1 La eudaimonia en Aristóteles El bien supremo y la felicidad

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La eudaimonia en Aristóteles
El bien supremo y la felicidad
Aristóteles afirma que todos los seres racionales actuamos siguiendo un fin; si hacemos algo,
como es estudiar, trabajar, acudir al cine, es porque buscamos algo. La finalidad da sentido a
nuestras acciones y a nuestra vida. Si estudiamos la preparatoria, por ejemplo, es quizá porque
queremos después ir a la Universidad; si trabajamos es porque ello nos permitirá tener dinero y
los bienes necesarios para vivir; si vamos al cine es porque queremos distraernos. Y así con cada
una de nuestras acciones cotidianas, las realizamos siguiendo una finalidad.
Más allá de este razonamiento, el filósofo griego se pregunta si habrá un fin en nuestra
vida que queramos por sí mismo y no en virtud de algo más. Estudiamos, trabajamos, vamos al
cine porque nos permite alcanzar otra cosa, pero ¿no habrá un bien que busquemos por sí mismo?
Ese bien supremo, dará sentido y coherencia a todas nuestras acciones
Aristóteles afirma que los seres humanos actuamos buscando en todo momento la
felicidad; el bien supremo, al cual aspira todo ser racional es pues la felicidad. Esto tiene sentido
pues si preguntamos a alguien para qué realiza una acción como ir al médico, probablemente nos
contestará que lo hace para estar sano. En cambio, si preguntamos a una persona para qué quiere
ser feliz, la pregunta no es muy razonable, pues nadie es feliz para conseguir otra cosa, sino que la
felicidad es un fin en sí mismo, es lo que se quiere alcanzar con nuestras acciones.
Si lo que dice Aristóteles es verdad, entonces ¿cómo se explica que haya personas que
no buscan la felicidad, sino que persiguen, por ejemplo, su autodestrucción? Pensemos en el
ejemplo de un drogadicto cuyo vicio lo ha llevado, por ejemplo, a perder su trabajo, a alejarse de
su familia e incluso a sentirse mal consigo mismo, pero aun así lo que él desea es seguir
consumiendo droga. ¿Qué diría Aristóteles? ¿Esta persona también busca la felicidad? ¿Será
verdad que efectivamente todos seres racionales buscamos la felicidad?
Aristóteles diría que el drogadicto no actúa racionalmente; los seres humanos en tanto
somos racionales, buscamos la felicidad, pero puede haber casos en que no actuemos
racionalmente y por lo tanto nos alejemos de ella. Además, según Aristóteles, el vicioso no elige
una vida desordenada para que ésta lo pueda dañar física o moralmente. El drogadicto no es tonto
ni pretende su destrucción. El vicioso elige el estilo de vida que lleva porque le parece bueno.
No todo lo que vemos como pequeño es tal; ahí está la Luna, que a simple vista parece
caber en la palma de la mano. Análogamente un placer inmediato nos parece más intenso que un
placer futuro. El drogadicto reflexiona equivocadamente cuando considera que el placer de
consumir droga es preferible al placer de tener tranquilidad interna o conservar su familia. Si el
vicioso tuviera que elegir entre a) consumir droga o b) no perder a su familia, ni su trabajo ni su
tranquilidad interna, seguramente elegiría la segunda opción. Dice Aristóteles que si sólo
pensamos en el placer inmediato, el dolor puede estropearnos la vida. Para ir más allá de la
inmediatez del placer hemos de representar nuestra existencia a lo largo de una línea temporal,
con ello podremos distinguir entre una felicidad real y una felicidad aparente. Con ello, también,
estaremos actuando racionalmente y buscando la felicidad verdadera.
Pero, ¿no será que el adicto tiene su propia idea de felicidad por eso actúa así? ¿La
concepción de felicidad es la misma para todas las personas? ¿Si hubiera una gran cantidad de
concepciones de la felicidad cómo distinguir, entonces, entre la felicidad verdadera y la felicidad
aparente?
