fuero». Clasificación de los «fueros competentes».

Anuncio
JOAQUÍN LLOBELL
«DEL FUERO COMPETENTE»
(L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
1.
Introducción ................................................................................................................. 2
2.
Los conceptos de «jurisdicción» y de «competencia» .................................................. 3
3.
Concepto de «fuero». Clasificación de los «fueros competentes». El «privilegio
del fuero»...................................................................................................................... 6
4.
La distinción entre la competencia absoluta y la competencia relativa. Los
criterios determinantes de la competencia relativa .................................................... 11
5.
Los diversos tipos de competencia absoluta .............................................................. 13
6.
a)
La competencia material ................................................................................... 14
b)
La competencia subjetiva.................................................................................. 16
c)
La competencia ritual........................................................................................ 17
d)
La competencia funcional ................................................................................. 18
La modificación de los títulos de competencia .......................................................... 22
a)
La comisión y la prórroga de la competencia. La delegación ........................... 22
b)
La tramitación de la comisión y de la prórroga ante la Signatura
Apostólica ......................................................................................................... 24
c)
La prórroga ilegítima ........................................................................................ 25
d)
Momento del proceso en que se determina el tribunal competente .................. 28
7.
La inmunidad del Romano Pontífice (c. 1404) .......................................................... 29
8.
Las «causas mayores» (c. 1405) ................................................................................. 31
a)
Causas reservadas o avocadas al juicio del Romano Pontífice (§ 1) ................ 31
b)
Actos confirmados «en forma específica» por el Romano Pontífice (§ 2) ....... 36
c)
Causas reservadas a la Rota Romana (§ 3) ....................................................... 37
9.
La inexistencia y la nulidad insanable de las decisiones que violan las
prescripciones de los cc. 1404 y 1405 (c. 1406) ........................................................ 39
10.
El «juez natural» y la naturaleza pública de los títulos de competencia relativa
(c. 1407) ..................................................................................................................... 39
11.
El «fuero general» (c. 1408) ....................................................................................... 44
12.
Los «fueros subsidiarios» del vago y del actor (c. 1409) ........................................... 46
13.
El «fuero real» o «fuero de la cosa» (c. 1410) ............................................................ 47
14.
El «fuero de las obligaciones» (c. 1411) .................................................................... 49
15.
El «fuero del delito» (c. 1412) .................................................................................... 52
16.
El «fuero de la administración de bienes» y el «fuero de las sucesiones ‘mortis
causa’» (c. 1413) ........................................................................................................ 54
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
2
17.
El «fuero de la conexión» (c. 1414) ........................................................................... 56
18.
La resolución «ex lege» de los conflictos de competencia: la prevención (c.
1415) .......................................................................................................................... 62
19.
La resolución judicial y administrativa de los conflictos de competencia (c.
1416) .......................................................................................................................... 66
SUMARIO: 1.– Introducción. 2.– Los conceptos de «jurisdicción» y de «competencia». 3.– Concepto de
«fuero». Clasificación de los «fueros competentes». El «privilegio del fuero». 4.– La distinción entre la
competencia absoluta y la competencia relativa. Los criterios determinantes de la competencia relativa.
5.– Los diversos tipos de competencia absoluta: a) La competencia material; b) La competencia
subjetiva; c) La competencia ritual; c) La competencia funcional. 6.– La modificación de los títulos de
competencia: a) La comisión y la prórroga de la competencia. La delegación; b) La tramitación de la
comisión y de la prórroga ante la Signatura Apostólica; c) La prórroga ilegítima; d) Momento del
proceso en que se determina el tribunal competente. 7.– La inmunidad del Romano Pontífice (c. 1404).
8.– Las «causas mayores» (c. 1405): a) Causas reservadas o avocadas al juicio del Romano Pontífice
(§ 1); b) Actos confirmados «en forma específica» por el Romano Pontífice (§ 2); c) Causas reservadas
a la Rota Romana (§ 3). 9.– La inexistencia y la nulidad insanable de las decisiones que violan las
prescripciones de los cc. 1404 y 1405 (c. 1406). 10.– El «juez natural» y la naturaleza pública de los
títulos de competencia relativa (c. 1407). 11.– El «fuero general» (c. 1408). 12.– Los «fueros
subsidiarios» del vago y del actor (c. 1409). 13.– El «fuero real» o «fuero de la cosa» (c. 1410). 14.–
El «fuero de las obligaciones» (c. 1411). 15.– El «fuero del delito» (c. 1412). 16.– El «fuero de la
administración de bienes» y el «fuero de las sucesiones ‘mortis causa’» (c. 1413). 17.– El «fuero de la
conexión» (c. 1414). 18.– La resolución «ex lege» de los conflictos de competencia: la prevención (c.
1415). 19.– La resolución judicial y administrativa de los conflictos de competencia (c. 1416).
1.
Introducción
La disciplina de los títulos de competencia judicial («De foro competenti»)
constituye, desde el inicio de la ciencia canónica, una de las materias principales del
Derecho de la Iglesia y el punto de partida de la normativa procesal. El Decreto de
Graciano (a. 1140) dedica a la competencia todos los cánones de la cuestión 6ª de la 3ª
causa, además de referirse al tema en otros lugares. En las Decretales de Gregorio IX (a.
1234) el proceso ocupa todo el libro segundo, de los cinco de que consta esa recopilación;
san Raimundo de Peñafort sistematizó en el primer Título («De iudiciis») de ese segundo
libro las disposiciones relativas a los límites entre la jurisdicción secular y la eclesiástica;
en el segundo Título («De foro competenti») compiló los criterios sobre el ejercicio de la
jurisdicción canónica por parte de los diversos tribunales de la Iglesia. Desde el s. XIII, con
pocas excepciones, esta sistemática fue homogéneamente empleada, hasta ser recibida en la
codificación de 1917 (cc. 1552-1568) y en las ulteriores normas procesales para las causas
matrimoniales 1 o de algunos tribunales 2. La doctrina codicial, de estilo
1
Cfr. S. CONG. PARA LOS SACRAMENTOS, Instr. Provida mater Ecclesia, 15 agosto 1936, aa. 1-12
(AAS, 28, 1936, 313-361); PABLO VI, M.P. Causas matrimoniales, 28 marzo 1971, nn. 1-4 (AAS, 63, 1971,
441-446).
2
Vide, p. ej., las Normae speciales in Supremo Tribunali Signaturae Apostolicae ad experimentum
servandae (25 marzo 1968, en Enchiridion Vaticanum, vol. 8, Bologna 1984, pp. 522-587), tras indicar la
estructura del tribunal, señalan la competencia de las dos secciones de la Signatura Apostólica (cfr. aa. 17-22
y 96).
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
3
predominantemente exegético, sigue ese esquema, dedicando muy amplio espacio al
estudio «del fuero competente». El CIC 83 y el CCEO (cc. 1058-1082) adoptan la misma
estructura. Los conceptos que serán expuestos en estos comentarios recogen, por tanto, una
amplia tradición legal y doctrinal que, en sus líneas esenciales, se remonta al Derecho
romano y es afín a las disposiciones y a la doctrina estatales. En consecuencia, se
comprende fácilmente la dificultad de seleccionar la bibliografía a la cual remitir y la
imposibilidad de atribuir a un determinado autor la paternidad de las nociones utilizadas.
Bastantes de los supuestos contemplados en los cc. 1404-1416 «reproducen el derecho
antiguo» y, por tanto, «se han de entender teniendo también en cuenta la tradición
canónica» (c. 6 § 2). El comentario del presente Tít. y de los cc. 1404-1416 forma una
unidad con el que hacemos más adelante al Tít. y a los cánones sobre el fuero competente
de las causas para declarar la nulidad del matrimonio (vide cc. 1671-1673).
2.
Los conceptos de «jurisdicción» y de «competencia»
a)
La jurisdicción es la participación en la potestad judicial de la Iglesia (c. 135 §§
1 y 3). La poseen todos los jueces eclesiásticos con potestad ordinaria (propia o vicaria) o
delegada (cc. 131, 1419, 1427 § 2, 1442, 1512, 3º), pues la prohibición de delegar la
potestad judicial (c. 135 § 3) se refiere sólo a quienes la poseen por vicariedad o por
delegación 3. Los «jueces laicos», previstos en el c. 1421 § 2, participan por tanto de la
potestad de jurisdicción, aunque el CIC 83 es ambiguo respecto a la naturaleza de tal
participación. En virtud del c. 274 § 1, la naturaleza de la potestad sería delegada «a iure»,
puesto que ese canon excluye a los laicos de la participación de la potestad vicaria de
gobierno; es decir, parece prohibir que los laicos sean titulares de un oficio eclesiástico (c.
131) 4. Sin embargo, el c. 228 § 1 permite afirmar que un laico (mujer o varón) puede ser
titular de un oficio eclesiástico vicario (como el de juez) para el cual es necesario poseer
una adecuada preparación técnica y gozar de buena fama (c. 1421 § 3), no siendo necesario,
sin embargo, haber recibido el sacramento del orden 5. Este segundo planteamiento
consiente sostener que el juez laico (c. 1421 § 2) coopera vicariamente en el ejercicio de la
potestad de régimen, aunque esa potestad sólo la puede ejercer colegialmente: el necesario
ejercicio colegial de la jurisdicción no modifica la naturaleza de la potestad (vicaria) de los
miembros del colegio.
El c. 129 § 1 identifica la potestad eclesiástica de régimen – la potestad pública que
el c. 135 divide, por razón de la materia, en legislativa, ejecutiva (administrativa) y judicial
– con la potestad de jurisdicción. Sin embargo, considerando el origen histórico y
filológico del término, por «jurisdicción» entendemos tan sólo la potestad judicial. La
«dictio iuris» significa la declaración autoritativa del derecho al caso controvertido (el
3
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 243.
Cfr. J.M. PINTO GÓMEZ, La giurisdizione, en P.A. BONNET – C. GULLO (Eds.), Il processo
matrimoniale canonico, 2ª ed., Città del Vaticano 1994, pp. 103-104 y 115-118.
4
5
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, Roma 1993, p. 78; S. BERLINGÒ, Dal «mistero» al
«ministero»: l’ufficio ecclesiastico, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp. 91-120; P.A. BONNET, Comunione
ecclesiale. Diritto e potere, Torino 1993, pp. 100-102; P. MONETA, La giustizia nella Chiesa, Bologna 1993,
pp. 48-49; R. PAGÉ, Juges laïcs et exercice du pouvoir judiciaire, en M. THERIAULT – J. THORN (Eds.),
«Unico Ecclesiae servitio». Études de droit canonique offerts à Germain Lesage, Ottawa 1991, pp. 197-212.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
4
modo justo de resolver esa controversia), realizada por un órgano público independiente a
instancia de parte, entre dos sujetos jurídicos situados en una posición formal de igualdad.
Esta definición de jurisdicción implica que, para afirmar la existencia del Derecho y de la
juridicidad en una determinada sociedad, es esencial que el Derecho procesal (el conjunto
de normas que regula el ejercicio de la jurisdicción) sea aplicable a cualquier relación
jurídica controvertida, aunque una de las partes de la controversia (o ambas) sea un órgano
de la Administración pública 6. Si un derecho no es jurisdiccionalmente defendible, o no se
trata de un auténtico derecho – por eso no es tutelado –, o la justicia no está
suficientemente protegida en esa sociedad y resulta necesario tratar de corregir esa
deficiencia del respectivo ordenamiento. En nuestra exposición prescindimos de la
distinción entre «derecho subjetivo» e «interés legítimo», típica del ordenamiento italiano.
Por «derecho» entendemos «la exigencia de justicia de cada situación jurídica concreta» 7.
b)
La competencia es la legitimación de un juez o tribunal para decidir una causa,
de modo que resulte eficazmente tutelado el derecho fundamental (de cada fiel y de la
comunidad) a la defensa judicial (c. 221 §§ 1 y 2). Esa legitimación deriva de las
disposiciones del legislador que, en el vigente ordenamiento y en materia procesal,
únicamente es el Romano Pontífice, además del Concilio Ecuménico. Efectivamente, el
Romano Pontífice ha establecido, legislativamente (en el CIC, en el CCEO y en otras
leyes), límites al ejercicio de la potestad judicial del Obispo en su diócesis (cfr. c. 381 § 1).
Dichos límites pueden ser de naturaleza material (el Obispo no puede juzgar algunos tipos
de causas, p. ej., las de nulidad de la sagrada ordenación: c. 1709 § 1), subjetiva (no puede
juzgar a algunos fieles que tienen el domicilio en su diócesis: c. 1405 § 1, 1º), o funcional
(no puede, p. ej., establecer tribunales – cuya jurisdicción provenga del mismo Obispo –
ante los cuales impugnar las sentencias del tribunal diocesano: cc. 1438 y 1439). El
legislador universal se ha reservado también la potestad normativa sobre casi todos los
aspectos del proceso, prohibiendo la dispensa de la ley procesal (c. 87 § 1) y atribuyendo a
los diversos legisladores particulares – Obispos diocesanos (c. 391), Concilios particulares
(c. 445), Conferencias Episcopales (c. 455), etc. – un reducido y bien determinado ámbito
de materias procesales sobre las que pueden dar normas, entre las que no se incluyen los
títulos de competencia 8. Las partes de la causa (cc. 1476-1480) tampoco poseen potestad
alguna para modificar los títulos legales de competencia, pudiendo tan sólo elegir entre las
diversas posibilidades que, en algunas ocasiones, la ley les ofrece; tal posibilidad se dará,
por tanto, sólo cuando la ley prevea dos o más fueros concurrentes. En el fuero del
contrato, que no es aplicable tout court al matrimonio (vide c. 1673, 1º), las partes pueden
elegir el tribunal que decidirá esa puntual controversia porque la ley así lo prevé (c. 1411 §
6
Cfr. SINODO DE LOS OBISPOS 1967, Principia quae Codicis Iuris Canonici recognitionem dirigant, nn.
6 y 7, en Communicationes, 1 (1969), pp. 82-83; E. LABANDEIRA, Tratado de Derecho Administrativo
Canónico, 2ª ed., Pamplona 1993, pp. 471-473; J. LLOBELL, Il «petitum» e la «causa petendi» nel
contenzioso-amministrativo canonico. Profili sostanziali ricostruttivi alla luce della cost. ap. «Pastor
bonus», en «Ius Ecclesiae» 3 (1991), pp. 124-131.
7
C. DE DIEGO-LORA, Poder jurisdiccional y función de justicia en la Iglesia, Pamplona 1976, pp. 171-
172.
8
Cfr. Principia quae Codicis Iuris Canonici recognitionem dirigant, cit., n. 5; Relatio Sabattani 1970,
en Communicationes, 2 (1970), p. 183; J. LLOBELL, Centralizzazione normativa processuale e modifica dei
titoli di competenza nelle cause di nullità matrimoniale, en «Ius Ecclesiae» 3 (1991), pp. 431-477.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
5
1). En consecuencia, el juez o tribunal incompetente no puede conocer la causa para la que
carece de competencia, debiendo rechazar in limine litis (en el inicio del proceso) la
demanda del actor (cc. 221 §§ 1 y 2, 1407 § 1, 1502, 1504, 1º, 1505 §§ 1 y 2, 1º). Aunque
el c. 221 incluye en la protección de los derechos el trámite de los recursos administrativos
9, la indicación sobre la competencia concierne específicamente al ejercicio de la potestad
judicial. La citación del demandado por parte de un tribunal incompetente no sana la
incompetencia ni hace que la causa «sea propia» de ese tribunal, es decir, no produce la
perpetuatio iurisdictionis prevista en el c. 1512, 2º.
Por otra parte, el c. 1457 § 1 dice: «Los jueces que (...) se declaren competentes sin
ningún título jurídico que legitime esa competencia, y conozcan y decidan las causas, (...)
pueden ser castigados con penas adecuadas por la autoridad competente, incluso con la
privación del oficio». Del texto del canon son deducibles varias consecuencias útiles para
determinar los conceptos de jurisdicción y de competencia y los efectos de la carencia de
ambas: a’) la sentencia dictada por un juez incompetente es sentencia puesto que es un acto
propio de un titular de la jurisdicción, con independencia de los distintos efectos que
puedan derivar de tal sentencia según se trate de incompetencia absoluta (cfr. c. 1620, 1º) o
relativa; b’) la incompetencia relativa no deja de existir por el hecho de dar una sentencia
válida, puesto que la sanción prevista en el canon 1457 § 1 es aplicable a cualquier juez
que, siendo incompetente (es indiferente que se trate de incompetencia absoluta o relativa),
«conozca y decida la causa»; c’) la violación de la prohibición de juzgar siendo
incompetente puede comportar diversas penas, incluso la privación del oficio.
c)
La asimilación de la jurisdicción a la competencia («la competencia es la
jurisdicción en concreto» 10) comporta – sobre todo en las causas matrimoniales – una
cierta ambigüedad legislativa al regular los supuestos de carencia de jurisdicción o de
competencia, ambigüedad que – cuando ha sido detectada – ha sido justificada por la
doctrina y la jurisprudencia 11. La resolución de una controversia por quien carece de
«jurisdicción» no juzga nada, en el sentido técnico del término «juzgar». El acto que
contenga esa «decisión», con independencia de que tenga algún valor jurídico, no puede ser
sólo una sentencia insanablemente nula (c. 1620) porque no es sentencia: es el supuesto
previsto en el c. 1406 § 1, cuando la persona sobre la que recae tal decisión es el Romano
Pontífice, porque no existe en la Iglesia quien tenga jurisdicción sobre él. Por eso, tal
eventual «decisión» (no sentencia) «pro infectis habetur»; es decir, faltando la jurisdicción,
la «decisión» no puede ser calificada de «sentencia», pues «se considera inexistente», dice
la versión española del CIC («si ritiene come non fatta», según la versión italiana del
Enchiridion Vaticanum). Sin embargo, el mismo CIC ofrece un ejemplo notable de
confusión entre la carencia de jurisdicción y de competencia: el c. 1620, 2º sanciona con la
nulidad insanable la sentencia «dictada por quien carece de potestad de juzgar en el
tribunal ante el cual se ha tratado la causa». El supuesto, que no era previsto en el c. 1892
del CIC 17, trata de resolver algunas situaciones jurídicamente aberrantes, como una
9
Cfr. S. BERLINGÒ, Il diritto al «processo» (can. 221 § 2 CIC) in alcune procedure particolari, en
«Persona y Derecho. Suplemento ‘Fidelium iura’ de derechos y deberes fundamentales del fiel», 3 (1993), pp.
339-358.
10
11
J. OCHOA, I titoli di competenza, en Il processo matrimoniale canonico, cit., pp. 135-139.
Cfr. J. LLOBELL, Centralizzazione normativa processuale, cit., pp. 464-465 y 469-475. Vide los
comentarios al § 6 de este Tít. y al c. 1673.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
6
sentencia dictada por el defensor del vínculo 12, quien es mera parte (pública) en el
proceso. Aplicando homogéneamente el principio que funda la norma del c. 1406 § 1,
parece evidente que la decisión descrita en el c. 1620, 2º no es una sentencia
insanablemente nula, sino inexistente 13. De otro modo, si realmente fuera una sentencia
(aunque nula), esa decisión de quien carece de la potestad de jurisdicción podría producir
diversos efectos jurídicos, especialmente transcurridos los diez años señalados en el c.
1621.
Sin embargo, el juez incompetente posee la jurisdicción porque «es juez». Por ello, la
decisión con la que rechaza la demanda por considerarse incompetente, de oficio o a
instancia de la parte demandada, es un decreto judicial, equiparable a la sentencia
definitiva, contra el cual existe el derecho de apelación (cfr. cc. 1505 § 1, § 2, 1º y § 4,
1618 y 1629, 4º 14); y la sentencia del juez absolutamente incompetente es insanablemente
nula, pero «es sentencia». En los §§ 4, 5 y 6 trataremos de otras consecuencias (negativas)
de la identificación (imprecisa) de la «competencia» con la «jurisdicción».
3.
Concepto de «fuero». Clasificación de los «fueros competentes». El «privilegio del
fuero»
Las disposiciones del Derecho procesal se refieren sólo al fuero externo, aunque
posean evidentes repercusiones en el fuero interno (sacramental y de conciencia) 15. En
sentido amplio, se puede definir el «fuero» como el órgano (individual o colegial) que
posee jurisdicción. Por tanto, fuero es sinónimo de «juez» y de «tribunal», siendo
indiferente que la potestad de esos órganos sea ordinaria (propia o vicaria) o delegada («a
iure», por disposición legal, o «ab homine», por el titular de la potestad ordinaria propia).
El término «fuero» proviene del Derecho romano; era en el forum (sede de la actividad
pública de la respectiva ciudad) el lugar en que se ejercía la jurisdicción. Cada órgano
judicial ejercía su jurisdicción en el fuero para el que poseía competencia y en el cual podía
ejercer legítimamente la jurisdicción de la que había sido investido 16.
Por esa relación histórica del fuero con el lugar en el que el tribunal posee la
competencia, el fuero se identifica también con el título legal que atribuye un determinado
ámbito de competencia a cada juez o tribunal, normalmente según criterios territoriales
provenientes del domicilio (en sentido amplio) de las partes o del lugar en que «se
12
Cfr. sentencia coram Filipiak (en un turno de cinco jueces), 15 febrero 1967, n. 2, en SRRD, 59
(1967), pp. 106-110.
13
Así se indica en la citada sentencia coram Filipiak: «(Sententia), utpote abnormia et cuiusvis fere legis
processualis a praescriptis aberrantia, esse radicaliter nulla. (...) sententiam veluti non iudicialem rei
controversae definitionem inducit. (...) Leges de exercitio potestatis publicae et de muneribus publicis (...)
spectant ipsum ordinem publicum (...). Iudicem seu Collegium Iudicans esse elementa maximi momenti
quoad iudicium, adeo ut, iis deficientibus, non modo sit nulla sententia vel nullus processus, sed ipsa quoque
iudicii dicti figura absit». El cursivo es nuestro.
14
Cfr. cc. 1459-1461.
15
Cfr. Principia quae Codicis Iuris Canonici recognitionem dirigant, cit., n. 2; vide el § 6 del
comentario al Tít. sobre las causas de nulidad del matrimonio (cc. 1671-1673).
16
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, vol. 1, 2ª ed.-3ª impr., Romae 1941, n. 166, pp. 481-482.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
7
encuentra» (también en sentido amplio) el objeto de la controversia. Por tanto, en sentido
estricto, el estudio del fuero hace relación a la competencia y presupone la jurisdicción,
salvo en el «privilegio del fuero» (vide § 3, f). Frecuentemente la doctrina estudia los tipos
de fueros (su clasificación) al tratar de los diversos títulos de competencia relativa 17. Sin
embargo, la diversidad de fueros es aplicable también a algunos títulos de competencia
absoluta; por tanto, es oportuno diferenciar el estudio de los tipos de fuero y de
competencia. En este § 3 analizaremos los distintos fueros y en los §§ 4 y 5 las diversas
clasificaciones de la competencia 18.
a)
Fuero legal y convencional. En el vigente ordenamiento canónico todos los
fueros canónicos son legales, sin que pueda considerarse fuero convencional el tribunal
designado por las partes para dirimir la controversia surgida por un contrato (c. 1411 § 1),
puesto que tal designación es posible porque la ley la acoge y, por tanto, es un fuero legal.
En definitiva, el fuero «general» del domicilio o cuasidomicilio del demandado (c. 1408) y
los varios fueros que denominamos «especiales» provienen de actos libres de una parte (p.
ej., la determinación del domicilio o cuasidomicilio) – o de ambas partes en el fuero del
contrato (vide c. 1411 § 1, 2ª parte) – a los que la ley confiere la capacidad de determinar el
tribunal competente. El proceso es un instituto de naturaleza pública, cuya regulación se ha
reservado el legislador universal, habiendo sido completamente superadas las antiguas
teorías que consideraban el proceso un instituto privado asimilable al contrato o al
cuasicontrato, por el cual las partes conferían la jurisdicción sometiéndose al órgano
determinado por ellas en esa convención privada 19. Desde el CIC 17, los órganos capaces
de dirimir una controversia porque las partes les han otorgado esa facultad (los «árbitros»)
no poseen participación alguna en la jurisdicción eclesiástica (ordinaria o delegada) y, en
consecuencia, tampoco pueden tener competencia judicial. Las decisiones «arbitrales» no
son «juicios», aunque el CIC utilice analógicamente los términos de juicio y de sentencia
(cc. 1714 y 1716). El arbitraje y la transacción son instituciones jurídicas establecidas
precisamente para evitar el ejercicio de la jurisdicción (para «evitar los juicios», como
indica la rúbrica del Tít. que precede a los cc. 1713-1716) en controversias cuya materia es
de libre disposición para las partes y no pertenecen (total o parcialmente) al bien público (c.
1715 § 1). Porque estas instituciones no suponen modificación alguna del sistema común
de atribución de la competencia, el c. 1714 concede la descentralización de la normativa
sobre las mismas.
b)
Fuero personal y real. Todo sujeto es titular de un patrimonio jurídico
compuesto por diversos bienes, el primero de los cuales es la propia existencia de la
titularidad: el «derecho a la vida» física o jurídica. Tal sujeto puede considerar que ha
sufrido un daño injusto, producido por otro sujeto también sometido al ordenamiento
canónico, en alguno de los bienes que integran el patrimonio del que es titular (cfr. cc.
17
Cfr. M. CABREROS DE ANTA, Comentarios al Código de Derecho Canónico, vol. 3, Madrid 1964, pp.
218 y 222-227; F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 64, pp. 187-189.
18
Vide otros planteamientos recientes en M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 79-104;
P.A. BONNET, Les jugements en général, en AA.VV., Le Nouveau Droit Ecclésial. Commentaire du Code de
Droit Canonique, Paris, sub prelo, cap. 2; J.J. GARCÍA FAÍLDE, Nuevo Derecho Procesal Canónico, 2ª ed.,
Salamanca 1992, p. 238; P.V. PINTO, I processi nel codice di diritto canonico. Commento sistematico al Lib.
VII, Città del Vaticano 1993, n. 22, pp. 59-63.
19
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 61, pp. 176-178.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
8
1476, 1480, 310). Dichos sujetos (las partes del proceso o sus representantes) normalmente
podrán ser «localizables» en algún domicilio (en sentido amplio). Ese domicilio origina el
fuero personal. Por otra parte, el bien presuntamente dañado es el objeto de la controversia
que debe ser dirimida por el juez. Ese bien – que sustancialmente se transforma en el
petitum, aunque para la identificación procesal de la controversia el petitum debe ser
integrado con la causa petendi y con las partes (c. 1641, 1º) – es considerado una «cosa»
(«res» en latín), aunque sea de naturaleza espiritual 20, y da lugar al fuero real.
El ordenamiento canónico debe continuar asimilando y desarrollando (mediante
disposiciones normativas y, sobre todo, aplicativas) el principio conciliar según el cual la
acción pastoral de la Iglesia exige criterios personales de determinación de las estructuras
jurisdiccionales para realizar peculiares tareas pastorales, o para la atención de fieles que se
encuentran en situaciones en las que el ejercicio territorial de la jurisdicción es insuficiente
21. La importancia de aquellas tareas o la atención de dichos fieles han llevado a la Santa
Sede a erigir algunas estructuras jurisdiccionales seculares 22, cuya potestad judicial (cfr. c.
135 § 1) es ejercitada, dentro del ámbito de la propia competencia, según las normas
procesales del derecho común (cc. 135 § 3 y 1402). Esas normas, puesto que presuponen el
ejercicio territorial de la jurisdicción 23, necesitan, sin embargo, ser adaptadas a la
naturaleza personal de dichas estructuras, según los criterios de interpretación de las leyes
para los lugares paralelos y para los casos similares (cc. 17 y 19) y según las normas del
derecho particular 24.
c)
Fuero general o especial. Todo bien jurídico tiene un titular: público o privado,
persona física (nacida o no, bautizada o no) o «jurídica» (reconocida o no por la autoridad
competente). Desde el Derecho romano (C. 3, 13, 2) se ha afirmado que el principio
general de asignación de la competencia es «actor forum rei sequitur»; aquí «rei» no
significa «cosa», sino «demandado» (del latín «reus»). Por tanto, quien considera (el actor)
que otro (el demandado) le ha causado un daño puede dirigirse, normalmente, al fuero
personal del demadado (al lugar de su domicilio o cuasidomicilio): es el fuero general
previsto en los cc. 1407 § 3 y 1408. Cuando la ley determina otro fuero diverso del
«general» nos hallaremos ante un fuero especial que, sin embargo, no siempre será «real».
20
Cfr. J. OCHOA, I titoli di competenza, cit., p. 149, nota 36.
21
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decr. Presbyterorum Ordinis, n. 10 § 2; CIC 83 Praefatio, en AAS, 75,
1983 (2ª parte), pp. XXII-XXIII y cc. 294-297; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, lett.
Communionis notio, 28 mayo 1992, n. 16a, en «L’Osservatore Romano», 15-16 junio 1992, pp. 7-8; SÍNODO
DE LOS OBISPOS 1967, Principia quae Codicis Iuris Canonici recognitionem dirigant, cit., n. 8.
22
Cfr. JUAN PABLO II, Const. Ap. Ut sit, 28 noviembre 1982, en AAS, 75, 1983, 423-425; ID., Const.
Ap. Spirituali militum curae, 21 abril 1986, en AAS, 78, 1986, 481-486; CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS,
declaratio Praelaturae personales, 23 agosto 1982, en AAS, 75, 1983, 464-468.
23
Cfr. P.A. BONNET, I tribunali nella loro diversità di grado e di specie, en Il processo matrimoniale
canonico, cit., pp. 188-189.
Cfr. c. 20; C.J. ERRÁZURIZ M., Circa l’equiparazione quale uso dell’analogia in diritto canonico, en
«Ius Ecclesiae» 4 (1992), pp. 215-224; ID., Ancora sull’equiparazione in diritto canonico: il caso delle
prelature personali, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp. 633-642. Vide el § 4, n. 5 de nuestro comentario.
24
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
9
d)
Fuero concurrente (u opcional), necesario (o exclusivo) y subsidiario. La
existencia de los fueros «general» y «especiales» comporta la posible pluralidad de fueros
competentes. Si de hecho existen varios fueros que son verdaderamente competentes
(porque el legislador así lo ha determinado), cada uno de ellos será un fuero concurrente
con los demás, pudiendo el actor elegir aquél que prefiera, motivo por el cual el fuero
concurrente también se denomina opcional. Sin embargo, en algunas ocasiones, el fuero
especial deroga el general; el fuero derogante constituye un fuero necesario, al que también
se denomina único o exclusivo 25. Esta exclusividad produce en los demás tribunales de
igual grado una incompetencia (material o subjetiva) que, normalmente, será absoluta (vide
infra § 5), pero que también podrá ser relativa (vide el comentario al c. 1411, n. 5). Existen,
además, fueros cuya finalidad es garantizar el ejercicio del derecho a la tutela jurisdiccional
(c. 221 § 1) cuando no existen (o se desconocen tras las debidas diligencias) el fuero
general ni alguno especial. Es el caso de los fueros del vago (c. 1409 § 1) y del actor (c.
