MONTEVIDEO, UNA CIUDAD EDUCADORA José María Hernández Díaz Universidad de Salamanca [email protected] Tuve la oportunidad de visitar Uruguay hace algún tiempo, invitado por la Dra. Andrea Díaz Genis como conferenciante en el congreso internacional que se organizaba en la Universidad de la República sobre “Educación en el Uruguay”, con la participación de varios centenares de profesores, educadores, científicos de la educación, procedentes de varios países del entorno, además de Uruguay (sobre todo Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Paraguay). La estancia se amplió unos días más en Montevideo, para impartir un seminario específico en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Al lado de dos gigantes territoriales y demográficos como Brasil y Argentina, Uruguay parece un pais más pequeño de lo que es (176 mil kms2). En la actualidad no llega a los tres millones y medio de habitantes, la inmensa mayoría de ellos población de procedencia europea al 92%, con alguna población afro, y muy pocos individuos de origen indígena. Uruguay mira todos los días al Rio de la Plata, en sentido real y simbólico, si bien Montevideo intuye, necesita y rehuye al mismo tiempo la capacidad de atracción y rechazo que representa la gran urbe de Buenos Aires, a tan poca distancia, cruzando el Plata. Montevideo se nos presenta como una ciudad desconchada a veces, como Buenos Aires, aunque menos que ésta, pero con una vida social, cultural y artística muy sugerente. Por todos sus poros destila debate, lectura, sugerencias políticas, propuestas de diálogo, lugares de encuentro, de paseo, museos, librerías , salas de cine y teatro. La capital concentra más de la mitad de la población del país, pues con los núcleos de población de inmediata conexión, el gran Montevideo, nos encontramos en torno a los dos millones. A pesar de sus limitaciones urbanísticas, que las tiene, de algunos despropósitos de derrumbe y construcción en la zona centro, Montevideo es una ciudad ordenada, racionalista, organizada con criterio, con civilidad y equilibrio, con sensación de seguridad en la calle. El sistema de seguridad social del Uruguay evita encontrarse a cada paso con la pobreza manifiesta que se hace tan visible en otras ciudades de América, del Norte y del Sur. El hecho de que, por ejemplo, el acceso a todos los monumentos y museos sea gratuito induce al visitante a valorar más y mejor su organización social y cultural. Guarda todas las bazas de convertirse para nosotros en una ciudad para vivir y disfrutar con dignidad. Claro que son muchos los restos y efectos de etapas sombrías de su reciente historia (como la dictadura militar de 1973 a 1985), o la más reciente y creciente influencia del modelo anglosajón en algunas formas de consumo, urbanismo y relación social, o la pérdida de la identidad de un país afortunado y culto tal como se construye y aparece al mundo, sobre todo en el primer tercio del siglo XX. Pero persiste y está arraigado un estilo europeo de vida, dieta, restaurante, paseo, sociabilidad y convivencia, sin escapar de los efectos también visibles de modos de vida propios de la más alta burguesía o del turismo de élite. En algún sentido, y desde una hermenéutica a un tiempo económica, social y simbólica, también Montevideo viene a ser una versión particular de las influencias del flamante e muy influyente Centro Gallego (heredero de la emigración masiva de principios del siglo XX, con varios miles de asociados, ubicado en el corazón de la capital y con un prestigio imponente en la vida pública y los negocios uruguayos), y los efectos no menos sentidos de dos fenómenos sociales y culturales como son el impacto de los modos de vida de los ricos del mundo y América en torno a Punta del Este, y los persistentes cada día del año que vienen del otro lado del Mar de Plata, de Argentina. La escuela en la ciudad José Pedro Varela, Carlos Vaz Ferreira, José Batlle Ordóñez son tres nombres claves del periodismo, la política y la educación uruguaya en toda la etapa contemporánea. De ellos encontramos numerosos testimonios y menciones, en calles, edificios, plazas, nombres de ciudad en el Uruguay y Montevideo actuales. Son tres referentes de modernidad y cultura uruguaya. Batlle debe ser recordado sobre todo por la estabilidad política que logró dar a la emergente república uruguaya en el primer tercio del siglo XX. Vaz Ferreira, amigo personal e intelectual de Miguel de Unamuno, merece un reconocimiento por su peso filosófico y cultural, como escritor relevante y ensayista, por su desempeño en el rectorado de la