tres ausentes en la formación de nuestros ciudadanos colombianos

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UN CAMINANTE Y SUS PENSAMIENTOS:
PENSADOR CONTUNDENTE CON SU PAÍS
GUILLERMO
HOYOS,
UN
COLOMBIA, EL LUGAR EN EL QUE LO IMPREDECIBLE PUDIERA LLEGAR A
SER ACONTECIMIENTO
MIGUEL ÁNGEL PARDO CRUZ Y ALEJANDRO RODRÍGUEZ MONTES
Sentimiento, pasión y memoria: tres ausentes en la formación de nuestros ciudadanos colombianos. De
ahí el grito de auxilio a las humanidades para que los haga participes de una democracia deliberativa.
1. Profesor Hoyos, su quehacer filosófico muestra una actitud crítica
frente a una necesidad humana: la educación. ¿Cómo la entiende y de
qué modo la filosofía ayuda a pensarla?
He sido educador toda mi vida y he tenido experiencias de muy diversa
índole. La más importante: en mi docencia de filosofía tanto en la
Universidad Nacional de Colombia como en la Pontificia Universidad
Javeriana. He tenido además la oportunidad de colaborar con otras
universidades públicas y privadas en Colombia. Formé parte del Consejo
Nacional de Educación de COLCIENCIAS y del Comité Nacional de
Doctorados y Maestrías y del Consejo Nacional de Acreditación, CNA,
durante cinco años, del cual fui Coordinador dos años. Así que mi
experiencia me da alguna autoridad para opinar sobre educación. Cultivo
últimamente el tema de la filosofía de la educación como el esfuerzo por
“el escenario ideal nunca
se da, como tampoco se
dan las condiciones
ideales de diálogo o de
democracia, pero hay que
buscar acercarse a ellas.”
pensar desde la filosofía la educación y su significado para la formación
de la persona y para la consolidación de la sociedad. Por ello defiendo
ante todo un sentido de educación que antes de pretender formar
especialistas busque formar personas, ciudadanas y ciudadanos en el
sentido más pleno de la palabra para una sociedad ordenada, justa, en la
que la convivencia y la cooperación sean las garantías de la paz y las
promotoras de la democracia.
He escrito algunas cosas sobre filosofía de la educación y sobre el tema
de educación en valores, en el que he contado con la compañía de Miquel
Martínez, quien fuera Vicerrector de la Universidad de Barcelona y
coordina un grupo importante sobre estos temas en dicha Universidad. Mi
primera incursión en el tema de las relaciones entre filosofía y educación
data de 1990, cuando me pidieron prologar el colectivo de Mario Díaz y
José A. Muñoz, Pedagogía, discurso y poder (CORPRODIC, Bogotá),
donde ya sugería que la pedagogía es filosofía aplicada en el sentido
actual de aplicación, en el que la práctica incide y retroalimenta la teoría.
Ya desde entonces vengo proponiendo la urgencia de desarrollar una
teoría discursiva de la pedagogía a partir de la teoría del actuar
comunicacional de Jürgen Habermas. Para mí, educación es
comunicación, y puesto que la competencia ciudadana por excelencia es
la competencia comunicacional, lo primordial en la educación es la
formación ciudadana.
2. ¿Qué significa para usted rescatar un paradigma humanista para la
educación contemporánea?
En estos días apareció el último libro de Martha C. Nussbaum, filósofa
norteamericana de origen judío, con quien tuve el honor de compartir
mesa redonda sobre “Tolerancia” en el II Congreso Iberoamericano de
Filosofía en Lima en enero de 2004. Se titula: No por ganancia: ¿Por qué
la democracia necesita de las humanidades? Allí sostiene Nussbaum la
tesis de que la decadencia de las humanidades en la educación actual
puede significar un verdadero desastre para la democracia, ya que ellas
son esenciales para formar ciudadanas y ciudadanos que se reconozcan
democráticamente. Pero recientemente, - enfatiza Nussbaum- se piensa
de las humanidades como si fueran en contravía de los objetivos
prioritarios de la educación. Preocupados sólo por el crecimiento
económico, tratamos la educación cada vez más como si su objetivo
primario fuera enseñar a los estudiantes a ser productivos
económicamente, más que a pensar críticamente y a formarse como
capaces de aprender de su experiencia y de comprender a las
instituciones y a sus conciudadanos. Esta visión tan corta acerca de la
utilidad de la educación y de nuestras urgencias, ha socavado nuestra
habilidad para criticar la autoridad, ha reducido nuestra simpatía con los
marginados y diferentes, y ha dañado nuestra competencia para
ocuparnos de problemas globales complejos. Y la pérdida de estas
capacidades básicas pone en riesgo la salud de las democracias y la
esperanza en un mundo decente. Como respuesta a esta grave situación,
Nussbaum argumenta que deberíamos resistir a los intentos por reducir la
educación a un mero instrumento del gran producto interno bruto. No
podemos aceptar que la educación se ofrezca sólo por demanda de una
sociedad y un Estado cada vez más inclinados a una especie de
capitalismo cognitivo. En lugar de ello debemos trabajar para reconectar
la educación a las humanidades para poder dar a los estudiantes la
capacidad de ser ciudadanos críticos y creativos de acuerdo con las
utopías democráticas de sus países y del mundo.
