INSTITUTO NACIONAL DE CIENCIAS PENALES MAESTRÍA EN CIENCIAS PENALES, POR INVESTIGACIÓN “LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS JUZGADORES” BAJO LA TUTORÍA DEL: DR. SERGIO GARCÍA RAMÍREZ TESIS QUE PRESENTA: JORGE NADER KURI 1 AGRADECIMIENTOS Expreso mi agradecimiento a los profesores que me acompañaron a lo largo de mis estudios de maestría por investigación o que, sin haber participado en el procedimiento, influyeron en la formación de los conceptos vertidos en la tesis: Al Dr. Sergio García Ramírez, quien tuvo la gentileza de aceptar la tutoría de este trabajo, y me guió, siempre dispuesto, sobre los cauces que debían navegarse. A él debo los aciertos que puedan encontrase en esta tesis; las fallas son sólo mías. Al Dr. Moisés Moreno Hernández, por la influencia que ha tenido en mis ideas y conceptos sobre los muy variados temas que conforman la moderna dogmática penal y procesal penal. Su juicio sobre esta tesis será enriquecedor. A los integrantes del Comité de Maestría, que con paciencia y disposición me acompañaron a lo largo de mis estudios y me auxiliaron para que esta tesis pudiera llegar a su término: Dra. Rosa María Couvert Rojas y Doctores Arturo Luis Cossio Zazueta, Juan Federico Arriola Cantero, Gerardo Flores Ardaud y Antonio Cholley Nakahodo Rivera. A ellos, mi mayor reconocimiento. Finalmente, al Instituto Nacional de Ciencias Penales, su director general, Mtro. Gerardo Laveaga, y sus funcionarios, por la iniciativa de implementar estudios de maestría por investigación y los buenos oficios llevados a cabo para que pudiera lograrse. 2 ÍNDICE Pág. INTRODUCCIÓN. 1 CAPÍTULO I.- LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PENAL. Introducción. 1.- Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito: nulla poena sine crimine. 2.- Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad): nullum crimen sine praevia lege poenali valida. 3.- Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona: nulla lex poenalis sine necesitate. 4.- Principio de lesividad o de la ofensividad del acto: nulla necesitas sine iniuria. 4.1. El bien jurídico; fundamentos filosófico-jurídicos. 4.2. La política criminal. 5.- Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción: nulla iniuria sine actione. 6.- Principio de culpabilidad personal: nulla actio sine culpa. 7.- Principio de jurisdiccionalidad: nulla culpa sine iudicio. 8.- Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación: nullum iudicium sine accusatione. 9.- Principio de la carga de la prueba o de verificación: nulla accusatio sine probatione. 10.- Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación: nulla probatio sine defensione. 12 15 16 21 25 26 32 42 45 49 51 53 57 CAPÍTULO II.- PRINCIPIOS ESENCIALES DE LA FUNCIÓN JUDICIAL. 1.- Evolución de la idea de jurisdicción. 1.1.- Antes de los pueblos primitivos (pre-historia). 1.2.- Los pueblos primitivos. El caso americano.- derecho aborigen. 1.3.- Grecia. 1.4.- Roma. 1.5.- Edad media. 1.6.- Revolución francesa (ilustración). 1.7.- Siglos XX y XXI. 65 66 67 68 71 74 75 77 78 3 1.8.- La evolución en México. 2.- Principios esenciales. 2.1.- Independencia. 2.1.1.- Independencia como garantía. 2.1.2.- Independencia funcional. 2.2.- Imparcialidad. 2.3.- Gratuidad de la justicia. 2.4.- Principios complementarios. 81 93 94 94 99 104 113 113 CAPÍTULO III.- PROBLEMAS SOBRE INDEPENDENCIA E IMPARCIALIDAD DE LOS JUZGADORES 1.- A favor de la independencia e imparcialidad. 2.- En contra de la Independencia e Imparcialidad. 2.1.- Razones políticas. 2.2.- Razones presupuestales. 2.2.1.- Ámbito federal. 2.2.2.- Ámbito del Distrito Federal. 2.3.- Razones culturales. 122 128 129 134 134 143 144 CAPÍTULO IV.- SISTEMA DE RESPONSABILIDADES DE LOS JUZGADORES. Introducción. 1. Responsabilidad en general de los servidores públicos. 2. Responsabilidad administrativa o disciplinaria. 3. Responsabilidad política (Juicio Político). 4. Responsabilidad Civil. 5. Responsabilidad Constitucional. 6. Responsabilidad Penal. 7. Delitos contra la administración de justicia. 7.1. Disposiciones comunes. 7.1.1. Tipo objetivo. 7.1.1.1. Conducta. 7.1.1.2. Resultado. 7.1.1.3. Bien jurídico tutelado. a) La administración de justicia como poder judicial de Estado. b) La administración de justicia como bien institucional. c) La administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del Derecho. d) La administración de justicia como protección de los derechos e intereses de las partes. e) La administración de justicia como derecho fundamental a la tutela 154 155 156 167 170 172 176 182 201 202 202 204 206 206 207 207 207 207 4 judicial efectiva. 7.1.1.4. Calidad específica del sujeto activo. 7.1.1.5. Calidad específica del sujeto pasivo. 7.1.2. Tipo subjetivo. 7.1.3. Antijuridicidad. 7.1.4. Imputabilidad y acción libre en su causa. 7.1.5. Culpabilidad. 7.1.6. Condición objetiva de punibilidad: definitividad. 8. Prevaricación judicial. 9. Denegación de justicia. 9.1. Deberes de independencia. 9.2. Deberes de imparcialidad. 9.2.1. Realizar conductas que rompan el desinterés con el que deben conducirse los juzgadores. 9.2.2. Realizar conductas que rompan el equilibrio procesal y la igualdad de las partes. 10. Retardo en la justicia. 11. Abuso de autoridad judicial. 209 212 212 214 216 217 218 219 228 229 230 230 239 244 248 CAPÍTULO V.- CONTRASTE ENTRE LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES Y LOS TIPOS PENALES Introducción. 1. Principios que se surten en todos los casos. 2. Principios que no se surten en todas las hipótesis típicas. 3. Síntesis. 4. Matriz analítica. 252 253 255 257 260 CONCLUSIONES. 263 APÉNDICES. 1. Jurisprudencia relacionada con la independencia e imparcialidad de los juzgadores. 2. Código de Ética del Poder Judicial de la Federación. 3. Código de Ética del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, del Distrito Federal. 4. Declaración de Jurica. 5. Estatuto del Juez Iberoamericano. 268 279 284 BIBLIOGRAFÍA 300 290 294 5 INTRODUCCIÓN Desde sus orígenes, el hombre se ha visto en la necesidad instintiva de reunirse y convivir con sus semejantes, por razones de supervivencia; el ser ermitaño es una excepción poco frecuente que encuentra sus causas en razones más de naturaleza emocional y religiosa, que de orden funcional y utilitario. En su clásico Contrato Social, Juan Jacobo Rousseau se refiere a la familia como la sociedad más antigua y le asigna el deber principal de procurar su propia conservación1 Los hombres, originalmente libres, ceden así parte de sus libertades en su propio beneficio: aceptan limitar sus prerrogativas naturales y reconocen entes superiores a quienes encomiendan la dirección del grupo y la procuración de su seguridad. Claro está que ningún hombre ha cedido graciosamente parte de su libertad propia con sólo la mira del bien público; es la necesidad quien los ha obligado a cederla, en la proporción más pequeña que sea posible.2 Surge así el Estado que, al decir de Georg Jellinek, se justifica como necesidad religiosa, física, jurídica, moral o psicológica.3 En su expresión más primitiva, el Estado se constituye como el garante del individuo, del orden social y del óptimo desarrollo de la colectividad, y no como garante de sí mismo; “el orden social es un derecho sagrado que sirve de base a todos los demás.”4 Al referirse a la actividad del Estado, Jorge E. Buompadre escribe que la función pública debe estar orientada a la sociedad porque no existen intereses contrapuestos, ni intereses que escapan al ciudadano, ni asuntos propios del Estado. El Estado nace y se justifica para el servicio de los 1 Editorial Linotipo, Bogotá, Colombia, 1979. Bonesana, Cesar. Marqués de Beccaria. Tratado de los delitos y de las penas. Editorial Heliasta S.R.L. Brasil, 1993, p. 60. 3 Teoría General el Estado. Editorial Oxford University Press. Colección grandes clásicos del derecho, volumen 2, México, 1999, Pág. 109. Al referirse a la teoría de la necesidad jurídica a través de un contrato social, Jellinek afirma que “el influjo histórico que ha ejercido es extraordinario. Todo Estado moderno se halla saturado del espíritu de esta doctrina, tanto en su estructura, cuanto en sus instituciones.” El orden social, escribe Rousseau, Op. cit. no viene de la naturaleza; se funda en convenciones. 4 Rousseau, Op, cit. 2 6 individuos y fuera de esta consideración, se transforma en un ente distinto y, desde luego, muy peligroso.5 Así, para el logro de sus comunes propósitos, la sociedad emite normas generales y con el conjunto de ellas instituye al derecho como hecho indisoluble al grupo social; la herramienta que garantizará el logro de los propósitos individuales y colectivos del grupo. Al mismo tiempo que el ser humano tiende a la reunión con sus semejantes, busca la preeminencia de su individualidad por sobre las personas y las cosas, mediante la dominación del otro y de lo material; “creese alguno señor de los demás.”6 Así, el hombre no sólo satisface sus necesidades elementales, sino que, por causa de su razón, busca otros satisfactores de orden objetivo: poder y bienes materiales; y para lograrlos, entra en conflicto con sus semejantes, que desean lo mismo. Surgen entonces, ineludiblemente, conflictos entre los componentes sociales, que deben ser resueltos por el bien común. Mommsen explica que desde el momento en que surge la comunidad, existe la posibilidad de que algún miembro de ella le cause daño por medio de un acto propio, y existe, por consecuencia, la necesidad de que el Estado reclame la correspondiente retribución de este daño.7 La delincuencia primitiva era física o muscular; desplegaba la fuerza dirigida contra la persona del adversario, queriendo eliminarlo, reducirlo o castigarlo; se actuaba en forma automática, con escaso despliegue de ingenio.8 Los agravios u ofensas cometidos por un miembro del grupo eran vengados por el afectado; éste se erigía en juez y verdugo del criminal. A esta etapa histórica se le conoce como la venganza privada, que provocó excesos y enervamientos generacionales que amenazaron con la destrucción misma de los grupos en conflicto. Aún hoy, en ciertas latitudes de nuestra sociedad, somos testigos de venganzas familiares que transmiten de generación en 5 Delitos contra la administración de justicia. Mario A. Viera Editor, Buenos Aires, República Argentina, 2001, p. 38, al referirse al pensamiento de González Cussac. 6 Rousseau, op. cit. 7 Mommsem, Teodoro. Derecho penal romano. Versión castellana de P. Dorado, del título del original en alemán Romisches Strafrecht, Leipzing, 1889. Editorial Temis, Bogotá, Colombia, 1991, Reimpresión, p. 9. 8 García Ramírez, Sergio. El sistema penal mexicano. Fondo de Cultura Económica, México, 1993, p. 13. 7 generación. En la mayoría de los pueblos primitivos, los agravios u ofensas cometidos contra el miembro de un grupo eran vengados directamente por los miembros de ese grupo. Lo más común es que el homicidio acarrere la muerte del ofensor, pero no sólo en estos casos. Así, por ejemplo, entre los indios comanches, la muerte del caballo favorito de un hombre podía castigarse con la muerte del transgresor.9 Como consecuencia de la preeminencia del misticismo, los componentes del ente social pensaron que cualquier conflicto ente los hombres ofendía a Dios y que, entonces, éste se encargaría de sancionar a los trasgresores a través de sus órganos temporales. La época de la venganza divina duró prácticamente diez siglos. “La influencia de las religiones alcanzó gran preponderancia en la vida de la sociedad... el delito producido por el hombre es una ofensa a la divinidad que requería una pronta y enérgica sanción, para aplacar la ira divina que traían males y tragedias al Estado y a la sociedad. El castigo, por estas razones, constituye como queda dicho, una ofensa a la divinidad y se lo implantaba como una expiación al enojo divino causado por la injuria del criminal.”10 En el derecho medieval, los juzgadores gozaban de amplísimas potestades que derivaban del poder casi ilimitado del soberano, cuya autoridad provenía de la voluntad divina. Entre estas potestades judiciales figuraban las de crear delitos y penas, es decir, los juzgadores podían determinar qué conducta era delictiva y ameritaba la imposición de una pena. Puesto que esa determinación provenía del arbitrio del juez, los individuos no siempre conocían de antemano qué conductas eran punibles y cuáles las penas previstas y autorizadas, lo cual permitió todo género de abusos. No existía ningún principio de legalidad en materia penal, mucho menos el dogma nullum crimen nulla poena sine lege (no hay delito ni pena sin ley), hoy considerado pilar fundamental del derecho penal.11 9 Fix Fierro, Héctor. Derechos del Pueblo Mexicano, México a través de sus constituciones. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. Ed. Miguel Ángel Porrúa, México, 1996, Tomo III, p. 579 10 Páez Olmedo, Sergio. La fase de la venganza divina y pública. http://www.dlh.lahora.com.ec/paginas/judicial/PAGINAS/D.penal.47.htm 11 Cfr. García Ramírez, Op. cit. 8 Al surgir el Estado moderno, se asumió que la solución de los conflictos entre los seres humanos debe concentrarse en manos de una institución fuerte e imparcial,12 es decir, al Estado a través de sus órganos de gobierno, no como encarnación de la divinidad, sino como el depositario de la autoridad estatal. Surge así la heterocomposición, hoy encomendada a tribunales que, por voluntad social, poseen el monopolio de la violencia en sus manos y están confiados a miembros de la misma sociedad a los que se denomina juzgadores, si bien subsisten y evolucionan algunos mecanismos de autocomposición distintos a la venganza. El monopolio de la violencia legítima por parte del Estado no significa que estén prohibidas todas las formas de autodefensa, es decir, de solución de un conflicto por una de las partes. Hay algunas excepciones muy limitadas y que están sometidas, eventualmente, al control y la vigilancia del Estado, ya que si no se cumplen ciertos requisitos, se convierten en actos ilícitos. Es el caso de la legítima defensa en el derecho penal, que permite causar un daño a un bien jurídicamente protegido si ésta es la única manera de proteger otro de mayor valor; o la retención de bienes que autoriza la legislación civil en diversas hipótesis, para garantizar el pago de una deuda; cabe citar también la huelga, como forma de lograr prestaciones laborales.13 Si al Estado corresponde la función de juzgar, de la que se excluye a los particulares, es preciso que se ejerza plenamente tan importante atribución. De su buen desempeño depende la paz. Otra cosa traería fenómenos de venganza (autocomposición) por parte de quienes, sintiéndose defraudados por la inercia, la ineficiencia o la parcialidad de la justicia pública, opten por reasumir la potestad del castigo, como en el remoto pasado: linchamientos, venganzas privadas, escuadrones de la muerte, etc.14 En México, desde la Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz, el 19 de marzo de 1812, se estableció que la potestad de aplicar leyes en las causas civiles y criminales pertenecía exclusivamente a los tribunales y que éstos no podrían ejercer otras funciones que las de juzgamiento y ejecución de sus fallos. El mismo criterio siguió explícito en el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana, sancionado en Apatzingán, el 12 Fix Fierro, Héctor, Op. cit., p. 580 Idem, p. 581. 14 García Ramírez, Sergio. Op. cit. 13 9 22 de octubre de 1814; en el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, suscrito en la ciudad de México, el 18 de diciembre de 1822; en el Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana, fechado en la ciudad de México, el 16 de mayo de 1823; en el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, fechada en la ciudad de México, el 31 de enero de 1856; en el Proyecto de Constitución Política de la República Mexicana, fechado en la ciudad de México, el 16 de junio de 1856; en la Constitución Política de la República Mexicana, sancionada por el Congreso General Constituyente, el 5 de febrero de 1857; en el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, dado en el Palacio de Chapultepec, el 10 de abril de 1865; y en el Mensaje y Proyecto de Constitución de Venustiano Carranza, fechados en la ciudad de Querétaro, el 1º de diciembre de 1916.15 El art. 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), aprobado por el Congreso Constituyente de 1916 el 21 de diciembre de 1916, establecía lo siguiente: “Art. 17.- Nadie puede ser preso por deudas de un carácter puramente civil. Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma y ejercer violencia para reclamar su derecho. Los tribunales estarán expeditos para administrar justicia en los plazos y términos que fije la ley y su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales.” La única reforma que se ha promulgado al art. 17 de la CPEUM, fundamentada en la necesidad de perfeccionar y robustecer la garantía individual de acceso a la jurisdicción y señalar sus cualidades, fue aprobada en 1986, para quedar como sigue: “Art. 17.- Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho. Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales. 15 Derechos del Pueblo Mexicano. México a través de sus Constituciones. Op. cit., pp. 589 a 590. 10 Las leyes federales y locales establecerán los medios necesarios para que se garantice la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones. Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil.” Los tribunales a que se refiere el art. 17 preindicado son entidades jurídicas objetivadas que están bajo la titularidad de seres humanos llamados juzgadores. Como seres humanos que son, están sujetos al sistema normativo general aplicable a su colectividad; y como pertenecen al órgano estatal encargado de impartir justicia, entonces son servidores públicos y por tanto están sujetos a las previsiones normativas aplicables a toda persona que forme parte del Estado. En este sentido no sólo están obligados a salvaguardar el debido servicio público lato sensu, sino el adecuado servicio público stricto sensu de impartir justicia. Por último, en su carácter de hombres encomendados al servicio público de la debida justicia, están obligados sustancialmente a impartir justicia, es decir, a dirimir controversias mediante la aplicación de la ley general a los casos concretos. Lo anterior clasifica al juzgador bajo dos dimensiones en función a sus actividades: (i) en tanto ser humano; (ii) en tanto servidor público, misma que se subdivide en (ii.a) lato sensu como integrante del Estado y (ii.b) stricto sensu como resolutor de controversias. A su vez, ésta última subdivisión se descompone en dos cualidades: (ii.b.1) durante el procedimiento y (ii.b.2) al impartir justicia mediante la resolución correspondiente. La primera dimensión atiende al juzgador en tanto individuo perteneciente a la colectividad. Como afirma Adolfo Alvarado Velloso, “sin deterioro de las elucubraciones de gabinete, es preciso recordar que los jueces son hombres.”16 En esta dimensión, el juzgador no se diferencia de los demás entes sociales; está sujeto a las mismas normas reguladoras de conducta, en cualquiera de las diferentes especialidades del derecho. En materia penal, a diferencia de otros servidores públicos que gozan de fuero indiferenciado por su función, en el ámbito judicial sólo disponen de la señalada protección los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral y los magistrados de los Tribunales 16 El juez. Sus deberes y facultades. Ediciones De Palma, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 3. 11 Superiores de Justicia de los Estados17, lo que reafirma la condición de ciudadanos comunes de los juzgadores no incluidos en la disposición constitucional de excepción.18 No obstante, vale tener presente la reflexión de Piero Calamandrei: “en los jueces, aun en la vida privada, se reprochan como indignas de la seriedad de sus funciones, ciertas pequeñas debilidades o ciertas inocentes distracciones que se perdonan o hasta se miran con simpatía en otras personas. Por ejemplo; si yo fuera (como, para mi vergüenza, no lo soy) un asiduo concurrente a los partidos de fútbol y entre el público gesticulante reconociera a un magistrado de apelación que agitaba frenéticamente los brazos y sostenía a voz en cuello que el árbitro se había vendido, ¿cómo podía al día siguiente, al discutir una causa ante él, seguir teniendo confianza en su serenidad y en su equilibrio? La misma sensación de desaliento se apoderó de mi una vez, cuando al hablar de cerca, antes de la sesión, con el presidente de una Corte penal ante el que tenía que discutir momentos después un recurso, noté, en los coloridos reflejos de su cabellera untada con pomada, que se teñía el cabello. ¡Ay! ¿Ay! ¿Cómo puede ser investigador escrupulosos de la verdad en los asuntos ajenos, el que el que la adultera en sí mismo hasta en el color de los cuatro pelos que todavía le quedan?”19 La segunda dimensión atiende al juzgador en tanto servidor público. En esta dimensión, el juzgador está sujeto a la regulación legal establecida para salvaguardar el debido servicio público en general y, en particular, el referido a la correcta impartición de justicia. En consecuencia, esta dimensión se desdobla en dos afirmaciones: (i) que el juzgador es servidor público como cualquier otro de los mencionados en los arts. 108 constitucional y 212 del Código Penal Federal (CPF) y por tanto sujeto a las mismas determinaciones de carácter penal20 y (ii) que el juzgador debe de cumplir el servicio de conducir el proceso y resolver controversias debidamente. 17 Art. 111 de la CPEUM. Los consejos de la judicatura, sin embargo, deben autoriza la apprehension de cualquier juzgador previamente a que se ejecute el mandato de captura, lo que podría constituir una especie de fuero. 19 Elogio de los jueces. Editorial Tribunal, México. La edición no muestra fecha ni edición; sólo refiere que la obra se reproduce en edición facsimilar, sin propósito de lucro, con fines educativos. p. 214. 20 El art. 109, fracción III, de la C. dispone que “la comisión de delitos por parte de cualquier servidor público será perseguida y sancionada en los términos de la legislación penal” 18 12 Para la primera subdimensión, las legislaciones penales contienen tipos delictivos tales como el ejercicio indebido y abandono del servicio público, abuso de autoridad y uso ilegal de la fuerza pública; desaparición forzada de personas, coalición de servidores públicos, uso indebido de atribuciones y facultades, concusión, intimidación, negación del servicio público, ejercicio abusivo de funciones, tráfico de influencias, cohecho, peculado, enriquecimiento ilícito, tortura y otros cuya definición normativa requiere de la calidad específica de servidor público en el sujeto activo. Se trata de delitos que puede cometer cualquier servidor público, independientemente de la función que tenga encomendada o del poder al que pertenezca formalmente. En cuanto a la segunda subdimensión, las codificaciones penales prevén tipos tales como incumplir una determinación legítima de su superior, conocer de un negocio para el cual se tenga impedimento, litigar por sí o por interpósita persona cuando la ley lo prohíba, aconsejar a los que litiguen ante él, retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia, ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o no preceda denuncia o querella, inicie un procedimiento penal contra un servidor público con fuero, otorgue la libertad provisional cuando no proceda o se abstenga de hacerlo cuando se tenga ese derecho, y otros más en cuya expresión legislativa o por virtud del bien jurídico tutelado al que atienden, se requiere la calidad específica de juzgador en el sujeto activo. Aquí, no basta la calidad de servidor público en el sujeto activo, sino que se exige además que se trate del titular del servicio de la justicia. Como nota común, en todos los casos contenidos en esta subdimensión, la norma que subyace es de carácter dispositivo y consiste en la obligación de desempeñar el servicio de la justicia debidamente. La segunda subdimensión, que atiende al juzgador en tanto resolutor de controversias, observa a la actividad del juzgador durante la secuela del proceso y especialmente al momento de impartir justicia mediante el pronunciamiento de la resolución correspondiente. Se trata de la función procesal del juez propiamente dicha, caracterizada por la suma de deberes y facultades de que está investido. Alvarado Velloso esquematiza dicha función dividiéndola en deberes (funcionales: esenciales y legales, y procesales: de dirección, de resolución y e ejecución), y facultades (ordenatorias, conminatorias, sancionatorias y decisorias)21. 21 Op. Cit. 13 La actividad del juzgador de impartir justicia mediante el pronunciamiento de una resolución que aplica la ley general a los casos concretos, es la función sustantiva del juez; aquella para la que está destinado esencialmente por mandato del constituyente. Aquí no se trata de que desempeñe el servicio de la justicia debidamente a lo largo del proceso, sino al hecho material mismo de impartir justicia; de resolver litigios. En estos casos, las legislaciones penales disponen tipos tales como dictar sentencia o resolución de fondo que viole un precepto terminante de la ley, o dictar sentencia o resolución de fondo contraria a las constancias de autos22. Los tipos penales dirigidos a regular la actividad de impartir justicia implican que (i) para la legislación mexicana, no sólo es válido regular el servicio público y su adecuado desarrollo en materia de justicia, sino también la actividad propia de juzgar; (ii) los agentes del Ministerio Público y los juzgadores a quienes corresponda intervenir en la sanción de la conducta reprochada, poseen una especie de supra-competencia por sobre el juzgador reo y la cosa juzgada, capaz de juzgar lo que éste ya juzgó; y (iii) que a pesar de ello, el daño causado a la víctima, es decir, a la parte del proceso a quien afectó el juzgador por su conducta delictiva, no queda reparado, puesto que la pena no anula la sentencia o resolución de fondo delictiva.23 Ante lo anterior, surge el siguiente dilema: (i) La norma penal puede y debe regular la actividad sustantiva de los juzgadores, por lo que los delitos establecidos para sancionar la actividad de impartir justicia responden a los principios generales de validez de las normas penales y sus principios justificadores, o (ii) La norma penal no puede ni debe regular la actividad sustantiva de los servidores públicos y entonces los tipos penales en cuestión no responden a los principios generales de validez de las normas penales y sus principios justificadores y deben ser derogados. 22 Si la norma penal puede y debe regular la actividad sustantiva de los juzgadores, entonces debería ocurrir lo mismo tratándose de las funciones ejecutivas y legislativas, como principio básico de congruencia de política criminal. Sin embargo, no sucede así. Ninguna disposición legislativa de naturaleza penal sanciona el hecho mismo de legislar o de ejecutar la ley, a pesar de que ello se realice en contravención con un precepto terminante de la ley o en contra de las constancias del expediente o de los antecedentes correspondientes. La normatividad penal no regula ni sanciona la actividad sustantiva de los legisladores ni de los jefes o integrantes de los poderes ejecutivos; se limita a las dos primeras dimensiones: en tanto sujetos pertenecientes a la colectividad y en tanto servidores públicos como tales y como obligados al debido desempeño de sus funciones. 23 Lo más a lo que podría aspirar es a reclamar patrimonialmente al reo y al Estado, en términos del art. 113, último párrafo, de la C. y leyes relativas 14 Para resolver el dilema antes dicho, la presente investigación partirá de las siguientes hipótesis: 1. El servicio público en general y el dirigido a la debida impartición de justicia son bienes jurídicos tutelables por el derecho penal. La norma criminal, entonces, puede y debe sancionar las conductas que vulneren los referidos valores fundamentales, atendiendo a los principios justificadores de la tipificación penal. 2. Algunos tipos penales que sancionan la función sustantiva del juzgador no responden a los principios fundamentales del derecho penal y de la jurisdicción y por tanto deben ser derogados. 3. Los tipos delictivos que sancionan conductas que atenten contra la independencia y la imparcialidad, que impliquen prevaricación, denegarción e justicia, retardo en la justicia y abuso de autoridad judicial, deben subsistir. En el desarrollo del presente trabajo, se seguirá el método documental basado en los llamados niveles de racionalidad legislativa, sin perjuicio de incorporar fuentes empíricas, toda vez que se pretende realizar un estudio de dogmática penal y sólo accidentalmente abordar algunas cuestiones de ética judicial como complemento. Serán contrastados los criterios de validez general para el establecimiento de delitos, contra los delitos establecidos que se cuestionan en la tesis. Al efecto, se analizarán las legislaciones del fuero federal y del Distrito Federal, que establecen delitos para tutelar la debida impartición y la propia impartición de justicia. Además, se tendrá en consideración lo establecido por la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por la doctrina nacional y por la experiencia extranjera, de modo que se obtengan elementos críticos con base científicamente objetiva que permitan diseñar las propuestas que se consideren adecuadas. De lo que se trata es de establecer y analizar los criterios que motivaron la creación de los tipos delictivos dirigidos a regular la dimensión sustantiva y adjetiva de los juzgadores, confrontar los 15 criterios antes señalados con los criterios generales de validez de la tipificación de conductas en los ordenamientos penales y proponer las reformas a que haya lugar. 16 CAPITULO I.- LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PENAL Sumario: Introducción. 1.- Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito: nulla poena sine crimine. 2.- Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad): nullum crimen sine praevia lege poenali valida. 3.- Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona: nulla lex poenalis sine necesitate. 4.Principio de lesividad o de la ofensividad del acto: nulla necesitas sine iniuria. 5.- Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción: nulla iniuria sine actione. 6.- Principio de culpabilidad personal: nulla actio sine culpa. 7.Principio de jurisdiccionalidad: nulla culpa sine iudicio. 8.- Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación: nullum iudicium sine accusatione 9.Principio de la carga de la prueba o de verificación: nulla accusatio sine probatione. 10.- Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación: nulla probatio sine defensione. Introducción: Afirma con razón Fernando Velásquez V. que, como cualquier sector del saber que pretenda un mínimo de coherencia y rigor conceptuales, el derecho penal está orientado por un cúmulo de postulados fundamentales a partir de los cuales es posible su interpretación, sistematización y crítica, al punto de poder predicar de él su carácter de ciencia; verdades fundantes que se erigen, a su vez, en límites o controles a la actividad punitiva cuando la organización social -prevalida de su soberanía- ejerce tal potestad, acorde con los cauces demarcados por el modelo de Estado social y democrático de derecho.24 Los principios fundamentales constituyen el conjunto de características que permiten ser al derecho penal lo que es y no otra cosa, y lo distinguen de las otras ramas de la ciencia jurídica. En sintonía con lo anterior, el Código Penal para el Distrito Federal (CPDF), en vigor a partir del 13 de noviembre de 200225, dedica el Título Preliminar de su Libro Primero (arts. 1º a 6º) a los “Principios y Garantías Penales”, a saber: legalidad; tipicidad y prohibición de la aplicación 24 “Los principios y garantías penales en el Código Penal para el Distrito Federal mexicano de 2002”. Artículo en el libro “Comentarios en torno al Código Penal para el Distrito Federal”, editado por el Centro de Estudios de Política Criminal y Ciencias Penales, A.C. México, 2003, coordinadores: Moisés Moreno Hernández y Rodolfo Félix Cárdenas. 25 Publicado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 16 de julio de 2002. 17 retroactiva, analógica y por mayoría de razón; prohibición de la responsabilidad objetiva; bien jurídico y antijuridicidad material; culpabilidad; y jurisdiccionalidad. La sistematización apuntada se debe a la evolución del pensamiento jurídico-penal en México y a la participación de penalistas distinguidos en la redacción de los documentos de trabajo a partir de los cuales fue tratado legislativamente el nuevo ordenamiento sustantivo y, aunque perfectible, es apreciable el esfuerzo de claridad vertido por el legislador local. Sin parecida sistemática, la CPEU y el CPF26 contienen, sin embargo, los mismos principios fundamentales, que han sido reproducidos por la jurisprudencia en reiteradas causas. En al ámbito internacional, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, también prevén los principios fundamentales o garantías que se analizan en este capítulo, y lo mismo puede decirse de todas las normativas contemporáneas en México y el extranjero. En mayor o menor medida, los autores que tratan el tema de los principios fundamentales del derecho penal han seguido, tal y como lo haremos en este capítulo, los planteamientos de Luigi Ferrajoli y, con algunos matices, diferencias y, en ocasiones, adiciones, expresan los mismos axiomas o implicaciones deónticas que el nombrado tratadista analiza en su clásico Derecho y razón27 como los pilares fundamentales en los que descansa todo derecho penal garantista; postulados que han sido incorporados más o menos íntegra y rigurosamente a las constituciones y codificaciones de los ordenamientos desarrollados28: 26 En vigor a partir del 17 de septiembre de 1931. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Colección Estructuras y Procesos, serie Derecho. Editorial Trotta, S.A., sexta edición, Madrid, España, 2004. 28 Sobre el clásico de Ferrajoli, Diego Camaño Viera, profesor de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, comenta: “Creo que recién ahora podemos distinguir claramente un “viejo” y un “nuevo” garantismo penal. Aquél, fundado por Beccaria y Carrara sobre los cimientos filosóficos y políticos que dan cuenta del moderno Estado de derecho y el pensamiento jurídico-penal; éste, sobre la base de aquél, pero revitalizado y renovado por nuevas adquisiciones en términos de filosofía, epistemología, ética y teoría general del derecho y del Estado, que nutren la obra de Luigi Ferrajoli. Al igual que aquél, éste también se caracteriza como un conjunto de conocimientos capaces de fundamentar la limitación al poder punitivo del Estado desde una óptica de primacía del individuo. A diferencia de aquél, éste sólo sirve para fundamentar modelos de derecho penal mínimo, mientras que aquél también fue utilizado -debido a la ambigüedad de algunos de sus fundamentos- para fundamentar modelos de derecho penal máximo.”, en: www.carlosparma.com.ar/Luigi.doc. 27 18 1. Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito, según el cual nulla poena sine crimine. 2. Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad), según el cual nullum crimen sine praevia lege poenali valida. 3. Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona, según el cual nulla lex poenalis sine necesitate. 4. Principio de lesividad o de la ofensividad del acto, según el cual nulla necesitas sine iniuria. 5. Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción, según el cual nulla iniuria sine actione. 6. Principio de culpabilidad personal, según el cual nulla actio sine culpa. 7. Principio de jurisdiccionalidad, según el cual nulla culpa sine iudicio. 8. Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación, según el cual nullum iudicium sine accusatione. 9. Principio de la carga de la prueba o de verificación, según el cual nulla accusatio sine probatione. 10. Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación, según el cual nulla probatio sine defensione. Los principios 1, 2 y 3 responden a las preguntas ¿cuándo y cómo castigar? y expresan las garantías relativas a la pena; los 4, 5 y 6, a las preguntas ¿cuándo y cómo prohibir? y expresan 19 las garantías relativas al delito; y los principios 7, 8, 9 y 10, a ¿cuándo y cómo juzgar? y expresan las garantías relativas al proceso. Ferrajoli demuestra que los diez principios o axiomas apuntados hacen derivar, “mediante triviales silogismos”, cuarenta y cinco teoremas, pues todos los términos implicados (pena, delito, ley, necesidad, ofensa, acción, culpabilidad, juicio, acusación, prueba y defensa) son enunciables como consecuentes de otras tantas implicaciones que tienen como antecedentes a todos los términos que las preceden en el sistema, p. ej, nulla poena sine lege, nulla poena sine necesitate, nulla poena sine iniuria, nulla poena sine defensione, etc. 1. Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito (nulla poena sine crimine. No hay pena sin delito). Según este principio, la pena es un castigo aplicable cuando se haya cometido un delito. Éste constituye la causa o condición necesaria y suficiente de la pena y ésta se configura como su efecto o consecuencia jurídica. La pena, entonces, no es un prius, sino un posterius; no una medida preventiva o ante delictum, sino una sanción retributiva o post delictum¸ que puede exigir condiciones ulteriores, tales como la ausencia de eximentes y las condiciones objetivas de punibilidad y de procedibilidad, además de todo el resto de las garantías penales y procesales que condicionan la validez de la definición legal y la comprobación judicial del delito. El carácter retributivo de la pena también significa que nadie puede ser castigado más que por lo que ha hecho y no por lo que es. Por tanto, excluye cualquier modo utilitarista de prevención propio del moderno autoritarismo penal (derecho penal máximo), que castigue al inocente cuando se le considere malvado, desviado, peligroso, sospechoso o proclive al delito. Este principio se contiene en los arts. 14, 18 y 21 de nuestra Constitución, en tanto implican la aceptación de que sólo por delito habrá lugar a la imposición de prisión y otras penas, y que éstas sólo podrán ser impuestas por la autoridad judicial en la investigación de un delito y mediante un procedimiento formal en que se apliquen las leyes expedidas con anterioridad al hecho. 20 A pesar del anhelo readaptador de la pena, sobre la base de la educación, la capacitación para el trabajo y el propio trabajo, establecido en el art. 18 constitucional, de toda suerte la pena sigue siendo la retribución posterior que impone el Estado a quien cometa un delito, independientemente de sus fines individuales. La siguiente tesis revela la aceptación del principio de retribución de la pena, como fundamento de su imposición: “PENAS, IMPOSICION DE LAS. La facultad de imponer penas que, conforme al artículo 21 constitucional, es función propia y exclusiva de las autoridades judiciales, implica necesariamente la de examinar y apreciar las constancias procesales, para el efecto de establecer, en su caso, la existencia del delito, la responsabilidad del inculpado y las modalidades de aquél, y declarar la pena legal que haya de imponerse; sin que el ejercicio de la misión del juzgador, tenga otras limitaciones que las de no variar los hechos sobre los que versa la acusación, la clasificación legal del delito imputado, las circunstancias calificativas y las agravantes invocadas por el Ministerio Público; de modo que si un tribunal estima que los diversos actos por los que se acusa a un individuo, constituyen un delito continuo, no traspasa las limitaciones apuntadas, si considera dichos actos con el mismo aspecto que los señaló el Ministerio Público.”29 2. Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad) (nullum crimen sine praevia lege poenali valida. No hay delito sin previa ley penal valida). El principio de mera legalidad, que se remonta al derecho romano, es definido como una regla de distribución del poder penal que prohíbe al juzgador determinar como delito lo que está reservado al legislador preestablecer como tal. 29 Quinta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo XXVIII, pág. 243. 21 Este axioma exige que los presupuestos de las penas estén establecidos de antemano por un acto legislativo y por tanto constituye el presupuesto elemental del principio de retribución, antes analizado. Su función es erigirse en una norma dirigida a los jueces acerca de las leyes vigentes a las que están sujetos. Sólo las leyes pueden decretar las penas de los delitos y esta autoridad debe residir únicamente en el legislador, que representa a toda la sociedad.30 La legalidad lato sensu se expresa en el art. 14 constitucional, en tanto señala que en los juicios del orden penal sólo es posible imponer penas decretadas por una ley exactamente aplicable al caso de que se trata y no por analogía ni por mayoría de razón. Por su parte, la legislación penal del Distrito Federal así lo establece en el art. 1º del CPDF según el cual a nadie se le impondrá pena o medida de seguridad sino por la realización de una acción u omisión expresamente prevista como delito en una ley vigente al tiempo de su ejecución, siempre y cuando concurran los presupuestos que para cada una de ellas señale la ley y la pena o la medida de seguridad se encuentren igualmente establecidas en ésta. En el ámbito federal, el art. 7º del CPF dispone que delito es el acto u omisión que sancionan las leyes penales. Juzgar por analogía significa integrar la ley penal pretendiendo adecuar una conducta no exactamente prevista en la ley como delito, equiparándole a una figura delictiva semejante en los hechos que integran el tipo. La analogía supone el uso de fórmulas elásticas, carentes de denotación. Es preferible un desorden nacido de la rigurosa y literal observancia de una ley penal, a los que nacen de la interpretación.31 Juzgar por mayoría de razón significa integrar la ley penal al intentar imponer una sanción menor que la mínima o mayor que la máxima que prevé la norma penal para castigar el delito por el que se juzgue.32 30 Bonesana, Cesar. Op. cit. Ídem. 32 Mancilla Ovando, Jorge Alberto. Las garantías individuales y su aplicación en el proceso penal. Ed. Porrúa, primera edición, México, 1988. 31 22 El principio de legalidad ni siquiera admite la posibilidad de integración a través de la doctrina, tal y como se refleja en la siguiente tesis jurisprudencial: “DOCTRINA. PUEDE ACUDIRSE A ELLA COMO ELEMENTO DE ANÁLISIS Y APOYO EN LA FORMULACIÓN DE SENTENCIAS, CON LA CONDICIÓN DE ATENDER, OBJETIVA Y RACIONALMENTE, A SUS ARGUMENTACIONES JURÍDICAS. En el sistema jurídico mexicano por regla general, no se reconoce formalmente que la doctrina pueda servir de sustento de una sentencia, pues el artículo 14 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que establece las reglas respectivas, en su último párrafo, sólo ofrece un criterio orientador, al señalar que "En los juicios del orden civil, la sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra o la interpretación jurídica de la ley, y a falta de ésta se fundará en los principios generales del derecho”; mientras que en su párrafo tercero dispone que "En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por simple analogía, y aun por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada por una ley exactamente aplicable al delito de que se trata.” Sin embargo, es práctica reiterada en la formulación de sentencias, acudir a la doctrina como elemento de análisis y apoyo, así como interpretar que la regla relativa a la materia penal de carácter restrictivo sólo debe circunscribirse a ella, permitiendo que en todas las demás, con variaciones propias de cada una, se atienda a la regla que el texto constitucional menciona con literalidad como propia de los juicios del orden civil. Ahora bien, tomando en cuenta lo anterior y que la función jurisdiccional, por naturaleza, exige un trabajo de lógica jurídica, que busca aplicar correctamente las normas, interpretarlas con sustento y, aun, desentrañar de los textos legales los principios generales del derecho para resolver las cuestiones controvertidas en el caso concreto que se somete a su conocimiento, considerando que todo sistema jurídico responde a la intención del legislador de que sea expresión de justicia, de acuerdo con la visión que de ese valor se tenga en el sitio y época en que se emitan los preceptos que lo vayan integrando, debe concluirse que cuando se acude a la doctrina mediante la referencia al pensamiento de un tratadista e, incluso, a través de la transcripción del texto en el que lo expresa, el juzgador, en lugar de hacerlo de manera dogmática, debe analizar, objetiva y 23 racionalmente, las argumentaciones jurídicas correspondientes, asumiendo personalmente las que le resulten convincentes y expresando, a su vez, las consideraciones que lo justifiquen.”33 Por su parte, el principio de estricta legalidad, elaborado a partir del pensamiento ilustrado y reafirmado tras la segunda guerra mundial, es una regla metalegal de formación del lenguaje penal, que a tal fin manda al legislador el uso de términos de extensión determinada en la definición de figuras delictivas, para que sea posible su aplicación en el lenguaje judicial como predicados verdaderos de los hechos procesalmente comprobados. La estricta legalidad exige no sólo que los presupuestos de la pena estén de antemano establecidos en el acto legislativo, sino, además, que la ley penal esté dotada de referencias reales para que sea posible su aplicación, en estipulaciones verificables, y presupone todos los demás principios, sin los cuales no puede quedar satisfecho. La función de este principio es erigirse en una norma dirigida al legislador acerca de la formación valida de las leyes penales. La ley, si bien es exigida en cualquier caso para la configuración de delito en virtud de la mera legalidad, exige a su vez, en virtud de la estricta legalidad, una técnica legislativa específica para la válida configuración legal de los elementos constitutivos del delito y por tanto la primera queda en relación con la legitimación jurídica formal subsiguiente a la vigencia de las normas producidas, y la segunda con la legitimación jurídica sustancial que deriva de los vínculos que condicionan la validez de las normas vigentes a la tutela del resto de los derechos fundamentales incorporados a las leyes fundamentales. Al abordar los problemas que se suscitan en torno a la política criminal legislativa, Moisés Moreno Hernández34afirma: 33 Amparo directo en revisión 1124/2000. Abel Hernández Rivera y otros. 17 de abril de 2001. Cinco votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Lourdes Minerva Cifuentes Bazán. Ius2005. Registro 189,723, tesis aislada, materia común, Novena Época, Segunda Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo: XIII, mayo de 2001, Tesis 2a. LXIII/2001, página: 448. 34 Orientaciones de la política criminal legislativa. Centro de Estudios de Plítica Criminal y Ciencias Penales, México, 2005. 24 “La ley debe ser clara y precisa, de manera que de su contenido se derive seguridad jurídica para los individuos. En un régimen penal de corte democrátoco, resulta inadmisible la existencia de regulaciones indeterminadas o demasiado abiertas, ya que ellas, además de propiciar inseguridad jurídica, dejan la puerta abierta al juzgador para que sea él quien venga a determinar o a completar los faltantes de la ley y, de esa manera, sustituya en su tarea al legislador; situación que, por supuesto, también va en contra de oro principio fundamental, como lo es del de división de poderes.” Véase la siguiente tesis jurisprudencial: “EXACTA APLICACION DE LA LEY EN MATERIA PENAL, GARANTIA DE. SU CONTENIDO Y ALCANCE ABARCA TAMBIEN A LA LEY MISMA. La interpretación del tercer párrafo del artículo 14 constitucional, que prevé como garantía la exacta aplicación de la ley en materia penal, no se circunscribe a los meros actos de aplicación, sino que abarca también a la propia ley que se aplica, la que debe estar redactada de tal forma, que los términos mediante los cuales especifique los elementos respectivos sean claros, precisos y exactos. La autoridad legislativa no puede sustraerse al deber de consignar en las leyes penales que expida, expresiones y conceptos claros, precisos y exactos, al prever las penas y describir las conductas que señalen como típicas, incluyendo todos sus elementos, características, condiciones, términos y plazos, cuando ello sea necesario para evitar confusiones en su aplicación o demérito en la defensa del procesado. Por tanto, la ley que carezca de tales requisitos de certeza, resulta violatoria de la garantía indicada prevista en el artículo 14 de la Constitución General de la República.”35 Del principio de legalidad, en sus dos dimensiones, surgen tres garantías más: la irretroactividad de las leyes penales en tanto perjudiquen al reo, la especialidad en la aplicación de la ley penal, y los criterios de aplicación espacial, temporal y personal de la ley penal. 35 Ius2004, registro 200,381. Tesis aislada, Materia Penal, Constitucional, Novena Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo: I, Mayo de 1995, Tesis: P. IX/95, pág. 82 25 La irretroactividad parte de premisa de que antes de la ley, no existe trasgresión de ésta, y se encuentra determinada en el art. 14 Constitucional bajo la fórmula general de que a ninguna ley se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna. Como expresión del principio de legalidad, es recogida en el arts. 2º y 10 del CPDF, en tanto, respectivamente, prohíbe la aplicación retroactiva de la ley penal en perjuicio de persona alguna y, en cambio, la consiente si favorece al inculpado, cualquiera que sea la etapa del procedimiento, incluyendo la ejecución de la sanción; y establece que, cuando entre la comisión del delito y la extinción de la pena o medida de seguridad entrare en vigor otra ley aplicable al caso, se estará de oficio a lo dispuesto en la ley más favorable al inculpado o sentenciado, incluso si se trata de disminución de penalidad. Lo mismo ocurre en el CPF, según sus arts. 56 y 117.36 La especialidad en la aplicación de la ley penal supone que, cuando una misma materia aparezca regulada por diversas disposiciones, la especial prevalecerá sobre la general, la de mayor protección al bien jurídico absorberá a la de menor alcance, la principal excluirá a la subsidiaria, y en todo caso se estará a las leyes penales especiales por sobre las generales. Así se desprende de los arts. 13 y 14 del CPDF y 6º del CPF. Los criterios de aplicación espacial, temporal y personal de la ley penal, establecidos en los arts. 7º a 12 del CPDF y 1º a 5º, 10 y 11 del CPF, señalan las reglas de positividad de cada ordenamiento según el territorio o fuero, el tiempo o vigencia, y la edad penal, en ambos casos a partir de los 18 años. 3. Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona (nulla lex poenalis sine necesitate, no hay ley penal sin necesidad, no hay delito sin necesidad; derecho penal mínimo.) 36 Art. 56.- “Cuando entre la comisión de un delito y la extinción de la pena o medida de seguridad entrare en vigor una nueva ley, se estará a lo dispuesto en la más favorable al inculpado o sentenciado. La autoridad que esté conociendo del asunto o ejecutando la sanción, aplicará de oficio la más favorable. Cuando el reo hubiese sido sentenciado al término mínimo o al término máximo de la pena prevista y la reforma disminuya dicho término, se estará a la ley más favorable. Cuando el sujeto hubiese sido sentenciado a una pena entre el término mínimo y el término máximo, se estará a la reducción que resulte en el término aritmético conforme a la nueva norma.” Art. 117.- “La ley que suprime el tipo penal o lo modifique, extingue, en su caso, la acción penal o la sanción correspondiente, conforme a lo dispuesto en el artículo 56.” 26 Siguiendo la clasificación propuesta por Ferrajoli, el principio en análisis se expresa en una proposición, aunque implica dos ideas distintas pero complementarias: (i) necesidad o economía de la prohibición y (ii) humanidad en la definición y aplicación de las penas. La intervención penal mínima busca que se logre la optimización del grado de eficacia de los derechos individuales frente a las limitaciones imponibles por los poderes públicos. Entonces, es obligación de los órganos del Estado el comparar las medidas restrictivas aplicables que sean suficientemente aptas para la satisfacción del fin perseguido y a elegir, finalmente, aquella que sea menos lesiva para los derechos de las personas, esto es, la que sea más idónea para la protección eficaz de los bienes jurídicos.37 Que la prohibición sea necesaria, significa que el legislador penal sólo debe de prohibir y sancionar conductas cuando no quede otro remedio; cuando no sea posible regular la situación jurídicamente a través de otras fórmulas legales de distinta naturaleza, incluyendo penas alternativas. Significa también que el juzgador debe aplicar la pena o medida de seguridad sólo cuando ello sea estrictamente indispensable. En síntesis, que el derecho penal debe afectar lo mínimamente posible las relaciones sociales, ser la última ratio, el último recurso del que se valga el Estado, de modo que no se abuse de la tipificación de conductas ni de la imposición de penas. Ya escribía Bonesana,38 citando a Montesquieu, que toda pena, todo acto de hombre a hombre, que no se derive de la absoluta necesidad, es tiránica; y que en la medida en que las penas sean justas, será más sagrada e inviolable la seguridad general y mayor la libertad del Estado para castigar los delitos. Por lo que hace a la humanidad en la definición y aplicación de penas, con razón afirma Ferrajoli39 que la historia de éstas es sin duda más horrenda e infamante para la humanidad que la propia historia de los delitos, porque más despiadadas, y quizá más numerosas, que las violencias producidas por los delitos han sido las producidas por las penas y porque mientras que el delito suele ser una violencia ocasional y a veces impulsiva y obligada, la violencia infligida 37 Velásquez V., Fernando. Op. cit. Bonesana, Cesar. Marqués de Beccaria. Tratado de los delitos y de las penas. Editorial Heliasta S.R.L. Brasil, 1993, p. 59. 39 Op. cit., p. 388. 38 27 con la pena es siempre programada, consciente, organizada por muchos contra uno. Tan así es que se puede decir que no ha habido aflicción, desde los sufrimientos más refinados hasta las violencias más brutales, que no se haya experimentado como pena en el curso de la historia. Señala que es obvio que las penas, si quieren desarrollar la función preventiva que tienen asignada, deben consistir en hechos desagradables, o, en cualquier caso, en males idóneos para disuadir de la realización de otros delitos y evitar que la gente se tome la justicia por su mano. Al referirse al problema ético-político de los límites de la aflicción penal general (qué y cuánta pena son legalmente exigibles cualquiera que sea la gravedad del delito), recoge la idea iusnaturalista de que la pena debe igualar al delito y consistir por tanto en un mal de la misma naturaleza e intensidad; pretensión ilusoria pues deriva del principio del talión, que fue el principal factor de legitimación de la multiplicidad, variedad y atipicidad de las penas en la época premoderna, desde las penas infamantes hasta las diversas penas corporales y capitales, hoy propias de la tortura, que responden más a las características personales del reo y no del tipo de delito solamente. Al abordar los problemas de la pre-determinación legal de la medida de las penas para cada tipo de delito y de su determinación judicial para cada delito concreto (qué y cuánta pena son admisibles para este o aquél delito; individualización legislativa y judicial de la pena), expresa que la tipificación y formalización legal de las penas modernas (prisión y multa) las han convertido en privaciones sobre tres tipos de bienes cuantificables y mesurables: vida (sin suplicios), libertad y patrimonio y no ya en aflicciones inhumanas, y se configuran como formalmente iguales, golpeando en igual medida y con el mismo tipo de sufrimiento al margen de las condiciones personales del reo y sobre la base solamente del tipo de delito. Así, la pena moderna (salvo la muerte, la cadena perpetua y la privación de la libertad excesivamente larga) asegura, en principio, la proporcionalidad de las mismas a la gravedad de los delitos, es decir, considerada la naturaleza convencional de los delitos y de las penas, garantiza el ajuste proporcional de la gravedad de los delitos a las medidas de la pena 28 establecidas por el legislador sobre la base de la jerarquía de los bienes y de los intereses elegidos por él como merecedores de tutela. A este axioma también se le ha denominado principio de la dignidad humana, de humanidad y salvaguarda de la dignidad humana, de humanidad de las penas o, simplemente, de humanidad, por el énfasis que expresa la prohibición de penas y tratos crueles e inhumanos y degradantes, la proscripción de la desaparición forzada, la erradicación de la tortura y cualquiera otra de las ya expresadas. La dignidad de la persona humana “es el bastión, la columna vertebral, el venero, de donde dimana todo el sistema penal plasmado por el legislador, y es a partir de él como deben ser entendidas todas las disposiciones de la ley penal; se trata, sin duda, de un principio fundante, de carácter absoluto, que debe ser observado sin distingo ni restricción alguna.”40 El principio nulla lex poenalis sine necesitate significa, en síntesis, que la ley no debe establecer más que delitos y penas estricta y evidentemente necesarios y éstas no deben ser nunca crueles e inhumanas o en forma tal que el hombre sea tratado como medio o cosa y no como fin o persona, supuesto que un Estado que mata, que tortura, que humilla a un ciudadano, no sólo pierde cualquier legitimidad, sino que contradice su razón de ser, poniéndose al nivel de los mismos delincuentes. Requiere que se eviten fórmulas de diferenciación en la ejecución penal, de flexibilidad o incertidumbre en la duración de la pena, y de desigualdad de las actividades pedagógicas o correctivas en la expiación pues es necesario que las condiciones de vida dentro de la cárcel sean para todos lo más humanas posible y lo menos aflictivas que se pueda y evitar, con otras acciones, que se impida la función pervertidora y criminógena de la prisión. Que el derecho penal sea necesario, mínimo y que las penas respeten la dignidad humana, no es un anhelo que se encuentre expresamente plasmado en la legislación penal mexicana. A pesar de la vigencia de algunas normas constitucionales que se refieren a la igualdad y dignidad de las personas en lo general y de la proscripción de penas inusitadas y trascendentes,41 de la existencia 40 41 Velásquez V., Fernando. Op. cit., p. 77 Arts. 1º, 2º, 16, 18, 19 y 22. 29 de algunas normas dispersas en la legislación secundaria, como aquélla según la cual cuando se trate de punibilidad alternativa, el juez podrá imponer la prisión sólo cuando ello sea ineludible para los fines de la justicia, prevención general y prevención especial,42 y de la adhesión de México a tratados internacionales en materia de derechos humanos y prohibición de penas y tratos crueles e inhumanos, se ve con preocupación la propensión del legislador a la penalización de conductas, el establecimiento de penas de prisión de larga duración, el aumento las ya establecidas y la reducción del derecho a la libertad provisional durante el juicio,43 en contradicción a la economía y humanidad que debe de caracterizar todo derecho penal. Parafraseando a Ferrajoli,44 las políticas del derecho penal mexicano parecen orientarse en sentido diametralmente opuesto al principio en estudio. Prosigue la expansión incontrolada de la intervención penal que parece haber llegado a ser el principal instrumento de regulación jurídica y de control social, aunque sólo sea por la total ineficiencia de los otros tipos de sanciones: civiles, administrativas, disciplinarias, políticas. Desde las pequeñas infracciones contravencionales hasta las variadas formas de ilícitos en materia monetaria y comercial, desde la tutela del ambiente y de otros intereses colectivos hasta la represión de las desviaciones políticas y administrativas de los poderes públicos, cada vez más la sanción penal aparece como la única forma de sanción y la única técnica de responsabilización dotada de eficacia y de efectividad, lo que ha provocado la idea de que en México se aplica el principio de máxima ratio, o el de única ratio. 4. Principio de lesividad o de la ofensividad del acto (nulla necesitas sine iniuria, no hay necesidad sin daño o peligro al bien jurídico tutelado). Bajo el principio de lesividad, el daño o peligro causado a los bienes fundamentales de tipo individual, social, colectivos y públicos, es la razón, el criterio y la medida de las prohibiciones y de las penas. La necesaria lesividad del resultado condiciona toda justificación utilitarista del 42 Arts. 61 del CPF y 70, segundo párrafo, del CPDF. No obstante, son contados los delitos que prevén tal punibilidad alternativa. 43 Cfr. Nader Kuri, Jorge. Ampliación de la garantía de presunción de inocencia. Revista Criminalia de la Academia Mexicana de Ciencias Penales. Año LXX, No. 2. Mayo-agosto de 2004, México, D.F. 44 Derecho penal mínimo y bienes jurídicos fundamentales. Traducción del profesor Walter Antillón M., de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. Publicado en Internet, en la página http://www.cienciaspenales.org/REVISTA%2005/ferraj05.htm 30 derecho penal como instrumento de tutela y constituye su principal límite axiológico externo. El daño o peligro debe de concretarse sobre seres humanos, independientemente de sus efectos sociales o comunitarios, pues de lo contrario no se cumple este principio. La lesividad, según Ferrajoli, tiene el valor de criterio polivalente de minimización de las prohibiciones penales y equivale a un principio de tolerancia idóneo para reducir la intervención penal al mínimo necesario y, con ello, reforzar su legitimidad y fiabilidad. Entonces, si el derecho penal es un remedio extremo, deben quedar privados de toda relevancia jurídica los delitos de mera desobediencia, deben degradarse a la categoría de responsabilidad civil los daños y perjuicios reparables patrimonialmente, y a la de responsabilidad administrativa, todos los hechos que lesionan bienes no esenciales y los que son presuntamente peligrosos, evitando así calificar como administrativas sanciones restrictivas de la libertad personal que en realidad son sustancialmente penales. El art. 4º del CPDF recoge el principio de lesividad al señalar que, para que la acción o la omisión sean consideradas delictivas, se requiere que lesionen o pongan en peligro, sin causa justa, al bien jurídico tutelado por la ley penal. Lo mismo acontece en el CPF que, si bien no contiene una norma de similar expresión, se refiere al resultado delictivo como daño o lesión al bien jurídico tutelado en distintos artículos, como, p.ej., al sancionar la “comisión por omisión” atribuyendo el resultado delictivo a quien tenía obligación de impedir el resultado material (art. 7º, segundo párrafo), o al establecer que el juez fijará las penas y medidas de seguridad teniendo en cuenta, entre otros elementos, “la magnitud del daño causado al bien jurídico o el peligro al que hubiere sido expuesto.” (art. 52, f. I). 4.1. El bien jurídico; fundamentos filosófico-jurídicos La misión del derecho penal es la protección de la sociedad a través del cuidado subsidiario y de última ratio de los bienes que le encomienda, como ya quedó argumentado. Pero, ¿cuáles son esos bienes, quién los determina y bajo qué principios, si es que los hay? 31 En nuestros tiempos, no hay duda de que la ley penal, al prohibir u ordenar alguna conducta, en el fondo está protegiendo “algo”, que hoy se denomina “bien jurídico”. Es claro que la expresión según la cual “comete el delito de homicidio el que priva de la vida a otro” implica la prohibición de matar y la protección de la vida como bien jurídico. Así, quien hace lo que la norma señala, es decir, quien priva de la vida a otro, viola la norma prohibitiva y lesiona el bien jurídico objeto de la protección jurídico-penal y, por tanto, se hace merecedor a la sanción penal. Que se admita que la ley penal protege bienes jurídicos, no es una afirmación a la que se haya llegado desde siempre; es producto una larga evolución sistemática del derecho penal a través de los siglos. El derecho penal romano reconocía como base de su derecho penal el concepto de obligación moral, en cuanto el Estado había tomado sobre sí la misión de ponerlo por obra. Una obligación moral cuya observancia prescribiese el Estado era una ley penal; la inobservancia de tal precepto era el delito; el mal que imponía el Estado era la pena. En el derecho penal romano se hallaban incorporadas, formando un todo unitario, de una parte, las obligaciones morales del hombre frente al Estado a que pertenece, y de otra parte, sus obligaciones morales frente a otros hombres.45 La falta de fijeza y determinación de los conceptos del derecho penal romano, que en cambio caracterizan su derecho privado, aunada a la dificultad histórico-política de determinar con precisión cuáles eran y quiénes establecían esas obligaciones morales, quedan superadas cuando se trata de discurrir sobre el bien jurídico si se atiende a la palabra original con la que se denominó genéricamente al delito: noxa o noxia, que significa daño y que se utilizaba tanto para la designación del delito como para su derivación, si bien posteriormente y con afán de riqueza técnica se prefirieron las de crimen (inculpación de un delito) y delictum (delito como tal), según el contexto en que se utilizaran. Se advierte entonces que los romanos asignaron al derecho penal la misión de proteger el acatamiento de las obligaciones morales del hombre y que su incumplimiento motivaba una retribución ordenada y ejecutada por el Estado conocida como poena. 45 Mommsem, Teodoro. Op. cit., pp. 3 y 4. 32 Durante la Ilustración, se entendió que la ley penal debía proteger los derechos innatos del hombre y establecer las condiciones necesarias para su convivencia en sociedad, prohibiendo todo aquello que la dañara. Más tarde, se entendió que no era la protección de los derechos innatos del hombre lo que protegía el derecho penal, sino los derechos subjetivos de los miembros de la sociedad y el mantenimiento del orden y seguridad, pues todo aquello que los dañase se consideraba dañoso socialmente. Hacia mediados del Siglo XIX, predominó la idea de que las acciones delictivas no lesionaban derechos individuales. Por primera vez se introdujo en la dogmática penal la idea de la protección de bienes, por ser más amplia que la de derechos individuales, toda vez que en la primera caben los valores morales y religiosos, aunque sólo en tanto su infracción atentase contra la libertad individual. Es Hegel quien se aparta de la idea general de la protección de bienes y formula la concepción según la cual el derecho penal protege la voluntad general plasmada en la norma en contra de su consciente sublevación por el infractor. Bajo esta teoría, de influencia hasta nuestros días, los intereses del Estado y los del individuo permanecen juntos y tienen la misma importancia. Entonces, el objeto de protección del derecho penal no son simplemente bienes, sino bienes jurídicos, pues ya no se trata de la tutela de las condiciones humanas de la vida en común en general, sino de objetos concretos del mundo exterior, situaciones, intereses y otros. Según Ihering, un bien jurídico es todo aquel objeto que a su titular le proporciona un placer; que es capaz de servir. Enseña que el hombre no vive para sí solo, sino que su existencia se da a través de otros individuos, por lo que cada hombre es a través de otro y para otros. Esta existencia es la sociedad humana y ésta domina el egoísmo del individuo en el cual sus propios intereses sirven a la comunidad. Entonces, la coactividad del derecho está dirigida a garantizar las condiciones de vida de los individuos en comunidad y ese fin está señalado en las leyes. En otras palabras, el fin de las leyes penales es el señalado en las leyes y no es otro que proteger subsidiariamente las condiciones de vida de la sociedad. 33 Para Karl Binding, el Estado impone órdenes con base en su poder y, por lo tanto, el delito es la contravención a las normas imperativas estatales. Las normas se anteponen a las leyes penales de tal manera que el autor del delito no infringe la ley penal sino solamente cumple lo que ella señala. El delito es la culpable violación de una norma penal amenazada con pena, es decir, el delito no viola la ley sino la norma penal. El legislador, entonces, busca las verdaderas y saludables condiciones de vida en común en las personas, cosas y situaciones y determina los bienes que son objeto de protección de la norma penal. En otras palabras, bien jurídico es el objeto de protección de la norma; todo lo que ante los ojos del legislador tiene significación para la vida sana en común. Franz Von Lizt propugnó que los bienes jurídicos no son productos del derecho, sino que pertenecen a la naturaleza humana y la norma sólo los reconoce y protege. Identificaba a los intereses de la vida humana con los bienes jurídicos y por tanto a éstos los definía como los intereses vitales del individuo o de la comunidad, jurídicamente protegidos, que, materializados, se relacionan con las condiciones de vida de los ciudadanos y por tanto son necesarios para el mantenimiento del orden público. La voluntad general, que está encima de la individual, a través del legislador, no crea la norma, sino que la encuentra, porque la protección del derecho eleva el interés vital a bien jurídico. Para este autor, si el derecho tiene como misión principal el amparo de los intereses de la vida humana, el derecho penal tiene como misión peculiar la defensa más enérgica de los intereses especialmente dignos y necesitados de protección por medio de la amenaza y ejecución de la pena, considerada como un mal contra el delincuente.46 Al interpretar las principales teorías sobre el contenido y alcances del bien jurídico en el derecho penal, Gonzáles-Salas escribe que la teoría del bien jurídico ha desarrollado el principio del bien jurídico, según el cual cada tipo penal debe preservar un bien jurídico y así, la sociedad sepa lo que protege el ordenamiento punitivo, la ley determine en cada tipo legal un bien jurídico, y el juzgador quede obligado a expresar en cada caso cuál es el bien jurídico que el comportamiento antijurídico lesionó o puso en peligro como condición previa a la imposición de la sanción penal. Sin embargo, continúa exponiendo, la cuestión central de la teoría del bien jurídico consiste en 46 Tratado de derecho penal. Traducido de la 20ª edición alemana por Luis Jiménez de Asua. Tomo II, cuarta edición, 1999, Editorial Reus, S.A, Madrid, España. 34 determinar cuáles son los bienes que deben formar parte de la protección jurídica, es decir, aclarar los criterios que deben seguirse para seleccionar los bienes que deberán protegerse, pues para ello se hace uso de la razón ontológica y jurídica y se hace posible participar en su crítica y postular razonadamente su revisión. Afirma que no basta que un bien posea suficiente importancia social para que se considere justificada su protección jurídico-penal, pues no se puede justificar la necesidad de su protección atendiendo exclusivamente a su entidad o a su utilidad, sino además es preciso determinar que no haya otros medios suficientes de tutela jurídica que sean menos lesivos; así como también la forma de ataque sea de las consideradas merecedoras de la intervención penal, tanto por ser especialmente peligrosa como desagradable a los ojos de la sociedad pues, en el fondo, el principio de bien jurídico pretende evitar la arbitrariedad del legislador y del juzgador en el momento de sancionar los comportamientos que los lesionan y dar una mayor precisión al concepto del delito, limitando la esfera de lo prohibido a lo que verdaderamente sea razonable prohibir. Para este autor, todo Estado democrático de derecho se caracteriza por los límites que tiene para aplicar su potestad punitiva; es decir, el ius puniendi en un Estado democrático de derecho en ningún momento debe sobrepasar los límites que establecen los principios generales del derecho y los de la teoría general del delito, a riesgo de que se le catalogue como tiránico, autoritario y oportunista, o simplemente no democrático. Los principios de legalidad, utilidad o eficacia de la intervención penal mínima -que comprende los caracteres fragmentario, subsidiario y de ultima ratio-, seguridad jurídica, del non bis in ídem, del bien jurídico, de culpabilidad y de proporcionalidad, constituyen no solamente los límites propios del ius puniendi, sino que dan las características propias de todo Estado democrático de derecho.47 Por su parte, Luigi Ferrajoli48, al analizar el principio de lesividad, afirma que ningún bien justifica una protección penal -en lugar de una civil o administrativa- si su valor no es mayor al de los bienes de que priva la pena y señala que tal criterio es útil para actuar frente a la crisis 47 48 González Salas-Campos, Raúl. La teoría del bien jurídico en el derecho penal. Pereznieto editores, México, 1995. Op. cit.. 35 inflacionaria que aflige a la justicia penal y para rebajar la entidad de las penas. Señala que una política penal de tutela de bienes tiene justificación y fiabilidad sólo cuando es subsidiaria de una política extrapenal de protección de los mismos bienes. Así, los resultados lesivos prevenidos por el derecho penal pueden ser evitados y en muchos casos más eficazmente, a través de medidas protectoras de tipo administrativo. Es incuestionable hoy en día que el derecho penal no puede intervenir siempre que se produzcan perturbaciones en la vida comunitaria, sino que ha de limitarse a la protección de los valores fundamentales del orden social cuyo quebranto atente contra el orden social, la seguridad de los componentes de la sociedad o al Estado y sus intereses, por lo que en todas las expresiones típicas deben subyacer normas, es decir, juicios de valor sobre bienes significativos para la convivencia humana en la comunidad que deben ser protegidos por el poder coactivo del Estado a través de la pena, pero subsidiariamente y sólo en caso de que no sea posible lograr la protección de los bienes de que se trate a través de otras manifestaciones del derecho. En este sentido, Hans-Heinrich Jescheck escribe que los juicios de valor que subyacen en las normas jurídico-penales no se refieren sólo a los bienes jurídicos que se desea proteger, sino también a la cualidad de las acciones humanas que vulneran las pretensión de respeto que se deduce del bien jurídico. Así, el derecho penal realiza la protección de los bienes jurídicos en tanto procura que la voluntad de los ciudadanos se acomode a las exigencias del ordenamiento jurídico, por lo que el delito aparece así como lesión simultánea del bien jurídico y del deber. Sigue apuntando que la acentuación de la protección del bien jurídico como tarea primordial del derecho penal es una característica de la concepción liberal del Estado y, por ello, la teoría éticosocial del derecho penal considera como tarea primaria el castigo de la desviación materializada respecto a los valores básicos del actuar jurídico. Entonces, la misión del derecho penal no encaja sin contradicciones en una construcción monista, de forma que sólo puede explicarse razonablemente en tanto la protección del bien jurídico y la actuación sobre la voluntad de 36 acción de los ciudadanos se entiendan como tareas equivalentes del derecho penal que se complementan, condicionan y limitan recíprocamente.49 4.2. La política criminal. La sociedad, crítica con el derecho penal y exige al detentador del poder de crear leyes penales la justificación y explicación de las razones de su intervención. Sólo cuando la intervención penal responde a lo que la sociedad estima como una causa justa, se autorizará y respetará su intervención en un Estado democrático que funcione. El bien jurídico funcionará, por tanto, como elemento vivificador del concepto de delito que legitima, justifica y explica la concreta intervención penal.50 Nos encontramos frente a la política criminal, también llamada política criminológica o política anticriminal. No basta comprender qué es el bien jurídico protegido y cuáles sus contenidos y alcances para resolver el problema acerca de quién y bajo qué reglas establece dichos bienes como supuestos para la construcción de la norma penal. La dificultad tampoco se resuelve con la adopción del principio según el cual es la voluntad general, a través del legislador, la que hace emerger los intereses que recoge la norma penal como bienes jurídicos, pues en todo caso subsiste el planteamiento sobre cuáles serían los principios que el legislador debe observar al hacerlo, si es que los hay, cuenta habida de la insostenibilidad actual de los argumentos de quienes afirman que el creador de la ley no tiene porqué ajustarse a principio alguno al momento de legislar. La solución puede encontrarse en los principios que, en su conjunto, forman la ciencia de la política criminal, que formula y sistematiza los principios fundamentales de la penalidad y los aplica en las normas penales para su crítica y eventual reforma. Entre el derecho penal dogmático -rígido, invariable, igualitario-, que encarna en la ley penal igualmente rígida, invariable e igualitaria-, y la viviente realidad de la práctica criminal y penal eminentemente dinámica, variable y práctica- se abre un abismo aislador de una solución de 49 Tratado de derecho penal. Parte General, 4ª Edición de la traducción al castellano realizada por el Dr. José Luis Manzanares Samaniego, del título del original en alemán Lehbruch des Strafrechts: All. Teil Berlín, 1988. Editorial Comares-Granada, España, 1993, pp. 6 y 7 50 Cuesta Aguado de la, Paz M. Norma primaria y bien jurídico: su incidencia en la configuración del injusto. http://inicia.es/de/pazenred/norma32.htm 37 continuidad que debe ser llenado a través de una actividad consciente cuyo contenido se rija por una norma, un principio, una orientación directriz. Los antiguos penalistas alemanes imaginaron una ciencia intermediaria y le llamaron: política criminal (criminalpolitik).51 Aunque desde 1793 ya se utilizaba la expresión “política criminal”, se atribuye a Franz Von Lizt el mérito de haber establecido las bases de lo que debe entenderese como tal. La concibió como el conjunto sistemático de principios -garantidos por la investigación científica de las causas del delito y de la eficacia de la pena-, según los cuales el Estado dirige la lucha contra el delito, por medio de la pena y de sus formas de ejecución. Para él, la política criminal se apoya como exigencia metódica en una investigación causal del delito (criminología) y de la pena (penología), si bien esta concepción es criticada con argumentos según los cuales, al hacerla teórica y hacerle aceptar los principios del método positivo, invade los terrenos de otras ciencias teórico-prácticas, auxiliares del derecho penal. 52 Kleinsrod delimita la política criminal por diferenciación con el derecho penal y la define como el conocimiento de aquellos medios que el legislador puede y debe hallar, según la especial disposición de cada Estado, para impedir los delitos y proteger el derecho natural de sus súbditos. Los dos -derecho criminal y política criminal- se pueden relacionar en un sistema, si se pregunta sobre un punto en particular: ¿cómo puede ser esto, o cómo debe ser? ¿cómo es según la legislación positiva? 53 Para Carlos Versele, la política criminal es una estrategia global, una protección general del hombre en la colectividad. Señala que es necesario vincular la prevención y lucha contra el crimen con la acción política, en la cual se postulan metas a realizar por el Estado, partiendo de que política es la ciencia, arte y virtud del bien común. Por ello, si se quiere en verdad realizar las reformas sociales que son indispensables para una política racional de lucha contra la criminalidad o el desvío negativo, es necesario hacerlo dentro de las estructuras económicas y políticas, pues si la sociedad no se ocupa de la modificación de las estructuras político-sociales 51 52 53 Saldaña, Quintiliano. Adición al Tratado de derecho Penal de Von Lizt. Op. cit. Ídem. Saldaña, Quintiliano. Apud Ídem. 38 en las cuales se dan las conductas antisociales, no se está resolviendo en realidad el problema; sólo es una lucha parcial y superficialmente inútil.54 Mittermaier la define como el contenido de consideraciones según las cuales, en virtud de especiales relaciones, que influyen sobre la legislación, deben ser dadas las más convenientes leyes penales. 55 La política criminal, según Manzini, es la doctrina de la posibilidad política en relación al fin de la prevención y de la represión de la delincuencia. Su función, por lo tanto, es vitalísima para el derecho penal porque si éste prescinde de la realidad asequible, esto es, de la posibilidad política, vendría a ser un catálogo de utopías, ya que una hipótesis cuya realización política no es posible, no entra en el dominio de la ciencia jurídica. 56 Para Garraud, la principal misión del Estado de garantir el orden público se logra luchando contra la criminalidad; por tanto, es necesario adaptar las instituciones sociales a dicho objeto y, para lograrlo, la ciencia penal debe dar la dirección en la que ha de orientarse la legislación positiva. Sólo que esta dirección está impuesta por la exploración anterior de las causas de la criminalidad y, entonces, la política criminal está íntimamente conectada con la criminología, ciencia de las causas del crimen. 