instituto nacional de ciencias penales

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INSTITUTO NACIONAL DE CIENCIAS PENALES
MAESTRÍA EN CIENCIAS PENALES, POR INVESTIGACIÓN
“LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS JUZGADORES”
BAJO LA TUTORÍA DEL: DR. SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
TESIS QUE PRESENTA: JORGE NADER KURI
1
AGRADECIMIENTOS
Expreso mi agradecimiento a los profesores que me acompañaron a lo largo de mis estudios de
maestría por investigación o que, sin haber participado en el procedimiento, influyeron en la
formación de los conceptos vertidos en la tesis:
Al Dr. Sergio García Ramírez, quien tuvo la gentileza de aceptar la tutoría de este trabajo, y me
guió, siempre dispuesto, sobre los cauces que debían navegarse. A él debo los aciertos que
puedan encontrase en esta tesis; las fallas son sólo mías.
Al Dr. Moisés Moreno Hernández, por la influencia que ha tenido en mis ideas y conceptos sobre
los muy variados temas que conforman la moderna dogmática penal y procesal penal. Su juicio
sobre esta tesis será enriquecedor.
A los integrantes del Comité de Maestría, que con paciencia y disposición me acompañaron a lo
largo de mis estudios y me auxiliaron para que esta tesis pudiera llegar a su término: Dra. Rosa
María Couvert Rojas y Doctores Arturo Luis Cossio Zazueta, Juan Federico Arriola Cantero,
Gerardo Flores Ardaud y Antonio Cholley Nakahodo Rivera. A ellos, mi mayor reconocimiento.
Finalmente, al Instituto Nacional de Ciencias Penales, su director general, Mtro. Gerardo
Laveaga, y sus funcionarios, por la iniciativa de implementar estudios de maestría por
investigación y los buenos oficios llevados a cabo para que pudiera lograrse.
2
ÍNDICE
Pág.
INTRODUCCIÓN.
1
CAPÍTULO I.- LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO
PENAL.
Introducción.
1.- Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito: nulla
poena sine crimine.
2.- Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto
(estricta legalidad): nullum crimen sine praevia lege poenali valida.
3.- Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona:
nulla lex poenalis sine necesitate.
4.- Principio de lesividad o de la ofensividad del acto: nulla necesitas sine iniuria.
4.1. El bien jurídico; fundamentos filosófico-jurídicos.
4.2. La política criminal.
5.- Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción: nulla iniuria sine
actione.
6.- Principio de culpabilidad personal: nulla actio sine culpa.
7.- Principio de jurisdiccionalidad: nulla culpa sine iudicio.
8.- Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación: nullum iudicium sine
accusatione.
9.- Principio de la carga de la prueba o de verificación: nulla accusatio sine
probatione.
10.- Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación: nulla probatio
sine defensione.
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CAPÍTULO II.- PRINCIPIOS ESENCIALES DE LA FUNCIÓN JUDICIAL.
1.- Evolución de la idea de jurisdicción.
1.1.- Antes de los pueblos primitivos (pre-historia).
1.2.- Los pueblos primitivos.
El caso americano.- derecho aborigen.
1.3.- Grecia.
1.4.- Roma.
1.5.- Edad media.
1.6.- Revolución francesa (ilustración).
1.7.- Siglos XX y XXI.
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1.8.- La evolución en México.
2.- Principios esenciales.
2.1.- Independencia.
2.1.1.- Independencia como garantía.
2.1.2.- Independencia funcional.
2.2.- Imparcialidad.
2.3.- Gratuidad de la justicia.
2.4.- Principios complementarios.
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CAPÍTULO III.- PROBLEMAS SOBRE INDEPENDENCIA E
IMPARCIALIDAD DE LOS JUZGADORES
1.- A favor de la independencia e imparcialidad.
2.- En contra de la Independencia e Imparcialidad.
2.1.- Razones políticas.
2.2.- Razones presupuestales.
2.2.1.- Ámbito federal.
2.2.2.- Ámbito del Distrito Federal.
2.3.- Razones culturales.
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CAPÍTULO IV.- SISTEMA DE RESPONSABILIDADES DE LOS
JUZGADORES.
Introducción.
1. Responsabilidad en general de los servidores públicos.
2. Responsabilidad administrativa o disciplinaria.
3. Responsabilidad política (Juicio Político).
4. Responsabilidad Civil.
5. Responsabilidad Constitucional.
6. Responsabilidad Penal.
7. Delitos contra la administración de justicia.
7.1. Disposiciones comunes.
7.1.1. Tipo objetivo.
7.1.1.1. Conducta.
7.1.1.2. Resultado.
7.1.1.3. Bien jurídico tutelado.
a) La administración de justicia como poder judicial de Estado.
b) La administración de justicia como bien institucional.
c) La administración de justicia como potestad jurisdiccional o
realización del Derecho.
d) La administración de justicia como protección de los derechos e
intereses de las partes.
e) La administración de justicia como derecho fundamental a la tutela
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judicial efectiva.
7.1.1.4. Calidad específica del sujeto activo.
7.1.1.5. Calidad específica del sujeto pasivo.
7.1.2. Tipo subjetivo.
7.1.3. Antijuridicidad.
7.1.4. Imputabilidad y acción libre en su causa.
7.1.5. Culpabilidad.
7.1.6. Condición objetiva de punibilidad: definitividad.
8. Prevaricación judicial.
9. Denegación de justicia.
9.1. Deberes de independencia.
9.2. Deberes de imparcialidad.
9.2.1. Realizar conductas que rompan el desinterés con el que deben
conducirse los juzgadores.
9.2.2. Realizar conductas que rompan el equilibrio procesal y la
igualdad de las partes.
10. Retardo en la justicia.
11. Abuso de autoridad judicial.
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CAPÍTULO V.- CONTRASTE ENTRE LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
Y LOS TIPOS PENALES
Introducción.
1. Principios que se surten en todos los casos.
2. Principios que no se surten en todas las hipótesis típicas.
3. Síntesis.
4. Matriz analítica.
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CONCLUSIONES.
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APÉNDICES.
1. Jurisprudencia relacionada con la independencia e imparcialidad de los juzgadores.
2. Código de Ética del Poder Judicial de la Federación.
3. Código de Ética del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, del
Distrito Federal.
4. Declaración de Jurica.
5. Estatuto del Juez Iberoamericano.
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BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN
Desde sus orígenes, el hombre se ha visto en la necesidad instintiva de reunirse y convivir con
sus semejantes, por razones de supervivencia; el ser ermitaño es una excepción poco frecuente
que encuentra sus causas en razones más de naturaleza emocional y religiosa, que de orden
funcional y utilitario. En su clásico Contrato Social, Juan Jacobo Rousseau se refiere a la familia
como la sociedad más antigua y le asigna el deber principal de procurar su propia conservación1
Los hombres, originalmente libres, ceden así parte de sus libertades en su propio beneficio:
aceptan limitar sus prerrogativas naturales y reconocen entes superiores a quienes encomiendan
la dirección del grupo y la procuración de su seguridad. Claro está que ningún hombre ha cedido
graciosamente parte de su libertad propia con sólo la mira del bien público; es la necesidad quien
los ha obligado a cederla, en la proporción más pequeña que sea posible.2
Surge así el Estado que, al decir de Georg Jellinek, se justifica como necesidad religiosa, física,
jurídica, moral o psicológica.3
En su expresión más primitiva, el Estado se constituye como el garante del individuo, del orden
social y del óptimo desarrollo de la colectividad, y no como garante de sí mismo; “el orden social
es un derecho sagrado que sirve de base a todos los demás.”4
Al referirse a la actividad del Estado, Jorge E. Buompadre escribe que la función pública debe
estar orientada a la sociedad porque no existen intereses contrapuestos, ni intereses que escapan
al ciudadano, ni asuntos propios del Estado. El Estado nace y se justifica para el servicio de los
1
Editorial Linotipo, Bogotá, Colombia, 1979.
Bonesana, Cesar. Marqués de Beccaria. Tratado de los delitos y de las penas. Editorial Heliasta S.R.L. Brasil,
1993, p. 60.
3
Teoría General el Estado. Editorial Oxford University Press. Colección grandes clásicos del derecho, volumen 2,
México, 1999, Pág. 109.
Al referirse a la teoría de la necesidad jurídica a través de un contrato social, Jellinek afirma que “el influjo histórico
que ha ejercido es extraordinario. Todo Estado moderno se halla saturado del espíritu de esta doctrina, tanto en su
estructura, cuanto en sus instituciones.” El orden social, escribe Rousseau, Op. cit. no viene de la naturaleza; se
funda en convenciones.
4
Rousseau, Op, cit.
2
6
individuos y fuera de esta consideración, se transforma en un ente distinto y, desde luego, muy
peligroso.5
Así, para el logro de sus comunes propósitos, la sociedad emite normas generales y con el
conjunto de ellas instituye al derecho como hecho indisoluble al grupo social; la herramienta que
garantizará el logro de los propósitos individuales y colectivos del grupo.
Al mismo tiempo que el ser humano tiende a la reunión con sus semejantes, busca la
preeminencia de su individualidad por sobre las personas y las cosas, mediante la dominación del
otro y de lo material; “creese alguno señor de los demás.”6 Así, el hombre no sólo satisface sus
necesidades elementales, sino que, por causa de su razón, busca otros satisfactores de orden
objetivo: poder y bienes materiales; y para lograrlos, entra en conflicto con sus semejantes, que
desean lo mismo.
Surgen entonces, ineludiblemente, conflictos entre los componentes sociales, que deben ser
resueltos por el bien común. Mommsen explica que desde el momento en que surge la
comunidad, existe la posibilidad de que algún miembro de ella le cause daño por medio de un
acto propio, y existe, por consecuencia, la necesidad de que el Estado reclame la correspondiente
retribución de este daño.7
La delincuencia primitiva era física o muscular; desplegaba la fuerza dirigida contra la persona
del adversario, queriendo eliminarlo, reducirlo o castigarlo; se actuaba en forma automática, con
escaso despliegue de ingenio.8 Los agravios u ofensas cometidos por un miembro del grupo eran
vengados por el afectado; éste se erigía en juez y verdugo del criminal. A esta etapa histórica se
le conoce como la venganza privada, que provocó excesos y enervamientos generacionales que
amenazaron con la destrucción misma de los grupos en conflicto. Aún hoy, en ciertas latitudes de
nuestra sociedad, somos testigos de venganzas familiares que transmiten de generación en
5
Delitos contra la administración de justicia. Mario A. Viera Editor, Buenos Aires, República Argentina, 2001, p.
38, al referirse al pensamiento de González Cussac.
6
Rousseau, op. cit.
7
Mommsem, Teodoro. Derecho penal romano. Versión castellana de P. Dorado, del título del original en alemán
Romisches Strafrecht, Leipzing, 1889. Editorial Temis, Bogotá, Colombia, 1991, Reimpresión, p. 9.
8
García Ramírez, Sergio. El sistema penal mexicano. Fondo de Cultura Económica, México, 1993, p. 13.
7
generación. En la mayoría de los pueblos primitivos, los agravios u ofensas cometidos contra el
miembro de un grupo eran vengados directamente por los miembros de ese grupo. Lo más
común es que el homicidio acarrere la muerte del ofensor, pero no sólo en estos casos. Así, por
ejemplo, entre los indios comanches, la muerte del caballo favorito de un hombre podía
castigarse con la muerte del transgresor.9
Como consecuencia de la preeminencia del misticismo, los componentes del ente social pensaron
que cualquier conflicto ente los hombres ofendía a Dios y que, entonces, éste se encargaría de
sancionar a los trasgresores a través de sus órganos temporales. La época de la venganza divina
duró prácticamente diez siglos. “La influencia de las religiones alcanzó gran preponderancia en
la vida de la sociedad... el delito producido por el hombre es una ofensa a la divinidad que
requería una pronta y enérgica sanción, para aplacar la ira divina que traían males y tragedias al
Estado y a la sociedad. El castigo, por estas razones, constituye como queda dicho, una ofensa a
la divinidad y se lo implantaba como una expiación al enojo divino causado por la injuria del
criminal.”10
En el derecho medieval, los juzgadores gozaban de amplísimas potestades que derivaban del
poder casi ilimitado del soberano, cuya autoridad provenía de la voluntad divina. Entre estas
potestades judiciales figuraban las de crear delitos y penas, es decir, los juzgadores podían
determinar qué conducta era delictiva y ameritaba la imposición de una pena. Puesto que esa
determinación provenía del arbitrio del juez, los individuos no siempre conocían de antemano
qué conductas eran punibles y cuáles las penas previstas y autorizadas, lo cual permitió todo
género de abusos. No existía ningún principio de legalidad en materia penal, mucho menos el
dogma nullum crimen nulla poena sine lege (no hay delito ni pena sin ley), hoy considerado pilar
fundamental del derecho penal.11
9
Fix Fierro, Héctor. Derechos del Pueblo Mexicano, México a través de sus constituciones. Cámara de Diputados
del H. Congreso de la Unión. Ed. Miguel Ángel Porrúa, México, 1996, Tomo III, p. 579
10
Páez
Olmedo,
Sergio.
La
fase
de
la
venganza
divina
y
pública.
http://www.dlh.lahora.com.ec/paginas/judicial/PAGINAS/D.penal.47.htm
11
Cfr. García Ramírez, Op. cit.
8
Al surgir el Estado moderno, se asumió que la solución de los conflictos entre los seres humanos
debe concentrarse en manos de una institución fuerte e imparcial,12 es decir, al Estado a través de
sus órganos de gobierno, no como encarnación de la divinidad, sino como el depositario de la
autoridad estatal. Surge así la heterocomposición, hoy encomendada a tribunales que, por
voluntad social, poseen el monopolio de la violencia en sus manos y están confiados a miembros
de la misma sociedad a los que se denomina juzgadores, si bien subsisten y evolucionan algunos
mecanismos de autocomposición distintos a la venganza.
El monopolio de la violencia legítima por parte del Estado no significa que estén prohibidas
todas las formas de autodefensa, es decir, de solución de un conflicto por una de las partes. Hay
algunas excepciones muy limitadas y que están sometidas, eventualmente, al control y la
vigilancia del Estado, ya que si no se cumplen ciertos requisitos, se convierten en actos ilícitos.
Es el caso de la legítima defensa en el derecho penal, que permite causar un daño a un bien
jurídicamente protegido si ésta es la única manera de proteger otro de mayor valor; o la retención
de bienes que autoriza la legislación civil en diversas hipótesis, para garantizar el pago de una
deuda; cabe citar también la huelga, como forma de lograr prestaciones laborales.13
Si al Estado corresponde la función de juzgar, de la que se excluye a los particulares, es preciso
que se ejerza plenamente tan importante atribución. De su buen desempeño depende la paz. Otra
cosa traería fenómenos de venganza (autocomposición) por parte de quienes, sintiéndose
defraudados por la inercia, la ineficiencia o la parcialidad de la justicia pública, opten por
reasumir la potestad del castigo, como en el remoto pasado: linchamientos, venganzas privadas,
escuadrones de la muerte, etc.14
En México, desde la Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz, el
19 de marzo de 1812, se estableció que la potestad de aplicar leyes en las causas civiles y
criminales pertenecía exclusivamente a los tribunales y que éstos no podrían ejercer otras
funciones que las de juzgamiento y ejecución de sus fallos. El mismo criterio siguió explícito en
el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana, sancionado en Apatzingán, el
12
Fix Fierro, Héctor, Op. cit., p. 580
Idem, p. 581.
14
García Ramírez, Sergio. Op. cit.
13
9
22 de octubre de 1814; en el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, suscrito en
la ciudad de México, el 18 de diciembre de 1822; en el Plan de la Constitución Política de la
Nación Mexicana, fechado en la ciudad de México, el 16 de mayo de 1823; en el Acta
Constitutiva de la Federación Mexicana, fechada en la ciudad de México, el 31 de enero de 1856;
en el Proyecto de Constitución Política de la República Mexicana, fechado en la ciudad de
México, el 16 de junio de 1856; en la Constitución Política de la República Mexicana,
sancionada por el Congreso General Constituyente, el 5 de febrero de 1857; en el Estatuto
Provisional del Imperio Mexicano, dado en el Palacio de Chapultepec, el 10 de abril de 1865; y
en el Mensaje y Proyecto de Constitución de Venustiano Carranza, fechados en la ciudad de
Querétaro, el 1º de diciembre de 1916.15
El art. 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), aprobado por
el Congreso Constituyente de 1916 el 21 de diciembre de 1916, establecía lo siguiente:
“Art. 17.- Nadie puede ser preso por deudas de un carácter puramente civil. Ninguna
persona podrá hacerse justicia por sí misma y ejercer violencia para reclamar su
derecho. Los tribunales estarán expeditos para administrar justicia en los plazos y
términos que fije la ley y su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia,
prohibidas las costas judiciales.”
La única reforma que se ha promulgado al art. 17 de la CPEUM, fundamentada en la necesidad
de perfeccionar y robustecer la garantía individual de acceso a la jurisdicción y señalar sus
cualidades, fue aprobada en 1986, para quedar como sigue:
“Art. 17.- Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para
reclamar su derecho.
Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán
expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus
resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito,
quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales.
15
Derechos del Pueblo Mexicano. México a través de sus Constituciones. Op. cit., pp. 589 a 590.
10
Las leyes federales y locales establecerán los medios necesarios para que se garantice la
independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones.
Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil.”
Los tribunales a que se refiere el art. 17 preindicado son entidades jurídicas objetivadas que están
bajo la titularidad de seres humanos llamados juzgadores. Como seres humanos que son, están
sujetos al sistema normativo general aplicable a su colectividad; y como pertenecen al órgano
estatal encargado de impartir justicia, entonces son servidores públicos y por tanto están sujetos a
las previsiones normativas aplicables a toda persona que forme parte del Estado. En este sentido
no sólo están obligados a salvaguardar el debido servicio público lato sensu, sino el adecuado
servicio público stricto sensu de impartir justicia. Por último, en su carácter de hombres
encomendados al servicio público de la debida justicia, están obligados sustancialmente a
impartir justicia, es decir, a dirimir controversias mediante la aplicación de la ley general a los
casos concretos.
Lo anterior clasifica al juzgador bajo dos dimensiones en función a sus actividades: (i) en tanto
ser humano; (ii) en tanto servidor público, misma que se subdivide en (ii.a) lato sensu como
integrante del Estado y (ii.b) stricto sensu como resolutor de controversias. A su vez, ésta última
subdivisión se descompone en dos cualidades: (ii.b.1) durante el procedimiento y (ii.b.2) al
impartir justicia mediante la resolución correspondiente.
La primera dimensión atiende al juzgador en tanto individuo perteneciente a la colectividad.
Como afirma Adolfo Alvarado Velloso, “sin deterioro de las elucubraciones de gabinete, es
preciso recordar que los jueces son hombres.”16 En esta dimensión, el juzgador no se diferencia
de los demás entes sociales; está sujeto a las mismas normas reguladoras de conducta, en
cualquiera de las diferentes especialidades del derecho. En materia penal, a diferencia de otros
servidores públicos que gozan de fuero indiferenciado por su función, en el ámbito judicial sólo
disponen de la señalada protección los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral y los magistrados de los Tribunales
16
El juez. Sus deberes y facultades. Ediciones De Palma, Buenos Aires, Argentina, 1982, p. 3.
11
Superiores de Justicia de los Estados17, lo que reafirma la condición de ciudadanos comunes de
los juzgadores no incluidos en la disposición constitucional de excepción.18
No obstante, vale tener presente la reflexión de Piero Calamandrei:
“en los jueces, aun en la vida privada, se reprochan como indignas de la seriedad de sus
funciones, ciertas pequeñas debilidades o ciertas inocentes distracciones que se
perdonan o hasta se miran con simpatía en otras personas. Por ejemplo; si yo fuera
(como, para mi vergüenza, no lo soy) un asiduo concurrente a los partidos de fútbol y
entre el público gesticulante reconociera a un magistrado de apelación que agitaba
frenéticamente los brazos y sostenía a voz en cuello que el árbitro se había vendido,
¿cómo podía al día siguiente, al discutir una causa ante él, seguir teniendo confianza en
su serenidad y en su equilibrio? La misma sensación de desaliento se apoderó de mi una
vez, cuando al hablar de cerca, antes de la sesión, con el presidente de una Corte penal
ante el que tenía que discutir momentos después un recurso, noté, en los coloridos
reflejos de su cabellera untada con pomada, que se teñía el cabello. ¡Ay! ¿Ay! ¿Cómo
puede ser investigador escrupulosos de la verdad en los asuntos ajenos, el que el que la
adultera en sí mismo hasta en el color de los cuatro pelos que todavía le quedan?”19
La segunda dimensión atiende al juzgador en tanto servidor público. En esta dimensión, el
juzgador está sujeto a la regulación legal establecida para salvaguardar el debido servicio público
en general y, en particular, el referido a la correcta impartición de justicia. En consecuencia, esta
dimensión se desdobla en dos afirmaciones: (i) que el juzgador es servidor público como
cualquier otro de los mencionados en los arts. 108 constitucional y 212 del Código Penal Federal
(CPF) y por tanto sujeto a las mismas determinaciones de carácter penal20 y (ii) que el juzgador
debe de cumplir el servicio de conducir el proceso y resolver controversias debidamente.
17
Art. 111 de la CPEUM.
Los consejos de la judicatura, sin embargo, deben autoriza la apprehension de cualquier juzgador previamente a
que se ejecute el mandato de captura, lo que podría constituir una especie de fuero.
19
Elogio de los jueces. Editorial Tribunal, México. La edición no muestra fecha ni edición; sólo refiere que la obra
se reproduce en edición facsimilar, sin propósito de lucro, con fines educativos. p. 214.
20
El art. 109, fracción III, de la C. dispone que “la comisión de delitos por parte de cualquier servidor público será
perseguida y sancionada en los términos de la legislación penal”
18
12
Para la primera subdimensión, las legislaciones penales contienen tipos delictivos tales como el
ejercicio indebido y abandono del servicio público, abuso de autoridad y uso ilegal de la fuerza
pública; desaparición forzada de personas, coalición de servidores públicos, uso indebido de
atribuciones y facultades, concusión, intimidación, negación del servicio público, ejercicio
abusivo de funciones, tráfico de influencias, cohecho, peculado, enriquecimiento ilícito, tortura y
otros cuya definición normativa requiere de la calidad específica de servidor público en el sujeto
activo. Se trata de delitos que puede cometer cualquier servidor público, independientemente de
la función que tenga encomendada o del poder al que pertenezca formalmente.
En cuanto a la segunda subdimensión, las codificaciones penales prevén tipos tales como
incumplir una determinación legítima de su superior, conocer de un negocio para el cual se tenga
impedimento, litigar por sí o por interpósita persona cuando la ley lo prohíba, aconsejar a los que
litiguen ante él, retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia, ordene la
aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o no preceda
denuncia o querella, inicie un procedimiento penal contra un servidor público con fuero, otorgue
la libertad provisional cuando no proceda o se abstenga de hacerlo cuando se tenga ese derecho,
y otros más en cuya expresión legislativa o por virtud del bien jurídico tutelado al que atienden,
se requiere la calidad específica de juzgador en el sujeto activo. Aquí, no basta la calidad de
servidor público en el sujeto activo, sino que se exige además que se trate del titular del servicio
de la justicia. Como nota común, en todos los casos contenidos en esta subdimensión, la norma
que subyace es de carácter dispositivo y consiste en la obligación de desempeñar el servicio de la
justicia debidamente.
La segunda subdimensión, que atiende al juzgador en tanto resolutor de controversias, observa a
la actividad del juzgador durante la secuela del proceso y especialmente al momento de impartir
justicia mediante el pronunciamiento de la resolución correspondiente. Se trata de la función
procesal del juez propiamente dicha, caracterizada por la suma de deberes y facultades de que
está investido. Alvarado Velloso esquematiza dicha función dividiéndola en deberes
(funcionales: esenciales y legales, y procesales: de dirección, de resolución y e ejecución), y
facultades (ordenatorias, conminatorias, sancionatorias y decisorias)21.
21
Op. Cit.
13
La actividad del juzgador de impartir justicia mediante el pronunciamiento de una resolución que
aplica la ley general a los casos concretos, es la función sustantiva del juez; aquella para la que
está destinado esencialmente por mandato del constituyente. Aquí no se trata de que desempeñe
el servicio de la justicia debidamente a lo largo del proceso, sino al hecho material mismo de
impartir justicia; de resolver litigios. En estos casos, las legislaciones penales disponen tipos
tales como dictar sentencia o resolución de fondo que viole un precepto terminante de la ley, o
dictar sentencia o resolución de fondo contraria a las constancias de autos22.
Los tipos penales dirigidos a regular la actividad de impartir justicia implican que (i) para la
legislación mexicana, no sólo es válido regular el servicio público y su adecuado desarrollo en
materia de justicia, sino también la actividad propia de juzgar; (ii) los agentes del Ministerio
Público y los juzgadores a quienes corresponda intervenir en la sanción de la conducta
reprochada, poseen una especie de supra-competencia por sobre el juzgador reo y la cosa
juzgada, capaz de juzgar lo que éste ya juzgó; y (iii) que a pesar de ello, el daño causado a la
víctima, es decir, a la parte del proceso a quien afectó el juzgador por su conducta delictiva, no
queda reparado, puesto que la pena no anula la sentencia o resolución de fondo delictiva.23
Ante lo anterior, surge el siguiente dilema: (i) La norma penal puede y debe regular la actividad
sustantiva de los juzgadores, por lo que los delitos establecidos para sancionar la actividad de
impartir justicia responden a los principios generales de validez de las normas penales y sus
principios justificadores, o (ii) La norma penal no puede ni debe regular la actividad sustantiva
de los servidores públicos y entonces los tipos penales en cuestión no responden a los principios
generales de validez de las normas penales y sus principios justificadores y deben ser derogados.
22
Si la norma penal puede y debe regular la actividad sustantiva de los juzgadores, entonces debería ocurrir lo
mismo tratándose de las funciones ejecutivas y legislativas, como principio básico de congruencia de política
criminal. Sin embargo, no sucede así. Ninguna disposición legislativa de naturaleza penal sanciona el hecho mismo
de legislar o de ejecutar la ley, a pesar de que ello se realice en contravención con un precepto terminante de la ley o
en contra de las constancias del expediente o de los antecedentes correspondientes. La normatividad penal no regula
ni sanciona la actividad sustantiva de los legisladores ni de los jefes o integrantes de los poderes ejecutivos; se limita
a las dos primeras dimensiones: en tanto sujetos pertenecientes a la colectividad y en tanto servidores públicos como
tales y como obligados al debido desempeño de sus funciones.
23
Lo más a lo que podría aspirar es a reclamar patrimonialmente al reo y al Estado, en términos del art. 113, último
párrafo, de la C. y leyes relativas
14
Para resolver el dilema antes dicho, la presente investigación partirá de las siguientes hipótesis:
1. El servicio público en general y el dirigido a la debida impartición de justicia son bienes
jurídicos tutelables por el derecho penal. La norma criminal, entonces, puede y debe
sancionar las conductas que vulneren los referidos valores fundamentales, atendiendo a los
principios justificadores de la tipificación penal.
2. Algunos tipos penales que sancionan la función sustantiva del juzgador no responden a los
principios fundamentales del derecho penal y de la jurisdicción y por tanto deben ser
derogados.
3. Los tipos delictivos que sancionan conductas que atenten contra la independencia y la
imparcialidad, que impliquen prevaricación, denegarción e justicia, retardo en la justicia y
abuso de autoridad judicial, deben subsistir.
En el desarrollo del presente trabajo, se seguirá el método documental basado en los llamados
niveles de racionalidad legislativa, sin perjuicio de incorporar fuentes empíricas, toda vez que se
pretende realizar un estudio de dogmática penal y sólo accidentalmente abordar algunas
cuestiones de ética judicial como complemento. Serán contrastados los criterios de validez
general para el establecimiento de delitos, contra los delitos establecidos que se cuestionan en la
tesis. Al efecto, se analizarán las legislaciones del fuero federal y del Distrito Federal, que
establecen delitos para tutelar la debida impartición y la propia impartición de justicia. Además,
se tendrá en consideración lo establecido por la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación, por la doctrina nacional y por la experiencia extranjera, de modo que se obtengan
elementos críticos con base científicamente objetiva que permitan diseñar las propuestas que se
consideren adecuadas.
De lo que se trata es de establecer y analizar los criterios que motivaron la creación de los tipos
delictivos dirigidos a regular la dimensión sustantiva y adjetiva de los juzgadores, confrontar los
15
criterios antes señalados con los criterios generales de validez de la tipificación de conductas en
los ordenamientos penales y proponer las reformas a que haya lugar.
16
CAPITULO I.- LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PENAL
Sumario: Introducción. 1.- Principio de retributividad o de la sucesividad de la
pena respecto del delito: nulla poena sine crimine. 2.- Principio de legalidad, en
sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad): nullum
crimen sine praevia lege poenali valida. 3.- Principio de necesidad o de economía
del derecho penal y de respeto a la persona: nulla lex poenalis sine necesitate. 4.Principio de lesividad o de la ofensividad del acto: nulla necesitas sine iniuria.
5.- Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción: nulla iniuria sine
actione. 6.- Principio de culpabilidad personal: nulla actio sine culpa. 7.Principio de jurisdiccionalidad: nulla culpa sine iudicio. 8.- Principio acusatorio
o de separación entre juez y acusación: nullum iudicium sine accusatione 9.Principio de la carga de la prueba o de verificación: nulla accusatio sine
probatione. 10.- Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación:
nulla probatio sine defensione.
Introducción:
Afirma con razón Fernando Velásquez V. que, como cualquier sector del saber que pretenda un
mínimo de coherencia y rigor conceptuales, el derecho penal está orientado por un cúmulo de
postulados fundamentales a partir de los cuales es posible su interpretación, sistematización y
crítica, al punto de poder predicar de él su carácter de ciencia; verdades fundantes que se erigen,
a su vez, en límites o controles a la actividad punitiva cuando la organización social -prevalida
de su soberanía- ejerce tal potestad, acorde con los cauces demarcados por el modelo de Estado
social y democrático de derecho.24 Los principios fundamentales constituyen el conjunto de
características que permiten ser al derecho penal lo que es y no otra cosa, y lo distinguen de las
otras ramas de la ciencia jurídica.
En sintonía con lo anterior, el Código Penal para el Distrito Federal (CPDF), en vigor a partir del
13 de noviembre de 200225, dedica el Título Preliminar de su Libro Primero (arts. 1º a 6º) a los
“Principios y Garantías Penales”, a saber: legalidad; tipicidad y prohibición de la aplicación
24
“Los principios y garantías penales en el Código Penal para el Distrito Federal mexicano de 2002”. Artículo en
el libro “Comentarios en torno al Código Penal para el Distrito Federal”, editado por el Centro de Estudios de
Política Criminal y Ciencias Penales, A.C. México, 2003, coordinadores: Moisés Moreno Hernández y Rodolfo
Félix Cárdenas.
25
Publicado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 16 de julio de 2002.
17
retroactiva, analógica y por mayoría de razón; prohibición de la responsabilidad objetiva; bien
jurídico y antijuridicidad material; culpabilidad; y jurisdiccionalidad.
La sistematización apuntada se debe a la evolución del pensamiento jurídico-penal en México y a
la participación de penalistas distinguidos en la redacción de los documentos de trabajo a partir
de los cuales fue tratado legislativamente el nuevo ordenamiento sustantivo y, aunque
perfectible, es apreciable el esfuerzo de claridad vertido por el legislador local.
Sin parecida sistemática, la CPEU y el CPF26 contienen, sin embargo, los mismos principios
fundamentales, que han sido reproducidos por la jurisprudencia en reiteradas causas. En al
ámbito internacional, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, también prevén los principios
fundamentales o garantías que se analizan en este capítulo, y lo mismo puede decirse de todas las
normativas contemporáneas en México y el extranjero.
En mayor o menor medida, los autores que tratan el tema de los principios fundamentales del
derecho penal han seguido, tal y como lo haremos en este capítulo, los planteamientos de Luigi
Ferrajoli y, con algunos matices, diferencias y, en ocasiones, adiciones, expresan los mismos
axiomas o implicaciones deónticas que el nombrado tratadista analiza en su clásico Derecho y
razón27 como los pilares fundamentales en los que descansa todo derecho penal garantista;
postulados que han sido incorporados más o menos íntegra y rigurosamente a las constituciones
y codificaciones de los ordenamientos desarrollados28:
26
En vigor a partir del 17 de septiembre de 1931.
Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Colección Estructuras y Procesos, serie Derecho. Editorial Trotta,
S.A., sexta edición, Madrid, España, 2004.
28
Sobre el clásico de Ferrajoli, Diego Camaño Viera, profesor de la Universidad de la República Oriental del
Uruguay, comenta: “Creo que recién ahora podemos distinguir claramente un “viejo” y un “nuevo” garantismo
penal. Aquél, fundado por Beccaria y Carrara sobre los cimientos filosóficos y políticos que dan cuenta del moderno
Estado de derecho y el pensamiento jurídico-penal; éste, sobre la base de aquél, pero revitalizado y renovado por
nuevas adquisiciones en términos de filosofía, epistemología, ética y teoría general del derecho y del Estado, que
nutren la obra de Luigi Ferrajoli. Al igual que aquél, éste también se caracteriza como un conjunto de conocimientos
capaces de fundamentar la limitación al poder punitivo del Estado desde una óptica de primacía del individuo. A
diferencia de aquél, éste sólo sirve para fundamentar modelos de derecho penal mínimo, mientras que aquél también
fue utilizado -debido a la ambigüedad de algunos de sus fundamentos- para fundamentar modelos de derecho penal
máximo.”, en: www.carlosparma.com.ar/Luigi.doc.
27
18
1. Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito, según el cual
nulla poena sine crimine.
2. Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta
legalidad), según el cual nullum crimen sine praevia lege poenali valida.
3. Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona, según el
cual nulla lex poenalis sine necesitate.
4. Principio de lesividad o de la ofensividad del acto, según el cual nulla necesitas sine iniuria.
5. Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción, según el cual nulla iniuria sine
actione.
6. Principio de culpabilidad personal, según el cual nulla actio sine culpa.
7. Principio de jurisdiccionalidad, según el cual nulla culpa sine iudicio.
8. Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación, según el cual nullum iudicium
sine accusatione.
9. Principio de la carga de la prueba o de verificación, según el cual nulla accusatio sine
probatione.
10. Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación, según el cual nulla probatio sine
defensione.
Los principios 1, 2 y 3 responden a las preguntas ¿cuándo y cómo castigar? y expresan las
garantías relativas a la pena; los 4, 5 y 6, a las preguntas ¿cuándo y cómo prohibir? y expresan
19
las garantías relativas al delito; y los principios 7, 8, 9 y 10, a ¿cuándo y cómo juzgar? y
expresan las garantías relativas al proceso.
Ferrajoli demuestra que los diez principios o axiomas apuntados hacen derivar, “mediante
triviales silogismos”, cuarenta y cinco teoremas, pues todos los términos implicados (pena,
delito, ley, necesidad, ofensa, acción, culpabilidad, juicio, acusación, prueba y defensa) son
enunciables como consecuentes de otras tantas implicaciones que tienen como antecedentes a
todos los términos que las preceden en el sistema, p. ej, nulla poena sine lege, nulla poena sine
necesitate, nulla poena sine iniuria, nulla poena sine defensione, etc.
1. Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito (nulla poena
sine crimine. No hay pena sin delito).
Según este principio, la pena es un castigo aplicable cuando se haya cometido un delito. Éste
constituye la causa o condición necesaria y suficiente de la pena y ésta se configura como su
efecto o consecuencia jurídica. La pena, entonces, no es un prius, sino un posterius; no una
medida preventiva o ante delictum, sino una sanción retributiva o post delictum¸ que puede
exigir condiciones ulteriores, tales como la ausencia de eximentes y las condiciones objetivas de
punibilidad y de procedibilidad, además de todo el resto de las garantías penales y procesales que
condicionan la validez de la definición legal y la comprobación judicial del delito.
El carácter retributivo de la pena también significa que nadie puede ser castigado más que por lo
que ha hecho y no por lo que es. Por tanto, excluye cualquier modo utilitarista de prevención
propio del moderno autoritarismo penal (derecho penal máximo), que castigue al inocente
cuando se le considere malvado, desviado, peligroso, sospechoso o proclive al delito.
Este principio se contiene en los arts. 14, 18 y 21 de nuestra Constitución, en tanto implican la
aceptación de que sólo por delito habrá lugar a la imposición de prisión y otras penas, y que éstas
sólo podrán ser impuestas por la autoridad judicial en la investigación de un delito y mediante un
procedimiento formal en que se apliquen las leyes expedidas con anterioridad al hecho.
20
A pesar del anhelo readaptador de la pena, sobre la base de la educación, la capacitación para el
trabajo y el propio trabajo, establecido en el art. 18 constitucional, de toda suerte la pena sigue
siendo la retribución posterior que impone el Estado a quien cometa un delito,
independientemente de sus fines individuales.
La siguiente tesis revela la aceptación del principio de retribución de la pena, como fundamento
de su imposición:
“PENAS, IMPOSICION DE LAS.
La facultad de imponer penas que, conforme al artículo 21 constitucional, es función
propia y exclusiva de las autoridades judiciales, implica necesariamente la de examinar
y apreciar las constancias procesales, para el efecto de establecer, en su caso, la
existencia del delito, la responsabilidad del inculpado y las modalidades de aquél, y
declarar la pena legal que haya de imponerse; sin que el ejercicio de la misión del
juzgador, tenga otras limitaciones que las de no variar los hechos sobre los que versa la
acusación, la clasificación legal del delito imputado, las circunstancias calificativas y las
agravantes invocadas por el Ministerio Público; de modo que si un tribunal estima que
los diversos actos por los que se acusa a un individuo, constituyen un delito continuo, no
traspasa las limitaciones apuntadas, si considera dichos actos con el mismo aspecto que
los señaló el Ministerio Público.”29
2. Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta
legalidad) (nullum crimen sine praevia lege poenali valida. No hay delito sin previa ley penal
valida).
El principio de mera legalidad, que se remonta al derecho romano, es definido como una regla de
distribución del poder penal que prohíbe al juzgador determinar como delito lo que está
reservado al legislador preestablecer como tal.
29
Quinta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo XXVIII, pág. 243.
21
Este axioma exige que los presupuestos de las penas estén establecidos de antemano por un acto
legislativo y por tanto constituye el presupuesto elemental del principio de retribución, antes
analizado. Su función es erigirse en una norma dirigida a los jueces acerca de las leyes vigentes a
las que están sujetos. Sólo las leyes pueden decretar las penas de los delitos y esta autoridad debe
residir únicamente en el legislador, que representa a toda la sociedad.30
La legalidad lato sensu se expresa en el art. 14 constitucional, en tanto señala que en los juicios
del orden penal sólo es posible imponer penas decretadas por una ley exactamente aplicable al
caso de que se trata y no por analogía ni por mayoría de razón.
Por su parte, la legislación penal del Distrito Federal así lo establece en el art. 1º del CPDF según
el cual a nadie se le impondrá pena o medida de seguridad sino por la realización de una acción u
omisión expresamente prevista como delito en una ley vigente al tiempo de su ejecución,
siempre y cuando concurran los presupuestos que para cada una de ellas señale la ley y la pena o
la medida de seguridad se encuentren igualmente establecidas en ésta. En el ámbito federal, el
art. 7º del CPF dispone que delito es el acto u omisión que sancionan las leyes penales.
Juzgar por analogía significa integrar la ley penal pretendiendo adecuar una conducta no
exactamente prevista en la ley como delito, equiparándole a una figura delictiva semejante en los
hechos que integran el tipo. La analogía supone el uso de fórmulas elásticas, carentes de
denotación. Es preferible un desorden nacido de la rigurosa y literal observancia de una ley
penal, a los que nacen de la interpretación.31
Juzgar por mayoría de razón significa integrar la ley penal al intentar imponer una sanción menor
que la mínima o mayor que la máxima que prevé la norma penal para castigar el delito por el que
se juzgue.32
30
Bonesana, Cesar. Op. cit.
Ídem.
32
Mancilla Ovando, Jorge Alberto. Las garantías individuales y su aplicación en el proceso penal. Ed. Porrúa,
primera edición, México, 1988.
31
22
El principio de legalidad ni siquiera admite la posibilidad de integración a través de la doctrina,
tal y como se refleja en la siguiente tesis jurisprudencial:
“DOCTRINA. PUEDE ACUDIRSE A ELLA COMO ELEMENTO DE ANÁLISIS Y
APOYO EN LA FORMULACIÓN DE SENTENCIAS, CON LA CONDICIÓN DE
ATENDER, OBJETIVA Y RACIONALMENTE, A SUS ARGUMENTACIONES
JURÍDICAS.
En el sistema jurídico mexicano por regla general, no se reconoce formalmente que la
doctrina pueda servir de sustento de una sentencia, pues el artículo 14 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos que establece las reglas respectivas, en su
último párrafo, sólo ofrece un criterio orientador, al señalar que "En los juicios del
orden civil, la sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra o la interpretación
jurídica de la ley, y a falta de ésta se fundará en los principios generales del derecho”;
mientras que en su párrafo tercero dispone que "En los juicios del orden criminal queda
prohibido imponer, por simple analogía, y aun por mayoría de razón, pena alguna que
no esté decretada por una ley exactamente aplicable al delito de que se trata.” Sin
embargo, es práctica reiterada en la formulación de sentencias, acudir a la doctrina
como elemento de análisis y apoyo, así como interpretar que la regla relativa a la
materia penal de carácter restrictivo sólo debe circunscribirse a ella, permitiendo que en
todas las demás, con variaciones propias de cada una, se atienda a la regla que el texto
constitucional menciona con literalidad como propia de los juicios del orden civil. Ahora
bien, tomando en cuenta lo anterior y que la función jurisdiccional, por naturaleza, exige
un trabajo de lógica jurídica, que busca aplicar correctamente las normas, interpretarlas
con sustento y, aun, desentrañar de los textos legales los principios generales del
derecho para resolver las cuestiones controvertidas en el caso concreto que se somete a
su conocimiento, considerando que todo sistema jurídico responde a la intención del
legislador de que sea expresión de justicia, de acuerdo con la visión que de ese valor se
tenga en el sitio y época en que se emitan los preceptos que lo vayan integrando, debe
concluirse que cuando se acude a la doctrina mediante la referencia al pensamiento de
un tratadista e, incluso, a través de la transcripción del texto en el que lo expresa, el
juzgador, en lugar de hacerlo de manera dogmática, debe analizar, objetiva y
23
racionalmente,
las
argumentaciones
jurídicas
correspondientes,
asumiendo
personalmente las que le resulten convincentes y expresando, a su vez, las
consideraciones que lo justifiquen.”33
Por su parte, el principio de estricta legalidad, elaborado a partir del pensamiento ilustrado y
reafirmado tras la segunda guerra mundial, es una regla metalegal de formación del lenguaje
penal, que a tal fin manda al legislador el uso de términos de extensión determinada en la
definición de figuras delictivas, para que sea posible su aplicación en el lenguaje judicial como
predicados verdaderos de los hechos procesalmente comprobados.
La estricta legalidad exige no sólo que los presupuestos de la pena estén de antemano
establecidos en el acto legislativo, sino, además, que la ley penal esté dotada de referencias reales
para que sea posible su aplicación, en estipulaciones verificables, y presupone todos los demás
principios, sin los cuales no puede quedar satisfecho. La función de este principio es erigirse en
una norma dirigida al legislador acerca de la formación valida de las leyes penales.
La ley, si bien es exigida en cualquier caso para la configuración de delito en virtud de la mera
legalidad, exige a su vez, en virtud de la estricta legalidad, una técnica legislativa específica para
la válida configuración legal de los elementos constitutivos del delito y por tanto la primera
queda en relación con la legitimación jurídica formal subsiguiente a la vigencia de las normas
producidas, y la segunda con la legitimación jurídica sustancial que deriva de los vínculos que
condicionan la validez de las normas vigentes a la tutela del resto de los derechos fundamentales
incorporados a las leyes fundamentales.
Al abordar los problemas que se suscitan en torno a la política criminal legislativa, Moisés
Moreno Hernández34afirma:
33
Amparo directo en revisión 1124/2000. Abel Hernández Rivera y otros. 17 de abril de 2001. Cinco votos.
Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: Lourdes Minerva Cifuentes Bazán. Ius2005. Registro 189,723, tesis
aislada, materia común, Novena Época, Segunda Sala, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo:
XIII, mayo de 2001, Tesis 2a. LXIII/2001, página: 448.
34
Orientaciones de la política criminal legislativa. Centro de Estudios de Plítica Criminal y Ciencias Penales,
México, 2005.
24
“La ley debe ser clara y precisa, de manera que de su contenido se derive seguridad
jurídica para los individuos. En un régimen penal de corte democrátoco, resulta
inadmisible la existencia de regulaciones indeterminadas o demasiado abiertas, ya que
ellas, además de propiciar inseguridad jurídica, dejan la puerta abierta al juzgador para
que sea él quien venga a determinar o a completar los faltantes de la ley y, de esa
manera, sustituya en su tarea al legislador; situación que, por supuesto, también va en
contra de oro principio fundamental, como lo es del de división de poderes.”
Véase la siguiente tesis jurisprudencial:
“EXACTA APLICACION DE LA LEY EN MATERIA PENAL, GARANTIA DE. SU
CONTENIDO Y ALCANCE ABARCA TAMBIEN A LA LEY MISMA.
La interpretación del tercer párrafo del artículo 14 constitucional, que prevé como
garantía la exacta aplicación de la ley en materia penal, no se circunscribe a los meros
actos de aplicación, sino que abarca también a la propia ley que se aplica, la que debe
estar redactada de tal forma, que los términos mediante los cuales especifique los
elementos respectivos sean claros, precisos y exactos. La autoridad legislativa no puede
sustraerse al deber de consignar en las leyes penales que expida, expresiones y
conceptos claros, precisos y exactos, al prever las penas y describir las conductas que
señalen como típicas, incluyendo todos sus elementos, características, condiciones,
términos y plazos, cuando ello sea necesario para evitar confusiones en su aplicación o
demérito en la defensa del procesado. Por tanto, la ley que carezca de tales requisitos de
certeza, resulta violatoria de la garantía indicada prevista en el artículo 14 de la
Constitución General de la República.”35
Del principio de legalidad, en sus dos dimensiones, surgen tres garantías más: la irretroactividad
de las leyes penales en tanto perjudiquen al reo, la especialidad en la aplicación de la ley penal, y
los criterios de aplicación espacial, temporal y personal de la ley penal.
35
Ius2004, registro 200,381. Tesis aislada, Materia Penal, Constitucional, Novena Época, Pleno, Semanario Judicial
de la Federación y su Gaceta, Tomo: I, Mayo de 1995, Tesis: P. IX/95, pág. 82
25
La irretroactividad parte de premisa de que antes de la ley, no existe trasgresión de ésta, y se
encuentra determinada en el art. 14 Constitucional bajo la fórmula general de que a ninguna ley
se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna. Como expresión del principio de
legalidad, es recogida en el arts. 2º y 10 del CPDF, en tanto, respectivamente, prohíbe la
aplicación retroactiva de la ley penal en perjuicio de persona alguna y, en cambio, la consiente si
favorece al inculpado, cualquiera que sea la etapa del procedimiento, incluyendo la ejecución de
la sanción; y establece que, cuando entre la comisión del delito y la extinción de la pena o
medida de seguridad entrare en vigor otra ley aplicable al caso, se estará de oficio a lo dispuesto
en la ley más favorable al inculpado o sentenciado, incluso si se trata de disminución de
penalidad. Lo mismo ocurre en el CPF, según sus arts. 56 y 117.36
La especialidad en la aplicación de la ley penal supone que, cuando una misma materia aparezca
regulada por diversas disposiciones, la especial prevalecerá sobre la general, la de mayor
protección al bien jurídico absorberá a la de menor alcance, la principal excluirá a la subsidiaria,
y en todo caso se estará a las leyes penales especiales por sobre las generales. Así se desprende
de los arts. 13 y 14 del CPDF y 6º del CPF.
Los criterios de aplicación espacial, temporal y personal de la ley penal, establecidos en los arts.
7º a 12 del CPDF y 1º a 5º, 10 y 11 del CPF, señalan las reglas de positividad de cada
ordenamiento según el territorio o fuero, el tiempo o vigencia, y la edad penal, en ambos casos a
partir de los 18 años.
3. Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona (nulla
lex poenalis sine necesitate, no hay ley penal sin necesidad, no hay delito sin necesidad;
derecho penal mínimo.)
36
Art. 56.- “Cuando entre la comisión de un delito y la extinción de la pena o medida de seguridad entrare en vigor
una nueva ley, se estará a lo dispuesto en la más favorable al inculpado o sentenciado. La autoridad que esté
conociendo del asunto o ejecutando la sanción, aplicará de oficio la más favorable. Cuando el reo hubiese sido
sentenciado al término mínimo o al término máximo de la pena prevista y la reforma disminuya dicho término, se
estará a la ley más favorable. Cuando el sujeto hubiese sido sentenciado a una pena entre el término mínimo y el
término máximo, se estará a la reducción que resulte en el término aritmético conforme a la nueva norma.”
Art. 117.- “La ley que suprime el tipo penal o lo modifique, extingue, en su caso, la acción penal o la sanción
correspondiente, conforme a lo dispuesto en el artículo 56.”
26
Siguiendo la clasificación propuesta por Ferrajoli, el principio en análisis se expresa en una
proposición, aunque implica dos ideas distintas pero complementarias: (i) necesidad o economía
de la prohibición y (ii) humanidad en la definición y aplicación de las penas.
La intervención penal mínima busca que se logre la optimización del grado de eficacia de los
derechos individuales frente a las limitaciones imponibles por los poderes públicos. Entonces, es
obligación de los órganos del Estado el comparar las medidas restrictivas aplicables que sean
suficientemente aptas para la satisfacción del fin perseguido y a elegir, finalmente, aquella que
sea menos lesiva para los derechos de las personas, esto es, la que sea más idónea para la
protección eficaz de los bienes jurídicos.37
Que la prohibición sea necesaria, significa que el legislador penal sólo debe de prohibir y
sancionar conductas cuando no quede otro remedio; cuando no sea posible regular la situación
jurídicamente a través de otras fórmulas legales de distinta naturaleza, incluyendo penas
alternativas. Significa también que el juzgador debe aplicar la pena o medida de seguridad sólo
cuando ello sea estrictamente indispensable. En síntesis, que el derecho penal debe afectar lo
mínimamente posible las relaciones sociales, ser la última ratio, el último recurso del que se
valga el Estado, de modo que no se abuse de la tipificación de conductas ni de la imposición de
penas. Ya escribía Bonesana,38 citando a Montesquieu, que toda pena, todo acto de hombre a
hombre, que no se derive de la absoluta necesidad, es tiránica; y que en la medida en que las
penas sean justas, será más sagrada e inviolable la seguridad general y mayor la libertad del
Estado para castigar los delitos.
Por lo que hace a la humanidad en la definición y aplicación de penas, con razón afirma
Ferrajoli39 que la historia de éstas es sin duda más horrenda e infamante para la humanidad que
la propia historia de los delitos, porque más despiadadas, y quizá más numerosas, que las
violencias producidas por los delitos han sido las producidas por las penas y porque mientras que
el delito suele ser una violencia ocasional y a veces impulsiva y obligada, la violencia infligida
37
Velásquez V., Fernando. Op. cit.
Bonesana, Cesar. Marqués de Beccaria. Tratado de los delitos y de las penas. Editorial Heliasta S.R.L. Brasil,
1993, p. 59.
39
Op. cit., p. 388.
38
27
con la pena es siempre programada, consciente, organizada por muchos contra uno. Tan así es
que se puede decir que no ha habido aflicción, desde los sufrimientos más refinados hasta las
violencias más brutales, que no se haya experimentado como pena en el curso de la historia.
Señala que es obvio que las penas, si quieren desarrollar la función preventiva que tienen
asignada, deben consistir en hechos desagradables, o, en cualquier caso, en males idóneos para
disuadir de la realización de otros delitos y evitar que la gente se tome la justicia por su mano.
Al referirse al problema ético-político de los límites de la aflicción penal general (qué y cuánta
pena son legalmente exigibles cualquiera que sea la gravedad del delito), recoge la idea
iusnaturalista de que la pena debe igualar al delito y consistir por tanto en un mal de la misma
naturaleza e intensidad; pretensión ilusoria pues deriva del principio del talión, que fue el
principal factor de legitimación de la multiplicidad, variedad y atipicidad de las penas en la
época premoderna, desde las penas infamantes hasta las diversas penas corporales y capitales,
hoy propias de la tortura, que responden más a las características personales del reo y no del tipo
de delito solamente.
Al abordar los problemas de la pre-determinación legal de la medida de las penas para cada tipo
de delito y de su determinación judicial para cada delito concreto (qué y cuánta pena son
admisibles para este o aquél delito; individualización legislativa y judicial de la pena), expresa
que la tipificación y formalización legal de las penas modernas (prisión y multa) las han
convertido en privaciones sobre tres tipos de bienes cuantificables y mesurables: vida (sin
suplicios), libertad y patrimonio y no ya en aflicciones inhumanas, y se configuran como
formalmente iguales, golpeando en igual medida y con el mismo tipo de sufrimiento al margen
de las condiciones personales del reo y sobre la base solamente del tipo de delito.
Así, la pena moderna (salvo la muerte, la cadena perpetua y la privación de la libertad
excesivamente larga) asegura, en principio, la proporcionalidad de las mismas a la gravedad de
los delitos, es decir, considerada la naturaleza convencional de los delitos y de las penas,
garantiza el ajuste proporcional de la gravedad de los delitos a las medidas de la pena
28
establecidas por el legislador sobre la base de la jerarquía de los bienes y de los intereses
elegidos por él como merecedores de tutela.
A este axioma también se le ha denominado principio de la dignidad humana, de humanidad y
salvaguarda de la dignidad humana, de humanidad de las penas o, simplemente, de humanidad,
por el énfasis que expresa la prohibición de penas y tratos crueles e inhumanos y degradantes, la
proscripción de la desaparición forzada, la erradicación de la tortura y cualquiera otra de las ya
expresadas.
La dignidad de la persona humana “es el bastión, la columna vertebral, el venero, de donde
dimana todo el sistema penal plasmado por el legislador, y es a partir de él como deben ser
entendidas todas las disposiciones de la ley penal; se trata, sin duda, de un principio fundante, de
carácter absoluto, que debe ser observado sin distingo ni restricción alguna.”40
El principio nulla lex poenalis sine necesitate significa, en síntesis, que la ley no debe establecer
más que delitos y penas estricta y evidentemente necesarios y éstas no deben ser nunca crueles e
inhumanas o en forma tal que el hombre sea tratado como medio o cosa y no como fin o persona,
supuesto que un Estado que mata, que tortura, que humilla a un ciudadano, no sólo pierde
cualquier legitimidad, sino que contradice su razón de ser, poniéndose al nivel de los mismos
delincuentes. Requiere que se eviten fórmulas de diferenciación en la ejecución penal, de
flexibilidad o incertidumbre en la duración de la pena, y de desigualdad de las actividades
pedagógicas o correctivas en la expiación pues es necesario que las condiciones de vida dentro
de la cárcel sean para todos lo más humanas posible y lo menos aflictivas que se pueda y evitar,
con otras acciones, que se impida la función pervertidora y criminógena de la prisión.
Que el derecho penal sea necesario, mínimo y que las penas respeten la dignidad humana, no es
un anhelo que se encuentre expresamente plasmado en la legislación penal mexicana. A pesar de
la vigencia de algunas normas constitucionales que se refieren a la igualdad y dignidad de las
personas en lo general y de la proscripción de penas inusitadas y trascendentes,41 de la existencia
40
41
Velásquez V., Fernando. Op. cit., p. 77
Arts. 1º, 2º, 16, 18, 19 y 22.
29
de algunas normas dispersas en la legislación secundaria, como aquélla según la cual cuando se
trate de punibilidad alternativa, el juez podrá imponer la prisión sólo cuando ello sea ineludible
para los fines de la justicia, prevención general y prevención especial,42 y de la adhesión de
México a tratados internacionales en materia de derechos humanos y prohibición de penas y
tratos crueles e inhumanos, se ve con preocupación la propensión del legislador a la penalización
de conductas, el establecimiento de penas de prisión de larga duración, el aumento las ya
establecidas y la reducción del derecho a la libertad provisional durante el juicio,43 en
contradicción a la economía y humanidad que debe de caracterizar todo derecho penal.
Parafraseando a Ferrajoli,44 las políticas del derecho penal mexicano parecen orientarse en
sentido diametralmente opuesto al principio en estudio. Prosigue la expansión incontrolada de la
intervención penal que parece haber llegado a ser el principal instrumento de regulación jurídica
y de control social, aunque sólo sea por la total ineficiencia de los otros tipos de sanciones:
civiles,
administrativas,
disciplinarias,
políticas.
Desde
las
pequeñas
infracciones
contravencionales hasta las variadas formas de ilícitos en materia monetaria y comercial, desde
la tutela del ambiente y de otros intereses colectivos hasta la represión de las desviaciones
políticas y administrativas de los poderes públicos, cada vez más la sanción penal aparece como
la única forma de sanción y la única técnica de responsabilización dotada de eficacia y de
efectividad, lo que ha provocado la idea de que en México se aplica el principio de máxima ratio,
o el de única ratio.
4. Principio de lesividad o de la ofensividad del acto (nulla necesitas sine iniuria, no hay
necesidad sin daño o peligro al bien jurídico tutelado).
Bajo el principio de lesividad, el daño o peligro causado a los bienes fundamentales de tipo
individual, social, colectivos y públicos, es la razón, el criterio y la medida de las prohibiciones y
de las penas. La necesaria lesividad del resultado condiciona toda justificación utilitarista del
42
Arts. 61 del CPF y 70, segundo párrafo, del CPDF. No obstante, son contados los delitos que prevén tal
punibilidad alternativa.
43
Cfr. Nader Kuri, Jorge. Ampliación de la garantía de presunción de inocencia. Revista Criminalia de la Academia
Mexicana de Ciencias Penales. Año LXX, No. 2. Mayo-agosto de 2004, México, D.F.
44
Derecho penal mínimo y bienes jurídicos fundamentales. Traducción del profesor Walter Antillón M., de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. Publicado en Internet, en la página
http://www.cienciaspenales.org/REVISTA%2005/ferraj05.htm
30
derecho penal como instrumento de tutela y constituye su principal límite axiológico externo. El
daño o peligro debe de concretarse sobre seres humanos, independientemente de sus efectos
sociales o comunitarios, pues de lo contrario no se cumple este principio.
La lesividad, según Ferrajoli, tiene el valor de criterio polivalente de minimización de las
prohibiciones penales y equivale a un principio de tolerancia idóneo para reducir la intervención
penal al mínimo necesario y, con ello, reforzar su legitimidad y fiabilidad. Entonces, si el
derecho penal es un remedio extremo, deben quedar privados de toda relevancia jurídica los
delitos de mera desobediencia, deben degradarse a la categoría de responsabilidad civil los daños
y perjuicios reparables patrimonialmente, y a la de responsabilidad administrativa, todos los
hechos que lesionan bienes no esenciales y los que son presuntamente peligrosos, evitando así
calificar como administrativas sanciones restrictivas de la libertad personal que en realidad son
sustancialmente penales.
El art. 4º del CPDF recoge el principio de lesividad al señalar que, para que la acción o la
omisión sean consideradas delictivas, se requiere que lesionen o pongan en peligro, sin causa
justa, al bien jurídico tutelado por la ley penal. Lo mismo acontece en el CPF que, si bien no
contiene una norma de similar expresión, se refiere al resultado delictivo como daño o lesión al
bien jurídico tutelado en distintos artículos, como, p.ej., al sancionar la “comisión por omisión”
atribuyendo el resultado delictivo a quien tenía obligación de impedir el resultado material (art.
7º, segundo párrafo), o al establecer que el juez fijará las penas y medidas de seguridad teniendo
en cuenta, entre otros elementos, “la magnitud del daño causado al bien jurídico o el peligro al
que hubiere sido expuesto.” (art. 52, f. I).
4.1. El bien jurídico; fundamentos filosófico-jurídicos
La misión del derecho penal es la protección de la sociedad a través del cuidado subsidiario y de
última ratio de los bienes que le encomienda, como ya quedó argumentado. Pero, ¿cuáles son
esos bienes, quién los determina y bajo qué principios, si es que los hay?
31
En nuestros tiempos, no hay duda de que la ley penal, al prohibir u ordenar alguna conducta, en
el fondo está protegiendo “algo”, que hoy se denomina “bien jurídico”. Es claro que la expresión
según la cual “comete el delito de homicidio el que priva de la vida a otro” implica la prohibición
de matar y la protección de la vida como bien jurídico. Así, quien hace lo que la norma señala, es
decir, quien priva de la vida a otro, viola la norma prohibitiva y lesiona el bien jurídico objeto de
la protección jurídico-penal y, por tanto, se hace merecedor a la sanción penal.
Que se admita que la ley penal protege bienes jurídicos, no es una afirmación a la que se haya
llegado desde siempre; es producto una larga evolución sistemática del derecho penal a través de
los siglos.
El derecho penal romano reconocía como base de su derecho penal el concepto de obligación
moral, en cuanto el Estado había tomado sobre sí la misión de ponerlo por obra. Una obligación
moral cuya observancia prescribiese el Estado era una ley penal; la inobservancia de tal precepto
era el delito; el mal que imponía el Estado era la pena. En el derecho penal romano se hallaban
incorporadas, formando un todo unitario, de una parte, las obligaciones morales del hombre
frente al Estado a que pertenece, y de otra parte, sus obligaciones morales frente a otros
hombres.45 La falta de fijeza y determinación de los conceptos del derecho penal romano, que en
cambio caracterizan su derecho privado, aunada a la dificultad histórico-política de determinar
con precisión cuáles eran y quiénes establecían esas obligaciones morales, quedan superadas
cuando se trata de discurrir sobre el bien jurídico si se atiende a la palabra original con la que se
denominó genéricamente al delito: noxa o noxia, que significa daño y que se utilizaba tanto para
la designación del delito como para su derivación, si bien posteriormente y con afán de riqueza
técnica se prefirieron las de crimen (inculpación de un delito) y delictum (delito como tal), según
el contexto en que se utilizaran. Se advierte entonces que los romanos asignaron al derecho penal
la misión de proteger el acatamiento de las obligaciones morales del hombre y que su
incumplimiento motivaba una retribución ordenada y ejecutada por el Estado conocida como
poena.
45
Mommsem, Teodoro. Op. cit., pp. 3 y 4.
32
Durante la Ilustración, se entendió que la ley penal debía proteger los derechos innatos del
hombre y establecer las condiciones necesarias para su convivencia en sociedad, prohibiendo
todo aquello que la dañara. Más tarde, se entendió que no era la protección de los derechos
innatos del hombre lo que protegía el derecho penal, sino los derechos subjetivos de los
miembros de la sociedad y el mantenimiento del orden y seguridad, pues todo aquello que los
dañase se consideraba dañoso socialmente.
Hacia mediados del Siglo XIX, predominó la idea de que las acciones delictivas no lesionaban
derechos individuales. Por primera vez se introdujo en la dogmática penal la idea de la
protección de bienes, por ser más amplia que la de derechos individuales, toda vez que en la
primera caben los valores morales y religiosos, aunque sólo en tanto su infracción atentase contra
la libertad individual.
Es Hegel quien se aparta de la idea general de la protección de bienes y formula la concepción
según la cual el derecho penal protege la voluntad general plasmada en la norma en contra de su
consciente sublevación por el infractor. Bajo esta teoría, de influencia hasta nuestros días, los
intereses del Estado y los del individuo permanecen juntos y tienen la misma importancia.
Entonces, el objeto de protección del derecho penal no son simplemente bienes, sino bienes
jurídicos, pues ya no se trata de la tutela de las condiciones humanas de la vida en común en
general, sino de objetos concretos del mundo exterior, situaciones, intereses y otros.
Según Ihering, un bien jurídico es todo aquel objeto que a su titular le proporciona un placer; que
es capaz de servir. Enseña que el hombre no vive para sí solo, sino que su existencia se da a
través de otros individuos, por lo que cada hombre es a través de otro y para otros. Esta
existencia es la sociedad humana y ésta domina el egoísmo del individuo en el cual sus propios
intereses sirven a la comunidad. Entonces, la coactividad del derecho está dirigida a garantizar
las condiciones de vida de los individuos en comunidad y ese fin está señalado en las leyes. En
otras palabras, el fin de las leyes penales es el señalado en las leyes y no es otro que proteger
subsidiariamente las condiciones de vida de la sociedad.
33
Para Karl Binding, el Estado impone órdenes con base en su poder y, por lo tanto, el delito es la
contravención a las normas imperativas estatales. Las normas se anteponen a las leyes penales de
tal manera que el autor del delito no infringe la ley penal sino solamente cumple lo que ella
señala. El delito es la culpable violación de una norma penal amenazada con pena, es decir, el
delito no viola la ley sino la norma penal. El legislador, entonces, busca las verdaderas y
saludables condiciones de vida en común en las personas, cosas y situaciones y determina los
bienes que son objeto de protección de la norma penal. En otras palabras, bien jurídico es el
objeto de protección de la norma; todo lo que ante los ojos del legislador tiene significación para
la vida sana en común.
Franz Von Lizt propugnó que los bienes jurídicos no son productos del derecho, sino que
pertenecen a la naturaleza humana y la norma sólo los reconoce y protege. Identificaba a los
intereses de la vida humana con los bienes jurídicos y por tanto a éstos los definía como los
intereses vitales del individuo o de la comunidad, jurídicamente protegidos, que, materializados,
se relacionan con las condiciones de vida de los ciudadanos y por tanto son necesarios para el
mantenimiento del orden público. La voluntad general, que está encima de la individual, a través
del legislador, no crea la norma, sino que la encuentra, porque la protección del derecho eleva el
interés vital a bien jurídico. Para este autor, si el derecho tiene como misión principal el amparo
de los intereses de la vida humana, el derecho penal tiene como misión peculiar la defensa más
enérgica de los intereses especialmente dignos y necesitados de protección por medio de la
amenaza y ejecución de la pena, considerada como un mal contra el delincuente.46
Al interpretar las principales teorías sobre el contenido y alcances del bien jurídico en el derecho
penal, Gonzáles-Salas escribe que la teoría del bien jurídico ha desarrollado el principio del bien
jurídico, según el cual cada tipo penal debe preservar un bien jurídico y así, la sociedad sepa lo
que protege el ordenamiento punitivo, la ley determine en cada tipo legal un bien jurídico, y el
juzgador quede obligado a expresar en cada caso cuál es el bien jurídico que el comportamiento
antijurídico lesionó o puso en peligro como condición previa a la imposición de la sanción penal.
Sin embargo, continúa exponiendo, la cuestión central de la teoría del bien jurídico consiste en
46
Tratado de derecho penal. Traducido de la 20ª edición alemana por Luis Jiménez de Asua. Tomo II, cuarta
edición, 1999, Editorial Reus, S.A, Madrid, España.
34
determinar cuáles son los bienes que deben formar parte de la protección jurídica, es decir,
aclarar los criterios que deben seguirse para seleccionar los bienes que deberán protegerse, pues
para ello se hace uso de la razón ontológica y jurídica y se hace posible participar en su crítica y
postular razonadamente su revisión.
Afirma que no basta que un bien posea suficiente importancia social para que se considere
justificada su protección jurídico-penal, pues no se puede justificar la necesidad de su protección
atendiendo exclusivamente a su entidad o a su utilidad, sino además es preciso determinar que no
haya otros medios suficientes de tutela jurídica que sean menos lesivos; así como también la
forma de ataque sea de las consideradas merecedoras de la intervención penal, tanto por ser
especialmente peligrosa como desagradable a los ojos de la sociedad pues, en el fondo, el
principio de bien jurídico pretende evitar la arbitrariedad del legislador y del juzgador en el
momento de sancionar los comportamientos que los lesionan y dar una mayor precisión al
concepto del delito, limitando la esfera de lo prohibido a lo que verdaderamente sea razonable
prohibir.
Para este autor, todo Estado democrático de derecho se caracteriza por los límites que tiene para
aplicar su potestad punitiva; es decir, el ius puniendi en un Estado democrático de derecho en
ningún momento debe sobrepasar los límites que establecen los principios generales del derecho
y los de la teoría general del delito, a riesgo de que se le catalogue como tiránico, autoritario y
oportunista, o simplemente no democrático. Los principios de legalidad, utilidad o eficacia de la
intervención penal mínima -que comprende los caracteres fragmentario, subsidiario y de ultima
ratio-, seguridad jurídica, del non bis in ídem, del bien jurídico, de culpabilidad y de
proporcionalidad, constituyen no solamente los límites propios del ius puniendi, sino que dan las
características propias de todo Estado democrático de derecho.47
Por su parte, Luigi Ferrajoli48, al analizar el principio de lesividad, afirma que ningún bien
justifica una protección penal -en lugar de una civil o administrativa- si su valor no es mayor al
de los bienes de que priva la pena y señala que tal criterio es útil para actuar frente a la crisis
47
48
González Salas-Campos, Raúl. La teoría del bien jurídico en el derecho penal. Pereznieto editores, México, 1995.
Op. cit..
35
inflacionaria que aflige a la justicia penal y para rebajar la entidad de las penas. Señala que una
política penal de tutela de bienes tiene justificación y fiabilidad sólo cuando es subsidiaria de una
política extrapenal de protección de los mismos bienes. Así, los resultados lesivos prevenidos por
el derecho penal pueden ser evitados y en muchos casos más eficazmente, a través de medidas
protectoras de tipo administrativo.
Es incuestionable hoy en día que el derecho penal no puede intervenir siempre que se produzcan
perturbaciones en la vida comunitaria, sino que ha de limitarse a la protección de los valores
fundamentales del orden social cuyo quebranto atente contra el orden social, la seguridad de los
componentes de la sociedad o al Estado y sus intereses, por lo que en todas las expresiones
típicas deben subyacer normas, es decir, juicios de valor sobre bienes significativos para la
convivencia humana en la comunidad que deben ser protegidos por el poder coactivo del Estado
a través de la pena, pero subsidiariamente y sólo en caso de que no sea posible lograr la
protección de los bienes de que se trate a través de otras manifestaciones del derecho.
En este sentido, Hans-Heinrich Jescheck escribe que los juicios de valor que subyacen en las
normas jurídico-penales no se refieren sólo a los bienes jurídicos que se desea proteger, sino
también a la cualidad de las acciones humanas que vulneran las pretensión de respeto que se
deduce del bien jurídico. Así, el derecho penal realiza la protección de los bienes jurídicos en
tanto procura que la voluntad de los ciudadanos se acomode a las exigencias del ordenamiento
jurídico, por lo que el delito aparece así como lesión simultánea del bien jurídico y del deber.
Sigue apuntando que la acentuación de la protección del bien jurídico como tarea primordial del
derecho penal es una característica de la concepción liberal del Estado y, por ello, la teoría éticosocial del derecho penal considera como tarea primaria el castigo de la desviación materializada
respecto a los valores básicos del actuar jurídico. Entonces, la misión del derecho penal no
encaja sin contradicciones en una construcción monista, de forma que sólo puede explicarse
razonablemente en tanto la protección del bien jurídico y la actuación sobre la voluntad de
36
acción de los ciudadanos se entiendan como tareas equivalentes del derecho penal que se
complementan, condicionan y limitan recíprocamente.49
4.2. La política criminal.
La sociedad, crítica con el derecho penal y exige al detentador del poder de crear leyes penales
la justificación y explicación de las razones de su intervención. Sólo cuando la intervención
penal responde a lo que la sociedad estima como una causa justa, se autorizará y respetará su
intervención en un Estado democrático que funcione. El bien jurídico funcionará, por tanto,
como elemento vivificador del concepto de delito que legitima, justifica y explica la concreta
intervención penal.50 Nos encontramos frente a la política criminal, también llamada política
criminológica o política anticriminal.
No basta comprender qué es el bien jurídico protegido y cuáles sus contenidos y alcances para
resolver el problema acerca de quién y bajo qué reglas establece dichos bienes como supuestos
para la construcción de la norma penal. La dificultad tampoco se resuelve con la adopción del
principio según el cual es la voluntad general, a través del legislador, la que hace emerger los
intereses que recoge la norma penal como bienes jurídicos, pues en todo caso subsiste el
planteamiento sobre cuáles serían los principios que el legislador debe observar al hacerlo, si es
que los hay, cuenta habida de la insostenibilidad actual de los argumentos de quienes afirman
que el creador de la ley no tiene porqué ajustarse a principio alguno al momento de legislar. La
solución puede encontrarse en los principios que, en su conjunto, forman la ciencia de la política
criminal, que formula y sistematiza los principios fundamentales de la penalidad y los aplica en
las normas penales para su crítica y eventual reforma.
Entre el derecho penal dogmático -rígido, invariable, igualitario-, que encarna en la ley penal igualmente rígida, invariable e igualitaria-, y la viviente realidad de la práctica criminal y penal eminentemente dinámica, variable y práctica- se abre un abismo aislador de una solución de
49
Tratado de derecho penal. Parte General, 4ª Edición de la traducción al castellano realizada por el Dr. José Luis
Manzanares Samaniego, del título del original en alemán Lehbruch des Strafrechts: All. Teil Berlín, 1988. Editorial
Comares-Granada, España, 1993, pp. 6 y 7
50
Cuesta Aguado de la, Paz M. Norma primaria y bien jurídico: su incidencia en la configuración del injusto.
http://inicia.es/de/pazenred/norma32.htm
37
continuidad que debe ser llenado a través de una actividad consciente cuyo contenido se rija por
una norma, un principio, una orientación directriz. Los antiguos penalistas alemanes imaginaron
una ciencia intermediaria y le llamaron: política criminal (criminalpolitik).51
Aunque desde 1793 ya se utilizaba la expresión “política criminal”, se atribuye a Franz Von Lizt
el mérito de haber establecido las bases de lo que debe entenderese como tal. La concibió como
el conjunto sistemático de principios -garantidos por la investigación científica de las causas del
delito y de la eficacia de la pena-, según los cuales el Estado dirige la lucha contra el delito, por
medio de la pena y de sus formas de ejecución. Para él, la política criminal se apoya como
exigencia metódica en una investigación causal del delito (criminología) y de la pena
(penología), si bien esta concepción es criticada con argumentos según los cuales, al hacerla
teórica y hacerle aceptar los principios del método positivo, invade los terrenos de otras ciencias
teórico-prácticas, auxiliares del derecho penal. 52
Kleinsrod delimita la política criminal por diferenciación con el derecho penal y la define como
el conocimiento de aquellos medios que el legislador puede y debe hallar, según la especial
disposición de cada Estado, para impedir los delitos y proteger el derecho natural de sus
súbditos. Los dos -derecho criminal y política criminal- se pueden relacionar en un sistema, si se
pregunta sobre un punto en particular: ¿cómo puede ser esto, o cómo debe ser? ¿cómo es según
la legislación positiva? 53
Para Carlos Versele, la política criminal es una estrategia global, una protección general del
hombre en la colectividad. Señala que es necesario vincular la prevención y lucha contra el
crimen con la acción política, en la cual se postulan metas a realizar por el Estado, partiendo de
que política es la ciencia, arte y virtud del bien común. Por ello, si se quiere en verdad realizar
las reformas sociales que son indispensables para una política racional de lucha contra la
criminalidad o el desvío negativo, es necesario hacerlo dentro de las estructuras económicas y
políticas, pues si la sociedad no se ocupa de la modificación de las estructuras político-sociales
51
52
53
Saldaña, Quintiliano. Adición al Tratado de derecho Penal de Von Lizt. Op. cit.
Ídem.
Saldaña, Quintiliano. Apud Ídem.
38
en las cuales se dan las conductas antisociales, no se está resolviendo en realidad el problema;
sólo es una lucha parcial y superficialmente inútil.54
Mittermaier la define como el contenido de consideraciones según las cuales, en virtud de
especiales relaciones, que influyen sobre la legislación, deben ser dadas las más convenientes
leyes penales. 55
La política criminal, según Manzini, es la doctrina de la posibilidad política en relación al fin de
la prevención y de la represión de la delincuencia. Su función, por lo tanto, es vitalísima para el
derecho penal porque si éste prescinde de la realidad asequible, esto es, de la posibilidad política,
vendría a ser un catálogo de utopías, ya que una hipótesis cuya realización política no es posible,
no entra en el dominio de la ciencia jurídica. 56
Para Garraud, la principal misión del Estado de garantir el orden público se logra luchando
contra la criminalidad; por tanto, es necesario adaptar las instituciones sociales a dicho objeto y,
para lograrlo, la ciencia penal debe dar la dirección en la que ha de orientarse la legislación
positiva. Sólo que esta dirección está impuesta por la exploración anterior de las causas de la
criminalidad y, entonces, la política criminal está íntimamente conectada con la criminología,
ciencia de las causas del crimen. 57
Entre nosotros, Sergio García Ramírez58 escribe que los conceptos jurídicos tienen naturaleza de
hechos históricos y, por tanto, el contenido del delito cambia con el paso del tiempo y la
transformación de la cultura. Ello explica que cierta conducta delictiva deje de serlo o bien, que
algunos comportamientos que no lo eran, alcancen rango de delitos. No obstante esa dinámica explica- hay delitos perennes, es decir, que nunca dejan de serlo porque afectan gravemente los
bienes más preciados del ser humano; y hay delitos que lo son en tanto las circunstancias, que
aparecen y desaparecen, que surgen o decaen en el curso de la historia, que son, en suma,
54
Citado por Rodríguez Manzanera. En Criminología. Editorial Porrúa, S.A., Quinta Edición, México, 1986.
Saldaña, Quintiliano. Ídem.
56
Ídem.
57
Ídem.
58
Op. cit.
55
39
creaciones de cierta cultura de las que la sociedad puede prescindir sin que por ello quede en
riesgo la especie humana.
Al analizar cuál es el proceso para la creación, modificación o supresión de delitos en la ley, al
que denomina “tipificación y destipificación”, el autor en comento señala que los tipos se crean
por la necesidad social, los valores, las creencias y las preocupaciones prevalecientes, y se
suprimen cuando la sociedad ya no los requiere porque ha desaparecido la necesidad, los
intereses o las creencias en que se fundaron. Así se explica que ya no sean delictuosas la herejía,
la blasfemia, la sodomía y la brujería, muy importantes en el mundo antiguo y completamente
ignorados en el momento.
