.
Las tres piezas que se van a ver a continuación pertenecieron a la colección de Mariano Rodríguez
de Rivas, director del museo hasta 1942, al morir el marqués de la Vega-Inclán. Tras firmar un acta de
depósito el 15 de junio de 1951 por las diferentes piezas que en diversos momentos había ido dejando
en el museo, el 6 de abril de 1968, después de que Rodríguez de Rivas falleciera, la mayor parte de las
mismas fueron adquiridas por la institución a sus descendientes.
5. DESCANSO EN LA HUIDA A EGIPTO: FICHA TÉCNICA Y
ANÁLISIS
….
E
l episodio evangélico de la huida a Egipto es narrado únicamente por san Mateo (2:13-18). El
evangelista nos cuenta cómo Herodes, furioso tras haber sido engañado por los Magos -que
después de visitar al Niño Jesús, y advertidos por un ángel de que el monarca pretendía
asesinarle, evitaron encontrarse con el gobernante regresando a sus tierras por otro camino
diferente-, ordenó matar a todos los niños hasta los dos años de edad para acabar de ese modo con la
vida de Jesús. El texto refiere de manera escueta la aparición, en sueños, de un ángel a José,
indicándole al patriarca la urgencia de partir inmediatamente hacia Egipto junto a su mujer y su Hijo.
Ante la escasez de detalles, los apócrifos se recrearon en incluir una gran cantidad de sucesos que
supuestamente tuvieron lugar durante el viaje, en los que Jesús suele mostrar su esencia divina a través
de la ejecución de varios milagros.
8
Anónimo, posiblemente valenciano
Descanso en la huida a Egipto
Barro modelado, cocido y policromado con aplicaciones de metal y base de madera, finales
del siglo XVIII
Inv. 800
Sala XIII (Oratorio)
Museo del Romanticismo
Martínez Justicia destaca que el carácter narrativo de este asunto lo hace más apropiado para la
pintura, aunque señala ejemplos de la huida a Egipto en el arca santa de Oviedo, del siglo XI, o en el
sepulcro de don Gonzalo Ximénez de Cisneros, en Palencia, del XIII, si bien el momento concreto del
descanso no se generalizará hasta finales del XV, para desarrollarse con especial intensidad a partir del
Concilio de Trento8.
Hay que acudir al texto del Pseudo-Mateo (20:1-2) para encontrar la fuente de este pasaje. En él se
explica que, transcurridos tres días de cansado viaje, María le pidió a su esposo un descanso a la sombra
de una palmera que se encontraba en el camino. Una vez bajo ella y viendo las palmas cargadas de
dátiles, la Virgen expresó su apetito, pero José, aludiendo a la altura del árbol, que le imposibilitaba
acceder a sus frutos, se mostró más preocupado porque habían agotado todo el agua que llevaban
consigo. En ese punto intervino Jesús, dirigiéndose a la palmera para que inclinase su tronco y
permitiera saciar el hambre de su madre, como así sucedió. Después, y por indicación del Niño, el
árbol se irguió y removió con sus raíces la tierra, haciendo que brotara un manantial de agua existente
bajo sus pies9.
8
MARTÍNEZ JUSTICIA, María José, La vida de laVirgen en la escultura granadina, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1996, p.
180.
9
SANTOS OTERO, Aurelio de, Los evangelios apócrifos, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 19938, pp. 212-213.
9
La composición, como suele ocurrir en muchas de las escenas protagonizadas por la Sagrada Familia
-de hecho, de este modo fue titulado este grupo escultórico durante algún tiempo-, es piramidal. Así lo
hizo La Roldana en su deliciosa composición Los primeros pasos de Jesús del Museo de Guadalajara.
Luisa Roldán, La Roldana
Los primeros pasos de Jesús
Terracota, siglo XVIII
Inv. 9858
Museo de Guadalajara
En la obra que nos ocupa, la Virgen se dispone en el medio con el Niño apoyado sobre una roca en
el lado izquierdo del espectador y san José, con la vara florida, su principal símbolo parlante, cerrando
el lado derecho. Un muro detrás de las figuras les sirve de apoyo. No aparece la palmera, pero sí el
pollino que los trasladaba, pastando y situado detrás del santo, con lo que apenas es visible de frente,
aunque en realidad la vista desde la parte trasera nos revela que el animal sólo ha sido modelado desde
sus cuartos delanteros hasta la cabeza, faltando la parte inferior del cuerpo.
