PROBLEMAS ESPECIFICOS DEL POSGRADO EN LAS DIVERSAS

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PROBLEMAS ESPECIFICOS DEL POSGRADO EN LAS DIVERSAS REGIONES DEL PAIS
Andrés Lira González
El Colegio de Michoacán
Cualquiera de los ocho temas y la mayor parte de los incisos, señalados en la convocatoria de este
Congreso, podrían considerarse, desde el punto de vista de una experiencia particular y consciente
de sus límites y posibilidades, problemas específicos del posgrado en las diversas regiones del
país.
Sin embargo, esa especificidad destaca en función del hecho más acusado: la ubicación del
centro en el que se realiza la experiencia. Esa ubicación implica ventajas y limites para la elección
de programas de posgrado, de profesores y de estudiantes, de recursos y medios de docencia e
investigación y, por ultimo, para evaluar y procurar la relación que la enseñanza y sus resultados
deben guardar con las actividades de otros centros académicos del país.
Tal es el orden que me propongo seguir en esta exposición, apelando, necesariamente, a la
experiencia que hemos logrado en El Colegio de Michoacán, en Zamora, a lo largo de mas de siete
años de trabajo, en cuatro programas de maestría que se implantaron a partir de 1979. El de
Antropología y el de Historia, en 1979, el de Estudios Rurales, en 1981 y el de Estudio de las
Tradiciones, en 1984. También me referiré a un proyecto de Doctorado en Ciencias Sociales que
hemos propuesto, hace ya más de un año, para su aprobación a las autoridades de Educación del
Estado de Michoacán.
Por supuesto, esa experiencia no será el límite de lo que voy a decir: tratare de sacar de ella
reflexiones susceptibles de una consideración mayor en su alcance y posible provecho; pero, de
cualquier manera, soy consciente de que toda reflexión debe partir de una experiencia, y la antes
aludida es la que tengo en mí haber por el momento. Consecuentemente, lo que aquí diga sobre el
posgrado se referirá a los problemas de maestrías en ciencias sociales y humanidades y al
proyecto del doctorado.
El lugar
Un centro de investigación y docencia ha de ubicarse allí donde haya los recursos necesarios para
atraer y asentar en forma permanente a profesores-investigadores y a estudiantes. De hecho, las
capitales de los Estados concentran ventajosamente esos recursos; hay en ellas una base material
de bienes y servicios de los que suelen carecer otras poblaciones; hay, además -y esto es
definitivo-, archivos y centros de documentación estatales, universidades y una vida cultural más
rica que la de otras poblaciones.
Pero hay también la inevitable saturación y competencia local y estatal. Quizás en ciertas
regiones del norte del país esto no sea tan grave, pero, ciertamente, en el centro y en otras áreas
si lo es.
La vida universitaria se ha venido realizando bajo los dictados de militancias políticas. Este
problema es insoslayable y se le debe considerar cuidadosamente, pues ante los movimientos de
protesta en los que el estudiantado es participe, son los centros de enseñanza los primeros que se
señalan como lugares de acción y, consecuentemente, de paralización de las actividades
sustanciales en los programas de investigación y docencia. El aislamiento en un corto espacio
compartido es imposible, no se concibe un centro docente al margen del activismo, de inmediato
se le pone el sambenito de “reaccionario” se le exige la suspensión de actividades y la
participación en la protesta.
Ante las presiones coincidentes, por necesidad, en las capitales de los Estados, hay que buscar
lugares con identidad y personalidad regionales suficientes para permitir la actividad constante.
Todo esto, claro, no significa el aislamiento respecto de la vida política de las entidades, pero si la
definición de un espacio diferente en el que se pueda disfrutar de un mínimo de recursos y de
tranquilidad.
