Los presos políticos de México exigencia e imagen singular de la

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Los presos políticos de México: exigencia e imagen singular de la transformación global
Autores(as): David Fajardo, Octavio Valadez y Erandi Villavicencio
Seudónimo: Esculturapopular
“La revolución (mexicana) que ha triunfado ha sido la científica.
La populachera, la incendiaria, la asesina, anda ahora a salto de mata
por las montañas de El Jilguero… Esta victoria mía y de mis colaboradores
me ha sido premiada con la alta investidura.”
Fco. Rojas González, La negra Angustias (novela)
I. La distinción.
Entre la vorágine de la vida moderna de México, pareciera común hablar de los “presos políticos”
como una más de las injusticias abstractas que aparecen todos los días. La trivialización de la
ignominia política, es uno de los primeros síntomas de la barbarie del fascismo.
Pero distinguir entre los significados y palabras la mirada viva de aquel que está tras las rejas, se
vuelve una exigencia histórica para comprender la situación real de este país y quizás de este
mundo.
No basta “mirar” a los presos políticos, sino mirarlos cómo no se los mira cotidianamente. Mirar al
preso es mirar su ausencia de un fondo de realidad del que se la ha excluido. El preso no está aquí,
por eso hay que mirarlo. Mirar al excluido es mirarnos en la condición distinta del otro, en José,
Rubén, María, en ese alguien ausente que está detrás de esa enunciación “preso político”.
La mirada del preso, nos invita a trascender las fronteras académicas de las ideas y las palabras,
para sentir la distinción humana y existente de la injusticia.
Saber mirar al preso es desfetichizar su historia, nuestra historia. No es el rostro que aparece ante
nosotros desde la distancia legal o física de una cárcel, sino el rostro de una historia que estalla en
los ojos de aquel que vive con su cuerpo y con su ser, el peso cínico de la opresión histórica.
En este trabajo trataremos de mostrar que el preso político es la imagen angular de nuestra realidad
contradictoria. En él
se sintetiza
y distingue la condición permanente y cambiante de las
contradicciones y retos modernos y el llamado profundo a transformar la condición humana.
II. Antes de la cárcel: la causa, la historia.
1
La vida moderna nos ha vuelto ciegos a la historia, haciendo que el juicio valorativo oscile siempre
en la inmediatez de lo que aparece. Sin embargo, todo preso político tiene un antes y sólo yendo a
ese antes podremos comprender el origen, la causa y la distinción de su condición actual. El preso
se vuelve político precisamente por esa historia que lo ha traído a la cárcel.
Si damos un paso atrás en el tiempo el preso se mirará como un luchador social juzgado por un
sistema jurídico que está fundamentado en la defensa de la propiedad privada por sobre todo
derecho. Bajo este fundamento la justicia será siempre para los dueños, mientras que para los
pobres y nadies de este mundo les quedara la lucha digna, pero reducida, de la defensa de sus
derechos humanos1. El preso político será castigado y condenado para que así el Estado y los
grandes propietarios hagan “justicia” sobre el acto de desobediencia y rebeldía de los luchadores
sociales.
En realidad el preso representa un discenso en la legitimidad del orden jurídico y estatal. El
revolucionario o luchador social rompió una ley, si, pero no necesariamente su acción fue
ilegitima2. Por su parte el Estado, como monopolio de la “coacción” física, ejerce una violencia
legal sobre las personas disidentes mostrando de este modo no sólo la existencia de un discenso en
la visión del mundo, sino sobre todo una legitimidad fragmentada y sólo aparente del orden
institucional y legal.
La historia de México ha mostrado con el encarcelamiento, tortura, asesinato o desaparición de sus
luchadores sociales, la evolución de un sistema jurídico alienado y separado de la sociedad que le
da legitimidad. A Hidalgo, héroe que hoy veneran los gobernantes se le acusó de ser un hombre
sedicioso, cismático y hereje, se le condenó a la degradación, que consistía en rasparle las manos y
las yemas de los dedos, a la excomunión y a la pena de muerte. Su cadáver fue posteriormente
decapitado, colocando su cabeza en la Alhóndiga de Granaditas, junto a las de Allende, Aldama y
Jiménez como símbolo de la “justicia y el poder” colonial.
La persecución política de México en el siglo XXI no es un incidente en la historia. Los nombres de
los presos y asesinados son baluartes al sentido histórico de la lucha por la democracia. Las
víctimas de la represión al movimiento vasconcelista, su silenciamiento y asesinato, en la década de
los 30, por el PNR para dar campanazo de salida a los 70 años del PRI en el poder. La negación y
destrucción del “henriquismo”, de Jorge y Miguel Henríquez Guzmán que en 1950, buscaban
terminar lo que la revolución mexicana y popular comenzó, ligados al movimiento cardenista y
acusados de deudas estratosféricas a hacienda, despojándolos de toda fuente económica para
difundir su causa. La represión también fue brutal, 500 muertos.3 En julio de 1940, 200 muertos por
1
2
Roy Arundhati. Cuando la paz es la guerra. http://www.paginadigital.com.ar
Dussel E. Ética de la liberación en la edad de la globalidad. Trotta. 1999.p450
3
Francisco Estrada Correa. La “guerra sucia” contra la Demo Cracia. Fundación Libertad Fco. Múgica. México, 2003 “El 7 de
julio, cuando los henriquistas estaban festejando su triunfo en la avenida Juàrez, frente a la Alameda, na carga de caballería,
2
el “alzamiento” contra el fraude propiciado por el mismo Cárdenas, a favor de Ávila Camacho y
contra Andreu Almazán. Muchas fueron las tácticas de la dictadura priísta para acallar las fuerzas
políticas disidentes: cierre de vías públicas para impedir concentraciones, robos y manipulaciones
para los financiamientos de la oposición, alarde a socialismos corporativistas totalitarios, infiltrados
en las asociaciones políticas, compra y desaparición de líderes, engaños masivos, entre otras
infamias. Como la liberación de Genaro Vázquez, líder campesino, a balazos y por la espalda en
1968, acompañando la matanza de Tlatelolco el mismo año. Larga es la lista de hombres y mujeres,
heridos, golpeados y vejados, asesinados y encarcelados desde hace 200 años, basamentos de
nuestra “democracia”. “La Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos en México
(Afadem) posee una lista con nombres y apellidos de 1.225 personas desaparecidas” desde la
década de los sesenta, “en lo que se refiere específicamente a prisión política, las estadísticas de los
tres últimos sexenios lo confirman: en el gobierno de Ernesto Zedillo fueron encarceladas, por lo
menos, 1205 personas; durante el periodo de Vicente Fox, al menos 1576, y en el año y medio que
lleva Felipe Calderón van, por lo menos, 337.” Las represiones perentorias e intermitentes arrojan
datos entre los que destacan “febrero de 2000 con 1096 y diciembre de 2006 con cerca de 700.” 4
Para los detentores del poder, la violencia siempre vendrá de aquellos que rompen la ley y nunca
de aquellos que la aplican. Esta idea ha permeado en el tejido social a tal grado que existen
intelectuales que validan toda represión del Estado bajo el argumento hueco de la aplicación
violenta de toda “legalidad” sobre toda acción “ilegal”.
