Teresa de Jesús elige Medina del Campo para realizar su segunda fundación. Es el primer Carmelo que marca la expansión de su carisma de Fundadora. Medina del Campo es tierra de encuentros vitales y profundos, que dejan huella, que marcan o señalan un camino. A Medina del Campo llega también en aquel verano de 1567 Juan de Santo Matía (el cual pronto sería Juan de la Cruz) en busca del Dios del Amor. Y se realizó el encuentro: Un encuentro cordial… profundo... Vital… e imperecedero porque nunca acaban sus consecuencias. En Medina del Campo, lugar de encuentro, Dios se hizo encuentro. Teresa y Juan se descubrieron mutuamente y se fundieron en un único carisma. Medina significaría la consolidación de su reforma y un lugar providencial. El 14 de agosto de 1567, a las doce de la noche, mientras en la villa se celebraba un encierro de toros, hacia su entrada sigilosa la madre Teresa y media docena de monjas, más una joven postulante; tras trabajar intensamente durante toda la noche para adecentar unas tapias ruinosas, al amanecer del día 15, festividad de la Asunción de nuestra Señora, con la celebración de la misa quedaba inaugurada la segunda casa de la reforma, con el titular: San José del Carmen. Esta fundación fue puesta por la Santa como la primera bajo la jurisdicción de la Orden. En 1858, al haber desaparecido la Orden masculina por orden del Gobierno español, el convento pasó a la del Ordinario del lugar. La iglesia se comenzó a construir en 1596, concluyéndose en 1603. Las obras se dirigieron por Francisco y Andrés López. Tanto en el exterior como en el interior se aprecia la austeridad y sencillez propia de la orden. En su interior, una pequeña salamuseo, alberga varios objetos de culto, reliquias, platerías y piezas originales de los tiempos de la fundación teresiana. La vida de la comunidad gozó de vitalidad espiritual participando en diversas fundaciones carmelitanas... en vida de la santa. A lo largo de la historia ha tenido bastantes vicisitudes exteriores, como tantas organizaciones religiosas. Por ejemplo, cuando el 29 de noviembre de 1808 entraron las tropas de Napoleón en Medina las monjas tuvieron que abandonar el convento, pero pudieron regresar a los quince días. Meses más tarde tuvieron que salir también del convento, a donde pudieron volver un mes más tarde. A mediados del siglo XIX sufrió grave crisis por falta de religiosas, pero pocos años después se recuperaron, de forma que pudieron ayudar a hacer nuevas fundaciones. La Comunidad es miembro fundador de la Federación S. José de la Provincia teresiana de Castilla-Burgos. En la actualidad componemos la Comunidad 21 hermanas; nos hemos fusionado con las hermanas de Tordesillas, y gracias a Dios, vamos conquistando el sentirnos como una sola comunidad. Y es que este ideal que sólo será plenamente realizado cuando desde el carisma seamos capaces de aglutinarnos y entusiasmarnos como un grupo unido por vínculos más fuertes que el "concierto" de una amistad, en torno al trato con Dios, armonizando aspectos al parecer contrastantes como la soledad y la comunión. Somos conscientes, de que también estamos involucradas de lleno en la crisis que afecta a España y Europa. Y también asumimos la pregunta: “¿Qué actitudes prevalecen en nosotras en ésta situación?” y creemos que lo más importante o lo que tiene prioridad, es: si la contemplación es auténtica, generará AMOR y habrá ciertamente una capacidad para descubrir el drama de la existencia en su verdadera profundidad. Y desde lo absoluto de Dios hacerse presentes en dichos acontecimientos. Hace falta una gran sensibilidad humana para ser almas auténticamente contemplativas. No se trata sólo de tener la capacidad para conocer los problemas de las personas, sino disponer de una gran libertad interior para asumirlos con serenidad salvadora, la cual proviene del AMOR. Por eso, nuestra vida se inserta profundamente en la historia de los hombres. Para ser auténtica, necesita alimentarse del dolor y la alegría de los hombres. Estamos llamadas a caminar compartiendo juntas. Amamos con pasión nuestro carisma y sentimos la urgencia de trasmitirlo, como algo valioso que recibimos, para que siga irradiando en la Iglesia y beneficiando como tesoro luminoso a hombres y mujeres cristianos o no, también en nuestro mundo. Envuelve estos datos un profundo sentimiento de gratitud a Dios, que nos regaló y sigue regalando la pertenencia al carisma Teresiano y Sanjuanista ya que unidas en este amor a nuestros Santos Padres Teresa y Juan, nos sabemos sostenidas por Dios, acompañadas por Jesús y fortalecidas en la esperanza del Espíritu. Patio del convento de Medina del Campo