Los recursos indispensables para arraigar a quienes se dedican a la investigación y a la
docencia, así como al alumnado, pueden encontrarse en ciudades más o menos alejadas de las
capitales. Pero no es ese el único criterio que debe guiar la elección; lo es también, y se presenta
como determinante para las ciencias sociales y las humanidades, el interés que la región misma
ofrezca como campo de estudio, tanto en si misma como en su comparación y relación con otras
regiones. En esto tiene el papel principal la imaginación y la prueba que en obras realizadas y
realizables ofrezcan quienes encabezan la empresa.
Pero dado ese supuesto -muchas veces desmentido, por desgracia, en experiencias que se han
iniciado con recursos y alardes financieros y formales-, está el de las bases materiales que hagan
posible el arraigo y la concentración local de estudiantes y profesores. La biblioteca con obras de
consulta generales y obras específicas para las actividades de los programas que aquí se
emprenden es un problema básico. Hay que integrarla paulatinamente, y en esta labor debe
concurrir la actividad de profesores y estudiantes, junto con la de bibliotecarios. Se puede
aprovechar la ayuda que ofrecen las entidades federales y estatales, por vía de subsidios y
donaciones de libros y conjuntos documentales. También la relación con otros centros académicos
que ofrecen intercambios, donaciones y orientación específicas. Pero éstas sólo son susceptibles
de aprovechamiento a partir de la iniciativa de quienes definen y procuran la satisfacción de las
necesidades de sus propios programas.
Programas y planes de estudio
En dos sentidos -aparentemente contradictorios, pero en realidad complementarios- tienen que
definirse los programas de estudios superiores y los planes de actividades para realizarlos. Por una
parte, los programas deben corresponder a las actividades que estén realizando los profesoresinvestigadores en el lugar, pues solo la vigencia de procesos de investigación arraigará a quienes
van a enseñar, y su experiencia, transformada día a día en ejemplo, se transmitirá al estudiante de
maestría o de doctorado, que es un investigador en formación. Por otra parte, hay que atender a la
amplitud de miras y a la completa información y formación que todo programa de docencia superior
tiene que proporcionar a quien busca un grado académico como respaldo a su vocación intelectual;
pues aun en la determinación de un programa especifico de investigación, que es por el que se
guía a quien se forma como investigador, tiene que hacerse consciente el ámbito mayor y
comprensivo en que se ubica una problemática concreta.
Lo ideal es proporcionar al estudiante el cuadro más amplio de posibilidades, tanto para el
planteamiento de problemas específicos, como para allegarle información y recursos comparativos
y generales en los que ha de definir sus intereses y temas de investigación. La capacidad y la
competencia de los profesores-investigadores que por razones de vocación y definición de temas
concretos de trabajo se arraigan en una región, se manifiestan desde un principio. Frente a esas
limitaciones queda siempre el recurso de colaboración de profesores de otros centros académicos,
que vengan a suplir las carencias de los residentes. Sobre esas bases se pueden esbozar
programas ambiciosos, “completos”, ideales, en una palabra.
Pero la experiencia es a veces bien frustrante. Se valora un programa de enseñanza, se ve el
cabal orden de las asignaturas y se acude con tiempo suficiente a contratar fuera a profesores de
prestigio; estos se comprometen a cumplir con un programa trimestral, semestral y, a veces, anual
-cuando, como es el caso, se les ofrece el puesto durante el disfrute de su alto sabático, de licencia
o de intercambio-. Hay éxito muchas veces (y éste se asegura, hay que decirlo, a medida que el
centro regional afirma su prestigio y ofrece mas posibilidades), pero también hay fracasos en estas
expectativas. Sucede que el profesor debidamente apalabrado y comprometido para un curso
semestral o trimestral, “avisa” un mes o quince días antes de la fecha en que debiera iniciarlo, que
no podrá asistir, que la institución donde trabaja tiene compromisos, o que va al extranjero en
importante y mas excitante misión, y que sólo ira a enseñar, para cumplir su compromiso, quince
días o un mes de “curso intensivo”, en el que, pese a lo corto del tiempo, “cubra todo el programa y
la bibliografía que había enviado cuando se comprometió”. Los estudiantes obtienen de estos
“intensivos” poco o ningún provecho.
