Leonel Fernández y Yo

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LEONEL FERNÁNDEZ
Y YO
MEMORIAS INÉDITAS
EL ENGENDRO DE UN NARCOPRESIDENTE CARIBEÑO
JULIO CÉSAR VALDEZ
EDITORIAL VOX POPULI
Santo Domingo, enero de 2014
Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de
esta obra, sin autorización expresa de su autor.
Título original: The Making of a Caribbean Narcopresident
Copyright © JULIO CÉSAR VALDEZ
EDITORIAL VOX POPULI, 2014
Santo Domingo, DN
© Diseño de cubierta: H®
© Diagramación: H®
Para mis padres
Para mis hermanas
Para mis amigos
Para quienes creyeron en mí.
Para los amigos leales, incluyendo a Peter Pan.
Para todos mis profesores que me enseñaron el deber a la lealtad, a los
principios éticos y morales de todo hombre, y en especial, a los que me
inculcaron siempre a decir la verdad para que la historia no
sólo la escriban
quienes controlan el status quo
MEMORIAS INÉDITAS
PRÓLOGO
“Entre los recuerdos que todos conservamos de nosotros
mismos hay algunos que sólo se los contamos a nuestros
amigos. Otros, ni siquiera a nuestros amigos se los queremos
confesar y los guardamos para nosotros mismos bajo el sello
del secreto. Y existen, en fin, cosas que el hombre no quiere
confesarse ni siquiera a sí mismo. En el curso de su existencia
todo hombre honrado ha acumulado gran cantidad de estos
recuerdos, incluso me atrevería a decir que su número está en
proporción directa con la honradez del hombre.”
FIÓDOR DOSTOIEVSKY, Memorias del subsuelo.
Leonel y yo...memorias inéditas, es la historia desconocida de
unos de los últimos gobernantes de mi país, a través del cual
comprenderán por qué la República Dominicana está sumida en
la pobreza, por qué de la noche a la mañana nuestros dirigentes
cambian de opinión, por qué los hilos del poder conducen casi
siempre a la corrupción y al desastre de la democracia.
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Este no es libro de estudios ni de historia. Es, simple y
llanamente, el relato de una verdad escueta, basada en realidades,
con citas nombres propio, causas y efectos de lo que República
Dominicana no se conoce y que, allende los mares, tendrá
muchas repercusiones en diferentes frentes de la vida cotidiana
de nuestro país.
Leonel Fernández Reyna fue el presidente dominicano
durante cuyo mandato se construyeron todos los delitos habidos
y por haber. Es político que habla bien, es un orador que
persuade, que con elegancia mantiene viva la fogosidad y
locuacidad en sus intervenciones, pero en el fondo, es un “lobo
vestido de oveja”, que le importa poco qué bien o mal esté su
pueblo, qué bien o mal esté el desarrollo social y económico de
su patria, qué bien o mal tenga que violar el código penal, o lo
que se le ponga por delante, con tal de alcanzar sus fines
lucrativos y favorecer a su reducido grupo de amigos y
consejeros.
Lo que cuento en estas pocas páginas del libro “Leonel y
yo...” es quizás la forma más concluyente para encontrar las
verdaderas y poderosas razones de lo que existe, hay y se
desarrolla detrás del poder de un gobierno elegido por el pueblo
y dizque para el pueblo.
Estoy seguro que para los ciudadanos dominicanos lo que se
refleja en este libro es algo probablemente increíble, inaudito.
Pero cuando en detalle conozcan la forma en que se desarrollaron
los hechos, los métodos que se utilizaron para convertirlos en
realidad, los efectos y las causas, el asombro será mayor, porque
muchos de los personajes que conforman la trama son
ampliamente conocidos, de la élite del poder, del gobierno y de
la política.
MEMORIAS INÉDITAS
Y esa misma sensación de asombro permitirá confirmar que
todos los hombres tenemos un valor, pero que no deberíamos
tener un precio, y que en la clase política de nuestro país y
probablemente de nuestra región, sólo se ha preparado para
ocupar los altos cargos gubernamentales en procura de hacer
para sí todo lo que provenga del bien o del mal, de lo bueno o lo
malo, de lo limpio o de lo sucio. Porque al comienzo, cuando se
plantean los planes y las cosas por desarrollar dentro del
gobierno, uno dice en su interior, “estamos trabajando para un
hombre que tiene el deseo de por lo menos acertar”.
Empero, cuando empieza el desarrollo de los acontecimientos
de órdenes, trabajos y nombramientos, es cuando uno se da plena
cuenta de que en el gobierno sólo pueden trabajar, colaborar y
cumplir con las metas y propuestas, todos aquellos que pueden
contribuir “a la causa” sin preguntar, sin contradecir, sin
investigar, así se lleven por delante los planes sociales que se
esgrimieron durante la campaña, los proyectos para mejorar la
calidad de vida de sus habitantes y, desde luego, hacer de los
actos gobierno los medios que conduzcan a sacar adelante a las
naciones en desarrollo.
Nada de eso se puede conseguir, porque otros son los
intereses, otras son las metas, y otras son las formas de gobernar,
de discernir y de ejecutar las obras de gobierno. Por eso se
apresuran a constituir fundaciones sin fines de lucro que,
aparentando buscar propuestas innovadoras para el avance de
nuestra Patria, y desarrollar causas sociales, son en realidad
verdaderas plataformas para difundir mentiras, para la diatriba
política, para construir senderos para volver al poder, para seguir
haciendo de las suyas.
Cuando lean el libro, Dios quiera que no se sientan frustrados
y apesadumbrados por lo que ha ocurrido en nuestra bella
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Quisqueya. Cuando lean el libro, hagan un acto de conciencia
para saber con quién contamos y quiénes son los que nos
gobiernan. Y las cuentas serán muy claras...
Mi relato, escrito bajo la óptica de la verdad, tal como la viví
y la sentí, puede servir como punto de partida para cambiar la
vida política de República Dominicana, mi patria, que ha sido
maltratada, ofendida, pisoteada y, por qué no decirlo, humillada,
arrasada, difamada internacionalmente y acabada social,
económica y políticamente.
El Autor
Nueva York, marzo de 2004
10 DE SEPTIEMBRE DE 2002
Corría contra el tiempo para no llegar tarde al trabajo. Sabía que
sería imposible estar a la hora prevista, pero albergaba la
esperanza de que mi tardanza no fuera extrema.
El trayecto entre el tren y el autobús demoraba cerca de una
hora, y yo entraba a laborar a las cuatro de la tarde. La gente
andaba apresuradamente por las calles de la gran urbe, dejando
conocer cierta tensión en el ambiente, actitud que era
manifiestamente palpable en sus rostros y en la forma en que se
desplazaban. El hecho de que al día siguiente se conmemorara el
primer aniversario del atentado a las famosas e inolvidables
Torres Gemelas, mucho tenía que ver, sin lugar a dudas, con todo
lo que estaba ocurriendo en la metrópolis. Ya eran las tres y
treinta de la tarde, y antes de abordar el subway, quería comprar
un periódico dominicano para, por lo menos, leerlo durante el
viaje y enterarme de esa manera de los últimos acontecimientos
noticiosos de mi país.
Llegué a la tienda de siempre, donde expenden los periódicos
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
latinoamericanos, buscando un ejemplar de El Caribe. Quería
consultar la última encuesta publicada por dicho medio en
materia de pronósticos políticos para las próximas elecciones
presidenciales, que ya había visto en la versión internet, antes de
salir de casa. La edición de ese día aún no había llegado a Nueva
York, pero había ejemplares del día anterior, junto a otros
periódicos latinos de diferentes países. De todos modos, tomé
una edición del día anterior y procedí a hojearlo rápidamente.
Una encuesta de la Penn Schoen & Berlan era destacada en
letras llamativas en primera página: “La energía eléctrica es el
principal problema nacional”. Pensé que tal vez lo que me
interesaba estaba reseñado en las páginas interiores y continué
mi búsqueda a toda prisa,
Lo que había visto en la versión on line actualizada de El
Caribe no aparecía en ninguna parte. Sorpresivamente tropecé
con un artículo en el que hablaba el ex-presidente Leonel
Fernández que me hizo olvidar las encuestas que estaba
buscando en la edición y que con tanta premura quería encontrar.
Me concentré en lo que leía. El antetítulo decía: “El dirigente
peledeísta, preocupado por el auge la delincuencia”. Más abajo le
seguía el título en letras grandes: “Leonel Fernández propone un
frente contra el crimen”.
Me devoré el primer párrafo del artículo que textualmente
precisaba: “El presidente del Partido de la Liberación
Dominicana (PLD), Leonel Fernández, llamó la atención sobre la
necesidad de obviar las tendencias políticas, religiosas y de otra
índole para crear un frente para darle una lucha frontal al
narcotráfico y a la inseguridad ciudadana”.
Cualquier persona que no conozca ampliamente la trayectoria
del hombre que hacía las declaraciones, hubiera elogiado los
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MEMORIAS INÉDITAS
comentarios que había emitido. Yo, sin embargo, que fui testigo
de varias de las andanzas de Leonel Fernández y cómo consiguió
llegar a la primera magistratura del Estado Dominicano, quedé
atónito, perplejo, fruncí el ceño, en actitud de increíble sorpresa.
No pude contener una sonrisa suspicaz, tal vez socarrona, al estar
leyendo tamaña propuesta. Pero igualmente recordé que la
moneda tiene dos caras, como la hoja del árbol del caimito.
Suponía que eventualmente por tratarse de declaraciones del
ex presidente dominicano otros periódicos habían recogido la
misma versión. Decidí entonces, comprar también un ejemplar
del periódico El Nacional, que informaba sobre lo mismo.
Salí de prisa de la tienda y subí a tomar el tren elevado en la
estación que estaba totalmente atestada de gente, Cuando llegué
al sitio del transporte masivo ya casi eran las cuatro de la tarde,
Estaba repleto de estudiantes que cotorreaban unos con otros,
mientras regresaban a sus casas después de asistir a la escuela.
No tuve otra alternativa que abrirme paso a codazos, para no
perder el tren que se había detenido instantes antes en el paradero.
Ya adentro, miraba a los muchachos hablando, mejor dicho,
vociferando en forma tal que los otros compañeros, separado por
la distancia y el resto de la gente, podían darse por enterados, a
voz en cuello, sobre lo que estaban platicando. Recordé en ese
momento que veintiséis años antes, en septiembre de 1976, yo
era un estudiante común y corriente , y el personaje sobre el cual
acababa de leer la noticia en el periódico, era para entonces mi
maestro.
Cursaba el tercer año del bachillerato y Leonel Fernández su
tercer año de una licenciatura en leyes. Eran tiempos diferentes,
pero también similares a los actuales. Entonces, se hablaba en
esa época de la “Guerra Fría”. Hoy se habla de guerra, que tiene
dos nombres según quien la defina. Nosotros la llamamos
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
“guerra contra el terrorismo”. Nuestros adversarios la bautizan
como “guerra santa”. Antes, el conflicto era entre
norteamericanos y soviéticos, ahora es entre norteamericanos y
un grupo llamado Al Qaeda, que hace un año exactamente
perpetró el peor acto terrorista de la historia en nuestro
continente, un hecho que conmocionó el mundo y a todos los
habitantes de esta gigante y desarrollada nación.
Más adelante me transferí de un tren a otro expreso, dejando
atrás el bullicio de los estudiantes y conseguí rápidamente
asiento, para poder leer las versiones periodísticas que tenía entre
mis manos, con los pronunciamientos del doctor Fernández.
Saqué primero El Caribe, que había guardado en mi mochila –
un elemento indispensable para mí, pues siempre vivo cargando
documentos, libros, revistas, periódicos, cámaras fotográficas,
grabadoras, etc., y procedí a leer el artículo completo.
Las declaraciones del ex presidente Leonel Fernández sobre
el narcotráfico, no pudieron llegar a mis manos en mejor
momento, pues estaban relacionadas precisamente con el tópico
sobre el cual estaba escribiendo por esos días.
Guardé de nuevo el periódico en la mochila y decidí darle una
vistazo a dos libros que llevaba. Los libros me habían llegado a
través de dos amigos periodistas. Uno de ellos con el titulo Mean
Business, The Insider's Guide to Winning Any Political Election,
de Matt Towery & Pierre Howard, (La guía interna para ganar
cualquier elección política), que me había prestado un conocido
reportero de una destacada cadena de televisión norteamericana.
El otro, La rabia en el corazón, de la ex candidata a la
presidencia de la República de Colombia y en la actualidad
secuestrada por grupos subversivos en su país, Ingrid Betancourt,
que me lo había obsequiado Tony, un reconocido periodista
colombiano, como muestra de gratitud y de amistad, y quien
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MEMORIAS INÉDITAS
conocía bastante a fondo mis inquietudes, para hacer conocer
públicamente las cosas que sucedieron durante la campaña
electoral en la cual participé.
Tony había venido exclusivamente a Nueva York por esos
días, acompañado de su señora esposa, para tomarse unas
vacaciones, y de paso aprovechar la ocasión para escribir una
nota especial para varias publicaciones de América Latina sobre
el primer aniversario del atentado terrorista contra las Torres
Gemelas. A quien él por cierto le había correspondido hacerlo en
pleno Nueva York el día funesto de los hechos, en su calidad de
reportero para un semanario que se editaba en la gran ciudad.
Nos habíamos conocido en el pequeño semanario que había
quedado en manos de un amigo común, poco después de que los
originales inversionistas decidieran abandonar el proyecto, y con
base en sacrificios hasta alimentarios, seguía sobreviviendo y
publicándose, cada día con mayor circulación, y cada vez, más
respetado y apetecido por la comunidad latina en Nueva York, en
especial la dominicana.
Para que el semanario pudiera seguir funcionando, yo había
conseguido que un amigo facilitara un local a un precio que aun
cuando módico, nunca pudo ser pagado. Las cosas fueron de mal
en peor, y cuando uno de los socios que no tenía la mas remota
idea de lo que era el periodismo, decidió pedir sus computadoras
y otros elementos indispensables para su publicación, el proyecto
colapsó por completo. El “yo o don nadie” pudo más que el
trabajo, y la colaboración de verdaderos profesionales del
periodismo de diferentes países que, creyendo en el proyecto,
cuando desayunaban no almorzaban, o cuando almorzaban no
cenaban, y quienes se mantenían firmes, al pie del cañón,
esperando dar un golpe periodístico o conseguir un buen
respaldo financiero, económico y empresarial, que no dejara
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
morir el semanario. Pero las cosas no se dieron y la publicación
hubo de ser suspendida días más tarde.
Fue en esa época de infortunios, cuando le hablé a Tony sobre
mis inquietudes y mi deseo de escribir un libro para contar la
historia. Él se interesó muchísimo en el proyecto e
inmediatamente me prometió su irrestricta colaboración para
plasmar mi relato en una publicación.
Una verdadera historia que había quedado registrada con
apuntes desorganizados en hojas sueltas o en cuadernos que
incluían hasta números telefónicos de amigos y contertulios, y
con otras notas que guardaba en disquetes de computadora,
memorandos con citas y una que otra manera ingeniosa de tener
a la manos datos, cifras, nombres de establecimientos, calles,
personajes que, en el futuro, pudieran servir para fundamentar mi
afición de escribir un libro sobre las campañas presidenciales, en
especial sobre la que me tocó vivir, y la forma en que se nutren
económicamente para desarrollarlas.
La idea inicial del libro me surgió cuando al regresar de Santo
Domingo, en junio de 1995, después de haberme reencontrado
con Leonel Fernández, llegó a mis manos una copia del libro The
Selling of the President de Joe McGinniss. Inmediatamente pensé
que escribir un libro que tratara cómo se lograba la Presidencia
de la República Dominicana, podría ser algo interesante,
Inclusive, sin pensarlo dos veces, me imaginé éste título en
inglés: The Making of a Dominican President (La hechura de un
presidente dominicano).
Con el objetivo de tener la mayor documentación posible, a
partir de ese momento, me apertreché de dos cámaras
fotográficas y una de vídeo Hi-8. Hablé con el candidato y le
expliqué mi propósito. También se lo comuniqué a Jimmy Sierra,
un amigo común, a quien convertí en fotógrafo personal en
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MEMORIAS INÉDITAS
algunas ocasiones especiales, para contar con un testimonio
gráfico de hechos, reuniones y personajes que me sirvieran para
la publicación del futuro.
Cuando empecé a tomar apuntes había visualizado
circunscribir mi libro al proceso por el cual mi candidato tenía
que pasar para ganar las elecciones. Había pensado
positivamente, pues si ganaba, el libro tendría gran acogida y
coincidiría con el título escogido, Sin embargo, en la medida que
avanzaba el tiempo e iba teniendo acceso a otros tipos de
informaciones, me fui dando cuenta que mi proyecto,
irremediablemente, tomaba un nuevo rumbo, un nuevo sendero,
con una faceta y un núcleo central totalmente diferente al que
había planteado en forma inicial.
Unos de los factores que más influyeron en la reorientación
del plan inicial, fue la oportunidad única de codearme
directamente con importantes figuras del equipo político de mi
otrora profesor. La otra, quizás la más importante, el haber tenido
la oportunidad de trabajar personalmente dentro del cuerpo
diplomático de la República Dominicana, al haber desempeñado
un cargo en el consulado dominicano en Nueva York.
Debo hacer la salvedad que mi paso por el servicio
diplomático fue fugaz – un año y tres meses de servicio nada más
– pero la experiencia vivida y las informaciones obtenidas,
personalmente y a través de varios contactos, terminaron siendo
muy sólidas y extensa, a tal punto que cambiaron para siempre el
concepto preliminar que tenía para el libro. A medida que
conocía ciertas informaciones, la curiosidad de confirmarlas me
obligaba a recurrir a todos los métodos posibles, para lograr mi
objetivo, llegando en algunas ocasiones, a utilizar formas no
convencionales y, probablemente, hasta ilícitas.
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Desarrollé mi propia red de espionaje y ensamblé un equipo
de “agentes secretos” y en varios casos, como ciertamente llegó a
ocurrir, no sabían ni lo que estaban haciendo, ni para quién lo
hacían, ya que su trabajo lo efectuaban a cambio de algún
dinerito, sumas que, por cierto, eran irrisorias.
En casi todos los aspectos de la vida, como sucede en el
tablero de ajedrez, lo que vemos desde afuera, resulta ser muy
diferente a lo que vemos y palpamos desde adentro. Sería algo
así como comparar el punto de vista de la audiencia de una
película con el punto de vista del equipo de producción de la
misma. O de igual manera, comparar el punto de vista de los
clientes de un restaurante y los que preparan la comida en la
cocina. Finalmente el resultado será el mismo, sin embargo, el
punto de vista de los individuos que producen y el de los que
consumen, siempre será completamente diferente. Sino, que le
pregunten al torero qué siente cuando está en la arena, y qué
sienten los aficionados ocupando asientos en los tendidos.
La política no es la excepción a la regla, y lo que los electores
llegan a conocer de las campañas electorales es tan sólo una
mínima fracción de lo que en realidad por dentro acontece,
distando mucho lo que son las experiencias del elector y las
vivencias que los participantes directos de la organización tienen
de las mismas.
Casi todas las personas que no son políticas o no les interesa
la política, tienen una percepción de que los políticos y sus
campañas pueden hacer cualquier cosa menos que sean limpias y
transparentes. En cierto modo, en la mayoría de los casos, están
en lo cierto.
No escapa a la realidad el hecho de que la mayoría de las
campañas políticas que han tenido lugar en nuestro continente
han estado matizadas y salpicadas por escándalos de corrupción,
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MEMORIAS INÉDITAS
bien sea política, económica o de otras índoles, y ni siquiera el
padre de la primera democracia de América, George Washington,
fue inmune a que se le acusara de incurrir en irregularidades
mientras corría en su campaña por un escaño para la “Virginia
House of Burguesses” en 1757, mucho antes de la formación de
los Estados Unidos de América.
Las campañas presidenciales de la República Dominicana no
sólo han estado teñidas por los sucesivos escándalos de
corrupción y el tráfico de influencias, sino que debido a los
incrementos en los costos de las actuales campañas y a la
ineficacia del control y supervisión en el manejo de los recursos
financieros por parte de los partidos y los candidatos, el auge del
narcofinanciamiento ha tomado mayor preponderancia en las
últimas dos décadas.
Pero el caso del que nos vamos a ocupar en estas páginas, es
para demostrar que, mientras los gobernantes de otras naciones
intentaron por todos los medios a su alcance evitar el ingreso de
los dineros mal habidos, con cierto temor de que por lo menos se
cubriera con el manto de la duda, Leonel Fernández hizo todo lo
contrario y que fue directa y personalmente él, quien tocó las
puertas de algunos narcotraficantes que él conocía, para obtener
su apoyo con sumas de dinero que engrosaron los fondos de la
campaña, para luego mantener el vínculo durante su gobierno,
como “puente” para que los dólares llegaran a través de las
conexiones diplomáticas y consulares a República Dominicana.
La problemática del narcofinanciamiento, en la política
dominicana no es asunto exclusivo de las últimas elecciones, de
un partido en específico, ni de un candidato en particular. Desde
hace muchos años algunos politólogos vienen llamando la
atención sobre este flagelo y han propuesto soluciones al
problema que puedan detener por completo su presencia e
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
influencia en las campañas políticas.
Es por eso, y con la convicción de que este libro pueda
aportar un granito de arena para volver decentes los procesos
políticos en América Latina, y específicamente en la República
Dominicana, mi patria, mediante el establecimiento de
mecanismos que diafanicen las contiendas electorales y
preserven el sistema democrático, he decidido contar la historia
que yo viví, en directo, como dicen ahora en los medios
electrónicos y televisivos, y que nadie me contó.
[28]
JUNIO DE 1995
Lo recuerdo como si fuera hoy. Ocurrió exactamente un día
después de haberme recibido como licenciado en bellas artes,
con una especialidad en ciencias de la comunicación en el City
College de Nueva York. Fue el viernes 2 de junio de 1995,
cuando finalmente tomé el vuelo con destino a la República
Dominicana, mi país de origen, después de una ausencia
ininterrumpida de casi siete años. La promesa de no regresar
hasta cuando no tuviera un diploma bajo brazo, había sido
cumplida.
Casi una década antes, había estado de visita en mi patria,
para participar en la graduación de mi hermana Minerva, que se
recibía de doctora en medicina de la Universidad Autónoma de
Santo Domingo. Fui sólo por unos días y me gustó tanto que
decidí quedarme permanentemente.
En aquel octubre del 1986, al arribar al Aeropuerto Las
Américas, los organismos de seguridad del Estado dominicano,
que ya sabían que había estudiado en la Unión Soviética, me
detuvieron por varias horas para hacerme el interrogatorio
[29]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
acostumbrado a los que habíamos vivido en los países de la
cortina de hierro. Esta entrevista duró tanto tiempo que,
finalmente, me impidió asistir a la graduación de mi hermana
como lo había establecido. Este mal rato, sin embargo, no me
descorazonó y después de salir del aeropuerto olvidé el incidente,
hasta tal punto que decidí dejar los Estados Unidos para
establecerme en mi querido terruño.
Fue en ese viaje cuando me enteré de que el nuevo Hotel
Jaragua estaba a punto de abrir sus puertas y me decidí a
concurrir a sus oficinas de recursos humanos para solicitar
trabajo, ya fuese como capitán en uno de los restaurantes o en
cualquier división de la recepción. La noticia de mi elección para
el puesto me llegó estando en Miami, donde residía por aquella
época.
Entonces, a mediados del 1987, regresé con la intención de
quedarme definitivamente y comencé a laborar allí. Mis primeras
funciones fueron como capitán del restaurante Manhattan que era
dirigido por el señor Santiago Pardo, un español radicado en
República Dominicana durante muchos años y a quien llegué a
tener gran estima. El director de alimentos y bebidas era el señor
Carlos Luengas, de origen colombiano, otra persona que supo
darse a querer por todos sus subordinados. En la posición de
capitán del restaurante sólo trabajé algunas semanas, pues la
persona encargada de dirigir las funciones de banquetes decidió
dejar el cargo y Luengas me ofreció ese puesto – que acepté
inmediatamente, pues con unos ingresos aproximados a los
US$5000 mensuales, procedentes del porcentaje de las ventas,
era inaudito no aceptarlo.
Mi estadía en el Jaragua duró siete meses, porque más pudo la
razón que el corazón. Después de sopesar los pros y los contras,
echando de lado la adoración por mi tierra, y los excelentes
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MEMORIAS INÉDITAS
ingresos del Hotel, decidí regresar a los Estados Unidos. Era
junio del 1988, dejaba de nuevo mi patria, llevando conmigo un
maletín cargado de metas, esperanzas y con ansias de superación,
enfocada, específicamente, en terminar una carrera universitaria
en esa gran nación.
Esta vez, la experiencia obtenida en el Jaragua, me
garantizaba más posibilidades de un mejor trabajo en la Gran
Manzana y al poco tiempo de regresar, conseguí uno en un
restaurante localizado en el centro de Manhattan, que
administraba la Corporación Reise. Ni nueva jefa, Patricia
Goldberg, me reafirmaría la importancia terminar una carrera
universitaria y, para incentivarme, prometió ayudarme a mejorar
mi inglés, meta que tomó de manera muy seria, ayudándome en
forma paciente a mejorar mi pronunciación,
Para 1990, mi situación económica había mejorado y había
cambiado trabajo. Ahora tenía dos, uno en el Downtown Athletic
Club y el otro en el restaurante Windows on the World, en el
último piso de una de las ahora desaparecidas Torres Gemelas.
De este último cargo me botaron después que me opuse a la
forma en que la gerencia distribuía las propinas de cada día. Más
tarde me di cuenta de que lo que me hicieron fue un gran favor.
En 1991, comencé a tomar algunos cursos de cine y televisión,
primero en la Escuela de Artes Visuales y luego en New York
University. Tenía que asistir a las clases de adultos, en la Escuela
de Educación Continuada, pues el trabajo de tiempo completo no
me permitía tomarlas regularmente.
La primera Guerra del Golfo Pérsico trajo como consecuencia
una gran recesión en los Estados Unidos y miles de personas
perdieron sus trabajos, uno de ellos fui yo. Aprovechando el
seguro de desempleo que tienen los trabajadores en este país,
decidí registrarme en The City College, para completar la carrera
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
de comunicación en la que ya había incursionado y tenía cierta
experiencia. Así comenzaba a cristalizar el principal objetivo que
me había propuesto cuando dejé Santo Domingo la última vez.
Avancé rápidamente y tomaba todos los cursos de verano.
También asistí a todos los talleres que otros centros
educacionales impartían. Para entonces, todos los gastos de mis
estudios eran cubiertos por mis tarjetas de créditos, o por el
gobierno norteamericano. En 1994, completé mi licenciatura
normal en comunicación con el grado honorífico Cum Laude, y
decidí hacer una especialidad en cine, que concluyó en junio de
1995.
Como es tradicional en mi familia, desde niño, he seguido los
acontecimientos políticos que tienen lugar en mi país, y cuando
Leonel Fernández se postulaba para la nominación del candidato
presidencial por su partido, estuve muy atento a los resultados
del evento en que participaba. Fue así, que cuando ganó dicha
convención, en la última semana de abril del 1995,
convirtiéndose en el candidato oficial de su partido, decidí viajar
a Santo Domingo para ponerme a sus órdenes, lo que ocurre unas
semanas más tarde.
Mi tardanza se debió a que primero tenía que concluir mi
especialidad y participar en la ceremonia de graduación de The
City College of New York. Ahora, con mi título debajo del brazo,
tocaba de nuevo suelo dominicano. Nada me impedía regresar ya
a la tierra que me vio nacer.
Pero algo más importante motivaba mi regreso ese 2 de junio
del 1995. Viajaba a Santo Domingo para cumplir con otra
promesa. La que le había hecho a Leonel Fernández en 1993
durante un encuentro que ambos sostuvimos en el centro donde
yo estudiaba. Leonel acompañaba, entonces, al fallecido ex
presidente dominicano Juan Bosch, uno los hombres más nobles
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MEMORIAS INÉDITAS
y respetados de nuestra patria, quien recibiría una distinción
honorífica de mi universidad.
A pesar de que la ceremonia de reconocimiento al profesor
Juan Bosch se llevaría a cabo en The City College, de no haber
sido por una amiga, llamada Ilka Tania Payan, quien declamaría
uno de sus cuentos, creo que ese evento hubiera pasado
inadvertido para mí, porque para entonces estaba asistiendo no
sólo a City College sino también a New York University, donde
terminaba un curso técnico en producción fílmica y televisiva.
Durante la conversación que en ese entonces sostuve con
Leonel, le expliqué que pronto haría una especialización en
comerciales televisivos, y que si alguna vez se lanzaba como
candidato para algún cargo político, podía contar con mi
asistencia. Como él agradeció mi gesto inmediatamente, di por
sentada su aceptación y de paso mi promesa, por lo cual me
aprestaba a cumplirla.