El carácter cotidiano del asunto elegido ofrece la posibilidad de hacer un guiño a la relación
paterno-filial, de manera que san José ofrece algo con su mano derecha a su Hijo, quien levanta los
brazos para cogerlo, mientras que la Virgen tiene, a su derecha, un anecdótico sombrero de paja y las
alforjas de la montura. Aún siendo una obra de carácter popular, el modelado presenta calidad y
realismo, como puede verse, por ejemplo, en las manos de José y su esposa –cuya diestra se apoya en
un gesto protector y al mismo tiempo elegante sobre el cuerpo del pequeño-, o en los pliegues que, sin
ser excesivamente complejos, dejan adivinar unas anatomías bien encajadas, así como en la cabeza del
jumento.
La policromía, de colores lisos y tonalidades pastel, ayuda a crear una atmósfera de dulzura y
delicadeza y los tres personajes, de rostros amables, aparecen nimbados, si bien podemos pensar que el
sencillo nimbo circular de san José no debe de ser el original, pues no tiene relación alguna con el
trabajo de las potencias que coronan al Niño -falta una de ellas-, que simbolizan las tres facultades del
alma (entendimiento, voluntad y memoria), o el halo de rayos de longitud desigual que lleva la Madre,
ambos característicos del siglo XVIII. Además, el naturalismo de la composición se ve acentuado por la
inclusión de unas hierbas secas en la zona donde se encuentra el animal pastando, unas flores de tela
rematando la vara de José y unas tiras, también de tela, conformando las sandalias del santo.
Son escasos los ejemplos escultóricos que plasman el Descanso y, junto con este del Museo Nacional
del Romanticismo, recogemos el de las Escuelas del Ave María, en Granada, realizado por José Risueño
en las primeras décadas del siglo XVIII.
10
6. ORACIÓN EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS: FICHA
TÉCNICA Y ANÁLISIS
….
Anónimo, posiblemente murciano
Oración en el huerto de los Olivos
Barro modelado, cocido y policromado con aplicaciones de tela,
terciopelo bordado y flores secas, pasta de vidrio, madera y base en madera
de caoba, finales siglo XVIII
Inv. 832
Sala XIII (Oratorio)
L
a Oración en el huerto de los Olivos, episodio posterior a la celebración de la Última Cena y
previo al prendimiento de Cristo, es uno de los momentos más representados como paso
procesional de Semana Santa, con ejemplos como el que hiciera Francisco Salzillo para la
cofradía de Nuestro Padre Jesús, hoy en el museo dedicado al escultor, o el de la cofradía
penitencial de la Vera Cruz de Valladolid, obra de Andrés de Solanes.
11
Francisco Salzillo
Oración en el Huerto
Madera tallada y policromada, 1754
Inv. PAS-PAS 003
Museo Salzillo, Murcia
En este caso, los tres evangelios sinópticos narran el suceso coincidiendo en lo esencial. Mateo
(26:36-46), Marcos (14:32-42) y Lucas (22:39-46) explican que, llegado Jesús junto a sus discípulos a
un huerto llamado Getsemaní, localizado en el valle del Cedrón (al pie del monte de los Olivos) se
separó de ellos, tomando a Pedro, Santiago y Juan para, dejándoles ligeramente atrás y postrándose en
el suelo, según los dos primeros evangelistas, o de rodillas, a decir de san Lucas10, comenzar a rezar,
pidiéndole al Señor que le librara de su inmediato suplicio y muerte. Sin embargo, al momento, Jesús
rectifica y acepta su destino reconociendo que es la voluntad de Dios Padre la que debe cumplirse. En
este instante de máxima tensión dramática, sólo Lucas alude al hecho de que su sudor caía al suelo
espeso, como si fuera sangre, así como a la aparición de un ángel que le reconfortó, igual que había
ocurrido con Elías a la sombra de un enebro, episodio considerado como prefiguración de este que
ahora se comenta11.
