ENSAYO LOS TRASTORNOS PSICOSOMÁTICOS PSYCHOSOMATIC DISORDERS PABLO ORGAZ BARNIER Hospital de Basurto Dirección de contacto: Dirección: Hospital de Basurto Avda. de Montevideo, 18, 48013-Bilbao Mail: [email protected] RESUMEN Este articulo trata de relexionar sobre los trastornos psicosomáticos. Para ello se realiza una revisión histórica, donde se incluyen algunas de las aportaciones más relevantes del psicoanálisis. Se valora la posible relación con los trastornos funcionales. Finalmente, se plantea que el futuro de esta entidad se verá condicionada por las controversias aparecidas en torno a la ibromialgia y por los nuevos criterios diagnósticos con los que el DSM 5 la deine. PALABRAS CLAVE: psicosomático, somatización, somatomorfo, ibromialgia, síndrome funcional ASMR -Vol 14, Nº 3 (2014) ABSTRACT he purpose of this article is to make a relection about psychosomatic disorders. With this aim, we do a historical review, which include some of the most relevant contribution of psychoanalysis. he possible relation with functional disorders is valued. Finally, we propose that the future of this entity will be conditioned by the controversy appeared about ibromyalgia and new diagnostic criteria that deines the DSM 5. KEY WORDS: psychosomatic, ibromyalgia, functional syndrome somatization, somatoform, Pag. 10 Al aproximarnos a los trastornos psicosomáticos nos encontramos con grandes diicultades para deinir un modelo explicativo sistematizado. Este hecho se ha relacionado con: 1) La disparidad de modelos que explican su etiopatogenia desde marcos teóricos distintos. 2) La variabilidad de la cínica, evolución y pronóstico de las distintas presentaciones asociadas a la somatización y 3) La comorbilidad o superposición con síndromes funcionales de otras especialidades médicas. (Caballero, 2008) Además, los términos de los que disponemos son poco iables, ya que “somatización”, “trastorno por somatización”, “psicosomático” o “somatomorfo” han sido utilizados con sentidos distintos y con frecuencia se solapan. Vamos a empezar por tratar de deinirlos: En general se entiende por somatización la expresión física de un conlicto o malestar psicológico. Este fenómeno forma parte de la experiencia cotidiana de cualquier persona (notamos rigidez cervical tras una reunión tensa, o malestar en el estómago si tenemos que dar una mala noticia...). Se ha observado que la población general con un síntoma inexplicado la última semana está entre el 70-80% (Kellner, 1986) y la población en atención primaria con síntomas sin una causa orgánica demostrable, entre el 25-33% (Barsky 1997) (Escobar, 1989) El término trastorno de somatización se reserva a las situaciones en las que el fenómeno de la somatización anteriormente descrito tiene un carácter patológico, o genera una discapacidad grave en la vida del paciente. Psicosomático hace referencia a la relación existente entre cuerpo y mente, y en parte se solapa con el anterior. Tal vez la diferencia más relevante es que psicosomático no necesariamente implica causalidad. El término somatomorfo es una entidad construida en gran parte por necesidad de los sistemas clasiicatorios. Nace con el DSM III, para incluir a todos los síntomas físicos no explicables por enfermedades. Sin embargo, al incluir trastornos no necesariamente asociados a la somatización, como la dismorfofobia (relacionada con la psicosis y los trastornos obsesivos-compulsivos graves) o la hipocondría (donde no necesariamente hay un síntoma físico) parece más bien englobar todos aquellos trastornos en los que, dentro de la salud mental, lo corporal es relevante (American Psychiatric Association, 1994) Además, en el DSM IV, otros grupos de síntomas que tradicionalmente se han relacionado con el mismo fenómeno de la conversión (recordemos la asociación clásica entre trauma, somatización y disociación) (Rodríguez Vega, 2005) están fuera del capítulo de los trastornos somatomorfos, y han sido incluidos en capítulos distintos: El estrés postraumático está en el capítulo de la ansiedad y la disociación tiene su propio capitulo junto a personalidad múltiple o a la despersonalización. De esta forma “somatomorfo” ha terminado por vaciarse de contenido explicativo. Revisión histórica El trastorno por somatización es conocido desde la antigüedad. Hipócrates en el siglo IV a.c lo llamó histeria por atribuir a la matriz un papel relevante en su desarrollo. Sydenham en el siglo XVII, lo incluye en los trastornos neurológicos, aunque observa su relación con trastornos