jesús de nazaret

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JESÚS DE NAZARET
SÍNTESIS DE CRISTOLOGÍA BÍBLICA
Sergio Armstrong Cox
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SUMARIO
1. PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS
1.1. Geografía económica
1.1.1. Palestina
1.1.2. La agricultura
1.1.3. La industria
(Mapas bíblicos)
1.2. Las instituciones políticas
1.2.1. Antecedentes previos: el Judaísmo.
1.2.2. Herodes el Grande (37 a.C.- 4 d.C.) y sus sucesores
1.2.3. Los procuradores
1.2.4. El Sanedrín
1.3. Las instituciones religiosas
1.3.1. El Templo
1.3.2. La Sinagoga
1.4. La sociedad judía
1.4.1. Los sacerdotes
1.4.2. Los ancianos o senadores
1.4.3. La clase media
1.4.4. El pueblo
1.4.5. Los escribas
(Rabinos, maestros de la Ley, legistas)
1.5. Los grupos religioso-políticos
1.5.1. Los saduceos
1.5.2. Los zelotes (o zelotas)
1.5.3. Los fariseos
1.5.4. Los esenios (Qumran)
1.5.5. Los samaritanos
2. EL ANUNCIO DE JESÚS
2.1. Introducción
2.2. El don de Dios: el Reinado de Dios
2.2.1. La espera del Reinado de Dios
2.2.2. La cercanía del Reinado de Dios en Jesús
2.2.2.1. Introducción
2.2.2.2. Las obras del Reinado de Dios
A. Los milagros de Jesús
B) Los criterios del Reinado de Dios
2.2.2.3. Las palabras del Reinado de Dios
3
2.3. La respuesta humana al Reinado de Dios
1.2.3.1. Significado de “fe” y “conversión”.
1.2.3.2. Respuesta a la iniciativa de Dios
1.2.3.3. Liberación para el amor
2.4. La Paternidad de Dios
(El Dios del Reino)
2.4.1. Problemas con la paternidad de Dios
2.4.2. La Paternidad de Dios en el Antiguo Testamento
2.4.3. La Paternidad de Dios en Jesús
2.4.4. Respondiendo a los problemas
Apéndice: Comentario del Padrenuestro
3. DISCÍPULOS DE JESÚS
3.1. Ser discípulo
3.2. El llamado
3.3. Dejarlo todo para vivir con Jesús
3.4. En servicio al Reino
3.5. Corriendo los mismos riesgos del Maestro
3.6. En medio de una gran fragilidad personal
3.7. Experimentando desde ya la felicidad del Reino futuro
4. LA PASCUA DE JESÚS
4.1. La muerte de Jesús
4.1.1. Introducción
4.1.2. Causas históricas de la muerte de Jesús
4.1.3. La condena
4.1.4.¿Qué sentido dio Jesús a su muerte?
4.2. La resurrección de Jesús
4.2.1. Introducción
4.2.2. Los textos más antiguos
4.2.3. Las apariciones del Resucitado en los evangelios
4.2.4. ¿Qué es la resurrección?
4.2.5. Contenido de la resurrección
4.2.5.1. El Reino de Dios en Jesús
4.2.5.2. Dios hecho hombre
4.2.5.3. Revelación de Dios
4.2.5.4. Revelación del hombre
4.3. Carácter pascual de la existencia cristiana
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INTRODUCCIÓN
¿Quién fue Jesús de Nazaret? Su figura histórica y su mensaje despiertan la
curiosidad e interés de muchos hombres de hoy, tanto creyentes como agnósticos, católicos
o pertenecientes a otros credos religiosos.
Los que quieren conocerlo acuden a los evangelios. Sin embargo, ellos, junto con
ser escritos fascinantes, también son obras bastante complejas: a menudo su lenguaje es
incomprensible, las diferencias entre unos y otros a veces son considerables, hay evidentes
contradicciones, y, finalmente, junto a un Jesús compasivo y misericordioso, aparece otro
que amenaza con el fuego eterno a los que no creen en Él.
¿Cómo orientarse en la lectura? Hay actualmente buenas introducciones y
comentarios de cada uno de los evangelios; sin embargo, en mi opinión, hay un paso previo
que hay que dar antes de asomarse a esas obras: la de adquirir una visión global de los
aspectos más centrales de la época, vida y mensaje de Jesús que permita una primera
orientación, previa a las presentaciones particulares de cada evangelista.
Dicha visión global es posible encontrarla en los manuales de cristología que
existen actualmente en castellano. Sin embargo, todos ellos abordan con cierta profundidad
los complejos problemas metodológicos, argumentos y consideraciones que sustentan la
síntesis ofrecida; lo que desanima y desorienta al lector que aborda este tipo de libros por
primera vez.
El presente texto tiene como finalidad ofrecer una síntesis que aborda cuatro
aspectos de la vida de Jesús: su ambiente histórico, su mensaje, su concepción del
discipulado y su pascua. En ellos he dado prioridad a aquellos planteamientos en los que
hay un amplio consenso entre los especialistas, dejando intensionalmente de lado las
argumentaciones que sustentan dichos resultados. Sin embargo, he querido, en cada uno de
los temas, recoger los cuestionamientos y preguntas más recurrentes respecto de la materia
tratada, y en la exposición ofrecer una respuesta a ellos, o, al menos, una primera
orientación.
Este libro está dirigido preferentemente a estudiantes, profesores y profesionales del
mundo universitario; pero, dado que no requiere de conocimientos bíblicos previos, puede
servir a todos aquellos cristianos que quieren hacerse cargo de las preguntas y dudas que
surgen de su experiencia de fe en medio de un mundo cada vez más desafiante y complejo.
Finalmente debo expresar mi gratitud ante todo a mis alumnos, sin los cuales este
texto no hubiera sido posible, a aquellos que han sido mis “maestros”, sobre todo al P.
Beltrán Villegas, y al sacerdote Juan Andrés Peretiatkowicz cuyo curso de “El Cristo de
nuestra fe”, allá por los años setenta, me sirvió de inspiración inicial.
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1. PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS 1
Introducción
Jesús fue un judío de esa época y sus interlocutores también. Para entender las
palabras y las actitudes de Jesús debemos dejar por un momento nuestro presente y realizar
un viaje al pasado. Es necesario introducirse en las condiciones económicas, religiosas,
políticas, culturales, del pueblo al que pertenecieron tanto Jesús como sus discípulos, sus
seguidores y detractores.
El orden que seguirá la exposición será el siguiente: en primer lugar, pondremos
nuestra mirada en la geografía palestinense, particularmente en su aspecto económico
(geografía económica); en segundo lugar, nos detendremos en las instituciones políticas; en
tercer lugar, en las instituciones religiosas; en cuarto lugar, en la sociedad judía (oficios,
clases sociales); y finalmente en los grupos religioso-políticos.
1.1. Geografía económica
1.1.1. Palestina 2
La vida de Jesús se desarrolla en la tierra dada por Dios a su pueblo: Palestina (que
corresponde más o menos al Israel actual). Ésta es una angosta franja de tierra que tiene la
forma de un trapecio (ver figura 1: Palestina en el Mundo), cuya base inferior mide unos
100 kms y la superior unos 50; su altura es de unos 220 kms. (figura 2: Palestina físico A).
El mediterráneo lo limita al oeste y el valle del Jordán (una profunda hendidura o falla
geológica) por el este. Para los efectos de esta presentación dividiremos el territorio
palestinense en tres franjas imaginarias y paralelas: a) la costa, b) la montaña central, c) el
valle del Jordán (fig. 3: Palestina Físico B). Las presentaremos recorriéndolas de norte a
sur.
a) La zona costera. La costa palestinense es suave y arenosa, formando en algunos lugares
amplias dunas. El único puerto natural es el formado al pie del Monte Carmelo 3 (de hecho,
1
En este capítulo he utilizado ampliamente SAULNIER,Ch. – ROLLAND,B. “Palestina en tiempos de
Jesús”, Verbo Divino, Estella, (Navarra), 1993. Para ampliar esta mirada se puede consultar:
- GONZÁLEZ,J. – ASURMENDI,J. – GARCÍA,F. –ALONSO,L. – SÁNCHEZ,J.M. –
TREBOLLE,J. “La Biblia en su entorno”, en INSTITUCIÓN SAN JERÓNIMO, “Introducción al estudio de
la Biblia”, tomo 1, Verbo Divino, Estella, 1990, pp. 335-365
- GEORGE,A. – GRELOT,P. (dir.), “Introducción crítica al NT”, tomo 1, Herder, Barcelona, 1983.
Pp. 83-350.
- VVAA. "Enciclopedia de la Biblia". Verbo Divino, Estella, 1983
- JEREMÍAS,J. “Jerusalén en tiempos de Jesús”, Cristiandad, Madrid, 1985
- LEIPOLDT,J. – GRUNDMANN,W., “El mundo del NT”, vol. 1, Cristiandad, Madrid, 1973.
Puede verse también la obra de FLAVIO JOSEFO, historiador judío contemporáneo de Jesús, que
describe ampliamente los acontecimientos de la época: “Antiguedades judías” (Ed. CLIE, 3 vols. Terrassa,
1989) y “La guerra de los judíos”, (Ed. CLIE, 2 vols.,Terrassa, sin año)
2
Basado, con algunas modificaciones, en PEREZ-COTAPOS,E. “Introducción a la Biblia”, Eds. Paulinas,
Stgo., 1978, pp. 16-17
3
546 metros de altura
6
los únicos puertos que tuvieron los judíos fueron los de Jafa y Cesarea; este último
construído poco antes de Jesús). Esta realidad mantuvo a Israel siempre alejado del mar,
que fue visto más como un peligro potencial que como un campo de trabajo.
b) La montaña central. Con este nombre se conoce la zona comprendida entre la llanura
costera y el valle del Jordán. Al recorrerla de norte a sur se puede distinguir en ella las
siguientes secciones (figura 4: Palestina en tiempos de Jesús):
- Galilea: Situada en el norte, es una zona de colinas suaves y fértiles, intensamente
cultivadas y con mucha población. En la época de Jesús, Galilea concentraba la mayor
cantidad de habitantes de Israel, los que habitaban en pequeñas aldeas. Es lugar en donde
Jesús desempeña la mayor parte de su ministerio. Al sur de Galilea, y separándola de
Samaria se encuentra un fértil valle conocido como llanura del Esdrelón o Valle de Yisreel.
Es la mejor zona agrícola de Palestina.
- Samaria. Constituye el corazón geográfico del país. Una territorio montañoso que se
levanta al sur de Yizreel. En el sector norte, o “baja Samaria”, hay pequeños valles fértiles
entre las montañas.
- Judea. Es una región de montañas más altas y secas. En el centro de esta zona se
encuentra la ciudad de Jerusalén. Hay un fuerte contraste entre el sector occidental (hacia
el Mar Mediterráneo) y el sector oriental (hacia el Jordán) . El primero tiene sectores más
planos y recibe lluvias que permiten una agricultura no despreciable. El segundo es abrupto
y seco, hasta el punto de ser conocido como el “Desierto de Judá”.
c) El valle del Jordán (fig. 3: Palestina Físico B). El río Jordán tiene su origen en una serie
de arroyos que nacen en las laderas del monte Hermón (2.814 mts) y que se reunen en el
pantano Hulé, que se encuentra a 2 mts. sobre el nivel del mar. Saliendo de éste, el Jordán
baja rápidamente hasta llegar al lago de Genesaret (o lago-mar de Tiberíades, o mar de
Galilea; 212 mts. bajo el nivel del mar). Este lago tiene 21 kms. de largo por 10,5 kms. de
anchura máxima. Sus aguas son cristalinas y con abundante pesca (en ellas se desarrollan
todas las escenas de pesca de los evangelios). En su sector occidental hay una amplia y
fértil llanura que fue muy cultivada y habitada desde la antiguedad. Allí se ubican muchos
de los pequeños pueblos a los que hacen referencia los evangelios. El lado oriental es seco
y árido, con laderas abruptamente cortadas; una región casi deshabitada.
Del sur del lago renace el río Jordán, bajando hasta llegar al Mar Muerto. Debido a
los numerosos meandros del río, se forma una tupida vegetación que contrasta con la
sequedad del valle, rodeado de secas montañas.
El Jordán desemboca y termina en el Mar Muerto. Este es un lago que se encuentra
a 392 mts. bajo el nivel del mar. Por lo mismo, carece de desagüe, manteniéndo un alto
nivel de evaporación. Esta especial característica ha elevado tanto la salinidad de sus aguas
que es imposible la vida en ellas; de ahí proviene su nombre. Los sectores adyacentes a él
lago son muy desérticos.
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El territorio de Palestina no es muy grande. La superficie total está en torno a los
10.000 kms. cuadrados (nuestra Región Metropolitana tiene 15.349 kms. y la VII Región
30.302). Las distancias son cortas, aunque los caminos no siempre son fáciles (de
Jerusalén a Nazaret hay unos 140 kms.; más o menos la distancia de Chillán a Talca; unos 4
días de camino a pie).
La población de Palestina en esta época es difícil de calcular. Es probable que sea
de 500.000 como máximo. En Jerusalén viven de 20.000 a 50.000 personas. En la época de
las grandes peregrinaciones -debido a las grandes fiestas judías- esa cifra puede subir a
180.000. Se trata de cifras reducidas si se tiene en cuenta que en la misma época la ciudad
de Antioquía tiene 500.000, la de Alejandría 600.000 y Roma un millón.
1.1.2. La agricultura
Las lluvias caen prácticamente entre noviembre y marzo, un poco en octubre y abril,
mientras que el verano es completamente seco. El relieve hace que el agua corra
rápidamente sin penetrar en la tierra, muy pobre en arcilla, que no puede conservarla.
El trigo y la cebada constituyen la base de la alimentación y se cultivan casi en
todas partes, pero especialmente en Galilea. Los higos son fundamentales para la
alimentación. El olivo está muy extendido en toda Palestina. De él se extrae el aceite para
las lámparas y para la cocina. La viña crece sólo en Judea y es de buena calidad. Existe
abundancia de frutas y legumbres. Se trata de un país rico en árboles. La ganadería se
reduce prácticamente a las ovejas y corderos.
1.1.3. La industria
En primer lugar está la pesca, de gran importancia para la alimentación diaria. Es
intensa en la costa mediterránea, en el Jordán y sobre todo en el lago de Tiberíades. La
construcción está en pleno apogeo (el Templo y nuevas ciudades), lo que contrasta con la
pobreza de las casas de la gente sencilla de Israel: de una sola pieza (a la que se podía
agregar otras habitaciones a medida que se prosperaba económicamente), de adobe; con
techo de vigas, ramas y barro (“el terrado”, sobre el cual transcurre buena parte de la vida
de la familia). Los ricos tienen casas al estilo romano, con múltiples habitaciones alrededor
de un patio.
Son importantes la hiladura y la fabricación textil (lana), la industria del cuero y
la alfarería.
Basta todo lo dicho aquí para descartar una imagen muy frecuente entre nosotros: la
de que la Palestina de Jesús era un territorio pobre y semi-desértico. En realidad, ella
producía más que lo suficiente para las necesidades de la población. Sin embargo, en Israel
reinaba la pobreza. Las causas de esta paradoja aparecerán en los apartados siguientes.
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Fig. 1: Palestina en el Mundo
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Fig.2: Palestina físico A
10
Fig. 3: Palestina físico B
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Figura 4: Palestina político
(DOWLEY,T., “Atlas Bíblico Portavoz”, Portavoz (Kregel), Michigan, 1991)
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Fig. 5: Imperio Romano
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Fig. 6: Diagrama del Templo
Patio de los gentiles
Patio de las mujeres
Patio de Israel
Altar
Patio de los sacerdts.
Santo
Santo de los santos
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Fig. 7: Dibujo del Templo
Templo de Jerusalén
visto desde el oriente
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1.2. Las instituciones políticas
Entender la constitución y el modo de operar de la autoridad política en la Palestina
de tiempos de Jesús no es fácil. En primer lugar, porque es necesario desprenderse por un
momento de la mentalidad moderna, que distingue claramente los ámbitos político y
religioso. En el siglo primero 4, estos campos no están diferenciados: las autoridades
políticas son a la vez autoridades religiosas, así como los movimientos religiosos son
también partidos políticos. En segundo lugar, el poder político (y el religioso) es
compartido por varias autoridades. Durante el ministerio de Jesús, por ejemplo,
gobernaba en Galilea el rey Herodes, en Judea y Samaría estaban el gobernador romano
(“Poncio Pilatos”), y en Judea (además del gobernador) el Sanedrín, con el Sumo Sacerdote
a la cabeza.
1.2.1. Antecedentes previos: el Judaísmo.
Para comprender bien cómo y por quienes estuvo gobernado el pueblo judío en la
época de Jesús hay que recoger los antecedentes de la dominación romana. Ésta se impuso
después de la de otros imperios (persa, helenístico, romano) en el período que
denominamos “Judaísmo”.
Por tal entendemos la época que va de los años 538 a.C. al 135 d.C., posterior al
exilio en Babilonia. Una vez que el pueblo retorna a su tierra ya no vuelve a recuperar su
independencia política. La mayoría de los judíos vive fuera de Palestina, y una minoría
en Judea y Galilea, lo cual plantea con agudeza el problema de no perder la propia
identidad como pueblo. Para evitar la disolución, se propone como elementos
cohesionadores el Templo y la Ley: En un primer momento, Israel se comprende a sí
mismo ante todo como una comunidad cultual en torno a Jerusalén. Sin embargo, la
asistencia continua al Templo es imposible para aquellos judíos que viven fuera de
Palestina. Por ello, finalmente, terminará siendo la Ley el elemento aglutinador
fundamental. Este acento en la Torah (nuestro actual Pentateuco) es el rasgo más típico del
Judaísmo, y allí estará su fuerza y su debilidad.
Los romanos gobernarán Palestina entre el 63 a.C. y el 135 d.C. Mantendrán como
monarcas “títeres” a los reyes judíos de la “dinastía herodiana”, que tendrán un escaso
poder real pero que darán a los judíos una sensación de cierta independencia. En el año 66
d.C. se inicia una rebelión judía para lograr la libertad de Israel . Sin embargo, después de
unos primeros éxitos, ella termina con la destrucción del Templo de Jerusalén y la derrota
total en agosto del año 70 (sólo resistió la fortaleza de Masada hasta el año 72). El año 132
se inicia una segunda sublevación, encabezada por Simeón Ben Kosebá, que termina con
la derrota definitiva de los judíos en el 135. A partir de esta fecha el emperador romano les
prohibe vivir en Palestina.
4
Y en toda la Antiguedad.
16
1.2.2. Herodes el Grande (37 a.C.- 4 d.C.) y sus sucesores
Para comprender el modo como estaba distribuida la autoridad en la Palestina de
tiempos de Jesús es necesario remontarse a Herodes el Grande, antecesor de Herodes
Antipas, que gobierna durante el ministerio de Jesús.
La política de Herodes fue siempre de un gran oportunismo: sabiendo que no
era lo suficientemente poderoso para sacudirse el yugo romano y que no tenía arrastre
popuñar como para prescindir de su apoyo, intentó siempre complacer a Roma por encima
de todo.
El afecto de Herodes por la civilización griega se tradujo en su gusto por las
grandes construcciones, los juegos y los espectáculos. En el aspecto económico su
reinado fue bastante próspero.
El final de su vida estuvo ensombrecido por las disputas por su sucesión (ver figura
4: Palestina en tiempos de Jesús). Después de varias sublevaciones de sus hijos (a los que
ejecutó sin misericordia) dejó a Arquelao (4 a.C. - 6 d.C.) como rey de Judea y Samaria,
y a Herodes Antipas (4 a.C. - 39 d.C.) como rey de Galilea. Arquelao no duró mucho
tiempo como gobernante: escandalizó a todos al casarse con una princesa capadocia,
esposa anterior de Alejandro; además una legación de judíos y samaritanos lo acusó ante
Augusto de cruel y brutal. En el año 6 d.C. el emperador lo depuso y lo desterró a las
Galias; Judea y Samaria quedan a cargo de un procurador romano.
1.2.3. Los procuradores
El procurador (o gobernador) era un funcionario que dependía del gobernador de
la provincia de Siria, quien tenía la mayor parte de las tropas romanas (el procurador
contaba con una especie de policía). A pesar de lo anterior, era representante directo del
emperador y reunía en sus manos los poderes civiles, militares y judiciales. Aunque es
objeto de discusión, parece ser que sólo él tenía las facultades para condenar a alguien a la
pena de muerte.
La principal función del procurador era el cobro del impuesto, lo que iba en contra
de las más importantes convicciones del pueblo judío. Cuando el legado de la provincia
de Siria organizó un censo (Lc 2,1-2) a comienzos del siglo I, realizó con él un catastro de
personas y propiedades en vistas a la tributación. En el fondo, se estaba reconociendo a
los judíos el uso y gestión de la tierra pero no el derecho de propiedad, que se considera
perteneciente al Imperio. Y, precisamente, una de las más caras convicciones religiosas
del pueblo judío era el que Yahveh les había dado la tierra en herencia, en cumplimiento de
las promesas dadas a Abraham.
Pero no sólo el hecho del impuesto constituyó una afrenta sino que la cantidad y el
modo del cobro produjo un empobrecimiento general. El cargo de jefe de cobradores de
impuesto (o jefe de “publicanos”) era rematado en subasta pública y lo obtenían algunos
judíos ricos (los “ancianos”, que veremos más adelante). Éstos organizaban el cobro
contratando funcionarios (los“publicanos”) y con el apoyo de las tropas romanas. A estos
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jefes, el Imperio les exigía una cantidad fija (su fortuna personal garantizaba el pago
completo), pero a menudo ellos cobraban más a un pueblo que con frecuencia no conocía
con exactitud lo estipulado por la ley. Como consecuencia, los “publicanos”, eran
considerados, a la vez, estafadores públicos y traidores a la patria. A ello se agregaba su
carácter de “impuros”, ya que su contacto con extrangeros los inhabilitaba para el culto 5.
1.2.4. El Sanedrín
El Sanedrín era la corte suprema de Israel. Se trataba de un consejo que asesoraba al
Sumo Sacerdote, jefe supremo de la nación, quien lo presidía. Como corte de justicia,
juzgaba los delitos contra la Ley, fijaba la interpretación de la misma y controlaba
finalmente toda la vida religiosa. Asumía, por lo tanto, también funciones ejecutivas 6. De
hecho contaba con una policía propia. Se discute si tenía atribuciones para condenar a
muerte.
El Sanedrín funcionaba en el recinto del Templo y constaba de 71 miembros: los
sumos sacerdotes depuestos, los sacerdotes de rango superior (llamados en los evangelios
con cierta imprecisión “jefes de los sacerdotes” o sumos sacerdotes”), los senadores o
ancianos y, cada vez más, escribas. (Más adeltante se verá qué son cada uno de estos
grupos).
En los pueblos existen “pequeños sanedrines”, que juzgan las causas y hacen en
alguna medida de autoridad religiosa y política. Están compuestos a menudo por sacerdotes
y escribas.
1.3. Las instituciones religiosas
Por instituciones religiosas nos referimos al Templo ya a la Sinagoga. Es necesario
recordar la consideración con que comenzábamos el punto anterior: en esta época no se
distinguen los ámbitos religioso, político, social y económico: todo está vinculado. Por
tanto se trata aquí de instituciones en que se dan todos estos aspectos.
1.3.1. El Templo
a) Qué es
El Templo (que ocupaba en esta época un quinto de la ciudad de Jerusalén) era el
centro de la vida de Israel.
Físicamente, se tratab de un gigantezca construcción de unos 480 mts. de largo por
unos 300 de ancho (ver figura 6: Diagrama del Templo, y 7: Dibujo del Templo) compuesto
de un muro que lo rodea, de varios patios y de un edificio central techado en forma de cubo,
de unos 50 metros de alto, ancho y largo (su altura equivale a un edificio de 15 pisos). Su
patio más externo se llamaba “atrio de los gentiles”: allí estaba instalados los comerciantes,
5
ETCHEGARAY,H. “La práctica de Jesús”, CEP, Lima, 1981, pp. 71-72.
La Ley (o Torah), no sólo regula el ámbito religioso sino todos los aspectos de la vida, incluyendo el
político.
6
18
que vendían bueyes, corderos, palomas, aceite y harina, necesarios para el culto. También
estaban los cambistas, que proporcionaban la moneda del Templo, ya que al interior del
recinto no se podía usar la divisa romana. Atravesando un muro se podía acceder al “patio
de las mujeres”; más adentro (también amurallado) estaba el patio de Israel y luego el de
los sacerdotes, en cuyo centro estaba el altar de los sacrificios. Frente a este último patio
estaba el “Santo”, el edificio central en forma de un perfecto cubo, del que hemos hablado.
En el interior, existía una sala separada por una cortina; la parte que estaba junto a la
entrada contenía el altar de los perfumes, la mesa de los panes de la proposición o de la
ofrenda, y el candelabro de los siete brazos. Cruzando la cortina estaba el “Santo de los
santos”, el lugar más sagrado del Templo, que antes contenía el “Arca de la Alianza”
(extraviada durante el Exilio), y que ahora estaba vacío.
b) El culto
El culto que tenía lugar en el Templo consistía en quemar animales enteros
(holocaustos) o al menos sólo sus vísceras y su grasa (sacrificios por el pecado y sacrificios
de comunión) como una forma de hacerlos pasar del ámbito humano al divino. Lo único
que no se quemaba era la piel, que se convertía en propiedad de los sacerdotes. Todos los
días se inmolaban dos corderos como “sacrificio perpetuo”: uno en la mañana y otro por la
tarde. En el resto de la jornada se sucedían los sacrificios privados.
El israelita que quería ofrecer un sacrificio empezaba comprando, en el “patio de los
gentiles”, el animal o los animales que deseaba ofrecer, así como la harina y el aceite
necesarios para la ofrenda. Luego cruzaba el “patio de las mujeres” y llegaba al “patio de
Israel”. Se presentaba a un sacerdote, reconocible por su vestidura especial (traje de lino
blanco). Éste le llevaba entonces a través del patio de los sacerdotes (que se podía atravesar
en esas circunstancias), hasta el pie del altar. El pontífice (probablemente con ayuda del
oferente) degollaba a la víctima, lo despojaba de su piel, despedazaba y utilizaba cada uno
de los trozos según las prescripciones de la Ley. Estos ritos iban acompañados de plegarias
y bendiciones que no conocemos. Una mujer o un no-judío (esto es, un “gentil) podían
también ofrecer sacrificios, pero les estaba prohibida la entrada en los patios interiores, en
cuyo caso la ofrenda la realizaba a solas el sacerdote.
c) Los “círculos de santidad”
Hemos hablado hasta ahora de patios y sitios que establecen límites muy precisos.
Estas delimitaciones se basan, más profundamente, en la concepción judía de la santidad.
En términos simples, se puede decir que, para Israel, sólo Dios es el “Santo”, esto es, el
puro, el separado, el perfecto; por naturaleza, el hombre y la creación en general son lo
“profano”, esto es, lo impuro, lo vulgar, lo imperfecto. Por simple proximidad o contacto,
cada uno es capaz de comunicar una parte de lo que es; por eso, el hombre puede
comunicar su impureza a su semejante, pero no su santidad. Dios, al contrario, comunica su
santidad a todo lo que se le acerca, una santidad cada vez más difusa y más débil a medida
que uno se aleja de Él. Podría representarse esto bajo la forma de unos círculos
concéntricos.
