La industria editorial mexicana en la era digital

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Economía Política de la Comunicación
La industria editorial mexicana (sector libros) en la era digital. Un enfoque de estudio
desde la Economía Política de la Comunicación
Fernando Cruz Quintana
Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales
[email protected]
Resumen
El artículo plantea la necesidad de estudios que, desde la Comunicación, y con un
enfoque de Economía Política, aborden temas sobre concernientes a la industria editorial
mexicana. Específicamente, esta ponencia tratará sólo al sector libros (no al de revistas)
y a partir de la consideración del papel que la Era Digital está jugando dentro de la
constitución de la industria misma.
La investigación que se muestra se encuentra en un periodo formativo y exploratorio
y por tanto constituye un primer acercamiento proyectivo de una investigación doctoral.
Palabras clave: Industria editorial, Era digital, Industrias culturales.
Abstract
The present paper suggests the need for studies that, from the Communication, and
with a Political Economy aproach, adress issues concerning the mexican book publishing
industry. Specifically, this paper will treat only the book sector (not the magazines one),
and from the consideration of the role that the Digital Age is playing inside the constitution of the industry itself.
The research sample is in a formative and exploratory period and therefore constitutes a first projective approach of a doctoral research.
Key words: Book industry, Digital Age, Cultural industries.
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Economía Política de la Comunicación
La industria editorial mexicana (sector libros) en la era digital. Un enfoque de estudio
desde la Economía Política de la Comunicación
Fernando Cruz Quintana
Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales
[email protected]
Introducción: industrias culturales
En el horizonte del nuevo milenio (en el año 2014) resultaría redundante y acaso ocioso regresar a una profunda y extensa reflexión
y análisis en torno a los orígenes del concepto —en singular— de industria cultural que propusieran Adorno y Horkheimer en su
Dialéctica de la Ilustración (1949), sin que por esto se entienda que la aportación de estos teóricos alemanes haya sido de poca o escasa
relevancia en el entendimiento de lo que constituye la cultura y cómo ésta se masifica para ser comercializada.
Enrique Bustamante (2009) rastrea el tránsito que llevó al término “industria cultural” a pluralizarse y diversificarse en distintos
rubros de especialización. El académico español aclara que este concepto se ha nutrido de distintos campos provenientes de diferentes
ámbitos, pero en donde destacan, en principio, las aportaciones francesas de Huet, Lefebre, Miège y otros (1978), que analizaron el funcionamiento económico del disco, el cine, la edición de libros, la prensa la radio y la televisión; así como de la sociología de Pierre Bourdieu
que habla de clasificar los estudios a partir de “campos” precisos de acción. Bustamante también reconoce que el término “medio de
comunicación” integraba a la prensa, radio, televisión y el libro mismo —lo que resulta de gran relevancia para esta investigación— en
el pensamiento y obra de Raymond Williams.
Confirmando y complementando la revisión de Bustamante, los autores Carrasco y Saperas (2011) añaden que el reconocimiento
de las “industrias culturales” no sólo se dio en el ámbito académico, sino que hubo desde los años 70 hubo un esfuerzo institucional por
parte de la UNESCO y el Consejo de Europa para poder comprender la “nueva realidad cultural” de aquellos años. Para estos autores, la
realización, en 1970 de la Conferencia internacional sobre los Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas
Culturales inaugura la preocupación institucional “por aunar y coordinar internacionalmente estos esfuerzos por comprender esta nueva
forma de cultura” (2011: 148). De ese entonces a la fecha, este organismo internacional ha incorporado a las industrias culturales dentro
de su agenda central.
Finalmente, léase la aportación del autor inglés David Hesmondhalgh, quien coincide en la relevancia de la década de los 70 y 80
como un punto clave en el desarrollo de las industrias culturales y su estudio.
Casi todos los autores aceptan que las industrias culturales han experimentado una notable transformación desde los inicios de la
década de 1980. (…) Las industrias culturales se han acercado al centro de la actividad económica en muchos países a través del mundo.