Una vez hubo acabado sus oraciones, Jesús volvió junto a los tres discípulos elegidos y, viendo que
se habían quedado dormidos, los despertó, instándoles a que orasen para evitar caer en la tentación.
Tradicionalmente se ha interpretado el sueño de cada uno de ellos en función de la correspondiente
etapa de la vida en la que se hallan, de manera que Juan reflejaría, con su juventud, el sueño profundo y
confiado; Santiago, por su madurez, aludiría a uno más tranquilo y el de edad más avanzada, Pedro,
ofrecería un sueño liviano, casi en duermevela12.
10
El padre Interián de Ayala interpreta que, probablemente, se postró en el suelo antes de iniciar la oración para, acto seguido,
arrodillarse y comenzar su plegaria. INTERIÁN DE AYALA, Juan, op. cit., p. 369.
11
1 Reyes, 19: Tras haber acabado con los profetas de Baal, Elías huye a Horeb amenazado por Jezabel. En el camino, se queda
dormido bajo una retama, abatido y después de haber pedido al Señor que acabe con su vida. Un ángel le despierta y reconforta,
dándole comida y bebida para que pueda llegar a su destino.
12
PARDO CANALIS, Enrique, Francisco Salzillo, Madrid, C.S.I.C., 1983, p. 30.
12
Según Marcos y Mateo, Cristo se alejó para orar en dos ocasiones más, encontrando en ambas que,
a su regreso, Pedro, Santiago y Juan habían vuelto a dormirse.
Finalmente, este momento concluye con la irrupción en el huerto de los soldados que, guiados por
el beso delator de Judas, prendieron a Cristo.
Aunque el arte ha plasmado este episodio, de origen oriental, desde el siglo VI -por ejemplo, en los
mosaicos de Rávena-, no se hará realmente popular hasta finales de la Edad Media. Los grupos
escultóricos se multiplicaron entonces hasta convertirse en uno de los asuntos favoritos en la escultura
del siglo XV, con una especial proliferación en el sur de Alemania y Alsacia13.
Por regla general, los artistas han tratado de representar en tres alturas a los personajes
protagonistas, con Jesús en el centro, arrodillado y en actitud orante, el ángel portando un cáliz en la
parte alta, aunque en ocasiones sobre él puede aparecer también alguna alusión a Dios Padre, y en la
parte inferior o bien detrás de Jesús -como en el fragmento de retablo castellano del segundo tercio
del XVI que, con este asunto, se encuentra en el museo de la Fundación Lázaro Galdiano-, los tres
apóstoles dormidos.
Anónimo
Oración en el Huerto
Madera tallada, policromada, dorada y estofada, segundo tercio siglo
XVI
Inv. 2571
Museo de la Fundación Lázaro Galdiano
13
RÉAU, Louis, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia-Nuevo Testamento, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996, p. 447.
13
No resulta extraño tampoco que pintores y escultores quisieran incluir alguna alusión a los
posteriores sucesos, representando a la turba que entra en la escena dispuesta a prender a Cristo. Así,
por ejemplo, lo hizo Alonso Berruguete en uno de los relieves que componían el retablo mayor del
monasterio de Nuestra Señora de la Mejorada, en Valladolid –el artista hubo de terminar el conjunto
completo después de la muerte de Vasco de la Zarza-, hoy custodiado en el Museo Nacional Colegio de
San Gregorio.
Alonso Berruguete y Vasco de la Zarza
Oración en el Huerto
(Retablo mayor del monasterio de la Mejorada)
Madera tallada, policromada, dorada y estofada, 1523-1526
Inv. 255/010
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
La obra que nos ocupa concentra la acción en los dos personajes fundamentales, que son Cristo y el
ángel. No aparecen los apóstoles ni los soldados, aumentando con ello el dramatismo de la escena. Esta
reducción de figuras, junto con el hecho de que sean de candelero, además, convierte al conjunto en
una pieza perfecta para una localización privada de precio más asequible, puesto que, lógicamente, las
esculturas de vestir solían ser más baratas. Sin embargo, los ojos son de pasta vítrea, algo que
incrementaba los precios porque se necesitaba una mayor pericia por parte del artista a la hora de
colocarlos.
En cualquier caso, resulta frecuente que este episodio iconográfico se recree mediante figuras de
candelero.
