Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? Fernando Vizcaya Carrillo RESUMEN La enseñanza de una disciplina como la pedagogía, ha sido durante mucho tiempo una constante en los currículos de las diferentes escuelas de educación superior y en los institutos pedagógicos universitarios. No obstante, ante la adquisición y uso de nuevas tecnologías en el ámbito docente se vuelve a replantear el tema de si es necesario estudiar con profundidad esa ciencia, porque la concepción de la misma como arte está cuestionada seriamente por las tecnologías nuevas de transmisión. Nos lleva el interés de esta situación a investigar con alguna profundidad, desde los ángulos heurísticos, hermenéutico y axiológico del tema, pues al cambiar algunos paradigmas en la concepción del ser humano, de su aprendizaje y de su enseñanza, nos planteamos nuevas rutas de enseñanza y de aprendizaje. En el sentido de ese nuevo paradigma que comenzamos a vivir, el rol del docente cambiaría y también algunos valores se deberían adaptar a esa nueva realidad, para hacerlos legítimos y pertinentes. Palabras clave: Pedagogía, enseñanza, aprendizaje colaborativo, valores. Doctor en Filosofía de la Educación. Actualmente es profesor del Doctorado en Ciencias Políticas, Universidad Simón Bolívar. Profesor del Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez y de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. E-mail: [email protected] 89 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 To teach pedagogy in the XXI century. Is it necessary? ABSTRACT Teaching is a discipline as well as Pedagogy. It has been a constant in various colleges and university teacher- training Institute curricula for a long period of time. Nevertheless, a real need of reconsidering a deep study of Teaching is required, facing new technologies use and acquisition in teaching environments, since its Art conception is seriously questioned by new transmission technologies. Interest in state of affairs leads us to look into this situation in some depth, from heuristic angle, hermeneutic and axiological, since the theme can change human being conception paradigms, his learning and teaching. New transmission routes are being acknowledged. In this new paradigm that we start to live on, teachers’ role should change and values should be adapted to this reality in order to be pertinent and genuine. Key words: Pedagogy/ Teaching/ Collaborative Learning/ Values. INTRODUCCIÓN Después de años de trabajo en aula, la enseñanza de una disciplina en la cual coinciden el objeto y el sujeto de su acción –la pedagogía– resulta casi espontáneo y se podría decir que es fácil definirla. Sin embargo, esto es engañoso. Presenta, como diría John Passmore (1975), “varios ángulos incómodos”, sobre todo en esta época en la que los medios de comunicación de masas y la informática ofrecen propuestas nada despreciables y novedosas en el medio docente, por ejemplo e-learning. No obstante las diferentes dificultades que se pueden presentar, es tarea obligatoria tratar de definir esa disciplina que intentamos estudiar desde varias perspectivas en este escrito. Comenzamos esta argumentación por la enseñanza que constituye lo más inmediato del hacer pedagógico. Es el punto donde se produce el contacto físico, lo tangible, es en definitiva, lo captable por los sentidos externos. Enseñanza, (in signo sensibilis o en el signo sensible) como lo han definido algunos de los clásicos en pedagogía, como Pablo Natorp y Renzo Titone. No obstante estas 90 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? consideraciones, nos vemos envueltos en una cultura novedosa por los medios de comunicación e información; así un autor reciente describe que la cultura de esos medios es una ”cultura construida sobre la creencia tecnocrática en el progreso humano a través de la tecnología, practicada por comunidades de hackers2 que prosperan en un entorno de creatividad tecnológica libre y abierto, asentadas en redes virtuales dedicadas a reinventar la sociedad y materializada por emprendedores capitalistas en el quehacer de la nueva economía.” (Castells, 2001:87) Por otra parte, aunque ha sido tema de escritos e investigaciones en años anteriores, querer profundizar un poco más en esta disciplina es consecuencia de la poca satisfacción de su enseñaza, y tampoco de su puesta en práctica en aulas y en los diversos encuentros entre maestros y profesores con sus alumnos, aún cuando se usen (posiblemente mal empleados) los medios modernos de transmisión, que en principio deberían enriquecer mucho más el proceso docente y el proceso de aprendizaje y no lo han logrado según un 26,6% de los encuestados por el estudio de la línea de investigación3. Quizá hemos olvidado un poco que la didáctica real es el espíritu vivo del educador y el del educando en una íntima relación. UN INTENTO DE DEFINIR EL TÉRMINO PEDAGOGÍA En una encuesta reciente que se aplicó en la línea de investigación ya citada, un 54% definía