Yo mismo he interpretado la Carta sobre el humanismo de Martin
Heidegger en este sentido, mostrando cómo cuando él afirma que desde
hace mucho tiempo “el pensar está en lo seco”, esto en Colombia puede
ser aplicado a la educación, ocupada desde hace mucho con temas como
los de la tecnología educativa, obsesionada por ser “ciencia” y sometida a
“debemos trabajar para
ser evaluada por fuera de su elemento, como se hace con la esencia y la
reconectar la educación a
virtud del pez por su capacidad de permanecer vivo en lo seco. De esta
las humanidades para
forma la educación se ha olvidado de las cosas mismas y se ha empeñado
poder dar a los
en temas de evaluación por resultados, acreditación por indicadores,
estudiantes la capacidad
formalidades de diversa índole, pruebas SABER, exámenes del ICFES,
de ser ciudadanos
exámenes ECAES, y muchos otros procedimientos, que hacen que prime
críticos.”
lo cuantitativo sobre lo cualitativo, lo procedimental sobre la sustancia.
Como lo dice Heidegger es necesario retornar el pensar a su elemento
por más que los muchos piensen que esto es “irracional”. Hay que
retornar la educación a su elemento, es decir, a procesos
comunicacionales en los que participen los estudiantes desde su mundo
de la vida y adquieran una formación para la democracia, naturalmente
también para desempeñarse profesionalmente de acuerdo con sus
capacidades. Tenemos que poder volver a pensar la universidad sin
condición, como lo sugiere Jacques Derrida, gracias a las “Humanidades”,
lo que podría tener lugar mañana: el lugar en el que lo impredecible
pudiera llegar a ser acontecimiento.
3. Dado el tema sobre la educación, cuya formación del ciudadano es
necesaria, ¿cuál es el escenario ideal y real para la emergencia de un
ciudadano capaz de asumir una actitud crítica frente a sus gobernantes y
de incorporarla a la hora de votar? ¿Usted cree que ese escenario existió
en Colombia, en la pasada elección presidencial?
Bueno, el escenario ideal nunca se da, como tampoco se dan las
condiciones ideales de diálogo o de democracia, pero hay que buscar
acercarse a ellas. Si se piensa en las últimas elecciones, las que llevaron a
la presidencia a Juan Manuel Santos, hubo muchos problemas, ya
conocidos y analizados por expertos en el tema. Yo personalmente pienso
que en asuntos de política todavía vale el planteamiento de Kant en La
paz perpetua acerca de las relaciones entre moral, derecho y política. Allí
él propone que la moral puede solucionar los problemas que se presenten
"Colombia, país de
desplazados en los
últimos años, es cada vez
más desigual en lo
relacionado con la justicia
como equidad.”
entre el derecho y la política, sometiendo a esta última al derecho, pero
sin ignorar que llegará un momento en el que la política brille con todo su
esplendor. Dicho momento es el actual en el que el origen del derecho no
es, como todavía pensaba Kant, la moral, sino precisamente la política.