57 Entre nosotros, Sergio García Ramírez58 escribe que los conceptos jurídicos tienen naturaleza de hechos históricos y, por tanto, el contenido del delito cambia con el paso del tiempo y la transformación de la cultura. Ello explica que cierta conducta delictiva deje de serlo o bien, que algunos comportamientos que no lo eran, alcancen rango de delitos. No obstante esa dinámica explica- hay delitos perennes, es decir, que nunca dejan de serlo porque afectan gravemente los bienes más preciados del ser humano; y hay delitos que lo son en tanto las circunstancias, que aparecen y desaparecen, que surgen o decaen en el curso de la historia, que son, en suma, 54 Citado por Rodríguez Manzanera. En Criminología. Editorial Porrúa, S.A., Quinta Edición, México, 1986. Saldaña, Quintiliano. Ídem. 56 Ídem. 57 Ídem. 58 Op. cit. 55 39 creaciones de cierta cultura de las que la sociedad puede prescindir sin que por ello quede en riesgo la especie humana. Al analizar cuál es el proceso para la creación, modificación o supresión de delitos en la ley, al que denomina “tipificación y destipificación”, el autor en comento señala que los tipos se crean por la necesidad social, los valores, las creencias y las preocupaciones prevalecientes, y se suprimen cuando la sociedad ya no los requiere porque ha desaparecido la necesidad, los intereses o las creencias en que se fundaron. Así se explica que ya no sean delictuosas la herejía, la blasfemia, la sodomía y la brujería, muy importantes en el mundo antiguo y completamente ignorados en el momento. Por su parte, Luis Rodríguez Manzanera59 entiende el crimen en su más amplia acepción y señala que en todo caso la política que ha de seguirse es la anti-criminal y no la criminal. Por tanto, prefiere llamarla política criminológica pues, además, en su justa acepción, la política criminológica toma los conocimientos de la síntesis lograda por la criminología para aplicar las medidas concretas en la lucha anticriminal, que pueden ser jurídicas, pero no necesariamente. Además, expone, el descrédito mundial en que ha caído la política -vocablo que ya es sinónimo de juego sucio-, aunado al adjetivo “criminal”, hace sospechar que se está haciendo referencia a una política que es criminal, es decir, la actividad antisocial de funcionarios públicos o de un gobierno, lo que por otra parte no es ya tan extraño, como lo demuestra la moderna macrocriminología y sus estudios sobre grupos de poder, transnacionales, violencia, etc. Escribe que en México se ha preferido utilizar el término “política criminal” para designar el conjunto de medidas prácticas que el Estado debe tomar para prevenir la criminalidad y “política criminológica” al referirse a la aplicación de los conocimientos criminológicos en la prevención general y especial en las conductas antisociales. No obstante, él la define como la aplicación de todos aquellos conocimientos proporcionados por la investigación científica del crimen, del criminal y de la criminalidad, así como de la reacción social hacia ellos, en el intento de evitarlos en forma preventiva y, cuando esto no sea posible, reprimiéndolos. 59 Criminología. Op. cit. pp. 110 y 111. 40 Finalmente, bajo un planteamient de largo alcace, Moisés Moreno Hernández la entiende en una doble acepción: como poder estatal y como saber en torno al poder. Afirma que, en términos simplistas, la politica criminal puede ser entendida como la política que el Estado adopta frente al problema de la delincuencia y tiene como objetivo primordial la lucha contra el delito para lograr la vida ordenada en comunidad, lo que realiza previniéndolo o reprimiéndolo por medio de una serie de medidas o estrategias que, por ello, son consideradas político-criminales. Pero también puede ser entendida como el conjunto de conocimientos respecto a ese conjunto de medidas, pericias, acciones o decisiones, que el Estado admite frente al problema de la delincuencia.60 Es claro que, para la doctrina dominante, la política criminal es el aprovechamiento práctico, por parte del legislador, de los conocimientos adquiridos por las ciencias penales, a fin de dictar las disposiciones pertinentes para el logro de la conservación básica del orden social,61 desde la prevención del delito hasta la ejecución de las sanciones penales, pasando por la procuración e impartición de justicia. En palabras de Claus Roxin, el transformar los conocimientos criminológicos en exigencias político-criminales, y éstas a su vez en reglas jurídicas de lege lata o ferenda, es un proceso cuyos estudios concretos son igualmente importantes y necesarios para el establecimiento de lo socialmente justo.62 ¿Lo anterior significa, empero, que el legislador pueda hacer delito lo que le parezca que debe serlo? El art. 73 fr. XXI de la CPEUM dispone que el Congreso tiene facultad para definir los delitos y las faltas contra la federación y fijar los castigos que por ellos deban imponerse. En tal virtud, el art. 1º del CPDF establece que a nadie se le impondrá pena o medida de seguridad, sino por la 60 Orientaciones de la política criminal legislativa Op. cit, Castellanos Tena, Fernando. Lineamientos elementales del derecho penal. Editorial Porrúa, S.A., México, 1969, p. 29. 62 Política criminal y sistema del derecho penal. Editorial Bosch, Barcelona, España, p. 77. 61 41 realización de una acción u omisión expresamente prevista como delito en una ley vigente al tiempo de su realización y, por su parte, el art. 7º del CPF dispone que delito es el acto u omisión que sancionan las leyes penales. Al decir de Jorge Ojeda Velásquez, la razón histórico-política para que el legislador mexicano se haya reservado la competencia para la emisión de leyes en matria penal, lo que el citado autor denomina “reserva e ley”, obedece al “hecho de que el Congreso de la Unión, al estar formado por los representantes del pueblo, ha sido ¡el interprete más sensible y el custodio más eficaz de los valores fundamentales de las libertades individuals y de justicia; y por otro ldo, en el abuso histórico que ha realizado elPoder Ejecutivo cuando se le ha otorgado facultades extraordinarias para legislar en materia penal, las que les han sido paulatinamente disminuidas y constitucionalmente reservadas para los casos previstos en los artículos 49, en relación con el 29 y 131, párrafo segundo, de nuestra Carta Magna.”63 De lo anterior se desprende que delito es lo que la ley dice que es delito; lo que el legislador quiere que sea delito. Sin embargo, ello conduce a un círculo vicioso, a una tautología, porque no se resuelve bajo qué principios se debe ejercer la señalada función legislativa. Y ello no obstante se acepte que el delito debe de ser la más grave infracción, trasgresión, alteración, violación a las normas jurídicas que regulan la vida social; que el delito implique un quebranto a la parte nuclear, irreducible, del minimun ético exigible por el derecho; una infracción particularmente grave y reprobable, que reclama una reacción severa. El problema ha sido planteado a la consideración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la que ha resuelto reiteradamente que ni el Congreso de la Unión ni el presidente de la República tienen obligación de explicar los fundamentos o motivos por los cuales expiden y promulgan las leyes, pues la actividad legislativa queda debidamente fundada y motivada si se cumplen dos extremos: (i) que el Congreso que expide la ley esté constitucionalmente facultado para ello y 63 Derecho constitucional penal. Tomo I. Ed. Porrúa, México, 2005, p. 30. 42 actúe dentro de los límites de las atribuciones con que cuenta, y (ii) que las leyes se refieran a situaciones, relaciones o resoluciones sociales que ameriten ser jurídicamente reguladas. Las tesis jurisprudenciales más representativas de lo anterior, son las siguientes: “FUNDAMENTACION Y MOTIVACION DE LOS ACTOS LEGISLATIVOS. LOS PODERES QUE INTERVIENEN EN SU FORMACION NO ESTAN OBLIGADOS A EXPLICARLOS. Ni el Congreso de la Unión ni el presidente de la República, en el ejercicio de la función que a cada uno de ellos compete en el proceso de formación de las leyes, tienen la obligación de explicar los fundamentos o motivos por los cuales expiden y promulgan las leyes, ya que esa función sólo requiere el respaldo de la Ley Suprema, y así, tratándose de contribuciones, no hay duda alguna de que los artículos 65, fracción II, 72 y 73, fracción VII, del Código Político Fundamental, autoriza al Poder Legislativo Federal para imponer las necesarias a cubrir el presupuesto, en tanto el 89, fracción I, no sólo faculta, sino que, además, obliga al titular del Ejecutivo a promulgar las leyes que el Congreso de la Unión expida. Por otra parte, es necesario destacar que el procedimiento establecido en la Constitución Federal para elaborar las leyes, no exige que se tengan que explicar los motivos que cada uno de los órganos que intervienen en ese proceso tuvieron en cuenta para ejercitar la función legislativa que tienen encomendada. En otras palabras, tratándose de leyes, el fundamento de ellas no debe buscarse en cada acto legislativo sino en la Constitución Política del país, si son federales, o en la de cada Estado, si son locales. Por cuanto a la motivación baste decir que tal requisito se encuentra dentro de la esencia misma de las disposiciones legales que integran cada uno de los ordenamientos, toda vez que se refieren a relaciones sociales que exigen ser jurídicamente reguladas.”64 “FUNDAMENTACIÓN Y MOTIVACIÓN DE LOS ACTOS DE AUTORIDAD LEGISLATIVA. 64 Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación, registro 232,883. Séptima Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación, Tomo: 77, Primera Parte. En el Volumen 38, página 27, la tesis aparece bajo el rubro "FUNDAMENTACION Y MOTIVACION DE LOS ACTOS DE AUTORIDAD LEGISLATIVA." 43 Por fundamentación y motivación de un acto legislativo, se debe entender la circunstancia de que el Congreso que expide la ley, constitucionalmente esté facultado para ello, ya que estos requisitos, en tratándose de actos legislativos, se satisfacen cuando aquél actúa dentro de los límites de las atribuciones que la Constitución correspondiente le confiere (fundamentación), y cuando las leyes que emite se refieren a relaciones sociales que reclaman ser jurídicamente reguladas (motivación); sin que esto implique que todas y cada una de las disposiciones que integran estos ordenamientos deben ser necesariamente materia de una motivación específica.”65 “FUNDAMENTACION Y MOTIVACION DE LOS ACTOS DE AUTORIDAD LEGISLATIVA. En el texto de la ley no es indispensable expresar la fundamentación y la motivación de un ordenamiento legal determinado, pues generalmente ello se realiza en la exposición de motivos de la iniciativa correspondiente. Este Tribunal Pleno ha establecido que por fundamentación y motivación de un acto legislativo se debe entender la circunstancia de que el Congreso que expide la ley, constitucionalmente esté facultado para ello, ya que estos requisitos, en tratándose de actos legislativos, se satisfacen cuando actúa dentro de los límites de las atribuciones que la Constitución correspondiente le confieren (fundamentación), y cuando las leyes que emite se refieren a resoluciones sociales que reclaman ser jurídicamente reguladas (motivación); sin que esto implique que todas y cada una de las disposiciones que integran estos ordenamientos deban ser necesariamente materia de una motivación específica.”66 Como se desprende de lo anterior, el legislador mexicano no está limitado para establecer lo que le parezca que deba sancionarse penalmente como delito y señalar las penas que le plazca. Ello ha provocado abusos irracionales, no sólo en la determinación de los delitos, sino en la individualización legislativa de las penas y su inflación, a tal grado que los ordenamientos sustantivos carecen de líneas metodológicas producto de una adecuada política criminal, y se han 65 Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación, registro 900,226. Jurisprudencia. Séptima Época, Pleno, Apéndice 2000, Tomo I, Const., Tesis 226, pág. 269. 66 Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Séptima Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación, Tomo 157-162, Primera Parte, Página 150, Informe 1975, Primera Parte, Pleno, pág. 422. 44 convertido en instrumentos hondamente represivos.67 En este sentido, Moreno Hernández advierte la importancia del trabajo legislativo de la siguiente forma: “El legislador, al emprender su tarea legislativa, ya sea para elaborar una nueva legislación penal o para reformar la existente, debe hacer uso de su más desarrollada inteligencia y poner el mayor de los cuidados, pues tendrá que decidirse por cuál tipo de legislación penal o de sistema procesal penal opta. Debe, igualmnente, tener muy clara cuál es la función que corresponde al derecho penal y a todo el método de justicia penal, así como los criterios y principios que lo deben orientar, y para qué o porqué acuden a la medida penal. Debe, en fín, tener claridad respecto del tipo de régimen penal y procesal penal que se corresponde con la ideología constitucional y con el tipo de Estado que es el mexicano, el cual, formalmente hablando, no es un Estado autoritario o totalitario, sino uno democrático de derecho, que aún requiere justificarse.”68 Ninguna política criminal debe olvidar la historia. En la Alemania nazi, gracias a los poderes omnímodos del creador de la ley, ésta “era un medio incidental para fines utópicos, más que un valor absoluto en sí. Enmascaraba las actividades extrajudiciales de la policía…” Había una notable elasticidad judicial merced a la cual, bajo la ley, se entendía como “consciencia revolucionaria, la aplicación de la analogía, la retroactividad de las penas, la culpa objetiva y la intención subjetiva, y el peligro que representaba una persona para la comunidad nacional… La analogía se introdujo en 1935 con la finalidad de sustituir la infracción formal por la idea de que cada violación contraria a los objetivos que se esfuerza por alcanzar la comunidad es mala per se… La imposición retroactiva de la pena de muerte por delitos que Hitler consideraba especialmente odiosos comenzó con la Lex Hubbe… Entre 1933 y 1939 el número de delitos castigados con la pena capital aumentó de 3 a 25 y luego a más de 40. Pero el aumento de los delitos castigados con la pena capital era sólo el aspecto más sensacional de un sistema que borró 67 P. ej, en el Distrito Federal, la pena por homicidio simple es de 8 a 20 años. Por abuso sexual, la pena puede llegar a 14 años; por corrupción de menores, a 17 años; por robo calificado, a 21 años. Es decir, puede ser más grave un robo, o un abuso sexual, que un homicidio. Lo mismo ocurre en la legislación federal y en las de delincuencia organizada. 68 Op. cit. 45 las diferencias entre grados de culpabilidad, rebajó la edad de la responsabilidad penal, juzgó a los individuos según su raza o su tipo y subordinó los derechos individuales a los intereses colectivos”. El sistema “no hacía distinción entre delito político y delito común y criminalizaba declaraciones inofensivas… La prioridad de los intereses colectivos se hizo también patente en la nueva legislación penal. Como en muchas otras sociedades, los criminólogos alemanes, es decir, médicos, abogados y psiquiatras, debatieron las influencias respectivas de la naturaleza y de la nutrición. En la década de 1930 tenían ganada la partida los que se centraban en los factores hereditarios. Se dedicaban a determinar delincuentes habituales, que eran individuos a los que se suponía diferentemente constituidos, del delincuente oportunista o de la gente normal. A la idea de que esas personas eran seres inferiores se unía la necesidad de proteger la comunidad nacional de daños futuros debidos a la reproducción de su constitución genética. Esto asumió un carácter racialmente específico, de manera que pasó a considerarse a negros, gitanos y judíos particularmente proclives a ciertas formas de delincuencia, una idea anclada ya en la creencia popular, en Alemania y otras partes, bien a través de la figura del judío envenenador de pozos o del gitano raptor de niños… En 1973 Schwarze Korps explicaba la obligación primordial de los abogados con la comunidad nacional: lo que ayer era ley, suele ser hoy ilegal, lo que era ayer ilegal puede ser hoy legal. El abogado no puede ya sostener la ley de ayer sin quebrantar la ley, y lo que sostiene como ley hoy, podría no haberlo sostenido ayer, porque habría sido considerado ilegal.”69 Todo lo narrado, y más, característico del derecho penal nazi, era legal porque lo establecía la ley; una ley elaborada por un legislador que no tenía la obligación de explicar su quehacer. Por ello, y toda proporción guardada, considero que, además de la seriedad con que el hacedor de la ley debe desarrollar su trabajo, debe transitarse a la afirmación de que nuestro legislador no puede seguir exento de motivar debidamente sus actos, particularmente cuando se trate de imponer al ser humano la sanción más grave; la que debe ser la última. En cada caso debe explicar, de frente a un sistema jurídico y político de anticriminalidad, por qué tal o cual conducta debe elevarse al rango extremo de delito y por qué la pena legislativamente 69 Burleigh, Michael. El tercer Reich. Una nueva historia. Traducción de José Manuel Álvarez Flores. Editorial punto de lectura, México, 2005, pp. 293 a 327. 46 determinada resulta racional para el cumplimiento de sus fines. En contrapartida, el garante de la constitucionalidad y legalidad de los actos de la autoridad, tendrá competencia para revisar tal motivación en función de si las leyes penales regulan debida y científicamente las situaciones sociales a que van dirigidas y cumple con los principios fundamentles del drecho penal y, por ende, podrá anular las que no acrediten tales exigencias. Este es, sin duda, uno de los retos que enfrenta nuestra jurisprudencia. 5. Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción (nulla iniuria sine actione, no hay lesión sin acción). Fundado, como los demás, en el utilitarismo jurídico (que la prohibición penal sirva efectivamente para impedir el acto prohibido) y la separación entre derecho y moral (no es tarea del derecho sancionar o imponer la moral)70, el principio de materialidad, al que Ferrajoli da carácter de “corazón del garantismo penal”, significa que ningún daño, por grave que sea, puede estimarse penalmente relevante sino como efecto de una acción. En consecuencia, los delitos, como presupuesto de la pena, no pueden consistir en actitudes o estados de ánimo interiores, y ni siquiera genéricamente en hechos, sino que deben concretarse en acciones humanas tanto comisivas como omisivas -materiales, físicas o externas, es decir, empíricamente observablesdescribibles exactamente, en cuanto a tales, por la ley penal. Por tanto, la intención, la voluntad, las acciones ejecutivas de la fase interna del íter criminis, e inclusive los comportamientos e inclinaciones desviadas, no se toman en cuenta sino en la medida en que sirvan para explicar la naturaleza y significación del hecho. El hombre, se ha dicho mucho, delinque por lo que hace, no por lo que es. Con este punto de partida, es necesaria una relación de causalidad entre la acción y el resultado dañoso o peligroso; relación que está indisolublemente unida al principio de materialidad dado que sólo la acción externa está en condiciones de producir una modificación al mundo exterior calificable de lesión. Entonces, la exterioridad de la acción criminal es un presupuesto necesario 70 Es precisamente la separación entre derecho y moral la que, por una parte, impone el deber de justificar las prohibiciones y también los castigos y, por otra, permite hablar de una ética de la legislación desde la que criticar leyes como inmorales o, al menos, como injustificadas. Ferrajoli, Luigi. Op. cit., p. 460. 47 de la lesividad del resultado, por lo que queda excluida del nexo causal toda forma de responsabilidad por hechos de otro o por caso fortuito. Este principio también se encuentra contenido en la legislación sustantiva. Los arts. 1º y 15 del CPDF claramente disponen que sólo es sancionable como delito la realización de una acción o una omisión. Igual exigencia se deriva del art. 7º del CPF. Inclusive, en ambas legislaciones se establece que la tentativa sólo es punible cuando la resolución de cometer el delito se exterioriza mediante la realización total o parcial los actos ejecutivos que deberían producir el resultado, u omitiendo los que deberían evitarlo, sin que se haya producido por causas ajenas a la voluntad del sujeto y siempre que se ponga en peligro el bien jurídico tutelado. Si no peligró el bien jurídico, o el sujeto desistió espontáneamente de le ejecución, la conducta en sí misma no es delictiva. Véase la siguiente tesis jurisprudencial: “TENTATIVA, DELITO EN GRADO DE. El Código Penal vigente en el Distrito Federal, no define la tentativa, sino que señala, en su artículo 12, cuándo es punible, lo cual quiere decir que hay casos en que no lo es. La punibilidad de la tentativa nace "cuando se ejecutan hechos encaminados directa o inmediatamente a la realización de un delito, si éste no se consuma por causas ajenas a la voluntad del agente". La tentativa surge cuando la ejecución del delito se materializa, y ya iniciada la actividad criminal, viene una circunstancia fortuita a frustrar la voluntad del agente; cuando éste desiste espontáneamente de su propósito, se está en presencia de la tentativa no punible, impunidad que se funda en razones de política criminal, en cuanto conviene a los fines de ésta, estimular los desistimientos. El código de 1931, ha condicionado los actos de ejecución, elemento típico de la tentativa, a dos circunstancias una, de causalidad, otra, en razón de tiempo: por la primera se requiere que los actos ejecutivos se encaminen directamente a la realización del delito proyectado o sea, que por su naturaleza se le vinculen íntimamente; dentro de esta técnica, no pueden reputarse como actos de ejecución, aquellos que por su ambigüedad no se pueden 48 determinar en relación precisa con el delito que se va a cometer, o que por su naturaleza constituyen actos preparatorios. La segunda circunstancia demanda una concordancia, una contemporaneidad entre los actos de ejecución y hechos mismo, en tal forma, que aquéllos sean precisamente inmediatos a éste; requisito que descarta, notoriamente, una posible confusión entre actos preparatorios y actos ejecutivos, pues los primeros demandan forzosamente un transcurso de tiempo, que los segundos no requieren. La instigación al delito no es sancionable dentro de nuestro sistema punitivo, en tanto que no se traduzca en la ejecución material del delito, en cualquiera de sus grados. En este último caso, puede surgir la incriminación correspondiente, conforme a las prevenciones del artículo 13 del Código Penal; pero cuando no se lesiona bien jurídico alguno, la instigación, estéril en sus resultados, no es sancionable, y por esta consideración es imposible hablar de autoría intelectual en un delito que no se exterioriza materialmente. Ahora bien, si existen indicios suficientes que permiten suponer que el acusado fungió de intermediario entre una persona y las comisionadas para ejecutar materialmente un homicidio, estos actos de mediación e inducción al delito, no son, jurídicamente hablando, los que, por su índole personal, no pueden delegarse en tercero; cuando, esto ocurre, el autor intelectual no ejecuta hechos materiales, induce a otros a cometerlos, asumiendo la responsabilidad inherente a los hechos resultantes de su instigación al delito.71 La tentativa se integra con un elemento subjetivo consistente en la intención dirigida a cometer un delito y un elemento objetivo consistente en los actos realizados por el agente y que deben ser de naturaleza ejecutiva. Se compone también con un resultado no verificado por causas ajenas a la voluntad del sujeto, pero sí una puesta en peligro del bien jurídico tutelado. No es una entidad delictiva independiente, sino que corresponde al proceso externo del íter criminis como acto de ejecución, y por lo tanto es factible sancionar a un sujeto por la modalidad del delito tentado y no consumado, lo que reafirma la exigencia de que no hay lesión sin acción, cual establece el principio en análisis. 71 Amparo penal en revisión 915/38. Rodríguez Azamar Manuel. 27 de octubre de 1938. Mayoría de tres votos. Disidentes: Rodolfo Chávez y Rodolfo Asiáin. La publicación no menciona el nombre del ponente. Ius 2005. Registro 310,152, Tesis aislada, Materia Penal, Quinta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo: LVIII, Página: 1235. 49 6. Principio de culpabilidad personal (nulla actio sine culpa, no hay acción sin voluntad). Se trata del elemento subjetivo o psicológico del delito, según el cual ningún hecho o comportamiento humano es estimado como acción delictiva si no es fruto de una voluntad; por consiguiente, no puede ser castigado, y ni siquiera prohibido, si no es realizado con consciencia y voluntad por una persona capaz de comprender y de querer. Las acciones potestativas son las únicas que pueden ser lógica y sensatamente prohibidas. La culpabilidad requiere una relación de causalidad que vincule recíprocamente la decisión del agente, la acción y el resultado del delito; una imputabilidad o capacidad penal, entendida como la posibilidad del reo de entender y querer; y una intencionalidad o culpabilidad en sentido estricto, es decir, la consciencia y voluntad del concreto delito y que, a su vez, puede asumir la forma de dolo o culpa, según la intención vaya referida a la acción y al resultado o sólo a la acción y no al resultado no querido ni previsto aunque sí previsible. La culpabilidad consiste, pues, en que el responsable de un delito habría podido actuar de otro modo; luego entonces, como la culpabilidad de una acción supone la posibilidad ex ante de su omisión, queda excluida cuando no exista tal posibilidad. Las teorías normativas de la culpabilidad construidas el siglo pasado han dado un paso más respecto a la concepción clásica de la culpabilidad como conocimiento de la ilicitd del hecho. Estas doctrinas han considerado que la consciencia y la voluntad de antijuricidad son condición suficiente de la culpabilidad. No obstante, sigue presente la idea según la cual el libre albedrío es un presupuesto normativo de la culpabilidad, pues ésta no es ni un pensamiento ni un mero aspecto interno de la persona, sino un elemento del hecho fundado en la estructura lógica de la prohibición, que implica la posibilidad material de realización u omisión de la acción, imputables ambas a la intención de un sujeto. La interioridad de la persona -su carácter, su moralidad, sus antecedentes penales o sus inclinaciones psicofísicas- no debe interesar al derecho penal más que para deducir el grado de culpabilidad de sus acciones criminales. En este sentido, no tienen cabida la categoría de 50 peligrosidad ni cualquier otra tipología subjetiva o de autor, tales como la capacidad criminal, la reincidencia, la tendencia a delinquir, la inmoralidad, la deslealtad, y otras similares, que atienden al ser del hombre y no al hacer delictivo en concreto. En conclusión, cabe decir que el contenido de las leyes penales debe consistir en prohibir acciones aléticamente contingentes o, lo que es lo mismo, ni imposibles ni necesarias. Entonces, quedan proscritas las leyes penales que no regulan comportamientos, no contienen prohibiciones y no admiten la alternativa entre observancia e inobservancia, sino que constituyen directamente los presupuestos de la pena, estigmatizando o calificando como reos a un sujeto o a una clase de sujetos más a causa de su modo de ser que de su modo de actuar. Ferrajoli72 afirma que, decir que son exigibles sólo los modos de actuar y no los modos de ser quiere decir que no se puede imponer penalmente a una persona que sea o llegue a ser distinta de cómo es, y que se le debe tolerar y respetar por lo que es, sea como sea; y precisamente en este respeto a lo que cada uno es o puede ser, y que constituye la identidad humana, consiste el respeto a la persona o, mejor aún, a la humanidad de la persona. El art. 5º del CPDF señala que no podrá aplicarse pena alguna, si la acción o la omisión no han sido realizadas culpablemente y que la medida de la pena estará en relación directa con el grado de culpabilidad del sujeto respecto del hecho cometido, así como de la gravedad de éste. Al regular las formas de culpabilidad, tanto este ordenamiento, en su art. 18, como el CPF, en su art. 9º, señala que obra dolosamente el que, conociendo los elementos del hecho típico de que se trate, o previendo como posible el resultado típico, quiera o acepte su realización. En cambio, obra culposamente el que produce el resultado que no previó siendo previsible o previó confiando en que no se produciría, en violación a un deber de cuidado que objetivamente era necesario observar. En consecuencia, el delito queda excluido cuando, al momento de realizar el hecho típico, el agente no tenga la capacidad de comprender el carácter ilícito de aquél o de conducirse de acuerdo con esa comprensión, en virtud de padecer trastorno mental o desarrollo intelectual retardado; cuando se realice la acción o la omisión bajo un error invencible respecto de los 72 Op. cit. 51 elementos del delito o de la ilicitud de la conducta, porque desconozca la existencia de la ley, el alcance de ésta o crea justificada su conducta; o cuando, en atención a las circunstancias que concurren en la realización de la conducta, no sea racionalmente exigible al sujeto una conducta diversa a la que realizó, en virtud de no haberse podido conducir de acuerdo a derecho. Cabe señalar que, según la legislación mexicana, la culpabilidad es el criterio predominante para la individualización judicial de la pena, si bien el juzgador habrá de atender otros criterios señalados por la norma. Entonces, no es la peligrosidad, sino el grado de culpabilidad, el punto crítico para la debida motivación de la imposición judicial de la pena. La siguiente tesis de jurisprudencia corrobora lo expresado: “CULPABILIDAD Y PELIGROSIDAD. SU DIFERENCIA.Por culpabilidad se entiende el conjunto de presupuestos o caracteres que debe tener una conducta para que le sea reprochada jurídicamente a su autor, ésta se entiende como el elemento subjetivo del delito que comprende el juicio de reproche por la ejecución de un hecho contrario a lo mandado por la ley; en tanto que la peligrosidad es una circunstancia personal del delincuente que lo hace socialmente temible por su malignidad, esto es, la perversidad constante y activa que se debe esperar de parte del mismo autor del delito, entendida también como la saña y maldad manifestada por el sujeto activo del ilícito penal en la realización de los actos criminales. Es por ello que se reformó el artículo 52 del Código Penal y que a partir del primero de febrero de 1994 establece: "El Juez fijará las penas y medidas de seguridad que estime justas y procedentes dentro de los límites señalados para cada delito, con base en la gravedad del ilícito y el grado de culpabilidad del agente...", con lo cual se logra la finalidad de la individualización de la pena a imponer.”73 La culpabilidad no es lo mismo que la responsabilidad. Por ésta se entiende la sujeción jurídica a la sanción, como consecuencia de un delito, cualquiera que sea la relación normativamente 73 Amparo directo 4586/2001.- 31 de enero de 2002.- Unanimidad de votos.- Ponente: Guillermo Velasco Félix.Secretaria: Gloria Rangel del Valle. Ius 2005 Tesis aislada, materia penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Apéndice (actualización 2002), Tomo II, tesis 93, página 190, registro 921,582. 52 exigida entre el sujeto llamado a responder y el delito de que se responde. El art. 1º del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal (CPPDF) instituye que corresponde a los tribunales declarar cuándo un hecho es o no delito, expresar la responsabilidad o irresponsabilidad de las personas acusadas de ellos y aplicar las sanciones que señalen las leyes. Es decir, mientras que la culpabilidad es un elemento del delito, la responsabilidad es un juicio de reproche que formula el juzgador hacia a su autor o partícipe como consecuencia de la comprobación plena de todos los elementos del delito y de su vinculación con éste.74 Véase la siguiente tesis jurisprudencial, ampliamente reiterada: “RESPONSABILIDAD PENAL. NEXO CAUSAL. El hecho delictuoso, en su plano material, se integra tanto con la conducta como por el resultado y el nexo de causalidad entre ambos. La conducta, por su parte puede expresarse en forma de acción (actividad voluntaria o involuntaria) y de omisión, comprendiendo esta última la llamada omisión simple y la comisión por omisión. La teoría generalmente aceptada sobre el nexo de causalidad no es otra que la denominada de la conditio sine qua non o de la equivalencia de las condiciones, la cual se enuncia diciendo qué causa es el conjunto de condiciones positivas o negativas concurrentes en la producción de un resultado; y siendo las condiciones equivalentes, es decir, de igual valor dentro del proceso causal, cada una de ellas adquiere la categoría de causa, puesto que si se suprime mentalmente una condición, el resultado no se produce. Basta pues suponer hipotéticamente suprimida la actividad del acusado para comprobar la existencia del nexo de causalidad, pues si se hubiera negado a realizar la maniobra prohibida, evidentemente el resultado no se hubiera producido; lo anterior sólo constituye un medio de comprobación de la operación de la teoría de la conditio sine qua non, sin que sea preciso aludir aquí a los correctivos elaborados para evitar los excesos de la aplicación de tal criterio, tales como el de la culpabilidad y de la prohibición del retroceso, pues colocado el problema dentro del aspecto objetivo del delito, únicamente en éste debe encontrar solución, sin involucrar el planteamiento de una cuestión que 74 En el uso corriente, culpabilidad y responsabilidad se han utilizado erróneamente como sinónimos. Inclusive, algunas tesis jurisprudenciales antiguas contienen la voz “culpabilidad” cuando en verdad se refieren a “responsabilidad”. 53 pertenece al aspecto subjetivo del delito, o sea la culpabilidad.”75 El principio de culpabilidad, también significa que las penas no pueden ser trascendentales; es decir, imponibles a quienes no hayan sido sus autores o partícipes. Así se desprende del art. 22 Constitucional, y de los arts. 23 del CPDF y 10 del CPF, que señalan específicamente que la pena que resulte de la comisión de un delito no pasará de la persona y bienes de quien resulte responsable. 7. Principio de jurisdiccionalidad. (nulla culpa sine iudicio; no hay responsabilidad sin previo juicio penal) El tránsito de la justicia privada y de la venganza de sangre a la justicia pública del derecho penal tiene lugar cuando la investigación de los presupuestos de las penas y su aplicación se despojan a la parte ofendida y a sus próximos y se transfieren con carácter exclusivo a un órgano judicial, por ello extraño a las partes interesadas, investido de la potestad de decidir sobre sus razones contrapuestas. La jurisdiccionalidad significa que sólo podrá imponerse una pena si un juez previamente determina la responsabilidad del reo a través de un proceso jurisdiccional indeclinable e insustituible; proceso que no debe entenderse como un silogismo perfecto, sino en un razonamiento formado por una serie de deducciones en que el juez dispone de las facultades de denotación, verificación, connotación y disposición. Este principio está claramente delimitado en nuestra Constitución. De acuerdo a ella, toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, de manera pronta, completa, imparcial y gratuita, por lo que nadie puede hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho (art. 17). Entonces, nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus 75 Amparo directo 6619/58. Baldomero Berino Rangel. 18 de agosto de 1959. Cinco votos. Ponente: Carlos Franco Sodi. Ius 2005 Registro 262,463, tesis aislada, materia penal, Sexta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo: Segunda Parte, XXVI, página 134. Genealogía: Apéndice 1917-1985, Segunda Parte, Primera Sala, quinta tesis relacionada con la jurisprudencia 228, página 509. 54 propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho (art. 16). En lo que toca a las penas, su imposición es propia y exclusiva de la autoridad judicial (art. 21); el juicio es necesario, no deberá tener más de tres instancias y se evitará juzgar dos veces por los mismos hechos (art. 23); y en ningún caso podrán imponerse las penas de muerte, mutilación, infamia, marca, azotes, palos, tormento de cualquier especie, multa excesiva, confiscación de bienes, o cualquiera otra que, por su naturaleza o por sus efectos, se considere inusitada o trascendente a la persona del reo (art. 22). A modo de muestra, conviene revisar el siguiente criterio jurisprudencial, relacionado con el principio en análisis: “JUECES, FACULTADES DECISORIAS DE LOS. El hecho de que la autoridad responsable se desentienda de las conclusiones formuladas por el Ministerio Público, no es violatorio de garantías. Pues de acuerdo con nuestra organización constitucional derivada del artículo 21 de la Constitución, corresponde al Juez única y exclusivamente la facultad de imponer las penas, y dicha función decisoria no puede estar supeditada al criterio de las partes. Ya que si el fin del proceso es la certeza jurídica y, conforme a ello, es el Juez el que tiene la facultad decisoria, por lo que se ha dicho que el Juez es el sujeto procesal más alto, porque es el que decide con función soberana, no siendo posible delegar esa facultad de la imposición de las penas en ninguna de las partes con la enorme autoridad de representar al Estado, atento a la tripartición de imperio le está concedido al Juez del proceso la imposición de las penas, y al Ministerio Público solamente la incumbe la persecución de los delitos, exponiendo su tesis en forma orientadora pero en ninguna forma decisoria; pues de lo contrario dicha facultad quedaría al arbitrio de alguna de las partes, siendo incongruente con nuestros principios constitucionales.”76 76 Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Registro 803,623, Tesis aislada, materia penal, Quinta Época. Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo CXXVI, página: 787. 55 8. Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación (nullum iudicium sine accusatione. Separación entre juez y acusación) La separación entre juez y acusación, característica del modelo acusatorio, significa no sólo la diferenciación ente los sujetos que desarrollan funciones de enjuiciamiento y los que tienen atribuidas las de postulación, sino también el papel de parte asignado al órgano de la acusación. Este principio representa la condición esencial de la imparcialidad del juez respecto a las partes de la causa y también el presupuesto de la carga de la imputación y de la prueba de la imputación sobre la acusación. El modelo acusatorio supone necesariamente la obligatoriedad y la irrevocabilidad de la acción penal por parte de los acusadores públicos, independientemente de las fórmulas que condicionen el inicio de las investigaciones, es decir, de que importe o no la voluntad del sujeto pasivo o su representante.77 Para Ferrajoli, la obligatoriedad de la acción penal no debe entenderse como un irrealizable deber de proceder por el más leve u oculto delito, sino sólo la obligación de los órganos de la acusación pública de promover el juicio sobre toda notitia criminis que llegue a su conocimiento, aunque sea para pedir después el archivo o la absolución, cuando consideren que el hecho es penalmente irrelevante o que no existen indicios de culpabilidad; criterio que no se comparte pues implicaría, al menos en México, reducir el papel del Ministerio Público a un mero tramitador de causas y transformar toda denuncia o querella en un proceso jurisdiccional, con los agravios que ello causaría a las partes inocentes involucradas, especialmente tratándose de casos que no permitiesen la libertad provisional, y al Estado, sobretodo por los costos que estarían 77 Señala Ferrajoli, Op. cit. que la discrecionalidad de la acción y la consiguiente disponibilidad de las imputaciones e incluso de las pruebas, que caracterizan algunos de los actuales sistemas acusatorios, son un reducto injustificado del carácter originalmente privado y después sólo cívico o popular de la iniciativa penal. Escribe que tal discrecionalidad y disponibilidad, que en países como Estados Unidos se manifiestan en la negociación de la declaración de culpabilidad entre acusador público e imputado a cambio de beneficios procesales, representan una fuente inagotable de arbitrariedades ya que no cabe ningún control eficaz sobre los favoritismos que puedan sugerir la inercia o el carácter incompleto de la acusación y se permite que se prefieran muchos imputados inocentes que se declaren culpables antes de enfrentar los costes y riesgos del juicio. 56 involucrados. Imaginemos los perjuicios que se causarían a la sociedad si todas las averiguaciones previas fueren consignadas.78 Sí se comparte, en cambio, que el representante social no puede dejar de perseguir los delitos y acusar cuando se surtan las hipótesis de procedencia establecidas en la legislación, ni insistir en una imputación cuando considere que legalmente no procede seguir haciéndolo. Este principio también se encuentra expresado en la nuestra Constitución. Su art. 21 no sólo dispone que la imposición de penas es propia y exclusiva de la autoridad judicial. También señala que la investigación y persecución de los delitos incumbe al Ministerio Público, el cual se auxiliará con una policía que estará bajo su autoridad y mando inmediato, y que las resoluciones del Ministerio Público sobre el no ejercicio o desistimiento de la acción penal, pueden ser impugnadas jurisdiccionalmente. En relación con las atribuciones del acusador público, el art. 102, apartado A, Constitucional, dispone que incumbe al Ministerio Público la persecución, ante los tribunales, de todos los delitos; hecho que será posible en los términos establecidos en los ordenamientos penales sustantivos y adjetivos, incluyendo las normativas orgánicas que sean aplicables. El juicio será público y éste durará menos de 4 meses, si se trata de delito cuya pena máxima no exceda de 2 años de prisión, y antes de un año si la pena excediere de ese tiempo, salvo que el imputado solicite mayor plazo para su defensa (art. 20, apartado A, fracs. VI y VIII). Conviene recordar parte del mensaje que leyó Venustiano Carranza ante el Congreso Constituyente en su sesión inaugural del 1º de diciembre de 1916: “Los jueces mexicanos han sido durante el período corrido desde la consumación de la independencia hasta hoy, iguales a los jueces de la época colonial: ellos son los 78 El periódico Reforma publicó un artículo titulado Descartan investigar 87 mil casos en más de 2 años.- Desecha la PGJDF 100 denuncias al día. En su cuerpo, la nota destaca que según estadísticas oficiales, del 2003 a mayo de 2005, el Ministerio Público del D.F. determinó que en 87mil 837expedientes no existían elementos de prueba para consignar el caso ante un juez penal. Las causas, en general consistieron en: falta de querella, la denuncia no es constitutiva de delito, se acreditó alguna causa de exclusión del delito o de extinción de la acción penal, o bien, ya existe sentencia previa. Lo anterior, no obstante que las cifras sobre no ejercicio de la acción penal van a la baja. (Reforma. Ciudad y Metrópoli, 22 de agosto de 2005, pág. 7B. Arturo Sierra). 57 encargados de averiguar los delitos y buscar las pruebas, a cuyo efecto siempre se han considerado autorizados a emprender verdaderos asaltos contra los reos, para obligarlos a confesar, lo que sin duda alguna desnaturaliza las funciones de la judicatura. “La sociedad entera recuerda horrorizada los atentados cometidos por jueces que, ansiosos de renombre, veían con positiva fruición que llegase a sus manos un proceso que les permitiera desplegar un sistema completo de opresión, en muchos casos contra personas inocentes, y en otros contra la tranquilidad y el honor de las familias, no respetando en sus inquisiciones, ni las barreras mismas que terminantemente establecía la ley. “La misma organización del Ministerio Público, a la vez que evitará ese sistema procesal tan vicioso, restituyendo a los jueces toda la dignidad y toda la respetabilidad de la magistratura, dará al Ministerio Público toda la importancia que le corresponde, dejando exclusivamente a su cargo la persecución de los delitos, la busca de los elementos de convicción, que ya no se hará por procedimientos atentatorios y reprobados, y la aprehensión de los delincuentes. “Por otra parte, el Ministerio Público, con la Policía Judicial represiva a su disposición quitará a los presidentes municipales y a la policía común la posibilidad que hasta hoy han tenido de aprehender a cuantas personas juzgan sospechosas. Sin más méritos que su criterio particular. “Con la institución del Ministerio Público, tal como se propone, la libertad individual quedará asegurada, porque según el artículo 16, nadie podrá ser detenido sino por orden de la autoridad judicial, la que no podrá expedirla sino en los términos y con los requisitos que el mismo artículo exige.”79 9. Principio de la carga de la prueba o de verificación (nulla accusatio sine probatione. El actor como parte de la acusación, sobre el que pesa la carga de la verificación). 79 Manual del juicio de amparo. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Editorial Themis, segunda edición actualizada, México, 1994, p. 485. 58 No basta sólo con que se formula una acusación en términos unívocos y precisos, idóneos para denotar exactamente el hecho atribuido y para circunscribir el objeto del juicio y de la sentencia que le pondrá fin. También es necesario que la acusación cuente con el apoyo de pruebas plenas sobre la culpabilidad del imputado. El principio de la carga de la prueba o de la verificación es la esencia de la garantía de presunción de inocencia supuesto que ésta se destruye cuando se acredita irrefutablemente (sin dudas legales) la responsabilidad del reo en la realización del delito por el que se le acusa; destrucción que sólo es posible a través de la obtención de pruebas por parte del acusador público a través del proceso, pues, al estar la inocencia asistida por el postulado de su presunción hasta prueba en contrario, esa prueba contraria debe aportarla quien niega aquélla formulando la acusación. Entonces, nadie puede ser penado si no se acredita plenamente su responsabilidad, como establece el art. 247 del CPPDF, y por ello es que las sentencias penales son los únicos actos jurídicos públicos cuya validez depende de su verdad. En el modelo procesal inquisitivo no tiene ningún sentido hablar de carga de la prueba para la acusación, sino acaso de necesidad de la prueba –exigida, pretendida o arrancada al acusado. En cambio, en el sistema acusatorio la verdad se obtiene a través del contraste entre la exposición máxima de las hipótesis acusatorias a la refutación de la defensa; es decir, al libre desarrollo del conflicto entre las dos partes del proceso, portadoras de puntos de vista contrastantes, precisamente porque son titulares de intereses opuestos y bajo los criterior procesales de contradicción, publicidad, inmediación, economía, oportunidad y otros –como la oralidad, por ejemplo, aunque no necesariamente. La presunción de inocencia es un derecho sustantivo fundamental porque deriva de la necesidad de considerar a toda persona inocente hasta en tanto se demuestre su culpabilidad como una afirmación de que el individuo nace libre. Aunque no está expresamente descrito en la CPEUM, si está consagrado en los tratados internacionales que en la materia ha suscrito la México, y recientemente se ha reconocido incluido implícitamente en la Constitución: 59 i.- La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada por la Novena Conferencia Internacional Americana, en Bogotá, Colombia, el 2 de mayo de 1948, señala, en su artículo XXVI que “Se presume que todo acusado es inocente, hasta que se demuestre que es culpable.” ii.- La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, dispone, en su artículo 11, inciso 1, que “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.” iii.- El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, abierto a firma en la ciudad de Nueva York, E.U.A, el 19 de diciembre de 1966, aprobado por la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión el 18 de diciembre de 1980 y promulgado por el presidente de la República, señala, en su artículo 14, inciso 2, que “Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley” iv.- La Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José Costa Rica, adoptado el 22 de noviembre de 1969, aprobada por la H. Cámara de Senadores del Congreso de la Unión el 18 de diciembre de 1980, establece, en su artículo 7, inciso 5, bajo el título “Derecho a la Libertad Personal”, que “Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un Juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que 60 continúe en proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.” v.- Inclusive, la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 18 de diciembre de 1990, aprobada por la H. Cámara de Senadores del Congreso de la Unión el 14 de diciembre de 1998, dispone, en su artículo 18, inciso 2, que “Todo trabajador migratorio o familiar suyo acusado de un delito tendrá derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforma a la ley.” vi.- Por su parte, en México, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al fallar el Amparo en Revisión número 1293/2000, resolvió que el principio de presunción de inocencia se desprende de los artículos 14, párrafo segundo, 16, párrafo primero, 19, párrafo primero, 21, párrafo primero, y 102, apartado A, párrafo segundo, de la Constitución, y aprobó la siguiente tesis jurisprudencial: “PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. EL PRINCIPIO RELATIVO SE CONTIENE DE MANERA IMPLÍCITA EN LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. De la interpretación armónica y sistemática de los artículos 14, párrafo segundo, 16, párrafo primero, 19, párrafo primero, 21, párrafo primero, y 102, apartado A, párrafo segundo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se desprenden, por una parte, el principio del debido proceso legal que implica que al inculpado se le reconozca el derecho a su libertad, y que el Estado sólo podrá privarlo del mismo cuando, existiendo suficientes elementos incriminatorios, y seguido un proceso penal en su contra en el que se respeten las formalidades esenciales del procedimiento, las garantías de audiencia y la de ofrecer pruebas para desvirtuar la imputación correspondiente, el Juez pronuncie sentencia definitiva declarándolo culpable; y por otra, el principio acusatorio, mediante el cual corresponde al Ministerio Público la función persecutoria de los delitos y la obligación (carga) de buscar y presentar las pruebas que acrediten la existencia de éstos, tal y como se desprende de lo dispuesto en 61 el artículo 19, párrafo primero, particularmente cuando previene que el auto de formal prisión deberá expresar "los datos que arroje la averiguación previa, los que deben ser bastantes para comprobar el cuerpo del delito y hacer probable la responsabilidad del acusado"; en el artículo 21, al disponer que "la investigación y persecución de los delitos incumbe al Ministerio Público"; así como en el artículo 102, al disponer que corresponde al Ministerio Público de la Federación la persecución de todos los delitos del orden federal, correspondiéndole "buscar y presentar las pruebas que acrediten la responsabilidad de éstos". En ese tenor, debe estimarse que los principios constitucionales del debido proceso legal y el acusatorio resguardan en forma implícita el diverso principio de presunción de inocencia, dando lugar a que el gobernado no esté obligado a probar la licitud de su conducta cuando se le imputa la comisión de un delito, en tanto que el acusado no tiene la carga de probar su inocencia, puesto que el sistema previsto por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos le reconoce, a priori, tal estado, al disponer expresamente que es al Ministerio Público a quien incumbe probar los elementos constitutivos del delito y de la culpabilidad del imputado.”80 Para que el acusador público cuente con el apoyo de pruebas plenas sobre la culpabilidad del imputado, el art. 21 Constitucional establece que el Ministerio Público podrá solicitar órdenes de aprehensión contra los inculpados, buscar y presentar las pruebas que acrediten la responsabilidad de éstos, hacer que los juicios se sigan con toda regularidad para que la administración de justicia sea pronta y expedita, y pedir la aplicación de las penas. 10. Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación (nulla probatio sine defensione. Derecho de defensa) 80 Novena Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XVI, Agosto de 2002, Tesis P. XXXV/2002, Página: 14. Amparo en revisión 1293/2000. 15 de agosto de 2002. Once votos. Ponente: Sergio Salvador Aguirre Anguiano. Secretarios: Eduardo Ferrer Mac Gregor Poisot y Arnulfo Moreno Flores. El Tribunal Pleno, en su sesión pública celebrada el quince de agosto en curso, aprobó, con el número XXXV/2002, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito Federal, a dieciséis de agosto de dos mil dos. 62 El desplazamiento de la carga de la prueba sobre la acusación comporta, lógicamente, el derecho a la defensa para el imputado. La defensa, impensable en los sistemas inquisitivos, significa la posibilidad de refutar la acusación, de donde se sigue que sólo son atendibles las pruebas obtenidas según las formas y procedimientos predeterminados por la ley, que hayan pasado por sus posibles refutaciones y contrapruebas a través del conflicto entre partes contrapuestas. Expresa Ferrajoli que, para que la contienda se desarrolle lealmente y con igualdad de armas, es necesaria la perfecta igualdad de las partes: que la defensa esté dotada de la misma capacidad y de los mismos poderes que la acusación y que se admita su papel de contradictor en todo momento y grado del procedimiento, y en relación con cualquier acto probatorio. La garantía de defensa está prevista en el art. 20, apartado A, de nuestra Constitución. Según dicha norma suprema, desde la averiguación previa81 y durante el proceso penal, el inculpado no podrá ser obligado a declarar, por lo que queda prohibida toda incomunicación, intimidación o tortura y toda confesión rendida ante cualquier autoridad distinta del Ministerio Público o del juez, o ante éstos sin la asistencia de su defensor, carecerá de todo valor probatorio (f. II); se le hará saber en audiencia pública el nombre de su acusador y la naturaleza y causa de la acusación, a fin de que conozca el hecho punible que se le atribuye y pueda contestar el cargo (f. III); salvo excepciones, cuando lo solicite será careado, en presencia del juez, con quien deponga en su contra (f. IV); se le recibirán los testigos y demás pruebas que ofrezca, concediéndosele el tiempo que la ley estime necesario al efecto y auxiliándosele para obtener la comparecencia de las personas cuyo testimonio solicite (f. V); le serán facilitados todos los datos que solicite para su defensa y consten en el proceso (F. VII); desde el inicio de su proceso tendrá derecho a una defensa adecuada, por sí, por abogado o persona de su confianza, o por defensor público; defensa que deberá comparecer en todos actos del proceso (f. IX). Jesús Zamora Pierce, al referirse a la garantía de defensa como una conquista sobre los principios aplicables en el procedimiento inquisitorial que, entre otras cosas, condicionaba en forma tal la intervención del defensor que la hacía inútil, escribe que la defensa, junto con las nociones de 81 En esta etapa del procedimiento, sólo son aplicables las garantías contenidas en las fracciones I (libertad provisional), II, V, VII y IX antes descritas. 63 acción y de jurisdicción, es uno de los pilares básicos sobre los que descansa el proceso penal y se puede explicar en la siguiente forma: ante la pretensión penal como tesis que sostiene el órgano acusador, la defensa sostiene la antítesis y queda reservado al poder jurisdiccional el efectuar la síntesis.82 En este sentido, resulta interesante el siguiente criterio jurisprudencial: “DEFENSA, GARANTIA DE, TIENE PREFERENCIA SOBRE OTRAS GARANTIAS DEL REO. Si bien es cierto que la fracción VIII del artículo 20 constitucional señala que los acusados de algún delito serán juzgados antes de cuatro meses si se trata de delitos cuya pena máxima no excede de dos años de prisión; y antes de un año si la pena máxima excediera de ese tiempo; también lo es que si la defensa de un procesado ofrece en favor de éste diversas pruebas cuyo período de desahogo hace imposible que se dicte sentencia en el plazo que señala la mencionada fracción. es claro que deberán desahogarse las probanzas ofrecidas y admitidas, aun cuando se rebase el término ya señalado, dado que al estar frente a dos garantías consagradas por la Constitución en favor del gobernado, como son las establecidas en las fracciones V y VIII del ya mencionado artículo 20 de la Carta Magna, y debiendo anteponer unas a las otras, lógicamente que deberán prevalecer las que favorezcan más a dicho gobernado, es decir las de audiencia y defensa sobre la de pronta impartición de justicia, pues lo contrario acarrearía graves perjuicios en contra de éste, al verse compelido a ajustar su defensa al corto tiempo de que dispondría para ello de acuerdo con la mencionada fracción VIII del artículo constitucional aludido, lo que implicaría una verdadera denegación de justicia.”83 82 Zamora Pierce, Jesús. Garantías y proceso penal. Ed. Porrúa, segunda edición, México, 1987. Amparo en revisión 101/88. Rafael Caro Quintero y Coagraviados. 25 de mayo de 1988. Unanimidad de votos. Ponente: Alfonso Núñez Salas. Secretario: Francisco Javier Ruvalcaba Guerrero. Ius 2005. Este criterio ha integrado la jurisprudencia III.1o.P. J/13, publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XV, mayo de 2002, página 980, de rubro "DEFENSA, GARANTIA DE. TIENE PREFERENCIA SOBRE OTRAS GARANTIAS DEL REO. Registro 231,228, tesis aislada, materia penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Tomo I, Segunda Parte-1, enero a junio de 1988, página 231. 83 64 La garantía de defensa hace derivar una serie de principios complementarios, también regulados en la legislación mexicana. Estos son: (i) non reformatio in peius, (ii) in dubio pro reo, y (iii) suplencia de la defensa deficiente. (i) El aforismo según el cual nada de lo que intente la defensa puede perjudicar al reo, se deriva lógicamente de la actividad de defender ya que sería inconcebible, en cualquier sistema razonable de derecho procesal penal, que el defensor pudiese llevar a cabo actos que derivasen en detrimento de su cliente. Dejando la torpeza aparte, pues ésta no es motivo de regulación en cuanto a sus efectos, el axioma non reformatio in peius se erige en un principio universal, sin el cual no sería posible entender la garantía de defensa. La legislación penal mexicana recoge este principio en los arts. 427 y 434 bis del CPPDF, 385 del Código Federal de Procedimientos Penales (CFPP), y en diversas disposiciones en materia de justicia constitucional. Conforme a ellos, cuando sólo apele de una sentencia condenatoria el defensor, no podrá incrementarse la pena impuesta. Más aún, en la legislación local se establece que la resolución que dicte la Sala en los recursos de apelación tendrá alcance extensivo y operará sólo cuando así lo declare la Sala en una causa en la que existan varios inculpados o sentenciados y uno o varios de ellos interpusieren recurso de apelación: si la sentencia es favorable, ésta surtirá los mismos efectos para los demás, siempre que se trate de los mismos hechos y las constancias así lo indiquen, tratándose de los siguientes casos: a) Por la incomprobación del cuerpo del delito; b) Por tipificación de los hechos en figura diversa a aquella por la que se decretó la formal prisión o sujeción a proceso, o por acreditación de alguna otra modalidad que favorezca la situación jurídica de los inculpados; c) Por cualquier causa de extinción de la pretensión punitiva o de la facultad para ejecutar las penas o medidas de seguridad, que no opere únicamente en beneficio del recurrente; o d) Cuando por determinación del monto del daño causado o del lucro obtenido, opere la reducción de sanciones. No podrá surtir efectos extensivos la resolución que se dicte en el recurso, respecto de aquellos que se haya determinado su situación jurídica en sentencia ejecutada. 65 Por su parte, la jurisprudencia nacional hace lo propio en múltiples tesis pronunciadas a propósito del recurso de apelación y del juicio de amparo. Algunas de las más representativas, son las siguientes: “APELACIÓN EN MATERIA PENAL. NON REFORMATIO IN PEIUS. Si únicamente apelan del fallo de primera instancia el acusado y su defensor, la autoridad de segunda instancia no está facultada para agravar la situación de dicho acusado.”84 “ORDEN DE APREHENSIÓN. TRATÁNDOSE DEL AMPARO CONCEDIDO POR FALTA DE FUNDAMENTACIÓN Y MOTIVACIÓN. PRINCIPIO DE NON REFORMATIO IN PEIUS EN EL RECURSO DE REVISIÓN. La revisión en el juicio de amparo, en tanto recurso, se rige por principios o reglas, entre ellos el de non reformatio in peius, conforme al cual no está permitido a los Tribunales Colegiados de Circuito agravar la situación del quejoso cuando únicamente éste recurre la sentencia de amparo; lo antes afirmado se patentiza si se toma en cuenta que la Ley Reglamentaria de los Artículos 103 y 107 Constitucionales, en todo caso autoriza la reformatio in beneficio, al prever la figura jurídica de la suplencia tanto de los conceptos de violación como de los agravios, en los casos en que específicamente lo establece el artículo 76 bis del citado ordenamiento legal. Así, es claro que en los recursos de revisión derivados de juicios de amparo en materia penal, en que se concedió el amparo al quejoso porque la orden de aprehensión carece de fundamentación y motivación, y sólo recurre el propio quejoso, no es legalmente válido analizar los agravios expresados en cuanto al fondo del asunto, en virtud de que es incierta la futura existencia del acto impugnado, en razón del cumplimiento que a la sentencia respectiva le dé la autoridad responsable, pues hacerlo implicaría el grave riesgo de emitir un pronunciamiento que realmente le perjudique, trastocando con ello el principio que se comenta. Además, de que precisamente por ese sentido concesorio, la 84 Ius 2005. Registro 904,016, Jurisprudencia, Materia Penal, Quinta Época, Primera Sala, Apéndice 2000, Tomo: Tomo II, Penal, Jurisprudencia SCJN, tesis 35, página: 26. 66 resolución recurrida ha causado estado o firmeza para el quejoso recurrente.”85 (ii) La duda absolutoria implica la existencia de dos juicios contradictorios que provocan indeterminación judicial sobre la prevalencia de uno u otro, en términos de racionabilidad. El estado de duda obliga al juzgador a absolver al procesado, pues implica que no está plenamente acreditada su responsabilidad penal, tal y como se desprende del art. 247 del CPPDF. Es primordial distinguir entre duda absolutoria e insuficiencia probatoria. A diferencia de la primera, la segunda implica que los datos existentes no son idóneos, bastantes, ni concluyentes para arribar a la plena certidumbre sobre el delito o la responsabilidad de un acusado, y ello obliga a su absolución por la falta de prueba. La Jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha establecido tesis relevantes en el tema en estudio, a saber: “DUDA SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL REO. Duda es la indeterminación del ánimo entre dos juicios contradictorios, por falta de mayores razones para decidirse por alguno de ellos, por lo que si la responsable inclina su convicción y estima probada la responsabilidad del acusado, deja de existir la "indeterminación" y no puede exigírsele tal estado de ánimo y menos puede decírsele que viola la Constitución, por no haber dudado, por lo que se llega a la conclusión de que, a través del juicio de amparo, pueden reclamarse las violaciones que el juez natural comete al apreciar las pruebas, contra los principios lógicos o contra las normas legales, mas no la "duda", reservada exclusivamente al juez natural, por el precepto que rige a nuestro Derecho Penal sobre que "en caso de duda debe absolverse". 86 85 Contradicción de tesis 71/98.-Entre las sustentadas por el Tribunal Colegiado en Materia Penal del Séptimo Circuito y Tercer Tribunal Colegiado del Sexto Circuito.-14 de junio de 2000.-Cinco votos.-Ponente: José de Jesús Gudiño Pelayo.-Secretario: Ismael Mancera Patiño. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XII, noviembre de 2000, página 264, Primera Sala, tesis 1a./J. 15/2000. Ius 2005, registro: 920,289, Jurisprudencia, materia penal, Novena Época, Primera Sala, Apéndice (actualización 2001), Tomo II, Penal, Jurisprudencia SCJN, tesis 34, página 52. 86 Ius 2005. Registro 390,007, Jurisprudencia, Materia Penal, Sexta Época, Primera Sala, Apéndice de 1995, Tomo II, Parte SCJN, tesis 138, pág. 78. 67 “DUDA Y PRUEBA INSUFICIENTE, DISTINCION ENTRE LOS CONCEPTOS DE. En el aspecto de la valoración de la prueba, por técnica, es claro que existe incompatibilidad entre los conceptos de prueba insuficiente y duda absolutoria, ya que mientras el primero previene una situación relativa a cuando los datos existentes no son idóneos, bastantes, ni concluyentes para arribar a la plena certidumbre sobre el delito o la responsabilidad de un acusado, esa insuficiencia de elementos incriminatorios justamente obliga a su absolución por la falta de prueba; en tanto que, el estado subjetivo de duda, sólo es pertinente en lo que atañe a la responsabilidad o irresponsabilidad de un acusado, y se actualiza cuando lejos de presentarse una insuficiencia de prueba, las hay en grado tal que son bastantes para dubitar sobre dos o más posibilidades distintas, asequibles y congruentes en base al mismo contexto, ya que con facilidad podría sostenerse tanto un argumento como otro, y en cuyo caso, por criterio legal y en términos del artículo 247 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, se obliga al resolutor de instancia, en base al principio de lo más favorable al reo, a su absolución.” 87 (iii) Por último, la garantía de suplencia de la defensa deficiente se erige como pauta de justicia consubstancial al principio de contradictorio, cuya intención es evitar condenas que se funden en la torpeza o negligencia del defensor. Esta garantía se encuentra ínsita a lo largo del procedimiento penal pues éste procura abandonar los formalismos innecesarios y se encuentra contenida en los arts. 415, 431 frac. VI bis, y 434 del CPPDF. Conforme a éstos, el Tribunal de Alzada, en la segunda instancia, podrá suplir la deficiencia de los agravios cuando se advierta que el defensor, por torpeza, no hizo valer debidamente las violaciones causadas en la resolución recurrida. Procede la reposición del procedimiento cuando existan omisiones graves de la defensa en perjuicio del sentenciado, entendiéndose como tales: a) no haber asesorado al inculpado sobre la naturaleza y las consecuencias jurídicas de los hechos imputados en el proceso; b) no haber asistido a las 87 Ius 2005. Registro 390,409, Jurisprudencia, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Apéndice de 1995, tomo II, parte TCC, tesis 540, pág. 327. 68 diligencias que se practicaron con intervención del inculpado durante la averiguación previa y durante el proceso; c) no haber ofrecido y aportado las pruebas necesarias para la defensa del inculpado; d) no haber hecho valer las circunstancias probadas que en el proceso favorecieran la defensa del inculpado; e) no haber interpuesto los medios de impugnación necesarios para la defensa del inculpado, y f) no haber promovido todos aquellos actos procesales que fuesen necesarios para el desarrollo normal del proceso y el pronunciamiento de la sentencia. Además, cuando el tribunal note que el defensor ha faltado a sus deberes, no interponiendo los recursos que procedan o abandonando los interpuestos, si por las constancias de la causa apareciere que debían prosperar, o no alegando circunstancias probadas en el proceso y que habrían favorecido notablemente al acusado, o alegando hechos falsos, o puntos de derecho notoriamente inaplicables, llamará la atención al defensor, y a su superior si se trata de defensor de oficio, y podrá imponerle cualquiera corrección disciplinaria; pero si dicha violación constituye delito, lo consignará al Ministerio Público. Igual sucede en la legislación penal federal, según se deriva de los arts. 364, 387, 388 frac. VII bis y 391 del CFPP, e incluso tratándose de la justicia constitucional según se desprende de los arts. 107 frac. II Constitucional y 76 bis de la Ley de Amparo (LA), que disponen la obligación de suplir la deficiencia de los conceptos de violación y agravios, e incluso la falta de éstos, cuando ello favorezca al reo. 69 CAPITULO II.- PRINCIPIOS ESENCIALES DE LA FUNCIÓN JUDICIAL Sumario: 1.- Evolución de la idea de jurisdicción. 1.1.-Antes de los pueblos primitivos (pre-historia). 1.2.- Los pueblos primitivos. El caso americano.- derecho aborigen. 1.3.- Grecia. 1.4.- Roma. 1.5.- Edad media. 1.6.- Revolución francesa (ilustración). 1.7.- Siglos XX y XXI. 1.8.- La evolución en México. 2.- Principios esenciales. 2.1.- Independencia. 2.1.1.- Independencia como garantía. 2.1.2.Independencia funcional. 2.2.- Imparcialidad. 2.3.- Gratuidad de la justicia. 2.4.Principios complementarios. 1.- Evolución de la idea de jurisdicción. Convencionalidad es expresion fiel cuando se tratan asuntos históricos a la luz de las ciencias sociales, porque a lo largo de la vida de nuestro planeta nada se sabe de la existencia humana durante la mayor parte del tiempo y por tanto se ha teorizado sobre lo que pudo suceder más bien de acuerdo a los postulados de las ciencias naturales. Más adelante, de la organización de lo que se han llamado pueblos primitivos poco se sabe puesto que, si bien se han encontrado fórmulas de comunicación, su diversidad ha complicado su interpretación, amén de que pocas han sobrevivido el paso del tiempo, y ha sido necesario reconstruir especulativamente la historia. A partir de lo que se ha inferido y reconstruido y de lo que se sabe merced a la evolución de la comunicación escrita, su conservación y divulgación, los historiadores han divido convencionalmente la historia de los pueblos en distintas etapas, más o menos similares según la naturaleza de los acontecimientos consubstanciales al tema sujeto a investigación. En lo que hace a la evolución de la idea de jurisdicción, la división histórico-convencional apropiada para efectos de la presente investigación y que se trata someramente en tanto cuanto baste para los fines de ésta, es la siguiente: a) Antes de los pueblos primitivos (pre-historia). b) Los pueblos primitivos. 70 c) Grecia. d) Roma. e) Edad media. f) Revolución francesa (ilustración). g) Siglos XX y XXI. h) Evolución en México. 1.1.- Antes de los pueblos primitivos (pre-historia). Durante esta etapa, nada se sabe sobre jurisdicción: “Si reducimos a un año los 18 a 20 mil millones de años que, según se dice, existe el universo, habría que suponer que durante un periodo muy largo existían únicamente procesos químicos y físicos y que tan sólo en la segunda mitad del año se estructuró la materia sólida. Tan sólo en la noche del 30 de diciembre se plegaron los Alpes, y en la noche del 31 de diciembre surgió la rama de los antropoides que conduce a los humanos de hoy. Cinco minutos antes del fin de año vivían los neandertal, sesenta segundos antes de las 24:00 horas aparece Moisés y cuarenta segundos antes Shakyamuni Buda. Quince segundos antes del fin de año nace Jesús... Se calcula que el universo existirá durante otros 100 mil millones de años, pero probablemente perdurará mucho más. En otras palabras: el tiempo del universo transcurrido hasta ahora será probablemente insignificante comparado con el tiempo que aún le queda. En este supuesto, el origen del ser humano correspondería a la primera infancia del cosmos.” 88 Por lo tanto, durante la mayor parte del tiempo de existencia del planeta, es imposible saber siquiera si existió una sociedad de seres racionales que hayan podido organizarse y establecer mecanismos para la solución de sus controversias. Desde el punto de vista científico, inclusive ni siquiera es posible determinar la existencia de vida durante la inmensa mayoría de los 20 mil millones de años de vida de nuestro planeta. 88 Jäger, Willigis. En busca de la verdad.- caminos-esperanzas-soluciones. Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, España, 1999. 71 Los primeros datos sobre la existencia de sociedades humanas más o menos organizadas han sido recogidos por la ciencia natural y se atribuyen a épocas en las que las civilizaciones prehistóricas empezaron a descubrir el fuego, el metal y otros elementos indispensables para la conformación social. 1.2.- Pueblos primitivos. En palabras de Cipriano Gómez Lara,89 en toda comunidad primitiva se observa que la administración de justicia está en manos de un jefe, de un consejo de ancianos o de un brujo y que la solución de los conflictos adquiere características místicas, mágicas y religiosas, sin perjuicio de la adopción y reglamentación de ciertas formulas autocompositivas incluso en delitos graves: “Los hombres, que en su primitivo estado natural no reconocían superior que los defendiese de insultos, opresiones y violencias, estaban por consiguiente autorizados para hacerlo de sí propios: la experiencia les hizo entender los graves daños a los que los conducían estos medios; pues o no podían defenderse por sí mismos, o excediendo los justos límites para conservarse, excitaban turbaciones, a que eran consiguientes mayores desavenencias, injurias y muertes; y consultando otros medios que mejorasen la seguridad de sus personas sin los riesgos anteriormente indicados, acordaron unirse en sociedad y confiar su defensa y la de todos sus derechos a una persona que mirándolos con imparcialidad les distribuyese sus derechos y los conservase en paz y en justicia.”90 En estas comunidades, que evolucionaron paralelamente en todos los rincones de la tierra pero que se fueron distinguiendo por el descubrimiento y aplicación de ciertos materiales -como el metal o la pólvora-, las estructuras de resolución de conflictos se caracterizaron por su 89 Teoría General del Proceso. Universidad Nacional Autónoma de México, Sexta Edición, México, 1983. Conde de la Cañada, Instituciones prácticas de los juicios civiles, así ordinarios como extraordinarios, en todos sus trámites, según empiezan, continúan y acaban en tribunales reales, Madrid, 1794, t. I, pp. 32-33, cit. por AlcaláZamora y Castillo, Niceto, Proceso, autocomposición y autodefensa, México, UNAM, 1970, pp. 549-151, cit. a su vez por Ovalle Favela, José en Garantías y proceso penal. Ed. Harla, México, 1999. 90 72 formalismo y teatralidad, por la brutalidad y crueldad de las soluciones y por la rapidez de sus procedimientos, en detrimento a las posibilidades reales de defensa. En las civilizaciones antiguas de que se tienen rastros, prevaleció la ley del talión. El más antiguo de los códigos que conocemos, el código del rey Hammurabi, que reinó en Babilonia unos 2,250 años a.C, la desarrolló notablemente. La justicia quedaba depositada en el soberano y estaba impregnada de sentido religioso. Salvo en India, las caracteristicas apuntadas fueron notables en China, Persia, Asiria, Israel y Egipto, en donde incluso se aplicaba el talión simbólico cuando no era posible emplearlo en sus estrictos términos. A pesar de la existencia de algunos códigos, como los de Hia, de Chang y de Chou, en China; el Avesta en Persia; el Hammurabi en Asiria; el de Manú en India, que se considera el más perfecto que nos ha legado el antiguo Oriente; fragmentos de leyes en Egipto; y el Pentateuco en Israel, en esta etapa de la historia del derecho, la justicia se basaba en principios sobre todo vindicativos, intimidatorios y expiatorios de pecados y ofensas a los dioses.91 Toribio Esquivel Obregón, citado por Gómez Lara,92 escribe que en México, entre los aztecas existió una genuina organización judicial en que la máxima autoridad era el rey quien actuaba paralelamente con el Cihuacóatl, funcionario jurisdiccional con facultades de segunda instancia. Había edificaciones destinadas a tribunales y los procedimientos eran orales y rápidos. Los jueces debían observar una conducta rigurosa e intachable que en ocasiones salían a los sitios en que se requiriera su presencia para la solución de algún conflicto. El caso americano.- derecho aborígen El derecho aborígen en América data de las culturas precolombinas, principalmente los pueblos Mayas, Aztecas e Inca. Los datos que se tienen acerca de dichos pueblos, sobre todo en relación con su derecho, deriva los cronistas de los conquistadores, cuyos informes pueden estar viciados ante la propia visión que ellos tuvieron de lo que pasaba en las tierras conquistadas; sin embargo, 91 92 Jiménez de Asúa, Luis. Tratado de Derecho Penal.Tomo I. Ed. Lozada, 5ª edición, Buenos Aires, Argentina. Gómez Lara, Cipriano. Op. cit. 73 ofrecen informaciones de interés tomadas de las propias costumbres que estudiaron así como de las pinturas que encontraron, en las que se representaba la justicia aplicable en aquellos pueblos. Por lo que se sabe, la justicia aborigen contiene, como elemento común entre todos los pueblos, el animismo mágico, prohibiciones de naturaleza tabú, formas aberrantes de imputación y venganza privada. La justicia de estos pueblos se encontraba plagada de severidad moral, basada en la venganza. La Ley del Talión es la forma más común de administrar la justicia dentro de estas comunidades, reflejo del resto del mundo. Sin embargo, en el llamado “Código Penal de Nezahualcoyotl”, se distinguía entre delincuentes intencionales y negligentes, pues en tanto que el homicidio voluntario se penaba con la muerte, el no intencional sólo acarreaba el deber de esclavitud y de compensación. No obstante, el derecho de los pueblos precortesianos en nada influyó al derecho aplicable en la colonia, el cual fue tomado directamente de las ordenazas de España; por tanto, el derecho precolombino en nada influyó al derecho vigente en México, por lo que de él sólo quedan algunos recuerdos meramente históricos. Entre los aztecas destaca la dureza de sus costumbres y la severidad en la aplicación del derecho. Casi todo constituía un delito o hacía a las personas merecedoras de una sanción, pero en la justicia aplicada por los aztecas ya existían disposiciones en el sentido de que el marido, por ejemplo, no podía hacerse justicia por propia mano, lo cual nos refiere, sin lugar a dudas, una evolución en cuanto a la aplicación de la justicia en comparación con otros pueblos, en donde la justicia privada y el talión no tenía límite alguno. “Hubo una jerarquía de tribunales aztecas comunes, desde el teuctli, juez de elección popular, anual, competente para asuntos menores, pasando por un tribunal de tres jueces vitalicios, para asuntos más importantes, nombrados por el cihuacóatl, hasta llegar, mediante un sistema de apelación, al tribunal del monarca, que se reunía cada 24 días.”93 93 Margadant, Guillermo Floris. Introducción a la Historia del Derecho Mexicano. Ed. Esfinge, México, 2000, p. 34 74 Es importante mencionar que dentro de dichos procedimientos se daba una etapa de ofrecimiento y desahogos de pruebas, tales como testigos, confesiones, careos y documentos, lo cual hizo a la justicia azteca mucho mas evolucionada en comparación con sus contemporáneas, ello no obstante la carencia de un cuerpo de leyes que no se consideraba necesario dado que los lineamientos de la ley eran conocidos por todos. Los mayas, en cambio, se distinguieron por su anormal benignidad. Los castigos eran proporcionales con el daño cometido, el cual, en ocasiones, quedaba saldado con el solo hecho de devolver la cosa o con la vergüenza o infamia, que se consideraban penas suficientes. Sin embargo, la característica general de los pueblos mexicanos y que revela de dureza de su justicia, fue la facilidad con la que se aplicaba la pena de muerte, la cual era la sanción para casi todo, pero que tenía un carácter público, de manera que esta sanción se excluye de la venganza privada. Los pueblos precortesianos contaron con un sistema de leyes, en donde la pena fue desigual y que estaba encaminado a la consolidación de las clases superiores. En la antigua venezuela, destacaron tres grupos indígenas: los pampeanos, los andinos y los costeños. En dichos pueblos, predominaba la violencia como estado natural de las cosas; en las tribus venezolanas se desconocía la idea de justicia colectiva, de manera que la justicia era individual y se ejercía por el propio ofendido o por sus parientes, de manera que estas tribus conocían solo el sentido de justicia aplicada a través de la venganza privada, la cual no se olvidaba por el transcurso de los años, sino que era heredada a las generaciones, de manera que se transformaba en una obligación sagrada para las familias. La costumbre de la antropofagia se encontraba muy arraigada entre los caribes, la cual podía tener muy distinta causa; costumbre, venganza y celebración de victorias, sin que faltase la necesidad de procurarse alimento, causa de no pocas guerras entre las tribus. En función de lo anterior, se concluye que la justicia tenía carácter vindicativo, es decir, basado exclusivamente en la venganza. 75 En el Perú, es necesario distinguir el periodo de las sociedades preincaicas del estado de los Incas. Del primero no se poseen muchos datos y los que han llegado hasta nosotros se refieren a la administración de la justicia y la organización judicial del ayllú, que los incas apenas modificaron. El derecho en los ayllus y tribus gentilicias revestía carácter consuetudinario con formulas concretas para determinar infracciones que amenazaban la integridad del grupo o su seguridad. En tal sentido, son mas las huellas que se relacionan con el derecho penal que con el derecho civil; y hay más claridad sobre los órganos de ejecución del derecho que sobre la forma de su administración. Los incas superaron la venganza privada, estableciendo un derecho con carácter publico, hasta el punto que su aplicación de podía dar de oficio. La ley tenia un carácter teocrático, de manera tal que si bien es cierto no tenían un código legal, las leyes iban surgiendo de las sentencias concretas de los jueces, por lo que se avanzó rápidamente a la imputabilidad personal surgiendo, además, los conceptos de orden político y bienes jurídicos privados. La idea de jurisdicción es, entonces, universal; no es patrimonio exclusivo de ningún pueblo o comunidad. Rastros de ella no sólo se han encontrado en el pueblo azteca, sino en las más diversas culturas de la antigüedad como la egipcia, china, hindú, mesopotámica, mediterránea, fenicia, romana y griega, entre otras. 1.3.