Reformas en materia de solidaridad

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Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba
(República Argentina)
http://www.acader.unc.edu.ar
Reformas en materia de solidaridad"
Por Luis Moisset de Espanés
J.A. Doctrina 1969, p. 73
SUMARIO:
I.- Introducción.
II.- Extinción de la obligación solidaria por un modo distinto al pago.
III.- La cosa juzgada y la solidaridad.
____________________________
I.- Introducción
Recordemos, en primer lugar, que en la obligación solidaria -a diferencia de las
obligaciones en que hay mancomunación simple- tenemos en realidad un solo vínculo
jurídico. Hay pluralidad de sujetos -activos o pasivos- pero el vínculo jurídico que los une
es único; y en virtud de esa unidad de vínculo y unidad de prestación, es que puede
reclamarse el cumplimiento íntegro de la prestación a cualquiera de los deudores, o por
cualquiera de los acreedores.
Esta unidad de vínculo jurídico tiene otras consecuencias, como la propagación de los
efectos esenciales o accidentales de la obligación a todos los sujetos activos o pasivos que
se encuentran en la relación jurídica. Precisamente, las reformas introducidas por la ley
17.711 inciden en la propagación de los efectos.
La primera de las normas que analizaremos es el artículo 707, que se vincula con la
extinción de la obligación por modos distintos al pago; en segundo lugar nos ocuparemos
del artículo 715, que trata de la cosa juzgada recaída en un juicio en que ha sido parte uno
de los coacreedores, o codeudores solidarios, y procura determinar qué alcance tiene esa
resolución con respecto a los demás sujetos de la obligación.
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II.- Extinción de la obligación solidaria por un modo distinto al pago.
El primer artículo objeto de modificación había motivado desde hace tiempo en la doctrina
nacional -y las soluciones similares motivan en el derecho extranjero- muchas
controversias.
1) Confusión.- El texto de nuestro Código, en especial, era criticable porque existía una
contradicción flagrante entre el artículo 707, que incluía la confusión entre los casos en que
se producía la propagación del efecto extintivo, y el artículo 866, que negaba esa
propagación.
Aparte de esto, las críticas que se dirigían al artículo se vinculaban con el hecho de no
incluir en la enumeración otros de los modos extintivos de las obligaciones, como ser la
transacción, o la dación en pago.
Veamos, pues, que disponía el viejo artículo 707 y cuáles han sido las críticas que se le
dirigieron, para estudiar luego lo que dispone la reforma, y cuáles son las consecuencias de
la modificación introducida.
Hemos dicho que el artículo 707 se refería a los modos extintivos de la obligación que no
son el pago, y así como el pago de la obligación solidaria, efectuado por uno de los
codeudores, o a uno de los coacreedores, extingue la obligación respecto a todos los que
originariamente eran acreedores o deudores, el artículo 707 expresaba que varios de los
otros modos extintivos de las obligaciones tenían también el mismo efecto extintivo de la
obligación. Decía el:
"Art. 707.- La novación, compensación, confusión o remisión de la deuda, hecha por
cualquiera de los acreedores, y con cualquiera de los deudores, extingue la
obligación".
Este artículo concordaba con una serie de disposiciones similares contenidas en los títulos
relativos a la novación (1), compensación (2) y remisión de la deuda (3), y había sido
objeto de largos análisis por parte de nuestra doctrina -como ya lo hemos anticipado- en
razón de que lo dispuesto por la norma, al mencionar la confusión, estaba en abierta
contradicción con el artículo 866, que al hablar de esa figura como modo extintivo de las
obligaciones, expresa:
"Art. 866.- La confusión entre uno de los acreedores solidarios y el deudor, o entre
uno de los codeudores solidarios y el acreedor, sólo extingue la obligación
correspondiente a ese deudor o acreedor, y no las partes que pertenecen a los otros
coacreedores o codeudores".