Las compañías de industrias culturales ya no pueden ser vistas como secundarias a la ‘verdadera’ economía donde los productos durables, no
perecederos, son manufacturados. Algunas de estas compañías son hoy en día grandes negocios y se encuentran entre loas más discutidas y
debatidas corporaciones del planeta. (Hesmondhalgh, 2007: 1)1
El autor inglés también realiza un repaso histórico de cómo se ha modificado el entendimiento de lo que constituyen las industrias
culturales. A diferencia de los autores antes mencionados, Hesmondhalgh hace mucho énfasis en las productos que estas industrias
1 Nearly all commentators accept that the cultural industries have undergone remarkable transformation since the early 1980s. (…) The cultural industries have moved
closer to the centre of economic action in many countries and across much of the world. Cultural industry companies can no longer be seen as secondary to the ‘real’ economy
where durable, ‘useful’ goods are manufactured. Some of these companies are now vast global businesses and are among the most discussed and debated corporations on the
planet. [La traducción es mía.]
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Economía Política de la Comunicación
ofrecen, y a los que habría que entender como ‘textos’ que influyen en nuestra comprensión del mundo (Ibíd.: 3-6). La reflexión no es
banal y reivindica la importancia de por qué estudiar este tipo de cuestiones desde la Comunicación. El contenido simbólico inherente
en este tipo de bienes en ocasiones es olvidado por la EPCC y juega un papel central en la composición de las sociedades modernas, que
no debe ser pasado por alto.
Industrias culturales en México
El tema de las industrias culturales tiene ya más de treinta años de estudio por parte de la academia mexicana; pese a ello, dos
situaciones mantienen vigente el interés y la pertinencia de las investigaciones de este tipo:
1. El constante desarrollo de las tecnologías digitales de información, que a su vez ha derivado en la invariable modificación de las formas de producción y comercialización de productos culturales.
2. El retraso (en comparación con otros países del mundo) en el acceso, pero sobre todo en el uso de las mismas por parte de muchos sectores de la población nacional.
Caracterizadas por las dos situaciones anteriores, las industrias culturales —algunas más que otras— se convierten en objetos de
investigación cambiantes que necesitan de un constante análisis que detalle los procesos estructurales e históricos que las conforman.
Las investigaciones que se interesan en estas cuestiones no sólo se vuelven interesantes como explicaciones de la transformación de los
procesos estructuradores: revelan, en segunda instancia, el principio de modificaciones sociales y culturales de fondo, que se constatan
en los modos de consumo de los productos culturales digitales.
Con abundancia de investigaciones —desde la Comunicación— de las industrias del sector audiovisual y de telecomunicaciones,
el análisis de otro tipo de sectores como el editorial han quedado relegados a otras disciplinas y propósitos como son las humanidades,
que tratan el aspecto de la literatura como expresión y contenido del hombre; o la Comunicación visual, que se ha preocupado por el
tema del diseño y la imagen en los libros. En este sentido, es necesario reivindicar desde el abordaje crítico y de industrias culturales que
propone la Economía Política de la Comunicación y la Cultura (EPCC) a las investigaciones que detallen la complejidad estructural y de
procesos de la industria editorial mexicana.