- Grecia. Hay que tener presente que no hubo en la antigüedad un Estado griego unificado, sino más de cien pequeñas polis-estados (ciudades estados), destacando Atenas. Eran tiempos politeístas de batallas épicas, que han inmortalizado a Filipo II, Alejandro Magno, Demóstenes, Aristóteles y otros filósofos y guerreros. No había paz ni orden suficientes para la consolidación de las instituciones jurisdiccionales. Los juicios eran combates entre oradores, que tenían que litigar por sí mismos, cuando mucho con la previa asistencia de un logógrafo, antecedente remoto de los abogados. Las sentencias, motivadas sólo por la persuasión oratoria, eran dictadas por el pueblo 76 reunido, que al mismo tiempo se erigía en juez, mediante votación. No había una justicia sistematizada por principios aplicables a la jurisdicción, mucho menos basada en documentos.94 Salvo la filosofía, los demás componentes de la civilización griega, entre ellos la justicia, encuentran un elemento correlativo en los pueblos de Oriente que alcanzaron un elevado nivel de civilización antes que los griegos,95 incluyendo las distintas habilidades técnicas e instituciones políticas. Y no obstante, la filosofía griega provocó el nacimiento de las ciencias y su engrandecimiento, por lo que la civilización griega aportó una contribución realmente excepcional a la cultura de la civilización.96 Los primeros griegos buscaron alimento espiritual sobre todo en los poemas homéricos, es decir, en la Ilíada y en la Odisea, en Hesiodo y en los poetas gnomicos de los siglos VII y VI a.C. Hesiodo, con su poema Los trabajos y los días, pero sobre todo los poetas posteriores, imprimieron en la mentalidad griega algunos principios de gran importancia para la construcción del pensamiento filosófico antiguo: se exalta la justicia como valor supremo, en la que están incluidas todas las virtudes. El pensamiento de la justicia es un factor central y se convertirá en 94 Carlos Zesati Estrada, en Demóstenes. Discurso sobre la corona, ed. UNAM, México, 2001, recoge la emoción del juicio iniciado por Esquines contra Ctesifonte, este último acompañado de Demóstenes y en contra de quien en verdad se enderezaba la causa, y al mismo tiempo recoge una serie de elementos que permiten entender cómo era la jurisdicción entonces. “De todas partes de Grecia se desplaza gente para presenciar el combate decisivo entre los dos más grandes oradores del siglo: Demóstenes y Esquines. Los griegos, tan apasionados por la elocuencia, no pierden ocasión de presenciar este campeonato nacional… Expectación y silencio en todo el auditorio. Esquines está en la tribuna. Ante sí tiene a los jueces, en número para nosotros insospechado, probablemente 1500, tal vez 6000. Es un jurado imponente… Durante más de 3 horas el público permanece electrizado por la elocuencia avasalladora de Esquines. Al terminar el discurso, resuena una imponente ovación. Sólo Demóstenes no aplaude. Pero podría aplaudir… Éste va a pronunciar su áureo y portentoso discurso Sobre la corona, culmen de la oratoria universal… Demóstenes ha terminado de hablar. ¿Qué sentencia pronunciará el pueblo ateniense? Llega el momento del fallo. El tribunal absuelve a Ctesifonte. Rinde así un homenaje al patriotismo sincero de Demóstenes. Esquines no obtiene ni la quinta parte de los votos. Es condenado a pagar una multa de 1000 dracmas. Ha perdido la causa y, con ella, su fama. Tal es su pesadumbre, que voluntariamente se destierra a Efeso. Pasa luego el resto de su vida en Rodas. Allí se gana la vida enseñando retórica. Al leer un día su discurso a los rodinenses, sus discípulos, entusiasmados, no pueden menos que aplaudir. Y Esquines observa: si hubierais oído a aquella fiera, no os asombraríais tanto con esto.” 95 Los pueblos Orientales con los que entraron en contacto los griegos poseían una forma de sabiduría construida por convicciones religiosas, mitos teológicos cosmogónicos, pero no una ciencia filosófica basada sólo en la razón. Poseían pues un tipo de sabiduría análoga a la que los propios griegos poseían antes de crear la filosofía (ver ref. próx. nota). 96 Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo I. Giovanni Reale y Darío Anticeri. Editorial Herver, Barcelona, España, segunda edición, 1991. Págs. 21 y siguientes. 77 concepto ontológico, además de ético y político, en muchos filósofos pero especialmente en Platón.97 José Ferrater Mora escribe que muchos griegos, incluyendo los grandes trágicos y algunos filósofos presocráticos, consideraron la justicia en un sentido muy general; algo es justo cuando su existencia no interfiere con el orden al cual pertenece. En este sentido, afirma, la justicia es similar al orden o a la medida. “El que cada cosa ocupe su lugar en el universo es justo. Cuando no ocurre así, cuando una cosa usurpa el lugar de otra, cuando no se confina a ser lo que es, cuando hay alguna demasía o exceso, se produce una injusticia. Se cumple la justicia cuando se restaura el orden originario, cuando se corrige y castiga la desmesura. Puede llamarse “cósmica” a esta concepción de la justicia. Toda realidad, incluyendo los seres humanos, debe ser regida por la justicia. Esta puede considerarse como una ley universal –que con frecuencia es personalizada. Dicha ley mantiene, o cuando menos expresa, el orden y medida del cosmos entero, y por ella se restablece tal orden o medida tan pronto se ha alterado.” 98 Aunque los textos de las leyes griegas están casi totalmente destruidos y lo que conocemos de derecho griego es una mezcla de pensamientos filosóficos, de interpretaciones oratorias y de rastros de leyes y normas, se considera que el pensamiento jurídico en Grecia marcó el paso entre el derecho oriental y el occidental. No obstante, el esfuerzo de los griegos fue decisivo y llegó a nosotros a través de la evolución legislativa romana, si bien su justicia nunca adquirió formas seguras y desenlaces imparciales, como lo demuestra el proceso en contra de Sócrates, condenado a beber la cicuta como responsable de atentar contra la juventud y la religión, o los casos contra Protágoras y Anaxágoras, ambos desterrados. Los institutos de la venganza fueron sumamente poderosos y las ofensas de carácter religioso y político daban lugar a sanciones de carácter colectivo. Y es que, como explica Michel Foucault, en la Grecia arcaica los conflictos se dirimían por medio de un enfrentamiento en el cual no 97 98 Ídem. Diccionario de Filosofía. Alianza Editorial, Barcelona, España, 1981. 78 había juez, ni sentencia, ni verdad; y fue posteriormente, con la democracia ateniense cuando el pueblo “se apoderó del derecho de juzgar, de decir la verdad.”99 Claro que, parafraseando a Luis Jiménez de Asúa,100 no importan tanto las disposiciones de un derecho que casi no conocemos ni de una justicia que se dejó doblegar por vientos políticos, sino el pensamiento inmortal de sus hombres: Sócrates, Platón, Aristóteles y otros, que son de nuestros días “a pesar de las múltiples centurias que han pasado sobre las cenizas de sus huesos.” 1.4.- Roma. La historia de Roma se divide en tres etapas históricas: (i) Monarquía, (ii) República y (iii) Imperio. Desde la monarquía, Roma tuvo en destino llevar la evolución del derecho, su tecnificación y sistematización a todo el mundo antiguo y provocar sus distintas evoluciones. Durante la monarquía y la república, el proceso romano fue predominantemente privado y estuvo representado por las acciones de la ley y el proceso formulario. Durante el imperio, el proceso judicial fue predominantemente público y estuvo representado por el denominado proceso extraordinario. Durante la vigencia de las acciones de la ley y del proceso formulario se contemplan aspectos significativos de tendencia autocompositiva. Se le llamó orden judicial privado porque las partes acudían primero ante un magistrado, funcionario público, y ante él exponían sus pretensiones. Este magistrado o pretor, no resolvía el conflicto, sino que únicamente expedía una fórmula y las partes llevaban esta fórmula ante un juez privado que era quien resolvía. El orden judicial privado es por ello toda una etapa en donde el proceso presenta vestigios muy fuertes de autocomposición y se asemeja todavía al arbitraje. Por el contrario, en el orden judicial público, las partes acuden ante un magistrado pero ya el proceso no presenta esas dos etapas, sino que ellas se han unificado para desenvolverse ante un solo funcionario. Aquí, las 99 La verdad y las formas jurídicas. Ed. Gedisa, Barcelona, España, 4ª edición, 1995, pp.63 y 64. Op. cit. 100 79 pretensiones y resistencias de los litigantes se presentan ante el magistrado, funcionario público, pero éste conduce el proceso a través de sus ulteriores pasos y, finalmente, dicta la resolución. Nótese cómo en este proceso extraordinario ya tenemos las características fundamentales de los procesos jurisdiccionales actuales, en cuanto a que es un órgano estatal el que conoce de las pretensiones, el que conduce el proceso en sus diversas etapas y el que va finalmente a resolver el litigio que se ha planteado.101 Téngase en cuenta que en esta etapa histórica, Roma era un imperio mundial y, por tanto, sus instituciones sociales se encontraban plenamente robustecidas, especialmente desde el punto de vista del derecho público. 1.5.- Edad media. Con el surgimiento del cristianismo y las invasiones bárbaras de los pueblos germánicos hacia Italia, Francia y España, se provocó el choque de las culturas romana y germánica y ello marcó el inicio de la edad media. En lo jurisdiccional, mientras que en determinados enfoques del derecho civil romano prevalecía el derecho del individuo frente a la colectividad, en el derecho germánico predominaban los intereses de la colectividad sobre los del individuo. El sistema inquisitivo de enjuiciamiento penal inició su expansión en la Europa continental desde el siglo XII. Al poco tiempo pasó a considerarse como el derecho común de Europa. Este sistema dio origen a una fuerte concentración de los poderes persecutorios y decisorios en la cabeza de los jueces, expresión clara de un sistema político en el cual el poder emanaba de una única fuente: el Rey. Así, la tarea de la justicia era funcionalmente delegada a los inquisidores, quienes, se entendía, retenían el poder real. Esta acumulación de funciones implicó despojar de imparcialidad a los jueces, cuyo criterio de justicia estaba orientado al conocimiento de la verdad a toda costa, en su máxima expresión, y por ello se justificaba la pesquisa judicial de oficio y la tortura como garantías a favor del imputado, de la verdad. La característica principal del proceso medieval era su lentitud. Contra ella, desde la mitad del siglo XIII se iniciaron reformas conducentes a obtener una mayor rapidez en el procedimiento, 101 Gómez Lara, Cipriano. Op. cit. 80 por cuya virtud surgieron los juicios de tipo sumario, que según James Goldschmidt,102 eran los siguientes: (i) el procedimiento ejecutivo consistente en que, con base en la confesión del deudor o de determinados documentos dotados por la ley de una fuerza ejecutiva, se llegaba directamente a la ejecución; (ii) el proceso de mandato condicionado o no condicionado; y (iii) el procedimiento de embargo que se proponía lograr una garantía de la ejecución contra el deudor sospechoso. El proceso jurisdiccional respondía a dos arquetipos diferentes: el acusatorio y el inquisitivo. El acusatorio era de corte civil, con contradictorio, con predominio de la escritura y sin publicidad en los debates. El inquisitivo, de corte penal y se caracterizaba por el influjo de la escritura y el secreto; se dividía en dos fases: inquisición general e inquisición especial. Durante la edad media prevaleció la idea de que Dios juzgaba a través de los hombres. Tomás de Aquino afirma: “debe tenerse en cuenta que si bien reside en Dios la autoridad suprema de juzgar, el propio Dios confiere a los hombres el poder judicial respecto a aquellos que están sometidos a su jurisdicción.”103 De allí que el papel de la Iglesia haya tenido o una especial importancia en el derecho medieval: logró incorporar la justicia romana dentro de la aplicación del derecho en cada uno de los estados europeos y contribuyó a frenar las brutales prácticas germanas que se venían dando desde hacía tiempo. En esta época surgieron compilaciones de leyes que intentaron retomar el derecho romano. La mas importante de éstas fue la compilación justineana, llamada posteriormente corpus iuris civiles; incluso, de este cuerpo de normas se extrajo la justicia penal y fue entonces que la Iglesia Católica instauró las “treguas de Dios” en un intento de eliminar la venganza y la justicia bárbara dentro de las civilizaciones medievales. 102 103 Citado por Cipriano Gómez Lara, Op. cit. Suma de Teología. Vol. V, parte III e índices. Biblioteca de autores cristianos. Madrid, España, 2002, p. 499. 81 1.6.- Revolución francesa (ilustración). Expresa Gómez Lara que la revolución francesa fue un movimiento social, económico, filosófico y político de gran trascendencia para toda la humanidad, especialmente para Europa y los pueblos occidentales. Sus principios, basados en la filosofía de la ilustración y en el pensamiento de grandes filósofos como Rousseau, Montesquieu, Voltaire y Locke, entre otros, atacaron el poder absoluto de los monarcas y propusieron las bases para la creación de los modernos estados de derecho. La nueva filosofía implicó limitar la actividad del Estado y dio lugar al reconocimiento de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano, garantías individuales o derechos humanos. En lo tocante a las actividades estatales propiamente dichas, se estableció el principio de legalidad, según el cual, para el Estado, todo lo no permitido está prohibido y, por el contrario, para los ciudadanos, todo lo no prohibido está permitido, adoptándose la tesis filosófica en el sentido de que los órganos de la autoridad estatal sólo podrán realizar aquellas funciones y atribuciones que expresamente les estén dadas por los textos legales y, por el contrario, el individuo, el ciudadano, el hombre individualmente considerado, es libre y autónomo y no tiene más limitaciones sino las dadas por las leyes, por lo que, para él, todo lo no prohibido está permitido.104 El pensamiento ilustrado fue una reacción frente al momento anterior, el de la monarquía absoluta. Por ello llevó a la búsqueda de un modelo que negara cada una de las bases políticas e institucionales del antiguo régimen. Se había difundido mucho por toda Europa la crítica al excesivo arbitrio judicial; se aspiraba a jueces sometidos a las leyes, interpretes ciegos y mecánicos de éstas. Así, la reacción ante el poder absoluto se concretó en la teoría de la división de poderes que se controlaran recíprocamente, todavía vigente,105 cuya aspiración última es el 104 Gómez Lara, Cipriano Op. cit. Aunque en México están en boga los “organismos constitucionales autónomos” como el Instituto Federal Electoral, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y otros que se pretenden establecer como tales, como la Fiscalía General de la Nación. 105 82 imperio de la ley. Bajo esta óptica, se impuso necesario dividir el poder persecutorio estatal del poder decisorio de la cuestión. En su libro La Filosofía Penal de la Ilustración,106 Luis Prieto Sanchíz sostiene que, si bien el período de la Ilustración encuentra puntos paralelos y de modelo en épocas anteriores a la edad media, una buena parte de las ideas y valores que siguen procurando algún punto de humanidad y civilización a nuestro mundo contemporáneo se forjaron en el siglo XVIII; y como ejemplos cita los Derechos Humanos, el constitucionalismo, la democracia política, el gobierno representativo, el cosmopolitismo, la solidaridad, la filantropía y, desde luego, el garantismo penal. La verdadera época codificadora empezó con la Revolución Francesa. Luego de la declaración de los derechos del hombre, las leyes tomaron su rumbo, si bien antes existieron claros antecedentes hacia ello en un intento por suavizar la inflexibilidad de la justicia. De éstos, destaca el Tratado de los Delitos y de las Penas, del Marqués de Beccaria, que ya señalaba la necesidad de la proporcionalidad de las penas, de una justicia humana, imparcial y accesible. Es en los primeros códigos revolucionarios de Francia donde se contienen, como resultado de esas y otras ideas, nuevos conceptos de justicia envueltos de un sentido igualitario que inspiró a casi todos los países en buena parte del mundo. Las ideas de justicia, igualdad y fraternidad producidas por la revolución Francesa, inspiraron el Código Napoleónico, cuyo proyecto data de 1804, y su entrada en vigor en Francia desde enero de 1811, mismo que fue irradiado a gran parte de Europa. Después de la caída del imperio de Napoleón, surgieron códigos locales, todos basados en el modelo francés, que reconocieron el principio de la justicia escrita, evidente garantía de legalidad en la justicia actual. 1.7.- Siglos XX y XXI. El acceso a la jurisdicción se traduce correlativamente en la obligación que tiene el Estado de instruir la administración de justicia como servicio público. Para ello debe crear tribunales y 106 Instituto Nacional de Ciencias Penales, México, 2003. 83 otros organismos de administración de justicia, cuyo acceso debe estar libre de obstáculos innecesarios y ser pronto y gratuito. Condición sine qua non de la legitimidad y eficacia de la justicia moderna son la independencia e imparcialidad de los órganos de justicia, de sus integrantes y, en consecuencia, de las resoluciones que dicten. La independencia debe de quedar garantizada por la división de poderes en el desarrollo de la función judicial y por el manejo autónomo del presupuesto del poder judicial. La autonomía e imparcialidad de los juzgadores, por una serie de postulados referidos a la preparación y designación de jueces, a su estabilidad laboral o inamovilidad, a una remuneración adecuada e irrenunciable por el servicio, a la existencia de una carrera judicial y a la existencia de un sistema de responsabilidades de naturaleza civil, administrativa y penal. La evolución histórica de la idea de jurisdicción demuestra que los principios rectores de la actividad jurisdiccional son la independencia y la imparcialidad. A caso, de acuerdo a las diversas corrientes, se exige en el funcionario jurisdiccional alguna otra característica como la sabiduría, el profesionalismo, la honradez, la eficacia, la eficiencia y otras. No obstante, todas las cualidades antes expresadas corresponden a los servidores públicos que general, sean del ejecutivo, del legislativo o del judicial y por tanto su tutela corresponde a la legislación sobre responsabilidades administrativas. En cambio, cuando se piensa en el juzgador, la idea central es la de que sea independiente e imparcial. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada por la Novena Conferencia Internacional Americana, en Bogotá, Colombia, el 2 de mayo de 1948, en su artículo XXVI, señala que : “Toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída en forma imparcial y pública, a ser juzgada por tribunales anteriormente establecidos de acuerdo con leyes preexistentes y a que no se le imponga penas crueles, infamantes o inusitadas.” 84 La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948, en su artículo 10, establece que: “Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.” Por su parte, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José Costa Rica, adoptada el 22 de noviembre de 1969, aprobada por la H. Cámara de Senadores del Congreso de la Unión el 18 de diciembre de 1980, instituye, en su artículo 8, inciso 1, bajo el título “Garantías Judiciales”, que “Toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.” Tales documentos internacionales pertenecen al grupo de los llamados tratados garantistas. Hay que tener presente, en todo caso, que los derechos a que se refieren giran en torno a un fundamento próximo, inmediato y directo: la necesidad de garantizar, para poder respetar la dignidad de la persona humana y los valores que de ella se derivan, inalienables en cuanto emanan de la dignidad de la persona humana (justicia, vida, libertad, igualdad, seguridad y solidaridad). En efecto, el derecho a una igualdad ante la ley y a una protección por parte de esa misma ley, por ejemplo, se convierte en un derecho a garantizar en estos documentos cuando incorporan junto a un valor: la justicia, un elemento definitorio de ella: independiente e imparcial. Estamos por tanto concretizando como derecho fundamental de la persona el hecho de que, sin distingo, deberá de ser juzgada públicamente, esto es, no pueda ser juzgada ni en privado 85 ni en secreto. Pero, además lo debe de ser por jueces independientes e imparciales que estarán libres de toda influencia política, económica o de otra índole. Ya en 1215, la Carta Magna inglesa hablaba de que el derecho a la justicia no se puede negar, vender ni retrasar. En el siglo XIII, Henry Bracton, en su obra “De Legibus et consuetudinibus angliae” señala como característica del juez su capacidad de aceptar a las partes con equidad e imparcialidad. En 1640 la Ley de Habeas Corpus priva al Rey de jurisdicción en asuntos civiles y penales. Pero será con la Revolución Francesa de 1748 quien marque un punto de inflexión con su declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano y su determinación de la división de poderes, fundamento del Estado de Derecho moderno. Pero esos derechos fundamentales han sido incorporados a las constituciones de la mayoría de los países que han optado por esta concepción de Estado y que tienen un reflejo en nuestra propia Constitución, en su art. 17. Pero, además, la determinación de imparcialidad e independencia de la justicia se convierte en garantía de igualdad ante la ley. Solo un poder judicial independiente, ajeno a la presión de los otros poderes puede garantizar la efectiva aplicación del principio de seguridad jurídica y supone, con su existencia, una de las piedras angulares de la defensa de la dignidad de la persona pues no solo establece la defensa ante el incumplimiento sino que elimina la posibilidad de que los poderes actúen de manera arbitraria. 1.8.- La evolución en México Dentro de los territorios de la Nueva España subsistió la aplicación del derecho de España y las costumbres jurídicas indianas, siempre y cuando éstas últimas no contradijeran las directrices jurídicas de la colonia. En determinado momento, incluso fue aceptada la jurisdicción de los jefes de los pueblos indígenas, de manera tal que la justicia indígena tuvo considerable influencia en la aplicación del derecho en la Nueva España, al menos dentro del territorio mexicano. De esta manera, existieron dos fuentes principales del derecho colonial: el derecho indígena y las ordenanzas y recopilaciones jurídicas que dictaba la corona española para que tuvieran aplicación dentro de los territorios colonizados, de forma tal que al menos nominalmente se 86 aplicaba la recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, que se terminó en 1680, aunque hubo antes muestras copiosas de legislación colonial y otros códigos y recopilaciones. Con respecto a México, continuó la aplicación de las leyes de Indias. Al mismo tiempo había otra fuente generadora de justicia que eran las disposiciones tomadas por los virreyes y gobernadores. Estas normas, por lo general, fueron consideradas severas, arbitrarias y desiguales, lo cual, sin lugar a dudas, era un defecto de dichas normas, ya que la legislación escrita pocas veces fue aplicada dentro de la colonia. El derecho peninsular se consideró sobre el derecho aborigen como un derecho titular, cuyo sentido era, al menos en la teoría, eminentemente evangelizador. Las leyes de Indias tenían un sentido protector, en que el juez tenía el deber de actuar “como un padre” con respecto a los indígenas. Además, éstos tenían un protector que intervenía en sus causas, de manera tal que ya se contemplaba una suerte de abogado que hablara por los indígenas en relación a la aplicación de la ley. No obstante, se dice que las verdaderas fuentes del derecho dentro de la colonia fueron las ya mencionadas audiencias y bandos de los virreyes y gobernadores. En medio de las pugnas entre los indígenas para conservar su territorio y las reacciones punitivas del colonizador, los virreyes y gobernadores establecían, mediante edictos, cuales eran las directrices de la justicia aplicable dentro de la Nueva España. La pena de muerte, que se contemplaba, no se aplicaba regularmente, aunque para ella se reservó el garrote -como menos vil para los delincuentes blancos, mientras que para los negros e indios se consideró la horca. Durante la colonia, los juicios eran de corta duración y de pocas constancias. Las sentencias, por su parte, contenían pocos razonamientos jurídicos y en su mayoría consistían en dictámenes subjetivos de enorme contenido ético y moral, de manera tal que, el texto legal en ocasiones quedaba como letra muerta. Otro elemento de importancia dentro de la justicia de la Nueva España fueron las encomiendas. A través de éstas, “un español recibía el privilegio de cobrar los tributos de ciertos pueblos 87 indios, de acuerdo con una tasa fijada. En cambio debía cristianizarles, dedicando una cuarta parte del tributo a la construcción de iglesias necesarias y vigilar la aplicación de las leyes protectoras de los indios”107 La inquisición y la brujería se hallaron siempre íntimamente ligadas. Hechicería y brujería fueron crímenes atroces, que costaron la vida a un número incalculable de personas en aquellos tiempos en que se vivió una suerte de histerismo en Europa toda sin excluir España. Las acusaciones o las sanciones por los delitos de hechicería fueron crímenes atroces porque esas prácticas eran precisamente eso, prácticas que en su desarrollo no causaban víctimas salvo en caso de animales o hechicería mayor. El Tribunal de Inquisición, del que tanto se ha hablado con referencia a la práctica penal española, se implantó en los territorios de América recién descubiertos. Los primeros datos de su instalación en suelo americano provienen del poder que dio el cardenal don Juan Tavera a Tello de Sandoval en 1543, por el que lo envió como inquisidor extraordinario a las provincias de la Nueva España. La introducción de la Inquisición en territorio americano fue justificada por el servicio a Dios y la conservación en los reinos en contra de la herejía. El tribunal se componía de dos inquisidores y un acusador y su aplicación fue desmedida, al grado tal de que cualquier enfermedad era considerada como efecto de una brujería, castigando a cualquier persona que se considerara sospechosa, mediante juicios que no le daban posibilidad de defensa. Además, todos aquellos que fueran poseídos merecían la muerte, por cualquiera de los medios determinados por los inquisidores para tal efecto. Otra norma no cumplida dentro de la Nueva España fue la prohibición legal de que la Inquisición conociera de las causas de los indios. Para éstos, lo mismo que para criollos y españoles, fue aplicada la justicia del “santo oficio”, que se valía de confesiones obtenidas por tormentos crueles y sanguinarios como el potro, la garrucha, el ladrillo. Tan sólo en algunos casos, el alcalde tenía la posibilidad de poner fin a la tortura a través de la justicia civil. 107 Margadant. Op. cit., p. 84 88 La inquisición se suprimió dos veces en México. La primera ocasión mediante decreto de supresión de fecha 22 de febrero de 1813 y la segunda, ya definitiva, el 10 de junio de 1820. Durante ella, no existió una gran distinción entre el derecho público y el derecho privado. Instituciones que dentro de nuestra justicia son consideradas como de derecho privado, no tenían un lugar específico de manera que se encontraban entre lo público y lo privado. Así ocurría con algunos contratos que tenían perfil administrativo y el derecho de familia, que formaba parte del derecho canónico de la época. Posteriormente, en épocas independentistas, México proclamó la independencia e imparcialidad de sus tribunales: La base 7ª del Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana, fechado el 16 de mayo de 1823, establecía, en su parte conducente, que los individuos de la Nación Mexicana no debían ser juzgados por ninguna comisión, sino por los jueces designados por la ley y que aquellos tenían derecho para recusar a los que fueren sospechosos, a los que demorasen el despacho de las causas, a los que no las substanciaren como manda la ley y a los que no sentenciaren conforme a la norma. La voz “sospechosos” consignada en la base antes señalada, no puede entenderse de otra forma sino como imputación de parcialidad y dependencia, máxime que el propio precepto consigna las demás aspiraciones de la justicia como lo es la prontitud, la expeditéz y la legalidad. El art. 18 del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, de fecha 31 de enero de 1824 es claro al señalar que todo hombre que habite en el territorio de la federación, tiene derecho a que se le administre pronta, completa e imparcialmente justicia. Por primera vez en México se introduce el término “imparcial” como eje rector de la administración de justicia, si bien junto con otras dos categorías que han subsistido hasta nuestros días: la prontitud y la exhaustividad. En las Bases y Leyes Constitucionales de la República Mexicana, decretada por el Congreso General de la Nación en 1836, se contiene un conjunto de principios relacionados con el derecho a la jurisdicción y a no ser sancionado sino mediante juicio. La primera ley constitucional 89 establece, como derechos del mexicano, un conjunto de prerrogativas que hoy comprenderían las garantías de legalidad, audiencia y defensa. Por su parte, la quinta ley, destinada a regular el Poder Judicial de la República Mexicana, establece las bases de organización de la Corte Suprema de Justicia y los requisitos y mecanismos de designación de los Ministros y el Fiscal (hoy, Ministerio Público); las bases de organización y funcionamiento de los tribunales superiores de los departamentos y de los jueces subalternos de primera instancia; y las prevenciones generales sobre la administración de justicia en lo civil y en lo criminal. A pesar de su efímera vigencia, la constitución de 1836 recoge avances importantes en materia de jurisdicción y, aunque no establece expresamente los principios fundamentales de la administración de justicia, se desprenden del análisis de las normas respectivas. Las Bases Orgánicas de la República Mexicana de 1843 también disponen un conjunto de derechos de los habitantes de la República, entre ellos el de ser juzgado por jueces de su propio fuero y por leyes dadas y tribunales establecidos con anterioridad al hecho de que se trate. En lo tocante al Poder Judicial, sigue la estructura general de la Constitución de 1836, con la adición de que crea un tribunal para juzgar a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia. No obstante, al igual que en el caso antes señalado, la Constitución de 1843 no estableció expresamente los principios básicos de la función jurisdiccional, aunque ellos se desprenden del análisis de su articulado. Llama la atención que el proyecto de Constitución Política de la República Mexicana, fechado el 16 de junio de 1856 y la propia Constitución Política del 5 de febrero de 1857, fueron omisas en consignar cuáles habrían de ser los valores rectores de la justicia. Es cierto que en ambos casos se estableció el fundamento de los tribunales como instancias establecidas para administrar justicia, pero en ambos casos se dejó de expresar las categorías esenciales de la jurisdicción. El artículo 17 del proyecto de Constitución de Venustiano Carranza, fechado en la ciudad de Querétaro el 1 de diciembre de 1916 tampoco contenía los valores de la justicia. Con algunos matices, la norma era una reproducción del artículo 17 de la Constitución de 1857, pues éste expresaba que 90 “Nadie puede ser preso por deudas de un carácter puramente civil. Nadie puede ejercer violencia para reclamar su derecho. Los tribunales estarán siempre expeditos para administrar justicia. Esta será gratuita, quedando en consecuencia abolidas las costas judiciales.” y el segundo, que “Nadie puede ser preso por deudas de un carácter puramente civil. Ninguna persona podrá hacerse justicia por si misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho. Los tribunales estarán expeditos para administrar justicia en los plazos y términos que fije la ley, y su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales.” El cambio consistió en agregar la prohibición de hacerse justicia propia. Pero en lo tocante a los tribunales, el proyecto de Constitución era idéntico a la norma constitucional entonces vigente. El proyecto de art. 17 antes transcrito fue aprobado por unanimidad por el Congreso Constituyente de 1916 y por tanto ese fue el primer texto de nuestra Constitución. Con posterioridad a la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y ciertamente con inspiración en ésta como se desprende de la iniciativa presidencial a que se alude adelante, se llevó a cabo la única reforma al art. 17 de la CPEUM de que se tiene noticia. Ello ocurrió en 1986 por iniciativa del Presidente Miguel de la Madrid Hurtado, la que en lo conducente expresaba lo siguiente: “El fundamento filosófico-jurídico de la función jurisdiccional a cargo del Estado, se encuentra en la garantía individual contenida en el art. 17 constitucional, precepto que demanda del individuo la renuncia a hacerse justicia por mano propia y a ejercer violencia para reclamar su derecho, pero en reciprocidad establece la garantía individual de acceso a la jurisdicción. Y para ello dispone que los Tribunales de Justicia la impartirán en forma expedita y gratuita. “La garantía a la acción jurisdiccional está, pues, establecida en nuestra constitución en beneficio y protección del individuo, por lo que proponemos enriquecerla y adaptarla al presente, conservando los valores establecidos desde el art. 18 del Acta Constitutiva de 91 la Federación de 1824, y recogiendo los principios contenidos en los documentos actuales que atienden a los derechos humanos y a sus libertades fundamentales. “La impartición de justicia que merece el pueblo de México debe ser pronta, porque procesos lentos y resoluciones tardías no realizan el valor de la justicia; debe ser gratuita, para asegurar a todos el libre acceso a ella; debe ser imparcial, para lograr que se objetiven en sentencias estrictamente apegadas a las normas; y debe ser honesta, pues al juzgador se confía el destino de la libertad y patrimonio ajenos. “Los tribunales de justicia deben ser independientes, para fortalecer en la realidad social el principio de división de poderes y porque la independencia judicial constituye la primer garantía de la jurisdicción, establecida no precisamente en interés del órgano jurisdiccional, cuanto de los justiciables, pues sólo cabe esperar justicia completa y estricta del juez jerárquicamente libre, dependiente sólo de la ley. “La independencia judicial requiere que los jueces al actuar no han de tener otra norma rectora que la ley. La sumisión del juez a la ley, le hace independiente de la voluntad subjetiva de los hombres que gobiernan, e incluso de su propia voluntad, cuando ésta propende a la arbitrariedad. “A la independencia objetiva se une el conocimiento de lo que se hace y la fe en lo que se hace, pues siempre hemos considerado que una verdadera y auténtica independencia judicial, se nutre en una real toma de conciencia del papel que el juez desempeñe en la aplicación del Derecho. Estas calidades son el espíritu de la autoridad moral del juez, pues la autoridad formal le es conferida por la ley. “El juez es símbolo de la justicia y guardián del Derecho. Por ello los órganos judiciales deben integrarse con procedimientos de selección que permitan unir al conocimiento del Derecho, la vocación, la experiencia y la honorabilidad de quienes los integran. “Un buen juez no se improvisa, requiere del transcurso de años de estudio y práctica en los tribunales, para lograr las aptitudes que permitan la justa aplicación de la ley. “Selección, formación, eficiencia y preparación adecuadas son, entre otros, los elementos indispensables para el correcto desempeño de la función jurisdiccional independiente. “En cuanto a la estabilidad en el cargo, ésta proporciona a los servidores de la administración de justicia la seguridad de que, mientras su conducta sea apegada a 92 Derecho y obre con justicia, gozará de permanencia en su puesto. Sin jueces estables en el desempeño de su cargo, la independencia en el ejercicio de la función, se ve considerablemente disminuida. “Finalmente, al juez debe garantizarse una posición social digna, proporcionándole bienestar económico que permita su total entrega a su ministerio, sin preocupaciones de otra índole. Los órganos de los poderes judiciales deben contar con el apoyo financiero que guarde adecuada relación con la importancia del servicio público que presta, pues de otra surte se les inhabilita para contribuir al mejoramiento de la administración de justicia. “El nuevo texto del art. 17, que se propone, perfecciona y robustece la garantía individual de acceso a la jurisdicción al señalar sus calidades: independencia en sus órganos, prontitud en sus procesos y resoluciones, que agote las cuestiones planteadas y sea completa, imparcial para que asegure el emperio del Derecho y gratuita para afirmar nuestra vocación democrática.” La iniciativa de reformas al art. 17 de la CPEUM fue más allá de la jurisdicción federal. También se ocupó de establecer las bases constitucionales en relación a los poderes judiciales locales y propuso reformas encaminadas a regular la actividad judicial en los Estados. La expresión conducente contenida en la iniciativa presidencial, es el siguiente tenor: “La inclusión en nuestro texto constitucional de las bases para la organización y funcionamiento de los Poderes Judiciales de los estados es una aspiración, que esta iniciativa hace suya y revitaliza, expresada desde el voto particular de la minoría de la Comisión Constituyente de 1842, recogida por don Venustiano Carranza en las ideas contenidas en su Declaración de Veracruz de 1914, y reiteradas en su discurso inaugural del Congreso Constituyente de 1º de diciembre de 1916, para consolidar un Poder Judicial respetable, digno, vigoroso e independiente, tanto en el ámbito federal como en el local. “Dado que nuestra Constitución cumple el cometido de ser el estatuto nacional de los Estados que integran la Federación, es necesario que nuestra norma fundamental señale las bases conforme a las cuales los Poderes Judiciales de los estados, deban cumplir con 93 la relevante tarea de impartir justicia, en condiciones de calidad similar en todo el territorio nacional. “Las bases que se plantean en esta iniciativa armonizan la necesidad de que los tribunales de justicia cumplan plenamente con los principios que se contienen en el art. 17 constitucional que se propone, con el respeto al principio fundamental de la autonomía constitucional de los estados. Para ello, las bases contienen la afirmación y los medios para lograr la independencia del poder judicial, calidad de la cual deben surgir los restantes atributos de la impartición de justicia; y deja a las constituciones y leyes locales la regulación del Poder Judicial local, para que ellas establezcan las especiales características y modalidades que más se adecúen a las particularidades geográficas, etnográficas, demográficas y económicas de cada entidad federativa. “La inclusión en nuestro texto constitucional de las bases para la organización y funcionamiento de los Poderes Judiciales, es una petición expresa de XIII Congreso Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de la República Mexicana que se celebró en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el día 16 de mayo de 1986.” Con base en lo anterior, la iniciativa de decreto de reformas constitucionales propuso que los arts. 17 y 116 quedaran redactados bajo el siguiente texto: “Art. 17. Ninguna persona podrá hacerse justicia por si misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho. “Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales. “Las leyes federales y locales establecerán los medios necesarios para que se garantice la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones. “Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter civil. 94 “Art. 116. El poder público de los estados se dividirá, para su ejercicio en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un solo individuo. ……… III. El poder judicial de los estados se ejercerá por los tribunales que establezcan las Constituciones respectivas. “La independencia de los Magistrados y Jueces en el ejercicio de sus funciones deberá estar garantizada por las Constituciones y las leyes orgánicas de los estados, las cuales establecerán las condiciones de quienes sirvan a los Poderes Judiciales de los estados. ……” El proyecto de reformas constitucionales fue turnado a las Comisiones unidas primera de gobernación, de puntos constitucionales y asuntos relativos al pacto federal, la que formuló un dictamen que, en lo conducente, establecía lo siguiente: “La propia ley fundamental consagra, como garantía individual de seguridad jurídica, la impartición de justicia, en forma gratuita y expresada, por tribunales que, conforme a las leyes orgánicas respectivas, deben resolver las controversias de su competencia. Para dar debido cumplimiento a su noble función de impartir justicia, los tribunales deben actuar de manera pronta e imparcial, resolviendo de manera completa los puntos controvertidos, como lo apunta la iniciativa de reforma constitucional que nos ocupa. Igualmente, para que la administración de justicia se verifique por jueces probos y honestos y ampliamente conocedores del derecho, deben tener como única preocupación resolver las demandas y peticiones de justicia con total independencia de criterio y sin ninguna relación de subordinación respecto de los demás órganos del estado, de su mismo o de su superior nivel de gobierno. ……… “Al proceder a reestructurar la uniformidad a los sistemas de gobierno locales y municipales resulta conveniente fortalecer al poder judicial de cada entidad, para robustecer su desempeño y la mejor administración de justicia a que alude el art. 17 en nuestra carta suprema. En efecto, sí es un requerimiento generalizado conferir 95 independencia a la función jurisdiccional, es necesario dotar a los jueces, específicamente a los magistrados de los tribunales superiores de justicia de inamovilidad, como lo tienen los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. ……… “Es conveniente advertir que si bien se amplía la redacción del art. 17, de prosperar su reforma no se modificará su espíritu y teleología, sino que antes bien, quedará subrayada su finalidad de procurar justicia a los gobernados. Al modificar su texto, la parte inicial “nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil” pasará a ser el último párrafo del propio precepto, mismo que ganará en claridad por cuanto que principiará con la sacramental frase “ninguna persona podrá hacerse justicia por si misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho”, condenación absoluta de la justicia por propia mano que con toda razón y lógica nunca es ni puede ser auténtica justicia, que requiere de imparcialidad para ser efectiva. Esta frase constituirá el párrafo primero del art. 17. “En su segundo párrafo, y como natural consecuencia de la condena al auto-justicia, se especificará que toda persona, física o moral, tiene derecho a que se le administre justicia por parte de tribunales que establezca el Estado, y que su actuación, como expresa el texto actual, será expedita y gratuita, y que ejercitarán sus atribuciones “en los plazos y términos que fijen las leyes”; pero, además, se indicará que los juzgadores resolverán los asuntos de su competencia “de manera pronta, completa e imparcial” quedando en vigor la prohibición de las costas judiciales. “Un tercer párrafo el propio art. 17 decretará que las leyes, federales o locales, según sea el caso, establecerán y garantizarán la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones. Este mandato será principio ineludible de las leyes orgánicas de los Poderes Judiciales de la Federación y de los estados de la República. De su resolución se beneficiarán todos los servidores públicos a cuya responsabilidad se confía la impartición de justicia, pues son los jueces, sobre todo los de segunda instancia y los de carácter federal, quienes al interpretar la ley precisan su sentido y hacen efectiva, a favor de los gobernados, la división de poderes, postulado imprescindible de la democracia. ……… 96 “La fracción III del artículo 116 constitucional contiene la referencia al Poder Judicial de cada estado, es la novedad en esta iniciativa y principia por señalar que dicho Poder Judicial se ejercerá por los tribunales que establezcan las constituciones locales. “De manera adecuada, el segundo párrafo de la fracción III, congruente con la exposición de motivos, establece que la independencia de los magistrados y jueces, en el ejercicio de sus funciones, se garantizará en las constituciones y las leyes orgánicas de cada entidad y establece el contenido mínimo, en relación con el tema para esa constitución y leyes orgánicas, al indicar que precisamente en ellas se establecerán las bases para el ingreso, formación y permanencia de quienes sirvan a los poderes judiciales de los estados. ……… “Insistimos en que el contenido de esta fracción III del art. 116 posibilita el logro de la real independencia de los Poderes Judiciales al señalar los requisitos mínimos de ingreso, formación y permanencia de sus integrantes y al establecer las garantías de adecuada remuneración y la inmovilidad en el cargo.” Las comisiones legislativas citadas propusieron al pleno del Senado la aprobación de un decreto con contenido idéntico al presentado por el Presidente de la República, el que fue aprobado en sus términos y turnado a la Cámara de Diputados. La Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales de ésta formuló un dictamen en el que coincidió plenamente con la iniciativa presidencial y, desde luego, con el dictamen del Senado, el que mereció la aprobación de los legisladores. Por tanto, una vez desahogado el procedimiento a que se refiere el art. 135 de la CPEUM, fue publicado y entró en vigor el texto actual del art. 17 constitucional, que consigna los principios fundamentales de la actividad jurisdiccional: independencia e imparcialidad. Es conveniente señalar que por decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 22 de octubre de 1986, se reformó el art. 122 de la CPEUM, dedicado a establecer las bases orgánicas del Distrito Federal. El texto, desde entonces vigente, establece, en lo conducente, que el Tribunal Superior de Justicia y el Consejo de la Judicatura ejercerán la función judicial del fuero común en el Distrito Federal, y que deberá emitirse un Estatuto de Gobierno que disponga, entre otras cosas, las bases respecto a la organización y funcionamiento del señalado Tribunal. 97 De lo antepuesto se desprende cómo fueron incorporados los valores de independencia e imparcialidad en el texto constitucional y, consecuentemente, en las leyes que rigen la actividad jurisdiccional. Es cierto que, junto con dichos valores, el art. 17 de la CPEUM también señala la expeditéz, la prontitud, la exhaustividad y la gratuidad, y que el art. 113 constitucional obliga a todos los servidores públicos a salvaguardar la legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia en el desempeño de sus funciones. No obstante, se sostiene que los valores fundamentales de la actividad jurisdiccional solo son la independencia y la imparcialidad y que en éstos quedan incluidas las demás aspiraciones antes referidas, como se ampliará más adelante, pues no puede pensarse en un juzgador independiente e imparcial que no cumpla las condiciones señaladas, como sí podría imaginarse un juez eficiente que no fuera independiente. Es decir, solo juzgadores independientes e imparciales pueden cumplir el servicio de la justicia en forma expedita, pronta, exhaustiva y gratis, en forma honrada, leal, eficiente y con estricto apego a la ley. Con independencia de lo anterior, ha sido motivo de intenso debate determinar el contenido y alcance de cada una de las categorías esenciales y no esenciales del juzgador antes referidas, por lo que se impone analizarlas en su justa dimensión pues, al parecer, tales cualidades han sido implícita o explícitamente consideradas como bienes jurídicos tutelados por la ley penal y, consecuentemente se han formulado tipos penales que sancionan su contravención. 2.- Principios esenciales. Como se desprende de la evolución de la idea de jurisdicción, son diversos los valores que se reivindican de la justicia y los juzgadores: independencia, imparcialidad, integridad, corrección, igualdad, competencia y gratuidad. Cada uno de ellos implica una serie de características que se desarrollan a partir de la idea que envuelve cada valor. No obstante, de todos ellos, innegables, sólo la independencia, la imparcialidad y la gratuidad de la justicia, se han erigido como los principios esenciales de la jurisdicción, de los que emanan los demás a guisa de complemento y cuya efectividad pende del cumplimiento efectivo de aquéllos. 98 2.1. Independencia. En palabras de la ministra Olga Sánchez Cordero, la idea de independencia judicial implica una doble concepción. Por una parte, la independencia como garantía y, por otro, la funcional. La independencia judicial, entendida como garantía, es un conjunto de mecanismos tendientes a salvaguardar y realizar el valor de la justicia, incluso a través de principios adicionales al de la independencia. Por su parte, la independencia funcional se refiere a una regla básica en virtud de la cual el juez, en el ejercicio de su función, debe estar sometido únicamente a la legalidad, es decir, al sistema de fuentes del derecho vigentes en el sistema jurídico al que pertenece.108 Así entonces, la independencia del juzgador se descompone en dos aspectos: a) La independencia como garantía, y b) La independencia funcional. 2.1.1. Independencia como garantía. La independencia como garantía esta al servicio de la justicia y es una obligación del Estado y no de la persona que encarna al juzgador. Así se desprende claramente del tercer párrafo del art. 17 constitucional cuando dispone que las leyes federales y locales establecerán los medios necesarios para que se garantice la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones. Luego entonces, que los legisladores emitan normas jurídicas según las cuales los tribunales podrán ejercer su función en libertad, sin sujeción a voluntades personales o institucionales alejadas de la estricta aplicación de la ley, es una garantía constitucional que debe observarse permanentemente. Esta independencia debe quedar garantizada por la división de poderes en el desarrollo de la función judicial, por el manejo autónomo del presupuesto del poder judicial y por el establecimiento de una serie de postulados referidos a la preparación y designación de jueces, a 108 Conferencia “La independencia judicial en México. Apuntes sobre una realidad conquistada por los jueces mexicanos”.- http://www.scjn.gob.mx/Ministros/oscgv/Conf/Conf-011.htm 99 su estabilidad laboral o inamovilidad, a una remuneración adecuada e irrenunciable por el servicio, a la existencia de una carrera judicial y a la existencia de un sistema de auto vigilancia y control. Luis Diez Picazo, citado por la ministra Sánchez Cordero,109 distingue tres subespecies dentro de la categoría de la independencia judicial como garantía. Estas son: a) La independencia personal, que consiste en el conjunto de características derivadas de la situación en que la constitución coloca al juez individualmente considerado y que protegen a éste de eventuales presiones ejercidas por los otros dos poderes políticos del Estado (Legislativo y Ejecutivo). b) La independencia colectiva, que tiene que ver con la protección a la judicatura en su conjunto frente a los demás poderes del Estado; y c) La independencia interna, que ampara al juzgador, en su individualidad, frente al resto de la estructura judicial. Históricamente, la independencia judicial como garantía comenzó a ser posible con la división de poderes. Otros momentos históricos anteriores en los que el juez actuaba principalmente como delegado del rey, titular de la potestad de juzgar, no permiten presumir esa independencia, que tampoco existió en regímenes más recientes de corte autoritario, en los que no existía una auténtica separación de los poderes. La propia ley colocaba cerca de cada instituto juzgador una dependencia del Ministerio Público con el deliberado propósito de que representara allí el poder ejecutivo. Este sistema constituía una “amenaza insidiosa para la conciencia, pues suponía conducir a los jueces del mismo modo que se amaestra un potro: con un terrón de azúcar en una mano y un látigo en la otra.”110 109 110 Ídem. Acosta Gallo, Pablo La responsabilidad de Estado-Juez. Ed. Montecorvo, S.A., Madrid, España, 2005, p. 40. 100 En las naciones anglosajonas, la independencia judicial como garantía, también ha sido motivo de preocupación. Alexander Hamilton, citado por Sandra Day O´Connor, juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América, escribió que "no hay libertad, si el poder de la justicia no está separado de los poderes legislativo y ejecutivo. La libertad no tendrá nada que temer de la judicatura sola, pero sí tendrá todo que temer de la unión de ésta con cualquiera de los otros departamentos" Day O´Connor subraya que es sólo mediante esta independencia que la realidad y la apariencia de una adhesión incondicional al imperio de la ley se le puede garantizar al pueblo y rememora al presidente Woodrow Wilson para quien “el gobierno cumple sus promesas, o no las cumple, en sus tribunales. Para el individuo, por lo tanto, la lucha por un gobierno constitucional es, ciertamente, una lucha por leyes buenas pero también por tribunales inteligentes, independientes e imparciales." El principio de que un sistema judicial independiente es esencial para la recta administración de la justicia está profundamente arraigado en las instituciones jurídicas árabes. Casi toda constitución árabe garantiza la independencia judicial. Por ejemplo, la constitución del reino de Bahrein dispone en el artículo 104 que "el honor de la judicatura, y la integridad e imparcialidad de sus jueces es la base del gobierno y la garantía de los derechos y libertades. Ninguna autoridad podrá prevalecer sobre un fallo pronunciado por un juez y en ninguna circunstancia se podrá interferir con la causa de la justicia. La ley garantiza la independencia de la rama judicial. . . ." El Artículo 65 de la constitución egipcia estipula que: "La independencia e inmunidad de la judicatura son dos garantías fundamentales para salvaguardar los derechos y las libertades". 101 El artículo 97 de la constitución de Jordania proclama que "los jueces son independientes y en el ejercicio de sus funciones judiciales no están sujetos a ninguna otra autoridad que no sea la de la ley". Estas ideas están contenidas en los seis Principios de Bangalore sobre la Conducta Judicial, redactados con los auspicios de las Naciones Unidas con el fin de adelantar el reforzamiento de la integridad judicial. Según el primer principio: "La independencia judicial es un requisito del principio de legalidad y una garantía fundamental de la existencia de un juicio justo. En consecuencia, un juez deberá defender la independencia judicial tanto en sus aspectos individuales como institucionales, y servir como ejemplo de ella". La Declaración de El Cairo sobre Independencia Judicial, redactada durante la Segunda Conferencia Árabe sobre Justicia celebrada en febrero de 2003, "convino en que la judicatura independiente es el pilar más firme que sostiene las libertades civiles, los derechos humanos, los procesos generales de desarrollo, las reformas en los regímenes de comercio e inversión, la cooperación económica regional e internacional y la creación de las instituciones democráticas". Una judicatura independiente requiere la autonomía de cada juzgador en el ejercicio de sus facultades y del pleno de la judicatura para que su esfera de autoridad esté protegida de influencias, evidentes o encubiertas, de otros actores del gobierno. Hay dos medios que garantizan la independencia individual de los jueces: a) que los juzgadores estén protegidos de la amenaza de represalias para que el temor no les guíe en la toma de decisiones. 102 b) que el método de selección de los juzgadores y los principios éticos que se les imponen, se estructuren de tal modo que se reduzca al mínimo el riesgo de corrupción e influencias externas. La protección contra represalias se logra manteniendo el sueldo y el cargo de juez fuera del alcance de fuerzas externas. La seguridad de remuneración y el carácter vitalicio de su cargo libera a los juzgadores para proceder según su mejor criterio legal y aplicar la ley justa e imparcialmente a las partes que comparecen ante ellos. En este sentido, el art. 94, noveno y décimo párrafos, de la CPEUM disponen que la remuneración que perciban por sus servicios los Ministros de la Suprema Corte, los Magistrados de Circuito, los Jueces de Distrito y los Consejeros de la Judicatura Federal, así como los Magistrados Electorales, no podrá ser disminuida durante su encargo y que los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación durarán en su encargo 15 años y sólo podrán ser removidos en términos del Título Cuarto de la propia Constitución, es decir, mediante juicio de responsabilidad de servidores públicos. Una judicatura independiente requiere también la garantía de que recibirá financiamiento adecuado. Así como es necesaria la protección salarial de cada uno de los jueces, así también pueden influir las cuestiones generales de finanzas en las labores de toda la judicatura. La Declaración de Beirut recomienda que "el estado deberá garantizar un presupuesto independiente para la judicatura, incluyendo todas su ramas e instituciones. Este presupuesto será incluido como una partida en el presupuesto estatal y se determinará en consulta con los consejos superiores judiciales de los organismos judiciales". La Declaración de El Cairo recomienda también la "garantía de la independencia financiera de la judicatura". La seguridad de un financiamiento adecuado e incondicional, de conformidad con las recomendaciones contenidas en estas declaraciones, es una medida importante para aislar a la judicatura de influencias impropias. 103 Una cuestión mucho más complicada es la de la interacción entre los funcionarios de la rama ejecutiva y la judicial. Normalmente existe una tensión entre la independencia frente a otros actores del gobierno, de una parte, y la garantía de que los jueces no comprometerán su propia independencia al ceder a prejuicios personales o influencias corruptoras. En todos los casos se debe tener cuidado de asegurar que la independencia de la judicatura no se vea comprometida por acciones tomadas so pretexto de disciplinar a jueces111. 2.1.2. Independencia funcional. Por su parte, la independencia funcional es la libertad de criterio del juzgador, su actitud frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social. Consiste en juzgar desde la perspectiva del Derecho y no a partir de presiones o intereses extraños a aquél. La constitución española la entiende como que la función judicial se realiza sin ningún tipo de interferencias, no estando sujetos los jueces a ninguna orden o instrucción, salvo las provenientes de la ley. Hoy en día, la trascendencia jurídica y política de la labor jurisdiccional es superlativa, pues los jueces son corresponsables de un mejor desarrollo y cumplimiento del ordenamiento jurídico. De hecho, la tarea de los juzgadores tiene una proyección social que en los últimos años ha venido siendo magnificada por los medios de comunicación. En cualquier caso, es indispensable la confianza de los ciudadanos en su justicia, pues ésta se encarga de preservar los más importantes valores de la sociedad. La configuración constitucional del poder judicial contempla un modelo en el que el valor de independencia del juzgador ocupa el más alto lugar. La independencia del juez protege su rectitud al momento de juzgar, preserva su juicio de eventuales presiones políticas y hace 111 Ejemplos como este minan la independencia de los jueces: el día 24 de diciembre de 2005, los periódicos “Reforma” y “El Universal” dieron cuenta de una noticia según la cual la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal inició una investigación en contra de un juez, luego de que éste dictó sentencia absolutoria a favor de una persona acusada de corrupción de menores. La Procuraduría capitalina explicó que el delito por el que se investigaría al juzgador se fundamenta en que no fueron valoradas correctamente las pruebas aportadas por el Ministerio Público. El funcionario que dio a conocer lo anterior, expresó que “lo que la Procuraduría teje de día, los juzgados lo destejen de noche y que es preocupante que se permita la liberación de una persona que tiene muchos contactos políticos.” En este caso, como en muchos otros similares, el Ministerio Público, que es parte en los juicios penales, abre investigaciones criminales en contra de los jueces que no les dan la razón. ¿Qué juzgador puede actuar con independencia de criterio cuando el sistema de control depende de una de las partes del juicio? 104 realidad la división de poderes. La justicia exige jueces neutrales, inmunes a la tentación de interpretar la ley siguiendo criterios políticos, partidistas o ajenos a su letra, por lo que la protección de la independencia del juzgador no opera como una garantía personal, sino como una garantía del propio sistema en su funcionamiento. De allí que el Código de Ética del Poder Judicial de la Federación,112 aunque se trata de un documento sólo moralmente vinculante, es una pieza de enorme valor en la definición de los valores esenciales y no esenciales del juzgador. Al abordar la independencia, establece que “Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social. Consiste en juzgar desde la perspectiva del Derecho y no a partir de presiones o intereses extraños a aquél. Por tanto, el juzgador: “Rechaza cualquier tipo de recomendación que tienda a influir en la tramitación o resolución de los asuntos que se sometan a su potestad, incluso las que pudieran provenir de servidores del Poder Judicial de la Federación. “Preserva el recto ejercicio de su función denunciando cualquier acto que tienda a vulnerar su independencia. “Evita involucrarse en actividades o situaciones que puedan directa o indirectamente afectar su independencia. “Se abstiene de recomendar, insinuar o sugerir, con un fin ilegítimo, el sentido en que deban emitir los demás juzgadores cualquier determinación judicial que tenga efecto sobre la resolución de un asunto.” Por su parte, el Código de Ética del Poder Judicial del Distrito Federal,113 en lo tocante a la independencia del juzgador, establece diversos artículos que, independientemente de su encabezado, en verdad se refieren a la independencia del juzgador: 112 113 Se transcribe en el apéndice de esta tesis. Ídem. 105 “Equidad: El servidor público debe estar propenso a dejarse guiar por la razón para adecuar la solución legal a un resultado justo, y que nunca debe ser ejecutado en contra de los fines perseguidos por las leyes. “El servidor público no debe realizar actos discriminatorios en su relación con el público o con los demás servidores públicos de la Administración de Justicia. Se entiende que existe igualdad de situaciones cuando no median diferencias que, de acuerdo con las normas vigentes, deben considerarse para establecer una prelación. “Este principio se aplica también a las relaciones que el servidor público mantenga con sus subordinados.” “Independencia de criterio: El servidor público debe tener conciencia plena ante situaciones, actividades o intereses incompatibles con sus funciones, las que no deberán influir por ningún motivo en la toma de decisiones.” “Obediencia: El servidor público debe dar cumplimiento a las órdenes que le imparta el superior jerárquico, en la medida que reúnan las formalidades del caso y tengan por objeto la realización de actos de servicio que se vinculen con las funciones a su cargo, salvo el supuesto de arbitrariedad o ilegalidad manifiestas.” “Independencia: Deben actuar en la emisión de sus decisiones conforme a derecho en el caso concreto, sin acatarse o someterse a indicaciones o sugerencias, no obstante de quien provengan y la forma que revistan, evitando involucrarse en situaciones, actividades o intereses particulares que puedan comprometer su recta conducta. “Asimismo, deben en todo momento, poner del conocimiento de la instancia competente cualquier situación que a su criterio, pueda afectar la independencia o transparencia de su actuación, a fin de que se tomen las medidas pertinentes del caso, sin perjuicio de continuar en el conocimiento de la causa o litigio de que conozcan.” En el ámbito internacional, no sólo la declaración del Cairo se ha ocupado de la independencia judicial. La VI Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia, celebrada en Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España, los días 23, 24 y 106 25 de mayo de 2001, promulgó el Estatuto del Juez Iberoamericano114 que, con toda propiedad, al abordar el tema de la independencia judicial, establece los siguientes artículos: “Art. 1. Principio general de independencia: Como garantía para los justiciables, los Jueces son independientes en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales y se encuentran tan sólo sometidos a la Constitución y a la ley, con estricto respeto al principio de jerarquía normativa.” “Art. 2. Obligación de respeto a la independencia judicial: Los otros poderes del Estado y, en general, todas las autoridades, instituciones y organismos nacionales o internacionales, así como los diferentes grupos y organizaciones sociales, económicos y políticos, deben respetar y hacer efectiva la independencia de la judicatura.” “Art. 3. Independencia judicial y medios de comunicación: La utilización de los medios de comunicación social con el objeto de suplantar funciones jurisdiccionales, imponer o influir el contenido de las resoluciones judiciales, en condiciones que excedan el legítimo derecho a la libertad de expresión e información, se considera lesiva para la independencia judicial.” “Art. 4. Independencia interna: En el ejercicio de la jurisdicción, los jueces no se encuentran sometidos a autoridades judiciales superiores, sin perjuicio de la facultad de éstas de revisar las decisiones jurisdiccionales a través de los recursos legalmente establecidos, y de la fuerza que cada ordenamiento nacional atribuya a la jurisprudencia y a los precedentes emanados de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos.” “Art. 5. Defensa de la independencia judicial: Los atentados a la independencia judicial han de ser sancionados por ley, que deberá prever los mecanismos por medio de los cuales los jueces inquietados o perturbados en su independencia puedan obtener el respaldo de los órganos superiores o de gobierno del Poder Judicial.” 114 http://www.geocities.com/leyesdominicanas/estatutojueziberoamericano.html. Se transcribe, así mismo, en el apéndice de esta tesis. 107 “Art. 6. Condiciones materiales de la independencia: El Estado garantizará la independencia económica del Poder Judicial, mediante la asignación del presupuesto adecuado para cubrir sus necesidades y a través del desembolso oportuno de las partidas presupuestarias.” Inspirados en tales principios, en diciembre de 2005 se reunieron en Jurica, Estado de Querétaro, los integrantes del sistema nacional de impartidores de justicia, compuesto por los miembros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Poder Judicial de la Federación, los Poderes Judiciales de las Entidades Federativas, el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, el Tribunal Superior Agrario, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, los tribunales electorales y de lo contencioso administrativo, las juntas locales de conciliación y arbitraje y los tribunales Federal y locales de conciliación y arbitraje, a cuyo término aprobaron la conocida como Declaración de Jurica115 que, en lo conducente, establece las siguientes expresiones: “Nuestro Estado Constitucional requiere de poderes judiciales y órganos jurisdiccionales autónomos, profesionales y fuertes para garantizar el derecho de acceso a la tutela jurisdiccional efectiva consagrado en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.” (considerandos) Ratificamos: Nuestro compromiso con un sistema de impartición de justicia con pleno acceso para todos los mexicanos; con transparentar nuestro quehacer mediante el establecimiento de reglas comunes para los distintos órganos impartidores de justicia del país, y nuestro compromiso por mantenernos ajenos y por encima de las contiendas político-partidistas. Convenimos en: Adoptar todas las medidas a nuestro alcance para lograr y preservar la autonomía e independencia de los órganos jurisdiccionales y sus miembros; fortalecer la autonomía e independencia de los tribunales administrativos. 115 Se transcribe en el apéndice de esta tesis. 108 Con todo, la independencia judicial, como garantía o como valor funcional, no es un fin, sino el medio hacia un fin.116 Es la médula del imperio de la ley que da a la ciudadanía la confianza en que las leyes se aplicarán justa e igualmente. La independencia judicial hace posible que los jueces adopten decisiones poco populares o que son contrarias a los intereses de otras ramas del gobierno. Una judicatura independiente está en condiciones de reflexionar sobre el efecto de esas soluciones sobre los derechos y la libertad, y debe actuar para asegurar que esos valores no se socaven. La independencia es la fuente de donde emana el coraje necesario en el servicio a esta función del imperio de la ley. Es claro que cada nación acomoda su sistema legal a los principios que la caracterizan, pero algunos trascienden a los países. La necesidad de una judicatura independiente en su más amplia expresión es uno de estos principios, fácil de entender y aceptar, pero en verdad difícil de llevar a la práctica. 2.2.- Imparcialidad. Una de las nociones más importantes y difundidas en la actualidad, pero que aún ofrece numerosos aspectos para su consideración, es la garantía de imparcialidad judicial, es decir, el derecho a un tribunal imparcial. Se ha expresado que la exigencia de imparcialidad del tribunal es una noción universal. Al término de la segunda guerra mundial, las democracias occidentales afirmaron en tratados internacionales los valores morales comunes; entre ellos estuvo el derecho a un juicio ante un tribunal imparcial. A pesar de ello, la definición de imparcialidad no ha sido jamás caracterizada, quizás porque en todos los tiempos fue percibida por los hombres en lo más profundo de su conciencia de lo justo e injusto. Lo cierto es que esta garantía repetidamente fue entendida como prioritaria, por ser resguardo del cumplimiento necesario para la efectividad de otras. Al mismo tiempo, y por girar 116 Valdés S., Clemente. La realidad de la justicia penal. Memorias del XI Congreso Nacional de Criminología, Querétaro, México, 2005. 109 en torno a los juzgadores, puede comprenderse también como uno de los principios de aseguramiento más complejos, que involucra la articulación de numerosas instancias orgánicas y procesales. La imparcialidad ha sido ligada al afianzamiento de una cualidad del juzgador, muchas veces asimilada a lo objetivo, equitativo o neutral. Esta referencia se ha apoyado más o menos en la naturalización de este principio; es decir, en su consideración como un principio de definición única, ahistórico y de prelación a cualquier regulación normativa. Como una guía inmutable, reconocida o garantizada en ciertas épocas con mayor o menor intensidad, o directamente desconocida en otras. Para otros autores,117 la imparcialidad sólo es comprensible a partir de un principio históricamente dotado de contenido; de una visión histórica que permita apreciar la existencia de sistemas jurídicos que no sólo resguardaron en forma diversa este principio, sino que plantearon distintos modelos normativos de imparcialidad que lo estructuraron, principalmente representados por Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Como sea, la imparcialidad judicial, como la entendemos hoy en día, nació como valor de la justicia cuando se introdujo la necesidad de conocer la verdad en los juicios; momento en el que se erige necesariamente el papel de un tercero “superior o neutral”, un juez y no simplemente un espectador o atestiguador de la regularidad del procedimiento. Se deriva de ello que este tercero tendrá como cometido especialmente declarar la verdad de los hechos y la verdad del derecho. Esta visión permite ligar conceptualmente la existencia del principio de imparcialidad con la búsqueda de la verdad y el nacimiento de un juzgador: un juez en sentido sustancia. De aquí que este principio sólo puede ser analizado como consecuencia de la existencia de ciertos modelos de enjuiciamiento y proceso orientados por una voluntad de verdad, como criterio de atribución de la razón en el litigio. Así vista, la imparcialidad no es nada más una cualidad del juzgador, sino la expresión de un sistema históricamente construido para hallar la verdad y decir el derecho que 117 Zysman Quirós, Diego. Imparcialidad judicial y enjuiciamiento penal. Un estudio histórico-conceptual de modelos normativos de imparcialidad. Departamento de publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Argentina, 2004. 110 le corresponde por una no-parte de la controversia cuya decisión quede exenta de pasión o afección particular por alguno de los contendientes. El ya citado Estatuto del Juez Iberoamericano también aborda el tema de la imparcialidad del juzgador. A este respecto, contiene los siguientes artículos: “Art. 7. Principio de imparcialidad: La imparcialidad del juez es condición indispensable para el ejercicio de la función jurisdiccional.” “Art. 8. Imparcialidad objetiva: La imparcialidad del juez ha de ser real, efectiva y evidente para la ciudadanía.” “Art. 9. Abstención y recusación: Los jueces tienen la obligación de separarse de la tramitación y conocimiento de asuntos en los que tengan alguna relación previa con el objeto del proceso, partes o interesados en el mismo, en los términos previstos en la ley.” “Las abstenciones sin fundamento y las recusaciones infundadas aceptadas por el juez, deben ser sancionadas de conformidad con lo que disponga la ley.” “Art. 10. Incompatibilidades: El ejercicio de la función jurisdiccional es incompatible con otras actividades, a excepción de aquéllas admitidas por la ley.” “Art. 38. Obligación de independencia: El juez está obligado a mantener y defender su independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional.” En México, la imparcialidad del juzgador ha sido definida por el Poder Judicial de la Federación como la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de las partes en los procesos sometidos a su potestad. Consiste en juzgar con ausencia absoluta de designio anticipado o de prevención a favor o en contra de alguno de los justiciables. El Código de Ética del Poder Judicial de la Federación establece que todo juzgador imparcial: 111 “Evita conceder ventajas o privilegios ilegales a cualquiera de las partes. “Rechaza cualquier dádiva que provenga de alguna de las partes o de terceros. “Evita hacer o aceptar invitaciones en las que el propio juzgador considere que se verá comprometida su imparcialidad. “Se abstiene de citar a las partes o personas vinculadas con ellas, fuera de las oficinas del órgano jurisdiccional en el que ejerza su función. “Se abstiene de emitir cualquier opinión que implique prejuzgar sobre un asunto.” Y al desarrollar el concepto de objetividad, que entendemos ínsito en la imparcialidad, señala que ésta, “Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de sí mismo. Consiste en emitir sus fallos por las razones que el Derecho le suministra, y no por las que se deriven de su modo personal de pensar o de sentir. Por tanto, el juzgador: “Al emitir una resolución, no busca reconocimiento alguno. “Al tomar sus decisiones en forma individual o colegiada, buscará siempre la realización del derecho frente a cualquier beneficio o ventaja personal. “Si es integrante de un órgano jurisdiccional colegia do, trata con respeto a sus pares, escucha con atención y apertura de entendimiento sus planteamientos y dialoga con razones y tolerancia. “Procura actuar con serenidad de ánimo y equilibrio interno, a fin de que sus decisiones estén desprovistas de aprensiones y prejuicios.” Por su parte, el Código de Ética del Poder Judicial del Distrito Federal, consigna diversos párrafos que, independientemente de su encabezado, se refieren a la imparcialidad: “Ejercicio adecuado del cargo: El servidor público, mediante el uso de su cargo, autoridad o influencia, no debe obtener ni procurar beneficios o ventajas indebidas, para sí o para otros. 112 “Asimismo, con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones, no debe adoptar represalia de ningún tipo o ejercer coacción alguna en contra de servidores públicos u otras personas.” “Justicia: El servidor público debe tener permanente disposición para el cumplimiento de sus funciones, otorgando a cada uno lo que le es debido, tanto en sus relaciones con el Estado, como con el público, sus superiores y subordinados.” “Legalidad: El servidor público debe conocer y cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las leyes y los reglamentos que regulan su actividad. Debe observar en todo momento un comportamiento tal, que examinada su conducta, ésta no pueda ser objeto de reproche.” “Objetividad: Deben emitir sus resoluciones conforme a Derecho, sin que se involucre su modo de pensar o de sentir, alejándose de cualquier prejuicio o aprehensión.” “Imparcialidad: Deben evitar conductas que los vinculen o relacionen con las partes de los juicios de su conocimiento, que concedan ventajas a alguna de las partes, sin que ello haga nugatoria la obligación de escuchar con atención los alegatos de las partes y sin discriminación de algún tipo.” “Beneficios prohibidos:. El servidor público derivado de su cargo o comisión deberá de abstenerse de lo siguiente: a) Solicitar, aceptar o admitir dinero, dádivas, beneficios, regalos, favores, promesas u otras ventajas, directa o indirectamente, para sí o para terceros. b) Retardar o dejar de hacer tareas relativas a sus funciones. c) Hacer valer su influencia ante otro servidor público, a fin de que éste retarde o deje de hacer tareas relativas a sus funciones.” “El servidor público no podrá mantener ni aceptar situaciones en las que sus intereses personales pudieran entrar en conflicto con el cumplimiento de los deberes y funciones a su cargo.” “No podrá dirigir, administrar, asesorar, patrocinar, representar ni prestar servicios, remunerados o no, a personas que gestionen o exploten concesiones o privilegios o que 113 sean proveedores del Estado, ni mantener vínculos que le signifiquen beneficios u obligaciones con entidades directamente fiscalizadas por el órgano o entidad en la que se encuentre desarrollando sus funciones.” “Deberá abstenerse de hacer uso de la autoridad o cargo para obtener un privilegio o beneficio para sí o para terceros.” “Presunciones: Se presume especialmente que el beneficio está prohibido si proviene de una persona o entidad que: “a) Lleve a cabo actividades reguladas o fiscalizadas por el órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. “b) Gestione o explote concesiones, autorizaciones, privilegios o franquicias otorgados por el órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. “c) Sea o pretendiera ser contratista o proveedor de bienes o servicios de la Administración Pública Federal o del Distrito Federal. “d) Procure una decisión o acción del órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. “e) Tenga intereses que pudieran verse significativamente afectados por la decisión, acción, retardo u omisión del órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. “Excepciones: Quedan exceptuados de las prohibiciones establecidas en el presente Código de Ética: “a) Los reconocimientos protocolares recibidos de los gobiernos federal o local, organismos internacionales o entidades sin fines de lucro, en las condiciones en las que la ley o la costumbre oficial admitan esos beneficios. “b) Los gastos de viaje y estadía recibidos de instituciones de enseñanza o entidades sin fines de lucro, para el dictado de conferencias, cursos o actividades académicoculturales, o la participación en ellas, siempre que ello no resultara incompatible con las funciones del cargo o prohibido por normas especiales. “c) Los regalos o beneficios que por su valor exiguo y de menor cuantía, se realicen por razones de amistad o relaciones personales con motivo de acontecimientos en los que 114 resulta usual efectuarlos y que no pudieran ser considerados como un medio tendiente a afectar la recta voluntad del servidor público.” Ya Tomás de Aquino afirmaba que el juicio requiere tres cosas: (i) el poder de corregir a los súbditos, (ii) el celo de la rectitud, con el fin de que “uno” no emita juicio por odio o por envidia, sino por amor de la justicia, y (iii) la sabiduría, en cuya virtud se forma el juicio. Los dos primeros requisitos, afirma, son necesarios antes del juicio y la forma del juicio radica en el tercero porque la norma del juicio es la ley de la sabiduría o de la verdad, conforme a la cual se emite el juicio.118 Es idea común que se deben tomar medidas para asegurar que los jueces ejerzan su poder de forma imparcial y no conforme con algún interés personal o influencia externa. Los jueces no deben ser influenciados por predisposiciones a favor o en contra de ningún litigante en particular, ni por un interés especial en la resolución de un caso particular. Los jueces pierden el respeto y la confianza de los ciudadanos cuando sucumben a influencias corruptoras o si toman una decisión para su beneficio personal, para buscar favores o para satisfacer una preferencia personal. La selección y vigilancia de los jueces deben ceñirse a estos criterios, e incorporarse éstos a las reglas sobre servicio de carrera judicial. La selección de los jueces atendiendo a los méritos de los candidatos facilita la imparcialidad del juez. La Declaración de Beirut de la Primera Conferencia Árabe sobre Justicia recomienda que "la elección de los jueces se hará libre de discriminación por raza, color, sexo, creencias, lengua, origen nacional, situación social, nacimiento, propiedad, afiliación política o cualquier otra consideración. Al elegir jueces, en particular, nos adheriremos plenamente al principio de igualdad de oportunidades para garantizar que todos los solicitantes al cargo sean evaluados de manera objetiva". La Declaración recomienda además que 118 Op., cit., p. 495. 115 "no se permitirá ninguna discriminación contra hombre o mujer en lo que atañe a la asunción de la responsabilidad judicial". Según se desprende del análisis de nuestra jurisprudencia,119 la imparcialidad del juzgador es: a) El deber de ser ajeno o extraño a los intereses de las partes en controversia. b) El deber de dirigir y resolver el juicios sin favorecer indebidamente a ninguna de las partes. c) Ser neutral en el proceso. d) Que emita una resolución no sólo apegada a derecho sino, fundamentalmente, que no dé lugar a que pueda considerarse que existió favoritismo respecto a alguna de las partes. e) Brindar trato igual a todas las partes del juicio; no privilegiar sólo a una de ellas; no favorecer indebidamente a una parte en perjuicio de la otra. No considerar las calidades o cualidades de quienes intervienen en el litigio. f) No juzgar a ciertas personas o situaciones con las que le unen vínculos de afecto o relaciones de dependencia o antagonismo. g) No juzgar cuando surja un conflicto entre el interés público que conlleva el ejercicio de la función jurisdiccional y el interés personal de quien debe ejercerla en un caso concreto. h) No resolver ni participar en la resolución cuando exista un factor que influya inconsciente o subconscientemente el ánimo del juzgador. Por tanto, un juzgador imparcial evita conceder ventajas o privilegios ilegales a cualquiera de las partes, rechaza cualquier dádiva que provenga de alguna de las partes o de terceros, evita hacer o aceptar invitaciones en las que el propio juzgador considere que se verá comprometida su 119 Cfr. Apéndice de esta tesis. 