Jesús está arrodillado -Romero Coloma destaca que los judíos rezaban de pie y este cambio tendría
su origen en la agonía de Cristo14- y está vestido con un manto morado orlado con pasamanería dorada
y ceñido a la cintura mediante un cordón también dorado. Más que mostrarse orante, expresa con el
gesto de su rostro, y especialmente al dirigir su mirada hacia lo alto, ese momento de angustia vital que
ha llevado a denominar a esta escena Agonía en el huerto de los Olivos. Réau especifica que el término
14
ROMERO COLOMA, Aurelia María, “La iconografía del tema pasionista de la Oración de Cristo en el Huerto a través de Salzillo y
Juan Luis Vassallo: análisis comparativo”, Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, nº 78-79, 1999, pp. 167-176.
14
“agonía”, que significa “lucha” en griego, debe entenderse en un sentido moral y no como si se tratase
de una lucha física contra la muerte que está al llegar15. Podemos afirmar que se trata del momento
inmediatamente anterior al que plasma Salzillo en su obra, en la que Cristo se muestra abatido,
aceptando los designios divinos. Aquí, sin embargo, está en plena desazón ante la visión del futuro
inmediato que le espera. La posición que actualmente ofrecen sus manos aumenta esta sensación de
extremo desconsuelo, aunque no siempre ha sido así, puesto que el catálogo de la exposición La
escultura del Museo Romántico de Wifredo Rincón muestra una fotografía en la que los brazos de Cristo
caen a lo largo del cuerpo16.
Carrasco Terriza subraya que la teología cristiana ha encontrado en este episodio la mejor manera
de reflejar la dualidad de la naturaleza de Cristo, de modo que el miedo y la reticencia a aceptar su
destino muestra su humanidad y el posterior sometimiento al designio del Señor ofrece una clara señal
de la divinidad de Jesús17.
Ya en el siglo XIV, era común que muchos artistas plasmaran de forma plástica, como también
ocurre aquí, las palabras de Cristo “Señor, aparta de mí este cáliz”, a pesar de que sea una expresión
metafórica, haciendo que dicho cáliz se haya convertido en elemento constante que, o bien es llevado
por el ángel –como en el ejemplar del Museo del Romanticismo-, quien muchas veces porta también la
cruz, o bien se localiza sobre una roca18.
El ángel, que sólo aparece en el relato de san Lucas, va a ser coprotagonista de la escena desde el
gótico. En el análisis que Carrasco Terriza hace sobre el significado del cáliz en el mundo hebreo,
destaca que, según el Éxodo (24:6-8), la sangre de los animales sacrificados era recogida en copas para
verterla después sobre el altar y el pueblo, renovando de esta manera la alianza entre éste y Dios. Así,
este acto prefiguraba el sacrificio de Cristo, cuya sangre sería derramada igualmente para la salvación
de la humanidad19.
En cuanto a la ambientación, en este caso se reduce a unas ramas secas de olivo organizadas como si
de un verdadero árbol se tratase, de las cuales pende la figura angélica, vestida de blanco y ofreciendo
la copa, realizada en madera, con una mano. Un recurso escueto pero eficaz porque remite
directamente a la verdadera naturaleza y atrae la atención del espectador, conectando mejor con su
sensibilidad.
15
RÉAU, Louis, op. cit. p. 444.
RINCÓN, Wifredo, La escultura del Museo Romántico, Madrid, Asociación Amigos del Museo Romántico, 1994, p. 18.
17
CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, “Las primitivas imágenes de la Oración en el Huerto, de Huelva, obras de Joaquín Bilbao y
de Pérez Comendados”, Imagineros, creadores de devoción. Suplemento de Cruz y Oración, nº 1, 1998,
<http://www.carrascoterriza.com/oracion_del_huerto_huelva.htm> [16/05/2013].
18
Ibidem; RÉAU, Louis, op. cit., pp. 445-446 dice, en cambio, que la representación del cáliz apoyado sobre una roca se da desde el
XVI.
19
CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, op. cit., 1998. Este investigador indica que se trata del capítulo 26 del Éxodo, aunque en
realidad es el 24.
16
15
7. FLAGELACIÓN: FICHA TÉCNICA Y ANÁLISIS
….