Pero esto no exime a la política de tener en cuenta el sentido ético de los
asuntos públicos, de suerte que los políticos no lleguen a confundir el
Estado de derecho con un mero estado de opinión, que es el fenómeno
mediático que se está apoderando de Colombia y de muchas otras
democracias “fetiche”. Por ello, no creo que baste con escuchar los
buenos propósitos del nuevo Presidente y sus Ministros para olvidar lo
acontecido en los últimos años en Colombia. Cuando Santos proclama en
público a Álvaro Uribe como segundo “Libertador”, precisamente en
tiempos de bicentenario, hay dos posibilidades: o que efectivamente
como lo dice lo siente y entonces no se ve claro que las cosas puedan
cambiar, o lo dice irónicamente con la picardía que le puso a la compaña
presidencial y tampoco se ve cómo un candidato pícaro (viene de
picardía) pueda cambiar las cosas en Colombia. Hay una expresión de
Jürgen Habermas en su presentación autobiográfica para el Premio Kyoto
en 2004, con la que quiero evaluar todo lo que se dice en estos días del
nuevo estilo de gobierno, cuando comparo estos discursos recientes
sobre el buen gobierno con las picardías de la campaña de Santos y con
su participación consciente en el Gobierno de las chuzadas, de los falsos
positivos, de las notarías, la parapolítica y la yidispolítica, los atajos y “el
todo vale”. Habermas terminaba su autopresentación enunciando
enfáticamente: “lo único que no puede permitirse un intelectual es ser
cínico”. ¿Quizá un político “en sus debidas proporciones”?
4. Pareciera que muchos ciudadanos colombianos no tuvieran memoria
histórica, que nisiquiera privilegieran los meros datos, y mucho menos, lo
más importante, la intención de ver la conexión entre ellos y así repensar
la historia políticamente. ¿Cuál es para usted el papel de la memoria o de
la historia en la construcción de este ciudadano crítico?
Hay un sentido muy profundo de memoria, de comprensión de la historia,
y es todo lo desarrollado de manera tan brillante por Gadamer. La
hermenéutica nos enseña a reconocer en nuestra historia, a comprender
en ella lo que en gran parte somos. Es parte determinante, lo que
corresponde a la imaginación narrativa (M. Nussbaum), del aporte de las
humanidades a la formación de ciudadanas y ciudadanos. Este peso de
las tradiciones, esta necesidad del comprender intersubjetivo, del respeto
a ciertas tradiciones como reconocimiento de la finitud y de la
contingencia no es sólo compromiso con aquellos a quienes debemos
nuestro presente, sino sobre todo solidaridad con las víctimas para
procurar, como lo sugiere Walter Benjamin, que sus ideales y esperanzas
no se queden sin realizar en el futuro. Y las víctimas en Colombia no han
sido tratadas como tales, las tenemos olvidadas, nos importunan. Nuestro
discurso político sigue siendo el de los vencedores. Naturalmente que la
filosofía y las ciencias sociales críticas piensan diferente sobre el trato que
debemos dar a nuestra historia, cepillarla a contrapelo, como escribe
Benjamin. Pero este saber crítico es precisamente el que incomoda hoy a
los que diseñan y ejecutan las políticas públicas en educación, economía,
salud, vivienda, distribución de la tierra. Colombia, país de desplazados
en los últimos años, es cada vez más desigual en lo relacionado con la
justicia como equidad. Esta y no otra es la causa bicentenaria de la
violencia, así en el último gobierno se hubieran empeñado en
convencernos que no hay conflicto y que todo es problema de unos
bandidos terroristas contra un Estado de opinión equitativo, incluyente,
democrático. Reyes Mate acaba de ganar un importante premio en
España con su libro La herencia del olvido. Ensayos en torno a la razón
compasiva, en el que en cierta manera nos invita a ensayar una filosofía y
unas ciencias sociales y humanas con memoria desde la perspectiva de
las víctimas.
5. Colombia ha vivido una experiencia histórica con esta elección “Si la Constitución del 91
presidencial. Surgió un imaginario social acerca de la juventud que les tuvo su origen en los
otorgaba a los jóvenes una capacidad crítica y participativa. Luego de ver jóvenes de la séptima
los resultados electorales ¿usted de qué modo plantearía promover una papeleta no veo por qué
formación del ciudadano joven? ¿Desde la escuela?
hoy no se pueda lograr
algo semejante.”
Efectivamente hubo momentos en los que se creyó que se podría cambiar
sustantivamente el modo de hacer política en Colombia: respeto a la vida
por sobre todo, no a la corrupción y a la politiquería, adiós a las trampas.