la pedagogía como ciencia, un 40% como arte, y el resto 6% como otra disciplina. La encuesta se pasó a docentes universitarios y de educación media, casi todos con décadas de trabajo. Al no haber un acuerdo sino una división conceptual aproximándose a lo igualitario, surgen preguntas para la investigación: Si no es ciencia sino arte, ¿se puede aprender, o surge de la practica simplemente?, ¿cómo enseñar a enseñar sin que ello se convierta simplemente en una técnica simple y repetitiva, o peor aún, en una suerte de ejercicio redundante? Si es ciencia y no arte, ¿bastaría el estudio profundo de las diversas teorías para ser buen pedagogo? Una pregunta más, inevitable de la reflexión sería: ¿Para qué sirve la pedagogía? Esa pregunta hecha en muchas ocasiones, y causada por la decepción de algunos resultados académicos y personales, en alumnos, nos ha hecho recomenzar a trabajar sobre los orígenes o sobre las causas de esa disciplina. Desde la época de Platón se preguntaban los personajes de uno de los diálogos sobre la posibilidad de transmitir, de “pasar”, de transferir conocimientos o 91 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 costumbres de unas personas a otras (diálogo platónico Menón4). Sin embargo, aunque han pasado muchos siglos y hemos tenido pensadores y han surgido teorías sobre ello, no termina de ser contestada con la profundidad requerida por la gente que está en el ámbito docente. A esto se le añade que la sociedad en la cual vivimos –informatizada y globalizada- presenta otras características, y por tanto otras formas posibles de definir el sistema de transmisión. Aun con esas nuevas perspectivas modernas, siguen surgiendo las preguntas para la profundización: ¿Qué se necesita para ejercer esa disciplina?, y ¿cómo hacemos para enseñarla?. Las variantes que se escogieron y a las cuales posteriormente le dedicaremos algunos puntos del trabajo, están en el orden de los rasgos personales de la persona que se dedica a la pedagogía, a los contenidos de saber que debe poseer, a sus competencias profesionales. Es un trabajo complejo por la cantidad de posibilidades que se le exige a un individuo que debe ejercer la docencia profesionalmente. Los alumnos que suelo tener en cursos de postgrado sobre educación, y que se suelen interesar por esos temas y actividades son ya profesores con experiencia y sin embargo, siguen formándose para ello. Parecería claro el norte en la investigación, no obstante, surge una serie de dudas a este respecto del trabajo. Esos alumnos que son docentes en ejercicio: ¿Tienen idoneidad para ser docentes? ¿están allí porque no hay otro camino? Si existe dificultad real para enseñar, ¿ se puede remediar, o no es posible? La palabra pedagogía está muy ligada a la palabra educación aunque no son iguales. La acción pedagógica exitosa es lo que produce educación. Vale la pena entonces que nos acerquemos, en lo posible, a lo que es pedagogía, porque parecería que es el principio de operaciones, o lo que impulsa a la educación. Por una parte es simplemente la disposición de una persona, pero también puede estar en la comunidad de una manera consensuada o intencional. En todo caso, es un movimiento complejo en la vida humana sobre la misma vida. La forma de tratar las cosas u objetos tangiblemente, acercarlos a través de la ordenación de esas mismas cosas a la mente y el interés de alumnos o personas es una de las primeras acciones pedagógicas “visibles”. Lo cierto es que producimos una influencia concreta en los demás, a veces no medible, pero que pueden “formar” o “transformar” una visión o un movimiento para hacerlo cada vez mejor. El trato con esa persona a la cual se pretende transmitir –el alumno–, 92 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? requiere unas condiciones previas personales, en el carácter y en el intelecto. Esto nos trae una duda inicial básica: ¿es propio decir escuelas de educación o es más adecuado decir escuelas de pedagogía? Trataremos de irlas desglosando en los próximos párrafos del escrito. Dice el diccionario de Nicolás Abagnnanno (1997): “el término (pedagogía), que en su origen significó la práctica o la profesión del educador, pasó luego a significar cualquier teoría de la educación...” Nos remite el diccionario a otro término, paidología y a éste lo define como “la ciencia exacta de la educación en oposición a la pedagogía que sería el arte empírico de la educación”. La diferencia encontrada entre estos dos términos hace muy interesante la aproximación al tema. Se establece que existe una “ciencia exacta” de la educación y un “arte empírico”. Percibimos claramente que la pedagogía no es un fin en sí misma, sino un medio para conseguir la educación. Es ciencia y es también arte. Nos adentramos claramente en la racionalidad de aproximarnos a los “medios” que son propios de ejecutar para conseguir el “fin” que se presenta muy claro: educar. EDUCAR Para lograr educar son esenciales varios factores –entre otros