1409 § 2), a los que llamamos «subsidiarios» porque confieren la competencia sólo por
defecto de los fueros general y especiales, sin que el fuero subsidiario pueda comportar, por
tanto, la «concurrencia» de fueros (en las causas matrimoniales, vide c. 1673, 3º).
e)
Fuero ordinario y delegado. Puesto que el fuero es la participación en la
jurisdicción eclesiástica, que puede ser ordinaria o delegada (c. 131 § 1), exiten fueros
ordinarios y delegados; ambos pueden ser individuales o colegiales. Todos los titulares de
un oficio eclesiástico al que corresponde la potestad ordinaria propia de régimen, en
sentido estricto – no el párroco, p. ej. (c. 515 § 1) –, poseen la potestad legislativa,
ejecutiva (administrativa) y judicial (jurisdiccional) respecto a las personas, los lugares y
las cosas sometidos a esa potestad, salva la suprema potestad del Romano Pontífice (c.
331) que, de hecho, comporta diversos límites en las diversas esferas de la potestad de los
otros Ordinarios propios (c. 381). El Ordinario propio, por tanto, es, individualmente y en
la propia sede (cc. 1468 y 1469), el juez de todas las controversias de las partes
demandadas sometidas a su potestad (cc. 134 § 1a, 331, 381, 391, 1417 § 1, 1419 § 1), con
la excepción indicada en el c. 1427 y de las reservas materiales y subjetivas (vide § 5, a y
b). Por diversos motivos – disponibilidad de tiempo, preparación técnica, evitar al Pastor
propio de la comunidad el deber de intervenir en situaciones intrínsecamente conflictivas,
etc. – la ley recomienda que la potestad judicial sea ejercida a través de jueces vicarios o
delegados, sin que el Ordinario propio pierda la posibilidad de juzgar personalmente, salvo
cuando él mismo sea representante de una de las partes de la controversia (c. 1419 § 2) 26.
La obligación del Obispo diocesano de constituir un tribunal (cc. 1420 § 1, 1421 § 1) debe
ser armonizada con la afirmación de que el Obispo es el juez propio de la diócesis (cc. 391
§ 2 y 1419 § 1), potestad que le corresponde por derecho divino 27. El ejercicio de tal
potestad está sometido a las «normas del derecho», que permiten al Obispo el ejercicio
personal, y no sólo por medio del Vicario judicial y de los otros jueces. Es decir, la ley
positiva exime del ejercicio colegial de la potestad judicial (sin prohibirla) cuando quien
juzga es el Obispo diocesano (cc. 391 § 2 y 1419 § 1). En consecuencia, el fuero ordinario
25
Cfr. L. DEL AMO, Comentario al Tít. «De foro competenti», en INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA
(Ed.), Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe y anotada, 4ª ed., Pamplona 1987.
26
27
P.A. BONNET, I tribunali nella loro diversità di grado e di specie, cit., pp. 189-190.
Cfr. CONCILIO VATICANO II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 27; ID, Decr. Christus Dominus, nn. 8,
a), 11; cc. 375, 381.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
10
es, simultáneamente, el Ordinario propio y su tribunal vicario (ante un juez único o ante un
colegio: c. 1425 §§ 1 y 2); el fuero delegado es el juez o tribunal a quien el Ordinario
propio delega o «comisiona» una causa (del latín «committere», «commissio») 28. Puesto
que la potestad judicial sólo puede delegarla el Ordinario propio – no el vicario – (cc. 87 §
1, 134 y 135 29), es imposible la «subdelegación judicial» por parte de los titulares de la
potestad delegada, salvo dispensa pontificia.
f)
El «privilegio del fuero», la «reserva de jurisdicción» y las causas de «fuero
mixto». El «privilegio del fuero» significa que el titular del mismo está exento de otra
jurisdicción que no sea la eclesiástica. Aunque históricamente el argumento es bastante
más complejo 30, últimamente el «privilegio del fuero» se ha referido, normalmente, al no
sometimiento de los clérigos a la jurisdicción de los tribunales estatales, sobre todo en las
causas penales (cfr. cc. 120 y 2341 del CIC 17). En la actualidad la Iglesia ha renunciado a
tal privilegio en los últimos acuerdos estipulados con España (28 julio 1976, a. 2), con
Colombia (12 julio 1973, a. 20) o con Italia (18 febrero 1984, n. 2, b) 31, reconociendo la
jurisdicción de los tribunales civiles sobre todos los ciudadanos del respectivo Estado, con
independencia de su condición canónica. Diversa es la cuestión de la «reserva de
jurisdicción», es decir la exclusividad de la jurisdicción eclesiástica sobre algunas materias,
p. ej. sobre la validez de un sacramento 32. Existe el «fuero mixto» en aquellas
controversias cuya jurisdicción pertenece tanto a la Iglesia como al Estado 33. La supresión
de la «prevención» 34 en las causas de «fuero mixto» (CIC 17 c. 1553 § 2) no supone la
inexistencia de materias sometidas a las jurisdicciones eclesiástica y civil; tal inexistencia
es imposible si se considera la pertenencia a ambos ordenamientos de los católicos y de las
estructuras eclesiales, las cuales poseen (o pueden poseer) personalidad jurídica civil. Los
Consultores que revisaron el Schema 1976 del nuevo Código defendieron la existencia de
las causas de fuero mixto contra quienes negaban la jurisdicción de la Iglesia sobre bienes
sujetos también a la jurisdicción del Estado; y, por otra parte, consideraron anacrónica (al
menos a nivel de legislación universal) la institución procesal de la «prevención
interordinamental» 35.
28
Cfr. c. 1444 § 2; Const. Ap. Pastor bonus, aa. 124, 2º, 129 § 1, 4º.
29
Cfr. nota 3.
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, Romae 1938, pp. 8191; F. ROBERTI, De processibus, cit., nn. 51-55, pp. 138-154.
30
31
Cfr. nota 264.
32
Vide el comentario a los cc. 1401 y 1671.
33
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 56, pp. 155-157.
34
Cfr. comentario al c. 1415, n. 3.
35
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 218. Vide los comentarios a los cc. 1405 § 1, 1671 y 1672; en
sentido diverso, cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can. 1401, en FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO DE
LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA, Código de Derecho Canónico. Edición bilingüe comentada, 5ª
ed., Madrid 1985. Cfr. F. FINOCCHIARO, Giurisdizione dello Stato e giurisdizione ecclesiastica
nell’esperienza giuridica, en «Rivista di Diritto Processuale» 48 (1993), pp. 988-993.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
4.
11
La distinción entre la competencia absoluta y la competencia relativa. Los criterios
determinantes de la competencia relativa
1.– Todo juez (ordinario o delegado) posee la jurisdicción; ningún juez, salvo el
Romano Pontífice (cc. 331 y 1417), posee siempre la competencia. Mientras en el fuero
interno sacramental todos los Cardenales y Obispos son titulares, normalmente, de la
potestad de «oír confesiones (...) en todo el mundo» (c. 967 § 1), en el fuero judicial
(externo) sólo tienen potestad aquéllos que reciben un oficio – o una delegación (comisión)
– que comporta la jurisdicción, según los criterios establecidos por el Romano Pontífice en
la ley procesal (CIC, normas de los tribunales de la Sede Apostólica, etc.), que no admite la
dispensa (c. 87 § 1) ni la actividad de los diversos legisladores particulares (c. 1402), salvo
pocas y secundarias excepciones 36. Por tanto, los diversos Ordinarios propios y los otros
jueces sólo son competentes para juzgar las causas que la ley (o el acto de delegación) les
confía, en sus sedes respectivas (cc. 1468 y 1469) y según el modo también determinado
por la misma ley: «ad normam iuris» (cc. 135 § 3 y 221 § 1). La Signatura Apostólica ha
declarado en diversas ocasiones que, sin la aprobación de la misma Signatura (c. 1445 § 3,
2º; Const. Ap. Pastor bonus, a. 124, 2º-4º), ningún Obispo diocesano tiene potestad para
confiar una causa al tribunal de otra diócesis – aun contando con el consentimiento del
Obispo «ad quem», modificando los criterios legales sobre la competencia 37 –, y que los
titulares de la potestad vicaria o delegada, lo mismo que las partes, tampoco tienen
disponibilidad alguna sobre los títulos de competencia 38.
2.– Habiendo definido la competencia como la legitimación de un juez o tribunal
para decidir una causa y considerando suficientemente probado 39 que tal legitimidad sólo
puede provenir de las normas de la Santa Sede, es necesario estudiar esas disposiciones y
los criterios que las justifican. La doctrina común identifica el concepto de competencia
con la justificación de la misma, y define la competencia como «la porción de la
jurisdicción asignada a cada juez» 40. En realidad no se trata sino de poner el acento en la
causa (la distribución de la jurisdicción entre los diversos titulares de la misma) 41 o en el
efecto (la legitimidad de un determinado tribunal para juzgar una causa). La segunda
opción subraya la obligación «fundamental» de los tribunales y de las partes de respetar los
títulos de competencia establecidos por el legislador (c. 221 § 1). Los criterios utilizados
36
Vide nota 8.
37
Cfr. SIGNATURA APOSTÓLICA, decreto del 22 junio 1989, en Decreti sulla commissione, la proroga e
altre questioni riguardanti la competenza dei tribunali nelle cause di nullità matrimoniale, en «Ius
Ecclesiae» 2 (1990), decreto n. 8, p. 731.
38
Cfr. SIGNATURA APOSTÓLICA, decreto sin fecha, en F. DANEELS, Brevis introductio ad declarationem
Supremi Signaturae Apostolicae Tribunalis de foro plerarumque probationum, en K. LÜDICKE – H.
MUSSINGHOFF – H. SCHWENDENWEIN (Eds.), «Iustus Iudex». Festgabe für Paul Wesemann zum 75.
Geburtstag von seinen Freunden und Schülern, Essen 1990, p. 411.
39
Vide los §§ 3 y 6.
40
Cfr., por todos, F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 60, p. 171.
41
Cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario a los can. 1404-1416, en ed. cit., p. 689; M.J. ARROBA, Diritto
processuale canonico, cit., pp. 79-80; M. CABREROS DE ANTA, Comentarios al Código de Derecho
Canónico, cit., p. 218.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
12
para esa distribución de la jurisdicción son de naturaleza diversa. Unos derivan prevalente
e inmediatamente de los «principios constitutivos del proceso»: derecho a la defensa,
independencia del juez, favor veritatis, multiplicidad de las instancias, etc. 42; otros
provienen de «razones de mera conveniencia» que, en cualquier caso, no desvirtúan la
naturaleza pública del proceso, pues pertenece a su esencia ser una institución pública para
proteger los derechos (cc. 221 y 1407 § 1) 43. De esta doble naturaleza (siempre pública) de
los criterios utilizados para individualizar y determinar la competencia asignada a cada
tribunal deriva, a su vez, una diferenciada protección de los títulos de competencia. Si la
violación del título de competencia comporta directamente la nulidad de la sentencia, es
porque tal título ha sido incluido por el legislador entre los de competencia absoluta (cc.
1406 § 2, 1440, 1461, 1620, 1º); si la violación del título de competencia es protegida por
otros medios, pero no con la nulidad inmediata e insanable de la sentencia, se tratará de una
incompetencia relativa, que coloca al tribunal en una situación ilegítima (cc. 221 § 1, 1407
§§ 1 y 2, 1457 § 1, 1460, 1488 § 2, 1505 § 2, 1º). La protección de la competencia absoluta
(mediante las excepciones y la nulidad de la sentencia) es cumulativa con los medios de
tutela de la competencia relativa, mediante las sanciones personales al juez incompetente
que dicta sentencia (es indiferente que ésta sea válida o nula).
3.– Los criterios que determinan la competencia relativa son: 1º) facilitar la defensa
de la parte demandada, acercandola al tribunal ante el que podrá ser citada. Por eso, el
principio general de atribución de la competencia es el indicado en el c. 1407 § 3,
constitutivo del «fuero general»; 2º) facilitar al tribunal el conocimiento inmediato de las
pruebas necesarias para conocer los datos de la controversia que deberá juzgar, y
simplificar a las partes la aportación de esas pruebas, en aplicación de los principios del
favor veritatis y de economía procesal (por eso la «reconvención» constituye un título legal
de competencia relativa 44); 3º) hacer coincidir la jurisdicción del tribunal con la del titular
de la potestad ejecutiva al que están sometidas las partes o el objeto de la controversia,
manifestando la unidad de las diversas potestades en la persona del Ordinario propio y
facilitando la ejecución de la sentencia; 4º) la conveniencia de distribuir el trabajo judicial
entre los diversos tribunales de igual condición.
4.– Estos criterios se concretan en una distribución territorial de la jurisdicción,
constituyendo la territorialidad la característica de la competencia relativa, aunque veremos
que la territorialidad también produce efectos en la competencia absoluta. La doctrina suele
calificar de «horizontal» esta distribución territorial de la jurisdicción para significar la
«identidad material» de la competencia – es decir, sobre los mismos supuestos de hecho (en
abstracto) y en el mismo grado de instancia – de los tribunales de las distintas estructuras
jurisdiccionales que, habitualmente, son determinadas según criterios territoriales. Por
42
Cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Principios inspiradores del derecho procesal canónico, en J. MANZANARES
(Ed.), Cuestiones básicas de derecho procesal canónico, Salamanca 1993, pp. 13-41; P.A. BONNET,
Processo. 13) Processo canonico: profili generali, en ISTITUTO DELLA ENCICLOPEDIA ITALIANA (G.
TRECCANI), Enciclopedia giuridica, vol. 24, Roma 1991, pp. 1-23; E. FAZZALARI, Valori permanenti del
processo, en «Iustitia» 42 (1989), pp. 229-240; J. GOTI ORDEÑANA, Principios rectores del proceso canónico
y orientaciones en el esquema de reforma, en VV.AA., Estudios de Derecho Canónico y Derecho
Eclesiástico en homenaje al profesor Maldonado, Madrid 1983, pp. 129-222.
43
Vide § 6, c).
44
Cfr. cc. 1495 y 1463 § 2.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
13
tanto, cuando un tribunal de primera instancia sea incompetente sólo por motivos
territoriales, su incompetencia será relativa. El c. 1407 § 1 indica que son títulos de
competencia relativa los tipificados en los cc. 1408-1414; también confieren competencia
relativa los cc. 1673 y 1694. Tales títulos de competencia relativa los estudiaremos al
comentar los respectivos cánones.
5.– En las estructuras jurisdiccionales personales seculares – como los ordinariatos
militares 45 o las prelaturas personales 46 – el oficio capital posee una jurisdicción cuya
naturaleza jurídica (ordinaria propia) es idéntica a la que poseen los oficios capitales de las
estructuras jurisdiccionales territorales 47. La especificidad del criterio de incorporación a
esa circunscripción y del ámbito de la jurisdicción no altera la naturaleza de la
circunscripción ni de la potestad de su oficio capital: ordinaria, propia y secular. Por tanto,
en las materias sobre las que el Ordinario propio posee jurisdicción, su competencia (y la
de sus tribunales) es determinada por los títulos generales de la competencia judicial (cc.
1407-1414, etc.), pudiendo equipararse el criterio de dependencia a tal estructura
jurisdiccional al domicilio de la respectiva parte en el proceso, para los litigios sobre
materias de jurisdicción del Ordinario propio. Por otra parte, estos Ordinarios personales
poseen jurisdicción territorial en algunos lugares; en este caso los criterios generales de
competencia se aplican directamente, sin recurrir a la equiparación entre su jurisdicción y
la de los Ordinarios del lugar. Los títulos de competencia serán concurrentes cuando
existan otros tribunales competentes para los respectivos procesos.
5.
Los diversos tipos de competencia absoluta
Las reglas destiladas por la tradición y acogidas por el vigente ordenamiento para
establecer los títulos absolutos de competencia responden a exigencias muy heterogéneas,
siendo más clarificador individualizar esas reglas al describir cada uno de los títulos:
material, subjetivo, ritual y funcional. Por contraposición a la «horizontalidad»
característica de la competencia relativa, se atribuye la «verticalidad» como común
denominador de los títulos de competencia absoluta. Dicha verticalidad quiere significar
que la competencia absoluta prescinde de los motivos territoriales, considerados
horizontales y típicos de la competencia relativa, aunque la territorialidad también influye
en la incompetencia absoluta por el grado de la instancia y del tribunal.
45
Cfr. Const. Ap. Spirituali militum curae, 21 abril 1986, cit., a. 14, 481-486; E. BAURA, Legislazione
sugli Ordinariati castrensi, Milano 1992, pp. 34-36; ID., L’ufficio di Ordinario militare. Profili giuridici, en
«Ius Ecclesiae» 4 (1992), pp. 385-418, en particular pp. 408-411; Z.M. BIEG, Struttura e competenza dei
tribunali territoriali e personali della Chiesa, en Excerpta ex dissertatione ad Lauream in Utroque Jure in
Pontificia Universitati Lateranensi, Roma 1989, pp. 71-82; A. VIANA, Territorialidad y personalidad en la
organización eclesiástica. El caso de los ordinariatos militares, Pamplona 1992, pp. 197-205, 224-230, 247250.
46
Vide las notas 21 y 22, y el comentario a los cc. 294-297.
47
Vide § 3, b).
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
a)
14
La competencia material
La competencia material es aquélla que corresponde a un tribunal por razón del
objeto de la controversia, prescindiendo del lugar en que dicho objeto sea localizable, del
domicilio (lato sensu) y de la condición subjetiva de las partes, y del grado o instancia del
juicio. Tal competencia proviene de la reserva realizada, en favor de un tribunal, por la ley
(con la nota de la «generalidad») o por los titulares de la potestad ordinaria propia (con
carácter general o «ad casum»).
1º)
La reserva pontificia
La reserva pontificia exluye algunos tipos de causas de la competencia originaria de
los jueces ordinarios propios (y de sus tribunales), en favor de otro tribunal (normalmente
de la Curia romana). Esta reserva puede ser «ad casum» (vide cc. 1405 § 1, 4º y 1417) o
general (legal). La reserva pontificia es legislativa en los siguientes supuestos:
a’) En el contencioso-administrativo: sólo los tribunales administrativos
pueden juzgar los actos de la Administración pública (c. 1400 § 2). En la actualidad el
único tribunal administrativo es la Signatura Apostólica (c. 1445 § 2 y Const. Ap. Pastor
bonus, a. 123).
b’) El a. 52 de la Const. Ap. Pastor bonus atribuye a la Congregación para la
Doctrina de la Fe la competencia sobre «los delitos contra la fe y aquéllos más graves
cometidos bien contra las costumbres, bien con ocasión de la celebración de los
sacramentos». El a. 112 § 2 del Regolamento Generale della Curia Romana 48 indica que
se trata de una competencia «exclusiva». Puesto que el Regolamento no es un acto
normativo del Romano Pontífice, ni ha sido aprobado «en forma específica» (según prevé
el a. 110 § 1 del mismo Regolamento), es evidente que la reserva material señalada en
favor de la Congregación para la Doctrina de la Fe no puede más que declarar la situación
prevista por las diversas «normas propias» de esa Congregación, vigentes a tenor del c. 20
y del a. 52 de la Const. Ap. Pastor bonus 49. Teniendo en cuenta que no todas esas normas
han sido promulgadas mediante su publicación en AAS (c. 8 § 1), habiendo sido
transmitidas en forma reservada a los Ordinarios propios interesados (c. 8 § 2), al juzgar
delitos contra la fe o cometidos con ocasión de la celebración de los sacramentos, aquéllos
a quienes corresponde promover la acción penal (c. 1721) y los tribunales ante los que se
ejerce deben comprobar que ese delito no ha sido reservado por el Romano Pontífice a la
Congregación para la Doctrina de la Fe (para la primera o la segunda instancia) o si existen
normas especiales sobre el procedimiento que se debe seguir 50. En este contexto la
doctrina se refiere al proceso para juzgar el delito de solicitación «ad turpia» (c. 1387) 51.
48
Del 4 de febrero de 1992, en AAS, 84, 1992, 201-267.
49
Cfr. Const. Ap. Pastor bonus, aa. 2 § 1, 18/b. Vide el comentario al c. 1412, n. 4.
50
Cfr. PABLO VI, M.P Integrae servandae, 7 diciembre 1965, nn. 3-8, en AAS, 57, 1965, 952-955;
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Agendi ratio in doctrinarum examine, 15 enero 1971, en AAS,
63, 1971, 234-236.
51
Cfr. P. CERATO, De delicto sollicitationis, Patavii 1922, pp. 93-112; F. ROBERTI, De processibus, cit.,
nn. 145-146, pp. 425-426. Vide c. 1412, n. 4.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
15
c’) Las causas de nulidad de la sagrada ordenación son de competencia de la
Congregación para el Culto Divino y para la Disciplina de los Sacramentos (c. 1709 § 1 y
Const. Ap. Pastor bonus, a. 68). La naturaleza judicial de tales causas nos parece
claramente afirmada por el CIC (cc. 1708-1712), aunque en la Curia romana son tratadas
habitualmente en vía administrativa 52.
Entre las funciones procedimentales de los dicasterios de la Curia romana, la Const.
Ap. Pastor bonus incluye la competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe
sobre el «privilegio en favor de la fe» (aa. 19 § 2 y 53), que es distinto del «privilegio
paulino» 53. Esta «competencia» no es judicial sino administrativa, pues no protege un
derecho ni resuelve alguna controversia; se trata de solicitar al Romano Pontífice la
concesión de una gracia. Lo mismo sucede con la dispensa del matrimonio rato y no
consumado 54 y de las obligaciones derivadas del sacramento del orden 55 o con las causas
de canonización 56.
52
Vide los comentarios a esos cánones. Cfr. J. LLOBELL, Centralizzazione normativa processuale, cit., p.
436, nota 19.
53
Cfr. cc. 1143-1150; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instructio pro solutione matrimonii
in favorem fidei y Normae procedurales pro conficiendo processu dissolutionis vinculi matrimonialis in
favorem fidei, 6 diciembre 1973, en Enchiridion Vaticanum, vol. 4, nn. 2730-2774; G. GIROTTI, La
procedura per lo scioglimento del matrimonio nella fattispecie del «privilegio paolino», en VV.AA., I
procedimenti speciali nel diritto canonico, Città del Vaticano 1992, pp. 157-177; I. GORDON, De processu ad
obtinendam dissolutionem matrimonii non sacramentalis in favorem fidei, en «Periodica» 79 (1990), pp. 511576; A. SILVESTRELLI, Scioglimento di matrimonio in favorem fidei, en I procedimenti speciali, cit., pp. 179216. Vide el comentario al § 5, a) del Tít. sobre las causas de nulidad del matrimonio.
54
Cfr. cc. 1142, 1697-1706; Const. Ap. Pastor bonus, a. 67; CONGREGACIÓN PARA LA DISCIPLINA DE
SACRAMENTOS, instr. «Dispensationis matrimonii» de quibusdam emendationibus circa normas in
processu super matrimonio rato et non consummato servandas, 7 marzo 1972, en AAS, 64, 1972, 244-252;
ID., Litterae circulares de processu super matrimonio rato et non consummato, 20 diciembre 1986, en
Enchiridion Vaticanum, vol. 10, nn. 1012-1044; R. BURKE, Il processo di dispensa dal matrimonio rato e
non consumato: la grazia pontificia e la sua natura, en I procedimenti speciali, cit., pp. 135-144; O.
BUTTINELLI, Il procedimento di dispensa dal matrimonio rato e non consumato: la fase davanti al vescovo
diocesano, en I procedimenti speciali, cit., pp. 107-124; S. CARMIGNANI CARIDI, I diritti della difesa nel
processo «super matrimonio rato e non consummato», en I procedimenti speciali, cit., pp. 145-156; R.
MELLI, Il processo di dispensa dal matrimonio rato e non consumato: la fase davanti alla Congregazione, en
I procedimenti speciali, cit., pp. 125-134.
LOS
55
Cfr. SECRETARÍA DE ESTADO, Carta «Con riferimento al Prefetto della Congregazione del culto divino
e della disciplina dei sacramenti sulla competenza di detta Congregazione nei casi di dispensa dagli obblighi
assunti con l’ordinazione al diaconato e al presbiterato», 8 febrero 1989, en Enchiridion Vaticanum, vol. 11,
n. 2140; E. COLAGIOVANNI, Il procedimento di dispensa dagli oneri sacerdotali, en I procedimenti speciali,
cit., pp. 371-385.
56
Cfr. c. 1403; JUAN PABLO II, Const. Ap. Divinus perfectionis magister, 25 enero 1983, en AAS, 75,
1983, 349-355; ID., Const. Ap. Pastor bonus, a. 71; S. CONGREGACÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS,
Normas Cum in constitutione apostolica, 7 febrero 1983, en AAS, 75, 1983, 396-403; ID., Decr. general
Circa servorum Dei causas, 7 febrero 1983, ibidem, pp. 403-404; ID., Regolamento della Sacra
Congregazione per le cause dei santi, 21 marzo 1983, en «Enchiridion Vaticanum», S1, pp. 783-795.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
2º)
16
La reserva diocesana
Cabe también una reserva material – general o «ad casum» – por parte del titular de
la potestad judicial ordinaria propia. Dicha reserva comporta la incompetencia absoluta del
respectivo tribunal vicario. El Obispo puede realizar reservas puntuales – de naturaleza
«judicial» –, para una causa determinada, en detrimento de la competencia de su tribunal
vicario (cc. 391 § 2 y 1420 § 2), respetando siempre el principio «semel iudex, semper
iudex», salvo en las excepcionales circunstancias previstas en el c. 1425 § 5. El Obispo
diocesano también puede determinar legislativamente que un tipo de causas serán juzgadas
por él personalmente, convirtiendo a su tribunal en materialmente incompetente (cc. 391 §
2 y 1420 § 2).
Los tribunales interdiocesanos – vicarios de cada uno de los Obispos que los han
constituido (c. 1423 § 1) – pueden ser erigidos sólo para algunos tipos de causas (c. 1423 §
2), como sucede en Italia con los tribunales regionales erigidos por Pío XI para las causas
de nulidad del matrimonio 57. En tal caso, dichos tribunales son también materialmente
incompetentes para las causas que no les han sido confiadas al ser erigidos. Además, el
Moderador de un tribunal interdiocesano puede reservarse, previamente, alguna causa,
puesto que posee las mismas facultades que el Obispo sobre su tribunal diocesano (c. 1423
§ 1).
b)
La competencia subjetiva
La competencia subjetiva corresponde a un tribunal, por la reserva realizada en su
favor, en razón de la condición jurídica (eclesiástica o civil) de las partes de la
controversia, siendo irrelevante el domicilio (lato sensu) de esa parte. El c. 1405 reserva al
Romano Pontífice y a la Rota Romana las causas de los más altos titulares de la potestad
eclesiástica y civil; esta competencia da lugar a las llamadas «causas mayores a iure» 58. El
c. 1445 § 1, 1º reserva a la Signatura Apostólica las «causas contra los Auditores de la Rota
Romana por los actos realizados en el ejercicio de sus funciones»; de este modo la
Signatura es competente (absolutamente, por motivos subjetivos-objetivos) en algunas
causas de primera instancia sobre el fondo de una controversia que, por tanto, deberían ser
apelables 59. La naturaleza contenciosa (c. 1400 § 1, 1º) o penal (c. 1400 § 1, 2º) del objeto
de la controversia incide en la competencia sobre los Obispos (c. 1405 § 1, 3º y § 3, 1º). La
justificación y aplicación de la competencia absoluta subjetiva la analizaremos en el
comentario al c. 1405.
57
Cfr. M.P. Qua cura, 8 diciembre 1938, en AAS 30, 1938, 410-413; J. LLOBELL, Il tribunale di appello
del Vicariato di Roma, en «Ius Ecclesiae» 1 (1989), pp. 274-277; ID., Centralizzazione normativa
processuale, cit., pp. 462-464.
58
Las causas no reservadas que el Romano Pontífice avoca son llamadas «causas mayores ab homine»
(cfr. cc. 1405 § 1, 4º, 1444 § 2; M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1,
cit., pp. 32-33 y 38).
59
Cfr. Normae speciales, 25 marzo 1968, cit., aa. 74-82; J. LLOBELL, Il «petitum» e la «causa petendi»
nel contenzioso-amministrativo canonico, cit., pp. 144-148; ID., Note sull’impugnabilità delle decisioni della
Segnatura Apostolica, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp. 684-698.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
17
Las controversias de las personas jurídicas representadas por el Obispo diocesano no
pueden ser juzgadas por el tribunal del representante, sea éste parte actora o demandada,
produciéndose una incompetencia absoluta subjetiva para proteger la independencia
judicial (c. 1419 § 2).
c)
La competencia ritual
La competencia ritual («ratione ritus») es la que poseen los tribunales de rito latino
en las causas en que la parte demandada pertenece a la Iglesia latina (c. 1476) y los
tribunales de rito oriental cuando la misma parte es miembro de la respectiva Iglesia
(CCEO c. 1134). Dejando aparte los tribunales interrituales orientales (CCEO c. 1068) 60 y
los tribunales apostólicos, que poseen competencia sobre toda la Iglesia (latina y oriental),
en cuanto vicarios del Romano Pontífice (Const. Ap. Pastor bonus, a. 58 § 2), parece
coherente afirmar, a tenor del c. 1 del CIC y del CCEO, que los tribunales latinos no
poseen jurisdicción cuando ambas partes son católicos orientales, ni los tribunales
orientales cuando las partes son católicos latinos; es decir, no se trataría de una reserva
legal de la competencia, sino de carencia de jurisdicción por los motivos eclesiológicos e
históricos que determinan la existencia de los ritos en la Iglesia. Sin embargo, en la praxis y
en la doctrina se suele hablar sólo de incompetencia «ratione ritus», que sería relativa en
las controversias entre personas de ritos diversos, juzgadas por un tribunal (incompetente)
del rito de una de las partes. No obstante, pensamos que – suponiendo que, cuando el
tribunal pertenece a un rito diverso al de ambas partes, no se trate de falta de jurisdicción,
sino de auténtica incompetencia – ésta debería ser absoluta 61, como sucede en el caso del
ejercicio de la jurisdicción «fuera del territorio», debiendo interpretarse los cc. 136 (que se
refiere sólo a la potestad ejecutiva) y 1469 § 1 del CIC 83 a la luz de los cc. 201 § 2 y 1637
del CIC 17 62. Las cuestiones interrituales presentan notables dificultades eclesiológicas,
conceptuales y terminológicas que deben ser examinadas en otra sede, teniendo en cuenta
la insistencia de Juan Pablo II en considerar los ordenamientos oriental y latino como
integrantes del único Corpus iuris Canonici 63. Similar problemática, en la frontera entre la
falta de jurisdicción y de competencia (absoluta), plantean los tribunales de los institutos
60
Cfr. PÍO XII, M.P Sollicitudinem Nostram, de iudiciis pro Ecclesia Orientali, cc. 39 § 1 y 72 § 1, 6º,
en AAS, 42, 1950, 5-120; Z.M. BIEG, Struttura e competenza dei tribunali, cit., pp. 86-94.
61
Cfr. CCEO cc. 986 y 1128; decreto coram Palestro, 18 diciembre 1989, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993),
pp. 197-205; P. GEFAELL, L’ambito territoriale della giurisdizione dei Patriarchi Orientali. Riflessi sulla
forma canonica, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp. 245-268.
62
Cfr. CIC 83 cc. 6 § 2 y 21. El CIC 17 decretaba la nulidad de los actos procesales realizados fuera del
territorio (c. 201 § 2), salvo las excepciones del c. 1637; cfr. C. DE DIEGO-LORA, La jurisdicción y su
ejercicio «extra-territorium»: la nulidad procesal, en «Ius Canonicum» 10 (1970), pp. 465-528 (en Estudios
de derecho procesal canónico, vol. 1, Pamplona 1973, pp. 237-323) y la sentencia coram Ewers, 4 febrero
1967, allí estudiada; M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp.
268-272; F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 167, pp. 482-485.
