Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario?

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Enseñar pedagogía en siglo XXI.
¿Es necesario?
Fernando Vizcaya Carrillo
RESUMEN
La enseñanza de una disciplina como la pedagogía, ha sido durante mucho tiempo
una constante en los currículos de las diferentes escuelas de educación superior
y en los institutos pedagógicos universitarios. No obstante, ante la adquisición
y uso de nuevas tecnologías en el ámbito docente se vuelve a replantear el tema
de si es necesario estudiar con profundidad esa ciencia, porque la concepción
de la misma como arte está cuestionada seriamente por las tecnologías nuevas
de transmisión. Nos lleva el interés de esta situación a investigar con alguna
profundidad, desde los ángulos heurísticos, hermenéutico y axiológico del tema,
pues al cambiar algunos paradigmas en la concepción del ser humano, de su
aprendizaje y de su enseñanza, nos planteamos nuevas rutas de enseñanza y de
aprendizaje. En el sentido de ese nuevo paradigma que comenzamos a vivir, el rol
del docente cambiaría y también algunos valores se deberían adaptar a esa nueva
realidad, para hacerlos legítimos y pertinentes.
Palabras clave: Pedagogía, enseñanza, aprendizaje colaborativo, valores.
Doctor en Filosofía de la Educación. Actualmente es profesor del Doctorado en Ciencias Políticas, Universidad Simón Bolívar. Profesor
del Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez y de la Universidad Pedagógica
Experimental Libertador. E-mail: [email protected]
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Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011
To teach pedagogy in the XXI century. Is it
necessary?
ABSTRACT
Teaching is a discipline as well as Pedagogy. It has been a constant in various colleges and
university teacher- training Institute curricula for a long period of time. Nevertheless, a
real need of reconsidering a deep study of Teaching is required, facing new technologies
use and acquisition in teaching environments, since its Art conception is seriously
questioned by new transmission technologies. Interest in state of affairs leads us to look
into this situation in some depth, from heuristic angle, hermeneutic and axiological, since
the theme can change human being conception paradigms, his learning and teaching.
New transmission routes are being acknowledged. In this new paradigm that we start to
live on, teachers’ role should change and values should be adapted to this reality in order
to be pertinent and genuine.
Key words: Pedagogy/ Teaching/ Collaborative Learning/ Values.
INTRODUCCIÓN
Después de años de trabajo en aula, la enseñanza de una disciplina en
la cual coinciden el objeto y el sujeto de su acción –la pedagogía– resulta casi
espontáneo y se podría decir que es fácil definirla. Sin embargo, esto es engañoso.
Presenta, como diría John Passmore (1975), “varios ángulos incómodos”, sobre
todo en esta época en la que los medios de comunicación de masas y la informática
ofrecen propuestas nada despreciables y novedosas en el medio docente, por
ejemplo e-learning. No obstante las diferentes dificultades que se pueden presentar,
es tarea obligatoria tratar de definir esa disciplina que intentamos estudiar desde
varias perspectivas en este escrito.
Comenzamos esta argumentación por la enseñanza que constituye lo más
inmediato del hacer pedagógico. Es el punto donde se produce el contacto físico,
lo tangible, es en definitiva, lo captable por los sentidos externos. Enseñanza,
(in signo sensibilis o en el signo sensible) como lo han definido algunos de los
clásicos en pedagogía, como Pablo Natorp y Renzo Titone. No obstante estas
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consideraciones, nos vemos envueltos en una cultura novedosa por los medios
de comunicación e información; así un autor reciente describe que la cultura
de esos medios es una ”cultura construida sobre la creencia tecnocrática en
el progreso humano a través de la tecnología, practicada por comunidades de
hackers2 que prosperan en un entorno de creatividad tecnológica libre y abierto,
asentadas en redes virtuales dedicadas a reinventar la sociedad y materializada
por emprendedores capitalistas en el quehacer de la nueva economía.” (Castells,
2001:87)
Por otra parte, aunque ha sido tema de escritos e investigaciones en años
anteriores, querer profundizar un poco más en esta disciplina es consecuencia de la
poca satisfacción de su enseñaza, y tampoco de su puesta en práctica en aulas y en
los diversos encuentros entre maestros y profesores con sus alumnos, aún cuando
se usen (posiblemente mal empleados) los medios modernos de transmisión, que
en principio deberían enriquecer mucho más el proceso docente y el proceso de
aprendizaje y no lo han logrado según un 26,6% de los encuestados por el estudio
de la línea de investigación3. Quizá hemos olvidado un poco que la didáctica real
es el espíritu vivo del educador y el del educando en una íntima relación.