En los años setenta yo era un simple estudiante más, que
escuchaba la “Historia Patria” que Leonel impartía. Ahora, había
decidido mirar la historia desde otro ángulo y convertirme en
partícipe y testigo de la misma. Fue por eso que vaticinando que
mi ex profesor se convertiría en parte de esa historia, no perdí
tiempo reportándome a cumplir la nueva misión que me acababa
de proponer.
Logré reunir el valor del pasaje y unos cuanto dólares más
para los gastos de mi estadía, por medio de varios métodos que
llegaron a incluir una colecta entre mis más cercanos amigos,
encabezados por Raúl González, un mexicano, y Alejandra
Wilson, una cubana, quienes estuvieron entre los que más
respaldo me ofrecieron, tanto en términos económicos como
morales.
[33]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Durante mi permanencia en la capital dominicana me alojé en
la casa de una prima que vivía en los Estados Unidos, la casa
estaba localizada en la urbanización Fernández, un sector
residencial de Santo Domingo, que por su ubicación geográfica
me brindaba un fácil acceso a todos los lugares de la capital, por
medio del servicio de transporte público, incluyendo el famoso
“Motoconcho”, que no es más que el transporte en motocicleta,
bien conocido en mi país, y que es utilizado por nosotros los
dominicanos cuando los autos regulares no cubren una
determinada ruta.
Mi primer paso tan pronto llegué a Santo Domingo fue
ejecutar, sin vacilaciones de ninguna naturaleza, una misión de
rastreo para localizar a Jimmy Sierra, otro de mis ex profesores
del bachillerato, que aún seguía manteniendo una estrecha
relación de amistad con Leonel Fernández.
Inicialmente su localización no me resultó tan fácil como
había estimado en un principio, debido a que desde hacía casi
ocho años había perdido su rastro y no sabía por donde empezar
para encontrarlo. Sin embargo, se me ocurrió aplicar una idea
que arrojó buenos resultados.
Como sabía que Jimmy era amante del teatro y había
organizado y desarrollado algunas obras teatrales, decidí
aportarme en los alrededores del Teatro Nacional y preguntar por
él a todas las personas que entraba y salían del lugar. Después de
varios e inútiles intentos, logré hablar con un señor que conocía
muy bien a Jimmy.
-¡Si! Conozco muy bien a Jimmy Sierra. El está trabajando en
la producción de una novela llamada “En la boca de los tiburones”,
y lo pueden encontrar en un taller de edición de vídeo, casi al frente
de donde están situadas las instalaciones de la Radio Televisión
Dominicana”, me dijo el señor, a quien siempre agradecí.
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MEMORIAS INÉDITAS
Procedió a describirme, con lujo de detalles, cómo era el taller
de edición que debía buscar y qué ruta debía tomar para llegar.
Me lo describió de tal manera, que hasta un forastero hubiese
podido encontrar el sitio. El punto de referencia más importante
era que estaba casi diametralmente opuesto a la estación de
televisión estatal y preguntando en los alrededores no había
forma de extraviarme.
-“Puedes estar seguro que ahí lo encontrarás”, me dijo al
despedirnos.
Así fue. Tan pronto encontré el lugar, localicé a Jimmy.
-“¡Julio César! ¿Qué haces por aquí?” me preguntó
sorprendidamente.
-“¡Vine a cobrarte lo que me debes!” le respondí, haciéndole
broma.
Me presentó al amigo con quien estaba charlando en esos
momentos y me invitó en seguida a sentarme. Le expliqué mi vía
crucis para encontrarlo y con su sonrisita burlona de siempre
exclamó:
-“¡Coño César! No eres más pendejo porque no eres más
grande. Si hubieras querido encontrarme desde el mismo día que
llegaste, sólo tenías que ir a preguntar por mí a “La Trinitaria” –
la escuela donde nos conocimos y que pertenecía a su hermano
Bolívar – “¡Me hubieras encontrado de una vez! Ahí están Zoila,
Bolívar y todo el mundo,” me dijo, exclamando seguidamente...
“vivo muy cerca de ahí”.
[35]
VERANO DE 1950
Para el año de 1950, don Manuel Reyna y doña América Romero,
los abuelos maternos de Leonel Fernández, nativos de la ciudad
norteña de San Francisco de Macorís, llevaban viviendo en
Ciudad Trujillo alrededor de tres años. Habían llegado a la
capital dominicana con sus dos hijas, Yolanda y Elsa, desde
Barahona, donde habían vivido durante casi dos décadas.
Inicialmente, y para escapar de la difícil situación económica
que los agobiaba, toda la familia, con excepción de Yolanda
Reyna Romero, tuvo que dedicarse a trabajar, Yolanda pudo así
continuar sus estudios y en 1950 terminó un curso de enfermería,
que le permitió integrarse a la fuerza laboral.
Para entonces, la joven enfermera prestaba sus servicios en
diferentes hospitales de la capital de la República. Es en uno de
[36]
MEMORIAS INÉDITAS
ellos en donde conoce a José Antonio Fernández Collado, un
militar de bajo rango, con quien procrea a su segundo hijo,
Leonel Antonio Fernández, que nace el 26 de junio de 1953.¹
Para la época del nacimiento de Leonel Fernández, el
represivo régimen dictatorial del generalísimo Rafael Leonidas
Trujillo Molina, había logrado enquistarse firmemente en el
poder y dentro de dos años se aprestaba a celebrar con bombos y
platillos el vigésimo quinto aniversario de su macabra era.
Trujillo había nacido en 1891, en la ciudad de San Cristóbal, a
menos de 30 kilómetros de Santo Domingo, como originalmente
se llamaba la capital dominicana desde su fundación en la época
de la colonia española. Su familia pertenecía a una clase de
modestos recursos económicos y origen mezclado entre español,
criollo y haitiano.
Trujillo inicia su meteórica carrera militar en 1919, al
enrolarse con el rango de segundo teniente en la Guardia
Nacional Dominicana, que había sido creada por el gobierno de
la intervención norteamericana en 1917. Después de haber
participado en un entrenamiento en la Academia Militar de
Harina, obtiene el rango de capitán saltándose el de teniente, y
pasa a dirigir el puesto al mando de la Policía Nacional
Dominicana, institución en la que se había transformado la
reorganizada Guardia Nacional.
Recurriendo a todo tipo de tácticas y triquiñuelas, avanza
inconteniblemente en el escalafón militar, y en 1928 ya ostenta el
rango de general de brigada, llega a convertirse en Jefe del
Ejercito Nacional, institución en la que se había transformado la
Policía Nacional para 1930.
Las ambiciones militares de Trujillo se convierten en
ambiciones políticas y en su posición de jefe del Ejército
1 Algunos biógrafos sostienen que el doctor Leonel Fernández nació el 26 de diciembre de 1953.
[37]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Nacional orquesta un plan que le permite arrebatarle el poder a
Horacio Vásquez, aprovechando la confusión y las pugnas
internas que habían surgido dentro del gobierno democráticamente elegido tras la desocupación del ejército norteamericano
del suelo dominicano.
En menos de cuatro décadas, Trujillo había logrado pasar de
ser un oscuro segundo teniente en 1919, en la Guardia Nacional
Dominicana, a ser el hombre más poderoso y rico del país
caribeño, para 1955. Había amasado una cuantiosa fortuna para
él y su familia, mediante el chantaje, el soborno, la tortura y
hasta los asesinatos en serie y seleccionados.
En diciembre de 1955, el dictador celebró con gran estruendo
el 25 aniversario de su era, con un rimbombante proyecto
curiosamente bautizado con el nombre de “Feria de la Paz y
Confraternidad del Mundo Libre”, que le costó a República
Dominicana un tercio del presupuesto nacional de ese año,
estimado en 30 millones de dólares.
A pesar de que los dominicanos habían estado viviendo
durante veinticinco años bajo la férrea dictadura del generalísimo
Trujillo, la situación económica de la República Dominicana no
era la peor del Caribe, y aunque era cierto que el régimen no
permitía la salida del país de todos los ciudadanos, de no tener
problemas políticos, sólo dos tipos de personas pensaban en
abandonar la patria: los ricos que querían estudiar en las
universidades extranjeras o “algunos” privilegiados que habían
entrado en contradicción con el “sistema” y tenían que escoger el
camino del exilio o arriesgarse a terminar sus días encarcelados,
si era que corrían con buena suerte.
El caso de doña Yolanda no caía en ninguno de los anteriores.
Empero, gracias a las relaciones que había entablado con los
[38]
MEMORIAS INÉDITAS
militares del régimen trabajando como enfermera, consigue el
anhelado pasaporte, documento al que no todos los dominicanos
tenían fácil acceso para la época.
La situación había llegado a un punto insoportable y con todo
el dolor de su alma, a doña Yolanda no le quedó otra opción que
dejar a sus dos hijos al cuidado de sus padres, y marcharse a la
ciudad de Nueva York, en busca de mejor vida, de un mejor
futuro.
Mientras esto sucedía en la capital dominicana, a doscientos
kilómetros de allí, en las costas del Atlántico, del otro extremo de
nuestra media isla, mi historia estaba por comenzar. En julio de
1959, cuando ya Leonel Fernández contaba con seis años de
edad, mis futuros padres, Julio César Valdez y Milagros Valdez,
contraían matrimonio en un pequeño pueblo costero llamado
Pepillo Salcedo, que los lugareños han rebautizado como
Manzanillo, por la hermosa bahía donde está situado.
Mi abuelo materno, Gustavo Valdez Gómez, era nativo de
Puerto Plata. Había nacido en 1893 y llegado a ese lugar cerca de
1950 con su esposa, Aracelis Hernández Sarita, para trabajar
como maquinista de los ferrocarriles que transportaban el fruto
de las plantaciones pertenecientes a una compañía bananera
norteamericana, llamada Grenada Company, que operaba en esa
región en la década del 1940. Había conseguido el trabajo
gracias a un hermano de la ex esposa del dictador Trujillo, doña
Bienvenida Ricardo, llamado don Juan Ricardo, de quien mi
abuelo era conocido. Habían llegado a este pequeño pueblo de la
línea fronteriza con Haití, con sus siete hijos, siendo mi madre la
más pequeña de las hembras.
En 1956, Julio César, mi padre, comienza a trabajar en el
taller de la Grenada Company en Manzanillo, dos años después
de haberse graduado como técnico en metales, en una escuela de
[39]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Ciudad Trujillo llamada “Escuela de Artes y Oficios”, tras
conseguir una beca, en 1954, gracias al entonces secretario de
educación, doctor Joaquín Balaguer.
Mi padre nació en diciembre de 1936, en Montecristi. Su
madre respondía al nombre de Ana Mercedes García Cabreja y
era descendiente directa de una familia llegada a la República
Dominicana desde las Islas Canarias a mediados del siglo XIX,
que se había radicado en Montecristi alrededor de 1860. Mi
abuelo paterno se llamaba Rafael Enique Valdez, y era un
hombre de color, que ejercía la carpintería, conocido por sus
amigos y allegados con el sobrenombre de “Gambeta”.
Cuando tenía alrededor de 8 años, me enteré que mi bisabuelo
se había opuesto rotundamente al matrimonio de ella con
Gambeta, porque él era negro y consideraba que le echaría a
perder su descendencia. Mi bisabuelo español llegó a ser tan
injusto y racista con mi “pobre abuelo”, que se atrevió a poner su
dominicanidad en cuestionamiento y lo llegó hasta a acusar de
ser haitiano, algo que para mí siempre fue motivo de risa, pues
como buen dominicano sólo recordaba nuestro refrán que reza
“que todos tenemos el negro detrás de la oreja”.
[40]
VERANO DE 1960
Nací un lunes, 13 de junio del 1960, sin embargo, por cuestiones
eminentemente políticas, no hay duda de ello, mi padre le dio la
gana de cambiarme la fecha original de nacimiento por el día “14
de junio”. Obviamente, nada podía hacer yo y menos cuando el
sólo hecho de nacer ya había provocado enfrentamientos entre
mi abuela paterna y mi mamá, que no se ponían de acuerdo sobre
el nombre que debían darme.
Mi abuela, una ferviente católica, daba por sentado que mi
nombre tenía que ser Antonio, por haber nacido el día de San
Antonio; mi madre, por su parte, insistía en bautizarme con el
nombre de Julio César, porque había recibido las instrucciones
expresas de mi padre, cuando fue a visitarlo a la cárcel de La
Cuarenta, donde guardaba prisión tras ser detenido por el
régimen de Trujillo, para que se me impusiera ese nombre por ser
su primogénito.
Las negociaciones entre mi abuela y mi mamá se habían
estancado y no tenían otra opción que recurrir de nuevo a
consultar a mi padre en la prisión, para salir del impasse. Habían
[41]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
barajado todas las variantes entre Antonio y Julio, y César con
Antonio, Definitivamente, para mi mamá yo era “Julio César” y
para mi abuela “César Antonio”.
Por buena suerte, el dictador Trujillo fue forzado por las
presiones externas, incluyendo las de la OEA, a liberar a casi
todos los presos políticos y mi padre salió de la cárcel algunos
días después de mi nacimiento. De esa forma, mi papá tomó
control de la situación y ordena a mi abuelo paterno a
registrarme como “Julio César” y declararme nacido el “14 de
junio”.
Resulta que mi padre había pertenecido al movimiento
clandestino revolucionario “14 de junio”, que tenía como
objetivo principal y único derrocar al dictador Trujillo, que fue
detectado con anticipación, permitiendo que sus miembros
fueran apresados a pocos días de ejecutar su plan. Todos sus
integrantes terminaron en las cárceles del dictador, y los que
lograron escapar con vida por lo menos fueron torturados
cruelmente. Mi padre fue uno de los que corrieron con suerte y
salió vivo. Por ello fue que decidió honrar el movimiento
revolucionario por el cual había ido a parar a la cárcel,
cambiándome mi fecha de nacimiento original para recordar a
manera de homenaje la fecha de la fundación del movimiento
político, forzándome a celebrar “dos días de cumpleaños”, como
hasta ahora es mi costumbre.
De la historia familiar paterna me enteré directamente por
boca de mi abuela, a quien yo llamaba “Mama Chea” con quien
conviví varios años de mi infancia, La pobre abuela no podía
escaparse a la incansable artillería de preguntas con que la
recibía día tras día. De todos modos recuerdo que a ella le
encantaba relatarme todo sobre sus años mozos, cuando su
adorado Montecristi era un próspero puerto marítimo que
[42]
MEMORIAS INÉDITAS
conectaba a la República Dominicana con ciudades europeas y la
ciudad flotaba el olor del dinero proveniente de las exportaciones
del Campeche, un árbol del cual se extraía tinta, y otros
productos que se comercializaban por el puerto de esa ciudad.
En cuanto a la vida romántica de Mamá Chea, me informó
que aunque ella y mi abuelo se separaron mucho antes de yo
nacer, Rafael seguía siendo el único amor de su vida. Me llegó a
confesar en alguna ocasión que nunca le había perdonado el que
la hubiera dejado por otra mujer; sin embargo, siempre me
inculcaba cariño hacia él y me enviaba a visitarlo a la casa donde
vivía. Me había prohibido terminantemente que lo llamara por
otro nombre que no fuera “Papa Rafael”.
[43]
DE NUEVA YORK A DOMINICANA
Después de haber vivido en Nueva York por seis años, Leonel
Fernández regresó a la República Dominicana en el otoño de
1968, para continuar sus estudios secundarios. Vuelve al sector
de Villa Juana a la casa de sus abuelos maternos, de donde
algunos años atrás había partido para Nueva York.
Para ese año, el doctor Joaquín Balaguer celebraba su
segundo aniversario como presidente del país. Había llegado al
poder en 1966, después de un periodo de inestabilidad política
que siguió al derrocamiento de Juan Bosch, y que culminó en
una guerra civil y la intervención norteamericana de mayo de
1965. Aún las heridas causadas por la guerra fratricida de abril
estaban muy frescas, en la mente de muchos dominicanos, y el
sector de Villa Juana se caracterizaba por ser un foco de
oposición al régimen balaguerista, donde varios grupos
clandestinos que combatían su gobierno habían establecido sus
bases.
De no haber Leonel llegado en ese populoso sector controlado
por grupos de resistencia gubernamental, su historia,
[44]
MEMORIAS INÉDITAS
eventualmente, hubiera sido otra, porque es en esa área donde
conoce a un grupo de jóvenes activistas políticos, que rechazaban
al gobierno del doctor Balaguer. Entre ese grupo de muchachos
estaban César Pérez, Bolívar Valera, Narciso González y, en
especial, Jimmy Sierra, uno de los lideres de una organización
política de tendencia marxista que había sido apodado Lenin, por
sus tácticas agitadoras.
En aquel entonces, el conocimiento de Leonel en materia
política era nulo. Por eso confundió a Jimmy con el líder
revolucionario soviético y se acercó a él a través de su primo
David Báez Reyna, para pedirle trabajo en el partido que este
lideraba. Jimmy no tuvo otra alternativa que explicarle a Leonel
que en ese partido no necesitaban mecanógrafos sino personas
dispuestas a tirar piedras y a incendiar neumáticos.
Jimmy le lleva casi diez años a Leonel, pero me cuenta que al
poco tiempo de conocerlo notó que Fernández era un joven
excepcional, estudioso, disciplinado e inteligente, y que por eso
decidió incluirlo entre sus amigos. “El me seguía como a un
padre o hermano mayor”, me aclaro Jimmy.
Leonel se inscribe en el colegio Cristóbal Colón ubicado en el
mismo sector de Villa Juana, y gracias a un curso de verano, que
equivalía a un año escolar, completó la secundaria en tres años.
Terminada la secundaria, Leonel ingresa a la Facultad de
Periodismo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y
allí participa activamente en el movimiento político estudiantil.
También, de acuerdo con su biografía ocupó el cargo de
secretario general de la Asociación de Estudiantes de la Facultad
de Ciencias Jurídicas y Políticas de esa Alma Mater.
Para esa época, Jimmy Sierra le había conseguido un trabajo
de maestro en la Academia La Trinitaria, una escuela privada
perteneciente a su hermano Bolívar Sierra, quien inicialmente lo
[45]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
rechazó por ser muy joven, pero por insistencia de Jimmy, y
debido a una emergencia donde se vio urgido de emplear a un
profesor, decidió probar al muchacho, En poco tiempo, Bolívar
comprobó los méritos de Leonel y decidió emplearlo
permanentemente con un salario de 60 pesos por mes.
Pero la atmósfera de activismo político en que vivía la
República Dominicana de ese entonces era incapaz de dejar
intacto a cualquier ser pensante y Leonel no fue la excepción.
Jimmy lo describe así, cuando se refiere hasta que punto influyó
el ambiente en el involucramiento político de Leonel Fernández:
“Desde cuando llegó al barrio, sintió el llamado de esa época.
Era imposible para ningún joven de los años sesenta no dejarse
arrastrar por el influjo de las tesis revolucionarias, Todos los que
vivíamos por allí influimos en él pero, lo principal, fue la época”.
Inicialmente Leonel se acerca al Partido Comunista
Dominicano por la influencia de sus amigos del barrio, en
especial de Jimmy Sierra, sin embargo, rápidamente pasó a
simpatizar por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD),
con la esperanza de conseguir una beca para estudiar en el
extranjero.
Durante el tiempo que Leonel estudia en la Universidad
Autónoma e imparte clases en La Trinitaria, viaja en las
vacaciones de verano a Nueva York para pasarla con su madre y
ganarse unos cuantos dólares en el supermercado de Manhattan
donde trabajaba como ayudante, y en otros menesteres que no
me interesa tratar. Con su salario y los otros ingresos, compraba
libros, ropa nueva y regresaba a Santo Domingo apertrechado
hasta el próximo año. Es el típico revolucionario latinoamericano,
que odia a los yanquis, pero ama sus dólares y la buena vida.
Leonel comenzó a admirar al profesor Juan Bosch, a través de
sus libros. Luego, cuando el destacado escritor dominicano
[46]
MEMORIAS INÉDITAS
abandona al PRD, en 1973, para crear su nuevo partido de
tendencia marxista-leninista, Leonel ingresa a dicho movimiento,
como miembro de unos de los primeros círculos de estudios que
esta institución organiza, para adoctrinar a sus nuevos miembros.
Para 1975, Leonel Fernández estaba bien envuelto con el
partido del profesor Juan Bosch, y escribía para el semanario del
mismo llamado Vanguardia del Pueblo, Los puntos de vistas
políticos entre éste y Jimmy Sierra se habían polarizado y las
discusiones políticas entre pupilo y profesor era una constante.
Para entonces, Leonel llevaba algunos años enseñando historia
patria, inglés y moral y cívica en algunos centros educativos del
área donde residía.
[47]
VERANO DE 1968
En el verano de 1968, Germania, una de las hermanas de mi
mamá, regresó al país junto con su esposo Miguel Perdomo, un
gran amigo de mi padre desde la infancia. Miguel convenció a mi
padre para que dejara República Dominicana y se fuera a trabajar
a Nueva York, prometiéndole todo tipo de asistencia. Al poco
tiempo mi padre consiguió una visa en el consulado
norteamericano en Santo Domingo y para mediados del 1969, ya
estaba en aquel país. Inicialmente pensó llevarse a toda la familia
con él, pero terminó regresando al país después de año y medio,
pues no pudo soportar la soledad y lejanía de la familia.
Durante el tiempo que mi padre vivió en Nueva York,
Minerva y yo continuamos nuestros estudios en el colegio San
José, de Montecristi, que colindaba con nuestra casa. A su
regreso, mi padre consiguió un trabajo en el taller de Manzanillo
que ahora se conoce como el Proyecto la Cruz de Manzanillo,
donde estaba la Grenada Company.
En junio de 1971 nació Tania Aracelis Mercedes, mi otra
hermana, y al poco tiempo todos nos trasladamos a Manzanillo
[48]
MEMORIAS INÉDITAS
para acompañar a mi padre, donde permanecimos hasta 1972.
Mas tarde, mi padre se fue a trabajar a Cabo Rojo, un puerto
de la provincia de Pedernales, cuando Julián Cabreja, un primo
suyo le consiguió un mejor trabajo. Estaba aburrido de
Manzanillo y quería hacer algo diferente. Para mí y Minerva esto
era deprimente, De nuevo teníamos que dejar a nuestros abuelos
maternos, y los amigos que habíamos cultivado en esa región.
Mi padre llegó a Cabo Rojo primero y nosotros nos quedamos
en Manzanillo hasta que terminó el año escolar de 1972. De
nuevo usamos los servicios de Calu Ares, un conocido señor de
Montecristi, que tenía un camión de transporte. También hicimos
escala en Santo Domingo, la casa de tía Chechedes, que vivía en
el Ensanche La Fe, cerca del Liceo Fidel Ferrer.
El camino a Pedernales parecía interminable. Recorrimos toda
la costa sur del país surcando las montañas que bordean el mar.
El paisaje era impresionante, pero lo que más atrajo mi atención
fue un fragmento de la carretera que serpenteaba una montaña y
subía hasta casi tocar el cielo. Me dijeron se llamaba El Número,
a pesar de que a mí me parecía más bien un círculo concéntrico
interminable. “Aquí Trujillo desbarrancó algunos de sus
enemigos”, me dijo mi padre, quien nunca desperdicia
conversación para hablar sobre temas políticos. Lo que nunca se
imaginaba mi padre era que, mientras más mal me hablaba de
Trujillo, más interesado estaba yo en conocer a tal personaje.
Diría que cada vez que él tocaba el tema, más curiosidad sentía
yo por el dictador, lamentando no haber conocido un hombre tan
enigmático.
No pudimos detenernos en Barahona donde vivía mi tía
Zenayda Morales, porque el viaje era largo y teníamos que llegar
antes de que anocheciera. Finalmente, llegamos a la provincia de
Pedernales, que para mí tenía mucho parecido con Montecristi,
[49]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
por lo menos en la aridez del terreno y en los cactus que
adornaban la vegetación. Algo que me extrañó mucho era color
rojo de la tierra. Mi padre me relató que eso era bauxita, de
donde sacaban el aluminio. Casi a la entrada de Cabo Rojo había
unas pilas de piedras rosada, que salían de varias trituradoras
grandísimas. De nuevo bombardeé a mi padre con todas las
preguntas inimaginables para investigar qué eran eses piedras y
por qué las cortaban tan pequeñas. Mi padre siempre me
explicaba y me daba todas las informaciones necesarias, hasta
sentir satisfecha mi curiosidad. Continuamos el viaje y al poco
tiempo entramos a nuestro nuevo destino, porque cuando caía la
tarde habíamos llegado a Pedernales,
El camión recorrió varias calles de la ciudad, entonces
desconocidas para mí, y terminamos frente a una casita de
concreto, parecida a las otras que la rodeaban. Me enteré que
habían sido prefabricadas y hechas de concreto armado para
evitar que los ciclones las destruyeran, La Alcoa, como se
llamaba la multinacional para la que mi padre trabajaba, proveía
las casas a sus obreros por una pequeña mensualidad, las cuales
eran usadas para costear el valor de la vivienda. Al cabo de cierto
tiempo, el obrero podía convertirse en el propietario de la misma.
No era ni más ni menos que la compra a plazos de la vivienda,
con créditos de la empresa.
Cuando me enteré del plan que la Alcoa tenía con sus
viviendas, le pregunté a mi padre si eso era el comunismo, del
que ya me había hablado. “No, muchacho… ¡estos son vampiros
que te chupan la sangre y tratan de mantenerte contento para
sacarte más!” Me pareció un tanto injusto por parte de mi padre
que se expresara así de una compañía que le pagaba tan bien, nos
daba tantos regalos, nos mostraban películas gratis y otras tantas
cosas. Estaba seguro que mi padre era un inconforme y un
[50]
MEMORIAS INÉDITAS
ingrato, y que por eso se había enfrentado a Trujillo a pesar de
que le dio una beca para estudiar mecánica industrial en la
Escuela Nacional de Artes y Oficios. De todos modos, mi padre
era mi padre y no lo podía cambiar. Él era así, pensaba yo, y
punto.
Es cierto que a los trece años de edad, es muy poca la base
que una persona puede tener para emitir juicios contra el criterio
político de sus padres. Sin embargo, yo siempre he pensado lo
que quiero y aunque me han dado muchos tablazos, nadie me ha
podido imponer su criterio en ese sentido. No al menos por la
fuerza.
Al poco tiempo, empecé a hacer nuevos amigos y a conocer la
ciudad de esquina a esquina. Un nuevo elemento que me gustó
mucho era que la ciudad de Pedernales quedaba a sólo unos
pasos de un pequeño pueblo en la hermana República de Haití,
llamado Anse à Pitre, algo que me brindaba la oportunidad de
nuevas aventuras.
La casa estaba situada en una esquina frente a un árbol de
cedro. Estábamos rodeados de un patio inmenso con un árbol
grandísimo de roble, varias plantas de caña y un árbol de limón
en la parte más lejana de la casa. La vivienda del lado estaba
habitada por Rubén Tiburcio, su esposa y sus hijos, en cuyo patio
había un almendro que daba frutos grandes y jugosos, y en que
pasaba trepado recogiendo las mejores almendras.
Justo al frente, vivía la familia de una Señora llamada Dulce,
y su hijo “Remedio”, que contrario a su nombre tenía la fama de
tener la boca más sucia y amarga del barrio, pero que a mí me
parecía fabulosa. Mi mamá nos había advertido que debíamos de
respetarla para evitar enfrentamiento con ella. Así sucedió, y de
hecho siempre que visité su casa, se me trató con educación y
respeto.
[51]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Al lado de la casa de “la malcriada”, como le llamábamos a
Dulce, vivía Elorida, una vecina que era muy romántica y pasaba
el día tarareando las últimas canciones del momento. Otro de los
muchachos del barrio, que vivía en la casa de la esquina,
diametralmente opuesta a la mía, construyó una especie de ring
de boxeo improvisado y ahí nos la pasábamos practicando boxeo
para ser los futuros Cassius Clay. La verdad es que, a veces,
tenían que cuidarnos para que no nos rompiéramos los huesos.
Al salir de la casa, no muy lejos, hacia la derecha, llegaba a
un bar y a los prostíbulos, que los dominicanos llamamos
erróneamente “cabarets”. Antes de llegar al bar, vivía un viejo
amigo de mi padre, de apellido Grillo, quien había estado preso
en la era de Trujillo en la misma cárcel que estuvo mi papá, en
La Victoria, por también haber formado parte del Movimiento
14 de Junio. Ahora trabajaban juntos en la Alcoa, en Cabo Rojo.
A mí me parecía un hombre alto, con rasgos españoles. No le
noté tener mezcla de raza negra. Tenía varios hijos, incluido uno
llamado Martín. Llegamos a ser muy amigos y siempre
andábamos juntos, para el río, el canal o la playa.
Al poco tiempo de llegar a Pedernales, llegó a trabajar a mi
casa una haitiana llamada Ivonne, que fue recomendada por uno
de los vecinos y pronto se convirtió en parte de la familia. La
pobre haitiana no podía hacer sus labores tranquila, porque yo
siempre la molestaba para que me enseñara a hablar el creole.
Fue así cómo empecé a tenerle aprecio a los haitianos y a
aprender su idioma. No podía soportar ver a Ivonne hablar creole
con algunos de sus compatriotas que venían a visitarla y no
entender lo que decían. La curiosidad me carcomía el estómago.