Por su parte, Luis Rodríguez Manzanera59 entiende el crimen en su más amplia acepción y señala
que en todo caso la política que ha de seguirse es la anti-criminal y no la criminal. Por tanto,
prefiere llamarla política criminológica pues, además, en su justa acepción, la política
criminológica toma los conocimientos de la síntesis lograda por la criminología para aplicar las
medidas concretas en la lucha anticriminal, que pueden ser jurídicas, pero no necesariamente.
Además, expone, el descrédito mundial en que ha caído la política -vocablo que ya es sinónimo
de juego sucio-, aunado al adjetivo “criminal”, hace sospechar que se está haciendo referencia a
una política que es criminal, es decir, la actividad antisocial de funcionarios públicos o de un
gobierno, lo que por otra parte no es ya tan extraño, como lo demuestra la moderna
macrocriminología y sus estudios sobre grupos de poder, transnacionales, violencia, etc.
Escribe que en México se ha preferido utilizar el término “política criminal” para designar el
conjunto de medidas prácticas que el Estado debe tomar para prevenir la criminalidad y “política
criminológica” al referirse a la aplicación de los conocimientos criminológicos en la prevención
general y especial en las conductas antisociales. No obstante, él la define como la aplicación de
todos aquellos conocimientos proporcionados por la investigación científica del crimen, del
criminal y de la criminalidad, así como de la reacción social hacia ellos, en el intento de evitarlos
en forma preventiva y, cuando esto no sea posible, reprimiéndolos.
59
Criminología. Op. cit. pp. 110 y 111.
40
Finalmente, bajo un planteamient de largo alcace, Moisés Moreno Hernández la entiende en una
doble acepción: como poder estatal y como saber en torno al poder. Afirma que, en términos
simplistas, la politica criminal puede ser entendida como la política que el Estado adopta frente
al problema de la delincuencia y tiene como objetivo primordial la lucha contra el delito para
lograr la vida ordenada en comunidad, lo que realiza previniéndolo o reprimiéndolo por medio
de una serie de medidas o estrategias que, por ello, son consideradas político-criminales. Pero
también puede ser entendida como el conjunto de conocimientos respecto a ese conjunto de
medidas, pericias, acciones o decisiones, que el Estado admite frente al problema de la
delincuencia.60
Es claro que, para la doctrina dominante, la política criminal es el aprovechamiento práctico, por
parte del legislador, de los conocimientos adquiridos por las ciencias penales, a fin de dictar las
disposiciones pertinentes para el logro de la conservación básica del orden social,61 desde la
prevención del delito hasta la ejecución de las sanciones penales, pasando por la procuración e
impartición de justicia.
En palabras de Claus Roxin, el transformar los conocimientos criminológicos en exigencias
político-criminales, y éstas a su vez en reglas jurídicas de lege lata o ferenda, es un proceso
cuyos estudios concretos son igualmente importantes y necesarios para el establecimiento de lo
socialmente justo.62
¿Lo anterior significa, empero, que el legislador pueda hacer delito lo que le parezca que debe
serlo?
El art. 73 fr. XXI de la CPEUM dispone que el Congreso tiene facultad para definir los delitos y
las faltas contra la federación y fijar los castigos que por ellos deban imponerse. En tal virtud, el
art. 1º del CPDF establece que a nadie se le impondrá pena o medida de seguridad, sino por la
60
Orientaciones de la política criminal legislativa Op. cit,
Castellanos Tena, Fernando. Lineamientos elementales del derecho penal. Editorial Porrúa, S.A., México, 1969,
p. 29.
62
Política criminal y sistema del derecho penal. Editorial Bosch, Barcelona, España, p. 77.
61
41
realización de una acción u omisión expresamente prevista como delito en una ley vigente al
tiempo de su realización y, por su parte, el art. 7º del CPF dispone que delito es el acto u omisión
que sancionan las leyes penales.
Al decir de Jorge Ojeda Velásquez, la razón histórico-política para que el legislador mexicano se
haya reservado la competencia para la emisión de leyes en matria penal, lo que el citado autor
denomina “reserva e ley”, obedece al
“hecho de que el Congreso de la Unión, al estar formado por los representantes del
pueblo, ha sido ¡el interprete más sensible y el custodio más eficaz de los valores
fundamentales de las libertades individuals y de justicia; y por otro ldo, en el abuso
histórico que ha realizado elPoder Ejecutivo cuando se le ha otorgado facultades
extraordinarias para legislar en materia penal, las que les han sido paulatinamente
disminuidas y constitucionalmente reservadas para los casos previstos en los artículos
49, en relación con el 29 y 131, párrafo segundo, de nuestra Carta Magna.”63
De lo anterior se desprende que delito es lo que la ley dice que es delito; lo que el legislador
quiere que sea delito. Sin embargo, ello conduce a un círculo vicioso, a una tautología, porque no
se resuelve bajo qué principios se debe ejercer la señalada función legislativa. Y ello no obstante
se acepte que el delito debe de ser la más grave infracción, trasgresión, alteración, violación a las
normas jurídicas que regulan la vida social; que el delito implique un quebranto a la parte
nuclear, irreducible, del minimun ético exigible por el derecho; una infracción particularmente
grave y reprobable, que reclama una reacción severa.
El problema ha sido planteado a la consideración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
la que ha resuelto reiteradamente que ni el Congreso de la Unión ni el presidente de la República
tienen obligación de explicar los fundamentos o motivos por los cuales expiden y promulgan las
leyes, pues la actividad legislativa queda debidamente fundada y motivada si se cumplen dos
extremos: (i) que el Congreso que expide la ley esté constitucionalmente facultado para ello y
63
Derecho constitucional penal. Tomo I. Ed. Porrúa, México, 2005, p. 30.
42
actúe dentro de los límites de las atribuciones con que cuenta, y (ii) que las leyes se refieran a
situaciones, relaciones o resoluciones sociales que ameriten ser jurídicamente reguladas.
Las tesis jurisprudenciales más representativas de lo anterior, son las siguientes:
“FUNDAMENTACION Y MOTIVACION DE LOS ACTOS LEGISLATIVOS. LOS
PODERES QUE INTERVIENEN EN SU FORMACION NO ESTAN OBLIGADOS A
EXPLICARLOS.
Ni el Congreso de la Unión ni el presidente de la República, en el ejercicio de la función
que a cada uno de ellos compete en el proceso de formación de las leyes, tienen la
obligación de explicar los fundamentos o motivos por los cuales expiden y promulgan las
leyes, ya que esa función sólo requiere el respaldo de la Ley Suprema, y así, tratándose
de contribuciones, no hay duda alguna de que los artículos 65, fracción II, 72 y 73,
fracción VII, del Código Político Fundamental, autoriza al Poder Legislativo Federal
para imponer las necesarias a cubrir el presupuesto, en tanto el 89, fracción I, no sólo
faculta, sino que, además, obliga al titular del Ejecutivo a promulgar las leyes que el
Congreso de la Unión expida. Por otra parte, es necesario destacar que el procedimiento
establecido en la Constitución Federal para elaborar las leyes, no exige que se tengan
que explicar los motivos que cada uno de los órganos que intervienen en ese proceso
tuvieron en cuenta para ejercitar la función legislativa que tienen encomendada. En
otras palabras, tratándose de leyes, el fundamento de ellas no debe buscarse en cada
acto legislativo sino en la Constitución Política del país, si son federales, o en la de cada
Estado, si son locales. Por cuanto a la motivación baste decir que tal requisito se
encuentra dentro de la esencia misma de las disposiciones legales que integran cada uno
de los ordenamientos, toda vez que se refieren a relaciones sociales que exigen ser
jurídicamente reguladas.”64
“FUNDAMENTACIÓN Y MOTIVACIÓN DE LOS ACTOS DE AUTORIDAD
LEGISLATIVA.
64
Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación, registro 232,883. Séptima Época, Pleno, Semanario Judicial de
la Federación, Tomo: 77, Primera Parte. En el Volumen 38, página 27, la tesis aparece bajo el rubro
"FUNDAMENTACION Y MOTIVACION DE LOS ACTOS DE AUTORIDAD LEGISLATIVA."
43
Por fundamentación y motivación de un acto legislativo, se debe entender la
circunstancia de que el Congreso que expide la ley, constitucionalmente esté facultado
para ello, ya que estos requisitos, en tratándose de actos legislativos, se satisfacen
cuando aquél actúa dentro de los límites de las atribuciones que la Constitución
correspondiente le confiere (fundamentación), y cuando las leyes que emite se refieren a
relaciones sociales que reclaman ser jurídicamente reguladas (motivación); sin que esto
implique que todas y cada una de las disposiciones que integran estos ordenamientos
deben ser necesariamente materia de una motivación específica.”65
“FUNDAMENTACION Y MOTIVACION DE LOS ACTOS DE AUTORIDAD
LEGISLATIVA.
En el texto de la ley no es indispensable expresar la fundamentación y la motivación de
un ordenamiento legal determinado, pues generalmente ello se realiza en la exposición
de motivos de la iniciativa correspondiente. Este Tribunal Pleno ha establecido que por
fundamentación y motivación de un acto legislativo se debe entender la circunstancia de
que el Congreso que expide la ley, constitucionalmente esté facultado para ello, ya que
estos requisitos, en tratándose de actos legislativos, se satisfacen cuando actúa dentro de
los límites de las atribuciones que la Constitución correspondiente le confieren
(fundamentación), y cuando las leyes que emite se refieren a resoluciones sociales que
reclaman ser jurídicamente reguladas (motivación); sin que esto implique que todas y
cada una de las disposiciones que integran estos ordenamientos deban ser
necesariamente materia de una motivación específica.”66
Como se desprende de lo anterior, el legislador mexicano no está limitado para establecer lo que
le parezca que deba sancionarse penalmente como delito y señalar las penas que le plazca. Ello
ha provocado abusos irracionales, no sólo en la determinación de los delitos, sino en la
individualización legislativa de las penas y su inflación, a tal grado que los ordenamientos
sustantivos carecen de líneas metodológicas producto de una adecuada política criminal, y se han
65
Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación, registro 900,226. Jurisprudencia. Séptima Época, Pleno,
Apéndice 2000, Tomo I, Const., Tesis 226, pág. 269.
66
Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Séptima Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación,
Tomo 157-162, Primera Parte, Página 150, Informe 1975, Primera Parte, Pleno, pág. 422.
44
convertido en instrumentos hondamente represivos.67
En este sentido, Moreno Hernández advierte la importancia del trabajo legislativo de la siguiente
forma:
“El legislador, al emprender su tarea legislativa, ya sea para elaborar una nueva
legislación penal o para reformar la existente, debe hacer uso de su más desarrollada
inteligencia y poner el mayor de los cuidados, pues tendrá que decidirse por cuál tipo de
legislación penal o de sistema procesal penal opta. Debe, igualmnente, tener muy clara
cuál es la función que corresponde al derecho penal y a todo el método de justicia penal,
así como los criterios y principios que lo deben orientar, y para qué o porqué acuden a
la medida penal. Debe, en fín, tener claridad respecto del tipo de régimen penal y
procesal penal que se corresponde con la ideología constitucional y con el tipo de Estado
que es el mexicano, el cual, formalmente hablando, no es un Estado autoritario o
totalitario, sino uno democrático de derecho, que aún requiere justificarse.”68
Ninguna política criminal debe olvidar la historia. En la Alemania nazi, gracias a los poderes
omnímodos del creador de la ley, ésta “era un medio incidental para fines utópicos, más que un
valor absoluto en sí. Enmascaraba las actividades extrajudiciales de la policía…” Había una
notable elasticidad judicial merced a la cual, bajo la ley, se entendía como “consciencia
revolucionaria, la aplicación de la analogía, la retroactividad de las penas, la culpa objetiva y la
intención subjetiva, y el peligro que representaba una persona para la comunidad nacional… La
analogía se introdujo en 1935 con la finalidad de sustituir la infracción formal por la idea de que
cada violación contraria a los objetivos que se esfuerza por alcanzar la comunidad es mala per
se… La imposición retroactiva de la pena de muerte por delitos que Hitler consideraba
especialmente odiosos comenzó con la Lex Hubbe… Entre 1933 y 1939 el número de delitos
castigados con la pena capital aumentó de 3 a 25 y luego a más de 40. Pero el aumento de los
delitos castigados con la pena capital era sólo el aspecto más sensacional de un sistema que borró
67
P. ej, en el Distrito Federal, la pena por homicidio simple es de 8 a 20 años. Por abuso sexual, la pena puede llegar
a 14 años; por corrupción de menores, a 17 años; por robo calificado, a 21 años. Es decir, puede ser más grave un
robo, o un abuso sexual, que un homicidio. Lo mismo ocurre en la legislación federal y en las de delincuencia
organizada.
68
Op. cit.
45
las diferencias entre grados de culpabilidad, rebajó la edad de la responsabilidad penal, juzgó a
los individuos según su raza o su tipo y subordinó los derechos individuales a los intereses
colectivos”. El sistema “no hacía distinción entre delito político y delito común y criminalizaba
declaraciones inofensivas… La prioridad de los intereses colectivos se hizo también patente en la
nueva legislación penal. Como en muchas otras sociedades, los criminólogos alemanes, es decir,
médicos, abogados y psiquiatras, debatieron las influencias respectivas de la naturaleza y de la
nutrición. En la década de 1930 tenían ganada la partida los que se centraban en los factores
hereditarios. Se dedicaban a determinar delincuentes habituales, que eran individuos a los que se
suponía diferentemente constituidos, del delincuente oportunista o de la gente normal. A la idea
de que esas personas eran seres inferiores se unía la necesidad de proteger la comunidad nacional
de daños futuros debidos a la reproducción de su constitución genética. Esto asumió un carácter
racialmente específico, de manera que pasó a considerarse a negros, gitanos y judíos
particularmente proclives a ciertas formas de delincuencia, una idea anclada ya en la creencia
popular, en Alemania y otras partes, bien a través de la figura del judío envenenador de pozos o
del gitano raptor de niños… En 1973 Schwarze Korps explicaba la obligación primordial de los
abogados con la comunidad nacional: lo que ayer era ley, suele ser hoy ilegal, lo que era ayer
ilegal puede ser hoy legal. El abogado no puede ya sostener la ley de ayer sin quebrantar la ley,
y lo que sostiene como ley hoy, podría no haberlo sostenido ayer, porque habría sido
considerado ilegal.”69
Todo lo narrado, y más, característico del derecho penal nazi, era legal porque lo establecía la
ley; una ley elaborada por un legislador que no tenía la obligación de explicar su quehacer.
Por ello, y toda proporción guardada, considero que, además de la seriedad con que el hacedor de
la ley debe desarrollar su trabajo, debe transitarse a la afirmación de que nuestro legislador no
puede seguir exento de motivar debidamente sus actos, particularmente cuando se trate de
imponer al ser humano la sanción más grave; la que debe ser la última. En cada caso debe
explicar, de frente a un sistema jurídico y político de anticriminalidad, por qué tal o cual
conducta debe elevarse al rango extremo de delito y por qué la pena legislativamente
69
Burleigh, Michael. El tercer Reich. Una nueva historia. Traducción de José Manuel Álvarez Flores. Editorial
punto de lectura, México, 2005, pp. 293 a 327.
46
determinada resulta racional para el cumplimiento de sus fines.
En contrapartida, el garante de la constitucionalidad y legalidad de los actos de la autoridad,
tendrá competencia para revisar tal motivación en función de si las leyes penales regulan debida
y científicamente las situaciones sociales a que van dirigidas y cumple con los principios
fundamentles del drecho penal y, por ende, podrá anular las que no acrediten tales exigencias.
Este es, sin duda, uno de los retos que enfrenta nuestra jurisprudencia.
5. Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción (nulla iniuria sine actione, no
hay lesión sin acción).
Fundado, como los demás, en el utilitarismo jurídico (que la prohibición penal sirva
efectivamente para impedir el acto prohibido) y la separación entre derecho y moral (no es tarea
del derecho sancionar o imponer la moral)70, el principio de materialidad, al que Ferrajoli da
carácter de “corazón del garantismo penal”, significa que ningún daño, por grave que sea, puede
estimarse penalmente relevante sino como efecto de una acción. En consecuencia, los delitos,
como presupuesto de la pena, no pueden consistir en actitudes o estados de ánimo interiores, y ni
siquiera genéricamente en hechos, sino que deben concretarse en acciones humanas tanto
comisivas como omisivas -materiales, físicas o externas, es decir, empíricamente observablesdescribibles exactamente, en cuanto a tales, por la ley penal. Por tanto, la intención, la voluntad,
las acciones ejecutivas de la fase interna del íter criminis, e inclusive los comportamientos e
inclinaciones desviadas, no se toman en cuenta sino en la medida en que sirvan para explicar la
naturaleza y significación del hecho. El hombre, se ha dicho mucho, delinque por lo que hace, no
por lo que es.
Con este punto de partida, es necesaria una relación de causalidad entre la acción y el resultado
dañoso o peligroso; relación que está indisolublemente unida al principio de materialidad dado
que sólo la acción externa está en condiciones de producir una modificación al mundo exterior
calificable de lesión. Entonces, la exterioridad de la acción criminal es un presupuesto necesario
70
Es precisamente la separación entre derecho y moral la que, por una parte, impone el deber de justificar las
prohibiciones y también los castigos y, por otra, permite hablar de una ética de la legislación desde la que criticar
leyes como inmorales o, al menos, como injustificadas. Ferrajoli, Luigi. Op. cit., p. 460.
47
de la lesividad del resultado, por lo que queda excluida del nexo causal toda forma de
responsabilidad por hechos de otro o por caso fortuito.
Este principio también se encuentra contenido en la legislación sustantiva. Los arts. 1º y 15 del
CPDF claramente disponen que sólo es sancionable como delito la realización de una acción o
una omisión. Igual exigencia se deriva del art. 7º del CPF.
Inclusive, en ambas legislaciones se establece que la tentativa sólo es punible cuando la
resolución de cometer el delito se exterioriza mediante la realización total o parcial los actos
ejecutivos que deberían producir el resultado, u omitiendo los que deberían evitarlo, sin que se
haya producido por causas ajenas a la voluntad del sujeto y siempre que se ponga en peligro el
bien jurídico tutelado. Si no peligró el bien jurídico, o el sujeto desistió espontáneamente de le
ejecución, la conducta en sí misma no es delictiva.
Véase la siguiente tesis jurisprudencial:
“TENTATIVA, DELITO EN GRADO DE.
El Código Penal vigente en el Distrito Federal, no define la tentativa, sino que señala, en
su artículo 12, cuándo es punible, lo cual quiere decir que hay casos en que no lo es. La
punibilidad de la tentativa nace "cuando se ejecutan hechos encaminados directa o
inmediatamente a la realización de un delito, si éste no se consuma por causas ajenas a
la voluntad del agente". La tentativa surge cuando la ejecución del delito se materializa,
y ya iniciada la actividad criminal, viene una circunstancia fortuita a frustrar la voluntad
del agente; cuando éste desiste espontáneamente de su propósito, se está en presencia de
la tentativa no punible, impunidad que se funda en razones de política criminal, en
cuanto conviene a los fines de ésta, estimular los desistimientos. El código de 1931, ha
condicionado los actos de ejecución, elemento típico de la tentativa, a dos circunstancias
una, de causalidad, otra, en razón de tiempo: por la primera se requiere que los actos
ejecutivos se encaminen directamente a la realización del delito proyectado o sea, que
por su naturaleza se le vinculen íntimamente; dentro de esta técnica, no pueden
reputarse como actos de ejecución, aquellos que por su ambigüedad no se pueden
48
determinar en relación precisa con el delito que se va a cometer, o que por su naturaleza
constituyen actos preparatorios. La segunda circunstancia demanda una concordancia,
una contemporaneidad entre los actos de ejecución y hechos mismo, en tal forma, que
aquéllos sean precisamente inmediatos a éste; requisito que descarta, notoriamente, una
posible confusión entre actos preparatorios y actos ejecutivos, pues los primeros
demandan forzosamente un transcurso de tiempo, que los segundos no requieren. La
instigación al delito no es sancionable dentro de nuestro sistema punitivo, en tanto que
no se traduzca en la ejecución material del delito, en cualquiera de sus grados. En este
último caso, puede surgir la incriminación correspondiente, conforme a las prevenciones
del artículo 13 del Código Penal; pero cuando no se lesiona bien jurídico alguno, la
instigación, estéril en sus resultados, no es sancionable, y por esta consideración es
imposible hablar de autoría intelectual en un delito que no se exterioriza materialmente.
Ahora bien, si existen indicios suficientes que permiten suponer que el acusado fungió de
intermediario entre una persona y las comisionadas para ejecutar materialmente un
homicidio, estos actos de mediación e inducción al delito, no son, jurídicamente
hablando, los que, por su índole personal, no pueden delegarse en tercero; cuando, esto
ocurre, el autor intelectual no ejecuta hechos materiales, induce a otros a cometerlos,
asumiendo la responsabilidad inherente a los hechos resultantes de su instigación al
delito.71
La tentativa se integra con un elemento subjetivo consistente en la intención dirigida a cometer
un delito y un elemento objetivo consistente en los actos realizados por el agente y que deben ser
de naturaleza ejecutiva. Se compone también con un resultado no verificado por causas ajenas a
la voluntad del sujeto, pero sí una puesta en peligro del bien jurídico tutelado. No es una entidad
delictiva independiente, sino que corresponde al proceso externo del íter criminis como acto de
ejecución, y por lo tanto es factible sancionar a un sujeto por la modalidad del delito tentado y no
consumado, lo que reafirma la exigencia de que no hay lesión sin acción, cual establece el
principio en análisis.
71
Amparo penal en revisión 915/38. Rodríguez Azamar Manuel. 27 de octubre de 1938. Mayoría de tres votos.
Disidentes: Rodolfo Chávez y Rodolfo Asiáin. La publicación no menciona el nombre del ponente. Ius 2005.
Registro 310,152, Tesis aislada, Materia Penal, Quinta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación,
Tomo: LVIII, Página: 1235.
49
6. Principio de culpabilidad personal (nulla actio sine culpa, no hay acción sin voluntad).
Se trata del elemento subjetivo o psicológico del delito, según el cual ningún hecho o
comportamiento humano es estimado como acción delictiva si no es fruto de una voluntad; por
consiguiente, no puede ser castigado, y ni siquiera prohibido, si no es realizado con consciencia y
voluntad por una persona capaz de comprender y de querer. Las acciones potestativas son las
únicas que pueden ser lógica y sensatamente prohibidas.
La culpabilidad requiere una relación de causalidad que vincule recíprocamente la decisión del
agente, la acción y el resultado del delito; una imputabilidad o capacidad penal, entendida como
la posibilidad del reo de entender y querer; y una intencionalidad o culpabilidad en sentido
estricto, es decir, la consciencia y voluntad del concreto delito y que, a su vez, puede asumir la
forma de dolo o culpa, según la intención vaya referida a la acción y al resultado o sólo a la
acción y no al resultado no querido ni previsto aunque sí previsible. La culpabilidad consiste,
pues, en que el responsable de un delito habría podido actuar de otro modo; luego entonces,
como la culpabilidad de una acción supone la posibilidad ex ante de su omisión, queda excluida
cuando no exista tal posibilidad.
Las teorías normativas de la culpabilidad construidas el siglo pasado han dado un paso más
respecto a la concepción clásica de la culpabilidad como conocimiento de la ilicitd del hecho.
Estas doctrinas han considerado que la consciencia y la voluntad de antijuricidad son condición
suficiente de la culpabilidad. No obstante, sigue presente la idea según la cual el libre albedrío es
un presupuesto normativo de la culpabilidad, pues ésta no es ni un pensamiento ni un mero
aspecto interno de la persona, sino un elemento del hecho fundado en la estructura lógica de la
prohibición, que implica la posibilidad material de realización u omisión de la acción, imputables
ambas a la intención de un sujeto.
La interioridad de la persona -su carácter, su moralidad, sus antecedentes penales o sus
inclinaciones psicofísicas- no debe interesar al derecho penal más que para deducir el grado de
culpabilidad de sus acciones criminales. En este sentido, no tienen cabida la categoría de
50
peligrosidad ni cualquier otra tipología subjetiva o de autor, tales como la capacidad criminal, la
reincidencia, la tendencia a delinquir, la inmoralidad, la deslealtad, y otras similares, que
atienden al ser del hombre y no al hacer delictivo en concreto.
En conclusión, cabe decir que el contenido de las leyes penales debe consistir en prohibir
acciones aléticamente contingentes o, lo que es lo mismo, ni imposibles ni necesarias. Entonces,
quedan proscritas las leyes penales que no regulan comportamientos, no contienen prohibiciones
y no admiten la alternativa entre observancia e inobservancia, sino que constituyen directamente
los presupuestos de la pena, estigmatizando o calificando como reos a un sujeto o a una clase de
sujetos más a causa de su modo de ser que de su modo de actuar. Ferrajoli72 afirma que, decir
que son exigibles sólo los modos de actuar y no los modos de ser quiere decir que no se puede
imponer penalmente a una persona que sea o llegue a ser distinta de cómo es, y que se le debe
tolerar y respetar por lo que es, sea como sea; y precisamente en este respeto a lo que cada uno es
o puede ser, y que constituye la identidad humana, consiste el respeto a la persona o, mejor aún,
a la humanidad de la persona.
El art. 5º del CPDF señala que no podrá aplicarse pena alguna, si la acción o la omisión no han
sido realizadas culpablemente y que la medida de la pena estará en relación directa con el grado
de culpabilidad del sujeto respecto del hecho cometido, así como de la gravedad de éste. Al
regular las formas de culpabilidad, tanto este ordenamiento, en su art. 18, como el CPF, en su art.
9º, señala que obra dolosamente el que, conociendo los elementos del hecho típico de que se
trate, o previendo como posible el resultado típico, quiera o acepte su realización. En cambio,
obra culposamente el que produce el resultado que no previó siendo previsible o previó
confiando en que no se produciría, en violación a un deber de cuidado que objetivamente era
necesario observar.
En consecuencia, el delito queda excluido cuando, al momento de realizar el hecho típico, el
agente no tenga la capacidad de comprender el carácter ilícito de aquél o de conducirse de
acuerdo con esa comprensión, en virtud de padecer trastorno mental o desarrollo intelectual
retardado; cuando se realice la acción o la omisión bajo un error invencible respecto de los
72
Op. cit.
51
elementos del delito o de la ilicitud de la conducta, porque desconozca la existencia de la ley, el
alcance de ésta o crea justificada su conducta; o cuando, en atención a las circunstancias que
concurren en la realización de la conducta, no sea racionalmente exigible al sujeto una conducta
diversa a la que realizó, en virtud de no haberse podido conducir de acuerdo a derecho.
Cabe señalar que, según la legislación mexicana, la culpabilidad es el criterio predominante para
la individualización judicial de la pena, si bien el juzgador habrá de atender otros criterios
señalados por la norma. Entonces, no es la peligrosidad, sino el grado de culpabilidad, el punto
crítico para la debida motivación de la imposición judicial de la pena.
La siguiente tesis de jurisprudencia corrobora lo expresado:
“CULPABILIDAD Y PELIGROSIDAD. SU DIFERENCIA.Por culpabilidad se entiende el conjunto de presupuestos o caracteres que debe tener
una conducta para que le sea reprochada jurídicamente a su autor, ésta se entiende
como el elemento subjetivo del delito que comprende el juicio de reproche por la
ejecución de un hecho contrario a lo mandado por la ley; en tanto que la peligrosidad es
una circunstancia personal del delincuente que lo hace socialmente temible por su
malignidad, esto es, la perversidad constante y activa que se debe esperar de parte del
mismo autor del delito, entendida también como la saña y maldad manifestada por el
sujeto activo del ilícito penal en la realización de los actos criminales. Es por ello que se
reformó el artículo 52 del Código Penal y que a partir del primero de febrero de 1994
establece: "El Juez fijará las penas y medidas de seguridad que estime justas y
procedentes dentro de los límites señalados para cada delito, con base en la gravedad
del ilícito y el grado de culpabilidad del agente...", con lo cual se logra la finalidad de la
individualización de la pena a imponer.”73
La culpabilidad no es lo mismo que la responsabilidad. Por ésta se entiende la sujeción jurídica a
la sanción, como consecuencia de un delito, cualquiera que sea la relación normativamente
73
Amparo directo 4586/2001.- 31 de enero de 2002.- Unanimidad de votos.- Ponente: Guillermo Velasco Félix.Secretaria: Gloria Rangel del Valle. Ius 2005 Tesis aislada, materia penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de
Circuito, Apéndice (actualización 2002), Tomo II, tesis 93, página 190, registro 921,582.
52
exigida entre el sujeto llamado a responder y el delito de que se responde. El art. 1º del Código
de Procedimientos Penales para el Distrito Federal (CPPDF) instituye que corresponde a los
tribunales declarar cuándo un hecho es o no delito, expresar la responsabilidad o
irresponsabilidad de las personas acusadas de ellos y aplicar las sanciones que señalen las leyes.
Es decir, mientras que la culpabilidad es un elemento del delito, la responsabilidad es un juicio
de reproche que formula el juzgador hacia a su autor o partícipe como consecuencia de la
comprobación plena de todos los elementos del delito y de su vinculación con éste.74
Véase la siguiente tesis jurisprudencial, ampliamente reiterada:
“RESPONSABILIDAD PENAL. NEXO CAUSAL.
El hecho delictuoso, en su plano material, se integra tanto con la conducta como por el
resultado y el nexo de causalidad entre ambos. La conducta, por su parte puede
expresarse en forma de acción (actividad voluntaria o involuntaria) y de omisión,
comprendiendo esta última la llamada omisión simple y la comisión por omisión. La
teoría generalmente aceptada sobre el nexo de causalidad no es otra que la denominada
de la conditio sine qua non o de la equivalencia de las condiciones, la cual se enuncia
diciendo qué causa es el conjunto de condiciones positivas o negativas concurrentes en
la producción de un resultado; y siendo las condiciones equivalentes, es decir, de igual
valor dentro del proceso causal, cada una de ellas adquiere la categoría de causa,
puesto que si se suprime mentalmente una condición, el resultado no se produce. Basta
pues suponer hipotéticamente suprimida la actividad del acusado para comprobar la
existencia del nexo de causalidad, pues si se hubiera negado a realizar la maniobra
prohibida, evidentemente el resultado no se hubiera producido; lo anterior sólo
constituye un medio de comprobación de la operación de la teoría de la conditio sine qua
non, sin que sea preciso aludir aquí a los correctivos elaborados para evitar los excesos
de la aplicación de tal criterio, tales como el de la culpabilidad y de la prohibición del
retroceso, pues colocado el problema dentro del aspecto objetivo del delito, únicamente
en éste debe encontrar solución, sin involucrar el planteamiento de una cuestión que
74
En el uso corriente, culpabilidad y responsabilidad se han utilizado erróneamente como sinónimos. Inclusive,
algunas tesis jurisprudenciales antiguas contienen la voz “culpabilidad” cuando en verdad se refieren a
“responsabilidad”.
53
pertenece al aspecto subjetivo del delito, o sea la culpabilidad.”75
El principio de culpabilidad, también significa que las penas no pueden ser trascendentales; es
decir, imponibles a quienes no hayan sido sus autores o partícipes. Así se desprende del art. 22
Constitucional, y de los arts. 23 del CPDF y 10 del CPF, que señalan específicamente que la
pena que resulte de la comisión de un delito no pasará de la persona y bienes de quien resulte
responsable.
7. Principio de jurisdiccionalidad. (nulla culpa sine iudicio; no hay responsabilidad sin
previo juicio penal)
El tránsito de la justicia privada y de la venganza de sangre a la justicia pública del derecho penal
tiene lugar cuando la investigación de los presupuestos de las penas y su aplicación se despojan a
la parte ofendida y a sus próximos y se transfieren con carácter exclusivo a un órgano judicial,
por ello extraño a las partes interesadas, investido de la potestad de decidir sobre sus razones
contrapuestas.
La jurisdiccionalidad significa que sólo podrá imponerse una pena si un juez previamente
determina la responsabilidad del reo a través de un proceso jurisdiccional indeclinable e
insustituible; proceso que no debe entenderse como un silogismo perfecto, sino en un
razonamiento formado por una serie de deducciones en que el juez dispone de las facultades de
denotación, verificación, connotación y disposición.
Este principio está claramente delimitado en nuestra Constitución. De acuerdo a ella, toda
persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para
impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, de manera pronta, completa, imparcial y
gratuita, por lo que nadie puede hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar
su derecho (art. 17). Entonces, nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus
75
Amparo directo 6619/58. Baldomero Berino Rangel. 18 de agosto de 1959. Cinco votos. Ponente: Carlos Franco
Sodi. Ius 2005 Registro 262,463, tesis aislada, materia penal, Sexta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la
Federación, Tomo: Segunda Parte, XXVI, página 134. Genealogía: Apéndice 1917-1985, Segunda Parte, Primera
Sala, quinta tesis relacionada con la jurisprudencia 228, página 509.
54
propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente
establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a
las leyes expedidas con anterioridad al hecho (art. 16).
En lo que toca a las penas, su imposición es propia y exclusiva de la autoridad judicial (art. 21);
el juicio es necesario, no deberá tener más de tres instancias y se evitará juzgar dos veces por los
mismos hechos (art. 23); y en ningún caso podrán imponerse las penas de muerte, mutilación,
infamia, marca, azotes, palos, tormento de cualquier especie, multa excesiva, confiscación de
bienes, o cualquiera otra que, por su naturaleza o por sus efectos, se considere inusitada o
trascendente a la persona del reo (art. 22).
A modo de muestra, conviene revisar el siguiente criterio jurisprudencial, relacionado con el
principio en análisis:
“JUECES, FACULTADES DECISORIAS DE LOS.
El hecho de que la autoridad responsable se desentienda de las conclusiones formuladas
por el Ministerio Público, no es violatorio de garantías. Pues de acuerdo con nuestra
organización constitucional derivada del artículo 21 de la Constitución, corresponde al
Juez única y exclusivamente la facultad de imponer las penas, y dicha función decisoria
no puede estar supeditada al criterio de las partes. Ya que si el fin del proceso es la
certeza jurídica y, conforme a ello, es el Juez el que tiene la facultad decisoria, por lo
que se ha dicho que el Juez es el sujeto procesal más alto, porque es el que decide con
función soberana, no siendo posible delegar esa facultad de la imposición de las penas
en ninguna de las partes con la enorme autoridad de representar al Estado, atento a la
tripartición de imperio le está concedido al Juez del proceso la imposición de las penas,
y al Ministerio Público solamente la incumbe la persecución de los delitos, exponiendo
su tesis en forma orientadora pero en ninguna forma decisoria; pues de lo contrario
dicha facultad quedaría al arbitrio de alguna de las partes, siendo incongruente con
nuestros principios constitucionales.”76
76
Ius 2004. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Registro 803,623, Tesis aislada, materia penal, Quinta Época.
Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo CXXVI, página: 787.
55
8. Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación (nullum iudicium sine
accusatione. Separación entre juez y acusación)
La separación entre juez y acusación, característica del modelo acusatorio, significa no sólo la
diferenciación ente los sujetos que desarrollan funciones de enjuiciamiento y los que tienen
atribuidas las de postulación, sino también el papel de parte asignado al órgano de la acusación.
Este principio representa la condición esencial de la imparcialidad del juez respecto a las partes
de la causa y también el presupuesto de la carga de la imputación y de la prueba de la imputación
sobre la acusación.
El modelo acusatorio supone necesariamente la obligatoriedad y la irrevocabilidad de la acción
penal por parte de los acusadores públicos, independientemente de las fórmulas que condicionen
el inicio de las investigaciones, es decir, de que importe o no la voluntad del sujeto pasivo o su
representante.77
Para Ferrajoli, la obligatoriedad de la acción penal no debe entenderse como un irrealizable
deber de proceder por el más leve u oculto delito, sino sólo la obligación de los órganos de la
acusación pública de promover el juicio sobre toda notitia criminis que llegue a su conocimiento,
aunque sea para pedir después el archivo o la absolución, cuando consideren que el hecho es
penalmente irrelevante o que no existen indicios de culpabilidad; criterio que no se comparte
pues implicaría, al menos en México, reducir el papel del Ministerio Público a un mero
tramitador de causas y transformar toda denuncia o querella en un proceso jurisdiccional, con los
agravios que ello causaría a las partes inocentes involucradas, especialmente tratándose de casos
que no permitiesen la libertad provisional, y al Estado, sobretodo por los costos que estarían
77
Señala Ferrajoli, Op. cit. que la discrecionalidad de la acción y la consiguiente disponibilidad de las imputaciones
e incluso de las pruebas, que caracterizan algunos de los actuales sistemas acusatorios, son un reducto injustificado
del carácter originalmente privado y después sólo cívico o popular de la iniciativa penal. Escribe que tal
discrecionalidad y disponibilidad, que en países como Estados Unidos se manifiestan en la negociación de la
declaración de culpabilidad entre acusador público e imputado a cambio de beneficios procesales, representan una
fuente inagotable de arbitrariedades ya que no cabe ningún control eficaz sobre los favoritismos que puedan sugerir
la inercia o el carácter incompleto de la acusación y se permite que se prefieran muchos imputados inocentes que se
declaren culpables antes de enfrentar los costes y riesgos del juicio.
56
involucrados. Imaginemos los perjuicios que se causarían a la sociedad si todas las
averiguaciones previas fueren consignadas.78
Sí se comparte, en cambio, que el representante social no puede dejar de perseguir los delitos y
acusar cuando se surtan las hipótesis de procedencia establecidas en la legislación, ni insistir en
una imputación cuando considere que legalmente no procede seguir haciéndolo.
Este principio también se encuentra expresado en la nuestra Constitución. Su art. 21 no sólo
dispone que la imposición de penas es propia y exclusiva de la autoridad judicial. También
señala que la investigación y persecución de los delitos incumbe al Ministerio Público, el cual se
auxiliará con una policía que estará bajo su autoridad y mando inmediato, y que las resoluciones
del Ministerio Público sobre el no ejercicio o desistimiento de la acción penal, pueden ser
impugnadas jurisdiccionalmente. En relación con las atribuciones del acusador público, el art.
102, apartado A, Constitucional, dispone que incumbe al Ministerio Público la persecución, ante
los tribunales, de todos los delitos; hecho que será posible en los términos establecidos en los
ordenamientos penales sustantivos y adjetivos, incluyendo las normativas orgánicas que sean
aplicables.
El juicio será público y éste durará menos de 4 meses, si se trata de delito cuya pena máxima no
exceda de 2 años de prisión, y antes de un año si la pena excediere de ese tiempo, salvo que el
imputado solicite mayor plazo para su defensa (art. 20, apartado A, fracs. VI y VIII).
Conviene recordar parte del mensaje que leyó Venustiano Carranza ante el Congreso
Constituyente en su sesión inaugural del 1º de diciembre de 1916:
“Los jueces mexicanos han sido durante el período corrido desde la consumación de la
independencia hasta hoy, iguales a los jueces de la época colonial: ellos son los
78
El periódico Reforma publicó un artículo titulado Descartan investigar 87 mil casos en más de 2 años.- Desecha
la PGJDF 100 denuncias al día. En su cuerpo, la nota destaca que según estadísticas oficiales, del 2003 a mayo de
2005, el Ministerio Público del D.F. determinó que en 87mil 837expedientes no existían elementos de prueba para
consignar el caso ante un juez penal. Las causas, en general consistieron en: falta de querella, la denuncia no es
constitutiva de delito, se acreditó alguna causa de exclusión del delito o de extinción de la acción penal, o bien, ya
existe sentencia previa. Lo anterior, no obstante que las cifras sobre no ejercicio de la acción penal van a la baja.
(Reforma. Ciudad y Metrópoli, 22 de agosto de 2005, pág. 7B. Arturo Sierra).
57
encargados de averiguar los delitos y buscar las pruebas, a cuyo efecto siempre se han
considerado autorizados a emprender verdaderos asaltos contra los reos, para
obligarlos a confesar, lo que sin duda alguna desnaturaliza las funciones de la
judicatura.
“La sociedad entera recuerda horrorizada los atentados cometidos por jueces que,
ansiosos de renombre, veían con positiva fruición que llegase a sus manos un proceso
que les permitiera desplegar un sistema completo de opresión, en muchos casos contra
personas inocentes, y en otros contra la tranquilidad y el honor de las familias, no
respetando en sus inquisiciones, ni las barreras mismas que terminantemente establecía
la ley.
“La misma organización del Ministerio Público, a la vez que evitará ese sistema
procesal tan vicioso, restituyendo a los jueces toda la dignidad y toda la respetabilidad
de la magistratura, dará al Ministerio Público toda la importancia que le corresponde,
dejando exclusivamente a su cargo la persecución de los delitos, la busca de los
elementos de convicción, que ya no se hará por procedimientos atentatorios y
reprobados, y la aprehensión de los delincuentes.
“Por otra parte, el Ministerio Público, con la Policía Judicial represiva a su disposición
quitará a los presidentes municipales y a la policía común la posibilidad que hasta hoy
han tenido de aprehender a cuantas personas juzgan sospechosas. Sin más méritos que
su criterio particular.
“Con la institución del Ministerio Público, tal como se propone, la libertad individual
quedará asegurada, porque según el artículo 16, nadie podrá ser detenido sino por
orden de la autoridad judicial, la que no podrá expedirla sino en los términos y con los
requisitos que el mismo artículo exige.”79
9. Principio de la carga de la prueba o de verificación (nulla accusatio sine probatione. El
actor como parte de la acusación, sobre el que pesa la carga de la verificación).
79
Manual del juicio de amparo. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Editorial Themis, segunda edición
actualizada, México, 1994, p. 485.
58
No basta sólo con que se formula una acusación en términos unívocos y precisos, idóneos para
denotar exactamente el hecho atribuido y para circunscribir el objeto del juicio y de la sentencia
que le pondrá fin. También es necesario que la acusación cuente con el apoyo de pruebas plenas
sobre la culpabilidad del imputado.
El principio de la carga de la prueba o de la verificación es la esencia de la garantía de
presunción de inocencia supuesto que ésta se destruye cuando se acredita irrefutablemente (sin
dudas legales) la responsabilidad del reo en la realización del delito por el que se le acusa;
destrucción que sólo es posible a través de la obtención de pruebas por parte del acusador
público a través del proceso, pues, al estar la inocencia asistida por el postulado de su presunción
hasta prueba en contrario, esa prueba contraria debe aportarla quien niega aquélla formulando la
acusación. Entonces, nadie puede ser penado si no se acredita plenamente su responsabilidad,
como establece el art. 247 del CPPDF, y por ello es que las sentencias penales son los únicos
actos jurídicos públicos cuya validez depende de su verdad.
En el modelo procesal inquisitivo no tiene ningún sentido hablar de carga de la prueba para la
acusación, sino acaso de necesidad de la prueba –exigida, pretendida o arrancada al acusado. En
cambio, en el sistema acusatorio la verdad se obtiene a través del contraste entre la exposición
máxima de las hipótesis acusatorias a la refutación de la defensa; es decir, al libre desarrollo del
conflicto entre las dos partes del proceso, portadoras de puntos de vista contrastantes,
precisamente porque son titulares de intereses opuestos y bajo los criterior procesales de
contradicción, publicidad, inmediación, economía, oportunidad y otros –como la oralidad, por
ejemplo, aunque no necesariamente.
La presunción de inocencia es un derecho sustantivo fundamental porque deriva de la necesidad
de considerar a toda persona inocente hasta en tanto se demuestre su culpabilidad como una
afirmación de que el individuo nace libre. Aunque no está expresamente descrito en la CPEUM,
si está consagrado en los tratados internacionales que en la materia ha suscrito la México, y
recientemente se ha reconocido incluido implícitamente en la Constitución:
59
i.- La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada por la Novena
Conferencia Internacional Americana, en Bogotá, Colombia, el 2 de mayo de 1948, señala, en su
artículo XXVI que
“Se presume que todo acusado es inocente, hasta que se demuestre que es culpable.”
ii.- La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en la Asamblea General de
la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, dispone, en su artículo 11,
inciso 1, que
“Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no
se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan
asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.”
iii.- El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, abierto a firma en la ciudad de Nueva
York, E.U.A, el 19 de diciembre de 1966, aprobado por la Cámara de Senadores del Congreso de
la Unión el 18 de diciembre de 1980 y promulgado por el presidente de la República, señala, en
su artículo 14, inciso 2, que
“Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras
no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley”
iv.- La Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José Costa Rica,
adoptado el 22 de noviembre de 1969, aprobada por la H. Cámara de Senadores del Congreso de
la Unión el 18 de diciembre de 1980, establece, en su artículo 7, inciso 5, bajo el título “Derecho
a la Libertad Personal”, que
“Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un Juez u otro
funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser
juzgado dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que
60
continúe en proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su
comparecencia en el juicio.”
v.- Inclusive, la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los
Trabajadores Migratorios y de sus Familiares, adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas el 18 de diciembre de 1990, aprobada por la H. Cámara de Senadores del Congreso de la
Unión el 14 de diciembre de 1998, dispone, en su artículo 18, inciso 2, que
“Todo trabajador migratorio o familiar suyo acusado de un delito tendrá derecho a que se
presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforma a la ley.”
vi.- Por su parte, en México, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al fallar el
Amparo en Revisión número 1293/2000, resolvió que el principio de presunción de inocencia se
desprende de los artículos 14, párrafo segundo, 16, párrafo primero, 19, párrafo primero, 21,
párrafo primero, y 102, apartado A, párrafo segundo, de la Constitución, y aprobó la siguiente
tesis jurisprudencial:
“PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. EL PRINCIPIO RELATIVO SE CONTIENE DE
MANERA IMPLÍCITA EN LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.
De la interpretación armónica y sistemática de los artículos 14, párrafo segundo, 16,
párrafo primero, 19, párrafo primero, 21, párrafo primero, y 102, apartado A, párrafo
segundo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se desprenden,
por una parte, el principio del debido proceso legal que implica que al inculpado se le
reconozca el derecho a su libertad, y que el Estado sólo podrá privarlo del mismo
cuando, existiendo suficientes elementos incriminatorios, y seguido un proceso penal en
su contra en el que se respeten las formalidades esenciales del procedimiento, las
garantías de audiencia y la de ofrecer pruebas para desvirtuar la imputación
correspondiente, el Juez pronuncie sentencia definitiva declarándolo culpable; y por
otra, el principio acusatorio, mediante el cual corresponde al Ministerio Público la
función persecutoria de los delitos y la obligación (carga) de buscar y presentar las
pruebas que acrediten la existencia de éstos, tal y como se desprende de lo dispuesto en
61
el artículo 19, párrafo primero, particularmente cuando previene que el auto de formal
prisión deberá expresar "los datos que arroje la averiguación previa, los que deben ser
bastantes para comprobar el cuerpo del delito y hacer probable la responsabilidad del
acusado"; en el artículo 21, al disponer que "la investigación y persecución de los delitos
incumbe al Ministerio Público"; así como en el artículo 102, al disponer que
corresponde al Ministerio Público de la Federación la persecución de todos los delitos
del orden federal, correspondiéndole "buscar y presentar las pruebas que acrediten la
responsabilidad de éstos". En ese tenor, debe estimarse que los principios
constitucionales del debido proceso legal y el acusatorio resguardan en forma implícita
el diverso principio de presunción de inocencia, dando lugar a que el gobernado no esté
obligado a probar la licitud de su conducta cuando se le imputa la comisión de un delito,
en tanto que el acusado no tiene la carga de probar su inocencia, puesto que el sistema
previsto por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos le reconoce, a
priori, tal estado, al disponer expresamente que es al Ministerio Público a quien incumbe
probar los elementos constitutivos del delito y de la culpabilidad del imputado.”80
Para que el acusador público cuente con el apoyo de pruebas plenas sobre la culpabilidad del
imputado, el art. 21 Constitucional establece que el Ministerio Público podrá solicitar órdenes de
aprehensión contra los inculpados, buscar y presentar las pruebas que acrediten la
responsabilidad de éstos, hacer que los juicios se sigan con toda regularidad para que la
administración de justicia sea pronta y expedita, y pedir la aplicación de las penas.
10. Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación (nulla probatio sine
defensione. Derecho de defensa)
80
Novena Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XVI, Agosto de 2002, Tesis P.
XXXV/2002, Página: 14. Amparo en revisión 1293/2000. 15 de agosto de 2002. Once votos. Ponente: Sergio
Salvador Aguirre Anguiano. Secretarios: Eduardo Ferrer Mac Gregor Poisot y Arnulfo Moreno Flores.
El Tribunal Pleno, en su sesión pública celebrada el quince de agosto en curso, aprobó, con el número XXXV/2002,
la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México,
Distrito Federal, a dieciséis de agosto de dos mil dos.
62
El desplazamiento de la carga de la prueba sobre la acusación comporta, lógicamente, el derecho
a la defensa para el imputado. La defensa, impensable en los sistemas inquisitivos, significa la
posibilidad de refutar la acusación, de donde se sigue que sólo son atendibles las pruebas
obtenidas según las formas y procedimientos predeterminados por la ley, que hayan pasado por
sus posibles refutaciones y contrapruebas a través del conflicto entre partes contrapuestas.
Expresa Ferrajoli que, para que la contienda se desarrolle lealmente y con igualdad de armas, es
necesaria la perfecta igualdad de las partes: que la defensa esté dotada de la misma capacidad y
de los mismos poderes que la acusación y que se admita su papel de contradictor en todo
momento y grado del procedimiento, y en relación con cualquier acto probatorio.
La garantía de defensa está prevista en el art. 20, apartado A, de nuestra Constitución. Según
dicha norma suprema, desde la averiguación previa81 y durante el proceso penal, el inculpado no
podrá ser obligado a declarar, por lo que queda prohibida toda incomunicación, intimidación o
tortura y toda confesión rendida ante cualquier autoridad distinta del Ministerio Público o del
juez, o ante éstos sin la asistencia de su defensor, carecerá de todo valor probatorio (f. II); se le
hará saber en audiencia pública el nombre de su acusador y la naturaleza y causa de la acusación,
a fin de que conozca el hecho punible que se le atribuye y pueda contestar el cargo (f. III); salvo
excepciones, cuando lo solicite será careado, en presencia del juez, con quien deponga en su
contra (f. IV); se le recibirán los testigos y demás pruebas que ofrezca, concediéndosele el
tiempo que la ley estime necesario al efecto y auxiliándosele para obtener la comparecencia de
las personas cuyo testimonio solicite (f. V); le serán facilitados todos los datos que solicite para
su defensa y consten en el proceso (F. VII); desde el inicio de su proceso tendrá derecho a una
defensa adecuada, por sí, por abogado o persona de su confianza, o por defensor público; defensa
que deberá comparecer en todos actos del proceso (f. IX).
Jesús Zamora Pierce, al referirse a la garantía de defensa como una conquista sobre los principios
aplicables en el procedimiento inquisitorial que, entre otras cosas, condicionaba en forma tal la
intervención del defensor que la hacía inútil, escribe que la defensa, junto con las nociones de
81
En esta etapa del procedimiento, sólo son aplicables las garantías contenidas en las fracciones I (libertad
provisional), II, V, VII y IX antes descritas.
63
acción y de jurisdicción, es uno de los pilares básicos sobre los que descansa el proceso penal y
se puede explicar en la siguiente forma: ante la pretensión penal como tesis que sostiene el
órgano acusador, la defensa sostiene la antítesis y queda reservado al poder jurisdiccional el
efectuar la síntesis.82
En este sentido, resulta interesante el siguiente criterio jurisprudencial:
“DEFENSA,
GARANTIA
DE,
TIENE
PREFERENCIA
SOBRE
OTRAS
GARANTIAS DEL REO.
Si bien es cierto que la fracción VIII del artículo 20 constitucional señala que los
acusados de algún delito serán juzgados antes de cuatro meses si se trata de delitos cuya
pena máxima no excede de dos años de prisión; y antes de un año si la pena máxima
excediera de ese tiempo; también lo es que si la defensa de un procesado ofrece en favor
de éste diversas pruebas cuyo período de desahogo hace imposible que se dicte sentencia
en el plazo que señala la mencionada fracción. es claro que deberán desahogarse las
probanzas ofrecidas y admitidas, aun cuando se rebase el término ya señalado, dado que
al estar frente a dos garantías consagradas por la Constitución en favor del gobernado,
como son las establecidas en las fracciones V y VIII del ya mencionado artículo 20 de la
Carta Magna, y debiendo anteponer unas a las otras, lógicamente que deberán
prevalecer las que favorezcan más a dicho gobernado, es decir las de audiencia y
defensa sobre la de pronta impartición de justicia, pues lo contrario acarrearía graves
perjuicios en contra de éste, al verse compelido a ajustar su defensa al corto tiempo de
que dispondría para ello de acuerdo con la mencionada fracción VIII del artículo
constitucional aludido, lo que implicaría una verdadera denegación de justicia.”83
82
Zamora Pierce, Jesús. Garantías y proceso penal. Ed. Porrúa, segunda edición, México, 1987.
Amparo en revisión 101/88. Rafael Caro Quintero y Coagraviados. 25 de mayo de 1988. Unanimidad de votos.
Ponente: Alfonso Núñez Salas. Secretario: Francisco Javier Ruvalcaba Guerrero. Ius 2005. Este criterio ha integrado
la jurisprudencia III.1o.P. J/13, publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,
Tomo XV, mayo de 2002, página 980, de rubro "DEFENSA, GARANTIA DE. TIENE PREFERENCIA SOBRE
OTRAS GARANTIAS DEL REO. Registro 231,228, tesis aislada, materia penal, Octava Época, Tribunales
Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Tomo I, Segunda Parte-1, enero a junio de 1988,
página 231.
83
64
La garantía de defensa hace derivar una serie de principios complementarios, también regulados
en la legislación mexicana. Estos son: (i) non reformatio in peius, (ii) in dubio pro reo, y (iii)
suplencia de la defensa deficiente.
(i) El aforismo según el cual nada de lo que intente la defensa puede perjudicar al reo, se deriva
lógicamente de la actividad de defender ya que sería inconcebible, en cualquier sistema
razonable de derecho procesal penal, que el defensor pudiese llevar a cabo actos que derivasen
en detrimento de su cliente. Dejando la torpeza aparte, pues ésta no es motivo de regulación en
cuanto a sus efectos, el axioma non reformatio in peius se erige en un principio universal, sin el
cual no sería posible entender la garantía de defensa.
La legislación penal mexicana recoge este principio en los arts. 427 y 434 bis del CPPDF, 385
del Código Federal de Procedimientos Penales (CFPP), y en diversas disposiciones en materia de
justicia constitucional. Conforme a ellos, cuando sólo apele de una sentencia condenatoria el
defensor, no podrá incrementarse la pena impuesta. Más aún, en la legislación local se establece
que la resolución que dicte la Sala en los recursos de apelación tendrá alcance extensivo y
operará sólo cuando así lo declare la Sala en una causa en la que existan varios inculpados o
sentenciados y uno o varios de ellos interpusieren recurso de apelación: si la sentencia es
favorable, ésta surtirá los mismos efectos para los demás, siempre que se trate de los mismos
hechos y las constancias así lo indiquen, tratándose de los siguientes casos: a) Por la
incomprobación del cuerpo del delito; b) Por tipificación de los hechos en figura diversa a
aquella por la que se decretó la formal prisión o sujeción a proceso, o por acreditación de alguna
otra modalidad que favorezca la situación jurídica de los inculpados; c) Por cualquier causa de
extinción de la pretensión punitiva o de la facultad para ejecutar las penas o medidas de
seguridad, que no opere únicamente en beneficio del recurrente; o d) Cuando por determinación
del monto del daño causado o del lucro obtenido, opere la reducción de sanciones. No podrá
surtir efectos extensivos la resolución que se dicte en el recurso, respecto de aquellos que se haya
determinado su situación jurídica en sentencia ejecutada.
65
Por su parte, la jurisprudencia nacional hace lo propio en múltiples tesis pronunciadas a
propósito del recurso de apelación y del juicio de amparo. Algunas de las más representativas,
son las siguientes:
“APELACIÓN EN MATERIA PENAL. NON REFORMATIO IN PEIUS.
Si únicamente apelan del fallo de primera instancia el acusado y su defensor, la
autoridad de segunda instancia no está facultada para agravar la situación de dicho
acusado.”84
“ORDEN DE APREHENSIÓN. TRATÁNDOSE DEL AMPARO CONCEDIDO POR
FALTA DE FUNDAMENTACIÓN Y MOTIVACIÓN. PRINCIPIO DE NON
REFORMATIO IN PEIUS EN EL RECURSO DE REVISIÓN.
La revisión en el juicio de amparo, en tanto recurso, se rige por principios o reglas,
entre ellos el de non reformatio in peius, conforme al cual no está permitido a los
Tribunales Colegiados de Circuito agravar la situación del quejoso cuando únicamente
éste recurre la sentencia de amparo; lo antes afirmado se patentiza si se toma en cuenta
que la Ley Reglamentaria de los Artículos 103 y 107 Constitucionales, en todo caso
autoriza la reformatio in beneficio, al prever la figura jurídica de la suplencia tanto de
los conceptos de violación como de los agravios, en los casos en que específicamente lo
establece el artículo 76 bis del citado ordenamiento legal. Así, es claro que en los
recursos de revisión derivados de juicios de amparo en materia penal, en que se
concedió el amparo al quejoso porque la orden de aprehensión carece de
fundamentación y motivación, y sólo recurre el propio quejoso, no es legalmente válido
analizar los agravios expresados en cuanto al fondo del asunto, en virtud de que es
incierta la futura existencia del acto impugnado, en razón del cumplimiento que a la
sentencia respectiva le dé la autoridad responsable, pues hacerlo implicaría el grave
riesgo de emitir un pronunciamiento que realmente le perjudique, trastocando con ello el
principio que se comenta. Además, de que precisamente por ese sentido concesorio, la
84
Ius 2005. Registro 904,016, Jurisprudencia, Materia Penal, Quinta Época, Primera Sala, Apéndice 2000, Tomo:
Tomo II, Penal, Jurisprudencia SCJN, tesis 35, página: 26.
66
resolución recurrida ha causado estado o firmeza para el quejoso recurrente.”85
(ii) La duda absolutoria implica la existencia de dos juicios contradictorios que provocan
indeterminación judicial sobre la prevalencia de uno u otro, en términos de racionabilidad. El
estado de duda obliga al juzgador a absolver al procesado, pues implica que no está plenamente
acreditada su responsabilidad penal, tal y como se desprende del art. 247 del CPPDF.
Es primordial distinguir entre duda absolutoria e insuficiencia probatoria. A diferencia de la
primera, la segunda implica que los datos existentes no son idóneos, bastantes, ni concluyentes
para arribar a la plena certidumbre sobre el delito o la responsabilidad de un acusado, y ello
obliga a su absolución por la falta de prueba.
La Jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha establecido tesis relevantes en
el tema en estudio, a saber:
“DUDA SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL REO.
Duda es la indeterminación del ánimo entre dos juicios contradictorios, por falta de
mayores razones para decidirse por alguno de ellos, por lo que si la responsable inclina
su convicción y estima probada la responsabilidad del acusado, deja de existir la
"indeterminación" y no puede exigírsele tal estado de ánimo y menos puede decírsele que
viola la Constitución, por no haber dudado, por lo que se llega a la conclusión de que, a
través del juicio de amparo, pueden reclamarse las violaciones que el juez natural
comete al apreciar las pruebas, contra los principios lógicos o contra las normas
legales, mas no la "duda", reservada exclusivamente al juez natural, por el precepto que
rige a nuestro Derecho Penal sobre que "en caso de duda debe absolverse". 86
85
Contradicción de tesis 71/98.-Entre las sustentadas por el Tribunal Colegiado en Materia Penal del Séptimo
Circuito y Tercer Tribunal Colegiado del Sexto Circuito.-14 de junio de 2000.-Cinco votos.-Ponente: José de Jesús
Gudiño Pelayo.-Secretario: Ismael Mancera Patiño. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XII,
noviembre de 2000, página 264, Primera Sala, tesis 1a./J. 15/2000. Ius 2005, registro: 920,289, Jurisprudencia,
materia penal, Novena Época, Primera Sala, Apéndice (actualización 2001), Tomo II, Penal, Jurisprudencia SCJN,
tesis 34, página 52.
86
Ius 2005. Registro 390,007, Jurisprudencia, Materia Penal, Sexta Época, Primera Sala, Apéndice de 1995, Tomo
II, Parte SCJN, tesis 138, pág. 78.
67
“DUDA Y PRUEBA INSUFICIENTE, DISTINCION ENTRE LOS CONCEPTOS
DE.
En el aspecto de la valoración de la prueba, por técnica, es claro que existe
incompatibilidad entre los conceptos de prueba insuficiente y duda absolutoria, ya que
mientras el primero previene una situación relativa a cuando los datos existentes no son
idóneos, bastantes, ni concluyentes para arribar a la plena certidumbre sobre el delito o
la responsabilidad de un acusado, esa insuficiencia de elementos incriminatorios
justamente obliga a su absolución por la falta de prueba; en tanto que, el estado
subjetivo de duda, sólo es pertinente en lo que atañe a la responsabilidad o
irresponsabilidad de un acusado, y se actualiza cuando lejos de presentarse una
insuficiencia de prueba, las hay en grado tal que son bastantes para dubitar sobre dos o
más posibilidades distintas, asequibles y congruentes en base al mismo contexto, ya que
con facilidad podría sostenerse tanto un argumento como otro, y en cuyo caso, por
criterio legal y en términos del artículo 247 del Código de Procedimientos Penales para
el Distrito Federal, se obliga al resolutor de instancia, en base al principio de lo más
favorable al reo, a su absolución.” 87
(iii) Por último, la garantía de suplencia de la defensa deficiente se erige como pauta de justicia
consubstancial al principio de contradictorio, cuya intención es evitar condenas que se funden en
la torpeza o negligencia del defensor.
Esta garantía se encuentra ínsita a lo largo del procedimiento penal pues éste procura abandonar
los formalismos innecesarios y se encuentra contenida en los arts. 415, 431 frac. VI bis, y 434
del CPPDF. Conforme a éstos, el Tribunal de Alzada, en la segunda instancia, podrá suplir la
deficiencia de los agravios cuando se advierta que el defensor, por torpeza, no hizo valer
debidamente las violaciones causadas en la resolución recurrida. Procede la reposición del
procedimiento cuando existan omisiones graves de la defensa en perjuicio del sentenciado,
entendiéndose como tales: a) no haber asesorado al inculpado sobre la naturaleza y las
consecuencias jurídicas de los hechos imputados en el proceso; b) no haber asistido a las
87
Ius 2005. Registro 390,409, Jurisprudencia, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Apéndice de 1995, tomo II, parte TCC, tesis 540, pág. 327.
68
diligencias que se practicaron con intervención del inculpado durante la averiguación previa y
durante el proceso; c) no haber ofrecido y aportado las pruebas necesarias para la defensa del
inculpado; d) no haber hecho valer las circunstancias probadas que en el proceso favorecieran la
defensa del inculpado; e) no haber interpuesto los medios de impugnación necesarios para la
defensa del inculpado, y f) no haber promovido todos aquellos actos procesales que fuesen
necesarios para el desarrollo normal del proceso y el pronunciamiento de la sentencia.
Además, cuando el tribunal note que el defensor ha faltado a sus deberes, no interponiendo los
recursos que procedan o abandonando los interpuestos, si por las constancias de la causa
apareciere que debían prosperar, o no alegando circunstancias probadas en el proceso y que
habrían favorecido notablemente al acusado, o alegando hechos falsos, o puntos de derecho
notoriamente inaplicables, llamará la atención al defensor, y a su superior si se trata de defensor
de oficio, y podrá imponerle cualquiera corrección disciplinaria; pero si dicha violación
constituye delito, lo consignará al Ministerio Público.
Igual sucede en la legislación penal federal, según se deriva de los arts. 364, 387, 388 frac. VII
bis y 391 del CFPP, e incluso tratándose de la justicia constitucional según se desprende de los
arts. 107 frac. II Constitucional y 76 bis de la Ley de Amparo (LA), que disponen la obligación
de suplir la deficiencia de los conceptos de violación y agravios, e incluso la falta de éstos,
cuando ello favorezca al reo.
69
CAPITULO II.- PRINCIPIOS ESENCIALES DE LA FUNCIÓN JUDICIAL
Sumario: 1.- Evolución de la idea de jurisdicción. 1.1.-Antes de los pueblos
primitivos (pre-historia). 1.2.- Los pueblos primitivos. El caso americano.- derecho
aborigen. 1.3.- Grecia. 1.4.- Roma. 1.5.- Edad media. 1.6.- Revolución francesa
(ilustración). 1.7.- Siglos XX y XXI. 1.8.- La evolución en México. 2.- Principios
esenciales. 2.1.- Independencia. 2.1.1.- Independencia como garantía. 2.1.2.Independencia funcional. 2.2.- Imparcialidad. 2.3.- Gratuidad de la justicia. 2.4.Principios complementarios.
1.- Evolución de la idea de jurisdicción.
Convencionalidad es expresion fiel cuando se tratan asuntos históricos a la luz de las ciencias
sociales, porque a lo largo de la vida de nuestro planeta nada se sabe de la existencia humana
durante la mayor parte del tiempo y por tanto se ha teorizado sobre lo que pudo suceder más bien
de acuerdo a los postulados de las ciencias naturales. Más adelante, de la organización de lo que
se han llamado pueblos primitivos poco se sabe puesto que, si bien se han encontrado fórmulas
de comunicación, su diversidad ha complicado su interpretación, amén de que pocas han
sobrevivido el paso del tiempo, y ha sido necesario reconstruir especulativamente la historia.
A partir de lo que se ha inferido y reconstruido y de lo que se sabe merced a la evolución de la
comunicación escrita, su conservación y divulgación, los historiadores han divido
convencionalmente la historia de los pueblos en distintas etapas, más o menos similares según la
naturaleza de los acontecimientos consubstanciales al tema sujeto a investigación.
En lo que hace a la evolución de la idea de jurisdicción, la división histórico-convencional
apropiada para efectos de la presente investigación y que se trata someramente en tanto cuanto
baste para los fines de ésta, es la siguiente:
a) Antes de los pueblos primitivos (pre-historia).
b) Los pueblos primitivos.
70
c) Grecia.
d) Roma.
e) Edad media.
f) Revolución francesa (ilustración).
g) Siglos XX y XXI.
h) Evolución en México.
1.1.- Antes de los pueblos primitivos (pre-historia).
Durante esta etapa, nada se sabe sobre jurisdicción:
“Si reducimos a un año los 18 a 20 mil millones de años que, según se dice, existe el
universo, habría que suponer que durante un periodo muy largo existían únicamente
procesos químicos y físicos y que tan sólo en la segunda mitad del año se estructuró la
materia sólida. Tan sólo en la noche del 30 de diciembre se plegaron los Alpes, y en la
noche del 31 de diciembre surgió la rama de los antropoides que conduce a los humanos
de hoy. Cinco minutos antes del fin de año vivían los neandertal, sesenta segundos antes
de las 24:00 horas aparece Moisés y cuarenta segundos antes Shakyamuni Buda. Quince
segundos antes del fin de año nace Jesús... Se calcula que el universo existirá durante
otros 100 mil millones de años, pero probablemente perdurará mucho más. En otras
palabras: el tiempo del universo transcurrido hasta ahora será probablemente
insignificante comparado con el tiempo que aún le queda. En este supuesto, el origen del
ser humano correspondería a la primera infancia del cosmos.” 88
Por lo tanto, durante la mayor parte del tiempo de existencia del planeta, es imposible saber
siquiera si existió una sociedad de seres racionales que hayan podido organizarse y establecer
mecanismos para la solución de sus controversias. Desde el punto de vista científico, inclusive ni
siquiera es posible determinar la existencia de vida durante la inmensa mayoría de los 20 mil
millones de años de vida de nuestro planeta.
88
Jäger, Willigis. En busca de la verdad.- caminos-esperanzas-soluciones. Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, España,
1999.
71
Los primeros datos sobre la existencia de sociedades humanas más o menos organizadas han sido
recogidos por la ciencia natural y se atribuyen a épocas en las que las civilizaciones prehistóricas
empezaron a descubrir el fuego, el metal y otros elementos indispensables para la conformación
social.
1.2.- Pueblos primitivos.
En palabras de Cipriano Gómez Lara,89 en toda comunidad primitiva se observa que la
administración de justicia está en manos de un jefe, de un consejo de ancianos o de un brujo y
que la solución de los conflictos adquiere características místicas, mágicas y religiosas, sin
perjuicio de la adopción y reglamentación de ciertas formulas autocompositivas incluso en
delitos graves:
“Los hombres, que en su primitivo estado natural no reconocían superior que los
defendiese de insultos, opresiones y violencias, estaban por consiguiente autorizados
para hacerlo de sí propios: la experiencia les hizo entender los graves daños a los que
los conducían estos medios; pues o no podían defenderse por sí mismos, o excediendo los
justos límites para conservarse, excitaban turbaciones, a que eran consiguientes mayores
desavenencias, injurias y muertes; y consultando otros medios que mejorasen la
seguridad de sus personas sin los riesgos anteriormente indicados, acordaron unirse en
sociedad y confiar su defensa y la de todos sus derechos a una persona que mirándolos
con imparcialidad les distribuyese sus derechos y los conservase en paz y en justicia.”90
En estas comunidades, que evolucionaron paralelamente en todos los rincones de la tierra pero
que se fueron distinguiendo por el descubrimiento y aplicación de ciertos materiales -como el
metal o la pólvora-, las estructuras de resolución de conflictos se caracterizaron por su
89
Teoría General del Proceso. Universidad Nacional Autónoma de México, Sexta Edición, México, 1983.
Conde de la Cañada, Instituciones prácticas de los juicios civiles, así ordinarios como extraordinarios, en todos
sus trámites, según empiezan, continúan y acaban en tribunales reales, Madrid, 1794, t. I, pp. 32-33, cit. por AlcaláZamora y Castillo, Niceto, Proceso, autocomposición y autodefensa, México, UNAM, 1970, pp. 549-151, cit. a su
vez por Ovalle Favela, José en Garantías y proceso penal. Ed. Harla, México, 1999.
90
72
formalismo y teatralidad, por la brutalidad y crueldad de las soluciones y por la rapidez de sus
procedimientos, en detrimento a las posibilidades reales de defensa.
En las civilizaciones antiguas de que se tienen rastros, prevaleció la ley del talión. El más antiguo
de los códigos que conocemos, el código del rey Hammurabi, que reinó en Babilonia unos 2,250
años a.C, la desarrolló notablemente. La justicia quedaba depositada en el soberano y estaba
impregnada de sentido religioso. Salvo en India, las caracteristicas apuntadas fueron notables en
China, Persia, Asiria, Israel y Egipto, en donde incluso se aplicaba el talión simbólico cuando no
era posible emplearlo en sus estrictos términos. A pesar de la existencia de algunos códigos,
como los de Hia, de Chang y de Chou, en China; el Avesta en Persia; el Hammurabi en Asiria; el
de Manú en India, que se considera el más perfecto que nos ha legado el antiguo Oriente;
fragmentos de leyes en Egipto; y el Pentateuco en Israel, en esta etapa de la historia del derecho,
la justicia se basaba en principios sobre todo vindicativos, intimidatorios y expiatorios de
pecados y ofensas a los dioses.91
Toribio Esquivel Obregón, citado por Gómez Lara,92 escribe que en México, entre los aztecas
existió una genuina organización judicial en que la máxima autoridad era el rey quien actuaba
paralelamente con el Cihuacóatl, funcionario jurisdiccional con facultades de segunda instancia.
Había edificaciones destinadas a tribunales y los procedimientos eran orales y rápidos. Los
jueces debían observar una conducta rigurosa e intachable que en ocasiones salían a los sitios en
que se requiriera su presencia para la solución de algún conflicto.
El caso americano.- derecho aborígen
El derecho aborígen en América data de las culturas precolombinas, principalmente los pueblos
Mayas, Aztecas e Inca. Los datos que se tienen acerca de dichos pueblos, sobre todo en relación
con su derecho, deriva los cronistas de los conquistadores, cuyos informes pueden estar viciados
ante la propia visión que ellos tuvieron de lo que pasaba en las tierras conquistadas; sin embargo,
91
92
Jiménez de Asúa, Luis. Tratado de Derecho Penal.Tomo I. Ed. Lozada, 5ª edición, Buenos Aires, Argentina.
Gómez Lara, Cipriano. Op. cit.
73
ofrecen informaciones de interés tomadas de las propias costumbres que estudiaron así como de
las pinturas que encontraron, en las que se representaba la justicia aplicable en aquellos pueblos.
Por lo que se sabe, la justicia aborigen contiene, como elemento común entre todos los pueblos,
el animismo mágico, prohibiciones de naturaleza tabú, formas aberrantes de imputación y
venganza privada. La justicia de estos pueblos se encontraba plagada de severidad moral, basada
en la venganza. La Ley del Talión es la forma más común de administrar la justicia dentro de
estas comunidades, reflejo del resto del mundo. Sin embargo, en el llamado “Código Penal de
Nezahualcoyotl”, se distinguía entre delincuentes intencionales y negligentes, pues en tanto que
el homicidio voluntario se penaba con la muerte, el no intencional sólo acarreaba el deber de
esclavitud y de compensación.
No obstante, el derecho de los pueblos precortesianos en nada influyó al derecho aplicable en la
colonia, el cual fue tomado directamente de las ordenazas de España; por tanto, el derecho
precolombino en nada influyó al derecho vigente en México, por lo que de él sólo quedan
algunos recuerdos meramente históricos.
Entre los aztecas destaca la dureza de sus costumbres y la severidad en la aplicación del derecho.
Casi todo constituía un delito o hacía a las personas merecedoras de una sanción, pero en la
justicia aplicada por los aztecas ya existían disposiciones en el sentido de que el marido, por
ejemplo, no podía hacerse justicia por propia mano, lo cual nos refiere, sin lugar a dudas, una
evolución en cuanto a la aplicación de la justicia en comparación con otros pueblos, en donde la
justicia privada y el talión no tenía límite alguno.
“Hubo una jerarquía de tribunales aztecas comunes, desde el teuctli, juez de elección
popular, anual, competente para asuntos menores, pasando por un tribunal de tres
jueces vitalicios, para asuntos más importantes, nombrados por el cihuacóatl, hasta
llegar, mediante un sistema de apelación, al tribunal del monarca, que se reunía cada 24
días.”93
93
Margadant, Guillermo Floris. Introducción a la Historia del Derecho Mexicano. Ed. Esfinge, México, 2000, p. 34
74
Es importante mencionar que dentro de dichos procedimientos se daba una etapa de ofrecimiento
y desahogos de pruebas, tales como testigos, confesiones, careos y documentos, lo cual hizo a la
justicia azteca mucho mas evolucionada en comparación con sus contemporáneas, ello no
obstante la carencia de un cuerpo de leyes que no se consideraba necesario dado que los
lineamientos de la ley eran conocidos por todos.
Los mayas, en cambio, se distinguieron por su anormal benignidad. Los castigos eran
proporcionales con el daño cometido, el cual, en ocasiones, quedaba saldado con el solo hecho
de devolver la cosa o con la vergüenza o infamia, que se consideraban penas suficientes.
Sin embargo, la característica general de los pueblos mexicanos y que revela de dureza de su
justicia, fue la facilidad con la que se aplicaba la pena de muerte, la cual era la sanción para casi
todo, pero que tenía un carácter público, de manera que esta sanción se excluye de la venganza
privada.
Los pueblos precortesianos contaron con un sistema de leyes, en donde la pena fue desigual y
que estaba encaminado a la consolidación de las clases superiores.
En la antigua venezuela, destacaron tres grupos indígenas: los pampeanos, los andinos y los
costeños. En dichos pueblos, predominaba la violencia como estado natural de las cosas; en las
tribus venezolanas se desconocía la idea de justicia colectiva, de manera que la justicia era
individual y se ejercía por el propio ofendido o por sus parientes, de manera que estas tribus
conocían solo el sentido de justicia aplicada a través de la venganza privada, la cual no se
olvidaba por el transcurso de los años, sino que era heredada a las generaciones, de manera que
se transformaba en una obligación sagrada para las familias.
La costumbre de la antropofagia se encontraba muy arraigada entre los caribes, la cual podía
tener muy distinta causa; costumbre, venganza y celebración de victorias, sin que faltase la
necesidad de procurarse alimento, causa de no pocas guerras entre las tribus. En función de lo
anterior, se concluye que la justicia tenía carácter vindicativo, es decir, basado exclusivamente en
la venganza.
75
En el Perú, es necesario distinguir el periodo de las sociedades preincaicas del estado de los
Incas. Del primero no se poseen muchos datos y los que han llegado hasta nosotros se refieren a
la administración de la justicia y la organización judicial del ayllú, que los incas apenas
modificaron. El derecho en los ayllus y tribus gentilicias revestía carácter consuetudinario con
formulas concretas para determinar infracciones que amenazaban la integridad del grupo o su
seguridad. En tal sentido, son mas las huellas que se relacionan con el derecho penal que con el
derecho civil; y hay más claridad sobre los órganos de ejecución del derecho que sobre la forma
de su administración.
Los incas superaron la venganza privada, estableciendo un derecho con carácter publico, hasta el
punto que su aplicación de podía dar de oficio. La ley tenia un carácter teocrático, de manera tal
que si bien es cierto no tenían un código legal, las leyes iban surgiendo de las sentencias
concretas de los jueces, por lo que se avanzó rápidamente a la imputabilidad personal surgiendo,
además, los conceptos de orden político y bienes jurídicos privados.
La idea de jurisdicción es, entonces, universal; no es patrimonio exclusivo de ningún pueblo o
comunidad. Rastros de ella no sólo se han encontrado en el pueblo azteca, sino en las más
diversas culturas de la antigüedad como la egipcia, china, hindú, mesopotámica, mediterránea,
fenicia, romana y griega, entre otras.
1.3.- Grecia.
