Y para que la grandeza de las revelaciones no me

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MI AGUIJÓN
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente,
me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me
abofetee, para que no me enaltezca sobremanera”
(2 Corintios 12:7)
Por Rogelio Erasmo Pérez Díaz
Por mucho tiempo he escuchado sobre las disímiles explicaciones que quieren dar los hombres a
2 Corintios 12:7, cayendo ellos mismos, al creerse más sabios, en la desmedida auto exaltación que el
Señor quiso evitar a Pablo con el aguijón que le envió. Pero como “…lo necio del mundo escogió Dios,
para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”
(1 Co.1:27), casi siempre, a los que no se jactan de su sabiduría es a los que Dios da entendimiento acerca
de las cosas.
Llevo algún tiempo tratando de explicarme el sentido exacto de lo que quiso decir el apóstol Pablo con la
tan llevada y traída frase “aguijón en la carne”, de 2 Corintios 12:7. También llevo mucho tiempo
luchando a veces con una tentación pecaminosa y a veces con el propio pecado materializado en mi vida
y puedo asegurar que Dios me ha dado el entendimiento necesario para advertir a qué se refiere el apóstol.
Al contrario de lo que algunos “entendidos” defienden, el aguijón de Pablo no era un tormento físico muy
grande como dicen, pretendiendo especulativamente, relacionarlo con Hechos 14:19, porque en este
pasaje se hace referencia a un evento de la vida del apóstol y, según se entiende de 2 Corintios 12, el
aguijón fue algo duradero y no eventual. Tampoco se refiere a “una marca” en el cuerpo (un defecto
físico), como tratan de mostrarnos los que quieren relacionar el aguijón de Pablo con Gálatas 4:14.
Resulta que, como casi todos los “eruditos” (gracias a Dios que no lo somos) dan por sentado, el autor de
Hechos fue Lucas y, en 14:19 se refiere a un evento de la vida de otra persona: el tratar de matar,
apedreándolo, a Pablo. El autor de Gálatas sí es el propio Pablo. Pero aquí debemos tener en cuenta que él
no es específico respecto a cuál era “la prueba que tenía en mi cuerpo” (4:14). Tan solo hace alusión a
ella y muy bien que podía ser una tentación pecaminosa. ¿Puede alguien negar que tal cosa deje una
huella “bien visible”?
Mire, en cambio, en 1 Corintios 15:55-56 a qué llama Pablo “aguijón”: “¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del
pecado, la ley.” Este pasaje nos deja en claro que cualquier alusión a otra cosa respecto a Hechos 14:19
o Gálatas 4:14 no es más que especulaciones de hombres.
Por otra parte, en Hechos 9:5 y 26:14 Jesús está usando un “dicho” que aún se oye en nuestros días y
además, ambas muy bien pueden ajustarse al sentido de aguijón como pecado.
También Ezequiel 28:24 es fácilmente aplicable a una tentación pecaminosa. “Y nunca más será (Sidón)
a la casa de Israel espina desgarradora, ni aguijón que le dé dolor”
Les puedo decir que, por mi parte, padezco algunas enfermedades físicas que a veces me hacen sentir
dolores desgarradores y, ¡cosa curiosa!, no es cuando ellas más arrecian que necesito alguien o algo que
me recuerde la omnipotencia divina ¡en esos momentos de dolor, Dios viene a mi mente de forma
espontánea sin que nada ni nadie intervenga, solo él! Son las tentaciones (una en específico) las que me
hacen necesitar de la “muleta salvadora” de un aguijón en la carne. Supongo que a la mayor parte de los
seres humanos le debe ocurrir igual: siempre en los momentos de mayor sufrimiento o dolor Dios está con
nosotros y se hace tan tangible que no hace falta que nos lo recuerden. En cambio, cuando el diablo trae a
nuestra mente un deseo pecaminoso, lo primero que queremos es “olvidarnos de Dios”. ¡Es ahí donde
necesitamos un aguijón que nos haga “coger nuevamente el surco”! ¿No cree usted?
En mi caso desearía que Dios arrancara ese aguijón de mi carne, pero si ello va a causar más perjuicios
que beneficios, ¡pues que se quede ahí!, para que me muestre continuamente mi dependencia total de él.
Este escrito es una contribución de la agrupación para eclesiástica cubana: Ministerio CRISTIANOS UNIDOS.
Puede comunicarse con MCU al correo: [email protected]
Usado con permiso
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