Sin garantías: Trayectorias y problemáticas en estudios culturales Stuart Hall Eduardo Restrepo, Catherine Walsh y Víctor Vich (editores) Instituto de estudios sociales y culturales Pensar, Universidad Javeriana Instituto de Estudios Peruanos Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador Envión Editores © Stuart Hall © Envión editores © Instituto de Estudios Peruanos © Instituto de Estudios Sociales y Culturales, Pensar. Universidad Javeriana © Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador Primera edición Agosto 2010 Envión editores Calle 3 No. 1 – 60, Popayán, Colombia Teléfonos: (57-2) 8363376 Fax: (57-2) 8209516 [email protected] Instituto de Estudios Peruanos Horacio Urteaga 694, Jesús María, Lima 11, Perú. Teléfonos: (51-1) 3326194 / (51-1) 4244856 Fax: (01) 3326173 [email protected] www.iep.org.pe/ Instituto de Estudios Sociales y Culturales, Pensar. Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7 No. 39-08 Bogotá D.C. – Colombia Teléfono: + 57 (1) 3 20 83 20, extensiones: 5440, 5441 FAX: +57 (1) 3 20 81 51 [email protected] www.javeriana.edu.co/pensar Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador Toledo N22-80 . Apartado postal: 17-12-569 . Quito, Ecuador Teléfonos: (593 2) 322 8085, 299 3600 . Fax: (593 2) 322 8426 [email protected] . www.uasb.edu.ec Corrección de texto: Mónica del Valle Diagramación: Enrique Ocampo Diseño de portada: Gino Becerra Flores ISBN Envión editores: 978-958-99438-2-3 ISBN Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador: 978-9978-19-409-6 ISBN Instituto de Estudios Peruanos: 978-9972-51-274-2 12. Los blancos de sus ojos: ideologías racistas y medios de comunicación / …/1 Comenzamos definiendo algunos de los términos del argumento. “El racismo y los medios” toca directamente el problema de la ideología, dado que el principal campo de acción de los medios de comunicación es la producción y transformación de las ideologías. Una intervención en la construcción de raza realizada por los medios es una intervención en el terreno ideológico de la lucha. Mucha agua turbia ha pasado bajo el puente por cuenta de este concepto de ideología en los últimos años; y éste no es el lugar para desarrollar el argumento teórico. Uso el término para referirme a las imágenes, conceptos y premisas que proporcionan el marco mediante el cual representamos, interpretamos, entendemos y “le damos sentido” a algún aspecto de la existencia social. El lenguaje y la ideología no son lo mismo, dado que el mismo término lingüístico (“democracia”, por ejemplo, o “libertad”) puede desplegarse dentro de diferentes discursos ideológicos. Pero el lenguaje, en un sentido amplio, es por definición el principal medio en el que encontramos diferentes discursos ideológicos elaborados. Tres cosas importantes deben decirse sobre la ideología para hacer inteligible lo que sigue a continuación. En primer lugar, las ideologías no consisten en conceptos aislados y separados, sino en la articulación de diferentes elementos en un conjunto o cadena de significados peculiar. En la ideología liberal, la “libertad” se conecta (articula) con el individualismo y el libre mercado; en la ideología socialista, la “libertad” es una condición colectiva, que depende de la “igualdad de condiciones”, en lugar de contraponerse a ella, como sucede en la ideología liberal. El mismo concepto ocupa una posición diferente dentro de la lógica de los diferentes discursos ideológicos. Una de las formas como se da la lucha ideológica y se transforma las ideologías es mediante la articulación diferente de los elementos, produciendo por ende un diferente significado: rompiendo la cadena en la que están actualmente fijados (por ejemplo, “democrático” = el Occidente “libre”) y estableciendo una nueva articulación (como “democrático” = profundización del contenido democrático de la vida política). Esta “ruptura de la cadena”, por supuesto, no se confina a la cabeza: se da mediante la práctica social y la lucha política. Segundo, las afirmaciones son hechas por individuos: pero las ideologías no son producto de la consciencia o la intención individuales. En cambio, formulamos nuestras intenciones dentro de la ideología. Preceden a los individuos, y forman parte de las formaciones sociales establecidas y de las condiciones en las que los individuos nacen. Debemos “hablar a través” de las ideologías que hay activas en nuestra sociedad y que nos proporcionan 1 Los puntos suspensivos entre barras significa que se han hecho cortes en el texto original (Nota de los editores). 