Esperandoelnuevo CódigoMercantil - Pérez

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Lunes 5 de noviembre de 2012 Cinco Días
Opinión
Tolerancia
cero con la
morosidad
A
la vista de la evolución experimentada en los
primeros nueve meses de este año, la morosidad en las Administraciones públicas –especialmente en las comunidades autónomas y
ayuntamientos– constituye un hábito pernicioso muy difícil de eliminar. Tras la aprobación por parte del Gobierno del plan de pago a proveedores que el pasado mes
de diciembre dejó prácticamente a cero el contador de
regiones y consistorios, las deudas han vuelto a acumularse en los cajones de las Administraciones locales
y a asfixiar a las empresas que contratan con ellas. Hasta
10.000 millones de euros más en facturas no abonadas
es el balance hasta el mes de septiembre, un montante
que tiene visos de seguir creciendo mientras no se le
ponga coto de forma contundente. Pese a que desde las
patronales se barajan posibles soluciones, como la de que
el Gobierno habilite los 8.000 millones no consumidos
del crédito sindicado con que se financió el plan de pago
a proveedores, Hacienda se resiste a ofrecer una salida
que dificultaría el cumplimiento del objetivo de déficit
de este año y del que viene. Una circunstancia que lejos
de resolver un problema agravaría otro, y lo haría en un
momento, además, en el que España no puede permitirse correr riesgos respecto a los mercados financieros.
Sin embargo, no es la única razón. La experiencia de
los últimos años –a la que se suma la de estos últimos
nueve meses– debería ser suficiente para poder comprender que la morosidad en España no es un problema de naturaleza coyuntural –pese que puede agravarse de forma puntual–, sino estructural, al igual que no
se trata de un problema exclusivo del sector público, como
saben por experiencia muchas empresas españolas. Es
por ello que la solución al problema debe ir a la raíz de
este en lugar de limitarse a constituir un parche que tarde
o temprano terminará resquebrajándose.
Desde patronales como Farmaindustria se ha pedido
públicamente un endurecimiento de la legislación de
lucha contra la morosidad. Una nueva vuelta de tuerca
legislativa que aumente significativamente las sanciones y termine con la apariencia de impunidad de que
parecen gozar las Administraciones públicas españolas
en el cumplimiento de sus obligaciones de pago. No hay
duda de que la búsqueda del equilibrio presupuestario
constituye una prioridad fundamental para regiones y
ayuntamientos, pero ese camino no puede recorrerse a
costa de condenar a la quiebra y la desaparición a miles
de pequeñas empresas a las que se les adeudan cantidades de las que depende directamente su supervivencia. Se trata de un círculo vicioso de efectos económicos perversos que es necesario romper cuanto antes de
forma firme, clara y contundente.
La hora de los
dividendos
D
e los más de 16.000 millones de euros que las
empresas cotizadas emplearon en retribuir a
sus accionistas en el primer semestre del año,
un total de 4.134 millones se entregaron bajo
la fórmula de dividendo opción o scrip dividend, lo que
supone el doble que en el mismo periodo del año anterior. La ventaja de esta modalidad retributiva reside en
que permite satisfacer a los accionistas sin que se produzca una salida de caja de la compañía. Ello explica
que cada vez más empresas cotizadas recurran a este
modelo, que constituye una excelente fórmula de protección –más aún en tiempos como los actuales, en los
que las dificultades del mercado hacen mella en los resultados empresariales– y permite al tiempo seguir mimando a los inversores. La operativa del scrip dividend
posibilita al accionista elegir entre cobrar su dividendo
en efectivo, recibir las acciones procedentes de la ampliación o vender los títulos en el mercado. Su popularidad está creciendo sobre todo entre las entidades financieras, especialmente pendientes del proceso de saneamiento de sus balances. Pese a los embates de la crisis, algunas compañías –es el caso de BME, Mapfre, Amadeus o Inditex– continúan manteniendo su reparto de
dividendos e incluso unas cuantas lo han elevado. Una
decisión valiente en tiempos de incertidumbre.
Esperando el nuevo
Código Mercantil
D
ijo el ministro Ruiz-Gallardón el pasado julio que este
otoño tendríamos noticias
sobre el nuevo Código Mercantil, en forma de anteproyecto de
ley. Esta misma semana, en un acto
público, ha vuelto a referirse a él. Lo
cierto es que aún quedan dos meses
para que se acabe el otoño, por lo que
los rumores desde los despachos del
Ministerio de Justicia en relación con
esta novedad legislativa no deberían
tardar demasiado en empezar a escucharse.
