Condenados Alejandro Daniel Ríos[1]. Recientemente los ciudadanos comunes nos pudimos enterar a través de los medios de comunicación (Clarín Rural, 07/07/04) que el Ministro Lavagna, junto al Secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos, Miguel Campos, anunciaban la aprobación del maíz NK603, o maíz RR, transgénico homólogo a la soja RR, en su capacidad de tolerar ingentes cantidades del agrotóxico conocido como glifosato. Las empresas trasnacionales que desarrollaron la tecnología transgénica, esgrimían como argumento central a favor de la misma, que uno de los resultados inmediatos que arrojaría la masificación de ésta, sería la reducción del hambre a nivel planetario. Los indicadores de pobreza y desnutrición existentes solo en la provincia de Tucumán, me eximen de cualquier contra argumento. Las autoridades nacionales presentaron a este nuevo transgénico como la llave que brindará nuevas alternativas a la rotación agrícola-ganadera. Nada se dice respecto a los millones de litros de glifosato que seguirán inundando los suelos, el aire, los ríos y las napas de la mayor parte del territorio nacional. Los funcionarios se mantienen silentes respecto del impacto de este herbicida sobre la salud humana, lo que es irresponsable, por decirlo de alguna manera. ¿Vivir en un mar de glifosato es inocuo para las personas?. El 3 de mayo de 2001, el doctor Charles Benbrook, del Northwest Science and Environmental Policy Center, de Idaho, Estados Unidos, dio a conocer un extenso informe, donde concluye que por ser tolerante al herbicida glifosato, la soja modificada requiere un promedio de un 11% más de agrotóxicos que la soja convencional para controlar las malezas, existiendo zonas donde se ha utilizado hasta un 30% más. Silvia Ribeiro, investigadora de la Fundación Internacional por el Avance Rural (RAFI), informa que diversas investigaciones han mostrado que “el aumento masivo de la utilización de un solo herbicida (glifosato) deja residuos hasta 200 veces más en los alimentos procesados que incluyen soja: conservas, panes, galletas, mermeladas, helados, jugos y un largo etc.”. Beatrix Tappeser (Jefa del Departamento de Evaluación de Riesgos de la Ingeniería Genética del Instituto para la Ecología Aplicada de Freibur, Alemania) y Christine Von Weizsaecker (Directora del Programa Biodiversidad/Biotecnología/Bioseguridad, Alemania) han identificado los siguientes problemas asociados con el uso de glifosato: a) Es el tercer plaguicida que provoca más problemas de salud entre los trabajadores rurales del estado de California; b) La aplicación de glifosato da origen a la producción de fitoestrógenos en las verduras, que actúan igual que las hormonas en los organismos de los mamíferos que las ingieren, por lo que podrían causar graves alteraciones en el sistema reproductivo; c) Para que una planta sea resistente a un herbicida, como en el caso del cereal resistente al glifosato, se le introduce una nueva proteína (o enzima). La presencia de una nueva proteína en la planta y en los alimentos que la planta produce tiene el potencial de provocar reacciones alérgicas. Desde las corporaciones biotecnológicas se afirma que el glifosato es menos tóxico que la sal común. La Ingeniera Agrónoma, Licenciada en Biología y Química Elsa Nivia afirma que esto sería probablemente cierto si este herbicida se aplicara solo. Pero el glifosato no se formula solo sino con un surfactante cinco veces más tóxico, el POEA (polioxietilamina) y su principal formulación, el Roundup, ha demostrado ser hasta 22 veces más tóxico a los seres humanos que el glifosato a las ratas. La lista de consecuencias que el glifosato tiene sobre la salud humana es casi interminable. Como no es la pretensión de este artículo hablar sobre el impacto ambiental que genera la libre aplicación de este herbicida asociado indisolublemente a los cultivos RR, nada se dirá sobre la reducción de la diversidad biológica vegetal (lo que también significa invariablemente la pérdida de diversidad de animales y organismos del suelo), su efecto tóxico sobre los peces, o su permanencia en el suelo durante largos períodos (la degradación del glifosato da origen a metabolitos como el ácido amino-metil-fosfónico, que puede permanecer en el suelo hasta tres años). Las compañías biotecnológicas esperan lanzar alrededor del año 2005 una modalidad de trigo transgénico. Ese será el día en que el glifosato se venda como bebida cola en drugstores y kioscos de nuestras ciudades y pueblos. Mientras tanto, y como afirma María Isabel Manzur de la Fundación Sociedades Sustentables, estas corporaciones “trabajarán para lograr la aceptación de los consumidores a esos productos”. Silvia Ribeiro escribió en mayo de 2001: “Se nos quiere convencer de que los transgénicos son un fenómeno global, al que no podemos renunciar porque quedaríamos fuera del progreso. La verdad es otra. Sólo tres países -Estados Unidos, Canadá y Argentina- tienen el 98% del área cultivada con transgénicos en el mundo”. Básicamente, agrega, “se han plantado cuatro cultivos, todos de exportación: soja, maíz, algodón y colza-canola; 74% del total mundial fue plantado con cultivos modificados con una sola característica: la tolerancia a herbicidas patentados por las mismas empresas que venden las semillas”. Alguien, en nombre de las retenciones y el superavit fiscal para aplacar la avidez de los acreedores externos, nos ha condenado como sociedad a tener que vivir sumergidos en un océano de glifosato. Cuando Dios, la patria y las generaciones futuras nos lo demanden, ya será demasiado tarde. [1] Ingeniero Zootecnista. Master en Agroecología y Desarrollo Rural Sostenible. Investigador del Instituto para el Desarrollo Rural del NOA (IPDERNOA). Facultad de Agronomía y Zootecnia de la Universidad Nacional de Tucumán. Fuente: http://www.manant.unt.edu.ar/Ipdernoa/trabajos.htm