La contradicción es evidente, porque en una de las normas se habla de extinción total de la
obligación, incluso en el caso en que se produzca la confusión -es decir, cuando la misma
persona reúne en sí las condiciones de acreedor y deudor de la misma deuda- y en la otra
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norma se acepta sólo la extinción de la parte correspondiente, y subsisten las partes de los
otros codeudores o coacreedores, como obligación solidaria.
Por supuesto que cuando hay un solo sujeto en cada polo de la obligación, y se opera la
confusión, no se origina ningún problema, pero cuando se trataba de una deuda solidaria, y
moría -por ejemplo- uno de los codeudores, dejando como heredero al acreedor, la doctrina
se enfrentaba con un serio problema -al menos en teoría- porque no sabía que artículo debía
aplicar. ¿Debía prevalecer el artículo 707 y considerarse extinguida la obligación solidaria?
¿O correspondía aplicar el artículo 866, en virtud del cual sólo se extingue la obligación
con respecto a la parte que el difunto tenía en la deuda común y el resto subsiste como
obligación solidaria?
Procuremos ilustrar más el punto con otro ejemplo, en el que, en lugar de fallecer uno de
los deudores, dejando como heredero al acreedor, fallece el acreedor dejando como
heredero a uno de los deudores, y supongamos que Enrique, Roberto y Pedro deben
solidariamente $ 90.000 a Luis, por una compra de mercaderías que benefició a los tres por
igual. Luis muerte y deja como heredero a Enrique.
Si se aplicaba el artículo 707, en su antigua redacción, al producirse la confusión, por haber
heredado Enrique el crédito de Luis, se producía la extinción total de la obligación, lo
mismo que si Enrique hubiese pagado. Por el contrario, de acuerdo a lo dispuesto por el
artículo 866, debía entenderse que la confusión sólo había extinguido la parte de deuda de
Enrique, y que la obligación subsistía por el resto, adeudando todavía Roberto y Pedro, de
manera solidaria, el saldo de $ 60.000 que debían entregar a Enrique, como heredero del
acreedor fallecido, Luis.
La contradicción entre las dos normas era evidente, pero no se crea -sin embargo- que por
vía de aplicación del artículo 707 se llegaba a una solución injusta, ya que, si bien es cierto
que de aplicarse esa norma la deuda originaria se habría extinguido totalmente, siempre
podía Enrique esgrimir la acción concedida por el artículo 689 al deudor que ha cumplido
íntegramente una obligación mancomunada, y reclamar a Roberto y Pedro las cuotas que
les corresponderían de acuerdo al título constitutivo de la obligación, es decir, solicitar a
cada uno la suma de $ 30.000 que hacen, en total, $ 60.000.
Pese a la disparidad de los textos, en la práctica las soluciones se aproximaban, respecto a
la situación patrimonial en que iban a encontrarse en definitiva los distintos sujetos de la
obligación. La diferencia más notoria es que, de acuerdo al artículo 866, Enrique puede
reclamar indistintamente a Roberto o Pedro los $ 60.000 restantes, porque la obligación
solidaria sólo se habrá extinguido por los $ 30.000 que él debía, y subsiste por el saldo; en
cambio, si se aplicaba el viejo artículo 707, se extinguía toda la obligación solidaria y
Enrique sólo podía reclamar a cada uno de sus codeudores la parte que les correspondía (es
decir $ 30.000).
En esto radicaba la contradicción entre los artículos 707 y 866, que había sido puesta de
relieve por toda la doctrina.
La reforma hace desaparecer esa antinomia, porque suprime de la enumeración contenida
en el artículo 707 la hipótesis de la confusión, y subsiste únicamente la solución especial
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dada por el artículo 866. No se extingue la obligación, sino sólo por la parte
correspondiente.