Hay que tener presente que no hubo en la antigüedad un Estado griego unificado, sino más de
cien pequeñas polis-estados (ciudades estados), destacando Atenas. Eran tiempos politeístas de
batallas épicas, que han inmortalizado a Filipo II, Alejandro Magno, Demóstenes, Aristóteles y
otros filósofos y guerreros. No había paz ni orden suficientes para la consolidación de las
instituciones jurisdiccionales. Los juicios eran combates entre oradores, que tenían que litigar por
sí mismos, cuando mucho con la previa asistencia de un logógrafo, antecedente remoto de los
abogados. Las sentencias, motivadas sólo por la persuasión oratoria, eran dictadas por el pueblo
76
reunido, que al mismo tiempo se erigía en juez, mediante votación. No había una justicia
sistematizada por principios aplicables a la jurisdicción, mucho menos basada en documentos.94
Salvo la filosofía, los demás componentes de la civilización griega, entre ellos la justicia,
encuentran un elemento correlativo en los pueblos de Oriente que alcanzaron un elevado nivel de
civilización antes que los griegos,95 incluyendo las distintas habilidades técnicas e instituciones
políticas. Y no obstante, la filosofía griega provocó el nacimiento de las ciencias y su
engrandecimiento, por lo que la civilización griega aportó una contribución realmente
excepcional a la cultura de la civilización.96
Los primeros griegos buscaron alimento espiritual sobre todo en los poemas homéricos, es decir,
en la Ilíada y en la Odisea, en Hesiodo y en los poetas gnomicos de los siglos VII y VI a.C.
Hesiodo, con su poema Los trabajos y los días, pero sobre todo los poetas posteriores,
imprimieron en la mentalidad griega algunos principios de gran importancia para la construcción
del pensamiento filosófico antiguo: se exalta la justicia como valor supremo, en la que están
incluidas todas las virtudes. El pensamiento de la justicia es un factor central y se convertirá en
94
Carlos Zesati Estrada, en Demóstenes. Discurso sobre la corona, ed. UNAM, México, 2001, recoge la emoción
del juicio iniciado por Esquines contra Ctesifonte, este último acompañado de Demóstenes y en contra de quien en
verdad se enderezaba la causa, y al mismo tiempo recoge una serie de elementos que permiten entender cómo era la
jurisdicción entonces. “De todas partes de Grecia se desplaza gente para presenciar el combate decisivo entre los
dos más grandes oradores del siglo: Demóstenes y Esquines. Los griegos, tan apasionados por la elocuencia, no
pierden ocasión de presenciar este campeonato nacional… Expectación y silencio en todo el auditorio. Esquines
está en la tribuna. Ante sí tiene a los jueces, en número para nosotros insospechado, probablemente 1500, tal vez
6000. Es un jurado imponente… Durante más de 3 horas el público permanece electrizado por la elocuencia
avasalladora de Esquines. Al terminar el discurso, resuena una imponente ovación. Sólo Demóstenes no aplaude.
Pero podría aplaudir… Éste va a pronunciar su áureo y portentoso discurso Sobre la corona, culmen de la oratoria
universal… Demóstenes ha terminado de hablar. ¿Qué sentencia pronunciará el pueblo ateniense? Llega el
momento del fallo. El tribunal absuelve a Ctesifonte. Rinde así un homenaje al patriotismo sincero de Demóstenes.
Esquines no obtiene ni la quinta parte de los votos. Es condenado a pagar una multa de 1000 dracmas. Ha perdido
la causa y, con ella, su fama. Tal es su pesadumbre, que voluntariamente se destierra a Efeso. Pasa luego el resto
de su vida en Rodas. Allí se gana la vida enseñando retórica. Al leer un día su discurso a los rodinenses, sus
discípulos, entusiasmados, no pueden menos que aplaudir. Y Esquines observa: si hubierais oído a aquella fiera, no
os asombraríais tanto con esto.”
95
Los pueblos Orientales con los que entraron en contacto los griegos poseían una forma de sabiduría construida por
convicciones religiosas, mitos teológicos cosmogónicos, pero no una ciencia filosófica basada sólo en la razón.
Poseían pues un tipo de sabiduría análoga a la que los propios griegos poseían antes de crear la filosofía (ver ref.
próx. nota).
96
Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo I. Giovanni Reale y Darío Anticeri. Editorial Herver,
Barcelona, España, segunda edición, 1991. Págs. 21 y siguientes.
77
concepto ontológico, además de ético y político, en muchos filósofos pero especialmente en
Platón.97
José Ferrater Mora escribe que muchos griegos, incluyendo los grandes trágicos y algunos
filósofos presocráticos, consideraron la justicia en un sentido muy general; algo es justo cuando
su existencia no interfiere con el orden al cual pertenece. En este sentido, afirma, la justicia es
similar al orden o a la medida. “El que cada cosa ocupe su lugar en el universo es justo. Cuando
no ocurre así, cuando una cosa usurpa el lugar de otra, cuando no se confina a ser lo que es,
cuando hay alguna demasía o exceso, se produce una injusticia. Se cumple la justicia cuando se
restaura el orden originario, cuando se corrige y castiga la desmesura. Puede llamarse “cósmica”
a esta concepción de la justicia. Toda realidad, incluyendo los seres humanos, debe ser regida por
la justicia. Esta puede considerarse como una ley universal –que con frecuencia es personalizada. Dicha ley mantiene, o cuando menos expresa, el orden y medida del cosmos entero, y por ella
se restablece tal orden o medida tan pronto se ha alterado.” 98
Aunque los textos de las leyes griegas están casi totalmente destruidos y lo que conocemos de
derecho griego es una mezcla de pensamientos filosóficos, de interpretaciones oratorias y de
rastros de leyes y normas, se considera que el pensamiento jurídico en Grecia marcó el paso
entre el derecho oriental y el occidental. No obstante, el esfuerzo de los griegos fue decisivo y
llegó a nosotros a través de la evolución legislativa romana, si bien su justicia nunca adquirió
formas seguras y desenlaces imparciales, como lo demuestra el proceso en contra de Sócrates,
condenado a beber la cicuta como responsable de atentar contra la juventud y la religión, o los
casos contra Protágoras y Anaxágoras, ambos desterrados.
Los institutos de la venganza fueron sumamente poderosos y las ofensas de carácter religioso y
político daban lugar a sanciones de carácter colectivo. Y es que, como explica Michel Foucault,
en la Grecia arcaica los conflictos se dirimían por medio de un enfrentamiento en el cual no
97
98
Ídem.
Diccionario de Filosofía. Alianza Editorial, Barcelona, España, 1981.
78
había juez, ni sentencia, ni verdad; y fue posteriormente, con la democracia ateniense cuando el
pueblo “se apoderó del derecho de juzgar, de decir la verdad.”99
Claro que, parafraseando a Luis Jiménez de Asúa,100 no importan tanto las disposiciones de un
derecho que casi no conocemos ni de una justicia que se dejó doblegar por vientos políticos, sino
el pensamiento inmortal de sus hombres: Sócrates, Platón, Aristóteles y otros, que son de
nuestros días “a pesar de las múltiples centurias que han pasado sobre las cenizas de sus huesos.”
1.4.- Roma.
La historia de Roma se divide en tres etapas históricas: (i) Monarquía, (ii) República y (iii)
Imperio. Desde la monarquía, Roma tuvo en destino llevar la evolución del derecho, su
tecnificación y sistematización a todo el mundo antiguo y provocar sus distintas evoluciones.
Durante la monarquía y la república, el proceso romano fue predominantemente privado y estuvo
representado por las acciones de la ley y el proceso formulario. Durante el imperio, el proceso
judicial fue predominantemente público y estuvo representado por el denominado proceso
extraordinario. Durante la vigencia de las acciones de la ley y del proceso formulario se
contemplan aspectos significativos de tendencia autocompositiva. Se le llamó orden judicial
privado porque las partes acudían primero ante un magistrado, funcionario público, y ante él
exponían sus pretensiones. Este magistrado o pretor, no resolvía el conflicto, sino que
únicamente expedía una fórmula y las partes llevaban esta fórmula ante un juez privado que era
quien resolvía.
El orden judicial privado es por ello toda una etapa en donde el proceso presenta vestigios muy
fuertes de autocomposición y se asemeja todavía al arbitraje. Por el contrario, en el orden judicial
público, las partes acuden ante un magistrado pero ya el proceso no presenta esas dos etapas,
sino que ellas se han unificado para desenvolverse ante un solo funcionario. Aquí, las
99
La verdad y las formas jurídicas. Ed. Gedisa, Barcelona, España, 4ª edición, 1995, pp.63 y 64.
Op. cit.
100
79
pretensiones y resistencias de los litigantes se presentan ante el magistrado, funcionario público,
pero éste conduce el proceso a través de sus ulteriores pasos y, finalmente, dicta la resolución.
Nótese cómo en este proceso extraordinario ya tenemos las características fundamentales de los
procesos jurisdiccionales actuales, en cuanto a que es un órgano estatal el que conoce de las
pretensiones, el que conduce el proceso en sus diversas etapas y el que va finalmente a resolver
el litigio que se ha planteado.101 Téngase en cuenta que en esta etapa histórica, Roma era un
imperio mundial y, por tanto, sus instituciones sociales se encontraban plenamente robustecidas,
especialmente desde el punto de vista del derecho público.
1.5.- Edad media.
Con el surgimiento del cristianismo y las invasiones bárbaras de los pueblos germánicos hacia
Italia, Francia y España, se provocó el choque de las culturas romana y germánica y ello marcó
el inicio de la edad media. En lo jurisdiccional, mientras que en determinados enfoques del
derecho civil romano prevalecía el derecho del individuo frente a la colectividad, en el derecho
germánico predominaban los intereses de la colectividad sobre los del individuo.
El sistema inquisitivo de enjuiciamiento penal inició su expansión en la Europa continental desde
el siglo XII. Al poco tiempo pasó a considerarse como el derecho común de Europa. Este sistema
dio origen a una fuerte concentración de los poderes persecutorios y decisorios en la cabeza de
los jueces, expresión clara de un sistema político en el cual el poder emanaba de una única
fuente: el Rey. Así, la tarea de la justicia era funcionalmente delegada a los inquisidores,
quienes, se entendía, retenían el poder real. Esta acumulación de funciones implicó despojar de
imparcialidad a los jueces, cuyo criterio de justicia estaba orientado al conocimiento de la verdad
a toda costa, en su máxima expresión, y por ello se justificaba la pesquisa judicial de oficio y la
tortura como garantías a favor del imputado, de la verdad.
La característica principal del proceso medieval era su lentitud. Contra ella, desde la mitad del
siglo XIII se iniciaron reformas conducentes a obtener una mayor rapidez en el procedimiento,
101
Gómez Lara, Cipriano. Op. cit.
80
por cuya virtud surgieron los juicios de tipo sumario, que según James Goldschmidt,102 eran los
siguientes: (i) el procedimiento ejecutivo consistente en que, con base en la confesión del deudor
o de determinados documentos dotados por la ley de una fuerza ejecutiva, se llegaba
directamente a la ejecución; (ii) el proceso de mandato condicionado o no condicionado; y (iii) el
procedimiento de embargo que se proponía lograr una garantía de la ejecución contra el deudor
sospechoso.
El proceso jurisdiccional respondía a dos arquetipos diferentes: el acusatorio y el inquisitivo. El
acusatorio era de corte civil, con contradictorio, con predominio de la escritura y sin publicidad
en los debates. El inquisitivo, de corte penal y se caracterizaba por el influjo de la escritura y el
secreto; se dividía en dos fases: inquisición general e inquisición especial.
Durante la edad media prevaleció la idea de que Dios juzgaba a través de los hombres. Tomás de
Aquino afirma:
“debe tenerse en cuenta que si bien reside en Dios la autoridad suprema de juzgar, el
propio Dios confiere a los hombres el poder judicial respecto a aquellos que están
sometidos a su jurisdicción.”103
De allí que el papel de la Iglesia haya tenido o una especial importancia en el derecho medieval:
logró incorporar la justicia romana dentro de la aplicación del derecho en cada uno de los estados
europeos y contribuyó a frenar las brutales prácticas germanas que se venían dando desde hacía
tiempo.
En esta época surgieron compilaciones de leyes que intentaron retomar el derecho romano. La
mas importante de éstas fue la compilación justineana, llamada posteriormente corpus iuris
civiles; incluso, de este cuerpo de normas se extrajo la justicia penal y fue entonces que la Iglesia
Católica instauró las “treguas de Dios” en un intento de eliminar la venganza y la justicia bárbara
dentro de las civilizaciones medievales.
102
103
Citado por Cipriano Gómez Lara, Op. cit.
Suma de Teología. Vol. V, parte III e índices. Biblioteca de autores cristianos. Madrid, España, 2002, p. 499.
81
1.6.- Revolución francesa (ilustración).
Expresa Gómez Lara que la revolución francesa fue un movimiento social, económico, filosófico
y político de gran trascendencia para toda la humanidad, especialmente para Europa y los
pueblos occidentales. Sus principios, basados en la filosofía de la ilustración y en el pensamiento
de grandes filósofos como Rousseau, Montesquieu, Voltaire y Locke, entre otros, atacaron el
poder absoluto de los monarcas y propusieron las bases para la creación de los modernos estados
de derecho.
La nueva filosofía implicó limitar la actividad del Estado y dio lugar al reconocimiento de los
derechos fundamentales del hombre y del ciudadano, garantías individuales o derechos humanos.
En lo tocante a las actividades estatales propiamente dichas, se estableció el principio de
legalidad, según el cual, para el Estado, todo lo no permitido está prohibido y, por el contrario,
para los ciudadanos, todo lo no prohibido está permitido, adoptándose la tesis filosófica en el
sentido de que los órganos de la autoridad estatal sólo podrán realizar aquellas funciones y
atribuciones que expresamente les estén dadas por los textos legales y, por el contrario, el
individuo, el ciudadano, el hombre individualmente considerado, es libre y autónomo y no tiene
más limitaciones sino las dadas por las leyes, por lo que, para él, todo lo no prohibido está
permitido.104
El pensamiento ilustrado fue una reacción frente al momento anterior, el de la monarquía
absoluta. Por ello llevó a la búsqueda de un modelo que negara cada una de las bases políticas e
institucionales del antiguo régimen. Se había difundido mucho por toda Europa la crítica al
excesivo arbitrio judicial; se aspiraba a jueces sometidos a las leyes, interpretes ciegos y
mecánicos de éstas. Así, la reacción ante el poder absoluto se concretó en la teoría de la división
de poderes que se controlaran recíprocamente, todavía vigente,105 cuya aspiración última es el
104
Gómez Lara, Cipriano Op. cit.
Aunque en México están en boga los “organismos constitucionales autónomos” como el Instituto Federal
Electoral, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y otros que se pretenden establecer como tales, como la
Fiscalía General de la Nación.
105
82
imperio de la ley. Bajo esta óptica, se impuso necesario dividir el poder persecutorio estatal del
poder decisorio de la cuestión.
En su libro La Filosofía Penal de la Ilustración,106 Luis Prieto Sanchíz sostiene que, si bien el
período de la Ilustración encuentra puntos paralelos y de modelo en épocas anteriores a la edad
media, una buena parte de las ideas y valores que siguen procurando algún punto de humanidad
y civilización a nuestro mundo contemporáneo se forjaron en el siglo XVIII; y como ejemplos
cita los Derechos Humanos, el constitucionalismo, la democracia política, el gobierno
representativo, el cosmopolitismo, la solidaridad, la filantropía y, desde luego, el garantismo
penal.
La verdadera época codificadora empezó con la Revolución Francesa. Luego de la declaración
de los derechos del hombre, las leyes tomaron su rumbo, si bien antes existieron claros
antecedentes hacia ello en un intento por suavizar la inflexibilidad de la justicia. De éstos,
destaca el Tratado de los Delitos y de las Penas, del Marqués de Beccaria, que ya señalaba la
necesidad de la proporcionalidad de las penas, de una justicia humana, imparcial y accesible. Es
en los primeros códigos revolucionarios de Francia donde se contienen, como resultado de esas y
otras ideas, nuevos conceptos de justicia envueltos de un sentido igualitario que inspiró a casi
todos los países en buena parte del mundo.
Las ideas de justicia, igualdad y fraternidad producidas por la revolución Francesa, inspiraron el
Código Napoleónico, cuyo proyecto data de 1804, y su entrada en vigor en Francia desde enero
de 1811, mismo que fue irradiado a gran parte de Europa. Después de la caída del imperio de
Napoleón, surgieron códigos locales, todos basados en el modelo francés, que reconocieron el
principio de la justicia escrita, evidente garantía de legalidad en la justicia actual.
1.7.- Siglos XX y XXI.
El acceso a la jurisdicción se traduce correlativamente en la obligación que tiene el Estado de
instruir la administración de justicia como servicio público. Para ello debe crear tribunales y
106
Instituto Nacional de Ciencias Penales, México, 2003.
83
otros organismos de administración de justicia, cuyo acceso debe estar libre de obstáculos
innecesarios y ser pronto y gratuito.
Condición sine qua non de la legitimidad y eficacia de la justicia moderna son la independencia e
imparcialidad de los órganos de justicia, de sus integrantes y, en consecuencia, de las
resoluciones que dicten. La independencia debe de quedar garantizada por la división de poderes
en el desarrollo de la función judicial y por el manejo autónomo del presupuesto del poder
judicial. La autonomía e imparcialidad de los juzgadores, por una serie de postulados referidos a
la preparación y designación de jueces, a su estabilidad laboral o inamovilidad, a una
remuneración adecuada e irrenunciable por el servicio, a la existencia de una carrera judicial y a
la existencia de un sistema de responsabilidades de naturaleza civil, administrativa y penal.
La evolución histórica de la idea de jurisdicción demuestra que los principios rectores de la
actividad jurisdiccional son la independencia y la imparcialidad. A caso, de acuerdo a las
diversas corrientes, se exige en el funcionario jurisdiccional alguna otra característica como la
sabiduría, el profesionalismo, la honradez, la eficacia, la eficiencia y otras. No obstante, todas las
cualidades antes expresadas corresponden a los servidores públicos que general, sean del
ejecutivo, del legislativo o del judicial y por tanto su tutela corresponde a la legislación sobre
responsabilidades administrativas. En cambio, cuando se piensa en el juzgador, la idea central es
la de que sea independiente e imparcial.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada por la Novena
Conferencia Internacional Americana, en Bogotá, Colombia, el 2 de mayo de 1948, en su
artículo XXVI, señala que :
“Toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída en forma imparcial y pública,
a ser juzgada por tribunales anteriormente establecidos de acuerdo con leyes
preexistentes y a que no se le imponga penas crueles, infamantes o inusitadas.”
84
La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948, en su
artículo 10, establece que:
“Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente
y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus
derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia
penal.”
Por su parte, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José Costa Rica,
adoptada el 22 de noviembre de 1969, aprobada por la H. Cámara de Senadores del Congreso de
la Unión el 18 de diciembre de 1980, instituye, en su artículo 8, inciso 1, bajo el título “Garantías
Judiciales”, que
“Toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada
contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.”
Tales documentos internacionales pertenecen al grupo de los llamados tratados garantistas. Hay
que tener presente, en todo caso, que los derechos a que se refieren giran en torno a un
fundamento próximo, inmediato y directo: la necesidad de garantizar, para poder respetar la
dignidad de la persona humana y los valores que de ella se derivan, inalienables en cuanto
emanan de la dignidad de la persona humana (justicia, vida, libertad, igualdad, seguridad y
solidaridad). En efecto, el derecho a una igualdad ante la ley y a una protección por parte de esa
misma ley, por ejemplo, se convierte en un derecho a garantizar en estos documentos cuando
incorporan junto a un valor: la justicia, un elemento definitorio de ella: independiente e
imparcial. Estamos por tanto concretizando como derecho fundamental de la persona el hecho de
que, sin distingo, deberá de ser juzgada públicamente, esto es, no pueda ser juzgada ni en privado
85
ni en secreto. Pero, además lo debe de ser por jueces independientes e imparciales que estarán
libres de toda influencia política, económica o de otra índole.
Ya en 1215, la Carta Magna inglesa hablaba de que el derecho a la justicia no se puede negar,
vender ni retrasar. En el siglo XIII, Henry Bracton, en su obra “De Legibus et consuetudinibus
angliae” señala como característica del juez su capacidad de aceptar a las partes con equidad e
imparcialidad. En 1640 la Ley de Habeas Corpus priva al Rey de jurisdicción en asuntos civiles
y penales. Pero será con la Revolución Francesa de 1748 quien marque un punto de inflexión con
su declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano y su determinación de la división de
poderes, fundamento del Estado de Derecho moderno. Pero esos derechos fundamentales han
sido incorporados a las constituciones de la mayoría de los países que han optado por esta
concepción de Estado y que tienen un reflejo en nuestra propia Constitución, en su art. 17.
Pero, además, la determinación de imparcialidad e independencia de la justicia se convierte en
garantía de igualdad ante la ley. Solo un poder judicial independiente, ajeno a la presión de los
otros poderes puede garantizar la efectiva aplicación del principio de seguridad jurídica y
supone, con su existencia, una de las piedras angulares de la defensa de la dignidad de la persona
pues no solo establece la defensa ante el incumplimiento sino que elimina la posibilidad de que
los poderes actúen de manera arbitraria.
1.8.- La evolución en México
Dentro de los territorios de la Nueva España subsistió la aplicación del derecho de España y las
costumbres jurídicas indianas, siempre y cuando éstas últimas no contradijeran las directrices
jurídicas de la colonia. En determinado momento, incluso fue aceptada la jurisdicción de los
jefes de los pueblos indígenas, de manera tal que la justicia indígena tuvo considerable influencia
en la aplicación del derecho en la Nueva España, al menos dentro del territorio mexicano.
De esta manera, existieron dos fuentes principales del derecho colonial: el derecho indígena y las
ordenanzas y recopilaciones jurídicas que dictaba la corona española para que tuvieran
aplicación dentro de los territorios colonizados, de forma tal que al menos nominalmente se
86
aplicaba la recopilación de las leyes de los reinos de las Indias, que se terminó en 1680, aunque
hubo antes muestras copiosas de legislación colonial y otros códigos y recopilaciones.
Con respecto a México, continuó la aplicación de las leyes de Indias. Al mismo tiempo había
otra fuente generadora de justicia que eran las disposiciones tomadas por los virreyes y
gobernadores. Estas normas, por lo general, fueron consideradas severas, arbitrarias y desiguales,
lo cual, sin lugar a dudas, era un defecto de dichas normas, ya que la legislación escrita pocas
veces fue aplicada dentro de la colonia. El derecho peninsular se consideró sobre el derecho
aborigen como un derecho titular, cuyo sentido era, al menos en la teoría, eminentemente
evangelizador.
Las leyes de Indias tenían un sentido protector, en que el juez tenía el deber de actuar “como un
padre” con respecto a los indígenas. Además, éstos tenían un protector que intervenía en sus
causas, de manera tal que ya se contemplaba una suerte de abogado que hablara por los indígenas
en relación a la aplicación de la ley. No obstante, se dice que las verdaderas fuentes del derecho
dentro de la colonia fueron las ya mencionadas audiencias y bandos de los virreyes y
gobernadores.
En medio de las pugnas entre los indígenas para conservar su territorio y las reacciones punitivas
del colonizador, los virreyes y gobernadores establecían, mediante edictos, cuales eran las
directrices de la justicia aplicable dentro de la Nueva España. La pena de muerte, que se
contemplaba, no se aplicaba regularmente, aunque para ella se reservó el garrote -como menos
vil para los delincuentes blancos, mientras que para los negros e indios se consideró la horca.
Durante la colonia, los juicios eran de corta duración y de pocas constancias. Las sentencias, por
su parte, contenían pocos razonamientos jurídicos y en su mayoría consistían en dictámenes
subjetivos de enorme contenido ético y moral, de manera tal que, el texto legal en ocasiones
quedaba como letra muerta.
Otro elemento de importancia dentro de la justicia de la Nueva España fueron las encomiendas.
A través de éstas, “un español recibía el privilegio de cobrar los tributos de ciertos pueblos
87
indios, de acuerdo con una tasa fijada. En cambio debía cristianizarles, dedicando una cuarta
parte del tributo a la construcción de iglesias necesarias y vigilar la aplicación de las leyes
protectoras de los indios”107
La inquisición y la brujería se hallaron siempre íntimamente ligadas. Hechicería y brujería fueron
crímenes atroces, que costaron la vida a un número incalculable de personas en aquellos tiempos
en que se vivió una suerte de histerismo en Europa toda sin excluir España. Las acusaciones o las
sanciones por los delitos de hechicería fueron crímenes atroces porque esas prácticas eran
precisamente eso, prácticas que en su desarrollo no causaban víctimas salvo en caso de animales
o hechicería mayor. El Tribunal de Inquisición, del que tanto se ha hablado con referencia a la
práctica penal española, se implantó en los territorios de América recién descubiertos. Los
primeros datos de su instalación en suelo americano provienen del poder que dio el cardenal don
Juan Tavera a Tello de Sandoval en 1543, por el que lo envió como inquisidor extraordinario a
las provincias de la Nueva España.
La introducción de la Inquisición en territorio americano fue justificada por el servicio a Dios y
la conservación en los reinos en contra de la herejía. El tribunal se componía de dos inquisidores
y un acusador y su aplicación fue desmedida, al grado tal de que cualquier enfermedad era
considerada como efecto de una brujería, castigando a cualquier persona que se considerara
sospechosa, mediante juicios que no le daban posibilidad de defensa. Además, todos aquellos
que fueran poseídos merecían la muerte, por cualquiera de los medios determinados por los
inquisidores para tal efecto.
Otra norma no cumplida dentro de la Nueva España fue la prohibición legal de que la Inquisición
conociera de las causas de los indios. Para éstos, lo mismo que para criollos y españoles, fue
aplicada la justicia del “santo oficio”, que se valía de confesiones obtenidas por tormentos
crueles y sanguinarios como el potro, la garrucha, el ladrillo. Tan sólo en algunos casos, el
alcalde tenía la posibilidad de poner fin a la tortura a través de la justicia civil.
107
Margadant. Op. cit., p. 84
88
La inquisición se suprimió dos veces en México. La primera ocasión mediante decreto de
supresión de fecha 22 de febrero de 1813 y la segunda, ya definitiva, el 10 de junio de 1820.
Durante ella, no existió una gran distinción entre el derecho público y el derecho privado.
Instituciones que dentro de nuestra justicia son consideradas como de derecho privado, no tenían
un lugar específico de manera que se encontraban entre lo público y lo privado. Así ocurría con
algunos contratos que tenían perfil administrativo y el derecho de familia, que formaba parte del
derecho canónico de la época.
Posteriormente, en épocas independentistas, México proclamó la independencia e imparcialidad
de sus tribunales:
La base 7ª del Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana, fechado el 16 de mayo de
1823, establecía, en su parte conducente, que los individuos de la Nación Mexicana no debían ser
juzgados por ninguna comisión, sino por los jueces designados por la ley y que aquellos tenían
derecho para recusar a los que fueren sospechosos, a los que demorasen el despacho de las
causas, a los que no las substanciaren como manda la ley y a los que no sentenciaren conforme a
la norma.
La voz “sospechosos” consignada en la base antes señalada, no puede entenderse de otra forma
sino como imputación de parcialidad y dependencia, máxime que el propio precepto consigna las
demás aspiraciones de la justicia como lo es la prontitud, la expeditéz y la legalidad.
El art. 18 del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, de fecha 31 de enero de 1824 es
claro al señalar que todo hombre que habite en el territorio de la federación, tiene derecho a que
se le administre pronta, completa e imparcialmente justicia. Por primera vez en México se
introduce el término “imparcial” como eje rector de la administración de justicia, si bien junto
con otras dos categorías que han subsistido hasta nuestros días: la prontitud y la exhaustividad.
En las Bases y Leyes Constitucionales de la República Mexicana, decretada por el Congreso
General de la Nación en 1836, se contiene un conjunto de principios relacionados con el derecho
a la jurisdicción y a no ser sancionado sino mediante juicio. La primera ley constitucional
89
establece, como derechos del mexicano, un conjunto de prerrogativas que hoy comprenderían las
garantías de legalidad, audiencia y defensa. Por su parte, la quinta ley, destinada a regular el
Poder Judicial de la República Mexicana, establece las bases de organización de la Corte
Suprema de Justicia y los requisitos y mecanismos de designación de los Ministros y el Fiscal
(hoy, Ministerio Público); las bases de organización y funcionamiento de los tribunales
superiores de los departamentos y de los jueces subalternos de primera instancia; y las
prevenciones generales sobre la administración de justicia en lo civil y en lo criminal. A pesar de
su efímera vigencia, la constitución de 1836 recoge avances importantes en materia de
jurisdicción y, aunque no establece expresamente los principios fundamentales de la
administración de justicia, se desprenden del análisis de las normas respectivas.
Las Bases Orgánicas de la República Mexicana de 1843 también disponen un conjunto de
derechos de los habitantes de la República, entre ellos el de ser juzgado por jueces de su propio
fuero y por leyes dadas y tribunales establecidos con anterioridad al hecho de que se trate. En lo
tocante al Poder Judicial, sigue la estructura general de la Constitución de 1836, con la adición
de que crea un tribunal para juzgar a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia. No obstante,
al igual que en el caso antes señalado, la Constitución de 1843 no estableció expresamente los
principios básicos de la función jurisdiccional, aunque ellos se desprenden del análisis de su
articulado.
Llama la atención que el proyecto de Constitución Política de la República Mexicana, fechado el
16 de junio de 1856 y la propia Constitución Política del 5 de febrero de 1857, fueron omisas en
consignar cuáles habrían de ser los valores rectores de la justicia. Es cierto que en ambos casos
se estableció el fundamento de los tribunales como instancias establecidas para administrar
justicia, pero en ambos casos se dejó de expresar las categorías esenciales de la jurisdicción.
El artículo 17 del proyecto de Constitución de Venustiano Carranza, fechado en la ciudad de
Querétaro el 1 de diciembre de 1916 tampoco contenía los valores de la justicia. Con algunos
matices, la norma era una reproducción del artículo 17 de la Constitución de 1857, pues éste
expresaba que
90
“Nadie puede ser preso por deudas de un carácter puramente civil. Nadie puede ejercer
violencia para reclamar su derecho. Los tribunales estarán siempre expeditos para
administrar justicia. Esta será gratuita, quedando en consecuencia abolidas las costas
judiciales.” y el segundo, que “Nadie puede ser preso por deudas de un carácter
puramente civil. Ninguna persona podrá hacerse justicia por si misma, ni ejercer
violencia para reclamar su derecho. Los tribunales estarán expeditos para administrar
justicia en los plazos y términos que fije la ley, y su servicio será gratuito, quedando, en
consecuencia, prohibidas las costas judiciales.”
El cambio consistió en agregar la prohibición de hacerse justicia propia. Pero en lo tocante a los
tribunales, el proyecto de Constitución era idéntico a la norma constitucional entonces vigente.
El proyecto de art. 17 antes transcrito fue aprobado por unanimidad por el Congreso
Constituyente de 1916 y por tanto ese fue el primer texto de nuestra Constitución.
Con posterioridad a la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y
ciertamente con inspiración en ésta como se desprende de la iniciativa presidencial a que se
alude adelante, se llevó a cabo la única reforma al art. 17 de la CPEUM de que se tiene noticia.
Ello ocurrió en 1986 por iniciativa del Presidente Miguel de la Madrid Hurtado, la que en lo
conducente expresaba lo siguiente:
“El fundamento filosófico-jurídico de la función jurisdiccional a cargo del Estado, se
encuentra en la garantía individual contenida en el art. 17 constitucional, precepto que
demanda del individuo la renuncia a hacerse justicia por mano propia y a ejercer
violencia para reclamar su derecho, pero en reciprocidad establece la garantía
individual de acceso a la jurisdicción. Y para ello dispone que los Tribunales de Justicia
la impartirán en forma expedita y gratuita.
“La garantía a la acción jurisdiccional está, pues, establecida en nuestra constitución en
beneficio y protección del individuo, por lo que proponemos enriquecerla y adaptarla al
presente, conservando los valores establecidos desde el art. 18 del Acta Constitutiva de
91
la Federación de 1824, y recogiendo los principios contenidos en los documentos
actuales que atienden a los derechos humanos y a sus libertades fundamentales.
“La impartición de justicia que merece el pueblo de México debe ser pronta, porque
procesos lentos y resoluciones tardías no realizan el valor de la justicia; debe ser
gratuita, para asegurar a todos el libre acceso a ella; debe ser imparcial, para lograr
que se objetiven en sentencias estrictamente apegadas a las normas; y debe ser honesta,
pues al juzgador se confía el destino de la libertad y patrimonio ajenos.
“Los tribunales de justicia deben ser independientes, para fortalecer en la realidad
social el principio de división de poderes y porque la independencia judicial constituye la
primer garantía de la jurisdicción, establecida no precisamente en interés del órgano
jurisdiccional, cuanto de los justiciables, pues sólo cabe esperar justicia completa y
estricta del juez jerárquicamente libre, dependiente sólo de la ley.
“La independencia judicial requiere que los jueces al actuar no han de tener otra norma
rectora que la ley. La sumisión del juez a la ley, le hace independiente de la voluntad
subjetiva de los hombres que gobiernan, e incluso de su propia voluntad, cuando ésta
propende a la arbitrariedad.
“A la independencia objetiva se une el conocimiento de lo que se hace y la fe en lo que se
hace, pues siempre hemos considerado que una verdadera y auténtica independencia
judicial, se nutre en una real toma de conciencia del papel que el juez desempeñe en la
aplicación del Derecho. Estas calidades son el espíritu de la autoridad moral del juez,
pues la autoridad formal le es conferida por la ley.
“El juez es símbolo de la justicia y guardián del Derecho. Por ello los órganos judiciales
deben integrarse con procedimientos de selección que permitan unir al conocimiento del
Derecho, la vocación, la experiencia y la honorabilidad de quienes los integran.
“Un buen juez no se improvisa, requiere del transcurso de años de estudio y práctica en
los tribunales, para lograr las aptitudes que permitan la justa aplicación de la ley.
“Selección, formación, eficiencia y preparación adecuadas son, entre otros, los
elementos indispensables para el correcto desempeño de la función jurisdiccional
independiente.
“En cuanto a la estabilidad en el cargo, ésta proporciona a los servidores de la
administración de justicia la seguridad de que, mientras su conducta sea apegada a
92
Derecho y obre con justicia, gozará de permanencia en su puesto. Sin jueces estables en
el desempeño de su cargo, la independencia en el ejercicio de la función, se ve
considerablemente disminuida.
“Finalmente, al juez debe garantizarse una posición social digna, proporcionándole
bienestar económico que permita su total entrega a su ministerio, sin preocupaciones de
otra índole. Los órganos de los poderes judiciales deben contar con el apoyo financiero
que guarde adecuada relación con la importancia del servicio público que presta, pues
de otra surte se les inhabilita para contribuir al mejoramiento de la administración de
justicia.
“El nuevo texto del art. 17, que se propone, perfecciona y robustece la garantía
individual de acceso a la jurisdicción al señalar sus calidades: independencia en sus
órganos, prontitud en sus procesos y resoluciones, que agote las cuestiones planteadas y
sea completa, imparcial para que asegure el emperio del Derecho y gratuita para
afirmar nuestra vocación democrática.”
La iniciativa de reformas al art. 17 de la CPEUM fue más allá de la jurisdicción federal. También
se ocupó de establecer las bases constitucionales en relación a los poderes judiciales locales y
propuso reformas encaminadas a regular la actividad judicial en los Estados. La expresión
conducente contenida en la iniciativa presidencial, es el siguiente tenor:
“La inclusión en nuestro texto constitucional de las bases para la organización y
funcionamiento de los Poderes Judiciales de los estados es una aspiración, que esta
iniciativa hace suya y revitaliza, expresada desde el voto particular de la minoría de la
Comisión Constituyente de 1842, recogida por don Venustiano Carranza en las ideas
contenidas en su Declaración de Veracruz de 1914, y reiteradas en su discurso inaugural
del Congreso Constituyente de 1º de diciembre de 1916, para consolidar un Poder
Judicial respetable, digno, vigoroso e independiente, tanto en el ámbito federal como en
el local.
“Dado que nuestra Constitución cumple el cometido de ser el estatuto nacional de los
Estados que integran la Federación, es necesario que nuestra norma fundamental señale
las bases conforme a las cuales los Poderes Judiciales de los estados, deban cumplir con
93
la relevante tarea de impartir justicia, en condiciones de calidad similar en todo el
territorio nacional.
“Las bases que se plantean en esta iniciativa armonizan la necesidad de que los
tribunales de justicia cumplan plenamente con los principios que se contienen en el art.
17 constitucional que se propone, con el respeto al principio fundamental de la
autonomía constitucional de los estados. Para ello, las bases contienen la afirmación y
los medios para lograr la independencia del poder judicial, calidad de la cual deben
surgir los restantes atributos de la impartición de justicia; y deja a las constituciones y
leyes locales la regulación del Poder Judicial local, para que ellas establezcan las
especiales características y modalidades que más se adecúen a las particularidades
geográficas, etnográficas, demográficas y económicas de cada entidad federativa.
“La inclusión en nuestro texto constitucional de las bases para la organización y
funcionamiento de los Poderes Judiciales, es una petición expresa de XIII Congreso
Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de la República Mexicana que se celebró
en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el día 16 de mayo de 1986.”
Con base en lo anterior, la iniciativa de decreto de reformas constitucionales propuso que los
arts. 17 y 116 quedaran redactados bajo el siguiente texto:
“Art. 17. Ninguna persona podrá hacerse justicia por si misma, ni ejercer violencia para
reclamar su derecho.
“Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán
expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus
resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito,
quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales.
“Las leyes federales y locales establecerán los medios necesarios para que se garantice
la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones.
“Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter civil.
94
“Art. 116. El poder público de los estados se dividirá, para su ejercicio en Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, y no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola
persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un solo individuo.
………
III. El poder judicial de los estados se ejercerá por los tribunales que establezcan las
Constituciones respectivas.
“La independencia de los Magistrados y Jueces en el ejercicio de sus funciones deberá
estar garantizada por las Constituciones y las leyes orgánicas de los estados, las cuales
establecerán las condiciones de quienes sirvan a los Poderes Judiciales de los estados.
……”
El proyecto de reformas constitucionales fue turnado a las Comisiones unidas primera de
gobernación, de puntos constitucionales y asuntos relativos al pacto federal, la que formuló un
dictamen que, en lo conducente, establecía lo siguiente:
“La propia ley fundamental consagra, como garantía individual de seguridad jurídica, la
impartición de justicia, en forma gratuita y expresada, por tribunales que, conforme a las
leyes orgánicas respectivas, deben resolver las controversias de su competencia. Para
dar debido cumplimiento a su noble función de impartir justicia, los tribunales deben
actuar de manera pronta e imparcial, resolviendo de manera completa los puntos
controvertidos, como lo apunta la iniciativa de reforma constitucional que nos ocupa.
Igualmente, para que la administración de justicia se verifique por jueces probos y
honestos y ampliamente conocedores del derecho, deben tener como única preocupación
resolver las demandas y peticiones de justicia con total independencia de criterio y sin
ninguna relación de subordinación respecto de los demás órganos del estado, de su
mismo o de su superior nivel de gobierno.
………
“Al proceder a reestructurar la uniformidad a los sistemas de gobierno locales y
municipales resulta conveniente fortalecer al poder judicial de cada entidad, para
robustecer su desempeño y la mejor administración de justicia a que alude el art. 17 en
nuestra carta suprema. En efecto, sí es un requerimiento generalizado conferir
95
independencia a la función jurisdiccional, es necesario dotar a los jueces,
específicamente a los magistrados de los tribunales superiores de justicia de
inamovilidad, como lo tienen los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
………
“Es conveniente advertir que si bien se amplía la redacción del art. 17, de prosperar su
reforma no se modificará su espíritu y teleología, sino que antes bien, quedará
subrayada su finalidad de procurar justicia a los gobernados. Al modificar su texto, la
parte inicial “nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil”
pasará a ser el último párrafo del propio precepto, mismo que ganará en claridad por
cuanto que principiará con la sacramental frase “ninguna persona podrá hacerse
justicia por si misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho”, condenación
absoluta de la justicia por propia mano que con toda razón y lógica nunca es ni puede
ser auténtica justicia, que requiere de imparcialidad para ser efectiva. Esta frase
constituirá el párrafo primero del art. 17.
“En su segundo párrafo, y como natural consecuencia de la condena al auto-justicia, se
especificará que toda persona, física o moral, tiene derecho a que se le administre
justicia por parte de tribunales que establezca el Estado, y que su actuación, como
expresa el texto actual, será expedita y gratuita, y que ejercitarán sus atribuciones “en
los plazos y términos que fijen las leyes”; pero, además, se indicará que los juzgadores
resolverán los asuntos de su competencia “de manera pronta, completa e imparcial”
quedando en vigor la prohibición de las costas judiciales.
“Un tercer párrafo el propio art. 17 decretará que las leyes, federales o locales, según
sea el caso, establecerán y garantizarán la independencia de los tribunales y la plena
ejecución de sus resoluciones. Este mandato será principio ineludible de las leyes
orgánicas de los Poderes Judiciales de la Federación y de los estados de la República.
De su resolución se beneficiarán todos los servidores públicos a cuya responsabilidad se
confía la impartición de justicia, pues son los jueces, sobre todo los de segunda instancia
y los de carácter federal, quienes al interpretar la ley precisan su sentido y hacen
efectiva, a favor de los gobernados, la división de poderes, postulado imprescindible de
la democracia.
………
96
“La fracción III del artículo 116 constitucional contiene la referencia al Poder Judicial
de cada estado, es la novedad en esta iniciativa y principia por señalar que dicho Poder
Judicial se ejercerá por los tribunales que establezcan las constituciones locales.
“De manera adecuada, el segundo párrafo de la fracción III, congruente con la
exposición de motivos, establece que la independencia de los magistrados y jueces, en el
ejercicio de sus funciones, se garantizará en las constituciones y las leyes orgánicas de
cada entidad y establece el contenido mínimo, en relación con el tema para esa
constitución y leyes orgánicas, al indicar que precisamente en ellas se establecerán las
bases para el ingreso, formación y permanencia de quienes sirvan a los poderes
judiciales de los estados.
………
“Insistimos en que el contenido de esta fracción III del art. 116 posibilita el logro de la
real independencia de los Poderes Judiciales al señalar los requisitos mínimos de
ingreso, formación y permanencia de sus integrantes y al establecer las garantías de
adecuada remuneración y la inmovilidad en el cargo.”
Las comisiones legislativas citadas propusieron al pleno del Senado la aprobación de un decreto
con contenido idéntico al presentado por el Presidente de la República, el que fue aprobado en
sus términos y turnado a la Cámara de Diputados. La Comisión de Gobernación y Puntos
Constitucionales de ésta formuló un dictamen en el que coincidió plenamente con la iniciativa
presidencial y, desde luego, con el dictamen del Senado, el que mereció la aprobación de los
legisladores. Por tanto, una vez desahogado el procedimiento a que se refiere el art. 135 de la
CPEUM, fue publicado y entró en vigor el texto actual del art. 17 constitucional, que consigna
los principios fundamentales de la actividad jurisdiccional: independencia e imparcialidad.
Es conveniente señalar que por decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 22 de
octubre de 1986, se reformó el art. 122 de la CPEUM, dedicado a establecer las bases orgánicas
del Distrito Federal. El texto, desde entonces vigente, establece, en lo conducente, que el
Tribunal Superior de Justicia y el Consejo de la Judicatura ejercerán la función judicial del fuero
común en el Distrito Federal, y que deberá emitirse un Estatuto de Gobierno que disponga, entre
otras cosas, las bases respecto a la organización y funcionamiento del señalado Tribunal.
97
De lo antepuesto se desprende cómo fueron incorporados los valores de independencia e
imparcialidad en el texto constitucional y, consecuentemente, en las leyes que rigen la actividad
jurisdiccional. Es cierto que, junto con dichos valores, el art. 17 de la CPEUM también señala la
expeditéz, la prontitud, la exhaustividad y la gratuidad, y que el art. 113 constitucional obliga a
todos los servidores públicos a salvaguardar la legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y
eficiencia en el desempeño de sus funciones. No obstante, se sostiene que los valores
fundamentales de la actividad jurisdiccional solo son la independencia y la imparcialidad y que
en éstos quedan incluidas las demás aspiraciones antes referidas, como se ampliará más adelante,
pues no puede pensarse en un juzgador independiente e imparcial que no cumpla las condiciones
señaladas, como sí podría imaginarse un juez eficiente que no fuera independiente. Es decir, solo
juzgadores independientes e imparciales pueden cumplir el servicio de la justicia en forma
expedita, pronta, exhaustiva y gratis, en forma honrada, leal, eficiente y con estricto apego a la
ley.
Con independencia de lo anterior, ha sido motivo de intenso debate determinar el contenido y
alcance de cada una de las categorías esenciales y no esenciales del juzgador antes referidas, por
lo que se impone analizarlas en su justa dimensión pues, al parecer, tales cualidades han sido
implícita o explícitamente consideradas como bienes jurídicos tutelados por la ley penal y,
consecuentemente se han formulado tipos penales que sancionan su contravención.
2.- Principios esenciales.
Como se desprende de la evolución de la idea de jurisdicción, son diversos los valores que se
reivindican de la justicia y los juzgadores: independencia, imparcialidad, integridad, corrección,
igualdad, competencia y gratuidad. Cada uno de ellos implica una serie de características que se
desarrollan a partir de la idea que envuelve cada valor. No obstante, de todos ellos, innegables,
sólo la independencia, la imparcialidad y la gratuidad de la justicia, se han erigido como los
principios esenciales de la jurisdicción, de los que emanan los demás a guisa de complemento y
cuya efectividad pende del cumplimiento efectivo de aquéllos.
98
2.1. Independencia.
En palabras de la ministra Olga Sánchez Cordero, la idea de independencia judicial implica una
doble concepción. Por una parte, la independencia como garantía y, por otro, la funcional. La
independencia judicial, entendida como garantía, es un conjunto de mecanismos tendientes a
salvaguardar y realizar el valor de la justicia, incluso a través de principios adicionales al de la
independencia. Por su parte, la independencia funcional se refiere a una regla básica en virtud de
la cual el juez, en el ejercicio de su función, debe estar sometido únicamente a la legalidad, es
decir, al sistema de fuentes del derecho vigentes en el sistema jurídico al que pertenece.108
Así entonces, la independencia del juzgador se descompone en dos aspectos:
a) La independencia como garantía, y
b) La independencia funcional.
2.1.1. Independencia como garantía.
La independencia como garantía esta al servicio de la justicia y es una obligación del Estado y no
de la persona que encarna al juzgador. Así se desprende claramente del tercer párrafo del art. 17
constitucional cuando dispone que las leyes federales y locales establecerán los medios
necesarios para que se garantice la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus
resoluciones. Luego entonces, que los legisladores emitan normas jurídicas según las cuales los
tribunales podrán ejercer su función en libertad, sin sujeción a voluntades personales o
institucionales alejadas de la estricta aplicación de la ley, es una garantía constitucional que debe
observarse permanentemente.
Esta independencia debe quedar garantizada por la división de poderes en el desarrollo de la
función judicial, por el manejo autónomo del presupuesto del poder judicial y por el
establecimiento de una serie de postulados referidos a la preparación y designación de jueces, a
108
Conferencia “La independencia judicial en México. Apuntes sobre una realidad conquistada por los jueces
mexicanos”.- http://www.scjn.gob.mx/Ministros/oscgv/Conf/Conf-011.htm
99
su estabilidad laboral o inamovilidad, a una remuneración adecuada e irrenunciable por el
servicio, a la existencia de una carrera judicial y a la existencia de un sistema de auto vigilancia y
control.
Luis Diez Picazo, citado por la ministra Sánchez Cordero,109 distingue tres subespecies dentro de
la categoría de la independencia judicial como garantía. Estas son:
a) La independencia personal, que consiste en el conjunto de características derivadas de la
situación en que la constitución coloca al juez individualmente considerado y que protegen a
éste de eventuales presiones ejercidas por los otros dos poderes políticos del Estado
(Legislativo y Ejecutivo).
b) La independencia colectiva, que tiene que ver con la protección a la judicatura en su conjunto
frente a los demás poderes del Estado; y
c) La independencia interna, que ampara al juzgador, en su individualidad, frente al resto de la
estructura judicial.
Históricamente, la independencia judicial como garantía comenzó a ser posible con la división de
poderes. Otros momentos históricos anteriores en los que el juez actuaba principalmente como
delegado del rey, titular de la potestad de juzgar, no permiten presumir esa independencia, que
tampoco existió en regímenes más recientes de corte autoritario, en los que no existía una
auténtica separación de los poderes. La propia ley colocaba cerca de cada instituto juzgador una
dependencia del Ministerio Público con el deliberado propósito de que representara allí el poder
ejecutivo. Este sistema constituía una “amenaza insidiosa para la conciencia, pues suponía
conducir a los jueces del mismo modo que se amaestra un potro: con un terrón de azúcar en una
mano y un látigo en la otra.”110
109
110
Ídem.
Acosta Gallo, Pablo La responsabilidad de Estado-Juez. Ed. Montecorvo, S.A., Madrid, España, 2005, p. 40.
100
En las naciones anglosajonas, la independencia judicial como garantía, también ha sido motivo
de preocupación. Alexander Hamilton, citado por Sandra Day O´Connor, juez del Tribunal
Supremo de los Estados Unidos de América, escribió que
"no hay libertad, si el poder de la justicia no está separado de los poderes legislativo y
ejecutivo. La libertad no tendrá nada que temer de la judicatura sola, pero sí tendrá todo
que temer de la unión de ésta con cualquiera de los otros departamentos"
Day O´Connor subraya que es sólo mediante esta independencia que la realidad y la apariencia
de una adhesión incondicional al imperio de la ley se le puede garantizar al pueblo y rememora
al presidente Woodrow Wilson para quien
“el gobierno cumple sus promesas, o no las cumple, en sus tribunales. Para el individuo,
por lo tanto, la lucha por un gobierno constitucional es, ciertamente, una lucha por leyes
buenas pero también por tribunales inteligentes, independientes e imparciales."
El principio de que un sistema judicial independiente es esencial para la recta administración de
la justicia está profundamente arraigado en las instituciones jurídicas árabes. Casi toda
constitución árabe garantiza la independencia judicial. Por ejemplo, la constitución del reino de
Bahrein dispone en el artículo 104 que
"el honor de la judicatura, y la integridad e imparcialidad de sus jueces es la base del
gobierno y la garantía de los derechos y libertades. Ninguna autoridad podrá prevalecer
sobre un fallo pronunciado por un juez y en ninguna circunstancia se podrá interferir
con la causa de la justicia. La ley garantiza la independencia de la rama judicial. . . ."
El Artículo 65 de la constitución egipcia estipula que:
"La independencia e inmunidad de la judicatura son dos garantías fundamentales para
salvaguardar los derechos y las libertades".
101
El artículo 97 de la constitución de Jordania proclama que
"los jueces son independientes y en el ejercicio de sus funciones judiciales no están
sujetos a ninguna otra autoridad que no sea la de la ley".
Estas ideas están contenidas en los seis Principios de Bangalore sobre la Conducta Judicial,
redactados con los auspicios de las Naciones Unidas con el fin de adelantar el reforzamiento de
la integridad judicial. Según el primer principio:
"La independencia judicial es un requisito del principio de legalidad y una garantía
fundamental de la existencia de un juicio justo. En consecuencia, un juez deberá
defender la independencia judicial tanto en sus aspectos individuales como
institucionales, y servir como ejemplo de ella".
La Declaración de El Cairo sobre Independencia Judicial, redactada durante la Segunda
Conferencia Árabe sobre Justicia celebrada en febrero de 2003,
"convino en que la judicatura independiente es el pilar más firme que sostiene las
libertades civiles, los derechos humanos, los procesos generales de desarrollo, las
reformas en los regímenes de comercio e inversión, la cooperación económica regional e
internacional y la creación de las instituciones democráticas".
Una judicatura independiente requiere la autonomía de cada juzgador en el ejercicio de sus
facultades y del pleno de la judicatura para que su esfera de autoridad esté protegida de
influencias, evidentes o encubiertas, de otros actores del gobierno. Hay dos medios que
garantizan la independencia individual de los jueces:
a) que los juzgadores estén protegidos de la amenaza de represalias para que el temor no les
guíe en la toma de decisiones.
102
b) que el método de selección de los juzgadores y los principios éticos que se les imponen, se
estructuren de tal modo que se reduzca al mínimo el riesgo de corrupción e influencias
externas.
La protección contra represalias se logra manteniendo el sueldo y el cargo de juez fuera del
alcance de fuerzas externas. La seguridad de remuneración y el carácter vitalicio de su cargo
libera a los juzgadores para proceder según su mejor criterio legal y aplicar la ley justa e
imparcialmente a las partes que comparecen ante ellos. En este sentido, el art. 94, noveno y
décimo párrafos, de la CPEUM disponen que la remuneración que perciban por sus servicios los
Ministros de la Suprema Corte, los Magistrados de Circuito, los Jueces de Distrito y los
Consejeros de la Judicatura Federal, así como los Magistrados Electorales, no podrá ser
disminuida durante su encargo y que los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
durarán en su encargo 15 años y sólo podrán ser removidos en términos del Título Cuarto de la
propia Constitución, es decir, mediante juicio de responsabilidad de servidores públicos.
Una judicatura independiente requiere también la garantía de que recibirá financiamiento
adecuado. Así como es necesaria la protección salarial de cada uno de los jueces, así también
pueden influir las cuestiones generales de finanzas en las labores de toda la judicatura. La
Declaración de Beirut recomienda que
"el estado deberá garantizar un presupuesto independiente para la judicatura,
incluyendo todas su ramas e instituciones. Este presupuesto será incluido como una
partida en el presupuesto estatal y se determinará en consulta con los consejos
superiores judiciales de los organismos judiciales". La Declaración de El Cairo
recomienda también la "garantía de la independencia financiera de la judicatura".
La seguridad de un financiamiento adecuado e incondicional, de conformidad con las
recomendaciones contenidas en estas declaraciones, es una medida importante para aislar a la
judicatura de influencias impropias.
103
Una cuestión mucho más complicada es la de la interacción entre los funcionarios de la rama
ejecutiva y la judicial. Normalmente existe una tensión entre la independencia frente a otros
actores del gobierno, de una parte, y la garantía de que los jueces no comprometerán su propia
independencia al ceder a prejuicios personales o influencias corruptoras. En todos los casos se
debe tener cuidado de asegurar que la independencia de la judicatura no se vea comprometida
por acciones tomadas so pretexto de disciplinar a jueces111.
2.1.2. Independencia funcional.
Por su parte, la independencia funcional es la libertad de criterio del juzgador, su actitud frente a
influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social. Consiste en juzgar desde la
perspectiva del Derecho y no a partir de presiones o intereses extraños a aquél. La constitución
española la entiende como que la función judicial se realiza sin ningún tipo de interferencias, no
estando sujetos los jueces a ninguna orden o instrucción, salvo las provenientes de la ley.
Hoy en día, la trascendencia jurídica y política de la labor jurisdiccional es superlativa, pues los
jueces son corresponsables de un mejor desarrollo y cumplimiento del ordenamiento jurídico. De
hecho, la tarea de los juzgadores tiene una proyección social que en los últimos años ha venido
siendo magnificada por los medios de comunicación. En cualquier caso, es indispensable la
confianza de los ciudadanos en su justicia, pues ésta se encarga de preservar los más importantes
valores de la sociedad.
La configuración constitucional del poder judicial contempla un modelo en el que el valor de
independencia del juzgador ocupa el más alto lugar. La independencia del juez protege su
rectitud al momento de juzgar, preserva su juicio de eventuales presiones políticas y hace
111
Ejemplos como este minan la independencia de los jueces: el día 24 de diciembre de 2005, los periódicos
“Reforma” y “El Universal” dieron cuenta de una noticia según la cual la Procuraduría General de Justicia del
Distrito Federal inició una investigación en contra de un juez, luego de que éste dictó sentencia absolutoria a favor
de una persona acusada de corrupción de menores. La Procuraduría capitalina explicó que el delito por el que se
investigaría al juzgador se fundamenta en que no fueron valoradas correctamente las pruebas aportadas por el
Ministerio Público. El funcionario que dio a conocer lo anterior, expresó que “lo que la Procuraduría teje de día, los
juzgados lo destejen de noche y que es preocupante que se permita la liberación de una persona que tiene muchos
contactos políticos.” En este caso, como en muchos otros similares, el Ministerio Público, que es parte en los juicios
penales, abre investigaciones criminales en contra de los jueces que no les dan la razón. ¿Qué juzgador puede actuar
con independencia de criterio cuando el sistema de control depende de una de las partes del juicio?
104
realidad la división de poderes. La justicia exige jueces neutrales, inmunes a la tentación de
interpretar la ley siguiendo criterios políticos, partidistas o ajenos a su letra, por lo que la
protección de la independencia del juzgador no opera como una garantía personal, sino como una
garantía del propio sistema en su funcionamiento.
De allí que el Código de Ética del Poder Judicial de la Federación,112 aunque se trata de un
documento sólo moralmente vinculante, es una pieza de enorme valor en la definición de los
valores esenciales y no esenciales del juzgador. Al abordar la independencia, establece que
“Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes del
sistema social. Consiste en juzgar desde la perspectiva del Derecho y no a partir de
presiones o intereses extraños a aquél. Por tanto, el juzgador:
“Rechaza cualquier tipo de recomendación que tienda a influir en la tramitación o
resolución de los asuntos que se sometan a su potestad, incluso las que pudieran
provenir de servidores del Poder Judicial de la Federación.
“Preserva el recto ejercicio de su función denunciando cualquier acto que tienda a
vulnerar su independencia.
“Evita involucrarse en actividades o situaciones que puedan directa o indirectamente
afectar su independencia.
“Se abstiene de recomendar, insinuar o sugerir, con un fin ilegítimo, el sentido en que
deban emitir los demás juzgadores cualquier determinación judicial que tenga efecto
sobre la resolución de un asunto.”
Por su parte, el Código de Ética del Poder Judicial del Distrito Federal,113 en lo tocante a la
independencia del juzgador, establece diversos artículos que, independientemente de su
encabezado, en verdad se refieren a la independencia del juzgador:
112
113
Se transcribe en el apéndice de esta tesis.
Ídem.
105
“Equidad: El servidor público debe estar propenso a dejarse guiar por la razón para
adecuar la solución legal a un resultado justo, y que nunca debe ser ejecutado en contra
de los fines perseguidos por las leyes.
“El servidor público no debe realizar actos discriminatorios en su relación con el
público o con los demás servidores públicos de la Administración de Justicia.
Se entiende que existe igualdad de situaciones cuando no median diferencias que, de
acuerdo con las normas vigentes, deben considerarse para establecer una prelación.
“Este principio se aplica también a las relaciones que el servidor público mantenga con
sus subordinados.”
“Independencia de criterio: El servidor público debe tener conciencia plena ante
situaciones, actividades o intereses incompatibles con sus funciones, las que no deberán
influir por ningún motivo en la toma de decisiones.”
“Obediencia: El servidor público debe dar cumplimiento a las órdenes que le imparta el
superior jerárquico, en la medida que reúnan las formalidades del caso y tengan por
objeto la realización de actos de servicio que se vinculen con las funciones a su cargo,
salvo el supuesto de arbitrariedad o ilegalidad manifiestas.”
“Independencia: Deben actuar en la emisión de sus decisiones conforme a derecho en el
caso concreto, sin acatarse o someterse a indicaciones o sugerencias, no obstante de
quien provengan y la forma que revistan, evitando involucrarse en situaciones,
actividades o intereses particulares que puedan comprometer su recta conducta.
“Asimismo, deben en todo momento, poner del conocimiento de la instancia competente
cualquier situación que a su criterio, pueda afectar la independencia o transparencia de
su actuación, a fin de que se tomen las medidas pertinentes del caso, sin perjuicio de
continuar en el conocimiento de la causa o litigio de que conozcan.”
En el ámbito internacional, no sólo la declaración del Cairo se ha ocupado de la independencia
judicial. La VI Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes Supremas y Tribunales
Supremos de Justicia, celebrada en Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España, los días 23, 24 y
106
25 de mayo de 2001, promulgó el Estatuto del Juez Iberoamericano114 que, con toda propiedad,
al abordar el tema de la independencia judicial, establece los siguientes artículos:
“Art. 1. Principio general de independencia: Como garantía para los justiciables, los
Jueces son independientes en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales y se
encuentran tan sólo sometidos a la Constitución y a la ley, con estricto respeto al
principio de jerarquía normativa.”
“Art. 2. Obligación de respeto a la independencia judicial: Los otros poderes del Estado
y, en general, todas las autoridades, instituciones y organismos nacionales o
internacionales, así como los diferentes grupos y organizaciones sociales, económicos y
políticos, deben respetar y hacer efectiva la independencia de la judicatura.”
“Art. 3. Independencia judicial y medios de comunicación: La utilización de los medios
de comunicación social con el objeto de suplantar funciones jurisdiccionales, imponer o
influir el contenido de las resoluciones judiciales, en condiciones que excedan el legítimo
derecho a la libertad de expresión e información, se considera lesiva para la
independencia judicial.”
“Art. 4. Independencia interna: En el ejercicio de la jurisdicción, los jueces no se
encuentran sometidos a autoridades judiciales superiores, sin perjuicio de la facultad de
éstas de revisar las decisiones jurisdiccionales a través de los recursos legalmente
establecidos, y de la fuerza que cada ordenamiento nacional atribuya a la jurisprudencia
y a los precedentes emanados de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos.”
“Art. 5. Defensa de la independencia judicial: Los atentados a la independencia judicial
han de ser sancionados por ley, que deberá prever los mecanismos por medio de los
cuales los jueces inquietados o perturbados en su independencia puedan obtener el
respaldo de los órganos superiores o de gobierno del Poder Judicial.”
114
http://www.geocities.com/leyesdominicanas/estatutojueziberoamericano.html. Se transcribe, así mismo, en el
apéndice de esta tesis.
107
“Art. 6. Condiciones materiales de la independencia: El Estado garantizará la
independencia económica del Poder Judicial, mediante la asignación del presupuesto
adecuado para cubrir sus necesidades y a través del desembolso oportuno de las partidas
presupuestarias.”
Inspirados en tales principios, en diciembre de 2005 se reunieron en Jurica, Estado de Querétaro,
los integrantes del sistema nacional de impartidores de justicia, compuesto por los miembros de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Poder Judicial de la Federación, los Poderes
Judiciales de las Entidades Federativas, el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa,
el Tribunal Superior Agrario, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, los tribunales
electorales y de lo contencioso administrativo, las juntas locales de conciliación y arbitraje y los
tribunales Federal y locales de conciliación y arbitraje, a cuyo término aprobaron la conocida
como Declaración de Jurica115 que, en lo conducente, establece las siguientes expresiones:
“Nuestro
Estado
Constitucional
requiere
de
poderes
judiciales
y
órganos
jurisdiccionales autónomos, profesionales y fuertes para garantizar el derecho de acceso
a la tutela jurisdiccional efectiva consagrado en el artículo 17 de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos.” (considerandos)
Ratificamos: Nuestro compromiso con un sistema de impartición de justicia con pleno
acceso para todos los mexicanos; con transparentar nuestro quehacer mediante el
establecimiento de reglas comunes para los distintos órganos impartidores de justicia del
país, y nuestro compromiso por mantenernos ajenos y por encima de las contiendas
político-partidistas.
Convenimos en: Adoptar todas las medidas a nuestro alcance para lograr y preservar la
autonomía e independencia de los órganos jurisdiccionales y sus miembros; fortalecer
la autonomía e independencia de los tribunales administrativos.
115
Se transcribe en el apéndice de esta tesis.
108
Con todo, la independencia judicial, como garantía o como valor funcional, no es un fin, sino el
medio hacia un fin.116 Es la médula del imperio de la ley que da a la ciudadanía la confianza en
que las leyes se aplicarán justa e igualmente. La independencia judicial hace posible que los
jueces adopten decisiones poco populares o que son contrarias a los intereses de otras ramas del
gobierno. Una judicatura independiente está en condiciones de reflexionar sobre el efecto de esas
soluciones sobre los derechos y la libertad, y debe actuar para asegurar que esos valores no se
socaven. La independencia es la fuente de donde emana el coraje necesario en el servicio a esta
función del imperio de la ley.
Es claro que cada nación acomoda su sistema legal a los principios que la caracterizan, pero
algunos trascienden a los países. La necesidad de una judicatura independiente en su más amplia
expresión es uno de estos principios, fácil de entender y aceptar, pero en verdad difícil de llevar a
la práctica.
2.2.- Imparcialidad.
Una de las nociones más importantes y difundidas en la actualidad, pero que aún ofrece
numerosos aspectos para su consideración, es la garantía de imparcialidad judicial, es decir, el
derecho a un tribunal imparcial.
Se ha expresado que la exigencia de imparcialidad del tribunal es una noción universal. Al
término de la segunda guerra mundial, las democracias occidentales afirmaron en tratados
internacionales los valores morales comunes; entre ellos estuvo el derecho a un juicio ante un
tribunal imparcial.
A pesar de ello, la definición de imparcialidad no ha sido jamás caracterizada, quizás porque en
todos los tiempos fue percibida por los hombres en lo más profundo de su conciencia de lo justo
e injusto. Lo cierto es que esta garantía repetidamente fue entendida como prioritaria, por ser
resguardo del cumplimiento necesario para la efectividad de otras. Al mismo tiempo, y por girar
116
Valdés S., Clemente. La realidad de la justicia penal. Memorias del XI Congreso Nacional de Criminología,
Querétaro, México, 2005.
109
en torno a los juzgadores, puede comprenderse también como uno de los principios de
aseguramiento más complejos, que involucra la articulación de numerosas instancias orgánicas y
procesales.
La imparcialidad ha sido ligada al afianzamiento de una cualidad del juzgador, muchas veces
asimilada a lo objetivo, equitativo o neutral. Esta referencia se ha apoyado más o menos en la
naturalización de este principio; es decir, en su consideración como un principio de definición
única, ahistórico y de prelación a cualquier regulación normativa. Como una guía inmutable,
reconocida o garantizada en ciertas épocas con mayor o menor intensidad, o directamente
desconocida en otras.
Para otros autores,117 la imparcialidad sólo es comprensible a partir de un principio
históricamente dotado de contenido; de una visión histórica que permita apreciar la existencia de
sistemas jurídicos que no sólo resguardaron en forma diversa este principio, sino que plantearon
distintos modelos normativos de imparcialidad que lo estructuraron, principalmente
representados por Inglaterra, Francia y Estados Unidos.
Como sea, la imparcialidad judicial, como la entendemos hoy en día, nació como valor de la
justicia cuando se introdujo la necesidad de conocer la verdad en los juicios; momento en el que
se erige necesariamente el papel de un tercero “superior o neutral”, un juez y no simplemente un
espectador o atestiguador de la regularidad del procedimiento. Se deriva de ello que este tercero
tendrá como cometido especialmente declarar la verdad de los hechos y la verdad del derecho.
Esta visión permite ligar conceptualmente la existencia del principio de imparcialidad con la
búsqueda de la verdad y el nacimiento de un juzgador: un juez en sentido sustancia. De aquí que
este principio sólo puede ser analizado como consecuencia de la existencia de ciertos modelos de
enjuiciamiento y proceso orientados por una voluntad de verdad, como criterio de atribución de
la razón en el litigio. Así vista, la imparcialidad no es nada más una cualidad del juzgador, sino
la expresión de un sistema históricamente construido para hallar la verdad y decir el derecho que
117
Zysman Quirós, Diego. Imparcialidad judicial y enjuiciamiento penal. Un estudio histórico-conceptual de
modelos normativos de imparcialidad. Departamento de publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad
de Buenos Aires. Argentina, 2004.
110
le corresponde por una no-parte de la controversia cuya decisión quede exenta de pasión o
afección particular por alguno de los contendientes.
El ya citado Estatuto del Juez Iberoamericano también aborda el tema de la imparcialidad del
juzgador. A este respecto, contiene los siguientes artículos:
“Art. 7. Principio de imparcialidad: La imparcialidad del juez es condición
indispensable para el ejercicio de la función jurisdiccional.”
“Art. 8. Imparcialidad objetiva: La imparcialidad del juez ha de ser real, efectiva y
evidente para la ciudadanía.”
“Art. 9. Abstención y recusación: Los jueces tienen la obligación de separarse de la
tramitación y conocimiento de asuntos en los que tengan alguna relación previa con el
objeto del proceso, partes o interesados en el mismo, en los términos previstos en la ley.”
“Las abstenciones sin fundamento y las recusaciones infundadas aceptadas por el juez,
deben ser sancionadas de conformidad con lo que disponga la ley.”
“Art. 10. Incompatibilidades: El ejercicio de la función jurisdiccional es incompatible
con otras actividades, a excepción de aquéllas admitidas por la ley.”
“Art. 38. Obligación de independencia: El juez está obligado a mantener y defender su
independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional.”
En México, la imparcialidad del juzgador ha sido definida por el Poder Judicial de la Federación
como la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de las partes
en los procesos sometidos a su potestad. Consiste en juzgar con ausencia absoluta de designio
anticipado o de prevención a favor o en contra de alguno de los justiciables.
El Código de Ética del Poder Judicial de la Federación establece que todo juzgador imparcial:
111
“Evita conceder ventajas o privilegios ilegales a cualquiera de las partes.
“Rechaza cualquier dádiva que provenga de alguna de las partes o de terceros.
“Evita hacer o aceptar invitaciones en las que el propio juzgador considere que se verá
comprometida su imparcialidad.
“Se abstiene de citar a las partes o personas vinculadas con ellas, fuera de las oficinas
del órgano jurisdiccional en el que ejerza su función.
“Se abstiene de emitir cualquier opinión que implique prejuzgar sobre un asunto.”
Y al desarrollar el concepto de objetividad, que entendemos ínsito en la imparcialidad, señala
que ésta,
“Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de sí
mismo. Consiste en emitir sus fallos por las razones que el Derecho le suministra, y no
por las que se deriven de su modo personal de pensar o de sentir. Por tanto, el juzgador:
“Al emitir una resolución, no busca reconocimiento alguno.
“Al tomar sus decisiones en forma individual o colegiada, buscará siempre la realización
del derecho frente a cualquier beneficio o ventaja personal.
“Si es integrante de un órgano jurisdiccional colegia do, trata con respeto a sus pares,
escucha con atención y apertura de entendimiento sus planteamientos y dialoga con
razones y tolerancia.
“Procura actuar con serenidad de ánimo y equilibrio interno, a fin de que sus decisiones
estén desprovistas de aprensiones y prejuicios.”
Por su parte, el Código de Ética del Poder Judicial del Distrito Federal, consigna diversos
párrafos que, independientemente de su encabezado, se refieren a la imparcialidad:
“Ejercicio adecuado del cargo: El servidor público, mediante el uso de su cargo,
autoridad o influencia, no debe obtener ni procurar beneficios o ventajas indebidas, para
sí o para otros.
112
“Asimismo, con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones, no debe adoptar
represalia de ningún tipo o ejercer coacción alguna en contra de servidores públicos u
otras personas.”
“Justicia: El servidor público debe tener permanente disposición para el cumplimiento
de sus funciones, otorgando a cada uno lo que le es debido, tanto en sus relaciones con el
Estado, como con el público, sus superiores y subordinados.”
“Legalidad: El servidor público debe conocer y cumplir la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, las leyes y los reglamentos que regulan su actividad. Debe
observar en todo momento un comportamiento tal, que examinada su conducta, ésta no
pueda ser objeto de reproche.”
“Objetividad: Deben emitir sus resoluciones conforme a Derecho, sin que se involucre su
modo de pensar o de sentir, alejándose de cualquier prejuicio o aprehensión.”
“Imparcialidad: Deben evitar conductas que los vinculen o relacionen con las partes de
los juicios de su conocimiento, que concedan ventajas a alguna de las partes, sin que ello
haga nugatoria la obligación de escuchar con atención los alegatos de las partes y sin
discriminación de algún tipo.”
“Beneficios prohibidos:. El servidor público derivado de su cargo o comisión deberá de
abstenerse de lo siguiente: a) Solicitar, aceptar o admitir dinero, dádivas, beneficios,
regalos, favores, promesas u otras ventajas, directa o indirectamente, para sí o para
terceros. b) Retardar o dejar de hacer tareas relativas a sus funciones. c) Hacer valer su
influencia ante otro servidor público, a fin de que éste retarde o deje de hacer tareas
relativas a sus funciones.”
“El servidor público no podrá mantener ni aceptar situaciones en las que sus intereses
personales pudieran entrar en conflicto con el cumplimiento de los deberes y funciones a
su cargo.”
“No podrá dirigir, administrar, asesorar, patrocinar, representar ni prestar servicios,
remunerados o no, a personas que gestionen o exploten concesiones o privilegios o que
113
sean proveedores del Estado, ni mantener vínculos que le signifiquen beneficios u
obligaciones con entidades directamente fiscalizadas por el órgano o entidad en la que
se encuentre desarrollando sus funciones.”
“Deberá abstenerse de hacer uso de la autoridad o cargo para obtener un privilegio o
beneficio para sí o para terceros.”
“Presunciones: Se presume especialmente que el beneficio está prohibido si proviene de
una persona o entidad que:
“a) Lleve a cabo actividades reguladas o fiscalizadas por el órgano o entidad en el que
se desempeña el servidor público.
“b) Gestione o explote concesiones, autorizaciones, privilegios o franquicias otorgados
por el órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público.
“c) Sea o pretendiera ser contratista o proveedor de bienes o servicios de la
Administración Pública Federal o del Distrito Federal.
“d) Procure una decisión o acción del órgano o entidad en el que se desempeña el
servidor público.
“e) Tenga intereses que pudieran verse significativamente afectados por la decisión,
acción, retardo u omisión del órgano o entidad en el que se desempeña el servidor
público.
“Excepciones: Quedan exceptuados de las prohibiciones establecidas en el presente
Código de Ética:
“a) Los reconocimientos protocolares recibidos de los gobiernos federal o local,
organismos internacionales o entidades sin fines de lucro, en las condiciones en las que
la ley o la costumbre oficial admitan esos beneficios.
“b) Los gastos de viaje y estadía recibidos de instituciones de enseñanza o entidades sin
fines de lucro, para el dictado de conferencias, cursos o actividades académicoculturales, o la participación en ellas, siempre que ello no resultara incompatible con las
funciones del cargo o prohibido por normas especiales.
“c) Los regalos o beneficios que por su valor exiguo y de menor cuantía, se realicen por
razones de amistad o relaciones personales con motivo de acontecimientos en los que
114
resulta usual efectuarlos y que no pudieran ser considerados como un medio tendiente a
afectar la recta voluntad del servidor público.”
Ya Tomás de Aquino afirmaba que el juicio requiere tres cosas: (i) el poder de corregir a los
súbditos, (ii) el celo de la rectitud, con el fin de que “uno” no emita juicio por odio o por envidia,
sino por amor de la justicia, y (iii) la sabiduría, en cuya virtud se forma el juicio. Los dos
primeros requisitos, afirma, son necesarios antes del juicio y la forma del juicio radica en el
tercero porque la norma del juicio es la ley de la sabiduría o de la verdad, conforme a la cual se
emite el juicio.118
Es idea común que se deben tomar medidas para asegurar que los jueces ejerzan su poder de
forma imparcial y no conforme con algún interés personal o influencia externa. Los jueces no
deben ser influenciados por predisposiciones a favor o en contra de ningún litigante en particular,
ni por un interés especial en la resolución de un caso particular. Los jueces pierden el respeto y la
confianza de los ciudadanos cuando sucumben a influencias corruptoras o si toman una decisión
para su beneficio personal, para buscar favores o para satisfacer una preferencia personal. La
selección y vigilancia de los jueces deben ceñirse a estos criterios, e incorporarse éstos a las
reglas sobre servicio de carrera judicial.
La selección de los jueces atendiendo a los méritos de los candidatos facilita la imparcialidad del
juez. La Declaración de Beirut de la Primera Conferencia Árabe sobre Justicia recomienda que
"la elección de los jueces se hará libre de discriminación por raza, color, sexo,
creencias, lengua, origen nacional, situación social, nacimiento, propiedad, afiliación
política o cualquier otra consideración. Al elegir jueces, en particular, nos adheriremos
plenamente al principio de igualdad de oportunidades para garantizar que todos los
solicitantes al cargo sean evaluados de manera objetiva".
La Declaración recomienda además que
118
Op., cit., p. 495.
115
"no se permitirá ninguna discriminación contra hombre o mujer en lo que atañe a la
asunción de la responsabilidad judicial".
Según se desprende del análisis de nuestra jurisprudencia,119 la imparcialidad del juzgador es:
a) El deber de ser ajeno o extraño a los intereses de las partes en controversia.
b) El deber de dirigir y resolver el juicios sin favorecer indebidamente a ninguna de las partes.
c) Ser neutral en el proceso.
d) Que emita una resolución no sólo apegada a derecho sino, fundamentalmente, que no dé
lugar a que pueda considerarse que existió favoritismo respecto a alguna de las partes.
e) Brindar trato igual a todas las partes del juicio; no privilegiar sólo a una de ellas; no
favorecer indebidamente a una parte en perjuicio de la otra. No considerar las calidades o
cualidades de quienes intervienen en el litigio.
f) No juzgar a ciertas personas o situaciones con las que le unen vínculos de afecto o relaciones
de dependencia o antagonismo.
g) No juzgar cuando surja un conflicto entre el interés público que conlleva el ejercicio de la
función jurisdiccional y el interés personal de quien debe ejercerla en un caso concreto.
h) No resolver ni participar en la resolución cuando exista un factor que influya inconsciente o
subconscientemente el ánimo del juzgador.
Por tanto, un juzgador imparcial evita conceder ventajas o privilegios ilegales a cualquiera de las
partes, rechaza cualquier dádiva que provenga de alguna de las partes o de terceros, evita hacer o
aceptar invitaciones en las que el propio juzgador considere que se verá comprometida su
119
Cfr. Apéndice de esta tesis.
116
imparcialidad, se abstiene de citar a las partes o personas vinculadas con ellas, fuera de las
oficinas del órgano jurisdiccional en el que ejerza su función, y se abstiene de emitir cualquier
opinión que implique prejuzgar sobre un asunto.