psicológicos y sucesos traumáticos y habla de “penas previas”. ASMR -Vol 14, Nº 3 (2014) Briquet a mediados del siglo XIX describe el síndrome, que llevará su nombre, de forma muy aproximada a los pacientes que vemos en la práctica clínica en la actualidad (Sadock, 2007) (mujeres de mediana edad, con múltiples dolores y otros síntomas inespecíicos, que tienden a la cronicidad, con gran diicultad para describirlos y un importante un componente emocional asociado) La aparición y desarrollo de las teorías psicoanalíticas, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y el XX, produce profundas transformaciones sobre la forma de entender la somatización y lo psicosomático. Tal vez su aportación más importante sea el establecimiento de una relación causal entre conlicto psíquico y expresión somática. Charcot deiende el origen funcional y no orgánico de las histerias; piensa que las parálisis y otros síntomas son de causa psicológica y da una connotación sexual a las crisis histéricas. Trata de mostrar, con el uso de la hipnosis, que la enfermedad está producida por un choque traumático del que el sujeto no tiene conciencia. Janet crea la noción de disociación a partir de las características de la hipnosis y de la histeria. Reivindica el carácter singular de cada caso clínico y cree en una psicología experimental y de laboratorio, inspirada en el positivismo. La disociación es un mecanismo de defensa por el que una parte de la experiencia vivida no está integrada en la conciencia personal. Janet atribuye a la sexualidad un papel relevante en la mayor parte de las neurosis, sin resolver si es causa o consecuencia, porque rechaza toda generalización. Reconoce la importancia del trauma sexual en numerosos casos de histeria, sin concluir que sea causa única. Se opone a Freud en un sentido metodológico y considera la libido y otros conceptos freudianos pura especulación. Freud comparte en un principio con Charcot y Janet la noción de trauma psíquico de origen sexual como causa de la histeria. Introduce, para explicar la formación de los síntomas histéricos, la noción de un mecanismo de conversión. La conversión presenta una vertiente corporal ya que en el proceso de represión, una representación queda separada de la energía libidinal y se transforma en inervación somática. Esta vertiente somática es inseparable de la simbólica: los síntomas, como los sueños, tienen un sentido, pero deformado por los mecanismos de condensación y desplazamiento. Para Freud, en la histeria de conversión, que lo que une el síntoma con su signiicación es una relación simbólica. El abandono de la teoría del trauma y la elaboración de la teoría del deseo en la histeria supondrá un avance importante en su teoría del inconsciente (Lagache, 1971) Desde una perspectiva lacaniana, cabe diferenciar el fenómeno psicosomático y el síntoma psicosomático. Para entender esta distinción, hay que recordar que para el psicoanálisis organismo y cuerpo no son lo mismo (como no lo son el territorio y el mapa). El organismo es el conjunto material de órganos y tejidos del que estamos hechos, mientras que el cuerpo es la representación mental que tenemos de nuestro organismo, que se construye a través del lenguaje. Cuando existe una alteración previa a la construcción conceptual del cuerpo a través del lenguaje (en el territorio) hablamos de fenómeno psicosomático y de goce. El cuadro se nos presenta como describe Briquet; los síntomas están sin signiicar, cuesta describirlos, no tienen relación con un Pag. 11 discurso ordenado; no hay metáforas posibles, ni una clara relación temporal con experiencias externas... (Lacan, 2001) (aquí se encontrarían el trastorno de somatización, el trastorno somatomorfo indiferenciado y el trastorno por dolor, según el DSM IV-TR) Cuando existe una representación mental del cuerpo, hablamos de síntoma psicosomático. En este caso existe una relación con un suceso traumático o estresante; y si tenemos conianza en el síntoma, podemos a través de metáforas y metonimias acceder a su comprensión y tratamiento con la palabra (fenómenos que encontramos en el trastorno conversivo) Por último, a partir de los años treinta del siglo pasado, se ha desarrollado enormemente la medicina psicosomática. Su origen suele situarse en Chicago, cuando algunos médicos internistas, que se habían psicoanalizado (Dumbar, Alexander), trabajaron en todos aquellos trastornos en los que la personalidad y las emociones jugaban un papel relevante en la aparición, exacerbación, evolución o