63
Cfr. JUAN PABLO II, Discurso al Sínodo de los Obispos en la presentación del «Codex Canonum
Ecclesiarum Orientalium», 25 octubre 1990, n. 8, en AAS, 83, 1991, 490; ID., Discorso al Simposio
internazionale di Diritto Canonico organizzato dal Pontificio Consiglio per l’interpretazione dei Testi
Legislativi, 23 abril 1993, n. 3, en «L’Osservatore Romano», 25 abril 1993, p. 4.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
18
religiosos clericales de derecho pontificio (cc. 1427 y 1438, 3º) en las controversias en que
una de las partes (o ambas) no es miembro del respectivo instituto.
d)
La competencia funcional
La competencia funcional proviene de diversas exigencias consustanciales a la
dinamicidad del proceso y cuya violación comporta la nulidad insanable de la sentencia.
Mientras los tres tipos precedentes de incompetencia absoluta (material, subjetiva y ritual)
proceden de criterios «estáticos» de la organización procesal canónica, previos al inicio de
una causa, la competencia funcional se dirige a proteger el recto desarrollo del proceso, es
decir, su aspecto «dinámico». La dinamicidad del proceso comporta que algunos tribunales
competentes – por tratarse de fueros concurrentes – antes de iniciarse la instancia (cc. 1512
y 1517), se conviertan en absolutamente incompetentes tras la citación del demandado y,
viceversa, que otros tribunales que eran incompetentes (incluso absolutamente) pasen a ser
competentes para juzgar la sentencia definitiva de otro tribunal en la segunda instancia. La
competencia funcional así considerada es un concepto amplio, pero no «ambiguo» 64, apto
para justificar diversos criterios de atribución de la competencia absoluta.
1º) Competencia por el grado del juicio. Proviene del principio de multiplicidad de
las instancias (cc. 1440, 1644, 1646 § 2). El ordenamiento canónico – como cualquier otro
justo, puesto que los juicios humanos son falibles – concede la garantía del derecho, como
mínimo, a dos decisiones judiciales de tribunales diversos sobre el fondo de la misma
controversia (aquella en la que coinciden las partes, el «petitum» y la «causa petendi» 65).
Es decir, la sentencia definitiva de primera instancia (cc. 1607 y 1618) puede ser apelada
ante el tribunal superior del que la dictó. Este derecho es considerado por la doctrina como
derivado del derecho natural 66 y está protegido – a nivel «fundamental» – por el c. 221 67.
No existe el derecho a la apelación contra una sentencia de primera instancia dictada por el
Romano Pontífice (cc. 333 § 3 y 1629, 1º). Sin embargo, sí cabe la apelación ante otro
turno de la Signatura Apostólica contra algunas sentencias de primera instancia dictadas
por otro turno del Supremo Tribunal sobre el fondo de la controversia 68.
La gradación de las instancias comporta la de los tribunales, puesto que el ejercicio
del derecho de revisión del fondo de la sentencia (cc. 1639 § 1, 1644 § 1 e 1648) debe
realizarse ordenada y eficazmente. En consecuencia, ante la posibilidad de la segunda, la
tercera y las ulteriores instancias (cc. 1438, 1439, 1444 § 1, 2º) existen tribunales
competentes para juzgar de las mismas, aunque no siempre el grado de la instancia
coincide con el grado del tribunal. En efecto, excepcionalmente (cc. 1639 § 1 y 1683), un
tribunal de segunda instancia (de apelación stricto sensu) o de una instancia superior puede
ser competente para juzgar también en primera instancia (dictando la primera sentencia
64
Cfr. M. CABREROS DE ANTA, Comentarios al Código de Derecho Canónico, cit., p. 220, nota 3.
65
Cfr. c. 1641, 1º; J. LLOBELL, Note sulla congruenza e la conformità delle sentenze di nullità del
matrimonio, en «Ius Ecclesiae» 2 (1990), pp. 543-564.
66
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 62, p. 179.
67
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., p. 119.
Cfr. Normae speciales, 25 marzo 1968, cit., aa. 58 § 2, 77 y 82; J. LLOBELL, Note sull’impugnabilità
delle decisioni della Segnatura Apostolica, cit.
68
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
19
sobre esa controversia), con el consiguiente desfase entre las sucesivas instancias del juicio
y del tribunal que lo realiza (el tribunal de tercera instancia juzgará la causa en segundo
grado, etc.).
El Obispo (como cualquier otro titular de la potestad ordinaria propia de la
jurisdicción secular) no puede establecer en la diócesis un tribunal de apelación para el de
primera instancia. Esta prohibición es de derecho eclesiástico y proviene de la reserva
legislativa pontificia que obliga a apelar conforme a los cc. 1438-1441 y 1444.
Antiguamente existían tribunales de primera instancia inferiores al Obispo diocesano (por
ej., el del archidiácono), contra cuyas sentencias cabía la apelación al tribunal del Obispo.
El Concilio de Trento reservó la competencia para las causas de nulidad del matrimonio al
tribunal del Obispo 69.
Salvo en las causas cuya competencia, material o subjetiva, ha sido objeto de una
reserva legal pontificia (vide supra) y en aquellas otras avocadas por la Santa Sede (cc.
1405 § 1, 4º y 1417), la segunda instancia origina siempre un fuero concurrente, puesto que
todo tribunal de primera instancia no vicario del Romano Pontífice – los llamados
tribunales inferiores o periféricos – debe poseer un tribunal de apelación también periférico
(cc. 1438 y 1439) 70 y la Rota Romana es tribunal universal de apelación, y para la tercera o
ulterior instancia (cc. 1443 y 1444 § 1; Const. Ap. Pastor bonus, aa. 126 y 128). Las
nuevas normas de la Rota de la Nunciatura en España confirman el ejercicio de ese derecho
71.
La incompetencia por el grado del juicio es absoluta (c. 1440). Dicha incompetencia
se produce en sentido ascendente y descendente: un tribunal de sola primera instancia es
incompetente para juzgar en segundo grado, así como un tribunal de sola segunda instancia
(p. ej., el tribunal de apelación del Vicariato de Roma) lo es para juzgar en primer grado,
salvo en el supuesto del c. 1683. Decimos «sola» porque existen tribunales locales que
poseen la competencia para ambas instancias sobre causas diversas (c. 1438, 1º y 2º): en
principio, el tribunal metropolitano es competente en primera instancia para las causas de
69
Cfr. CONCILIO DE TRENTO, ses. 24, 11 noviembre 1563: Doctrina de sacramento matrimonii,
Decretum de reformatione, can. 20, en ISTITUTO PER LE SCIENZE RELIGIOSE (Ed.), Conciliorum
Oecumenicorum Decreta, ed. bilingüe, Bologna 1991, pp. 772-773.
70
Las sentencias de los diversos tribunales de primera instancia del Vicariato de Roma pueden apelarse
ante el tribunal de apelación del mismo Vicariato (cfr. M.P. Sollicita cura, 26 diciembre 1987, en AAS, 80,
1988, 121-124; J. LLOBELL, Il tribunale di appello del Vicariato di Roma, cit.). Sin embargo, las sentencias
del tribunal diocesano del Estado de la Ciudad del Vaticano sólo pueden ser apeladas ante la Rota Romana
(cfr. M.P. Quo civium iura, 21 noviembre 1987, a. 8, en AAS, 79, 1987, 1353-1355).
71
JUAN PABLO II, M.P. Nuntiaturae Apostolicae in Hispania, 2 octubre 1999, de promulgación de las
Normas orgánicas y procesales del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España, aa. 28, 33,
38, 40, en AAS, 92 (2000), pp. 5-17. Para el régimen precedente al 2.X.1999, cfr. PÍO XII, M.P. Apostolico
Hispaniarum Nuntio, 7 abril 1947, aa. 38, 1º y 39, en AAS, 39, 1947, 155-163; S. ROMANA ROTA, Decreto
particular, 19 octubre 1953, en X. OCHOA, Leges Ecclesiae post Codicem Iuris Canonici editae, vol. 3, n.
2375n ; S.C. PARA LOS NEGOCIOS EXTRAORDINARIOS DE LA IGLESIA, Carta al Presidente del S. Tribunal de la
Signatura Apostólica, 22 enero 1954, en X. OCHOA, Leges Ecclesiae, vol. 3, n. 2414n; J. LLOBELL, La
necessità della doppia sentenza conforme e l’«appello automatico» ex can. 1682 costituiscono un gravame?
Sul diritto di appello presso la Rota Romana, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp. 602-609.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
20
la archidiócesis (con competencia territorial) y en segunda instancia para las sentencias de
los tribunales de las diócesis sufragáneas (con competencia funcional por el grado del
juicio).
La incompetencia (absoluta) por el grado del juicio no sólo proviene por la asimetría
descrita entre el grado del juicio (de segundo grado) y del tribunal que lo dicta (de primera
instancia). En efecto, la territorialidad adquiere relevancia invalidante en la sentencia de
segundo grado dictada por un tribunal «simétrico» (es de segunda instancia y juzga en
segundo grado) pero incompetente según los criterios señalados con precisión por los cc.
1438 y 1439, que son de índole territorial. El c. 1440 no sólo dice que «si no se observara
la competencia por razón del grado la incompetencia del juez es absoluta», lo cual podría
permitir afirmar la «relatividad» de la incompetencia de un tribunal de segunda instancia
para juzgar en segundo grado la sentencia de un tribunal del que no es «superior»; el c.
1440 indica también que esa incompetencia absoluta se produce por la violación de los
criterios de competencia previstos en los cc. 1438 y 1439, que determinan unívocamente –
a nivel «periférico» – el tribunal de segunda instancia de cada tribunal de primera 72.
En el «proceso documental» sobre la validez del vínculo matrimonial, el tribunal de
segunda instancia – que puede ser unipersonal (cc. 1425 § 1, b) y 1688) –, no puede tomar
otra decisión que confirmar la sentencia pro nullitate de primera instancia o remitir la
causa al tribunal de primera instancia para que proceda en vía ordinaria (en primera
instancia), siendo incompetente el juez de apelación para decidir en primer grado en vía
ordinaria. Tal incompetencia será absoluta sólo si el segundo tribunal posee la competencia
exclusivamente para la apelación, no si, junto a la apelación, puede juzgar en primera
instancia causas que le son propias (c. 1438, 1º y 2º) 73.
2º) Competencia derivada del principio «ne bis in idem». Cada singular
controversia se identifica, como hemos visto: 1º) por el el bien que el actor considera
dañado por el demandado (el «petitum»), 2º) por el concreto daño producido sobre ese bien
(la «causa petendi») y 3º) por la identidad de las partes (c. 1641, 1º). El principio del doble
grado de jurisdicción comporta el derecho de las partes a que cada controversia sea juzgada
por dos tribunales diversos, de los cuales el segundo sea «de apelación» respecto del
primero. Por tanto, el principio «ne bis in idem» («no puede haber dos decisiones sobre la
misma causa») no significa la prohibición del derecho de apelación, sino que comporta la
exclusión de dos sentencias «del mismo grado» sobre la misma controversia. Este criterio
de competencia produce la incompetencia absoluta de los tribunales de igual grado del que
dictó la sentencia que se desea apelar. Además de las incompetencias que el principio «ne
bis in idem» produce en sede de apelación (c. 1440), vale la pena señalar otras directamente
provenientes del citado principio.
a’) Una vez dictada una sentencia válida de primera instancia (cfr. cc. 1621 y
1624), ningún otro tribunal de primera instancia puede juzgar nuevamente esa controversia
(si es idéntica, según los criterios del c. 1641, 1º), aunque el actor hubiera podido introducir
72
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 95-96. La cuestión es particularmente
evidente respecto a la apelación de las sentencias de primera instancia de los tribunales del Vicariato de
Roma y del Estado de la Ciudad del Vaticano, pues nunca la sentencia de un tribunal del Obispo de Roma ha
podido ser apelada ante el tribunal de otro Obispo (cfr. nota 70).
73
Cfr. Communicationes, 11 (1979), p. 270.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
21
la causa en primera instancia ante ese otro tribunal de primera instancia, «concurrente» (a
priori) con aquél ante el que de hecho presentó la demanda. Si tal irregularidad se
produjera, se trataría de incompetencia absoluta por el grado del juicio: un tribunal de
primera instancia juzgaría en segundo grado. Otro tanto sucede en la segunda instancia con
los tribunales concurrentes de igual grado: no es posible dictar dos sentencias «de
apelación» sobre la misma causa; sólo cabe impugnar la única sentencia posible de segunda
instancia ante un tribunal de tercera instancia (en principio, ante la Rota Romana), cuando
la ley concede la posibilidad del tercer grado 74. Estos conceptos básicos del Derecho
procesal son ignorados con alguna frecuencia en la praxis judicial; por ello, la Signatura
Apostólica ha considerado oportuno recordarlos 75. Sin embargo, el mismo tribunal de
primera instancia puede juzgar sobre el mismo «petitum» entre las mismas partes cuando
cambia la «causa petendi», porque se trata de una causa diversa, protegida por una nueva
acción y una nueva pretensión que, por tanto, no podrán dar lugar a una sentencia
«conforme» con la precedente, a los efectos de los cc. 1641, 1º, 1644 y 1684, aunque la
jurisprudencia rotal y la doctrina no sean unánimes al respecto 76.
b’) Cuando existen dos o más tribunales competentes para la misma instancia
(fueros concurrentes de primera, de segunda o, excepcionalmente, de tercera instancia) sólo
uno de ellos puede juzgar; el otro tribunal (o tribunales) pasa a ser absolutamente
incompetente. Esta incompetencia absoluta es «funcional» porque proviene de la
dinamicidad del proceso; estáticamente, antes del inicio del proceso en la respectiva
instancia, esos tribunales son igualmente competentes. La identificación de la competencia
entre los tribunales «estáticamente concurrentes» se realiza, en la fase dinámica, según los
criterios de la «prevención» (vide cc. 1415 y 1416).
c’) La competencia también es absoluta, en favor del tribunal indicado por la
ley: en las cuestiones incidentales (cc. 1588 y 1652), en la querella de nulidad (situación en
la que, faltando la sentencia válida, no es aplicable el principio «ne bis in idem»: cc. 1621 y
1624) y en la restitutio in integrum (c. 1646), pues el juicio «rescindente» permite una
nueva sentencia («rescisoria») del mismo grado de la impugnada (c. 1648). Cuando la
querella de nulidad fue solicitada junto con la apelación (c. 1625), el tribunal superior que
declara nula la sentencia debe restituir la causa al tribunal que dictó la sentencia (cfr. c.
1669), salvo en el caso de la Rota Romana 77.
74
Cfr. cc. 1644 y 1646 § 2, cuando la restitutio in integrum tiene como presupuesto la cosa juzgada
proveniente de la doble sentencia conforma (c. 1641, 1º).
75
Cfr. Declaratio de foro competenti in causa nullitatis matrimonii, post sententiam negativam in prima
instantia latam, 3 junio 1989, en AAS, 81, 1989, 988-990.
76
Cfr. X. BASTIDA, Congruencia entre el «petitum» y la sentencia, en J. MANZANARES (Ed.), Cuestiones
básicas de derecho procesal canónico, cit., pp. 63-91; J. LLOBELL, Note sulla congruenza e la conformità
delle sentenze, cit.; ID., Recensione a S. Gherro (a cura di), «Studi sul processo matrimoniale canonico», en
«Ius Ecclesiae» 4 (1992), pp. 696-705; P. MONETA, La nuova trattazione della causa matrimoniale, en «Ius
Ecclesiae» 3 (1991), pp. 479-497. Vide el § 7 del comentario al Tít. sobre las causas matrimoniales.
77
Cfr. S. ROMANA ROTA, Facoltà straordinarie di S.E. il Decano della Sacra Romana Rota, 26 julio
1981, n. 4, en AAS, 74, 1982, 516. Esas facultades tienen un origen precedente, cfr. S. ROMANA ROTA,
Nuove norme del Tribunale della Sacra Romana Rota, 25 mayo 1969, en Z. GROCHOLEWSKI, Documenta
recentiora circa rem matrimonialem et processualem, vol. 2, Romae 1980, n. 6316. Cfr. A. BETTETINI, La
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
22
Existen otras instituciones relacionadas con el ejercicio dinámico de la jurisdicción
(y, en algún modo, también de la competencia) que, si bien pueden producir la nulidad de
la sentencia, no son manifestación de incompetencia: a) Por la «recusación» (cc. 14491451) «deben cambiarse las personas del tribunal, pero sin cambiar el grado del juicio» (c.
1450); por tanto, salvo que sean recusados todos los jueces de un tribunal (en cuyo caso
habría que solicitar la prórroga o la comisión en favor de otro tribunal, a no ser que hubiera
otro concurrente), la competencia sigue correspondiendo al tribunal contra cuyo juez ha
sido admitida la recusación. La sentencia dictada por un juez recusado puede ser
impugnada mediante la querella de nulidad sanable (cc. 1451 § 2, 1619, 1622, 5º),
semejantemente a cuanto ocurría con el «atentado» en el CIC 17 78, o insanable si esa
sentencia ilegítima ha violado el derecho de defensa (c. 1620, 7º) 79. b) Si un tribunal no
dispone del suficiente número de jueces para juzgar una causa (c. 1425 § 1), no por eso se
convierte en incompetente: podrá solicitar de la Conferencia Episcopal el permiso previsto
en el c. 1425 § 4, para que conozca la causa un solo juez; si juzga sin tal autorización, no se
produce la incompetencia absoluta ni la relativa, aunque la sentencia será sanablemente
nula (c. 1622, 1º). c) La utilización del proceso contencioso oral o documental, fuera de los
supuestos previstos por la ley (cc. 1656 § 2, 1686-1688, 1690, 1710, 1728 § 1) 80, comporta
la nulidad de la sentencia, al menos la indicada en el c. 1622, 5º (cfr. c. 1669), pero no
origina la incompetencia del tribunal. d) La sentencia será insanablemente nula si no se
respeta la prohibición del c. 1447, aunque tampoco se trata de incompetencia (absoluta)
sino de proteger la independencia del juez.
6.
La modificación de los títulos de competencia
a)
La comisión y la prórroga de la competencia. La delegación
1.– Hemos insistido en que el CIC prohibe la dispensa de la ley procesal (c. 87 § 1)
y, por tanto, la «relajación» (la modificación) de los títulos de competencia establecidos por
el mismo CIC. Sin embargo, el Romano Pontífice no sólo no está sometido a esa
prohibición – pues ejercita su suprema potestad «libremente» (c. 331) – sino que la equidad
(cc. 221 § 2 y 1752) comporta que, en determinadas ocasiones, sea oportuno o necesario
«restitutio in integrum» processuale nel diritto canonico. Profili storico-dogmatici, Padova 1994, pp. 24-26,
231-234; J.M. PINNA, Praxis iudicialis canonica, 2ª ed., Romae 1966, p. 164; F. RAMOS, La cosa giudicata e
la «restituzione in integro», en Il processo matrimoniale canonico, cit., pp. 842-843.
78
Cfr. cc. 1854-1857; sentencia coram Huot, 2 febrero 1984, nn. 7, 18-21, en «Il Diritto Ecclesiastico»
95/2 (1984), pp. 241-254; A. QUINTELA, El atentado en el proceso canónico, Pamplona 1972, pp. 91-93 y
188-191; F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 153, pp. 449-450.
79
Cfr. G. ERLEBACH, La nullità della sentenza giudiziale «ob ius defensionis denegatum» nella
giurisprudenza rotale, Città del Vaticano 1991, pp. 59, 215 y 217.
80
Cfr. Communicationes, 16 (1984), pp. 76-77; SIGNATURA APOSTÓLICA, decreto del 7 julio 1989, en
Decreti sulla commissione, la proroga e altre questioni, cit., n. 10, pp. 732-734; P.A. BONNET, Il giudizio di
nullità matrimoniale nei casi speciali, Roma 1979, pp. 105-107, 156; C. DE DIEGO-LORA, Naturaleza y
supuesto documental del proceso «in casibus specialibus», en Estudios de Derecho Procesal Canónico, vol.
3, Pamplona 1990, pp. 63-65, 198, 209-211.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
23
modificar los criterios de competencia. Tal modificación corresponde sólo al Romano
Pontífice o a quien él confíe tal facultad: el único dicasterio de la Curia romana que – para
la generalidad de los casos – puede conceder la competencia a un tribunal incompetente es
la Signatura Apostólica 81. Se exceptúan de este principio la «comisión» (cuyo concepto
indicaremos enseguida) que, en favor de un tribunal «periférico», pueden realizar: a) la
Congregación para la Doctrina para la Fe para juzgar, normalmente sólo en primera
instancia, algunos delitos que están reservados a ese dicasterio; b) la Congregación para el
Culto Divino y para la Disciplina de los Sacramentos para juzgar acerca de la nulidad de la
sagrada ordenación (c. 1709 § 1 y Const. Ap. Pastor bonus, a. 68). El Nuncio de España
puede comisionar a la Rota Española algunas causas para las que, sin tal comisión, ese
tribunal es absolutamente incompetente 82.
2.– Las instituciones aptas para conceder la competencia al tribunal incompetente
son la «comisión» y la «prórroga» de la competencia. La comisión hace competente al
tribunal cuya incompetencia es absoluta; la prórroga concede la competencia al tribunal
relativamente incompetente. En ambos casos se trata de modificar la competencia de quien
ya la posee, ampliándola para poder juzgar legítimamente la controversia (o el tipo de
controversias) para la que era incompetente. En este sentido, con la comisión o la prórroga
no se confiere la jurisdicción, puesto que ya la poseían tales tribunales, aunque eran
incompetentes.
3.– A través de la delegación se transmite también la jurisdicción a quien no la
posee. Por tanto, para evitar confusiones conceptuales y terminológicas, hay que distinguir
dos tipos de delegación: a) aquélla con la cual se confiere la jurisdicción a quien no la
posee en modo alguno, porque no es juez sin tal delegación, la cual confiere en el mismo
acto la respectiva competencia; y b) la delegación realizada en favor de un juez (o tribunal)
para que juzgue una causa para la que, sin la delegación, es incompetente, aunque ya posee
la jurisdicción. Este segundo tipo de delegación puede contener tanto la comisión como la
prórroga de la competencia 83.
Los Obispos diocesanos, que no están sometidos a la prohibición del c. 135 § 3,
pueden conceder el primer tipo de delegación (cc. 1419 § 1 y 1420 § 2); sin embargo,
respecto al segundo (en favor de un juez o tribunal preexistente a la delegación) sólo
pueden conferir la comisión para juzgar una causa (o tipos de causas) respecto a la cual el
tribunal es absolutamente incompetente porque, previamente, el Obispo (o los Obispos que
erigen un tribunal interdiocesano) había realizado una reserva, normalmente material (cc.
1420 § 2 y 1423 § 2). No parece posible, en efecto, la prórroga de un Obispo en favor de su
tribunal vicario, pues la competencia de ambos o coincide (en cuyo caso el Obispo no
puede prorrogar la competencia de la que carece), o si difiere es porque el Obispo ha
realizado una reserva, que convierte a su tribunal en absolutamente incompetente (y, por
tanto, la institución aplicable es la comisión de la competencia, no la prórroga). Si el
81
Cfr. c. 1445 § 3, 2º; Const. Ap. Pastor bonus, a. 124, 2º y 3º; SIGNATURA APOSTÓLICA, Decreti sulla
commissione, la proroga e altre questioni, cit., decreto n. 8, p. 731; ID., decreto, sin fecha, en F. DANEELS,
Brevis introductio ad declarationem, cit., p. 411.
82
Cfr. Normas orgánicas y procesales del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España,
cit., a. 37 § 2.
83
Vide § 8, a), 6.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
24
tribunal ha recibido la jurisdicción por delegación, también es absolutamente incompetente
para las causas no contempladas en la delegación, salvo para las causas «conexas» 84; por
tanto, no es posible la prórroga. Por otra parte, estas posibilidades de los Obispos sólo
pueden ser ejercidas dentro del ámbito (habitualmente territorial) de su jurisdicción (c.
1469; c. 201 § 2 del CIC 17), pues está prohibida la concesión de competencia que un
tribunal diocesano (a quo) haga en favor de otro (ad quem), aun contando con el
consentimiento de los Obispos respectivos 85. La justificación de esa prohibición es simple:
si el tribunal ad quem se considerase delegado del Obispo a quo, éste ejercería la
jurisdicción extra territorium, lo cual está vetado por el c. 1469 86; y, por otra parte, el
Obispo de la diócesis ad quem no puede conferir a su tribunal la competencia de la que él
mismo carece (que corresponde al Obispo de la diócesis a quo), aunque se trate de
incompetencia relativa.
b)
La tramitación de la comisión y de la prórroga ante la Signatura Apostólica
1.– Los Obispos sólo pueden realizar la delegación y la comisión dentro de sus
diócesis (salvo que se den las excepcionales circunstancias del c. 1469 § 1, o para recoger
pruebas: c. 1469 § 2) y sobre las materias no reservadas por el Romano Pontífice.
Cualquier otra modificación de la competencia sólo corresponde al Papa y al dicasterio
romano al que ha confiado, con algunos límites, dicha potestad para la generalidad de las
causas: la Signatura Apostólica. Las disposiciones que regulan la modificación de la
competencia por parte de la Signatura son: el c. 1445 § 3, 2º, el a. 124, 2º y 3º de la Const.
Ap. Pastor bonus, el a. 18, 2º y 3º de las Normae speciales de la Signatura (de 1968) y
algunos rescriptos de la Secretaría de Estado (cuyas facultades «ad tempus» han sido
prorrogadas) 87. Del conjunto de estas disposiciones – que no siempre utilizan con
precisión los términos «jurisdicción», «competencia», «prórroga» y «comisión» 88 – se
puede concluir que la Signatura Apostólica, en virtud de su potestad administrativa
equiparable a la de una «Congregación para la justicia», posee potestad vicaria para
conceder: a) la comisión a la Rota Romana para juzgar una causa en primera instancia (c.
1444 § 2); b) la prórroga a un tribunal periférico de primera instancia; c) la comisión a un
tribunal periférico de primera instancia para que juzgue en segunda o en tercera instancia;
d) la comisión a un tribunal periférico de segunda instancia para juzgar en segunda
84
Cfr. c. 1414. La doctrina difiere respecto al ámbito de la delegación que permite la conexión: para
unos sólo es posible en la delegación «universal» (cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 79, pp. 218-219);
para otros es posible también en la delegación ad casum (cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in
iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 78).
85
Cfr. los decretos de la Signatura Apostólica citados en las notas 37 y 38.
86
Cfr. nota 62.
87
Cfr. SECRETARÍA DE ESTADO, Rescritto al Prefetto della Segnatura Apostolica sulla commissione e la
proroga della competenza, 26 marzo 1974, en X. OCHOA, Leges Ecclesiae, vol. 5, n. 4279; ID., Rescritto al
Prefetto della Segnatura Apostolica su alcune facoltà riguardanti: il trasferimento delle cause ad un
tribunale diverso da quello competente, la dispensa dalle leggi di procedura e la sanazione di atti giudiziari
nulli, 21 mayo 1975, n. 1, en ibidem, n. 4384.
88
Cfr. J. LLOBELL, Centralizzazione normativa processuale, cit., pp. 465-475.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
25
instancia una causa de un tribunal del que no es de apelación, según la norma de los cc.
1438 y 1439, o en tercera instancia.
2.– En todos los casos son condiciones necesarias y cumulativas: a) la petición de
una parte y el consentimiento de la otra, aunque, a tenor del a. 124, 2º y 3º de la Const. Ap.
Pastor bonus, podría bastar con «oír» a la otra parte, a semejanza de la prescripción del c.
1673, 3º y 4º; b) la justa causa (imposibilidad de constituir el tribunal en la sede
competente por falta de personas idóneas, facilitar la instrucción, evitar traducciones, etc.);
y c) que las comisiones sean ad casum («per cause singole»). La Signatura puede conceder
prórrogas estables de la competencia, que suelen ser ad tempus, a petición del Obispo a
quo con el consentimiento del Obispo del tribunal ad quem (c. 1445 § 3, 2º; Const. Ap.
Pastor bonus, 124, 3º). Sin embargo, es necesaria la aprobación del Romano Pontífice para
las comisiones en segunda o tercera instancia estables, o en cuarta o ulterior instancia ad
casum (cfr. rescripto del 1974, citado).
3.– En la actualidad existen tribunales locales estables de tercera instancia en
España (la Rota de la Nunciatura) y en Hungría (el tribunal del Primado), habiendo sido
suprimidos los de Polonia, Lituania y para la archidiócesis de Colonia (Alemania), ya que
la Santa Sede tiende a evitar estas excepciones para que la Rota Romana sea el único
tribunal estable de tercera instancia y cualquier parte pueda apelar (en segunda instancia) a
ese tribunal sin necesidad del consentimiento de la otra parte 89.
4.– La Signatura puede también modificar la perpetuatio iurisdictionis (c. 1512,
2º), transfiriendo la causa a otro tribunal, cuando se comprobaran graves violaciones de la
ley procesal y tal situción no fuera remediable sustituyendo los jueces (cfr. cc. 1450 y
1624). Para determinar el nuevo tribunal (se tratará siempre de una comisión) hay que oír el
parecer de las partes (rescripto del 1975). El Decano de la Rota Romana, en virtud de unas
facultades extraordinarias concedidas por el Romano Pontífice, también puede modificar la
perpetuatio iurisdictionis avocando la causa a la Rota cuando, conociendo de la misma
incidentalmente, resultaran irregularidades tan graves que hicieran presumir la ilegitimidad
(procesal o sustantiva) de la sentencia definitiva del tribunal inferior 90.
c)
La prórroga ilegítima
1.– A pesar de ser evidente la voluntad de reservar a la Santa Sede la modificación
de los títulos de competencia, el ordenamiento canónico reconoce la prórroga de hecho
cuando el tribunal relativamente incompetente no rechaza la demanda y la parte demandada
no interpone la excepción declinatoria de incompetencia (ante el juez que ha citado al
demandado) antes del decreto de litis contestatio (cc. 1505 § 2, 1º, 1459-1461) 91.
89
Cfr. Z. GROCHOLEWSKI, De ordinatione ac munere tribunalium in Ecclesia ratione quoque habita
iustitiae administrativae, en «Ephemerides Iuris Canonici» 48 (1992), p. 55; J.-C. PERISSET, Questions
canoniques concernant les Pays sortis de la domination communiste dans l’Est Européen, en «Revue de
Droit Canonique» 43 (1993), p. 209.
90
91
Cfr. nota 77.
Cfr. sentencia coram Sabattani, 13 marzo 1958, en SRRD, 50, 1958, pp. 143-155; sentencia coram
Huot, 2 febrero 1984, cit., nn. 6, 18 y 20.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
26
2.– La voluntad del ordenamiento de prohibir cualquier modificación de los títulos
de competencia sin la intervención expresa del competente dicasterio de la Curia romana se
manifiestó en la génesis del CIC 17 y en diversas intervenciones legislativas y
administrativas de la Santa Sede, que subrayaron la naturaleza ad validitatem de algunos
requisitos de los títulos de competencia para las causas matrimoniales 92. Por eso,
apartándonos del parecer generalizado de la doctrina 93 y de la jurisprudencia, pensamos
que la voluntad del legislador de los Códigos de 1917 y de 1983 es que el tribunal
incompetente (con incompetencia absoluta y relativa) sigue siendo incompetente tras el
decreto de litis contestatio, decreto que sólo produce efectos respecto al objeto de la
controversia (cc. 1513-1516), no respecto a la competencia del tribunal incompetente (c.
1512, 2º).
3.– Porque la incompetencia (absoluta y relativa) del tribunal no queda «sanada»,
son posibles las sanciones personales (a los jueces y a los patronos) previstas en los cc.