universidad. José Pedro Varela es el buque insignia de la reforma educativa que pone a Uruguay en la avanzada pedagógica mundial desde 1876 en adelante, por sus escritos y convicciones personales, por la tarea político escolar que desempeña al frente de la Dirección General de Instrucción Pública de la República Oriental del Uruguay desde 1876 hasta su muerte en 1879. Este último es el autor de dos piezas insustituibles, clásicas de verdad en la cultura pedagógica de toda América: “La educación del pueblo” y “Legislación educativa”, que emergen desde una copiosa e influyente obra pedagógica de este escritor periodista y político. En muchas manifestaciones de la vida cotidiana de los uruguayos se viene a percibir esta experiencia educativa de larga duración emanada de tales insignes políticos y educadores. Se observa en la prensa, en los programas de la campaña política (tan activa y brillante una vez más, cuando nosotros visitamos el país y se encuentra en los primeros meses de tanteo entre los líderes de los partidos), en los anuncios, en la conversación con los profesores, en los problemas que preocupan al ciudadano y a los padres, en un sinfín de circunstancias que delatan ese vivo interés por la educación. Lo educativo es un asunto público que interesa y preocupa a todos, se muestra muy vivo y presente en el devenir cotidiano. Es envidiable el interés ciudadano por el debate y la conversación, por la visita a los museos (de acceso gratuito pleno y universal), porque son expresiones propias y no ajenas de la vida educativa , más allá de la escuela. Pero las escuelas de diferentes niveles antes de acceder a la universidad emergen en muchas partes de la ciudad, en ocasiones con una imagen de ausencia de mantenimiento externo evidente, acorde con la no buena atención socioprofesional y salarial a los profesores (como de forma lamentable sucede en casi toda América Latina), a pesar de observar en diferentes conversaciones el interés y buena formación de estos profesionales. Pondremos solamente un ejemplo entre tantos posibles respecto a esta presencia y visibilidad pedagógica en la ciudad . Es muy frecuente observar a maestros y maestras, con grupos de niños bien entrenados, con cuaderno de campo en la mano o en la mochila, visitando el mercado, grandes almacenes, rastrillos populares, el Museo del Gaucho, el Museo de Historia Nacional, el Museo Artesano, el panteón de Artigas, en la entrada al Parlamento, el Teatro Principal, comentando una exposición dedicada a los pueblos del mundo con pintores de primer nivel en la Plaza de la Independencia, calles y lugares de la ciudadela, en la catedral de Montevideo, en el museo cubista de García Torres (extraordinario pintor uruguayo diseñador de juguetes, defensor del universalismo artístico). En la calle se aprende, como buenos defensores de la escuela activa que desde hace más de un siglo diseñaron los pedagogos uruguayos, encabezados por el ya mencionado José Pedro Varela. El Museo Pedagógico de Montevideo El Museo Pedagógico José Pedro Varela de Montevideo, ubicado en la plaza Cagancha, es una de las instituciones pedagógicas más arraigadas en la capital y en el país. Se crea en 1889, en el contexto de la reforma escolar valeriana, siguiendo pautas muy semejantes a las de otros museos pedagógicos europeos, principalmente el de París (1879) y el de Madrid (1882). Desde su origen ha tenido la fortuna de permanecer en el mismo edificio, donde está hoy activo, y que fue construido expresamente ad hoc, para los fines educativos que se proponen. Es en el mundo uno de los museos pedagógicos de mayor continuidad y renombre. Después de mantener una breve entrevista con Cristina, la Directora de la Biblioteca Pedagógica (compartiendo un amable café de mañana), y la Directora del Museo Pedagógico, ambos organismos contiguos, pero en la actualidad independientes en lo administrativo, pasé una jornada deliciosa escarbando en los surtidos anaqueles de fondos pedagógicos bibliográficos , con envidiables colecciones de revistas de muchas de las publicadas en todo el mundo desde el último cuarto del XIX y todo el siglo XX. Luego, con detenimiento y placidez, disfruté de una serena visita a las diferentes salas del Museo Pedagógico de Montevideo, nutriéndome de objetos y sensaciones histórico educativas. Comencé con la sala dedicada a José Pedro Varela, padre de la exitosa reforma educativa uruguaya, quien fallece en 1879. Otros pedagogos del país también cuentan con sala, entre ellos el creador del Museo, Alberto Gómez Ruano. Es muy interesante recorrer todas ellas, con calma, observando