Creo que los primeros que tendrían que evaluar lo sucedido deberían ser
los jóvenes que nos ilusionaron con una participación masiva y entusiasta
en el proceso político que acaba de culminar con cierta derrota de los
verdes y de la oposición al uribismo. ¿Qué ocurrió? ¿Faltó algo de
pragmatismo en el proceso mismo? Analistas entendidos han dicho que
los jóvenes son anti-política, naturalmente no todos, pero sí la mayoría. El
pasado proceso parecía mostrar lo contrario. Al final no fue así y lo que
siguió a la derrota de Antanas parece ser una especie de “calma chicha”,
que ya comienza a asustarnos. Ojalá se animen de nuevo los jóvenes y se
pueda evaluar con ellos lo sucedido y proponer caminos nuevos hacia el
futuro, desde aquellos valores democráticos que en su momento los
entusiasmaron y que siguen siendo absolutamente válidos. Si la
Constitución del 91 tuvo su origen en los jóvenes de la séptima papeleta
no veo por qué hoy no se pueda lograr algo semejante. Lo que no se
puede es pensar que la política no implique momentos determinantes de
racionalidad estratégica dentro de los límites del uso pragmático de la
razón práctica. Principios fundamentales como “la vida es sagrada”, “los
recursos públicos son sagrados” y “no todo vale” corresponde al uso
moral y ético de la misma razón práctica y no niegan su uso pragmático,
sino que lo exigen y orientan en muchos casos.
6. Teniendo en cuenta que el nuevo gobierno colombiano tendrá como
política enfatizar en la industrialización técnica del país, cuyo fin es la
competitividad ¿qué lugar debe tener el nuevo humanismo o la educación
como comunicación, basada en la tolerancia, la diferencia y la pluralidad,
en la construcción de ese ciudadano activo, crítico e impertinente que
usted tanto promueve?
“Pienso que educar para
la competitividad tiene el
peligro de convertirse en
educación individualista.”
En otros lugares he propuesto cambiar el imperativo de la competitividad
por el de la cooperación. Pienso que educar para la competitividad tiene
el peligro de convertirse en educación individualista. Una educación en
cooperación y para la cooperación no es menos promisoria en términos
de calidad y de desarrollo como libertad. Al fin y al cabo la democracia
como forma de vida es cooperación entre diferentes.
“la perspectiva CTS,
ciencia, tecnología y
sociedad, afirma
enfáticamente la
necesidad de pensar la
ciencia y la tecnología al
Esta concepción de la cooperación parte de un punto de vista ético y servicio de la sociedad.”
moral: el reconocimiento del otro como diferente en su diferencia y por
tanto como interlocutor válido, es decir como participante en procesos de
construcción de sociedad. Pienso que una educación para el respeto, el
reconocimiento, la cooperación, forma mejores ciudadanos, que la que se
empeña en liderazgo, excelencia, éxito, productividad y competitividad.
La primera educa para la convivencia y la paz, la segunda se mueve en
los límites del individualismo y el caudillismo. La primera forma en el
sentido más profundo de moralidad, el que nos manda no usar nunca al
otro sólo como medio, sino siempre al mismo tiempo como fin. Es el
imperativo moral de no instrumentalizar a nadie.
7. ¿Qué significa reflexionar la interrelación ciencia, tecnología y
sociedad, en un mundo globalizado, desde una perspectiva ética y
política?
Me parece que recorta el sentido de educación y de desarrollo como
libertad un discurso unilateral y reduccionista por la ciencia, la tecnología
y la innovación, como lo viene proponiendo COLCIENCIAS. Por el
contrario, la perspectiva CTS, ciencia, tecnología y sociedad, afirma
enfáticamente la necesidad de pensar la ciencia y la tecnología al servicio
de la sociedad y no a la inversa. Se trata de nuevo de responder al
imperativo kantiano, que acabamos de mentar, en el sentido abarcante
de usar la humanidad en nosotros mismos y en los demás nunca sólo
como medio, sino siempre y al mismo tiempo también como fin. Como se
ve es reiterativa la presencia de la tesis de Nussbaum acerca de la
urgencia que tiene la sociedad contemporánea de una formación por un
nuevo humanismo. Ella desarrolla su tesis en su ya clásico estudio sobre
la educación superior en Norteamérica El cultivo de la humanidad. Una
defensa clásica de la reforma en la educación liberal, en cuatro pasos que
quisiera recordar: la actitud socrática del autoexamen y del cuidado de sí;
el principio de los estoicos y más tarde de Kant acerca de la ciudadanía
cosmopolita: somos ciudadanos del mundo! La imaginación narrativa en
el sentido de la primacía de la hermenéutica, las artes y las letras, como
ya lo enunciamos antes; y entonces sí, a partir de la intersubjetividad del
comprender desarrollar las ciencias en sus diversos discursos en actitud
interdisciplinaria en búsqueda de la objetividad del saber.