Ejemplos destacados de las investigaciones de EPCC (que no abordan el tema de la industria editorial) son: Desarrollo de las
industrias audiovisuales en México y Canadá (Delia Crovi, coord., 1995), Televisión sin fronteras (Florence Toussaint, 1998) Medios de
comunicación y libre comercio en México (María de la Luz Casas, 2000), “Globalización y convergencia: retos para las industrias culturales
latinoamericanas” (Enrique Sánchez Ruiz, 2000), El cine mexicano. De lo global a lo local (Lucila Hinojosa, 2003), El impacto del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en la industria audiovisual mexicana (1994-2002) (Rodrigo Gómez García, 2007).2
La ausencia de aproximaciones a la industria editorial no es absoluta: en 2008, la editorial Siglo XXI y la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (Flacso), sede México, coeditaron el texto Las industrias culturales y el desarrollo de México, el cual fue escrito por
los investigadores Néstor García Canclini y Ernesto Piedras Feria. La obra representa una aproximación multidisciplinar al tema de las
industrias culturales y dedica un apartado a revisar cómo se ha servido la industria editorial
El artículo “La industria del libro” (2011) que el maestro Jorge Bravo escribió para la revista Zócalo es quizá la investigación
más completa que, en años recientes y con el enfoque de análisis de la EPCC, se haya escrito sobre la industria editorial mexicana. El
texto mencionado se entregó en dos partes, la primera que trata el tema editorial en Iberoamérica y la segunda del caso mexicano en
específico. Éste último abunda en referir a estudiosos del tema como los mencionados Ernesto Piedras Feria y Néstor García Canclini;
a voces de la propia industria, como el ex presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) José Ángel
Quintanilla; y a datos estadísticos de la producción y comercialización anual de la industria editorial nacional en la década pasada.3 La
integración de los elementos anteriores construye un gran ejercicio descriptivo de la industria, que se complementa con un análisis de
elementos coyunturales de incidencia directa en el tema, como son los hábitos de lectura en México, el tema de la piratería y el ejercicio
2
3
Se anotó sólo un texto por autor, con la decisión de elegir aquel que ha sido más usado o que mejor conoce el autor de este proyecto.
Como el mismo autor refiere, dichas cifras son tomadas de la propia Caniem.
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Economía Política de la Comunicación
del Estado como un editor más de libros. El artículo menciona de manera muy breve el aspecto digital y su incidencia en la producción
y comercialización de libros.
En una revisión comparativa entre las industrias del cine, la música y el libro en México, Rodrigo Gómez García concluye en distinguir
que “(…) en la industria editorial tiene una participación sustantiva el sector público mediante la inversión directa, los subsidios y las
leyes que estimulan la edición de libros.” (Gómez García, 2011:147) Estas características no es algo más que una simple distinción, a éstas
agréguesele que la más del 50 por ciento de la facturación total de las editoriales nacionales, provienen de la venta a gobierno (Caniem
2012 y 2013).
Paralelamente a las investigaciones nacionales sobre la industria editorial, se reconoce la existencia de investigaciones que, aunque
no nacionales, han abordado la cuestión de la industria editorial desde el horizonte de la era digital y de convergencia. En este sentido
obsérvese la labor del doctor Enrique Bustamante, quien coordinó el texto Hacia un nuevo sistema mundial de comunicación. Las
industrias culturales en la era digital (2003). En dicha obra se realiza un balance general y particular (libros, música, cine, prensa, radio,
televisión, videojuegos) sobre los cambios que se suscitaban y suscitarían en las diferentes industrias culturales, se habla también del
caso particular de España y la comunidad europea, la influencia cultural estadounidense en todo el orbe y finalmente se hace un balance
general que busca integrar todo dentro de un sistema mundial de comunicación.
En el mismo texto mencionado se encuentra el capítulo “Libro y entorno digital: un encuentro de futuro” de la doctora en Ciencias de
la Información por la Universidad Complutense de Madrid, Gloria Gómez Escalonilla. En este capítulo se hace un muy completo análisis
sobre la actualidad —de aquel entonces— y el futuro inmediato del libro digital, en donde se vislumbraba a la problemática de acceso
a internet y al reto de cobertura tecnológica como los factores fundamentales para que el libro digital tuviera años prósperos. Además
se hace una breve comparativa de las industrias editoriales española y latinoamericanas, y las características tan disímiles que existen
entre ellas.
Los textos aquí mencionados son sólo algunos de los que directamente se relacionen con los intereses de esta investigación, sin
embargo existen algunos otros con cifras, anécdotas, reflexiones o análisis de las distintas industrias del libro en todo el mundo (Cope, y
Angus, 2006) (Darnton, 2009), que servirán para esta investigación.