Ante esta frustrante experiencia es preferible fijar programas a cargo de los profesores
residentes, diseñados con toda la amplitud que los recursos que efectivamente se tienen lo
permitan y sin perjuicio de complementarlos con los visitantes de más o menos tiempo. Sobre un
programa bien definido en sus posibilidades y alcances y, sobre todo, en los fines que se persiguen
(formar investigadores con experiencia a través de seminarios y de trabajos de campo y de
archivo), sí puede el responsable del mismo aprovechar la concurrencia temporal y oportuna de
visitantes de semanas y meses.
Un problema general, pero no menos específico en cualquier región de nuestro país, es el Ilenar
las lagunas de información y atender a deficiencias de formación que presentan los estudiantes.
Repetir cursos informativos, los de la licenciatura e incluso los del bachillerato en la maestría y
hasta en el doctorado, ha sido vicio y problema general de nuestros programas de posgrado en
México. Lo señalaba en los años cincuenta José Gaos y lo señalan en nuestras universidades
profesores conscientes. Ese vicio obedece a otro, al gran problema de la deficiente preparación de
muchos estudiantes de posgrado a quienes, a destiempo, se les trata de "capacitar" para que sigan
adelante en la escala académica.
La solución no esta ahí, esta en la elección de los candidatos y de esta hablaremos más
adelante. Pero, como quiera que sea, hay casos de personas verdaderamente con vocación
bastante bien formadas y más que medianamente informadas en materias que se requieren para
un buen posgrado. No es el caso rechazarlas, pero sí, si dan muestras de vocación y de ventajas
suficientes para la investigación, hay que acudir con los medios posibles a llenar las lagunas de
información y a satisfacer las deficiencias de formación en el transcurso de seminarios. En estos
estimulando su iniciativa y buena disposición, se les pueden sugerir lecturas y experiencias
necesarias para solucionar esos problemas. El estudiante verdaderamente motivado -y la vocación
supone conciencia de límites objetivos frente a la amplitud de propósitos personales- responde a
eras iniciativas. Estas se dan precisamente en seminarios, no en cursos y en currícula
enciclopédicos, necesariamente repetitivos.
Desde luego, la realización de programas docentes que aproveche la vocación y la capacidad
efectiva de los estudiantes requiere de la suficiencia del cuerpo docente, tanto por el número como
por la calidad y variedad de puntos de vista que ofrezcan los profesores, así como por la
formalidad con la que estos puntos de vista puedan materializarse en cursos y seminarios. Los
programas, decía antes, deben orientarse efectivamente en planes de trabajo que recojan la
competencia de los profesores, supuesto que es la experiencia en la investigación la que se
trasmite como formadora de investigadores. En un centro regional de ciencias sociales y
humanidades, la orientación regional y el compromiso con investigaciones determinadas es
evidente; pero tal orientación especial y espacial sólo es valida científicamente, como conciencia
de un ámbito mayor en el que se define, precisamente, lo regional. La teoría del conocimiento de
las distintas investigaciones debe estar presente; la referencia a problemas generales deber ser
una constante. Pero eso si, cuidando la vigencia de lo que efectivamente se hace y puede hacerse
y evitando que el llamado marco teórico-metodológico supla y destierre la investigación -como
sucede, por desgracia, en muchos programas-. Este es el punto clave de los programas.
El profesorado. Arraigo, número y laborales
La concurrencia y permanencia de los profesores-investigadores en una región determinada
dependen del interés efectivo que ésta presente como objeto de investigación, destacarla como tal
es obra de ellos mismos, claro; pero la imaginación se despierta con imágenes, con el ejemplo
efectivo de quien realiza la investigación y enseña a hacerla. En un país centralista, toda empresa
académica de nota requiere de un liderazgo intelectual, si ha de realizarse fuera de los escenarios
centrales donde concurren medios económicos y prestigios académicos.