1457 § 1 y 1488, aunque difieren los efectos de los dos tipos de incompetencia sobre la
sentencia: si la incompetencia es absoluta, la sentencia será insanablemente nula (c. 1620,
1º); si la incompetencia es relativa, la sentencia es, en principio, inimpugnable por tal
violación autónoma de la ley. Decimos «en principio» porque el c. 1460 § 2 ha introducido
la posibilidad de la querella de nulidad y de la restitutio in integrum contra la decisión
judicial que rechaza la excepción de incompetencia relativa. De este modo se manifiesta
una cierta incongruencia del sistema. Por una parte, el CIC no ha incluido los títulos de
competencia matrimonial – que, en la praxis canónica, originan la inmensa mayoría de las
causas 94 – entre los de competencia absoluta, como, sin embargo, hacen los ordenamientos
civiles, al menos con las causas en las que está directamente implicado el bien público (p.
ej., en las causas matrimoniales) 95. Por otra parte, el CIC 83 ofrece algunas impugnaciones
de difícil aplicación e interpretación teórica, que debilitan la estabilidad y la seguridad de
las relaciones jurídicas sometidas a un juez relativamente incompetente 96. Sin embargo,
lograr tal estabilidad y seguridad fue el motivo que justificó la no nulidad autónoma de la
sentencia de dicho juez; por lo que la normativa puede ser considerada como incongruente.
En efecto, afirmar la nulidad de la sentencia del juez incompetente (al menos en las causas
de nulidad del matrimonio) proporciona mayor seguridad sobre el valor de la sentencia que
92
Vide el comentario al § 4 del Tít. sobre las causas matrimoniales y al c. 1673.
93
Vide una de las pocas excepciones a esa «communis opinio» en A. BERNÁRDEZ CANTÓN, Tratamiento
jurídico de la competencia territorial o relativa en las causas matrimoniales, en Dimensiones jurídicas del
factor religioso. Estudios en homenaje al Prof. López-Alarcón, Murcia 1987, pp. 65-79.
94
Vide los comentario a los §§ 1 y 4 del Tít. sobre las causas matrimoniales y al c. 1673.
Cfr. A. DE LA OLIVA – M.A. FERNÁNDEZ, Lecciones de derecho procesal, vol. 1 , 2ª ed., Barcelona
1984, pp. 233-236.
95
96
Cfr. J. LLOBELL, Il giudicato nelle cause sullo stato delle persone. Note sulla dottrina di Carmelo de
Diego-Lora, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp. 283-313; ID., Perfettibilità e sicurezza della norma canonica.
Cenni sul valore normativo della giurisprudenza della Rota Romana nelle cause matrimoniali, en
PONTIFICIUM CONSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, «Ius in vita et in missione Ecclesiae». Acta
Symposii Internationalis Iuris Canonici, in Civitate Vaticana celebrati diebus 19-24 aprilis 1993, Città del
Vaticano 1994, pp. 1231-1258, § 8; S. VILLEGGIANTE, Le questioni incidentali, en Il processo matrimoniale
canonico, cit., pp. 665-672.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
27
afirmar el principio de la validez (por tratarse de incompetencia relativa) y, al mismo
tiempo, introducir impugnaciones que quiebran tal principio 97. De todos modos, las nuevas
impugnaciones previstas en el c. 1460 § 2 garantizan, a la parte que interpuso la excepción,
la protección del derecho a ser juzgada por el tribunal competente, lo que supone un
importante progreso legislativo del CIC 83 respecto al CIC 17.
4.– La más reciente doctrina canónica justifica la interpretación tradicional del
sistema normativo argumentando que se trata de una concesión en la que el legislador
«corre un riesgo calculado», pues no considera necesario el respeto de los títulos de
competencia para garantizar que el juicio sea secundum veritatem 98; o bien, porque el c. 10
no considera inhábil al juez relativamente incompetente 99.
Respecto a la primera objeción, la experiencia (manifestada en las disposiciones para
proteger el respeto de los títulos de competencia en las causas de nulidad matrimonial)
demuestra la directa conexión entre la violación de los títulos de competencia y de los
motivos que justifican la declaración secundum veritatem de la nulidad del vínculo
matrimonial 100.
Respecto al carácter no inhabilitante de la incompetencia relativa, hay que observar
que el c. 10 distingue entre la nulidad del acto (de la sentencia en nuestro caso) y la
inhabilidad del sujeto (del juez). Es cierto que, según el c. 124 § 1, no podría afirmarse la
inhabilidad del tribunal, puesto que la ley no establece la sanción típica del acto realizado
por la persona inhábil: en nuestro caso, la nulidad de la sentencia dictada por el juez
relativamente incompetente. Este planteamiento comporta considerar que la incompetencia
absoluta deriva de principios de derecho público (que se observe el orden procesal
determinado para proteger el bien público), mientras que la incompetencia relativa
provendría de meros principios de derecho privado (en beneficio de la «comodidad» de las
partes) y, por tanto, los respectivos títulos serían renunciables por la partes 101. Sin
embargo, el c. 1407 § 1 utiliza una fórmula de naturaleza inhabilitante: «nemo in prima
instantia conveniri potest, nisi coram iudice ecclesiastico qui competens sit ob unum ex
titulis qui in cann. 1408-1414 determinantur» 102. Tratándose de una cuestión de derecho
eclesiástico, el legislador ha querido sanar la consecuencia inmediata de la inhabilidad (la
nulidad de la sentencia), conservando los efectos personales de la violación del c. 1407 § 1,
motivo por el cual son posibles las sanciones del c. 1457 § 1, aunque la sentencia sea
válida, dando lugar a una «inhabilidad debilitada». La justificación doctrinal del vigente
sistema legal (con una rigorosa coherencia lógica, demostrativa de la incoherencia
97
Cfr. J. LLOBELL, Centralizzazione normativa processuale, cit., pp. 465-477.
98
Cfr. P.A. BONNET, Les jugements en général, cit., § 2.1.2.
99
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 84-85 y 109-110.
100
Cfr. c. 1488 § 2 y la sentencia coram Huot, 2 febrero 1984, cit.
Cfr., por todos, F.X. WERNZ – P. VIDAL, Ius Canonicum, vol. 6: De processibus, Romae 1949, n. 47,
p. 53-55.
101
102
Cfr. c. 39, sobre los actos administrativos.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
28
sustancial del sistema) conduce a una afirmación contradictoria: se dice que el juez
«relativamente incompetente» es, sin embargo, «absolutamente competente» 103.
A favor de nuestra tesis cabe invocar otro razonamiento, directamente relacionado
con el fundamento eclesiológico de la potestad del Obispo diocesano. La pertenencia al
Colegio Episcopal (por la mera recepción de la plenitud del sacramento del Orden)
comporta una cierta potestad de cada Obispo sobre toda la Iglesia 104. Sin embargo, en cada
diócesis – aparte de la potestad del Romano Pontífice (cc. 331, 333, etc.) – la potestad
ordinaria, propia e inmediata corresponde sólo al Obispo diocesano 105. La potestad de los
otros Obispos – y, aún más, de sus tribunales – se ve limitada por este dato eclesiológico,
que proporciona al concepto canónico de incompetencia (relativa) una naturaleza y una
«fuerza» diversas de las que esa misma institución posee en los ordenamientos civiles. Los
tribunales de cada Estado reciben la jurisdicción y los límites de su ejercicio (la
competencia) de la misma «fuente» de poder («el pueblo soberano», en las democracias
106). Sin embargo, los tribunales canónicos reciben la jurisdicción del titular de la potestad
propia (el Obispo diocesano), con los límites de la competencia establecidos por el
Romano Pontífice en las leyes, sin que la potestad de cada Obispo – y de su tribunal – sea
eclesiológicamente «intercambiable» con la del Pastor de otra diócesis.
d)
Momento del proceso en que se determina el tribunal competente
Respecto al «momento» del proceso en que se determina cuál es el tribunal
competente deben ser señalados algunos criterios prácticos:
a’) El tribunal incompetente en el momento de recibir la demanda debe
rechazarla (cc. 221 § 1, 1505 §§ 1 y 2, 1º).
b’) El c. 1512, 2º indica que la perpetuatio iurisdictionis corresponde al juez
que posee un título legítimo de competencia en el momento en «que haya sido notificada
legítimamente la citación [al demandado] o que las partes hayan comparecido ante el juez
para tratar la causa» 107. Por tanto, no basta ser competente en el momento de aceptar la
demanda y de dictar el decreto de citación; es necesario serlo en el momento en que la
citación es notificada al demandado.
c’) No se puede invocar como título de competencia el haber poseído la
perpetuatio iurisdictionis (en una causa para la que el tribunal era competente), pero cuya
instancia caducó (c. 1520) o fue objeto de renuncia (cc. 1524-1525), no habiendo sido
103
Cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can.1407, en ed. cit.; M.J. ARROBA, Diritto processuale
canonico, cit., pp. 84-85, 115-116. En el sistema del CIC 17, el concepto de «prórroga prohibida pero válida»
no sólo vanificaba los títulos relativos de competencia «concurrentes» (como sucede en la legislación
vigente), sino que consentía la violación de los «fueros necesarios» establecidos en el c. 1560, que eran títulos
de competencia relativa (cfr. c. 1559 §§ 1 y 2).
104
Cfr. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decr. Christus Dominus, nn. 2-6; cc. 336, 967 § 1, etc.
105
Cfr. Decr. Christus Dominus, n. 8; c. 381.
106
Cfr. Constitución Española, 6 diciembre 1978, a. 117, 1º; Costituzione della Repubblica Italiana, 27
diciembre 1947, a. 101.
107
Cfr. c. 1507 § 3. Vide los comentarios a esos cánones.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
29
dictada, por tanto, la sentencia definitiva (c. 1517). En este caso, salvo que la acción haya
prescrito (c. 1492 § 1) o se haya renunciado a la misma (c. 1485), es posible iniciar una
nueva instancia, del mismo grado de la que no concluyó con la sentencia, sobre la misma
causa: no existiendo una decisión judicial sobre el fondo, no es aplicable el principio «ne
bis in idem». La nueva demanda podrá presentarse ante el mismo tribunal si continúa
siendo competente, pues la antigua competencia (aquélla que consintió el proceso
caducado) no constituye, de por sí, un título autónomo de competencia: no existe el que
denominamos «fuero histórico» al comentar una respuesta de la CPI 108.
d’) Si una de las partes pasa a poseer alguna de las condiciones previstas en
el c. 1405 §§ 1 y 3, el tribunal que ya ha citado al demandado pierde la perpetuatio
iurisdictionis, salvo que fuera el previsto por ese canon, y debe trasladar la causa al nuevo
tribunal subjetivamente competente 109. Para determinar las diversas posibilidades, según la
fase del proceso, del efecto de esta incompetencia absoluta sobrevenida pueden ser útiles
algunos criterios tomados de «las leyes dadas para los casos semejantes» (c. 19) 110.
7.
La inmunidad del Romano Pontífice (c. 1404)
Concordancias: cc. 331, 333 § 3, 361, 1405 § 2, 1629, 1º.
1.– Subjetivamente, la expresión «Primera Sede» del canon se refiere tan sólo al
Romano Pontífice, como explícitamente señala el c. 1058 del CCEO. Es evidente, dada «la
naturaleza y el contexto» de la disposición (c. 361), que cualquier otro fiel está sometido a
alguna jurisdicción canónica, aunque esté revestido de las más altas dignidades
sacramentales o jurisdiccionales (c. 1405).
2.– Los actos de cualquier órgano eclesiástico – salvo del Romano Pontífice y del
Concilio Ecuménico, que es también titular de la suprema potestad (cc. 336 y 337 § 1) y
presupone la intervención del Papa (c. 341 § 1) – también están sometidos a diversos
controles:
a)
A nivel periférico (iglesias particulares, etc.). La potestad legislativa es
«controlada» por el Romano Pontífice (a través de los dicasterios de la Curia romana) por
el trámite de la recognitio (cc. 446 y 455 § 2) y mediante el recurso previsto por el a. 158
de la Const. Ap. Pastor bonus. La potestad judicial está sometida a las diversas
impugnaciones de la sentencia (ante otros tribunales periféricos o de la Santa Sede). Por
último, la legitimidad y la justicia de los actos de la potestad administrativa o ejecutiva se
garantiza, inmediatamente, por el trámite de los recursos jerárquicos y, mediatamente (una
vez agotada la vía administrativa ante la Curia romana), en vía judicial, por el trámite del
contencioso-administrativo (cc. 149 § 2, 1400 § 2 y 1445 § 2).
108
Cfr. Responsio 2ª ad propositum dubium in plenario coetu diei 29 aprilis 1986. Summus Pontifex
Ioannes Paulus II die 17 maii 1986 eam publicari iussit, en AAS, 78, 1986, 1324; J. LLOBELL, Acción,
pretensión y fuero del actor en los procesos declarativos de la nulidad matrimonial, en «Ius Canonicum» 27
(1987), pp. 639-642.
109
Cfr. J. OCHOA, I titoli di competenza, cit., p. 143; F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 149, p. 434.
Vide el § 8, a), 5.
110
Cfr. las disposiciones transitorias del M.P. Sollicita cura, cit.; J. LLOBELL, Il tribunale di appello del
Vicariato di Roma, cit., pp. 274-277. Vide el § 8, a) n. 5.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
30
b)
A nivel de la Curia romana. La potestad legislativa stricto sensu no es
posible sin la explícita intervención del Romano Pontífice (cc. 29 y 30; Const. Ap. Pastor
bonus, a. 18); por eso, no existe el derecho a impugnar una norma del legislador universal.
Los actos de la potestad administrativa, no confirmados en forma específica por el Romano
Pontífice (c. 1405 § 2), son susceptibles del contencioso-administrativo (los actos de la
Sección tercera de la Signatura Apostólica ante la Sección segunda). Finalmente, todas las
decisiones judiciales de los tribunales apostólicos admiten alguna impugnación: las
decisiones válidas de primera instancia sobre el fondo de la causa a través de la apelación
ante otro turno del mismo tribunal; las otras decisiones, a través de la querella de nulidad,
la restitutio in integrum y la nova causae propositio, según los ámbitos de competencia de
cada tribunal apostólico y las normas de la respectiva impugnación, procedentes del
derecho común y del particular de cada tribunal apostólico 111.
3.– La disposición del c. 1404 no comporta la carencia de límites de la potestad del
Romano Pontífice, quien está sometido a las normas del derecho divino (natural y
positivo), entre las que se incluye el no poder privar de significado la potestad de los
Obispos diocesanos 112. Sin embargo, el ordenamiento canónico no reconoce jurisdicción
alguna sobre la persona del Romano Pontífice ni sobre sus actos jurídicos 113. Siendo la
disposición del c. 1404 directamente reconducible al derecho divino y, por tanto,
indisponible por parte del mismo Romano Pontífice, no es posible afirmar que el principio
«Prima Sedes a nemine iudicatur» pueda sufrir alguna limitación proveniente de los
convenios internacionales ratificados por la Santa Sede, los cuales son parte del
ordenamiento canónico (c. 3). Si alguna de tales convenciones preveyera el sometimiento
de la suprema autoridad de las comunidades signatarias de tal pacto a algún órgano
jurisdiccional (de la propia comunidad o internacional), la Santa Sede no podría subscribir
ese tratado sin una explícita reserva (excluyente) acerca de dicho sometimiento del
Romano Pontífice (cfr. c. 365 § 1, 2º) o, si lo hubiera firmado, debería «denunciarlo».
Diversa sería la situación derivada de exigencias provenientes de los acuerdos
internacionales firmados por la Santa Sede que fueran contrarias a las disposiciones de la
legislación interna canónica no exigidas por el derecho divino. En tal caso, si no existiera
la explícita reserva, las exigencias de tales pactos serían normas canónicas que derogarían
la legislación interna (c. 3). Ejemplos de hipotéticas exigencias procesales para el derecho
canónico derivadas de acuerdos internacionales podrían ser la necesidad de la defensa
técnica (del abogado) en cualquier proceso o procedimiento, del doble grado de
jurisdicción (el derecho de apelación), de la motivación de la sentencia, etc.
111
Cfr. c. 1444 § 1, 2º y § 2; SIGNATURA APOSTÓLICA, Normae speciales, 25 marzo 1968, cit., aa. 77 y
82; ID., sentencia coram Fagiolo, 27 febrero 1993, cit. en J. LLOBELL, Note sull’impugnabilità delle decisioni
della Segnatura Apostolica, cit., pp. 684-687 y 697-698; G. MONTINI, De querela nullitatis deque restitutione
in integrum adversus sententias Sectionis Alterius Supremi Signaturae Apostolicae Tribunalis, en
«Periodica» 82 (1993), pp. 669-697.
112
Cfr. J. HERVADA, Estructura y principios constitucionales del gobierno central, en «Ius Canonicum»
22 (1971), p. 51; E. LABANDEIRA, Tratado de Derecho Administrativo Canónico, cit., p. 167; J. LLOBELL,
Centralizzazione normativa processuale, cit., pp. 432-435.
113
Vide los comentarios a los cc. 333 § 3, 1405 § 2 y 1629, 1º.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
8.
31
Las «causas mayores» (c. 1405)
Concordancias: cc. 29, 30, 333 § 3, 1417, 1444 § 2.
a)
Causas reservadas o avocadas al juicio del Romano Pontífice (§ 1)
1.– Los supuestos contemplados en el c. 1405 originan las llamadas «causas
mayores», que son de dos tipos: 1º) a iure, cuando el supuesto concreto es descrito por la
norma, y 2º) ab homine, cuando se trata de la avocación de una causa no reservada
explícitamente por la ley (§ 1, 4º y c. 1444 § 2). La reserva posee una limitación material:
se debe tratar de causas pertenecientes a la jurisdicción propia (no es necesario que sea
exclusiva) de la Iglesia (vide cc. 1401 y 1671). Por tanto, en la medida en que la Iglesia
haya renunciado al privilegio del fuero 114, los procesos en los que una parte sea una de las
personas indicadas en el c. 1405, sobre las materias no exclusivas de la jurisdicción
canónica, pueden pertenecer a la doble jurisdicción, civil y canónica (causas de «fuero
mixto»), según las normas de competencia de cada ordenamiento.
2.– La expresión «causas spiritualibus adnexas» (c. 1401, 1º) es muy amplia,
pudiendo considerarse tales, por razón de las partes en causa, cualquier controversia entre
personas sometidas al ordenamiento canónico (cfr. 1 Cor 4-6) – especialmente si la parte
demandada posee una particular relevancia eclesiástica 115 – o cuando un no bautizado (por
ej., un catecúmeno), por motivos de conciencia, desea demandar a una persona sujeta al
ordenamiento canónico (c. 1476). Según un criterio objetivo, se incluyen entre las «causas
spiritualibus adnexas», por ej., el matrimonio (sacramental o no 116), los actos civiles
aseverados mediante el juramento en que se pone a Dios por testigo (cc. 1199 § 1 y 1200 §
1), los delitos tipificados por el derecho canónico y civil, los contratos con relevancia en
ambos ordenamientos (cfr. c. 1290), etc.
3.– En todas las causas de fuero mixto en que la parte demandada sea una persona
indicada en el c. 1405, el actor (bautizado o no: c. 1476) que desee someter la controversia
a la jurisdicción de la Iglesia deberá dirigirse al Romano Pontífice o a la Rota Romana. La
negación de ejercer esta jurisdicción por motivos de oportunidad (complejidad de la causa
sujeta a las disposiciones del derecho civil, previsibles dificultades para ejecutar la
sentencia, etc.) podría suponer una omisión que consentiría la imposición de sanciones (c.
1457 § 1).
4.– Los comentaristas del CIC 17 no eran concordes respecto a si la competencia
subjetiva determinada en el c. 1557 (similar al vigente c. 1405) era aplicable en beneficio
de cualquiera de las dos partes o sólo en favor de la parte demandada 117. Lega sostenía la
114
Vide supra el comentario al § 3, f) del presente Tít.
115
Cfr. coram Palestro, decreto del 13 abril 1988 y sentencia del 15 junio 1988, en «Ius Ecclesiae» 1
(1989), pp. 581-614; J. LLOBELL, Aspetti del diritto alla difesa, il risarcimento dei danni e altre questioni
giurisdizionali in alcune recenti decisioni rotali, en ibidem, pp. 587-611.
116
Cfr. SIGNATURA APOSTÓLICA, Dichiarazione sulla giurisdizione della Chiesa riguardo al matrimonio
celebrato tra due acattolici, 28 mayo 1993, en «Ius Ecclesiae» 6 (1994), p. 366. Vide el comentario a los cc.
1671 y 1672.
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 33-36; F.
ROBERTI, De processibus, cit., n. 63, p. 187.
117
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
32
primera posición invocando la «mente y la voluntad del legislador» (CIC 17 c. 18, CIC 83
c. 17), argumento que debe ser tenido en consideración, puesto que Lega fue uno de los
principales redactores del Libro «De processibus». El vigente c. 1405 parece conforme con
este planteamiento, constituyendo un fuero necesario, independientemente de que tales
personas sean la parte actora o la demandada. A favor de esta interpretación – que supone
una excepción, no aceptada por parte de la doctrina 118, al principio según el cual el actor
sigue el fuero del demandado – se puede invocar la mens legislatoris y la ratio legis. Si la
ley no establece ningún privilegio, sino que quiere proteger la dignidad de las funciones
públicas desempeñadas por esas personas – más que las personas físicas – y la
independencia de los jueces 119, tales argumentos son aplicables tanto si dichas personas
son actoras o demandadas. Por otra parte, el principio «actor forum rei sequitur» – aplicado
a estas causas – era utilizado por el derecho precodicial en el contexto del «privilegio del
fuero», según el cual la persona eclesiástica podía ser demandada sólo ante un tribunal de
la Iglesia, con independencia del objeto de la controversia, mientras que si un eclesiástico
se dirigía contra un laico – en materias no pertenecientes a la jurisdicción exclusiva de la
Iglesia – debía recurrir al tribunal civil 120. En consecuencia, el principio «actor forum rei
sequitur» sólo se aplica necesariamente en las causas de primera instancia de competencia
relativa en las que no existe un fuero concurrente con el del domicilio de la parte
demandada, no en las causas de competencia absoluta material, subjetiva o funcional.
5.– Como ya hemos apuntado (vide § 6, d, d’), si se adquiere alguna de las
condiciones jurídicas subjetivas previstas en el c. 1405, estando pendiente una causa ante
cualquier otro tribunal canónico (en primera o en segunda instancia), se originará una
incompetencia absoluta sobrevenida que debe ser declarada ex officio 121. Se trata del único
criterio de competencia cuya modificación es posible a iure, que da lugar a una
excepcional interrupción de la «perpetuatio iurisdictionis». Todos los actos de la causa y
del proceso (cc. 1472, 1522, 1451 § 2) realizados hasta el momento son válidos, debiendo
ponerse a disposición del Romano Pontífice o del tribunal en quien delegue la causa, sin
necesidad de la notificación prevista en el c. 1417 § 2 122, puesto que no se trata de una
avocación ab homine sino a iure. El criterio del c. 1518, 2º (para el supuesto en que una
parte «cambia de estado») permite dictar la sentencia al tribunal sobrevenidamente
incompetente que haya dictado el decreto de «conclusión de la causa» (c. 1599 § 3); sin
embargo, si no se hubiera dictado tal decreto, la instancia debe ser suspendida y proseguida
ante el tribunal pontificio (c. 1518, 1º), pues el tribunal periférico pasa a ser absolutamente
incompetente. La reserva en favor del Romano Pontífice no exige que la causa sea juzgada
por él personalmente; el c. 331 indica que el Romano Pontífice ejerce la potestad
«libremente». Habitualmente, el Papa juzga estas causas a través de jueces delegados:
auditores de la Rota Romana, una comisión cardenalicia, etc., dependiendo de las
circunstancias del caso.
118
Cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can.1405, en ed. cit.
119
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 220; J. OCHOA, I titoli di competenza, cit., pp. 143-144.
120
Cfr. E.F. REGATILLO, Institutiones iuris canonici, 4ª ed., vol. 2, Santander 1951, n. 342, p. 218.
121
Cfr. cc. 1459 § 1 y 1461.
122
Cfr. SIGNATURA APOSTÓLICA, litt. circ. De effectibus, quoad exercitium iurisdictionis iudicis
competentis, recursus ad Romanum Pontificem, 13 diciembre 1977, en AAS, 70, 1978, 75.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
33
6.– La regulación de la potestad judicial delegada posee una gran tradición
canónica, que fue profundamente modificada por el CIC 17 123. En la vigente disciplina no
se puede apelar la sentencia del delegado ante el delegante, constituyendo ambos un mismo
tribunal, a semejanza de la decisión del juez con potestad vicaria respecto al Ordinario
propio (c. 1420 § 2). El c. 1880, 2º del CIC 17 indicaba: «No hay lugar a apelación de la
sentencia del juez delegado por la Santa Sede para ver una causa, con la cláusula ‘excluida
la apelación’ (‘appellatione remota’)». En el derecho precodicial eran frecuentes las
delegaciones del Romano Pontífice en favor de un juez que – porque juzgaba lejos de
Roma, en condiciones a menudo complicadas – fácilmente podía actuar contra legem o
injustamente. Por ello, incluso con la cláusula «appellatione remota» – que sólo podía
poner el Romano Pontífice o el Concilio Ecuménico 124 –, se consentía la impugnación de
la sentencia del delegado ante el Romano Pontífice 125. El canon 1880, 2º fue interpretado
como prohibición de recurrir contra el fondo de la causa (la apelación stricto sensu),
consintiendo sin embargo la impugnación por otros motivos 126.
En el derecho vigente, en el caso del delegado para las causas del c. 1405 § 1, la
sentencia debe ser considerada formalmente como dictada por el Romano Pontífice, que es
el único juez competente para tales causas. Por tanto, salvo que en la comisión de la causa
no se indique otra cosa, dicha sentencia no sólo es inapelable, sino que no es susceptible de
alguna impugnación (c. 333 § 3), salvo la «aperitio oris» o el «beneficium novae
audientiae», que son solicitudes de gracia, no impugnaciones 127. Sin embargo, las causas
juzgadas por la Rota Romana en primera instancia (en cuanto tribunal delegado 128, no
cuando el Romano Pontífice designa directamente, intuitu personae, los miembros del
tribunal delegado, aunque todos ellos sean jueces rotales) sí son apelables ante la misma
Rota, «si en el rescripto de comisión no se indica otra cosa» (c. 1444 § 2, b).
7.– «Quienes ejercen la autoridad suprema de un Estado» (§ 1, 1º). En el derecho
precodicial esta reserva no estaba sancionada por ley alguna, siendo una costumbre vigente
en la Curia romana (al menos en las causas matrimoniales), costumbre que no comportaba
la incompetencia de los Obispos diocesanos 129. El c. 1557 § 1, 1º del CIC 17 incluía en
este supuesto a los hijos e hijas y «a aquellos a quienes compete el inmediato derecho de
123
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., nn. 140-143, pp. 408-421.
124
Cfr. F.X. WERNZ, Ius Decretalium, vol. 5/1, Prati 1914, p. 538.
125
Cfr. Inocencio III, decretal Pastoralis oficii, X 2.28.53.
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 2, Romae 1950, pp.
980-981.
126
127
Cfr. la controvertida sentencia coram Parrillo, 30 enero 1923, n. 4, en SRRD, 15, 1923, pp. 17-21; V.
GÓMEZ-IGLESIAS, El Primado Romano: la revisión de sus actos y la «aperitio oris», (tesis doctoral en
Derecho), Pamplona 1985, pp. 544-616; E. LABANDEIRA, Tratado de Derecho Administrativo Canónico, cit.,
pp. 450-459; M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 417; E.F.
REGATILLO, Institutiones iuris canonici, cit., n. 594, p. 341.
128
Cfr. S. ROMANA ROTA, Normae S. Romanae Rotae Tribunalis, 16 enero 1982, a. 25 § 2, en AAS, 74,
1982, 490-517.
129
Cfr. F.X. WERNZ, Ius Decretalium, 2ª ed., vol. 4/2, Prati 1912, pp. 683-684.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
34
sucesión en la soberanía». El c. 5 del Schema 1976 130 reproducía esta redacción que, en
1978, fue modificada formulándose la vigente versión 131. Algunos miembros de la
comisión propusieron la total supresión de este título de competencia, considerándolo «un
residuo medieval» (ibidem). Sin embargo, se consideró oportuno conservarlo, con la actual
redacción, porque «aunque sea un caso rarísimo, (...) conviene que sea juzgado por el
Romano Pontífice, quien goza de la suficiente independencia» (ibidem). Parte de la
doctrina más reciente no acepta esta justificación por considerarla «poco digna respecto a
los otros tribunales, incluida la Rota Romana», y porque existen otras funciones públicas
(por ej., los Presidentes del gobierno) que, pudiendo ejercer igual presión sobre los
tribunales, no están incluidas en este supuesto 132. Compartimos la opinión de Ochoa –
cuya exposición seguimos en diversos puntos –, según la cual la reserva no comporta un
privilegio, sino una manifestación de deferencia del ordenamiento canónico hacia la
función pública de la que es investida tal persona. El argumento de la independencia
judicial – aducido por la comisión codificadora, siguiendo la tradición 133 – es también
importante pues, aunque este título no proteja todas las hipótesis que tal vez lo merecieran,
sirve para acentuar la necesidad de tutelar enérgicamente los principios constitutivos del
proceso (de los que la independencia judicial es piedra angular) en otros casos, como en el
proceso penal o en el contencioso-administrativo.
Sólo son contemplados los «Jefes de Estado», cualquiera que sea la denominación
que reciban (rey, presidente de la república, etc.), que lo sean de hecho en el momento de
iniciar el proceso, según las normas nacionales e internacionales que definen aquella
condición jurídica, aunque no la puedan ejercer por encontrarse impedidos, en el exilio, etc.
Tratándose de materias sobre las que la Iglesia posee jurisdicción, es indiferente que el Jefe
de Estado sea bautizado o no (c. 1476). Este título no comprende al consorte 134; sin
embargo, en las causas del consorte en las que el Jefe de Estado sea también parte
(litisconsorte o enfrentada), como en las causas de nulidad del matrimonio o de separación
(cc. 1674 y 1694), se producirá neceseriamente la reserva en favor del Romano Pontífice.
Si cesa la condición de Jefe de Estado después de la citación, la competencia no sufre
modificación alguna (c. 1512, 2º); sin embargo, si tal condición es adquirida estando
pendiente una causa, se producirá la citada incompetencia absoluta sobrevenida, que
comporta la pérdida de la «perpetuatio iurisdictionis» del tribunal periférico en favor del
indicado en el c. 1405.
8.– «Los Cardenales» (§ 1, 2º), desde que su creación se hace pública «en
presencia del Colegio Cardenalicio» (c. 351 § 2) reunido en Consistorio (c. 353). Los
Cardenales «in pectore» no están incluidos en esta reserva pontificia a iure (c. 351 § 3).
Siendo un nombramiento vitalicio, la reserva de la competencia continúa aunque cesen en
130
Cfr. PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI RECOGNOSCENDO (PCCICR), Schema canonum de
modo procedendi pro tutela iurium seu de processibus, Typis Polyglottis Vaticanis 1976.
131
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 220.
132
Cfr. J. OCHOA, I titoli di competenza, cit., pp. 142-144.
133
Cfr. F.X. WERNZ, Ius Decretalium, vol. 4/2, cit., p. 684.