Quizás sea oportuno recordar que Bibiloni, anticipándose a la Reforma, había criticado
duramente esa posible solución y, en su Anteproyecto, en lugar de proponer que se
suprimiese la confusión dentro de la enumeración contenida en el artículo 707, proponía la
supresión del artículo 866. Bibiloni expresaba, muy acertadamente, que un problema es la
extinción de la obligación solidaria, y otro -muy distinto- el de las relaciones internas entre
los codeudores o los coacreedores. Cuando uno de los codeudores paga íntegramente la
obligación, o cuando uno de los acreedores la cobra íntegramente, ella se extingue, aunque
pueda subsistir luego una relación entre los codeudores o coacreedores, relación que se va a
establecer de acuerdo al porcentaje de obligación que le corresponda a cada uno.
Si se analizan las relaciones internas entre los codeudores, puede ocurrir que el codeudor
que pagó era el que realmente debía todo, como puede ser también que no debiese nada.
Por ejemplo, si Enrique y Pedro contraen una obligación solidaria, en una casa de
comercio, para que Enrique compre ropa a crédito, en realidad toda la deuda corresponde a
éste, aunque ambos estén obligados solidariamente. Si Enrique paga íntegramente, su
codeudor solidario -Pedro- en las relaciones internas entre ellos no debe absolutamente
nada, y Enrique no podrá reclamarle nada; pero si es Pedro el que paga, en tal caso podrá
reclamar íntegramente el todo a su codeudor.
De la misma manera que hemos analizado las relaciones internas entre los codeudores
solidarios, podríamos hacerlo con los coacreedores solidarios, porque ocurre una cosa
similar; si uno cobra el todo, deberá entregar a los otros coacreedores la parte que les
correspondiese en la obligación.
Para solucionar estos problemas es de estricta aplicación lo dispuesto por el artículo 689,
en virtud de la remisión contenida en el artículo 717, que dispone en su primera parte:
"Art. 717.- Las relaciones de los codeudores y acreedores solidarios entre sí que
hubiesen pagado la deuda por entero, o que la hubiesen recibido, se arreglarán como
está dispuesto en el art. 689...".
En la nota al artículo 1138 de su Anteproyecto, Bibiloni se ocupa extensamente del
problema y sostiene que cuando hay confusión debe extinguirse totalmente la obligación
solidaria. Lo único que podrá subsistir, dentro de las relaciones internas de codeudores o
coacreedores, el derecho de aquél sobre quien se produjo la confusión de reclamar a los
otros las partes que les correspondían en la obligación, o el deber -si se trata de un
acreedor- de entregar a los otros coacreedores las partes que les correspondían.
Nosotros también creemos que la solución más correcta hubiera sido suprimir el artículo
866, que habla de una extinción parcial.
La confusión, como todos los demás modos extintivos, debe producir la extinción total de
la obligación solidaria y sólo subsistirá el derecho correspondiente contra los codeudores,
que ha nacido en favor de aquel que efectuó la extinción, o la obligación del que percibió el
pago, respecto a sus coacreedores.
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La Reforma ha optado por el otro extremo, y ha suprimido la confusión de la enumeración
contenida en el artículo 707, que ahora dice:
"Art. 707 (Ley 17.711).- La novación, compensación o remisión de la deuda, hecha
por cualquiera de los acreedores y con cualquiera de los deudores, extingue la
obligación".
2) Dación en pago.- Advirtamos, de paso, que otra de las críticas que se habían formulado
al artículo 707, en su antigua redacción, se basaba en el hecho de no haber incluído la
dación en pago en la enumeración, pese a tratarse de un modo extintivo de las obligaciones,
y esa crítica había sido recogida por Bibiloni, en su Anteproyecto, por entender que el
efecto extintivo de la dación en pago debía propagarse a los otros codeudores o
coacreedores solidarios. Decía el:
"Art. 1138 (Anteproyecto de Bibiloni).- La dación en pago, la novación,
compensación, confusión o remisión de la deuda, hecha por cualquiera de los
acreedores y con cualquiera de los deudores, extingue la obligación".