Lamentablemente, lo primero que se aprende de un idioma
extranjero son las palabras obscenas y como no tenía con quien
practicar, aparte de Ivonne, el lío se armaba cuando sus amigos
[52]
MEMORIAS INÉDITAS
venían a verla. Asumo que ella los advertía, porque por lo
general, en vez de responder mis insultos, se reían y terminaban
por enseñarme otros nuevos. Así que a partir de la llegada de
Ivonne a mi casa, inicié mi primera aventura en un nuevo idioma,
convirtiéndose ésta en mi instructora.
A partir de ese momento mi interés se concentró en conocer
Haití. Mis padres comenzaron a preocuparse, pues me conocían
muy bien y sabían que me iría al otro lado de la frontera, a como
diera lugar, inclusive ilegalmente en el momento que menos lo
esperaran. Mi nuevo sueño no duró mucho en concretarse, a
pesar de las amenazas que mis padres me hacían para que no
cruzara la frontera. Al poco tiempo los vecinos de Anse à Pitre
me conocían tan bien como los de Pedernales. Nada valió. Ni
siquiera las precauciones que Ivonne tomaba para que no
siguiera sus pasos cuando cruzaba la frontera, por temor a que
algo me pasara en aquellas tierras.
Un día, cuando sabía que Ivonne se disponía a regresar a Anse
à Pitre, la seguí a escondidas para que no lo notara, algo que no
era nada difícil, ya que teníamos que cruzar algo que no era nada
difícil, ya que teníamos que cruzar por montes llenos de arbustos.
Nunca supe cuando había dejado atrás a República Dominicana
ni cuando había entrado a Haití, porque no habiendo ninguna
división notoria en la frontera, me era difícil saber de qué lado
estaba. Cuando comprobé que ya estábamos en Haití, al notar
que la gente del nuevo poblado sólo hablaba creole, me le fui
delante a Ivonne y casi se muere del susto. “Oh! Mon Dieu!
Qu’est-ce que tu fais ici, petit diable? (“¡Qué haces tú aquí,
diablillo?”) dijo entre creole y francés acentuado.
“¡Te lo dije, le respondí, que sino me traías a las buenas yo
vendría a las malas. ¡Y aquí estoy! ¡Y ya me aprendí el camino!
¡Eso sí, no te atrevas a decirlo en mi casa, pues tú sabes que me
[53]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
matan!”, le recalqué. Fue a partir de ese día, que me convertí en
“Julio César”, en el lado mío y en el haitiano “Jules César”.
Ivonne entendió que no podía hacer mucho y optó por
mostrarme la ciudad como le había pedido. Todos la conocían en
el pueblo, que no era muy grande. Me trataron de maravillas. Ese
sería el primero de interminables y continuos viajes, porque
desde ese día Anse à Pitre se convirtió en mi otro patio. Llegué a
conocer tan bien el manejo de la frontera en esa área que cuando
mi tía María y mis primas Kelva y Zayda vinieron a visitarnos,
las llevé al pueblo haitiano a comprar de todo y para todo, pues
las cosas francesas eran más baratas en ese lado que en el mío.
Todavía no entiendo porque los hombres del mundo que
comparten fronteras se llevan tan mal, si al final de cuentas
somos iguales. Algunos más blancos, más negros, más altos, más
pequeños, pero con los mismos sueños, las mismas alegrías y
tristezas. ¿Por qué odiamos a nuestros vecinos si supuestamente
creemos en Dios? ¡Todavía no lo entiendo! Pero esa es la triste
realidad. Los hombres no se entienden ni ellos mismos. Dicen
una cosa, pero hacen la otra. Fue entonces cuando empecé a
darle la razón al Zorro que no podía entender al Principito,
porque venía de la Tierra.
Para entonces cursaba el séptimo grado de la escuela y
estudiábamos en el Liceo de la ciudad. La verdad es que como a
todos los muchachos, no me agradaba mucho la escuela, porque me
quitaba tiempo para mis andanzas y mis viajes a Haití, por esa
frontera que conocía ampliamente. El liceo sólo me gustaba cuando
los muchachos comenzaban a quemar neumáticos y a lanzarle
piedras a los policías. No sabía por qué lo hacían, aunque decían
que tenía que ver con el gobierno o algo relacionado al
mejoramiento de la escuela. No importaba, la verdad, pero me
excitaba el lío y me involucraba en él, como si fuera mi problema.
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MEMORIAS INÉDITAS
Recuerdo que una vez lanzaron bombas lacrimógenas y la
policía logró entrar al plantel. Yo que era de los que estaban al
frente, fui de los primeros en escapar por la verja que separaba la
escuela de una vivienda que quedaba detrás. En otra ocasión nos
fuimos a hacer una protesta pacífica, frente al recinto de la
policía, porque habían arrestado a algunos de nuestros
compañeros revoltosos. La policía salió de recinto y se armó una
corredera, Yo como siempre encabezaba la retaguardia y era el
que más corría.
Mi padre se inscribió en el Club de Leones de la ciudad y
asistíamos al club con frecuencia. Traté de enrolarme en los Boy
Scouts, pero no llegué muy lejos en esa actividad, y no me
pregunten por qué.
Cerca de la casa había unas fincas con frutas, que
rápidamente estuvieron bajo el control mío y de mis amiguitos.
Mi hermana Minerva también fue reclutada en la pandilla y no
hubo un árbol que no recibiera nuestra visita.
Una vez tratando de agarrar una fruta de mamón, y estando
en el cogollo del árbol, caí de nalgas entre unos ramos con
espinas. Aún Minerva y yo recordamos este incidente y nos
morimos de la risa cada vez que nos viene a la mente, por la
forma en que tuve que soportar estoicamente la presencia de
dichas espinas en esa parte tan noble del cuerpo.
Cuando mi papá no llegaba a tiempo a la casa, mi mamá me
enviaba a buscarlo por la ciudad, pero no tenía que ir muy lejos.
Yo sabía donde encontrarlo y aunque mi mamá sospechaba, la
mayoría de la veces yo lo protegía para tenerlo “en buenas y
santas paces con ella”. A veces, mi mamá me hacía alguna oferta
o me ponía una que otra trampa para sacarme la información.
Algo que me buscaba el rechazo de mi papá por un tiempo hasta
cuando el asunto se olvidaba.
[55]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Por esos años, había una prostituta llamada Juana Ceballo,
que vivía en el mismo pueblo. Era una señora mayor, que
conocía a mi familia porque era oriunda de la misma provincia
de donde procedíamos. Siempre me cayó muy buen y sentía pena
por ella. No entendía como una señora tan buena y de tan buen
corazón se había dedicado a aquella profesión, la más antigua del
ser humano. Juana a veces me guardaba algún dulce que hacía,
porque sabía que yo siempre pasaba por su casa. No sé qué pasó
con Corella o si aún vive.
La playa de Manzanillo fue remplazada por el río Pedernales
y algunos canales que salían de él. Allá me iba en busca de
camarones y algunos peces. Recuerdo que mi padre en uno de su
“jumos” perdió un reloj costosísimo marca Longine, que había
traído de Nueva York. Mi mamá lo acusó de haberlo botado por
estar con los “cueros”, como le decimos en Dominicana a las
prostitutas. Creo que ella tenía razón, pero no le eché más leña al
fuego en ese momento, porque nada iba a solucionar.
Algunas veces me iba a la playa con los hijos del Grillo.
Recogíamos las uvas que se daban en la orilla y nos bañábamos
en la playa.
[56]
EL OTOÑO DE 1973
En noviembre de 1973, el Partido Revolucionario Dominicano
atravesó por una de sus peores crisis políticas, cuando su
fundador y líder, el profesor Juan Bosch, abandonó el partido que
había ayudado a fundar en 1939, debido, entre otras cosas, a la
gran popularidad que José Francisco Peña Gómez alcanzaba con
ciertas propuestas liberales como era el acercamiento a los
congresistas norteamericanos, William Fulbright y Frank Church,
que podían ayudar a fortalecer los vínculos con los Estados
Unidos, en vez de continuar las alianzas ideológicas y políticas
con personajes del comunismo radical de entonces, como Mao
Tse-tung o Fidel Castro, según lo explica Jonathan Hartlyn, en su
libro The Struggle for Democratic Politics in the Dominican
Republic.
[57]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Esa transformación en el estilo político de Peña Gómez,
moderando su línea radical, y su acercamiento a elementos de los
Estados Unidos, llegó a su clímax a finales de 1973, cuando la
posición del pupilo de Bosch, con respecto a una alianza para
desplazar a Balaguer del poder, cobró tantos adeptos que Juan
Bosch no vio otra alternativa que formar tienda aparte y fundar un
nuevo partido que bautizó Partido de la Liberación Dominicana
(PLD).
Para entonces, y siendo mi padre un activista del Partido
Revolucionario Dominicano, se involucró en la campaña política
para las elecciones presidenciales de 1974, dándole apoyo logístico
a un primo suyo, llamado Ezequiel García, quien pertenecía al
Partido Social Cristiano, y que también formaba parte del Acuerdo
de Santiago, el conglomerado de partidos políticos que tenía como
único objetivo derrotar al doctor Joaquín Balaguer, quien aspiraba a
su tercera reelección.
El doctor Balaguer logró obtener la victoria en esos comicios,
cuando faltando 48 horas para las elecciones presidenciales, el
Acuerdo de Santiago decidió retirarse de las elecciones,
argumentando que no existían las condiciones necesarias para
concurrir a las urnas. Las elecciones prosiguieron su curso y
Balaguer derrotó abrumadoramente a su único competidor, del
Partido Demócrata Popular que llevaba como candidato a Luis
Homero Lajara Burgos.
Para mi padre esto no era nada nuevo, porque siempre había
estado metido en asuntos laborales y en las cosas políticas. Para mí
ésta fue la primera incursión directa y participativa en ese mundo
tan convulsionado, tan difícil y tan complicado como es el de la
política, y es a partir de ese momento que mi presencia en actos y
reuniones se hizo más evidente, pues llegué a utilizar pancartas,
pegar volantes y dar unos que otros vivas al movimiento que
confirmábamos.
[58]
MEMORIAS INÉDITAS
Mi casa se convirtió en el depósito de parte de los materiales
proselitistas de la facción que representábamos en esa contienda
y entre los artículos que recuerdo había unos machetes de madera
y unas banderas verdes que eran los símbolos del partido por el
que mi padre hacía campaña.
Tan pronto comenzamos a hacer manifestaciones en la
ciudad, empezaron los policías a acercarse a nuestra casa. Mis
padres me dijeron que eso era para intimidarnos y que nada iba a
pasar. La verdad es que a mí no me gustaba mucho la idea de
tener a la policía tan cerca y aunque me gustaba el andar metido
en las manifestaciones, no estaba seguro si valía la pena
sacrificar la libertad por estar en este nuevo asunto.
A medida que la campaña arreciaba, la situación se iba
poniendo más tensa. La policía se acercaba más y ahora venían
los guardias con armas largas. No me gustaba nada la idea y
temía que podían matarnos. Creyendo que los soldados podrían
entrar en cualquier momento, comencé a construir un gran hoyo
en el patio, que luego cubrí tierra y con matas de caña, por si
teníamos que ocultarnos. Pensaba que en caso de que fuera
necesario nos esconderíamos ahí para que no nos mataran.
Cuando mi padre se enteró, se alegró mucho de mi osadía y
estuvo muy orgulloso de mí. Sin embargo, me explicó que eso de
poco serviría si los guardias decidían entrar a la casa y que bien
pronto descubrirían la fosa.
Años más tarde, mi madre me confesó que mi padre salvó
su vida gracias a la intervención de un prominente reformista,
conocido por el apodo de Toño, que más tarde llegó a senador de
la República, y quien le explicó a la autoridades militares, que mi
padre no era una persona peligrosa y que no debía tocársele por
ninguna razón.
[59]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Mis constantes travesuras y mis frecuentes viajes ilegales a
Haití motivaron a que mi padre me enviara a donde tía Norma,
que vivía en San Cristóbal. Esta tenía la fama de ser muy recta y
pensó que antes que “matarme” de una paliza, le daría una
oportunidad a tía Norma para ver si me ponía bajo control.
Cuando llegué a San Cristóbal los exámenes de admisión
del famoso centro educacional “Loyola” habían pasado y no
pude ingresar a dicha institución. Entonces ingresé al colegio
Max Henríquez Ureña, a donde cursé el primer año de
bachillerato y donde nuevamente hice otras amistades.
Aprovechando mi presencia en San Cristóbal, la ciudad donde
había nacido el dictador Trujillo, me interesé mucho por su vida
y comencé a coleccionar sellos, monedas, medallas y todo tipo
de recuerdos sobre su época, de la cual oí tanto hablar en mi casa.
Cuando finalicé el primero de la secundaria, mi mamá y tía
Norma se pelearon por 13 pesos que según mi tía, era lo único
que a veces le enviaban, y decidieron llevarme con ellos de
nuevo a Pedernales; pero esta vez mi estadía no fue por mucho
tiempo, porque los resultados de las elecciones del 1974
obligaron una vez más a mis padres a salir huyendo de la
localidad donde vivíamos, como consecuencia de una implacable
persecución política, por las actividades en que mi padre se había
envuelto anteriormente.
Minerva y yo nos tuvimos que “asilar” en Montecristi, yo
con mi querida tía Jacinta Cabreja, y Minerva a donde otros
parientes; en septiembre de 1975 ingresé al segundo año del
bachillerato, y Minerva al primero, en el Liceo José Martí de
nuestra ciudad natal. Mis padres y Tania Aracelis, se refugian en
Santo Domingo, en casa de mi tía Chechedes, desprovisto de
todo, de lo que hasta entonces habíamos conseguido como
patrimonio.
[60]
MEMORIAS INÉDITAS
Entre los profesores que entonces me impartieron clases en
el Liceo de Montecristi, recuerdo a las profesoras Gómez, el
profesor Coco, la profesora la Negra y Enriquillo, el profesor de
inglés, que no escondía sus preferencias sexuales, y a quien todos
respetábamos y queríamos muchísimo, ya que su profesionalidad,
su dedicación y el amor con que impartía sus clases, se
sobreponían a su condición personal.
[61]
VERANO DE 1976
Terminado el año escolar de 1975-1976, en Montecristi, Minerva
y yo, nos trasladamos a la capital para reunirnos con nuestros
padres y con Tania, quien desde hacia varios meses se había
radicado en esa ciudad, en el ensanche La Fe. Al igual que
muchos otros cientos de dominicanos, habíamos llegado a la gran
ciudad en busca de libertad, que en el caso nuestro habíamos
perdido en Pedernales, de un mejor futuro económico y mejores
oportunidades.
La capital concentraba prácticamente todo el desarrollo de la
República Dominicana, pese a que por esos días, la economía del
país había entrado en un periodo de estancamiento, debido al
incremento en los precios del petróleo y al descenso del precio
del azúcar de caña en los mercados internacionales.
[62]
MEMORIAS INÉDITAS
Algunos meses más tarde, el doctor Joaquín Balaguer
celebraría su décimo aniversario en el poder. Su gobierno, hasta
poco tiempo atrás, se había caracterizado por su gran auge de
recuperación económica. Las inversiones nacionales y
extranjeras, respaldadas por ayudas financieras de los Estados
Unidos, iban en aumento. A esto se sumaban los altos precios
que alcanzaba nuestra azúcar en el mercado internacional, y que
era el principal rubro de exportación del país en esa época.
El Producto Interno Bruto había llegado a superar un
promedio superior al 10% anual en sus dos primeros períodos,
convirtiéndose República Dominicana en esos años, en uno de
los países de mayor crecimiento económico en el mundo. El
gobierno de Balaguer pudo embarcarse así en importantes
proyectos y hacer numerosas inversiones en agricultura, minería
y turismo.
Grandes préstamos y donaciones del gobierno de los Estados
Unidos, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otras
instituciones internacionales, habían sacado a República
Dominicana del gran periodo de recesión en que había entrado en
las postrimerías del régimen dictatorial de Rafael Leonidas
Trujillo, que llegó a su fin en mayo de 1961.
Santo Domingo de Guzmán, ciudad primada de América, no
era nada extraña para mí. Mi centro de vacaciones, ahora se
convertía en mi nueva ciudad, mi casa y mi sede de estudios. En
otras palabras, a partir del 1976 me transformaba en un nuevo
capitaleño.
Cuando Minerva y yo llegamos a la capital, mis padres aún
permanecían refugiados en la casa de tía Chechedes. Aunque mi
tía vivía en los Estados Unidos, en la casa permanecían tres de
sus hijas que estudiaban en varias instituciones de la ciudad.
Kelva, la mayor, estudiaba medicina en la Universidad Autónoma,
[63]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
mientras que Zaida y Aleida, mis inmejorables amigas, estaban
terminando el bachillerato en un colegio católico del área.
La ayuda de mis primas fue importantísima para mi adaptación
a la ciudad capital y fui sometido a entrenamientos intensivos para
dejar la mentalidad del campo atrás y convertirme en su nuevo
chaperón. En poco tiempo me enseñaron a bailar merengue regular
– pues sólo bailaba el ritmo “apambichao” – y el ritmo
norteamericano que John Travolta popularizó con su película
Saturday Night Fever.
Ahora todos los fines de semanas, tan sólo con el pasaje de ida y
vuelta de nuestro “concho”, una botella de ron “lava gallos” (el ron
más barato) que contrabandeábamos en la cartera de Aleida y unos
contados pesos, suficientes para la entrada a la discoteca, nos
robábamos la noche, adueñándonos de la pista de baile.
Más tarde mis primas hablaron con uno de los vecinos del barrio,
que tenía una casa para alquilar, y nos mudamos no muy lejos de
ellas.
Mientras me adaptaba a la nueva vida, fui haciendo amigos en
el barrio y debido a mi pasión por el juego de ajedrez, logré
concentrarme con uno de mis vecinos llamado Roberto
Encarnación, quien vivía al lado de mi casa.
Fue Roberto quien, enterado de que yo andaba buscando una
escuela para continuar mis estudios de bachillerato, me sugirió que
la mejor opción del sector era la “Academia La Trinitaria”, el
centro donde él estudiaba desde hacia varios años.
Fue así como durante la primera semana de septiembre de 1976,
me encontré con Leonel Fernández frente a frente, por primera vez.
Él apenas había cumplido los 23 años y yo los 16 años de edad, es a
partir de este momento en que comienza nuestra historia.
[64]
SEPTIEMBRE DE 1976
La puerta del aula se abrió. Un joven en sus tempranos 20 años,
que cuando apenas le asomaban los bigotes, vistiendo pantalón
grisáceo y una guayabera azul claro, si no mal recuerdo, entró y
nos saludó en voz alta, a todos los alumnos que sentados
esperábamos por el nuevo profesor.
-¡Buenos días! dijo.
-¡Buenos días! respondimos en coro.
El joven traía consigo un humilde maletín que a simple vista
parecía haber usado por largo tiempo, pero aún estaba en buenas
condiciones. Colocó el maletín sobre la mesa que frente a
nosotros servía de escritorio y dando unos pasos hacia la pizarra,
tomo un pedazo de tiza y comenzó a escribir.
“Leonel Fernández Reyna, profesor de Historia Patria”.
[65]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Más abajo, “Libro de texto: Historia social y económica de la
República Dominicana, por Roberto Cassá”.
El joven se volvió de nuevo hacia nosotros, que
permanecíamos impávidos en nuestros asientos, y mirándonos a
todos reiteró el saludo.
-¡Buenos días! dijo otra vez.
-¡Buenos días”, respondimos al unísono.
“Mi nombre es Leonel Fernández Reyna y voy a ser su profesor
de historia patria durante este año”. Aunque el libro de texto es el
que ven escrito en la pizarra, quiero que sepan que usaremos otros
textos auxiliares y recurriremos a otros materiales para hacer de
esta clase, no sólo la rutina pautada por el currículo de la Secretaría
de Educación, sino algo especial donde todos tengan participación
y puedan disfrutarla. La historia hay que verla desde varios ángulos,
como todo en la vida, para entenderla mejor. Porque de lo contrario
nos exponemos a ser manipulados por los que controlan el status
quo. Éste es uno de los textos más avanzados y apegados a la
realidad histórica que nos ha tocado vivir. Sin embargo, sería útil
que ustedes tengan acceso a otro historiadores, tanto dominicanos
como extranjeros, que pueden aportar otros puntos de vista que no
estén necesariamente influenciados por la parcialidad que afecta a
todo ser humano”.
Leonel, con voz suave y agradable, con su fisonomía
característica del mulato dominicano, de piel no muy oscura, ojos
marrones oscuros y cabello crespo, daba la impresión de ser una
buena persona, que hablaba con pasión sobre tema que abordaba.
Juiciosamente sabía que durante sus clases podría expresar cosas
que él pensaba, formaban parte de la verdadera historia de nuestro
país y que con su caballerosidad y su don de gentes, podía interesar
a sus alumnos en la cátedra. Los meses nos darían la razón. Sólo
había que verlo actuar al dictar sus clases, responder preguntas y
soltar ideas, para llegar a entender que se estaba frente a un
[66]
MEMORIAS INÉDITAS
excelente orador, alguien que por el dominio de su expresión podía
llegar a ser desde un gran pastor de una iglesia, un sacerdote o un
excelente actor.
Terminada la pequeña introducción, Leonel bajó la cabeza, y
desde la mesa frente a la que hablaba, tomó una lista que estaba
colocada junto a su maletín.
“Me parece que una buena forma de comenzar es
conociéndonos. Vamos a empezar por la primera fila”, dijo,
mientras sujetaba la lista en sus manos.
El profesor Fernández apuntó al primer estudiante, que
resultó ser una chica, sentada en la primera fila de izquierda a
derecha, desde su punto de vista.
-Párese por favor. Díganos su nombre”, la instó a decir.
_Mayra Victoria Cortorreal, respondió la joven.
Leonel miró la lista y con la pluma que tenía en su mano
derecha marcó algo sobre la misma.
“El próximo, por favor”, continuó
“Jáquez Veras”, contestó el segundo.
-Gracias. Próximo.
-“Julio Alfredo Bastardo”, poniéndose de pies el tercero. Uno
de los estudiantes repitió: “¡Bastardo!”
¡Por favor, más respeto!, increpó el profesor.-¡El que sigue!
Nelson Sosa, Idelsa Peña, Cecilia Medina, Belkis Sánchez,
Francia Luz Reyes, Julio César Sosa, Carlos Fuentes, Roberto
Encarnación, Belkis Santana, etc., hasta cuando me correspondió
mi turno “Julio César Valdez Valdez”, y continuaron los otros:
Belkis Polanco, Adriana del Rosario, Nidia Colombina, etc.
El curso de historia patria durante ese año, fue convertido por
Leonel en una extensión del partido al que pertenecía y por el
cual yo llegué a desarrollar una gran simpatía.
Los escritos del reconocido profesor Juan Bosch sobre
[67]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Historia de la República Dominicana, que aún conservo, fueron
un complemento obligatorio del libro de texto-guía, que se nos
había asignado.
Esos escritos de Bosch eran los que entonces se usaban en los
cursos de adoctrinamiento en el seno del Partido la Liberación
Dominicana, y prontamente muchos de los estudiantes,
incluyéndome a mí, estábamos colaborando con el partido y
leyendo Vanguardia del Pueblo, que era su órgano de
información.
Habíamos sido reclutados sin darnos cuenta, o por lo menos,
Leonel nos había seducido con su ingeniosa “labia” a tal punto
que llegamos a creer ciegamente en los pronunciamientos
políticos que nuestro profesor camuflaba con la historia que
impartía dentro del recinto escolar.
Los ataques al gobierno de Balaguer estaban siempre a la
orden del día y no había momento en que nuestro profesor no nos
recordara que nuestros verdaderos enemigos no eran los
haitianos, como los historiadores no querían hacer creer, sino que
estaban muy dentro de la nación, sentados al entorno del hombre
“más perverso” que había dado la República Dominicana, cuyo
nombre, según nuestro profesor, era “Joaquín Balaguer” y a
quien consideraba el máster de los fraudes electorales, que le
permitían permanecer en el poder por medio de un sistema de
gobierno represivo, corrupto y cuasi dictatorial.
Otros de los grandes causantes de la desgracia de nuestra
nación, según el profesor Fernández, eran los yanquis, quienes
según él, sólo veían América Latina, como el traspatio de su casa
y la fuente para saquear los recursos naturales que le permitían
mantener el dominio y la explotación de la región.
Estos planteamientos del profesor Fernández, fueron más
tarde plasmadas en los libros Los Estados Unidos en el Caribe:
[68]
MEMORIAS INÉDITAS
de la Guerra Fría al Plan Reagan donde se refería a las
inequidades que los Estados Unidos cometían contra los pueblos
del Caribe; y Raíces de un poder usurpado, en el cual ponía en
evidencia su absoluto rechazo a los métodos fraudulentos de los
cuales el doctor Balaguer supuestamente se valía para
perpetuarse en el poder, por medio del robo de las elecciones. En
pocas palabras para Leonel Fernández, Joaquín Balaguer era un
ladrón de elecciones.
Otras de las agudas críticas que Fernández hacía contra
Balaguer, era que había implantado una dictadura neotrujillista,
rodeado de matones y ladrones, que no sobrepasaban las
trescientas personas. “¿Es que no se dan cuenta, que Balaguer ha
ido eliminando a todos los hombres que se han opuesto al
imperialismo yanqui? ¿Acaso no saben ustedes quién ha matado
a los jóvenes pensantes de nuestra patria? Ese cuento de que
existen fuerzas incontrolables, es otro de los cuentos del doctor
Balaguer, quien quiere usar las técnicas de Poncio Pilato,
lavándose las manos mientras ordena los crímenes, nos decía
Leonel Fernández, en sus interesantes clases de historia patria.
Aún me parece estarlo oyendo. Comparando al gobierno de
entonces presidente Balaguer, con los peores gobiernos que
según él había tenido nuestra patria, entre los que destacaba los
gobiernos de Buenaventura Báez.
Su rechazo y sus punzantes críticas contra el doctor Joaquín
Balaguer, motivaban un permanente debate entre un grupo de
estudiantes que rechazaban las crueles opiniones personales que
nuestro profesor emitía contra alguien que era venerado por
muchos de los alumnos.
Recuerdo a Francia Luz Reyes, quien era tan balaguerista que
bautizó la pequeña calle donde vivía, con el nombre del entonces
presidente, y quien en múltiples ocasiones le dejó saber al
[69]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
profesor Leonel, bien claro, que no importaban todas las cosas
malas que él y los adversarios de su líder dijeran sobre el
“doctor” –como le decían a Balaguer– pues para ella él era el
mejor presidente que habíamos tenido los dominicanos, y el que
más había hecho por la patria.
“Busquen en todo el país, a ver quién es que lo ha hecho. Lo
que no construyó Trujillo, lo ha hecho Balaguer”, decía Francia,
para agregar que “los hombres se conocen por sus hechos y sus
obras, y no por sus bellas palabras, porque aquellas quedan para
la posteridad y las palabras se las lleva el viento”.
Roberto Encarnación, los hermanos Nelson y Julio Sosa, eran
otros de los que le enrostraban a Leonel que el único hombre que
había hecho algo por el país era precisamente el doctor Balaguer,
pues los otros sólo querían llegar para robar. Estas discusiones y
opuestos puntos de vista hacían de las clases de historia algo
muy entretenido, debido a que nadie se aburría de las mismas.
Leonel manejaba esas críticas como todo un auténtico demócrata,
porque nunca tuvo en cuenta esa posición política y casi todos
los estudiantes, finalmente, aprobamos la asignatura con notas
excelentes.
Fue así como conocí a Leonel Fernández Reyna, la primera
semana del mes de septiembre de 1976, entre el bullicio de los
otros alumnos que tomaban clases en las aulas colindantes y el
aroma del café y el cacao que emanaba de las chimeneas de la
fábrica “Industrias Banilejas”, situada apenas a algunos pasos de
nuestro recinto escolar.
[70]
OTOÑO DE 1978
Tan pronto terminé el bachillerato en La Trinitaria, inicié los
trámites para ingresar a la Universidad Autónoma de Santo
Domingo (UASD).
Mis intenciones eran estudiar arquitectura, mas por influencia
de mi padre no tuve otra opción que ingresar a la carrera de
ingeniería civil, so pena de no recibir la asistencia necesaria para
continuar mis estudios universitarios.
Para 1978, Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)
no permitía que los estudiantes ingresaran directamente en la
carrera deseada, sino que era obligatorio tomar cursos
complementarios, en lo que se llamaba el colegio universitario
(CU), para llenar las inconsistencias dejadas por la educación
secundaria.
En el CU me destaqué por obtener altas calificaciones que,
posteriormente, me exoneraron del pago de los siguientes
semestres. También hice nuevas amistades muchas de las cuales
aún conservo. Una de mis mejores amigas era Aracelis Franco,
[71]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
hija de quien en ese entonces era el sindico de la ciudad de Santo
Domingo, y otra joven llamada Rosa Hilda Sánchez, quien
estudiaba economía y que dos años más tarde, en 1980, me habló
de las becas que la Unión Soviética ofrecía a los estudiantes de
países del tercer mundo, para hacer algunas carreras
especializadas.
