CAMBIOS EN EL TRABAJO Y EN EL ESTADO DEL BIENESTAR: ESCENARIO DE LA NUEVA CUESTIÓN SOCIAL. Por Antonio Martínez López, Becario de Formación del Personal Docente e Investigador del Dpto. de Sociología de la Universidad de Granada RESUMEN: Se analizan, desde una óptica exclusivamente teórica, y recurriendo a los autores más relevantes del momento, las transformaciones que han tenido lugar en las últimas décadas de las sociedades occidentales, en las cuáles el paso del modo de producción fordista al postfordista ha supuesto cambios en dos áreas centrales para la estructuración y la vertebración del tejido social: el estado del bienestar como principia de intervención estatal, y el trabajo, como motor de creación de sociedad. Creemos que estos dos factores, junto con cambios en otras áreas que no analizamos, como la familia, son el caldo de cultivo para enfrentarse a la comprensión de la nuevas cuestión social de nuestro tiempo. Introducción. Hay dos ejes fundamentales a lo largo de los cuáles se van transformando las sociedades en las dos últimas décadas, que son el de la forma, cantidad y calidad del trabajo asalariado, que tiende a ir perdiendo importancia como norma principal de inserción social, y por otra parte, y vinculado a este proceso, está la cuestión del progresivo desmoronamiento e intento de desmantelación de los estados del bienestar. En esta comunicación nos proponemos, en primer lugar, hacer un breve perfil del por el cuál entró crisis el estado de bienestar que es correlativo al paso de la sociedad fordista a la postfordista. Describiremos brevemente los trazos más gruesos de uno y otro modo de producción (el fordista y el postfordista) y veremos cómo influye este cambio del paradigma del bienestar (asociado a los cambios que van del fordismo al postfordismo) en la concepción de la función que debe de tener la intervención social estatal para con los vulnerables y excluidos, veremos en definitiva, desde un marco de análisis centrado en lo teórico, la evolución que sufren las políticas sociales al hilo de estos cambios. También se analizarán los importantes cambios que se van a producir en la concepción del empleo, en el paso del empleo fijo y para toda la vida a la flexibilidad laboral, que implica incertidumbre y desprotección para los trabajadores. Se analizará, pues, como la globalización va transformando la naturaleza cuantitativa y cualitativa del trabajo. Y esto, porque creemos que es en este marco básico de transformación del empleo, y de la protección social, aparejado a los cambios producidos en la estructura familiar, donde hay que situar la cuestión de la "nueva vulnerabilidad de masas". Estado de Bienestar Keynesiano en la época fordista. Para Alonso (1999; 97), el modelo del Estado del Bienestar se establece básicamente en el ámbito del Estado nación, y el Estado intervenía tanto para sostener la industria nacional como para sostener el bienestar nacional. Debido en buena parte a los grandes problemas que había tenido el capitalismo de entreguerras (y a la propia dinámica de la lucha de clases) la teoría económica dominante sufre un giro drástico pasando de la ortodoxia de la teoría clásica al modelo Keynesiano. La política económica deja de ser así una simple recopilación de recetas o técnicas instrumentales, para convertirse en un cuerpo coherente de argumentaciones teóricas que servirán de principio inspirador de la acción del Estado. El Estado del Bienestar montado sobre este "pacto Keynesiano" supone la institucionalización del conflicto industrial histórico gracias a la función de "arbitraje" que adquiere el estado. Mediante este pacto social Keynesiano el Estado nación reconoce la existencia de "fallos del mercado", lo que implica reconocer que el mercado no es un ente capaz de crear sociedad por sí mismo, y que no pueden abandonarse a los designios de la "libre" oferta y demanda las condiciones sociales de la reproducción de la fuerza de trabajo. El movimiento obrero, a través de las organizaciones sindicales, es integrado en el modelo fordista de producción por su posibilidad de participar (participación subordinada) en la regulación de los procesos económicos a través de la negociación colectiva. El pacto Keynesiano se convierte en un modelo de regulación social y económica basado en un acuerdo tácito entre el capital y el trabajo, tal y como explica Alonso (1999; 98-100. El Estado se erige en un elemento de iniciativa básica en dos frentes fundamentales. Por una parte se convierte en estado-empresario que participa activamente en la economía para generar empleo público (construcción de infraestructuras