116 imparcialidad, se abstiene de citar a las partes o personas vinculadas con ellas, fuera de las oficinas del órgano jurisdiccional en el que ejerza su función, y se abstiene de emitir cualquier opinión que implique prejuzgar sobre un asunto. Para nuestros tribunales federales, no se afecta la imparcialidad que el juez mande recabar oficiosamente los medios de prueba que estime convenientes -cuando disponga de esa facultadpara resolver la controversia en cualquier sentido. En este sentido, resulta relevante la siguiente tesis jurisprudencial: “PRUEBAS PARA ACREDITAR LOS ELEMENTOS DEL TIPO PENAL Y LA RESPONSABILIDAD. EL ARTÍCULO 124 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES PARA EL DISTRITO FEDERAL, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD CONSAGRADA POR EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.El artículo 124 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, que faculta al Juez a emplear los medios de prueba que estime convenientes para acreditar los elementos del tipo y la presunta o plena responsabilidad de una persona, no contraviene el principio de imparcialidad contenido en el artículo 17 constitucional, pues, precisamente esta posibilidad de que el juzgador emplee las pruebas que sean necesarias para esclarecer la verdad material y formal, tiene como finalidad que pueda emitir un fallo encaminado a alcanzar el ideal de equidad y justicia, sin que ello signifique que se sustituya o invada la órbita del Ministerio Público, institución a la que por mandato constitucional le corresponde la persecución de los delitos, en tanto que acorde a los principios de división de la carga procesal, la autoridad judicial se encuentra imposibilitada para mejorar en forma oficiosa la acusación, pues de lo contrario el sistema procesal pasaría de acusatorio a inquisitorio, convirtiéndose en Juez y parte al mismo tiempo. En efecto, dicho precepto no tiene como propósito que el juzgador se valga de todos los medios de prueba que tenga a su alcance para justificar el dictado de un auto de sujeción a proceso o formal prisión o bien, una sentencia de condena, sino allegarse y emplear los elementos de prueba que estime conducentes para resolver lo que en derecho proceda, lo que incluso puede repercutir en beneficio del 117 propio acusado quien se podría ver favorecido por un auto de libertad por falta de elementos o bien por una sentencia absolutoria.” 120 2.3.- Gratuidad de la justicia Una de las que se han considerado “barreras de la justicia” es el factor económico. La justicia es costosa para el que la solicita; por ello, nuestra Constitución prohíbe las llamadas costas judiciales, es decir, pagos como contraprestación por los servicios que prestan los tribunales. Más aún, establece que en los procesos penales, el inculpado que carezca de recursos para sufragar su defensa, será defendido por un defensor público, cuyos servicios serán gratuitos aunque, no así, los demás costos del proceso. Es claro que, si la administración de justicia es un servicio público, debe sostenerse por los impuestos previamente captados, en los términos del presupuesto que le sea asignado y que debe ser suficiente y decoroso. Hay gastos ocasionados por los juicios que, sin embargo, no se consideran costas judiciales: copias, preparación y desahogo de pruebas, contratación de peritos y honorarios de los abogados, (costas en sentido estricto). Además, en materia civil y mercantil hay la posibilidad de la llamada condena en costas, por la cual el juez ordena a la parte vencida en un juicio a cubrir los gastos y costas en que hubiese incurrido su contraparte triunfadora. En los demás procesos no hay lugar a tal condena y cada parte es responsable de sus propios gastos. 2.4.- Principios complementarios Los jueces no sólo deben evitar cualquier conducta impropia, sino también la apariencia de una conducta impropia, si se ha de mantener la confianza en la judicatura. Para insistir que los jueces 120 Amparo directo en revisión 666/97.- Jesús Vázquez Quevedo.-22 de marzo de 1999.-Unanimidad de nueve votos.-Ausentes: Sergio Salvador Aguirre Anguiano y José de Jesús Gudiño Pelayo.- Ponente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia.- Secretario: Antonio González García. Ius 2005. Registro 902,969, tesis aislada, materia constitucional, Novena Época, Pleno, Apéndice 2000, Tomo I, Const., P.R. SCJN, tesis 2296, pág. 1594. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo IX, junio de 1999, pág. 11, Pleno, tesis P. L/99. 118 establezcan, mantengan y apliquen las normas máximas de conducta, se han diseñado códigos de ética judicial que aseguran la integridad del juez y una audiencia imparcial de cada caso. Se trata de principios complementarios a los de independencia, imparcialidad y gratuidad, que los complementan y que son aspiracionales en todo sistema adecuado de justicia, a saber: Profesionalismo.- Definido por el Código de Ética del Poder Judicial de la Fede4ración como la disposición para ejercer de manera responsable y seria la función jurisdiccional, con relevante capacidad y aplicación, es alcanzable si el juzgador: a) Se abstiene de cualquier acto que pueda mermar la respetabilidad propia de su cargo, tanto en el ámbito público como en el privado. b) Actualiza permanentemente sus conocimientos jurídicos estudiando los precedentes y jurisprudencia, los textos legales, sus reformas y la doctrina relativa. c) Procura constantemente acrecentar su cultura en las ciencias auxiliares del Derecho. d) Estudia con acuciosidad los expedientes y proyectos en los que deba intervenir. e) Funda y motiva sus resoluciones, evitando las afirmaciones dogmáticas. f) Dedica el tiempo necesario para el despacho expedito de los asuntos de su juzgado o tribunal. g) Asume responsable y valerosamente las consecuencias de sus decisiones. h) Acepta sus errores y aprende de ellos para mejorar su desempeño. i) Guarda celosamente el secreto profesional. j) Lleva a cabo por sí mismo las funciones inherentes e indelegables de su cargo. 119 k) Trata con respeto y consideración a sus subalternos. l) Escucha con atención y respeto los alegatos verbales que le formulen las partes. m) Trata con amabilidad y respeto a los justiciables. n) Administra con diligencia, esmero y eficacia el órgano jurisdiccional a su cargo. o) Cumple puntualmente con el deber de asistir a su tribunal o juzgado. p) Sabe llevar el cumplimiento de su deber hasta el límite de sus posibilidades, y separarse de su cargo, cuando su estado de salud u otros motivos personales, no le permitan desempeñar eficientemente sus funciones. q) Se abstiene de emitir opiniones sobre la conducta de sus pares. r) Cumple con sus deberes de manera ejemplar para que los servidores públicos a su cargo lo hagan de la misma manera en los que les correspondan. s) Busca con afán que sus acciones reflejen la credibilidad y confianza propias de su investidura. Excelencia.- Según el señalado código, hay excelencia judicial cuando el juzgador se perfecciona cada día para desarrollar las virtudes de Humanismo, Justicia, Prudencia, Responsabilidad, Fortaleza, Patriotismo, Compromiso socia, Lealtad, Orden, Respeto, Decoro, Laboriosidad, Perseverancia, Humildad, Sencillez, Sobriedad y Honestidad, a saber: a) “Humanismo: En cada momento de su quehacer está consciente de que las leyes se hicieron para servir al hombre, de modo tal que la persona constituye el motivo primordial de sus afanes.” 120 b) “Justicia: En cada uno de los asuntos sometidos a su potestad, se esfuerza por dar a cada quien lo que le es debido.” c) “Prudencia: En su trabajo jurisdiccional y en las relaciones con sus colaboradores, recoge la información a su alcance con criterios rectos y objetivos; consulta detenidamente las normas del caso, pondera las consecuencias favorables y desfavorables que puedan producirse por su decisión, y luego toma ésta y actúa conforme a lo decidido.” d) “Responsabilidad: Asume plenamente las consecuencias de sus actos, resultado de las decisiones que tome, procurando que sus subordinados hagan lo mismo.” e) “Fortaleza: En situaciones adversas, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y se entrega con valentía para vencer las dificultades y cumplir con su función jurisdiccional.” f) “Patriotismo: Tributa al Estado Mexicano el honor y servicio debidos, defendiendo el conjunto de valores que, como juzgador federal del Estado Mexicano, representa.” g) “Compromiso social: Tiene presentes las condiciones de iniquidad que han afectado a una gran parte de la sociedad a lo largo de nuestra historia, y advierte que la confianza y el respeto sociales que merezca serán el resultado de un trabajo dedicado, responsable y honesto.” h) “Lealtad: Acepta los vínculos implícitos en su adhesión a la Institución a la que pertenece, de tal modo que refuerza y protege, en su trabajo cotidiano, el conjunto de valores que aquélla representa.” i) “Orden: Mantiene la adecuada organización y planificación en el trabajo a su cargo.” j) “Respeto: Se abstiene de lesionar los derechos y dignidad de los demás.” 121 k) “Decoro: Cuida que su comportamiento habitual tanto en su vida pública como privada, esté en concordancia con el cargo y función que desempeña.” l) “Laboriosidad: Cumple diligentemente sus obligaciones de juzgador.” m) “Perseverancia: Una vez tomada una decisión, lleva a cabo los actos necesarios para su cumplimiento, aunque surjan dificultades externas o internas.” n) “Humildad: Es sabedor de sus insuficiencias, para poder superadas, y también reconoce sus cualidades y capacidades que aprovecha para emitir de la mejor manera posible sus resoluciones, sin pretender llamar la atención ni esperar reconocimientos.” o) “Sencillez: Evita actitudes que denoten alarde de poder.” p) “Sobriedad: Guarda el justo medio entre los extremos y evita actos de ostentación que vayan en demérito de la respetabilidad de su cargo.” q) “Honestidad: Observa un comportamiento probo, recto y honrado.” Por su lado, el Código de Ética del Poder Judicial del Distrito Federal, de gran valía en lo referente a la descripción de las cualidades éticas del juzgador, complementa los principios fundamentales reseñados en este capítulo con los siguientes conceptos éticos: “Aptitud: Quien disponga la designación de un servidor público, debe verificar el cumplimiento de los recaudos destinados a comprobar su idoneidad. Ninguna persona debe aceptar ser designada en un cargo para el que no tenga la capacidad y disposición para el buen desempeño o ejercicio del mismo.” “Colaboración: El servidor público debe participar con disposición y apoyo en las actividades laborales que se realicen para el cumplimiento de las funciones que tiene encomendadas. De igual forma, ante situaciones extraordinarias, el servidor público 122 debe realizar aquellas tareas que por su naturaleza o modalidad no sean las estrictamente inherentes a su cargo, siempre que ellas resulten necesarias para mitigar, neutralizar o superar las dificultades que se enfrenten.” “Confidencialidad: El servidor público debe abstenerse de difundir toda información que hubiera sido calificada como reservada conforme a las disposiciones vigentes. “No debe utilizar, en beneficio propio o de terceros o para fines ajenos al servicio, información de la que tenga conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones y que no esté destinada para su difusión. “Debe custodiar y cuidar los valores, documentación e información que por razón de su cargo se encuentren bajo su cuidado, impidiendo o evitando el uso abusivo, mal uso, sustracción, destrucción, ocultamiento o inutilización indebidas de los mismos.” “Compromiso de superación: Todo servidor público debe actualizarse permanentemente en los conocimientos y técnicas para el mejor desempeño de las funciones inherentes a su cargo, de conformidad con las normas contenidas en la Ley Orgánica.” “Excelencia: Todo servidor público deberá esforzarse en el ejercicio de su función y perfeccionarse cada día, mostrando en todo momento la calidad en el trabajo desempeñado, resaltando la eficacia y la eficiencia en la función desempeñada por el ejercicio de su cargo.” “Honradez: Los servidores públicos deben actuar en cualquier momento con la máxima rectitud, sin pretender, ni obtener provecho o ventaja por sí o por interpósita persona, derivada de sus funciones. Asimismo, deben evitar cualquier conducta que pudiera poner en duda su integridad o disposición para el cumplimiento de los deberes propios del cargo. “De igual forma, ningún servidor público deberá aceptar compensaciones o prestaciones de cualquier persona que puedan comprometer su desempeño como servidor público o que provoquen su actuar con falta de ética en sus responsabilidades y obligaciones.” 123 “Obligación de denunciar: El servidor público debe denunciar ante su superior o las autoridades correspondientes, los actos de los que tuviera conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones y que pudieran causar algún perjuicio o constituir un delito o violaciones a cualquiera de las disposiciones contenidas en el presente Código de Ética.” “Puntualidad: El servidor público deberá de asistir con puntualidad al desempeño diario de sus actividades, respetando el horario establecido.” “Prudencia: El servidor público debe obrar con sensatez para formar juicio y tacto para hablar, así como expresarse con ingenio y oportunidad, respecto de hechos o informaciones de los que tenga conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de los deberes y las responsabilidades que le correspondan en virtud de las normas que regulan el secreto o la reserva que amerite cada caso en particular.” “Responsabilidad: Es la capacidad de todo servidor público de cumplir con sus deberes y de reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente, en concordancia a los principios previstos en el presente Código de Ética. Asimismo, el servidor público debe evaluar los actos cuya generación o ejecución tuviera a su cargo, considerando los antecedentes, motivos y consecuencias de los mismos, actuando en todo momento con profesionalismo y dedicación.” “Templanza: El servidor público debe desarrollar sus funciones con respeto y sobriedad, usando las prerrogativas inherentes a su cargo y los medios de que dispone únicamente para el cumplimiento de sus funciones y deberes.” “Tolerancia: El servidor público debe actuar con indulgencia, comprensión, paciencia o calma con las personas que tenga relación con motivo del ejercicio del cargo.” 124 “Transparencia: El servidor público debe ajustar su conducta al derecho que tiene la sociedad de estar informada sobre la actividad del Consejo y del Tribunal.” “Uso adecuado de los bienes y recursos: El servidor público debe proteger y conservar los bienes que se le asignen. Utilizar los que le fueran asignados para el desempeño de sus funciones de manera racional, evitando su abuso, derroche o desaprovechamiento; utilizarlos exclusivamente para los fines a que estén afectos, sin que pueda emplearlos o permitir que otros lo hagan para fines particulares o propósitos que no sean aquellos para los cuales hubieran sido específicamente destinados.” “Uso adecuado del tiempo de trabajo: El servidor público debe usar el tiempo oficial en un esfuerzo responsable para cumplir con sus quehaceres, desempeñando sus funciones de una manera eficiente y eficaz y velar para que sus subordinados actúen de la misma manera. No debe fomentar, exigir o solicitar a sus subordinados que empleen el tiempo oficial para realizar actividades que no sean las que se les requieran para el desempeño de los deberes a su cargo.” “Veracidad: El servidor público está obligado a expresarse con la verdad tanto en los informes que rindan o proporcionen, como en sus relaciones funcionales, ya sea con los particulares o con sus superiores y subordinados.” “Reglas generales de conducta del servidor público: a) El servidor público no podrá mantener ni aceptar situaciones en las que sus intereses personales pudieran entrar en conflicto con el cumplimiento de los deberes y funciones a su cargo.” b) No podrá dirigir, administrar, asesorar, patrocinar, representar ni prestar servicios, remunerados o no, a personas que gestionen o exploten concesiones o privilegios o que sean proveedores del Estado, ni mantener vínculos que le 125 signifiquen beneficios u obligaciones con entidades directamente fiscalizadas por el órgano o entidad en la que se encuentre desarrollando sus funciones.” c) Deberá abstenerse de hacer uso de la autoridad o cargo para obtener un privilegio o beneficio para sí o para terceros.” d) Comprometerse a tratar a sus compañeros, subalternos y superiores de una manera respetuosa, amable y cordial, a fin de propiciar relaciones interpersonales sanas y que incremente en la calidad y motivación de los servidores públicos.” e) Debe mantenerse permanentemente actualizado para desarrollar adecuadamente, con profesionalismo, las funciones que tiene a su cargo, participando en los cursos de capacitación impartidos por el Instituto de Estudios Judiciales, orientados a elevar su formación intelectual y desarrollo profesional al interior de la Institución.” 126 CAPÍTULO III.- PROBLEMAS SOBRE INDEPENDENCIA E IMPARCIALIDAD DE LOS JUZGADORES Sumario: 1.- A favor de la independencia e imparcialidad Introducción. 2.- En contra de la Independencia e Imparcialidad. 2.1.- Razones políticas. 2.2.Razones presupuestales. 2.2.1.- Ámbito federal. 2.2.2.- Ámbito del Distrito Federal. 2.3.- Razones culturales. 1.- A favor de la independencia e imparcialidad: En el capítulo II, destinado al análisis de los principios esenciales de la jurisdicción, se describieron en abstracto los aspectos que caracterizan la función jurisdiccional y sus principios rectores. Se evitó, hasta donde la necesidad expresiva lo permitió, emitir juicios críticos referidos a las especiales condiciones de nuestro sistema de justicia; a ello se destinará el presente capítulo. Es verdad que el sistema normativo que rige la existencia, organización y funcionamiento del Poder Judicial pregona que éste ha de erigirse y mantenerse bajo los principios de la independencia e imparcialidad. Las normas constitucionales y estatutarias, en los ámbitos, Federal y del Distrito Federal, así lo determinan: CONSTITUCIÓN FEDERAL121 ESTATUTO DE GOBIERNO DEL D.F.122 Las leyes federales y locales establecerán los La propia CPEUM obliga a los Estados, en el medios necesarios para que se garantice la art. 17 indicado. independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones (art. 17). Se constituye el Poder Judicial como uno de Las autoridades locales de Gobierno del 121 Por las razones que se explican en cada caso, se pueden citar otras legislaciones federales. En virtud de la naturaleza jurídica del Distrito Federal, que implica una regulación amplia en la CPEUM, en ocasiones se alude a ésta. 122 127 los tres poderes a través de los que el pueblo Distrito Federal son: ejerce su soberanía, cada uno de ellos dotado I. La Asamblea Legislativa del Distrito de un régimen propio de competencias (arts. Federal; 41 y 49). II. El Jefe de Gobierno del Distrito Federal; y III. El Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (arts 122 de la CPEUM y 8 del EGDF). El Poder Judicial queda depositado en una La función judicial del fuero común en el Suprema Corte de Justicia, en un Tribunal Distrito Federal se ejercerá por el Tribunal Electoral, en Tribunales Colegiados y Superior de Justicia del Distrito Federal, el Unitarios de Circuito y en Juzgados de Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, Distrito (art. 94). jueces y demás órganos que su ley orgánica señale. Dicha ley regulará también su organización y funcionamiento (arts 122 base cuarta de la CPEUM y 76 del EGDF). El Consejo de la Judicatura Federal será un La administración, vigilancia y disciplina del órgano del Poder Judicial de la Federación Tribunal Superior de Justicia, de los juzgados con independencia técnica, de gestión y para y demás órganos judiciales estarán a cargo del emitir sus resoluciones, al que corresponde la Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, administración, vigilancia y disciplina del en los términos que, conforme a las bases que Poder Judicial de la Federación, con señalan la Constitución Política de los excepción de la SCJN. Los Consejeros no Estados Unidos Mexicanos y el Estatuto, representan a quien los designa, por lo que establezca la ley orgánica respectiva. ejercerán su función con independencia e ……. imparcialidad. Durante su encargo, sólo Los Consejeros ejercerán su función con podrán ser removidos en los términos del independencia e imparcialidad durante su Título Cuarto de la Constitución (arts. 94 y encargo, sólo podrán ser removidos en 100). términos del título cuarto de la CPEUM (arts. 122 base cuarta de la CPEUM y 83 del 128 EGDF). La remuneración que perciban por sus Los magistrados percibirán una remuneración servicios los ministros de la Suprema Corte, adecuada e irrenunciable, la cual no podrá ser los magistrados de Circuito, los jueces de disminuida durante su encargo, y estarán Distrito y los consejeros de la Judicatura sujetos a lo dispuesto por el artículo 101 de la Federal, así como los magistrados electorales, CPEUM (art. 81). no podrá ser disminuida durante su encargo (art. 94). Los ministros de la Suprema Corte de Justicia Los magistrados durarán seis años en el durarán en su encargo 15 años, sólo podrán ejercicio de su cargo y podrán ser ratificados; ser removidos del mismo en los términos del si lo fuesen, sólo podrán ser privados de sus Título Cuarto de la Constitución y, al puestos en los términos del título cuarto de la vencimiento de su período, tendrán derecho a CPEUM y de la ley federal de la materia. un haber por retiro (art. 94). En la ratificación de magistrados intervendrán las mismas autoridades y se seguirán las mismas formalidades que para su designación (art. 82). Los magistrados de Circuito y los jueces de El Consejo, actuando en pleno, opinará sobre Distrito serán nombrados y adscritos por el la designación y ratificación de los Consejo de la Judicatura Federal, con base en magistrados; resolverá sobre la adscripción y criterios objetivos y de acuerdo a los remoción de los magistrados; designará, requisitos y procedimientos que establezca la adscribirá y removerá a los jueces de primera ley. Durarán seis años en el ejercicio de su instancia, a los jueces de paz y a los que con encargo, al término de los cuales, si fueran cualquier otra denominación se creen en el ratificados o promovidos a cargos superiores, Distrito Federal; todo ello en los términos que sólo podrán ser privados de sus puestos en los la ley prevea en materia de carrera judicial. casos y conforme a los procedimientos que El Pleno y las Salas del Tribunal Superior de establezca la ley (art. 96). Justicia, así como los jueces y demás órganos 129 judiciales, nombrarán y removerán a sus funcionarios y empleados conforme a lo que establezca la ley en materia de carrera judicial (art. 83). El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la El Tribunal Electoral del Distrito Federal será Federación jurisdiccional será la máxima en la materia autoridad órgano y autónomo órgano jurisdiccional y para máxima la autoridad solución de especializado del Poder Judicial de la controversias en esta materia (art. 128). Federación (art. 99). La ley establecerá las bases para la formación El ingreso y promoción de los servidores y actualización de funcionarios, así como para públicos a los órganos que ejerzan la función el desarrollo de la carrera judicial, la cual se judicial en el Distrito Federal, distintos del regirá por los principios de excelencia, Tribunal Superior de Justicia y el Consejo de objetividad, imparcialidad, profesionalismo e la Judicatura, se hará mediante el sistema de independencia (art. 100). carrera judicial, que se regirá por los principios de excelencia, objetividad, imparcialidad, profesionalismo, honradez e independencia. El ingreso y promoción a la carrera judicial se hará a través de concurso interno de oposición y de oposición libre en la proporción que determine el Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, en base al número de vacantes a cubrir. El Consejo de la Judicatura del Distrito Federal contará con un órgano auxiliar en materia de investigación, formación, capacitación y actualización de los servidores públicos de la institución y de quienes aspiren 130 a ingresar a ella, con el fin de fortalecer los conocimientos y habilidades necesarios para el adecuado desempeño de la función judicial (art. 77). La Suprema Corte de Justicia elaborará su El Consejo de la Judicatura del Distrito propio presupuesto y el Consejo lo hará para Federal elaborará el presupuesto del Tribunal el resto del Poder Judicial de la Federación, Superior de Justicia, de los juzgados y demás sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo órganos judiciales y lo remitirá para su séptimo del art. 99 de la Constitución. Los inclusión en el proyecto de presupuesto de presupuestos así elaborados serán remitidos egresos del Distrito Federal (arts 122 base por el Presidente de la Suprema Corte para su cuarta de la CPEUM y 85 del EGDF). inclusión en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación. La administración de la Suprema Corte de Justicia corresponderá a su Presidente (art. 100). Los ministros de la Suprema Corte de Los magistrados y jueces del Tribunal Justicia, los magistrados de Circuito, los Superior de Justicia y los Consejeros de la jueces de Distrito, los respectivos secretarios, Judicatura del Distrito Federal no podrán, en y los consejeros de la Judicatura Federal, así ningún caso, aceptar o desempeñar empleo, o como los magistrados de la Sala Superior del encargo de la Federación, de los Estados, del Tribunal Electoral, no podrán, en ningún caso, Distrito Federal o de particulares, salvo los aceptar ni desempeñar empleo o cargo de la cargos no remunerados en asociaciones Federación, de los Estados, del Distrito científicas, docentes, artísticas o de Federal o de particulares, salvo los cargos no beneficencia (art. 84). remunerados en asociaciones científicas, docentes, literarias o de beneficencia (art. 101). 131 Las personas que hayan ocupado el cargo de Los funcionarios a que se refiere el párrafo Ministro de la Suprema Corte de Justicia, anterior estarán impedidos, durante los dos magistrado de Circuito, juez de Distrito o años siguientes a la fecha de su retiro, para consejero de la Judicatura Federal, así como actuar como patronos, abogados o Magistrado de la Sala Superior del Tribunal representantes en cualquier proceso ante los Electoral, no podrán, dentro de los dos años órganos judiciales del Distrito Federal. siguientes a la fecha de su retiro, actuar como Durante dicho plazo, los magistrados no patronos, abogados o representantes en podrán ocupar el cargo de Jefe del Distrito cualquier proceso ante los órganos del Poder Federal, Secretario General, Procurador Judicial de la Federación. Durante dicho General de Justicia o representante a la plazo, las personas que se hayan Asamblea del Distrito Federal, salvo que el desempeñado como Ministros, salvo que lo cargo desempeñado en el órgano judicial hubieran hecho con el carácter de provisional respectivo, lo hubiere sido con el carácter de o interino, no podrán ocupar los cargos provisional. señalados en la fracción VI del art. 95 de la Los impedimentos señalados serán aplicables Constitución.123 Los impedimentos de este a los funcionarios judiciales que gocen de artículo serán aplicables a los funcionarios licencia (art. 84). judiciales que gocen de licencia (art. 101 de la CPEUM). No hay correlación en la Constitución. Ésta El Tribunal de lo Contencioso Administrativo sólo señala que es atribución del Congreso de tendrá plena autonomía para dirimir las la Unión legislar en materia de justicia controversias entre los particulares y las contenciosa-administrativa. autoridades de la administración pública del No obstante, la ley secundaria dispone que el Distrito Federal. Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Los Magistrados durarán seis años en el Administrativa es un tribunal administrativo, ejercicio de su encargo y al término de su dotado de plena autonomía para dictar sus nombramiento podrán ser ratificados. Si lo fallos, con la organización y atribuciones que fueren sólo podrán ser privados de sus puestos 123 Secretario de estado, jefe de departamento administrativo, Procurador General de la República o de Justicia del Distrito Federal, senador, diputado federal, gobernador o jefe de gobierno del Distrito Federal. 132 la ley establece. en los términos del Título Cuarto de la Así mismo, señala que los magistrados del CPEUM (arts. 122 base quinta de la CPEUM Tribunal Federal Administrativa de Justicia únicamente Fiscal podrán y y 8 del EGDF). ser privados de sus puestos en los casos y de acuerdo con el procedimiento aplicable para los magistrados y los jueces inamovibles del Poder Judicial de la Federación y que los emonumentos que perciban no podrán ser reducidos (arts. 1o, 3o y 7o de la Ley Orgánica del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa (en lo sucesivo, LOTFJFA). Los Tribunales Agrarios estarán dotados de No hay correlación, puesto que la materia autonomía y plena jurisdicción (art. 27). agraria es competencia federal. Subsiste el fuero de guerra para los delitos y Tampoco hay correlación puesto que el fuero faltas contra la disciplina militar; pero los militar es materia exclusivamente federal. tribunales militares en ningún caso y por ningún motivo jurisdicción sobre podrán extender personas que su no pertenezcan al Ejército. Cuando en un delito o falta del orden militar estuviese complicado un paisano, conocerá del caso la autoridad civil que corresponda (art. 13 CPEUM). 2.- En contra de la Independencia e Imparcialidad. 133 No obstante lo anterior, que es reiterado y desarrollado por la correspondiente legislación secundaria y que da pauta a considerar que los principios de independencia e imparcialidad están garantizados en la ley, en la práctica se da un conjunto de circunstancias que afectan negativamente los pretendidos principios, o al menos, los ponen en entredicho y que, en un ejercicio de sistematización, se agrupan en tres bloques: razones políticas (aunque establecidas en la ley), razones presupuestales y razones culturales, que se exponen también bajo el sistema de contraste entre los ámbitos federal y del Distrito Federal: 2.1.- Razones políticas: AMBITO FEDERAL (CPEUM) DISTRITO FEDERAL (EGDF) El presidente de la República ejerce un papel De similar forma, el Jefe de Gobierno del preponderante y discrecional en la Distrito Federal, previa opinión del Consejo designación de Ministros: forma la terna que de la Judicatura -en el que participan se pone a consideración del Senado; si éste no representantes del ejecutivo y del legislativo-, resuelve dentro del plazo de treinta días, el propone individualmente los nombramientos presidente designa al Ministro; si el Senado de magistrados del Tribunal Superior de rechaza la totalidad de la terna, el presidente Justicia del D.F. y la Asamblea Legislativa someterá una nueva y, si ésta es rechazada, resuelve si los aprueba. designará al Ministro (art. 96). En caso de no oponerse dentro del plazo de 15 días, las propuestas quedarán aprobadas y los magistrados entrarán en funciones. En caso de que la Asamblea Legislativa no apruebe dos nombramientos sucesivos respecto de la misma vacante, el Jefe de Gobierno hará un nombramiento que surtirá sus efectos desde luego como provisional y que será sometido a la aprobación de la Asamblea. Dentro de los quince días siguientes, la Asamblea deberá aprobar o no el 134 nombramiento magistrado y si nada nombrado resuelve, el provisionalmente continuará en sus funciones con el carácter de definitivo, haciendo el Jefe de Gobierno la declaración correspondiente. Si la Asamblea desecha el nombramiento, cesará en sus funciones el magistrado provisional y el Jefe de Gobierno le someterá un nuevo nombramiento. En la ratificación de magistrados intervendrán las mismas autoridades y se seguirán las mismas formalidades que para su designación (arts. 67 f. VIII, 78, 79, 80 y 82). El presidente atribuciones de la exclusivas República en ejerce Sin correlación en el EGDF. materia de Al respecto, al LOTSJDF dispone que es substitución de ministros: Cuando la falta de atribución del Consejo de la Judicatura el alguno de ellos exceda de un mes, someterá el conceder licencias a los servidores públicos nombramiento de un Ministro interino a la del Tribunal Superior de Justicia del Distrito aprobación del Senado; si faltare un Ministro Federal y del Consejo (art. 202 f. IX). por defunción o por cualquier causa de separación definitiva, el Presidente someterá un nuevo nombramiento a la aprobación del Senado; las renuncias de los Ministros solamente procederán por causas graves, serán sometidas al Ejecutivo y, si éste las acepta, las enviara para su aprobación al Senado; las licencias de los Ministros que excedan de un mes, podrán concederse por el presidente de la República con la aprobación del Senado (art. 98). 135 El presidente de la República designa un El Jefe de Gobierno designa un integrante del integrante del Consejo de la Judicatura Consejo de la Judicatura; dos son Federal; dos son seleccionados por el Senado seleccionados por la Asamblea Legislativa y y cuatro pertenecen al Poder Judicial (art. cuatro pertenecen al Poder Judicial local (art. 100). 83). El presidente de la República, con la El Jefe de Gobierno designa y ratifica a los aprobación del Senado, nombrará a los magistrados del magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativo, Tribunal con Contencioso ratificación de la Fiscal y Administrativa (art. 3 de la Asamblea Legislativa (arts. 9 y 67 f. VIII). LOTFJFA). Los magistrados que integran la Sala Superior Los magistrados del Tribunal Electoral del y las regionales del Tribunal Electoral del D.F. son designados por la Asamblea Poder Judicial de la Federación son elegidos Legislativa, si bien a propuesta del Tribunal por el voto de las dos terceras partes de los Superior de Justicia (art. 132). miembros presentes de la Cámara de Senadores, o en sus recesos por la Comisión Permanente, a propuesta de la SCJN en ternas de candidatos124 (art. 99). El presidente de la República nombra al El jefe de Gobierno propone al presidente de presidente de la Junta Federal de Conciliación la República el nombramiento y remoción del y Arbitraje -el que percibirá los mismos presidente de la Junta Local de Conciliación y emolumentos que correspondan a los Arbitraje (art. 67 f. IX). 124 Durante septiembre y octubre de 2006, la Suprema Corte de Justicia de la Nación llevó a cabo un procedimiento de selección de ternas para relevar a los magistrados de la Sala Superior del Tribubunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que concluían su encargo. El procedimiento garantizó a todo aspirante el haber sido considerado, pues se trató de una convocatoria abierta; y aunque nunca se supo qué ministro votó por qué candidato, todo el procedimiento, incluyendo las comparecencias de los seleccionados, fue televisada en vivo. Ya en el Senado de la República, las designaciones obedecieron más a cuotas de partido que a razones objetivas, si bien los seleccionados reúnen las mejores cualidades para la función. 136 ministros de la SCJN- y al presidente del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje (art. 612 de la Ley Federal del Trabajo, en lo sucesivo LFT y 16 del reglamento interior del señalado tribunal). El presidente y los magistrados del Tribunal No existe correlación por tratarse de una Superior Agrario son designados por el materia exclusivamente federal. presidente de la República. El Secretario de la Defensa Nacional, No existe correlación por tratarse de una designado y removible libremente por el materia exclusivamente federal. presidente de la República, nombrará al presidente y magistrados del Supremo Tribunal Militar, por acuerdo del presidente de la República (art. 7º del Código de Justicia Militar) De lo anterior se sigue que, en los hechos, todo ministro (o magistrado en el Distrito Federal), debió contar con el apoyo y el impulso del presidente de la República y/o del Senado, o del jefe de Gobierno y la Asamblea Legislativa, en su caso, lo que puede minar su independencia e imparcialidad al momento de tomar una decisión que afecte los intereses de aquéllos.125 En este sentido, son diversas las voces, a las que me sumo, que han proclamado la necesidad de que el Presidente de la República deje de intervenir en el procedimiento para la designación de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que, sea cual fuere el procedimiento, se garantice a cualquier interesado que será evaluado como candidato y escuchado personalmente por todos los que habrán de emitor un voto.126 127 125 Además, en el ámbito federal, las renuncias y licencias que pretendan los ministros dependen por completo del presidente de la República y del senado. 126 Durante los meses de noviembre y diciembre de 2006, a propósito de la conclusión de funciones del Ministro Juan Díaz Romero, el presidente Fox envió al Senado una terna de candidatos a suceder a aquél. A diferencia de los anteriores relevos, en esta ocasión el Senado no citó a comparecer a los candidatos ante el Pleno; lo hizo ante las comisiones de justicia y de estudios legislativos. A las comparecencias solo asistieron algunos senadores de esas 137 Entre otros, Ignacio Burgoa Orihuela128 sostuvo que: “Para lograr la independencia judicial se requiere el cambio de la forma de nombramiento de los ministros. Conforme a esta idea proponemos... Que... sean el Senado de la República o la Comisión Permanente los cuerpos que designen a los ministros a los ministros de la Suprema Corte, seleccinando a los juristas que se incluyan en las listas que les proporcionen las Facultades y Escuelas de Derecho y las Asociaciones de Abogados legalmente constituidas con antigüedad no menor de diez años”. “Con esta modalidad, los abogados, los maestros e investigadores del Derecho podrán colaborar en la designación respectiva, previa selección que sus instituciones docentes y profesionales hagan acerca de los juristas que por su honradez, sapiencia, espíritu de justicia y valor civil merezcan ocupar tan honroso cargo. Con esta medida se propiciaría el mejoramiento del servicio público jurisdiccional en el ámbito federal por medio de la superación de los funcionarios judiciales que lo prestan. Esta sugerencia se haría extensiva a las nominaciones de jueces de Distrito y magistrados de Circuito.” comisiones y algunos integrantes de organizaciones gremiales y facultades de Derecho. Los candidatos fueron escuchados y cuestionados y, al final, el Pleno eligió. Nótese que, así, los senadores que decidieron el nombre del nuevo Ministro, no contaron con elementos objetivos para emitir un voto informado; lo hicieron en el sentido acordado luego de negociaciones políticas y con base en informes provenientes de terceras personas. Sin perjuicio de los incuestionables méritos del seleccionado, el procedimiento llevado a cabo no garantizó los fines establecidos por el Constituyente Permanente cuando dio intervención al Senado para la elección de los ministros de la Corte, es decir, despojar tal decisión de criterios discrecionales y garantizar la independencia del seleccionado. 127 A propósito de la designación del nuevo ministro, entre los funcionarios del Poder Judicial de la Federación estuvo circulando un documento elaborado por el Magdo. Jorge Ojeda Velázquez, presidente del Décimo Tribunal Colegiado en material penal del primer Circuito, intitulado “Y nosotros… no contamos?” dirigido a sus “compañeros jueces y magistrados,” en el que se duele de que los candidatos son ajenos a la carrera judicial y que “ninguno de nosotros figura en la lista”. La misiva, que fué ampliamente difundida y comentada, cuestiona que el ejecutivo y el legislativo sigan interviniendo en la elección y nombramiento de los miembros de otro poder soberano, como lo es el judicial, sin que ocurra lo contrario, y propone un procedimiento que califica de sui géneris consistente en “que las salas y el presidente de la Corte propongan un candidato cada uno; luego éstos deben hacer campaña en todos los circuitos y distritos judiciales el país e inclusive ante las barras y colegios de abogados, para después ser electos por el voto universal y secreto de los miembos del poder judicial y de los abogados”. Con independencia de lo que pueda ser motivo de debate, es de subrayarse el hecho de que los porpios integrantes del Poder Judicial de la Federación cuestionan el procedimiento de referncia porque, como también se dice en el documento, el sistema compromete la independencia y autonomía de los ministros. 128 Citado por Ignacio Pichardo Pagaza en Introducción a la nueva administración pública en México, Volumen I. Edición del Instituto Nacional de Administración Pública, México, 2002, p. 106. 138 Por otro lado, los órganos encargados de la administración y vigilancia de los poderes judiciales tienen una composición mixta en la que participan los poderes legislativo y ejecutivo, sin que ocurra lo mismo con el nombramiento de funcionarios de los poderes predichos en los que no participan en forma alguna los poderes judiciales. Sobre este último aspecto, aunque la CPEUM señala que los consejeros no representan a quien los designa, por lo que ejercerán sus atribuciones con independencia e imparcialidad, que el EGDF dispone que los consejeros ejercerán su función con independencia e imparcialidad durante su encargo, y en ambos casos, que sólo podrán ser removidos en términos del título cuarto de la CPEUM, el que así sea es un hecho que depende de las circunstancias políticas y de contexto que hayan determinado su designación y de las que caractericen el ambiente probable al que regresarán los consejeros cuando dejen de serlo. En este sentido, aunque es claro que la ley prohíbe una representación, no así que no haya intereses expresos del legislativo y del ejecutivo en la organización y funcionamiento de los poderes judiciales pues, de no ser así, no se explica porqué deban intervenir en la designación de consejeros. De allí que también se haya sugerido insistentemente en la necesidad de que los poderes ejecutivo y legislativo dejen de intervenir en la designación de consejeros de los consejos de la judicatura, dejando la responsabilidad a los propios poderes judiciales, sin perjuicio del establecimientop de sistemas de vigilancia y control, efectivos, como sucede para el caso de los otros poderes. 2.2.- Razones presupuestales: En virtud del cúmulo de información que forma este apartado, primero se expondrá la problemática presente en el ámbito federal y posteriormente se hará lo propio respecto del Distrito Federal. 2.2.1.- Ámbito federal: 139 En este ámbito, debe distinguirse entre independencia frente al legislativo, concretamente la Cámara de Diputados, que es la que aprueba el Presupuesto de Egresos de la Federación, e independencia frente al ejecutivo, en su carácter de administrador del gasto público. En el primer aspecto, si bien es verdad que el Poder Judicial de la Federación elabora su proyecto de presupuesto de egresos y el presidente de la República lo integra en sus términos al documento global que envía a la Cámara de Diputados, es verdad también que, en vista del contenido del art. 74 f. IV de la CPEUM, ésta puede examinar, discutir y modificar el señalado presupuesto, lo que la faculta a otorgar al Poder Judicial cantidades distintas de las solicitadas e, incluso, señalar la forma y términos del ejercicio presupuestal. Lo anterior ha significado importantes reducciones presupuestales a las cantidades solicitadas por el Poder Judicial Federal en demérito de la independencia e imparcialidad de los señalados órganos de justicia. De allí la reiterada sugerencia en el sentido de que los presupuestos de egresos asignen porcentajes mínimos fijos sobre el total del gasto a lo poderes judiciales, o se apliquen fórmulas similares que eviten reducciones legislativas a los presupuestos necesarios para el servicio de la justicia.129 En su informe de labores correspondiente al año de 2004, el ministro presidente de la SCJN, Mariano Azuela Guitrón, expresó: “Encontrar fórmulas concretas para transformar en realidad esas aspiraciones (justicia pronta y expedita) es el reto que anualmente debe afrontarse, dentro del condicionamiento necesario de los recursos disponibles derivados del presupuesto que aprueba la H. Cámara de Diputados, al ejercer la difícil y trascendente atribución que le confiere la propia Constitución. Al respecto, el Poder Judicial de la Federación reconoce el esfuerzo de miembros de ese cuerpo legislativo, que generosamente ofrecieron, aunque desafortunadamente, por el momento, sin tener éxito, apoyar nuestra solicitud de dotarnos de los recursos necesarios para cumplir con las obligaciones que nos impone 129 En este sentido, Juventino V. Castro propone que se incorpore al art. 17 constitucional que los tribunales “funcionarán con apoyo en un presupuesto que les permita su independencia de decisión y su autonomía económica.” En Los jueces mexicanos y su justicia. Ed. Porrúa, México, 2004, p. 89. 140 expresamente la Constitución, tanto por lo que toca a la función que nos encomienda, cuanto para salvaguardar la independencia e imparcialidad del Poder Judicial. Sin embargo, debe desatacarse que si el creciente ingreso de asuntos no se afronta con la instalación de nuevos órganos, lo que representa gastos considerables, ello hace muy difícil y aún imposible tramitar y resolverlos con la prontitud y excelencia que la Constitución establece en su artículo 17. Las reducciones presupuestales que para 2005, en términos reales, se hicieron, en principio, de modo significativo al Consejo de la Judicatura Federal y, por consiguiente, a la totalidad de los tribunales de Circuito, Juzgados de Distrito e institutos federales de Defensoría Pública y de Especialistas de Concursos Mercantiles, nos hacen temer situaciones que parecían superadas, como el rezago, el cual representó el reto más importante de diferentes reformas de la administración de la justicia federal. Mientras no se introduzca una reforma constitucional, largamente solicitada, que garantice un mínimo presupuestal al Poder Judicial de la Federación, con la consiguiente obligación de rendir cuentas escrupulosas de su manejo, cada año se tendrá que correr el riesgo de que sucesos ajenos a la administración de justicia afecten el buen funcionamiento del Poder Judicial de la Federación y, con ello, su credibilidad. Confiamos que en algún momento la racionalidad que debe imperar en el poder reformador de la Constitución llegue a introducir esa reforma. No ignoramos que en muchos de nuestros tribunales y juzgados el sentido de responsabilidad de los titulares y de sus colaboradores lleva a realizar esfuerzos extraordinarios para desahogar las cargas de trabajo y evitar el funesto rezago, renunciando al merecido descanso y a la convivencia familiar; pero esos sacrificios, tarde o temprano producen resultados contraproducentes al repercutir en la salud del servidor público o en la armonía de su vida familiar, tan importantes en la estabilidad emocional de quienes imparten justicia.” Lo anterior pone en evidencia la afectación a la independencia e imparcialidad frente al legislativo por razones presupuestales y la necesidad de fijar presupuestos mínimos a los poderes judiciales; anhelo que aún no se concreta, por lo que, siguiendo la línea de pensamiento del Ministro Azuela, se sigue corriendo el riesgo de que sucesos ajenos a la administración de 141 justicia afecten el buen funcionamiento y la credibilidad de los poderes judiciales, así como la salud y armonía familiar de los servidores de la justicia, por lo que debe insistirse en los planteamientos antes señalados. En cuanto al segundo aspecto, es decir, a la independencia del Poder Judicial frente al ejecutivo por razones presupuestales, es importante considerar la forma en que la legislación regula el ejercicio presupuestal una vez aprobado el Presupuesto de Egresos de la Federación: La Ley de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público Federal, publicada en el DOF el 31 de diciembre de 1976, ya abrogada, establecía las siguientes previsiones relacionadas con las actividades de programación, presupuestación, ejercicio, control y evaluación del gasto público federal: a) El gasto público federal comprende las erogaciones por concepto de gasto corriente, inversión física, inversión financiera, así como pagos de pasivo o de deuda pública y conceptos de responsabilidad patrimonial, que realizan las entidades130 señaladas en la ley, entre las que figura el Poder Judicial (art. 2º f. II). b) El presupuesto, la contabilidad y el gasto público federal se norman y regulan por las disposiciones de esa ley, “la que será aplicada por el Ejecutivo Federal a través de la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP)” hoy, Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) (art. 1º). c) El órgano competente de la SCJN, atendiendo a las previsiones del ingreso y del gasto público federal, formulará su respectivo proyecto de presupuesto y lo enviará oportunamente al presidente de la República, para que éste ordene su incorporación al proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (art. 18).131 130 Para los efectos de esa ley, por entidad se podría entenderse el Poder Judicial e inclusive, el Legislativo. Esta disposición se incorporó a la ley a partir de diciembre de 1986 (DOF del 26 de diciembre de 1986). El texto original establecía: “La Secretaría de Programación y Presupuesto queda facultada para formular el proyecto de presupuesto de las entidades, cuando no le sea presentado en los plazos que al efecto se les hubiere señalado.” Lo anterior significa que, al menos hasta 1986, el proyecto de presupuesto del Poder Judicial lo podía formular el Poder 131 142 d) Los pagos correspondientes al Poder Judicial se efectuarán por conducto de su respectiva tesorería. No obstante, la ministración de los fondos correspondientes será autorizada en todos los casos por la SPP, de conformidad con el Presupuesto de Egresos de la Federación aprobado por la Cámara de Diputados (art. 26). e) Todas las entidades a que se refiere la ley, entre ellas, el Poder Judicial, informarán a la SPP antes del día último de febrero de cada año, el monto y características de su deuda pública flotante o pasivo circulante al fin del año anterior (art. 28). f) Quienes efectúen gasto público federal están obligados a proporcionar a la SPP la información que les solicite y a permitirle a su personal la practica de visitas y auditorias para la comprobación del cumplimiento de las obligaciones derivadas de esa ley y de las disposiciones expedidas con base en ella (art. 37), y le proporcionarán, con la periodicidad que determine, la información presupuestal, contable, financiera y de otra índole, que requiera (art. 41). g) La SPP establecerá la forma y términos en que las entidades, entre ellas el Poder Judicial, deban llevar sus registros auxiliares y contabilidad y, en su caso, rendirle sus informes y cuentas para fines de contabilización y consolidación. Asimismo, examinará periódicamente el funcionamiento del sistema y los procedimientos de contabilidad y autorizará su modificación o simplificación (art. 42). h) La SPP podrá imponer correcciones disciplinarias a los funcionarios y empleados que, en el desempeño de sus actividades, incurran en faltas que ameriten el fincamiento de responsabilidades (art. 49). Ejecutivo. Eran disposiciones que hoy en día, puestas frente a la consideración de un Poder Judicial autónomo, resultan increíbles, pero ciertas. 143 i) Para la ejecución del gasto público federal, el Poder Judicial deberá sujetarse a las disposiciones de esa ley, aunque queda exenta de observar las disposiciones administrativas que expida la SPP (art. 37). Como se desprende de lo anterior, bajo la vigencia de la Ley de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público Federal, era imposible -o, al menos muy difícil-, sostener una verdadera independencia funcional del Poder Judicial. Es cierto que éste, a partir de 1986, formulaba su propio proyecto de presupuesto de egresos, pero simplemente piénsese en que la ministración de los fondos dependía de la autorización de la SPP, y que ésta tenía competencia legal para solicitar información, practicar visitas y auditorias, y aplicar sanciones administrativas. A pesar de la profusa cordialidad y pulcritud de trato que pudiesen dispensarse los poderes Ejecutivo y Judicial, las disposiciones normativas analizadas condicionaban severamente -si no es que negaban- la independencia real del Poder Judicial, al menos frente al Poder Ejecutivo. El 30 de marzo de 2006, el DOF publicó la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, cuyo artículo Segundo Transitorio abrogó la Ley de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público Federal, ya analizada, así como todas las disposiciones que se opongan a la nueva legislación. En contraste comparativo con la normatividad abrogada, la nueva legislación establece, en lo que importa, lo siguiente: a) El Poder Judicial tendrá atribución para aprobar su proyecto de presupuesto y enviarlo a la SHCP para su integración al proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (art. 5º f. I, inc. a). b) Asimismo, podrá ejercer el presupuesto que le sea asignado, sin sujetarse a las disposiciones generales que establezca la Secretaría de la Función Pública (SFP), aunque sí a la legislación en análisis; autorizar las adecuaciones a su presupuesto, sin requerir la autorización de la SHCP; realizar pagos a través de su propia tesorería; determinar sus ajustes presupuestales; llevar su contabilidad y rendir sus informes en los términos de esa ley (art. 5º f. I, incs. b, c, d, e, f) 144 c) El Poder Judicial deberá coordinarse con la SHCP para efectos de la programación y presupuestación. El control y evaluación del gasto corresponde a sus órganos internos (art. 6º). d) La ministración de los fondos correspondientes será autorizada en todos los casos por la SHCP, de conformidad con el Presupuesto de Egresos (art. 51). e) La SHCP operará un sistema de administración financiera federal, el cual tendrá como objetivo reducir los costos de las operaciones de tesorería del Gobierno Federal y agilizar la radicación de los recursos, concentrando la información en la materia que ayude a fortalecer al proceso presupuestario. Los Poderes Legislativo y Judicial y los entes autónomos, por conducto de sus respectivas unidades de administración, convendrán con la SHCP la implantación del sistema en el ámbito de sus respectivas competencias a efecto exclusivamente de presentar periódicamente la información correspondiente (art. 14). f) Si por cualquier motivo, el Poder Judicial, al 31 de diciembre conserva recursos, incluyendo los rendimientos obtenidos, deberá reintegrar el importe disponible a la Tesorería de la Federación dentro de los 15 días naturales siguientes al cierre del ejercicio. g) Las unidades de administración del Poder Judicial, deberán concluir la suscripción de los convenios de coordinación a que se refiere la ley durante el ejercicio fiscal 2006 (art. Octavo Transitorio). Aunque la vigente legislación contiene diversos principios de autonomía en el manejo, control y evaluación de los recursos públicos destinados al Poder Judicial y consagra obligaciones de coordinación con el Poder Ejecutivo, reitera la fórmula de que el Poder Ejecutivo tiene que autorizar la ministración de los recursos. La SHCP no tiene porqué autorizar la ministración de los fondos asignados por la Cámara de Diputados; el verbo que incluye el art. 51 de la nueva ley, limita gravemente la autonomía del 145 Poder Judicial. Si el legislador hubiese querido garantizar la independencia del Poder Judicial, de fondo y no solo en cuestiones meramente operativas, hubiese establecido que la Tesorería de la Federación deberá suministrar los fondos establecidos en el Presupuesto de Egresos con la oportunidad establecida en los calendarios correspondientes; más no condicionar la entrega de los recursos a un acto de voluntad -autorizar- del Poder Ejecutivo, por conducto de la SHCP. Lo arriba apuntado parecería no tener mayor importancia en un sistema democrático en el que los poderes Ejecutivo y Judicial entablen sus vínculos de interrelación de manera armónica y respetuosa de las funciones y competencias que corresponden a cada uno. No obstante, nada impide pensar que, en un escenario diverso, de conflicto entre poderes, posible, aunque indeseable, en cualquier sistema democrático, el Poder Ejecutivo podría retardar discrecionalmente, o incluso negar, la entrega de recursos; y un poder sin presupuesto, pierde toda viabilidad. Mas aún, tratándose de los tribunales administrativos (Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, Tribunal Superior Agrario y Supremo Tribunal Militar),132 el art. 83 del Reglamento de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, establece que el Ejecutivo Federal, por conducto de la Secretaría, podrá suspender, diferir o determinar reducciones a las ministraciones de recursos a las dependencias y, en su caso, solicitar el reintegro de las mismas, cuando se presente alguno de los siguientes supuestos: a) No envíen en tiempo y forma la información que les sea requerida en relación con el ejercicio de sus programas y presupuestos; b) No cumplan con las metas de los programas aprobados o bien se detecten desviaciones en la ejecución o en la aplicación de los recursos correspondientes; c) No remitan la cuenta comprobada a más tardar el día 15 del mes siguiente al del ejercicio de dichos recursos, no cumplan al cierre del ejercicio o término del plazo establecido con las 132 Que el art. 4 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria equipara a “dependencias”. 146 metas de los programas aprobados, o bien se detecten desviaciones en la ejecución o aplicación de los recursos correspondientes, lo que motivará la inmediata suspensión de las subsecuentes ministraciones de recursos que por el mismo concepto se hubieren autorizado, así como el reintegro a la dependencia coordinadora de sector de los que se hayan suministrado; d) No cumplan con las disposiciones aplicables en el manejo de sus disponibilidades financieras; e) No restituyan los recursos que correspondan a los programas que, en su caso, se establezcan para cubrir una compensación económica a los servidores públicos que decidan voluntariamente concluir en definitiva sus servicios en la Administración Pública Federal; f) No cumplan con la entrega de información en los términos que establezca el sistema integral de información de los ingresos y gasto público, y g) En general, no ejerzan sus presupuestos de conformidad con lo previsto en la ley en cita, su reglamento y en las demás disposiciones aplicables. El hecho de que el presidente de la República pueda suspender, diferir, determinar reducciones a las ministraciones de recursos o solicitar el reintegro de las mismas a los tribunales administrativos, aun y cuando se presente alguno de los supuestos reglamentarios, amenaza seriamente su independencia e imparcialidad. De allí que se siga abogando porque tales tribunales, junto con los recursos humanos y materiales de que disponen, se agreguen a la estructura del Poder Judicial pues no existen razones convincentes que apoyen el que sigan perteneciendo a la estructura del Poder Ejecutivo, con los problemas inherentes tal y como los señalados.133 133 La fracción parlamentaria del Partido Acción Nacional presentó una iniciativa con proyecto de decreto para reformar y derogar diversos artículos constitucionales, cuyo objetivo final es trasladar los tribunales laborales, agrarios y de justicia fiscal y administrativa al Poder Judicial de la Federación, sobre la base de dos conceptos primordiales contenidos en la exposición de motivos: falta de jurisdicción e inoperancia de la imparcialidad con motivo de la intervención del ejecutivo Federal en el nombramiento de los magistrados y del titular de la Junta 147 El conjunto de razones aludidas, y otros factores de orden histórico y cultural, han puesto en entredicho la independencia e imparcialidad de los juzgadores con respecto a los poderes ejecutivo y legislativo. En un interesante artículo titulado Justicia sospechosa, entre jueces se moteja como “de la caricatura” al otrora respetado Consejo de la Judicatura, Ricardo Alemán expresa que en el Poder Judicial hay una preocupación creciente: la proclividad del Poder Ejecutivo a “meter la mano” en las decisiones del Poder Judicial. De esa forma, señala, la anhelada división de poderes parece retroceder al otrora todo-poderoso poder presidencial, con el agravante de que el Consejo de la Judicatura ha sido incapaz de defender la independencia del judicial; que son muy pocos los que creen en la actuación imparcial del Poder Judicial y que cada vez son más los que suponen que la SCJN es sometida por fuerzas ajenas. Al referirse a un caso en concreto radicado en la justicia común, asevera que entre los jueces se supo de las presiones ejercidas sobre el juez del caso para que dictara una sentencia en el sentido que lo hizo, ya que lo importante no era impartir justicia, sino seguir consignas.134 2.2.2.- Ámbito del Distrito Federal: Aunque se reconoce autonomía a los tribunales, Superior de Justicia del Distrito Federal, Contencioso Administrativo del Distrito Federal y Junta Local de Conciliación y Arbitraje (art. 448 del Código Financiero del Distrito Federal (CFDR), la propia normatividad invocada, en su art. 436, dispone que la Secretaría de Finanzas, dependiente del Jefe de Gobierno, será la encargada de “consolidar el proyecto de Presupuesto de Egresos, para lo cual hará congruente las necesidades de egresos con las previsiones de ingresos”, de donde se sigue que el proyecto de Presupuesto de Egresos depende, a fin de cuentas, del ejecutivo local. A este respecto, véase el mensaje pronunciado por el Dr. José Guadalupe Carrera Domínguez, presidente del tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, al rendir su informe de labores correspondeiente a 2006: Federal de Conciliación y Arbitraje y en la determinación y control del presupuesto asignado, lo que (puede) llevar a sentencias parciales a favor de la administración pública. 134 Periódico El Universal. Lunes 15 de mayo de 2006. Sección Opinión, p. A32. 148 “Mientras no se otorgue autonomía, ni libertad presupuestal al Poder Judicial del Distrito Federal, no se podrá hablar de una justicia plena. Por ello, hoy más que nunca es necesario concretar el proyecto de que este Tribunal tenga asignado un porcentaje fijo de recursos, que le permita establecer líneas de trabajo claras y con ello, lograr un desarrollo con mayor certeza, tal y como sucede actualmente con el Tribunal Superior de Justicia del Estado de México y más recientemente con el de Guerrero.” En cuanto a los tribunales administrativos, el art. 374 del CFDF dispone que la Secretaría de Finanzas autorizará la ministración de fondos al Tribunal de lo Contencioso, a la Junta de Conciliación y Arbitraje y a las autoridades electorales, entre las que se incluye el Tribunal Electoral del Distrito Federal, en función a sus disponibilidades presupuestales y financieras y conforme al calendario financiero previamente aprobado. Tal y como ocurre en el ámbito federal, el gasto público del Distrito Federal se basará en el Presupuesto de Egresos aprobado por el legislativo y comprenderá las erogaciones por concepto de gasto corriente, inversión física, inversión financiera, así como pagos de pasivo o deuda pública, y por concepto de responsabilidad patrimonial. De lo anterior se concluye que los tribunales locales del Distrito Federal se encuentran condicionados a los poderes ejecutivo y legislativo en la definición de su Presupuesto de Egresos, en la determinación de las cantidades a erogar a lo largo de la anualidad de que se trate y en la ministración de los fondos, por lo que, en los hechos, su autonomía e independencia puede verse afectada, tal y como ocurre en el ámbito federal. 2.3.- Razones culturales: Sobre todo en la justicia penal, en los hechos se da un conjunto de razones culturales que pueden parcializar al juzgador a favor del Ministerio Público. Vale señalar que el 5 de junio de 2006, el periodista Víctor Fuentes publicó un artículo titulado Procesan a diario a 112 inocentes, en el 149 que, entre otras circunstancias, afirma que, según datos del INEGI, 9 de cada 10 consignados por alguna de las 33 procuradurías del País, reciben un auto que los sujeta a proceso.135 Lo anterior no es casual. El elevado porcentaje de autos de procesamiento y de sentencias condenatorias -casi el 95% de sentencias penales son condenatorias, aunque algunas de ellas concedan beneficios o posibilidades de libertad inmediata- se debe a situaciones normativas y de cultura judicial, más que a la debida integración de averiguaciones previas y a un correcto seguimiento de la acusación en los tribunales; es decir, a razones que en los hechos afectan gravemente la imparcialidad del juzgador penal al conceder ventajas procesales notables al Ministerio Público.136 Algunas de esas razones, son las siguientes: a) El Ministerio Público de la Federación, que pertenece a la estructura del Poder Ejecutivo y cuyo titular es designado por el presidente de la República (con aprobación del Senado) y puede ser removido libremente por él, tiene encomendado hacer que los juicios se sigan con toda regularidad para que la administración de justicia sea pronta y expedita (arts. 102 de la CPEUM y 5º f. IV de la Ley de Amparo (LA)).137 Hoy en día, no resulta explicable que un órgano dependiente del Poder Ejecutivo tenga atribuciones para vigilar que el Poder Judicial desarrolle sus atribuciones sustantivas con regularidad, prontitud y expeditez; ello corresponde a los órganos encargados de la administración y vigilancia de los poderes judiciales, es decir, a los consejos de la Judicatura, a fin de evitar injerencias que den pauta a la práctica de actividades de control sobre los juzgadores por parte del ejecutivo, en detrimento de sus atribuciones.138 135 Diario Reforma. Lunes 5 de junio de 2006. Sección Nacional, p.2. Y haciendo nugatorio, en los hechos, lo acusatorio de nuestro sistema de justicia penal. 137 En este sentido, ver los arts. 113, 157 y 232 de la Ley de Amparo, que se refieren a las atribuciones del Ministerio Público en materia de vigilancia de la regularidad de los juicios de amparo. 138 En realidad, al Ministerio Público le corresponde ser parcial y a los tribunales, actuar con imparcialidad. De allí que sea un error que se insista en que al Ministerio Público corresponde hacer que los juicios se sigan con toda regularidad para que la administración de justicia sea pronta y expedita, como lo plantean diversas iniciativas de reforma constitucional que se discuten actualmente en el Congreso de la Unión. No toca salvaguardar tales garantías a una de las partes, sino a todo el sistema de justicia. En la medida en que el Ministerio Público siga siendo garante de la regularidad de los procesos jurisdiccionales, seguirá quedando en entredicho la anhelada independencia e imparcialidad de los tribunales. 136 150 b) En lo tocante a la justicia penal, el marco legal prevé algo distinto a aquello que muestran los hechos. En el papel, la función del juzgador es distinta a la del Ministerio Público, dado que el juez no tiene por qué participar en el afán persecutor del fiscal. Sin embargo, hay vías informales que favorecen que, habitualmente, el contenido de la sentencia corresponda básicamente al de la consignación. Una de tales vías consiste en que el agente del Ministerio Público, como detentador del monopolio de la acción penal, puede iniciar un proceso contra los jueces que, en su comportamiento jurisdiccional, no coincidan con los planteamientos acusatorios formulados. En el reporte de una investigación sobre la forma en que los jueces del Distrito Federal sentencian, que derivó en la publicación de un libro con el mismo título, y que podría trasladarse s otros fueros judiciales, Luis Pásara139 escribe que algunos jueces entrevistados refirieron que “existe algo así como una amenaza implícitamente presente en la relación entre Ministerio Público y juez” y que, de hecho, “en 1999 140 se abrió proceso contra varios jueces que habían dispuesto la libertad de personas detenidas, contrariando la posición del Ministerio Público”, lo que constituye una especie de precedente con fuerza suficiente para amedrentar a algunos jueces, en perjuicio de su independencia de criterio e imparcialidad. En este sentido, son significativas las palabras pronunciadas por el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrioto Federal, Dr. José Guadalupe Carrera Domínguez, al rendir su informe de labores correspondiente a 2006: “Estamos concientes que lograr la autonomía de los jueces, no es solo cuestión de leyes. En las condiciones actuales, cualquier persona puede presionar a los Jueces por medio de denuncias infundadas, a través de los medios de comunicación o por cualquier otra forma que pueda intimidarlo, a fin de favorecer o minimizar su función. Por ello, el objetivo permanente es mantenerse firme e inflexible ante cualquier forma que busque amedrentarlo. De no ser así, se incumplen con los fines de la justicia, que implican un ejercicio sereno y mesurado, para dar cumplimiento fiel y puntual de la Ley.” 139 Cómo sentencian los jueces del Distrito Federal en materia penal. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2006. 140 Siendo Procurador General de Justicia del D.F. el Dr. Samuel del Villar Kretchmar. 151 Para resolver lo anterior, de suyo grave, es preciso modificar el sistema de justicia a efecto de impedir que la iniciación de una averiguación previa en contra de algún juzgador dependa de la voluntad del Ministerio Público o de las partes. Establecer una suerte de querella a favor del Consejo de la Judicatura, no discrecional y previa investigación seria, abonaría positivamente en la solución del problema apuntado. c) A pesar de la consagración de los principios de suficiencia probatoria y de duda absolutoria, y de ciertas reglas para la práctica de diligencias procesales, la legislación procesal penal local dispone que las diligencias practicadas por el Ministerio Público y por la Policía Judicial tendrán valor probatorio pleno, siempre que se ajusten a las reglas relativas del ordenamiento aplicable. Las que no se ajusten, también tendrán valor probatorio -hasta llegar al pleno- en virtud de que el sistema procesal penal dispone que se admitirá como prueba todo aquello que se ofrezca como tal, incluso aquellos elementos aportados por los descubrimientos de la ciencia. Lo anterior significa que las pruebas de cargo serán prueba legal positiva, lo que no ocurre con las de descargo, y esta situación es el motivo legal principal por el que en ocasiones los tribunales tienen que condenar a pesar de su convicción.141 d) El juez penal se erige en institutor del Ministerio Público. El art. 36 del CPPDF señala que cuando se haya negado la orden de aprehensión o de comparecencia, o dictado el auto de libertad por falta de elementos para procesar, por considerar que no están reunidos los requisitos respectivos, el juez deberá señalar aquellos requisitos que a su juicio no se encuentren satisfechos, fundando y motivando su resolución y el Ministerio Público, practicará las diligencias necesarias para integrar debidamente la averiguación previa correspondiente. 141 Aunque también por ello es que los tribunales a veces tienen que absolver a pesar de su convicción; y puede ser que sea cierto, aunque es preferible un culpable en la calle que un inocente en la cárcel. 152 e) El sistema de pruebas y su valoración se han estructurado para dar valor probatorio contundente a la declaración del agraviado, de los testigos de cargo y de las periciales oficiales; y no así a las declaraciones del procesado, los testigos de descargo y las periciales de la defensa. Ello implica, en los hechos, que el Ministerio Público cobra un peso decisivo en el proceso y la defensa tiene una intervención marginal, lo que produce que las personas consignadas por el Ministerio Público tengan posibilidades casi nulas de ser absueltas como resultado del proceso. Luis Pásara142 expone cómo es que el referido sistema de pruebas reduce la imparcialidad del juzgador en forma notable: 1. La declaración de los policías remitentes o aprehensores, aunque no hayan presenciado los hechos, es utilizada como un relato de la forma en que ocurrieron los hechos, como si al declarante le constaran los mismos. Ello se debe a la vigencia de tesis jurisprudenciales como las siguientes: “POLICÍAS, VALOR PROBATORIO DE TESTIMONIOS DE. El carácter de aprehensores de los agentes de Policía Judicial, en nada afecta el contenido de sus declaraciones, por constituir la materia propia de sus funciones indagatorias, sin que por ello se puedan tachar de parcialidad sus atestados.”143 “POLICÍAS APREHENSORES. VALOR PROBATORIO DE TESTIMONIOS DE. Por cuanto hace a las declaraciones de los agentes aprehensores del acusado de un delito, lejos de estimarse que carecen de independencia para atestiguar en un proceso penal, debe darse a sus declaraciones el valor probatorio que la ley les atribuye, como testigos de los hechos ilícitos que conocieren.”144 142 Op. cit Semanario Judicial de la Federación, séptima época, Primera Sala, tomo 63, segunda parte, p. 33. 144 Semanario Judicial de la Federación, octava época, Segundo Tribunal Colegiado del Sexto Circuito, tomo XIV, julio, p. 711. 143 153 2. Las declaraciones del procesado ante el Ministerio Público prevalecen por sobre las que éste formule ante el juez, a pesar de que resulten contradictorias, a través de la aplicación del criterio denominado inmediatez procesal, según el cual poco importa lo que el inculpado (y los testigos) digan ante el juez, director del proceso y órgano decisor; lo que cuenta es lo que se haya manifestado durante la averiguación previa. Este criterio, en la práctica, exenta al juzgador de razonar las pruebas y le permite resolver de manera dogmática el proceso generalmente en contra del procesado. La jurisprudencia invocada en la generalidad de los casos en los que se hace valer la tesis de la inmediatez procesal establece que toda declaración, provenga de quien provenga (reo, ofendido o testigo), rendida con cercanía a los hechos averiguados o a raíz de éstos, reviste mayor jerarquía convictiva que las emitidas subsecuentemente en contrario, a menos que se compruebe la retractación o que la versión inicial resulte inverosímil ante el resto del material probatorio. Las primeras declaraciones son las que merecen mayor crédito, pues por su cercanía con los hechos son generalmente las veraces, por no haber existido tiempo suficiente para que quien las produce reflexione sobre la conveniencia de alterar los hechos. Este criterio jurídico, que da preferencia a las deposiciones iniciales, tiene su apoyo en el principio lógico de contradicción y cabe aplicarlo no sólo en tratándose de retractaciones hechas por el acusado, o por los testigos, sino también por la ofendida.145 3. Otro principio elaborado en la jurisprudencia, que también se aplica con frecuencia y que en los hechos afecta el pleno ejercicio del criterio judicial, es el denominado como confesión calificada divisible según el cual solo se tienen por ciertos los trozos de las declaraciones del procesado que lo perjudiquen, pero no cuando lo beneficien, siempre y cuando en su conjunto sea inverosímil, carezca de confirmación comprobada o se encuentre contradicha por otras pruebas fehacientes. En particular, que se exijan confirmaciones comprobadas para que el valor probatorio del dicho del procesado adquiera valor probatorio, restringe, asimismo, el principio de presunción de inocencia: 145 Apéndice 1985 al Semanario Judicial de la Federación, segunda parte, II, Primera Sala, p. 635. 154 “CONFESIÓN CALIFICADA DIVISIBLE. La confesión calificada con circunstancias excluyentes o modificativas de responsabilidad es divisible si es inverosímil, sin confirmación comprobada o si se encuentra contradicha por otras pruebas fehacientes, en cuyos casos el sentenciador podrá tener por cierto sólo lo que perjudica al inculpado y no lo que le beneficia.”146 4. Diversa institución jurisprudencial que limita el ejercicio de la potestad judicial es el criterio conocido como testigos sospechosos. Según la elaboración jurisprudencial, los testigos de cargo, en general, merecen credibilidad, aún y cuando se trate de policías que no estuvieron en el lugar de los hechos al tiempo de que éstos se produjeron; en cambio, los testigos ofrecidos por la defensa son sospechosos cuando sus deposiciones coincidan en atestiguar un hecho que resulte favorable al procesado, cuando se trate de parientes o personas al acusado, o cuando declaren con posterioridad a que lo haya hecho el procesado, caso éste en el que, además, son etiquetados como aleccionados y, en consecuencia, sin valor probatorio alguno: “TESTIGOS EN MATERIA PENAL, CREDIBILIDAD DE SUS DICHOS. Debe concederse mayor credibilidad al testigo que depone inmediatamente después de sucedidos los hechos, pues quien viene a declarar mucho tiempo después de sucedidos los hechos, independientemente del natural olvido de circunstancias fundamentales, resulta sospechoso, sobre todo, cuando es la defensa quien propone su examen y no explica por qué con anterioridad no lo propuso.”147 f) A las razones antes expuestas, habría que sumar que la sistemática jurisprudencial también ha elaborado tesis diversas en el sentido de que los dictámenes periciales oficiales, es decir, los provenientes del Ministerio Público, merecen valor probatorio por el hecho de estar suscritos por servidores públicos en los que, por razón de su designación, se presumen las capacidades técnicas y científicas suficientes para la intervención experticial. 146 Ius 2005. Registro: 904,079. Jurisprudencia. Materia Penal. Sexta Época. Primera Sala. Apéndice 2000. Tomo II, Penal, Jurisprudencia SCJN, Tesis 98, Página 69. 147 Ius 2005. Registro 908,097, Tesis aislada, Materia Penal, Quinta Época, Sala Auxiliar, Apéndice 2000, Tomo II, Penal, P.R. SCJN, Tesis 3156, Página 1466, Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, Tomo CXXV, página 93, Sala Auxiliar. 155 En la práctica, los dictámenes periciales oficiales son determinantes del criterio del juzgador, y en cambio los de la defensa, como insuficientes, en la mayoría de los casos, lo cual ocurre especialmente por el seguimiento de inercias y costumbres aplicadas en la resolución de los juicios, pero en todo caso limitadoras de la imparcialidad judicial: “PRUEBAS RENDIDAS DURANTE LA AVERIGUACIÓN PREVIA POR EL MINISTERIO PÚBLICO. VALOR DE LAS. Tanto el dictamen pericial como todos los demás elementos que reúne el Ministerio Público para comprobar el cuerpo del delito y la presunta responsabilidad durante la averiguación previa, tienen valor probatorio al actuar el representante social en uso de las facultades que le confiere la Constitución para el ejercicio de la acción penal, amén de que, en tal etapa, actúa como autoridad y no como parte.”148 g) También habría que agregar que, el hecho de que el juez que dictó la orden de aprehensión y el auto de formal prisión será el mismo que pronunciará sentencia, hace prácticamente imposible que cambie su parecer al momento de emitir su fallo, cualesquiera que sean las circunstancias que hayan ocurrido a lo largo del proceso, máxime si aquél fue confirmado en apelación o se negó el amparo promovido en su contra.149 Sería, dicen algunos juzgadores, 148 Ius 2005. Registro 910,357, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Apéndice 2000, Tomo II, Penal, P.R. TCC., Tesis 5416, Página 2792. 149 En este sentido, el juez Ricardo Ojeda Gándara, en El auto de formal prisión y la libertado provisional. Ed. Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas, México, 2005, p. 31, escribe que “otro efecto, no derivado de la ley pero que lamentablemente se produce entre los juzgadores en la práctica, es el consistente en que, cuando el auto de formal prisión es impugnado en apelación o en Amparo, si aquélla lo confirma o éste se niega, eso casi significa que la ulterior sentencia habrá de ser condenatoria, pues existe el sentir de que absolver sería tanto como ir en contra de la Sala o del Juzgado de Distrito. Ese sentimiento generalizado no tiene rezón de ser, pues aunque en ambos casos quedó casi firme la formal prisión, los requisitos para ésta son bien diferentes que los que se exigen para una sentencia. Aún en estos casos, si no se cuenta con prueba plena de la responsabilidad del enjuiciado, ¡claro que se le debe absolver! Los jueces por los que clama la sociedad son los que están en el lugar que ocupan para hacer lo conducente y no lo que piensen que es lo conveniente o lo que menos problemas les puede representar.” Por su parte, el magistrado Pablo Antonio Ibarra Fernández, en Guía para la estructuración de algunas resoluciones penales, encomendada por el Consejo de la Judicatura Federal, México, 2002, y que sólo tiene circulación interna, afirma que “en la sentencia, no obstante que las exigencias legales y doctrinarias son diferentes, se repite como copia al carbón el mismo sistema de una orden de aprehensión o de un auto de formal prisión y, al individualizar la pena, se hace una mera relación, en muchas ocasiones incompleta, de lo que conforme a la ley debe tomarse en cuenta para imponerla, sin expresar consideraciones de sentido común que hagan entender al lector la razón por la que se dicta una cuantía y no otra. El método ha contaminado a la segunda instancia y al amparo, supuesto que en 156 como “reconocer que se estuvo mal al dictar al auto de formal prisión”; el juez “se compromete con su criterio”, señalaron otros. Usualmente, el auto de formal prisión glosa ampliamente los hechos, argumentos y pruebas ofrecidos por el Ministerio Público, adelanta el contenido y sentido de la sentencia y el desenlace del proceso. La identidad de fondo entre orden de aprehensión, auto de formal prisión y sentencia, hacen temer que la convicción del juzgador se forma precozmente en el proceso y luego no resulta alterada debido a que, cuando se ha formado la convicción, no se busca ya nada más, por creer que se tiene la verdad, a pesar de que no haya mayor peligro de error que una convicción prematura, como la que se toma, sin tiempo suficiente y sin la reflexión necesaria, en las pocas horas que se tienen para ratificar una detención, para dictar una orden de aprehensión o para resolver sobre la formal prisión del procesado. De allí que resulte meritoria la propuesta insistentemente planteada de transformar el proceso penal, entre otros aspectos, para que sea una persona, un juez, el que resuelva sobre el formal procesamiento y la admisión de pruebas y otro distinto frente a quien se desahoguen las pruebas y dicte sentencia, tal y como lo sugiere, palabras más o menos, el proceso acusatorio. Se rompería la resistencia al cambio de criterio, en beneficio de la justicia y de los justiciables. La problemática esbozada a lo largo de este capítulo ha provocado una percepción negativa hacia la justicia en general y la penal en particular. El 15 de mayo de 2006, el diario Reforma publicó los resultados de una encuesta sobre el Sistema de Justicia en México.150 Aunque se trata de meras apreciaciones151 por tratarse de un ejercicio periodístico dirigido a fortalecer la idea de la necesidad de implantar los juicios orales, es importante reflexionar sobre algunos de los datos que se presentan: muchos casos, no obstante la gran diferencia de la naturaleza jurídica de estas instancias, se continúa con el sistema de relacionar pruebas, de valorarlas globalmente en un afán de llegar a conclusiones mediante un sistema de exclusión muy poco convincente, que parece aferrarse a la idea de que repetir lo que hizo el inferior o la responsable, al margen de lo defectuoso del análisis, hace innecesario atender a los motivos de inconformidad.” 