La Industria Editorial Mexicana (sector libros)
Durante el siglo XX se formaron y consolidaron en México las principales empresas privadas y estatales de libro que hoy en día
conocemos: el Fondo de Cultura Económica (1934), Grijalbo (1939), Ediciones Era (1960) y Siglo XXI (1966), por mencionar sólo algunas
de ellas. Gracias a editoriales nacionales como éstas, las letras mexicanas, latinoamericanas y también españolas han tenido un medio
fundamental de expresión en donde perpetuar el idioma español. La conformación de cada una de estas editoriales representa un caso
específico de análisis, pero los intereses de las mismas están representados y defendidos por medio de la Caniem, que fuera fundada con
tal propósito en 1964.
Desde su creación hasta la fecha, las empresas editoriales mexicanas han sufrido cambios estructurales surgidos de situaciones
particulares que las modifican, como es el caso de Grijalvo, que fuera adquirida por el grupo Random House —por mencionar un caso
concreto de muchos posibles—, o cuestiones generales como la “Ley para el Fomento a la lectura y el Libro en México”, que inciden
en el desempeño de la industria en general. Con lo anterior se quiere manifestar la importancia de construir al objeto de estudio con
miradas generales que puedan matizarse con apuntes específicos. Recuérdese el énfasis de Gómez García en distinguir la participación
y protección pública a esta industria.
El tema de la digitalización y el de la era de la convergencia, han supuesto, suponen y supondrán una modificación importante en la
industria editorial —y en cualquier industria cultural— que, vista desde una óptica de ciencias sociales, convierte a estas industrias en
un fenómeno interesante y pertinente de análisis. El planteamiento de la problemática de estudio de las industrias culturales con esta
característica de digitalización se realiza a partir de segmentar las fases de trabajo en producción, distribución y consumo de bienes. Para
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Economía Política de la Comunicación
esta ponencia, a la distribución y al consumo se les incluirá dentro de una sola fase referida como comercialización.
Empezando por la situación de la producción de libros en México, se debe de reconocer que hoy en día, tal y como sucede en el resto
del mundo, sigue predominando la producción física por encima de la digital. Obsérvense las siguientes tablas, elaboradas con cifras
de la propia Caniem,4 en donde se compara los dos formatos de libros y se precisa sobre el porcentaje de producción de novedades y de
reediciones por cada formato
Producción total de libros físicos y digitales5
Producción total de libros físicos Producción de libros digitales
26,836 Títulos
1,709 Títulos
Fuente: Caniem (2012). Indicadores del sector editorial privado en México 2011.
Producción de libros físicos por novedades y reediciones
Producción total de libros físicos
Títulos
26,836
Porcentaje
100%
Novedades
7,815
29.12 %
Reediciones
19,021
70.87 %
Fuente: Caniem (2012). Indicadores del sector editorial privado en México 2011.
Producción de libros digitales por novedades y reediciones
Producción total de libros
digitales
Títulos
1,709
Porcentaje
100%
Novedades digitales
Reediciones digitales
991
58 %
718
42 %
Fuente: Caniem (2012). Indicadores del sector editorial privado en México 2011.
Además de advertir la notable distancia de producción entre formatos (tan sólo el 6.36 por ciento de la totalidad de libros físicos fue
producida en formato digital), es interesante notar que las reediciones, en el caso de los libros físicos, representan el número mayor de
la producción; pero esta situación se invierte cuando se analiza desde el tema digital.
La producción de libros físicos es radicalmente distinta: ante la ausencia del papel, la virtualidad de la pantalla ofrece algunas
ventajas como son la anulación del espacio de almacenaje (adiós bodegas de libros) y el ahorro significativo en la reproducción de tirajes
masivos. La maestra Alejandra Montemayor6 refiere que una tarea actual de las empresas editoriales es la reformulación de los contratos
con los autores para que éstos permitan la reproducción y venta de sus obras en formatos físico y digitales; quizá por esto el índice de
reediciones digitales sea menor en porcentaje al de los libros tradicionales.
