La Laicidad en el Estado de la Constitución Española

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Segundo de Derecho
comentario del artÃ−culo:
LA LAICIDAD DEL ESTADO EN LA CONSTITUCIÃ N ESPAÃ OLA
del Profesor Eduardo Molano
1 - Introducción
La historia del constitucionalismo español esta vinculada a la confesionalidad católica de los diversos
modelos de estados surgidos desde el promulgado por la primera Constitución de 1812 hasta nuestros dÃ−as
con contadas excepciones de muy corta vigencia.
Las Constituciones de 1868 y 1931 establecÃ−an un modelo laico, al igual que parece hacerlo la
Constitución actual. Digo que parece porque el texto constitucional no proclama expresamente dicha laicidad
sino que parece deducirse de su articulado asÃ− como de diversas sentencias del Tribunal Constitucional.
2 - La laicidad del Estado en el proceso histórico de la Edad Moderna
La laicidad tiene su comienzo en la Edad Moderna o postrimerÃ−as de la Edad Media en los paÃ−ses de
Europa aunque no se desarrollara ampliamente hasta el renacimiento y su antropocentrismo basado en los
valores puramente humanos. El desarrollo de la laicidad tiene como telón de fondo el proceso secularizador
del Estado Moderno.
En esta secularización el Estado monárquico se emancipa de la potestad religiosa y de la Imperial y nace la
noción de soberanÃ−a como la autonomÃ−a que tiene el poder polÃ−tico frente a cualquier otra instancia
humana o divina, autonomÃ−a que aparece tras la emancipación de la Iurisdictio Suprema ostentada por el
Papado y el Imperio hecho que es especialmente diferenciable tras fenómenos como la Revolución
Francesa o la Reforma Protestante y con la llegada de la Ilustración y durante el siglo XIX se comenzara a
utilizar la denominación de laico con respecto al Estado y a la educación con un sentido rayano a lo
reivindicativo.
3 - La laicidad del Estado en el contexto de la autonomÃ−a del orden temporal y del orden politico
El Papa PÃ−o XII empieza a tratar de manera positiva la laicidad del Estado y el Concilio Vaticano II sienta
las bases acerca de una laicidad aceptable para la Iglesia con fundamento en el principio de la autonomÃ−a
del orden temporal.
Desde el punto de vista de la iglesia que se representa como parte influyente en los aspectos humanos a nivel
de sociedad estatal es necesario distinguir entre el orden jurÃ−dico y el moral; en cuanto a lo jurÃ−dico la
Iglesia acepta la autoorganización del Estado independientemente de cualquier otra instancia no polÃ−tica.
Sin embargo en el ámbito moral considera que esa autorregulación encuentra un lÃ−mite en la Ley moral
del orden establecido por la Creación y no renuncia a su competencia como organismo destinado al
cumplimiento de una misión divina.
4 - La definición constitucional del Estado español y la ausencia de una calificación desde el punto
de vista religioso
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Nuestra Constitución no explicita la laicidad en su redacción ni utiliza la denominación de Estado laico
aunque como ya he dicho antes ambos pueden deducirse de su articulado, en especial del artÃ−culo 16.3.
En el artÃ−culo 1.1 en el que se establece la denominación del Estado tampoco aparece ninguna
calificación desde el punto de vista religioso. En el borrador del texto constitucional se incluÃ−a un articulo,
el 3, en el que se proclamaba explÃ−citamente la no confesionalidad del Estado, aunque este artÃ−culo no
pasó del borrador.
Un Estado democrático que propugna la igualdad y la libertad, por su propia naturaleza no es confesional.
Esta laicidad por omisión tiene la ventaja de evitar los matices peyorativos y negativos respecto a lo religioso
que un Estado democrático actual no puede admitir.
Se puede decir que la laicidad es una consecuencia natural de lo que el Estado mismo es y además esta
“laicidad natural” permite que el Estado adopte una posición coherente respecto a lo religioso, pues las
confesiones y las creencias religiosas son un fenómeno que atañe a las personas como individuo o como
grupo religioso pero no es en ningún caso un factor estatal.
5 - La laicidad de un Estado democratico que propugna la Libertad y la Igualdad
Nuestra Constitución en su artÃ−culo 1.2 explicita que “La soberanÃ−a nacional reside en el pueblo
español, del que emanan los poderes del Estado”. El Pueblo Español es, por tanto, detentador de una
soberanÃ−a que no parece encontrar limites en ninguna otra instancia sea polÃ−tica o religiosa; en todo caso
estos poderes encontraran el lÃ−mite que señala el artÃ−culo 10.1 que señala que “La dignidad de la
persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la
Ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden polÃ−tico y de la paz social”.
Según el artÃ−culo 16 los sujetos de la Libertad Religiosa son los individuos y las comunidades
confesionales, no el Estado. La función del Estado es la de garantizar esa libertad a los individuos y
colectivos sin ser él mismo sujeto de dicha libertad.
La laicidad está implÃ−cita también en la Igualdad, la cual implica para el Estado reconocer la misma
capacidad jurÃ−dica a los individuos y a las confesiones religiosas sin entrar a valorar el objeto de sus
creencias como condición para este reconocimiento.
6 - La doble perspectiva del artÃ−culo 16: Libertad religiosa y sistema de relaciones entre el Estado y
las confesiones
El artÃ−culo 16 puede dividirse en dos partes claramente delimitadas a la hora de analizar su contenido: las
partes 1 y 2 tratan sobre la Libertad religiosa de los individuos y las comunidades y el punto 3 sobre el sistema
de relaciones entre el Estado y las confesiones religiosas. Tratare a continuación pormenorizadamente el
artÃ−culo 16.3.