Para nuestros tribunales federales, no se afecta la imparcialidad que el juez mande recabar
oficiosamente los medios de prueba que estime convenientes -cuando disponga de esa facultadpara resolver la controversia en cualquier sentido. En este sentido, resulta relevante la siguiente
tesis jurisprudencial:
“PRUEBAS PARA ACREDITAR LOS ELEMENTOS DEL TIPO PENAL Y LA
RESPONSABILIDAD. EL ARTÍCULO 124 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS
PENALES PARA EL DISTRITO FEDERAL, NO VIOLA LA GARANTÍA DE
IMPARCIALIDAD CONSAGRADA POR EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN
FEDERAL.El artículo 124 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, que
faculta al Juez a emplear los medios de prueba que estime convenientes para acreditar
los elementos del tipo y la presunta o plena responsabilidad de una persona, no
contraviene el principio de imparcialidad contenido en el artículo 17 constitucional,
pues, precisamente esta posibilidad de que el juzgador emplee las pruebas que sean
necesarias para esclarecer la verdad material y formal, tiene como finalidad que pueda
emitir un fallo encaminado a alcanzar el ideal de equidad y justicia, sin que ello
signifique que se sustituya o invada la órbita del Ministerio Público, institución a la que
por mandato constitucional le corresponde la persecución de los delitos, en tanto que
acorde a los principios de división de la carga procesal, la autoridad judicial se
encuentra imposibilitada para mejorar en forma oficiosa la acusación, pues de lo
contrario el sistema procesal pasaría de acusatorio a inquisitorio, convirtiéndose en Juez
y parte al mismo tiempo. En efecto, dicho precepto no tiene como propósito que el
juzgador se valga de todos los medios de prueba que tenga a su alcance para justificar el
dictado de un auto de sujeción a proceso o formal prisión o bien, una sentencia de
condena, sino allegarse y emplear los elementos de prueba que estime conducentes para
resolver lo que en derecho proceda, lo que incluso puede repercutir en beneficio del
117
propio acusado quien se podría ver favorecido por un auto de libertad por falta de
elementos o bien por una sentencia absolutoria.” 120
2.3.- Gratuidad de la justicia
Una de las que se han considerado “barreras de la justicia” es el factor económico. La justicia es
costosa para el que la solicita; por ello, nuestra Constitución prohíbe las llamadas costas
judiciales, es decir, pagos como contraprestación por los servicios que prestan los tribunales.
Más aún, establece que en los procesos penales, el inculpado que carezca de recursos para
sufragar su defensa, será defendido por un defensor público, cuyos servicios serán gratuitos aunque, no así, los demás costos del proceso. Es claro que, si la administración de justicia es un
servicio público, debe sostenerse por los impuestos previamente captados, en los términos del
presupuesto que le sea asignado y que debe ser suficiente y decoroso.
Hay gastos ocasionados por los juicios que, sin embargo, no se consideran costas judiciales:
copias, preparación y desahogo de pruebas, contratación de peritos y honorarios de los abogados,
(costas en sentido estricto).
Además, en materia civil y mercantil hay la posibilidad de la llamada condena en costas, por la
cual el juez ordena a la parte vencida en un juicio a cubrir los gastos y costas en que hubiese
incurrido su contraparte triunfadora. En los demás procesos no hay lugar a tal condena y cada
parte es responsable de sus propios gastos.
2.4.- Principios complementarios
Los jueces no sólo deben evitar cualquier conducta impropia, sino también la apariencia de una
conducta impropia, si se ha de mantener la confianza en la judicatura. Para insistir que los jueces
120
Amparo directo en revisión 666/97.- Jesús Vázquez Quevedo.-22 de marzo de 1999.-Unanimidad de nueve
votos.-Ausentes: Sergio Salvador Aguirre Anguiano y José de Jesús Gudiño Pelayo.- Ponente: Guillermo I. Ortiz
Mayagoitia.- Secretario: Antonio González García. Ius 2005.
Registro 902,969, tesis aislada, materia
constitucional, Novena Época, Pleno, Apéndice 2000, Tomo I, Const., P.R. SCJN, tesis 2296, pág. 1594. Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo IX, junio de 1999, pág. 11, Pleno, tesis P. L/99.
118
establezcan, mantengan y apliquen las normas máximas de conducta, se han diseñado códigos de
ética judicial que aseguran la integridad del juez y una audiencia imparcial de cada caso. Se trata
de principios complementarios a los de independencia, imparcialidad y gratuidad, que los
complementan y que son aspiracionales en todo sistema adecuado de justicia, a saber:
Profesionalismo.- Definido por el Código de Ética del Poder Judicial de la Fede4ración como la
disposición para ejercer de manera responsable y seria la función jurisdiccional, con relevante
capacidad y aplicación, es alcanzable si el juzgador:
a) Se abstiene de cualquier acto que pueda mermar la respetabilidad propia de su cargo, tanto en
el ámbito público como en el privado.
b) Actualiza permanentemente sus conocimientos jurídicos estudiando los precedentes y
jurisprudencia, los textos legales, sus reformas y la doctrina relativa.
c) Procura constantemente acrecentar su cultura en las ciencias auxiliares del Derecho.
d) Estudia con acuciosidad los expedientes y proyectos en los que deba intervenir.
e) Funda y motiva sus resoluciones, evitando las afirmaciones dogmáticas.
f) Dedica el tiempo necesario para el despacho expedito de los asuntos de su juzgado o tribunal.
g) Asume responsable y valerosamente las consecuencias de sus decisiones.
h) Acepta sus errores y aprende de ellos para mejorar su desempeño.
i) Guarda celosamente el secreto profesional.
j) Lleva a cabo por sí mismo las funciones inherentes e indelegables de su cargo.
119
k) Trata con respeto y consideración a sus subalternos.
l) Escucha con atención y respeto los alegatos verbales que le formulen las partes.
m) Trata con amabilidad y respeto a los justiciables.
n) Administra con diligencia, esmero y eficacia el órgano jurisdiccional a su cargo.
o) Cumple puntualmente con el deber de asistir a su tribunal o juzgado.
p) Sabe llevar el cumplimiento de su deber hasta el límite de sus posibilidades, y separarse de su
cargo, cuando su estado de salud u otros motivos personales, no le permitan desempeñar
eficientemente sus funciones.
q) Se abstiene de emitir opiniones sobre la conducta de sus pares.
r) Cumple con sus deberes de manera ejemplar para que los servidores públicos a su cargo lo
hagan de la misma manera en los que les correspondan.
s) Busca con afán que sus acciones reflejen la credibilidad y confianza propias de su
investidura.
Excelencia.- Según el señalado código, hay excelencia judicial cuando el juzgador se perfecciona
cada día para desarrollar las virtudes de Humanismo, Justicia, Prudencia, Responsabilidad,
Fortaleza, Patriotismo, Compromiso socia, Lealtad, Orden, Respeto, Decoro, Laboriosidad,
Perseverancia, Humildad, Sencillez, Sobriedad y Honestidad, a saber:
a) “Humanismo: En cada momento de su quehacer está consciente de que las leyes se hicieron
para servir al hombre, de modo tal que la persona constituye el motivo primordial de sus
afanes.”
120
b) “Justicia: En cada uno de los asuntos sometidos a su potestad, se esfuerza por dar a cada
quien lo que le es debido.”
c) “Prudencia: En su trabajo jurisdiccional y en las relaciones con sus colaboradores, recoge la
información a su alcance con criterios rectos y objetivos; consulta detenidamente las normas
del caso, pondera las consecuencias favorables y desfavorables que puedan producirse por su
decisión, y luego toma ésta y actúa conforme a lo decidido.”
d) “Responsabilidad: Asume plenamente las consecuencias de sus actos, resultado de las
decisiones que tome, procurando que sus subordinados hagan lo mismo.”
e) “Fortaleza: En situaciones adversas, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y
se entrega con valentía para vencer las dificultades y cumplir con su función jurisdiccional.”
f) “Patriotismo: Tributa al Estado Mexicano el honor y servicio debidos, defendiendo el
conjunto de valores que, como juzgador federal del Estado Mexicano, representa.”
g) “Compromiso social: Tiene presentes las condiciones de iniquidad que han afectado a una
gran parte de la sociedad a lo largo de nuestra historia, y advierte que la confianza y el
respeto sociales que merezca serán el resultado de un trabajo dedicado, responsable y
honesto.”
h) “Lealtad: Acepta los vínculos implícitos en su adhesión a la Institución a la que pertenece,
de tal modo que refuerza y protege, en su trabajo cotidiano, el conjunto de valores que
aquélla representa.”
i) “Orden: Mantiene la adecuada organización y planificación en el trabajo a su cargo.”
j) “Respeto: Se abstiene de lesionar los derechos y dignidad de los demás.”
121
k) “Decoro: Cuida que su comportamiento habitual tanto en su vida pública como privada, esté
en concordancia con el cargo y función que desempeña.”
l) “Laboriosidad: Cumple diligentemente sus obligaciones de juzgador.”
m) “Perseverancia: Una vez tomada una decisión, lleva a cabo los actos necesarios para su
cumplimiento, aunque surjan dificultades externas o internas.”
n) “Humildad: Es sabedor de sus insuficiencias, para poder superadas, y también reconoce sus
cualidades y capacidades que aprovecha para emitir de la mejor manera posible sus
resoluciones, sin pretender llamar la atención ni esperar reconocimientos.”
o) “Sencillez: Evita actitudes que denoten alarde de poder.”
p) “Sobriedad: Guarda el justo medio entre los extremos y evita actos de ostentación que vayan
en demérito de la respetabilidad de su cargo.”
q) “Honestidad: Observa un comportamiento probo, recto y honrado.”
Por su lado, el Código de Ética del Poder Judicial del Distrito Federal, de gran valía en lo
referente a la descripción de las cualidades éticas del juzgador, complementa los principios
fundamentales reseñados en este capítulo con los siguientes conceptos éticos:
“Aptitud: Quien disponga la designación de un servidor público, debe verificar el
cumplimiento de los recaudos destinados a comprobar su idoneidad. Ninguna persona
debe aceptar ser designada en un cargo para el que no tenga la capacidad y disposición
para el buen desempeño o ejercicio del mismo.”
“Colaboración: El servidor público debe participar con disposición y apoyo en las
actividades laborales que se realicen para el cumplimiento de las funciones que tiene
encomendadas. De igual forma, ante situaciones extraordinarias, el servidor público
122
debe realizar aquellas tareas que por su naturaleza o modalidad no sean las
estrictamente inherentes a su cargo, siempre que ellas resulten necesarias para mitigar,
neutralizar o superar las dificultades que se enfrenten.”
“Confidencialidad: El servidor público debe abstenerse de difundir toda información que
hubiera sido calificada como reservada conforme a las disposiciones vigentes.
“No debe utilizar, en beneficio propio o de terceros o para fines ajenos al servicio,
información de la que tenga conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus
funciones y que no esté destinada para su difusión.
“Debe custodiar y cuidar los valores, documentación e información que por razón de su
cargo se encuentren bajo su cuidado, impidiendo o evitando el uso abusivo, mal uso,
sustracción, destrucción, ocultamiento o inutilización indebidas de los mismos.”
“Compromiso de superación: Todo servidor público debe actualizarse permanentemente
en los conocimientos y técnicas para el mejor desempeño de las funciones inherentes a su
cargo, de conformidad con las normas contenidas en la Ley Orgánica.”
“Excelencia: Todo servidor público deberá esforzarse en el ejercicio de su función y
perfeccionarse cada día, mostrando en todo momento la calidad en el trabajo
desempeñado, resaltando la eficacia y la eficiencia en la función desempeñada por el
ejercicio de su cargo.”
“Honradez: Los servidores públicos deben actuar en cualquier momento con la máxima
rectitud, sin pretender, ni obtener provecho o ventaja por sí o por interpósita persona,
derivada de sus funciones. Asimismo, deben evitar cualquier conducta que pudiera poner
en duda su integridad o disposición para el cumplimiento de los deberes propios del
cargo.
“De igual forma, ningún servidor público deberá aceptar compensaciones o prestaciones
de cualquier persona que puedan comprometer su desempeño como servidor público o
que provoquen su actuar con falta de ética en sus responsabilidades y obligaciones.”
123
“Obligación de denunciar: El servidor público debe denunciar ante su superior o las
autoridades correspondientes, los actos de los que tuviera conocimiento con motivo o en
ocasión del ejercicio de sus funciones y que pudieran causar algún perjuicio o constituir
un delito o violaciones a cualquiera de las disposiciones contenidas en el presente
Código de Ética.”
“Puntualidad: El servidor público deberá de asistir con puntualidad al desempeño diario
de sus actividades, respetando el horario establecido.”
“Prudencia: El servidor público debe obrar con sensatez para formar juicio y tacto para
hablar, así como expresarse con ingenio y oportunidad, respecto de hechos o
informaciones de los que tenga conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus
funciones, sin perjuicio de los deberes y las responsabilidades que le correspondan en
virtud de las normas que regulan el secreto o la reserva que amerite cada caso en
particular.”
“Responsabilidad: Es la capacidad de todo servidor público de cumplir con sus deberes
y de reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente, en
concordancia a los principios previstos en el presente Código de Ética. Asimismo, el
servidor público debe evaluar los actos cuya generación o ejecución tuviera a su cargo,
considerando los antecedentes, motivos y consecuencias de los mismos, actuando en todo
momento con profesionalismo y dedicación.”
“Templanza: El servidor público debe desarrollar sus funciones con respeto y sobriedad,
usando las prerrogativas inherentes a su cargo y los medios de que dispone únicamente
para el cumplimiento de sus funciones y deberes.”
“Tolerancia: El servidor público debe actuar con indulgencia, comprensión, paciencia o
calma con las personas que tenga relación con motivo del ejercicio del cargo.”
124
“Transparencia: El servidor público debe ajustar su conducta al derecho que tiene la
sociedad de estar informada sobre la actividad del Consejo y del Tribunal.”
“Uso adecuado de los bienes y recursos: El servidor público debe proteger y conservar
los bienes que se le asignen. Utilizar los que le fueran asignados para el desempeño de
sus funciones de manera racional, evitando su abuso, derroche o desaprovechamiento;
utilizarlos exclusivamente para los fines a que estén afectos, sin que pueda emplearlos o
permitir que otros lo hagan para fines particulares o propósitos que no sean aquellos
para los cuales hubieran sido específicamente destinados.”
“Uso adecuado del tiempo de trabajo: El servidor público debe usar el tiempo oficial en
un esfuerzo responsable para cumplir con sus quehaceres, desempeñando sus funciones
de una manera eficiente y eficaz y velar para que sus subordinados actúen de la misma
manera. No debe fomentar, exigir o solicitar a sus subordinados que empleen el tiempo
oficial para realizar actividades que no sean las que se les requieran para el desempeño
de los deberes a su cargo.”
“Veracidad: El servidor público está obligado a expresarse con la verdad tanto en los
informes que rindan o proporcionen, como en sus relaciones funcionales, ya sea con los
particulares o con sus superiores y subordinados.”
“Reglas generales de conducta del servidor público:
a) El servidor público no podrá mantener ni aceptar situaciones en las que sus
intereses personales pudieran entrar en conflicto con el cumplimiento de los
deberes y funciones a su cargo.”
b) No podrá dirigir, administrar, asesorar, patrocinar, representar ni prestar
servicios, remunerados o no, a personas que gestionen o exploten concesiones o
privilegios o que sean proveedores del Estado, ni mantener vínculos que le
125
signifiquen beneficios u obligaciones con entidades directamente fiscalizadas por
el órgano o entidad en la que se encuentre desarrollando sus funciones.”
c) Deberá abstenerse de hacer uso de la autoridad o cargo para obtener un
privilegio o beneficio para sí o para terceros.”
d) Comprometerse a tratar a sus compañeros, subalternos y superiores de una
manera respetuosa, amable y cordial, a fin de propiciar relaciones
interpersonales sanas y que incremente en la calidad y motivación de los
servidores públicos.”
e) Debe mantenerse permanentemente actualizado para desarrollar adecuadamente,
con profesionalismo, las funciones que tiene a su cargo, participando en los
cursos de capacitación impartidos por el Instituto de Estudios Judiciales,
orientados a elevar su formación intelectual y desarrollo profesional al interior
de la Institución.”
126
CAPÍTULO III.- PROBLEMAS SOBRE INDEPENDENCIA E IMPARCIALIDAD DE
LOS JUZGADORES
Sumario: 1.- A favor de la independencia e imparcialidad Introducción. 2.- En
contra de la Independencia e Imparcialidad. 2.1.- Razones políticas. 2.2.Razones presupuestales. 2.2.1.- Ámbito federal. 2.2.2.- Ámbito del Distrito
Federal. 2.3.- Razones culturales.
1.- A favor de la independencia e imparcialidad:
En el capítulo II, destinado al análisis de los principios esenciales de la jurisdicción, se
describieron en abstracto los aspectos que caracterizan la función jurisdiccional y sus principios
rectores. Se evitó, hasta donde la necesidad expresiva lo permitió, emitir juicios críticos referidos
a las especiales condiciones de nuestro sistema de justicia; a ello se destinará el presente
capítulo.
Es verdad que el sistema normativo que rige la existencia, organización y funcionamiento del
Poder Judicial pregona que éste ha de erigirse y mantenerse bajo los principios de la
independencia e imparcialidad. Las normas constitucionales y estatutarias, en los ámbitos,
Federal y del Distrito Federal, así lo determinan:
CONSTITUCIÓN FEDERAL121
ESTATUTO DE GOBIERNO DEL D.F.122
Las leyes federales y locales establecerán los La propia CPEUM obliga a los Estados, en el
medios necesarios para que se garantice la art. 17 indicado.
independencia de los tribunales y la plena
ejecución de sus resoluciones (art. 17).
Se constituye el Poder Judicial como uno de Las autoridades locales de Gobierno del
121
Por las razones que se explican en cada caso, se pueden citar otras legislaciones federales.
En virtud de la naturaleza jurídica del Distrito Federal, que implica una regulación amplia en la CPEUM, en
ocasiones se alude a ésta.
122
127
los tres poderes a través de los que el pueblo Distrito Federal son:
ejerce su soberanía, cada uno de ellos dotado I. La Asamblea Legislativa del Distrito
de un régimen propio de competencias (arts. Federal;
41 y 49).
II. El Jefe de Gobierno del Distrito Federal; y
III. El Tribunal Superior de Justicia del
Distrito Federal (arts 122 de la CPEUM y 8
del EGDF).
El Poder Judicial queda depositado en una La función judicial del fuero común en el
Suprema Corte de Justicia, en un Tribunal Distrito Federal se ejercerá por el Tribunal
Electoral,
en
Tribunales
Colegiados
y Superior de Justicia del Distrito Federal, el
Unitarios de Circuito y en Juzgados de Consejo de la Judicatura del Distrito Federal,
Distrito (art. 94).
jueces y demás órganos que su ley orgánica
señale. Dicha ley regulará también su
organización y funcionamiento (arts 122 base
cuarta de la CPEUM y 76 del EGDF).
El Consejo de la Judicatura Federal será un La administración, vigilancia y disciplina del
órgano del Poder Judicial de la Federación Tribunal Superior de Justicia, de los juzgados
con independencia técnica, de gestión y para y demás órganos judiciales estarán a cargo del
emitir sus resoluciones, al que corresponde la Consejo de la Judicatura del Distrito Federal,
administración, vigilancia y disciplina del en los términos que, conforme a las bases que
Poder
Judicial
de
la
Federación,
con señalan la Constitución Política de los
excepción de la SCJN. Los Consejeros no Estados Unidos Mexicanos y el Estatuto,
representan a quien los designa, por lo que establezca la ley orgánica respectiva.
ejercerán su función con independencia e …….
imparcialidad. Durante su encargo, sólo Los Consejeros ejercerán su función con
podrán ser removidos en los términos del independencia e imparcialidad durante su
Título Cuarto de la Constitución (arts. 94 y encargo, sólo podrán ser removidos en
100).
términos del título cuarto de la CPEUM (arts.
122 base cuarta de la CPEUM y 83 del
128
EGDF).
La remuneración que perciban por sus Los magistrados percibirán una remuneración
servicios los ministros de la Suprema Corte, adecuada e irrenunciable, la cual no podrá ser
los magistrados de Circuito, los jueces de disminuida durante su encargo, y estarán
Distrito y los consejeros de la Judicatura sujetos a lo dispuesto por el artículo 101 de la
Federal, así como los magistrados electorales, CPEUM (art. 81).
no podrá ser disminuida durante su encargo
(art. 94).
Los ministros de la Suprema Corte de Justicia Los magistrados durarán seis años en el
durarán en su encargo 15 años, sólo podrán ejercicio de su cargo y podrán ser ratificados;
ser removidos del mismo en los términos del si lo fuesen, sólo podrán ser privados de sus
Título Cuarto de la Constitución y, al puestos en los términos del título cuarto de la
vencimiento de su período, tendrán derecho a CPEUM y de la ley federal de la materia.
un haber por retiro (art. 94).
En la ratificación de magistrados intervendrán
las mismas autoridades y se seguirán las
mismas formalidades que para su designación
(art. 82).
Los magistrados de Circuito y los jueces de El Consejo, actuando en pleno, opinará sobre
Distrito serán nombrados y adscritos por el la
designación
y
ratificación
de
los
Consejo de la Judicatura Federal, con base en magistrados; resolverá sobre la adscripción y
criterios objetivos y de acuerdo a los remoción de los magistrados; designará,
requisitos y procedimientos que establezca la adscribirá y removerá a los jueces de primera
ley. Durarán seis años en el ejercicio de su instancia, a los jueces de paz y a los que con
encargo, al término de los cuales, si fueran cualquier otra denominación se creen en el
ratificados o promovidos a cargos superiores, Distrito Federal; todo ello en los términos que
sólo podrán ser privados de sus puestos en los la ley prevea en materia de carrera judicial.
casos y conforme a los procedimientos que El Pleno y las Salas del Tribunal Superior de
establezca la ley (art. 96).
Justicia, así como los jueces y demás órganos
129
judiciales, nombrarán y removerán a sus
funcionarios y empleados conforme a lo que
establezca la ley en materia de carrera judicial
(art. 83).
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la El Tribunal Electoral del Distrito Federal será
Federación
jurisdiccional
será
la
máxima
en
la
materia
autoridad órgano
y
autónomo
órgano jurisdiccional
y
para
máxima
la
autoridad
solución
de
especializado del Poder Judicial de la controversias en esta materia (art. 128).
Federación (art. 99).
La ley establecerá las bases para la formación El ingreso y promoción de los servidores
y actualización de funcionarios, así como para públicos a los órganos que ejerzan la función
el desarrollo de la carrera judicial, la cual se judicial en el Distrito Federal, distintos del
regirá por los principios de excelencia, Tribunal Superior de Justicia y el Consejo de
objetividad, imparcialidad, profesionalismo e la Judicatura, se hará mediante el sistema de
independencia (art. 100).
carrera judicial, que se regirá por los
principios
de
excelencia,
objetividad,
imparcialidad, profesionalismo, honradez e
independencia.
El ingreso y promoción a la carrera judicial se
hará a través de concurso interno de oposición
y de oposición libre en la proporción que
determine el Consejo de la Judicatura del
Distrito Federal, en base al número de
vacantes a cubrir.
El Consejo de la Judicatura del Distrito
Federal contará con un órgano auxiliar en
materia
de
investigación,
formación,
capacitación y actualización de los servidores
públicos de la institución y de quienes aspiren
130
a ingresar a ella, con el fin de fortalecer los
conocimientos y habilidades necesarios para
el adecuado desempeño de la función judicial
(art. 77).
La Suprema Corte de Justicia elaborará su El Consejo de la Judicatura del Distrito
propio presupuesto y el Consejo lo hará para Federal elaborará el presupuesto del Tribunal
el resto del Poder Judicial de la Federación, Superior de Justicia, de los juzgados y demás
sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo órganos judiciales y lo remitirá para su
séptimo del art. 99 de la Constitución. Los inclusión en el proyecto de presupuesto de
presupuestos así elaborados serán remitidos egresos del Distrito Federal (arts 122 base
por el Presidente de la Suprema Corte para su cuarta de la CPEUM y 85 del EGDF).
inclusión en el proyecto de Presupuesto de
Egresos de la Federación. La administración
de la Suprema Corte de Justicia corresponderá
a su Presidente (art. 100).
Los ministros de la Suprema Corte de Los magistrados y jueces del Tribunal
Justicia, los magistrados de Circuito, los Superior de Justicia y los Consejeros de la
jueces de Distrito, los respectivos secretarios, Judicatura del Distrito Federal no podrán, en
y los consejeros de la Judicatura Federal, así ningún caso, aceptar o desempeñar empleo, o
como los magistrados de la Sala Superior del encargo de la Federación, de los Estados, del
Tribunal Electoral, no podrán, en ningún caso, Distrito Federal o de particulares, salvo los
aceptar ni desempeñar empleo o cargo de la cargos no remunerados en asociaciones
Federación, de los Estados, del Distrito científicas,
docentes,
artísticas
o
de
Federal o de particulares, salvo los cargos no beneficencia (art. 84).
remunerados
en
asociaciones
científicas,
docentes, literarias o de beneficencia (art.
101).
131
Las personas que hayan ocupado el cargo de Los funcionarios a que se refiere el párrafo
Ministro de la Suprema Corte de Justicia, anterior estarán impedidos, durante los dos
magistrado de Circuito, juez de Distrito o años siguientes a la fecha de su retiro, para
consejero de la Judicatura Federal, así como actuar
como
patronos,
abogados
o
Magistrado de la Sala Superior del Tribunal representantes en cualquier proceso ante los
Electoral, no podrán, dentro de los dos años órganos
judiciales
del
Distrito
Federal.
siguientes a la fecha de su retiro, actuar como Durante dicho plazo, los magistrados no
patronos, abogados o representantes en podrán ocupar el cargo de Jefe del Distrito
cualquier proceso ante los órganos del Poder Federal,
Secretario
General,
Procurador
Judicial de la Federación. Durante dicho General de Justicia o representante a la
plazo,
las
personas
que
se
hayan Asamblea del Distrito Federal, salvo que el
desempeñado como Ministros, salvo que lo cargo desempeñado en el órgano judicial
hubieran hecho con el carácter de provisional respectivo, lo hubiere sido con el carácter de
o interino, no podrán ocupar los cargos provisional.
señalados en la fracción VI del art. 95 de la Los impedimentos señalados serán aplicables
Constitución.123 Los impedimentos de este a los funcionarios judiciales que gocen de
artículo serán aplicables a los funcionarios licencia (art. 84).
judiciales que gocen de licencia (art. 101 de la
CPEUM).
No hay correlación en la Constitución. Ésta El Tribunal de lo Contencioso Administrativo
sólo señala que es atribución del Congreso de tendrá plena autonomía para dirimir las
la Unión legislar en materia de justicia controversias entre los particulares y las
contenciosa-administrativa.
autoridades de la administración pública del
No obstante, la ley secundaria dispone que el Distrito Federal.
Tribunal
Federal
de
Justicia
Fiscal
y Los Magistrados durarán seis años en el
Administrativa es un tribunal administrativo, ejercicio de su encargo y al término de su
dotado de plena autonomía para dictar sus nombramiento podrán ser ratificados. Si lo
fallos, con la organización y atribuciones que fueren sólo podrán ser privados de sus puestos
123
Secretario de estado, jefe de departamento administrativo, Procurador General de la República o de Justicia del
Distrito Federal, senador, diputado federal, gobernador o jefe de gobierno del Distrito Federal.
132
la ley establece.
en los términos del Título Cuarto de la
Así mismo, señala que los magistrados del CPEUM (arts. 122 base quinta de la CPEUM
Tribunal
Federal
Administrativa
de
Justicia
únicamente
Fiscal
podrán
y y 8 del EGDF).
ser
privados de sus puestos en los casos y de
acuerdo con el procedimiento aplicable para
los magistrados y los jueces inamovibles del
Poder Judicial de la Federación y que los
emonumentos que perciban no podrán ser
reducidos
(arts. 1o, 3o y 7o de la Ley
Orgánica del Tribunal Federal de Justicia
Fiscal y Administrativa (en lo sucesivo,
LOTFJFA).
Los Tribunales Agrarios estarán dotados de No hay correlación, puesto que la materia
autonomía y plena jurisdicción (art. 27).
agraria es competencia federal.
Subsiste el fuero de guerra para los delitos y Tampoco hay correlación puesto que el fuero
faltas contra la disciplina militar; pero los militar es materia exclusivamente federal.
tribunales militares en ningún caso y por
ningún
motivo
jurisdicción
sobre
podrán
extender
personas
que
su
no
pertenezcan al Ejército. Cuando en un delito o
falta del orden militar estuviese complicado
un paisano, conocerá del caso la autoridad
civil que corresponda (art. 13 CPEUM).
2.- En contra de la Independencia e Imparcialidad.
133
No obstante lo anterior, que es reiterado y desarrollado por la correspondiente legislación
secundaria y que da pauta a considerar que los principios de independencia e imparcialidad están
garantizados en la ley, en la práctica se da un conjunto de circunstancias que afectan
negativamente los pretendidos principios, o al menos, los ponen en entredicho y que, en un
ejercicio de sistematización, se agrupan en tres bloques: razones políticas (aunque establecidas
en la ley), razones presupuestales y razones culturales, que se exponen también bajo el sistema
de contraste entre los ámbitos federal y del Distrito Federal:
2.1.- Razones políticas:
AMBITO FEDERAL (CPEUM)
DISTRITO FEDERAL (EGDF)
El presidente de la República ejerce un papel De similar forma, el Jefe de Gobierno del
preponderante
y
discrecional
en
la Distrito Federal, previa opinión del Consejo
designación de Ministros: forma la terna que de la Judicatura -en el que participan
se pone a consideración del Senado; si éste no representantes del ejecutivo y del legislativo-,
resuelve dentro del plazo de treinta días, el propone individualmente los nombramientos
presidente designa al Ministro; si el Senado de magistrados del Tribunal Superior de
rechaza la totalidad de la terna, el presidente Justicia del D.F. y la Asamblea Legislativa
someterá una nueva y, si ésta es rechazada, resuelve si los aprueba.
designará al Ministro (art. 96).
En caso de no oponerse dentro del plazo de 15
días, las propuestas quedarán aprobadas y los
magistrados entrarán en funciones.
En caso de que la Asamblea Legislativa no
apruebe
dos
nombramientos
sucesivos
respecto de la misma vacante, el Jefe de
Gobierno hará un nombramiento que surtirá
sus efectos desde luego como provisional y
que será sometido a la aprobación de la
Asamblea.
Dentro de los quince días siguientes, la
Asamblea
deberá
aprobar
o
no
el
134
nombramiento
magistrado
y
si
nada
nombrado
resuelve,
el
provisionalmente
continuará en sus funciones con el carácter de
definitivo, haciendo el Jefe de Gobierno la
declaración correspondiente.
Si la Asamblea desecha el nombramiento,
cesará en sus funciones el magistrado
provisional y el Jefe de Gobierno le someterá
un nuevo nombramiento.
En la ratificación de magistrados intervendrán
las mismas autoridades y se seguirán las
mismas formalidades que para su designación
(arts. 67 f. VIII, 78, 79, 80 y 82).
El
presidente
atribuciones
de
la
exclusivas
República
en
ejerce Sin correlación en el EGDF.
materia
de Al respecto, al LOTSJDF dispone que es
substitución de ministros: Cuando la falta de atribución del Consejo de la Judicatura el
alguno de ellos exceda de un mes, someterá el conceder licencias a los servidores públicos
nombramiento de un Ministro interino a la del Tribunal Superior de Justicia del Distrito
aprobación del Senado; si faltare un Ministro Federal y del Consejo (art. 202 f. IX).
por defunción o por cualquier causa de
separación definitiva, el Presidente someterá
un nuevo nombramiento a la aprobación del
Senado; las renuncias de los Ministros
solamente procederán por causas graves,
serán sometidas al Ejecutivo y, si éste las
acepta, las enviara para su aprobación al
Senado; las licencias de los Ministros que
excedan de un mes, podrán concederse por el
presidente de la República con la aprobación
del Senado (art. 98).
135
El presidente de la República designa un El Jefe de Gobierno designa un integrante del
integrante del Consejo de la Judicatura Consejo
de
la
Judicatura;
dos
son
Federal; dos son seleccionados por el Senado seleccionados por la Asamblea Legislativa y
y cuatro pertenecen al Poder Judicial (art. cuatro pertenecen al Poder Judicial local (art.
100).
83).
El presidente de la República, con la El Jefe de Gobierno designa y ratifica a los
aprobación del Senado, nombrará a los magistrados
del
magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativo,
Tribunal
con
Contencioso
ratificación
de
la
Fiscal y Administrativa (art. 3 de la Asamblea Legislativa (arts. 9 y 67 f. VIII).
LOTFJFA).
Los magistrados que integran la Sala Superior Los magistrados del Tribunal Electoral del
y las regionales del Tribunal Electoral del D.F. son designados por la Asamblea
Poder Judicial de la Federación son elegidos Legislativa, si bien a propuesta del Tribunal
por el voto de las dos terceras partes de los Superior de Justicia (art. 132).
miembros
presentes
de
la
Cámara
de
Senadores, o en sus recesos por la Comisión
Permanente, a propuesta de la SCJN en ternas
de candidatos124 (art. 99).
El presidente de la República nombra al El jefe de Gobierno propone al presidente de
presidente de la Junta Federal de Conciliación la República el nombramiento y remoción del
y Arbitraje -el que percibirá los mismos presidente de la Junta Local de Conciliación y
emolumentos
que
correspondan
a
los Arbitraje (art. 67 f. IX).
124
Durante septiembre y octubre de 2006, la Suprema Corte de Justicia de la Nación llevó a cabo un procedimiento
de selección de ternas para relevar a los magistrados de la Sala Superior del Tribubunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación, que concluían su encargo. El procedimiento garantizó a todo aspirante el haber sido considerado,
pues se trató de una convocatoria abierta; y aunque nunca se supo qué ministro votó por qué candidato, todo el
procedimiento, incluyendo las comparecencias de los seleccionados, fue televisada en vivo. Ya en el Senado de la
República, las designaciones obedecieron más a cuotas de partido que a razones objetivas, si bien los seleccionados
reúnen las mejores cualidades para la función.
136
ministros de la SCJN- y al presidente del
Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje
(art. 612 de la Ley Federal del Trabajo, en lo
sucesivo LFT y 16 del reglamento interior del
señalado tribunal).
El presidente y los magistrados del Tribunal No existe correlación por tratarse de una
Superior Agrario son designados por el materia exclusivamente federal.
presidente de la República.
El Secretario de la Defensa Nacional, No existe correlación por tratarse de una
designado y removible libremente por el materia exclusivamente federal.
presidente de la República, nombrará al
presidente
y
magistrados
del
Supremo
Tribunal Militar, por acuerdo del presidente
de la República (art. 7º del Código de Justicia
Militar)
De lo anterior se sigue que, en los hechos, todo ministro (o magistrado en el Distrito Federal),
debió contar con el apoyo y el impulso del presidente de la República y/o del Senado, o del jefe
de Gobierno y la Asamblea Legislativa, en su caso, lo que puede minar su independencia e
imparcialidad al momento de tomar una decisión que afecte los intereses de aquéllos.125 En este
sentido, son diversas las voces, a las que me sumo, que han proclamado la necesidad de que el
Presidente de la República deje de intervenir en el procedimiento para la designación de
ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que, sea cual fuere el procedimiento, se
garantice a cualquier interesado que será evaluado como candidato y escuchado personalmente
por todos los que habrán de emitor un voto.126
127
125
Además, en el ámbito federal, las renuncias y licencias que pretendan los ministros dependen por completo del
presidente de la República y del senado.
126
Durante los meses de noviembre y diciembre de 2006, a propósito de la conclusión de funciones del Ministro
Juan Díaz Romero, el presidente Fox envió al Senado una terna de candidatos a suceder a aquél. A diferencia de los
anteriores relevos, en esta ocasión el Senado no citó a comparecer a los candidatos ante el Pleno; lo hizo ante las
comisiones de justicia y de estudios legislativos. A las comparecencias solo asistieron algunos senadores de esas
137
Entre otros, Ignacio Burgoa Orihuela128 sostuvo que:
“Para lograr la independencia judicial se requiere el cambio de la forma de
nombramiento de los ministros. Conforme a esta idea proponemos... Que... sean el
Senado de la República o la Comisión Permanente los cuerpos que designen a los
ministros a los ministros de la Suprema Corte, seleccinando a los juristas que se
incluyan en las listas que les proporcionen las Facultades y Escuelas de Derecho y las
Asociaciones de Abogados legalmente constituidas con antigüedad no menor de diez
años”.
“Con esta modalidad, los abogados, los maestros e investigadores del Derecho podrán
colaborar en la designación respectiva, previa selección que sus instituciones docentes y
profesionales hagan acerca de los juristas que por su honradez, sapiencia, espíritu de
justicia y valor civil merezcan ocupar tan honroso cargo. Con esta medida se propiciaría
el mejoramiento del servicio público jurisdiccional en el ámbito federal por medio de la
superación de los funcionarios judiciales que lo prestan. Esta sugerencia se haría
extensiva a las nominaciones de jueces de Distrito y magistrados de Circuito.”
comisiones y algunos integrantes de organizaciones gremiales y facultades de Derecho. Los candidatos fueron
escuchados y cuestionados y, al final, el Pleno eligió. Nótese que, así, los senadores que decidieron el nombre del
nuevo Ministro, no contaron con elementos objetivos para emitir un voto informado; lo hicieron en el sentido
acordado luego de negociaciones políticas y con base en informes provenientes de terceras personas. Sin perjuicio
de los incuestionables méritos del seleccionado, el procedimiento llevado a cabo no garantizó los fines establecidos
por el Constituyente Permanente cuando dio intervención al Senado para la elección de los ministros de la Corte, es
decir, despojar tal decisión de criterios discrecionales y garantizar la independencia del seleccionado.
127
A propósito de la designación del nuevo ministro, entre los funcionarios del Poder Judicial de la Federación
estuvo circulando un documento elaborado por el Magdo. Jorge Ojeda Velázquez, presidente del Décimo Tribunal
Colegiado en material penal del primer Circuito, intitulado “Y nosotros… no contamos?” dirigido a sus
“compañeros jueces y magistrados,” en el que se duele de que los candidatos son ajenos a la carrera judicial y que
“ninguno de nosotros figura en la lista”. La misiva, que fué ampliamente difundida y comentada, cuestiona que el
ejecutivo y el legislativo sigan interviniendo en la elección y nombramiento de los miembros de otro poder
soberano, como lo es el judicial, sin que ocurra lo contrario, y propone un procedimiento que califica de sui géneris
consistente en “que las salas y el presidente de la Corte propongan un candidato cada uno; luego éstos deben hacer
campaña en todos los circuitos y distritos judiciales el país e inclusive ante las barras y colegios de abogados, para
después ser electos por el voto universal y secreto de los miembos del poder judicial y de los abogados”. Con
independencia de lo que pueda ser motivo de debate, es de subrayarse el hecho de que los porpios integrantes del
Poder Judicial de la Federación cuestionan el procedimiento de referncia porque, como también se dice en el
documento, el sistema compromete la independencia y autonomía de los ministros.
128
Citado por Ignacio Pichardo Pagaza en Introducción a la nueva administración pública en México, Volumen I.
Edición del Instituto Nacional de Administración Pública, México, 2002, p. 106.
138
Por otro lado, los órganos encargados de la administración y vigilancia de los poderes judiciales
tienen una composición mixta en la que participan los poderes legislativo y ejecutivo, sin que
ocurra lo mismo con el nombramiento de funcionarios de los poderes predichos en los que no
participan en forma alguna los poderes judiciales.
Sobre este último aspecto, aunque la CPEUM señala que los consejeros no representan a quien
los designa, por lo que ejercerán sus atribuciones con independencia e imparcialidad, que el
EGDF dispone que los consejeros ejercerán su función con independencia e imparcialidad
durante su encargo, y en ambos casos, que sólo podrán ser removidos en términos del título
cuarto de la CPEUM, el que así sea es un hecho que depende de las circunstancias políticas y de
contexto que hayan determinado su designación y de las que caractericen el ambiente probable al
que regresarán los consejeros cuando dejen de serlo. En este sentido, aunque es claro que la ley
prohíbe una representación, no así que no haya intereses expresos del legislativo y del ejecutivo
en la organización y funcionamiento de los poderes judiciales pues, de no ser así, no se explica
porqué deban intervenir en la designación de consejeros.
De allí que también se haya sugerido insistentemente en la necesidad de que los poderes
ejecutivo y legislativo dejen de intervenir en la designación de consejeros de los consejos de la
judicatura, dejando la responsabilidad a los propios poderes judiciales, sin perjuicio del
establecimientop de sistemas de vigilancia y control, efectivos, como sucede para el caso de los
otros poderes.
2.2.- Razones presupuestales:
En virtud del cúmulo de información que forma este apartado, primero se expondrá la
problemática presente en el ámbito federal y posteriormente se hará lo propio respecto del
Distrito Federal.
2.2.1.- Ámbito federal:
139
En este ámbito, debe distinguirse entre independencia frente al legislativo, concretamente la
Cámara de Diputados, que es la que aprueba el Presupuesto de Egresos de la Federación, e
independencia frente al ejecutivo, en su carácter de administrador del gasto público.
En el primer aspecto, si bien es verdad que el Poder Judicial de la Federación elabora su proyecto
de presupuesto de egresos y el presidente de la República lo integra en sus términos al
documento global que envía a la Cámara de Diputados, es verdad también que, en vista del
contenido del art. 74 f. IV de la CPEUM, ésta puede examinar, discutir y modificar el señalado
presupuesto, lo que la faculta a otorgar al Poder Judicial cantidades distintas de las solicitadas e,
incluso, señalar la forma y términos del ejercicio presupuestal.
Lo anterior ha significado importantes reducciones presupuestales a las cantidades solicitadas
por el Poder Judicial Federal en demérito de la independencia e imparcialidad de los señalados
órganos de justicia. De allí la reiterada sugerencia en el sentido de que los presupuestos de
egresos asignen porcentajes mínimos fijos sobre el total del gasto a lo poderes judiciales, o se
apliquen fórmulas similares que eviten reducciones legislativas a los presupuestos necesarios
para el servicio de la justicia.129
En su informe de labores correspondiente al año de 2004, el ministro presidente de la SCJN,
Mariano Azuela Guitrón, expresó:
“Encontrar fórmulas concretas para transformar en realidad esas aspiraciones (justicia
pronta y expedita) es el reto que anualmente debe afrontarse, dentro del
condicionamiento necesario de los recursos disponibles derivados del presupuesto que
aprueba la H. Cámara de Diputados, al ejercer la difícil y trascendente atribución que le
confiere la propia Constitución. Al respecto, el Poder Judicial de la Federación reconoce
el esfuerzo de miembros de ese cuerpo legislativo, que generosamente ofrecieron, aunque
desafortunadamente, por el momento, sin tener éxito, apoyar nuestra solicitud de
dotarnos de los recursos necesarios para cumplir con las obligaciones que nos impone
129
En este sentido, Juventino V. Castro propone que se incorpore al art. 17 constitucional que los tribunales
“funcionarán con apoyo en un presupuesto que les permita su independencia de decisión y su autonomía
económica.” En Los jueces mexicanos y su justicia. Ed. Porrúa, México, 2004, p. 89.
140
expresamente la Constitución, tanto por lo que toca a la función que nos encomienda,
cuanto para salvaguardar la independencia e imparcialidad del Poder Judicial. Sin
embargo, debe desatacarse que si el creciente ingreso de asuntos no se afronta con la
instalación de nuevos órganos, lo que representa gastos considerables, ello hace muy
difícil y aún imposible tramitar y resolverlos con la prontitud y excelencia que la
Constitución establece en su artículo 17. Las reducciones presupuestales que para 2005,
en términos reales, se hicieron, en principio, de modo significativo al Consejo de la
Judicatura Federal y, por consiguiente, a la totalidad de los tribunales de Circuito,
Juzgados de Distrito e institutos federales de Defensoría Pública y de Especialistas de
Concursos Mercantiles, nos hacen temer situaciones que parecían superadas, como el
rezago, el cual representó el reto más importante de diferentes reformas de la
administración de la justicia federal.
Mientras no se introduzca una reforma constitucional, largamente solicitada, que
garantice un mínimo presupuestal al Poder Judicial de la Federación, con la
consiguiente obligación de rendir cuentas escrupulosas de su manejo, cada año se tendrá
que correr el riesgo de que sucesos ajenos a la administración de justicia afecten el buen
funcionamiento del Poder Judicial de la Federación y, con ello, su credibilidad.
Confiamos que en algún momento la racionalidad que debe imperar en el poder
reformador de la Constitución llegue a introducir esa reforma.
No ignoramos que en muchos de nuestros tribunales y juzgados el sentido de
responsabilidad de los titulares y de sus colaboradores lleva a realizar esfuerzos
extraordinarios para desahogar las cargas de trabajo y evitar el funesto rezago,
renunciando al merecido descanso y a la convivencia familiar; pero esos sacrificios,
tarde o temprano producen resultados contraproducentes al repercutir en la salud del
servidor público o en la armonía de su vida familiar, tan importantes en la estabilidad
emocional de quienes imparten justicia.”
Lo anterior pone en evidencia la afectación a la independencia e imparcialidad frente al
legislativo por razones presupuestales y la necesidad de fijar presupuestos mínimos a los poderes
judiciales; anhelo que aún no se concreta, por lo que, siguiendo la línea de pensamiento del
Ministro Azuela, se sigue corriendo el riesgo de que sucesos ajenos a la administración de
141
justicia afecten el buen funcionamiento y la credibilidad de los poderes judiciales, así como la
salud y armonía familiar de los servidores de la justicia, por lo que debe insistirse en los
planteamientos antes señalados.
En cuanto al segundo aspecto, es decir, a la independencia del Poder Judicial frente al ejecutivo
por razones presupuestales, es importante considerar la forma en que la legislación regula el
ejercicio presupuestal una vez aprobado el Presupuesto de Egresos de la Federación:
La Ley de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público Federal, publicada en el DOF el 31 de
diciembre de 1976, ya abrogada, establecía las siguientes previsiones relacionadas con las
actividades de programación, presupuestación, ejercicio, control y evaluación del gasto público
federal:
a) El gasto público federal comprende las erogaciones por concepto de gasto corriente,
inversión física, inversión financiera, así como pagos de pasivo o de deuda pública y
conceptos de responsabilidad patrimonial, que realizan las entidades130 señaladas en la ley,
entre las que figura el Poder Judicial (art. 2º f. II).
b) El presupuesto, la contabilidad y el gasto público federal se norman y regulan por las
disposiciones de esa ley, “la que será aplicada por el Ejecutivo Federal a través de la
Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP)” hoy, Secretaría de Hacienda y Crédito
Público (SHCP) (art. 1º).
c) El órgano competente de la SCJN, atendiendo a las previsiones del ingreso y del gasto
público federal, formulará su respectivo proyecto de presupuesto y lo enviará oportunamente
al presidente de la República, para que éste ordene su incorporación al proyecto de
Presupuesto de Egresos de la Federación (art. 18).131
130
Para los efectos de esa ley, por entidad se podría entenderse el Poder Judicial e inclusive, el Legislativo.
Esta disposición se incorporó a la ley a partir de diciembre de 1986 (DOF del 26 de diciembre de 1986). El texto
original establecía: “La Secretaría de Programación y Presupuesto queda facultada para formular el proyecto de
presupuesto de las entidades, cuando no le sea presentado en los plazos que al efecto se les hubiere señalado.” Lo
anterior significa que, al menos hasta 1986, el proyecto de presupuesto del Poder Judicial lo podía formular el Poder
131
142
d) Los pagos correspondientes al Poder Judicial se efectuarán por conducto de su respectiva
tesorería. No obstante, la ministración de los fondos correspondientes será autorizada en
todos los casos por la SPP, de conformidad con el Presupuesto de Egresos de la Federación
aprobado por la Cámara de Diputados (art. 26).
e) Todas las entidades a que se refiere la ley, entre ellas, el Poder Judicial, informarán a la SPP
antes del día último de febrero de cada año, el monto y características de su deuda pública
flotante o pasivo circulante al fin del año anterior (art. 28).
f) Quienes efectúen gasto público federal están obligados a proporcionar a la SPP la
información que les solicite y a permitirle a su personal la practica de visitas y auditorias para
la comprobación del cumplimiento de las obligaciones derivadas de esa ley y de las
disposiciones expedidas con base en ella (art. 37), y le proporcionarán, con la periodicidad
que determine, la información presupuestal, contable, financiera y de otra índole, que
requiera (art. 41).
g) La SPP establecerá la forma y términos en que las entidades, entre ellas el Poder Judicial,
deban llevar sus registros auxiliares y contabilidad y, en su caso, rendirle sus informes y
cuentas para fines de contabilización y consolidación. Asimismo, examinará periódicamente
el funcionamiento del sistema y los procedimientos de contabilidad y autorizará su
modificación o simplificación (art. 42).
h) La SPP podrá imponer correcciones disciplinarias a los funcionarios y empleados que, en el
desempeño de sus actividades, incurran en faltas que ameriten el fincamiento de
responsabilidades (art. 49).
Ejecutivo. Eran disposiciones que hoy en día, puestas frente a la consideración de un Poder Judicial autónomo,
resultan increíbles, pero ciertas.
143
i) Para la ejecución del gasto público federal, el Poder Judicial deberá sujetarse a las
disposiciones de esa ley, aunque queda exenta de observar las disposiciones administrativas
que expida la SPP (art. 37).
Como se desprende de lo anterior, bajo la vigencia de la Ley de Presupuesto, Contabilidad y
Gasto Público Federal, era imposible -o, al menos muy difícil-, sostener una verdadera
independencia funcional del Poder Judicial. Es cierto que éste, a partir de 1986, formulaba su
propio proyecto de presupuesto de egresos, pero simplemente piénsese en que la ministración de
los fondos dependía de la autorización de la SPP, y que ésta tenía competencia legal para
solicitar información, practicar visitas y auditorias, y aplicar sanciones administrativas.
A pesar de la profusa cordialidad y pulcritud de trato que pudiesen dispensarse los poderes
Ejecutivo y Judicial, las disposiciones normativas analizadas condicionaban severamente -si no
es que negaban- la independencia real del Poder Judicial, al menos frente al Poder Ejecutivo.
El 30 de marzo de 2006, el DOF publicó la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad
Hacendaria, cuyo artículo Segundo Transitorio abrogó la Ley de Presupuesto, Contabilidad y
Gasto Público Federal, ya analizada, así como todas las disposiciones que se opongan a la nueva
legislación. En contraste comparativo con la normatividad abrogada, la nueva legislación
establece, en lo que importa, lo siguiente:
a) El Poder Judicial tendrá atribución para aprobar su proyecto de presupuesto y enviarlo a la
SHCP para su integración al proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (art. 5º f. I,
inc. a).
b) Asimismo, podrá ejercer el presupuesto que le sea asignado, sin sujetarse a las disposiciones
generales que establezca la Secretaría de la Función Pública (SFP), aunque sí a la legislación
en análisis; autorizar las adecuaciones a su presupuesto, sin requerir la autorización de la
SHCP; realizar pagos a través de su propia tesorería; determinar sus ajustes presupuestales;
llevar su contabilidad y rendir sus informes en los términos de esa ley (art. 5º f. I, incs. b, c,
d, e, f)
144
c) El Poder Judicial deberá coordinarse con la SHCP para efectos de la programación y
presupuestación. El control y evaluación del gasto corresponde a sus órganos internos (art.
6º).
d) La ministración de los fondos correspondientes será autorizada en todos los casos por la
SHCP, de conformidad con el Presupuesto de Egresos (art. 51).
e) La SHCP operará un sistema de administración financiera federal, el cual tendrá como
objetivo reducir los costos de las operaciones de tesorería del Gobierno Federal y agilizar la
radicación de los recursos, concentrando la información en la materia que ayude a fortalecer
al proceso presupuestario. Los Poderes Legislativo y Judicial y los entes autónomos, por
conducto de sus respectivas unidades de administración, convendrán con la SHCP la
implantación del sistema en el ámbito de sus respectivas competencias a efecto
exclusivamente de presentar periódicamente la información correspondiente (art. 14).
f) Si por cualquier motivo, el Poder Judicial, al 31 de diciembre conserva recursos, incluyendo
los rendimientos obtenidos, deberá reintegrar el importe disponible a la Tesorería de la
Federación dentro de los 15 días naturales siguientes al cierre del ejercicio.
g) Las unidades de administración del Poder Judicial, deberán concluir la suscripción de los
convenios de coordinación a que se refiere la ley durante el ejercicio fiscal 2006 (art. Octavo
Transitorio).
Aunque la vigente legislación contiene diversos principios de autonomía en el manejo, control y
evaluación de los recursos públicos destinados al Poder Judicial y consagra obligaciones de
coordinación con el Poder Ejecutivo, reitera la fórmula de que el Poder Ejecutivo tiene que
autorizar la ministración de los recursos.
La SHCP no tiene porqué autorizar la ministración de los fondos asignados por la Cámara de
Diputados; el verbo que incluye el art. 51 de la nueva ley, limita gravemente la autonomía del
145
Poder Judicial. Si el legislador hubiese querido garantizar la independencia del Poder Judicial, de
fondo y no solo en cuestiones meramente operativas, hubiese establecido que la Tesorería de la
Federación deberá suministrar los fondos establecidos en el Presupuesto de Egresos con la
oportunidad establecida en los calendarios correspondientes; más no condicionar la entrega de
los recursos a un acto de voluntad -autorizar- del Poder Ejecutivo, por conducto de la SHCP.
Lo arriba apuntado parecería no tener mayor importancia en un sistema democrático en el que
los poderes Ejecutivo y Judicial entablen sus vínculos de interrelación de manera armónica y
respetuosa de las funciones y competencias que corresponden a cada uno. No obstante, nada
impide pensar que, en un escenario diverso, de conflicto entre poderes, posible, aunque
indeseable,
en
cualquier
sistema
democrático,
el
Poder
Ejecutivo
podría
retardar
discrecionalmente, o incluso negar, la entrega de recursos; y un poder sin presupuesto, pierde
toda viabilidad.
Mas aún, tratándose de los tribunales administrativos (Tribunal Federal de Justicia Fiscal y
Administrativa, Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, Tribunal Superior Agrario y Supremo
Tribunal Militar),132 el art. 83 del Reglamento de la Ley Federal de Presupuesto y
Responsabilidad Hacendaria, establece que el Ejecutivo Federal, por conducto de la Secretaría,
podrá suspender, diferir o determinar reducciones a las ministraciones de recursos a las
dependencias y, en su caso, solicitar el reintegro de las mismas, cuando se presente alguno de los
siguientes supuestos:
a) No envíen en tiempo y forma la información que les sea requerida en relación con el ejercicio
de sus programas y presupuestos;
b) No cumplan con las metas de los programas aprobados o bien se detecten desviaciones en la
ejecución o en la aplicación de los recursos correspondientes;
c) No remitan la cuenta comprobada a más tardar el día 15 del mes siguiente al del ejercicio de
dichos recursos, no cumplan al cierre del ejercicio o término del plazo establecido con las
132
Que el art. 4 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria equipara a “dependencias”.
146
metas de los programas aprobados, o bien se detecten desviaciones en la ejecución o
aplicación de los recursos correspondientes, lo que motivará la inmediata suspensión de las
subsecuentes ministraciones de recursos que por el mismo concepto se hubieren autorizado,
así como el reintegro a la dependencia coordinadora de sector de los que se hayan
suministrado;
d) No cumplan con las disposiciones aplicables en el manejo de sus disponibilidades
financieras;
e) No restituyan los recursos que correspondan a los programas que, en su caso, se establezcan
para cubrir una compensación económica a los servidores públicos que decidan
voluntariamente concluir en definitiva sus servicios en la Administración Pública Federal;
f) No cumplan con la entrega de información en los términos que establezca el sistema integral
de información de los ingresos y gasto público, y
g) En general, no ejerzan sus presupuestos de conformidad con lo previsto en la ley en cita, su
reglamento y en las demás disposiciones aplicables.
El hecho de que el presidente de la República pueda suspender, diferir, determinar reducciones a
las ministraciones de recursos o
solicitar el reintegro de las mismas a los tribunales
administrativos, aun y cuando se presente alguno de los supuestos reglamentarios, amenaza
seriamente su independencia e imparcialidad. De allí que se siga abogando porque tales
tribunales, junto con los recursos humanos y materiales de que disponen, se agreguen a la
estructura del Poder Judicial pues no existen razones convincentes que apoyen el que sigan
perteneciendo a la estructura del Poder Ejecutivo, con los problemas inherentes tal y como los
señalados.133
133
La fracción parlamentaria del Partido Acción Nacional presentó una iniciativa con proyecto de decreto para
reformar y derogar diversos artículos constitucionales, cuyo objetivo final es trasladar los tribunales laborales,
agrarios y de justicia fiscal y administrativa al Poder Judicial de la Federación, sobre la base de dos conceptos
primordiales contenidos en la exposición de motivos: falta de jurisdicción e inoperancia de la imparcialidad con
motivo de la intervención del ejecutivo Federal en el nombramiento de los magistrados y del titular de la Junta
147
El conjunto de razones aludidas, y otros factores de orden histórico y cultural, han puesto en
entredicho la independencia e imparcialidad de los juzgadores con respecto a los poderes
ejecutivo y legislativo. En un interesante artículo titulado Justicia sospechosa, entre jueces se
moteja como “de la caricatura” al otrora respetado Consejo de la Judicatura, Ricardo Alemán
expresa que en el Poder Judicial hay una preocupación creciente: la proclividad del Poder
Ejecutivo a “meter la mano” en las decisiones del Poder Judicial. De esa forma, señala, la
anhelada división de poderes parece retroceder al otrora todo-poderoso poder presidencial, con el
agravante de que el Consejo de la Judicatura ha sido incapaz de defender la independencia del
judicial; que son muy pocos los que creen en la actuación imparcial del Poder Judicial y que cada
vez son más los que suponen que la SCJN es sometida por fuerzas ajenas. Al referirse a un caso
en concreto radicado en la justicia común, asevera que entre los jueces se supo de las presiones
ejercidas sobre el juez del caso para que dictara una sentencia en el sentido que lo hizo, ya que lo
importante no era impartir justicia, sino seguir consignas.134
2.2.2.- Ámbito del Distrito Federal:
Aunque se reconoce autonomía a los tribunales, Superior de Justicia del Distrito Federal,
Contencioso Administrativo del Distrito Federal y Junta Local de Conciliación y Arbitraje (art.
448 del Código Financiero del Distrito Federal (CFDR), la propia normatividad invocada, en su
art. 436, dispone que la Secretaría de Finanzas, dependiente del Jefe de Gobierno, será la
encargada de “consolidar el proyecto de Presupuesto de Egresos, para lo cual hará congruente las
necesidades de egresos con las previsiones de ingresos”, de donde se sigue que el proyecto de
Presupuesto de Egresos depende, a fin de cuentas, del ejecutivo local.
A este respecto, véase el mensaje pronunciado por el Dr. José Guadalupe Carrera Domínguez,
presidente del tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, al rendir su informe de labores
correspondeiente a 2006:
Federal de Conciliación y Arbitraje y en la determinación y control del presupuesto asignado, lo que (puede) llevar a
sentencias parciales a favor de la administración pública.
134
Periódico El Universal. Lunes 15 de mayo de 2006. Sección Opinión, p. A32.
148
“Mientras no se otorgue autonomía, ni libertad presupuestal al Poder Judicial del
Distrito Federal, no se podrá hablar de una justicia plena. Por ello, hoy más que nunca
es necesario concretar el proyecto de que este Tribunal tenga asignado un porcentaje
fijo de recursos, que le permita establecer líneas de trabajo claras y con ello, lograr un
desarrollo con mayor certeza, tal y como sucede actualmente con el Tribunal Superior de
Justicia del Estado de México y más recientemente con el de Guerrero.”
En cuanto a los tribunales administrativos, el art. 374 del CFDF dispone que la Secretaría de
Finanzas autorizará la ministración de fondos al Tribunal de lo Contencioso, a la Junta de
Conciliación y Arbitraje y a las autoridades electorales, entre las que se incluye el Tribunal
Electoral del Distrito Federal, en función a sus disponibilidades presupuestales y financieras y
conforme al calendario financiero previamente aprobado.
Tal y como ocurre en el ámbito federal, el gasto público del Distrito Federal se basará en el
Presupuesto de Egresos aprobado por el legislativo y comprenderá las erogaciones por concepto
de gasto corriente, inversión física, inversión financiera, así como pagos de pasivo o deuda
pública, y por concepto de responsabilidad patrimonial.
De lo anterior se concluye que los tribunales locales del Distrito Federal se encuentran
condicionados a los poderes ejecutivo y legislativo en la definición de su Presupuesto de
Egresos, en la determinación de las cantidades a erogar a lo largo de la anualidad de que se trate
y en la ministración de los fondos, por lo que, en los hechos, su autonomía e independencia
puede verse afectada, tal y como ocurre en el ámbito federal.
2.3.- Razones culturales:
Sobre todo en la justicia penal, en los hechos se da un conjunto de razones culturales que pueden
parcializar al juzgador a favor del Ministerio Público. Vale señalar que el 5 de junio de 2006, el
periodista Víctor Fuentes publicó un artículo titulado Procesan a diario a 112 inocentes, en el
149
que, entre otras circunstancias, afirma que, según datos del INEGI, 9 de cada 10 consignados por
alguna de las 33 procuradurías del País, reciben un auto que los sujeta a proceso.135
Lo anterior no es casual. El elevado porcentaje de autos de procesamiento y de sentencias
condenatorias -casi el 95% de sentencias penales son condenatorias, aunque algunas de ellas
concedan beneficios o posibilidades de libertad inmediata- se debe a situaciones normativas y de
cultura judicial, más que a la debida integración de averiguaciones previas y a un correcto
seguimiento de la acusación en los tribunales; es decir, a razones que en los hechos afectan
gravemente la imparcialidad del juzgador penal al conceder ventajas procesales notables al
Ministerio Público.136 Algunas de esas razones, son las siguientes:
a) El Ministerio Público de la Federación, que pertenece a la estructura del Poder Ejecutivo y
cuyo titular es designado por el presidente de la República (con aprobación del Senado) y
puede ser removido libremente por él, tiene encomendado hacer que los juicios se sigan con
toda regularidad para que la administración de justicia sea pronta y expedita (arts. 102 de la
CPEUM y 5º f. IV de la Ley de Amparo (LA)).137
Hoy en día, no resulta explicable que un órgano dependiente del Poder Ejecutivo tenga
atribuciones para vigilar que el Poder Judicial desarrolle sus atribuciones sustantivas con
regularidad, prontitud y expeditez; ello corresponde a los órganos encargados de la
administración y vigilancia de los poderes judiciales, es decir, a los consejos de la Judicatura,
a fin de evitar injerencias que den pauta a la práctica de actividades de control sobre los
juzgadores por parte del ejecutivo, en detrimento de sus atribuciones.138
135
Diario Reforma. Lunes 5 de junio de 2006. Sección Nacional, p.2.
Y haciendo nugatorio, en los hechos, lo acusatorio de nuestro sistema de justicia penal.
137
En este sentido, ver los arts. 113, 157 y 232 de la Ley de Amparo, que se refieren a las atribuciones del
Ministerio Público en materia de vigilancia de la regularidad de los juicios de amparo.
138
En realidad, al Ministerio Público le corresponde ser parcial y a los tribunales, actuar con imparcialidad. De allí
que sea un error que se insista en que al Ministerio Público corresponde hacer que los juicios se sigan con toda
regularidad para que la administración de justicia sea pronta y expedita, como lo plantean diversas iniciativas de
reforma constitucional que se discuten actualmente en el Congreso de la Unión. No toca salvaguardar tales garantías
a una de las partes, sino a todo el sistema de justicia. En la medida en que el Ministerio Público siga siendo garante
de la regularidad de los procesos jurisdiccionales, seguirá quedando en entredicho la anhelada independencia e
imparcialidad de los tribunales.
136
150
b) En lo tocante a la justicia penal, el marco legal prevé algo distinto a aquello que muestran los
hechos. En el papel, la función del juzgador es distinta a la del Ministerio Público, dado que
el juez no tiene por qué participar en el afán persecutor del fiscal. Sin embargo, hay vías
informales que favorecen que, habitualmente, el contenido de la sentencia corresponda
básicamente al de la consignación. Una de tales vías consiste en que el agente del Ministerio
Público, como detentador del monopolio de la acción penal, puede iniciar un proceso contra
los jueces que, en su comportamiento jurisdiccional, no coincidan con los planteamientos
acusatorios formulados.
En el reporte de una investigación sobre la forma en que los jueces del Distrito Federal
sentencian, que derivó en la publicación de un libro con el mismo título, y que podría
trasladarse s otros fueros judiciales, Luis Pásara139 escribe que algunos jueces entrevistados
refirieron que “existe algo así como una amenaza implícitamente presente en la relación
entre Ministerio Público y juez” y que, de hecho, “en 1999 140 se abrió proceso contra varios
jueces que habían dispuesto la libertad de personas detenidas, contrariando la posición del
Ministerio Público”, lo que constituye una especie de precedente con fuerza suficiente para
amedrentar a algunos jueces, en perjuicio de su independencia de criterio e imparcialidad.
En este sentido, son significativas las palabras pronunciadas por el presidente del Tribunal
Superior de Justicia del Distrioto Federal, Dr. José Guadalupe Carrera Domínguez, al rendir
su informe de labores correspondiente a 2006:
“Estamos concientes que lograr la autonomía de los jueces, no es solo cuestión de leyes.
En las condiciones actuales, cualquier persona puede presionar a los Jueces por medio
de denuncias infundadas, a través de los medios de comunicación o por cualquier otra
forma que pueda intimidarlo, a fin de favorecer o minimizar su función. Por ello, el
objetivo permanente es mantenerse firme e inflexible ante cualquier forma que busque
amedrentarlo. De no ser así, se incumplen con los fines de la justicia, que implican un
ejercicio sereno y mesurado, para dar cumplimiento fiel y puntual de la Ley.”
139
Cómo sentencian los jueces del Distrito Federal en materia penal. Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 2006.
140
Siendo Procurador General de Justicia del D.F. el Dr. Samuel del Villar Kretchmar.
151
Para resolver lo anterior, de suyo grave, es preciso modificar el sistema de justicia a efecto de
impedir que la iniciación de una averiguación previa en contra de algún juzgador dependa de
la voluntad del Ministerio Público o de las partes. Establecer una suerte de querella a favor
del Consejo de la Judicatura, no discrecional y previa investigación seria, abonaría
positivamente en la solución del problema apuntado.
c) A pesar de la consagración de los principios de suficiencia probatoria y de duda absolutoria,
y de ciertas reglas para la práctica de diligencias procesales, la legislación procesal penal
local dispone que las diligencias practicadas por el Ministerio Público y por la Policía
Judicial tendrán valor probatorio pleno, siempre que se ajusten a las reglas relativas del
ordenamiento aplicable. Las que no se ajusten, también tendrán valor probatorio -hasta llegar
al pleno- en virtud de que el sistema procesal penal dispone que se admitirá como prueba
todo aquello que se ofrezca como tal, incluso aquellos elementos aportados por los
descubrimientos de la ciencia.
Lo anterior significa que las pruebas de cargo serán prueba legal positiva, lo que no ocurre
con las de descargo, y esta situación es el motivo legal principal por el que en ocasiones los
tribunales tienen que condenar a pesar de su convicción.141
d) El juez penal se erige en institutor del Ministerio Público. El art. 36 del CPPDF señala que
cuando se haya negado la orden de aprehensión o de comparecencia, o dictado el auto de
libertad por falta de elementos para procesar, por considerar que no están reunidos los
requisitos respectivos, el juez deberá señalar aquellos requisitos que a su juicio no se
encuentren satisfechos, fundando y motivando su resolución y el Ministerio Público,
practicará las diligencias necesarias para integrar debidamente la averiguación previa
correspondiente.
141
Aunque también por ello es que los tribunales a veces tienen que absolver a pesar de su convicción; y puede ser
que sea cierto, aunque es preferible un culpable en la calle que un inocente en la cárcel.
152
e) El sistema de pruebas y su valoración se han estructurado para dar valor probatorio
contundente a la declaración del agraviado, de los testigos de cargo y de las periciales
oficiales; y no así a las declaraciones del procesado, los testigos de descargo y las periciales
de la defensa. Ello implica, en los hechos, que el Ministerio Público cobra un peso decisivo
en el proceso y la defensa tiene una intervención marginal, lo que produce que las personas
consignadas por el Ministerio Público tengan posibilidades casi nulas de ser absueltas como
resultado del proceso.
Luis Pásara142 expone cómo es que el referido sistema de pruebas reduce la imparcialidad del
juzgador en forma notable:
1. La declaración de los policías remitentes o aprehensores, aunque no hayan presenciado
los hechos, es utilizada como un relato de la forma en que ocurrieron los hechos, como si
al declarante le constaran los mismos. Ello se debe a la vigencia de tesis jurisprudenciales
como las siguientes:
“POLICÍAS, VALOR PROBATORIO DE TESTIMONIOS DE. El carácter de
aprehensores de los agentes de Policía Judicial, en nada afecta el contenido de sus
declaraciones, por constituir la materia propia de sus funciones indagatorias, sin que
por ello se puedan tachar de parcialidad sus atestados.”143
“POLICÍAS APREHENSORES. VALOR PROBATORIO DE TESTIMONIOS DE.
Por cuanto hace a las declaraciones de los agentes aprehensores del acusado de un
delito, lejos de estimarse que carecen de independencia para atestiguar en un proceso
penal, debe darse a sus declaraciones el valor probatorio que la ley les atribuye, como
testigos de los hechos ilícitos que conocieren.”144
142
Op. cit
Semanario Judicial de la Federación, séptima época, Primera Sala, tomo 63, segunda parte, p. 33.
144
Semanario Judicial de la Federación, octava época, Segundo Tribunal Colegiado del Sexto Circuito, tomo XIV,
julio, p. 711.
143
153
2. Las declaraciones del procesado ante el Ministerio Público prevalecen por sobre las que
éste formule ante el juez, a pesar de que resulten contradictorias, a través de la aplicación
del criterio denominado inmediatez procesal, según el cual poco importa lo que el
inculpado (y los testigos) digan ante el juez, director del proceso y órgano decisor; lo que
cuenta es lo que se haya manifestado durante la averiguación previa. Este criterio, en la
práctica, exenta al juzgador de razonar las pruebas y le permite resolver de manera
dogmática el proceso generalmente en contra del procesado.
La jurisprudencia invocada en la generalidad de los casos en los que se hace valer la tesis
de la inmediatez procesal establece que toda declaración, provenga de quien provenga
(reo, ofendido o testigo), rendida con cercanía a los hechos averiguados o a raíz de éstos,
reviste mayor jerarquía convictiva que las emitidas subsecuentemente en contrario, a
menos que se compruebe la retractación o que la versión inicial resulte inverosímil ante el
resto del material probatorio. Las primeras declaraciones son las que merecen mayor
crédito, pues por su cercanía con los hechos son generalmente las veraces, por no haber
existido tiempo suficiente para que quien las produce reflexione sobre la conveniencia de
alterar los hechos. Este criterio jurídico, que da preferencia a las deposiciones iniciales,
tiene su apoyo en el principio lógico de contradicción y cabe aplicarlo no sólo en
tratándose de retractaciones hechas por el acusado, o por los testigos, sino también por la
ofendida.145
3. Otro principio elaborado en la jurisprudencia, que también se aplica con frecuencia y que
en los hechos afecta el pleno ejercicio del criterio judicial, es el denominado como
confesión calificada divisible según el cual solo se tienen por ciertos los trozos de las
declaraciones del procesado que lo perjudiquen, pero no cuando lo beneficien, siempre y
cuando en su conjunto sea inverosímil, carezca de confirmación comprobada o se
encuentre contradicha por otras pruebas fehacientes. En particular, que se exijan
confirmaciones comprobadas para que el valor probatorio del dicho del procesado
adquiera valor probatorio, restringe, asimismo, el principio de presunción de inocencia:
145
Apéndice 1985 al Semanario Judicial de la Federación, segunda parte, II, Primera Sala, p. 635.
154
“CONFESIÓN CALIFICADA DIVISIBLE. La confesión calificada con circunstancias
excluyentes o modificativas de responsabilidad es divisible si es inverosímil, sin
confirmación comprobada o si se encuentra contradicha por otras pruebas fehacientes,
en cuyos casos el sentenciador podrá tener por cierto sólo lo que perjudica al inculpado
y no lo que le beneficia.”146
4. Diversa institución jurisprudencial que limita el ejercicio de la potestad judicial es el
criterio conocido como testigos sospechosos. Según la elaboración jurisprudencial, los
testigos de cargo, en general, merecen credibilidad, aún y cuando se trate de policías que
no estuvieron en el lugar de los hechos al tiempo de que éstos se produjeron; en cambio,
los testigos ofrecidos por la defensa son sospechosos cuando sus deposiciones coincidan
en atestiguar un hecho que resulte favorable al procesado, cuando se trate de parientes o
personas al acusado, o cuando declaren con posterioridad a que lo haya hecho el
procesado, caso éste en el que, además, son etiquetados como aleccionados y, en
consecuencia, sin valor probatorio alguno:
“TESTIGOS EN MATERIA PENAL, CREDIBILIDAD DE SUS DICHOS. Debe
concederse mayor credibilidad al testigo que depone inmediatamente después de
sucedidos los hechos, pues quien viene a declarar mucho tiempo después de sucedidos los
hechos, independientemente del natural olvido de circunstancias fundamentales, resulta
sospechoso, sobre todo, cuando es la defensa quien propone su examen y no explica por
qué con anterioridad no lo propuso.”147
f) A las razones antes expuestas, habría que sumar que la sistemática jurisprudencial también ha
elaborado tesis diversas en el sentido de que los dictámenes periciales oficiales, es decir, los
provenientes del Ministerio Público, merecen valor probatorio por el hecho de estar suscritos
por servidores públicos en los que, por razón de su designación, se presumen las capacidades
técnicas y científicas suficientes para la intervención experticial.
146
Ius 2005. Registro: 904,079. Jurisprudencia. Materia Penal. Sexta Época. Primera Sala. Apéndice 2000. Tomo
II, Penal, Jurisprudencia SCJN, Tesis 98, Página 69.
147
Ius 2005. Registro 908,097, Tesis aislada, Materia Penal, Quinta Época, Sala Auxiliar, Apéndice 2000, Tomo II,
Penal, P.R. SCJN, Tesis 3156, Página 1466, Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, Tomo CXXV,
página 93, Sala Auxiliar.
155
En la práctica, los dictámenes periciales oficiales son determinantes del criterio del juzgador,
y en cambio los de la defensa, como insuficientes, en la mayoría de los casos, lo cual ocurre
especialmente por el seguimiento de inercias y costumbres aplicadas en la resolución de los
juicios, pero en todo caso limitadoras de la imparcialidad judicial:
“PRUEBAS RENDIDAS DURANTE LA AVERIGUACIÓN PREVIA POR EL
MINISTERIO PÚBLICO. VALOR DE LAS. Tanto el dictamen pericial como todos los
demás elementos que reúne el Ministerio Público para comprobar el cuerpo del delito y la
presunta responsabilidad durante la averiguación previa, tienen valor probatorio al actuar
el representante social en uso de las facultades que le confiere la Constitución para el
ejercicio de la acción penal, amén de que, en tal etapa, actúa como autoridad y no como
parte.”148
g) También habría que agregar que, el hecho de que el juez que dictó la orden de aprehensión y
el auto de formal prisión será el mismo que pronunciará sentencia, hace prácticamente
imposible que cambie su parecer al momento de emitir su fallo, cualesquiera que sean las
circunstancias que hayan ocurrido a lo largo del proceso, máxime si aquél fue confirmado en
apelación o se negó el amparo promovido en su contra.149 Sería, dicen algunos juzgadores,
148
Ius 2005. Registro 910,357, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Apéndice 2000, Tomo II, Penal, P.R. TCC., Tesis 5416, Página 2792.
149
En este sentido, el juez Ricardo Ojeda Gándara, en El auto de formal prisión y la libertado provisional. Ed.
Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas, México, 2005, p. 31, escribe que “otro
efecto, no derivado de la ley pero que lamentablemente se produce entre los juzgadores en la práctica, es el
consistente en que, cuando el auto de formal prisión es impugnado en apelación o en Amparo, si aquélla lo
confirma o éste se niega, eso casi significa que la ulterior sentencia habrá de ser condenatoria, pues existe el sentir
de que absolver sería tanto como ir en contra de la Sala o del Juzgado de Distrito. Ese sentimiento generalizado no
tiene rezón de ser, pues aunque en ambos casos quedó casi firme la formal prisión, los requisitos para ésta son bien
diferentes que los que se exigen para una sentencia. Aún en estos casos, si no se cuenta con prueba plena de la
responsabilidad del enjuiciado, ¡claro que se le debe absolver! Los jueces por los que clama la sociedad son los que
están en el lugar que ocupan para hacer lo conducente y no lo que piensen que es lo conveniente o lo que menos
problemas les puede representar.”
Por su parte, el magistrado Pablo Antonio Ibarra Fernández, en Guía para la estructuración de algunas resoluciones
penales, encomendada por el Consejo de la Judicatura Federal, México, 2002, y que sólo tiene circulación interna,
afirma que “en la sentencia, no obstante que las exigencias legales y doctrinarias son diferentes, se repite como
copia al carbón el mismo sistema de una orden de aprehensión o de un auto de formal prisión y, al individualizar la
pena, se hace una mera relación, en muchas ocasiones incompleta, de lo que conforme a la ley debe tomarse en
cuenta para imponerla, sin expresar consideraciones de sentido común que hagan entender al lector la razón por la
que se dicta una cuantía y no otra. El método ha contaminado a la segunda instancia y al amparo, supuesto que en
156
como “reconocer que se estuvo mal al dictar al auto de formal prisión”; el juez “se
compromete con su criterio”, señalaron otros.
Usualmente, el auto de formal prisión glosa ampliamente los hechos, argumentos y pruebas
ofrecidos por el Ministerio Público, adelanta el contenido y sentido de la sentencia y el
desenlace del proceso. La identidad de fondo entre orden de aprehensión, auto de formal
prisión y sentencia, hacen temer que la convicción del juzgador se forma precozmente en el
proceso y luego no resulta alterada debido a que, cuando se ha formado la convicción, no se
busca ya nada más, por creer que se tiene la verdad, a pesar de que no haya mayor peligro de
error que una convicción prematura, como la que se toma, sin tiempo suficiente y sin la
reflexión necesaria, en las pocas horas que se tienen para ratificar una detención, para dictar
una orden de aprehensión o para resolver sobre la formal prisión del procesado.