Anónimo, posiblemente murciano
Flagelación
Barro modelado, cocido y policromado, finales del siglo
XVIII
Inv. 801
Sala XIII (Oratorio)
Museo del Romanticismo
Después de ser prendido en el Huerto de los Olivos, Jesús es llevado primero ante Caifás, el
pontífice, siendo condenado a muerte. A continuación, se le conduce ante Pilato quien, consciente de
que había sido entregado por envidia y sin ver en Él motivo alguno para que fuera castigado, intenta
salvarlo dando al pueblo la posibilidad de liberarle. No obstante, cuando pregunta si prefieren a Jesús o
a Barrabás, la muchedumbre pide a gritos la crucifixión del primero y la liberación de este último y
Pilatos, lavándose las manos, entrega a Cristo para que sea azotado.
El episodio es recogido por los cuatro evangelistas (Mt., 27:26; Mc., 15:15; Lc., 23:16 y Jn., 19:1),
si bien no se detienen en la narración, limitándose a mencionar la orden de Pilatos, hasta el punto de
que Lucas simplemente habla de un castigo, sin mayor especificación.
16
A pesar de la falta de detalles, hay varios elementos que se han instituido como fundamentales a la
hora de representar esta escena. En primer lugar, la columna a la que fue atado Jesús, que se ha
convertido en uno de los símbolos más característicos de su Pasión. Dos columnas se conservan como
reliquia de la flagelación, que han dado lugar a los dos tipos plasmados por los artistas. La primera, alta
y delgada, localizada en Jerusalén, fue la que se utilizó en el arte medieval, mientras que la de Santa
Práxedes de Roma, más baja y representada con forma abalaustrada o cilíndrica y de fuste liso, se
generalizó a partir de la Contrarreforma, siendo más adecuada para la nueva piedad barroca, pues
dejaba completamente expuesto el cuerpo de Cristo a los latigazos. Se evitaba, así, la alta, que de algún
modo le resguardaba
Además, y como curiosidad relativa a las reliquias de este momento, Réau20 comenta que hasta la
Revolución Francesa, la abadía de Saint Étienne de Bassac, en Saintogne, decía guardar la Santa
Ligadura con la que Cristo fue amarrado a la columna.
Junto a la figura de Jesús en pie aparecen los sayones encargados de aplicarle el castigo, de aspecto
caricaturesco y brutal y cuyo número puede ir desde uno solo, como en la talla atribuida a Francesco
Galleano que se localiza en el museo de Cádiz, hasta dos o tres.
Atribuido a Francesco Galleano
Flagelación de Cristo
Madera de ciprés tallada y policromada, ca. 1750
Inv. 20610
Museo de Cádiz
Incluso en ocasiones los artistas llegan a incluir algunos espectadores que observan la escena (en
Bizancio se ven a partir del siglo XI mientras que el arte italiano y francés los introducen desde el XIV)
u otros personajes complementarios que ayudan en la tortura. Es el caso del paso procesional realizado
por Antonio de Ribera y Francisco Díez de Tudanca, hoy en el Museo Nacional de Escultura de
Valladolid, en el que uno de ellos sujeta a Jesús, dos lo azotan y una cuarta figura que, por su actitud y
vestimenta, evidentemente dirige la operación, se localiza detrás de todos ellos.
20
RÉAU, Louis, op. cit., p. 470.
17
Francisco Díez de Tudanca y Antonio de Ribera
Paso del Azotamiento
Madera tallada y policromada, ca. 1650
Inv. A32 (conjunto)
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
También se pueden encontrar representaciones, como el relieve de finales del XVI que forma parte
del retablo lateral del muro derecho de la iglesia conventual de Santo Domingo el Real de Segovia, en
las que Pilatos aparece asomado a través de una ventana observando la escena.
Pero de la misma manera que se añaden personajes, se da, por un lado, la escena simplificada, en lo
que se ha llamado Cristo a la columna y, por otro, su unión con el arrepentimiento de san Pedro o con el
remordimiento de Judas21.