UN INTENTO DE DEFINIR EL TÉRMINO PEDAGOGÍA
En una encuesta reciente que se aplicó en la línea de investigación ya
citada, un 54% definía la pedagogía como ciencia, un 40% como arte, y el resto
6% como otra disciplina. La encuesta se pasó a docentes universitarios y de
educación media, casi todos con décadas de trabajo. Al no haber un acuerdo sino
una división conceptual aproximándose a lo igualitario, surgen preguntas para la
investigación: Si no es ciencia sino arte, ¿se puede aprender, o surge de la practica
simplemente?, ¿cómo enseñar a enseñar sin que ello se convierta simplemente en
una técnica simple y repetitiva, o peor aún, en una suerte de ejercicio redundante?
Si es ciencia y no arte, ¿bastaría el estudio profundo de las diversas teorías para
ser buen pedagogo?
Una pregunta más, inevitable de la reflexión sería: ¿Para qué sirve la
pedagogía? Esa pregunta hecha en muchas ocasiones, y causada por la decepción
de algunos resultados académicos y personales, en alumnos, nos ha hecho
recomenzar a trabajar sobre los orígenes o sobre las causas de esa disciplina.
Desde la época de Platón se preguntaban los personajes de uno de los diálogos
sobre la posibilidad de transmitir, de “pasar”, de transferir conocimientos o
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costumbres de unas personas a otras (diálogo platónico Menón4). Sin embargo,
aunque han pasado muchos siglos y hemos tenido pensadores y han surgido
teorías sobre ello, no termina de ser contestada con la profundidad requerida por
la gente que está en el ámbito docente. A esto se le añade que la sociedad en la
cual vivimos –informatizada y globalizada- presenta otras características, y por
tanto otras formas posibles de definir el sistema de transmisión.
Aun con esas nuevas perspectivas modernas, siguen surgiendo las
preguntas para la profundización: ¿Qué se necesita para ejercer esa disciplina?,
y ¿cómo hacemos para enseñarla?. Las variantes que se escogieron y a las cuales
posteriormente le dedicaremos algunos puntos del trabajo, están en el orden de los
rasgos personales de la persona que se dedica a la pedagogía, a los contenidos de
saber que debe poseer, a sus competencias profesionales. Es un trabajo complejo
por la cantidad de posibilidades que se le exige a un individuo que debe ejercer la
docencia profesionalmente.
Los alumnos que suelo tener en cursos de postgrado sobre educación,
y que se suelen interesar por esos temas y actividades son ya profesores con
experiencia y sin embargo, siguen formándose para ello. Parecería claro el norte
en la investigación, no obstante, surge una serie de dudas a este respecto del
trabajo. Esos alumnos que son docentes en ejercicio: ¿Tienen idoneidad para ser
docentes? ¿están allí porque no hay otro camino? Si existe dificultad real para
enseñar, ¿ se puede remediar, o no es posible?
La palabra pedagogía está muy ligada a la palabra educación aunque no
son iguales. La acción pedagógica exitosa es lo que produce educación. Vale la
pena entonces que nos acerquemos, en lo posible, a lo que es pedagogía, porque
parecería que es el principio de operaciones, o lo que impulsa a la educación.
Por una parte es simplemente la disposición de una persona, pero
también puede estar en la comunidad de una manera consensuada o intencional.
En todo caso, es un movimiento complejo en la vida humana sobre la misma
vida. La forma de tratar las cosas u objetos tangiblemente, acercarlos a través
de la ordenación de esas mismas cosas a la mente y el interés de alumnos o
personas es una de las primeras acciones pedagógicas “visibles”. Lo cierto es que
producimos una influencia concreta en los demás, a veces no medible, pero que
pueden “formar” o “transformar” una visión o un movimiento para hacerlo cada
vez mejor. El trato con esa persona a la cual se pretende transmitir –el alumno–,
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requiere unas condiciones previas personales, en el carácter y en el intelecto. Esto
nos trae una duda inicial básica: ¿es propio decir escuelas de educación o es más
adecuado decir escuelas de pedagogía? Trataremos de irlas desglosando en los
próximos párrafos del escrito.
Dice el diccionario de Nicolás Abagnnanno (1997): “el término
(pedagogía), que en su origen significó la práctica o la profesión del educador,
pasó luego a significar cualquier teoría de la educación...” Nos remite el
diccionario a otro término, paidología y a éste lo define como “la ciencia
exacta de la educación en oposición a la pedagogía que sería el arte empírico
de la educación”. La diferencia encontrada entre estos dos términos hace muy
interesante la aproximación al tema. Se establece que existe una “ciencia exacta”
de la educación y un “arte empírico”. Percibimos claramente que la pedagogía no
es un fin en sí misma, sino un medio para conseguir la educación. Es ciencia y es
también arte. Nos adentramos claramente en la racionalidad de aproximarnos a
los “medios” que son propios de ejecutar para conseguir el “fin” que se presenta
muy claro: educar.