De allí que resulte meritoria la propuesta insistentemente planteada de transformar el proceso
penal, entre otros aspectos, para que sea una persona, un juez, el que resuelva sobre el formal
procesamiento y la admisión de pruebas y otro distinto frente a quien se desahoguen las
pruebas y dicte sentencia, tal y como lo sugiere, palabras más o menos, el proceso acusatorio.
Se rompería la resistencia al cambio de criterio, en beneficio de la justicia y de los
justiciables.
La problemática esbozada a lo largo de este capítulo ha provocado una percepción negativa hacia
la justicia en general y la penal en particular. El 15 de mayo de 2006, el diario Reforma publicó
los resultados de una encuesta sobre el Sistema de Justicia en México.150 Aunque se trata de
meras apreciaciones151 por tratarse de un ejercicio periodístico dirigido a fortalecer la idea de la
necesidad de implantar los juicios orales, es importante reflexionar sobre algunos de los datos
que se presentan:
muchos casos, no obstante la gran diferencia de la naturaleza jurídica de estas instancias, se continúa con el
sistema de relacionar pruebas, de valorarlas globalmente en un afán de llegar a conclusiones mediante un sistema
de exclusión muy poco convincente, que parece aferrarse a la idea de que repetir lo que hizo el inferior o la
responsable, al margen de lo defectuoso del análisis, hace innecesario atender a los motivos de inconformidad.”
150
Metodología seguida según el periódico: Encuesta nacional telefónica realizada a 605 adultos el 9 y 10 de mayo.
Margen de error, +/- 4 por ciento. Nivel de confianza: 95 por ciento.
151
La justicia es también, pero no solamente, percepción. Por ello se acostumbra utilizar accesorios emblemáticos de
su dignidad, solemnidad y autoridad: togas, birretes, malletes.
157
a) Dos de cada 3 mexicanos creen que sus derechos humanos serán vulnerados en caso de verse
involucrados en un proceso jurisdiccional.
b) Más de la mitad opina que las autoridades no los tratarían con justicia.
c) 83% de los entrevistados consideran que el actual sistema de justicia es opaco; 81%, que es
corrupto; 80% lo califica de ineficiente.
d) Sólo el 15% de los encuestados considera que la justicia es transparente; 15%, que es honesta
y 16% que es eficiente.
e) El 66% de los entrevistados se encuentra insatisfecho con el actual sistema de justicia en
México; sólo un 27%, satisfecho.
f) Sobre los motivos por los que los encuestados manifestaron su insatisfacción con el sistema,
el 29% lo atribuye a que es muy lento; 28%, a que hay poca imparcialidad; y el 25% a que es
poco transparente (la opacidad es una forma de parcialidad).
g) Sobre cuánto se puede confiar en un juzgador, el 51% contestó que nada y sólo el 47% que
mucho o algo.
h) El 88% de los encuestados contestó que si es probable que un juzgador se deje sobornar; y el
86%, que creen que el Ministerio Público lo hará.
i) Más del 50% de los entrevistados contestó que sería tratado con injusticia si, como
ciudadano, tuviere que enfrentar una demanda o un juicio penal.
158
CAPÍTULO IV.- SISTEMA DE RESPONSABILIDADES DE LOS
JUZGADORES.
Sumario: Introducción. 1. Responsabilidad en general de los servidores públicos.
2. Responsabilidad administrativa o disciplinaria. 3. Responsabilidad política
(Juicio Político). 4. Responsabilidad Civil. 5. Responsabilidad Constitucional. 6.
Responsabilidad Penal. 7. Delitos contra la administración de justicia. 7.1.
Disposiciones comunes. 7.1.1. Tipo objetivo. 7.1.1.1. Conducta. 7.1.1.2. Resultado.
7.1.1.3. Bien jurídico tutelado. a) La administración de justicia como poder judicial
de Estado. b) La administración de justicia como bien institucional. c) La
administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del Derecho.
d) La administración de justicia como protección de los derechos e intereses de las
partes. e) La administración de justicia como derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva. 7.1.1.4. Calidad específica del sujeto activo. 7.1.1.5. Calidad
específica del sujeto pasivo. 7.1.2. Tipo subjetivo. 7.1.3. Antijuridicidad. 7.1.4.
Imputabilidad y acción libre en su causa. 7.1.5. Culpabilidad. 7.1.6. Condición
objetiva de punibilidad: definitividad. 8. Prevaricación judicial. 9. Denegación de
justicia 9.1. Deberes de independencia. 9.1. Deberes de imparcialidad. 9.2.1.
Realizar conductas que rompan el desinterés con el que deben conducirse los
juzgadores. 9.2.2. Realizar conductas que rompan el equilibrio procesal y la
igualdad de las partes. 10. Retardo en la justicia. 11. Abuso de autoridad judicial.
Introducción:
Los principios de independencia e imparcialidad del juzgador están íntimamente vinculados con
el de responsabilidad. Si, como se afirma, el sistema de designación de jueces y magistrados no
garantiza por sí mismo el cumplimiento de los principios fundamentales de la justicia, luego
entonces la legitimidad de los juzgadores se da por su función; por la sumisión al orden jurídico
de tal forma que no se vea sometido a nada que no sea la norma y, consecuentemente, por la
posibilidad de controlar que efectivamente el juzgador actúe con ese único sometimiento.
Los valores de independencia e imparcialidad obligan, en consecuencia, a la existencia de un
sistema de responsabilidades que, sin embargo, no suponga una amenaza permanente que vaya
en detrimento de los mismos. Independencia, imparcialidad y responsabilidad no son ideas
contrapuestas, sino complementarias. Su conciliación exige que no se absolutice ninguno de ellos
pues,
159
“un juez absolutamente independiente habría, por eso mismo, de ser irresponsable y, al
contrario, un juez absolutamente responsable, que hubiera de rendir cuentas a una
instancia superior de todos los aspectos de su actividad, dependería por entero de dicha
instancia.”152
Es cierto que en la práctica no es fácil articular un sistema de responsabilidades que asegure la
sumisión del juzgador al derecho sin sujetarlo, al mismo tiempo, a instancias ajenas al
ordenamiento jurídico. De este conflicto hay muchas muestras históricas, consecuencia de los
problemas abordados al analizar la efectiva independencia e imparcialidad en México.
La CPEUM establece un régimen de responsabilidades de los servidores públicos, aplicable a los
juzgadores, del que derivan otros sistemas contenidos en leyes secundarias, conforme al
siguiente análisis:
1. Responsabilidad en general de los servidores públicos:
El título cuarto de la CPEUM, que comprenden los arts. 108 a 114, establece un conjunto de
disposiciones generales aplicables a los servidores públicos y una serie de normas específicas
observables en cada uno de los distintos sistemas de responsabilidad que consagra.
Entre las normas generales antes señaladas, se tienen las siguientes:
a) Se reputan servidores públicos a los representantes de elección popular, miembros del poder
judicial federal y del poder judicial del Distrito Federal, los funcionarios y empleados y, en
general a toda persona que desempeñe un empleo o comisión de cualquier naturaleza en la
administración pública federal o del Distrito Federal, así como a los servidores del Instituto
Federal Electoral. Todos ellos serán responsables por los actos u omisiones en que incurran
en el desempeño de sus respectivas funciones.
152
Vivéz Antón, Tomás Salvador. La responsabilidad del juez en el proyecto de ley orgánica del poder judicial.
Citado por Ramos Tapia, María Inmaculada en El delito de prevaricación judicial. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia,
España, 2000.
160
b) El presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por
traición a la patria y delitos graves del orden común.
c) Los gobernadores de los Estados, los diputados a las legislaturas locales, los magistrados de
los tribunales superiores de justicia locales y, en su caso, los miembros de los consejos de
las judicaturas locales, serán responsables por violaciones a la Constitución Federal, a las
leyes federales y por el manejo indebido de fondos y recursos federales.
d) Las constituciones de los Estados precisarán, para efecto de sus responsabilidades, el carácter
de servidores públicos de quienes desempeñen empleo, cargo o comisión en los Estados y en
los Municipios.
e) Los procedimientos para la aplicación de cualquier tipo de sanciones por responsabilidades
de servidores públicos se desarrollarán autónomamente. No obstante, no podrán imponerse
dos veces por una conducta, sanciones de la misma naturaleza.
f) Cualquier ciudadano, bajo su más estricta responsabilidad y mediante la presentación de
elementos de prueba, podrá formular denuncia ante la Cámara de Diputados del Congreso de
la Unión respecto de las conductas que comprendan los distintos sistemas de
responsabilidades de servidores públicos, especialmente el juicio político.
Las normas específicas observables en cada uno de lo sistemas de responsabilidad que consagra
la Constitución, que se analizan brevemente, son las siguientes:
2. Responsabilidad administrativa o disciplinaria:
Se aplicarán sanciones administrativas a los servidores públicos por los actos u omisiones que
afecten la legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia que deban observar en el
desempeño de sus empleos, cargos o comisiones. Estas sanciones serán impuestas por el propio
poder al que pertenezca el servidor público sujeto a responsabilidad, lo que en el caso del Poder
161
Ejecutivo acontece por conducto de la Secretaría de la Función Pública y sus diveros órganos de
control en las entiaddes y dependencias.153
Al efecto, el Congreso de la Unión y las legislaturas de los Estados deberán expedir leyes de
responsabilidades de los servidores públicos, cual acontece con la Ley Federal de
Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, en el ámbito federal, y la Ley
Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos en el Distrito Federal, las que
determinan las obligaciones de los servidores públicos a fin de salvaguardar los valores ya
citados, las sanciones aplicables por los actos u omisiones en que incurran, así como los
procedimientos y las autoridades para aplicarlas.
Es importante señalar que dichas sanciones consisten en suspensión, destitución e inhabilitación,
así como económicas y se establecen de acuerdo con los beneficios obtenidos por el responsable
y con los daños y perjuicios patrimoniales que causen, en el entendido de que no podrán exceder
de tres tantos de los beneficios obtenidos o de los daños y perjuicios causados.
La Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos dispone, en su
artículo 2º, que son sujetos de dicha ley los servidores públicos mencionados en la Constitución
y agrega, con cuestionable constitucionalidad,154 a aquellas personas que manejen o apliquen
recursos públicos federales. También faculta a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al
Consejo de la Judicatura Federal para aplicar dicha ley y establece los principios que rigen la
función pública, los sujetos de responsabilidad administrativa y las obligaciones en el servicio
público.
153
Cabe hacer notar que, con fecha 4 de diciembre de 2006, el DOF publicó un decreto de reformas al art. 73,
fracción XXIX-H de la CPEUM, mediante el cual se establece, como atribución del Congreso de la Unión, el
“expedir leyes que instituyan tribunales de lo contencioso-administrativo, dotados de plena autonomía para dictar
sus fallos, y que tengan a su cargo dirimir las controversias que se susciten entre la administración pública federal
y los particulares, así como para imponer sanciones a los servidores públicos por responsabilidad administrativa
que determine la ley, estableciendo las normas para su organización, su funcionamientom, los procedimientos y los
recursos contra sus resoluciones”; norma que, por disposición del art. Segundo Transitorio de tal decreto quedó en
suspenso en tanto “no se modifique la legislación que regula la materia de responsabilidades administrativas de los
serviodores públicos federales” y entre tanto seguirá aplicándose la legislación vigente. De esta forma,
próximamente se modificará el sistema para la aplicación de sanciones administrativas, en términos de mayor
congruencia.
154
Sobre este tema, el Pleno de la SCJN sentó un precedente en el sentido de que la citada norma si es
constitucuional. No obstante, se sigue pensando que es contraria a nuestra ley suprema, pues sujeta al régimen de
resposabilidades a personas físicas o morales que no son servidores públicos.
162
En concordancia con lo anterior, el art. 94 constitucional determina que la administración,
vigilancia y disciplina del Poder Judicial de la Federación, con excepción de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, estarán a cargo del Consejo de la Judicatura Federal, en los términos que
establezcan las leyes y de conformidad con las bases constitucionales.
En consecuencia, la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación (LOPJF) asigna
competencia al Consejo de la Judicatura Federal para resolver sobre la responsabilidad de
servidores públicos, salvo cuando se trate de miembros de la Suprema Corte de Justicia, lo cual
realiza por conducto de la Visitaduría Judicial (si se trata del funcionamiento de los tribunales y
juzgados y de la supervisión de las conductas de sus integrantes) o de la Contraloría del Poder
Judicial de la Federación (si se trata de control e inspección del cumplimiento de las normas de
funcionamiento administrativo que dejan a los órganos, servidores públicos y empleados del
Poder Judicial de la Federación).
La fr. XXXVI del art. 81 de la LOPJF señala que es atribución del Consejo investigar y
determinar las responsabilidades y sanciones a los servidores públicos y empleados del propio
Consejo, de los tribunales de Circuito y juzgados de Distrito, en los términos y mediante los
procedimientos establecidos en la ley, los reglamentos y acuerdos que el Consejo dicte en
materia disciplinaria.
Tratándose del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, su administración,
vigilancia y disciplina corresponderán a una comisión del Consejo de la Judicatura Federal, que
se integrará por el presidente del Tribunal Electoral, quien la presidirá; un magistrado electoral
de la Sala Superior designado por insaculación; y tres miembros del Consejo de la Judicatura
Federal.
Las leyes de responsabilidades administrativas de los servidores públicos señalan los casos de
prescripción de responsabilidad, vinculados a la naturaleza y consecuencia de los actos u
omisiones de que se trate. No obstante, cuando dichos actos u omisiones fuesen graves, los
plazos de prescripción no son inferiores a tres años, según mandato constitucional.
163
De trascendencia es señalar que, por disposición de los arts. 11 y 68 de la LOPJF, el Pleno de la
SCJN y el Consejo de la Judicatura Federal deberán velar en todo momento por la autonomía de
los órganos del Poder Judicial de la Federación y por la independencia e imparcialidad de sus
miembros. Debería agregarse la misión de hacer que los juicios se sigan con toda regularidad,
para que la administración de justicia sea pronta y expedita, descargando de dicha facultad al
Ministerio Público de la Federación, a quien en realidad no corresponde.
La responsabilidad administrativa es exigible al juzgador como consecuencia del incumplimiento
de los deberes y obligaciones que como miembro de una organización, le vienen impuestos por
la ley. En ningún caso la autoridad disciplinaria sobre el juzgador permite el control del ejercicio
de la potestad jurisdiccional ni puede suponer un menoscabo de su independencia e
imparcialidad.
El hecho de que el juzgador sea un servidor público no puede sobrevaluarse por encima de su
dimensión de titular del poder judicial y permitir una entrada de lo disciplinario en el momento
de lo jurisdiccional, que debe estar a salvo de invasiones o interferencias de otros órganos de
vigilancia y control.
Existe una zona del quehacer del juez que debe ser inmune a la actividad inspectora disciplinaria,
lo que no quiere decir ajena a todo tipo de exigencia de responsabilidad y esa zona comprende el
modo como el juzgador adquiere sus datos, forma su convicción, elige la norma aplicable y
motiva sus decisiones.155
La CPEUM y la LOPJF respetan esa zona inmune al control disciplinario que se corresponde
con la estricta actividad jurisdiccional, al establecer que sólo la administración, vigilancia,
disciplina y carrera judicial del Poder Judicial de la Federación -no la legalidad-, con excepción
de la SCJN, corresponde al Consejo de la Judicatura Federal; al distribuir competencias
estrictamente jurisdiccionales entre el Pleno y las Salas de la SCJN, los Tribunales Electorales,
155
Ramos Tapia, María Inmaculada. El delito de prevaricación judicial. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España,
2000
164
Colegiados y Unitarios de Circuito, los Juzgados de Distrito y propiamente administrativas al
CJF -salvo tratándose de conflictos de trabajo suscitados entre el Poder Judicial de la Federación
y sus servidores públicos-, por lo que en ningún caso le es dable al Consejo de la Judicatura
Federal juzgar la actividad estrictamente jurisdiccional de los juzgadores con miras a su
vigilancia, control y disciplina.
Puede decirse, en general, que la responsabilidad administrativa abarca la sanción de las
conductas que tienen que ver con la corrección y la eficiencia exigibles en la administración de
justicia, tanto como organización, cuanto como servicio público al ciudadano. Sin embargo,
algunas de las infracciones pueden caer también en la órbita del derecho penal, dando lugar a la
superposición de faltas disciplinarias y delitos y al complejo problema de la compatibilidad con
la garantía de non bis in ídem, como sucede, por ejemplo, cuando se comprueba que un juzgador
fijó la interpretación constitucional en su resolución habiendo mediado cohecho o mala fe.156
Aunque la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos
contiene un catálogo de causas que dan lugar a dicha responsabilidad, la LOPJF establece un
conjunto de causas adicionales dirigidas específicamente a los integrantes del Poder Judicial
Federal, que se complementan.
Aunque no interesa aquí el estudio detallado de las faltas, procedimientos y sanciones
administrativas que la LOPJF prevé, es importante señalar que ninguna de ellas sanciona ni debe
de sancionar por esa vía el incorrecto ejercicio de la actividad jurisdiccional en sentido estricto,
aunque existen algunas que están relacionadas con ella pero sin encuadrarse en el concreto
momento decisorio, por lo que deben interpretarse bajo tal visión, puesto que de lo contrario se
estaría controlando una actividad que corresponde al juzgador no como funcionario dentro de
una organización sino como titular de un poder en cuyo ejercicio tiene garantizada -y el deber
de- la independencia y la imparcialidad.
Así, el art. 131 de la LOPJF dispone:
156
Art. 130 LOPJF: “Los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los magistrados de Circuito y los jueces de
distrito, serán responsables al establecer o fijar la interpretación de los preceptos constitucionales en las resoluciones
que dicten, cuando se compruebe que hubo cohecho o mala fe”
165
“Serán causas de responsabilidad para los servidores públicos del Poder Judicial de la
Federación:
I.- Realizar conductas que atenten contra la independencia de la función judicial, tales
como aceptar o ejercer consignas, presiones, encargos o comisiones, o cualquier acción
que genere o implique subordinación respecto de alguna persona, del mismo u otro
poder;
II.- Inmiscuirse indebidamente en cuestiones del orden jurisdiccional que competan a
otros órganos del Poder Judicial de la Federación;
III.- Tener una notoria ineptitud o descuido en el desempeño de las funciones o labores
que deban realizar;
IV.- Impedir en los procedimientos judiciales que las partes ejerzan los derechos que
legalmente les corresponden en los procedimientos (sic);
V.- Conocer de algún asunto o participar en algún acto para el cual se encuentren
impedidos;
VI.-
Realizar
nombramientos,
promociones
o
ratificaciones
infringiendo
las
disposiciones generales correspondientes;
VII.- No poner en conocimiento del Consejo de la Judicatura Federal cualquier acto
tendiente a vulnerar la independencia de la función judicial;
VIII.- No preservar la dignidad, imparcialidad y profesionalismo propios de la función
judicial en el desempeño de sus funciones;
IX.- Emitir opinión pública que implique prejuzgar sobre un asunto de su conocimiento;
X.- Abandonar la residencia del tribunal de circuito o juzgado de distrito al que se esté
adscrito, o dejar de desempeñar las funciones o labores que tenga a su cargo;
XI.- Las previstas en el articulo 47 de la Ley Federal de Responsabilidades de los
Servidores Públicos, siempre que no fueren contrarias a la naturaleza de la función
jurisdiccional;157 y
XII.- Las demás que determine la ley.”
157
Salvo las previsiones aplicables al juicio político, la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos
está abrogada, incluyendo su art. 47. A pesar de ello, son aplicables las causas de responsabilidad administrativa
establecidas en el art. 8º de la actual Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos que corresponde al antiguo 47 señalado- de conformidad con la norma expresa contenida en dicha legislación y en
vista de la fracción XII arriba transcrita.
166
Las medidas de supervisión disciplinaria sólo pueden ser aquellas que no afecten la
independencia y la imparcialidad, de forma que si un juzgador estuviese convencido de que los
reproches de que ha sido objeto por parte del órgano de vigilancia y control afectan a su
independencia o imparcialidad, tendría la posibilidad de impugnar esa medida ante un tribunal
competente, en su caso.
Esta exención de lo jurisdiccional a la corrección disciplinaria marca la diferencia de la
responsabilidad del juzgador de la de cualquier otro servidor público, cuya actividad sustantiva sí
puede ser íntegramente controlada por sus superiores jerárquicos, de forma que, o bien se
superponen responsabilidad administrativa y penal, como sucede en la mayoría de los delitos de
servidores públicos, o el legislador puede dejar sólo a la responsabilidad administrativa
infracciones que se consideren poco graves de los deberes funcionarios.
En el control de la actividad de los juzgadores no existe esa opción de relegar a la
responsabilidad administrativa el incorrecto ejercicio de la función jurisdiccional en sentido
estricto, como ya se ha visto. En este sentido, Claudo Movilla afirma con razón que
“es cierto que el juez puede equivocarse, que puede vulnerar el derecho material o
procesal en su concreto quehacer, tanto en forma intencional como culposa; pero el
remedio a esa patología no puede venir por la línea disciplinaria, sino a través de los
remedios procesales o de la exigencia, hasta el momento bien parca por sus insalvables
dificultades, de otra forma de responsabilidad.”158
Es importante destacar que el art. 83 del Estatuto de Gobierno del Distrito Federal (EGDF)
señala, en congruencia con la CPEUM que la administración, vigilancia y disciplina del Tribunal
Superior de Justicia de los juzgados y demás órganos judiciales estarán a cargo de la Judicatura
del Distrito Federal, en los términos que, conforme a las bases que señala la Constitución y el
propio Estatuto, establezca la ley orgánica respectiva.
158
Movilla Álvarez, Claudio. Responsabilidad del juez. Citado por Ramos Tapia, María Inmaculada en El delito de
prevaricación judicial. Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2000.
167
En este sentido, cobra relevancia lo señalado en el art. 84 del EGDF que impone a los
Magistrados y Jueces del Tribunal Superior de Justicia del distrito Federal y a los Consejeros de
la Judicatura del Distrito Federal, la prohibición de aceptar o desempeñar empleo o encargo de la
Federación, de los Estados, del Distrito Federal o de particulares, salvo los cargos no
remunerados en asociaciones científicas, docentes, artísticas o de beneficencia; asimismo, que
durante los dos años siguientes a la fecha de su retiro, están impedidos para actuar como
patronos, abogados o representantes en cualquier proceso ante los órganos judiciales del Distrito
Federal, en ambos casos con la consecuencia, en caso de infracción, de pérdida del cargo y de las
prestaciones y beneficios que en lo sucesivo correspondan, independientemente de las demás
sanciones que las leyes prevean.
Por su parte, la Ley Orgánica del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (LOTSJDF),
siguiendo el modelo federal ya analizado, establece que el Consejo de la Judicatura del Distrito
Federal es el órgano encargado de la administración, vigilancia y disciplina del Tribunal Superior
de Justicia del Distrito Federal, de los juzgado y demás órganos judiciales, en los términos
establecidos por la ley; y que los consejeros estarán sujetos a las mismas responsabilidades en el
ejercicio de sus funciones que los magistrados del Tribunal Superior de Justicia.
Dispone, asimismo, un Título, el décimo tercero, destinado a las responsabilidades oficiales, de
naturaleza administrativa, cuyas características principales son las siguientes:
a) Los magistrados del Tribunal Superior de Justicia, los consejeros de la Judicatura, los jueces
del Fuero Común, el visitador general, los visitadores judiciales y todos los servidores
públicos de la administración de justicia, serán responsables de las faltas que cometan en el
ejercicio de sus cargos y quedan por ello sujetos a las sanciones que determine la señalada
ley orgánica referida, la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos y
demás leyes aplicables.
b) El órgano encargado de sustanciar los procedimientos e imponer las sanciones por faltas de
los servidores públicos de la administración de justicia del fuero común del Distrito Federal,
168
es el Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, por conducto de la Comisión de Disciplina
Judicial, en primera instancia.
c) Las sanciones aplicables por la comisión de alguna falta administrativa, podrán consistir en:
amonestación, multa de 10 a 100 días de salario, suspensión temporal hasta por 5 meses sin
goce de sueldo, o separación del cargo.
Al igual que en el caso federal, en que la LOPJF dispone un conjunto de conductas constitutivas
de causas de responsabilidad para los servidores públicos de la justicia, la LOTSJDF hace lo
propio, aunque distingue entre las faltas de los juzgadores (arts. 220, 221 y 222), de los
secretarios del ramo penal (art. 223), de los secretarios de acuerdos del ramo civil, familiar y
arrendamiento inmobiliario (las del (art. 223 y además art. 224), de los secretarios actuarios (art.
225) y de los servidores públicos de los juzgados, salas, direcciones, presidencia y demás
dependencias del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (art. 226). No se olvide que
en ambos casos también le resulta obligatoria a los juzgadores la legislación en materia de
responsabilidades administrativas de los servidores públicos, por lo que una no excluye a la otra.
Por la temática específica que se aborda en este trabajo, se transcriben las faltas administrativas
imputables a los juzgadores en la mencionada legislación del Distrito Federal.
“Art. 220. Son faltas de los jueces:
I.- No dictar, sin causa justificada, dentro del término señalado por la ley, los acuerdos
que procedan a los escritos y promociones de las
II.- No dar al secretario los puntos resolutivos ni dictar, sin causa justificada dentro del
término que señala la ley, las sentencias interlocutorias o definitivas de los negocios de
su conocimiento
III.- No concluir, sin causa justificada, dentro del término de la ley, la instrucción de los
procesos de su conocimiento
IV.- Dictar resoluciones o trámites notoriamente innecesarios, que sólo tiendan a dilatar
el procedimiento
169
V.- Admitir demandas o promociones de parte de quien no acredite su personalidad
conforme a la ley, o desechar por esa deficiencia, una y otras, de quien la hubiere
acreditado suficientemente
VI.- Admitir fianzas o contrafianzas en los casos que prescriben las leyes, de personas
que no acrediten suficientemente su solvencia y la libertad de gravámenes de lso bienes
que sirvan para ello
VII.- Actuar en los negocios en que estuvieren impedidos por las causas previstas por la
ley
VIII.- Hacer declaración de rebeldía en perjuicio de alguna de las partes, sin que las
notificaciones o citaciones anteriores hayan sido hechas en forma legal o antes del
término previsto por la ley
IX.- No recibir las pruebas ofrecidas por las partes en el juicio, cuando reúnan los
requisitos establecidos en la ley
X.- Hacer uso, en perjuicio de las partes, de los medios de apremio sin causa justificada
XI.- No presidir las audiencias de recepción de pruebas, las juntas y demás diligencias
para las que la ley determine su intervención
XII.- Señalar, para la celebración de las vistas o audiencias, injustificadamente una
fecha lejana
XIII.- Decretar un embargo o ampliación de él, sin que se reúnan los requisitos de ley, o
negar la reducción o levantamiento del mismo, cuando se prueben en autos, de manera
fehaciente, que procede una u otra
XIV.- No concurrir, sin causa justificada, al desempeño de sus labores oficiales, durante
todas las horas reglamentarias
XV.- Alterar el orden de las listas al hacer el nombramiento de auxiliares de la
administración de justicia
XVI.- Dedicar a los servidores públicos de la administración de justicia de su
dependencia, al desempeño de labores extrañas o ajenas a las funciones oficiales
XVII.- No entregar las copias certificadas o simples que le soliciten las partes o
cualquiera facultado para ello, en un término de cinco días hábiles a partir de la fecha
de solicitud
170
XVIII.- Dejar de aplicar una ley, desacatando una disposición que establece
expresamente su aplicación
XIX.- Mostrar notoria ineptitud, negligencia o descuido en el desempeño de las funciones
o labores que deba realizar, y
XX.- No practicar las diligencias encomendadas por el Poder Judicial Federal, sin causa
justificada. Lo anterior, sin perjuicio de las sanciones que pudieran imponer tales
autoridades en términos de los ordenamientos legales aplicables. ”
“En el caso de las fracciones IV, V, VI, VIII, IX y XIII será requisito de procedibilidad
que la resolución de que se trate haya sido revocada”
“Art. 221. Se considerarán como faltas de los Presidentes de las Salas que tienen ese
carácter, conforme a las fracciones I, II, IV, V, VI, VII, VIII, IX, XII, XIV y XV a la XX del
artículo anterior y además las siguientes
I.- Faltar a las sesiones del Pleno sin causa justificada
II.- Desintegrar sin motivo justificado el quórum en los plenos, vistas o audiencias, una
vez comenzadas, o
III.- Intervenir de cualquier forma en el nombramiento del personal de los Juzgados
“Art. 222. Si la falta se cometiere por alguna Sala del Tribunal Superior de Justicia del
Distrito Federal, por no dictar resoluciones dentro del término legal, sólo será
responsable el Magistrado ponente cuando no presentare oportunamente le proyecto
respectivo a la consideración de los demás magistrados, y éstos últimos serán
responsables si, habiéndose presentado la ponencia correspondiente, no concurrieren a
la discusión del negocio o no lo votan dentro del mismo plazo legal, o cuando, según el
caso, no emita voto particular razonado”
Como se verá cuando se analice la responsabilidad penal de los juzgadores, algunas faltas
administrativas señaladas en las legislaciones Federal y del Distrito Federal en materia de
responsabilidad administrativa constituyen también la comisión de delitos, con el consiguiente
171
dilema del principio de non bis in ídem.159 No obstante, téngase en cuenta que, por disposición
constitucional expresa, los distintos procedimientos de responsabilidad de los servidores públicos
no se excluyen entre sí, lo que en la práctica provoca amplios márgenes de subjetividad en la
actuación de los órganos de disciplina y control al elegir el procedimiento de cada caso en
particular, como se corrobora con el siguiente precedente jurisprudencial, observable por
identidad jurídica substancial:
“ADMINISTRACION DE JUSTICIA, DELITOS CONTRA LA. NO SE EXCLUYEN
POR LAS CORRECCIONES DISCIPLINARIAS IMPUESTAS AL INFRACTOR.
Las correcciones disciplinarias impuestas por los jueces o magistrados a sus
subordinados, son sanciones de índole administrativa a que se hacen acreedores por las
faltas que realicen en el ejercicio de sus funciones, por lo que no excluyen la
configuración de los delitos contra la administración de justicia que cometan los mismos
servidores públicos, sin que ello entrañe una violación al artículo 23 constitucional, pues
lo que prohíbe es que alguien sea juzgado dos veces por el mismo delito.”160
3. Responsabilidad política (Juicio Político).
Podrán ser sujetos de juicio político los senadores y diputados al Congreso de la Unión, los
ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los consejeros de la Judicatura Federal,
los secretarios de despacho, los jefes de departamento administrativo, los diputados a la
Asamblea del Distrito Federal, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, el procurador general de
la República, el procurador general de justicia del Distrito Federal, los magistrados de Circuito y
jueces de Distrito, los magistrados y jueces del fuero común del Distrito Federal, los consejeros
de la Judicatura del Distrito Federal, el consejero presidente, los consejeros electorales, y el
secretario ejecutivo del Instituto Federal Electoral, los magistrados del Tribunal Electoral, los
directores generales y sus equivalentes de los organismos descentralizados, empresas de
159
Sobre este particular, cfr. Cárdenas Rioseco, Raúl FR. La acumulación de sanciones penales y administrativas
viola el principio non bis in ídem. Revista El Foro, décimo tercera época, tomo XVII, número 2, segundo semestre
de 2004, Barra Mexicana, Colegio de Abogados, México, 2004.
160
Ius 2005: Registro 214,287, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Semanario Judicial de la Federación, Tomo XII, Noviembre de 1993, p. 286
172
participación estatal mayoritaria, sociedades y asociaciones asimiladas a éstas y fideicomisos
públicos.
Los servidores públicos antes señalados serán sujetos de juicio político cuando en el ejercicio de
sus funciones incurran en actos u omisiones que redunden en perjuicio de los intereses
fundamentales o de su buen despacho. A este respecto, el art. 7º de la Ley Federal de
Responsabilidades de los Servidores Públicos (LFRSP) señala cuáles son las conductas que
redundan en perjuicio de los intereses fundamentales o de su buen despacho, en el entendido de
que en ningún caso, por así señalarlo expresamente la CPEUM y la LFRSP, procede el juicio
político por la mera expresión de ideas:
“Artículo 7º.- Redundan en perjuicio de los intereses públicos fundamentales y de su
buen despacho:
I.- El ataque a las instituciones democráticas;
II.- El ataque a la forma de gobierno republicano, representativo, federal;
III.- Las violaciones graves y sistemáticas a las garantías individuales o sociales;
IV.- El ataque a la libertad de sufragio;
V.- La usurpación de atribuciones;
VI.- Cualquier infracción a la Constitución o a las leyes federales cuando cause
perjuicios graves a la Federación, a uno o varios Estados de la misma o de la sociedad,
o motive algún trastorno en el funcionamiento normal de las instituciones;
VII.- Las omisiones de carácter grave, en los términos de la fracción anterior; y
VIII.- Las violaciones sistemáticas o graves a los planes, programas y presupuestos de la
Administración Pública Federal o del Distrito Federal y a las leyes que determinan el
manejo de los recursos económicos federales y del Distrito Federal.
No procede el juicio político por la mera expresión de ideas.
El Congreso de la Unión valorará la existencia y gravedad de los actos u omisiones a
que se refiere este artículo.
Cuando aquellos tengan carácter delictuoso se formulará la declaración de procedencia
a la que alude la presente ley y se estará a lo dispuesto por la legislación penal.”
173
Por su parte, los gobernadores de los Estados, diputados locales, magistrados de los tribunales
superiores de justicia locales y, en su caso los miembros de los consejos de las judicaturas
locales, sólo podrán ser sujetos de juicio político por violaciones graves a la Constitución
Federal y a las leyes federales que de ella emanen, así como por el manejo indebido de fondos y
recursos federales. La resolución será únicamente declarativa y se comunicará a las legislaturas
locales para que, en ejercicio de sus atribuciones, procedan como corresponda.
En cualquier hipótesis de juicio político, las sanciones consistirán en la destitución del servidor
público y en su inhabilitación para desempeñar funciones, empleos, cargos o comisiones de
cualquier naturaleza en el servicio público.
Para la aplicación de las sanciones del juicio político, la Cámara de Diputados procederá a la
acusación respectiva ante la Cámara de Senadores, previa declaración de la mayoría absoluta del
número de los miembros presentes en sesión de aquella, después de haber substanciado el
procedimiento respectivo y con audiencia del inculpado.
Conociendo de la acusación, la Cámara de Senadores, erigida en jurado de sentencia, aplicará la
sanción correspondiente mediante resolución de las dos terceras partes de los miembros
presentes en sesión, una vez practicadas las diligencias correspondientes y con audiencia del
acusado.
Las declaraciones y resoluciones de las Cámaras de Diputados y Senadores son inatacables.
El procedimiento de juicio político sólo podría iniciarse durante el periodo en el que el servidor
público desempeñe su cargo y dentro de un año después. Las sanciones correspondientes se
aplicarán en un periodo no mayor de un año a partir de iniciado el procedimiento.
Cabe señalar que el art. Segundo Transitorio de la Ley Federal de Responsabilidades
Administrativas de los Servidores Públicos (LFRASP) deroga los títulos primero, por lo que se
refiere a la materia de responsabilidades administrativas, tercero y cuarto de la LFRSP,
únicamente por lo que respecta al ámbito federal. Asimismo, dispone que las normas de la
174
LFRSP seguirán aplicándose en dicha materia a los servidores públicos de los órganos ejecutivo,
legislativo y judicial de carácter local del Distrito Federal. Por tanto, el título segundo de la
LFRSP, que reglamenta los sujetos, causas, procedimientos y sanciones del juicio político,
continúa vigente.
4. Responsabilidad Civil.
Es escueta y desordenada la forma en que la CPEUM establece el fundamento de la
responsabilidad civil de los servidores públicos. No obstante, lo hace en la siguiente forma:
Instituye que, en las demandas del orden civil que se entablen contra cualquier servidor público
no se requerirá declaración de procedencia. En consecuencia, todos los servidores públicos, sin
excepción, incluyendo al presidente de la República, son civilmente responsables en los términos
de la legislación aplicable, sin que exista fuero, inviolabilidad o protección alguna que los
distinga del resto de los ciudadanos.
En otra parte, adicionada mediante Decreto publicado en el DOF de fecha 14 de junio de 2002
pero de reciente entrada en vigor, dispone que la responsabilidad de Estado por los daños y
perjuicios que, con motivo de su actividad administrativa irregular cause en los bienes o
derechos de los particulares, será objetiva y directa y que los particulares tendrán derecho a una
indemnización conforme a las bases, límites y procedimientos que establezcan las leyes.
En reglamentación de lo anterior, la Ley Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado
(LFRPE), que entró en vigor el 1º de enero de 2005, fija las bases y procedimientos para
reconocer el derecho a la indemnización a quienes, sin obligación jurídica de soportarlo, sufran
daños en cualquiera de sus bienes y derechos como consecuencia de la actividad administrativa
irregular del Estado; responsabilidad extracontractual objetiva y directa.
Se reputa actividad administrativa irregular, para efectos de la señalada legislación, aquella que
cause daño a los bienes y derechos de los particulares que no tengan la obligación jurídica de
soportar, en virtud de no existir fundamento legal o causa jurídica de justificación para legitimar
175
el daño de que se trate. Y son sujetos de esa ley los poderes judicial, legislativo y ejecutivo de la
federación,
organismos
constitucionales
autónomos,
dependencias,
entidades
de
la
administración pública federal, la Procuraduría General de la República, los tribunales federales
administrativos y cualquier otro ente público de carácter federal.
Vale señalar que no existe obligación de indemnizar cuando se trate de casos fortuitos y de
fuerza mayor, los daños y perjuicios que no sean consecuencia de actividad administrativa
irregular del estado, así como aquellos que se deriven de hechos o circunstancias que no se
hubieran podido prever o evitar según el estado de los conocimientos de la ciencia o de la técnica
existentes en el momento de su acaecimiento y en aquellos casos en los que el solicitante de la
indemnización sea el único causante del daño.
En todo caso, los daños y perjuicios materiales que constituyan la lesión patrimonial reclamada,
incluidos los personales y morales, habrán de ser reales, evaluables en dinero, directamente
relacionados con una o varias personas y desiguales a los que pudieran afectar al común de la
población, y las indemnizaciones corresponderán a la reparación integral del daño y, en su caso,
por el daño personal y moral.
En complemento a lo anterior, en materia administrativa, la Ley Federal de Procedimiento
Contencioso Administrativo (LFPCA) dispone, en su art. 6º, que la autoridad administrativa
demandada deberá indemnizar al particular afectado por el importe de los daños y perjuicios
causados, cuando la unidad administrativa de dicho órgano cometa falta grave al dictar la
resolución impugnada y no se allane al contestar la demanda en el concepto de impugnación de
que se trata. Habrá falta grave cuando:
a) se anule por ausencia de fundamentación o de motivación, en cuanto al fondo o a la
consecuencia;
b) sea contraria a una jurisprudencia de la SCJN en materia de legalidad. Si la jurisprudencia se
publica con posterioridad a la contestación no hay falta grave; o
176
c) se anule cuando la resolución administrativa dictada en ejercicio de facultades discrecionales
no corresponda a los fines para los cuales la ley confiera dichas facultades.
El sistema jurídico nacional no establece una responsabilidad civil autónoma de los juzgadores
por los daños y perjuicios que causen en el desempeño de sus funciones, ni por culpa, dolo,
negligencia, ignorancia inexcusable o incluso por la comisión de delitos, por lo que debe estarse
a las previsiones generales contenidas en el art. 113, último párrafo, de la CPEUM y a la Ley
Federal de Responsabilidad Patrimonial del Estado.
En todo caso, la responsabilidad civil exigible al poder judicial no puede tener su origen en la
actividad de interpretación de las normas jurídicas ni en la valoración del hecho o de las pruebas,
tal y como ocurre con la responsabilidad administrativa.
En los supuestos de responsabilidad civil que tuvieran encaje en una infracción penal, la
exigencia de responsabilidad civil carecería de significación autónoma y en realidad su exacción
vendría derivada de la estimación de la penal. De ahí que la responsabilidad civil no derivada del
delito juega un papel subsidiario respecto a la responsabilidad penal.
No es fácil en la práctica imaginar supuestos de responsabilidad civil que no tengan previamente
cabida en algún tipo penal, cuando se trata del juzgador. Por ello, en la mayoría de los casos, la
obligación del poder judicial de indemnizar por los daños y perjuicios ocasionados al ciudadano
puede derivar de la previa existencia de una responsabilidad penal o de otro tipo. Hasta la fecha,
no se conocen casos de efectiva tutela de la responsabilidad civil de los juzgadores, aunque, al
menos, se cuenta con una legislación que hasta hace poco tiempo no existía.
5. Responsabilidad Constitucional.
En seguimiento de la posición de Sergio Márquez Rábago,161 se afirma la existencia de un tipo
de responsabilidad, de naturaleza constitucional, por incumplimiento de sentencias de amparo,
cuyo fundamento se encuentra en el art. 107 f. XVI de la CPEUM, del siguiente tenor literal:
161
Evolución constitucional mexicana. Ed. Porrúa, México, p. 356
177
“Art. 107. Todas las controversias de que habla el artículo 103 se sujetarán a los
procedimientos y formas del orden jurídico que determine la ley, de acuerdo a las bases
siguientes:
……………………..
XVI. Si concedido el amparo la autoridad responsable insistiere en la repetición del acto
reclamado o tratare de eludir la sentencia de la autoridad federal, y la Suprema Corte de
Justicia estima que es inexcusable el incumplimiento, dicha autoridad será
inmediatamente separada de su cargo y consignada al Juez de Distrito que corresponda.
Si fuera excusable, previa declaración de incumplimiento o repetición, la Suprema Corte
requerirá a la responsable y le otorgará un plazo prudente para que ejecute la sentencia.
Si la autoridad no ejecuta la sentencia en el término concedido, la Suprema Corte de
Justicia procederá en los términos primeramente señalados.”
Esta responsabilidad se distingue claramente de las demás: de la civil, porque no se deriva de una
obligación indemnizatoria ni de la aplicación de normas de tal carácter; de la penal, pues, aunque
existe una consecuencia de naturaleza penal, antes se da la separación del encargo, lo que en sí,
como acto de privación, ya resulta una sanción de carácter constitucional; de la responsabilidad
administrativa, pues la SCJN no es superior jerárquico del servidor a sancionar; y tampoco es
responsabilidad política puesto que no es un ataque a las instituciones fundamentales del Estado
y su buen despacho, ni se acusa con fundamento en el Art. 7 de la LFRSP.
La jurisprudencia de la SCJN se ha ocupado del tema y emitido tesis significativas:
“INEJECUCIÓN DE SENTENCIA. SI EL PLENO DE LA SUPREMA CORTE DE
JUSTICIA DE LA NACIÓN CONSIDERA QUE UNA AUTORIDAD INCURRIÓ EN
ELLA Y DECIDE SEPARARLA DE SU CARGO, DEBE CONSIGNARLA
DIRECTAMENTE ANTE EL JUEZ DE DISTRITO QUE CORRESPONDA. Aun
cuando de conformidad con lo establecido por los artículos 21 y 102 de la Constitución
la regla general en materia de persecución de delitos del orden federal incumbe al
Ministerio Público de la Federación, en los casos en que una autoridad insistiere en la
178
repetición del acto reclamado en un juicio de amparo o tratare de eludir el cumplimiento
de la sentencia, será el Pleno de la Suprema Corte, una vez que resuelve separarla
inmediatamente de su cargo, quién deberá consignarla directamente al juez de Distrito
que corresponda para que la juzgue por la desobediencia cometida, la que será
sancionada en los términos que el Código Penal en materia federal señala para el delito
de abuso de autoridad. La razón radica en que en esa hipótesis, la fracción XVI del
artículo 107 de la Constitución establece una situación de excepción al señalar
claramente que además de la separación inmediata del cargo de la autoridad contumaz
será “consignada ante el juez de Distrito que corresponda”. Al respecto debe aplicarse
el artículo 208 de la Ley de Amparo y no el segundo párrafo del 108 en el que se
determina, en relación al mismo supuesto, que se hará la consignación al Ministerio
Público para el ejercicio de la acción penal correspondiente, pues ante dos disposiciones
contradictorias en el mismo cuerpo legal, debe atenderse a la que reproduce la
disposición constitucional y no a la que se le opone, tomando en cuenta, por un lado, el
principio de interpretación de que debe preferirse al norma específica frente a la general
y, por otro, que si el Pleno del más Alto Tribunal de la República llega a la conclusión de
que una autoridad incurrió en desacato a una sentencia de amparo y decide separarla de
su cargo no puede condicionar su obligación de consignarla penalmente ante el juez de
Distrito que corresponda que le impone la Constitución a la determinación del
Ministerio Público, el que, por otra parte, debe tener dentro del proceso respectivo la
participación que legalmente le corresponde. El hecho de que un servidor público se
separe del cargo para evitar la presión sobre el cumplimiento de la sentencia de amparo,
no hace que evite su responsabilidad.”162
“INEJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE AMPARO. SI UN SERVIDOR PÚBLICO,
COMO AUTORIDAD RESPONSABLE INCURRE EN DESACATO DURANTE EL
DESEMPEÑO DE SU CARGO, DEBE CONSIGNÁRSELE ANTE EL JUEZ DE
DISTRITO
QUE
CORRESPODNA,
AUNQUE
HAYA
DEJADO
DE
DESEMPEÑARLO. Del análisis relacionado de la fracción XVI del artículo 107 de la
162
Ius 2005. Registro 205819, Octava Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación VII, marzo de 1991, p. 7.
Tesis P. XI/91, materia común.
179
Constitución, así como de los artículos 104 a 113 de la Ley de Amparo, que integran el
capítulo XII “De la ejecución de sentencias”, del título primero del libro primero, se
desprende que tanto el Poder Constituyente como el Poder Reformador y el legislador
ordinario han considerado que las sentencias de amparo deben cumplirse con exactitud y
rapidez. Las distintas tesis de jurisprudencia y aisladas que al respecto ha sustentado la
Suprema Corte de Justicia corroboran plenamente esta apreciación. Ello explica que
cuando una autoridad, cualquiera que sea, no cumple con una sentencia de amparo
proceda separarla de su cargo y consignarla ante el Juez de Distrito que corresponda, a
fin de que, en su caso, sea procesada y sentenciada. Todo ello significa que incurre en la
conducta que motiva esas medidas y que puede ser constitutiva de delito, la persona que
teniendo calidad de autoridad responsable en un juicio de amparo, o estando obligada a
cumplir con una sentencia que concede la protección constitucional no lo hace dentro de
las veinticuatro horas que previene el artículo 105 de la Ley de Amparo, como regla
general o dentro del tiempo prudente que la naturaleza especial del acto amerite. Por
tanto, si quien se encuentra en ese supuesto deja de desempeñar el cargo, no desaparece
la responsabilidad en que incurrió durante el desempeño del mismo. Es obvio que de
admitir lo contrario sería fácilmente burlado el riguroso sistema que la Constitución y la
Ley de Amparo establecen para salvaguardar la eficacia de las sentencias de amparo,
pues bastaría que se cambiara de puesto al funcionario que incurrió en desacato para
que su conducta cayera en la impunidad; y lo más grave sería que, de admitir este
sistema como lícito, se podría prorrogar indefinidamente el incumplimiento de las
sentencias de amparo. Además, como las responsabilidades que se siguen del desacato
son de carácter personal e incluso pueden dar lugar a una consignación penal, es
imprescindible que la nueva autoridad comparezca al juicio de amparo que se encuentre
en etapa de ejecución de sentencia y que ello esté probado fehacientemente, lo que
exigirá, por regla general, que se le deba requerir el referido cumplimiento, con lo que el
principio establecido en el artículo 105 citado, se rebasaría en exceso, o, lo que es más
grave, daría lugar a que nunca se cumpliera la sentencia y nunca se pudiera proceder
contra alguna autoridad responsable. por las consideraciones anteriores debe
establecerse categóricamente que si un funcionario público incurrió en desacato, debe
180
consignársele ante el Juez de Distrito que corresponda, aunque ya no ocupe el cargo que
desempeñó.”163
“APLICACIÓN EXACTA DE LA LEY PENAL, GARANTÍA DE LA, EN RELACIÓN
AL DELITO DE VIOLACIÓN A LA SUSPENSIÓN. El artículo 206 de la Ley de
Amparo, al establecer el tipo del delito de desobediencia al auto de suspensión
debidamente notificado y hacer la remisión, para efectos de sanción, al de abuso de
autoridad previsto por el artículo 215 del Código Penal Federal, no es violatorio de la
garantía de exacta aplicación de la ley en materia penal, ya que los principios nullum
crimen sine lege y nulla poena sine lege, en que descansa dicha garantía, se refieren a
que un hecho que no esté tipificado en la ley como delito, no puede conducir a la
imposición de una pena, porque a todo hecho relacionado en la ley como delito debe
preverse expresamente la pena que le corresponda, en caso de su comisión. Tales
principios son respetados en los preceptos mencionados, al describir, el primero de ellos,
el tipo penal respectivo, y el segundo, en los párrafos penúltimo y último, la sanción que
ha de aplicarse a quien realice la conducta tipificada. Así, la imposición por analogía de
una pena, que implica también por analogía la aplicación de una norma que contiene
una determinada sanción, a un caso que no está expresamente castigado por ésta, que es
lo que proscribe el párrafo tercero del artículo 14 constitucional, no se surte en las
normas impugnadas.”164
6. Responsabilidad Penal.
Con mayor amplitud con respecto a las previsiones sobre responsabilidad administrativa y juicio
político, en materia de responsabilidad penal, la CPEUM establece que la comisión de delitos por
parte de cualquier servidor público será perseguida y sancionada en los términos de la legislación
penal, y que las leyes determinarán los casos y las circunstancias en los que se deba sancionar
finalmente por causa de enriquecimiento ilícito a los servidores públicos que durante el tiempo
163
Ius 2005. Registro 90903, Novena Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta XII,
noviembre de 2000, p. 6, Tesis P. LXXIV/2000 materia común.
164
Ius 2005. Registro 197,255, Jurisprudencia, Materia Penal, Constitucional, Novena Época, Primera Sala,
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VI, diciembre de 1997, Tesis: 1ª/J.46/97, p. 217.
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de su encargo, o por motivos del mismo, por sí o por interpósita persona, aumenten
substancialmente su patrimonio, adquieran bienes o se conduzcan como dueños sobre ellos, cuya
procedencia lícita no pudiesen justificar; casos en los que las leyes penales sancionarán con el
decomiso y con la privación de la propiedad de dichos bienes además de las otras penas que
correspondan.
No obstante, el sistema de responsabilidad penal obliga a distinguir tres supuestos: la que se
aplica al presidente de la República, la que se aplica a los servidores públicos con fuero y la que
se aplica a los servidores públicos sin fuero.
En lo que respecta al presidente de la República, la Constitución establece, en sus arts. 108 y 111
que, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por los de traición a la patria y
delitos graves del orden común; y que, en estos casos, será acusado ante la Cámara de Senadores,
la que resolverá con base en la legislación penal aplicable. Desde luego que nada impide que el
presidente sea juzgado penalmente tan pronto concluya su mandato, en el entendido de que, sólo
a partir de entonces comienzan a correr los plazos de prescripción, según resolvió recientemente
la SCJN.165
Por cuanto a los servidores públicos que no gozan de fuero constitucional, no existe ninguna
condición especial que los distinga con respecto a cualquier persona en la persecución de los
delitos que pudieren cometer. No obstante, tratándose de juzgadores, como se verá adelante, las
legislaciones orgánicas federal y del Distrito Federal señalan que ningún juzgador podrá ser
aprehendido si antes no lo autoriza el respectivo Consejo de la Judicatura, lo que en la práctica
implica una especie de fuero para ellos, más no para los demás servidores de la justicia.
Finalmente, en lo que hace a los servidores públicos con fuero constitucional, debe señalarse que
para proceder penalmente contra los diputados y senadores al Congreso de la Unión, los
ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los magistrados de la Sala Superior del
Tribunal Electoral, los consejeros de la Judicatura Federal, los secretarios de despacho, los
jefes de Departamento Administrativo, los diputados a la Asamblea del Distrito Federal, el
165
cfr. Valdés S., Clemente. La prescripción de los delitos de los gobernantes. Ediciones Coyoacán, México, 2003.
182
Procurador General de la República, el Procurador General de Justicia del Distrito Federal, el
Consejero Presidente y los Consejeros Electorales del Consejo General del Instituto Federal
Electoral, por la comisión de delitos durante el tiempo de su encargo, la Cámara de Diputados
declarará por mayoría absoluta de sus miembros presentes en sesión, si ha o no lugar a proceder
contra el inculpado.
Si la resolución de la Cámara fuese negativa, se suspenderá todo procedimiento ulterior, pero
ello no será obstáculo para que la imputación por la comisión del delito continúe su curso cuando
el inculpado haya concluido el ejercicio de su encargo, pues la misma no prejuzga los
fundamentos de la imputación.
Si la Cámara declara que ha lugar a proceder, el sujeto quedará a disposición de las autoridades
competentes para que actúen con arreglo a la ley.
Para proceder penalmente por delitos federales contra los gobernadores de los Estados, diputados
locales, magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia de los Estados y, en su caso, los
miembros de los Consejos de las Judicaturas Locales, se seguirá el procedimiento ya señalado,
pero en este caso la declaración de procedencia será para el efecto de que se comunique a las
legislaturas locales para que en ejercicio de sus atribuciones procedan como corresponda.
El efecto de la declaración de procedencia será separarlo de su encargo en tanto esté sujeto a
proceso penal. Si éste culmina en sentencia absolutoria el inculpado podrá reasumir su función.
Si la sentencia fuese condenatoria y se trata de un delito cometido durante el ejercicio de su
encargo, no se concederá al reo la gracia del indulto.
Las sanciones penales se aplicarán de acuerdo con lo dispuesto en la legislación penal; y
tratándose de delitos por cuya comisión el autor obtenga un beneficio económico o cause daños o
perjuicios patrimoniales, deberán graduarse de acuerdo con el lucro obtenido y con la necesidad
de satisfacer los daños y perjuicios causados por su conducta ilícita, aunque si se trata de
sanciones económicas, éstas no podrán exceder de tres tantos de los beneficios obtenidos o de los
daños y perjuicios causados.
183
No se requerirá declaración de procedencia de la Cámara de Diputados cuando alguno de los
servidores públicos sujetos de este sistema cometa un delito durante el tiempo en que se
encuentre separado de su cargo, pero sí en caso de que el servidor público haya vuelto a
desempeñar sus funciones o nombrado o electo para desempeñar otro cargo distinto de los
enumerados.
Vale mencionar, como ya se dijo, que las legislaciones orgánicas federal y del Distrito Federal
establecen una especie de fuero a favor de los juzgadores, que condiciona su detención. De esta
forma, la LOPJF, en su art. 81, confiere atribuciones al Consejo de la Judicatura Federal para:
“FR. X.- Suspender en sus cargos a los magistrados de circuito y jueces de distrito a
solicitud de la autoridad judicial que conozca del procedimiento penal que se siga en su
contra. En estos casos, la resolución que se dicte deberá comunicarse a la autoridad que
la hubiere solicitado.
“La suspensión de los magistrados de circuito y jueces de distrito por parte del Consejo
de la Judicatura Federal, constituye un requisito previo indispensable para su
aprehensión y enjuiciamiento. Si llegare a ordenarse o a efectuarse alguna detención en
desacato a lo previsto en este precepto, se procederá en términos de la fracción XIX del
artículo 225 del Código Penal. El Consejo de la Judicatura Federal determinará si el
juez o magistrado debe continuar percibiendo una remuneración y, en su caso, el monto
de ella durante el tiempo en que se encuentre suspendido.”
“FR. XI.- Suspender en sus funciones a los magistrados de circuito y jueces de distrito
que aparecieren involucrados en la comisión de un delito, y formular denuncia o querella
contra ellos en los casos en que proceda.”
Por su parte, en el Distrito Federal, la LOTSJDF dispone lo siguiente:
“Art. 32.- Son facultades del Tribunal Superior del Distrito Federal en Pleno:
……
184
“XVII. Revisar el cumplimiento de los requisitos que exige el artículo 16 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la resolución que dicte el
Juez de la causa, mediante la que determine la procedencia de la orden de aprehensión o
comparecencia, cuando se hubiere ejercitado acción penal en contra de un Magistrado,
Consejero o Juez en el desempeño de su cargo o con motivo de éste. De resultar
procedente se asentará mediante acuerdo y éste se comunicará al Consejo de la
Judicatura del Distrito Federal, por conducto de su Presidente, para que proceda en
términos de la fracción VII, del artículo 201 de esta ley.”
“Art. 201. Son facultades del Consejo de la Judicatura del Distrito Federal, las
siguientes:
………
“VII. Ordenar, previa comunicación del Pleno del Tribunal Superior de Justicia del
Distrito Federal, la suspensión de su cargo del Magistrado, Consejero o Juez de quien se
haya dictado acuerdo respecto a la procedencia de la orden de aprehensión o
comparecencia en su contra durante el tiempo que dure el proceso que se le instaure, así
como su puesta a disposición del juez que conozca del asunto.
“El Consejo podrá adoptar las medidas cautelares que correspondan para evitar que el
inculpado se sustraiga a la acción de la justicia y, en su caso, ejecutará la destitución e
inhabilitación que se imponga.
“La detención que se practique en contravención a este precepto y sus correlativos, será
sancionada en los términos que prevenga el Código Penal aplicable.”
La responsabilidad por delitos cometidos durante el tiempo del encargo por cualquier servidor
público, será exigible de acuerdo con los plazos de prescripción consignados en la ley penal, que
nunca serán inferiores a tres años. No obstante, estos plazos se interrumpen en tanto el servidor
público desempeñe alguno de los cargos protegidos por la declaración de procedencia (fuero
constitucional).
En el marco constitucional y legal de la actividad judicial hasta aquí expuesto, los delitos
imputables a los juzgadores por el ejercicio de tal función, se configuran, en mi opinión, para
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exigirles responsabilidad penal cuando administran justicia de manera dependiente o parcial, es
decir, arbitrariamente y sin someterse únicamente al ordenamiento jurídico. Por ende, la
exigencia de esta responsabilidad es a la vez el mecanismo que tienen los ciudadanos para
protegerse de los abusos del poder judicial, que tiene como función la de tutelar los derechos e
intereses legítimos de los ciudadanos. Las garantías de independencia e imparcialidad están
construidas a favor de los ciudadanos y no de los juzgadores.
Esta dimensión de la responsabilidad penal tiene que vencer, sin embargo, una larga trayectoria
de escasa exigencia de la misma.
El control de los jueces por el ejecutivo con criterios políticos y disciplinarios que ha existido
históricamente supuso al mismo tiempo una escasa responsabilidad frente a los destinatarios de
la justicia, ante los que sí se hacía valer la independencia para impedir o dificultar el control. La
concepción funcionaria del juzgador que predominaba le hacía compartir con el resto de los
servidores públicos una situación privilegiada de cuasi inmunidad penal por la ilegalidad de sus
actos, como lo demuestra la muy escasa instauración de procesos jurisdiccionales contra
juzgadores. En cambio, la construcción del derecho penal aplicable a éstos ha servido como
medida de control del poder judicial sobre el poder ejecutivo, como se refirió anteriormente, y un
método efectivo de injerencia, en perjuicio de la independencia e imparcialidad.
En consecuencia, a pesar de que desde el principio de nuestra codificación penal se han
contemplado delitos que pueden cometer los juzgadores, siempre ha existido la consciencia de la
práctica imposibilidad de exigir responsabilidad por dicha conducta, especialmente en materia
federal; además, ha existido siempre una especie de pudor al mencionar la exigencia de
responsabilidad criminal a los juzgadores en el ejercicio de su función.
La exigencia de responsabilidad penal al juzgador no debe suponer una intromisión en la
independencia judicial ni una desacreditación del prestigio o autoridad del juez, sino una
institución destinada a sancionar los supuestos de grave vulneración de ese deber de vinculación
exclusiva a la ley, en cuanto ello supone una lesión para el estado de derecho, pero siempre en la
186
medida en que los tipos y los procedimientos penales aplicables sean congruentes con los
principios fundamentales del derecho penal analizados en el capítulo I.
7. Delitos contra la administración de justicia
En nuestra historia jurídica166 pueden encontrarse precedentes de sanción penal por delitos
cometidos por servidores públicos. Estos delitos no aparecen sistematizados, sino dispersos y
mezclados con otros delitos. Así, siguiendo el análisis que María Inmaculada Ramos Tapia167
hace de la responsabilidad penal del juez en el derecho castellano histórico, se pone de
manifiesto que en sus orígenes estos delitos están orientados a sancionar la deslealtad al “señor”,
lo que se subraya en la época medieval en que surge una organización funcionarial en la que el
rey es el centro del reino y ejerce el gobierno absolutamente a través de sus “oficiales”. En
consecuencia, con los delitos cometidos por esos “oficiales” se quería proteger la actividad del
Estado, en cuanto se castigaba su desempeño en contra de la voluntad estatal.
La situación no cambió en la llamada edad moderna, pues en ella se produjo una personalización
absoluta del poder político en el monarca y por ende el castigo de los ataques a la función
pública estaba vinculado a las conductas que impedían el logro de los fines perseguidos por el
rey.
Como se desprende de lo anterior, en la edad media y en la edad moderna, el delito que podían
cometer los juzgadores y que consistía en “dictar una resolución injusta” no se diferenciaba de
los delitos que podían cometer el resto de los servidores públicos pues todos ellos actuaban por
encargo o delegación del rey y, más adelante, del monarca.
En los países cuya tradición jurídica ha influenciado la construcción del derecho mexicano, como
es el caso de España, los juzgadores sólo pueden cometer un delito que se denomina
“prevaricación judicial” y que consiste en dictar a sabiendas una resolución injusta. Ramos
166
167
Fuero Juzgo, Fuero Real, Las Partidas y la Novísima Recopilación.
Op. cit.
187
Tapia168 escribe que las primeras referencias de la prevaricación se encuentran en el Digesto,
título XV, libro 47, aunque referidas a la conducta del acusador en un juicio público, y en el
título XI, libro 48, en que se recogen algunas hipótesis de prevaricación aunque muy parecidas al
cohecho.
La señalada autora sigue diciendo que la conducta prevaricadora del juez se castiga por primera
vez en el Fuero Juzgo en donde se contemplan penas de azotes para el juez que juzga a sabiendas
contra la verdad, o con muerte si impuso dicha pena a un inocente. En estos casos, no se
sancionaba al juzgador por actuar contrariamente a derecho, sino por contravenir la verdad, lo
cual es congruente con el origen moderno de la jurisdicción en la que se busca la verdad por
sobre el derecho, aunque en la actualidad ocurre lo contrario.
En Las Partidas se impone al juez que juzga contra derecho a sabiendas en un asunto civil la
pena de infamia y privación del cargo, además de quedar obligado a indemnizar con sus bienes
tanto como hizo perder; y en causa criminal, se le castiga a que reciba en su cuerpo la pena que
hubiera impuesto injustamente. En esta época prevalece el derecho por sobre la verdad y se
distingue la prevaricación del cohecho y se buscaba castigar al juez por el incumplimiento del
deber asumido frente al rey de juzgar conforme a derecho, es decir, bajo el imperio único de la
ley, con imparcialidad.
En sus orígenes, el delito de prevaricación judicial se castigaba en la medida en que los
juzgadores no se ajustasen a la manera querida por el rey para la realización de las funciones,
supuesto que era el rey el que tenía poder absoluto para nombrar a todos los servidores públicos
y era juez supremo tanto en causas civiles como criminales. De allí que el castigo al juez no
respondía al respeto del derecho ni al correcto servicio a la comunidad sino al interés real en que
los jueces ejercieron sus funciones en la manera querida por el soberano para conseguir,
consolidar y mantener su gobierno.
Como se expresó, fue a partir de la Ilustración cuando se constituyeron los principios de
independencia del poder judicial, de legalidad o sujeción del juez únicamente a la ley, es decir,
168
Ídem.
188
de imparcialidad, como bases del concepto actual de la jurisdicción y del entendimiento de lo
que hoy se entiende como prevaricación judicial en que los juzgadores ya no actúan como
representantes del rey o del monarca, sino como titulares de una función pública establecida
como garantía a favor de los individuos, en las relaciones de coordinación (jurisdicción) y de
supra a subordinación (amparo) y de los órganos del Estado en sus respectivas relaciones de
supraordinación (controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad).
En México, la idea de sancionar la prevaricación judicial quedó radicada desde las primeras
leyes independentistas y se ha mantenido hasta la fecha. No solo se ha tipificado como delito el
dictar a sabiendas una resolución injusta, por contravenir la verdad y/o el derecho, sino que se
han diseñado un conjunto de hipótesis encaminadas a castigar la actividad del juzgador cuando
éste deniegue justicia o la retarde. Será motivo de análisis en el siguiente capítulo si todas las
hipótesis típicas existentes responden a los principios fundamentales del derecho penal frente a
los de la jurisdicción, analizados en los capítulos I y II, y si es necesario modificar el sistema
penal y procesal penal que rige la actividad de los juzgadores, si es que éstos deben subsistir.
De momento, es de mencionarse que las conductas típicas dirigidas a regular la actividad
jurisdiccional se encontraban comprendidas ya en el texto original del CPF,169 que se aplicaba en
toda la República en materia Federal y en el Distrito Federal en el orden común, en dos artículos:
el 225 y el 226. El primero contenía un enunciado general y 9 hipótesis típicas distintas y el
segundo, más propiamente a los juzgadores, señalaba 2 posibilidades delictivas.
En la actualidad, el conjunto de conductas típicas dirigidas a regular la actividad jurisdiccional a
que se refiere el CPF se encuentran incluidas en un solo artículo, el 225, que se encuentra
comprendido bajo el rubro “Delitos cometidos contra la administración de justicia”, capítulo I,
“delitos cometidos por los servidores públicos”, y que contiene 29 distintas hipótesis típicas
afectatorias de la administración de justicia que pueden cometer los servidores públicos que
participan en ella, entre ellos, los juzgadores.
169
Expedido por Pascual Ortíz Rubio, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, en uso de las
facultades que le fueron concedidas por decreto de 2 de enero de 1931.
189
Su texto original sólo ha sido modificado en su primer párrafo y fracs. VI y IX; adicionado en
sus fracs. X a la XXVI y modificando el art. 226, en 1984 (DOF del 13 de enero); la fr. XXVI,
en 1986 (DOF del 17 de noviembre); las fracs. IX, X, XII, XVII y XX, en 1994 (DOF del 10 de
enero); las fracs. XXVII, XXVIII y tres últimos párrafos en 1999 (DOF del 17 de mayo); y las
fracs. XXVII y XXVIII y el párrafo tercero, y para adicionar la fr. XXIX en 2006 (DOF del 6 de
junio).
El enunciado original establecía: “Se impondrá suspensión de un mes a un año, destitución o
multa de 50 a 500 pesos a los funcionarios, empleados o auxiliares de la administración de
justicia que cometan alguno de los delitos siguientes:” En seguida, establecía 9 tipos delictivos
en sendas fracciones que, salvo las VI y IX, continúan vigentes en los mismos términos.
La fr. VI del texto original sancionaba lo siguiente:
“Dictar u omitir una resolución o un acto de trámite violando algún precepto terminante
de la ley, o contrario a las actuaciones de un juicio o al veredicto de un jurado, y
siempre que se obre por motivos inmorales y no por simple error de opinión.”
A partir de 1984, dicha fracción, de suma relevancia puesto que establece, en su primer
enunciado, el delito de prevaricación judicial, dispone lo siguiente:
“Dictar, a sabiendas, una resolución de fondo o una sentencia definitiva que sean ilícitas
por violar algún precepto terminante de la ley, o ser contrarias a las actuaciones
seguidas en juicio o al veredicto de un jurado; u omitir dictar una resolución de trámite,
de fondo o una sentencia definitiva lícita, dentro de los términos dispuestos en la ley.”
La fr. IX original establecía que sería delito
“tratar en el ejercicio de su cargo con ofensa, desprecio o deshonestidad a las personas
que asistan a su tribunal u oficina.”
190
Esa fracción fue sustituida por una hipótesis distinta en la reforma de 1984.
Por su parte, el art. 226 original establecía que
“La sanción será de 2 meses a 10 años de prisión, destitución o multa de 500 a 2,000
pesos, para los que cometan alguno de los delitos siguientes: I.- Dictar una resolución de
fondo o una sentencia definitiva injustas, con violación de algún precepto terminante de
la ley o manifiestamente contraria a las constancias de autos o al veredicto de un jurado,
cuando se obre por motivos inmorales y no por simple error de opinión y se produzca
daño en al persona, el honor o los bienes de alguien o en perjuicio del interés social; y
II.- Aprovechar el poder, el empleo o el cargo para satisfacer indebidamente algún
interés propio.”
Con la reforma de 1984, los tipos penales antes aludidos quedaron incluidos, aunque con distinto
texto, en el art. 225 y por tanto, desde entonces, con una modificación en 1991, el art. 226 del
CPF consigna el delito de ejercicio indebido del propio derecho.
Como ya se expresó, la reforma de 1984 modificó las fracs. VI y IX y creó otras tantas hasta
llegar al número de XXVI. Con posterioridad, en 1986, se reformó la fr. XXVI creada en 1984,
que no tutela la administración de justicia, sino cuestiones penitenciarias.
En 1994, se modificaron las fracs. IX, X, XII, XVII, XX y se creó la XXVII. Las
modificaciones, en congruencia con la reforma constitucional de ese mismo año, quedaron
circunscritas a tutelar la actividad ministerial, salvo la que se modificó que sí se encuentra
dirigida a la actividad jurisdiccional.
Por su parte, en 1999 se modificó la fr. XXVI y se creó la fr. XXVIII y se reformó asimismo en
sus últimos párrafos, concernientes al quantum de la pena.
El 6 de junio de 2006, se reformaron las fracs. XXVII y XXVIII, así como el tercer párrafo, y se
agregó la f. XXIX del art. 225, para substituir algunos signos de puntuación a efecto de dar
191
cabida a la nueva fracción y para incluirla en la penalidad, que no fue modificada en forma
alguna.
Es así que, hasta la fecha, el CPF sanciona los delitos cometidos contra la administración de
justicia por los servidores públicos en los siguientes términos:
Artículo 225.- Son delitos contra la administración de justicia, cometidos por servidores
públicos los siguientes:
I.- Conocer de negocios para los cuales tengan impedimento legal o abstenerse de
conocer de los que les corresponda, sin tener impedimento legal para ello;
II.- Desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les
prohíba;
III.- Litigar por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su
profesión;
IV.- Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen;
V.- No cumplir una disposición que legalmente se les comunique por su superior
competente, sin causa fundada para ello;
VI.- Dictar, a sabiendas, una resolución de fondo o una sentencia definitiva que sean
ilícitas por violar algún precepto terminante de la ley, o ser contrarias a las actuaciones
seguidas en juicio o al veredicto de un jurado; u omitir dictar una resolución de tramite,
de fondo o una sentencia definitiva lícita, dentro de los términos dispuestos en la ley.
VII.- Ejecutar actos o incurrir en omisiones que produzcan un daño o concedan a
alguien una ventaja, indebidos;
VIII.- Retardar o entorpecer maliciosamente o por negligencia la administración de
justicia;
IX.- Abstenerse injustificadamente de hacer la consignación que corresponda de una
persona que se encuentre detenida a su disposición como probable responsable de algún
delito, cuando ésta sea procedente conforme a la Constitución y a las leyes de la materia,
en los casos en que la ley les imponga esa obligación; o ejercitar la acción penal cuando
no preceda denuncia, acusación o querella;
192
X.- Detener a un individuo durante la averiguación previa fuera de los casos señalados
por la ley, o retenerlo por más tiempo del señalado por el párrafo séptimo del artículo 16
constitucional;
XI.- No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si procede legalmente;
XII.- Obligar al inculpado a declarar, usando la incomunicación, intimidación o tortura;
XIII.- No tomar al inculpado su declaración preparatoria dentro de las cuarenta y ocho
horas siguientes a su consignación sin causa justificada, u ocultar el nombre del
acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito que se le atribuye;
XIV.- Prolongar la prisión preventiva por más tiempo del que como máximo fije la ley al
delito que motive el proceso;
XV.- Imponer gabelas o contribuciones en cualesquiera lugares de detención o
internamiento;
XVI.- Demorar injustificadamente el cumplimiento de las providencias judiciales, en las
que se ordene poner en libertad a un detenido;
XVII.- No dictar auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las
setenta y dos horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado
haya solicitado ampliación del plazo, caso en el cual se estará al nuevo plazo;
XVIII.- Ordenar o practicar cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados
por la ley;
XIX.- Abrir un proceso penal contra un servidor público, con fuero, sin habérselo
retirado éste previamente, conforme a lo dispuesto por la ley;
XX.- Ordenar la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de
libertad, o en casos en que no preceda denuncia, acusación o querella; o realizar la
aprehensión sin poner al detenido a disposición del juez en el término señalado por el
párrafo tercero del artículo 16 de la Constitución;
XXI.- A los encargados o empleados de lugares de reclusión o internamiento que cobren
cualquier cantidad a los internos o a sus familiares, a cambio de proporcionarles bienes
o servicios que gratuitamente brinde el Estado para otorgarles condiciones de privilegio
en el alojamiento, alimentación o régimen;
XXII.- Rematar, en favor de ellos mismos, por sí o por interpósita persona, los bienes
objeto de un remate en cuyo juicio hubieren intervenido;
193
XXIII.- Admitir o nombrar un depositario o entregar a éste los bienes secuestrados, sin el
cumplimiento de los requisitos legales correspondientes;
XXIV.- Hacer conocer al demandado, indebidamente, la providencia de embargo
decretada en su contra;
XXV.- Nombrar síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea
deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el
funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios
de interés común;
XXVI.- Permitir, fuera de los casos previstos por la ley, la salida temporal de las
personas que están recluidas;
XXVII. No ordenar la libertad de un procesado, decretando su sujeción a proceso,
cuando sea acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de
libertad o alternativa;
XXVIII. Dar a conocer a quien no tenga derecho, documentos, constancias o información
que obren en una averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la
ley o resolución de la autoridad judicial, sean confidenciales; y
XXIX. Obligar a declarar a las personas que se mencionan en el artículo 243 Bis, del
Código Federal de Procedimientos Penales170, acerca de la información obtenida con
motivo del desempeño de su actividad.
170
“Artículo 243 Bis.- No estarán obligados a declarar sobre la información que reciban, conozcan o tengan en su
poder:
I. Los abogados, consultores técnicos y los notarios, respecto de los asuntos en los cuales hubieran intervenido y
tengan información que deban reservarse para el ejercicio de su profesión;
II. Los ministros de cualquier culto, con motivo de las confesiones que hubieran recibido en ejercicio del ministerio
que presten;
III Los periodistas, respecto de los nombres o las grabaciones, registros telefónicos, apuntes, archivos documentales
y digitales y todo aquello que de manera directa o indirecta pudiera llevar a la identificación de las personas que, con
motivo del ejercicio de su actividad, les proporcionen como información de carácter reservada, en la cual sustenten
cualquier publicación o comunicado;
IV. Las personas o servidores públicos que desempeñen cualquier otro empleo, cargo oficio o profesión, en virtud
del cual la ley les reconozca el deber de guardar reserva o secreto profesional, y
V. Los médicos cirujanos o especialistas y psicólogos clínicos, respecto de la información concerniente a la salud de
sus pacientes, que conozcan con motivo de su ejercicio profesional.
En caso de que alguna o algunas de las personas comprendidas en las fracciones anteriores manifiesten su deseo de
declarar y cuenten con el consentimiento expreso de quien les confió el secreto, información o confesión, se hará
constar dicha circunstancia y se recibirá su declaración o testimonio.
La reserva de información que, por disposición de la propia ley, deben guardar los servidores públicos, se hará del
conocimiento de la autoridad que requiera la declaración o testimonio y, en todo caso, se estará a lo dispuesto en la
ley que rija las facultades del servidor público correspondiente.
194
A quien cometa los delitos previstos en las fracciones I, II, III, VII, VIII, IX, XX, XXIV,
XXV y XXVI, se les impondrá pena de prisión de tres a ocho años y de quinientos a mil
quinientos días multa.
A quien cometa los delitos previstos en las fracciones IV, V, VI, X, XI, XII, XIII, XIV, XV,
XVI, XVII, XVIII, XIX, XXI, XXII, XXIII, XXVII, XXVIII y XXIX, se les impondrá pena de
prisión de cuatro a diez años y de mil a dos mil días multa.
En todos los delitos previstos en este Capítulo, además de las penas de prisión y multa
previstas, el servidor público será destituido e inhabilitado de tres a diez años para
desempeñar otro empleo, cargo o comisión públicos.
Por su naturaleza típica (independientemente de las formas de participación), las conductas
señaladas en las fracciones IX, X, XV, XXI y XXVI están dirigidas a autoridades distintas de las
judiciales, del orden ministeriales o penitenciarias.
Las conductas previstas en las fracciones II, III, IV, VII., VIII, XI, XII, XIV, XVI, XVIII, XXIV,
XXVIII y XXIX admiten la autoría del juez o de cualquier otro servidor público tales y como el
Ministerio Público, los ejecutores, secretarios de acuerdo y otros.
Sólo las conductas señaladas en las fracciones I, VI, XIII, XVII, XIX, XX, XXII, XXIII, XXV y
XXVII requieren necesariamente la autoría de un juzgador como sujeto activo del delito,
supuesto que la acción núcleo sólo puede realizarla un juez.
En el Distrito Federal se supera la falta de técnica legislativa que prevalece en la codificación
federal. Bajo el Título Vigésimo intitulado “Delitos en contra del adecuado desarrollo de la
justicia cometidos por servidores públicos”, Capítulo I “Denegación o retardo de la justicia y
prevaricación” y Capítulo IV, “Delitos cometidos en el ámbito de la administración de justicia”,
establece cinco artículos con una serie de conductas que, por su naturaleza, requieren
Al servidor público que viole lo dispuesto en este artículo, se le aplicarán las penas a que se refiere el artículo 215
del Código Penal Federal, pero si el delito es cometido contra la administración de justicia, se le aplicarán las
penas a que se refiere el artículo 225 del mismo ordenamiento.”
195
forzosamente de la calidad específica de ser juzgador en el sujeto activo. En otros artículos se
establece lo propio para otros servidores públicos:
Artículo 290. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cien a cuatrocientos días
multa, al servidor público que:
I. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que viole algún
precepto terminante de la ley, o que sea contraria a las actuaciones legalmente
practicadas en el proceso; o
II. No cumpla con una disposición que legalmente se le comunique por un superior
competente.