Es bastante razonable pensar que
dada la situación actual por la que
atraviesa España, el “lanzamiento” de
este nuevo Código no es uno de los
motivos principales de preocupación
para la sociedad española. Sin embargo, la llegada de este inédito cuerpo
normativo puede suponer un cambio
muy importante para los operadores
del tráfico mercantil, en el sentido
más amplio del término.
La creación de este Código, a imagen y semejanza del Code de Commerce francés (numeración independiente de libros, títulos y capítulos, de
forma que no sea necesario reformar
el conjunto del Código en caso de que
haya algún precepto a modificar), y
que busca flexibilidad en su sistematización, fue impulsada hace seis años,
en noviembre de 2006, por el entonces Ministro de Justicia, López Aguilar. Tres ministros después (Fernández Bermejo, Caamaño Domínguez y
el propio Ruiz-Gallardón), un cambio
en el partido del Gobierno, y seis años
en los que la Comisión General de Codificación ha estado trabajando para
conseguir compilar en un único cuerpo toda la normativa mercantil, dispersa como pocas, parece que serán
suficientes para que este proyecto
nazca antes de finales de este año.
No se debe pensar, por tanto, que
este naciente Código Mercantil se trata
simplemente de una “actualización”
del actual Código de Comercio, que
data de 1885. Es cierto que esta norma,
forzosamente anquilosada, con un lenguaje caído en el olvido y con supuestos de hecho sin encaje en la actualidad, ha quedado, en gran medida, superada por la realidad de la evolución
normativa. No es nada extraño abrir el
Código de Comercio y encontrarse con
títulos completos derogados por leyes
posteriores, y cuyo contenido se limita
a puntos suspensivos y a una referen-
cia a la norma que lo derogó. A modo
de ejemplo, si uno abre al azar el Código de Comercio actual y se encuentra
con el artículo 380, verá que en la
misma página ya no existe regulación
ni para los contratos de seguro, ni para
el contrato y letras de cambio, ni para
libranzas, vales, pagarés a la orden y
mandatos de pago llamados cheques.
Por tanto, no sería suficiente con reformar el Código de Comercio de 1885
para hacerlo actual. La idea de este
nuevo Código Mercantil, anunciada en
julio por el Ministerio de Justicia, es
reunificar en un mismo cuerpo normativo todo el elenco de normas que en la
actualidad se encuentra disperso entre
leyes, reales decretos, u otras normas
con inferior rango. Es decir, volver a
dotar al Código de Comercio, bajo el
nombre de Código Mercantil (este extremo pendiente de confirmación), de
la unicidad de la que carece en estos
momentos y del rango que merece.
Se aprovechará además para incluir
determinadas materias que carecen de
regulación legal en la actualidad o incluso ciertos contratos mercantiles sin
normas con rango de ley que los regulen. Se trata de una iniciativa muy
acertada, al menos sobre el papel.
JAVIER GÓMEZ
DE MIGUEL
ABOGADO DE ‘CORPORATE’
DE PEREZ-LLORCA
“
No sería
suficiente
con
reformar
el Código
de Comercio
de 1885
para
hacerlo
actual”
Puede ayudar a dotar a España de una
mayor seguridad jurídica de cara a inversores extranjeros, tan necesitados
estos días, como el propio ministro
afirmó. Además, puede ser apropiado
reseñar que la legislación mercantil es
estatal, sin que hayan sido transferidas
a las comunidades autónomas competencias en dicha materia, por lo que el
nuevo Código Mercantil servirá para
garantizar la unidad de mercado a
nivel nacional, uno de los tres grandes
principios de transcendencia económica (junto con la libertad de empresa y
la libertad de residencia) que predica
el artículo 139 de la Constitución. Por
esta razón, no es de extrañar que el
nuevo Código Mercantil vaya a incluir
más materias que el actual Código de
Comercio, consiguiendo así un mayor
espectro de aplicación del principio
constitucional de unidad de mercado.
Sin embargo, habrá que aguardar al
texto que finalmente salga a la luz
para ver si efectivamente se trata de
una obra de compilación, o si, aprovechando la coyuntura y como ya ha sucedido en el pasado, se incluyen modificaciones de carácter esencial en
las normas que formarán parte del esperado Código.
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