Hay experiencias que señalan los fracasos debidos a la falta del liderazgo intelectual en
distintas regiones. Más de un centro de investigación y docencia superiores se ha establecido en
lugares apartados de la capital, pocos han quedado pese a haberse iniciado con presupuestos y
situaciones aparentemente muy ventajosas. Personalidades connotadas figuraban en sus nóminas
y en informes y proyectos de actividades, pero no estaban en el lugar; eran asesores de ese centro
y de más de una dependencia; su tiempo transcurría en la capital y allí estaban sus relaciones,
residencia y ocasiones de ocio y trabajo, y así han hecho más currículum que obra.
La residencia efectiva en lugar es la piedra de toque para programas de estudio regionales.
Esto pesa, pues en un país centralista, como es el nuestro, se considera una capitis diminutio
mínima el salir de la capital de la Republica a las capitales de los Estados, y una capitis diminutio
máxima el radicarse en ciudades -no capitales- de provincia.
El arraigo en las ciudades no capitales depende de la efectividad de los programas de
investigación ligados principal, aunque no necesaria y únicamente, a la región. En los puntos fuera
de las grandes ciudades -que aíslan con mayor o menor eficacia de entornos inmediatos-, se hace
más evidente la necesidad de una referencia a problemas generales que usualmente no se
conciben como tales. Quizá explique lo que quiero decir con un ejemplo: para saber lo que pasa
acudimos a la prensa y a la televisión; estos nutren el comentario diario y muchas veces la
“documentación” de los investigadores. Viajando y viviendo en provincia se da uno cuenta de que
hay muchas cosas que están pasando y que pasan sin que lleguen a ser noticias. Entonces, la
inquietud se aviva y empieza no sólo a preocuparse por el presente, sino por muchas
investigaciones que se han hecho en función de la llamada información periódica y noticiosa.
Íntimamente hay un sobrecogimiento, estamos acostumbrados a que lo que pasa se nota, se
vuelve noticia, y en ésta, mal que bien, está lo que nos pasa. Pero no hay tal, y para un hombre de
libros, como lo es el intelectual, quedar fuera del universo que se refleja en imágenes -en televisión
o en textos- de noticia dentro de su propio país se antoja como la más incontrolable situación.
Pero bien visto, esto no es exclusivo de las regiones provinciales, lo es de todas partes, solo
que en la provincia es más frecuente la ausencia de menciones en la prensa y en las imágenes de
supuestos “sistemas nacionales de comunicación”. Hay ya la conseja de que lo que no pasa en el
D.F. no pasa en el país y en ninguna parte.
Esa ausencia en los medios noticiosos es estimulo para el compromiso con los problemas
regionales que se investigan y para el arraigo en el lugar de los hechos. Pero la posibilidad de
arraigar especialistas en la investigación y la docencia, es decir, personas hechas por y para el
mundo de las letras, depende en buena medida de la posibilidad de compartir experiencias, y ésta,
a su vez, de un número de profesores investigadores que inquieran en un medio y -convivan en él.
A este respecto no diré cifra alguna, las cifras, por objetivas que parezcan, son, a la hora de
materializarlas, tan subjetivas como los colores, sonidos y sabores en materia de gusto.
La residencia, que implica el compromiso con el trabajo continuo, requiere de la comunicación
con residentes y visitantes. En esto último la provincia parece estar en seria desventaja con la
capital y con las capitales. Sin embargo, la experiencia por la que he pasado en más de cuatro
años desmiente esa apariencia. Recuerdo que cuando a principios de 1981 anuncie al doctor
Woodrow Borah mi decisión de irme con mi familia a Zamora, me advirtió: “hágalo como prueba un
año. Regresará pronto a México. Allá en Zamora echará de menos muchas cosas (y en esto no se
equivocaba), sobre todo una (en ésta si se equivoco): el trato con profesores, principalmente con
los extranjeros, pues éstos sólo Ilegan a la capital y es aqui donde puede tratar con ellos.”
