SEGUNDAS MORADAS “Permaneced en el encuentro, permaneced en el Amor” 1. Mantener la puerta abierta “Contemplé una puerta abierta en el cielo y oí la voz que me había hablado al principio…” (Ap. 4) Teresa nos habla también de una puerta que es necesario atravesar para entrar en el interior del castillo. Si la puerta permanece abierta, la oración es algo más que “ratos sueltos que nos vamos dando cada día”. La puerta nos conduce al conocimiento y a la amistad, al discipulado y al seguimiento, y el Señor va dejando de ser Aquél con quien tengo que estar en orden, para convertirse en Amigo y Maestro, con autoridad de amor. ¿Cómo está “mi puerta”? Me doy tiempo para mirar mi interior y contemplar si, como dice el Apocalipsis, mi puerta está abierta para escuchar la Voz del que me habla desde el principio. No me extraño de las dificultades que pueda encontrar para abrir mi puerta, para entrar más adentro. Lo importante es partir de mi realidad actual, tal y como es. Dios quiere estar conmigo, no con una “imagen” del yo que me fabrico. Dios solicita mi presencia, la mía propia, sin maquillaje que me favorezca, sin “poses” engañadoras. Dios me quiere en mi fragilidad y en mi fortaleza, en mi inutilidad y en mi riqueza, en mi ser de puertas abiertas o cerradas, de puertas libres para dejar actuar a su GRACIA o de puertas atrancadas por la dureza, la desconfianza o la torpeza de mis relaciones. Él me ama como soy y me espera hasta el infinito de su paciencia. Me reconozco en mi realidad y suplico con humildad la capacidad de abrirme al DON que se me ofrece. Suplico la capacidad de orar como conviene, de responder a la invitación de Jesús que me dice: 1 “Mira que estoy a tu puerta y llamo, si me abres entraré, me sentaré contigo y cenaremos juntos” (Ap.3,20) La condición “si me abres” es una prueba de la libertad que Él mismo me ha otorgado. Es muy respetuoso nuestro Dios. Aún así es posible experimentar la incapacidad de abrir como quisiéramos. Cabe siempre pedir más, insistir en suplicar el don. No en vano estamos en las moradas de la perseverancia, como dice Teresa. 2. Aproximación al texto (para situarnos) Las segundas Moradas constan de un solo capítulo porque dice Teresa que ya lo ha dicho todo en otras partes, y nos remite a ellas (V 11-13 y C 1920). Son las moradas del combate espiritual, en las que Teresa vivió mucho tiempo. Combate porque, aunque el Señor nos llama a voces y se nos adelanta incansablemente en el amor, el “mal espíritu” hace lo posible para frenar nuestra respuesta. Y combate porque aún no hemos dejado del todo los impedimentos que nos estorban: El egoísmo que nos repliega y nos cierra en el propio interés, la dispersión que nos distrae y nos evade, la necesidad de poseer y de poder que nos esclaviza… La segunda morada nos introduce en la esencia de la vida espiritual: el conocimiento de Jesús. Aquí tiene lugar la llamada personal que Jesús nos dirige a cada una para mantener con nosotras una historia de amistad. El rostro de Jesús y sus palabras se nos hacen “familiares”, pero no por eso sentimos fácil el camino de seguimiento. Comenzamos a entrever las consecuencias de caminar por sus caminos. Aquel venid y veréis lo que digo y lo que hago, tiene concreciones en la vida diaria. Nuestro “sí” sólo tiene consistencia cuando se apoya en el “sí” amoroso que recibe de parte de Jesús, pero duda y se tambalea cuando cuenta con las propias fuerzas y no encuentra más que debilidad de arena. Nos reconocemos en esta morada: Cuando miramos a Jesús y lo sentimos Maestro y Amigo verdadero, Camino, Verdad y Vida. “El entendimiento acude con darle a entender que no puede cobrar mejor amigo”. “La voluntad se inclina a amar adonde tan innumerables cosas y muestras ha visto de amor.” (4) 2 Cuando sentimos que nos llama personalmente porque quiere atraernos más a su amistad, y nos invita a entrar más adentro. “…Éstos entienden los llamamientos que les hace el Señor; porque, como van entrando más cerca de donde está Su Majestad, es muy buen vecino, y tanta su misericordia y bondad, que aun estándonos en nuestros pasatiempos y negocios y contentos y baraterías del mundo, y aun cayendo y levantando en pecados (…), con todo esto, tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que nos acerquemos a Él; y es esta voz tan dulce que se deshace