Rosa Hilda y yo nos llevábamos muy bien y un día me
comentó su intención de estudiar fuera del país. Confesarle a
alguien que planifica viajar a una país comunista, en esa época,
implicaba que se tenía aprecio y confianza en esa persona. Me
propuso que si estaba interesado ella me podía ayudar a
conseguir una beca también. No vacilé un instante en aceptar su
propuesta. Desde ese día hice todo lo necesario para alcanzar mi
objetivo.
Recurrí a Maritza Ruiz, la hermana de Guillermo Ruiz, quien
era el esposo de mi prima Zaida. Maritza que era miembro activo
del Partido Comunista, me fue útil para la consecución de la beca.
Maritza prometió ayudarme y así lo hizo. Algunos días
después, en un evento que tuvo lugar en el cuartel general del
Partido Comunista Dominicano, en la Avenida Independencia,
me presentó algunos de sus contactos. Las personas que conocí
quedaron impresionadas con mis altas calificaciones, y –según
ellos, éstas me garantizaban la obtención de la beca. De todos
modos, el hecho de que Maritza me recomendaba era otro punto
a mi favor.
-“¡No te preocupes!” dijo uno de ellos. “Si yo fuera tú,
comenzaría a empacar mis maletas”, terminó diciéndome.
Estos halagos me hacían sentir muy bien, pero no me
garantizaban nada. Los estudiantes que habían aplicado para las
anheladas becas eran alrededor de mil y la gran mayoría eran
muy talentosos, posiblemente más que yo.
[72]
MEMORIAS INÉDITAS
Fuimos sometidos a todo tipo de pruebas, que iban desde
exámenes académicos hasta físicos y siquiátricos. Finalmente el
Partido Comunista publicó el listado de los estudiantes
seleccionados o becados. Rosa Hilda Sánchez, mi vecina Roxana
Guzmán y yo, estábamos entre los seleccionados. También había
sido escogido Jorge Germosén, un amigo de mi pueblo natal, con
quien había estudiado el segundo de bachillerato. Nuestro
destino sería la Unión Soviética, pero desconocíamos la ciudad
en donde residiríamos.
Pero mi alegría no fue completa, porque yo estaba
esperanzado en ser enviado a Yugoslavia, Checoslovaquia o
Alemania Oriental. La URSS era mi última opción, porque con
las personas con las cuales había hablado previamente, me
explicaron que el sistema soviético era más cerrado y menos
democrático que en los otros países en los que yo deseaba
estudiar. ¡Pero qué va! Lo importante era que el deseo de estudiar
en el extranjero comenzaba a materializarse.
Tan pronto nos notificaron que iríamos a estudiar a la URSS
comenzamos a tomar alguna lecciones del idioma con una rusa
que se había casado con un dominicano egresado de una
universidad soviética y que ahora residía en Santo Domingo. En
esas clases aprendimos el alfabeto ruso y las palabras básicas que
nos permitirían desenvolvernos en los primeros días de nuestro
arribo al lejano país.
[73]
A LA CORTINA DE HIERRO
Alguno dominicanos que estudiaban en la Unión Soviética y que
ahora se encontraban en nuestro país de vacaciones, fueron a
orientarnos sobre lo que nos esperaba a nuestra llegada a aquel
país comunista. La mayoría hacía énfasis en que teníamos que
tener cuidado con no hacer nada indebido para no meternos en
problemas con las autoridades soviéticas. Algo que quedaba muy
claro era que no debíamos involucrarnos en el mercado negro,
vendiendo artículos procedentes de Estados Unidos, en especial
los apetecidos pantalones jeans. Lo más interesante del caso es
que mientras estas mismas personas nos pedían limitar la entrada
de jeans al territorio soviético, por otra parte nos pedían que les
hiciéramos el favor de llevarle algunos paquetes, que luego nos
enteramos eran el exceso de estos artículos que en su equipaje no
podían llevar. “Nos habían cogido de mulas”, no del narcotráfico,
obviamente, como suele decirse ahora, sino de los jeans,
mientras nos predicaban todo lo contrario. He aquí otro ejemplo
de la doble moral de los seudo moralistas, que proponen una cosa,
mientras hacen lo contrario.
[74]
MEMORIAS INÉDITAS
Mi madre y yo iniciamos los preparativos de mi viaje con una
recolecta de dinero y ropas. Abordamos a algunos parientes,
incluyendo a Jaime Núñez, un primo hermano de mi mamá que
estaba muy bien económicamente. Otra de las personas que
cooperó para que yo tuviera unos cuantos dólares para mi viaje
fue Aquiles de la Rosa, un hermano de crianza de mi papá.
Cuando mi papá se enteró de que me proponía viajar a la
URSS, trató de persuadirme por todos los medios: debía
abandonar la idea, porque a partir de ese instante pasaría a
formar parte de una “lista negra” en la que él no quería verme,
por la amarga experiencia que había tenido por él haber sido
incluido en de ella, debido a sus actividades políticas. En esa
época, los dominicanos que viajaban al bloque socialista eran
catalogados de comunistas, algo que podría ser más perjudicial
que si lo acusaban de homicidio o de cualquier otro crimen.
Durante los encuentros que tuvimos con nuestros asesores en
el Partido Comunista Dominicano, se nos había dicho muy claro
que no podíamos hacer mención alguna del viaje a la Unión
Soviética, debido a que los agentes de seguridad del Estado nos
podrían someter a todo tipo de interrogatorios, que podrían
causarnos una demora de tal magnitud que pudiéramos perder el
vuelo, o peor aún, que simplemente nos impidieran viajar. Las
instrucciones eran que si alguien nos preguntaba cuál era nuestro
destino debíamos responder que era España. Tan pronto
llegáramos a España, los contactos que allá nos esperaban se
encargarían de recoger el visado en el consulado que ese país
tenía en Madrid, lo que nos permitiría ingresar a la URSS, sin
ningún contratiempo.
El 20 de agosto de 1980, mi mamá, Tania y otros miembros
de mi familia me acompañaron hasta el aeropuerto internacional
de la capital dominicana, a donde un grupo cercano a los cien
[75]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
estudiantes partimos alrededor de la 6 de la tarde, rumbo a la
Unión Soviética, usando a España como nuestro puente de
contacto para esconder el verdadero destino, Nada ni nadie pudo
cambiar la decisión que había tomado meses atrás.
Nuestro vuelo llegó al aeropuerto de Barajas, en Madrid,
España, en la mañana del 21 de agosto de 1980. El chequeo fue
rápido, y no tuvimos ningún contratiempo con las autoridades de
inmigración en ese país. Tan pronto todos recuperamos nuestros
equipajes, un autobús nos trasladó hasta el centro de la ciudad y
fuimos alojados en el Hotel Arosa, un hotel de cuatro estrellas,
en el mismo corazón de la ciudad, porque estaba situado en la
Gran Vía, Calle de la Salud 21. Nos asignaron nuestras
habitaciones y nos sirvieron un suculento desayuno, que yo
devoré como sino hubiera comido durante mucho tiempo.
Como sabíamos que nuestra estadía en Madrid era corta,
después de tomar una ducha y acomodar mi equipaje en el cuarto
que me habían asignado, aproveché la ocasión para salir
inmediatamente a recorrer las calles de la ciudad. Jorge
Germosén se prestó para acompañarme, pero no pudo caminar
mucho. Después de un rato de estar caminando comenzó a
sangrar por la nariz. Inicialmente se sentó en los alrededores del
Corte Inglés, las famosas tiendas por departamento de la nación
española, para ver si le pasaba el malestar, pero finalmente tuvo
que irse al hotel, que prefirió regresar a su habitación para
descansar. Recuerdo que se enojó conmigo, porque quería que yo
regresara con él y yo no quise, ya que eso era algo sencillo que
siempre le ocurría a él y así como le llegaba se iba la sangradera
por las fosas nasales.
Nuestra permanencia en Madrid duró dos días y en ese tiempo
recorrí toda la ciudad, sin dejar de visitar el Museo del Prado, el
Parque del Retiro y la Plaza España, que ya conocía por la letra
[76]
MEMORIAS INÉDITAS
de una canción que me gustaba mucho. Me mataba la curiosidad
por conocerla.
En el Museo del Prado recuerdo que mi principal objetivo era
localizar la Maja desnuda de Goya, y verla con mis propios ojos.
Cuando entré al Museo caminé apresuradamente para apreciar la
obra pictórica, que conocía por referencias bibliográficas. Fue
otra curiosidad satisfecha. El inolvidable cuadro estaba muy bien
cuidado por un guardia de seguridad, que no dejaba que uno se
acercara mucho.
El 23 de agosto, habiendo obtenido las visas para ingresar a la
Unión Soviética, partimos haciendo escalas en Barcelona y en
Varsovia, lugar este último en donde tuvimos muy limitados
nuestros movimientos por los problemas que entonces existían
entre el gobierno de ese país y el Movimiento Solidaridad.
Nuestro arribo a Moscú tuvo lugar temprano en la tarde, allí
un grupo de dominicanos que estudiaban en esa ciudad, nos fue a
recibir al aeropuerto Sheremétievo. Mientras esperábamos por el
autobús que nos recogería en el aeropuerto, los muchachos, que
habían traído guitarras, interpretaron diferentes canciones,
incluyendo algunas piezas rusas, para ofrecernos una bienvenida
por lo menos calurosa y de sincera colaboración. Algunos de los
que “nos habían usado de mulas” por los jeans, se presentaron a
recoger sus envidiables mercancías, que nos habían hecho creer
que eran cosas sin importancia.
Alrededor de las tres de la tarde, hora de Moscú, un autobús
nos trasladó a un hotel de estudiantes localizado en el centro de
la ciudad, donde ya habían llegado estudiantes de otros países,
incluidos los de América Latina. Ahí nos asignaron habitaciones
y se nos entregaron treinta rublos a cada uno, para que nos
desenvolviéramos hasta que llegáramos a nuestro destino final,
porque aún no sabíamos las ciudades donde íbamos a estudiar. El
[77]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
intérprete para los estudiantes hispano-parlantes no estuvo
disponible, por lo que me ofrecí para hacer la traducción al
español del intérprete que hablaba francés. Nos explicaron que
sólo estaríamos en ese hotel por algunas horas, en espera de
recibir la lista del departamento de educación para enviarnos a
los centros académicos donde estábamos seleccionados.
El deseo de salir a recorrer Moscú era inmenso, pero el temor
a que me fueran a detener por salir del hotel sin permiso o a
perderme en la gran ciudad, me detuvo e hizo que no me alejara
de los alrededores del hotel. La propaganda que había oído, logró
su efecto y todo me parecía muy rígido y represivo, aun a simple
vista. Cuando nos llevaron a comer al restaurante público, la
mayoría de los estudiantes dominicanos no quisieron ingerir
alimentación alguna, porque la comida sabía muy diferente a lo
que estamos acostumbrados en República Dominicana. Yo no
tuve problemas porque siempre he sido “caballo de buena boca”
como decimos en mi país.
Alrededor de las 8 de la noche del mismo día, nos reunieron y
me dieron la desconcertante noticia que dentro de algunas horas
saldría con destino a Kiev, la capital de Ucrania, donde iría a
estudiar al Instituto de Ingenieros Civiles, conocido por sus
siglas como el KISI.
Durante el viaje no me despegué de las ventanas del tren,
viendo el paisaje que la noche permitía. En el trayecto hice
amistades con unos estudiantes de Nepal, quienes también iban a
estudiar al mismo instituto. Nos comunicábamos por señas,
porque ellos aparte de su lengua nativa sólo hablaban inglés y yo,
para esa época, no hablaba ni jota de ese idioma.
Llegamos a Kiev alrededor del mediodía del 24 de agosto,
donde una comitiva de estudiantes latinoamericanos, encabezada
por una bella ucraniana llamada Anna, nos recibió en la terminal
[78]
MEMORIAS INÉDITAS
del tren. Anna hablaba español perfectamente y trabajaba en el
instituto KISI. Entre los estudiantes dominicanos que nos fueron
a recibir estaban Maritza Mera, procedente de Santiago de los
Caballeros, y otro estudiante de la capital llamado Nelson, que
apodaban “El Tigre”.
En el KISI estudié aproximadamente dos año, y logré hacer
muchísimas amistades de todo el mundo, entre los que estaban
Sergio Jiménez, Carlos García, Victoria Mijáilovna, y otros
tantos, que no cabrían en este libro. Sin embargo, debido a que
no me pude adaptar al hipócrita sistema comunista soviético,
opté por trasladarme a los Estados Unidos, hecho que ocurrió el
29 de diciembre de 1981. Inicialmente mi vida en Nueva York
fue bien difícil, como le ocurre a casi todos los dominicanos,
porque desconocía el idioma y no contaba con documentos
legales, todo era más difícil. Mis familiares no estaban de
acuerdo con que yo me quedara viviendo en la Gran Manzana, y
sin su apoyo, no tuve otro camino que arrimarme a vivir en casa
de unos amigos colombianos que había conocido en Kiev,
Ucrania, entre los cuales habían algunos que tenían contactos con
gente de la mafia del narcotráfico del ahora más que nunca
conocido Cartel de Cali.
Cuando me di cuenta de la andanzas de estas amistades,
decidí abandonar el lugar porque no compartía dicha conducta, y
como pude, me fui a vivir solo, en medio de grandes angustias
económicas, pero con la tranquilidad absoluta de poder alejarme
de tales compañías, porque tal como lo presumí desde el
comienzo, la mayoría de esos muchachos traviesos terminaron
detrás de las rejas de las cárceles, a pesar de todas las
advertencias que respetuosamente les hice para que en vez de
estar en esas andanzas, se dedicaran a estudiar o a desarrollar
actividades completamente lícitas.
[79]
VERANO DE 1995
Veinte años más tarde, cuando vine a visitar a Jimmy, para que
me pusiera en contacto con Leonel y voluntariamente vincularme
a su campaña presidencial, el teórico literato seguía siendo el
mismo. Con la excepción, que no había podido escapar a la
inclemencia de los años como logró hacerlo de las balas de la
Guerra de Abril. El tiempo había dejado sus huellas en el color
de sus cabellos, que ya no eran negros, como antes, sino sal y
pimienta, y también noté que cuando emitía su característica
risotada, a ambos lados de los ojos se le formaban sendas
“paticas de gallinas”, lo que las damas de alcurnia ahora se
apresuran a señalar como líneas de expresión. “¡Así es César! No
eres más bruto porque no eres más grande. ¡Y eso que tienes casi
seis pies de estatura!” volvió a bromear Jimmy, con su risita
socarrona.
Se alegró mucho de que estuviese de vuelta en la patria y más
en saber que había viajado para ayudar exclusivamente en la
campaña de nuestro común amigo Leonel. Lo único que Jimmy
quiso aclararme era algo que yo desconocía por completo, por lo
[80]
MEMORIAS INÉDITAS
menos hasta ese momento. “Sólo tengo un problemita que quiero
que sepas cuanto antes. Yo estoy con Peña Gómez”, me informó mi
amigo, pero al mismo tiempo, admiraba mi determinación clara y
contundente, de haber hecho mi viaje para darle la mano a un
amigo, en un momento tan crucial como era éste.
Estaba consciente de que Leonel Fernández necesitaba de todos
sus amigos; sin embargo, sus convicciones políticas no le permitían
apoyar la candidatura de nuestro común amigo, aunque siempre le
deseaba lo mejor. Es más, a Jimmy le hubiera gustado muchísimo
que Leonel alcanzara la Presidencia; empero, me dio a entender que
las circunstancias actuales y el resultado de las elecciones
anteriores, de antemano indicaban que el próximo presidente de la
república sería el candidato del Partido la Revolución Dominicana,
PRD, José Francisco Peña Gómez, de quien también era amigo y
con el cual se había ligado íntimamente en su campaña.
Las convicciones políticas de Jimmy eran muy firmes y con
mucha profundidad, casi como si fuera vidente, dándome a
entender que un eventual triunfo de Leonel, estaría supeditado a un
respaldo del actual presidente Joaquín Balaguer y, por consiguiente,
sería el continuismo del régimen balaguerista y del status quo,
donde Fernández sería una marioneta del anciano caudillo, quien
como todos sabíamos, no era por parte del aspirante el hombre del
cual fluían los mejores afectos por el eterno presidente de los
dominicanos.
“Nosotros hemos luchado toda una vida contra Balaguer, y los
hombres de principios no cambiamos nuestro rumbo por más fuerte
que sople el viento”, me advirtió firmemente Jimmy. “Ahora bien,
yo creo que como tú no tienes compromisos políticos con nadie, tú
debes de ayudar a Leonel. No puedes dejarlo solo, porque él
necesita de gente como tu, que eres su amigo”, agregó.
Esta explicación de Jimmy me parecía muy confusa. Por un
lado no apoyaba a Leonel Fernández, pero por el otro, insistía
[81]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
que yo sí tenía que apoyarlo y darle la mano porque los amigos
debíamos de ser leales. Jimmy tuvo que explicarme muy claro lo
que para mí parecía una tremenda contradicción tanto política
como personal. En resumen, la explicación más convincente me
la dio haciendo énfasis en el principio de la lealtad a la amistad y
a la firmeza en los principios de criterio político.
“Tú no eres antibalaguerista y tú nunca has luchado contra el
régimen del doctor Balaguer. Entonces tú no estás comprometido
con nada ni con nadie. Yo sí. Ambos somos amigos de Leonel y
aun cuando yo no respalde su candidatura en estas elecciones,
Fernández siempre será mi amigo y hasta le deseo la mejor
suerte posible. Ahora bien, yo siempre he sido de los que
creemos fervientemente que Peña Gómez tiene que ser
presidente de la república y que su gobierno, el de su candidato,
consolidaría fuertemente la democracia en nuestro país y
erradicaría, en gran medida, el problema de la corrupción. “Tú
eres amigo de Leonel, y tu compromiso, en estos momentos,
tiene que ser con él”.
Le expliqué que había tratado de contactar a Leonel a través
de la Casa Nacional de su partido y que algunos jóvenes en el
departamento audiovisual habían prometido conducirme hasta su
oficina. Jimmy me sugirió una idea mejor, que aproveché al
máximo. Me advirtió que fuera por Leonel a la casa de su señora
madre, porque a través de su partido me exponía a sufrir todos
los obstáculos inimaginables, habidos y por haber, que me
impedirían llegar fácilmente ante él: “Te verán como un
advenedizo que viene a quitarle a otros lo que ellos creen suyo”,
me sentenció. Para garantizarme que no tendría inconvenientes
en encontrar a Leonel, Jimmy me esbozó sobre un pedazo de
papel, que aún conservo, la calle y la casa donde encontrarlo, al
tiempo que me decía que sólo tenía que preguntarle al sastre del
[82]
MEMORIAS INÉDITAS
área, adónde estaba localizada la casa de doña Yolanda, la
progenitora de Leonel.
Tomé todas las informaciones que me ofreció Jimmy, incluida
la dirección de la casa y el teléfono, indicándome adicionalmente,
las horas habituales en que podría localizarlo, y regularmente,
dónde se la pasaba. Le prometí que estaría en contacto con él
durante mi estadía en Santo Domingo.
Antes de despedirme, Sierra me tiró un anzuelo que a
conciencia mordí. El estaba filmando una novela para la
televisión y en esos días viajaría a Puerto Rico. Necesitaba mi
cámara, la que había traído para grabar los últimos paisajes de
mis país. No tuve otra opción que filmar los paisajes en otra
oportunidad, porque a partir de ese momento mi camarita de
video pasaba a formar parte, temporalmente, del equipo de
producción de Jimmy,
Los muchachos que había conocido en La Casa Nacional del
Partido de la Liberación Dominicana, me llamaron adonde estaba
alojado y pasaron a recogerme. Me explicaron que habían hecho
una cita con Leonel y que ese mismo día lo vería, cita que nunca
había sido hecha, según lo pude comprobar después. Cuando
llegamos a su oficina, localizada en el sector de Naco, Leonel no
estaba y mucho menos sabía que yo lo quería ver. El viaje no fue
en balde, ya que me sirvió para aprenderme el camino y no tener
que depender de nadie a partir de ese momento.
[83]
SANTO DOMINGO, 13 DE JUNIO DE 1995
Eran aproximadamente las dos de la tarde cuando toqué la puerta
de las oficinas de Leonel Fernández y Asociados. Una joven
secretaria me abrió la puerta y me invitó a pasar. Más tarde me
enteraría que su nombre era Génesis, en honor al zodíaco. El
mismo nombre de “El Gran Comienzo”, como en el primer
capítulo de la Biblia. Y no era para menos, porque para mí
igualmente el momento también representaba el inicio de una
gran aventura con un final feliz que culminaría en el mismo
Palacio Presidencial.
Había escogido el día de mi cumpleaños número treinta y
cinco, porque siempre me han gustado los días trece. Para mí el
número trece resulta ser de suerte, contrario a lo que se dice, que
es de mal agüero. Quería saludar a mi maestro Leonel Fernández,
al cual no veía desde 1993, cuando nos encontramos por última
vez en el City College de Nueva York.
Con una acogedora sonrisa, Génesis abrió la puerta y me
saludó cortésmente.
-¡Hola!, me dijo a manera de saludo ¿cómo estás?
[84]
MEMORIAS INÉDITAS
-Saludos, le respondí.- ¿Es esta la oficina de Leonel
Fernández?, le pregunté.
-Sí señor, me respondió sonrientemente. ¿En qué puedo
servirle? agregó.
-Vengo de Nueva York y deseo hablar con él, le contesté.
Me invitó a seguir. Entré a una pequeña antesala que creo,
estaba pintada de azul verdoso y en cuya pared colgaba un
cuadro con motivos hípicos. Había un escritorio, un sofá y al
lado una pequeña mesa con un teléfono de teclado, color blanco.
El ambiente era tranquilo, pero yo sabía que en la oficina de atrás
había gente, porque se escuchaba el murmullo de una
conversación.
Había viajado a Santo Domingo a ponerme a la órdenes del
hombre que había sido mi profesor de historia patria y, moral y
cívica en 1976. Ahora, 20 años después, el maestro que me
enseñaba historia, hacía la historia; y yo, quien fui su alumno,
había decidido convertirme en testigo de la misma.
-Tome asiento, por favor, dijo Génesis.
Me senté en el sofá mientras Génesis se dirigía al despacho
principal, localizado casi detrás de su escritorio, un poquito a la
derecha. Observé que le dijo algo a un señor sentado en el
escritorio de la oficina principal. Luego retornó a su lugar.
-Pronto lo atenderán, me indicó Génesis.
-“¡Gracias!” le contesté, sin otro comentario adicional.
Al poco tiempo, un joven señor vino hasta la antesala donde
yo esperaba.
-¡Hola! ¿Cómo estas? me dijo, al tiempo que me extendía su
mano. Yo soy el asistente del doctor Fernández. Me llamo
Miguel Solano”, se presentó.
-¡Saludos, soy Julio Valdez, para servirle! le dije. ¡Vengo de
Nueva York y quiero hablar con el profesor Leonel!
[85]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
-¿Y con referencia a qué desea usted verlo? me inquirió.
-Es algo personal, le contesté rápidamente. En ese momento
me acordé de las palabras de Jimmy. Me había advertido que no
era fácil llegar directamente hasta donde el profesor Leonel y
temí que sí le decía la verdadera razón de mi visita, nunca
lograría verlo. Recordé seguidamente las sugerencias que me
había hecho Jimmy, de no tratar de hablar con Leonel a través de
sus contactos políticos, porque sin querer queriendo me
cerrarían las puertas. Fue por eso que cuando Miguel Solano me
hizo la pregunta, por mi mente pasó de manera nerviosa y
preocupante esta frase: “hasta aquí llegué”. Pero no me di por
vencido.
Recordé en ese momento el refrán que dice “una foto vale
más que mil palabras”. Tomé una foto que llevaba en el bolsillo
de mi chaqueta y en la parte atrás escribí:“Profesor Leonel: deseo
hablar con usted. Julio Valdez, exalumno de La Trinitaria.”
Le extendí la foto a Solano y le pedí que por favor se la
entregara a Leonel para que él decidiera si me quería recibir o no.
Miguel Solano la recibió y se fue hasta el despacho de mi
exprofesor. Unos segundos más tarde, Leonel salía con la foto en
la mano a recibirme.
-¡Hola Julio!, se presentó mientras me daba la mano.
-¿Cómo está, profesor? le respondí.
Haciendo un gesto con su mano derecha. Leonel me invitó a
seguir a su despacho, al tiempo que me decía “acompáñeme, por
favor”. Entonces, dando media vuelta, caminó hacia su oficina.
Le seguí teniendo la duda de si de verdad me recodaba o si sólo
estaba siendo cortés.
“Tan pronto entramos en su oficina-biblioteca, Leonel me
invitó a sentarme.
-Dime… ¿qué te trae por aquí? preguntó.
[86]
MEMORIAS INÉDITAS
Antes de entrar en detalles, quise asegurarme de que Leonel
me recordaba bien y lo primero que hice fue preguntárselo.
-Si, perfectamente. De la Academia La Trinitaria, me indicó,
permitiéndome seguidamente que yo le citara que “la última vez
que nos vimos fue en el 1992, en Nueva York, cuando acompañó
al profesor Juan Bosch al City College, para recibir un
reconocimiento.”
-Lo recuerdo bien, me respondió.
-Bueno, Pues… yo terminé una licenciatura en producción de
anuncios televisivos en la Escuela de Artes Visuales de Nueva
York. Como usted está aspirando para la Presidencia, me gustaría
trabajar en su campaña, le informé.
Leonel escuchó atentamente mi exposición, Cuando terminé,
el tomó su turno.
-Mira Julio, a mí me alegra mucho tu interés en trabajar en mi
campaña. El único problema es que en lo que respecta a los
anuncios televisivos, ya nosotros tenemos las personas
encargadas de eso, me confesó de manera gentil.
-Sí profesor. Lo que pasa es que yo no he venido a venderle
mis servicios. Yo he venido a ponérselos a su disposición,
completamente gratis, le añadí.
-¡Oh, qué bien! ¡Muchas gracias! ¿Y dónde estás viviendo
ahora… estás aquí? me interrogó.
-No, Vivo en Nueva York y sólo he venido de vacaciones y
para verlo a usted.
-Pues bien, Julio, yo quiero que tú trabajes conmigo desde
Nueva York. Apunta este nombre y esta dirección.
-Leonel me dio el nombre de Jaime Vargas, su dirección y su
teléfono.
-“Ponte en contacto con él, tan pronto regreses a Nueva York.
Jaime está encargado de la estrategia publicitaria en esa ciudad, y
[87]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
estamos trabajando con una empresa de consultores políticos que
se llama Global Strategy Group”, me explicó.
Me habló brevemente de lo que los consultores estaban
haciendo. Como había venido a su oficina con dos libros, “Picture
Perfect, the art and artifice of public image making” y “The Spot,
the rise of political advertising on television”, tomé el primero y le
escribí una dedicatoria, obsequiándoselo.
-Mire profesor, estoy seguro de que este libro le será útil, le
expliqué mientras se lo entregaba.
-Muchas gracias, respondió sonriendo. Tomó el libro y le dio
una rápida mirada.
-Parece muy bueno, confesó.
-Este es sobre la historia de los anuncios televisivos, le mostré
el otro libro.
-Déjame verlo.- El profesor tomó el libro y le dio un vistazo.
Entonces me preguntó si tenía otra copia.
-¡Ah caray! Pensé. Este no estaba dentro de mis planes para
regalárselo., me dije. Pero como él podía darle mejor uso que yo,
que podía hacer. ¿Acaso no era él quien estaba aspirando a la
Presidencia?
-Tómelo también. Cuando regresé a Nueva York conseguiré otro,
le comenté.
Leonel se paró y dio un paso hasta alcanzar un libro titulado The
Marketing of the President, Political Marketing in Campaign
Strategy. Lo retiró del estante y me lo mostró.
-¿Conoces este libro?, me preguntó.
-No, no lo conozco, le contesté.
-Sería bueno que cuando regreses a los Estados Unidos, trates
de conseguirlo. En este libro está el plan que yo pretendo seguir
para alcanzar la Presidencia. Lo conseguí a través de Jaime Vargas.
Fue la técnica empleada por Bill Clinton para derrotar a George
Bush, me comentó.
[88]
MEMORIAS INÉDITAS
Tomé el libro. Le dí un vistazo y revisé algunas páginas.
Anoté los datos necesarios para buscarlo en Nueva York.
-Lo compraré tan pronto llegue, le indiqué.
Como le había dicho que tenía algunas ideas para desarrollar
comerciales políticos, me dio el nombre y el teléfono de José
Tomás Pérez. Me dijo que lo podía encontrar en la Universidad
Intec porque él dictaba clases allí. También le conté que había
estado yendo al Museo de Radio y Televisión en Nueva York,
para analizar los comerciales de las campañas presidenciales de
los Estados Unidos y que muchos estaban increíblemente bien
elaborados.