134
En sentido diverso, cfr. P.V. PINTO, I processi, cit., n. 26, p. 67.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
35
su oficio a los 75 ó a los 80 años de edad 135. Evidentemente, las causas previstas en esta
reserva (como en todas las otras reservas del c. 1405) son aquéllas provenientes de actos de
naturaleza «civil» («contenciosa»: patrimoniales, estado de las personas, etc.) o penal (c.
1400 § 1), no de los actos administrativos realizados por tales personas en cuanto titulares
de la potestad administrativa («contencioso-administrativa»: cc. 1400 § 2 y 1445 § 2); sin
embargo, si los titulares de potestad administrativa, en el ejercicio de la misma, actúan
ilegítimamente, pueden ser demandados personalmente en un proceso penal o contencioso
para «reparar el daño causado» (c. 128), ante el tribunal competente.
9.– «Los Legados de la Sede Apostólica» (§ 1, 3º, a). El Código utiliza en este
canon una terminología diversa de la empleada en el Tít. de los cc. 362-367 («Legados del
Romano Pontífice»). La terminología del presente canon, que reproduce la del CIC 17, es
formalmente más amplia (c. 361), aunque materialmente coincidente. Los Legados pueden
desempeñar funciones diversas (estables o «ad casum») como representantes de la Santa
Sede ante organismos eclesiales o internacionales: Nuncios, Pro-Nuncios, Internuncios,
Delegados Apostólicos, Observadores, etc. La reserva del c. 1405 se aplica en dos
supuestos: en cualquier género de causas en las que el Legado sea parte procesal durante su
misión («durante munere») 136 y en aquellas causas que tengan como materia (penal o
contenciosa) actos realizados por los Legados en el ejercicio de su misión, aunque en el
momento de iniciar el proceso hayan perdido la condición de Legados. Por tanto, la reserva
reviste una amplitud bien diferenciada según la estabilidad de la representación.
10.– «Los Obispos en las causas penales» (§ 1, 3º, b). En esta reserva están
comprendidos todos los consagrados Obispos, con independencia del oficio que
desempeñen, y sólo ellos 137. En efecto, la reserva se funda en la «deferencia» hacia la
plenitud del sacramento del orden que poseen los Obispos, también aquéllos sin otra
potestad de jurisdicción que la proveniente de su pertenencia al Colegio Episcopal 138.
Quienes, sin ser Obispos, desempeñan el oficio de ordinarios propios en una estructura
jurisdiccional secular, poseen la potestad de jurisdicción «episcopal» 139, pero no están
incluidos en esta reserva. Los comentaristas del CIC 17 ofrecían soluciones muy diversas a
la cuestión: unos negaban la reserva al Romano Pontífice de las causas penales de quienes
rigen una diócesis sin ser Obispos, y afirmaban la reserva a la Rota para las causas
contenciosas de esas mismas personas 140; otros pensaban que la reserva de las causas
contenciosas de los Obispos a la Rota se refería sólo a las causas «de statu personarum»
(por ej., sobre la condición de hijo legítimo), pero no a las causas estrictamente
patrimoniales 141. La normativa vigente, latina y oriental, distingue entre los Obispos y los
135
Cfr. c. 354; Const. Ap. Pastor bonus, a. 5 § 2; Regolamento Generale della Curia Romana, 4 febrero
1992, a. 43 §§ 1 y 3.
136
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 63, p. 184.
137
Algunos incluyen a quienes «se equiparan en derecho» (c. 381 § 2): cfr. M.J. ARROBA, Diritto
processuale canonico, cit., pp. 90-91 y 94.
138
Cfr. Communicationes, 10 (1978), pp. 220-221.
139
J. HERVADA, Diritto costituzionale canonico, Milano 1989, cap. VI, § 3, n. 8, d), p. 246.
140
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 63, p. 184-185.
141
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 36-37.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
36
Prelados con potestad ordinaria propia de jurisdicción secular que no han sido consagrados
Obispos. Para los Obispos, son reservadas al Papa las causas penales (c. 1405 § 1, 3º) ) y a
la Rota las causas contenciosas (§ 3, 1º). Los Prelados equiparados a los Obispos respecto a
la potestad de jurisdicción, pero que no son Obispos, se encuentran entre las personas
físicas señaladas en el c. 1405 § 3, 3º, cuya mención constituye una innovación del CIC 83
142; así lo indica expresamente el c. 1061 del CCEO.
11.– «Otras causas que él mismo haya avocado a sí» (§ 1, 4º). Este supuesto supone
una avocación ab homine, realizada por el Romano Pontífice motu proprio o a instancia de
parte (cc. 1417, 1444 § 2), que debe distinguirse de la avocación a iure prevista en los tres
precedentes números del c. 1405. Cualquier fiel tiene «derecho a solicitar» tal avocación,
pero no tiene «derecho a obtenerla» (vide el comentario al c. 1417); por otra parte, la
avocación aceptada por el Papa, según el c. 1417, no siempre podrá ser incluida en el
supuesto del c. 1405 § 1, 4º, puesto que el acto de avocación puede indicar (y será lo
habitual) que la causa será juzgada por la Rota Romana en vía vicaria, modificando su
incompetencia absoluta mediante el trámite de la respectiva comisión, no como tribunal
delegado de una causa que el Romano Pontífice primero avoca a sí mismo y después confía
a la Rota. Este último supuesto es el previsto por el c. 1405 § 1, 4º, siendo indiferente que
la iniciativa provenga motu proprio o a instancia de parte y que la avocación preceda al
inicio del proceso o que se produzca en cualquier momento o grado de un proceso ya en
curso 143. La avocación puede ser directamente solicitada a la Signatura Apostólica –
dentro de los límites de su potestad 144 – o al Romano Pontífice, quien habitualmente
solicitará el parecer de la «Tercera Sección» de la Signatura, a través de la Primera Sección
de la Secretaría de Estado (Const. Ap. Pastor bonus, a. 41 § 1).
b)
Actos confirmados «en forma específica» por el Romano Pontífice (§ 2)
El c. 1683 CIC 17 y el c. 121 del Schema 1976 contenían una disposición semejante
que, en 1978, fue incluida en la actual sistemática, precisando que la confirmación debía
ser «en forma específica» 145. En este contexto, «aprobación» y «confirmación» son
equivalentes a efectos prácticos 146. Aunque la expresión «acto o instrumento» del canon es
muy genérica y no excluye los actos judiciales (sentencias o decretos), la principal
aplicación de esta reserva es la de evitar el contencioso-administrativo ante la Signatura
Apostólica (recuperado por el ordenamiento canónico en 1967 con el a. 106 de la REU 147)
contra el acto de un dicasterio así confirmado por el Romano Pontífice. El a. 18/a de la
Const. Ap. Pastor bonus excluye la aprobación necesaria (no la posibilidad) del Romano
Pontífice de las sentencias (y de cualquier otra decisión judicial) de la Rota Romana y de la
142
Cfr. CIC 17 c. 1557 § 2, 2º; Schema 1976, c. 5 § 2, 3º.
143
Diversamente M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 91-93.
144
Vide supra cuanto dicho sobre la comisión y la prórroga de la competencia.
145
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 220; 11 (1979), p. 77.
146
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 415.
147
R. BERTOLINO, La tutela dei diritti nella Chiesa. Dal vecchio al nuovo codice di diritto canonico,
Torino 1983, pp. 53-80 y 150-156; P. MONETA, La giustizia nella Chiesa, cit., 200-215.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
37
Signatura Apostólica «dictadas dentro de los límites de su propia competencia» 148. Por
tanto, la indicación del a. 43 § 1 de las vigentes Normas de la Rota Romana 149, que prevé
la confirmación de las sentencias de la Signatura Apostólica contra los Auditores (c. 1445 §
1, 3º), parece contraria al a. 18 de la Pastor bonus. De todos modos, no siendo una
confirmación «en forma específica», es posible la apelación ante otro turno de la Signatura
150.
La competencia judicial sobre los actos administrativos singulares 151 (el
contencioso-administrativo) sólo cabe contra aquellos actos provenientes (ex novo o como
consecuencia de un recurso contra el acto de una autoridad inferior) de los dicasterios de la
Curia romana (c. 1445 § 2 y Const. Ap. Pastor bonus, a. 123 § 1). La confirmación
pontificia que sustenta la prohibición del c. 1405 § 2 debe ser interpretada en sentido
estricto, puesto que limita la protección judicial de los derechos (c. 18). El Regolamento
Generale della Curia Romana (4 febrero 1992) ha explicitado, sin valor retroactivo, el
procedimiento para obtener la «aprobación en forma específica» (a. 110) y ha recordado la
norma del c. 1405 § 2 (a. 118 § 4). La prohibición de impugnar judicialmente tales actos
administrativos es asimilable a la de las sentencias dictadas en virtud del c. 1405 § 1, 4º.
c)
Causas reservadas a la Rota Romana (§ 3)
1.– «Los Obispos en las causas contenciosas» (§ 3, 1º). Se trata de aquellas causas
contenciosas «personales» (en cuanto fieles, pero no sólo sobre su «estado personal») de
todos los consagrados Obispos. El c. 5 § 2 del Schema 1976 mencionaba explícitamente a
los Obispos titulares, modificando el c. 1557 § 2, 1º del CIC 17, que se refería sólo a los
Obispos residenciales. En 1978 se decidió suprimir la mención de los Obispos titulares, por
considerarla superflua 152. Las causas de los Prelados que no son Obispos, aunque son
equiparados respecto a la jurisdicción (c. 381 § 1), son de competencia de la Rota conforme
a la norma del § 3, 3º 153.
148
El n. b) del a. 18 della Const. Ap. Pastor bonus trata de la confirmación necesaria para que los actos
de los dicasterios puedan adquirir fuerza de ley o derogar (ad casum o en abstracto) alguna disposición del
derecho universal, argumento sobre el que la doctrina no ofrece una interpretación unánime (vide el
comentario a los cc. 29 y 30).
149
Cfr. Normae Rotae Romanae Tribunalis, 18 abril 1994, en AAS, 86, 1994, 508-540; Normae S.
Romanae Rotae Tribunalis, 16 enero 1982, cit., a. 54 § 1; Lex propria Sacrae Romanae Rotae et Signaturae
Apostolicae, 29 junio 1908, c. 9 § 1, en AAS, 1, 1909, 20-35; Normae S. Romanae Rotae Tribunalis, 29 junio
1934, a. 11 § 1, en AAS, 26, 1934, 449-491; Nuove norme del Tribunale della Sacra Romana Rota, 25 mayo
1969, cit., a. 33 § 1.
150
Cfr. cc. 1683 y 1604 § 1 CIC 1917 y los aa. 74-77 de las Normae speciales de la Signatura (25 marzo
1968, cit.); M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 414-417; ID.,
vol. 2, cit., p. 968; J. LLOBELL, Note sull’impugnabilità delle decisioni della Segnatura Apostolica, cit., pp.
690-693 y 697.
151
Cfr. cc. 35-93.
152
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 221.
153
En sentido diverso, cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., p. 94.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
38
La Rota es, desde 1908 154, absolutamente incompetente para juzgar los actos
administrativos de los Obispos y de cualquier otro órgano ejecutivo. Los actos realizados
por el Obispo en cuanto representante de una persona jurídica no son «personales» (por eso
no están reservados a la Rota) ni «administrativos» (por lo que no se incluyen en la
exclusiva competencia contencioso-administrativa de la Signatura Apostólica); son actos
de esa persona jurídica, realizados a través de su representante (el Obispo diocesano), sin
que ello comporte otra modificación sobre la competencia que la señalada en el c. 1419 §
2.
2.– «El Abad primado, el Abad superior de una congregación monástica y el
Superior general de los institutos religiosos de derecho pontificio» (§ 3, 2º). Son los
«Superiores supremos» de dichas instituciones, que no pueden confundirse con el concepto
más amplio de «Superiores mayores» de las mismas, aunque el c. 620 incluye a los
primeros entre los segundos. Están incluidos el Superior general de todos los institutos
religiosos de derecho pontificio, sin distinción entre los clericales o laicales (los segundos
pueden ser de mujeres o de hombres) 155. Están excluidos los Superiores generales de los
institutos seculares, de las sociedades de vida apostólica y de los institutos religiosos
diocesanos 156.
3.– «Las diócesis y otras personas eclesiásticas, tanto físicas como jurídicas, que
no tienen Superior por debajo del Romano Pontífice» (§ 3, 3º). A las diócesis son
equiparadas otras formas jurídicas de iglesias particulares (c. 368) o de estructuras
jurisdiccionales personales dependientes de las Congregaciones para los Obispos y para la
Evangelización de los Pueblos: ordinariatos militares y prelaturas personales 157. Entre las
otras personas jurídicas que no tienen Superior por debajo del Romano Pontífice se
encuentran los institutos religiosos y seculares y las sociedades de vida apostólica de
derecho pontificio, las asociaciones públicas internacionales 158, los santuarios
internacionales 159 y aquellas personas jurídicas exentas de cualquier otra jurisdicción
canónica, porque así lo indica el acto de erección o porque han recibido la exención como
privilegio (p. ej. algunos ateneos pontificios 160).
Entre las personas físicas exentas de otra jurisdicción que la del Romano Pontífice
pueden mencionarse, además de las ya indicadas en los §§ 1 y 3, 1º y 2º del c. 1405: a) los
titulares de los oficios capitales de las jurisdicciones seculares (cc. 295 § 1 y 381 § 2) que
no hayan sido consagrados Obispos; b) los titulares de determinados oficios de la Curia
154
Cfr. Lex propria Sacrae Romanae Rotae et Signaturae Apostolicae, 29 junio 1908, cit., c. 16; J.
LLOBELL, Il «petitum» e la «causa petendi» nel contenzioso-amministrativo canonico, cit., pp. 131-133. Vide
el comentario a los cc. 1400 § 2 y 1445 § 2.
155
Cfr. X. OCHOA, I processi canonici in generale, en «Apollinaris» 57 (1984), pp. 203-204.
156
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., p. 94.
157
Cfr. Const. Ap. Pastor bonus, aa. 76, 80 y 89.
158
Cfr. c. 312 § 1, 1º; Const. Ap. Pastor bonus, a. 134.
159
Cfr. cc. 1231-1232; Const. Ap. Pastor bonus, a. 97, 1º.
160
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 63, p. 186.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
39
romana 161; c) los Superiores generales de los institutos seculares y de las sociedades de
vida apostólica de derecho pontificio, etc.
9.
La inexistencia y la nulidad insanable de las decisiones que violan las prescripciones
de los cc. 1404 y 1405 (c. 1406)
Concordancias: cc. 124 § 1, 1620, 1º.
Habiendo estudiado ampliamente – al comentar el presente Tít. del CIC (vide los §§
1, c), 2 y 4) – el significado y las consecuencias prácticas de la diversa sanción de las
decisiones que violan las normas de jurisdicción y de competencia del presente canon,
remitimos a dicho comentario. Añadimos sólo que el CIC 17 (c. 1558) preveía la
incompetencia absoluta, en vez de la inexistencia, para las decisiones concernientes a la
persona del Romano Pontífice. El Schema 1976 (c. 6 § 1) utilizaba la expresión «juicio»,
que fue sustituido por «actas» en 1978 162. De este modo se subraya lo que hemos expuesto
precedentemente: que no se trata de un acto jurisdiccional porque nadie posee tal potestad
sobre el Romano Pontífice.
10.
El «juez natural» y la naturaleza pública de los títulos de competencia relativa (c.
1407)
Concordancias: cc. 221 § 1, 1409 § 2, 1440, 1459 § 2, 1460, 1476, 1502, 1504, 1º, 1505 §§
1 y 2, 1º.
1.– El § 1 del c. 1407 establece el principio que actualiza la norma genérica del c.
221 §§ 1 y 2, sobre la tutela judicial de las situaciones jurídicas en la Iglesia. En efecto,
aunque el § 1 del c. 1407 parece corresponder al § 2 del c. 221 (referido al demandado) y el
§ 3 del c. 1407 al § 1 del c. 221 (respecto al actor), en realidad se trata de las dos caras de la
misma moneda, pues la tutela jurisdiccional presupone la controversia, cuya existencia
exige la presencia de dos partes enfrentadas (actor y demandado) ante un tribunal
competente. Para solicitar el «ministerio judicial» en la Iglesia no es necesario que ambas
partes, o al menos una de ellas, sean «fieles» (si son personas físicas) o que posean
personalidad jurídica canónica (como parece sugerir el c. 221, utilizando la palabra «fiel»);
basta que la relación jurídica controvertida esté sometida, dentro de ciertos límites, a la
jurisdicción canónica, lo cual puede suceder incluso cuando ninguna de las dos personas
físicas esté bautizada 163. El ejercicio del derecho del actor a la protección jurisdiccional
(ejercitada mediante la «pretensión» 164), reconocido en el c. 221 § 1, no comporta
necesariamente que el derecho reclamado haya sido realmente violado por la parte
demandada, ni que se ejercite ante el juez al que el demandado está sometido ad normam
iuris. Por ello, el juez – antes de citar al demandado – debe comprobar su competencia para
161
Cfr. PÍO XI, Const. Ap. Ad incrementum decoris, 15 agosto 1934, aa. 41, 71, 127, 144, en AAS, 26,
1934, 497-521.
162
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 221.
163
Cfr. cc. 1476, 1674; SIGNATURA APOSTÓLICA, Dichiarazione sulla giurisdizione della Chiesa cattolica
riguardo al matrimonio celebrato tra due non cattolici, battezzati o no, e sul relativo processo giudiziario
canonico, 28 mayo 1993, cit.
164
Vide cc. 1491, 1501-505.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
40
decidir la controversia expuesta en la demanda del actor, algunos requisitos formales
mínimos de la demanda y que el demandado ha podido realmente cometer la injusticia que
el actor le imputa (el llamado fumus boni iuris de la demanda) 165. Sólo en presencia de
tales presupuestos (formales y sustanciales) el juez competente puede «llamar a juicio» al
demandado (c. 221 § 2).
2.– El § 1 del c. 1407 considera sólo la primera instancia, no porque en segunda o
ulterior instancia el juez no deba ser competente, sino porque, determinando el tribunal
competente para conocer la causa en el momento de su «nacimiento jurisdiccional» (en la
primera instancia), los sucesivos tribunales competentes son indicados por la misma ley
(cc. 1438-1440). El actor debe individualizar, para presentar la demanda de primera
instancia, «el fuero eclesiástico competente conforme a la norma del derecho» (c. 221 § 1)
de entre la diversidad de tribunales eclesiásticos existentes; el tribunal competente para el
desarrollo del proceso en otras instancias es señalado por la ley, como ya se dijo. Para la
segunda instancia de una causa juzgada por un tribunal «periférico» (todos los que no son
«apostólicos») siempre y sólo (salvo concesión pontificia) existen dos fueros competentes:
el periférico de apelación y la Rota Romana (cc. 1442-1444 § 1, 1º).
3.– El mismo § 1, diciendo que la competencia en primera instancia debe provenir
de «uno de los títulos que se determinan en los cc. 1408-1414», sugiere la posibilidad de
que existan varios tribunales competentes: tantos cuantos posean uno de tales títulos. Esta
sugerencia del § 1 es explícitamente formulada en el § 3. El c. 1560 del CIC 17 establecía
el fuero necesario para algunas causas (de expolio, sobre los beneficios eclesiásticos, sobre
la administración de bienes y sobre las herencias o legados); en el vigente CIC dichos
títulos son concurrentes con el «fuero del demandado» (§ 3).
4.– Desde el Derecho romano (C. 3, 13, 2) se ha afirmado que el principio general
de asignación de la competencia es que «el actor sigue el fuero del demandado», originando
el fuero «general» indicado en el c. 1407 § 3, que puede ser concurrente con alguno de los
fueros «especiales» descritos en los cc. 1410-1414 166. La doctrina canónica afirma
unánimemente que la disposición «actor forum rei sequitur» responde a exigencias
provenientes del derecho natural y de la equidad 167. El demandado debe soportar la
iniciativa del actor (la «pretensión» formulada en la demanda) que, aunque sea legítima, no
necesariamente comporta el derecho a una sentencia favorable (constitutivo de la
«acción», según un sector doctrinal al que me adhiero 168). Esta manifestación del derecho a
la defensa del actor (c. 221 § 1) no debe situar al demandado en una posición en la que su
recíproco derecho de defensa (c. 221 § 2) sea, en la práctica, imposible o particularmente
oneroso (por la distancia entre su domicilio y la sede del tribunal, por la diversidad de
lengua, etc.). Los principios de la «economía procesal» (para instruir la causa y para
ejecutar la sentencia), del «favor veritatis» (para facilitar al tribunal el conocimiento
objetivo de la controversia y que el contenido de la sentencia corresponda a la verdad de la
165
Vide cc. 221 § 1, 1502, 1504, 1505 §§ 1 y 2.
166
Vide el comentario al Tít. (§ 3, c) y al c. 1405, 1º.
167
La referencia a la equidad se recoge en el c. 221 § 2.
168
Cfr. C. DE DIEGO-LORA, Poder jurisdiccional y función de justicia en la Iglesia, cit., pp. 142-184, en
particular, pp. 177-178.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
41
concreta relación jurídica y al modo justo de configurarla 169) y del derecho de defensa del
demandado justifican que, como «común denominador» de los ordenamientos jurídicos,
rija el criterio general de atribución de la competencia: «actor forum rei sequitur». Por otra
parte, la mayoría de las causas canónicas tienen naturaleza espiritual, se refieren a bienes
directamente relacionados con la salus animarum y, por tanto, sobre los que las partes no
tienen la libre disposición. Se trata de «peculiaridades del proceso canónico» que, sin
debilitar su juridicidad 170, acentúan la importancia del respeto de los títulos de
competencia en la Iglesia.
5.– Si el actor presenta su demanda (en primera instancia) ante un tribunal que no
posea alguno de los títulos de competencia señalados en los cc. 1408-1414, tal tribunal es
incompetente. El c. 1407 § 2 dice que se trata de incompetencia relativa, aunque en
realidad la afirmación es imprecisa. En efecto, la incompetencia de ese tribunal puede ser
también absoluta: a) por el grado de la instancia, si es sólo tribunal de apelación (p. ej. los
tribunales interdiocesanos erigidos sólo para la segunda instancia, según el c. 1439) 171; b)
por la materia (p. ej., un contencioso-administrativo ante cualquier tribunal diverso de la
Signatura Apostólica o una causa penal ante un tribunal de primera instancia erigido sólo
para juzgar las causas de nulidad del matrimonio 172); c) por la condición de una de las
partes (las indicadas en el c. 1405) 173. La incompetencia será realmente relativa cuando se
trate de un tribunal de primera instancia, con competencia material y subjetiva en sentido
abstracto, pero incompetente para esa concreta causa.
6.– Los efectos de la demanda presentada ante un tribunal relativamente
incompetente son 174:
a)
El juez debe rechazar la demanda in limine litis, es decir debe inhibirse sin citar
al demandado (c. 1505 §§ 1 y 2, 1º). Si el juez (o el tribunal) no se inhibe y cita al
demandado, todavía puede declarar su incompetencia ex officio, cuando perciba su
incompetencia antes de dictar el decreto de «litiscontestación» (cc. 1459 § 2 y 1513 § 1).
169
Este principio, junto al de economía, justifica los títulos de los cc. 1410-1413, que son
especificaciones del «fuero de las pruebas» (cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 224).
170
Cfr. S. GHERRO, Peculiarità del diritto canonico e scienza del diritto, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp.
531-544; J. LLOBELL, I princìpi del processo canonico: aporia, mimetismo civilistico o esigenza ecclesiale?,
en Chiesa e Stato nei sistemi giuridici contemporanei. Atti dell’VIII Congresso Internazionale di Diritto
Canonico. Lublin, 14-19.IX.1993, en prensa; ID., L’efficace tutela dei diritti presupposto della giuridicità
dell’ordinamento canonico (c. 221), en S. GHERRO (Ed.), Studi sul secondo libro del «Codex Iuris
Canonici», Padova, en prensa.
171
Tal incompetencia no se produce si el tribunal de apelación es también de primera instancia, p. ej. los
indicados en el c. 1438, 1º y 2º o los tribunales regionales de apelación para las causas de nulidad del
matrimonio en Italia (cfr. PÍO XI, M.P. Qua cura, 8 diciembre 1938, cit.; JUAN PABLO II, M.P. Sollicita cura,
26 diciembre 1987, cit.).
172
Cfr. c. 1423 § 2. En esa situación se encuentran los tribunales regionales italianos (de primera y de
segunda instancia), apenas citados (cfr. J. LLOBELL, Centralizzazione normativa processuale, cit., pp. 459465).
173
Vide el § 5 del comentario al Tít.
174
Vide los §§ 4 y 6 del comentario al Tít.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
42
Contra el decreto inhibitorio (dictado in limine litis o como consecuencia de la excepción
del demandado de la que hablaremos a continuación) cabe la apelación (c. 1460 § 3). Si el
decreto inhibitorio es dictado ex officio por el presidente del tribunal antes de citar al
demandado, el actor puede apelar ante el colegio o ante el tribunal superior (c. 1505 § 4);
sin embargo, si el decreto es dictado ex officio tras la citación o es consecuencia de la
excepción de incompetencia interpuesta por el demandado, el que ha sufrido un
«gravamen» (un perjuicio) por tal decisión puede apelar sólo ante el tribunal superior (el
periférico o la Rota Romana), según la norma del c. 1460 § 3 que deroga, en cuanto ley
especial, la posible apelación al colegio prevista en el c. 1505 § 4. Normalmente la
apelación la interpondrá el actor, pero también puede hacerlo el demandado que no planteó
la excepción u otro demandado que no se adhirió a la excepción promovida por su
litisconsorte (p. ej., el cónyuge demandado contra la excepción interpuesta por el defensor
del vínculo en un proceso de nulidad del matrimonio). «Los jueces que rehúsen administrar
justicia aun siendo cierta y evidentemente competentes, o que se declaren competentes sin
ningún título jurídico que legitime esa competencia, y conozcan y decidan las causas, (...)
pueden ser castigados con penas adecuadas por la autoridad competente, incluso con la
privación del oficio» (c. 1457 § 1).
b)
La citación del demandado realizada por un tribunal incompetente no produce
la perpetuatio iurisdictionis (c. 1512, 2º), pues tal efecto presupone la competencia del
tribunal en el momento de la citación.
c)
El demandado, citado por el tribunal incompetente, puede plantear la excepción
de incompetencia («declinatoria del fuero») ante el mismo tribunal (c. 1460 § 1), antes de
que éste dicte el decreto de litiscontestación (c. 1459 § 2). Si la excepción es rechazada,
afirmando el tribunal ser competente en la causa, el demandado no puede apelar (c. 1460 §
2). Sin embargo, el mismo c. 1460 § 2 permite proponer la querella de nulidad y la
restitutio in integrum a todos los legitimados para solicitar estas impugnaciones de la
decisión judicial (sentencia o decreto), no sólo a quien se prohibe apelar. No siendo este el
lugar para analizar detalladamente estos supuestos 175, sólo interesa señalar que la querella
de nulidad (sanable o insanable) puede ser promovida por cualquier parte pública o privada
(c. 1626 § 1) y, ex officio, por el tribunal de apelación que conoce la causa en cuestión, con
los límites indicados por el c. 1626 § 2 para la querella de nulidad sanable. Por tanto, sigue
siendo aplicable el c. 1459 § 1 (que no distingue entre nulidad sanable e insanable), aunque
la incompetencia relativa no sea causa directa de nulidad insanable (en alguna ocasión
podría constituir una violación del derecho de defensa protegido por el c. 1620, 7º) y sólo
sea reconducible a la nulidad sanable derivada del c. 1622, 5º. Además, la sanción al juez
incompetente (relativa o absolutamente), prevista en el c. 1457 § 1, no se refiere sólo a
quien no se inhibe antes de la litiscontestación, sino que, a efectos de esa norma, la inicial
incompetencia (absoluta o relativa) subsiste en el momento de dictar la sentencia. En
efecto, aunque la ley sólo especifica directamente la «sanción de la sentencia» del juez
absolutamente incompetente (la nulidad establecida en el c. 1620, 1º), la «sanción
personal» (al juez o al tribunal incompetentes) es aplicable con independencia de la
naturaleza de la incompetencia (absoluta o relativa) 176. De este modo, aparece siempre más
175
Cfr. cc. 1460 § 2, 1619-1627 y 1645-1648; A. BETTETINI, La «restitutio in integrum» processuale,
cit., pp. 231-253.
176
Cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can.1407, en ed. cit.; M.J. ARROBA, Diritto processuale
canonico, cit., p. 85.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
43
clara la superación del planteamiento romanista y precodicial del proceso (de índole
privada), aún presente en los códigos de 1917 y de 1983. Según este planteamiento, los
títulos de competencia relativa son prorrogables por las partes que se someten a un juez
incompetente, cuando éste no se ha inhibido antes de la litiscontestación, porque tales
títulos serían considerados de «naturaleza procesal privada», mientras que el «bien público
procesal» sería protegido por los títulos de incompetencia absoluta 177.
Los ordenamientos civiles europeos (que parten de ese mismo planteamiento
del «derecho común») han modificado el sistema, abandonando progresivamente el
concepto de incompetencia relativa para las causas públicas – como son las de nulidad
matrimonial, separación o divorcio 178 – porque «la prorrogabilidad de la competencia
territorial conlleva un cierto arcaismo en la concepción de lo que debe ser el proceso. (...)
La tendencia a convertir en inderogable la competencia territorial es más acusada en las
leyes más recientes (...). La determinación inderogable del juez territorialmente competente
suele venir acompañada de la prohibición de la sumisión expresa o tácita (aunque, en
realidad, no sea necesaria)» 179. En el proceso de redacción del vigente CIC hubo alguna
Conferencia Episcopal que indicó, respecto al c. 1407: «hay que reconocer la competencia
de todos los tribunales para juzgar las causas que les sean sometidas, sin considerar el título
de competencia». La propuesta fue rechazada por la Comisión codificadora por
considerarla «peligrosa para el recto orden de la administración de la justicia» 180.
7.– El derecho de elección reconocido al actor en el § 3 del c. 1407 no comporta la
derogación del principio «actor forum rei sequitur», considerado sustancialmente y no sólo
formalmente (el domicilio o cuasidomicilio del demandado). El principio, como hemos
visto, pretende facilitar el derecho de defensa del demandado, la economía procesal y el
conocimiento de la causa secundum veritatem por parte del juez. Estos objetivos son
suficientemente garantizados por la ley exigiendo que el actor se dirija a cualquiera de los
tribunales previstos en los cc. 1408-1414. Todos ellos pueden ser considerados, lato sensu,
«fueros del demadado», pues con todos el demandado posee una relación jurídica: el
domicilio o el cuasidomicilio (el «fuero general», fuero del demandado en sentido personal
estricto) o los actos jurídicos (legítimos o ilegítimos) realizados por él en ese territorio. El
principio se aplica también cuando, en el mismo proceso, el demandado demanda al actor
por medio de la «reconvención» (cc. 1463, 1494 y 1495). En efecto, aunque el tribunal en
cuestión sea incompetente (sólo territorialmente) para juzgar la causa que el demandado
desea iniciar contra el actor (que pasará a ser demandado de la acción reconvencional, sin
perder su originaria condición de actor), es evidente que los objetivos del principio «actor
forum rei sequitur» se alcanzan con el título legal de competencia territorial, que rige la
reconvención. Por tanto, la referencia del c. 1407 § 1 a los diversos títulos de competencia
territorial (cc. 1408-1414) no constituye un «numerus clausus», debiendo ser integrada con
el título reconvencional.
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 39-41. Este
planteamiento continúa presente en parte de la más moderna doctrina: cfr. P.V. PINTO, I processi, cit., n. 23,
p. 64.