Y el Proyecto de Reforma de 1936, en su artículo 669, había aceptado la solución
propuesta por Bibiloni, por considerarla correcta:
"Art. 660 (Proyecto de 1936).- La dación en pago, la novación, compensación,
confusión o remisión de la deuda, hecha por cualquiera de los acreedores y con
cualquiera de los deudores, extingue la obligación".
La ley 17.711 no ha tomado en cuenta estos antecedentes, y no amplía la enumeración.
3) Transacción.- En cuanto a la posibilidad de incluir la transacción en el artículo 707, la
reforma no ha innovado. Por supuesto que, para hacerlo, hubiera sido necesario también
reformar el artículo 853. Es cierto que Colmo, con su peculiar vehemencia, criticó
acerbamente a Vélez Sársfield por la solución adoptada con respecto a la transacción, y
dedicó los parágrafos 510 a 521 de su obra sobre "Obligaciones", a explicar el por qué
entendía que también la transacción debía producir la extinción total de la obligación
solidaria, con respecto a todos los codeudores o coacreedores.
Sin embargo, sobre este particular la doctrina no ha sido tan pacífica, y gran parte de los
autores consideran acertada la posición asumida por Vélez Sársfield, cuando dispone en el:
"Art. 853.- La transacción hecha con uno de los deudores solidarios aprovecha a los
otros, pero no puede serles opuesta; y recíprocamente, la transacción concluida con
uno de los acreedores solidarios puede ser invocada por los otros, mas no serles
opuesta sino por su parte en el crédito".
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Hay entre esta solución, y la que estudiaremos luego con respecto a la extensión de los
efectos de la cosa juzgada, cierta congruencia, porque en ambas hipótesis hay que atender a
la posibilidad de la existencia de excepciones personales que correspondan o puedan
oponerse a alguno de los sujetos que no fueron parte en la transacción.
Por ello, y pese a la opinión de Colmo, nos parece acertado que no se haya incluído la
transacción dentro de la enumeración del artículo 707, y se mantenga en cambio el artículo
853.
En resumen, aunque discrepamos con la solución que se ha dado al problema de la
confusión, ya que desde el punto de vista teórico nos parecías más aconsejable mantener el
viejo texto del artículo 707 y suprimir el artículo 866, debemos reconocer que la Reforma
constituye en este aspecto un esfuerzo de perfeccionamiento legislativo, pues elimina una
antinomia evidente, que había sido puesta de relieve por todos los autores y que, sin duda,
debía crear dificultades a la jurisprudencia, porque frente a dos artículos que daban
soluciones totalmente contrapuestas, siempre se producía una vacilación inevitable.
III.- La cosa juzgada y la solidaridad
El otro artículo modificado en materia de obligaciones solidarías se refiere a la propagación
de los efectos accidentales; se le ha efectuado un agregado que la doctrina reclamaba desde
hace tiempo como solución para orientar a los jueces y a las partes.
El artículo 715, en su primitiva redacción, expresaba:
"Art. 715.- Cada uno de los deudores puede oponer a la acción del acreedor todas las
excepciones que sean comunes a todos los codeudores.
Puede oponer también las que le sean personales, pero no las que lo sean a los demás
deudores".
Es decir que, respecto a las excepciones, la propagación de los efectos accidentales en las
obligaciones solidarias alcanzaba a todas las excepciones que fueran comunes a todos los
deudores, pero nada más que a ellas. Un deudor no podía oponer las excepciones
personales de otro deudor.
Veamos un ejemplo: en materia de suspensión de la prescripción, el código considera que
esa excepción es meramente personal; no podrán beneficiarse con la suspensión todos los
coacreedores, sino solamente aquél a cuyo favor se hubiera producido. Si uno de los
acreedores se ha beneficiado con la suspensión y consigue ejecutar la obligación contra sus
deudores, no tendrán por qué beneficiarse los demás acreedores con los efectos de la
sentencia condenatoria, porque ellos no tenían el beneficio de la suspensión que es
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meramente personal al acreedor a cuyo favor había estado suspendida la prescripción de la
acción.