públicas como escuelas, hospitales, carreteras, etc.. Por otra parte, y como dice Castells1 , el Estado crea y/o consolida una importante red de cobertura social en terrenos como la vejez, la enfermedad, el desempleo, los servicios sociales, etc. Dice el autor que esto permitió a la gente vivir el presente sin la angustia del futuro. Este Estado del Bienestar Keynesiano desmercantilizaba algunos espacios de las economías, Alonso (1996; 104), creando lo que se ha llamado el "salario social" a través de mecanismos 1 Véase: Castells, M. - El futuro del Estado del Bienestar en la sociedad informacional , En: Rev. Sistema, Vol. nº 131, 1996. Págs. 35-53. redistributivos, basando además buena parte de su legitimidad democrática en esta forma desmercantilizadora de intervención. En definitiva se trata de un estado corporatista e intervencionista que armonizaba las necesidades de la acumulación de capital con el mantenimiento (siempre delicado) de la paz social y la legitimidad política democrática. Siguiendo con Alonso, esta tipología de estado operaba sobre la base de un Modo de Producción Fordista basado en una extensa automatización de los procesos de producción, rutinización y regulación de la producción a través de grandes cadenas de montaje. Esta forma de organización del trabajo produjo rápidos incrementos en la productividad. Lo decisivo es que la propia dinámica del modo de regulación fordista tendía a la producción de una sociedad de amplia clase media, que homogeneizada, consumía los productos producidos en serie en las fábricas de las grandes cadenas de montaje. Se crea lo que Michel Aglietta llama una "norma social de consumo de masas" que supone la incorporación de la clase obrera a un estándar de vida generalizado de clase media. Es lo que también Robert Castel2 llama la "sociedad salarial" y significa para este autor que por primera vez en la historia la clase obrera estará en el centro definitorio del modo de vida colectivo, lo que tendrá importantes consecuencias para el conflicto capital-trabajo. El caso es que bajo este sistema fordista "el consumo, por tanto, se normaliza y se estandariza siguiendo las pautas que se derivan de las mismas necesidades técnicas del proceso de trabajo y de la estructura de producción que éste, en definitiva, genera..." tal y como explicita Alonso . Aparece así de forma progresiva una desmovilizada y amplia clase media que dará pie a las famosas teorías del "aburguesamiento" de los obreros. A este fordismo como modo de regulación social (desde el sistema productivo) se le une el Keynesianismo como forma de impulsar la economía y la reproducción "humanizada" de la fuerza de trabajo. Sobre esta base se construye un concepto de ciudadanía universalizador e integrador que es el núcleo de lo que el autor llama la "sociedad de la seguridad". La ciudadanía se iba ensanchando de esta forma a partir de la postguerra, y a los derechos políticos clásicos (que son humo de pajas si no se reparte mejor la tarta) se iban sumando los derechos sociales y algunos derechos económicos, siguiendo una tendencia típicamente en la línea de Marshall. El empleo es el concepto clave en torno al cuál se articulaba la noción de ciudadanía y la misma idea del Estado de Bienestar se establecía en torno a la posibilidad y la finalidad del pleno 2 Castel, R.- La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1997. empleo. Luego en la sociedad de seguridad producida bajo el Estado del Bienestar Keynesiano se fusionaban las clases medias con la clase obrera bajo el arbitraje del estado encargado de la cohesión social y de evitar el subconsumo (que no hubiera amplias capas de población que se quedaran fuera de la norma social de consumo, con lo que el estado ayudaba al crecimiento de la demanda agregada previniendo así la crisis económica. Pero esta norma de consumo social estandarizado no quiere decir que la política social definiera un nivel de prestaciones universales fijadas a un único tipo de ciudadanía universal. Como dice Alonso (1999;117) la sociedad del bienestar separó ideológicamente el mundo del trabajo del mundo de la pobreza, lo que suponía la mejora muy notable de las condiciones de vida del trabajador frente a lo sucedido en el Siglo XIX. Para la política social el mundo del trabajo entraba en el entramado corporatista del estado del bienestar, y por lo tanto era defendido directamente por los sindicatos (negociación colectiva, etc.), pero el mundo de la pobreza aparecía como el mundo del no-trabajo no era cuestión de reivindicación-negociación directa del movimiento obrero, quedando como una cuestión residual