Si el Estado puede asesinar y encarcelar legalmente sin importar ninguna causa, entonces la ley
ha perdido todo su contenido ético para encubrir el acto violento del poder autoritario, que sólo
permite la obediencia animal al orden jurídico e institucional establecido5.
Sólo yendo un paso más atrás en la historia del preso político podremos comprender cómo su acto
de desobediencia es en su gran mayoría la última faceta de su lucha social, nunca el fin inmediato
de su movimiento. El preso político decidió enfrentar a la ley y al estado que ésta representa. No
preguntarnos ¿Porqué? es matar el significado de nuestra propia historia donde millones de seres
humanos transgredieron las leyes e instituciones por construir una sociedad más justa.
tanques y tanquetas, soldados, agentes y todas las policías arremeten contra la masa inerme dejando un saldo de poco más o menos
500 muertos e infinidad de heridos y detenidos… Y a partir de ahí la represión se recrudeció. El 12 de septiembre, presos la mayoría
de los líderes opositores, el Congreso casi absolutamente priísta (sólo había cuatro diputados del PAN) declara presidente a Ruiz
Cortínez y pide para los henriquistas “la mano dura”.
4
Antonio Olívar Zúñiga, “La guerra sucia en México”, www.apiavirtual.com. Y Gloria Arenas Agis (Santa Ma. Chiconautla,
Edomex) y Eugenia Gutiérrez (DF) http://laotrachilanga.blogspot.com/2008/06/represin-en-mxico-algunos-datos.html
5
Franz Hinkelammert en un ensayo sobre el mito de adán y eva escribe:” “Un Dios que dicta cualquier ley antojadiza
es un Dios déspota y arbitrario. Desde el punto de vista de los seres humanos, Él, que los creó, no tendría ninguna
legitimidad (…). En el mito de la fruta prohibida lo que lleva a la conciencia del bien y del mal es una violación
legítima, obligatoria. Si no violan, no son ni merecen ser seres humanos con su dignidad. Hay rebelión legítima porque
no hay violación de la ley moral”. http://www.una.ac.cr/ambi/revista/85/hinkelammert.htm
3
Los presos políticos en México son en su mayoría indígenas, campesinos, obreros y estudiantes. En
sus historias podemos descubrir las condiciones de vida de millones de pobres que conforman y
fundamentan el devenir socio-económico de este país.
El Estado no encarcela ni asesina a aquellos que fortalezcan el poder de los que detentan las
instituciones y la legalidad. Sólo son encarcelados aquellos que representan un peligro para la
estabilidad del orden, para la paz del estado dominante. El luchador social pasa de ser un simple
desobediente a un enemigo del Estado y de la legalidad (ilegitima) de los detentores del poder. Si
aceptaramos la relación amigo-enemigo como fundante de toda política, estaríamos en el primer
momento político del preso, que muestra que en el ámbito de la política de un país, toda crisis de
legitimidad provoca una confrontación irreductible.
El luchador social no sólo desobedeció, sino que mostró con su lucha la ilegitimidad del orden
existente y la necesidad y factibilidad de una transformación.
El luchador social ha comprendido que el hambre, el dolor y el sufrimiento de su cuerpo, familia,
su pueblo tiene una causa histórica que se puede comprender y transformar, que tiene nombres y
apellidos, una forma institucional y legal. Aunque no todo luchador social ha leído los 6 tomos del
capital, la gran mayoría ya distingue el núcleo contradictorio de la modernidad: el capital es ante
todo una relación específica entre los seres humanos y los ecosistemas, una relación que pone a la
vida humana y la vida general subordinada al único fin de la acumulación de ganancia.
Los efectos son brutalmente sentidos y comprendidos: la miseria de muchos es la riqueza de unos
cuantos, la paz y sosiego de unos es la desesperación y angustia de millones6. La vida no puede
vivirse: La enfermedad azota mientras nacen nuevos hospitales privados. El hambre rasga los
cuerpos mientras las bodegas de las tiendas comerciales abundan en alimentos y recursos. El orden
político no sólo se ha vuelto incapaz
de reproducir y desarrollar la vida de la mayoría de los
ciudadanos de un país sino que ha fetichizado su poder para oponerlo contra los representados y
vincularlo a favor del proyecto histórico de los capitalistas: acumular valor. Es por esto que el
atentado contra el recurso simbólico y material de la ganancia es un atentado contra el “bienestar
común” de un orden político alienado. La criminalización del preso, como posición política del
Estado contra la organización popular en desacuerdo es una criminalización extendida desde las
instituciones europeas del medievo como en el sistema jurídico estadounidense, donde dicha
criminalización y falta de reconocimiento se debe a la necesidad del Estado por salvaguardar
intereses corporativos para acumular capital político.
El Estado asume como enemigo no sólo a la lucha del disidente, sino al contenido ético y
simbólico de lo que éste representa. Si pudiéramos hablar de un momento originario de la
6
“No luchamos contra la pobreza, sino contra la acumulación de riqueza que provoca nuestra pobreza”. Ignacio del
Valle.