los detalles y objetos, puesto que van destinadas a explicar al visitante las diferentes etapas del sistema escolar uruguayo desde la cultura material de la escuela: objetos, documentos, fotografías, aparatos, mobiliario, orden, iconografía, elementos de la vida cotidiana de la sociedad del momento y de la infancia de la época. Al final todavía fue más gratificante encontrar a la entrada del Museo Pedagógico a un grupo de unos 20 escolares, con su maestra, preparados para iniciar la visita a este centro pedagógico, cada uno con su cuaderno de campo, muy bien entrenados y organizados desde el aula. Era evidente que el Museo Pedagógico de Montevideo, que inicialmente se plantea como centro de formación de maestros, y lugar de documentación y recursos para la investigación pedagógica, desempeñaba a diario una tarea formativa y difusora con todo tipo de ciudadanos, y en particular con los niños en edad escolar. Nuestra íntima satisfacción por la persistencia y continuidad de esta centenaria institución pedagógica que, aun sufriendo sobresaltos, algún expolio (recordemos lo sucedido en la dictadura militar de los años 1970, según nos comentaba personal de la Biblioteca y del Museo), y bastantes dificultades económicas para sostenerse, ha sabido cumplir durante más de un siglo con la más que loable función formativa y pedagógica que sus creadores le asignaron. Desde luego, este Museo Pedagógico es un cualificado signo de distinción pedagógica para Montevideo y para la República del Uruguay. ¡Larga vida! La Universidad de la República La universidad nace en Uruguay en 1849, después de una etapa fundacional, que dará lugar a un periodo estable pero poco activo en organización y docencia. Pero a partir de 1908 se emprende una reforma profunda, impulsada por el propio presidente Batlle, que fomentará una auténtica modernización y avance en la institución. Hoy la sede central de la Universidad de la República se encuentra en el edificio modernista que se inaugura en 1909, en la calle 18 de julio, muy próxima al Parque Batlle y el Estadio Centenario, también cerca del Liceo Francés (creado en 1937) y de la Biblioteca Nacional del Uruguay (erigida en 1955, un poco estancada de fondos bibliográficos , nos pareció). En ese bello edificio, expresión de una etapa feliz para la economía, la cultura y la educación en Uruguay, de la que parte de responsabilidad tienen rectores de la talla de Vaz Ferreira (ejerció el cargo de 1928 a 1941), se ubican las facultades y estudios que se impartían hace un siglo. En la actualidad ese edificio conserva el paraninfo, servicios generales del Rectorado, otras instalaciones complementarias, y la Facultad de Derecho. Su diseño cabalga entre el modelo espacial centrípeto, de vieja universidad monástica (con varios patios interiores, casi siempre mirando hacia adentro), y otro modelo más racionalista que ofrece orgullosa cara y visibilidad externa, poder intelectual, racionalidad, e invita al diálogo de la ciencia con la ciudad, la vida y la sociedad. Otras facultades de la Universidad de la República del Uruguay que pudimos visitar fueron la de Veterinaria, instalada en su día (hace cien años) muy a las afueras, en edificio de época, elegante, pero a punto de ser abandonado por otro hoy mucho más funcional. Me resultó muy favorable y chocante en esta Facultad de Veterinaria, la pasión por la docencia universitaria que mostraba un gran grupo de profesores, jóvenes o no tanto. Desde luego no es tan frecuente toparse con esa ilusión por la docencia en otros espacios de educación superior de Europa y América. Más bien al contrario. Más rápida fue nuestra ojeada por la Facultad de Ciencias, ubicada en un moderno y funcional edificio de plantas, de dudoso gusto, pero en proximidad acompañada de una sección del Instituto Pasteur. La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación vive en el corazón de la ciudad, calle Magallanes, distrito de Cordón, en un antiguo edificio construido en los años 1920 que cobijó un colegio confesional de procedencia italiana, dedicado a la formación de las élites femeninas uruguayas. Con las limitaciones propias de la edificación del momento, denota saber y vitalidad pedagógica, a pesar de las débiles dotaciones económicas que todavía se dedican a los establecimientos docentes. Sin embargo, en su interior se percibe ambiente intelectual, ganas de trabajo docente e investigador en los departamentos, en los profesores. Una recomendación especial desde este establecimiento es la revista de filosofía e historia de la educación titulada “Fermentario”, en