que iba a parar a manos de un estado del bienestar asistencialista y moralizador. En mi opinión, aquí plantea Alonso el origen de muchos de los problemas con los que se ha encontrado el estado del bienestar en su incapacidad de conectar y proteger convenientemente a grupos de ciudadanos que escapaban al modelo estandarizado de ciudadanía laboral. Así su incapacidad para resolver las cuestiones planteadas por el feminismo, los grupos étnicos minoritarios, los inmigrantes, las formas de pobreza extrema que acaban siendo estigmatizadas por su carácter "minoritario". Recapitulando, recurriremos a Wilson, T y Wilson, D3 para exponer a modo de conclusión los efectos positivos que tenía el Estado del Bienestar sobre la economía y la sociedad en el periodo tratado: - La paz social que permitió relaciones industriales estables y la participación cooperativa de los trabajadores. - El salario social que el Estado proporcionó al conjunto de la ciudadanía elevó las rentas de las clases obreras aumentado así la demanda agregada y estimulando el crecimiento económico. - Las cuantiosas inversiones en infraestructura pública dinamizaban también el mercado manteniendo también la demanda agregada. - 3 Se produjo una importante expansión del empleo en el sector de servicios sociales. Véase : Castells, Ïbid. Págs. 35-53. Transformaciones y crisis del estado del Bienestar Procederemos ahora a perfilar los elementos que más contrastan con la estructura anteriormente descrita y que definen el marco en el que el Estado del Bienestar encuentra su crisis. El sistema de equilibrios anterior se rompe con la llegada de la llamada "crisis fiscal del estado”. Este término ha sido acuñado por el neomarxismo4 pero se emplea de forma generalizada. La crisis del petróleo de principios de los setenta, que elevó el coste de las materias primas, el continuo aumento de la inflación y otra serie de factores convergentes, suelen ser destacados para hacer referencia a este periodo de principios de los setenta donde se producen importantes reducciones en la capacidad de crecimiento de las economías. Los teóricos más apegados al pensamiento neoliberal interpretaron la situación en términos de incapacidad del Estado de Bienestar para regir las nuevas economías occidentales. Su discurso acusa al Estado del Bienestar de ser un derrochador de recursos, de provocar fuertes déficit públicos, provocados sobre todo por los elevados gastos sociales, y de ser el causante de la galopante inflación por una ineficiente política presupuestaria y laboral. Pero la cuestión era más compleja que la mera culpabilización al Estado del Bienestar 5. A mediados de los Setenta, por tanto, se produce una corriente de pensamiento y de revisión de los principios que sustentaban el Estado del Bienestar Keynesiano, que habían procurado una relativa buena posición al trabajador en la estructura social, se trataba de que el capital recuperara terreno frente al trabajo. Según Torres López (2000;96), éste Conjunto de transformaciones que afectaban a la naturaleza del Estado del Bienestar consistían en tres medidas: 1. Estricto control del crecimiento del dinero, reducción de los gastos estatales y reducción del déficit público. 2. Eliminación del sector público estatal a favor del mercado libre. 3. Medidas económicas orientadas a favorecer la oferta6, para apoyar el desarrollo del mercado. 4 Siendo Clauss Offe, uno de sus destacados representantes. Para conocer una magnífica contrarréplica a los principales argumentos neoliberales en contra del Estado del Bienestar, véase: NAVARRO, V. - Neoliberalismo y estado del bienestar, Ed. Ariel, 1998. Págs.76-117 6 Si el estado del bienestar estaba basado en medidas orientadas a la demanda para mantener el crecimiento económico, como los subsidios a los consumidores, las pensiones, etc, este nuevo orientado a la oferta consiste en medidas como puede ser bonificar a las empresas que contraten a determinado tipo de trabajadores, subvencionar el suelo público para que le cueste más barato a las constructoras, y así esperar que la vivienda resulte más barata al consumidor,etc. Luego las medidas orientadas a la oferta pretenden favorecer 5 Otro vector importante de cambio, y que es abordado por numerosos autores como Luis enrique Alonso, Albert Recio, o Robert Castel en Francia, por poner algunos ejemplos, es la puesta en marcha de un proceso de importante "desregulación" de las condiciones laborales en relación con las exigencias de flexibilidad de la economía para poder mantener la competitividad. Flexibilidad implica pérdida de protecciones asociadas al puesto de trabajo (se