A la inversa, si la suspensión se ha producido sólo con respecto a uno de los codeudores
solidarios, en razón del vínculo jurídico que lo unía con el acreedor (verbigracia:
matrimonio, potestad), los restantes codeudores no tienen por qué perjudicarse y el
acreedor sólo logrará que su acción prospere contra el deudor con quien estaba suspendida
la prescripción.
Pero el artículo 715 sólo hablaba de las excepciones que podían ser interpuestas en el juicio
y no decía qué ocurre después de que existe una sentencia pasada en autoridad de cosas
juzgada. Tampoco decía qué efectos tenía esa cosa juzgada, cuando se había logrado la
sentencia no con la participación de todos los sujetos de la relación jurídica obligatoria,
sino solamente con la participación de un acreedor y de un deudor.
¿Puede esa sentencia hacer cosa juzgada a favor de los otros acreedores, o en contra de los
otros deudores? ¿Hay aquí propagación de los efectos accidentales, después que se ha
obtenido la cosa juzgada?
El Código silenciaba el punto; no contenía ninguna norma sobre el particular. La Reforma
viene a dar una orientación y proporciona ciertas pautas que serán obligatorias, aunque
quizás no sean las más correctas.
Para comprender bien este aspecto será necesario efectuar un somero análisis de lo que la
doctrina y el Derecho comparado -donde existe también gran anarquía- piensan sobre este
particular.
Dentro del Derecho comparado encontraremos sistemas totalmente contrapuestos; por
ejemplo, en el derecho alemán, el B.G.B. en sus artículos 425 y 429 no admite en ningún
caso que los efectos de la cosa juzgada se extiendan a los otros sujetos de la obligación. Si
la sentencia se ha obtenido con sólo la participación de uno de los coacreedores solidarios o
de uno de los codeudores solidarios, solamente tendrá valor y efecto de cosa juzgada entre
ellos.
La Comisión franco-italiana que redactó el proyecto de Código Único de las Obligaciones,
adoptaba una solución totalmente distinta; en los artículos 143 y 149 se disponía que la
sentencia absolutoria obtenida por un deudor beneficiaba a todos los demás, aunque no
hubiesen participado; en cambio la sentencia condenatoria contra el deudor común,
beneficiaba a todos los otros acreedores.
El Código italiano de 1942 también se ocupa de este punto en el artículo 1306, que
dispone:
"Art. 1306.- Sentencia.- La sentencia pronunciada entre el acreedor y uno de los deudores
solidarios o entre el deudor y uno de los acreedores solidarios no tiene efecto contra los
otros deudores o contra los otros acreedores.
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Los otros deudores pueden oponerla al acreedor, salvo que se funde sobre razones
personales del codeudor; los otros acreedores pueden hacerla valer contra el deudor,
salvo las excepciones personales que éste pueda tener a cada uno de ellos".
En la doctrina, así como en los proyectos de normas legales, también se ha notado marcada
divergencia con respecto a la posibilidad de propagar los efectos de la cosa juzgada. En
general se encuentran tres posiciones: una de ellas niega, como el Código alemán, la
posibilidad de la propagación de los efectos de la cosa juzgada en todas las hipótesis; jamás
puede ocurrir esa propagación y la sentencia sólo producirá efectos entre los que han sido
partes en el juicio.
Otra posición extrema -en la que se enrolaban viejos autores franceses, como Merlin,
Toullier y Demolombe- sostiene que en todas las hipótesis deben propagarse los efectos de
la cosa juzgada, que alcanzará a todos los deudores y acreedores, aunque no hayan sido
parte en el juicio.
Una tercera solución, ecléctica e intermedia, sostiene que la cosa juzgada no puede
invocarse en contra de los que no han intervenido en el juicio, porque de tal manera se
coartaría su derecho de defensa; pero sí puede ser opuesta por ellos, si los favorece, ya que
en tal caso no se ocasiona ningún perjuicio a nadie y se logra una economía procesal
evidente.