muchos, pero nos detendremos en algunos de ellos–, uno de esos primeros es un aprovisionamiento de valores en las personas implicadas en ese proceso, tanto los alumnos como los profesores —sea persona o un sistema que transmite–; la práctica de esos valores convirtiéndolos en acciones concretas para el “saber hacer pedagógico”; la conciencia moral de los individuos que participan en la consecución de metas y objetivos; la cooperación activa y constante entre esos participantes, de tal manera que formen comunidades de aprendizaje; la pasión por la verdad que lleva a conseguir nuevos contenidos y renovarse continuamente, haciendo la transmisión una actividad llena de sentido. Que pueda existir una razón práctica o una técnica que ensamble todos esos factores, nos da la oportunidad de llamar al proceso en su totalidad, pedagogía. Porque es algo orgánico, es decir, que las partes tienen siempre presente el todo, su coherencia y armonía. Ciertamente podríamos decir que es el enlace entre la teoría y la acción en la transmisión intencional. García Morente escribía que : “la pedagogía como técnica, es el estudio de los métodos aplicables con máxima eficacia a la realización del propósito educativo. Mas no por eso 93 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 puede el pedagogo desentenderse del tema primero, que se refiere a la elección de fines”. (p. 104) Sólo con esas condiciones de convencimiento y preparación académica en la teoría, se puede conformar un grupo estable de personas dedicadas a enseñar. Una comunidad, más que un grupo de personas en un lugar, es un conjunto de atributos de los componentes de la misma, los cuales se conforman como tal, de manera gradual y consecutiva en las finalidades propuestas, si existe, además el convencimiento de la necesidad de transmitir con éxito. Escribe Jaeger en la introducción a Paideia (1996): De ahí se siguen (de las definiciones anteriores) algunas conclusiones generales. En primer lugar, la educación no es una propiedad individual, sino que pertenece, por su esencia, a la comunidad. El carácter de la comunidad se imprime en sus miembros individuales y es, en el hombre, el Zoon Politikon (Animal Político), en una medida muy superior que en los animales, fuente de toda acción y de toda conducta. Posiblemente esto responda a la idea de Luzuriaga (1991) que exponía educar no como una productividad inmediata y no solo a los valores de la cultura presente, sino también y sobre todas las cosas a unos valores que se extienden más allá de las culturas, de cualquier cultura. Ir profundizando en el término requiere la ayuda de gente que ya está en el tema hace muchos años, porque la pedagogía es básicamente acción, “pero una acción para ser eficiente tiene que ser reflexiva, sino, es puro mecanismo, mero impulso o imitación ciega. Si la educación se aplica sin reflexión previa se convierte en puro automatismo” (Luzuriaga, 1991. p. 18). Para ir definiendo el término con mayor profundidad, procuraremos ir matizando cada uno de esos aspectos que se establecieron en el primer párrafo de este aparte del ensayo. Aprovisionamiento de valores Una de las primeras cosas que se pueden plantear para estas reflexiones es la conciencia de la importancia de los valores para cada época, persona y comunidad. Además buscar “apropiarse” del significado del término “aprovisionamiento” en la adquisición de esos valores. ¿Cómo se puede tasar el crecimiento en valores? Estamos ante problemas importantes, pues sin valores, la educación carece 94 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? propiamente de sentido. Se convierte en algo que no es una “acción humana” específicamente. Podría catalogarse de adiestramiento, como se hace con algunos animales al domarlos o domesticarlos, o de programación, como se puede hacer con máquinas. Los valores pueden ir generando metas nuevas y ampliando las existentes. Escribe Jaeger en Paideia: La educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así en su destino exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo espiritual. Y puesto que el desarrollo social depende de la conciencia de los valores que rigen la vida humana, la historia de la educación se halla esencialmente condicionada por el cambio de los valores válidos para cada sociedad. A la estabilidad de las normas válidas corresponde la solidez de los fundamentos de la educación. De la disolución y la destrucción de las normas resulta la debilidad, la falta de seguridad y aun la imposibilidad absoluta de toda acción educadora. (p. 17). En este punto quizá pueda ser interesante diferenciar el crecimiento en los valores para el educador y sus aspectos específicos de influencia o impacto para el educando. Aunque el punto de partida pueda ser el mismo, por ejemplo la verdad en el proceso de conocer, en ambos casos, los valores que sustentan una acción generan responsabilidades diferentes, por los diferentes roles que cada uno asume. No se puede olvidar que la