la pobre alma en no hacer luego lo que le manda; y así como digo es más trabajo que no lo oír.” (2) Cuando vamos tomando conciencia de nosotros mismos y a la vez tenemos miedo a la propia verdad. “Porque aquí es el representar los demonios estas culebras de las cosas del mundo y el hacer los contentos de él casi eternos, la estima en que está tenido en él, los amigos y parientes, la salud en las cosas de penitencia (que siempre comienza el alma que entra en esta morada a desear hacer alguna), y otras mil maneras de impedimentos.” (3) ¡Oh Jesús, qué es la baraúnda que aquí ponen los demonios, y las aflicciones de la pobre alma, que no sabe si pasar adelante o tornar a la primera pieza! Porque la razón, por otra parte, le representa el engaño que es pensar que todo esto vale nada en comparación de lo que pretende…” (4) Cuando intuimos los impedimentos y no nos “determinamos” a darlo todo por miedo a ese salto en el vacío que pide la fe. Es el momento del “sí, pero...” “¡Ah Señor mío!, aquí es menester vuestra ayuda, que sin ella no se puede hacer nada. Por vuestra misericordia no consintáis que esta alma sea engañada para dejar lo comenzado. Dadle luz para que vea cómo está en esto todo su bien, y para que se aparte de malas compañías; que grandísima cosa es tratar con los que tratan de esto; allegarse no sólo a los que viere en estos aposentos que él está, sino a los que entendiere que han entrado a los de más cerca; porque le será gran ayuda, y tanto los puede conversar, que le metan consigo. Siempre esté con aviso de no se dejar vencer; porque si el demonio le ve con una gran determinación de que antes perderá la vida y el descanso y todo lo que le ofrece que tornar a la pieza primera, muy más presto le dejará. Sea varón y no de los que se echaban a beber de bruces, cuando iban a 3 la batalla, no me acuerdo con quién, sino que se determine que va a pelear con todos los demonios y que no hay mejores armas que las de la cruz.” (6) 3. Dos modos de orar con las segundas Moradas a) Leer el capítulo único de 2as Moradas y dejarme llevar paso a paso por lo que el Señor me va sugiriendo al hilo de las palabras de Teresa. Irán saliendo algunas claves para vivir mi relación con Dios y para descubrir mis tensiones entre “la carne y el espíritu”, entre el “dentro y fuera”. Aquí se va clarificando cómo por una parte llama Dios y cómo por otra “atan” las cosas de mundo. (Cfr. V 7,17) Cómo nos despierta a amar lo mucho que recibimos y captamos de la bondad de nuestro Dios, y cómo nos impide amar libremente nuestra naturaleza acostumbrada a andar a su placer y con justificaciones razonables para hacer lo que le va. b) Otro modo de orar 1. ME DOY TIEMPO PARA ENTRAR, silenciarme y volver todas las veces que sea necesario sobre mí misma reconociéndome lugar de encuentro. “¿Puede haber mayor mal que no nos hallemos en nuestra misma casa?” “Representad a este Señor junto con vos…” “Mira que te mira… Mira que nunca se quita de contigo este verdadero Amador…” Centro la mirada en el interior para poder encontrarme con Jesús. Si Teresa nos habla en este momento de la importancia de PERMANECER, hoy podemos expresar nuestra adhesión a Jesús manteniéndonos presentes a Él y abiertas a su acción; dándole lo único que podemos darle: nuestro tiempo. Y esto, “no a fuerza de brazos” sino “con suavidad” (10). Determinémonos a hacer callar la olla de nuestros pensamientos importunos tantas cuantas veces sea necesario. 4 2. TERESA NOS ILUMINA “Tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez y otra no nos deja de llamar para que nos acerquemos a Él (...) en especial se le pone delante cómo nunca se quita de con él este verdadero Amador, acompañándole, dándole vida y ser” (4) La aventura personal de la relación con Jesús abarca toda nuestra vida; nos va cogiendo por entero. Seguirle a Él es vivir su Evangelio; estar con Él nos va llevando a vivir como Él; escucharle en la oración nos va capacitando para seguir escuchándole más allá del momento oracional. Todo se va convirtiendo en espacio sagrado de encuentro. Y nuestro hacer va adquiriendo sus formas porque el corazón descubre que su modo nos convence, nos suena a VERDAD y VIDA. ¿Qué palabras del mismo Jesús me revelan quién es Él y cómo está en mi vida? Las escucho en mi corazón y las escribo. Escucho dentro y escribo