EDUCAR
Para lograr educar son esenciales varios factores –entre otros muchos,
pero nos detendremos en algunos de ellos–, uno de esos primeros es un
aprovisionamiento de valores en las personas implicadas en ese proceso, tanto
los alumnos como los profesores —sea persona o un sistema que transmite–;
la práctica de esos valores convirtiéndolos en acciones concretas para el “saber
hacer pedagógico”; la conciencia moral de los individuos que participan en la
consecución de metas y objetivos; la cooperación activa y constante entre esos
participantes, de tal manera que formen comunidades de aprendizaje; la pasión
por la verdad que lleva a conseguir nuevos contenidos y renovarse continuamente,
haciendo la transmisión una actividad llena de sentido.
Que pueda existir una razón práctica o una técnica que ensamble
todos esos factores, nos da la oportunidad de llamar al proceso en su totalidad,
pedagogía. Porque es algo orgánico, es decir, que las partes tienen siempre
presente el todo, su coherencia y armonía. Ciertamente podríamos decir que es
el enlace entre la teoría y la acción en la transmisión intencional. García Morente
escribía que : “la pedagogía como técnica, es el estudio de los métodos aplicables
con máxima eficacia a la realización del propósito educativo. Mas no por eso
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puede el pedagogo desentenderse del tema primero, que se refiere a la elección
de fines”. (p. 104)
Sólo con esas condiciones de convencimiento y preparación académica
en la teoría, se puede conformar un grupo estable de personas dedicadas a enseñar.
Una comunidad, más que un grupo de personas en un lugar, es un conjunto de
atributos de los componentes de la misma, los cuales se conforman como tal, de
manera gradual y consecutiva en las finalidades propuestas, si existe, además
el convencimiento de la necesidad de transmitir con éxito. Escribe Jaeger en la
introducción a Paideia (1996):
De ahí se siguen (de las definiciones anteriores) algunas conclusiones
generales. En primer lugar, la educación no es una propiedad individual, sino
que pertenece, por su esencia, a la comunidad. El carácter de la comunidad se
imprime en sus miembros individuales y es, en el hombre, el Zoon Politikon
(Animal Político), en una medida muy superior que en los animales, fuente de
toda acción y de toda conducta.
Posiblemente esto responda a la idea de Luzuriaga (1991) que exponía
educar no como una productividad inmediata y no solo a los valores de la cultura
presente, sino también y sobre todas las cosas a unos valores que se extienden
más allá de las culturas, de cualquier cultura.
Ir profundizando en el término requiere la ayuda de gente que ya está
en el tema hace muchos años, porque la pedagogía es básicamente acción, “pero
una acción para ser eficiente tiene que ser reflexiva, sino, es puro mecanismo,
mero impulso o imitación ciega. Si la educación se aplica sin reflexión previa se
convierte en puro automatismo” (Luzuriaga, 1991. p. 18).
Para ir definiendo el término con mayor profundidad, procuraremos ir
matizando cada uno de esos aspectos que se establecieron en el primer párrafo de
este aparte del ensayo.
Aprovisionamiento de valores
Una de las primeras cosas que se pueden plantear para estas reflexiones es la
conciencia de la importancia de los valores para cada época, persona y comunidad.
Además buscar “apropiarse” del significado del término “aprovisionamiento” en
la adquisición de esos valores. ¿Cómo se puede tasar el crecimiento en valores?
Estamos ante problemas importantes, pues sin valores, la educación carece
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propiamente de sentido. Se convierte en algo que no es una “acción humana”
específicamente. Podría catalogarse de adiestramiento, como se hace con algunos
animales al domarlos o domesticarlos, o de programación, como se puede hacer
con máquinas. Los valores pueden ir generando metas nuevas y ampliando las
existentes. Escribe Jaeger en Paideia:
La educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así en su destino
exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo espiritual. Y puesto
que el desarrollo social depende de la conciencia de los valores que rigen la vida
humana, la historia de la educación se halla esencialmente condicionada por el
cambio de los valores válidos para cada sociedad. A la estabilidad de las normas
válidas corresponde la solidez de los fundamentos de la educación. De la disolución
y la destrucción de las normas resulta la debilidad, la falta de seguridad y aun la
imposibilidad absoluta de toda acción educadora. (p. 17).