4
desobediencia ésta sería en el momento en que el indígena, el obrero, el campesino se asumen como
seres humanos y no más como bestias de carga, no más cosas ni mercancías desechables. La
primera desobediencia al orden político-económico dominante es la de asumirse como un ser
humano. El campesino resignifica y dignifica su existencia y la de su familia, la de su comunidad,
la de su pueblo para obedecer nuevos principios de vida. Estamos en un momento afirmativo de su
lucha. El luchador social se vuelve enemigo por su rostro ennegrecido y su olor de sudor y de
trabajo, por sus manos callosas y deformadas por la historia de sobrevivencia, por su forma de
hablar y su forma de vestir, es decir, por todo aquello que lo afirma como un ser humano
auténtico.
Así el campesino toma conciencia y emerge tanto en la afirmación política y cultural de su
existencia responsable de los otros como en la negatividad de aquello que niega la vida humana.
Los luchadores sociales son parte de colectivos, de comunidades que han tejido un nuevo sentido
social, político, cultural, económico desde nuevos principios de obediencia y mandato. El luchador
es enemigo del estado no sólo porque lucha contra la injusticia, sino porque afirma en su
colectividad y su comunidad la posibilidad real de una transformación y de un orden social más
justo, más ético.
La posibilidad de una transformación es una victoria que el estado actual no puede tolerar ni
permitir que se expanda.
En los luchadores sociales por su parte, la factibilidad de una
transformación empuja hacia una transición de la fuerza social a una fuerza política: la esperanza se
siembra y se cosecha, emerge un consenso crítico, una legitimidad que muestra la ilegitimidad del
estado capitalista.
Aunque la crítica suele ser permitida en las universidades, como símbolo de una “democratización”
de las opiniones, la confrontación de sentidos existentes, trasciende por mucho el mero ámbito de
los argumentos y las ideas. Romper con la inercia y la aceptación colectiva de comunicar la
indignación por medio de “señales auditivas recíprocamente ininteligibles”7. En el ámbito de la
praxis no sólo teórica, la lucha implica siempre un riesgo: ser golpeado, torturado, desaparecido,
asesinado. En el choque de sentidos políticos, económicos y éticos, el Estado asume la lucha con
violencia. Si bien procura evitar la violencia explicita donde la destrucción de una comunidad haga
evidente su falta de legitimidad, ha construido una guerra lo suficientemente silenciosa y específica
como para ocultarla en el olvido: golpear a quienes simbolizan y cohesionan la tenacidad de un
movimiento.
7
José Revueltas, Los errores. Novela. Ante la indignación de Jacobo Ponce por el intelectualismo y la diatriba del
Partido Comunista incomunicando humanamente a un ser con el otro. En este caso, con el que sufre el dolor de la
opresión histórica. Era, México, 1964.
5
Es por esto, que tarde que temprano el verdadero luchador social, asume el riesgo de trascender los
límites de lo permitido y de la adversidad histórica, el riesgo de ser un preso o un muerto político.
La cárcel será en este sentido una sola de las etapas de esta confrontación de sentidos. El preso
político ha recapitulado en su historia la dinámica histórica de la lucha por la transformación
incesante de la realidad mexicana. Hemos desfetichizado su presente para comprenderlo desde su
pasado, ejercicio necesario en la comprensión de nuestra propia situación.
Pero ahora hemos de desfetichizar su presente, su jaula, su encierro.
III. La cárcel: la realidad invisible.
Las cárceles del México del siglo XXI son la imagen representativa de orden político alienado y
carente de todo sentido ético que domina a nuestra sociedad.
La privación de la libertad se vuelve el suplicio que la modernidad usa para “normalizar” a los
individuos en una ecuación mercantilista donde se paga un tiempo de condena en proporción con el
daño causado a la sociedad.
David Cilia, un expreso político de México, escribe que el aparente fracaso en la re-habilitación de
los criminales debe comprender a la luz del éxito en la adaptación de los individuos a un “desorden
social”. Es decir, las cárceles cumplen su cometido de de convertir al individuo en un ciudadano
nihilista y egoísta obediente de la perfidia moderna donde sólo importa la ley del más fuerte.
La cárcel obliga a los individuos a obedecer sin ningún miramiento y soportar con ello toda clase de
vejaciones e ignominias. En el interior de esta institución las clases sociales permanecen dictando
la asignación de roles y derechos. Hay presos indigentes y presos privilegiados. La seguridad y el
privilegio se venden y la autoridad es comerciante de derechos. El preso debe vivir vigilado hasta el
extremo de perder todo carácter privado o íntimo en un espacio dónde lo único publico es la
ignominia.
Las cárceles se convierten de este modo en el espacio de formación de seres desposeídos de toda
humanidad y pérdida de responsabilidad, para reducirlos a bestias que aprendan a obedecer y a
jugar las reglas del soborno.
Las cárceles son el más claro ejemplo de una institución cimentada en una dinámica de corrupción y
el miedo. Con dinero y con amenaza el Chapo Guzmán, uno de los más
importantes
narcotraficantes del mundo, pudo escapar en enero de 2001 de una de las cárceles más seguras de
México, La Palma.
Pero el castigo para el luchador social, no es sólo la privación de su libertad, sino el intento
constante por destruir todo resquicio de alteridad. El sepulcro de los vivos le llamaba Dostoievski.
Los presos políticos pagaran muy caro, mucho más que cualquier narcotraficante, cualquier asesino,
porque han dañado la credibilidad de una sociedad injusta, han afectado los fines de un estado
6
mercantilista y neoliberal. Es por esto que Ignacio del Valle fue condenado de por vida, porque la
justicia se mide con la afectación de los intereses de ganancia, que representaba el aeropuerto de
texcoco.
Si la principal desobediencia del luchador social es la de vivir de acuerdo a un sentido justo de su
existencia. El estado buscará destruir toda identidad del preso político y lo que este representa en el
movimiento que permanece afuera.