Artículo 291. Se impondrán prisión de uno a cinco años y de cincuenta a doscientos
cincuenta días multa, al servidor público que:
I. Conozca de un negocio para el cual tenga impedimento legal;
II. Litigue por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su
profesión, dirija o aconseje a las personas que litiguen ante él;
III. Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe jurídicamente a alguien o le
conceda una ventaja indebida;
IV. Remate a su favor algún bien objeto de remate en cuyo juicio hubiere intervenido;
V. Admita o nombre un depositario o entregue a éste los bienes secuestrados, sin el
cumplimiento de los requisitos legales correspondientes;
VI. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada
en su contra; o
VII. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea
deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el
funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios
de interés común.
La misma sanción se impondrá a quien, como intermediario de un servidor público,
remate algún bien objeto del remate en cuyo juicio haya intervenido aquél.
196
Artículo 292. Se impondrán de uno a cinco años de prisión y de cincuenta a doscientos
cincuenta días multa, al servidor público que:
I. Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer un asunto que le corresponda por
razón de su cargo o comisión;
II. Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal, una sentencia definitiva o
cualquier otra resolución de fondo o de trámite;
III. Retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia; o
IV. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo
legal, un asunto pendiente ante él.
Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cincuenta a trescientos
días multa, al servidor público que:
I. Ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de
libertad o no preceda denuncia o querella;
II. Obligue al inculpado a declarar;
III. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados
por la ley;
IV. No tome al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de
las cuarenta y ocho horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél
voluntariamente se puso a su disposición, u oculte el nombre del acusador, la naturaleza
y causa de la imputación o el delito que se le atribuye;
V. No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las setenta y
dos horas siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya
solicitado la ampliación del plazo;
VI. Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin sentencia definitiva, por más
tiempo del que como máximo fija la Constitución;
VII. Otorgue la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos
previstos en el artículo 556 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito
Federal;
VIII. Demore injustificadamente el cumplimiento de la resolución judicial en la que se
ordena poner en libertad a un detenido; o
197
IX. Inicie un proceso penal contra un servidor público con fuero.
Artículo 300. Se impondrán de dos a ocho años de prisión y de cincuenta a trescientos
días multa, al servidor público que durante el desarrollo de un proceso utilice la
violencia contra una persona, para evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas
a la comisión de un delito.
Desde la entrada en vigor del CPDF, de los artículos antes transcritos, sólo se ha reformado el
299, en junio de 2004, para agregar la fr. VII -corriendo en su orden las posteriores-, que
originalmente no existía. El resto de las disposiciones transcritas es texto original.
Por otro lado, con fecha 7 de junio de 2006, con entrada en vigor al día siguiente, se emitió una
Ley del Secreto Profesional del Periodista en el Distrito Federal (LSPPDF) que protege el
secreto profesional de los periodistas y de las personas que, por razones profesionales, conozcan
las fuentes de información, contra los ataques que lleven a cabo las autoridades de la Ciudad,
incluida la judicial. Sus características principales son:
a) Reconoce el derecho de mantener el secreto de identidad de las fuentes que le hayan
facilitado información bajo condición de reserva (expresa o tácita) a favor de los periodistas,
los colaboradores periodísticos, y cualquier persona que haya conocido, como consecuencia
de su trabajo o relación profesional, la identidad de la fuente reservada.
b) Los alcances del secreto profesional, son los siguientes:
•
En caso de que deban declarar como testigos, pueden reservarse y/o negarse a la
revelación de sus fuentes de información. Así mismo, pueden ampliar la información
consignada en su colaboración periodística.
•
No podrán ser requeridos por ninguna autoridad para informar sobre los datos y
hechos de contexto que sean parte de la investigación periodística pero que no hayan
sido publicados.
198
•
No serán objeto de inspección ni de aseguramiento las notas, equipo, directorios,
registros y archivos que pudieran llevar a la identificación de las fuentes de
información. Los demás, sí.
•
Los titulares del derecho no serán inspeccionados en sus datos personales
relacionados con su actividad con el propósito de obtener la identificación de las
fuentes. En los demás casos, sí será posible.
c) El derecho al secreto profesional implica que se haya contrastado y/o documentado la
información. Este deber se cumplirá “en conciencia”.
d) Los periodistas tendrán libre acceso a los registros, expedientes administrativos y, en general,
a cualquier información recogida por las autoridades públicas que pueda contener datos de
relevancia pública, con los únicos límites establecidos en la legislación sobre transparencia y
acceso a la información encaminados a garantizar la intimidad de los particulares.
e) Asimismo, tendrán libre acceso a todos los actos de interés público, públicos y privados. En
todo caso, se le podrá exigir el pago normal de la entrada, en su caso.
f) Los servidores públicos que contravengan lo dispuesto en la nueva ley, serán sancionados
con pena de prisión de 1 a 6 años (delito no grave) y de 30 a 300 días multa, sin perjuicio de
las sanciones administrativas que procedan. Este delito contiene problemas graves de
legalidad, derivados de su ambigüedad y amplitud descriptiva. Es altamente probable que
pueda ser declarado inconstitucional por los tribunales federales.
De la lectura de las disposiciones antes señaladas se desprende que, en el Distrito Federal, con
mejor técnica legislativa, salvo en lo que concierne a la LSPPDF, que contiene graves problemas
de estricta legalidad en el delito que consigna, se establecen cuatro distintos delitos en que
pueden incurrir los jueces: prevaricación (art. 290 f. I del CPDF), denegación de justicia (art. 291
y 299 f. IV del CPDF), retardo en la justicia (art. 290 f. II, 292 y 299 del CPDF) y, yo lo
199
llamaría, para su precisión, abuso de autoridad judicial (arts. 299 y 300 del CPDF, y 10 de la
LSPPDF).171
Si se comparan ambas legislaciones se verá que, con todo y el desorden de la compilación
federal, ambos compendios normativos establecen, con más o menos las mismas palabras, los
tres delitos antes señalados; inclusive, el CPF señala más casos que su correlativo del Distrito
Federal, que se han incluido en el apartado de denegación de justicia aunque algunos de ellos, p.
ej. desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les prohíba,
son de difícil clasificación por su cuestionable delictividad, como se abundará en el apartado
correspondiente de este trabajo. Los siguientes cuadros comparativos así lo muestran:
PREVARICACIÓN JUDICIAL
CÓDIGO PENAL FEDERAL
Artículo
225.
Son
delitos
contra
CÓDIGO PENAL DEL D.F.
la Articulo 290. Se impondrán de dos a ocho
administración de justicia, cometidos por años de prisión y de cien a cuatrocientos días
servidores públicos los siguientes:
multa, al servidor público que:
VI.- Dictar, a sabiendas, una resolución de I. Dicte una sentencia definitiva o cualquier
fondo o una sentencia definitiva que sean otra resolución de fondo que viole algún
ilícitas por violar algún precepto terminante precepto terminante de la ley, o que sea
de la ley, o ser contrarias a las actuaciones contraria
a
las
actuaciones
legalmente
seguidas en juicio o al veredicto de un practicadas en el proceso.
jurado....
DENEGACIÓN DE JUSTICIA
CÓDIGO PENAL FEDERAL
Artículo
225.
Son
delitos
contra
CÓDIGO PENAL DEL D.F.
la Artículo 291. Se impondrán prisión de uno a
171
El CPDF llama a los delitos de los arts. 299 y 300 como “Delitos cometidos en el ámbito de la administración de
justicia”, lo que resulta ambiguo y da lugar a confusión.
200
administración de justicia, cometidos por cinco años y de cincuenta a doscientos
servidores públicos los siguientes:
cincuenta días multa, al servidor público que:
I.- Conocer de negocios para los cuales I. Conozca de un negocio para el cual tenga
tengan impedimento legal….
impedimento legal.
III.- Litigar por sí o por interpósita persona, II. Litigue por sí o por interpósita persona,
cuando la ley les prohíba el ejercicio de su cuando la ley les prohíba el ejercicio de su
profesión.
profesión, dirija o aconseje a las personas que
litiguen ante él.
IV.- Dirigir o aconsejar a las personas que
ante ellos litiguen.
VII.- Ejecutar actos o incurrir en omisiones III. Ejecute un acto o incurra en una omisión
que produzcan un daño o concedan a alguien que dañe jurídicamente a alguien o le conceda
una ventaja indebidos.
una ventaja indebida.
XXII.- Rematar, en favor de ellos mismos, IV. Remate a su favor algún bien objeto de
por sí o por interpósita persona, los bienes remate en cuyo juicio hubiere intervenido.
objeto de un remate en cuyo juicio hubieren
intervenido.
XXIII.- Admitir o nombrar un depositario o V. Admita o nombre un depositario o
entregar a éste los bienes secuestrados, sin el entregue a éste los bienes secuestrados, sin el
cumplimiento
de
los
requisitos
legales cumplimiento
correspondientes.
XXIV.-
Hacer
de
los
requisitos
legales
correspondientes.
conocer
al
demandado, Sin correlación.
indebidamente, la providencia de embargo
decretada en su contra.
201
Sin correlación.
VI. Induzca a error al demandado, con
relación
a
la
providencia
de
embargo
decretada en su contra.
XXV.- Nombrar síndico o interventor en un VII. Nombre síndico o interventor en un
concurso o quiebra, a una persona que sea concurso o quiebra, a una persona que sea
deudor, pariente o que haya sido abogado del deudor, pariente o que haya sido abogado del
fallido, o a persona que tenga con el fallido, o a persona que tenga con el
funcionario relación de parentesco, estrecha funcionario relación de parentesco, estrecha
amistad o esté ligada con él por negocios de amistad o esté ligada con él por negocios de
interés común.
interés común.
II.- Desempeñar algún otro empleo oficial o Sin correlación.
un puesto o cargo particular que la ley les
prohíba.
XXVIII. Dar a conocer a quien no tenga Sin correlación.
derecho,
documentos,
constancias
o
información que obren en una averiguación
previa o en un proceso penal y que por
disposición de la ley o resolución de la
autoridad judicial, sean confidenciales.
Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho
años de prisión y de cincuenta a trescientos
días multa, al servidor público que:
XIII …. u ocultar el nombre del acusador, la IV ….. u oculte el nombre del acusador, la
naturaleza y causa de la imputación o el delito naturaleza y causa de la imputación o el delito
que se le atribuye.
que se le atribuye.
202
RETARDO EN LA JUSTICIA
CÓDIGO PENAL FEDERAL
Artículo
225.
Son
delitos
contra
CÓDIGO PENAL DEL D.F.
la Artículo 290. Se impondrán de dos a ocho
administración de justicia, cometidos por años de prisión y de cien a cuatrocientos días
servidores públicos los siguientes:
V.-
No
cumplir
una
disposición
multa, al servidor público que:
que II. No cumpla con una disposición que
legalmente se les comunique por su superior legalmente se le comunique por un superior
competente, sin causa fundada para ello.
competente.
Artículo 292. Se impondrán de uno a cinco
años de prisión y de cincuenta a doscientos
cincuenta días multa, al servidor público que:
I.- ….. abstenerse de conocer de los que les I. Se abstenga, sin tener impedimento legal,
corresponda, sin tener impedimento legal para de conocer un asunto que le corresponda por
ello.
razón de su cargo o comisión.
VI.- … omitir dictar una resolución de II. Omita dictar deliberadamente, dentro del
tramite, de fondo o una sentencia definitiva plazo legal, una sentencia definitiva o
lícita, dentro de los términos dispuestos en la cualquier otra resolución de fondo o de
ley.
trámite.
VIII.- Retardar o entorpecer maliciosamente o III. Retarde o entorpezca indebidamente la
por negligencia la administración de justicia.
administración de justicia.
Sin correlación.
IV. Bajo cualquier pretexto, se niegue
injustificadamente a despachar, dentro del
plazo legal, un asunto pendiente ante él.
203
Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho
años de prisión y de cincuenta a trescientos
días multa, al servidor público que:
XIII.- No tomar al inculpado su declaración IV. No tome al inculpado su declaración
preparatoria dentro de las cuarenta y ocho preparatoria en audiencia pública y dentro de
horas siguientes a su consignación sin causa las cuarenta y ocho horas siguientes a su
justificada …..
consignación o al momento en que aquél
voluntariamente se puso a su disposición …
XVII.- No dictar auto de formal prisión o de V. No dicte auto de formal prisión o de
libertad de un detenido, dentro de las setenta y libertad de un detenido, dentro de las setenta y
dos horas siguientes a que lo pongan a su dos horas siguientes a que lo pongan a su
disposición, a no ser que el inculpado haya disposición, a no ser que el inculpado haya
solicitado ampliación del plazo, caso en el solicitado la ampliación del plazo.
cual se estará al nuevo plazo.
XVI.-
Demorar
injustificadamente
el VIII.
Demore
injustificadamente
el
cumplimiento de las providencias judiciales, cumplimiento de la resolución judicial en la
en las que se ordene poner en libertad a un que se ordena poner en libertad a un detenido.
detenido.
ABUSO DE AUTORIDAD JUDICIAL
CÓDIGO PENAL FEDERAL
Artículo
225.
Son
delitos
contra
CÓDIGO PENAL DEL D.F.
la Artículo 299. Se impondrán de dos a ocho
administración de justicia, cometidos por años de prisión y de cincuenta a trescientos
servidores públicos los siguientes:
días multa, al servidor público que:
204
XI.- No otorgar, cuando se solicite, la libertad Sin correlación.
caucional, si procede legalmente.
XX.- Ordenar la aprehensión de un individuo I. Ordene la aprehensión de un individuo por
por delito que no amerite pena privativa de delito que no amerite pena privativa de
libertad, o en casos en que no preceda libertad o no preceda denuncia o querella.
denuncia, acusación o querella…
XII.- Obligar al inculpado a declarar, usando II. Obligue al inculpado a declarar.
la incomunicación, intimidación o tortura.
XVIII.- Ordenar o practicar cateos o visitas III. Ordene la práctica de cateos o visitas
domiciliarias fuera de los casos autorizados domiciliarias fuera de los casos autorizados
por la ley.
por la ley.
XIV.- Prolongar la prisión preventiva por más VI. Prolongue injustificadamente la prisión
tiempo del que como máximo fije la ley al preventiva, sin sentencia definitiva, por más
delito que motive el proceso.
tiempo del que como máximo fija la
Constitución.
Sin correlación.
VII. Otorgue la libertad provisional bajo
caución cuando no se reúnan los requisitos
previstos en el artículo 556 del Código de
Procedimientos Penales para el Distrito
Federal.
XIX.- Abrir un proceso penal contra un IX. Inicie un proceso penal contra un servidor
servidor público, con fuero, sin habérselo público con fuero.
retirado éste previamente, conforme a lo
dispuesto por la ley.
205
XXVII. No ordenar la libertad de un Sin correlación.
procesado, decretando su sujeción a proceso,
cuando sea acusado por delito o modalidad
que tenga señalada pena no privativa de
libertad o alternativa.
Sin correlación.
Artículo 300. Se impondrán de dos a ocho
años de prisión y de cincuenta a trescientos
días multa, al servidor público que durante el
desarrollo de un proceso utilice la violencia
contra una persona, para evitar que ésta o un
tercero aporte pruebas relativas a la comisión
de un delito.
LEY DEL SECRETO PROFESIONAL DEL
PERIODISTA
EN
EL
DISTRITO
FEDERAL.
XXIX. Obligar a declarar a las personas que Artículo 10. Los servidores públicos que
se mencionan en el artículo 243 Bis del contravengan lo dispuesto en esta ley, serán
Código Federal de Procedimientos Penales, sancionados con pena de prisión de 1 a 6 años
acerca de la información obtenida con motivo y de 30 a 300 días multa, sin perjuicio de las
del desempeño de su actividad.
sanciones administrativas que procedan.
7.1. Disposiciones comunes:
A pesar de que soy partidario de la teoría final de la acción pues, como afirma Francisco Muñoz
Conde, no se concibe un acto de voluntad que no vaya dirigido hacia un fin, pues la realidad de
las acciones humanas es que éstas no son simple procesos causales, sino procesos causales
206
dirigidos hacia un fin,172 la legislación penal mexicana ha adoptado el sistema causalista173 de la
acción tal y como se desprende de los arts. 18 y 19 del CPDF y sus correlativos en el CPF, de los
que se deduce que la finalidad de la acción u omisión es relevante hasta el momento del análisis
de la culpabilidad y una vez afirmada la tipicidad y la antijuridicidad. Para los efectos de esta
investigación, por lo mismo, se seguirá el sistema adoptado en nuestra legislación.
Sentado lo anterior, tratándose de los delitos contra la administración de justicia que cometen los
juzgadores y con independencia del tipo de que se trate, las normas pretranscritas hacen derivar
un conjunto de principios aplicables a todos ellos, cualquiera que sea su denominación, pues les
son comunes. Dichos aspectos comunes se analizan en este apartado y son los siguientes:
7.1.1. Tipo objetivo:
7.1.1.1. Conducta.- Como se sabe, la conducta no es propiamente un elemento del tipo, sino un
presupuesto al que deberán sumarse determinadas características específicas que habrán de
convertirla en delictiva. La conducta es activa cuando implica movimientos corporales y omisiva
cuando acontece una inervación o inactividad; la primera produce un resultado material y la
segunda, si es simple, un resultado meramente formal o, si es compleja o compuesta, un
resultado material. En la omisión simple se viola una norma perceptiva; en la comisión por
omisión, una perceptiva y una prohibitiva.
Tal y como está construido el sistema de delitos en contra de la administración de justicia, los
tipos correspondientes contienen hipótesis que requieren conductas activas y otros para los que
basta la simple omisión, aunque también se dan casos de comisión por omisión, como se verá en
el análisis de cada uno de los grupos.
En cuanto al elemento negativo de la conducta, es decir, la falta de conducta por inexistencia de
voluntad, cabe recordar que, puesto que el derecho penal sólo se ocupa de acciones voluntarias,
172
Teoría general del delito. Ed. Tirant lo blanch, Valencia, España, 1989.
Para la teoría causal, la acción es una conducta humana voluntaria pero, a diferencia de la teoría final, la teoría
causal prescinde del contenido de la voluntad, es decir, del fin, y lo importante para establecer el concepto de acción
es que el sujeto haya actuado voluntariamente; lo que haya querido sólo interesa en el marco de la culpabilidad, una
vez afirmada la tipicidad y la antijuridicidad.
173
207
no habrá acción penalmente relevante cuando falte la voluntad, lo que ocurre en los siguientes
casos:
a) Fuerza irresistible, entendida como un acto de fuerza absoluta proveniente del exterior, es
decir, de una tercera persona, que actúa materialmente sobre el agente, que no le deja
ninguna opción (vis absoluta). Los impulsos irresistibles de origen interno (arrebato, estados
pasionales) no se consideran fuerza irresistible porque no está ausente totalmente la voluntad,
aunque pueden aparecer otras excluyentes, como la de trastorno mental transitorio.
La fuerza irresistible carece de importancia, salvo raras hipótesis, en los delitos de acción;
pero es importante en los delitos de omisión. La consecuencia principal de la apreciación de
esta excluyente es que, el que violenta, empleando fuerza irresistible contra un tercero,
responde como autor directo del delito cometido y el que actúe u omita violentado por la
fuerza irresistible no sólo no responde, sino que su actuación u omisión es irrelevante
penalmente.
b) Movimientos reflejos, tales como las convulsiones epilépticas o los movimientos instintivos
de defensa, no constituyen acción, ya que el movimiento no está en estos casos controlado
por la voluntad. Distintos de los movimientos reflejos son las reacciones impulsivas o
explosivas, en los que la voluntad participa, así sea fugazmente, y que por lo tanto no
excluyen la acción.
c) Estados de inconsciencia. También falta la voluntad en los estaos de inconsciencia, tales
como el sueño, el sonambulismo, la embriaguez letárgica, etc. En estos casos los actos que se
realizan no dependen de la voluntad y, por consiguiente, no pueden considerarse acciones
penalmente relevantes. Aquí deben excluirse las actiones liberae in causa, que se analizarán
más adelante.
Sólo en casos inauditos podríamos encontrar procedencias de falta de conducta en los delitos
contra la administración de justicia cometidos por los juzgadores, aunque sería posible en fuerza
irresistible proveniente del ser humano y en estados de inconciencia p. ej. hipnosis dominante.
208
7.1.1.2. Resultado.- Se ha considerado que lo que caracteriza los delitos contra la administración
de justicia cometidos por servidores públicos es la infracción del deber; faltar maliciosamente a
la obligación de cargo que se desempeña, quebrantando el deber de fidelidad al mismo con
afectación del prestigio del poder judicial.
Bajo esta óptica, se adopta una perspectiva de defensa del interés del Estado en el cumplimiento
de sus deberes en el ejercicio de la función por los juzgadores, en el entendido de que no toda
falta de obligación merece el calificativo de delito, sino sólo las que se cometan a sabiendas,
maliciosamente, voluntariamente, y no por error de inteligencia o de criterio, pues sólo quien así
actúa quebranta el mandato aceptado, abusa de sus atribuciones, traiciona la confianza y
autoridad que el poder público le ha confiado.
El juzgador que comete cualquiera de los delitos de que se trata, menoscaba el ideal del buen
funcionamiento de la administración de justicia como un valor propio del Estado con el que se
auto-tutela. Por ello, para los partidarios de esta tendencia, que ha sido la dominante, los delitos
contra la administración de justicia que cometen los juzgadores son infracciones disciplinarias
elevadas a la categoría de delito pues suponen un ejemplo intolerable, y tienen los mismos fines
que los que persigue la responsabilidad administrativa o disciplinaria: mantener a los juzgadores
en la observancia de sus deberes y contribuir a la mejor organización del poder judicial de que se
trate.
En esta visión, el resultado es, en todos los casos, formal y los tipos se agotan con la mera
conducta prohibida de los juzgadores, sin necesidad de que se cause daño o perjuicio a
cualquiera de las partes o a un tercero, como si se exigía antes de 1984 al art. 226 del CPF.
La perspectiva anterior ha sido criticada pues lleva a considerar como objeto de protección la
relación de servicio entre el Estado y los juzgadores, entendida como un asunto interno que no
concierne a los ciudadanos, para quien está dispuesta la jurisdicción. Privilegia el deber subjetivo
de los juzgadores con el Estado sobre la función objetiva que deben prestar a los ciudadanos,
como ocurre en estados autoritarios y tal concepción no responde a las exigencias de un derecho
209
penal democrático que quede limitado, como debe ser, a la protección de los intereses
fundamentales que trasciendan a las necesidades básicas de los ciudadanos.
No se olvide que los poderes del Estado existen para servir a los ciudadanos, depositarios
originarios de la soberanía, y que nuestro sistema de justicia ha independizado normativamente a
los juzgadores de la dependencia de los poderes ejecutivo y legislativo, aunque existen todavía
algunos nudos que la impiden plenamente. Por ello, aunque era fácil entender los delitos contra
la administración de justicia cometidos por los juzgadores como las infracciones más graves a
sus deberes: resolver injustamente, denegar justicia, retardar justicia y abusar de la autoridad del
cargo, en la actualidad dicha posición es insostenible pues aún y cuando los juzgadores tienen
indiscutibles deberes frente al Estado y al Poder Judicial, no son órganos del Estado, sino del
derecho, por lo que sus funciones no quedan jerárquicamente insertadas en ninguna
organización, por más que ésta lo designe, promueva, sostenga y auxilie en el cumplimiento de
sus determinaciones.
A partir de la señalada detracción, se plantea la necesidad de un cambio de perspectiva en la
consideración del bien jurídico tutelado y, por tanto, en la concepción de en lo que consiste el
resultado, cuyo referente normativo sean los principios fundamentales de la administración de
justicia ya analizados: independencia, imparcialidad y gratuidad, como se sostiene en esta
investigación. Es decir, que los deberes cuya violación estén tutelados por le ley penal se deben
seleccionar en cuanto su observancia garantiza el imperio del Derecho y el sometimiento de los
juzgadores a éste como garantes de su efectiva realización.
Bajo esta óptica, los distintos tipos podrían agotarse con la mera conducta de los juzgadores o
podrían requerir un resultado material traducido en un perjuicio a los derechos e intereses de las
partes o de terceros, lo que no acontece en la legislación nacional, y quedaría reservado al
derecho administrativo la tutela de las obligaciones funcionarias de los juzgadores y su vigilancia
disciplinaria para el cumplimiento de aquéllas, en abono a los principios fundamentales del
derecho penal, ya analizados.
210
7.1.1.3. Bien jurídico tutelado.- El Título Décimo Primero del CPF contiene, en dos capítulos,
los “Delitos cometidos contra la administración de justicia”. El capítulo I se refiere a los delitos
cometidos por los servidores públicos y el II, al ejercicio indebido del propio derecho. Por su
parte, el CPDF establece un Título Vigésimo intitulado “Delitos en contra del adecuado
desarrollo de la justicia cometidos por servidores públicos”, que divide en 7 capítulos. El
primero intitulado “Denegación o retardo de justicia y prevaricación”; el II, “Delitos en el
ámbito de la procuración de justicia” el III, “Tortura”; el IV, “Delitos cometidos en el ámbito
de la administración de justicia”; el V, “Omisión de informes médico forenses”; el VI “Delitos
cometidos en el ámbito de la ejecución penal” y VII, “Evasión de presos”. De los capítulos a
que se refiere la legislación local, sólo los I y IV están vinculados con la actividad jurisdiccional
en estricto sentido; los demás se refieren a ámbitos conexos al desarrollo de la justicia.
De lo antepuesto se sigue que, para nuestra legislación penal, el bien jurídico que tutelan los
delitos en cuestión es la correcta administración de justicia, es decir, el cumplimiento de los
deberes de los juzgadores, pues son ellos los únicos que pueden cumplir con el verbo rector:
administrar justicia. En este sentido, Jiménez Huerta señala que se tutela la dignidad y rectitud de
la actividad judiciaria, por lo que no es necesario que la conducta produzca daño en la persona o
bienes de alguien en particular.174
Lo anterior es ambiguo y da lugar a interpretaciones demasiado abiertas toda vez que, el término
administración de justicia es muy amplio, genérico, y no expresa nada en lo particular; si acaso
un valor ideal. Tiene carácter multívoco y con él puede aludirse a diferentes conceptos, a saber:
a) La administración de justicia como poder judicial de Estado.- Bajo esta concepción, se
distingue ésta de la administración pública, como reflejo del principio de la división de
poderes y se concibe como un servicio público específico del Estado. Esta concepción es
cuestionable porque el Poder Judicial es independiente del Estado y dependiente del Derecho
y su función se cumple como manifestación de un poder de Estado y no como un mero
servicio público.
174
Op. Cit.
211
b) La administración pública como bien institucional.- Bajo este significado, se trata de proteger
el prestigio y la confianza de los ciudadanos el ejercicio de poder judicial. Esta posición es
inapropiada porque, entonces, sólo las infracciones a los deberes judiciales que provocasen
desprestigio o desconfianza al poder judicial podrían alcanzar el rengo de delitos. Además, la
desconfianza en el poder judicial no se deteriora tanto porque algún juzgador cometa el
delito, sino por la creencia de que tal conducta quedará impune.
c) La administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del derecho.- Esta
interpretación implica que el juzgador actúa como un órgano del derecho, sin que, al
realizarlo, se inserte jerárquicamente en alguna organización, sin perjuicio de que ésta lo
designe, lo sostenga, lo promueva o le auxilie a cumplir sus determinaciones. Aquí lo que
importa es la relación juez-derecho y no la de juez-ciudadano o juez-organización judicial,
por lo que el juzgador se dimensiona como garante de la efectiva realización del derecho, del
imperio del derecho, y por tanto, de la subsistencia de la propia realización del derecho.
d) La administración de justicia como protección de los derechos e intereses de las partes en el
proceso.- En esta perspectiva, se cuestiona si el objeto de protección de los delitos contra la
administración de justicia que cometen los juzgadores son los derechos e intereses debatidos
en el proceso, o si en el ilícitos de los delitos ya va implícita tal lesión. Aunque esta tendencia
es de aceptable actualidad, en tanto el derecho penal deje de estar construido para proteger
los intereses del Estado para transitar a la defensa de las personas y de los intereses sociales
relevantes, no se admite por la mayoría de la doctrina porque para ello existen los recursos
ordinarios y medios extraordinarios (amparo) y, en todo caso, habría que formular un tipo
penal distinto con especial énfasis en la lesión a los derechos e intereses de las partes.
e) La administración de justicia como derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.- Esta
interpretación atiende a la eficaz observancia de la garantía establecida en el art. 17 de la
CPEUM, ya analizada. No obstante, es criticable porque los delitos contra la administración
de justicia cometidos por juzgadores sólo pueden serlo dolosamente, toda vez que no se
encuentran incluidos en los catálogos de delitos de comisión culposa; y si se toma en
consideración que la efectiva tutela de la garantía de acceso a la jurisdicción también se
212
lesiona por el error judicial, aceptar esta interpretación sesgaría la garantía en cuestión al
dejar impunes casos culposos que también quebrantarían el señalado derecho fundamental.
La interpretación del término administración de justicia como realización del derecho parece la
más acertada para los fines de clarificar cuál es el objeto de protección de los delitos que se
analizan, sin perjuicio de admitir que es necesario preservar los derechos e intereses legítimos de
las partes o de terceros y el efectivo acceso a la jurisdicción. De allí que resulte necesario
apuntar, en reafirmación a lo señalado a propósito del resultado, que la antijuridicidad de la
conducta no puede seguirse componiendo exclusivamente por la infracción de los deberes de los
juzgadores frente al Estado, sino frente al derecho. Calificar el cumplimiento de un deber
funcional como bien jurídico, desnaturaliza el concepto y comprensión de lo que es un bien
jurídico tutelado por el derecho penal, por lo que es preciso determinarlo como potestad
jurisdiccional o realización del derecho.
Si en el capítulo II se analizaron los componentes esenciales de la función jurisdiccional y se
concluyó que ellos son la independencia, la imparcialidad y la gratuidad, el bien jurídico a tutelar
debe estar vinculado precisamente con tales valores y por tanto sólo deben establecerse como
delictivas las conductas que los afecten. En consecuencia, el bien jurídico tutelado debe estar
conectado con los deberes de independencia funcional e imparcialidad de los juzgadores frente a
las partes y a los terceros175 pues, como se dijo, éstos han sido establecidos para favorecer el
imperio del Derecho, no a los juzgadores ni a la organización a la que pertenecen.
El fundamento de los delitos contra la administración de justicia cometidos por los juzgadores es
la infracción de sus deberes de garantizar la realización del derecho en la administración de
justicia, que es el bien jurídico que a los juzgadores les corresponde garantizar. La
administración de justicia en este sentido no es una prestación de servicios a los ciudadanos por
parte del Estado, sino una institución de la que depende la existencia del Estado de Derecho.
175
No así el de independencia como garantía o autonomía y el de gratuidad pues ellos son responsabilidad del
sistema de justicia y no de los juzgadores,
213
Es importante señalar que no se trata de la protección de los deberes inherentes al correcto
ejercicio de la función judicial, pues esos deberes son muy diversos y ni la infracción de los
mismos justifica en todo caso la exigencia de responsabilidad penal ni constituyen siempre
delitos contra la administración de justicia, sino otras figuras delictivas. Por ello, la esencia de
los señalados delitos no reside en que el sujeto se aparte de sus deberes más propios y
fundamentales teniendo en cuenta el cargo que ocupa o la profesión, sino que con los delitos
contra la administración de justicia se protege penalmente el deber de resolver con vinculación
exclusiva al derecho, pues en el cumplimiento de dicho deber por el juzgador descansa la propia
institución de la administración de justicia en un Estado de Derecho. Por lo tanto, el interés
social en sancionar la conducta del juzgador que actúa sin sujeción a Derecho parece, por tanto,
evidente, al tratarse de comportamientos que cuestionan los presupuestos imprescindibles para el
mantenimiento del orden social.
Generalmente, como consecuencia de los delitos contra la administración de justicia, resultan
afectados derechos fundamentales de los ciudadanos en la administración de justicia, como el
derecho a la tutela judicial efectiva, el de igualdad en la aplicación de la ley, el de legalidad, el de
presunción de inocencia y otros. También pueden resultar lesionados muy diversos derechos o
intereses que se ventilan en el pleito y, como consecuencia de la ejecución de la resolución,
pueden lesionarse derechos como la libertad o la propiedad. Sin embargo, el contenido material
de los injustos no reside en la lesión de ninguno de esos derechos, cuya afección por las
resoluciones injustas es contingente, sino en la infracción del deber de resolver con sujeción al
ordenamiento jurídico.
El deber de vinculación exclusiva al derecho como objeto de tutela en los delitos contra la
administración de justicia contribuye, mejor que ningún otro objeto, a desvelar el contenido
material del injusto, siempre y cuando el juzgador actúe a sabiendas, pues el fundamento del
ilícito está en la infracción consciente por el juez de su deber esencial en la función jurisdiccional
o en el desprecios, desinterés o indiferencia por actuar conforme al mismo.
7.1.1.4. Calidad específica del sujeto activo.- En todos los casos se exige la calidad específica
de ser juzgador en el sujeto activo, sin perjuicio de la admisión de otras formas de participación.
214
La palabra juzgador se entiende en su sentido amplio, no sólo como jueces, magistrados y
ministros, sino como todo individuo que desempeñe una función materialmente jurisdiccional,
como ocurre en el caso de los tribunales de justicia fiscal y administrativa, las juntas de
conciliación y arbitraje, e incluso los árbitros. Cualquier persona que desempeñe la jurisdicción
en su sentido material puede ser sujeto activo de las conductas tipificadas ya señaladas, lo que se
desprende de la naturaleza del delito aunque no se exija expresamente en el tipo.
En este sentido coincide Marco Antonio Díaz de León, quien escribe que dentro de estos delitos
se comprenden todos aquellos que afectan el servicio público de la administración de justicia y
que cometen los servidores públicos encargados de administrarla por lo que para estos efectos no
puede identificarse a la administración de justicia solo con la que desempeñan los órganos
judiciales, los cuales, si bien es cierto, la prestan, en cambio no son los únicos en dicha función
porque existen otros órganos con competencia para ello como las juntas de Conciliación y
Arbitraje que no obstante no pertenecer al Poder Judicial, si en cambio administran justicia. En
tal virtud, el factor determinante para señalar quién efectúa un acto de administración de justicia
no será, necesariamente, que lo realice o provenga del poder judicial, sino, ello debe verse
analizando la función de manera intrínseca así como quien la desempeña.176
Así se corrobora con el precedente jurisprudencial que enseguida se transcribe:
“PREVARICACIÓN, DELITO DE. CARÁCTER NECESARIO DE FUNCIONARIO,
EMPLEADO
O
AUXILIAR
DE
LA
ADMINISTRACIÓN
DE
JUSTICIA
(LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE MICHOACÁN).
No actualiza el delito de prevaricación, el hecho de que un policía patrullero de la
Dirección de Seguridad Pública y Tránsito del Estado sorprenda en flagrante delito a
determinadas personas, y no las ponga a disposición de la autoridad correspondiente a
cambio de cierto numerario; porque tal evento está contenido en el Código Penal del
Estado, en el título octavo, capítulo VII, "Delitos contra la administración de justicia"; y
el bien jurídico tutelado es todo lo relacionado con la impartición de justicia, sus
órganos jurisdiccionales, procedimiento y demás aspectos, pues así lo revela el artículo
176
Código Penal Federal con comentarios. Segunda Edición, Edit. Porrúa, México, 1997, p. 376.
215
200, fracciones de la I a la X, cuyos actos u omisiones deben acontecer dentro del
proceso; y como no puede considerarse a aquel servidor público como funcionario,
empleado o auxiliar de la administración de justicia, pues dicha calidad implica que la
persona tenga una actividad relacionada con la impartición de justicia, propia de los
integrantes del Poder Judicial Local o de auxiliar de la propia función, por ello no se
puede hablar de falta de auxilio a la administración de justicia cuando el hecho u
omisión ocurrió en la procuración de ésta.”177
En abono de lo anterior, los siguientes precedentes jurisprudenciales, aunque no regulan
exactamente el tema en análisis pues se refieren a los casos tipificados dirigidos a las autoridades
administrativas, ya del Ministerio Público o penitenciarias, son congruentes con el criterio
amplio aludido y, por tanto, apreciables por identidad jurídica substancial:
“DELITOS COMETIDOS CONTRA LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. SON
SUJETOS ACTIVOS LOS SERVIDORES PÚBLICOS TANTO DEL PODER
EJECUTIVO COMO DEL PODER JUDICIAL (CÓDIGO PENAL FEDERAL).
Para la debida interpretación del artículo 225 del Código Penal Federal, no debe
entenderse como administración de justicia su concepto más restringido que se refiere a
la función jurisdiccional de los tribunales, sino que es necesario atender a un sentido
más amplio, que va desde la actividad desplegada por el Ministerio Público y la Policía
Judicial que auxilia a dicha institución en la investigación y persecución de los delitos procuración de justicia-, hasta la ejecución de las sentencias, función que está a cargo
del Poder Ejecutivo, pues así se desprende del análisis integral de las diversas
fracciones del mencionado precepto legal, que contienen tipos penales en los que se
sancionan conductas que pueden ser realizadas por servidores públicos de ambos
poderes, y no sólo por aquellos relacionados con el Poder Judicial Federal, como son
los Magistrados, Jueces, secretarios y actuarios.”178
177
Tercer Tribunal Colegiado del Décimo Primer Circuito. Amparo en revisión 74/98. Felipe Peña Bárcenas. 27 de
agosto de 1998. Unanimidad de votos. Ponente: Moisés Duarte Aguíñiga. Secretaria: Martha Lilia Rodríguez López.
Ius 2005: Registro 195,477, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo VIII, Octubre de 1998, Tesis XI.3o.17 P, p. 1187.
178
Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito.- Amparo directo 135/2002. 5 de septiembre de
2002. Unanimidad de votos. Ponente: Ana Victoria Cárdenas Muñoz, secretaria de tribunal autorizada por la
216
“DELITOS CONTRA LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. LOS PUEDEN
COMETER TANTO LOS PROCURADORES COMO LOS ADMINISTRADORES DE
JUSTICIA (CÓDIGO PENAL FEDERAL).
Si bien es cierto que el título decimoprimero del libro segundo del Código Penal Federal
se denomina: "Delitos cometidos contra la administración de justicia", y su capítulo I:
"Delitos cometidos por los servidores públicos", no debe interpretarse que los diversos
delitos en él establecidos se dirijan únicamente a los servidores públicos de la
administración de justicia, por no ser ese el sentido de la ley, toda vez que el título alude
a la institución ofendida y el capítulo se refiere a quienes pueden cometer esos delitos;
por lo que al referirse a la administración, debe entenderse dirigida a todos los
servidores públicos, tanto de la administración como de la procuración de justicia, en
atención a la naturaleza de las conductas previstas, que pueden ser cometidas
igualmente por unos como por otros.”179
7.1.1.5. Calidad específica del sujeto pasivo.- Los tipos penales que componen el conjunto de
delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores, no exigen explícitamente
alguna calidad específica en el sujeto pasivo. No obstante, por su naturaleza, todos ellos
requieren la existencia de partes procesales (actor o demandado) o terceros ajenos a la
controversia judicial con motivo de la que emerge la conducta delictiva, independientemente de
que resientan un daño o perjuicio a sus intereses o derechos, por las razones ya expresadas, o de
alguna otra persona sin cuya existencia no sería posible integrar la conducta típica, como p. ej.,
depositarios.
7.1.2. Tipo subjetivo:
Comisión de Carrera Judicial del Consejo de la Judicatura Federal para desempeñar las funciones de Magistrada.
Secretaria: Luz María Arizaga Cortés. No. Registro: 185,202, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época,
Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XVII, Enero de 2003,
Tesis III.1o.P.54 P, p.1760.
179
Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Primer Circuito. Amparo directo 563/2001. 24 de enero de 2002.
Unanimidad de votos. Ponente: Raquel Aldama Vega. Secretario: Rolando Muñoz Robledo. Ius 2005: Registro:
187,253, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Tomo XV, Abril de 2002, tesis XXI.1o.56 P, p. 1245.
217
Los ordenamientos penales vigentes, tanto el CPF como el CPDF, en sus arts. 9º y 18,
respectivamente, establecen que las formas de conducta se dan por dolo o culpa; que el dolo
significa que el agente quiere o acepta su realización y que, por su parte, la culpa significa que el
agente produce el resultado que no previó siendo previsible o previó confiando en que no se
produciría en violación a un deber de cuidado que objetivamente era necesario observar.
Ninguno de los ordenamientos penales en estudio establece que los delitos contra la
administración de justicia cometidos por los juzgadores pueda ser de comisión culposa, por lo
que en todos los casos es necesario que el juzgador quiera o acepte su realización, como
condición necesaria de formación típica, sin necesidad de que las descripciones correspondientes
exijan tal intencionalidad como elemento específico del delito, si bien la federal lo hace con
respecto al delito de prevaricación judicial.
Como es sabido, el error de tipo puede excluir el dolo necesario en tanto sea invencible. No
obstante, en el caso de los delitos contra la administración de justicia que cometen los
juzgadores, es inimaginable afirmar que el sujeto activo actúe bajo algún error invencible
respecto de alguno de los elementos objetivos que integran la descripción legal del delito de que
se trate, o que desconozcan la existencia de la ley o el alcance de la misma. Sería tanto como
justificar que un perito en derecho, máxime un juzgador, cuya misión esencial es conocer y
aplicar el derecho, pueda desconocer el derecho y hacerlo inculpable de una conducta que le es
atribuible en su carácter de juzgador, es decir, de perito en derecho; de conocedor y aplicador del
derecho, por lo que no es posible considerar la posibilidad del error de tipo.
La siguiente tesis jurisprudencial, a pesar de ser histórica, recoge bien lo preseñalado:
“ADMINISTRACION DE JUSTICIA, DELITOS COMETIDOS EN LA.
Si el acusado concedió la libertad caucional a un procesado por el delito de homicidio,
con violación del artículo 20 de la constitución federal que establece la libertad bajo
caución para los casos en que el delito sea castigado con pena cuyo término medio
aritmético no sea mayor de cinco años de prisión, toda vez que tratándose de homicidio
218
no solo el término medio sino el mínimo es mayor del tiempo que fija el artículo
constitucional antes citado, y si se trata de un abogado que desempeñaba las funciones
de juez de primera instancia, no puede aceptarse ni el desconocimiento de las leyes ni
que se trate de un error de opinión y, por lo mismo, el tribunal señalado como
responsable esta en lo justo al considerar acreditado el acto inmoral, por la parcialidad
que demostró el acusado respecto a ese procesado al concederle la libertad bajo fianza
contra lo dispuesto en leyes claras y terminantes que, por lo mismo, no necesitan
interpretación ni dan lugar a duda o confusión.”180
Es un hecho que los juzgadores no pueden nunca pretender excluir el delito contra la
administración de justicia que cometan alegando error de tipo.
7.1.3. Antijuridicidad.- Los delitos contra la administración de justicia cometidos por
juzgadores no admiten causa de justificación alguna de las consignadas en las fracs. III, IV, V y
VI del art. 15 CPF y fracs. III, IV, V y VI del art. 29 del CPDF, por las siguientes razones:
a) Porque en ningún caso es posible imaginar que un juzgador lleve a cabo la acción u omisión
prohibidas con el consentimiento del titular del bien jurídico afectado o del legitimado
legalmente para otorgarlo. Lo anterior es así toda vez que el bien jurídico que tutelan los
delitos en análisis, es decir, la administración de justicia como potestad jurisdiccional o
realización del derecho, no es de la titularidad de persona u organización alguna porque,
como ya se dijo, el juzgador actúa como un órgano del derecho sin que en ello se inserte
jerárquicamente en alguna organización, consecuencia de su independencia e imparcialidad,
por lo que se dimensiona como garante de la efectiva realización del derecho a favor de la
subsistencia del Estado de Derecho y, por supuesto, de los justiciables.
Ni aún asumiendo que el Poder Judicial es el titular del bien jurídico tutelado, sería posible
concluir que aquel puede disponer de éste y por tanto consentir en la conducta delictiva
180
Amparo penal directo 1842/53. Por acuerdo de la Primera Sala, de fecha 8 de junio de 1953, no se menciona el
nombre del promovente. 26 de marzo de 1954. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Agustín Mercado Alarcón. El
Ministro Teófilo Olea y Leyva no voto en este asunto. Ius 5. Registro 295,687, Tesis aislada, Materias Penal, Quinta
Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo CXXI, p. 2910.
219
imputable a los juzgadores porque la debida administración de justicia es un valor de orden
público e interés social, como lo demuestra el conjunto de disposiciones jurisprudenciales
que se han emitido en dicho sentido.
Otro tema es considerar si, cuando las partes se abstienen de impugnar el acto jurisdiccional
o de denunciarlo ante el Ministerio Público, están consintiendo la conducta típica. Desde
luego que en estos casos no se justifica la acción u omisión típica, sino que se renuncia a la
tutela del Estado, sin pasar por alto que en todos los casos se trata de delitos perseguibles de
oficio sin que se establezca para ninguno de ellos algún requisito de procedibilidad.
b) Tampoco es imaginable algún caso de delito contra la administración de justicia cometido
por juzgadores en repulsión a una agresión real, actual o eminente y sin derecho, en defensa
de bienes jurídicos propios o ajenos, siempre que exista necesidad de la defensa empleada y
no medie provocación dolosa suficiente e inmediata. La defensa legítima, por consecuencia,
tampoco es justificante en estos casos.
c) En ninguno de los casos típicos que constituyen los cuatro conjuntos de delitos contra la
administración de justicia cometidos por juzgadores, es posible considerar que el sujeto
activo obre por la necesidad de salvaguardar un bien jurídico propio o ajeno, de un peligro
real, actual o eminente, no ocasionado dolosamente por él, siempre que el peligro no sea
evitable por otros medios y el juzgador no tuviere el deber jurídico de afrontarlo. Como
ocurre con la defensa legítima, no es aplicable la justificante del estado de necesidad.
d) Por último, tomando en consideración que el deber principal del juzgador es dirigir el
proceso y resolver la controversia guiándose exclusivamente por el imperio del derecho, sin
tomar en cuenta ningún factor o influencia ajena, proveniente del sistema o de las partes, lo
cual dibuja bien la imagen de la justicia que es ciega, tampoco es dable considerar que un
juzgador realice cualquiera de las conductas típicas en análisis en cumplimiento de un deber
jurídico o en ejercicio de un derecho, siempre que exista necesidad racional de la conducta
empleada para cumplirlo o ejercerlo.
220
No es posible, pues además resultaría contradictorio, que un juzgador violara sus principales
deberes ya señalados, en ejercicio de un deber contrario; y la misma inconsistencia lógica
tendría considerar justificada la violación de un deber incondicional por el ejercicio de un
derecho a no cumplirlo o de una contra-norma, que en ninguna parte del ordenamiento
jurídico existe, como sí la obligación ineludible de guiar procesos y resolver conflictos
enmarcada en la prohibición de absolver la instancia establecida constitucionalmente para los
juzgadores y la garantía de expeditéz de justicia consagrada en el art. 17 de la CPEUM.
Tampoco es posible, en consecuencia, afirmar la posibilidad de justificar la conducta típica
bajo las hipótesis del cumplimiento de un deber o del ejercicio de un derecho.
7.1.4. Imputabilidad y acción libre en su causa.- En todos los casos de tipificación de delitos
contra la administración de justicia cometidos por juzgadores, la culpabilidad requiere, como
presupuesto, que el sujeto activo tenga la capacidad de comprender el carácter ilícito del hecho
típico o de conducirse de acuerdo con esa comprensión; circunstancias que rompe el padecer
trastorno mental o desarrollo intelectual retardado.
En principio, es imposible aceptar que un juzgador pueda lograr tan trascendente cometido sin
tener la capacidad de comprender y de querer las conductas que realiza. Por lo contrario, de
conformidad con los distintos sistemas de carrera judicial que se siguen en el ámbito federal en la
ciudad de México, los candidatos a juzgadores deben aprobar una serie de requisitos y pruebas
encaminadas a conocer sus capacidades intelectuales en general y conocimientos y experiencia
jurídica, en particular. No se sabe de un solo caso en que se haya designado como juzgador a una
persona que padezca trastorno mental o desarrollo intelectual retardado.
Ahora bien, la naturaleza humana, de la que no escapan los juzgadores, implica que una persona
sana pueda perder sus facultades mentales, o que su capacidad disminuya considerablemente.
Bajo esta premisa, es válido imaginar que algún juzgador deje de gozar de salud mental o sufra
una afectación en ella y que bajo dicho estado lleve a cabo la acción u omisión tipificada como
delito. En estos casos, como sucedería con cualquier persona, si bien la conducta sería típica y
antijurídica, no asumiría el carácter de culpable por faltar el presupuesto de la imputabilidad, o se
221
le sujetaría a tratamiento para imputables disminuidos, en los términos y con las condiciones
establecidas en cada una de las respectivas legislaciones.
No está de más señalar que cuando el juzgador hubiese provocado su trastorno mental para en
ese estado cometer el hecho, no se le considerará inimputable por la aplicación de la
imputabilidad por acción libre en su causa, lo que no requiere de mayor comentario.
7.1.5. Culpabilidad.- Como es sabido, la culpabilidad es un elemento esencial del delito, pues
no es suficiente que una conducta sea típica y antijurídica, sino también que sea culpable, tal y
como se deriva del principio esencial de Derecho Penal según el cual no hay acción sin voluntad,
nulla actio sine culpa, analizado en el capítulo I, y que en síntesis implica que ningún
comportamiento humano puede estimarse una acción delictiva si no es realizado con conciencia
y voluntad por una persona capaz de comprender y de querer; condiciones destruibles por error
de prohibición e inexigibilidad de una conducta diversa a la realizada por el sujeto activo.
Tal y como ocurre con el error de tipo, en el caso de los delitos contra la administración de
justicia que cometen los juzgadores es inimaginable afirmar que el sujeto activo actúe creyendo
que está justificada su conducta.
En cambio, bajo un análisis casuístico, sí podría ocurrir que el juzgador haya realizado la acción
u omisión de que se trate en términos tales que no le sea racionalmente exigible una conducta
diversa a la que realizó, en virtud de no haberse podido conducir conforme a derecho.
Debe tenerse en cuenta que la causal de inculpabilidad conocida como no exigibilidad de otra
conducta es un motivo de exclusión del delito de redacción amplia en la que caben distintos
supuestos que pueden presentarse en la vida real; y que, por lo mismo, para su afirmación es
necesario formular un juicio valorativo del caso concreto en que se encontraba el autor a efecto
de saber si le era posible asumir otra opción que implicara no transgredir el ordenamiento
punitivo. Para ello, es imprescindible tomar en cuenta sus características personales, habilidades
personales y profesionales y en general las circunstancias que concurran en la realización de la
conducta típica.
222
7.1.6. Condición objetiva de punibilidad: definitividad.- Se indica que los delitos contra la
administración de justicia no se superponen con el sistema de recursos ya que mientras que éstos
cumplen una función que tiende a defender los intereses y derechos de las partes procesales, los
delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores se fundamentan, en el tipo
subjetivo, que es propiamente la esencia de los tipos respectivos, pues el dictado de una
resolución contraria a la ley, sin más, tiene alternativas específicas en el ordenamiento procesal
aplicable, fuera del ámbito penal. De allí que la exigencia específica de dolo, ya porque forme
parte del tipo o porque el delito no se encuentre incluido en el listado de delitos de comisión
culposa, constituya el plus respecto a la infracción de la ley o decisión errónea que el
ordenamiento permite y no sea necesario que la sentencia definitiva o resolución de fondo causen
ejecutoria para que se agote la prevaricación judicial.181
De hecho, esa es la solución adoptada por la legislación mexicana, en tanto no establece
circunstancia alguna que, sin pertenecer al injusto o a la culpabilidad, condicione persecución
judicial o la imposición de la pena en los delitos contra la administración de justicia.
En sentido contrario, se asevera que, si bien el derecho penal se encarga de proteger los bienes
jurídicos más importantes para la sociedad, como la debida justicia, no por ello debe soslayar los
principios de intervención mínima y de necesidad y de preservar los principios de independencia
e imparcialidad, por lo que es necesario que las actuaciones judiciales incluidas en algunos de los
tipos delictivos sean definitivas, en el sentido de que no admitan ningún recurso o medio de
defensa por el que puedan ser modificadas o revocadas, por lo que debería de establecerse una
condición objetiva de penalidad consistente precisamente en la firmeza de tales actuaciones, cual
es posición del autor.
El debate no es frívolo toda vez que la impugnabilidad de las determinaciones judiciales es una
cualidad esencial de todo procedimiento jurisdiccional establecida a favor de las partes y a veces
de terceros ajenos para revisar la legalidad y, en su caso, la constitucionalidad de aquellos, por lo
181
De alguna manera, el fundamento del ilícito penal recae, no en la lesión de un bien jurídico, sino en la
concurrencia del elemento subjetivo y ello sólo puede explicarse por una concepción del ilícito penal como desvalor
de acción o por una aceptación implícita de la infracción de un deber.
223
que sólo en tanto se agoten todas las instancias posibles podrá saberse si la sentencia o resolución
de fondo resultan violatorias de un precepto terminante de la ley o de las constancias de autos y
si el juzgador actuó a sabiendas, con el dolo específico que implican los delitos de que se trata.
Esta última posición parece de mayor congruencia con los principios fundamentales del derecho
penal y de mejor seguridad jurídica para el juzgador inculpado, aunque provoca discutir qué
sucede si, admitiendo recurso, juicio o medio de defensa, no se hace valer por el interesado o se
interpone extemporáneamente o si la conducta judicial no admite recurso ni juicio o medio de
defensa. En estos casos, bastará la realización de la conducta judicial o su omisión para la
tipicidad correspondiente, habida cuenta de que en estos casos no es posible la revisión de la
legalidad o constitucionalidad de la conducta y, en consecuencia, desde su realización u omisión
es definitiva.
También provoca el problema de resolver si es admisible la tentativa en estos casos delictuales,
en tanto que el Tribunal de Alzada revocase la resolución del juzgador de primera instancia, lo
que podría significar que éste realizó todas las actividades encaminadas a cometer el delito, sin
lograrlo en razón de que el tribunal superior revocó o modificó la determinación típica. En este
sentido, admitir la incorporación de la condición objetiva de penalidad preseñalada implicaría
negar la posibilidad de admitir la tentativa en estos casos.
8.- Prevaricación judicial.
En su definición gramatical, prevaricar es faltar uno a la obligación de su oficio, quebrantando la
fe, palabra, religión o juramento. Se ha considerado en la doctrina que lo que caracteriza a la
prevaricación es la infracción del deber; faltar a la obligación de la autoridad o cargo que se
desempeña.
Aunque ninguno de los ordenamientos penales en estudio define lo que debe entenderse por
prevaricación, la doctrina generalizada entiende que prevaricar consiste en faltar maliciosamente
a los deberes que impone el ejercicio de un cargo o profesión.182 Por ello, en su concepción más
182
Cuello Calón, Eugenio. Derecho Penal, Tomo II, Editorial Bosh, 1975.
224
tradicional, prevaricar era la infracción de cualquier obligación de las típicamente descritas como
tales (resolver injustamente, denegación de justicia, retardo de justicia), tal y como se refleja en
el CPF, que no distingue las conductas que atentan contra la administración de justicia
atribuibles a servidores públicos; y no es sino recientemente que, con mejor técnica legislativa, el
CPDF distingue la prevaricación (resolver injustamente), de la denegación de justicia y del
retardo de justicia.
No obstante que el concepto de prevaricación utilizado por el CPF es muy amplio y que su
acepción de infracción del deber del oficio o cargo que se desempeña, o en el abuso del cargo o
función, quebrantando el deber de fidelidad al mismo, ha prevalecido en la fundamentación del
delito, ello ha dado lugar a que el legislador tipifique cualquier conducta que implique
incumplimiento al deber del oficio o abuso del cargo o función aunque con ello se trastoquen los
principios fundamentales del derecho penal de legalidad en sentido estricto, de necesidad o
economía del derecho penal, de lesividad u ofensividad del acto y acusatorio o de separación
entre juez y acusación, analizados en el capítulo I.
De allí que la sistematización de que se vale el CPDF, aunque no evita los abusos legislativos
precitados, contribuya a entender con mejor precisión cuáles son las conductas que atentan
contra la administración de justicia imputables a los juzgadores, y distinguirlas en cuatro grupos:
la prevaricación o el resolver injustamente, la denegación de justicia, el retardo en la justicia, y el
abuso judicial; distinción que se prefiere por las razones expresadas.
En este sentido, Mariano Jiménez Huerta afirma que en la actualidad, la voz prevaricación se
utiliza primordialmente para designar el delito cometido por los jueces y magistrados que a
sabiendas dictan una resolución injusta; y aunque la legislación penal federal no utiliza la palabra
prevaricación, la reconstrucción dogmática de sus preceptos permite concluir que el concepto
gramatical y penalístico del término abarca su significación primordial en la fracción VI del art.
225 del CPF.183
183
Jiménez Huerta, Mariano. Derecho Penal Mexicano. Tomo V, segunda edición, Ed. Porrúa, México, 1983.
225
La prevaricación judicial, así, no sólo se centra en una conducta contraria al deber del cargo que
afecta al prestigio de la justicia, sino que implica la traición de un deber altamente personal como
lo es la imparcialidad en la dimensión del juzgador como resolutor de controversias al impartir
justicia mediante la resolución correspondiente. Por ello es que la clasificación mostrada en los
cuadros comparativos precedentes implica que la prevaricación judicial es el delito que cometen
los juzgadores cuando dictan una sentencia definitiva o resolución de fondo en contravención a
la ley o a las actuaciones del juicio.
Impartir justicia mediante el pronunciamiento de la resolución correspondiente es lo que
distingue el acto judicial del administrativo y del legislativo. Los jueces tienen encomendada la
función sustantiva de aplicar la ley general a los casos concretos, como sucede con el acto
administrativo, pero con la finalidad de resolver una controversia. Esta función sustantiva es
aquella para la que está destinado esencialmente por mandato del constituyente. Aquí no se trata
de que desempeñe el servicio de la justicia debidamente a lo largo del proceso, por cuyas
omisiones los juzgadores podrían ser sancionados de denegación, retardo en la justicia o abuso
judicial, sino del hecho mismo de impartir justicia; de resolver litigios.
Es a lo anterior a lo que se refiere el CPF cuando sanciona con prisión el dictar, a sabiendas, una
resolución de fondo o una sentencia definitiva que sean ilícitas por violar algún precepto
terminante de la ley, o ser contraria a las actuaciones seguidas en juicio o al veredicto de un
jurado; y a lo que también se dirige el CPDF al castigar con prisión a quien dicte una sentencia
definitiva o cualquier otra resolución de fondo que violen algún precepto terminante de la ley o
que es contraria a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso. Estos son los casos de
prevaricación judicial (resolver injustamente).
Del análisis de los arts. 225, fr. VI, primer enunciado del CPF y 290 fr. I del CPDF, se tiene que
el tipo de prevaricación judicial exige los siguientes elementos:
a) Una conducta de acción consistente en dictar una sentencia definitiva o una resolución de
fondo. Para estos efectos, por sentencia definitiva debe entenderse la resolución jurisdiccional
que decide el juicio en lo principal, es decir, que, con fuerza vinculativa para las partes, dirime
226
una controversia mediante la aplicación de la ley general al caso concreto. En ellas quedan
comprendidas las de primera y segunda instancias; y quedan fuera de esta comprensión
penalística
otras
resoluciones
jurisdiccionales
como
los
decretos,
autos,
sentencias
interlocutorias, resoluciones que sin decidir el juicio en lo principal lo dan por concluido, etc.,
pues en ninguna de éstas se deciden cuestiones de fondo aunado a que, por su naturaleza, pueden
ser reparadas en la sentencia definitiva, si es que se dictaron ilegalmente.
De otra parte, aunque las sentencias definitivas son resoluciones de fondo, lo que el legislador
quiso establecer al distinguir entre sentencias definitivas y resoluciones de fondo es que también
constituyen el objeto material de este delito los laudos y todas aquellas determinaciones emitidas
por autoridades o personas que desempeñen una actividad materialmente jurisdiccional, con
independencia de la denominación que se asigne al fallo definitivo.184
Se discute si el auto de formal prisión es una resolución de fondo de las que señala el delito de
prevaricación judicial. Quienes así lo aseveran, fundamentan su argumentación en la
circunstancia de que tal determinación resuelve una de las etapas del procedimiento, la
preinstrucción, y se regula por una disposición constitucional propia, el art. 19, que señala los
requisitos condicionantes de la constitucionalidad del también llamado auto de bien preso,
desarrollados en la legislación procesal secundaria.
Sin negar veracidad a las premisas indicadas, sin embargo la conclusión es errónea. El auto de
formal prisión no es una resolución de fondo porque no resuelve ninguna controversia. Sus
efectos, importantes y trascendentes, consisten sobre todo en determinar el tema del proceso,
definir la situación jurídica del indiciado y fijar el o los delitos y modalidades por los que se
seguirá el proceso. No resuelve ningún conflicto, ninguna litis, pues ésta se fijará posteriormente
una vez que el agente del Ministerio Público, en sus conclusiones, puntualice la acusación, que el
juzgador no puede rebasar, y que es materia de la sentencia definitiva.
A este respecto, véase la siguiente tesis de jurisprudencia:
184
En materia administrativa se conoce como resolución a toda determinación de fondo emitida en procedimientos
materialmente jurisdiccionales.
227
“CONCLUSIONES DEL MINISTERIO PÚBLICO, EL JUEZ NO PUEDE
REBASARLAS.
El Ministerio Público tiene doble función, principal una y adjunta la otra. Es principal
cuando, por ejemplo, entable, a nombre de la Nación, de un Estado, un juicio civil;
cuando ejercita la acción penal. Y es parte adjunta cuando, por ejemplo, interviene en el
amparo, en que la ley quiere asociarlo al juez simplemente para la correcta aplicación
del Derecho. Ahora bien, la acción penal la ejercita el Ministerio Público propiamente
en las conclusiones, que equivalen por todos conceptos al escrito de demanda en materia
civil; si por cualquier motivo en ellas pide menos de lo que tiene derecho a pedir, el juez
no puede darle más, por que esta plus-concesión equivaldría a suplir, a extender la
acción penal, a interferir en las funciones persecutorias, substituyéndose el Juez al
Ministerio Público. De manera que, así como el Juez Civil, ante una demanda por cierta
cantidad, no puede sentenciar al pago de otra mayor, aunque las pruebas revelen que la
obligación montaba a ésta, así el juez penal no puede rebasar las conclusiones, porque
se retrocedería al sistema procesal de persecución de oficio en la parte en que se
supliera y extendiera el ejercicio de la acción penal por el sentenciador.”185
Si el auto de formal prisión fuera una resolución de fondo, debería de resolver una controversia,
un conflicto, lo cual no hace, independientemente de que pudiese marcar la culminación de una
etapa procedimental y de la disposición normativa aplicable en cuanto a sus requisitos de
procedencia; y si, como se afirma, el auto de formal prisión no es una resolución de fondo y, por
tanto, no cabe considerarla dentro del tipo del delito de prevaricación judicial, por las mismas
razones se sostiene que la orden de aprehensión tampoco lo es.
b) Un elemento normativo consistente en que la sentencia o resolución de fondo violen algún
precepto terminante de la ley. Aquí se trata de que la sentencia o resolución de fondo funde su
sentido en un criterio abiertamente, notablemente, incuestionablemente, contrario a una
185
Ius 2005. Registro: 295,711, Tesis aislada, Materia Penal, Quinta Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la
Federación, Tomo CXXI, pág. 3051.
228
disposición normativa que no admita interpretación judicial o que haya sido interpretada en
definitiva por la jurisprudencia de la SCJN.
No se configura el elemento normativo si la norma admite interpretación judicial o ésta es
incompleta por no existir jurisprudencia definida pues, en el control de la actividad de los
juzgadores no existe opción de relegar a la responsabilidad penal, ni a ninguna otra, el incorrecto
ejercicio de la función jurisdiccional en sentido estricto, es decir, interpretar los hechos y la
norma y resolver un conflicto, por lo que se requiere una abierta contraposición entre los
argumentos judiciales y la norma aplicable.
Parafraseando el texto original del art. 226 del CPF, no se trata de sancionar los errores de
opinión o de criterio, sino de la abierta contravención al texto de la ley.
“No es cuestionable en la aplicación de la fracción en examen, si la resolución de fondo
o la sentencia definitiva es abstracta u opinablemente injusta; lo que, en verdad,
trasciende a la consideración típica es si comparativa y ópticamente comprobable ha
sido dictada con violación de un precepto terminante de ley.”186
c) Alternativamente, un elemento normativo consistente en que la sentencia o resolución de
fondo sean contrarias a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso. A diferencia de la
hipótesis anterior, en que se sanciona al juez que ignora palmariamente el derecho, en este caso
se erige como delito el desconocer los hechos procesalmente acreditados en el expediente
mediante constancias con valor probatorio. En nuestro sistema jurisdiccional, el juez tiene el
poder de determinar los hechos y el derecho. Para la determinación de los hechos se requiere el
seguimiento de un conjunto de normas procesales y del seguimiento de una serie de formalidades
reguladas en los ordenamientos adjetivos, para la seguridad jurídica de las partes.
Son esas actuaciones las que determinan la verdad legal de los hechos, independientemente de
que el procedimiento sea de naturaleza dispositiva o de búsqueda de la verdad histórica. Esta
exigencia cuestiona que los procesos penales busquen conocer la vedad real más allá de la
186
Jiménez Huerta, Mariano. Op. cit., p. 457.
229
verdad formal, porque sólo lo que obre en el expediente podrá ser tenido como probatorio de un
hecho. Algunas actuaciones practicadas en el proceso no admiten interpretación judicial por
tener valor probatorio pleno, como sucede con las documentales públicas y las actuaciones de
una averiguación previa, entre otras, y su existencia y glosa en el expediente hacen derivar
hechos incontrovertibles.
Otras constancias, en cambio, exigen interpretación judicial, como sucede con las pruebas
testimoniales y los dictámenes periciales, entre otras, que no arrojan hechos incontrovertibles.
Cuando un juzgador ignora hechos incontrovertibles o afirma como probados los que le sean
contrarios, modifica la verdad legal sobre la que se sustenta el fallo y, por tanto, dicta una
resolución injusta que da motivo a la sanción penal. Es importante señalar, por último, que
dichas constancias o actuaciones deberán ser legalmente practicadas, es decir, habrán de haber
llegado al sumario en cumplimiento de las formalidades establecidas para cada caso, por lo que
la prueba ilegal no vincula al juzgador.
En este sentido, vale tener presente la siguiente tesis de jurisprudencia aislada, no obligatoria,
que no se comparte en esta investigación:
“DELITOS COMETIDOS EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. SE
ACREDITA EL ILÍCITO CUANDO EL JUZGADOR DICTA UN AUTO DE
LIBERTAD CONTRARIO A LAS CONSTANCIAS DE AUTOS, PORQUE
CONSTITUYE UNA RESOLUCIÓN DE FONDO QUE RESUELVE EL DERECHO
SUSTANCIAL CONTROVERTIDO (LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE CHIAPAS).
El artículo 276 del Código Penal para el Estado de Chiapas prevé una sanción privativa
de libertad, destitución y pecuniaria para los funcionarios que dicten una resolución de
fondo o una sentencia definitiva deliberadamente injusta, con violación de la ley o
manifiestamente contrarias a las constancias de autos y se produzca con ello daño en la
persona, el honor o bienes de alguien, o en perjuicio del interés social. Ahora bien, del
análisis del precepto citado se advierte que uno de los elementos normativos para
acreditar su existencia es que se dicte una "resolución de fondo"; por tanto, si la
conducta antijurídica desplegada por el funcionario inculpado consistió en haber
230
dictado un auto de libertad contrario a las constancias del proceso en perjuicio del
interés social, esa determinación reúne la característica de una resolución de fondo,
porque en él se analizaron los elementos del cuerpo del delito, la naturaleza del mismo,
el grado de participación del sujeto activo, con lo que puso fin a la fase procedimental
que concluyó al vencimiento del término contemplado por el artículo 19 constitucional;
además de que, en atención a su naturaleza, el auto de libertad resuelve el derecho
sustancial controvertido, que no es otro que el de definir la actualización del derecho del
indiciado a continuar en el disfrute de su libertad, por haber considerado que no
existían elementos suficientes para instruirle proceso.”187
d) Alternativamente, un elemento normativo consistente en que la sentencia o resolución de
fondo sean contrarias al veredicto de un jurado. En los casos que admiten la participación del
jurado popular, en desuso en México, el jurado tiene la función de establecer la veracidad de los
hechos sobre los cuales el juzgador aplicará el derecho. En este sentido, la norma federal se
refiere al caso arriba analizado en que se ignoran o contradicen los hechos legalmente
acreditados, solo que con la diferencia de que la hipótesis anterior atribuye al juez la facultad de
determinar los hechos y en este caso tal competencia corresponde al jurado.
e) El CPF establece dos elementos típicos adicionales a los señalados por el CPDF. El primero,
subjetivo doloso, o dolo específico, consistente en dictar la sentencia o la resolución de fondo
con la intención, con el deseo, con la conciencia, a sabiendas, de que lo está haciendo en
contravención con la norma, con las actuaciones del juicio o con el veredicto del jurado. Este
dolo es adicional al requerido en la culpabilidad y se erige como elemento del tipo, de
comprobación forzosa desde el inicio del procedimiento, y revela precisamente la voluntad de
actuar injustamente en desapego a su deber sustantivo de regirse con imparcialidad.
Es trascendental que el CPDF no establezca el señalado elemento esencial del tipo, por sus
consecuencias prácticas. Lo anterior es así porque, en una primera impresión, podría
187
Amparo en revisión 184/2000. 7 de septiembre de 2000. Unanimidad de votos. Ponente: Francisco A. Velasco
Santiago. Secretario: Humberto Barrientos Molina. Segundo Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito. Ius 5. No.
Registro 189,983, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito, Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XIII, Abril de 2001, Tesis XX.2o.12 P. p. 1054.
231
interpretarse que la prevaricación judicial puede cometerse culposamente cuando el juzgador
actúa con negligencia o ignorancia inexcusables, como ocurre en otros países como España,
Alemania o Italia. Sin embargo, tal consecuencia, a fin de cuentas, no sería relevante porque los
delitos contra la administración de justicia no se encuentran contemplados en el catálogo
limitado de delitos sancionables por comisión culposa establecido en el art. 76 del CPDF. Luego
entonces, si se admite dogmáticamente que los juzgadores pueden cometer prevaricación judicial
culposa, de toda suerte la legislación penal del Distrito Federal dejaría impune la conducta y
ningún caso tendría incoar un proceso penal para llegar a tal conclusión.
Lo más grave es que, toda vez que en la Ciudad de México basta la comprobación de la tipicidad
y de la probable responsabilidad para iniciar un proceso penal, reservando el análisis del dolo a
la sentencia definitiva, la circunstancia de que el CPDF no exija como elemento típico esencial el
dolo específico del juzgador, hace posible la iniciación de procesos en contra de éstos, con todo
lo que ello implica, incluyendo la suspensión temporal del juzgador, las molestias consabidas personales, familiares y económicas- y la afectación a la independencia judicial, para al final
arribar al análisis del dolo y, entonces, en su caso, absolverlo, cuando ello debería de analizarse
desde el principio de la averiguación; casos éstos en los que el daño a la independencia e
imparcialidad judicial será irreparable y cundirá entre los demás juzgadores en perjuicio de la
debida administración de justicia y, desde luego, de los ciudadanos.
f) El segundo elemento adicional que se contiene en la legislación federal es la calificación de
ilícita atribuible a la sentencia o resolución de fondo y que se erige en un elemento normativo.
Así, el CPF califica como ilícita la sentencia o resolución de fondo que sea contraria a algún
precepto terminante de la ley, a las actuaciones seguidas en el juicio o al veredicto de un jurado.
Este elemento es redundante y por tanto el CPDF hace bien en no incluirlo en su descripción
típica porque toda sentencia o resolución de fondo contraria a la ley o a las constancias de autos
o al veredicto de un jurado es ilícita, sin necesidad de que dicha calificación se integre en el tipo
penal puesto que todo él engloba una conducta ilícita y, por ello, delictiva.
232
g) Un objeto material consistente en una sentencia o resolución de fondo. En este sentido, el tipo
penal, por su naturaleza, se refiere a la sentencia o resolución como documento y a la sentencia o
documento como acto jurídico de decisión.
Según ha determinado la SCJN en jurisprudencia definida, la sentencia, acto jurídico, consiste en
la declaración que hace el juzgador respecto a determinada solución, en tanto que la sentencia,
documento, constituye tan sólo la representación de ese acto jurídico, de tal manera que la
sentencia documento es sólo la prueba de la resolución, no su substancia jurídica.188
h) La prevaricación judicial no exige ninguna circunstancia de lugar, tiempo, modo y ocasión, ni
elementos específicos relacionados con la antijuridicidad o la culpabilidad que modifiquen las
consideraciones generales ya expresadas.
Es importante señalar, por último, que este delito es el de mayor trascendencia de los que pueden
cometer los juzgadores, pues implica el trastocamiento más grave de sus deberes frente al
derecho. No obstante, como se explicará en el capítulo siguiente, la redacción típica,
especialmente en el Distrito Federal, y la forma en que está construido el sistema de procuración
e impartición de justicia penal, han provocado que la prevaricación judicial – y los demás delitos
motivo de este trabajo-, lejos de servir para fortalecer los valores de independencia e
imparcialidad del juzgador, han provocado lo contrario.
9.- Denegación de justicia.
El segundo conjunto de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores se
agrupa bajo el epígrafe de denegación de justicia y se trata de los contenidos en el art. 225 fracs.
I, II, III, IV, VII, XII, XIII, XIV, XXV y XXVIII del CPF y art. 291 fracs. I, II, III, IV, V, VI y
VII del CPDF.
188
Ius 2005 Registro: 394,446, Jurisprudencia, Materia Común, Séptima Época, Cuarta Sala, Apéndice de 1995,
Tomo VI, Parte SCJN, Tesis 490, p. 325.
233
La idea de administración de justicia implica el ejercicio del poder judicial del que están
investidos los juzgadores durante los procesos jurisdiccionales y al momento de resolver las
controversias (prevaricación judicial).
A lo largo del proceso, los juzgadores son los directores de las etapas procesales y al mismo
tiempo responsables del cumplimiento de una serie de deberes que tienen como fin crear
condiciones adecuadas para que las normas procesales esenciales, es decir, la independencia e
imparcialidad durante el juicio, se ostenten con el vigor formal que imponen las leyes procesales
y orgánicas, y se considera que su infracción implica una negación irreparable a los derechos y
prerrogativas de las partes y de los terceros afectados, en perjuicio de la debida administración de
justicia como realización del derecho. En estos casos, el conjunto de delitos se conocen como
denegación de justicia y participan de los aspectos comunes ya analizados, con las siguientes
particularidades:
9.1. Deberes de independencia.- Los tipos penales que protegen la independencia de criterio del
juzgador como director del proceso, cuya violación implica denegación de justicia, son los
establecidos en los arts. 225 fracs. II y III CPF y 291 fr. II CPDF, y consisten en lo siguiente:
a) Litigar por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su profesión
(arts. 225 fr. III del CPF y 291 fr. II del CPDF).
b) Desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les prohíba
(art. 225 fr. II del CPF, sin correlación en el CPDF).
Con los anteriores tipos penales, el legislador ha querido señalar que los juzgadores deben
mantenerse ajenos al ejercicio de la abogacía en los tribunales, salvo la de juzgar, así como a
cualquier otro empleo oficial o particular en los casos que la ley prohíba, de modo que se
preserve la actividad jurisdiccional como la prioridad laboral del juzgador.
Al prohibir al juzgador litigar por sí o por interpósita persona, también se busca evitar el tráfico
de influencias y la consecuente afectación a la imparcialidad del juez ante quien litigue. No
234
obstante, la ley permite que en ciertos casos el juzgador si pueda litigar, como cuando se trata de
asuntos que atañen a su interés, al de su cónyuge o parientes, en los términos dispuestos en la
legislación aplicable en cada caso.
En cuanto a la prohibición de desempeñar algún otro empleo oficial, puesto o cargo particular
que la ley les prohíba, se pretende también preservar la actividad jurisdiccional como la prioridad
laboral de los juzgadores y evitar que éste adquiera compromisos morales, afectivos, económicos
o de cualquier otra índole con otro empleador distinto al poder judicial, que eventualmente
comprometan su imparcialidad.
Las únicas actividades profesionales adicionales que se permiten expresamente a los juzgadores
son las académicas o de docencia, no remuneradas, e implícitamente, por no estar prohibidas, las
que impliquen el ejercicio del comercio o de la profesión de licenciado en Derecho en ámbitos
distintos al foro, aunque en este último caso pueden derivarse responsabilidades de orden
disciplinario.
9.2. Deberes de imparcialidad.- Los tipos penales que llevan ínsitos la violación a los deberes
de imparcialidad del juzgador como director del proceso y que implican denegación de justicia,
son los contenidos en el art. 225 fracs. I, IV, VII, XIII, XIV, XXV y XXVIII del CPF y sus
correlativos del CPDF y pueden agruparse en dos conjuntos, a saber:
9.2.1. Realizar conductas que rompan el desinterés con el que deben conducirse los
juzgadores.- En este grupo de tipos penales, se encuentran los siguientes:
a) Conocer de negocios para los cuales tengan impedimento legal (arts. 225 fr. I del CPF y 291
fr. I del CPDF).
b) Rematar, a favor de ellos mismos, por sí o por interpósita persona, los bienes objeto de un
remate en cuyo juicio hubieren intervenido (arts. 225 fr. XII del CPF y 291 fr. IV del CPDF).
235
La imparcialidad del juzgador como director del proceso descansa en el presupuesto de su falta
de interés con respecto al negocio y a las partes. De haber cualquier interés, se presupone
parcialidad judicial y el juzgador debe abstenerse de intervenir. Los tipos penales antes señalados
protegen la falta de interés con que debe conducirse el juzgador, en atención a sus circunstancias
personales y también en relación con el negocio en el que intervino.
