ENVEJECIMIENTO, LONGEVIDAD Y DEPENDENCIA David S. Reher Resumen corto La sociedad española se enfrenta a un horizonte de rapidísimo envejecimiento de la población debido en buena medida a su propia historia demográfica de las últimas décadas, con ganancias continuas en la esperanza de vida a edades avanzadas junto con una caída drástica de la fecundidad iniciada a finales de la década de los 1970. A resultas de ello, tiene ante sí una situación en la que la población mayor será cada vez más numerosa y vivirá más años y la población en edad de trabajar disminuirá de forma importante. Todo ello promete un futuro difícil para todos aquellos aspectos de la sociedad que implican transferencias intergeneracionales de bienes y servicios tales como la sociedad de bienestar o las pensiones. Complicando el panorama, los aumentos en la longevidad han sido tanto en condiciones de salud medianamente aceptables como en condiciones de dependencia. Si la sociedad española va a poder gestionar este proceso con solvencia será precisa la activa intervención de distintos grupos sociales e instituciones como el Estado, el estamento sanitario, la sociedad civil, la familia, las personas mayores y la empresa privada. Todos estos sectores tienen una importancia crucial en el proceso, pero también hay mucho donde mejorar. La relativa desinformación de la sociedad civil en España acerca de los retos y realidades del envejecimiento promete dificultar enormemente la gestión adecuado del fenómeno. Resumen largo La sociedad española se enfrenta a un horizonte de rapidísimo envejecimiento de la población debido en buena medida a su propia historia demográfica de las últimas décadas. Este proceso se puede concebir tanto como el envejecimiento de la población en su conjunto, que se manifiesta en su estructura por edad, como el envejecimiento de las personas, con una vida cada vez más larga y una mayor longevidad. El envejecimiento de la población afecta a todo lo referido a las transferencias intergeneracionales de bienes y servicios así como a la familia y a la estructura misma de la sociedad, mientras el envejecimiento individual se refiere a la salud y el bienestar de las personas que se van haciendo mayores. Estos fenómenos son diferentes, pero están interrelacionados entre sí. El proceso de envejecimiento arrancó con las ganancias continuas en la esperanza de vida a edades avanzadas desde mediados del siglo XX junto con una caída drástica de la fecundidad iniciada a finales de la década de los 1970. A resultas de ello, España tiene ante sí una situación en la que la población mayor será cada vez más numerosa y longeva mientras que la población en edad de trabajar se estancará primero para luego disminuir de forma significativa a pesar de continuos aportes migratorios. Utilizando las proyecciones de población elaboradas por las Naciones Unidas se desprende que las tasas de dependencia de ancianos, medidas en términos del número de personas de edades mayores (en este caso, >65 años) con respecto a la población en edad de trabajar (20-64 años), empiezan a dispararse en torno a 2010. A resultas de ello, para mediados de este siglo está previsto que se dupliquen los valores actuales. Este proceso promete ser mucho más aguda en países de baja fecundidad como España e Italia que en otros países donde la fecundidad es algo más alta (caso, por ejemplo, de Estados Unidos o Francia). En todas partes, sin embargo, está en clara fase de aceleración. Todo ello promete un futuro complicado para aspectos claves de la sociedad como son los sistemas de pensiones, la sociedad del bienestar y los costes de salud. Paralelamente con este proceso, la otra característica del envejecimiento es el avance continuada en la longevidad de las personas ya mayores, que en buena parte del mundo desarrollado suele ser muy superior a la prevista. Este avance en la longevidad plantea dos interrogantes claves: (1) ¿Existe un límite biológico a la vida? (2) Las ganancias en la duración de la vida a edades avanzadas, ¿se hacen en condiciones de salud o en condiciones de falta de salud y de dependencia? El primer interrogante no tiene una respuesta clara, aunque de existir esa vida máxima todo parece indicar que estamos lejos de alcanzarla. Incluso existen demógrafos como James Vaupel que vaticinan una verdadera explosión en el número de centenarios presentes en las sociedades desarrolladas. En cuanto a la segunda pregunta, las evidencias empíricas indican que se suelen producir ganancias tanto en salud como en dependencia. Ello significa que en la