La tortura y la vejación confirman que los presos políticos, son prisioneros de una guerra
clandestina que ningún ciudadano podrá esquivar con la teoría, la mirada ni la praxis. Como
recuerda Gloria Arenas, la guerra sucia en México no terminó en la década de los setentas, ésta
permanece8. La institución de la cárcel oprime en aquello que sostenga la dignidad del preso
político. A los estudiantes presos de les corta su cabello y su identidad, a las mujeres se les viola,
al indígena se le trata como indio execro, al campesino como hambriento, al obrero como anónimo
olvidado. ¿Cuándo, dónde? Aquí en el México del siglo XXI. No, no estamos hablando del México
del 68, los setentas, sino del México del año 2008.
La privación de la libertad en el preso político no es el castigo fundamental, sino la separación de
su comunidad y la imposición de una impotencia política en el carácter rebelde de los luchadores
sociales.
El orden político-cultural capitalista tiende a recapitular el terror de sus cárceles en todo el espacio
social. El control absoluto del poder dominante se expande como norma sobre el espacio material y
simbólico, consciente e inconsciente del orden social. Desde esta perspectiva Antonio Negri ha resignificado el término de Biopoder que fundara Foucault, para referirse al intento del Imperio por
regular a la misma naturaleza humana, es decir, la vida en su totalidad.
El dominio cultural del Estado a través de las sutilezas de la institución educativa, como un
complejo social no meramente escolar, evidencian la lucha por el poder en el campo de lo
simbólico, provocando cambios para susceptibilidad de millones de seres humanos en su demanda
creciente de certezas.
En el mismo sentido la edificación de sistemas jurídicos que legitiman el recurso de la violencia
restringido al Estado como causa de los sistemas sociales, o a las universidades como instancias de
legitimación de “la verdad” y la “autoridad moral científica” del Estado, se consolidan como
capitales culturales, políticos y económicos con poder simbólico sobre el campo de lo social9. Las
imágenes simbólicas del debilitamiento de las masas y la ilegalidad de la lucha social, son el
bombardeo mediático de un proyecto histórico imperialista. El luchador social se presenta ahora
8
9
Entrevista Gloria Arenas. Octavio y Erandi. Periodico el Machete. No 200. Julio 2008.
Pierre Bourdieau, Razones Prácticas sobre la teoría de la acción, Anagrama, Barcelona, 1997.
7
como la imagen del terrorista que todo ciudadano debe evitar. El miedo se distribuye
estratégicamente para el sojuzgamiento de la organización popular.
Es así que los medios mundiales de comunicación han construido la imagen del luchador social,
como el agente perentorio del caos que la ley debe combatir y perseguir. El luchador social es aquel
que se rebela por rebelarse, el sucio, violento y brutal hombre dogmático rodeado de conscupisencia
e ideas libertinas. El que se merece la cárcel eterna de la negación y el olvido por atentar contra la
paz, que la da el Estado y su “racionalidad” y sus “profesionales”. El que hace uso irracional de la
radicalidad, como antítesis de la libertad del derecho y respeto de los unos con los otros. En suma,
el fundamentalista salvaje que mata por matar.
Así pues, las macro y micro instituciones que guardan referencia con el sentido capitalista del
mundo han construido una gran cárcel invisible, donde los individuos deben obedecer y respetar sin
miramientos a la ley, el mandato y la imagen de aquellos que detentan el poder. Una “teología de la
seguridad”, manifiesta Manuel Vázquez Montalban, “ante la superstición de Estado obsesionado
por su poder en crisis”10. Una gran cárcel donde lo público y lo privado será determinado por las
dinámicas corruptas y cínicas de una cultura de la depredación.
La constitución y mantenimiento del orden político se realiza con mediaciones educativas,
mediáticas o legales. Lo que se busca es crear individuos que puedan adaptarse a la normalidad del
caos, a la cotidianidad de la ignominia y el odio, al egoísmo acotado en clases sociales
imperturbables. Como al preso político la separación de todo vínculo con la comunidad se vuelve el
principal castigo. Nuestra condena es la incapacidad para unirnos en la transformación de nuestra
realidad y la superación de esta cárcel histórica de opresión y engaño.
La cárcel y el preso político constituyen de este modo la imagen de nuestra propia realidad política.
Mirar al preso y a su historia se tendrá que hacer a partir de ahora como aquel que comprende su
situación al comprender la condición y causa de lo que el preso político vive y significa. La lucha
por su libertad será entonces la lucha por la liberación de la cárcel en la que la modernidad
capitalista nos ha sumido, porque sólo así comprenderemos verdaderamente la lucha y la causa del
preso político.
IV. La libertad: factibilidad de lo imposible.
Pocas veces el término libertad adquiere la claridad necesaria para concretar acciones como ocurre
cuando de presos políticos se habla: Hay que sacarlos.
10
Alberto Híjar, Teología de la Seguridad. http://www.apiavirtual.com/2008/08/29/teologia-de-la-seguridad/
8
No hablamos aquí solamente de una libertad teórica o metafísica, no ya de ideas ni de buenas
intenciones.
La vida encerrada de cada preso político es un grito que exige factibilidad y
concreción de toda acción política.
Sin embargo no basta la voluntad ni tampoco el acto desesperado de una fuga, cuando se
comprende que la cárcel no termina en las murallas y las rejas de los reclusorios. La existencia de
presos políticos, es el termómetro de la situación del movimiento transformador de este país. Su
existencia nos recuerda, que la hegemonía del estado y el poder está en manos de la ultraderecha y
de una clase política con la suficiente fuerza, experiencia y sistemas de infiltración, persecución
que hasta la organización más sólida y fuerte puede ser aniquilada por sus ofensivas políticas o
militares.
Pero la existencia de presos políticos debe recordarnos que la legitimidad del Estado y sistemas
vigentes se resquebraja no sólo por el carácter negativo de los movimientos sociales que luchan
contra la degradación capitalista y la fetichización del poder estatal sino también por la afirmación
de nuevos espacios de organización, nuevas micro-instituciones desde donde se gesta otro consenso,
otro fundamento legal, otra legitimidad.
La factibilidad de una liberación de los presos políticos implica la construcción igualmente factible
de fuerzas sociales que evolucionen políticamente hacia nuevos espacios de poder social y
comunitario.
Si la educación y la comunicación se han instrumentalizado para adaptar a los seres humanos a la
normalidad de perfidia capitalista, se requiere la transformación de las instituciones actuales pero
también la creación de nuevas instituciones.