En cuanto a la falta de interés respecto a sus circunstancias personales, cabe recordar que la
actividad jurisdiccional descansa en el presupuesto de la competencia, es decir, del ámbito,
esfera o campo, dentro del cual un órgano jurisdiccional puede desempeñar válidamente sus
atribuciones y funciones. En este sentido, el art.16 de la CPEUM señala que nadie puede ser
molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de
mandamiento escrito de la autoridad competente.
La teoría general del proceso distingue entre competencia en estricto sentido, como la referida al
órgano jurisdiccional entendida como la medida del poder o facultad otorgado a un órgano
jurisdiccional para conocer de un determinado asunto y ejercer sus funciones, también conocida
como competencia objetiva, y la competencia personal, también conocida como competencia
subjetiva, que no alude al órgano jurisdiccional sino a su titular, es decir, a la persona física
encargada del desenvolvimiento de la función judicial.
La competencia objetiva se rompe cuando el juzgador conoce de un asunto para el que no
corresponde su intervención en virtud de razones de materia, fuero, grado, territorio, cuantía,
turno, etc. La Constitución, los ordenamientos procesales y en especial las respectivas leyes
orgánicas establecen con la debida precisión la distribución de competencias judiciales y su
transgresión da motivo de planteamiento y discusión de conflictos competenciales, sin
trascendencia penalística.
La competencia subjetiva, en cambio, está establecida en las leyes procesales y orgánicas
aplicables para garantizar la independencia personal del juzgador frente a la controversia y las
partes, y su fundamento estriba en quitar el interés personal que pueda tener el juzgador en el
236
ejercicio de la hegemonía jurisdiccional, cuando éste pueda tener motivos de interés, simpatía,
gratitud, reconocimiento, odio o amistad con alguna de las partes o cualquier interesado.
A diferencia de la competencia judicial, la transgresión a la competencia subjetiva si tiene
trascendencia penalística al tipificarse en ambas codificaciones como delito el conocer de
negocios para los cuales se tenga impedimento legal. En estos casos, se considera que un juez
impedido que dirige un proceso niega irreparablemente a las partes el pleno ejercicio de sus
prerrogativas procesales, en perjuicio de su necesaria imparcialidad y, en consecuencia, de la
debida administración de justicia.
Normalmente, las legislaciones que contienen regulaciones sobre competencia subjetiva las
hacen derivar en impedimentos, recusaciones y excusas. No obstante, el elemento normativo del
delito contenido en las fracs. I de los arts. 225 del CPF y 291 del CPDF, se refiere
exclusivamente a los impedimentos legales.
Por tratarse de un elemento normativo, para su valoración habrá que estarse a los conceptos
jurídicos propios sobre incompetencia subjetiva establecidas en las legislaciones respectivas. Así,
el art. 146 de la LOPJF establece que los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los
magistrados de Circuito, los jueces de Distrito, los miembros del Consejo de la Judicatura
Federal y los jurados están impedidos para conocer de los asuntos, por alguna de las causas
siguientes:
“I.- Tener parentesco en línea recta sin limitación de grado, en la colateral por
consanguinidad hasta el cuarto grado y en la colateral por afinidad hasta el segundo,
con alguno de los interesados, sus representantes, patronos o defensores;
II.- Tener amistad íntima o enemistad manifiesta con alguna de las personas a que se
refiere la fracción anterior;
III.- Tener interés personal en el asunto, o tenerlo su cónyuge o sus parientes, en los
grados que expresa la fracción I de este artículo;
237
IV.- Haber presentado querella o denuncia el servidor público, su cónyuge o sus
parientes, en los grados que expresa la fracción I, en contra de alguno de los
interesados;
V.- Tener pendiente el servidor público, su cónyuge o sus parientes, en los grados que
expresa la fracción I, un juicio contra alguno de los interesados o no haber transcurrido
más de un año desde la fecha de la terminación del que hayan seguido hasta la fecha en
que tome conocimiento del asunto;
VI.- Haber sido procesado el servidor público, su cónyuge o parientes, en los grados
expresados en la misma fracción I, en virtud de querella o denuncia presentada ante las
autoridades, por alguno de los interesados, sus representantes, patronos o defensores;
VII.- Estar pendiente de resolución un asunto que hubiese promovido como particular,
semejante a aquél que le es sometido para su conocimiento o tenerlo su cónyuge o sus
parientes en los grados expresados en la fracción I;
VIII.- Tener interés personal en asunto donde alguno de los interesados sea juez, árbitro
o arbitrador;
IX.- Asistir, durante la tramitación del asunto, a convite que le diere o costeare alguno de
los interesados, tener mucha familiaridad o vivir en familia con alguno de ellos;
X.- Aceptar presentes o servicios de alguno de los interesados;
XI.- Hacer promesas que impliquen parcialidad a favor o en contra de alguno de los
interesados, sus representantes, patronos o defensores, o amenazar de cualquier modo a
alguno de ellos;
XII.- Ser acreedor, deudor, socio, arrendador o arrendatario, dependiente o principal de
alguno de los interesados;
XIII.- Ser o haber sido tutor o curador de alguno de los interesados o administrador de
sus bienes por cualquier título.
XIV.- Ser heredero, legatario, donatario o fiador de alguno de los interesados, si el
servidor público ha aceptado la herencia o el legado o ha hecho alguna manifestación en
este sentido;
XV.- Ser cónyuge o hijo del servidor público, acreedor, deudor o fiador de alguno de los
interesados;
238
XVI.- Haber sido juez o magistrado en el mismo asunto, en otra instancia. No es motivo
de impedimento para magistrados de los tribunales unitarios el conocer del recurso de
apelación contra sentencias del orden penal cuando hubiesen resuelto recursos de
apelación en el mismo asunto en contra de los autos a que se refieren las fracciones I al
IX del artículo 367 del Código Federal de Procedimientos Penales;
XVII.- Haber sido agente del Ministerio Público, jurado, perito, testigo, apoderado,
patrono o defensor en el asunto de que se trata, o haber gestionado o recomendado
anteriormente el asunto a favor o en contra de alguno de los interesados. Tratándose de
juicios de amparo, se observará lo dispuesto en la Ley de Amparo; y
XVIII.- Cualquier otra análoga a las anteriores.”
En complemento a lo anterior, aplicable a todo el Poder Judicial Federal, la Ley de Amparo
establece un catálogo de impedimentos, por tanto aplicable a la autoridad federal que conozca de
juicios de amparo, en los siguientes términos:
“Art. 66.- No son recusables los ministros de la Suprema Corte de Justicia, los
Magistrados de los Tribunales Colegiados de Circuito, los Jueces de Distrito, ni las
autoridades que conozcan de los juicios de amparo conforme al artículo (37; pero
deberán manifestar que están impedidos para conocer de los juicios en que intervengan,
en los casos siguientes;
I.- Si son cónyuges o parientes consanguíneos o afines de alguna de las partes o de sus
abogados o representantes, en línea recta, sin limitación de grado; dentro del cuarto
grado, en la colateral por consanguinidad, o dentro del segundo, en la colateral por
afinidad;
II.- Si tiene interés personal en el asunto que haya motivado el acto reclamado;
III.- Si han sido abogados o apoderados de alguna de las partes en el mismo asunto o en
el juicio de amparo;
IV.- Si hubiesen tenido el carácter de autoridades responsables en el juicio de Amparo, si
hubiesen aconsejado como asesores la resolución reclamada, o si hubiesen emitido, en
otra instancia o jurisdicción la resolución impugnada.
239
V.- Si tuvieren pendiente algún juicio de amparo, semejante al de que se trata, en que
figuren como partes:
VI.- Si tuvieren amistad estrecha o enemistad manifiesta con alguna de las partes o sus
abogados o representantes.
En materia de amparo, no son admisibles las excusas voluntarias. Sólo podrán
invocarse, para no conocer de un negocio, las causas de impedimento que enumera este
artículo, las cuales determinan la excusa forzosa del funcionario.
El ministro, magistrado o juez que, teniendo impedimento para conocer de un negocio,
no haga la manifestación correspondiente, o que, no teniéndolo, presente excusa
apoyándose en causas diversas de las de impedimento, pretendiendo que se le aparte del
conocimiento de aquél, incurre en responsabilidad.”
En el Distrito Federal, no es la legislación orgánica la que establece las causales de
impedimentos de los juzgadores, sino los ordenamientos procesales. Así, el Código de
Procedimientos Civiles, observable en materia civil, mercantil, familiar y del arrendamiento
inmobiliario, establece, en su art. 170, lo siguiente:
“Art. 170.- Todo magistrado, juez o secretario, se tendrá por forzosamente impedido
para conocer en los casos siguientes:
I.- En negocio en que tenga interés directo o indirecto;
II.- En los negocios que interesen de la misma manera a su cónyuge o a sus parientes
consanguíneos en línea recta, sin limitación de grados, a los colaterales dentro del
cuarto grado, y a los afines dentro del segundo;
III.- Siempre que entre el funcionario de que se trate, su cónyuge o sus hijos y algunos de
los interesados, haya relación de intimidad nacida de algún acto civil o religioso,
sancionado y respetado por la costumbre;
IV.- Si fuere pariente por consanguinidad o afinidad, del abogado o procurador de
alguna de las partes, en los mismos grados a que se refiere la fracción II de este artículo;
V.- Cuando él, su cónyuge o alguno de sus hijos sean heredero, legatario, donante,
donatario, socio, acreedor, deudor, fiador, fiado, arrendador, arrendatario, principal,
240
dependiente o comensal habitual de alguna de las partes, o administrador actual de sus
bienes.
VI.- Si ha hecho promesas o amenazas o ha manifestado de otro modo su odio o afecto
por alguno de los litigantes.
VII.- Si asiste o ha asistido a convites que especialmente para él diere o costeare alguno
de los litigantes, después de comenzado el pleito, o si tiene mucha familiaridad con
alguno de ellos, o vive con él, en su compañía, en una misma casa;
VIII.- Cuando después de comenzado el pleito, haya admitido él, su cónyuge o alguno de
sus hijos, dádivas o servicios de alguna de las partes;
IX.- Si ha sido abogado o procurador, perito o testigo en el negocio de que se trate;
X.- Si ha conocido del negocio como Juez, árbitro o asesor, resolviendo algún punto que
afecte a la substancia de la cuestión, en la misma instancia o en otra;
XI.- Cuando él, su cónyuge o alguno de sus parientes consanguíneos en línea recta, sin
limitación de grados, de los colaterales dentro del segundo, o de los afines en el primero,
siga contra alguna de las partes, o no ha pasado un año, de haber seguido un juicio civil,
o una causa criminal, como acusador, querellante o denunciante, o se haya constituido
parte civil en una causa criminal seguida contra cualquiera de ellas;
XII.- Cuando alguno de los litigantes o de sus abogados es o ha sido denunciante,
querellante o acusador del funcionario de que se trate, de su cónyuge, o de alguno de sus
expresados parientes, o se ha constituido parte civil en causa criminal seguida contra
cualquiera de ellos, siempre que el Ministerio Público haya ejercitado la acción penal;
XIII.- Cuando el funcionario de que se trate, su cónyuge o alguno de sus expresados
parientes sea contrario a cualquiera de las partes en negocio administrativo que afecte a
sus intereses.
XIV.- Si él, su cónyuge o alguno de sus expresados parientes sigue algún proceso civil o
criminal en que sea Juez, agente del Ministerio Público, árbitro o arbitrador, alguno de
los litigantes;
XV.- Si es tutor o curador de alguno de los interesados, o no han pasado tres años de
haberlo sido.”
241
Por su parte, el CPPDF, observable en procesos de la competencia objetiva de cualquier tribunal
penal, señala lo siguiente:
“Art. 522.- Son causas de recusación las siguientes:
I.- Tener el funcionario íntimas relaciones de afecto o respeto con el abogado de
cualquiera de las partes;
II.- Haber sido el juez, su cónyuge o sus parientes consanguíneos o afines, en los grados
que menciona la fracción VIII, acusadores de alguna de las partes;
III.- Seguir el juez, o las personas a que se refiere la fracción anterior, contra alguno de
los interesados en el proceso, negocio civil o mercantil, o no llevar un año de terminado
el que antes hubiere seguido;
IV.- Asistir durante el proceso a convite que le diere o costeare alguna de las partes;
tener mucha familiaridad o vivir en familia con alguna de ellas;
V.- Aceptar presentes o servicios de alguno de los interesados;
VI.- Hacer promesas, prorrumpir en amenazas o manifestar de otra manera odio o afecto
a alguna de las partes;
VII.- Haber sido sentenciado el funcionario en virtud de acusación hecha por alguna de
las partes;
VIII.- Tener interés directo en el negocio, o tenerlo en su cónyuge, parientes
consanguíneos en línea recta, sin limitación de grados, o colaterales consanguíneos o
afines dentro del cuarto grado;
IX.- Tener pendiente un proceso igual al que conoce, o tenerlo sus parientes expresados
en la fracción anterior;
X.- Tener relaciones de intimidad con el acusado;
XI.- Ser, al incoarse el procedimiento, acreedor, deudor, socio, arrendatario o
arrendador, dependiente o principal del procesado;
XII.- Ser o haber sido tutor o curador del procesado, o haber administrado por
cualquiera causa sus bienes;
XIII.- Ser heredero presunto o instituido, legatario o donatario del procesado;
XIV.- Tener mujer o hijos que, al incoarse el procedimiento, sean acreedores, deudores o
fiadores del procesado, y
242
XV.- Haber sido magistrado o juez en otra instancia, jurado, testigo, procurador o
abogado, en el negocio de que se trate, o haber desempeñado el cargo de defensor del
procesado.”
En materia de impedimentos aplicables en los procedimientos penales en el Distrito Federal,
resulta interesante la tesis jurisprudencial que enseguida se transcribe, cuenta habida de que su
criterio toral es aplicable en casos análogos:
“IMPEDIMENTOS DE SERVIDORES PÚBLICOS, DELITOS CONTRA LA
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN RELACIÓN CON. SON ESTRICTAMENTE
LOS SEÑALADOS EN EL ARTÍCULO 522 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS
PENALES PARA EL DISTRITO FEDERAL.
De la interpretación armónica de la fracción I del artículo 225 del Código Penal, es
evidente que el impedimento legal a que se refiere dicha fracción, es uno de aquellos
señalados específicamente en el artículo 522 del Código de Procedimientos Penales para
el Distrito Federal, con el fin de evitar la parcialidad en la emisión de las resoluciones
respectivas. De manera que si la conducta del quejoso consiste en que en los últimos días
de sus vacaciones se presentó al turno del juzgado correspondiente, y actuando como
titular que era, resolvió la situación jurídica de varios inculpados respecto de diversas
causas penales, sería obvio que su proceder no se adecuaría exactamente a ninguno de
los impedimentos señalados en el aludido precepto legal de la ley procesal penal, y por
tanto, no constituiría el delito contra la administración de justicia, toda vez que al
reintegrarse el titular del juzgado a éste, asume con plenitud de jurisdicción su cargo y,
por ende, el secretario en funciones por ministerio de ley inmediatamente cesa en su
encargo, debido a la dependencia jerárquica existente, independientemente del trámite
administrativo interno de dar el aviso respectivo a quien correspondiere, ya que dicho
trámite no debe afectar a la administración de justicia.”189
189
Amparo en revisión 929/99. 15 de noviembre de 1999. Unanimidad de votos. Ponente: Carlos Hugo Luna
Ramos. Secretaria: Miriam Sonia Saucedo Estrella. Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal Del Primer
Circuito. Ius 5 Registro 191,928, tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XI, Mayo de 2000, tesis I.1o.P.66 P, p. 942.
243
Por lo que toca a la falta de interés del juzgador con respecto al negocio, debe tenerse en cuenta
que resulta oprobioso a los ojos del legislador que el funcionario judicial que dirigió el proceso
se auto-remate algún bien que esté sujeto a remate en dicho proceso, pues ello supone el ejercicio
de la actividad jurisdiccional con fundamento en un interés del juzgador con respecto a un
negocio en el que en todo tiempo debe mantenerse al margen. Permitir la conducta en cuestión,
daría a los juzgadores la posibilidad de ser jueces y partes interesadas, lo que rompería
notablemente el principio de imparcialidad judicial, independientemente de que ello sea, en
efecto, penalísticamente relevante.
9.2.2. Realizar conductas que rompan el equilibrio procesal y la igualdad de las partes.- El
segundo conjunto de tipos que protegen la imparcialidad de los juzgadores a lo largo del juicio se
centra en la necesidad de preservar la igualdad y el equilibrio procesal entre las partes en
términos tales que en todo momento el juzgador les de el mismo tratamiento y ambas tengan
garantizado el efectivo ejercicio de sus derechos procesales y prerrogativas.
Para el legislador federal y local, las conductas judiciales que rompen la igualdad y el equilibrio
procesal entre las partes, son las siguientes:
a) Ejecutar actos o incurrir en omisiones que dañen jurídicamente a alguien o le conceda una
ventaja indebida (arts. 225 fr. VII del CPF y 291 fr. III del CPDF).
b) Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen (arts. 225 fr. IV del CPF y 291 fr. II
del CPDF).
c) Admitir o nombrar un depositario o entregar a éste los bienes secuestrados, sin el
cumplimiento de los requisitos legales correspondientes (arts. 225 fr. XIII del CPF y 291 fr.
V del CPDF).
d) Hacer conocer el demandado, indebidamente, la providencia de embargo; o dar a conocer a
quien no tenga derecho, documentos, constancias o información que obren en una
244
averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la ley o resolución de la
autoridad judicial, sean confidenciales (art. 225 fracs. XXIV y XXVIII del CPF, sin
correlación en el CPDF).
e) Inducir a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en su
contra (art. 291 fr. VI del CPDF sin correlación en el CPF).
f) Nombrar síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea deudor,
pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el funcionario
relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios de interés común
(arts. 225 fr. XXV del CPF y 291 fr. VII del CPDF).
g) Ocultar el nombre del acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito que se le
atribuye (arts. 225 fr. XIII del CPF y 299 fr. IV del CPDF).
Los casos de denegación de justicia, tienen el común denominador de que en todos ellos se exige
una conducta positiva del sujeto activo; de acción, que produce el resultado, a diferencia de la
denegación de justicia en que la conducta del juzgador es de carácter omisivo. Además, todos
ellos establecen numerosos elementos normativos de valoración jurídica y otros tantos de
valoración cultural, y por tanto se produce un amplio margen de discrecionalidad en la
determinación de las conductas concretas que se subsumirán al tipo.
De lo que se trata es evitar todo rompimiento en el equilibrio procesal entre las partes o que se
les brinde un trato desigual por parte de los juzgadores. Por ello, en la mayoría de los casos se
trata de delitos de mera conducta que no requieren de un resultado material, aunque en otros si se
requiere una mutación en el mundo externo, como daños y ventajas, entrega de bienes
secuestrados y nombramientos de síndicos o interventores, aunque ello no necesariamente
repercuta en la decisión final del proceso.
Tal y como se desprende del análisis de los casos de denegación de justicia, la legislación penal
federal está redactada en términos tales que suponen la pluralidad de conductas del juzgador en
245
casi todos los casos, al contrario que la del Distrito Federal en la que queda claro que basta una
sola conducta para la integración del tipo, lo que constituye una diferencia relevante frente al
principio de legalidad.
No debe perderse de vista que la sola constatación de alguna violación a los deberes de
independencia e imparcialidad del juzgador como director de proceso y que tutelan los delitos de
denegación de justicia, no significa que éste actuará indefectiblemente en forma dependiente o
parcial. No obstante, el legislador preestablece un conjunto de causas que presumen la violación
a dichos deberes con trascendencia penal suficiente para colmar los tipos de que se trate, por lo
que en ningún caso es necesario acreditar que en el caso concreto el juzgador emitió un acto
jurisdiccional que haya causado una afectación concreta a las partes, de donde se sigue que el
resultado es formal al tratarse de un delito de mera conducta.
La jurisprudencia nacional es más amplia en lo que toca a la interpretación de la conducta típica
consistente en ejecutar actos o incurrir en omisiones que dañen jurídicamente a alguien o le
conceda una ventaja indebida (arts. 225 fr. VII del CPF y 291 fr. III del CPDF), lo que no ocurre
con el resto de las hipótesis delictivas. Las tesis más relevantes son las siguientes:
“ARTICULO
225,
FRACCION
VII,
DEL
CODIGO
PENAL
FEDERAL,
INTERPRETACION DEL.
El artículo 225, en su fracción VII, del Código Penal Federal dispone que son delitos
contra la administración de justicia cometidos por servidores públicos, el ejecutar actos
o incurrir en omisiones que produzcan un daño o concedan a alguien una ventaja
indebidos. Ahora bien, del análisis de la fracción citada, se advierte que la esencia del
delito radica en la alteración del equilibrio procesal de las partes que intervengan en un
procedimiento, y que tengan como resultado que se cause un daño o se conceda a
alguien una ventaja indebidos, por lo que si la conducta desplegada por el reo se hizo
consistir en la abstención de detener al conductor de un autobús de pasajeros en el que
se descubrió que viajaban cinco indocumentados y dos más en el guardaequipaje, es
evidente que tal conducta no encuadra dentro de la figura legal antes descrita, ya que no
se ve qué ventaja pudo haberle concedido al acusado el omitir detenerlo, pues en todo
246
caso el incumplimiento del deber legal de detenerlo "in fraganti" posiblemente dé lugar
a otro diverso ilícito, por lo que la condena impuesta al quejoso implica la aplicación
inexacta de una pena por una conducta distinta de la que prevé la hipótesis legal en
comento, lo que trae como consecuencia que debe concederse el amparo y protección de
la Justicia Federal impetrados.”190
“VENTAJA INDEBIDA. NO SE INTEGRA SI NO ROMPE EL EQUILIBRIO
PROCESAL QUE RIGE A TODA CAUSA.
El ilícito previsto en la fracción VII del artículo 225 del Código Penal Federal,
determina que incurren en delitos contra la Administración de Justicia, aquellos
servidores públicos que: Ejecuten actos o incurran en omisiones que produzcan un daño
o concedan a alguien una ventaja indebida. Por lo que no puede considerarse como
"ventaja indebida" aquella acción que no rompe el equilibrio procesal que rige toda
causa; y, en consecuencia, no se origina el daño o la obtención de un beneficio con ese
actuar.”191
“DELITO CONTRA LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA COMETIDO POR
SERVIDOR PUBLICO.
El ilícito previsto en la fracción VII del artículo 225 del Código Penal para el Distrito
Federal en Materia de Fuero Común y aplicable en toda la República tratándose del
Fuero Federal, en su hipótesis de "ejecutar actos o incurrir en omisiones" que
"concedan a alguien una ventaja indebida", prevé aquellas situaciones en donde el
servidor público, en el desempeño de sus funciones, en forma ilegal actúa o deja de
hacerlo, con el ánimo de favorecer a alguna persona en el asunto o controversia
sometido a su conocimiento, con violación al principio de equilibrio o igualdad de las
190
Amparo directo 152/96. Francisco Ulises Espinoza Sánchez. 26 de agosto de 1996. Unanimidad de votos.
Ponente: José Pérez Troncoso. Secretario: Ramón Zúñiga Luna. Tribunal Colegiado en Materia Penal del Séptimo
Circuito. Ius 5 Registro 201,093, tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo IV, Octubre de 1996, tesis: VII.P.42 P., p. 498.
191
Amparo en revisión 552/92. Carlos Arizcorreta Balderas. 26 de marzo de 1993. Unanimidad de votos. Ponente:
Alfonso Manuel Patiño Vallejo. Secretario: Francisco Fong Hernández. Cuarto Tribunal Colegiado en Materia
Penal del Primer Circuito. Ius 5: Registro 212,073, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales
Colegiados de Circuito, Semanario Judicial de la Federación, Tomo XIV, Julio de 1994, p. 861.
247
partes ante la ley.”192
“ARTÍCULO
225,
FRACCIÓN
VII,
DEL
CÓDIGO
PENAL
FEDERAL,
INTERPRETACIÓN DEL.El artículo 225, en su fracción VII, del Código Penal Federal dispone que son delitos
contra la administración de justicia cometidos por servidores públicos, el ejecutar actos
o incurrir en omisiones que produzcan un daño o concedan a alguien una ventaja
indebidos. Ahora bien, del análisis de la fracción citada, se advierte que la esencia del
delito radica en la alteración del equilibrio procesal de las partes que intervengan en un
procedimiento, y que tengan como resultado que se cause un daño o se conceda a
alguien una ventaja indebidos, por lo que si la conducta desplegada por el reo se hizo
consistir en la abstención de detener al conductor de un autobús de pasajeros en el que
se descubrió que viajaban cinco indocumentados y dos más en el guardaequipaje, es
evidente que tal conducta no encuadra dentro de la figura legal antes descrita, ya que no
se ve qué ventaja pudo haberle concedido al acusado el omitir detenerlo, pues en todo
caso el incumplimiento del deber legal de detenerlo in fraganti posiblemente dé lugar a
otro diverso ilícito, por lo que la condena impuesta al quejoso implica la aplicación
inexacta de una pena por una conducta distinta de la que prevé la hipótesis legal en
comento, lo que trae como consecuencia que debe concederse el amparo y protección de
la Justicia Federal impetrados.”193
“VENTAJA INDEBIDA. NO SE INTEGRA SI NO ROMPE EL EQUILIBRIO
PROCESAL QUE RIGE A TODA CAUSA.El ilícito previsto en la fracción VII del artículo 225 del Código Penal Federal,
determina que incurren en delitos contra la administración de justicia, aquellos
servidores públicos que: ejecuten actos o incurran en omisiones que produzcan un daño
192
Amparo directo 356/89. Rodolfo Peña Mayén. 2 de mayo de 1989. Unanimidad de votos. Ponente: J. Jesús
Duarte Cano. Secretario: A. Enrique Escobar Angeles. Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer
Circuito. Ius 5. Registro 228,266, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Semanario Judicial de la Federación, Tomo III, Segunda Parte-1, Enero a Junio de 1989, p. 248.
193
Ius 5. Registro 908,662, Tesis aislada, Materia Penal, Novena Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Apéndice 2000, Tomo II, Penal, P.R. TCC., Tesis 3721, p. 1778.
248
o concedan a alguien una ventaja indebida. Por lo que no puede considerarse como
"ventaja indebida" aquella acción que no rompe el equilibrio procesal que rige toda
causa; y, en consecuencia, no se origina el daño o la obtención de un beneficio con ese
actuar.”194
10. Retardo en la justicia.
El tercer conjunto de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores se
agrupa bajo el título de retardo en la justicia y se trata de los contenidos en los arts. 225 fracs. I,
V, VI, VIII, XIII, XVI y XVII del CPF y 290 fr. II, 292 fracs. I, II, III y IV y 299 fracs. IV, V y
VIII del CPDF.
Como se expresó al abordar la denegación de justicia, la idea de administrar justicia debidamente
implica el ejercicio del Poder Judicial del que están investidos los juzgadores durante los
procesos jurisdiccionales y al momento de resolver las controversias, en términos de oportunidad
y prontitud, para hacer efectiva la garantía que al respecto establece el art. 17 constitucional.
El aforismo según el cual justicia retardada es justicia denegada significa que no basta con que
los juzgadores se desempeñen con independencia de criterio e imparcialidad, sino que deben
conducir los procesos y pronunciar sus resoluciones con la oportunidad debida establecida en la
normatividad procesal correspondiente, pues de lo contrario afectan los fines de la
administración de justicia como potestad jurisdiccional o realización del derecho. Por ello es que
el legislador federal y del Distrito Federal ha tipificado determinadas conductas que implican el
incumplimiento grave a los deberes de prontitud y oportunidad en la administración de justicia.
A diferencia de los delitos que en su conjunto integran la denegación de justicia, en el retardo en
la justicia no se producen daños o perjuicios irreparables a las partes y, en consecuencia, al
imperio del derecho, sino que tan sólo se dilata la buena marcha de los procesos por causas
imputables al juzgador, colmándose el tipo sin necesidad de la producción de los señalados
194
Ius 5. Registro 910,809, Tesis aislada, Materia Penal, Octava Época, Tribunales Colegiados de Circuito,
Apéndice 2000, Tomo II, Penal, P.R. TCC. Tesis 5868, p. 3081.
249
daños o perjuicios irreparables pues en todos los casos de retardo en la justicia se trata de
actitudes reparables del juzgador, tal y como lo demuestran los tipos penales que integran este
conjunto, a saber:
a) No cumplir una disposición que legalmente se le comunique por su superior competente, sin
causa fundada para ello (arts. 225 fr. V del CPF y 290 fr. II del CPDF).
b) Abstenerse de conocer un asunto que le corresponda por razón de su cargo, sin tener
impedimento legal (arts. 225 fr. I del CPF y 292 fr. I del CPDF).
c) Omitir deliberadamente dictar una resolución de trámite, una sentencia definitiva o cualquier
otra resolución de fondo, dentro del plazo legal (arts. 225 fr. VI del CPF y 292 fr. II del
CPDF).
d) Retardar o entorpecer indebidamente la administración de justicia (arts. 225 fr. VIII del CPF
y 292 fr. III del CPDF).
e) Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo legal, un
asunto pendiente ante él (art. 292 fr. IV del CPDF, sin correlación en el CPF).
f) No tomar al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las
cuarenta y ocho horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél
voluntariamente se puso a su disposición (arts. 225 fr. XIII del CPF y 299 fr. IV del CPDF).
g) No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las setenta y dos horas
siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado la
ampliación del plazo (arts. 225 fr. XVII del CPF y 299 f. V del CPDF).
h) Demore injustificadamente el cumplimiento de las providencias y resoluciones judiciales en
las que se ordene poner en libertad a un detenido (arts. 225 fr. XVI del CPF y 299 f. VIII del
CPDF).
250
El común denominador en todos los casos de retardo en la justicia es una conducta omisiva en el
juzgador, que entorpece la debida administración de justicia, a diferencia de los delitos de
denegación de justicia en que se exige una conducta activa por parte del juzgador. Lo anterior
tiene sentido si se considera que la palabra retardo implica la idea de diferimiento, inactividad,
rezago.
En efecto, como se sabe, el derecho penal no solo contiene normas prohibitivas sino también
normas dispositivas o imperativas que ordenan acciones, cuya omisión puede producir resultados
socialmente nocivos. Lo que la ley castiga en estos casos es la no realización de la acción
mandada, esperada, que el juzgador tenía del deber jurídico de llevar a cabo, y podía ejecutar.
Otra coincidencia con los delitos de denegación de justicia es que los tipos que integran el
retardo en la justicia contienen elementos normativos de valoración jurídica y cultural, en
perjuicio del principio de legalidad, ya analizada, lo que provoca un amplio margen de
discrecionalidad en la determinación de las conductas que se subsumen a los tipos y, por lo
mismo, toda suerte de abusos.
Cabe señalar que en los delitos de retardo en la justicia es donde con mayor nitidez se puede
presentar la inculpabilidad del juzgador por inexigibilidad de otra conducta, supuesto que la
carga oprobiosa de trabajo que caracteriza a los tribunales puede hacer imposible que los
juzgadores pronuncien resoluciones, que eviten el retardo en el trámite de los expedientes o el
despacho de los asuntos dentro de los plazos judiciales.
Es importante tomar en cuenta que, tal y como están redactados los tipos correspondientes, hay
dos clases de omisión en que pueden incurrir los juzgadores: la absoluta, es decir, la que consiste
en una inactividad que se prolonga indefinidamente en el tiempo, y la relativa, que termina por la
propia actividad del juez, pero fuera de los términos judiciales. En el primer caso figura la
omisión de cumplir una disposición superior, de conocer negocios sin tener impedimento legal, y
retardar o entorpecer indebidamente la administración de justicia. En el segundo caso, se cuenta
la omisión de dictar resoluciones dentro del plazo legal, lo que supone que si el juzgador
251
pronuncia la resolución fuera de término no se excluye el delito; la única condicionante es la
actitud deliberada.
A diferencia de la denegación de justicia, la legislación penal federal deja claro, en el retardo de
la justicia, que en la mayoría de los casos basta una sola conducta del juzgador para que se
integre el tipo, tal y como sucede también con la legislación local. No obstante, por su
naturaleza, el tipo consistente en retardar o entorpecer indebidamente la administración de
justicia admite unidad o pluralidad de conductas, con el consecuente problema de determinar si
cabe el concurso de delitos pues en este caso se da la idea de una actitud caracterizadora del
juzgador, más que un acto concreto. Ello también abona los problemas de legalidad que se
abordarán en el siguiente capítulo.
Los delitos de retardo en la justicia implican una omisión pura o propia. En ningún caso se exige,
implícita o explícitamente, un resultado material y, por tanto, no es dable considerar la
posibilidad de la comisión por omisión, máxime que no resultan aplicables las hipótesis de
posición de garante establecidas en la legislación penal mexicana. Así entonces, los delitos de
retardo en la justicia también se agotan con la sola conducta omisiva del juzgador y su resultado
es formal.
La siguiente tesis de jurisprudencia por contradicción de tesis es elocuente con respecto a casos
de retardo en la administración de justicia:
“DEMANDA DE AMPARO DIRECTO. EN CONTRA DE LA RESOLUCIÓN DE LA
AUTORIDAD RESPONSABLE QUE INDEBIDAMENTE LA DESECHA, LA
TIENE POR NO INTERPUESTA O NIEGA REMITIRLA, NO PROCEDE
RECURSO ALGUNO, SINO QUE EL TRIBUNAL COLEGIADO DE CIRCUITO
DEBE REQUERIR SU ENVÍO CON LOS APERCIBIMIENTOS LEGALES.De la interpretación sistemática de lo dispuesto en los artículos 44, 163, 167, 168 y 169
de la Ley de Amparo, deriva que cuando la autoridad responsable que actúa como
auxiliar del Poder Judicial de la Federación, en el inicio de la sustanciación del juicio
de amparo directo, emite una resolución en la que desecha, tiene por no interpuesta o
252
niega la remisión de una demanda de amparo al Tribunal Colegiado de Circuito, para lo
cual carece de atribuciones, procede que la parte interesada informe tal circunstancia al
Tribunal Colegiado, para que éste, de inmediato, requiera, con apercibimiento de multa,
a la autoridad responsable, en el sentido de que remita la demanda y sus anexos, pues
ello constituye una obligación que se impone como carga procesal de aquélla, sin
perjuicio de que, si insiste en el incumplimiento, después de agotados los medios de
apremio, se proceda en contra de la autoridad responsable, de conformidad con lo
establecido en el artículo 209 del ordenamiento jurídico citado, para que se le sancione
en la forma precisada en el Código Penal aplicable en materia federal para los delitos
cometidos contra la administración de justicia; de tal manera, una vez que el tribunal
federal reciba la demanda de amparo deberá, de oficio, dejar insubsistente la resolución
relativa y proveer acerca de la procedencia del juicio de garantías, habida cuenta que
no existe la necesidad de integrar laguna jurídica alguna, a través del razonamiento
analógico, para crear un supuesto de procedencia de recurso, con la finalidad de que el
interesado pueda combatir esa clase de determinaciones, pues su interposición
implicaría que existiera sustanciación y significaría una carga procesal para la parte
interesada que, de no realizarse en los términos previstos por la ley, daría lugar al
absurdo de que, por virtud del principio de preclusión, quedara firme una determinación
de la autoridad responsable, para cuya emisión carece de atribuciones. Lo anterior,
debido a que el artículo 169 de la Ley de Amparo es suficiente para fundar el
requerimiento de mérito, con el que el Tribunal Colegiado está en aptitud de proveer, en
forma expedita y pronta, sobre la demanda de amparo directo, y evitar que la parte
interesada quede en estado de indefensión.”195
11. Abuso de autoridad judicial.
195
Contradicción de tesis 26/96. Entre las sustentadas por el Segundo Tribunal Colegiado del Décimo Séptimo
Circuito, el Tercero y Quinto Tribunales Colegiados en Materia Civil del Primer Circuito, y el Primer Tribunal
Colegiado del Décimo Séptimo Circuito.-27 de enero de 1998.-Unanimidad de nueve votos.-Ausentes: Juventino V.
Castro y Castro y Humberto Román Palacios.-Ponente: Guillermo I. Ortiz Mayagoitia.-Secretario: Jaime Uriel
Torres Hernández. Ius 2005. Registro: 917,674, Jurisprudencia, Materia Común, Novena Época, Pleno, Apéndice
2000, Tomo VI, Común, Jurisprudencia SCJN, Tesis 140, p. 115.
253
El último grupo de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores, son
agrupados bajo el epígrafe de abuso de autoridad judicial. Todos implican un ejercicio excesivo
de las facultades y atribuciones jurisdiccionales en perjuicio de las partes que obligan a éstas a
soportar un hecho, que no tienen obligación jurídica de sufrir en virtud de no existir legalidad en
la actuación de la autoridad jurisdiccional, o envuelven el ejercicio de violencia física o moral
sobre la parte afectada.
Por ello, a pesar de que el CPF los agrupa en el mismo artículo en el que incluye todos los casos
analizados y el CPDF los intitula simplemente delitos cometidos en el ámbito de la
administración de justicia, es preferible conocerlos como abuso de autoridad judicial, tal y
como se propone en esta tesis.
Los tipos de abuso de autoridad judicial están contenidos en los arts. 225 fracs. XI, XII, XIV,
XVIII, XIX, XX y XXVII del CPF y 299 fracs. I, II, III, VII, VIII y IX y 300 del CPDF y
consisten en lo siguiente:
a) Ordenar la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de libertad o
no preceda denuncia o querella (art. 225 fr. XX del CPF y 299 fr. I del CPDF).
b) Obligar al inculpado a declarar. En este caso, la legislación federal incorpora como
elementos del tipo que se use la incomunicación, intimidación o tortura (arts. 225 fr. XII del
CPF y 299 fracción II del CPDF.
c) Ordenar la práctica de cateos o de citas domiciliarias fuera de los casos autorizados por la ley
(arts. 225 fr. XVIII del CPF y 299 fr. III del CPDF).
d) Prolongar injustificadamente la prisión preventiva. En este caso, las legislaciones en análisis
difieren notablemente ya que, mientras el CPF establece que la prolongación de la prisión
preventiva será por más tiempo del que como máximo fije la ley al delito que motive el
proceso, lo cual da cabida a juicios cuya duración puede ser de 60 años, el CPDF se conecta
con el art. 20 fr. VIII de la CPEUM según el cual la duración de los juicios no debe exceder
254
de 4 meses si se trata de delitos cuya pena máxima no exceda de dos años de prisión, y antes
de un año si la pena excediere de ese tiempo, salvo que el inculpado solicite mayor plazo
para su defensa. En este sentido, la legislación local es de mejor carácter garantista que la
federal (arts. 225 fr. XIV del CPF y 299 fr. VI del CPDF).
e) Otorgar la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos para su
disfrute (art. 299 fr. VII del NCPF, sin correlación en el CPF). Aquí resalta que, mientras
para la legislación federal, en este sentido más garantista, es delito el negar la libertad
provisional cuando se tenga derecho a ella, para la legislación local, por lo contrario, es delito
el concederla indebidamente, lo que se agrava si se tiene en cuenta que en el Distrito Federal
no está tipificado como delito que los jueces nieguen la libertad provisional a quien tenga
derecho a ella.
f) Abrir un proceso penal contra un servidor público con fuero (arts. 225 fr. XIX del CPF y 299
fr. IX del CPDF).
g) Utilizar la violencia contra una persona durante el proceso para evitar que ésta o un tercero
aporte pruebas relativas a la comisión de un delito (art. 300 del CPDF, sin correlación en el
CPF). Nótese que la circunstancia establecida en el tipo consiste en que se evite la aportación
de pruebas de cargo, con lo que queda impune la conducta similar que evite la aportación de
pruebas de descargo.
El común denominador en los casos de abuso de autoridad judicial es que en todos ellos se exige
una conducta activa del juzgador que, al obligar a alguna de las partes a soportar un hecho que
jurídicamente no tiene el deber de sufrir, o implican la imposición de violencia física o moral,
entorpeciéndose la debida administración de justicia como realización del derecho.
Al igual que los conjuntos de negación y retardo de justicia, las distintas hipótesis de abuso de
autoridad judicial establecen diversos elementos normativos de valoración jurídica o cultural, por
lo que también se generan amplios márgenes de discrecionalidad en la determinación de las
conductas concretas que colman los correspondientes tipos penales.
255
Sin embargo, a diferencia de los delitos de prevaricación judicial, de negación de justicia y
retardo de justicia, en el abuso de autoridad judicial no aparece con claridad que se trate del
incumplimiento de los deberes de independencia e imparcialidad del juzgador, sino más bien, de
legalidad en el ajustamiento de sus acciones y determinaciones al límite preciso establecido por
las leyes aplicables, lo que rompe el principio firmado en este trabajo según el cual sólo las
conductas que impliquen la violación a los deberes de independencia e imparcialidad pueden ser
considerados como delitos en congruencia con la determinación de los principios esenciales de la
función jurisdiccional, sin que ello implique admitir casos de impunidad que bien podrían quedar
comprendidos en el delito genérico de abuso de autoridad, previo examen del principio de
necesidad y de intervención mínima del derecho penal.
256
CAPÍTULO V.- CONTRASTE ENTRE LOS PRINCIPIOS
FUNDAMENTALES Y LOS TIPOS PENALES
Sumario: Introducción. 1. Principios que se surten en todos los casos. 2.
Principios que no se surten en todas las hipótesis típicas. 3. Síntesis. 4. Matriz
analítica.
Introducción:
En el capítulo I se analizaron los principios fundamentales del derecho penal. En seguimiento a
las tendencias doctrinales contemporáneas, se expresaron y analizaron 10 fundamentos de la
ciencia penal. Los primeros 6, relacionados con el derecho penal sustantivo y los 4 restantes, con
el derecho penal adjetivo.
En el capítulo II se trataron los principios fundamentales de la actividad jurisdiccional. A lo largo
del tratamiento de los temas y como síntesis se concluyó que ellos son la independencia, la
imparcialidad y la gratuidad y que de éstos derivan otra serie de postulados complementarios.
En este capítulo se pretende realizar un contraste entre los principios fundamentales del Derecho
Penal y de la Jurisdicción frente a los tipos penales de prevaricación judicial, denegación de
justicia, retardo en la justicia y abuso de autoridad judicial, analizados en el capítulo IV. De lo
que se trata es de colegir si las descripciones típicas en cuestión son congruentes con los
señalados principios. De ser así, deben subsistir en la codificación penal; de lo contrario, se
propone su derogación.
Si bien el ejercicio objeto de este capítulo es de corte predominantemente especulativo, se
considera que el presente trabajo de investigación quedaría inconcluso si no se intentara
contrastar los principios deónticos señalados con las expresiones legislativas constitutivas del
objeto del sistema de responsabilidad penal de los juzgadores, a fin de concluir, en un esfuerzo
de lógica, si, al menos desde el punto de vista legislativo, los tipos penales son consistentes
científicamente, independientemente de otras problemáticas de índole más bien prácticas
257
detalladamente expresadas en el capítulo III en que se abordaron los problemas sobre
independencia e imparcialidad de los juzgadores, especialmente en cuanto a las razones
culturales.
1.- Principios que se surten en todos los casos.
Para la mejor expresión de los conceptos del presente capítulo, en esta parte se expresarán cuáles
son los principios fundamentales del derecho penal que se surten en todas y cada una de las
hipótesis típicas respectivas, porque ocurra lo siguiente:
a) La descripción legislativa demuestra en si misma que es producto de la combinación de todos
los principios del derecho penal sustantivo.
b) El delito de que se trata no es expuesto a excepciones de índole procesal que impliquen la
negación de alguno de los postulados del derecho penal adjetivo, y.
c) Se trata de casos en los que se vulnera, en mayor o menor medida, la independencia y/o
imparcialidad de los juzgadores.
Si lo anterior es así, entonces, por exclusión, en cualquier caso en el que la expresión legislativa
no corresponda a los principios esenciales del derecho penal sustantivo, quede sujeta a alguna
excepción de carácter procesal que niegue alguno de los postulados del derecho penal adjetivo, o
bien no implique que el sujeto activo, es decir, el juzgador, afecte con su actuar, en mayor o
menor medida, la independencia e imparcialidad con que debe conducirse, no se estará en
presencia de un auténtico delito, es decir, de una ley penal esencialmente válida, y por tanto
deberá sostenerse la necesidad de su derogación.
Es importante precisar que, como se demuestra en la tabla analítica que forma parte de este
capítulo, los 4 grupos de delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores
implican 33 distintas hipótesis típicas contenidas en la legislación federal, en la del Distrito
Federal, o en ambas: 2 de prevaricación judicial, 12 de denegación de justicia, 8 de retardo en la
258
justicia, y 11 de abuso de autoridad judicial. Para mayor referencia, véase el capítulo IV de esta
tesis en el que se expresan los grupos, los tipos y las diferencias por las distintas legislaciones.
Expuesto lo anterior, se considera lo siguiente:
a) Las 33 hipótesis típicas responden a los siguientes principios fundamentales del derecho
penal sustantivo:
a. Principio de retributibidad o sucesividad de la pena respecto del delito, pues en todos
los casos se establece una pena como consecuencia de un delito.
b. Principio de legalidad, pues en todos los casos se establece una pena con base en una
ley exactamente aplicable al caso. No obstante, no en todos los casos, como se
aclarará más adelante, se surte la legalidad en sentido estricto.
c. Principio de materialidad o exterioridad de la acción, pues en todos los casos se
sanciona penalmente una conducta externa.
d. Principio de culpabilidad personal, pues en todos los casos se requiere la afirmación
del vínculo psíquico entre la conducta externa y el resultado.
b) Las 33 hipótesis típicas responden a los principios esenciales del derecho penal adjetivo pues
en ningún caso se establece alguna regla que excepcione lo siguiente:
a. Que la aplicación de la pena derive de un juicio previo seguido ante tribunales.
b. Que en la distribución de los roles que corresponde a cada una de las partes del juicio
se distinga entre la acusación y el juzgador, con base en los principios del proceso
jurisdiccional garantista.
c. Que todo procesado sea considerado inocente hasta en tanto se demuestre plenamente
su responsabilidad mediante pruebas plenas y válidas, obtenidas por el órgano de la
acusación.
d. Que en todo proceso se garantice el derecho a la defensa en su más amplia
consideración.
259
2.- Principios que no se surten en todas las hipótesis típicas.
De acuerdo a lo anterior, 8 de 10 principios fundamentales del derecho penal sustantivo y
adjetivo se surten en las 33 hipótesis típicas. Solamente los principios de necesidad o economía y
de lesividad u ofensividad del acto, propios del derecho penal sustantivo no se surten en todas las
hipótesis delictivas.
Con base en los lineamientos metodológicos expuestos en la introducción de este capítulo, se
considera lo siguiente:
a) El principio de necesidad o economía del derecho penal y de respeto a la persona, según el
cual no puede haber ley penal válida sin necesidad, se surte en 16 hipótesis típicas y no en 17
de las 33 que constituyen el universo en análisis. No se da en las siguientes:
a. Conozca de un negocio para el cual tenga impedimento penal.
b. Litigue por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su
profesión.
c. Desempeñe algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les
prohíba.
d. De a conocer a quien no tenga derecho, documentos, constancias o información que
obren en una averiguación previa o en un proceso penal y que por disposición de la
ley o resolución de la autoridad judicial, sean confidenciales.
e. Oculte el nombre del acusador, la naturaleza y causa de la imputación o el delito que
se le atribuye.
f. No cumpla con una disposición que legalmente se le comunique por un superior
competente.
g. Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer un asunto que le corresponda
por razón de su cargo o comisión.
h. Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal, una sentencia definitiva o
cualquier otra resolución de fondo o de trámite.
i. Retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia.
260
j. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo
legal, un asunto pendiente ante él.
k. No tome al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las
48 horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél voluntariamente se
puso a su disposición.
l. No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las 72 horas
siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado
la ampliación del plazo.
m. Obligue al inculpado a declarar.
n. Otorgue la libertad provisional bajo caución cuando no se reúnan los requisitos
previstos para su concesión.
o. Inicie un proceso penal contra un servidor público con fuero.
p. Obligue a declarar a las personas protegidas por el derecho al secreto, acerca de la
información obtenida con motivo del desempeño de su actividad.
q. Contravenga lo dispuesto en la ley del secreto profesional del periodista.
b) El principio de lesividad u ofensividad del acto, según el cual no puede darse el principio de
necesidad sin daño al bien jurídico tutelado, se surte en 21 hipótesis típicas, no así en las
siguientes 12:
a. Conozca de un negocio para el cual tenga impedimento penal.
b. Litigue por sí o por interpósita persona, cuando la ley les prohíba el ejercicio de su
profesión.
c. Remate a su favor algún bien objeto de remate en cuyo juicio hubiere intervenido.
d. Desempeñe algún otro empleo oficial o un puesto o cargo particular que la ley les
prohíba.
e. No cumpla con una disposición que legalmente se le comunique por un superior
competente.
f. Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer un asunto que le corresponda
por razón de su cargo o comisión.
261
g. Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal, una sentencia definitiva o
cualquier otra resolución de fondo o de trámite.
h. Retarde o entorpezca indebidamente la administración de justicia.
i. Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a despachar, dentro del plazo
legal, un asunto pendiente ante él.
j. No tome al inculpado su declaración preparatoria en audiencia pública y dentro de las
48 horas siguientes a su consignación o al momento en que aquél voluntariamente se
puso a su disposición.
k. No dicte auto de formal prisión o de libertad de un detenido, dentro de las 72 horas
siguientes a que lo pongan a su disposición, a no ser que el inculpado haya solicitado
la ampliación del plazo.
l. Contravenga lo dispuesto en la ley del secreto profesional del periodista.
De acuerdo a los planteamientos dogmáticos en torno al principio de legalidad, éste se despliega
en dos sentidos: en sentido amplio, como de mera legalidad, mismo que se surte en todos y cada
uno de los casos en análisis y, en sentido estricto, que se encuentra íntimamente vinculado a los
de necesidad, lesividad, materialidad y culpabilidad personal. Para mayor referencia, consúltese
el capítulo I. Por lo tanto, en los casos en los que no se surte el principio de necesidad o de
lesividad, tampoco se surte el de legalidad en sentido estricto.
3.- Síntesis.
Como corolario a lo anterior, se concluye que las únicas hipótesis típicas que responden a los
principios fundamentales del derecho penal y de la actividad jurisdiccional y por tanto se erigen
como normas de efectiva tutela y que por tanto deben subsistir, son las siguientes:
a) Prevaricación judicial:
a. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que viole algún
precepto terminante de la ley.
262
b. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que sea contraria a
las actuaciones legalmente practicadas en el proceso.
b) Denegación de justicia:
a. Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen.
b. Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe jurídicamente a alguien o le
conceda una ventaja indebida.
c. Admita o nombre un depositario o entregue a éste los bines secuestrados, sin el
cumplimiento de los requisitos legales correspondientes.
d. Hacer conocer al demandado, indebidamente, la providencia de embargo decretada en
su contra.
e. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada en
su contra.
f. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea
deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el
funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios
de interés común.
c) Retardo en la justicia:
a. Demore injustificadamente el cumplimiento de la resolución judicial en la que se
ordena poner en libertad a un detenido.
d) Abuso de autoridad judicial:
a. No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si procede legalmente.
b. Ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de
libertad o no proceda denuncia o querella.
c. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados por
la ley.
263
d. Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin sentencia definitiva, por más
tiempo del que como máximo fija la Constitución.
e. No ordenar la libertad de un procesado, decretando su sujeción a proceso, cuando sea
acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de libertad o
alternativa.
f. Durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia contra una persona, para evitar
que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito.
264
4.- Matriz analítica.
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
12
12
13
14
HIPÓTESIS TÍPICA
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Prevaricación judicial:
Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra
resolución de fondo que viole algún precepto
terminante de la ley.
Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra
resolución de fondo que sea contraria a las actuaciones
legalmente practicadas en el proceso
Denegación de justicia:
Conozca de un negocio para el cual tenga
X X
impedimento legal.
Litigar por sí o por interpósita persona, cuando la ley
X X
les prohíba el ejercicio de su profesión.
Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos
litiguen.
Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe
jurídicamente a alguien o le conceda una ventaja
indebida.
Remate a su favor algún bien objeto de remate en cuyo
X
juicio hubiere intervenido.
Admita o nombre un depositario o entregue a éste los
bienes secuestrados, sin el cumplimiento de los
requisitos legales correspondientes.
Hacer conocer al demandado, indebidamente, la
providencia de embargo decretada en su contra.
Induzca a error al demandado, con relación a la
providencia de embargo decretada en su contra.
Nombre síndico o interventor en un concurso o
quiebra, a una persona que sea deudor, pariente o que
haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga
con el funcionario relación de parentesco, estrecha
amistad o esté ligada con él por negocios de interés
común.
Desempeñar algún otro empleo oficial o un puesto o
X X
cargo particular que la ley les prohíba.
Dar a conocer a quien no tenga derecho, documentos,
X
constancias o información que obren en una
averiguación previa o en un proceso penal y que por
disposición de la ley o resolución de la autoridad
judicial, sean confidenciales.
Oculte el nombre del acusador, la naturaleza y causa
X
265
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
de la imputación o el delito que se le atribuye.
Retardo en la justicia:
No cumpla con una disposición que legalmente se le
comunique por un superior competente.
Se abstenga, sin tener impedimento legal, de conocer
un asunto que le corresponda por razón de su cargo o
comisión.
Omita dictar deliberadamente, dentro del plazo legal,
una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de
fondo o de trámite.
Retarde o entorpezca indebidamente la administración
de justicia.
Bajo cualquier pretexto, se niegue injustificadamente a
despachar, dentro del plazo legal, un asunto pendiente
ante él
No tome al inculpado su declaración preparatoria en
audiencia pública y dentro de las cuarenta y ocho horas
siguientes a su consignación o al momento en que
aquél voluntariamente se puso a su disposición
No dicte auto de formal prisión o de libertad de un
detenido, dentro de las setenta y dos horas siguientes a
que lo pongan a su disposición, a no ser que el
inculpado haya solicitado la ampliación del plazo.
Demore injustificadamente el cumplimiento de la
resolución judicial en la que se ordena poner en
libertad a un detenido.
Abuso de autoridad judicial:
No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si
procede legalmente
Ordene la aprehensión de un individuo por delito que
no amerite pena privativa de libertad o no preceda
denuncia o querella.
Obligue al inculpado a declarar.
Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias
fuera de los casos autorizados por la ley.
Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin
sentencia definitiva, por más tiempo del que como
máximo fija la Constitución.
Otorgue la libertad provisional bajo caución cuando no
se reúnan los requisitos previstos en la ley para su
concesión.
Inicie un proceso penal contra un servidor público con
fuero.
No ordenar la libertad de un procesado, decretando su
sujeción a proceso, cuando sea acusado por delito o
modalidad que tenga señalada pena no privativa de
X X
X X
X X
X X
X X
X X
X X
X
X
X
266
libertad o alternativa.
31 Durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia
contra una persona, para evitar que ésta o un tercero
aporte pruebas relativas a la comisión de un delito.
32 Obligar a declarar a las personas protegidas por el
derecho al secreto, acerca de la información obtenida
con motivo del desempeño de su actividad.
33 Los servidores públicos que contravengan lo dispuesto
en la Ley del Secreto Profesional del Periodista
X
X X
1.- Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito: nulla poena sine
crimine.
2.- Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta
legalidad: nullum crimen sine praevia lege poenali valida.
3.- Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona: nulla lex
poenalis sine necesitate.
4.- Principio de lesividad o de la ofensividad del acto: nulla necesitas sine iniuria.
5.- Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción: nulla iniuria sine actione.
6.- Principio de culpabilidad personal: nulla actio sine culpa.
7.- Principio de jurisdiccionalidad: nulla culpa sine iudicio.
8.- Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación: nullum iudicium sine accusatione
9.- Principio de la carga de la prueba o de verificación: nulla accusatio sine probatione.
10.- Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación: nulla probatio sine defensione.
267
CONCLUSIONES
1.- Los postulados fundamentales de todo derecho penal, a partir de los cuales es posible su
interpretación, sistematización y crítica, al punto de poder predicar de él su carácter de ciencia;
verdades fundantes que se erigen, a su vez, en límites o controles a la actividad punitiva cuando
la organización social -prevalida de su soberanía- ejerce tal potestad, acorde con los cauces
demarcados por el modelo de Estado social y democrático de derecho, ampliamente
desarrollados en esta tesis, son los siguientes:
a) Del derecho penal sustantivo:
a. Principio de retributividad o de la sucesividad de la pena respecto del delito, según el
cual nulla poena sine crimine.
b. Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta
legalidad), según el cual nullum crimen sine praevia lege poenali valida.
c. Principio de necesidad o de economía del derecho penal y de respeto a la persona,
según el cual nulla lex poenalis sine necesitate.
d. Principio de lesividad o de la ofensividad del acto, según el cual nulla necesitas sine
iniuria.
e. Principio de materialidad o de la exterioridad de la acción, según el cual nulla iniuria
sine actione.
f. Principio de culpabilidad personal, según el cual nulla actio sine culpa
b) Del derecho penal adjetivo:
a. Principio de jurisdiccionalidad, según el cual nulla culpa sine iudicio.
b. Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación, según el cual nullum
iudicium sine accusatione.
c. Principio de la carga de la prueba o de verificación, según el cual nulla accusatio sine
probatione.
268
d. Principio de contradictorio, o de la defensa, o de refutación, según el cual nulla
probatio sine defensione.
Todos los principios antes señalados se encuentran contenidos en la legislación mexicana, tanto
en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como en la legislación secundaria
sustantiva y procesal en materia penal.
2.- De todos los valores que derivan de la justicia y de los juzgadores según la evolución del
pensamiento sobre la justicia, reconocidos en la legislación y en códigos de ética el juzgador y
que son detalladamente tratados en la tesis, los que se han erigido como los principios esenciales
de la jurisdicción son los siguientes:
a) Independencia, como garantía y como función.
b) Imparcialidad
c) Gratuidad
No obstante que tales principios son reiterados y desarrollados por la correspondiente legislación
secundaria, lo que permite afirmar que los principios de independencia e imparcialidad están
garantizados en la ley, en la práctica se da un conjunto de circunstancias que afectan
negativamente los pretendidos principios, o al menos, los ponen en entredicho, mismos que se
agrupan en tres bloques, también profusamente desarrollados en el presente trabajo:
a) Razones políticas (aunque establecidas en la ley)
b) Razones presupuestales
c) Razones culturales
3.- Los principios de independencia e imparcialidad del juzgador están íntimamente vinculados
con el de responsabilidad. Por tanto, obligan a la existencia de un sistema de responsabilidades
que, sin embargo, no suponga una amenaza permanente que vaya en detrimento de los mismos.
269
En la práctica, no es fácil articular un sistema de responsabilidades que asegure la sumisión del
juzgador al derecho sin sujetarlo, al mismo tiempo, a instancias ajenas al ordenamiento jurídico.
4.- El sistema de responsabilidades de los servidores públicos en general, y de los juzgadores en
particular, desarrollado ampliamente en el presente documento, establece los siguientes
procedimientos, no necesariamente excluyentes uno del otro:
a) Responsabilidad administrativa o disciplinaria
b) Responsabilidad política (juicio político)
c) Responsabilidad civil
d) Responsabilidad constitucional
e) Responsabilidad penal
5.- Los delitos contra la administración de justicia cometidos por juzgadores en su carácter de
tales, se encuentran dispersos en diversos artículos del Código Penal Federal y del Código Penal
para el Distrito Federal, y se dividen en 4 grupos, detalladamente analizados en esta tesis, a
saber:
a) Prevaricación judicial
b) Denegación de justicia
c) Retardo en la justicia
d) Abuso de autoridad judicial
6.- El dilema planteado como punto a resolver a lo largo de la presente investigación, expuesto
en la introducción, se resuelve como sigue: La norma penal puede y debe regular la actividad
sustantiva de los juzgadores cuando ésta afecte gravemente los valores de la independencia y la
imparcialidad, por lo que los delitos establecidos para sancionar la actividad de impartir justicia
deberán responder a lo anterior frente a los principios fundamentals del derecho penal.
7.- Por lo tanto, se confirman las hipótesis planteadas como base de la presente investigación; es
decir:
270
a) El servicio público en general y el dirigido a la debida impartición de justicia son bienes
jurídicos tutelables por el derecho penal.
b) Algunos tipos penales que sancionan la función sustantiva del juzgador no responden a
los principios fundamentales del derecho penal y de la jurisdicción y por tanto deben ser
derogados.
c) Los tipos delictivos que sancionan conductas que atenten contra la independencia y la
imparcialidad, que impliquen prevaricación, denegarción e justicia, retardo en la justicia
y abuso de autoridad judicial, deben subsistir.
8.- Hecho un contraste de los delitos contra la administración de justicia cometidos por
juzgadores en su carácter de tal, frente a los principios fundamentales del derecho penal y de la
jurisdicción, se sostiene que las únicas hipótesis típicas que responden a tales principios y que,
por tanto, se erigen como normas de efectiva tutela y deben subsistir, son las siguientes:
a) Prevaricación judicial:
a. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que viole
algún precepto terminante de la ley.
b. Dicte una sentencia definitiva o cualquier otra resolución de fondo que sea
contraria a las actuaciones legalmente practicadas en el proceso.
b) Denegación de justicia:
a. Dirigir o aconsejar a las personas que ante ellos litiguen.
b. Ejecute un acto o incurra en una omisión que dañe jurídicamente a alguien o le
conceda una ventaja indebida.
c. Admita o nombre un depositario o entregue a éste los bines secuestrados, sin el
cumplimiento de los requisitos legales correspondientes.
271
d. Hacer conocer al demandado, indebidamente, la providencia de embargo
decretada en su contra.
e. Induzca a error al demandado, con relación a la providencia de embargo decretada
en su contra.
f. Nombre síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea
deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el
funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por
negocios de interés común.
c) Retardo en la justicia:
a. Demore injustificadamente el cumplimiento de la resolución judicial en la que se
ordena poner en libertad a un detenido.
d) Abuso de autoridad judicial:
a. No otorgar, cuando se solicite, la libertad caucional, si procede legalmente.
b. Ordene la aprehensión de un individuo por delito que no amerite pena privativa de
libertad o no proceda denuncia o querella.
c. Ordene la práctica de cateos o visitas domiciliarias fuera de los casos autorizados
por la ley.
d. Prolongue injustificadamente la prisión preventiva, sin sentencia definitiva, por
más tiempo del que como máximo fija la Constitución.
e. No ordenar la libertad de un procesado, decretando su sujeción a proceso, cuando
sea acusado por delito o modalidad que tenga señalada pena no privativa de
libertad o alternativa.
f. Durante el desarrollo de un proceso utilice la violencia contra una persona, para
evitar que ésta o un tercero aporte pruebas relativas a la comisión de un delito.
Los demás casos típicos señalados en las legislaciones bajo análisis, por implicar la negación de
alguno o algunos de los señalados principios, deben ser derogados.
272
APÉNDICE
1.
JURISPRUDENCIA
RELACIONADA
IMPARCIALIDAD DEL JUZGADOR.
CON
LA
INDEPENDENCIA
E
No. Registro: 180,624
Tesis aislada
Materia(s): Civil
Novena Época
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: XX, Septiembre de 2004
Tesis: X.3o.23 C
Página: 1781
IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. SE VULNERARÍA ESA GARANTÍA SI EL
JUZGADOR CONSIDERARA LAS CALIDADES O CUALIDADES DE QUIENES INTERVIENEN EN EL
LITIGIO.
Al resolver una controversia de naturaleza constitucional en la que un particular ejerce su derecho a la jurisdicción,
argumentando violación a sus garantías individuales por una autoridad de instancia que, a su vez, resolvió una
contienda de carácter civil, el funcionario encargado de administrar justicia no debe juzgar las calidades o cualidades
de quienes intervienen en el litigio, aun cuando uno de ellos ostente un cargo del mismo rango que el juzgador, pues
sólo debe analizarse el asunto conforme a derecho y no con base en la simpatía, ya que de hacer esto último
vulneraría la garantía judicial de imparcialidad en la administración de justicia.
TERCER TRIBUNAL COLEGIADO DEL DÉCIMO CIRCUITO.
Amparo directo 348/2004. Arlette Mariche Bocardo. 17 de mayo de 2004. Unanimidad de votos. Ponente: Carlos
Manuel Bautista Soto. Secretaria: Violeta González Velueta.
No. Registro: 181,755
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional, Civil
Novena Época
Instancia: Primera Sala
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: XIX, Abril de 2004
Tesis: 1a. XLIII/2004
Página: 413
COSTAS. EL ARTÍCULO 140, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS CIVILES PARA EL
DISTRITO FEDERAL, QUE ESTABLECE SU CONDENA, TRATÁNDOSE DE SENTENCIAS CONFORMES
DE TODA CONFORMIDAD, NO ES VIOLATORIO DE LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.
La condena al pago de costas de ambas instancias, cuando se trata de sentencias conformes de toda conformidad en
su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 140, fracción IV, del
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, obedece a que el legislador ordinario, siguiendo intereses
de orden público consagrados en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos,
consideró que el vencedor en una controversia judicial de esta índole debe ser reintegrado en plenitud de sus
derechos y, por tanto, se le debe resarcir de los daños y perjuicios causados por un juicio que se vio forzado a seguir
al no haberse satisfecho voluntariamente sus pretensiones o por haber sido demandado indebidamente por su
273
contraria. Por tanto, el citado artículo 140, fracción IV, que establece la obligación del juzgador de condenar a la
parte vencida al pago de dicha prestación accesoria en ambas instancias, no es violatorio de la garantía de
imparcialidad en la administración de justicia consagrada en el referido artículo constitucional, pues aunado a que
del contenido normativo de la indicada disposición legal, no se desprende el establecimiento de una obligación para
que el juzgador actúe con parcialidad hacia alguna de las partes litigantes, al señalar, de manera general, abstracta y
permanente, la procedencia de dicha condena en costas, sólo se limitó a asegurar que al vencedor en ambas
instancias le fueran cubiertas las erogaciones injustamente realizadas; de ahí que, cuando se actualiza este supuesto
normativo, no se requiere que el juzgador, aplicando su criterio, examine si el vencido actuó de buena o mala fe, o
en forma temeraria durante la secuela del proceso. Además, el principio de imparcialidad no opera entre las partes
en litigio, sino que consiste en una de las características insoslayables que debe revestir a los juzgadores en el
ejercicio de su función jurisdiccional, la cual se traduce en el deber que tienen de ser ajenos o extraños a los
intereses de las partes en controversia y de dirigir y resolver el juicio sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas.
Amparo directo en revisión 1265/2003. Francia Guadalupe Flores Campos. 25 de febrero de 2004. Unanimidad de
cuatro votos. Ausente: José de Jesús Gudiño Pelayo. Ponente: Humberto Román Palacios. Secretario: Enrique Luis
Barraza Uribe.
No. Registro: 181,726
Jurisprudencia
Materia(s): Común
Novena Época
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: XIX, Abril de 2004
Tesis: I.6o.C. J/44
Página: 1344
IMPEDIMENTO. ES UNA FIGURA JURÍDICA QUE LIMITA AL JUZGADOR EN SUS FUNCIONES PARA
INTERVENIR EN CASOS ESPECÍFICOS, EN QUE PUEDE VERSE AFECTADA SU IMPARCIALIDAD E
INDEPENDENCIA EN LA IMPARTICIÓN DE JUSTICIA.
De una sana y analítica interpretación de los artículos 100 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y 105 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación se advierte que el Estado para poder dar
cumplimiento a una de sus funciones primordiales, como es la de asegurar una recta administración de justicia
procura, para que sean llamadas a esa tarea, sólo a personas que por sus conocimientos que serán evaluados a través
de concursos, cultura y capacidad intelectual, así como por sus particulares requisitos de amplia moralidad y agudo
escrúpulo en el cumplimiento de sus deberes, para que sean las que aparezcan como las más aptas y apropiadas para
el adecuado funcionamiento de las tareas que les encomienda la alta investidura judicial. Sin embargo, en ocasiones
las funciones atribuidas a los servidores públicos sufren limitaciones que por razones particulares, no sólo no pueden
ejercerlas, sino que se les impone por las normas procesales la obligación precisa de no cumplirlas o de no ejercer
las facultades para las que fueron propuestos, dado que, independientemente de la titularidad que se confiere a los
órganos jurisdiccionales, también son personas físicas que, como tales, viven dentro de un conglomerado social y
son, por consiguiente, sujetos de derecho, de intereses, con relaciones humanas, sociales y familiares, titulares de
bienes propios, situaciones de vida personal, etc., abstracción hecha de la calidad que asumen como órganos del
Estado, por lo que aun cuando su designación como funcionarios judiciales esté rodeada de una serie de garantías,
de modo que asegure su máxima idoneidad para el cumplimiento de sus actividades, puede ocurrir, por
circunstancias particulares que revisten situaciones de excepción, que quien desempeña la función de impartir
justicia no sea la persona más idónea en relación con una litis determinada, no por incapacidad del órgano o del
oficio, sino por una incapacidad propia y personal de los sujetos que asumen la calidad de órgano que desempeña la
función judicial. En consecuencia, el ejercicio de dicha función, por lo que a la persona del juzgador se refiere, se ve
limitado subjetivamente por todas esas relaciones personales que permiten presumir parcialidad, si tuviera que
juzgar a ciertas personas o situaciones con las que le unen vínculos de afecto o relaciones de dependencia o
antagonismo, lo que da lugar a un conflicto de intereses, en pugna con el interés público que conlleva el ejercicio de
la función jurisdiccional, con el interés personal de quien debe ejercerla en un caso concreto, como esas situaciones
dan lugar a una figura jurídica denominada impedimento, cuyo fundamento está plasmado en el artículo 17
constitucional que establece, entre otras cuestiones, que toda persona tiene derecho a que se le administre justicia de
274
manera pronta e imparcial y el artículo 66 de la Ley de Amparo prevé que quienes estén impedidos para conocer de
los juicios en que intervengan deberán manifestarlo, ya sea porque exista amistad estrecha o enemistad manifiesta
con alguna de las partes o sus abogados o representantes, al darse tales circunstancias, resulta forzosa la excusa del
funcionario, ya que la ley establece una función de pleno derecho con el fin de asegurar la garantía de neutralidad en
el proceso, por lo que el legislador le niega taxativamente idoneidad al juzgador y da por hecho que no existe
independencia para que conozca de determinado negocio en los casos previstos en el último precepto en comento, lo
que implica una declaración formal que deja intocada la respetabilidad personal, probidad, buena opinión y fama del
juzgador, evitándose así una situación subjetiva que pudiera dañar la imagen personal de aquél y una afectación al
justiciable.
SEXTO TRIBUNAL COLEGIADO EN MATERIA CIVIL DEL PRIMER CIRCUITO.
Impedimento 146/2003. 23 de junio de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente
asunto por ministerio de ley, el secretario de Acuerdos, Ernesto Ruiz Pérez. Ponente: María Soledad Hernández de
Mosqueda. Secretaria: Berenice González Díaz.
Impedimento 156/2003. 23 de junio de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente
asunto por ministerio de ley, el secretario de Acuerdos, Ernesto Ruiz Pérez. Ponente: María Soledad Hernández de
Mosqueda. Secretario: Jorge Santiago Chong Gutiérrez.
Impedimento 166/2003. 3 de julio de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente asunto
por ministerio de ley, el secretario de Acuerdos, Ernesto Ruiz Pérez. Ponente: María Soledad Hernández de
Mosqueda. Secretario: Abraham Mejía Arroyo.
Impedimento 236/2003. 16 de octubre de 2003. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente
asunto por ministerio de ley, el secretario de tribunal, Alfonso Avianeda Chávez. Ponente: María Soledad
Hernández de Mosqueda. Secretario: Ricardo Mercado Oaxaca.
Impedimento 6/2004. 22 de enero de 2004. Unanimidad de votos. Integró el tribunal en la sesión del presente asunto
por ministerio de ley, el secretario de tribunal, Miguel Hernández Sánchez. Ponente: María Soledad Hernández de
Mosqueda. Secretario: Santiago Chong Gutiérrez.
No. Registro: 183,051
Tesis aislada
Materia(s): Administrativa
Novena Época
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: XVIII, Octubre de 2003
Tesis: IX.2o.16 A
Página: 1021
IMPARCIALIDAD. SE INCUMPLE CON ESA GARANTÍA CUANDO EL TITULAR DE UNA
CORPORACIÓN DE SEGURIDAD PÚBLICA DENUNCIA A UN SUBORDINADO ANTE LA COMISIÓN DE
HONOR Y JUSTICIA DE LA CUAL AQUÉL FORMA PARTE, Y PARTICIPA EN EL PROCEDIMIENTO
DISCIPLINARIO QUE CONCLUYE CON LA DESTITUCIÓN DEL INFERIOR (LEGISLACIÓN DEL ESTADO
DE SAN LUIS POTOSÍ).
El artículo 17 constitucional garantiza en favor de los gobernados el acceso efectivo a la justicia, derecho
fundamental que consiste en una justicia pronta y expedita, gratuita, completa e imparcial; y esta última garantía o
derecho consiste en que el juzgador emita una resolución no sólo apegada a derecho sino, fundamentalmente, que no
dé lugar a que pueda considerarse que existió favoritismo respecto a alguna de las partes. En tal contexto, si los
directores de Tránsito y de la Policía Preventiva municipales, como jefes inmediatos de los agentes de dichas
corporaciones, denunciaron formalmente a diversos elementos subordinados a ellos ante la Comisión de Honor y
Justicia, organismo del cual aquéllos forman parte como secretarios, es obvio que al juzgarlos con tal carácter se
convirtieron en Juez y parte, por tanto, carecieron de la imparcialidad que toda autoridad debe tener y guardar con
275
respecto al gobernado, en términos del citado artículo 17 de la Carta Magna; de ahí que la resolución emitida por la
comisión de mérito, y que determinó la destitución de los agentes sometidos al procedimiento disciplinario a que se
refiere el artículo 51 de la Ley de Seguridad Pública del Estado de San Luis Potosí, sea ilegal.
SEGUNDO TRIBUNAL COLEGIADO DEL NOVENO CIRCUITO.
Amparo directo 370/2003. José Alejandro Oros Vázquez. 9 de junio de 2003. Unanimidad de votos. Ponente: Juana
María Meza López. Secretario: Rubén González Zamora.
Amparo directo 350/2003. Daniel Martínez Martínez y otros. 13 de agosto de 2003. Unanimidad de votos. Ponente:
Juana María Meza López. Secretario: José Luis Caballero Rodríguez.
No. Registro: 187,261
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional, Civil
Novena Época
Instancia: Primera Sala
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: XV, Abril de 2002
Tesis: 1a. XXIII/2002
Página: 461
COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE SU
CONDENA, TRATÁNDOSE DE SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO ES
VIOLATORIO DE LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.
La condena al pago de costas de ambas instancias, cuando se trata de sentencias conformes de toda conformidad en
su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084, fracción IV, del
Código de Comercio, obedece a que el legislador ordinario, siguiendo intereses de orden público consagrados en el
artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, consideró que el vencedor en una
controversia judicial de esta índole debe ser reintegrado en plenitud de sus derechos y, por tanto, se le debe resarcir
de los daños y perjuicios causados por un juicio que se vio forzado a seguir al no haberse satisfecho voluntariamente
sus pretensiones o por haber sido demandado indebidamente por su contraria. Por tanto, el citado artículo 1084,
fracción IV, que establece la obligación del juzgador de condenar a la parte vencida al pago de dicha prestación
accesoria en ambas instancias, no es violatorio de la garantía de imparcialidad en la administración de justicia
consagrada en el referido artículo constitucional, pues aunado a que del contenido normativo del indicado artículo
1084, fracción IV, no se desprende el establecimiento de una obligación para que el juzgador actúe con parcialidad
hacia alguna de las partes litigantes, al señalar, de manera general, abstracta y permanente, la procedencia de dicha
condena en costas, sólo se limitó a asegurar que al vencedor en ambas instancias le fueran cubiertas las erogaciones
injustamente realizadas; de ahí que, cuando se actualiza este supuesto normativo, no se requiere que el juzgador,
aplicando su criterio, examine si el vencido actuó de buena o mala fe, o en forma temeraria durante la secuela del
proceso. Además, el principio de imparcialidad no opera entre las partes en litigio, sino que consiste en una de las
características insoslayables que debe revestir a los juzgadores en el ejercicio de su función jurisdiccional, la cual se
traduce en el deber que tienen de ser ajenos o extraños a los intereses de las partes en controversia y de dirigir y
resolver el juicio sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas.
Amparo directo en revisión 1571/2001. Fernando Sanabria Cortés y otro. 16 de enero de 2002. Cinco votos.
Ponente: Juventino V. Castro y Castro. Secretario: Arturo Aquino Espinosa.
Véase: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VII, enero de 1998, página 101, tesis
P. IV/98, de rubro: "COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE
ESTABLECE LA CONDENA EN ELLAS PARA EL LITIGANTE CONDENADO POR DOS SENTENCIAS
CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.".
276
No. Registro: 192,155
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional, Civil
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: XI, Marzo de 2000
Tesis: P. XXVIII/2000
Página: 87
COMPETENCIA POR SUMISIÓN TÁCITA. LOS ARTÍCULOS 1092 Y 1094 FRACCIONES I Y II, DEL
CÓDIGO DE COMERCIO, NO VULNERAN LAS GARANTÍAS DE AUDIENCIA Y DE JUSTICIA PRONTA,
COMPLETA, IMPARCIAL Y GRATUITA, PREVISTAS EN LOS ARTÍCULOS 14 Y 17
CONSTITUCIONALES.
Los artículos 1092 y 1094 fracciones I y II del Código de Comercio, no transgreden las garantías de audiencia y de
justicia previstas en los artículos 14 y 17 constitucionales. El citado cuerpo normativo prevé que cuando la parte
interesada considere que no es competente para conocer del juicio el Juez que la emplazó, aquélla podrá promover la
cuestión de dicha competencia por inhibitoria o por declinatoria, como lo establece el artículo 1114 del código
mencionado. Por su parte, los artículos 1115, 1116 y 1117, preceptúan el procedimiento que se debe seguir para
hacer valer las cuestiones de competencia. De los anteriores preceptos se colige que la parte interesada puede
promover la cuestión competencial, sin que exista sumisión por el hecho de contestar la demanda, en tanto que el
propio artículo 1094 del referido Código de Comercio en su fracción IV, ordena que el que habiendo promovido una
competencia desista de ella, debe entenderse que se sometió tácitamente. Los artículos controvertidos no violan la
garantía de audiencia, porque no se está privando de derecho alguno a los interesados, ya que tienen la oportunidad
de defensa al poder promover mediante el procedimiento establecido en la ley la cuestión de incompetencia y que
pueda conocer el Juez al que consideran competente, y por otro lado, aunque la resolución pudiera ser adversa a
alguna de las partes, no se resuelve de manera arbitraria, por lo que no lo priva de la garantía de audiencia
mencionada. Tampoco se transgrede la garantía de administración de justicia, en tanto que a las partes no se les
priva de derecho alguno cuando se les somete a la jurisdicción de un tribunal que consideran incompetente, ya que
éste no se establece de manera arbitraria, toda vez que se encuentra regulado por un determinado ordenamiento
jurídico, el cual al resolver, debe aplicar las leyes que rigen el procedimiento, dentro de los plazos y términos que las
mismas le fijan.
