Argumento ad hominem

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Argumento ad hominem
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Argumento ad hominem
ARGVMENTA
Argumento a silentio
Argumento ad antiquitatem
Argumento ad baculum
Argumento ad
consequentiam
Argumento ad crumenam
Argumento ad hominem
Argumento ad ignorantiam
Argumento ad lazarum
Argumento ad logicam
Argumento ad nauseam
Argumento ad novitatem
Argumento ad populum
Argumento ad verecundiam
Reductio ad absurdum
En lógica se conoce como argumento ad hominem (del latín, "contra el hombre") a un tipo de falacia (argumento
que, por su forma o contenido, no está capacitado para sostener una tesis) que consiste en dar por sentada la falsedad
de una afirmación tomando como argumento quién es el emisor de ésta. Para utilizar esta falacia se intenta
desacreditar a la persona que defiende una postura señalando una característica o creencia impopular de esa
persona.[1]
Una falacia ad hominem tiene esta estructura:
• A afirma B;
• Hay algo cuestionable (o que se pretende cuestionar) acerca de A,
• Por tanto, B es falso.
No se debe caer en el error de pensar que por existir un argumento ad hominem la afirmación de B es siempre
verdadera (esto es también una falacia conocida como Argumento ad logicam), el argumento de desacreditar al
orador no prueba nada acerca de la veracidad de B, B puede ser tanto verdadera como falsa, el argumento no ofrece
ningún indicador de cuán verdadera es B, y por lo tanto no es un aporte para resolver la veracidad de B.
El mero hecho de insultar a una persona dentro de un discurso —de otro modo racional— no constituye
necesariamente una falacia ad hominem. Debe quedar claro que el propósito del ataque sea desacreditar a la persona
que está ofreciendo la afirmación, para luego rebatir la afirmación como si fuera una consecuencia lógica de lo
primero.
Una falacia ad hominem es una de las falacias lógicas más conocidas. Tanto la falacia en sí misma como la acusación
de haberse servido de ella (argumento ad logicam) se utilizan como recursos en discursos reales. Como una técnica
retórica, es poderosa y se usa a menudo —a pesar de su falta de sutileza— para convencer a quienes se mueven más
por sentimientos y por costumbres acomodaticias que por razones lógicas. Se atacan, así, no los argumentos
propiamente dichos, sino al hombre que los produce y, más concretamente, su origen, raza, educación, riqueza,
pobreza, status social, pasado, moral, familia etcétera.
Por ejemplo:
Diálogo entre dos personas
• A: "El Estado no está garantizando las necesidades básicas de todos los individuos".
• B: "Usted nunca tuvo necesidades, no puede hablar sobre lo que hace el Estado".
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En este caso B atacó la moral de A, pero no dijo nada sobre las necesidades básicas. Se dice entonces que el
argumento usado por B es una falacia, porque no prueba falsedad, sino que intenta generar la sensación de falsedad.
Ejemplo 2:
• A: los triángulos tienen 4 lados
• B: usted nunca estudió geometría, no tiene razón en lo que dice
Efectivamente el razonamiento de A es falso, pero no porque no haya estudiado geometría, sino porque el triángulo
tiene 3 lados.
Ejemplos
• Dices eso porque eres burgués.
• ¿Qué puede saber un sacerdote sobre los hijos si no ha tenido ninguno?
• Turing piensa que las máquinas piensan. Turing es homosexual. Por tanto las máquinas no piensan. (Silogismo
escrito en una carta por Alan Turing, debido al rechazo social que recibió por ser abiertamente homosexual, le
preocupaba que los ataques hacia su persona se utilizaran para descalificar su trabajo en inteligencia artificial).
• No puedes fiarte de ese estudio sobre el tabaco. Lo ha pagado la industria tabacalera.
• Tú no eres mujer, por tanto tú no puedes opinar sobre el aborto.