8. Sabemos que usted es el director del Instituto de Bioética de la
Pontificia Universidad Javeriana. ¿Qué es bioética y cuál es su papel
dentro de la sociedad actual?
No es fácil definir bioética, como tampoco lo es definir en general campos
complejos del quehacer humano. Prefiero por ello acudir más bien al
método fenomenológico y tratar de caracterizar las cosas mismas como
aparecen, como se me dan. Me inspira mucho la expresión que comparte
Diego Gracia con Stephen Toulmin: en este siglo la ética será bioética o
no será nada. Lo que quiere decir que la vida es sagrada y que toda
moral y toda ética deben orientarse por ella. Así trataba de proponerlo
programáticamente en mi lectio inauguralis para la Maestría en Bioética,
al referirme al ensayo “Problemas éticos en medicina”, para el volumen
“las instituciones no
tienen conciencia sino
normas.”
12 sobre Cuestiones morales de la Enciclopedia Iberoamericana de
Filosofía de Diego Gracia, discípulo y sucesor en la Complutense de
Madrid de Pedro Laín Entralgo en su Cátedra de Historia de la Medicina.
Allí afirma Gracia que “La bioética es la ética civil de nuestras sociedades
en los albores del siglo XXI. La ética de estas décadas será bioética o, en
caso contrario, no será nada”. Con esto quiere sintetizar lo que ha
significado la bioética en los últimos años, análisis con el que estoy de
acuerdo, a saber: Una secularización tanto de la moral como de la ética,
en el sentido de que la filosofía ha vuelto a apropiarse de algo que
parecía ser patrimonio únicamente de las religiones y de la teología. “Esto
es particularmente evidente –escribe Gracia- en el campo de la ética de la
vida, del cuerpo, de la sexualidad, de la reproducción, de la muerte;
brevemente, en el ámbito de la ética médica o, mejor aún, de la bioética,
quizá la parte menos secularizada y emancipada de la tutela eclesiástica
hasta hace muy pocas décadas”.
A esto añadiría yo que ahora es necesario liberar a la bioética del
paternalismo de la ética médica o de los médicos para devolverla a la
filosofía, de suerte que ésta en unión con las ciencias, en su capacidad de
políglota al renovar el diálogo de saberes (salud pública, medio ambiente,
teología, neurociencias, etc.), la entregue definitivamente a quienes
pertenece, es decir a ciudadanas y ciudadanos en su mundo de la vida y
en la sociedad civil. Aquí vale de nuevo lo que J. Habermas reclama a J.
Rawls con respecto a la política: “No el filósofo, los ciudadanos han de
tener la última palabra”.
En este sentido el mismo Diego Gracia reinterpreta los cuatro principios
de la bioética propuestos por Poter, a saber, autonomía, beneficencia,
justicia y no-maleficencia, en la línea de las relaciones entre morales de
máximos y ética de mínimos, de manera que se entiendan la autonomía y
la beneficencia como valores y máximos morales, propios de una ética del
cuidado, y la justicia y la no-maleficencia como mínimos éticos con
contenido normativo, propios de morales deontológicas. Se trataría en la
discusión actual entre Jürgen Habermas y Hilary Putnam de la diferencia
y relación entre valores y normas. Para solucionar en perspectiva
pluralista dicha relación problemática propone Putnam relacionar diversas
concepciones de la moral en una especie de dispositivo para un nuevo
humanismo: “compara la ética con una mesa con varias patas que,
aunque se tambalea cuando el suelo no es llano, es difícil de volcar” . Su
mesa se sostiene sobre cuatro patas: en Levinas encuentra la idea de que
la ética es filosofía primera al motivar mi responsabilidad frente al rostro
del otro; Kant aporta la moral universalista e igualitaria; Aristóteles el
telos del florecimiento humano, y Dewey el sentido ético político de la
comunicación y la concertación en el espacio público. Lo importante de la
complementariedad de estos cuatro enfoques es que permite ir
solucionando utópicamente en la historia la insociable sociabilidad, desde
diferentes concepciones del bien en procura de respuestas prácticas a
una pluralidad de intereses humanos. Se busca el horizonte normativo de
los derechos humanos, lo que constituye la propuesta de un patriotismo
constitucional, y se amplía el pluralismo moral a diversas formas de
motivación valorativa.