300 Stuart Hall los medios para “dar sentido” a las relaciones sociales y a nuestro lugar en ellas. La transformación de las ideologías es de ese modo un proceso y una práctica colectivos, no individuales. En gran medida, los procesos funcionan de manera inconsciente, más que por intención consciente. Las ideologías producen diferentes formas de consciencia social, en lugar de ser producidas por aquéllas. Funcionan de manera más efectiva cuando no somos conscientes de que la manera como formulamos y construimos una afirmación sobre el mundo está apuntalada por premisas ideológicas; cuando nuestras construcciones parecen ser afirmaciones simplemente descriptivas sobre la manera como son las cosas (es decir, como deben ser) o sobre lo que podemos “dar por hecho”. En toda una serie de premisas ideológicas, se predica que “a los chicos les gusta jugar rudo; pero las niñas son una dulzura”, aunque parece un aforismo basado no en la manera como se han construido histórica y culturalmente la masculinidad y la feminidad en la sociedad, sino en la misma naturaleza. Las ideologías tienden a desaparecer de la vista en el mundo “naturalizado” del sentido común que se presupone. Dado que (al igual que el género) la raza parece “conferida” por la naturaleza, el racismo es una de las ideologías existentes más profundamente “naturalizadas”. Tercero, las ideologías “trabajan” construyendo para sus sujetos (individuales y colectivos) posiciones de identificación y conocimiento que les permiten “proferir” verdades ideológicas como si fueran sus legítimos autores. Esto no se debe a que emanan de nuestra experiencia más íntima, unificada y auténtica, sino a que nos vemos reflejados en las posiciones que hay en el centro de los discursos desde los cuales “cobran sentido” las afirmaciones que hacemos. Así es como los mismos “sujetos” (por ejemplo, las clases económicas o los grupos étnicos) pueden construirse de manera diferente en diferentes ideologías. Miremos, entonces, un poco más de cerca los aparatos que generan y ponen en circulación las ideologías. En las sociedades modernas, los diferentes medios de comunicación son sitios de especial importancia para la producción, reproducción y transformación de las ideologías. Éstas son, por supuesto, aplicadas en muchos lugares de la sociedad y no sólo en la cabeza… Pero instituciones como los medios de comunicación son especialmente importantes en este aspecto, pues son, por definición, parte de los medios dominantes de producción ideológica. Lo que ellos “producen” es, precisamente, representaciones del mundo social, imágenes, descripciones, explicaciones y marcos para entender cómo es el mundo y cómo funciona de la manera como se dice y se muestra que funciona. Y, entre otros tipos de trabajo ideológico, los medios de comunicación crean para nosotros una definición de lo que es la raza, lo que implican las imágenes de raza y lo que se entiende por el “problema de la raza”. Ayudan a clasificar el mundo en términos de categorías raciales. Los medios de comunicación no sólo son una poderosa fuente de ideas sobre la raza. Son además un lugar en el que estas ideas se plantean, se hacen convincentes, se transforman y se elaboran. Hemos dicho “ideas” e “ideologías” en plural, pues sería equivocado y engañoso considerar que los medios están atados de manera uniforme y conspirativa a una sola concepción racista Los blancos de sus ojos: ideologías racistas y medios de comunicación 301 del mundo. Las ideas humanas y liberales sobre las “buenas relaciones” entre las razas, basadas en la apertura a nuevas ideas y la tolerancia, funcionan en el mundo de los medios de comunicación /.../ Sería simple y conveniente que todos los medios fueran simplemente ventrílocuos de una concepción del mundo “de clase dominante” unificada y racista. Pero en nada existen unos medios unificados en conspiración ni una “clase dominante” racista unificada en forma así de simple. No insisto en la complejidad porque sí. Pero si los críticos de los medios son de los que piensan en sus operaciones de manera