Falacias similares
Existen falacias similares:
• Argumento ad verecundiam: se intenta demostrar que algo es verdadero porque tiene prestigio quien lo dice
• Falacia de asociación: se intenta demostrar que algo es falso porque quien lo dice pertenece a un grupo
determinado
• Falacia del espantapájaros: se introduce en la conversación un nuevo argumento que no tenga relación, y se lo
rebate
Ad Hominem en la literatura clásica
Los clásicos denominaban al argumento ad hominem con la expresión argumentum ex concessis, es decir, que usa
en su favor los argumentos «aceptados» o «concedidos» (ex concessis) por el interlocutor. Fue John Locke, creador
de los argumentos en ad, quien lo renombró como ad hominem. Un ejemplo muy conocido es el de Tito Livio
refiriéndose a la forma en que Aníbal persuadía a sus hombres:
Aníbal [tras cruzar los Alpes], empleó toda clase de exhortaciones para animar aquella confusa mezcla de
hombres que nada tenían en común, ni la lengua, ni las costumbres, ni las leyes, ni las armas, ni los trajes, ni el
aspecto ni los intereses. A los auxiliares les habló de alta paga por el momento y ricos despojos en el
repartimiento del botín. Hablando a los galos, avivó en su ánimo el fuego de aquel odio nacional y natural que
alimentaban contra Roma. A los ojos de los ligures hizo brillar la esperanza de cambiar sus abruptas montañas
por las fértiles llanuras de Italia. Asustó a los moros y númidas con el cuadro del cruel despotismo con que los
abrumaría Masinissa; y dirigiéndose a los demás les señalaba otros temores y otras esperanzas. A los
cartagineses habló de las murallas de la patria, de los dioses penates, de los sepulcros de sus padres, de sus
hijos, de sus parientes, de sus esposas desoladas.
Tito Livio, XXX
Por ejemplo, como señala Arthur Schopenhauer parafraseando a Aristóteles, si el interlocutor «es partidario de una
secta con la que no estamos de acuerdo, podemos utilizar contra él las máximas de esa secta como principia».[2]
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Los tratadistas consideran que el argumento ad hominem es un recurso que se utiliza con fines prácticos, en
discusiones filosóficas, jurídicas, políticas, etc., siempre que se pretende persuadir a alguien de algo, lo cual exige
compartir con el auditorio algunas de las premisas, aunque sea de forma solo teórica:
Las posibilidades de argumentación dependen de lo que cada uno está dispuesto a conceder, de los valores que
reconoce, de los hechos sobre los que señala su conformidad; por consiguiente, toda argumentación es una
argumentación ad hominem o ex concessis.
Chaim Perelman
Referencias
[1] Falacias lógicas. Falacia ad hominem en el punto 2.1 (http:/ / www. xtec. es/ ~lvallmaj/ preso/ fal-log2. htm)
[2] Arthur Schopenhauer, El arte de tener razón, Alianza Editorial, Madrid, 2004, pág. 40.
Bibliografía
• Walton, Douglas (1998). Ad Hominem Arguments (http://books.google.ca/books?id=-HTQY_b1_84C) (en
inglés). University of Alabama Press.
• Walton, Douglas (2001). « Searching For the Roots of the Circumstantial Ad Hominem (http://www.
dougwalton.ca/papers in pdf/01roots.pdf)» (en inglés). Argumentation 15 (2): pp. 207-221.
Fuentes y contribuyentes del artículo
Fuentes y contribuyentes del artículo
Argumento ad hominem Fuente: http://es.wikipedia.org/w/index.php?oldid=75760874 Contribuyentes: ARPASHL, AchedDamiman, Alejandrocaro35, Angelito7, Angus, Aracne, Aromera,
Arturop, Balderai, Becquer 1980, Belgrano, CHUCAO, CarlosHoyos, CitoJam, Crescendo, Cuye, Dalton2, Damifb, Darwino, Diegusjaimes, Dodo, Dr Doofenshmirtz, Elrond 3, Ensada,
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