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En el centro está el lugar sagrado por excelencia, el Santo de los santos; viene luego
el Santo, en donde pueden penetrar sólo los sacerdotes; después el patio de los sacerdotes,
en el que sólo pueden entrar éstos (y el varon adulto que va a ofrecer un sacrificio, mientras
éste dure). Al patio de Israel sólo los sacerdotes y los varones adultos; al de las mujeres, los
nombrados anteriormente más las mujeres y los niños. Por último, está el patio de los
gentiles en donde pueden ingresar todos los anteriores y los paganos. Quebrantar los límites
debidos implica romper el equilibrio querido por Dios, lo que se catiga severamente. Como
puede verse, se está considerando más “santas” a ciertas condiciones por sobre otras: es
más “puro” el hombre que la mujer, el judío que el gentil, el adulto que el niño, el sano que
el enfermo. Por ello, es muy justo decir que el Templo, junto con ser la institución que
cohesiona a Israel, es también una permanente fuente de exclusión y discriminación.
d) Variedad de funciones
Finalmente, no es posible hablar del Templo sin hacer presente la variedad de
funciones que éste cumplía al interior de la vida de Israel. Era, a la vez, banco y mercado,
sede de la autoridad política y centro de la vida religiosa. Lo primero, porque era la
principal fuente de ingresos del país; provenientes de donaciones, del comercio de lo que
quedaba de las víctimas, de los impuestos (existía un impuesto especial a favor del
Templo), del perdón de votos y promesas, de la gestión de sus bienes inmoviliarios, etc. El
tesoro del Templo se empleaba parcialmente para los gastos de mantenimiento de la ciudad,
así como en diversas operaciones financieras. Era el principal consumidor de productos del
país. Estaba vinculado también a la toma de decisiones políticas, ya que en su interior
funcionaba el Sanedrín, con el Sumo Sacerdote a la cabeza.
1.3.2. La Sinagoga
Eran “casas de oración” situadas en cada pueblo judío (o ciudad del Imperio en
donde hubiera un número importante de ellos). En ellas todos los sábados se leía la Palabra
de Dios (el Pentateuco y los Profetas), se rezaban algunas oraciones y se realizaba un
comentario bíblico. En principio cualquier judío adulto podía efectuar esto último; sin
embargo, pocos se atrevían a hacerlo. En la práctica, este rol lo asumen los escribas (que
veremos más adelante).
1.1.4. La sociedad judía
Nos centraremos sobre todo en los principales oficios y clases sociales.
1.1.4.1. Los sacerdotes
Debido a la centralidad del Templo, los sacerdotes eran consideraros la nobleza por
excelencia en Israel. Su oficio consistía en realizar los sacrificios, lo que lo convertía en
un verdadero “carnicero” (ver arriba lo dicho sobre el culto del Templo). Provenían de la
antigua tribu de Leví, y por tanto existían “familias sacerdotales”. Se llega a ser sacerdote
en forma hereditaria, por transmisión de padre a hijo. Para tener una idea de su condición
económica es muy importante distinguir entre “sumos sacerdotes” y sacerdotes de rango
común.
20
a) El “sumo sacerdote”.
Cuando aparece en singular (el “sumo sacerdote”) se trata del principal líder de la
sociedad judía. Al regreso del exilio, como ya no hay rey, se convierte en la primera
autoridad. Era el responsable de la Ley y del Templo; presidía oficialmente el Sanedrín.
Por sus funciones gozaba de una gran dignidad y a la vez de una situación
económica muy confortable. El Templo era para él una buena fuente de ingresos, que, a
menudo, aumentaba mediante abusos, de ahí su impopularidad. Se mostraba demasiado
sumiso al poder romano.
b) Los “sumos sacerdotes”
El término “sumos sacerdotes” o “jefes de los sacerdotes” en los evangelios es poco
preciso. A veces designa a los sumos sacerdotes retirados, otras veces a ciertos cargos de
responsabilidad en el Templo (repartidos cuidadosamente entre personas de la familia del
sumo sacerdote); también designa a los pontífices de alto nivel que integran el Sanedrín. Su
situación económica era muy buena.
c) Los sacerdotes de rango común
Eran unos 7.000 y se encargaban de ofrecer los sacrificos cotidianos o
extraordinarios del Templo. Sin embargo, no se necesitaba tanta gente para atender estas
necesidades; por eso estaban dividos en 24 clases o equipos, que iban sirviendo por turno
en cada semana. Así, pues, cada sacerdote ejercía su sacerdocio en el Santuario cinco
semanas al año. El tiempo restante no tenía nada que hacer más que sentarse de vez en
cuando como consejero en el tribunal del pueblo en donde residía, cuando había que juzgar
un caso que requería la presencia de un pontífice. Debido a esta situación, el clero era en
general pobre.
d) Los levitas
Originarios también de la tribu de Leví, eran empleados del Templo. Estaban
divididos en dos grupos: los levitas músicos, que animaban la liturgia con sus cantos y sus
instrumentos musicales, y los levitas porteros, que mantenían y limpiaban el Santuario, y
controlaban el acceso a los diversos patios (realizando la función de una verdadera policía:
la “guardia” que va a detener a Jesús en el huerto de los Olivos)
1.4.2. Los ancianos
Nos referimos aquí a los que componen el Sanedrín. Son los jefes de las principales
familias laicas de Israel. Se trata de grandes latifundistas y comerciantes. Están muy
vinculados al Templo y a los sumos sacerdotes. Son saduceos (ver más adelante). Están
también muy ligados al poder romano, que había sabido atraérselos entregándoles los
cargos de consejeros y dándoles por tanto algún poder. Muchos de ellos son jefes de
cobradores de impuesto.
21
1.4.3. La clase media
Casi no tenemos datos de esta clase social de comerciantes y de artesanos. En
general, su prosperidad dependía del Templo. Los trabajos de los artesanos (panaderos,
sastres, perfumistas, etc.) parece que estaban muy bien pagados. Algunos se especializaban
en recuerdos para los peregrinos o en objetos de lujo, que solían venderse
abundamentemente durante las fiestas. Estaban además los encargados de acoger y albergar
a los peregrinos en posadas y casas de comida, y de proporcionarles transporte y venta de
las cosas necesarias.
1.4.4. El pueblo
Hay que incluir aquí a los pequeños propietarios de tierras, grupo duramente
golpeado por la ocupación romana, debido a los impuestos. Muchos quebraron y debieron
trabajar como jornaleros.
Este último era un campesino que era contratado día a día para trabajar en un
campo, por un denario, lo indispensable para alimentarse él y su familia. Si se enfermaba,
caía en la más absoluta miseria.
Al final de la escala social están los mendigos y los esclavos.
1.4.5. Los escribas
(Rabinos, maestros de la Ley, legistas)
Los escribas eran “expertos en la Sagrada Escritura”, esto es, en casi todos los
libros que componen nuestro “Antiguo Testamento”. Los rabinos dominaban no sólo el
texto sino también los principales comentarios de los maestros más importantes sobre el
mismo. Es importante resaltar que la Escritura (llamada la “Ley y los Profetas”) contenía
todo el saber de la época: era un compendio de enseñanza no sólo religiosa sino también
política, social, pedagógica, científica, etc.; de manera que el maestro era una especie de
“sabio universal” muy apreciado a la hora de pedir un consejo.
Se llegaba a ser rabino por esfuerzo propio o “siguiendo” un maestro. En este
último caso, significaba vivir con él, aprender de su forma de ser y de sus lecciones. A
menudo el prestigio de un escriba dependía de quien había sido a su vez su maestro.
Precisamente porque ser rabino era un oficio que no se heredaba (como el sacerdocio) sino
que se accedía a él por el esfuerzo, existían maestros de todas las clases sociales. También
los había de todos los grupos político-religiosos; sin embargo, la mayoría eran fariseos.
Este oficio se ejercía de preferencia en la Sinagoga, particularmente en el día
“sábado”. Pero también, integraban los tribunales de cada pueblo (los “pequeños
sanedrines”).
Sólo los maestros de la Ley altamente calificados podían transmitir y recrear la
“tradición oral”. Ésta era un conjunto de comentarios que actualizaban la Ley aplicándola
22
a situaciones concretas y suplían sus vacíos 7. De hecho, esta tradición llegó a constituir una
verdadera maraña de nuevas normas que intentaban prever todas las situaciones de la vida
para hacer en todo momento la voluntad de Dios. Llegó a ser una pesada carga para el
pueblo y por eso Jesús la criticó duramente.
Los maestros gozaban de gran prestigio ante el pueblo por su sabiduría y estilo de
vida. Muchos debieron trabajar en otro oficio para cubrir sus necesidades. La mayoría
debió vivir en condiciones de verdadera pobreza. Jesús fue considerado como rabino por la
gente, denominación que él aceptó; sin embargo, cómo veremos más adelante, las
direrencias entre Jesús y los maestros fueron bastante importantes.
1.5. Los grupos religioso-políticos
El Judaísmo se acomodaba bastante bien a las divergencias más o menos
importantes de sus miembros con tal de que mantuvieran unas cuantas verdades esenciales
y ciertas prácticas. Esto explica la multiplicidad de tendencias que existía en la época de
Jesús (no bien reflejadas en los evangelios, que fueron compuestos después de la crisis del
año 70 d.C., de la que sobrevivieron sólo los fariseos).
Como en la sociedad palestinense los ámbitos religioso, político y cultural, están
profundamente entrelazados, estamos entonces ante grupos que son una mezcla de lo que
hoy serían movimientos religiosos y partidos políticos.
1.5.1. Los saduceos
Los saduceos eran un grupo estrechamente ligado a los sumos sacerdotes del
Templo (y a los ancianos). Se trataba de gente de fortuna, que llevaba una vida de lujos.
Aceptaban como Palabra de Dios sólo el Pentateuco, sospechaban de los profetas y
prescindían de los otros “escritos” (nuestros actuales “libros poéticos y sapienciales”). Por
lo mismo, rechazaban las “nuevas doctrinas” bíblicas, como la de la espera del Mesías y la
resurrección de los muertos.
Del Pentateuco tomaban la antigua “doctrina de la retribución”, esto es, la de que
Dios recompensa en esta vida con salud, bienes, numerosos hijos, larga vida, etc. a los que
son fieles a la Alianza; y, por el contrario, con enfermedad, pobreza, infertilidad, etc. a los
que no lo son. Esta doctrina servía a los saduceos para justificar su estilo de vida
considerándolo un claro signo de su santidad y bendición divina.
Los saduceos era muy estrictos en el cumplimiento de la Torah al interior del
Templo, en las normas cultuales, pero bastante “laxos” en lo relativo a los demás ámbitos.
Por eso, a menudo vivían de forma muy parecida a las autoridades romanas.
7
La tradición oral con el tiempo fue adquiriendo el status de “Torah oral”, paralela a la Ley escrita y con la
misma autoridad (actualmente es la “Mishná”).
23
Como la riqueza y el poder de este grupo está bastante ligado al Templo, los
saduceos rechazaron todo lo que pudiera ponerlo en peligro (y lo que amenazara, por
lo tanto, su alianza con los romanos). Su mayor temor era la espera mesiánica y las
posibles sublevaciones que ella podía acarrear. Bajo esta luz son significativas las razones
que tuvo el Sanedrín (controlado por los saduceos) para condenar a muerte a Jesús: “¿Qué
hacemos? Este hombre (Jesús) está realizando muchos signos. Si dejamos que siga
actuando así, toda la gente creerá en él; entonces, las autoridades romanas tendrán que
intervenir y destruirán nuestro Templo y nuestra nación” (Jn 11,47b-48).
1.5.2. Los esenios y “qumranitas”
Su conocimiento se debe en gran parte al descubrimiento de los “manuscritos del
Mar Muerto” a partir de 1947. Pero antes, sabíamos de su existencia por el historiador
judío Flavio Josefo 8.
Flavio Josefo nos presenta a los esenios con los siguientes rasgos:
- viven en comunidades en donde se practica la fraternidad y la propiedad común de
todos los bienes;
- la mayoría renuncia al matrimonio acogiendo la vida célibe;
- habitan en diversas ciudades;
- envían ofrendas al Templo, pero no hacen sacrificios en él;
- algunos de sus miembros son sacerdotes
- son muy aficionados a los baños como rito de purificación;
- siguen rigurosamente la Torah y creen en los profetas;
- creen en la inmortalidad del alma, los ángeles y el juicio final.
Aunque los manuscritos de Qumrán no son claros al respecto, pareciera que un
grupo al interior del movimiento esenio rompió con él por cuestiones relativas al calendario
litúrgico y a las purificaciones, y se retiró a vivir en el desierto de Judá, a orillas del Mar
Muerto, a la espera del Mesías. A esta secta (que llamaremos, para mayor claridad,
“qumranitas”) pertenecen los textos encontrados en ese lugar 9.
En los esenios y qumranitas tuvo amplia acogida esa forma tan peculiar de ver las
cosas que hoy llamamos “apocalíptica”10. Se trata a la vez de un “género literario”,
caracterizado por un lenguaje que constituye una verdadera red de símbolos (cuyo mejor
ejemplo probablemente es Daniel 7) y una “visión del mundo”; detengámonos un poco en
esta última.
8
FLAVIO JOSEFO, “Las guerras de los judíos”, libro 2°, cap. 7, CLIE, Barcelona, 1990, tomo 1, pp.
217-224. FLAVIO JOSEFO, “Antiguedades de los judíos”, libro 18, cap. 1°, n° 5, CLIE, Barcelona, 1998,
tomo III, pp.227-228
9
Es la hipótesis de Florentino García Martínez, el principal estudioso de Qumrán de habla hispana. Es
recomendable para una visión más exacta y extensa leer el n°19 de la revista “Reseña Bíblica” (Ed. Verbo
Divino, 1998) dedicado enteramente al tema. Particularmente interesante es el artículo de GARCÍA
MARTÍNEZ,F. “Los manuscritos de Qumrán y el Judaísmo”. Para leer directamente los textos se puede
recurrir a GARCÍA MARTÍNEZ,F. “Textos de Qumrán”, (Ed. Trotta, Madrid, 1993).
10
Presente también, aunque en menor grado, en los fariseos y zelotas
24
La Apocalíptica concibe la realidad como dividida en dos planos: el celeste y el
terreno. En el primero suceden en forma anticipada los grandes acontecimientos
(“misterios”) que tienen en la tierra una especie de reflejo tardío. Así por ejemplo, en Dn 7,
la lucha celestial de enormes monstruos se traduce en la tierra en el auge y caída de grandes
imperios; en otros textos, el combate de Dios y sus ángeles en contra de Satanás y sus
demonios traerá consigo la victoria de los justos sobre los injustos.
Para los hombres no es posible saber lo que ocurre en el cielo ya que existe un
“velo” que lo impide. Sólo al “vidente apocalíptico” le es dado contemplar el mundo
celestial por algunos momentos; se le “quita el velo” (=apocalípsis) que lo cubre. Esto
permite, entonces, a este mediador contemplar los “misterios” y pronosticar con certeza lo
que va a ocurrir en el futuro 11.
En los “ultimos tiempos” (los apocalípticos siempre creían estar en ese momento) la
victoria final de Dios no se refleja aún en la tierra. Dios reina arriba (“Reino de Dios”) pero
en la tierra los injustos (los gentiles y los que no cumplen la Torah) oprimen a los justos.
Ellos presentan el momento presente como el más duro, al que seguirán pronto todo tipo de
catástrofes cósmicas. Sin embargo, todo esto es signo de que vendrá la lucha final de los
“hijos de la luz” contra los “hijos de las tinieblas”. Los primeros triunfarán con ayuda del
Mesías; tendrá lugar el juicio y el descenso del Reino de Dios (el mundo celestial sustituirá
al terrenal) 12.
Es típico de los apocalípsis perderse en grandes cálculos numéricos sobre el
momento del fin, ya que ellos (y toda la literatura apocalíptica) permiten soportar mejor un
presente que se ha hecho muy duro o desilucionante.
Los qumranitas se consideraban el ejército sagrado de Dios, que habría de
combatir en la tierra y aniquilar a todos los impíos cuando Yahveh diera la señal. En aquel
momento, los ángeles del cielo combatirían también contra los demonios en una batalla que
aseguraría la victoria definitiva de Dios, la destrucción de todos los impíos y el triunfo de
los santos. Ellos querían estar siempre ritualmente dispuestos para esta guerra santa, pero, a
diferencia de los zelotes, no buscaban comprometerse mientras el Señor no diera la señal.
¿Qué impacto tuvieron sobre la sociedad judía del siglo I? ¿Qué relación
tuvieron con Jesús y los cristianos? Lo ignoramos totalmente, con excepción de que en la
guerra del 66 al 70 estuvieron con los zelotes (¿había llegado el “signo” de Dios?), y que
desaparecieron en ella.
11
Los apocalipsis se presentaban como escritos contemporáneos de los acontecimientos que relataban (en Dn,
por ejemplo, el exilio de Babilonia); sin embargo, en realidad, estaban compuestos en una fecha mucho más
tardía (en Dn, la persecución griega). Eso les permitía “acertar” en muchas de sus “predicciones”, y, sobre
todo, dar garantías de que la última de ellas (la de la victoria final de los justos) sucedería pronto.
12
En los apocalipsis hay muchas diferencias acerca de cómo será el fin del mundo. Unos lo concebían
simplemente como un descenso de Dios en la tierra para establecer su reinado; otros, esperaban ese reinado a
través de un Mesías. Las concepciones sobre el carácter de este último son muy diferentes entre unos y otros.
25
1.5.3. Los zelotes (o zelotas)
En la época de Jesús no son un movimiento único en cuanto a su organización sino
grupos dispersos (por eso no aparecen nombrados en los evangelios) que están detrás de
una serie de brotes de insurrección armada entre los años 4 a.C. y 66 d.C.
En cuanto a su ideología, consideran que Dios a dado a su pueblo la tierra, pero a
cambio de ella no tolera ninguna transgresión a la Ley y al Templo, ni por parte de los
judíos ni por los romanos. Por ello, los zelotas ejecutan sin piedad a los judíos
transgresores (en linchamientos públicos que cuentan a menudo con la complicidad
encubierta de los sumos sacerdotes). En varias oportunidades se sublevaron y asesinaron
soldados romanos (por ejemplo, a causa del censo organizado por Quirino para cobrar el
impuesto).
Los zelotas están convencidos de que del cumplimiento riguroso de la Ley y de
sus “acciones de limpieza” depende la llegada del Mesías y el establecimiento del Reino
de Dios entendido este último al modo apocalíptico. La imagen que tienen del Mesías es la
de un caudillo militar, al estilo de David.
1.5.4. Los fariseos
Se trata del grupo más numeroso, mejor cohesionado y de mayor prestigio en
Israel. Su organización es en base a pequeñas comunidades cuyos miembros pertenecen a
todas las clases sociales, particularmente a las más modestas. Casi todos los escribas son
fariseos, lo que explica que a menudo en los evangelios se identifique a estos dos grupos.
En lo ideológico, los fariseos propugnan un cumplimiento lo más riguroso posible
de la Ley. A la Torah escrita se suma la “tradición oral” de los rabinos, que hemos
explicado más arriba al hablar de este oficio.
Ese cumplimiento lleva a formar parte del sector de los “justos” (el “verdadero
Israel”), y a ser reconocidos como tales por el Mesías, en la victoria final de éste sobre los
impíos. Los fariseos asumen la esperanza y concepciones de la apocalíptica, con su
característico rigor en la observancia de la Torah. En el fondo, el fariseo busca “ganarse la
salvación” (el “Reino de Dios”) mediante sus buenas obras. Este punto será, sobre todo, el
que criticará Jesús.
Los fariseos evitaban todo contacto con los incumplidores (fariseo significa
literalmente “separado”) y tienen un gran desprecio por el pueblo, al que consideran
demasiado ignorante (y por lo tanto incumplidor) de la Torah.
El fariseismo en tiempos de Jesús fue un movimiento amplio en el que coexistían
personas con una genuina fe en Dios y de gran hondura religiosa con otras que llevaban a
cabo un cumplimiento de la Ley puramente exterior. Es una lástima que, influidos por la
crítica que hace de ellos Jesús, y sobre todo la Iglesia Primitiva después del 70 (contenida
por ejemplo en Mt 23), nos haya quedado de ellos una imagen demasiado negativa (que a
26
veces bordea lo caricaturezco). Dicha exageración hace muy difícil la comprensión en
profundidad de la postura de Jesús ante ellos 13.
1.5.5. Los samaritanos
No son, propiamente hablando, una secta judía sino una nación diferente ubicada
en la región de Samaria (ver arriba, en el punto 1.1.); sin embargo, su estrecha relación con
el Judaísmo (así como su pugna con él) obliga a referirse a ellos aquí.
Parece ser que su origen se encuentra en el término del Reino del Norte debido a la
invasión asiria (año 721 a.C.). Los asirios deportaron a una parte de los habitantes y
establecieron en aquellas tierras colonos mesopotámicos. Éstos habrían fundado, con la
ayuda de un sacerdote local, un culto basado en la Torah, pero distinto al judío.
Los samaritanos aceptaban el Pentateuco, pero rechazan todos los demás libros. Se
negaron a reconocer a Jerusalén como la ciudad santa de Israel y su Templo como sitio de
la presencia de Yahveh. El único lugar de culto que consideraron legítimo era el monte
Garizím, que se eleva sobre la ciudad de Siquém.
También los samaritanos esperan un mesías; sin embargo, no se trata de un
descendiente de David sino de una especie de nuevo Moisés (el “profeta” de Dt 18,15, que
vendría poner todo en orden al final de los tiempos).
Estas diferencias hacen que haya una profunda enemistad con los judíos, a quienes
hostilizan cuando pasan por su región. Para éstos últimos, los samaritanos son verdaderos
“herejes”.
13
El fariseísmo, en sentido más auténtico, será siempre la tentación del creyente que busca ser recto como
consecuencia de su fe. Esto será desarrollado en el capítulo sobre el anuncio de Jesús.
27
2. EL ANUNCIO DE JESÚS 14
2.1. Introducción
La principal fuente con que contamos para conocer las acciones y palabras de Jesús
son los evangelios 15. Sin embargo, su utilización para acceder a la vida de Jesús no es fácil.
Todos han sido compuestos después de la resurrección de Jesús y de algunos decenios de
transmisión oral en culturas y ambiente diversos.
Ellos miran a Jesús desde la experiencia de su resurrección, a la que tuvieron
acceso sus discípulos a través sus apariciones. La resurrección opera un cambio en Jesús:
de una existencia marcada por la finitud y la muerte, Él pasa a una de plenitud y victoria.
La resurrección ha llevado a plenitud todo lo que Jesús ha sido en su paso por nuestro
mundo.
El contacto con el Resucitado cambia la fe de los discípulos: ahora se dan cuenta
plenamente de quién es Jesús y su importancia para el destino del hombre. Por ello, a partir
de este reconocimiento y profundización, “re-leen” la vida pasada del Maestro. Todo
aparece bajo una luz nueva. Los evangelios mezclan diversos planos: en el Jesús prepascual reconocen al resucitado y viceversa. Son narraciones teológicas y no libros de
historia en el sentido actual. Pretenden mostrar cómo en Jesús se da la revelación definitiva
de Dios.
Esta mezcla de planos y perspectiva ha llevado en el pasado a los estudiosos a
desconfiar de la posibilidad de reconstruir las palabras y acciones de Jesús anteriores a la
pascua. Hoy ese escepticismo aparece como injustificado. Es verdad que no es posible
14
Esta parte esta “inspirada” en las siguentes obras:
- VILLEGAS,B. “Evangelizar hoy”, Instituto Nacional de Pastoral, Stgo., sin año); “La novedad del
Evangelio”, en la Revista Católica, n° 1087, Santiago, 1990; “Jesucristo ayer, hoy y mañana”, Conferencia
episcopal de Chile, Stgo., 1980; “La predicación de Jesús en el Evangelio”, en “Cuadernos Universitarios”, n
° 1, Paulinas, Stgo., (sin año); “Evangelizar a los pobres”, en VVAA, “El Evangelio, los pobres y la Iglesia”,
Vicaría de la Solidaridad, Stgo., 1978.
- BORNKAMM,G., “Jesús de Nazaret”, Sígueme, Salamanca, 1975.
- KASPER,W. “Jesús, el Cristo”, Sígueme, Salamanca, 1994.
Para complementar se puede leer (además de las anteriores):
- el n° 28 de revista Reseña Bíblica, dedicada al Jesús histórico, (Verbo Divino, Estella, 2000)
- DUPUIS,J., “Introd. a la cristología”, Verbo Divino, Estella, 1994.
- GONZÁLEZ DE CARDEDAL,O. “Cristología”, BAC, Madrid, 2001, pp. 35-77.
15
Las otras fuentes son:
- Plinio el Joven en una carta al emperador Trajano (año 112) habla de los cristianos y
explica de donde viene el movimiento.
- El historiador Tácito (año 116) habla de “Cristo, que bajo Tiberio fue entregado al suplicio
por el gobernador Poncio Pilatos”.
- Flavio Josefo, historiador judío del siglo I, menciona a Jesucristo (en “Antiguedades de los
judíos”, op. cit., libro 18, cap. 3, n°3, p. 233; y en libro 20, cap. 9, n° 1, p. 342. La primera cita parece ser una
interpolación cristiana).
Los estudios históricos basados en Flavio Josefo, los documentos de Qumrán y la arqueología
permiten recontruir el ambiente de Jesús de un modo muy similar a la descripción que hacen de él los
evangelios
28
reconstruir la “vida” del Señor al modo de un texto biográfico moderno, pero es mucho lo
que se puede saber (y se sabe) sobre acerca de Jesús y su tiempo.
En este capítulo intentaremos recoger y sintetizar aquello que los principales
estudiosos de los evangelios consideran seguro acerca del mensaje, actividad e identidad de
Jesús. Nos centraremos en los resultados y deberemos omitir a menudo los fundamentos de
cada afirmación, por ser ellos bastante especializados.
Prácticamente todos los especialistas afirman que el anuncio de Jesús se encuentra
magistralmente sintetizado en un breve resumen del Evangelio de Marcos:
“El tiempo (kairós) se ha cumplido; el reinado de Dios está ahora cerca;
conviértanse (ustedes) y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,15)
Un primer análisis de estos versículos permite distinguir entre lo que Dios está
donando al hombre, según Jesús, y la respuesta que se requiere para acoger ese don.
Lo que Dios ofrece es caracterizado como “evangelio” (ver Mc 1,14), es decir
“buena noticia”. Esta buena nueva consiste en que el tiempo (kairós) se ha cumplido y por
lo tanto el reino (basiléia) de Dios está “cerca”. Por otra parte, esta buena noticia requiere
para ser acogida la fe (pístis) y la conversión (metánoia).
En un análisis detallado podemos observar lo siguiente:
“El tiempo (kairós) se ha cumplido”. “Kairós” es una palabra que no tiene
equivalente en nuestro idioma. Significa “momento clave”, “oportunidad salvadora”. La
concepción que está detrás es la de que Dios no actúa en la historia del hombre de una
manera “plana”, uniforme, sin relieves, sino que la acción divina conoce momentos de
mayor intensidad que otros. Por ejemplo, el gran “kairós” de Israel fue el éxodo, es decir, el
momento en que Dios lo sacó de Egipto, formó con él una alianza y lo condujo a la tierra
prometida. Todo kairós exige una respuesta del hombre, una capacidad de “aprovechar la
oportunidad” que se presenta.
En este caso se nos dice que ahora está teniendo lugar la gran oportunidad de
salvación (“se ha cumplido”). ¿En que consiste esa oportunidad?
En que “el Reinado de Dios está ahora cerca”. La palabra “basiléia” puede
traducirse como “reinado” o “reino”; más adelante veremos que apunta más al poder de
Dios que al ámbito (reino) sobre el cual ese poder se ejerce 16. La palabra “énguiken”
(traducida en la NBJ 17 como “cerca”) es un pretérito perfecto que debería traducirse mejor
como “se ha acercado”,“ha sido puesto cerca” o “está al alcance de la mano”. La idea es
que el Reinado de Dios no ha estado siempre cerca sino que sólo a partir de ahora ha sido
puesto a nuestro alcance.
16
El evangelista Mateo usa la expresión “reino de los Cielos” para evitar nombrar a Dios; se trata de una
expresión absolutamente equivalente a “reinado de Dios”.