-Pues mira, me dijo Leonel, yo voy para Nueva York la
segunda semana del mes de julio. Consígueme una cita para el 16
de julio. Quiero que me lleves a ese Museo, me encomendó.
Algunas otras cosas hicieron parte de la conversación, pero al
final concluimos en que para todos los efectos, mi permanencia
dentro de la campaña era un hecho, fijando mi base de trabajo en
Nueva York.
Y así quedamos. Nos despedimos con el entendido de que a
mi regreso a Nueva York procuraría localizar cuanto antes a
Jaime Vargas, buscaría el libro que me había recomendado y,
finalmente, le haría una cita para concurrir al Museo de
Televisión.
[89]
[90]
1. 1976
El autor, quinto de izquierda a
derecha en la primera línea, en
compañía de otros estudiantes
de la Academia La Trinitaria,
escuela donde conoció a Leonel
Fernández.
2. Kíev, Junio de 1981
El autor, quinto de
izquierda a derecha, junto
a otros compañeros de
estudio, y su profesora de
ruso, parados frente al
KISI.
3. Junio de 1981
El autor, primero de
izquierda a derecha
con algunos de sus
compañeros de
estudios y tres
profesoras frente al
centro académico
donde cursaba
estudios en la Unión
Soviética.
[91]
4 y 5. Moscú, diciembre de 1980.
El autor caminando por la Plaza
Roja, cuando estudiaba en la Unión
Soviética.
[92]
6. 1983
Leonel Fernández, acompañado
de su madre, doña Yolanda
Reyna y Jimmy Sierra, en uno de
los patios de Villa Juana,
buscando el respaldo de los
vecinos a quienes luego dio la
espalda.
7 y 8. 1993
El profesor Juan Bosch
saludando a la actriz
dominicana Ylka Tania
Payan, durante el homenaje
en The City College, al
investirlo con un grado
honorífico.
[93]
9 y 10. Verano de 1995
Buscando “la plata” en
Nueva York, a donde
quiera que apareciera.
[94]
11. Julio de 1995
El autor, junto al candidato Leonel
Fernández y Jaime Vargas, frente a
la tienda de ropas Bergdorf
Goodman en la ciudad de Nueva
York.
12. de julio de 1995
En Nueva York, comprando los trajes en Bergdorf
Goodman, Leonel conversa con Ramón Emilio
Jiménez Jr., mientras Jaime Vargas y
Diandino Peña, parcialmente oculto, los escuchan.
Detrás, el “viejo amigo” de Leonel que pagó los trajes.
Foto del autor.
[95]
13. Otoño de 1995
Leonel Fernández en
compañía del entonces
alcalde de Nueva York,
Rudolf Giuliani
Foto del autor.
14 y 15. Noviembre de 1995
Leonel y el autor en Tavern on the Green
en la ciudad de Nueva York.
[96]
[97]
16 y 17. Otoño de 1995
El autor acompañando al entonces candidato Leonel Fernández,
en su recorrido por las calles de Nueva York
[98]
18. Noviembre de 1995
Leonel Fernández hablando ante una pequeña audiencia en el
restaurante Tavern on the Green, en una cena de recaudación de
fondos.
19. En el condado de Queens, Nueva York, en otro evento similar.
Fotos del autor.
[99]
20. Junio de 1996
Santo Domingo. Punto de
vista del autor, desde la
tarima, durante el mitin
celebrado en la parte
oriental de la capital
dominicana.
Foto del autor.
21. Punto de vista del autor, durante el
mitin de cierre, celebrado en la Avenida
John F. Kennedy con Máximo Gómez, a
finales de junio de 1996.
22. Pase especial del autor, para subir a la
tarima del mitin de cierre.
[100]
23. Verano de 1996
Frente al Hotel Lina
en la capital
dominicana, el día
después de ganar la
presidencia en la
segunda vuelta.
24 y 25. Otoño de 1996. Visitando el consulado
en Nueva York, ya presidente electo.
24. Hablándole a los
presentes. Detrás,
observan Bienvenido
Pérez y el autor.
25. Firmando el libro de
visitas. Bienvenido
Pérez parcialmente
oculto, detrás de Leonel.
[101]
26. Otoño de 1996
El autor con el
presidente Fernández
escogiendo algunos
libros en la librería de
la ONU.
27. Otoño de 1996
Librería de la ONU, Leonel
Fernández y Bienvenido Pérez
en compañía de José, el
narcotraficante convicto que
contribuyó económicamente en
su campaña presidencial de
1996 y al que han vuelto a
abordar en la actual campaña
de 2004
28. Agosto de 1997
El autor en el consulado dominicano en Nueva York.
[102]
29. 1997
El autor recibiendo
algunas instrucciones del
entonces presidente
Leonel Fernández en la
visita que este hizo a la
ciudad de Nueva York
acompañado de algunos
de los miembros de su
gabinete.
30. Primavera de 1997
El autor recibiendo un
tour de parte del presidente
Leonel Fernández por las
instalaciones del palacio,
mientras Jimmy Sierra los
observa, de espaldas a
la cámara.
31. 1997
El autor en compañía del presidente Fernández, frente a su despacho
presidencial en el Palacio Nacional de la República Dominicana, después de
que Jimmy Sierra le informara que estaba escribiendo mis memorias.
Foto de Jimmy Sierra.
[103]
32. Durante una de las visitas
del expresidente Leonel
Fernández, el autor comparte
con Norge Botello, entonces
secretario de Interior y Policía,
y el señor Luis Bonetti, quien
era el secretario de estado de
Industria y Comercio.
33. El autor con el
entonces vicepresidente
dominicano, Jaime David
Fernández Mirabal, en un
encuentro en The City
College of New York.
34. El doctor Jaime David
Fernández Mirabal, víctima de
las triquiñuelas de Leonel
Fernández y su grupo de los
“Cinco jinetes del
Apocalipsis”.
[104]
35. Leonel Fernández visitando al ex presidente Joaquín
Balaguer, otra persona a quien usó como escalón para sus metas,
y a quien deseaba ver desaparecer, para heredarlo políticamente.
36. Marzo de 2004
Phyllis Gates, ex
esposa de Rock
Hudson durante una
entrevista exclusiva
para la NBC,
manifestando que
nunca imaginó que su
flamante esposo fuera
homosexual.
[105]
37. Humilde tumba donde descansan los restos del glorioso
Profesor Juan Bosch, en su pueblo natal de La Vega.
Foto del autor.
[106]
38. Majestuoso mausoleo, cuasi pirámide faraónica, del Dr. Leonel
Fernández, construido aún en vida y que en la actualidad tiene
un costo superior a los cuatro millones de pesos dominicanos.
[107]
39. Junio de 1995
El croquis que me hizo Jimmy Sierra para que llegara a la casa
donde Leonel Fernández vivía con su madre.
[108]
FINALES DE JUNIO DE 1995
Tan pronto regresé a Nueva York, a finales de junio de 1995, me
presenté a donde Jaime Vargas, informándole que venía de parte
del doctor Leonel Fernández para asistirlo en el trabajo que se
estaba haciendo en esta ciudad. Le conté de mi reciente
encuentro con Leonel, en su oficina de abogados en Santo
Domingo. La corta introducción fue suficiente para que Jaime
Vargas me abriera las puertas de su negocio y me integrara de
lleno al grupo de dirigía, para promover la candidatura de
nuestro común amigo, en nuestra área.
El grupo que Jaime había organizado tenía por nombre “Los
Amigos de Leonel”, y en sus inicios estuvo siendo dirigido desde
su propia oficina particular en el Alto Manhattan, hasta cuando
más tarde consiguió un local en la misma área. Trabajaban
arduamente promocionando a nuestro amigo en la urbe y
haciendo diversas actividades para recaudar fondos.
Mis relaciones con Jaime fueron muy cordiales y en nuestro
primer encuentro descubrimos que ambos habíamos estudiado en
la misma universidad, aunque en años diferentes.
[109]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
En los quehaceres del grupo, Jaime tenía como asistente a
Teresa Gómez, una dinámica joven dominicana de mediana
estatura y tez clara, que trabajaba incansablemente en un
proyecto en el que creía firmemente al igual que todos: llevar a
Leonel al poder.
La responsabilidad de Teresa era inmensa, porque todos los
miembros del grupo, que por cierto era numeroso, recurríamos a
ella buscando todo tipo de información referente a lo que
teníamos que desarrollar en nuestras agendas.
Rápidamente me integré con sus miembros y comencé a
asistir a las reuniones donde planificaban los diferentes proyectos
que el grupo debía asumir, y que por lo general consistía en hacer
actividades de recolección de fondos, tales como rifas y fiestas, y
la promoción de nuestro candidato, además de del reclutamiento
de dominicanos del área y distribuir propaganda política por todo
Nueva York.
Como no era miembro del partido por el cual Leonel se
postulaba a la presidencia, en algunas ocasiones tuve que actuar
de conciliador ante las indirectas que algunas personas hacían a
ciertos integrantes del grupo que se habían definido como
balagueristas, pero que habían decidido dar su apoyo a la
candidatura de Fernández
En le segunda semana de julio de 1995, Leonel Fernández y
una reducida comitiva que lo acompañaba llegaron a Nueva York.
Si mal no recuerdo, éste fue el primer viaje que Leonel realizó a
esta ciudad como candidato oficial a la Presidencia, por su
partido, por lo menos desde cuando nos vimos el mes anterior en
República Dominicana.
Al día siguiente de arribar nuestro líder a Nueva York, Jaime
Vargas me contactó por teléfono, informándome de su llegada y
de que Leonel deseaba que me presentara al hotel donde estaba
[110]
MEMORIAS INÉDITAS
hospedado. Me dejó saber que me esperarían para que lo llevara
al Museo de Radio y Televisión como lo habíamos acordado en
la isla.
Salí apresurado de Brooklyn para encontrarlos en el céntrico
hotel de Manhattan, donde se alojaban. Me vestí con camisa
blanca y pantalones color gris. Descarté la corbata o llevar
chaqueta, ya que estábamos en verano h hacía mucho calor.
Tomé dos cámaras fotográficas y una de video Hi-8 y abordé el
tren hacia el centro de Manhattan.
Llegué al hotel cerca de las once de la mañana, pero Leonel y
su grupo ya habían salido. Pregunté por él a varias personas que
conocía de vista en el vestíbulo. Me informaron que estuvieron
esperándome, pero que al notar mi tardanza decidieron
marcharse.
Como el Museo no quedaba lejos, decidí ir caminando para
encontrarme con ellos, pero no los localicé. Regresé de nuevo al
hotel, sólo para enterarme que habían vuelto por mí y al ser
informados que yo iba rumbo al Museo regresaron para
encontrarme allá. Corrí al Museo y llegamos casi juntos, yo a pie
y ellos en auto. Entonces serían alrededor de las once y treinta de
la mañana. Cuando Leonel me vio, se alegró mucho y nos
saludamos un abrazo. Me preguntó si había hecho las
reservaciones y le expliqué que me habían dicho que no era
necesario.
Entre las personas que puedo recordar que acompañaban al
entonces candidato Leonel estaban Jaime Vargas, Diandino Peña,
Bienvenido Pérez, que hasta ese momento no me conocía, y
Miguel Solano. También estuvieron otras personas pero no
recuerdo sus nombres y un caballero, en particular, que luego
supe era un gran amigo de Leonel desde hacía años. Este
caballero me pareció la persona más amistosa del grupo y desde
[111]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
ese mismo día desarrollamos cierta relación que, con el tiempo,
terminó siendo muy útil para los fines de conocer ciertos detalles
que no todas las personas del entorno, del entonces candidato,
conocían sobre el financiamiento de su campaña presidencial.
Después de saludarnos, Leonel y sus acompañantes fuimos al
mostrador donde vendían las entradas y nos dirigimos al salón
donde veríamos los comerciales políticos en que estábamos
interesados.
Después de seleccionar algunas antologías de comerciales
políticos en videos, nos asignaron una computadora donde nos
sentamos para observar algunos de pasadas campañas políticas
en los Estados Unidos. Como ya yo había visto los comerciales
en otras ocasiones y conocía perfectamente el funcionamiento de
la computadora, tomé control de la misma, mientras Leonel y
Miguel Solano se sentaron a mi lado. Los otros acompañantes
debieron sentarse en lugares diferentes o distantes, debido a que
la institución no permitía más de cierto número de personas por
computadora.
La visita al Museo que habíamos pensado duraría media hora,
terminó tomándonos más de dos horas, debido a que Leonel se
entusiasmó tanto con el archivo, que nos quedamos a ver todos
los anuncios políticos posibles. Después de que vimos los
“political spots”, por los que habíamos venido al Museo, Leonel
se interesó en un programa especial sobre anuncios televisivos
internacionales que el Museo presentaba para celebrar el octavo
aniversario de su colección en ese renglón publicitario.
Subimos al segundo piso al salón Mark Goodson y duramos
casi una hora viendo el especial que tenía el Museo y que llevaba
por título “An advertising album”. El programa consistía en una
colección de comerciales televisivos de diferentes países que
cubría los últimos 45 años de publicidad televisiva. Antes de salir
[112]
MEMORIAS INÉDITAS
del edificio, Leonel compró algunos libros sobre tópicos
relacionados con la política y la televisión. Yo adquirí un video
sobre comerciales que me interesó muchísimo, y que aún
conservo.
Leonel quedó tan impactado con el Museo y su organización,
que me dijo que en caso de ganar las elecciones uno de sus
objetivos sería construir uno similar en Santo Domingo. Le
respondí que era una magnífica idea y que podía contar conmigo
para tal fin.
Concluida la visita al Museo, siempre acompañado por el
reducido grupo de personas, procedimos a hacer algunas
diligencias en el área. Primero fuimos al departamento de
caballeros de la exclusiva tienda Bergdorf Goodman, localizada
en el 745 de la Quinta Avenida. Allí nos atendió el señor
William Karam, un consultor en diseños y vestidos para
caballeros que ayudó a Leonel a seleccionar varios trajes para
mejorar su imagen, que muchos de los que andábamos con él,
considerábamos no era la más adecuada para un candidato
presidencial. Ahí coincidimos con Ramón Emilio Jiménez, Jr.
Leonel intercambió algunas palabras con él y una jovencita con
quien estaba, que parecía ser su hija. Los otros acompañantes de
Leonel observaban la conversación que éste sostenía con Ramón
Emilio Jiménez Jr., mientras yo me encargaba de captar algunas
fotografías.
Cuando llegó la hora de pagar los trajes en Bergdorf, la
cuenta de los mismos corrió a cargo del entrañable amigo de
Leonel, con el que yo había desarrollado momentáneamente una
cercana relación.
Después de salir de Bergdorf, entramos a una tienda de
corbatas y Leonel compró varias para acompañar los trajes que
había adquirido. Luego nos dirigimos a la oficina de Hernán
[113]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Badillo, reconocido político puertorriqueño, y Leonel se reunió
con éste cerca de una hora. Allá nos encontramos con los
directivos de la Global Strategic Group, que ya había conocido
en su oficina, que estaba localizada detrás de New York
University, en una ocasión que fui a visitarlos con Jaime Vargas.
Terminadas las diligencias del área, fuimos a comer a un
restaurante italiano en las cercanías de la Quinta Avenida y la
calle 57. Durante todo el tiempo yo me dedicaba a tomar notas y
captar fotos para mi futuro libro.
Durante este primer viaje que Leonel hizo a New York,
anduvimos “la Ceca y la Meca” haciendo contactos con todo el
que pudiera contribuir económicamente y de alguna otra forma
para su campaña. No nos limitamos a Manhattan, sino que
llegamos a salir a los suburbios del área metropolitana, siempre
buscando colaboradores o asistiendo a invitaciones efectuadas
por algunas personas que querían honrar la visita del candidato o
entregar por adelantado sus contribuciones, para luego del
triunfo del aspirante pasar sus “cuentas de cobro”.
José, uno de mis antiguos compañeros de estudios, quien
también había sido alumno de Leonel, se apersonó en un
encuentro que Fernández sostuvo en el local del partido en
Manhattan, para entregarle un contribución de cinco mil dólares.
José y yo habíamos estudiado juntos en La Trinitaria, pero
nos habíamos dejado de ver desde cuando viajé a la Unión
Soviética. Nos volvimos a reencontrar en Nueva York a finales
de los 80 y desde entonces seguíamos en contacto. Como todos
los exalumnos de Leonel que residíamos en Nueva York. José
también estaba muy al tanto de los acontecimientos relacionados
con la campaña. De igual forma, Francia Luz Reyes y Belkis
Santana, otras dos compañeras de La Trinitaria, hicieron acto de
presencia en un evento que tuvo lugar en un concierto en
[114]
MEMORIAS INÉDITAS
Washington Heights, para darle su apoyo a nuestro exprofesor.
José y yo no nos vimos más durante esta primera visita de
Leonel. Con quien si me encontré de nuevo en el lounge del
hotel, donde el candidato y su comitiva se estaban hospedando,
fue con el señor que había cancelado el valor de los trajes, En
esa ocasión el nuevo amigo me escribió su nombre y su número
telefónico en una tarjeta que aún guardo. Me dejó saber que
estaba a mis órdenes para cualquier cosa que se me ofreciera y
que sólo debía llamarlo al número que me había dado.
Ya Leonel había regresado a la República Dominicana cuando
visité la bodega de José para mostrarle orgullosamente las fotos
que había tomado con motivo de la visita de nuestro querido
profesor. Quedó boquiabierto al ver las fotos, porque para su
sorpresa, uno de sus “buenos amigos” y más importantes del bajo
mundo, también estaba entre nosotros. José desconocía que dicho
individuo estuviera tan cercano a Leonel, porque nunca habían
coincidido en aluna reunión.
Si José quedó sorprendido, yo quedé atónito, cuando me
enteré que el gran socio de José, era nada menos que el “nuevo
amigo mío” y el “viejo de Leonel”. El mismo que había sido tan
generoso con todos nosotros y que había cancelado el valor de
los costosos trajes que Leonel compró en Bergdorf.
Fue a partir de entonces cuando me di cuenta de que la
historia que me proponía documentar era más compleja e
interesante de lo que inicialmente creí, y que como habían dicho
José Martí y luego Juan Bosch, “en política lo que no se ve es
más importante que lo que se ve”. Nunca había participado en
una campaña presidencial y desconocía la cara oculta de lo que
sucede en las mismas. Sin embargo, estas coincidencias me
pusieron alerta y comencé a prestar más atención a todo lo que
ocurría a mi alrededor.
[115]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Lo que me contó José me confirmó algo que varios años atrás
había leído en Memorias del Subsuelo, escrito por Dostoievsky,
en donde el autor insinuaba que mientras más respetado es un
hombre, más secretos esconde su pasado. Inmediatamente me di
cuenta que detrás de todas estas caras simpáticas, había muchas
máscaras y sólo podría descifrarlas si prestaba atención a todo lo
que se movía a su alrededor.
Es indudable que estas nuevas informaciones que antes
desconocía, fueron determinantes para que cambiara el enfoque
que inicialmente tenía sobre el libro que me había propuesto
escribir. Al principio no estaba muy seguro de si quería
introducirme en ese otro nivel en que se estaban moviendo las
cosas. Empero continué con mi trabajo de recopilar todas las
informaciones que más podía y documentar todo lo que el tiempo
me permitía.
Ahora bien. Lo dicho por José sobre el “viejo amigo de
Leonel” me sorprendió muchísimo. De todos modos, el caballero
en referencia me pareció una persona amistosa a pesar del trabajo
al que se dedicaba, sobre el cual luego me di cuenta. La
cordialidad con que me trató, al igual que a todos los que
compartimos con él, es innegable.
José tenía una bodega en el Bronx y luego adquirió otra en
Jamaica, cerca de Liberty Avenue y la calle 120. Entre los dos no
había secretos y éste me había contado cómo había ingresado al
mundo del narcotráfico y como usaba una de sus bodegas como
parapeto o fachada para, en la parte trasera, realizar sus
“negocios”.
Todo había comenzado cuando tuvo un problema económico
y uno de sus asiduos clientes, de origen colombiano, lo sacó de
un apuro prestándoles 20 mil dólares de un solo golpe.
Eventualmente, el hombre le confesó a José que lo había estado
[116]
MEMORIAS INÉDITAS
observando por un buen tiempo mientras buscaba un punto para
sus negocios y que le había parecido una persona confiable, con
la cual quería trabajar.
De acuerdo con el hombre, la valentía que José había
mostrado con los muchachos que frecuentaban la zona vendiendo
narcóticos, era suficiente para saber que se daba a respetar. Otro
factor que le importaba mucho, era que el lugar funcionaba entre
dos recintos policiales, el 102 y el 118, que evitaban las
posibilidades de “un tumbe”.
Inicialmente, el colombiano comenzó a lavar parte de su
dinero surtiendo la bodega de José y luego procedió a establecer
su punto de “venta” en la parte posterior del negocio, después de
que el bodeguero sacó a los muchachos que menudeaban la
droga en la esquina y de cuyo sector se adueñó más adelante él.
José le había cambiado la imagen al perímetro, y sus clientes,
aunque fuera una botella de agua compraban, para dar la
apariencia de que ahí no se entraba sino a comprar provisiones
de última hora y alguno que otro transeúnte ocasional que,
teniendo la bodega camino a su casa, ingresaba a adquirir el pan
del día siguiente. Era un “hijo de puta”, como decimos los
dominicanos, conocía a todos en el bajo mundo, desde
Washington Heights hasta los campos de Boston.
No fue inmediatamente que pude darme cuenta hasta qué
punto y en qué circunstancias Leonel Fernández había estado
beneficiándose de los servicios y dineros provenientes del mundo
del narcotráfico. Muchas informaciones importantes me fueron
llegando tiempo después, cuando empecé a entrevistar a algunas
personas para escribir mi libro. Varias de las informaciones las
pude confirmar más adelante, gracias a los apuntes que tomé
desde el momento que me reuní con Leonel, en junio del 1995.
Fui verificando mis notas, las fotos y todos los documentos
[117]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
que había archivado para escribir el libro que me había propuesto,
el cual pude visualizar en forma retrospectiva desde mucho antes
del inicio de la campaña de 1996, y Leonel Fernández había
estado recibiendo contribuciones ilegítimas, de primera mano.
¿Cuánto? Esto no lo sé. Sin embargo, es muy probable que la
contribución recibida directamente por Leonel Fernández podría
ser insignificante en comparación con otras cantidades que
pudieron ingresar de “dineros ilícitos”, después de iniciada la
campaña presidencial de 1996.
Lo único que puedo confirmar es que José le entregó un sobre
delante de mí. Esto tan sólo fue el inicio de una práctica que a
medida que avanzaba la campaña, se convirtió en una fórmula.
En el caso de José, éste inició su donación con $5 mil dólares,
luego fue haciendo “desinteresadas donaciones”, algo que ni él
mismo se creía, porque en verdad lo que estaba haciendo era
“invirtiendo” para el futuro. En total yo diría que unos $50 mil
dólares hicieron parte de su “contribución”.
Por suerte para Leonel Fernández, pocas personas conocen de
su relación con José y su contribución a la campaña presidencial
de 1996. Para mala suerte de él, sus “desinteresadas donaciones”
no pudieron ser recuperadas como se proponía, porque muy
temprano la mañana del 29 de junio de 1997, la Agencia
Antinarcóticos de los Estados Unidos, conocida por sus siglas
D.E.A. (Drug Enforcement Agency) le echó el guante, acusado
de ser parte de una red de distribución y ventas de más de 200
kilos de drogas, que incluía heroína y cocaína. El arresto se
produjo dos días antes de que José fuera a pasar su
“contribución” a nuestro profesor amigo, quien para entonces ya
era presidente de la república, por las “desinteresadas
contribuciones” que le había hecho durante su campaña
presidencial.
[118]
MEMORIAS INÉDITAS
Unos cuantos meses después, José fue convicto del crimen
que se le imputaba y gracias a ciertos arreglos con la fiscalía
norteamericana, logró disminuir su larga condena a sólo 36
meses de prisión. José obtuvo su libertad en junio del 2000, dos
meses antes de terminar el periodo presidencial de nuestro amigo
y ex profesor. De esos buenos días que José pasó con Leonel
Fernández y de las contribuciones que hizo a su campaña
presidencial de 1996, para él sólo quedaban recuerdos, pues los
políticos “respetados” se cuidan mucho de no mezclarse con
narcotraficantes convictos, para que nadie los pueda señalar.
Ahora bien, la contribución que José hizo a nuestro profesor
podría ser considerada insignificante comparada con el dinero
procedente de fuentes ilícitas que financiaron la campaña
presidencial de Leonel Fernández. Es muy probable que el total
de la suma de los dineros mal habidos que entró a la misma llegó
a ser tan cuantiosa, que fácilmente superara con creces a lo
obtenido legalmente en las recaudaciones que se hicieron por
medio de peticiones en las calles, rifas y aportes directos de
simpatizantes, miembros y dirigentes del PLD.
Esta creencia fue inclusive expresada por un agente federal de
alto rango, del Departamento de Estado de los Estados Unidos,
quien dijo estar convencido de que Leonel Fernández había
recibido grandes contribuciones del narcotráfico en la campaña
del 1996, a sabiendas o no, y que eso lo decía porque conocía de
primera mano las confesiones de algunos de los contribuyentes
que habían sido convictos por narcotráfico y guardaban prisión
en cárceles federales de los Estados Unidos.
Para sólo citar otro caso en el que estuve presente, en los
últimos días de marzo de 1996 se efectuó un banquete en un
restaurante del Bronx, con el objetivo de recaudar fondos para la
campaña de Leonel. El costo del cubierto fue de 200 dólares y se
[119]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
logró recaudar más de 75 mil dólares. Aunque el dinero recibido
no necesariamente procedía directamente de fuentes ilícitas, el
financiamiento del evento, por el contrario, si lo era y, por lo
tanto, la recaudación final no fue más que una simple maniobra
de “lavado de dólares” procedente del narcotráfico.
Cuatro meses más tarde, a pocos días de Leonel ser electo
presidente en la segunda vuelta, el “comerciante” que financió el
evento de recaudación en el Bronx, Teodoro Antonio Díaz
Reynoso o Teodoro Antonio Reyes, fue encontrado muerto en el
interior de su vehiculo con varios disparos en la cabeza,
despeñado en un precipicio, en una zona de República
Dominicana, tal como fue reportado por los periódicos
dominicanos los días 13 y 14 de julio de 1996.
Debido a lo embarazoso de este incidente para el entonces
victorioso candidato y su partido, la dirigencia de ese grupo
político decidió desligarse de la víctima y aun cuando las
autoridades encontraron en su posesión documentos que
establecían la militancia del occiso en el partido de Leonel,
aquellos negaron rotundamente que la víctima tuviera
vinculación alguna con el partido y que, por tanto, lo
desconocían. Eso pudieron decirlo en la República Dominicana,
porque quienes vivíamos en Nueva York, sabíamos que la
historia era diferente; era por supuesto, todo lo contrario.
Así le pagaron a un contribuyente al que en los momentos de
angustia económica apelaban en búsqueda de recursos y al cual
terminaron despreciando e ignorando ya muerto y cuando no les
servía para sus fines.
Leonel frecuentaba Nueva York durante todo el proceso
electoral, y en casi todos los actos proselitistas estuve presente.
Nos reuníamos con empresario latinos, dominicanos, con
comerciantes, profesionales, artistas, locutores, periodistas y con
[120]
MEMORIAS INÉDITAS
todos con quienes pudieran dar su aporte para la campaña, en
diferentes eventos que iban desde caminatas, bailes, cenas y
demás espectáculos, para recaudar dineros.
Cuando la campaña entró en la recta final, el 12 de mayo de
1996, me traslado a Santo Domingo y me mantengo involucrado
en todas las actividades regionales en apoyo al aspirante a la
presidencia, incluyendo caravanas y mítines.
Leonel Fernández salió victorioso en la segunda ronda de las
elecciones, celebradas a finales de junio de ese año. Regreso a
Nueva York la segunda semana de julio, después de hablar con
Leonel en su oficina y acordar que trabajaría para su
administración en los Estados Unidos.
El 16 de agosto asumió la Presidencia de la República para el
período 1996-2000. Algunas semanas más tarde hizo las
declaraciones de sus bienes y los que lo conocíamos muy bien, a
diferencia de otras personas, ni nos inmutamos con el casi millón
de dólares que declaró como patrimonio. Lo que sí nos
preocupaba era que se pudiera descubrir que se había atrevido a
utilizar el testaferrato que manejaba de ciertos narcotraficantes
que asistía, y más cuando a inicios de los años 90 había
declarado en Estados Unidos que ganaba más de 9 mil dólares al
año.
[121]
LA TRANSPARENCIA QUE NO SE DIO
Durante la campaña, yo conversaba con el doctor Leonel
Fernández sobre la importancia de hacer un gobierno limpio, que
se tradujera en acciones sociales para las clases más necesitadas,
y que enfrentara profundamente las desigualdades sociales que
padece el pueblo dominicano, en especial en lo que concierne al
flagelo de la corrupción en todos los estamentos
gubernamentales, sobre cuyas propuestas el aspirante siempre se
mostró interesado en desarrollar durante su mandato.