actualidad y en el futuro, la vida en salud promete seguir aumentando, como viene haciéndolo desde hace décadas, pero también lo hará la vida en dependencia. Estos resultados tienen mucha relevancia para la sociedad ya que mientras constatan el avance aparentemente imparable de la salud también constatan el aumento de la enfermedad y dependencia y todo lo relacionado con ello. Además, de cara a la sociedad en su conjunto, este último efecto se encuentra ampliado por el aumento en el número mismo de personas mayores, producto del envejecimiento poblacional mencionado arriba. A resultas de todo ello, el número de casos de, digamos, demencia promete dispararse en las próximas décadas, siempre que no se produzca una disminución drástica –e improbable- en la prevalencia de esta terrible enfermedad. Si España va a poder gestionar este proceso con solvencia será precisa la activa intervención de sectores claves de la sociedad. Entre ellos, cabe mencionar el Estado, el estamento sanitario, la sociedad civil, la familia, las personas mayores o la empresa privada. Todos estos grupos tienen una importancia crucial en el proceso, todos están interrelacionados entre sí pero también hay mucho donde mejorar. Además, todos han sido afectados por los mismos factores que terminan influyendo en los procesos generales de envejecimiento. El Estado ha de aprender a gestionar recursos menguantes en contextos en los que los gastos se disparan y los ingresos no, todo ello consecuencia de los mismos procesos de envejecimiento ya mencionados. Los niveles de corrupción o las tasas tan elevadas de desempleo actuales son incompatibles con una gestión sensata de un proceso que podría ser largo, difícil, negativo y potencialmente desestabilizador. Otro problema que limita la capacidad de actuación del Estado es el ‘presentismo’ latente de los políticos (su obsesión con la próxima elección) así como la reticencia de los principales partidos políticos a abordar determinadas cuestiones de forma consensuada, contrario a lo que se hizo en el pasado (con la constitución, por ejemplo). El papel de la empresa privada también es clave: el mercado para productos que amplíen la vida activa, mejoren la salud o gestionen las inversiones es grandísimo aunque, al menos en este último caso, su capacidad de intervención se halla limitada por la inseguridad innata de la longevidad de cada persona y del estado de salud que tendrá a lo largo de los años que le esperan de vida. La familia es otro factor importantísimo puesto que tiene acceso directo a las personas dependientes y normalmente no pide nada a cambio – es decir, su intervención se hace al margen del Estado y del erario público. No obstante, esta capacidad se encuentra a menudo lastrada por disfunciones familiares que suelen tensarse en condiciones de dependencia y de proximidad de la muerte. Además, la familia en sí se encuentra sujeta a los mismos procesos de envejecimiento que la sociedad con el resultado que sus miembros mayores se multiplicarán mientras sus miembros en edad activa disminuirán. Como mínimo, estos retos son y serán muy importantes. No está claro que la familia sea capaz de cumplir con su papel tradicional de cara a sus mayores dependientes de manera solvente. Los mismos individuos tienen mucho que pueden hacer, aunque sólo pueden actuar antes de entrar en la dependencia (la ‘cuarta edad’ en palabras de Peter Laslett). Esto afecta tanto las estrategias de ahorro que pudiesen tener como su capacidad de cuidar su salud de forma que dure lo más posible en condiciones buenas o al menos aceptables. Si los individuos no son conscientes de las dificultades posibles que se avecinen, su capacidad para prepararse para ellos se encontrará seriamente limitada. Por fin cabe mencionar a la sociedad civil que tiene mucho que decir sobre este proceso de envejecimiento. La sociedad civil es clave para la adecuada gestión del proceso, sobretodo porque sirve de nexo entre el individuo y la familia, por un lado, y el Estado, el estamento sanitario o la empresa privada por otra. Una sociedad civil informada y preparada en este tema es uno de los principales garantes de una gestión sensata del proceso. No obstante, en estos momentos, no cabe mucho optimismo con respecto a la sociedad civil en España ya que es de las peor informadas acerca de este tema de entre las sociedades desarrolladas. No se habla apenas del envejecimiento y su importancia. Sin una sociedad civil bien informada, nuestra capacidad para gestionar adecuadamente la gran oleada de envejecimiento será muy limitada.