Libertad para Leer La libertad de lectura es esencial para nuestra democracia. Está continuamente bajo ataque. Grupos privados y autoridades públicas alrededor del país están trabajando para eliminar o limitar el acceso a materiales de lectura, censurar el contenido de material que se lee en las escuelas, argumentando que es “controversial” la distribución de libros o autores que ellos creen son "inaceptables" tratando depurar Las ideas libres que se practican en las bibliotecas. Estas acciones aparentemente aumentan la creencia de que nuestra tradición nacional de libertad de expresión ya no es válida, que la censura y la represión son necesarias para contrarrestar las amenazas a la seguridad nuestra, o la seguridad nacional, así como para evitar la subversión de la política y la corrupción de la moral. Nosotros, como individuos dedicados a la lectura, los bibliotecarios y los editores responsables de la difusión de ideas, estamos en el deber de hacer valer el derecho del interés público en la preservación de la libertad para leer. La mayoría de los intentos de supresión se basan en la negación de la premisa fundamental de la democracia: que el individuo ordinario, mediante el ejercicio de juicio crítico, selecciona el bien y rechaza el mal. Confiamos en que a los estadounidenses reconocerán la propaganda y la desinformación, para tomar sus propias decisiones sobre lo que leen y creen. No creemos que estén preparados para sacrificar su herencia de una prensa libre con el fin de ser "protegida" en contra de lo que otros piensan. Este esfuerzo de represión está relacionado a un más amplio patrón de presión hacia la educación, la prensa, el arte y las imágenes películas, noticias e Internet. El problema no es sólo una censura real. La sombra del miedo emitido por estas presiones conduce, sospechamos, a una reducción aún mayor de la expresión voluntaria por aquellos que tratan de evitar la controversia con un examen inoportuno por parte de funcionarios del gobierno. Tal presión hacia la conformidad es tal vez natural en una época de cambios acelerados. Y sin embargo, la represión no es más peligrosa que aquella en los tiempos de gran tensión social. La libertad le ha dado a Estados Unidos la elasticidad para soportar la tensión. La libertad mantiene abierto el camino a soluciones novedosas y creativas, y permite hacer cambios por voluntad propia. Todo silenciamiento de una herejía, cada aplicación de una ortodoxia, disminuye la dureza y la resistencia haciendo que nuestra sociedad tenga menos capacidad de lidiar con la controversia y la diferencia. Ahora, como siempre en nuestra historia, la lectura es uno de nuestras mayores libertades. La libertad de leer y escribir es casi el único medio que por lo general permite que nuestras ideas estén disponibles, es una manera de expresión que en un principio puede dirigirse solamente a un pequeño número de personas. La palabra escrita es el medio natural nuevas ideas, contribuyan en el crecimiento social. Es esencial que la extensa discusión que requiere serias ideas, y a la acumulación de conocimientos e ideas organizadas. Creemos que la libre comunicación es esencial para la preservación de una sociedad libre y de una cultura creativa. Creemos que estas presiones hacia la conformidad presenta el peligro de limitar la amplitud y variedad de la investigación y expresión de la que nuestra democracia y nuestra cultura dependen. Creemos que toda la comunidad Estadounidense debe conservar celosamente la libertad para publicar y distribuir, con el fin de preservar su propia libertad para leer. Creemos que los editores y bibliotecarios tienen la gran responsabilidad de dar validez a la libertad de leer para hacer posible que los lectores puedan decidir libremente entre una amplia gama de ofertas. La libertad de leer está garantizada por la Constitución. Aquellos que tienen fe en un pueblo libre se mantienen firmes en estas garantías constitucionales, de los derechos esenciales para ejercer las responsabilidades que acompañan a estos derechos. Por lo tanto, afirmamos estas proposiciones: 1. Es de interés público para los editores y bibliotecarios poner a disposición la más amplia diversidad de opiniones y expresiones, incluyendo aquellos que son poco ortodoxas, impopulares, o considerados peligrosos por la mayoría. Un pensamiento creativo es por definición nuevo, y lo que es nuevo es diferente. El creador de cada nuevo pensamiento es un rebelde hasta esa idea es refinada y probada. Los sistemas totalitarios intentan mantenerse en el poder con la despiadada represión de conceptos que desafían a la ortodoxia establecida. El poder de un sistema democrático para adaptarse a los cambios es fuertemente reforzado por la libertad de sus ciudadanos para elegir ampliamente entre opiniones conflictivas que se conciben libremente para ellos. Si interrumpimos el proceso de cada idea inconformista, esto podría marcar el final del proceso democrático. Además, sólo a través de la constante actividad de selección, puede la mente democrática alcanzar la fuerza necesaria para momentos como estos. Necesitamos saber no sólo lo que creemos, pero por qué lo creemos. 2. Editores, bibliotecarios y vendedores de libros no necesitan aprobar cada idea o presentación que ofrecen. Entrarían en conflicto con el interés público establecer sus propios puntos de vista políticos, morales o estéticos como un estándar para determinar lo que debe publicarse o distribuirse. Editores y bibliotecarios sirven en el proceso educacional poniendo a disposición los conocimientos y las ideas requeridas para el desarrollo mental e incremento en el aprendizaje. No se fomenta la educación imponiendo como mentores los patrones de pensamiento propio. La gente debería tener la libertad de leer y entender una gama más amplia las ideas, diferentes a las que pueden ser la opinión de un solo bibliotecario, editor, gobierno u iglesia. No es correcto que lo que una persona puede leer, debe limitarse a lo que otra persona considere apropiado. 