En este punto quizá pueda ser interesante diferenciar el crecimiento en
los valores para el educador y sus aspectos específicos de influencia o impacto
para el educando. Aunque el punto de partida pueda ser el mismo, por ejemplo la
verdad en el proceso de conocer, en ambos casos, los valores que sustentan una
acción generan responsabilidades diferentes, por los diferentes roles que cada
uno asume. No se puede olvidar que la acción pedagógica es el desarrollo interior
y la formación el espíritu mas que acopio de conocimientos. Sin embargo, esto
se logra con la posibilidad de que el alumno tenga esa educabilidad, que es una
disposición del espíritu del joven, es una condición aproximada a lo que Dewey
(1998) llama plasticidad, o la ductilidad que poseen los seres. No se trata en
este escrito de profundizar en lo axiológico, pero si resulta interesante definir
el valor, como un aspecto que puede conformar el ser de las personas, y que lo
mejora realmente. En el fondo, los valores –podríamos decir– son subconjuntos o
productos de esos trascendentales del ser: unidad, verdad, bien y belleza.
La práctica de esos valores
Una vez asentado el concepto de valores, el proceso axiológico se
transmite consecuencialmente. Eso plantea una investigadora reciente:
Educar en valores es participar en un auténtico proceso de desarrollo y construcción
personal. Una participación que en lenguaje educativo consiste en crear condiciones
pedagógicas y sociales para que dicha construcción se lleve a cabo de una forma
óptima.
Educar en valores es en cierta medida “pragmatizar” y articular en las relaciones
sociales y en las instituciones lo que se nos viene diciendo, hace ya muchos años,
desde la filosofía moral, política y del derecho.
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Con ello se abre la posibilidad de mirar más complejamente los procesos
educativos. Estos no deben restringirse a la preparación en determinados saberes,
sino que ante todo deben comprenderse como procesos de formación de una
cultura ciudadana pluralista, democrática y solidaria. Educar en valores hoy es
formar ciudadanas y ciudadanos auténticos que sepan asumir conscientemente los
retos de la globalización y puedan comprometerse en la construcción de un mundo
más justo, más inclusivo, equitativo e intercultural. (Quintero, M. y otros, 2004).
Una segunda cosa planteada es la práctica de esos valores alcanzados (si
pudiéramos utilizar este verbo) por cada uno de esos aspectos del proceso en los
docentes o en los alumnos. La obligación moral de perfeccionarse en la didáctica
–saber hacer– en un docente, produce unos deberes gradualmente diferentes que
exigen estudio y atención y es de repercusión inmediata en los alumnos.
La encuesta a la cual nos referimos anteriormente, arrojó un resultado
interesante en los ámbitos de la acción docente, se pensaba que los mas importante
era saber hablar (93,3%) mas que saber contenidos o saber ordenar lógicamente
a sus alumnos (que eran las otras opciones propuestas en ese cuestionario de la
encuesta).
Esto es muy significativo porque saber hablar no sólo está en lo retórico
de lo que se dice, sino lo armónico, que es lo percibible “como deseable” por
los demás. Además en lo personal, se piensa que la justicia en sus acciones
(40%); la puntualidad (13,3%) y la paciencia (20%) conforman un buen docente.
Extrañamente se le da poca importancia a la laboriosidad (6,6%). Resulta
revelador de nuestra idiosincrasia esos resultados que arroja la encuesta. El amor
al trabajo es un aspecto de la enseñanza de la pedagogía que trataremos con
profundidad posteriormente. Posiblemente sea una de las facetas más interesantes
de un docente, que su “arte” pedagógico convierta los bienes culturales en bienes
con posibilidad de ser educativos.
De esa manera, por ejemplo, la lectura frecuente de revistas especializadas
en los profesores; la consecución y práctica de nuevos instrumentos tecnológicos
que optimicen y hagan más asequible el aprendizaje, es en esos docentes
“argumentos que obligan” en su ser moral. No debemos olvidar, que lo que
sustenta esa acción de perfeccionamiento es un valor que la impulsa y energiza.
Se hace imprescindible no sólo ir alcanzando ese valor sino llevarlo a la práctica
como consecuencia de la conciencia de ese empeño por buscar excelencias. Por
ejemplo, el valor “conciencia del tiempo” hace que las acciones correspondientes
a la conciencia del mismo sea la puntualidad en las acciones diarias, cotidianas,
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de su hacer pedagógico.
La práctica ordinaria de costumbres y hábitos en la cotidianeidad forman
una manera de observar y un modo de pensar, que aparecen como producto de
esos valores o en contra de ellos por el manejo de opuestos, acción que predicaba
Platón con frecuencia, y que venía del examen de la vida misma. Comenta Jaspers
(1995):
La condición del dialogar el saber escuchar. Quien quiere hablar debe estar atento
y abierto al razonamiento del otro, hallarse dispuesto a dejarse convencer y no
creerse dueño definitivo de la verdad. Es condición del diálogo la convicción
de que la verdad existe, de que está en el común interés de todos los hombres.