La posibilidad de una transformación será validada cuando las organizaciones sociales muestren,
como si de una pieza de socialismo se tratara, que es posible construir nuevas instituciones desde
otra lógica que la de la gran cárcel de la modernidad capitalista.
Pero la vida de los presos, exige una vez más que los argumentos y los deseos se vuelvan
experiencias concretas.
Las palabras comenzarán a recuperar su significado crítico y creativo cuando emanen del testimonio
vivo desde donde se impregnan de la novedad histórica. Así pues, ahora hemos de hablar de
nuestra propia experiencia.
V. La praxis político cultural ¿alternativa en la prisión histórica?
Antes de narrar y compartir nuestra experiencia, es importante decir que lo que está en juego no es
un debate interesante o ganar un concurso sobre los nombres de los presos, reclusas y asesinados
políticos, sino la defensa de la única esperanza que nos queda, está en juego el presente, el futuro e
incluso el pasado (al defender nuestra historia) de nuestro país y de la humanidad entera con
9
posibilidades fácticas de instituir nuevas formas de hacer las cosas. Gloria Arenas Agis, presa
política en Chiconautla afirma que la persecución política “es una táctica permanente cuya
estrategia es el aniquilamiento de las luchas, del pensamiento, del ánimo y de la organización del
movimiento social”, la lucha contra el capitalismo también es una lucha por la alegría, por el ánimo
y la esperanza,11 sin embargo, fue también certero el balance de que el movimiento social pacífico
no estaba sacando a los presos con marchas y movilizaciones.
La represión focalizada y
generalizada, es parte del escenario junto con la crisis alimentaria, la pobreza en México, la
destrucción de los ecosistemas, el avance de la ultraderecha, las reformas neoliberales, el secuestro
de la educación.¿Quién detendrá esto? sino es la izquierda, entonces ¿quién?... pero ¿cómo?.
Las nuevas formas de habitar el mundo, en todas las dimensiones de la vida humana, que dirijan al
poder político, es una simbología de carácter cultural, pero también formas concretas para la
transmisión del sentido histórico sobre el que descansa nuestra praxis pedagógica. La escuela de
cultura popular, es un trabajo heredado de varios colectivos para la organización política,
caminando desde los años 70. En nuestra experiencia, la escuela ha significado el encuentro con una
visión del ser humano distinta, pero también lejana. Con la confrontación de nuestras propias
formas de usar y cuestionar los sistemas pedagógicos dados, resignificando la posibilidad
pedagógica contra el sistema escolar introyectado. La posibilidad artística de asumir el dolor de la
injusticia, del análisis crítico para una labor informativa y periodística para la politización de la
ciudadanía. Pero lo más difícil, cómo concensar, compartir visiones, dar sentido a las lecturas
teóricas con nuestra praxis organizativa. Los círculos de estudios trascendieron el aula íntima de la
camaradería porque no bastaba hablar de la conciencia. Decir tengo conciencia, dejó de tener
sentido cuando compañeros que compartían este sueño pedagógico, como América del Valle fueron
víctimas de la persecución política y cuando las condiciones de pobreza seguían siendo parte de la
violencia sistemática del Estado.
Construir una alternativa implicaba hacer de la educación crítica y liberadora una organización
cultural que asumiera su esencia política. Ya no fue necesario ir a las comunidades para
“sensibilizarnos”, la injusticia la vivimos en carne propia con tanta ignominia. El reto ha sido crear
una comunidad política. La construcción de proyectos pedagógicos requiere también de trabajo
autogestivo para resistir al bombardeo teórico-práctico de la forma de habitar capitalista, insensible
11
Palabras de Trinidad del Valle en comunicación con su hija América, perseguida política, “no te venzas hija… llénate de
esperanza por que la lucha por nuestro pueblo terminará con un gran abrazo de todos los que te queremos”. Radio transmisión
Kehuelga, 92.9, Miércoles 03 de septiembre 2008.
10
e injusta. Si la universidad es la imagen de la crítica y pensamiento individualizado, la escuela debe
ser la realidad de un pensamiento y acciones comunitarios. No habrá individuos que vayan a
comunidades. Habrá militantes que desde una comunidad van hacia los espacios donde se
despiertan dudas y exigencias.
La consigna es el trabajo político, pues este implica la responsabilidad con la comunidad viva de la
escuela y la que puede construirse para México y el mundo. Si el puente es el consenso crítico
(formación de una visión histórica común y crítica) hacia la transmisión cultural de sentidos de vida
dignos, este no depende sólo de la habilitación de recursos teóricos para el ordenamiento de la
información, para la explicación de la realidad social y la construcción de aparatos críticos
coherentes, sino de la actuación en el campo de lo político como el campo de lo posible.
El reto político cultural para todos como formadores es la investigación (aprendizaje crítico de la
realidad, modos de apropiación diversos y la formación integral humana del investigador), la
docencia (a través de la organización y enseñanza de cursos, talleres, etc. mediante el uso crítico de
la pedagogía y el sentido de liberación) y por último la producción (publicación, diseño,
distribución de materiales, artesanías, tecnologías o alimentos para la organización de servicios
especializados e integrales)12
De esta forma se crearon cuatro coordinaciones que sintetizaban las tareas de organización,
planeación, estrategia y sentido teórico, cumpliendo así una función política. Coordinación de
autogestión (desarrollo económico para las necesidades fundamentales de la Escuela y sus
formadores), pedagogía (trabajo intelectual y de contenido como trabajo productivo), extensión
(comunicación con el movimiento social, al interior y difusión de actividades y materiales) y
crecimiento (como lo organizativo, la formación política, la estrategia de incorporación y
transmisión de la experiencia para otras células de la Escuela)13.