Si leemos el agregado que se ha efectuado al artículo 715, vemos que en cierta medida el
legislador parece haberse inclinado por esa tercera solución. Expresa la parte final del
mencionado artículo:
"La cosa juzgada recaída en juicio, es invocable por los coacreedores, pero no es oponible
a los codeudores que no fueron parte en el juicio. Los codeudores pueden invocar la cosa
juzgada contra el coacreedor que fue parte en el juicio".
Es decir que la cosa juzgada podrá ser invocada si beneficia, pero no si perjudica.
Interpretando el agregado diríamos que si la cosa juzgada fue condenatoria, y se obtuvo
contra un solo deudor, podrán prevalerse de ella los restantes coacreedores, pero sólo
contra el deudor que fue parte en el juicio, y no contra los demás.
Y si la cosa juzgada fue absolutoria todos los codeudores -aunque no hayan sido partespueden oponerla al acreedor demandante, pero no podrían perjudicar con esa sentencia a
los restantes acreedores, que no participaron en el juicio. Se ha tomado como única pauta el
beneficio o perjuicio que pueda derivar de la cosa juzgada.
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En realidad, creemos que el punto merece un análisis más detenido, porque es cierto -en
general- que la sentencia no puede producir efectos contra quienes no han sido partes en el
juicio, pero recordemos que Chiovenda aclara bien este aspecto: no puede producir efectos
en el sentido de que por esa vía se obtenga la condena de quienes no han participado; pero
todos los sujetos, aunque no hayan participado, deben respetar los efectos de la cosa
juzgada, en cuanto la relación que ha quedado ya definitivamente establecida, aunque eso
pueda afectarlos.
Por otra parte, la sentencia puede tener efectos a favor de quien no participó, pero aquí
también señala Chiovenda que puede, pero no debe, de manera forzosa, y ello es lo que se
ha omitido expresar en el agregado que efectúa la reforma.
La cosa juzgada, en la determinación de hechos, puede tener efectos a favor de un tercero
que no ha intervenido; pero -como señalábamos anteriormente- puede darse la existencia de
excepciones o causas que son personales, a favor o en contra de una persona que no
intervino en el juicio. En tales hipótesis, cuando existen excepciones personales, no podría
invocarse la existencia de la cosa juzgada.
Retomemos el ejemplo que dimos anteriormente: un acreedor, que ha gozado del beneficio
de la suspensión de la prescripción, demanda a uno de los codeudores solidarios, y
consigue la condena. ¿Puede otro de los acreedores solidarios, para quien la prescripción
no estuvo suspendida, y que no intervino en el litigio, prevalerse de la cosa juzgada, en
contra de ese deudor condenado? De acuerdo al texto agregado al artículo 715 tal cosa
podría ocurrir, puesto que expresa que la cosa juzgada "... es invocable por los
coacreedores, pero no es oponible a los codeudores que no fueron parte en el juicio". Y
aquí se trata de un deudor que fue parte en el juicio, pero se lo condenó porque fue parte
con un acreedor contra quien no tenía la excepción personal!
Hay pues, a nuestro entender, un verdadero desajuste en esta norma con respecto a este
aspecto del problema. Se ha omitido considerar la situación de las excepciones personales
que podrían oponerse a coacreedores que no han sido parte en el juicio y que, sin embargo,
se beneficiarían con la sentencia.
Es cierto que el acreedor demandante podrá obtener que se cumpla la sentencia; pero la
cosa juzgada no puede hacerse extensiva, indiscriminadamente, a los otros coacreedores
que no fueron parte en el juicio.
Creo conveniente echar un rápido vistazo a las disposiciones que sobre el particular se han
proyectado en nuestro país en ocasión de otros intentos de reforma del Código civil, pues
allí advertiremos cómo se ha tenido particular preocupación por este problema de las
excepciones personales.