Respecto a los instrumentos de tortura, los artistas, especialmente los pintores, se han recreado en
los más horrendos que podían imaginarse: látigos, cadenas con puntas metálicas y otras cosas que el
padre Interián de Ayala critica, diciendo que en realidad debieron de ser, o bien correas de cuero, o
varas, lo que, a su parecer, era más probable. Sí le parece acertado que se plasme a Cristo herido y
sangrante, aunque tampoco considera correcto que dichas heridas aparezcan en el pecho y vientre22.
21
22
Ibidem, p. 473.
INTERIAN DE AYALA, Juan, op. cit., pp. 64-65 y 86.
18
En palabras de Camón Aznar, es un episodio especialmente querido y desarrollado por los artistas
españoles para recrear el dolor de la Pasión, siendo estos quienes mayor dramatismo le han
proporcionado, al centrarse en la expresión de los sayones23.
El pequeño barro del Museo del Romanticismo se hace eco de esta idea. Sobre una base rocosa,
presenta a Jesús con las manos cruzadas y atadas por delante de su cuerpo con una soga realizada con
un trozo auténtico de esparto y apoyadas sobre el capitel de la columna baja, que simula ser de mármol
y se dispone delante de él. La altura del fuste obliga a presentar el cuerpo de Cristo inclinado,
ofreciendo su espalda a los latigazos y en una posición que recuerda bastante, por la manera en la que
adelanta la pierna izquierda y flexiona la derecha, y la inclinación de su cabeza, al Cristo a la columna de
Gregorio Fernández destinado al paso procesional de la Flagelación para la cofradía penitencial de la
Santa Vera Cruz de Valladolid, aunque la disposición de las manos sea diferente.
Vestido únicamente con un paño de pureza en torno a su cintura y coronado por las tres potencias,
su rostro se muestra sufriente y resignado al mismo tiempo. El modelado de su anatomía es correcto y
preciso, con las correspondientes marcas producidas por los golpes en la espalda, destacadas sobre la
palidez de su piel. Tras él, dos flageladores en actitud de golpearle, ofrecen unos rostros deformados y
gesticulantes como resultado de su propia maldad, algo habitual en las representaciones de este
episodio y que sigue la idea de que un carácter retorcido se refleja también en la propia apariencia
física. En este caso, han perdido los látigos o varas con los que aplicaban el castigo y no se aprecia
diferencia alguna entre el tono de su piel y la de Cristo, algo que en otras ocasiones sí se produce para
expresar la mayor dignidad de Jesús mediante una palidez más acentuada.
***
Aunque las cuatro piezas aquí estudiadas no se crearon con la idea de que formaran un conjunto, los
asuntos en ellas representados así como los materiales empleados en las mismas, hacen que su
convivencia en un único espacio expositivo se entienda fácilmente y su significado llegue con rapidez al
espectador.
23
CAMÓN AZNAR, José, “La flagelación y coronación de espinas: Ecce-Homo”, La Pasión de Cristo en el arte español, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1949, pp. 30-31.
19
8. BIBLIOGRAFÍA
....
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V.V.A.A., La escala reducida, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, Diputación de Valladolid, 2008
Fotografías: Museo Nacional de Escultura de Valladolid, Museo de Cádiz, Fundación Lázaro Galdiano,
Museo de Cádiz, Museo de Guadalajara y Museo del Romanticismo
Coordinación: Mª. Jesús Cabrera Bravo
Diseño y maquetación: Mª. Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González
21
LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO
En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que
su propio autor explica los detalles más interesantes:
Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes
Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas
relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo
Este trimestre, dedicaremos el jueves 23 de enero a contaros el Oratorio del Museo, así como todas las
piezas de temática religiosa que lo integran, con la etiqueta #oratorioMR
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LA PIEZA DEL MES. CICLO 2014
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Primer trimestre: enero – marzo
Raquel Sigüenza Martín
ESCULTURA RELIGIOSA DEL ORATORIO
Segundo trimestre: abril – junio
Nuria Lázaro Milla
LA JOYERÍA MASCULINA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Tercer trimestre: julio - septiembre
Carmen Cabrejas Almena
EL BIOMBO Y OTROS JUEGOS ÓPTICOS DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Cuarto trimestre: octubre - diciembre
Carolina Miguel Arroyo
JUAN PRIM A CABALLO, ANTONIO Mª ESQUIVEL, 1844
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