honor a uno de los escritos del prestigioso Vaz Ferreira. En todo el pais no existe otra universidad pública que ésta, si bien existen en ciernes algunas extensiones en el interior, a través de lo que desde 2007 se denomina “Universidad Nacional de Uruguay”. Y por parte de la iniciativa privada, desde hace ya algún tiempo , se incursiona y avanza en algunos campos de la economía y el derecho, ingeniería, la informática y la docencia, siguiendo el modelo mercantil implantado en todo el continente americano por los conocidos “amigos del Norte”: invertir poco y rentabilizar la creciente demanda de formación y educación superior, y el esfuerzo de muchos profesores no muy bien remunerados. Por cierto, el nivel medio de formación cultural y pedagógica de los profesores uruguayos de todos los niveles, tal como hemos apreciado, nos parece muy cualificado y favorable. La academia tiene altura científica y pedagógica más que respetable. No obstante, aún son muy visibles los efectos de la intervención militar (1973-1985) sobre la universidad uruguaya. Sigue cicatrizando heridas que supuran. Libros por doquier, teatro y tango en el Fun Fun La pasión de los uruguayos por el libro, la lectura, el diálogo, el debate literario y científico, la poesía y la literatura, la filosofía y el ensayo, era para nosotros conocida a distancia y por referencias, pero nunca hasta entonces habíamos tenido la oportunidad de comprenderlo in situ, de palparlo. No vale remitirse solamente al ambiente académico para entender el peso del libro en la sociedad uruguaya. Hay que pasear la ciudad, el casco antiguo y todo el ensanche de la misma, tal como alcanza a expandirse hasta mediados del siglo XX. En especial es digno de ser visto y contado el panorama cultural de la ciudad que se observa por ejemplo en la calle 18 de julio, una de las arterias clásicas. Allá todo es libro, librerías, decenas de ellas, muchas y excelentes (Librería Papacito, Librería Pucho, Librería América Latina, Librería Puro Verso, Plaza Libros, Ateneo de Montevideo, son algunos nombres entre decenas de ellas). Se encuentran libros de viejo y de nuevo, libros de todos los temas, campos y saberes. Desde luego están a la vista lo de literatura y poesía. Mario Benedetti allí, en su salsa, acabando de morir, presente por todas partes. Fue para mí un lujo, que además tocó mi fibra más íntima, poder tomar café en el mismo lugar, del Montevideo antiguo, en que durante años el gran poeta Benedetti se sentaba a diario para escribir, fumar, hablar, escribir, y a veces recitar de viva voz a su o sus acompañantes. Un placer intelectual muy difícil de describir fue el que sentí aquella mañana, fría también, pero bella. Sabor y estética de calle, pero de primer nivel. Como el teatro, los teatros, decenas de ellos, pequeños y recoletos, grandes y ambiciosos, de tipo experimental y temas sesudos, y de representaciones más próximas a la comedia. Todos caben en esta ciudad de cultura, y se mantienen porque son precisos, necesarios. Montevideo, su culta sociedad, vive y entiende de teatro, lo saborea y disfruta. Está acostumbrada a ir al teatro, con precios, eso sí, bastante más asequibles que en otras ciudades del mundo. El Carnaval de Montevideo es uno de los más sonados de toda América, con un arraigado poder de convocatoria popular, con charangas y competiciones de canciones corales, todo ello muy bien valorado y sentido por la población. Como en algunos lugares del mundo, los barrios a veces se organizan para acompañar, entrenar y aplaudir las actuaciones de su respectiva charanga. Tiene todo ello un impresionante papel cultural, de invitación a la participación, a la creación del sentido colectivo y solidario. Montevideo se convierte entonces en una especie de gran teatro en que la ciudad hierve gracia, música, pasión, sentido de barrio y grupo, música, canción, chispa y crítica. Es la escuela de la vida cotidiana, instalada en cada uno de los muchos rincones de representación de la ciudad, abiertos o cerrados. Como sucede con el valor educativo del tango, tal como pude comprobar y disfrutar en una inolvidable sesión de tango en el Fun-Fun. Claro que había escuchado tango en Buenos Aires, en la calle y en algún local, de tono elegante y cuyo nombre no recuerdo. Pero la sesión de tango popular en el Fun Fun, local muy popular al parecer, cerca del Teatro Principal de Montevideo y de la Plaza de la Independencia, fue para mí especial, penetrante, profunda, cargada de sentimiento en el acordeonista y los dos cantantes de tango, el y ella, con sendas voces poderosas, valientes, con raíces. Allí