demasiado simplista o reduccionista, esto inevitablemente les quita credibilidad y debilita sus argumentos, porque las teorías y críticas no encajan en la realidad /.../ Otra diferencia importante se da entre lo que podríamos llamar un racismo “palpable” y uno “inferencial”. Por racismo palpable, me refiero a esas numerosas ocasiones en las que se da un cubrimiento abierto y favorable a argumentos, posturas y portavoces en el negocio de desarrollar un argumento abiertamente racista o que promueven políticas u opiniones racistas /.../ Por racismo inferencial me refiero a aquellas representaciones aparentemente naturalizadas de eventos y situaciones relacionados con la raza, ya sean “reales” o “ficticios”, que tienen inscritas premisas y propuestas racistas como una serie de presupuestos incuestionados. Ellos hacen posible la formulación de afirmaciones racistas sin siquiera tomar consciencia de los predicados racistas en los que aquéllas se basan /.../ Un ejemplo de este tipo de ideología racista es el tipo de programa de televisión que trata algún “problema” en las relaciones raciales. Es probablemente hecho por un presentador liberal bueno y honesto, que espera hacer algún bien en el mundo por las “relaciones de raza” y que mantiene un escrupuloso equilibrio y neutralidad al preguntar a la gente que entrevista para el programa. Éste terminará con una exhortación sobre cómo, si sólo los “extremistas” de cualquier bando se fueran lejos, “los negros y blancos normales” estarían en mejor posición para seguir aprendiendo a vivir juntos en armonía. Sin embargo, cada palabra y cada imagen de tales programas están impregnadas de un racismo inconsciente porque todas se basan en el presupuesto, no declarado ni reconocido, de que los negros son la raíz del problema. Pero prácticamente la totalidad de la televisión tipo “problema social” sobre raza e inmigración —a menudo realizada, no lo dudo, por presentadores bien intencionados de mente liberal— se basa precisamente en postulados racistas de ese tipo /.../ /.../ Algunas críticas recientes de la literatura del imperialismo han aseverado que, si simplemente ampliamos nuestra definición de la ficción del siglo XIX de una rama de la “ficción seria” para adoptar la literatura popular, encontraremos una segunda y poderosa tendencia de la imaginación literaria inglesa para poner al lado de la novela doméstica: el mundo de la aventura imperial dominado por los hombres, que toma el imperio en lugar del Middlemarch, como su microcosmos /.../ En este período, la idea misma de aventura llegó a ser sinónimo de la demostración del dominio moral, social y físico de los colonizadores sobre los colonizados. 302 Stuart Hall Más tarde, este concepto de “aventura” —una de las principales categorías del moderno entretenimiento— se introdujo directamente de la página impresa en la literatura policial y de espías, los libros para niños, las grandes producciones artísticas de Hollywood y los cómics. Allí se mantienen con una persistencia recurrente. Muchas de estas antiguas versiones han visto su avanzada de algún modo atemperada con el tiempo. Han sido distanciadas de nosotros, aparentemente, por nuestra sabiduría superior y nuestro liberalismo. Pero siguen reapareciendo en la pantalla de televisión, especialmente en la forma de “películas viejas” (algunas “viejas películas”, por supuesto, siguen haciéndose). Pero podemos captar mejor su resonancia recurrente si identificamos algunas de las imágenes base de la “gramática de la raza”. Hay, por ejemplo, la familiar figura del esclavo: confiable, amoroso en una forma simple, pueril: la entregada “Mammy” poniendo los ojos en blanco, o el leal peón o criado, apegado y devoto a “su” amo. La producción artística más conocida —Lo que el viento se llevó— contiene abundantes variantes de ambas. La “figura del esclavo” en modo alguno se limita a las películas y programas sobre la esclavitud. Algunos “Pieles rojas” y muchos asiáticos se han asomado a la pantalla con este disfraz. Una profunda e inconsciente ambivalencia atraviesa este estereotipo. Devoto e infantil, el “esclavo” es además poco digno de confianza, impredecible e irresponsable, capaz de “volverse desagradable” o de conspirar en forma alevosa, secreta, solapada y brutal una vez su amo vuelve la espalda: e