Esta consideración de bioética es consciente de todo lo que está en
juego: ya no sólo todo lo relacionado con la tradicional ética médica, sino
el sentido de la vida humana misma, de la calidad de vida y de su hábitat
en las fronteras en las que se encuentra la ciencia, la tecnología y la
innovación, la ingeniería social gradual, la genética y las neurociencias en
este mundo globalizado.
9. Nos gustaría saber qué piensa sobre la objeción de conciencia que
funcionarios de algunos hospitales manifiestan poseer a la hora de
atender casos en los que la ley ordena que se deben atender, como por
ejemplo un aborto.
Este como muchos otros casos complejos y por tanto conflictivos pone en
relación la bioética con la religión y con el derecho. Las soluciones nunca
podrán ser definitivas porque siempre habrá posibilidades de
conflictividad entre normas y valores o entre morales de máximos y ética
de mínimos expresada jurídicamente. Pienso que la objeción de
conciencia es un derecho de las personas que son las que tienen
conciencia, por ejemplo en el caso del servicio militar. No me parece
adecuado hablar de objeción de conciencia por parte de una institución,
porque las instituciones no tienen conciencia sino normas. Se habla de
ellas como personas jurídicas en sentido analógico con las personas
naturales, pero mientras éstas tienen conciencia, las personas jurídicas se
constituyen por cierta normatividad. En caso extremo sugiero que se
busque la manera de poder hablar no de objeción de conciencia sino de
desobediencia civil. Pero no tengo el caso claro por no ser abogado. Sí
tengo claro, por lo dicho anteriormente, que no es apropiado apelar a
objeción de conciencia en nombre de una institución.
Pero creo que más allá o más acá del problema jurídico, los motivos
religiosos en estos casos también tendrían que tener en cuenta los
motivos genuinamente morales de la persona que ha optado por tomar
una decisión, por ejemplo la de interrumpir un embarazo dentro de las
normas establecidas jurídicamente. También la mujer que toma una
decisión tan complicada como ésta merece respeto y que se la considere
también a ella “capaz de moral” y por tanto capaz de asumir
responsablemente algo tolerado por la ley.
10. Es cierto que la palabra competitividad se ha vuelto la palabra de este
siglo, tal y como lo fueran calculo en el siglo XVIII y progreso en el siglo
XIX. Incluso hoy en día la medicina cobra por adquirir todo aquello que
denomina dicha palabra. Qué opina acerca del uso de medicamentos –
como Ritalin- con el fin de aumentar el enfoque de los niños y jóvenes y
así hacerlos competitivos.
Ya he adelantado algo sobre este punto, cuando indiqué cómo una
educación para la cooperación puede ser mucho mejor que una para la
competitividad. Con respecto a los aspectos de bioética que habría que
tomar en cuenta a este respecto, es decir, cuando la medicina o la
genética entran a manipular la vida humana, no siempre
terapéuticamente, no puedo sino referirme al magnífico libro de Jürgen
Habermas, El futuro de la naturaleza humana: ¿Hacia una eugenesia
liberal?, traducido al español en Editorial Paidós. De mi ensayo La
comunicación y los principios morales de la bioética, preparado para una
publicación de la UNESCO, Estatuto Epistemológico de la Bioética
(México, 2005), en el que utilizo las tesis de Habermas, tomo estas ideas.
El experimentar con la naturaleza humana en la perspectiva de mejorar la
competitividad tiene relación con algunos experimentos en ingeniería
genética. El problema de la así llamada eugenesia liberal, cuando la
praxis deja al criterio de los padres la intervención en el genoma del
óvulo fecundado, es que sin alterar la libertad de la persona futura, sí
debilita su conciencia natural para obrar responsablemente. Con la
pérdida de la frontera entre lo que llega a ser como no-disponible o
crecido naturalmente, y lo hecho y fabricado, se transforman también las
relaciones entre aquellos que ejecutan un cambio genético y aquellos que
son objeto del mismo. Quien “juega a Dios” (padres y expertos) juegan a
la vez con la autonomía de sus “diseños” de persona y violan las reglas
de quienes quieren participar en el juego de lenguaje moral.