Otro aspecto importante para tomar en consideración es el de las nuevas posibilidades de creación que ofrecen los libros multimedia
y otros formatos como las aplicaciones para tabletas y teléfonos inteligentes, tal y como sucedió con la creación de las aplicaciones de
los poemas “Blanco” y “Muerte sin fin” ya mencionadas. Desde una perspectiva integradora, la palabra escrita se puede servir ahora de
4
Indicadores del sector editorial privado en México 2011, Caniem/Conaculta, Ciudad de México, Noviembre 2012. La Cámara Nacional de la Industria Editorial
aclara que por libros digitales entiende a formatos a los que se puede acceder por medio de “computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes, iPad, lector electrónico u otros
similares”.
5
No se pueden sumar las cantidades de ambas categorías puesto que se habla de títulos y no de ejemplares vendidos. No existe, o al menos no lo aclara así la
propia Caniem, un título que haya sido realizado exclusivamente como parte de la producción digital y no existiera en físico; todos los que fueron traducidos al lenguaje binario
para su venta, aparecieron también en el formato tradicional editorial.
6
Alejandra Montemayor trabaja en Océano de México desde noviembre de 2012, ella, quien cuenta con una maestría en Cultura Digital por la Universidad de
Sydney, fue contratada de manera expresa por la editorial, para coordinar los replanteamientos de contrato para obras digitales y las ventas en este tipo de formato, con las
empresas que ofrecen esta posibilidad. Sus palabras y comentarios reproducidos en este proyecto fueron producto de una entrevista que le realicé el 19 de Febrero de 2013.
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Economía Política de la Comunicación
recursos multimedia que potencian su expresión; sin embargo, la mirada más apocalíptica sugiere que estos nuevos productos son algo
distinto a lo literario.
Pasando al tema de la comercialización se deben advertir dos situaciones que condicionan la posibilidad de venta de productos
literarios digitales: 1) el acceso y el uso de las tecnologías de información y comunicación en la sociedad y 2) la poca cultura de compra a
través de internet que existe en México.7 Aunque temas ajenos a la materia editorial, ambos representan las limitantes que han frenado
el crecimiento de esta nueva posibilidad de venta de libros.
Semejante a lo que estudié en mi tesis de maestría cuando analizaba la manera en la que hoy en día se distribuyen algunas películas
digitales a los cines, las empresas de libros también ahorrarán una gran cantidad de recursos en el envío virtual de sus ejemplares para
descarga. Para Alejandra Montemayor, el reto actual que enfrentan algunas empresas es el de “elaborar los formatos de los productos
de acuerdo a como cada cliente lo determina”; ella hizo hincapié en la diferencia de formatos de archivos digitales8 que existen para los
portales de descarga de Amazon, Itunes o la librería Gandhi.
Con lo anterior queda claro qua la red ofrece ya no sólo la posibilidad de ser un espacio promocional, sino que es ahora una plataforma más de venta (Gómez Escamilla, 2003: 43-45) que expande los mercados hacia afuera de la propia nación: si yo quiero comprar
un libro peruano que no pude conseguir en México, puedo acceder a páginas como la estadounidense Amazon o la chilena Buscalibre
y pedir que me sea enviado hasta mi hogar, y si es posible para que sea “descargado” de manera digital. A este punto se le ha prestado
poca importancia en nuestra nación: Sanborns —con venta de distintos tipos de productos, pero con una destacada participación en la
venta de libros —, por ejemplo, aún no cuenta con una plataforma de descarga de contenidos digitales, pero ya han anunciado que será
lanzada este 2013. Gandhi y El Sótano, las dos principales librerías a nivel nacional, ya cuentan con este tipo de espacios, aunque el de la
segunda empresa aún pareciera tener un gran descuido, al menos en cuanto a la forma y presentación se refiere.
Finalmente, las dos últimas cuestiones a considerar son el tema de la piratería y el del Estado-editor. Sobre el primer tema hay que
advertir lo siguiente: “El centro Mexicano de Protección y Fomento de los derechos de Autor (Cempro) estima que dos de cada diez libros
son de origen ilegal y cuatro de cada diez libros son fotocopiados.” (Bravo Torres, 2011) La explicación anterior no considera al aspecto
digital, pero que habla de una realidad que ha aquejado a la industria editorial de manera histórica. La reproducción digital es quizá uno
de los temores que más aquejan a los editores, puesto que sabemos la facilidad con la que se puede reproducir un disco o un contenido
de nuestro ordenador; reconozco que el tema de cómo se protegen las copias de libros digitales es fundamental para la comprensión de
la comercialización de estos productos.
