Impresión de la clase para el alumno

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‫יד ושם‬
YAD VASHEM
‫רשות הזיכרון לשואה ולגבורה‬
The Holocaust Martyrs’ and
Heroes’ Remembrance Authority
The International School for Holocaust Studies
Juicios de Nuremberg – Responsabilidad frente culpabilidad
Decenas de miles de alemanes participaron activamente en el asesinato de judíos, otros cientos
de miles de personas permitieron su persecución gracias a su apoyo logístico, y millones de
personas hicieron la vista gorda. Con la toma de decisión de los aliados de llevar a cabo un juicio
internacional por los crímenes nazis en la segunda guerra mundial se preguntó lo siguiente: ¿a
cuál de los tres círculos – los asesinos, los que dieron su apoyo o a los que callaron – hay que
acusar? ¿Hay que llevar a juicio sólo a los jefes del régimen nazi o también a quien los que
participaron, directa o indirectamente, en los crímenes? O acaso, en las palabras de Tucholsky:
“Un país no sólo se reconoce por sus actos – sino también por lo que es capaz de soportar y a lo
que se puede acostumbrar”, y de todos modos, quién calló, ¿también es culpable?
¿A quién llevar a juicio, y a quién eximir del juicio?
Introducción
Según el diccionario: “Responsabilidad = obligación”; Culpabilidad = pecado,
crimen”
El pueblo alemán – ¿responsable o culpable?
Jean Amery, judío encarcelado en Auschwitz durante un año, escribió sobre el pueblo
alemán:
[…] La masa de los indiferentes, los malos y los viles
[…] La masa de los ebrios por el poder, que
consideraban que si se dirigían a alguno de nosotros
en un tono que no es el de una orden burda, pecarán
no sólo contra el país sino también contra su propio
yo.
Ellos, los demasiados, no eran hombres de la SS sino
obreros, empleados, técnicos, mecanógrafas – y sólo
unos pocos de ellos lucían el símbolo del partido.
Para mí, y no sean estrictos conmigo sobre la
trivialidad, ellos eran el pueblo alemán.
Ellos sabían exactamente qué pasa a su alrededor y
qué nos pasa a nosotros, ya que el olor de la
quemazón del campo de exterminio vecino llegaba a
sus narices igual que como llegaba a las nuestras, y
parte de ellos vestían ropas que un día antes fueron
tomadas de la plataforma de la selección de las
nuevas víctimas que llegaron.
Jean Amary (Hans Mayer), intelectual
judío nacido en Austria (1912), huyó
de su país debido a los nazis, se unió
al movimiento de resistencia en
Bélgica, fue torturado en la Gestapo y
estuvo prisionero en campos de
concentración nazis, entre ellos
Auschwitz (durante un año). Sobre sus
experiencias comenzó a escribir sólo
en los años 60 e inmediatamente se
convirtió en uno de los escritores más
importantes en idioma alemán. Se
suicidó en 1978.
Jean Amary, Mever laashma vehacapara [Más allá de la culpabilidad y
la expiación], Am Oved, Tel-Aviv 2000, páginas 159-160
Jean Amary sobre la “culpabilidad colectiva” del pueblo alemán
Culpabilidad colectiva. Ese concepto es por supuesto una tontería absoluta, si se
desprende de él que todos los alemanes tenían una sola conciencia, una sola voluntad,
todos actuaron como un solo hombre y así se convirtieron en culpables. Pero puede
utilizarse como hipótesis si se ve sólo el total [en negrita en el original] de las conductas
inapropiadas de los individuos, que es algo objetivo y hoy día conocido por todos. Porque
entonces se convierte la culpabilidad de cada uno de los alemanes – el que hizo, el que no
hizo, el que habló y el que calló – en culpabilidad común del pueblo.
(Ibíd., página 157)
El pueblo alemán - ¿responsable o culpable? – Los alemanes según su propio punto de vista
El informe de un periodista sueco sobre la atmósfera en las calles de Berlín decía:
Tanta información sobre los crímenes de Alemania se ha filtrado al público
[alemán], hasta que cada persona es consciente de la responsabilidad y la
culpabilidad comunes y teme una venganza personal en contra de él.
Del prefacio de David Bankier al libro de Karl Jaspers, La cuestión de la culpabilidad, Yad Vashem
y Magnes, Jerusalén 2006, página 15
Según la investigación de ciudadanos alemanes por parte de oficiales americanos de
inteligencia:
Muchísimos alemanes escucharon sobre las atrocidades que se perpetraron en los
judíos en Polonia y simplemente no pueden confrontar toda la verdad. Sin embargo,
casi todos sostienen que el daño a los judíos fue el peor error de Hitler y que él debe
cargar con toda la culpabilidad.
