I. MUNICIPALIDAD DE PROVIDENCIA CORPORACIÓN DE DESARROLLO SOCIAL DE PROVIDENCIA LICEO POLIVALENTE ARTURO ALESSANDRI PALMA DEPARTAMENTO DE RELIGIÓN PROF: JESÚS GUTIÉRREZ ACERO. MAIL DE CONTACTO: [email protected] DOCUMENTO DE TRABAJO FORMACIÓN RELIGIOSA Guía nº3 SECTOR: RELIGIÓN Nivel/curso: 1º a 4º Medio PROFESOR-A: JESÚS GUTIERREZ UNIDAD TEMÁTICA: CONTENIDO: Plazo: 15 de octubre LECCIONES DE VIDA LA SOLIDARIDAD: UN VALOR Y UNA VIRTUD IMPRESCINDIBLES APRENDIZAJE ESPERADO: APRENDEN A SER SOLIDARIOS Y A RECONOCER LAS CARACTERÍSTICAS DE LA SOLIDARIDAD. EL VALOR DE LA SOLIDARIDAD La solidaridad es una actitud fundamental primaria dirigida a: Mantener el buen trato y los derechos entre las personas, consigo mismos y con los demás (respeto); Acatar cabalmente los principios básicos de relación y convivencia entre las personas para que éstos sean profundos y verdaderos (tolerancia); Aprender a compartir de manera tal que se promueva en todos el acceso ordenado y justo a aquellos elementos indispensables para una vida digna (justicia); Suscitar las actitudes de reciprocidad, de ayuda mutua, de respuesta positiva, de colaboración de participación generosas, para paliar las necesidades y carencias de aquellos que sufren (caridad); Descubrir y sentir el dolor de los otros (compasión); Promover, de todas las maneras posibles, el respeto por todo aquello que tenga vida (veneración); Actuar positivamente (colaboración y solicitud); Descubrir que cada hombre es mi prójimo, mi hermano, y que debe ser tratado como tal (fraternidad). El Diccionario de la Real Academia Española contiene varias e interesantes acepciones sobre la solidaridad: Perteneciente y relativo a solidario y éste a su vez referido a sólido (Del latín solidus): Firme, macizo, denso, fuerte. Asentado y establecido con razones fundamentales y verdaderas. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Modo de derecho u obligación en común. Actitud de ayuda mutua y reciprocidad. Ayuda, respeto y valoración de los demás. Amor al prójimo. La solidaridad es, pues, no una virtud o un valor sino un conjunto de virtudes y valores, un árbol de valores, cuyas raíces son el principio fundamental de igualdad de todos los seres humanos y los derechos inalienables que ellas conllevan. ¡Todos los hombres somos iguales en derechos y obligaciones! ¡Todos los hombres somos imágenes e hijos de Dios! ¡Todos los hombres tenemos un sentido y un fin trascendentes! Los frutos de la solidaridad son, por ende, todos aquellos valores que dan al cuerpo social, que lo sustentan y explicitan, aquellos modos concretos de ser y actuar que posibilitan la convivencia. Diremos, finalmente, que la solidaridad es y debe ser nuestro sello de identidad, nuestra impronta original. Todos necesitamos a todos. Todos somos importantes. Todos somos hermanos, todos somos hijos de Dios. MUY IMPORTANTE: No podemos llamarnos humanos si no somos solidarios Decíamos al establecer las nociones generales de este valor que es fundamental y primario queriendo con ello reseñar su real necesidad e importancia. La solidaridad está en la base de todo. Poco lograríamos si no aprendemos a ser solidarios, o lo que es lo mismo: a vivir en comunidad; a saber compartir; a preocuparse por los demás; a respetarse; a no tener prejuicios; a amar a los demás; a valorar a todas las personas y su singularidad. La solidaridad es, tal vez como ningún otro, un valor eminentemente práctico, vivencial, encarnatorio. No lo fundan las teorías, se vive, se ejercita, se demuestra en el diario vivir. Ahora antes de proseguir, establezcamos algunas matizaciones a tener en cuenta: Primera: No siempre se entiende la solidaridad como una virtud abierta y general. La pobreza, la marginalidad, la