177
178
Para España, cfr. Ley 20 julio 1981, disposición adicional 3ª.
179
A. DE LA OLIVA – M.A. FERNÁNDEZ, Lecciones de derecho procesal, vol. 1, cit., pp. 235-236.
180
Communicationes, 10 (1978), pp. 221-222. Vide, además, los motivos indicados en el § 6, c).
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
11.
44
El «fuero general» (c. 1408)
Concordancias: cc. 12 § 3, 100-107, 1409, 1413, 2º, 1504, 4º, 1673, 2º, 1699 § 1.
1.– El c. 1408 establece el que llamamos «fuero general»: el domicilio o el
cuasidomicilio de la parte demandada. La expresión utilizada para indicar el sujeto jurídico
que puede ser demandado («quilibet», cualquiera) es idéntica a la del c. 1476, referido a la
parte actora. Esta simetría terminológica exige precisar quién es ese «quilibet» y qué es lo
que tal sujeto puede realizar (el demandado, como parte pasiva, o el actor, como parte
activa). La precisión será breve, pues el estudio pormenorizado de los conceptos en
cuestión corresponde a los comentarios a los cc. 1400, 1445 § 2, 1476-1485, 1491, 1674,
1721, etc., que explicitan tales conceptos.
Cualquier sujeto titular de un bien jurídico concerniente (directa o indirectamente) al
ordenamiento canónico («en exclusiva» o compartido con el ordenamiento civil) tiene
derecho, ad normam iuris (según las modalidades establecidas por la ley), a la tutela de ese
bien. Para que la tutela sea jurídicamente suficiente (y, por tanto, el ordenamiento sea
justo) debe incluir la posibilidad de que los eventuales conflictos sobre tal bien sean
decididos por un órgano independiente al litigio y con capacidad de imponer a los
contendientes el acatamiento de su decisión: un juez o tribunal. De aquí la importancia del
contencioso-administrativo para asegurar la justicia de las relaciones jurídicas en las que
interviene la autoridad pública, y de la amplitud de los sujetos que, según el can. 1476,
pueden solicitar la tutela judicial: «quilibet». Si el sujeto es una persona física, no importa
que esté bautizada (c. 1476) 181; si no es una persona física, el «quilibet» exige proteger a
cualquier sujeto capaz de poseer un patrimonio jurídico, superando el positivismo que
implicaría conceder esa titularidad sólo a aquellos sujetos cuya existencia haya sido
reconocida por la autoridad antes de surgir el litigio. La justicia «judicial» se refiere al caso
concreto y, por tanto, lo que debe ser tenido en consideración es si existe un bien jurídico
atribuible a un sujeto, que será el titular aunque su «subjetividad» (jurídica) no resulte de
algún acto previo de la autoridad 182. Respecto al demandado el razonamiento es también
simétrico: el «quilibet» (c. 1408) comprende cualquier sujeto con capacidad de poseer un
domicilio, un cuasidomicilio o de «encontrarse» en algún lugar (c. 1409 § 1) y de entablar
una relación jurídica con el actor. Las personas jurídicas (públicas o privadas) tienen la
sede establecida en sus estatutos (cc. 118, 1480) 183.
181
Cfr. PCI Vaticano II, Responsum de iure accusandi matrimonium ab acatholicis, 8 enero 1973, en
AAS, 62, 1973, 59.
182
Cfr. CPI, Respuesta, 20 junio 1987, en AAS, 80, 1988, 1818; SIGNATURA APOSTÓLICA, sentencia
coram Castillo-Lara, 21 noviembre 1987, en «Ius Ecclesiae» 1 (1989), pp. 197-203; C. DE DIEGO-LORA,
Poder jurisdiccional y función de justicia en la Iglesia, cit.; E. LABANDEIRA, La defensa de los administrados
en el Derecho Canónico, en «Ius Canonicum» 31 (1991), pp. 271-288; J. LLOBELL, Associazioni non
riconosciute e funzione giudiziaria, en W. AYMANS – K.T. GERINGER – H. SCHMITZ (Eds.), Das konsoziative
Element in der Kirche. Akten des VI. Internationalen Kongresses für kanonisches Recht. München, 14. – 19.
September 1987, St. Ottilien 1989, pp. 345-355; J. MIRAS, Comentario a la respuesta de la Comisión
Pontificia para la interpretación auténtica del CIC, 20 junio 1987, en «Ius Canonicum» 31 (1991), pp. 212217.
183
Respecto a las asociaciones «no reconocidas», cfr. c. 310, su comentario y la nota precedente.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
45
Todo sujeto capaz de ser titular de un patrimonio jurídico puede entrar en conflicto
con otro sujeto y, por tanto, puede ser parte en un proceso. Dicha «capacidad de ser parte»
corresponde a la «capacidad jurídica» regulada en el Libro I del CIC (cc. 96 y ss.). Sin
embargo, la capacidad jurídica no comporta la «capacidad de obrar». En el ámbito procesal
la capacidad jurídica es denominada (con una terminología clásica, pero confusa)
«capacidad de actuar en un proceso» («capacitas in iudicio agendi»: c. 1476). La capacidad
de obrar en un proceso es llamada por el CIC «capacidad de estar en un proceso»
(«capacitas in iudicio standi»: cc. 1478, 1505 § 2, 2º, 1620, 5º) o «capacidad de actuar y de
responder en un proceso» («capacitas in iudicio agendi et respondendi»: c. 1480 § 3); la
doctrina suele denominar esta habilitación jurídica «capacidad procesal». Para establecer el
título de competencia de las personas físicas es determinante el domicilio (o cuasidomicilio
o lugar de residencia) de quien posee la capacidad procesal. Si quien tiene la «capacitas in
iudicio agendi» (pasiva, como parte demandada, salvo en las excepcionales ocasiones en
que la ley acepta el fuero del actor: cc. 1409 § 2, 1673, 3º y 1694) no posee la «capacitas in
iudicio standi», la competencia será determinada por el domicilio de su legítimo
representante (los padres, el tutor o el curador), «que, según el derecho, está obligado a
asumir en su nombre el juicio» (c. 1508 § 3), cuyo domicilio puede coincidir o no con el
del representado. Este representante no debe ser confundido con aquél designado para el
proceso por el titular de la «capacitas in iudicio standi»: el procurador, que en el
ordenamiento canónico suele coincidir con el abogado. Procurador y abogado son
denominados «patronos» y actúan en el proceso en un «tercer nivel» 184, para el que se
requiere la «capacitas postulandi» 185. Por tanto, la citación del demandado debe ser
notificada a quien posee la «capacidad procesal» 186.
2.– La competencia determinada en los cánones 1408-1414 y 1495 proviene de la
voluntad de la ley, no de la voluntad de las partes como sucede en la llamada «jurisdicción
voluntaria». Por eso el título del c. 1408 vincula al demandado aunque se encuentre ausente
(c. 1561 § 2 CIC 17), con tal que conserve el domicilio o el cuasidomicilio en el momento
de recibir la citación. Puesto que la citación produce la «perpetuatio iurisdictionis» (c.
1512, 2º), es indiferente la pérdida del domicilio o cuasidomicilio que consintió la citación
legítima.
3.– Los cc. 100-107 determinan los criterios para la adquisición del domicilio y del
cuasidomicilio. Puesto que una persona puede poseer varios domicilios y cuasidomicilios –
con mayor facilidad los segundos, bastando para adquirir el cuasidomicilio la sóla
intención de residir por tres meses en el lugar en el que la persona se encuentra (c. 102 § 2)
–, esa pluralidad comporta la multiplicidad de fueros competentes (concurrentes) y la libre
elección de uno de ellos por el actor (c. 1407 § 3). En cualquier caso, la existencia del
domicilio o del cuasidomicilio debe ser probada por quien la invoca (c. 1526 § 1); el juez
184
Los otros dos «niveles» son la «capacidad para ser parte» y la «capacidad procesal».
185
Cfr. J. LLOBELL, Il patrocinio forense e la «concezione istituzionale» del processo canonico, en Il
processo matrimoniale canonico, cit., pp. 439-446; S. PANIZO ORALLO, Legitimación procesal y designación
de curadores, en J. MANZANARES (Ed.), Cuestiones básicas de derecho procesal canónico, cit., pp. 137-157;
G. RICCIARDI, La costituzione del curatore processuale, en Il processo matrimoniale canonico, cit., pp. 405438; A. STANKIEWICZ, De curatoris processualis designatione pro mente infirmis, en «Periodica» 81 (1992),
pp. 495-520 y 82 (1993), pp. 477-509.
186
Cfr. c. 1508 § 3; G. RICCIARDI, La costituzione del curatore processuale, cit., pp. 423-424.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
46
posee un amplio margen de actuación para comprobar ex officio la veracidad del
cuasidomicilio invocado (c. 1452), pues este título consiente fáciles abusos, siendo más
amplio que el de la «residencia no precaria» 187. La multiplicidad de domicilios (o
cuasidomicilios) parroquiales en una misma diócesis y el solo lugar «de origen» (c. 101)
son irrelevantes para la determinación de la competencia judicial.
4.– El c. 1562 del CIC 17 establecía el fuero de los «peregrinos en Roma», en
continuidad con la legislación romana y decretalista, considerando Roma la «patria común»
188. Este título, en los años de elaboración del CIC 83, dio lugar a diversos abusos, en
particular en las causas de nulidad matrimonial. Por este motivo no ha sido acogido en la
legislación vigente 189.
12.
Los «fueros subsidiarios» del vago y del actor (c. 1409)
Concordancias: cc. 13 § 3, 100, 107 § 2, 1071 § 1, 1º, 1115, 1413, 2º, 1673, 3º, 1692 § 2.
1.– Se llama «vago» a la persona física que «no tiene domicilio ni cuasidomicilio
en lugar alguno» (c. 100). De todos modos, el vago es titular de un patrimonio jurídico y es
capaz de establecer relaciones también jurídicas, que no pueden dejar de estar sometidas a
la tutela jurisdiccional. La situación de vago del actor no plantea dificultades respecto a la
competencia, en aplicación del principio «actor forum rei sequitur» (salvo que el
demandado también lo sea y no exista un título «especial»: c. 1409 § 2); será necesario, sin
embargo, establecer un lugar cierto «a efectos de recibir documentos» (c. 1504, 3º),
problema que puede ser resuelto mediante el nombramiento de un procurador, quien debe
residir en la diócesis del tribunal 190. La situación de vago del demandado podría
comportar, sin embargo, la indefensión de quien deseara llamarlo a juicio, cuando no
existiera un fuero especial ni el fuero general determinado por el domicilio o el
cuasidomicilio. Para resolver el problema, siguiendo el aforismo «ubi te invenero ibi te
iudicabo», se recurre a la fictio iuris de considerar que el tribunal del lugar en el que el
vago se encuentra es su «juez natural» 191, constituyendo un fuero de naturaleza subsidiaria,
incompatible con la existencia de otro fuero 192.
187
Cfr. M.P. Causas matrimoniales, cit., n. 4 § 1, b); Communicationes, 10 (1978), p. 222; c. 1488 § 2;
sentencia coram Huot, 2 febrero 1984, cit., nn. 1, 2, 9 y 10.
Cfr. CICERÓN, De legibus, 2, 2; Gregorio IX, decretal Licet ratione, X 2.2.20; M. LEGA – V.
BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 56-57.
188
189
Cfr. Const. Ap. Regimini Ecclesiae Universae, 15 agosto 1967, a. 105, en AAS, 59, 1967, 885-928;
SIGNATURA APOSTÓLICA, Normae speciales, 25 marzo 1968, cit., a. 18, 4º; Communicationes, 10 (1978), p.
223.
190
Cfr. SIGNATURA APOSTÓLICA, Normae speciales, 25 marzo 1968, cit., a. 111; S. ROMANA ROTA,
Normae S. Romanae Rotae Tribunalis, 16 enero 1982, cit., a. 61; SECRETARÍA DE ESTADO, Ordinatio ad
exsequendas Litteras Apostolicas motu proprio datas «Iusti Iudicis», 23 julio 1990, a. 3, en AAS, 82, 1990,
1630-1634.
191
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 57.
192
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 68, p. 199; vide el comentario al Tít. § 3, d) y al c. 1673, 2º.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
47
2.– Aunque la disposición legal del c. 1409 § 1 formula este título como «general»
del vago y, por tanto, concurrente con los otros títulos de los cc. 1410-1414, preferimos
plantearlo como «subsidiario», teniendo en cuenta que la ratio legis del sistema de los
títulos de competencia relativa (cc. 1407-1414) es armonizar el derecho de defensa del
demandado con el derecho del actor a la tutela judicial y con el favor veritatis. Las dos
últimas finalidades se obtienen satisfactoriamente cuando existe alguno de los títulos
previstos en los cc. 1410-1414. Por otra parte, el derecho de defensa del vago no parece
que sea mejor protegido por el hecho de ser citado ante un tribunal en cuyo territorio está
«de paso», siendo la situación de permanente «transeúnte» un elemento esencial de la
condición jurídica del vago. Además, en el supuesto que consideramos (existencia de un
tribunal competente por los títulos de los cc. 1410-1414), el fuero del vago más bien
dificultaría la obtención de los principios de la economía procesal y del favor veritatis, al
alejar a dicho tribunal del lugar en que deben instruirse algunas pruebas importantes (tal
vez la mayoría) para adecuar la decisión judicial a la verdad 193.
3.– El riesgo del «vacío de jurisdicción» no desaparece con el fuero del vago:
puede suceder que no se sepa dónde se encuentre o que, presentada la demanda ante el
tribunal del lugar en que se halle, la citación no pueda serle notificada por haberlo
abandanado. Por ello se acepta el fuero del actor, cuya naturaleza es reduplicativamente
sucesiva o subsidiaria: carencia del fuero general y especial (entre sí concurrentes), y del
primer título subsidiario, el del vago. Esta naturaleza fue afirmada por la Comisión
codificadora al rechazar la inclusión del fuero del actor no sólo como título general de
competencia, sino también como fuero concurrente con el del lugar en que se encuentra el
vago 194. El fuero del actor del c. 1409 § 2, ¿es de su domicilio o cuasidomicilio, o sólo del
domicilio? Puesto que este § no existía en el CIC 17, la cuestión no fue estudiada por la
respectiva doctrina. El c. 9 § 2 del Schema 1976 consentía el cuasidomicilio; su supresión
por la Comisión no parece que fuera debida a querer evitarlo, sino para simplicar la
redacción 195. Sin embargo, según la norma interpretativa del c. 18, no pudiendo
establecerse cuál sea «la intención del legislador», el «lugar paralelo» invocable en este
caso es el c. 1673, 3º, que indica sólo el domicilio del actor. Esta interpretación, que
proponemos, encuentra apoyo en una clásica norma hermeneútica (explicitación de la más
lacónica «in dubio pro reo»): «Quum sunt partium iura obscura, reo favendum est potius
quam actori» (VI° Regula iuris 11), aunque, como es habitual, se puede citar otro aforismo
a favor de la interpretación contraria: «ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemus»
196.
13.
El «fuero real» o «fuero de la cosa» (c. 1410)
Concordancias: cc. 13 § 2, 2º, 1192 § 3, 1254-1272, 1375-1377, 1496-1500, 1729.
Cfr. c. 1452 § 2; JUAN PABLO II, Discurso a la Rota Romana, 28 enero 1994, en «L’Osservatore
Romano», 29 enero 1994, p. 5, passim.
193
194
Cfr. Communicationes, 10 (1978), pp. 222-223; c. 1673, 3º.
195
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 223.
196
La versión castellana de estas reglas diría: «cuando los derechos de las partes son inciertos deben
favorecer al demandado, no al actor», «donde no distingue la ley, no tenemos por qué distinguir nosotros».
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
48
1.– En el vigente ordenamiento canónico, el «fuero de la cosa» (mueble o
inmueble) es concurrente con el fuero general y puede serlo con el del contrato o del delito.
El c. no considera «la cosa» como parte en el proceso, pues cuando una «cosa» posee
personalidad jurídica (y, por tanto, puede ser parte actora o demandada), en cuanto tal goza
del fuero general, que será determinado en sus estatutos (cc. 114 § 1, 115, 1480). El c.
considera «la cosa» como objeto directo del proceso; por eso exige que la acción sea «real»
(«directa in rem») o que tenga como finalidad recuperar la posesión de la cosa de la que se
ha sido despojado («expoliado»), sin que dicho expolio constituya de por sí un delito 197 y
sin que el expoliado deba probar el título por el que poseía la cosa. La acción de expolio la
puede ejercer quien manifieste haber poseído de hecho una cosa de la que ha sido
despojado por el demandado «por violencia o clandestinidad» (cfr. CIC 17 c. 1698),
teniendo en cuenta la canonización de la ley civil realizada en el c. 1500.
2.– El fuero de la cosa pretende facilitar la eficaz reparación de la injusticia sufrida.
En el lugar en que se encuentra la cosa (mueble o inmueble) es más fácil protegerla de
eventuales daños o abusos por parte de quien en ese momento la posee, mediante el
«secuestro» de la misma (cc. 1496 § 1, 1498, 1499) u otras medidas cautelares, adoptadas
en aplicación del c. 1512, 1º. Además, se facilita la instrucción de las pruebas y la
ejecución de la sentencia (c. 1655 § 1). En definitiva, este fuero, como los otros especiales,
pretende actualizar el principio de «economía procesal»: realizar el proceso «citius, melius
ac minoribus sumptibus» («lo más rápidamente, lo más justamente y con el menor
esfuerzo»).
3.– La acción «in rem directa», a diferencia de la de expolio, mira a obtener la
definición judicial sobre el título jurídico real controvertido: la propiedad, el usufructo, la
posesión y otros derechos sobre cosa ajena. Cuando el objeto principal de la controversia es
la obligación de una persona en relación a una cosa, o los términos del contrato del que
deriva tal obligación, la acción no se considera «real» sino «personal», dando lugar a los
fueros especiales establecidos en el c. 1411. La Comisión codificadora excluyó en 1917 las
«acciones mixtas» 198 y la situación no ha sido modificada en 1983; sin embargo, la
conexión permite la acumulación de acciones reales y personales en dichos supuestos.
4.– La cosa puede encontrarse simultáneamente en el territorio de varias diócesis,
en cuyo caso se actúan los principio de la prevención y de la conexión entre los tribunales
de las diversas diócesis (cc. 1414 y 1415). La posibilidad de este supuesto es evidente si la
cosa es inmueble (p. ej., una finca). El supuesto podrá presentarse también respecto a una
cosa mueble divisible (p. ej., al margen de la probable prescripción de la acción, los
diversos cuadros o estatuas de un retablo que se encuentran dispersos en varios museos
diocesanos); la unidad «moral» del objeto permite también invocar la competencia de los
diversos tribunales, según los citados criterios de la conexión y de la prevención,
respetando las normas sobre la prescripción (cc. 197-199, 1268-1270, 1492, 1512, 4º).
5.– Respecto a las cosas muebles, la doctrina ha discutido si es competente sólo el
tribunal del lugar en que la cosa se encuentra «habitualmente» o también el tribunal del
197
En el CIC 17 la acción de expolio constituía un fuero necesario (c. 1560, 1º) y, por tanto, no era
concurrente con el fuero general.
198
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 69, p. 201, nota 2.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
49
lugar «de paso» 199. Preferimos traducir como «habitualmente» el «permanendo» latino,
pues aplicar la expresión «permanentemente» a una cosa mueble 200 puede implicar una
contradictio in terminis. Si se acepta que el fuero real se aplica indistintamente a las cosas
muebles e inmuebles, lo cual es communis doctorum sententia (c. 19), no vemos
inconveniente en afirmar la competencia del tribunal del lugar «de tránsito», pues tal
cualidad pertenece a la esencia de las cosas muebles (cfr. c. 124 § 1). Consideramos que la
decisión de la Comisión codificadora de rechazar la modificación terminológica del c. 1564
del CIC 17 (se proponía decir «invenitur», en vez de «sita est») 201 supone sólo la voluntad
de utilizar una expresión clásica («sita est»), sin excluir el fuero del lugar «de paso».
6.– En estas causas, respecto a los aspectos no regulados por el ordenamiento
canónico, es aplicable la ley civil (cfr. cc. 22, 1284 § 2, 3º, 1286, 1º, 1290).
14.
El «fuero de las obligaciones» (c. 1411)
Concordancias: cc. 1290-1298.
1.– El c. 1290 «canoniza» la legislación civil relativa a los contratos y a las
obligaciones 202. La obligación se puede definir como «el deber jurídico exigible que un
sujeto tiene de realizar una prestación en favor de otro sujeto». Los diversos ordenamientos
jurídicos han experimentado una evolución no homogénea respecto a cuáles son las fuentes
de las obligaciones: los hechos jurídicos a los que el derecho reconoce una virtualidad
vinculante. La tradición prevalente, construida sobre el derecho romano, considera fuentes
de obligaciones el contrato, el delito, el cuasicontrato, el cuasidelito y la ley. Para proteger
la seguridad jurídica y lo que en sede civil se denomina «buena fe» – equiparable al «ex
bono et aequo» canonico (cc. 122, 1580, 1718 § 4) – la doctrina señala otras fuentes de
obligaciones: la declaración unilateral de voluntad y los actos sin culpa indemnizables 203.
Las obligaciones derivadas de la ejecución de la sentencia se rigen por normas propias: cc.
1650-1655, en particular c. 1655 § 2. Puesto que el ordenamiento canónico reconoce valor
vinculante no sólo a la ley stricto sensu (universal o particular), sino también a la
costumbre (c. 23) y, en caso de laguna de ley, a todo un conjunto de normas supletivas (c.
19), se exige al juez una gran sensibilidad y formación jurídicas para resolver con justicia
la controversia que las partes le presentan sobre una obligación (cualquiera que sea su
fuente), sin recurrir al cómodo expediente de considerar que la cuestión (que puede ser de
naturaleza espiritual, pero también patrimonial) excede el ámbito jurisdiccional de la
Iglesia 204. Estas controversias canónicas, con frecuencia, tendrán como parte actora o
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 45; F.
ROBERTI, De processibus, cit., n. 69, p. 202.
199
200
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 100.
201
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 224.
202
Cfr. c. 22; M. LÓPEZ ALARCÓN, Comentario al can.1290, en INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA (Ed.),
Código de Derecho Canónico, cit. Vide el comentario a estos cc.
203
Cfr. F. SANCHO REBULLIDA, Obligación. 2) Derecho civil, en Gran Enciclopedia Rialp, 5ª ed., vol. 17,
Madrid 1987, pp. 174-190.
204
Cfr. c. 1457 § 1; nota 115.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
50
demandada a alguno de los sujetos previstos en el c. 1405 § 3 (personas físicas o jurídicas),
por lo que la competencia corresponderá a la Rota Romana.
2.– El c. 1411 § 2 establece un posible doble fuero para todas las obligaciones
(provenientes de un contracto o de otro título): el lugar donde surgió la obligación y aquél
en el que debe ser satisfecha. Si dichos lugares corresponden a la jurisdicción de dos
tribunales, existirán dos fueros concurrentes que, a su vez, pueden ser distintos del fuero
general del domicilio o cuasidomicilio de la parte demandada. La multiplicidad de fueros
concurrentes puede aumentar cuando la obligación surgió o debe (o puede, en las
obligaciones divisibles) cumplirse en un territorio sometido a dos o más jurisdicciones;
como siempre que existen fueros concurrentes la competencia se determina por la
prevención (c. 1415). Por otra parte, en virtud de la conexión (c. 1414), estos fueros
personales podrán ser absorbidos por el fuero real (c. 1410), o viceversa.
3.– En consecuencia, la auténtica especificidad del fuero del contrato (c. 1411 § 1),
respecto al de las obligaciones no contractuales, se circunscribe al inciso final del
parágrafo: «a no ser que las partes, de común acuerdo, hubieran elegido otro tribunal». En
primer lugar hay que señalar que esta cláusula es aplicable tanto a las fuentes de las
obligaciones «unilaterales» como a las «bilaterales», pues la bilateralidad o unilateralidad
se refiere a las obligaciones surgidas, no a la presencia necesaria de, al menos, dos partes;
en efecto, la bilateralidad es un elemento esencial del negocio jurídico llamado «contrato»,
en su momento constitutivo. La bilateralidad constitutiva permite incluir en el término
contrato del c. 1411 también a los «cuasicontratos» (la gestión de negocios, la curatela,
etc.) y a cualquier «acuerdo» del que surge una obligación 205. Sin embargo, este fuero no
tiene aplicación en las causas matrimoniales (de nulidad y de separación) pues, aunque el
acto constitutivo del matrimonio posea naturaleza contractual (c. 1057), estas causas son
reguladas por títulos especiales (cc. 1673 y 1694): «generi per speciem derogatur» 206. Por
tanto, tratando del fuero del contrato (c. 1411), las referencias a criterios hermeneúticos
(provenientes de diversos dicasterios de la Curia romana) sobre la competencia en las
causas matrimoniales (c. 1673) pueden dar lugar a confusiones; el lugar adecuado para
analizar tales criterios o normas no es otro que el c. 1673, 1º.
4.– El específico fuero del contrato, previsto en el inciso final del c. 1411 § 1,
constituye el único vestigio de la prórroga de la competencia en el vigente ordenamiento
latino. Sin embargo, como fue ampliamente controvertido por los estudiosos del CIC 17
207, la indicación del correlativo c. 1565 § 2 no tiene valor «declarativo» de la eficacia de la
205
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 61.
206
VI° Regula iuris 34. Cfr. D. 50, 17, regula iuris 80; CIC 83 c. 20. En sentido distinto, cfr. P.V. PINTO,
I processi, cit., n. 30, p. 77.
207
Cfr. M. CABREROS DE ANTA, La prórroga de la competencia judicial y el fuero de la conexión, en
«Revista Española de Derecho Canónico» 10 (1955), pp. 325-351; ID., Comentarios al Código de Derecho
Canónico, cit., pp. 228-231; F. DELLA ROCCA, Istituzioni di diritto processuale canonico, Torino 1946, p.
111; M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 70-74; I. NOVAL,
Commentarium Codicis Iuris Canonici. Liber IV. De processibus, Pars I, De iudiciis, Augustae Taurinorum –
Romae 1920, nn. 69-70, 83-84, pp. 38-40, 45-46; F. ROBERTI, De processibus, cit., nn. 60-61 y 71, pp. 174178 y 205-207; P. TORQUEBIAU, Compétence des divers tribunaux ecclésiastiques, en «Dictionnaire de Droit
Canonique», vol. 3, Paris 1942, coll. 1217 y 1227-1229; F.X. WERNZ – P. VIDAL, De processibus, vol. 6, cit.,
p. 67.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
51
voluntad de las partes para conferir la competencia al juez incompetente (esencia de la
institución llamada «prórroga de la competencia»), sino que tiene valor «constitutivo», es
decir, la ley establece un nuevo título, en el que la voluntad de las partes tiene valor porque
la ley así lo determina 208. Sin embargo, la prórroga de la competencia (con el
consentimiento de las partes y del tribunal de apelación del fuero incompetente) aparece
prevista en el c. 1080 del Codex canonum Ecclesiarum Orientalium, aunque, según el
mismo c., no es aplicable a las causas matrimoniales, pues el forum prorogationis puede
ser invocado sólo como alternativo a los títulos indicados en los cc. 1073-1079 209,
mientras los títulos de competencia para las causas de nulidad matrimoniales son
establecidos en los cc. 1359 y 1380.
5.– El genérico fuero de las obligaciones (contractuales o no: c. 1411 § 1, 1ª parte y
§ 2) es concurrente con el fuero del domicilio u otros existentes (p. ej., el de la cosa): la ley
utiliza la expresión «conveniri potest» para indicar la concurrencia. Sin embargo, el
específico fuero del contrato (c. 1411 § 1, 2ª parte) utiliza la expresión «nisi» que, en su
tenor literal (c. 17), puede ser interpretado como derogatorio (cfr. c. 39) de los otros fueros
concurrentes (excluido el «general» del domicilio de la parte demandada) o al menos de los
dos que pueden derivar del fuero de las obligaciones (donde surgió y donde debe
cumplirse). Si, como pensamos, el específico fuero del contrato realmente deroga los otros
fueros de las obligaciones, respecto a éstos, poseerá la naturaleza de fuero «especial» o,
según la terminología del c. 1560 del CIC 17, «necesario»; y los otros hipotéticos tribunales
concurrentes pasarán a ser incompetentes, aunque la naturaleza de su incompetencia sea
relativa (c. 1407 § 2) 210. La doctrina actual no se ha decantado por una interpretación
uniforme. Acebal considera que «es claro que (...) el fuero elegido de mutuo acuerdo por
las partes es concurrente con los demás fueros (...) [aunque] la forma adversativa del texto
permite suponer lo contrario» 211. Arroba, sin embargo, afirma la naturaleza derogatoria del
fuero del contrato respecto a los de las obligaciones, no respecto al fuero general 212.
Ambas posiciones son defendibles. La de Acebal porque parece que la Comisión
codificadora quiso establecer tres posibilidades «concurrentes», sin que la tercera (el fuero
del contrato) prevaleciera sobre las otras dos, salvo cuando la parte demandada se
encontrara ausente del lugar donde se celebró el contrato o éste deba cumplirse 213. En este
último supuesto, según el CIC 17 214, sólo podía invocarse el fuero del contrato, no los de
las obligaciones. En la actual redacción del c. la cláusula «nisi» no sería sino un residuo de
la antigua normativa. La posición de Arroba, además de los motivos hermeneúticos
internos al ordenamiento canónico (que, sin embargo, no permiten una solución unívoca),
es más «realista», pues en materia contractual el Código canoniza la legislación civil (cc.
208
Cfr. J. LLOBELL, Centralizzazione normativa processuale, cit., pp. 469-477.
209
«Si nullus ex superioribus titulis iudici suffragatur et tamen causa apud ipsum introducitur, ipse
competentiam obtinet, si partes et auctoritas, cui tribunal immediate subiectum est, consentiunt» (can. 1080).
210
Vide el comentario al § 3, d) del Tít.
211
Cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can.1411, en ed. cit.
212
«Questo tribunale [del contratto] non è concorrente con gli altri due precedenti poiché prevale su di
essi» (M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., p. 101).
213
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 225.
214
Cfr. c. 1565; CPI, Responsum XII, 14 julio 1922, en AAS, 14, 1922, 529.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
52
1290 y 22), la cual otorga normalmente fuerza derogatoria al fuero del contrato,
confiriendo relevancia procesal a la autonomía privada en materias de libre disposición de
las partes. Por ello, consideramos que el fuero establecido por las partes en el contrato
deroga el genérico (doble) fuero de las obligaciones cuando así se indique en el pacto
estipulado, al no ser excluida tal posibilidad por el c. 1411 § 1, 2ª parte (cfr. c. 18).
6.– El c. 1411 § 1, 2ª parte ha modificado otros aspectos del fuero del contrato del
CIC 17. Según el c. 1565 § 2, este título sólo podía ser establecido «in actu contractus» y
ser invocado para dirimir las específicas controversias previstas en tal convención. En la
vigente normativa la elección del título puede realizarse en cualquier momento previo a la
citación del demandado, momento en que «la cosa (la libertad convencional de los
contratantes) deja de estar íntegra» y se produce la «perpetuatio iurisdictionis» (c. 1512, 1º
y 2º); y la competencia del tribunal del contrato comprende cualquier controversia
directamente referida al contrato 215.
15.
El «fuero del delito» (c. 1412)
Concordancias: cc. 1341-1353, 1362 § 1, 1º, 1717-1731.