Debido a esas inquietudes personales, me dirigí a varias
empresas consultoras internacionales en manejo de imagen y
asesoramiento para aplicar sistemas de anticorrupción, entre las
que participó la prestigiosa firma Burson-Marsteller, con sede en
Washington, cuyas carta está firmada por Kirby Jones, y
respondida en francés, y la cual poseo en mis archivos personales.
[122]
MEMORIAS INÉDITAS
La carta en mención, con fecha del 22 de julio de 1996,
firmada por Kirby Jones –el entonces presidente de BursonMarsteller, en asuntos gubernamentales– es la respuesta a una
conversación telefónica que sostuve con el señor Jones, y deja
claramente establecido mi deseo para asistir a la administración
del nuevo presidente Leonel Fernández, para que desarrollara un
plan anticorrupción, para combatir los actos de corrupción en la
administración del gobierno dominicano, además de ayudar a
que se implementara un método transparente para privatizar las
industrias estatales, en especial la del sector energético.
Mis inquietudes sobre esas propuestas de honestidad y
transparencia terminaron enfrentándome a los grandes corruptos
que viéndose obstaculizados por mis continuas y públicas
preocupaciones, decidieron pedir mi cabeza en el cargo del
consulado dominicano, difamándome a través de los medios
periodísticos, presentándome como un enemigo de la comunidad,
llegando, llegando inclusive a insinuar que estaba traicionando
al presidente Fernández y a la patria. Lo mismo sucedió en
República Dominicana, a pocos meses de iniciado el mandato en
Leonel, cuando el economista Miguel Solano, su mano derecha
durante la campaña presidencial, fue tratado en forma similar
después de haberse opuesto rotundamente a actos de corrupción
y denunciara públicamente las “travesuras” que Fernández y sus
pandillas estaban cometiendo.
Miguel Solano fue tratado inmisericordemente y separado de
su cargo, acusándosele de tantas barbaridades, que tenían como
objetivo descalificarlo para siempre presentándolo como
“l’enfant terrible” de la nueva administración, a pesar de sus
grandes méritos como profesional y miembro del Partido de la
Liberación Dominicana.
[123]
EL ENGENDRO
DE UN NARCOPRESIDENTE
CARIBEÑO
Pero es bien sabido que las campañas políticas son cada día más
costosas, y de manera especial, las presidenciales. No es
necesario ser un genio para darse cuenta de que el
encarecimiento de las campañas presidenciales en América
Latina, que han seguido el modelo de mercadeo político
norteamericano, basado en una poderosa inversión publicitaria y
que tienen como concepto que las elecciones se ganan o pierden
en televisión, ha obligado a los partidos, a menudo, a buscar
recursos financieros sin importar las fuentes de procedencia o
aun conociendo claramente que su origen es ilícito.
El hecho de que Leonel tuviera que recurrir a cualquier fuente
para poder conseguir su objetivo no me causó sorpresa alguna,
ya que el que se embarca en una elecciones intenta ganarlas a
como dé lugar. Lo que sí me sorprendía es que a diferencia de
otros, que tal vez no saben la procedencia del dinero, o si lo
saben se hacen de la vista gorda, Fernández personalmente
recurrió a sus contactos con conocidos del bajo mundo para
[124]
MEMORIAS INÉDITAS
tocarles las puertas y obtener dinero, y con él financiar su
campaña presidencial de 1996, en los momentos cuando ésta se
iniciaba.
Durante la conferencia del destacado expositor Daniel
Zovatto y su estudio elaborado para intervenir en el Seminario
Internacional “Democracia y Partidos Políticos: Legislación y
Expectativas de Cambio”, celebrada entre el 25 y el 27 de
octubre de 2001, en Santo Domingo, él precisa la situación al
explicar que “asimismo, la necesidad no sólo de mantener los
aparatos partidarios en funcionamiento permanente sino, además,
la de llevar a cabo campañas electorales crecientemente costosas.
Esto colocó a los partidos frente al problema de tener que
recaudar grandes sumas de dinero, sin indagar muchas veces el
origen de esos dineros o, incluso, cerrando los ojos ante lo obvio
de los hechos. Se ha ido abriendo así, paulatinamente, la puerta
al financiamiento ilegal, al predominio cada vez mayor de fuertes
grupos económicos, al tráfico de influencias y al flagelo del
narco-financiamiento”.
Agrega el afamado conferenciante que “no es sino hasta años
recientes que en la mayor parte de los países contemplados en
ese estudio, se ha planteado, como parte del proceso de
profundización de la corrupción, la necesidad de reformas
político-electorales tendientes a garantizar una mayor
transparencia en el financiamiento de la política, tanto en las
nuevas como en las no tan nuevas democracias”.
En su obra Las elecciones dominicanas, del populismo al
marketing político, el doctor Belarminio Ramírez Morillo
expresa que la situación del narcofinanciamiento en las
compañas políticas se está produciendo en países como la
República Dominicana, y que además, quienes financian a
determinados candidatos, lo hacen porque su triunfo les
[125]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
representa un beneficio, ya que en el actual proceso político
ningún empresario invierte en un candidato, sino es en la
búsqueda de un beneficio.
Obviamente, los narcotraficantes conocidos del doctor
Fernández, buscaban con sus donaciones, desde borrar sus
prontuarios judiciales hasta expandir sus conexiones a todos los
niveles de su gobierno, para lograr un mayor poder en todos los
ámbitos de la nación.
Esta situación, con respecto a la actual campaña presidencial de
Leonel Fernández, se repite casi calcadamente con lo que ocurrió
en la de 1996, cuando los dineros del narcotráfico fueron el soporte
principal para desarrollar al candidato hasta cuando aparecieron
otras fuentes de financiación, después que éste mostrara
posibilidades de triunfo. Lo curioso del caso es que algunos de los
actores de aquella época están de nuevo en plena campaña “de
otorgar contribuciones” para luego sacarlas con intereses.
De hecho. Varios personajes del mundo del narcotráfico, están
en la actualidad contribuyendo a la campaña de Fernández, y un
caso muy particular lo constituye el de un individuo de origen
cubano, que jugó un papel estelar en un reciente evento para
recaudaciones de fondos y que en la actualidad, está siendo
procesado en una corte federal de los Estados Unidos, después de
ser inculpado de participar en la introducción de miles de
kilogramos de cocaína por la costa este de Estados Unidos,
procedentes de República Dominicana a través de Puerto Rico.
Es por todas estas razones que no pude contener la risa años
más tarde –en septiembre de 2002– cuando leí en los periódicos
dominicanos, que el mismo individuo que tanto se había
beneficiado del narcotráfico, ahora se disfrazaba de moralista y
proponía combatirlos frontalmente.
[126]
VIEJOS VĺNCULOS
Pero el vínculo que Leonel mantuvo con el narcotráfico no se
inicia en la década del 1990. Desde mediados de la década de
1980, el joven abogado había servido como consejero y hasta de
testaferro para algunos amigos que residían en Nueva York, que
pertenecían al bajo mundo. De hecho, el señor que había
“apoyado” a Leonel en su campaña, aquel que canceló el valor
de los trajes y cubrió otros gastos en esa ocasión, ya había hecho
algunas inversiones en Santo Domingo, gracias a los “juiciosos”
consejos que Leonel le había dado. En realidad, la relación entre
el candidato y “el señor de los trajes”, como prefiero llamarlo,
más que de negocios, era una relación de amigos de infancia, de
dineros y de gran apoyo para la campaña.
Por otra parte, la amistad que Leonel mantuvo con algunos
muchachos del barrio de Villa Juana fue más allá de una simple
amistad. El trato con Julio César y Luis Sánchez Capellán era
casi de hermandad, debido a que se habían criado patio con patio
y se conocían desde niños.
[127]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
De hecho, a finales de los años ochenta y principios de los
noventa, Luis Sánchez había sido uno de los principales
contribuyentes de la carrera política de Leonel. No pudo ser en
1996, porque la muerte lo había sorprendido algunos años antes.
La muerte de Luis entristeció mucho a Leonel, por la gran
amistad que los unía, y también porque perdía a uno de sus más
fieles y valiosos contribuyentes “a la causa”.
En un principio, Leonel y sus amigos llegaron a pensar que la
muerte de Luis podría haberse tratado de un ajuste de cuentas,
porque coincidencialmente en esos días, el concuñado de éste,
llamado Julio César, había caído acribillado en Washington
Heights, cerca de la tienda de video que le servía de fachada a su
centro de distribución de narcóticos. La alegada sobredosis de
cocaína que acabó con la vida de Luis, aún hoy día no ha logrado
convencer a todos sus amigos, y mucho menos a sus familiares y
allegados.
La razón de las sospechas sobre la muerte de Luis residía en
que, según sus amigos, éste no era “un arrebatado” y tampoco se
le conocía una adicción desenfrenada por la cocaína. Por el
contrario, un amigo común de Luis y Leonel, lo define como una
persona disciplinada que se había dado a respetar por ser un
hombre claro en sus negocios, algo que le había permitido que
miembros de otros grupos mafiosos lo respetaran. Según la
fuente, Luis era una persona metódica, cumplidora y amigo leal.
Antes de morir, Luis Sánchez había comprado una propiedad
en Santo Domingo, siguiendo los consejos de su entrañable
amigo de infancia, Leonel Fernández. De no haber seguido esos
consejos, de que invirtiera su dinero juiciosamente, su esposa
hubiera quedado totalmente desamparada, al momento de su
inesperada muerte.
[128]
MEMORIAS INÉDITAS
Fue con parte de la venta de esa propiedad que Luis había
comprado, que su viuda logró obtener la cuota inicial del
apartamento que más tarde Leonel le consiguió en una de las
torres construidas por su gobierno, en reciprocidad a la ayudas
económicas que durante sus viajes a Nueva York recibió del
occiso.
[129]
SEPTIEMBRE DE 1996
El 6 de septiembre del 1996, Bienvenido Pérez fue designado
cónsul general de República Dominicana en Nueva York por el
recientemente posesionado presidente, Leonel Fernández.
Vía telefónica, pude contactar a Bienvenido desde la Gran
Manzana en el Hotel Continental en Santo Domingo, donde
celebraba con un grupo de amigos la designación que le
acababan de hacer. Hablamos cordialmente y lo felicité por da
designación. Durante el diálogo, aproveché para recordarle que
no se olvidara de mí cuando llegara a Nueva York para tomar
posesión de su cargo. La respuesta de Pérez fue positiva y me
prometió que al llegar hablaríamos con más detenimiento.
El 9 de septiembre de ese año, Pérez tomó posesión de su
cargo en reemplazo del saliente cónsul, doctor José A. Quezada.
Las personas que conocíamos a Pérez antes de llegar al cargo
consular estuvimos muy satisfechas con su nombramiento y
decidimos respaldarlo en lo necesario para que lograra el mayor
éxito en sus funciones.
Jamás dudé de las palabras de Pérez, porque creía conocerlo
muy bien, ya que durante el tiempo que trabajamos juntos en la
[130]
MEMORIAS INÉDITAS
campaña presidencial, para llevar a Leonel Fernández al máximo
cargo ejecutivo de nuestra nación, siempre lo tuve por una
persona muy trabajadora, condescendiente, amable, seria y
responsable.
Recuerdo que el 27 de junio de 1996, en Santo Domingo,
después de terminada la gran reunión de cierre de la campaña del
PLD-PRSC, en el intercepción de las avenida John F. Kennedy
con Máximo Gómez, Bienvenido me invitó a tomar unas
Cervezas Presidente en el malecón de la ciudad, y para completar
el día, terminamos la noche dando un largo paseo en coche por
toda la avenida George Washington y la avenida del Puerto.
Después que Pérez tomó posesión del consulado en Nueva
York, esperé algunos días para presentarme a sus oficinas como
él me había aconsejado. No tuve contratiempo alguno para verlo
y nos saludamos con un abrazo. Hablamos un rato y le dije que
Leonel me había prometido que me daría un trabajo en el
consulado. Bienvenido me confirmó que efectivamente estaría
trabajando con él por petición expresa del presidente Leonel.
Sin embargo, Bienvenido me aclaró que para evitar conflictos
con los miembros del partido, había que esperar algunos días,
para pensar exactamente en qué cargo me colocaría, algo que
entendí con claridad.
Antes de volver personalmente al consulado, me comuniqué
varias veces con Bienvenido por teléfono, pero no fue sino hasta
dos semanas más tarde, el 23 de septiembre, cuando comencé a
trabajar en la dependencia diplomática dominicana en Nueva
York. Al principio la situación que encontré en el consulado era
que estaba muy desorganizado y el señor cónsul no me asignó
ninguna función específica. Al principio todo el mundo trataba
de darme órdenes. Como nunca se me explicó quien era mi jefe,
comencé a ayudar en lo que otros me asignaban. Máximo Padilla,
[131]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
uno de los asistentes de Pérez, me pidió que me encargara de de
recortar artículos de los periódicos dominicanos y los publicados
en Nueva York, que trataran los asuntos relacionados con la
comunidad dominicana en la ciudad o sobre el gobierno
dominicano.
Padilla siempre fue muy respetuoso y hacía lo posible para
orientarme tratando de que pudiera serle útil a la institución para
la cual trabajábamos. Otro de los que me pedía asistencia era
Héctor Ortiz, quien era el asistente inmediato de Bienvenido y
trataba de hacer otras funciones a la vez. Al principio me cayó
muy bien, pero muy pronto noté que me estaba tratando de
muchacho de mensajería. Quería que fuera a comprarle comida a
la calle o servirle la comida al señor cónsul. Los primeros días
acepté hacer lo que me pidieran y darme por desentendido de la
situación, mientras buscaba una posición acorde con mi
preparación académica, que era la comunicación.
Bienvenido me explicó que mi salario sería de 200 dólares
semanales hasta cuando la situación se nivelara ya que, según él,
el saliente cónsul había dejado las arcas del consulado totalmente
limpias. Como no tenía motivos para dudar de la palabra del
cónsul Pérez, no vi ningún contratiempo en aceptar la oferta,
porque estaba seguro de que tan pronto la situación se
normalizara, se me asignaría un sueldo digno. Doscientos dólares
semanales en 1996 correspondía quizás al salario que los
muchachos indocumentados ganaban en las fruterías coreanas,
que no era, sinceramente, mi caso.
No tenía yo dos días de estar vinculado al consulado, cuando
investigando me enteré que el salario de algunos empleados que
llevaban mucho tiempo en esa oficina había sido disminuido por
disposición de la nueva administración. Uno de ellos se quejó
amargamente y me explicó que en el consulado ingresaba tanto
[132]
MEMORIAS INÉDITAS
dinero, que él esperaba un aumento y no una rebaja de su sueldo.
Le pregunté que en qué se basaba para asegurar que en ese lugar
ingresaba tanto dinero como él decía, y esto fue suficiente para
que el individuo, quien tenía acceso libre a los reportes
financieros del despacho diplomático, me mostrara varios de
ellos.
Me quedé sorprendido por lo que el empleado me mostró.
Aunque había escuchado que el consulado en Nueva York era el
trofeo que el presidente daba al pago de grandes favores políticos,
no podía creer lo que el joven empleado me mostraba con
documentos en mano. Muchas cosas estaban en códigos, pero él
las descodificó y me dio a conocer con precisión el verdadero
valor de los ingresos del despacho, cuyas sumas alcanzaban a
varios cientos de miles de dólares.
Aprovechando un descuido del empleado que salió de la
oficina escondí algunos de los documentos en una copia del New
York Times de la edición de ese día, que cargaba conmigo, y salí
del edificio para reproducirlos. Caminé varias cuadras a la
redonda donde nadie que me conociera me pudiera localizar
fácilmente y se enterase de lo que estaba haciendo. Les saqué
copias a los documentos y regresé al consulado para ponerlo en
el mismo lugar, pero ya el empleado estaba de nuevo en las
oficinas y yo no sabía qué hacer en ese momento.
Sutilmente saqué los papeles del periódico y los coloqué
debajo del mismo. Me paré del asiento que había tomado y
comencé a ver algunos libros sobre asuntos de comercio, hasta
cuando pude colocar el New York Times y todos los documentos
encima de donde estaban los otros documentos similares. Antes
de salir de la oficina me aseguré de sólo tomar el periódico que
entonces reposaba sobre la pila de los reportes financieros.
Fue así como logré enterarme de que “el tal faltante o la
[133]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
carencia de dinero que supuestamente había dejado el cónsul
anterior nunca había ocurrido. El excónsul Quezada pudo
haberse tomado el porcentaje que legalmente le correspondía a
los funcionarios de ese rango, que era alrededor del 35 por ciento
de los ingresos que diariamente recibe la dependencia.
De acuerdo con esos documentos, el consulado tenía ingreso
promedio de treinta y tres mil dólares diarios, y en la primera
semana de operación, el cónsul Bienvenido ya había logrado
recaudar para sí cerca de sesenta mil dólares. Con esa mentira
que le salió a flor de labios para decirme la asignación a la cual
tenía derecho semanalmente, me destrozó la imagen que tenía de
él y a partir de ese momento, cuán difícil sería recobrar la
confianza que le tenía.
Otro grupo de individuos que merodeaban por el despacho
consular era el de los periodistas, seudo periodistas y chantajistas,
estos dos últimos grupos, siempre estaban dispuestos para todo lo
que fuese comida, tragos y parranda, pero nada en beneficio de la
comunidad o de los dominicanos que, por cualquier circunstancia,
afrontan problemas en la gran metrópolis norteamericana.
Los periodistas, en cambio, venían al consulado a buscar las
opiniones de Bienvenido con respecto a problemas relacionados
con la comunidad o situaciones que acontecían en la República
Dominicana, que tenían repercusiones en nuestros compatriotas
radicados en Nueva York. Tanto es así, que cuando el huracán
Jorge afectó a la isla, una batería de periodistas se presentó al
consulado, donde Bienvenido improvisó varias ruedas de prensa
de manera rápida y continua.
Los seudo periodistas y los chantajistas, por su parte, grandes
personajes ellos, soltaban informaciones indiscretas que
rápidamente hacían sonar las cajas registradoras del consulado
para “apagar el fuego” que encendían. Me congracié con todos
[134]
MEMORIAS INÉDITAS
los que pude, teniendo en cuenta que decían a diario que tenían
informaciones que pondrían a temblar el consulado sino le daban
sus “mordidas”. Héctor Ortiz fue muy efectivo en calmar a esas
pirañas, que de lo contrario hubieran acabado con Bienvenido
antes de comenzar la fiesta. Algunos ya venían con sus cuentas
listas para cobrar por reportajes en beneficio del cónsul, que
habían publicado en periodicuchos y pasquines que
improvisaban en mimeógrafos de “béisman” –sótanos– y que
sólo ellos conocían de su existencia. Había que negociar para
evitar la debacle. Éste era uno más de los shows gratuitos de
todos los viernes de pago.
Entre la fonda que doña Rosa había montado en la cocina, con
su deliciosa comida casera, y los escándalos de las pirañas, el
viernes era el día de gallera y era el que más me gustaba.
Algunas veces creí que los viernes alguien traía “gratei”, una
sustancia que produce un árbol que causa escozor interminable y
los dominicanos riegan para armar pleitos.
Otro de los espectáculos diarios, pero que el viernes se hacía
exclusivo, era figura de “Madam Licra”, una de nuestras
compañeras de trabajo, que con las ropas más ceñidas del mundo
andaba revoloteando de sitio en sitio para efectuar una
exhibición femenina que, en vez de causar rechazo, lo que daba
era hilaridad. Desde luego, a muchos compañeros de las oficinas
y para algunos periodistas y demás personajes que concurrían al
sitio, lo de “Madam Licra” era algo divertido, tal vez
exhibicionista, pero al fin y al cabo, no le hacía daño a nadie.
Había venido al consulado como una pobre gatita y fue ganando
terreno hasta que se convirtió en toda una leona.
Entre los periodistas serios sobresalía uno de origen español
que trabajaba para el periódico más importante de Dominicana.
Desarrollé una estrecha amistad con él y comenzamos a
[135]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
intercambiar informaciones. Como el estaba más enfocado que
yo, pues sabía cómo se procedía en las investigaciones
periodísticas, comenzó a instruirme y a darme ideas de cómo
actuar, cuando le conté mi interés en desarrollar mis propias
investigaciones sobre lo que acontecía en el consulado algunas
veces él era muy claro conmigo, y en otras, sólo insinuaba para
que yo elucubrara el paso por seguir,
“El español”, como le decíamos, tenía buenos contactos en el
consulado y sabía informaciones que yo desconocía hasta
entonces, pero que más adelante pude verificar. Según él, en un
vuelo que había hecho a Santo Domingo con un vicecónsul de
Nueva York, se había enterado del movimiento de dinero del
consulado al mismo Palacio Nacional. De acuerdo con el
vicecónsul, el dinero era repartido entre algunos de los miembros
del alto gobierno, incluido el mismo presidente Fernández.
Como la información que me estaba entregando era tan
comprometedora, decidí esconder una micrograbadora en mi
bolsillo y grabarlo todo. Fue a partir de ese momento que sentí
por dentro un rechazo espiritual hacia el gobierno. Sentí que no
era posible que las cosas del Estado se manejaran en esa forma
que hasta el propio jefe de estado estaba vinculado al
procedimiento de recibir dinero de lo que se producía en Nueva
York.
Entonces decidí observar más de cerca y con más
detenimiento los movimientos de Bienvenido y empecé a
escarbar hasta en los más recónditos lugares, para ver lo qué
podía encontrar, con plenas pruebas. ¡Y encontré más de lo que
jamás imagine!
El consulado era consulado solo de nombre, porque lo que allí
se hacía iba más allá de lo contemplado en las funciones
consulares, hablando en términos diplomáticos, pero sería como
[136]
MEMORIAS INÉDITAS
fachada para ejercer y desarrollar actividades totalmente ilícitas.
Con la llegada de Pérez al consulado comenzó un flujo
inusual de individuos de todo tipo, buenos, regulares, malos,
serios, indecentes y hasta groseros. Era verdad que Bienvenido
era una persona muy amistosa, pero la entrada y salida de esos
personajes de todos los pelambres de su despacho nada tenía que
ver con asuntos de amistad. Lo que había era “asuntos de
negocios”. Strictly business! como dicen los norteamericanos.
No sé si esto ocurría en la administración anterior, ya que
nunca antes había trabajado en esa dependencia diplomática. Sin
embargo, por los comentarios que hoy conozco de los viejos
empleados de las mismas dependencias, ese tipo de gente no era
la misma que visitaba al doctor Quezada. Según ellos, el cónsul
Quezada tenía ciertas cualidades intelectuales y personales, cuyo
don de gentes no le permitía asociarse con esa clase de
personajes o individuos.
Las frecuentes visitas de ciertas personas o “personajes”
diríamos nosotros, que por su sola apariencia dejaban muy claro
en los negocios en que estaban, comenzaron a levantarle las cejas
a más de un empleado. Algunos se definían como antiguos
amigos que venían a felicitarlo o a buscar, simple y llanamente,
lo que habían invertido en la campaña presidencial.
Otros individuos que sé categóricamente que no les importaba
guardar las apariencias, comenzaron a visitar despacho del
cónsul, exclusivamente los días exactamente anteriores a los
viajes del diplomático Pérez a Santo Domingo. Me refiero, y me
duele decirlo, a individuos pertenecientes a grupos
de
narcotraficantes de varias nacionalidades, que necesitaban sacar
su dinero de los Estados Unidos para evadir el control de las
autoridades norteamericanas. Algunos empezaron a usar los
servicios del señor Pérez para repatriar su dinero mal habido a la
[137]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
República Dominicana, y otros, para usar a nuestro país como un
puente para terceros países a donde finalmente llegaban los
cientos de millones de dólares.
[138]
OCTUBRE DE 1996
Para arreglar el asunto del salario, hablé en varias ocasiones con
el cónsul Bienvenido. Como el presidente Leonel Fernández vino
a Nueva York la primera semana de octubre de 1996 para
intervenir ante la ONU, tuve la oportunidad de hablar
directamente con él. Fui con la comitiva que lo recibiría en el
aeropuerto “John F. Kennedy” y desde su arribo, lo seguí como
su sombra. Fue mientras comprábamos algunos libros en la
biblioteca de la ONU, que aproveché para explicarle el problema
que estaba afrontando con mi salario, que me había asignado el
cónsul. Me prometió arreglar el asunto y que luego me daría
respuesta.
En esa oportunidad, Leonel compró una gran cantidad de
libros que yo me encargué de llevar. Como el número de libros
era grande, le entregué parte a José, nuestro amigo “El
Bodeguero”, que de nuevo andaba con nosotros, para que me
ayudara con los mismos.
Cuando salimos de la librería de la ONU, un grupo de
reporteros de todos los medio de información nos emboscó y
según mi madre, quien vio la transmisión por televisión, José y
[139]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
yo salimos entre los que acompañaban al visitante presidente.
Ya los celos de algunos de los miembros del partido en Nueva
York se comenzaron a sentir. Al salir del edificio de la ONU,
cuando nos proponíamos a ir a “Victor’s Café”, sucedió algo
muy chistoso. José Santana, uno de los miembros del partido en
Nueva York, ordenó que no se me permitiera ingresar a los carros
que integraban la caravana. Yo desconocía esa orden e intenté
abordar uno del os carros, pero noté que le pusieron el seguro y
no pude abrir la puerta. Corrí hacia otro que quedaba detrás e
hicieron lo mismo. Me di cuenta de que trataban de dejarme a pie
y corrí hasta el carro de la Policía que encabezaba la caravana
para informarles al os agentes con quienes antes había
compartido que me habían enviado a que fuera con ellos, ya que
sabía inglés y español, lo cual podría serles útil por cualquier
eventualidad.
Los policías me permitieron ingresar al vehículo y llegué
antes que el mismo presidente al restaurante. Aproveché la
ocasión para recordarles a Santana y sus amigos, que no se
olvidaran de quedarse afuera cuidando los carros, ya que yo
entraría al restaurante con el señor presidente. En ese instante,
¡sentí que explotaban de rabia!
En las escalinatas de la residencia del cardenal O’Connor, el
presidente Leonel me informó que ya había hablado con
Bienvenido y que todo estaba arreglado. Una semana más tarde,
Bienvenido me aumentó efectivamente el salario: ¡Mi nuevo
sueldo era de 250 dólares por semana!
[140]
NOVIEMBRE DE 1996
No fue sino hasta que me encontré con José en el consulado,
portando un maletín plateado, que caí en la cuenta de que lo que
se estaba moviendo era algo “pesao”, “heavy”, como decimos
popularmente los dominicanos, cuando queremos indicar que
algo es de gran magnitud. De haber estado enclaustrado en una
oficina, estos movimientos pudieron haber pasado inadvertidos
para mí. Sin embargo, al pasar la mayor parte de mi tiempo
dando vueltas por los pasillos y entrando a las diferentes oficinas,
me di cuenta de algo más que no esperaba conocer del a noche a
la mañana.
Estando en el despacho del cónsul Bienvenido, conversando
con José, Héctor Ortiz, quien no conocía la relación de amistad
que tenía con mi interlocutor, me sacó del recinto en una forma
muy inusual, tocando las manos como les hacen a los perros.
José y yo nos miramos y me picó un ojo. Ese gesto fue la señal
de que la “vaina” era grande y la curiosidad de saber de qué se
trataba, me consumía las entrañas. Desde ese día comencé a idear
la posibilidad de usar grabaciones o de colocar un micrófono
escondido en el despacho del cónsul, para saber a fondo lo que
[141]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
ocurría allí adentro. Pero la lealtad de doña Brunilda, la señora
que limpiaba las oficinas y el despacho, no me permitió concretar,
en ese momento, mi nuevo plan.
Me clavé como un soldado, a varios pasos de la puerta del
despacho del cónsul, para hacer turno hasta que José saliera. Tan
pronto lo hizo, nos volvimos a reunir y le pedí que saliéramos del
consulado. Noté que no traía el maletín con el que había entrado
a la oficina, lo cual me causó profunda extrañeza, y traté
inmediatamente de preguntarle sobre él, indicándole, a manera
de consejo, que eventualmente lo había olvidado, para que no
entrara en sospechas contra mí. Seguidamente él me hizo señas
de que no hablara, lo cual me dejó más perplejo y pensativo. Tal
vez, preocupado porque por todas esas actitudes, lo que yo estaba
pensando en el fondo se estaba convirtiendo en realidad.
Caminamos por las calles del área y volvía preguntarle qué
había hecho con el maletín que había traído. En principio no me
respondió absolutamente nada, pero luego me dio una respuesta
vaga, tratando de calmar mi inquietud. Mi interés entonces por
saber qué había pasado con ese maletín fue mayor.
-Fue que en el maletín le traje una cosa al cónsul, me dijo,
tratando de ser casual.
-¿Qué? ¿Cocaína? Le repliqué.
-¡No, cabrón, yo no brego con esa vaina! ¡Eso lo hacen otros!
Me respondió aceleradamente, dándome a entender que a mí
poco me importaba, pero insistí.
-¿Y entonces... qué era? Volví a preguntarle.
-Dinero que tengo que sacar de aquí, antes de que me den otro
“jolop”, respondió.