(p. 65)
La conciencia moral
En segundo lugar está la inclusión de ese profesor en una escuela, y su
relación con otros profesores, constituyendo una sociedad de saberes, que en
principio son saberes honestos, es decir, que buscan la verdad realmente y no son
simplemente centros de adoctrinamiento, que responden a intereses de grupos
sociales o políticos, y que desvirtúan la verdad, consiguiendo verdades parciales
o lo que es lo mismo, mentiras a medias.
La primera cosa que se le pide a alguien que actúa es que sepa, es decir, la
conciencia plena del acto que va a realizar, es además, condición indispensable para
la acción humana responsable. Ello hace cualquier acción humana susceptible de
juicio ético, pero además la hace posible de rectificación, es decir, no es maquinal,
no es automática, sino que pasa por la reflexión y la pregunta crítica sobre ella.
Lo importante en educación según estas premisas, es la acción pedagógica o
paidológica, más que el arte de realizar algunas cosas. Escribe Dewey (1998)
...la educación es un proceso vital y habitual, tanto en términos individuales como
sociales (...) concepción que esta íntimamente ligada a su idea de naturaleza
humana individualizada e indica que el trabajo es hábito, virtud, expresión vital y
habitual de esa naturaleza.
Parecería que en primer término lo que se debe formar es lo moral,
la clave de la firmeza ciudadana, es decir, la construcción de una ciudad y un
ambiente de comunidad real y sensata se logran con factores diversos, pero es
el desarrollo moral de los ciudadanos lo que orienta el movimiento y produce la
estabilidad. Esto quiere decir, que se hace hincapié en el concepto de libertad, de
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hábitos ciudadanos, de relación de identidad con los sitios donde se convive, de
autonomía personal, de escogencia de valores que se consideren válidos en cada
caso.
No basta sin embargo la simple comprobación de una transferencia de
contenidos, sino que el docente debe plantearse la verificación (que tan verdad
es) del proceso y ello depende de su conciencia valorativa de lo hecho. Comenta
John Dewey (1998) al respecto:
Más allá de un límite relativamente estrecho, impuesto por las necesidades de
la vida, los valores que se acaban de describir no se realizan automáticamente
por sí mismos. Para toda aproximación a su realización más adecuada, el
pensamiento requiere una cuidadosa y atenta orientación educativa. Pero no
se agota aquí la cuestión. El pensamiento puede desarrollar positivamente
modos erróneos y conducir a creencias falsas y perjudiciales. La necesidad de
formación sistemática sería menor que la que es en realidad si el único peligro
consistiera en la ausencia total de desarrollo; el mal que deriva de un tipo
erróneo de desarrollo es más grave aún. (p. 5)
La cooperación activa
El hombre es un ser social por naturaleza, como tal su aprender está
supeditado a esa naturaleza “con el otro”. De tal manera es esto así, que con
alguna frecuencia se aprende más de un compañero que de la explicación de
un profesor. No obstante, es poco y resulta insuficiente la simple “cooperación
natural” propia del gregarismo y la cual compartimos con algunas especies de
animales superiores.
Un aspecto interesante de búsqueda en esta área son las aproximaciones
a la interdependencia, que estimuló Dewey (1998) y que concretó Stephen
Covey (1997) hace pocos años en un libro que constituyó un éxito editorial.
La interdependencia la trabajó desde muchos ángulos, algunos de ellos que nos
puede servir de manera concreta, en base a propósitos pedagógicos se constituye
con las siguientes ideas:
Yo puedo ser inefectivo en mis interacciones con mis compañeros de trabajo,
con mi cónyuge o mis hijos, porque constantemente les digo qué pienso, pero
nunca los escucho realmente. A menos que encuentre los principios correctos
de la interacción humana, tal vez ni siquiera sepa que necesito escuchar.
Aunque sepa que para interactuar con efectividad con otros tengo que
escucharlos, tal vez me falte capacidad para hacerlo. Podría no saber cómo se
escucha real y profundamente a otro ser humano. (Covey,, 1997, p. 59).
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Saber escuchar y saber argumentar, son dos de los principios necesarios
y primarios de la cooperación, y mucho mas de la cooperación activa. Ambos
hábitos son susceptibles de ser cultivados en las etapas escolares, y también, y
mucho mas profundamente, en el ambiente familiar. Saber escuchar es como la
puerta del aprendizaje, saber argumentar es la con-formación del pensamiento,
que ya es posible usarlo eficazmente con capacidades e información recibida.
Aprender es un movimiento que, en su sentido más puro, consiste en una
propiedad del intelecto, de la racionalidad. Obviamente la corporalidad participa
de esto, no obstante lo llamado destrezas para la acción pueden ser adquiridas por
ejercicios repetitivos, tal como se hace con los animales a los que se adiestra. El
ejercicio deportivo, los juegos de competencia escolares, los debates entre equipos,
pueden producir estados de sinergia, que constituyen la base de la cooperación.