17
ESCUELA BÍBLICA DE JERUSALÉN, Biblia de Jerusalén”, Descée de Brouwer, Bilbao, 1998.
29
De modo que la gran oportunidad salvadora, la “Buena Noticia”, es que el Reinado
de Dios se ha acercado. ¿Qué significa esto?
2.2. El don de Dios: el Reinado de Dios
Jesús nunca define lo que es el Reino de Dios; se trata de un concepto conocido por
sus oyentes y vinculado a una larga espera.
1.2.2.1. La espera del Reinado de Dios
El significado de la expresión “Reino de Dios” presenta para el hombre moderno
una serie de dificultades. Para nuestra sensibilidad, el concepto de señorío guarda relación
con el de esclavitud, teniendo esta frase un sabor expresamente autoritario. Se nos viene a
la mente una teocracia que oprime la libertad del hombre.
Otra cosa era para la sensibilidad de aquel tiempo. Para el judío de entonces estaba
asociada a la realización de la esperanza de un soberano justo, ideal hasta ahora no
cumplido en la tierra. En el Antiguo Oriente la principal función del rey era la de proteger a
los desvalidos, débiles y pobres. Así como del monarca se esperaba la prosperidad y la paz,
de Dios se esperaba que terminara con el reinado injusto de los imperios y trajera la paz
entre los entre los hombres y en su mundo.
El mensaje de Jesús sobre el Reino de Dios debe entenderse como respuesta a la
pregunta por la paz, la libertad, la justicia y la vida. Según el pensamiento bíblico, el
hombre no posee sin más y por sí mismo estos bienes. La vida está continuamente
amenazada, la libertad oprimida y la justicia pisoteada. Este hallarse perdido llega tan
profundo que el hombre no puede librarse por sus propias fuerzas. La Escritura llama
“Demonio” a este poder que antecede a la libertad de cada uno y de todos, y que impide al
hombre ser libre. La Biblia ve causada por “principados y potestades” la alienación del ser
humano. Esta concepción es en gran parte mitológica y popular pero en ella se expresa la
experiencia de que realidades que son en principio buenas pueden volverse en contra del
hombre y llegan a ser entidades que condicionan la libertad antes de toda decisión, no
pudiendo ser totalmente descubiertas ni superadas 18.
De esta experiencia brota la esperanza en el Reinado de Dios. Ya los profetas ante
la injusticia, la idolatría, la opresión de las grandes potencias y el abuso de los reyes
proclamaron la esperanza en un futuro reinado de Dios ya sea directo o por medio de un
mesías (ungido), concebido como un rey ideal. Así Isaías:
“Saldrá un vástago del tronco de Jesé,
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el espíritu de Yahveh:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor de Yahveh.
18
KASPER, op. cit., pp. 87-88.
30
No juzgará por las apariencias,
ni sentenciará de oídas.
Juzgará con justicia a los débiles
y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al hombre cruel con la vara de su boca,
con el soplo de sus labios herirá al malvado.
Justicia será el ceñidor de su cintura,
verdad el cinturón de sus flancos (...)
Nadie hará daño, nadie hará mal
en todo mi santo Monte,
porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh
como cubren las aguas el mar
(Is 11,1-9)
Para la apocalíptica (ver arriba) el Reino de Dios se está realizando en el mundo
(=eón) celestial en donde son derrotados los poderes malignos. Sin embargo, en la tierra
aún gobiernan los grandes imperios que oprimen a los justos. Pero la victoria divina que ha
tenido lugar en el mundo superior descenderá a la tierra en el “día de Yahveh”, en el cual
Dios juzgará a todos los hombres. Esta victoria ocurrirá por la acción del mismo Dios o por
medio del Mesías.
A menudo ambas perspectivas se combinan. Los fariseos creían en una era de 400 o
mil años de gobierno temporal del Mesías en el cual Israel gobernaría el mundo. Después
irrumpiría el Reino de Dios celestial, que se inauguraría con la resurrección de los muertos
y el juicio universal (Salmos de Salomón; IV Esdras). Este dominio de Dios sería pleno y
definitivo
2.2.2. La cercanía del Reinado de Dios en Jesús
Jesús imprime a esta espera una dirección nueva. Anuncia que esta esperanza
escatológica 19 se cumple ahora. Ante la pregunta de Juan Bautista encarcelado (“¿Eres tú
el que ha de venir o debemos esperar a otro?”) Jesús responde presentando aquellos signos
que según Isaías eran constitutivos del Reinado de Dios:
“Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los cojos andan,
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan
y se anuncia a los pobres la Buena Nueva”
(Mt 11,5 = Lc 7,18-23; ver Is 35,5)
En la controversia con los fariseos acerca del significado de sus curaciones, Jesús
declara:
19
Es decir, relacionada con el fin o meta de la historia.
31
“Pero si yo expulso los demonios con el poder del Espíritu de Dios, es que ha llegado a
ustedes el Reino de Dios (Mt 12,28).
Jesús afirma que el Reinado de Dios, sin dejar de ser futuro y trascendente, se ha
acercado, está teniendo lugar aquí y ahora. Hoy es está haciendo presente la soberanía de
Dios de un modo oculto, modesto, germinal, pero muy real. Los estudiosos hablan del “ya”
y el “todavía no” del Reino.: éste “ya” está teniendo lugar en la hora actual, pero “todavía
no” en forma plena, absoluta, sin ambiguedades. La dimensión presente y futura del mismo
es lo más original de la predicación de Jesús. De modo que la palabra “énguiken”
(“cerca”) debe interpretarse tanto en un sentido futuro (el Reino en su plenitud vendrá
pronto) como presente (desde ahora es posible experimentar el Reino de Dios y “entrar” en
él).
Se puede apreciar, entonces, que Jesús se distancia tanto de la esperanza mesiánica
más común (Isaías) como de la apocalíptica. Jesús no va a intentar derrotar al Imperio
Romano mediante las armas en vistas a crear una nueva potencia mundial. Ni siquiera va a
hacer justicia al interior del pueblo distinguendo claramente entre justos e injustos,
premiando a unos y castigando a otros.
Tampoco Jesús se presenta como un vidente apocalíptico. No se pierde en cálculos
sobre el día y la hora en que irrumpirá el Reino celestial de Dios; se contenta con pedir
“estar atentos a su llegada”. El Reinado de Dios no queda relegado a “otro mundo” o a un
“más allá” futuro; sino que “ahora” y “aquí” está teniendo lugar. El “mundo” (“eón”) de
Dios se ha introducido misteriosamente en el ámbito terrenal, histórico, y es necesario abrir
los ojos para descubrirlo.
¿De qué modo está haciendose presente el Reinado de Dios? O, lo que es lo
mismo, de qué modo Dios está comenzando a reinar ahora? En y a través del ministerio de
Jesús: en sus curaciones milagrosas, en su acogida de los pobres y pecadores, en su libertad
respecto de la Ley, que debe ahora estar al servicio del hombre; en general en el cuidado de
Dios por los suyos que se hace presente hoy en la actuación y palabras de Jesús.
Jesús se presenta como el heraldo del Reino (conforme a Is 52,7), como aquel que lo
“trae consigo”. Éste está indisolublemente unido a su persona, palabras y obras. Esto
diferencia a Cristo de los grandes profetas del Antiguo Testamento 20 que eran simples
portadores de una Palabra que no les pertenecía.
La actividad de Jesús se despliega en dos niveles: las obras y las palabras del
Reinado de Dios.
20
Que en adelante abreviaremos con la sigla AT
32
2.2.2.2. Las obras del Reinado de Dios 21
A) Los milagros de Jesús
a) El problema actual
No se puede hablar de la actuación de Jesús sin abordar el difícil asunto de los
milagros. En otro tiempo, ellos eran considerados verdaderas “pruebas” de la verdad del
cristianismo. Sin embargo, desde el comienzo de los tiempos modernos, se han convertido
en un obstáculo más que en una ayuda a la hora de defender la fe en Jesús. ¿Se pueden
considerar históricos los relatos de los evangelios si en ellos aparecen estos pasajes de un
“sabor” tan “mítico”?
Es conveniente buscar la causa de nuestra incomodidad. Ella se sitúa en la
concepción moderna de las leyes de las naturaleza, que las considera exactas y
deterministas. En esta visión no hay espacio para el prodigio, ya que desde la partida se lo
concibe como algo aún no explicado, debido a que todavía hay leyes naturales no conocidas
por el hombre; sin embargo, dicha explicación es una cuestión de tiempo; una vez
encontrada, el fenómento considerado prodigioso dejará de serlo. Como se puede ver, la
mentalidad moderna niega a priori la existencia de milagros.
La apologética (esto es, la defensa de la fe) católica tradicional, particularmente la
del siglo XIX y principios del XX, reaccionó ante esta visión moderna definiendo al
milagro como un acontecimiento perceptible por el hombre que supera, quebranta o al
menos elude las leyes naturales, y que, por lo tanto, sirve de “prueba” de la revelación de
Dios (o del carácter divino de Jesús). Como veremos más adelante, esta definición empeoró
las cosas en vez de mejorarlas.
Los problemas planteados en relación a los milagros pueden dividirse en 2 tipos:
los de tipo histórico y los vinculados a las ciencias naturales. Comenzaremos por los
primeros.
La investigación histórica de la tradición de los milagros lleva a una triple
conclusión:
- La existencia de una tendencia a acentuar, engrandecer o multiplicar los
milagros. Por ejemplo: según Mc 1,34, Jesús cura a muchos enfermos, mientras que su
paralelo, Mt 8,16, dice que los cura a todos 22. Para Mc, la hija de Jairo está todavía
agonizando (Mc 5,23), mientras que para Mt ya está muerta (9,18). En Mc los 4000
alimentados por Jesús en el desierto se hacen 5000, y los 7 canastos que sobran resultan ser
luego 12 23.
21
Basado en KASPER, op cit. 108-121. Para profundizar se puede consultar EQUIPO “CAHIERS
EVANGILE”, “Los milagros del Evangelio” (cuadernos bíblicos, n° 8), Verbo Divino, Estella, 1977;
LATOURELLE,R. “Milagros de Jesús y teología del milagro”, Sígueme, Salamanca, 1990.
22
Es un hecho comprobado el que, en muchos de sus textos, los evangelios de Mateo y Lucas se basan en el
de Marcos.
33
- El hecho de que los evangelios relatan los milagros de Jesús siguendo
esquemas rabínicos y helenísticos. Existen narraciones judías y griegas de curaciones,
expulsiones de demonios, resurrecciones de muertos, calma de tempestades, etc. Se dan
numerosos paralelismos, por ejemplo, con Apolonio de Tyana, filósofo y taumaturgo
contemporáneo de Jesús. Se testifican también muchas curaciones obradas en el santuario
de Esculapio en Epidauro. Se tiene la impresión de que se aplican a Jesús motivos
extracristianos para resaltar su grandeza y poder. En el pasado, esta constatación llevó a
algunos a negar la historicidad de los milagros de Jesús.
- La investigación sobre “géneros literarios” ha establecido que ciertos relatos
milagrosos son proyecciones “hacia atrás” de la experiencia que tuvieron los
discípulos con las apariciones de Jesús resucitado. Dichos encuentros permitieron a los
que habían seguido a Jesús descubrir al Maestro como Hijo de Dios, como un enviado de
Dios mismo, con carácter divino. La “proyección hacia atrás” estaría reflejada en relatos
como la “tempestad calmada” (Mc 4,35-41), la transfiguración (Mc 9,2-8), la caminata
sobre las aguas (Mc 6,45-52), la multiplicación de los panes y la “pesca milagrosa” (Lc
5,4-11). Más discutible es en los relatos de la resurrección de la hija de Jairo (Mc
5,21-24.35-43), del hijo de la viuda de Naím (Lc 7,11-17) y de Lázaro (Jn 11,1-44).
Tomemos como ejemplo el texto de la “tempestad calmada”. Allí aparece aplicada a
Jesús la antigua concepción bíblica de que Dios ordena y somete al “caos”, identificado
sobre todo con las aguas del mar. Si Jesús es divino, no es raro entonces que se lo haga
aparecer como asumiendo ese rol.
Desde el punto de vista histórico, los teólogos distinguen entre los exorcismos y las
curaciones de enfermos, por una parte, y, por otra, los llamados “milagros de la
naturaleza” (los recién nombrados) y las resurrecciones de muertos. Las curaciones y
exorcismos se consideran bien acreditadas históricamente (aunque haya discuciones
sobre tal o cual milagro concreto); en cambio, los milagros sobre la naturaleza y
resurrecciones suscitan posturas muy diversas entre los especialistas. Algunos no los
consideran históricos por la razón expuesta más arriba (proyecciones hacia atrás de rasgos
del Resucitado) y otros sí, debido a que hay detalles muy singulares que no habrían podido
ser inventados posteriormente 24.
¿Qué razones llevan a los estudiosos de la Biblia a afirmar la existencia de
milagros de curación y de exorcismos?:
- La tradición evangélica sobre los milagros sería inexplicable si es que Jesús no
hubiera realizado acciones que sus contemporáneos consideraban prodigiosas. Es
significativo que en Lc 11,14-22, los enemigos de Jesús discutan el origen de los prodigios
(según ellos, éste sería Satanás) pero no su existencia.
23
Los dos relatos de la multiplicación de los panes de Mc (6,30-44 y 8,1-10) son en realidad dos versiones de
un mismo acontecimiento; la segunda de ellas parece ser la más primitiva.
24
Por ejemplo, el relato de la resurrección de Lázaro de Jn 11 refleja de forma muy exacta el modo judìo de
entierro de los muertos, desaparecido más tarde.
34
- Ciertos relatos de milagros contienen detalles llamativos que, precisamente a
causa de su falta de significado, hay que considerar como originarios. Por ejemplo, la
curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31).
Está claro, entonces, que Jesús realizó acciones prodigiosas que maravillaron a
sus contemporáneos. Debe tenerse presente que en la época de Jesús no se tenía el
concepto actual de enfermedad; esto es, el de que la acción de ciertos micro-organismos
causara trastornos en el cuerpo. En toda la Antigüedad se consideraba como origen de las
enfermedades la actividad de malos espíritus (demonios) o bien la acción castigadora del
propio Dios. De ahí que la actividad sanadora de Jesús se presente en los evangelios como
la derrota de Satanás, jefe de los demonios.
Sin embargo, no basta con sostener que Jesús realizaba acciones prodigiosas para
afirmar que hay aquí verdaderos “milagros”. A la concepción bíblica de milagro le es
esencial su origen divino. ¿Qué asegura que las acciones milagrosas de Jesús provienen del
poder de Dios?; ¿no serán causadas por Satanás? ¿O, como estamos inclinados a creer,
simplemente por la fuerza de su personalidad que desataba esas energías psíquicas y físicas
que curan buena parte de los males del hombre cuando son activadas?
Estas preguntas nos llevan al segundo tipo de problemas vinculados al milagro: los
de las ciencias naturales.
Decíamos más arriba que la apologética tradicional definía al milagro como un
acontecimiento perceptible por el hombre que supera, quebranta o al menos elude las
leyes naturales, y que por lo tanto sirve de “prueba” de la revelación de Dios (o del
carácter divino de Jesús).
Este concepto ha mostrado ser errado. En efecto, desde el punto de vista científico
habría que conocer todas las leyes naturales para saber cuando se ha quebrantado alguna.
Además, la mentalidad moderna considera que todo fenómeno tiene como explicación la
actuación de dichas leyes. Ella postula que lo que hoy no es explicable por la ciencia,
mañana lo será. Si la constatación de milagros se la deja en manos de los científicos, se
vive en una retirada permanente: lo que hoy es considerado milagroso, mañana puede no
serlo.
Desde el punto de vista teológico las objeciones a esta concepción son aún más
radicales. Dios nunca actúa directamente en el mundo o en la vida del hombre, sino que
usa intermediarios (las mismas leyes naturales, la libertad del hombre). Tradicionalmente se
habla de “causa primera” y de “causas segundas”. Estas últimas son el conjunto de
causas mundanas, encadenadas entre sí. La primera es Dios, que no está ubicado al
comienzo de la cadena o en otro lugar, sino que sostiene la serie completa de causas
segundas. Dios no es una causa más dentro del mundo: Él es quien lo sostiene y por tanto
su acción está en otro nivel. Precisamente por este motivo, la constatación de la actuación
divina sólo puede hacerla la fe; nunca es posible “probar esa acción”; sin embargo, es
posible hablar de “signos” de ella. Entre éstos están los milagros.
35
¿Cómo habría que definir el milagro en esta primera aproximación? Una
definición más bien descriptiva debe considerar 3 afirmaciones:
- El milagro es un hecho extraordinario, algo que llamaremos aquí “prodigio”. Este
consiste en la realización de algo que en un momento y lugar determinados no es posible de
hacer. Por eso provoca asombro y sorpresa. El científico como tal podrá constatar que en
este caso concreto las leyes naturales han actuado de una forma que no es la común, pero
no puede decidir si se trata de un milagro o no porque la ciencia sólo puede observar
aquello que se da en el nivel de las causas segundas. El origen divino del prodigio sólo
puede ser reconocido a la luz de la fe.
- Es de la esencia del milagro su carácter de signo (¡no es una prueba!) realizado por Dios
(a través de las causas mundanas) para comunicar su salvación al hombre. Se trata de una
especie de “llamada” que debe conducir a una respuesta creyente.
- Esta iniciativa actúa a través de las causas segundas. Por eso no contradice a la fe la
hipótesis de que la acción de Jesús actuaba sobre ciertas energías psicológicas o físicas, que
a su vez provocaban la curación. Dios no se salta las causas mundanas sino que las
potencia; y, en el caso del milagro, lo hace hasta tal punto que ellas realizan algo que
normalmente no pueden.
- Los milagros son signos de la preocupación de Dios por los que sufren. Por eso, Jesús
rechaza terminantemente el realizarlos por pura exhibición de poder o esplendor. Este
aspecto del milagro ha sido descuidado a menudo; sin embargo, aquí es un criterio central
para discernir si un prodigio concreto constituye un milagro propiamente tal.
b) La concepción de Jesús
Para Jesús, sus milagros eran signos del Reinado de Dios que Él hacía presente.
Más arriba decíamos que en la mentalidad bíblica no existía el concepto actual de
enfermedad: ella era fruto de la acción de malos espírtus o de la acción directa de Dios que
castigaba o ponía a prueba 25. La apocalíptica concebía a los demonios como un ejército
dirigido por un jefe: Satanás. Tomando Jesús ese lenguaje (que era el de su época) presenta
su actuación como una victoria sobre el Demonio: “Si expulso los demonios con el
Espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a ustedes el Reinado de Dios” (Mt 12,28).
Las curaciones milagrosas de Jesús son signos de una liberación de todo el
hombre. Las sanaciones de sordos, mudos y ciegos, dicen relación con la comunicación
interpersonal; las de endemoniados (que corresponden a nuestras actuales enfermedades
nerviosas), están vinculadas a la libertad; las de leprosos a su reinserción en la sociedad;
etc. Los milagros apuntan a todas las dimensiones de la existencia humana: la relación con
Dios, con los semejantes y con la naturaleza. Nos comunican que la salvación lo es de todo
el hombre, no sólo de su alma.
25
La Biblia no tiene la distinción actual de “causas segundas” y “causa primera”. Ella tiende a saltarse las
causas segundas y a atribuir todo directamente a Dios.
36
Los milagros son, también, signos del reinado de Dios “consumado, pleno”. Son
anticipos de la Nueva Creación que acarreará la Segunda Venida de Cristo (Parusía). Por
ello están intrínsecamente vinculados a la esperanza de un mundo nuevo, reconciliado.
Atestiguan que Dios ha actuado salvadoramente en nuestro mundo en vistas a esa victoria
total sobre la limitación, el pecado y la muerte, que sólo Él puede ofrecer.
Los milagros, que muestran la llegada del Reinado de Dios, son simultáneamente
milagros obrados por Jesús. Son signos del envío y autoridad de Jesús. Él no sólo es
Mesías de la palabra sino también de la acción. Sin embargo, jamás Jesús obra estos
prodigios por pura demostración de su poder mesiánico. Rechaza expresamente
milagros de puro lucimiento (Mt 12,38-42 y par.). Por eso, son al mismo tiempo signos de
cómo quería Jesús que se entendiera su autoridad y poder. De ninguna manera al modo
humano, vinculado a la apariencia externa y a la fama.
Tres son los rasgos de los milagros como obra de Jesús:
- Son prodigios obrados por Dios a favor de su pueblo. Son cumplimiento de las
promesas del Antiguo Testamento de que Dios pondría fin al sufrimiento humano. Más
arriba citábamos la respuesta de Jesús a Juan Bautista: Él hace lo anunciado por el profeta
Isaías (Mt 11,5-6; Is 29,18ss; 35,5ss; 61,1).
- Son signos del amor de Dios que se dirige al hombre en medio de un gran
respeto hacia él. Buscan inquietarlo y sacudirlo, es cierto, sin embargo, no son portentos
tan exhorbitantes que sencillamente lo “derriben”, “atropellen” y lo hagan caer de rodillas.
En este punto el aporte de la investigación histórica sobre la tendencia a exagerar los
milagros nos ayuda a ver que ellos no fueron tan espectaculares como uno tendería a pensar
leyendo los evangelios. Por eso, siempre es posible no creer, reconocer el prodigio negando
su origen divino, tal como hacen los fariseos en Lc 11,14-22. La frase que Jesús dirige al
Bautista es significativa: “Dichoso el que no se escandalice de mí” (Mt 11,6). En muchos
sentidos la acción de Jesús fue desilucionante para muchos de sus contemporáneos: no puso
fin a la opresión romana, no curó siquiera a la mayoría de los enfermos, no terminó con la
pobreza, etc. El escándalo al que se refiere Jesús es justamente esa desilusión. Por eso la fe
es la capacidad de descubrir el significado profundo de estos signos más bien modestos.
- Los milagros buscan suscitar una respuesta en el hombre: la fe. No son
mágicos ni paternalistas. Milagros y fe van sumamente unidos. “pístis” y “pistéuo” son
términos que aparecen a menudo en los relatos de milagro. Es significativo que algunos
terminen con la frase de Jesús: “Tu fe te ha salvado” (Mc 5,34; 10,52; Mt 9,22; Lc 17,19).
En sentido estricto, no es la fe la que provoca el milagro sino la acción de Dios, pero ésta
requiere, para ser eficaz, de la libre acogida del hombre. Por eso, donde Jesús no la halla,
tampoco puede obrar milagros (Mc 6,5ss; Mt 13,58). No se trata de esa fe más madura y
completa que tendrán los primeros cristianos después de la resurrección de Jesús sino
simplemente de una confianza en el poder de Jesús para obrar milagros; de contar y
confiar con que el poder de Dios no se ha agotado, cuando las posibilidades humanas lo
37
están. Como el padre del endemoniado epiléptico: “Creo, pero ayuda mi poca fe” (Mc
9,22b-24).
B) Los criterios del reinado de Dios
Junto a las obras del Reino, están las actitudes o criterios de Dios como rey.
Pondremos especial énfasis en tres, de entre muchos otros.
a) Integración de los pobres en el reino
Comencemos con el conocido texto de las Bienaventuranzas en sus dos versiones
mateana y lucana:
Mt 5,3-12
Dichosos los pobres
de espíritu,
porque de ellos es el reino de los
Cielos.
Dichosos los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que están afligidos,
porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre
y tienen sed de la justicia,
porque ellos serán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque ellos obtendrán misericordia.
Dichosos los puros de corazón,
porque ellos verán a Dios
Dichosos los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos a causa de
(la) justicia,
porque de ellos es el reino de los Cielos.
Dichosos sois, cuando
os ultrajen
y persigan
y digan todo (género de) mal contra vosotros
mintiendo,
a causa de mí.
Lc 6,20b-26
Dichosos los pobres,
porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que tienen hambre
ahora,
porque seréis saciados.
Dichosos los que lloran
ahora.
porque reiréis.
Dichosos sois, cuando
os odien los hombres,
y cuando os expulsen
y ultrajen
y rechacen vuestro nombre como malo
por causa del Hijo del hombre.
38
Alegraos
y regocijaos,
porque vuestra recompensa
(es) grande en los cielos;
pues así
persiguieron a los profetas,
los (de) antes de vosotros.
Alegraos
aquel día
y saltad de gozo
pues he aquí que vuestra recompensa
(es) grande en el cielo;
pues del mismo modo
sus padres
hacían a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros los ricos!
porque recibís vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis
hartos ahora!
porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!
porque estaréis afligidos y lloraréis.
¡Ay cuando hablen bien de vosotros
todos los hombres!
pues del mismo modo sus padres
hacían a los falsos profetas.
Es importante tomar en cuenta las diferencias entre ambos textos. En Lucas se
describen situaciones: se trata de cristianos que han pasado a ser pobres, hambrientos y
llorosos al verse perseguidos 26. A ellos Jesús les promete el Reino de Dios como
“compensación” por su actual sufrimiento. En Mateo, en cambio, estamos ante un “elenco
de actitudes”, un verdadero programa de vida cristiana, válido para todo discípulo, por
cuya práctica Dios ofrece su Reinado como “recompensa”.
Es obvio que, en cuanto a la primera bienaventuranza de ambos, no estamos ante los
mismos “pobres”. En Lc se nos presenta una pobreza efectiva. “Ptojoi” en griego designa
a los indigentes, a los que sufren extrema pobreza. En cambio los “pobres de espíritu”
de Mt designan a aquellos que en su relación con Dios son pobres, ya que tienen una aguda
conciencia de su dependencia radical, de su necesidad de Él.
La diferencia abismal entre estos dos textos conduce a la pregunta por su
historicidad: ¿hasta qué punto recogen palabras del propio Jesús? Sin descalificar en
absoluto a la adaptación que han hecho los dos evangelistas de las palabras del Maestro,
nos interesa ahora reconstruir esas palabras. Para ello recogeremos el resultado a que han
llegado los especialistas sobre este punto dejando momentáneamente de lado los
fundamentos esgrimidos por éstos.
Ya vimos que “ptójoi” se refiere a los indigentes, a los que en el orden social están
en el último lugar. Pobres, hambrientos y llorosos son tres características de un único
grupo humano. Se trata de “los que, como consecuencia del ‘orden’ reinante en el
26
VILLEGAS,B., “Comprender el Sermón de la Montaña”, Eds. Mundo, Stgo, 1996, p. 60.
39
mundo presente, carecen de los bienes más necesarios y llevan por eso una vida
disminuida...”27.
En esta “definición” se puede distinguir tres elementos: a) La pobreza no es vista
como una realidad casual o natural en la Biblia, sino como el producto de un orden social
injusto 28. b) Ella se refiere la “carencia de los bienes más básicos”, o sea, a no poder
satisfacer una o varias de necesidades más fundamentales del ser humano. c) Afecta a toda
la persona. Ésta se siente “disminuída”, “poco valiosa”, ante los ojos de los demás y de sí
misma.
Este último rasgo es particularmente importante. De acuerdo a la doctrina
tradicional de la retribución, citada más arriba, Dios castigaba con mala salud, corta vida,
esterilidad, fracaso, etc. a aquellos que habían violado la Alianza. Por ello, en tiempos de
Jesús se consideraba a los pobres como culpables ante Dios, como pecadores.
¿Por qué motivo Dios, a través de Jesús, dirige su acción preferentemente a
ellos? Desde luego, no porque sean más “justos” o solidarios que los demás hombres,
tampoco porque constituyan un posible agente de cambio social. Es su situación de
aflicción, de necesidad, de marginación injusta lo que mueve al corazón de Dios. Jesús no
mira en forma romántica la pobreza; al contrario, tiene una viva conciencia de la
deshumanización que la misera produce.
¿Por qué deben estar “felices”? Porque Dios ha decidido poner término a la
miseria. La marginación y el desamparo no son la última palabra de la realidad. El destino
final de los pobres está en manos de Dios como “Padre”, y con ello su dignidad
fundamental queda asegurada y a salvo del arbitrio de los poderosos.