acción pedagógica es el desarrollo interior y la formación el espíritu mas que acopio de conocimientos. Sin embargo, esto se logra con la posibilidad de que el alumno tenga esa educabilidad, que es una disposición del espíritu del joven, es una condición aproximada a lo que Dewey (1998) llama plasticidad, o la ductilidad que poseen los seres. No se trata en este escrito de profundizar en lo axiológico, pero si resulta interesante definir el valor, como un aspecto que puede conformar el ser de las personas, y que lo mejora realmente. En el fondo, los valores –podríamos decir– son subconjuntos o productos de esos trascendentales del ser: unidad, verdad, bien y belleza. La práctica de esos valores Una vez asentado el concepto de valores, el proceso axiológico se transmite consecuencialmente. Eso plantea una investigadora reciente: Educar en valores es participar en un auténtico proceso de desarrollo y construcción personal. Una participación que en lenguaje educativo consiste en crear condiciones pedagógicas y sociales para que dicha construcción se lleve a cabo de una forma óptima. Educar en valores es en cierta medida “pragmatizar” y articular en las relaciones sociales y en las instituciones lo que se nos viene diciendo, hace ya muchos años, desde la filosofía moral, política y del derecho. 95 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 Con ello se abre la posibilidad de mirar más complejamente los procesos educativos. Estos no deben restringirse a la preparación en determinados saberes, sino que ante todo deben comprenderse como procesos de formación de una cultura ciudadana pluralista, democrática y solidaria. Educar en valores hoy es formar ciudadanas y ciudadanos auténticos que sepan asumir conscientemente los retos de la globalización y puedan comprometerse en la construcción de un mundo más justo, más inclusivo, equitativo e intercultural. (Quintero, M. y otros, 2004). Una segunda cosa planteada es la práctica de esos valores alcanzados (si pudiéramos utilizar este verbo) por cada uno de esos aspectos del proceso en los docentes o en los alumnos. La obligación moral de perfeccionarse en la didáctica –saber hacer– en un docente, produce unos deberes gradualmente diferentes que exigen estudio y atención y es de repercusión inmediata en los alumnos. La encuesta a la cual nos referimos anteriormente, arrojó un resultado interesante en los ámbitos de la acción docente, se pensaba que los mas importante era saber hablar (93,3%) mas que saber contenidos o saber ordenar lógicamente a sus alumnos (que eran las otras opciones propuestas en ese cuestionario de la encuesta). Esto es muy significativo porque saber hablar no sólo está en lo retórico de lo que se dice, sino lo armónico, que es lo percibible “como deseable” por los demás. Además en lo personal, se piensa que la justicia en sus acciones (40%); la puntualidad (13,3%) y la paciencia (20%) conforman un buen docente. Extrañamente se le da poca importancia a la laboriosidad (6,6%). Resulta revelador de nuestra idiosincrasia esos resultados que arroja la encuesta. El amor al trabajo es un aspecto de la enseñanza de la pedagogía que trataremos con profundidad posteriormente. Posiblemente sea una de las facetas más interesantes de un docente, que su “arte” pedagógico convierta los bienes culturales en bienes con posibilidad de ser educativos. De esa manera, por ejemplo, la lectura frecuente de revistas especializadas en los profesores; la consecución y práctica de nuevos instrumentos tecnológicos que optimicen y hagan más asequible el aprendizaje, es en esos docentes “argumentos que obligan” en su ser moral. No debemos olvidar, que lo que sustenta esa acción de perfeccionamiento es un valor que la impulsa y energiza. Se hace imprescindible no sólo ir alcanzando ese valor sino llevarlo a la práctica como consecuencia de la conciencia de ese empeño por buscar excelencias. Por ejemplo, el valor “conciencia del tiempo” hace que las acciones correspondientes a la conciencia del mismo sea la puntualidad en las acciones diarias, cotidianas, 96 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? de su hacer pedagógico. La práctica ordinaria de costumbres y hábitos en la cotidianeidad forman una manera de observar y un modo de pensar, que aparecen como producto de esos valores o en contra de ellos por el manejo de opuestos, acción que predicaba Platón con frecuencia, y que venía del examen de la vida misma. Comenta Jaspers (1995): La condición del dialogar el saber escuchar. Quien quiere hablar debe estar atento y abierto al razonamiento del otro, hallarse dispuesto a dejarse convencer y no creerse dueño definitivo de la verdad. Es condición del diálogo la convicción de que la verdad existe, de que está en el común interés de todos los hombres. (p. 65) La conciencia moral En segundo lugar está la inclusión de ese profesor en una escuela, y su relación con otros profesores, constituyendo una sociedad de saberes, que en principio son saberes