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ANTECEDENTES DE GONZALO OLMEDO ESPINOZA
Investigador desde el año 2001 del Museo O'Higginiano y de Bellas Artes de Talca.
Licenciado en Historia, de la Universidad de Valparaíso.
Autor del libro: Talca, París y Londres. Resabios de un Pasado Esplendoroso.
Coautor de los textos:
- Talca, París y Londes. La Presencia de los Franceses e Ingleses, 1875 – 1928.
- La Villa San Agustín de Talca. Origen y Desarrollo: entre la Intención y la Realidad
(Siglos XVI al XVIII)
- Thalcamo: Tierra y Pueblos de Indios del Maule.
EL RÍO MAULE. UN RÍO ESTRATÉGICO Y FRONTERIZO
Gonzalo Olmedo Espinoza1
A mediados de la década de 1960, el historiador británico Arnold Toynbee visitó
parte de Sudamérica, experiencia que volcó en el libro Entre el Maule y el Amazonas. El
título evoca un río de dimensiones gigantescas, el Amazonas, que nace en los Andes
peruanos y desemboca en el Atlántico brasileño tras recorrer poco más de siete mil
kilómetros, mientras que su cuenca riega las tierras de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador,
Guayana Francesa, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. Frente a éste se alza el modesto
Maule, río que nace en la laguna de igual nombre en los Andes chilenos, y desemboca en
el Pacífico tras recorrer 240 kilómetros. Proporcionalmente, el río chileno es 29 veces más
pequeño que el gigante sudamericano. Y sin embargo, Toynbee se emocionó al sobrevolar
el Maule. La razón de ello es que el río chileno es un río histórico, de acuerdo a Toynbee,
frontera meridional de los incas, y por tanto, allí radica su valoración sobre el Amazonas, y
1
Licenciado en Historia, Universidad de Valparaíso. Investigador del Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de
Talca.
de allí la emoción de Toynbee al observarlo desde el aire. “Cuando posé mis ojos sobre el
Maule, experimenté la misma sorpresa que provocara el Támesis cierta vez en un visitante
de los Estados Unidos que viajaba sentado frente a un viejo amigo mío en un tren, desde
Londres a Oxford. No muy lejos de Oxford hay un trecho de la línea durante el cual se cruza
y vuelve a cruzar el Támesis. “¿Qué es este pequeño arroyo?” preguntó el americano a mi
amigo. “El Támesis”. “¿Pero no es el famoso Támesis?” “Sí, el famoso Támesis”. Y al oír
esto el visitante norteamericano quedó atónito. ¿Cómo podría un río tan pletórico de
historia como lo era el Támesis, cómo podría ese histórico río dejar de ser por lo menos tan
grande como el Mississipi? Mi reacción ante las modestas dimensiones del río Maule fue la
misma” (TOYNBEE 1968, 9).
Pero el Maule es mucho más que un río histórico por ser la frontera meridional de
los incas. A juicio de Francisco Mesa Seco, fue también la frontera del Descubrimiento de
Chile, de su Conquista, y de la Revolución de la Independencia. En palabras de Mesa Seco:
“El Maule era un índice: hasta ahí llegaba un camino, ahí empezaba un nuevo umbral. El
Maule era eso: lo conocido y lo por conocer: lo conquistado y el devenir: lo permanente y
lo inestable”. Fue un río de encuentros (MESA SECO 1985, 13).
Los estudios posteriores a 1980 han descartado la idea del río Maule como
frontera meridional incaica. El límite estaría, hacia 1532, en el valle del Mapocho, pero la
evidencia arqueológica muestra también que hubo comunicación, intercambio y
movimientos con pueblos más allá del señalado valle (HIDALGO 1998, 76).
Desde la consolidación de la conquista en la zona centro-sur de Chile por parte de
Pedro de Valdivia, el río Maule representó la frontera sur de Santiago. Ella debía ser
inviolable tanto para las huestes mapuche como para los propios españoles. Ejemplo de
esta última situación se produjo tras la muerte de Pedro de Valdivia, Gobernador de Chile,
en Tucapel, y la posterior destrucción de Concepción por parte de la hueste de Lautaro a
comienzos de 1554. En medio de la crisis política, el cabildo de Santiago eligió como
sucesor del extinto gobernador a Rodrigo de Quiroga, pese a la voluntad manifestada por
Valdivia en su testamento que señalaba como su reemplazante a Francisco de Villagrán,
quien era apoyado por las ciudades ubicadas al sur del río Biobío. La tensión política
provocada por la sucesión en el gobierno llevó a las autoridades edilicias de Santiago, en la
sesión de 10 de Febrero de 1554, a reconocer la decisión adoptada por las autoridades
locales del sur, recomendándole a Villagrán someter a los naturales de la zona y repartir la
tierra entre las personas que estimase conveniente, “con tal condición que en esta ciudad
y en sus términos no tenga que ver ni se entremeta en proveer cosa alguna; y que esto lo
tenga, y rija y gobierne, y sea Capitán General y Justicia Mayor, como al presente lo es el
dicho general Rodrigo de Quiroga, hasta que S.M. mande otra cosa”. Celoso de sus fueros,
el gobierno local de Santiago reiteraba su apoyo a Quiroga, cuya autoridad quedaba
establecida hasta el río Maule, término de la jurisdicción de Santiago, mientras que al sur
del citado río reconocía la autoridad de Villagrán, “hasta que S.M. mande otra cosa”
(BARROS ARANA 2000, 27 - 28).
El Maule formó parte de la jurisdicción de Santiago hasta 1593, cuando el
gobernador Martín García Oñez de Loyola estableció el corregimiento del Maule, cuya
primera autoridad fue el capitán Diego de Rojas, quien ejercía la máxima autoridad
política, incluyendo la militar, era juez de primera instancia y atendía los problemas del
comercio. Los límites del nuevo partido comprendían el estero de Nilahue y el río Teno
por el norte; el estero La Raya y los ríos Cauquenes, Longaví y Perquilauquén por el sur; la
cordillera de los Andes por el oriente; y el océano Pacífico por el poniente (VALLADARES
CAMPOS 1981, 268 - 269).
El corregimiento mantuvo su unidad territorial hasta mediados del siglo XVIII,
cuando fue dividido en los corregimientos de Maule, con capital en la naciente villa San
Agustín de Talca, y el partido de Cauquenes, con asiento en la recién fundada villa Nuestra
Señora de Manso de Tutuben. A fines del mismo siglo y producto de la fundación de
nuevas villas en Cauquenes, el partido fue nuevamente dividido, creándose el
corregimiento de Linares, con capital en la villa San Ambrosio de Linares, agregándose
además la doctrina de Parral, hasta ese momento bajo la jurisdicción de Chillán
(VALLADARES CAMPOS 1981, 269 - 270).
Al despuntar el siglo XIX, el Maule fue escenario del Chile libre, soberano e
independiente. Aquí se jugó la suerte de la revolución emancipadora, en los campos de
Yerbas Buenas y Cancha Rayada. Aquí también se selló el destino de la institucionalidad
política que brindó estabilidad política por un siglo al país, en los campos de Lircay y
Loncomilla (VALLADARES CAMPOS 1981, 16).
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