INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN Dos hechos actuales son comúnmente aceptados e invitan a una reflexión profunda a quien tiene como quehacer profesional la investigación y la dedicación –en cualquier grado o forma– a las tareas formativas. Por una parte la crisis de la institución escolar, que se manifiesta a través de una sintomatología amplia y cuyas raíces son múltiples e intrincadas. Por otro lado nos encontramos, paradójicamente, con una creciente y universal demanda social de educación, que se extiende a todos los sectores de actividad y a todos los segmentos de población. Hecha esta constatación, y sin entrar en otras consideraciones, desearíamos subrayar el hecho de que existe, o se articula, una respuesta tecnológica a la demanda social de educación a que aludimos y se perfila también el intento de abordar, desde esa perspectiva tecnológica, una respuesta institucional a la crisis de la escuela. Es obvio que quienes la propugnan no pretenden una solución mecanicista al problema, y conciben la tecnología de una forma instrumental. Si no fuera así no merecería mayor consideración esa propuesta. Pero es obvio que la tentación tecnocrática está presente, aunque sea sólo tácitamente. Hoy, con la experiencia que vamos adquiriendo, es innegable el poder subyugante, que –podríamos incluso 15 NUEVOS HORIZONTES EN LA EDUCACIÓN calificarlo de seductor–, de una tecnología omnipresente, galopante y asombrosa. Pero disponemos también de elementos que nos permiten aumentar nuestra capacidad inmunológica frente al virus tecnológico. Nos referimos a la emergencia de nuevos valores, cuya novedad no reside en el valor, sino en el conocimiento que de esos valores tenemos: los derechos humanos, el medio ambiente, la salud y la vida sana, la solidaridad, etc., que integrados en el sistema educativo presentan constantemente ante la conciencia las dimensiones auténticas de la actividad humana. Son dos vectores –tecnología y valores– que deben afirmarse en profundidad. No pueden entenderse como adyacentes, ni como complementarios. Posiblemente la tecnología misma pueda ser entendida como un valor, en cuanto representa de algún modo la capacidad del hombre para enfrentarse a los problemas que su mismo desarrollo material y social lleva aparejados. Es más, la misma relevancia de los valores que hemos apuntado más arriba no hubiera sido posible en su configuración histórica –tal como de hecho se ha producido– sin el desarrollo tecnológico. No es posible, por tanto, entender de manera adecuada la tecnología y los valores sin hacer referencia al terreno en el que se enraízan y alimentan, que no es otro que el hombre mismo, el hombre singular, concreto. El problema no se reduce ya, meramente, a las necesidades productivas o a las sociales, sino que el problema se refiere a las necesidades humanas. Ya no hay simplemente diversidad, disyunción o complementariedad, sino que hay contemplar la unidad radical, en la raíz. Pero la dignidad del hombre, las necesidades productivas y las necesidades sociales, lo que exigen y reclaman es un sistema nuevo, asentado en la participación. Pensar que una formación técnica adecuada es suficiente para responder a las expectativas de crecimiento y desarrollo de las sociedades y de los pueblos, o que las cuestiones relativas al desarrollo personal deben resolverse a escala simplemente individual, sin ningún tipo de implicación social en cuestión tan ardua, implica cuando menos una concepción mecánica de la dinámica social, y la condena implícita de inmensas masas sociales a la condición de esclavitud, concebida ésta de un modo nuevo y tal vez más gravemente alienante que la antigua. Queremos dejar claro que no pretendemos la utópica instauración de un sistema social que produzca o genere, con los automatismos del sistema, hombres libres. Pretensión además de utópica, poco real, y suficientemente refutada por la experiencia histórica. Pero sí que 16 INTRODUCCIÓN defendemos, si pudiéramos expresarnos así, el desarrollo de un sistema social que incluya entre sus elementos una constante interpelación y reclamación de las capacidades más genuinamente humanas. La participación, cuyo derecho es reclamable, y cuyo ejercicio es exigible, debe asentarse sobre el desarrollo de las capacidades cognitivas y prácticas de la persona humana, de cada mujer, de cada hombre. Y queremos aquí volver nuestra vista a las aportaciones que desde el