honestos, es decir, que buscan la verdad realmente y no son simplemente centros de adoctrinamiento, que responden a intereses de grupos sociales o políticos, y que desvirtúan la verdad, consiguiendo verdades parciales o lo que es lo mismo, mentiras a medias. La primera cosa que se le pide a alguien que actúa es que sepa, es decir, la conciencia plena del acto que va a realizar, es además, condición indispensable para la acción humana responsable. Ello hace cualquier acción humana susceptible de juicio ético, pero además la hace posible de rectificación, es decir, no es maquinal, no es automática, sino que pasa por la reflexión y la pregunta crítica sobre ella. Lo importante en educación según estas premisas, es la acción pedagógica o paidológica, más que el arte de realizar algunas cosas. Escribe Dewey (1998) ...la educación es un proceso vital y habitual, tanto en términos individuales como sociales (...) concepción que esta íntimamente ligada a su idea de naturaleza humana individualizada e indica que el trabajo es hábito, virtud, expresión vital y habitual de esa naturaleza. Parecería que en primer término lo que se debe formar es lo moral, la clave de la firmeza ciudadana, es decir, la construcción de una ciudad y un ambiente de comunidad real y sensata se logran con factores diversos, pero es el desarrollo moral de los ciudadanos lo que orienta el movimiento y produce la estabilidad. Esto quiere decir, que se hace hincapié en el concepto de libertad, de 97 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 hábitos ciudadanos, de relación de identidad con los sitios donde se convive, de autonomía personal, de escogencia de valores que se consideren válidos en cada caso. No basta sin embargo la simple comprobación de una transferencia de contenidos, sino que el docente debe plantearse la verificación (que tan verdad es) del proceso y ello depende de su conciencia valorativa de lo hecho. Comenta John Dewey (1998) al respecto: Más allá de un límite relativamente estrecho, impuesto por las necesidades de la vida, los valores que se acaban de describir no se realizan automáticamente por sí mismos. Para toda aproximación a su realización más adecuada, el pensamiento requiere una cuidadosa y atenta orientación educativa. Pero no se agota aquí la cuestión. El pensamiento puede desarrollar positivamente modos erróneos y conducir a creencias falsas y perjudiciales. La necesidad de formación sistemática sería menor que la que es en realidad si el único peligro consistiera en la ausencia total de desarrollo; el mal que deriva de un tipo erróneo de desarrollo es más grave aún. (p. 5) La cooperación activa El hombre es un ser social por naturaleza, como tal su aprender está supeditado a esa naturaleza “con el otro”. De tal manera es esto así, que con alguna frecuencia se aprende más de un compañero que de la explicación de un profesor. No obstante, es poco y resulta insuficiente la simple “cooperación natural” propia del gregarismo y la cual compartimos con algunas especies de animales superiores. Un aspecto interesante de búsqueda en esta área son las aproximaciones a la interdependencia, que estimuló Dewey (1998) y que concretó Stephen Covey (1997) hace pocos años en un libro que constituyó un éxito editorial. La interdependencia la trabajó desde muchos ángulos, algunos de ellos que nos puede servir de manera concreta, en base a propósitos pedagógicos se constituye con las siguientes ideas: Yo puedo ser inefectivo en mis interacciones con mis compañeros de trabajo, con mi cónyuge o mis hijos, porque constantemente les digo qué pienso, pero nunca los escucho realmente. A menos que encuentre los principios correctos de la interacción humana, tal vez ni siquiera sepa que necesito escuchar. Aunque sepa que para interactuar con efectividad con otros tengo que escucharlos, tal vez me falte capacidad para hacerlo. Podría no saber cómo se escucha real y profundamente a otro ser humano. (Covey,, 1997, p. 59). 98 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? Saber escuchar y saber argumentar, son dos de los principios necesarios y primarios de la cooperación, y mucho mas de la cooperación activa. Ambos hábitos son susceptibles de ser cultivados en las etapas escolares, y también, y mucho mas profundamente, en el ambiente familiar. Saber escuchar es como la puerta del aprendizaje, saber argumentar es la con-formación del pensamiento, que ya es posible usarlo eficazmente con capacidades e información recibida. Aprender es un movimiento que, en su sentido más puro, consiste en una propiedad del intelecto, de la racionalidad. Obviamente la corporalidad participa de esto, no obstante lo llamado destrezas para la acción pueden ser adquiridas por ejercicios repetitivos, tal como se hace con los animales a los que se adiestra. El ejercicio deportivo, los juegos de competencia escolares, los debates entre equipos, pueden producir estados de sinergia, que constituyen la base de la cooperación. Es la relación