Pues bien, la realidad ha sido que alla he visto a mas visitantes y por mas tiempo, en
condiciones mas favorables para el trato personal y académico. Ya sea en congresos, seminarios
abiertos a los que se les ha invitado, ya en el trato ordinario y en medio de una vida familiar más
tranquila, y no sólo en los escenarios de conferencias y mesas redondas o cursillos, como ocurre
en una ciudad tan problemática como nuestra capital.
El investigador que se apersona en un centro regional va a lo que va y a vivir, por más o menos
tiempo, en la región. Hace del centro académico su lugar de residencia y del trato con quienes
están allí su ocupación principal. Por ello, quizá el problema para los residentes sea la
imposibilidad de separar el trabajo de la vida cotidiana lo que, bien visto, es una ventaja -salvo en
los momentos críticos de urgencias de trabajos que se tienen que entregar.
Cierto es que la base de esa continuidad es la adaptación al medio. La integración a la vida
local es relativamente fácil para los jóvenes solteros que van a lo suyo, o bien para los matrimonios
sin hijos o con hijos en la primera edad escolar, pues los niños se adaptan y se familiarizan pronto
con el ambiente. Un adolescente desarraigado de sus lugares y amistades presenta, a mas de sus
propios problemas, situaciones bien dolorosas para los padres que lo han Ilevado allá.
En todo caso, lo ideal para los matrimonios es que marido y mujer se integren a las actividades
del centro. Así suele ocurrir entre los profesores, pues marido y mujer son, por lo general, gente
que procede de la vida académica y en ella han iniciado y continuado su experiencia y relación
intima.
La vinculación a la sociedad local no ha sido, en nuestra experiencia, el problema mayor. Hay,
por lo general, buena disposición de esa sociedad para aceptar a un pequeño grupo de gente que
habla poco, y que cuando lo hace mucho es porque lo anuncia como conferencia o como otra
actividad cultural. Después de todo, en provincia hay un público urbano dispuesto a escuchar, leer
y discutir lecturas. Muchos profesionistas -con o sin titulo universitario- están deseosos de la
Ilamada vida cultural que se manifiesta en conferencias, charlas, cine clubs, etc., y también por
disfrutar de una biblioteca pública aparte de la municipal.
Con todo, a veces los profesores se sienten aislados, echan de menos librerías, lugares de
consumo, calles anchas y museos. Les da, dicen, el pueblazo. Pero este pasa y lo ven muy
tolerable cuando regresan de la capital y luego de unas horas en el periférico. Si se valoran las
ventajas de tiempo y espacio serenos en la provincia, y esto va siendo un factor definitivo de
arraigo en ella, complementario del interés por el estudio de la región.
Alumnado: número, procedencia, interés y arraigo
Un cuerpo de profesores dedicado a la investigación y a la docencia difícilmente puede acoger a
un gran número de estudiantes. Integrarlos a los programas requiere de selección de personas que
se adaptan a un ritmo de actividades precisas. Todo esto supone los recursos para hacer la
selección y para Ilevar a cabo los programas.
La selección se hace sobre la evidencia de antecedentes académicos: el titulo de licenciatura,
buen promedio y, sobre todo, pruebas de vocación y de capacidad. Estas se declaran por el
propósito, los planes que el estudiante presenta para la elaboración de un estudio propio, por
trabajos que ha elaborado en la licenciatura, tanto los de clase como el de tesis.
La tesis dice mucho del estudiante y del medio del que procede. En ella se perciben aciertos,
pero también lagunas y faltas de informaci6n y de formación, al igual que firmeza de propósitos.
Además, y esto es frecuente, las dificultades que los estudiantes han tenido que enfrentar en sus
universidades. Muchas veces hay estudiantes que ya han terminado su tesis y que no han recibido
la atención de sus directores; otros la tienen aprobada por su director, pero los trámites para el
examen profesional se hacen imposibles por ausencia de responsables, por huelgas y otras
causas no imputables al estudiante. Esto hace que se les considere y admita condicionalmente,
hecho que dificulta la obtención de becas para que vivan en la región plenamente dedicados a los
estudios de maestría.