campo de la pedagogía y psicopedagogía el profesional de la educación ha venido protagonizando, especialmente en el ámbito de la escuela – educación formal–, como dinamizador de los cambios sociales. En este sentido, no podemos sino adherirnos al mensaje conjunto que, con motivo del día mundial de los docentes, firmaron el cinco de octubre del dos mil, el Director General de la UNESCO, el Director General de la OIT, el Administrador de PNUD y la Directora Ejecutiva de UNICEF. Por su interés, permítasenos reproducir el texto íntegro de esa declaración. “En el Día Mundial de los Docentes 2000, deseamos rendir homenaje al cometido de esta profesión que consiste en ampliar los horizontes de los educandos, y asimismo poner de relieve los nuevos horizontes que brinda al personal docente la nueva sociedad del conocimiento del siglo XXI. Cuando una persona emprende un aprendizaje, cualquiera sea su edad, casi siempre tiene una idea de los resultados que obtendrá. Pero solamente después de iniciado ese proceso empieza a vislumbrar nuevas perspectivas en términos de actividades, competencias y conocimientos. Con frecuencia, el horizonte se abre gracias a un maestro experimentado. La mayoría de las personas tienen ámbitos de interés o aptitudes que se tornaron fundamentales en sus vidas después de que descubrieran, gracias a un maestro, un tema que de otro modo jamás habrían conocido. La rápida evolución del mundo de hoy exige que cada cual recurra cada vez más a la educación que ha recibido, a fin de sacar provecho no sólo de sus conocimientos sino también de las aptitudes que le permiten adaptarse al cambio. Así pues, la educación queda redefinida como un aprendizaje a lo largo de toda la vida, en lugar de ser una mera experiencia escolar. En consecuencia, este tipo de aprendizaje debe estar al alcance de todos. En todo el mundo los docentes están ya ayudando a los estudiantes a adquirir educación y formación para configurar y organizar sus vidas, y a aprender a ser permanentemente educandos eficaces, para poder ampliar siempre sus horizontes. Un entorno mundial cambiante que confiere una importancia inédita al conocimiento y las aptitudes de aprendizaje 17 NUEVOS HORIZONTES EN LA EDUCACIÓN también amplía los horizontes de la profesión docente. Las tecnologías de la información y la comunicación han facilitado el acceso a la información. Los docentes procuran sacar el mejor partido posible de estos nuevos instrumentos con fines pedagógicos, y exploran prácticas de enseñanza más centradas en el educando así como nuevas formas de aprendizaje abierto y a distancia. De hecho, la transmisión de información por sí sola no puede conducir a una nueva sociedad del conocimiento sin la contribución de docentes dedicados, que adopten métodos novedosos para que el proceso de aprendizaje no se limite a la memorización. Esta tarea realiza la profesionalidad de los docentes y requiere que también ellos aprendan a lo largo de toda la vida, a fin de ampliar sus propios horizontes. Al mismo tiempo, los docentes están formando a una población cada vez más diversificada de educandos, de procedencias cada vez más variadas, de edades diferentes y con necesidades muy distintas, relacionadas con la formación personal o profesional o con la educación informal o la educación de adultos. Los docentes pueden actuar a modo de catalizadores del cambio alentando a las familias y las colectividades a garantizar el acceso a una educación de calidad, especialmente para las niñas y las muchachas. El lugar cada vez más importante que ocupa la educación relativa a los valores –por ejemplo, la educación ambiental, la educación sobre los derechos humanos y la paz, la educación para la salud– contribuye a una noción más amplia de los objetivos fundamentales de la educación”. Al volver nuestra mirada al profesional de la educación, decíamos que no se pueden obviar las aportaciones que se han hecho. En concreto, dentro de la ordenación actual del sistema educativo en España, el pedagogo parece haber consolidado su campo de actuación en el ámbito de la orientación, en el cual le corresponden las tareas siguientes1: 1. Por lo que se refiere al orientador como especialista en asesoramiento sobre toma de decisiones, construcción y ampliación curricular, le compete asesorar a los equipos docentes, tanto en técnicas de trabajo en grupo, como en técnicas de investigación-reflexión-acción. El orientador dinamizará los procesos de indagación colaborativa en los centros con el fin de promover la innovación didáctica. Igualmente, el orientador debe implicarse y mediar en: 1) la planificación de los elementos del 1. Nuestro agradecimiento a nuestros colegas Concha Iriarte y Angel Sobrino que han sabido sistematizar, con acierto, estos puntos que siguen y pensar con nosotros en estas cuestiones. 