vivencia de los síntomas y enfermedades (en realidad, en todos). A la larga sus trabajos dan lugar a la medicina psicosomática, no necesariamente dinámica. Síndromes funcionales Aunque más limitado que los trastornos por somatización, la ibromialgia también tiene su recorrido histórico. En la primera mitad del siglo XX se hablaba de ibrosistis, miofascitis y mioibrositis, para aludir a entidades en las que se describía un dolor generalizado cambiante. A mediados del siglo pasado, cuando la reumatología desarrolla sus entidades nosológicas, apoyándose en resultados analíticos y técnicas de imagen, aparece el término “ibrosis sine materia” que se separa de otros cuadros reumáticos sustentados por pruebas. En 1970 se establecen las características clínicas actuales del trastorno. En 1990 la ibromialgia es reconocida por el Colegio Americano de Reumatología Americana (ACR) y en 1992 por la Organización mundial de la salud (OMS) (Yuste, 2008). Recientemente, la ACR propone nuevos criterios diagnósticos para la ibromialgia, que quita importancia a la existencia de puntos gatillo e incorpora como criterios diagnósticos la presencia de otros síntomas al margen del dolor como la fatiga crónica, el sueño no reparador, las alteraciones cognitivas y otros (cefalea, debilidad, problemas intestinales, mareos, náuseas, entumecimiento, hormigueos, alopecia) reconociendo la naturaleza multisintomática de este trastorno (Wolfe, 2010). Los síndromes funcionales son aquellos conjuntos de signos y síntomas que conforman un cuadro, sin que se identiique un mecanismo isiopatológico ni un sustrato orgánico. Con frecuencia se han asociado a síntomas como la ansiedad y la depresión. Existen multitud de síndromes funcionales que se abordan desde la reumatología (ibromialgia, síndromes miofasciales) la medicina interna (síndrome de fatiga crónica), la neurología (cefaleas persistentes, vértigos), digestivo (intestino irritable, relujo gastroesofágico), urología (cistitis dispareunia) psiquiatría (trastornos somatomorfos) (Warren, 2013) En 2003 aparecieron varios artículos en la revista americana de reumatología, en los que especialistas en reumatología y medicina interna cuestionan la existencia de la ibromialgia como síndrome iable o incluso real (Ehrlich, 2003) (Gordon, 2003) Entre sus argumentos habituales encontramos que: 1) El diagnóstico de ibromialgia da una identidad al paciente y entorpece su evolución. 2) Supone un “etiquetado” que mediatiza los malestares comunes que han existido siempre y que la sociedad postmoderna no tolera (ej. El hecho de que trabajar cansa). 3) Se critica que la cultura dominante exhorta a expresar los malestares cotidianos en un formato médico, creando “enfermedades de moda” hechas “a medida del paciente” 4) Existe una complicidad de la industria farmacéutica, que para comercializar sus fármacos que necesitan crear artiicialmente enfermedades a su medida. 5) El paciente convierte síntomas comunes que tiene todo el mundo en el eje de su vida, buscando atenciones bienintencionadas que son inalmente perjudiciales. 6) Con frecuencia se habla de la ibromialgia como una “expresión moderna de la histeria” (Rondueles, 2004) (Ordoñez, 2010). Estos argumentos fueron contestados por otro buen número de clínicos e investigadores aduciendo que: 1) No hay evidencias de que la ibromialgia esté causada por procesos psicológicos y aunque así fuese 2) Se debería exigir a la comunidad cientíica que tratase de resolver el problema y no de convertirlo en una entidad irreal. (Yuste, 2008) 3) No hay evidencias de que el diagnóstico de ibromialgia entorpezca la evolución o el pronóstico. 4) Una aproximación que niegue a la ibromialgia el derecho de existir como trastorno, puede generar sensación de incomprensión por parte del paciente, y ofrece un modelo al clínico que no favorece la relación terapéutica, que llega a considerar al paciente “sospechoso” de algo no muy deinido y le coloca en una posición iatrogénica. También se indica 5) La existencia distintos modelos que muestran una causa orgánica deinida para la ibromialgia (entre ellos destacan la disautonomia y la alteración de los neuromoduladores del Se ha señalado que la alta comorbilidad y el solapamiento de los síntomas entre estas entidades podría ser la consecuencia de la atomización de la medicina moderna en distintas especialidades, lo que cuestiona la existencia real de síndromes independientes con una nosología característica (Martínez Pintor, 2005) de forma que el mismo paciente que es