La solicitud de formadores motivados por la intención política de nuestra organización, la OPCCLETA a la que pertenece la Escuela de Cultura Popular, A.C. son invitados a pertenecer a alguna
de las coordinaciones con la que se identifiquen. La formación política va correspondiendo con las
mismas necesidades y retos que en cada coordinación se plantean. El objetivo es construir una
asamblea general, para la cual hemos tropezado con la inasistencia o indisciplina, falta de
compromiso con la realidad histórica, o la incapacidad de coordinar adecuadamente los trabajos
entre coordinaciones. La representatividad por ejemplo, ha sido motivo de discusión, en tanto los
coordinadores, que también somos militantes no sabemos expresar cabalmente las decisiones de
12
13
Documento fundacional, ¿Qué es la Escuela de Cultura Popular, A.C.?
www.opcescuela.org
11
cada coordinación o de la asamblea a los compañeros que no asisten a ella. Esta contradicción la
resolvería el compromiso tácito a la asamblea general, sin embargo, aún son arduos los caminos por
contagiar nuestra intención de asumir la necesidad y urgencia de lo político-ético en la organización
social.
Podemos enunciar nuestros obstáculos y posibles soluciones, como una condición compartida y
generalizada del movimiento social para la libertad de los presos y para la insurgencia contra la
injusticia mundial. Hemos enumerado para ello 15 retos publicados en el periódico de nuestra
coordinación, El Machete número 200 y sintetizados para este ensayo:
1. Lo político, lo nuevo en la política. La legitimidad no es un discurso, es la construcción de
la ética y la política para la liberación en una cotidianidad que se circunscribe a condiciones
materiales para lograrla. ¿Cómo darle una prueba a los indiferentes de la posibilidad del
cambio social? ¿Cómo conciliar las formas históricas de organizarse con las nuevas formas
de ejercer el poder? Podríamos iniciar con el reto de trascender las horas interminables de
discusión que concluyen en el consenso del lugar y la hora de la marcha o en la disputa
respecto a las motivaciones políticas de alguien. ¿Dónde está nuestra creatividad? La nueva
política es también las nuevas formas de llevar la discusión: darle un papel nuevo y
prioritario a la escucha, al respeto de las intenciones, a la otredad.
2. Enfrentar la apatía. Contrarrestar el desgano, la desesperanza, la indiferencia son retos
individuales, pero que también involucran a todos los que luchan. Si la represión ha
sembrado el miedo. Los individuos, colectivos y organizaciones sembramos la esperanza
con la superación de nuestras propias contradicciones. El Estado y el Capital no paran,
crecen, avanzan, arrollan como una avalancha. Las contradicciones modernas se viven en lo
público, pero también en lo privado, en lo íntimo, con la familia, con los amigos, consigo
mismo. Ganarle espacio a la idea de que todo está perdido con la organización creativa y la
vinculación de los proyectos.
3. Convencer de la humanidad y necesidad de la lucha social. La responsabilidad por la
transformación para no dejar que las raíces de la injusticia continúen, frente a la televisión,
el discurso, la ideología oficial y de dominación, que atraviesa diferencias, paredes, llega a
amplias mayorías. ¿Cómo llegar a sectores hartos de su situación, pero también hartos de
una izquierda lejana. ¿Cómo convencer, cómo iniciar un diálogo, una toma de conciencia
con el amplio sector de población, que no está convencido de que pueda hacerse algo? Las
organizaciones no gubernamentales crecen, las fundaciones empresariales se nutren, las
asociaciones civiles aumentan, el pueblo parece que se organiza…pero no necesariamente
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para transformar su situación o para sacar a los presos políticos del país. Es un reto que
implica primero escuchar las necesidades de un pueblo diverso.
4. El reto de la unidad. ¿Qué es lo verdaderamente importante? Todos los presos se preguntan
¿Quién está priorizando buscar la unidad del movimiento? Mientras el movimiento se
divide por discursos y pleitos, malentendidos y chismes; azota a nuestro país, abusos a todos
los derechos sociales una crisis alimentaria, una acumulación exacerbada de capitales,
empleos mal pagados, un teatro político de súper héroes contra el narcotráfico justificando
así una oleada de represión y control mediático fascista. La izquierda tiene frente a sí un
enemigo organizado y sistemático el cual no es posible derrotar con luchas aisladas. La
unidad es asumida por todos pero sólo en discursos aislados. La construcción de la unidad
implica humildad para asumir que no somos más ni menos que los demás compañeros por
muy lúcida que sea la propuesta de lucha. Todos tienen algo de verdad, nadie toda. El
diálogo entre nuestras formas de planear, organizarnos y actuar es la primera fase hacia la
unidad. Si la ideología ha sido nuestro principal punto de diferencia, comenzar a abordar lo
concreto implicaría enarbolar luchas generalizadas, horizontes conjuntos, tácticas y
objetivos comunes que golpeen quirúrjicamente en los cimientos del poder estatal y
capitalista. Las propuestas diversas no pueden fusionarse de una vez por todas, pero pueden
unirse y sistematizar sus acciones para constituirse entonces como una fuerza política
diversa pero unida y no como un desmadre de posiciones políticas ensimismadas. A ello se
le une el reto de trascender el sectarismo.
5. Sectarismo. Las organizaciones sociales o políticas de izquierda seguirán divididas,
peleando entre ellas, si continúan asumiendo a organizaciones hermanas como enemigas
(solo por que no está de acuerdo con lo que mi organización plantea), si no rompe con la
inercia y falta de autocrítica, con el activismo y el voluntarismo, el practicismo o el
teorisismo, las luchas por el poder interno que crea la escisión de la escisión, la falta de ética
y de trabajo colectivo.
6. Un programa nacional de lucha en contra de la sistematización de la represión y a favor de
una trasformación nacional. Contemplando la proyección factible de la distribución
equitativa de los recursos, la creación de una nueva constitución, el ejercicio político
libertador, la permanencia del ejercicio crítico de la inercia y los juegos de poder.
Materializar propuestas es institucionalizar la acción revolucionaria, construir la
cotidianidad de la dignidad. ¿Cómo contribuir a las acciones inmediatas y mediatas para la
consecución de acuerdos políticos entre organizaciones, frentes y colectivos?