rompe la sociedad salarial de Robert Castel), necesidad de aceptación de condiciones laborales individualizadas, cada vez más alejadas de los marcos de la negociación colectiva que desaparece para la mayoría de los sectores productivos y los trabajadores, perdida la fuerza de masas del movimiento obrero. Como dice Castells7, este proceso de individualización de las condiciones laborales ataca al Estado del Bienestar por dos cuestiones, cuando menos. En primer lugar los que no necesitan las prestaciones atacan al Estado de Bienestar por motivos fiscales. La gran diversidad, por otro lado hace más compleja la acción universalizadora (en mi opinión esto no es un inconveniente per se sino que más bien apunta a la necesidad de buscar nuevas fórmulas para la acción del Estado. La cuestión del empleo. Hasta los Setenta, el empleo se constituye como un modelo de integración social, como un motor de creación de identidad colectiva y de ciudadanía, Alonso (1997), y Castel (1997. Se plantean así reestructuraciones tanto en los sistemas productivos y en la forma en que se producen las relaciones laborales, como en la composición y cobertura que ha de mantener el estado del bienestar en la sociedad, conformando todo ello, como veremos, el marco de la nueva vulnerabilidad social. En la cuestión del empleo, se produce así una importante "desregulación" de las condiciones laborales en relación con las exigencias de flexibilidad de la economía para poder mantener la competitividad en el seno de una economía globalizada Recio (1997).. De formas de contratación fija y estable vinculadas a una buena protección social se pasa a fórmulas de contratación precarias, contratos eventuales, a tiempo parcial, contratos en prácticas etc. Para los autores mencionados, el deterioro de las condiciones laborales asociado a los "imperativos" de la flexibilidad y competitividad de la nueva economía globalizada, y paralelo a esto la relativa fragilidad de estructuras familiares de apoyo económico y social tradicional, en definitiva el consumo y mantener la demanda agregada, pero apoyando económicamente a los empresarios que venden esos productos en vez de favorecer directamente al consumidor final. 7 Véase: Castells, Íbid, Págs.46. el debilitamiento del vínculo social, hacen que surja una importante zona de "vulnerabilidad social", Castel (1997. La globalización en su dimensión económica afecta a un aspecto crucial en este estudio que el de la cuestión del trabajo y del empleo, como venimos diciendo. En primer lugar sería bueno distinguir, como lo hace Albert Recio (1997), entre trabajo y 8 empleo , ya que como este autor dice “trabajo” son las actividades que los seres humanos realizan para obtener bienes y servicios, el “empleo” se refiere a la realización de trabajo mercantil remunerado. De modo que aunque muchos autores hablan de crisis del trabajo en el capitalismo global, no es el trabajo, las actividades en sí que pueden realizar los seres humanos lo que está en crisis, sino más bien el empleo, que significa la relación que se establece entre los seres humanos en una sociedad de cara a obtener bienes y servicios en base a una relación monetaria y mercantil. Muchos autores hablan del fin del trabajo (como por ejemplo Jeremy Rifkin, (1996;23-25)), o de la ineludible llegada de una sociedad donde la cantidad de empleo se ve reducido de tal forma, sobre todo por la aplicación de las nuevas tecnologías a los procesos de producción, que habrá que reorganizar totalmente el mundo de las actividades productivas, y el mundo del ocio para recomponer la sociedad sobre una menor cantidad de empleo disponible. Aunque tesis como la de Rifkin pueden ser acusadas de determinismo tecnológico, nadie parece poner en duda que el proceso abierto por la globalización ha afectado fundamentalmente tanto a la cantidad de trabajo, como a su calidad y al tipo de relaciones laborales de nuestras sociedades. Lo primero que se constata es que si la globalización de la economía es un hecho palpable en la circulación de los flujos financieros a nivel global, en el movimiento global de las “empresasred” que trasladan sus producciones de unos países a otros, a nivel del empleo observamos que este continúa mucho más apegado a lo local9 . Es decir, si el capital es global el empleo es local, exceptuando la existencia de un mercado de trabajo global para una pequeña fracción de la mano de obra, muy cualificada, y directamente relacionada con los aspectos más innovadores de la 8 Recio, A.