CRECIMIENTO, ACUMULACIÓN Y TENDENCIAS PROFUNDAS: LA ECONOMÍA POLÍTICA. John Stuart Mill A diferencia de muchos de sus predecesores, J.S. Mill (1803-73) dejó su huella no sólo en el campo de la Economía, sino también los de la Filosofía y la Ciencia Política. Sus trabajos en tan amplios campos resultaron de una precoz educación diseñada por su padre, J. Mill. Como reconoce el propio J.S. Mill en su Autobiografía, publicada después de su muerte, antes de los quince años ya había leído y discutido a los clásicos griegos y a los economistas políticos de la época. A esta temprana formación intelectual hay que añadirle un segundo rasgo: la gran apertura y flexibilidad de su pensamiento. J.S. Mill irá incorporando a lo largo de su vida intelectual elementos procedentes de diversas ramas del saber, también realizará un recorrido por posiciones intelectuales claramente enfrentadas: desde el utilitarismo de Bentham al conservadurismo de Coleridge y el positivismo de Comte. De cada uno de ellos tomará una parte y rechazará otras, aunque su proceder sea de un acercamiento inicial y un posterior alejamiento, cuando no de un claro enfrentamiento. Junto a ello, hay que añadir su interés por las cuestiones prácticas. Mill puede aparecernos como un reformista social y un posibilista del desarrollo capitalista. En este punto, hay que tener presente que el mundo económico que conoció J.S. Mill había sufrido un cambio considerable desde la situación a la que se enfrentase por ejemplo Ricardo. La amplitud del pensamiento de J.S. Mill y su preocupación por las cuestiones prácticas contribuyeron a que tuviese una posición ecléctica entre sus contemporáneos. También ha dado lugar a divergentes interpretaciones de su labor intelectual por parte de los escritores del siglo XX. “Para los adversarios de la intervención del gobierno, para los creyentes en el benthamismo puro, el abandono por Mill del laissez faire doctrinario fue no sólo una apostasía, sino que disminuyó también su importancia como representante del liberalismo de principios del siglo XIX. Y a los adversarios rigurosos del laissez faire la actitud de Mill les parecía demasiado débil para ser satisfactoria.” (Roll, 1939). Para Spiegel (s.d.), una vez establecida ampliamente la preeminencia intelectual que debe reconocérsele, no debería sorprender el hecho de que Mill pusiera al servicio de la Economía política una perspectiva compartida por muy pocos economistas del siglo XIX. Su enorme interés por la posición del hombre en el mundo y por sus acciones dio una nueva dirección y un nuevo enfoque a las aportaciones de Mill a la Economía. Sus análisis puramente económicos, que subrayan el crecimiento de la producción o de la eficiencia dan lugar a otros nuevos y más completos en los que destaca la calidad de vida y el pleno desarrollo del hombre. “Mill fue un economista técnico, y como tal un maestro, pero su economía técnica está modelada por sus ideas como filósofo social.” Sin embargo, para Roll (1938), su teoría económica carece del rigor lógico y su filosofía social de la firme coherencia que son las características sobresalientes de los «constructores de sistemas.” “Pero, no obstante sus insuficiencias analíticas, Mill dejó un legado extremadamente valioso en su intento de combinar el análisis con las conclusiones políticas, en realidad de hacer de aquél un instrumento al servicio de éstas.” Por otra parte, la amplia formación intelectual de Mill le permitió diferenciar las diferentes ramas del saber. Ello incluso a pesar de su estrecha relación con Comte quien quería desarrollar una «ciencia general de la sociedad». “A pesar del consenso universal acerca de los fenómenos sociales, según el cual nada de lo que ocurre en parte alguna de la sociedad deja de influir sobre todas las demás partes, y a pesar de la suprema ascendencia que el estado general de la civilización y del progreso social en una sociedad determinada tiene, por tanto, que ejercer sobre los fenómenos parciales y subordinados; no es menos cierto que diferentes especies de hechos sociales dependen principalmente de diferentes clases de causas; y por consiguiente no sólo pueden estudiarse con ventaja por separado, sino que así deben estudiarse ... Hay, por ejemplo, una extensa clase de fenómenos sociales cuyas causas determinantes inmediatas son principalmente aquellas que actúan a través del deseo de riqueza; y en las cuales la ley psicológica dominante es la muy familiar de que se prefiere la ganancia mayor a la menor ... Así puede construirse una ciencia que ha recibido el nombre de economía política. (Logic. II. pp 480-1). El reconocimiento de un todo social en el que, a pesar de las interrelaciones, es necesario diferenciar causas con distinto origen o factores distintamente significativos puede encontrarse en otros textos de Mill. Así, como nos recuerda Blaug (1980), al analizar la definición proporcionada por Mill del homo oeconomicus: “Lo que Mill nos dice es que hemos de abstraer ciertas motivaciones económicas, ..., al tiempo que hemos de tener en cuenta la presencia de motivaciones no-económicas. ... En definitiva, Mill opera con una teoría del «hombre ficticio». Además subraya también el hecho de que la esfera económica es tan sólo una parte del área total de la conducta humana. En este sentido, la Economía política trabaja sobre dos abstracciones: una, la conducta realmente motivada por la renta monetaria, y otra, la conducta que supone «impulsos de otro tipo».” Sin embargo, la divergencia de los factores causantes o de las causas más evidentes puede encontrarse en los Principios y su distinción de las leyes que rigen la producción de aquellas otras que rigen la distribución. Justamente, “Las leyes de la producción y la distribución, y algunas consecuencias de carácter práctico que de ellas se deducen, son el objeto del siguiente tratado.” El tratado en cuestión es los Principios de Economía Política. Con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social, publicado por primera vez en 1848. La última edición corregida por el autor data de 1871 . Como recuerda Blaug (1968), durante toda la segunda mitad del siglo XIX, los Principios de Mill fueron la Biblia indiscutida de los economistas. Hacia 1890, el texto de Marshall empezó a desplazar a Mill en los países de habla inglesa, pero aún en 1900 el libro de Mill continuaba siendo libro de texto básico en los cursos elementales de Economía de las universidades británicas y americanas. “La extraordinaria vigencia del libro fue debida, en gran parte, a su mezcla de elementos clásicos y anticlásicos. Representaba la síntesis final de la doctrina ricardiana con muchas cualificaciones y refinamientos introducidos por los críticos de Ricardo, apuntando lo bastante al «coste real» del capital y a la influencia de la demanda en la determinación de los precios como para permitirse conciliar las nociones ricardianas con la teoría subjetiva del valor. El tratado de Mill abarca casi todas las ramas de la economía y por ello ocupa un lugar único en la literatura económica. Además, su altura de tono y elegancia de estilo contribuyeron a reforzar su autoridad.” (Blaug, 1968). En opinión de Barber (1967), quizá lo más significativo de las modificaciones de Mill a la tradición clásica, sea su reinterpretación de las leyes que gobiernan generalmente la actividad económica y, más particularmente, la distribución de la renta. La separación de las leyes que rigen la producción de aquellas otras que lo hacen para la distribución conduce, en la esfera del valor, a un debilitamiento del análisis del coste real. “Aunque Mill admitía todavía un elemento de costo en su teoría, concedía mucha mayor importancia a los fenómenos de mercado de la oferta y la demanda.” (Roll, 1939). Pero, en este punto la posición de J.S. Mill será bastante diferente de la que mantengan los economistas neoclásicos. --------------------------------------------------------------------------------