me contaron que el origen real del tango es de Montevideo, del puerto que dio origen a la ciudad, pero que luego trascendió a Buenos Aires. Opiniones que respeto. Fue desde luego una noche llena de intensidad sonora, de sentimiento, de compartir sabores también populares, de productos propios del picoteo uruguayo, que ahora mismo no podría describir con precisión. Piriápolis, con olor a racionalidad y universalismo En compañía de las profesoras Beatriz Medina (Universidad de la República) y Adriana Mattar (Universidad de San Carlos, en Brasil), conducidos por Marcelo, de la Facultad de Veterinaria, nos encaminamos por la costa, siempre mirando al Mar de Plata, dirección a Punta del Este. La primera parada era inevitable. Había que tomar café, en mañana fría, propia del invierno del sur, y había que hacerlo en un lugar especial. Se trataba de todo un símbolo de la historia social, turística y económica de la República del Uruguay, y de su pais vecino ( y con frecuencia nada fraterno), como es Argentina. Nos referimos al gran Hotel Argentino, que funciona desde 1930, época dorada aún de la economía uruguaya y argentina. Es desde luego un símbolo de la riqueza de la época, punto de atracción para el descanso de lujo de todo el Cono Sur, y de forma especial de la ciudad de Buenos Aires. La colección de fotografías de la época, documentos, iconografía y utensilios diversos que pueden observarse en paneles, cuadros, vitrinas, estanterías diseminados por las amplias galerías y del hall del Hotel Argentino habla por sí misma al visitante de la conexión directa, diaria y permanente, con la ciudad porteña por antonomasia, ubicada a la otra parte del Mar de Plata, a muy pocos kilómetros en línea recta. Ha sido durante décadas este hotel, y lo sigue siendo, el punto de descanso y encuentro de grandes familias capitalistas, comerciantes, ganaderas de Argentina, Uruguay, Brasil, y en menor medida de Paraguay y Chile, y otros países de Sudamérica. También es cierto que parece un lugar turístico algo venido a menos, sobre todo si lo comparamos con los atractivos, el glamour y la moda que representa la muy próxima y artificiosa ciudad conocida como Punta del Este, aunque ésta abarca mucho más que la ciudad en sí. Pero volviendo al flamante Hotel Argentino , nos parece un vivo ejemplo para la reflexión en torno a la historia del siglo XX en su área de influencia, su posición indudable en la economía y geopolítica de varios de estos paises, su emblemática posición durante años al ser reconocido como el hotel más lujoso y de primera linea de América del Sur. Es una lección de pedagogía y de historia viva sobre el siglo XX, visible en su arquitectura, jardines, detalles de interior, ornamentación, servicios de hostelería y atención a un cliente exquisito y pudiente, capaz de compensar el lujo y atenciones recibidos con jugosos pesos o dólares. Piriápolis es sin duda una ciudad muy especial. Y no porque sea muy antigua, porque no lo es, pues no llega ni a un siglo siquiera de su puesta en pie. Se encuentra en el departamento de Maldonado, a unos 90 kms de Montevideo, y antes de llegar a Punta del Este, lugar de encuentro para los ricos de todo el mundo, sobre todo de América del Sur. Una especie de Costa Azul, Marbella, o Ibiza de nuestros días, pero con pedigrí de los famosos y felices (para algunos) años veinte Francisco Piria, hombre de tortuosa biografía, que se enriquece en el floreciente Uruguay de las dos primeras décadas del siglo XX, era un emprendedor nato. Pasa por muy diferentes oficios, y finalmente se erige en constructor, capitalista en mil negocios, llegando a ser un gran potentado, de gran nivel, comparable al de grandes industriales y ganaderos porteños. Compra amplios terrenos cerca de Ciudad del Este , cerca de donde se construirá el flamante Hotel Argentino, y entre la segunda y tercera década del siglo XX crea ex novo esta nueva ciudad, Piriápolis, con su nombre, con el diseño racionalista que sus técnicos y arquitectos le ofrecen, con puerto propio en Rio de la Plata, cerca de Punta Fria, con un bello Cerro de San Antonio oteando el panorama. Y en proximidad su casa de recreo, y de negocios, y de tenidas masónicas. Todo el diseño arquitectónico, la organización interna, cantidad de detalles, la organización axial y geográfica, todo destella fraternidad masónica. Se conserva expresamente, en blanco y negro, organizada con buen criterio, la sala de reuniones, de tenidas, de encuentros de hermanos. Fue ocupada durante algún tiempo por un embajador turco, pero por fortuna ahora vuelve a ser restaurada con