1.– El «fuero del delito» es establecido por los motivos de economía procesal
estudiados al tratar de los otros fueros concurrentes, pero también, y especialmente, por una
razón directamente relacionada con el fin del ordenamiento canónico, la salus animarum
(c. 1752): intentar reparar el daño y el escándalo sufridos por la comunidad en la que se
cometió el delito. Por este motivo, aunque se trata de un fuero concurrente con el fuero
general, la doctrina dice que es un título «cuasinecesario» 216. Y por la misma razón el c.
subraya la aplicación de este título aunque el acusado esté ausente (cc. 1592 y 1593). De
hecho, la Comisión codificadora se planteó la oportunidad de establecer el fuero del delito
como fuero necesario, aunque decidió respetar su naturaleza concurrente con el fuero
general 217.
2.– El fuero del delito surge allí donde se consumó o donde se realizó la acción
punible penalmente, como la «tentativa de delito» o el «delito frustrado» (c. 1328) y los
diversos tipos de codelincuencia (c. 1329). El fuero del delito puede originar la
competencia de varios tribunales, p. ej., en los casos de codelincuencia y en los «delitos
continuados»; en tal caso, como siempre que existen fueros concurrentes, se aplica el
criterio de la prevención (c. 1415). Las medidas cautelares para prevenir el delito (c. 1312 §
3) o para paliar las consecuencias de una acción hipotéticamente delictuosa (c. 1722), no
son penas y no corresponde aplicarlas al tribunal, sino a la autoridad administrativa 218.
3.– En los procesos penales el único actor posible es el ministerio público, el
promotor de justicia, tras la precedente decisión del Ordinario (c. 1721). Por ello, el bien de
la Iglesia y de las almas exige que los Ordinarios competentes asuman la responsabilidad
que Dios les confía – a través de la legítima provisión del respectivo oficio eclesiástico – y
de la que son responsables ante la justicia divina y canónica (cfr. cc. 392, 1386 y 1389 § 2).
215
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 225.
216
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 64-65 y 67.
217
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 225.
218
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 66.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
53
Cuando se comete un delito, especialmente si produce un grave daño a las almas, el
Ordinario, al que corresponde reparar la injusticia, no puede inhibirse o tratar de transferir
la propia responsabilidad – que puede comportar la necesaria decisión de promover un
proceso penal (cfr. c. 1342 § 2) – a la Santa Sede. Esta actitud podría comportar una grave
omisión de debido acto de oficio (c. 1389 § 2) y dañar a la comunión eclesial, al pretender
que las sanciones sean impuestas sólo por la Santa Sede, haciendo odioso ante los fieles el
ejercicio del munus petrinum que, por disposición divina, es «piedra angular» de la
«communio». Evidentemente, este razonamiento es aplicable a las sanciones que pueden
ser impuestas en vía administrativa 219.
4.– Los delitos reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe 220 están
exentos de las normas generales sobre la prescripción de la acción penal (c. 1362 § 1, 1º).
Para entender el alcance de esta reserva material es indispensable el recurso al ius vetus,
pues el vigente remite a normas que, por lo que resulta, son anteriores al CIC 83. El a. 52
de la Const. Ap. Pastor bonus declara que la Congregación para la Doctrina de la Fe se rige
por normas de derecho común y de derecho propio (especial). Considerando la parcial
noticia que se tiene de las normas propias 221 y el silencio del CIC 83, parece legítimo
recurrir excepcionalmente (cfr. CIC 83 c. 6 § 2) a los datos que sobre esta reserva ofrece el
CIC 17. El c. 1555 § 1 establecía que esta Congregación, en vía judicial, «procede según
prácticas y estatutos peculiares y conserva sus propias costumbres; y aun los tribunales
inferiores, en las causas pertenecientes al tribunal del Santo Oficio (la actual Congregación
para la Doctrina de la Fe), han de seguir las normas por él mismo dictadas». Por tanto, la
reserva no era absoluta, pues el c. se refería explícitamente a los tribunales inferiores, entre
los que había que incluir sólo a los tribunales de los Ordinarios del lugar (c. 247 § 2), pues
el c. 501 § 2 «prohibe terminantemente a todos los Superiores religiosos inmiscuirse en las
causas pertenecientes al Santo Oficio». En estas causas, las sentencias de primera instancia
(para la que era también competente el Santo Oficio: c. 247 § 2) de los tribunales inferiores
no se apelaban ante los tribunales locales de apelación o ante la Rota Romana, sino, sólo,
ante el Santo Oficio 222. En la actualidad, el régimen de estas causas ante la Congregación
para la Doctrina de la Fe será el descrito por las leyes procesales propias 223, aunque sean
anteriores al CIC 83, al no haber sido derogadas por el c. 6 § 1 (cfr. cc. 20 y 21).
219
Cfr. V. GÓMEZ-IGLESIAS, Acerca de la autoridad como servicio en la Iglesia, en PONTIFICIUM
CONSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, «Ius in vita et in missione Ecclesiae», cit., pp. 193-217.
220
Vide el § 5, a), 1º), b’) del comentario al Tít.
221
Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Agendi ratio in doctrinarum examine, 15 enero
1971, en AAS, 63, 1971, 234-236; C. DE DIEGO-LORA, Procedimientos para el examen y juicio de las
doctrinas, en Estudios de derecho procesal canónico, vol. 3, cit., pp. 213-312.
222
Cfr. la Const. Ap. Sacramentum Poenitentiae de Benedicto XIV, 1 junio 1741, publicada como 5º
documento complementario del CIC 17, en AAS, 9 (2ª parte), 505-508. I. NOVAL (De processibus, cit., n. 51,
p. 28) cita otras normas complementarias sobre el delito de «sollicitatio ad turpia» en la confesión, tipificado
en el vigente c. 1387.
223
Cfr. Const. Ap. Pastor bonus, a. 52; Regolamento Generale della Curia Romana, 4 febrero 1992, cit.,
a. 112 § 2; U. NAVARRETE, Commentarium ad litt. ap. «Integrae servandae» 7 dec. 1965 m.p. datas, en
«Periodica» 55 (1966), pp. 647-652.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
54
5.– El fuero del delito confiere al tribunal la competencia para juzgar la acción
contenciosa para el resarcimiento de daños, en la que el actor puede ser quien afirma haber
sufrido ese daño de naturaleza no penal, como consecuencia del eventual delito cometido
por el demandado (cc. 1729-1731).
16.
El «fuero de la administración de bienes» y el «fuero de las sucesiones ‘mortis
causa’» (c. 1413)
Concordancias: cc. 239, 494, 636, 1273-1289, 1299-1310.
1.– El c. 1413, 1º establece el fuero de la «administración de bienes». El
presupuesto de este título es que el administrador no sea el propietario de los bienes
administrados. El administrador no debe ser necesariamente una persona física: puede ser
una persona jurídica que, lógicamente, actuará a través de la persona física (o personas) que
sea su repesentante. A su vez, el propietario puede ser una persona física o jurídica
(corporación o fundación). El administrador puede ser nombrado por el propietario de los
bienes o por la ley.
El objeto de la controversia que determina este fuero no son los bienes en cuanto
tales (que darían lugar al fuero de la cosa: c. 1410), sino la administración de los mismos
224. La sede de la administración, de la que proviene el especial título de competencia,
puede no coincidir con el domicilio o el cuasidomicilio del administrador, dando lugar a un
fuero concurrente con el general; en efecto, el c. 1413 utiliza la expresión «conveniri
potest». Si la controversia se refiere también a los bienes en sí mismo considerados (fuero
de la cosa), y tales bienes (o al menos alguno de ellos) se encuentran en un territorio
distinto del de la administración y del domicilio de la parte demandada (el administrador, el
propietario, etc.), en virtud de la conexión (c. 1414) surgirá uno o más fueros concurrentes,
entre los cuales habrá que aplicar la prevención (c. 1415). La Comisión codificadora quiso
consentir explícitamente la concurrencia del fuero de la administración con otros fueros
posibles, modificando la naturaleza de fuero necesario prevista en el c. 1560, 3º del CIC 17
225.
2.– El c. 1413, 2º establece el «fuero de las sucesiones mortis causa». Se trata de
un fuero especial para resolver las controversias surgidas por transferencias patrimoniales,
no sólo de bienes materiales muebles e inmuebles, sino, también, de bienes «inmateriales»
(como un título honorífico), cuyo título es mortis causa (c. 1299); este título presupone el
fallecimiento de una persona física 226. Cuando tal transferencia, aunque sea gratuita (p. ej.,
la donación), es inter vivos la controversia corresponderá al fuero de las obligaciones (c.
1411). La diferencia entre la condición de «heredero» y de «legatario» no es cuantitativa
sino cualitativa: el heredero sucede al fallecido en su situación jurídica genérica (que,
patrimonialmente, puede ser ventajosa o desfavorable), en la proporción determinada por la
ley o el testamento, descontando los «legados»; el legatario le sucede sólo respecto a uno o
varios de los bienes jurídicos (el «legado»), de los que era titular la persona fallecida.
224
En este sentido, cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can.1413, en ed. cit. En sentido contrario, cfr.
M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., p. 103.
225
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 226.
226
Respecto a la extinción de las «personas jurídicas», cfr. cc. 120, 123, 320, 326, 616, etc.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
55
Puede suceder que un legado sea cuantitativamente mayor que el resto del patrimonio
transmitido a los herederos 227.
3.– Los títulos de la sucesión mortis causa pueden proceder de la ley o de la
voluntad del difunto (a través del testamento). La ley (la civil: c. 1299 § 1) determina el
destino de parte del patrimonio del difunto (a través de la institución de los llamados
«herederos forzosos», a quienes corresponde una parte de tal patrimonio: la «legítima») o
de todos sus bienes, cuando falleció «intestado» (sin testamento). Las modalidades y los
requisitos del testamento se rigen, en principio, por la legislación civil; sin embargo,
cuando consta la voluntad del difunto de transmitir algún patrimonio en beneficio de la
Iglesia, habiéndose omitido «las solemnidades prescritas por el ordenamiento civil, (...) se
ha de amonestar a los herederos sobre la obligación que tienen de cumplir la voluntad del
testador» (c. 1299 § 2). Tal obligación no es sólo moral, sino también jurídica, según el
ordenamiento canónico. Por tanto, quien se sienta perjudicado por la asignación de los
bienes del difunto, según criterios meramente civiles, podrá recurrir al tribunal eclesiástico
competente. Es evidente que el punctum dolens de la cuestión es la ejecución de la
sentencia canónica, con independencia de que el juez haya aplicado escrupulosamente la
ley civil sobre la sucesión (porque el fallecido manifestó su voluntad de acuerdo con esa
ley) o haya dictado la sentencia basándose en una declaración de voluntad del difunto no
conforme a las prescripciones de la ley civil. Los medios coercitivos de la Iglesia carecen
de otra fuerza que la que proviene de la específica naturaleza vinculante (espiritual) de sus
decisiones, salvo cuando el ordenamiento civil las hace suyas (p. ej., en España e Italia, las
sentencias de nulidad del matrimonio, previo los correspondientes exequatur o
«delibazione»), lo que no ocurre en materia de sucesiones mortis causa. Con todo, a pesar
de que la eficacia del proceso canónico (en las causas sobre las sucesiones y en casi todas
las otras) pueda parecer inexistente, la fuerza vinculante espiritual es suficiente para
satisfacer el requisito de la coercitividad de un ordenamiento, pues esa coercitividad es más
eficaz de lo que puede parecer tras una consideración superficial del problema. Esto no
impide que el buen sentido y la «economía procesal» aconsejen ajustar las decisiones
canónicas a las civiles e, incluso, remitir a los tribunales estatales (sin renunciar a la
jurisdicción de la Iglesia) todas aquellas causas que pueden ser resueltas por ellos con
mayor facilidad y eficacia, simpre que, además, respeten los criterios de justicia específicos
del ordenamiento canónico.
4.– El c. 1413, 2º establece que el fuero de la sucesión es determinado por «el
último domicilio o cuasidomicilio o lugar de residencia» de la persona fallecida. Es claro
que se trata de un fuero concurrente con el fuero general del demandado («la parte puede
ser demandada» indica el inicio del c.), motivo por el que no es invocable el fuero del actor
(c. 1409 § 2) 228. El c. 1560, 4º del CIC 17 determinaba que era un fuero necesario y
contemplaba sólo «el domicilio del testador». ¿Qué alcance tiene la ampliación al
cuasidomicilio y al lugar de residencia, introducida por la Comisión codificadora 229?
Pensamos que se ha pretendido establecer una pluralidad de fueros de la sucesión,
227
Vide el comentario al c. 1299.
228
En sentido contrario, cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can.1413, en ed. cit. El fuero del actor
fue explícitamente excluido en este título por la Comisión codificadora (cfr. Communicationes, 10 (1978), p.
226).
229
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 226.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
56
concurrentes entre sí: tantos fueros cuantos domicilios y cuasidomicilios tuviera el difunto
en el momento de fallecer, además del lugar en el que de hecho falleció. Puesto que el
testamento es un acto esencialmente revocable (puede ser modificado siempre, con tal de
que el testador sea capaz de realizar actos de voluntad jurídicamente relevantes), la nueva
norma intenta dar la competencia al tribunal del lugar en que el testador pudo manifestar su
«última voluntad». Esos tribunales podrán, en tal caso, instruir más facilmente las pruebas
sobre la existencia, la legitimidad y el contenido de ese acto de «última voluntad», pues es
útil recordar que el «denominador común» de todos los fueros especiales es precisamente
facilitar la instrucción de las pruebas. Por este motivo la doctrina del CIC 17 incluía en el
término «domicilio» la última residencia habitual del difunto 230. Lo que interesa a la
norma es facilitar el conocimiento de la «última voluntad» (manifestada en el testamento),
para resolver las controversias que sobre la misma puedan surgir, y que se dilucida en
primer lugar la misma existencia de tal voluntad. Para ello, ante la eventualidad de que tal
acto haya sido realizado en el lugar del fallecimiento, en que no se poseía domicilio ni
cuasidomicilio, se acepta el tribunal del último lugar de residencia, aunque el difunto posea
uno o varios domicilios y cuasidomicilios: así se facilita el juicio sobre el último
testamento, que – por principio – revoca todos los anteriores (total o parcialmente, según el
tenor del mismo). Esta interpretación autoriza la concurrencia del tribunal del lugar «de
residencia» donde el testador falleció (pues siempre se puede pensar que allí el difunto
manifestó su última voluntad), con todos en los que poseía domicilio y cuasidomicilio en el
momento de la muerte (por el mismo motivo) 231. Si la tutela de la herencia interesa al bien
público, será necesaria la presencia del promotor de justicia (cc. 1430 y 1431).
5.– El fuero de las sucesiones se aplica a las controversias sobre el valor y alcance
del testamento (inventario y valoración del patrimonio), sobre la división de la herencia
(establecer la parte de cada heredero), sobre la determinación de un legado señalado
imprecisamente por el testador (o incompatible con los derechos de los herederos, forzosos
o no), sobre la actividad del ejecutor del testamento (el albacea), sobre la satisfacción de
los intereses de los acreedores del difunto, sobre la liquidación de la herencia, etc. Una vez
definidas todas estas cuestiones (judicial o extrajudicialmente), si la controversia se refiere
sólo a la ejecución de las mismas, decae el fuero del c. 1413, 2º y son competentes los
tribunales respectivos: «la mera ejecución (...) ha de tramitarse según las normas ordinarias
de competencia». Tales tribunales serán: el del fuero general (c. 1408), el del lugar donde
se encuentra la cosa (c. 1410), el del lugar donde se estipuló el acuerdo sobre la división de
la herencia entre los herederos (c. 1411 § 1), etc.
17.
El «fuero de la conexión» (c. 1414)
Concordancias: cc. 1406, 1440, 1493, 1494 § 1, 1587-1589, 1625, 1639 § 1, 1683.
1.– El c. 1414 establece que las causas conexas entre sí «deben» («cognoscendae
sunt») ser juzgadas por un solo tribunal en un único proceso, «a no ser que lo impida un
precepto legal». Esta disposición ¿establece un título de competencia o, como sucede con
la prevención (c. 1415), indica simplemente qué tribunal, de entre los varios posibles
230
231
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 65, pp. 191-192.
En este mismo sentido, cfr. J.L. ACEBAL LUJÁN, Comentario al can.1413, en ed. cit.; L. DEL AMO,
Comentario al can. 1413, en ed. cit. Contra la concurrencia de diversos títulos de las sucesiones, cfr. M.J.
ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 103-104.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
57
(porque cada uno posee algún título de competencia previo a la conexión: tribunales
concurrentes) es competente en el caso concreto? El problema forma parte de las
numerosas quaestiones disputatae sobre las que la doctrina procesal no suele ser unánime
232. Recientemente, Arroba ha sostenido la segunda interpretación: la conexión es
considerada como uno de los «modos de determinar la competencia» entre tribunales a los
que la ley (en abstracto y previamente) «confía» una determinada causa 233. Se trata,
siempre según este Autor, del derecho del demandado a interponer una excepción («de
conexión») para que la causa, incoada ante un tribunal competente, sea trasladada a otro
también competente (en concurrencia) que ya había comenzado a conocer otra causa,
«conexa» con la presentada ante el segundo tribunal, habiendo alcanzado el primer tribunal
(respecto a la controversia cronológicamente precedente) la «perpetuatio iurisdictionis» (c.
1512, 2º). En definitiva, la conexión sería, una institución que haría decaer la competencia
de un tribunal competente y no un nuevo título de competencia. Aunque compartimos
bastantes de los elementos de este planteamiento (sobre un argumento intrincado
terminológica y conceptualmente) pensamos, sin embargo, que la conexión es un verdadero
título de competencia, que la ley concede a un tribunal (ordinario o delegado 234) que sin tal
título sería incompetente (de modo similar a los demás fueros especiales: cc. 1410-1413).
Que se trata de un verdadero título de competencia (y no de una prórroga, aunque sea
calificada de «legal», ni de un modo de determinar la competencia) lo dice expresamente el
c. 1407 § 1. Este c., al excluir la prevención pero no la conexión del elenco de títulos de
competencia relativa 235, ha modificado el c. 1559 § 1 del CIC 17 y permite distinguir la
naturaleza de ambas instituciones: la conexión es un título de competencia y la prevención
un modo de determinarla cuando existen varios tribunales con competencia concurrente,
porque poseen algún título. Ambos códigos son idénticos respecto a la consideración del
concepto de prórroga: la modificación de los títulos de competencia (relativa), que sólo
corresponde a los dicasterios de la Curia romana 236.
2.– El fuero de la conexión se funda, como los otros fueros especiales, en la
economía procesal. Sin embargo, este título contiene una peculiaridad respecto a aquéllos:
presupone una pluralidad de controversias, cada una de las cuales puede ser objeto de un
proceso distinto ante el respectivo tribunal competente. El fuero de la conexión surge
232
Para una panorámica de los diversos problemas y soluciones, en la doctrina, cfr. M. CABREROS DE
ANTA, La prórroga de la competencia judicial y el fuero de la conexión, en «Revista Española de Derecho
Canónico» 10 (1955), pp. 325-351. Aunque no comparto el planteamiento «de fondo» del Autor (la conexión
es considerada una prórroga legal de la competencia, no un título autónomo) ni alguna de sus soluciones a
cuestiones más puntuales, sigo sustancialmente el esquema de su exposición (en particular pp. 338-351).
233
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 110-114.
234
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 78.
235
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 221.
236
Cfr. SECRETARIA DE ESTADO, Ordo servandus in Sacris Congregationibus Tribunalibus Officiis
Romanae Curiae, 29 septiembre 1908, 2ª parte, cap. 7, a. 3, n. 11, a), en AAS, 1, 1909, 36-108; SIGNATURA
APOSTOLICA, Appendix ad Regulas servandas in iudiciis apud Supremum Signaturae Apostolicae Tribunal, 3
noviembre 1915, aa. 3-32, en P. GASPARRI – I. SEREDI, Codicis Iuris Canonici fontes, vol. 8, pp. 608-618;
CIC 17 cc. 249 § 3, 1603 § 2; CIC 83 c. 1445 § 3, 2º; Const. Ap. Pastor bonus, a. 124, 2º y 3º; vide el § 6 del
comentario al Tít.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
58
cuando los respectivos procesos (y las sentencias que los concluyen) poseen elementos
comunes (el bien controvertido, las pruebas, el contenido de la respectiva sentencia, etc.)
que son útiles (o necesarios) para satisfacer no sólo el principio de «economía» sino,
también, el de «armonía procesal»: que todas las decisiones judiciales sobre controversias
entrelazadas sean coherentes y contribuyan a ordenar según justicia tales relaciones
jurídicas, con el menor esfuerzo posible de las partes y del tribunal: «citius, melius ac
minoribus sumptibus».
3.– El objeto de un proceso (de la controversia) debe quedar perfectamente
delimitado en el decreto de litis contestatio (c. 1513 § 1) y ser decidido en la sentencia (c.
1611, 1º). Los elementos que individualizan cada controversia (cada «acción») son tres (c.
1641, 1º). Dos de naturaleza objetiva: el bien controvertido («lo que se pide», el petitum) y
la causa originante del litigio (la causa petendi); el tercer elemento es de naturaleza
subjetiva: quién lo pide y «contra» quién (las partes del proceso). Cuando en dos demandas
coinciden estos tres elementos (c. 1504, 1º y 2º), la acción es una sola. El ordenamiento
canónico prohibe esta multiplicidad de procesos (en el mismo grado o instancia) sobre la
misma acción. La prohibición proviene del principio «ne bis in idem» y origina varias
instituciones que lo protegen: la prevención (c. 1415), la «perpetuatio iurisdictionis» (c.
1512, 2º), la situación de «litis pendentia» (c. 1513, 5º) o de «litis finita» y las
correspondientes excepciones (cc. 1459 § 1, 1462), la declaración ex officio de la cosa
juzgada por el juez (c. 1462 § 1), la incompetencia absoluta funcional que es sancionada
con la nulidad insanable de la sentencia (c. 1620, 1º), la «restitutio in integrum» contra una
sentencia que «contradice una decisión precedente que haya pasado a cosa juzgada» (c.
1645 § 1, 5º), etc. Sin embargo – al menos antes del decreto de «litis contestatio» (cc. 1459,
1513) –, existe conexión, en sentido amplio, entre dos causas siempre que coincide uno o
dos de los tres elementos: conexión objetiva si los elementos coincidentes son el petitum y
la causa petendi (ambos o sólo uno de ellos) y conexión subjetiva cuando quienes
coinciden son las partes.
4.– El fuero previsto por el c. 1414 sólo es aplicable a la conexión objetiva. La
mera conexión subjetiva no es contemplada en este c., pues es regulada específicamente en
los cc. 1493 y 1494. En un proceso sobre la validez del vínculo matrimonial el petitum es
la declaración judicial acerca de la existencia o inexistencia de un vínculo válido, la causa
petendi es el motivo por el que tal vínculo puede no existir a pesar de haberse celebrado un
rito matrimonial (cada uno de los posibles «capítulos de nulidad»: defecto de la forma de
celebración, incapacidad de uno o de los dos contrayentes, simulación del consentimiento
que se manifestó, etc.) y las partes son la mujer y el hombre que celebraron el matrimonio
y el defensor del vínculo (cc. 1432, 1677 § 3), salvo en las hipótesis excepcionales de los
cc. 1674, 2º y 1675. En estas causas, en las que necesariamente coinciden el petitum y las
partes (pues es indiferente la identidad física del defensor del vínculo), cada causa petendi
origina una acción diversa (c. 1677 § 3) que es determinante para alcanzar la
«conformidad» de dos sentencias de grado diverso (cc. 1641, 1º, 1644 § 1, 1683, 1684) 237.
La conexión entre el proceso penal y el de resarcimiento de daños está expresamente
prevista en el c. 1729, respetando el grado de la instancia (§ 2). En este supuesto se prevé la
oportunidad de que cada acción sea tratada en procesos separados, respetando el principio
de la identidad del tribunal (c. 1730). Así ocurre con la conexión en la demanda
237
Cfr. notas 76 y 96 y el comentario al § 7 del Tít. sobre las causas matrimoniales.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
59
reconvencional, para la que también es permitida la separación de los procesos (cfr. cc.
1494 § 1 y 1463 § 2).
5.– El CIC 17 ofrecía, expresamente (c. 1567), igual régimen procesal a la
«conexión» y a la «continencia» de las acciones. Este común tratamiento procesal de ambas
instituciones ha comportado la no mención de la segunda en el c. 1414 del CIC 83 238. Sin
embargo, la «continencia» es una institución útil para tipificar legalmente (protegiéndolas)
algunas específicas modalidades de conexión 239.
Hay continencia cuando coinciden las partes y la causa petendi y, respecto al tercer
elemento de la acción (el petitum), sólo existe una diferencia parcialmente cuantitativa (la
que se da entre el todo y la parte), siendo cualitativamente también coincidente: el objeto
de la controversia (el petitum) es el mismo respecto a la «cantidad» (la parte) comprendida
en ambas acciones. Estas dos acciones no son idénticas, pero su mutua dependencia es tan
determinante para la «armonía procesal» que no deberían poder ser tratadas
simultáneamente en dos procesos ni, con mayor motivo, ante dos diversos tribunales. La
mera conexión objetiva, que no compromete la validez de la sentencia dada por un tribunal
que desatendió el fuero de la conexión, es protegida con una excepción (de conexión) que
corresponde interponer sólo a las partes antes de la litis contestatio de la segunda acción (c.
1459 § 2). La continencia, sin embargo, destituye de la competencia al segundo juez, que
pasa a ser funcionalmente incompetente (con incompetencia absoluta) en virtud de la
«perpetuatio iurisdictionis» y de la «litis pendentia» (aunque sean «parciales»), situaciones
protegidas con las respectivas excepciones y con la sanción de nulidad de la sentencia (c.
1620, 1º), motivo por el que las excepciones no están sometidas al término de la litis
contestatio y pueden ser apreciadas ex officio por el mismo juez (cc. 1459 § 1, 1461 y 1462
§ 1).
También hay continencia en las causas incidentales de naturaleza «prejudicial» para
las que el tribunal de la acción principal es competente, al menos por el fuero de la
conexión (c. 1588), salvo que la causa prejudicial comporte un título de competencia
absoluta (material o subjetiva) o necesario 240, como consideramos los señalados para las
causas de nulidad del matrimonio 241. En este último supuesto no puede ser invocada la
«perpetuatio iurisdictionis», que presupone algún título de competencia (c. 1512, 2º), ni la
«litis pendentia»; será necesario suspender el proceso principal hasta que esta causa
incidental sea juzgada por el tribunal competente.
6.– A causa del citado tratamiento procesal unitario de la conexión y de la
continencia, los autores no distinguen (o no lo hacen homogéneamente) la regulación de las
238
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 227.
239
Para C. de Diego-Lora la continencia carece de autonomía institucional. Este A., en su magisterio
académico, considera que la continencia es una razón más, junto a la economía y a la armonía procesales,
para justificar el fuero de la conexión.
Sobre la relación de continencia entre una causa de nulidad del matrimonio y otra de separación de los
mismos cónyuges, cfr. sentencia coram Huot, 2 febrero 1984, cit.; C. GULLO, Note minime in tema di
«prorogatio competentiae ratione continentiae», en «Il Diritto Ecclesiastico» 95/2 (1984), pp. 241-254.
240
Cfr. M. CABREROS DE ANTA, La prórroga de la competencia judicial, cit. pp. 347 y 350.
241
Vide el comentario al c. 1673.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
60
excepciones que las protegen. Respecto a su denominación, unos distinguen la de
«conexión» de la de «litis pendentia» (ésta sería aplicable sólo a la continencia) 242; otros
utilizan indistintamente los dos términos 243. Para unos, la excepción de conexión es un
derecho de las partes y sólo a ellas corresponde plantearla antes de la litis contestatio (c.
1459 § 2), pues la desatención de la conexión, de por sí, no comporta «una sentencia
gravemente injusta» (c. 1452 § 2) 244; para otros, el tono imperativo del c. 1414
(«cognoscendae sunt») prevalece, en cuanto norma especial («generi per speciem
derogatur» 245), sobre el límite temporal de la litis contestatio establecido en el c. 1459 § 2
y, además, la excepción puede ser declarada o solicitada ex officio también por el juez 246.
Nosotros pensamos que la coherencia con la afirmación de que la conexión objetiva es un
fuero especial de competencia relativa (c. 1407 § 1), de igual naturaleza a los otros
establecidos en los cc. 1410-1413, exige aceptar las instituciones propias de estos fueros,
tratando de evitar desnaturalizar la idiosincrasia de cada institución y concepto procesal.
Por tanto, siendo la conexión un fuero esencialmente concurrente para acciones distintas y
autónomas (por eso es útil distinguir la conexión de la continencia), que sólo razones de
conveniencia piden que sean tratadas simultáneamente, la excepción de conexión no puede
modificar el criterio común para las excepciones de las que no se deriva la nulidad de la
sentencia, que impide interponerlas después de la litis contestatio (c. 1459 § 2). La
formulación del c. 1452 § 2 posee una amplitud tal que permite al juez, ex officio, proponer
supletoriamente y decidir la excepción. Por otra parte, mientras para algún autor la «vis
attractiva» de la conexión no puede superar el criterio cronológico proveniente de la
prevención 247, para otros el c. 1414 impone, sin embargo, la acumulación de los procesos
conexos incoados separadamente en diversos tribunales, sin que la prevención impida tal
acumulación 248.
7.– El c. 1493 prevé, con algunos límites, la posibilidad de la «acumulación» de
acciones del actor contra el demandado (vide el respectivo comentario). Puesto que el
tribunal «del demandado» constituye el que llamamos «fuero general» de atribución de la
competencia (c. 1408), es evidente que el c. 1493 no puede establecer algún fuero nuevo y
que, por tanto, la conexión objetiva es irrelevante como criterio innovativo de los títulos de
competencia. Desde otra perspectiva, el «litisconsorcio» consiste en la pluralidad de
personas en la posición de parte demandada (litisconsorcio pasivo) o actora (litisconsorcio
activo) en un proceso 249. El litisconsorcio necesario (pasivo), más que una conexión
242
Cfr. L. DEL AMO, Comentario al can. 1415, en ed. cit.; F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 79, p. 217.
243
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., pp. 75-78.
244
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 112-113.
245
D. 50, 17, regula iuris 80; VI° regula iuris 34.
246
Cfr. M. CABREROS DE ANTA, La prórroga de la competencia judicial, cit. pp. 339-340 y 348; L. DEL
AMO, Comentario al can. 1414, en ed. cit.; F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 75, pp. 212-213.
247
Cfr. el comentario al c. 1415, nn. 5 y 6; M. CABREROS DE ANTA, La prórroga de la competencia
judicial, cit. pp. 341-342.
248
En este sentido enseña C. de Diego-Lora. Según esta interpretación, el «nisi legis praescriptum obstet»
del c. 1414 se referirá sólo a la incompetencia absoluta del tribunal (material, subjetiva o por el grado del
juicio) o a la ineptitud del proceso (p. ej., el contencioso oral) para decidir la causa conexa.
249
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 194, pp. 537-539.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
61
subjetiva que comportaría la multiplicidad de acciones en un mismo proceso (la
acumulación 250), significa sobre todo la unicidad de la acción derivada del único bien
jurídico (determinado procesalmente por el petitum y la causa petendi) del que son titulares
tales personas. En las causas de nulidad del matrimonio existe un solo demandado
necesario: el defensor del vínculo, pues ambos cónyuges pueden ser parte actora 251;
cuando la parte actora sea el promotor de justicia (c. 1674, 2º), se producirá un
litisconsorcio pasivo necesario compuesto por los dos cónyuges y el defensor del vínculo.