7. La militancia o de la fuerza política para detener la represión. El crecer y reproducir las
organizaciones es una tarea ardua que requiere tiempo, paciencia y recursos, pero sobre todo
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consecuencia, ejemplo y perseverancia. Para cualquier organización el crecer y reproducirse
debería ser un planteamiento estratégico y permanente, pero la izquierda suele quitar y
cooptar militantes de otras organizaciones o conformarse con masas no formadas. El formar,
educar, concienciar, debería ser un proceso permanente y cotidiano nunca reducible a la
satisfacción de una necesidad inmediata. El crecimiento y la militancia se dan en las
relaciones cotidianas, en la lucha misma, en la crítica y la autocrítica, en la reflexión
colectiva, en la resistencia y esto no emerge de la noche a la mañana, es un proceso lento,
porque no se requiere cualquier militante o crecer como sea, se requiere una militancia
política que tome conciencia de su fuerza para cambiar el sistema de injusticia y de
explotación. Cuando esto se da, el crecimiento fluye, no sin contradicciones, ni crisis, pero
con la suficiente fuerza para enfrentar o parar la represión del Estado. Este crecimiento y
militancia se debe dar en la incorporación al trabajo colectivo, en la solidaridad, el
compañerismo, la amistad; el ver al otro como su yo que se realiza y tiene una razón para
vivir. Cuando esto no se da, la lucha se convierte en dogma, en autoritarismo, en lucha por
el poder donde se olvida que los pequeños y grandiosos ideales los hacen los hombres y
mujeres concretos con sus errores y aciertos con sus contradicciones y necesidades
concretas.
8. Contra-inteligencia y seguridad. No subestimar al enemigo. Nuestro enemigo no es sólo el
Estado Mexicano, no es el CISEN, es también la CIA, es el Imperio. Cientos de años de
entrenamiento y preparación lo han hecho experto en detectarnos, desarticularnos, infiltrarse
hasta la médula, desgastarnos. Lennin, afirmó que toda lucha debía vivirse con la disciplina
que implica la clandestinidad. Se requiere estricta disciplina, puntualidad; construir espacios
de confianza que no sean vulnerados por procesos de crecimiento sin método; nuevas
estructuras donde el dirigente no sea más el que diga qué hacer y decir y evitar que un
eventual ataque del Estado contra este dirigente destruya todo un proceso de lucha colectiva.
Pero no basta crear sistemas de seguridad para defendernos de la inteligencia Estatal. Es
necesario construir una contrainteligencia, conocer los modos en que opera el Estado e
incluso infiltrarnos en las estructuras de poder. Confundir al enemigo, anticipar escenarios,
aprender de experiencias históricas: Cuba, la Unión Soviética; estudiar manuales de
inteligencia, estudiar al enemigo, hacer de la seguridad un hábito.
9. El lenguaje. La discusión y la división dentro de la izquierda no sólo se debe a diferencias
teóricas, sino a modos en que se plantean los problemas. Casi siempre hablamos de lo
mismo pero de distinta manera y eso lejos de ser una riqueza del lenguaje es causa de la
misma división. Esta crisis se manifiesta sobre todo al dirigirnos a sectores que no están
imbuidos del lenguaje marxista. El lenguaje se ha vuelto un modo de movilizar, no
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solamente de comunicar. La industria de los medios de comunicación ha usado el lenguaje
para hegemonizar hábitos, gustos, deseos con los cuales la izquierda debe enfrentarse en
cada individuo y sector social, pero este enfrentamiento no se resuelve negando la forma en
que el pueblo habla, la música que le gusta, el lenguaje popular, sino resignificando lo
popular, construyendo puentes de comunicación y de diálogo. Hay que aprender a dialogar
entre las diferencias del lenguaje. Esto implica conocer, diseñar y potenciar las tecnologías
de la información y la comunicación que el mismo capital ha diseñado. Estos nuevos
puentes de comunicación no son sólo invenciones lingüísticas sino nuevas formas de vivir la
praxis, la lucha, la vida. De la nueva política dimanan los nuevos símbolos.
10. Hegemonía. Una lucha unida con un absoluto consenso y con una democracia directa para
un movimiento de millones de personas, parece ser más un postulado, es decir, un ideal a
alcanzar, que un método real de transformación social. Las luchas buscan hegemonías y
aunque basadas en el consenso de las mayorías, el consenso absoluto es imposible. El reto
de poder crear un bloque de lucha común, cuyas demandas puedan unificar a la mayoría de
las luchas locales, sigue siendo el debate en la izquierda mexicana. Asumir que la
hegemonía forma parte inmanente de los procesos políticos, es enfrentar el reto de constituir
una fuerza global, ante la real hegemonía de los grupos capitalistas que hoy dominan nuestro
país. ¿Acaso el movimiento Obradorista, el tercer diálogo nacional, la Otra campaña, el
MLN, y otras fuerzas sociales no están debatiendo hoy la construcción de un bloque común,
es decir de un bloque hegemónico de lucha nacional? Cada uno de estos movimientos
responde no necesariamente a condiciones que ellos crearon sino a condiciones históricas
que han sabido aprovechar o no: las fuerzas reales, la coherencia, el poder de
convencimiento, la capacidad de convocatoria, de representatividad, todas son variables a
analizarse teórica y prácticamente en el problema de la hegemonía.
11. Análisis de coyuntura y consenso crítico. Toda acción política de disidencia y de lucha
dimana de un análisis, pero pocas veces de un análisis real y sistemático. No basta el coraje
y no bastan las ideas, el análisis de coyuntura emerge como necesidad ante las condiciones
específicas de cada organización. No hay un análisis de coyuntura común. Los enemigos de
uno pueden no ser los de otro, las prioridades de otro no serán las de muchos. Las acciones
espontáneas abundan. El triunfalismo o el catastrofismo suelen ser los polos comunes de las
acciones inmediatistas. Confundir procesos revolucionarios con periodos de reflujo,
retiradas con derrotas, ofensivas con victorias. Manejar discursos y acciones radicales en
condiciones nunca generadas, subirse en el tren de un oportunismo que no lleva más que al
abismo, acciones que desgastan sin efectos, derrotas prevenibles, muertos y presos
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innecesarios, todos estos son algunos de los reflejos de los modos críticos, analíticos,
empíricos o espontáneos con que se hacen los análisis de coyuntura.
