[email protected] 12.1 El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo. [Incluyendo cuestión sucesoria]: carlismo y guerra civil. La cuestión foral. En los últimos años de reinado de Fernando VII la cuestión sucesoria aumenta de importancia ya que el rey continuaba sin descendencia directa y la cuestión empeoró cuando la esposa de Fernando VII muere en 1829. Posteriormente Fernando VII se casó de manera más o menos forzado con María Cristina de Borbón debido a la presión sucesoria. En 1830 María Cristina se queda embarazada y va a convencer a Fernando VII para derogar la Ley Sálica (Ley que prohibía a las mujeres gobernar), por si el embarazo daba como resultado una niña. Fernando VII deroga la Ley Sálica mediante una Pragmática Sanción pocos meses antes de nacer su futuro hijo. La Pragmática establecía que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor. Esto excluía, en la práctica, al infante Don Carlos María Isidro de la sucesión, ya que fuese niño o niña quien naciese sería el heredero directo del rey. De esta forma, su hija Isabel (la futura Isabel II), nacida poco después, se veía reconocida como heredera de la corona, con gran disgusto de los partidarios de don Carlos, el hermano del rey. En 1832, hallándose el rey enfermo de gravedad, cortesanos partidarios del infante consiguieron que Fernando VII firmara un Decreto derogando la Pragmática. Con la mejoría de salud del Rey, el Gobierno de Francisco Cea Bermúdez, la puso de nuevo en vigor. Tras ello, Don Carlos marchó a Portugal. Entre tanto, María Cristina, nombrada regente durante la grave enfermedad del rey (la heredera Isabel apenas tenía tres años en ese momento), inició un acercamiento hacia los liberales y concedió una amplia amnistía para los liberales exiliados, configurando el cambio político hacia el liberalismo que se produciría a la muerte del rey. Fernando murió en 1833 sin hijos varones, pero le dio tiempo a tener otra hija, la infanta Luisa Fernanda. María Cristina será nombrada regente hasta la mayoría de edad de Isabel. El mismo día de la muerte de Fernando VII en 1833, el infante don Carlos, junto a sus partidarios, que consideraban que el legítimo heredero era el hermano del rey, se sublevaron en el Norte de España y así empezó la Primera Guerra Carlista. Este conflicto sucesorio (carlistas contra isabelinos) fue a su vez un enfrentamiento entre dos sectores de la sociedad española, con intereses ideológicos, políticos y económicos totalmente opuestos) 1. Los Liberales, también llamados Isabelinos o Cristinos, encontraron seguidores en las ciudades, en la burguesía y en amplios sectores de la nobleza y parte del clero. Eran partidarios de los principios liberales. Para hacer frente al carlismo, la Regente se vio obligada a pactar con los liberales y tuvo que acceder a las demandas de los liberales que exigían el fin del absolutismo y del Antiguo Régimen. 2. La oposición al Liberalismo: Los Carlistas, también llamados apostólicos, contaron con el apoyo de los propietarios rurales, de gran parte del clero, de una amplia base social campesina y de aquellos que rechazaban los principios liberales. Defendían la monarquía absolutista en la persona de Carlos María Isidro, el Antiguo Régimen, el catolicismo conservador y el foralismo. Geográficamente, sus partidarios predominaban en la mitad norte de España. El programa político de los carlistas es bastante simple, se resumía en su lema “Dios, Patria, Fueros y Rey”. [email protected] La Primera Guerra Carlista (1833 – 1839). Las primeras partidas carlistas se levantaron en 1833 por una amplia zona del territorio español pero el foco más importante se situó en las regiones montañosas de Navarra y el País Vasco. Desde el punto de vista internacional, don Carlos recibió el apoyo de potencias absolutistas como Rusia, Prusia y Austria, que le enviaron dinero y armas. Mientras, Isabel II contó con el apoyo de Gran Bretaña, Francia y Portugal, partidarias de la implantación de un liberalismo moderado en España. Fases de la guerra: 1. Primera fase (1833 – 1835). Esta etapa se caracteriza por el levantamiento de las tropas carlistas en el norte y por que la guerra se decanta a favor de los carlistas, aunque no consiguieron conquistar ninguna ciudad importante. En esta etapa, Carlos María Isidro crea en Navarra una monarquía alternativa y el general carlista Tomás Zumalacárregui organizó un ejército en el norte de 35.000 hombres y conquistó algunos territorios aunque fracasó en la toma de Bilbao, donde murió. En la zona valenciano‐aragonesa destaca el general Ramón Cabrera, que dirigió a unos 5.000 soldados y se convirtió en uno de los generales más destacados del carlismo. 2. Segunda fase (1836 – 1840). En esta fase la guerra se decanta del lado liberal. El general isabelino, Baldomero Espartero tuvo que hacer frente a las tropas carlistas en Luchana, de donde sale vencedor y le permitió levantar el asedio carlista en Bilbao. Tras esto, los carlistas tratan de extenderse por el resto de España en busca de apoyos, llegando a Cádiz e incluso intentando tomar Madrid, en donde Carlos toma el mando del ejército para llegar a Madrid y negociar con María Cristina el final de la guerra pero esta no acepta, fueron incapaces de ocupar la ciudad y se replegaron al norte. Todos los intentos de los carlistas en extenderse por la Península fracasaron ya que no encontraron apoyos importantes en el centro y sur peninsular. Debido a estas derrotas se produjo un conflicto interno dentro del bando carlista entre los partidarios de pactar con los liberales a cambio del respeto a los fueron y acabar pacíficamente el conflicto y los partidarios de continuar la guerra. Finalmente, el jefe del bando de los carlistas que querían llegar a acuerdos con los liberales, el general Adrian Maroto, pactó con el general liberal Espartero la firma del Convenio de Vergara (1839). Los militares carlistas aceptaron a la reina Isabel. El acuerdo establecía el mantenimiento de los fueros en las provincias vascas y Navarra y el gobierno reconoció los empleos y condecoraciones obtenidos por los carlistas en la guerra y facilitó a los oficiales del ejército carlista su reinserción en el Ejército español. Sin embargo poco después, en 1841, se aprobaron varias leyes según las cuales Navarra perdía sus aduanas, sus privilegios fiscales, sus exenciones fiscales y sus instituciones propias de autogobierno (Como las Cortes). A cambio los navarros consiguieron un régimen fiscal muy beneficioso. Poco a poco se van a ir produciendo recortes en los fueros de las provincias vascas. Aunque la guerra continuó en Aragón y Cataluña hasta 1840, la guerra civil finalizó con la victoria de las tropas liberales. Don Carlos, sin apoyo militar, abandonará España.