Naturaleza y cultura HOMO FABER [Autoría del texto principal: César Tejedor Campomanes, Introducción al pensamiento filosófico, SM, Madrid, 1996, pp. 21-22. Se han hecho pequeñas modificaciones ajenas al autor] 1) ¿Cómo define Benjamin Franklin (1706-1790) al ser humano? 2) ¿Por qué afirma Henri Bergson (1859-1941) que el Homo sapiens es una consecuencia del Homo faber? 3) ¿Qué filósofo presocrático había señalado ya la mano como raíz del desarrollo de la inteligencia? ¿Qué opina Aristóteles (384 a. C.- 322) al respecto? 4) ¿Cómo cambiarán los conceptos de “trabajo” y de “ser humano” a partir de la revolución industrial en Europa? WORDPRESS: https://empezandoafilosofar.wordpress.com/el-ser-humano/la-diferencia/ YOUTUBE: https://youtu.be/evIIpnzZacE 1 ¿Cómo se sabe que restos de esqueletos encontrados en un antiguo yacimiento son restos humanos? Uno de los criterios es el hallazgo de utensilios cuya fabricación se les pueda atribuir con seguridad. Para la paleontología (del gr. παλαιο- palaio-), el ser humano es “el animal que fabrica instrumentos”: hay animales que pueden usar como instrumentos piedras o palos, pero sólo el animal humano los fabrica. El ser humano es, pues, el Homo faber. La expresión fue difundida por el filósofo francés Henri Bergson (1859-1941), aunque ya mucho antes Benjamin Franklin (1706- 1790) había definido al ser humano como tool making animal: Karl Marx, El Capital, Crítica de la economía política, libro I, volumen 1, traducción de Pedro Scaron, Siglo XXI Editores, México, 2008, p. 218. Bergson la utiliza en el contexto de la teoría de la evolución: «Creemos que a la esencia del ser humano pertenece el crear material y moralmente, el fabricar cosas y fabricarse a sí mismo. Homo faber, tal es definición que proponemos. El Homo sapiens ha nacido de la reflexión del Homo faber sobre lo que fabrica…» Henri Bergson, La pensée et le mouvant, Introduction (deuxième partie): De la position des problèmes, Les Presses universitaires de France, Paris, 1969. [trad. en César Tejedor Campomanes, Introducción al pensamiento filosófico, SM, Madrid, 1996, p. 21]. 2 «Si pudiésemos prescindir de nuestro orgullo, si para definir nuestra especie nos atuviésemos estrictamente a lo que la historia y la prehistoria nos presentan como característica constante del hombre y de la inteligencia, no hablaríamos del hombre como homo sapiens, sino como homo faber. En definitiva, la inteligencia, considerada en lo que parece ser su marcha original, es la facultad de fabricar objetos artificiales, en particular útiles para hacer útiles, y variar indefinidamente su fabricación» [Henri Bergson, La evolución creadora, traducción de José Antonio Miguez, en Obras escogidas, Aguilar, México 1963. p. 558]. La cosa está clara, ¿no? El ser humano ya no se define en función del pensamiento y la racionalidad (Homo sapiens), sino en función de la acción. Para transformar el mundo el ser humano posee dos instrumentos naturales: la mano y la inteligencia. Y esto es lo sorprendente: el animal carece sólo de la primera, no de la segunda. La mano es “la diferencia”. Gracias a ella el ser humano pudo fabricar instrumentos artificiales como prolongación de la mano misma, y de este modo desarrolló aún más su inteligencia, de tal modo que llegó a construir instrumentos para fabricar instrumentos, y así indefinidamente… Por eso dice Bergson que el Homo sapiens es una consecuencia del Homo faber. La mano ya había sido señalada por Anaxágoras (s. V a. C.) como raíz del desarrollo de la inteligencia: «El ser humano es el más inteligente de los animales gracias a tener manos». Cosa que Aristóteles, naturalmente, negará: «No es porque tiene manos, por lo que el ser humano es el más inteligente de los seres; sino que por ser el más inteligente, es por lo que tiene manos. Porque la mano es un instrumento; y la naturaleza -como lo haría el sabio- atribuye siempre cada órgano al que es capaz de usarlo»: Anaxágoras de Clazómenas, 668, en Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce y Conrado Eggers Lan, Los filósofos presocráticos II, Editorial Gredos, Madrid, 1994, p. 326. 3 Aristóteles defiende así la prioridad del "animal racional" en una época en que el trabajo manual estaba reservado a los esclavos. La nueva "idea" del ser humano sólo podrá aparecer, pues, en plena revolución industrial en Europa, en la euforia por un dominio total del mundo por medio de las máquinas, en un momento de expansión colonialista. Esclavo negro atado. Estatuilla de bronce. Siglos I-II a.C. Museo del Louvre, París. El trabajo (acción y efecto de trabajar: del latín vulgar *tripaliāre 'torturar', derivado del latín tardío tripalium 'instrumento de tortura compuesto de tres maderos') deja entonces de ser la actividad propia del esclavo, una maldición o un castigo; ahora es lo que distingue al ser humano como tal: «El trabajo hizo al ser humano» (Friedrich Engels, 1820-1895). «El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre». Friedrich Engels, "El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre", Obras Escogidas de Carlos Marx y Federico Engels en Tres Tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1981,Tomo 3, p. 66. Mediante el trabajo el Homo faber no sólo transforma el mundo y se apodera de él; sobre todo se transforma a sí mismo y se humaniza. Algunos de los rasgos del "ser humano verdadero" griego seguirán siendo los mismos; pero el varón ocioso ha sido substituido por el occidental, blanco, civilizado, práctico y emprendedor, fascinado por el poder que le otorga su superioridad tecnológica. ¿Cuál es la mejor "definición" del ser humano, cuál es la verdadera "diferencia" con el resto de los animales? ¿Homo sapiens? ¿Homo faber? Cualquiera ve que estos dos conceptos son parciales y no mutuamente excluyentes. El concepto de "cultura" -que posee un contenido simultáneamente espiritual y material- podría permitir una reconciliación. Ciertamente, también los animales tienen una cultura, pero hasta tal punto ha desarrollado el Homo sapiens-faber su propia cultura, que se ha convertido en el animal cultural por excelencia. 4