Las palabras de Jesús nos parecen hoy ingenuas después de casi dos mil años. ¿No
sigue habiendo pobres, tanto o más que antes? ¿Se habrá equivocado Jesús? La respuesta a
esta pregunta hay que encontrarla en el carácter dialogal de la historia de la salvación.
Ella no tiene un itinerario trazado de antemano. La promesa de Dios abre al hombre nuevas
posibilidades; pero el modo concreto de realización de ellas depende de la decisión del
hombre. Con esto no se quiere decir que el Reinado de Dios depende de las posibilidades
humanas sino simplemente que la acción de Dios no prescinde de nuestra respuesta.
En esta “opción preferencial” de Dios por los pobres, ¿existe una condena de la
riqueza o de los ricos? Jesús no considera a la riqueza mala en sí misma; sin embargo, no
comparte el optimismo de buena parte del AT respecto de ésta, que la veía como signo de la
bendición divina 29. Para Jesús, más bien, es ocasión frecuente de idolatría y falta de
solidaridad, como se expresa en la siguiente parábola:
“Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí,
diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo dónde almacenar mi cosecha? Y dijo: ‘Voy a hacer
27
28
29
VILLEGAS,B. “Evangelizar a los pobres”, op. cit., p. 13.
Este tema es desarrollado por VILLEGAS,B. “Evangelizar a los pobres”, op cit.
De acuerdo a la doctrina de la retribución ya explicada.
40
esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes, reuniré ahí todo mi trigo y
mis bienes y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años.
Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ¡Descriteriado! Esta misma noche te
reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” (Lc 12,16-20).
b) La integración de los pecadores
En una teocracia en la que la Torah regía todos los aspectos de la vida social, la
condición de pecador era fundamentalmente “pública”; lo que se traducía en que era
posible saber con claridad quienes tenían esa condición y porqué. Grupos como los fariseos
y zelotas, que tenían gran arrastre popular, evitaban todo contacto con ellos.
Del Mesías se esperaba que reconociera como tales a los que cumplían la Ley y
castigara a los transgresores. Por supuesto que era posible dejar de ser pecador y llegar a ser
justo, pero eso suponía hacer un camino de “penitencia” si se quería alcanzar el perdón
divino y la plena integración social.
Por lo mismo, extraña profundamente a los hombres piadosos el que Jesús acoja a
conocidos pecadores sin ningún tipo de exigencia previa. Por ejemplo, el gesto de comer
con pecadores y publicanos (cf. Mc 2,15-17) escandaliza a principales grupos judíos y le
vale la despreciativa burla: “Ahí tienen ustedes a un comilón y borracho, amigo de
publicanos y pecadores” (Mt 11,19). Este escándalo se entiende si consideramos lo que
significaba en la época el comer juntos. Se trataba de la más clara expresión de comunidad;
ligada al honor y a la consideración. Así, era importante saber a quién se invitaba y por lo
tanto a quién se concedía este honor y cómo se colocaba a los invitados en la mesa (cf Lc
14,7-14). Hay que tomar en cuenta también que en la literatura rabínica a menudo se
presenta al Reino de Dios como un banquete. El gesto de Jesús significa la plena acogida de
los pecadores en éste.
¿Estamos ante una indiferencia a las normas y los valores por parte de Jesús,
un rechazo de las fronteras entre el bien y el mal, que disculparía la falta y haría de la
justicia una caricatura? De ninguna manera, en la conocida parábola, el “hijo pródigo” no
es idealizado y la conducta del mayor no se pone en discusión: “Hace tantos años que te
sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya” (Lc 15,29). La frase que justifica su
conducta es mucho más sencilla y válida: “No necesitan médico los sanos, sino los que
están mal; no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mc 2,17).
Este ofrecimiento gratuito del Reinado de Dios a todos, a fariseos y publicanos, a
justos y pecadores, produce, de hecho, una paradoja: a menudo los pecadores aceptan el
mensaje de Jesús e “ingresan al Reino”, en cambio los justos se quedan fuera. Esta realidad
se refleja en muchas palabras del propio Jesús: “Los últimos serán los primeros y los
primeros los últimos” (Mt 20,16); “en verdad les digo que los publicanos y las prostitutas
llegan antes que ustedes al Reino de Dios” (Mt 21,31). Particularmente significativa es la
siguiente parábola:
“Dos hombres salieron al Templo a orar; uno fariseo, el otro publicano. El fariseo, de pie,
oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los
41
demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos
veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’. En cambio el publicano,
manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho diciendo: ‘Oh Dios; ten compasión de mí, que soy pecador!’ Les digo que éste bajó a
su casa justificado y aquel no” (Lc 18,10-14).
Una última consideración, que ayuda a entender algunos textos evangélicos: la
Comunidad Primitiva realiza una trasposición del problema “justos-pecadores” al
interior de Israel a la relación pueblo elegido-gentiles en el mundo de entonces. No cabe
duda de que Jesús restringió su misión sólo al pueblo judío. Sin embargo, pronto los
primeros misioneros descubrieron que las palabras de Jesús se podían aplicar al caso de los
gentiles. Un ejemplo: Lc agrega a la “parábola de los invitados al banquete” un segundo
grupo de invitados inesperados, los que están en los “caminos y cercas” (Lc 14,23),
integrando así a los paganos.
c) La integración de los impuros
Hemos visto que el Templo de Jerusalén constituía el lugar de la presencia de Dios
en medio de su pueblo y aquello que simbolizaba su unidad. Sin embargo, también era una
fuente de división y de exclusión. No sólo realizaba una distinción entre judío y gentil,
sino que, al interior del pueblo, discriminaba entre hombre y mujer, adulto y niño, puro e
impuro.
La raíz de esta exclusión está en la distinción entre lo sagrado y lo profano, que
funda los diversos círculos de santidad (vistos en el capítulo sobre “Palestina en tiempos
de Jesús”) y las normas de pureza e impureza.
En términos generales es “puro” lo que puede acercarse a Dios e impuro lo que
incapacita para su culto o excluye de él. Por ejemplo: animales puros son los que pueden
ser ofrecidos a Dios; impuros, los que los paganos consideran sagrados o que, pareciendo al
hombre repugnantes o malos, se cree que desagradan a Dios. Otras normas de pureza se
refieren al nacimiento, la vida sexual, la muerte, que son misteriosos dominios en los cuales
actúa Dios, dueño de la vida. Una señal de corrupción como la lepra hace también impuro.
La impureza se supera mediante un sacrificio de expiación o lavados, según el caso 30 .
Con el tiempo, los fariseos fueron aplicando estas normas cultuales a todos los
ámbitos de la vida, y lo que originalmente tenía alcance ritual y cultual había ido
tomando un sentido espiritual y moral. Así, se han conservado hoy algunas listas de
profesiones impuras: unas son consideradas tales porque son ocasión frecuente de
deshonestidad (transporte, pastoreo, juegos de azar); otras, porque implican el riesgo de
contraer enfermedades (los médicos), o por ser simplemente repugnantes (lavanderos,
basureros, carniceros, curtidores de pieles), o, por último, directamente transgresoras (cobro
de impuestos, prostitución). Había diversos grados de impureza: por ej.:un cobrador de
impuestos era más transgresor que el que atiende un establecimieto para baños 31.
30
Cf. ESCUELA BÍBLICA DE JERUSALÉN, “Nueva Biblia de Jerusalén”, op. cit., nota a pie de página a
Lev 11, p. 132. Las normas sobre pureza e impureza se encuentran en los caps. 11 a 15.
31
ETCHEGARAY,H. “La práctica de Jesús”, op. cit., 1981, pp 161 – 162.
42
En este contexto se comprende el escándalo que causan las palabras de Jesús
contenidas en Mc 7,14-23.
“Llamó otra vez a la gente y les dijo: ‘Oiganme todos y entiéndanme. Nada hay fuera del
hombre que entrando en él pueda contaminarle; sino que lo que sale del hombre, eso es lo
que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oir, que oiga’.
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la
parábola. Él les dijo: ‘¿Conque también ustedes están sin inteligencia? ¿No comprenden
ustedes que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra
en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?’ –así declaraba puros todos los
alimentos-. Y decía: ‘Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque
de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos,
asesinatos, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.
Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre”.
Con estas palabras, Jesús desplaza la distinción entre lo sagrado y lo profano al
“corazón” del hombre. Por éste último entiende la Biblia el lugar de la toma de
decisiones. A partir de ahora, con la llegada de Jesús, Dios está proclamando que la
distinción entre sagrado y profano residirán en el amor y el desamor. En donde existe el
primero, se manifiesta Dios y en donde no, se oculta. Demás está decir que este
desplazamiento pone en jaque a los principales presupuestos del ritual litúrgico del Templo
con toda su práctica del sacrificio y de expiación.
En esta línea pareciera que hay que entender el complejo signo de la “expulsión de
los mercaderes del Templo” (Mc 11,15-19), gesto que acarrea la detención de Jesús por
orden del Sumo Sacerdote. No se trataría aquí sólo de una crítica a los comerciantes de
víctimas (que, en realidad prestaban un servicio necesario y legítimo), sino al Templo en su
conjunto. De morada de Dios entre los hombres y de centro de la vida judía había pasado a
ser una fuente de marginación y de exclusión. Por ello, Jesús anuncia que será sustituído
por una Comunidad “que adore al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4,23).
&&&&&&&&&&&&
Es posible mencionar otras actitudes de Jesús (o criterios del reino): “Jesús se
pone del lado de los servidores y no de los servidos, llegando a hacerse pobre y servidor;
pone por encima del culto religioso la fraternidad y la reconciliación; subordina la Ley con
sus prescripciones e instituciones más sagradas (¡el sábado!) al bien incluso físico de las
personas concretas; desconoce las calificaciones (y sobre todo las descalificaciones) que
surgen de la ubicación social de las personas, e incluso de su propio pasado, mostrando que
para él es ante todo su posibilidad de futuro siempre intacta” 32.
32
VILLEGAS,B. “La novedad del Evangelio”, op cit., p 211.
43
2.2.2.3. Las palabras del reinado de Dios 33
Jesús fue un sabio o un maestro, como se le llama con frecuencia en los evangelios,
y como tal, supo rodearse de discípulos. Las formas literarias (o preliterarias) utilizadas por
los sabios fueron múltiples: proverbios, instrucciones, enigmas, discursos, la
comparaciones, poemas didácticos e himnos. Nos interesa particularmente una, la parábola,
porque fue el recurso que, según los especialistas, se puede atribuir con más seguridad al
propio Jesús y que más originalmente expresa lo más profundo de su experiencia y
mensaje.
a) Concepto de parábola 34
No existe entre los estudiosos actuales un concepto unánime para definir lo que es
una parábola, lo que se hace evidente en el hecho de que algunos autores cuentan en los
evangelios más de 60 y otros menos de treinta. Debido a este problema, lo más aconsejable
parece ser intentar abarcar todos los sub-géneros y definiciones involucradas disntinguendo
un sentido amplio de parábola y uno estricto.
En este último sentido, una parábola es una “narración figurativa”. Por el primer
elemento se entiende un recurso linguístico que contiene el desarrollo de una o varias
acciones realizadas por “personajes”. Se reconoce, entre otros rasgos, porque se expone en
caso singular 35 y se lo sitúa literariamente en el pasado 36. Por “figurativo” se entiende la
comparación de situaciones de distinto orden o nivel. Por ejemplo, en la “parábola del
sembrador” (Mc 4,3-8), está el de este personaje que realiza una siembra cuya semilla en su
mayor parte se pierde. El otro plano es el del ministerio de Jesús, que parece a los ojos de
muchos de sus oyentes como carente de resultados inmediatos y de envergadura; en
definitiva, frustrante.
El concepto amplio de parábola abarca no sólo la figura anterior sino también dos
formas literarias afines: la narración ejemplar y el cuadro ejemplar.
La primera se trata de una conducta típica presentada como inspiradora de una
actuación semejante (o a veces contraria). El ejemplo más típico es el de la “parábola del
buen samaritano” (Lc 10,30-35). Por “cuadro figurativo” se entiende la descripción de un
hecho habitual (para lo cual se utilizan verbos en presente), por ejemplo la sentencia sobre
el “parche mal hecho”
“Nadie cose un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque lo añadido hará encoger el
vestido, lo nuevo hará encoger lo viejo, y el desgarrón se hará mayor” (Mc 2,21) 37.
33
Basado en PEREZ-COTAPOS,E. “Parábolas: diálogo y experiencia. El método parabólico de Jesús según
dom Jacques Dupont”, Eds. Pontificia Universidad Católica de Chile, Stgo. 1991. Para complementar se
puede leer JEREMÍAS,J. “Las parábolas de Jesús”, Verbo Divino, Estella, 1997.
34
VILLEGAS,B. “Introducción crítica a los evangelios sinópticos”, Publicaciones teológicas Seminario
Pontificio de Stgo., Stgo., 1990, pp. 40-43.
35
No se trata de un hecho habitual.
36
En el caso de las parábolas, por supuesto, esta narración es siempre “ficticia”; o sea, versa sobre sucesos
inventados por Jesús.
37
Jesús se refiere a que no es posible ser a la vez fariseo y seguidor suyo.
44
Es muy importante distinguir la “parábola” de la “alegoría”. En las tres formas
vistas la comparación versa sobre el conjunto de lo narrado. En la alegoría, en cambio,
sobre cada uno de los elementos del cuadro o narración (que son vinculados con elementos
particulares de la realidad apuntada). Es el caso de la llamada “explicación de la parábola
del sembrador”, en Mc 4,13-20. En este texto, el sembrador pasa a ser Dios, la semilla su
Palabra, y los distintos terrenos en que ella cae distintos tipos de cristianos.
Las comunidades cristianas de la “segunda generación cristiana” fueron
alegorizando las parábolas debido a que no las comprendían. Creyeron que constituían un
lenguaje deliberadamente oscuro, que era necesario “descifrar”. A dichas comunidades
pertenece el siguiente texto:
“Cuando (Jesús) quedó a solas, los que estaban a su alrededor junto con los Doce le
preguntaron sobre las parábolas.
Jesús les dijo: ‘A ustedes Dios les ha confiado el misterio de su Reino, pero a los de afuera
todo les resulta enigmático, de modo que por más que miran, no ven, y, por más que oyen,
no entienden; no sea que se conviertan y Dios los perdone’” (Mc 4,10-12; la cita es de Is
6,9-10).
La razón de esta incomprensión se debe a que las parábolas presuponen que el que
las dice y el oyente comparten una experiencia común. Cuando ella ya no existe (por
ejemplo, en comunidades del mundo griego) se vuelven oscuras. Los cristianos de la
segunda generación creyeron que Jesús las había concebido así, engimáticas. La realidad es
al revés: el interlocutor de Jesús sólo necesitaba saber lo que manejaba un judío
palestinense de la época.
La alegoría es también es un recurso que permite adaptar un mensaje a
circunstancias nuevas. La “explicación de la parábola del sembrador”, por ejemplo, refleja
probablemenrte problemas típicos de las iglesias: la existencia de cristianos con una
adhesión muy distinta a Jesús.
Junto a la “alegorización” se da también una tendencia a la “moralización”. En
efecto, en el ejemplo expuesto, el centro de la narración lo constituye las diversas actitudes
de los critianos y no el actuar de Dios, como en la parábola original 38.
b) ¿Por qué las parábolas?
¿Por qué (y de qué modo) Jesús usa las parábolas para comunicar a sus
interlocutores lo más central del Reinado de Dios? Se puede caracterizar la forma como
Jesús ha empleado el procedimiento parabólico mediante tres rasgos fundamentales:
38
La distinción entre parábola y alegoría debe utilizarse con cierta flexibilidad. En una parábola puede haber
detalles alegóricos. Mientras sea posible la comparación global de las situaciones de distinto orden o nivel
estaremos ante una parábola. Cuando esa comparación global ya no es posible entonces se trata de una
“alegoría”.
45
b.1) Las parábolas de Jesús generalmente conciernen a un actuar, a un comportamiento.
El terreno propio de las parábolas no es el de las ideas, el de las verdades enfrentadas
teóricamente sino el de la conducta, el de la praxis. En algunas se busca hacer entender a
los oyentes (mediante la actuación concreta de los personajes) la conducta que de ellos se
espera o aquella de la que harían bien en alejarse; en otras, el sentido de la acción de Jesús
y el modo como ésta se desarrolla en concreto. En ambos casos, si se las lee en
profundidad, se aprecia que están centradas completamente en la acción de Dios, que ha
comenzado a reinar. Jesús no llama simplemente a un actuar distinto en sus oyentes, sino
a una práctica fruto de “un cambio en su visión de las cosas” debido al descubrimiento de
esta centralidad.
b.2) Las parábolas de son instrumentos de diálogo; con ellas busca Jesús un modo de
entablar un diálogo con el cual espera hacer cambiar de opinión a sus oyentes. Ellos no son
ni enemigos propiamente tales, ni seguidores 39, sino “interlocutores desconfiados”, que
tienen una manera de ver las cosas diferente a la suya. Jesús no entabla una discusión,
la que fatalmente terminaría por endurecer las posiciones. Opta por el camino de “contar
una historia”. En ella el debate es transportado a otro terreno, en el cual para Jesús será
más fácil conducir a sus oyentes a situarse en una óptica que les permitirá ver la realidad tal
como Él la ve.
Veamos este aspecto más en detalle:
- Las parábolas toman sus imágenes de la vida ordinaria, aparentemente sin relación
alguna con el terreno en el cual se sitúa el verdadero desacuerdo entre Jesús y sus
interlocutores. Como se ha dicho, este cambio de lugar no se debe a un afán por ocultar su
pensamiento sino a preocupación de proponer un campo en el cual el oyente se sienta libre
de dar un juicio sin prevenciones.
- Generalmente en las parábolas están presentes los puntos de vista de Jesús y del
interlocutor. El de este último se presenta primero y se le concede una cierta ventaja; lo que
permite que sienta comprendido y se deje conducir mediante la narración a la óptica de
Jesús, perspectiva que ahora puede reconocer como posible y defendible. Jesús invita,
entonces, a su oyente a tomar partido, en el terreno ficticio de la parábola, por su posición.
Una vez que lo haga, será transportado al plano de la realidad, en donde se da una situación
similar.
b.3) Las parábolas de Jesús traducen una experiencia, y es a ella que deben su
fuerza de persuación. Esto quiere decir, negativamente, que Jesús renuncia al recurso de
una argumentación lógica que pueda hacer violencia al interlocutor, obligándolo a aceptar
un determinado juicio. Descarta también el argumento de autoridad, tan frecuente en las
parábolas rabínicas, que siempre se apoyan en la Torah. Y evita, por último, el recurso a
“pulsar las cuerdas” del sentimiento de sus oyentes.
39
Los evangelios no presentan el contexto original de las parábolas ni tampoco sus interlocutores reales. El
interés que tienen es que los cristianos las lean como dirigidas a ellos, (que son actualmente los “discípulos”
de Jesús). Existe un caso en que una parábola ha conservado su contexto primitivo, el de Lc 7,36-50.
46
Jesús invita a sus oyentes a responder de acuerdo a su experiencia 40, ¿de cuál se
trata?:
- La experiencia cotidiana, que es la de todos los días, la que enseña cómo se dan
las cosas entre los hombres. Jesús la presenta sin embellecimientos, agregados
moralizantes, o evasiones a un mundo imaginario. El mundo y las personas son vistas tal
como realmente son, de modo que puedan reconocerse. Se trata del realismo de las
parábolas de Jesús, de su carácter profundamente humano, de su secularidad. “Aquel que
ha contado estas cosas es un laico que ve las cosas y las personas tal como ellas son, no un
clérigo que habla a clérigos en un lenguaje para iniciados” 41. Este recurso hace accesible
las parábolas a cualquier persona, porque no está la exigencia de unos conocimientos
previos.
- La experiencia colectiva, que se encuentra condensada en los proverbios. Jesús
utiliza los dichos tradicionales, pero también los inventa otros 42. Hay que incluir en esta
experiencia tradicional las imágenes del universo religioso. No es salir de un mundo
familiar recordar a oyentes judíos episodios tales como el diluvio, la destrucción de
Sodoma, y personajes como Abraham, Moisés, David o el profeta Jonás.
- El sentido común. El parabolista no se queda en el simple y exacto reflejo de la
realidad cotidiana. Construye su relato con libertad, de acuerdo a su intencionalidad. Jesús
a veces presenta casos particulares tan extraordinarios que es imposible hablar de
experiencia al respecto. Sin embargo, esto no le impide recurrir al sentido común, a cómo
reaccionaría el interlocutor en una situación semejante. Por ejemplo, en la “parábola de los
dos deudores” (Lc 7,41-43), se da el caso especial de un acreedor que perdona una deuda;
no es difícil sacar la conclusión de que debe estar más agradecido aquel que debía más.
- La experiencia personal de Jesús. En los casos inverosímiles del párrafo
anterior, a menudo está detrás la experiencia del propio Jesús. En el ejemplo al que hemos
recurrido en este apartado, el de la “parábola del sembrador”, Jesús hace presente su
convicción profunda de que su misión viene de Dios y de que una obra iniciada por Él,
aunque tenga comienzos muy humildes, sólo puede llegar a término maravillosamente.
En este recurso a la experiencia está la fuerza persuasiva de las parábolas. Ellas
son un relato ficticio capaz de reordenar la propia percepción de la realidad; un lenguaje
“poético”, es decir, que pone al descubierto nuevas dimensiones de la existencia, creando
situaciones y posibilidades inéditas. Jesús es muy consciente de que no son los argumentos
los que conducen a cambiar los comportamientos concretos 43, sino una nueva mirada, en
este caso ligada a su ministerio. El recurso utilizado pone al hombre ante la necesidad de
tomar una decisión, pero no lo obliga a ello; presenta el camino preferible, pero es su
libertad la que tiene la última palabra.
40
De ahí la presencia de preguntas en casi todas las parábolas
DUPONT,J. , citado por PEREZ-COTAPOS,E. , op. cit., p. 161
42
Por ejemplo: “nadie puede servir a dos señores”, “un discípulo no es más que su maestro”, etc.
43
Tampoco las exhortaciones morales y el recurso actual a las emociones fáciles.
41
47
2.3. La respuesta humana al Reinado de Dios 44
En la frase-síntesis de Marcos que hemos tomado como base se lee: “Conviértanse
y crean en la Buena Noticia” 45. Se trata aquí de la respuesta que el hombre debe dar ante
el don del Reino. ¿Qué es la conversión?, ¿qué es la fe?
2.3.1. Significado de “fe” y “conversión”.
Por conversión (metánoia) se entiende un cambio del modo de pensar y de actuar
propio por el que Dios quiere. Es un cambio de rumbo, de mentalidad.
Este concepto general es común a los maestros de la Ley y Jesús. Las sentencias
rabínicas hablan frecuentemente de la conversión a la que todos están obligados, incluso los
justos, especialmente a la hora de la muerte. Ella consiste en apartarse de las faltas pasadas
y reparar el mal que se ha cometido.
Sin embargo, la llamada de Jesús a la conversión se sitúa en una perspectiva
completamente nueva: resuena en el momento de la llegada del Reinado de Dios; eso es
lo que le da su fundamento y su carácter de urgencia. Convertirse significa ahora:
aprovechar la salvación presente y darlo todo por ella:
“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo
un hombre, lo vuelve a esconder y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y
compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que
anda buscando perlas finas, y al encontrar una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y
la compra” (Mt 13,44-46).
Convertirse significa no disculparse con razones plausibles en cualquier otro
momento, sino aceptar la invitación, dejarlo todo y venir, como se expresa en la “parábola
de los invitados al banquete”:
“Al oír esto, uno de los comensales le dijo: ‘¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de
Dios!’. Él le respondió: ‘Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la
cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Vengan, que ya está todo preparado’. Pero
todos a una comenzaron a disculparse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo
que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y
voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me acabo de casar, y por eso no puedo
ir’.
Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, el dueño de casa, airado, dijo a
su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y
lisiados, a ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor el siervo, ‘Señor, se ha hecho lo que
mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga
44
En esta parte utilizo ampliamente a BORNKAMM,G., op. cit., pp. 87-89, 101-123, y VILLEGAS,B,
“Evangelizar hoy”, op.cit., pp.23-35.
45
En la Vulgata se lee: “Paenitemini et credite evangelio”, esto es, “hagan penitancia y crean en el
Evangelio”. La palabra “penitencia”, aquí, entonces, es sinónimo de “conversión”. Hay que notar, sin
embargo, que este término actualmente tiene un sentido muy diferente al de la “metánoia” de Jesús.
48
a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque les digo que ninguno de aquellos invitados
probará mi cena” (Lc 14,15-24).
En esta parábola no se contrapone un “tipo de actividad” con otro: por ejemplo, la
“secular”, “laical”, de los primeros invitados y la “religiosa” de 46 de los últimos. Las
disculpas se refieren a tareas perfectamente legítimas. Sin embargo, ¡no se hace otra cosa
cuando uno es invitado y la cena está servida! Lo central de la parábola dice relación con el
“tiempo”, con el “kairós”: los fariseos están desperdiciando la gran oportunidad salvadora
brindada por Dios, debido a su excesiva seguridad de que “entrarán al banquete” (= Reino)
de todas formas; sin embargo, Jesús les advierte que otros pueden ocupar los puestos
reservados para ellos.
¿Qué es, por su parte, la fe (pístis)?
En el AT la palabra “fe” debe ser entendida en vinculación con la Alianza. El
término castellano, traduce la palabra hebrea “emet”, que significa “seguridad”,
“firmeza” “confianza” en el cumplimiento de los deberes que corresponde a las partes
en un pacto. En lo relativo a Dios, se trata de sus acciones salvadoras; al hombre, de la
actitud por la cual se confía en Él como un aliado que es firme porque no engaña ni
defrauda sino que cumple su promesa de salvación. Por eso, la fe está muy vinculada a la
“esperanza”, esto es, al ponerse en camino en dirección a la meta de la promesa del Señor,
tal como se aprecia en la figura de Abraham.
En el anuncio de Jesús, se trata de la aceptación del Reinado de Dios, tal como Él
lo anuncia. Jesús exige que se ponga en Él la confianza que corresponde sólo a Dios,
debido a que se considera su enviado, su representante, el que hace presente en el mundo la
acción divina.
Como se ve, en Jesús, fe y conversión son casi sinónimos. Ambos significan acoger
a Dios que comienza a reinar, aprovechar la oportunidad que ofrece, dejarse salvar por Él,
cambiar la propia vida de acuerdo al don del Reino. ¿Qué rasgos caracterizan la fe y la
conversión evangélica?
2.3.2. Respuesta a la iniciativa de Dios
Para el pensamiento judío, la conversión es lo primero; ella es la condición para
que el pecador pueda esperar la gracia o la salvación. Esta última es concebida como
recompensa al esfuerzo humano.
En Jesús, es el don de Dios, la salvación ofrecida aquí y ahora, operante en medio
de los hombres, la que engendra la conversión. En la parábola vista más arriba, los que se
sientan a la mesa son los pobres, los inválidos, los ciegos y los paralíticos, y no la gente que
ya está medio curada. A los publicanos y pecadores que comen con Jesús (lo mismo que al
“hijo pródigo”) no se les pregunta sobre el grado de su progreso moral. La oveja perdida
46
A menudo indentificada con la asistencia a la Eucarisía en las homilías dominicales.
49
(Lc 15,4-7) no ha comenzado a hallar el camino de regreso; es el pastor quien la busca y la
carga sobre sus hombros.
No hay, entonces, condiciones previas para recibir el don de Dios. No se exige una
actividad del hombre que prepara la venida de la “gracia”. La conversión es “ser
encontrado” por Jesús.
