Taller 3: “ Padres y madres separados pero resilientes: Hacia una

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Taller 3: “ Padres y madres separados pero resilientes: Hacia una nueva
perspectiva del menor”.
No siempre un niño adaptado al divorcio de los padres es un niño saludable.
Durante años se ha pensado esto, pero lo cierto es que el proceso de duelo
no acaba con la adaptación. No siempre estar adaptado es un beneficio para
el menor. A menudo se considera que el menor “está bien” porque ya no
manifiesta síntomas de angustia ante el divorcio parental, pero si estar
“·adaptado” implica, por ejemplo, ubicarse o ser ubicado en un lugar que no le
corresponde para su edad, como ubicarse como amigo de su padre o de su
madre; o como cónyuge de su madre; amputando algún aspecto importante
de su personalidad; mediante actitudes de sumisión; mediante una búsqueda
intelectual ; mediante una glaciación afectiva cunado antes no lo era; siendo
una persona desconfiada para mantener al homeostásis familiar.
Estos u otros aspectos que indiquen un esfuerzo de adaptación muestran la
urgencia de incluir otros mecanismos para proteger la Infancia ante este tipo
de situaciones que, en nuestra sociedad, son cada vez más frecuentes debido
al incremento del número de separaciones, tanto de primeras familias, como
de segundas, terceras o cuartas.
Algunos niños experimentan tal situación de pérdida en dichos contextos
conflictivos que no pueden reparar el dolor dando un significado a la pérdida
porque tienen que estar atentos a las emociones de los padres, lo que acaba
convirtiéndose en un trauma.
En este sentido los dos objetivos principales del Taller presencial
“Padres y madres separados pero resilientes: Hacia una nueva perspectiva del
menor”, consisten en: 1- reconocer la importancia de las necesidades de
parentalidad biológica y social en niños y adolescentes en situación de
separaciones y reagrupaciones familiares, así como en situaciones de
inmigración parcial o total de la familia, y/o de algún tipo de separación de sus
padres. 2-Trabajar factores resilientes en los niños: teniendo en cuenta el
esfuerzo que hacen ante una situación de separación parental.
Para trabajar resiliencia en estos menores y lograr un desarrollo
adecuado a pesar de los obstáculos de los padres, hay que conocer
detalladamente la historia para detectar las trabas con las que se encuentra el
menor para poner en marcha factores resilientes. Por ejemplo, conocer
detalladamente los pormenores del divorcio;; enfrentarse a adultos que no
resuelven pérdidas y trasmiten al hijo la rabia, sentimientos de culpa; cuando
uno no acepta la realidad del divorcio; cuando se conservan esperanzas de
reconciliación o cuando hay hostilidad familiar. De hecho habrá que tener
también en cuenta todo lo que atente contra las necesidades infantiles, como
las necesidades de apego no satisfechas y/o el tipo de apego, quién es un una
figura de adulto significativo en la vida del menor, cómo son satisfechas sus
necesidades de aceptación y de reconocimiento en las diferentes edades, más
todo lo que atenta contra las necesidades infantiles: abandono, maltrato,
delegaciones, cada una en diferentes grados.
Al aplicar nuevos recursos para una Parentalidad Positiva , como los
mecanismos basados en la resiliencia, se están implementando a su vez
mecanismos para cortar la cadena generacional de la herencia del trauma. Es
decir, los trastornos producidos por situaciones de divorcio y pérdidas
parentales que se transmiten al menos en tres generaciones -tal como
demuestran recientes estudios de psiquiatría, antropología social y etno
pediatría- donde la herencia generacional de traumas familiares pareciera
impregnarse a lo largo de las generaciones. : trastornos de empatía, de
identidad, o disociativos, condicionamientos autodestructivos; trastornos de
apego; de ansiedad crónica, angustia por mala adaptación: como obediencia
a uno de los padres de forma extrema; o cualquier identificación con un
progenitor maltratador.
Trabajar la resiliencia en situaciones de divorcio graves y no graves es ya
un cambio de perspectiva que permite dejar de ver al niño como una persona
sin recursos ante una situación que le supera al tiempo que evita, desde el
punto de vista de la calidad de vida del niño y desde el respeto por los
derechos de la Infancia, a corto plazo, que el nivel de estrés sean menor. Al
mismo tiempo, al poner en marcha factores resilientes, permite un aumento de
la autoestima al descubrir la efectividad de habilidades. A largo plazo, la
elaboración de un contexto conflictivo impedirá que lo genético negativo
haga su aparición. No hay que olvidar que los contextos negativos en la
primera infancia en ocasiones se ha comprobado que sacan a la luz
enfermedades genéticas cuya probabilidad de continuar “dormidas” podría
haber sido alta.