150 Metodología seguida según el periódico: Encuesta nacional telefónica realizada a 605 adultos el 9 y 10 de mayo. Margen de error, +/- 4 por ciento. Nivel de confianza: 95 por ciento. 151 La justicia es también, pero no solamente, percepción. Por ello se acostumbra utilizar accesorios emblemáticos de su dignidad, solemnidad y autoridad: togas, birretes, malletes. 157 a) Dos de cada 3 mexicanos creen que sus derechos humanos serán vulnerados en caso de verse involucrados en un proceso jurisdiccional. b) Más de la mitad opina que las autoridades no los tratarían con justicia. c) 83% de los entrevistados consideran que el actual sistema de justicia es opaco; 81%, que es corrupto; 80% lo califica de ineficiente. d) Sólo el 15% de los encuestados considera que la justicia es transparente; 15%, que es honesta y 16% que es eficiente. e) El 66% de los entrevistados se encuentra insatisfecho con el actual sistema de justicia en México; sólo un 27%, satisfecho. f) Sobre los motivos por los que los encuestados manifestaron su insatisfacción con el sistema, el 29% lo atribuye a que es muy lento; 28%, a que hay poca imparcialidad; y el 25% a que es poco transparente (la opacidad es una forma de parcialidad). g) Sobre cuánto se puede confiar en un juzgador, el 51% contestó que nada y sólo el 47% que mucho o algo. h) El 88% de los encuestados contestó que si es probable que un juzgador se deje sobornar; y el 86%, que creen que el Ministerio Público lo hará. i) Más del 50% de los entrevistados contestó que sería tratado con injusticia si, como ciudadano, tuviere que enfrentar una demanda o un juicio penal. 158 CAPÍTULO IV.- SISTEMA DE RESPONSABILIDADES DE LOS JUZGADORES. Sumario: Introducción. 1. Responsabilidad en general de los servidores públicos. 2. Responsabilidad administrativa o disciplinaria. 3. Responsabilidad política (Juicio Político). 4. Responsabilidad Civil. 5. Responsabilidad Constitucional. 6. Responsabilidad Penal. 7. Delitos contra la administración de justicia. 7.1. Disposiciones comunes. 7.1.1. Tipo objetivo. 7.1.1.1. Conducta. 7.1.1.2. Resultado. 7.1.1.3. Bien jurídico tutelado. a) La administración de justicia como poder judicial de Estado. b) La administración de justicia como bien institucional. c) La administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del Derecho. d) La administración de justicia como protección de los derechos e intereses de las partes. e) La administración de justicia como derecho fundamental a la tutela judicial efectiva. 7.1.1.4. Calidad específica del sujeto activo. 7.1.1.5. Calidad específica del sujeto pasivo. 7.1.2. Tipo subjetivo. 7.1.3. Antijuridicidad. 7.1.4. Imputabilidad y acción libre en su causa. 7.1.5. Culpabilidad. 7.1.6. Condición objetiva de punibilidad: definitividad. 8. Prevaricación judicial. 9. Denegación de justicia 9.1. Deberes de independencia. 9.1. Deberes de imparcialidad. 9.2.1. Realizar conductas que rompan el desinterés con el que deben conducirse los juzgadores. 9.2.2. Realizar conductas que rompan el equilibrio procesal y la igualdad de las partes. 10. Retardo en la justicia. 11. Abuso de autoridad judicial. Introducción: Los principios de independencia e imparcialidad del juzgador están íntimamente vinculados con el de responsabilidad. Si, como se afirma, el sistema de designación de jueces y magistrados no garantiza por sí mismo el cumplimiento de los principios fundamentales de la justicia, luego entonces la legitimidad de los juzgadores se da por su función; por la sumisión al orden jurídico de tal forma que no se vea sometido a nada que no sea la norma y, consecuentemente, por la posibilidad de controlar que efectivamente el juzgador actúe con ese único sometimiento. Los valores de independencia e imparcialidad obligan, en consecuencia, a la existencia de un sistema de responsabilidades que, sin embargo, no suponga una amenaza permanente que vaya en detrimento de los mismos. Independencia, imparcialidad y responsabilidad no son ideas contrapuestas, sino complementarias. Su conciliación exige que no se absolutice ninguno de ellos pues, 159 “un juez absolutamente independiente habría, por eso mismo, de ser irresponsable y, al contrario, un juez absolutamente responsable, que hubiera de rendir cuentas a una instancia superior de todos los aspectos de su actividad, dependería por entero de dicha instancia.”152 Es cierto que en la práctica no es fácil articular un sistema de responsabilidades que asegure la sumisión del juzgador al derecho sin sujetarlo, al mismo tiempo, a instancias ajenas al ordenamiento jurídico. De este conflicto hay muchas muestras históricas, consecuencia de los problemas abordados al analizar la efectiva independencia e imparcialidad en México. La CPEUM establece un régimen de responsabilidades de los servidores públicos, aplicable a los juzgadores, del que derivan otros sistemas contenidos en leyes secundarias, conforme al siguiente análisis: 1. Responsabilidad en general de los servidores públicos: El título cuarto de la CPEUM, que comprenden los arts. 108 a 114, establece un conjunto de disposiciones generales aplicables a los servidores públicos y una serie de normas específicas observables en cada uno de los distintos sistemas de responsabilidad que consagra. Entre las normas generales antes señaladas, se tienen las siguientes: a) Se reputan servidores públicos a los representantes de elección popular, miembros del poder judicial federal y del poder judicial del Distrito Federal, los funcionarios y empleados y, en general a toda persona que desempeñe un empleo o comisión de cualquier naturaleza en la administración pública federal o del Distrito Federal, así como a los servidores del Instituto Federal Electoral. Todos ellos serán responsables por los actos u omisiones en que incurran en el desempeño de sus respectivas funciones. 152 Vivéz Antón, Tomás Salvador. La responsabilidad del juez en el proyecto de ley orgánica del poder judicial. Citado por Ramos Tapia, María Inmaculada en El delito de prevaricación judicial. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2000. 160 b) El presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común. c) Los gobernadores de los Estados, los diputados a las legislaturas locales, los magistrados de los tribunales superiores de justicia locales y, en su caso, los miembros de los consejos de las judicaturas locales, serán responsables por violaciones a la Constitución Federal, a las leyes federales y por el manejo indebido de fondos y recursos federales. d) Las constituciones de los Estados precisarán, para efecto de sus responsabilidades, el carácter de servidores públicos de quienes desempeñen empleo, cargo o comisión en los Estados y en los Municipios. e) Los procedimientos para la aplicación de cualquier tipo de sanciones por responsabilidades de servidores públicos se desarrollarán autónomamente. No obstante, no podrán imponerse dos veces por una conducta, sanciones de la misma naturaleza. f) Cualquier ciudadano, bajo su más estricta responsabilidad y mediante la presentación de elementos de prueba, podrá formular denuncia ante la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión respecto de las conductas que comprendan los distintos sistemas de responsabilidades de servidores públicos, especialmente el juicio político. Las normas específicas observables en cada uno de lo sistemas de responsabilidad que consagra la Constitución, que se analizan brevemente, son las siguientes: 2. Responsabilidad administrativa o disciplinaria: Se aplicarán sanciones administrativas a los servidores públicos por los actos u omisiones que afecten la legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia que deban observar en el desempeño de sus empleos, cargos o comisiones. Estas sanciones serán impuestas por el propio poder al que pertenezca el servidor público sujeto a responsabilidad, lo que en el caso del Poder 161 Ejecutivo acontece por conducto de la Secretaría de la Función Pública y sus diveros órganos de control en las entiaddes y dependencias.153 Al efecto, el Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados deberán expedir leyes de responsabilidades de los servidores públicos, cual acontece con la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, en el ámbito federal, y la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos en el Distrito Federal, las que determinan las obligaciones de los servidores públicos a fin de salvaguardar los valores ya citados, las sanciones aplicables por los actos u omisiones en que incurran, así como los procedimientos y las autoridades para aplicarlas. Es importante señalar que dichas sanciones consisten en suspensión, destitución e inhabilitación, así como económicas y se establecen de acuerdo con los beneficios obtenidos por el responsable y con los daños y perjuicios patrimoniales que causen, en el entendido de que no podrán exceder de tres tantos de los beneficios obtenidos o de los daños y perjuicios causados. La Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos dispone, en su artículo 2º, que son sujetos de dicha ley los servidores públicos mencionados en la Constitución y agrega, con cuestionable constitucionalidad,154 a aquellas personas que manejen o apliquen recursos públicos federales. También faculta a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Consejo de la Judicatura Federal para aplicar dicha ley y establece los principios que rigen la función pública, los sujetos de responsabilidad administrativa y las obligaciones en el servicio público. 153 Cabe hacer notar que, con fecha 4 de diciembre de 2006, el DOF publicó un decreto de reformas al art. 73, fracción XXIX-H de la CPEUM, mediante el cual se establece, como atribución del Congreso de la Unión, el “expedir leyes que instituyan tribunales de lo contencioso-administrativo, dotados de plena autonomía para dictar sus fallos, y que tengan a su cargo dirimir las controversias que se susciten entre la administración pública federal y los particulares, así como para imponer sanciones a los servidores públicos por responsabilidad administrativa que determine la ley, estableciendo las normas para su organización, su funcionamientom, los procedimientos y los recursos contra sus resoluciones”; norma que, por disposición del art. Segundo Transitorio de tal decreto quedó en suspenso en tanto “no se modifique la legislación que regula la materia de responsabilidades administrativas de los serviodores públicos federales” y entre tanto seguirá aplicándose la legislación vigente. De esta forma, próximamente se modificará el sistema para la aplicación de sanciones administrativas, en términos de mayor congruencia. 154 Sobre este tema, el Pleno de la SCJN sentó un precedente en el sentido de que la citada norma si es constitucuional. No obstante, se sigue pensando que es contraria a nuestra ley suprema, pues sujeta al régimen de resposabilidades a personas físicas o morales que no son servidores públicos. 162 En concordancia con lo anterior, el art. 94 constitucional determina que la administración, vigilancia y disciplina del Poder Judicial de la Federación, con excepción de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, estarán a cargo del Consejo de la Judicatura Federal, en los términos que establezcan las leyes y de conformidad con las bases constitucionales. En consecuencia, la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación (LOPJF) asigna competencia al Consejo de la Judicatura Federal para resolver sobre la responsabilidad de servidores públicos, salvo cuando se trate de miembros de la Suprema Corte de Justicia, lo cual realiza por conducto de la Visitaduría Judicial (si se trata del funcionamiento de los tribunales y juzgados y de la supervisión de las conductas de sus integrantes) o de la Contraloría del Poder Judicial de la Federación (si se trata de control e inspección del cumplimiento de las normas de funcionamiento administrativo que dejan a los órganos, servidores públicos y empleados del Poder Judicial de la Federación). La fr. XXXVI del art. 81 de la LOPJF señala que es atribución del Consejo investigar y determinar las responsabilidades y sanciones a los servidores públicos y empleados del propio Consejo, de los tribunales de Circuito y juzgados de Distrito, en los términos y mediante los procedimientos establecidos en la ley, los reglamentos y acuerdos que el Consejo dicte en materia disciplinaria. Tratándose del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, su administración, vigilancia y disciplina corresponderán a una comisión del Consejo de la Judicatura Federal, que se integrará por el presidente del Tribunal Electoral, quien la presidirá; un magistrado electoral de la Sala Superior designado por insaculación; y tres miembros del Consejo de la Judicatura Federal. Las leyes de responsabilidades administrativas de los servidores públicos señalan los casos de prescripción de responsabilidad, vinculados a la naturaleza y consecuencia de los actos u omisiones de que se trate. No obstante, cuando dichos actos u omisiones fuesen graves, los plazos de prescripción no son inferiores a tres años, según mandato constitucional. 163 De trascendencia es señalar que, por disposición de los arts. 11 y 68 de la LOPJF, el Pleno de la SCJN y el Consejo de la Judicatura Federal deberán velar en todo momento por la autonomía de los órganos del Poder Judicial de la Federación y por la independencia e imparcialidad de sus miembros. Debería agregarse la misión de hacer que los juicios se sigan con toda regularidad, para que la administración de justicia sea pronta y expedita, descargando de dicha facultad al Ministerio Público de la Federación, a quien en realidad no corresponde. La responsabilidad administrativa es exigible al juzgador como consecuencia del incumplimiento de los deberes y obligaciones que como miembro de una organización, le vienen impuestos por la ley. En ningún caso la autoridad disciplinaria sobre el juzgador permite el control del ejercicio de la potestad jurisdiccional ni puede suponer un menoscabo de su independencia e imparcialidad. El hecho de que el juzgador sea un servidor público no puede sobrevaluarse por encima de su dimensión de titular del poder judicial y permitir una entrada de lo disciplinario en el momento de lo jurisdiccional, que debe estar a salvo de invasiones o interferencias de otros órganos de vigilancia y control. Existe una zona del quehacer del juez que debe ser inmune a la actividad inspectora disciplinaria, lo que no quiere decir ajena a todo tipo de exigencia de responsabilidad y esa zona comprende el modo como el juzgador adquiere sus datos, forma su convicción, elige la norma aplicable y motiva sus decisiones.155 La CPEUM y la LOPJF respetan esa zona inmune al control disciplinario que se corresponde con la estricta actividad jurisdiccional, al establecer que sólo la administración, vigilancia, disciplina y carrera judicial del Poder Judicial de la Federación -no la legalidad-, con excepción de la SCJN, corresponde al Consejo de la Judicatura Federal; al distribuir competencias estrictamente jurisdiccionales entre el Pleno y las Salas de la SCJN, los Tribunales Electorales, 155 Ramos Tapia, María Inmaculada. El delito de prevaricación judicial. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2000 164 Colegiados y Unitarios de Circuito, los Juzgados de Distrito y propiamente administrativas al CJF -salvo tratándose de conflictos de trabajo suscitados entre el Poder Judicial de la Federación y sus servidores públicos-, por lo que en ningún caso le es dable al Consejo de la Judicatura Federal juzgar la actividad estrictamente jurisdiccional de los juzgadores con miras a su vigilancia, control y disciplina. Puede decirse, en general, que la responsabilidad administrativa abarca la sanción de las conductas que tienen que ver con la corrección y la eficiencia exigibles en la administración de justicia, tanto como organización, cuanto como servicio público al ciudadano. Sin embargo, algunas de las infracciones pueden caer también en la órbita del derecho penal, dando lugar a la superposición de faltas disciplinarias y delitos y al complejo problema de la compatibilidad con la garantía de non bis in ídem, como sucede, por ejemplo, cuando se comprueba que un juzgador fijó la interpretación constitucional en su resolución habiendo mediado cohecho o mala fe.156 Aunque la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos contiene un catálogo de causas que dan lugar a dicha responsabilidad, la LOPJF establece un conjunto de causas adicionales dirigidas específicamente a los integrantes del Poder Judicial Federal, que se complementan. Aunque no interesa aquí el estudio detallado de las faltas, procedimientos y sanciones administrativas que la LOPJF prevé, es importante señalar que ninguna de ellas sanciona ni debe de sancionar por esa vía el incorrecto ejercicio de la actividad jurisdiccional en sentido estricto, aunque existen algunas que están relacionadas con ella pero sin encuadrarse en el concreto momento decisorio, por lo que deben interpretarse bajo tal visión, puesto que de lo contrario se estaría controlando una actividad que corresponde al juzgador no como funcionario dentro de una organización sino como titular de un poder en cuyo ejercicio tiene garantizada -y el deber de- la independencia y la imparcialidad. Así, el art. 131 de la LOPJF dispone: 156 Art. 130 LOPJF: “Los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los magistrados de Circuito y los jueces de distrito, serán responsables al establecer o fijar la interpretación de los preceptos constitucionales en las resoluciones que dicten, cuando se compruebe que hubo cohecho o mala fe” 165 “Serán causas de responsabilidad para los servidores públicos del Poder Judicial de la Federación: I.- Realizar conductas que atenten contra la independencia de la función judicial, tales como aceptar o ejercer consignas, presiones, encargos o comisiones, o cualquier acción que genere o implique subordinación respecto de alguna persona, del mismo u otro poder; II.- Inmiscuirse indebidamente en cuestiones del orden jurisdiccional que competan a otros órganos del Poder Judicial de la Federación; III.- Tener una notoria ineptitud o descuido en el desempeño de las funciones o labores que deban realizar; IV.- Impedir en los procedimientos judiciales que las partes ejerzan los derechos que legalmente les corresponden en los procedimientos (sic); V.- Conocer de algún asunto o participar en algún acto para el cual se encuentren impedidos; VI.- Realizar nombramientos, promociones o ratificaciones infringiendo las disposiciones generales correspondientes; VII.- No poner en conocimiento del Consejo de la Judicatura Federal cualquier acto tendiente a vulnerar la independencia de la función judicial; VIII.- No preservar la dignidad, imparcialidad y profesionalismo propios de la función judicial en el desempeño de sus funciones; IX.- Emitir opinión pública que implique prejuzgar sobre un asunto de su conocimiento; X.- Abandonar la residencia del tribunal de circuito o juzgado de distrito al que se esté adscrito, o dejar de desempeñar las funciones o labores que tenga a su cargo; XI.- Las previstas en el articulo 47 de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos, siempre que no fueren contrarias a la naturaleza de la función jurisdiccional;157 y XII.- Las demás que determine la ley.” 157 Salvo las previsiones aplicables al juicio político, la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos está abrogada, incluyendo su art. 47. A pesar de ello, son aplicables las causas de responsabilidad administrativa establecidas en el art. 8º de la actual Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos que corresponde al antiguo 47 señalado- de conformidad con la norma expresa contenida en dicha legislación y en vista de la fracción XII arriba transcrita. 166 Las medidas de supervisión disciplinaria sólo pueden ser aquellas que no afecten la independencia y la imparcialidad, de forma que si un juzgador estuviese convencido de que los reproches de que ha sido objeto por parte del órgano de vigilancia y control afectan a su independencia o imparcialidad, tendría la posibilidad de impugnar esa medida ante un tribunal competente, en su caso. Esta exención de lo jurisdiccional a la corrección disciplinaria marca la diferencia de la responsabilidad del juzgador de la de cualquier otro servidor público, cuya actividad sustantiva sí puede ser íntegramente controlada por sus superiores jerárquicos, de forma que, o bien se superponen responsabilidad administrativa y penal, como sucede en la mayoría de los delitos de servidores públicos, o el legislador puede dejar sólo a la responsabilidad administrativa infracciones que se consideren poco graves de los deberes funcionarios. En el control de la actividad de los juzgadores no existe esa opción de relegar a la responsabilidad administrativa el incorrecto ejercicio de la función jurisdiccional en sentido estricto, como ya se ha visto. En este sentido, Claudo Movilla afirma con razón que “es cierto que el juez puede equivocarse, que puede vulnerar el derecho material o procesal en su concreto quehacer, tanto en forma intencional como culposa; pero el remedio a esa patología no puede venir por la línea disciplinaria, sino a través de los remedios procesales o de la exigencia, hasta el momento bien parca por sus insalvables dificultades, de otra forma de responsabilidad.”158 Es importante destacar que el art. 83 del Estatuto de Gobierno del Distrito Federal (EGDF) señala, en congruencia con la CPEUM que la administración, vigilancia y disciplina del Tribunal Superior de Justicia de los juzgados y demás órganos judiciales estarán a cargo de la Judicatura del Distrito Federal, en los términos que, conforme a las bases que señala la Constitución y el propio Estatuto, establezca la ley orgánica respectiva. 158 Movilla Álvarez, Claudio. Responsabilidad del juez. Citado por Ramos Tapia, María Inmaculada en El delito de prevaricación judicial. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2000. 167 En este sentido, cobra relevancia lo señalado en el art. 84 del EGDF que impone a los Magistrados y Jueces del Tribunal Superior de Justicia del distrito Federal y a los Consejeros de la Judicatura del Distrito Federal, la prohibición de aceptar o desempeñar empleo o encargo de la Federación, de los Estados, del Distrito Federal o de particulares, salvo los cargos no remunerados en asociaciones científicas, docentes, artísticas o de beneficencia; asimismo, que durante los dos años siguientes a la fecha de su retiro, están impedidos para actuar como patronos, abogados o representantes en cualquier proceso ante los órganos judiciales del Distrito Federal, en ambos casos con la consecuencia, en caso de infracción, de pérdida del cargo y de las prestaciones y beneficios que en lo sucesivo correspondan, independientemente de las demás sanciones que las leyes prevean. Por su parte, la Ley Orgánica del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (LOTSJDF), siguiendo el modelo federal ya analizado, establece que el Consejo de la Judicatura del Distrito Federal es el órgano encargado de la administración, vigilancia y disciplina del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, de los juzgado y demás órganos judiciales, en los términos establecidos por la ley; y que los consejeros estarán sujetos a las mismas responsabilidades en el ejercicio de sus funciones que los magistrados del Tribunal Superior de Justicia. Dispone, asimismo, un Título, el décimo tercero, destinado a las responsabilidades oficiales, de naturaleza administrativa, cuyas características principales son las siguientes: a) Los magistrados del Tribunal Superior de Justicia, los consejeros de la Judicatura, los jueces del Fuero Común, el visitador general, los visitadores judiciales y todos los servidores públicos de la administración de justicia, serán responsables de las faltas que cometan en el ejercicio de sus cargos y quedan por ello sujetos a las sanciones que determine la señalada ley orgánica referida, la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos y demás leyes aplicables. b) El órgano encargado de sustanciar los procedimientos e imponer las sanciones por faltas de los servidores públicos de la administración de justicia del fuero común del Distrito Federal, 168 es el Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, por conducto de la Comisión de Disciplina Judicial, en primera instancia. c) Las sanciones aplicables por la comisión de alguna falta administrativa, podrán consistir en: amonestación, multa de 10 a 100 días de salario, suspensión temporal hasta por 5 meses sin goce de sueldo, o separación del cargo. Al igual que en el caso federal, en que la LOPJF dispone un conjunto de conductas constitutivas de causas de responsabilidad para los servidores públicos de la justicia, la LOTSJDF hace lo propio, aunque distingue entre las faltas de los juzgadores (arts. 220, 221 y 222), de los secretarios del ramo penal (art. 223), de los secretarios de acuerdos del ramo civil, familiar y arrendamiento inmobiliario (las del (art. 223 y además art. 224), de los secretarios actuarios (art. 225) y de los servidores públicos de los juzgados, salas, direcciones, presidencia y demás dependencias del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (art. 226). No se olvide que en ambos casos también le resulta obligatoria a los juzgadores la legislación en materia de responsabilidades administrativas de los servidores públicos, por lo que una no excluye a la otra. Por la temática específica que se aborda en este trabajo, se transcriben las faltas administrativas imputables a los juzgadores en la mencionada legislación del Distrito Federal. “Art. 220. Son faltas de los jueces: I.- No dictar, sin causa justificada, dentro del término señalado por la ley, los acuerdos que procedan a los escritos y promociones de las II.- No dar al secretario los puntos resolutivos ni dictar, sin causa justificada dentro del término que señala la ley, las sentencias interlocutorias o definitivas de los negocios de su conocimiento III.- No concluir, sin causa justificada, dentro del término de la ley, la instrucción de los procesos de su conocimiento IV.- Dictar resoluciones o trámites notoriamente innecesarios, que sólo tiendan a dilatar el procedimiento 169 V.- Admitir demandas o promociones de parte de quien no acredite su personalidad conforme a la ley, o desechar por esa deficiencia, una y otras, de quien la hubiere acreditado suficientemente VI.- Admitir fianzas o contrafianzas en los casos que prescriben las leyes, de personas que no acrediten suficientemente su solvencia y la libertad de gravámenes de lso bienes que sirvan para ello VII.- Actuar en los negocios en que estuvieren impedidos por las causas previstas por la ley VIII.- Hacer declaración de rebeldía en perjuicio de alguna de las partes, sin que las notificaciones o citaciones anteriores hayan sido hechas en forma legal o antes del término previsto por la ley IX.- No recibir las pruebas ofrecidas por las partes en el juicio, cuando reúnan los requisitos establecidos en la ley X.- Hacer uso, en perjuicio de las partes, de los medios de apremio sin causa justificada XI.- No presidir las audiencias de recepción de pruebas, las juntas y demás diligencias para las que la ley determine su intervención XII.- Señalar, para la celebración de las vistas o audiencias, injustificadamente una fecha lejana XIII.- Decretar un embargo o ampliación de él, sin que se reúnan los requisitos de ley, o negar la reducción o levantamiento del mismo, cuando se prueben en autos, de manera fehaciente, que procede una u otra XIV.- No concurrir, sin causa justificada, al desempeño de sus labores oficiales, durante todas las horas reglamentarias XV.- Alterar el orden de las listas al hacer el nombramiento de auxiliares de la administración de justicia XVI.- Dedicar a los servidores públicos de la administración de justicia de su dependencia, al desempeño de labores extrañas o ajenas a las funciones oficiales XVII.- No entregar las copias certificadas o simples que le soliciten las partes o cualquiera facultado para ello, en un término de cinco días hábiles a partir de la fecha de solicitud 170 XVIII.- Dejar de aplicar una ley, desacatando una disposición que establece expresamente su aplicación XIX.- Mostrar notoria ineptitud, negligencia o descuido en el desempeño de las funciones o labores que deba realizar, y XX.- No practicar las diligencias encomendadas por el Poder Judicial Federal, sin causa justificada. Lo anterior, sin perjuicio de las sanciones que pudieran imponer tales autoridades en términos de los ordenamientos legales aplicables. ” “En el caso de las fracciones IV, V, VI, VIII, IX y XIII será requisito de procedibilidad que la resolución de que se trate haya sido revocada” “Art. 221. Se considerarán como faltas de los Presidentes de las Salas que tienen ese carácter, conforme a las fracciones I, II, IV, V, VI, VII, VIII, IX, XII, XIV y XV a la XX del artículo anterior y además las siguientes I.- Faltar a las sesiones del Pleno sin causa justificada II.- Desintegrar sin motivo justificado el quórum en los plenos, vistas o audiencias, una vez comenzadas, o III.- Intervenir de cualquier forma en el nombramiento del personal de los Juzgados “Art. 222. Si la falta se cometiere por alguna Sala del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, por no dictar resoluciones dentro del término legal, sólo será responsable el Magistrado ponente cuando no presentare oportunamente le proyecto respectivo a la consideración de los demás magistrados, y éstos últimos serán responsables si, habiéndose presentado la ponencia correspondiente, no concurrieren a la discusión del negocio o no lo votan dentro del mismo plazo legal, o cuando, según el caso, no emita voto particular razonado” Como se verá cuando se analice la responsabilidad penal de los juzgadores, algunas faltas administrativas señaladas en las legislaciones Federal y del Distrito Federal en materia de responsabilidad administrativa constituyen también la comisión de delitos, con el consiguiente 171 dilema del principio de non bis in ídem.159 No obstante, téngase en cuenta que, por disposición constitucional expresa, los distintos procedimientos de responsabilidad de los servidores públicos no se excluyen entre sí, lo que en la práctica provoca amplios márgenes de subjetividad en la actuación de los órganos de disciplina y control al elegir el procedimiento de cada caso en particular, como se corrobora con el siguiente precedente jurisprudencial, observable por identidad jurídica substancial: “ADMINISTRACION DE JUSTICIA, DELITOS CONTRA LA. NO SE EXCLUYEN POR LAS CORRECCIONES DISCIPLINARIAS IMPUESTAS AL INFRACTOR. Las correcciones disciplinarias impuestas por los jueces o magistrados a sus subordinados, son sanciones de índole administrativa a que se hacen acreedores por las faltas que realicen en el ejercicio de sus funciones, por lo que no excluyen la configuración de los delitos contra la administración de justicia que cometan los mismos servidores públicos, sin que ello entrañe una violación al artículo 23 constitucional, pues lo que prohíbe es que alguien sea juzgado dos veces por el mismo delito.”160 3. Responsabilidad política (Juicio Político). Podrán ser sujetos de juicio político los senadores y diputados al Congreso de la Unión, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los consejeros de la Judicatura Federal, los secretarios de despacho, los jefes de departamento administrativo, los diputados a la Asamblea del Distrito Federal, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, el procurador general de la República, el procurador general de justicia del Distrito Federal, los magistrados de Circuito y jueces de Distrito, los magistrados y jueces del fuero común del Distrito Federal, los consejeros de la Judicatura del Distrito Federal, el consejero presidente, los consejeros electorales, y el secretario ejecutivo del Instituto Federal Electoral, los magistrados del Tribunal Electoral, los directores generales y sus equivalentes de los organismos descentralizados, empresas de 159 Sobre este particular, cfr. Cárdenas Rioseco, Raúl FR. La acumulación de sanciones penales y administrativas viola el principio non bis in ídem. Revista El Foro, décimo tercera época, tomo XVII, número 2, segundo semestre de 2004, Barra Mexicana, Colegio de Abogados, México, 2004. 160 Ius 2005: Registro 214,287, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Tomo XII, Noviembre de 1993, p. 286 172 participación estatal mayoritaria, sociedades y asociaciones asimiladas a éstas y fideicomisos públicos. Los servidores públicos antes señalados serán sujetos de juicio político cuando en el ejercicio de sus funciones incurran en actos u omisiones que redunden en perjuicio de los intereses fundamentales o de su buen despacho. A este respecto, el art. 7º de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos (LFRSP) señala cuáles son las conductas que redundan en perjuicio de los intereses fundamentales o de su buen despacho, en el entendido de que en ningún caso, por así señalarlo expresamente la CPEUM y la LFRSP, procede el juicio político por la mera expresión de ideas: “Artículo 7º.- Redundan en perjuicio de los intereses públicos fundamentales y de su buen despacho: I.- El ataque a las instituciones democráticas; II.- El ataque a la forma de gobierno republicano, representativo, federal; III.- Las violaciones graves y sistemáticas a las garantías individuales o sociales; IV.- El ataque a la libertad de sufragio; V.- La usurpación de atribuciones; VI.- Cualquier infracción a la Constitución o a las leyes federales cuando cause perjuicios graves a la Federación, a uno o varios Estados de la misma o de la sociedad, o motive algún trastorno en el funcionamiento normal de las instituciones; VII.- Las omisiones de carácter grave, en los términos de la fracción anterior; y VIII.- Las violaciones sistemáticas o graves a los planes, programas y presupuestos de la Administración Pública Federal o del Distrito Federal y a las leyes que determinan el manejo de los recursos económicos federales y del Distrito Federal. No procede el juicio político por la mera expresión de ideas. El Congreso de la Unión valorará la existencia y gravedad de los actos u omisiones a que se refiere este artículo. Cuando aquellos tengan carácter delictuoso se formulará la declaración de procedencia a la que alude la presente ley y se estará a lo dispuesto por la legislación penal.” 173 Por su parte, los gobernadores de los Estados, diputados locales, magistrados de los tribunales superiores de justicia locales y, en su caso los miembros de los consejos de las judicaturas locales, sólo podrán ser sujetos de juicio político por violaciones graves a la Constitución Federal y a las leyes federales que de ella emanen, así como por el manejo indebido de fondos y recursos federales. La resolución será únicamente declarativa y se comunicará a las legislaturas locales para que, en ejercicio de sus atribuciones, procedan como corresponda. En cualquier hipótesis de juicio político, las sanciones consistirán en la destitución del servidor público y en su inhabilitación para desempeñar funciones, empleos, cargos o comisiones de cualquier naturaleza en el servicio público. Para la aplicación de las sanciones del juicio político, la Cámara de Diputados procederá a la acusación respectiva ante la Cámara de Senadores, previa declaración de la mayoría absoluta del número de los miembros presentes en sesión de aquella, después de haber substanciado el procedimiento respectivo y con audiencia del inculpado. Conociendo de la acusación, la Cámara de Senadores, erigida en jurado de sentencia, aplicará la sanción correspondiente mediante resolución de las dos terceras partes de los miembros presentes en sesión, una vez practicadas las diligencias correspondientes y con audiencia del acusado. Las declaraciones y resoluciones de las Cámaras de Diputados y Senadores son inatacables. El procedimiento de juicio político sólo podría iniciarse durante el periodo en el que el servidor público desempeñe su cargo y dentro de un año después. Las sanciones correspondientes se aplicarán en un periodo no mayor de un año a partir de iniciado el procedimiento. Cabe señalar que el art. Segundo Transitorio de la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos (LFRASP) deroga los títulos primero, por lo que se refiere a la materia de responsabilidades administrativas, tercero y cuarto de la LFRSP, únicamente por lo que respecta al ámbito federal. Asimismo, dispone que las normas de la 174 LFRSP seguirán aplicándose en dicha materia a los servidores públicos de los órganos ejecutivo, legislativo y judicial de carácter local del Distrito Federal. Por tanto, el título segundo de la LFRSP, que reglamenta los sujetos, causas, procedimientos y sanciones del juicio político, continúa vigente. 4. Responsabilidad Civil. Es escueta y desordenada la forma en que la CPEUM establece el fundamento de la responsabilidad civil de los servidores públicos. No obstante, lo hace en la siguiente forma: Instituye que, en las demandas del orden civil que se entablen contra cualquier servidor público no se requerirá declaración de procedencia. En consecuencia, todos los servidores públicos, sin excepción, incluyendo al presidente de la República, son civilmente responsables en los términos de la legislación aplicable, sin que exista fuero, inviolabilidad o protección alguna que los distinga del resto de los ciudadanos. En otra parte, adicionada mediante Decreto publicado en el DOF de fecha 14 de junio de 2002 pero de reciente entrada en vigor, dispone que la responsabilidad de Estado por los daños y perjuicios que, con motivo de su actividad administrativa irregular cause en los bienes o derechos de los particulares, será objetiva y directa y que los particulares tendrán derecho a una indemnización conforme a las bases, límites y procedimientos que establezcan las leyes. En reglamentación de lo anterior, la Ley Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado (LFRPE), que entró en vigor el 1º de enero de 2005, fija las bases y procedimientos para reconocer el derecho a la indemnización a quienes, sin obligación jurídica de soportarlo, sufran daños en cualquiera de sus bienes y derechos como consecuencia de la actividad administrativa irregular del Estado; responsabilidad extracontractual objetiva y directa. Se reputa actividad administrativa irregular, para efectos de la señalada legislación, aquella que cause daño a los bienes y derechos de los particulares que no tengan la obligación jurídica de soportar, en virtud de no existir fundamento legal o causa jurídica de justificación para legitimar 175 el daño de que se trate. Y son sujetos de esa ley los poderes judicial, legislativo y ejecutivo de la federación, organismos constitucionales autónomos, dependencias, entidades de la administración pública federal, la Procuraduría General de la República, los tribunales federales administrativos y cualquier otro ente público de carácter federal. Vale señalar que no existe obligación de indemnizar cuando se trate de casos fortuitos y de fuerza mayor, los daños y perjuicios que no sean consecuencia de actividad administrativa irregular del estado, así como aquellos que se deriven de hechos o circunstancias que no se hubieran podido prever o evitar según el estado de los conocimientos de la ciencia o de la técnica existentes en el momento de su acaecimiento y en aquellos casos en los que el solicitante de la indemnización sea el único causante del daño. En todo caso, los daños y perjuicios materiales que constituyan la lesión patrimonial reclamada, incluidos los personales y morales, habrán de ser reales, evaluables en dinero, directamente relacionados con una o varias personas y desiguales a los que pudieran afectar al común de la población, y las indemnizaciones corresponderán a la reparación integral del daño y, en su caso, por el daño personal y moral. En complemento a lo anterior, en materia administrativa, la Ley Federal de Procedimiento Contencioso Administrativo (LFPCA) dispone, en su art. 6º, que la autoridad administrativa demandada deberá indemnizar al particular afectado por el importe de los daños y perjuicios causados, cuando la unidad administrativa de dicho órgano cometa falta grave al dictar la resolución impugnada y no se allane al contestar la demanda en el concepto de impugnación de que se trata. Habrá falta grave cuando: a) se anule por ausencia de fundamentación o de motivación, en cuanto al fondo o a la consecuencia; b) sea contraria a una jurisprudencia de la SCJN en materia de legalidad. Si la jurisprudencia se publica con posterioridad a la contestación no hay falta grave; o 176 c) se anule cuando la resolución administrativa dictada en ejercicio de facultades discrecionales no corresponda a los fines para los cuales la ley confiera dichas facultades. El sistema jurídico nacional no establece una responsabilidad civil autónoma de los juzgadores por los daños y perjuicios que causen en el desempeño de sus funciones, ni por culpa, dolo, negligencia, ignorancia inexcusable o incluso por la comisión de delitos, por lo que debe estarse a las previsiones generales contenidas en el art. 113, último párrafo, de la CPEUM y a la Ley Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado. En todo caso, la responsabilidad civil exigible al poder judicial no puede tener su origen en la actividad de interpretación de las normas jurídicas ni en la valoración del hecho o de las pruebas, tal y como ocurre con la responsabilidad administrativa. En los supuestos de responsabilidad civil que tuvieran encaje en una infracción penal, la exigencia de responsabilidad civil carecería de significación autónoma y en realidad su exacción vendría derivada de la estimación de la penal. De ahí que la responsabilidad civil no derivada del delito juega un papel subsidiario respecto a la responsabilidad penal. No es fácil en la práctica imaginar supuestos de responsabilidad civil que no tengan previamente cabida en algún tipo penal, cuando se trata del juzgador. Por ello, en la mayoría de los casos, la obligación del poder judicial de indemnizar por los daños y perjuicios ocasionados al ciudadano puede derivar de la previa existencia de una responsabilidad penal o de otro tipo. Hasta la fecha, no se conocen casos de efectiva tutela de la responsabilidad civil de los juzgadores, aunque, al menos, se cuenta con una legislación que hasta hace poco tiempo no existía. 5. Responsabilidad Constitucional. En seguimiento de la posición de Sergio Márquez Rábago,161 se afirma la existencia de un tipo de responsabilidad, de naturaleza constitucional, por incumplimiento de sentencias de amparo, cuyo fundamento se encuentra en el art. 107 f. XVI de la CPEUM, del siguiente tenor literal: 161 Evolución constitucional mexicana. Ed. Porrúa, México, p. 356 177 “Art. 107. Todas las controversias de que habla el artículo 103 se sujetarán a los procedimientos y formas del orden jurídico que determine la ley, de acuerdo a las bases siguientes: …………………….. XVI. Si concedido el amparo la autoridad responsable insistiere en la repetición del acto reclamado o tratare de eludir la sentencia de la autoridad federal, y la Suprema Corte de Justicia estima que es inexcusable el incumplimiento, dicha autoridad será inmediatamente separada de su cargo y consignada al Juez de Distrito que corresponda. Si fuera excusable, previa declaración de incumplimiento o repetición, la Suprema Corte requerirá a la responsable y le otorgará un plazo prudente para que ejecute la sentencia. Si la autoridad no ejecuta la sentencia en el término concedido, la Suprema Corte de Justicia procederá en los términos primeramente señalados.” Esta responsabilidad se distingue claramente de las demás: de la civil, porque no se deriva de una obligación indemnizatoria ni de la aplicación de normas de tal carácter; de la penal, pues, aunque existe una consecuencia de naturaleza penal, antes se da la separación del encargo, lo que en sí, como acto de privación, ya resulta una sanción de carácter constitucional; de la responsabilidad administrativa, pues la SCJN no es superior jerárquico del servidor a sancionar; y tampoco es responsabilidad política puesto que no es un ataque a las instituciones fundamentales del Estado y su buen despacho, ni se acusa con fundamento en el Art. 7 de la LFRSP. La jurisprudencia de la SCJN se ha ocupado del tema y emitido tesis significativas: “INEJECUCIÓN DE SENTENCIA. SI EL PLENO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN CONSIDERA QUE UNA AUTORIDAD INCURRIÓ EN ELLA Y DECIDE SEPARARLA DE SU CARGO, DEBE CONSIGNARLA DIRECTAMENTE ANTE EL JUEZ DE DISTRITO QUE CORRESPONDA. Aun cuando de conformidad con lo establecido por los artículos 21 y 102 de la Constitución la regla general en materia de persecución de delitos del orden federal incumbe al Ministerio Público de la Federación, en los casos en que una autoridad insistiere en la 178 repetición del acto reclamado en un juicio de amparo o tratare de eludir el cumplimiento de la sentencia, será el Pleno de la Suprema Corte, una vez que resuelve separarla inmediatamente de su cargo, quién deberá consignarla directamente al juez de Distrito que corresponda para que la juzgue por la desobediencia cometida, la que será sancionada en los términos que el Código Penal en materia federal señala para el delito de abuso de autoridad. La razón radica en que en esa hipótesis, la fracción XVI del artículo 107 de la Constitución establece una situación de excepción al señalar claramente que además de la separación inmediata del cargo de la autoridad contumaz será “consignada ante el juez de Distrito que corresponda”. Al respecto debe aplicarse el artículo 208 de la Ley de Amparo y no el segundo párrafo del 108 en el que se determina, en relación al mismo supuesto, que se hará la consignación al Ministerio Público para el ejercicio de la acción penal correspondiente, pues ante dos disposiciones contradictorias en el mismo cuerpo legal, debe atenderse a la que reproduce la disposición constitucional y no a la que se le opone, tomando en cuenta, por un lado, el principio de interpretación de que debe preferirse al norma específica frente a la general y, por otro, que si el Pleno del más Alto Tribunal de la República llega a la conclusión de que una autoridad incurrió en desacato a una sentencia de amparo y decide separarla de su cargo no puede condicionar su obligación de consignarla penalmente ante el juez de Distrito que corresponda que le impone la Constitución a la determinación del Ministerio Público, el que, por otra parte, debe tener dentro del proceso respectivo la participación que legalmente le corresponde. El hecho de que un servidor público se separe del cargo para evitar la presión sobre el cumplimiento de la sentencia de amparo, no hace que evite su responsabilidad.”162 “INEJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE AMPARO. SI UN SERVIDOR PÚBLICO, COMO AUTORIDAD RESPONSABLE INCURRE EN DESACATO DURANTE EL DESEMPEÑO DE SU CARGO, DEBE CONSIGNÁRSELE ANTE EL JUEZ DE DISTRITO QUE CORRESPODNA, AUNQUE HAYA DEJADO DE DESEMPEÑARLO. Del análisis relacionado de la fracción XVI del artículo 107 de la 162 Ius 2005. Registro 205819, Octava Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación VII, marzo de 1991, p. 7. Tesis P. XI/91, materia común. 179 Constitución, así como de los artículos 104 a 113 de la Ley de Amparo, que integran el capítulo XII “De la ejecución de sentencias”, del título primero del libro primero, se desprende que tanto el Poder Constituyente como el Poder Reformador y el legislador ordinario han considerado que las sentencias de amparo deben cumplirse con exactitud y rapidez. Las distintas tesis de jurisprudencia y aisladas que al respecto ha sustentado la Suprema Corte de Justicia corroboran plenamente esta apreciación. Ello explica que cuando una autoridad, cualquiera que sea, no cumple con una sentencia de amparo proceda separarla de su cargo y consignarla ante el Juez de Distrito que corresponda, a fin de que, en su caso, sea procesada y sentenciada. Todo ello significa que incurre en la conducta que motiva esas medidas y que puede ser constitutiva de delito, la persona que teniendo calidad de autoridad responsable en un juicio de amparo, o estando obligada a cumplir con una sentencia que concede la protección constitucional no lo hace dentro de las veinticuatro horas que previene el artículo 105 de la Ley de Amparo, como regla general o dentro del tiempo prudente que la naturaleza especial del acto amerite. Por tanto, si quien se encuentra en ese supuesto deja de desempeñar el cargo, no desaparece la responsabilidad en que incurrió durante el desempeño del mismo. Es obvio que de admitir lo contrario sería fácilmente burlado el riguroso sistema que la Constitución y la Ley de Amparo establecen para salvaguardar la eficacia de las sentencias de amparo, pues bastaría que se cambiara de puesto al funcionario que incurrió en desacato para que su conducta cayera en la impunidad; y lo más grave sería que, de admitir este sistema como lícito, se podría prorrogar indefinidamente el incumplimiento de las sentencias de amparo. Además, como las responsabilidades que se siguen del desacato son de carácter personal e incluso pueden dar lugar a una consignación penal, es imprescindible que la nueva autoridad comparezca al juicio de amparo que se encuentre en etapa de ejecución de sentencia y que ello esté probado fehacientemente, lo que exigirá, por regla general, que se le deba requerir el referido cumplimiento, con lo que el principio establecido en el artículo 105 citado, se rebasaría en exceso, o, lo que es más grave, daría lugar a que nunca se cumpliera la sentencia y nunca se pudiera proceder contra alguna autoridad responsable. por las consideraciones anteriores debe establecerse categóricamente que si un funcionario público incurrió en desacato, debe 180 consignársele ante el Juez de Distrito que corresponda, aunque ya no ocupe el cargo que desempeñó.”163 “APLICACIÓN EXACTA DE LA LEY PENAL, GARANTÍA DE LA, EN RELACIÓN AL DELITO DE VIOLACIÓN A LA SUSPENSIÓN. El artículo 206 de la Ley de Amparo, al establecer el tipo del delito de desobediencia al auto de suspensión debidamente notificado y hacer la remisión, para efectos de sanción, al de abuso de autoridad previsto por el artículo 215 del Código Penal Federal, no es violatorio de la garantía de exacta aplicación de la ley en materia penal, ya que los principios nullum crimen sine lege y nulla poena sine lege, en que descansa dicha garantía, se refieren a que un hecho que no esté tipificado en la ley como delito, no puede conducir a la imposición de una pena, porque a todo hecho relacionado en la ley como delito debe preverse expresamente la pena que le corresponda, en caso de su comisión. Tales principios son respetados en los preceptos mencionados, al describir, el primero de ellos, el tipo penal respectivo, y el segundo, en los párrafos penúltimo y último, la sanción que ha de aplicarse a quien realice la conducta tipificada. Así, la imposición por analogía de una pena, que implica también por analogía la aplicación de una norma que contiene una determinada sanción, a un caso que no está expresamente castigado por ésta, que es lo que proscribe el párrafo tercero del artículo 14 constitucional, no se surte en las normas impugnadas.”164 6. Responsabilidad Penal. Con mayor amplitud con respecto a las previsiones sobre responsabilidad administrativa y juicio político, en materia de responsabilidad penal, la CPEUM establece que la comisión de delitos por parte de cualquier servidor público será perseguida y sancionada en los términos de la legislación penal, y que las leyes determinarán los casos y las circunstancias en los que se deba sancionar finalmente por causa de enriquecimiento ilícito a los servidores públicos que durante el tiempo 163 Ius 2005. Registro 90903, Novena Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XII, noviembre de 2000, p. 6, Tesis P. LXXIV/2000 materia común. 164 Ius 2005. Registro 197,255, Jurisprudencia, Materia Penal, Constitucional, Novena Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VI, diciembre de 1997, Tesis: 1ª/J.46/97, p. 217. 181 de su encargo, o por motivos del mismo, por sí o por interpósita persona, aumenten substancialmente su patrimonio, adquieran bienes o se conduzcan como dueños sobre ellos, cuya procedencia lícita no pudiesen justificar; casos en los que las leyes penales sancionarán con el decomiso y con la privación de la propiedad de dichos bienes además de las otras penas que correspondan. No obstante, el sistema de responsabilidad penal obliga a distinguir tres supuestos: la que se aplica al presidente de la República, la que se aplica a los servidores públicos con fuero y la que se aplica a los servidores públicos sin fuero. En lo que respecta al presidente de la República, la Constitución establece, en sus arts. 108 y 111 que, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por los de traición a la patria y delitos graves del orden común; y que, en estos casos, será acusado ante la Cámara de Senadores, la que resolverá con base en la legislación penal aplicable. Desde luego que nada impide que el presidente sea juzgado penalmente tan pronto concluya su mandato, en el entendido de que, sólo a partir de entonces comienzan a correr los plazos de prescripción, según resolvió recientemente la SCJN.165 Por cuanto a los servidores públicos que no gozan de fuero constitucional, no existe ninguna condición especial que los distinga con respecto a cualquier persona en la persecución de los delitos que pudieren cometer. No obstante, tratándose de juzgadores, como se verá adelante, las legislaciones orgánicas federal y del Distrito Federal señalan que ningún juzgador podrá ser aprehendido si antes no lo autoriza el respectivo Consejo de la Judicatura, lo que en la práctica implica una especie de fuero para ellos, más no para los demás servidores de la justicia. Finalmente, en lo que hace a los servidores públicos con fuero constitucional, debe señalarse que para proceder penalmente contra los diputados y senadores al Congreso de la Unión, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral, los consejeros de la Judicatura Federal, los secretarios de despacho, los jefes de Departamento Administrativo, los diputados a la Asamblea del Distrito Federal, el 165 cfr. Valdés S., Clemente. La prescripción de los delitos de los gobernantes. Ediciones Coyoacán, México, 2003. 182 Procurador General de la República, el Procurador General de Justicia del Distrito Federal, el Consejero Presidente y los Consejeros Electorales del Consejo General del Instituto Federal Electoral, por la comisión de delitos durante el tiempo de su encargo, la Cámara de Diputados declarará por mayoría absoluta de sus miembros presentes en sesión, si ha o no lugar a proceder contra el inculpado. Si la resolución de la Cámara fuese negativa, se suspenderá todo procedimiento ulterior, pero ello no será obstáculo para que la imputación por la comisión del delito continúe su curso cuando el inculpado haya concluido el ejercicio de su encargo, pues la misma no prejuzga los fundamentos de la imputación. Si la Cámara declara que ha lugar a proceder, el sujeto quedará a disposición de las autoridades competentes para que actúen con arreglo a la ley. Para proceder penalmente por delitos federales contra los gobernadores de los Estados, diputados locales, magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia de los Estados y, en su caso, los miembros de los Consejos de las Judicaturas Locales, se seguirá el procedimiento ya señalado, pero en este caso la declaración de procedencia será para el efecto de que se comunique a las legislaturas locales para que en ejercicio de sus atribuciones procedan como corresponda. El efecto de la declaración de procedencia será separarlo de su encargo en tanto esté sujeto a proceso penal. Si éste culmina en sentencia absolutoria el inculpado podrá reasumir su función. Si la sentencia fuese condenatoria y se trata de un delito cometido durante el ejercicio de su encargo, no se concederá al reo la gracia del indulto. Las sanciones penales se aplicarán de acuerdo con lo dispuesto en la legislación penal; y tratándose de delitos por cuya comisión el autor obtenga un beneficio económico o cause daños o perjuicios patrimoniales, deberán graduarse de acuerdo con el lucro obtenido y con la necesidad de satisfacer los daños y perjuicios causados por su conducta ilícita, aunque si se trata de sanciones económicas, éstas no podrán exceder de tres tantos de los beneficios obtenidos o de los daños y perjuicios causados. 183 No se requerirá declaración de procedencia de la Cámara de Diputados cuando alguno de los servidores públicos sujetos de este sistema cometa un delito durante el tiempo en que se encuentre separado de su cargo, pero sí en caso de que el servidor público haya vuelto a desempeñar sus funciones o nombrado o electo para desempeñar otro cargo distinto de los enumerados. Vale mencionar, como ya se dijo, que las legislaciones orgánicas federal y del Distrito Federal establecen una especie de fuero a favor de los juzgadores, que condiciona su detención. De esta forma, la LOPJF, en su art. 81, confiere atribuciones al Consejo de la Judicatura Federal para: “FR. X.- Suspender en sus cargos a los magistrados de circuito y jueces de distrito a solicitud de la autoridad judicial que conozca del procedimiento penal que se siga en su contra. En estos casos, la resolución que se dicte deberá comunicarse a la autoridad que la hubiere solicitado. “La suspensión de los magistrados de circuito y jueces de distrito por parte del Consejo de la Judicatura Federal, constituye un requisito previo indispensable para su aprehensión y enjuiciamiento. Si llegare a ordenarse o a efectuarse alguna detención en desacato a lo previsto en este precepto, se procederá en términos de la fracción XIX del artículo 225 del Código Penal. El Consejo de la Judicatura Federal determinará si el juez o magistrado debe continuar percibiendo una remuneración y, en su caso, el monto de ella durante el tiempo en que se encuentre suspendido.” “FR. XI.- Suspender en sus funciones a los magistrados de circuito y jueces de distrito que aparecieren involucrados en la comisión de un delito, y formular denuncia o querella contra ellos en los casos en que proceda.” Por su parte, en el Distrito Federal, la LOTSJDF dispone lo siguiente: “Art. 32.- Son facultades del Tribunal Superior del Distrito Federal en Pleno: …… 184 “XVII. Revisar el cumplimiento de los requisitos que exige el artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la resolución que dicte el Juez de la causa, mediante la que determine la procedencia de la orden de aprehensión o comparecencia, cuando se hubiere ejercitado acción penal en contra de un Magistrado, Consejero o Juez en el desempeño de su cargo o con motivo de éste. De resultar procedente se asentará mediante acuerdo y éste se comunicará al Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, por conducto de su Presidente, para que proceda en términos de la fracción VII, del artículo 201 de esta ley.” “Art. 201. Son facultades del Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, las siguientes: ……… “VII. Ordenar, previa comunicación del Pleno del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, la suspensión de su cargo del Magistrado, Consejero o Juez de quien se haya dictado acuerdo respecto a la procedencia de la orden de aprehensión o comparecencia en su contra durante el tiempo que dure el proceso que se le instaure, así como su puesta a disposición del juez que conozca del asunto. “El Consejo podrá adoptar las medidas cautelares que correspondan para evitar que el inculpado se sustraiga a la acción de la justicia y, en su caso, ejecutará la destitución e inhabilitación que se imponga. “La detención que se practique en contravención a este precepto y sus correlativos, será sancionada en los términos que prevenga el Código Penal aplicable.” La responsabilidad por delitos cometidos durante el tiempo del encargo por cualquier servidor público, será exigible de acuerdo con los plazos de prescripción consignados en la ley penal, que nunca serán inferiores a tres años. No obstante, estos plazos se interrumpen en tanto el servidor público desempeñe alguno de los cargos protegidos por la declaración de procedencia (fuero constitucional). En el marco constitucional y legal de la actividad judicial hasta aquí expuesto, los delitos imputables a los juzgadores por el ejercicio de tal función, se configuran, en mi opinión, para 185 exigirles responsabilidad penal cuando administran justicia de manera dependiente o parcial, es decir, arbitrariamente y sin someterse únicamente al ordenamiento jurídico. Por ende, la exigencia de esta responsabilidad es a la vez el mecanismo que tienen los ciudadanos para protegerse de los abusos del poder judicial, que tiene como función la de tutelar los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos. Las garantías de independencia e imparcialidad están construidas a favor de los ciudadanos y no de los juzgadores. Esta dimensión de la responsabilidad penal tiene que vencer, sin embargo, una larga trayectoria de escasa exigencia de la misma. El control de los jueces por el ejecutivo con criterios políticos y disciplinarios que ha existido históricamente supuso al mismo tiempo una escasa responsabilidad frente a los destinatarios de la justicia, ante los que sí se hacía valer la independencia para impedir o dificultar el control. La concepción funcionaria del juzgador que predominaba le hacía compartir con el resto de los servidores públicos una situación privilegiada de cuasi inmunidad penal por la ilegalidad de sus actos, como lo demuestra la muy escasa instauración de procesos jurisdiccionales contra juzgadores. En cambio, la construcción del derecho penal aplicable a éstos ha servido como medida de control del poder judicial sobre el poder ejecutivo, como se refirió anteriormente, y un método efectivo de injerencia, en perjuicio de la independencia e imparcialidad. En consecuencia, a pesar de que desde el principio de nuestra codificación penal se han contemplado delitos que pueden cometer los juzgadores, siempre ha existido la consciencia de la práctica imposibilidad de exigir responsabilidad por dicha conducta, especialmente en materia federal; además, ha existido siempre una especie de pudor al mencionar la exigencia de responsabilidad criminal a los juzgadores en el ejercicio de su función. La exigencia de responsabilidad penal al juzgador no debe suponer una intromisión en la independencia judicial ni una desacreditación del prestigio o autoridad del juez, sino una institución destinada a sancionar los supuestos de grave vulneración de ese deber de vinculación exclusiva a la ley, en cuanto ello supone una lesión para el estado de derecho, pero siempre en la 186 medida en que los tipos y los procedimientos penales aplicables sean congruentes con los principios fundamentales del derecho penal analizados en el capítulo I. 7. Delitos contra la administración de justicia En nuestra historia jurídica166 pueden encontrarse precedentes de sanción penal por delitos cometidos por servidores públicos. Estos delitos no aparecen sistematizados, sino dispersos y mezclados con otros delitos. Así, siguiendo el análisis que María Inmaculada Ramos Tapia167 hace de la responsabilidad penal del juez en el derecho castellano histórico, se pone de manifiesto que en sus orígenes estos delitos están orientados a sancionar la deslealtad al “señor”, lo que se subraya en la época medieval en que surge una organización funcionarial en la que el rey es el centro del reino y ejerce el gobierno absolutamente a través de sus “oficiales”. En consecuencia, con los delitos cometidos por esos “oficiales” se quería proteger la actividad del Estado, en cuanto se castigaba su desempeño en contra de la voluntad estatal. La situación no cambió en la llamada edad moderna, pues en ella se produjo una personalización absoluta del poder político en el monarca y por ende el castigo de los ataques a la función pública estaba vinculado a las conductas que impedían el logro de los fines perseguidos por el rey. Como se desprende de lo anterior, en la edad media y en la edad moderna, el delito que podían cometer los juzgadores y que consistía en “dictar una resolución injusta” no se diferenciaba de los delitos que podían cometer el resto de los servidores públicos pues todos ellos actuaban por encargo o delegación del rey y, más adelante, del monarca. En los países cuya tradición jurídica ha influenciado la construcción del derecho mexicano, como es el caso de España, los juzgadores sólo pueden cometer un delito que se denomina “prevaricación judicial” y que consiste en dictar a sabiendas una resolución injusta. Ramos 166 167 Fuero Juzgo, Fuero Real, Las Partidas y la Novísima Recopilación. Op. cit. 187 Tapia168 escribe que las primeras referencias de la prevaricación se encuentran en el Digesto, título XV, libro 47, aunque referidas a la conducta del acusador en un juicio público, y en el título XI, libro 48, en que se recogen algunas hipótesis de prevaricación aunque muy parecidas al cohecho. La señalada autora sigue diciendo que la conducta prevaricadora del juez se castiga por primera vez en el Fuero Juzgo en donde se contemplan penas de azotes para el juez que juzga a sabiendas contra la verdad, o con muerte si impuso dicha pena a un inocente. En estos casos, no se sancionaba al juzgador por actuar contrariamente a derecho, sino por contravenir la verdad, lo cual es congruente con el origen moderno de la jurisdicción en la que se busca la verdad por sobre el derecho, aunque en la actualidad ocurre lo contrario. En Las Partidas se impone al juez que juzga contra derecho a sabiendas en un asunto civil la pena de infamia y privación del cargo, además de quedar obligado a indemnizar con sus bienes tanto como hizo perder; y en causa criminal, se le castiga a que reciba en su cuerpo la pena que hubiera impuesto injustamente. En esta época prevalece el derecho por sobre la verdad y se distingue la prevaricación del cohecho y se buscaba castigar al juez por el incumplimiento del deber asumido frente al rey de juzgar conforme a derecho, es decir, bajo el imperio único de la ley, con imparcialidad. En sus orígenes, el delito de prevaricación judicial se castigaba en la medida en que los juzgadores no se ajustasen a la manera querida por el rey para la realización de las funciones, supuesto que era el rey el que tenía poder absoluto para nombrar a todos los servidores públicos y era juez supremo tanto en causas civiles como criminales. De allí que el castigo al juez no respondía al respeto del derecho ni al correcto servicio a la comunidad sino al interés real en que los jueces ejercieron sus funciones en la manera querida por el soberano para conseguir, consolidar y mantener su gobierno. Como se expresó, fue a partir de la Ilustración cuando se constituyeron los principios de independencia del poder judicial, de legalidad o sujeción del juez únicamente a la ley, es decir, 168 Ídem. 188 de imparcialidad, como bases del concepto actual de la jurisdicción y del entendimiento de lo que hoy se entiende como prevaricación judicial en que los juzgadores ya no actúan como representantes del rey o del monarca, sino como titulares de una función pública establecida como garantía a favor de los individuos, en las relaciones de coordinación (jurisdicción) y de supra a subordinación (amparo) y de los órganos del Estado en sus respectivas relaciones de supraordinación (controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad). En México, la idea de sancionar la prevaricación judicial quedó radicada desde las primeras leyes independentistas y se ha mantenido hasta la fecha. No solo se ha tipificado como delito el dictar a sabiendas una resolución injusta, por contravenir la verdad y/o el derecho, sino que se han diseñado un conjunto de hipótesis encaminadas a castigar la actividad del juzgador cuando éste deniegue justicia o la retarde. Será motivo de análisis en el siguiente capítulo si todas las hipótesis típicas existentes responden a los principios fundamentales del derecho penal frente a los de la jurisdicción, analizados en los capítulos I y II, y si es necesario modificar el sistema penal y procesal penal que rige la actividad de los juzgadores, si es que éstos deben subsistir. De momento, es de mencionarse que las conductas típicas dirigidas a regular la actividad jurisdiccional se encontraban comprendidas ya en el texto original del CPF,169 que se aplicaba en toda la República en materia Federal y en el Distrito Federal en el orden común, en dos artículos: el 225 y el 226. El primero contenía un enunciado general y 9 hipótesis típicas distintas y el segundo, más propiamente a los juzgadores, señalaba 2 posibilidades delictivas. En la actualidad, el conjunto de conductas típicas dirigidas a regular la actividad jurisdiccional a que se refiere el CPF se encuentran incluidas en un solo artículo, el 225, que se encuentra comprendido bajo el rubro “Delitos cometidos contra la administración de justicia”, capítulo I, “delitos cometidos por los servidores públicos”, y que contiene 29 distintas hipótesis típicas afectatorias de la administración de justicia que pueden cometer los servidores públicos que participan en ella, entre ellos, los juzgadores. 169 Expedido por Pascual Ortíz Rubio, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, en uso de las facultades que le fueron concedidas por decreto de 2 de enero de 1931. 189 Su texto original sólo ha sido modificado en su primer párrafo y fracs. VI y IX; adicionado en sus fracs. X a la XXVI y modificando el art. 226, en 1984 (DOF del 13 de enero); la fr. XXVI, en 1986 (DOF del 17 de noviembre); las fracs. IX, X, XII, XVII y XX, en 1994 (DOF del 10 de enero); las fracs. XXVII, XXVIII y tres últimos párrafos en 1999 (DOF del 17 de mayo); y las fracs. XXVII y XXVIII y el párrafo tercero, y para adicionar la fr. XXIX en 2006 (DOF del 6 de junio). El enunciado original establecía: “Se impondrá suspensión de un mes a un año, destitución o multa de 50 a 500 pesos a los funcionarios, empleados o auxiliares de la administración de justicia que cometan alguno de los delitos siguientes:” En seguida, establecía 9 tipos delictivos en sendas fracciones que, salvo las VI y IX, continúan vigentes en los mismos términos. La fr. VI del texto original sancionaba lo siguiente: “Dictar u omitir una resolución o un acto de trámite violando algún precepto terminante de la ley, o contrario a las actuaciones de un juicio o al veredicto de un jurado, y siempre que se obre por motivos inmorales y no por simple error de opinión.” A partir de 1984, dicha fracción, de suma relevancia puesto que establece, en su primer enunciado, el delito de prevaricación judicial, dispone lo siguiente: “Dictar, a sabiendas, una resolución de fondo o una sentencia definitiva que sean ilícitas por violar algún precepto terminante de la ley, o ser contrarias a las actuaciones seguidas en juicio o al veredicto de un jurado; u omitir dictar una resolución de trámite, de fondo o una sentencia definitiva lícita, dentro de los términos dispuestos en la ley.” La fr. IX original establecía que sería delito “tratar en el ejercicio de su cargo con ofensa, desprecio o deshonestidad a las personas que asistan a su tribunal u oficina.” 190 Esa fracción fue sustituida por una hipótesis distinta en la reforma de 1984. Por su parte, el art. 226 original establecía que “La sanción será de 2 meses a 10 años de prisión, destitución o multa de 500 a 2,000 pesos, para los que cometan alguno de los delitos siguientes: I.- Dictar una resolución de fondo o una sentencia definitiva injustas, con violación de algún precepto terminante de la ley o manifiestamente contraria a las constancias de autos o al veredicto de un jurado, cuando se obre por motivos inmorales y no por simple error de opinión y se produzca daño en al persona, el honor o los bienes de alguien o en perjuicio del interés social; y II.- Aprovechar el poder, el empleo o el cargo para satisfacer indebidamente algún interés propio.” Con la reforma de 1984, los tipos penales antes aludidos quedaron incluidos, aunque con distinto texto, en el art. 225 y por tanto, desde entonces, con una modificación en 1991, el art. 226 del CPF consigna el delito de ejercicio indebido del propio derecho. Como ya se expresó, la reforma de 1984 modificó las fracs. VI y IX y creó otras tantas hasta llegar al número de XXVI. Con posterioridad, en 1986, se reformó la fr. XXVI creada en 1984, que no tutela la administración de justicia, sino cuestiones penitenciarias. En 1994, se modificaron las fracs. IX, X, XII, XVII, XX y se creó la XXVII. Las modificaciones, en congruencia con la reforma constitucional de ese mismo año, quedaron circunscritas a tutelar la actividad ministerial, salvo la que se modificó que sí se encuentra dirigida a la actividad jurisdiccional. Por su parte, en 1999 se modificó la fr. XXVI y se creó la fr. XXVIII y se reformó asimismo en sus últimos párrafos, concernientes al quantum de la pena. El 6 de junio de 2006, se reformaron las fracs. XXVII y XXVIII, así como el tercer párrafo, y se agregó la f. XXIX del art. 225, para substituir algunos signos de puntuación a efecto de dar 191 cabida a la nueva fracción y para incluirla en la penalidad, que no fue modificada en forma alguna. Es así que, hasta la fecha, el CPF sanciona los delitos cometidos contra la administración de justicia por los servidores públicos en los siguientes términos: Artículo 225.- Son delitos contra la administración de justicia, cometidos por servidores públicos los siguientes: I.- Conocer de negocios para los cuales tengan impedimento legal o abstenerse de conocer de los que les corresponda, sin tener impedimento legal para ello; II.- Desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les prohíba; III.- Litigar por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su profesión; IV.- Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen; V.- No cumplir una disposición que legalmente se les comunique por su superior competente, sin causa fundada para ello; VI.- Dictar, a sabiendas, una resolución de fondo o una sentencia definitiva que sean ilícitas por violar algún precepto terminante de la ley, o ser contrarias a las actuaciones seguidas en juicio o al veredicto de un jurado; u omitir dictar una resolución de tramite, de fondo o una sentencia definitiva lícita, dentro de los términos dispuestos en la ley. VII.- Ejecutar actos o incurrir en omisiones que produzcan un daño o concedan a alguien una ventaja, indebidos; VIII.- Retardar o entorpecer maliciosamente o por negligencia la administración de justicia; IX.- Abstenerse injustificadamente de hacer la consignación que corresponda de una persona que se encuentre detenida a su disposición como probable responsable de algún delito, cuando ésta sea procedente conforme a la Constitución y a las leyes de la materia, en los casos en que la ley les imponga esa obligación; o ejercitar la acción penal cuando no preceda denuncia, acusación o querella; 192 X.- Detener a un individuo durante la averiguación previa fuera de los casos señalados por la ley, o retenerlo por más tiempo del señalado por el párrafo séptimo del artículo 16 constitucional; XI.- No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si procede legalmente; XII.- Obligar al inculpado a declarar, usando la incomunicación, intimidación o tortura; XIII.- No tomar al inculpado su declaración preparatoria dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a su consignación sin causa justificada, u ocultar el nombre del acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito que se le atribuye; XIV.- Prolongar la prisión preventiva por más tiempo del que como máximo fije la ley al delito que motive el proceso; XV.- Imponer gabelas o contribuciones en cualesquiera lugares de detención o internamiento; XVI.- Demorar injustificadamente el cumplimiento de las providencias judiciales, en las que se ordene poner en libertad a un detenido; XVII.- No dictar auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las setenta y dos horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado ampliación del plazo, caso en el cual se estará al nuevo plazo; XVIII.- Ordenar o practicar cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley; XIX.- Abrir un proceso penal contra un servidor público, con fuero, sin habérselo retirado éste previamente, conforme a lo dispuesto por la ley; XX.- Ordenar la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad, o en casos en que no preceda denuncia, acusación o querella; o realizar la aprehensión sin poner al detenido a disposición del juez en el término señalado por el párrafo tercero del artículo 16 de la Constitución; XXI.- A los encargados o empleados de lugares de reclusión o internamiento que cobren cualquier cantidad a los internos o a sus familiares, a cambio de proporcionarles bienes o servicios que gratuitamente brinde el Estado para otorgarles condiciones de privilegio en el alojamiento, alimentación o régimen; XXII.- Rematar, en favor de ellos mismos, por sí o por interpósita persona, los bienes objeto de un remate en cuyo juicio hubieren intervenido; 193 XXIII.- Admitir o nombrar un depositario o entregar a éste los bienes secuestrados, sin el cumplimiento de los requisitos legales correspondientes; XXIV.- Hacer conocer al demandado, indebidamente, la providencia de embargo decretada en su contra; XXV.- Nombrar síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de interés común; XXVI.- Permitir, fuera de los casos previstos por la ley, la salida temporal de las personas que están recluidas; XXVII. No ordenar la libertad de un procesado, decretando su sujeción a proceso, cuando sea acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de libertad o alternativa; XXVIII. Dar a conocer a quien no tenga derecho, documentos, constancias o información que obren en una averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la ley o resolución de la autoridad judicial, sean confidenciales; y XXIX. Obligar a declarar a las personas que se mencionan en el artículo 243 Bis, del Código Federal de Procedimientos Penales170, acerca de la información obtenida con motivo del desempeño de su actividad. 170 “Artículo 243 Bis.- No estarán obligados a declarar sobre la información que reciban, conozcan o tengan en su poder: I. Los abogados, consultores técnicos y los notarios, respecto de los asuntos en los cuales hubieran intervenido y tengan información que deban reservarse para el ejercicio de su profesión; II. Los ministros de cualquier culto, con motivo de las confesiones que hubieran recibido en ejercicio del ministerio que presten; III Los periodistas, respecto de los nombres o las grabaciones, registros telefónicos, apuntes, archivos documentales y digitales y todo aquello que de manera directa o indirecta pudiera llevar a la identificación de las personas que, con motivo del ejercicio de su actividad, les proporcionen como información de carácter reservada, en la cual sustenten cualquier publicación o comunicado; IV. Las personas o servidores públicos que desempeñen cualquier otro empleo, cargo oficio o profesión, en virtud del cual la ley les reconozca el deber de guardar reserva o secreto profesional, y V. Los médicos cirujanos o especialistas y psicólogos clínicos, respecto de la información concerniente a la salud de sus pacientes, que conozcan con motivo de su ejercicio profesional. En caso de que alguna o algunas de las personas comprendidas en las fracciones anteriores manifiesten su deseo de declarar y cuenten con el consentimiento expreso de quien les confió el secreto, información o confesión, se hará constar dicha circunstancia y se recibirá su declaración o testimonio. La reserva de información que, por disposición de la propia ley, deben guardar los servidores públicos, se hará del conocimiento de la autoridad que requiera la declaración o testimonio y, en todo caso, se estará a lo dispuesto en la ley que rija las facultades del servidor público correspondiente. 194 A quien cometa los delitos previstos en las fracciones I, II, III, VII, VIII, IX, XX, XXIV, XXV y XXVI, se les impondrá pena de prisión de tres a ocho años y de quinientos a mil quinientos días multa. A quien cometa los delitos previstos en las fracciones IV, V, VI, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XXI, XXII, XXIII, XXVII, XXVIII y XXIX, se les impondrá pena de prisión de cuatro a diez años y de mil a dos mil días multa. En todos los delitos previstos en este Capítulo, además de las penas de prisión y multa previstas, el servidor público será destituido e inhabilitado de tres a diez años para desempeñar otro empleo, cargo o comisión públicos. Por su naturaleza típica (independientemente de las formas de participación), las conductas señaladas en las fracciones IX, X, XV, XXI y XXVI están dirigidas a autoridades distintas de las judiciales, del orden ministeriales o penitenciarias. Las conductas previstas en las fracciones II, III, IV, VII., VIII, XI, XII, XIV, XVI, XVIII, XXIV, XXVIII y XXIX admiten la autoría del juez o de cualquier otro servidor público tales y como el Ministerio Público, los ejecutores, secretarios de acuerdo y otros. Sólo las conductas señaladas en las fracciones I, VI, XIII, XVII, XIX, XX, XXII, XXIII, XXV y XXVII requieren necesariamente la autoría de un juzgador como sujeto activo del delito, supuesto que la acción núcleo sólo puede realizarla un juez. En el Distrito Federal se supera la falta de técnica legislativa que prevalece en la codificación federal. Bajo el Título Vigésimo intitulado “Delitos en contra del adecuado desarrollo de la justicia cometidos por servidores públicos”, Capítulo I “Denegación o retardo de la justicia y prevaricación” y Capítulo IV, “Delitos cometidos en el ámbito de la administración de justicia”, establece cinco artículos con una serie de conductas que, por su naturaleza, requieren Al servidor público que viole lo dispuesto en este artículo, se le aplicarán las penas a que se refiere el artículo 215 del Código Penal Federal, pero si el delito es cometido contra la administración de justicia, se le aplicarán las penas a que se refiere el artículo 225 del mismo ordenamiento.” 195 forzosamente de la calidad específica de ser juzgador en el sujeto activo. En otros artículos se establece lo propio para otros servidores públicos: Artículo 290. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cien a cuatrocientos días multa, al servidor público que: I. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que viole algún precepto terminante de la ley, o que sea contraria a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso; o II. No cumpla con una disposición que legalmente se le comunique por un superior competente. Artículo 291. Se impondrán prisión de uno a cinco años y de cincuenta a doscientos cincuenta días multa, al servidor público que: I. Conozca de un negocio para el cual tenga impedimento legal; II. Litigue por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su profesión, dirija o aconseje a las personas que litiguen ante él; III. Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja indebida; IV. Remate a su favor algún bien objeto de remate en cuyo juicio hubiere intervenido; V. Admita o nombre un depositario o entregue a éste los bienes secuestrados, sin el cumplimiento de los requisitos legales correspondientes; VI. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en su contra; o VII. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de interés común. La misma sanción se impondrá a quien, como intermediario de un servidor público, remate algún bien objeto del remate en cuyo juicio haya intervenido aquél. 196 Artículo 292. Se impondrán de uno a cinco años de prisión y de cincuenta a doscientos cincuenta días multa, al servidor público que: I. Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer un asunto que le corresponda por razón de su cargo o comisión; II. Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal, una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo o de trámite; III. Retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia; o IV. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo legal, un asunto pendiente ante él. Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cincuenta a trescientos días multa, al servidor público que: I. Ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o no preceda denuncia o querella; II. Obligue al inculpado a declarar; III. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley; IV. No tome al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél voluntariamente se puso a su disposición, u oculte el nombre del acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito que se le atribuye; V. No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las setenta y dos horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado la ampliación del plazo; VI. Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin sentencia definitiva, por más tiempo del que como máximo fija la Constitución; VII. Otorgue la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos previstos en el artículo 556 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal; VIII. Demore injustificadamente el cumplimiento de la resolución judicial en la que se ordena poner en libertad a un detenido; o 197 IX. Inicie un proceso penal contra un servidor público con fuero. Artículo 300. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cincuenta a trescientos días multa, al servidor público que durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia contra una persona, para evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito. Desde la entrada en vigor del CPDF, de los artículos antes transcritos, sólo se ha reformado el 299, en junio de 2004, para agregar la fr. VII -corriendo en su orden las posteriores-, que originalmente no existía. El resto de las disposiciones transcritas es texto original. Por otro lado, con fecha 7 de junio de 2006, con entrada en vigor al día siguiente, se emitió una Ley del Secreto Profesional del Periodista en el Distrito Federal (LSPPDF) que protege el secreto profesional de los periodistas y de las personas que, por razones profesionales, conozcan las fuentes de información, contra los ataques que lleven a cabo las autoridades de la Ciudad, incluida la judicial. Sus características principales son: a) Reconoce el derecho de mantener el secreto de identidad de las fuentes que le hayan facilitado información bajo condición de reserva (expresa o tácita) a favor de los periodistas, los colaboradores periodísticos, y cualquier persona que haya conocido, como consecuencia de su trabajo o relación profesional, la identidad de la fuente reservada. b) Los alcances del secreto profesional, son los siguientes: • En caso de que deban declarar como testigos, pueden reservarse y/o negarse a la revelación de sus fuentes de información. Así mismo, pueden ampliar la información consignada en su colaboración periodística. • No podrán ser requeridos por ninguna autoridad para informar sobre los datos y hechos de contexto que sean parte de la investigación periodística pero que no hayan sido publicados. 198 • No serán objeto de inspección ni de aseguramiento las notas, equipo, directorios, registros y archivos que pudieran llevar a la identificación de las fuentes de información. Los demás, sí. • Los titulares del derecho no serán inspeccionados en sus datos personales relacionados con su actividad con el propósito de obtener la identificación de las fuentes. En los demás casos, sí será posible. c) El derecho al secreto profesional implica que se haya contrastado y/o documentado la información. Este deber se cumplirá “en conciencia”. d) Los periodistas tendrán libre acceso a los registros, expedientes administrativos y, en general, a cualquier información recogida por las autoridades públicas que pueda contener datos de relevancia pública, con los únicos límites establecidos en la legislación sobre transparencia y acceso a la información encaminados a garantizar la intimidad de los particulares. e) Asimismo, tendrán libre acceso a todos los actos de interés público, públicos y privados. En todo caso, se le podrá exigir el pago normal de la entrada, en su caso. f) Los servidores públicos que contravengan lo dispuesto en la nueva ley, serán sancionados con pena de prisión de 1 a 6 años (delito no grave) y de 30 a 300 días multa, sin perjuicio de las sanciones administrativas que procedan. Este delito contiene problemas graves de legalidad, derivados de su ambigüedad y amplitud descriptiva. Es altamente probable que pueda ser declarado inconstitucional por los tribunales federales. De la lectura de las disposiciones antes señaladas se desprende que, en el Distrito Federal, con mejor técnica legislativa, salvo en lo que concierne a la LSPPDF, que contiene graves problemas de estricta legalidad en el delito que consigna, se establecen cuatro distintos delitos en que pueden incurrir los jueces: prevaricación (art. 290 f. I del CPDF), denegación de justicia (art. 291 y 299 f. IV del CPDF), retardo en la justicia (art. 290 f. II, 292 y 299 del CPDF) y, yo lo 199 llamaría, para su precisión, abuso de autoridad judicial (arts. 299 y 300 del CPDF, y 10 de la LSPPDF).171 Si se comparan ambas legislaciones se verá que, con todo y el desorden de la compilación federal, ambos compendios normativos establecen, con más o menos las mismas palabras, los tres delitos antes señalados; inclusive, el CPF señala más casos que su correlativo del Distrito Federal, que se han incluido en el apartado de denegación de justicia aunque algunos de ellos, p. ej. desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les prohíba, son de difícil clasificación por su cuestionable delictividad, como se abundará en el apartado correspondiente de este trabajo. Los siguientes cuadros comparativos así lo muestran: PREVARICACIÓN JUDICIAL CÓDIGO PENAL FEDERAL Artículo 225. Son delitos contra CÓDIGO PENAL DEL D.F. la Articulo 290. Se impondrán de dos a ocho administración de justicia, cometidos por años de prisión y de cien a cuatrocientos días servidores públicos los siguientes: multa, al servidor público que: VI.- Dictar, a sabiendas, una resolución de I. Dicte una sentencia definitiva o cualquier fondo o una sentencia definitiva que sean otra resolución de fondo que viole algún ilícitas por violar algún precepto terminante precepto terminante de la ley, o que sea de la ley, o ser contrarias a las actuaciones contraria a las actuaciones legalmente seguidas en juicio o al veredicto de un practicadas en el proceso. jurado.... DENEGACIÓN DE JUSTICIA CÓDIGO PENAL FEDERAL Artículo 225. Son delitos contra CÓDIGO PENAL DEL D.F. la Artículo 291. Se impondrán prisión de uno a 171 El CPDF llama a los delitos de los arts. 299 y 300 como “Delitos cometidos en el ámbito de la administración de justicia”, lo que resulta ambiguo y da lugar a confusión. 200 administración de justicia, cometidos por cinco años y de cincuenta a doscientos servidores públicos los siguientes: cincuenta días multa, al servidor público que: I.- Conocer de negocios para los cuales I. Conozca de un negocio para el cual tenga tengan impedimento legal…. impedimento legal. III.- Litigar por sí o por interpósita persona, II. Litigue por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su cuando la ley les prohíba el ejercicio de su profesión. profesión, dirija o aconseje a las personas que litiguen ante él. IV.- Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen. VII.- Ejecutar actos o incurrir en omisiones III. Ejecute un acto o incurra en una omisión que produzcan un daño o concedan a alguien que dañe jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja indebidos. una ventaja indebida. XXII.- Rematar, en favor de ellos mismos, IV. Remate a su favor algún bien objeto de por sí o por interpósita persona, los bienes remate en cuyo juicio hubiere intervenido. objeto de un remate en cuyo juicio hubieren intervenido. XXIII.- Admitir o nombrar un depositario o V. Admita o nombre un depositario o entregar a éste los bienes secuestrados, sin el entregue a éste los bienes secuestrados, sin el cumplimiento de los requisitos legales cumplimiento correspondientes. XXIV.- Hacer de los requisitos legales correspondientes. conocer al demandado, Sin correlación. indebidamente, la providencia de embargo decretada en su contra. 201 Sin correlación. VI. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en su contra. XXV.- Nombrar síndico o interventor en un VII. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea concurso o quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que haya sido abogado del deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el fallido, o a persona que tenga con el funcionario relación de parentesco, estrecha funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de amistad o esté ligada con él por negocios de interés común. interés común. II.- Desempeñar algún otro empleo oficial o Sin correlación. un puesto o cargo particular que la ley les prohíba. XXVIII. Dar a conocer a quien no tenga Sin correlación. derecho, documentos, constancias o información que obren en una averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la ley o resolución de la autoridad judicial, sean confidenciales. Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cincuenta a trescientos días multa, al servidor público que: XIII …. u ocultar el nombre del acusador, la IV ….. u oculte el nombre del acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito naturaleza y causa de la imputación o el delito que se le atribuye. que se le atribuye. 202 RETARDO EN LA JUSTICIA CÓDIGO PENAL FEDERAL Artículo 225. Son delitos contra CÓDIGO PENAL DEL D.F. la Artículo 290. Se impondrán de dos a ocho administración de justicia, cometidos por años de prisión y de cien a cuatrocientos días servidores públicos los siguientes: V.- No cumplir una disposición multa, al servidor público que: que II. No cumpla con una disposición que legalmente se les comunique por su superior legalmente se le comunique por un superior competente, sin causa fundada para ello. competente. Artículo 292. Se impondrán de uno a cinco años de prisión y de cincuenta a doscientos cincuenta días multa, al servidor público que: I.- ….. abstenerse de conocer de los que les I. Se abstenga, sin tener impedimento legal, corresponda, sin tener impedimento legal para de conocer un asunto que le corresponda por ello. razón de su cargo o comisión. VI.- … omitir dictar una resolución de II. Omita dictar deliberadamente, dentro del tramite, de fondo o una sentencia definitiva plazo legal, una sentencia definitiva o lícita, dentro de los términos dispuestos en la cualquier otra resolución de fondo o de ley. trámite. VIII.- Retardar o entorpecer maliciosamente o III. Retarde o entorpezca indebidamente la por negligencia la administración de justicia. administración de justicia. Sin correlación. IV. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo legal, un asunto pendiente ante él. 203 Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cincuenta a trescientos días multa, al servidor público que: XIII.- No tomar al inculpado su declaración IV. No tome al inculpado su declaración preparatoria dentro de las cuarenta y ocho preparatoria en audiencia pública y dentro de horas siguientes a su consignación sin causa las cuarenta y ocho horas siguientes a su justificada ….. consignación o al momento en que aquél voluntariamente se puso a su disposición … XVII.- No dictar auto de formal prisión o de V. No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las setenta y libertad de un detenido, dentro de las setenta y dos horas siguientes a que lo pongan a su dos horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado ampliación del plazo, caso en el solicitado la ampliación del plazo. cual se estará al nuevo plazo. XVI.- Demorar injustificadamente el VIII. Demore injustificadamente el cumplimiento de las providencias judiciales, cumplimiento de la resolución judicial en la en las que se ordene poner en libertad a un que se ordena poner en libertad a un detenido. detenido. ABUSO DE AUTORIDAD JUDICIAL CÓDIGO PENAL FEDERAL Artículo 225. Son delitos contra CÓDIGO PENAL DEL D.F. la Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho administración de justicia, cometidos por años de prisión y de cincuenta a trescientos servidores públicos los siguientes: días multa, al servidor público que: 204 XI.- No otorgar, cuando se solicite, la libertad Sin correlación. caucional, si procede legalmente. XX.- Ordenar la aprehensión de un individuo I. Ordene la aprehensión de un individuo por por delito que no amerite pena privativa de delito que no amerite pena privativa de libertad, o en casos en que no preceda libertad o no preceda denuncia o querella. denuncia, acusación o querella… XII.- Obligar al inculpado a declarar, usando II. Obligue al inculpado a declarar. la incomunicación, intimidación o tortura. XVIII.- Ordenar o practicar cateos o visitas III. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley. por la ley. XIV.- Prolongar la prisión preventiva por más VI. Prolongue injustificadamente la prisión tiempo del que como máximo fije la ley al preventiva, sin sentencia definitiva, por más delito que motive el proceso. tiempo del que como máximo fija la Constitución. Sin correlación. VII. Otorgue la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos previstos en el artículo 556 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal. XIX.- Abrir un proceso penal contra un IX. Inicie un proceso penal contra un servidor servidor público, con fuero, sin habérselo público con fuero. retirado éste previamente, conforme a lo dispuesto por la ley. 205 XXVII. No ordenar la libertad de un Sin correlación. procesado, decretando su sujeción a proceso, cuando sea acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de libertad o alternativa. Sin correlación. Artículo 300. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cincuenta a trescientos días multa, al servidor público que durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia contra una persona, para evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito. LEY DEL SECRETO PROFESIONAL DEL PERIODISTA EN EL DISTRITO FEDERAL. XXIX. Obligar a declarar a las personas que Artículo 10. Los servidores públicos que se mencionan en el artículo 243 Bis del contravengan lo dispuesto en esta ley, serán Código Federal de Procedimientos Penales, sancionados con pena de prisión de 1 a 6 años acerca de la información obtenida con motivo y de 30 a 300 días multa, sin perjuicio de las del desempeño de su actividad. sanciones administrativas que procedan. 7.1. Disposiciones comunes: A pesar de que soy partidario de la teoría final de la acción pues, como afirma Francisco Muñoz Conde, no se concibe un acto de voluntad que no vaya dirigido hacia un fin, pues la realidad de las acciones humanas es que éstas no son simple procesos causales, sino procesos causales 206 dirigidos hacia un fin,172 la legislación penal mexicana ha adoptado el sistema causalista173 de la acción tal y como se desprende de los arts. 18 y 19 del CPDF y sus correlativos en el CPF, de los que se deduce que la finalidad de la acción u omisión es relevante hasta el momento del análisis de la culpabilidad y una vez afirmada la tipicidad y la antijuridicidad. Para los efectos de esta investigación, por lo mismo, se seguirá el sistema adoptado en nuestra legislación. Sentado lo anterior, tratándose de los delitos contra la administración de justicia que cometen los juzgadores y con independencia del tipo de que se trate, las normas pretranscritas hacen derivar un conjunto de principios aplicables a todos ellos, cualquiera que sea su denominación, pues les son comunes. Dichos aspectos comunes se analizan en este apartado y son los siguientes: 7.1.1. Tipo objetivo: 7.1.1.1. Conducta.- Como se sabe, la conducta no es propiamente un elemento del tipo, sino un presupuesto al que deberán sumarse determinadas características específicas que habrán de convertirla en delictiva. La conducta es activa cuando implica movimientos corporales y omisiva cuando acontece una inervación o inactividad; la primera produce un resultado material y la segunda, si es simple, un resultado meramente formal o, si es compleja o compuesta, un resultado material. En la omisión simple se viola una norma perceptiva; en la comisión por omisión, una perceptiva y una prohibitiva. Tal y como está construido el sistema de delitos en contra de la administración de justicia, los tipos correspondientes contienen hipótesis que requieren conductas activas y otros para los que basta la simple omisión, aunque también se dan casos de comisión por omisión, como se verá en el análisis de cada uno de los grupos. En cuanto al elemento negativo de la conducta, es decir, la falta de conducta por inexistencia de voluntad, cabe recordar que, puesto que el derecho penal sólo se ocupa de acciones voluntarias, 172 Teoría general del delito. Ed. Tirant lo blanch, Valencia, España, 1989. Para la teoría causal, la acción es una conducta humana voluntaria pero, a diferencia de la teoría final, la teoría causal prescinde del contenido de la voluntad, es decir, del fin, y lo importante para establecer el concepto de acción es que el sujeto haya actuado voluntariamente; lo que haya querido sólo interesa en el marco de la culpabilidad, una vez afirmada la tipicidad y la antijuridicidad. 173 207 no habrá acción penalmente relevante cuando falte la voluntad, lo que ocurre en los siguientes casos: a) Fuerza irresistible, entendida como un acto de fuerza absoluta proveniente del exterior, es decir, de una tercera persona, que actúa materialmente sobre el agente, que no le deja ninguna opción (vis absoluta). Los impulsos irresistibles de origen interno (arrebato, estados pasionales) no se consideran fuerza irresistible porque no está ausente totalmente la voluntad, aunque pueden aparecer otras excluyentes, como la de trastorno mental transitorio. La fuerza irresistible carece de importancia, salvo raras hipótesis, en los delitos de acción; pero es importante en los delitos de omisión. La consecuencia principal de la apreciación de esta excluyente es que, el que violenta, empleando fuerza irresistible contra un tercero, responde como autor directo del delito cometido y el que actúe u omita violentado por la fuerza irresistible no sólo no responde, sino que su actuación u omisión es irrelevante penalmente. b) Movimientos reflejos, tales como las convulsiones epilépticas o los movimientos instintivos de defensa, no constituyen acción, ya que el movimiento no está en estos casos controlado por la voluntad. Distintos de los movimientos reflejos son las reacciones impulsivas o explosivas, en los que la voluntad participa, así sea fugazmente, y que por lo tanto no excluyen la acción. c) Estados de inconsciencia. También falta la voluntad en los estaos de inconsciencia, tales como el sueño, el sonambulismo, la embriaguez letárgica, etc. En estos casos los actos que se realizan no dependen de la voluntad y, por consiguiente, no pueden considerarse acciones penalmente relevantes. Aquí deben excluirse las actiones liberae in causa, que se analizarán más adelante. Sólo en casos inauditos podríamos encontrar procedencias de falta de conducta en los delitos contra la administración de justicia cometidos por los juzgadores, aunque sería posible en fuerza irresistible proveniente del ser humano y en estados de inconciencia p. ej. hipnosis dominante. 208 7.1.1.2. Resultado.- Se ha considerado que lo que caracteriza los delitos contra la administración de justicia cometidos por servidores públicos es la infracción del deber; faltar maliciosamente a la obligación de cargo que se desempeña, quebrantando el deber de fidelidad al mismo con afectación del prestigio del poder judicial. Bajo esta óptica, se adopta una perspectiva de defensa del interés del Estado en el cumplimiento de sus deberes en el ejercicio de la función por los juzgadores, en el entendido de que no toda falta de obligación merece el calificativo de delito, sino sólo las que se cometan a sabiendas, maliciosamente, voluntariamente, y no por error de inteligencia o de criterio, pues sólo quien así actúa quebranta el mandato aceptado, abusa de sus atribuciones, traiciona la confianza y autoridad que el poder público le ha confiado. El juzgador que comete cualquiera de los delitos de que se trata, menoscaba el ideal del buen funcionamiento de la administración de justicia como un valor propio del Estado con el que se auto-tutela. Por ello, para los partidarios de esta tendencia, que ha sido la dominante, los delitos contra la administración de justicia que cometen los juzgadores son infracciones disciplinarias elevadas a la categoría de delito pues suponen un ejemplo intolerable, y tienen los mismos fines que los que persigue la responsabilidad administrativa o disciplinaria: mantener a los juzgadores en la observancia de sus deberes y contribuir a la mejor organización del poder judicial de que se trate. En esta visión, el resultado es, en todos los casos, formal y los tipos se agotan con la mera conducta prohibida de los juzgadores, sin necesidad de que se cause daño o perjuicio a cualquiera de las partes o a un tercero, como si se exigía antes de 1984 al art. 226 del CPF. La perspectiva anterior ha sido criticada pues lleva a considerar como objeto de protección la relación de servicio entre el Estado y los juzgadores, entendida como un asunto interno que no concierne a los ciudadanos, para quien está dispuesta la jurisdicción. Privilegia el deber subjetivo de los juzgadores con el Estado sobre la función objetiva que deben prestar a los ciudadanos, como ocurre en estados autoritarios y tal concepción no responde a las exigencias de un derecho 209 penal democrático que quede limitado, como debe ser, a la protección de los intereses fundamentales que trasciendan a las necesidades básicas de los ciudadanos. No se olvide que los poderes del Estado existen para servir a los ciudadanos, depositarios originarios de la soberanía, y que nuestro sistema de justicia ha independizado normativamente a los juzgadores de la dependencia de los poderes ejecutivo y legislativo, aunque existen todavía algunos nudos que la impiden plenamente. Por ello, aunque era fácil entender los delitos contra la administración de justicia cometidos por los juzgadores como las infracciones más graves a sus deberes: resolver injustamente, denegar justicia, retardar justicia y abusar de la autoridad del cargo, en la actualidad dicha posición es insostenible pues aún y cuando los juzgadores tienen indiscutibles deberes frente al Estado y al Poder Judicial, no son órganos del Estado, sino del derecho, por lo que sus funciones no quedan jerárquicamente insertadas en ninguna organización, por más que ésta lo designe, promueva, sostenga y auxilie en el cumplimiento de sus determinaciones. A partir de la señalada detracción, se plantea la necesidad de un cambio de perspectiva en la consideración del bien jurídico tutelado y, por tanto, en la concepción de en lo que consiste el resultado, cuyo referente normativo sean los principios fundamentales de la administración de justicia ya analizados: independencia, imparcialidad y gratuidad, como se sostiene en esta investigación. Es decir, que los deberes cuya violación estén tutelados por le ley penal se deben seleccionar en cuanto su observancia garantiza el imperio del Derecho y el sometimiento de los juzgadores a éste como garantes de su efectiva realización. Bajo esta óptica, los distintos tipos podrían agotarse con la mera conducta de los juzgadores o podrían requerir un resultado material traducido en un perjuicio a los derechos e intereses de las partes o de terceros, lo que no acontece en la legislación nacional, y quedaría reservado al derecho administrativo la tutela de las obligaciones funcionarias de los juzgadores y su vigilancia disciplinaria para el cumplimiento de aquéllas, en abono a los principios fundamentales del derecho penal, ya analizados. 210 7.1.1.3. Bien jurídico tutelado.- El Título Décimo Primero del CPF contiene, en dos capítulos, los “Delitos cometidos contra la administración de justicia”. El capítulo I se refiere a los delitos cometidos por los servidores públicos y el II, al ejercicio indebido del propio derecho. Por su parte, el CPDF establece un Título Vigésimo intitulado “Delitos en contra del adecuado desarrollo de la justicia cometidos por servidores públicos”, que divide en 7 capítulos. El primero intitulado “Denegación o retardo de justicia y prevaricación”; el II, “Delitos en el ámbito de la procuración de justicia” el III, “Tortura”; el IV, “Delitos cometidos en el ámbito de la administración de justicia”; el V, “Omisión de informes médico forenses”; el VI “Delitos cometidos en el ámbito de la ejecución penal” y VII, “Evasión de presos”. De los capítulos a que se refiere la legislación local, sólo los I y IV están vinculados con la actividad jurisdiccional en estricto sentido; los demás se refieren a ámbitos conexos al desarrollo de la justicia. De lo antepuesto se sigue que, para nuestra legislación penal, el bien jurídico que tutelan los delitos en cuestión es la correcta administración de justicia, es decir, el cumplimiento de los deberes de los juzgadores, pues son ellos los únicos que pueden cumplir con el verbo rector: administrar justicia. En este sentido, Jiménez Huerta señala que se tutela la dignidad y rectitud de la actividad judiciaria, por lo que no es necesario que la conducta produzca daño en la persona o bienes de alguien en particular.174 Lo anterior es ambiguo y da lugar a interpretaciones demasiado abiertas toda vez que, el término administración de justicia es muy amplio, genérico, y no expresa nada en lo particular; si acaso un valor ideal. Tiene carácter multívoco y con él puede aludirse a diferentes conceptos, a saber: a) La administración de justicia como poder judicial de Estado.- Bajo esta concepción, se distingue ésta de la administración pública, como reflejo del principio de la división de poderes y se concibe como un servicio público específico del Estado. Esta concepción es cuestionable porque el Poder Judicial es independiente del Estado y dependiente del Derecho y su función se cumple como manifestación de un poder de Estado y no como un mero servicio público. 174 Op. Cit. 211 b) La administración pública como bien institucional.- Bajo este significado, se trata de proteger el prestigio y la confianza de los ciudadanos el ejercicio de poder judicial. Esta posición es inapropiada porque, entonces, sólo las infracciones a los deberes judiciales que provocasen desprestigio o desconfianza al poder judicial podrían alcanzar el rengo de delitos. Además, la desconfianza en el poder judicial no se deteriora tanto porque algún juzgador cometa el delito, sino por la creencia de que tal conducta quedará impune. c) La administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del derecho.- Esta interpretación implica que el juzgador actúa como un órgano del derecho, sin que, al realizarlo, se inserte jerárquicamente en alguna organización, sin perjuicio de que ésta lo designe, lo sostenga, lo promueva o le auxilie a cumplir sus determinaciones. Aquí lo que importa es la relación juez-derecho y no la de juez-ciudadano o juez-organización judicial, por lo que el juzgador se dimensiona como garante de la efectiva realización del derecho, del imperio del derecho, y por tanto, de la subsistencia de la propia realización del derecho. d) La administración de justicia como protección de los derechos e intereses de las partes en el proceso.- En esta perspectiva, se cuestiona si el objeto de protección de los delitos contra la administración de justicia que cometen los juzgadores son los derechos e intereses debatidos en el proceso, o si en el ilícitos de los delitos ya va implícita tal lesión. Aunque esta tendencia es de aceptable actualidad, en tanto el derecho penal deje de estar construido para proteger los intereses del Estado para transitar a la defensa de las personas y de los intereses sociales relevantes, no se admite por la mayoría de la doctrina porque para ello existen los recursos ordinarios y medios extraordinarios (amparo) y, en todo caso, habría que formular un tipo penal distinto con especial énfasis en la lesión a los derechos e intereses de las partes. e) La administración de justicia como derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.- Esta interpretación atiende a la eficaz observancia de la garantía establecida en el art. 17 de la CPEUM, ya analizada. No obstante, es criticable porque los delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores sólo pueden serlo dolosamente, toda vez que no se encuentran incluidos en los catálogos de delitos de comisión culposa; y si se toma en consideración que la efectiva tutela de la garantía de acceso a la jurisdicción también se 212 lesiona por el error judicial, aceptar esta interpretación sesgaría la garantía en cuestión al dejar impunes casos culposos que también quebrantarían el señalado derecho fundamental. La interpretación del término administración de justicia como realización del derecho parece la más acertada para los fines de clarificar cuál es el objeto de protección de los delitos que se analizan, sin perjuicio de admitir que es necesario preservar los derechos e intereses legítimos de las partes o de terceros y el efectivo acceso a la jurisdicción. De allí que resulte necesario apuntar, en reafirmación a lo señalado a propósito del resultado, que la antijuridicidad de la conducta no puede seguirse componiendo exclusivamente por la infracción de los deberes de los juzgadores frente al Estado, sino frente al derecho. Calificar el cumplimiento de un deber funcional como bien jurídico, desnaturaliza el concepto y comprensión de lo que es un bien jurídico tutelado por el derecho penal, por lo que es preciso determinarlo como potestad jurisdiccional o realización del derecho. Si en el capítulo II se analizaron los componentes esenciales de la función jurisdiccional y se concluyó que ellos son la independencia, la imparcialidad y la gratuidad, el bien jurídico a tutelar debe estar vinculado precisamente con tales valores y por tanto sólo deben establecerse como delictivas las conductas que los afecten. En consecuencia, el bien jurídico tutelado debe estar conectado con los deberes de independencia funcional e imparcialidad de los juzgadores frente a las partes y a los terceros175 pues, como se dijo, éstos han sido establecidos para favorecer el imperio del Derecho, no a los juzgadores ni a la organización a la que pertenecen. El fundamento de los delitos contra la administración de justicia cometidos por los juzgadores es la infracción de sus deberes de garantizar la realización del derecho en la administración de justicia, que es el bien jurídico que a los juzgadores les corresponde garantizar. La administración de justicia en este sentido no es una prestación de servicios a los ciudadanos por parte del Estado, sino una institución de la que depende la existencia del Estado de Derecho. 175 No así el de independencia como garantía o autonomía y el de gratuidad pues ellos son responsabilidad del sistema de justicia y no de los juzgadores, 213 Es importante señalar que no se trata de la protección de los deberes inherentes al correcto ejercicio de la función judicial, pues esos deberes son muy diversos y ni la infracción de los mismos justifica en todo caso la exigencia de responsabilidad penal ni constituyen siempre delitos contra la administración de justicia, sino otras figuras delictivas. Por ello, la esencia de los señalados delitos no reside en que el sujeto se aparte de sus deberes más propios y fundamentales teniendo en cuenta el cargo que ocupa o la profesión, sino que con los delitos contra la administración de justicia se protege penalmente el deber de resolver con vinculación exclusiva al derecho, pues en el cumplimiento de dicho deber por el juzgador descansa la propia institución de la administración de justicia en un Estado de Derecho. Por lo tanto, el interés social en sancionar la conducta del juzgador que actúa sin sujeción a Derecho parece, por tanto, evidente, al tratarse de comportamientos que cuestionan los presupuestos imprescindibles para el mantenimiento del orden social. Generalmente, como consecuencia de los delitos contra la administración de justicia, resultan afectados derechos fundamentales de los ciudadanos en la administración de justicia, como el derecho a la tutela judicial efectiva, el de igualdad en la aplicación de la ley, el de legalidad, el de presunción de inocencia y otros. También pueden resultar lesionados muy diversos derechos o intereses que se ventilan en el pleito y, como consecuencia de la ejecución de la resolución, pueden lesionarse derechos como la libertad o la propiedad. Sin embargo, el contenido material de los injustos no reside en la lesión de ninguno de esos derechos, cuya afección por las resoluciones injustas es contingente, sino en la infracción del deber de resolver con sujeción al ordenamiento jurídico. El deber de vinculación exclusiva al derecho como objeto de tutela en los delitos contra la administración de justicia contribuye, mejor que ningún otro objeto, a desvelar el contenido material del injusto, siempre y cuando el juzgador actúe a sabiendas, pues el fundamento del ilícito está en la infracción consciente por el juez de su deber esencial en la función jurisdiccional o en el desprecios, desinterés o indiferencia por actuar conforme al mismo. 7.1.1.4. Calidad específica del sujeto activo.- En todos los casos se exige la calidad específica de ser juzgador en el sujeto activo, sin perjuicio de la admisión de otras formas de participación. 214 La palabra juzgador se entiende en su sentido amplio, no sólo como jueces, magistrados y ministros, sino como todo individuo que desempeñe una función materialmente jurisdiccional, como ocurre en el caso de los tribunales de justicia fiscal y administrativa, las juntas de conciliación y arbitraje, e incluso los árbitros. Cualquier persona que desempeñe la jurisdicción en su sentido material puede ser sujeto activo de las conductas tipificadas ya señaladas, lo que se desprende de la naturaleza del delito aunque no se exija expresamente en el tipo. En este sentido coincide Marco Antonio Díaz de León, quien escribe que dentro de estos delitos se comprenden todos aquellos que afectan el servicio público de la administración de justicia y que cometen los servidores públicos encargados de administrarla por lo que para estos efectos no puede identificarse a la administración de justicia solo con la que desempeñan los órganos judiciales, los cuales, si bien es cierto, la prestan, en cambio no son los únicos en dicha función porque existen otros órganos con competencia para ello como las juntas de Conciliación y Arbitraje que no obstante no pertenecer al Poder Judicial, si en cambio administran justicia. En tal virtud, el factor determinante para señalar quién efectúa un acto de administración de justicia no será, necesariamente, que lo realice o provenga del poder judicial, sino, ello debe verse analizando la función de manera intrínseca así como quien la desempeña.176 Así se corrobora con el precedente jurisprudencial que enseguida se transcribe: “PREVARICACIÓN, DELITO DE. CARÁCTER NECESARIO DE FUNCIONARIO, EMPLEADO O AUXILIAR DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA (LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE MICHOACÁN). No actualiza el delito de prevaricación, el hecho de que un policía patrullero de la Dirección de Seguridad Pública y Tránsito del Estado sorprenda en flagrante delito a determinadas personas, y no las ponga a disposición de la autoridad correspondiente a cambio de cierto numerario; porque tal evento está contenido en el Código Penal del Estado, en el título octavo, capítulo VII, "Delitos contra la administración de justicia"; y el bien jurídico tutelado es todo lo relacionado con la impartición de justicia, sus órganos jurisdiccionales, procedimiento y demás aspectos, pues así lo revela el artículo 176 Código Penal Federal con comentarios. Segunda Edición, Edit. Porrúa, México, 1997, p. 376. 215 200, fracciones de la I a la X, cuyos actos u omisiones deben acontecer dentro del proceso; y como no puede considerarse a aquel servidor público como funcionario, empleado o auxiliar de la administración de justicia, pues dicha calidad implica que la persona tenga una actividad relacionada con la impartición de justicia, propia de los integrantes del Poder Judicial Local o de auxiliar de la propia función, por ello no se puede hablar de falta de auxilio a la administración de justicia cuando el hecho u omisión ocurrió en la procuración de ésta.”177 En abono de lo anterior, los siguientes precedentes jurisprudenciales, aunque no regulan exactamente el tema en análisis pues se refieren a los casos tipificados dirigidos a las autoridades administrativas, ya del Ministerio Público o penitenciarias, son congruentes con el criterio amplio aludido y, por tanto, apreciables por identidad jurídica substancial: “DELITOS COMETIDOS CONTRA LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. SON SUJETOS ACTIVOS LOS SERVIDORES PÚBLICOS TANTO DEL PODER EJECUTIVO COMO DEL PODER JUDICIAL (CÓDIGO PENAL FEDERAL). Para la debida interpretación del artículo 225 del Código Penal Federal, no debe entenderse como administración de justicia su concepto más restringido que se refiere a la función jurisdiccional de los tribunales, sino que es necesario atender a un sentido más amplio, que va desde la actividad desplegada por el Ministerio Público y la Policía Judicial que auxilia a dicha institución en la investigación y persecución de los delitos procuración de justicia-, hasta la ejecución de las sentencias, función que está a cargo del Poder Ejecutivo, pues así se desprende del análisis integral de las diversas fracciones del mencionado precepto legal, que contienen tipos penales en los que se sancionan conductas que pueden ser realizadas por servidores públicos de ambos poderes, y no sólo por aquellos relacionados con el Poder Judicial Federal, como son los Magistrados, Jueces, secretarios y actuarios.”178 177 Tercer Tribunal Colegiado del Décimo Primer Circuito. Amparo en revisión 74/98. Felipe Peña Bárcenas. 27 de agosto de 1998. Unanimidad de votos. Ponente: Moisés Duarte Aguíñiga. Secretaria: Martha Lilia Rodríguez López. Ius 2005: Registro 195,477, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VIII, Octubre de 1998, Tesis XI.3o.17 P, p. 1187. 178 Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito.- Amparo directo 135/2002. 5 de septiembre de 2002. Unanimidad de votos. Ponente: Ana Victoria Cárdenas Muñoz, secretaria de tribunal autorizada por la 216 “DELITOS CONTRA LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. LOS PUEDEN COMETER TANTO LOS PROCURADORES COMO LOS ADMINISTRADORES DE JUSTICIA (CÓDIGO PENAL FEDERAL). Si bien es cierto que el título decimoprimero del libro segundo del Código Penal Federal se denomina: "Delitos cometidos contra la administración de justicia", y su capítulo I: "Delitos cometidos por los servidores públicos", no debe interpretarse que los diversos delitos en él establecidos se dirijan únicamente a los servidores públicos de la administración de justicia, por no ser ese el sentido de la ley, toda vez que el título alude a la institución ofendida y el capítulo se refiere a quienes pueden cometer esos delitos; por lo que al referirse a la administración, debe entenderse dirigida a todos los servidores públicos, tanto de la administración como de la procuración de justicia, en atención a la naturaleza de las conductas previstas, que pueden ser cometidas igualmente por unos como por otros.”179 7.1.1.5. Calidad específica del sujeto pasivo.- Los tipos penales que componen el conjunto de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores, no exigen explícitamente alguna calidad específica en el sujeto pasivo. No obstante, por su naturaleza, todos ellos requieren la existencia de partes procesales (actor o demandado) o terceros ajenos a la controversia judicial con motivo de la que emerge la conducta delictiva, independientemente de que resientan un daño o perjuicio a sus intereses o derechos, por las razones ya expresadas, o de alguna otra persona sin cuya existencia no sería posible integrar la conducta típica, como p. ej., depositarios. 7.1.2. Tipo subjetivo: Comisión de Carrera Judicial del Consejo de la Judicatura Federal para desempeñar las funciones de Magistrada. Secretaria: Luz María Arizaga Cortés. No. Registro: 185,202, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XVII, Enero de 2003, Tesis III.1o.P.54 P, p.1760. 179 Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Primer Circuito. Amparo directo 563/2001. 24 de enero de 2002. Unanimidad de votos. Ponente: Raquel Aldama Vega. Secretario: Rolando Muñoz Robledo. Ius 2005: Registro: 187,253, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XV, Abril de 2002, tesis XXI.1o.56 P, p. 1245. 217 Los ordenamientos penales vigentes, tanto el CPF como el CPDF, en sus arts. 9º y 18, respectivamente, establecen que las formas de conducta se dan por dolo o culpa; que el dolo significa que el agente quiere o acepta su realización y que, por su parte, la culpa significa que el agente produce el resultado que no previó siendo previsible o previó confiando en que no se produciría en violación a un deber de cuidado que objetivamente era necesario observar. Ninguno de los ordenamientos penales en estudio establece que los delitos contra la administración de justicia cometidos por los juzgadores pueda ser de comisión culposa, por lo que en todos los casos es necesario que el juzgador quiera o acepte su realización, como condición necesaria de formación típica, sin necesidad de que las descripciones correspondientes exijan tal intencionalidad como elemento específico del delito, si bien la federal lo hace con respecto al delito de prevaricación judicial. Como es sabido, el error de tipo puede excluir el dolo necesario en tanto sea invencible. No obstante, en el caso de los delitos contra la administración de justicia que cometen los juzgadores, es inimaginable afirmar que el sujeto activo actúe bajo algún error invencible respecto de alguno de los elementos objetivos que integran la descripción legal del delito de que se trate, o que desconozcan la existencia de la ley o el alcance de la misma. Sería tanto como justificar que un perito en derecho, máxime un juzgador, cuya misión esencial es conocer y aplicar el derecho, pueda desconocer el derecho y hacerlo inculpable de una conducta que le es atribuible en su carácter de juzgador, es decir, de perito en derecho; de conocedor y aplicador del derecho, por lo que no es posible considerar la posibilidad del error de tipo. La siguiente tesis jurisprudencial, a pesar de ser histórica, recoge bien lo preseñalado: “ADMINISTRACION DE JUSTICIA, DELITOS COMETIDOS EN LA. Si el acusado concedió la libertad caucional a un procesado por el delito de homicidio, con violación del artículo 20 de la constitución federal que establece la libertad bajo caución para los casos en que el delito sea castigado con pena cuyo término medio aritmético no sea mayor de cinco años de prisión, toda vez que tratándose de homicidio 218 no solo el término medio sino el mínimo es mayor del tiempo que fija el artículo constitucional antes citado, y si se trata de un abogado que desempeñaba las funciones de juez de primera instancia, no puede aceptarse ni el desconocimiento de las leyes ni que se trate de un error de opinión y, por lo mismo, el tribunal señalado como responsable esta en lo justo al considerar acreditado el acto inmoral, por la parcialidad que demostró el acusado respecto a ese procesado al concederle la libertad bajo fianza contra lo dispuesto en leyes claras y terminantes que, por lo mismo, no necesitan interpretación ni dan lugar a duda o confusión.”180 Es un hecho que los juzgadores no pueden nunca pretender excluir el delito contra la administración de justicia que cometan alegando error de tipo. 7.1.3. Antijuridicidad.- Los delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores no admiten causa de justificación alguna de las consignadas en las fracs. III, IV, V y VI del art. 15 CPF y fracs. III, IV, V y VI del art. 29 del CPDF, por las siguientes razones: a) Porque en ningún caso es posible imaginar que un juzgador lleve a cabo la acción u omisión prohibidas con el consentimiento del titular del bien jurídico afectado o del legitimado legalmente para otorgarlo. Lo anterior es así toda vez que el bien jurídico que tutelan los delitos en análisis, es decir, la administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del derecho, no es de la titularidad de persona u organización alguna porque, como ya se dijo, el juzgador actúa como un órgano del derecho sin que en ello se inserte jerárquicamente en alguna organización, consecuencia de su independencia e imparcialidad, por lo que se dimensiona como garante de la efectiva realización del derecho a favor de la subsistencia del Estado de Derecho y, por supuesto, de los justiciables. Ni aún asumiendo que el Poder Judicial es el titular del bien jurídico tutelado, sería posible concluir que aquel puede disponer de éste y por tanto consentir en la conducta delictiva 180 Amparo penal directo 1842/53. Por acuerdo de la Primera Sala, de fecha 8 de junio de 1953, no se menciona el nombre del promovente. 26 de marzo de 1954. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Agustín Mercado Alarcón. El Ministro Teófilo Olea y Leyva no voto en este asunto. Ius 5. Registro 295,687, Tesis aislada, Materias Penal, Quinta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo CXXI, p. 2910. 219 imputable a los juzgadores porque la debida administración de justicia es un valor de orden público e interés social, como lo demuestra el conjunto de disposiciones jurisprudenciales que se han emitido en dicho sentido. Otro tema es considerar si, cuando las partes se abstienen de impugnar el acto jurisdiccional o de denunciarlo ante el Ministerio Público, están consintiendo la conducta típica. Desde luego que en estos casos no se justifica la acción u omisión típica, sino que se renuncia a la tutela del Estado, sin pasar por alto que en todos los casos se trata de delitos perseguibles de oficio sin que se establezca para ninguno de ellos algún requisito de procedibilidad. b) Tampoco es imaginable algún caso de delito contra la administración de justicia cometido por juzgadores en repulsión a una agresión real, actual o eminente y sin derecho, en defensa de bienes jurídicos propios o ajenos, siempre que exista necesidad de la defensa empleada y no medie provocación dolosa suficiente e inmediata. La defensa legítima, por consecuencia, tampoco es justificante en estos casos. c) En ninguno de los casos típicos que constituyen los cuatro conjuntos de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores, es posible considerar que el sujeto activo obre por la necesidad de salvaguardar un bien jurídico propio o ajeno, de un peligro real, actual o eminente, no ocasionado dolosamente por él, siempre que el peligro no sea evitable por otros medios y el juzgador no tuviere el deber jurídico de afrontarlo. Como ocurre con la defensa legítima, no es aplicable la justificante del estado de necesidad. d) Por último, tomando en consideración que el deber principal del juzgador es dirigir el proceso y resolver la controversia guiándose exclusivamente por el imperio del derecho, sin tomar en cuenta ningún factor o influencia ajena, proveniente del sistema o de las partes, lo cual dibuja bien la imagen de la justicia que es ciega, tampoco es dable considerar que un juzgador realice cualquiera de las conductas típicas en análisis en cumplimiento de un deber jurídico o en ejercicio de un derecho, siempre que exista necesidad racional de la conducta empleada para cumplirlo o ejercerlo. 220 No es posible, pues además resultaría contradictorio, que un juzgador violara sus principales deberes ya señalados, en ejercicio de un deber contrario; y la misma inconsistencia lógica tendría considerar justificada la violación de un deber incondicional por el ejercicio de un derecho a no cumplirlo o de una contra-norma, que en ninguna parte del ordenamiento jurídico existe, como sí la obligación ineludible de guiar procesos y resolver conflictos enmarcada en la prohibición de absolver la instancia establecida constitucionalmente para los juzgadores y la garantía de expeditéz de justicia consagrada en el art. 17 de la CPEUM. Tampoco es posible, en consecuencia, afirmar la posibilidad de justificar la conducta típica bajo las hipótesis del cumplimiento de un deber o del ejercicio de un derecho. 7.1.4. Imputabilidad y acción libre en su causa.- En todos los casos de tipificación de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores, la culpabilidad requiere, como presupuesto, que el sujeto activo tenga la capacidad de comprender el carácter ilícito del hecho típico o de conducirse de acuerdo con esa comprensión; circunstancias que rompe el padecer trastorno mental o desarrollo intelectual retardado. En principio, es imposible aceptar que un juzgador pueda lograr tan trascendente cometido sin tener la capacidad de comprender y de querer las conductas que realiza. Por lo contrario, de conformidad con los distintos sistemas de carrera judicial que se siguen en el ámbito federal en la ciudad de México, los candidatos a juzgadores deben aprobar una serie de requisitos y pruebas encaminadas a conocer sus capacidades intelectuales en general y conocimientos y experiencia jurídica, en particular. No se sabe de un solo caso en que se haya designado como juzgador a una persona que padezca trastorno mental o desarrollo intelectual retardado. Ahora bien, la naturaleza humana, de la que no escapan los juzgadores, implica que una persona sana pueda perder sus facultades mentales, o que su capacidad disminuya considerablemente. Bajo esta premisa, es válido imaginar que algún juzgador deje de gozar de salud mental o sufra una afectación en ella y que bajo dicho estado lleve a cabo la acción u omisión tipificada como delito. En estos casos, como sucedería con cualquier persona, si bien la conducta sería típica y antijurídica, no asumiría el carácter de culpable por faltar el presupuesto de la imputabilidad, o se 221 le sujetaría a tratamiento para imputables disminuidos, en los términos y con las condiciones establecidas en cada una de las respectivas legislaciones. No está de más señalar que cuando el juzgador hubiese provocado su trastorno mental para en ese estado cometer el hecho, no se le considerará inimputable por la aplicación de la imputabilidad por acción libre en su causa, lo que no requiere de mayor comentario. 7.1.5. Culpabilidad.- Como es sabido, la culpabilidad es un elemento esencial del delito, pues no es suficiente que una conducta sea típica y antijurídica, sino también que sea culpable, tal y como se deriva del principio esencial de Derecho Penal según el cual no hay acción sin voluntad, nulla actio sine culpa, analizado en el capítulo I, y que en síntesis implica que ningún comportamiento humano puede estimarse una acción delictiva si no es realizado con conciencia y voluntad por una persona capaz de comprender y de querer; condiciones destruibles por error de prohibición e inexigibilidad de una conducta diversa a la realizada por el sujeto activo. Tal y como ocurre con el error de tipo, en el caso de los delitos contra la administración de justicia que cometen los juzgadores es inimaginable afirmar que el sujeto activo actúe creyendo que está justificada su conducta. En cambio, bajo un análisis casuístico, sí podría ocurrir que el juzgador haya realizado la acción u omisión de que se trate en términos tales que no le sea racionalmente exigible una conducta diversa a la que realizó, en virtud de no haberse podido conducir conforme a derecho. Debe tenerse en cuenta que la causal de inculpabilidad conocida como no exigibilidad de otra conducta es un motivo de exclusión del delito de redacción amplia en la que caben distintos supuestos que pueden presentarse en la vida real; y que, por lo mismo, para su afirmación es necesario formular un juicio valorativo del caso concreto en que se encontraba el autor a efecto de saber si le era posible asumir otra opción que implicara no transgredir el ordenamiento punitivo. Para ello, es imprescindible tomar en cuenta sus características personales, habilidades personales y profesionales y en general las circunstancias que concurran en la realización de la conducta típica. 222 7.1.6. Condición objetiva de punibilidad: definitividad.- Se indica que los delitos contra la administración de justicia no se superponen con el sistema de recursos ya que mientras que éstos cumplen una función que tiende a defender los intereses y derechos de las partes procesales, los delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores se fundamentan, en el tipo subjetivo, que es propiamente la esencia de los tipos respectivos, pues el dictado de una resolución contraria a la ley, sin más, tiene alternativas específicas en el ordenamiento procesal aplicable, fuera del ámbito penal. De allí que la exigencia específica de dolo, ya porque forme parte del tipo o porque el delito no se encuentre incluido en el listado de delitos de comisión culposa, constituya el plus respecto a la infracción de la ley o decisión errónea que el ordenamiento permite y no sea necesario que la sentencia definitiva o resolución de fondo causen ejecutoria para que se agote la prevaricación judicial.181 De hecho, esa es la solución adoptada por la legislación mexicana, en tanto no establece circunstancia alguna que, sin pertenecer al injusto o a la culpabilidad, condicione persecución judicial o la imposición de la pena en los delitos contra la administración de justicia. En sentido contrario, se asevera que, si bien el derecho penal se encarga de proteger los bienes jurídicos más importantes para la sociedad, como la debida justicia, no por ello debe soslayar los principios de intervención mínima y de necesidad y de preservar los principios de independencia e imparcialidad, por lo que es necesario que las actuaciones judiciales incluidas en algunos de los tipos delictivos sean definitivas, en el sentido de que no admitan ningún recurso o medio de defensa por el que puedan ser modificadas o revocadas, por lo que debería de establecerse una condición objetiva de penalidad consistente precisamente en la firmeza de tales actuaciones, cual es posición del autor. El debate no es frívolo toda vez que la impugnabilidad de las determinaciones judiciales es una cualidad esencial de todo procedimiento jurisdiccional establecida a favor de las partes y a veces de terceros ajenos para revisar la legalidad y, en su caso, la constitucionalidad de aquellos, por lo 181 De alguna manera, el fundamento del ilícito penal recae, no en la lesión de un bien jurídico, sino en la concurrencia del elemento subjetivo y ello sólo puede explicarse por una concepción del ilícito penal como desvalor de acción o por una aceptación implícita de la infracción de un deber. 223 que sólo en tanto se agoten todas las instancias posibles podrá saberse si la sentencia o resolución de fondo resultan violatorias de un precepto terminante de la ley o de las constancias de autos y si el juzgador actuó a sabiendas, con el dolo específico que implican los delitos de que se trata. Esta última posición parece de mayor congruencia con los principios fundamentales del derecho penal y de mejor seguridad jurídica para el juzgador inculpado, aunque provoca discutir qué sucede si, admitiendo recurso, juicio o medio de defensa, no se hace valer por el interesado o se interpone extemporáneamente o si la conducta judicial no admite recurso ni juicio o medio de defensa. En estos casos, bastará la realización de la conducta judicial o su omisión para la tipicidad correspondiente, habida cuenta de que en estos casos no es posible la revisión de la legalidad o constitucionalidad de la conducta y, en consecuencia, desde su realización u omisión es definitiva. También provoca el problema de resolver si es admisible la tentativa en estos casos delictuales, en tanto que el Tribunal de Alzada revocase la resolución del juzgador de primera instancia, lo que podría significar que éste realizó todas las actividades encaminadas a cometer el delito, sin lograrlo en razón de que el tribunal superior revocó o modificó la determinación típica. En este sentido, admitir la incorporación de la condición objetiva de penalidad preseñalada implicaría negar la posibilidad de admitir la tentativa en estos casos. 8.- Prevaricación judicial. En su definición gramatical, prevaricar es faltar uno a la obligación de su oficio, quebrantando la fe, palabra, religión o juramento. Se ha considerado en la doctrina que lo que caracteriza a la prevaricación es la infracción del deber; faltar a la obligación de la autoridad o cargo que se desempeña. Aunque ninguno de los ordenamientos penales en estudio define lo que debe entenderse por prevaricación, la doctrina generalizada entiende que prevaricar consiste en faltar maliciosamente a los deberes que impone el ejercicio de un cargo o profesión.182 Por ello, en su concepción más 182 Cuello Calón, Eugenio. Derecho Penal, Tomo II, Editorial Bosh, 1975. 224 tradicional, prevaricar era la infracción de cualquier obligación de las típicamente descritas como tales (resolver injustamente, denegación de justicia, retardo de justicia), tal y como se refleja en el CPF, que no distingue las conductas que atentan contra la administración de justicia atribuibles a servidores públicos; y no es sino recientemente que, con mejor técnica legislativa, el CPDF distingue la prevaricación (resolver injustamente), de la denegación de justicia y del retardo de justicia. No obstante que el concepto de prevaricación utilizado por el CPF es muy amplio y que su acepción de infracción del deber del oficio o cargo que se desempeña, o en el abuso del cargo o función, quebrantando el deber de fidelidad al mismo, ha prevalecido en la fundamentación del delito, ello ha dado lugar a que el legislador tipifique cualquier conducta que implique incumplimiento al deber del oficio o abuso del cargo o función aunque con ello se trastoquen los principios fundamentales del derecho penal de legalidad en sentido estricto, de necesidad o economía del derecho penal, de lesividad u ofensividad del acto y acusatorio o de separación entre juez y acusación, analizados en el capítulo I. De allí que la sistematización de que se vale el CPDF, aunque no evita los abusos legislativos precitados, contribuya a entender con mejor precisión cuáles son las conductas que atentan contra la administración de justicia imputables a los juzgadores, y distinguirlas en cuatro grupos: la prevaricación o el resolver injustamente, la denegación de justicia, el retardo en la justicia, y el abuso judicial; distinción que se prefiere por las razones expresadas. En este sentido, Mariano Jiménez Huerta afirma que en la actualidad, la voz prevaricación se utiliza primordialmente para designar el delito cometido por los jueces y magistrados que a sabiendas dictan una resolución injusta; y aunque la legislación penal federal no utiliza la palabra prevaricación, la reconstrucción dogmática de sus preceptos permite concluir que el concepto gramatical y penalístico del término abarca su significación primordial en la fracción VI del art. 225 del CPF.183 183 Jiménez Huerta, Mariano. Derecho Penal Mexicano. Tomo V, segunda edición, Ed. Porrúa, México, 1983. 225 La prevaricación judicial, así, no sólo se centra en una conducta contraria al deber del cargo que afecta al prestigio de la justicia, sino que implica la traición de un deber altamente personal como lo es la imparcialidad en la dimensión del juzgador como resolutor de controversias al impartir justicia mediante la resolución correspondiente. Por ello es que la clasificación mostrada en los cuadros comparativos precedentes implica que la prevaricación judicial es el delito que cometen los juzgadores cuando dictan una sentencia definitiva o resolución de fondo en contravención a la ley o a las actuaciones del juicio. Impartir justicia mediante el pronunciamiento de la resolución correspondiente es lo que distingue el acto judicial del administrativo y del legislativo. Los jueces tienen encomendada la función sustantiva de aplicar la ley general a los casos concretos, como sucede con el acto administrativo, pero con la finalidad de resolver una controversia. Esta función sustantiva es aquella para la que está destinado esencialmente por mandato del constituyente. Aquí no se trata de que desempeñe el servicio de la justicia debidamente a lo largo del proceso, por cuyas omisiones los juzgadores podrían ser sancionados de denegación, retardo en la justicia o abuso judicial, sino del hecho mismo de impartir justicia; de resolver litigios. Es a lo anterior a lo que se refiere el CPF cuando sanciona con prisión el dictar, a sabiendas, una resolución de fondo o una sentencia definitiva que sean ilícitas por violar algún precepto terminante de la ley, o ser contraria a las actuaciones seguidas en juicio o al veredicto de un jurado; y a lo que también se dirige el CPDF al castigar con prisión a quien dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que violen algún precepto terminante de la ley o que es contraria a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso. Estos son los casos de prevaricación judicial (resolver injustamente). Del análisis de los arts. 225, fr. VI, primer enunciado del CPF y 290 fr. I del CPDF, se tiene que el tipo de prevaricación judicial exige los siguientes elementos: a) Una conducta de acción consistente en dictar una sentencia definitiva o una resolución de fondo. Para estos efectos, por sentencia definitiva debe entenderse la resolución jurisdiccional que decide el juicio en lo principal, es decir, que, con fuerza vinculativa para las partes, dirime 226 una controversia mediante la aplicación de la ley general al caso concreto. En ellas quedan comprendidas las de primera y segunda instancias; y quedan fuera de esta comprensión penalística otras resoluciones jurisdiccionales como los decretos, autos, sentencias interlocutorias, resoluciones que sin decidir el juicio en lo principal lo dan por concluido, etc., pues en ninguna de éstas se deciden cuestiones de fondo aunado a que, por su naturaleza, pueden ser reparadas en la sentencia definitiva, si es que se dictaron ilegalmente. De otra parte, aunque las sentencias definitivas son resoluciones de fondo, lo que el legislador quiso establecer al distinguir entre sentencias definitivas y resoluciones de fondo es que también constituyen el objeto material de este delito los laudos y todas aquellas determinaciones emitidas por autoridades o personas que desempeñen una actividad materialmente jurisdiccional, con independencia de la denominación que se asigne al fallo definitivo.184 Se discute si el auto de formal prisión es una resolución de fondo de las que señala el delito de prevaricación judicial. Quienes así lo aseveran, fundamentan su argumentación en la circunstancia de que tal determinación resuelve una de las etapas del procedimiento, la preinstrucción, y se regula por una disposición constitucional propia, el art. 19, que señala los requisitos condicionantes de la constitucionalidad del también llamado auto de bien preso, desarrollados en la legislación procesal secundaria. Sin negar veracidad a las premisas indicadas, sin embargo la conclusión es errónea. El auto de formal prisión no es una resolución de fondo porque no resuelve ninguna controversia. Sus efectos, importantes y trascendentes, consisten sobre todo en determinar el tema del proceso, definir la situación jurídica del indiciado y fijar el o los delitos y modalidades por los que se seguirá el proceso. No resuelve ningún conflicto, ninguna litis, pues ésta se fijará posteriormente una vez que el agente del Ministerio Público, en sus conclusiones, puntualice la acusación, que el juzgador no puede rebasar, y que es materia de la sentencia definitiva. A este respecto, véase la siguiente tesis de jurisprudencia: 184 En materia administrativa se conoce como resolución a toda determinación de fondo emitida en procedimientos materialmente jurisdiccionales. 227 “CONCLUSIONES DEL MINISTERIO PÚBLICO, EL JUEZ NO PUEDE REBASARLAS. El Ministerio Público tiene doble función, principal una y adjunta la otra. Es principal cuando, por ejemplo, entable, a nombre de la Nación, de un Estado, un juicio civil; cuando ejercita la acción penal. Y es parte adjunta cuando, por ejemplo, interviene en el amparo, en que la ley quiere asociarlo al juez simplemente para la correcta aplicación del Derecho. Ahora bien, la acción penal la ejercita el Ministerio Público propiamente en las conclusiones, que equivalen por todos conceptos al escrito de demanda en materia civil; si por cualquier motivo en ellas pide menos de lo que tiene derecho a pedir, el juez no puede darle más, por que esta plus-concesión equivaldría a suplir, a extender la acción penal, a interferir en las funciones persecutorias, substituyéndose el Juez al Ministerio Público. De manera que, así como el Juez Civil, ante una demanda por cierta cantidad, no puede sentenciar al pago de otra mayor, aunque las pruebas revelen que la obligación montaba a ésta, así el juez penal no puede rebasar las conclusiones, porque se retrocedería al sistema procesal de persecución de oficio en la parte en que se supliera y extendiera el ejercicio de la acción penal por el sentenciador.”185 Si el auto de formal prisión fuera una resolución de fondo, debería de resolver una controversia, un conflicto, lo cual no hace, independientemente de que pudiese marcar la culminación de una etapa procedimental y de la disposición normativa aplicable en cuanto a sus requisitos de procedencia; y si, como se afirma, el auto de formal prisión no es una resolución de fondo y, por tanto, no cabe considerarla dentro del tipo del delito de prevaricación judicial, por las mismas razones se sostiene que la orden de aprehensión tampoco lo es. b) Un elemento normativo consistente en que la sentencia o resolución de fondo violen algún precepto terminante de la ley. Aquí se trata de que la sentencia o resolución de fondo funde su sentido en un criterio abiertamente, notablemente, incuestionablemente, contrario a una 185 Ius 2005. Registro: 295,711, Tesis aislada, Materia Penal, Quinta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo CXXI, pág. 3051. 228 disposición normativa que no admita interpretación judicial o que haya sido interpretada en definitiva por la jurisprudencia de la SCJN. No se configura el elemento normativo si la norma admite interpretación judicial o ésta es incompleta por no existir jurisprudencia definida pues, en el control de la actividad de los juzgadores no existe opción de relegar a la responsabilidad penal, ni a ninguna otra, el incorrecto ejercicio de la función jurisdiccional en sentido estricto, es decir, interpretar los hechos y la norma y resolver un conflicto, por lo que se requiere una abierta contraposición entre los argumentos judiciales y la norma aplicable. Parafraseando el texto original del art. 226 del CPF, no se trata de sancionar los errores de opinión o de criterio, sino de la abierta contravención al texto de la ley. “No es cuestionable en la aplicación de la fracción en examen, si la resolución de fondo o la sentencia definitiva es abstracta u opinablemente injusta; lo que, en verdad, trasciende a la consideración típica es si comparativa y ópticamente comprobable ha sido dictada con violación de un precepto terminante de ley.”186 c) Alternativamente, un elemento normativo consistente en que la sentencia o resolución de fondo sean contrarias a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso. A diferencia de la hipótesis anterior, en que se sanciona al juez que ignora palmariamente el derecho, en este caso se erige como delito el desconocer los hechos procesalmente acreditados en el expediente mediante constancias con valor probatorio. En nuestro sistema jurisdiccional, el juez tiene el poder de determinar los hechos y el derecho. Para la determinación de los hechos se requiere el seguimiento de un conjunto de normas procesales y del seguimiento de una serie de formalidades reguladas en los ordenamientos adjetivos, para la seguridad jurídica de las partes. Son esas actuaciones las que determinan la verdad legal de los hechos, independientemente de que el procedimiento sea de naturaleza dispositiva o de búsqueda de la verdad histórica. Esta exigencia cuestiona que los procesos penales busquen conocer la vedad real más allá de la 186 Jiménez Huerta, Mariano. Op. cit., p. 457. 229 verdad formal, porque sólo lo que obre en el expediente podrá ser tenido como probatorio de un hecho. Algunas actuaciones practicadas en el proceso no admiten interpretación judicial por tener valor probatorio pleno, como sucede con las documentales públicas y las actuaciones de una averiguación previa, entre otras, y su existencia y glosa en el expediente hacen derivar hechos incontrovertibles. Otras constancias, en cambio, exigen interpretación judicial, como sucede con las pruebas testimoniales y los dictámenes periciales, entre otras, que no arrojan hechos incontrovertibles. Cuando un juzgador ignora hechos incontrovertibles o afirma como probados los que le sean contrarios, modifica la verdad legal sobre la que se sustenta el fallo y, por tanto, dicta una resolución injusta que da motivo a la sanción penal. Es importante señalar, por último, que dichas constancias o actuaciones deberán ser legalmente practicadas, es decir, habrán de haber llegado al sumario en cumplimiento de las formalidades establecidas para cada caso, por lo que la prueba ilegal no vincula al juzgador. En este sentido, vale tener presente la siguiente tesis de jurisprudencia aislada, no obligatoria, que no se comparte en esta investigación: “DELITOS COMETIDOS EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. SE ACREDITA EL ILÍCITO CUANDO EL JUZGADOR DICTA UN AUTO DE LIBERTAD CONTRARIO A LAS CONSTANCIAS DE AUTOS, PORQUE CONSTITUYE UNA RESOLUCIÓN DE FONDO QUE RESUELVE EL DERECHO SUSTANCIAL CONTROVERTIDO (LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE CHIAPAS). El artículo 276 del Código Penal para el Estado de Chiapas prevé una sanción privativa de libertad, destitución y pecuniaria para los funcionarios que dicten una resolución de fondo o una sentencia definitiva deliberadamente injusta, con violación de la ley o manifiestamente contrarias a las constancias de autos y se produzca con ello daño en la persona, el honor o bienes de alguien, o en perjuicio del interés social. Ahora bien, del análisis del precepto citado se advierte que uno de los elementos normativos para acreditar su existencia es que se dicte una "resolución de fondo"; por tanto, si la conducta antijurídica desplegada por el funcionario inculpado consistió en haber 230 dictado un auto de libertad contrario a las constancias del proceso en perjuicio del interés social, esa determinación reúne la característica de una resolución de fondo, porque en él se analizaron los elementos del cuerpo del delito, la naturaleza del mismo, el grado de participación del sujeto activo, con lo que puso fin a la fase procedimental que concluyó al vencimiento del término contemplado por el artículo 19 constitucional; además de que, en atención a su naturaleza, el auto de libertad resuelve el derecho sustancial controvertido, que no es otro que el de definir la actualización del derecho del indiciado a continuar en el disfrute de su libertad, por haber considerado que no existían elementos suficientes para instruirle proceso.”187 d) Alternativamente, un elemento normativo consistente en que la sentencia o resolución de fondo sean contrarias al veredicto de un jurado. En los casos que admiten la participación del jurado popular, en desuso en México, el jurado tiene la función de establecer la veracidad de los hechos sobre los cuales el juzgador aplicará el derecho. En este sentido, la norma federal se refiere al caso arriba analizado en que se ignoran o contradicen los hechos legalmente acreditados, solo que con la diferencia de que la hipótesis anterior atribuye al juez la facultad de determinar los hechos y en este caso tal competencia corresponde al jurado. e) El CPF establece dos elementos típicos adicionales a los señalados por el CPDF. El primero, subjetivo doloso, o dolo específico, consistente en dictar la sentencia o la resolución de fondo con la intención, con el deseo, con la conciencia, a sabiendas, de que lo está haciendo en contravención con la norma, con las actuaciones del juicio o con el veredicto del jurado. Este dolo es adicional al requerido en la culpabilidad y se erige como elemento del tipo, de comprobación forzosa desde el inicio del procedimiento, y revela precisamente la voluntad de actuar injustamente en desapego a su deber sustantivo de regirse con imparcialidad. Es trascendental que el CPDF no establezca el señalado elemento esencial del tipo, por sus consecuencias prácticas. Lo anterior es así porque, en una primera impresión, podría 187 Amparo en revisión 184/2000. 7 de septiembre de 2000. Unanimidad de votos. Ponente: Francisco A. Velasco Santiago. Secretario: Humberto Barrientos Molina. Segundo Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito. Ius 5. No. Registro 189,983, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XIII, Abril de 2001, Tesis XX.2o.12 P. p. 1054. 231 interpretarse que la prevaricación judicial puede cometerse culposamente cuando el juzgador actúa con negligencia o ignorancia inexcusables, como ocurre en otros países como España, Alemania o Italia. Sin embargo, tal consecuencia, a fin de cuentas, no sería relevante porque los delitos contra la administración de justicia no se encuentran contemplados en el catálogo limitado de delitos sancionables por comisión culposa establecido en el art. 76 del CPDF. Luego entonces, si se admite dogmáticamente que los juzgadores pueden cometer prevaricación judicial culposa, de toda suerte la legislación penal del Distrito Federal dejaría impune la conducta y ningún caso tendría incoar un proceso penal para llegar a tal conclusión. Lo más grave es que, toda vez que en la Ciudad de México basta la comprobación de la tipicidad y de la probable responsabilidad para iniciar un proceso penal, reservando el análisis del dolo a la sentencia definitiva, la circunstancia de que el CPDF no exija como elemento típico esencial el dolo específico del juzgador, hace posible la iniciación de procesos en contra de éstos, con todo lo que ello implica, incluyendo la suspensión temporal del juzgador, las molestias consabidas personales, familiares y económicas- y la afectación a la independencia judicial, para al final arribar al análisis del dolo y, entonces, en su caso, absolverlo, cuando ello debería de analizarse desde el principio de la averiguación; casos éstos en los que el daño a la independencia e imparcialidad judicial será irreparable y cundirá entre los demás juzgadores en perjuicio de la debida administración de justicia y, desde luego, de los ciudadanos. f) El segundo elemento adicional que se contiene en la legislación federal es la calificación de ilícita atribuible a la sentencia o resolución de fondo y que se erige en un elemento normativo. Así, el CPF califica como ilícita la sentencia o resolución de fondo que sea contraria a algún precepto terminante de la ley, a las actuaciones seguidas en el juicio o al veredicto de un jurado. Este elemento es redundante y por tanto el CPDF hace bien en no incluirlo en su descripción típica porque toda sentencia o resolución de fondo contraria a la ley o a las constancias de autos o al veredicto de un jurado es ilícita, sin necesidad de que dicha calificación se integre en el tipo penal puesto que todo él engloba una conducta ilícita y, por ello, delictiva. 232 g) Un objeto material consistente en una sentencia o resolución de fondo. En este sentido, el tipo penal, por su naturaleza, se refiere a la sentencia o resolución como documento y a la sentencia o documento como acto jurídico de decisión. Según ha determinado la SCJN en jurisprudencia definida, la sentencia, acto jurídico, consiste en la declaración que hace el juzgador respecto a determinada solución, en tanto que la sentencia, documento, constituye tan sólo la representación de ese acto jurídico, de tal manera que la sentencia documento es sólo la prueba de la resolución, no su substancia jurídica.188 h) La prevaricación judicial no exige ninguna circunstancia de lugar, tiempo, modo y ocasión, ni elementos específicos relacionados con la antijuridicidad o la culpabilidad que modifiquen las consideraciones generales ya expresadas. Es importante señalar, por último, que este delito es el de mayor trascendencia de los que pueden cometer los juzgadores, pues implica el trastocamiento más grave de sus deberes frente al derecho. No obstante, como se explicará en el capítulo siguiente, la redacción típica, especialmente en el Distrito Federal, y la forma en que está construido el sistema de procuración e impartición de justicia penal, han provocado que la prevaricación judicial – y los demás delitos motivo de este trabajo-, lejos de servir para fortalecer los valores de independencia e imparcialidad del juzgador, han provocado lo contrario. 9.- Denegación de justicia. El segundo conjunto de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores se agrupa bajo el epígrafe de denegación de justicia y se trata de los contenidos en el art. 225 fracs. I, II, III, IV, VII, XII, XIII, XIV, XXV y XXVIII del CPF y art. 291 fracs. I, II, III, IV, V, VI y VII del CPDF. 188 Ius 2005 Registro: 394,446, Jurisprudencia, Materia Común, Séptima Época, Cuarta Sala, Apéndice de 1995, Tomo VI, Parte SCJN, Tesis 490, p. 325. 233 La idea de administración de justicia implica el ejercicio del poder judicial del que están investidos los juzgadores durante los procesos jurisdiccionales y al momento de resolver las controversias (prevaricación judicial). A lo largo del proceso, los juzgadores son los directores de las etapas procesales y al mismo tiempo responsables del cumplimiento de una serie de deberes que tienen como fin crear condiciones adecuadas para que las normas procesales esenciales, es decir, la independencia e imparcialidad durante el juicio, se ostenten con el vigor formal que imponen las leyes procesales y orgánicas, y se considera que su infracción implica una negación irreparable a los derechos y prerrogativas de las partes y de los terceros afectados, en perjuicio de la debida administración de justicia como realización del derecho. En estos casos, el conjunto de delitos se conocen como denegación de justicia y participan de los aspectos comunes ya analizados, con las siguientes particularidades: 9.1. Deberes de independencia.- Los tipos penales que protegen la independencia de criterio del juzgador como director del proceso, cuya violación implica denegación de justicia, son los establecidos en los arts. 225 fracs. II y III CPF y 291 fr. II CPDF, y consisten en lo siguiente: a) Litigar por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su profesión (arts. 225 fr. III del CPF y 291 fr. II del CPDF). b) Desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les prohíba (art. 225 fr. II del CPF, sin correlación en el CPDF). Con los anteriores tipos penales, el legislador ha querido señalar que los juzgadores deben mantenerse ajenos al ejercicio de la abogacía en los tribunales, salvo la de juzgar, así como a cualquier otro empleo oficial o particular en los casos que la ley prohíba, de modo que se preserve la actividad jurisdiccional como la prioridad laboral del juzgador. Al prohibir al juzgador litigar por sí o por interpósita persona, también se busca evitar el tráfico de influencias y la consecuente afectación a la imparcialidad del juez ante quien litigue. No 234 obstante, la ley permite que en ciertos casos el juzgador si pueda litigar, como cuando se trata de asuntos que atañen a su interés, al de su cónyuge o parientes, en los términos dispuestos en la legislación aplicable en cada caso. En cuanto a la prohibición de desempeñar algún otro empleo oficial, puesto o cargo particular que la ley les prohíba, se pretende también preservar la actividad jurisdiccional como la prioridad laboral de los juzgadores y evitar que éste adquiera compromisos morales, afectivos, económicos o de cualquier otra índole con otro empleador distinto al poder judicial, que eventualmente comprometan su imparcialidad. Las únicas actividades profesionales adicionales que se permiten expresamente a los juzgadores son las académicas o de docencia, no remuneradas, e implícitamente, por no estar prohibidas, las que impliquen el ejercicio del comercio o de la profesión de licenciado en Derecho en ámbitos distintos al foro, aunque en este último caso pueden derivarse responsabilidades de orden disciplinario. 9.2. Deberes de imparcialidad.- Los tipos penales que llevan ínsitos la violación a los deberes de imparcialidad del juzgador como director del proceso y que implican denegación de justicia, son los contenidos en el art. 225 fracs. I, IV, VII, XIII, XIV, XXV y XXVIII del CPF y sus correlativos del CPDF y pueden agruparse en dos conjuntos, a saber: 9.2.1. Realizar conductas que rompan el desinterés con el que deben conducirse los juzgadores.- En este grupo de tipos penales, se encuentran los siguientes: a) Conocer de negocios para los cuales tengan impedimento legal (arts. 225 fr. I del CPF y 291 fr. I del CPDF). b) Rematar, a favor de ellos mismos, por sí o por interpósita persona, los bienes objeto de un remate en cuyo juicio hubieren intervenido (arts. 225 fr. XII del CPF y 291 fr. IV del CPDF). 