- La crisis del trabajo, En: Rev. Mientras Tanto, Págs. 21-43 A pesar de que constantemente nos lancen información desde los medios de comunicación de las grandes avalanchas de trabajadores “ilegales” que cruzan Europa, lo cierto es que la generalidad de autores considera que los movimientos migratorios son ahora, en cantidad, menores de los que hubo en Europa en los años sesenta, y no hay que olvidar que la mano de obra mundial está frenada en sus migraciones tanto por los aparatos legislativos como por la xenofobia que se está creando en los países de acogida. 9 nueva economía10, el resto, es decir la abrumadora parte de la fuerza de trabajo está vinculada a lo nacional y a lo local. Aunque no se caiga en el determinismo tecnológico de la obra de Rifkin11, son muchos los autores que coinciden en que se está dando una reducción cuantitativa del empleo, o cuando menos un cambio de estructura ocupacional que va ha hacer innecesarios muchos de los puestos de trabajo que se mantenían hasta ahora. Para Manuel Castells (1999a;280-293) las nuevas tecnologías de la información obligan a la redefinición tanto del empleo como de las características del trabajador en el sistema globalizado. La educación, la posesión de conocimientos y cualificaciones especializadas que cada vez más va demandando la estructura ocupacional, van a resultar de vital importancia, para no quedar excluido del sistema de producción global. El autor insiste en que la relación entre tecnología y empleos no es lineal. La tecnología en sí reduce la cantidad de trabajo necesaria por unidad de producto, pero el que eso tenga que revertir en despidos en las empresas, en reducciones de jornada, en bajada de precios, etc, no es algo que tenga que ver con la tecnología sino con la política y la estructura institucional de las sociedades y su capacidad para controlar o regular los efectos perversos del cambio tecnoeconómico. De todas formas la tendencia que manifiestan la mayoría de los autores es al crecimiento del paro, y a un cambio en la estructura sectorial donde cada vez se dan menos empleos en la agricultura y en la industria, a favor del sector servicios. Más allá de una cuestión coyuntural que podría resolverse reduciéndose reduciendo los costes salariales para llegar al pleno empleo según el enfoque neoliberal, el paro se ha instalado en las sociedades tecnológicas como algo estructural12, y ya no es sólo que se reduzca ampliamente la cantidad de empleo disponible sino que aparecen nuevas formas de empleo muy precarizado, vinculado a muy débiles estatutos salariales y sociales, en los que recaen normalmente los sectores más débiles de la mano de obra como los jóvenes, las mujeres, los inmigrantes o aquellas personas de más baja cualificación. André Gorz (1991;285) habla también de la proliferación, sobre todo en EEUU de toda una serie de nuevos “servicios personales” (tareas domésticas, cuidados privatizados, etc.) que suponen una cierta refeudalización de las condiciones laborales, trabajos en los que en vez de 10 Castells, M.- La era de la Información, Alianza, 1999 .Pág. 261). Rifkin, J.- El fin del trabajo: nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era, Ed. Paidós, Barcelona, 1996 12 Tezanos, J.F.- La sociedad dividida, estructuras de clases y desigualdad en las sociedades tecnológicas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2001. 11 mediar una relación contractual clara y neutra, se vuelve a formas de dependencia y sumisión en el trabajo. Castells no es apocalíptico en cuanto a que desaparezca el empleo asalariado, sino que piensa que el informacionalismo está creando una nueva estructura de empleos, donde aumentan los empleos cualificados y muy especializados vinculados al sector duro de las nuevas tecnologías y al mundo de las finanzas, mientras que se reduce la necesidad de trabajadores poco cualificados que se convierten en fácilmente sustituidles o prescindibles. Pero incluso Castells, que analiza la evolución de la estructura del empleo en términos de mejoría ocupacional, reconoce que se están produciendo preocupantes movimientos de polarización social13. Como dice Ulrich Beck (1999;217) “cada vez hay menos personas que ganan cada vez más y más que ganan cada vez menos”. Según este autor se han producido progresos en los extremos de la escala, el de los altamente cualificados y el de los bajamente cualificado, a costa de la bajada de los puestos de cualificación media. A nivel cualitativo, la flexibilidad que “exige “ la competitividad internacional, hace que los trabajadores tengan que abandonar la seguridad que proporcionaba el modelo de carrera tradicional, de trabajo para toda la vida, que hacía posibles a los individuos las planificaciones vitales en