cuerpo-mente, donde se producen relaciones de interdependencia. La cooperación que nos llama la atención ahora, es la activa. La intencional para alcanzar unos conocimientos que no se tenían. Interviene la palabra sinergia para los grupos de acción. Allí algún autor refiere que el valor del grupo es mayor que la simple suma de sus partes. Así lo describe Peter Sengue (1996): Sabemos que los equipos pueden aprender; en los deportes, en las artes dramáticas, en la ciencia y aun en los negocios hay sorprendentes ejemplos donde la inteligencia del equipo supera la inteligencia de sus integrantes, y donde los equipos desarrollan aptitudes extraordinarias para la acción coordinada (...) El aprendizaje en equipo es vital porque la unidad fundamental de aprendizaje en las organizaciones modernas no es el individuo sino el equipo. Si los equipos no aprenden, la organización no puede aprender. (pp. 19-20) La encuesta tomada de diversos profesores nos decía que se esperaba que un buen pedagogo debía “saber escuchar” 68% y “saber hablar” 93,3% como dos habilidades principales en su labor profesional. Curiosamente, el “saber ordenar las ideas” de los alumnos (6,7%) tiene poca importancia según la encuesta. Esto también revela el esquema mental que tenemos en la formación de esos educadores. Una consecuencia posterior a este aspecto de la educación es la emanación de leyes, que surge de esa relación entre las personas para aprender o establecer mejoras en la estructura educativa. Esta viene definida por ordenamientos de la razón, pero esos ordenamientos eran y son productos del esfuerzo por conseguir 99 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 mejores situaciones en algún aspecto de la vida –bienes mayores– y no sólo del individuo, sino de la comunidad, es decir la lucha por alcanzar el bien común. Esto requiere necesariamente una formación de capacidades –como el diálogo constructivo (saber escuchar y saber argumentar), transmisión de información verdadera y logro de consenso entre las personas. Sin esa formación remota de la ciudadanía no es posible niveles democráticos en ese aspecto jurídico tan importante. La pasión por la verdad Desde que el hombre comienza a tener conciencia de su razón, cuando la “descubre”, entonces se va planteando necesidades y deseos que no tenía anteriormente. Parecería que una persona que practica; la pedagogía, debería tener esa pasión, porque lo que se transmite es la verdad. Esto supera la noción de contenido y es lo que logra esa ciencia y arte que requiere el docente. La verdad trasciende el concepto o contenido que se ofrece. No obstante esa afirmación, nos damos cuenta que no es real que siempre sea de esa manera, y que con frecuencia se transmite otra cosa, si no intencionalmente, si de manera virtual y por costumbre repetitiva, o habituación como la llamaba Dewey (1998). Sin embargo, uno de los aspectos que se promueven desde la acción pedagógica es el pensamiento que nos lleva a la verdad, lo escribe así Hannah Arendt (2002): La pregunta «¿Qué nos hace pensar?» no interroga por causas o intenciones. Al asumir la necesidad humana de pensar, parte del supues¬to de que la actividad pensante se encuentra entre aquellas energeíai que, como tocar la flauta, tienen su fin en sí mismas y no dejan ningún producto acabado que sea tangible en el mundo. No podemos datar el momento en que empezó a sentirse esta necesidad, pero el mismo hecho de que exista el lenguaje, junto con todo lo que sabemos de los tiempos prehistóricos y de las mitologías transmitidas por autores anónimos, nos conceden cierto derecho a suponer que esta necesidad es contemporánea a la aparición del hombre sobre la tierra. De las cosas que suelen tener importancia inmediata en los planificadores de educación, es la consideración de los contenidos académicos que se deben transmitir. Las materias, constan de saberes y de métodos para conseguirlos, es una frase casi repetitiva. Sin embargo, no es lo que nos preocupa de fondo. La pregunta que se hace en esos ambientes suele ser: ¿qué es lo que un docente debe saber? ¿Qué es lo que realmente transmite un docente? Pienso con Tomás Melendo 100 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? (1997) que efectivamente enseñar a reconocer el saber como bueno constituye una formidable herramienta de enriquecimiento y liberación personales. Entendemos que en efecto si el docente no posee una pasión por la verdad, difícilmente la transmite, como es su cometido profesional, simplemente ofrece unos contenidos que muchas veces no son reales por desactualizados, o porque no tienen la pertinencia que da una planificación consciente del mismo docente, o porque no produce en sus alumnos la motivación para “acercase” a la verdad de tal manera que se apropien de ella. Y eso se puede notar en el uso de material didáctico, en los recursos que trae a clases y usa con sus alumnos, y en los diversos elementos que están para producir la enseñanza adecuada. Platón