235 La imparcialidad del juzgador como director del proceso descansa en el presupuesto de su falta de interés con respecto al negocio y a las partes. De haber cualquier interés, se presupone parcialidad judicial y el juzgador debe abstenerse de intervenir. Los tipos penales antes señalados protegen la falta de interés con que debe conducirse el juzgador, en atención a sus circunstancias personales y también en relación con el negocio en el que intervino. En cuanto a la falta de interés respecto a sus circunstancias personales, cabe recordar que la actividad jurisdiccional descansa en el presupuesto de la competencia, es decir, del ámbito, esfera o campo, dentro del cual un órgano jurisdiccional puede desempeñar válidamente sus atribuciones y funciones. En este sentido, el art.16 de la CPEUM señala que nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente. La teoría general del proceso distingue entre competencia en estricto sentido, como la referida al órgano jurisdiccional entendida como la medida del poder o facultad otorgado a un órgano jurisdiccional para conocer de un determinado asunto y ejercer sus funciones, también conocida como competencia objetiva, y la competencia personal, también conocida como competencia subjetiva, que no alude al órgano jurisdiccional sino a su titular, es decir, a la persona física encargada del desenvolvimiento de la función judicial. La competencia objetiva se rompe cuando el juzgador conoce de un asunto para el que no corresponde su intervención en virtud de razones de materia, fuero, grado, territorio, cuantía, turno, etc. La Constitución, los ordenamientos procesales y en especial las respectivas leyes orgánicas establecen con la debida precisión la distribución de competencias judiciales y su transgresión da motivo de planteamiento y discusión de conflictos competenciales, sin trascendencia penalística. La competencia subjetiva, en cambio, está establecida en las leyes procesales y orgánicas aplicables para garantizar la independencia personal del juzgador frente a la controversia y las partes, y su fundamento estriba en quitar el interés personal que pueda tener el juzgador en el 236 ejercicio de la hegemonía jurisdiccional, cuando éste pueda tener motivos de interés, simpatía, gratitud, reconocimiento, odio o amistad con alguna de las partes o cualquier interesado. A diferencia de la competencia judicial, la transgresión a la competencia subjetiva si tiene trascendencia penalística al tipificarse en ambas codificaciones como delito el conocer de negocios para los cuales se tenga impedimento legal. En estos casos, se considera que un juez impedido que dirige un proceso niega irreparablemente a las partes el pleno ejercicio de sus prerrogativas procesales, en perjuicio de su necesaria imparcialidad y, en consecuencia, de la debida administración de justicia. Normalmente, las legislaciones que contienen regulaciones sobre competencia subjetiva las hacen derivar en impedimentos, recusaciones y excusas. No obstante, el elemento normativo del delito contenido en las fracs. I de los arts. 225 del CPF y 291 del CPDF, se refiere exclusivamente a los impedimentos legales. Por tratarse de un elemento normativo, para su valoración habrá que estarse a los conceptos jurídicos propios sobre incompetencia subjetiva establecidas en las legislaciones respectivas. Así, el art. 146 de la LOPJF establece que los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los magistrados de Circuito, los jueces de Distrito, los miembros del Consejo de la Judicatura Federal y los jurados están impedidos para conocer de los asuntos, por alguna de las causas siguientes: “I.- Tener parentesco en línea recta sin limitación de grado, en la colateral por consanguinidad hasta el cuarto grado y en la colateral por afinidad hasta el segundo, con alguno de los interesados, sus representantes, patronos o defensores; II.- Tener amistad íntima o enemistad manifiesta con alguna de las personas a que se refiere la fracción anterior; III.- Tener interés personal en el asunto, o tenerlo su cónyuge o sus parientes, en los grados que expresa la fracción I de este artículo; 237 IV.- Haber presentado querella o denuncia el servidor público, su cónyuge o sus parientes, en los grados que expresa la fracción I, en contra de alguno de los interesados; V.- Tener pendiente el servidor público, su cónyuge o sus parientes, en los grados que expresa la fracción I, un juicio contra alguno de los interesados o no haber transcurrido más de un año desde la fecha de la terminación del que hayan seguido hasta la fecha en que tome conocimiento del asunto; VI.- Haber sido procesado el servidor público, su cónyuge o parientes, en los grados expresados en la misma fracción I, en virtud de querella o denuncia presentada ante las autoridades, por alguno de los interesados, sus representantes, patronos o defensores; VII.- Estar pendiente de resolución un asunto que hubiese promovido como particular, semejante a aquél que le es sometido para su conocimiento o tenerlo su cónyuge o sus parientes en los grados expresados en la fracción I; VIII.- Tener interés personal en asunto donde alguno de los interesados sea juez, árbitro o arbitrador; IX.- Asistir, durante la tramitación del asunto, a convite que le diere o costeare alguno de los interesados, tener mucha familiaridad o vivir en familia con alguno de ellos; X.- Aceptar presentes o servicios de alguno de los interesados; XI.- Hacer promesas que impliquen parcialidad a favor o en contra de alguno de los interesados, sus representantes, patronos o defensores, o amenazar de cualquier modo a alguno de ellos; XII.- Ser acreedor, deudor, socio, arrendador o arrendatario, dependiente o principal de alguno de los interesados; XIII.- Ser o haber sido tutor o curador de alguno de los interesados o administrador de sus bienes por cualquier título. XIV.- Ser heredero, legatario, donatario o fiador de alguno de los interesados, si el servidor público ha aceptado la herencia o el legado o ha hecho alguna manifestación en este sentido; XV.- Ser cónyuge o hijo del servidor público, acreedor, deudor o fiador de alguno de los interesados; 238 XVI.- Haber sido juez o magistrado en el mismo asunto, en otra instancia. No es motivo de impedimento para magistrados de los tribunales unitarios el conocer del recurso de apelación contra sentencias del orden penal cuando hubiesen resuelto recursos de apelación en el mismo asunto en contra de los autos a que se refieren las fracciones I al IX del artículo 367 del Código Federal de Procedimientos Penales; XVII.- Haber sido agente del Ministerio Público, jurado, perito, testigo, apoderado, patrono o defensor en el asunto de que se trata, o haber gestionado o recomendado anteriormente el asunto a favor o en contra de alguno de los interesados. Tratándose de juicios de amparo, se observará lo dispuesto en la Ley de Amparo; y XVIII.- Cualquier otra análoga a las anteriores.” En complemento a lo anterior, aplicable a todo el Poder Judicial Federal, la Ley de Amparo establece un catálogo de impedimentos, por tanto aplicable a la autoridad federal que conozca de juicios de amparo, en los siguientes términos: “Art. 66.- No son recusables los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los Magistrados de los Tribunales Colegiados de Circuito, los Jueces de Distrito, ni las autoridades que conozcan de los juicios de amparo conforme al artículo (37; pero deberán manifestar que están impedidos para conocer de los juicios en que intervengan, en los casos siguientes; I.- Si son cónyuges o parientes consanguíneos o afines de alguna de las partes o de sus abogados o representantes, en línea recta, sin limitación de grado; dentro del cuarto grado, en la colateral por consanguinidad, o dentro del segundo, en la colateral por afinidad; II.- Si tiene interés personal en el asunto que haya motivado el acto reclamado; III.- Si han sido abogados o apoderados de alguna de las partes en el mismo asunto o en el juicio de amparo; IV.- Si hubiesen tenido el carácter de autoridades responsables en el juicio de Amparo, si hubiesen aconsejado como asesores la resolución reclamada, o si hubiesen emitido, en otra instancia o jurisdicción la resolución impugnada. 239 V.- Si tuvieren pendiente algún juicio de amparo, semejante al de que se trata, en que figuren como partes: VI.- Si tuvieren amistad estrecha o enemistad manifiesta con alguna de las partes o sus abogados o representantes. En materia de amparo, no son admisibles las excusas voluntarias. Sólo podrán invocarse, para no conocer de un negocio, las causas de impedimento que enumera este artículo, las cuales determinan la excusa forzosa del funcionario. El ministro, magistrado o juez que, teniendo impedimento para conocer de un negocio, no haga la manifestación correspondiente, o que, no teniéndolo, presente excusa apoyándose en causas diversas de las de impedimento, pretendiendo que se le aparte del conocimiento de aquél, incurre en responsabilidad.” En el Distrito Federal, no es la legislación orgánica la que establece las causales de impedimentos de los juzgadores, sino los ordenamientos procesales. Así, el Código de Procedimientos Civiles, observable en materia civil, mercantil, familiar y del arrendamiento inmobiliario, establece, en su art. 170, lo siguiente: “Art. 170.- Todo magistrado, juez o secretario, se tendrá por forzosamente impedido para conocer en los casos siguientes: I.- En negocio en que tenga interés directo o indirecto; II.- En los negocios que interesen de la misma manera a su cónyuge o a sus parientes consanguíneos en línea recta, sin limitación de grados, a los colaterales dentro del cuarto grado, y a los afines dentro del segundo; III.- Siempre que entre el funcionario de que se trate, su cónyuge o sus hijos y algunos de los interesados, haya relación de intimidad nacida de algún acto civil o religioso, sancionado y respetado por la costumbre; IV.- Si fuere pariente por consanguinidad o afinidad, del abogado o procurador de alguna de las partes, en los mismos grados a que se refiere la fracción II de este artículo; V.- Cuando él, su cónyuge o alguno de sus hijos sean heredero, legatario, donante, donatario, socio, acreedor, deudor, fiador, fiado, arrendador, arrendatario, principal, 240 dependiente o comensal habitual de alguna de las partes, o administrador actual de sus bienes. VI.- Si ha hecho promesas o amenazas o ha manifestado de otro modo su odio o afecto por alguno de los litigantes. VII.- Si asiste o ha asistido a convites que especialmente para él diere o costeare alguno de los litigantes, después de comenzado el pleito, o si tiene mucha familiaridad con alguno de ellos, o vive con él, en su compañía, en una misma casa; VIII.- Cuando después de comenzado el pleito, haya admitido él, su cónyuge o alguno de sus hijos, dádivas o servicios de alguna de las partes; IX.- Si ha sido abogado o procurador, perito o testigo en el negocio de que se trate; X.- Si ha conocido del negocio como Juez, árbitro o asesor, resolviendo algún punto que afecte a la substancia de la cuestión, en la misma instancia o en otra; XI.- Cuando él, su cónyuge o alguno de sus parientes consanguíneos en línea recta, sin limitación de grados, de los colaterales dentro del segundo, o de los afines en el primero, siga contra alguna de las partes, o no ha pasado un año, de haber seguido un juicio civil, o una causa criminal, como acusador, querellante o denunciante, o se haya constituido parte civil en una causa criminal seguida contra cualquiera de ellas; XII.- Cuando alguno de los litigantes o de sus abogados es o ha sido denunciante, querellante o acusador del funcionario de que se trate, de su cónyuge, o de alguno de sus expresados parientes, o se ha constituido parte civil en causa criminal seguida contra cualquiera de ellos, siempre que el Ministerio Público haya ejercitado la acción penal; XIII.- Cuando el funcionario de que se trate, su cónyuge o alguno de sus expresados parientes sea contrario a cualquiera de las partes en negocio administrativo que afecte a sus intereses. XIV.- Si él, su cónyuge o alguno de sus expresados parientes sigue algún proceso civil o criminal en que sea Juez, agente del Ministerio Público, árbitro o arbitrador, alguno de los litigantes; XV.- Si es tutor o curador de alguno de los interesados, o no han pasado tres años de haberlo sido.” 241 Por su parte, el CPPDF, observable en procesos de la competencia objetiva de cualquier tribunal penal, señala lo siguiente: “Art. 522.- Son causas de recusación las siguientes: I.- Tener el funcionario íntimas relaciones de afecto o respeto con el abogado de cualquiera de las partes; II.- Haber sido el juez, su cónyuge o sus parientes consanguíneos o afines, en los grados que menciona la fracción VIII, acusadores de alguna de las partes; III.- Seguir el juez, o las personas a que se refiere la fracción anterior, contra alguno de los interesados en el proceso, negocio civil o mercantil, o no llevar un año de terminado el que antes hubiere seguido; IV.- Asistir durante el proceso a convite que le diere o costeare alguna de las partes; tener mucha familiaridad o vivir en familia con alguna de ellas; V.- Aceptar presentes o servicios de alguno de los interesados; VI.- Hacer promesas, prorrumpir en amenazas o manifestar de otra manera odio o afecto a alguna de las partes; VII.- Haber sido sentenciado el funcionario en virtud de acusación hecha por alguna de las partes; VIII.- Tener interés directo en el negocio, o tenerlo en su cónyuge, parientes consanguíneos en línea recta, sin limitación de grados, o colaterales consanguíneos o afines dentro del cuarto grado; IX.- Tener pendiente un proceso igual al que conoce, o tenerlo sus parientes expresados en la fracción anterior; X.- Tener relaciones de intimidad con el acusado; XI.- Ser, al incoarse el procedimiento, acreedor, deudor, socio, arrendatario o arrendador, dependiente o principal del procesado; XII.- Ser o haber sido tutor o curador del procesado, o haber administrado por cualquiera causa sus bienes; XIII.- Ser heredero presunto o instituido, legatario o donatario del procesado; XIV.- Tener mujer o hijos que, al incoarse el procedimiento, sean acreedores, deudores o fiadores del procesado, y 242 XV.- Haber sido magistrado o juez en otra instancia, jurado, testigo, procurador o abogado, en el negocio de que se trate, o haber desempeñado el cargo de defensor del procesado.” En materia de impedimentos aplicables en los procedimientos penales en el Distrito Federal, resulta interesante la tesis jurisprudencial que enseguida se transcribe, cuenta habida de que su criterio toral es aplicable en casos análogos: “IMPEDIMENTOS DE SERVIDORES PÚBLICOS, DELITOS CONTRA LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN RELACIÓN CON. SON ESTRICTAMENTE LOS SEÑALADOS EN EL ARTÍCULO 522 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES PARA EL DISTRITO FEDERAL. De la interpretación armónica de la fracción I del artículo 225 del Código Penal, es evidente que el impedimento legal a que se refiere dicha fracción, es uno de aquellos señalados específicamente en el artículo 522 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, con el fin de evitar la parcialidad en la emisión de las resoluciones respectivas. De manera que si la conducta del quejoso consiste en que en los últimos días de sus vacaciones se presentó al turno del juzgado correspondiente, y actuando como titular que era, resolvió la situación jurídica de varios inculpados respecto de diversas causas penales, sería obvio que su proceder no se adecuaría exactamente a ninguno de los impedimentos señalados en el aludido precepto legal de la ley procesal penal, y por tanto, no constituiría el delito contra la administración de justicia, toda vez que al reintegrarse el titular del juzgado a éste, asume con plenitud de jurisdicción su cargo y, por ende, el secretario en funciones por ministerio de ley inmediatamente cesa en su encargo, debido a la dependencia jerárquica existente, independientemente del trámite administrativo interno de dar el aviso respectivo a quien correspondiere, ya que dicho trámite no debe afectar a la administración de justicia.”189 189 Amparo en revisión 929/99. 15 de noviembre de 1999. Unanimidad de votos. Ponente: Carlos Hugo Luna Ramos. Secretaria: Miriam Sonia Saucedo Estrella. Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal Del Primer Circuito. Ius 5 Registro 191,928, tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XI, Mayo de 2000, tesis I.1o.P.66 P, p. 942. 243 Por lo que toca a la falta de interés del juzgador con respecto al negocio, debe tenerse en cuenta que resulta oprobioso a los ojos del legislador que el funcionario judicial que dirigió el proceso se auto-remate algún bien que esté sujeto a remate en dicho proceso, pues ello supone el ejercicio de la actividad jurisdiccional con fundamento en un interés del juzgador con respecto a un negocio en el que en todo tiempo debe mantenerse al margen. Permitir la conducta en cuestión, daría a los juzgadores la posibilidad de ser jueces y partes interesadas, lo que rompería notablemente el principio de imparcialidad judicial, independientemente de que ello sea, en efecto, penalísticamente relevante. 9.2.2. Realizar conductas que rompan el equilibrio procesal y la igualdad de las partes.- El segundo conjunto de tipos que protegen la imparcialidad de los juzgadores a lo largo del juicio se centra en la necesidad de preservar la igualdad y el equilibrio procesal entre las partes en términos tales que en todo momento el juzgador les de el mismo tratamiento y ambas tengan garantizado el efectivo ejercicio de sus derechos procesales y prerrogativas. Para el legislador federal y local, las conductas judiciales que rompen la igualdad y el equilibrio procesal entre las partes, son las siguientes: a) Ejecutar actos o incurrir en omisiones que dañen jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja indebida (arts. 225 fr. VII del CPF y 291 fr. III del CPDF). b) Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen (arts. 225 fr. IV del CPF y 291 fr. II del CPDF). c) Admitir o nombrar un depositario o entregar a éste los bienes secuestrados, sin el cumplimiento de los requisitos legales correspondientes (arts. 225 fr. XIII del CPF y 291 fr. V del CPDF). d) Hacer conocer el demandado, indebidamente, la providencia de embargo; o dar a conocer a quien no tenga derecho, documentos, constancias o información que obren en una 244 averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la ley o resolución de la autoridad judicial, sean confidenciales (art. 225 fracs. XXIV y XXVIII del CPF, sin correlación en el CPDF). e) Inducir a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en su contra (art. 291 fr. VI del CPDF sin correlación en el CPF). f) Nombrar síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de interés común (arts. 225 fr. XXV del CPF y 291 fr. VII del CPDF). g) Ocultar el nombre del acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito que se le atribuye (arts. 225 fr. XIII del CPF y 299 fr. IV del CPDF). Los casos de denegación de justicia, tienen el común denominador de que en todos ellos se exige una conducta positiva del sujeto activo; de acción, que produce el resultado, a diferencia de la denegación de justicia en que la conducta del juzgador es de carácter omisivo. Además, todos ellos establecen numerosos elementos normativos de valoración jurídica y otros tantos de valoración cultural, y por tanto se produce un amplio margen de discrecionalidad en la determinación de las conductas concretas que se subsumirán al tipo. De lo que se trata es evitar todo rompimiento en el equilibrio procesal entre las partes o que se les brinde un trato desigual por parte de los juzgadores. Por ello, en la mayoría de los casos se trata de delitos de mera conducta que no requieren de un resultado material, aunque en otros si se requiere una mutación en el mundo externo, como daños y ventajas, entrega de bienes secuestrados y nombramientos de síndicos o interventores, aunque ello no necesariamente repercuta en la decisión final del proceso. Tal y como se desprende del análisis de los casos de denegación de justicia, la legislación penal federal está redactada en términos tales que suponen la pluralidad de conductas del juzgador en 245 casi todos los casos, al contrario que la del Distrito Federal en la que queda claro que basta una sola conducta para la integración del tipo, lo que constituye una diferencia relevante frente al principio de legalidad. No debe perderse de vista que la sola constatación de alguna violación a los deberes de independencia e imparcialidad del juzgador como director de proceso y que tutelan los delitos de denegación de justicia, no significa que éste actuará indefectiblemente en forma dependiente o parcial. No obstante, el legislador preestablece un conjunto de causas que presumen la violación a dichos deberes con trascendencia penal suficiente para colmar los tipos de que se trate, por lo que en ningún caso es necesario acreditar que en el caso concreto el juzgador emitió un acto jurisdiccional que haya causado una afectación concreta a las partes, de donde se sigue que el resultado es formal al tratarse de un delito de mera conducta. La jurisprudencia nacional es más amplia en lo que toca a la interpretación de la conducta típica consistente en ejecutar actos o incurrir en omisiones que dañen jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja indebida (arts. 225 fr. VII del CPF y 291 fr. III del CPDF), lo que no ocurre con el resto de las hipótesis delictivas. Las tesis más relevantes son las siguientes: “ARTICULO 225, FRACCION VII, DEL CODIGO PENAL FEDERAL, INTERPRETACION DEL. El artículo 225, en su fracción VII, del Código Penal Federal dispone que son delitos contra la administración de justicia cometidos por servidores públicos, el ejecutar actos o incurrir en omisiones que produzcan un daño o concedan a alguien una ventaja indebidos. Ahora bien, del análisis de la fracción citada, se advierte que la esencia del delito radica en la alteración del equilibrio procesal de las partes que intervengan en un procedimiento, y que tengan como resultado que se cause un daño o se conceda a alguien una ventaja indebidos, por lo que si la conducta desplegada por el reo se hizo consistir en la abstención de detener al conductor de un autobús de pasajeros en el que se descubrió que viajaban cinco indocumentados y dos más en el guardaequipaje, es evidente que tal conducta no encuadra dentro de la figura legal antes descrita, ya que no se ve qué ventaja pudo haberle concedido al acusado el omitir detenerlo, pues en todo 246 caso el incumplimiento del deber legal de detenerlo "in fraganti" posiblemente dé lugar a otro diverso ilícito, por lo que la condena impuesta al quejoso implica la aplicación inexacta de una pena por una conducta distinta de la que prevé la hipótesis legal en comento, lo que trae como consecuencia que debe concederse el amparo y protección de la Justicia Federal impetrados.”190 “VENTAJA INDEBIDA. NO SE INTEGRA SI NO ROMPE EL EQUILIBRIO PROCESAL QUE RIGE A TODA CAUSA. El ilícito previsto en la fracción VII del artículo 225 del Código Penal Federal, determina que incurren en delitos contra la Administración de Justicia, aquellos servidores públicos que: Ejecuten actos o incurran en omisiones que produzcan un daño o concedan a alguien una ventaja indebida. Por lo que no puede considerarse como "ventaja indebida" aquella acción que no rompe el equilibrio procesal que rige toda causa; y, en consecuencia, no se origina el daño o la obtención de un beneficio con ese actuar.”191 “DELITO CONTRA LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA COMETIDO POR SERVIDOR PUBLICO. El ilícito previsto en la fracción VII del artículo 225 del Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común y aplicable en toda la República tratándose del Fuero Federal, en su hipótesis de "ejecutar actos o incurrir en omisiones" que "concedan a alguien una ventaja indebida", prevé aquellas situaciones en donde el servidor público, en el desempeño de sus funciones, en forma ilegal actúa o deja de hacerlo, con el ánimo de favorecer a alguna persona en el asunto o controversia sometido a su conocimiento, con violación al principio de equilibrio o igualdad de las 190 Amparo directo 152/96. Francisco Ulises Espinoza Sánchez. 26 de agosto de 1996. Unanimidad de votos. Ponente: José Pérez Troncoso. Secretario: Ramón Zúñiga Luna. Tribunal Colegiado en Materia Penal del Séptimo Circuito. Ius 5 Registro 201,093, tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo IV, Octubre de 1996, tesis: VII.P.42 P., p. 498. 191 Amparo en revisión 552/92. Carlos Arizcorreta Balderas. 26 de marzo de 1993. Unanimidad de votos. Ponente: Alfonso Manuel Patiño Vallejo. Secretario: Francisco Fong Hernández. Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito. Ius 5: Registro 212,073, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Tomo XIV, Julio de 1994, p. 861. 247 partes ante la ley.”192 “ARTÍCULO 225, FRACCIÓN VII, DEL CÓDIGO PENAL FEDERAL, INTERPRETACIÓN DEL.El artículo 225, en su fracción VII, del Código Penal Federal dispone que son delitos contra la administración de justicia cometidos por servidores públicos, el ejecutar actos o incurrir en omisiones que produzcan un daño o concedan a alguien una ventaja indebidos. Ahora bien, del análisis de la fracción citada, se advierte que la esencia del delito radica en la alteración del equilibrio procesal de las partes que intervengan en un procedimiento, y que tengan como resultado que se cause un daño o se conceda a alguien una ventaja indebidos, por lo que si la conducta desplegada por el reo se hizo consistir en la abstención de detener al conductor de un autobús de pasajeros en el que se descubrió que viajaban cinco indocumentados y dos más en el guardaequipaje, es evidente que tal conducta no encuadra dentro de la figura legal antes descrita, ya que no se ve qué ventaja pudo haberle concedido al acusado el omitir detenerlo, pues en todo caso el incumplimiento del deber legal de detenerlo in fraganti posiblemente dé lugar a otro diverso ilícito, por lo que la condena impuesta al quejoso implica la aplicación inexacta de una pena por una conducta distinta de la que prevé la hipótesis legal en comento, lo que trae como consecuencia que debe concederse el amparo y protección de la Justicia Federal impetrados.”193 “VENTAJA INDEBIDA. NO SE INTEGRA SI NO ROMPE EL EQUILIBRIO PROCESAL QUE RIGE A TODA CAUSA.El ilícito previsto en la fracción VII del artículo 225 del Código Penal Federal, determina que incurren en delitos contra la administración de justicia, aquellos servidores públicos que: ejecuten actos o incurran en omisiones que produzcan un daño 192 Amparo directo 356/89. Rodolfo Peña Mayén. 2 de mayo de 1989. Unanimidad de votos. Ponente: J. Jesús Duarte Cano. Secretario: A. Enrique Escobar Angeles. Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito. Ius 5. Registro 228,266, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Tomo III, Segunda Parte-1, Enero a Junio de 1989, p. 248. 193 Ius 5. Registro 908,662, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Apéndice 2000, Tomo II, Penal, P.R. TCC., Tesis 3721, p. 1778. 248 o concedan a alguien una ventaja indebida. Por lo que no puede considerarse como "ventaja indebida" aquella acción que no rompe el equilibrio procesal que rige toda causa; y, en consecuencia, no se origina el daño o la obtención de un beneficio con ese actuar.”194 10. Retardo en la justicia. El tercer conjunto de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores se agrupa bajo el título de retardo en la justicia y se trata de los contenidos en los arts. 225 fracs. I, V, VI, VIII, XIII, XVI y XVII del CPF y 290 fr. II, 292 fracs. I, II, III y IV y 299 fracs. IV, V y VIII del CPDF. Como se expresó al abordar la denegación de justicia, la idea de administrar justicia debidamente implica el ejercicio del Poder Judicial del que están investidos los juzgadores durante los procesos jurisdiccionales y al momento de resolver las controversias, en términos de oportunidad y prontitud, para hacer efectiva la garantía que al respecto establece el art. 17 constitucional. El aforismo según el cual justicia retardada es justicia denegada significa que no basta con que los juzgadores se desempeñen con independencia de criterio e imparcialidad, sino que deben conducir los procesos y pronunciar sus resoluciones con la oportunidad debida establecida en la normatividad procesal correspondiente, pues de lo contrario afectan los fines de la administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del derecho. Por ello es que el legislador federal y del Distrito Federal ha tipificado determinadas conductas que implican el incumplimiento grave a los deberes de prontitud y oportunidad en la administración de justicia. A diferencia de los delitos que en su conjunto integran la denegación de justicia, en el retardo en la justicia no se producen daños o perjuicios irreparables a las partes y, en consecuencia, al imperio del derecho, sino que tan sólo se dilata la buena marcha de los procesos por causas imputables al juzgador, colmándose el tipo sin necesidad de la producción de los señalados 194 Ius 5. Registro 910,809, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Apéndice 2000, Tomo II, Penal, P.R. TCC. Tesis 5868, p. 3081. 249 daños o perjuicios irreparables pues en todos los casos de retardo en la justicia se trata de actitudes reparables del juzgador, tal y como lo demuestran los tipos penales que integran este conjunto, a saber: a) No cumplir una disposición que legalmente se le comunique por su superior competente, sin causa fundada para ello (arts. 225 fr. V del CPF y 290 fr. II del CPDF). b) Abstenerse de conocer un asunto que le corresponda por razón de su cargo, sin tener impedimento legal (arts. 225 fr. I del CPF y 292 fr. I del CPDF). c) Omitir deliberadamente dictar una resolución de trámite, una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo, dentro del plazo legal (arts. 225 fr. VI del CPF y 292 fr. II del CPDF). d) Retardar o entorpecer indebidamente la administración de justicia (arts. 225 fr. VIII del CPF y 292 fr. III del CPDF). e) Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo legal, un asunto pendiente ante él (art. 292 fr. IV del CPDF, sin correlación en el CPF). f) No tomar al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél voluntariamente se puso a su disposición (arts. 225 fr. XIII del CPF y 299 fr. IV del CPDF). g) No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las setenta y dos horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado la ampliación del plazo (arts. 225 fr. XVII del CPF y 299 f. V del CPDF). h) Demore injustificadamente el cumplimiento de las providencias y resoluciones judiciales en las que se ordene poner en libertad a un detenido (arts. 225 fr. XVI del CPF y 299 f. VIII del CPDF). 250 El común denominador en todos los casos de retardo en la justicia es una conducta omisiva en el juzgador, que entorpece la debida administración de justicia, a diferencia de los delitos de denegación de justicia en que se exige una conducta activa por parte del juzgador. Lo anterior tiene sentido si se considera que la palabra retardo implica la idea de diferimiento, inactividad, rezago. En efecto, como se sabe, el derecho penal no solo contiene normas prohibitivas sino también normas dispositivas o imperativas que ordenan acciones, cuya omisión puede producir resultados socialmente nocivos. Lo que la ley castiga en estos casos es la no realización de la acción mandada, esperada, que el juzgador tenía del deber jurídico de llevar a cabo, y podía ejecutar. Otra coincidencia con los delitos de denegación de justicia es que los tipos que integran el retardo en la justicia contienen elementos normativos de valoración jurídica y cultural, en perjuicio del principio de legalidad, ya analizada, lo que provoca un amplio margen de discrecionalidad en la determinación de las conductas que se subsumen a los tipos y, por lo mismo, toda suerte de abusos. Cabe señalar que en los delitos de retardo en la justicia es donde con mayor nitidez se puede presentar la inculpabilidad del juzgador por inexigibilidad de otra conducta, supuesto que la carga oprobiosa de trabajo que caracteriza a los tribunales puede hacer imposible que los juzgadores pronuncien resoluciones, que eviten el retardo en el trámite de los expedientes o el despacho de los asuntos dentro de los plazos judiciales. Es importante tomar en cuenta que, tal y como están redactados los tipos correspondientes, hay dos clases de omisión en que pueden incurrir los juzgadores: la absoluta, es decir, la que consiste en una inactividad que se prolonga indefinidamente en el tiempo, y la relativa, que termina por la propia actividad del juez, pero fuera de los términos judiciales. En el primer caso figura la omisión de cumplir una disposición superior, de conocer negocios sin tener impedimento legal, y retardar o entorpecer indebidamente la administración de justicia. En el segundo caso, se cuenta la omisión de dictar resoluciones dentro del plazo legal, lo que supone que si el juzgador 251 pronuncia la resolución fuera de término no se excluye el delito; la única condicionante es la actitud deliberada. A diferencia de la denegación de justicia, la legislación penal federal deja claro, en el retardo de la justicia, que en la mayoría de los casos basta una sola conducta del juzgador para que se integre el tipo, tal y como sucede también con la legislación local. No obstante, por su naturaleza, el tipo consistente en retardar o entorpecer indebidamente la administración de justicia admite unidad o pluralidad de conductas, con el consecuente problema de determinar si cabe el concurso de delitos pues en este caso se da la idea de una actitud caracterizadora del juzgador, más que un acto concreto. Ello también abona los problemas de legalidad que se abordarán en el siguiente capítulo. Los delitos de retardo en la justicia implican una omisión pura o propia. En ningún caso se exige, implícita o explícitamente, un resultado material y, por tanto, no es dable considerar la posibilidad de la comisión por omisión, máxime que no resultan aplicables las hipótesis de posición de garante establecidas en la legislación penal mexicana. Así entonces, los delitos de retardo en la justicia también se agotan con la sola conducta omisiva del juzgador y su resultado es formal. La siguiente tesis de jurisprudencia por contradicción de tesis es elocuente con respecto a casos de retardo en la administración de justicia: “DEMANDA DE AMPARO DIRECTO. EN CONTRA DE LA RESOLUCIÓN DE LA AUTORIDAD RESPONSABLE QUE INDEBIDAMENTE LA DESECHA, LA TIENE POR NO INTERPUESTA O NIEGA REMITIRLA, NO PROCEDE RECURSO ALGUNO, SINO QUE EL TRIBUNAL COLEGIADO DE CIRCUITO DEBE REQUERIR SU ENVÍO CON LOS APERCIBIMIENTOS LEGALES.De la interpretación sistemática de lo dispuesto en los artículos 44, 163, 167, 168 y 169 de la Ley de Amparo, deriva que cuando la autoridad responsable que actúa como auxiliar del Poder Judicial de la Federación, en el inicio de la sustanciación del juicio de amparo directo, emite una resolución en la que desecha, tiene por no interpuesta o 252 niega la remisión de una demanda de amparo al Tribunal Colegiado de Circuito, para lo cual carece de atribuciones, procede que la parte interesada informe tal circunstancia al Tribunal Colegiado, para que éste, de inmediato, requiera, con apercibimiento de multa, a la autoridad responsable, en el sentido de que remita la demanda y sus anexos, pues ello constituye una obligación que se impone como carga procesal de aquélla, sin perjuicio de que, si insiste en el incumplimiento, después de agotados los medios de apremio, se proceda en contra de la autoridad responsable, de conformidad con lo establecido en el artículo 209 del ordenamiento jurídico citado, para que se le sancione en la forma precisada en el Código Penal aplicable en materia federal para los delitos cometidos contra la administración de justicia; de tal manera, una vez que el tribunal federal reciba la demanda de amparo deberá, de oficio, dejar insubsistente la resolución relativa y proveer acerca de la procedencia del juicio de garantías, habida cuenta que no existe la necesidad de integrar laguna jurídica alguna, a través del razonamiento analógico, para crear un supuesto de procedencia de recurso, con la finalidad de que el interesado pueda combatir esa clase de determinaciones, pues su interposición implicaría que existiera sustanciación y significaría una carga procesal para la parte interesada que, de no realizarse en los términos previstos por la ley, daría lugar al absurdo de que, por virtud del principio de preclusión, quedara firme una determinación de la autoridad responsable, para cuya emisión carece de atribuciones. Lo anterior, debido a que el artículo 169 de la Ley de Amparo es suficiente para fundar el requerimiento de mérito, con el que el Tribunal Colegiado está en aptitud de proveer, en forma expedita y pronta, sobre la demanda de amparo directo, y evitar que la parte interesada quede en estado de indefensión.”195 11. Abuso de autoridad judicial. 195 Contradicción de tesis 26/96. Entre las sustentadas por el Segundo Tribunal Colegiado del Décimo Séptimo Circuito, el Tercero y Quinto Tribunales Colegiados en Materia Civil del Primer Circuito, y el Primer Tribunal Colegiado del Décimo Séptimo Circuito.-27 de enero de 1998.-Unanimidad de nueve votos.-Ausentes: Juventino V. Castro y Castro y Humberto Román Palacios.-Ponente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia.-Secretario: Jaime Uriel Torres Hernández. Ius 2005. Registro: 917,674, Jurisprudencia, Materia Común, Novena Época, Pleno, Apéndice 2000, Tomo VI, Común, Jurisprudencia SCJN, Tesis 140, p. 115. 253 El último grupo de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores, son agrupados bajo el epígrafe de abuso de autoridad judicial. Todos implican un ejercicio excesivo de las facultades y atribuciones jurisdiccionales en perjuicio de las partes que obligan a éstas a soportar un hecho, que no tienen obligación jurídica de sufrir en virtud de no existir legalidad en la actuación de la autoridad jurisdiccional, o envuelven el ejercicio de violencia física o moral sobre la parte afectada. Por ello, a pesar de que el CPF los agrupa en el mismo artículo en el que incluye todos los casos analizados y el CPDF los intitula simplemente delitos cometidos en el ámbito de la administración de justicia, es preferible conocerlos como abuso de autoridad judicial, tal y como se propone en esta tesis. Los tipos de abuso de autoridad judicial están contenidos en los arts. 225 fracs. XI, XII, XIV, XVIII, XIX, XX y XXVII del CPF y 299 fracs. I, II, III, VII, VIII y IX y 300 del CPDF y consisten en lo siguiente: a) Ordenar la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o no preceda denuncia o querella (art. 225 fr. XX del CPF y 299 fr. I del CPDF). b) Obligar al inculpado a declarar. En este caso, la legislación federal incorpora como elementos del tipo que se use la incomunicación, intimidación o tortura (arts. 225 fr. XII del CPF y 299 fracción II del CPDF. c) Ordenar la práctica de cateos o de citas domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley (arts. 225 fr. XVIII del CPF y 299 fr. III del CPDF). d) Prolongar injustificadamente la prisión preventiva. En este caso, las legislaciones en análisis difieren notablemente ya que, mientras el CPF establece que la prolongación de la prisión preventiva será por más tiempo del que como máximo fije la ley al delito que motive el proceso, lo cual da cabida a juicios cuya duración puede ser de 60 años, el CPDF se conecta con el art. 20 fr. VIII de la CPEUM según el cual la duración de los juicios no debe exceder 254 de 4 meses si se trata de delitos cuya pena máxima no exceda de dos años de prisión, y antes de un año si la pena excediere de ese tiempo, salvo que el inculpado solicite mayor plazo para su defensa. En este sentido, la legislación local es de mejor carácter garantista que la federal (arts. 225 fr. XIV del CPF y 299 fr. VI del CPDF). e) Otorgar la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos para su disfrute (art. 299 fr. VII del NCPF, sin correlación en el CPF). Aquí resalta que, mientras para la legislación federal, en este sentido más garantista, es delito el negar la libertad provisional cuando se tenga derecho a ella, para la legislación local, por lo contrario, es delito el concederla indebidamente, lo que se agrava si se tiene en cuenta que en el Distrito Federal no está tipificado como delito que los jueces nieguen la libertad provisional a quien tenga derecho a ella. f) Abrir un proceso penal contra un servidor público con fuero (arts. 225 fr. XIX del CPF y 299 fr. IX del CPDF). g) Utilizar la violencia contra una persona durante el proceso para evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito (art. 300 del CPDF, sin correlación en el CPF). Nótese que la circunstancia establecida en el tipo consiste en que se evite la aportación de pruebas de cargo, con lo que queda impune la conducta similar que evite la aportación de pruebas de descargo. El común denominador en los casos de abuso de autoridad judicial es que en todos ellos se exige una conducta activa del juzgador que, al obligar a alguna de las partes a soportar un hecho que jurídicamente no tiene el deber de sufrir, o implican la imposición de violencia física o moral, entorpeciéndose la debida administración de justicia como realización del derecho. Al igual que los conjuntos de negación y retardo de justicia, las distintas hipótesis de abuso de autoridad judicial establecen diversos elementos normativos de valoración jurídica o cultural, por lo que también se generan amplios márgenes de discrecionalidad en la determinación de las conductas concretas que colman los correspondientes tipos penales. 255 Sin embargo, a diferencia de los delitos de prevaricación judicial, de negación de justicia y retardo de justicia, en el abuso de autoridad judicial no aparece con claridad que se trate del incumplimiento de los deberes de independencia e imparcialidad del juzgador, sino más bien, de legalidad en el ajustamiento de sus acciones y determinaciones al límite preciso establecido por las leyes aplicables, lo que rompe el principio firmado en este trabajo según el cual sólo las conductas que impliquen la violación a los deberes de independencia e imparcialidad pueden ser considerados como delitos en congruencia con la determinación de los principios esenciales de la función jurisdiccional, sin que ello implique admitir casos de impunidad que bien podrían quedar comprendidos en el delito genérico de abuso de autoridad, previo examen del principio de necesidad y de intervención mínima del derecho penal. 256 CAPÍTULO V.- CONTRASTE ENTRE LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES Y LOS TIPOS PENALES Sumario: Introducción. 1. Principios que se surten en todos los casos. 2. Principios que no se surten en todas las hipótesis típicas. 3. Síntesis. 4. Matriz analítica. Introducción: En el capítulo I se analizaron los principios fundamentales del derecho penal. En seguimiento a las tendencias doctrinales contemporáneas, se expresaron y analizaron 10 fundamentos de la ciencia penal. Los primeros 6, relacionados con el derecho penal sustantivo y los 4 restantes, con el derecho penal adjetivo. En el capítulo II se trataron los principios fundamentales de la actividad jurisdiccional. A lo largo del tratamiento de los temas y como síntesis se concluyó que ellos son la independencia, la imparcialidad y la gratuidad y que de éstos derivan otra serie de postulados complementarios. En este capítulo se pretende realizar un contraste entre los principios fundamentales del Derecho Penal y de la Jurisdicción frente a los tipos penales de prevaricación judicial, denegación de justicia, retardo en la justicia y abuso de autoridad judicial, analizados en el capítulo IV. De lo que se trata es de colegir si las descripciones típicas en cuestión son congruentes con los señalados principios. De ser así, deben subsistir en la codificación penal; de lo contrario, se propone su derogación. Si bien el ejercicio objeto de este capítulo es de corte predominantemente especulativo, se considera que el presente trabajo de investigación quedaría inconcluso si no se intentara contrastar los principios deónticos señalados con las expresiones legislativas constitutivas del objeto del sistema de responsabilidad penal de los juzgadores, a fin de concluir, en un esfuerzo de lógica, si, al menos desde el punto de vista legislativo, los tipos penales son consistentes científicamente, independientemente de otras problemáticas de índole más bien prácticas 257 detalladamente expresadas en el capítulo III en que se abordaron los problemas sobre independencia e imparcialidad de los juzgadores, especialmente en cuanto a las razones culturales. 1.- Principios que se surten en todos los casos. Para la mejor expresión de los conceptos del presente capítulo, en esta parte se expresarán cuáles son los principios fundamentales del derecho penal que se surten en todas y cada una de las hipótesis típicas respectivas, porque ocurra lo siguiente: a) La descripción legislativa demuestra en si misma que es producto de la combinación de todos los principios del derecho penal sustantivo. b) El delito de que se trata no es expuesto a excepciones de índole procesal que impliquen la negación de alguno de los postulados del derecho penal adjetivo, y. c) Se trata de casos en los que se vulnera, en mayor o menor medida, la independencia y/o imparcialidad de los juzgadores. Si lo anterior es así, entonces, por exclusión, en cualquier caso en el que la expresión legislativa no corresponda a los principios esenciales del derecho penal sustantivo, quede sujeta a alguna excepción de carácter procesal que niegue alguno de los postulados del derecho penal adjetivo, o bien no implique que el sujeto activo, es decir, el juzgador, afecte con su actuar, en mayor o menor medida, la independencia e imparcialidad con que debe conducirse, no se estará en presencia de un auténtico delito, es decir, de una ley penal esencialmente válida, y por tanto deberá sostenerse la necesidad de su derogación. Es importante precisar que, como se demuestra en la tabla analítica que forma parte de este capítulo, los 4 grupos de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores implican 33 distintas hipótesis típicas contenidas en la legislación federal, en la del Distrito Federal, o en ambas: 2 de prevaricación judicial, 12 de denegación de justicia, 8 de retardo en la 258 justicia, y 11 de abuso de autoridad judicial. Para mayor referencia, véase el capítulo IV de esta tesis en el que se expresan los grupos, los tipos y las diferencias por las distintas legislaciones. Expuesto lo anterior, se considera lo siguiente: a) Las 33 hipótesis típicas responden a los siguientes principios fundamentales del derecho penal sustantivo: a. Principio de retributibidad o sucesividad de la pena respecto del delito, pues en todos los casos se establece una pena como consecuencia de un delito. b. Principio de legalidad, pues en todos los casos se establece una pena con base en una ley exactamente aplicable al caso. No obstante, no en todos los casos, como se aclarará más adelante, se surte la legalidad en sentido estricto. c. Principio de materialidad o exterioridad de la acción, pues en todos los casos se sanciona penalmente una conducta externa. d. Principio de culpabilidad personal, pues en todos los casos se requiere la afirmación del vínculo psíquico entre la conducta externa y el resultado. b) Las 33 hipótesis típicas responden a los principios esenciales del derecho penal adjetivo pues en ningún caso se establece alguna regla que excepcione lo siguiente: a. Que la aplicación de la pena derive de un juicio previo seguido ante tribunales. b. Que en la distribución de los roles que corresponde a cada una de las partes del juicio se distinga entre la acusación y el juzgador, con base en los principios del proceso jurisdiccional garantista. c. Que todo procesado sea considerado inocente hasta en tanto se demuestre plenamente su responsabilidad mediante pruebas plenas y válidas, obtenidas por el órgano de la acusación. d. Que en todo proceso se garantice el derecho a la defensa en su más amplia consideración. 259 2.- Principios que no se surten en todas las hipótesis típicas. De acuerdo a lo anterior, 8 de 10 principios fundamentales del derecho penal sustantivo y adjetivo se surten en las 33 hipótesis típicas. Solamente los principios de necesidad o economía y de lesividad u ofensividad del acto, propios del derecho penal sustantivo no se surten en todas las hipótesis delictivas. Con base en los lineamientos metodológicos expuestos en la introducción de este capítulo, se considera lo siguiente: a) El principio de necesidad o economía del derecho penal y de respeto a la persona, según el cual no puede haber ley penal válida sin necesidad, se surte en 16 hipótesis típicas y no en 17 de las 33 que constituyen el universo en análisis. No se da en las siguientes: a. Conozca de un negocio para el cual tenga impedimento penal. b. Litigue por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su profesión. c. Desempeñe algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les prohíba. d. De a conocer a quien no tenga derecho, documentos, constancias o información que obren en una averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la ley o resolución de la autoridad judicial, sean confidenciales. e. Oculte el nombre del acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito que se le atribuye. f. No cumpla con una disposición que legalmente se le comunique por un superior competente. g. Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer un asunto que le corresponda por razón de su cargo o comisión. h. Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal, una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo o de trámite. i. Retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia. 260 j. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo legal, un asunto pendiente ante él. k. No tome al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las 48 horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél voluntariamente se puso a su disposición. l. No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las 72 horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado la ampliación del plazo. m. Obligue al inculpado a declarar. n. Otorgue la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos previstos para su concesión. o. Inicie un proceso penal contra un servidor público con fuero. p. Obligue a declarar a las personas protegidas por el derecho al secreto, acerca de la información obtenida con motivo del desempeño de su actividad. q. Contravenga lo dispuesto en la ley del secreto profesional del periodista. b) El principio de lesividad u ofensividad del acto, según el cual no puede darse el principio de necesidad sin daño al bien jurídico tutelado, se surte en 21 hipótesis típicas, no así en las siguientes 12: a. Conozca de un negocio para el cual tenga impedimento penal. b. Litigue por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su profesión. c. Remate a su favor algún bien objeto de remate en cuyo juicio hubiere intervenido. d. Desempeñe algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les prohíba. e. No cumpla con una disposición que legalmente se le comunique por un superior competente. f. Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer un asunto que le corresponda por razón de su cargo o comisión. 261 g. Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal, una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo o de trámite. h. Retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia. i. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo legal, un asunto pendiente ante él. j. No tome al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las 48 horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél voluntariamente se puso a su disposición. k. No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las 72 horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado la ampliación del plazo. l. Contravenga lo dispuesto en la ley del secreto profesional del periodista. De acuerdo a los planteamientos dogmáticos en torno al principio de legalidad, éste se despliega en dos sentidos: en sentido amplio, como de mera legalidad, mismo que se surte en todos y cada uno de los casos en análisis y, en sentido estricto, que se encuentra íntimamente vinculado a los de necesidad, lesividad, materialidad y culpabilidad personal. Para mayor referencia, consúltese el capítulo I. Por lo tanto, en los casos en los que no se surte el principio de necesidad o de lesividad, tampoco se surte el de legalidad en sentido estricto. 3.- Síntesis. Como corolario a lo anterior, se concluye que las únicas hipótesis típicas que responden a los principios fundamentales del derecho penal y de la actividad jurisdiccional y por tanto se erigen como normas de efectiva tutela y que por tanto deben subsistir, son las siguientes: a) Prevaricación judicial: a. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que viole algún precepto terminante de la ley. 262 b. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que sea contraria a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso. b) Denegación de justicia: a. Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen. b. Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja indebida. c. Admita o nombre un depositario o entregue a éste los bines secuestrados, sin el cumplimiento de los requisitos legales correspondientes. d. Hacer conocer al demandado, indebidamente, la providencia de embargo decretada en su contra. e. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en su contra. f. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de interés común. c) Retardo en la justicia: a. Demore injustificadamente el cumplimiento de la resolución judicial en la que se ordena poner en libertad a un detenido. d) Abuso de autoridad judicial: a. No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si procede legalmente. b. Ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o no proceda denuncia o querella. c. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley. 263 d. Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin sentencia definitiva, por más tiempo del que como máximo fija la Constitución. e. No ordenar la libertad de un procesado, decretando su sujeción a proceso, cuando sea acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de libertad o alternativa. f. Durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia contra una persona, para evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito. 264 4.- Matriz analítica. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 12 12 13 14 HIPÓTESIS TÍPICA 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Prevaricación judicial: Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que viole algún precepto terminante de la ley. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que sea contraria a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso Denegación de justicia: Conozca de un negocio para el cual tenga X X impedimento legal. Litigar por sí o por interpósita persona, cuando la ley X X les prohíba el ejercicio de su profesión. Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen. Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja indebida. Remate a su favor algún bien objeto de remate en cuyo X juicio hubiere intervenido. Admita o nombre un depositario o entregue a éste los bienes secuestrados, sin el cumplimiento de los requisitos legales correspondientes. Hacer conocer al demandado, indebidamente, la providencia de embargo decretada en su contra. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en su contra. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de interés común. Desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o X X cargo particular que la ley les prohíba. Dar a conocer a quien no tenga derecho, documentos, X constancias o información que obren en una averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la ley o resolución de la autoridad judicial, sean confidenciales. Oculte el nombre del acusador, la naturaleza y causa X 265 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 de la imputación o el delito que se le atribuye. Retardo en la justicia: No cumpla con una disposición que legalmente se le comunique por un superior competente. Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer un asunto que le corresponda por razón de su cargo o comisión. Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal, una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo o de trámite. Retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo legal, un asunto pendiente ante él No tome al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél voluntariamente se puso a su disposición No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las setenta y dos horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado la ampliación del plazo. Demore injustificadamente el cumplimiento de la resolución judicial en la que se ordena poner en libertad a un detenido. Abuso de autoridad judicial: No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si procede legalmente Ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o no preceda denuncia o querella. Obligue al inculpado a declarar. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley. Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin sentencia definitiva, por más tiempo del que como máximo fija la Constitución. Otorgue la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos previstos en la ley para su concesión. Inicie un proceso penal contra un servidor público con fuero. No ordenar la libertad de un procesado, decretando su sujeción a proceso, cuando sea acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de X X X X X X X X X X X X X X X X X 266 libertad o alternativa. 31 Durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia contra una persona, para evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito. 32 Obligar a declarar a las personas protegidas por el derecho al secreto, acerca de la información obtenida con motivo del desempeño de su actividad. 33 Los servidores públicos que contravengan lo dispuesto en la Ley del Secreto Profesional del Periodista X X X 1.- Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito: nulla poena sine crimine. 2.- Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad: nullum crimen sine praevia lege poenali valida. 3.- Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona: nulla lex poenalis sine necesitate. 4.- Principio de lesividad o de la ofensividad del acto: nulla necesitas sine iniuria. 5.- Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción: nulla iniuria sine actione. 6.- Principio de culpabilidad personal: nulla actio sine culpa. 7.- Principio de jurisdiccionalidad: nulla culpa sine iudicio. 8.- Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación: nullum iudicium sine accusatione 9.- Principio de la carga de la prueba o de verificación: nulla accusatio sine probatione. 10.- Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación: nulla probatio sine defensione. 267 CONCLUSIONES 1.- Los postulados fundamentales de todo derecho penal, a partir de los cuales es posible su interpretación, sistematización y crítica, al punto de poder predicar de él su carácter de ciencia; verdades fundantes que se erigen, a su vez, en límites o controles a la actividad punitiva cuando la organización social -prevalida de su soberanía- ejerce tal potestad, acorde con los cauces demarcados por el modelo de Estado social y democrático de derecho, ampliamente desarrollados en esta tesis, son los siguientes: a) Del derecho penal sustantivo: a. Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito, según el cual nulla poena sine crimine. b. Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad), según el cual nullum crimen sine praevia lege poenali valida. c. Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona, según el cual nulla lex poenalis sine necesitate. d. Principio de lesividad o de la ofensividad del acto, según el cual nulla necesitas sine iniuria. e. Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción, según el cual nulla iniuria sine actione. f. Principio de culpabilidad personal, según el cual nulla actio sine culpa b) Del derecho penal adjetivo: a. Principio de jurisdiccionalidad, según el cual nulla culpa sine iudicio. b. Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación, según el cual nullum iudicium sine accusatione. c. Principio de la carga de la prueba o de verificación, según el cual nulla accusatio sine probatione. 268 d. Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación, según el cual nulla probatio sine defensione. Todos los principios antes señalados se encuentran contenidos en la legislación mexicana, tanto en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como en la legislación secundaria sustantiva y procesal en materia penal. 2.- De todos los valores que derivan de la justicia y de los juzgadores según la evolución del pensamiento sobre la justicia, reconocidos en la legislación y en códigos de ética el juzgador y que son detalladamente tratados en la tesis, los que se han erigido como los principios esenciales de la jurisdicción son los siguientes: a) Independencia, como garantía y como función. b) Imparcialidad c) Gratuidad No obstante que tales principios son reiterados y desarrollados por la correspondiente legislación secundaria, lo que permite afirmar que los principios de independencia e imparcialidad están garantizados en la ley, en la práctica se da un conjunto de circunstancias que afectan negativamente los pretendidos principios, o al menos, los ponen en entredicho, mismos que se agrupan en tres bloques, también profusamente desarrollados en el presente trabajo: a) Razones políticas (aunque establecidas en la ley) b) Razones presupuestales c) Razones culturales 3.- Los principios de independencia e imparcialidad del juzgador están íntimamente vinculados con el de responsabilidad. Por tanto, obligan a la existencia de un sistema de responsabilidades que, sin embargo, no suponga una amenaza permanente que vaya en detrimento de los mismos. 269 En la práctica, no es fácil articular un sistema de responsabilidades que asegure la sumisión del juzgador al derecho sin sujetarlo, al mismo tiempo, a instancias ajenas al ordenamiento jurídico. 4.- El sistema de responsabilidades de los servidores públicos en general, y de los juzgadores en particular, desarrollado ampliamente en el presente documento, establece los siguientes procedimientos, no necesariamente excluyentes uno del otro: a) Responsabilidad administrativa o disciplinaria b) Responsabilidad política (juicio político) c) Responsabilidad civil d) Responsabilidad constitucional e) Responsabilidad penal 5.- Los delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores en su carácter de tales, se encuentran dispersos en diversos artículos del Código Penal Federal y del Código Penal para el Distrito Federal, y se dividen en 4 grupos, detalladamente analizados en esta tesis, a saber: a) Prevaricación judicial b) Denegación de justicia c) Retardo en la justicia d) Abuso de autoridad judicial 6.- El dilema planteado como punto a resolver a lo largo de la presente investigación, expuesto en la introducción, se resuelve como sigue: La norma penal puede y debe regular la actividad sustantiva de los juzgadores cuando ésta afecte gravemente los valores de la independencia y la imparcialidad, por lo que los delitos establecidos para sancionar la actividad de impartir justicia deberán responder a lo anterior frente a los principios fundamentals del derecho penal. 7.- Por lo tanto, se confirman las hipótesis planteadas como base de la presente investigación; es decir: 270 a) El servicio público en general y el dirigido a la debida impartición de justicia son bienes jurídicos tutelables por el derecho penal. b) Algunos tipos penales que sancionan la función sustantiva del juzgador no responden a los principios fundamentales del derecho penal y de la jurisdicción y por tanto deben ser derogados. c) Los tipos delictivos que sancionan conductas que atenten contra la independencia y la imparcialidad, que impliquen prevaricación, denegarción e justicia, retardo en la justicia y abuso de autoridad judicial, deben subsistir. 8.- Hecho un contraste de los delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores en su carácter de tal, frente a los principios fundamentales del derecho penal y de la jurisdicción, se sostiene que las únicas hipótesis típicas que responden a tales principios y que, por tanto, se erigen como normas de efectiva tutela y deben subsistir, son las siguientes: a) Prevaricación judicial: a. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que viole algún precepto terminante de la ley. b. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que sea contraria a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso. b) Denegación de justicia: a. Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen. b. Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja indebida. c. Admita o nombre un depositario o entregue a éste los bines secuestrados, sin el cumplimiento de los requisitos legales correspondientes. 271 d. Hacer conocer al demandado, indebidamente, la providencia de embargo decretada en su contra. e. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en su contra. f. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de interés común. c) Retardo en la justicia: a. Demore injustificadamente el cumplimiento de la resolución judicial en la que se ordena poner en libertad a un detenido. d) Abuso de autoridad judicial: a. No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si procede legalmente. b. Ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o no proceda denuncia o querella. c. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley. d. Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin sentencia definitiva, por más tiempo del que como máximo fija la Constitución. e. No ordenar la libertad de un procesado, decretando su sujeción a proceso, cuando sea acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de libertad o alternativa. f. Durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia contra una persona, para evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito. Los demás casos típicos señalados en las legislaciones bajo análisis, por implicar la negación de alguno o algunos de los señalados principios, deben ser derogados. 272 APÉNDICE 1. JURISPRUDENCIA RELACIONADA IMPARCIALIDAD DEL JUZGADOR. CON LA INDEPENDENCIA E No. Registro: 180,624 Tesis aislada Materia(s): Civil Novena Época Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: XX, Septiembre de 2004 Tesis: X.3o.23 C Página: 1781 IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. SE VULNERARÍA ESA GARANTÍA SI EL JUZGADOR CONSIDERARA LAS CALIDADES O CUALIDADES DE QUIENES INTERVIENEN EN EL LITIGIO. Al resolver una controversia de naturaleza constitucional en la que un particular ejerce su derecho a la jurisdicción, argumentando violación a sus garantías individuales por una autoridad de instancia que, a su vez, resolvió una contienda de carácter civil, el funcionario encargado de administrar justicia no debe juzgar las calidades o cualidades de quienes intervienen en el litigio, aun cuando uno de ellos ostente un cargo del mismo rango que el juzgador, pues sólo debe analizarse el asunto conforme a derecho y no con base en la simpatía, ya que de hacer esto último vulneraría la garantía judicial de imparcialidad en la administración de justicia. TERCER TRIBUNAL COLEGIADO DEL DÉCIMO CIRCUITO. Amparo directo 348/2004. Arlette Mariche Bocardo. 17 de mayo de 2004. Unanimidad de votos. Ponente: Carlos Manuel Bautista Soto. Secretaria: Violeta González Velueta. No. Registro: 181,755 Tesis aislada Materia(s): Constitucional, Civil Novena Época Instancia: Primera Sala Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: XIX, Abril de 2004 Tesis: 1a. XLIII/2004 Página: 413 COSTAS. EL ARTÍCULO 140, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS CIVILES PARA EL DISTRITO FEDERAL, QUE ESTABLECE SU CONDENA, TRATÁNDOSE DE SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO ES VIOLATORIO DE LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. La condena al pago de costas de ambas instancias, cuando se trata de sentencias conformes de toda conformidad en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 140, fracción IV, del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, obedece a que el legislador ordinario, siguiendo intereses de orden público consagrados en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, consideró que el vencedor en una controversia judicial de esta índole debe ser reintegrado en plenitud de sus derechos y, por tanto, se le debe resarcir de los daños y perjuicios causados por un juicio que se vio forzado a seguir al no haberse satisfecho voluntariamente sus pretensiones o por haber sido demandado indebidamente por su 273 contraria. Por tanto, el citado artículo 140, fracción IV, que establece la obligación del juzgador de condenar a la parte vencida al pago de dicha prestación accesoria en ambas instancias, no es violatorio de la garantía de imparcialidad en la administración de justicia consagrada en el referido artículo constitucional, pues aunado a que del contenido normativo de la indicada disposición legal, no se desprende el establecimiento de una obligación para que el juzgador actúe con parcialidad hacia alguna de las partes litigantes, al señalar, de manera general, abstracta y permanente, la procedencia de dicha condena en costas, sólo se limitó a asegurar que al vencedor en ambas instancias le fueran cubiertas las erogaciones injustamente realizadas; de ahí que, cuando se actualiza este supuesto normativo, no se requiere que el juzgador, aplicando su criterio, examine si el vencido actuó de buena o mala fe, o en forma temeraria durante la secuela del proceso. Además, el principio de imparcialidad no opera entre las partes en litigio, sino que consiste en una de las características insoslayables que debe revestir a los juzgadores en el ejercicio de su función jurisdiccional, la cual se traduce en el deber que tienen de ser ajenos o extraños a los intereses de las partes en controversia y de dirigir y resolver el juicio sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. Amparo directo en revisión 1265/2003. Francia Guadalupe Flores Campos. 25 de febrero de 2004. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Ponente: Humberto Román Palacios. Secretario: Enrique Luis Barraza Uribe. No. Registro: 181,726 Jurisprudencia Materia(s): Común Novena Época Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: XIX, Abril de 2004 Tesis: I.6o.C. J/44 Página: 1344 IMPEDIMENTO. ES UNA FIGURA JURÍDICA QUE LIMITA AL JUZGADOR EN SUS FUNCIONES PARA INTERVENIR EN CASOS ESPECÍFICOS, EN QUE PUEDE VERSE AFECTADA SU IMPARCIALIDAD E INDEPENDENCIA EN LA IMPARTICIÓN DE JUSTICIA. De una sana y analítica interpretación de los artículos 100 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y 105 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación se advierte que el Estado para poder dar cumplimiento a una de sus funciones primordiales, como es la de asegurar una recta administración de justicia procura, para que sean llamadas a esa tarea, sólo a personas que por sus conocimientos que serán evaluados a través de concursos, cultura y capacidad intelectual, así como por sus particulares requisitos de amplia moralidad y agudo escrúpulo en el cumplimiento de sus deberes, para que sean las que aparezcan como las más aptas y apropiadas para el adecuado funcionamiento de las tareas que les encomienda la alta investidura judicial. Sin embargo, en ocasiones las funciones atribuidas a los servidores públicos sufren limitaciones que por razones particulares, no sólo no pueden ejercerlas, sino que se les impone por las normas procesales la obligación precisa de no cumplirlas o de no ejercer las facultades para las que fueron propuestos, dado que, independientemente de la titularidad que se confiere a los órganos jurisdiccionales, también son personas físicas que, como tales, viven dentro de un conglomerado social y son, por consiguiente, sujetos de derecho, de intereses, con relaciones humanas, sociales y familiares, titulares de bienes propios, situaciones de vida personal, etc., abstracción hecha de la calidad que asumen como órganos del Estado, por lo que aun cuando su designación como funcionarios judiciales esté rodeada de una serie de garantías, de modo que asegure su máxima idoneidad para el cumplimiento de sus actividades, puede ocurrir, por circunstancias particulares que revisten situaciones de excepción, que quien desempeña la función de impartir justicia no sea la persona más idónea en relación con una litis determinada, no por incapacidad del órgano o del oficio, sino por una incapacidad propia y personal de los sujetos que asumen la calidad de órgano que desempeña la función judicial. En consecuencia, el ejercicio de dicha función, por lo que a la persona del juzgador se refiere, se ve limitado subjetivamente por todas esas relaciones personales que permiten presumir parcialidad, si tuviera que juzgar a ciertas personas o situaciones con las que le unen vínculos de afecto o relaciones de dependencia o antagonismo, lo que da lugar a un conflicto de intereses, en pugna con el interés público que conlleva el ejercicio de la función jurisdiccional, con el interés personal de quien debe ejercerla en un caso concreto, como esas situaciones dan lugar a una figura jurídica denominada impedimento, cuyo fundamento está plasmado en el artículo 17 constitucional que establece, entre otras cuestiones, que toda persona tiene derecho a que se le administre justicia de 274 manera pronta e imparcial y el artículo 66 de la Ley de Amparo prevé que quienes estén impedidos para conocer de los juicios en que intervengan deberán manifestarlo, ya sea porque exista amistad estrecha o enemistad manifiesta con alguna de las partes o sus abogados o representantes, al darse tales circunstancias, resulta forzosa la excusa del funcionario, ya que la ley establece una función de pleno derecho con el fin de asegurar la garantía de neutralidad en el proceso, por lo que el legislador le niega taxativamente idoneidad al juzgador y da por hecho que no existe independencia para que conozca de determinado negocio en los casos previstos en el último precepto en comento, lo que implica una declaración formal que deja intocada la respetabilidad personal, probidad, buena opinión y fama del juzgador, evitándose así una situación subjetiva que pudiera dañar la imagen personal de aquél y una afectación al justiciable. SEXTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO. Impedimento 146/2003. 23 de junio de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente asunto por ministerio de ley, el secretario de Acuerdos, Ernesto Ruiz Pérez. Ponente: María Soledad Hernández de Mosqueda. Secretaria: Berenice González Díaz. Impedimento 156/2003. 23 de junio de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente asunto por ministerio de ley, el secretario de Acuerdos, Ernesto Ruiz Pérez. Ponente: María Soledad Hernández de Mosqueda. Secretario: Jorge Santiago Chong Gutiérrez. Impedimento 166/2003. 3 de julio de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente asunto por ministerio de ley, el secretario de Acuerdos, Ernesto Ruiz Pérez. Ponente: María Soledad Hernández de Mosqueda. Secretario: Abraham Mejía Arroyo. Impedimento 236/2003. 16 de octubre de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente asunto por ministerio de ley, el secretario de tribunal, Alfonso Avianeda Chávez. Ponente: María Soledad Hernández de Mosqueda. Secretario: Ricardo Mercado Oaxaca. Impedimento 6/2004. 22 de enero de 2004. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente asunto por ministerio de ley, el secretario de tribunal, Miguel Hernández Sánchez. Ponente: María Soledad Hernández de Mosqueda. Secretario: Santiago Chong Gutiérrez. No. Registro: 183,051 Tesis aislada Materia(s): Administrativa Novena Época Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: XVIII, Octubre de 2003 Tesis: IX.2o.16 A Página: 1021 IMPARCIALIDAD. SE INCUMPLE CON ESA GARANTÍA CUANDO EL TITULAR DE UNA CORPORACIÓN DE SEGURIDAD PÚBLICA DENUNCIA A UN SUBORDINADO ANTE LA COMISIÓN DE HONOR Y JUSTICIA DE LA CUAL AQUÉL FORMA PARTE, Y PARTICIPA EN EL PROCEDIMIENTO DISCIPLINARIO QUE CONCLUYE CON LA DESTITUCIÓN DEL INFERIOR (LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE SAN LUIS POTOSÍ). El artículo 17 constitucional garantiza en favor de los gobernados el acceso efectivo a la justicia, derecho fundamental que consiste en una justicia pronta y expedita, gratuita, completa e imparcial; y esta última garantía o derecho consiste en que el juzgador emita una resolución no sólo apegada a derecho sino, fundamentalmente, que no dé lugar a que pueda considerarse que existió favoritismo respecto a alguna de las partes. En tal contexto, si los directores de Tránsito y de la Policía Preventiva municipales, como jefes inmediatos de los agentes de dichas corporaciones, denunciaron formalmente a diversos elementos subordinados a ellos ante la Comisión de Honor y Justicia, organismo del cual aquéllos forman parte como secretarios, es obvio que al juzgarlos con tal carácter se convirtieron en Juez y parte, por tanto, carecieron de la imparcialidad que toda autoridad debe tener y guardar con 275 respecto al gobernado, en términos del citado artículo 17 de la Carta Magna; de ahí que la resolución emitida por la comisión de mérito, y que determinó la destitución de los agentes sometidos al procedimiento disciplinario a que se refiere el artículo 51 de la Ley de Seguridad Pública del Estado de San Luis Potosí, sea ilegal. SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO DEL NOVENO CIRCUITO. Amparo directo 370/2003. José Alejandro Oros Vázquez. 9 de junio de 2003. Unanimidad de votos. Ponente: Juana María Meza López. Secretario: Rubén González Zamora. Amparo directo 350/2003. Daniel Martínez Martínez y otros. 13 de agosto de 2003. Unanimidad de votos. Ponente: Juana María Meza López. Secretario: José Luis Caballero Rodríguez. No. Registro: 187,261 Tesis aislada Materia(s): Constitucional, Civil Novena Época Instancia: Primera Sala Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: XV, Abril de 2002 Tesis: 1a. XXIII/2002 Página: 461 COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE SU CONDENA, TRATÁNDOSE DE SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO ES VIOLATORIO DE LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. La condena al pago de costas de ambas instancias, cuando se trata de sentencias conformes de toda conformidad en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084, fracción IV, del Código de Comercio, obedece a que el legislador ordinario, siguiendo intereses de orden público consagrados en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, consideró que el vencedor en una controversia judicial de esta índole debe ser reintegrado en plenitud de sus derechos y, por tanto, se le debe resarcir de los daños y perjuicios causados por un juicio que se vio forzado a seguir al no haberse satisfecho voluntariamente sus pretensiones o por haber sido demandado indebidamente por su contraria. Por tanto, el citado artículo 1084, fracción IV, que establece la obligación del juzgador de condenar a la parte vencida al pago de dicha prestación accesoria en ambas instancias, no es violatorio de la garantía de imparcialidad en la administración de justicia consagrada en el referido artículo constitucional, pues aunado a que del contenido normativo del indicado artículo 1084, fracción IV, no se desprende el establecimiento de una obligación para que el juzgador actúe con parcialidad hacia alguna de las partes litigantes, al señalar, de manera general, abstracta y permanente, la procedencia de dicha condena en costas, sólo se limitó a asegurar que al vencedor en ambas instancias le fueran cubiertas las erogaciones injustamente realizadas; de ahí que, cuando se actualiza este supuesto normativo, no se requiere que el juzgador, aplicando su criterio, examine si el vencido actuó de buena o mala fe, o en forma temeraria durante la secuela del proceso. Además, el principio de imparcialidad no opera entre las partes en litigio, sino que consiste en una de las características insoslayables que debe revestir a los juzgadores en el ejercicio de su función jurisdiccional, la cual se traduce en el deber que tienen de ser ajenos o extraños a los intereses de las partes en controversia y de dirigir y resolver el juicio sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. Amparo directo en revisión 1571/2001. Fernando Sanabria Cortés y otro. 16 de enero de 2002. Cinco votos. Ponente: Juventino V. Castro y Castro. Secretario: Arturo Aquino Espinosa. Véase: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VII, enero de 1998, página 101, tesis P. IV/98, de rubro: "COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE LA CONDENA EN ELLAS PARA EL LITIGANTE CONDENADO POR DOS SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.". 276 No. Registro: 192,155 Tesis aislada Materia(s): Constitucional, Civil Novena Época Instancia: Pleno Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: XI, Marzo de 2000 Tesis: P. XXVIII/2000 Página: 87 COMPETENCIA POR SUMISIÓN TÁCITA. LOS ARTÍCULOS 1092 Y 1094 FRACCIONES I Y II, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, NO VULNERAN LAS GARANTÍAS DE AUDIENCIA Y DE JUSTICIA PRONTA, COMPLETA, IMPARCIAL Y GRATUITA, PREVISTAS EN LOS ARTÍCULOS 14 Y 17 CONSTITUCIONALES. Los artículos 1092 y 1094 fracciones I y II del Código de Comercio, no transgreden las garantías de audiencia y de justicia previstas en los artículos 14 y 17 constitucionales. El citado cuerpo normativo prevé que cuando la parte interesada considere que no es competente para conocer del juicio el Juez que la emplazó, aquélla podrá promover la cuestión de dicha competencia por inhibitoria o por declinatoria, como lo establece el artículo 1114 del código mencionado. Por su parte, los artículos 1115, 1116 y 1117, preceptúan el procedimiento que se debe seguir para hacer valer las cuestiones de competencia. De los anteriores preceptos se colige que la parte interesada puede promover la cuestión competencial, sin que exista sumisión por el hecho de contestar la demanda, en tanto que el propio artículo 1094 del referido Código de Comercio en su fracción IV, ordena que el que habiendo promovido una competencia desista de ella, debe entenderse que se sometió tácitamente. Los artículos controvertidos no violan la garantía de audiencia, porque no se está privando de derecho alguno a los interesados, ya que tienen la oportunidad de defensa al poder promover mediante el procedimiento establecido en la ley la cuestión de incompetencia y que pueda conocer el Juez al que consideran competente, y por otro lado, aunque la resolución pudiera ser adversa a alguna de las partes, no se resuelve de manera arbitraria, por lo que no lo priva de la garantía de audiencia mencionada. Tampoco se transgrede la garantía de administración de justicia, en tanto que a las partes no se les priva de derecho alguno cuando se les somete a la jurisdicción de un tribunal que consideran incompetente, ya que éste no se establece de manera arbitraria, toda vez que se encuentra regulado por un determinado ordenamiento jurídico, el cual al resolver, debe aplicar las leyes que rigen el procedimiento, dentro de los plazos y términos que las mismas le fijan. Amparo en revisión 1102/99. Soari, S.A. de C.V. y coags. 