Voces encontradas hablan de la participación del Estado-editor como parte de la industria: difícilmente se puede hablar en contra
de la producción de los libros de texto gratuito, que instaurara Jaime Torres Bodet en 1959 como un derecho social para los estudiantes
de formación básica; el problema se genera cuando se observa que es el Estado el principal comprador de libros a las empresas privadas,9
pero que las condiciones que en se realiza este negocio son distintas a las de venta a particulares.
Metodología
En tanto esta ponencia se presenta a la par del inicio de una investigación doctoral, es necesario aclarar los lineamientos generales que
demarcarán el curso del trabajo.
Se realizará un análisis histórico-estructural del proceso de transformación de la industria editorial mexicana a partir de la digitalización de su producción y comercialización de sus bienes culturales, retomaré la metodología de análisis histórico-estructural propuesta
7
La Caniem no tiene cifras de ventas por internet, pese a ello, se sugiere esta característica coincidiendo con Lázaro Cruz Salinas, director comercial de Océano
de México, quien sólo argumenta lo anterior ante la posibilidad de ofrecer ese dato de su empresa. A Lázaro Cruz también tuve oportunidad de entrevistarlo cuando estuve en
editorial Océano.
8 Aunque Alejandra Montemayor no especificó el nombre y las características de estos formatos, adviértase que existen muchos de ellos, que podrían agruparse
bajo dos grandes categorías: los genéricos, que son adaptables más de un dispositivo digital; y los nativos, que son propios de cada empresa y sus dispositivos digitales de
lectura, y justamente hacen la diferencia de la que habla la entrevistada.
9
Libros que sirven para bibliotecas y los diversos programas de promoción y fomento a la lectura, entre otros usos.
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Economía Política de la Comunicación
por Enrique Sánchez Ruiz (1991). Los dos preceptos a partir de los cuales se articula dicha metodología son:
Establecer una biografía (descripción histórica) de la empresa de comunicación o industria cultural que se analiza. La concepción de
la realidad histórica: existencia de un pasado, presente y futuro.
Explicar las vinculaciones e interacciones sociales que se dan entre los actores o agentes de trabajo de un medio de comunicación o
industria cultural, a partir de los cuales se genera una estructura compleja. (Sánchez Ruiz, 1991; 12)
Con estos dos puntos guía estructuraré mi trabajo, el cuál consistirá, en primera instancia, en hacer una biografía detallada de la
industria editorial. Para lo que utilizaré la técnica de entrevista con distintos actores de trabajo de la producción y comercialización de
bienes editoriales digitales. No sólo a ellos, sino también a los integrantes de la Caniem, con quien he comenzado a establecer vínculos
de trabajo que me permitan estar al tanto de sus informes y estadísticas sobre la industria.
La biografía que realizaré necesitará de un fuerte sustento estadístico, por lo que es imprescindible una aproximación cuantitativa
a través de la estadística y las medidas de tendencia central, con la aplicación de estas técnicas se pretende dar un argumento objetivo
de la situación que año con año presenta la industria. Aunque la Caniem publica ejercicios de este tipo, creo que son necesarias más
categorías y mayor precisión en la información que publican: por ejemplo, cabe hacer una distinción entre libro electrónico, aplicaciones
para tabletas y teléfonos inteligentes y textos en formato PDF; también en la clasificación temática se puede hacer una distinción más
precisa que la que ellos tienen actualmente.
No sólo son útiles las estadísticas de la industria, también recurriré a aquellas que hablan del uso y el acceso de los mexicanos a
las tecnologías de información y comunicación, tal y como apuntan Sánchez Ruiz y Gómez García: “[…] debemos incluir, como variable
clave de observación, las condiciones de acceso a los ciudadanos a los distintos sistemas comunicativos y, sobre todo, las alternativas que
se plantean ante la posible exclusión, la desconexión y la desigualdad” (2009: 57) Las estadísticas que el Instituto Nacional de Estadística
y Geografía realiza anualmente en este tenor, serán fundamentales.