escribió que la verdad es el resplandor de la belleza (Banquete)5, y eso lo entendemos en su plena dimensión por las habilidades didácticas de la competencia del docente. LOS DOCENTES DE DOCENTES Los profesores de los pedagógicos y de las distintas escuelas de educación del país, ¿qué perfil profesional tienen? ¿Sólo es la consideración de tipo académico, los papeles que validan su paso por instituciones o centros de aprendizaje? En esos centros de enseñanza superior, ¿se piensa con frecuencia en lo que se está produciendo en ella? ¿Se reflexiona sobre el propio desempeño en el trabajo docente a los docentes? Uno de los instrumentos necesarios para la formación del docente es la lectura, y nos podemos preguntar si no es caer en una frase trillada. No obstante, es un aspecto de la formación profesional de los maestros importante y que no deja de tener vigencia. Entre saber leer, como mero reconocimiento de palabras y enunciados, y saber leer como profundización y goce enriquecedores de lo que el texto regala, existe sin duda un buen trecho, y no es fácil recorrerlo comenta Melendo (1997). Pocas personas leen con intención generalizadora y ampliadora del bagaje cultural, y muchas se limitan a leer sólo cosas de su especialidad. Leer ampliando, se convierte en una disposición cooperadora, que en particular por lo que atañe al resto de saberes y actividades relacionadas con el hombre, y más con los que guardan una especial nexo con la belleza, tomada en el sentido ordenador y jerarquizador de elementos para la transmisión, no podrá acusarse de exceso. 101 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 Son preguntas para estimular la investigación en educación. Los resultados de una encuesta reciente nos dice que la gente recuerda mucho a sus buenos maestros o profesores, por varias cosas: Los que sabían la materia 46,6%: era de buen trato 26 %, era justo con las personas 20%. Eso nos centra en ámbitos de formación personal en el saber y en el saber estar. Hábitos intelectuales y hábitos personales de tipo social. La planificación curricular de esa escuela de pedagogía es obvio que debe estar dirigida en esas direcciones concretas de formación. LAS INVESTIGACIONES La investigación entre más de cincuenta docentes de educación media y universitaria (2004) daba por resultados que un 40% pensaba que la pedagogía era un arte y más de un 50 % que era ciencia. Esto es muy interesante porque refleja que no hay una concepción clara de “qué es” algo con lo cual se ganan la vida cotidianamente. Lo más probable es que la falla esté en la formación de pregrado de esos profesionales. Posiblemente se hizo mucho más hincapié en una de esas dos cosas (ciencia o arte) o no se le dio la importancia que se le haya dado a las materias de la “especialidad” como pudieron ser lenguaje, historia o química, etc. No obstante, esa investigación reflejaba que más de un 60% pensaba que la actividad más importante del docente, pedagógicamente hablando era “saber hablar”, con lo que nos adentramos en una deficiencia en la formación recibida, lo que hace resaltar la falta de esa competencia. Pero, a pesar de añorar ese “saber hacer”, no se han hecho acciones que modifiquen el currículo lo suficientemente como para que se cultiven esas habilidades de manera definitiva en esos centros de formación. En ese sentido escribe Concepción Naval (1996) que “la actividad del hombre en que consiste la educación, es sobre todo un proceso de optimización de posibilidades que le son entregadas desde la naturaleza, y en las que encuentra su conexión y apoyo en la realidad” (p. 51) La búsqueda en este campo nos hace ver con claridad –palmariamente– que hay que optimizar esa naturaleza en el vehículo por excelencia de la docencia que es el mismo docente. Para ello necesitamos definitivamente unas actividades constantes en el itinerario curricular que nos lleven a dominar el cuerpo, la voz, los movimientos y eso es parte integrante de unas condiciones sin las cuales no 102 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? se produce el hecho educativo. Establece Concepción Naval que, “La palabra y el sonido, la armonía y el ritmo son las fuentes configuradoras del espíritu. El arte griego fue instrumento de paideia, de cultura” (p.72) Además de ello, se requieren unos conocimientos profundos y buscados a través de clases, discusiones e investigaciones. Con autores de comprobada autoridad en el tema y con alguien que con acierto vaya escogiendo temas, capítulos y tópicos que no haga desistir a los alumnos de la lectura de esos pensadores. La experiencia que he tenido de esto en los últimos años, no sólo en el aula de clases, sino en las entrevistas, varía entre la dificultad manifestada por el “fastidio” ante algunas lecturas hasta el entusiasmo grande por un autor o por sus ideas o cómo planteaba temas, problemas y motivaciones para el hecho educativo. LAS AULAS Un aparte especial sobre aulas, en este trabajo, llama la atención de entrada, pero