15 de noviembre de 1999. Once votos. Ponente: Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Secretario: Carlos Mena Adame. El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada hoy veintinueve de febrero en curso, aprobó, con el número XXVIII/2000, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito Federal, a veintinueve de febrero de dos mil. No. Registro: 192,147 Tesis aislada Materia(s): Constitucional, Administrativa Novena Época Instancia: Pleno Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: XI, Marzo de 2000 Tesis: P. XXXIV/2000 Página: 102 RATIFICACIÓN DE JUECES DE DISTRITO Y MAGISTRADOS DE CIRCUITO. ES UNA GARANTÍA DE ESTABILIDAD EN EL CARGO Y PRINCIPALMENTE UNA GARANTÍA A LA SOCIEDAD DE CONTAR CON SERVIDORES IDÓNEOS PARA IMPARTIR JUSTICIA PRONTA, COMPLETA, IMPARCIAL Y GRATUITA QUE ESTABLECE EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. 277 De un análisis armónico y sistemático de los artículos 17, 97, primer párrafo y 100, sexto párrafo, de la Constitución Federal, y 105 y 121 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, se advierte que la ratificación de los Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito constituye una institución para que estos altos funcionarios judiciales puedan adquirir estabilidad en el cargo público que detentan previa satisfacción de determinados requisitos, pero principalmente constituye una garantía de la sociedad de contar con servidores idóneos para impartir justicia. Esto es así, ya que para que proceda la ratificación, el funcionario debe haber desempeñado el encargo durante seis años y se debe atender a su desempeño en la función, al resultado de las visitas de inspección que se le hayan practicado durante su gestión, al grado académico, cursos de actualización y de especialización que tenga, el que no haya sido sancionado por falta grave con motivo de una queja administrativa y a los demás que se estimen convenientes para evaluar al funcionario; y, por otra parte, debe tenerse presente que estos cargos forman parte de la carrera judicial en la que rigen los principios de excelencia, profesionalismo, objetividad, imparcialidad, independencia y antigüedad, en su caso; todo lo cual tiene como fin último el garantizar que la impartición de justicia sea expedita, pronta, completa, imparcial y gratuita, en los términos que lo consigna el artículo 17 constitucional, lo que es responsabilidad directa del funcionario judicial. Revisión administrativa (Consejo) 20/97. 29 de noviembre de 1999. Unanimidad de nueve votos. Impedimento legal: Juan Díaz Romero y José Vicente Aguinaco Alemán. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretario: Osmar Armando Cruz Quiroz. El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada hoy veintinueve de febrero en curso, aprobó, con el número XXXIV/2000, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito Federal, a veintinueve de febrero de dos mil. No. Registro: 193,778 Tesis aislada Materia(s): Constitucional, Penal Novena Época Instancia: Pleno Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: IX, Junio de 1999 Tesis: P. L/99 Página: 11 PRUEBAS PARA ACREDITAR LOS ELEMENTOS DEL TIPO PENAL Y LA RESPONSABILIDAD. EL ARTÍCULO 124 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES PARA EL DISTRITO FEDERAL, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD CONSAGRADA POR EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. El artículo 124 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, que faculta al Juez a emplear los medios de prueba que estime convenientes para acreditar los elementos del tipo y la presunta o plena responsabilidad de una persona, no contraviene el principio de imparcialidad contenido en el artículo 17 constitucional, pues, precisamente esta posibilidad de que el juzgador emplee las pruebas que sean necesarias para esclarecer la verdad material y formal, tiene como finalidad que pueda emitir un fallo encaminado a alcanzar el ideal de equidad y justicia, sin que ello signifique que se sustituya o invada la órbita del Ministerio Público, institución a la que por mandato constitucional le corresponde la persecución de los delitos, en tanto que acorde a los principios de división de la carga procesal, la autoridad judicial se encuentra imposibilitada para mejorar en forma oficiosa la acusación, pues de lo contrario el sistema procesal pasaría de acusatorio a inquisitorio, convirtiéndose en Juez y parte al mismo tiempo. En efecto, dicho precepto no tiene como propósito que el juzgador se valga de todos los medios de prueba que tenga a su alcance para justificar el dictado de un auto de sujeción a proceso o formal prisión o bien, una sentencia de condena, sino allegarse y emplear los elementos de prueba que estime conducentes para resolver lo que en derecho proceda, lo que incluso puede repercutir en beneficio del propio acusado quien se podría ver favorecido por un auto de libertad por falta de elementos o bien por una sentencia absolutoria. Amparo directo en revisión 666/97. Jesús Vázquez Quevedo. 22 de marzo de 1999. Unanimidad de nueve votos. Ausentes: Sergio Salvador Aguirre Anguiano y José de Jesús Gudiño Pelayo. Ponente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia. Secretario: Antonio González García. 278 El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el treinta y uno de mayo del año en curso, aprobó, con el número L/1999, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito Federal, a primero de junio de mil novecientos noventa y nueve. No. Registro: 196,926 Tesis aislada Materia(s): Civil, Constitucional Novena Época Instancia: Pleno Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo: VII, Enero de 1998 Tesis: P. IV/98 Página: 101 COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE LA CONDENA EN ELLAS PARA EL LITIGANTE CONDENADO POR DOS SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. La condena en costas en ambas instancias al que fuese condenado por dos sentencias conformes de toda conformidad en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084, fracción IV, del Código de Comercio, obedece a intereses de orden público tutelados en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que autoriza al legislador a establecer los procedimientos conforme a los cuales habrá de administrarse justicia, y su fundamento radica en que el vencedor debe ser reintegrado en plenitud de su derecho y, por tanto, resarcido del daño sufrido en su patrimonio en un juicio que se vio forzado a seguir porque no se satisficieron sus pretensiones o porque se le demandó indebidamente. Por tanto, el precepto citado, que obliga al juzgador a condenar en costas en ambas instancias en el supuesto aludido, no viola la garantía de imparcialidad en la administración de justicia porque el legislador, de manera general, abstracta y permanente, establece la procedencia de la condena para asegurar que todo aquel que es vencido en dos instancias, a fin de resarcir al ganador, cubra a éste las costas, sin necesidad de que se faculte al juzgador para que determine, conforme a su criterio, si procede o no la condena, pues para tal procedencia no es necesario examinar la conducta del vencido, si obró de buena o mala fe, en forma temeraria o no, en la medida que la condena de referencia obedece a la voluntad del legislador plasmada en la norma legal con fundamento en la Constitución y, además, impide que el juzgador, al aplicar la ley, pueda ser parcial para favorecer a un litigante en perjuicio de otro, al no condenarlo a pesar de haber sido vencido por dos sentencias conformes de toda conformidad. Amparo directo en revisión 704/97. Carlos Norberto Muñoz Muñoz. 18 de noviembre de 1997. Unanimidad de diez votos. Ausente: Olga María Sánchez Cordero. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: María Estela Ferrer Mac Gregor Poisot. El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el trece de enero en curso, aprobó, con el número IV/1998, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito Federal, a trece de enero de mil novecientos noventa y ocho. No. Registro: 239,542 Tesis aislada Materia(s): Común Séptima Época Instancia: Tercera Sala Fuente: Semanario Judicial de la Federación Tomo: 217-228 Cuarta Parte Tesis: Página: 123 Genealogía: 279 Informe 1987, Segunda Parte, Tercera Sala, tesis 92, página 80. EXCUSA. PROCEDE CUANDO PUEDE AFECTARSE LA IMPARCIALIDAD DEL JUZGADOR. Del análisis del artículo 66 de la Ley de Amparo así como de aquellos preceptos equivalentes de las diversas legislaciones procesales del país, se llega a la conclusión de que fue propósito del legislador que los juzgadores se excusaran del conocimiento de aquellos asuntos en los que, no solamente no fueran imparciales, sino que, simplemente pudiera afectarse su imparcialidad, por lo que cuando exista un serio factor que pueda influir, inconscientemente o subconscientemente el ánimo del juzgador al resolver o participar en la resolución, es imperioso que se declare impedido frente a la trascendental tarea de impartir justicia, pues todo Juez debe emitir sus decisiones, limpias y ajenas de cualquier influencia o perturbación. Impedimento 46/87. Joaquín Herrera Zamora. 13 de marzo de 1987. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Raquel Flores Munguía. Nota: En el Semanario Judicial de la Federación aparece alterada la redacción, la cual se corrige, con apoyo en la publicación respectiva en el Informe de labores 1987, página 80, como se observa en este registro. No. Registro: 901,344 Tesis aislada Materia(s): Constitucional Novena Época Instancia: Pleno Fuente: Apéndice 2000 Tomo: Tomo I, Const., P.R. SCJN Tesis: 671 Página: 476 Genealogía: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 87, Pleno, tesis P. XXVIII/2000. COMPETENCIA POR SUMISIÓN TÁCITA. LOS ARTÍCULOS 1092 Y 1094 FRACCIONES I Y II, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, NO VULNERAN LAS GARANTÍAS DE AUDIENCIA Y DE JUSTICIA PRONTA, COMPLETA, IMPARCIAL Y GRATUITA, PREVISTAS EN LOS ARTÍCULOS 14 Y 17 CONSTITUCIONALES.Los artículos 1092 y 1094 fracciones I y II del Código de Comercio, no transgreden las garantías de audiencia y de justicia previstas en los artículos 14 y 17 constitucionales. El citado cuerpo normativo prevé que cuando la parte interesada considere que no es competente para conocer del juicio el Juez que la emplazó, aquélla podrá promover la cuestión de dicha competencia por inhibitoria o por declinatoria, como lo establece el artículo 1114 del código mencionado. Por su parte, los artículos 1115, 1116 y 1117, preceptúan el procedimiento que se debe seguir para hacer valer las cuestiones de competencia. De los anteriores preceptos se colige que la parte interesada puede promover la cuestión competencial, sin que exista sumisión por el hecho de contestar la demanda, en tanto que el propio artículo 1094 del referido Código de Comercio en su fracción IV, ordena que el que habiendo promovido una competencia desista de ella, debe entenderse que se sometió tácitamente. Los artículos controvertidos no violan la garantía de audiencia, porque no se está privando de derecho alguno a los interesados, ya que tienen la oportunidad de defensa al poder promover mediante el procedimiento establecido en la ley la cuestión de incompetencia y que pueda conocer el Juez al que consideran competente, y por otro lado, aunque la resolución pudiera ser adversa a alguna de las partes, no se resuelve de manera arbitraria, por lo que no lo priva de la garantía de audiencia mencionada. Tampoco se transgrede la garantía de administración de justicia, en tanto que a las partes no se les priva de derecho alguno cuando se les somete a la jurisdicción de un tribunal que consideran incompetente, ya que éste no se establece de manera arbitraria, toda vez que se encuentra regulado por un determinado ordenamiento jurídico, el cual al resolver, debe aplicar las leyes que rigen el procedimiento, dentro de los plazos y términos que las mismas le fijan. Amparo en revisión 1102/99.-Soari, S.A. de C.V. y coags.-15 de noviembre de 1999.-Once votos.-Ponente: Olga Sánchez Cordero de García Villegas.-Secretario: Carlos Mena Adame. 280 Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 87, Pleno, tesis P. XXVIII/2000. No. Registro: 901,516 Tesis aislada Materia(s): Constitucional Novena Época Instancia: Pleno Fuente: Apéndice 2000 Tomo: Tomo I, Const., P.R. SCJN Tesis: 843 Página: 586 Genealogía: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VII, enero de 1998, página 101, Pleno, tesis P. IV/98. COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE LA CONDENA EN ELLAS PARA EL LITIGANTE CONDENADO POR DOS SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.La condena en costas en ambas instancias al que fuese condenado por dos sentencias conformes de toda conformidad en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084, fracción IV, del Código de Comercio, obedece a intereses de orden público tutelados en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que autoriza al legislador a establecer los procedimientos conforme a los cuales habrá de administrarse justicia, y su fundamento radica en que el vencedor debe ser reintegrado en plenitud de su derecho y, por tanto, resarcido del daño sufrido en su patrimonio en un juicio que se vio forzado a seguir porque no se satisficieron sus pretensiones o porque se le demandó indebidamente. Por tanto, el precepto citado, que obliga al juzgador a condenar en costas en ambas instancias en el supuesto aludido, no viola la garantía de imparcialidad en la administración de justicia porque el legislador, de manera general, abstracta y permanente, establece la procedencia de la condena para asegurar que todo aquel que es vencido en dos instancias, a fin de resarcir al ganador, cubra a éste las costas, sin necesidad de que se faculte al juzgador para que determine, conforme a su criterio, si procede o no la condena, pues para tal procedencia no es necesario examinar la conducta del vencido, si obró de buena o mala fe, en forma temeraria o no, en la medida que la condena de referencia obedece a la voluntad del legislador plasmada en la norma legal con fundamento en la Constitución y, además, impide que el juzgador, al aplicar la ley, pueda ser parcial para favorecer a un litigante en perjuicio de otro, al no condenarlo a pesar de haber sido vencido por dos sentencias conformes de toda conformidad. Amparo directo en revisión 704/97.-Carlos Norberto Muñoz Muñoz.-18 de noviembre de 1997.-Unanimidad de diez votos.-Ausente: Olga María del Carmen Sánchez Cordero de García Villegas.-Ponente: Mariano Azuela Güitrón.Secretaria: María Estela Ferrer Mac Gregor Poisot. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VII, enero de 1998, página 101, Pleno, tesis P. IV/98. No. Registro: 903,930 Tesis aislada Materia(s): Constitucional Novena Época Instancia: Pleno Fuente: Apéndice 2000 Tomo: I, P.R. Revisión Administrativa Tesis: 127 Página: 315 281 Genealogía: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 102, Pleno, tesis P. XXXIV/2000. RATIFICACIÓN DE JUECES DE DISTRITO Y MAGISTRADOS DE CIRCUITO. ES UNA GARANTÍA DE ESTABILIDAD EN EL CARGO Y PRINCIPALMENTE UNA GARANTÍA A LA SOCIEDAD DE CONTAR CON SERVIDORES IDÓNEOS PARA IMPARTIR JUSTICIA PRONTA, COMPLETA, IMPARCIAL Y GRATUITA QUE ESTABLECE EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.De un análisis armónico y sistemático de los artículos 17, 97, primer párrafo y 100, sexto párrafo, de la Constitución Federal, y 105 y 121 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, se advierte que la ratificación de los Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito constituye una institución para que estos altos funcionarios judiciales puedan adquirir estabilidad en el cargo público que detentan previa satisfacción de determinados requisitos, pero principalmente constituye una garantía de la sociedad de contar con servidores idóneos para impartir justicia. Esto es así, ya que para que proceda la ratificación, el funcionario debe haber desempeñado el encargo durante seis años y se debe atender a su desempeño en la función, al resultado de las visitas de inspección que se le hayan practicado durante su gestión, al grado académico, cursos de actualización y de especialización que tenga, el que no haya sido sancionado por falta grave con motivo de una queja administrativa y a los demás que se estimen convenientes para evaluar al funcionario; y, por otra parte, debe tenerse presente que estos cargos forman parte de la carrera judicial en la que rigen los principios de excelencia, profesionalismo, objetividad, imparcialidad, independencia y antigüedad, en su caso; todo lo cual tiene como fin último el garantizar que la impartición de justicia sea expedita, pronta, completa, imparcial y gratuita, en los términos que lo consigna el artículo 17 constitucional, lo que es responsabilidad directa del funcionario judicial. Revisión administrativa (Consejo) 20/97.-29 de noviembre de 1999.-Unanimidad de nueve votos.-Impedimento: Juan Díaz Romero y José Vicente Aguinaco Alemán.-Ponente: Mariano Azuela Güitrón.-Secretario: Osmar Armando Cruz Quiroz. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 102, Pleno, tesis P. XXXIV/2000. véase la ejecutoria en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, mayo de 2000, página 381. Materia(s): Constitucional Novena Época Instancia: Primera Sala Fuente: Apéndice (actualización 2002) Tomo: Tomo I, Const., P.R. SCJN Tesis: 65 Página: 284 Genealogía: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XV, abril de 2002, página 461, Primera Sala, tesis 1a. XXIII/2002. COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE SU CONDENA, TRATÁNDOSE DE SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO ES VIOLATORIO DE LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.La condena al pago de costas de ambas instancias, cuando se trata de sentencias conformes de toda conformidad en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084, fracción IV, del Código de Comercio, obedece a que el legislador ordinario, siguiendo intereses de orden público consagrados en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, consideró que el vencedor en una controversia judicial de esta índole debe ser reintegrado en plenitud de sus derechos y, por tanto, se le debe resarcir de los daños y perjuicios causados por un juicio que se vio forzado a seguir al no haberse satisfecho voluntariamente sus pretensiones o por haber sido demandado indebidamente por su contraria. Por tanto, el citado artículo 1084, fracción IV, que establece la obligación del juzgador de condenar a la parte vencida al pago de dicha prestación accesoria en ambas instancias, no es violatorio de la garantía de imparcialidad en la administración de justicia consagrada en el referido artículo constitucional, pues aunado a que del contenido normativo del indicado artículo 282 1084, fracción IV, no se desprende el establecimiento de una obligación para que el juzgador actúe con parcialidad hacia alguna de las partes litigantes, al señalar, de manera general, abstracta y permanente, la procedencia de dicha condena en costas, sólo se limitó a asegurar que al vencedor en ambas instancias le fueran cubiertas las erogaciones injustamente realizadas; de ahí que, cuando se actualiza este supuesto normativo, no se requiere que el juzgador, aplicando su criterio, examine si el vencido actuó de buena o mala fe, o en forma temeraria durante la secuela del proceso. Además, el principio de imparcialidad no opera entre las partes en litigio, sino que consiste en una de las características insoslayables que debe revestir a los juzgadores en el ejercicio de su función jurisdiccional, la cual se traduce en el deber que tienen de ser ajenos o extraños a los intereses de las partes en controversia y de dirigir y resolver el juicio sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas. Amparo directo en revisión 1571/2001.-Fernando Sanabria Cortés y otro.-16 de enero de 2002.-Cinco votos.Ponente: Juventino V. Castro y Castro.-Secretario: Arturo Aquino Espinosa. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XV, abril de 2002, página 461, Primera Sala, tesis 1a. XXIII/2002. 283 2.- CODIGO DE ÉTICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN PRESENTACIÓN 1. En virtud de las innovadoras transformaciones que vive cada día la sociedad mexicana, es natural que los juzgadores en su interrelación cotidiana se involucren en esta dinámica, como acontece en otros sectores, dando ocasión a la generación de ligas de interés que podrían afectar su libre conciencia y papel esencial en la impartición de justicia, por lo que resulta de gran utilidad que existan referentes que identifiquen los valores y principios relativos al ejercicio de la función jurisdiccional. 11. Cada día la sociedad busca estar informada y el Estado ha venido fortaleciendo los canales de acceso a la información pública, condiciones que la hacen cuestionar o emitir juicios que pueden trascender en la conciencia libre del juzgador, en virtud de que sus actos judiciales son sometidos al escrutinio público a través de los instrumentos de impacto social, lo que puede ocasionar pérdida de confianza en los órganos de administración de justicia, si éstos no actúan con independencia, imparcialidad, objetividad, profesionalismo y transparencia. III Es un derecho de los justiciables que la administración de justicia sea impartida por jueces con autoridad moral que garanticen una justicia accesible, pronta, completa, imparcial y previsible, basada en la letra o la interpretación jurídica de la ley y, a falta de ésta, en los principios generales del derecho, sin que se privilegie cualquier otro interés. IV. El incremento de los litigios en los órganos de administración de justicia de 1 Poder Judicial de la Federación, evidencia la judicialización de los diferendos sociales y hace patente la confianza social depositada en los tribunales, así como la importancia de la actividad jurisdiccional, lo que obliga a actualizar los sistemas de trabajo y actitudes ante esas nuevas exigencias. V. Sabedores de la alta responsabilidad social que tienen los impartidores de justicia ante los justiciables y el Estado mexicano, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la Judicatura Federal y la Sala Superior del Tribunal Electoral, en su carácter de instancias orgánicamente superiores, la primera y la tercera como sus depositarios, y el segundo como órgano con independencia técnica, de gestión y para emitir sus resoluciones; consideran conveniente establecer principios rectores de ética judicial dirigidos a los juzgadores que integran el Poder Judicial de la Federación para hacer patente en todo momento la garantía constitucional prevista en el artículo 17 de la Carta Magna, relativa a que toda persona tiene derecho a que se le administre una justicia pronta, completa e imparcial. VI. Con el Código de Ética del Poder Judicial de la Federación se pretende contar con un nuevo elemento que coadyuve a garantizar que la jurisdicción sea realizada por personas en las que se sumen la confianza, la calidad técnica y la ética. Si bien la ética se traduce en un comportamiento humano que se caracteriza en ser unilateral, inherente a la conciencia del sujeto y sólo imperativo para él, resulta vital para la sana convivencia dentro de una colectividad, y particularmente importante en la función judicial por la trascendencia social que adquiere, pues en este quehacer debe imperar en el juzgador un sentido ético que equilibre el poder que el Estado deposita en su persona, para que al conocer de los procedimientos emita sus resoluciones conforme a la técnica jurídica y los principios éticos, procurando ser justo desde el Derecho. Este documento se formula con el propósito de ayudar a los juzgadores a resolver los conflictos éticos que con motivo de su trabajo se les presentan. Será exclusivamente la conciencia de cada uno de ellos, el intérprete y aplicador del Código, en tanto que la sociedad será quien califique los aspectos observables de su conducta. VII. Nociones previas: 1. Denominación. Aunque la estructura de este documento no es propiamente un "cuerpo de normas dispuestas según un plan metódico y sistemático", que es la acepción que comúnmente se le da a la palabra "código", se emplea 284 este vocablo por ser la denominación preponderante que se ha dado a documentos similares, existentes en otros países de Iberoamérica. Además, desde el punto de vista gramatical, tal locución es correcta, pues dicho término también puede emplearse en sentido figurado, para denominar a "un conjunto de principios y reglas sobre cualquier materia". 2. Destinatarios. Los principios, reglas y virtudes judiciales que se contienen en este Código, tienen como destinatarios a los titulares de los órganos del Poder Judicial de la Federación, así como a los demás integrantes de dichos órganos en la medida en que tales principios, reglas y virtudes judiciales resulten aplicables a la función que cada uno de ellos desempeña. 3. Finalidad. En el Código se recogen los principios, reglas y virtudes judiciales, que se consideran idóneos para constituir un referente deontológico, que pueda no sólo guiar la conducta de los juzgadores federales y sus auxiliares, sino facilitar la reflexión ética sobre los diversos aspectos de la función que desempeñan; consecuentemente, tales principios y reglas no son elaborados con la finalidad de complementar o reglamentar la legislación vigente en materia de cualquier tipo de responsabilidad jurídica de los miembros del propio Poder Judicial de la Federación. 4. Estructura. El Código se divide en cinco capítulos. En los cuatro primeros se definen los cuatro principios rectores fundamentales de la ética judicial (independencia, imparcialidad, objetividad y profesionalismo). Después de cada principio, se enuncian algunas reglas relacionadas con el mismo, que se estiman importantes. El listado de estas últimas no es, por tanto, de carácter taxativo, pues se estima que el Código de Ética debe ser un instrumento flexible, que constituya un punto de partida para la reflexión ética personal de cada juzgador y no un catálogo exhaustivo de deberes morales. En el capítulo quinto no se recoge propiamente un principio rector de la ética judicial, sino que bajo el rubro denominado "Excelencia", se proponen una serie de virtudes judiciales, que en su conjunto conforman el perfil ideal de un buen juzgador. 5. Contenido. Los referidos cuatro principios que se desarrollan en sendos capítulos (independencia, imparcialidad, objetividad y profesionalismo) y la excelencia judicial a que se refiere el último capítulo, corresponden a los principios que, conforme al artículo 100, párrafo séptimo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, rigen a la carrera judicial. Esta coincidencia es deliberada, pues lo que se pretende es recoger y desarrollar, en el aspecto ético, los principios que, por contenerse en la Ley Fundamental, son reconocidos y aceptados por los propios juzgadores y por la sociedad en general, como directrices de la función jurisdiccional. Los principios referidos se estructuran de manera coherente, tomando como hilo conductor la independencia judicial en sentido lato (entendida como la actitud que debe asumir el juzgador para ejercer la función jurisdiccional, sólo desde la perspectiva del Derecho). Los tres primeros principios (independencia judicial en sentido estricto, imparcialidad y objetividad) son las tres manifestaciones de la independencia judicial en sentido lato: La primera, se refiere a la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social; la segunda, frente a influencias ajenas al Derecho provenientes de las partes en los procesos sometidos a su potestad; y la tercera, frente a influencias extrañas al Derecho provenientes del propio juzgador. El cuarto principio (profesionalismo), se refiere al ejercicio responsable y serio de la función jurisdiccional. Finalmente, la excelencia, se considera como un arquetipo al que deben aspirar los juzgadores, mediante el cultivo de las virtudes judiciales que se definen en el Código. Este Código de Ética proporciona una visión institucional de los valores y virtudes que rigen el sistema de impartición de justicia en México y ayudará a los servidores del Poder Judicial de la Federación a mejorar la efectividad de nuestra institución, al mismo tiempo que constituirá un referente objetivo para la valoración de la conducta personal de cada uno de quienes tenemos el honor de servir a nuestra Patria en la judicatura. PREÁMBULO 285 Hay anhelos que son universales, como la búsqueda sempiterna de una sociedad de hombres libres, que les garantice su desarrollo humanístico y los emancipe de temores. Una de las más bellas expresiones de ese afán generoso, quedó brillantemente consagrado en la exposición de motivos de la Constitución Federal de 1824, la primera del México independiente, cuyos postulados han sido igualmente inspiradores del presente Código de Ética, en cuanto a que" ... sin justicia no hay libertad, y la base de la justicia no puede ser otra que el equilibrio entre los derechos de los demás con los nuestros."; en el anhelo de "... hacer reinar la igualdad ante la ley, la libertad sin desorden, la paz sin opresión, la justicia sin rigor, la clemencia sin debilidad; demarcar sus límites a las autoridades supremas de la nación, combinar éstas de modo que su unión produzca siempre el bien y haga imposible el mal; arreglar la marcha legislativa, poniéndola al abrigo de toda precipitación y extravío; (...) asegurar al Poder Judicial una independencia tal que jamás cause inquietudes a la inocencia ni menos preste seguridades al crimen... "; y en la conciencia de que"... el honor nacional está altamente comprometido en la conducta que observamos. Si nos desviamos de la senda constitucional; si no tenemos como el más sagrado de nuestros deberes mantener el orden y observar escrupulosamente las leyes que comprende el nuevo Código; si no concurrimos a salvar este depósito y lo ponemos a cubierto de los ataques de los malvados; mexicanos, seremos en adelante desgraciados, sin haber sido antes más dichosos. " Estos pensamientos bien pueden expresar la tarea de la ética de nuestro tiempo: la preocupación del hombre por el respeto y el reconocimiento a la dignidad de los otros. Hablar hoy de ética, equivale a hablar de justicia, pues las relaciones armónicas entre las personas sólo pueden construirse cuando se respetan los derechos que a cada uno le corresponden. La labor del juzgador no sólo requiere el conocimiento de la ciencia jurídica, porque hay espacios en los que su única directriz es su propia conciencia. Ésta requiere ser ilustrada a partir de patrones de conducta asumidos libremente, que tiendan a hacer efectivos los valores, que si bien están ínsitos en el propio quehacer del juez y en el ordenamiento jurídico, es indispensable explicitar, pues debe tenerse presente que lo callado, aunque obvio, se olvida, se disimula o se desdeña. El presente Código de Ética del Poder Judicial de la Federación, pretende ser una espiga de tan profundos pensamientos, trayendo a la reflexión, a la conciencia y a la práctica, los principios, reglas y virtudes inherentes a la función jurisdiccional, que se encuentran compenetrados en el sentir de nuestra comunidad, que los juzgadores ilustres, desde antaño, han asumido como propios, y que definen los principios constitucionales de la carrera judicial cuyo punto nodal es la independencia del juzgador. Este Código aspira al reconocimiento de que la ética judicial sea la senda por la que transiten cotidianamente los servidores públicos del Poder Judicial de la Federación; que sea un documento no sólo informativo sino formativo, a tal punto que su práctica reiterada se convierta en la segunda naturaleza del juzgador, para que, a través de su vida, dé contenido, claridad y sistematización a tales postulados; porque el conocimiento de la ética no es innato, sino por el contrario, es adquirido: lo innato es tan sólo la disposición para adquirirlo. La aparición de este Código no obedece a que los juzgadores desconozcan o sean ajenos a estos principios, sino a la necesidad de plasmar en un documento, de manera sistematizada, las directrices que constituyen un referente institucional para incentivar y facilitar la reflexión crítica de cada juzgador sobre su conducta. Por ello, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la Judicatura Federal y la Sala Superior del Tribunal Electoral, han considerado necesaria la publicación del presente Código, como instrumento que fomentará la formación en el conocimiento ético por parte de todos aquellos que se encuentran investidos con la honrosa y trascendente responsabilidad de dirimir conflictos en el seno de la sociedad. CÓDIGO DE ÉTICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN CAPÍTULO I INDEPENDENCIA 1. Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social. Consiste en juzgar desde la perspectiva del Derecho y no a partir de presiones o intereses extraños a aquél. Por tanto, el juzgador: 1.1. Rechaza cualquier tipo de recomendación que tienda a influir en la tramitación o resolución de los asuntos que se sometan a su potestad, incluso las que pudieran provenir de servidores del Poder Judicial de la Federación. 1.2. Preserva el recto ejercicio de su función denunciando cualquier acto que tienda a vulnerar su independencia. 286 1.3. Evita involucrarse en actividades o situaciones que puedan directa o indirectamente afectar su independencia. 1.4. Se abstiene de recomendar, insinuar o sugerir, con un fin ilegítimo, el sentido en que deban emitir los demás juzgadores cualquier determinación judicial que tenga efecto sobre la resolución de un asunto. CAPÍTULO II IMPARCIALIDAD 2. Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de las partes en los procesos sometidos a su potestad. Consiste en juzgar, con ausencia absoluta de designio anticipado o de prevención a favor o en contra de alguno de los justiciables. Por tanto, el juzgador: 2.1. Evita conceder ventajas o privilegios ilegales a cualquiera de las partes. 2.2. Rechaza cualquier dádiva que provenga de alguna de las partes o de terceros. 2.3. Evita hacer o aceptar invitaciones en las que el propio juzgador considere que se verá comprometida su imparcialidad. 2.4 Se abstiene de citar a las partes o personas vinculadas con ellas, fuera de las oficinas del órgano jurisdiccional en el que ejerza su función. 2.5. Se abstiene de emitir cualquier opinión que implique prejuzgar sobre un asunto. CAPÍTULO III OBJETIVIDAD 3. Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de sí mismo. Consiste en emitir sus fallos por las razones que el Derecho le suministra, y no por las que se deriven de su modo personal de pensar o de sentir. Por tanto, el juzgador: 3.1. Al emitir una resolución, no busca reconocimiento alguno. 3.2. Al tomar sus decisiones en forma individual o colegiada, buscará siempre la realización del derecho frente a cualquier beneficio o ventaja personal. 3.3. Si es integrante de un órgano jurisdiccional colegia do, trata con respeto a sus pares, escucha con atención y apertura de entendimiento sus planteamientos y dialoga con razones y tolerancia. 3.4. Procura actuar con serenidad de ánimo y equilibrio interno, a fin de que sus decisiones estén desprovistas de aprensiones y prejuicios. CAPÍTULO IV PROFESIONALISMO 4. Es la disposición para ejercer de manera responsable y seria la función jurisdiccional, con relevante capacidad y aplicación. Por tanto, el juzgador: 4.1. Se abstiene de cualquier acto que pueda mermar la respetabilidad propia de su cargo, tanto en el ámbito público como en el privado. 4.2. Actualiza permanentemente sus conocimientos jurídicos estudiando los precedentes y jurisprudencia, los textos legales, sus reformas y la doctrina relativa. 4.3. Procura constantemente acrecentar su cultura en las ciencias auxiliares del Derecho. 4.4. Estudia con acuciosidad los expedientes y proyectos en los que deba intervenir. 4.5. Funda y motiva sus resoluciones, evitando las afirmaciones dogmáticas. 4.6. Dedica el tiempo necesario para el despacho expedito de los asuntos de su juzgado o tribunal. 4.7. Asume responsable y valerosamente las consecuencias de sus decisiones 4.8. Acepta sus errores y aprende de ellos para mejorar su desempeño. 4.9. Guarda celosamente el secreto profesional. 4.10. Lleva a cabo por sí mismo las funciones inherentes e indelegables de su cargo. 4.11. Trata con respeto y consideración a sus subalternos. 4.12. Escucha con atención y respeto los alegatos verbales que le formulen las partes. 4.13. Trata con amabilidad y respeto a los justiciables. 4.14. Administra con diligencia, esmero y eficacia el órgano jurisdiccional a su cargo. 4.15. Cumple puntualmente con el deber de asistir a su tribunal o juzgado. 4.16. Sabe llevar el cumplimiento de su deber hasta el límite de sus posibilidades, y separarse de su cargo, cuando su estado de salud u otros motivos personales, no le permitan desempeñar eficientemente sus funciones. 4.17. Se abstiene de emitir opiniones sobre la conducta de sus pares. 4.18. Cumple con sus deberes de manera ejemplar para que los servidores públicos a su cargo lo hagan de la misma manera en los que les correspondan. 287 4.19. Busca con afán que sus acciones reflejen la credibilidad y confianza propias de su investidura. CAPÍTULO V EXCELENCIA 5. El juzgador se perfecciona cada día para desarrollar las siguientes virtudes judiciales: 5.1. Humanismo: En cada momento de su quehacer está consciente de que las leyes se hicieron para servir al hombre, de modo tal que la persona constituye el motivo primordial de sus afanes. 5.2. Justicia: En cada uno de los asuntos sometidos a su potestad, se esfuerza por dar a cada quien lo que le es debido. 5.3. Prudencia: En su trabajo jurisdiccional y en las relaciones con sus colaboradores, recoge la información a su alcance con criterios rectos y objetivos; consulta detenidamente las normas del caso, pondera las consecuencias favorables y desfavorables que puedan producirse por su decisión, y luego toma ésta y actúa conforme a lo decidido. 5.4. Responsabilidad: Asume plenamente las consecuencias de sus actos, resultado de las decisiones que tome, procurando que sus subordinados hagan lo mismo. 5.5. Fortaleza: En situaciones adversas, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y se entrega con valentía para vencer las dificultades y cumplir con su función jurisdiccional. 5.6. Patriotismo: Tributa al Estado Mexicano el honor y servicio debidos, defendiendo el conjunto de valores que, como juzgador federal del Estado Mexicano, representa. 5.7. Compromiso social: Tiene presentes las condiciones de iniquidad que han afectado a una gran parte de la sociedad a lo largo de nuestra historia, y advierte que la confianza y el respeto sociales que merezca serán el resultado de un trabajo dedicado, responsable y honesto. 5.8. Lealtad: Acepta los vínculos implícitos en su adhesión a la Institución a la que pertenece, de tal modo que refuerza y protege, en su trabajo cotidiano, el conjunto de valores que aquélla representa. 5.9. Orden: Mantiene la adecuada organización y planificación en el trabajo a su cargo. 5.10. Respeto: Se abstiene de lesionar los derechos y dignidad de los demás. 5.11. Decoro: Cuida que su comportamiento habitual tanto en su vida pública como privada, esté en concordancia con el cargo y función que desempeña. 5.12. Laboriosidad: Cumple diligentemente sus obligaciones de juzgador. 5.13. Perseverancia: Una vez tomada una decisión, lleva a cabo los actos necesarios para su cumplimiento, aunque surjan dificultades externas o internas. 5.14. Humildad: Es sabedor de sus insuficiencias, para poder superadas, y también reconoce sus cualidades y capacidades que aprovecha para emitir de la mejor manera posible sus resoluciones, sin pretender llamar la atención ni esperar reconocimientos. 5.15. Sencillez: Evita actitudes que denoten alarde de poder. 5.16. Sobriedad: Guarda el justo medio entre los extremos y evita actos de ostentación que vayan en demérito de la respetabilidad de su cargo. 5.17. Honestidad: Observa un comportamiento probo, recto y honrado. 288 3. CÓDIGO DE ÉTICA DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE Y DEL CONSEJO DE LA JUDICATURA DEL DISTRITO FEDERAL JUSTICIA PARTE GENERAL CAPÍTULO GENERALIDADES 1 El presente Código de Ética es de observancia general para los Magistrados, Consejeros, Jueces y servidores públicos tanto del Tribunal Superior de Justicia como del Consejo de la Judicatura, del Distrito Federal, y tiene como objeto coadyuvar a optimizar la administración de justicia, sin perjuicio de lo dispuesto en otras normas y disposiciones que regulen su desempeño como tales, así como de otras disposiciones éticas. 2 Para los efectos del presente Código se entenderá por: • • • • • • • Código de Ética: Código de Ética del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, del Distrito Federal. Consejo: Consejo de la Judicatura del Distrito Federal. Ley Orgánica: Ley Orgánica del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. Pleno del Consejo: Pleno del Consejo de la Judicatura del Distrito Federal. Servicio público: Aquella actividad consistente en satisfacer de una manera regular, continua y uniforme, necesidades públicas de carácter esencial o fundamental, que en el caso se concreta en garantizar a la sociedad, por parte de los servidores públicos de este Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, que la justicia sea accesible, pronta y expedita. Servidor(es) público(s): Aquella(s) persona(s) que desempeña(n) una función o presta(n) un servicio personal y subordinado en alguno de los órganos o áreas administrativas del Tribunal Superior de Justicia o al Consejo de la Judicatura, del Distrito Federal. Tribunal: Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. 3 Son sujetos de la aplicación de este Código de Ética, los servidores públicos mencionados en el artículo 1º del presente Código de Ética. Dicha aplicación refiere cumplimiento personal del mismo, así como la ejecución de acciones encaminadas a la observancia general de sus subordinados. 4 Para la interpretación y aplicación del Código de Ética, el Pleno del Consejo, nombrará a los integrantes de la Comisión de Ética, la que será la instancia encargada de vigilar el cumplimiento del presente Código. La Comisión de Ética estará integrada por: • • • • • Un Consejero; Un Magistrado en materia Penal; Un Magistrado en materia Civil; Un Magistrado en materia Familiar, y El Director del Instituto de Estudios Judiciales. 5 En casos de incertidumbre en relación con una cuestión concreta de naturaleza ética, el servidor público podrá consultar a la Comisión de Ética. 6 Toda persona que ingrese y se encuentre adscrita como servidor público en el Tribunal o en el Consejo, ya sea en los órganos jurisdiccionales, de apoyo judicial o áreas administrativas, deberá conocer el Código de Ética y asumir el compromiso de su debido cumplimiento. 289 CAPÍTULO II. PRINCIPIOS GENERALES 7 APTITUD: Quien disponga la designación de un servidor público, debe verificar el cumplimiento de los recaudos destinados a comprobar su idoneidad. Ninguna persona debe aceptar ser designada en un cargo para el que no tenga la capacidad y disposición para el buen desempeño o ejercicio del mismo. 8 COLABORACIÓN: El servidor público debe participar con disposición y apoyo en las actividades laborales que se realicen para el cumplimiento de las funciones que tiene encomendadas. De igual forma, ante situaciones extraordinarias, el servidor público debe realizar aquellas tareas que por su naturaleza o modalidad no sean las estrictamente inherentes a su cargo, siempre que ellas resulten necesarias para mitigar, neutralizar o superar las dificultades que se enfrenten. 9 CONFIDENCIALIDAD: El servidor público debe abstenerse de difundir toda información que hubiera sido calificada como reservada conforme a las disposiciones vigentes. No debe utilizar, en beneficio propio o de terceros o para fines ajenos al servicio, información de la que tenga conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones y que no esté destinada para su difusión. Debe custodiar y cuidar los valores, documentación e información que por razón de su cargo se encuentren bajo su cuidado, impidiendo o evitando el uso abusivo, mal uso, sustracción, destrucción, ocultamiento o inutilización indebidas de los mismos. 10 COMPROMISO DE SUPERACIÓN: Todo servidor público debe actualizarse permanentemente en los conocimientos y técnicas para el mejor desempeño de las funciones inherentes a su cargo, de conformidad con las normas contenidas en la Ley Orgánica. 11 EJERCICIO ADECUADO DEL CARGO: El servidor público, mediante el uso de su cargo, autoridad o influencia, no debe obtener ni procurar beneficios o ventajas indebidas, para sí o para otros. Asimismo, con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones, no debe adoptar represalia de ningún tipo o ejercer coacción alguna en contra de servidores públicos u otras personas. 12 EQUIDAD: El servidor público debe estar propenso a dejarse guiar por la razón para adecuar la solución legal a un resultado justo, y que nunca debe ser ejecutado en contra de los fines perseguidos por las leyes. El servidor público no debe realizar actos discriminatorios en su relación con el público o con los demás servidores públicos de la Administración de Justicia. Se entiende que existe igualdad de situaciones cuando no median diferencias que, de acuerdo con las normas vigentes, deben considerarse para establecer una prelación. Este principio se aplica también a las relaciones que el servidor público mantenga con sus subordinados. 13 EXCELENCIA: Todo servidor público deberá esforzarse en el ejercicio de su función y perfeccionarse cada día, mostrando en todo momento la calidad en el trabajo desempeñado, resaltando la eficacia y la eficiencia en la función desempeñada por el ejercicio de su cargo. 14 HONRADEZ: Los servidores públicos deben actuar en cualquier momento con la máxima rectitud, sin pretender, ni obtener provecho o ventaja por sí o por interpósita persona, derivada de sus funciones. Asimismo, deben evitar cualquier conducta que pudiera poner en duda su integridad o disposición para el cumplimiento de los deberes propios del cargo. 290 De igual forma, ningún servidor público deberá aceptar compensaciones o prestaciones de cualquier persona que puedan comprometer su desempeño como servidor público o que provoquen su actuar con falta de ética en sus responsabilidades y obligaciones. 15 INDEPENDENCIA DE CRITERIO: El servidor público debe tener conciencia plena ante situaciones, actividades o intereses incompatibles con sus funciones, las que no deberán influir por ningún motivo en la toma de decisiones. 16 JUSTICIA: El servidor público debe tener permanente disposición para el cumplimiento de sus funciones, otorgando a cada uno lo que le es debido, tanto en sus relaciones con el Estado, como con el público, sus superiores y subordinados. 17 LEGALIDAD: El servidor público debe conocer y cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las leyes y los reglamentos que regulan su actividad. Debe observar en todo momento un comportamiento tal, que examinada su conducta, ésta no pueda ser objeto de reproche. 18 OBEDIENCIA: El servidor público debe dar cumplimiento a las órdenes que le imparta el superior jerárquico, en la medida que reúnan las formalidades del caso y tengan por objeto la realización de actos de servicio que se vinculen con las funciones a su cargo, salvo el supuesto de arbitrariedad o ilegalidad manifiestas. 19 OBLIGACIÓN DE DENUNCIAR: El servidor público debe denunciar ante su superior o las autoridades correspondientes, los actos de los que tuviera conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones y que pudieran causar algún perjuicio o constituir un delito o violaciones a cualquiera de las disposiciones contenidas en el presente Código de Ética. 20 PUNTUALIDAD: El servidor público deberá de asistir con puntualidad al desempeño diario de sus actividades, respetando el horario establecido. 21 PRUDENCIA: El servidor público debe obrar con sensatez para formar juicio y tacto para hablar, así como expresarse con ingenio y oportunidad, respecto de hechos o informaciones de los que tenga conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de los deberes y las responsabilidades que le correspondan en virtud de las normas que regulan el secreto o la reserva que amerite cada caso en particular. 22 RESPONSABILIDAD: Es la capacidad de todo servidor público de cumplir con sus deberes y de reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente, en concordancia a los principios previstos en el presente Código de Ética. Asimismo, el servidor público debe evaluar los actos cuya generación o ejecución tuviera a su cargo, considerando los antecedentes, motivos y consecuencias de los mismos, actuando en todo momento con profesionalismo y dedicación. 23 TEMPLANZA: El servidor público debe desarrollar sus funciones con respeto y sobriedad, usando las prerrogativas inherentes a su cargo y los medios de que dispone únicamente para el cumplimiento de sus funciones y deberes. 24 TOLERANCIA: El servidor público debe actuar con indulgencia, comprensión, paciencia o calma con las personas que tenga relación con motivo del ejercicio del cargo. 25 TRANSPARENCIA: El servidor público debe ajustar su conducta al derecho que tiene la sociedad de estar informada sobre la actividad del Consejo y del Tribunal. 26 USO ADECUADO DE LOS BIENES Y RECURSOS: El servidor público debe proteger y conservar los bienes que se le asignen. Utilizar los que le fueran asignados para el desempeño de sus funciones de manera racional, evitando su abuso, derroche o desaprovechamiento; utilizarlos exclusivamente para los fines a que estén 291 afectos, sin que pueda emplearlos o permitir que otros lo hagan para fines particulares o propósitos que no sean aquellos para los cuales hubieran sido específicamente destinados. 27 USO ADECUADO DEL TIEMPO DE TRABAJO: El servidor público debe usar el tiempo oficial en un esfuerzo responsable para cumplir con sus quehaceres, desempeñando sus funciones de una manera eficiente y eficaz y velar para que sus subordinados actúen de la misma manera. No debe fomentar, exigir o solicitar a sus subordinados que empleen el tiempo oficial para realizar actividades que no sean las que se les requieran para el desempeño de los deberes a su cargo. 28 VERACIDAD: El servidor público está obligado a expresarse con la verdad tanto en los informes que rindan o proporcionen, como en sus relaciones funcionales, ya sea con los particulares o con sus superiores y subordinados. CAPÍTULOIII PRINCIPIOS PARTICULARES PARA MAGISTRADOS Y JUECES 29 IMPARCIALIDAD: Deben evitar conductas que los vinculen o relacionen con las partes de los juicios de su conocimiento, que concedan ventajas a alguna de las partes, sin que ello haga nugatoria la obligación de escuchar con atención los alegatos de las partes y sin discriminación de algún tipo. 30 INDEPENDENCIA: Deben actuar en la emisión de sus decisiones conforme a derecho en el caso concreto, sin acatarse o someterse a indicaciones o sugerencias, no obstante de quien provengan y la forma que revistan, evitando involucrarse en situaciones, actividades o intereses particulares que puedan comprometer su recta conducta. Asimismo, deben en todo momento, poner del conocimiento de la instancia competente cualquier situación que a su criterio, pueda afectar la independencia o transparencia de su actuación, a fin de que se tomen las medidas pertinentes del caso, sin perjuicio de continuar en el conocimiento de la causa o litigio de que conozcan. 31 OBJETIVIDAD: Deben emitir sus resoluciones conforme a Derecho, sin que se involucre su modo de pensar o de sentir, alejándose de cualquier prejuicio o aprehensión. CAPÍTULO IV PRINCIPIOS PARTICULARES PARA MEDIADORES 32 NEUTRALIDAD: Deberá conducirse con ecuanimidad, respetando la autonomía y voluntad de los mediados, evitando influir en la toma de decisiones y absteniéndose de proponer o sugerir soluciones al conflicto. 33 FLEXIBILIDAD: Deberá conducirse con una actitud de disposición y apertura que le permita adecuarse a la dinámica del caso concreto dentro del proceso de la mediación. PARTE ESPECIAL CAPÍTULOI BENEFICIOS DE ORIGEN EXTERNO 34 BENEFICIOS PROHIBIDOS. El servidor público derivado de su cargo o comisión deberá de abstenerse de lo siguiente: a) Solicitar, aceptar o admitir dinero, dádivas, beneficios, regalos, favores, promesas u otras ventajas, directa o indirectamente, para sí o para terceros. b) Retardar o dejar de hacer tareas relativas a sus funciones. 292 c) Hacer valer su influencia ante otro servidor público, a fin de que éste retarde o deje de hacer tareas relativas a sus funciones. 35 PRESUNCIONES. Se presume especialmente que el beneficio está prohibido si proviene de una persona o entidad que: a) Lleve a cabo actividades reguladas o fiscalizadas por el órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. b) Gestione o explote concesiones, autorizaciones, privilegios o franquicias otorgados por el órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. c) Sea o pretendiera ser contratista o proveedor de bienes o servicios de la Administración Pública Federal o del Distrito Federal. d) Procure una decisión o acción del órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. e) Tenga intereses que pudieran verse significativamente afectados por la decisión, acción, retardo u omisión del órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público. 36 EXCEPCIONES. Quedan exceptuados de las prohibiciones establecidas en el presente Código de Ética: a) Los reconocimientos protocolares recibidos de los gobiernos federal o local, organismos internacionales o entidades sin fines de lucro, en las condiciones en las que la ley o la costumbre oficial admitan esos beneficios. b) Los gastos de viaje y estadía recibidos de instituciones de enseñanza o entidades sin fines de lucro, para el dictado de conferencias, cursos o actividades académico-culturales, o la participación en ellas, siempre que ello no resultara incompatible con las funciones del cargo o prohibido por normas especiales. c) Los regalos o beneficios que por su valor exiguo y de menor cuantía, se realicen por razones de amistad o relaciones personales con motivo de acontecimientos en los que resulta usual efectuarlos y que no pudieran ser considerados como un medio tendiente a afectar la recta voluntad del servidor público. CAPÍTULO II REGLASGENERALESDECONDUCTA DEL SERVIDOR PÚBLICO 37 El servidor público no podrá mantener ni aceptar situaciones en las que sus intereses personales pudieran entrar en conflicto con el cumplimiento de los deberes y funciones a su cargo. 38 No podrá dirigir, administrar, asesorar, patrocinar, representar ni prestar servicios, remunerados o no, a personas que gestionen o exploten concesiones o privilegios o que sean proveedores del Estado, ni mantener vínculos que le signifiquen beneficios u obligaciones con entidades directamente fiscalizadas por el órgano o entidad en la que se encuentre desarrollando sus funciones. 39 Deberá abstenerse de hacer uso de la autoridad o cargo para obtener un privilegio o beneficio para sí o para terceros. 40 Comprometerse a tratar a sus compañeros, subalternos y superiores de una manera respetuosa, amable y cordial, a fin de propiciar relaciones interpersonales sanas y que incremente en la calidad y motivación de los servidores públicos. 293 41 Debe mantenerse permanentemente actualizado para desarrollar adecuadamente, con profesionalismo, las funciones que tiene a su cargo, participando en los cursos de capacitación impartidos por el Instituto de Estudios Judiciales, orientados a elevar su formación intelectual y desarrollo profesional al interior de la Institución. 42 El servidor público se compromete a cumplir y promover el cumplimiento de las leyes y los principios de legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia que rigen el servicio público. TRANSITORIO ÚNICO.- El presente Código de Ética entrará en vigor a partir del día siguiente de su primera publicación en el Boletín Judicial del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. 294 4. DECLARACIÓN DE JURICA Los integrantes del sistema nacional de impartidores de justicia, compuesto por los miembros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Poder Judicial de la Federación, los Poderes Judiciales de las Entidades Federativas, el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, el Tribunal Superior Agrario, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, los tribunales electorales y de lo contencioso administrativo, las juntas locales de conciliación y arbitraje y los tribunales Federal y locales de conciliación y arbitraje. Considerando o Que los impartidores de justicia de la República Mexicana constituimos una comunidad que responde a los mismos postulados constitucionales y compartimos los mismos objetivos y aspiraciones. o Que la impartición de justicia en nuestro país es un sistema compuesto por las respectivas funciones y responsabilidades de cada uno de los órganos de impartición de justicia integrantes del mismo. o Que nuestro Estado Constitucional requiere de poderes judiciales y órganos jurisdiccionales autónomos, profesionales y fuertes para garantizar el derecho de acceso a la tutela jurisdiccional efectiva consagrado en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. o Que los diagnósticos y conclusiones recogidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación a partir de la Consulta Nacional sobre una Reforma Integral y Coherente del Sistema de Impartición de Justicia en el Estado Mexicano han sido compartidos, analizados y discutidos por la comunidad de impartidores de justicia del país para conjuntamente delinear una agenda judicial que responda a las inquietudes e insatisfacciones de la sociedad mexicana. o Que la impartición de justicia es un valor central para la vida democrática y una condición indispensable para su desarrollo. Reconociendo o Que las diferentes asociaciones formadas por los impartidores de justicia del país han generado resultados muy positivos para consolidar la vida institucional. o Las aportaciones de la “Declaración de la Ciudad de México” emitida por la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos y otras declaraciones que le antecedieron. o Los avances logrados por los poderes judiciales y organismos jurisdiccionales del país durante los últimos diez años. o Que no todos los progresos están articulados, aunque se presentan diversos grados de avance. o Que los órganos de impartición de justicia laboral realizan una importante función social y que resulta necesario llevar a cabo acciones tendentes a perfeccionarlos para que se encuentren en condiciones de cumplir cabalmente su encomienda constitucional. o Que las experiencias exitosas obtenidas en forma aislada deben ser conocidas y compartidas por la comunidad de impartidores de justicia. o Que los desarrollos tecnológicos deben ser compartidos y compatibles para redundar en beneficio del sistema de impartición de justicia en su conjunto. 295 o Que los esfuerzos emprendidos en materia de reclutamiento, selección, capacitación y profesionalización de los impartidores de justicia deben tener objetivos comunes. o Que la imparcialidad y neutralidad consustanciales a la función jurisdiccional implican en una de sus facetas el apartidismo político de la impartición de justicia. o La activa participación internacional de juzgadores mexicanos en organizaciones que agrupan a impartidores de justicia. o La poca confianza ciudadana hacia los órganos de impartición de justicia. o Las limitaciones existentes para el adecuado desarrollo de los órganos impartidores de justicia en el país. Convencidos o Que los poderes judiciales, los órganos jurisdiccionales y los miembros de la comunidad de impartidores de justicia están llamados a proporcionar certeza, seguridad y solidez institucional en todo momento, pero particularmente en momentos de renovación de los otros poderes. Ratificamos o Nuestro compromiso con los valores esenciales de la democracia, sabiéndonos pieza fundamental del Estado Constitucional. o Nuestro compromiso con un sistema de impartición de justicia con pleno acceso para todos los mexicanos. o Nuestro compromiso con transparentar nuestro quehacer mediante el establecimiento de reglas comunes para los distintos órganos impartidores de justicia del país. o Nuestro compromiso con la adopción de normas éticas comunes a todos los impartidores de justicia del país. o Nuestro compromiso por establecer parámetros de desempeño compatibles y en la medida de lo posible comunes para los distintos órganos jurisdiccionales y los diversos impartidores de justicia del país. o Nuestro compromiso por mantenernos ajenos y por encima de las contiendas político-partidistas. Convenimos en o Establecer un mecanismo para la consulta y el diálogo permanentes entre los impartidores de justicia del país, para lo cual realizaremos las acciones necesarias para consensar, en el corto plazo, el establecimiento de una Asociación Nacional de Impartidores de Justicia. o Establecer un mecanismo que permita dar seguimiento a los acuerdos específicos a que hemos llegado durante este Primer Encuentro Nacional de Impartidores de Justicia. o Difundir la presente declaración entre nuestros agremiados, los miembros de nuestros tribunales y, de manera general, a los habitantes del país. o Establecer un Código de Ética Nacional para los Impartidores de Justicia. o Adoptar las mejores prácticas existentes en materia de transparencia judicial, con miras a fortalecer la rendición de cuentas. o Elaborar una agenda judicial que abarque el conjunto del sistema de impartición de justicia a nivel nacional y que contenga políticas a corto, mediano y largo plazo. 296 o Adoptar todas las medidas a nuestro alcance para lograr y preservar la autonomía e independencia de los órganos jurisdiccionales y sus miembros. o Hacer un llamamiento a los miembros de los distintos foros de abogados postulantes para que su actuar se profesionalice y ajuste a las directivas éticas que requiere un sistema de impartición de justicia que merezca la confianza de todos los mexicanos. o Invitar a las instituciones educativas del país a elevar la calidad de la formación profesional de los abogados. o Hacer un llamamiento a las autoridades y a los actores políticos para que refrenden su vocación democrática y en consecuencia se comprometan a acatar los fallos de la justicia y respetar las garantías de los juzgadores, convencidos de que sólo así podremos consolidar el Estado de Derecho en el cual todos aspiramos vivir. o Ratificar nuestro compromiso por mejorar la calidad de la impartición de justicia en México, teniendo como objetivo primordial al justiciable. o Emprender de inmediato las acciones concretas siguientes: o Levantar un censo de todos los impartidores de justicia del país. o Establecer un Sistema Nacional de Capacitación Judicial como instrumento para la preparación y actualización de los impartidores de justicia del país. o Convocar a las instituciones de educación de mayor prestigio en la rama jurídica para elaborar conjuntamente un programa de reclutamiento para los poderes judiciales de los egresados de excelencia. o Levantar un inventario de infraestructura y necesidades tecnológicas que abarque todos los órganos de impartición de justicia del país, para lo cual se publicará, a partir de 2006, el Anuario de la Justicia en México. o Proponer la creación de nuevos fondos para el fortalecimiento de los órganos impartidores de justicia destinados a financiar gasto de inversión. o Establecer bases de colaboración entre los órganos impartidotes de justicia para intercambiar información, capacitación y experiencias en la implementación de desarrollos tecnológicos. o Sentar las bases para la creación de una red nacional de información judicial que incluya elementos de estadística bajo un formato común, que permita la creación de un Sistema Nacional de Medición del Desempeño Judicial. o Realizar una evaluación objetiva, basada en datos empíricos, para medir el impacto del amparo directo en el conjunto del sistema de impartición de justicia. o Elaborar una propuesta de reforma constitucional y legal que faculte a los Tribunales Colegiados de Circuito a rechazar de plano aquellas demandas de amparo directo que no revistan importancia y trascendencia. Los supuestos de importancia y trascendencia al ser establecidos legalmente serán analizados por los integrantes de la mesa en enero de 2006. o Adoptar medidas para el fortalecimiento de los poderes judiciales de las entidades federativas. o Fortalecer la autonomía e independencia de los tribunales administrativos. o Difundir entre todos los asistentes a este Primer Encuentro Nacional de Impartidores de Justicia el avance en el cumplimiento de las anteriores acciones a más tradar el 15 de junio de 2006. o Generar un mecanismo institucional que permita el diálogo y la consulta permanente entre los órganos impartidores de justicia. o Hacer un esfuerzo para homogeneizar los procesos de modernización de los órganos judiciales locales. 297 o Elaborar estrategias y políticas de comunicación del sistema nacional de impartición de justicia. o Analizar la situación de la justicia constitucional en las entidades federativas o Establecer contactos permanentes entre los impartidores de justicia federales y los de las entidades federativas para discutir y analizar asuntos de trámite en materia de amparo directo y difundir los resultados de este encuentro. Convencidos de que así contribuimos al fortalecimiento de nuestro Estado Constitucional y considerando, reconociendo y ratificando lo aquí asentado, lo convenimos y suscribimos en la Ex Hacienda de Jurica, Estado de Querétaro el día 2 de diciembre de 2005. 298 5. ESTATUTO DEL JUEZ IBEROAMERICANO.196 LA VI CUMBRE IBEROAMERICANA DE PRESIDENTES DE CORTES SUPREMAS Y TRIBUNALES SUPREMOS DE JUSTICIA, celebrada en Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España, los días 23, 24 y 25 de mayo de 2001. TOMANDO EN CUENTA que la evolución de nuestras sociedades ha llevado a un mayor protagonismo del juez, lo cual exige que el Poder Judicial responda a la demanda de apertura y sensibilidad en relación con las necesidades expresadas por diversos sectores y agentes sociales y adapte sus tradicionales métodos de trabajo y actitudes a esas nuevas necesidades. CONSIDERANDO que el Poder Judicial debe evolucionar hacia la consecución o consolidación de su independencia, no como privilegio de los jueces, sino como derecho de los ciudadanos y garantía del correcto funcionamiento del Estado constitucional y democrático de Derecho que asegure una justicia accesible, eficiente y previsible. CONSIDERANDO, además, que, a la par de los esfuerzos que se realizan en lo que se ha denominado «Reforma Judicial», con la diversidad que en el ámbito iberoamericano se observa, es indispensable dar respuesta a la exigencia de nuestros pueblos de poner la justicia en manos de jueces de clara idoneidad técnica, profesional y ética, de quienes depende, en último término, la calidad de la justicia. CONVENCIDA de que para el mejor desempeño de la función jurisdiccional, y junto a las disposiciones constitucionales y legales de cada uno de los Estados que componen la comunidad iberoamericana, es necesario que los jueces, independientemente de su orden jerárquico, dispongan de un instrumento que condense, lo más precisamente posible, los derechos, deberes, condiciones y requisitos que han de acompañarlos y orientarlos en el ejercicio de sus delicadas tareas. DESEANDO, por último, ofrecer un referente que identifique los valores, principios, instituciones, procesos y recursos mínimos necesarios para garantizar que la función jurisdiccional se desarrolle en forma independiente, defina el papel del juez en el contexto de una sociedad democrática y estimule los esfuerzos que en ese sentido desarrollan los Poderes Judiciales de la región. Aprueba y promulga el siguiente: ESTATUTO DEL JUEZ IBEROAMERICANO INDEPENDENCIA Art. 1. Principio general de independencia Como garantía para los justiciables, los Jueces son independientes en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales y se encuentran tan sólo sometidos a la Constitución y a la ley, con estricto respeto al principio de jerarquía normativa. Art. 2. Obligación de respeto a la independencia judicial Los otros poderes del Estado y, en general, todas las autoridades, instituciones y organismos nacionales o internacionales, así como los diferentes grupos y organizaciones sociales, económicos y políticos, deben respetar y hacer efectiva la independencia de la judicatura. Art. 3. Independencia judicial y medios de comunicación La utilización de los medios de comunicación social con el objeto de suplantar funciones jurisdiccionales, imponer o influir el contenido de las resoluciones judiciales, en condiciones que excedan el legítimo derecho a la libertad de expresión e información, se considera lesiva para la independencia judicial. 196 http://www.geocities.com/leyesdominicanas/estatutojueziberoamericano.html 299 Art. 4. Independencia interna En el ejercicio de la jurisdicción, los jueces no se encuentran sometidos a autoridades judiciales superiores, sin perjuicio de la facultad de éstas de revisar las decisiones jurisdiccionales a través de los recursos legalmente establecidos, y de la fuerza que cada ordenamiento nacional atribuya a la jurisprudencia y a los precedentes emanados de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos. Art. 5. Defensa de la independencia judicial Los atentados a la independencia judicial han de ser sancionados por ley, que deberá prever los mecanismos por medio de los cuales los jueces inquietados o perturbados en su independencia puedan obtener el respaldo de los órganos superiores o de gobierno del Poder Judicial. Art. 6. Condiciones materiales de la independencia El Estado garantizará la independencia económica del Poder Judicial, mediante la asignación del presupuesto adecuado para cubrir sus necesidades y a través del desembolso oportuno de las partidas presupuestarias. IMPARCIALIDAD Art. 7. Principio de imparcialidad La imparcialidad del juez es condición indispensable para el ejercicio de la función jurisdiccional. Art. 8. Imparcialidad objetiva La imparcialidad del juez ha de ser real, efectiva y evidente para la ciudadanía. Art. 9. Abstención y recusación Los jueces tienen la obligación de separarse de la tramitación y conocimiento de asuntos en los que tengan alguna relación previa con el objeto del proceso, partes o interesados en el mismo, en los términos previstos en la ley. Las abstenciones sin fundamento y las recusaciones infundadas aceptadas por el juez, deben ser sancionadas de conformidad con lo que disponga la ley. Art. 10. Incompatibilidades El ejercicio de la función jurisdiccional es incompatible con otras actividades, a excepción de aquéllas admitidas por la ley. SELECCIÓN DEL JUEZ, CARRERA JUDICIAL E INAMOVILIDAD Art. 11. Órgano y procedimiento de selección de los jueces Los procesos de selección y nombramiento deben realizarse por medio de órganos predeterminados por la ley, que apliquen procedimientos también predeterminados y públicos, que valoren objetivamente los conocimientos y méritos profesionales de los aspirantes. Art. 12. Objetividad en la selección de jueces Los mecanismos de selección deberán adaptarse a las necesidades de cada país y estarán orientados, en todo caso, a la determinación objetiva de la idoneidad de los aspirantes. Art. 13. Principio de no discriminación en la selección de jueces En la selección de los jueces, no se hará discriminación alguna por motivo de raza, sexo, religión, ideología, origen social, posición económica u otro que vulnere el derecho a la igualdad que ampara a los aspirantes. El requisito de nacionalidad del país de que se trate no se considerará discriminatorio. Art. 14. Principio de inamovilidad Como garantía de su independencia, los jueces deben ser inamovibles desde el momento en que adquieren tal categoría e ingresan a la Carrera Judicial, en los términos que la Constitución establezca. 300 No obstante, podrán ser suspendidos o separados de sus cargos por incapacidad física o mental, evaluación negativa de su desempeño profesional en los casos en que la ley lo establezca, o destitución o separación del cargo declarada en caso de responsabilidad penal o disciplinaria, por los órganos legalmente establecidos, mediante procedimientos que garanticen el respeto del debido proceso y, en particular, el de los derechos de audiencia, defensa, contradicción y recursos legales que correspondan. Art. 15. Nombramiento a término de los jueces Con conocimiento de que algunos países admiten el nombramiento a término de jueces, se aspira a que esta situación se modifique para alcanzar la garantía de inamovilidad en los términos del artículo anterior. Art. 16. Inamovilidad interna La garantía de inamovilidad del juez se extiende a los traslados, promociones y ascensos, que exigen el libre consentimiento del interesado. Excepcionalmente, podrá establecerse en la ley la posibilidad del ascenso o traslado del juez por necesidades del servicio o modificación de la organización judicial o el destino temporal de aquél, por iguales motivos, para reforzar otro órgano jurisdiccional. En casos como estos, en que prevalece el interés general sobre el particular, deberá garantizarse el respeto del debido proceso. Art. 17. Objetividad en la conformación de la carrera judicial Los traslados, promociones y ascensos de los jueces se decidirán con criterios objetivos predeterminados en la ley, basados, fundamentalmente, en la experiencia y capacidad profesionales de los solicitantes. Art. 18. Inamovilidad «ad hoc» La inamovilidad del juez garantiza también, como principio general y salvo aquellos casos expresamente previstos en la Ley que no podrá ser apartado del conocimiento de los asuntos que le estén encomendados. RESPONSABILIDAD, INSPECCIÓN Y EVALUACIÓN DEL JUEZ Art. 19. Principio de legalidad en la responsabilidad del juez Los jueces responderán penal, civil y disciplinariamente de conformidad con lo establecido en la ley. La exigencia de responsabilidad no amparará los atentados contra la independencia judicial que pretendan encubrirse bajo su formal cobertura. Art. 20. Órgano y procedimiento para la exigencia de responsabilidad La responsabilidad disciplinaria de los jueces será competencia de los órganos del Poder Judicial legalmente establecidos, mediante procedimientos que garanticen el respeto del debido proceso y, en particular, el de los derechos de audiencia, defensa, contradicción y recursos legales que correspondan. Art. 21. Sistema de supervisión judicial Los sistemas de supervisión judicial han de entenderse como un medio para verificar el buen funcionamiento de los órganos judiciales y procurar el apoyo a la mejora de la gestión de los jueces. Art. 22. Evaluación del desempeño En garantía de la eficiencia y calidad del servicio público de justicia, puede establecerse un sistema de evaluación del rendimiento y comportamiento técnico profesional de los jueces. Art. 23. Consecuencias de la evaluación negativa del desempeño El desempeño inadecuado o deficiente en el ejercicio de la función jurisdiccional, debidamente acreditado mediante procedimiento legal y reglamentariamente establecido que prevea la audiencia del juez, puede conllevar la aplicación de periodos de capacitación obligatoria o, en su caso, la aplicación de otras medidas correctivas o disciplinarias. 301 CAPACITACIÓN Art. 24. Capacitación inicial La capacitación inicial tiene por objetivos la selección de los candidatos más aptos para el desempeño de la función judicial en una sociedad democrática, a través de mecanismos que permitan comprobar las condiciones que debe reunir todo aspirante a la judicatura y la formación de éste en los conocimientos y las destrezas propias de su función, con una orientación teórico-práctica que incluya, en la medida de lo posible, un período de pasantías en órganos jurisdiccionales. Art. 25. Centros de capacitación Las Escuelas Judiciales, sea cual sea la denominación que en cada país reciban, deben asumir la responsabilidad de la formación inicial de los jueces, y, en su caso, de los que pertenecen a la carrera judicial siguiendo las indicaciones, en su caso, del órgano superior de gobierno judicial, en cuanto a los propósitos que deben perseguirse con esa formación, diseñando, planificando y ejecutando los programas educativos y valorando sus resultados. Art. 26. Costos de la capacitación inicial Los costos de la formación inicial deben ser asumidos por el Poder Judicial, con colaboración, en su caso, de instituciones públicas y privadas procurando, también, si sus posibilidades económicas lo permiten, facilitar fórmulas de apoyo financiero a los aspirantes a jueces. Art. 27. Naturaleza y costos de la capacitación continuada La formación continuada o capacitación en servicio constituye un derecho y un deber del juez y una responsabilidad del Poder Judicial, que deberá facilitarla en régimen de gratuidad. Art. 28. Voluntariedad de la capacitación continuada La capacitación continuada puede ser concebida como obligatoria o como voluntaria para el juez, pero habrá de revestir carácter obligatorio en casos de ascenso, traslado que implique cambio de jurisdicción, reformas legales importantes y otras circunstancias especialmente calificadas. Art. 29. Órgano que tiene encomendada la capacitación continuada La formación continuada o capacitación en servicio debe ofrecerse a jueces y magistrados a través de las Escuelas Judiciales, sin perjuicio de que éstas recurran a la colaboración de otras instituciones, públicas o privadas, cuando fuere necesario. Art. 30. Evaluación en la capacitación La evaluación de los aspirantes que realicen procesos o sistemas de formación inicial se realizará atendiendo a criterios objetivos, para determinar la posibilidad o imposibilidad del ingreso a la función. La evaluación de la formación continuada, incorporada al expediente personal del juez, puede constituir un elemento de valoración del desempeño judicial y un criterio de decisión para la promoción y ascenso de los jueces. Art. 31. Participación judicial en la programación de la capacitación En la definición de políticas de formación judicial, los órganos competentes deberán tomar en cuenta la opinión de los jueces. RETRIBUCIÓN, SEGURIDAD SOCIAL Y MEDIOS MATERIALES Art. 32. Remuneración Los jueces deben recibir una remuneración suficiente, irreductible y acorde con la importancia de la función que desempeñan y con las exigencias y responsabilidades que conlleva. Art. 33. Seguridad Social El Estado debe ofrecer a los jueces su acceso a un sistema de seguridad social, garantizando que recibirán, al concluir sus años de servicio por jubilación, enfermedad u otras contingencias legalmente previstas o en caso de daños personales, familiares o patrimoniales derivados del ejercicio del cargo, una pensión digna o una indemnización adecuada. 302 Es recomendable, en la medida en que las posibilidades económicas lo permitan, la previsión de un sistema de seguridad para los jueces que incluya un seguro de riesgos múltiples. Art. 34. Recursos humanos, medios materiales y apoyos técnicos Los jueces deberán contar con los recursos humanos, medios materiales y apoyos técnicos necesarios para el adecuado desempeño de su función. El criterio de los jueces debe ser tomado en consideración en las decisiones que se adopten sobre el particular, para lo que debe oírse su opinión. En particular, los jueces deben tener fácil acceso a la legislación y a la jurisprudencia y disponer de los demás recursos necesarios para la rápida y motivada resolución de litigios y causas. Art. 35. Seguridad personal y familiar En garantía de la independencia e imparcialidad que han de presidir el ejercicio de la función judicial, el Estado proporcionará los medios necesarios para la seguridad personal y familiar de los jueces en función de las circunstancias de riesgo a que se vean sometidos. DERECHO DE ASOCIACIÓN PROFESIONAL Art. 36. Derecho de asociación de los jueces La imparcialidad es compatible con el reconocimiento de la libertad de asociación de los jueces salvo las excepciones que establezca la Constitución o legislación de cada país. ÉTICA JUDICIAL Art. 37. Servicio y respeto a las partes En el contexto de un Estado constitucional y democrático de Derecho y en el ejercicio de su función jurisdiccional, los jueces tienen el deber de trascender el ámbito de ejercicio de dicha función, procurando que la justicia se imparta en condiciones de eficiencia, calidad, accesibilidad y transparencia, con respeto a la dignidad de la persona que acude en demanda del servicio. Art. 38. Obligación de independencia El juez está obligado a mantener y defender su independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional. Art. 39. Debido proceso Los jueces tiene el deber de cumplir y hacer cumplir el principio del debido proceso, constituyéndose en garantes de los derechos de las partes y, en particular, velando por dispensarles un trato igual que evite cualquier desequilibrio motivado por la diferencia de condiciones materiales entre ellas y, en general, toda situación de indefensión. Art. 40. Limitaciones en la averiguación de la verdad Los jueces habrán de servirse tan sólo de los medios legítimos que el ordenamiento pone a su alcance en la persecución de la verdad de los hechos en los casos de que conozcan. Art. 41. Motivación Los jueces tienen la inexcusable obligación, en garantía de la legitimidad de su función y de los derechos de las partes, de motivar debidamente las resoluciones que dicten. Art. 42. Resolución en plazo razonable Los jueces deben procurar que los procesos a su cargo se resuelvan en un plazo razonable. Evitarán o, en todo caso, sancionarán las actividades dilatorias o de otro modo contrarias a la buena fe procesal de las partes. Art. 43. Principio de equidad 303 En la resolución de los conflictos que lleguen a su conocimiento, los jueces, sin menoscabo del estricto respeto a la legalidad vigente y teniendo siempre presente el trasfondo humano de dichos conflictos, procurarán atemperar con criterios de equidad las consecuencias personales, familiares o sociales desfavorables. Art. 44. Secreto profesional Los jueces tienen obligación de guardar absoluta reserva y secreto profesional en relación con las causas en trámite y con los hechos o datos conocidos en el ejercicio de su función o con ocasión de ésta. No evacuarán consulta ni darán asesoramiento en los casos de contienda judicial actual o posible. 304 BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA LIBROS Acosta Gallo, Pablo La responsabilidad de Estado-Juez. Ed. Montecorvo, S.A., Madrid, España, 2005 Alvarado Velloso, Adolfo El juez. 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