Es la relación cuerpo-mente, donde se producen relaciones de interdependencia.
La cooperación que nos llama la atención ahora, es la activa. La intencional
para alcanzar unos conocimientos que no se tenían. Interviene la palabra sinergia
para los grupos de acción. Allí algún autor refiere que el valor del grupo es mayor
que la simple suma de sus partes. Así lo describe Peter Sengue (1996):
Sabemos que los equipos pueden aprender; en los deportes, en las artes
dramáticas, en la ciencia y aun en los negocios hay sorprendentes ejemplos
donde la inteligencia del equipo supera la inteligencia de sus integrantes,
y donde los equipos desarrollan aptitudes extraordinarias para la acción
coordinada (...) El aprendizaje en equipo es vital porque la unidad fundamental
de aprendizaje en las organizaciones modernas no es el individuo sino el
equipo. Si los equipos no aprenden, la organización no puede aprender. (pp.
19-20)
La encuesta tomada de diversos profesores nos decía que se esperaba que
un buen pedagogo debía “saber escuchar” 68% y “saber hablar” 93,3% como dos
habilidades principales en su labor profesional. Curiosamente, el “saber ordenar
las ideas” de los alumnos (6,7%) tiene poca importancia según la encuesta.
Esto también revela el esquema mental que tenemos en la formación de esos
educadores.
Una consecuencia posterior a este aspecto de la educación es la emanación
de leyes, que surge de esa relación entre las personas para aprender o establecer
mejoras en la estructura educativa. Esta viene definida por ordenamientos de la
razón, pero esos ordenamientos eran y son productos del esfuerzo por conseguir
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mejores situaciones en algún aspecto de la vida –bienes mayores– y no sólo del
individuo, sino de la comunidad, es decir la lucha por alcanzar el bien común.
Esto requiere necesariamente una formación de capacidades –como el diálogo
constructivo (saber escuchar y saber argumentar), transmisión de información
verdadera y logro de consenso entre las personas. Sin esa formación remota
de la ciudadanía no es posible niveles democráticos en ese aspecto jurídico tan
importante.
La pasión por la verdad
Desde que el hombre comienza a tener conciencia de su razón, cuando
la “descubre”, entonces se va planteando necesidades y deseos que no tenía
anteriormente. Parecería que una persona que practica; la pedagogía, debería
tener esa pasión, porque lo que se transmite es la verdad. Esto supera la noción de
contenido y es lo que logra esa ciencia y arte que requiere el docente. La verdad
trasciende el concepto o contenido que se ofrece.
No obstante esa afirmación, nos damos cuenta que no es real que
siempre sea de esa manera, y que con frecuencia se transmite otra cosa, si no
intencionalmente, si de manera virtual y por costumbre repetitiva, o habituación
como la llamaba Dewey (1998). Sin embargo, uno de los aspectos que se
promueven desde la acción pedagógica es el pensamiento que nos lleva a la
verdad, lo escribe así Hannah Arendt (2002):
La pregunta «¿Qué nos hace pensar?» no interroga por causas o intenciones. Al
asumir la necesidad humana de pensar, parte del supues¬to de que la actividad
pensante se encuentra entre aquellas energeíai que, como tocar la flauta, tienen
su fin en sí mismas y no dejan ningún producto acabado que sea tangible
en el mundo. No podemos datar el momento en que empezó a sentirse esta
necesidad, pero el mismo hecho de que exista el lenguaje, junto con todo lo
que sabemos de los tiempos prehistóricos y de las mitologías transmitidas por
autores anónimos, nos conceden cierto derecho a suponer que esta necesidad
es contemporánea a la aparición del hombre sobre la tierra.
De las cosas que suelen tener importancia inmediata en los planificadores
de educación, es la consideración de los contenidos académicos que se deben
transmitir. Las materias, constan de saberes y de métodos para conseguirlos, es
una frase casi repetitiva. Sin embargo, no es lo que nos preocupa de fondo. La
pregunta que se hace en esos ambientes suele ser: ¿qué es lo que un docente debe
saber? ¿Qué es lo que realmente transmite un docente? Pienso con Tomás Melendo
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(1997) que efectivamente enseñar a reconocer el saber como bueno constituye
una formidable herramienta de enriquecimiento y liberación personales.