En efecto, dos condiciones deben coincidir en el estudiante que llega a residir en un centro
regional, para dedicarse plenamente a los cursos y seminarios de la maestría y a la investigación
que ha de sustentar su tesis de maestro, deben ser vocados y becados.
Las becas que otorga el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología se sujetan al cumplimiento
de una serie de requisitos, entre los cuales el buen promedio de calificaciones y la posesión del
titulo de licenciatura son los más obvios. El atraso en los trámites del examen profesional implica el
condicionamiento y el atraso de la beca. El estudiante que ha sido admitido en algún centro de
estudios y al que se le ha concedido condicionalmente la beca de CONACyT Ilega con la
esperanza de que en uno o dos meses podrá satisfacer el requisito del examen de licenciatura,
pero los tramites se alargan, consume los ahorros que Ilevaba y tiene que sobrevivir allí; además,
tiene que gastar en viajes para hacer los tramites y pasar por muchas situaciones bien ingratas,
que a veces se reflejan en sus compañeros y profesores. La situación es, como se puede
comprender, desfavorable al estudio. Con todo, y esto hay que decirlo, los más han superado esa
etapa.
La adaptación del estudiante al medio depende, principalmente, de su compromiso y dedicación
al programa de estudios. La experiencia acredita que solo el residente dedicado de tiempo
completo a los estudios acaba integrándose. Los que han argüido residencia cercana al lugar, y en
virtud de esa evidencia se les ha aceptado por considerar que tendrán tiempo y posibilidades para
dedicarse al estudio, acaban en un conflicto entre la vida ordinaria fuera del centro de estudios y el
ritmo de actividades que estos suponen. Por ello hay que insistir en la concurrencia de vocación y
beca o medios económicos suficientes para dedicarse plenamente a los estudios y a la elaboración
de la tesis.
El periodo de cursos y seminarios es de dos años. En estos se elaboran trabajos que ayudan a
definir y precisar el tema de tesis, a completar la información básica y a resolver, en la medida de
lo posible, (lo cual es relativamente fácil cuando hay vocación) las deficiencias de formación. El
seminario de tesis, que en los casos de quienes definen su tema antes comienza prácticamente
con los cursos y seminarios ordinarios, se inicia formalmente al cumplirse estos y se prolonga por
tres años más, que son los del plazo concedido para presentarla a los lectores.
Un número no menor de seis y no mayor de quince estudiantes por generación es el ideal para
lograr la variedad de opiniones y el intercambio fértil de puntos de vista. Un ritmo de generaciones
o promociones sujeto al inicio y conclusión de los seminarios y cursos generales de cada
programa, es decir, cada dos años, es el que debe seguirse. Esto permite concentrar la atención
del cuerpo de profesores en cada promoción, sin perjuicio de los seminarios de tesis y asesorías
personales que se da a cada uno de los egresados en la elaboración de las tesis.
La procedencia de los estudiantes es muy variada. Esto asegura el intercambio de experiencias.
De la capital de la República han llegado muchos y han mostrado ciertas ventajas en cuanto a la
familiaridad con fuentes bibliográficas (señal de las carencias de las bibliotecas y librerías en la
provincia), aunque esto no es exclusivo. Pero la aportación de las provincias es cada día más
importante en su número. Por decir algo, en la Ultima promoción llegaron nueve estudiantes de
Mérida, Yucatán (antes habían llegado tres), los más de ellos bien preparados y autores de
artículos y hasta de libros. Han manifestado su interés por el estudio de la región centro occidental
del país y han manifestado puntos de vista comparativos muy sugestivos.