12. Teoría revolucionaria. La frase de Lenin: “Sin teoría revolucionaria no hay práctica
revolucionaria” oscila entre el credo de un intelectualismo holgazán y el pendiente eterno de
organizaciones que nunca tienen tiempo de pensar y estudiar su lucha. La falta de teoría
crítica y revolucionaria es una de las principales fuentes de errores y fracasos históricos. La
teoría Marxista suele negársele en absoluto o dogmatizarla como el canon acabado de la
comprensión. No basta con leer a Marx, hay que continuar su obra: ¿Tarea de universitarios,
académicos y periodistas?, ¿Quién debe pensar la lucha sino los que la hacen? La realidad
no es un monolito, el capital cambia y permanece, ambos procesos deben estudiarse no sólo
nacional sino mundialmente. La negación de la política, el esquematismo de una idea
caricaturizada de la revolución, las comparaciones descontextualizadas, son algunos de los
síntomas claros del analfabetismo teórico. Los discursos revolucionarios se eternizan y
reproducen monótonamente hasta convertirlos en credos y palabras sagradas excluyendo
todo debate. Abundan las conferencias de grandes intelectuales, los periódicos, los volantes,
y se disminuyen los espacios de discusión teórica entre organizaciones, y dentro de ellas
para acciones concretas y eficaces.
13. Autogestión. No son pocos los revolucionarios que promulgan que el dinero es el enemigo
y que la lucha económica siempre termina en ambiciones y corrupciones. Conclusión
errónea de una experiencia histórica. Las organizaciones suelen postergar la construcción de
condiciones económicas y autogestivas hasta que sus militantes de carne y hueso, huyen por
el hambre, la casa, el vestido, la salud y el trabajo. La construcción de espacios autogestivos
no se reduce a la ocupación de espacios donde se genere otro mundo: o ¿Es que acaso hay
islas y robinsones en el sistema capitalista? Los límites de las cooperativas suelen ocultarse
u omitirse hasta que truenan, las reprimen o hasta que las subsume de lleno el mercado o el
Estado. La creación de espacios autogestivos camina de la mano de procesos de autonomía y
de democracia gradualmente sistémicos, pero lo político suele diluirse hasta volvers eun
pretexto para resolver necesidades inmediatas. La izquierda suele confundir e identificar
espacios urbanos con rurales, condiciones obreras con campesinas, experiencias indígenas
con estudiantiles, abstrayendo las diferencias que exigen tácticas y estrategias muy distintas.
Así como las mismas figuras de preso político a las que hemos hecho alusión. Entes que no
son abstractos en lo absoluto. Se acepta que las fábricas y los medios de producción
capitalistas deben recuperarse, de-construirse y superarse, pero ¿Qué pasa con el Estado?
¿Dónde queda dentro de nuestro programa de lucha? ¿Es sólo problema de los partidos? La
autogestión suele presentarse como la alternativa por la que la lucha y el movimiento
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evitarán el problema del Estado y la lucha por el poder y así evitar los riesgos de una lucha
estatal, cuando en realidad sólo postergan o manipulan el problema.
14. Nacionalismo. La nación abstracta sólo sirve para discursos demagogos. La nación en la
lucha revolucionaria requiere contextualizarse, historificarse, concretarse para poderse
presentar como problema u horizonte de liberación. ¿Cuál es la prioridad política de un
movimiento social y de izquierda: la nación, el mundo, Latinoamérica? ¿Cómo hemos
superado el nacionalismo y localismo de la lucha? Los foros mundiales suelen llenarse de
representantes de una izquierda turistera y no de la izquierda que trabaja cotidianamente en
los espacios de organización. México ha tenido poca participación en espacios
internacionales, las luchas campesinas, culturales, obreras, estudiantiles se han
“nacionalizado” es necesario repensar la nación desde el sistema, rehacer nuestra estrategia
desde la problemática mundial.
15. ¿Qué socialismo? ¿Qué mundo diferente? ¿Las luchas pueden ser anticapitalistas sin ser
socialistas? ¿Qué socialismo defendemos y promulgamos, el de la URSS, el de México, el
de América latina? ¿Vivimos una etapa de transición y transformación socialista? ¿Cómo
crear una idea común de futuro, de sociedad nueva? El capitalismo no caerá por sí sólo y el
socialismo no vendrá por sí mismo. La utopía sirve siempre y cuando se busque hacerla
realidad y no como un espacio ideal que nos permite engañarnos en una realidad capitalista.
La transformación de una totalidad, deberá incluir la expropiación de los medios de
producción, pero no solamente, sobre todo el cambio es el de los hábitos, de las formas de
pensar, de hacer, decir, de las formas en que nos relacionamos. La armonía para las
relaciones humanas son un reto estimulante.
VI. Conclusión
Los presos políticos, están presos por grandes errores de tácticas y estrategia de la izquierda, pero
también están presos porque muchos humanos, alienados o beneficiados del proyecto de la
modernidad temen lo nuevo. Tienden hacia la incomprensión y castigo de lo nuevo, lo diferente, lo
auténtico. Tiemblan ante un horizonte, que no tiene menos certezas que las que ya viven, sin
embargo, es el campo de lo simbólico, manipulado por los dueños del capital y del estado, los que
denigran la transformación y la lucha social como el origen del mal. La injusticia que los encarcela
tiene una causa: la decisión humana y viva de cada uno para defenderse del capital, de la
explotación, del robo y la usurpación. Los presos políticos, son de este modo la imagen de nuestra
propia situación. Su cuerpo herido y encerrado es nuestro propio país, nuestra propia condición
humana que ha sido presa por el más abyecto y pérfido instinto de ganancia y de poder. Su cuerpo
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y su resistencia en el encierro son el ejemplo vivo de que ningún sistema podrá encerrar
absolutamente a la humanidad, y que aún detrás de los barrotes y determinaciones e instituciones de
opresión, podremos alzar la mirada de dignidad y empuñar la voluntad para hacer factible lo que
se nos ha dicho que es imposible, ilegal y radical: transformar nuestra realidad y nuestro país. El
preso político y de conciencia no es reconocido como tal como sujeto político, con nombre, historia
y sensibilidad, pero lo será cuando la libertad política para decidir sobre los recursos del Estado sea
un uso cotidiano de los seres humanos, libres de dominación.
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