las llamadas concretas y personales que Jesús me hace desde la realidad. ¿Percibo la invitación a vivir mi vida en profunda conexión con Él y seguir esta llamada desde mi situación actual, en mis relaciones, en mi trabajo, en medio de la rutina? ¿Dónde encuentro a Jesús fuera del momento concreto de oración? ¿Dónde no me es posible encontrarlo? Miro, reconozco, agradezco, pido con humildad… me dejo amar. 3. PERMANEZCO EN EL ENCUENTRO Permanecer en el encuentro es tanto como permanecer en el amor porque el encuentro, si de verdad lo es, se prolonga en el hacer diario y en el tiempo. Permanecer en el amor supone fiarse, aguardar con esperanza la promesa, agradecerle ser colaboradoras en su misma misión… y esto pase lo que pase, sintamos o no la alegría de servir. 5 Pero es fácil que la rutina y el cansancio nos visiten de vez en cuando; que no encontremos “gusto” en el seguimiento y que el mensaje central del evangelio -las bienaventuranzas- llegue a parecernos cosa de locos. Teresa nos enseña a hacer de la crisis oportunidad de crecer, de amar, de seguir adelante. La transformación viene a menudo en nuestra vida en forma de crisis, de lucha entre lo que nos llena por dentro y lo que nos satisface más externamente. Llegar a vivir unificadas no es fácil. Es un largo camino hecho de caídas y levantadas... La Santa desde un principio nos presenta la meta, pero no simplifica ingenuamente el camino: “Toda pretensión de quien comienza ha de ser trabajar y determinarse y disponerse, con cuantas diligencias pueda, a hacer su voluntad conformar con la de Dios. Estad muy cierta que en esto consiste toda la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual... que en esto consiste todo nuestro bien”. (8) Nuestras capacidades no están preparadas para un encuentro que dure y que lo arriesgue todo. “Entienden las exigencias de Dios y experimentan su impotencia para responder” (2) “Estamos con mil embarazos e imperfecciones, y las virtudes aún no saben andar” (7). Nos vemos así cuando nos sentirnos divididas queriendo conjugar “contrarios” (vida espiritual y gustos o pasatiempos personales), cuando vivimos con la pretensión de tener siempre la razón, cuando aplazamos renuncias, cuando no escuchamos con atención la auténtica sed del corazón; cuando cuidamos extremadamente del “yo”… Si hacemos un ejercicio de sinceridad, descubrimos que no somos coherentes del todo y no acabamos de encontrar nuestro centro, pero en el fondo del corazón sabemos qué es lo que nos hace felices, qué es lo que nos va ayudando a ser más personas: más libres y más suyas a la vez. “Tentadas de comodidad, de soluciones rápidas y fáciles, de reducir la radicalidad del Evangelio a los cánones de un humanismo bonachón” (Tomás Álvarez), tenemos que recordar que la vida, como el acero, se templa en el fuego. 6 “Siempre esté con aviso de no dejarse vencer; porque si el demonio le ve con una gran determinación de que antes perderá la vida y el descanso y todo lo que le ofrece que tornar a la pieza primera, muy más presto le dejará. Sea varón y no de los que se echaban a beber de bruces, cuando iban a la batalla, no me acuerdo con quién, sino que se determine que va a pelear con todos los demonios y que no hay mejores armas que las de la cruz” (6). 4. LA PALABRA ES LUZ También Pablo experimentó en su propia carne la incapacidad y el desaliento (Rom. 12,7-10) pero se apoyó en el que tenía fuerza para sostenerlo y pudo asegurar que cuando era débil, entonces era fuerte. En la carta a los romanos se preguntará: “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?”... y enumera posibles dificultades personales y del ambiente. Concluye con certeza de fe: “Estoy persuadido que ni muerte ni vida, ni ángeles ni poderes, ni presente ni futuro, ni altura, ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Rom. 8, 31- 39) Y en la carta a los Efesios propone las siguientes armas: “el cinturón de la verdad, la coraza de la honradez, el escudo de la fe, el calzado de la paz, la espada de la palabra de Dios“(Ef. 6,10-17) “Es momento de comenzar a labrar un tan precioso y grande edificio” (7) ¿Cómo vivo los tiempos malos o de crisis? ¿Sobre qué cimiento edifico mi vida? ( Mt 7,24-28) ¿Qué condiciones pongo a mi “sí”? 7 Las palabras que escucho a Jesús: Sus llamadas concretas desde mi realidad 8