El argumento termina por tematizar el sentido del riesgo que se corre y
de los precedentes que se crean, en una especie de efecto “dominó”. El
peligro está en la facilidad con que se puede pasar de la eugenesia
negativa (terapéutica) a una positiva (liberal). Y ésta nos puede llevar por
una especie de despeñadero a preguntarnos: “¿por qué deberíamos
querer ser morales, si la biotécnica puede darse el lujo de ignorar
clandestinamente nuestra identidad como esencia propia de la especie
misma?”. La última utopía, el mundo feliz, ahora en el horizonte de los
sistemas autopoiéticos! Lo que está en juego es la actitud con respecto al
otro, la esencia moral de una ética de la especie: quien actúa debería
contar, al menos contrafácticamente, con el acuerdo de una segunda
persona, que bien pudiera decir sí o no, y que nacerá.
Así, los cambios que puede inducir la ingeniería genética se relacionan
con la autocomprensión del hombre en general: la tecnificación de la
naturaleza humana cambia la autocomprensión ética de la especie en el
sentido en que ya no nos podemos comprender como personas
éticamente libres y moralmente iguales, orientados por normas y
principios. Corresponde a ciudadanos comprometidos éticamente con una
visión del hombre y de la sociedad, defender políticamente aquellas
características genéricas que nos permiten convivir como personas
morales, es decir, iguales por nacimiento, capaces de autonomía y de
desarrollarse reconociendo autonomía, tanto la propia como la de sus
prójimos.
11. Para terminar, ¿cuál cree que es el reto de los colombianos en los
próximos cuatro años del gobierno de Santos?
Creo que lo respondido por Antanas Mockus en vísperas de la posesión
del nuevo Presidente es lo más prudente. Esperemos siquiera los
primeros 100 días para ver qué tanto tolera la retórica y el papel. No es
ajena a la teoría del actuar comunicacional la prueba de la veracidad, que
no se verifica con más retórica sino con acciones que correspondan a la
autenticidad de quien pretende ser escuchado por otros. No significa que
no se pueda dar confianza a quien le apuesta a cambiar; mejor
naturalmente si lo expresa en el sentido del propósito de cambio. Ya los
periodistas aprendieron de los políticos a hablar de “pasar la página”, ya
están destruyendo los espejos retrovisores y quieren convencernos de
que siempre es posible mirar sólo hacia adelante. Para un filósofo esto no
es posible porque pecaría de ingenuidad, negaría la memoria, que no el
perdón, que tampoco es olvido, porque una auténtica cultura del perdón
requiere del sentimiento de culpa y del respeto público a la memoria
también pública de las víctimas. Necesitamos memoria para poder
comprender el auténtico sentido de reflexión de la filosofía, del filosofar
en cuanto tal, como lo señalan explícitamente tanto Husserl, como
Gadamer y Walter Benjamin entre muchos otros. Filosofar
desmemoriadamente no es un modo deficiente de reflexión sino mala
filosofía.
1
Ver mi libro con Julián Serna y Elio Fabio Gutiérrez, Borradores para una
filosofía de la educación, Siglo del Hombre Editores, Bogotá 2007; y mi
introducción a Filosofía de la educación, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía,
EIAF, volumen 29, Trotta, Madrid, 2008. Con Miquel Martínez coordiné la serie de
educación en valores de la Organización de Estados Iberoamericanos para la
Educación, la Ciencia y la Cultura, OEI, y soy autor de “Ética y educación en
valores” en: ¿Qué significa educar en valores hoy? Barcelona, Octaedro-OEI, 2004,
pp. 45-75, y coautor con M. Martínez de “Educación para la ciudadanía en tiempos
de globalización” en: La formación en valores en sociedades democráticas,
Barcelona, Octaedro-OEI, 2006, pp. 15-50.
Martha C. Nussbaum, “Not for Profit: Why Democracy needs the Humanities”,
Princeton University Press, 2010.
2
3
Jacques Derrida, Universidad sin condición, Trotta, Madrid, 2002.
4
Hilary Putnam, Ethics without Ontology, Cambridge, Mass., Harvard University
Press, 2004, p. 28.
5
Ver: Jesús Vega Encabo y Francisco Javier Gil Martín, op. cit. pp. 42-43.
Tomado de:
http://lastana.com/index.php?option=com_content&view=article&id=85:cp2&catid=7:et&Itemid=8
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