Aristóteles escribió su ética en el siglo IV a.C. en Grecia. Su concepción de felicidad no es
la misma que tenemos nosotros. De hecho, la palabra que utiliza el filósofo para referirse a la
felicidad es eudaimonia. A diferencia de nuestra idea imperante de felicidad, para Aristóteles ésta
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no es sólo un estado de ánimo, sino que es a la vez y principalmente una actividad. No es por
ende, un estado pasivo, ni la posesión de un objeto, ni la estancia en un lugar. La felicidad no viene
a la persona desde fuera, sino que es una acción que la realiza él mismo.
Por otra parte, la eudaimonia no es una acción que realizamos una o dos veces y luego la
dejamos de lado, sino que es algo que acompaña a nuestras acciones a lo largo de nuestra vida; es
un hábito y un modo de vivir. Por eso la palabra eudaimonia también puede traducirse como bien
vivir.
Ahora bien, cuando decimos que la felicidad es el bien supremo al cual aspiramos como
seres racionales no significa que sea algo que encontremos al final de nuestra vida. Pensemos en
un ejemplo. Alguien que trabaja mucho, para que, tras su jubilación, pueda tener una casa y varios
bienes necesarios para vivir, además de algunos lujos y comodidades podría decirnos que él
trabaja y ahorra para ser feliz cuando sea un jubilado. Aristóteles diría que no es ésta la felicidad a
la que se refiere, sino que la eudaimonia es un modo de vivir diariamente de modo tal que la
felicidad vaya junto con nuestra acción de vivir. El bien supremo del que hemos venido hablando,
no es la cereza del pastel o la coronación de un proceso, el fin final puede alcanzarse, de alguna
manera, en cada momento.
La felicidad y la virtud
Pero ¿qué es la felicidad para el filósofo griego? ¿Toda concepción de felicidad es válida? Para
Aristóteles no toda felicidad es verdadera. Ya adelantábamos a decir que ésta consiste en una
actividad y un hábito, un modo de vivir. Pero, además, es una acción racional, es un bien vivir
racional, por eso el drogadicto que cree conseguir la felicidad consumiendo droga, sólo está frente
a una felicidad aparente.
Para Aristóteles, en suma, la felicidad consiste en el ejercicio de la virtud; es un modo de
vivir de acuerdo a la virtud. Otro modo de decirlo, la felicidad consiste en actuar del modo más
certero en cada situación que se nos presenta. Ahora bien, si el adicto, después de un juramento,
deja de consumir droga durante un mes y después regresa a ella, no por eso es virtuoso. La virtud
no es actuar una o dos veces del modo más correcto, sino es un hábito del carácter, es una acción
repetida de modo constante a lo largo del tiempo.
Considera Aristóteles que la virtud es el hábito por el cual el ser humano se hace bueno y
ejerce la función que le es propia. Para ello es importante saber qué distingue al ser humano de
los demás seres de la naturaleza. Él identifica en el alma humana tres partes fundamentales: 1)
una parte responsable de las funciones comunes a todos los seres vivos, como son la nutrición, el
crecimiento y la reproducción. 2) Otra parte, sensitiva y apetitiva, responsable de los deseos, las
pasiones, las emociones y los sentimientos y que sólo tienen los animales, incluyendo al animal
humano. 3) Una última parte, la pensante que sólo tienen los seres humanos. La parte sensitiva y
apetitiva del humano está más o menos influida por la parte pensante, y de esa interferencia
surgen los problemas morales, que no se plantean los demás animales, incapaces de pensar. Por
eso, los animales al matar a su presa no cometen actos inmorales, pues ellos no controlan sus
deseos; solo el ser humano tiene esa posibilidad, de allí que él sea el único que pueda hacer algo
bueno o malo.
Si la función propia del ser humano es la razón, entonces la virtud consiste básicamente
en el control de la parte sensitiva y apetitiva del alma por medio de la razón. Si alguien controla
sus deseos, sus pasiones, sus sentimientos y sus emociones, entonces es una persona virtuosa y,
en esa medida, es alguien que ha alcanzado la felicidad, de acuerdo a Aristóteles. Por ello no toda
idea de la felicidad es válida, sino sólo la que consiste en una actividad racional repetida a lo largo
del tiempo.