18 INTRODUCCIÓN currículo (objetivos, materiales didácticos, medios, actividades, evaluación); 2) el análisis de las razones fundamentales que han llevado al grupo de profesores a justificar una determinada conceptualización curricular. Todos estos aspectos se materializan en los diferentes niveles de concreción curricular: Diseño Curricular Base (DCB), Proyecto Curricular de Centro (PCC) y programación de aula. Además el orientador deberá coordinar la aplicación de adaptaciones curriculares, de refuerzo, de diversificación curricular y de optatividad en los itinerarios curriculares y desarrollo de programas de garantía social. 2. En cuanto a la atención a la diversidad (necesidades educativas específicas), bien debidas a trastornos del desarrollo, dificultades de aprendizaje o desventaja sociocultural, el orientador ha de potenciar modelos educativos que permitan la integración y atención individualizada. Para ello, ha de promover la atención a la diversidad en la redacción del P.E.C (Proyecto Educativo de Centro), ha de coordinar debidamente las intervenciones entre el aula y los servicios especializados de sector, ha de diseñar adaptaciones curriculares en colaboración con los servicios específicos y los docentes, y asimismo ha de apoyar y asesorar a los profesores en el desarrollo de planes de acción tutorial de carácter proactivo y de refuerzo, también adaptando materiales y métodos de trabajo. Sin olvidar la debida información y preparación para que estos alumnos puedan incorporporarse al mundo laboral. 3. Por lo que se refiere a la formacion del profesorado, al orientador se le considera un agente dinamizador de la misma, en cuanto ha de consolidar grupos estables de docentes que bajo su coordinación promuevan el desarrollo de una carrera profesional más estimulante y creativa, abierta al cambio, a la innovación y comprometida con la reflexión de su quehacer y su impacto en las personas y en la sociedad. En este sentido, el orientador retroalimenta con los conocimientos psicopedagógicos, las reflexiones, inquietudes, problemas y deseos del profesorado, con el fin de permitir: un análisis, una interpretación y unas soluciones nuevas, fomentar la observación de su práctica 19 NUEVOS HORIZONTES EN LA EDUCACIÓN docente e investigar permanentemente sobre ella (investigaciónacción para la mejora de la calidad educativa). 4. El orientador también tiene un importante papel en lo relativo a la coordinación entre el contexto, la familia y el centro educativo, ha de ser capaz de crear modelos que tengan en cuenta el contexto social más próximo, con el fin de participar como una institución más dentro de una comunidad educativa-social más amplia. A la vez el centro ha de mantener cauces abiertos que permitan la participación de la familia. En este sentido, el orientador ha de crear, canalizar y modular las aportaciones de todos aquellos agentes sociales que están implicados en la educación y facilitar el diálogo entre ellos y la escuela, buscando puntos de convergencia y complementariedad. 5. Otro de los aspectos que define las funciones del orientador, y que de alguna forma implica a todas las anteriores, se refiere al diseño, puesta en marcha y evaluación de las intervenciones educativas (programas) en contextos específicos. En este sentido le corresponde, no sólo el diseño de programas de atención diferenciada para alumnos que presentan necesidades educativas especiales, que también, sino el diseño de programas para todos, sobre la base de que la orientación es una acción educativa y no sólo remedial. En este sentido, ha de poner en marcha programas de desarrollo escolar (procesos de enseñanza-aprendizaje), de desarrollo personal (procesos de autoconocimiento, maduración y relaciones interpersonales) y de desarrollo vocacionalprofesional (información sobre itinerarios educativos, procesos de transición y acceso al mundo laboral, formación para adaptarse a los cambios en el ámbito educativo y laboral). Pero más allá de las especificaciones que una coyuntural ordenación educativa le asignen