Ese interés por la región en la que hacen los cursos y seminarios también la han manifestado
los que proceden de otras regiones. En esto, claro, esta el convencimiento que impone la
posibilidad del trabajo de campo y de archivos locales; pero también el atractivo que la región
misma les impuso y les hizo tomar la decisión de llegar hasta el lugar, no solo para hacer cursos,
sino para estudiarla. Hay también, por supuesto, quienes eligen sus lugares de procedencia para
hacer de algún aspecto tema de estudio. Pero, en todo caso, la experiencia ganada en su
residencia, durante los estudios formales, asegura una visión integradora en el ámbito nacional de
los estudios regionales.
Problemas para aprovechar la vivencia y los estudios en la región
Todo lo dicho se ofrece como ventaja y buen logro en la experiencia de los estudiantes. Pero hay
limitaciones que pueden desvirtuar las mejores intenciones. Una de ellas es el costo elevado, cada
día mayor de las prácticas de campo y de exploración de archivos y de fondos documentales de la
localidad. El costo extra del transporte y de la residencia en la capital del Estado (donde se
concentran los principales acervos), o en distintas poblaciones de la región que suscitan el interés,
es inaccesible para los estudiantes que solo cuentan con su beca. Por su parte, la limitación y la
rigidez de los presupuestos impide disponer de sumas, así sean mínimas, para solventar esos
gastos. De esa forma, para profesores y estudiantes es realmente frustrante el tener que
abstenerse de estudiar lo que es claro y factible como interés intelectual.
En alguna medida este problema ha venido a solucionarse con el apoyo a las maestrías
otorgado por CONACyT. Algún transporte, copia de documentos y salidas al campo se ha hecho
posible, pero el ritmo constante de estas actividades sigue siendo, hoy por hoy, imposible.
Por otra parte, esta el límite a la actualización y manejo de la información. Ahora, en plena
época de la computación, son muchas las posibilidades que quedan fuera del alcance de un centro
regional cuando no se cuenta con el equipo y los servicios de materiales y mantenimiento que este
requiere. Algo hemos avanzado con la ayuda de CONACyT, pero las posibilidades anunciadas en
programas de computación siguen aún muy lejos de nuestro alcance.
El problema es mas grave desde el punto de vista de un centro regional, pues muchas de las
deficiencias y desventajas que impone la distancia con respecto a los lugares en que se acumulan
los acervos documentales se pueden solucionar con el equipo de computación. Además, este
equipo permite, si hay las condiciones, aprovechar programas que se realizan en otros centros y
relacionar puntos de vista e información en torno a problemas comunes. Pienso, cuando señalo
esto último, en estudios sobre la migración por ejemplo. El centro-occidente de México es un lugar
de migrantes a Estados Unidos; la vida de las poblaciones rurales y urbanas no puede
comprenderse y explicarse sin tomar en cuenta ese movimiento. Un centro de estudios como. El
Colegio de la Frontera Norte de México podría enriquecerse y enriquecer lo que acá se hace si se
contara con medios de computación equiparables y susceptibles de una programación uniforme.
Doctorado en ciencias sociales
Cómo último grado en la escala académica, el doctorado supone, más que en la maestría, la
idoneidad del candidato manifiesta en la madurez intelectual que ha de demostrarse en la
elaboración de una obra original.
Acoger gente verdaderamente vocada implica, a más de la consideración de los antecedentes
(propiamente académicos (los títulos de licenciatura y de maestría, constancias y calificaciones,
etc.) la evidencia de un propósito de investigación definido en el plan de una obra posible. Sobre
esa base hemos ideado el programa de doctorado en ciencias sociales.
Se pretende acoger a estudiosos de diversas ramas, con buenos antecedentes y obra
realizada. Son no pocas las personas que tienen esas cualidades y proyectos bien definidos de
investigación, pero no pueden capitalizarlos académicamente en el último grado, debido a la
lejanía de los centros de estudio y a la complicación que estos imponen al exigir requisitos y
prerrequisitos, cursos y mas cursos, que nada aportan a la experiencia intelectual.