inexplicablemente es dado a escaparse al monte a la menor oportunidad. Los blancos nunca pueden estar seguros de que este pueril simplón —“zambo”— no esté haciendo mofa de los modales blancos de su amo a sus espaldas, aun haciendo una caricatura exagerada de refinamiento blanco. Otra imagen base es la del “nativo”. El lado bueno de esta figura se representa en cierta nobleza primitiva y una dignidad simple. El lado malo se muestra en términos de las trampas y argucias, y yendo más allá, con la barbarie y el salvajismo. La cultura popular está llena aun hoy en día de incontables “nativos” salvajes y revoltosos, y las bandas sonoras repiten constantemente el amenazador sonido de los tambores en la noche, la señal de los ritos y cultos primitivos. Los caníbales, los derviches dando vueltas interminables, los integrantes de tribus indígenas, chillonamente vestidos, amenazan continuamente con salirse de la pantalla. Pueden surgir de la oscuridad en cualquier momento para decapitar a la bella heroína, secuestrar los niños, incendiar el campamento o amenazar con hervir, cocinar y comerse al inocente explorador o administrador colonial y a su señora esposa. Estos “nativos” siempre se mueven como una masa colectiva anónima, en tribus u hordas. Y contra ellos siempre se opone la figura blanca aislada, sola “allí fuera”, que enfrenta su destino o carga con su obligación en el “corazón de las tinieblas”, mostrándose imperturbable ante los ataques y desplegando una firme autoridad —ejerciendo dominio sobre los nativos rebeldes o sofocando el anunciado levantamiento con una sola mirada de sus ojos de azul de acero—. Una tercera variante es la del “payaso” o “comediante”. Aquélla captura el humor “nato”, así como la gracia física del comediante con licencia, que Los blancos de sus ojos: ideologías racistas y medios de comunicación 303 presenta un espectáculo para los Otros. Nunca es muy claro si nos estamos riendo con su figura o de ella: admirados por la gracia física y rítmica, la manifiesta expresividad y emotividad del “comediante”, o despistados por la estupidez del “payaso”. Un hecho destacable en todas estas imágenes es su profunda ambivalencia —la doble visión del ojo blanco a través del cual se observan—. La primitiva nobleza del anciano miembro o jefe de la tribu, y la gracia rítmica del nativo llevan en sí una nostalgia por la inocencia para siempre perdida de los civilizados, y la amenaza de invasión o socavamiento de la civilización por la recurrencia del salvajismo, que siempre acecha justo bajo la superficie, o por parte de una sexualidad grosera, que amenaza con “escaparse”. Ambos son aspectos —los lados bueno y malo— del primitivismo. En estas imágenes, tal “primitivismo” se define por la cercanía fija de estas personas con la naturaleza. ¿Está todo ello tan lejos como en ocasiones suponemos de la representación de raza que llena las pantallas hoy en día? Estas versiones específicas pueden haberse desdibujado. Pero sus vestigios pueden aún observarse, actualizarse en muchas de las imágenes modernas y actualizadas. Y aunque pueda parecer que comportan un significado distinto, a menudo siguen estando construidas con gramática muy antigua. Las hordas de aborígenes revoltosos de la actualidad siguen vivos y coleando, al igual que las guerrillas y milicianos en “los montes” de Angola, Zimbabue o Namibia. Los negros siguen siendo los malhechores (y policías) más aterradores, taimados y sofisticados en las series policiales de Nueva York. Son los veloces hombres del bajo mundo que conectan a Starsky y Hutch con el gueto saturado de droga. Los calculadores villanos y sus intimidantes muchachos de talla descomunal en el mundo de James Bond y su progenie siguen siendo, inusualmente, reclutados del “allá” en Jamaica, donde persiste el salvajismo. La “esclava” sexual sigue viva y coleando, ardiendo en alguna exótica escena televisiva o en las ediciones de bolsillo, aunque ahora es el centro de una especial admiración, cubierta con un traje de lentejuelas y apoyada por un coro de blancos. El primitivismo, el salvajismo, el fraude y la falta de confianza —todos “justo por debajo de la superficie”— aún pueden ser identificados en los rostros de los líderes políticos negros de todo el mundo, taimadamente tramando el derrocamiento de la “civilización”/.../