Entendemos que en efecto si el docente no posee una pasión por la verdad,
difícilmente la transmite, como es su cometido profesional, simplemente ofrece
unos contenidos que muchas veces no son reales por desactualizados, o porque
no tienen la pertinencia que da una planificación consciente del mismo docente,
o porque no produce en sus alumnos la motivación para “acercase” a la verdad
de tal manera que se apropien de ella. Y eso se puede notar en el uso de material
didáctico, en los recursos que trae a clases y usa con sus alumnos, y en los diversos
elementos que están para producir la enseñanza adecuada. Platón escribió que la
verdad es el resplandor de la belleza (Banquete)5, y eso lo entendemos en su plena
dimensión por las habilidades didácticas de la competencia del docente.
LOS DOCENTES DE DOCENTES
Los profesores de los pedagógicos y de las distintas escuelas de
educación del país, ¿qué perfil profesional tienen? ¿Sólo es la consideración de
tipo académico, los papeles que validan su paso por instituciones o centros de
aprendizaje?
En esos centros de enseñanza superior, ¿se piensa con frecuencia en lo
que se está produciendo en ella? ¿Se reflexiona sobre el propio desempeño en el
trabajo docente a los docentes?
Uno de los instrumentos necesarios para la formación del docente es la
lectura, y nos podemos preguntar si no es caer en una frase trillada. No obstante,
es un aspecto de la formación profesional de los maestros importante y que no
deja de tener vigencia. Entre saber leer, como mero reconocimiento de palabras
y enunciados, y saber leer como profundización y goce enriquecedores de lo que
el texto regala, existe sin duda un buen trecho, y no es fácil recorrerlo comenta
Melendo (1997). Pocas personas leen con intención generalizadora y ampliadora
del bagaje cultural, y muchas se limitan a leer sólo cosas de su especialidad. Leer
ampliando, se convierte en una disposición cooperadora, que en particular por lo
que atañe al resto de saberes y actividades relacionadas con el hombre, y más con
los que guardan una especial nexo con la belleza, tomada en el sentido ordenador
y jerarquizador de elementos para la transmisión, no podrá acusarse de exceso.
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Son preguntas para estimular la investigación en educación. Los resultados
de una encuesta reciente nos dice que la gente recuerda mucho a sus buenos
maestros o profesores, por varias cosas: Los que sabían la materia 46,6%: era de
buen trato 26 %, era justo con las personas 20%. Eso nos centra en ámbitos de
formación personal en el saber y en el saber estar. Hábitos intelectuales y hábitos
personales de tipo social. La planificación curricular de esa escuela de pedagogía
es obvio que debe estar dirigida en esas direcciones concretas de formación.
LAS INVESTIGACIONES
La investigación entre más de cincuenta docentes de educación media y
universitaria (2004) daba por resultados que un 40% pensaba que la pedagogía
era un arte y más de un 50 % que era ciencia. Esto es muy interesante porque
refleja que no hay una concepción clara de “qué es” algo con lo cual se ganan la
vida cotidianamente. Lo más probable es que la falla esté en la formación de pregrado de esos profesionales. Posiblemente se hizo mucho más hincapié en una de
esas dos cosas (ciencia o arte) o no se le dio la importancia que se le haya dado a
las materias de la “especialidad” como pudieron ser lenguaje, historia o química,
etc.
No obstante, esa investigación reflejaba que más de un 60% pensaba que
la actividad más importante del docente, pedagógicamente hablando era “saber
hablar”, con lo que nos adentramos en una deficiencia en la formación recibida,
lo que hace resaltar la falta de esa competencia. Pero, a pesar de añorar ese “saber
hacer”, no se han hecho acciones que modifiquen el currículo lo suficientemente
como para que se cultiven esas habilidades de manera definitiva en esos centros
de formación.
En ese sentido escribe Concepción Naval (1996) que “la actividad del
hombre en que consiste la educación, es sobre todo un proceso de optimización
de posibilidades que le son entregadas desde la naturaleza, y en las que encuentra
su conexión y apoyo en la realidad” (p. 51)
La búsqueda en este campo nos hace ver con claridad –palmariamente–
que hay que optimizar esa naturaleza en el vehículo por excelencia de la docencia
que es el mismo docente. Para ello necesitamos definitivamente unas actividades
constantes en el itinerario curricular que nos lleven a dominar el cuerpo, la voz,
los movimientos y eso es parte integrante de unas condiciones sin las cuales no
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Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario?
se produce el hecho educativo. Establece Concepción Naval que, “La palabra y el
sonido, la armonía y el ritmo son las fuentes configuradoras del espíritu. El arte
griego fue instrumento de paideia, de cultura” (p.72)
Además de ello, se requieren unos conocimientos profundos y buscados
a través de clases, discusiones e investigaciones. Con autores de comprobada
autoridad en el tema y con alguien que con acierto vaya escogiendo temas,
capítulos y tópicos que no haga desistir a los alumnos de la lectura de esos
pensadores.