queremos destacar cómo el pedagogo y el psicopedagogo atienden a la organización y programación de la acción educativa, a su enriquecimiento mediante el estímulo de las aportaciones del educador, a su adecuado dimensionamiento, mediante la atención a las condiciones sociales, grupales e individuales, a la integración e interacción de la escuela con el contexto social en el que se integra. Sin embargo la definición de las tareas no significa ni mucho menos, una realización efectiva de las mismas, ya que nos encontramos, en cierta medida, ante un desideratum. Porque es evidente que no basta con la 20 INTRODUCCIÓN enunciación de una reforma administrativa o política, por muy ambiciosa que sea su definición. Se hace necesaria –no descubrimos nada nuevo– una profunda reforma de la escuela, lo que significa entre otras cosas una profunda reforma en la acción educativa y un proceso de adecuación de los educadores a las nuevas demandas sociales. Este es el gran reto para lo que podríamos denominar educación escolar. Pero se sienten también como necesarias profundas reformas en el mundo de la empresa, que implicarían el desarrollo de una auténtica educación empresarial. Es también no sólo importante, sino urgente, una profunda reforma y refuerzo de los procedimientos de participación, y de los procesos de integración sociales, a los que debe atender una auténtica educación social. Esta labor formativa deberá asentarse sobre pilares que debemos estudiar y establecer. Así, por ejemplo, la indagación, la reflexión, el recurso a los principios y valores que constituyan el suelo firme, no rígido o inmóvil, sobre el que realizar y desarrollar nuestro ser personal, es tarea primordial para el pedagogo y el psicopedagogo, no sólo porque compense la tentación tecnocrática a la que al principio aludimos, sino porque el valor añadido de la acción educativa va ligado al desarrollo personal del educando. De ahí que la educación en los valores cívicos debe reclamar para sí, no sólo una atención fundamental en la escuela, sino que debe desbordar este ámbito y extenderse a todos aquellos en los que tenga lugar una acción educativa. O, por ejemplo, la comprensión de los procesos de socialización y la adquisición de destrezas sociales, así como su corrección y refuerzo a lo largo de toda la peripecia vital, es una atención inexcusable para quien pretenda alcanzar un auténtico desarrollo humano, y debe consiguientemente estar presente en toda acción que pueda ser considerada educativa. O, por ejemplo, la preparación del educando, en cualquiera de sus facetas, para la pertenencia a una sociedad no ya del conocimiento sino del aprendizaje, debe ser también una constante pedagógica, en el entendimiento de que aprendizaje no significa, ni mucho menos, minoría de edad. Es más, la misma asunción de la condición permanente del aprendizaje como tarea propiamente humana es una de las más vivas muestras de madurez, una comprensión adecuada de la condición personal. La escuela se nos puede presentar, en este sentido, como modelo de la vida social. La escuela ha asumido tradicionalmente la tarea de preparar al niño para su incorporación plena a la sociedad. Por tanto, una sociedad plural, polimórfica, proteica, cambiante, debe necesariamente 21 NUEVOS HORIZONTES EN LA EDUCACIÓN integrar en su misma estructuración los cometidos hasta ahora reservados a la escuela: los aprendizajes técnicos, los aprendizajes de valores (formación estética, afectiva, moral e incluso intelectual), los aprendizajes de socialización. Los primeros, ya asumidos, por su valor instrumental, los segundos como fundamento sobre los que construir la participación social, los últimos como posibilitadores del ejercicio real de la participación. Antes de terminar esta introducción quisiéramos manifestar nuestro agradecimiento a todos los miembros de nuestro Departamento de Educación de la Universidad de Navarra por sus valiosas sugerencias al texto inicial que fue origen de este libro, y que a lo largo de estos tres últimos meses ha dado pie a tan interesantes conversaciones y proyectos. A Arantxa Sarabia por su dedicación inestimable sin la cual no hubiera sido posible llevar a buen término este trabajo. También al Vicerrector de Estudiantes –Excmo. Sr. Don José López Guzmán– por su interés en esta edición, y a nuestro Rector –Excmo Sr. Don José María Bastero– por su amabilidad al prologar el libro. Pamplona, 19 de febrero de 2001 22