En el Taller llevado a cabo a fin de observar la diferencia entre un niño
adaptado negativamente y sobre cómo poner en marcha factores resilientes se
ha hecho hincapié en por qué trabajar resiliencia en situación de divorcio; cómo
abordar los problemas bio-psico-sociales en niños cuando el divorcio de los
padres es traumático; detectar a tiempo aquello que frena la resiliencia del
menor, teniendo en cuenta que la mayoría de los niños perciben la separación
de sus padres tal como éstos la viven, y lo cierto es que la mayoría de los
divorcios no son tan amigables.
En contextos donde el divorcio es muy conflictivo cabe observar cómo se
adaptan los niños, cuál es el grado de apego con uno y otro progenitor, hasta
qué punto sus necesidades emocionales y de relación son escuchadas, y qué
trastornos de apego presentan los padres en situación de separación.
Trabajo de grupos
Se presentan dos casos de Puntos de Encuentro.
Caso 1- Carolina 10 años Separación malos tratos; madre custodia y
dependencia alcohólica; acogimiento familia extensa.
Caso 2_ Menor de 6 años, vive con su madre. Ve a su padre 2 horas los
sábados y domingos alternos ya que el padre vive otra provincia. La madre
está implicada en grupo religioso, que marca pautas y fue el
separación.
motivo
Metodología de trabajo.
Elaborar conceptos sobre tipo de parentalidad y marentalidad que ejercen
los padres: si empatizan , si responden a sus demandas, si los padres cumplen
una función socializadora, hasta qué punto la familia paterna o materna
influeye; tipo de comunicación con otro progenitor; autocontrol frente a
conflictos; manejos de espacios para estar con el hijo. Nivel de resiliencia de
los padres y detección de habilidades resilientes en progenitor no conflictivo.
Aspectos resilientes en los padres que podrían potenciarse.
Conclusiones
1En los casos de Parentalidad negativa ( estilo indulgente;
autoritario) resulta imprescindible poner en marcha factores
resilientes en el niño y en un adulto de la familia extensa que
funcione como modelo y figura de apego para el menor. En los casos
de parentalidad mínima, con trastornos de apego severo, salud
mental inestable urge una intervención similar a los casos de
parentalidad tóxica, permanente. Como parte de la terapia, la
resiliencia es uno de los pilares prioritarios, paraevitar riesgos y que
el niño pueda protegerse y ser protegido. Los niños no deben ser
invulnerables ni adaptados, deben aprender a encontrar un camino
resiliente, con una persona cercana, ya que aquélla se construye
gracias a un vínculo fuerte con esa persona, con apoyo de un amigo,
de un familiar, de una red de conocidos. Todos podemos tomar este
papel frente un niño en dificultad. Porque un niño adaptado no es
sinónimo de niño feliz. Incluso puede ser más feliz, en situaciones de
divorcio parental, aquel niño al que el colegio, el barrio y la familia
extensa tilda de “ desadaptado” , porque en su desadaptación puede
poner en marcha algo que le permita superar la situación, “navegar
entre torrentes” (Cyrulnik). Siempre que se le dé la posibilidad de
encontrar personas en quién confiar; que le quieran; adultos que
promuevan límites sin violencia; que le ayuden a aprender, mediante
redes sociales más amplias de la familia extensa que le permitan
sentir que es querido, que hace cosas buenas y aprenda a
respetarse a sí mismo: que sean respetadas sus emociones.
Mientras que a partir de los 3 años tenga ante sí a un adulto fiable
que le permita responsabilizarse de sus actos, con quien pueda
hablar de cómo se siente, de sus miedos, confiando en mí mismo,
pudiendo ejercitarse en las diferentes maneras de resolver
problemas…
Adultos que sin ser los padres les enseñen a evitar centrarse en lo
sombrío, que sean capaces de ver por dónde el niños “puede tirar”
para salir adelante. Todo ello permite un cambio de perspectiva en lo
que se refiere a la prevención, y dirigirse más a los niños teniendo
en cuenta sus derechos y como personas con recursos.
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