Seguidamente me contó que hacía poco tiempo le habían
robado unos setenta mil dólares que tenía en el sótano de la
[142]
MEMORIAS INÉDITAS
bodega y como no podía reportarlo a la policía, se tuvo que
quedar callado. Le dije que esas “vainas” le pasaban por no
dármelo a guardar a mí o invertirlo en un negocio legítimo, como
sería un buen y acreditado restaurante o un centro de llamadas
telefónicas con destino a nuestro país que, a buen precio, tendría
una gran demanda y los ingresos podrían ser fructíferos.
¡Coño, tú si eres desgraciado! Le reclamé. ¿Por qué no me
das esa plata para invertirla en un restaurante o un centro de
llamadas? Le indiqué abiertamente.
-¡Estás loco! ¿Tú crees que yo me gano mi plata fácil para
invertirla en una vaina de la que yo no sé nada? Yo lo que quiero
es comprar propiedades en Santo Domingo. Casas y tierras. Eso
es lo que tiene futuro. Además... ¿con qué ingresos vas tú a
demostrar que puedes tener tanto dinero en el banco? Cuestionó.
-Bueno... yo nunca he tenido ningún problema con la ley.
¿Por qué tienen que sospechar que yo hago algo malo? Le
respondí al rompe.
-¡Olvídate de esa vaina! Yo una vez te ofrecí abrirte una
bodega y tú no quisiste.
-¿Y desde cuándo tú me has visto a mí la cara de bodeguero?
Yo no quería estar con una pistola en la mano y otra en la caja
registradora como tú”, le dije.
-Bueno, para hacer plata hay que tener “cojones”. Así que no
te quejes. Las oportunidades en la vida que no se agarran en su
momento, se van. Me replicó.
Mi amigo y yo nunca andábamos con rodeos, pues cada quien
sabía en que pie estaba el otro parado y aún así seguíamos siendo
amigos. Nos queríamos como hermanos y nuestros padres se
conocían muy bien. Fue por eso que José me confesó en lo que
estaba metido y ahora me contaba sobre el “modus operandi”
para enviar su dinero a Santo Domingo. Estaba satisfecho con la
[143]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
rapidez que Bienvenido le ponía la plata en la isla, pero estaba
enojado porque el tipo le quería cobrar un interés muy alto, a
pesar de que le había dado muchísimo dinero durante la campaña.
-¡Ese tipo es un vampiro! Ni siquiera porque le ayudé a
financiarla campana aquí, me considera, me aclaró.
Me preguntó si yo me atrevería a llevarle el dinero a
República Dominicana, que me iba a tratar muy bien. Le dije que
lo lamentaba, pero que él sabía que mí me agarrarían en el
primer viaje porque el “vaho a mierda” alertaría que ahí iba una
mula. Me dijo que por pendejo iba a morir pobre. Le dije que se
quedara con todo su dinero, con sus cadenas y todas sus vainas
materiales, que al fin y al cabo, cuando yo me muriera todas esas
cosas no las podía llevar en mi última maleta de viaje. Se rió a
carcajadas y me dijo que le devolviera lo que me había regalado.
-¡Sí... éste y un cohete! Le dije mientras le mostraba el dedo
corazón de la mano, para indicarle que se lo metiera por el culo.
¡Tú ves! Sin plata no se puede ir a Santo Domingo. Te das
cuenta que los diplomas no te sirven de mucho, si no hay
“billete”, me reprochó, mientras sobaba los dedos de su mano
para indicar “dinero”.
-Por eso es que te digo, tú pones la plata y yo la cabeza. Nos
haríamos ricos en un “one, two, three”, exclamé.
-¡Trabaja primero! No sueñes con plata ajena. Aquí hay que
trabajar y sudar las bolsas para luego disfrutar en la vejez, me
respondió.
Era imposible que José y yo nos pusiéramos de acuerdo. Sus
valores y los míos eran diametralmente opuestos, con la única
diferencia que si él me daba su plata, a mí no me importaba de
dónde procedía. Nuestra historia era la misma desde cuando nos
conocimos en La Fe, en los años 70. Jugábamos ajedrez y
cuando yo le ganaba, me pedía la revancha. Cuando empataba,
[144]
MEMORIAS INÉDITAS
me decía que era una mierda y que no le había ganado nada,
entonces estábamos a la par. Y si él me ganaba una jugada por
encima, entonces rehusaba continuar jugando, para decirme que
me tenía “pisao” y que él era “el papaúpa de la matica”, “the
best”.
Después de tantos años José seguía siendo el mismo fanfarrón
de siempre. Es más, llegó a ir más lejos, porque no teniendo que
esconder su antiguo vínculo con el narcotráfico, se definió más
serio que los políticos, diciendo que “los políticos, aparte de ser
criminales de siete suelas, también eran hombres sin palabra”.
-La única diferencia entre esos bandidos y yo, es que ellos son
criminales legalmente constituidos, porque ellos mismos hacen
sus leyes; sin embargo, en el negocio que yo he estado, no se
firma nada, pero la palabra se cumple, dijo. ¡Fíjate que descarado
es ese tipo! Llegó a decir José, siendo una de las razones por las
cuales decidió colaborar con la prensa norteamericana, durante
una investigación que estuvieron haciendo contra el gobierno de
Leonel Fernández.
De hecho, parte de esas personas eran la fuente principal del
periodista español, porque cuando nos reuníamos para
intercambiar informaciones, muchas veces el relato era idéntico.
Lo que el corresponsal no sabía era que yo grababa muchas de
nuestras conversaciones con las informaciones que él había
obtenido y que para mí servían como una segunda verificación o
comprobación, tal como él pretendía hacer con las que yo le
proveía. Para entonces, eso para mí se había convertido en vicio,
es decir, sacarle fotocopia a todo lo que encontraba a la mano.
Sólo un periodista que trabajaba en el consulado conocía del
plan investigativo en que me había envuelto y en varias
ocasiones me sirvió de escudo mientras yo tomaba las
documentaciones que quería. También llegó a prestarme su mini
[145]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
grabadora para hacer algunas de las grabaciones secretas, cuando
por una u otra razón no tenía la mía.
Lo más triste del caso es que, a pesar de todo, el cónsul
Bienvenido me caía muy bien y aunque sí quería que me
aumentara mi sueldo, me parecía “un pobre infeliz”, que es una
forma dominicana de decir ¡buena persona!
Es importante aclarar que el consulado dominicano en Nueva
York siempre ha sido un foco de intrigas y por muchísimo
tiempo ha estado bajo la mirada sospechosa de los oriundos de
nuestro país que residen por estos lares. A propósito, aún en la
actual administración del presidente Hipólito Mejía, otro
vicecónsul dominicano asignado en el consulado de Puerto
Príncipe, Haití, fue arrestado en República Dominicana, en
agosto de 2002, cuando fue sorprendido usando sus privilegios
diplomáticos en actividades relacionadas con el narcotráfico.
Indudablemente que los problemas generados por el uso de
las sedes con inmunidades diplomáticas para fines distintos a las
de sus verdaderas funciones, siempre ha acaparado el interés de
la prensa internacional. Las frecuentes acusaciones entre
diferentes países y las expulsiones de diplomáticos por alegadas
violaciones de las funciones consagradas en la Convención de
Viena, son casos recurrentes y, por lo tanto, no es exclusivo de la
República Dominicana ni de los países tercermundistas.
A mediados de los años 80, un vicecónsul dominicano en
Nueva York se vio envuelto en problemas de narcotráfico y
terminó pagando varios años en la cárcel, después de que el
gobierno de turno le retirara la inmunidad diplomática que tenía.
Ahora bien, el problema que se estaba presentando en el
período 1996-2000, en el consulado dominicano en Nueva York,
tomó proporciones inimaginables. Fue así cómo, sin temor a
equívocos, durante la administración
del señor cónsul
[146]
MEMORIAS INÉDITAS
Bienvenido Pérez, el despacho se transformó en un verdadero
centro remesador, que repatriaba grandes cantidades de dinero
del bajo mundo, no sólo de los “dominicanyorks” que usaban sus
servicios, sino de grupos de otras nacionalidades, que llegaron
tan campantes a hacer lo mismo. Lo digo, porque una vez se
presentaron unos rusos, a quienes serví como intérpretes, que me
dieron a entender que las transacciones que estaban haciendo con
Bienvenido tomaban un ámbito internacional.
Pero la plataforma para lavar dinero proveniente del
narcotráfico y cometer otros actos turbios, durante la
administración de Leonel Fernández, no parece haberse
circunscrito al uso del consulado en Nueva York. Existen
evidencias de que otros centros andaban en acciones no muy
claras, entre las que se encontraban estafar al país receptor con
ilegítimas exoneraciones de impuestos y de paso al mismo
Estado dominicano, librando a ciertos beneficiarios con
exoneraciones de impuestos que no les correspondían. Esta
preocupante situación puso en alerta a una división del
Departamento de Estado de los Estados Unido, y al principio del
mes de marzo de 1999, La Misión de los Estados Unidos ante la
ONU envía una comunicación oficial al servicio diplomático
dominicano, expresando su gran preocupación por ciertas
irregularidades que se estaban cometiendo en la Misión de la
República Dominicana ante la Organización de las Naciones
Unidas.
Tiempo más tarde, cuando yo trabajaba para el consulado, y
mientras recaudaba alguna información para escribir este libro,
me habría de enterar, gracias a un individuo que conocí con un
diplomático de la Misión de la República Dominicana ante la
ONU, que las andanzas de Pérez venían desde hacía muchos
años atrás. Ese señor, que se consideraba un narcotraficante
[147]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
confeso y arrepentido, nos confirmó al diplomático y a mí, que a
finales de los años 80, cuando Bienvenido vivía en el Alto
Manhattan, había participado en varias actividades criminales,
donde hubo inclusive intercambio de narcóticos por armas y
ventas de tarjetas de residencia y del seguro social
norteamericanas falsas.
Por eso no me sorprendí cuando, en los medios de prensa
estadounidenses se presentaron pruebas de pasaportes
dominicanos que habían sido asignados a narcotraficantes, con
nombres diferentes y con apenas algunos días de diferencia. Era
muy bien conocido que en el consulado de Nueva York existía
otro consulado paralelo, donde se vendían cartas de ruta y
pasaportes dominicanos a ciertos individuos que necesitaban de
los mismos, para hacer acciones ilegales. De hecho, en un
reportaje exclusivo de la NBC, emitido en marzo de 1998, en el
cual yo participé, el canal mostró fotos de pasaportes y otros
documentos que indicaban las graves irregularidades que se
estaban cometiendo en el consulado en Nueva York, durante la
administración del cónsul Bienvenido Pérez.
Nadas de esto me causaba sorpresa, pues desde hacía cierto
tiempo ya había conocido la cara oculta del señor Pérez, y
muchos de sus subordinados sabíamos que era una persona
dispuesta a violar cualquier patrón establecido, con tal de
acumular la mayor cantidad de dinero, en el tiempo que le
permitiera su paso por el consulado. Todos sabíamos que aunque
era residente norteamericano, y estaba obligado a notificarlo al
Departamento de Estado de los Estados Unidos, no hizo nada
sino hasta que la NBC lo expuso ante el público, pues al no saber
por qué tiempo estaría a cargo del consulado, no quería perder el
privilegio de una residencia norteamericana. El problema se
agravaba más, al no pagar los impuestos por concepto de sus
[148]
MEMORIAS INÉDITAS
ingresos, que todos los residentes norteamericanos deben de
pagar al Departamento de Rentas Internas, conocido en inglés
como el “IRS”. Esto implicaba que hasta el momento de su
registro en el Departamento de Estado norteamericano, el señor
Pérez estafó a los contribuyentes norteamericanos, al no pagar
impuestos sobre más de un millón de dólares por concepto de sus
ingresos.
Más tarde, cuando ya no trabajaba en el consulado, después
de haber sido despedido tras sorprendérseme denunciando los
actos de corrupción que en esa sede se llevaban a cabo, también
me enteré por dos de mis contactos internos en esa institución,
que una comisión de la Contraloría General de la República
Dominicana, a cargo del entonces jefe de ese despacho,
Haivanjoe NG Cortiña, había viajado a Nueva York, motivada
por las graves denuncias que los medios de información habían
estado haciendo sobre el cónsul Pérez, y que de no haber sido
por la rápida acción de este, que destruyó todos los documentos
comprometedores y apeló a la intervención de su contacto en la
Presidencia de la República, la comisión hubiese abierto una
verdadera caja de Pandora consular. Por orden directa del Palacio
Presidencial, la misión enviada no tuvo otra opción que
abandonar la investigación y regresar con las manos vacías.
[149]
ENERO DE 1997
A mediados de enero de 1997, cuando llegué al consulado, me
informaron que uno de mis compañeros de trabajo me buscaba
urgentemente para entregarme un mensaje de alguien que me
había llamado de la Misión ante las Naciones Unidas. Ese día
había llegado un poco más tarde que de costumbre.
Cuando logré hablar con la persona que me buscaba, me
informó que debía llamar inmediatamente a Sócrates Tejada a la
Misión Dominicana ante la ONU. Así lo hice. Sócrates, a su vez,
me explicó que nuestro amigo Jimmy Sierra estaba tratando de
localizarme desde la República Dominicana, de manera urgente.
Me dijo que me comunicara con él tan pronto pudiese. En efecto,
Jimmy estaba esperando la llamada.
-¿Qué pasa, teórico, cuál es la urgencia? Indagué.
-El Amigo me ha hecho unos encargos, ¡donde tú eres la
figura clave! Me dijo Jimmy.
“El Amigo” era el nombre con el cual nos referíamos al
presidente Leonel Fernández, por lo que quedé un poco
atolondrado. No sabía que Jimmy y Leonel habían restablecido
[150]
MEMORIAS INÉDITAS
relaciones, por lo que tuvo que darme ciertas explicaciones.
Me aclaró que él y Leonel nunca habían roto sus relaciones,
aunque no había tenido mucho contacto durante los últimos
meses de la campaña, pero que tan pronto Leonel asumió el
poder, lo llamó inmediatamente y que en una reciente
conversación sobre algunos proyectos que éste pensaba llevar a
cabo, mi nombre había salido a relucir.
-Iré a Nueva York en dos días y “el Amigo” me dijo que te
contactara para lo de la visita al Museo de Radio Y Televisión,
entre otras cosas. También me dijo que tú tienes una idea del
proyecto porque en una de sus visitas a Nueva York, ya ustedes
trataron el tópico. Así que tú haces parte del proyecto, me indicó
Jimmy.
Sierra igualmente me agregó que le consiguiera un hotel
económico, pero estratégicamente ubicado, preferiblemente
cerca de las oficinas del consulado. El único que se me vino a la
mente era el Hotel Carter, que aunque estaba bien destartalado en
sus instalaciones, era lo más barato que se podía conseguir en los
alrededores de Times Square, en pleno centro de Manhattan.
-No te preocupes, cuenta conmigo. Por aquí hay muchos.
Saldré a averiguar los más cercanos y buenos, y si tienen
habitaciones disponibles por estos días, le comenté.
-A propósito, conozco uno que se llama “The Carter”, es un
poco viejo, pero queda al doblar la calle donde queda el
consulado. Además, es baratísimo, le agregué.
-Bueno, arréglame eso y nos vemos en Nueva York. Tan
pronto esté allá nos veremos, respondió Jimmy.
No bien terminé de hablar con él, cuando empecé a hacer las
citas para el proyecto en que nos embarcábamos. Llamé al
Museo de Radio y Televisión. Allí hablé con Michelle Granville,
quien era la gerente de la librería de esa institución y estaba
[151]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
encargada de los visitantes. Le había conocido en el verano de
1995, cuando llevé a Leonel a ese museo, para ver los spots
políticos. Le expliqué brevemente lo que necesitaba y le pedí que
nos recibiera. Me dijo que podía ir por sus oficinas ese mismo
día.
Luego fui al Hotel Carter y averigüé lo de los precios. El
hotel no era el mejor del área, pero como Jimmy sólo lo utilizaría
para dejar sus maletas y dormir algunas horas por la noche, por
el precio de $60 dólares por día, era el mejor.
Cuando visité a Michelle en el Museo de Radio y Televisión,
me recibió con mucha amabilidad y hablamos extensamente del
motivo de mi visita. Le expliqué que trabajaba para el gobierno
dominicano y que “mi amigo”, el presidente de la República
Dominicana, Leonel Fernández, estaba interesado en abrir un
museo parecido al suyo en nuestro país.
-A propósito, aquella vez, cuando me diste tu tarjeta, vinimos
juntos aquí. Fue desde entonces que le surgió la idea y me dijo
que si ganaba la presidencia, construiría un museo como este en
nuestro país, le dije con entusiasmo, agregándole que ya te
puedes imaginar lo importante que es, porque en aquella ocasión
vinimos sólo por unos minutos y nos quedamos por casi dos
horas.
Leonel le había hablado a Jimmy de esa experiencia y parece
que éste también estaba interesado en que en República
Dominicana se pudiera construir algo parecido.
En lo que a mí concernía, desde cuando Leonel me había
dicho que si ganaba construiría un museo como ese en el país, no
pude dejar de soñar despierto. ¡Qué más podía pedir un
cinematógrafo recién graduado y amigo de un presidente!
De hecho, yo le expliqué detalladamente a Leonel, durante
uno de los viajes que hizo a Nueva York en plana campaña, la
[152]
MEMORIAS INÉDITAS
importancia que tenía el respaldar la industria cinematográfica en
República Dominicana, mediante la creación de un instituto
parecido al de Cuba. También aproveché en una ocasión,
mientras ofrecía una conferencia de prensa en la Gran Manzana,
en el local del Partido de la Liberación, para preguntarle qué
haría por el cine y la televisión, en caso de ganar las elecciones
venideras. Leonel dijo que establecería un Instituto de Cine y
Televisión y construiría un Museo de Radio y Televisión. Más
adelante, ya en Santo Domingo, Leonel volvió a reafirmar su
postura durante una charla sobre “el presente y el futuro de la
televisión dominicana”, que tuvo lugar en el Hotel Lina de esa
ciudad. No sé si para entonces ya Jimmy le había propuesto el
proyecto, pero me enteré de ese pronunciamiento por un artículo
que leí en uno de los periódicos dominicanos que llegan a Nueva
York.
Aparte del museo, por mi mente pasaron tantas ideas de
establecer una industria cinematográfica en el país, que a los
pocos días ya había contactado a todos los profesores de las
diferentes universidades de cine a las cuales yo había asistido en
Nueva York. Todos aseguraron que nos conseguirían el tipo de
asesoramiento que fuera necesario para convertir en realidad
nuestro futuro proyecto. El más interesado y que más garantía
ofreció, fue el profesor Jerry Carlson, con quien había hecho una
buena amistad durante mis estudios en The City College of New
York.
Jimmy llegó por la tarde, cerca del 20 de enero, y se hospedó
en el Hotel Carter, como habíamos planificado. Comentamos que
el hotel estaba un poco viejo, pero por el precio y la ubicación
era lo mejor que habíamos podido escoger.
Trajo varias botellas de ron y unos cuantos dulces para sus
amigos. Hacía frío, estábamos en pleno invierno y Sócrates Tejada
[153]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
le había traído unas ropas usadas para protegerse, incluyendo un
abrigo de cuero negro y un suéter Levi’s que aún conservo.
Salimos a dar una vuelta por Times Square y terminamos en una
bodega coreana donde tenían un “salad bar”. Compramos comida
por libra. Le pregunté que por qué, si trabajaba para el gobierno y
nuestro amigo pagaba los gastos de estadía, no podía quedarse en
un lugar más decente. Me dijo que no tenía por qué malgastar el
dinero del pueblo y que al fin y al cabo, sólo vendría al hotel a
dormir, ya que nos pasaríamos todos los días haciendo diligencias y
contactos para poner a andar los proyectos acordados. Hablamos
extensamente del motivo de su viaje y de lo bien que le había
hablado a Leonel de mí.
Jimmy también me explicó que el malestar que Leonel había
tenido con él por no integrarse a su campaña antes de obtener la
presidencia ya se le había pasado y lo había llamado para que le
sirviera de asesor y otras cosas. Jimmy no podía dejar a su viejo
amigo solo y no lo pensó dos veces en prestarle su colaboración.
Fue entonces cuando Leonel le encomendó que viniera a Nueva
York para hacer algunas cosas y me contactara “urgentemente”,
pues necesitaría mi cooperación para que todo saliera bien.
Planificamos la agenda del próximo día, que habría de
comenzar alrededor de la 9 de la mañana, y quedamos de acuerdo
en encontrarnos en el consulado cuando abrieran las oficinas.
Volvimos al hotel, y Jimmy me regaló una botella de ron y una
pasta de dulce. Nos despedimos y me fui para la casa.
Al otro día, a primera hora, ya Jimmy estaba en el consulado
cuando llegué. Tenía que escribir algo para enviarle al presidente
Leonel en Santo Domingo y necesitábamos una computadora de
manera urgente para desarrollar esa labor.
Ahí comenzó nuestro vía crucis. Lo que se esperaba que
tomaría algunos minutos para conseguir, que una de las
computadoras se pudiera utilizar, duró casi medio día. Nadie
[154]
MEMORIAS INÉDITAS
quería facilitarnos una, y la que pusieron a nuestra disposición,
no servía porque tenía un virus que la había inhabilitado.
Fuimos a otra oficina y aunque la computadora estaba
disponible, nos dijeron que la iban a usar en esos momentos y
que lo lamentaban mucho, que no nos la podían facilitar. Volví en
unos minutos al mismo lugar y me enteré que el “dueño” de la
computadora no quería prestarla, porque la había adquirido con
su propio dinero y era para su uso personal. Era cierto que el
funcionario la había comprado cónsul dinero, y yo lo sabía, pero
no entendía por qué tanta descortesía. De todos modos, era un
trabajo corto y era para el presidente de la república.
Cuando intentamos en el Departamento de Finanzas, la
computadora fue puesta al instante a nuestra disposición. El jefe
de ese departamento, el ingeniero Modesto Díaz, le pidió a su
asistente, Radhamés María, que nos prestara su computadora y
esos dos caballeros nos asistieron en todo lo que pudieron.
Lamentablemente, llegamos a un punto que necesitábamos
buscar una información en el Internet, y esa computadora no
estaba conectada a la red. Teníamos que reiniciar nuestro
viacrucis a partir de cero.
Fui a la oficina de Santiago Vargas, y hablé con uno de los
vicecónsules, que tenía una computadora portátil. Me dijo que no
la había traído. Pero al ver el maletín donde la portaba, le dije:
“¡Pero mírala ahí donde está!”
“No, sólo traje el maletín, dejé la computadora”, me contestó.
Fuimos al departamento de facturas consulares y estaban
haciendo un trabajo que, observamos personalmente, tomaría
más de una hora. Ya Jimmy estaba impaciente y me preguntó si
podíamos ir a otro lugar y alquilar una. “Esta gente es muy
descortés y estamos perdiendo nuestro tiempo”, me confesó. Le
dije que intentáramos de nuevo en otras dependencias, pero el
[155]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
resultado fue el mismo.
Finalmente, cuando ya estábamos prestos a dejar las oficinas
del consulado, nos enteramos de que Bienvenido Pérez había
llegado a su despacho, y nos mandó a buscar para que
concurriéramos a su oficina.
Jimmy le explicó que necesitaba una computadora y yo le dije,
textualmente, que los “hijos de putas estos que trabajan en esta
oficina del Estado Dominicano, no nos la han querido prestar”,
pese a que se trataba de una diligencia con premura que había
que llevarse a cabo por orden del presidente Leonel. Jimmy me
miró y me dijo: “¡César! ¡César! ¡Cógela suave!”
¡Qué suave la voy a coger! Le respondí airadamente, ¡no te
das cuenta que estas personas no comparten lo suyo con nadie, ni
siquiera cuando es algo para su propio presidente!”
Bienvenido nos prometió conseguirnos una computadora
inmediatamente, y al poco rato, nos sobraron esos elementos. Las
que “estaban dañadas” se arreglaron, y la del vicecónsul quien
había dicho que la había dejado en su casa, llegó a las oficinas
del consulado telepáticamente, o por obra y gracia del Espíritu
Santo, y así sucesivamente.
Cuando el vicecónsul se entero de que Jimmy era amigo
personal del presidente Leonel, se convirtió en nuestro más fiel
colaborador, después parecía un “perro de caza”, de esos que
lamen a sus amos a toda hora, en toda época y en todo lugar. Para
colmo de todo, nos buscó una información en el Internet que nos
tenía paralizada la labor por largo tiempo, imposibilitándonos de
continuar el trabajo que teníamos en la computadora que
usábamos.
Un trabajo que normalmente se tomaría unos 15 minutos para
efectuarlo, se demoró cercas de 4 horas, y cuando tuvimos la
información que necesitábamos y nos prestaron la computadora
[156]
MEMORIAS INÉDITAS
que nos conectaría con el Internet, Jimmy sólo necesitó 5
minutos para desarrollarlo.
Salimos de las oficinas del consulado tan pronto concluimos
la tarea que se le había encomendado a Jimmy, y cuando
estábamos en la calle, él me pidió que no abriera más la boca,
durante un largo tiempo, porque quería decirme algo y no quería
que lo interrumpiera.
“Viste a todas esas personas que no nos quisieron ayudar. Eso
es poco para lo que está sucediendo en Santo Domingo. Esos son
los que se dicen amigos del presidente Leonel cuando están cerca
de él; pero en verdad son unos hijos de puta, son unos hipócritas,
que sólo piensan en ellos. Es por eso que tú y yo no lo podemos
dejar solo, pues si nosotros sí somos sus amigos y sabemos la
clase de alimañas que lo rodean”.
Jimmy continuó dando un discurso que necesitaría varias
páginas, quizás un tomo completo, para darlo a conocer de
manera reducida. Pero yo lo escuchaba atentamente,
mordiéndome la lengua para no interrumpirlo y al final, me tocó
el turno.
Vomité la hiel y le dije lo frustrante que era trabajar en ese
lugar, refiriéndome al consulado dominicano en Nueva York. Le
conté de lo avergonzado que me sentía, del trato que se me daba
y el que le daban a nuestros compatriotas que iban a buscar
asistencia a ese lugar estatal.
“Eso es un centro de saqueo. Ahí les sacan hasta las córneas a
todos esos infelices dominicanos que necesitan ayuda. Y yo de
estúpido que creí en todas esas promesas que hicieron en la
campaña. Los precios que debieron bajar, lo que hicieron fue
todo lo contrario, los subieron. Y eso no es nada, los salarios los
bajaron, y a mí sólo me pagan 200 miserables dólares. Parece
que como Bienvenido, antes de ser cónsul lo que hacía era lavar
[157]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
platos y fregar pisos, cree que todos podemos vivir como él vivía
antes de llegar ala posición de cónsul general de República
Dominicana en Nueva York, en un cuarto de un sótano o sabe Dios
en qué cueva!”
La verdad era que estaba enojado y al mismo tiempo alegre de
que Jimmy pudiera vivir por sí mismo lo que yo estaba viviendo
aquí, apenas algunos meses de nuestro amigo haber asumido el
poder.
Volvimos al mismo restaurante coreano, en la esquina del a
octava avenida y la calle 43, en donde el día anterior habíamos
comprado la ensalada por libra, y aproveché la ocasión para
preguntarle a un joven mexicano, que atendía el sector de las frutas,
cuánto le pagaban. “250 dólares por semana”, me respondió.
“Ya tú oíste, Jimmy, le dije después de retirarme del lado del
muchacho para que no me escuchara. Ese tipo es un indocumentado.
Posiblemente no terminó ni la primaria y no habla inglés. Por eso
tengo que ser sincero y dejar a un lado la hipocresía, admitiendo
que cuando escogí el nuevo camino, había escogido el mismísimo
camino a las puertas el infierno”.
Jimmy me miró y soltó una de sus peculiares risotadas
punzantes. Entonces agregó:
“¡Pavimentado con muy buenas intenciones, y nada más!”
A mí no me quedó otra alternativa que echarme a reír también.
Durante el tiempo que Jimmy estuvo en Nueva York, recorrimos
toda la ciudad. Lo relacioné con mis contactos académicos e
hicimos todos los puentes y conexiones necesarias para convertir en
realidad lo que el presidente Leonel le había encomendado y otros
proyectos que surgieron en nuestras constantes planificaciones, en
su permanencia en la gran metrópolis norteamericana.
Durante un encuentro que sostuvimos con Jerry Carlson, en
su oficina de CUNY-TV, éste le habló a Jimmy del programa
“Charlando con Cervantes”, que conducía por televisión en
[158]
MEMORIAS INÉDITAS
coproducción con el Instituto Cervantes. El programa, de 30
minutos de duración, entrevistaba a personajes que se habían
destacado en las obras literarias en español.
Jimmy le propuso un proyecto especial que sirviera para
destacar a nuestros escritores y poetas más sobresalientes, en un
justo reconocimiento a sus verdaderos valores culturales y de
identidad dominicana. Fue durante ese encuentro que Jimmy le
propuso a Carlson que estaría en la disposición de coproducir
varios segmentos para conmemorar la semana dominicana en
Nueva York y que podían empezar con don Pedro Mir, seguidos por
otras destacadas figuras literarias y artísticas.
