13° Capítulo del Abad General para el CFM – 07.09.2012 “La divina escritura, hermanos, nos dice a gritos: «Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado»” (RB 7,1; Lc 14,11; Lc 18,14; Mt 23,12). San Benito comienza el capítulo sobre la humildad con un grito que es una llamada: “clamat nobis Scriptura divina”. Se puede gritar por gritar, se pueden gritar frases y sonidos sin sentido, se puede gritar en el vacío. También, como aquí, se puede gritar para hacerse oír bien por alguno, y para que se oiga bien lo que grita, la palabra que se grita. El grito de la Escritura es el grito de Dios, la llamada de Dios, y lo que se grita es una frase bien clara, inteligible. Y los destinatarios de este grito son los “fratres”, los hermanos de la comunidad monástica: “La divina escritura, hermanos, nos dice a gritos...”. Ya en la primera frase, san Benito expresa casi todo aquello que quiere enseñarnos en este largo capítulo 7 de la Regla. Nos hace comprender que estamos ante un grito de Dios que nos llama, ante una Palabra de Dios que nos interpela muy claramente, y que esta palabra se nos dirige como hermanos, como hermanas, de una comunidad, porque, como veremos, esta Palabra fuerte de Dios nos pide una escucha y una respuesta en la que no podemos considerarnos solos, independientes los unos de los otros, sino miembros de una misma familia, la familia de los hermanos y hermanas en Cristo, de los hijos de Dios en Cristo. Con esta frase, san Benito nos ofrece una exégesis, una interpretación de toda la Sagrada Escritura, porque nos dice que para él la Escritura en su conjunto nos grita un mensaje único, una palabra esencial que nos llama y que, por lo tanto, debe estar en el centro de nuestra vocación. Esta palabra es una palabra de Jesucristo en la que Él nos llama a dejarnos juzgar por su misterio, por su misterio de Dios que se ha hecho hombre, que se ha hecho pobre y humilde, que ha padecido y muerto en la Cruz, que ha resucitado para sentarse a la derecha del Padre. Es su vida, es su misterio, que nos grita y nos llama diciéndonos: “El que se ensalza será humillado, y quien se humilla será enaltecido”. Es el misterio retratado por Pablo en el himno a los Filipenses 2: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y así, como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-­‐sobre-­‐todo-­‐Nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.” (Flp 2,6-­‐11) San Benito nos recuerda que toda la Escritura debe hablarnos de este misterio, y hacerlo una fuerte llamada para nosotros, una vocación. Una llamada a seguir a Cristo en la trayectoria misteriosa de la humillación que es exaltada por la gloria del Padre. Toda la Escritura nos habla del misterio pascual, y es siempre interpretada a la luz de la muerte y resurrección del Señor. Es de este modo como Jesús ha explicado las Escrituras a los discípulos de Emaús. El grito de la Escritura se ha convertido para ellos, además, en una reprimenda: “¡Qué necios y qué torpes sois 1 para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?” (Lc 24,25-­‐26). La Escritura nos grita que quien se humilla será ensalzado porque la Escritura nos anuncia al Cristo pascual, Cordero inmolado y resucitado. Y nos grita esta llamada con el fin de que el misterio de Cristo se convierta en el camino y el destino de nuestra vida, y de nuestra vida de “hermanos”, en comunidad. Así pues, todo el capítulo 7 de la Regla nos habla de Jesús, de Jesús que humillándose en la encarnación, pasión y muerte nos conduce a la gloria de la resurrección. El capítulo 7 de la Regla habla de Cristo y de nuestra adhesión total a Él. Para san Benito, la humildad, siendo la forma de vida y del misterio de Cristo, es el camino de nuestra conformación a Él, y de nuestra participación en el misterio pascual, por lo tanto, la forma con la que vivimos libre y plenamente la gracia de nuestro bautismo. Esto quiere decir la única razón de abrazar la humildad y progresar en ella es el deseo de Cristo, el deseo de adherirnos y conformarnos con Jesucristo. Solo en él y por él la humildad tiene sentido y se puede vivir como plenitud de vida. Esta concepción de la humildad determina también lo que significa la escala de Jacob de los grados de humildad que Benito describe en este capítulo. A menudo nos hacemos la idea de que la escala de la humildad es una escala ascética ya hecha, que se nos presenta delante y que debemos subir. Sin embargo, san Benito dice que la escala de la humildad no es otra cosa que nuestra vida, que se convierte en una escala si subimos siguiendo a Cristo con nuestras elecciones y acciones. Escribe san Benito: “Por tanto, hermanos, si es que deseamos ascender velozmente a la cumbre de la más alta humildad y queremos llegar a la exaltación celestial a la que se sube a través de la humildad en la vida presente, hemos de levantar con los escalones de nuestras obras aquella misma escala que se le apareció en sueños a Jacob” (RB 7,5-­‐6). Y añade: “La escala erigida representa nuestra vida en este mundo. Pues, cuando el corazón se abaja, el Señor lo levanta hasta el cielo. Los dos largueros de esta escala son nuestro cuerpo y nuestra alma, en los cuales la vocación divina ha hecho encajar los diversos peldaños de la humildad y de la observancia para subir por ellos” (7,8-­‐9). Para san Benito no existe un camino ascético diferente para nuestra vida que el de seguir a Cristo, que lo sigue en su camino pascual. Nuestra misma vida, la “vida presente”, “la vida en este mundo”, con sus circunstancias, encuentros, con lo que somos y no somos, con nuestros errores y fragilidad, nuestra vida como es en realidad es el camino que en la humildad de Cristo puede convertirse en escala, que asciende al Cielo, a la vida eterna en Dios. Lo que san Benito quiere hacernos entender, guiándonos, es que la humildad de Cristo es el secreto para transformar nuestra vida en una ascensión al Cielo, a Dios, es decir, el secreto para vivir en comunión con el Señor toda nuestra vida, en cada instante. Cada grado del capítulo 7 nos ayudará a entender cómo esto sucede en los distintos aspectos y circunstancias de la vida humana. Fr. Mauro-­Giuseppe Lepori OCist 2