La intervención, voluntaria o forzosa, de un tercero en la causa es distinta del litisconsorcio
y es tratada por la ley como una causa incidental 252.
8.– El concepto de «concurso» de acciones también tiene relación con la conexión.
El concurso se produce cuando dos o más acciones diversas se ordenan a la consecución de
un mismo fin. Algún autor considera concurso el litisconsorcio necesario 253, aunque
nosotros acabamos de criticar que tal situación comporte realmente una pluralidad de
acciones.
9.– El c. 1494 regula la «reconvención»: el demandado, en el proceso iniciado por
el actor (añadir «ante el mismo juez» es superfluo), puede interponer una acción (o varias
simultáneamente, conforme al c. 1493, ya que el demandado pasa a ser actor sin perder la
originaria posición de demandado) contra el actor, quien, respecto a la acción
reconvencional (una o varias acumuladas), se convierte en demandado. La reconvención
comporta un importante «desorden procesal»: la inversión de las posiciones de las partes en
un mismo proceso, lo cual sólo se justificaba en la tradición canónica como manifestación
del derecho de defensa del demandado. En efecto, el c. 1690 § 1 del CIC 17 exigía que la
acción reconvencional sirviera para «neutralizar o aminorar» la demanda del actor.
Acogiendo las indicaciones de parte de la doctrina y de la jurisprudencia, el c. 1494 acepta
también la reconvención por conexión objetiva (no la meramente subjetiva) 254. Esta nueva
posibilidad de reconvención no hace surgir un nuevo título de competencia, pues es
reconducible al del c. 1414. De la reconvención «clásica» (para «neutralizar o aminorar» la
demanda del actor) puede provenir un nuevo fuero de competencia (relativa)
exclusivamente cuando se plantea ante un tribunal que sólo ostenta el título del fuero
general del demandado de la acción originaria (no alguno de los indicados en los cc. 14101413) y el actor de tal acción no posee el domicilio o el cuasidomicilio en ese lugar. En
este supuesto, sin el título de la reconvención, el demandado no podría demandar al actor
ante ese tribunal porque sería incompetente.
250
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 235, pp. 644-645.
251
Cfr. c. 1674, 1º; R. RODRÍGUEZ-OCAÑA, La legitimación originaria y sucesiva en los procesos de
nulidad matrimonial, en «Ius Canonicum» 27 (1987), pp. 187-190; I. ZUANAZZI, Le parti e l’intervento det
terzo, en Il processo matrimoniale canonico, cit., p. 367.
252
Cfr. cc. 1596 y 1598; sentencia coram Huot, 2 febrero 1984, cit., n. 9; Z. GROCHOLEWSKI, Quisnam
est pars conventa in causis nullitatis matrimonii?, en «Periodica» 79 (1990), pp. 357-391; ID., Parte
convenuta nelle cause di nullità di matrimonio, en D.J. ANDRÉS G. (Ed.), «Vitam impendere magistero».
Scritti in onore dei Proff. R. Pizzorni e G. di Mattia, Roma 1993, pp. 41-55; L. MADERO, La intervención de
tercero en el proceso canónico, Pamplona 1982.
253
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 234, p. 643.
254
Vide el comentario al c. 1494.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
62
10.– En el nuevo Código, por sugerencia de la doctrina 255, se añadió al correlativo
c. 1567 del CIC 17 que las causas conexas debían ser juzgadas «en el mismo proceso (...), a
no ser que lo impida un precepto legal». Esta cláusula condicional comprende: los diversos
supuestos de incompetencia absoluta (material, subjetiva y funcional 256), la limitación del
tribunal con un solo juez (c. 1425 §§ 1, 3 y 4), la prohibición, de naturaleza irritante, de
usar el proceso contencioso oral para algunos tipos de causas 257 o el proceso documental
para juzgar un capítulo de nulidad del matrimonio distinto de los previstos en el c. 1686.
18.
La resolución «ex lege» de los conflictos de competencia: la prevención (c. 1415)
Concordancias: 1482 § 2, 1507, 1512, 1632 § 2.
1.– El c. 1407 § 1 no incluye la prevención entre los títulos de competencia relativa
porque la prevención no constituye fuero alguno. Se trata de una institución que pretende
resolver ex lege los conflictos de competencia surgidos entre tribunales concurrentes (que,
por tanto, poseen la competencia sobre la misma causa con anterioridad al conflicto de
competencia) sin necesidad de la decisión, judicial o administrativa, de un órgano
independiente (este último supuesto es regulado en el c. 1416). La prevención determina
cuál de esos tribunales igualmente competentes puede juzgar la causa. Esta determinación
comporta una indicación positiva (el que puede juzgar) y otra negativa (el que no puede),
referida a uno o a varios tribunales, si el conflicto era entre más de dos tribunales, pues el
principio «ne bis in idem» exige que cada causa (en la que coinciden los tres elementos de
la acción: las partes, el petitum y la causa petendi: c. 1641, 1º) sea juzgada, en cada grado o
instancia, por un solo tribunal. La indicación pertenece al ámbito de los criterios
funcionales de determinar la competencia 258 y, por tanto, en el sentido negativo, supone la
derogación de la competencia del tribunal que era competente antes de la solución del
conflicto mediante la prevención. El tribunal que «pierde» la competencia por la
prevención (en favor del que citó primero al demandado) se convierte en absolutamente
incompetente, por lo que su sentencia será insanablemente nula (c. 1620, 1º) 259.
2.– El presupuesto del conflicto es la existencia de la «igual competencia», es decir
la situación de concurrencia entre varios tribunales. Por tanto, la prevención no es aplicable
en las «causas mayores» (c. 1405) ni en el contencioso-administrativo (cc. 1400 § 2 y 1445
§ 2), puesto que en estos procesos sólo existe un tribunal competente. Por el mismo
motivo, tampoco se puede plantear la prevención entre un tribunal regional constituido sólo
para las causas matrimoniales (c. 1423 § 2) y un tribunal diocesano en una causa penal. Sí
cabe, sin embargo, la prevención entre varios tribunales de apelación locales cuando, según
la norma del c. 1439 § 2, han sido constituidos varios tribunales interdiocesanos de
apelación (cada uno con su propio Obispo moderador: c. 1439 § 3) y todos pueden conocer
en segunda instancia las sentencias de los de primera instancia.
255
Cfr. Communicationes, 10 (1978), pp. 226-227; M. CABREROS DE ANTA, Comentarios al Código de
Derecho Canónico, cit., p. 234.
256
Cfr. c. 1639 § 1.
257
Cfr. cc. 1656, 1690, 1710, 1728 § 1, etc.; Communicationes, 10 (1978), pp. 226-227.
258
Vide el § 5, d), 2º), b’) del comentario al Tít.
259
Cfr. SIGNATURA APOSTÓLICA, Declaratio de foro competenti, 3 junio 1989, cit., nn. 2, 3 y 5.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
63
Por el grado del juicio no es posible la prevención entre dos tribunales de apelación si
uno de ellos no es el expresamente determinado por los cc. 1438 y 1439, pues para ser
competente no basta ser «tribunal de apelación» en general, es necesario serlo ad normam
iuris (c. 1440). Por tanto, no es posible la prevención (al faltar su presupuesto: la «igual
competencia») entre un tribunal de apelación competente y otro incompetente. Distinto
problema plantea la Rota Romana por ser tribunal de apelación universal, según los cc.
1443 y 1444 § 1 (salvo para las causas reservadas al Romano Pontífice, a la Congregación
para la Doctrina de la Fe, a la Congregación para los Sacramentos y a la Signatura
Apostólica 260): será aplicable la prevención entre la Rota y todos los tribunales locales de
apelación, con tal que éstos sean material y funcionalmente competentes. Por otra parte, el
c. 1632 § 2 acepta la «jerarquía» entre los tribunales de apelación (en cuyo vértice se
encuentra la Rota Romana) y, por tanto, si el conflicto surge al apelar una parte a la Rota y
la otra al tribunal local, antes de que uno de los tribunales cite a la otra parte (cfr. c. 1640),
el juicio de segunda instancia corresponde a la Rota 261. La coincidencia de una doble
jerarquía judicial en apelación – la Rota Romana y el tribunal local (o los varios tribunales
interdiocesanos de apelación igualmente competentes) – permite que la prevención sea
aplicable no sólo a la competencia relativa, sino también a la competencia absoluta, como
es la funcional.
3.– El c. 1553 § 2 del CIC 17 preveía la prevención en las causas de «fuero mixto»,
aquéllas sobre materias sometidas a los ordenamientos canónico y civil 262. La Comisión
codificadora, al examinar el c. 2 del Schema 1976, decidió suprimir la referencia a esta
aplicación de la prevención por considerarla inviable en el actual contexto histórico, en el
que «la prevención sólo es posible entre los tribunales del mismo ordenamiento jurídico»
263. Sin embargo, los perfiles de la cuestión no son tan nítidos como los interpretó la
Comisión codificadora. En efecto, el c. 1692 § 2 prevé que el Obispo diocesano puede dar
licencia a los cónyuges para que sometan la separación conyugal al tribunal civil. Esta
licencia no comporta la pérdida de la jurisdicción canónica sobre este tipo de causas (cc.
1671, 1692-1696), que «afectan al bien público (eclesiástico)» (c. 1696); por tanto, los
tribunales canónicos competentes (c. 1694) pueden recibir una demanda de separación
conyugal, no necesitando para ello alguna licencia del Obispo (c. 1692 § 1), en
concurrencia con el citado tribunal civil. En tal supuesto la coherencia hermeneútica parece
permitir la prevención, al menos «contra» el tribunal eclesiástico. Por otra parte, algunos
ordenamientos estatales reconocen el valor civil de las sentencias canónicas de nulidad del
matrimonio, estableciendo en normas internacionales (acuerdos o concordatos) los trámites
para su respectiva ejecución e inscripción registral 264. Puesto que los tratados
260
Vide el § 5, a) del comentario al Tít.
261
Cfr. decreto coram Pompedda, 14 diciembre 1992, Cerretana, en «Ius Ecclesiae» 5 (1993), pp. 597602; J. LLOBELL, La necessità della doppia sentenza conforme e l’«appello automatico» ex can. 1682, cit.
262
Vide el § 3, f) del comentario al Tít.
263
Communicationes, 10 (1978), p. 218.
264
Cfr. Concordato entre la Santa Sede y la República de Colombia, 12 julio 1975, a. 8, en AAS, 67,
1975, 421-434; Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español sobre asuntos jurídicos, 3 enero 1979, a. 6,
2º, en AAS, 72, 1980, 29-36; Accordo tra la Santa Sede e la Repubblica Italiana che apporta modifiche al
Concordato Lateranense, a. 8, 2º y Protocollo addizionale, n. 4, 18 febrero 1984, en AAS, 77, 1985, 521535.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
64
internacionales obligan a las partes que los han estipulado, siendo incompatible la
inscripción en el registro civil de una sentencia canónica de nulidad del vínculo (después
de haber obtenido el oportuno «exequatur» o «delibazione») y de una sentencia civil de
divorcio, cabría plantear la prevención (o la excepción de «litis pendentia») ante el tribunal
civil que pretendiera juzgar una causa de divorcio estando pendiente una causa canónica de
nulidad del matrimonio (no viceversa, pues la Iglesia no reconoce valor alguno al divorcio
civil, lo mismo que los ordenamientos estatales concordatarios citados no reconocen valor
a las separaciones canónicas 265). Al margen de las dificultades prácticas que el ejercicio
interordinamental de la prevención comporta, parece evidente que, a nivel de principio y de
previsión legal (aunque la ley, canónica y civil, necesite normas de aplicación),
hipotéticamente pueden existir causas de «fuero mixto» en las que esta institución sea
posible 266.
4.– La prevención concede el derecho a juzgar la causa a aquel tribunal competente
«que primero citó legítimamente al demandado» (c. 1415). En las causas en las que
interviene una parte pública, la condición pública de la misma no influye a efectos de la
prevención, en aplicación del principio de igualdad de las partes, con independencia de que
éstas sean públicas o privadas 267. En la citación del demandado hay que distinguir, por lo
que a nuestro tema concierne, dos momentos: en el que es dictado el decreto por el juez (c.
1507) y en el que el decreto es notificado al demandado (cc. 1509 y 1510). Sin considerar
los problemas que la efectiva notificación plantea (citación por edicto de quien se
desconoce la residencia, etc.), los efectos jurídicos de la citación provienen del momento
de su notificación (c. 1512); este es el momento determinante para aplicar la prevención.
Los actos previos a dicha notificación – la investigación previa penal (cc. 1717-1719), la
demanda, el decreto de citación antes de su notificación, etc. – carecen de relevancia.
5.– Puesto que la prevención proviene de la citación y esta produce la «perpetuatio
iurisdictionis» y la «litis pendentia» (c. 1512, 2º y 5º), la excepción de prevención se
identifica con la de «litis pendentia», pues en ambos supuestos el tribunal que citó debe
poseer un título legítimo de competencia. Si el tribunal es incompetente, la excepción
pertinente es la de incompetencia, no la de «litis pendentia». La conexión es un título legal
de competencia; por tanto, la segunda causa, para la que el primer tribunal sería
incompetente si no fuera conexa con la primera, «puede» ser legítimamente juzgada por
éste. Decimos «puede» porque, como ya hemos señalado, aunque el c. 1414 parezca
265
Cfr. Concordato entre la Santa Sede y la República de Colombia, cit., a. 9.
266
La permeabilidad interordinamental con efectos sobre el proceso canónico se manifiesta, p. ej., en el c.
1675. Según este c., tras el fallecimiento de uno o de ambos cónyuges, son hábiles para impugnar el
matrimonio ante el tribunal eclesiástico, o para reanudar la instancia (cfr. c. 1518, 1º), los sucesores del
fallecido o quien sea parte en un proceso civil sobre la titularidad de dicha sucesión (p. ej., el representante
del erario público o de una sociedad anónima). Otra manifestación de dicha permeabilidad la constituye el
efecto preclusivo interordinamental de la «cosa juzgada» (cfr. CORTE DI CASSAZIONE (de Italia), Sezioni
unite, sentencia, 13 febrero 1993, n. 1824, § 3.5, en «Il diritto di famiglia e delle persone» 22 (1993), pp.
109-127; G. PUCCI, Appunti in tema di efficacia di giudicato della sentenza ecclesiastica di nullità del
matrimonio e di azione ex art. 139 c.c., en «Il Diritto Ecclesiastico» 2 (1974), pp. 256-274).
267
Cfr. PCCICR, Opera consultorum in apparandis canonum schematibus. 2. De iure processuali
recognoscendo, n. 30, en Communicationes, 2 (1970), p. 190; ID., Schema 1976, praenotanda, n. 55, p. XIV
(en Communicationes, 8 (1976), p. 194).
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
65
establecer una obligación, para que el primer tribunal juzgue la segunda causa es preciso
que el actor plantee ante él la demanda (alegando el fuero de la conexión) o que el
demandado ante un segundo tribunal interponga la excepción de conexión antes de que este
tribunal dicte el decreto de litis contestatio. El tratamiento procesal de la excepción de
conexión es el de una normal excepción de competencia, con la particularidad de que la
conexión no desposee al segundo tribunal del título invocado por el actor, con tal que
realmente lo posea; en definitiva, la excepción de conexión es de «competencia», no de
«incompetencia». (De todas maneras, aunque la parte no plantee la excepción, el juez que
se considere competente por la conexión debe suplir la negligencia de la parte y proteger,
en la medida que sea necesario, el principio «ne bis in idem»: cfr. c. 1452 § 2). Por ello,
cabe la prevención cuando el conflicto se plantea, respecto a la segunda causa conexa, entre
el primer tribunal (que ostenta el fuero de la conexión) y el segundo (con el título de
competencia que le corresponda).
6.– La citación realizada por un tribunal incompetente no produce la «perpetuatio
iurisdictionis» (c. 1512, 2º) ni, por tanto, tiene sentido invocar la prevención en este
supuesto. Cuando ese tribunal incompetente dicta el decreto de litis contestatio, porque no
se inhibió ni la parte demandada interpuso la excepción correspondiente (o fue rechazada:
c. 1460 §§ 1 y 2), ¿sería posible suscitar la prevención entre tal tribunal y aquél que ostenta
el título de competencia previsto por la ley, ante el que la causa fue ulteriormente sometida
y procedió a la citación? Hemos dicho que la excepción de prevención se identifica con la
de «litis pendentia», presuponiendo ambas la «perpetuatio iurisdictionis». En el supuesto
ahora analizado la «perpetuatio iurisdictionis» no se pudo producir con la citación realizada
por el tribunal incompetente; el c. 1459 § 2 prohibe la excepción de incompetencia relativa
tras la litis contestatio («a no ser que surgiera(n) después de que [la litis contestatio]
hubiera tenido lugar»); el c. 1460 § 2, por una parte, niega la apelación contra la excepción
de incompetencia pero, por otra, concede la querella de nulidad y la restitutio in integrum;
y el c. 1457 § 1 establece sanciones para los jueces «que se declaren competentes sin
ningún título jurídico que legitime esa competencia, y conozcan y decidan las causas».
En definitiva, la pregunta que hemos formulado vuelve a reproponer el problema de
la prórroga de la competencia y de la persistencia de la incompetencia relativa tras la litis
contestatio, aunque la sentencia no sea directamente nula por este motivo 268. La respuesta
afirmativa a tal pregunta podría ser un medio más para proteger el respeto de los títulos de
competencia, aunque no satisfaga la necesaria estabilidad de las relaciones jurídicas 269; la
estabilidad quedaría satisfecha, sin embargo, afirmando que el ordenamiento canónico
acepta la la prórroga de la competencia (que sanaría la incompetencia relativa) y, en
consecuencia, que la prevención podría ser interpuesta por el tribunal incompetente que
realizó la litis contestatio contra el tribunal competente que, posteriormente, hubiera citado
al demandado 270. La exégesis de estas disposiciones permite afirmar la existencia de
deficiencias e incoherencias en el vigente sistema canónico sobre la regulación de la
competencia relativa y de las instituciones directamente relacionadas con ella. De cuanto
hemos expuesto (en los comentarios a los Títulos y a los cc. sobre el fuero competente,
268
Vide los comentarios al § 6 del Tít. y al c. 1407.
269
Sobre la importancia de la estabilidad, cfr. J. LLOBELL, Il giudicato nelle cause sullo stato delle
persone, cit.; ID., Perfettibilità e sicurezza della norma canonica, cit.
270
En este sentido, cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., pp. 115-116.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
66
general y matrimonial) emergen con suficiente claridad dos datos que el jurista debe
armonizar: a) que el legislador desea proteger el pleno respeto de los títulos de
competencia en las causas de nulidad matrimonial, y b) que los títulos de competencia
relativa no garantizan esa protección, puesto que la sentencia dictada por un tribunal
relativamente incompetente puede producir los efectos de cualquier sentencia válida.
El «ius conditum» no satisface ambos datos, puesto que los títulos de competencia en
las causas de nulidad del matrimonio son «relativos» (en primera instancia y salvo el c.
1405 § 1, 1º). Por tanto, una vez individualizado el problema (la incoherencia del sistema)
sólo queda proponer soluciones «de iure condendo». A mi parecer existen tres soluciones
posibles: a) aceptar que cualquier tribunal relativamente incompetente puede dictar
sentencias válidas en las causas de nulidad del matrimonio, puesto que se acepta la
prórroga tácita realizada por las partes y por el tribunal; b) superar el concepto dual de la
naturaleza de la competencia (absoluta y relativa), por lo que nunca sería posible la
prórroga, salvo cuando el competente dicasterio romano concediese la «comisión de la
competencia»; y c) definir los títulos de competencia en las causas de nulidad del
matrimonio como fueros de competencia absoluta, por ser el c. 1673 una norma específica
que no admite la prórroga. No parece que la solución pueda ser el recurso a la Signatura
Apostólica para resolver este tipo de «conflictos de competencia» (cc. 1416 y 1445 § 1, 4º)
o en cuanto dicasterio al que compete, en vía administrativa, «vigilar sobre la recta
administración de la justicia» (c. 1445 § 3, 1º), porque la Signatura no puede más que
aplicar la ley, que no satisaface la protección de los títulos de competencia en las causas de
nulidad del matrimonio. De las tres soluciones apuntadas, la más armónica con el conjunto
del ordenamiento y de la tradición canónica, tal vez, sea la tercera.
19.
La resolución judicial y administrativa de los conflictos de competencia (c. 1416)
Concordancias: cc. 1438-1440, 1445 § 1, 4º, § 3, 1º y 2º, 1457 § 1.
1.– El Código establece las instituciones suficientes para que sean los mismos
tribunales quienes decidan las cuestiones planteadas acerca de su propia competencia: la
inhibición ex officio (cc. 1459 § 1 y 1461), las excepciones de incompetencia («inhibitorias
del fuero»), de «litis pendentia», de prevención, etc. El conjunto de dichas instituciones,
aplicadas (ex officio o a instancia de parte) por los mismos tribunales implicados en la
cuestión de competencia, constituye el modo «ex lege» de resolver estas incidencias. Sin
embargo, esta vía «legal» puede resultar insuficiente, siendo necesario recurrir a otro
órgano para que determine autoritariamente cuál es el tribunal competente en los casos de
conflictos entre tribunales. Esta segunda situación es la contemplada en el c. 1416.
2.– El c. 1612 del CIC 17, correlativo al vigente c. 1416, formaba parte del Tít.
sobre «la disciplina que ha de observarse en los tribunales» (cc.1446-1475 del CIC 83),
sede de la regulación de las excepciones, incluidas las de competencia. La Comisión
codificadora introdujo el c. 1416 en la actual sistemática al revisar el Schema 1976 271. El
c. 1612 § 2 ofrecía una solución «local» a los conflictos de competencia entre tribunales no
sometidos al mismo tribunal de apelación, con la condición de que, cada uno de ellos,
poseyera un tribunal superior «in loco». A tal efecto el CIC 17 utilizaba un criterio análogo
al de la prevención: resolvía el conflicto el tribunal de apelación de aquél ante el cual fue
presentada antes la demanda. Para evitar criterios problemáticos en una norma sobre
271
Cfr. Communicationes, 10 (1978), pp. 227 y 249.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
67
situaciones de enfrentamiento de los propios tribunales, y considerando la difusión y la
eficacia de los actuales medios de comunicación, la Comisión codificadora decidió confiar
la solución de todos los conflictos de competencia entre tribunales sin común tribunal local
de apelación a la Signatura Apostólica 272.
3.– Los conflictos de competencia pueden ser positivos o negativos (cfr. c. 1457 §
1). El conflicto es positivo cuando dos o más tribunales afirman la propia competencia
sobre una misma causa, sin que los mismos consigan resolverlo 273. La cuestión debe ser
resuelta no sólo para evitar la dualidad de sentencias sobre la misma controversia («ne bis
in idem»), sino porque las partes poseen el derecho a ser juzgadas por el tribunal
competente (cc. 221 §§ 1 y 2, 1407 § 1) y porque la protección de los títulos de
competencia pertenece al bien público eclesiástico. Estas dos últimas razones justifican
también la necesidad de resolver el llamado conflicto negativo de competencia: el titular de
cualquier derecho jurisdiccionalmente protegido por el ordenamiento canónico («derecho a
una sentencia sobre el fondo de la controversia») debe poder dirigirse al tribunal
competente y éste está obligado a juzgar la causa, si la demanda posee los requisitos
exigidos (cc. 1504-1505). Por otro lado, el tribunal competente es el determinado por la
ley, no siendo posible en materias judiciales los llamados «títulos colorados» provenientes
del «error común», que es aplicable sólo a la potestad ejecutiva (c. 144 § 1).
4.– El c. 1416 garantiza la solución de ambos tipos de conflictos de competencia
(positivos y negativos). Sin embargo, la naturaleza del acto del órgano que resuelve el
conflicto es diversa, según se trate de un conflicto positivo o negativo, aunque la doctrina
del CIC 17 y parte de la más reciente afirma, con diversos matices, que dichos actos poseen
siempre «carácter administrativo» 274. Respecto a la solución de los conflictos negativos,
existen suficientes motivos para sostener la naturaleza administrativa de la decisión, pues
el acto (de imperio) por el que es determinado el tribunal competente no comporta un
enfrentamiento procesal entre quien solicita la solución del conflicto (el actor) y el tribunal
que se niega a aceptar la demanda, aunque el órgano que debe adoptar la solución deberá
oír y valorar las razones por las que el tribunal se resiste. Estas razones pueden ser
legítimas – p. ej., la inhibición de todos los jueces de un tribunal (cfr. cc. 1448, 1717 § 3) –
y ser referidas al único tribunal competente para esa causa; en este supuesto será necesario
que la Signatura Apostólica conceda a un tribunal incompetente la oportuna prórroga o
comisión, cuestión que corresponde a la «sección tercera» de la Signatura, en cuanto
«ministerio de justicia» de la Iglesia, no como tribunal supremo 275. En cualquier caso, sea
la Signatura o el tribunal de apelación el órgano que resuelva el conflicto negativo, la
272
Cfr. Communicationes, 10 (1978), p. 249.
273
Cfr. PCCICR, Relatio complectens synthesim animadversionum ab Em.mis atque Exc.mis Patribus
Commissionis ad Novissimum Schema Codicis Iuris Canonici exhibitarum, cum responsionibus a Secretaria
et Consultoribus datis, Typis Polyglottis Vaticanis 1981, ad can. 1368, p. 308 (en Communicationes, 16
(1984), pp. 53-54).
Cfr. M.J. ARROBA, Diritto processuale canonico, cit., p. 116; M. LEGA – V. BARTOCCETTI,
Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 215; F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 150, pp. 437440.
274
275
Cfr. c. 1445 § 3, 2º; Const. Ap. Pastor bonus, a. 124, 2º y 3º. Vide § 6 del comentario al Tít.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
68
naturaleza del acto es administrativa porque falta el presupuesto del proceso: la
controversia entre dos partes situadas en una posición de igualdad formal.
Sin embargo, respecto a la resolución de los conflictos positivos exiten motivos para
sostener la naturaleza judicial de la decisión. El c. 1612 § 2 del CIC 17 concedía
competencia al Legado de la Santa Sede para decidir los conflictos entre tribunales de los
cuales, al menos uno, no poseía tribunal superior local; esta referencia a un órgano no
explícitamente judicial (el Legado) facilitaba que la respectiva decisión fuera considerada
administrativa. Dejando de lado esta problemática histórica (aunque reciente), en el vigente
derecho la resolución de los conflictos positivos de competencia recibe un tratamiento
judicial porque se da el presupuesto de la controversia y porque así se desprende del
dictado de la ley, aunque ésta ofrezca elementos equívocos. En efecto, la cuestión es
tratada en el c. 1445 § 1, 4º, relativo a la «sección primera» de la Signatura Apostólica,
cuya naturaleza es la de «tribunal supremo de la justicia ordinaria» 276. Las Normae
speciales de la Signatura (1968), de una parte, dicen que esta competencia se ejercita «en
virtud de la potestad administrativa propia del fuero judicial» (a. 18, 5º). Sin embargo, los
aa. 68-73, que desarrollan el relativo procedimiento, se encuentran en el Tít. 4º sobre «El
procedimiento judicial» (aa. 23-85) y no en el Tít. 5º sobre «El procedimiento
administrativo» (aa. 86-95); el a. 68 reenvía a los aa. 23 y ss. para la aceptación del «escrito
de demanda» (cfr. cc. 1404 y 1405); el a. 69 habla de «partes» para referirse a los
contendientes (públicos y privados); y el a. 70 prevé que la decisión del Prefecto no
consiente la apelación porque debe ser adoptada «expeditissime» (cfr. a. 72, CIC 17 c.
1880. 7º y CIC 83 c. 1629, 5º). En definitiva, existe un notable paralelismo entre la
competencia de la Signatura Apostólica en este procedimiento y la competencia de la Corte
de Casación italiana (en cuanto tribunal supremo) en el procedimiento de «regolamento di
competenza» (Codice di procedura civile, aa. 47-50), cuya decisión es una «sentencia»
(c.p.c., a. 49).
5.– «Los conflictos de competencia entre tribunales sujetos a un mismo tribunal de
apelación, han de ser resueltos por éste» (c. 1416). La norma se refiere sólo a los tribunales
locales de apelación, excluyendo la Rota Romana, que es tribunal universal de apelación
(cc. 1443 y 1444 § 1), pero no es el tribunal supremo de la Iglesia, oficio que corresponde a
la Signatura Apostólica y a quien corresponde resolver los conflictos entre tribunales que
no están sometidos al mismo tribunal de apelación (cc. 1416 y 1445 § 1, 4º). La
identificación del común tribunal local de apelación (diocesano o interdiocesano) hay que
realizarla según las prescripciones de los cc. 1438 y 1439. La Rota de la Nunciatura
Apostólica en España, en vía ordinaria, sólo es el tribunal de apelación, concurrente con la
Rota Romana, de los tribunales metropolitanos y de aquéllos sometidos inmediatamente a
la Santa Sede 277. En Italia los tribunales regionales para las causas de nulidad del
matrimonio poseen los tribunales de apelación determinados en las leyes propias 278. El
recurso se puede plantear directamente ante el tribunal competente para decidir el conflicto
Cfr. Const. Ap. Pastor bonus, a. 122, 4º; Z. GROCHOLEWSKI, I tribunali, en P.A. BONNET – C. GULLO
(Eds.), La Curia Romana nella cost. ap. Pastor bonus, Città del Vaticano 1990, pp. 403-414.
276
277
Cfr. Normas orgánicas y procesales del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España,
2.X.1999, a. 37 § 1, en AAS, 92 (2000), pp. 5-17.
278
Cfr. M.P. Qua cura, 8 diciembre 1938, cit., a. 2; M.P. Sollicita cura, 26 diciembre 1987, cit., n. a); C.
GULLO, Note minime in tema di «prorogatio competentiae ratione continentiae», cit., pp. 248-254.
«DEL FUERO COMPETENTE» (L. VII, P. 1ª, TÍT. 1 Y CC. 1404-1416)
69
o, a semejanza de la apelación (c. 1630 § 1), ante uno de los tribunales cuya competencia se
discute para que lo eleve al órgano competente. El tratamiento judicial de los conflictos
positivos de competencia se realizará según las normas de las causas incidentales, en las
que es permitido el proceso contencioso oral (c. 1590). Cuando el conflicto sea
consecuencia del rechazo de la excepción de incompetencia, el recurso realiza las
funciones de la apelación de tal decisión, aunque esta apelación esté prohibida por el c.
1460 § 2 para la incompetencia relativa. Lega consideraba que el recurso presentado ante
uno de los tribunales en conflicto sólo tenía efecto «devolutivo» (enviar el recurso y las
actas pertinentes al tribunal superior), no «suspensivo», aunque recomendaba que el
tribunal inferior suspendiera su actividad hasta que se resolviera el conflicto 279. Pertenece
a la potestad del tribunal superior decretar la suspensión siempre que lo considere oportuno
(lo cual será lo normal 280), puesto que el conflicto puede comportar la nulidad tanto de los
actos procesales (por analogía con la disposición del c. 1451 § 2) como de la sentencia del
tribunal incompetente por «litis pendentia» (incompetencia funcional absoluta: c. 1620, 1º).
279
Cfr. M. LEGA – V. BARTOCCETTI, Commentarius in iudicia ecclesiastica, vol. 1, cit., p. 214.
280
Cfr. F. ROBERTI, De processibus, cit., n. 150, p. 440.
Documentos relacionados
Descargar