un orden previsible, casarse, comprarse la casa los hijos, etc., con un apreciable grado de control personal 14 . Pero las nuevas formas de trabajo que tienden a hacerse predominantes, están basadas en la precariedad, en la búsqueda de beneficio empresarial a corto plazo a costa de los puestos de trabajo, lo que obliga a los trabajadores a asumir constantemente el riesgo en sus vidas profesionales, teniendo que cambiar de profesión, de lugar de residencia , etc., de una forma que pueden escasamente prever, lo que hace que valores que antes eran fundamentales en el mundo del trabajo como la lealtad, la confianza, etc, tienda ahora, en este nuevo modelo de relaciones laborales, a hacerse más ineficaces, lo que acarrea debilitamientos del vínculo social, y la corrosión del carácter de muchos trabajadores, fruto de todo lo cuál tenemos aumento de problemas psicológicos vinculados al empleo, crisis familiares, etc.15 13 Op.Cit.- pág.294 Aquí nos vamos a centrar fundamentalmente en describir cómo afectan al empleo los cambios que se han producido en las economías de los países de la OCDE, pero procesos similares de desregulación e informalización han tenido lugar en el empleo de los países del Tercer Mundo. Para profundizar sobre ello véase: Grinspun, A.- Choices for the por: lessons from national poverty strategies, Ed. United Nations, New York, 2001. Págs. 55-6. 15 Para un estudio más detenido y profundo de las consecuencias personales y sociales de la nueva flexibilidad laboral, veáse el libro: Sennett, R. La corrosión del carácter, Ed. Anagrama, Barcelona, 1998. 14 Pero si el empleo pierde su papel central como estructurador de sociedad, también sucede que el Estado de Bienestar, enfrentado a este contexto de creciente vulnerabilidad, se encuentra, a su vez en un cierto proceso de retirada, lo que plantea numerosas interrogantes sobre el tipo, calidad y destino que ha de seguir la política de inserción social. muchos son los autores, que desde postulados cercanos al ámbito de la teoría económica de corte neoclásico han sugerido la necesidad de reducir el componente de redistribución del estado del bienestar, en especial los subsidios de desempleo son atacados y criticados en lo que este pensamiento considera una especie de “trampa de la pobreza” “poor Traps”, tal y como consideran autores como Layard , Nickel y Jackman, (1996) . Creemos que es en este contexto de pérdida de centralidad del empleo como modo de integración social, que era propio de la sociedad fordista, de transformaciones en las redes de apoyo de la sociabilidad primaria como la familia, las redes de apoyo vecinal, etc., y de recorte y retirada de protecciones por parte del Estado del Bienestar, donde ha de plantearse la cuestión de la vulnerabilidad social, vulnerabilidad que como dice Castel, es la antesala de la exclusión social. BIBLIOGRAFÍA. Beck, U.- ¿Qué es la globalización: falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Ed. Piados, Barcelona, 1997. Castells, M.- La era de la información. Economía, sociedad y cultura, Vol. 1, La sociedad red, Alianza, Madrid, 1997. Vid. También Vol 2, El poder de la identidad, y Vol. 3, Fin de milenio. Castells, M. - El futuro del Estado del Bienestar en la sociedad informacional , En: Rev. SISTEMA, Vol. nº 131, 1996. (págs. 35-53) Castel, R.- La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1997 Garcés, J.- Los servicios sociales en las comunidades y ciudades autónomas, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000. Gorz, A.- Metamorfosis del trabajo: búsqueda del sentido: crítica de la razón económica, Ed. Sistema, Madrid, 1991. Gorz, A.- Miserias del presente, riqueza de lo posible, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1998. Johnson, N.- El estado del bienestar en transición, la teoría y la práctica del pluralismo de bienestar ,Ed. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1987. Layard, R.- La crisis del paro, Ed. alianza, Madrid, 1996. Rifkin, J.- El fin del trabajo: nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era, Ed. Paidós, Barcelona, 1996 Sarasa, S. y Moreno, L.- El estado del bienestar en la Europa del Sur, Ed. C.S.I.C, Madrid, 1995. Sennett, R. La corrosión del carácter, Ed. Anagrama, Barcelona, 1998. Tezanos, J.F.- Tendencias en desigualdad y exclusión social, Tercer Foro sobre tendencias sociales, Ed. Sistema, Madrid, 1999. Tezanos, J.F.- La sociedad dividida, estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tecnológicas, Ed. Biblioteca Nueva , Madrid, 2001. Torres López, J.- Desigualdad y crisis económica: el reparto de la tarta, Ed. Sistema, Madrid, 2000.