El Anteproyecto de Bibiloni, por ejemplo, incluyó un dispositivo bastante extenso, el
artículo 1145, y lo ilustró con una larga nota, cuya lectura resulta sumamente interesante
para la cabal comprensión del problema. Decía el artículo 1145:
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"La sentencia dictada en juicio seguido por el acreedor con uno de los deudores
solidarios, no produce efectos contra los demás, pero puede ser invocada por estos, a
menos que se fundara en una causa personal al deudor litigante.
La sentencia dictada en juicio seguido por uno de varios acreedores con el deudor, no
produce efectos contra los otros, pero puede ser invocada por ellos, a menos que se
fundara en una causa personal al acreedor litigante".
Procura de esta manera respetar en todos los casos el principio fundamental de la
inviolabilidad de la defensa, consagrando la extensión de los efectos de la cosa juzgada
solamente en aquellas hipótesis en que la persona a quien se la opone ha tenido la
oportunidad en el juicio de hacer valer todas sus defensas o excepciones. En tal caso no
interesa que quien se prevalece de la sentencia no haya sido parte en el juicio. Por ello nos
dice en la nota:
" ... qué razón hay para que la parte opuesta objete la cosa juzgada con él, con su
audiencia, oídas sus excepciones, examinada su prueba, seguidas todas las instancias a
que recurrió? ¿Qué va a alegar que no alegó, qué va a probar que no probó? La cosa
juzgada existe desde que se ha defendido el que litiga...".
Con estos párrafos justifica que se extienda la cosa juzgada a favor de personas que no han
intervenido, pero solamente contra quiénes fueron parte, y siempre con la salvedad de que
no haya la posibilidad de invocar causas personales respecto a la persona que quiere
prevalerse de la cosa juzgada sin haber participado en el litigio.
Un camino semejante siguió la Comisión Reformadora, que incluyó el artículo 677 en el
Proyecto de 1936. La norma es bastante similar a la que acabamos de reproducir:
"La sentencia dictada en el juicio que siguiere el acreedor contra uno de los deudores
solidarios, no producirá efectos en cuanto a los demás, pero estos podrán invocarla a
menos que se fundara en una causa personal para el deudor litigante. Se observará la
misma regla cuando el juicio hubiera sido promovido por uno de los acreedores contra el
único obligado".
También Llambías en el Anteproyecto de 1954 contemplaba el problema, en el artículo
929:
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"La sentencia obtenida por el acreedor respecto de uno de los codeudores no será
oponible a los demás, pero éstos podrán invocarla cuado no se funde en circunstancias
personales del codeudor que actúa en juicio. El deudor no podría prevalerse contra los
demás acreedores de la sentencia obtenida respecto de uno de ellos, pero los coacreedores
podrán oponerla al deudor sin perjuicio de las excepciones personales que éste tuviere
frente a cada uno de ellos".
Todos estos antecedentes debieron haber sido tomados en cuenta por la Reforma, aunque es
menester reconocer que sobre este particular es muy difícil llegar a un acuerdo entre los
juristas sobre la extensión exacta que debe darse a la cosa juzgada.
Personalmente creemos que ha faltado a la Reforma el hacer mérito de la posible existencia
de causas personales que puedan impedir la propagación de los efectos de la sentencia a los
coacreedores o codeudores solidarios, y estimamos que ese defecto deberá subsanarse en
una posterior modificación de la ley civil.
_________
NOTAS:
(1) "Art. 809.- La novación entre uno de los acreedores solidarios y el deudor, extingue la
obligación de éste para con los otros acreedores".
"Art. 810.- La novación entre el acreedor y uno de los deudores por obligaciones solidarias
o indivisibles, extingue la obligación de los otros codeudores".
(2) "Art. 830.- El deudor solidario puede invocar la compensación del crédito de él o de
otro de los codeudores solidarios".
(3) "Art. 881.- La remisión hecha al deudor, produce los mismos efectos jurídicos que el
pago respecto a sus herederos, y a los codeudores solidarios".
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