A mí me pasó por la mente algo más ambicioso: Entrevistar no
sólo a Pedro Mir, sino también a Juan Luís Guerra, al profesor Juan
Bosch y al doctor Joaquín Balaguer. Rápidamente pensé que
materializar un proyecto de tal envergadura me abriría las puertas
para muchísimos más.
Jimmy se encargaría de todo cuanto se hiciera desde Santo
Domingo, y yo sería el enlace entre Santo Domingo y Nueva York.
Carlson sería el punto de apoyo estupendo para convertir en
realidad ese sueño. Nuestro objetivo era claro: teníamos que
demostrar que la República Dominicana tenía más que ofrecer al
mundo que lo que muchos piensan, para romper el estereotipo de
que sólo tenemos playas, ron, merengue y, en buena parte,
prostitución, un hecho irrefutable en el sentido práctico de la
palabra. Era el momento también para mostrarle al mundo que
tenemos grandes valores humanísticos, políticos, culturales, y que
un gobierno como el del presidente Leonel, tenía la oportunidad de
proyectarlos, para minimizar y posiblemente eliminar las campañas
negativas que por varias y diversas razones económicas, son pan de
cada día contra nuestro pequeño, pero trabajador y pujante país.
El proyecto con el profesor Carlson se cristalizó, gracias a la
asistencia de Radiotelevisión Dominicana, y contactos en el
[159]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Palacio Nacional que facilitaron todos los trámites. Nos alojaron
en el Hotel Lina y pudimos hacerle una entrevista exclusiva al
poeta nacional don Pedro Mir. Esta era la primera vez que
CUNY Televisión salía de sus estudios en Nueva York para
realizar algo similar.
Lamentablemente, la entrevista al doctor Balaguer no pudo
materializarse, pues debido a que el profesor Juan Bosch no
estaba incondiciones de salud para ser entrevistado, “desde el
palacio” se dio la orden de que tenía que cancelarse la entrevista
con Balaguer, ya que era “injusto” dejar que él se robara el show
sin darle participación a Juan Bosch. No tuve más opción que
aceptar, pero me pareció ilógica esta determinación, pues nunca
había visto mi trabajo como una competencia entre estos dos
ilustres personajes de la literatura dominicana. Y soy explícito al
indicar que para este proyecto con CUNY Televisión, nuestro
objetivo principal era sus aportes a la literatura, pues “Charlando
con Cervantes”, como se llamaba el programa televisivo,
visualizaba a estos dos personajes no como políticos sino como
literatos.
Pero lo que más pesar me dio fue el haber puesto a Héctor
Rodríguez Pimentel, un conocido de mi familia y miembro del
Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), de “mojiganga”,
haciendo los aprestos para concertar la entrevista con el doctor
Balaguer, para que luego nos impidieran, por puras razones
políticas, entrevistar al líder que, coincidencialmente, había
ayudado a subir a los que ahora le cerraban el paso para un
programa que lo proyectaría internacionalmente, como un gran
literato dominicano.
Mi estadía en el consulado terminó en enero de 1998, después
de que fui sorprendido haciendo críticas al manejo que el señor
Bienvenido Pérez le estaba dando a dicha institución. Desde
[160]
MEMORIAS INÉDITAS
septiembre de 1997, había entrado en conflicto con Héctor Ortiz,
un asistente del cónsul, quien trató de apropiarse del proyecto
audiovisual, presentándolo como suyo. Ortiz desconocía que
Héctor Olivo, a quien le estaba sometiendo su “nuevo proyecto”,
había estado en coordinación conmigo y con Jimmy Sierra, desde
el momento en que nos reunimos en Radio Televisión
Dominicana, donde Olivo era el director. Otra cosa que el
“ideólogo del proyecto de Jimmy” desconocía era que Héctor
Ortiz y yo somos primos hermanos.
[161]
MI RELACIÓN CON LEONEL
El jueves 25 de febrero de 2004, recibí una llamada a mi celular,
que no pude responder inmediatamente, pues estaba durmiendo,
ya que el día anterior había trabajado hasta tarde. Era un amigo
que me llamaba desde Santo Domingo y me había dejado un
mensaje muy preocupante.
“Llámame urgentemente que aquí ha explotado una maldita
bomba. Llama, llama, llama. Es urgente”, decía el mensaje.
Respondí la llamada al teléfono que aparecía en el identificador,
pero nadie contestó. Entré a Internet para ver si los medios
informativos de República Dominicana reportaban algo de la
“bomba” que mi amigo había dicho. No encontré nada. Lo único
que veía eran los reportajes sobre la situación en Haití, donde
Jean-Bertrand Aristide enfrentaba una avanzada rebelde que cada
vez lo dejaba más aislado del resto de su país.
Como no podía estar en paz hasta saber lo que había pasado,
procedí a llamar a otros amigos. Nadie sabía nada. Finalmente
contacté a una tía, que hablaba en la otra línea con otros
parientes. A partir de ahí ya comencé a tener idea de lo que
estaba pasando, pues ésta procedió a acusarme de haber escrito
[162]
MEMORIAS INÉDITAS
un tal libro y hasta me dio el título. Me pidió que llamara a mi
papá, que estaba muy disgustado con mi supuesta actitud. Traté
de explicarle que esas acusaciones eran infundadas y mal
intencionadas, pero ella insistía que ya el libro estaba circulando
y no quería hablar más del tópico.
No tuve más opción que despedirme y llamar a mi papá,
quien aunque no tanto como mi tía, también comenzó a
reclamarme el lanzamiento del supuesto libro. Tuve que decirle
algunos “coños” para que me dejara explicarle que él tenía que
creerme más a mí, que a lo que pudieran decir de mí, porque si
yo hubiera publicado algún libro, el primero en saberlo sería él.
Que él muy bien sabía que yo estaba escribiendo algo, pues lo
había entrevistado a él y a todo el mundo, pero de ahí a que el
libro estuviera publicado había una gran diferencia, y menos con
el alegado título que me habían dicho.
-¡Eso es una infamia! Exclamé. Alguien está detrás de eso
para hacerme daño. Yo no sería capaz de publicar un libro de esa
línea. Usted sabe que yo me he sacrificado por superarme, no
para caer tan bajo. Qué pena que haya personas capaces de hacer
tanto daño, inventándose tales cosas, le dije. Eso sería una broma,
o tal vez otro Julio Valdez, argumenté. Fíjese que ese nombre es
muy común, usted lo sabe, agregué.
-Si... pero hasta Viriato Sención te mencionó y confirmó que
fuiste alumno de Leonel, que trabajaste en el consulado y
hablabas varios idiomas. Ese eres tú, insistió mi papá.
-¡Pues siga escuchando la radio el día entero, porque llamaré
para desmentir esa maldita vaina! Yo no he escrito ese libro que
me imputan y usted me tiene que creer porque yo soy su hijo y
no un desconocido. Le juro que le estoy diciendo la verdad,
terminé alegándole a mi papá, a quien noté que se sentía muy
triste ante la situación.
[163]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
Terminada la conversación telefónica con mi padre, comencé
a localizar a todos mis parientes que pudieran ponerme en
contacto con mi primo, que es alto dirigente del PLD, y con
quien ya había perdido contacto desde hacía algunos años. Les
pedí que le explicaran mi posición y que necesitaba su ayuda
para desmentir el incorrecto título con que habían bautizado el
libro que desde hacía varios años escribía.
No tuve que esperar mucho. Al cabo de media hora ya mis
parientes lo habían contactado y éste me devolvía la llamada,
muy preocupado por la situación. Le pedí ayuda para que me
sacara del lío y le expliqué que necesitaba desmentir lo que se
me imputaba. Pensé responder en términos fuertes a Viriato,
porque las informaciones que me habían llegado fueron que él
había sido el iniciador del debate sobre el libro y del infame
título del mismo. Quise llamarlo, pero no tenía ni la más remota
idea de dónde contactarlo. Quería una explicación de su parte,
para no cometer el mismo error que otros habían cometido
conmigo, pero al no localizarlo, opté por usar mucho tacto al
expresarme sobre él. Lo critiqué con altura y dije que me daba
pena oír que alguien por quien profesaba estima, pudiera hablar
así de mí.
Luego, sin mencionar nombre alguno, acusé a los que habían
iniciado el lío de ser unos cobardes, que se escondían detrás de
otros para decir lo que su poca valentía les impedía decir de
frente. También de ser crueles, al no pensar en el daño que le
acarreaban a personas inocentes como son las personas que
sienten estima por mí.
En ningún momento hice referencia al alegado título que le
habían imputado a mi obra. Me limité a desmentir la existencia
de la misma, indicando que aunque era cierto, que desde hacía
mucho tiempo escribía un libro sobre mi relación personal y
[164]
MEMORIAS INÉDITAS
política con mi otrora profesor. Inclusive dejé entender que el
título podía ser más bien positivo que negativo, porque el mismo
se circunscribía a una verdad ineludible que sin duda serviría
para que las futuras generaciones conocieran la historia tal y
como sucedió y no como pudo haber sido manipulada por los
que controlaban el status quo de aquel momento. En el proceso
de escritura había considerado varios títulos, éntrelos cuales se
incluía: Leonel Fernández, mi inolvidable y querido...; Leonel
Fernández, su otra historia; Leonel Fernández, rumbo al
Palacio, y por último Leonel Fernández, memorias inéditas, el
que finalmente se impuso a los otros, al consultar a varios de mis
asesores académicos en los Estados Unidos.
También expresé en la radio dominicana, durante mi
intervención telefónica donde desmentía la especulación rodante,
lo que siempre he dicho sobre mi ex profesor: “que es lo que
todos los ex alumnos de él diríamos, que fue un buen profesor y
que nos sentíamos orgullosos de sus logros políticos y
académicos”.
Ahora bien, el hecho de alguien escriba un libro que diga la
verdad, apegándose a la ética de la investigación periodística y el
uso de sus propias vivencias, no tiene que ser motivo de
descrédito, aunque estén en desacuerdo con lo expuesto en el
mismo. Obviamente, no siempre es posible satisfacer a todo el
mundo.
Pese a que escribir las memorias de una persona no implica
necesariamente tratar todos los aspectos de su vida, no estaba
muy seguro si tratar la sexualidad de mi ex profesor era lo más
conveniente, pues debo expresar que soy respetuoso de lo que las
personas hacen en su intimidad, ya que cada quien tiene el
derecho de hacer con su vida lo que le venga en gana, siempre y
cuando esto no implique hacerle daño a otras personas.
[165]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
No era ajeno a los abundantes rumores que circulaban entre la
población dominicana desde hacía varios años, en especial entre
muchos de sus conocidos.
Ahora bien, sólo me resta decir que para las personas que me
conocen, saben que la relación que ha existido entre Leonel
Fernández y yo llegó más allá de las simples relaciones que
regularmente entablan los profesores con sus alumnos, hasta tal
punto, que cuando viajaba desde Nueva York a República
Dominicana, durante su gobierno, algunas personas que eran
miembros del Partido de la Liberación Dominicana, me veían
con suspicacia y hacían comentarios burlones como: esos
“continuos viajes” no eran exclusivamente para tratar asuntos de
trabajo, como yo decía, sino para resolver otros asuntos...
[166]
CUANDO EL RÍO SUENA...
“Deduzco por su carta que su hijo es homosexual. Me ha
impresionado enormemente que usted no haya hecho mención
de este término, cuando se refiere a él. ¿Podría preguntarle, por
qué lo ha evitado? La homosexualidad, indudablemente, no es
una ventaja, pero no es nada para avergonzarse, no es un
prejuicio, no es una degradación, no puede ser calificada como
una enfermedad; la consideramos como una variación de la
sexualidad, producida por ciertos cambios en el desarrollo
sexual. Muchos altamente respetados individuos, de la
antigüedad y de los tiempos modernos, han sido homosexuales,
varios de los más grandes, entre ellos Platón, Miguel Ángel,
Leonardo da Vinci, etc...”
SIGMUND FREUD, “Carta a una madre americana”,
publicada en el American Journal of Psychiatry, 107, de 1951.
Al igual que para muchísimas personas, el cuestionamiento
sobre la sexualidad de Leonel Fernández no ha sido desconocida
para mí. Es un secreto a voces que en círculos muy íntimos
cercanos al ex presidente, muchas personas le dicen “La reina”,
aprovechándose de que su segundo apellido coincide con un
[167]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
mote con el que se denomina a las locas en el mundo
homosexual. Todos estos comentarios tomaron más fuerza,
cuando al poco tiempo de llegar al Palacio Nacional, el nuevo
inquilino lo llenó de cisnes.
Es ampliamente conocido que en el mundo del espectáculo y
la política, muchas personas guardan sus apariencias detrás de
una máscara de payaso, para deleitar a la audiencia, aun cuando
por dentro se están muriendo de infelicidad.
Estando yo coincidencialmente en Santo Domingo, para
defenderme de las acusaciones periodísticas infundadas que
habían salido a relucir en un medio de comunicación, que por
todas las formas me bloqueó el derecho a la réplica – algo
obligatorio en el periodismo ético y profesional – después de que
se me acusó infundadamente que escribía un libro titulado Yo fui
amante de Leonel o Leonel fue mi amante, algo que no era
correcto, pues a pesar de que siempre he admitido que escribía
un libro sobre mi relación con Leonel y su llegada a la
presidencia –que él conoce y todos sus amigos también, porque
llegué a informárselo personalmente frente a uno de sus mejores
amigos –circunscribiéndome a un trabajo de periodismo
investigativo, mezclado con vivencias personales y presentado en
el formato de memorias.
No pude creer que al encender la televisión, a la una de la
mañana del 11 de marzo de 2004, en el prestigioso programa de
Larry King, en la cadena de televisión norteamericana CNN, se
transmitía en exclusiva una entrevista con la ex esposa de Rock
Hudson, Ms. Phyllis Gates, quien decía que nunca sospechó que
su flamante esposo era más loca que una cabra, y hubiera muerto
sin saberlo, si éste no lo hubiera admitido en los último días de
su vida. De no haberse infectado de la terrible enfermedad del
Sida, tal vez públicamente nunca se hubiera confirmado lo que
[168]
MEMORIAS INÉDITAS
en los círculos sociales de Hollywood era vox populi, pero que
fuera de ese entorno no era un secreto muy bien guardado.
En 1975, cuando Minerva y yo fuimos a Montecristi para no
perder el año escolar debido al traslado de mis padres a Santo
Domingo, uno de los profesores más respetados que tuvimos, se
llamaba Enriquito Franco Tertulien, y todos sabíamos que era
homosexual. Sin embargo, eso nunca impidió que le
respetáramos y todos los que lo recordamos, lo hacemos con
mucho cariño y aprecio.
Sucede que después de que sus padres murieron, Enriquito,
que para entonces vivía en la capital, se integró a un grupo de
transformistas, quienes se dedicaron a recorrer República
Dominicana, exhibiéndose por todo el país en un grupo de
‘transformadores de imágenes” y, más tarde, trabajando en
Lapsus Night Club, con el nombre artístico de Rosi Panelli,
cuando estaba a cargo del grupo de bailarinas del lugar.
Una de las cosas que todos admirábamos de él, fue que nunca
escondió lo que era y aunque tampoco nos lo confesó abierta y
públicamente, nos dejó entender, en muchas formas discretas por
cierto, que él era diferente a otras personas en su vida sexual,
pero que eso no lo hacía inferior a nadie. Esa calidad y
personalidad de Enriquito aún perdura en nosotros, años después
de que murió de Sida.
[169]
PARA NO OLVIDAR
“¡Señores! Como son las cosas de la vida. Hay gente que luchan y
luchan, y después que llegan dan un cambio…”
Letra de un popular merengue dominicano.
Del Leonel Fernández que conocimos en Villa Juana y en el
Ensanche La Fe no queda nada. Su metamorfosis fue mas grande
que la de Gregorio Samsa. Atrás quedaron los locrios de pica
pica, las tripitas y cadenetas, el mangú con mortadela frita, los
suculentos asopaos de los que aparecía o lo que los adorables
vecinos le hicieran llegar. La botellita de vino Moscatel Caballo
Blanco y el popular Ponche Crema de Oro, de las Navidades,
fueron reemplazados por la champaña y el caviar, que parecen
haberle provocado una severa amnesia selectiva, borrando de su
memoria casi todos los platos cotidianos de aquel humilde
pasado y que, definitivamente, incluía la famosa dieta de pico y
pala y pichirrí guisado, con guineítos verdes o puntilla de arroz
blanco.
La desesperación de esconder su humilde pasado, del cual se
siente avergonzado, y que no sólo lo motivó a destruir la humilde
[170]
MEMORIAS INÉDITAS
casita donde vivía, sino que borró la manzana completa,
construyendo en su lugar un centro cultural, con una entrada
opuesta a sus antiguos vecinos para ni siquiera tropezarse con
ellos, pues ya para él esa época nunca existió.
Al contrario, mientras sus antiguos vecinos, que fueron
solidarios cuando él los necesitó, viven sumidos en la misma
pobreza que antes, el doctor Leonel Fernández, aun en vida ya
tiene garantizada su morada final, en un panteón monumental
que no tiene que envidiarle nada a una pirámide faraónica, en un
país donde muchos de nuestros congéneres apenas tienen un
techo de cartón que los proteja de la intemperie.
Obviamente, y como es de esperarse, el monumental panteón,
no aparece registrado al nombre de Fernández, como tampoco
aparecen los cerca de 900 millones de dólares que logró amasar
con la perfidiosa privatización de las Empresas del Estado, que
no fueron hechas con criterios de beneficiar al pueblo
dominicano, sino de saquear las arcas de la nación en un país
donde prevalece la cultura de la impunidad y el silencio contra
los delincuentes de cuello blanco, y los corruptos políticos se
protegen unos a otros.
Pero la doble moralidad del seudo moralizador, no sólo se
limita a ocultar su humilde pasado, sino a esconderse de sí
mismo, pues sabiendo que los hombres no se miden por lo que
hacen en su intimidad, sino por su aporte a la sociedad, ya no es
necesario casarse al vapor para camuflar el estruendoso ruido
que el agua del río ha estado trayendo por mucho tiempo.
Las reuniones secretas que tenían lugar en la casa de Arroyo
Hondo, que nada tenían que ver con política, y en las que sólo
participaban personas del sexo masculino que se transformaban
en Andrea, en la Pinta, en la Mariposa… son parte de las
andanzas que aunque creyeron tener muy secretas, terminaron
[171]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
siendo bien conocidas por muchas personas a las que entrevisté
para el desarrollo de este libro, que me trajeron como recuerdo
aquellas famosas giras que se organizaban en La Trinitaria, en
donde el profesor Leonel disfrutaba al máximo, en especial
cuando los acompañantes eran del sexo masculino.
Estas aventuras, nunca fueron extrañas para mí, pues ya
estaba informado por fuentes fidedignas que cuando Leonel
viajaba a Nueva York, en sus años mozos, compartía con íntimos
amigos que “se les mojaba la canoa”, como dice un popular
vallenato colombiano, sin tener que darse un trago.
[172]
LA GRAN TRAICIÓN
La inseguridad personal de Leonel Fernández lo ha convertido en
un ser banal y frío, una persona traicionera hasta tal punto de no
agradecer a los que en momentos difíciles le extendieron la mano.
Esta situación personal se puede demostrar con varios
ejemplos a través del tiempo que me ha tocado conocerlo. Para
no escribir otro libro sobre este tópico, me limitaré a dar unos
cuantos ejemplos para ilustrar hasta que punto Fernández es
capaz de ser desleal con los que lo ayudaron a salir del
anonimato.
El primer caso que me parece interesante citar, es la forma
asquerosa como trató a sus antiguos vecinos del barrio de Villa
Juana. Sucede que cuando Leonel aspiraba a cualquier cargo
político dentro de su partido, incluido cuando quiso ser diputado,
los vecinos hicieron colectas de dinero vendiendo sancocho,
frituras y haciendo rifas. Sin embargo, cuando Fernández llega al
poder en 1996, no quería que se le mencionara a esos vecinos,
pues éstos le recordaban su humilde pasado y los días cuando
[173]
LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
tenían que compartir lo poco que había para comer con él y su
familia.
Fue tan sinvergüenza, según algunos de ellos, que no sólo
destruyó la humilde casita donde vivía, sino que, como ya
dijimos, borró la manzana entera donde estaba su casa para
construir un centro cultural cuya puerta de entrada está del lado
opuesto a sus antiguos vecinos, para no verles la cara si tenía que
entrar a ese centro por alguna razón.
Leonel Fernández ha estado dispuesto a lograr sus propósitos
a toda costa, aun si tuviera que traicionar a sus más cercanos
compañeros de dirigencia política, cerrándoles el paso, para no
permitir que surgiera otra figura que pudiera opacarlo en sus
pretensiones de mantenerse en la órbita del poder.
El caso más conocido respecto a cerrarles el paso a sus
correligionarios, se vio en el verano de 1999, durante la
escogencia del candidato a la presidencia del PLD para el año
2000, durante el Congreso Elector que seleccionó a Danilo
Medina como candidato presidencial, cuando Jaime David
Fernández Mirabal tenía prácticamente asegurada la nominación
del PLD para las elecciones.
Leonel sabía que Jaime David tenía luz propia y si ganaba esa
nominación le haría competencia en el futuro próximo y podría
quitarle el estrellato. Sabiendo eso, no vaciló en aplastarlo, y
usando todos los métodos inenarrables, desde amenazas a
cambio de votos, sobornos y secuestros a muchos de los
simpatizantes de Fernández Mirabal, designaciones en puestos de
trabajo, etc., etc., etc., le impidió el triunfo, que éste
prácticamente tenía garantizado.
Esta desgarradora historia fue reseñada por la prensa
dominicana en julio del 1999, y el sector seguidor de Jaime
David bautizó al grupo que implementó el “atraco político”
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MEMORIAS INÉDITAS
como el grupo de los “Cinco Jinetes del Apocalipsis”. Este grupo
arrastró los principios fundamentales del PLD con tal de
perpetuarse en el poder, o por lo menos cerrarle el paso a los que
podían opacar la “estrella” que el doctor Joaquín Balaguer había
ayudado a crear.
Otro caso que me gustaría citar, aunque no en orden
cronológico como aconteció, es lo sucedido con la fenecida
activista política antitrujillista y líder campesina Aniana Vargas.
Sucede que ella trató de buscar la asistencia de Leonel en
múltiples ocasiones durante su mandato presidencial. Nunca la
recibió y la puso a esperar horas muertas. No la necesitaba en ese
entonces, pues ya era presidente y ¿para qué podía servirle esta
señora? Mejor la vio como una molestia. Alguien que venía a
quitarle su apreciado tiempo.
Finalizando el 2002, cuando Aniana Vargas moría lentamente
acosada por una terrible enfermedad, Leonel vio una oportunidad
propagandística para las futuras elecciones. Necesitaba tenerlo en
video, para luego sacarle el provecho político que tendría una
visita al lecho de muerte de tan admirable figura. Fue así como
se apareció en Bonao con un contingente de cámaras fotográficas
y de video, que en vez de llevarle paz a quien tanto lo necesitaba,
le llevó intranquilidad a la familia que permanecía al lado de
Aniana, a tal punto que una de las personas presentes le ordenó
sacar todas las cámaras de la casa y ser más respetuoso.
Leonel Fernández nunca fue a ver a Aniana Vargas porque le
importara su salud. Sólo quería tener material videográfico para
la próxima campaña que se avecinaba.¡Qué triste!
“Tapémonos las narices. Sabemos que esta gente nos apesta,
pero también sabemos que la necesitamos para lograr nuestro
objetivo”, una frase que aún retumba en los oídos de muchas de
las personas que estuvieron presentes en la reunión que se hizo a
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
los pocos días después de la proclamación del Frente Patriótico,
para calmar a varios líderes del PLD que se habían disgustado
con dicho pacto.
Eso dijo Leonel Fernández a los presentes, tratando de
insinuar, que “sí”, que Balaguer y su gente le daban asco, pero
que no tenían otra opción si querían ser gobiernos.
Y fue por eso que después de alcanzar la presidencia, Leonel
sólo soñaba con la muerte del líder balaguerista, el mismo que le
había dado la mano para que fuera alguien, pero que ahora, con
su muerte, lo podía convertir en su heredero. O al menos así
pensaba él. El tiempo dirá si sus cálculos eran correctos.
En fin, tratar de hablar de la inseguridad personal de Leonel
Fernández, y sus actos de deslealtad con los que una vez le
extendieron la mano, implicaría escribir otro volumen, pero antes
de concluir, me gustaría que el pueblo lo viera por sí mismo,
dándole un vistazo al humilde lugar donde reposa el líder y
fundador del Partido de la Liberación Dominicana, y el fastuoso
lugar que Fernández tiene garantizado como su morada final.
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LA VERDADERA CARA
Las vivencias que tuve durante la campaña presidencial de
Leonel Fernández Reyna, y con motivo de mi presencia en el
consulado de República Dominicana en Nueva York, me
permitieron comprobar que en efecto, la otra cara verdadera de
quien fuera el mandatario de los dominicanos, es totalmente
distinta a la que, gracias a su ágil manejo de los medios de
comunicación, se conoce por el país.
Comprobado como queda el haber recibido dineros del
narcotráfico para su campaña presidencial, Leonel manchó sus
manos no sólo durante el proceso para llegar al palacio sino que,
adicionalmente, siguió recibiendo en buenas cuotas, la
participación que por el envío de dineros calientes a través del
consulado en Nueva York, hacía bienvenido Pérez, a quien
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LEONEL FERNÁNDEZ Y YO
protegió hasta el último momento, tratando de colocarlo como
embajador ante la Misión Dominicana en la ONU, cuando fue
enfrentado por una familia miembro del PLD en Nueva York,
que lo acusó de acosar sexualmente a su hija, cuando ésta fue en
busca de asistencia al consulado.
La nominación del señor Pérez nunca fue aprobada por el
congreso dominicano, y Leonel se vio obligado a revocarla
semanas mas tarde, para refugiarlo en República Dominicana
con el rango de secretario de estado sin cartera.
Carente de una verdadera personalidad, en su hoja de vida
públicamente dada a conocer, Leonel Fernández, se avergüenza
de su pasado, procedente de cuna humilde que, en nuestra
opinión, por el contrario, lo que haría en tal caso era realzarlo.
Sólo en ella se observan los grandes títulos y los cargos de
importancia, olvidando incluir su ejemplarizante caso como
simple profesor de escuelas de clase media.
No se enfrenta a responder sobre sus preferencias sexuales ni
asume la responsabilidad que sea necesaria para responderla a
esa comunidad, lo que evidencia una falta de carácter sobre su
propia personalidad, colocándose la “máscara del payaso” para
no decir la verdad.
Es enemigo de los Estados Unidos cuando apoyaba al antiguo
bloque comunista y escribía libros y artículos contra esa nación
cuando le convenía; pero se acerca a los funcionarios del gran
país del norte en procura de encontrar “la mano amiga”, aun
cuando les esté propinando “golpes bajos” a sus espaldas,
colaborando con la destrucción de esa sociedad al vincularse con
el narcotráfico.
Es balaguerista cuando para alcanzar el poder busca el
respaldo de la numerosa votación de los seguidores del popular y
fallecido caudillo político dominicano. Pero hipócritamente
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MEMORIAS INÉDITAS
quiere borrar de su pasado, las calumnias que propaló por todo el
mundo, al acusar al antiguo mandatario de ser el máster de las
trampas y ladrón de las elecciones.
Sus “amigos” del narcotráfico deben contribuir para sus
campañas, “ofreciendo sus donaciones” que se convierten en
“facturas de pago” a corto, mediano o largo plazo; y siguen
“contribuyendo a la causa” económica del líder político, pero
rápidamente se deshace de ellos cuando han sido señalados como
miembros de los carteles del manejo de la droga y los dineros
calientes, o cuando son asesinados en condiciones sospechosas.
En fin, no terminaríamos nunca de explicar lo que es la
verdadera cara de Leonel Fernández Reyna, el profesor que
humildemente llegó a dictar unas clases de historia patria en la
Academia La Trinitaria, con cuyos ingresos ayudó a pagarse sus
estudios universitarios; el seudo-moralista, confeso marxistaleninista, ahora a los cuatro vientos intenta decir que es
demócrata, para alcanzar el poder y convertirse en el hombre
más rico de la nación, engrosando los aproximadamente 900
millones de dólares que logró amasar de las cuestionables
privatizaciones de las empresas del pueblo dominicano. Dinero
que ha invertido en bienes raíces, centros comerciales,
propiedades en el extranjero y hasta el suntuoso mausoleo cuasi
pirámide egipcia, que mucho contrasta con la humilde tumba del
Profesor Juan Bosch, y que, interesantemente, como todos sus
bienes, no aparece registrado a su nombre.
FIN
[179]
[180]
Julio 22 de 1996
Carta que la empresa Burson-Marsteller le envió al autor, después
que este le pidiera asistencia para acabar con la corrupción
administrativa en la República Dominicana y para que la
privatización de las empresas del Estado Dominicano se hiciera
de forma transparente.
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