Convertirse significa, pues, hacerse pequeño delante de Dios: “Porque todo el que
se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado” (Lc 14,11). “Yo les aseguro:
el que no reciba el Reinado de Dios como un niño, no entrará en él (Mc 10,15; Lc 18,7) No
se trata de la presunta inocencia de la infancia lo que se presenta como ideal, según la
interpretación romántica que se da a veces a estas palabras, sino de la pequeñez del niño, de
su total dependencia de los demás, de su incapacidad para proveerse de lo necesario para su
subsistencia.
Es necesario, entonces, renunciar a la pretención de merecer el Reino. “Nada de
lo que el hombre tenga o deje de tener: riqueza, poder o saber; nada que el hombre haya
podido hacer en su pasado; nada que sea sólo la expresión del juicio de otros hombres sobre
el valor de un hombre: nada de esto puede sustraerlo al ofrecimiento que, en Jesús, le hace
Dios aquí y ahora” 47.
2.3.3. Liberación para el amor
2.3.3.1. Liberación de la Ley
Convertirse es ponerse a disposición de Dios para hacer su voluntad, estar al
servivio de su proyecto, vivir la vida como una misión encomendada. Responder a la
invitación de Dios significa estar dispuesto a que su querer abarque toda nuestra existencia,
sin reservar aspectos de ésta en los que Él esté ausente. Jesús advierte: “El que quiera
conservar su vida la perderá y el que la pierda la encontrará” (Lc 17,33) 48.
Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios? ¿Cómo se descubre?
Los fariseos veían la voluntad de Dios expresada en forma completa y para
siempre en la Ley; por eso, es importante comprender cuál fue la postura de Jesús hacia
ella.
Jesús no pretende suprimir la Torah ni reemplazarla por su propio mensaje:
“No piensen ustedes que he venido a abolir la Ley y los profetas. No he venido a abolir sino
a dar cumplimiento” (Mt 5,17). Jesús cumple la Ley y cita la Escritura como Palabra de
Dios.
47
VILLEGAS,B. “Evangelizar a los pobres”, op. cit., p. 10.
No se trata de una renuncia masoquista a la propia personalidad, sino de proyectar la propia existencia en
términos de donación y no de posesión; y ello porque sólo una vida entregada y solidaria conduce a la
felicidad (la “vida”, en sentido bíblico).
48
50
Sin embargo, Jesús a veces critica a la Torah, como puede verse en dos pasajes:
el primero, Mc 7,14-23, en el que cuestiona las normas de pureza e impureza (y que hemos
comentado más arriba); el segundo, Mc 10,1-12, en el que critica la posibilidad de divorcio
(Dt 24). En otros textos, Jesús coloca su autoridad por encima de la Ley con una libertad
impensable en un rabino: “Han oído ustedes que fue dicho a los antepasados 49... pero yo les
digo” (Mt 5,21-22 y ss).
En una categoría aparte hay que poner los textos en que Jesús critica, no la Ley, sino
la tradición oral de los rabinos, que la interpreta y que la ha desfigurado o anulado. Es el
caso de las curaciones en sábado (Mc 3,1-5; Lc 13,10-17; etc.) y de cuando lo discípulos
arrancan espigas en el camino para saciar su hambre (Mc 2,23-28).
¿Cómo se entiende la actitud de Jesús? Hay en Él una enorme protesta en contra
de la mentalidad de los escribas y fariseos, que ha terminado por aprisionar la voluntad de
Dios en la Ley. Tratar así a la Torah es atribuirle inevitablemente una autoridad
formalista que lleva a una obediencia con las mismas características, que se hace
mensurable, demostrable. La acción se convierte en “obra” y éstas se acumulan hasta
constituir un “capital”. Las relaciones con Dios terminan siendo de haberes y deberes,
ganancias y deudas; el comportamiento del hombre se convierte en objeto de transacciones
con Dios, como lo muestran las palabras del fariseo en el Templo (en la parábola vistaque
vimos más arriba (Lc 18,9-12).
Se produce, entonces un doble muro entre el creyente y Dios. El primero de los
cuales es la Ley, que ha logrado ocultar a Dios, cubrirlo con sus mandatos, dejar su
voluntad atrapada en ellos. El segundo, las “obras”, que ha colocado al hombre detrás de
ellas, angustiado por sus “deudas” o satisfecho en sus cumplimientos 50.
La palabra de Jesús atraviesa esta defensa imaginaria. Libera a la voluntad
divina de su petrificación en las tablas de la Ley y toca al corazón del hombre que se había
encerrado en la fortaleza tranquilizadora o agobiante de la legalidad. Para conseguir este
objetivo Jesús no recurre a exhortaciones generales ni a principios teóricos o morales, ni
menos aún a nuevas normas, aún más estrictas que las de la Torah.
La “nueva Ley” del Sermón de la Montaña 51 es, en realidad, un “anti-código”. Sus
“normas” son casi siempre impracticables 52, su lenguaje deliberadamente exagerado 53. Es
un discurso poético que busca generar en una nueva mentalidad, en la línea del “corazón
nuevo” del que hablaba Ezequiel (Ezq 11,19-20). Estas palabras ponen al hombre desnudo
ante Dios y su voluntad en el “hoy” de cada día 54. Jesús pide, en el fondo, una
49
Que significa “han oído ustedes que Dios dijo a sus antepasados”; en este caso, y en otros, Jesús usa la voz
pasiva para evitar nombrar directamente a Dios, por respeto a su “nombre”.
50
BORNKAMM,G. op. cit., p. 110
51
Se entiende por tal una recopilación de palabras de Jesús referidas al actuar del discípulo, ordenadas de
forma sistemática por Mateo, en los caps. 5 a 7.
52
Por ejemplo, es imposible no jurar por Dios en un juicio, como lo pide Jesús en 5,34, poner siempre “la otra
mejilla” como en 5,39 (Jesús no lo hace en Jn 18,22-23), etc.
53
VILLEGAS,B., “Comprender el Sermón de la Montaña”, op. cit., pp. 40-41.
54
Buscan, dicho en lenguaje actual, desarrollar en el creyente la capacidad de un discernimiento adulto de la
voluntad de Dios en cada situación concreta (“ya no estamos bajo el pedagogo sino que somos herederos”,
51
identificación profunda con lo central del corazón de Dios: su amor gratuíto; por eso amar
es hacer la voluntad de Dios.
2.3.3.2. Liberación para el amor
Jesús propugna, como hemos visto, una liberación de la Ley en cuanto poder que
oprime al hombre, que lo hace vivir obsesionado por la propia salvación o detrás de un
muro tranquilizador que lo defiende de la voluntad de Dios. Sin embargo, dicha liberación
no puede ser una excusa para el egoísmo; los mandatos más importantes de la Torah
siguen en pie 55 (“no piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas, no he venido a
abolir sino a dar cumplimiento”: Mt 5,17), ¿cuáles son?
Jesús no responde a esta pregunta, pero nos orienta remitiéndonos al doble
mandato del amor, que ya algunos rabinos habían presentado como lo central de la Ley:
“Se levantó un legista, y dijo para ponerlo a prueba: ‘Maestro, ¿qué he de hacer para
tener en herencia la vida eterna? Él le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?’
Respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda
tu mente 56; y al prójimo como a tí mismo 57 ” (Lc 10,25-28).
Si bien la presentación de estos dos mandatos juntos como lo fundamental de la Ley
no es original de Jesús, sí lo es el modo de entender esa centralidad y unión. Ésta puede
sintetizarse en 3 afirmaciones:
- El amor a Dios y al prójimo no están en el mismo nivel. El primero tiene una
primacía que nada puede reemplazar, ni siquiera el amor al prójimo (“Nadie puede servir a
dos señores”: Mt 6,24).
- Por otra parte, el amor al prójimo debe ser al hermano por sí mismo. No
puede ser el otro un medio para amar a Dios (o para mi salvación personal 58). En la
“parábola del juicio final”, los de la derecha no se han dado cuenta de que lo hecho al
menor de los hermanos estaba dirigido a Dios (Mt 25,31-46).
- El amor a Dios funda el amor al hermano, ya que sólo un corazón centrado en
Dios y no en los ídolos es capaz de amar al prójimo; pero también
- el amor al que está cerca es un “test” de que se está amando de verdad a Dios y
no a una imagen falsificada de él.
dirá Pablo, o sea, hijos con todos los derechos de un adulto: Gal 3,24)
55
¡Desde luego los del Decálogo (Ex 20,1-17)!
56
Dt 6,5.
57
Lv 19,18.
58
Hay ciertas visiones de la santidad del cristiano que van en la línea de “hacer carrera”, en la que el prójimo
es utilizado como un medio para la propia santificación. Observaciones acertadas al respecto se encuentran en
VILLEGAS,B. “Santos despreocupados de serlo”, en Revista Mensaje, Marzo-Abril, 1989.
52
¿Qué significa amar al prójimo? Jesús lo enseña magistralmente en la conocida
“parábola del buen samaritano”(Lc 10,25-37). Ella viene a continuación del doble
mandato del amor. Lo que sigue es un comentario del texto:
Lc 10,25: “Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: ‘Maestro, ¿que he de hacer
para tener en herencia vida eterna?’”.
La pregunta pretende obtener normas concretas en vistas a la gran preocupación del
mundo fariseo: la aprobación de Dios en el juicio final.
10,26-28: “(26) Él (Jesús) le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?’(27)
Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus
fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.’ (28) Le dijo entonces: ‘Bien
has respondido. Haz eso y vivirás.’”
La respuesta de Jesús desiluciona al escriba, es demasiado amplia y vaga; por eso, él
busca una mayor delimitación. Los grandes maestros habían tenido ya discusiones al
respecto: ¿hasta donde debe abarcar el concepto de prójimo?, ¿a la propia familia, tribu,
nación? Es un pensamiento que opera en círculos concéntricos: ¿hasta cual se debe llegar?
10,29-32: “(29) Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ‘Y ¿quién es mi prójimo?’
(30) Jesús respondió: ‘Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.
(31) Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. (32) De
igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.”
En la conducta del sacerdote y del levita, Jesús recoge hábilmente la visión que
tiene el interlocutor. De ellos no se puede esperar mucho; son símbolos de una religión
exterior y decadente.
10,33ª:
“Pero
un samaritano que iba de camino se acercó a él,...”
Del samaritano se puede esperar menos aún. Como se indicó en la parte de
“Palestina en tiempos de Jesús”, los samaritanos son enemigos declarados de los judíos.
10,33 b -35: “...y al verle tuvo compasión; (34) y, acercándose, vendó sus heridas,
echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una
posada y cuidó de él. (35) Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y
dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.’”
En contra de todo lo esperado, es el samaritano el que “siente compasión”. Ésta se
manifiesta en lo que hace: se acerca, venda sus heridas, les echa aceite (para calmar el
dolor) y vino (para desinfectarlas), lo monta en su caballo y le consigue hospedaje.
10,36: “(36) (Jesús dijo) ‘¿Quién de estos tres te parece que se hizo prójimo del que cayó
en manos de los salteadores?’ (37) Él (legista) dijo: ‘El que practicó la misericordia con
él.’ Le dijo Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo.’”
53
Jesús modifica la pregunta original: ya no es “¿quién es mi prójimo?, sino
¿“quién se comportó como prójimo”? Este cambio corresponde al del punto de vista del
escriba por el de Jesús.
Lo verdaderamente central de la parábola la revelación de que Dios como
Padre asume el punto de vista del herido: para éste existen sólo dos tipos de personas:
las que no lo ayudaron y la que lo ayudó; muy poco le importan las divisiones entre
sacerdotes y escribas, judíos y samaritanos. El escriba mira las cosas desde sí mismo; Dios,
en cambio, lo hace desde el necesitado, para quién es fundamental que el que va pasando
“se haga prójimo suyo” y lo socorra 59.
Es muy significativo que las “antítesis”
una enseñanza de cómo es Dios.
60
del Sermón de la Montaña terminen con
“Han oído que fue dicho (o que Dios dijo): ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’.
Pero yo les digo: ‘Amen a sus enemigos (...) para que sean ustedes hijos de su Padre
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos (...)
Ustedes sean perfectos, como es perfecto su Padre celestial 61
A modo de conclusión de esta sección dedicada a la voluntad de Dios, la
parábola comentada nos enseña que las exigencias de esa voluntad llegan a nosotros, no
desde las páginas sagradas de un código, sino desde las necesidades concretas de los que
están a nuestro lado. Así, la vida queda convertida en una gran aventura; tan imprevisible
como imprevisibles son las necesidades de los que irrumpen en mi vida 62.
Todo esto trae como consecuencia la imposibilidad de acumular bienes delante
de Dios, aunque estos sean espirituales. Es necesario una entrega con total decisión en el
momento presente, sin la pretención de que ella nos deje un residuo capitalizado y
utilizable. “A cada día le basta su afán” (Mt 6,34). Dios nos da la posibilidad de que nada
de nuestro triste pasado cuente; pero esto tiene como contrapartida el que no podemos
contar con méritos o virtudes acumulados 63.
59
Por eso es tan empobrecedor ese modo de interpretar las parábolas que busca “sacar su enseñanza”, “su
moraleja”, entendiendo por ésta una indicación de “qué es lo que hay que hacer”.
60
Mt 5,21-44; hemos visto su estructura: “Han oído ustedes que fue dicho ...pero yo les digo”.
61
Debe notarse que la “perfección” en Dios consiste en su amor gratuito.
62
VILLEGAS,B. “La predicación de Jesús en el Evangelio”, en “Cuadernos Universitarios”, nº 1, Eds
Paulinas, Stgo, (no indica año), p. 25. Cuando se trata de necesidades permanentes del prójimo la pregunta es:
“¿A qué necesidades de aquel me corresponde responder, de acuerdo a mis “carismas” (es decir, a esos dones
que el Espíritu ha puesto en mí)? La respuesta a ella es fundamental a la hora de querer descubrir la propia
“vocación” (=llamado de Dios)”. La fidelidad a esta última acarrea vitalidad, unidad interior y paz.
63
VILLEGAS,B. “La predicación de Jesús en el Evangelio”, op. cit., p. 18.
54
2.4. La paternidad de Dios 64
(El Dios del reino)
2.4.1. Problemas con la paternidad de Dios
Hablar de Dios como Padre hoy en día no es fácil. La caracterización de Dios en
esos términos provoca una serie de problemas que es indispensable abordar si es que no se
quiere deformar o vaciar de sentido el contenido de los textos bíblicos.
Un primer problema lo constituye la experiencia relacionada con nuestro
propio padre terreno. Sin duda la vivencia que se ha tenido en este aspecto condiciona la
imagen que tenemos de Dios. ¿No estaremos proyectanto en Dios los rasgos positivos o
negativos de nuestro padre? ¿Qué sucede cuando el padre ha sido –como en muchas
familias de América Latina- “el gran ausente”?
Un segundo tipo de problemas lo constituye la presencia, a menudo inconsciente
en nosotros, del rechazo moderno de Dios como Padre. La modernidad, en su reacción
contraria a la tutela eclesial propia de la Edad Media, terminó concibiendo a Dios Padre
como un rival del hombre. Si este último quería llegar a ser plenamente humano, llegar a la
“mayoría de edad” y asumir su propio destino, había entonces que dejar de lado a un Dios
que relegaba al hombre a un estado de “infantilismo” humano y religioso. Pensadores tan
diversos como Marx, Freud, Nietzsche, Sartre y Merleau-Ponty, estuvieron de acuerdo en
este punto.
Otro tipo de problemas lo ha puesto en el tapete la teología feminista. Según ella, la
concepción de Dios como Padre deja fuera sus rasgos maternales y termina sacralizando
socialmente al “varon” que pasa, a menudo, a ser concebido como la única “imagen de
Dios” (en contra de Gn 1,27) 65.
Finalmente, el problema más grave respecto al carácter “paternal” de Dios lo
plantea la reflexión (filosófica, teológica, artística, etc.) sobre la realidad del mal en el
mundo. Si Dios es Padre de todos los hombres, ¿cómo explicar que exista tanta pobreza,
soledad y desamparo entre sus hijos?; ¿qué decir, sobre todo, del “sufrimiento del
inocente”, esto es, del que no ha causado ningún mal, como es el caso de los niños? Detrás
de esta pregunta suele estar latente la siguiente alternativa: si Dios causa el mal o, pudiendo
evitarlo, lo permite, estaríamos ante un Dios “sádico” o al menos “cómplice del mal”.Si
Dios no puede evitar el mal, entonces estaríamos ante un Dios bueno pero “impotente” 66.
Este se hace aún más agudo con la enorme difusión que ha tenido en el pasado la
64
Basado en :TORRES QUEIRUGA,A., “Creo en Dios Padre”, Sal Terrae, Santander, 1986, pp.15-45,
73-149, GALLO,L., “El Dios de Jesús”, CCS, Madrid, 1992, pp. 7-32, 130-139, y BORNKAMM,G., pp.
130-135.
65
Que esta posibilidad de considerar imagen de Dios sólo al varón es muy real lo muestra la increíble
argumentación de San Pablo en 1 Cor 11,2-9
66
Es posible constatar que la mayoría de la gente prefiere la primera alternativa a la segunda: es más fácil
aceptar a un Dios Todopoderoso, que obra a veces el mal, que a un Dios bueno pero impotente.
55
“teoría de San Anselmo”, tan presente en la catequesis tradicional. Según ella, Dios Padre,
previendo el futuro pecador del hombre, envió a su Hijo al mundo para cancelar la deuda
que éste tenía con Dios por el pecado de Adán. El “pecado original” (y los pecados
personales que son consecuencias de él) constituía una ofensa a Dios tan grave que sólo el
“Dios-hombre” Jesucristo podía repararla. Mediante su sufrimiento, Jesús “dio
satisfacción” (pagó la deuda) en lugar de toda la humanidad.
2.4.2. La paternidad de Dios en el AT
Hay que descartar la idea de que Jesús ha sido el primero en la historia de las
religiones en llamar a Dios “Padre” y en hacer de la filiación de los hombres a Él el centro
de su mensaje. La idea de la paternidad de Dios es corriente, con muchas variantes, en
múltiples religiones. Así, en las religiones míticas, como en la religión griega, por ejemplo,
Zeus es “padre” de una familia de dioses.
Volveremos a encontrar esta idea, en términos filosóficos, entre los estoicos; para
ellos la divinidad es el padre del cosmos y los hombres son sus hijos; éstos pueden estar
seguros de su asistencia y providencia.
En el AT, Dios es llamado Padre en un sentido muy distinto. De partida, llama la
atención la escasez de textos que hablan de Dios en estos términos (menos de 20).
Pareciera ser que se trató de evitar a toda costa la confusión con los mitos cananeos y sus
dioses de la fecundidad. No encontramos aquí la idea de una descendencia física de los
dioses, semidioses y héroes a partir de un padre divino (religión griega), ni la de una
filiación divina común a todos los hombres por estar dotados de razón (filosofía estoica).
Por eso, la paternidad de Dios se revela en un “hecho histórico”: la salida de
Egipto; y designa la relación exclusiva que ha supuesto la elección de Israel por parte de
Yahveh. Por eso, el pueblo en su conjunto es llamado “hijo primogénito” de Dios (Ex
4,22-23) y Yahveh el Padre de Israel (Jer 31,9).
En época de la monarquía, el rey es considerado hijo de Dios en un sentido
privilegiado, y eso desde la antigua promesa hecha a Natán, que se refería al futuro de la
dinastía (“casa”) de David: “Yo seré su Padre y él será mi hijo” (2 Sam 7,14; Sal 89,27-38).
Lo mismo pasa con el texto que cita a menudo el NT aplicándolo al mesías prometido: “Tú
eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). No se trata, en este último caso, de un
nacimiento milagroso sino de la entronización de un nuevo rey israelita “en nombre” de
Yahveh.
En el Judaísmo la idea de paternidad divina y de filiación se aplica a los “justos”
(particularmente a los mártires), como consuelo y promesa para los que obedecen los
mandamientos de Dios (Eclo 4,10; Sab 2,16-20).
2.4.3. La paternidad de Dios en el Jesús
La utilización por parte de Jesús del término “Padre” para designar a Dios no
introduce, pues, una nueva idea de Él. Sin embargo, manifiesta ciertas características que
56
están estrechamente ligadas al conjunto de su mensaje. Así, la relación padre-hijo no se
aplica nunca al pueblo; no se refiere a la nación y a su origen como una garantía de
salvación. Tampoco, es un privilegio reservado a los hombres piadosos. Por el contrario,
para Jesús, Dios es el Padre “de los malos como de los buenos, de los justos como de los
injustos” (Mt 5,45; 21;28-32). Lo que funda la exigencia: “Amen a sus enemigos y ruegen
por los que los persiguen, para que sean ustedes hijos de su Padre Celestial ... Sean
perfectos como es su Padre Celestial (Mt 5,44-48).
Jesús proclama una presencia inmediata de Dios en le cuidado de sus hijos que
se pone de relieve en las palabras siguientes: “Ningún pajarillo caerá en tierra sin el
consentimiento del Padre de ustedes. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza
están todos contados” (Mt 10,29-30). “No anden ustedes preocupados por su vida, qué
comerán, ni por su cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo: no siembran ni cosechan, ni recogen
en graneros: y el Padre celestial de ustedes las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?
(...) Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todas esas cosas se les darán por
añadidura” (Mt 6,25-33). “Su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de pedírselo” (Mt
6,8) 67.
El modo de ser de Dios como Padre se muestra sobre todo en su conducta para
con los pecadores, como se expresa de modo incomparable en la “parábola del hijo
pródigo” (Lc 15,11-32). Presento a continuación un breve comentario:
15,11-13: “(11)Dijo Jesús: Un hombre tenía dos hijos; (12) y el menor de ellos dijo al
padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde’. Y él les repartió la
herencia. (13) Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país
lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.”
La figura central del relato es siempre el padre. Él permite a su hijo más joven que
se marche libremente, a pesar de haberle exigido su parte de la herencia y de haberlo
tratado, por consiguiente, como si ya estuviera muerto.
15,14-16: “(14) Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y
comenzó a pasar necesidad. (15) Entonces fue y acordó con uno de los ciudadanos de
aquel país, que le envió a sus tierras a pastorear cerdos. (16) Y deseaba llenar su vientre
con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.”
El hijo menor ha caído en lo más bajo: no sólo pasa hambre sino que trabaja al
servicio de un extranjero cuidando cerdos (¡el animal impuro por excelencia!).
15,17-20: “(17)Y reflexionando en su interior, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre
tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! (18) Me levantaré,
iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado
67
La realidad parece desmentir de una manera brutal estas palabras; sin embargo, Jesús no promete que no
vayamos a pasar necesidad y persecuciones, y hasta padecer una muerte violenta en el servicio del Reino. Lo
que Él asegura es que, aún en el peor de los casos, todo lo que somos (nuestra identidad) será preservado y
llevado a plenitud por Dios.
57
hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. (20) Y levantándose, partió hacia su
padre.”
Contrariamente a lo que a menudo se ha dicho, una lectura atenta muestra que no se
trata de una “conversión” propiamente tal sino simplemente de la constatación de que se
encuentra en un “callejón sin salida”. El recuerdo del padre le hace pensar que no sólo
estaba bien allí sino que con lo que hizo ha perdido todos sus derechos de hijo.
Su regreso lleva una propuesta: no ser tratado como hijo sino como un jornalero
más. Le parece que eso es lo que corresponde a su conducta. En todo caso, significa una
enorme mejoría respecto de lo que está viviendo ahora.
15,21-24: “Estándo él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su
cuello y le besó efusivamente. (21) El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. (22) Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traigan
deprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los
pies. (23) Tráigan el ternero engordado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, (24)
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido
hallado’. Y comenzaron la fiesta.”
El padre no ha esperado dentro de su casa; ha visto a su hijo cuando se encontraba
todavía lejos. Le da lástima, se precipita a su encuentro, lo abraza y lo besa. No escucha su
explicación sino que, apresuradamente, le devuelve todos sus derechos de hijo (el anillo en
la mano) y organiza una fiesta 68.
15,25-30: “(25) Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa,
oyó la música y las danzas; (26) y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello. (27) Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado,
porque le ha recobrado sano’. (28) Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le
suplicaba. (29) Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de
cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis
amigos; (30) y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu fortuna con
prostitutas, has matado para él el ternero engordado!’”
Esta última parte, que relata el diálogo entre el padre y el hijo mayor, constituye una
parte esencial de la parábola. No es posible entender correctamente su sentido si es que se
omite.
Nuevamente es el padre quien toma la iniciativa; lleno de diligencia va a su
encuentro y lo invita a entrar. Sin embargo, el hijo no quiere hacerlo, invocando toda una
vida de obediencia a él. De pasada, se desentiende de su hermano (“ese hijo tuyo”). El
relato pone de manifiesto que no sólo el hijo menor desconocía el modo de ser de su padre
68
Contrariamente a lo que a veces se ha dicho, esta conducta no corresponde en absoluto a la que tendría un
padre judío (o actual) en una situación semejante. Más bien es esperable una solución intermedia entre la
misericordia y la justicia; algo así como: “me alegra que hayas vuelto, pero de ahora en adelante te ganas
duramente tu pan”.
58
sino también el mayor. Su relación con él era más cercana a la de un empleado con su jefe
que de un hijo con su padre.
15,31-32: “(31) Pero él le dijo: ‘Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; (32)
pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y
ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’”.
El padre sitúa la relación en su justo lugar: “Hijo, tu siemnpre estás conmigo y todo
lo que tengo es tuyo”. Con mucha delicadeza, le recuerda que el hijo menor es su hermano
(v. 32) y le reitera su invitación a la fiesta.
La parábola carece de final: ¿Entró el hijo menor a la fiesta? No lo sabemos.
Corresponde al oyente darle uno.
La parábola está dirigida a los escribas y fariseos, con el fin de ellos se identifiquen
con el hijo mayor 69. La descripción del menor recoge de modo genial la percepción que
tienen de los pecadores. Su reclamación ante Jesús es la de que no procede con justicia
(¡precisamente eso es lo que alega el mayor!). Sin embargo, para Dios Padre lo
verdaderamente prioritario es la recuperación de a los que están perdidos 70. La carencia de
final se vuelve pregunta: “Y tú, ¿estás dispuesto a entrar a la fiesta que Dios te ofrece como
Padre?”
En esta parábola se ve, más que en cualquier otro sitio, que hay que entender la
paternidad de Dios como un milagro y como una revelación que se produce ahora. El
Reinado de Dios como Padre “se ha acercado” (Mc 1,15).
Dicha cercanía se refleja en una expresión que Jesús escoge para dirigirse a Dios y
que a cualquier judío le parecería demasiado poco respetuosa: “Abbá” (Mc 14,36) 71, que
significa literalmente “papá”. Es la manera confiada y familiar de dirigirse un niño a su
padre. Nunca se utiliza en el lenguaje religioso. En boca de Jesús expresa la relación única
que existe entre Él y el Padre. Es significativo haya pasajes en que Jesús dice “mi Padre y
el Padre de ustedes”, pero en ningún sitio dice “nuestro Padre”. Sin embargo, esta
experiencia única es para Él algo a compartir, como se ve en la oración del Padrenuestro.
Una última consideración: El hecho de que Dios se haya puesto cerca como
Padre, no excluye su carácter de “Rey” que exige 72. No podría ser de otro modo, ya que
está en juego precisamente nuestra salvación. Es significativo que Jesús no elimine el
lenguaje relativo al castigo y recompensa (a pesar de su crítica a los fariseos); sin embargo,
hay que reparar en el uso del singular. No habla de “las recompensas” y “los castigos”,
69
Y no para que el auditor se identifique con el menor, tal como la utilizó posteriormente la Iglesia. La falta
enorme del menor hace difícil la identificación del creyente que se sabe pecador con él.
70
Lo que es más importante que la justicia, que de ningún modo es negada: la parábola es clara respecto de
que el menor obró mal y el mayor bien.
71
Presente también en las cartas de Pablo (Rm 8,15; Gal 4,6), que son los escritos más antiguos del Nuevo
Testamento (AT).
72
Por ejemplo, de juez que ha de venir (Mt 10,33; 16,27).