Amparo en revisión 1102/99. Soari, S.A. de C.V. y coags. 15 de noviembre de 1999. Once votos. Ponente: Olga
Sánchez Cordero de García Villegas. Secretario: Carlos Mena Adame.
El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada hoy veintinueve de febrero en curso, aprobó, con el número
XXVIII/2000, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial.
México, Distrito Federal, a veintinueve de febrero de dos mil.
No. Registro: 192,147
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional, Administrativa
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: XI, Marzo de 2000
Tesis: P. XXXIV/2000
Página: 102
RATIFICACIÓN DE JUECES DE DISTRITO Y MAGISTRADOS DE CIRCUITO. ES UNA GARANTÍA DE
ESTABILIDAD EN EL CARGO Y PRINCIPALMENTE UNA GARANTÍA A LA SOCIEDAD DE CONTAR
CON SERVIDORES IDÓNEOS PARA IMPARTIR JUSTICIA PRONTA, COMPLETA, IMPARCIAL Y
GRATUITA QUE ESTABLECE EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.
277
De un análisis armónico y sistemático de los artículos 17, 97, primer párrafo y 100, sexto párrafo, de la Constitución
Federal, y 105 y 121 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, se advierte que la ratificación de los
Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito constituye una institución para que estos altos funcionarios judiciales
puedan adquirir estabilidad en el cargo público que detentan previa satisfacción de determinados requisitos, pero
principalmente constituye una garantía de la sociedad de contar con servidores idóneos para impartir justicia. Esto es
así, ya que para que proceda la ratificación, el funcionario debe haber desempeñado el encargo durante seis años y se
debe atender a su desempeño en la función, al resultado de las visitas de inspección que se le hayan practicado
durante su gestión, al grado académico, cursos de actualización y de especialización que tenga, el que no haya sido
sancionado por falta grave con motivo de una queja administrativa y a los demás que se estimen convenientes para
evaluar al funcionario; y, por otra parte, debe tenerse presente que estos cargos forman parte de la carrera judicial en
la que rigen los principios de excelencia, profesionalismo, objetividad, imparcialidad, independencia y antigüedad,
en su caso; todo lo cual tiene como fin último el garantizar que la impartición de justicia sea expedita, pronta,
completa, imparcial y gratuita, en los términos que lo consigna el artículo 17 constitucional, lo que es
responsabilidad directa del funcionario judicial.
Revisión administrativa (Consejo) 20/97. 29 de noviembre de 1999. Unanimidad de nueve votos. Impedimento
legal: Juan Díaz Romero y José Vicente Aguinaco Alemán. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretario: Osmar
Armando Cruz Quiroz.
El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada hoy veintinueve de febrero en curso, aprobó, con el número
XXXIV/2000, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial.
México, Distrito Federal, a veintinueve de febrero de dos mil.
No. Registro: 193,778
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional, Penal
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: IX, Junio de 1999
Tesis: P. L/99
Página: 11
PRUEBAS PARA ACREDITAR LOS ELEMENTOS DEL TIPO PENAL Y LA RESPONSABILIDAD. EL
ARTÍCULO 124 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS PENALES PARA EL DISTRITO FEDERAL, NO
VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD CONSAGRADA POR EL ARTÍCULO 17 DE LA
CONSTITUCIÓN FEDERAL.
El artículo 124 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, que faculta al Juez a emplear los
medios de prueba que estime convenientes para acreditar los elementos del tipo y la presunta o plena
responsabilidad de una persona, no contraviene el principio de imparcialidad contenido en el artículo 17
constitucional, pues, precisamente esta posibilidad de que el juzgador emplee las pruebas que sean necesarias para
esclarecer la verdad material y formal, tiene como finalidad que pueda emitir un fallo encaminado a alcanzar el ideal
de equidad y justicia, sin que ello signifique que se sustituya o invada la órbita del Ministerio Público, institución a
la que por mandato constitucional le corresponde la persecución de los delitos, en tanto que acorde a los principios
de división de la carga procesal, la autoridad judicial se encuentra imposibilitada para mejorar en forma oficiosa la
acusación, pues de lo contrario el sistema procesal pasaría de acusatorio a inquisitorio, convirtiéndose en Juez y
parte al mismo tiempo. En efecto, dicho precepto no tiene como propósito que el juzgador se valga de todos los
medios de prueba que tenga a su alcance para justificar el dictado de un auto de sujeción a proceso o formal prisión
o bien, una sentencia de condena, sino allegarse y emplear los elementos de prueba que estime conducentes para
resolver lo que en derecho proceda, lo que incluso puede repercutir en beneficio del propio acusado quien se podría
ver favorecido por un auto de libertad por falta de elementos o bien por una sentencia absolutoria.
Amparo directo en revisión 666/97. Jesús Vázquez Quevedo. 22 de marzo de 1999. Unanimidad de nueve votos.
Ausentes: Sergio Salvador Aguirre Anguiano y José de Jesús Gudiño Pelayo. Ponente: Guillermo I. Ortiz
Mayagoitia. Secretario: Antonio González García.
278
El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el treinta y uno de mayo del año en curso, aprobó, con el número
L/1999, la tesis aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial.
México, Distrito Federal, a primero de junio de mil novecientos noventa y nueve.
No. Registro: 196,926
Tesis aislada
Materia(s): Civil, Constitucional
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: VII, Enero de 1998
Tesis: P. IV/98
Página: 101
COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE LA
CONDENA EN ELLAS PARA EL LITIGANTE CONDENADO POR DOS SENTENCIAS CONFORMES DE
TODA CONFORMIDAD, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE
JUSTICIA.
La condena en costas en ambas instancias al que fuese condenado por dos sentencias conformes de toda
conformidad en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084,
fracción IV, del Código de Comercio, obedece a intereses de orden público tutelados en el artículo 17 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que autoriza al legislador a establecer los procedimientos
conforme a los cuales habrá de administrarse justicia, y su fundamento radica en que el vencedor debe ser
reintegrado en plenitud de su derecho y, por tanto, resarcido del daño sufrido en su patrimonio en un juicio que se
vio forzado a seguir porque no se satisficieron sus pretensiones o porque se le demandó indebidamente. Por tanto, el
precepto citado, que obliga al juzgador a condenar en costas en ambas instancias en el supuesto aludido, no viola la
garantía de imparcialidad en la administración de justicia porque el legislador, de manera general, abstracta y
permanente, establece la procedencia de la condena para asegurar que todo aquel que es vencido en dos instancias, a
fin de resarcir al ganador, cubra a éste las costas, sin necesidad de que se faculte al juzgador para que determine,
conforme a su criterio, si procede o no la condena, pues para tal procedencia no es necesario examinar la conducta
del vencido, si obró de buena o mala fe, en forma temeraria o no, en la medida que la condena de referencia obedece
a la voluntad del legislador plasmada en la norma legal con fundamento en la Constitución y, además, impide que el
juzgador, al aplicar la ley, pueda ser parcial para favorecer a un litigante en perjuicio de otro, al no condenarlo a
pesar de haber sido vencido por dos sentencias conformes de toda conformidad.
Amparo directo en revisión 704/97. Carlos Norberto Muñoz Muñoz. 18 de noviembre de 1997. Unanimidad de diez
votos. Ausente: Olga María Sánchez Cordero. Ponente: Mariano Azuela Güitrón. Secretaria: María Estela Ferrer
Mac Gregor Poisot.
El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el trece de enero en curso, aprobó, con el número IV/1998, la tesis
aislada que antecede; y determinó que la votación es idónea para integrar tesis jurisprudencial. México, Distrito
Federal, a trece de enero de mil novecientos noventa y ocho.
No. Registro: 239,542
Tesis aislada
Materia(s): Común
Séptima Época
Instancia: Tercera Sala
Fuente: Semanario Judicial de la Federación
Tomo: 217-228 Cuarta Parte
Tesis:
Página: 123
Genealogía:
279
Informe 1987, Segunda Parte, Tercera Sala, tesis 92, página 80.
EXCUSA. PROCEDE CUANDO PUEDE AFECTARSE LA IMPARCIALIDAD DEL JUZGADOR.
Del análisis del artículo 66 de la Ley de Amparo así como de aquellos preceptos equivalentes de las diversas
legislaciones procesales del país, se llega a la conclusión de que fue propósito del legislador que los juzgadores se
excusaran del conocimiento de aquellos asuntos en los que, no solamente no fueran imparciales, sino que,
simplemente pudiera afectarse su imparcialidad, por lo que cuando exista un serio factor que pueda influir,
inconscientemente o subconscientemente el ánimo del juzgador al resolver o participar en la resolución, es
imperioso que se declare impedido frente a la trascendental tarea de impartir justicia, pues todo Juez debe emitir sus
decisiones, limpias y ajenas de cualquier influencia o perturbación.
Impedimento 46/87. Joaquín Herrera Zamora. 13 de marzo de 1987. Unanimidad de cuatro votos. Ponente: Mariano
Azuela Güitrón. Secretaria: Raquel Flores Munguía.
Nota: En el Semanario Judicial de la Federación aparece alterada la redacción, la cual se corrige, con apoyo en la
publicación respectiva en el Informe de labores 1987, página 80, como se observa en este registro.
No. Registro: 901,344
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Apéndice 2000
Tomo: Tomo I, Const., P.R. SCJN
Tesis: 671
Página: 476
Genealogía:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 87, Pleno, tesis
P. XXVIII/2000.
COMPETENCIA POR SUMISIÓN TÁCITA. LOS ARTÍCULOS 1092 Y 1094 FRACCIONES I Y II, DEL
CÓDIGO DE COMERCIO, NO VULNERAN LAS GARANTÍAS DE AUDIENCIA Y DE JUSTICIA PRONTA,
COMPLETA, IMPARCIAL Y GRATUITA, PREVISTAS EN LOS ARTÍCULOS 14 Y 17
CONSTITUCIONALES.Los artículos 1092 y 1094 fracciones I y II del Código de Comercio, no transgreden las garantías de audiencia y de
justicia previstas en los artículos 14 y 17 constitucionales. El citado cuerpo normativo prevé que cuando la parte
interesada considere que no es competente para conocer del juicio el Juez que la emplazó, aquélla podrá promover la
cuestión de dicha competencia por inhibitoria o por declinatoria, como lo establece el artículo 1114 del código
mencionado. Por su parte, los artículos 1115, 1116 y 1117, preceptúan el procedimiento que se debe seguir para
hacer valer las cuestiones de competencia. De los anteriores preceptos se colige que la parte interesada puede
promover la cuestión competencial, sin que exista sumisión por el hecho de contestar la demanda, en tanto que el
propio artículo 1094 del referido Código de Comercio en su fracción IV, ordena que el que habiendo promovido una
competencia desista de ella, debe entenderse que se sometió tácitamente. Los artículos controvertidos no violan la
garantía de audiencia, porque no se está privando de derecho alguno a los interesados, ya que tienen la oportunidad
de defensa al poder promover mediante el procedimiento establecido en la ley la cuestión de incompetencia y que
pueda conocer el Juez al que consideran competente, y por otro lado, aunque la resolución pudiera ser adversa a
alguna de las partes, no se resuelve de manera arbitraria, por lo que no lo priva de la garantía de audiencia
mencionada. Tampoco se transgrede la garantía de administración de justicia, en tanto que a las partes no se les
priva de derecho alguno cuando se les somete a la jurisdicción de un tribunal que consideran incompetente, ya que
éste no se establece de manera arbitraria, toda vez que se encuentra regulado por un determinado ordenamiento
jurídico, el cual al resolver, debe aplicar las leyes que rigen el procedimiento, dentro de los plazos y términos que las
mismas le fijan.
Amparo en revisión 1102/99.-Soari, S.A. de C.V. y coags.-15 de noviembre de 1999.-Once votos.-Ponente: Olga
Sánchez Cordero de García Villegas.-Secretario: Carlos Mena Adame.
280
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 87, Pleno, tesis
P. XXVIII/2000.
No. Registro: 901,516
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Apéndice 2000
Tomo: Tomo I, Const., P.R. SCJN
Tesis: 843
Página: 586
Genealogía:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VII, enero de 1998, página 101, Pleno, tesis
P. IV/98.
COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE LA
CONDENA EN ELLAS PARA EL LITIGANTE CONDENADO POR DOS SENTENCIAS CONFORMES DE
TODA CONFORMIDAD, NO VIOLA LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE
JUSTICIA.La condena en costas en ambas instancias al que fuese condenado por dos sentencias conformes de toda
conformidad en su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084,
fracción IV, del Código de Comercio, obedece a intereses de orden público tutelados en el artículo 17 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que autoriza al legislador a establecer los procedimientos
conforme a los cuales habrá de administrarse justicia, y su fundamento radica en que el vencedor debe ser
reintegrado en plenitud de su derecho y, por tanto, resarcido del daño sufrido en su patrimonio en un juicio que se
vio forzado a seguir porque no se satisficieron sus pretensiones o porque se le demandó indebidamente. Por tanto, el
precepto citado, que obliga al juzgador a condenar en costas en ambas instancias en el supuesto aludido, no viola la
garantía de imparcialidad en la administración de justicia porque el legislador, de manera general, abstracta y
permanente, establece la procedencia de la condena para asegurar que todo aquel que es vencido en dos instancias, a
fin de resarcir al ganador, cubra a éste las costas, sin necesidad de que se faculte al juzgador para que determine,
conforme a su criterio, si procede o no la condena, pues para tal procedencia no es necesario examinar la conducta
del vencido, si obró de buena o mala fe, en forma temeraria o no, en la medida que la condena de referencia obedece
a la voluntad del legislador plasmada en la norma legal con fundamento en la Constitución y, además, impide que el
juzgador, al aplicar la ley, pueda ser parcial para favorecer a un litigante en perjuicio de otro, al no condenarlo a
pesar de haber sido vencido por dos sentencias conformes de toda conformidad.
Amparo directo en revisión 704/97.-Carlos Norberto Muñoz Muñoz.-18 de noviembre de 1997.-Unanimidad de diez
votos.-Ausente: Olga María del Carmen Sánchez Cordero de García Villegas.-Ponente: Mariano Azuela Güitrón.Secretaria: María Estela Ferrer Mac Gregor Poisot.
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo VII, enero de 1998, página 101, Pleno, tesis
P. IV/98.
No. Registro: 903,930
Tesis aislada
Materia(s): Constitucional
Novena Época
Instancia: Pleno
Fuente: Apéndice 2000
Tomo: I, P.R. Revisión Administrativa
Tesis: 127
Página: 315
281
Genealogía:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 102, Pleno, tesis
P. XXXIV/2000.
RATIFICACIÓN DE JUECES DE DISTRITO Y MAGISTRADOS DE CIRCUITO. ES UNA GARANTÍA DE
ESTABILIDAD EN EL CARGO Y PRINCIPALMENTE UNA GARANTÍA A LA SOCIEDAD DE CONTAR
CON SERVIDORES IDÓNEOS PARA IMPARTIR JUSTICIA PRONTA, COMPLETA, IMPARCIAL Y
GRATUITA QUE ESTABLECE EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.De un análisis armónico y sistemático de los artículos 17, 97, primer párrafo y 100, sexto párrafo, de la Constitución
Federal, y 105 y 121 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, se advierte que la ratificación de los
Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito constituye una institución para que estos altos funcionarios judiciales
puedan adquirir estabilidad en el cargo público que detentan previa satisfacción de determinados requisitos, pero
principalmente constituye una garantía de la sociedad de contar con servidores idóneos para impartir justicia. Esto es
así, ya que para que proceda la ratificación, el funcionario debe haber desempeñado el encargo durante seis años y se
debe atender a su desempeño en la función, al resultado de las visitas de inspección que se le hayan practicado
durante su gestión, al grado académico, cursos de actualización y de especialización que tenga, el que no haya sido
sancionado por falta grave con motivo de una queja administrativa y a los demás que se estimen convenientes para
evaluar al funcionario; y, por otra parte, debe tenerse presente que estos cargos forman parte de la carrera judicial en
la que rigen los principios de excelencia, profesionalismo, objetividad, imparcialidad, independencia y antigüedad,
en su caso; todo lo cual tiene como fin último el garantizar que la impartición de justicia sea expedita, pronta,
completa, imparcial y gratuita, en los términos que lo consigna el artículo 17 constitucional, lo que es
responsabilidad directa del funcionario judicial.
Revisión administrativa (Consejo) 20/97.-29 de noviembre de 1999.-Unanimidad de nueve votos.-Impedimento:
Juan Díaz Romero y José Vicente Aguinaco Alemán.-Ponente: Mariano Azuela Güitrón.-Secretario: Osmar
Armando Cruz Quiroz.
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, marzo de 2000, página 102, Pleno, tesis
P. XXXIV/2000. véase la ejecutoria en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo
XI, mayo de 2000, página 381.
Materia(s): Constitucional
Novena Época
Instancia: Primera Sala
Fuente: Apéndice (actualización 2002)
Tomo: Tomo I, Const., P.R. SCJN
Tesis: 65
Página: 284
Genealogía:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XV, abril de 2002, página 461, Primera
Sala, tesis 1a. XXIII/2002.
COSTAS. EL ARTÍCULO 1084, FRACCIÓN IV, DEL CÓDIGO DE COMERCIO, QUE ESTABLECE SU
CONDENA, TRATÁNDOSE DE SENTENCIAS CONFORMES DE TODA CONFORMIDAD, NO ES
VIOLATORIO DE LA GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.La condena al pago de costas de ambas instancias, cuando se trata de sentencias conformes de toda conformidad en
su parte resolutiva, sin tomar en cuenta la declaración sobre costas, prevista en el artículo 1084, fracción IV, del
Código de Comercio, obedece a que el legislador ordinario, siguiendo intereses de orden público consagrados en el
artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, consideró que el vencedor en una
controversia judicial de esta índole debe ser reintegrado en plenitud de sus derechos y, por tanto, se le debe resarcir
de los daños y perjuicios causados por un juicio que se vio forzado a seguir al no haberse satisfecho voluntariamente
sus pretensiones o por haber sido demandado indebidamente por su contraria. Por tanto, el citado artículo 1084,
fracción IV, que establece la obligación del juzgador de condenar a la parte vencida al pago de dicha prestación
accesoria en ambas instancias, no es violatorio de la garantía de imparcialidad en la administración de justicia
consagrada en el referido artículo constitucional, pues aunado a que del contenido normativo del indicado artículo
282
1084, fracción IV, no se desprende el establecimiento de una obligación para que el juzgador actúe con parcialidad
hacia alguna de las partes litigantes, al señalar, de manera general, abstracta y permanente, la procedencia de dicha
condena en costas, sólo se limitó a asegurar que al vencedor en ambas instancias le fueran cubiertas las erogaciones
injustamente realizadas; de ahí que, cuando se actualiza este supuesto normativo, no se requiere que el juzgador,
aplicando su criterio, examine si el vencido actuó de buena o mala fe, o en forma temeraria durante la secuela del
proceso. Además, el principio de imparcialidad no opera entre las partes en litigio, sino que consiste en una de las
características insoslayables que debe revestir a los juzgadores en el ejercicio de su función jurisdiccional, la cual se
traduce en el deber que tienen de ser ajenos o extraños a los intereses de las partes en controversia y de dirigir y
resolver el juicio sin favorecer indebidamente a ninguna de ellas.
Amparo directo en revisión 1571/2001.-Fernando Sanabria Cortés y otro.-16 de enero de 2002.-Cinco votos.Ponente: Juventino V. Castro y Castro.-Secretario: Arturo Aquino Espinosa.
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XV, abril de 2002, página 461, Primera
Sala, tesis 1a. XXIII/2002.
283
2.- CODIGO DE ÉTICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN
PRESENTACIÓN
1. En virtud de las innovadoras transformaciones que vive cada día la sociedad mexicana, es natural que los
juzgadores en su interrelación cotidiana se involucren en esta dinámica, como acontece en otros sectores, dando
ocasión a la generación de ligas de interés que podrían afectar su libre conciencia y papel esencial en la impartición
de justicia, por lo que resulta de gran utilidad que existan referentes que identifiquen los valores y principios
relativos al ejercicio de la función jurisdiccional.
11. Cada día la sociedad busca estar informada y el Estado ha venido fortaleciendo los canales de acceso a la
información pública, condiciones que la hacen cuestionar o emitir juicios que pueden trascender en la conciencia
libre del juzgador, en virtud de que sus actos judiciales son sometidos al escrutinio público a través de los
instrumentos de impacto social, lo que puede ocasionar pérdida de confianza en los órganos de administración de
justicia, si éstos no actúan con independencia, imparcialidad, objetividad, profesionalismo y transparencia.
III Es un derecho de los justiciables que la administración de justicia sea impartida por jueces con autoridad moral
que garanticen una justicia accesible, pronta, completa, imparcial y previsible, basada en la letra o la interpretación
jurídica de la ley y, a falta de ésta, en los principios generales del derecho, sin que se privilegie cualquier otro
interés.
IV. El incremento de los litigios en los órganos de administración de justicia de 1 Poder Judicial de la Federación,
evidencia la judicialización de los diferendos sociales y hace patente la confianza social depositada en los tribunales,
así como la importancia de la actividad jurisdiccional, lo que obliga a actualizar los sistemas de trabajo y actitudes
ante esas nuevas exigencias.
V. Sabedores de la alta responsabilidad social que tienen los impartidores de justicia ante los justiciables y el Estado
mexicano, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la Judicatura Federal y la Sala Superior del
Tribunal Electoral, en su carácter de instancias orgánicamente superiores, la primera y la tercera como sus
depositarios, y el segundo como órgano con independencia técnica, de gestión y para emitir sus resoluciones;
consideran conveniente establecer principios rectores de ética judicial dirigidos a los juzgadores que integran el
Poder Judicial de la Federación para hacer patente en todo momento la garantía constitucional prevista en el artículo
17 de la Carta Magna, relativa a que toda persona tiene derecho a que se le administre una justicia pronta, completa
e imparcial.
VI. Con el Código de Ética del Poder Judicial de la Federación se pretende contar con un nuevo elemento que
coadyuve a garantizar que la jurisdicción sea realizada por personas en las que se sumen la confianza, la calidad
técnica y la ética.
Si bien la ética se traduce en un comportamiento humano que se caracteriza en ser unilateral, inherente a la
conciencia del sujeto y sólo imperativo para él, resulta vital para la sana convivencia dentro de una colectividad, y
particularmente importante en la función judicial por la trascendencia social que adquiere, pues en este quehacer
debe imperar en el juzgador un sentido ético que equilibre el poder que el Estado deposita en su persona, para que al
conocer de los procedimientos emita sus resoluciones conforme a la técnica jurídica y los principios éticos,
procurando ser justo desde el Derecho.
Este documento se formula con el propósito de ayudar a los juzgadores a resolver los conflictos éticos que con
motivo de su trabajo se les presentan. Será exclusivamente la conciencia de cada uno de ellos, el intérprete y
aplicador del Código, en tanto que la sociedad será quien califique los aspectos observables de su conducta.
VII. Nociones previas:
1. Denominación. Aunque la estructura de este documento no es propiamente un "cuerpo de normas dispuestas
según un plan metódico y sistemático", que es la acepción que comúnmente se le da a la palabra "código", se emplea
284
este vocablo por ser la denominación preponderante que se ha dado a documentos similares, existentes en otros
países de Iberoamérica. Además, desde el punto de vista gramatical, tal locución es correcta, pues dicho término
también puede emplearse en sentido figurado, para denominar a "un conjunto de principios y reglas sobre cualquier
materia".
2. Destinatarios. Los principios, reglas y virtudes judiciales que se contienen en este Código, tienen como
destinatarios a los titulares de los órganos del Poder Judicial de la Federación, así como a los demás integrantes de
dichos órganos en la medida en que tales principios, reglas y virtudes judiciales resulten aplicables a la función que
cada uno de ellos desempeña.
3. Finalidad. En el Código se recogen los principios, reglas y virtudes judiciales, que se consideran idóneos para
constituir un referente deontológico, que pueda no sólo guiar la conducta de los juzgadores federales y sus
auxiliares, sino facilitar la reflexión ética sobre los diversos aspectos de la función que desempeñan;
consecuentemente, tales principios y reglas no son elaborados con la finalidad de complementar o reglamentar la
legislación vigente en materia de cualquier tipo de responsabilidad jurídica de los miembros del propio Poder
Judicial de la Federación.
4. Estructura. El Código se divide en cinco capítulos. En los cuatro primeros se definen los cuatro principios
rectores fundamentales de la ética judicial (independencia, imparcialidad, objetividad y profesionalismo). Después
de cada principio, se enuncian algunas reglas relacionadas con el mismo, que se estiman importantes. El listado de
estas últimas no es, por tanto, de carácter taxativo, pues se estima que el Código de Ética debe ser un instrumento
flexible, que constituya un punto de partida para la reflexión ética personal de cada juzgador y no un catálogo
exhaustivo de deberes morales.
En el capítulo quinto no se recoge propiamente un principio rector de la ética judicial, sino que bajo el rubro
denominado "Excelencia", se proponen una serie de virtudes judiciales, que en su conjunto conforman el perfil ideal
de un buen juzgador.
5. Contenido. Los referidos cuatro principios que se desarrollan en sendos capítulos (independencia, imparcialidad,
objetividad y profesionalismo) y la excelencia judicial a que se refiere el último capítulo, corresponden a los
principios que, conforme al artículo 100, párrafo séptimo, de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, rigen a la carrera judicial. Esta coincidencia es deliberada, pues lo que se pretende es recoger y
desarrollar, en el aspecto ético, los principios que, por contenerse en la Ley Fundamental, son reconocidos y
aceptados por los propios juzgadores y por la sociedad en general, como directrices de la función jurisdiccional.
Los principios referidos se estructuran de manera coherente, tomando como hilo conductor la independencia judicial
en sentido lato (entendida como la actitud que debe asumir el juzgador para ejercer la función jurisdiccional, sólo
desde la perspectiva del Derecho).
Los tres primeros principios (independencia judicial en sentido estricto, imparcialidad y objetividad) son las tres
manifestaciones de la independencia judicial en sentido lato: La primera, se refiere a la actitud del juzgador frente a
influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social; la segunda, frente a influencias ajenas al Derecho
provenientes de las partes en los procesos sometidos a su potestad; y la tercera, frente a influencias extrañas al
Derecho provenientes del propio juzgador.
El cuarto principio (profesionalismo), se refiere al ejercicio responsable y serio de la función jurisdiccional.
Finalmente, la excelencia, se considera como un arquetipo al que deben aspirar los juzgadores, mediante el cultivo
de las virtudes judiciales que se definen en el Código.
Este Código de Ética proporciona una visión institucional de los valores y virtudes que rigen el sistema de
impartición de justicia en México y ayudará a los servidores del Poder Judicial de la Federación a mejorar la
efectividad de nuestra institución, al mismo tiempo que constituirá un referente objetivo para la valoración de la
conducta personal de cada uno de quienes tenemos el honor de servir a nuestra Patria en la judicatura.
PREÁMBULO
285
Hay anhelos que son universales, como la búsqueda sempiterna de una sociedad de hombres libres, que les garantice
su desarrollo humanístico y los emancipe de temores. Una de las más bellas expresiones de ese afán generoso, quedó
brillantemente consagrado en la exposición de motivos de la Constitución Federal de 1824, la primera del México
independiente, cuyos postulados han sido igualmente inspiradores del presente Código de Ética, en cuanto a que" ...
sin justicia no hay libertad, y la base de la justicia no puede ser otra que el equilibrio entre los derechos de los
demás con los nuestros."; en el anhelo de "... hacer reinar la igualdad ante la ley, la libertad sin desorden, la paz
sin opresión, la justicia sin rigor, la clemencia sin debilidad; demarcar sus límites a las autoridades supremas de la
nación, combinar éstas de modo que su unión produzca siempre el bien y haga imposible el mal; arreglar la marcha
legislativa, poniéndola al abrigo de toda precipitación y extravío; (...) asegurar al Poder Judicial una
independencia tal que jamás cause inquietudes a la inocencia ni menos preste seguridades al crimen... "; y en la
conciencia de que"... el honor nacional está altamente comprometido en la conducta que observamos. Si nos
desviamos de la senda constitucional; si no tenemos como el más sagrado de nuestros deberes mantener el orden y
observar escrupulosamente las leyes que comprende el nuevo Código; si no concurrimos a salvar este depósito y lo
ponemos a cubierto de los ataques de los malvados; mexicanos, seremos en adelante desgraciados, sin haber sido
antes más dichosos. " Estos pensamientos bien pueden expresar la tarea de la ética de nuestro tiempo: la
preocupación del hombre por el respeto y el reconocimiento a la dignidad de los otros. Hablar hoy de ética, equivale
a hablar de justicia, pues las relaciones armónicas entre las personas sólo pueden construirse cuando se respetan los
derechos que a cada uno le corresponden.
La labor del juzgador no sólo requiere el conocimiento de la ciencia jurídica, porque hay espacios en los que su
única directriz es su propia conciencia. Ésta requiere ser ilustrada a partir de patrones de conducta asumidos
libremente, que tiendan a hacer efectivos los valores, que si bien están ínsitos en el propio quehacer del juez y en el
ordenamiento jurídico, es indispensable explicitar, pues debe tenerse presente que lo callado, aunque obvio, se
olvida, se disimula o se desdeña.
El presente Código de Ética del Poder Judicial de la Federación, pretende ser una espiga de tan profundos
pensamientos, trayendo a la reflexión, a la conciencia y a la práctica, los principios, reglas y virtudes inherentes a la
función jurisdiccional, que se encuentran compenetrados en el sentir de nuestra comunidad, que los juzgadores
ilustres, desde antaño, han asumido como propios, y que definen los principios constitucionales de la carrera judicial
cuyo punto nodal es la independencia del juzgador.
Este Código aspira al reconocimiento de que la ética judicial sea la senda por la que transiten cotidianamente los
servidores públicos del Poder Judicial de la Federación; que sea un documento no sólo informativo sino formativo, a
tal punto que su práctica reiterada se convierta en la segunda naturaleza del juzgador, para que, a través de su vida,
dé contenido, claridad y sistematización a tales postulados; porque el conocimiento de la ética no es innato, sino por
el contrario, es adquirido: lo innato es tan sólo la disposición para adquirirlo.
La aparición de este Código no obedece a que los juzgadores desconozcan o sean ajenos a estos principios, sino a la
necesidad de plasmar en un documento, de manera sistematizada, las directrices que constituyen un referente
institucional para incentivar y facilitar la reflexión crítica de cada juzgador sobre su conducta.
Por ello, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la Judicatura Federal y la Sala Superior del
Tribunal Electoral, han considerado necesaria la publicación del presente Código, como instrumento que fomentará
la formación en el conocimiento ético por parte de todos aquellos que se encuentran investidos con la honrosa y
trascendente responsabilidad de dirimir conflictos en el seno de la sociedad.
CÓDIGO DE ÉTICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN
CAPÍTULO I INDEPENDENCIA
1. Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes del sistema social. Consiste en
juzgar desde la perspectiva del Derecho y no a partir de presiones o intereses extraños a aquél. Por tanto, el
juzgador:
1.1. Rechaza cualquier tipo de recomendación que tienda a influir en la tramitación o resolución de los asuntos que
se sometan a su potestad, incluso las que pudieran provenir de servidores del Poder Judicial de la Federación.
1.2. Preserva el recto ejercicio de su función denunciando cualquier acto que tienda a vulnerar su independencia.
286
1.3. Evita involucrarse en actividades o situaciones que puedan directa o indirectamente afectar su independencia.
1.4. Se abstiene de recomendar, insinuar o sugerir, con un fin ilegítimo, el sentido en que deban emitir los demás
juzgadores cualquier determinación judicial que tenga efecto sobre la resolución de un asunto.
CAPÍTULO II IMPARCIALIDAD
2. Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de las partes en los procesos
sometidos a su potestad. Consiste en juzgar, con ausencia absoluta de designio anticipado o de prevención a favor o
en contra de alguno de los justiciables. Por tanto, el juzgador:
2.1. Evita conceder ventajas o privilegios ilegales a cualquiera de las partes.
2.2. Rechaza cualquier dádiva que provenga de alguna de las partes o de terceros.
2.3. Evita hacer o aceptar invitaciones en las que el propio juzgador considere que se verá comprometida su
imparcialidad.
2.4 Se abstiene de citar a las partes o personas vinculadas con ellas, fuera de las oficinas del órgano jurisdiccional en
el que ejerza su función.
2.5. Se abstiene de emitir cualquier opinión que implique prejuzgar sobre un asunto.
CAPÍTULO III OBJETIVIDAD
3. Es la actitud del juzgador frente a influencias extrañas al Derecho, provenientes de sí mismo. Consiste en emitir
sus fallos por las razones que el Derecho le suministra, y no por las que se deriven de su modo personal de pensar o
de sentir. Por tanto, el juzgador:
3.1. Al emitir una resolución, no busca reconocimiento alguno.
3.2. Al tomar sus decisiones en forma individual o colegiada, buscará siempre la realización del derecho frente a
cualquier beneficio o ventaja personal.
3.3. Si es integrante de un órgano jurisdiccional colegia do, trata con respeto a sus pares, escucha con atención y
apertura de entendimiento sus planteamientos y dialoga con razones y tolerancia.
3.4. Procura actuar con serenidad de ánimo y equilibrio interno, a fin de que sus decisiones estén desprovistas de
aprensiones y prejuicios.
CAPÍTULO IV PROFESIONALISMO
4. Es la disposición para ejercer de manera responsable y seria la función jurisdiccional, con relevante capacidad y
aplicación. Por tanto, el juzgador:
4.1. Se abstiene de cualquier acto que pueda mermar la respetabilidad propia de su cargo, tanto en el ámbito público
como en el privado.
4.2. Actualiza permanentemente sus conocimientos jurídicos estudiando los precedentes y jurisprudencia, los textos
legales, sus reformas y la doctrina relativa.
4.3. Procura constantemente acrecentar su cultura en las ciencias auxiliares del Derecho.
4.4. Estudia con acuciosidad los expedientes y proyectos en los que deba intervenir.
4.5. Funda y motiva sus resoluciones, evitando las afirmaciones dogmáticas.
4.6. Dedica el tiempo necesario para el despacho expedito de los asuntos de su juzgado o tribunal.
4.7. Asume responsable y valerosamente las consecuencias de sus decisiones
4.8. Acepta sus errores y aprende de ellos para mejorar su desempeño.
4.9. Guarda celosamente el secreto profesional.
4.10. Lleva a cabo por sí mismo las funciones inherentes e indelegables de su cargo.
4.11. Trata con respeto y consideración a sus subalternos.
4.12. Escucha con atención y respeto los alegatos verbales que le formulen las partes.
4.13. Trata con amabilidad y respeto a los justiciables.
4.14. Administra con diligencia, esmero y eficacia el órgano jurisdiccional a su cargo.
4.15. Cumple puntualmente con el deber de asistir a su tribunal o juzgado.
4.16. Sabe llevar el cumplimiento de su deber hasta el límite de sus posibilidades, y separarse de su cargo, cuando su
estado de salud u otros motivos personales, no le permitan desempeñar eficientemente sus funciones.
4.17. Se abstiene de emitir opiniones sobre la conducta de sus pares.
4.18. Cumple con sus deberes de manera ejemplar para que los servidores públicos a su cargo lo hagan de la misma
manera en los que les correspondan.
287
4.19. Busca con afán que sus acciones reflejen la credibilidad y confianza propias de su investidura.
CAPÍTULO V EXCELENCIA
5. El juzgador se perfecciona cada día para desarrollar las siguientes virtudes judiciales:
5.1. Humanismo: En cada momento de su quehacer está consciente de que las leyes se hicieron para servir al
hombre, de modo tal que la persona constituye el motivo primordial de sus afanes.
5.2. Justicia: En cada uno de los asuntos sometidos a su potestad, se esfuerza por dar a cada quien lo que le es
debido.
5.3. Prudencia: En su trabajo jurisdiccional y en las relaciones con sus colaboradores, recoge la información a su
alcance con criterios rectos y objetivos; consulta detenidamente las normas del caso, pondera las consecuencias
favorables y desfavorables que puedan producirse por su decisión, y luego toma ésta y actúa conforme a lo decidido.
5.4. Responsabilidad: Asume plenamente las consecuencias de sus actos, resultado de las decisiones que tome,
procurando que sus subordinados hagan lo mismo.
5.5. Fortaleza: En situaciones adversas, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y se entrega con
valentía para vencer las dificultades y cumplir con su función jurisdiccional.
5.6. Patriotismo: Tributa al Estado Mexicano el honor y servicio debidos, defendiendo el conjunto de valores que,
como juzgador federal del Estado Mexicano, representa.
5.7. Compromiso social: Tiene presentes las condiciones de iniquidad que han afectado a una gran parte de la
sociedad a lo largo de nuestra historia, y advierte que la confianza y el respeto sociales que merezca serán el
resultado de un trabajo dedicado, responsable y honesto.
5.8. Lealtad: Acepta los vínculos implícitos en su adhesión a la Institución a la que pertenece, de tal modo que
refuerza y protege, en su trabajo cotidiano, el conjunto de valores que aquélla representa.
5.9. Orden: Mantiene la adecuada organización y planificación en el trabajo a su cargo.
5.10. Respeto: Se abstiene de lesionar los derechos y dignidad de los demás.
5.11. Decoro: Cuida que su comportamiento habitual tanto en su vida pública como privada, esté en concordancia
con el cargo y función que desempeña.
5.12. Laboriosidad: Cumple diligentemente sus obligaciones de juzgador.
5.13. Perseverancia: Una vez tomada una decisión, lleva a cabo los actos necesarios para su cumplimiento, aunque
surjan dificultades externas o internas.
5.14. Humildad: Es sabedor de sus insuficiencias, para poder superadas, y también reconoce sus cualidades y
capacidades que aprovecha para emitir de la mejor manera posible sus resoluciones, sin pretender llamar la atención
ni esperar reconocimientos.
5.15. Sencillez: Evita actitudes que denoten alarde de poder.
5.16. Sobriedad: Guarda el justo medio entre los extremos y evita actos de ostentación que vayan en demérito de la
respetabilidad de su cargo.
5.17. Honestidad: Observa un comportamiento probo, recto y honrado.
288
3. CÓDIGO DE ÉTICA DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE
Y DEL CONSEJO DE LA JUDICATURA DEL DISTRITO FEDERAL
JUSTICIA
PARTE GENERAL
CAPÍTULO
GENERALIDADES
1 El presente Código de Ética es de observancia general para los Magistrados, Consejeros, Jueces y servidores
públicos tanto del Tribunal Superior de Justicia como del Consejo de la Judicatura, del Distrito Federal, y tiene
como objeto coadyuvar a optimizar la administración de justicia, sin perjuicio de lo dispuesto en otras normas y
disposiciones que regulen su desempeño como tales, así como de otras disposiciones éticas.
2 Para los efectos del presente Código se entenderá por:
•
•
•
•
•
•
•
Código de Ética: Código de Ética del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, del
Distrito Federal.
Consejo: Consejo de la Judicatura del Distrito Federal.
Ley Orgánica: Ley Orgánica del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.
Pleno del Consejo: Pleno del Consejo de la Judicatura del Distrito Federal.
Servicio público: Aquella actividad consistente en satisfacer de una manera regular, continua y uniforme,
necesidades públicas de carácter esencial o fundamental, que en el caso se concreta en garantizar a la
sociedad, por parte de los servidores públicos de este Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, que
la justicia sea accesible, pronta y expedita.
Servidor(es) público(s): Aquella(s) persona(s) que desempeña(n) una función o presta(n) un servicio
personal y subordinado en alguno de los órganos o áreas administrativas del Tribunal Superior de Justicia o
al Consejo de la Judicatura, del Distrito Federal.
Tribunal: Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.
3 Son sujetos de la aplicación de este Código de Ética, los servidores públicos mencionados en el artículo 1º del
presente Código de Ética. Dicha aplicación refiere cumplimiento personal del mismo, así como la ejecución de
acciones encaminadas a la observancia general de sus subordinados.
4 Para la interpretación y aplicación del Código de Ética, el Pleno del Consejo, nombrará a los integrantes de la
Comisión de Ética, la que será la instancia encargada de vigilar el cumplimiento del presente Código.
La Comisión de Ética estará integrada por:
•
•
•
•
•
Un Consejero;
Un Magistrado en materia Penal;
Un Magistrado en materia Civil;
Un Magistrado en materia Familiar, y
El Director del Instituto de Estudios Judiciales.
5 En casos de incertidumbre en relación con una cuestión concreta de naturaleza ética, el servidor público podrá
consultar a la Comisión de Ética.
6 Toda persona que ingrese y se encuentre adscrita como servidor público en el Tribunal o en el Consejo, ya sea en
los órganos jurisdiccionales, de apoyo judicial o áreas administrativas, deberá conocer el Código de Ética y asumir
el compromiso de su debido cumplimiento.
289
CAPÍTULO II.
PRINCIPIOS GENERALES
7 APTITUD: Quien disponga la designación de un servidor público, debe verificar el cumplimiento de los recaudos
destinados a comprobar su idoneidad. Ninguna persona debe aceptar ser designada en un cargo para el que no tenga
la capacidad y disposición para el buen desempeño o ejercicio del mismo.
8 COLABORACIÓN: El servidor público debe participar con disposición y apoyo en las actividades laborales que
se realicen para el cumplimiento de las funciones que tiene encomendadas. De igual forma, ante situaciones
extraordinarias, el servidor público debe realizar aquellas tareas que por su naturaleza o modalidad no sean las
estrictamente inherentes a su cargo, siempre que ellas resulten necesarias para mitigar, neutralizar o superar las
dificultades que se enfrenten.
9 CONFIDENCIALIDAD: El servidor público debe abstenerse de difundir toda información que hubiera sido
calificada como reservada conforme a las disposiciones vigentes.
No debe utilizar, en beneficio propio o de terceros o para fines ajenos al servicio, información de la que tenga
conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones y que no esté destinada para su difusión.
Debe custodiar y cuidar los valores, documentación e información que por razón de su cargo se encuentren bajo su
cuidado, impidiendo o evitando el uso abusivo, mal uso, sustracción, destrucción, ocultamiento o inutilización
indebidas de los mismos.
10 COMPROMISO DE SUPERACIÓN: Todo servidor público debe actualizarse permanentemente en los
conocimientos y técnicas para el mejor desempeño de las funciones inherentes a su cargo, de conformidad con las
normas contenidas en la Ley Orgánica.
11 EJERCICIO ADECUADO DEL CARGO: El servidor público, mediante el uso de su cargo, autoridad o
influencia, no debe obtener ni procurar beneficios o ventajas indebidas, para sí o para otros.
Asimismo, con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones, no debe adoptar represalia de ningún tipo o
ejercer coacción alguna en contra de servidores públicos u otras personas.
12 EQUIDAD: El servidor público debe estar propenso a dejarse guiar por la razón para adecuar la solución legal a
un resultado justo, y que nunca debe ser ejecutado en contra de los fines perseguidos por las leyes.
El servidor público no debe realizar actos discriminatorios en su relación con el público o con los demás servidores
públicos
de
la
Administración
de
Justicia.
Se entiende que existe igualdad de situaciones cuando no median diferencias que, de acuerdo con las normas
vigentes, deben considerarse para establecer una prelación.
Este principio se aplica también a las relaciones que el servidor público mantenga con sus subordinados.
13 EXCELENCIA: Todo servidor público deberá esforzarse en el ejercicio de su función y perfeccionarse cada día,
mostrando en todo momento la calidad en el trabajo desempeñado, resaltando la eficacia y la eficiencia en la función
desempeñada por el ejercicio de su cargo.
14 HONRADEZ: Los servidores públicos deben actuar en cualquier momento con la máxima rectitud, sin
pretender, ni obtener provecho o ventaja por sí o por interpósita persona, derivada de sus funciones. Asimismo,
deben evitar cualquier conducta que pudiera poner en duda su integridad o disposición para el cumplimiento de los
deberes propios del cargo.
290
De igual forma, ningún servidor público deberá aceptar compensaciones o prestaciones de cualquier persona que
puedan comprometer su desempeño como servidor público o que provoquen su actuar con falta de ética en sus
responsabilidades y obligaciones.
15 INDEPENDENCIA DE CRITERIO: El servidor público debe tener conciencia plena ante situaciones,
actividades o intereses incompatibles con sus funciones, las que no deberán influir por ningún motivo en la toma de
decisiones.
16 JUSTICIA: El servidor público debe tener permanente disposición para el cumplimiento de sus funciones,
otorgando a cada uno lo que le es debido, tanto en sus relaciones con el Estado, como con el público, sus superiores
y subordinados.
17 LEGALIDAD: El servidor público debe conocer y cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, las leyes y los reglamentos que regulan su actividad. Debe observar en todo momento un
comportamiento tal, que examinada su conducta, ésta no pueda ser objeto de reproche.
18 OBEDIENCIA: El servidor público debe dar cumplimiento a las órdenes que le imparta el superior jerárquico,
en la medida que reúnan las formalidades del caso y tengan por objeto la realización de actos de servicio que se
vinculen con las funciones a su cargo, salvo el supuesto de arbitrariedad o ilegalidad manifiestas.
19 OBLIGACIÓN DE DENUNCIAR: El servidor público debe denunciar ante su superior o las autoridades
correspondientes, los actos de los que tuviera conocimiento con motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones y
que pudieran causar algún perjuicio o constituir un delito o violaciones a cualquiera de las disposiciones contenidas
en el presente Código de Ética.
20 PUNTUALIDAD: El servidor público deberá de asistir con puntualidad al desempeño diario de sus actividades,
respetando el horario establecido.
21 PRUDENCIA: El servidor público debe obrar con sensatez para formar juicio y tacto para hablar, así como
expresarse con ingenio y oportunidad, respecto de hechos o informaciones de los que tenga conocimiento con
motivo o en ocasión del ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de los deberes y las responsabilidades que le
correspondan en virtud de las normas que regulan el secreto o la reserva que amerite cada caso en particular.
22 RESPONSABILIDAD: Es la capacidad de todo servidor público de cumplir con sus deberes y de reconocer y
aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente, en concordancia a los principios previstos en el presente
Código de Ética. Asimismo, el servidor público debe evaluar los actos cuya generación o ejecución tuviera a su
cargo, considerando los antecedentes, motivos y consecuencias de los mismos, actuando en todo momento con
profesionalismo y dedicación.
23 TEMPLANZA: El servidor público debe desarrollar sus funciones con respeto y sobriedad, usando las
prerrogativas inherentes a su cargo y los medios de que dispone únicamente para el cumplimiento de sus funciones y
deberes.
24 TOLERANCIA: El servidor público debe actuar con indulgencia, comprensión, paciencia o calma con las
personas que tenga relación con motivo del ejercicio del cargo.
25 TRANSPARENCIA: El servidor público debe ajustar su conducta al derecho que tiene la sociedad de estar
informada sobre la actividad del Consejo y del Tribunal.
26 USO ADECUADO DE LOS BIENES Y RECURSOS: El servidor público debe proteger y conservar los
bienes que se le asignen. Utilizar los que le fueran asignados para el desempeño de sus funciones de manera
racional, evitando su abuso, derroche o desaprovechamiento; utilizarlos exclusivamente para los fines a que estén
291
afectos, sin que pueda emplearlos o permitir que otros lo hagan para fines particulares o propósitos que no sean
aquellos para los cuales hubieran sido específicamente destinados.
27 USO ADECUADO DEL TIEMPO DE TRABAJO: El servidor público debe usar el tiempo oficial en un
esfuerzo responsable para cumplir con sus quehaceres, desempeñando sus funciones de una manera eficiente y
eficaz y velar para que sus subordinados actúen de la misma manera. No debe fomentar, exigir o solicitar a sus
subordinados que empleen el tiempo oficial para realizar actividades que no sean las que se les requieran para el
desempeño de los deberes a su cargo.
28 VERACIDAD: El servidor público está obligado a expresarse con la verdad tanto en los informes que rindan o
proporcionen, como en sus relaciones funcionales, ya sea con los particulares o con sus superiores y subordinados.
CAPÍTULOIII
PRINCIPIOS PARTICULARES PARA MAGISTRADOS Y JUECES
29 IMPARCIALIDAD: Deben evitar conductas que los vinculen o relacionen con las partes de los juicios de su
conocimiento, que concedan ventajas a alguna de las partes, sin que ello haga nugatoria la obligación de escuchar
con atención los alegatos de las partes y sin discriminación de algún tipo.
30 INDEPENDENCIA: Deben actuar en la emisión de sus decisiones conforme a derecho en el caso concreto, sin
acatarse o someterse a indicaciones o sugerencias, no obstante de quien provengan y la forma que revistan, evitando
involucrarse en situaciones, actividades o intereses particulares que puedan comprometer su recta conducta.
Asimismo, deben en todo momento, poner del conocimiento de la instancia competente cualquier situación que a su
criterio, pueda afectar la independencia o transparencia de su actuación, a fin de que se tomen las medidas
pertinentes del caso, sin perjuicio de continuar en el conocimiento de la causa o litigio de que conozcan.
31 OBJETIVIDAD: Deben emitir sus resoluciones conforme a Derecho, sin que se involucre su modo de pensar o
de sentir, alejándose de cualquier prejuicio o aprehensión.
CAPÍTULO IV
PRINCIPIOS PARTICULARES PARA MEDIADORES
32 NEUTRALIDAD: Deberá conducirse con ecuanimidad, respetando la autonomía y voluntad de los mediados,
evitando influir en la toma de decisiones y absteniéndose de proponer o sugerir soluciones al conflicto.
33 FLEXIBILIDAD: Deberá conducirse con una actitud de disposición y apertura que le permita adecuarse a la
dinámica del caso concreto dentro del proceso de la mediación.
PARTE ESPECIAL
CAPÍTULOI
BENEFICIOS DE ORIGEN EXTERNO
34 BENEFICIOS PROHIBIDOS. El servidor público derivado de su cargo o comisión deberá de abstenerse de lo
siguiente:
a) Solicitar, aceptar o admitir dinero, dádivas, beneficios, regalos, favores, promesas u otras ventajas, directa o
indirectamente, para sí o para terceros.
b) Retardar o dejar de hacer tareas relativas a sus funciones.
292
c) Hacer valer su influencia ante otro servidor público, a fin de que éste retarde o deje de hacer tareas relativas a sus
funciones.
35 PRESUNCIONES. Se presume especialmente que el beneficio está prohibido si proviene de una persona o
entidad que:
a) Lleve a cabo actividades reguladas o fiscalizadas por el órgano o entidad en el que se desempeña el servidor
público.
b) Gestione o explote concesiones, autorizaciones, privilegios o franquicias otorgados por el órgano o entidad en el
que se desempeña el servidor público.
c) Sea o pretendiera ser contratista o proveedor de bienes o servicios de la Administración Pública Federal o del
Distrito Federal.
d) Procure una decisión o acción del órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público.
e) Tenga intereses que pudieran verse significativamente afectados por la decisión, acción, retardo u omisión del
órgano o entidad en el que se desempeña el servidor público.
36 EXCEPCIONES. Quedan exceptuados de las prohibiciones establecidas en el presente Código de Ética:
a) Los reconocimientos protocolares recibidos de los gobiernos federal o local, organismos internacionales o
entidades sin fines de lucro, en las condiciones en las que la ley o la costumbre oficial admitan esos beneficios.
b) Los gastos de viaje y estadía recibidos de instituciones de enseñanza o entidades sin fines de lucro, para el dictado
de conferencias, cursos o actividades académico-culturales, o la participación en ellas, siempre que ello no resultara
incompatible con las funciones del cargo o prohibido por normas especiales.
c) Los regalos o beneficios que por su valor exiguo y de menor cuantía, se realicen por razones de amistad o
relaciones personales con motivo de acontecimientos en los que resulta usual efectuarlos y que no pudieran ser
considerados como un medio tendiente a afectar la recta voluntad del servidor público.
CAPÍTULO II
REGLASGENERALESDECONDUCTA DEL SERVIDOR PÚBLICO
37 El servidor público no podrá mantener ni aceptar situaciones en las que sus intereses personales pudieran entrar
en conflicto con el cumplimiento de los deberes y funciones a su cargo.
38 No podrá dirigir, administrar, asesorar, patrocinar, representar ni prestar servicios, remunerados o no, a personas
que gestionen o exploten concesiones o privilegios o que sean proveedores del Estado, ni mantener vínculos que le
signifiquen beneficios u obligaciones con entidades directamente fiscalizadas por el órgano o entidad en la que se
encuentre desarrollando sus funciones.
39 Deberá abstenerse de hacer uso de la autoridad o cargo para obtener un privilegio o beneficio para sí o para
terceros.
40 Comprometerse a tratar a sus compañeros, subalternos y superiores de una manera respetuosa, amable y cordial,
a fin de propiciar relaciones interpersonales sanas y que incremente en la calidad y motivación de los servidores
públicos.
293
41 Debe mantenerse permanentemente actualizado para desarrollar adecuadamente, con profesionalismo, las
funciones que tiene a su cargo, participando en los cursos de capacitación impartidos por el Instituto de Estudios
Judiciales, orientados a elevar su formación intelectual y desarrollo profesional al interior de la Institución.
42 El servidor público se compromete a cumplir y promover el cumplimiento de las leyes y los principios de
legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia que rigen el servicio público.
TRANSITORIO
ÚNICO.- El presente Código de Ética entrará en vigor a partir del día siguiente de su primera publicación en el
Boletín Judicial del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.
294
4. DECLARACIÓN DE JURICA
Los integrantes del sistema nacional de impartidores de justicia, compuesto por los miembros de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, el Poder Judicial de la Federación, los Poderes Judiciales de las Entidades Federativas, el
Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, el Tribunal Superior Agrario, la Junta Federal de Conciliación
y Arbitraje, los tribunales electorales y de lo contencioso administrativo, las juntas locales de conciliación y arbitraje
y los tribunales Federal y locales de conciliación
y arbitraje.
Considerando
o Que los impartidores de justicia de la República Mexicana constituimos una comunidad que responde a los
mismos postulados constitucionales y compartimos los mismos objetivos y aspiraciones.
o Que la impartición de justicia en nuestro país es un sistema compuesto por las respectivas funciones y
responsabilidades de cada uno de los órganos de impartición de justicia integrantes del mismo.
o Que nuestro Estado Constitucional requiere de poderes judiciales y órganos jurisdiccionales autónomos,
profesionales y fuertes para garantizar el derecho de acceso a la tutela jurisdiccional efectiva consagrado en el
artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
o Que los diagnósticos y conclusiones recogidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación a partir de la
Consulta Nacional sobre una Reforma Integral y Coherente del Sistema de Impartición de Justicia en el Estado
Mexicano han sido compartidos, analizados y discutidos por la comunidad de impartidores de justicia del país para
conjuntamente delinear una agenda judicial que responda a las inquietudes e insatisfacciones de la sociedad
mexicana.
o Que la impartición de justicia es un valor central para la vida democrática y una condición indispensable para su
desarrollo.
Reconociendo
o Que las diferentes asociaciones formadas por los impartidores de justicia del país han generado resultados muy
positivos para consolidar la vida institucional.
o Las aportaciones de la “Declaración de la Ciudad de México” emitida por la Comisión Nacional de Tribunales
Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos y otras declaraciones que le antecedieron.
o Los avances logrados por los poderes judiciales y organismos jurisdiccionales del país durante los últimos diez
años.
o Que no todos los progresos están articulados, aunque se presentan diversos grados de avance.
o Que los órganos de impartición de justicia laboral realizan una importante función social y que resulta necesario
llevar a cabo acciones tendentes a perfeccionarlos para que se encuentren en condiciones de cumplir cabalmente su
encomienda constitucional.
o Que las experiencias exitosas obtenidas en forma aislada deben ser conocidas y compartidas por la comunidad de
impartidores de justicia.
o Que los desarrollos tecnológicos deben ser compartidos y compatibles para redundar en beneficio del sistema de
impartición de justicia en su conjunto.
295
o Que los esfuerzos emprendidos en materia de reclutamiento, selección, capacitación y profesionalización de los
impartidores de justicia deben tener objetivos comunes.
o Que la imparcialidad y neutralidad consustanciales a la función jurisdiccional implican en una de sus facetas el
apartidismo político de la impartición de justicia.
o La activa participación internacional de juzgadores mexicanos en organizaciones que agrupan a impartidores de
justicia.
o La poca confianza ciudadana hacia los órganos de impartición de justicia.
o Las limitaciones existentes para el adecuado desarrollo de los órganos impartidores de justicia en el país.
Convencidos
o Que los poderes judiciales, los órganos jurisdiccionales y los miembros de la comunidad de impartidores de
justicia están llamados a proporcionar certeza, seguridad y solidez institucional en todo momento, pero
particularmente en momentos de renovación de los otros poderes.
Ratificamos
o Nuestro compromiso con los valores esenciales de la democracia, sabiéndonos pieza fundamental del Estado
Constitucional.
o Nuestro compromiso con un sistema de impartición de justicia con pleno acceso para todos los mexicanos.
o Nuestro compromiso con transparentar nuestro quehacer mediante el establecimiento de reglas comunes para los
distintos órganos impartidores de justicia del país.
o Nuestro compromiso con la adopción de normas éticas comunes a todos los impartidores de justicia del país.
o Nuestro compromiso por establecer parámetros de desempeño compatibles y en la medida de lo posible comunes
para los distintos órganos jurisdiccionales y los diversos impartidores de justicia del país.
o Nuestro compromiso por mantenernos ajenos y por encima de las contiendas político-partidistas.
Convenimos en
o Establecer un mecanismo para la consulta y el diálogo permanentes entre los impartidores de justicia del país, para
lo cual realizaremos las acciones necesarias para consensar, en el corto plazo, el establecimiento de una Asociación
Nacional de Impartidores de Justicia.
o Establecer un mecanismo que permita dar seguimiento a los acuerdos específicos a que hemos llegado durante este
Primer Encuentro Nacional de Impartidores de Justicia.
o Difundir la presente declaración entre nuestros agremiados, los miembros de nuestros tribunales y, de manera
general, a los habitantes del país.
o Establecer un Código de Ética Nacional para los Impartidores de Justicia.
o Adoptar las mejores prácticas existentes en materia de transparencia judicial, con miras a fortalecer la rendición de
cuentas.
o Elaborar una agenda judicial que abarque el conjunto del sistema de impartición de justicia a nivel nacional y que
contenga políticas a corto, mediano y largo plazo.
296
o Adoptar todas las medidas a nuestro alcance para lograr y preservar la autonomía e independencia de los órganos
jurisdiccionales y sus miembros.
o Hacer un llamamiento a los miembros de los distintos foros de abogados postulantes para que su actuar se
profesionalice y ajuste a las directivas éticas que requiere un sistema de impartición de justicia que merezca la
confianza de todos los mexicanos.
o Invitar a las instituciones educativas del país a elevar la calidad de la formación profesional de los abogados.
o Hacer un llamamiento a las autoridades y a los actores políticos para que refrenden su vocación democrática y en
consecuencia se comprometan a acatar los fallos de la justicia y respetar las garantías de los juzgadores, convencidos
de que sólo así podremos consolidar el Estado de Derecho en el cual todos aspiramos vivir.
o Ratificar nuestro compromiso por mejorar la calidad de la impartición de justicia en México, teniendo como
objetivo primordial al justiciable.
o Emprender de inmediato las acciones concretas siguientes:
o Levantar un censo de todos los impartidores de justicia del país.
o Establecer un Sistema Nacional de Capacitación Judicial como instrumento para la preparación y actualización de
los impartidores de justicia del país.
o Convocar a las instituciones de educación de mayor prestigio en la rama jurídica para elaborar conjuntamente un
programa de reclutamiento para los poderes judiciales de los egresados de excelencia.
o Levantar un inventario de infraestructura y necesidades tecnológicas que abarque todos los órganos de impartición
de justicia del país, para lo cual se publicará, a partir de 2006, el Anuario de la Justicia en México.
o Proponer la creación de nuevos fondos para el fortalecimiento de los órganos impartidores de justicia destinados a
financiar gasto de inversión.
o Establecer bases de colaboración entre los órganos impartidotes de justicia para intercambiar información,
capacitación y experiencias en la implementación de desarrollos tecnológicos.
o Sentar las bases para la creación de una red nacional de información judicial que incluya elementos de estadística
bajo un formato común, que permita la creación de un Sistema Nacional de Medición del Desempeño Judicial.
o Realizar una evaluación objetiva, basada en datos empíricos, para medir el impacto del amparo directo en el
conjunto del sistema de impartición de justicia.
o Elaborar una propuesta de reforma constitucional y legal que faculte a los Tribunales Colegiados de Circuito a
rechazar de plano aquellas demandas de amparo directo que no revistan importancia y trascendencia. Los supuestos
de importancia y trascendencia al ser establecidos legalmente serán analizados por los integrantes de la mesa en
enero de 2006.
o Adoptar medidas para el fortalecimiento de los poderes judiciales de las entidades federativas.
o Fortalecer la autonomía e independencia de los tribunales administrativos.
o Difundir entre todos los asistentes a este Primer Encuentro Nacional de Impartidores de Justicia el avance en el
cumplimiento de las anteriores acciones a más tradar el 15 de junio de 2006.
o Generar un mecanismo institucional que permita el diálogo y la consulta permanente entre los órganos
impartidores de justicia.
o Hacer un esfuerzo para homogeneizar los procesos de modernización de los órganos judiciales locales.
297
o Elaborar estrategias y políticas de comunicación del sistema nacional de impartición de justicia.
o Analizar la situación de la justicia constitucional en las entidades federativas
o Establecer contactos permanentes entre los impartidores de justicia federales y los de las entidades federativas para
discutir y analizar asuntos de trámite en materia de amparo directo y difundir los resultados de este encuentro.
Convencidos de que así contribuimos al fortalecimiento de nuestro Estado Constitucional y considerando,
reconociendo y ratificando lo aquí asentado, lo convenimos y suscribimos en la Ex Hacienda de Jurica, Estado de
Querétaro el día 2 de diciembre de 2005.
298
5. ESTATUTO DEL JUEZ IBEROAMERICANO.196
LA VI CUMBRE IBEROAMERICANA DE PRESIDENTES DE CORTES SUPREMAS Y TRIBUNALES
SUPREMOS DE JUSTICIA, celebrada en Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España, los días 23, 24 y 25 de mayo
de 2001.
TOMANDO EN CUENTA que la evolución de nuestras sociedades ha llevado a un mayor protagonismo del juez,
lo cual exige que el Poder Judicial responda a la demanda de apertura y sensibilidad en relación con las necesidades
expresadas por diversos sectores y agentes sociales y adapte sus tradicionales métodos de trabajo y actitudes a esas
nuevas necesidades.
CONSIDERANDO que el Poder Judicial debe evolucionar hacia la consecución o consolidación de su
independencia, no como privilegio de los jueces, sino como derecho de los ciudadanos y garantía del correcto
funcionamiento del Estado constitucional y democrático de Derecho que asegure una justicia accesible, eficiente y
previsible.
CONSIDERANDO, además, que, a la par de los esfuerzos que se realizan en lo que se ha denominado «Reforma
Judicial», con la diversidad que en el ámbito iberoamericano se observa, es indispensable dar respuesta a la
exigencia de nuestros pueblos de poner la justicia en manos de jueces de clara idoneidad técnica, profesional y ética,
de quienes depende, en último término, la calidad de la justicia.
CONVENCIDA de que para el mejor desempeño de la función jurisdiccional, y junto a las disposiciones
constitucionales y legales de cada uno de los Estados que componen la comunidad iberoamericana, es necesario que
los jueces, independientemente de su orden jerárquico, dispongan de un instrumento que condense, lo más
precisamente posible, los derechos, deberes, condiciones y requisitos que han de acompañarlos y orientarlos en el
ejercicio de sus delicadas tareas.
DESEANDO, por último, ofrecer un referente que identifique los valores, principios, instituciones, procesos y
recursos mínimos necesarios para garantizar que la función jurisdiccional se desarrolle en forma independiente,
defina el papel del juez en el contexto de una sociedad democrática y estimule los esfuerzos que en ese sentido
desarrollan los Poderes Judiciales de la región.
Aprueba y promulga el siguiente:
ESTATUTO DEL JUEZ IBEROAMERICANO
INDEPENDENCIA
Art. 1. Principio general de independencia
Como garantía para los justiciables, los Jueces son independientes en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales y
se encuentran tan sólo sometidos a la Constitución y a la ley, con estricto respeto al principio de jerarquía normativa.
Art. 2. Obligación de respeto a la independencia judicial
Los otros poderes del Estado y, en general, todas las autoridades, instituciones y organismos nacionales o
internacionales, así como los diferentes grupos y organizaciones sociales, económicos y políticos, deben respetar y
hacer efectiva la independencia de la judicatura.
Art. 3. Independencia judicial y medios de comunicación
La utilización de los medios de comunicación social con el objeto de suplantar funciones jurisdiccionales, imponer o
influir el contenido de las resoluciones judiciales, en condiciones que excedan el legítimo derecho a la libertad de
expresión e información, se considera lesiva para la independencia judicial.
196
http://www.geocities.com/leyesdominicanas/estatutojueziberoamericano.html
299
Art. 4. Independencia interna
En el ejercicio de la jurisdicción, los jueces no se encuentran sometidos a autoridades judiciales superiores, sin
perjuicio de la facultad de éstas de revisar las decisiones jurisdiccionales a través de los recursos legalmente
establecidos, y de la fuerza que cada ordenamiento nacional atribuya a la jurisprudencia y a los precedentes
emanados de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos.
Art. 5. Defensa de la independencia judicial
Los atentados a la independencia judicial han de ser sancionados por ley, que deberá prever los mecanismos por
medio de los cuales los jueces inquietados o perturbados en su independencia puedan obtener el respaldo de los
órganos superiores o de gobierno del Poder Judicial.
Art. 6. Condiciones materiales de la independencia
El Estado garantizará la independencia económica del Poder Judicial, mediante la asignación del presupuesto
adecuado para cubrir sus necesidades y a través del desembolso oportuno de las partidas presupuestarias.
IMPARCIALIDAD
Art. 7. Principio de imparcialidad
La imparcialidad del juez es condición indispensable para el ejercicio de la función jurisdiccional.
Art. 8. Imparcialidad objetiva
La imparcialidad del juez ha de ser real, efectiva y evidente para la ciudadanía.
Art. 9. Abstención y recusación
Los jueces tienen la obligación de separarse de la tramitación y conocimiento de asuntos en los que tengan alguna
relación previa con el objeto del proceso, partes o interesados en el mismo, en los términos previstos en la ley.
Las abstenciones sin fundamento y las recusaciones infundadas aceptadas por el juez, deben ser sancionadas de
conformidad con lo que disponga la ley.
Art. 10. Incompatibilidades
El ejercicio de la función jurisdiccional es incompatible con otras actividades, a excepción de aquéllas admitidas por
la ley.
SELECCIÓN DEL JUEZ, CARRERA JUDICIAL E INAMOVILIDAD
Art. 11. Órgano y procedimiento de selección de los jueces
Los procesos de selección y nombramiento deben realizarse por medio de órganos predeterminados por la ley, que
apliquen procedimientos también predeterminados y públicos, que valoren objetivamente los conocimientos y
méritos profesionales de los aspirantes.
Art. 12. Objetividad en la selección de jueces
Los mecanismos de selección deberán adaptarse a las necesidades de cada país y estarán orientados, en todo caso, a
la determinación objetiva de la idoneidad de los aspirantes.
Art. 13. Principio de no discriminación en la selección de jueces
En la selección de los jueces, no se hará discriminación alguna por motivo de raza, sexo, religión, ideología, origen
social, posición económica u otro que vulnere el derecho a la igualdad que ampara a los aspirantes. El requisito de
nacionalidad del país de que se trate no se considerará discriminatorio.
Art. 14. Principio de inamovilidad
Como garantía de su independencia, los jueces deben ser inamovibles desde el momento en que adquieren tal
categoría e ingresan a la Carrera Judicial, en los términos que la Constitución establezca.
300
No obstante, podrán ser suspendidos o separados de sus cargos por incapacidad física o mental, evaluación negativa
de su desempeño profesional en los casos en que la ley lo establezca, o destitución o separación del cargo declarada
en caso de responsabilidad penal o disciplinaria, por los órganos legalmente establecidos, mediante procedimientos
que garanticen el respeto del debido proceso y, en particular, el de los derechos de audiencia, defensa, contradicción
y recursos legales que correspondan.
Art. 15. Nombramiento a término de los jueces
Con conocimiento de que algunos países admiten el nombramiento a término de jueces, se aspira a que esta
situación se modifique para alcanzar la garantía de inamovilidad en los términos del artículo anterior.
Art. 16. Inamovilidad interna
La garantía de inamovilidad del juez se extiende a los traslados, promociones y ascensos, que exigen el libre
consentimiento del interesado. Excepcionalmente, podrá establecerse en la ley la posibilidad del ascenso o traslado
del juez por necesidades del servicio o modificación de la organización judicial o el destino temporal de aquél, por
iguales motivos, para reforzar otro órgano jurisdiccional.
En casos como estos, en que prevalece el interés general sobre el particular, deberá garantizarse el respeto del
debido proceso.
Art. 17. Objetividad en la conformación de la carrera judicial
Los traslados, promociones y ascensos de los jueces se decidirán con criterios objetivos predeterminados en la ley,
basados, fundamentalmente, en la experiencia y capacidad profesionales de los solicitantes.
Art. 18. Inamovilidad «ad hoc»
La inamovilidad del juez garantiza también, como principio general y salvo aquellos casos expresamente previstos
en la Ley que no podrá ser apartado del conocimiento de los asuntos que le estén encomendados.
RESPONSABILIDAD, INSPECCIÓN Y
EVALUACIÓN DEL JUEZ
Art. 19. Principio de legalidad en la responsabilidad del juez
Los jueces responderán penal, civil y disciplinariamente de conformidad con lo establecido en la ley.
La exigencia de responsabilidad no amparará los atentados contra la independencia judicial que pretendan
encubrirse bajo su formal cobertura.
Art. 20. Órgano y procedimiento para la exigencia de responsabilidad
La responsabilidad disciplinaria de los jueces será competencia de los órganos del Poder Judicial legalmente
establecidos, mediante procedimientos que garanticen el respeto del debido proceso y, en particular, el de los
derechos de audiencia, defensa, contradicción y recursos legales que correspondan.
Art. 21. Sistema de supervisión judicial
Los sistemas de supervisión judicial han de entenderse como un medio para verificar el buen funcionamiento de los
órganos judiciales y procurar el apoyo a la mejora de la gestión de los jueces.
Art. 22. Evaluación del desempeño
En garantía de la eficiencia y calidad del servicio público de justicia, puede establecerse un sistema de evaluación
del rendimiento y comportamiento técnico profesional de los jueces.
Art. 23. Consecuencias de la evaluación negativa del desempeño
El desempeño inadecuado o deficiente en el ejercicio de la función jurisdiccional, debidamente acreditado mediante
procedimiento legal y reglamentariamente establecido que prevea la audiencia del juez, puede conllevar la
aplicación de periodos de capacitación obligatoria o, en su caso, la aplicación de otras medidas correctivas o
disciplinarias.
301
CAPACITACIÓN
Art. 24. Capacitación inicial
La capacitación inicial tiene por objetivos la selección de los candidatos más aptos para el desempeño de la función
judicial en una sociedad democrática, a través de mecanismos que permitan comprobar las condiciones que debe
reunir todo aspirante a la judicatura y la formación de éste en los conocimientos y las destrezas propias de su
función, con una orientación teórico-práctica que incluya, en la medida de lo posible, un período de pasantías en
órganos jurisdiccionales.
Art. 25. Centros de capacitación
Las Escuelas Judiciales, sea cual sea la denominación que en cada país reciban, deben asumir la responsabilidad de
la formación inicial de los jueces, y, en su caso, de los que pertenecen a la carrera judicial siguiendo las
indicaciones, en su caso, del órgano superior de gobierno judicial, en cuanto a los propósitos que deben perseguirse
con esa formación, diseñando, planificando y ejecutando los programas educativos y valorando sus resultados.
Art. 26. Costos de la capacitación inicial
Los costos de la formación inicial deben ser asumidos por el Poder Judicial, con colaboración, en su caso, de
instituciones públicas y privadas procurando, también, si sus posibilidades económicas lo permiten, facilitar
fórmulas de apoyo financiero a los aspirantes a jueces.
Art. 27. Naturaleza y costos de la capacitación continuada
La formación continuada o capacitación en servicio constituye un derecho y un deber del juez y una responsabilidad
del Poder Judicial, que deberá facilitarla en régimen de gratuidad.
Art. 28. Voluntariedad de la capacitación continuada
La capacitación continuada puede ser concebida como obligatoria o como voluntaria para el juez, pero habrá de
revestir carácter obligatorio en casos de ascenso, traslado que implique cambio de jurisdicción, reformas legales
importantes y otras circunstancias especialmente calificadas.
Art. 29. Órgano que tiene encomendada la capacitación continuada
La formación continuada o capacitación en servicio debe ofrecerse a jueces y magistrados a través de las Escuelas
Judiciales, sin perjuicio de que éstas recurran a la colaboración de otras instituciones, públicas o privadas, cuando
fuere necesario.
Art. 30. Evaluación en la capacitación
La evaluación de los aspirantes que realicen procesos o sistemas de formación inicial se realizará atendiendo a
criterios objetivos, para determinar la posibilidad o imposibilidad del ingreso a la función.
La evaluación de la formación continuada, incorporada al expediente personal del juez, puede constituir un elemento
de valoración del desempeño judicial y un criterio de decisión para la promoción y ascenso de los jueces.
Art. 31. Participación judicial en la programación de la capacitación
En la definición de políticas de formación judicial, los órganos competentes deberán tomar en cuenta la opinión de
los jueces.
RETRIBUCIÓN, SEGURIDAD SOCIAL Y MEDIOS MATERIALES
Art. 32. Remuneración
Los jueces deben recibir una remuneración suficiente, irreductible y acorde con la importancia de la función que
desempeñan y con las exigencias y responsabilidades que conlleva.
Art. 33. Seguridad Social
El Estado debe ofrecer a los jueces su acceso a un sistema de seguridad social, garantizando que recibirán, al
concluir sus años de servicio por jubilación, enfermedad u otras contingencias legalmente previstas o en caso de
daños personales, familiares o patrimoniales derivados del ejercicio del cargo, una pensión digna o una
indemnización adecuada.
302
Es recomendable, en la medida en que las posibilidades económicas lo permitan, la previsión de un sistema de
seguridad para los jueces que incluya un seguro de riesgos múltiples.
Art. 34. Recursos humanos, medios materiales y apoyos técnicos
Los jueces deberán contar con los recursos humanos, medios materiales y apoyos técnicos necesarios para el
adecuado desempeño de su función.
El criterio de los jueces debe ser tomado en consideración en las decisiones que se adopten sobre el particular, para
lo que debe oírse su opinión.
En particular, los jueces deben tener fácil acceso a la legislación y a la jurisprudencia y disponer de los demás
recursos necesarios para la rápida y motivada resolución de litigios y causas.
Art. 35. Seguridad personal y familiar
En garantía de la independencia e imparcialidad que han de presidir el ejercicio de la función judicial, el Estado
proporcionará los medios necesarios para la seguridad personal y familiar de los jueces en función de las
circunstancias de riesgo a que se vean sometidos.
DERECHO DE ASOCIACIÓN PROFESIONAL
Art. 36. Derecho de asociación de los jueces
La imparcialidad es compatible con el reconocimiento de la libertad de asociación de los jueces salvo las
excepciones que establezca la Constitución o legislación de cada país.
ÉTICA JUDICIAL
Art. 37. Servicio y respeto a las partes
En el contexto de un Estado constitucional y democrático de Derecho y en el ejercicio de su función jurisdiccional,
los jueces tienen el deber de trascender el ámbito de ejercicio de dicha función, procurando que la justicia se imparta
en condiciones de eficiencia, calidad, accesibilidad y transparencia, con respeto a la dignidad de la persona que
acude en demanda del servicio.
Art. 38. Obligación de independencia
El juez está obligado a mantener y defender su independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional.
Art. 39. Debido proceso
Los jueces tiene el deber de cumplir y hacer cumplir el principio del debido proceso, constituyéndose en garantes de
los derechos de las partes y, en particular, velando por dispensarles un trato igual que evite cualquier desequilibrio
motivado por la diferencia de condiciones materiales entre ellas y, en general, toda situación de indefensión.
Art. 40. Limitaciones en la averiguación de la verdad
Los jueces habrán de servirse tan sólo de los medios legítimos que el ordenamiento pone a su alcance en la
persecución de la verdad de los hechos en los casos de que conozcan.
Art. 41. Motivación
Los jueces tienen la inexcusable obligación, en garantía de la legitimidad de su función y de los derechos de las
partes, de motivar debidamente las resoluciones que dicten.
Art. 42. Resolución en plazo razonable
Los jueces deben procurar que los procesos a su cargo se resuelvan en un plazo razonable. Evitarán o, en todo caso,
sancionarán las actividades dilatorias o de otro modo contrarias a la buena fe procesal de las partes.
Art. 43. Principio de equidad
303
En la resolución de los conflictos que lleguen a su conocimiento, los jueces, sin menoscabo del estricto respeto a la
legalidad vigente y teniendo siempre presente el trasfondo humano de dichos conflictos, procurarán atemperar con
criterios de equidad las consecuencias personales, familiares o sociales desfavorables.
Art. 44. Secreto profesional
Los jueces tienen obligación de guardar absoluta reserva y secreto profesional en relación con las causas en trámite
y con los hechos o datos conocidos en el ejercicio de su función o con ocasión de ésta.
No evacuarán consulta ni darán asesoramiento en los casos de contienda judicial actual o posible.
304
BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA
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