3. Es contrario al interés público que editores o bibliotecarios impidan el acceso a escritos sobre la base de la historia personal o filiación política del autor. No hay arte o la literatura puede florecer si ha de medirse con las opiniones políticas o de la vida privada de sus creadores. Ninguna sociedad de gente libre puede florecer si se elaboran listas de escritores a quienes no se les escucha todo lo que tengan que decir. 4. No hay lugar en nuestra sociedad por pueda forzar el gusto de los demás, limitar los adultos a leer la lectura considerada adecuada para adolescentes, o inhibir los esfuerzos de escritores para lograr la expresión artística. Para algunos, gran parte de la expresión moderna es escandalosa. ¿Pero no es gran parte de la vida escandalosa? Cortaremos la literatura en el lugar de origen si evitamos que los escritores expongan temas de la vida real. Padres y maestros tienen la responsabilidad de preparar a los jóvenes para satisfacer la diversidad de experiencias en la vida, a la que estarán expuestos, ellos, los padres tienen la responsabilidad de ayudarlos a aprender a pensar críticamente por sí mismos. Estas son responsabilidades afirmativas, no tratar de impedir a estos jóvenes leer obras para las que ellos aún no preparados. En este caso lo valores difieren y los éstos no pueden legislarse; tampoco puede concebirse maquinaria que adapten a las demandas de un grupo sin limitar la libertad de los demás. 5. No es de interés público forzar a un lector que acepte el prejuicio de una etiqueta, caracterizando cualquier expresión o a su autor como subversivos es peligroso. El ideal de la etiqueta presupone la existencia de individuos o grupos con sabiduría para determinar por autoridad lo que es bueno o malo para otros. Esto supone que los individuos deben ser dirigidos en la formación de ideas en sus mentes acerca de las ideas que ellos examinen. Pero los estadounidenses no es necesario de los demás a los que piensen por ellos. 6. Es responsabilidad de los editores, y bibliotecarios en su calidad de guardianes de la libertad de lectura, impugnar contra la libertad de los individuos o grupos que tratan de imponer sus propias normas o los gustos de la comunidad en general; y por el gobierno cuando se trata de reducir o impedir el acceso público a la información pública. Es inevitable en el dar y recibir del proceso democrático que la política, la moral o los conceptos estéticos de una voluntad individual o de grupo en ocasiones chocan con las de otro individuo o grupo. En una sociedad libre donde los individuos son libres de determinar por sí mismos lo que desean leer, y cada grupo es libre de determinar lo que recomendará a sus miembros libremente asociados. Pero ningún grupo tiene derecho a tomar la ley en sus propias manos e a imponer su propio concepto política o moral a otros miembros de una sociedad democrática. La libertad no sería libertad si es aceptada solamente en conceptos inofensivos. Además, sociedades democráticas son más seguras, libres y creativas cuando el flujo libre de información pública no está restringido por la prerrogativa gubernamental o la autocensura. 7. para dar pleno sentido a la libertad para leer, es responsabilidad de los publicistas y bibliotecarios al proveer libros que enriquezcan la calidad y diversidad de pensamiento y expresión. Por el ejercicio de esta responsabilidad afirmativa, puede demostrar que la respuesta a un libro "malo" es uno bueno y la respuesta a una idea "mala" es una buena. La libertad de leer tiene escasas consecuencias, cuando el lector no puede obtener el tema apropiado para el propósito de los lectores. Lo que se necesita es no sólo la ausencia de moderación, pero la disposición positiva de oportunidades para las personas para leer lo mejor que se ha pensado y dicho acerca del tema. Los libros son el canal principal por la que se dicta la herencia intelectual, y el principal medio de experiencias y crecimiento. La defensa de la libertad de leer requiere de todos los editores y bibliotecarios tomen ventaja al máximo de sus facultades así, todos los americanos puedan recibir su máximo apoyo. Reafirmamos que estas proposiciones como generalizaciones no son fáciles o ligeras. Tenemos aquí una elevada demanda por el valor de la palabra escrita. Lo hacemos porque creemos que posee un enorme variedad y utilidad, digno de valorar y mantener libre. Nos damos cuenta que la aplicación de estas propuestas puede significar la difusión de ideas y formas de expresión que son repugnantes para muchas personas. No establecemos estas proposiciones con la creencia cómoda que lo que la gente lee es de poca importancia. Más bien pensamos que lo que la gente lee es profundamente importante; que las ideas pueden ser peligrosas; pero que la supresión de ideas es fatal para una sociedad democrática. La libertad es en sí misma un peligroso camino de la vida, pero depende de nosotros Esta declaración se publicó originalmente en mayo de 1953 por la Conferencia de la Asociación Americana de Bibliotecas de Westchester y el Consejo Americano de de editores de libro, que en 1970 consolidó con el Instituto Educativo de Editores para convertirse en la Asociación Americana de Editores. Adoptado el 25 de junio de 1953; revisado el 28 de enero de 1972, 16 de enero de 1991, 12 de julio de 2000, 30 de junio de 2004, el Consejo de ALA AAP Comité de libertad para leer. Una declaración conjunta: Asociación Americana de Bibliotecas Asociación Americana de Editores Posteriormente firmada por: Fundación Americana de Vendedores de Libros y la Fundación por la de Libre Expresión la Asociación de Americana Prensa Universitaria Inc.,. El Consejos de Libertad para la Lectura de los Niños, Concilio del Libro Libertad para Leer, Fundación Asociación Nacional de Tiendas de Universidades, Coalición Nacional contra la Censura de Consejo Nacional de Profesores de Inglés , Centro de Thomas Jefferson para la Protección de la Libre Expresión. Junta de Administradores, Biblioteca Pública de Ossining.