En el artÃ−culo 16 en su párrafo tercero no se expresa propiamente la laicidad del Estado sino que establece
en base a la laicidad implÃ−cita un sistema de relaciones Estado Iglesia.
Este artÃ−culo contiene dos incisos, en el primero se establece que ninguna confesión tendrá carácter
estatal, lo cual es una manera de proclamar la aconfesionalidad evitando el matiz negativo.
En principio podrÃ−a considerarse un inciso innecesario porque el Estado español como ya hemos dicho es
laico por su propia naturaleza y por el hecho de no haberse autoproclamado confesional, algo asÃ− como
laico por defecto. Puede que la intención de esta puntualización fuera la de establecer un hito constitucional
por medio de una expresa derogación del confesionalismo precedente, aunque en tal caso serÃ−a remarcable
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la incoherencia de que este inciso prohÃ−be a las confesiones ser estatales pero no al Estado ser confesional.
La tesis más aceptada es la de considerar que esta norma pretende afirmar el carácter social, que no estatal,
de las confesiones religiosas, las cuales deben permanecer siempre en el ámbito social sin que sus funciones
puedan ser absorbidas por el Estado.
El segundo inciso suele ser considerado como el Principio de Cooperación y se manifiesta como una
consecuencia de la obligación de los poderes públicos de tener en cuenta las creencias religiosas de la
sociedad española. Según esto podrÃ−a decirse que una actitud de ignorancia o indiferencia por parte de
los poderes públicos en relación con temas religiosos serÃ−a anticonstitucional; se rechaza asÃ− un Estado
laico que relegase las creencias religiosas al ámbito de la esfera privada.
La constitución valora positivamente el ejercicio de la Libertad religiosa como el de cualquier otra Libertad
constitucional pero en el caso especÃ−fico de la religiosa ordena expresamente una implicación cooperativa
por parte de los poderes públicos.
7 - Sobre la especial consideración de la religión católica en la Constitución
La Constitución hace una mención expresa de la Iglesia Católica en su redacción, puede parecer que esta
mención pone en entredicho la no confesionalidad del Estado o que podrÃ−a ser el fundamento para atribuir
determinados privilegios a la Iglesia Católica con respecto a las demás confesiones. Este tema a sido causa
de mucha controversia y de debates entre grupos parlamentarios ya desde el momento en que se consensuaba
el texto que formarÃ−a la actual Constitución.
La explicación de esa mención especial hay que buscarla precisamente en aquel debate constitucional en el
que se estableció con una considerable aceptación por parte de todos los presentes que significaba un acto
de reconocimiento por parte de la Constitución de la realidad histórica y social española en lo que se
refiere a las creencias religiosas.
No debe olvidarse que el catolicismo no es simplemente una confesión religiosa sino una institución que
por su singular relevancia histórica y social no puede ser comparada con ninguna otra institución. Si
consideramos que esto puede parecer una violación del principio de igualdad y de no discriminación
deberemos también recordar que la igualdad jurÃ−dica no prohÃ−be la diferencia de trato y de regulación
cuando esta tiene un fundamento objetivo y razonable.
8 - Comentario personal
Creo que el autor, pese a mantener una perspectiva crÃ−tica y razonable cae en la parcialidad en alguna de sus
argumentaciones que justifican la situación de la religión y en especial de la fe Católica en nuestro paÃ−s.
En mi opinión la laicidad y la no confesionalidad del Estado deberÃ−a ser algo más que un concepto
implÃ−cito extraÃ−ble a partir de un análisis de los artÃ−culos de la constitución, si bien es cierto que
estoy totalmente de acuerdo con la idea de que un estado moderno democrático ha de ser necesariamente
laico también pienso que precisamente por las particularidades históricas y culturales de nuestro paÃ−s se
deberÃ−a clarificar exhaustivamente la situación de aconfesionalidad y se deberÃ−an asimismo marcar
distancias entre el estado y cualquier confesión, no para ignorarlas, sino más bien para evitar injerencias
por ambas partes en las funciones desempeños de cada una; asÃ− la autonomÃ−a de la que se habla en el
texto y la autorregulación de ambas partes se desarrollarÃ−a de manera independiente, armoniosa y no
necesariamente intolerante o incompatible.
Otra de las cuestiones en las que mi opinión difiere de la del autor es en lo que se expresa en el último
apartado en relación a la situación especial de la Iglesia Católica en nuestro ordenamiento; parece claro
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que esto es una de las consecuencias del carácter moderado y neutral de nuestra Constitución y del famoso
“consenso” por el que se abogo en la redacción del texto. Es evidente que hemos de considerar las
circunstancias presentes en la época en que fue redactada la Constitución y que la largÃ−sima tradición
católica de nuestro paÃ−s no permitÃ−a una oposición radical a la situación precedente.
Por todo esto comprendo y admito lo redactado en el artÃ−culo 16.3 aunque en mi opinión la justificación
que ofrece el autor peca de retrograda y de mirada al pasado y no al futuro y a los cambios sociales y
culturales que inevitablemente se vayan a producir en nuestro paÃ−s; es por esto que pienso que la especial
consideración de la Iglesia católica resulta incoherente con la voluntad de crear un Estado aconfesional e
incluso discriminatoria para con el resto de confesiones que se profesan e incluso profesarán en nuestro
paÃ−s a causa de los procesos migratorios y los antes citados cambios ineludibles de cualquier sociedad a lo
largo del tiempo. Pues si bien es cierto que existe un amplio bagaje histórico de catolicismo, no se debe
tomar una posición anclada al pasado y al tradicionalismo (que no tradición) perjudicial para el avance y el
progreso de nuestra sociedad sino más bien una posición con proyección de futuro aunque, evidentemente
sin olvidar el pasado.
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