59
sino de “la recompensa” y “el castigo”. La primera, en el fondo, es Dios mismo y su Reino,
la segunda, quedarse al margen de Él; lo cual es, en último termino, un “autocastigo”.
2.4.4. Respondiendo a los problemas
Bajo esta nueva luz, retomemos los problemas formulados al principio.
¿Es la caracterización de Dios como Padre una simple proyección de la experiencia
que tenemos con nuestro propio padre? Ante esa posibilidad, el AT prohibe hacer
imágenes de Dios e incluso pronunciar su nombre. Son atisbos de lo que llamamos hoy
“teología negativa”: lo que se afirma de Dios, si bien depende de nuestros conocimientos
empíricos, acaba rompiendo la significación inicial, negando y superando sus límites, para
adquirir un sentido que en rigor sólo se puede aplicar a Dios 73.
¿Es Dios Padre un “competidor” del hombre, alguien que le impide llegar a la
“mayoría de edad” o ser autónomo? No es esa la experiencia de Jesucristo. La confianza de
Jesús, que brota de su relación con su Padre, no lo lleva a negar la dureza de la realidad
sino precisamente a enfrentarla en forma más radical. No hay nada de infantil en Jesús. Es
alguien capaz de romper con todo legalismo; totalmente “hombre para los demás”,
decididamente libre, hasta el punto enfrentar a los poderes político, militar y religioso 74.
El cuestionamento a la caracterización unilateral de Dios como “Padre” de la
teología feminista es plenamente legítimo. No hay duda de que la imagen de Dios en la
Biblia está influida por el machismo de la cultura hebrea. Sin embargo, a pesar de eso, Dios
Padre aparece también en el AT con rasgos maternales: aparece su “ternura” (Sal
103,13-14), su amor y perdón incondicional (Os 11,3.8-9), su conmoverse “hasta las
entrañas” (Os 11, Jer 31,20) 75, su consuelo como de una madre (Is 66,13). Por lo mismo, es
plenamente legítimo hablar de Dios como “Madre”.
Finalmente, en lo relativo al problema del mal, es necesario denunciar con claridad
la falsedad de la alternativa esbozada más arriba entre un Dios fuerte y malo, o bueno pero
débil. Dios es todopoderoso pero a la vez respetuoso de la creatura que ha formado. Su
73
Es la “analogía”, que es el lenguaje que se ocupa para hablar de Dios. Consta de 3 pasos: a) afirmación: por
ejemplo, yo afirmo “Dios es justo”, b) negación: debo corregir la afirmación, negándola: “sí, Dios es justo
pero no al modo en que los hombres somos justos”, y c) la eminencia: “Sólo Dios es completamente justo; es
más, Dios es la justicia misma, de la que la justicia humana es sólo un pálido y deformado reflejo” (ver
SESBOÜÉ,B., “Creer”, Paulinas, Madrid, 2001, pp. 72-73).
En esta misma línea, Jesús recomienda no llamar a nadie “padre” en esta tierra (Mt 23,9).
No se trata de una orden o norma jurídica (de hecho se trata de algo impracticable), sino de un llamado a
tomar conciencia de que sólo Dios es “Padre” en sentido estricto, y de que todos los otros no son sino un
reflejo débil de esa característica suya. Por lo mismo, se debe ser cauto a la hora de decir que una persona que
ha tenido una mala experiencia con su propio padre tenga una radical imposibilidad de conocer a Dios como
tal. A veces en la carencia humana de paternidad se puede vislumbrar otra más alta y firme.
74
San Pablo ha sacado las consecuencias de esa imagen de Dios para la vida cristiana: “No recibieron ustedes
un espíritu de esclavitud para volverse al miedo, sino un espíritu de hijos adoptivos, gracias al cual podemos
gritar: “¡Abbá, Padre!” (Rm 8,15).
75
“Rahamín” es una palabra hebrea que designa el seno materno.
60
modo de intervenir en el mundo es suscitando solidaridad y amor en la libertad humana,
potenciándola sin violentarla.
La revelación de Dios en el AT ha debido hacer un largo y difícil recorrido para ir
superando la imagen de un Dios que, junto con enviar el bien, también es causa del mal.
(sea como castigo o puesta a prueba) 76. Libros como el Eclesiastés y Job son testimonios de
esta dificultad. Es sólo con Jesucristo que ese proceso llega a plenitud.
Con Jesús, Dios aparece no sólo no enviando el mal sino como aquel que está de
parte del hombre y en contra del mal. En nombre del Padre, Jesús proclama su Reinado,
expulsa demonios, ofrece sin condiciones previas el amor y el perdón, va en busca de los
más marginados y alejados.
Y por eso entra en conflicto con las autoridades de Israel que, no sólo oprimen a los
más desvalidos, sino que lo hacen en nombre de Dios. A Aquel que manifiesta su ternura,
particularmente hacia el pobre y el marginado, que salva y perdona en donde todos
condenan, ¿cómo no iba a resultarle insufrible que lo hicieran aparecer asociado a la
opresión social, sacralizando el egoísmo de los hombres? ¿Cómo podía tolerar que las
víctimas de la injusticia humana fueran convertidas además en pecadores, es decir, en
supuestas víctimas de la justicia divina? Eso significaba la perversión más horrible del
rostro del Señor, una puñalada en el corazón mismo de su bondad, una negación demoníaca
de su santidad”.
Teorías como las de San Anselmo, esbozada más arriba, son un buen testimonio de
lo difícil que es para el ser humano aceptar a un Dios con estas características. Aún hoy,
expresiones como “si Dios te lo envía, será para tu bien”, o, “(ante la muerte de un ser
querido) Dios se lo llevó porque quería tenerlo a su lado”, y otras, son frecuentes, incluso
en las homilías y catequesis de Iglesia 77. Será sobre todo la Pascua de Jesús la que
iluminará plenamente lo que significa invocar a Dios como “Padre”.
Apéndice 1: comentario al “Padrenuestro” 78
Paternidad y realeza, cercanía y trascendencia de Dios se encuentran reunidas en la
principal oración cristiana, de la que presentamos a continuación un breve comentario:
El “Padrenuestro” nos ha llegado a través de dos versiones, la de Mateo y la de
Lucas. Los especialistas consideran que la segunda corresponde a lo dicho por Jesús; los
agregados del autor del primer evangelio buscan explicar sus palabras y adaptarlas para el
uso litúrgico 79. El texto es como sigue:
76
Recuérdese, por ejemplo, cuando uno de los hijos del sumo sacerdote, con la buena intención de que no se
cayera, echó mano al Arca y en castigo murió fulminado, porque el Arca era santa y no podía ser tocada (2
Sam 6,6-8).
77
Hemos explicado más arriba en qué sentido se puede hablar de castigo y recompensa en Dios.
78
El análisis que sigue está tomado de FITZMYER, J.A., “El Evangelio según Lucas”, Cristiandad, Madrid,
1987, tomo III, pp. 306 y ss. Se puede consultar también POUILLY,J. “Dios, nuestro Padre”, Verbo Divino
(Cuadernos Bíblicos, 68), Estella (Navarra), 1990, y VILLEGAS,B., “Comprender el Sermón de la Montaña”,
op. cit., pp. 89-95.
79
VILLEGAS,B. “El Dios de Jesucristo”, en Rev. Mensaje, Julio, 1987, pp. 252 (nota a pie de página nº 6)
61
Mt 6,9-15:
Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro
que (estás) en los cielos
sea santificado tu Nombre,
venga tu Reino,
hágase tu voluntad
como en (el) cielo
también en (la) tierra.
Nuestro pan cotidiano
dános(lo) hoy,
y perdónanos nuestras deudas
como también nosotros
hemos perdonado
a nuestros deudores.
Y no nos introduzcas en tentación
sino líbranos del Malo.
Lc 11, 2-4:
Les dijo:
"Cuando oréis, decid:
Padre,
sea santificado tu Nombre,
venga tu Reino.
Nuestro pan cotidiano
dános(lo) cada día,
y perdónandos nuestros pecados,
como también nosotros mismos
perdonamos
a todo el que nos debe.
Y no nos introduzcas en tentación.
Comenzamos comentando el texto lucano. Una primera mirada permite distinguir
dos partes: la primera (v. 2 b y c) contiene una invocación (“¡Padre!”) y dos peticiones que
se refieren a los “derechos de Dios”. La segunda (vv. 3-4) nos pone ante las necesidades del
hombre y contiene tres peticiones.
Veamos la primera parte:
La invocación “Padre” equivale al arameo “Abbá”, que tiene el sentido visto más
arriba. Jesús enseña (y autoriza) a sus discípulos a dirigirse a Dios con este término, con la
connotación de familiaridad y confianza con que Él lo utiliza.
La primera petición se refiere al “nombre” de Dios. Éste es Dios mismo en cuanto
“expresado”. La comunidad está pidiendo a Dios que manifieste esa cualidad de su ser que
es la “santidad” 80. Según el AT, Dios mismo se encargará de que “su nombre sea
santificado”:
“Por eso, di a los israelitas: Esto dice el Señor Yahveh: ‘No hago esto por ustedes, pueblo
de Israel, sino por mi santo nombre que ustedes han profanado en medio de las naciones
adonde fueron. Haré que sea reconocida la grandeza de mi nombre, que ustedes profanaron
entre las naciones (...) Los tomaré de entre todas las naciones donde están, los recogeré de
todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y los purificaré de todas
sus impurezas e idolatrías. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; les
arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en
80
“Sea santificado” es un “pasivo divino”. Como se ha visto más arriba, Jesús utiliza la voz pasiva para evitar
nombrar a Dios. La expresión equivale a decir “santifica tu nombre”.
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ustedes y haré que vivan según mis mandamientos, observando y cumpliendo mis leyes.
Vivirán en la tierra que di a sus antepasados; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (cf
Ezq 36,22-28).
A la luz de este texto, la Comunidad debe dirigirse a Dios con plena conciencia de
su santidad, de su carácter de absoluto, de su plenitud. Le solicita que dicha santidad se
manifieste en sus acciones salvadoras en beneficio de ella y de los hombres.
La segunda petición, está estrechamente vinculada con la anterior. Los discípulos
deben aceptar y pedir que Dios gobierne efectivamente en sus vidas y en el mundo, y que
ese soberanía llegue pronto a plenitud con la Parusía.
La segunda parte, hemos dicho se refiere a las necesidades de los discípulos. La
Comunidad depende esencialmente del Padre y por eso le pide que reconozca y provea a
sus necesidades básicas cotidianas. Debe hacerlo con la confianza inquiebrantable de que
su súplica será escuchada.
La primera petición se refiere a la necesidad del sustento material (“pan” aquí
tiene el mismo sentido que entre nosotros, el que usamos en expresiones como “ganarse el
pan”). La frase en griego es muy extraña en el lenguaje bíblico; sobre todo el término
“epiúsion”, cuyo sentido puede ser:
- el pan necesario para la existencia, esencial o sustancial;
- el pan para el día presente, para hoy o cotidiano;
- el pan para el día que viene, el día siguiente 81.
Implícitamente está presente aquí la experiencia del maná (Ex 16,4), con el que
Dios proveía a su pueblo.
La segunda petición se refiere al perdón. No se puede comprender la frase como
si el perdón dado por el discípulo fuera condición indispensable para obtener el de Dios.
Hemos visto que, precisamente, Él acoge al pecador sin ningún tipo de exigencia previa.
Debe entenderse más bien como que el perdón recibido de Dios debe llevar a perdonar al
hermano y que, no hacer esto último, es “cerrar la puerta”o bloquear la acción del primero.
Lucas ha modificado el texto de Jesús cambiando “deudas” por “pecados”. La razón
del cambio es que en arameo, “deudas” tiene el sentido amplio de “pecados”, en cambio en
el griego designa sólo lo económico 82.
Tercera petición. La palabra “peirasmós” puede ser traducida tanto por
“tentación”, como por “prueba”. Se trata aquí de la tentación 83 o prueba fundamental
de perder la fe y confianza en Dios como Padre. Se han propuesto tres posibilidades de
traducción de esta frase, que es muy compleja:
81
El pan se hacía en la tarde del día anterior.
El arameo es la legua de Jesús, en cambio Lucas escribe en griego.
83
¡Y no “las tentaciones”! No son las pequeñas (o incluso grandes) tentaciones de todos los días.
82
63
a) “No nos pongas a prueba (o no nos tientes). Esta traducción presupone la
afirmación de que Dios tienta o pone a prueba. Hemos visto que esta concepción es
contraria al mensaje de Jesús 84. Esta posibilidad debe, por lo tanto, ser descartada.
b) “No nos hagas entrar en la tentación (o en la prueba)” Se trataría de que Dios
evitara a los cristianos la tentación, o, al menos, aquella que no se está en condiciones de
resistir.
c) “No nos hagas caer en tentación (o sucumbir en la prueba). Aquí no ser trata
de que Dios evite la prueba sino de que ayude a sus hijos a enfrentarla exitosamente, a
vencer la tentación. Esta última postura pareciera ser la más acorde con el resto del NT.
Veamos a continuación los agregados que realiza Mateo a la oración de Jesús 85.
En la invocación agrega “nuestro” dándole a la oración un carácter de plegaria
comunitaria o litúrgica. La frase“que estás en los cielos” corresponde al lenguaje judío de
la época consagrado en la sinagoga. Mateo quiere decir que el “Padre” invocado por los
cristianos no es otro que el Dios del Judaísmo (al cual él ha sido infiel). La expresión “en
los cielos” señala también la diferencia con el padre terreno.
“Hágase tu voluntad como en el cielo también en la tierra”. Este agregado
simplemente explicita que desear la venida del Reinado de Dios implica querer que se haga
su voluntad contribuyendo activamente a ello. El énfasis en la actuación del cristiano es un
rasgo típico del evangelio de Mateo.
“Líbranos del Maligno (o del mal)”. Se discute si el término “ponerú” debe
entenderse en sentido masculino (“el malo”) o neutro (“mal”). Esta petición no agrega una
nueva idea a la de “no nos hagas caer en tentación”, ya que el Maligno es por definición el
tentador (y el mal la tentación fundamental de perder la fe).
84
Un texto del NT lo expresa magistralmente: “Ninguno cuando sea probado diga: ‘Es Dios quien me
prueba’; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada uno es probado, arrastrado y
seducido por su propia concupiscencia (deseo egoísta). Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a
luz al pecado (...)” (Stgo 1,13-15). Sin embargo esta postura no siempre es segida por los otros autores del
NT, como puede apreciarse en Heb 12,5-13.
85
Basado en LUZ,U., “El Evangelio según san Mateo”, Sígueme, Salamanca, 1993, vol. I, pp. 465-497.
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3. DISCÍPULOS DE JESÚS 86
3.1. Ser discípulo
Un signo fundamental del Reinado de Dios fue la Comunidad de discípulos que
Jesús fundó. “Seguimiento” y “discipulado” son palabras que nos remiten a una experiencia
que era corriente en la época: la de los seguidores de los maestros de la Ley. En efecto,
los escribas tenían discípulos que aprendían de ellos lo relativo al conocimiento de la Torah
viviendo con el maestro y sirviéndolo mientras duraba el tiempo de la formación. Una vez
aprendido lo necesario, pasaban a su vez a ser maestros.
Jesús fue considerado como tal por la gente y, aceptó ser llamado así (Lc 10,25).
Sus discípulos también aprendieron de Él siguiéndolo de pueblo en pueblo. Sin embargo,
las diferencias con los otros escribas fueron importantes. He aquí algunas de ellas:
- Jesús escoge a sus discípulos, tomando por lo tanto la iniciativa; en cambio los
seguidores de los escribas elegían ellos a su maestro;
- Jesús no les enseña la Ley sino lo relativo a la cercanía del Reinado de Dios y su
práctica;
- el discípulo debe dejar su familia, su medio social y su oficio para seguir a Jesús;
- la condición de discípulo es permanente, esto es, nunca se llega a ser maestro.
No todos los que adhieren a Jesús llegan a ser discípulos. Jesús no considera como
tal a la gente, que a menudo lo sigue de un lado para otro.
En los evangelios encontramos, además, a un grupo de discípulos en un sentido
amplio formado por simpatizantes que aceptaban y apoyaban su proyecto sin abandonar su
casa ni sus ocupaciones cotidianas. No fueron considerados por Jesús inferiores a los
discípulos propiamente tales. Ellos acogían a Jesús y sus discípulos, y vivían de acuerdo a
sus enseñanzas. A este grupo pertenecieron publicanos como Zaqueo (Lc 19,1-10),
miembros del Sanedrín como José de Arimatea (Mc 15,42-47) o la familia de Marta, María
y Lázaro, que los recibían en Betania cuando iban a Jerusalén (Jn 12,1-8; Lc 10,39-42).
Formaron una red de familias vinculadas al movimiento de Jesús que fue muy importante
para la expansión de su mensaje y su forma de vida en Palestina durante la primera
generación cristiana.
De entre los discípulos propiamente tales hay que distinguir el grupo de los Doce
y los otros también llamados por Jesús, de entre los cuales se encuentran Natanael (Jn
1,45-51), José y Matías, mencionados en Hch 1,21-22, y algunas mujeres que lo siguieron
no sólo en Galilea, sino también en Jerusalén 87.
86
Basado en BORNKAMM, op. cit., pp. 151-159, y GUIJARRO,S. “Jesús y sus discípulos”, en revista
Reseña Bíblica, nº 36, Verbo Divino, Estella, 2002, pp. 5-12. Para complementar se puede leer todo el nº 36
de Reseña Bíblica, recién citado dedicado a “Los discípulos de Jesús”.
87
María Magdalena, Juana y Susana, en Lc 8,1-3; María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé,
según Mc 15,40-41.
65
Lo que sigue será una presentación de las características del discipulado en sentido
estricto. No siempre es fácil hacer una reconstrucción histórica fiel, ya que las comunidades
eclesiales de la primera y segunda generación consideraron como modelo de toda vida
cristiana a la comunidad de discípulos de Jesús, y aplicaron a sí mismas las enseñanzas del
Maestro, modificándolas para hacerlas actuales 88.
Dado que la inmensa mayoría de los cristianos vive su condición de tal en medio de
su familia y oficio, en notas a pie de página daré algunas pistas de actualización de algunos
de los elementos propios del discipulado propiamente tal.
3.2. El llamado
En los evangelios se llega a ser discípulo de Jesús por un llamado que es iniciativa
de Él y no de la libre elección de quien se siente particularmente atraído por Él. Los relatos
subrayan tanto este aspecto que dejan fuera todo los demás, como se puede ver en los
siguientes pasajes:
Mc 1,16-20 (El llamado a los cuatro primeros discípulos):
“Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las
redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ‘Vengan conmigo, y les haré llegar a
ser pescadores de hombres’. Al instante, dejando las redes, le siguieron.
Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan;
estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a
su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él”.
Mc 3,13-19 (Llamado a los Doce):
“Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que
estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó
a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el
hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a
Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el
Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó”.
Jn 1,35-51 (Segunda versión del llamado a los cuatro primeros discípulos):
“Al día siguiente, Juan (Bautista) se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.
Fijándose en Jesús que pasaba, dice: ‘He ahí el Cordero de Dios.’ Los dos discípulos le
oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice:
‘¿Qué buscan ustedes?’ Ellos le respondieron: ‘Rabbí - que quiere decir, ‘Maestro’ ¿dónde vives?’ Les respondió: ‘Vengan y lo verán.’ Fueron, pues, vieron dónde vivía y se
quedaron con él aquel día. Eran más o menos las cuatro de la tarde. Andrés, el hermano de
Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se
encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: ‘Hemos encontrado al Mesías’
88
Las palabras “seguidor” o “discípulos” son aplicadas a todo creyente en Jesús.
66
-que quiere decir, Cristo-. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú
eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’ -que quiere decir, ‘Piedra’. Al día
siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: ‘Sígueme.’
Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y
le dice: ‘Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos
encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.’ Le respondió Natanael: ‘¿De Nazaret
puede haber cosa buena?’ Le dice Felipe: ‘Ven y lo verás.’ Vio Jesús que se acercaba
Natanael y dijo de él: ‘Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.’(...) 89.
Como puede apreciarse, los textos se abtienen de describir, como habría hecho
cualquier historiador, el contexto en el cual son llamados, la historia previa con Jesús y la
preparación psicológica de Simón, Andrés, Santiago, Juan, y Felipe. No manifiestan el
menor interés por su heroica decisión. Lo esencial es la palabra del maestro que llama:
“¡Vengan conmigo!” 90.
3.3. Dejarlo todo para vivir con Jesús
En contra de lo que se suele pensar, Jesús no eligió a los pobres y menos dotados,
sino a aquellos que podían ayudarle en la tarea de anunciar y hacer presente el Reinado de
Dios. Los discípulos de los que sabemos algo tenían buena posición social, tenían un oficio
(Pedro, Andrés y Leví) e incluso pertenecían a una familia de propietarios (Santiago y
Juan).
La llamada de Jesús les exigió un cambio de vida radical: tuvieron que dejar todo:
familia, oficio, amigos, insersión social. Lo subraya el texto citado más arriba: “Al instante,
dejando las redes, le siguieron” 91. Jesús insiste en que esta exigencia debe tomarse en serio:
“Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nido; pero el Hijo del Hombre no tiene
dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20).
En el mismo sentido, una parábola pone en guardia a los que están dispuestos a
seguir a Jesús sin haberlo reflexionado suficientemente:
“Porque, ¿quién de ustedes, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los
gastos y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no
89
Según este último texto, el llamado a Simón, Andrés y Felipe ocurre en Judea y durante el ministerio de
Juan Bautista; en cambio Mc lo sitúa en Galilea en torno al lago. Es probable que Jesús los haya conocido
siendo discípulo de Juan y que después se haya reencontrado con ellos en Galilea al comienzo de vida
pública.
90
“Pablo, siervo de Cristo Jesús, (...) a todos los amados de Dios, ustedes que están en Roma, santos por
vocación, a ustedes gracia y paz” (Rm 1,1.7). Así comienzan muchas de las cartas de Pablo, aludiendo al
llamado o vocación que han recibido todos los cristianos (o “santos”). No hay vida cristiana sin vocación, sin
haber sido llamado por Jesús en un acontecimiento y momento preciso de la propia vida, a través de uno o
más miembros de una comunidad cristiana. Dicho llamado es completamente gratuito: no está motivado por
la propia capacidad o condición social. La elección que ello supone no es para quedarse gozando de la
experiencia del Señor; siempre es en beneficio de otros, para que finalmente todos puedan conocer y
experimentar a Jesucristo
91
Sin embargo, es probable que tanto la respuesta a Jesús como las renuncias que ella implicaba se fueron
dando de forma paulatina.
67
pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él diciendo: ‘Éste
comenzó a edificar y no pudo terminar’ (...) Pues de igual manera, cualquiera de ustedes
que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” (Lc 14,28-30.33) 92.
El seguimiento de Jesús, a diferencia de otras formas de discipulado de aquella
época, implicaba la convivencia continuada, porque los discípulos no sólo tenían que
aprender unas enseñanzas, sino que debían ser testigos de unas acciones en que se realizaba
lo anunciado por Jesús.
3.4. En servicio al Reino
La renuncia a los bienes, la familia y el oficio están al servicio de la misión que
corresponde a los discípulos. En el texto de Mc citado más arriba esa tarea se expresa con
una frase más bien desconcertante: “Yo haré de ustedes pescadores de hombres” (Mc 1,17;
Lc 5,10).
En otro texto significativo la misión de los discípulos es expresada con otro oficio,
el de jornalero:
“Y al ver la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos,
como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: ‘la cosecha es mucha y
los jornaleros son pocos. Ruegen pues al Dueño de la cosecha que envíe jornaleros a su
cosecha’” (Mt 9,36-38)
En ambos pasajes se expresa la urgencia de la misión. Jesús la concibió no como un
quehacer organizado y estable, sino como uno temporal que se realiza en servicio de otros.
Las imágenes de la siega (Mt 13,24-70) y la pesca (Mc 1,17) tienen connotación
escatológica. Es una misión urgente en consonancia con el “kairós” de la cercanía del
Reinado de Dios.
92
Hemos visto más arriba que desde el comienzo del ministerio de Jesús existen también personas que
adhieren a Jesús en medio de su familia, pueblo y oficio y que éstos no son considerados por Jesús inferiores
a los discípulos propiamente tales. Actualmente la mayoría de los cristianos está en esta situación. Sin
embargo, aunque de un modo más amplio e indirecto, la renuncia a los bienes, a las personas y a un proyecto
personal de vida sigue vigente. Al tratar el tema de la voluntad de Dios, afirmábamos que todo lo que la
persona es y tiene debe estar al servicio de Jesús, lo que se traduce en la donación de nuestra vida a los que
necesitan de nosotros. De modo negativo, nada puede ocupar el lugar central que corresponde sólo a Dios, ni
siquiera la propia pareja o familia (conforme al “primer mandamiento”); de un modo positivo, todo debe estar
al servicio de la causa del evangelio. La pregunta es, por lo tanto, de qué modo quiero servir a Jesús, ¿soltero
o casado?, ¿en que profesión u oficio?, ¿en qué lugar de trabajo?, etc. Por supuesto, que las propias
inclinaciones, aptitudes, gustos y necesidades (de entre las que están las económicas) deben ser tomadas en
cuenta en una decisión de este tipo, pero la mirada debe estar centrada siempre en el servicio a los demás.
En cierto sentido, la vida del cristiano es siempre itinerante. Tiene conciencia de que “este mundo”
es el que va a ser renovado por Dios; sin embargo, aún ese futuro no ha llegado y debe tener respecto de las
personas y de las cosas una actitud de desprendimiento. Un desapego que no es indiferencia (porque a este
mundo es al que el cristiano está llamado a servir) ni incapacidad de gozar (Jesús mismo es llamado comilón
y borracho, amigo de publicanos y protitutas, por los “ascetas” de la época: Lc 7,33-34) sino un renunciar a
“instalarse” en un determinado momento, situación o lugar como si ahí estuviera lo definitivo.
68
Los discípulos no sólo son testigos de cómo Jesús hace presente el Reinado de Dios
mediante sus milagros, actitudes y palabras, sino que ellos mismos son enviados a
misionar. En Mt 10,1-15 se nos narra este hecho:
“A estos Doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones:
‘No tomen el camino de los gentiles ni entren en ciudad de samaritanos; diríjanse a más
bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los
Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, purifiquen leprosos, expulsen
demonios. Gratis lo recibieron; entréguenlo gratis. No lleven oro ni plata ni dinero en el
bolsillo; ni morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón; porque el obrero
tiene derecho a su sustento.
Cuando lleguen a cualquier pueblo, averiguen quién hay en él digno de recibirlos y
quédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar en la casa, saluden, y si lo merecen, la
paz de su saludo permanecerá con ellos; si no, regresará a ustedes. Si no los reciben ni
escuchan su mensaje, salgan de esa casa o de ese pueblo y sacúdanse el polvo de sus pies.
Les aseguro que el día del juicio será más llevadero para Sodoma y Gomorra que para ese
pueblo’”.
Puede apreciarse en el texto la misión de los discípulos: anunciar la cercanía del
Reinado de Dios mediante acciones (en este caso, milagros) y palabras. Comunican, por
lo tanto, no sólo un mensaje, sino también la “fuerza” del Reino, su capacidad sanadora que
acarrea “paz”. Deben vivir de la hospitalidad de aquellos que reciben el anuncio 93; y tienen
derecho a eso por el servicio que prestan. Llama la atención la referencia al castigo que
recibirán los que no acojan el mensaje. Esto requiere de una explicación más detenida.
Debe tenerse en cuenta la situación histórica: la predicación es en las ciudades de Galilea,
algunas de las cuales han sido visitadas por Jesús, otras han oído hablar de sus signos 94.
Los milagros obrados por los discípulos deben ser suficientes para creer. El rechazo en este
caso es una muestra de lo que Jesús llama la “dureza de corazón”, esto es, la decisión
consciente y libre de “cerrarle la puerta” a Dios. El castigo mencionado es más bien un
“autocastigo”: el automarginarse de la salvación, de la gran oportunidad de plenitud
ofrecida por Dios 95.