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La virtud y el justo medio
Pero, ¿cómo controlar los deseos, las pasiones, los sentimientos y las emociones por medio de la
razón? ¿Cómo ser virtuoso? Dice Aristóteles que ser virtuoso consiste en decidir bien en cada
circunstancia de modo tal que acertemos al justo medio entre dos extremos, uno por defecto y
otro por exceso. Si en una situación nos enfocamos en los extremos, entonces seremos viciosos,
sea por defecto o por exceso; en cambio, si damos en el justo medio seremos virtuosos. Pensemos
en un ejemplo, una chica regularmente tiene mucha ansiedad y, para sentirse mejor, come
impulsivamente. Ella ha acudido a un psicólogo y comienza a controlar sus impulsos. Desea ser
virtuosa, su finalidad es acertar en el justo medio. Ahora bien, si se deja llevar por sus impulsos y
consume una gran cantidad de comida, sin lugar a duda será viciosa, de acuerdo a Aristóteles. Lo
interesante es que si frente al deseo de comer ella decide abstenerse de los alimentos, por
ejemplo, por más de 12 horas, también será viciosa de acuerdo a Aristóteles. Esto es porque en el
primer caso es viciosa por exceso y en el segundo por defecto, por reprimir su deseo de comer
ante el miedo a sobrepasarse. El justo medio consistirá, en cambio, no en reprimir el impulso de
comer, sino en controlarlo y consumir alimento en las horas y las medidas adecuadas. Sólo en este
último caso la chica será virtuosa, pues ha logrado controlar sus deseos por medio de la razón.
Claro que para ser virtuosa necesita controlar sus impulsos no una, ni dos veces, sino a lo largo del
tiempo. Aristóteles agregaría que el ejercicio de la virtud la conducirá a la felicidad.
Ser virtuoso consiste, entonces, en desarrollar nuestra capacidad racional controlando,
pero no reprimiendo, nuestros deseos, sentimientos, emociones y pasiones. Del mismo modo que
el buen arquero acertará en el blanco sus flechas, el virtuoso encontrará el justo medio entre dos
vicios, uno por exceso y otro por defecto. Pero no es que haya una regla general, objetiva, que se
deba aplicar en todos los casos, sino que el justo medio cambiará según las circunstancias. No se
trata, pues, de buscar el punto medio que conviene a todos, sino el que es más razonable a cada
uno y ello no se logra sino con la experiencia. Así como el arquero necesita práctica para acertar
en el blanco, el virtuoso requiere de la experiencia y el hábito para ubicar el justo medio entre dos
extremos.
Pensemos en un último ejemplo. Si preguntamos ¿cuántos vasos de vino es conveniente
tomar en una fiesta? Aristóteles diría que depende. Si estamos platicando con varios amigos, dos o
tres vasos de vino no parece ningún exceso. Pero medio vaso parece un exceso si se trata de un
cirujano a punto de intervenir a un paciente. No es lo mismo beber tras un desengaño amoroso
que beber tras una jornada de trabajo. Además no es igual abstenerse de consumir alcohol por
miedo a ser sancionado por una autoridad como nuestros padres a hacerlo porque es resultado de
una reflexión racional. Sólo en este último caso la persona sería virtuosa de acuerdo a Aristóteles.
Pues quien se abstiene de consumir alcohol en una ocasión para no ser regañado nada garantiza
que no se perderá en el exceso cuando nadie lo vigile. En cambio, quien hace uso de su razón tiene
más garantía de controlar sus deseos en el futuro. Pero no es que alguien que decida consumir
vino sea por ello vicioso, según Aristóteles; es virtuoso quien controla sus impulsos de beber en
exceso, sea abstemio o no.
Texto elaborado a partir de la siguiente bibliografía:
Aristóteles, Ética nicomaquea.
Mosterín, Jesús, Aristóteles, historia del pensamiento.
Zagal, Héctor, Felicidad, placer y virtud. La vida buena según Aristóteles.
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