crudeza en que se vive y una indisimulada parcialización política, la transmutan en un accionar confrontacional, de lucha de clases, de acción peticionaria y vindicante de un sector contra otro. A tal punto es verdad esto, que la solidaridad se convierte en un manifiesto del que surge la obligación de los otros con respecto a ellos (de los “ricos” hacia los “pobres”) adormeciendo e inmovilizando la conciencia del valor solidario, estándole su valor universal y convirtiéndola en un eslogan partidario o en un trueque filantrópico. La solidaridad no consiste en dar sino en ser. La solidaridad es una virtud que abarca y atraviesa la vida toda. La solidaridad es (¡debe ser!) una particular forma de ser, de estar, de actuar. Ser solidario, por consiguiente, es dar (¡claro!), pero también sentir, compadecer, comprender, respetar, tolerar, adherir, preocuparse, integrarse, participar. ¡Y ello como actitud, como disposición esencial, como cualidad de lo humano! ¡Para ser humanos! La solidaridad no entiende, pues, de banderías, sectores, clasificaciones, razas, ideologías, religiones, ni edades. Segunda: La solidaridad no es una virtud de emergencia, transitoria, ocasional. Es verdad que se muestra con singular fuerza en los momentos álgidos, escabrosos, difíciles. Es verdad. Y bueno es que se manifieste y cristalice cuando el dolor humano se agudiza e intensifica. Sí. Pero es (¡debe ser!) mucho más. La solidaridad, el desvelo y la solicitud por los otros, por nuestros hermanos deben ser permanentes. La solidaridad debe presidir e iluminar la vida como una actitud de acogida, de apertura, de reconocimiento, de respeto siempre. Así la solidaridad será lo que Jesús quiere: Un acto de fe en la vida y un verdadero sentimiento de fraternidad universal. Qué duda cabe que soy más solidario cuanto mayor es mi compromiso con la vida y cuanto más ejercito los valores esenciales que la constituyen. Es necesario, por ende, poner de relieve la fealdad y la acción destructiva de los numerosos enemigos de la solidaridad y atacarlas y combatirlas con una seria catequesis preventiva. ¿Cuáles son los enemigos de la solidaridad? Reseñamos algunos de los más importantes: el egoísmo; el individualismo; la falta de generosidad; la indiferencia; el “no te metas”; el desprecio por los demás; la discriminación; reírse y burlarse de los defectos ajenos; atentar contra la propiedad ajena; el mal uso de los baños; el maltrato de los animales; el incumplimiento de los compromisos y de la palabra dada; las faltas de respeto; la impuntualidad; la insensibilidad y falta de compasión con los que sufren. No es ningún secreto afirmar o descubrir que cuando uno cede al egoísmo y se cierra a los demás, la solidaridad desaparece del horizonte comunitario y como consecuencia de ello: se pierden y menoscaban los otros valores; se destruyen el bienestar y la armonía; se rebaja y pierde la condición de persona; se produce el desencanto y el malestar; se matan el amor y la sana convivencia; se destruye la imagen de Dios en cada hombre; se rompe la cadena de la solidaridad; se profundizan las injusticias y las desigualdades sociales; se endiosan el individualismo y la prescindencia. Para concluir, recordemos una frase del Padre Hurtado: “No seremos salvados, si no es al precio de la dedicación a los demás. Los que no han acogido el grito de la humanidad que sufre quedarán fuera, aunque pretexten haber amado a Dios”. Te desafío a responder: 1.- ¿Por qué es imprescindible ser solidario? ¿Se puede vivir sin serlo? ¿Por qué? 2.- Señala y comenta ejemplos de solidaridad que te llamen la atención y que consideres potentes. 3.- Comenta al menos tres actitudes que sean contrarias al valor y a la virtud de la solidaridad.