diagnosticado de ibromialgia si va al reumatólogo, sería diagnosticado de síndrome de intestino irritable en la consulta de un digestivo (Caballero, 2008) Fibromialgia La ibromialgia ocupa un papel paradigmático entre todos estos síndromes funcionales. Nos interesa especialmente porque ha sido el terreno que la comunidad cientíica eligió para debatir sobre la naturaleza de los síndromes funcionales y su relación con aspectos psicológicos en la primera década de este siglo y condicionó los cambios acontecidos en torno en torno a los trastornos somatomorfos. La ibromialgia es una enfermedad reumatológica de origen desconocido, con una prevalencia de entre un 1-5%. Se calcula que afecta alrededor de 1.100.000 personas en España (2,40%) y a 48.334 en el País Vasco (2.26%) cifras que convierten a la ibromialgia en un problema de salud pública. (Vincent, 2012). ASMR -Vol 14, Nº 3 (2014) Controversias en torno a la ibromialgia Pag. 12 sistema nervioso central) El debate aborda cuestiones como el potencial componente somatizador de la ibromialgia o su existencia como entidad clínica con una isiología orgánica deinible. Sin embargo, las cuestiones de fondo incluyen aspectos que afectan a la semiología clínica, las construcciones nosológicas y en deinitiva la forma que tiene la medicina actual de entender al ser humano. Su desenlace tiene importantes implicaciones en la materia que nos atañe. Como sucede con frecuencia en la historia de la ciencia, cuando existe enfrentamiento entre dos posturas antagónicas y se genera un debate en el que los expertos se posicionan a favor o en contra, el conlicto no se resuelve cuando hay un vencedor, sino con un compromiso con el conocimiento de la materia, que en última instancia implica la deconstrucción de la dicotomía inicial que se planteaba. En los últimos años, en las publicaciones que tratan sobre la ibromialgia se aprecia un creciente acercamiento integrador; se recomienda un abordaje multidisciplinar, se olvida de la causalidad y en última instancia se cuestiona el dualismo clásico entre lo mental y lo orgánico de forma que se entiende al paciente como una unidad biopsicosocial en interacción con el medio (Rodríguez Vega, 2006) Los modelos terapéuticos que se proponen centran el trabajo en aspectos como elaborar los signiicados del dolor, aumentar la conciencia somatosensorial, promover la aceptación activa, afrontar las limitaciones, mejorar las comunicación con allegados, evitar el catastroismo, o fomentar la actividad física. El futuro de los trastornos psicosomáticos En este contexto, en 2014 nos encontramos con grandes cambios que el capítulo del manual DSM 5 dedicado a este trastorno. Conviene recordar que estos nuevos criterios, nos guste o no, van a marcar la práctica clínica, la investigación y las publicaciones en esta materia durante los próximos veinte años. La principal novedad es que desaparece el término “somatomorfo” y se genera una gran entidad llamada “trastorno por síntomas somáticos”, que engloba a los antiguos trastorno por somatización, trastorno somatomorfo indiferenciado, trastorno por dolor y a la mayor parte de las hipocondrías (término que también desaparece) Los criterios para el diagnóstico del trastorno por síntomas somáticos son: la presencia de síntomas somáticos que causan malestar o dan lugar a problemas signiicativos en la vida diaria y pensamientos, sentimientos o comportamientos excesivos relacionados con los síntomas o asociados a la preocupación por la salud. Desaparece la necesidad, recogida en el DSM IV, de que tras un examen adecuado, ninguno de los síntomas pueda explicarse por la presencia de una enfermedad conocida: Esto implica que las personas con trastorno por síntomas somáticos pueden o no tener una enfermedad médica (American Psychiatric Association, 2014). Si en el DSM IV desaparecía el término histeria, en el DSM 5 le toca el turno a la somatización. Exceptuando la conversión, que se mantiene como entidad propia con el mismo reconocimiento que hasta ahora, se volatiliza la mayor aportación del psicoanálisis a este campo: la relación causal entre el malestar psicológico y su expresión física. ASMR -Vol 14, Nº 3 (2014) BIBLIOGRAFÍA American Psychiatric Association. (2014) Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5. Washington, DC London, England. American Psychiatric Association. (1994). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fourth ed. Washington, DC: American Psychiatric Association. 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