Respecto de los destinatarios de la misión, Jesús pensó sobre todo en el
cumplimiento de las promesas hechas por Dios a Israel, y por lo tanto, su actuación quedó
circunscrita a los límites de su pueblo. Esta perspectiva se deja traslucir en la constitución
de los Doce, que alude a las doce tribus y significa la restauración del Pueblo Elegido. Al
interior del mismo, los destinatarios preferenciales fueron los sectores más marginados de
la sociedad, como se ha visto en el capítulo anterior.
La misión se fue realizada no sólo mediante la palabra y las señales milagrosas, sino
también por un estilo de vida y de relaciones humanas, acordes con un conocimiento
93
Posible sólo en una sociedad campesina como la de Palestina; cuando san Pablo evangeliza en las grandes
ciudades nunca utiliza una estrategia de este tipo.
94
Y han recibido la preparación del AT.
95
Jesús utiliza las representaciones de castigo propias de la época.
69
cada vez más profundo del Maestro. La comunidad de los discípulos fue llamada por Jesús
a constituir una especie de “anticipación” del Reinado de Dios futuro; esto es, la nueva
familia escatológica (3,31-35; 10,28-30), del Israel definitivo (los Doce que aluden a la 12
tribus), en donde Dios comienza a reinar ya, perdonando los pecados y ofreciendo una
nueva relación con Él, filial, y entre sus miembros, fraternal. Por ese motivo, los discípulos
deben vivir una actitud de servicio y de renuncia a la ambición de poder en la comunidad
(9,34); deben también relativizar todo tipo de bienes y saber abandonarlos en función del
Reino (10,17-31); deben hacerse niños, en su modo de recibir el amor del Padre (10,15) 96.
3.5. Corriendo los mismos riesgos del Maestro
Esta misión la ponen en práctica el discípulos corriendo los mismos riesgos a que se
vio expuesto el Maestro. No se debe esperar tener una mejor suerte:
“No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le
basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de casa le han
llamado Beelzebul (=Demonio), ¡cuánto más a los de su familia!” (Mt 10,24-25).
Lo que Jesús quiere decir aquí es que no se puede pretender ingenuamente ser fiel a
la misión y a la vez ser aceptado por todo el mundo. Ella siempre acarrea conflicto.
“Si alguno quiere seguirme, niégese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien
quiera salvar su vida, la perderá; pero quién pierda su vida y por el Evangelio, la salvará.
Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8,34-36).
Quien sigue a Jesús debe contar incluso con la posibilidad del martirio. Négarse a sí
mismo no significa aquí la auto-anulación de la propia personalidad sino la capacidad de
vencer el “instinto de supervivencia” y el egoísmo, tan fuerte en todos los seres humanos.
La entrega que Jesús pide se hace en virtud de la vida, de la felicidad, de la plenitud. No es
una renuncia masoquista. La Iglesia ha rechazado siempre a los que buscan el martirio por
el martirio. No se trata de ir tras la muerte sino de no evitarla a costa de la fidelidad a Jesús
97
.
96
¿Qué vigencia actual tienen estas palabras de Jesús? La misión de la Iglesia, que busca continuar la de
Jesucristo, tiene dos aspectos, complementarios e inseparables:
- el de la “evangelización”, mediante la cual se anuncia explícitamente a Cristo y su
mensaje, y que corresponde a las “palabras” de Jesús, y
- el del “servicio”, que es la realización del mensaje de Jesús en todos los aspectos de la vida
humana, personal y social, y que se inspira en las “acciones” de Jesús.
La evangelización corresponde a toda la Iglesia, pero particularmente a sacerdotes y
religiosos; el servicio, en cambio, a toda la Iglesia, pero sobre todo a los laicos. Estos últimos hacen presente a
Dios, nosólo en sus familias, sino también en sus puestos de trabajo y en la acción política. En la mayoría de
los casos no se trata de un anuncio explícito sino simplemente de una acción que busca hacer más humanas
las condiciones de vida de la gente y que, por lo mismo, corresponde a la voluntad de Dios.
La misión de la Iglesia perderá toda credibilidad si no va acompañado de un estilo de vida y
de relaciones humanas en la línea de lo dicho arriba. Este nuevo modo de ser no va a tener mucho alcance si
no modifica también la forma de organización institucional eclesial, ya que ésta condiciona en forma muy
radical las actuaciones de los individuos.
97
Jesús se refiere aquí a discípulos en sentido estricto; sin embargo, de un modo o de otro, el ser humano
debe hacer la experiencia de la muerte y Jesús ofrece vivirla en la fe, como entrega de la propia vida a Dios y
70
3.6. En medio de una gran fragilidad personal
Las exigencias anteriores pueden parecer imposibles de cumplir y producir
desaliento y deseos de evitarlas. Eso mismo le pasó a los discípulos de Jesús. La imagen
que ofrecen los evangelios de ellos no es para nada idealizadora. A menudo no comprenden
a Jesús (Mc 8,31-33), fallan en su fe (Mt 14,29-33), anhelan el poder (Mt 20,20-28), hasta
los tres discípulos más íntimos no consiguen velar con su maestro orando en el huerto de
Getsemaní y se duermen (Mc 14,32-42), Pedro reniega al Señor (Mc 14,66-72) y Judas lo
traiciona (Mc 14,43-46). Cuando el Maestro es apresado, todos ellos huyen (Mc 14,50). Y
sin embargo, Jesús nunca se retracta de su elección; por el contrario, es a ellos a los que se
dirige después de su resurrección para volver a enviarlos.
3.7. Experimentando desde ya la felicidad del Reino futuro
“Pedro se puso a decirle: ‘Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido’.
Jesús dijo: ‘Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre,
hijos o tierras por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al
presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones; y en el
mundo venidero, vida eterna” (Mc 10,28-31).
El testimonio de los misioneros cristianos de todos los tiempos avala esta palabra:
después de dejar familia, profesión y patria, llegan a tener relaciones humanas mucho más
profundas en los países donde han misionado, aún en medio de incomprensiones y
persecuciones. Comienzan a vivir desde ya la promesa de un mundo futuro sin conflictos,
pobrezas y opresiones.
a los demás. La forma suprema de la entrega de la vida es el martirio; sin embargo, no es la única: a veces es
necesario pasar por situaciones durísimas por fidelidad al Maestro y a nosotros mismos. Vividas con Jesús, en
la fe, esas situaciones nos hacen crecer y terminan siendo fuente de plenitud.
71
4. LA PASCUA DE JESÚS
Por “Pascua” entendemos aquí el “paso” de la muerte a la vida que se da en Jesús.
Se trata del acontecimiento central de su existencia. Él no sólo anuncia el Reinado de Dios
a través de palabras y signos milagrosos, sino que lo hace presente fundamentalmente a
través de la entrega de su propia vida. Por eso la Pascua pasará a ser el principal signo del
Reinado de Dios. No es extraño, entonces, que los primeros cristianos y sobre todo Pablo,
vieran en la muerte y resurrección de Jesús (y en toda su persona) lo central del
“Evangelio”.
4.1 LA MUERTE DE JESÚS 98
4.1.1. Introducción
La muerte de Jesús fue consecuencia de su vida: sus palabras, acciones y
actitudes le valieron la condena por parte de las autoridades y de los principales grupos
judíos.
Esta conexión entre muerte y vida, y las causas históricas de la ejecución de Jesús
han estado ausentes de la reflexión teológica y de la enseñanza catequética de muchos
siglos. Esto ha sucedido porque se ha concebido la pasión como el fruto de un plan de Dios
de tipo determinista que ha previsto tanto el pecado humano, como el envío del Redentor.
En la parte correspondiente a la paternidad de Dios hemos aludido a la teoría de
San Anselmo, que buscaba explicar el porqué de la encarnación. En líneas generales, su
respuesta era que Dios, que conocía desde la eternidad el futuro pecador del hombre, habría
establecido que el Salvador tuviera que morir en la cruz para reparar la ofensa inferida a su
infinita majestad. Así, con su sangre, Jesús “dio satisfacción” (o sea, canceló la “deuda”) a
la justicia divina y volvió a abrir las puertas del cielo.
Hemos visto que esta explicación tiene graves consecuencias en la imagen de Dios
como Padre. ¿Qué padre humano exigiría la sangre de su hijo como reparación de una
ofensa, por muy grave que sea? En el punto que ahora nos ocupa, esta explicación encubre
las razones históricas de la muerte de Jesús y termina culpando de ella a Dios.
La idea de un plan divino inexorable que conduce a la pasión se ve aparentemente
reforzada por los evangelios. En efecto, si leemos el de Juan, vemos que en él Jesús no va
a la pasión como víctima sino libremente: la recibe del Padre como don (13,31; 17,1),
constituye una “glorificación” (12,22). Jesús va resuelto hacia la muerte como un monarca
que sabe todo lo que va a pasar (12,20-36; 13,1.31-32). Ya no hay enigma: todo es
revelación.
98
Basado en GONZÁLEZ FAUS, J.I., “La Humanidad Nueva”, Sal Terrae, Santander, 1982, pp. 115-136.
GONZÁLEZ FAUS, J.I., “Acceso a Jesús”, Sígueme, Salamanca, 1983, pp. 75-85, KASPER,W., op. cit.,
138-150, GALLO,L., “Jesús de Nazaret”, CCS, Madrid, 1992, pp. 91-102. Puede complementarse esta
presentación con GONZÁLEZ DE CARDEDAL,O. op. cit., pp. 79-123.
72
Basándose en este evangelio, muchos cristianos han concebido la pasión como una
especie de comedia, en la que Jesús sabe todo lo que va a pasar, y representa un papel que
no coincide con lo que está viviendo íntimamente. El dolor de Jesús se reduce, entonces, al
aspecto puramente físico, y se consolida la separación entre su muerte y su vida.
Parecen contradecir esta visión algunos detalles del evangelio de Marcos 99:
- La huida y desconcierto de los discípulos (Mc 14,50), que no se explica si han
sabido de antemano que Jesús iba a morir, de acuerdo a los tres anuncios consignados en
8,31; 9,31 y 10,33.
- Los detalles humillantes de la pasión (escupos, presentación como rey de pacotilla,
crucifixión desnudo,etc.).
- La “oración del huerto”, que nos muestra la angustia real que Jesús siente ante su
muerte (Mc 14,32-34).
- La frase final: “Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”(Mc 15,34)
que no se compagina con la actitud presentada por el evangelio de Juan.
Hemos aludido antes al hecho de que los evangelios no son libros de historia en
sentido moderno, sino “narraciones teológicas”. Esto significa que nos presentan
determinados hechos con una fidelidad histórica fundamental; pero, a la vez, procuran
detectar en ellos la acción de Dios y animar la fe de los cristianos. Al darse juntos
“narración” e “interpretación”, inevitablemente los acontecimientos se simplifican o se
deforman para dejar entrever su sentido profundo.
Esta característica nos obliga a distinguir los hechos históricos de las
interpretaciones de los primeros cristianos y de los evangelistas. Ello, no sólo nos
permitirá conocer mejor cómo vivió Jesús su muerte, sino también cómo la entendió la
Iglesia Primitiva.
4.1.2. Causas históricas de la muerte de Jesús 100
¿Por qué murió Jesús? ¿Qué motivo tuvieron sus acusadores para pedir su
condena a muerte? El punto central está en su modo de concebir el Reinado de Dios y,
sobre todo, al Dios del Reino. Jesús anunció a un Dios que es “Padre” y, por lo tanto,
combatió con tenacidad y valentía actitudes, relaciones y estructuras que de hecho negaban
esa paternidad.
a) Jesús cuestionó la religiosidad legalista de tipo farisaico
Si Dios es realmente un Padre, entonces el modo legalista de relacionarse con Él no
reconoce ese carácter. Cuando esa religiosidad se impone a los demás, se consigue hombres
que viven en el miedo, cansados y oprimidos por el yugo de la Ley (cf. Mt 11,28-30).
99
Aunque su visión teológica en este punto no es demasiado distinta a la de Juan: todo obedece a un plan
previo de Dios y Jesús parece saberlo todo.
100
Basado en GALLO,L., “Jesús de Nazaret”, op. cit., pp. 95-102.
73
Es muy esclarecedor al respecto el episodio de la curación del hombre con la mano
paralizada de Mc 3,1-6:
“Entró de nuevo en la sinagoga y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Lo
estaban asechando para ver si lo sanaba en sábado, y tener así un motivo para acusarlo.
Jesús dijo entonces al hombre de la mano paralizada: ‘ Levántate y ponte ahí en el medio’.
Y a ellos les preguntó: ‘¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal; salvar
una vida o destruirla?’ Ellos permanecieron callados. Mirándolos con indignación y
entristecido por la dureza de su corazón, dijo al hombre: ‘Extiende la mano’. Él la extendió,
y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se pusieron de acuerdo con
los herodianos para planear el modo de acabar con él”.
La práctica de Jesús fue una gran propuesta de cambiar todo un modo de ser, de
relacionarse, de estructurar la sociedad, que terminaba con los privilegios de aquellos
considerados sabios y justos en Israel: los escribas y fariseos.
b) Jesús comprendió de otro modo la distinción entre “pureza e impureza”
Es muy importante en esta causa el texto de Mc 7,1-23, que hemos visto antes.
Recordemos que Jesús realiza un desplazamiento de la distinción entre “puro e impuro”
hacia el “corazón” del hombre, en donde se da el amor y el desamor. Las normas de pureza
ocupaban un lugar central en el culto del Templo (y que los escribas y fariseos habían ido
aplicando en todos los aspectos de la vida cotidiana) y establecían una fuerte
discriminación.
Tenemos varios ejemplos en los evangelios en los que Jesús transgrede esta
norma:
En Mc 1,40-42, Jesús cura a un leproso y “le toca”, haciéndose impuro también él.
En el caso de la mujer con derrame de sangre (Mc 5,25-34) sucede algo parecido: esta vez
es una impura quien toca a Jesús contagiándolo de su impureza. Pero no por ello Jesús se
autolimita, y dice a la mujer: “vete en paz: tu fe te ha salvado”.
Jesús entra en contacto también con algunos paganos (impuros por excelencia),
como es el caso de una mujer cananea cuya hija cura (Mt 15,21-28) y a la que alaba su fe,
contraponiéndola a la débil y escasa de su pueblo (Mt 15,28; 8,10; 13,58).
c) Jesús purificó el Templo
Con el tiempo, el Templo de Jerusalén había ido perdiendo en gran medida su
sentido original de ser lugar de la presencia de Dios y símbolo de comunión, para
convertirse en sitio de marginación y discriminación. Estaba gestionado por las familias de
los sumos sacerdotes, que habían hecho de él una fuente de lucro personal. Había en él un
ruidoso comercio de animales para el sacrificio, en el patio “de los gentiles”.
74
Según los cuatro evangelios 101 Jesús atacó abiertamente este sistema que constituía
un insulto a Dios y a su Reinado. En el Templo, Yahveh aparecía como un dios de opresión
y de muerte en vez de ser el Señor de la libertad y de la vida:
“Cuando llegaron a Jerusalén Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que
vendían y compraban en el Templo. Tumbó las mesas de los que cambiaban dinero y los
puestos de los que vendían palomas, y no permitía que nadie pasara por el Templo llevando
cosas. Luego se puso a enseñar diciéndoles: ‘¿No está escrito: Mi casa será casa de
oración para todos los pueblos (Is 56,7)? Ustedes, sin embargo, la han convertido en cueva
de ladrones’.
Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley se enteraron y buscaban el modo de
acabar con Jesús, porque le tenían miedo, ya que toda la gente estaba asombrada de su
enseñanza” (Mc 11,15-18).
Se puede advertir también que, en el proceso en su contra, se acusa a Jesús de haber
hablado en contra del Templo (Mt 26,60-61; Mc 14,58).
d) Jesús criticó la idolatría de la riqueza y del poder.
No sabemos cuánto deben haber influido en las motivaciones de los acusadores de
Jesús sus críticas a la riqueza y al poder cuando éstas ocupan el lugar de Dios.
En cuanto a la riqueza baste citar Mt 6,24 y Lc 16,19-31
“Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”(Mt
6,24).
En cuanto al poder: Mc 10,41-45:
“Ustedes saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan
como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre
ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que
quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre
ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.”
Hemos visto en el capítulo 1° que los ricos y poderosos de tiempos de Jesús son,
principalmente, los sumos sacerdotes y los ancianos, ambos grupos representados en el
Sanedrín y de ideología saducea.
e) La desilusión del pueblo.
Hemos visto en el capítulo primero que el pueblo en su mayoría (y entre ellos los
zelotas) aguardaba un mesías político-militar, al estilo de lo que había sido David. De él se
101
Mt 21,12-16; Mc 11,15-18; Lc 19,45-46; Jn 2,13-16.
75
esperaba que inaugurara el Reino de Dios entendido como derrota de los enemigos de Israel
y fundación de un imperio judío.
Jesús anuncia el Reinado y realiza algunos gestos propios del Mesías (por ejemplo,
curar enfermos); sin embargo, nunca se presenta como tal. El hecho de que desaprovechara
la festividad de Pascua para iniciar una sublevación y, en cambio, se dejara detener, debió
ser desilucionante para muchos. No pocos exégetas piensan que eso puede haber sido una
razón de peso en la mente de Judas para traicionar a Jesús.
4.1.3. La condena
No es fácil saber con exactitud de qué fue acusado Jesús ante el Sanedrín. La
confesión que Marcos pone en sus labios refleja más bien la teología del evangelista 102. Es
muy probable que Jesús haya sido acusado de falso profeta y blasfemo, para lo cual existía
la pena de muerte (Lev 24,16; Dt 13, 5ss; 18,20). Apoyan esta afirmación las dos escenas
de burlas (Mc 14,65 y 15,16-20); ya que, en la época, éstas parodiaban el delito por el cual
se era condenado. En este caso señalan al Señor como “rey de los judíos” y como falso
profeta (“adivina quién te pegó”).
La acusación ante Pilatos es distinta a la del Sanedrín. Como este último no podía
condenar a muerte (los gobernadores romanos no enviaban a nadie a la pena máxima por
“cosas de la religión judía”), se le acusa ahora de pretender ser “rey de los judíos” (o sea,
mesías), desconociendo a la autoridad de Roma. La inscripción en la cruz (Mc 15,26) es
suficiente prueba de ello. Este tipo de muerte era la que correspondía a los esclavos y
subversivos.
4.1.4.¿Qué sentido dio Jesús a su muerte?
Esta pregunta es muy difícil de contestar ya que la reflexión post-pascual está
demasiado presente en los textos. En efecto, las tres célebres profecías de la pasión (Mc
8,31; 9,31;10,33) constituyen explicaciones tardías de la muerte de Jesús.
¿Previó Jesús su muerte? Existen una serie de factores que deben haber hecho
pensar a Jesús en un final violento: el destino del Bautista, el aviso de que Herodes quería
matarle (Lc 13,31-33), y el conflicto creciente con los principales grupos de poder de la
época: sumos sacerdotes y escribas, fariseos y saduceos.
¿Qué sentido dio Jesús a su muerte?
En los textos de la “última cena” (Mc 14,17-25 y paralelos; 1 Cor 11,23-25), aún
admitiendo que se trata de un texto que ha sufrido transformaciones posteriores a la pascua
por su uso litúrgico, Jesús anuncia su muerte y le da el sentido de servicio en la línea del
“Siervo de Yahveh” que “carga con los pecados” del pueblo:
102
En efecto, el “hilo” fundamental del evangelio de Mc es la presentación de Jesús como Mesías e Hijo de
Dios.
76
“Porque yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor Jesús, la noche en que era
entregado, tomo pan, dando gracias, lo partió y dijo: ‘Este es mi cuerpo que se entrega por
ustedes; hagan esto en memoria mía’. Asimismo tomó el cáliz después de cenar, diciendo:
‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en memoria
mía’” (1 Cor 11,23-25).
“Cuerpo y sangre” designan, en lenguaje bíblico a toda la persona. En este caso, la
de Jesús, que se entrega a costa de su propia destrucción (“pan partido”, “sangre
derramada”).
El “Siervo de Yahveh” es un misterioso personaje 103 que aparece en cuatro cantos
104
insertos en el libro del profeta Isaías. Su función es cargar con los pecados del pueblo al
modo como lo hacía el carnero al cual el sumo sacerdote imponía las manos en el “día de la
expiación”105. El sentido profundo del texto es que el Siervo, a pesar de ser inocente, asume
el castigo divino que corresponde en justicia a todos. La descripción que hace el profeta es
conmovedora:
“No tenía atractivo ni belleza...
despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores...
Mas, ciertamente, llevó nuestra enfermedad y cargó con nuestros dolores...
Fue traspasado por nuestros pecados, molido por nuestras maldades;
Cargó el castigo sobre él para paz nuestra,
Habiendo sido curado nosotros por sus heridas...
Ofreció su vida como sacrificio por el pecado,
Verá descendencia que vivirá largamente...
Porque se entregó a la muerte, contándose entre los malhechores,
Porque llevó los pecados de muchos e intercedió por los pecadores”
(Is 53,1-12).
Como nuevo Siervo, Jesús deberá cargar con todo el odio humano que ha suscitado
para hacer presente el Reinado de Dios aún en medio del rechazo de su pueblo 106.
Parece contradictorio con lo dicho la frase final de Jesús: “¡Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34; Mt 27,46), que es ciertamente auténtica.
Estas palabras constituyeron un problema desde el principio para las primeras comunidades
cristianas; de hecho, Lc la sustituye por “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
103
Hasta el día de hoy hay discusión entre los especialistas acerca de quién se refiere en concreto Isaías
Is 42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13 – 53,12.
105
O “Yom Kippur”. Era un día en que se pedía a Dios que borrara todos los pecados del pueblo. El sumo
sacerdote entraba al Santo de los Santos del Templo y derramaba sobre la piedra que había servido de soporte
al Arca de la Alianza la sangre de un carnero ofrecido en holocausto. En ese día también el sumo sacerdote
“imponía las manos” sobre un macho cabrío (Azazel) para traspasarle todos los pecados del pueblo y después
enviarlo al desierto. (Una descripción más completa se encuentra en Lv 16)
106
Hablar de Jesús como Siervo de Yahveh no debe llevar a concepciones como las de San Anselmo. Hay que
tener en cuenta el conjunto de su vida y de su práctica. Dios no castiga, pero el pecado en un cierto sentido sí,
ya que daña al ser humano, y particularmente a los débiles e inocentes. Jesús ha tomado sobre sí, en nombre
del Padre, todo ese dolor.
104
77
(23,46) y Jn presenta la muerte de Jesús como grito de victoria (19,30). Sin embargo, la
exégesis puede demostrar que la frase original es cita del salmo 22. Al citar el comienzo
del salmo, Jesús está recitando el salmo entero. Se trata de una lamentación que
termina en una acción de gracias. Como este punto ha sido causa frecuente de malos
entendidos, me tomo la libertad de citar el texto ampliamente 107:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Mis gemidos están lejos de ti, mi Salvador.
Dios mío, de día clamo y no contestas;
de noche, y no me haces caso.
Tú estás en el Santuario, donde te alaba Israel.
En ti confiaron nuestros antepasados,
en ti confiaron y tú los libraste;
a ti clamaron y fueron salvados,
en ti confiaron, y nunca quedaron defraudados.
Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la humanidad, desprecio de la gente;
todos los que me ven se ríen de mí,
hacen muecas, menean la cabeza:
‘Se encomendó al Señor, ¡pues que él lo libre,
que lo salve, si es que lo ama!’
(...)
Me acorralan muchos novillos,
me acosan toros de Basán,
abren contra mí sus fauces
como leones que rugen y destrozan.
Estoy como agua derramada,
todos mis huesos están dislocados,
mi corazón, como cera, se derrite en mi interior.
(...)
Pero tú, Señor, no te quedes lejos,
fuerza mía, date prisa en socorrerme.
(...)
Anunciaré tu nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
‘los que respetan al Señor, alábenlo;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob,
témanlo, descendientes de Israel.
Porque no miró con desprecio
ni sintió repugnancia por el humilde;
no le ocultó su rostro, y cuando le pedía auxilio lo atendió.
107
El salmo 22 es originalmente la súplica de un enfermo grave a Dios, al que sus enemigos culpan de haber
pecado y por tanto de estar siendo castigado y abandonado por Yahveh.
78
Él será mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos en presencia de quienes lo respetan.
Comerán los humildes y se saciarán,
alabarán al Señor los que lo buscan:
‘¡Viva su corazón por siempre!’
Al recordarlo retornará al Señor la tierra entera,
todas las naciones se postrarán ante él.
Porque sólo el Señor reina, él gobierna las naciones.
Sólo ante él se postrarán los grandes de la tierra,
ante él se inclinarán todos los mortales.
Yo viviré para el Señor,
mi descendencia le rendirá culto,
hablarán de él a la generación venidera,
narrarán su salvación a los que nacerán después,
diciendo: ‘Esto hizo el Señor’”.
Jesús lleva su servicio a Dios y a los hombres hasta el final. Su muerte es, pues,
resumen y concreción de toda su vida. También es claro el ocultamiento de su proyecto, el
Reinado de Dios. Éste se va a realizar en la pobreza e impotencia humanas. Si la actividad
de Jesús no ha de ser un fracaso, eso es algo que corresponde sólo a Dios responder. Al
final, Jesús deja al Padre el modo y manera de la llegada del Reino en medio de la soledad
y el abandono. Será la resurrección la que muestre que no estamos ante un fracaso
definitivo sino ante la revelación suprema del amor de Dios hacia los hombres en medio del
horror de la cruz.
79
4.2. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS 108
4.2.1. Introducción
Jesús se presentó como aquel que anunciaba y traía consigo el Reinado de Dios. Sin
embargo, terminó condenado por sus representantes oficiales y en su nombre a una
muerte que, para los judíos era una verdadera prueba de la maldición divina 109.
Esa muerte parece haber acabado con la fe de los discípulos, que huyeron y no
parecen haber esperado un retorno del Maestro 110. Sin Él no era posible continuar la
misión. Dada la profunda vinculación que existía entre el Reinado de Dios y su Hijo, no
podía existir una “causa de Jesús” ... sin Jesús.
Sin embargo, en contra de cualquier espectativa y en un breve lapso de tiempo, los
discípulos vuelven a congregarse, y forman un movimiento numeroso. La razón que
aducen para hacerlo es que “Jesús ha resucitado y se les ha aparecido a los suyos” (Lc
24,34).
Los textos nos muestran que a los mismos discípulos les fue difícil creer en la
resurrección de Jesús. En un comienzo hubo incredulidad y obstinación (Mc 16,14), dudas
(Mt 28,17), burlas (Lc 24,11) y resignación a la muerte del Maestro (Lc 24,17-24). Sin
embargo, una vez superadas las dificultades, se muestran dispuestos a morir por la fe en el
Resucitado. No pasará mucho tiempo para que la Iglesia Primitiva tenga sus primeros
mártires (Esteban, Santiago).
Al abordar los textos, nos encontramos con que existen dos tipos de testimonios
escritos: el del “kerigma” y el de las “narraciones de apariciones” de los evangelios. Es
importante tratarlos por separado.
4.2.2. Los textos más antiguos
Los textos más antiguos que hablan de la resurrección son los del “kerigma”. Éste
es una confesión de fe que contiene, en una apretada síntesis, el anuncio de Jesús resucitado
de las primeras comunidades cristianas. Tiene un carácter oficial y público 111. Aparece en
108
Basado en GONZÁLEZ FAUS,J.I., “La Humanidad Nueva”, op. cit. pp.137-163, GONZÁLEZ FAUS,J.I.,
“Acceso a Jesús”, op. cit., pp., 111-128, y KASPER,W., op. cit., pp. 151-196. Puede complementarse esta
presentación con GONZÁLEZ DE CARDEDAL,O., op. cit., pp. 125-175.
