El Vía Crucis de Don Bosco (en www.salesianos-madrid.com) Seguimos los pasos de Don Bosco porque él nos lleva a Jesús. No es él mismo el principal motivo de nuestra vocación, sino que seguimos su ejemplo en el seguimiento de Cristo. Y el camino de Don Bosco fue también un camino de cruz, un camino de rosas con espinas. Sabemos que sufrió mucho, que tomó la cruz de cada día, la de la caridad sin límites con los jóvenes y con los hermanos. Su monte Calvario, el escenario de su radical entrega, fueron las calles de Turín, el Oratorio, el patio, el confesionario, las fábricas, etc. Hoy queremos acercarnos a Jesús de la mano de Don Bosco, queremos hacer su mismo camino hacia la cruz y hacia la vida plena. Canto de inicio: En tu cruz sigues hoy (CAZ, 577) 1ª estación: Jesús ora en el huerto de Getsemaní «¡Abba, Padre! Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”» (Mc 14, 36) Como Jesús en la oración en el huerto, Don Bosco tuvo que vencer en muchos momentos de su vida las inclinaciones naturales, las “apetencias” que estaban lejos del Evangelio y de la voluntad de Dios. Algunas de sus tendencias naturales le inclinaban a la ira y a la impetuosidad, a la autonomía, a sentirse seguro, a la obstinada afirmación de sus propias convicciones... Sus cualidades lo inclinaban naturalmente a la soberbia. Se dice de él que sin virtud se hubiera dejado llevar por la cólera. Y para ser virtuoso, tuvo necesidad de someterse a muchas renuncias, tuvo que contradecirse a sí mismo en grado máximo para encauzarse en la rectitud de la intención y de las obras. Como él mismo nos dice: “si el Señor no me hubiese encaminado por esta vía, temo que hubiera corrido el peligro de tomar un camino equivocado”. Y yo, ¿qué tendencias tengo que ir superando para ir acogiendo cada día el proyecto que Dios tiene para mí? ¿Me voy abriendo poco a poco a la voluntad del Padre, o trato de superarme a base de voluntarismo? 2ª estación: Jesús carga con la cruz «Se hicieron cargo de Jesús que, llevando a hombros su propia cruz, salió de la ciudad hacia un lugar llamado “la Calavera”» (Jn 19, 16-17) En 1846, al recuperarse de una de sus peores enfermedades, y después de dar gracias al Señor junto con sus muchachos, les dijo a éstos: “os debo la vida. Estad seguros: de hoy en adelante, toda ella será para vosotros”. Ése fue un momento clave en que Don Bosco tomó en brazos su cruz: desde entonces, daría toda su vida, todo su tiempo, todo su corazón a los jóvenes más pobres. Había prometido que se gastaría por ellos, y así lo hizo. Su entrega en la cruz fue la de cada momento, sin reservas, a ejemplo del Divino Maestro. Y yo, ¿estoy dispuesto a tomar la cruz de cada día, con todo lo que ello conlleva? ¿De verdad quiero comprometerme con Jesús sin reservarme nada? ¿Aprovecho mi formación para llenarme y así poder darlo todo a los chavales? Audición: No basta amar (CAZ, 163) 3ª estación: Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz «Cuando se lo llevaban para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús» (Lc 23, 26) 26 de Enero de 1854. En su habitación, habla Don Bosco así a cuatro jóvenes, Rocchietti, Artiglia, Cagliero y Rúa: “Ya veis que Don Bosco hace todo lo que puede, pero está solo. Si vosotros me echarais vuestra mano, juntos haríamos milagros. Nos esperan millares de niños pobres”. Ellos cuatro serán los primeros, pero habrá muchos más, hasta nuestros días, que querrán “arrimar el hombro” a esa cruz de la entrega a los jóvenes. En 1877, Don Bosco les recordará: “Vosotros imitad a la abeja, que saca del árbol aquel jugo amargo. El árbol para nosotros es la cruz, de la que podemos sacar fortaleza. Esta vida, en verdad, tiene sus amarguras, cuesta sacrificios. Pero este jugo de la cruz es como el de la abeja, que impide a los insectos dañinos y hostiles entrar en la colmena. También nosotros venceremos a nuestros enemigos agarrándonos a la cruz. Pero no basta tomarla en la mano y besarla; hay que llevarla”. En este momento de silencio y oración, puedo renovar mi compromiso con el Señor, mi “sí” a Dios por el camino de Don Bosco... 4ª estación: Jesús es crucificado e insultado «Con Jesús crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban por allí lo insultaban y decían (...) “¡a otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. (...)Que baje ahora de la cruz!”» (Mc 15, 27.29.31-32) Dice don Cagliero: «Durante todas las luchas y persecuciones, don Bosco se mantuvo sereno, sosegado y confiado en Dios, y solía decir: “El que Dios permita que el Oratorio pase por estas pruebas y tribulaciones es indicio de que quiere sacar de ello un gran bien. Se necesita valor, sacrificio y paciencia, pero debemos ir siempre adelante confiando en El”. No guardaba rencor contra los enemigos y perseguidores de sus obras, y no le oí nunca hablar mal de ellos. Calumniado por ciertos diarios, no permitió contestarles, ni tener resentimiento contra los escritores, ni proferir palabras que supieran a insulto contra ellos o contra sus inspiradores. Al contrario, solía decir: “¡Tengamos paciencia! También pasará esta tormenta. ¡Son gente despistada que la emprende contra don Bosco, que no quiere más que hacer un poco de bien! Vamos, pues, a dejar que se pierdan las almas? ¡Sin quererlo, contrarían la obra de Dios! ¡Ya sabrá El desbaratar sus planes!”» En momentos de dificultad, de prueba, ¿dónde pongo la confianza? ¿Mantengo la fe y la fidelidad en medio de las vicisitudes de cada día? 5ª estación: La madre de Jesús al pie de la cruz «Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo a quien tanto amaba, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” Después dijo al discípulo: “ahí tienes a tu madre”» (Jn 19, 26-27) Madre, Inmaculada, Auxiliadora, ésta es la Virgen que Don Bosco pone en el vértice de su pedagogía, de su acción sacerdotal, apostólica y misionera. Siempre se dirigió a Ella, especialmente en las encrucijadas más decisivas de su vida, con la confianza y la seguridad propia de un hijo con su madre. Pedimos a María que sea nuestro auxilio, que esté con nosotros y que, a ejemplo de ella, acompañemos a los demás en su cruz. Cantamos María, madre del dolor (CAZ, 345). Oración final (todos juntos) Señor Jesús, ayúdanos a vivir el camino de tu cruz como lo hizo Don Bosco, el camino de la entrega total a los jóvenes, a los hermanos. Sabemos que este camino cuesta, que es preciso que escuchemos tu Palabra y renunciemos a nuestra voluntad para responder a la del Padre. Danos la fe y la fuerza para seguirte y para dar la vida cada día, en cada momento. Te lo pedimos a Ti, que nos amas y estás con nosotros por los siglos de los siglos. Amén.