Ibíd., página 17
Karl Jaspers, filósofo alemán, escribió cerca del final de la guerra:
Éramos ciudadanos alemanes cuando los crímenes fueron cometidos por un
régimen que se llamaba a sí mismo alemán y pretendió ser alemán, y aparentemente
también mantenía este derecho, porque tenía el poder, y hasta 1943 no encontró
ninguna oposición que podría haberlo puesto en peligro
[…]
La culpabilidad moral existe entre todos aquéllos […] que obnubilaban por
comodidad lo que pasaba o permitieron que otros los adormecieran y los seduzcan
o los compren por ventajas personales, u obedecieron por miedo.
Ibíd., páginas 75-77
Karl Jaspers es uno de los filósofos más
importantes del siglo 20. En una serie de
conferencias que dio en la Universidad de
Heidelberg en 1946, Jaspers abordó la cuestión
de la culpabilidad de los alemanes. La serie de
conferencias se publicó en el libro La cuestión
de la culpabilidad.
En el año 1943 oficiales del ejército alemán
intentaron matarlo a Hitler. El 13 de marzo el
capitán Fabian Von Schlabrendorff
aprovechó la visita de Hitler en el comando
central de la marina cerca de Smolensk para
infiltrar una bomba de tiempo dentro del
avión que iba a llevar a Hitler de vuelta a
Alemania. Sin embargo, el detonador no
funcionó.
El enfoque que se adoptó en el juicio de Nuremberg
El juicio de Nuremberg estuvo destinado a hacer justicia con los altos mandos de la
conducción nazi. En su argumento inicial en el juicio, el fiscal principal Robert
Jackson dijo: “Deseamos aclarar que no es nuestra intención juzgar a todo el pueblo
alemán”. Esta decisión, explicó Jackson a continuación, resultó del hecho que la
mayoría del pueblo alemán no estaba identificado con las acciones de los nazis, e
incluso se oponían a ellas.
Las veinticuatro personas acusadas en el juicio, alemanes y austriacos, fueron
definidos como personas que activaban “como líderes, organizadores, instigadores o
asistentes” en la perpetración de los crímenes que se definieron en el juicio. De
hecho, sólo veintidós de los acusados fueron juzgados – uno de los acusados
(Robert Ley) se suicidó, y otro acusado (Gustav Krupp) se enfermó. Martin Bormann
fue juzgado in absentia ya que se evadió de los aliados y se ocultó utilizando una
identidad falsa.
Entre los acusados se encontraban Hermann Goering – comandante supremo de la
fuerza aérea y a cargo del programa de cuatro años (programa de armamento para
la guerra), el segundo en importancia en la jerarquía nazi después de Hitler; Ernst
Kaltenbrunner – jefe de “la oficina principal de seguridad del Recih” y jefe de la
policía de seguridad SD, en su capacidad de supervisor de los campos de
concentración; y Albert Speer, ministro de armamento y de producción militar y
amigo cercano de Hitler.
Después del juicio de los jefes de la dirección nazi se celebraron en Nuremberg
entre el 25 de octubre de 1946 hasta el 13 de abril de 1949 once juicios adicionales
de funcionarios con cargos de rangos más bajos en el partido nazi. Entre los 117
acusados que fueron juzgados en esos juicios había médicos nazis, comandantes
de las unidades del Einzatsgruppen*, jerarcas de la industria y del sistema judicial
alemán.
Debe destacarse que las consideraciones para llevar a juicio en la serie de juicios
que siguió al primer juicio de Nuremberg no se originaron en decisiones
fundamentales judiciales y morales solamente sino que estuvieron influenciadas por
factores prácticos-políticos relacionados con el nuevo orden mundial después de la
guerra.
La guerra fría, que comenzó al final de la segunda guerra mundial, fue la que
impulsó al bloque occidental liderado por los Estados Unidos a esforzarse a
reconstruir Alemania para incluirla en el balance de fuerzas frente al bloque oriental
liderado por la Unión Soviética. La reconstrucción de Alemania se llevó a cabo a
costa de la gran reducción en la política de des-nazificación (depuración de la
sociedad, la cultura, la economía y la política de posiciones de influencia de
integrantes del régimen nazi) que fue uno de los objetivos básicos de las potencias
vencedoras y sobre el que estuvieron de acuerdo al finalizar la guerra.
Por consiguiente, personas que actuaron durante la guerra al servicio del partido
nazi no fueron juzgados después de la guerra o recibieron amnistía poco tiempo
después de la misma, e incluso fueron reincorporados a los aparatos del gobierno
que se erigió en Alemania después de la guerra. Por ejemplo: Gustav Krupp debería
haber sido juzgado en el primer juicio de Nuremberg y fue liberado por enfermedad.
Después de dos años fue condenado por un tribunal militar americano a doce años
de prisión y a la confiscación de todos sus bienes por cargos muy graves, pero
después de cuatro años recibió el indulto, sus bienes le fueron devueltos y luego fue
devuelto al cargo de director de las industrias a cuyo frente estaba durante la guerra.
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