Nuestro programa, supuesta la idoneidad del candidato, se basa en la labor de asesoría. Para
juzgar de esa idoneidad se exige al solicitante, que, a más de las constancias académicas
presente un proyecto de investigación. De aquellas y de este juzgará un comité de cinco
profesores. Admitido el candidato se le nombrará, con su consentimiento, un asesor con el que
discurrirá su plan de trabajo constante en un seminario de tesis; paralelamente, durante dos años,
de acuerdo con el asesor, discurrirá y realizará cuatro seminarios semestrales complementarios
para proveerse de información o de medios metodológicos y teóricos pertinentes a su labor de
investigación.
La verdad es que este plan no ha salido de una idea o proyecto abstracto, sino de la evidencia
que ofrecen personas bien preparadas y deseosas de capitalizar académicamente una vocación y
una preparación intelectual manifiesta en las regiones y en estudios regionales.
Confiamos en que el programa, ya sometido a las autoridades de Educación Pública del Estado
de Michoacán, que ha autorizado nuestros planes de maestría, sea aprobado y poder acoger a los
candidatos que han sustentado la esperanza de buenos resultados.
La administración
Atraer profesores y estudiantes a un centro regional significa, a más de programas académicos
idóneos, una buena base administrativa. Desde luego, la mas adecuada a los fines de la institución
es la que dirigen los propios académicos y estos, conscientes de los fines sustantivos, aligeran
tramites y obvian dificultades en lo que está a su alcance. Pero hay situaciones que rebasan sus
posibilidades. Una de ellas es el constante retraso en la autorización y pago de las partidas. Esto
obliga muchas veces a hacer ahorros y esfuerzos administrativos bien ingratos.
En una época de escasez, eso resulta comprensible. Pero lo que no es lógico es que, su
pretexto de una simplificación y mejor control administrativo, se multipliquen las formas y
requisitorias de información para el control de recursos y de avance de los proyectos de
investigación y de docencia. Diseñados por administradores, más que por académicos, los
formatos piden, muchas veces, porcentajes e información difícil o imposible de obtenerse en una
labor continua como es la intelectual. Esto implica distracciones y esfuerzos en verdad agotadores;
sobre todo, porque a provincia llegan con retraso las requisitorias y, muchas de éstas, señalan que
la liberación de tal o cual partida dependerá de la oportuna entrega, en tal fecha, del formato
debidamente llenado y autorizado en la oficina correspondiente. La forma llega casi siempre unos
días antes de la fecha señalada, si no es que en la fecha misma.
Cierto es que un telefonazo es suficiente para lograr, en vistas al retraso del envío por correo y
al del correo mismo, un plazo mayor y que la actitud de las autoridades suele ser comprensiva;
pero eso no evita el desgaste en estos esfuerzos. La verdad es que la descentralización sigue
organizándose, de cabo a rabo, desde el centro.
La relación general de los programas de posgrado
La información sobre centros de investigación y docencia superiores es, sin duda, una condición
para atender a los problemas del posgrado. Los estudios realizados en los últimos años por el
Comité Mexicano de Ciencias Sociales en colaboración con la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales son bastante completos.
Pero quizá resulte mejor la relación directa de centros regionales con temas afines y
complementarios. Ya se ha hablado de las posibilidades que ofrecen centros como El Colegio de la
Frontera Norte de México y El Colegio de Michoacán en el estudio de los movimientos migratorios;
pero hay muchas posibilidades inexploradas por falta de relación entre los profesores de distintos
centros. La relación intelectual fértil se logra solo sobre la marcha del trabajo mismo. Urge conocer
y ponderar los diversos programas particulares y creo que un foro como el que hoy se nos ofrece
aqui en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la capital, debiera trasladarse para
sucesivas reuniones a otros lugares.
Seria ésta una forma que complementaria, con buenos ejemplos, los propósitos de
conocimiento general y particular de los problemas de posgrado en todo el país.
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