109
Dt 21,23 dice: “maldito el que muera colgado de un madero”.
110
Contrariamente a lo que presenta el evangelio de Lucas (y Hechos de los Apóstoles, que es obra suya) los
discípulos no parecen haberse quedado en Jerusalén. La existencia de apariciones de Jesús resucitado en
Galilea (Mc 14,28; Mt 28,16) da a entender que hubo discípulos que volvieron a su lugar de origen porque no
vieron ningún sentido en continuar el movimiento sin Jesús. Sólo la aparición -completamente inesperada- del
Maestro en ese lugar los animó a volver a Jerusalén.
111
Algo así como nuestro actual “credo”.
80
diversos textos que son muy posteriores, pero se le reconoce fácilmente porque tiene un
esquema común.
El texto más antiguo del NT en que aparece el kerigma es el de la Primera Carta
de San Pablo a los Corintios, del año 57 de nuestra era:
“Porque les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros
pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de
quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.
Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me
apareció también a mí”...(1 Cor 15,3-5).
Las palabras “recibir” y “transmitir” son traducción de los términos griegos
“paralambánein” y “paradídonai” que son términos técnicos que se utilizan para transmisión
de tradiciones oficiales. La confesión se estructura en 3 partes:
- la afirmación del hecho de la muerte y resurrección;
- la comprobación experimental del mismo: sepultura y apariciones, y
- el testimonio de la Sagrada Escritura, con la idea de cumplimiento de lo anunciado
por los profetas en el AT.
El término griego “ófthe” significa literalmente “fue visto”, y se emplea en el AT
para las apariciones de Dios. Era como decir: “Dios se dejó ver”, o, mejor, “Dios se
apareció” 112. No se trata, entonces, de “visiones” sino de auténticas apariciones, en las que
la iniciativa proviene de Jesús 113.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles existen varios pasajes que contienen el
kerigma. Nos detendremos en el más conocido:2,22-24.32-36:
“(22) Israelitas, escuchen ustedes estas palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por
Dios entre ustedes con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre ustedes,
como ustedes mismos saben, (23) a éste, que fue entregado según el determinado designio y
previo conocimiento de Dios, ustedes lo mataron clavándole en la cruz por mano de los
gentiles; (24) a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era
posible que quedara bajo su dominio (...)
(32) A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. (33) Y exaltado
por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que
ustedes ven y oyen. (34) Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha
(35) hasta que ponga a tus enemigos
por tarima de tus pies.
112
Se trata del “pasivo divino”, que ha aparecido en otras ocasiones.
La visión tiene un fuerte componente subjetivo (aunque sea inspirada por Dios), ya que está vinculada al
fenómeno psicológico del “éxtasis”. La aparición, en cambio, es objetiva, no depende del que la recibe de
ningún modo.
113
81
(36) Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a
este Jesús a quien ustedes han crucificado”.
Se trata de una versión del kerigma más completa que la anterior; sus elementos son
los siguientes:
- Ese Jesús, que paso haciendo el bien, acreditado por Dios por sus prodigios y
señales,...(vida de Jesús) (Hch 2,22)
-... ustedes lo mataron clavándolo en una cruz...(2,23)
-... Dios lo resucitó, (anástasis) (2,32)
- ... y exaltado, ha recibido el Espíritu Santo prometido...(2,33)
- ... siendo constituido Señor y Cristo (2,36)
-... y todo esto de acuerdo a las Escrituras, como cumpliendo de ellas (2,23a).
En primer plano está el contraste entre la actuación judía (desconocer los signos,
matar a Jesús) y la de Dios (salvar al pueblo mediante la resurrección y exaltación de
Jesús).
La resurrección de Jesús es presentada como una acción de Dios Padre que lo
libra del dominio de la muerte (Hades). Aparece también la idea de “exaltación”, que
significa que Jesús ha recibido toda la autoridad propia de Dios 114: el “dominio del mundo
(“Señor”) y su poder salvador (“Cristo” y envío del Espíritu Santo).
Se subraya el testimonio de la resurrección (“de la cual todos somos testigos”) que,
en realidad, lo es de las apariciones de Jesús.
4.2.3. Las apariciones del Resucitado en los evangelios
A diferencia de los textos anteriormente nombrados, los evangelios contienen largos
relatos sobre la Pascua. El más antiguo es el de Marcos, en el cual “la tumba vacía” de
Jesús juega un rol importante:
“Pasado el sábado, María Magdalena, María, la de Santiago y Salomé compraron aromas
para ir a embalsamarle. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del
sol, van al sepulcro. Se decían unas a otras: ‘¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del
sepulcro?’. Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy
grande. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con
una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: ‘No se asusten. Buscan a Jesús de
Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Vean el lugar donde le pusieron. Pero
vayan a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ustedes a Galilea; ahí lo verán
ustedes, como les dijo’. Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y
espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo...” (Mc
16,1-8).
114
“Sentar a la derecha”, es una imagen tomada de la monarquía. Sentarse a la derecha del rey era todo un
honor..
82
Este texto está lleno de detalles legendarios o simplemente literarios (el “ángel
explicador” típico de los relatos apocalípticos, el ir a embalsamar un cuerpo al tercer día, el
no haberse conseguido antes alguien que moviera la piedra del sepulcro,etc.); sin embargo,
los especialistas concuerdan en la historicidad de dos hechos: el de la tumba vacía y el de
las apariciones en Galilea 115. El primero, porque el anuncio en Jerusalén de un Jesús
resucitado no hubiera podido mantenerse un día si es que su cadáver hubiera permanecido
en el sepulcro 116 ; el segundo, porque lo esperable era que las apariciones hubieran sido en
Jerusalén y no en Galilea.
En los cuatro evangelios encontramos relatos más o menos largos de apariciones
de Jesús resucitado. Ellos pretenden principalmente comunicarnos el significado salvador
de la resurrección de Jesús, y sólo secundariamente el modo de esas apariciones. Por ello
discrepan bastante en detalles secundarios (lugar, orden, número, etc). A pesar de sus
diferencias, hay 3 elementos que son comunes a todos. Los explicaremos siguiendo el
relato de Jn 20,11-29.
a) Iniciativa de Jesús
Según estos textos, el Resucitado es incognoscible para los hombres. Si llega a ser
conocido es debido a una decisión suya de manifestarse, de hacerse captable por los
sentidos humanos. Por eso, ellos nos muestran a menudo que Jesús no es reconocido por
sus discípulos y que debe hacer algo para que “se les abran los ojos” (Jn 20,14-16).
“Estaba María junto al sepulcro afuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el
sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a
la cabecera y otro a los pies. Le dicen ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’. Ella les respondió:
‘Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto’. Dicho esto, se volvió y
vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A
quién buscas?’ Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘Señor, si tú lo has
llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré’. Jesús le dice: ‘María’. Ella se
vuelve y le dice en hebreo: ‘Rabbuní’ - que quiere decir: ‘Maestro’-”.
b) Reconocimiento
Los textos evangélicos nos presentan una fundamental identidad entre el Jesús prepascual y el post-pascual. Su estado es diferente pero se trata de la misma persona; por eso
atraviesa murallas, se hace presente en forma imprevista, y, sin embargo, conserva las
llagas de la crucifixión y come (Jn 21; Lc 24,41-42). No estamos, entonces, ante un ángel o
un espíritu. Sigue siendo un hombre, aunque su humanidad ha entrado en la dimensión de
Dios. Continuemos con el texto de Jn:
“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los
judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en
115
116
Para un comentario más detallado, ver KASPER,W., op. cit., pp. 155-159.
Mateo recoge la explicación que se dio más tarde: los discípulos robaron el cadáver de Jesús: Mt 27,62-66.
83
medio de ellos y les dijo: ‘La paz con ustedes’. Dicho esto, les mostró las manos y el
costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con ustedes.
Como el Padre me envió, también yo los envío’
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
‘Reciban el Espíritu Santo.
A quienes perdonen los pecados,
les quedan perdonados;
a quienes se los retengan,
les quedan retenidos’.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los
otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor’. Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi
mano en su costado, no creeré’. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y
Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz
con ustedes’. Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente’. Tomás le contestó: ‘Señor mío y
Dios mío’. Le dice Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y
han creído’” (Jn 20,19-29).
c) Misión
La realización de las promesas de Dios en la persona de Jesús resucitado es algo
para ser comunicado a todos los hombres; por eso, el Maestro renueva la misión a los
mismos discípulos que lo abandonaron y para ello les da la fuerza del Espíritu Santo, del
que hablaremos más adelante.
4.2.4. ¿Qué es la resurrección?
La fe en la resurrección de Jesús es absolutamente central para el cristianismo.
Por eso llama la atención el rol secundario que ha jugado en la conciencia creyente de
los últimos siglos. La reflexión catequética estuvo demasiado centrada en la encarnación 117
y en la cruz 118. La filosofía platónica tuvo un papel importante al acentuar la salvación del
alma como esperanza fundamental. La apologética del siglo XIX desvalorizó la
resurrección al presentarla casi como un milagro más, cuya función era confirmar el
carácter divino de Jesús.
Por ello, es capital realizar el esfuerzo de aclarar el concepto y subrayar la
importancia de la resurrección para la esperanza cristiana (y humana).
Como una primera aproximación al concepto de resurrección, podemos decir,
siguiendo a san Pablo, que es el paso de una condición marcada por el dominio del
pecado 119, la limitación y la muerte, a una de plenitud y victoria. Y ello por una
intervención de Dios Padre a través del Espíritu (Rm 6,1-11).
117
Respondiendo a la pregunta de cómo puede existir un dios-hombre.
Entendida fundamentalmente como cumplimiento de un plan divino
119
Jesús no fue (ni es) pecador, pero asumió la condición de la humanidad pecadora.
118
84
El significado de la resurrección no es representable por nuestras categorías
humanas porque éstas están radicalmente marcadas por nuestra condición actual noresucitada. Se puede apuntar en la dirección correcta mediante el lenguaje de la analogía
120
, que nos sirve de orientación, pero que no da cuenta del concepto.
Esta limitación la percibieron también los primeros destinarios de las apariciones de
Jesús. Ellos tuvieron que echar mano a conceptos del Antiguo Testamento para hablar de
la resurrección; y les fue necesario recurrir a varios tipos de lenguaje del mismo para
suplir las insuficiencias que cada uno de ellos tenía. En concreto, utilizaron dos: el de
“exaltación” y el de “resurrección”:
El primero se puede encontrar en Hch 2,32-36 y en Flp 2,6-11. El primer texto lo
hemos visto más arriba, aunque desde otra perspectiva.
“A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que
ustedes ven y oyen. Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha
hasta que ponga a tus enemigos
por tarima de tus pies.
Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a
este Jesús a quien ustedes han crucificado”.
(Hch 2,32-36).
“Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo:
El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de esclavo
haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su condición como hombre;
y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz.
Por lo cual Dios le exaltó
y le otorgó el Nombre,
que está sobre todo nombre.
Para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua confiese
120
Hemos visto la analogía, con sus aspectos de afirmación, negación y eminencia al hablar de la paternidad
de Dios.
85
que Cristo Jesús es Señor
para gloria de Dios Padre”
(Flp 2,5-11).
Con imágenes tomadas de la monarquía, estos textos nos muestran a un Jesús que
ha sido reivindicado por Dios hasta tal punto que lo ha puesto en el sitio de máximo honor
(la derecha del rey). Desde esa condición ha adquirido el gobierno del mundo (título de
“Señor”) y el poder de salvarlo (de “Cristo” o “Mesías”). De un modo implícito está
presente la idea de que Dios Padre no le ha dado la razón al Sanedrín en su actuación, sino
a Jesús; sólo este último era su auténtico representante.
El lenguaje de resurrección insiste en que Jesús ha sido levantado o despertado
del sueño de la muerte Nuestras bíblias traducen por “resurrección” o “resucitar” al verbo
“anístemi” y al sustantivo “anástasis” (que significan “levantar”, “poner de pie” a alguien
que se ha caído); así como al verbo “egéiro” y el sustantivo “égersis” (con el significado
de “despertar”, “llamar”). Se trata de la de superación de la muerte y del paso a una vida
plena.
Siguiendo este último leguaje, podemos comprender la resurrección como un paso
de la muerte a la vida, pero a una nueva que no puede entenderse a partir de la actual 121.
Es entrada a la dimensión de Dios, que es irrepresentable, inobjetivable, impensable por
nuestras categorías. Por eso, la resurrección sólo es realizable por Dios mismo, en un acto
tan exclusivamente divino como el de la Creación. En esta línea, Pablo identifica al “Dios
que llama al ser lo que no es” con el “Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos”
(Rm 4,17-24).
Por este motivo la resurrección es un suceso “meta-histórico”. Por “hecho
histórico” se entiende aquel que, por su misma naturaleza, es decir, por haber ocurrido en
un lugar y tiempo determinado, puede compararse y vincularse con otros sucesos
semejantes a él. La resurrección sucede en nuestra historia (en el siglo I de nuestra era)
pero la supera, ya que el Resucitado entra en una dimensión nueva que no es la de este
tiempo y espacio, por eso no asciende localmente, no existen los días para Él, etc. 122.
En todo caso, la resurrección atañe a Alguien que es de nuestra historia y ha
tenido efectos positivos en ella. Los testigos del Resucitado la concebían como un suceso
real e independiente de su propia conciencia 123.
Si ella es ingreso a la dimensión de Dios y por lo tanto no perceptible a nuestros
sentidos, ¿cómo se accede a ella? El NT nos presenta dos vías: las apariciones del
Resucitado y las manifestaciones del Espíritu Santo.
121
De un modo análogo a la experiencia del nacimiento. El embrión en el seno materno no puede imaginar lo
que es vivir en el mundo exterior con sus colores, sonidos, encuentro con los padres y las cosas, etc.
122
Esta es la razón por la cual no se puede probar históricamente. En el mejor de los casos (si hubiera sido
posible tener una cámara de video en esa época) se hubiera podido constatar la desaparición del cuerpo de
Jesús y sus apariciones. Pero no su nueva condición y el significado radical que ella tiene para el futuro de
nuestro mundo.
123
Ver lo dicho más arriba sobre el término “ófthe” empleado en el kerigma.
86
Mediante las primeras, Jesús se hace presente a sus discípulos 124. Por las segundas,
a toda la Comunidad Cristiana en su vida y misión. El Espíritu la dota de dones o
“carismas” (1 Cor 12) y le da la claridad necesaria y la valentía para anunciar el Evangelio
a todas las naciones.
4.2.5.- Contenido de la resurrección
4.2.5.1. El Reino de Dios realizado en Jesús
Jesús esperaba que todo Israel aceptara el Reinado de Dios; sin embargo, ello no
ocurrió. Ante este rechazo, Dios lo realizó en la persona de su Hijo. Jesús es el Hombre
Nuevo 125, en el que se concentra la “Nueva Creación”. El final pleno de la historia se ha
anticipado en Jesús resucitado.
Mediante este gesto, Dios Padre hace fecunda la cruz de Jesús pero no la
“justifica”. El Padre “ha sacado” de la cruz la resurrección de Jesús, la vida de la muerte, y
la Iglesia del rechazo de Israel. Él es capaz de convertir los peores acontecimientos en
fuente de plenitud. Sin embargo, esto no justifica la cruz. Ella es fruto y signo de la maldad
humana y como tal no es querida por Dios. Es permitida por Él unicamente por respeto a la
libertad del hombre; en este caso, la de los que condenaron a Jesús. Sólo en este último
sentido se puede hablar de voluntad divina. Me parece que puede ser de ayuda distinguir
entre una voluntad de Dios “originaria” y otra “derivada”. Lo que Dios quería era que
los hombres aceptaran su Reinado, esta fue su voluntad originaria; dado eso no sucedió,
entonces el Reino debió hacerse presente en la cruz de Jesús (voluntad derivada) 126 .
La realización del Reinado de Dios en Jesús tiene consecuencias para nosotros.
Como dice Pablo: “Creemos que Jesús murió y resucitó, y que, por lo tanto, Dios llevará
consigo a los que han muerto unidos a Jesús” (1 Tes 4,14) La resurrección del Señor es
anticipo y garantía de la nuestra. Es un futuro ofrecido a todo hombre que quiera unirse a Él
127
.
4.2.5.2. Dios hecho hombre
En la resurrección de Jesús se hace manifiesta su divinidad. Antes de ella, esa
condición no fue percibida ni por la gente ni por sus discípulos. Se lo vio como un maestro
judío y un profeta. Sin embargo, Jesús ya antes de la Pascua realizó acciones que superaron
ampliamente esos roles y que, de un modo más bien oculto, fueron signos de ella:
perdonar pecados y llamar a Dios “Abbá”. La exigencia a los discípulos de una adhesión
que sólo corresponde a Dios constituye también una pista. Sin embargo, nunca se presentó
ante nadie explícitamente como Hijo de Dios, en el sentido de una “filiación divina”.
124
Utilizando la palabra en su sentido estricto. Se trata de aquellos que fueron llamados a seguirlo y que
vivieron con él, como se ha explicado en el cap. 3.
125
1 Cor 15,21-22.45.
126
Derivada del rechazo humano.
127
Para lo cual, lo decisivo es amar como Jesús amó.
87
De modo que podemos hablar de una manifestación oscura o más bien oculta de su
divinidad que concluye con una explícita y manifiesta en sus apariciones post-pascuales. A
partir de ellas las primeras comunidades releerán los hechos y palabras del Maestro, y nos
advertirán, como sucede en los evangelios, que Jesús ya era divino al comienzo de su
ministerio 128.
Sin embargo, la reflexión eclesial no termina aquí. En los “relatos de la infancia” de
Mt y Lc, y en el “prólogo” de Jn se afirma que Jesús era divino ya en su gestación y
nacimiento. La razón de esto es la convicción de que la divinidad de Jesús no puede ser
una adquisición de última hora. Ningún hombre puede llegar a ser dios; sin embargo, Dios
puede hacerse hombre. Esto es lo que ha acontecido en Jesús.
Esta convicción tiene serias consecuencias para nuestra salvación “porque lo que
no ha sido asumido no ha sido salvado; pero lo que se une a Dios, eso queda salvado” 129.
En Jesús, Dios ha vivido nuestra condición humana “hasta el extremo” (Jn 13,1)
presentando una salida al misterio del mal. Ya no es posible concebir a un dios lejano, que
contempla desde fuera las acciones de los hombres y que, al final de la historia, las juzga.
El Hijo de Dios ha pasado por el dolor, también el Padre, que lo ha enviado y acompañado,
y el Espíritu Santo soporta en el presente, día a día, el sufrimiento que los seres humanos
nos inflingimos unos a otros.
4.2.5.3. Revelación de Dios
Sólo a la luz de Jesucristo, sobre todo de su muerte y resurrección, es posible una
concepción correcta de Dios. Nuestras visiones o representaciones de la divinidad deben
pasar por el crisol de Jesús.
Es esencial en la concepción cristiana de Dios su carácter trinitario. Aunque la
palabra Trinidad no aparece en el NT, sí está muy presente su realidad. Los textos más
antiguos la contienen en fórmulas breves y densas, por ejemplo:
“Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero
el Señor (=Jesús) es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios (=Padre)
que obra en todos” (1 Cor 12,4-6; también 2 Cor 13,13).
Una fórmula similar se puede encontrar en el Evangelio de Lucas:
“Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y
quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” (Lc 10,22).
Las tres Personas Divinas ya están presentes en el ministerio de Jesús. Él anuncia
el Reinado de su Padre, con el que tiene una relación muy estrecha, y en quien pone toda
su confianza. Jesús actúa no como un simple enviado sino como Aquel que tiene en sí
128
129
Como en la escena del bautismo de Jesús de Mc 1,9-11.
Gregorio Nacianceno, Epist. 101, 7,32.
88
mismo la fuerza del poder divino; por eso solicita la fe en su persona. Sólo el Hijo conoce
al Padre y quién quiere conocer al Padre debe mirar al Hijo (Lc 10,21-26).
Más que en las palabras, es en las acciones de Jesús que se revela el Espíritu Santo.
Él es aquella fuerza (“dínamis”) y aquella autoridad (“exusía”) con que realiza milagros y
gestos liberadores (Mc 3,20-30). Explícitamente dice Jesús: “Si expulso demonios por el
Espíritu de Dios, es señal de que ha llegado a ustedes el Reinado de Dios” (Mt 12,28). Esta
fuerza que está en Jesús y al mismo tiempo es diferente de Él es lo que más tarde la
Comunidad Eclesial llamará el Espíritu Santo.
La resurrección de Jesús es una acción trinitaria. Jesús es resucitado por el Padre
(1 Tes 1,10; Rm 10,9; 1 Cor 15,4; etc). Se trata de una acción creadora suya sobre Jesús
crucificado y muerto por la cual muestra su lealtad a la Alianza hecha con su pueblo 130.
Dicha acción la realiza el Padre por medio del Espíritu, que es la fuerza amorosa que une
al Padre y al Hijo. Así, el Jesús terreno se ve totalmente transformado por la fuerza del
Espíritu. En lenguaje paulino, Él se transforma en “cuerpo espiritual”, es decir, en una
realidad que asume las características del Espíritu, que implica plenitud de vida divina (cf 1
Cor 15,45). Mediante Él, la energía de la resurrección se comunica a los cristianos, que la
acogen mediante la fe y pasan a ser “nuevas creaturas” (2 Cor 5,17; Gal 6,15).
En lo expuesto, se contiene la base de lo que más tarde pasará a ser la doctrina
trinitaria: Dios es tres personas distintas pero una sola esencia, sustancia o naturaleza
131
. Sin embargo, el concepto de persona en Dios está dado por la relación, por la donación
de sí, y no por la autoafirmación cerrada en sí. Por eso se puede decir que Dios es realmente
uno y a la vez diverso.
Lo dicho tiene consecuencias importantes para los cristianos: sólo se imita a Jesús
haciendo comunidad, a semejanza de Dios que es esencialmente comunión. Así como en
Dios la diferencia no impide la comunión sino que la fortalece, y la comunión no aplasta lo
diverso sino que lo potencia, así debe ser nuestra vida común 132.
4.2.5.4. Revelación del hombre
La resurrección no sólo revela quién es Dios sino también quién es el hombre; o,
más bien, qué está llamado a ser. En ella, la divinidad de Jesús realiza al máximo su
humanidad (“así de humano sólo puede serlo el mismo Dios” 133). Jesús es, entonces, el
prototipo o modelo de lo que es ser hombre.
130
Y, por supuesto, su lealtad con el propio Jesús.
IV Concilio de Letrán, año 1215. Se puede leer el texto en DENZINGER,H. – HÜNERMANN,P., “El
Magisterio de la Iglesia”, Herder, Barcelona, 1999, n° 803.
132
Si Dios es Comunidad, entonces las imágenes tan frecuentes de Él como un ser solitario que crea un
mundo para darse compañía y que lo contempla “desde fuera” debieran dejarse definitivamente de lado. Dios
no necesita crear nada, pero quiere hacerlo para compartir con alguien distinto de sí la riqueza de su propia
vida divina que es fundamentalmente Comunión.
133
BOFF,L. “Jesucristo liberador”, Sal Terrae,Santander, 1987., p.189.
131
89
Pablo expresa esta idea llamando a Jesús el Segundo Adán o el “Adán según el
Espíritu” (Rm 5,12ss): Lo que quiere dar a entender es que Él es el hombre verdadero, el
que realiza lo que el primero no pudo: llegar a ser “imagen” de Dios (Gn 1,26-27).
Como hombre Pleno, o nuevo Adán, Jesús es meta y a la vez impulso gestador de
una humanidad nueva, plena, reconciliada. En dos impresionantes himnos del NT (Ef
1,3-14 y de Col 1,15-20), Cristo aparece como el que nos hace hermanos, hijos de un
mismo Padre, y como el que va “recapitulando” (es decir, unificando y reconciliando) a
toda la creación conduciéndola a su “plenitud” en el final de los tiempos:
“Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que desde lo alto del cielo
nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales.
Él nos eligió en Cristo
antes de la creación del mundo,
para que fuéramos su pueblo (...)
Movido por su amor,
él nos destinó de antemano,
por decisión gratuita de su voluntad,
a ser adoptados como hijos suyos
por medio de Jesucristo (...)
Él nos ha dado a conocer
su plan salvífico
que había decidido
realizar en Cristo,
llevando su proyecto salvador
a su plenitud
al recapitular todas las cosas en Cristo,
las del cielo y las de la tierra”.
(Ef 1,3-10)
Esta función reconciliadora la realiza Jesús a través de la Iglesia. Utilizando una
imagen común del mundo grego-romano, Pablo afirma que Cristo forma con los cristianos
un “Cuerpo” (es decir, una unidad vital profundamente personal), que Él encabeza y
dinamiza. Cada miembro tiene algo que aportar en él, tanto en función de su misión, como
de su vida interna, para lo cual, el Espíritu Santo le confía un don o “carisma” .
“A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común.
Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según
el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el
único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de
espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas
las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su
voluntad.
90
Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y
todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo
cuerpo, así también Cristo (...)
Así también el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si dijera
el pie: «Puesto que no soy mano, yo no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por
eso? Y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del
cuerpo por eso? Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera todo oído
¿donde el olfato? (...)” (1 Cor 12,7-30)
Corresponde a la Iglesia ser signo e instrumento de esa humanidad nueva en un
mundo renovado que Jesús encarna e impulsa 134, y ello no por la vía de la imposición sino
por la del servicio (Lc 22,24-29) 135.
4.3. Carácter pascual de la existencia cristiana
A modo de reflexión final presento un tema que es recurrente en el Nuevo
Testamento: el de la actualidad de la Pascua de Jesús en la vida presente del cristiano.
De entre muchos textos posibles, cito uno: “Llevamos siempre en nuestras personas
por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestra persona. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte
por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra condición
humana frágil 137. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en ustedes (también) la
vida” (2 Cor 4,10-12).
136
Todos sabemos que tarde o temprano el dolor y la muerte golpean nuestra vida.
Nuestro mundo a diario vive situaciones de verdadera catástrofe. Es muy importante no
atribuir el mal a Dios (¡No lo envía Dios!). Éste proviene de la libertad humana (que en sí
misma es un gran don, pero que se puede usar mal) y de la autonomía relativa de un mundo
no terminado, que Dios respeta en su funcionamiento 138. El mal en sí mismo no es
justificable (es “pecado”, si brota de nuestra voluntad libre; es “catástrofe”, si viene de la
naturaleza) y debe ser visto y denunciado como tal.
Sin embargo, Dios ofrece la oportunidad de vivir ese mal en conexión con la muerte
de Jesús, y, así, transformarlo en fuente de vida nueva. Nada nos puede separar del amor de
Cristo y de su capacidad transformadora: ni la enfermedad, ni el dolor, ni la persecución, ni
134
Como lo afirma el CONCILIO VATICANO II, en su Constitución dogmática sobre la Iglesia” (Lumen
Gentium), n°1, BAC, Madrid, 1966.
135
Ello no significa afirmar que Dios esté presente sólo en la Iglesia o que actúe únicamente a través de ella;
sino que, como Cuerpo de Cristo, juega un rol esencial en la salvación que Dios ofrece a todo hombre.
136
Literalmente, “cuerpo” (en sentido hebreo).
137
Idem.
138
Las enfermedades, los accidentes y las catástrofes naturales son propias de un mundo, de una naturaleza,
que aún está lejos de haber llegado a su plenitud. Dios respeta el funcionamiento regular de la misma como
condición de la libertad del hombre. Un mundo que cambiara continuamente haría imposible toda actuación
humana.
91
la misma muerte (Rm 8,35-39). Todo ello puede ser convertido en fuente de alegría y
plenitud...hasta el día en que no va a ser necesario asumir el mal porque éste va a haber
dejado de existir. En ese día -el de la venida del Reinado de Dios en plenitud - “ya no habrá
muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo habrá desaparecido” porque Dios va
a haber “instalado su morada en medio de los hombres” (Ap. 21,3-4).
92
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