los criterios originales. La visita a este palacete-castillo-finca de recreo despierta reflexiones de universalidad, propuestas pedagógicas de cosmopolitismo, en muchos detalles, en muchos. Muy cerca de Montevideo, una ciudad floreciente cuando nace Pirlápolis. El fútbol en Uruguay, un valor educativo añadido Fue para los uruguayos aquel día uno de esos mojones negros que no se pueden olvidar en la historia patria, pues se trataba nada más y nada menos de un partido internacional de fútbol. Jugaban en el Estadio Centenario de Montevideo, junto al parque Batlle, al final de la avenida 18 de julio, dos históricas selecciones nacionales de fútbol , las de Uruguay y Brasil. Por todas partes se veía en la ciudad ambiente alegre y caldeado de la torcida brasileña y las peñas uruguayas, a pesar de la tibia y húmeda temperatura del incipiente invierno del hemisferio sur. Conviene recordar al efecto que Uruguay, dentro de sus dimensiones territoriales y demográficas, es una potencia histórica en lo que a fútbol se refiere. Ha sido en dos ocasiones campeón mundial de selecciones nacionales, es una cantera inagotable de grandes futbolistas (baste recordar dos mitos próximos a nosotros como son Francescoli o Forlán), tiene en la contienda internacional equipos de inexcusable referencia como el Peñarol de Montevideo (por no citar otros), conserva lugares de memoria universal para la historia del fútbol, como el ya citado Estadio Centenario, y no seguimos hablando del deporte nacional por excelencia, motivo de pasión colectiva como en pocos lugares del mundo. Pero para nosotros lo más llamativo, y sugerente desde el punto de vista educativo, es la raigambre popular y colectiva que ha alcanzado el fútbol en la sociedad uruguaya. Muchos barrios de la capital, y de otras ciudades del interior, ofrecen al visitante una imagen insólita de compromiso histórico con el fútbol, con la formación de niños y jóvenes a través de este deporte. Son muy abundantes las canchas en cualquier rincón del país, pero son muchas más las sociedades y clubes populares en que familias enteras, de todas las edades, viven solidaria y apasionadamente los colores de su equipo, de su club, de su barrio. Aquí no cabe duda alguna que cada uno de esos cientos y miles de clubes de fútbol desgranados por todo Uruguay, todos y cada uno de ellos, son mucho más que un club. Estos clubes populares son espacios de encuentro y sociabilidad de familias y generaciones, oportunidades permanentes para la educación y la formación a través de un deporte. Uno de estos equipos-club del Uruguay, visto desde dentro, y en su contexto ciudadano y de barrio, es una oportunidad para comprender la riqueza que encierra en sentido histórico y puro el fútbol, su dimensión deportiva más profunda. Es evidente, que trascendiendo lo que más tarde ha convertido a este bello deporte en un espectáculo de masas cargado de nubarrones económicos, mediáticos, ideológicos, y espacio de miles de frustraciones para jóvenes con falsas expectativas o necesidades infundadas. Pero lo atractivo de este valor educativo del deporte, del fútbol en concreto, tal como se vive hoy aún en el Uruguay, es el arraigo que ha alcanzando, los valores que defiende, el reconocimiento social recibido, que se muestra insustituible. Es que Uruguay, por razones que se explican desde el protagonismo mundial que alcanza en sus relaciones económicas, sociales y culturales en las décadas finales del siglo XIX, y sobre todo hasta la mitad del XX, mantiene un elevado nivel de vida, y se codea con los países más avanzados en todos los campos de las ciencias, los saberes, la cultura, el deporte. De ahí la temprana presencia, atractivo y el arraigo de que goza en la República del Uruguay un deporte de origen inglés, como el fútbol, que se convierte en un fenómeno social y educativo envidiable en un pequeño país de América del Sur, donde las tradiciones europeas son más fuertes incluso que en el viejo continente. Así se explica ese impacto social tan profundo del fútbol en Uruguay. Lo del fútbol en Argentina es, desde luego, otro capítulo aparte. Sólo resta mencionar que ese día, un triste sábado de junio, sucede en el Estadio Centenario lo que hasta entonces nunca había acaecido en ese mítico lugar de memoria colectiva de los uruguayos. La selección nacional de Brasil gana a la de Uruguay por un escandaloso resultado, a domicilio, y en Montevideo. Mejor no mencionar cifras de escarnio. Pero el desencanto y la tristeza colectiva de los uruguayos era tan notoria e imposible de mitigar como el desconsuelo que corría por doquier.