La experiencia que he tenido de esto en los últimos años, no sólo en
el aula de clases, sino en las entrevistas, varía entre la dificultad manifestada
por el “fastidio” ante algunas lecturas hasta el entusiasmo grande por un autor o
por sus ideas o cómo planteaba temas, problemas y motivaciones para el hecho
educativo.
LAS AULAS
Un aparte especial sobre aulas, en este trabajo, llama la atención de entrada,
pero quizás tenga la misma importancia que hacer alguna consideración sobre el
tiempo. Ambas categorías tienen una importancia especial en la consideración y
en la profundización sobre la pedagogía. En el tiempo y en los espacios es donde
se construye el substrato del currículo. El significado inmediato de un aula es de
tipo físico. Nos imaginamos un espacio donde hay unos pupitres y un pizarrón.
Un aula de clase debe tener esos elementos. No obstante, pensadores de varios
sitios, crearon el criterio de un aula como socializadora, formadora, instruidora,
formadora de ciudadanos.
Comenta un autor reciente: “A pesar de todos los esfuerzos para explicar
como debe relacionarse la teoría con la práctica, nada parece haber cambiado
y los profesores siguen aferrados a una imagen de la teoría caracterizada como
“jerga” incomprensible que no tiene que ver con sus problemas y preocupaciones
cotidianas” (Carr, 2002, p. 51). El concepto de “aula” así como el de espacio está
variando a buena velocidad en este momento por la internet, con instrumentos
como e-learning y otros. Sin embargo, no nos podemos equivocar en esto porque
el hombre no es una virtualidad, requiere espacio real de trabajo. Es real que el
concepto tradicional de espacio de enseñanza o de aula ha variado, los medios
nuevos de transmisión, apoyados en tecnologías, hacen que se plateen de nuevo
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Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011
algunas formas de instrucción.
Nos lleva esto a considerar que para enseñar pedagogía, debemos superar
un obstáculo de tipo psicológico, que podemos llamar prejuicio o de otra manera,
pero lo real, es que el profesor de educación superior lo debe superar para saltar
el umbral de compromiso educativo en sus alumnos.
RECOMENDACIONES PEDAGÓGICAS,
O A MANERA DE CONCLUSIÓN
La adquisición de experiencias sería el último aspecto que se puede
formar en una escuela o en un centro educativo. El concepto que quisiéramos
usar de experiencia no es el común, el ordinario, sino lo que se toma por una
experiencia educativa, lo que hemos llamado con Dewey plasticidad, el resultado
de una acción pedagógica, el “sello” que se deja en una persona, luego de haber
reflexionado sobre ese suceso o sobre esa forma de concebir la vida –entiéndase
conocimiento vivido– no simplemente sensación animal que se puede o no
memorizar. Lo que se recuerda del docente después de años de no verlo es en lo
que debemos poner atención. Es buscar la excelencia en esos maestros que “dejan
huella” y sistematizar su enseñanza o su práctica.
El maestro puede inducir a los alumnos a formar parte del suceso o
del hecho histórico, “volver a vivirlo”. Esto puede dar una visión diferente del
problema o del hecho que se está enseñando. Se induce con formas pedagógicas,
palabras y pensamiento que han tenido, pero que se pueden transferir a ese hecho.
Esto lleva a una “toma de conciencia” en el sentido piagetiano del término,
producir una lógica que propone a partir de las acciones realizadas y procesadas
intelectualmente. Esa lógica es la formación del intelecto, para generar formación
de las acciones, o conciencia de ellas.
El uso de la pedagogía como reflexión necesaria para el avance de
la ciencia en la transmisión y construcción del currículo, se presenta como
necesario en estas épocas, aún cuando se puede pensar que la intervención de
medios tecnológicos de comunicación pueden suplantar o hacer no necesaria la
intervención personal del docente. Tener ese arte de transmitir, es lo necesario
actualmente para optimizar esa labor docente.
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Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario?
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
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crítica). 2da reimp. Madrid: Ediciones Morata.
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y sociedad). Editorial Plaza y Janés Madrid
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Paidós Plural.
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Referencias digitales:
Marieta Quintero, Alexander Ruiz y Carlos Thiebaut (2004). Educación en
valores. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (OEI) [email protected]
NOTAS DEL AUTOR
2 Hackers son personas que gozan alcanzando un conocimiento profundo sobre el funcionameinto
interno de un sistema, de un ordenador o de una red de ordenadores. Se suele usar como peyorativo,
cuando lo propio sería usar para esto último el término Cracker (Rafael Fernández Calvo, 2000).
3 Línea Filosofía, Política y Educación, adscrita a la Maestría en Educación Superior de USB.
4 Ver Platón. (1965). Obras Completas. Ediciones Aguilar. Madrid.
5 Ver Platón Obras. Ob. cit.
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