La investigación documental que pretendo llevar a cabo tiene ya un corpus al cuál puedo acceder y son los textos que menciono en
el apartado de fuentes al final de este documento y las conferencias en video de los dos Simposios Internacionales de Libro Electrónico
que se llevaron a cabo en los meses de septiembre.
Finalmente, para poder desarrollar el segundo punto de la metodología de Sánchez Ruiz, necesito vincular las actividades de los
distintos componentes de la industria como integradoras de toda una estructura. La realización exitosa de esta labor depende de la
realización de un cronograma de actividades que permita destinar tiempo sí a la investigación de campo, pero también tiempo a la
reflexión, análisis y redacción del trabajo escrito.
Conclusiones
Una justificación de la importancia de fortalecer y ampliar los estudios sobre la cultura se elabora con un argumento que Néstor
García Canclini y Ernesto Piedras Feria sostienen hacia el final de su libro Las industrias culturales y el Desarrollo de México (2008): el
crecimiento y desarrollo económico del país basado en el negocio de la cultura, es una situación que poco se ha discutido y practicado
en el escenario político mexicano. Y a esta propuesta de progreso a partir de la vertiente cultural, hay que enmarcarla dentro de la
llamada era de la convergencia, que constituye “[un] proceso dinámico, continuo, cuyos efectos trascienden a las empresas de medios y
tecnología, provocando cambios en la economía y en la sociedad, convirtiendo a las comunicaciones electrónicas en un factor clave para
el fortalecimiento de la competitividad y el desarrollo económico de México y América Latina en su conjunto.” (Piedras Feria, 2008: 68).
Pero no sólo existe una motivación mercantil en un estudio de esta índole: tal situación relegaría al objeto de estudio a la ciencia
económica; son, como se dijo casi al principio de este texto, los impactos industriales, sociales y culturales que generan las nuevas
tecnologías de la comunicación los puntos de llegada y los verdaderos motivos del abordaje de este objeto de estudio desde la Comunicación.
El idioma español, materia prima del sector editorial, es la principal característica que distingue a la industria de los libros del
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Economía Política de la Comunicación
resto de las industrias culturales y que la ha protegido de un desplazamiento a favor de los contenidos de otras naciones, como podría
argumentarse de la gran hegemonía de Hollywood en las industrias de cine de todo el mundo. Pese a lo anterior, sí existe una notable
dependencia de América Latina con respecto de la producción librera de España (Alatriste Batalla, 1999), pero sin que esta anule la
existencia de grandes empresas nacionales que destacan dentro y fuera del país como productoras y/o distribuidoras de libros (Gómez
Escamilla, 2003: 39), y de las que es interesante hacer una labor descriptiva y explicativa desde el horizonte de la era digital.
Dentro de las modificaciones derivadas de lo digital, el sector de la producción se vuelve particularmente interesante, puesto que
potencia los alcances de contenido que puede tener un libro. Por mencionar dos casos de lo anterior, durante el 2012 Conaculta creó dos
aplicaciones descargables para tabletas: una sobre el poema “Blanco” de Octavio Paz y una segunda sobre el poema “Muerte sin fin” de
José Gorostiza; el primero ofrece una nueva experiencia de recepción y el segundo abunda en mostrar opiniones reflexivas de la obra,
así como también la experimentación de la lectura del poema a través de la voz de distintas personalidades. Situaciones como ésta son
también competencia de una investigación de la industria editorial, puesto que son casos hitos en donde la literatura potencializa la
manera en cómo tradicionalmente se ha expresado.
Finalmente, el estudio de la industria editorial nacional pudiera generar como consecuencia de la comprensión compleja de su
estructura, la creación de políticas culturales que buscaran fomentar la lectura (¿ciberlectura?) a través de propuestas que consideren el
aspecto digital como tema central e ineludible en los programas culturales venideros.
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