quizás tenga la misma importancia que hacer alguna consideración sobre el tiempo. Ambas categorías tienen una importancia especial en la consideración y en la profundización sobre la pedagogía. En el tiempo y en los espacios es donde se construye el substrato del currículo. El significado inmediato de un aula es de tipo físico. Nos imaginamos un espacio donde hay unos pupitres y un pizarrón. Un aula de clase debe tener esos elementos. No obstante, pensadores de varios sitios, crearon el criterio de un aula como socializadora, formadora, instruidora, formadora de ciudadanos. Comenta un autor reciente: “A pesar de todos los esfuerzos para explicar como debe relacionarse la teoría con la práctica, nada parece haber cambiado y los profesores siguen aferrados a una imagen de la teoría caracterizada como “jerga” incomprensible que no tiene que ver con sus problemas y preocupaciones cotidianas” (Carr, 2002, p. 51). El concepto de “aula” así como el de espacio está variando a buena velocidad en este momento por la internet, con instrumentos como e-learning y otros. Sin embargo, no nos podemos equivocar en esto porque el hombre no es una virtualidad, requiere espacio real de trabajo. Es real que el concepto tradicional de espacio de enseñanza o de aula ha variado, los medios nuevos de transmisión, apoyados en tecnologías, hacen que se plateen de nuevo 103 Revista Educación y Ciencias Humanas. Nueva Etapa. Año XIV. N° 28. Enero-Junio 2011 algunas formas de instrucción. Nos lleva esto a considerar que para enseñar pedagogía, debemos superar un obstáculo de tipo psicológico, que podemos llamar prejuicio o de otra manera, pero lo real, es que el profesor de educación superior lo debe superar para saltar el umbral de compromiso educativo en sus alumnos. RECOMENDACIONES PEDAGÓGICAS, O A MANERA DE CONCLUSIÓN La adquisición de experiencias sería el último aspecto que se puede formar en una escuela o en un centro educativo. El concepto que quisiéramos usar de experiencia no es el común, el ordinario, sino lo que se toma por una experiencia educativa, lo que hemos llamado con Dewey plasticidad, el resultado de una acción pedagógica, el “sello” que se deja en una persona, luego de haber reflexionado sobre ese suceso o sobre esa forma de concebir la vida –entiéndase conocimiento vivido– no simplemente sensación animal que se puede o no memorizar. Lo que se recuerda del docente después de años de no verlo es en lo que debemos poner atención. Es buscar la excelencia en esos maestros que “dejan huella” y sistematizar su enseñanza o su práctica. El maestro puede inducir a los alumnos a formar parte del suceso o del hecho histórico, “volver a vivirlo”. Esto puede dar una visión diferente del problema o del hecho que se está enseñando. Se induce con formas pedagógicas, palabras y pensamiento que han tenido, pero que se pueden transferir a ese hecho. Esto lleva a una “toma de conciencia” en el sentido piagetiano del término, producir una lógica que propone a partir de las acciones realizadas y procesadas intelectualmente. Esa lógica es la formación del intelecto, para generar formación de las acciones, o conciencia de ellas. El uso de la pedagogía como reflexión necesaria para el avance de la ciencia en la transmisión y construcción del currículo, se presenta como necesario en estas épocas, aún cuando se puede pensar que la intervención de medios tecnológicos de comunicación pueden suplantar o hacer no necesaria la intervención personal del docente. Tener ese arte de transmitir, es lo necesario actualmente para optimizar esa labor docente. 104 Enseñar pedagogía en siglo XXI. ¿Es necesario? RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS Abbagnanno, N. (2005). Historia de la pedagogía. México: FCE Abbagnanno, N. (1997). Diccionario de filosofía. México: FCE Arendt H. (2002). La vida del espíritu. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica. Carr, W. (2002). Una teoría de la educación (Hacia una investigación educativa crítica). 2da reimp. Madrid: Ediciones Morata. Castells, M. (2001). La galaxia internet (Reflexiones sobre internet, empresa y sociedad). Editorial Plaza y Janés Madrid Covey, S. (1997) Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Barcelona: Paidós Plural. Dewey, J. (1998). Cómo pensamos. (How We Think). Barcelona: Paidós. Fernández, R. (2000). Glosario Básico Inglés-Español para usuarios de Internet [documento en línea]. Disponible en http://www.ati.es/novatica/ glosario/glosario_internet.html García Morente, M. (1975). Escritos pedagógicos. Madrid: Espasa Calpe. Jaspers, K. (1995). Los grandes filósofos. Madrid: Techne editorial. Jaeger, W. (1996). Paideia: los ideales de la cultura griega. México: Fondo de Cultura Económica. Passmore, J. (1975). La Filosofía de la Enseñanza. México: FCE Melendo, T. y Millan-Puelles, L. (1997). La pasión por la verdad. Pamplona, España: EUNSA. Naval, C. (1996). Educación como praxis. . 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